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UNIVERSIDAD TECNOLÓGICA DE EL SALVADOR

FILOSOFIA GENERAL

DR. RENÉ ANTONIO CHANTA.

ARISTOTELES (384-322 A.C.)

Aristóteles nos remite a una temática muy actual en política, una de las más importantes tal vez
¡la adquisición de los bienes! 

Aristóteles empieza hablando sobre como clasificar la “ciencia de adquirir”, si es una ciencia en sí
misma, o una rama de la ciencia de la administración doméstica, o simplemente una ciencia
auxiliar. Explica como la ciencia de adquirir es diferente de la de la administración doméstica,
puesto que esta última emplea lo que la anterior genera.

Luego, Aristóteles habla sobre los modos de existencia (nómada, agricultor, bandolero, pescador y
cazador) que no requieren del intercambio ni del comercio para subsistir. Estos serían modos de
subsistencia más “naturales” o más “simples”, que requieren menos organización a nivel social
(propio de las familias o tribus). Luego, hace una aclaración interesante sobre el alimento; “(…)
debe creerse que las plantas están hechas para los animales, y los animales a los hombres (…)”.
Aquí vemos de nuevo a la Naturaleza otorgando un Destino a los objetos.

Habla luego sobre la Guerra como un medio natural de adquisición, “(…) puesto que comprende
la caza de los animales bravíos y de aquellos hombres que, nacidos para obedecer, se niegan a
someterse; es una guerra que la naturaleza ha hecho legítima (…)”. Esta cita es muy interesante,
porque si volvemos atrás al capítulo sobre los esclavos (siendo estos un bien, una “propiedad
viva”) hay un conflicto con el concepto de que “es injusto que el esclavo se convierta por medio de
la fuerza”.

Estos modos naturales de adquisición de bienes se contraponen con modos más “sofisticados” o
“artificiales”, que no tienen ya como objeto la subsistencia en sí misma, sino que apuntan más
bien a la acumulación (ilimitada), la riqueza, el dinero. Para Aristóteles, la riqueza que
verdaderamente vale en términos materiales, la de los bienes o elementos necesarios para vivir,
no puede ser nunca ilimitada. De ahí que critica la frase de Solón: “El hombre puede aumentar
ilimitadamente sus riquezas”. Él responde a esta afirmación diciendo que, siendo la riqueza (en
sentido natural) la abundancia de los instrumentos domésticos y sociales, y sin haber una
cantidad ilimitada de instrumentos en el mundo, la afirmación de Solón es falsa.

Ahora, la frase de Solón tiene más sentido (o resulta más plausible, según Aristóteles) para lo que
sería el segundo método de adquisición, la “adquisición de bienes”. Para entender este segundo
tipo de adquisición, Aristóteles distingue dos formas en que puede utilizarse un bien: la primera es
consumirlo de forma natural (por ejemplo, comerse un lechón); la segunda, que gira en torno al
método no natural de adquisición de bienes, es el comercio (por ejemplo, vender el lechón).
De este segundo método de adquisición (el comercio) es que se deriva el uso de la moneda.
Aristóteles muestra cómo la inclusión de la moneda surge como solución a ciertos problemas de
transporte de las mercancías, digamos… un problema logístico. Si hay que intercambiar bienes, es
más fácil hacerlo con un medio manejable, que sea más fácil de trasladar. El problema es que este
medio (la moneda) comenzó a dar lugar a la acumulación de ese medio por sí mismo: justamente,
como es más manejable, da lugar a esta idea de la posibilidad de acumulación ilimitada, cosa que
de otro modo sería imposible (no podemos tener una cantidad infinita de vacas o lechones o
tierras, pero parecería que sí podemos tener una cantidad ilimitada de dinero…).

Esta aparición del dinero como foco de los intercambios opera para Aristóteles otro problema: el
de que en las profesiones se empieza a perder de vista su verdadero fin, para tener el dinero como
objeto. Así, los médicos, los soldados, etc. pierden de vista que su fin es curar o proteger, y pasan
a colocar su fin en “ganar dinero”, lo que termina “corrompiendo” de alguna forma la profesión
(¡cualquier similitud con la actualidad… no es coincidencia!). Dice Aristóteles “…y, sin embargo,
todas estas profesiones se ven convertidas en un negocio de dinero, como si fuera éste su fin
propio, y como si todo debiese tender a él” (p. 235).

Así, para Aristóteles el dinero no puede ser considerado en esencia un objeto de necesidad, sino
un medio para conseguir esos objetos que ayudan a satisfacer nuestras necesidades básicas. En
este caso, se refiere a el mito de Midas, que era tan codicioso, que pidió como deseo que “todo
aquello que el tocara, se convierta en oro”, con lo cual le era imposible satisfacer sus necesidades
básicas, puesto que hasta la comida se convertía en oro .

Pasando al Capítulo V, aquí encontramos algunas definiciones muy interesantes acerca de la


diferencia entre el señor y las personas a las que aplica su autoridad: principalmente la esposa, los
niños y los esclavos. Tal como lo estableció en el primer capítulo, estos tres “tipos” de persona
implica hablar de tres “tipos de autoridad” diferente, ya que tienen “naturalezas” distintas.

Ahora bien, lo que aquí se pregunta Aristóteles es hasta qué punto se puede asumir que estos
tipos de personas pueden tener “virtudes”.

ACLARACIÓN SOBRE LA VIRTUD: para Aristóteles, la virtud es la capacidad de una persona de


actuar de forma “excelente”, virtuosamente, frente a una situación. Implica una idea de “justo
medio”, es decir de no caer en vicios ni por exceso ni por defecto. Por ejemplo, ser cobarde es un
“vicio”, pero ser temerario también lo es. La virtud propiamente dicha sería ser valiente, que sería
el “justo medio” entre la cobardía y la temeridad. En general, la virtud práctica más elevada es la
de la prudencia, que es justamente la virtud de lograr ver dónde está el justo medio en cada
situación, poder “ver” dónde están el resto de las virtudes. Es poder saber y decidir cómo actuar,
de forma tal de no caer en excesos ni defectos (no hacer “de más”, ni tampoco “de menos”, sino
“lo justo”).
Como se puede ver, puede haber virtudes en cualquier ámbito de lo humano/social: puede haber
soldados virtuosos en el arte de la guerra, artesanos virtuosos en el trabajo de su arte,
gobernantes virtuosos, etc. Y ser sujeto de virtud (o que los demás lo consideren a uno virtuoso)
era un halago sumamente importante en la Grecia de la época. Daba de alguna manera un
“estatus”, o una medida de la calidad de persona que se era. Así, la pregunta de Aristóteles es muy
importante, especialmente para los esclavos. Tal como él lo afirma: “si se suponen estas virtudes
en los esclavos [o más bien que tienen la posibilidad de poseerlas], ¿en qué se diferenciarán de los
hombres libres? Si lo contrario, resulta otro absurdo no menor, porque al cabo son hombres y
tienen su parte de razón” (p. 243). Igualmente, para la esposa y los hijos…

Por un lado, Aristóteles va a establecer que resulta necesario en algún otorgarle la posibilidad a los
esclavos, mujeres e hijos de poseer algún tipo de virtud, ya que, sino carecerían de “utilidad”, no
podrían “obedecer bien”. Evidentemente requieren algún tipo de virtud, aunque distintas de las
propias del que manda (el señor).

Aquí es donde nos encontramos con el pasaje crucial: par Aristóteles, la fundamentación de todo
esto radica en las distintas partes del alma que cada uno tiene “más desarrolladas”. Aquí
menciona al menos dos partes del alma: una destinada a mandar (la voluntad), otra destinada a
obedecer.

En realidad, Aristóteles distingue en otros textos 3 partes del alma, similar a lo que establece
Platón:

 El alma intelectiva (similar al nous platónico) propias de la voluntad o apetito superior y


del intelecto o entendimiento (exclusiva de los hombres, no presente en animales ni
plantas).

 El alma sensitiva (similar al thymos platónico) propios de hombres y animales, ligado a la


sensibilidad (tanto la percepción como los sentimientos), los deseos y el movimiento.

 El alma vegetativa (similar a la epithymia platónica) presente en plantas, animales y


vegetales, vinculada con las actividades vitales básicas de subsistencia.

Volviendo al texto, Aristóteles afirma que “los elementos esenciales del alma se dan en todos
estos seres, aunque en grados muy diversos. El esclavo está absolutamente privado de voluntad; la
mujer la tiene, pero subordinada; el niño sólo la tiene incompleta. Lo mismo sucede respecto de
las virtudes morales. Se las debe suponer existentes en todos estos seres, pero en grados
diferentes, y sólo en la proporción indispensable para el cumplimiento del destino de cada uno de
ellos” (p. 244).

Acá Aristóteles no termina de explicitar si con la ausencia de la voluntad por parte del esclavo se
está refiriendo al alma intelectiva de forma completa, o a parte de ella. Parecería que si le niega
toda el alma intelectiva al esclavo no podría ser considerado propiamente un hombre; pero si se la
otorga, cabe preguntarse nuevamente qué es entonces lo que lo diferencia tan “esencialmente”
del señor/ciudadano… Una solución posible sería asumir que la voluntad es tan sólo una parte
dentro del alma intelectiva, pero Aristóteles no lo explica demasiado.

Volviendo al tema de la virtud, Aristóteles termina afirmando que “el ser que manda debe poseer
la virtud moral en toda su perfección”, mientras que los demás deben estar solamente “adornados
de las virtudes que reclaman las funciones que tienen que llenar” (p. 244). En el caso de los
esclavos, “el señor debe ser para el esclavo la fuente de la virtud que le es especial” (p. 245). En
última instancia, lo que dice es que es preciso reconocer en los esclavos la capacidad de poseer
alguna virtud, pero que no las pueden generar “por sí mismos”, sino que requieren del señor que
los “entrene” o les “enseñe” a desarrollar esas virtudes necesarias para su trabajo. Lo curioso es
que a continuación afirma que lo que esto implica es que no se le de solamente órdenes a los
esclavos, sino que se los trate con “aun mayor indulgencia que a los hijos”.

Como se ve, la cuestión es compleja, y Aristóteles no termina de tener una postura totalmente
clara sobre el tema. En algún punto, es como si él mismo buscara encontrar ese “justo medio” en
el tratamiento de los esclavos, que no peque de otorgarles ni más ni menos capacidades de la que
les corresponden, pasando de tratarlos como algo “menos que hombres” para justificar su
condición de esclavos, pero sin quitarles aquello esencial de lo humano, para justificar el lugar
importante que tienen en la vida cotidiana de la Grecia de la época.

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