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Autor: Scarleth Pérez Oliva

Administración del Tiempo


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Tiempo Libre y Desarrollo Personal

Objetivo:

1. Los participantes aprenderán las diversas clasificaciones del tiempo no


laboral.
2. Se concientizarán de la importancia que, desde la época clásica, la
humanidad ha concedido al tiempo libre, y sabrán relacionarlo con la
cultura y con el progreso.
3. Sabrán enumerar y explicar las principales funciones del tiempo libre,
motivándose a sacar el máximo provecho de ellas.
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8.1 Un Tiempo Difícil de Clasificar

“¿Amas la vida? Entonces no desperdicies el tiempo, pues es la materia misma de


la vida”. Así reflexionaba y aconsejaba Benjamín Franklin.

Trabajamos para vivir, no vivimos para trabajar. El tiempo de trabajo no abarca las
24 horas de los 365 días del año.

Tenemos mucho tiempo fuera del trabajo. ¿Cómo definir este tiempo no laboral?

La clasificación del tiempo no es simple ni fácil. Fuera de las 8 horas de trabajo no


todo es descanso y ocio. Nos vemos precisados a atender a nuestras necesidades
fisiológicas (comer, dormir), a las sociales (vestirnos, bañarnos, rasurarnos, etc.) a
ir a consulta médica, a pagar recibos de servicios públicos, a aprender inglés, a
asistir a las reuniones de la Asociación de Padres de Familia, a prestar ayuda a
otras personas, etc.

Varios autores proponen diversas clasificaciones del tiempo no laboral:

 Tiempo psicobiológico, socioeconómico, sociocultural y libre (Gianni


Toti).
 Tiempo fisiológico, cultural, desocupado y verdaderamente libre
(Frederic Munné).
 Ocio y semi-ocio (Joffre Dumazedier).

8.2 Teorías Antiguas y Modernas

Desde hace siglos, el tiempo libre adquirió el rango de un verdadero problema


filosófico y antropológico, hoy representa uno de los campos más polémicos entre
la ideología capitalista y la socialista.

Entre los griegos del siglo VI a. C., se empezó a valorizar el ocio como el
prerrequisito para la sabiduría y la filosofía, que proporcionaba la paz y la
contemplación creativa requerida por quienes buscaban dedicarse a la theeria.

Aristóteles argumentaba que el ocio es mejor que el trabajo, pues se trabaja para
lograr el ocio, y no viceversa.

Sólo a los hombres libres les estaba dado disfrutar del ocio creativo. Es interesante
observar cómo de la palabra ocio, deriva casi toda la terminología moderna
relacionada con la escuela: escolar, escolaridad, escolástico; y en inglés scholar,
que quiere decir el científico.
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Los romanos, más pragmáticos, no llegaron a idealizar tanto el ocio. Vieron la vida
una alternancia de otium (ocio) y nec-otium (negocio, trabajos), pero atribuyeron al
trabajo el carácter de fin y al ocio el de medio.

Uno de los más ilustres filósofos latinos, Séneca, dedicó al tema uno de sus libros:
De Otio.

La Edad Media Cristiana, en su culto por la vida contemplativa, reafirmó el ocio


como situación ideal para los religiosos y demás personas ansiosas de encontrar a
Dios.

La incipiente Edad Moderna, trajo un cambio de perspectiva: el ocio como


ociosidad, como no hacer nada, privilegio de ciertas clases y plataforma de status
social. A todos nos resultan familiares las cortes europeas de los siglos XVII y XVIII
como paraísos de holgazanes, ufanos del “dolce far niente”.

No podía faltar la reacción a semejante estado de cosas, algunos grupos


protestantes (puritanos, calvinistas) valoraban el trabajo como símbolo de progreso
y fuente de capital, y relegaban al ocio a la infame categoría de “madre de todos
los vicios”.

En el siglo XIX el marxismo empezó a ver en el tiempo libre un fenómeno


transformador del trabajo y, por lo mismo, del hombre. El tiempo libre, antes que
el trabajo, determina el existir humano. El termómetro de la riqueza social
reside, paradójicamente, más en el tiempo libre que en el tiempo de trabajo.

Marx pronostica para el futuro la síntesis dialéctica de trabajo y ocio, sobre la base
de la libertad. Sólo con la libertad el ocio puede ser tiempo libre. No sólo
tiempo libre trabajo, sino tiempo de trabajo libre. El ocio, fuente de autonomía, es la
compensación más adecuada para la alineación causada por el maquinismo
moderno. Por otro lado, la creciente automatización originada por la tecnología
moderna, ha abierto grandes oportunidades para la liberación del hombre.

Ya en el siglo XX tocó a las Naciones Unidas, en 1948, “canonizar al ocio”,


incluyendo entre los derechos fundamentales del ser humano el derecho al tiempo
libre.

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8.3 Funciones del Tiempo Libre

Dentro de estas perspectivas dinámicas, el tiempo libre es ante todo:

 Elección de Actividades.
 Compensación a las prisas, agitación y desasosiego de la vida moderna.
 Mecanismo regulador de la personalidad.
 Principio de individualización vs. Presiones a la conformidad.
 Campo de autodeterminación vs. Hábitos de dependencia.

En general, es mecanismo reductor de desequilibrios de diversa índole. Como tal,


el tiempo libre no es un apéndice al trabajo; no es un tiempo negativo y residual,
sino fuente fecunda de nuevos valores. “El tiempo libre es el tiempo de la libertad
para la libertad”.

El reverso de la medalla está en los ricos saciados y hastiados, condenados a


“matar el tiempo” en un aburrimiento mortal. El reverso son también los países
desarrollados, como Suecia o Dinamarca, donde todas las necesidades materiales
se hallan cubiertas, y donde para muchos ya no hay nada por qué luchar, donde
acecha la desesperanza y el hastío mortal sobre todo por la falta de objetivos
estimulantes y de ideales. Es temible un vacío que destruye el interés por la vida.

Tiempo de vivir: un tiempo de plenitud

Vamos a cerrar con los párrafos de Joaquín Antonio Peñaloza, en un artículo


publicado en El Occidental de Guadalajara, el 1ro de julio de 1983.

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“Sólo hay una cosa más bella que el trabajo: el descanso”. Se trabaja
precisamente para descansar. Se suda para enjugar el sudor. Se desgasta uno
para recrearse.

Hay por ahí una definicioncilla de hombre, presumida y para colmo de males,
acuñaron en la lengua de los romanos: el homo Faber, el hombre que trabaja. Los
romanos se la pasaban romanamente en baños, comilonas, pláticas, fiestas y
algún etcétera pompeyano. De los griegos aprendieron a aquilatar el enorme
precio del descanso, según supieron que el ocio es el padre de la cultura.

Yo prefiero la otra y más plena definición del hombre, el Homo ludens, que en su
genuina acepción latina, significa que el hombre es un ser que descansa, que crea,
que contempla, que goza. Porque sólo en el descanso el hombre recobra su
libertad y señorío, emprende todas aquellas obras más afines a sus gustos y
aptitudes y se encuentra más fácilmente consigo mismo, con la naturaleza y con
los demás.

Ningún día más radiante que el séptimo día. Ningunos meses más esperados
como estos de diciembre y enero, en que cuantos enseñan o estudian salen y
entran de vacaciones. Meses con “olor a holanes de mar y flecos de montaña”.

Ya sé que los ejecutivos que tienen corazón de Cárdex y alma de escritorio


metálico, los licenciados en administración de empresas, los capitanes de la
producción, los príncipes de la mercadotecnia, se rasgarán los coordinados de
seda y acrilán, los trajes de poliéster y lana australiana. ¿Vacaciones, cuando el
país requiere más trabajo?

Sufren el síndrome de esta época que es aprovechar el tiempo a marchas


forzadas. Porque “el tiempo es dinero”, como vulgarmente no debería decirse. En
la mentalidad consumista del hombre contemporáneo, el descanso y las
vacaciones equivalen a perder el tiempo, dejar de producir, dejar de ganar. “Homo
Faber, acuérdate que eres máquina y en máquina te has de convertir”. Esto es
puro masoquismo y deshumanización.

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El escritor francés Gerard Bassiere, en su libro “Préstame tus ojos” traducido al


español, refiere que un día encontró en París a un ama de casa que regresaba del
mercado con un ramito de flores.

No puedo comer carne todos los días, le dijo. Economizo para comprar una flor.

Díganme ustedes si no es sabiduría pura la de esta pobre mujer que, a su manera,


luchaba contra el “utilitarismo implantado” que todo lo marca con un signo de
moneda, contra las falsas economías que son tacañerías, contra la mentalidad de
ser un esclavo del deber, tan esclavo que ya no siente la necesidad de la belleza y
de los actos gratuitos.

El ocio no es la ociosidad. El descanso no es la pereza. Las vacaciones no son el


hada del deber para “rascarse la panza”. La verdad es que el hombre que
descansa no se convierte en el hombre que haraganea.

No es un exiliado de la obligación, un prófugo del trabajo, ni un parásito, sino un


hombre de recreación, una vez desligado de las ocupaciones rutinarias y
cronometradas, impuestas y fatigantes. El individuo en vacaciones entra a otra
clase de ocupaciones a las que puede dedicarse libremente, desinteresadamente,
sin presiones externas ni intereses económicos. Las vacaciones son el reino
jubiloso de la libertad y de la gratitud.

“Benditas vacaciones, cuando se economiza para poder comprar una flor.”

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