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LACAN – SEMINARIO 4 – La relación de objeto –

CLASE 17→ EL SIGNIFICANTE Y EL CHISTE


Si la creación imaginativa de Juan se va desarrollando constantemente al ritmo de las intervenciones del padre, que
están orientadas para no apagar, sino por el contrario acabar estimulando la serie de sus producciones, esta creación
se presenta difícilmente separable de su síntoma, es decir, de su fobia.

1.

Para hacer un trabajo verdaderamente analítico, hay que saber que ninguno de los elementos significantes de la fobia
tiene sentido unívoco, ninguno equivale a un significado único.

El primero es EL CABALLO. Es imposible considerar este caballo como un puro y simple equivalente, por ejemplo de la
función del padre. Decir que el caballo corresponde a una carencia del padre es una vía fácil.

Decir que el caballo juega un papel determinado por lo que parece plantear problemas en ese momento, o sea el
padre del estado preedípico al momento edípico seguiría siendo insuficiente. El caballo en sí mismo no es lo que tal
vez podrá llegar a ser efectivamente al final, ese caballo de aspecto orgulloso que Juan ve pasar por la calle y asocia
con algo relacionado con el orgullo viril del padre.

Al final del tratamiento Juan tiene esa famosa conversación con su padre, en la que le dice algo así: “Debes estar
enfadado conmigo, por ocupar ese lugar, por acaparar la atención de mi madre y ocupar tu lugar en su cama”. Y esto
a pesar de las negociaciones del padre quién le dice que él nunca ha sido malo. Así el niño, saca a relucir el mito
edípico con un carácter imperativo.

El caballo, antes de cumplir esta función metafórica, ha jugado muchos papeles distintos.

3 de abril: Tenemos el caballo cuando está enganchado. Este caballo ¿ha de estar enganchado o no? ¿Ha de estarlo a
un coche de un caballo o a un coche de dos caballos? En cada caso, la significación es distinta. En ese momento el
caballo es simbólico de la madre punto también simboliza el pene punto está vinculado con ese coche cargado cuando
Explica qué clase satisfacción se obtiene de todo ese tráfico de enfrente de su casa y mientras están ahí son
descargados y vueltos a cargar. Poco a poco se pone de manifiesto la equivalencia de la función del caballo, con el
embarazo de la madre y el problema de la situación de los niños en el vientre de su madre, de su salida, del
nacimiento. El caballo tiene una función muy distinta.

Hay otro elemento famoso Krawall que significa ruido, tumulto, ruido desordenado.

Se produce en particular cuando se cae el caballo del Ómnibus, que fue según Juanito uno de los sucesos
precipitantes del valor fóbico del caballo. Fue entonces cuando pilló la tontería. Esa caída, estará siempre desde aquel
momento en el trasfondo del temor al caballo. Es algo que puede sucederle a determinados caballos: caballos grandes
enganchados a coches grandes, cargados. La caída acompañada del pataleo del caballo reaparecerá durante el
interrogatorio de Juanito.

A lo largo de toda la observación ni Freud ni el padre pueden salir de dudas, deben mantener la ambigüedad,
abstenerse, en cuanto a la interpretación de cierto número de elementos. Se ve que por mucho que presionen al
niño, aunque le sugieran todas las equivalencias, sólo obtienen a cambio evasivas, alusiones, pretextos. A veces se
tiene la impresión de que, en cierto modo, el niño se burla.

El significante de por sí se distingue del significado.

El significante sintomático está constituido de tal forma que por su naturaleza cubre, en el curso del desarrollo y de la
evolución, múltiples significados y de los más diversos.

Cuando se trata de que su madre se vaya, en ese preciso momento, surge la angustia, tiene miedo de que el caballo
entra en la habitación. Pero ¿quién entra en la habitación? Él, Juanito. Una doble relación muy ambigua, vinculada
por una parte con la función de la madre por la vía de la tonalidad sentimental de la angustia, pero también por otra
parte con Juanito por la vía de su texto movimiento y de su acto. En cuanto aparece, el caballo está cargado de una
profunda ambigüedad. Es ya un signo para todo uso.

Regla- ningún elemento significante, relación, síntomas, por ejemplo en la neurosis, puede considerarse dotado de un
carácter unívoco.
Un elemento significante no es equivalente a ninguno de los objetos, a ninguna de las relaciones, ni a ninguna de las
acciones, llamadas imaginarias en nuestro registro.

Los elementos significantes deben definirse de entrada por su articulación con los otros elementos significantes.

El juego del significante se apodera del sujeto, se hace con él más allá de todo lo que él sea capaz de intelectualizar,
pero sigue tratándose del juegos del significante con sus leyes propias.

Lo que vemos en Juanito se trata de agrupamientos de elementos significantes progresivamente trasladados de un


sistema a otro.

Las primeras tentativas de aclaración por parte del padre, dirigido por Freud, aislan en el caballo ese elemento
especialmente peniano que hace que Juan reaccione con una compulsión a mirar al caballo. El niño se ve aliviado por
las ayuda interdictiva que le aporta el padre con respecto a su maduración.

El padre se esfuerza por ir directamente a lo que él considera la única base real de la angustia del niño, le enuncia al
niño y Freud lo ha incitado a intervenir en este sentido, que las niñas no tienen y que él sí tiene. Juan subraya que su
hace pipí está pegado o agarrado y crecerá con él.

Inútil sería el sostén fóbico si se tratara de lo real y sí aquí hubiera pura y simplemente, un equivalente de la angustia
vinculada con la aprehensión de un real y hasta ahora no ha sido plenamente realizado por su parte. Entonces es
cuando surge el fantasma de la jirafa grande y la jirafa pequeña.

Para Juanito, no hay ninguna contradicción, ni siquiera ambigüedad en que una de las jirafas, la pequeña, pueda
arrugarse. Y una jirafa arrugada, es una jirafa que se puede arrugar al igual que una hoja de papel.

Esta intervención hace pasar un objeto qué hasta entonces había tenido una función imaginaria a una simbolización
formulada como tal por el propio sujeto y subrayada a continuación por su gesto de apoderarse de esta posición
simbólica y ocuparla, se sienta encima de la pequeña jirafa arrugada a pesar de los gritos y de las protestas de la
Grande.

Esto es para Juanito satisfactorio. No es un sueño, es un fantasma que él mismo fabrica, va a la habitación de sus
padres para contarlo y lo desarrolla.

La jirafa grande y la pequeña son de entrada, para el padre, el padre y la madre. Sin embargo, dice de la manera más
formal qué la jirafa grande es la madre y la pequeña su miembro, otra forma, otro valor de la relación entre los dos
significantes. El padre interviene de nuevo diciéndole a la madre "hasta luego, jirafa grande". El niño responde "no es
verdad" y añade ¿la jirafa pequeña es Ana?

La pizca de burla que asoma en él "no es verdad" de Juan, indica por sí sola lo inapropiado del esfuerzo del padre para
hacer que los términos simbólicos y los elementos imaginarios o reales supuestamente representados se
correspondan de dos en dos. El padre toma aquí el camino equivocado y Juanito está demostrándole que no es eso
que nunca lo será.

El hombre se enfrenta con problemas que son problemas de significantes. El significante es introducido en lo real por
su misma existencia de significante, porque hay palabras que se dicen, hay frases que se articulan. La existencia del
significante introduce en el mundo del hombre un nuevo sentido. Se trata de problemas de creación de sentido.

Juanito revisa lo que hasta entonces había sido su forma de relación con el mundo materno, organizado en base a
aquella dialéctica del señuelo entre él y su madre ¿Quién de los dos tiene el falo, o no lo tiene? ¿Qué desea la madre
cuando desea algo distinto a mí, el niño?

Aquí se inscribe la función del mito. Un mito es siempre una tentativa de articular la solución de un problema. Se trata
de pasar de cierta forma de explicación de la relación con el mundo del sujeto, o de la sociedad en cuestión, lo que
requiere la transformación es la aparición de elementos distintos, nuevos, que entran en contradicción con la primera
formulación y exigen alguna forma un paso de por sí imposible, un salto. Esto es lo que le da al mito su estructura.

Juan se enfrenta a elementos que exigen la revisión del primer esbozo de sistema simbólico que estructuraba su
relación con la madre.

2-
El padre interroga a su hijo ¿Qué pensaste cuando viste caer al caballo? Juan ha dicho que pilló la tontería con ocasión
de esta caída. Pensaste, dice el padre de una forma que se le ve el plumero, que el caballo estaba muerto. En un
primer momento Juan adopta un airecito de serenidad al decir "Sí, sí, en efecto, eso pensé". Y luego, de repente,
cambia de opinión, se pone a reír y dice "pero no, no es cierto, solo lo he dicho en broma, te estaba haciendo una
Spass".
Eso negro que flota delante de la boca del caballo y es la hiancia real que siempre se oculta tras el velo y el espejo,
destacada siempre sobre el fondo como una mancha.
Nuestras reglas. Primero, aislar los significantes en su valor esencialmente combinatorio. El conjunto de significantes
que intervienen estructuran lo real introduciendo en él nuevas relaciones combinadas.
El significante es un puente en un dominio de significaciones. En consecuencia, no reproduce situaciones, si no que las
transforma, las recrea.
Siempre debemos centrar nuestra pregunta en el significante.
3.

En cada una de las etapas recorridas durante los cinco primeros meses del año 1908, le vemos interesarse en lo que
se carga y se descarga, o lo que empieza a moverse de una forma más o menos brusca. Aquí hay elementos
significantes vinculados, giran alrededor del tema del movimiento, del meneo. Poco a poco hace surgir otros
elementos Presta atención muy especial a las bragas de la madre: una amarilla y una negra.

El padre ha ignorado una posición fundamental, vinculada con la diferencia de las percepciones auditivas del acto de
orinar en un hombre y en una mujer.

Para Juanito las bragas cuando son amarillas tienen para él un determinado valor, mientras que cuando son negras no
lo tienen. Cuando están separadas de la madre le dan ganas de escupir, cuando la madre la lleva no le dan ganas de
escupir. Freud insiste y dice que sin duda Juanito quiere indicarnos de esta forma que las bragas tienen para él una
función distinta cuando la lleva puesta la madre y cuando no las lleva puestas.

El propio Freud tiende a esbozar una relativización dialéctica total del significado de las bragas amarillas y las bragas
negra.

Es un error identificar Lumpf con la defecación omitiendo situar en sí mismo este elemento esencial para Juan. El
propio testimonio del padre proporciona la idea de que lumpf es una transformación a la palabra strumpf que en
primer primer lugar quiere decir bragas negras y luego blusa negra. Forma parte de esa función esencial del vestido su
función de ocultación. Es también pantalla sobre la que se proyecta el objeto principal de la interrogación preedípica
de Juan, o sea el falo que falta. Que el excremento sea como tal sea designado por término emparentado con la
simbolización de la falta de objeto, es suficiente como muestra de que la relación instintual, la analidad interesada en
el mecanismo de la defecación, es poca cosa frente a la función simbólica. Esta una vez más, domina.

La función simbólica para Juanito está vinculada con una función que para él es esencial: ¿Qué se pierde? ¿Qué puede
irse por el agujero?

Estos son los elementos primeros de lo que podemos llamar una instrumentación simbólica, y a continuación se
integrarán en el desarrollo de la construcción mítica de Juanito, bajo la forma de esta BAÑERA que, en su primer
sueño, el instalador viene a desatornillar. Luego lo que será desatornillado es Igualmente su trasero, así como su
propio pene, para gran alegría tanto del padre como de Freud, todo sea dicho.

Esta gente tiene tanta prisa para imponer su significación a Juanito, que ni siquiera esperan a que acabe de expresarse
a propósito del desatornillado de su pequeño pene y le dicen que la única explicación posible es, naturalmente, qué se
trata de darle uno más grande. Juanito no dice eso en absoluto, él sólo habla de un recambio de su trasero. En este
caso resulta palpable la contratransferencia. El padre es quien lanza la idea de que, si le cambian el pene, es para
darle uno mayor. El desarrollo en el neurótico de un sistema mítico cualquiera se presenta como la salida, el despegue
progresivo de una serie de mediaciones vinculadas por el encadenamiento significante cuyo carácter
fundamentalmente circular.

Juanito al principio se encuentra capturado en la relación tramposa en la que de entrada se desarrolla el juego del
falo. Con esto es suficiente para que él y su madre, mantengan un movimiento que es la identificación perfecta con el
objeto del amor materno. Entonces aparece un elemento nuevo.

Hay un problema basado en que no hay nada ordenado previamente en el orden de lo imaginario para permitirle al
sujeto asumir el hecho con el cual se enfrenta en forma aguda en dos o tres momentos de su desarrollo infantil, el
fenómeno del crecimiento. Como no hay nada predeterminado en el plano de lo imaginario, un fenómeno aporta al
niño un elemento esencial de perturbación cuando se produce la primera confrontación con el crecimiento, es el
fenómeno de la turgencia.

Que el pene deje de ser pequeño y se convierta en grande en el momento de las primeras erecciones o
masturbaciones infantiles, no es sino uno de los temas más fundamentales de las fantasías imaginarias.

Juan se enfrenta con un problema semejante, el de integrar la existencia del pene real, la existencia distinta de un
pene que puede volverse grande o pequeño, pero también es el pene de los pequeños y de los adultos.

El problema del desarrollo de Juan está vinculado con la ausencia del pene mayor de todos, es decir el padre. La fobia
se produce en la medida de que Juan debe afrontar su complejo de edipo en una situación que exige una
simbolización particularmente difícil.

La complejidad del fenómeno que está en juego cuando para el niño se trata de integrar lo real de su genitalidad y
subraya el carácter fundamentalmente simbólico de este momento de pasaje.

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Tenemos el caballo cuando esta enganchado. Juan nos da en este sentido, el 3 de Abril, todas las explicaciones
posibles. Este caballo, ¿ha de estar enganchado, o no? ¿Ha de estarlo a un coche de un caballo o a un coche de dos
caballos? En cada caso, la significación es distinta. Si en ese momento el caballo es simbólico de algo, lo es de la
madre, como se verá por la continuación de forma más desarrollada. También simboliza el pene. En todo caso, esta
irreductiblemente vinculado con ese coche, un coche cargada, como Juan subraya en la sesión del 3 de Abril, cuando
explica que clase de satisfacción se obtiene de todo ese tráfico de enfrente de su caso, con esos coches que vienen y
se van, y mientras están ahí son descargados y vueltos a cargar. Poco a poco se pone de manifiesto la equivalencia
de la función del caballo, así como del coche, con el embarazo de la madre y el problema de la situación de los niños
en el vientre de su madre, de su salida, del nacimiento. El caballo tiene en este momento una función muy distinta. Hay
otro elemento que suscita interrogantes, tanto por parte del padre como por parte de Freud, es el famoso Krawall, que
significa ruido, tumulto, ruido desordenado, con algunas derivaciones austríacas por las que, al parecer, se puede
llegar a usar incluso para designar un disturbio, un escándalo. En todos los casos se revela el carácter inquietante y
angustioso del Krawall, tal como lo entiende Juanito. Se produce en particular cuando se cae el caballo del ómnibus,
umiallen, que fue, según Juanito, uno de los sucesos precipitantes del valor fóbico del caballo. Fue entonces cuando
pillo la Dummbeit, la tontería. Esa caída, que se produjo en una ocasión, estará siempre desde aquel momento en el
trasfondo del temor al caballo. Es algo que puede sucederles a determinados caballos, en especial los caballos
grandes enganchados a coches grandes, a coches cargados. La caída acompañada del pataleo del caballo, el Krawall,
reaparecerá bajo más de un aspecto durante el interrogatorio de Juanito, sin que nunca, en ningún momento de la
observación, nos den sobre esto una interpretación segura.

1. El ataque de angustia

La primera teoría freudiana sobre la angustia resulta del planteo de la interferencia de la descarga de la tensión sexual,
por lo que la excitación acumulada busca una vía de salida transformándose en angustia. El paradigma del obstáculo
frente a la afluencia de libido es la abstinencia o el coitus interruptus, contingencias de la vida sexual relacionada
directamente con los adultos.

En el texto de 1894 "Sobre la justificación de separar la neurastenia un determinado síndrome en calidad de neurosis
de angustia", Freud define a la neurosis de angustia como un complejo de síntomas cuyo síntoma principal es la
angustia. Ella se presenta con la modalidad de "expectativa angustiada". Se introduce así de entrada el vínculo entre la
temporalidad y la angustia.
En este texto Freud se detiene en dos oportunidades en las manifestaciones de la angustia en los niños. Al describir la
sintomatología de la neurosis de angustia incluye el terror nocturno y afirma que en los niños constituye una variedad
del ataque de angustia. Su sesgo histérico da cuenta de su enlace con la reproducción de una vivencia o de un sueño,
que puede presentarse con esta modalidad particular o también en forma pura. Establece así una relación entre la
histeria y la angustia en los niños, pero con la paradoja de que la etiología sexual queda implícitamente incluida en los
niños aún antes que lleve a cabo sus desarrollos sobre la sexualidad infantil.

2. Los estados de angustia

En la 25º "Conferencia de introducción al psicoanálisis", titulada "La angustia" (1916-17), Freud lleva a cabo la
distinción entre la angustia realista y la neurótica de acuerdo a la diferencia que establece por entonces entre el peligro
interior y exterior.

La angustia realista se produce como reacción ante un peligro externo. Se trata de una señal que provoca la huida.
Esta angustia se adquiere con la educación, y, en definitiva, se vuelve la manifestación de la pulsión de
autoconservación (de acuerdo a la teoría pulsional vigente en ese entonces).

La angustia neurótica concierne a la libido que fluctúa en un estado libremente flotante, expectante, para ligarse luego
a una representación. La acción de la represión de la representación produce que la libido sexual se transforme en
angustia. En realidad, la angustia neurótica trata al peligro interno como si fuera externo.

Freud equipara en los estados de angustia de los niños la angustia realista y la neurótica. Esta homologación es
llevada a cabo en forma generalizada para niños y adultos en "Inhibición, síntoma y angustia" en tanto el peligro
siempre es pulsional. Se modifica así la noción de peligro.

Freud rechaza la idea que la disposición neurótica de los niños se expresa por su inclinación hacia la angustia realista,
y, al hacerlo, encuentra una solución a su paradoja sexual. El niño se angustia ante las personas extrañas porque
añora encontrar a la madre, la libido que en estas circunstancias queda inaplicada se descarga como angustia. La
separación, ligada luego al nacimiento, se vuelve el paradigma de la angustia. De allí que no se pueda distinguir la
angustia realista de la neurótica.

Toda fobia histérica se remonta a una angustia infantil. Pero en el niño la descarga es inmediata, mientras que el
adulto padece la acción de la represión.

Al examinar las frecuentes fobias a la oscuridad y a la soledad, toma el siguiente ejemplo. Un niño le pide a su tía que
le hable. Ella le pregunta para qué si de todas maneras no puede verla a causa de la oscuridad. El niño responde:
"Hay más luz cuando alguien habla". La angustia se produce ante la falta de la madre, pero en este caso la presencia
del objeto-palabra permite mitigarla.

3. La angustia de castración

En "Inhibición, síntoma y angustia" (1925) Freud modifica su teoría de la angustia: la angustia (de castración) crea a la
represión y no la represión a la angustia.

Antes que nada Freud afirma que para el yo no hay diferencia entre la angustia realista (ante el peligro exterior) y la
angustia neurótica (ante el peligro pulsional). Poe ende, todo peligro realista se anuda a un peligro pulsional.

La angustia siempre se experimenta ante algo. Esto implica cierta expectativa e indeterminación puesto que falta un
objeto. Cuando se encuentra un objeto aparece el miedo. De allí que Freud afirma que la presencia del objeto es lo
que diferencia la angustia del miedo.
Ante la emergencia de la excitación pulsional, el yo inhibe o desvía la moción pulsional. Al hacerlo, emite una señal de
displacer que se denomina angustia. De esta manera, el peligro interior y exterior tienen el mismo patrón de defensa
puesto que la represión equivale a un intento de huida.

La angustia no es, pues, libido transformada, sino que es la reacción frente a situaciones de peligro tales como el
nacimiento, la pérdida del pene, el amor del objeto y el amor del superyó. Ahora bien, para Freud el patrón de lectura
que permite resignificar estas pérdidas es la castración, por lo que concluye que "la angustia de castración es el único
motor de los procesos defensivos que llevan a la neurosis". Esta angustia toma la modalidad en las mujeres del miedo
a la pérdida del amor por parte del objeto.

Freud establece la siguiente secuencia. La situación traumática se produce ante el desamparo del sujeto frente a un
peligro realista o pulsional. Ella se diferencia de la situación de peligro en tanto en que esta última se incluye la
expectativa. En un segundo tiempo la angustia se vuelve la expectativa del trauma, al mismo tiempo que se transforma
en su repetición disminuida en intensidad. La señal de angustia en el yo es la reacción originaria frente al desamparo
del trauma, y la reproduce como una señal ante la situación de peligro.

En tanto que la exigencia pulsional es algo real, dice Freud, la angustia neurótica tiene un fundamento real. Vale decir
que para Freud la angustia siempre es real.

Al detenerse en el análisis de la exteriorización infantil de la angustia, Freud señala nuevamente que su fuente es la
soledad, la oscuridad o la presencia de una persona extraña. Los tres casos se reducen a la angustia que provoca la
ausencia del objeto amado. En este punto establece la analogía entre la angustia de castración, en tanto se trata de la
separación de un objeto libidinizado, y la originaria angustia de nacimiento, que se engendra a partir de la separación
de la madre.

4. La histeria de angustia

Freud introduce con el caso del pequeño Hans (1905) una nueva entidad clínica inexistente hasta entonces que
denomina "histeria de angustia". Se trata de síndromes, dice Freud, que pueden pertenecer a diferentes neurosis. Esto
explica que clínicamente se la encuentre frecuentemente en los niños, ya sea bajo la modalidad de fobias transitorias o
de estados o ataques de angustia. Su aparición no determina la cristalización en un tipo clínico específico de neurosis.
Esta entidad clínica expresa el pasaje de la psicopatología de la fobia a la clínica del sujeto de la fobia.

En la zoofobia histérica del pequeño Hans el síntoma se constituye por la sustitución del padre por el caballo. En lugar
de temer ser castrado por el padre, el niño teme ser mordido por el caballo, por lo que surge su expectativa angustiada
vinculada con el caballo. La fobia intenta solucionar el conflicto de ambivalencia hacia el padre. Se reprime así el
impulso hostil hacia el padre, incluso hacia el caballo puesto que no experimenta hostilidad sino miedo o piedad. La
inhibición se expresa por su miedo a salir a la calle.

Freud analiza su fobia en término edípicos y señala la tendencia pasiva de Hans hacia el padre que se manifiesta
como el miedo a ser devorado por el padre, expresión de su deseo de ser amado por el él.

La primera teoría de la angustia utilizada por Freud lo lleva a considerar que la libido dirigida hacia el padre se
transforma en angustia. Su cambio teórico modifica su perspectiva de análisis. Se trata de una angustia realista, la de
castración, frente a un peligro que es considerado real. Así, la angustia impulsa a la represión. No se trata ya de un
peligro pulsional interior sustituido por proyección por un peligro de percepción exterior, sino que la exigencia pulsional
se vuelve un peligro porque conlleva un "auténtico peligro exterior, el de la castración". La angustia de castración, dice
Freud, es la angustia frente a un peligro que amenaza efectivamente o que es considerado real. La fobia sustituye un
peligro por otro, no lo proyecta. El peligro frente al cual emite la señal de angustia es el de la castración.
5. La angustia no es la fobia

En el Seminario 4 Lacan lleva a cabo su primer extenso desarrollo sobre la angustia tomando como punto de partida al
pequeño Hans. Allí plantea que la angustia no es el miedo a un objeto, la angustia es la confrontación del sujeto con la
ausencia del objeto. Con esta afirmación Lacan es absolutamente freudiano: falta un objeto por eso la angustia no es
la fobia.

Parte de la emergencia del "elemento real" en el niño que es la erección del pene, que resignifica el nacimiento de la
hermana, y produce la aparición de la angustia.

Hasta entonces el niño era un objeto en la metonimia imaginaria de la madre que respondía al deseo materno. Pero
cuando aparecen las erecciones del niño, ella no integra ese pene real en su metonimia imaginaria, por lo que no
puede metabolizarse en lo simbólico. Lacan indica que la acción de lo imaginario sobre lo real permite la emergencia
de lo simbólico. De allí que todas estas construcciones míticas imaginarias del pequeño Hans permiten encontrar una
solución simbólica. Es más: da como una indicación general para los tratamientos de niños que se trata de producir
una imaginarización de lo real para producir un efecto de simbolización.

Esto responde a un momento de la enseñanza de Lacan en el que lo simbólico predomina sobre lo imaginario, sin que
haya dado consistencia aún al registro de lo real, aplastado en alguna medida por lo empírico.

En la historia del pequeño Hans, en un primer momento el niño está a solas con su madre, con su "hace pipí" como el
organizador del mundo que le permite construir un universal. Una mañana se despierta llorando y le dice a la madre
que "cuando dormía pensé que estabas lejos y no tenía ninguna mami para hacer cumplidos". Al día siguiente de este
sueño de angustia surge la angustia en el parque, y pide que lo lleven a su casa para estar con su mamá. En un tercer
episodio el niño tiene miedo a que un caballo lo muerda, es decir, se desencadena la fobia. En la observación está
claramente distinguido que la angustia precede a la emergencia de la fobia. La fobia localiza ya lo que era esa
angustia deslocalizada.

La fobia le permite hacer una construcción simbólica de su mundo. Pero no se trata del miedo al caballo sino a los
caballos, como tampoco se llama el "Hombre de la rata" –célebre caso de Freud- sino el "Hombre de las ratas". Tanto
el significante "rata" como "caballo" reciben una serie de sustituciones simbólicas. En los comienzos del siglo XX, que
existen carruajes tirados por caballos, la presencia ubicuitaria de los caballos traza una geografía particular que orden
a su mundo.

En este caso no se trata de la angustia por la separación de la madre como dice Freud –añoranza del objeto materno-,
sino que dado que la separación no se tramita en lo simbólico de una manera adecuada, aparece la fobia como el
instrumento que actúa como suplencia para establecer la separación simbólica entre la madre y el niño.

La angustia es correlativa al momento de suspensión del sujeto en un momento en el que ya no sabe dónde está, dice
Lacan. La expectativa angustiada implica una temporalidad lógica de anticipación que corresponde al tiempo de
comprender. El miedo es que ocurra algo real. A partir de la fobia el mundo aparece poblado por una serie de puntos
peligrosos que lo reestructuran, y eso lo lleva a cabo porque el miedo es más tranquilizador que la angustia, la
angustia es mucho más inquietante porque está deslocalizada. De esta manera, la "avanzadilla" de la fobia marca un
umbral de protección contra la angustia.

Siguiendo a Freud, Lacan puntúa dos clases de angustia en el pequeño Hans: ante el padre (vor der Vater) y alrededor
del padre (um der Vater). La angustia ante el padre está representada por la angustia ante el caballo, vuelto miedo.
Alrededor del padre, indica el lugar vacío de la función paterna que convoca a una suplencia. El cristal significante del
síntoma fóbico se basa luego en la sustitución del miedo a que el caballo lo muerda por el miedo a que el padre lo
castre, es decir, se trata de una sustitución significante.

A continuación se producen las neoproducciones de la fobia. La fobia se desplaza a través de construcciones míticas
que construye la suplencia simbólica. Primero está el miedo a que el caballo lo muerda, pero después se une a la idea
de su caída, se enlaza al movimiento, que implica una metonimia. Pero no es a través del movimiento que encuentra
una salida sino con la conversión del movimiento en sustitución a través del fantasma del instalador: "Ha venido el
instalador y con unas tenazas me ha quitado primero el trasero y después me puso otro, y después el hace pipí".

La sustitución permite establecer una oposición entre aquello que queda fijo, adherido, y lo que puede ser movible.
Hay una transformación del movimiento en sustitución que permite un efecto de metaforización, por lo que se pasa de
la continuidad de lo real a la discontinuidad de lo simbólico

La angustia, la situación de peligro, es estar librado a la madre cuando la función paterna no opera como tal y el niño
queda a expensas de la idea de ser devorado por la madre. El miedo de ser mordido por los caballos, léase castrado
por el padre, tiene como punto de partida la idea de que podría ser mordido por la madre -esas mordeduras que hace
al niño jugando,- devorado por ella. El fantasma de devoración traduce la falla de la castración paterna, en lugar de la
castración paterna está la idea de que podría ser devorado por el Otro, que hay demasiada madre, sin establecerse un
límite adecuado entre la madre y el niño.

El caballo, como una solución sobresaturada, o sea algo que se cristaliza en determinado momento, aparece como un
término nuevo cuya propiedad consiste en ser un significante oscuro. Lacan hace jugar aquí la homofonía en francés
entre "un significante" e "insignificante". Este significante nuevo, insignificante, oscuro, Lacan lo llama más adelante
S1. El caballo es un S1 en la medida en que se enlaza con otros significantes y cobra distintos sentidos.

De la metonimia original a través de la cual se construye la fobia, por un paso del peso del sentido, un deslizamiento
gramatical, los caballos se expanden a los carruajes metonímicamente. "Por causa de" (wegen) los caballos por
homofonía pasa a los medios de transporte, a los carruajes (wägen). La particularidad de los carruajes es que pueden
separarse del caballo, volviéndose de este modo una representación de la separación con la madre. En otros términos,
es el pasaje del ser al tener, la promesa fálica de que algo puede separarse y obtenerse en su lugar una sustitución
posible a nivel fálico.

Este desarrollo produce la exhausión significante que permite llevar a cabo la suplencia de la carencia paterna.

6. La respuesta al desamparo

En el transcurso del Seminario 10 Lacan desarrolla el concepto de angustia de distintas maneras. Comienza utilizando
sus esquemas ópticos y retoma su planteo del Seminario 8 de que la angustia se produce ante la emergencia del
deseo del Otro.

Un objeto aparece en más en el lugar de la castración imaginaria. Al niño lo angustia que esté perturbada la posibilidad
de la falta y que la madre "esté sobre sus espaldas". Esto se visualiza en la experiencia de lo siniestro freudiano, en el
que el Heim, lo familiar, aparece en más en el lugar en donde no debería estar, por lo que produce el  Unheimlich, lo
siniestro, junto a la angustia del sujeto. La angustia no es ya la señal de la ausencia del objeto sino que indica que falta
la falta, por lo que aparece el objeto angustiante.

La prohibición de la masturbación del pequeño Hans da cuenta entonces de la presencia del deseo materno. No hay
pérdida sino presencia.
Un paso más se añade en el transcurrir del seminario. Lacan modifica su concepción del objeto y del deseo. No se
trata ya del objeto fascinante ligado a la intencionalidad, el objeto del deseo, sino del objeto causa del deseo que
enfatiza la causalidad del deseo.

Por otra parte, Lacan corrige la expresión freudiana de los "caballos de la angustia" y los nombra los "caballos del
miedo" puesto que tienen un objeto que al dar miedo desangustia. Pero la Aufhebung de la angustia a través de la
fobia no produce la abolición entera de la angustia. Existe un resto que se localiza en la boca del caballo como una
mancha negra. A este residuo singular, puntuado ya en el Seminario 4, Lacan lo plantea como desimaginarizado y
designificantizado, aunque no lo nombre aún como el objeto a.

Esto explica la aparente oposición relativa al objeto planteada entre el Seminario 4 y 10. A través de la vía significante
la angustia es "sin objeto"; en cambio, la anulación significante indica que "no es sin objeto", puesto que el objeto es
real, aunque no esté designado aún en este seminario. La angustia es el índice, dice Lacan deldasDing, de lo real.

Ahora bien, Lacan sostiene la idea freudiana de que la angustia de nacimiento es el prototipo de la angustia,
volviéndose así la defensa contra el desamparo absoluto que implica la entrada en el mundo.

En su presentación del Seminario La Angustia ("Introduction à la lectura du Séminairel'angoisse"), Jacques-Alain Miller


indica que la generalización de la castración con la modalidad de la separación introduce un nuevo paradigma
centrado en el objeto perdido y en la separación. Las consecuencias de este planteo en los niños se hacen presentes
de inmediato. La formalización de las operaciones lógicas de alienación y separación en el Seminario 11 permite situar
a la angustia lacaniana como una vía de acceso al objeto a.

Dice Lacan en el Seminario 11: "El primer objeto que propone a ese deseo parental cuyo objeto no conoce es su
propia pérdida: ¿puede perderme? El fantasma de su muerte, de su desaparición, es el primer objeto que le sujeto
tiene para poner en juego en esta dialéctica… el niño evoca comúnmente el fantasma de su propia muerte en sus
relaciones de amor con sus padres. En los intervalos del discurso del Otro surgen en la experiencia del niño… me dice
eso, ¿pero qué quiere?".

Ante el desamparo que produce la entrada al mundo y la confrontación con el enigmático deseo del Otro se abren las
puertas de las contingencias de la pregunta acerca del "¿puede perderme?". La angustia del niño es ya una
elaboración frente al desamparo inicial y traduce las dificultades en la operación de separación, el punto de falla de
toda estructura.

La extracción del objeto a, efecto de la separación lógica, alivia del desamparo y es ya una respuesta que permite la
constitución de síntomas. La dirección de la cura no puede pensarse ya como una imaginarización de lo real para
producir un efecto de simbolización, como lo plantea Lacan en el Seminario 4, sino que en la medida en que Lacan
modifica sus paradigmas y lo real toma el relevo, se trata de situar el punto de falla en la operación de separación –
cuando tiene lugar puesto que en la psicosis hay alienación pero no separación– y posibilitar a través del dispositivo
analítico su puesta en forma. Tanto en la neurosis como en la psicosis de los niños se apunta a la separación, aún a
sabiendas que para el niño psicótico es una operación que no se inscribirá jamás.

El paradigma final en la enseñanza de Lacan relativo al goce y a las suplencias modifica la teoría del síntoma,
vuelto sinthome, pero en lo esencial sostiene el vínculo de la angustia con lo real.

De esta manera, y a modo de conclusión, la frecuencia de los estados y ataques de angustia en los niños de los que
tempranamente Freud da cuenta se vuelven la expresión de los avatares de la estructura, y en definitiva son la
mediación lógica entre el desamparo inicial y la constitución del síntoma como fijación de goce.

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