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FACULTAD DE TEOLOGÍA.

Vitoria 2020-2021
EL MISTERIO DEL DIOS TRINITARIO J. Agustín Maiz

CLASE 11.
Jürgen Moltmann, Hans Urs von Balthasar
y el Catecismo de la Iglesia Católica

1. JÜRGEN MOLTMANN

Un buen número de teólogos busca la identidad de la Trinidad económica y la inmanente en la


escatología. Entre ellos, Jurgen Moltmann aparece como uno de los más relevantes. Su propuesta
escatológica puede ser resumida en las siguientes citas:

"La trinidad en la misión está abierta al mundo y al hombre desde su mismo origen
en la eternidad, pues con ella se inaugura la historia del amor de Dios que busca al
hombre. La Trinidad en la glorificación está abierta desde su fin escatológico a la
reconciliación y a la unión de los hombres y de toda la creación con Dios y en Dios”1.

"La Trinidad económica completa y perfecciona a la Trinidad inmanente cuando la


historia y la experiencia de la salvación se completan y perfeccionan. Cuando todo
está "en Dios" y Dios es Todo en Todo, entonces la Trinidad económica se eleva y se
trasciende en la Trinidad inmanente”2.

En estas citas aparecen varios elementos diferentes. Primero, una visión de la historia enraizada en
Hegel. Moltmann ve la historia como algo idéntico a la revelación, y no solo como el escenario en
el que ocurre la revelación. Mirando a Dios, la Trinidad logra su unidad integradora
principalmente uniéndose a la historia del mundo.

Segundo, la unidad de Dios, la perfecta equivalencia entre la Trinidad económica y la inmanente,


no es simplemente una unidad original, sino escatológica. Lo venidero es el modo mismo del ser
de Dios. La humanidad ha experimentado la redención o separación divina dentro de la historia.

El tercer elemento no aparece en las citas anteriores, pero es una consecuencia de la percepción
anterior y un punto central en la teología de Moltmann. La ruptura de la vida divina, propiamente
dicha, que experimentamos en la historia es una ruptura libremente aceptado por Dios cuando
decidió entrar en la corriente de nuestra existencia temporal. Mirando de nuevo a Dios, la cruz de
Cristo, entendida como el sufrimiento de Dios en su misma deidad, representa el misterio clave de
la Trinidad.

Profundizar en el primer punto exigiría un viaje a la filosofía de Hegel, lo cual va más allá del
alcance de estos apuntes. Solo dos palabras para señalar que Moltmann comparte con Pannenberg
un sentido de la historia definida como la plasmación total de la teología cristiana, el desarrollo del
ser de Dios. Al hacerlo, acepta el método histórico como el único válido en teología y, sobre todo,

1
Moltmann, J., La Iglesia, fuerza del Espíritu, Sígueme, Salamanca 1978, p. 83.
2
Moltmann, J., The Trinity and the Kingdom, Harper and Row, New York 1981, p. 161.
1
intenta recuperar la dimensión histórica esencial de la revelación de Dios. Dicho esto, nos
centramos en los dos últimos elementos mencionados anteriormente, a saber, la dimensión
escatológica propiamente dicha y la centralidad de la cruz.

La historia trinitaria de la glorificación, dirá Moltmann, más allá de sí misma, "apunta al objeto de
la historia trinitaria de Dios con el mundo" 3. La Trinidad será glorificada “ a través de la liberación
y renovación de la creación”4.

Como Pannenberg, Moltmann sostiene que el futuro pertenece al carácter constitutivo de Dios.
Dios es concebido como aquel cuyo ser es futuro. Entonces, la escatología es plenamente trinitaria
y la Trinidad se entiende en clave escatológica. Sin embargo, la diferencia con Pannerberg radica
en concebir a Dios como la promesa de un futuro radicalmente nuevo, que contradice el presente,
y no como el poder del futuro operativo en el presente, como afirma Pannenberg. El futuro tiene
una causalidad retroactiva sobre el presente, abriendo sus puertas a un futuro totalmente
impredecible. El acontecimiento Cristo, el acontecimiento que centra toda la historia,
convirtiéndola en la promesa de Dios, más que teofanía, es un rayo hacia el fin de la historia. Es un
punto de partida que nos catapulta hacia el futuro, un futuro radicalmente nuevo.

La cruz de Jesús se encuentra en el corazón de la Trinidad. Esta intuición marcará a originalidad


de la reflexión trinitaria en la escatología de Moltmann (o viceversa). Moltmann centra su teología
en la resurrección de Cristo, pero completa esta afirmación, abriendo diferencias con Pannenberg,
sosteniendo que la resurrección es del crucificado, que es el evento trinitario por excelencia:

"Debemos ver la Trinidad como el acontecimiento de la cruz, y entonces pensar en


ella como historia abierta a la escatología"5.

Comenzando con la historia humana de Jesús, esta historia culmina en la cruz. La cruz es un
evento entre Dios y Dios, entre el Padre y el Hijo. Lo que sucede en la cruz es que Jesús, el Hijo, es
abandonado por el Padre y conoce el profundo dolor que produce este abandono. La idea
tradicional de que la naturaleza divina no puede sufrir es reemplazada aquí por una dicotomía
entre Padre e Hijo, un estasis en Dios. La cruz está en el corazón de Dios, separando al Padre y al
Hijo, el Padre entregando al Hijo en amor y también al Hijo, entregándose a este abandono y a la
voluntad del Padre.

Por otro lado, cristológicamente hablando, lo que tenemos aquí es un rechazo de la doctrina de la
unión hipostática:

"Para comprender lo que sucedió entre Jesús y su Padre en la cruz, debemos


abandonar la doctrina de las dos naturalezas y con ella cualquier concepto de Dios -
metafísico o político- que asume que tiene validez general. Y debemos empezar a
pensar en términos de la Trinidad"6.

3
Moltman, J., La Iglesia, p. 82.
4
Ibid., p. 83.
5
Moltman, J., The Crucified God, Harper and Row, New York 1974, p. 299.
6
Ibid., p. 288.
2
Jesús es el hombre perfecto de Dios y su “divinidad" viene determinada por la conciencia que tiene
de la voluntad de Dios para sí mismo. Dios hace de Jesús su Hijo divino entregándolo a la muerte,
acontecimiento que provoca que la muerte sea un acto en Dios mismo, dentro de sí mismo,
eligiendo libremente este como modo de ser7. Al mismo tiempo, en este acontecimiento divino,
Dios logra su propia identidad como Padre (en el sentido trinitario). El "Espíritu" de este sacrificio
sale del Padre y del Hijo y se vuelve determinante del futuro escatológico. En la medida en que es a
la vez divino y distinto del Padre y del Hijo, constituye la identidad de Dios como Espíritu Santo.

En este Dios contra Dios, Padre e Hijo siguen siendo uno en propósito y voluntad. La unidad es
posible de dos formas. Primero, porque "la resurrección del Hijo, abandonado por el Padre, une a
Dios con Dios en la comunión más íntima"8. En segundo lugar, por el Espíritu Santo, la cruz como
el abismo entre el Padre y el Hijo es también su unión más íntima en el amor. Al incluir este
abismo de abandono y muerte dentro de sí mismo, el ser trinitario de Dios llega a todas las
personas abandonadas, pecadoras y que sufren. El propósito de este sufrimiento y abandono es
que nadie se sienta abandonado por Dios. De esta manera, la cruz es un acontecimiento dialéctico
trinitario en el que todo lo que se opone a Dios es recogido en la vida divina y finalmente
superado, reconciliado y transformado. La cruz así entendida es el principio hermenéutico de
Moltmann, que guía su pensamiento principal sobre el Dios trino y se relaciona tanto con el
sufrimiento como con el abandono.

Obviamente, la comprensión de Moltmann de la Trinidad significa dejar de lado cualquier noción


acerca de la apatheia de Dios. La cruz muestra el sufrimiento trinitario de Dios. El Hijo sufre el
abandono de Dios, - no la muerte, porque la muerte presupone la vida-, y el Padre sufre la muerte
del Hijo en lo que Moltmann llama "patricompasianismo". Este sufrimiento es, sin embargo, "un
sufrimiento en Dios" mismo, en una dialéctica en la que asume la oposición de la impiedad, la
alienación, el pecado, el sufrimiento y el mal en sí mismo para superarlo9.

Dado que el Padre y el Hijo están abiertos al mundo, esta historia de Dios con el hombre incluye
todo el sufrimiento humano.

"La historia concreta” de Dios en la muerte de Jesús en la cruz en el Gólgota


contiene, por tanto, en sí misma todas la profundidad y abismo de la historia
humana…. Toda la historia humana está recogida en la historia de Dios, es decir, en
la Trinidad"10.

Si bien hay oposición en Dios, también hay una profunda "comunión de la voluntad del Padre y
del Hijo en la cruz"11. Moltmann puede resumir todo esto combinando la cruz y el sufrimiento
divino:

7
The identification of the man Jesus of Nazareth with one of the divine persons of the Trinity has been question
by Cobb, J., "Reply to Jürgen Moltmman's Unity of the Triune God", St. Vladimir's theological Quaterly 28
(1984), 160-195.
8
Ibid., p. 152.
9
Ibid., p. 244.
10
Ibid., p. 246.
11
Ibid., 244.
3
"El Hijo sufre en su amor habiendo sido abandonado por el Padre al morir. El Padre
sufre en su amor el dolor de la muerte del Hijo. En ese caso, cualquier otro que
proceda del evento entre el Padre y el Hijo debe entenderse como el Espíritu, que
genera amor por el hombre abandonado, como el espíritu que da vida a los
muertos12.

Para John Thompson13, la teología de Motlmann no salva adecuadamente el abismo que produce la
cruz entre el Padre y el Hijo en el ser de Dios. Thompson preferiría partir de la unidad de Padre e
Hijo, lo que permitiría percibir (dentro de ese Dios en contra de Dios) más adecuadamente la
clásica perspectiva protestante de la expiación. Sobre ese punto, pensamos que, pese a la cruz, la
unidad entre Padre e Hijo nunca es destruida. Lo que observamos en la cruz es la derrota de
Jesucristo a causa del poder del pecado. Entonces, la resurrección no es una herramienta para la
unidad, sino un refrendo de la unidad del Padre y el Hijo, a través del sí escatológico del Padre a su
Hijo (siempre entregado al Padre), y su causa en la economía a través de la acción del Espíritu
Santo.

J. Thompson crítica la visión de Moltmann acerca del sufrimiento en Dios. Su crítica podría estar
legitimada considerando el mismo punto explicado anteriormente. Ni la separación ni el
sufrimiento pertenecen a Dios mismo. El sufrimiento es consecuencia de la cruz, que es la
aparente derrota de la causa de Dios en la Historia.

En resumen, el pensamiento trinitario de Molmann se aleja de la unidad sustancialista de Dios


para acercarse a la unidad relacional, donde se prioriza la trinidad divina. Molmann trazó una
línea entre la monóteismo y trinitarianismo, negando que el cristianismo deba ser monoteísta en
absoluto. Para él, el trinitarianismo es el producto peculiar de la experiencia cristiana con el Dios
que sufrió en la cruz de Jesús.

Moltmann toma en serio la historia de Dios. La Trinidad logra su unidad integradora,


principalmente, uniéndose a la historia del mundo. La unidad integral de Dios, la Trinidad
inmanente, incorpora la economía de la salvación. Moltmann mantiene axioma de Rahner, pero
afirma que la unidad no es simplemente una unidad original, sino más bien una unidad
escatológica.

2. EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

Finalmente, nuestro breve repaso por la teológica contemporánea debe mencionar a aquellos
teólogos que se posicionan en el lado opuesto al axioma de Rahner. Entre ellos Hans Urs Von
Balthazar ocupa una posición significativa, en cuanto expresa su oposición clara tanto a Rahner
como a Moltmann. Su postura será ratificada por el Catecismo de la Iglesia Católica, (en adelante
citado como CIC), donde los autores no abordan directamente la tesis de Rahner, pero tampoco
afirman que la Trinidad económica constituye la Trinidad inmanente. En las páginas siguientes
nos centramos en la posición expuesta por esta última.

12
Ibid., 245.
13
Thompson, J., op. cit., p. 51.
4
El CIC dedica los párrafos 232 al 267 a la doctrina de la Trinidad. La sección sobre la Trinidad cae
bajo el primer artículo del Credo: "Creo en Dios Padre". La sección se divide en cuatro partes.
Primero, una introducción. En segundo lugar, una explicación de cómo se reveló el misterio de la
Trinidad. En tercer lugar, una interpretación de cómo la Iglesia articula su doctrina trinitaria. Los
últimos párrafos declaran las misiones del Hijo y el Espíritu Santo.

La parte introductoria comienza declarando la centralidad de la Trinidad en el conjunto de la vida


cristiana. El bautismo cristiano abre el acceso a un Dios trino (232-233). El número 234 es capital,
por cuanto afirma que el misterio de la Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana.
Después, CIC continúa diciendo que "es el misterio de Dios en sí mismo". Este número concluye
con una frase digna de ser citada:

"Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por
los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela a los hombres,
los aparta del pecado y los reconcilia y une consigo"14.

C. M. LaCugna extrema la interpretación de ese número cuando mantiene que "lo que en él se
afirma es que Dios en la historia de la salvación no es otro que Dios es sí mismo”15. Sería más
prudente matizar la afirmación, limitándola a una constatación de que el registro de la historia de
la salvación parece presentarse como una guía confiable sobre la naturaleza trina de Dios. En otras
palabras, se afirma que Dios se revela a sí mismo en la historia de la salvación.

El número 236 incluye un excursus sobre la distinción entre theologia y oikonomia. Se dice que la
economía revela la teología y la teología aclara la economía de la redención. Al final la CIC
propone la analogía de lo que sucede entre las personas humanas, quienes se muestran su
identidad en su obrar. Cuanto mejor conocemos una persona, mejor entendemos sus acciones.
LaCugna critica aquí la definición dada de theología porque impide que se realicen las
implicaciones prácticas de la doctrina de la Trinidad. No podemos reconocer a una persona por
sus acciones. En términos trinitarios, el ser interior de Dios se nos da en y a través de la
autorrevelación de Dios en las obras de la creación, en la persona de Jesucristo y en la presencia
permanente del Espíritu.

La segunda parte del CIC expone la revelación del misterio de la Trinidad. Los números 238-240
tratan la revelación de Dios como Padre, primero en Israel y luego en el Nuevo Testamento. Israel
llamó a Dios Padre porque experimentó la alianza con Dios y su autoridad trascendente, pero
también experimentó la ternura paternal de Dios, expresada en la imagen de maternidad. A pesar
de esta analogía entre Dios y los padres-madres humanos, Dios trasciende la distinción entre
géneros. "No es ni hombre ni mujer: es Dios". Anotamos aquí dos críticas realizadas por LaCugna 16.
Primero, queda sin explicar la razón por la cual la paternidad se vincula a la trascendencia y la
maternidad con la inmanencia. Estas asociaciones refuerzan una visión sexista y androcéntrica de

14
The authors quote here the General Cathequetical Directory in his number 47.
15
LaCugna, C.M., "The Doctrine of the Trinity", pp. 66-80, p. 67, in Walsh, M.J. (Ed.), Commentary on the
Catechism of the Catholic Church, The Liturgical Press, Minnesota 1994.
16
Ibidem.
5
Dios y de la humanidad. En segundo lugar, LaCugna aprovecha para mencionar el lenguaje no
inclusivo utilizado a lo largo del CIC tanto para Dios como para los seres humanos.

En el número 241 el CIC presenta la imagen de Jesucristo, primero, como 'Verbo' de Dios en el
sentido joánico, para completarla después con la doctrina expresada en los concilios de Nicea y
Constantinopla.

El número 243 anuncia la divinidad del Espíritu Santo, activo desde el principio de la creación y a
través de los profetas, enviado de manera especial por Cristo. En los números 246-248 la CIC da
cuenta de la cláusula filioque (El Espíritu procede del Padre y del Hijo). Quizá sería conveniente
afirmar que pese a las razones teológicas aducidas por el CIC, las consideraciones eclesiásticas han
jugado un papel más importante en la cuestión mencionada.

La tercera parte del Catecismo se concentra en la formación del dogma trinitario. El número 249
afirma que la verdad revelada de la Trinidad ha estado desde el origen de la fe de la Iglesia,
principalmente a través del bautismo.

El número 250 menciona la creación teológica de los primeros tres siglos del cristianismo,
particularmente en las áreas de la cristología y la teología trinitaria. Después, los números los 251-
252 exploran algunos de los términos utilizados en la teología trinitaria, como "sustancia",
"persona" o "hipóstasis".

Los números 253, 254 y 255 seleccionan, respectivamente, tres afirmaciones conciliares referentes
al dogma de la Trinidad. Primero, la Trinidad es una. Segundo, las personas divinas son realmente
distintas entre sí. Tercero, las personas divinas son relativas unas a otras.

La última parte del estudio trinitario del CIC trata del envío del Hijo y el Espíritu a la economía.
Usando un lenguaje bíblico, el número 257 describe la elección de Dios antes de la creación, la
creación a través de Jesucristo y el plan providencial de Dios, en el que seremos hijos e hijas
adoptivos y conformados a la imagen de Cristo.

El número 258 dice que la economía es la obra común de las tres personas divinas. Sin embargo, la
misma unidad permite las tareas distintivas de cada persona divina, de acuerdo a su propiedad
personal única. El envío del Hijo y el Espíritu muestra las propiedades de las personas divinas.

Finalmente, el objetivo de la economía es dar a las criaturas acceso a la vida de la Trinidad. El


número 260 pone fin a esta sección trinitaria con una oración de la Beata Isabel de la Trinidad,
abogando por una unión más perfecta con el Dios trino.

La sección trinitaria de la CIC se construye en base a tres supuestos. En primer lugar, para los
autores del CIC el misterio trinitario es el misterio de Dios en sí mismo (237). En segundo lugar,
este misterio, al que se hace referencia con el nombre de theologia, se revela a través de la
oikonomia. En tercer lugar, la theologia ilumina la oikonomia.

6
Estas suposiciones entran en contradicción con la tendencia trinitaria contemporánea, centrada
en la historia de la salvación. Tomando como base el axioma de Rahner, la mayoría de los teólogos
intentan aprehender a Dios no en sí mismo, sino en la encarnación del Hijo y el envío y presencia
del Espíritu Santo. La dirección de este enfoque es soteriológica y no metafísica. Es esta última,
precisamente, la perspectiva que asume el CIC. Haciendo de la Trinidad un misterio en sí mismo y
afirmando un posible conocimiento directo de la Trinidad, el CIC está dominado por una doctrina
trinitaria fechada en una época anterior a la contribución de Rahner. Olvidando la ecuación de
que la Trinidad inmanente es la Trinidad económica y viceversa, el CIC cierra cualquier
posibilidad de articular el misterio de la Trinidad como el misterio de la economía, que es el
misterio y la verdad de nuestra salvación.

Nuestra crítica a la doctrina trinitaria del CIC tiene que sacar a relucir la irrelevancia de una
doctrina llena de misticismo "interno". Es necesario afirmar que este tipo de asunción justificó y
legitimó una experiencia religiosa completamente desarraigada, donde el "yo" prevalece sobre el
"nosotros". Es un "yo" aislado, que quiere tocar y entrar en la perfecta unidad de la Santísima
Trinidad (260). Esto es posible porque el misterio de la Trinidad es un misterio de Dios en sí
mismo, completamente desconectado de la presencia salvífica de Dios en nuestro mundo en la
persona de Jesucristo y en la presencia del Espíritu. En esta salvación individualista, el "nosotros",
que nos constituye como pueblo de Dios, se evapora, alejando la vida religiosa de la esfera social,
económica y política.

Una aceptación sincera y sincera de la regla rahneriana sirve para superar esa comprensión cerrada
del misterio de la Trinidad. Solo un misterio encarnado en la economía legitima la opción
doctrinal que afirma que el reino de Dios predicado por Jesucristo ofrece pautas específicas para
creer y vivir cristianamente.

En resumen, en este capítulo hemos intentado esbozar un pequeño mapa del pensamiento
trinitario actual. La teología de Karl Rahner marca el comienzo de una fase en el pensamiento
trinitario. Su axioma parece equiparar las dimensiones económica e inmanente de la Trinidad.
Pero igualar no significa hacer que la Trinidad inmanente se vuelve dependiente de la Trinidad
económica. En línea de la tradición latina, en Rahner la unidad de Deidad es designada por el
sujeto divino, mientras que las personas son designadas como tres maneras distintas de
subsistir de una sustancia.

Jürgen Molmann extrae todas las implicaciones de la regla de Rahner. La historia de la pasión
de Jesucristo se convierte en constitutiva de la Trinidad misma. La historia de Jesús es la
promesa de la futura glorificación de Dios a través de la glorificación escatológica. A partir de su
reflexión desde Jesús, es decir, desde la economía de la salvación, Molmann se une a la tradición
trinitaria bizantina. Es en cada una de las tres hipóstasis donde encontramos la personalidad.
En la Trinidad hay tres sujetos, tres centros de conciencia y actividad. La unidad o esencia
divina es de hecho una comunidad. La ousia de Dios está constituida por la relación que
comparten cada una de las tres personas. Además, estas relaciones son el resultado de una
interacción histórica y una definición mutua. En toda su reflexión, Moltmann aparece como el
heredero lógico del pensamiento de Rahner.

7
Finalmente, en el otro lado de la discusión, Hans von Balthassar y los autores del CIC
representan los herederos más tradicionales de la tradición trinitaria latina.

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