ADVIENTO- NAVIDAD

Retiro de Adviento
para Agentes de Pastoral

EL A
AGENTE
GENTE DE P
PAST
AST
ASTOR
OR
ORAL:
AL: SURGE DE LLA
A COMUNIDAD,
F ORMA COMUNIDAD y CONSTRUYE LLA A COMUNIDAD

“Jesús buscaba lugares tranquilos y
allí se ponía a orar”
(Lc 5,16).
“Un día Jesús se había ido a un lugar
apartado para orar, y estaban sus discí-
pulos con El.”
(Lc 9,18)
Ahora, nosotros como discípulos de Jesús,
quienes lo hemos seguido para continuar su obra
evangelizadora, nos retiramos para unirnos a El
por la oración.
Ahora con motivo del Adviento se nos invita a
retirarnos a ejemplo de Jesús en el silencio y con
actitud de escucha dedicamos este espacio para
orar con El al Padre impulsados por el Espíritu
Santo.
VER NUESTRA REALIDAD:
Realizamos nuestra labor evangelizadora en
una sociedad que nos presenta algunas exigen-
cias para nuestra vida y retos para nuestra acción
pastoral en la Iglesia.
Veamos algunos aspectos de la realidad en
relación a la comunión y participación
• Vivimos hoy en día un modelo cultural domina-
do por el consumo, por la búsqueda de satisfac-
ciones inmediatas. Este modelo, entre otras
cosas, nos dispersa por querer conseguir disfru-
tar y de los bienes del presente pasando sobre
los derechos de los demás
• Sentimos que los valores evangélicos, procla-
mados por la Iglesia, inciden cada vez menos
para tomar las decisiones más ordinarias en la
vida de las personas y comunidades. Esta situa-
ción conduce a un relativismo moral que difi-
culta el diálogo y siembra desunión.
• Sentimos que la institución familiar, como un
centro natural de comunión y la participación,
está sufriendo un grave deterioro.
• Hemos de reconocer que, al lado de quienes se
esfuerzan por vivir la coherencia evangélica,
coexisten quienes se han dejado arrastrar por
una cultura de muerte manifestada en los fenó-
menos de la corrupción, adicciones, violencia
intrafamiliar, divorcios, abortos, así como la
influencia negativa de los medios de comunica-
ción social estamos recibiendo modelos de com-
portamientos muy fragmentados, incapaces de
unirnos en un mismo sistema de valores que
garantice la integración. Además, la emigra-
ción ha sido motivo de división.

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¿Qué hechos, de los enunciados u otros, influyen en
nuestra tarea profética?
En este contexto, la Iglesia necesita agentes
integrados entre sí y con la comunidad, imbuidos
de un hondo sentido religioso, con una experien-
cia madura de fe y un fuerte sentido de Dios. El
agente ha de ser capaz de dar testimonio de su fe
en Dios y de responder a la inquietud más honda
del corazón humano. Solo un agente así devolve-
rá a la comunidad el hondo sentido de la vida y le
hará gustar el camino de la verdadera felicidad
que no se encuentra en el individualismo ni en el
pasivismo sino en la comunidad y dinamismo.
RETOS PARA NUESTRA ACCIÓN
CATEQUÍSTICA:
£ Vivimos, en efecto, en un mundo marcado por
el pluralismo de formas de pensar, de criterios
morales, de estilos de vida diferentes. La Igle-
sia necesita agentes que junto a una fe profun-
da, se mantengan firmes en su identidad cris-
tiana y eclesial.
£ Esta situación exige de la Iglesia un nuevo
modo de presencia, no fácil de conseguir: la
comunión y la participación en la comunidad
creyente.
£ Hoy se pide a los agentes que sean discípulos
y testigos fieles del Evangelio. E.N 77 nos dice
“La fuerza de la evangelización quedará muy
debilitada si los que anuncian el Evangelio
están divididos entre sí por tantas clases de
rupturas”
£ En este contexto, los agentes han de vivir como
una comunidad concreta bien definida en me-
dio de grupos humanos que tienen otros valo-
res y otra forma de concebir la vida.
ILUMINACIÓN:
Jesús, al inicio de su ministerio, elige a los
doce para vivir en comunión con El (Mc 3,14)
Para favorecer la comunión, Jesús les pide: “Ven-
gan ustedes solos a un lugar deshabitado, para
descansar un poco” (Mc 6,31.32) En otras ocasio-
nes se encuentra con ellos para explicarles el
Reino” (Mc 4, 11.33-34)
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ADVIENTO- NAVIDAD
Los discípulos de Jesús están llamados a vivir
en comunión. El misterio de la Trinidad es la
fuente, el modelo y la meta de la comunidad.
Jesús nos invita a la comunión con Él y entre
nosotros. “Permanezcan en mí y yo permaneceré
en ustedes. Como la rama no puede producir fruto
por sí misma si no permanece en la planta, así
tampoco pueden ustedes producir fruto si no
permanecen en mí. Sin mí, no pueden hacer nada”
(Jn 15,4-5).
Estamos llamados a vivir en comunión con
Cristo para poder producir abundantes frutos. El
encuentro con Jesús es indispensable para ali-
mentar y construir la comunidad.
La unión con Cristo como tronco, nos une a la
comunidad cristiana que está también unida a Él
y de la misma savia participan todas las ramas. La
unión con Cristo nos pide dinamismo y nos con-
duce a la comunión con los demás creyentes para
producir fruto.
Jesús nos da un mandamiento nuevo: “Les doy
este mandamiento nuevo: que se amen unos a
otros. Ustedes se amarán unos a otros como yo los
he amado. Así reconocerán todos que ustedes son
mis discípulos” (Jn 13,34-35)
La comunión es el signo más claro para que el
mundo crea. El testimonio es una exigencia. Nos
pide autenticidad: “Consideremos la persona
misma de los evangelizadores. Se ha repetido
frecuentemente en nuestros días que este tiempo,
siente sed de autenticidad” (EN 76)
Jesús ruega a su Padre por la unión de los
creyentes: “Que todos sean uno como Tú, Padre,
estás en Mí y Yo en Ti. Sean también uno en
nosotros: así el mundo creerá que tú me has
enviado” (Jn 17, 21).
Así como nuestro cuerpo, en su unidad, posee
muchos miembros, y no desempeñan todos los
miembros la misma función, así también noso-
tros, siendo muchos, no formamos más que un
solo cuerpo en Jesucristo, siendo cada uno por su
parte los unos miembros de los otros (Rom 12, 4-
5)
Descubrimos que el desafío principal que te-
nemos es hacer de nuestra Iglesia diocesana una
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escuela de comunión y participación. Sólo así
podremos ser signo claro ante el mundo.
¿Qué ideas nos impactan?
¿Qué cambios nos exigen, en lo personal y
comunitariamente?
REFLEXIÓN
La vocación al discipulado y a la misión, es un
llamado a la comunión eclesial. No hay
discipulado sin co-
munión. Sabemos
que una dimensión
constitutiva de la
Iglesia es la pertenen-
cia a una comunidad
concreta, en la que
podamos vivir una
experiencia perma-
nente de discípulos y
misioneros. “Llama-
dos a ser promotores
de comunión”.
El evangelizador
tiene como origen, lu-
gar y meta la comu-
nidad de la que forma parte y su labor en la Iglesia
es construir la comunidad comprometida con su
fe. Ha de estar capacitado para vivir la unidad ya
que participa activamente en la misión de cons-
truir la comunidad con un dinamismo que se
convierta en luz y sal en el mundo. La integración
implica una vinculación a la comunidad, en el
doble sentido de identificación y pertenencia. La
identificación pasa por asumir el misterio de
comunión con sus raíces trinitarias y su desarro-
llo en los diversos niveles de comunión y vivirlo
a través de las actitudes de filiación y fraternidad.
La comunidad cristiana exige asumir la misión de
la comunidad e integrarse en ella desde los pro-
pios carismas.
En este empeño descubrimos muchos signos
esperanzadores que nos impulsan a seguir cons-
truyendo la unidad querida por Jesucristo. Agen-
tes de todo tipo y en todos los niveles de nuestra
Iglesia están consolidando los espacios y meca-
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nismos que nos permiten consensar nuestros pro-
yectos.
Asumimos que el valor de la comunión encar-
na y manifiesta la esencia misma de la Iglesia. La
comunión es el fruto y la manifestación de aquel
amor del Padre, que se derrama en nosotros a
través del Espíritu que Jesús nos da para hacer de
todos nosotros un solo corazón y una sola alma.
Estamos convencidos de que, sólo en un ambien-
te de comunión fraterna podemos testimoniar e
iluminar y unir todos los ambientes sociales.
Necesitamos que los va-
lores de la comunión y
participación sean más
evidentes desde la vida
familiar.
ACTUAR
Comprendemos que
la Iglesia debe ser siem-
pre un espacio de comu-
nión y participación,
más allá de las condi-
ciones sociales que se
viven.
La vivencia de la comunión será el signo que
nos pide ahora la Iglesia Diocesana. El dinamis-
mo de nuestra participación manifestará la vitali-
dad y expresión de la fe.
Formar grupos por centros para el siguiente
trabajo:
¿Qué vamos a hacer como respuesta desde nuestro
ser de agentes?
(Elegir como grupo, máximo 3 compromisos que sea posible
cumplirlos)
¿Qué nos va a ayudar e iluminar para la vivencia de
la comunión y participación?
¿Cómo lo vamos a llevar a cabo?
¿Cómo se proyectará en nuestro quehacer evange-
lizador?
Nota: Hacer en cartel los compromisos de
cada centro para presentarlo como ofrenda en la
celebración, antes de la bendición. Después lle-
varlos al lugar en donde tienen sus reuniones para
recordar, evaluar e impulsar su cumplimiento.
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