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En: Cortés

En: Cortés Rodas,


Rodas, Francisco
Francisco yy Miguel
Miguel Giusti
Giusti (Eds.).
(Eds.). Justicia
Justicia global,
global, derechos
derechos humanos
humanos yy
responsabilidad. Bogotá:
responsabilidad. Bogotá: Siglo
Siglo de
de Hombre
Hombre Editores;Universidad
Editores;Universidad de de Antioquia
Antioquia yy Pontificia
Pontificia Universidad
Universidad
Católica del
Católica del Perú,
Perú, 2007
2007

LAS CRÍTICAS CULTURALISTAS DE


LOS DERECHOS HUMANOS

Miguel Giusti

Hace menos de una década, cuando se aproximaba la fecha


de la celebración de los 50 años de la Declaración Universal
de los Derechos del Hombre, se produjo, como era segura-
mente de esperarse, una verdadera explosion de publicacio-
nes y de encuentros internacionales en los que se rendia pú-
blicamente homenaje y se iluminaba de multiples formas la
concepción humanitaria alli contenida. Parecia, en realidad,
haberse llegado, luego de tantas guerras y tantos sacrificios |
humanos ocurridos en el siglo, y ya por fin derrumbado el
vergonzoso muro de la guerra fria, a un clima de confianza |
en las posibilidades de la concertación internacional y a un
consenso vasto y estable sobre la necesidad de reconstruir la
democracia sobre la base de los derechos humanos. No obs-
tante, ya en esos mismos trabajosy foros iba quedando claro, |
aunque ciertamente no con la contundencia que luego alcan-
zaria, que se le estaba abriendo un nuevo camino a la concep-
ción occidental de los derechos humanos, especificamente en
relación con las reivindicaciones asociadas al fenómeno del
multiculturalismo. No creo, sin embargo, que en esos momen-
tos se consideraran tales objeciones con la suficiente seriedad;
ante la magnitud del cambio político e ideológico ocurrido po-
cos años antes, y ante la aparente solidez de sus efectos po-
líticos, aquellas reivindicaciones culturalistas parecían fue-

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gos de artificio, exageraciones idiosincrásicas sobre la
validez ultimas decadas del siglo pasado ha dado lugar a movimientos
de ciertos derechos humanos elementales, reclamos, en
una Mlosóficos corno el de la posinodernidad o el comunitarismo.
palabra, que podían ser fácilmente absueltos y subsu
midos Estamos, pues, ante las dos caras de una misma moneda; la
en el marco conceptual de la democracia liberal. Pocos
años obtención de legitimidad de las reivindicaciones culturalistas
más tarde hemos debido comprobar, sin embargo,
que tras es el anverso, 0 €l reverso, de la pérdida de legitimación de las
aquellas demandas, al menos tras algunas de ellas,
se ocul- pretensiones universalistas de la cultura occidental. Se dice
taba un núcleo duro, resistente y refractario ante las
corrien- por eso justamente que las tribus están regresando, no que
tes ideológicas dorninantes en Occidente, un núcleo
que ha están apareciendo; siempre estuvieron alli, pero fueron en
terminado por hacer estallar, en la teoria y enla práctic
a, las apariencia sojuzgadas por sistemas políticos umversalistas
certezas sobre las que reposa el modo de vida de toda una
cul. y uniformizantes que mintmzaron su relevancia Su retorno
tura,
comcide, pues, con la crisis de aquellos sistemas. Y no se crea
Habrá, pues, que conveniren afirmar que ya en los años
de tampoco que esto es sólo pertinente respecto de las tribus del
celebración del aniversario de la Declaración se había
anun- Este: también en el interior de la sociedad capitalista liberal
ciado una señal de alerta. Algo verdaderamente serio en
nues- han emergiendo voces tribales que hacen pensar en las limi-
tra concepción de los derechos humanos estaba entonces emn-
taciones de este sistema para procesar adecuadamente las
pezando a ser puesto en cuestión a través de las reivindica-
ciones culturalistas. El multiculturalismo hacía su aparic
diferencias culturales. No en vano escribió Edward Luttwak,
ión un autor conservador de la administración norteamericana,
como un signo de los tiempos, una suerte de nuevo fantas
ma que, en contra de lo que supone Francis Fukuyama, el ene-
que iniciaba su recorrido por el mundo, y que lo hacia en un
migo pancipal vactualmente más peligroso del liberalismo no
sentido exactamente inverso al llamado proceso de glohaliza.
está fuera de sus fronteras, sino germina en su propio seno y
ción, que se caracteriza por ser precisamente un proceso
cul- se llama comunitarismo (Luttwak, 1990: 17-25).
turalmente uniformizante. Como decia porentonces Michae
l Por lo que vengo diciendo, no deberíamos considerar vasial
Walzer; “Las tribus han regresado" ("The tribes have return
ed”) que la mayoría de los escritos filosóficos que han abordado
* (Walzer, 1994: 63).' Han regresado en el Este, han regres
ado las criticas del culturalismo a la concepción universalista de
en el mundo áraby e en el mundo asiático, pero han regresado los derechos humanos giren en torno a un mismo universo de
también a su manera, o han resurgido, en el interior del mun-
do occidental mismo por la presencia en él de vie Jas y nuevas
problemas, que se repitan con frecuencia los mismos tópicos
o incluso las mismas aporías. Tampoco tiene mucho sentido
formas de identidad cultural que reclaman su derecho a exis-
pretender hacer aqui un recuento exhaustivo de las concep-
tircon autonomía, El tribalismo y la globalización parecen ser
ciones pertinentes ni de los debates sobre el tema llevados a
dos fenómenos contrapuestos que imprimen su sello a la si-
cabo en los últimos años —cosa por lo demás imposible en
tuación en que se encuentra la cultura mundial en los inicios
el estrecho espacio del que disponemos, Lo más conveniente
del ruevo milenio.
me parece, entonces, proponer una interpretación global del
Por qué esto es asi, es decir, por qué el tribalismo ha adquiri-
problema, que pueda servir de base para la discusión. Qui-
do de pronto legitimidad y ha hecho en cierto modo vulnerable
siera presentar el debate sobre el cuestionamiento cultura-
la concepción teórica de los derechos humanos. es algo sobre
lista de los derechos humanos a la manera de una secuencia
loque volveré más adelante. Por el momento quisiera sólo re-
argumentatna compuesta de tres pasos, qué censhtuyen a
cordar que este proceso está estrechamente emparentado con
su vez tres niveles de discusión del problema. La idea de una
el cuestionamiento (también el autocuestionamiento) al que
secuencia de argumentos y de niveles me parece esencial por-
ha sido sometida la propia cultura occidental, y que desde las
que ereo que es preciso abandonar las posiciones stmplistas
o fundamentalistas de ambas partes, y que es preciso tar
' En la edición en español. Walzer 11996. 95) bién reconocer las buenas razones que asisten u los críticos

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de ambas posiciones. Puede parecer que hay cierta ¡ un sentido universal, es decir, supuestamente independiente
riedad o simplificación en la ción. de os e de condicionamientos culturales, y en consecuencia vinculan-
pero que se note también la coherencia en su concatenación te para todos los seres humanos. No es en sentido estricto la
Y como he dicho que los pasos son tres, los enumero antes de dimensión moral de la defensa de la vida, ni, menos aun, de
desarrollarios. para facilitar así su seguimiento. la sohdaridad humana, lo que se cuestiona, sino la creencia
presupuesta de que tales valores reposan sobre una nocion
1. En primer lugar, tomaré como punto de partida, y des- atomista de la persona y sobre la destrucción de sus lazos
cribiré brevemente, el nivel de confrontación abierta entre culturales. En defensa de los derechos humanos se estaria
culturalistas y universalistas con respecto a la validez de los expresando implicitamente, esta vez incluso con buena con-
derechos humanos. Trataré de mostrar por qué parece ha- ciencia, el atávico imperialismo cultural de Occidente. Depen-
ber inconmensurabilidad entre las posiciones de ambos gru- diendo de los autores que las formulan, estas críticas pueden
pos, adoptar matices distintos: en algunos casos se dirigen con-
2. No obstante, como esta confrontación me parece artifi- tra el secularismo de la concepción occidental, es decir, en
cial, pasaré a presentar las razones que asisten a ambas par- contra de la desvalorización de las cosmovisiones religiosas a
tes para dudar de la solidez de la posición contraria. Ésta será la que parece conducir necesariamente aquella concepción;
la parte más larga de mi exposición. Me interesa sobre todo en otros cúusos se orientan más abiertamente contra el indí-
que se preste atención a la heterogeneidad de los argumen- vidualismo prestipuesto en los desechos humanos, por me-
tos que se emplean, porque creo que es por no hacerlo que se dio del cual se pretende legitimar indirectamente la logica del
produce la mayor parte de los malentendidos. mercado y la desintegración de las comunidades culturales.
3, Finalmente sugeriré que debemos evitar recaer en una Aceptar acriticamente la concepción de los derechos huma-
nueva forma de fundamentalismo, que consistiria en aferrar- nos equivaldría, según estos críticos, a aceptarla cosmovisión
nos a una de las posiciones en disputa, aun a sabiendas de occidental que la sostiene y que privilegia el individualismo,
la relatividad de su valor. A cambio, sugeriré que hariamos la utilización tecnológica de la naturaleza y el dominio de las
bien en buscar una solución cónciliadora, una que pedria- leyes del mercado. Posiciones como éstas han podido escu-
mos acaso llamar dialéctica —en el sentido estricto de la pa- charse en la Conferencia de Viena de 1993 o en la Declara-
labra—, es decir, una solución que. reconociendo la validez ción de Bangkok del mismo año sobre los “valores asiaticos”,
de las posiciones contrapuestas, pueda avudarnos a encon y siguen expresandose en muchos otros forus nacionales € n-
trarun terreno consensual común en defensa de los derechos rernacionales
hurnanos. Manteniendonos en el vel de la confrontación abierta y
superficial, muchos defensores de los derechos humanos re-
PRIMER PASO; LA CONFRONTACIÓN ABIERTA baten estas criticas empleando un argumento teórico y otro
práctico. El primero sostiene que la posición de los culturalis-
Comienzo, pues, con la confrontación principista y abierta en- tas también expresa una cosmovisión implícita. que consiste
tre los culturalistas y los defensores de los derechos humanos. en absolutizar los parámetros de racionalidad o de moral in-
Las críticas culturalistas han comenzado a hacerse sentir, co- herentes a una cultura especifica, Defender semejante cos-
mo ya dije, desde hace algunas décadas, y no solo, aunque si movisión en un mundo globalizado equivaldría, se nos dice, a
principalmente, en contextos culturales ajenos a Occidente. incurrir en tuna flagrante reducción de la complejidad del pro-
En esencia, lo que se cuestiona es la concepción individua- blema, reproduciendo en cierto modo la situación que se pro-
lista e instrumental subyacente a la nocian de derechos hu- diyera en los inicios de la modernidad europea al momento de
manos, concepción que es, si, propia de la cultura occidental, la Guerra de las Religiones. Fue precisamente para a frontar y
pero que quiere hacerse pasar por una concepción válida en dar solución a esa disputa entre cosmovisiones culturales que

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el Occidente europeo acuñó la noción de tolerancia y concibió y religiosas, es una suerte de esencialismo que hace reposar
la idea del respeto de los derechos individuales. Por otro lado, la validez de los derechos sobre una definición de la natura
el argumento práctico —que cada día adquiere más fuerza— leza o de la persona humana que equivale en sentido estricto
sostiene que aquellas críticas a los derechos humanos no san auna petición de principio. El racionalismo metafisico-moral,
más que un débil recurso de legitimación, un encubrimiento por su parte, necesita de un postulado metafísico norimah-
ideológico de las frecuentes violaciones de esos derechos en yo, como el de la docena kantiana de los dos mundos. por
los paises en los que las criticas se formulan. Basta echar un ejemplo, para garantizar el carácter vinculante del principio
vistazo a la situación de los paises involucrados: es alli justa- de la igualdad de los seres humanos. Y las teorias conseasua-
mente donde se conculcan los derechos de las mujeres o de les, entre las cuales habría que incluir las contractualistas o
los niños, o el derecho a la libertad de expresión, a la libertad neocontractualistas, suelen incurrir en el problema lógico de
de culto, a la libertad de conciencia. Parece ser un recurso la llamada argumentación circular, pues atribuyen a los par-
habitual de los gobernantes de aquellos paises apelar a las ticipantes en el discurso —o a las partes en la posición origi-
caracteristicas propias de su cultura para legitimar estas vio- naria— los derechos o la voluntad de concertar que en reuli-
laciones. El discurso culturalista estaría hablando pues, co- dad ellos recién tendrian que producir por medio del diálogo
mo se dice en castellano, por la herida. — argumentativo. Estoy, naturalmente, sim plificando las cosas,
Este primer nivel de confrontación abierta se hace sentir pero lo hago sólo con el propósito de mostrar la frarilidad de
cada vez con más fuerza en las negociaciones y los debates ac los intentos de fundamentación universal. El problema es,
tuales sobre los derechos humanos. En ambas posiciones se precisamente, que $1 estos intentos de fundamentación son
ejerce una actitud de suspicacia respecto del discurso ideolo- teoricamente vulnerables, y no cumplen con lo que prome-
gico del interlocutor, de modo que el diálogo es prácticamente ten, entonces es fácil abrigar la sospecha de que tras ellos se
imposible, Conviene que dejemos, por eso, este primer nivel y esté expresando un presupuesto o un prejuicio cultural —un
demos un paso más en nuestra argumentación, preguntándo- prejuicio occidental— que no llega a ser tematizado pero que
nos por las razones que pueden asistira ambas partes en la crí- actúa subrepticiamente como sustento de la convicción que
tica que ejercen recíproca y simébtricamente, comparten quienes defienden tan resueltamente su univer-
salidad. Insistiren una estrategia de fundamentación de este
SEGUNDO PASO: LAS RAZONES O LAS RAÍCES tipo, pese a su fragilidad. puede ser una forma de imponer,
DE LA CONFRONTACIÓN bajo la apariencia de la neutralidad lógica, y con la apodich-
cidad de las demostraciones universales, aun mconsciente-
Quiero insistir en que lo más interesante de este debate es mente, un modelo de comprension cultural.
justamente lo que no se escucha. Y, como lo que menos se Una segunda razón teórica que asiste a los culturalistas,
escucha suelen ser las razones que asisten a los culturalistas estrechamente ligada con la anterior, es la denuncia de la
—digo las que los asisten, no necesariamente las que ellos cultura del individualismo subyacente a la concepción de los
mismos emplean—, comenzaré por exponerlas sucintamen derechos humanos. Éste es uno de los puntos más fuertes,
te, y trataré de mostrar $u fuerza. También en este caso po- y más conocidos, de la critica de los comunitaristas, de ma-
demos distinguir entre razones teóricas e históricas. Desde hera que no necesito abundar aqui en detalles. Esta eritica
un punto de vista teórico habria que admitir en primer lugar, se refiere a que los derechos humanos hu se venden solos:
que no hay ninguna fundamentación convincente de la vals vienen acorapañados de mulas cosas mas El derecho a lá
dez universal de los derechos humanos. Las tres estrategias hbertad individual viene acompañado de la des del mercado;
o paradigmas de fundamentación más usuales son: el 1us- el derecho a la libertad de expresión viene con el derecha ada
naturalismo, el racionalismo metafisico-moral y las teorías propiedad privada de los medios de comunicación; el derecho
consensuales. El iusnaturalismo, en sus versiones paganas al trabajo con el derecho a la acumulación de capital; el de-

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recho a la libertad de conciencia con la ruptu
ra de la solida á las tradiciones culturales no occidentales —lo que Albrec
ridad social. Los derechos humanos son, ht
para decirlo con Wellmer (1993: 54 y ss.) ha llamado el inevita
palabras de Michael Walzer, un maximalismo ble “carácter
moral disfra- Irasgresor” der transgressive Charakter”) de la democr
zado de minimalismo (Walzer: 1994- 33 acia
y ss.), es decir, solo moderna. Esta es también una de las críticas más frecue
en apariencia son un código minimo de princ ntes
ipios morales, del comunitarismo Lo que se quiere dar a entender es
porque a través de ellos se expresa, implicitam que
ente., una cos- ál hacer valer los derechos de un sujeto desarraigado de
movisión bastante más amplia y bastante to-
más densa de valo- da tradicion, y concebido en su mera humanidad neutral
res de la cultura liberal. , se
Un tercer argumento de los culturalistas, están indirectamente —y necesariamente— desvalorizan
no sólo teórico do
sino también parcialmente práctico, se refier los contextos culturales a los que pertenecen los indivi
e a la contradic- duos
ción en que incurre la sociedad democrática mode y minando las bases de su legitimación. Los derechos hu-
rna cuando manos no son un listado inofensivo de valores amoldables
sostiene que la legitimidad de las decisiones a
políticas reposa cualquier situación. Por el contrario, su aceptación implic
sobre el principio (el derecho) de la participac a
ión de todos los un reordenamiento jerárquico de principios o valores,
involucrados, pero prescinde al mismo tiemp en el
o de la opinión cual las culturas tradicionales pierden necesariamen
de las grandes mavorias de los países de la perife te legi-
ria respecto timación, El ideal democrático de los derechos human
de las grandes decisiones políticas, económicas os es:
o Juridicas lata asi reactualizando una actitud de desvalorizac
que regulan en buena cuenta la vida internacional. ión cultu-
Es obvio, ral que ha sido una constante de la relación de Occidente
hoy más que nunca, que las decisiones tomadas con
en los cen- las otras culturas.
tros financieros, o en las grandes potencias,
o en el seno de En quinto lugar, se hace notar una contradicción muy pe-
los nuevos organismos de integración regional,
tienen reper- culiar ligada a la relación entre los derechos humanos
cusiones decisivas sobre la vida económica, social como
o politica derechosy los derechos humanos como leyes (o como garan-
de muchos pueblos de la tierra. En sentido
estricto, desde tías constitucionales). Éste es un punto que ha sido especi
el punto de vista de la legitimación democrátic al-
a del sistema mente desarrollado por Jacques Derrida en su libro
político internacional, esas decisiones deberian Force de
contar con el la (1994) (Gesetzeskrafi). En principio, pareceria
asentimiento de los involucrados. Como este no haber
nó es, natura). aqui nada de particular. porque. como se sabe,
mente, el caso, el sistema politico internacional los derechos
vive incum humanos son principios primeramente morales, es decir,
pliendo uno de sus principios fundamentales. prin-
Esta situación Cipios que tienen una validez independiente de su
se complica, sin embargo, mucho más si se tienen inclusión
en cuenta en un corpus juridico, pero son principios que, justam
las transformaciones políticas a las que ha condu ente por
cido el pro- tener tuna validez universal, nos impelen a transformarl
ceso de globalización. Porque uno de los efecto os en
s principales preceptos juridicos. Lo que ocurre es que toda normat
de este proceso es justamente el desplazamiento, ividad
o quizás juridica se realiza en un marco histórico y cultural especif
incluso la desaparición, de las instancias de decis ico,
ión politica en una legislación particular, y se ajusta a las necesi
a nivel internacional. La globalización es un dades
proceso princi- coyunturales de ese marco. Los derechos humanos
palmente económico que ha ido imponiendo relac se con-
iones gis- vierten en leyes, y las leyes se promulgan,
témicas en el mundo entero, al mismo tiempo que ha en una situación
ido res- particular, Esa particularización es un proceso
tándoles atribuciones politicas a los Estados interpretat-
nacionales. En vo, historicamente situado, y es producto de una
este contexto, resulta cada vez más problemático acción de
el princi- la voluntad (de la voluntad politica), de una decisi
pio de (o el derecho a) la participación democrática ón contin-
en las de- gente. Por un acto del) poder, la ley otorga fuerza,
cisiones politicas. vigencia,
En cuarto lugar, a la concepción de los derechos á ina determinada interpretación de los derechos
humanos humanos.
también se le critica su fuerza corrosiva indirecta Ocurre entonces, por ejemplo, queen una legislación
con respecto inspira-
da en los derechos humanos hay leves que discriminan a
las
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mujeres, o a los homosexuales, o a los turcos, o. más genéri- al sistema global de reglas a nivel mundial, es precisamente
camente, a los no-ciudadanos, es decir, a los ciudadanos de hipocresia. Esta situación llega a extremos grotescos -——aun-
al-
otros países [precisamente de otras legislaciones). El asunto que, en realidad, no necesariamente sorpresivus-” cuando
es, pues, muy interesante por dos razones: no sólo porque gunos gobiernos de países industrializados hacen prevalecer
nos muestra el carácter siempre relativo y decisional de toda sus intereses comerciales por encima de las consideraciones
legislación sobre derechos fundamentales, sino también por- de orden moral o político que ellos mismos han establecido, a
que nos hace evidente con que facilidad una legislación pue- fin de incrementar sus ventas en paises que ostensiblemente
de transgredir en los hechos los derechos en los que supues- contravienen los derechos humanos.
tamente se inspira. Esta lista de razones que asisten a los defensores del cul:
Esta reflexión nos permite pasar a las razones de tipo his- turalismo no es exhaustiva, pero es sulicientemente elocuen-
tórico o práctico esgrimidas por los culturalistas en contra de te. Lo es tanto como para sentirse obligados a prestarle aten-
los derechos humanos. Estas razones me parecen muy po- ción, antes que desatender los reclamos que alli se expresan.
derosas, aunque quizás no necesariamente conduzcan al fin Pero hay también naturalmente, como ya dije. razones que
al que ahora me refiero. En esencia, lo que se cuestiona es la asisten a los defensores de los derechos humanos. Y sobre
hipocresia del mundo occidental rico,-que encubre la injus- ellas, al menos sobre algunas de ellas, que resumen en cier-
ticia de facto del orden económico y el orden politico mter- to modo lo esencial de su posición, quisiera referirme a con-
nacionales por medio de un discurso moral que legitima de tinuación. La primera de estas razones es de orden LeÓTIco y
turée su posición de dominio. Por el carácter formal que tie- consiste en la capacidad que tiene la concepción de los dere
nen, los derechos humanos son como los principios del libe- chos humanos de asumir y procesar muchas de las críticas
ralismo: tienen vigencia plena sólo en condiciones ideales de que se esgrimen en su contra. Si se sostiene que esta con-
igualdad y bajo el supuesto de que las reglas de juego sean cepción no contempla suficientemente la autonomia de otras
compartidas por todos. Por eso justamente los teóricos de los culturas, o que desconoce fácticamente los derechos dealgún
derechos humanos han sostenido siempre que es preciso, ya grupo social. en realidad necesariamente no se está cuestió-
que no partir de, al menos llegar a una situación utópica de nándola en su esencia, sino, por el contrano, se la está ut-
ciudadanía mundial o cosmopolita en la que todos los seres lizando en un sentido normativo pará exigir que sea realiza-
humanos puedan ajustarse a un mismo sistema de reglas da de un modo más consecuente. Júrgen Habermas | 1907;
de acción. Pero ésa es naturalmente sólo una utopia. En el 10) habla por eso de una dimensión de autorreferensatidad
mundo real, en el que se produce por lo demás aquella con- (Selbstbezúglichkew) de los derechos humanos. Y Lutz Win-
tradicción entre la moralidad y la positividad de los derechos gert (1996: 10) comenta esta Lesis diciendo que los derechos
fundamentales, las condiciones de partida han sido y siguen humanos tienen un “rasgo detectivesco” (“einen detektivis-
siendo de desigualdad, de asimetría. La distribución de los tischen Zug”), es decir, nos hacen capaces de identificar los
es
bienes, de la riqueza, de las oportunidades y, sobre todo, de casos en los que no están siendo cabalmente cumplidos;
más, nos ponen perman enteme nte al acecho de aquellos ca-
las decisiones económicas y políticas, es asimismo notoria-
en
mente desigual, y las reglas de juego vigentes no parecen sino sos. Quien denuncia sus limitaciones o formula una crítica
su contra en el fondo está reivindicando un derecho y lo está
perpetuar este orden —o desorden— internacional, Cuando,
sobre la base de una situación de este tipo, se oye proclamar haciendo en nombre de los principios de autodeterminación
con autosuficiencia de parte de los países industrializados la que subyacen a esta misma concepcion. La autorreferencia
necesidad de respetar los derechos humanos, uno no puede lidad parece dotar a los derechos humanos den aura de in-
menos que preguntarse si no se están aplicando aqui dos va- vulnerabilidad conceptual,
ras distintas para medir el comportamiento democrático. No Como es natural, la autorreferencialidad puede hacerse va-
hacerlo, no predicar con el ejemplo, sobre todo con respecto ler también frente a las críticas de los culturalistas. Y puede

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hacérsela valer en un doble sentido: en primer lugar, puede rechos humanos, sino además que relativicen las denuncias
intentarse recuperar dicha critica, como ya se dijo, en bene- kschas en su contra aduciendo razones de hipo culharalista,
ficio prapio, es decir. en favor de la validez de la propia con- Es posible denunciar esta forme de instrumentalización, su-
cepción universalista, Pero puede igualmente mostrarse al bre todo cuando se cuenta con el respaldo de los grupos disi-
interlocutor culturalista, que la validación indirecta que el dentes u oprimidos pertenecientes a aquellos mismos paises
efectúa de la concepción que critica puede servir también en o comunidades culturales. Elasunto es delicado, porque los
beneficio de su propia posición culturalista. Porque para le- regimenes autoritarios suelen apelar al derecho de la auto-
gitimar su posición en el contexto pluralista de las socieda- determinación y rechazar las denuncias como formas de in-
des modernas, sin incurrir en la confrontación irracional, el tervencionismo., Y no pocas veces encuentran un eco en los
culturalista necesita de una concepción moral y juridica que países industrializados, ya que éstos, 4 8u vez como hemos
trascienda los limites de su propia tradición, es decir, que visto— pueden instrumentalizar sus politicas democráticas en
ofrezca una alternativa de convivencia con las otras posiciones función de sus intereses económicos, y pasar por alto, enton-
que por principio excluye. ces, también con argumentos de tipo culturalista, el auitori-
Ahora bien, en un sentido también práctico o histórico, el tarismo de dichos gobiernos con la finalidad de asegurar sus
defensor de los derechos humanos tiene un par de buenos políticas comerciales. Pero es claro, al menos, que es posible
argumentos a su favor. En primer lugar, desde su posición establecer una diferencia entre el cultaralismo como posición
moral universalista está en condiciones de llamar la atención conceptual y $u instramentalización politica de coyuntura.
sobre el lado negativo de la tesis que el culturalista defiende
porque sólo parece ver su lado positivo. Puede, en otras pa- TERCER PASO: MÁS ALLÁ DEL FUNDAMENTALISMO
labras, llamar la atención sobre el carácter virtualmente re- O UN CONSENSO DIALÉCTICO
presivo y etnocéntrico de las tradiciones. En su defensa de la
autonomía y la identidad de la propia tradición, el culturalis- El listado de argumentos que acabo de presentar no es, por su-
ta olvida que esa misma tradición puede ser fuente de repre puesto, exbaustivo, pero es, si, suficientemente variado como
sión de personas o grupos que forman parte de ella, y olvida pará que entendamos por qué les debemos prestar una aten-
asimismo que su posición puede desembocar en una defensa ción especial. El problema es justamente que, frente a seme
del tribalismo que no necesariamente redunde en su propio jante hererogencidad, y temendo en cuenta que las posiciones
beneficio. No es que esto lo olvide, sin embargo, en nombre opuestas parecen gozar de validez relativa, muchas veces la
de los principios del universalismo —-porque eso, obviamen- reacción natural consiste en restablecerel fundamentalismo.
te, no le importaria mucho—, sino más bien en nombre de la En lugar de aprender de las criticas, nos aferramos a la po-
complejidad de la historia de su propia tradición y en nombre sición inicial. Pero, a diferencia del fundamentalismo inicial
asimismo de la complejidad de las relaciones que su tradición (de nuestro primer paso), que era inmediato e ingenuo, éste
ya ha entablado históricamente con otras tradiciones y otros es más peligroso, porque se ha endurecido en sus creencias,
sistemas culturales. En función de estas dos variables. el cul- pese a haber tomado noticia de las advertencias del interlo-
turalista debería adoptar, él también, una actitud más relle- cultor. Debe quedar ciaro, en todo caso, que fundamentalis-
xiva con respecto a su propia tradición. ta no es sólo la posición del defensor del culturalismo, sino
El segundo buen argumento práctico de los defensoressde vunbien aquella de quién defiende la concepción universal
los derechos humanos en este contexto, mencionado ya bre- de los derechos humanos sin tomaren cuenta les razones de
vemente al comienzo, es su denuncia de la utilización política peso esgrimidas en su contra.
del culturalismo por parte de muchos gobiernos autoritarios Tenemos que abandonar el fandamentalismo. Y eso sólo
del mundo. Parece ser, en efecto, casi una regla del compor- puede hacerse reconociendo
la validez relativa de las posicio-
tamiento político de las dictaduras, no sólo que violen los de- nes en disputa, es decir, reconociendo que el punto de partida

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es una verdadera controversia. Decía por eso que la solución so más. Un consenso dialéctico sería aquel que resultase del
debe ser dialéctica, en el sentido estricto [o mejor dicho: en el reconocimiento de un conjunto de reglas comunes, para el
sentido aristotélica) de la palabra, En su sentido estricto, la cual no sea necesario renunciar a los principios de la propia
dialéctica es un método de resolución de conflictos. Es decir, cosmovisión cultural. Para reconocer una serte de derechos
es un método que sólo se emplea cuando no hay acuerdo en humanos comunes. no tendra por qué ser necesario. por
tre los interlocutores, y se emplea justamente para conseguir ejemplo, renunciar a la cosmovisión relimosa de tina cultu-
eseacuerdo. Pero, para solicitar la intervención de un metodo va particular, ni, menos aún, tener que admitir simultánea-
semejante, hay que reconocer, en primer lugar, que la situa- mente la puptura de la solidandad social o la necesidad de
ción inicial es conflictiva, incierta, y que no tiene la eviden- la racionalidad instrumental de la sociedad de mercado. En
cia que conduce al fandamentalismo. Los interlocutores en vierto modo, las diferentes Declaraciones de los Derechos Hu-
este debate deberian poder admitir que hay buenas razones manos, en la medida en que han sido reconocidas y firmadas
que asisten a ambas partes, y que esas razones los concier- por Estados particulares, constituyen una forma de consenso
nen tanto en un sentido positiva como en un sentido nega- dialectico corno el que estoy mencionando. Pero son aún una
tivo. En otras palabras, es preciso admitir que hay aspectos forma muy incipiente, porque su vigencia está siendo pues:
de la propia posición que están siendo seriamente cuestiona ta constantemente en cuestión por los fundamentalismos de
dos por la posición del interlocutor. Mientras esto no ocurra, viejo y de muevo cuño,
la disputa se perpetuará como un diálogo de sordos, sin otra
posibilidad de solución que la que se impone por la fuerza.
Mientras los países ricos no reconozcan que su discurso so-
bre los derechos humanos es farisaico porque encubre una Derrida, Jacques (1994), Force de Loi: le “fondement mystique de
grave desigualdad estructural del orden económico interna- Pautorité”, Paris, Galilee.
cional; mientras no admitan que el statu quo de las relaciones Habermas, Júrgen (1997), “Der interladtarelle Diskurs Uber
internacionales habla en contra del discurso igualitario que Menschenrechte”, en Frankfurter Rundschau, 4 de febrero.
presupone su propia defensa universalista de los derechos de Luttwak, Edward N. (1990), "The Shape of Things to Come”, en
la persona; mientras no reconozcan en su debida dimensión Commentary, No. 8%, jumo, pp. 17-25,
la autonomía de las culturas a las que por siglos han mante Walzer, Michael 11993), Thuek and Thu Moral Argrenent ar Hori
nido en situación de dominación, habrá pocas posibilidades and Abroad. Notre Dame, University of Notre Dame Press
de que la concepción de los derechos humanos llegue a ser Edición en español: (1996), Moralidad en el ámbito local e
aceptada como una concepción genuinamente universal. De internacional, Madrid, Alianza Editorial.
otro lado, y análogamente, mientras los defensores del cul- Welmer, Albrecht, “Bedingungen einer demokratischen Kultur.
no reconozoan el peligro del encapsulamiento en la
turalismo Zur Debatte zwischen Liberalen' und Kommnunitansten”
propia tradición cultural; mientras sigan pretendiendo ins- 11993), en Endspiele: Die unversóhnliche Modeme, Frankfurt,
trumentalizar el discurso culturalista para fines políticos in- Suhrkamp, pp. 54 y ss.
ternos; mientras no sean capaces de ofrecer una alternativa Wingert, Lutz (1996), “Túráfíner zu geschlossenen Gesellsehaf-
transculturalista que haga posible la convivencia entre las ten”, en Frankfurter Rundschin, 6 de agosto
diferentes culturas particulares, tampoco habrá muchas po
sibilidades de hacer valer con justicia las reivindicaciones de
autonomía cultural,
Admitir la validez relativa de las criticas que se esgrimen
en contra de la propia posición no significa aún, sin embar-
go, haber llegado a un acuerdo. Para eso hace falta un pa-

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