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Santiago Villalobos Villalobos

Julio de 2021

Encuentro personal para la transformación social.


Una formación para la formación social debe de posibilitar el reconocimiento de las estructuras
sociales que sostienen el estado en el que se halla una comunidad. Sin embargo, este tipo de
formación para ser exitosa también debe de estar orientada hacia el encuentro entre personas.
Es en este encuentro en el que la transformación personal suele detonarse. Cuando ocurren
cambios personales los alcances alcanzan comunidades. Cuando un grupo pequeño de
personas atraviesa una pequeña transformación, el impacto que parece ser individual alcanza a
otras personas dentro de un espacio social compartido.

Lo anterior es una reflexión que he realizado a partir del trabajo que he hecho con jóvenes en la
Zona Metropolitana de Guadalajara. Esta visión está marcada por la experiencia en este tipo de
proyectos y no necesariamente es universalizable. El tipo de transformación que he visto es
pequeño pero inmenso. Ha habido jóvenes que reconfiguran su noción de pertenencia al barrio,
de amistad y de enemistad y de rol familiar.

Estos proyectos están conformados por equipos interdisciplinarios, en el que participan


psicólogos, antropólogos, urbanistas,trabajadores sociales y filósofos (por nombrar algunos).
Esta visión interdisciplinaria permite detectar algunas de las estructuras vigentes en las que se
busca generar algún impacto positivo. La identificación territorial, el reconocimiento de
miembros importantes de la comunidad, la identificación de obstáculos físicos e institucionales,
así como el trato personal con la gente de una comunidad y los participantes, así como la
honestidad de las conversaciones que ocurren, dependen en gran medida del tipo de formación
de los involucrados en la ejecución del proyecto. Pueden hacer la diferencia entre abrir puertas
o cerrarlas y determinan la magnitud de los resultados del trabajo realizado.

En una sociedad que demanda de las universidades mano de obra de calidad, las instituciones
educativas tienen el reto de procurar una formación que vaya más allá de la mera capacitación
para el trabajo y necesitan promover espacios que complejicen la reflexión ética y social. Es
una tarea difícil, no obstante, es fundamental que sean las propias instituciones educativas las
que estén a la vanguardia pues son las que tienen como propósito primordial pensar y actuar
en el mundo.
Creo que debemos reconocer que toda educación supone una determinada idea de vida.
Personalmente yo crecí oyendo que la educación formal nos permite tomar mejores decisiones
y que al final del camino nos abrirá las puertas a lo que será nuestra vida adulta. Sin embargo,
parece que en los discursos educativos dominantes —aquellos que terminan en los programas
de desarrollo nacionales y en los compromisos internacionales— hay un amplio consenso
sobre cuál es esa idea de vida que se promueve desde estos sistemas y la tendencia es la
capacitación laboral. Este discurso educativo perpetúa una idea de vida que se reduce al
trabajo y se preocupa más por la producción del recurso humano que por la formación de la
persona.

No obstante, así como la educación tiene la capacidad de reproducir y mantener determinadas


ideas de sociedad, también puede analizarlas y transformarlas. Desde el estudio de las
estructuras de la sociedad se crean iniciativas de transformación. Es posible cuestionar las
ideas preconcebidas de lo “normal” y con ello producir cambios sociales de ahí la importancia
de una formación que permita identificarlas.

La mayoría de los proyectos sociales en los que he trabajado han sido con jóvenes en situación
de riesgo y siempre que ha habido un cambio en la mentalidad de alguno con respecto a sus
padres, su barrio o sus amigos, la constante ha sido que se establece una relación personal
entre ellos como participantes y con los miembros del equipo de trabajo de los proyectos. Estas
relaciones personales están motivadas por la reflexión en espacios creados para ella y a través
de constancia y seguimiento.

De los proyectos en los que he trabajado han salido colectivos artísticos, pequeñas empresas,
reconciliaciones familiares y realizaciones personales. El sólo hecho de ofrecer espacios en los
que estas personas entren en contacto con otras con intereses similares en los que haya un fin
creativo, ofrece salidas y posibilidades de vida.

Esto es sumamente difícil de lograr si no se cuenta con herramientas de análisis y reflexión por
parte de quienes buscan transformar la sociedad. Estas pretensiones sólo son posibles con una
formación crítica que salga al encuentro con el otro. Para que la intervención suscite una
transformación social ésta debe haber atravesado por una transformación interna en distintas
personas que reconfigure ideas preconcebidas a fin de apropiarse de su vida.

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