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Triste despedida

La respiración agitada del árbol que hay en el patio no me deja dormir. Me levanto. Camino
trémulamente hasta el baño. Miro el espejo. Dos manchas negras bajo mis ojos. Salgo al jardín.
“¿Qué tienes?”, le pregunto al abedul. Él agita sus parcas como queriéndome contar cuál es el
motivo de su intranquilidad. Asiento con la cabeza aunque no entienda nada de lo que ha dibujado
en el viento. Me siento a su lado. Le acaricio las raíces. Él se tranquiliza un poco. Pasa un buen
rato. Su respiración agitada vuelve a interrumpir mi sueño. Ahora brota una especie de baba de su
tallo, son lágrimas. El viento sopla bruscamente, sus ramas crujen hasta que una cae al suelo,
justamente en la que había un redondito nido de pájaros que ahora está vacío.

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