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La furia de Alejandro se manifestaba de manera tangible en la habitación, mientras él hablaba con

su mejor amigo, Martín. El ventilador, testigo mudo de innumerables noches compartidas, ahora
estaba a punto de convertirse en víctima de la rabia acumulada.

—¡No puedo creer que Sofía haya tomado esa decisión! ¡No entiendo por qué lo hizo! —gritó
Alejandro, lanzando al suelo una almohada en un gesto de frustración.

Martín, sentado en la silla, observaba la escena con preocupación. —Amigo, sabes que las cosas
no estaban bien entre ustedes. Esto no debería sorprenderte.

—¡Pero destrozó mi corazón! ¿Cómo puedo seguir adelante sin ella? —Alejandro caminaba de un
lado a otro, incapaz de contener la ira que bullía en su interior.

De repente, su mirada se posó en el ventilador que giraba tranquilamente en la esquina de la


habitación. Como si fuera la representación física de su relación rota, algo dentro de Alejandro se
rompió.

—¡Esto es ridículo! —gritó, avanzando hacia el ventilador con determinación.

Martín trató de detenerlo. —Alejandro, ¿qué estás haciendo? Romper el ventilador no cambiará
las cosas.

Pero Alejandro, en un acceso de ira, agarró el ventilador y lo arrojó con fuerza al suelo. El sonido
de la destrucción llenó la habitación mientras las aspas se desprendían y el motor se apagaba.

—¡Así es como se siente mi corazón ahora! ¡Roto y sin arreglo! —gritó Alejandro, mirando el
desastre que acababa de crear.

Martín se acercó, tratando de calmarlo. —Amigo, entiendo que estés herido, pero esto no
ayudará. Necesitas hablar con Sofía, encontrar una solución.

Alejandro, respirando agitado, se dejó caer en la cama entre los escombros del ventilador. —Lo
intenté, Martín, lo intenté. Pero ella ya tomó su decisión. No sé cómo recuperar lo que teníamos.
Martín suspiró, apoyando a su amigo en ese momento difícil. —Quizás debas darle tiempo, dejar
que las cosas se calmen. Pero también debes reflexionar sobre lo que salió mal y aprender de ello.

Mientras la habitación yacía en silencio, el ventilador roto se convertía en el símbolo de una


relación desgarrada, y Alejandro enfrentaba la difícil tarea de aceptar la realidad y buscar un
camino hacia la curación.

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