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Pero todavía más sorprendente que esto es ver a Arciniegas, censurado a comienzos de
los años cincuentas, cuyos libros ordenó quemar el gobierno, y que fue siempre un
impecable defensor de la libertad, atacando una obra de historia sin discutir sus
afirmaciones, sin demostrar sus errores, sin mostrar sus insuficiencias documentales o
su desconocimiento de la historia del país, sino ante todo haciendo un ataque ideológico
y político, e invitando al gobierno a tomar las "medidas pertinentes", en una abierta
incitación a la acción administrativa contra la obra debatida.
Ahora bien, ¿de qué se trata en toda esta discusión tan desapacible? Salomón
Kalmanovitz, como muchos de los historiadores recientes, ha escrito un libro que refleja
una concepción histórica diferente a la que la Academia ha defendido tradicionalmente.
La obra anterior de Kalmanovitz es bastante seria y reconocida: uno de sus libros,
incluso, obtuvo mención de honor en el premio nacional de ciencia "Alejandro Ángel
Escobar". Economía y Nación,El desarrollo de la agricultura en Colombia, son libros
sólidos, que reflejan más de 20 años de dedicación paciente al estudio de la historia
colombiana. Estos libros han sido ignorados por quienes hoy lo combaten: nunca han
sido reseñados en El Siglo o en el Boletín de Historia y Antigüedades, y jamás sus
afirmaciones han sido discutidas, debatidas o refutadas por quienes hoy sostienen el
carácter partidista o la ausencia de valor de su trabajo.
Una revisión del libro de Kalmanovitz muestra, por otra parte, que las preocupaciones
de los censores son excesivas. Se trata de un texto sorprendente mente complejo, que
ofrece una discusión equilibrada de los temas más polémicos, pero sin ocultarlos o
escamotearlos. El lector que abra las páginas sobre Nariño y Torres o sobre Bolívar y
Santander, pensará estar leyendo una obra diferente a la que ha provocado tanta
polémica: el tratamiento está lleno de simpatía hacia los objetivos y dificultades de
Bolívar y Santander, y es menos "partidista" que los artículos "santanderistas" o
"bolivaristas" de muchos académicos. Incluso el tratamiento de temas como la violencia
reciente o los últimos gobiernos se mantiene cuidadosamente alejado de toda visión
partidista, aunque la percepción crítica del desarrollo reciente del país es evidente. Si
acaso puede resultar discutible una obra como la de Kalmanovitz y Duzán, es por
razones de orden pedagógico: supone unos estudiantes de una capacidad de lectura muy
desarrollada, está redactada en forma excesivamente compleja, rehúye los
ordenamientos "didácticos" del material, no tiene suficientes ayudas para la realización
de trabajos complementarios, como textos y documentos, carece de bibliografía de
apoyo para los estudiantes, etc. Pero estos son defectos secundarios, que pueden ser
superados por un docente activo y con iniciativa, y que no explican que la Academia
haya escogido como blanco uno de los libros más serenos y equilibrados de los que
están hoy en el mercado, un libro mucho m s objetivo y menos partidista que el de
Henao y Arrubla, y más exacto que otros que no tienen objeciones de la Academia.
Probablemente tras esta actitud de condena a libros que muestran la historia nacional en
toda su complejidad, que incluyen entre sus temas el desarrollo de la economía, la
narración de los conflictos sociales, las transformaciones en la vida de los colombianos,
y que dan menos importancia a los próceres, existe una visión paternalista que no cree
ni respeta la inteligencia de los colombianos, y que cree que a estos se les sirve y se les
educa mejor engañándolos y ocultándoles aspectos de la realidad. Es una mentalidad
similar a la que puede condenar una obra como la de García Márquez (condena en la
que, por fortuna, Arciniegas no acompaña a muchos de sus colegas), por mostrar una
imagen de Bolívar que no coincide con la que una mentalidad moralista quisiera
divulgar.