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Disertación sobre el género: La bombacha

a cargo de la sexóloga Concha Hermosilla

Concha Hermosilla- Continuando con el ciclo oral de las disertaciones sobre temas íntimos tan en boga en estos
comienzos de milenio, hoy me acerco para hablarles de un género a veces diminuto en sus dimensiones, a veces
de una extensión inimaginada, y en otros casos de naturaleza casi inexistente: la bombacha.
La bombacha nos acompaña desde muy pequeñas, más precisamente desde que aprendemos a controlar
esfínteres, hasta el momento en que perdemos el control. Ese es el momento en que la bombacha nos es quitada o
sacada, a veces por nuestro propio miembro prensil lateral izquierdo o derecho (muestra ambas manos). El género
puede terminar también siendo rasgado o perdido, o, incluso, regalado, pero nunca prestado.
Una bombacha es algo personal como el anillo o la cartera, por eso cuidemos la bombacha, seamos buenas con
ella, lavémosla, saquémosla a pasear alguna vez al parque, llevémosla al shopping que vea a otras bombachas,
ella que siempre está guardada en el cajón junto a sus compañeras. No la discriminemos, usemos tanto la rosa
como la negra, la blanca como la bombacha a lunares, todas deben tener su cuota de oportunidad y aventura. Una
bombacha siempre está tan cerca nuestro, nos conoce tanto, hasta nuestro más íntimo rincón en el caso de las
tangas. Y en el caso de las bombachas viejas, no las tiremos, guardémoslas para dormir, para estar con nuestro
marido, para andar en bombacha o para ir a la peluquería.
Una bombacha, además, está llena de recuerdos, cuando éramos niñas, todas alguna vez nos cagamos o nos
meamos en la bombacha, cuando adolescentes la olvidamos sobre alguna frente cansada, cuando treinteañeras las
mordimos de rabia y a los cuarenta hasta las usamos para sonarnos los mocos. Y las bombachas de las señoras
mayores ¿no son acaso candorosas? esos géneros inflados en las sogas de los edificios cual aeróstatos
enganchados, de colores tan disímiles y tan ridículos. ¿Quién no recuerda el calzonazo de su madre o de su abuela?
Hoy en día se usa tanto pantalón, se la esconde tanto, yo no sé por qué esa actitud, ¿a quién no le pasó, señora,
cuando se usaba la primitiva bombacha de algodón hecha en la clase de actividades prácticas, romper elástico
como quien rompe bolsa en plena plaza Independencia? ¿qué se hacía en esos casos? ¿una debía subirse la
bombacha en público exponiéndose aún más a las miradas? ¿o se debía levantar el paño perdido con verdadero
heroísmo y meterlo en la cartera? ¿o dar un paso y seguir caminando, dejando a la bombacha abandonada,
indefensa, abierta al sol como un regalo? ¿Es esa una actitud correcta? Aunque hoy con tanta lycra, esas cosas no
ocurren. La lycra nos abraza como un amante riguroso, nos da firmeza y contención, realza nuestras formas y nos
permite olvidar por un momento el flagelo de la flacidez. La bombacha es una verdadera amiga.
Podemos decir que todas las bombachas son lindas, cuelguen de donde cuelguen, de la silla, del caño de la
bañadera, del ventilador, del clavito de la puerta, de nuestra modorra, ¿qué hombre no se enternece al vernos en
bombacha recién levantadas de su cama?, porque una cosa es levantarse en bombacha por comodidad de la cama
propia y otra levantarse en bombacha para la ternura, ¿o no? ¿a quién no le pasó? Pero ojo también con eso de la
ternura, porque la bombacha puede ser extraída nuevamente. En fin, ellas nos acompañan siempre en silencio a
todos lados, por eso revaloricemos hoy a nuestra fiel compañera: la bombacha, pensemos un poquito: cuando en
la soledad de la madrugada vamos al baño y nos sentamos en el inodoro ¿quién nos mira a los ojos sin importarle
nuestro aspecto?: ella, la bombacha. La bombacha se inventó para eso, para acompañarnos, para cubrirnos, para
darnos contención. Una mujer sin bombacha no es una verdadera mujer, por eso enseñemos a nuestras hijas y a
nuestras nietas a usarla, a quererla, y a no olvidársela, porque eso de no andar mostrándola, señora, era de otra
época. ¡Viva la bombacha! ¡viva la bombacha! Gracias.

Silvia Camuña

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