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Daniel en el foso de los leones

Daniel 6:16-23
16
Entonces el rey mandó, y trajeron a Daniel, y le echaron en el foso de los leones. Y el rey dijo a
Daniel: El Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, él te libre.
17
Y fue traída una piedra y puesta sobre la puerta del foso, la cual selló el rey con su anillo y con el
anillo de sus príncipes, para que el acuerdo acerca de Daniel no se alterase.

Al comenzar a leer este capítulo me detuve a pensar que Daniel pasó solo una noche en el foso de los
leones, pero que pasó toda una vida, desde que tenía unos 17 años hasta que tenía unos 90 años de
edad, en el palacio de reyes paganos. Tal vez esto suene extraño, pero fue más peligroso para Daniel
vivir en el palacio de estos reyes, que pasar una noche en el foso de los leones. Los leones no le podían
tocar, pero allí en el palacio de los reyes Nabucodonosor, Belsasar del reino de Babilonia, y en el mismo
palacio también con los reyes Darío de Media y Ciro, del imperio Persa, que eran reyes paganos, Daniel
estuvo en constante peligro. Sin embargo, tuvo el privilegio de conducir a algunos de estos hombres a
un conocimiento del Dios vivo y verdadero.

LA POSICIÓN DE DANIEL BAJO DARÍO EL MEDO

1 Pareció bien a Darío constituir sobre el reino ciento veinte sátrapas que gobernaran en todo el reino.
2 Y sobre ellos tres gobernadores, de los cuales Daniel era uno, a quienes estos sátrapas dieran cuenta,
para que el rey no fuera perjudicado.

Debemos notar que, en esta parte de la historia, el imperio Medo Persa derrotó al imperio de Babilonia,
por lo que debemos recordar el sueño de Nabucodonosor que se encuentra en el capítulo 2 de este libro,
donde la cabeza de oro representaba el reino de Babilonia. Pero ahora, encontramos a Darío el Medo,
que junto a Ciro conquistó la ciudad de Babilonia los cuales representan el pecho y brazos de plata en el
sueño de Nabucodonosor. Esto fue lo que unió al Imperio Medo-Persa que en ese momento comenzó a
gobernar al mundo de esa época.

A pesar del cambio de un imperio a otro, aún se puede encontrar a Daniel en la posición de primer
ministro bajo Darío el Medo. Y podemos notar tanto en el sueño de Nabucodonosor como en imperio
Medo-Persa la inferioridad de este reino. El reino de Nabucodonosor era autocrático y absoluto, en el
sentido de que no compartió su autoridad con nadie. Sin embargo, se nos dice que Darío tenía 120
gobernadores que compartían con él la responsabilidad y el liderazgo. Sobre este grupo Darío nombró
tres administradores, que se desempeñaron como funcionarios de enlace o coordinación entre los
príncipes y el rey. Hubo, por lo tanto, una distribución de responsabilidad y gobierno. Se nos dijo que
estos tres presidentes (y Daniel era uno de ellos) ejercían su cargo para que los intereses del rey no se
vieran afectados. Ahora, esto sugiere que los administradores debían evitar que los príncipes le robaran
o socavaran de cualquier forma el poder al rey. Entre estos tres administradores, Daniel ocupaba el
primer lugar, y es posible que Daniel tuviera 80 años de edad.
Vamos a leer ahora el versículo 4, que comienza un párrafo que describe: UNA CONJURA PARA
DESTRUIR A DANIEL

4Los gobernadores y sátrapas buscaron ocasión para acusar a Daniel en lo relacionado con el reino;
pero no podían hallar motivo alguno o falta, porque él era fiel, y ningún error ni falta hallaron en él.

Esto es algo que, con toda seguridad, ocurre siempre. Cuando usted se destaque por ser el primero en
algunos círculos sociales, en la política, en la escuela o en el mundo de los negocios, será observado por
aquellos que son celosos. Si usted tiene un defecto en su vida, o si tiene un talón de Aquiles, un punto
sensible en el que pueda ser herido, los que sienten celos van a intentar descubrir ese punto débil y
podrían usarlo contra usted.

Ahora Daniel estaba respaldado por una vida personal notable. Estos hombres no pudieron encontrar
nada en el carácter de este hombre o en su vida pasada que pudieran aprovechar para perjudicarle.

Hoy un hijo de Dios tiene que vivir de tal manera que cualquier acusación que inevitablemente sea
dirigida contra él no sea cierta. Uno no puede evitar que la gente hable de uno, pero puede vivir de tal
manera que lo que otras personas digan sea mentira, cuando hagan comentarios.

El apóstol Pablo, exigió lo siguiente a todos los creyentes, en su carta a los Filipenses, capítulo 2,
versículo 15: “Para que seáis irreprochables y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una
generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como lumbreras en el mundo.”

Y en el capítulo 24 de Hechos, versículo 16, leemos el testimonio personal de Pablo. Dice así: “Por esto
procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres.” En otras palabras, que
Pablo podía acostarse por la noche y dormir, y no tenía una conciencia que le inquietara. Eso tendría
que ser cierto en cada creyente.

Bien, veamos ahora el versículo 5 de este capítulo 6 de Daniel:

5 Entonces dijeron aquellos hombres: No hallaremos contra este Daniel motivo alguno para acusarlo,
si no lo hallamos contra él en relación con la ley de su Dios.

Daniel era un hombre diferente. Recordemos cuando fue llevado por primera vez a la corte de
Nabucodonosor como un joven esclavo, había pedido una dieta diferente. Ya que él en su corazón
dispuso no contaminarse con la comida pagana del rey. A partir de esos días, su vida fue diferente a la
del resto, y estos hombres notaron esa diferencia. Y entonces pensaron que, si iban a encontrar algo
malo contra él, sería buscando en su religión.
Así fue que el único punto vulnerable en Daniel, desde el punto de vista de aquellos políticos, era su
religión. Ellos sabían que Daniel era fiel a Dios, y que dependía de Dios. Su vida de oración era algo bien
conocido. En consecuencia, se dispusieron a provocar un conflicto entre el rey y la religión de Daniel.

6 Entonces estos gobernadores y sátrapas se juntaron delante del rey, y le dijeron:


— ¡Rey Darío, para siempre vive! 7 Todos los gobernadores del reino, magistrados, sátrapas, príncipes
y capitanes han acordado por consejo que promulgues un edicto real, y lo confirmes, ordenando que
cualquiera que en el espacio de treinta días demande petición de cualquier dios u hombre fuera de ti,
rey, sea echado al foso de los
leones.
8 Ahora, pues, oh rey, confirma el edicto y fírmalo, para que no pueda ser revocado, conforme a la ley
de Media y de Persia, que no puede ser abrogada. 9 Firmó, pues, el rey Darío el edicto y la prohibición.

Lo que tramaron estos príncipes, administradores y políticos era algo muy sutil. Este rey Darío tenía un
punto vulnerable, como muchos de nosotros tenemos, y era su vanidad. Él sucumbía a los halagos.

Así que aquellos políticos halagaron al rey y este entonces, accedió a hacer lo que le pedían. Él debe
haber pensado “Bueno, esto va a ser grandioso”. Así es que él redactó un proyecto de ley y fue
convertido en un edicto. De esa manera él se elevó a la posición de deidad, y sólo se podía orar al rey.

LA ORACIÓN DE DANIEL
10 Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa; abiertas las ventanas de su
habitación que daban a Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, oraba y daba gracias delante de su
Dios como solía hacerlo antes.

Veamos ahora la reacción de Daniel a esta nueva ley. El llevaba años orando de esta manera y
simplemente no retrocedió. No actuó de forma cobarde, cerrando las ventanas, sino que continuó su
vida de oración normal.

Debemos notar que Daniel oraba en dirección a Jerusalén. En ese tiempo el pueblo de Dios al
encontrarse lejos del templo de Jerusalén oraba orientándose a esa dirección.
En la actualidad, en el momento de orar, no se prefiere ninguna dirección a otra; el Señor Jesús dijo en
Juan 4:21 y 24: “La hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.” “Dios es
Espíritu, y los que lo adoran, en espíritu y en verdad es necesario que lo adoren.”

11 Se juntaron entonces aquellos hombres, y hallaron a Daniel orando y rogando en presencia de su


Dios.
12 Fueron luego ante el rey y le hablaron del edicto real:
— ¿No has confirmado un edicto ordenando que cualquiera que en el espacio de treinta días pida a
cualquier dios u hombre fuera de ti, rey, sea echado al foso de los leones?
Respondió el rey diciendo:
—Verdad es, conforme a la ley de Media y de Persia, que no puede ser abrogada.
13 Entonces respondieron y dijeron delante del rey:
—Daniel, que es de los hijos de los cautivos de Judá, no te respeta a ti, rey, ni acata el edicto que
confirmaste, sino que tres veces al día hace su petición.
14 Cuando el rey oyó el asunto, le pesó en gran manera y resolvió librar a Daniel; y hasta la puesta del
sol trabajó para librarlo.
15 Pero aquellos hombres rodearon al rey y le dijeron:
—Sabes, oh rey, que es ley de Media y de Persia que ningún edicto u ordenanza que el rey confirme
puede ser abrogado.

Estos hombres llamaron la atención al rey sobre el hecho de que Daniel estaba desobedeciendo; se
encontraba con una ventana abierta orando en dirección a Jerusalén. Realmente, esto fue algo que
causó mucha tristeza al rey. Darío no podía cambiar su propia ley; Nabucodonosor habría podido
hacerlo. Este detalle ponía en evidencia el deterioro producido al pasar de un reino a otro. Y por lo tanto,
Daniel sería puesto en el foso de los leones.

16 Entonces el rey ordenó que trajeran a Daniel, y lo echaron al foso de


los leones. El rey dijo a Daniel:
—El Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, él te libre.

Creo que el rey quizá no creyó en lo que estaba diciendo. Fue como una de esas frases pronunciadas con
poco entusiasmo que a veces los cristianos le dirigimos a alguien; por ejemplo si le decimos “Ah, el Señor
le cuidará”, pero si estuviéramos en esa situación, no confiaríamos en Él de esa manera. Aunque el rey
Darío había llegado muy lejos, reconoció que el Dios de Daniel era omnipotente y soberano y podría
librarle. También reconoció que Daniel era fiel a Dios. El testimonio de Daniel en la corte disoluta de dos
potencias mundiales fue algo nada menos que milagroso. Su vida sencilla, sin afectación, modesta, sin
pretensiones fue un testimonio poderoso de la gracia salvadora de Dios en aquellos días. Continuemos
leyendo el versículo 17, donde se consumó el encierro de Daniel:

17 Trajeron una piedra y la pusieron sobre la puerta del foso, la cual selló el rey con su anillo y con el
anillo de sus príncipes, para que el acuerdo acerca de Daniel no se cambiara.

Así que, una vez puesta la piedra en la entrada del foso de los leones, Daniel pasó allí la noche. Estos
leones eran feroces y animales salvajes, pero era el lugar más seguro aquella noche. Creo que Daniel
disfrutó de un muy buen descanso allí abajo. Lo interesante fue que el rey estaba más inquieto que
Daniel y se encontraba probablemente en un peligro mayor. En ningún momento vemos que Daniel tenia
temor o algún sentimiento similar.

LA LIBERACIÓN DE DANIEL
18 Luego el rey se fue a su palacio, y se acostó en ayunas; no trajeron ante él instrumentos musicales,
y se le fue el sueño.
19 El rey se levantó muy de mañana, y fue apresuradamente al foso de los leones.
20 Acercándose al foso, llamó a gritos a Daniel con voz triste, y le dijo:
—Daniel, siervo del Dios viviente, el Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, ¿te ha podido librar
de los leones?
21 Entonces Daniel respondió al rey:
— ¡Rey, vive para siempre! 22 Mi Dios envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones para que no
me hicieran daño, porque ante él fui hallado inocente; y aun delante de ti, oh rey, yo no he hecho
nada malo.
23 Se alegró el rey en gran manera a causa de él, y mandó sacar a Daniel del foso. Sacaron, pues, del
foso a Daniel, pero ninguna lesión se halló en él, porque había confiado en su Dios.
Aquí vemos que el rey amaba a Daniel y estaba sinceramente encantado de su supervivencia. Daniel
había sido salvado por la fe. En Hebreos 11:33 leemos, “Todos ellos, por fe, conquistaron reinos,
hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones.” Esa es la confianza que debemos
tener en todo tiempo.

24Luego ordenó el rey que trajeran a aquellos hombres que habían acusado a Daniel, y fueron echados
al foso de los leones ellos, sus hijos y sus mujeres; y aún no habían llegado al fondo del foso, cuando
los leones se apoderaron de ellos y quebraron todos sus huesos.

Así que la cobarde conjura de aquellos enemigos de Daniel, fue descubierta. Junto con sus familiares,
fueron arrojados en el foso de los leones. La brutalidad y la agresividad de los leones quedó en evidencia
en todo su horror.

LA PROSPERIDAD DE DANIEL Y EL DECRETO DE DARÍO


25 Entonces el rey Darío escribió a todos los pueblos, naciones y lenguas que habitan en toda la tierra:
Paz os sea multiplicada.
26 De parte mía es promulgada esta ordenanza: Que en todo el dominio de mi reino, todos teman y
tiemblen ante la presencia del Dios de Daniel. Porque él es el Dios viviente y permanece por todos los
siglos, su reino no será jamás destruido y su dominio perdurará hasta el fin.
27 Él salva y libra, y hace señales y maravillas en el cielo y en la tierra; él ha librado a Daniel
del poder de los leones.

Darío ordenó a todos los hombres tener un temor reverencial por el Dios de Daniel y testificó que Él era
el Dios vivo (en contraste con los ídolos) y que Él era soberano. Darío fue así conducido a Dios por medio
del milagro del foso de los leones. Y finalmente vemos la fidelidad de Dios en Daniel en verso 28:

28 Daniel prosperó durante los reinados de Darío y de Ciro, el persa.

Los tiempos que se viven hoy en nuestro país hacen que esta palabra sea una refrescante llamada de
atención a cómo debemos resguardarnos en su palabra y obrar a través de la fe, debemos poner nuestra
mirada fija en Cristo y rendir nuestra voluntad a él. Y así como con Daniel, ser valientes no importando
la situación y Dios nos recompensará el día en que seamos llamados a su presencia.

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