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Indice / Summary

DOSSIER

Imágenes de mujeres de la Prehistoria: desde las manifestaciones de la


identidad femenina en el pasado a los estereotipos actuales.
Coordina: Margarita Sánchez Romero
Images of women in Prehistory: from the manifesrarions of female identity
in the past to present stereotypes

Margarita Sánchez Romero: Cuerpos de mujeres: la construcción de la


identidad y su manifestación durante la Edad del Bronce ............... 5-29
Women’s bodies: the construction of identity and its manifestation during
Bronze Age

M.ª Elena Díez Jorge: Mujeres, arte y prehistoria: aportaciones desde


la Historia del Arte ........................................................................... 31-56
Women, art and prehistory: contributions from the History of Art

Almudena Hernando Gonzalo, Gustavo Politis, Alfredo González Ruibal


y Elizabeth Beserra Coelho: Género y poder entre los awá (Maranhão,
Brasil). Utilidad de la etnoarqueología para una reflexión sobre las
representaciones del pasado .............................................................. 57-90
Gender and power among the Awa (Maranhão, Brasil). The use of ethnoar-
chaeology for a consideration about past representation

Paloma González Marcén: La otra prehistoria: creación de imáge-


nes en la literatura científica y divulgativa ...................................... 91-109
The other prehistory: creation of images in scientific and divulgative lite-
rature

ESTUDIOS

Joana Zaragoza Gras: La fascinación por Pandora: El mito en el cine .. 113-125


The fascination with Pandora: The myth in film

Carolina Barry: Eva Perón y la inclusión política de las mujeres .......... 127-149
Eva Perón and women´s political inclusion

Vicenta Verdugo Martí: Franquismo y represión penitenciaria femenina:


las presas de Franco en Valencia ...................................................... 151-176
The Franco regime´s female prisons repression: the women imprisoned in
Valencia
TEXTOS Y DOCUMENTOS

Begoña Soler Mayo: De la investigación a la difusión: el museo como


vehículo de mediación ....................................................................... 179-194
From research to diffusion: the museum as a vehicle for mediation

NOTICIAS ................................................................................................ 197-203


dossier

Imágenes de mujeres de la Prehistoria: desde las manifestaciones de la


identidad femenina en el pasado a los estereotipos actuales.
Images of women in Prehistory: from the manifesrarions of female identity
in the past to present stereotypes.

Coordina: Margarita Sánchez Romero


Cuerpos de mujeres: la construcción de la
identidad y su manifestación durante la Edad
del Bronce
Women’s bodies: the construction of identity and its manifestation during
Bronze Age

Margarita Sánchez Romero


Universidad de Granada.

Recibido el 4 de mayo de 2009.


Aceptado el 22 de mayo de 2009.
BIBLID [1134-6396(2008)15:1; 5-29]

RESUMEN

La denominada “arqueología del cuerpo” ha puesto de manifiesto la relevancia que tiene


el estudio del cuerpo para reflejar las experiencias vividas por las personas en el pasado.
Para ello se ha servido en su desarrollo teórico y metodológico de ideas procedentes tanto
de la fenomenología como de la teoría feminista. Nuestro objetivo en este trabajo es el
análisis de los cuerpos de las mujeres enterradas en el asentamiento argárico del Cerro de
la Encina (Monachil, Granada) para intentar observar a través de la cultura material cómo
estas mujeres han experimentado el mundo a lo largo de sus vidas.
Palabras clave: Arqueología. Mujeres. Cuerpo. Fenomenología. Cultura material. Corpori-
zación.

ABSTRACT

The so-called “Archaeology of the body” has shown the relevance of the study of the
body as a site of lived experiences. In this sense, it has aligned with the phenomenology and
with feminist theory. Our main goal in this text is the analysis of women’s bodies buried in
the archaeological site of Cerro de la Encina (Monachil, Granada) in order to understand
how they experience the world through their lives.
Key words: Archaeology. Women. Body. Phenomenology. Material culture. Embodiment.

SUMARIO

1.—Introducción. 2.—La fenomenología y su influencia en la Arqueología del cuerpo.


3.—La microhistoria como estrategia de análisis histórico. 4.—Caso de estudio: cuerpos de

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mujeres en la Cultura de El Argar. La necrópolis del yacimiento del Cerro de la Encina


(Monachil, Granada). 5.—Cuerpos de mujeres: la construcción de la identidad y su mani-
festación durante la Edad del Bronce. 6.—Bibliografía.

1.—Introducción

En los últimos años la denominada “Arqueología del cuerpo” ha puesto


de manifiesto la relevancia que tiene el estudio del cuerpo de los individuos
del pasado para reflejar las experiencias vividas y las relaciones con el mundo
que les rodean. De este modo, a través del estudio de los restos óseos y del
análisis de la cultura material y de sus contextos podemos conocer aspectos
relacionados con la alimentación, el estado de salud, la esperanza de vida, el
esfuerzo físico realizado, las actividades desarrolladas o las manifestaciones
materiales de las identidades de género, edad o estatus social. La arqueología
del cuerpo se ha servido para su desarrollo teórico y metodológico tanto de
la perspectiva fenomenológica como de la teoría feminista ya que mientras
la primera tiene que ver con la experiencia humana del mundo y con las
relaciones que se establecen con otras personas y con cosas (GONZÁLEZ
RUIBAL, 2006), la teoría feminista en arqueología ha utilizado la existencia
material de esas relaciones para reivindicar la posición de las mujeres y
volver a narrar esas sociedades desde otra perspectiva. La raíz de este inte-
rés se encuentra en las críticas posprocesuales en arqueología que proponen
una mayor atención a los elementos relacionados con las personas como
agentes activos en las sociedades del pasado y a aspectos de la identidad
como el género, íntimamente relacionado con el estudio arqueológico del
cuerpo (BRUMFIEL, 1992). En este artículo, nuestro interés se centrará en
la búsqueda de las formas de construcción de la identidad, no en el sentido
de acceder a conciencias individuales de personas concretas, no se trata de
encontrar momentos históricos específicos en los que podamos localizar a
personas “reales”, sino en conocer cómo las identidades de género, edad,
estatus social, etnicidad se construyen, manifiestan y negocian a través de
la cultura material que encontramos en el registro arqueológico (MESKELL,
2000, 20).

2.—La fenomenología y su influencia en la Arqueología del cuerpo

Bajo la influencia de las aproximaciones fenomenológicas la, hasta


ahora predominante, perspectiva semiótica del cuerpo en arqueología está
siendo reemplazada por el análisis de las producciones y experiencias de
los seres humanos en el pasado a través del estudio combinado de los restos
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materiales de las actividades realizadas, de las representaciones y de las


consecuencias que dejan en los cuerpos las actividades, las actitudes y las
prácticas de consumo (JOYCE, 2005).
La fenomenología no tiene un enfoque unívoco, sus principales propo-
nentes, Heidegger, Husserl o Merleau-Ponty presentan matices diferentes en
su desarrollo, sin embargo es posible concretar una caracterización amplia
de la misma que todos comparten. La fenomenología es un método de
investigación filosófica que resulta en una revisión ontológica radical de
dualismo cartesiano, de la separación neta entre mente y cuerpo y la creen-
cia de la superioridad de la primera sobre la segunda. Esta falsa dicotomía
ha tenido serias implicaciones en las reconstrucciones que hacemos de los
individuos en el pasado arqueológico y, de manera más evidente, para el
pensamiento feminista y su intento de retar el androcentrismo inherente en
los modos de pensamiento occidental (HOWARTH, 1998; MESKELL, 2000).
La arqueología desarrollada desde una tradición occidental ha separado
la mente, el lugar no material de la identidad, del cuerpo y ha entendido
tradicionalmente que estaba limitada a considerar el cuerpo sólo como un
objeto de acción social. Por el contrario la aproximación fenomenológica
adoptada por la arqueología intenta ofrecer una perspectiva del cuerpo como
el instrumento a través del cual toda la información y todo el conocimiento
de las sociedades se genera y se transmite (JOYCE, 2005, 152). La tesis
fundamental de la fenomenología es que sujetos (personas) y objetos están
esencialmente interrelacionados y por tanto la descripción adecuada de las
personas y los objetos es esencial para entender unas y otros. La descripción
de las características y la observación de las personas nos harán comprender
mejor las acciones y los comportamientos que realizan y la descripción y
análisis de los objetos hará que entendamos el significado que éstos tienen
para los seres humanos (HOWARTH, 1998).
Los estudios fenomenológicos en arqueología han tenido bastante re-
percusión, en parte porque se refieren a la cualidad variable de la expe-
riencia humana y tienen que ver con el individuo, el cuerpo, la identidad
y la agencia, conceptos que son relevantes y encajan bien con las ideas
de individualidad en la sociedad moderna (BRUMFIEL, 2006, 36), pero
también, y sobre todo, por la importancia dada al cuerpo y a la relación
de los sujetos con los objetos, a la materialidad como el marco a través
del cual la gente comunica su identidad; sin esas expresiones materiales,
las relaciones sociales tienen poco realidad sustantiva porque los objetos
no sólo nos hablan de una serie de acciones humanas sino que son partes
integrales de esas acciones (GOSDEN y MARSHALL, 2000).
El interés fundamental de la fenomenología es observar cómo el ser hu-
mano se halla involucrado en el mundo, por tanto puede ser un instrumento
válido para acceder a hechos concretos de las sociedades humanas en el
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pasado, que es precisamente lo que persigue la arqueología. A través de la


cultura material podemos tener acceso al tiempo, al espacio, a los cuerpos
y a los objetos, los cuatro conceptos básicos en arqueología y también a la
materialidad, es decir, a la indisoluble, estrecha y compleja relación entre
personas y objetos (GONZÁLEZ RUIBAL, 2006, 236-237). Sólo desde una
perspectiva fenomenológica, el pasado puede ser entendido e interpretado
desde una escala humana intensa y permite, además, nuevas percepciones
de las sociedades pasadas (TILLEY, 2004).
Consideramos por tanto que el cuerpo no es un simple objeto que deba
ser estudiado en relación a la cultura, sino que debe ser entendido como
sujeto de la cultura, en otras palabras, como el ámbito existencial de la
cultura. El concepto de “embodiment” ha sido adaptado a la antropología,
la etnografía y a la arqueología como una forma de tratar el cuerpo como
auténtico campo para la cultura, ya que la existencia de los seres humanos
no es separable del cuerpo con el que experimentamos la vida. Partiendo
de las ideas de Bourdieu y de Merleu-Ponty, Csordas ha definido el “ser”
no como una substancia o una entidad, sino como la capacidad de encajar
y estar orientado en el mundo, caracterizada por el esfuerzo y la reflexión
(GEURT, 2002, 233; CSORDAS, 1994).
El “embodiment” o “corporización” 1 es por tanto un paradigma, una
aproximación metodológica bien fundada que pretende el analizar de nuevo
los datos existentes y sugerir nuevas cuestiones para la investigación. Como
hemos señalado, Csordas distingue entre el cuerpo como entidad material y
biológica y la corporización como un campo metodológico definido por la
experiencia perceptiva y un modo de estar en y de incardinarse con el mun-
do. Al referirnos aquí a esta corporización como un elemento metodológico
queremos decir que éste es el espacio en el que haremos las preguntas y
donde centraremos nuestro proceso de investigación intentando aprehender
las experiencias vividas en el cuerpo a través de los objetos materiales y de
los restos óseos para poder caracterizar las identidades femeninas (GEURT,
2002, 233; CSORDAS, 1994).
Nuestra primera pregunta se referirá a cómo comprender los aspectos
corporizados de la vida social, tan menudo implícitos, desde el punto de
vista de un observador externo. Vamos a analizar la idea de cuerpo y de
percepción de dos de los valedores de la fenomenología, Merleau-Ponty
y Bourdieu, y sus implicaciones para el análisis del cuerpo en el registro
arqueológico.

1. A partir de aquí utilizaremos el concepto de corporización para referirnos al de


“embodiment”, respecto a la traducción del término inglés al castellano hay establecido un
amplio debate (ESTEBAN, 2004, 22)

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El concepto de cuerpo de Merleau-Ponty supone la superación del dua-


lismo cartesiano que separaba mente y cuerpo, Merleau-Ponty se refiere a
la corporización desde la problemática de la percepción, poniendo el énfasis
en el proceso de percepción más que en el objeto percibido. El cuerpo es
nuestra forma de ubicarnos en el mundo, supone la capacidad de habitar
todos los ecosistemas del planeta y, por tanto, la conciencia de ser no es
otra cosa que el cuerpo exponiéndose ante el mundo; como hemos dicho
Merleau-Ponty pone el énfasis en el proceso de percepción, es decir en el
cuerpo que percibe, de manera que siempre podemos ver más allá del propio
objeto observado, así nuestro cuerpo media toda relación que establezcamos
con el mundo (MERLEAU-PONTY, 1975). La construcción de la identidad
y las formas de representar la misma en las sociedades prehistóricas vienen
dadas tanto por la percepción que tenían de sí mismos y de las estrategias
materiales que utilizaban para expresarla, como por el proceso de percepción
que se exigía a los demás miembros del grupo o de otros grupos externos.
Es por tanto necesario que las personas desplieguen de toda una serie de
estrategias externas y relacionadas con el cuerpo para que puedan ser iden-
tificadas dentro de los parámetros y los códigos sociales de cada grupo. Así
la participación del cuerpo, no sólo como elemento percibido sino como
sujeto que percibe, es de fundamental importancia para la explicación de
los seres humanos del pasado.
Por su parte Bourdieu situó la corporización en el discurso antropológico
de la práctica, es decir, el cuerpo es el principio generador y unificador
de todas las prácticas sociales, y la conciencia es una forma de respuesta
estratégica, mezclada con un sistema de objetivos potenciales (CSORDAS,
1990). A esta idea corresponde la noción de Bourdieu de habitus que con-
cibe el cuerpo socialmente informado como constituido en y constitutivo
de prácticas sociales en la vida diaria. La noción de Bourdieu de habitus
en relación a las prácticas sociales ofrece una de las pocas aproximaciones
no-idealistas ya que vincula la constitución de agente social corporizado
con su inmersión sensorial en medioambientes distintos, a su implicación
activa en la inercia de prácticas regulares y mundanas y a sus condiciones
materiales de existencia. Pero al mismo tiempo el modelo de Bourdieau no
se queda en un materialismo estricto ya que exige relacionar la materialidad
de las prácticas con esquemas simbólicos de percepción que están asociadas
a estas, es decir pensar sobre lo material y lo ideal, sobre el cuerpo y la
mente en una compleja e indisoluble relación (BUCHHOTZ, 2006, 487).
La categoría de habitus, cumple así un importante papel en nuestra argu-
mentación, ya que nos permite comprender como la experiencia corporal
de los individuos, que hemos descrito con Merleau-Ponty, se constituye
culturalmente a través de patrones regulares de uso y representación cor-
poral adquiridos a través de las interacciones sociales vividas a lo largo de
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las vidas de los individuos dentro de una posición específica en el espacio


socio-cultural (CITRO, 1997).
Pero además, para Bourdieu esas prácticas, ese sistema inseparable de
estructuras cognitivas y evaluativas que organizan nuestra visión del mun-
do, no están regidas por la aleatoriedad sino que tienen como principio el
cuerpo socialmente construido con sus gustos y sus repulsiones, con sus
sentidos, no sólo los sensoriales sino otros como el sentido del deber, de la
realidad, de la belleza, de lo sagrado, de la responsabilidad, de la propiedad,
del humor, de la moral, etc. (BOURDIEU, 1977, 124).
En este sentido, la arqueología debe aproximarse al análisis de la corpo-
rización para explorar cómo la experiencia corporal puede ser utilizada para
eliminar diferentes elementos como el aura natural e inmutable de los roles
de género y de las identidades (BRUMFIEL, 2006, 36). Cuando hablamos de
la arqueología relacionada con el cuerpo debemos observar su tratamiento,
es decir, cómo nos vestimos, nos peinamos, nos adornamos, etc. ya que
es nuestra particular forma de exponernos frente a los demás; esta forma
de manifestación requiere la participación de los distintos sentidos, el más
obvio es sin duda la vista, pero también podemos inferir la participación
de otros sentidos en el proceso de presentación por ejemplo el olfato, a
través de la utilización de plantas aromáticas y perfumes (BELGIORNO,
2006), el del oído con el uso de determinados elementos sonoros insertados
en el vestido o el tacto con la utilización de determinados tejidos o mate-
rias primas. Todos estas percepciones forman parte tanto del cuerpo como
de la mente y por ello se consideran formas naturales de actuar, pero en
realidad son adquiridos y aprendidos a muy temprana edad; para ello hay
que tener en cuenta un proceso doble, por un lado que el orden sensorial
es corporizado y ésta es una de las razones por las que los miembros de
un grupo cultural lo encuentran tan “natural”, pero por otra parte también
contiene categorías culturales (GEURT, 2002, 231).
A partir del registro arqueológico se puede intentar entender cómo las
identidades se manifiestan a través de vestimentas específicas, adornos y
prácticas relacionadas con la modificación del cuerpo (GILCHCRIST, 1999;
SOFAER, 2000). Los cuerpos y los objetos se usan como metáforas en el
proceso de comprensión e interpretación del mundo. Gracias a las metá-
foras, podemos conectar objetos y acciones, las metáforas se usan porque
hay un vacío entre el mundo de las palabras y el mundo de los objetos.
Por tanto, entender las metáforas forma parte del proceso de adquisición
del conocimiento cultural (TILLEY, 1999, 8).
Desde un punto de vista puramente empírico, es obvio que muchos de
los datos arqueológicos de los que disponemos están íntimamente ligados al
cuerpo, no sólo por la disposición de los mismos en el contexto funerario,
sino también a través de la representación de cuerpos (SOFAER, 2000;
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STOODART, 2006, 5). Es indudable que el registro funerario supone un


escenario muy adecuado para analizar los cuerpos del pasado, no sólo por
lo que tienen de cultura material, sino porque también implican la realiza-
ción de una “performance” entendida como evento en el que un grupo de
personas actúan de una forma particular delante de otras que pueden estar
implicadas a diversas escalas. En este contexto, debemos considerar no sólo
la asociación de artefactos particulares con los cuerpos, sino también otros
elementos tales como la morfología de los artefactos que pueden formar
parte asimismo de la exhibición; por ejemplo, la construcción social de los
ciclos de vida relativos al género puede ser trazada desde el nivel de lo
individual, porque los objetos son utilizados para crear significados sobre la
biografía de mujeres, hombres e individuos infantiles. Esto sucede no sólo
por la íntima asociación entre el artefacto y el cuerpo, sino también por
las transformaciones del sexo biológico y la edad fisiológica en fenómenos
culturales llenos de significado. Los objetos median en unas relaciones
contextualmente específicas entre la biología y la cultura y actúan como
vínculos entre la gente y la sociedad (SÁNCHEZ ROMERO, 2008a).
Pero además, estas cuestiones para ser percibidas deben ser reafirmadas
a través de acciones y objetos, es decir, a través de un conjunto de prácti-
cas de manera que se sustente un sistema de creencias o una cosmovisión
generada por una situación política, social y económica determinada. Es
innegable que dentro del ritual funerario el protagonista es el cuerpo o
mejor dicho, la corporización. Por tanto, la asociación entre cuerpos y
objetos en el registro funerario puede ser uno de los mejores instrumentos
para comprender las relaciones de género y cómo las sociedades crean,
manipulan y cambian esta identidad a través del tiempo. El cuerpo es una
pieza fundamental para el estudio del género que se manifiesta a través de
elaboraciones y transformaciones físicas en los cuerpos vivos y muertos y
que pueden ser reversibles o permanentes (SÁNCHEZ ROMERO, 2008a).
Es un hecho que el género es una construcción cultural que implica
prácticas sociales que tienen que ver directamente con el cuerpo. Obviamen-
te la visión y la concepción moderna acerca de lo que el cuerpo significa
probablemente difiere mucho de la concepción prehistórica debido sobre
todo a conceptos como el de individualización a partir de la Modernidad
(HERNANDO, 2001), pero el tratamiento del cuerpo ha sido usado durante
largo tiempo como forma de manifestar identidades a través del tiempo
(BLOM, 2005; JOYCE, 2005; SCHILDKROUT, 2004). Los cuerpos no son
sólo entidades materiales sino también representacionales y pueden actuar
en ambos sentidos como contenedores de la construcción social de género y
como vehículo para manifestar esa identidad (PROUT, 1999, 4-5). El debate
de la corporización como proceso cultural sale a la luz de manera evidente
en momentos cruciales del ciclo vital, al cuerpo se le otorgan valores sim-
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bólicos y morales, sus transformaciones son paradigmáticas de transiciones


morales y cada uno de estos momentos requiere que revisemos y atendemos
a nuestro cuerpo o al de otros de forma apropiada y especial.
Este proceso de corporización del género y la edad puede ser observado
a través de la modificación de los huesos, o a través del uso del vestido,
el peinado y los objetos ornamentales y los diferentes niveles de construc-
ción, combinación y composición corporal (SORENSEN, 1997, 98; JOYCE,
2005). Estas prácticas generan códigos que pueden ser leídos por el resto
del grupo social para transmitir categorías sociales, identidades o cambios
en el estatus; la apariencia es una experiencia visual directa (SORENSEN,
1997, 93) y esta habilidad para comunicar sin contacto verbal es muy útil
para la arqueología (SÁNCHEZ ROMERO, 2008a).

3.—La microhistoria como estrategia de análisis histórico

Una vez definida nuestra forma de aproximación y percepción a los


cuerpos humanos en el pasado debemos explicitar cual es la escala de nuestro
análisis, una escala que nos permita gestionar la información parcial que
tenemos para llegar a conclusiones que puedan ser contrastadas en otros
momentos y culturas.
Una de las estrategias de aproximación más válidas puede ser la mi-
crohistoria; la percepción de la significación de la pequeña escala, de las
experiencias locales o personales y el reconocimiento de que los estudios a
pequeña escala pueden ser extendidos y aportar determinadas cuestiones a
generalizaciones a través de la iluminación sobre las diversidades y parti-
cularidades personales o locales (SERNA y PONS, 2000, 239). Este método
puede ser tan ambicioso en su aproximación teórica y metodológica como
la historia general. Si consideramos el diferente rango de aproximaciones
y de significados del género en varios momentos y en varios escenarios,
más que oscurecer la visión total, la microhistoria permite comprender su
complejidad y riqueza (RHODES, 2000). La reducción de la escala supone
además la propuesta de nuevos temas, poniendo en práctica nuevos méto-
dos centrados en el individuo y proporcionando explicaciones cualitativas
(SERNA y PONS, 2000:240).
La microhistoria tiene como meta principal la de buscar una descrip-
ción más realista del comportamiento humano. A través de los casos de
estudio concretos se intenta hacer la reducción de la escala de observación
y al estudio intensivo del material documental, en nuestro caso el regis-
tro arqueológico. La metáfora del microscopio es muy útil para explicar
el procedimiento, ya que cuando un científico aplica una lente aumenta
la visión de lo que era imperceptible y sin embargo central para la vida
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orgánica; del mismo modo el microscopio del historiador agranda objetos


que tradicionalmente no habrían sido observados permitiendo así una escala
más intensa (SERNA y PONS, 2000).
La pregunta sería por tanto cómo se pueden estudiar o describir sistemas de
grandes dimensiones sin perder de vista la situación real de la gente, la cotidianei-
dad de las poblaciones, o al contrario cómo describir las acciones y prácticas de
una persona sin describir la realidad global que las limita (LEVI, 1981), al insertar
cada uno de los objetos en un contexto, la microhistoria soluciona este problema
al entender que las situaciones locales no son sólo el reflejo de las más generales,
sino que pueden presentar desviaciones que contradigan y a su vez expliquen
comportamientos generales. Tres son los rasgos distintivos de la microhistoria, la
consciencia explícita de la construcción del objeto, es decir, lo que vemos es el
resultado de la elaboración del observador a partir de sus instrumentos congnosci-
tivos; el segundo rasgo distintivo es el de la dimensión experimental del trabajo
microhistórico ya que obliga al historiador o historiadora a tomar conciencia de
las condiciones de observación. El último aspecto es la atención expresa que la
microhistoria prestaría a las formas argumentativas, a los modos de enunciación
y a las metáforas que emplean cuando escriben. Construcción, observación y
argumentación son los tres ingredientes característicos de esta práctica, o mejor
dicho, la consciencia de esos tres procesos (REVEL, 1989; SERNA y PONS, 2000,
256). La arqueología está especialmente preparada para acometer estos procesos ya
que nos permite trabajar con la cultura material, cuerpo y objetos se usan como
metáforas en el proceso de comprensión e interpretación del mundo y así podemos
conectar objetos, hechos y acciones. Nuestra disciplina es útil porque se basa en
la materialidad de la experiencia humana, enfatiza la repetición de las acciones
en el tiempo como forma de reconocer prácticas culturalmente comprensibles y es
consciente del vacío existente entre la materialidad de los restos del pasado y las
interpretaciones que esos restos ayudan a elaborar (TILLEY, 1999).

4.—Caso de estudio: cuerpos de mujeres en la Cultura de El Argar. La necró-


polis del yacimiento del Cerro de la Encina (Monachil, Granada)

Nuestro caso de estudio se refiere a los cuerpos de distintas mujeres


procedentes del yacimiento arqueológico del Cerro de la Encina (Monachil,
Granada) perteneciente a la denominada Cultura del Argar que se desarrolló
en el sudeste de la Península Ibérica durante el segundo milenio a.n.e. Como
características generales de esta cultura debemos señalar que sus patrones
se asentamiento se caracterizaban por un alto nivel de jerarquización, con
yacimientos localizados en lugares centrales que controlan territorios, re-
cursos y poblaciones específicas. Los poblados se encuentran situados en
laderas y en muchos casos asociados a fortificaciones. Durante el periodo
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argárico, el ritual funerario era el de inhumaciones individuales (aunque


a veces las encontramos en doble o triples) dentro del área de habitación,
normalmente bajo los suelos de las casas. Los ajuares funerarios varían en
gran número, variedad y calidad y tales variaciones han sido interpretadas
en términos de acceso diferencial a la riqueza en una sociedad fuertemente
estratificada (MOLINA, 1983; ARANDA y MOLINA 2006; ARANDA et
al., 2008).
Vamos a continuación a describir las circunstancias materiales y espacia-
les de diez mujeres enterradas en este asentamiento examinando cuestiones
como: la forma y orientación de la deposición, el número de personas ente-
rradas, la calidad, cantidad y cualidad de los ajuares, el estado de salud o los
marcadores de esfuerzo físico. La muestra que presentamos está compuesta
por aquellas sepulturas excavadas en el Cerro de la Encina que contienen
mujeres y que poseen las garantías de conservación y la aplicación de una
metodología arqueológica que nos permitan el acceso a la información que
precisamos. Son nueve sepulturas que contienen diez mujeres.
La sepultura número 6 contiene un enterramiento doble pertenecien-
te a una mujer de unos 30 años, en posición de decúbito lateral derecho
con las piernas flexionadas entre cuyos brazos figura un sujeto infantil,
de alrededor de cuatro años, en decúbito lateral izquierdo con las piernas
también flexionadas. Las cabezas están situadas cara a cara. Una enferme-
dad infecto-contagiosa resulta la causa de muerte más probable. Su ajuar
funerario estaba compuesto de un punzón de cobre y tres vasijas cerámicas
(TORRE y SÁEZ, 1975; AL-OUMAOUI y JIMÉNEZ, 2005; ARANDA y
MOLINA, 2006) (Fig. 1).
La sepultura 10 contiene tres individuos, una mujer que aparece enterrada
junto a un individuo adulto masculino mayor de 20 años y un infantil de unos
3 años. Es un enterramiento mal conservado y muy revuelto por lo que no
podemos saber la posición en la que se encontraba y la simultaneidad en el
tiempo o no de la deposición de los cuerpos. Tiene un ajuar muy abundante,
12 piezas cerámicas, un punzón de cobre, un cuchillo también de cobre y
varios elementos de adorno dos brazaletes de cobre, un brazalete de plata,
tres aretes de cobre y uno más de plata. Esa misma mala conservación de
los huesos no ha permitido extraer conclusiones acerca del estado de salud
o la actividad física realizada por esta mujer (AL-OUMAOUI y JIMÉNEZ,
2005; ARANDA y MOLINA, 2006) (Fig 2).
La sepultura 11 es un enterramiento doble en una tumba violada desde
antiguo con la cubierta parcialmente hundida con lo que, como en el caso
anterior, los restos humanos se hallaron desarticulados y muy fragmenta-
dos. En ella encontramos una mujer de unos 20-25 años con un desarrollo
muscular débil, junto a ella fue enterrado un individuo masculino de más
de 40 años. En cuanto al ajuar, volvemos a encontrar un punzón metálico
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CUERPOS DE MUJERES: LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD Y SU... 15

Fig. 1. Sepultura número 6. Cerro de la Encina (Monachil, Granada). Fuente: Departamento


de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada.

y otro en hueso, una vasija cerámica, un brazalete de plata y una cuenta


de collar en piedra (AL-OUMAOUI y JIMÉNEZ, 2005; ARANDA y MO-
LINA, 2006).
La mujer enterrada en la sepultura 13 tendría entre 50 y 65 años de
edad. Es un enterramiento individual, depositado en decúbito lateral derecho
con piernas y brazos flexionados y las manos situadas ante el cuello. Su
aspecto es grácil, sin huellas de estrés músculo-esquelético, y presenta caries
en uno de sus molares y la pérdida ante mortem de los cuatro premolares
inferiores. En su ajuar funerario podemos encontrar un cuchillo de cobre muy
desgastado, un punzón de cobre, una cuenta de hueso, dos vasijas cerámi-
cas y una ofrenda cárnica (AL-OUMAOUI y JIMÉNEZ, 2005; ARANDA
y MOLINA, 2006) (Fig. 3).
La sepultura número 14 contiene un enterramiento doble, la mujer enter-
rada tendría una edad de unos 40 y 50 años y fue depositada en decúbito
lateral derecho. Posee un desarrollo muscular mediano con entesofitos en
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16 MARGARITA SÁNCHEZ ROMERO

Fig. 2. Sepultura número 10. Cerro de la Encina (Monachil, Granada). Fuente: Departamento
de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada.

Fig. 3. Sepultura número 13. Cerro de la Encina (Monachil, Granada). Fuente: Departamento
de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada.

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CUERPOS DE MUJERES: LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD Y SU... 17

las inserciones del pectoral y el bíceps y algunas lesiones que corresponden


a procesos degenerativos articulares, como es normal en individuos que han
practicado actividades físicas muy intensas; también se han detectado señales
de artrosis en las manos de esta mujer. Estaba enterrada junto a un hombre
de unos 40 años de edad con unas características físicas muy determinadas,
presenta una fractura sin consolidar completamente del tercio medio de los
huesos que provocó una considerable deformación externa de la nariz, este
tipo de fracturas se producen como consecuencia de impactos directos de-
bidos o bien a una agresión intencional o una caída en decúbito prono sin
apoyo de las manos. Además este individuo tenía una fractura consolidada
de la 6ª a 8ª costillas derechas. No se puede afirmar que las dos lesiones
mencionadas fuesen contemporáneas. Al igual que la anterior pudo deberse
a una caída muy fuerte sobre el costado derecho o por una agresión inten-
cional, lo que podemos afirmar con seguridad es que ambas precisaron de
cuidados. Por otra parte, la columna vertebral de este individuo masculino
muestra varias lesiones degenerativas atribuidas a la artrosis, cuya presencia
a una edad relativamente temprana unida al fuerte desarrollo muscular que
presenta este individuo refuerza la hipótesis de la práctica de una actividad
física muy intensa. Su ajuar es el más escaso de todos los mencionados
aquí posee una vasija cerámica y una ofrenda cárnica de ovicáprido (AL-
OUMAOUI y JIMÉNEZ, 2005; ARANDA y MOLINA, 2006).
En la sepultura número 16, volvemos a encontrar a dos individuos,
uno femenino de entre 50 y 60 años y otro masculino de unos 40 años. La
mujer estaba enterrada en decúbito lateral derecho. Se ha documentado un
fuerte desgaste de los molares y un desarrollo muscular de mediano a débil
y se ha determinado que tuvo hijos. A lo largo de su infancia adolescencia
sufrió probablemente algún momento de carencias nutricionales ya que aparece
hipoplasia del esmalte en los caninos. No tiene ajuar. (AL-OUMAOUI y JIMÉNEZ,
2005; ARANDA y MOLINA, 2006).
En el interior de la covacha de la sepultura 18 se documentó la inhu-
mación de tres individuos, dos de ellos encontraban completamente desar-
ticulados y arrinconados en el fondo de la misma por lo que no podemos
saber cómo fueron depositados sus cuerpos. Son dos individuos femeninos
con edades comprendidas entre los 25-35 años la primera y entre 40-44
años la segunda. Ambas mujeres presentan un desarrollo muscular débil y
no muestran señales de lesiones ni patologías de ningún tipo. El fragmento
del hueso coxal de la mujer de 40-44 años posee unas características que
permiten plantear que tuvo varios hijos. En cuanto al ajuar se han docu-
mentado cuatro vasijas cerámicas y un hacha de cobre que no pueden ser
asociados de forma clara a ninguna de las tres inhumaciones, el individuo
masculino tiene un brazalete de plata en su antebrazo. Además aparecen
otros cuatro elementos revueltos con los restos óseos desarticulados, con lo
ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 5-29
18 MARGARITA SÁNCHEZ ROMERO

que muy posiblemente pertenecieron a una o a las dos mujeres que ocupa-
ron la sepultura con anterioridad al individuo masculino. Estos elementos
de ajuar son un puñal de cobre, un punzón también de cobre, un vasito de
cerámica y un húmero de bóvido correspondiente a una ofrenda cárnica.
Finalmente se documentó una cuenta de collar o colgante realizada en
piedra que pudo corresponder al ajuar de cualquiera de los tres individuos
(ARANDA et al., 2008).
La sepultura 20 contiene los restos de cuatro individuos completamente
desarticulados, uno adulto masculino con una edad de muerte entre 30-35
años, un individuo infantil de alrededor de 3 años, otro sujeto infantil de
unos 9 años y una mujer de edad superior a 20 años. Esta mujer muestra
huesos muy robustos de dimensiones medianas o grandes con un inten-
so desarrollo muscular de los miembros superiores y manos, y débil de
los miembros inferiores. La presencia de cribra orbitalia en el cráneo
y la documentación de hiperostosis porótica se consideran síntomas de
anemias ferropénicas por mala absorción del hierro en el intestino mo-
tivada por la presencia de parásitos intestinales o diarreas. Durante el
transcurso de su vida perdió hasta siete piezas dentales, entre ellas los
molares inferiores derechos lo que la obligaría a masticar por el lado
opuesto y ello produciría el fuerte desgaste de otras piezas y la erosión
por sobreesfuerzo de la mandíbula. Por otra parte en el fémur derecho se
documenta una posible lesión de los ligamentos cruzados de la rodilla y
la rótula del mismo lado muestra señales correspondientes al inicio de una
artrosis de rodilla. En lo que respecta al ajuar, aparece un brazalete de
plata asociado al individuo de 9 años; junto a este, aunque sin conexión
con ningún individuo, se documentaron tres anillos/pendientes de plata.
El ajuar metálico aparece completado con un punzón de cobre, el ajuar
cerámico está formado por cinco vasijas y se ha documentado también
una cuenta de collar o colgante de color verdoso realizada en piedra pulida
(ARANDA et al., 2008).
Para finalizar, la sepultura 21 presenta unas características excepcionales
debido a su monumentalidad, consiste en una gran fosa abierta en la roca
que contenía la inhumación de dos individuos situados parcialmente sobre
diversas lajas de piedra dispuestas horizontalmente a modo de suelo. Ambas
inhumaciones aparecieron perfectamente articuladas, en posición flexiona-
da y parcialmente superpuestas ya que los pies de uno de los individuos
aparecen bajo el cuerpo del segundo. El primero de los individuos en ser
enterrado es un varón de edad adulta de 22-24 años junto a él aparece una
mujer de unos 16-17 años de edad con posición decúbito lateral derecho muy
flexionado. Como curiosa característica se ha documentado en la escápula
izquierda la presencia de restos de pigmento de color rojo, hecho que se
ha relacionado con las coloraciones de las vestimentas. La mujer presenta
ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 5-29
CUERPOS DE MUJERES: LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD Y SU... 19

Fig. 4. Individuo femenino de la sepultura número 20. Cerro de la Encina (Monachil,


Granada). Fuente: Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada.

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 5-29


20 MARGARITA SÁNCHEZ ROMERO

huesos de medianas dimensiones y desarrollo muscular muy débil, y no se


observan evidencias de lesiones o patologías. El enterramiento conjunto de
estos dos individuos sugiere que la causa más probable de muerte fue una
enfermedad infecciosa (ARANDA et al., 2008).
Aunque encontramos diversos objetos de ajuar que pueden ser asignados
a cualquiera de los dos individuos tales como siete vasijas de muy diverso
tipo y tres ofrendas cárnicas, hay algunos objetos que como hemos dicho
pueden relacionarse directamente con los individuos al aparecer ligados a
sus cuerpos. En el caso de del enterramiento femenino, y asociado al radio-
cúbito izquierdo a la altura de la muñeca, se documentaron dos pulseras de
cobre un abierta con doble espiral y otra cerrada. En el radio-cúbito del brazo
derecho presentaba también dos brazaletes, el primero realizado en plata y
otro abierto, de una sola vuelta, realizado en cobre. En el dedo corazón de
la mano izquierda presentaba un anillo de doble espiral y realizado en plata.
Junto al humero izquierdo y sobre varias costillas aparecieron restos muy
fragmentados de dos posibles aretes de cobre de sección circular. Asociado
a la mano derecha de este individuo femenino apareció igualmente un pun-
zón de cobre y bajo la base del cráneo y junto a las vértebras cervicales se
documentó un posible coletero consistente en una lámina de plata de sección
circular dispuesta en espiral hasta completar 10 vueltas. En la misma zona
relacionada con las cervicales aparecieron varias cuentas de collar, dos de
ellas realizadas a partir de un fino hilo de cobre. El resto de cuentas de
collar, en concreto 4, fueron realizadas en piedra pulida de color verdoso
(ARANDA et al., 2008) (Fig. 4).

5.—Cuerpos de mujeres: la construcción de la identidad y su manifestación


durante la Edad del Bronce

Como hemos comentado en la primera parte del trabajo, bajo la influencia


de las aproximaciones fenomenológicas en la arqueología contemporánea de
la corporización, la descripción de los cuerpos inertes está siendo substitui-
da por el análisis de la producción y la experiencia de cuerpos vividos en
los cuales superficie e interior no están separados (JOYCE, 2005, 152). Lo
que pretendemos hacer en esta última parte es analizar como los cuerpos
descritos en el apartado anterior nos están hablando de mujeres distintas
con experiencias distintas que se ven reflejadas en sus cuerpos. Experiencias
que en muchos casos son compartidas y que crean una identidad femenina
determinada con las matizaciones propias de la vida cotidiana de estas pobla-
ciones. Como hemos señalado anteriormente, a través de la cultura material
tenemos acceso al tiempo, al espacio, a los cuerpos y a los objetos, esos
cuatro conceptos básicos en arqueología que nos ofrecen la posibilidad, en
ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 5-29
CUERPOS DE MUJERES: LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD Y SU... 21

este caso particular, de hablar de la creación, uso y manifestación de las


distintas identidades.
El primer elemento que vamos a analizar es, por tanto, el uso del
espacio. Estas diez mujeres comparten en primer lugar el hecho de ser
enterradas, hemos de señalar que como en la mayoría de las sociedades
prehistóricas, en las poblaciones argáricas no todo el mundo es enterrado,
así que estas mujeres comparten una característica común que va más allá
del hecho de pertenecer o no a un determinado grupo social o tener una
edad específica. Una segunda característica importante se refiere a la po-
sición del cuerpo, es un hecho comprobado que las mujeres que conservan
la posición anatómica en las sepulturas 6, 13, 14, 16 y 21 están flexionadas
sobre su lado derecho, y es muy posible que la de la sepultura 20 también
lo esté, los cuerpos de las mujeres de las restantes tumbas (10, 11 y 18)
aparecen desarticulados por eventos posteriores a su deposición, por lo que
no podemos conocer su posición; éste parece ser un patrón muy repetido
en las necrópolis argáricas, por ejemplo en la necrópolis de Fuente Álamo
el 95% de las sepulturas femeninas fueron colocadas en decúbito lateral
derecho (SCHUBART, 2004).
Si consideramos el concepto de tiempo, veremos cómo sólo en dos
casos hemos podido constatar con toda seguridad que las deposiciones de
todos los cuerpos de una misma sepultura se hicieron a la vez, es el caso
de las sepulturas 6 y 21, el resto de las sepulturas fueron reabiertas en un
momento u otro de la ocupación del Cerro de la Encina para introducir a
otras mujeres, hombres e individuos infantiles, y eso nos permite hablar
del concepto de tiempo no sólo ya a pequeña escala, ya que el uso de un
espacio tan cotidiano como es el doméstico nos está vinculando las deposi-
ciones a la convivencia diaria, sino un tiempo a mayor escala en el que se
constata la importancia de la memoria colectiva sobre esas mujeres, hombres
o infantiles enterrados en primer lugar. La reapertura y en la mayoría de
ocasiones la reagrupación y amontonamiento de los huesos de los individuos
enterrados en primer lugar para acomodar a los nuevos y nuevas ocupantes,
podría sugerir que la disposición del cuerpo y su permanencia en ese es-
tado no es un elemento crucial que preocupe a estas poblaciones sino que
lo importante es el hecho de que están depositados y de que se compartan
determinados espacios (SØRENSEN y REBAY-SALISBURY, 2008).
Por tanto hemos de considerar también cómo las personas enterradas
comparten sus espacios, de las diez mujeres analizadas sólo una, la ocu-
pante de la sepultura número 13, está enterrada sola. Las demás mujeres
comparten el espacio con otros ocupantes, en cuatro casos (sepulturas 11,
14, 16 y 21) con un hombre adulto, en otro caso más (sepultura 6) con un
individuo infantil, dos de las mujeres (sepultura 18) aparecen enterradas
juntas con otro adulto masculino y, finalmente, otras dos (sepulturas 10
ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 5-29
22 MARGARITA SÁNCHEZ ROMERO

y 20) con un adulto masculino y uno y dos infantiles respectivamente. El


tamaño de la muestra y la variedad de tipos de enterramiento no permiten
llegar a ningún tipo de conclusión respecto a este hecho, como tampoco
lo podemos hacer si lo extendemos al conjunto de la cultura argárica en
la que la variedad es igualmente amplia aunque predominan las sepulturas
dobles y triples (ARANDA y MOLINA, 2006).
Como ya se ha mencionado, los objetos colocados en o junto al cuerpo
son cruciales para comprender la identidad social porque mantienen firme
el vínculo con la persona que pudo fabricarlos y/o usarlos en el pasado
(SÁNCHEZ ROMERO, 2008a). Para las sociedades argáricas hay un elemento
distintivo que aparece en tumbas ocupadas por mujeres y que ya ha sido
analizado en profundidad. Los punzones son el único objeto relacionado con
las actividades cotidianas que se encuentran en tumbas ocupadas por mujeres,
esta asociación se ha documentado desde el comienzo de la investigación
sobre esta cultura y su asociación perdura durante todo el periodo argárico
y es independiente de otras categorías sociales (SIRET y SIRET, 1890;
LULL et al., 2004; MONTÓN, 2007; ARANDA et al., 2009). En nuestro
caso de las nueve tumbas ocupadas por mujeres encontramos punzones en
siete de ellas (6, 10, 11, 13, 18, 20, 21), no aparecen en las sepulturas 14,
que tiene una ofrenda cárnica y una vasija como únicos elementos de ajuar,
ni en la sepultura 16, que no tiene ajuar.
Parte de estos ajuares forman también los elementos de adorno, el uso
de estos ornamentos tanto en la vida cotidiana como en las sepultura puede
darnos información útil acerca de cómo se entiende en cuerpo por parte de
estas sociedades; al igual que los elementos relacionados con la vestimenta,
proporcionan un importante medio para articular las diferentes cualidades de
la identidad. En contraste con los artefactos depositados alrededor del cuerpo
en contacto con los límites de la tumba, la posición de los objetos parece
enfatizar la naturaleza personal y la importancia de la identidad de género
y edad individual. El vínculo entre el cuerpo y los objetos se hace cada
vez más fuerte ya que cada uno se convierte en parte del otro (SOFAER,
2000) y es la íntima relación de los elementos de adorno con el cuerpo de
la persona lo que verdaderamente da significado a estos objetos.
Aunque es bastante difícil conocer el sexo de los individuos infanti-
les, a través de los restos osteológicos (para conocer alguna propuesta ver
SCHUTKOWSKI, 1993), podemos intentar aproximarnos a los ciclos de
vida con relación al género en individuos infantiles a través de los serie de
cambios graduales en los ajuares funerarios. La identidad de los infantiles se
define a través del uso de objetos ornamentales que aparecen en los ajuares
de las tumbas ya que sus identidades cambian a la vez que los individuos
infantiles progresan en sus vidas. El estatus diferencial entre estos niños se
marca a través del uso de ciertos metales como la plata y especialmente el
ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 5-29
CUERPOS DE MUJERES: LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD Y SU... 23

oro en los objetos ornamentales. Las diferencias de género no parecen ser


especialmente significativas en los primeros años de vida y la profusión
de elementos ornamentales sugiere una clasificación más ligada a la edad
que al género, una tendencia que empieza probablemente a cambiar como
los ciclos reproductivos de mujeres y hombres cambien y el tipo de trabajo
que cada individuo desarrolle. El hecho más significativo es la progresiva
introducción de útiles metálicos a medida que la edad se incrementa por la
adquisición de dagas, cuchillos y punzones por los infantiles de edad más
avanzada (SANCHEZ ROMERO, 2008a).
No todas las mujeres enterradas, y conocidas hasta ahora, en el Cerro de
la Encina tienen elementos de adorno entre sus ajuares, y las que los tienen
varían en tipología, materias primas, número y seguridad en su asociación.
De las diez mujeres analizadas sólo en dos casos podemos vincular objetos
de adorno a sus cuerpos, el primero de ellos es el adorno en piedra que
aparece en la sepultura individual número 13, éste es el tipo de ornamento
que más aparece en las sepulturas (10, 11, 13, 18 y 20) aunque en estos
casos no pueda ser asociado a ningún cuerpo en concreto. La segunda de
las vinculaciones aseguradas entre cuerpo y elementos de adorno la tenemos
en la sepultura 21, en la que la mujer aparece enterrada con una gran pro-
fusión de elementos de adorno, brazaletes, pulseras, anillos, aretes, cuentas
de collar y un coletero, en materiales diversos como la piedra, el cobre o
la plata que si comparamos con el resto de ajuares conocidos revela unas
evidentes diferencias en la posición social de esta mujer con respecto a
sus contemporáneas. En este caso los elementos de adorno deben ser en-
tendidos como marcadores bien definidos y previamente negociados de un
estatus social dado y por tanto son medios de comunicación de identidades
sociales establecidas (JOYCE, 2005, 142). Por otra parte, las condiciones
ambientales no permiten la conservación de tejidos en esta área del sur de
la Península Ibérica excepto en casos muy excepcionales (MOLINA et al.,
2003). Sin embargo, sí que se conservan algunas trazas como la aparición
de pigmentos rojizos procedentes de la vestimenta en la escápula de la
mujer situada en la sepultura 21.
Si consideramos el resto de los elementos que forman parte del ajuar
observaremos cómo, excepto en la sepultura que no posee ningún elemento
de ajuar, todas las demás contienen vasijas cerámicas en mayor o menor
número y más allá de los mencionados punzones, encontramos dos tipos de
útiles metálicos, específicamente en cobre, cuchillos/dagas y un hacha en la
sepultura 18 que por las características de la deposición y organización de la
sepultura está probablemente asociada al individuo masculino (ARANDA et
al., 2008). Por lo que se refiere a los cuchillos/dagas uno de ellos aparece
en la sepultura individual número 13, con un filo muy gastado por el uso
y el otro en la sepultura 10. Acerca de la nomenclatura y utilidad de estos
ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 5-29
24 MARGARITA SÁNCHEZ ROMERO

útiles afilados que se han denominado tradicionalmente cuchillos cuando


aparecen en tumbas femeninas y dagas cuando aparecen en las masculinas
existe una interesante literatura (SANAHUJA, 2006; 2007).
Por otra parte, la aparición de cerámicas en los ajuares funerarios pue-
de vincularse a ofrendas alimenticias que se depositan en el momento del
enterramiento, de la misma forma han sido interpretadas las ofrendas cár-
nicas que aparecen en buena parte de las sepulturas del Cerro de la Encina.
Estas evidencias arqueológicas han sido puesta en relación a la realización
de prácticas de comensalidad como parte del ritual funerario (ARANDA
y ESQUIVEL, 2006, 2007; Aranda, 2008) y el análisis pormenorizado de
la muestra disponible indica que no existen diferencias estadísticas entre
hombres y mujeres en lo que se refiere al uso de ajuar cárnicos en las
sepulturas; otra vez, las diferencias que se establecen están más ligadas al
estatus social y a la edad de los inhumados que a la identidad de género,
ya que mientras que los ajuares más ricos poseen ofrendas cárnicas de bó-
vidos mientras que las ofrendas de ovicápridos aparecen en ajuares menos
abundantes o de individuos juveniles e infantiles (SÁNCHEZ ROMERO et
al., 2007; SÁNCHEZ ROMERO, 2008b).
Como hemos visto, entre estas mujeres existen similitudes (hecho de
ser enterradas, posición del cuerpo) y diferencias (número de ocupan-
tes de las sepulturas, momento de la inhumación, ajuares), continuando
con el uso del espacio observamos que estas mujeres no se entierran en
la misma zona del asentamiento, sino en áreas con unas características
organizativas y sociales diferenciadas, en el sector occidental donde se
han documentado las sepulturas 11, 13, 18, 20 y 21 poseen ajuares de
gran riqueza cuyas diferencias parecen estar mucho más relacionadas con
desigualdades de género y edad que con diferencias acusadas de clase.
La uniformidad en el hecho de que todos los ajuares son de una riqueza
considerable implicaría que esta área del poblado se correspondería con una
de las zonas de residencia de las elites sociales. Por su parte, el registro
funerario del sector oriental de la zona excavada, donde están enterradas
las mujeres de las sepulturas 14 y 16, es radicalmente diferente. En este
caso, aunque cuantitativamente no son muchas las sepulturas excavadas,
la tendencia es clara hacia un área de hábitat de un nivel social bajo o
muy bajo (ARANDA y MOLINA, 2006).
Las diferencias sociales entre estas dos zonas del asentamiento que
muestran los ajuares están además acentuadas por la disparidad que presentan
en cuanto a su estado físico y de salud. Los análisis paleoantropológicos
realizados a mujeres y hombres en este asentamiento dan una información
precisa en lo que se refiere a las distintas actividades que pudieron reali-
zar. Los restos indican unas condiciones físicas coincidentes para ambos
sexos causadas probablemente por la situación de los poblados en terrenos
ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 5-29
CUERPOS DE MUJERES: LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD Y SU... 25

escarpados; y otras muy diferentes en lo que se refiere a la práctica de una


economía mixta en la que probablemente las mujeres realizan una actividad
física intensa con los miembros superiores, pero no con los inferiores (AL-
OUMADI y JIMENEZ, 2005); trabajos como el transporte, la molienda o
la preparación de alimento coincidirían con esos patrones de lesiones, en
los que el mayor esfuerzo físico se realiza con la parte superior del cuerpo
(SANCHEZ ROMERO, 2008c). Pero además de esas diferencias con los
individuos masculinos, las mujeres también presentan condiciones físicas
dispares entre sí.
La buena conservación de los restos de las mujeres de las sepultu-
ras 6, 14, 16 y la de mayor edad de la 18, permiten asegurar que estas
mujeres tuvieron hijos. Las mujeres de las sepulturas 14 y 16 poseen,
por un lado, un mayor desarrollo muscular que las enterradas en la zona
occidental y se documentan más lesiones relacionadas con artrosis, pérdi-
das de piezas dentales y caries e indicios de haber sufrido anemias. Por
el contrario, las mujeres enterradas en la zona occidental (sep. 11, 13,
18 y 21) muestran escasa o nula incidencia de enfermedades degenerati-
vas y un desarrollo muscular débil; una excepción clara es la sepultura
número 20 tanto la mujer como el individuo masculino muestran señales
de sobreesfuerzo físico, e incluso los infantiles que están enterrados con
ellos tienen muestras de malas condiciones en la alimentación, por un
lado el infantil más pequeño, de unos tres años, pequeña banda de hi-
poplasia del esmalte en los dientes permanentes, lo que sugeriría que se
encontraba atravesando un periodo de estrés medioambiental del que no
pudo recuperarse; el segundo de los individuos infantiles, de unos nueve
años presenta bandas de hipoplasia que suponen al menos tres episodios
de estrés alimenticio entre los 3 y los 6 años de edad. Esta tumba es
sumamente interesante porque a pesar del estado físico de sus ocupantes
posee un ajuar considerable con vasijas y elementos de plata, lo que puede
matizar su adscripción social.
Como vemos, el análisis pormenorizado de las diferencias y similitudes
entre los miembros de un grupo social a pequeña escala, puede llevarnos
a plantear nuevas estrategias de investigación que nos acerquen algo más
a la realidad de las poblaciones prehistórica. Lo que pretendemos al poner
de manifiesto las similitudes y diferencias de estas mujeres es intentar
aproximarnos al proceso de formación de la identidad social y personal de
las poblaciones del pasado. Lynn Meskell ha señalado cómo la arqueología
ha tendido a ignorar las relaciones entre el individuo y la sociedad para
tratar a los individuos simplemente como versiones “micro” de entidades
sociales más amplias. La ciencia occidental actúa de lo general a lo par-
ticular, obteniendo individuos a partir de las estructuras sociales a las que
pertenecen: clase, nacionalidad, estatus, género, edad. Esta visión desde lo
ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 5-29
26 MARGARITA SÁNCHEZ ROMERO

alto no facilita una arqueología de la individualidad o de la diferencia, ni


permite un análisis del proceso de construcción del individuo, de manera
que se crean ficciones que hay que revisar (MESKELL, 2000, 20).
Las mujeres que hemos analizado comparten una misma cultura, la
argárica, y una misma forma de comprender el mundo dentro de una misma
organización social, pero también están def inidas por las prácticas, los
objetos y los lugares que las diferencian, de manera que construyen sus
cuerpos de distinta forma atendiendo a razones de edad, estatus social,
actividad, etc. Sus formas de construir su identidad implican también
construir la identidad de las “otras” mujeres a través de las prácticas
cotidianas de habitus y hexis (BOURDIEU, 1977) y por las formas de
percibir y ser percibidas (MERLEAU-PONTY, 1975). Las diferencias en
sus cuerpos, los objetos que las rodean y los lugares en los que aparecen
sugieren que las metáforas creadas y los signif icados y para manifestar
su identidad son fluidos e intercambiables entre las esferas de la vida y
la muerte. Este análisis que hemos realizado acerca de la percepción y
de la práctica enraizadas en el cuerpo pretende acabar con la distinción
entre sujeto y objeto, con las reducciones esencialistas en la def inición
de la identidad (en este caso femenina) para permitirnos investigar como
los objetos culturales (incluidos nosotros mismos) se constituyen, no
sólo a través de los procesos de socialización sino también a través de
la fluidez de la vida social adulta.

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ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 5-29


Mujeres, arte y prehistoria: aportaciones desde
la Historia del Arte
Women, art and prehistory: contributions from the History of Art

M.ª Elena Díez Jorge


Universidad de Granada.

Recibido el 4 de mayo de 2009.


Aceptado el 22 de mayo de 2009.
BIBLID [1134-6396(2008)15:1; 31-56]

RESUMEN

Tradicionalmente la historiografía del arte no ha mostrado un gran interés por la Pre-


historia. No obstante, algunos de los más importantes historiadores del arte han analizado
y reflexionado sobre el arte en la Prehistoria. En este texto analizamos algunas de esas
ausencias, motivadas por las diferentes metodologías que presenta la Prehistoria ante otros
períodos artísticos como la falta de documentación escrita y por tanto la gran complejidad
en el análisis de los sentidos y las funciones de las obras. Pero esencialmente nos centramos
en las aportaciones hechas desde la Historia del Arte, algunas que consolidan los discursos
patriarcales de la Historia del Arte pero otras que innovan el conocimiento. Desde una
perspectiva de género planteamos algunas reflexiones aplicables a la interpretación de la
creación artística en la Prehistoria, esencialmente en lo que se refiere a las mujeres como
sujetos activos del arte en ese período.
Palabras clave: Historiografía del arte y género. Arte prehistórico.

ABSTRACT

Traditionally the historiography of arts has not shown an interest on Prehistory. Never-
theless, some of the more important historians of arts have thought about art in Prehistory.
In this text we analyze some of these absences motivated by the archaeological methodology
that Prehistory needs in front of other historical periods with written sources and, due to
this, the complexity in the analysis of senses and function of the artistic representations.
We will focus in the contributions made from the History of Arts, some of them consolidate
patriarchal discourses but other represents innovations in the knowledge. From a gender
perspective we establish some views in order to interpret artistic creations in Prehistory,
essentially regarding women as active agents in art in this period.
Key words: Historiography of Art and gender. Prehistoric art.

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 31-56


32 M.ª ELENA DÍEZ JORGE

SUMARIO

1.—Introducción. 2.—Interpretando la Prehistoria desde el Arte. 2.1.—Sobre el Arte en


la Prehistoria. 2.2.—Prehistóricos y primitivos. 3.—La perspectiva de género en la Historia
del Arte: el caso de la Prehistoria. 3.1.—Presencia de la Prehistoria en la Historia del Arte.
3.2.—“Iconografía de la mujer”, coincidencias del método descriptivo. 3.3.—La Prehistoria
en la historiografía feminista del arte. 4.—Las mujeres como creadoras artísticas en la Pre-
historia. 4.1.—La pluralidad de sujetos en el proceso creativo. 4.2.—Experiencias vitales en
la creación

1.—Introducción

En las siguientes páginas se presentan una serie de reflexiones suscitadas


a partir de los encuentros en diversos cursos, exposiciones y proyectos en los
que de una u otra manera he coincidido con la profesora Margarita Sánchez
Romero de la Universidad de Granada. Fue ella quien me animó a hacer
estas reflexiones a partir de un paseo conjunto por una exposición sobre
las mujeres en la prehistoria que se celebró en el Parque de las Ciencias
de Granada. En dicha exposición y los debates en torno a ella organizados
se pretendía por un lado analizar las representaciones de las mujeres en
las sociedades prehistóricas así como hacer una crítica historiográfica a la
producción de imágenes y textos con una visión androcéntrica. Tratándo-
se de imágenes y de su análisis y estudio creí interesante hacer algunas
reflexiones desde la Historia del Arte, a pesar de que la Prehistoria no es
mi ámbito de estudio, aunque sí lo es el de la historia de las mujeres. Por
un lado con el fin de reflexionar sobre la visibilización de las mujeres, as-
pecto sobre el que en una revista de estas características huelga mencionar
su relevancia. Hay una clara necesidad de visibilizar lo que han hecho las
mujeres a lo largo de la historia, pero no se trata de hacer un mero ejerci-
cio descriptivo y añadir sujetos femeninos a la historia sino esencialmente
de hacer una lectura crítica y poder deconstruir las ideologías patriarcales
sobre las que se ha construido el conocimiento, incluido por supuesto el
académico. Por otro lado, siempre es sumamente gratificante acercarse al
período de la Prehistoria por lo que de por sí encierra este momento que,
como bien ha sido indicado, su posición en ocasiones entre el mito, la
ficción y la ciencia lo ha hecho muy “útil” para consolidar ideologías y
entre ellas la patriarcal 1.

1. GONZÁLEZ MARCÉN, Paloma: “Mujeres y prehistoria: vivir el presente, pensar


el pasado”. En: Las mujeres en la prehistoria. Valencia, Diputación Provincial, 2006, pp.
15-26.

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 31-56


MUJERES, ARTE Y PREHISTORIA: APORTACIONES DESDE LA HISTORIA DEL ARTE 33

2.—Interpretando la Prehistoria desde la Historia del Arte

Los historiadores del arte reflexionamos e interpretamos a partir de los


vocablos arquitectónicos y artísticos usados en una obra. Es importante incidir
en que “reflexionamos e interpretamos” y esto, como en toda ciencia, está
lleno de subjetividad, selecciones y elecciones que hacemos con los datos
y con las preguntas. Trabajamos con imágenes y textos, analizamos cómo
se ha configurado a través de la obra de arte el proceso de socialización, y
construimos e interpretamos nuestra memoria histórica que nos va a ayudar
a entender el presente y también permite poder hacer una prospectiva de
futuro. En las interpretaciones que desde la Historia del Arte se han de la
Prehistoria ha dominado un especial interés por saber si las pinturas que
se hacían en las cuevas, o las piezas que se tallaban con determinadas
formas, eran arte o no, si estaban hechas con una voluntad hedonística (el
arte por el arte), o bien con una voluntad religiosa (totemismo) o mágica
(magia propiciatoria, reproducción animal y humana). La complejidad de
las sociedades humanas, y por supuesto incluyendo las de estos primeros
momentos, induce a pensar que hay muchas respuestas y en realidad muchas
de ellas pueden ser válidas y pudieron estar interrelacionadas.

2.1.—Sobre el arte en la Prehistoria

La Prehistoria nos ha impulsado a los historiadores del arte a pensar


y reflexionar más que en ningún otro período sobre los orígenes del arte,
sobre si hace más de 30.000 años hubo o no arte. Claro que esto nos
lleva a un encendido debate sobre qué es el arte, cuestión que de manera
coincidente emerge con especial ímpetu al tratar sobre la Prehistoria pero
también al reflexionar sobre el arte más contemporáneo. La consideración
de un objeto como obra de arte o como obra de artesanía ha sido muy
subjetiva y dependiendo de muchos factores tanto desde la misma época
en que fue creado como en las reflexiones historiográficas posteriores que
sobre ese objeto o sus creadores se hayan hecho. Baste pensar que desde
una perspectiva de género las producciones artísticas que pudieran hacer las
mujeres han sido, y son todavía en algunos casos, consideradas objetos de
artesanía, difícilmente consideradas arte y como producto de un genio. Arte
y genio son frecuentemente asociados únicamente con el género masculino,
y además blanco y preferentemente europeo. Esta actitud de devaluación
de lo hecho por las mujeres y la contraposición entre arte y artesanía han
sido criticadas entre otras por las historiadoras del arte feministas. No es
sólo una crítica a quiénes deciden si una obra es arte o no y su calidad
estética, sino especialmente a los valores y elementos que forman parte de
ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 31-56
34 M.ª ELENA DÍEZ JORGE

la configuración de ese juicio estético y en el que el componente de género


ha jugado un papel claramente desfavorecedor para las mujeres.
A todo ello hay que añadir que las imágenes tienen historicidad y
quizás en su momento algunas no fueron creadas para ser preferentemente
contempladas y sin embargo con el tiempo les hemos dado ese sentido
eminentemente hedonístico y contemplativo que no tenían. Pensemos que
cuando exponemos algunas piezas en los museos dejan de cumplir algunas
de las funciones para las que fueron creadas y asumen otras nuevas. Algunos
obras no fueron creadas como arte ni consideradas “arte “en su tiempo pero
hoy en día sí les asignamos ese valor. Esto sucede en todos los tiempos
de nuestra historia y no solo en la Prehistoria, aunque basándose en meras
conjeturas se ha supuesto y destacado que el arte prehistórico no tuvo una
finalidad hedonística, no era principalmente arte por el arte y por tanto era
un período “extraño”, haciendo uso de la expresión de Ernest Gombrich.
Algunas de las manifestaciones prehistóricas más paradigmáticas han
sido consideradas por lo general como obras de arte sin lugar a dudas,
prácticamente desde Marcelino Sautuola. Para otros investigadores en la
Prehistoria no había arte porque no existió la concepción del “arte por el
arte” sino que entonces tenía una clara función. ¿En qué período el arte no
ha tenido una función? Pensemos simplemente que el arte es un lenguaje,
es un medio de comunicación y expresión, y así ha sido sentido como tal
desde el mundo de la antigüedad. Para la Prehistoria no contamos con la
literatura artística escrita que desde momentos posteriores se fue forjando
sobre el arte. Esta ausencia de documentación escrita ha permitido las más
variadas interpretaciones sobre el arte prehistórico.
Si por un lado el hecho de que sea la prehistoria sea el período de la
configuración de la especie homo sapiens sapiens ha inducido a reflexionar
sobre las raíces antropológicas del arte, por otro lado ha sido un período
poco tratado desde la disciplina de la Historia del Arte y las consideracio-
nes principales han partido realmente de historiadores especialistas en la
prehistoria y el mundo antiguo así como en la arqueología.
Aunque en los filósofos griegos ya encontramos referencias importantes
al arte y a la estética, se considera a Plinio el Viejo (24/25-79 d.C.) como
uno de los primeros autores de textos de la literatura artística del mundo
occidental. Sus reflexiones sobre la historia del arte están recogidas en
una obra bajo el título de Historia Natural. En los textos referentes al arte
intenta hacer una “primera historia del arte” recopilando nombres y obras
entre las que incluye obras egipcias, aunque su principal referente fue el
mundo griego y romano. Esta será la dinámica principal que mantendrá en
la literatura artística del mundo occidental. Gran parte de los tratadistas que
han escrito sobre arte inician sus reflexiones a partir del período antiguo,
esencialmente griego y romano, con escasas referencias a otras civilizaciones
ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 31-56
MUJERES, ARTE Y PREHISTORIA: APORTACIONES DESDE LA HISTORIA DEL ARTE 35

como la egipcia, situación que se mantiene hasta el siglo XVIII. Aunque el


poder ejercido por Grecia y Roma, y especialmente por el arte griego, se
consolida con la obra dieciochesca de Johann Winckelmann, considerado
el padre de la Historia del Arte, no extraña encontrar en el XVIII escritos
como los de Melchor Gaspar de Jovellanos abriendo la mirada hacia otros
períodos no considerados hasta entonces dignos de ser estudiados como el
arte medieval y el arte andalusí, arte “árabe” como le denominaban entonces.
Esta tónica es la que marca en gran manera los estudios histórico-artísticos
y los discursos de la academias durante el XIX, aunque es bien cierto la
llamada de atención y las primeras reflexiones que sobre otros períodos y
contextos como el medieval y el arte islámico andalusí se llevan a cabo por
figuras historiográficas de primer nivel en el caso español como Valentín
Carderera, Pedro Madrazo, José Amador de los Ríos, José María Quadrado
y Juan Facundo Riaño y Montero. La mirada a otros tiempos y espacios
favoreció que el período de la Prehistoria fuera también objeto específico
de estudio en el ámbito académico del arte a partir de la segunda mitad
del siglo XIX.
Se ha señalado que en las primeras décadas del siglo XX los historiadores
del arte hicieron un gran esfuerzo por crear obras de conjunto del arte a la
vez que profundizaban en temas monográficos. En este sentido hemos de
señalar que si bien no se produce ninguna monografía sobre el arte prehis-
tórico hecha por historiadores del arte sin embargo se inician las primeras
investigaciones y especialmente inclusiones del arte de la Prehistoria en las
obras generalistas 2. Basta echar una ojeada a toda la producción científica
de los principales historiadores del arte y podremos comprobar que el arte
prehistórico no ha sido objeto de estudio específico pero sin embargo sí se
han hecho reflexiones y consideraciones muy interesantes.

2. Por lo general, muchos de los investigadores e intelectuales de finales del XIX


y principios del XX no tenía una titulación específica, tal como hoy la entendemos, en
Historia del Arte ya que muchos de ellos eran doctores en Filosofía y Letras y se dedica-
ban tanto al estudio de la Arqueología como del Arte. En este sentido y como ejemplo de
investigaciones más específicas sobre el arte de la prehistoria, cabe citar en el caso español
a Manuel Gómez-Moreno Martínez: “Sobre arqueología primitiva de la región del Duero”.
Boletín de la Academia de la Historia, Tomo XLV (1904), 146-160; “Arquitectura tartesia: la
necrópoli de Antequera”. Boletín de la Academia de Historia, 1905; “De epigrafía ibérica”.
Revista de Filología Española, Tomo IX (1922), 342-366; “Cerámica tartesia e hispánica”.
Boletín de la Academia de la Historia, Tomo LXXXV (1924), 317-318; “Sobre los íberos y
su lengua”. Homenaje a Menéndez Pidal, tomo III, 1925, 475-499; “La cerámica primitiva
ibérica”. Homenagem a Martin Sarmento. Guimares, 1933, 125-136. Misceláneas. Historia-
Arte-Arqueología. Tomo I: Antigüedad. Madrid, CSIC, Instituto Diego Velázquez, 1949; Adam
y la prehistoria. Madrid, Tecnos, 1958.

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 31-56


36 M.ª ELENA DÍEZ JORGE

2.2.—Prehistóricos y primitivos

Hay un aspecto que debemos destacar y es el uso, alcance y sentido


del concepto de primitivo. La Real Academia de la Lengua Española des-
taca como primer significado el de “primero en su línea, o que no tiene ni
toma origen de otra cosa” y en segundo lugar “perteneciente o relativo a
los orígenes o primeros tiempo de algo”. Esta acepción ha estado presen-
te en la Historia del Arte a la hora de definir como primitivo al período
prehistórico pero también es cierto que en ocasiones con connotaciones
negativas que explican el tercer significado dado por la Real Academia:
“se dice de los pueblos aborígenes o de civilización poco desarrollada, así
como de los individuos que lo componen”, también la def inición de algo
“rudimentario, elemental, tosco” y especif ica que “se dice del artista y de
la obra artística pertenecientes a épocas anteriores a las que se consideran
clásicas dentro de una civilización o ciclo, y en especial a los artistas y
obras del occidente europeo anteriores al renacimiento o a su influjo”.
No vamos a entrar en la adjetivación de primitivo antes del Renacimiento
que consideramos no muy ajustada a la realidad historiográf ica del arte
pero sí en la consideración de elemental y tosco porque ha sido la prin-
cipal para def inir lo primitivo. Si a ello unimos la influencia darwiniana
de un progreso indef inido de la humanidad, fácilmente entenderemos
ciertos presupuestos epistemológicos del pensamiento occidental de con-
siderar como primitivo lo “subdesarrollado”, lo incipiente y no maduro,
lo infantil. Arnold Hauser (1892-1978) rechazó en 1951 este paralelismo
del arte prehistórico con el arte infantil o con el arte de los “primitivos”
actuales, aunque fue posteriormente mantenido por otros como el caso de
Ernest Gombrich (1909-2001) o el de Diego Angulo (1901-1986) 3. Ernest
Gombrich agrupa las sociedades prehistóricas y “primitivas” actuales bajo
el epígrafe de Los extraños comienzos, contrastando con El gran despertar
que emplea para Grecia; según afirma el autor, las sociedades “primitivas”
actuales no son más simples que “nosotros” sino que se hallan más próximas
al estado en el cual emergió un día la humanidad; no obstante emplea para
estas sociedades el calificativo de salvajes 4. El aspecto en el que queremos
incidir no es en el debate de si es válida o no la comparación entre so-
ciedades del presente para el conocimiento del pasado sino en la jerarquía
que se establece en la historiografía europea dominante aún en el siglo XX

3. HAUSER, Arnold: Historia Social de la Literatura y del Arte. Barcelona, Labor,


1988 (la primera edición fue en 1951), p. 14.
4. GOMBRICH, Ernest: La Historia del Arte. Madrid, Debate, 1996 (la primera edi-
ción en 1950).

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 31-56


MUJERES, ARTE Y PREHISTORIA: APORTACIONES DESDE LA HISTORIA DEL ARTE 37

entre civilizaciones, culturas y estilos de primera y segunda fila. El caso de


Diego Angulo es algo más aséptico y dedica un capítulo de su Historia el
Arte al arte prehistórico, incluyendo un epígrafe final al arte primitivo de
los tiempos modernos ya que emplean, según el autor, un estilo semejante
al de los tiempos prehistóricos, centrándose en los elementos formales; el
arte ibérico (al igual que el púnico y el celta) no es incluido en el capítulo
dedicado a la Prehistoria sino que le dedica un epígrafe al desarrollar el
tema de la escultura y pintura romanas 5.
La reacción a las jerarquías entre “superior e inferior” también se dio
entre los propios artistas como ocurrió con el llamado “primitivismo”. Esta
tendencia de las primeras vanguardias del siglo XX surgió primeramente
por un interés hacia otras manifestaciones artísticas esencialmente como
documentos etnológicos ya que eran obras conocidas a través de los viajes
de algunos artistas y especialmente a través de los museos etnológicos
que se habían empezado a crear en el siglo XIX; también hubo una mi-
rada a sociedades de la Prehistoria, caso de Picasso y su interés por el
arte ibérico. Pero el primitivismo llegó a convertirse en un movimiento
de reacción contra el dogmatismo del eurocentrismo clásico, buscando
formas simbólicas que se encontraban en los pueblos africanos, en los
de Oceanía, o en las culturas indígenas de América Latina. Lejos de la
consideración de un “arte de segunda fila o inferior” que hasta entonces se
había preconizado, las expresiones artísticas de estas culturas son admiradas
y apropiadas por los primitivistas como soluciones formales válidas para
un nuevo lenguaje 6.
Primitivo no siempre se ha referido a los tiempos prehistóricos sino
también a estados incipientes de un estilo. Dentro del parangón de las
formas artísticas con los ciclos vitales (nacimiento, madurez y decaden-
cia), las fases iníciales fueron tildadas de primitivas en muchas ocasiones,
asociándose lo primitivo con lo esencial. Es el caso de Wilhelm Worringer
(1881-1965) que dentro de la Teoría de la Einfühlung, que destaca el plan-
teamiento de la psicología del estilo, hace una división de la historia de la
psicología humana estableciendo tres tipos: el hombre primitivo, el clásico
y el oriental, muy relacionados con lo simbólico, clásico y oriental que
planteara Hegel. Según el autor, el primitivo concibe el mundo de manera
trascendente y aparece indeciso ante el cosmos y busca la abstracción, los
valores esenciales, de ahí el gusto al plano y la geometría. En esta línea

5. ANGULO IÑIGUEZ, Diego: Historia del Arte. Madrid, Oñate, 1973.


6. No obstante las ideologías e intereses que encierra el primitivismo son múltiples y
complejas como se puede apreciar en LEIGHTEN, Patricia: “The White Peril and L’Art nègre:
Picasso, Primitivism, and Anticolonialism”. The Art Bulletin, nº 72 (1990), 609-630.

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 31-56


38 M.ª ELENA DÍEZ JORGE

integra al hombre oriental mientras que el clásico concibe el mundo de


una manera inmanente y está en posición de convertir el caos en cosmos.
Este binomio abstracción-naturalismo ha estado muy presente en la Histo-
ria del Arte. Lo geométrico era el inicio de un estilo, de una etapa, que
a medida que evolucionaba llegaba al esplendor naturalista. De ahí que
el arte prehistórico fuera considerado por arqueólogos e historiadores del
arte como un arte esencialmente geométrico, postura ya criticada por Aloïs
Riegl (1858-1905) y Arnold Hauser, entre otros, al defender el carácter
naturalista del arte del Paleolítico, llegando a exaltarlo y compararlo con
el impresionismo moderno por la capacidad de ofrecer la impresión visual
de una manera directa y pura.
Aunque toda esa tradición historiográfica sigue estando presente, es bien
cierto que se han eliminado muchos de estos prejuicios y valoraciones. Hay
algunos trabajos más recientes que siguen uniendo el estudio de la Prehis-
toria con el de los primitivos actuales pero con matices y aportaciones a
mi entender muy sugerentes como es el caso del trabajo del historiador del
arte Juan Antonio Ramírez que señala que ambos tienen en común parecer
un capítulo más del arte contemporáneo, además de que para los occiden-
tales las manifestaciones artísticas prehistórico-primitivas nos parecen que
testimonian el origen primordial de los modos de expresión 7.

3.—La perspectiva de género en la Historia del Arte: el caso de la Prehis-


toria

La incorporación de la perspectiva de género en la Historia del Arte


es relativamente reciente, como en el resto de las disciplinas. A grandes
rasgos podemos señalar que hay un debate establecido entre visibilizar a
las mujeres como artistas y creadoras, lo que para algunas es una segrega-
ción y una Historia del Arte aparate, mientras que otras plantean integrar
los nombres de las mujeres artistas en la historia del arte ya construida,
tendencia también criticada en el sentido de que no se trata solo de añadir
nombres sino de hacer una relectura crítica de la visión patriarcal sobre
la que se ha construido la Historia del Arte. Pero además hay diferentes
vertientes que de una manera generalizada se pueden englobar en los es-
tudios de imágenes de mujeres por un lado y por otro las investigaciones
que intentan recuperar a las mujeres como creadoras.

7. RAMÍREZ, Juan Antonio: Arte prehistórico y primitivo. Madrid, Anaya, 1989.

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 31-56


MUJERES, ARTE Y PREHISTORIA: APORTACIONES DESDE LA HISTORIA DEL ARTE 39

3.1.—Presencia de la Prehistoria en la Historia del Arte

Haciendo uso esencialmente de las aportaciones de arqueólogos y espe-


cialistas de la prehistoria, en la actualidad la historia del arte prehistórico
se imparte de manera reglada en los diferentes niveles de enseñanzas. La
inclusión de la Prehistoria como el momento inicial de la larga historia de
la capacidad creativa de la especie humana no tiene lugar a dudas. Cuestión
diversa es cómo y qué se enseña.
En el momento presente se reconoce la especificidad del conocimiento y
metodologías de la Arqueología y especialmente de la Prehistoria. Más que
un desinterés por la Prehistoria, en la actualidad asistimos a un respeto por
unas metodologías y variables que no solemos manejar los historiadores del
arte. De hecho, el arte prehistórico está presente en los diferentes manuales
y obras generales sobre Historia del Arte. Baste recordar las obras dedicadas
a la Historia del Arte en general durante la segunda mitad del siglo XX
como Summa Artis (publicada por Espasa Calpe y dirigida por José Pijoan;
dedican un volumen al arte prehistórico), Ars Hispaniae (publicada por Plus
Ultra y dirigida por Enrique Marco Dorta; el primer volumen es sobre arte
prehistórico) o la más reciente Ars Magna (bajo la dirección de Joan Sureda
y editada por Planeta en el 2006, siendo el primer volumen El alba de la
ilusión: el arte de la prehistoria y de las primeras civilizaciones). Del mismo
modo, las diferentes editoriales han recogido en sus colecciones dedicadas
al arte estudios sobre la Prehistoria como el manual de arte prehistórico
realizado por el prehistoriador José Luis Sanchindrián 8. En el plano más
divulgativo pero sin quitar rigor científico, debemos recordar, por ejemplo,
una obra de divulgación de éxito auspiciada por Historia 16, Cuadernos de
arte español, que acometió en 1991 y bajo la dirección del historiador del
arte Isidro Bango Torviso la publicación de cien temas del arte de los que
doce estaban dedicados a la “Prehistoria” en el sentido cronológico más
amplio, aunque a nivel histórico-artístico algunos de los temas tratados no
han sido considerados tradicionalmente como arte prehistórico (caso del
arte fenicio y púnico) 9. También en la colección de los libritos Las claves
del arte se dedicó un volumen al arte prehistórico 10. De igual modo se ha

8. SANCHINDRIÁN TORTI, José Luis: Manual de arte prehistórico. Madrid, Ariel,


2001.
9. Al paleolítico se dedican dos cuadernos (nº 24 y nº 61), uno al arte calcolítico
(nº81), uno al arte prehistórico en las Islas Balearas (nº50), uno al arte fenicio y púnico
(nº 9), uno al arte tartésico (nº 1), cuatro al arte ibérico cuatro (nº, 12, 34, 57, 71), uno al
celtibérico (nº22) y uno al arte castreño del norte (nº 38).
10. GONZÁLEZ, Reynaldo: Las claves del arte prehistórico. Barcelona, Planeta,
1995.

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40 M.ª ELENA DÍEZ JORGE

hecho en otras colecciones divulgativas como la de Arte español en Cd-


Rom editada por Ediciones Dolmen a partir del 2002. Casi todos los textos
fueron realizados por prehistoriadores y arqueólogos aceptando el hecho de
que esta faceta del arte ha correspondido a una especificidad y metodolo-
gías diversas a las habituales en la Historia del Arte. Este reconocimiento
a una especialidad se aprecia al analizar el Diccionario de Historiadores
españoles del Arte editado en el año 2006, donde comprobamos que entre
las numerosas líneas de investigación apenas destaca la de arqueología, a
la que hay que añadir una referencia al arte de la prehistoria y una al arte
rupestre 11. No obstante, las reflexiones y análisis por historiadores del arte
siempre han estado presentes, desde la obra de 1954 de José Camón Aznar,
pasando por las siempre apreciadas aportaciones de Juan Ramírez o las más
recientes y atractivas reflexiones del trabajo de César Calzada, aunque en
todos ellos no se ha trabajado la perspectiva de género 12.

3.2.—“Iconografía de la mujer”, coincidencias del método descriptivo

Aunque hay algunas especificidades metodológicas entre arqueólogos e


historiadores del arte, especialmente en lo que a capacidad y conocimiento
de los primeros en la excavación e interpretación de la cultura material de un
yacimiento, hay sin embargo procedimientos comunes o muy similares entre
las dos disciplinas. Ambas emplean el concepto arte, incluso con debates
similares. Resulta interesante, por ejemplo, los planteamientos de Manuel
Bendala Galán sobre el arte ibérico al reflexionar sobre si se puede hablar
propiamente de un arte ibérico y estableciendo una distinción entre étnico y

11. BORRÁS GUALIS, Gonzalo M. y PACIOS LOZANO, Ana Reyes: Diccionario de


historiadores españoles del arte. Madrid, Cátedra, 2006. Respondiendo a una época en la
que no había unos grados y especialidades específicas como hoy en día, se cita en la línea
de Arqueología a investigadores que también trabajaron sobre diferentes períodos artísticos
como los “clásicos” José Amador de los Ríos (era doctor en Letras), José María Quadrado
y Nieto (licenciado en Teología y archivero), José Ramón Mélida y Alinari (catedrático de
Arqueología y centrado más en la arqueología griega y romana), Gratiniano Nieto Gallo
(doctor en Filosofía y Letras y catedrático de Arqueología). En la línea de investigación
de Arte Prehistórico se propone Carmen Sánchez Fernández, profesora en Historia y Teoría
del Arte de la Universidad Autónoma de Madrid y centrada especialmente en los griegos
y en la línea Arte Rupestre a José Julio García Arranz, profesor de Historia del Arte en
la Universidad de Extremadura quien ha trabajado sobre pintura rupestre esquemática en
Extremadura además de otras temáticas en período muy posteriores.
12. CAMÓN AZNAR, José: Las artes y los pueblos de la España primitiva. Madrid,
Espasa Calpe, 1954. RAMÍREZ, Juan Antonio: Op. cit. CALZADA, César: Arte prehistórico
en la vanguardia artística de España. Madrid, Cátedra, 2006.

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 31-56


MUJERES, ARTE Y PREHISTORIA: APORTACIONES DESDE LA HISTORIA DEL ARTE 41

cultura, debates mantenidos en la Historia del Arte en diversos contextos 13.


Además se parte de una misma división tipológica (arquitectura, escultura,
pintura, cerámica, orfebrería...) que normalmente suele ser muy descriptiva
y analítica en la búsqueda de rasgos definitorios de un estilo, se estudia la
técnica de las obras, se buscan sus sentidos (cultural, simbolismo religio-
so...) así como los usos de las diferentes obras (funerario, doméstico...).
Del mismo modo se hace uso en algunos casos de métodos de análisis de
la obra que ya han sido criticados en las disciplinas humanísticas pero que
siguen teniendo peso como es analizar las obras descontextualizadas, des-
cribir la arquitectura pero escasamente entrar al análisis de la distribución
de espacios razonada y muy escasamente atendiendo al género, o analizar
si los personajes son femeninos o masculinos pero sin proceder a hacer
una reflexión desde la perspectiva de género. Es decir, considerar que lo
“objetivo y científico” es describir y no interpretar. Quizás la mayor dife-
rencia sea que en los métodos de los prehistoriadores la búsqueda metódica
y profunda de las autorías y escuelas, tal como han señalado acertadamente
algunos investigadores 14.
El análisis de las representaciones masculinas y femeninas buscando
posibles relaciones de las f iguras entre sí fue consolidado por André
Leroi-Gourham en su análisis de animales no como sí mismos sino como
grupos femeninos (B) y grupos masculinos (A) apoyándose en un trabajo
minucioso y detallado. Posteriormente ha habido multitud de trabajos en
esta línea y en general sin aplicar la perspectiva de género, sin analizar
críticamente las posibles construcciones sociales de unas diferencias y
roles asignados a los diferentes géneros. En otros casos ha habido in-
tentos de visibilización de las mujeres en la Prehistoria pero en los que
quizás se haya abordado el tema de la mujer como un tema iconográf ico
más. Los trabajos dedicados a la Prehistoria presentados en algunas de
las reuniones científ icas dedicadas a las mujeres y el arte han estado
en esta línea. Es el caso del texto publicado en las terceras jornadas de
la investigación interdisciplinaria dedicadas en 1983 a la imagen de la
mujer en el arte español y que marcaron un punto de partid en la dis-
cusión académica sobre género y arte en España; en la publicación se
llevó a cabo un recorrido cronológico que en este caso se iniciaba con

13. Entre los más significativos está el del mudéjar, resuelto al distinguirse entre
los mudéjares (como grupo social) y el arte mudéjar (como estilo), aclarándose que el arte
mudéjar no es necesariamente un arte hecho por mudéjares. El modo de hacer, el “estilo”,
supera las fronteras de un grupo étnico y social.
14. Cfr. APELLÁNIZ, Juan María y AMAYRA, Imanol: La forma del dibujo figura-
tivo paleolítico a través de la experimentación. Una aproximación desde la Prehistoria y la
Psicología cognitiva. Bilbao, Universidad de Deusto, 2008.

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42 M.ª ELENA DÍEZ JORGE

el arte prehistórico con un texto centrado esencialmente en las imágenes


de las figuras femeninas principalmente de su función para la fertilidad y
fecundidad 15. Del mismo modo podemos indicar para el trabajo dedicado
a la Prehistoria que se presentó en las jornadas convocadas por el Consejo
Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en 1996 bajo el título La
mujer en el arte español y cuya publicación aportó un interesante recorrido
cronológico que se inicia con la Prehistoria, aunque es bien cierto que el
mayor número de aportaciones estuvieron centradas en la Edad Moderna y
el mundo contemporáneo. En el caso de la Prehistoria se hace un estudio
iconográfico a partir del Archivo Gil Carles que reúne más de tres mil
fotografías de la pintura rupestre levantina y que fuera realizado bajo la
dirección de Martín Almagro Basch; el estudio iconográfico llevado a cabo
por la autora de este trabajo le lleva a afirmar el papel activo y diversificado
de las mujeres en el Neolítico aunque a priori le parezca que la caza y la
guerra son escenas más frecuentes y en manos masculinas 16. Este sentido
esencialmente iconográfico de la mujer también ha dominado en la Historia
del Arte, aunque en la actualidad se intenta hacer una crítica y reflexión
desde la perspectiva de género.
Por otro lado, tanto en la Prehistoria como en la Historia del Arte, las
reflexiones que se han llevado a cabo en muchas ocasiones han partido de
prejuicios y asignaciones de roles género actuales a las sociedades del pa-
sado. Por ejemplo, la preocupación social por el arte llevó a historiadores
del arte como Arnold Hauser a buscar una explicación social a la distinción
de aspectos formales entre hombres y mujeres, ya que es producto de la
división del trabajo masculino y femenino que se produce en el Neolítico,
y que para él son claros como que un hombre se caracterice por la adición
de armas y una mujer por los dos hemisferios para los senos, asignando
una serie de valores y estereotipos sin tener en cuenta el autor muchas va-
riables, como la posibilidad de que tanto hombres como mujeres pudieron
llevar armas, o bien que hay figuras que no tienen los atributos sexuales
marcados y pudieran ser asexuadas.

15. BRU ROMO, Margarita: “La mujer en el arte prehistórico: simbología y represen-
tación”. En : La imagen de la mujer en el arte español. Actas de las terceras jornadas de
investigación interdisciplinaria. Madrid, Universidad Autónoma, 1984, pp. 17-28.
16. MARTÍNEZ MURILLO, M.ª de la Concepción: “Aproximación a la iconografía de
la mujer en el arte rupestre levantino (El “Archivo Gil Carles”)”. En: La mujer en el arte
español. Madrid, Alpuerto, 1997, pp. 9-26.

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MUJERES, ARTE Y PREHISTORIA: APORTACIONES DESDE LA HISTORIA DEL ARTE 43

3.3.—La Prehistoria en la historiografía feminista del arte.

La historiografía feminista del arte no ha reflexionado por lo general


el tema de la Prehistoria. Por ejemplo, el conocido trabajo de la histo-
riadora del arte Lynda Nead sobre el desnudo femenino no habla de las
esculturas prehistóricas más que haciendo referencia crítica a los clási-
cos trabajos de Keneth Clark. Pero aunque breve, ya que su pretensión
no es tanto la de detenerse sobre los desnudos femeninos a lo largo de
la historia como la de hacer una reflexión crítica, hace una interesante
aportación que retomamos 17. Lynda Nead crítica a Clark quien def inía
la imagen del cuerpo femenino como indisciplinada, fuera de control,
siendo frecuente esta predisposición del cuerpo femenino y la necesidad
del control a través del arte. Lynda Need hace una fuerte crítica a esa
peligrosa consideración dicotómica de Clark y su comparación de dos
desnudos, el de la “Venus de Willendorf ” y el de una f igura cicládica
con cerca de 20.000 años de diferencia entre ellas; el resultado de Kene-
th Clark era la contraposición entre obscenidad-descontrol (y podríamos
seguir añadiendo irracionalidad, debilidad, mujer…) frente al arte-control
(racionalidad, fuerza, hombre…).
Este tema del desnudo no es irrelevante. La propia Lynda Nead parte
de la consideración de estas figuritas prehistóricas, como la “Venus de
Willendorf ”, como imágenes de la fertilidad y que representaban el cuer-
po maternal, el cuerpo femenino en el alumbramiento 18. Sin embargo, esta
generalización aplicable a las imágenes de mujeres ha sido matizada por
historiadoras especialistas en la Prehistoria y mundo antiguo. El análisis de
las imágenes de la mujeres en la Prehistoria se ha presentado en muchas
de estas ocasiones con una única función, con un solo sentido. Los trabajos
de algunas prehistoriadoras nos muestran que las figuras femeninas de la
Prehistoria podían tener otros sentidos más allá de la imagen de una diosa
madre o una Venus 19. Y aquí entra otra consideración necesaria como es
el hecho de que se analice el desnudo femenino como algo casi inmutable,

17. NEAD, Lynda: El desnudo femenino. Madrid, Tecnos, 1998.


18. Ibidem, p. 38.
19. SANAHUJA YLL, María Encarna: Cuerpos sexuados, objetos y prehistoria.
Madrid, Cátedra, 2002, pp. 118 y ss. MASVIDAL, Cristina y PICAZO, Marina: Modelan-
do la figura humana. Reflexiones en torno a las imágenes femeninas de la Antigüedad.
Barcelona, Quaderns Crema, 2005. En este último caso las autoras recogen múltiples
valoraciones que anotamos brevemente: estatuas de culto, exvotos, amuletos, símbolos de
identidad familiar, clánica o tribal, representaciones de un canon de belleza, símbolos de
fertilidad humana, símbolos de la fecundidad de la naturaleza, ayuda mágica, juguetes,
retratos individuales...

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44 M.ª ELENA DÍEZ JORGE

poco cambiante en lo que a género se refiere de tal modo que se destaque


la reproducción y la maternidad en el cuerpo de las mujeres desde las so-
ciedades prehistóricas hasta los tiempos más contemporáneos.
Otros trabajos de reconocidas y valiosas historiadoras del arte no se
han detenido en el período de la Prehistoria. Y esta realidad tiene una
cierta lógica ya que para las investigadoras del arte dedicadas a la historia
de las mujeres y también para las que se dedican al género, la Prehistoria
supondría una dificultad añadida a la investigación ante las metodologías
específicas que para ese período se emplean. Además hay que añadir que lo
que se ha exigido y considerado arte en nuestra disciplina ya que el valor
dado a la autoría, y esencialmente al “genio”, ha estado y está presente en
la historia de las mujeres y el arte. Aunque han pasado casi cuarenta años
de la publicación en 1971 del texto de Linda Nochlin, Why Have There Been
No Great Women Artist?, aún sigue siendo fundamental su lectura 20. En este
texto, considerado como el inicio de la historiografía del arte feminista, la
autora se plantea el porqué no ha habido grandes mujeres artistas, haciendo
una especial crítica al conocimiento académico patriarcal. Para ello, Linda
Nochlin hace alguna referencia a la antigüedad, como el momento en que
ya está presente el mito del artista, por ejemplo con Plinio al describir
las manifestaciones tempranas de la genialidad del escultor griego Lisipo;
desde entonces habría dominado la idea de “genio” del artista mientras que
el contexto social era considerado secundario ya que si había un artista
“genio” sus cualidades “innatas” lo revelarían independientemente de la
sociedad en que viviera; si no había grandes mujeres artistas era porque
no tenían cualidades. Sin embargo, Linda Nochlin señala que la respuesta
a su pregunta no está en las cualidades “innatas” sino en las dificultades
sociales que han tenido las mujeres para acceder al estudio y la dificultad
de su reconocimiento. El texto marcó una línea de trabajo que sigue siendo
necesaria, como es la recuperación de las mujeres artistas, con nombres y
apellidos, y la catalogación de sus obras. Y en esta línea la Prehistoria, sin
nombres, poco interés podía suscitar. Por otro lado, se abría la necesaria
deconstrucción de los prejuicios patriarcales que se habían aplicado, y se
aplican, al conocimiento de la Historia del Arte y en ese sentido surgen
los imprescindibles y críticos trabajos de Griselda Pollock 21. En esta última
línea es en la que se deben incluir los trabajos sobre el arte prehistórico.

20. El texto se ha vuelto a reeditar en NOCHLIN, Linda: Women, At, and Power and
Other Essays. London, Thames and Hudson, 1994 (primera edición en 1988), pp. 145-178.
21. POLLOCK, Griselda: Vision and Difference. Feminism, feminity and the histories of
art. London, Routledge Classics, 2003 (la primera edición de esta obra fue en 1988). POL-
LOCK, Griselda: Differencing the canon. Feminist desire and the writing of Arts’Histories.
London, Routledge, 2006 (la primera edición fue en 1999).

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MUJERES, ARTE Y PREHISTORIA: APORTACIONES DESDE LA HISTORIA DEL ARTE 45

Las interpretaciones sobre las manifestaciones artísticas de la Prehistoria


no han sido motivo de interés. Casi todos los textos hechos por historiadoras
del arte sobre la Historia del Arte y las mujeres, sobre el género y el arte,
mantienen esta particularidad, iniciándose algunos con la Edad Media y gran
parte con el Renacimiento, pero obviando en cierta manera hacer reflexiones
sobre períodos anteriores. La lista es infinitamente larga y desistimos de
enumerarla aquí. Basten algunos de los ejemplos más paradigmáticos.
No hay trabajos monográficos sobre la Prehistoria hechos por historia-
dores del arte y desde una perspectiva de género. Tampoco hay reflexiones
profundas en las obras generales sobre mujeres y arte y que abarcan un amplio
marco cronológico ya que el recorrido se ha iniciado frecuentemente desde
la Edad Media y sin detenimiento en la Prehistoria y escasas referencias al
mundo antiguo. Es el caso de las compilaciones y diccionarios como el de
Karen Petersen y J.J Wilson que se inicia desde la temprana Edad Media 22.
la espléndida obra de Anna Sutherland Harris y Linda Nochlin que comienza
a partir de la mitad del siglo XVI 23, u obras posteriores como el utilísimo
diccionario de Delia Gaze 24. Del mismo modo sucede para obras que han
abarcado períodos amplios y que fueron resultado y siguen siendo básicas
para la historia del arte y las mujeres como la de Whitney Chadwick que
se inicia también con la Edad Media 25. Entendible es que las reflexiones
hechas sobre la estética desde la filosofía y con una perspectiva de género
no se detengan en la Prehistoria, en la que no hay documentación escrita,
sino que arranquen desde el mundo griego como en el magnífico trabajo
de Carolyn Korsmeyer 26.
Esta misma idea se transmite en el plano divulgativo y en el de la
educación en enseñanzas medias donde los materiales parten también desde
la Edad Media 27. También en los museos de arte donde domina esencial-
mente la adquisición y exhibición por autores y escuelas y donde todavía
hay una escasa presencia de mujeres artistas y en ningún caso se plantea

22. PETERSEN, Karen y WIILSON, J. J.: Women artist. Recognition and Reappraisal
from the Early Middle Ages to the Twentieth Century. London, Harper &Row, 1976.
23. La primera versión de esta obra fue en 1976. Hemos manejado SUTHERLAND
HARRIS, Ann y NOCHLIN, Linda: Femme peintres: 1550-1950. París, Editions des femmes,
1981.
24. GAZE, Delia (ed.): Dictionary of women artist. London, Dearborn, 1997.
25. La edición en inglés corresponde a 1990 y fue editada por Thames and Hudson.
La primera versión en castellano fue CHADWICK, Whitney: Mujer, arte y sociedad. Bar-
celona, Destino, 1992.
26. KORSMEYER, Carolyn: Gender and aestehetics. New York, Routledge, 2004.
27. PORQUERES, Bea: Diez siglos de creatividad femenina. Otra Historia del Arte.
Cuadernos para la coeducación. Barcelona, Institut de Ciències de l’Educació, Universitat
Autónoma de Barcelona, 1995.

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46 M.ª ELENA DÍEZ JORGE

la reflexión sobre el proceso creativo desde la Prehistoria 28. También las


exposiciones sobre mujeres y arte han consolidado esta tendencia como la
última celebrada en Milán sobre las mujeres artistas y que abarcaba desde
el Renacimiento hasta el Surrealismo 29.
Generalmente no se explicita el porqué de los inicios preferentemente en
la Edad Media aunque es muy comprensible ya que hasta la fecha hay una
clara falta de noticias de mujeres artistas de momentos anteriores y nuestra
tradición académica y museística ha priorizado las autorías con nombres y
apellidos. Si no incluimos la Prehistoria estamos cerrando el discurso a la
reflexión de la creatividad en otros períodos. Es verdad que hemos divido
la producción artística en Museos Arqueológicos y Museos de Bellas Artes,
es cierto que nuestras disciplinas académicas se han separado y especia-
lizado. Pero estas estructuras no deben ponerle límites al conocimiento y
para ello necesitamos de la interdiciplinariedad. Si seguimos partiendo de la
Edad Media y principalmente del Renacimiento para reconstruir la historia
de las mujeres y el arte argumentando que es cuando encontramos los pri-
meros datos biográficos claros quizás estemos consolidando, sin quererlo,
el concepto de biografía y genialidad que criticamos ha dejado fuera a las
mujeres; seguiremos perpetuando la creación artística como un cúmulo de
genialidades a las que hemos añadido los nombres de algunas mujeres. No
se trata de eliminar esta faceta absolutamente necesaria sino de abrir las
posibilidades y al menos incluir que la creatividad de hombres y mujeres no
ha tenido un tiempo y lugar y que individual y colectivamente es una parte
consustancial de la especie humana. A las autorías, atribuciones y catálogos,
a la deconstrucción de la Historia del Arte tradicional, hay que añadir la
reflexión sobre el proceso creativo desde una perspectiva de género e inclu-
yendo la Prehistoria y para ello necesitamos de la interdisciplinariedad.
No obstante, aunque escasas, sí hay algunas referencias y creemos que
aunque no son extensas ni monográficas sí aportan algunas ideas interesantes
a tener en cuenta. Empezaremos por una imagen. Uno de los libros que ha
gozado de más éxito y que verdaderamente realiza un trabajo excepcional es
el de Rozsika Parker y Griselda Pollock bajo el título de Old Mistresses 30.
La obra realiza una revisión crítica sobre los estereotipos, sobre la jerar-
quía de las artes desde una perspectiva de género, sobre mujeres artistas y
sobre mujeres representadas. Realmente en toda la obra no hacen referencia

28. IBIZA I OSCA, Vicent: Obra de mujeres artistas en los museos españoles. Guía
de pintoras y escultoras: 1500-1936. Valencia, 2006.
29. L’Arte delle Donne. Dal Rinascimento al Surrealismo. Milano, Federico Mota
Editores, 2007.
30. PARKER, Rozsika y POLLOCK, Griselda: Old Mistresses. Women, Art and Ideol-
ogy. London, Harper Collins Publishers, 1981.

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MUJERES, ARTE Y PREHISTORIA: APORTACIONES DESDE LA HISTORIA DEL ARTE 47

a la Prehistoria salvo con una imagen que con fuerza retoma una crítica
ya iniciada en la década los 70. Se trata de una caricatura realizada por
Leslie Starke en New Yorker en 1973 y donde se ve a un grupo de turistas
visitando una cueva prehistórica con pinturas de animales. Un hombre hace
de guía y va explicando las pinturas cuando una de las mujeres turistas
con actitud segura le cuestiona si no se le ha ocurrido pensar que esas
pinturas fueron creadas por una mujer. Aunque las autoras indican que no
han de tomar muy en serio esta idea desde el punto de vista que la hace
una dibujante y no es una aportación de una especialista, creo que la idea
es realmente sugerente y muy inteligentemente seleccionada y ubicada ya
que está al inicio del libro y justo después de la imagen de los años setenta
donde reproduciendo la creación de Miguel Ángel de la Capilla Sixtina se
cambia a Dios y a Adán por las figuras de dos mujeres, A God created
Woman in Her own Image. Su crítica arranca visualmente de este modo,
desde la “creación” y desde el origen de la especie en la Prehistoria, para
indicar que desde siempre ha habido mujeres artistas.
En el panorama historiográfico español hay que señalar la presencia
de historiadoras del arte feministas actualmente muy consolidadas y rele-
vantes como Estrella de Diego Otero. Aunque ha trabajado esencialmente
en el siglo XIX y en los últimos años con monografías de artistas del XX
como la recientemente publicada de Maruja Mallo, queríamos mencionarla
porque nos parecía interesante el posicionamiento que llevó a cabo en su
tesis doctoral. Ante la falta de trabajos y reflexiones sobre mujeres artistas
la autora opta por hacer un recorrido que si bien es cierto que se inicia
desde la Edad Media dedica un par de páginas a la Prehistoria y al mundo
antiguo. Ella misma señala que aunque contamos con presencia femenina
en el arte bien documentada a partir de la Edad Media, matiza que es
posible hacer conjeturas anteriores. Este aspecto de reflexionar sobre la
capacidad creativa de las mujeres en la Prehistoria me parece realmente
interesante. Apoyándose en trabajos como los de Helen Diner, Mothers and
Amazons, señala la posible existencia de un matriarcado, idea hoy en gran
parte desestimada aunque sí señala que en el orden simbólico originario la
imagen de la mujer fuera identificada como equivalente al género humano,
pero eso es diferente a la consideración de un sistema matriarcal coercitivo
equivalente a un posterior sistema patriarcal. Pero lo que más nos interesa
es que recupera y nos ofrece la idea de Hugo Munsterberg, en su obra A
history of Women Artists from prehistoric times to the present publicada
en 1975, donde plantea su rechazo a que las mujeres de la Prehistoria no
fueron activas en las artes 31.

31. DIEGO OTERO, Estrella de: La mujer y la pintura en la España del siglo XIX.

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48 M.ª ELENA DÍEZ JORGE

En trabajos más recientes como los de Patricia Mayayo no hay mínimas


referencias ya que señala que en general se poseen pocos datos para antes
de la Edad Media; y aunque las referencias a períodos históricos anteriores
al Renacimiento que pueda hacer la autora son muy escasas se aprecia un
orden cronológico muy claro en el capítulo dedicado a las imágenes de
mujeres, estableciendo un recorrido que se inicia con las imágenes de mu-
jeres en el mundo griego para llegar finalmente hasta el siglo XX 32. Esto
no significa que la autora no tenga una preocupación y reflexión sobre el
tema ya que en otro texto anterior hace una interesantísima reflexión sobre
el movimiento artístico generado en torno a la década de los años setenta
y ochenta del siglo XX, esencialmente a partir de la publicación del libro
de Marija Gimbutas. La autora describe cómo esos movimientos artísticos
contemporáneos buscaron presentar sociedades pre-patriarcales y recuperar
la imagen de la diosa madre, caso de obras tan conocidas y polémicas
como las de la artista estadounidense Judy Chicago o las de la cubana Ana
Mendieta, señalando el peligro de esta fase ideal de la historia que puede
llevar al esencialismo 33.

4.—Las mujeres como creadoras artísticas en la Prehistoria

El objetivo principal de la historiografía feminista en el estudio de las


imágenes debe ser la deconstrucción de la ideología patriarcal que sobre
ellas se ha realizado así como de los discursos académicos patriarcales que
a partir de su estudio se han generado. Dentro de la historiografía de las
imágenes se ha trabajado y trabaja intensamente sobre las imágenes de las
mujeres aunque es necesario avanzar en el sentido de interrelacionar los
diferentes géneros. Pero al realizar estos estudios en ocasiones puede dar la

Mujeres pintoras en Madrid: 1868-1919. Tesis doctoral defendida en la Universidad Com-


plutense de Madrid, 1986. Posteriormente publicada, La mujer y la pintura del XIX español.
Cuatrocientas olvidadas y alguna más. Madrid, Cátedra, 1987.
32. MAYAYO, Patricia: Historia de mujeres, historia del arte. Madrid, Cátedra,
2003.
33. MAYAYO, Patricia: “Figuras de la(s) diosa(s): rituales femeninos y modelos ma-
trísticos de representación en el arte contemporáneo”. En NASH, Mary; DE LA PASCUA,
M.ª José; ESPIGADO, Gloria (eds.): Pautas históricas de sociabilidad femenina. Rituales y
modelos de representación. Cádiz, Universidad, 1999, pp. 207-214. Realmente el mundo de
la Prehistoria ha despertado mucho interés entre los movimientos artísticos contemporáneos;
también en el caso español donde los artistas observaron más la Prehistoria que a los “pri-
mitivos actuales”; es el caso de artistas como Joan Miró, la Escuela de Vallecas, la Escuela
de Altamira, Ángel Ferrant y Manolo Millares, entre otros, y que han sido estudiados en
CALZADA, César: Op. cit.

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 31-56


MUJERES, ARTE Y PREHISTORIA: APORTACIONES DESDE LA HISTORIA DEL ARTE 49

sensación de estar perpetuando la visión de las mujeres como objetos. Por


ello se hace muy necesaria la recuperación de las mujeres como sujetos y
hacedoras de esas imágenes. También se puede caer en el peligro de querer
aplicar el mismo método de atribución formalista en la búsqueda de “ge-
nios femeninos”, obviando de esta manera hacer una crítica a la ideología
patriarcal y simplemente añadiendo nombres de mujeres a la historia del
arte ya escrita como ya criticaran Rozsika Parker y Griselda Pollock. Más
complejo aún en estos discursos es emitir un juicio estético y de calidad
sobre las obras y que nos lleva a cuestionarnos sobre quiénes deciden si una
obra es arte o no y los componentes discriminatorios según el género.
Aunque es necesario analizar esas imágenes de mujeres, y por ende las
de la Prehistoria, ya ha se ha puesto de manifiesto por la crítica feminista
en el ámbito académico que hay una cierta dificultad en este discurso por la
ambigüedad que lleva implícita el estudio de las imágenes, sujetas siempre
a infinidad de interpretaciones 34. Admitiendo esa ambigüedad, que no es
igual que fantasía, a la que en realidad también se está sujeta en cualquier
otro tipo de fuente incluso la escrita, debemos ser críticas con la interpre-
tación tradicional de las imágenes de las mujeres ya que no se trata de un
tema “iconográfico” más como desgraciadamente presenciamos en ocasiones
en algunos foros académicos. Tampoco debe ser un tema de moda que la
industria cultural quiera rentabilizar, a veces simplemente en la búsqueda
de proyección personal de algunos “políticos” a través de exposiciones,
itinerarios y publicaciones vacías de aparato crítico.
Pero junto al análisis crítico de las imágenes se está reivindicando desde
hace tiempo la investigación de las mujeres como sujetos, como hacedoras
de esas imágenes. Recordemos el lema del movimiento de “Guerrilla Girls”:
¿tienen que estar desnudas las mujeres para entrar en el Metropolitan? Las
activistas afirmaban a fines de la década de los años 80 que menos del 5%
de las artistas de arte moderno son mujeres, pero el 85 % de los desnudos
son femeninos. No se trata de buscar obsesivamente posibles nombres de
autoras, que además en el caso de la Prehistoria no vamos a saber, sino de

34. Interesantes resultan algunas reflexiones hechas desde la arqueología sobre ciertos
casos como el de la pintura rupestre levantina en los que se cuestiona el porqué una imágenes
han sido interpretadas como masculinas cuando podrían ser asexuadas, el porqué no aparecen
mujeres gestantes, el porqué ciertos temas como la caza son más representados cuando los
estudios faunísticos demuestran que no puede ser considerada la única ni más importante
actividad económica. Cfr. ESCORIZA MATEU, Trinidad: “Una fragmentación intencionada:
el análisis de las representaciones arqueológicas del cuerpo de las mujeres”. En SAURET
GUERRERO, Teresa y QUILES FAZ, Amparo (eds.): Luchas de género a través de la imagen.
Málaga, Diputación, 2001, Tomo I, pp. 283-304. De la misma autora La representación del
cuerpo femenino. Mujeres y arte rupestre Levantino del arco mediterráneo de la Península
Ibérica. Oxford, BAR International Series, 1082, 2002.

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 31-56


50 M.ª ELENA DÍEZ JORGE

reflexionar sobre la capacidad de hacer, de crear, de construir y de pensar


que a través de una obras, de la cultura material, tienen mujeres y hombres.
Y si esta es una faceta más de los seres humanos, ¿por qué obviarla? En este
sentido, en algunos trabajos sobre imágenes de mujeres en la Prehistoria,
se hecha en falta una mínima reflexión sobre esta faceta.
La investigación sobre los sujetos y creadores artísticos nos lleva ine-
vitablemente a plantear dos controvertidas cuestiones desde la Historia del
Arte, a saber la autoría y el estilo. Aunque no haya documentación escrita,
hay otro tipo de material que permite establecer las autorías y estilos. Definir
las autorías es necesario. Si bien es cierto que no sabremos sus nombres
sí conoceremos si un mismo autor o autora hacía un número importante
de obras o por el contrario, como han señalado algunas investigaciones, se
trata de muchos autores y con pocas obras cada uno de ellos 35. Entiéndanse
estas aportaciones sobre la autoría y el estilo como reflexiones sobre las
que habría que profundizar teniendo en cuenta la diversidad geotemporal
de la Prehistoria.

4.1.—La pluralidad de sujetos en el proceso creativo

En Historia del Arte y en Prehistoria se ha presupuesto que el hombre


era el artista, el pintor, el que representaría a las mujeres 36. Esta idea se
transmite a través de los textos y manuales escolares donde se recrea e
imagina el momento de realización de las pinturas y se escenifica a los

35. Cfr. APELLÁNIZ, Juan María y AMAYRA, Imanol: Op. cit. Asimismo véase
APELLÁNIZ, Juan María; IDARRAGA, Rosa Ruiz; AMAYRA, Imanol: La autoría y la
experimentación en el arte decorativo del Paleolítico. La atribución de autoría, contrastada
por la experimentación y la estructura lógica de la hipótesis. Deusto, Universidad, 2002.
No obstante estos trabajos plantean principalmente la búsqueda desde una autoría individual
desechando la colectiva, aspecto ya criticado por otros prehistoriadores como por ejemplo
FREEMAN, L. G.: “La cueva como santuario paleolítico”. En LASHERAS CORRUCHAGA,
Antonio y GONZÁLEZ ECHEGARY, Joaquín: El significado del Arte paleolítico. Madrid,
Ministerio de Cultura, 2005, pp. 163-179.
36. Baste recordar algunos trabajos clásicos como el Henry Delporte que así lo entendía
al señalar, por ejemplo, que el hombre Paleolítico era el que confeccionaba las estauillas de
las mujeres, idea mantenida a lo largo de todo el texto. Cfr. DELPORTE, Henri: La imagen
de la mujer en el arte prehistórico. Madrid, Istmo,1982 (la edición original fue en 1979),
p. 243. En algunos trabajos de prehistoriadoras se hace una crítica a otros estudiosos que
han entendido que los artistas eran hombres, planteando la posibilidad en la revisión crítica
de que las mujeres también pudieron ser la artistas. Cfr. ESCORIZA MATEU, Trinidad:
“Lecturas sobre las representaciones femeninas en el arte rupestre levantino: una revisión
crítica”. Arenal, vol. 3, n.º (1996), 5-24.

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 31-56


MUJERES, ARTE Y PREHISTORIA: APORTACIONES DESDE LA HISTORIA DEL ARTE 51

hombres pintando y preparando los colores 37. No hay nada que nos haga
suponer tal afirmación y es tan viable pensar que fueran hombres como
mujeres o ambos.
En primer lugar hay una clara necesidad de desmontar la idea de que
lo mejor en arte es siempre producto de una individualidad y asumir que
la producción artística ha sido en muchas ocasiones resultado de un trabajo
de un equipo, taller o grupo, aunque pueda llevar la firma de un indivi-
duo. Hay que desmitificar la idea de genios individuales como la única
forma posible de creación y aceptar la posibilidad real de trabajos en ta-
lleres y grupos como se ha analizado en diferentes períodos de la historia
y esto, ¿por qué no?, pensar que puede ser aplicable a algunas obras de
la Prehistoria. Hay que reflexionar y pensar en la pluralidad de sujetos,
hombres y mujeres, como una posibilidad e hipótesis frente a la unicidad
“artista-mago” tradicionalmente planteado para las pinturas paleolíticas y
que incluso han sido calificados como pintores cazadores que debieron
ser expertos conocedores de los animales y con un trabajo especializado.
Debemos pensar que colectividades e individualidades pudieron interrela-
cionarse en algunas de las manifestaciones artísticas de la Prehistoria. La
aplicación de los métodos de la antropología y los paralelos etnográficos
entre grupos actuales y sociedades del pasado ha sido muy discutida pero
es innegable que nos podría ofrecer una importante fuente de información
que no se debe desdeñar y a la que los prehistoriadores e historiadores del
arte no debemos ser ajenos 38. Además, las técnicas para estudiar la coti-
dianidad, los movimientos y huellas en un espacio, el sentido de la cadena
operativa o secuencias técnicas para elaborar objetos como la cerámica y
en el que suelen intervenir varias personas, o la inclusión de la perspectiva
de género en el estudio de la industria lítica son caminos que abren nuevas
posibilidades y conocimientos aplicables al proceso creativo 39.

37. Un análisis exhaustivo sobre los manuales de textos en los diferentes niveles
escolares y los estereotipos y prejuicios sobre los roles asignados a hombres y mujeres en
QUEROL, M.ª Ángeles: “Las mujeres en los relatos sobre los orígenes de la humanidad”.
En MORANT, Isabel (dir): Historia de las mujeres en España y América Latina. Madrid,
Cátedra, 2005,pp 27-77.
38. Véanse en este caso las aportaciones de David Lewis-Williams sobre el chamanis-
mo que resultan interesantes no sólo como posible explicación de algunas manifestaciones
artísticas sino también porque muestran las múltiples posibilidades reales de los diversos
géneros de asumir este papel de “chamán”, aunque el autor plantea acertadamente los riesgos
de las analogías etnográficas aisladas. LEWIS-WILLIAMS, David: La mente en la caverna.
La conciencia y los orígenes del arte. Madrid, Akal, 2005.
39. Ejemplos de todos estos casos en SÁNCHEZ ROMERO, Margarita (ed.): Arqueo-
logía y género. Granada, Universidad, 2005.

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 31-56


52 M.ª ELENA DÍEZ JORGE

Ahora bien, aceptar además de la individualidad la posibilidad del tra-


bajo colectivo puede llevar en un discurso fácil a la inclusión del arte de
la Prehistoria como artesanía. Entramos con ello en un debate sobre arte
y artesanía que ha caracterizado al primero con la genialidad individual
y unas excepcionales cualidades del artista, con el carácter hedonista y
fruitivo de la obra, el valor de ser único, el uso de materiales conside-
rados “nobles”. Frente a ello la artesanía, definida como la realizada de
modo anónimo y colectivo, con un carácter práctico y funcional, realizada
en mayor o menor medida de forma seriada, y con el uso de materiales
considerados “menores” como los tejidos, la cerámica... Pero además esta
división se ha asignado a cada uno de los géneros. Con este presupuesto de
partida no extraña la explicación que algunos autores dieran del Neolítico
distinguiendo entre un arte sagrado exclusivamente confiado a los hombres
y una producción profana limitado a la mera artesanía que debió caer en
manos de las mujeres y constituyeron una parte de la industria doméstica 40.
Afirmaciones de este tipo se construyeron sin fundamento científico alguno
más que bajo la mirada de un sistema patriarcal que entendía los papeles
de género asignados a hombres y mujeres como producto inmutable que se
corroboraba desde los orígenes de la especia humana. Podríamos pensar que
ya ha pasado tiempo desde estas afirmaciones y que se han superado estas
asignaciones y valoraciones de que lo que hicieran los hombres era arte y
en el caso de las mujeres eran artesanías. Como ha demostrado la crítica
feminista de la historia del arte, estas jerarquizaciones siguen estando muy
vigentes y en algunos casos imbricadas además con valores europeocentristas
y etnocéntricos 41.

40. HAUSER, Arnold: Op. cit., pp. 35-36. Hasta hace relativamente poco en textos
de historiadores del arte se ha hecho referencia a esta teoría del arte de la prehistoria de
Hauser de lo geométrico y doméstico asignado a las mujeres, incluso en textos con una re-
visión crítica como CAMACHO MARTÍNEZ, Rosario: “Mujer y Arte. Aproximación a otra
historia del arte español”. En JIMÉNEZ TOMÉ, María José y BARRANQUERO TEXEIRA,
Encarnación (eds.): Estudios sobre la mujeres. Marginación y desigualdad. Málaga, Uni-
versidad, pp. 75-105.
41. Sobre arte y artesanía véase PORQUERES, Bea: Reconstruir una tradición. Las
artistas en el mundo occidental. Madrid, horas y Horas, 1994. Más específicamente vid.
CAO, Marián L. F.: “La creación artística: un difícil sustantivo femenino”. En CAO, Marián
L. F.: Creación artística y mujeres. Recuperar la memoria. Madrid, Narcea, 2000, pp. 13-47.
Además de cuestionar la tradicional división entre arte y artesanía habría que desmontar
la unión exclusiva de la producción artística (arte) a la riqueza, ocio y poder. El arte no
sólo es una manifestación de la división de clases y el dominio económico de unos sobre
otros. La asociación del arte con valores puramente economicistas ha sido muy propia de
la historiografía occidental y no da respuesta a las diferentes realidades socio-históricas.
Dentro del proceso de socialización el arte ha contribuido a expresar sentimientos, a la
unión grupal, al conocimiento de otras realidades... Cfr. GRAEME CHALMERS, F.: Arte,

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 31-56


MUJERES, ARTE Y PREHISTORIA: APORTACIONES DESDE LA HISTORIA DEL ARTE 53

4.2.—Experiencias vitales en la creación

Más complicado parece pensar en un estilo femenino que nos ayude a


reconocer si esa obra fue hecha por un hombre o una mujer. Al inicio de
estas páginas hacíamos alusión a la distinción muy presente en el arte entre
geometrismo y naturalismo, binomio que a veces ha llevado aparejado un
discurso discriminatorio étnica y socialmente al pensar que determinadas
sociedades, las prehistóricas, y ciertos pueblos, los llamados “primitivos”
actuales, eran más básicas (en el sentido de menos evolucionadas) y desa-
rrollaban en mayor medida el geometrismo 42. En ocasiones este discurso
también se ha interrelacionado con el de género ya que se ha considerado
que lo geométrico implicaba domesticación y disciplina, repetición, ar-
tesanía, falta de creatividad y por ende era propio de las mujeres, de un
“estilo femenino”, que podía ser realizado por ellas. Si nos fijamos se está
hablando de un “estilo propio de las mujeres” y por tanto devaluado. 43. Con
un matiz muy diferente algunas investigadoras han señalado que existe un
tipo de genialidad para las mujeres artistas y otro para los hombres seña-
lando la existencia de un estilo femenino diferente y reconocible tanto en
su cualidades formales como expresivas. Esta postura ha sido defendida por
el feminismo de la diferencia y por teóricas como Eli Bartra 44. Eli Bartra

educación y diversidad cultural. Barcelona, Paidós, 2003 (la primera edición fue en 1996).
En este sentido, y ante la simplicidad de funciones atribuidas en ocasiones a algunos objetos
de orfebrería como símbolos de poder, pueden resultar interesantes algunos trabajos donde
se reflexiona sobre su capacidad de crear, negociar y transformar las identidades, vid. STE-
VENS, Fay: “Identifying the Body: Representing Self. Art, Ornamentation and the Body in
Later Prehistoric Europe”. En SOFAER, Joanna (ed.): Material Identities. Malden (USA),
Blackwell Publishing, 2007, pp 82-98.
42. El tema de los estilos siempre es polémico. Se ha de entender como una categoría
de análisis para organizar el conocimiento pero teniendo en cuenta que las realidades son
muy complejas y casi siempre poco nítidas para ser encasilladas en un estilo. Algunos de los
máximos estudiosos del arte de la Prehistoria han señalado la necesidad de matizar algunas
precisiones en determinadas afirmaciones. Por ejemplo se ha indicado que el arte levantino
puede contener diversos “estilos” de muy variadas épocas y culturas y que va más allá de
la generalización tradicional de un arte esquemático. Cfr. BELTRÁN MARTÍNEZ, Antonio:
Arte prehistórico en la Península Ibérica. Castelló, Diputació, 1998, p. 82.
43. Algunos géneros artísticos y tipologías son asignados como propios de las mujeres,
caso del género pictórico de flores asignado a las mujeres en el siglo XVIII y devaluado
entonces aunque con anterioridad lo habían pintado hombres de reconocido prestigio. Inte-
resante al respecto es el capítulo “Crafty women and the hierarchy” en PARKER, Rozsika
y POLLOCK, Griselda. Op. cit., pp. 50-81.
44. BARTRA, Eli. Frida Kahlo. Mujer, ideología y arte. Barcelona, Icaria, 1987 (2º
edición 1994). Aunque es un trabajo dedicado a una artista contemporánea sin embargo
hace un estudio muy extenso e interesante sobre la ideología y el arte desde una perspectiva
feminista.

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 31-56


54 M.ª ELENA DÍEZ JORGE

afirma que existe un arte femenino diferente del arte masculino porque su
lugar específico dentro de la sociedad le hace tener una visión del mun-
do diferente. Sin embargo, antes estas cuestiones otras investigadoras han
defendido que no hay cualidades de “feminidad” para agrupar estilos de
mujeres y que incluso en algunos momentos las mujeres artistas parecen
estar más cerca de sus colegas masculinos que entre ellas.
Aunque no se ha de descartar para algunos casos, creo que es muy
complicado pensar en un estilo femenino pero sí es necesario pensar en unas
formas, tipologías, o géneros artísticos que en algunas ocasiones las perso-
nas han podido y pueden interpretar de manera diversa por una experiencia
vital en la que sin duda influye la función social asignada según el género.
En este sentido, quizás podríamos entender las propuestas formuladas sobre
la autorepresentación, indicándose a través de un estudio y análisis óptico
que algunas de las esculturas de figuras femeninas del Paleolítico Superior
corresponden a un proceso de autoconocimento del cuerpo femenino 45. La
idea es muy sugerente y más teniendo en cuenta que la autorepresentación
ha sido un género muy cultivado por las mujeres artistas de posteriores
períodos históricos que posaron ante sí como modelos 46. También resultan
interesantes las aportaciones sobre posibles formas asociadas a uno u otro
género hechas por Kelley Hays-Gilpin 47.
Pensemos ahora en la arquitectura, campo asociado fundamentalmente con
los hombres como creadores, constructores y diseñadores. Sin embargo hay
algunas aportaciones que cuestionan esta asociación como algo “inmutable”.
Es el caso de Carmen Espegel quien para comprender las necesidades de los
arquitectos de comienzo del siglo XX señala que es necesario indagar sobre

45. MACDERMOTT, LeRoy: “Self-Representation in Upper Paleolithic Female Figurines”.


Current Anthropology , vol. 37 , nº 2 (1996), 227-275. En las críticas hechas se plantean
diversos temas: desde la falta de explicación sobre la ausencia de las extremidades en la
figuritas, la crítica a la generalización de todas las figuras sin tener en cuenta la diversidad
geográfica, la crítica a que todas fueran hechas por mujeres y por un desconocimiento de su
cuerpo, el hecho de que aunque no hubiera espejos se podían conocer sus cuerpos a través de
las sombras y las huellas, hasta críticas por una cierta visión androcéntrica por ejemplo con
las modelos escogidas para la experimentación que el autor considera de una talla normal y
media. No obstante, por lo general, se plantea que es una hipótesis innovadora y a tener en
cuenta en algunos casos y yo así lo creo ya que admitiendo esas críticas la tesis plateada
por este historiador del arte hay que entenderla como una hipótesis que especialmente aborda
la posibilidad de las mujeres como “creadoras”.
46. Véanse al respecto los diferentes textos publicados en L’Arte delle Donne. Dal
Rinascimento al Surrealismo. Milano, Federico Mota Editores, 2007.
47. HAYS-GILPIN, Kelley A.: Ambiguous Images. Gender and Rock Art. USA, Al-
tamira Press, 2004.

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 31-56


MUJERES, ARTE Y PREHISTORIA: APORTACIONES DESDE LA HISTORIA DEL ARTE 55

la casa primigenia, la mujer-constructora y el hábitat humana 48. Parte de la


consideración de unos arquetipos en el inconsciente colectivo, una memoria
que basada en la protección y búsqueda del refugio, la pertenencia grupal,
se transforman en símbolos que revelan constancia y eficacia. Y entre esos
arquetipos cita la casa. En su afán no está indicar los espacios asignados a
las mujeres sino algo más interesante y que nos presenta bajo el epígrafe de
las primeras mujeres arquitectas. Se trata de reflexionar sobre la capacidad
que a lo largo de la historia han tenido las mujeres de abordar y realizar la
casa. Aunque en su trabajo sobre las mujeres y la arquitectura de los años
veinte y treinta del siglo XX hace uso de fuentes documentales directas,
en el caso de estos capítulos iniciales sus reflexiones sobre esas primeras
mujeres son a partir de los trabajos de diversos arquitectos-antropólogos
que han analizado algunas poblaciones actuales que supuestamente pueden
conservar algunos parámetros de las sociedades prehistóricas. El mensaje de
la autora es claro ya que visibiliza el papel de las mujeres en la arquitectura
a lo largo de toda la historia, con diferentes roles y perspectivas según los
contextos geopolíticos.
El planteamiento es sumamente sugerente ya que por un lado se parte
de que las sociedades prehistóricas tienen una arquitectura que es tan válida
y necesaria ser estudiada como en otros períodos si se pretende conocer
bien la historia de los procesos constructivos y especialmente las formas
de crear un habitat. Aunque negada por algunos, que hablaban de simples
construcciones sin rango de arquitectura, ya Fernando Chueca Goitia, con-
tinuador de la tradición de la historia del arquitectura que iniciara Vicente
Lampérez y Romea y luego Leopoldo Torrés Balbás, había defendido que
la Prehistoria tiene arquitectura, dedicándole algunos análisis para los que
se valió esencialmente de las obras de Martín Almagro Basch, Pedro Bosch
Gimpera y Antonio García Bellido entre otros 49.
Por otro lado, se nos sugiere a las mujeres como sujetos activos del
diseño y la construcción y por tanto generadoras de técnicas que hicieran
posible un buen funcionamiento de ese espacio. Estos valores del diseño,
el ingenio y la construcción han sido tradicionalmente considerados mas-
culinos en la historia de la arquitectura. Este aspecto de la unión de las
mujeres con el espacio doméstico no ha de ser percibido como un atributo
femenino sino que en la actualidad se defiende como una recuperación de la

48. ESPEGEL, Carmen: Heroínas del espacio. Mujeres arquitectos en el movimiento


moderno. Valencia, Ediciones Generales de la Construcción- Escuela Técnica Superior de
Arquitectura de Valencia, 2006.
49. CHUECA GOITIA, Fernando: Historia de la Arquitectura Española. 2 tomos.
Madrid, Dossat, 1965 (ed. facsímil editada en Ávila por la Fundación Cultural Santa Teresa
en el 2001).

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 31-56


56 M.ª ELENA DÍEZ JORGE

experiencia de vida, de la empatía de la mujeres con la arquitectura, en este


caso doméstica, no para volver a unir a las mujeres con el papel doméstico
tradicional sino para que la empatía existente y esa experiencia se convierta
en el elemento central de la arquitectura contemporánea, sabedores de que
en el diseño y uso de las casas y de las ciudades hay discriminación 50.
No podemos aventurarnos a reflexionar sobre si en la Prehistoria hubo
“mujeres arquitectas”, mujeres que construyeron o no. La etnografía si nos
induce a pensar en que pueda ser una posibilidad muy cierta. Pero no se
puede negar que es tan real la posibilidad de que fueran mujeres las que
construyeron, como unos y otras colectivamente, como que fueran hom-
bres... Y es que la capacidad de crear, de diseñar, de la habilidad técnica,
es decir del arte, es propia de la totalidad de la especie humana, de todos
los géneros, y en los diferentes tiempos y espacios.

50. Cfr. HERNÁNDEZ PEZZI, Carlos: La ciudad compartida. El género de la arqui-


tectura. Madrid, Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España, 1998.

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 31-56


Género y poder entre los awá (Maranhão,
Brasil). Utilidad de la etnoarqueología para una
reflexión sobre las representaciones del pasado
Gender and power among the Awa (Maranhão, Brasil). The use of
ethnoarchaeology for a consideration about past representation

Almudena Hernando Gonzalo, Gustavo Politis,


Alfredo González Ruibal y Elizabeth Beserra Coelho
Universidad Complutense de Madrid.
CONICET- Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires.
Universidad Complutense de Madrid.
Universidad Federal do Maranhão (Brasil).

Recibido el 4 de mayo de 2009.


Aceptado el 22 de mayo de 2009.
BIBLID [1134-6396(2008)15:1; 57-90]

RESUMEN

Los awá son un grupo de cazadores-recolectores que, al ser trasladados a una reserva
indígena por el gobierno brasileño para garantizar su protección, han comenzado a
transformar las pautas de vida que tenían antes del contacto. Básicamente, han reducido
su movilidad y están comenzando a cultivar. Aunque esto está afectando a la función
social de las mujeres, aún pueden estudiarse las relaciones de poder que han def inido
tradicionalmente a esa sociedad. Su análisis pone de manif iesto que las relaciones entre
hombres y mujeres awá son mucho más complejas que lo que una simple proyección de
nuestras actuales categorías de género permitiría suponer. La arqueología trabaja con
representaciones del pasado que, en la mayor parte de los casos, no ponen en cuestión la
universalidad de un tipo de categorías de género que corresponden a momentos históricos
mucho más tardíos. De ahí que consideremos que el análisis de las relaciones de género
en una sociedad como la de los awá puede constituir una rica fuente de sugerencias para
construir una representación del pasado más abierta y compleja que la que la mayor parte
de los arqueólogos ha utilizado hasta ahora.
Palabras clave: Etnoarqueología. Relaciones de género. Representaciones.

ABSTRACT

The Awá are a group of hunters-gatherers that having been moved to an indigenous
reservation by the Brazilian government to guarantee his protection have begun to transform

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 57-90


58 A. HERNANDO GONZALO, G. POLITIS, A. GONZÁLEZ RUIBAL y E. BESERRA COELHO

the way of life they had before the contact. Basically, they have reduced their mobility and
began to cultivate. Although this fact is affecting to the social function of women, we can
study yet the power relationships that have defined traditionally this society. This analysis
makes clear that the relations between awá men and women are much more complex that
the simple projection of our current gender categories would allow supposing. Archaeology
works with representations of the past that, in most of the cases, do not challenge the uni-
versality of gender categories corresponding to later historical moments. Hence, we consider
that the analysis of the gender relations in Awá society could provide a valuable source of
suggestions in order to construct more open and complex representations of the past than
those that have been used by archaeologists.
Key words: Ethnoarchaeology. Gender relations. Representations.

SUMARIO

1.—Introducción. 2.—Los awá de Maranhão (Brasil). 3.—Indicios sobre la participación


de las mujeres awá en las tareas productivas en tiempos anteriores al contacto. 4.—La sob-
revaloración de la maternidad entre los awá. 5.—Inferencias sobre las relaciones de género
entre los awá en tiempos previos al contacto. 6.—Conclusión. 7.—Bibliografía.

1.—Introducción

La cuestión de la “representación” de las mujeres del pasado constituye


un tema crucial en el planteamiento de una representación fundamentada de
la vida en la prehistoria. De hecho, aunque cabe reconocer y agradecer a
la arqueología posprocesual sus esfuerzos por luchar contra el positivismo
de la arqueología procesual, y por comprender la “diferencia” en la manera
de entender el mundo de las mujeres o de las sociedades no-occidentales
(HODDER, 2003, por ejemplo), la dificultad inherente a este tema la devuelve
una y otra vez a la misma situación sin salida en la que se encontraba su
predecesora. De acuerdo con los planteamientos de las corriente procesuales
de la arqueología, el arqueólogo no está mediatizado por su subjetividad ni
su contexto sociopolítico cuando se dedica a reconstruir el pasado. En su
opinión, una cuidadosa y prolija recolección de datos dará como resultado
una reconstrucción “científica” y “objetiva” del pasado, pudiéndose igno-
rar, en consecuencia, los aspectos “psíquicos” o “subjetivos” de la cultura,
considerados epifenóemenos, inaccesibles o en todo caso muy difíciles de
investigar y marginales a los temas centrales de la arqueología (reconstruc-
ciones paleoambientales y económicas, procesos técnicos, etc.) (BINFORD,
1965; DOMÍNGUEZ RODRIGO 2008, ver discusión en PREUCEL 1996).
El problema es que, al dejar de lado los temas más cognitivos o subjetivos
es frecuente que se proyecte la propia manera de entender el mundo del
propio investigador.
ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 57-90
GÉNERO Y PODER ENTRE LOS AWÁ (MARANHÃO, BRASIL). UTILIDAD DE LA... 59

Semejante proyección presentista fue puesta en evidencia, cuestionada


y combatida por la arqueología posprocesual, que desde las investigaciones
de Ian Hodder en el lago Baringo (Kenia) en los años ‘70, defendió que
la cultura material está histórica y contextualmente constituída (HODDER,
1988). Ahora bien, este descubrimiento no ayudó, paradójicamente, a fun-
damentar las representaciones del pasado, ya que la conclusión a la que
se llegaba era un relativismo total que impedía la comparación cultural o
la extrapolación de signif icados. Al defender la relación interactiva entre
la cultura material y cualquier otro aspecto de la cultura y la capacidad
de “agencia” e intencionalidad particular de todos los seres humanos
de cualquier sociedad (DOBRES, 1991; MESKELL y KNAPP, 1997), se
negaba la posibilidad de juzgar comportamientos particulares a través de
normas o reglas generalizadoras. De ahí que la arqueología posprocesual
sólo permitiera dos tipos de salidas: la primera era limitarse a estudiar
sociedades del presente, reconociendo su incapacidad para estudiar a las
sociedades del pasado debido a la imposibilidad de acceder a los códigos
que habían dado sentido a su cultura; y la segunda era intentar, a través
de la fenomenología y por tanto de la intuición, acceder a la impresión
que determinados espacios, monumentos, paisajes o fenómenos podrían
haber causado en quienes los ocuparon, construyeron o protagonizaron
(HODDER, 2003, 79). Esto signif ica que, en el primer caso, se renunciaba
a representar el pasado, y en el segundo, muchos de sus investigadores
volvían a cometer el mismo error que cometía la arqueología procesual
—como reconocía el propio Hodder (2003, 80): actuaban como si el
cuerpo siempre se hubiera “experimentado” igual, y por tanto, hubiera
servido como instrumento aséptico y no mediatizado por la cultura para
la relación con el mundo, por lo que atribuían a la gente del pasado
el tipo de impresiones, sensaciones o reacciones que caracterizarían al
investigador en cada caso, volviéndose así, de nuevo, a actualizar un
presentismo positivista cuando se está pretendiendo negar la posibilidad
de generalización.
El mismo tipo de problemas aparecen cuando se trata de pensar el
concepto de individuo o las categorías de género. Respecto al primero, en
los últimos años han surgido reacciones que defienden la imposibilidad de
proyectar al pasado nuestra propia categoría de individuo (THOMAS, 2004;
HERNANDO, 2002, 2003) y han comenzado a surgir autores que proponen
distintas aproximaciones a la identidad del pasado. Entre ellas, parecen
ir tomando peso quienes reclaman la necesidad de pensar en la identidad
humana como una identidad “dual” que mezcla en grados diversos lo que
han llamado la identidad “dividual” —donde cada persona no se concibe
de forma aislada, sino en relación siempre con otros— y la “individual”
(STRATHERN, 1988; LIPUMA, 2001; FOWLER, 2004; BIRD-DAVID,
ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 57-90
60 A. HERNANDO GONZALO, G. POLITIS, A. GONZÁLEZ RUIBAL y E. BESERRA COELHO

1999). Sin embargo, aún son escasas las aplicaciones concretas al pasado
de dichas categorías (MONTÓN 2007).
Algo más compleja aún es la cuestión del género. La teoría feminista
ha partido usualmente de dos posiciones irreconciliables: la teoría de la
diferencia y la teoría de la igualdad (POSADA KUBISSA, 2000). La pri-
mera defiende la diferencia esencial que tienen hombres y mujeres en su
manera de percibir el mundo como expresión de la mediación diferencial
de sus respectivos cuerpos (RIVERA CARRETAS, 1994), lo que conduce
a un “esencialismo” universalista y positivista que tiende a proyectar las
diferencias de género observadas en la actualidad a los grupos del pasado
(SANAHUJA, 2002). La segunda, en cambio, parte del carácter construido
del género, pero en general defiende que han sido las constricciones sociales
e institucionales de la sociedad patriarcal las que han impedido la ausencia
de autonomía o independencia de las mujeres en épocas y sociedades no-
modernas (VALCÁRCEL, 1997). Es decir, parece atribuir el orden patriarcal
a los hombres, sin valorar que esas instituciones obedecían a un orden de
racionalidad propio de la sociedad que las sostenía y que encarnaban tanto
los hombres como las mujeres, por lo que la evidencia de un cambio ins-
titucional es evidencia también de un cambio en la subjetividad tanto de
los unos como de las otras.
En el mundo anglosajón se están imponiendo corrientes posmodernas
que intentan luchar contra ambas visiones positivistas, pero sin embargo,
al igual que sucedía con la arqueología posprocesual, el resultado vuelve a
ser tan presentista como el que pretendía combatir. Porque para evitar las
generalizaciones universalizadoras, tienden a valorar a cada mujer como
resultado de la suma de las características particulares de su caso (clase,
raza, religión, orientación sexual, etc.), pretendiendo extrapolar la variedad
actual al pasado (DAVIS, 2008). Es decir, existe una tendencia aceptada a
negar que las categorías de género duales (de “hombre” y “mujer”) sean
suficientes para entender el pasado. Esta posición se diferencia de la “teoría
queer” en el sentido de que esta última es mucho más radical, al considerar
que la propia categoría de “sexo” —y no sólo la de género— es una cons-
trucción social (BUTLER, 2006), rechazando así la posibilidad de utilizar
categorías cerradas para juzgar a las sociedades pasadas o presentes. Ahora
bien, en realidad, estas posiciones posmodernas se encuentran en un callejón
sin salida a la hora de pensar en las sociedades del pasado, porque o bien
renuncian a hacerlo o bien lo hacen proyectando al pasado la sospecha de
existencia de la misma multiplicidad de combinaciones que existe en la
actualidad: diferencias en la orientación sexual, posiciones de poder, etc.
Con lo que, al igual que veíamos respecto a la arqueología posprocesual,
volvemos a la misma proyección positivista que se había querido evitar en
primera instancia.
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GÉNERO Y PODER ENTRE LOS AWÁ (MARANHÃO, BRASIL). UTILIDAD DE LA... 61

Resulta ciertamente difícil pensar en la modalidad que podrían ha-


ber presentado las categorías de género en el pasado. Como sabemos, el
concepto de “género”, y posteriormente de “identidad de género”, fueron
desarrollados, a partir de su uso en la gramática, por John Money y Robert
Stoller en las décadas de los 50 y 60 del siglo XX (KATCHADOURIAN,
1979) para referirse a la “red de creencias, rasgos de personalidad, actitudes,
sentimientos, valores, conductas y actividades que diferencian a mujeres y
varones” (BURÍN, 1996, 64). John Money, especializado en decidir el sexo
predominante en bebés hermafroditas, lo utilizó en 1955 “para remarcar
el valor del lenguaje y la denominación en la constitución de la identidad
sexual humana”(DIO BLEICHMAR, 1998, 78), ya que en su trabajo com-
probaba que, dependiendo de si el cuerpo con que nacemos es de hombre
o de mujer, se genera todo un conjunto de interrelaciones con el entorno
—con los padres en primera instancia— que modelan el psiquismo del nuevo
ser durante los primeros dos o tres años de vida, generando en él distintas
actitudes, disposiciones, creencias y comportamientos.
Es decir, el concepto de “género” fue definido por John Money en un
cierto momento histórico, mitad del siglo XX, cuando hombres y mujeres
presentaban unas características de comportamiento y subjetividad concretas,
sostenedoras de la sociedad en la que vivían. Por tanto, a nuestro juicio,
resulta anacrónico e injustificado “universalizar” dicho contenido a otras
etapas previas o posteriores. Es decir, al igual que las actitudes, deseos
y subjetividad general de las mujeres del siglo XXI es diferente a la que
definió Money en 1955, y no podríamos, por tanto, entender nuestra so-
ciedad y las dinámicas de poder y relaciones que ahora nos caracterizan si
aplicáramos estrictamente las categorías de género definidas entonces, con
mucha más razón no es posible entender a las sociedades de la prehistoria
utilizando una proyección directa del contenido que tenía la categoría de
género en 1955. Las mujeres del Neolítico, Edad del Bronce (HERNANDO,
2005a) o del Hierro no pueden ser entendidas mediante una proyección de
las actitudes, funciones, rasgos de identidad o relaciones con los hombres
que caracterizaban a las mujeres norteamericanas de mitad del siglo XX,
que es lo que está implicado en la utilización acrítica de las categorías de
género.
Para poder alcanzar una “representación” más fiable de lo que pudieron
ser las relaciones entre hombres y mujeres del pasado, resulta muy ilustra-
dor conocer posibilidades actuales de relación ajenas a la modernidad. En
este sentido, queremos presentar los resultados obtenidos en un proyecto
etnoarqueológico 1 dedicado a investigar distintos aspectos de la cultura awá,

1. El proyecto de investigación: “Etnoarqueología de los awá (Guajá) —Maranhão,

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 57-90


62 A. HERNANDO GONZALO, G. POLITIS, A. GONZÁLEZ RUIBAL y E. BESERRA COELHO

de Brasil, que hemos llevado a cabo en un total de 23semanas de trabajo


de campo repartidas entre diciembre de 2005 y marzo de 2009.

2.—Los awá de Maranhão (Brasil)

Los awá, término que significa “hombre”, “persona” o “gente”, son un


grupo de cazadores-recolectores en transición a la agricultura, que habitan
en el Estado de Maranhão (Brasil), en la floresta tropical pre-amazónica.
Son también conocidos en la bibliografía académica por el término Guajá
(GOMES, 1991; BALEÉ, 1994 por ejemplo) y hablan una lengua de la fa-
milia lingüística tupí-guarani. La base de su subsistencia es la caza, pesca
y recolección de animales y vegetales (sobre todo de coco babaçu, Orbign-
ya/Attalea speciosa) y la bacaba (Oenocarpus), aunque en los últimos años
han incorporado a su dieta productos cultivados que inicialmente producía
para ellos la FUNAI (Fundação Nacional do Indio) y progresivamente van
teniendo que cultivar ellos mismos. Mantienen muchos elementos tradiciona-
les en su cultura material, como adornos, estructuras de habitación, armas e
instrumentos de caza, etc. (GALVÂO, 1979, 220; GOMES y MEIRELLES,
2002, 1; O’DWYER, 2002, sp). Muestran un contacto reducido con las so-
ciedad brasileña moderna, hasta el punto de que siguen existiendo grupos
“no contactados” o “aislados”, que mantienen su modo de vida tradicio-
nal sin ninguna interferencia exterior (GOMES, 1991). Desde principios
de los años ’70, comenzaron a sufrir la deforestación de sus tierras y el
consecuente acoso de campesinos y representantes de la sociedad moderna
brasileña, lo que explica que el gobierno brasileño, a través de la Fundação
Nacional do Indio (FUNAI) comenzara a trasladarlos a reservas legalmente
demarcadas (denominadas Tierras Protegidas) desde 1973. Dentro de cada
una de ellas se localizan los llamados “puestos indígenas” (P. I.) o enclaves
donde residen los empleados de la FUNAI encargados de su protección.
Actualmente existen 4 puestos (P. I. Guajá, awá, Tiracambú y Jurití) en
los que viven cerca de 315 indios awá (fig.1), cuya población se completa
con un número indeterminado de no contactados que aún habitan en otras
áreas. Nuestro equipo ha desarrollado su trabajo de campo básicamente en
el P.I. Jurití, situado en la Tierra Indígena awá, por lo que a él se refieren
todos los datos de campo que se ofrecerán a continuación. Los otros pues-
tos fueron solo visitados por pocos días, salvo el de Tiracambú, en donde

Brasil—, un grupo de cazadores-recolectores en transición a la agricultura” ha sido finan-


ciado por el Ministerio de Educación y Ciencia (HUM2006-06276).

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 57-90


GÉNERO Y PODER ENTRE LOS AWÁ (MARANHÃO, BRASIL). UTILIDAD DE LA... 63

Fig. 1. Mapa de Brasil con la localización de las Tierras Indígenas donde viven indios awá.

el lingüista del equipo, Antonio José Silva Santana, pasó varias semanas
(SILVA SANTANA 2008).
Para abordar las relaciones de género entre los awá hay que tener
en cuenta que este grupo ha sufrido distintos procesos de colonización e
imposición exterior, por lo que las relaciones que ahora contemplamos no
representan, de ninguna manera, las de un grupo cazador-recolector original.
Por un lado, todos los autores que los han estudiado (CORMIER, 2003;
FORLINE, 1997; BALÉE, 1994; O’DWYER, 2002; GOMES y MIREILLES,
2002, etc.) coinciden en señalar que probablemente los awá eran agricultores
o al menos tenian un aporte hortícola en su susbistencia hasta hace unos
300 años, ya que su vocabulario conserva ciertos términos relacionados
con la horticultura y con las plantas cultivadas. La hipótesis más apoyada
señala que posiblemente potenciaron los componentes cazadores-recolecto-
res-pescadores como única vía de escapar a las oleadas colonizadoras que,
en ese momento, invadían el estado de Pará, posible territorio de origen.
Esta misma situación ha sido propuesta para varios grupos cazadores-re-
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64 A. HERNANDO GONZALO, G. POLITIS, A. GONZÁLEZ RUIBAL y E. BESERRA COELHO

colectores contemporáneos de América del Sur (ver discusión en POLITIS


2007, 327-329). Por otro lado, no debe olvidarse tampoco que los awá que
hemos estudiado son cazadores-recolectores modernos en contacto con un
estado-nación, lo que puede marcar una diferencia significativa entre sus
dinámicas sociales y las que podrían caracterizar a un grupo de cazadores-
recolectores en el origen de sus trayectorias históricas.
De hecho, el traslado a los puestos indígenas ha tenido dramáticas
consecuencias para los awá, cuya forma de vida tradicional implicaba una
alta movilidad por el territorio, organizados en pequeñas bandas de pocas
familias en busca de recursos de caza y recolección. El contacto y posterior
traslado de los awá a los puestos de protección fue siempre resultado de
traumáticas experiencias, pues la FUNAI sólo los trasladaba allí cuando
tenía noticias de que alguien había visto indígenas aislados o perdidos
debido a la progresiva ocupación y colonización de sus tierras por parte
de población campesina en expansión. De ahí que la FUNAI llevara a los
puestos a familias dispersas, desmembradas en huidas apresuradas, reducidas
por muertes violentas y, en todos los casos, incapaces de hacer frente a
la fuerza invasora que se les echaba irremediablemente encima. De hecho,
el propio contacto resultaba letal. Se calcula que más de la mitad de la
población contactada murió por efectos de las enfermedades contraídas en
el contacto, básicamente gripe y malaria, frente a la que los indígenas no
tienen defensas (GOMES y MEIRELLES 2002; FORLINE 1997, 19).
Como consecuencia de todos estos factores, las pautas de movilidad de
los awá se vieron seriamente alteradas al comenzar su vida en los puestos
indígenas. Por un lado, las dolorosas experiencias vividas les llevaban a
buscar la protección de los representantes de la FUNAI, lo que les hacía
reducir su movilidad y establecer lugares fijos de hábitat junto a los pues-
tos. Por su parte, la FUNAI también les presionaba para que no se alejaran
de los puestos para facilitar la protección. De esta manera, aunque siguen
existiendo familias que trasladan temporalmente su campamento fuera del
área de control del puesto, de acuerdo a pautas coherentes con lo que Bin-
ford (1980) definió como “movilidad logística”, en general, la mayor parte
de los awá van caracterizándose por una residencia permanente en aldeas
cercanas al puesto de protección. Estas circunstancias se ven retroalimentadas
por la decisión de la FUNAI de enseñar a los awá prácticas agrícolas para
complementar el abastecimiento de hidratos de carbono que antes obtenían a
partir únicamente de recursos recolectados (especialmente el coco babasú y
la bacaba). De esta manera, por un lado el contacto redujo la movilidad de
los awá, pero por otro, al introducir la FUNAI la agricultura contribuyó a
potenciar definitivamente la reducción de sus pautas de movilidad. Pero no
es éste el único efecto que ha tenido la introducción de la agricultura, que
parece estar modificando también la carga de tareas que tradicionalmente
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GÉNERO Y PODER ENTRE LOS AWÁ (MARANHÃO, BRASIL). UTILIDAD DE LA... 65

realizaban hombres y mujeres, afectando con ello a las propias relaciones


de género.
Resulta difícil encontrar bibliografía etnográfica sobre las relaciones de
género en sociedades de cazadores-recolectores, ya que hasta hace relativa-
mente muy poco tiempo no era una cuestión que se considerase de interés
entre los etnógrafos, que no sólo solían ser hombres sino que también (y
por esa razón) solían utilizar informantes masculinos, obteniendo así lo que
Begler (1978, 577) llamó una “imagen normativa (masculina) de la sociedad”.
Como ya ha sido señalado (FORLINE, 1995, 61-62; BEGLER, 1978, 576-
577; BROWN, 1970; FLANNAGAN 1992, 259; BUENAVENTURA-POSSO
y BROWN, 1980), en la mayoría de los casos el contacto inter-étnico ha
generado una pérdida de influencia de las mujeres dentro de sus propios
grupos, o incluso el surgimiento de líderes que se adecuaban a los valores
de la sociedad moderna, en lugar de representar las tradiciones de las que
procedían (LEE, 1982, 50-51) 2. La propia lógica de la sociedad occidental
ha hecho que sus representantes en situaciones de contacto (guardas de
reservas, sacerdotes, etnólogos, lingüistas,..) hayan sido mayoritariamente
hombres con mentalidad patriarcal, lo que llevaba a su vez a que sólo
consideraran a otros hombres como interlocutores válidos. De esta forma,
su interacción con el grupo indígena servía para crear, o al menos para
potenciar diferencias de género que podían no existir previamente. De ahí
que muchos de los relatos que la observación supuestamente objetiva de
dichos agentes transmite no sólo está sesgada por su propia mirada, sino
que recoge actuaciones y relaciones condicionadas por su mera presencia
(FLANNAGAN 1992, 252).
Reproduciendo una vez más este tipo de dinámicas, los empleados de la
FUNAI en el puesto Jurití ejercen una relación paternal y desigual con los
awá (véase también FORLINE, 1997, 1995). Procedentes de una sociedad
regida por el orden patriarcal, siempre eligen hombres como representan-
tes del resto del grupo, ignorando con ello a algunas mujeres que aún hoy
gozan de una posición muy respetada dentro de él. Es posible también que
tal situación haya sido provocada en parte por los propios awá, a cuyos
hombres les puede resultar más fácil interaccionar con otros hombres, lo
que podría llevarles a presentarse como interlocutores naturales. Tal vez,
como iremos viendo a lo largo de estas páginas, los awá partieran ya de
una cierta relación de desigualdad, al menos simbólica, entre hombres y
mujeres, pero el hecho cierto es que este sesgo en la relación con quienes

2. La imposición de estructuras jerárquicas sobre sociedades “igualitarias” de pequeña


escala fue el tema de dos congresos específicos: ETIENNE y LEACOCK (eds.), 1980 Y
LEACOCK y LEE (eds.), 1982.

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 57-90


66 A. HERNANDO GONZALO, G. POLITIS, A. GONZÁLEZ RUIBAL y E. BESERRA COELHO

tienen el poder de protegerlos parece estar potenciando la desigualdad de


género —por ejemplo, son únicamente los hombres quienes reciben deter-
minados suministros de material o a los que se cita para transmitir órdenes
o comentar situaciones 3. Además, existe una segunda circunstancia que
puede estar facilitando la potenciación de esta desigualdad que caracteriza
al orden patriarcal.
Como hemos dicho, los awá vieron reducida su movilidad al ser trasla-
dados a los puestos de la FUNAI . Ahora bien, dentro de la tierra indígena
que supuestamente se controla desde estos puestos se les supone una libertad
de movimientos que, en realidad, no se produce. Por un lado, madereros ile-
gales invaden sus tierras cada vez que llega la temporada seca, construyendo
caminos y cortando ríos, lo que obviamente espanta la caza y suprime los
recursos de pesca. Ésta sería causa suficiente para explicar su imposibilidad
de utilizar todo el territorio que teóricamente tenían asignado. Pero es que,
además, los empleados de la FUNAI les presionan para que no se alejen del
puesto, para poder controlar sus movimientos y garantizar así su protección.
El resultado es que los awá cazan en un área circular de aproximadamente
5,4 kms. de radio a partir del puesto Jurití. Y esta reducción de movilidad
está teniendo muy importantes efectos sobre sus actividades tradicionales,
y podemos suponer que, en consecuencia, sobre las posiciones económicas
y sociales de hombres y mujeres dentro del grupo.
Debe tenerse en cuenta que la división de funciones entre hombres y
mujeres puede no obedecer a criterios rígidos entre los cazadores-recolectores
u horticultores del Amazonas. De hecho, las mujeres suelen ser activas e
importantes colaboradoras en la caza masculina en la mayor parte de estas
sociedades (véase por ej. KENT, 1993, 490 en relación a los Kutse del
Kalahari; POLITIS, 2007 sobre los Nukak de Colombia) y existen grupos
(i.e. STORRIE, 1999, 161 o ZENT, 2006, 3-5 para los Jotï de Venezuela)
donde es común que mujeres adolescentes o adultas salgan a cazar solas,
con igual grado de éxito que los hombres —si bien esto no obsta para
que la actividad sea preferente y normativamente masculina—. Del mismo
modo, es común que entre grupos de cazadores-recolectores la recolección
sea compartida por hombres, mujeres y niños/as (KENT, 1993; POLITIS,
2007; ZENT, 2006) y cuando se trata de grupos horticultores, que sean
los hombres quienes realicen las duras tareas de clareo y limpieza de la
parcela, si bien su mantenimiento y cultivo suele corresponder a las mujeres
(BROWN, 1985). Entre los awá, las mujeres son activas colaboradoras en

3. De hecho, los propios guardas de la FUNAI reconocen explícitamente la selección


que hacen de determinados hombres como interlocutores, y la facilidad para la interacción
que tendrán en el futuro con los adolescentes a los que están entrenando desde niños.

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GÉNERO Y PODER ENTRE LOS AWÁ (MARANHÃO, BRASIL). UTILIDAD DE LA... 67

las partidas de caza (como veremos más adelante) y en ocasiones excep-


cionales pueden salir solas a capturar alguna presa 4, aunque la caza es
una actividad claramente asociada a los hombres. Por su parte, aunque
los hombres awá participan también en las tareas de recolección, ésta
parece haber sido una actividad más asociada a las mujeres, puesto que
hasta hace muy pocos años (actualmente sigue demostrándolo Americhá,
la más anciana del puesto) eran ellas las que se encargaban de todo el
proceso de elaboración de f ibras vegetales y tejido de faldas (tapaia),
cintas para transportar bebés (chirú) o hamacas (kaa). Por todo ello, parece
lógico inferir que la caza no sólo en la actualidad, sino también antes
del contacto, era una actividad preferentemente asociada a los hombres,
mientras que en la recolección las mujeres tenían un rol mas destacado
que el que tienen actualmente.
En este sentido, podemos decir que la reducción de la movilidad que
está afectando a los awá está teniendo más efecto sobre la desaparición
de las tareas que tradicionalmente hacían las mujeres que sobre las que
realizaban los hombres. Se trata de un hecho paradójico, ya que la caza,
que es la actividad que más movilidad exige, se está viendo sin embargo
menos afectada que la recolección. Las razones que lo explican son de dos
tipos:
1) por un lado, al igual que ha sido demostrado por Zent (2006) para
el caso de los Jotï 5, la caza es la actividad alrededor de la cual se organiza
toda la vida tradicional awá. Es el eje alrededor del cual se organiza la vida,
las conversaciones, el equilibrio de la reciprocidad, las relaciones personales,
etc. Además, es el modo de vida que sigue siendo estructuralmente cohe-
rente con el tipo de percepción del tiempo, del espacio, o de la naturaleza
que les caracteriza. Esto quiere decir que el abandono de la caza implicaría
una transformación real y muy significativa de las bases más profundas
de su cultura, por lo que los awá se resisten a abandonarla. Debe tenerse
también en cuenta, como han señalado varios autores (i.e. LEE, 1982, 41;
SPONSEL, 1986; BECKERMAN 1994), que la caza provee de nutrientes
esenciales, como proteína de alta calidad que no pueden obtenerse sólo de

4. En la campaña de abril de 2009, fuimos testigos de la salida —exitosa— de tres


mujeres (abuela, hija y nieta —ésta ya casada y con un hijo—) a cazar agutí con la ayuda de
un perro, Por su parte, Americhá, la más anciana del puesto indígena, posee arco y flechas
(aunque no hemos sido testigos de su uso para la caza).
5. Zent (2006) demuestra la importancia que tiene en la caza entre los Jotï (Venezue-
la), no ya como estrategia de subsistencia simplemente, sino como el escenario en el que
operan las distintas relaciones, significados e interacciones que construyen el universo Jotï
(tecnología, biosfera, ideología, ecología… en términos occidentales). A través de su praxis,
se construye la propia identidad Jotï.

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68 A. HERNANDO GONZALO, G. POLITIS, A. GONZÁLEZ RUIBAL y E. BESERRA COELHO

las plantas. De ahí que, a pesar de todas las dificultades de movilidad, sea
ésta la actividad que más resistencia ofrece a la desaparición. Puede trans-
formarse, como de hecho está sucediendo a consecuencia del uso cada vez
más frecuente de armas de fuego (escopetas de cartuchos) cedidas por la
FUNAI, pero la mayor parte de los awá sigue pensando que “ser awá” es
“ser cazador”. De hecho, debe destacarse la cantidad de tiempo y energía
que los hombres awá dedican a la fabricación de arcos y flechas (GONZÁ-
LEZ RUIBAL et al. 2008): desde la selección de las distintas maderas que
constituyen su materia prima a su elaboración, pasando por la obtención
de las plumas, el enderezamiento al fuego, etc., etc. En los casos (normal-
mente hombres jóvenes) en que el arco y las flechas han sido sustituidos
por escopetas, la dedicación al cuidado del arma reproduce la atención que
antes concedían a las flechas: la limpian una y otra vez, ordenan la pólvo-
ra, o los cartuchos… Sin duda ninguna, la caza constituye la actividad por
excelencia entre los awá, el núcleo donde se actualiza su conocimiento y
relaciones con los seres que les rodean, sus vínculos sociales, su manera
de entender el mundo y sus creencias.
2) Sin embargo, es menor la importancia identitaria y económica de la
recolección, cuyos productos pueden ser suplantados o al menos comple-
mentados con los obtenidos a través del cultivo que está siendo impuesto
por la FUNAI, quien además, les está regalando ropas occidentales, hama-
cas de algodón y telas de colores que las mujeres cosen para hacer faldas
o acarrear a los niños. De esta forma —aunque todo el grupo (hombres y
mujeres, adultos y niños) siguen recolectando productos vegetales para el
consumo—, la dedicación que tenían las mujeres a la recolección de fibras
vegetales para la confección de hamacas, faldas, pulseras, etc., está dejando
de ser necesaria, ya que los productos que elaboraban con materias primas
que ellas mismas conseguían están siendo sustituidos por otros semejantes
de origen industrial.
Debe tenerse en cuenta que la labor del tejido debía consumir un tiempo
considerable, dada su complejidad. Además, el tejido, como la fabricación
de flechas, implica una gran concentración (no es casual que el acto de
tejer esté lleno de connotaciones simbólicas, especialmente de carácter on-
tológico, en la mayor parte de las culturas). Es decir, el tejido pudo haber
representado para las mujeres lo mismo que las flechas para los hombres:
la actividad a través de cuya realización —tanto en sentido de conocimiento
tecnológico como de práctica corporal—, se podía construir la idea de sí
misma/o y de su posición en el mundo (véase también LEACOCK, 1992).
En este sentido, la pérdida de esta actividad representa mucho más que el
abandono de una actividad económica.
Dada esta pérdida y el hecho de que los hombres dedican gran parte de
su tiempo y esfuerzos a la caza, la FUNAI podía haber elegido a las mujeres
ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 57-90
GÉNERO Y PODER ENTRE LOS AWÁ (MARANHÃO, BRASIL). UTILIDAD DE LA... 69

para enseñarles a cultivar el arroz o la mandioca que están introduciendo 6.


Sin embargo, de acuerdo con el sesgo patriarcal al que nos referíamos y
que caracteriza al campesino brasileño, los representantes de la FUNAI
eligen sólo a los hombres para enseñarles a cultivar, sobrecargando así de
actividades a los hombres y vaciando de contenido la función económica de
las mujeres. Es más: en el Puesto Indígena los representantes de la FUNAI
(que, en el caso de Jurití, como en la mayor parte de ellos, son hombres)
no viven acompañados de sus esposas, que quedan en sus pueblos o ciu-
dades de origen al cuidado de los hijos y esperando la llegada del marido
que concentra los días de descanso en una proporción de unos 10 días de
descanso por cada 20 trabajados. Así que en el puesto son ellos quienes
realizan las tareas que en su casa realizarán después sus mujeres, tales
como el lavado de sus ropas, su arreglo, el cocinado de alimentos, etc. De
esta forma, a los hombres awá no les resulta extraño imitar también este
comportamiento, dándose el caso de que son tanto los hombres como las
mujeres awá quienes lavan sus propias ropas o las remiendan (al igual que
en el puesto pueden hacer tanto los hombres de la FUNAI como la mujeres
que a veces representan a la FUNASA 7).
Otra actividad femenina que se puede haber perdido puede ser el
transporte de las pertencias de cada familia durante los desplazamientos
residenciales. En muchos grupos cazadores recolectores (los Nukak por
ejemplo, ver POLITIS, 2007, 168-169; o los Sirionó, ver HOLMBERG,
1969) son las mujeres quienes tienen la responsabilidad de transportar to-
dos los enseres que poseen, ademas de la comida remanente (usualmente
la que se va consumiendo durante el viaje), los bebes y eventualmente las
mascotas. Mientras esto sucede los hombres van adelante, explorando el
camino, dirigiendo el grupo y cazando y recolectando (cosa que no podrían
hacer si tuvieran que dedicarse tambien al traslado de objetos, comida y
bebes). Esto supone un esfuerzo grande de las mujeres, ya que por ejemplo
en el caso de las Nukak, ellas deben caminar varios kilometros en un día
(X= 3,85 kms en la estación lluviosa y X= 7,65 kms en la estación seca)
cargadas con cestos que pesan varios kilos y la mayoria de las veces con un
bebe en brazos y a veces también con un mono en los hombros. En casos
extremos se ha registrado una distancia entre campamentos es de 18.1 km

6. Téngase en cuenta, además, que son los guardas de la FUNAI, o empleados contra-
tados por ellos quienes realizan las tareas de clareo del suelo, quema y cultivo, actividades
realizadas en otros grupos amazónicos por los hombres del grupo, quienes suelen dejar, o
compartir las tareas del mantenimiento a las mujeres (i.e. BROWN, 1985, 105 sobre los
aguaruna, STORRIE, 1999, 139-145 sobre los Hoti).
7. Servicio de salud del gobierno brasileño dedicado al cuidado de los indígenas que
habitan en los puestos indígenas.

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70 A. HERNANDO GONZALO, G. POLITIS, A. GONZÁLEZ RUIBAL y E. BESERRA COELHO

(ver POLITIS, 2007, 167). Mientras tanto los hombres caminan mucho más
livianos con su cerbatana, sus dardos y algun machete. Aunque no sabemos
como fue la situación de los awa, es probable que durante los eventos de
movilidad residencial (los que a juzgar por los informes durante el contacto
era muy frecuentes) las mujeres hayan tenido un rol central en el transpor-
te. Si esto fue así, esta actividad de importancia dentro del modo de vida
cazador-recolector, se habría perdido con la sedentarización impuesta por la
FUNAI en las cecanías de los puestos. Con esto se habría perdido también
una actividad femenina significativa. Por el contrario, las prácticas de caza
y recoleccion que los hombres habrían llevado a cabo en estos eventos se
habria mantenido, no ya en los traslados entre campamentos, sino en la
salidas diarias (daily foraging trips) desde Juriti.
De esta forma, los hombres awá cada vez hacen más cosas, mientras
que las mujeres cada vez hacen menos, aunque no por ello dejan de de-
mandar continuos esfuerzos de sus hombres. Es común que ellas les pidan
que vayan a cazar —también entre los Kutse del Kalahari, según Kent
(1993, 502)—, que les traigan parte de la comida cazada por otra familia,
o que elaboren la harina de mandioca cuando se les ha acabado. Y los
hombres lo hacen sin queja alguna. Son ellos los que cazan mono aullador
(Alouatta beelzebul), tapir (Tapirus terrestris), pecarí (Tayassu sp.), coatí
(Dasyprocta sp.), paca (Agouti paca), venado (Mazama sp.) o caimán (Me-
lanosuchus niger), los que consiguen tortugas como reserva de alimento,
pescan —incluyendo a la anguila eléctrica (Electrophorus electricus), a la
que matan con arco y flecha—, etc. Son ellos los que cultivan la mandioca
o el arroz, los que muelen y aventan el arroz, acarrean la mandioca hasta el
molino y realizan allí todo el proceso de prensado y tostado para conseguir
la “harina de mandioca” que constituye la actual base de carbohidratos.
Son ellos los que cortan árboles para conseguir miel (que muchas veces
devoran con ansia las mujeres en primer lugar), los que procesan la caza
y cocinan toda la comida, quienes construyen las viviendas, fabrican los
instrumentos de caza y pesca, y hacen sus propios ornamentos. Son ellos,
incluso, como señalábamos más arriba, quienes lavan su ropa (y la de su
mujer en algunos casos) o la remiendan. Mientras tanto, las mujeres pasan
la mayor parte del tiempo sentadas en sus hamacas al cuidado de sus niños
pequeños, charlando, y apenas pescando junto a sus hijos o consiguiendo
algún pajarillo de vez en cuando. Forline (1997) llamó la atención sobre el
hecho de que las mujeres y los niños no sólo disfrutan de más tiempo de
ocio y socialización que los hombres, sino que además presentan un mejor
estado nutricional.
Debe reconocerse, sin embargo, que tal y como acontece en otros grupos
de estas características (RIVAL 1996; ZENT 2006; POLITIS 2007; KENT
1993) ellas son colaboradoras esenciales en la caza, en la que acompañan
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GÉNERO Y PODER ENTRE LOS AWÁ (MARANHÃO, BRASIL). UTILIDAD DE LA... 71

con frecuencia a sus hombres para ayudarles a asustar a los monos (esen-
cialmente al mono aullador, Alouatta belzebul) mediante gritos y palmadas,
siguiendo el rastro desde el suelo de los monos que saltan de árbol en árbol,
dando así tiempo a los cazadores a que bajen de ellos y vuelvan a subir a
los que rodean a la presa que están persiguiendo. En otros momentos, les
acompañan por el puro placer de compartir la cacería, aguardando en un
punto de espera el regreso de los hombres que salen corriendo en pos de una
presa 8, o ayudándoles a rastrear a las presas en el suelo. Pero en conjunto,
la situación puede parecer de cierta dominación femenina: a primera vista,
algún observador podría decir que los hombres se encargan de conseguir
casi todo lo que las mujeres van a consumir después.
De hecho, hay mujeres que tienen un peso enorme en las decisiones del
grupo. Algunas, como Ayrúa o Parachĩ son muy influyentes, frecuentemente
salen a cazar con sus hombres, y cambian varias veces de marido, como es
el caso de la primera de ellas (quien además tiene un marido mucho más
joven que ella, hecho excepcional en sociedades tradicionales). Otras, en
cambio, son más pasivas, menos visibles socialmente, y resistentes a participar
en las actividades masculinas. Lo mismo sucede con los hombres: algunos
salen a cazar frecuentemente (y parece que los hacen con mucho placer) y
están siempre activos, contribuyendo con muchas actividades para el bien de
la comunidad, mientras que otros son pasivos y no quieren responsabilida-
des, llegando a darse un caso en Jurití, el de Yucha’a, que no quiere tener
mujer ni hijos para evitar el trabajo y el compromiso que eso le acarrearía
(según su propia declaración). El margen de variación es grande en ambos
sexos, y lo que resulta realmente llamativo es que cada particularidad es
respetada por el resto. Cada cual hace por el grupo lo que está a la medida
de sus capacidades. Si no quiere asumir responsabilidades, no lo hace, pero
entonces le tocará realizar las tareas más pesadas y aburridas, que llevará a
cabo sin dudas ni quejas. Ni las características personales ni las habilidades
particulares dan a nadie poder sobre el resto. Y esto es porque todos saben
que es la pertenencia al grupo, el vínculo con los demás, lo que constituye
la clave de la supervivencia de todos (HERNANDO, 2002).
En este momento, sin embargo, los awá se encuentran en una situación
aparentemente contradictoria: por un lado parece que las mujeres no hacen
nada y eso las sitúa en una posición de privilegio, pero por otro, precisamente
porque no hacen nada van quedando relegadas en la toma de decisiones,

8. Compartimos la observación de Zent (2006, 22) de que las paradas en el camino


no son ociosas más que en apariencia. Los awá, al igual que los Jotï a los que se refiere,
aprovechan estos momentos de descanso para comentar sobre los animales a los que bus-
can/persiguen, plantas o elementos encontrados, etc., cartografiando mentalmente la zona y
consolidando su inventario de recursos.

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72 A. HERNANDO GONZALO, G. POLITIS, A. GONZÁLEZ RUIBAL y E. BESERRA COELHO

potenciándose así el orden patriarcal que ha sido el responsable parcial de


su falta de funciones. De hecho, en los últimos años se han llegado a dar
casos de violencia de género, sobre todo en los puestos que más contacto
tienen con la sociedad nacional representada por la FUNAI. (FORLINE,
com. pers.) 9. Según Forline, estas excepciones son rechazadas por el con-
junto de los awá ya que en el caso del puesto Guajá las demás mujeres
formaban un círculo alrededor de la esposa maltratada para que el marido
no pudiese alcanzarla; en el caso de Tiracambú todo el grupo marginaba
al maltratador y en el caso de Jurití se trataba de un hombre que no tiene
ningún tipo de interacción con el resto del grupo, que lo considera loco.
Forline atribuye estos casos de maltrato al stress cultural que genera en los
awá el contacto interétnico en condiciones de reserva, aunque obviamente
no puede descartarse que situaciones similares pudieran darse en momentos
previos al contacto. En nuestra opinión, estos hechos aislados pueden ser
expresiones visibles de la potenciación de la desigualdad de género que
están experimentando con el contacto.
De hecho, consideramos que la relativa igualdad de poder que es visible
aún en la generalidad de los hombres y mujeres awá no es coherente con el
desequilibrio que muestran en la distribución de funciones. Como ha sido
indicado (véase LEACOCK, 1992 o KENT, 1993), para que la situación de
(aparente, al menos) igualdad se mantenga, es necesario que las mujeres
contribuyan económica o funcionalmente al grupo de una forma significa-
tiva, o que controlen la producción o intercambio de sus productos. Dado
que nada de esto se está dando entre los awá en este momento, podemos
inferir que tal vez sí se dio en el pasado y de ahí la relación de relativa
igualdad que aún mantienen. A intentar corroborar esta hipótesis dedicare-
mos las siguientes líneas.

3.—Indicios sobre la participación de las mujeres awá en las tareas produc-


tivas en tiempos anteriores al contacto

Aunque los datos relativos a la relacion entre los géneros en momen-


tos precontacto son casi nulos, es posible aborda este tema mediante la
informacion existente referentes a otros grupos cazadores-recolectores de
tradición tupí-guaraní como son los Sirionó de Bolivia (HOLMBERG,

9. Los casos relatados por Forline tuvieron lugar en el puesto Guajá y en el puesto
Awá, en donde un hombre (que después se trasladó al puesto Tiracambú) mató a su mujer.
En Jurití el jefe del puesto nos contó el caso de Takanĩhĩ Xa’a,, que al parecer también
provocó a golpes el aborto de un embarazo de su mujer (resultado de sus relaciones con
otro hombre).

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GÉNERO Y PODER ENTRE LOS AWÁ (MARANHÃO, BRASIL). UTILIDAD DE LA... 73

1969; CALIFANO, 1999) A pesar de su distancia geográfica, los Sirionó


presenta semejanzas significativas con los awá, hasta en aspectos aparen-
temente nimios o insustanciales. En este momento su cultura está ya muy
transformada (ver por ejemplo CALIFANO, 1999), pero mantenía patrones
tradicionales cuando Holmberg los estudió en 1940 y 1941. Según docu-
mentó este autor, la lista de las actividades femeninas era tan abultada
como la de las masculinas. Y además, todas ellas se ajustan a las que, en
efecto, puede presumirse razonablemente que serían también las realizadas
por las mujeres awá en los momentos previos al contacto. Estas actividades
incluyen la recolección y procesamiento de la fibra vegetal, utilizada en la
elaboración o reparación de faldas, cintas para acarrear bebés y hamacas o
las utilizadas para la construcción de bolsas y cestas expeditivas, además
de abanicos para atizar el fuego. Se ocupaban, asimismo, de la elaboración
de ornamentos de plumas para las actividades rituales de los hombres (tal y
como siguen haciendo las mujeres awá), la elaboración de brazaletes, pen-
dientes y collares, etc. Sin olvidar, obviamente, las actividades relacionadas
con la crianza y cuidado de los hijos.
En el caso Sirionó, las mujeres también se ocupaban de acarrear agua y
madera, y de cortar el pelo a todos los miembros del grupo. Compartían con
los hombres las actividades relacionadas con la recolección y la horticultura,
y el transporte de los materiales domésticos cuando se trasladaban en sus
continuos viajes. Es interesante, en relación a los awá, que el cocinado de
alimentos no se adscribía a un único género entre los Sirionó (HOLMBERG,
1969, 81-82). Las mujeres solían cocinar toda la comida vegetal que ellas
mismas recolectaban. A cambio, los hombres se ocupaban de cocinar la carne
de la caza, cuando se encontraban solos en partidas logísticas que podían
durar muchos días (Ibidem, 82). Es decir, cada uno cocinaba los alimentos
que conseguía. Tal vez lo mismo pudo haber sucedido con las mujeres awá
en el pasado, que si en la actualidad no participan de las tareas de cocina
es tal vez porque ya no tienen a su cargo la responsabilidad de conseguir
los recursos alimenticios.
En todo caso, esta hipótesis de que las mujeres debieron de realizar
muchas más actividades en el pasado, desarrollando tareas complementa-
rias y tan numerosas como las de los hombres es, además, confirmada por
Americhá, la mujer más anciana de Jurití. No se sabe muy bien cuántos
años tiene. El guarda de la FUNAI le calcula unos 90 años, aunque cierta-
mente resulta arriesgado aventurar una cifra. El hecho cierto es que tiene
biznietos dentro del grupo. Pues bien, Americhá todavía realiza muchas
de esas actividades que Holmberg documentaba para las mujeres Sirionó,
según hemos podido testificar personalmente. Americhá busca la fibra de
tucúm (Astrocaryum vulgare), la seca al fuego y la convierte en ovillos con
los que teje y repara su propia hamaca y la falda que viste (fig.2). Hace
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Fig. 2. Americhá haciendo hilo de fibra para tejer (obsérvese su falda y la hamaca, hechas
por ella misma).

años que vive sola, lo que explica que tenga un pequeño arco con algunas
flechas 10, y aunque su base subsistencial depende del alimento que el resto
del grupo comparte con ella, realiza muchas mas tareas que el resto de las
mujeres del grupo. Americhá está en constante actividad, va y vuelve con
fibras con que tejer, con su propia resina para alumbrarse o con nuevas
ramas de palma para mantener o ampliar su cabaña. Sus salidas en busca de
materias primas se producen en solitario, y casi sin momentos de descanso,
alcanzando, en ocasiones, 12 kms o más. Largas. Nada de esto hacen las
mujeres jóvenes del grupo, cuya contribución a la susbistencia del grupo y
a las actividades de mantenimiento de la aldea se van reduciendo, conforme
aumentan la de los hombres.

10. No hemos sido testigo de que matara ningún animal, aunque sí pudimos acom-
pañarla en julio de 2008 a un viaje logístico emprendido en solitario, en el que, a pesar de
buscar en todas las madrigueras de agutí, sólo consiguió un tipo de resina arbórea, michi-
raniká, para alumbrarse.

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GÉNERO Y PODER ENTRE LOS AWÁ (MARANHÃO, BRASIL). UTILIDAD DE LA... 75

Holmberg (1969, 101) destacaba el placer que para los Sirionó repre-
sentaba cazar, pescar o recolectar, tareas que no consideraban “trabajo”, a
diferencia de todas las demás. Es esta misma sensación la que transmiten
los awá cuando se dedican a sus actividades tradicionales, disfrutando
alegremente de cada jornada de caza, identif icando los rastros de diversos
animales, persiguiendo sus huellas, localizando el paso de distintas espe-
cies a través de vestigios vegetales encontrados, localizando esporádicos
tubérculos, frutos, maderas para construir flechas, resina (michiraniká)
para proporcionar luz, tucum —en el caso de Americhá— para el tejido.
Cada salida logística conf irma la convicción de que lo importante no es
el destino, sino el propio camino; no es tanto la presa conseguida, sino
la pura reactualización de una manera de entender el mundo, el ritmo
de los días, la lógica de la naturaleza (véase también ZENT, 2006) 11.
Nada tiene esto que ver con la pesada carga de las tareas agrícolas a
las que la FUNAI les obliga: teniendo que ir calzados y vestidos por las
muchas serpientes y el ardiente sol, sin sorpresas que alivien la tarea,
sin alicientes que la estimulen, y respecto a las cuales los awá muestran
constante pereza y resistencia.
Podemos proponer, por todo ello, que entre los awá los hombres se
mantienen haciendo la mayoría de las cosas que hacían antes del contacto
y con las que se identificaban como modo de auto-valoración (además de
hacer otras nuevas, como el cultivo, con las que no se identifican), mientras
que las mujeres han perdido la mayoria de sus competencias, excepto una:
su función reproductiva. Y ésta puede ser la razón por la que esta función
adquiere un valor aún mayor que el que siempre debió tener, con el fin de
compensar con su práctica, valoración y dedicación, la ausencia de esas
otras responsabilidades y mecanismos de auto-reconocimiento que tenían
en el pasado.

4.—La sobrevaloración de la maternidad entre los awá

Las mujeres awá no se separan nunca de sus hijos pequeños. Los ama-
mantan hasta que tienen dos o tres años de edad y los llevan constantemente
encima, apoyándolos en sus caderas y sujetándolos con el chirú, aunque
tengan que recorrer largas distancias cuando acompañan a los hombres en
las partidas de caza. Pero además de eso, los awá también tienen una rela-

11. Debemos señalar que ya existe alguna mujer cuya dependencia e identificación
con el modo de vida que representa la FUNAI le hace preferir mantenerse siempre cerca
del puesto sin realizar apenas ninguna actividad. Tal es el caso de Pakwa’ĩa.

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Fig. 3. Mono mamando de una mujer.

ción muy estrecha con las crias de la mayoria de los animales que cazan,
las cuales son “adoptadas” y tratadas con gran deferencia y cuidado por
todo el grupo. En este contexto, las mujeres desarrollan una relación muy
íntima con estas mascotas, dándose el caso de que les dan de mamar con
frecuencia (fig.3) siguiendo con ello pautas presentes también en otros
grupos amazónicos (POLITIS, 2007, fig. 8.4, pag.248, por ejemplo).
Como suele ser común entre otros muchos grupos (ZENT, 2006, 13-14;
FAUSTO, 1999), los awá adoptan como mascotas a numerosos animales,
como el agutí (Dasyprocta sp.), la ardilla (Sciurus aestuans) o el coatí
(Nasua nasua). Pero sobre todo, prefieren a los monos, de las especies
Alouatta belzebul (mono aullador), Saimiri sciureus (mono ardilla) o alguno
de los tipos del mono capuchino (Cebus apella, Cebus kaapori o Cebus
olivaceus), aunque puede suceder con cualquiera de las especies que han
sido identificadas en el área —Aotus infibulatus (conocido como marikiná
felino o “mono de la noche de Huhl”), Chiropotes satanas (sakí negro) y
Saguinus midas (o tamarino)— (CORMIER, 2006).
Tener crías de mono como mascota es un hecho común no sólo entre
muchos grupos de las tierras bajas de América del Sur, como los Aché
(HILL y HAWKES, 1983), los Mekranoti (WERNER, 1984), los Yanomamö
(SMOLE, 1976), los Nukak (POLITIS, 2007) o los Jotï (ZENT, 2006),
sino también entre otros como los Mende de Sierra Leone (RICHARDS,
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GÉNERO Y PODER ENTRE LOS AWÁ (MARANHÃO, BRASIL). UTILIDAD DE LA... 77

1993). Y al igual que sucede entre ellos, cuando los awá cazan una hembra
de mono que esté amamantando a una cría, deciden inmediatamente qué
quieren hacer con ella, si matarla y comerla o adoptarla. En el caso de
que decidan adoptarla, entonces las mujeres awá que estén amamantando
a sus propios bebés les dan de comer del mismo modo que hacen con
sus hijos. Si la mujer es ya mayor o simplemente no está amamantando
en ese momento, le da de comer con la boca, una vez que ha masticado
los alimentos para que la cría los pueda comer. No hacen esto sólo con
monos, sino también con ardillas, coatíes o incluso pájaros (alimentarlos
con la boca).
Algunos autores han explorado la función de la adopción de mascotas
en la Amazonía (DESCOLA, 1994, 1998; ERIKSON, 2000; FAUSTO, 1999;
TAYLOR, 2001; ZENT, 2006), siendo generalizada la opinión de que se trata
de relaciones prototípicas de control simbólico y de apropiación social de la
naturaleza. Es decir, al someter a la naturaleza a la dinámica social de una
manera tan directa y explícita, se intenta generar la sensación de un cierto
control sobre un medio que, en realidad, no se controla. Se ha insistido,
igualmente (ZENT, 2006, 14) en la utilidad que tienen esas adopciones para
el entrenamiento desde la niñez en el conocimiento de los rasgos y com-
portamiento de los animales, así como en su función en el sostenimiento
y reactualización de las redes de relación que vinculan a las personas con
los habitantes (también humanos, de acuerdo con sus cosmologías) de la
selva en la que viven.
Además de cumplir con esas funciones, el amamantamiento de las
crías animales ha sido interpretado como un mecanismo que potencia y
revaloriza simbólicamente la imagen socialmente valorada de la mujer fértil
(CORMIER, 2003a, 114). Ahora bien, en el caso de los awá, en el que
las mujeres están perdiendo sus otras funciones económicas, la adopción
y el amamantamiento de las crías podría contribuir a la consolidación
de un orden patriarcal que se está reforzando desde fuera, ya que lleva
a que las mujeres se especialicen en su función de cuidadoras, dejando
el conocimiento y la familiaridad con el medio natural, y la consecuente
capacidad para tomar decisiones, en manos masculinas. Resulta interesan-
te destacar que, aunque hay algunos hombres que también llevan monos
sobre sus cabezas (casi exclusivamente los que mantienen pautas más
tradicionales como Kamará y Chipa Ramãj Xa’a), son las mujeres (tradi-
cionales o no) quienes se especializan en el cuidado de las mascotas. Es
decir, parece coherente que la potenciación de la lógica patriarcal entre
los awá (como efecto del contacto con la FUNAI), no sólo se acompañe
de una reducción de la participación femenina en las tareas económicas
o tecnológicas, sino también de un reforzamiento (y en consecuencia
especialización) de su función maternal. Al f inal, ésta es precisamente la
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78 A. HERNANDO GONZALO, G. POLITIS, A. GONZÁLEZ RUIBAL y E. BESERRA COELHO

complementariedad de funciones que def inirá el orden patriarcal: hom-


bres cazadores/recolectores/agricultores y mujeres madres (en lugar de
hombres sobre todo cazadores y algo recolectores y mujeres sobre todo
recolectoras y algo cazadoras —además de madres—).
Debe quedar claro que no es la importancia de la maternidad lo que
def ine a la sociedad patriarcal —la maternidad es obviamente una función
muy importante, tanto desde el punto de vista biológico como simbólico
o social y así lo reconocen todas las culturas (véase, por ejemplo, LEE,
1982, 41)—, sino el hecho de que comience a ser ésta la única función
importante de las mujeres en un determinado grupo. Si éste no era el
caso en el pasado, debemos preguntarnos entonces cuál podía ser el tipo
de relaciones de género que caracterizaría a los awá en los momentos
previos al contacto.

5.—Inferencias sobre las relaciones de género entre los awá en tiempos pre-
vios al contacto

Como se ha señalado, es difícil evaluar la información etnológica


existente sobre las relaciones de género en las sociedades consideradas
“igualitarias” (KENT, 1993; LEACOCK, 1992; FLANNAGAN, 1992; LEE,
1982; BEGLER, 1978; ZENT, 2006). En muchas ocasiones (Kent, 1993 o
LEACOCK, 1992, por ejemplo), las observaciones y referencias giran en
torno a aspectos económicos o materiales (véase también HARRIS, 1993),
como la participación de las mujeres en las redes de distribución o en el
acceso a los recursos. Si no existen diferencias en ese nivel, se declara que
la sociedad estudiada (la de los Kutse del Kalahari en el caso de KENT,
1993, por ejemplo) es igualitaria. Ahora bien, siendo muy importante esta
declaración en un cierto nivel, no puede ser tomada de forma taxativa, ya que
en los casos en que el estudio profundiza en los niveles más inconscientes
o simbólicos de la cultura, en el nivel del discurso u orden de racionalidad,
suele existir algún sesgo —a veces realmente muy pequeño (ZENT, 2006)— a
favor de los hombres (BEGLER, 1978; LEE, 1982; HOLMBERG, 1969,
124-128 Y 144; DAHLBERG, 1981; HARRISON, 1985). Éste es el caso
de los awá, en donde existe una prioridad masculina en el orden simbólico
que, sin embargo no se expresa en la práctica diaria, en el nivel económico
o material. Transformar el orden simbólico de una cultura supone modificar
las bases más profundas en las que se funda, la propia estructura de su
sustentación. De ahí que si observamos cierto sesgo a favor de los hombres
en el orden de racionalidad de los awá consideremos que éste debe venir
de antiguo, arrancando con mucha probabilidad de las pautas tradicionales
previas al contacto.
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GÉNERO Y PODER ENTRE LOS AWÁ (MARANHÃO, BRASIL). UTILIDAD DE LA... 79

Debe recordarse aquí la particular trayectoria histórica que parecen


haber recorrido los awá. Si este grupo arrancó de una sociedad agrícola,
podemos pensar entonces que han tenido ciertos precedentes ajenos a
lo que suele considerarse una sociedad completamente “igualitaria”, de
los que aún pueden quedar ciertos rastros simbólicos. El caso es que,
como señala Cormier (2003b, 85), aunque las relaciones entre los awá
son igualitarias dentro del mismo sexo, sobre todo dentro del mismo
grupo de edad; no hay posiciones de poder diferenciados o estatus dis-
tintos, ni siquiera de chamanes; la guerra no existe y se valora mucho
la cooperación, evitándose los conflictos a través de continuas bromas
(CORMIER, 2003b, 83; FORLINE, 1997), y la jerarquía de género es
débil y compleja, pero sin embargo existe (CORMIER, 2003b, 85; 2003c,
136). Resulta difícil de ver en su vida diaria, y particularmente en su
vida sexual —como más abajo detallaremos—, pero sin embargo aparece
claramente expresada en los niveles más simbólicos de la cultura, como
demuestran los siguientes datos:
1) Los hombres representan hasta tal punto a la cultura awá que el
nombre que se dan a sí mismos, awá, significa literalmente “hombre” o
“masculino”. Como hemos visto, en la situación actual en que su cultura
está viéndose transformada hacia la agricultura, la caza gana peso como
estrategia de resistencia frente a esa transformación. Esta actividad tiene
un valor simbólico que supera al puramente subsistencial, pues es la que
estructura (práctica y cognitivamente) toda la vida awá. Es una actividad
esencialmente masculina, por lo que podemos inferir que también lo era
antes del contacto, lo que significa que la principal actividad realizada por
los hombres ha tenido siempre mayor valor social que cualquiera de las
desarrolladas por las mujeres 12.
2) Al igual que sucede en la mayoría de las sociedades consideradas
“igualitarias” de cazadores-recolectores (BEGLER, 1985, 585), los awá tienen
ceremonias restringidas exclusivamente al conjunto de los hombres. Es decir,
el mundo simbólico parece expresar también una jerarquía de género. Los
awá creen en un lugar mítico, llamado iwa, en el que viven los ancestros
y los espíritus. Cuando los awá quieren visitarlos, realizan una ceremonia
denominada karawár@, en la que sólo los hombres pueden participar como
actores principales (FORLINE, 1997, 205; CORMIER, 2003c, 136). Se celebra
en una estructura circular construída con grandes hojas de palma, denomi-

12. Debe entenderse que el prestigio no deriva de que la actividad sea realizada por
hombres, sino de la propia capacidad de la caza para constituirse en contexto del habitus
de una sociedad de cazadores-recolectores. Es decir, del conjunto de relaciones y construc-
ciones sociales que a través de ella se actúan y reproducen (ZENT, 2006), al margen del
valor energético de los recursos que obtiene (LEE, 1982, 41).

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80 A. HERNANDO GONZALO, G. POLITIS, A. GONZÁLEZ RUIBAL y E. BESERRA COELHO

nada takaya, en la que los hombres, individualmente, uno por uno, cantan
y bailan en un ritmo de intensidad creciente hasta que, “inician el vuelo
hacia el mundo espiritual del cielo” (FORLINE, 1997, 201). Normalmente
participan solo los adultos, aunque los jóvenes que ya cazan por sí mismos
(normalmente desde la edad de 13 o 14 años) pueden participar también,
como pudimos testificar en diversas ocasiones. Por el contrario, las mujeres
no pueden protagonizar el rito, pues son consideradas incapaces de alcanzar
el iwa. Si quieren contactar con sus ancestros, deben pedir a sus maridos
o parientes que transmitan sus mensajes, que actúen como sus emisarios
(CORMIER, 2003c, 136). La única función que las mujeres cumplen en esta
ceremonia es la de asistentes especializadas. Ellas son las que decoran a los
hombres, pegando, de acuerdo a pautas estéticas determinadas, plumas de
urubú rey (Sarcoramphus papa) —una especie de buitre— y tucán (Ram-
phastos vitellinus) sobre los cuerpos masculinos mediante cera de abeja u
otras resinas (FORLINE, 1997, 201), para que puedan “iniciar el vuelo”.
Así mismo, situadas fuera de la takaya, hacen las voces que complementan
el canto de sus maridos, para que éstos sientan un apoyo que les ayude a
ir subiendo la intensidad del canto. Como señala Cormier (2003c, 137), “la
experiencia del iwa no refleja o justifica místicamente la estratificación de
género, sino que es ella misma la que crea la estratificación”.
3) La mayoría de las divinidades se imaginan como masculinas, po-
niéndolas en relación con las distintas especies cazadas. Sólo existe una
divinidad femenina, Kiripi, relacionada con la obtención de un animal, la
tortuga. Sin embargo, existen informaciones contradictorias al respecto según
pudo comprobar Comier (2003a, 142), ya que mientras unos informantes le
decían que Kiripi se las come, otros contaban que sólo las capturaban para
adoptarlas como animales de compañía. De hecho, ésta es la caracteriza-
ción de la divinidad femenina Piraya. Ella guarda todos los monos como
mascotas (Idem, 142), reproduciendo así el papel cuidador y maternal que
se está potenciando cada vez más entre las mujeres.
4) La maternidad y el cuidado de los hijos son las dos principales tareas
de las mujeres awá, pero sin embargo, en el nivel discursivo, no se las
considera agentes activas de la procreación. Como algunos otros grupos
de las tierras bajas de Suramérica (ERIKSON, 2002), los awá creen que el
feto se forma en el vientre materno a través de la acumulación de semen
masculino 13. Esto convierte a los hombres en los artíf ices de la “semilla”

13. Esta interpretación se hace más precisa en otros casos. Por ejemplo, entre los
Enawene-Nawe —al igual que entre los Bororo (VIERTLER, 1979: 22)—, la concepción se
entiende como un proceso “de combinación, en el calor del útero, de una cantidad razonable
de semen con sangre menstrual, que se vuelve para dentro durante la gestación” (SILVA,
2001, 52).

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GÉNERO Y PODER ENTRE LOS AWÁ (MARANHÃO, BRASIL). UTILIDAD DE LA... 81

y a las mujeres en el depósito o contenedor de esa semilla (FORLINE,


1997, 168; COMIER, 2003a, 64-65; LARAIA, 1974). Es decir, concede el
papel de agente activo al hombre, relegando a la mujer a la de recipien-
te pasivo. El feto sólo se desarrollará por acumulación de semen, de lo
que se deduce que constituye casi una obligación para la mujer sostener
relaciones sexuales frecuentes cuando está embarazada. De hecho, para
conseguir fetos más fuertes, resulta conveniente contar con el semen de
varios hombres distintos, por lo que cada mujer awá sostiene relaciones
sexuales con varios hombres (la norma son tres) durante su embarazo
(CORMIER, 2003b, 85). Esto explica la f igura, común en otros grupos
tupí (ERIKSON, 2002; FORLINE, 1997, 168), de la “paternidad múltiple:
todos los hombres que contribuyen con su semen a la creación del bebé
serán considerados después sus padres biológicos, por lo que cada awá
tiene varios padres, en distintas combinaciones aunque se trate de hijos de
la misma madre. La consecuencia es que el papel del padre es considerado
más importante para la creación del feto que el de la madre, que es una
especie de recipiente pasivo a la que no se considera que sostenga rela-
ciones consanguíneas con los hijos que engendra (ERIKSON, 2002, 127;
CORMIER, 2003b, 85).
5) Las niñas pueden ser concedidas en matrimonio por sus padres o
hermanos a hombres adultos a edades que suelen oscilar entre los seis y
siete años, aunque pueden ser incluso menores 14. La palabra awá para de-
nominar al marido es la misma que usan para denominar al padre, chipá,
mostrando respeto y sumisión en ambos casos. En este momento, esos
matrimonios acordados funcionan como una relación paternal hasta que
la niña alcanza la pubertad, momento en el cual pasa a convertirse en la
esposa del hombre. A medida que van creciendo, las niñas se consideran
progresivamente más las “esposas” de esos cazadores, afirmando su papel
en el grupo a través de ese vínculo acordado. Si el hombre no demuestra
ser buen cazador u ocuparse de su futura mujer mientras ésta es aún una
niña, su familia se siente con la libertad de romper el compromiso y de
otorgarla de nuevo a un futuro marido que pueda cumplir mejor su papel.
También es posible que la niña rechace la elección de sus padres y escoja
a otro hombre (FORLINE, com. pers.). Pero, en todo caso, una vez que la
mujer ha cumplido con su compromiso de esposa de este primer marido,

14. Fuimos testigos de tres de estos matrimonios: el primero fue acordado cuando
la niña (Mĩmĩnĩ’ĩwá) tenía apenas tres años con un hombre de alrededor de cincuenta y
cinco (Kamará Xa’a). El segundo ya existía cuando nosotros conocimos a la niña de unos
12 años entonces (Pãnã Pĩnũhũ), con un hombre que igualaba o superaba la edad anterior
(Pira Ma’a), al igual que sucedía con el tercero: el de una niña de unos 6 años, Panãnĩ’ĩ,
con un hombre de entre 35 y 40, Pinawa..

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 57-90


82 A. HERNANDO GONZALO, G. POLITIS, A. GONZÁLEZ RUIBAL y E. BESERRA COELHO

puede cambiar de marido cuantas veces desee a lo largo de su vida, eli-


giéndolo libremente entre los hombres del grupo.
Debemos señalar, no obstante, que no está claro si este tipo de rela-
ción existía antes del contacto. Wagley y Galvão (1961) atribuyen este
patrón en varios grupos indígenas a la hecatombe demográf ica ocurrida
a consecuencia del contacto, y es un hecho que en este momento existen
menos mujeres que hombres en el puesto Jurití, lo que ha podido dar
lugar a una serie de dinámicas sociales que pudieron no haber existido
en momentos previos al contacto. De hecho, en puestos donde son los
hombres los que escasean (como en el puesto awá), se da la situación
contraria: es decir, niños pequeños prometidos en matrimonio con mujeres
mayores, que les cuidan como hijos mientras son pequeños y que pasan
a ser sus esposas cuando alcanzan la pubertad (FORLINE, com. pers.).
Casi inmediatamente, sin embargo, ellos pueden elegir una esposa joven
con quien compartir el matrimonio, explicándose así los casos de poli-
gamia que también existen 15. En consecuencia lo que podemos proponer
por ahora es que hay patrones culturales especif icos que se combinan con
los desajustes demográf icos y que dan como resultado una estructura de
formación de parejas con fuertes diferencias etarias. Llama la atención,
en todo caso, que los matrimonios sean acordados entre niñas/niños y
hombres/mujeres muy mayores, en lugar de entre niños o jóvenes de la
misma edad. Semejante desajuste de edad no parece poder explicarse sola-
mente por la desproporción demográf ica sino por determinadas pautas en
donde existen ciertos privilegios concedidos por la edad, pero aún así, no
parece encontrarse diferencias de género a este respecto. En otros grupos
cazadores-reclectores como los, Hotï en donde no se evidenciaban desajuste
demográf icos, uno de los autores (GP) observó tanbien que mujeres muy
jovenes/niñas, eran dadas (o tomadas) como esposas por hombres adultos
mayores (ver también STORRIE, 1999, 76). Es este caso sin embargo, no
se detectó la situación inversa, o sea mujeres adultas mayores que formaran
pareja con hombres jóvenes/niños.
Como este punto indica, las relaciones de género entre los awá presentan
una complejidad ajena a la dicotomía “hombre = poder = actividad / mujer
= impotencia = pasividad” de la sociedad patriarcal, porque la situación de
desigualdad de poder que pareciera anticipar todo el discurso simbólico ante-
rior no se “actúa”, sin embargo, en la práctica diaria. De hecho, es destacada

15. Llama la atención, en todo caso, que los matrimonios sean acordados entre niñas/
niños y hombres/mujeres muy mayores, en lugar de entre niños o jóvenes de la misma edad.
Semejante desajuste de edad no parece poder explicarse por la desproporción demográfica.
Habría que acudir a la existencia de unos ciertos privilegios concedidos por la edad, pero
aun así, no parece encontrarse diferencias de género a este respecto.

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 57-90


GÉNERO Y PODER ENTRE LOS AWÁ (MARANHÃO, BRASIL). UTILIDAD DE LA... 83

la libertad que tienen las mujeres awá para elegir compañeros sexuales, que
suelen complementar la relación con el marido, no sólo durante el embarazo
sino a lo largo de toda la vida. Crocker (1974), refiriéndose a los Canela,
señalaba que el sexo extramarital puede funcionar como una especie de
“lubricante social” dentro del grupo (FORLINE, 1997, 172), dado que las
relaciones sexuales siempre implican compromiso social. Los awá, como
otros muchos grupos de la Amazonía —los Enawene—Nawe (SILVA, 2001),
Sirionó (HOLMBERG, 1969), Sharanauas (SISKIND, 1973), Matis (ERIKSON,
2002) o comunidades del Bajo Urubamba en Perú (GOW, 1989)—, tienen el
sexo siempre presente, utilizando metáforas de comida para referirse a los
órganos sexuales (“mandioca” por pene, en el caso actual de los awá 16) y
mostrando el mismo interés por ambas cosas (GOW, 1989, 567; FORLINE,
1997, 179). Como se ha señalado también respecto a otros grupos (SILVA,
2002, 43 para los Enawene-Nawe, por ejemplo), los awá muestran mucha
curiosidad no sólo por los órganos sexuales de la gente de su grupo, sino
incluso por los de los visitantes, convirtiéndose este hecho en uno de sus
juegos y bromas preferidos, fundamentalmente entre los hombres. Siendo
así de importante, las mujeres tienen libertad para relacionarse con quien
deseen, mostrando sin problema sus deseos a gente del propio grupo o a
visitantes, con el apoyo desinteresado de sus maridos 17.
Una razón que puede contribuir a esta libertad es, obviamente, su
creencia en la “paternidad multiple” que señalábamos más arriba. Aunque
esta creencia otorga la función activa a los hombres en la procreación,
tiene sin embargo un aspecto que favorece a las mujeres en el complejo
juego de las relaciones de género. Dado que cada awá tiene varios “padres
verdaderos”, pero una sola madre, las mujeres adquieren preeminencia
en el sistema de parentesco, ya que la patrilinealidad no puede estable-
cerse (CORMIER, 2003a, 65). De hecho, la paternidad múltiple debilita
la función de la paternidad, ya que la categoría de “padre” se convierte
en una categoría más genérica que la de “madre” (ERIKSON, 2002;
CORMIER, 2003a, 65).
Aparte de la libertad en las relaciones sexuales extra-maritales, la so-
ciedad awá contempla la posibilidad de la poliandria dentro de su seno. No
se trata de una norma social, sino que obedece a la proporción de muje-
res/hombres que exista en cada caso, como sucedía también en el caso de
los matrimonios con niñas/niños. Es decir, si en un grupo (como sucede

16. Dado que es un producto cultivado es de suponer que utilizarían otra metáfora
cuando no vivían junto al puesto de la FUNAI.
17. Esto a su vez está en relación con la reciprocidad generalizada y sistemática que
impera en la cultura awá.

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84 A. HERNANDO GONZALO, G. POLITIS, A. GONZÁLEZ RUIBAL y E. BESERRA COELHO

en los puestos Jurití y Guajá) existen menos mujeres que hombres, pueden
darse casos en los que una mujer tenga al menos dos maridos (FORLINE,
1997, 173) 18. Lo contrario (poligamia) puede suceder, sin embargo, cuando
la proporción es la contraria o está equilibrada, como veíamos antes (COR-
MIER, 2003a, 65; FORLINE, 1997, 67).
Por otro lado, las mujeres awá se sienten completamente libres a la
hora de abortar si no desean al hijo que han concebido. Entre las chicas
jóvenes el aborto es tan legítimo que hablan de ello de forma explícita,
sin que la razón deba ser otra que el hecho de que no desean tener un
bebé. Pãnã Pĩnũhũ, por ejemplo, se había provocado al menos dos abor-
tos según sus propias palabras antes de permitir que llegara a término
su tercer embarazo, del que nació un niño. La explicación era que, en
ambas ocasiones, no sentía que el feto estuviera bien. Su marido, mucho
mayor que ella, la había amenazado con abandonarla si volvía a provocar
la pérdida del bebé.
Como se ve, la imagen que ofrece un primer acercamiento a los awá
es contradictoria: por un lado existe un orden —simbólico, inconsciente y
subyacente—, aparentemente patriarcal, pero esto se compagina con una
práctica de las mujeres que no sólo pueden elegir libremente a sus compa-
ñeros sexuales, sino también a sus maridos (salvo el primero en la mayor
parte de los casos), a quienes pueden cambiar varias veces a lo largo de
la vida. La conclusión es que la jerarquía de género que está implícita en
el discurso simbólico no parece tener efectos explícitos en las actividades
diarias.
Desconocemos el contexto político de los awá antes del contacto: cómo
tenían lugar las reuniones en los cocales, cómo se fijaban los matrimonios,
como se decidían los movimientos en el territorio o se gestionaban las re-
laciones con grupos no-awá. Por los rasgos que caracterizan ahora su orden
simbólico, podemos suponer que habría existido algún pequeño sesgo de
desigualdad a favor de los hombres. Sin embargo, aunque esta desigualdad
existiera, no podría compararse con la que caracteriza a las sociedades pa-
triarcales, pues no parecen haber implicado capacidad real de dominación de
los hombres sobre las mujeres, ni diferencias en el acceso a los recursos o
en la toma de decisiones. Resulta fundamental entender que en sociedades
de escasa complejidad socio-económica puede existir cierta desigualdad en
el orden simbólico que no implica subordinación de las mujeres en el orden
económico o material. Explicar dicho desajuste constituye un tema de suma
relevancia para entender las trayectorias históricas y la verdadera naturaleza

18. Es el caso de Parachĩ, casada con Kamará y Chipa Ramãj Xa’a en el puesto
indígena Jurití.

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 57-90


GÉNERO Y PODER ENTRE LOS AWÁ (MARANHÃO, BRASIL). UTILIDAD DE LA... 85

del orden patriarcal, pero desgraciadamente, escapa a los objetivos de este


trabajo. Nos limitaremos, por el momento, a proponer una serie de conclu-
siones relacionadas directamente con nuestro caso de estudio, es decir con
las relaciones de género entre los awá.

6.—Conclusión

Los awá demuestran el error que supone proyectar acríticamente las


categorías de género que John Money definió en 1955 a grupos que no
presentan división de funciones ni especialización del trabajo. El mismo
esfuerzo por demostrar el presentismo de muchas interpretaciones de género
ha sido realizado desde perspectivas diversas (por ej. LEACOCK, 1992,
FLANNAGAN, 1992). La relación de poder entre los sexos ha revestido
formas diversas, que se acercan a la igualdad tanto más cuanta menor com-
plejidad socio-económica caracteriza al grupo.
Flannagan (1992, 261) defendía la necesidad de entender, a través de
procesos culturales, tanto las propuestas de igualdad como de desigualdad
originaria, para no caer en esencialismos que “naturalizaran” cualquiera
de esas dos posibilidades, quitando así potencia crítica a la explicación de
la aparición del orden patriarcal. El caso de los awá queda lejos de una
situación prístina u originaria. El grupo ha pasado por transformaciones y
adaptaciones diversas, y es el resultado de procesos de cambio que no siem-
pre parecen haber discurrido en una dirección de complejidad progresiva.
Pero hemos intentado, en línea con la propuesta de Flannagan, desmenuzar
las condiciones culturales que pueden explicar su configuración actual,
para intentar despojarla de aquellas transformaciones más recientes que nos
impiden conocer cómo pueden haber sido las relaciones de género entre los
awá cuando aún no estaban bajo la fuerte influencia de la FUNAI. En este
sentido, nos limitaríamos a concluir que:
1) el contacto con la FUNAI está aumentando las diferencias en la carga
de funciones económicas que asumen los hombres y las mujeres awá; es
decir, está aumentando la desigualdad entre ellos. Podríamos decir que la
FUNAI está potenciando el desarrollo del orden patriarcal entre los awá.
2) Esta desigualdad aún no se manifiesta en una subordinación de las
mujeres, que manifiestan una relación de igualdad de poder en la vida co-
tidiana que no se corresponde con la desigualdad en la asunción de tareas.
Por ello, suponemos que su “ideología de igualdad” es remanente de la
situación previa al contacto.
3) Hemos intentado demostrar que antes del contacto las mujeres asu-
mían más tareas en una distribución más equitativa de complementariedad
de funciones entre ambos sexos.
ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 57-90
86 A. HERNANDO GONZALO, G. POLITIS, A. GONZÁLEZ RUIBAL y E. BESERRA COELHO

4) A pesar de ello, debía existir una prioridad simbólica de los hombres


en el orden del discurso (inconsciente), que no tenía (ni tiene aún) efectos
en la vida cotidiana.
En consecuencia, cabe proponer que las categorías de género no pueden
aplicarse de forma universal. No sólo es esencial valorar la complejidad
socio-económica de cada grupo estudiado, sino que es imprescindible co-
nocer su desarrollo histórico. El patriarcado es un orden cultural que tiene
una historia que aún queda por descifrar. No puede suponerse de forma
apriorística en los grupos del pasado. Es necesario que la arqueología es-
cape a los positivismos y presentismos que suelen caracterizarla si quiere
acercarse de forma más realista a la comprensión de las dinámicas del
pasado. En este sentido, la etnoarqueología constituye un camino lleno de
posibilidades en esa reflexión.

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La otra prehistoria: creación de imágenes en la
literatura científica y divulgativa
The other prehistory: creation of images in scientific and divulgative literature

Paloma González Marcén


Universitat Autónoma de Barcelona.

Recibido el 4 de mayo de 2009.


Aceptado el 22 de mayo de 2009.
BIBLID [1134-6396(2008)15:1; 91-109]

RESUMEN

A lo largo de este texto, pretendo mostrar, en primer lugar, qué representan estas
imágenes de la Prehistoria en nuestro imaginario cultural y qué implicaciones suponen
de forma particular para nosotras, las mujeres contemporáneas. En segundo lugar, querría
aunque fuera brevemente analizar cómo y de dónde proviene ese imaginario en el que se
insertan las representaciones de la prehistoria y de qué manera, desde la investigación y la
divulgación, podemos incidir en la reconstrucción de arquetipos y en la creación de nuevas
claves interpretativas de la prehistoria, de la historia y de las relaciones de género en el
mundo contemporáneo.
Palabras clave: Prehistoria. Imágenes. Representaciones. Mujeres. Investigación. Divulga-
ción.

ABSTRACT

With this text I pretend to show, in one hand, what represent for our cultural image
repertoire the illustrations from prehistory and what kind of implications have, particularly,
for contemporary women. In a second place, I would like to analyze briefly, how and from
where comes this collection in which representations of Prehistory are immersed. From this
point, we can approach to how from research and diffusion we can contribute to the re-
construction of archetypes and to the creation of new interpretative keywords of prehistory,
history and gender relations in the contemporary world.
Key words: Prehistory. Images. Representation. Women. Research. Dissemination.

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SUMARIO

1.—Introducción. 2.—¿Tal como éramos?. 3.—Representando la humanidad prehistórica.


4.—Ciencia e interpretación de la prehistoria. 5.—Preconcepciones y diversidad interpretativa.
6.—Investigación y divulgación de la prehistoria en clave de género. 7.—Bibliografía.

1.—Introducción

En abril de 2008, coincidiendo con la inauguración en el Parque de


las Ciencias de Granada de la exposición “Las mujeres en la prehistoria”,
el suplemento dominical del diario El País mostraba en portada e incluía
en su interior un amplio reportaje sobre los últimos hallazgos de fósiles
neandertales en el yacimiento asturiano de El Sidrón. El reportaje y la
portada se acompañaban de unas impactantes reconstrucciones, tanto
por su hiperrealismo como por sus humanizados rasgos, de esta especie
extinguida del género humano, realizadas por la artista plástica francesa
Elisabeth Daynes.
No podemos atribuir exclusivamente la creciente identificación de las
imágenes de los homínidos con los rasgos de los humanos actuales al ex-
traordinario desarrollo experimentado en los últimos años por las técnicas de
reconstrucción asistidas por ordenador y al empleo de mejorados materiales
para estas figuras tridimensionales. Independientemente de los argumentos
científicos que subyacen a la hipótesis que nos vincula, como especie, a
homínidos ya extinguidos, lo cierto es que, actualmente, su representación
iconográfica refuerza una idea de cercanía cada vez mayor con esos seres
remotos.
Sin duda, la primera pregunta que surge en relación a las imágenes
de la humanidad prehistórica es en qué nos afecta, en qué afecta a la
sociedad actual las representaciones que se puedan hacer o dejar de hacer
de la prehistoria. ¿Qué relación puede existir entre unos grupos humanos
tan distantes a nosotros con nuestros problemas, nuestros conflictos o
nuestros proyectos? La respuesta es sencilla: desde la aparición, a lo largo
del siglo XIX, de la prehistoria como campo específ ico de investigación
en el marco del publicación de la teoría evolucionista de Darwin y del
desarrollo metodológico de la arqueología, nuestra cultura la concibe
como el lugar de nuestros orígenes que explica y, frecuentemente, justi-
fica ciertos comportamientos actuales (STOCZKOWSKI, 1994; VASICEK,
1994; QUEROL, 2001).
La prehistoria, más que cualquier otro periodo de la historia de la huma-
nidad, se perfila como una etapa situada entre el mito y la historia, entre la
ficción y la ciencia; en definitiva, un arma poderosa para la construcción y
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deconstrucción de las ideologías. Es en la prehistoria más profunda cuando


surge nuestra especie y se definen sus pautas de comportamiento biológico
y cultural; pero también es en la prehistoria cuando aparecen todos aquellos
componentes, materiales y sociales, que conforman las bases de la vida
social tal como la conocemos ahora: el poder, la explotación económica,
el estado, la transformación del medio natural, pero también la vida en
sociedad, el arte, las tecnologías…
Como consecuencia de concebir la prehistoria como lugar-tiempo de
origen primigenio, las variables definitorias de lo humano prehistórico,
tanto desde la investigación como de las representaciones iconográficas
dominantes que se derivan de ella, se concretan en una serie de rasgos
comunes que tratan de forma diferencial a los humanos-hombres de los
humanos-mujeres:

— La características y capacidades biológicas de la especie


humana se definen en relación al cuerpo masculino.
— El dominio de cierto tipo de tecnologías, adscritas actual-
mente a los hombres (y también en su proyección hacia el pasado
remoto), se define como motor de la sociedad.
— El pensamiento abstracto, la capacidad de comunicación
avanzada y, en general, la creatividad y la innovación se representan
como cualidades eminentemente masculinas.
— Las formas de vida en sociedad y sus transformaciones están
organizadas y dirigidas principalmente por hombres.

El análisis pormenorizado de estas vinculaciones pasado-presente mues-


tran que, más allá de su base científica, las propuestas interpretativas y sus
representaciones iconográficas están teñidas de preconcepciones acerca de la
vida en sociedad y de supuestas características esenciales de hombres y de
mujeres que perpetúan arquetipos clasistas, racistas y, muy especialmente,
sexistas (MOSER, 1993; WIBER, 1997; MOSER, 1998).

2.—¿Tal como éramos?

Así, en primer lugar y como el elemento que condiciona a todos los


demás, es en la prehistoria cuando creemos poder reconocer a unos seres
que biológicamente se asumen como nuestros antepasados en una línea evo-
lutiva que llega hasta nosotros. Esta línea se remonta mucho más atrás en el
tiempo que las representaciones de neandertales a las que hacía referencia
y se retrotrae a la familia de los llamados austrolopitécidos que vivieron en
África hace más de 3 millones de años. Un magnífico ejemplo lo encon-
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tramos en la recreación de una australopiteca de corta edad hallada hace


unos pocos años en Etiopía y que fue publicada en la portada de la revista
National Geographic en el año 2006 1. Esta imagen digital fundamentada en
datos arqueológicos y paleoantropológicos (los restos esqueléticos hallados
en la excavación), pero interpretada en cuanto a su expresión (mirada, gestos
faciales, etc.), potencia una imagen de los homínidos en términos humanos
en consonancia con valores y creencias del mundo actual que considera a
la humanidad no opuesta sino inserta, sin solución de continuidad, en el
mundo natural.
En la supuesta línea genealógica, justif icada en términos de ley
biológica, que une a estos homínidos con lo que somos ahora, queda re-
flejada la adscripción de tareas a los sexos. La subsiguiente articulación
de estos comportamientos en los cuales las actividades y las aptitudes
del sexo masculino resultaban los motores del progreso evolutivo y de
la consecución de la categoría de “humano”, queda reflejada de forma
explícita en la popular sucesión de imágenes que, desde el simio encor-
vado al varón erguido, nos muestra, sin el menor género de dudas, a los
únicos protagonistas del proceso. Nos muestra, no ya al hombre, sino a
los genes masculinos como artíf ices biológicos de la evolución nuestra
especie (Fig. 1).
En relación a la tecnología, resulta habitual en libros de textos y ma-
nuales universitarios introducir el estudio de los más antiguos testimonios
de la humanidad a unos útiles de piedra, llamados choppers, que fueron
hallados en el nivel arqueológico denominado Lecho 2 del yacimiento de
Olduvai en Tanzania y que cuentan con más de 1,5 millones de años de
antigüedad. Tradicionalmente estos choppers han sido considerados las pri-
meras herramientas de factura humana documentada científicamente y, por
ello, suponen, un punto de inflexión, por no decir el punto de inflexión en
la larga marcha de los homínidos hasta los humanos.
Porque si, por una parte, nos unen a los australopitécidos o a los primeros
homínidos tanto la biología como, según las representaciones iconográficas,
las emociones y los sentimientos, el punto de salida que supuestamente
nos lleva directamente hasta hoy es la tecnología. El recorrido evolutivo
de los choppers de Olduvai hasta las estaciones espaciales de la NASA se
concibe de nuevo como una línea genealógica (tal como mostrara Stanley
Kubrick en las escenas iniciales de la película 2001: Odisea en el Espacio)
desde estos instrumentos de piedra hasta un cierto tipo de tecnología que se
presenta como una tecnología diseñada, planificada y ejecutada mayoritaria
y tradicionalmente por hombres y dependiendo de decisiones y estrategias

1. http://ngm.nationalgeographic.com/ngm/0611/feature6/multimedia.html (acceso 10/2/2009).

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Fig. 1. En los libros de texto actuales se sigue reproduciendo la secuencia iconográfica


clásica (Ciències Socials.1º ESO. Text/La Galera, 2007), aunque también se encuentran
ejemplos que proponen otras fórmulas no sexistas de representación de la evolución de la
especie humana (Geografia i Història.1º ESO. Grup Promotor/Santillana, 2007).

ubicadas en ámbitos mayoritaria y tradicionalmente masculinos (Fig. 2)


(OLDENZIEL, 1996).
Conviene recordar que estos prejuicios, lejos de contribuir tan solo a
discusiones conceptuales en el seno del mundo académico, han tenido y
tienen su traslación en las relaciones sociales desiguales de nuestra socie-
dad contemporánea. Por poner un ejemplo, hasta bien entrado el siglo XX,
en la mayoría de países occidentales no les estaba permitido a las mujeres
patentar sus inventos. Para poder hacerlo, tenían que buscar un benefactor
masculino, que además de “apadrinar” y controlar el diseño, era quien
estaba en disposición de beneficiarse de la eventual explotación industrial
del invento.
Al igual que en el caso de la tecnología, el surgimiento de lo que se
ha venido a denominar arte al final del Paleolítico, se vincula en nuestro
imaginario a la capacidad de pensamiento abstracto y de su empleo, en este
caso, para expresar emociones o sensaciones que trascienden al individuo
creador. Este conocimiento confiere a quien lo posee de un cierto poder
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Fig. 2. Ilustración que acompaña la noticia titulada “Barcelona se alarga por la prehistoria”
aparecida el 12 de marzo de 2009 en el diario La Vanguardia.

real o potencial y desempeña un papel fundamental en las formas y conse-


cuencias de la innovación cultural.
Esta capacidad creativa se ha tendido a simbolizar mediante las manos
pintadas que se han documentado en los paneles de arte rupestre del Paleo-
lítico Superior, como en las cuevas Altamira o Lascaux. De hecho, se han
interpretado como el elemento más cercano a una firma, a la existencia de
un individuo creador concreto detrás de esas obras de arte. Porque, como
tal son consideradas, y figuran, todas y todos así lo hemos aprendido en el
primer capítulo de nuestros manuales de historia del arte. Y del mismo modo
que los choppers se asocian al punto de salida para llegar a las estaciones
espaciales, las manos pintadas en las cuevas paleolíticas configurarían la
primera muestra de un genio creador firmando sus obras. En definitiva,
el arte, la creatividad y la comunicación trascendente se plantean exclusi-
vamente como logros y expresiones individuales de ciertos seres humanos
con capacidades y sensibilidades excepcionales. Que cada cual repase lo
que recuerde de sus manuales de historia del arte y haga memoria de los
nombres y el género de quien podría incorporarse a esta genealogía del arte
que se inicia en la Prehistoria (Fig. 3).
Y llegamos por fin aquello que une todo lo que acabo de enumerar y
cuyo origen también está en la prehistoria: las formas de vivir en sociedad,
es decir, las bases organizativas que rigen el comportamiento social, sobre
las cuales y a partir de las cuales se han construido todas las formas de
convivencia existentes, pasadas, presentes y futuras. La arqueología nos aporta
muchos datos, pero como dijo uno de los arqueólogos más influyentes de
los últimos 50 años, Lewis Binford (1983), los hallazgos arqueológicos, por
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muchas nuevas técnicas de


análisis y de reconstrucción
que se apliquen, son estáticos,
y sólo podemos inferir, pero
no ver, el comportamiento hu-
mano de aquellas sociedades
que nos dejaron sus rastros
materiales.
Sin embargo, la tradición
disciplinar de los estudios
prehistóricos ha hecho abs-
tracción, en sus inferencias,
de la diversidad de la agencia
humana y ha formulado la
dinámica social exclusiva-
mente en términos del poder
masculino que rige nuestro
presente: el control de la
macroeconomía, el control
político y el control de las
tecnologías de producción.
Estas preconcepciones implí-
citas en los textos científicos Fig. 3. Reconstrucción de la realización de las pin-
y académicos, se ven expli- turas paleolíticas de Creswell Crags (Derbyshire,
citadas, no obstante, en las Inglaterra), tal como se las imagina el reconocido
representaciones iconográficas dibujante Victor Ambrus en su libro Drawing on Ar-
de las publicaciones divulga- chaeology. Bringing History to Life (Stroud, Tempus
Publishing, 2006).
tivas, que son asumidas sin
reparos por la investigación
de referencia (Fig. 4).
¿Podemos decir con seguridad que estas sean representaciones equivo-
cadas de la vida en la prehistoria? No. Pero tampoco podemos asegurar lo
contrario: pudo ser así o también pudo se de otra manera. Se trata de una
interpretación de los datos disponibles, cargada eso sí, de preconcepciones
sobre el papel originario de hombres y mujeres.

3.—Representando la humanidad prehistórica

Ya desde el siglo XIX ha existido la fascinación por este vínculo con los
primeros humanos y los tándems investigador-artista han ido creando, tanto
en virtud de nuevas técnicas de reconstrucción como de la concepción de
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cada momento de lo que se ha


entendido y se entiende como
ser humano, sucesivas recons-
trucciones tridimensionales a
partir de los restos humanos
hallados en yacimientos del
Pleistoceno. La representación
de mujeres primitivas ha es-
tado también presente aunque
con mucha menor frecuencia
aunque, como veremos, con
estereotipos recurrentes (GI-
FFORD-GONZALEZ, 1993;
MOSER, 1993; HORNOS y
RÍSQUEZ, 2000; QUEROL,
2000).
Por ejemplo, las dos únicas
figuras femeninas de una serie
Fig. 4. Ilustración del libro de divulgación infantil de 15 esculturas realizadas
de Giovanna Mantegazza Quan els nens vivien en por Louis Mascré, por encar-
cavernes (Madrid, Edaf, 1998). go de la Academia Real de
Bruselas para su exposición
en el Instituto de Ciencias
Naturales a principios del siglo XX, representaban, respectivamente, a una
madre neandertal con su bebe y a una representación tridimensional del bajo
relieve de la fase gravetiense del Paleolítico Superior denominado la Venus
de Laussel (AA. VV., 2003). Vistas ahora desde nuestra perspectiva, estas
dos representaciones marcan ya las dos visiones de la mujer prehistórica en
nuestro imaginario cultural —por un lado, la mujer exuberante, sexualmente
receptiva y, por el otro, la mujer madre, que está guiada por su instinto
biológico (podríamos decir que animal) de protección a sus crías.
El papel fundamental que desempeñaron ferias, exposiciones univer-
sales y, finalmente, museos en la divulgación popular de la imagen de
la humanidad prehistórica durante el siglo XIX, fueron substituidas en
el siglo XX por el soporte divulgativo por excelencia de esa centuria: el
cine. Ciertamente, la def initiva creación de un imaginario visual en el
siglo XX ha sido construida mediante la imagen cinematográf ica como,
probablemente, la del siglo XXI se construirá mediante la imagen digital
de los videojuegos. Este paso desde la creación de imágenes del pasado
a su visualización escenográf ica por medio de la creación de imágenes
en movimiento para un público ampliado en número y en transversalidad
social, obliga a caracterizar, sin duda, al cine como el mayor creador de
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imágenes populares sobre el pasado histórico y, por extensión, de las


mujeres del pasado.
De hecho, el cine abordó ya en época muy temprana el mundo pre-
histórico y aunque no es excesivamente extensa la filmografía ambientada
en la prehistoria, especialmente si la comparamos con la abundancia del
llamado peplum o cine de romanos (SOLOMON, 2002), su impacto en el
imaginario popular ha sido definitivo. De todas las películas ambientadas
en época prehistórica, podríamos destacar dos de ellas que no nos cos-
tará asociar con nuestras propias preconcepciones visuales sobre la vida
prehistórica y que han inspirado, por extensión, otros soportes visuales
de amplísima divulgación como son los cómics, las tiras gráficas o los
dibujos animados. Nos estamos refiriendo, por una parte, a la película de
1923, dirigida e interpretada por Buster Keaton, titulada Las Tres Edades,
y, por otra parte, la película de 1966 Hace un Millón de Años que, aunque
dirigida por Don Chaffey, es más popular y conocida por su protagonista
femenina, Raquel Welch.
La primera de ellas consiste en una parodia de las relación hombre-
mujer mediante diversos episodios ambientados, respectivamente, en la pre-
historia, la antigua Roma y la época contemporánea y, si bien su objetivo
no residía en ofrecer una representación fidedigna o aproximada de estos
períodos, sí que va a crear una iconografía de referencia que ha servido
(y aún sigue sirviendo) como fórmula de representación de la prehistoria:
hombres y mujeres greñudos y vestidos de pieles, en un mundo en que la
fuerza y supremacía de los machos se manifiesta con garrotes y dominando
con violencia a las mujeres. El modelo de Las Tres Edades continúa en
Hace un Millón de Años, si bien se suaviza ligeramente la violencia em-
pleada contra las mujeres y se resalta, con Raquel Welch a la vanguardia,
su sexualidad exuberante, reduciendo el tamaño del vestido de pieles a un
mínimo bikini.
Así pues, hasta los años 80, se consolida la iconografía prehistórica
asociada a un patrón de comportamiento social: sometimiento violento de
mujeres a hombres, sexualidad como característica y actividad definitoria
de las mujeres prehistóricas. En esta década se producen dos películas que
supondrán una cierta modificación de este modelo, debido en ambos casos,
a una voluntad de mayor rigurosidad histórica y científica en la plasmación
cinematográfica de la prehistoria. Tanto En busca del fuego (1981), dirigida
por Jean-Jacques Annaud y basada en la novela de 1911 de J.-H. Rosny Aîné,
como en El clan del oso cavernario (1986), en la que Michael Chapman
adapta el primer libro de la saga “Los Hijos de la Tierra” de la escritora
norteamericana de Jean M. Auel, los personajes femeninos adquieren una
mayor presencia y protagonismo en la trama de las películas, ya que son
ellas las depositarias del conocimiento necesario para la supervivencia de
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las tribus que las acogen. Sin embargo, su sabiduría va de la mano de su


potencial sexual y reproductivo y si bien el aspecto físico de las protago-
nistas se aleja en voluptuosidad de representaciones anteriores, las escenas
de apareamiento son extremadamente explícitas y resultan cruciales, no
sólo en el argumento, sino también en la caracterización de los personajes
femeninos protagonistas.
La ficción cinematográfica sobre la prehistoria ha dado paso, en los
últimos diez años, a una serie de documentales que, gracias a las técni-
cas digitales de animación por ordenador, hacen posible una inmersión
en las etapas más antiguas de la humanidad simulando las técnicas del
“docudrama”, un género difundido en cine, radio y televisión que trata,
con técnicas dramáticas, hechos reales propios del género documental. De
este modo, se llega a una síntesis entre la voluntad de divulgación de la
creciente información obtenida en las últimas décadas sobre la evolución
de la especie humana y el atractivo narrativo de la f icción cinematográf i-
ca. Gracias a estas nuevas producciones, emitidas por televisión de forma
reiterada y, frecuentemente en franjas horarias de máxima audiencia, y
posteriormente distribuidas en formato DVD en quioscos de prensa, hemos
podido conocer a la famosa homínida Lucy en la producción francesa de
2002 La Odisea de la Especie o ser testimonios del posible apareamiento
(enamoramiento??!!) entre una neandertal y un homo sapiens en la serie
británica del mismo año Caminando con Cavernícolas. Estas imágenes
digitales, fundamentadas en datos arqueológicos pero interpretada en
cuanto a su expresión y comportamientos, potencian una imagen de los
homínidos en términos de cuasi humanos en consonancia con los valores y
creencias del mundo actual que considera a la humanidad no opuesta sino
inserta, sin solución de continuidad, en el mundo natural. Así, si bien la
divulgación científ ica de la prehistoria cuenta en la actualidad con estas
nuevas herramientas de representación jamás antes conocidas y con un
ingente potencial comunicador, existe el peligro de una mayor dif icultad
en discernir, por parte de público y audiencias, la carga interpretativa y,
por tanto, ideológica de las representaciones del pasado.

4.—Ciencia e interpretación de la prehistoria

¿Quiere esto decir que no hay nada de cierto en la investigación pre-


histórica? ¿Es tan solo una proyección de nuestros valores, o mejor dicho,
de ciertos valores y concepciones del mundo? En la inmensa mayoría de
yacimientos arqueológicos nuestros hallazgos son muy escasos y tan sólo
representan huellas de actividades pasadas. Se trata de una pequeña parte
de los objetos y elementos que estaban en uso en un momento concreto
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Fig. 5. Esquema de la relación entre investigación y representación del conocimiento


arqueológicos.

de la prehistoria. Son sólo aquellos que se abandonaron o se dejaron atrás


por algún motivo y que por su características y las características de los
yacimientos han perdurado hasta nuestros días.
Por lo tanto, tenemos una colección limitada de elementos materiales
sin sus agentes, ni sus productores, ni las acciones, ni por supuesto, sin
formas de interactuar, de relacionarse. Visto como un esquema, el proceso
de investigación arqueológica consistiría en obtener información sobre las
sociedades del pasado a partir de unos datos arqueológicos que proceden
de un segmento limitado de las actividades de esas sociedades (Fig. 5).
Tanto los datos que recogemos como la información que obtenemos, están
regidos por criterios y técnicas del presente, y es a partir de esa informa-
ción, tamizada y filtrada desde el inicio del proceso de investigación, como
representamos, en la última fase del proceso, cómo eran y cómo vivían las
sociedades del pasado.
Como ha señalado la filósofa Alison Wyle (2002), la relación de estas
representaciones con las sociedades del pasado no es mera especulación:
existe y conforma la base de las interpretaciones, pero el margen de in-
terferencia de valores y preconcepciones del presente también forma parte
de la visión que ofrece la investigación sobre la prehistoria, y que se va
haciendo mayor a medida que nos alejamos del objeto de estudio: primero,
se seleccionan ciertos materiales como datos arqueológicos relevantes; des-
pués, se analizan, clasifican y ordenan siguiendo determinados criterios de
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tratamiento de la información, para, finalmente, insertarlos en un modelo


de comportamiento social que se considera plausible.
Pero el problema no está sólo en este sesgo propiamente dicho, sino
que conlleva que comportamientos e ideologías actuales en relación a las
mujeres se consideren originarios o naturales que serían, retomando nuestras
variables iniciales de lo considerado humano:

— La biología femenina es un complemento de la especie


definido exclusivamente bien por la reproducción o bien por la
sexualidad
— Escaso control de la tecnología compleja por parte de las
mujeres y conocedoras e innovadoras tan sólo de una tecnología
secundaria.
— Capacidades limitadas para el pensamiento abstracto y la
creatividad y ausencia de genialidad o excepcionalidad.
— Papel dependiente y pasivo en las formas de organización
social.

5.—Preconcepciones y diversidad interpretativa

En múltiples estudios realizados sobre las preconcepciones existentes


en la población escolar sobre la ciencia y los roles sexuales, se muestra
como hay una interpretación diferencial según el género a partir del mismo
propuesta como, por ejemplo, “haz un dibujo de un laboratorio científico”
(BUCK et al., 2002; MEHMET, 2006). Sin embargo, resulta indicativo es
que las niñas muestran, siendo prácticamente siempre preponderante la iden-
tificación de los científicos con hombres, una mayor diversidad de adscrip-
ción de roles tanto dibujando a mujeres como científicas como planteando
equipos mixtos o de género indeterminado. Este rasgo de los dibujos de las
niñas se interpreta en el sentido de ellas, y por extensión podríamos decir
que las mujeres, además de asumir que los hombres pueden, por tradición
y por reiteración en las representaciones (Fig. 6), ejercer de científicos,
también saben que ellas mismas pueden serlo, solas o con otras mujeres y
hombres; lo cual no parece darse en sentido inverso.
Esta misma tendencia puede detectarse a partir de un proyecto aún en
fase de elaboración, consistente en la revisión de las imágenes previas de
adolescentes sobre la prehistoria y que forma parte de un trabajo que se ha
llevado a cabo durante cuatro años con más de 500 chicos y chicas de 1º de
ESO (12-13 años) en un instituto de la provincia de Barcelona. El proyecto,
encuadrado en la docencia del crédito común de Ciencias Sociales que incluye
en su temario los contenidos de prehistoria, parte de la idea de iniciar el
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estudio con información


sobre diversos yaci-
mientos arqueológicos
del Paleolítico y del
Neolítico y con talleres
experimentales sobre
diferentes procesos de
trabajo propios de estos
períodos (talla de sílex,
alfarería, cestería, mo-
lienda y elaboración de
pan, construcción de
cabañas con ramas y
barro y tiro con arco)
sin explicar ni incidir
en cómo se organizaban
estas sociedades en
cuanto a la adscripción
de ciertas actividades
a hombres, mujeres o
grupos de edad.
Esta interpretación
se lleva a cabo después
Fig. 6. Ilustración que con el pie de figura “Representación
de que, como conclu-
esquemática de las tareas en arqueología: el laboratorio” aparece sión y síntesis de esta
en el libro de divulgación, coordinado por Mª A. Petit y Josep parte de la asignatura,
Mª Fullola, Tal como éramos. Las sociedades prehistóricas todos los alumnos y
de la Península Ibérica (Barcelona, Ariel, 2005). alumnas realicen un
dibujo sobre cómo, a
partir de la información
que han obtenido, se imaginan la vida en la prehistoria. De la multiplicidad
de variables analizables, se puede realizar una lectura iconográfica centrada
en la composición de los dibujos, de las acciones o situaciones represen-
tadas y de las características de los personajes asociados a las acciones
y situaciones representadas. Asimismo, este análisis permite esbozar la
existencia de ciertos matices de diferenciación entre las representaciones
de roles de género.
En los dibujos el contraste acción-hombre pasividad-mujer, no es to-
talmente generalizada, pero sí que la acción se identifica mayoritariamente
con la caza y la caza casi exclusivamente con los hombres. Sin embargo,
dentro de esta tendencia general de roles de género plasmados en los dibu-
jos, se muestra una gradación, cuantitativa y cualitativa, desde dibujos que
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Fig. 7. Representación de un alumno de 1º de ESO de la vida


en la prehistoria.

representan exclusivamente escenas de caza protagonizadas por hombres a


dibujos que representan múltiples actividades (incluida la caza) realizadas
exclusivamente por mujeres y criaturas (Fig. 7 y 8). En cuanto a la autoría
de los dibujos, esta misma gradación se expresa en términos de dibujos rea-
lizados por niños y dibujos realizados por niñas, es decir, las niñas tienden
a incluir mujeres (con o sin hombres) en las representaciones, mientras que
los niños tienden a representar exclusivamente a hombres.

Fig. 8. Representación de una alumna de 1º de ESO de la


vida en la prehistoria.

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LA OTRA PREHISTORIA: CREACIÓN DE IMÁGENES EN LA LITERATURA CIENTÍFICA Y...105

Este repaso a los modelos principales de imágenes previas sobre la Pre-


historia nos muestra que, con un bagaje de conocimientos homologables y
que no difiere apenas de las variables básicas con las que la investigación
caracteriza a la Prehistoria, se conciben formas de organización diversa y
—lo que es más interesante a la hora de evaluarlas como prueba de adqui-
sición de conocimientos sobre la prehistoria— todas habría que calificarlas
como correctas. Lo cierto es que, incluso en un ámbito de conocimiento
lejano a la experiencia diaria, se repiten mayoritariamente adscripciones de
género y de relevancia de actividades, aunque todavía podemos hallar una
cierta diversidad en las representaciones.
¿Pero qué sucederá con esta diversidad de imágenes previas a medida
que estas chicas y estos chicos crezcan? Que gradualmente irán visualizando
a través de libros de texto y materiales didácticos, de literatura y de audio-
visuales divulgativos, o desde la ficción, fundamentalmente cinematográfica
y digital, las representaciones de las sociedades prehistóricas que se hallan
asentadas desde la tradición científica. Así pues, si bien existen ciertos
sectores de la docencia preuniversitaria que muestran un claro interés en
profundizar en la enseñanza de la prehistoria y la arqueología, es la investi-
gación la única que puede incidir de forma decisiva en la creación de otros
modelos representacionales de la prehistoria en contextos extraescolares y, de
forma indirecta, en los escolares mediante su implicación en los contenidos,
materiales y actividades que configuran el currículo escolar.
Por ello, para evitar la existencia de una única y sesgada representación
de ese pasado originario que es la prehistoria y que condiciona y justifica,
naturalizándolos, valoraciones, ideologías y comportamientos actuales, resulta
necesario desarrollar programas estructurados de divulgación que desde la
investigación no sólo deconstruyan los sesgos existentes, sino que reinter-
preten y amplíen el espectro de los datos arqueológicos que nos informan
de las formas de vida prehistóricas y proponga otras representaciones de
las características que fundamentan la noción de lo humano y los orígenes
de la vida en sociedad.

6.—Investigación y divulgación de la prehistoria en clave de género

¿Qué aportaría este programa? Repasemos una vez nuestras cuatro


variables de lo humano en clave de género y podremos concluir que ac-
tualmente la investigación ofrece suficientes argumentos para modificar los
estereotipos interiorizados culturalmente desde la infancia:

— La condición biológica de las mujeres no se caracteriza


exclusivamente por su papel de madres, sino que sus capacidades
ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 91-109
106 PALOMA GONZÁLEZ MARCÉN

físicas y cognitivas abarcan una multiplicidad de actividades que


se compaginan, complementan e incluso, eventualmente, refuer-
zan su papel reproductor. Hace falta estudiar los condicionantes
materiales y biológicos de la maternidad no como una especia-
lización sino como una capacidad a la que se unen otras carac-
terísticas físicas que pueden manifestarse en actividades y roles
diversos en diferentes fases de su ciclo vital, como ya se inicio
con la propuesta de los años 80 de la mujer recolectora o de la
reevaluación de las técnicas de caza del Paleolítico (por ejemplo,
KUHN y STINER, 2006).
— Los estudios que se han realizado en los últimos años sobre
nuestros choppers, aquellos instrumentos de hace 1,8 millones de
años que marcaban el inicio de la tecnología, muestran que no se
utilizaban para cazar ni tan solo para cortar, sino para machacar
vegetales, en definitiva, para procesar alimentos para que puedan
consumirse (TORRE y MORA, 2005). Por tanto, si tuviéramos que
establecer una genealogía de la tecnología que se iniciara en los
choppers, su expresión actual no serían precisamente las estacio-
nes espaciales de la NASA sino, probablemente, el Turbomix o la
industria de platos precocinados. Una relectura de la tecnología en
ese sentido ha iniciado potentes líneas de investigación en todas
aquellas tecnologías relacionadas con las actividades de subsistencia
y mantenimiento (la elaboración de alimentos, la confección de ropa,
las técnicas de cuidado, etc.) que conforman el esqueleto básico
para que un grupo humano pueda reproducirse y desarrollarse y
redimensionando tecnologías asociadas exclusivamente como mas-
culinas (por ejemplo RAGIR, 2000; HAALAND, 2004; HENDON,
2006). A pesar de que la mayor parte de los datos arqueológicos
con los que contamos se relacionan con estas tecnologías ya que
proceden de las actividades de subsistencia cotidiana de los grupos
humanos prehistóricos, apenas se han elevado al nivel de “informa-
ción arqueológica” y, por tanto, no se han visto plasmadas o tan
solo parcialmente en las representaciones gráficas tradicionales de
la prehistoria.
— El estudio del arte prehistórico ha enfatizado su importancia
en el desarrollo de grandes mitologías (la religión de los osos, la
religión de la madre tierra) y, por otra parte, le ha asimilado a la
noción de artista (masculino) actual como creador separado de la
cotidianeidad. Pero más allá de la más que discutible atribución de
su autoría masculina en la mayoría de representaciones que podemos
hallar en los soportes divulgativos o de su relación con las grandes
cosmogonías, lo que nos están mostrando estas creaciones simbóli-
ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 91-109
LA OTRA PREHISTORIA: CREACIÓN DE IMÁGENES EN LA LITERATURA CIENTÍFICA Y...107

cas de la prehistoria es la existencia de una capacidad y voluntad


de comunicación y de perduración, bien sea mediante paneles de
pinturas o mediante figurillas femeninas, de las creencias y cono-
cimientos comunes de los grupos humanos prehistóricos.
Y comunicar para perdurar no es otra cosa que enseñar y apren-
der todo aquello que hace posible que un grupo humano sobreviva,
viva y recree, simbólica y técnicamente sus formas de vida. Por
ello cabría profundizar también en la investigación y la divulgación
de los datos que nos aportan otros contextos arqueológicos, como
poblados o lugares de cobijo, donde la creación, la comunicación y
el aprendizaje de los humanos quedan plasmados, no sólo en aquello
que desde nuestra perspectiva denominamos arte, sino en elementos
más comunes como vasijas o instrumentos cotidianos decorados,
mediante los cuales resulte posible acercarnos, desde una perspectiva
más transversal, a las formas de expresión simbólica en el pasado
prehistórico (por ejemplo SPECTOR, 1993; SOFFER et al., 2000;
MASVIDAL y PICAZO, 2005).
— La investigación sobre la prehistoria y la representación de
sus formas de vida en sociedad ha de mirar hacia otros escenarios
que reflejen otros contextos y formas de relación, como, por qué
no, las relaciones sociales básicas que se establecen en los grupos
de chimpancés entre madre y crías, las relaciones que establecen
grupos de mujeres en aquellos ámbitos de actividad que con se-
guridad también existieron en la prehistoria, como acarrear agua
o lavar, o la visualización de la diversidad posible de grupos de
convivencia. Como veíamos en el caso de los dibujos escolares de
la prehistoria, no se trata de representar tan sólo un modelo idílico
(según la perspectiva de cada una o cada uno) sino todas aquellas
experiencias humanas posibles que sean, al tiempo, sustentadas y
coherentes con los datos arqueológicos que obtengamos (por ejemplo
ROBIN, 2000; GIFFORD-GONZALEZ, 2007).

En definitiva, la investigación prehistórica, en general, pero muy espe-


cialmente, la investigación que realizamos las mujeres sobre la prehistoria y
sobre las mujeres en la prehistoria exige prestar una atención decidida a las
imágenes que sobre ella se plasman en la práctica educativa y divulgativa,
siendo para ello conscientes que resulta necesario investigar y reconceptua-
lizar las variables originarias que nos vinculan, como especie, con nuestro
pasado remoto para representar la posibilidad de diversidad de la vida en
sociedad, en el pasado, en el presente y, sobre todo, en el futuro.

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 91-109


108 PALOMA GONZÁLEZ MARCÉN

7.—Bibliografía

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ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 91-109


estudios
La fascinación por Pandora: El mito en el cine
The fascination with Pandora: The myth in film

Joana Zaragoza Gras


Universitat Rovira i Virgili.

Recibido el 5 de septiembre de 2008.


Aceptado el 22 de mayo de 2009.
BIBLID [1134-6396(2008)15:1; 113-125

RESUMEN

Los mitos griegos se han transmitido a través de la literatura y han sufrido variaciones
hasta llegar a nuestros días. Algunas de estas historias mitológicas han captado la atención
de los directores de cine, quienes las han reconvertido y presentado de modo visible ante la
sociedad. Éste es el caso de Pandora, la primera mujer de la mitología griega, que representa
el cuerpo seductor y es causa de males y desgracias para el hombre. Diversos directores se
han visto seducidos por ella y han recreado su belleza, así como el peligro de su desmesura.
El artículo analiza el personaje de Pandora en la mirada cinematográfica de Albert Lewin,
Paul Auster y G.W. Pabst.
Palabras clave: Seducción femenina. Desmesura femenina. Belleza. Desgracias. Misogi-
nia.

ABSTRACT

Greek mythology has been transmitted by literature and its stories have suffered some
variations until these days. Many film directors refer to the myths and have adapted them
and made them visible to society. This is the case of Pandora, the first woman from the
Greek Mythology, who represents the seductive body. She is the cause of men’s troubles and
misfortunes. Different directors have been seduced by her and have recreated her beauty as
well as the danger of her intemperance. This article analyzes Pandora’s character from the
point of view of Albert Lewin, Paul Auster y G.W. Pabst.
Key words: Seduction. Intemperance. Beauty. Misfortunes. Misogyny.

SUMARIO

1.—El mito griego. 2.—La Pandora de A. Lewin. 3.—La Pandora de P. Auster, una
recreación de la de G. W. Pabst. 4.—Epílogo. 5.—Ficha técnica de las películas.

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114 JOANA ZARAGOZA GRAS

1.—El mito griego

Una de las características del mito griego es la complejidad de su na-


turaleza, que, unida a su continua evolución, se ha utilizado en distintas
épocas para dar explicación a las preocupaciones y a los intereses de la
sociedad del momento, bajo una apariencia inocente, pero de manera muy
bien estructurada.
Las historias mitológicas protagonizadas por dioses y diosas, héroes
y heroínas, aceptadas por los griegos, se convierten en herencia cultural y
modelo de comportamiento aceptado por toda la sociedad. Ahora bien, estas
narraciones se van reinterpretando no solo durante la época griega y romana,
sino incluso tras la muerte del mundo clásico. Así, las reencontramos en forma
de nuevas narraciones en la literatura posterior y también en el cine.
El mito de Pandora es el que inicia, en la literatura griega, la literatura misó-
gina. Pandora es la primera mujer, la primera imagen que se nos ofrece del cuerpo
seductor, del primer engaño, del castigo de las divinidades a los mortales.
Antes de ver cómo algunos cineastas han utilizado ese mito, acudamos a
la fuente original, es decir, al fragmento de Hesíodo donde se nos presenta
la historia de la creación de Pandora:

“Yo, a cambio del fuego, les daré un mal con el que todos se alegren
de corazón acariciando con cariño su propia desgracia”. Así dijo y rompió
en carcajadas el padre de los hombres y dioses; ordenó al muy ilustre He-
festo mezclar cuanto antes tierra con agua, infundirle voz y vida humana
y hacer una linda y encantadora figura de doncella semejante en rostro a
las diosas inmortales. Luego encargó a Atenea que le enseñara sus labo-
res, a tejer la tela de finos encajes. A la dorada Afrodita le mandó rodear
su cabeza de gracia, irresistible sensualidad y halagos cautivadores; y a
Hermes, el mensajero Argifonte, le encargó dotarle de una mente cínica
y un carácter voluble.
Dio estas órdenes y aquéllos obedecieron al soberano Zeus Crónida [in-
mediatamente modeló de tierra el ilustre Patizambo una imagen con apariencia
de casta doncella por voluntad del Crónida. La diosa Atenea de ojos glaucos
le dio ceñidor y la engalanó. Las divinas Gracias y la augusta Persuasión
colocaron en su cuello dorados collares y las Horas de hermosos cabellos
la coronaron con flores de primavera. Palas Atenea ajustó a su cuerpo todo
tipo de aderezos], y el mensajero Argifonte configuró en su pecho mentiras,
palabras seductoras y un carácter voluble por voluntad de Zeus gravisonante…
Luego que remató su espinoso e irresistible engaño, el Padre despachó hacia
Epimeteo el ilustre Argifonte con el regalo de los dioses 1.

1. HESÍODO: Trabajos y días (traducción de Aurelio Pérez Jiménez y Alfonso Martínez


Díez). Madrid, Gredos, 1990, vv. 58-85.

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 113-125


LA FASCINACIÓN POR PANDORA: EL MITO EN EL CINE 115

Pandora es, pues, la mujer que responde a una creación artificial,


ornamentada con todos los detalles. Ella es el regalo/engaño que ofrecen
las divinidades a los humanos. Es un refinado producto con una envoltura
exterior altamente peligrosa, debido a la belleza que conlleva, y es, en
definitiva, una sombra de la realidad 2, puesto que solo se nos habla de la
parte externa de esta figura, atendiendo, sobre todo, a los adornos y vesti-
dos, pero no al cuerpo 3. Se trata, además, de una imagen modelada por las
divinidades y casi vacía de contenido; una sola cosa alberga en su interior:
una mente cínica. Pandora se nos muestra como un engaño que lleva implí-
cita la desgracia para la humanidad, una desgracia unida a la seducción, la
misma seducción que hallaremos en los mitos griegos, aquella que ejercen
las mujeres de cuerpo tentador y voluntad astuta y que las convierte en
peligrosas y, por tanto, en adversarias.
Esta creación artif icial se ofrece a los hombres como un regalo,
engalanada como una novia y con la fatídica jarra (o caja, según las
versiones) llena de desgracias que derramará por el mundo. Representa
una mujer distinta de la que se nos ofrece desde otra mitología misógina,
la judía, que atribuye todos los males que sufre la humanidad también a
una mujer, Eva 4, y que coincide con la griega en su afán de curiosidad
malsana, de forma paralela a lo que ocurre en el mito, también judío,
de Lilith 5. Las tres mujeres son creadas o modeladas por los dioses.
Por tanto, son ellos quienes deciden su carácter y su físico, y son ellos
quienes las hacen seductoras para después poder castigar esta misma
característica impuesta por ellos.
La mujer es, pues, un invento posterior al hombre, que se ofrece a éste
como compañía y, a la vez, como castigo. Curiosamente, la mitología
griega no presta demasiada atención al mito antropogénico de la creación
del hombre, y solo se ocupa de def inir la condición humana en contrapo-
sición a la divina y a la animal. Le interesa solamente el hombre como
ser social, es decir, como animal político, tal y como lo definirá más
tarde Aristóteles; y si bien existen algunos mitos antropogénicos, son poco

2. RODRÍGUEZ MAMPASO, M.ª José: “Los paisajes reflejados: Pandora”. En ALVAR,


Jaime; BLÁNQUEZ, Carmen; WAGNER, Carlos G. (eds.): Sexo, muerte y religión en el
mundo clásico, Madrid, Ed. Clásicas, 1994, pp. 17-27, en p. 18.
3. Sobre el vestido como “aliado de la belleza femenina” ver IRIARTE, Ana: Las
redes del enigma, Madrid, Taurus, 1990, pp. 30-31.
4. GILABERT, Pau: “Tradición misógina griega en el De amore de Andrés el Cape-
llán”. En: El pensament antropològic medieval en els àmbits islàmic, hebreu i cristià. Actes
del Simposi Internacional de Filosofia de l’Edat Mitjana. Vic, Patronat d’Estudis Osonencs,
Sèrie Actes 1, 1996, pp. 550-558.
5. En la tradición rabínica, demonio de sexo femenino, mujer de Adán, modelada por
Dios en barro. Parece que tiene sus raíces en la mitología asirio-babilónica.

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 113-125


116 JOANA ZARAGOZA GRAS

conocidos 6. En cambio, los mitos sí que dejan claro de dónde proviene la


mujer y subrayan el hecho de que no es la madre de los humanos, sino el
origen de la funesta estirpe y las tribus de mujeres 7. En el momento en que
aparece la mujer se acaba la tranquilidad para los hombres. Pero Hesíodo no
nos está diciendo sólo esto, sino que también nos advierte de la desigualdad
entre géneros. En definitiva, la mujer, a través de esta narración, queda
reducida a la alteridad ante el género masculino 8.
Pandora también es el regalo/castigo divino que se da a los humanos en
pago por el robo del fuego por parte de Prometeo, de manera que ella es
la contrapartida del fuego. Y si el fuego signif ica civilización y cultura,
la mujer simboliza naturaleza y barbarie; por tanto, aquello que debe ser
dominado. Es María José Rodríguez Mampaso quien calif ica a la primera
mujer como “antifuego” en reciprocidad de Zeus al robo realizado por
Prometeo. También explica que esta característica de la mujer está ya
atestiguada en los poemas homéricos, donde se asocia el esperma —por
tanto, la parte masculina— con el fuego, y la vagina con la humedad 9.
De esta forma tan sencilla se explica la maldad de la mujer, creada
por los dioses con cuerpo seductor para desgracia de los hombres. Una
mujer que es solo materia frente al hombre, que es quien la forma y le
da movimiento. Un ser que no piensa, que no tiene entendimiento y que
puede poner en peligro a la sociedad y, por tanto, debe ser sometida a la
voluntad y al poder del varón. Un ser inferior responsable de las desgracias
del hombre 10.
Como explica Mercedes Madrid en su obra La misoginia en Grecia 11,
en la narración mítica de Pandora, Hesíodo le dedica una larga lista de
epítetos:

6. Cfr. ZARAGOZA GRAS, Joana: “Mitologia grega i romana”. En: Tradicionari.


Barcelona, Enciclopèdia Catalana, 2007, vol. 8, p. 88.
7. HESÍODO: Teogonía (traducción de Aurelio Pérez Jiménez y Alfonso Martínez
Díez). Madrid, Gredos, 1990, v. 591.
8. MIRALLES, Carles: “La invenció de la dona”. En: La dona en l’antiguitat. La
mujer en la antigüedad. La donna nell’antiquità. Sabadell, Ausa, 1987, pp. 61-83.
9. RODRÍGUEZ MAMPASO, M.ª J.: Op. cit.
10. Esta misma idea de la humedad, de las cosas frías y blandas, como características
del cuerpo femenino, en oposición al fuego y a la sequedad, propias del varón, la hallamos
años más tarde en la medicina hipocrática. El agua y el fuego son dos de los elementos del
cosmos, y esta idea, trasladada a la embriogénesis, da como resultado la asimilación del
agua y, por tanto, la humedad y el frío a la mujer, mientras que el fuego, como principio
de vida, y la sequedad se asimilan al hombre. Sobre este tema, cfr. ZARAGOZA GRAS,
Joana: “Enfermedades de mujeres en la Grecia clásica”. En: La historia de las mujeres:
perspectivas actuales. XIII Coloquio Internacional AEIHM, 2006.
11. MADRID, M.: Op. cit., pp. 102-103.

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 113-125


LA FASCINACIÓN POR PANDORA: EL MITO EN EL CINE 117

— Seductora, en el sentido de engaño imposible de evitar.


— Azote para los hombres; es decir, sufrimiento que, al mismo tiempo,
personifica el instrumento de venganza.
— Femenina, como clara diferenciación y, por tanto, alteridad.
— Mal, que equivale a ausencia de bien.
— Fuente de preocupaciones, resultado de la falta de razonamiento
y de la búsqueda del propio interés.
— Voluble y desmesurada.
— Hermosa, condición indispensable para la seducción. Si bien son
los hombres los que crean el mito y, por tanto, los que le otorgan la
belleza, esta hermosura es precisamente lo que le recriminan, por ser la
característica que las convierte en atractivas y, por tanto, en capaces de
seducir.

Hasta aquí el mito de Pandora y su signif icado. Veamos ahora cómo


el cine lo recoge y recrea el personaje con las mismas o parecidas ca-
racterísticas a las que hallamos en la poesía épica griega antigua. La
seducción de este personaje femenino ha hecho mella en los directores
de cine y, si bien podríamos hablar de otras películas 12, me centraré en
Pandora y el holandés errante, de Albert Lewin, y en Lulu on the bridge,
de Paul Auster.

2.—La Pandora de A. Lewin

Albert Lewin, en un momento en el que el mito se entiende como una


simple historia llena de fantasía, se introduce en el mundo griego para
proclamar el simbolismo de esta historia y, a la vez, otorgar cariz positivo
a algunas de las características de Pandora, hasta convertirla en la mujer
que llega a ofrecer incluso su vida para salvar el amor, transformándola así,
de nuevo, en la madre naturaleza o la madre tierra que todo lo da 13. Ahora
bien, algunas de sus virtudes/defectos desde el punto de vista hesiódico
quedan intactos.
Pandora y el holandés errante empieza mostrando el f inal de la histo-
ria que nos va a explicar. A partir de la muerte de los protagonistas nos
presenta la narración, que es una mezcla del mito del holandés errante

12. Una de las últimas versiones de este mito ha sido Lara Croft. Tomb Raider: la
cuna de la vida, donde la protagonista debe hallar la caja de Pandora antes de que caiga en
manos de un científico que intenta controlar el poder maligno que contiene.
13. Sobre el tema, cfr. GILABERT, Pau: “Albert Lewin: Pandora i l’holandès errant.
La potencialitat semiològica d’un mite”. En: Actas del VII Congreso Internacional de la
Asociación Española de Semiótica. Zaragoza, 1998, pp. 476-482.

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 113-125


118 JOANA ZARAGOZA GRAS

y del mito de Pandora. Los pescadores del puerto de Esperanza 14 hallan


en el mar los cuerpos sin vida de un hombre y una mujer con sus manos
entrelazadas y un libro a su lado. Será Geoffrey Fielding, un arqueólogo
amigo de Pandora y de Henrick van der Zee, quien nos relate los hechos.
Henrick, navegante enigmático, había llegado al pueblo y pronto despertó
la curiosidad de unos cuantos habitantes, entre ellos Pandora. Se trata de
una mujer de gran belleza, deseosa de amar y admirada por todos los hom-
bres, incluido el arqueólogo narrador, y prometida de Stephen; por ella se
ha suicidado Reggie, al darse cuenta de que no la iba a poder conseguir.
Esta es la primera vez que encontramos, en la película, la idea de muerte
unida a la de la mujer bella, del mismo modo que, en algunos pasajes de
la mitología griega, muerte y seducción o mujer y muerte van unidas.
En el primer encuentro entre Pandora y Henrick, ella aparece por la
noche, desnuda, en el barco del holandés, con claras intenciones de fisgo-
near, pero también de sorprender al hombre enigmático. La sorprendida, no
obstante, será ella, pues lo descubrirá pintando un lienzo en el que aparece
una mujer, la Pandora mitológica, pero con su propia cara. Estamos, pues,
ante la creación de una mujer, que es un maniquí, a manos de un hombre.
La reacción de Pandora es rápida y su afán destructor se traduce en unas
pinceladas que da sobre el cuadro y que desdibujan el rostro de la mujer
del lienzo. Lejos de provocar el enojo del pintor, éste proclama “Lo que es
inesperado y sorprendente es indispensable”; una vez dicho esto, cambia el
rostro de la mujer por un huevo, convirtiéndola, según sus propias palabras,
en “la mujer en abstracto, esposa y madre, el genérico y original huevo
del que imaginamos que viene la raza humana, la diosa secreta que todo
hombre desea”. Hay fuertes reminiscencias del pensamiento griego en el
diálogo que se va desarrollando entre los dos protagonistas, en el que, no
obstante, se positivan aquellas características de la imagen femenina que el
mito griego había presentado como negativas. Queda, sin embargo, la idea de
la mujer seductora y deseada junto al estereotipo de la mujer que conlleva
el nacimiento de nuevos seres, representado en la imagen del huevo.
Éste es el fragmento de la película que refleja de modo más claro la
tradición clásica. A partir de este momento, su desarrollo es indiferente, pues
ya nos hemos encontrado frente a la mujer de increíble belleza que seduce
y enamora a los hombres sin corresponderles, y que les causa desgracias e,
incluso, la muerte; hemos conocido ya a la mujer que trasgrede las normas
establecidas y ocupa un lugar que no le corresponde en una sociedad que
pertenece a los hombres.

14. Recordemos que la esperanza es lo único que queda dentro de la jarra, cuando
Pandora la abre. Cfr. HESÍODO: Trabajos y días, v. 97.

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 113-125


LA FASCINACIÓN POR PANDORA: EL MITO EN EL CINE 119

La narración continúa su curso, pero ahora será el protagonista quien


explicará su historia, gracias a un manuscrito que está en manos de Geoffrey.
Según el documento, Henrick, al regresar de uno de sus viajes, cargado de
joyas y ornamentos para regalar a su esposa, la mató porque creía que le
había sido infiel. Posteriormente es sometido a juicio, momento que aprove-
cha nuestro director, Albert Lewin, para blasfemar contra Dios y la fe, por
boca del protagonista; el castigo impuesto consistirá en vagar por el mar
hasta hallar una mujer capaz de dar su vida por amor. Encontramos ahora
la unión de dos mitos de distintas culturas: el mito de Pandora y el mito
del holandés errante. Si seguimos analizando el primero, vemos que Henrick
trae a casa adornos para engalanar a la mujer, del mismo modo que las
divinidades adornan a la Pandora hesiódica. Pero hay algo más importante:
la idea de castigo que sufre el hombre por causa de una mujer, la idea del
binomio mujer/desgracia, mujer/sufrimiento que se va repitiendo a lo largo
de la literatura misógina.
Otros enamorados de Pandora sufrirán desgracias por su culpa. Es el
caso del torero Juan Montalvo, un hombre con un claro complejo edípico
que matará por amor o, mejor, creerá matar al holandés; esta acción será
causa de su propia muerte, pues, sorprendido ante la visión en la plaza de
toros del supuesto muerto, perderá de vista al toro que le propinará una
cogida mortal. También su prometido, Stephen, está dispuesto a morir por
Pandora.
Su extrema curiosidad, al igual que la de Pandora, será fuente de des-
gracias. En el caso griego, las desgracias son para la humanidad; en la pe-
lícula, la conducirá hasta la muerte, que, en este caso, no obstante, equivale
a salvación. Al querer saber quién es realmente Henrick y preguntárselo a
Geoffrey, conocerá la verdadera historia del holandés errante y, como Al-
cestis, dará su vida por amor. Así, una retahíla de muertes se sucede a lo
largo de la película hasta llegar a la redención de Pandora con las palabras
dirigidas a Henrick “Moriría por ti”, después de reconocer que su relación
con él la ha convertido en una persona menos cruel y destructiva. La última
frase que oímos es la del arqueólogo, una vez muertos los protagonistas:
“Que goces con tu amor tanto como sufriste con tu castigo”, en una clara
referencia a la otra vida.

3.—La Pandora de P. Auster, una recreación de la de G.W. Pabst

Unos años más tarde, en 1998, Paul Auster vuelve a recrear el mito,
como director y escritor, en Lulu on the bridge, f ilm que debe ser estu-
diado junto con La caja de Pandora, dirigido por Georg Wilhelm Pabst
en 1929. En primer lugar, debemos decir que se trata de una película
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120 JOANA ZARAGOZA GRAS

dentro de otra y que la técnica narrativa es equiparable a la de Albert


Lewin, por cuanto ambas se estructuran en forma de anillo, es decir,
utilizando la técnica que consiste en hacer coincidir el principio con el
f inal de la historia.
En el primer fotograma se nos presenta al protagonista, Izzy, músico de
jazz, en un lavabo mientras mira las fotos de la pared de diversas actrices:
Louise Brooks, la Lulú de la película La caja de Pandora, dirigida por
Pabst; Vanessa Redgrave, que aparecerá en la película como directora de una
nueva versión de La caja de Pandora; Mira Sorvino, protagonista de nuestra
película, y también protagonista de la nueva versión de La caja de Pandora;
y Ava Gardner, la protagonista de Pandora y el holandés errante.
El argumento es el siguiente: Izzy recibe, por equivocación, un tiro que
le impide seguir tocando el saxo; desde ese momento, su vida se convierte
en una calle sin salida y sin esperanzas hasta que encuentra a Celia Burns.
Mientras deambula por las calles tropieza con un muerto y una maleta que
contiene una piedra mágica y un papel con la dirección de Celia, a quien
acudirá para devolverle la piedra. A partir de entonces, este objeto se con-
vertirá en lo que unirá a nuestros protagonistas. Si hasta ese momento Izzy
no se había atrevido a tocar la piedra que se iluminaba y levitaba, a partir
de ahora Celia, gracias a la curiosidad y el arte de la seducción, conseguirá
que la tengan los dos y se genere una corriente entre ambos. Las palabras
de ella nos sugieren otros mitos 15: “Venga, no tengas miedo… No hay nada
como esto”. Él la toma entre sus manos y dice: “Esta mañana, cuando me he
levantado de la cama, no sabía quién eras. Tal como me siento ahora, creo
que podría pasar toda la vida contigo. Creo que estaría dispuesto a morir
por ti”. Aparece, una vez más, la idea de la mujer como algo desconocido,
característica ésta que conduce al miedo y en la que se fundamentan los
griegos para relacionar la mujer con lo negativo. Además, después de estar
con ella, el hombre está dispuesto a morir; por tanto, hallamos también
aquí la idea de la mujer unida a la idea de muerte.
Fijémonos ahora en la protagonista, Celia, una camarera que aspira a
ser actriz y que consigue, gracias a las amistades de Izzy, un contrato para
interpretar el personaje de Lulú para la producción de un remake de La
caja de Pandora. Una vez ha realizado el cásting dice: “Buscan a alguien
que sea totalmente desconocido, de modo que puede que tenga alguna
posibilidad. Me encantaría hacer este papel; es uno de los mejores que se
ha escrito para una mujer”. De nuevo, la idea de la persona desconocida
aparece aquí unida a la creación del papel femenino, fácilmente comparable
a la creación del maniquí del mito hesiódico de Pandora.

15. Me refiero a la historia bíblica de Adán y Eva y al fruto del árbol prohibido.

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LA FASCINACIÓN POR PANDORA: EL MITO EN EL CINE 121

Una vez seleccionada como Lulú, Celia marcha e Izzy se queda en


casa, después de prometerle que se reunirá con ella más tarde. Aquí em-
piezan las desgracias para el protagonista, quien, sin saber bien cómo, se
ve inmerso en una red de mafiosos que buscan la piedra mágica y acaban
secuestrándolo. Cuando finalmente logra escapar, Celia ha desaparecido del
rodaje. Previamente vemos las secuencias en las que Celia, acorralada por
los mismos hombres que han tenido secuestrado a Izzy, arroja la piedra al
río y, después, se lanza ella misma.
Izzy acude al productor, quien le explica que el rodaje de la película
no se ha podido f inalizar y le entrega una cinta de vídeo que contiene
la parte que ya se ha f ilmado. Izzy, sentado frente al televisor, mira la
cinta. En pantalla aparece la imagen de Lulú/Celia, vestida y engalanada
como una novia, en su punto de máxima belleza. Los sentimientos del
protagonista nos llegan a través de su angustia, hasta que cierra los ojos,
momento en que la cámara se acerca para retroceder a continuación y
presentarnos a Izzy, en el suelo, que acaba de ser herido, como vimos
al inicio de la película. A partir de aquí los planos se suceden muy rá-
pidamente: él en la ambulancia entubado; Celia andando por la calle; el
monitor de la ambulancia reflejando la muerte de Izzy; Celia, al darse
cuenta de que la ambulancia ha reducido la velocidad y de que la sirena
se ha silenciado, santiguándose.
Celia/Lulú/Pandora, tres nombres para una misma mujer, aunque Auster
nos hace creer que el personaje de Celia lo construye de nuevo en su obra.
Celia es una mujer cuya belleza seduce a los clientes del restaurante don-
de trabaja y que, con su curiosidad, consigue, gracias a la piedra mágica,
enamorar a Izzy. La vemos, a través de las imágenes de un vídeo que ella
misma muestra a su enamorado, cambiando de aspecto externo, como una
maniquí, igual que aquella Pandora ideada y adornada por los olímpicos y
sin voluntad propia, o mejor, con la única voluntad de conseguir con astucia
y engaño lo que desea; una mujer que lleva la desgracia a quien se enamora
de ella, pero que, a la vez, como explica el propio protagonista, le devuelve
la esperanza. En su última escena alcanza el cenit de su hermosura y de su
seducción. Celia es también la mujer que encarnará el personaje de Lulú
de La caja de Pandora.
¿Y quién es Lulú? En palabras del productor de la película, “La que
come hombres para desayunar”, en un claro paralelismo con los mitos de
mujeres monstruosas del mundo griego, como las sirenas, las harpías y to-
das aquellas cuyo simbolismo va unido a la muerte. Cuando la definición
de Lulú nos la da la actriz que encarnaba el personaje en la versión ante-
rior y ahora será la directora, sus palabras nos remiten a la muñeca, que,
como tal, no tiene nada en su interior “Pierdes interés por ser la imagen
que otro tiene de ti. Yo ya no quería ser inventada por los otros”. Otra
ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 113-125
122 JOANA ZARAGOZA GRAS

definición nos la da la propia Celia, aquella que la despoja totalmente de


pensamiento y voluntad: “Pero Lulú no sabe nada, ella. Ella tan solo es”.
La esposa del productor le responde: “Wedekind 16 dijo que Lulú no es un
personaje real, que es la sexualidad primitiva personificada... y sea cual
sea el daño que haga lo hace por accidente, porque es pasiva, porque tiene
un papel totalmente pasivo”. Celia intentará dar una nueva imagen de Pan-
dora y despojarla de los estereotipos: “No estoy de acuerdo. Es impulsiva
pero no destructora. No le importa lo que la gente piense de ella. Esto es
lo que le da la fuerza. No tiene pretensiones”. Respuesta: “Pero Wedekind
escribió la obra. Fue el quien la creó”. Celia sentencia: “Da igual, estaba
equivocado”. El cruce de ideas remite a la creación del personaje femenino,
símbolo de la naturaleza por lo que tiene de sexualidad y primitivismo, por
parte del varón que ostenta el raciocinio y, por tanto, el orden. La última
frase de Celia, sin embargo, deja una puerta abierta a una nueva visión de
esta creación, puesto que, si es un hombre, Wedekind, quien la crea y la
mujer es una desconocida para él, en el momento de imaginarla de nuevo,
no posee toda la información y, por tanto, se equivoca y moldea una figura
que no responde a la realidad femenina.
La Lulú de La caja de Pandora es realmente una criatura amoral, sin
compasión, que, aunque no pretende provocar daño, consigue que todos sus
amantes acaben o bien suicidándose, o bien locos, o bien afectados por otras
desgracias. A Lulú la inventan todos los hombres que se enamoran de ella y
que proyectan en ella sus deseos. Es un invento que alimenta los sueños y
que, por tanto, no es real, sino un engaño que arrastra a los hombres hasta
su perdición. Por el contrario, Celia es real, pero se sustenta en un cúmulo
de arquetipos y hace constantes referencias al mito. Por el hecho de ser
mujer, puede ponerse en manos de los hombres que la crean e interpretar
a la perfección la ficción que le encargan. La Lulú de Pabst es una mu-
chacha desinhibida, sensual y temeraria, que pasa de ser la amante de un
importante político, con quien finalmente contrae matrimonio, a ejercer la
prostitución en las calles, una vez que ha provocado la muerte del esposo,
la locura y la prisión del hijo del marido.
La idea de la formación de la mujer a manos de las divinidades, a la
manera de una hermosa muñeca que después se ofrece a los hombres, la
hallamos también en uno de los diálogos entre Lulú y Jack, uno de sus
enamorados: “Tienes una boca preciosa, Lulú”. “Un regalo de mi madre”,

16. Frank Wedekind es un dramaturgo alemán, publicista, periodista, actor y director


de sus propias obras. En su obra, con cierto toque de humor, ataca a la burguesía, espe-
cialmente por lo que respecta a la vida sexual. La película La caja de Pandora se basa en
dos de sus obras teatrales.

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LA FASCINACIÓN POR PANDORA: EL MITO EN EL CINE 123

responde, en una clara alusión al hecho de que son las distintas divinidades
las que regalan los atributos y el cuerpo atractivo a Pandora, si bien en esta
versión es la madre la que le regala un físico seductor.
Aún hay otro guiño de Auster a la creación de la mujer. “¿Eres de
carne y hueso o eres un espíritu?” es la pregunta de Izzy, a la que sigue
una larga pausa que se prolonga hasta oír la voz de Celia “de carne y
hueso” y, a continuación, una referencia al destino, a la voluntad divina
y a la pequeñez humana. En esta misma secuencia se recuerda el engaño
femenino: “¿Estás enamorada o tan solo aprovechas el viaje?”. Así, una
tras otra, se van sucediendo las supuestas características femeninas, pero,
Auster, al mismo tiempo, parece querer redimir a Celia de la carga que le
ha colocado al convertirla en la nueva Lulú.
Finalmente, aparece el elemento primordial en este mito: el fuego.
Si la Pandora griega fue la contrapartida al fuego robado por Prometeo
a las divinidades, Lulú se salvará del juicio por asesinato a su marido
gracias al fuego provocado por sus amigos a tal f in; el fuego provoca
un momento de caos que es aprovechado para sacar a la muchacha de
aquel mal trago. Pero el fuego también aportará desgracias a ella y a su
amante. Mientras huye en tren, pide fuego a un desconocido que, tras
reconocerla como presunta asesina, la convertirá en prostituta a cambio
de no denunciarla. Ese mismo elemento lo hallamos en un diálogo entre
Izzy y Celia, quienes, en un juego de preguntas y respuestas, nos indican
a qué animal, a qué elemento... se sienten más vinculados: “¿Qué eres:
una cerilla o un encendedor?”. “Una cerilla, sin duda una cerilla” es la
respuesta de Izzy.
Nos hallamos ante tres personajes que representan el pasado, el pre-
sente y el futuro, mezclados entre ambas historias. Izzy es el pasado, el
hombre que ha perdido las ganas de vivir y que recurre a la esperanza que
le proporciona el hecho de conocer a Celia. Ésta, por su parte, es el futu-
ro con todas las posibilidades de vida. Lulú, finalmente, es el presente, la
naturaleza en estado puro, semejante a la mujer de la mitología griega, la
naturaleza contrapuesta a la cultura, simbolizada en el hombre.
La película nos habla de cómo los hombres inventan a las mujeres y
de cómo se entregan al reino de la fantasía. Dice uno de los personajes
secundarios: “La vida no es más que una ilusión, ¿verdad?”, no es más
que un reflejo, un espejo que nos da la imagen de una realidad que no
vivimos 17.

17. Se trata de una clara referencia a la filosofía platónica.

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124 JOANA ZARAGOZA GRAS

Vemos, en fin, cómo aquellas características femeninas griegas del mito


de Pandora se repiten en estas películas hasta convertirse en un topos, en
este caso, cinematográfico 18.

4.—Epílogo

Pandora Reynolds, Celia Burns y Lulú presentan características comu-


nes:

— La belleza exterior, realzada con la ornamentación que hacen los


directores de sus actrices, una ornamentación buscada y bien estudiada en
cada caso. Pandora Reynolds se nos presenta con una indumentaria con
claras reminiscencias griegas, mientras que Lulú, como personificación
de la reacción de la naturaleza, incluye en su indumentaria pieles de
animales, como el leopardo o la cobra, y plumas de pavo real. Celia, por
su parte, muestra una imagen de modernidad, pero, por estar relacionada
con la piedra mágica, lleva vestidos de tonalidades frías con un toque de
exotismo.
— Esta belleza y su cuidado adorno las convierten en seductoras.
En realidad, son una especie de engaño que no se puede evitar, porque
la atracción que ejercen supera la voluntad del hombre, y esta atracción,
como es bien sabido, será a la postre nefasta.
— Los hombres, debido a su relación con las distintas Pandoras, ex-
perimentan un cúmulo de desgracias y penalidades, en clara referencia a
la idea de que es la mujer quien trae consigo el trabajo y la vida difícil.
Las desgracias, en fin, son el resultado de las acciones de las mujeres.
— Se trata de mujeres volubles y desmesuradas en todo. Dado que
los griegos defienden la idea de que todo debe darse en su justa medida,
la desmesura es una de las faltas más imperdonables que existen en el
mundo.
— Así pues, esas mujeres representan el mal, no ya por el hecho de
que sean perversas, como ocurre con otras figuras femeninas de la mito-
logía griega, sino porque en ellas hay una ausencia absoluta de bondad.
— Finalmente, y como resumen, las mujeres son femeninas, un adje-
tivo que expresa algo más que lo que podemos entender hoy. Es, en última
instancia, el término que se usa para diferenciar y es lo que da nombre a
la alteridad.

Podríamos hallar muchas otras Pandoras en el cine, pero las que he


escogido son, a mi parecer, las que representan de manera más fiel la trans-

18. Sobre el tema del topos, ver MADRID, M.: Op. cit., pp. 172-176.

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LA FASCINACIÓN POR PANDORA: EL MITO EN EL CINE 125

misión de la cultura griega. Así mismo, son las que nos hacen ver, de un
modo más claro, dónde se hallan algunas de las raíces de la marginación
por razón de género que todavía hoy sufrimos las mujeres.

5.—Ficha técnica de las películas

Pandora y el holandés errante (1950)


Director: Albert Lewin
Guión: Albert Lewin
Fotografía: J. Cardiff
Banda sonora: A. Rawsthorne
Productores: A Lewin y J. Kaufman
Estudios: Shepperton, Londres
Color: Technicolor
Intérpretes: J. Mason, Ava Gardner, N. Patrick, Mario Cabré, H. War-
render

Lulú on the bridge (1998)


Director: Paul Auster
Guión: Paul Auster
Fotografía: A. Sakharov
Banda sonora: Graeme Revell, John Lurie
Productores: P. Newman, G. Johnson, A. Kaufman
Estudios: Capitol Films, Redeemable Features
Color: Technicolor
Intérpretes: Harvey Keitel, Mira Sorvino, Gina Gershon, Vanessa Red-
grave, Mandy Patinkin, Willem Dafoe

La caja de Pandora (1929)


Director: Georg Wilhelm Pabst
Guión: G. W. Pabst y L. Vadja, sobre dos obras de F. Wedeking
Fotografía: G. Krampf
Banda sonora: Timothy Brock
Productores: S. Nebezal
Estudios: Nero Film AG
Intérpretes: Louise Brooks, Fritz Kortner, Francis Lederer

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Eva Perón y la inclusión política de las mujeres 1
Eva Perón and women´s political inclusion

Carolina Barry
Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF), Argentina.

Recibido el 10 de julio de 2008.


Aceptado el 22 de mayo de 2009.
BIBLID [1134-6396(2008)15:1; 127-149]

RESUMEN

El peronismo surgió cuando la participación política estaba todavía reservada sola-


mente a los hombres. Integrador de sectores antes ausentes de la escena política, logró
cambiar la situación de la mujer a partir de la aprobación de la ley de sufragio femenino
y la creación del Partido Peronista Femenino que las incorporó masivamente en la políti-
ca, por primera vez. Esta incursión no puede ser analizada sin hacer referencia al papel
protagonizado por Eva Duarte de Perón, no ya en su rol de primera dama sino en el de
una dirigente política que construyó un poder impensado para una mujer a mediados de
siglo.
Palabras clave: Eva Perón. Ley de Sufragio Femenino. Partido Peronista Femenino. Primeras
diputadas y senadoras nacionales argentinas. Mujer y política en Argentina.

ABSTRACT

The peronism started when the political participation was reserved only for men. It in-
cluded those absent groups of the political scenario; it managed to change women’s situation
by the approval of the Feminine Suffrage Law and the creation of the Feminine Peronist
Party, which incorporated them massively in politics, for the very first time. This incursion
can not be analyzed without making any reference to the role of Eva Duarte de Perón, not
like the first lady but as a political leader who built an unthinkable power for a woman, in
the forties.
Key words: Eva Perón. Feminine Suffrage Law. Feminine Peronist Party. Woman and
politics in Argentina. Argentine f irst female deputies and senators. Woman and politics
in Argentina.

1. Este artículo expone una síntesis de las conclusiones alcanzadas en mi tesis de


doctorado sobre el Partido Peronista Femenino.

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128 CAROLINA BARRY

SUMARIO

1.—Los primeros pasos. 2.—La ley de sufragio femenino. 3.—El Partido


Peronista Femenino. 3.1.—Espacios de socialización política femenina. 3.2.—La
actividad política. 3.3.—Las candidaturas de 1951. 4.—Reemplazar lo irremplazable.
5.—Consideraciones finales.

La situación política de la mujer cambió considerablemente durante


el primer gobierno peronista a partir de dos hechos que le posibilitaron
participar activamente. El primero fue la aprobación de la Ley de Sufragio
Femenino en 1947, con la consecuente oportunidad de que las mujeres
votaran y fuesen votadas; el segundo, la creación del Partido Peronista
Femenino (PPF), que buscó su incorporación masiva en la política. El Par-
tido Peronista Femenino se fundó el 29 de julio de 1949 en el marco de la
primera Asamblea Organizativa del Partido Peronista. El PPF nació como
una organización política compuesta exclusivamente por mujeres, que contó
con una estructura y células operativas propias y fue crucial para que Juan
Domingo Perón obtuviera la reelección para su segundo mandato presidencial.
El PPF estaba presidido por Eva Perón, que alcanzó un poder impensado
para una mujer a mediados del siglo XX. Este trabajo busca analizar qué
estrategias se emplearon en el proceso de inclusión política de las mujeres
y qué circunstancias llevaron Eva Perón a convertirse en la cabeza de un
partido político que no es siquiera concebible sin referirse a su figura.
La organización política femenina durante la década peronista podría
dividirse en tres etapas diferentes. La primera comprende el período 1945-
1949; la segunda, 1949-1951; y la tercera, desde 1952 a 1955. La primera
etapa se inicia durante la campaña electoral que llevó a Perón a la presi-
dencia, con la aparición de centros cívicos femeninos y de las asociaciones
femeninas y comisiones de damas que surgieron dentro de la coalición que
apoyó a Perón en su candidatura; es decir, el Partido Laborista y la UCR
Junta Renovadora. La segunda etapa comienza con la creación del PPF y se
extiende hasta el triunfo en las elecciones de 1951, año en que las mujeres
votan y son votadas por primera vez en la historia argentina; la tercera se
inicia con la situación imperante en el PPF luego de la muerte Evita, y se
extiende hasta el derrocamiento del gobierno de Perón.

1.—Los primeros pasos

El estudio de la problemática de la mujer había sido uno de los temas


en que el gobierno de la revolución de junio de 1943 había puesto la mirada
ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 127-149
EVA PERÓN Y LA INCLUSIÓN POLÍTICA DE LAS MUJERES 129

desde la Secretaría de Trabajo y Previsión. Perón había aplicado políticas


de inclusión respecto de los sectores que se encontraban marginados de
la escena política, en especial los trabajadores. El 3 octubre de 1944 creó
la Dirección de Trabajo y Asistencia de la Mujer, dirigida por Lucila De
Gregorio Lavié, que se ocupaba de analizar, principalmente, los problemas
de las mujeres y la asistencia y protección de la familia. Dentro de esta
línea, en julio de 1945 se realizó un reclamo formal a las autoridades a
fin de otorgar el sufragio femenino. Perón se comprometió a dar curso a
la petición y se amparó en los compromisos internacionales asumidos por
la Argentina, entre los que se encontraba la Conferencia sobre Problemas
de la Guerra y la Paz reunida en Chapultepec entre febrero y marzo de
1945. Allí se había acordado que los países firmantes que todavía no habían
otorgado el voto a la mujer, se comprometieran a hacerlo. Perón se atribuyó
el honor de haber sido el primer funcionario del Estado argentino que se
ocupó de los problemas de la mujer.
Era la primera vez que desde el gobierno se apoyaba una ley de sufragio
femenino. Las feministas argentinas, sus promotoras por décadas, imbuidas,
sin embargo, por un espíritu antioficialista, priorizaron su oposición al
gobierno militar y a Perón, y proclamaron que sólo aceptarían una ley de
sufragio si ésta se promulgaba durante un gobierno constitucional. Originaron
así un movimiento de mujeres contrario al gobierno militar que buscó ser
el frente femenino de oposición en coordinación con el que se articulaba en
ese momento en los partidos políticos. El movimiento feminista, a medida
que se intensificaba el enfrentamiento entre el gobierno y la oposición, fue
diluyéndose junto con el reclamo del voto femenino.
Durante la campaña electoral de 1946 que llevó a Perón a ocupar la
presidencia de la Nación por primera vez, el tema del voto femenino no
encabezó las prioridades de la agenda electoral, aunque fue incorporado en
los programas de los sectores principales que apoyaron a Perón. Mientras
tanto, comenzó a cobrar visibilidad, aunque tímidamente, una nueva figura
en la escena política: Evita, en un proceso lento que la transformaría en
el personaje político más importante de la Argentina peronista, después de
Perón. Si bien se trataba de una época de efervescencia política, su apa-
rición en escena incentivó, de alguna manera, la participación de algunas
mujeres en estas arenas poco frecuentadas. La presencia de la mujer se fue
haciendo sentir entre los dos contrincantes principales de la elección del
24 de febrero, no solo con su presencia física, sino también porque se la
consideraba como un elemento de prestigio e incorruptible a ser tenido en
cuenta a la hora de sumar voluntades. Si bien las mujeres no votarían en la
elección, constituían un importante núcleo de propaganda política. Nume-
rosas mujeres apoyaron taxativamente el nuevo proyecto político encarado
para la Argentina por Juan Domingo Perón.
ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 127-149
130 CAROLINA BARRY

Los acontecimientos que eclosionaron el 17 de octubre de 1945 habían


puesto de relieve la capacidad de convocatoria general, y de las mujeres en
particular, que este naciente peronismo poseía, sobre todo entre aquellas de
extracción popular. Esta adhesión al peronismo no se circunscribió únicamente
a ocupar las calles, sino que las mujeres que lo apoyaron actuaron como
agentes activos de la movilización y como fundadoras de centros cívicos
femeninos. Los principales componentes de la coalición que sustentaba la
candidatura de Perón (el Partido Laborista y la Unión Cívica Radical Junta
Renovadora) crearon sus propias secretarías y comisiones femeninas. A estas
fuerzas políticas se les sumaba el Centro Universitario Femenino (CUF),
que organizó secretarías femeninas en todas las facultades y centros de
profesoras universitarias, secundarias, normales y especiales, que llamaban
directamente a las mujeres a afiliarse y manifestaban la urgente necesidad
de otorgar los derechos políticos a la mujer 2. El 8 de febrero de 1946 el
CUF organizó, junto con otras entidades, una gran convocatoria femenina
en el estadio Luna Park para proclamar la fórmula presidencial Perón -
Quijano, a la que asistieron unas 25.000 mujeres que aclamaban vivamente
a Perón 3. Las mujeres fueron activos elementos de acción política durante
la campaña electoral y su presencia no pasó desapercibida. Pero, la lucha
por sus derechos continuaría.

2.—La ley de sufragio femenino

Cuando Perón asumió la presidencia, el sufragio femenino formó parte


del conjunto de leyes del Plan de Gobierno A partir de ese momento el
gobierno peronista inició una fuerte campaña que tuvo en Eva Perón su
portavoz privilegiada. El voto femenino era un tema social y políticamente
aceptado por la mayor parte de la dirigencia nacional, y difícilmente en-
contraría obstáculos para su implantación, salvo algunas excepciones, tal
como queda demostrado en los debates parlamentarios. Sin embargo, la
campaña a favor del voto femenino fue una de las aristas en que se apoyó
Eva Perón para la construcción de su todavía incipiente liderazgo. María
Eva Duarte de Perón, en su novedoso papel de Primera Dama y fidelísima
colaboradora de su marido, comenzó a introducirse en el ambiente político.
Si bien su influencia no era aún lo que supo ser años más tarde, su poder
iba acrecentándose día a día.

2. La Época (Buenos Aires), 15 de enero de 1946.


3. Entrevista de la autora a Haydée Frizzi de Longoni presidenta del CUF. 24 de
julio de 1999.

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 127-149


EVA PERÓN Y LA INCLUSIÓN POLÍTICA DE LAS MUJERES 131

La campaña a favor del sufragio femenino comenzó en enero de 1947 con


una serie de discursos que pronunció Eva Perón y que fueron transmitidos
por la Radio del Estado y la Red Argentina de Radiodifusión. A medida que
transcurrían los meses, éstos fueron aumentando en intensidad y presión.
Los discursos de Evita la convirtieron en la portavoz de un movimiento de
mujeres cuyo origen social era muy diferente al de las primeras feministas 4.
Por eso, cuando se colocó al frente de la campaña, capitalizó toda una historia
de luchas infructuosas de grupos feministas y sufragistas que desde hacía
varias décadas atrás presionaban sobre el Estado y ayudaban a mantener el
tema sobre el tapete. Tanto en el imaginario popular de peronistas como de
antiperonistas ha quedado grabado que Eva Perón otorgó el voto femenino,
lo cual es cierto en parte, puesto que ella constituyó el último eslabón de
numerosas luchas de feministas y sufragistas que se gestaron desde el ini-
cio de siglo XX. Ella, también, se ocupó de señalarlo en La razón de mi
vida, diciendo: “¿qué podía hacer yo, humilde mujer del pueblo, allí donde
otras mujeres más preparadas que yo, habían fracasado rotundamente?… Lo
primero que tuve que hacer en el movimiento femenino de mi Patria, fue
resolver el viejo problema de los derechos políticos de la mujer”. 5. El 9 de
septiembre de 1947 se sancionó la Ley de Sufragio Femenino, que fue el
primer paso en la incorporación formal de las mujeres al ámbito político,
aunque sería insuficiente decir que la incorporación se produjo a partir de
dicha ley. Con su sanción, las mujeres obtuvieron los mismos derechos y
deberes cívicos que la reforma electoral de 1912 había garantizado sólo a
los varones, es decir, la obligatoriedad de votar en las elecciones a partir
de los 18 años y el derecho a ser candidatos a puestos electivos.
No era la primera vez que se trataba un proyecto de ley de sufragio
femenino en el Parlamento 6. Entre 1919 y 1942 se presentaron más de una
decena de proyectos, pero ninguno llegó a buen puerto. El debate parla-
mentario de la ley 13.010 tuvo ribetes diferentes a los planteados en la
década del 30. En ambas cámaras los legisladores ya no hacían hincapié
en las debilidades mentales o físicas de las mujeres (especialmente su falta
de musculatura) o en sus deficiencias educacionales sino que, muy por el
contrario, recalcaban sus contribuciones, su participación en la fuerza de
trabajo y su presencia en los momentos importantes de la historia argentina.
Amén de ser un tema ampliamente consensuado por el cuerpo legislativo,

4. NAVARRO, Marysa: Evita. Buenos Aires, Planeta Argentina, 1997, p. 195.


5. PERON, Eva: La razón de mi vida. Buenos Aires, Peuser, 1953, p. 65.
6. Ver PALERMO, Silvana: “El sufragio femenino en el Congreso Nacional: ideologías
de género y ciudadanía en la Argentina (1916-1955)”. Buenos Aires, Boletín del Instituto
de Historia Argentina y Americana, Dr. Emilio Ravignani, Tercera Serie, nº 16 y 17 y 1º
de 1998, 151-178.

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132 CAROLINA BARRY

la influencia ejercida por Eva Perón produjo también su efecto. Al día


siguiente de la sanción, el periódico peronista, Democracia, publicó un
mensaje suyo en el que señalaba que la promesa del líder se había cum-
plido: “Nuestra voz ha sido escuchada. Gracias a la revolución y a nuestro
líder se han reconocido al f in los derechos políticos que durante tanto
tiempo nos fueran negados. Ahora podemos votar. Mujeres compatriotas,
amigas mías, ¡sepamos también votar!” 7. Con esas palabras, Eva Perón
inauguraba la segunda etapa de la incorporación de las mujeres a la po-
lítica. A esta altura de las circunstancias, ella era una f igura tangencial
dentro del poder peronista y fuera de la estructura formal del gobierno.
Si bien ya había comenzado su programa de ayuda social, faltaba aún
un año para que la Fundación Eva Perón, el más importante organismo
benefactor creado por el peronismo al margen de las estructuras del Estado,
fuese organizada formalmente.
Sin embargo, Eva no estaba sola en esta “cruzada”. Numerosas muje-
res se congregaron en distintas instancias organizativas y se hicieron eco
de la campaña a favor del sufragio femenino, y también de la incipiente
obra de ayuda social encarada por Evita. Mientras aumentaba su presencia
pública y su liderazgo, se hacía más notable también la aparición en es-
cena de las mujeres, primero de forma inorgánica y luego organizándose
en centros cívicos femeninos que paulatinamente se denominaron Evita,
Eva Perón, María Eva Duarte de Perón. Su presencia comenzó a notarse a
partir de 1946, también de manera inorgánica al principio, y organizados
por Eva Perón después. A principios de 1947 hubo una segunda tanda de
inauguraciones de centros cívicos, pero propiciados ahora directamente por
Evita, y mucho más activos 8. Estaban presididos, en general, por alguna
mujer del barrio que apoyaba a Perón o por las esposas de los dirigentes
políticos barriales. Algunos funcionaban dentro de los comités o centros
partidarios del peronismo y, la mayoría, en la casa de alguna vecina del
barrio. Los centros cívicos femeninos, a diferencia de las secciones o ramas
femeninas, no tenían relación alguna con la Junta Central del, por entonces,
novel Partido Peronista, ni con ninguna facción política. Se constituyeron
con la única intención de “cooperar con la esposa de Perón en su campaña
de obra y justicia social”, asegurar los derechos políticos de la mujer y
afiliar a las simpatizantes 9. En 1948, por indicación de Evita, las llamadas
“Agrupaciones Femeninas de Obra Social María Eva Duarte de Perón”

7. Democracia, Buenos Aires, 8 de septiembre de 1947.


8. Entrevista de la autora a Hilda Castañeira, presidenta de los centros cívicos feme-
ninos de la provincia de Santa Fe, luego delegada censista en Salta y senadora nacional. 17
de septiembre de 2002.
9. La Acción (Rosario), 12 de marzo de 1947.

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EVA PERÓN Y LA INCLUSIÓN POLÍTICA DE LAS MUJERES 133

pasaron a denominarse “Centros Cívicos Femeninos María Eva Duarte de


Perón” 10. Todas las manifestaciones políticas surgidas desde fines de 1945,
organizadas o no, cimentaron de alguna manera un campo propicio para la
creación del PPF, lo que da cuenta de un clima de efervescencia política
más o menos manifiesta.
La sanción de la ley de voto tuvo una significación especial para el
peronismo: la coronación de Evita como la propulsora indiscutida del ingreso
de las mujeres en la política, situación que ayudó a construir su liderazgo.
La ley de voto fue fundacional para las mujeres, pero sobre todo para Evita,
pues ella se erigió como la intérprete indiscutida de un sector postergado
hasta ese entonces. Si Perón lo fue de los trabajadores, Evita lo sería de las
mujeres. La ley era un paso formal, pero no era suficiente para incorporar
o crear espacios en los partidos políticos que incluyeran a las mujeres. Esto
llevó a desacuerdos por desinterés, incapacidad o ignorancia respecto de la
manera de implementar su inclusión partidaria, así como también produjo
cierto temor acerca de cuál sería el comportamiento electoral de la mitad
de la población. Es decir, cómo imbricarían en el nuevo esquema político y
cuáles serían las vías que les permitiesen ejercer su ciudadanía. Se produjo
un debate en todas las fuerzas políticas sobre cuáles serían los caminos
adecuados para la inclusión. En este sentido el peronismo se colocó en la
palestra, y la situación fue diferente a la de otras fuerzas, ya que posibili-
tó la ampliación de sus bases de sustentación política al incluir a sectores
sociales antes ausentes.
El marco legal ya estaba provisto, faltaba el marco político, cuya ausencia
puede explicar, en parte, las demoras en el enrolamiento y empadronamiento
femenino. La ley se sancionó en 1947, y recién cuatro años después las
mujeres pudieron votar por primera vez. Las demoras se debieron a una
mezcla de diversos factores, tanto culturales como organizativos y políticos;
sin despreciar, tampoco, que el gobierno hiciera lo suyo para que las mujeres
votaran por primera vez cuando considerara que estaban preparadas para
hacerlo. Es decir, cuando estuvieran organizadas fuertemente en un partido
político que las incluyera y que no generara sorpresas en una elección.
Además, es probable que se buscara marcar un hito histórico: la primera
vez que las mujeres votaron, lo hicieron, masivamente, por Perón. Pero para
eso era necesario reformar la Constitución Nacional que habilitaría a Perón
a ser elegido para un segundo mandato consecutivo.
Si la sanción de la ley de sufragio fue la coronación de Evita, la refor-
ma de la Constitución fue el signo más acabado del poder y la influencia
que ella llegó a ejercer. No sólo había pregonado directa e indirectamente

10. El Día (La Plata), 20 de enero de 1948.

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sobre la posibilidad de que las mujeres votaran a Perón como presidente


mucho antes de que se insinuara la posibilidad de la reforma, sino que
gestionó exitosamente la inclusión de los Derechos de la Ancianidad por
los cuales bregaba. Además, ayudó a definir, a través de su grupo de incon-
dicionales, el tema de la reelección, que se había traducido en una suerte
de pujas y medición de lealtades que dejaron como corolario el principio
del fin de la carrera política de uno de los integrantes de la trilogía de
la revolución, Domingo Mercante, gobernador de Buenos Aires. La ley de
Sufragio Femenino y la reforma de la Constitución —que generaron de por
sí una situación política particular— podrían verse como dos momentos de
articulación en el liderazgo de Evita. Con la primera, ella capitalizó una
historia de luchas infructuosas y se ubicó en la cúspide que la podría eri-
gir en una líder partidaria. En cambio, con la reforma de la Constitución
su liderazgo se proyectó a un nivel político nacional. Pasó de capitalizar
poder a obtener poder. La ley 13.010 otorgó la ciudadanía a las mujeres.
La reforma de la Constitución posibilitó que las mujeres cumplieran con el
objetivo político más importante en el que se verían inmersas: la reelección
de Perón por un segundo período. El paso siguiente era organizarlas en un
partido político.

3.—El Partido Peronista Femenino

El Partido Peronista Femenino se creó el 29 de julio de 1949 en el


marco de la primera asamblea organizativa del Partido Peronista. El PPF
nació como una organización política compuesta exclusivamente por mujeres,
que contó con una estructura y células operativas propias. El PPF formaba
parte del Movimiento Peronista, que luego de varias instancias organizativas
quedó constituido por el Partido Peronista, el Partido Peronista Femenino y
la Confederación General del Trabajo. De acuerdo con su reglamento general,
el PPF estaba vinculado “íntimamente” al Movimiento Peronista, pero era
autónomo respecto del Partido Peronista que integraban los hombres. Las
tres fuerzas que conformaban el movimiento peronista eran independientes
unas de las otras, pues en lo inmediato se ocupaban de sectores diferentes
y de problemas distintos, aunque las tres persiguieran los mismos objetivos
generales. Cada rama tenía sus propias autoridades y su propia organización
adecuada a sus tareas específicas, como también sus propias organizaciones
celulares: las unidades básicas. Cada una cumplía con distintos objetivos y
en la práctica sus funciones y actuaciones eran muy diferentes, lo que da
cuenta de la existencia de una política específica destinada a las mujeres.
La política del gobierno peronista, sustentada por un partido de masas,
desplegó hacia las mujeres un marcado interés, no sólo electoral sino de
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EVA PERÓN Y LA INCLUSIÓN POLÍTICA DE LAS MUJERES 135

control social, pues era necesario que cumplieran con ciertos objetivos para
poder llevar a cabo la política implementada desde el Estado.
¿Por qué las sumó separadas del partido de los hombres? Esta situa-
ción fue producto de una doble circunstancia que llevó a considerar que la
mejor alternativa era crear un partido exclusivo de mujeres. Por un lado, el
conflictivo escenario que presentaba el Partido Peronista en sus años ini-
ciales hacía casi impensable integrarlas en dicha estructura. Por otra parte,
y simultáneamente, el ascendente papel protagonizado por Eva Duarte de
Perón, no ya en su rol de Primera Dama o en el de benefactora social, sino
en el de una dirigente política. Su liderazgo, la inexperiencia política de las
mujeres y la difícil situación imperante en el Partido Peronista 11 produjeron
a la conformación de un partido político singular.
El PPF, a diferencia del Partido Peronista (masculino), se organizó a
partir de una táctica política de penetración territorial consistente en un
“centro” que controlaba, estimulaba y dirigía el desarrollo de la periferia,
es decir, la constitución de los mandos locales e intermedios del partido.
Este tipo de desarrollo organizativo implica por definición, y siguiendo a
Panebianco, la existencia de un “centro” suficientemente cohesionado desde
los primeros pasos de la vida del partido 12. Como primera medida, y para
saber con cuántas partidarias o simpatizantes contaban, se organizó un gran
censo nacional de mujeres peronistas bajo el lema “cuántas somos y dónde
estamos”. Las encargadas de llevarlo a cabo fueron 23 delegadas, una por
cada provincia o territorio y una por la Capital Federal. La elección de de-
legadas se hizo a partir de la selección personal que realizó Eva Perón de
cada una de ellas, y también del establecimiento de lazos personales, lo que
obligó a desarrollar actitudes fuertemente conformistas y reverenciales para
obtener su favor. Las seleccionadas no tenían ningún tipo de experiencia
política previa, y esa era, además, una de las condiciones para ser elegidas.
Por otra parte, ninguna actuaba en sus lugares de origen, a fin de evitar la
formación de una base de sustentación política propia. Estas mujeres fueron
las responsables de la organización y puesta en marcha del partido. Como
su primera tarea fue censar, se las llamó “delegadas censistas”. Las dele-
gadas debían elegir a las “subdelegadas censistas” y una vez seleccionadas,
le enviaban a Eva Perón ternas de mujeres, de quienes figuraban sus datos
completos, tal como lo disponía la circular n°1: “Las censistas deben propo-
ner ternas de mujeres por distrito o barrio para ser nombradas subdelegadas

11. Ver MacKINNON, Moira: Los años formativos del Partido Peronista. Buenos Aires,
Instituto Di Tella - Siglo XXI de Argentina, 2002.
12. PANEBIANCO, Ángelo: Modelos de partido, organización y poder en los partidos
políticos. Madrid, Alianza Universidad, 1990, p. 246.

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136 CAROLINA BARRY

y los datos deben presentarlos personalmente a Eva Perón” 13. La policía


adjuntaba un informe detallado y minucioso de cada una de las posibles
candidatas y de sus familias; todo se enviaba a la presidencia del partido
para que Evita las evaluara. Las delegadas sólo podían poner en funciones
a las subdelegadas una vez que Evita les hubiera dado el visto bueno. Las
subdelegadas debían contar con cierto nivel educativo, como mínimo, de-
bían haber terminado la escuela primaria, pero sobre todo, se evaluaban las
cualidades “morales y peronistas” de cada una de ellas 14. Además, debían
tener “el don de atracción y simpatía”; es decir, se les pedía que fueran
carismáticas, y que dejaran de lado cualquier tipo de ambición personal,
pues el fin último de su tarea no era individual, sino colectivo.
Las delegadas se ocupaban de la provincia mientras que las subdelegadas
eran las encargadas de organizar el partido en las ciudades, los pueblos y
los barrios. La estructura jerárquica del PPF estaba compuesta por la pre-
sidenta, las delegadas censistas, de quienes dependían todas las unidades
básicas femeninas de cada provincia, territorio y Capital Federal. A su vez,
cada una estaba integrada por una subdelegada censista, una secretaria, una
prosecretaria, una colaboradora rentada y una colaboradora ad honorem. El
partido actuaba como si fuera una entidad estatal. Las delegadas y la mayoría
de las subdelegadas censistas, las secretarias de la sede central provincial
y las colaboradoras rentadas estaban adscriptas al partido y percibían sus
haberes de alguna repartición estatal, aunque laboralmente dependían de
la sede central del partido, lugar al que debían reportarse. Las que no
estaban designadas en el Estado, pronto lo estuvieron 15. Las subdelegadas
desempeñaban múltiples tareas y no tenían horario de trabajo prefijado, en
un principio trabajaban de 8 a 20 y, más cerca de las elecciones, todos los
días (inclusive los domingos), de 8 a 24.
Según las indicaciones de la presidencia del partido, nunca nombraban
a una sola subdelegada por localidad o barrio, sino que debían nombrar
por lo menos a dos (en relación con la cantidad de habitantes y con las
posibilidades de conseguir un local partidario) para evitar la formación de
caudillas. Entre las seleccionadas había maestras, directoras de escuela,
empleadas públicas, como también empleadas administrativas y asistentes

13. PARTIDO PERONISTA FEMENINO, Sede Central Buenos Aires, Circular nº 1,


octubre de 1949.
14. PARTIDO PERONISTA FEMENINO, Sede Central Buenos Aires, Circular nº 3,
febrero de 1950.
15. Según consta en la declaración Nº 43 efectuada por José Justo Marrón a la Comi-
sión Nacional de Investigaciones, “el 95% del personal que trabajaba en PPF eran empleados
públicos que no prestaban servicios en la administración pública”. Argentina, Comisión
Nacional de Investigaciones, Comisión Nº 43, 1956.

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EVA PERÓN Y LA INCLUSIÓN POLÍTICA DE LAS MUJERES 137

sociales de la Fundación Eva Perón. Las subdelegadas se hacían cargo de


un determinado territorio para censar, y de buscar un lugar apto para la
apertura del local partidario, pues donde había una subdelegada existía una
unidad básica femenina 16.

3.1.—Espacios de socialización política femenina

La táctica de penetración territorial del PPF se implementó con el


nombramiento de delegadas y subdelegadas en todo el país y, además, con
la apertura de unidades básicas exclusivas para mujeres, lo que significó
una fuerte presencia política en todo el país. Llegaron a constituir unas
4000, y su nivel de expansión geográfica fue solo comparable con el de
la Iglesia Católica. El PPF se caracterizó por una ser una organización de
base territorial en la cual la militancia desarrollada era de tipo barrial. La
vía de acceso de las mujeres peronistas al PPF se constituyó a través de
las unidades básicas femeninas que se encontraban instaladas en todos los
barrios. Las mujeres podían acercarse de manera espontánea o luego de ser
visitadas en sus hogares por la subdelegada censista. El contacto casa por
casa funcionaba como una invitación a las vecinas a afiliarse al partido y
a convocarlas a la unidad básica previamente instalada en el barrio. Las
unidades básicas femeninas, tal como las masculinas y las gremiales, tenían
el firme propósito de contrastar con la desvalorizada imagen del comité
partidario, e intentaron asumir una identidad propia a partir de una nueva
propuesta y de un trabajo diferenciado, tal como lo señalaban las Directivas
Complementarias del Consejo Superior del Partido Peronista.
Cuál era la base social del partido; es decir, a qué sectores de muje-
res buscaba movilizar el peronismo. La mayoría de los estudios realizados
hasta el momento, señalan que el partido buscaba incorporar a un sector
determinado de mujeres, en general, que pertenecían a sectores obreros o
subalternos. Una investigación preliminar permite señalar que el Partido
Peronista Femenino intentó incluir a las mujeres en tanto mujeres en su
estructura organizativa, más allá de sus condiciones de clase 17. Por eso
señalamos que se trató un partido de integración social, que es aquel que
busca incluir a un grupo específico y, además, constituye una respuesta
político organizativa al desarrollo de las políticas de masas. Este tipo de

16. PARTIDO PERONISTA FEMENINO, Presidencia, Circular Nº 1, Octubre de


1949.
17. BARRY, Carolina: Evita Capitana, Formación y organización del Partido Peronista
Femenino. Buenos Aires, Eduntref, 2008, p. 176.

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partido busca organizar y movilizar a nuevos sectores anteriormente ex-


cluidos de la competencia política, tarea que los partidos tradicionales de
representación individual no pueden llevar a cabo. El partido de integración
social pretende movilizar e incorporar a la vida política a grupos sociales
específicos, como por ejemplo, las mujeres 18. Si bien su predicamento tuvo
más acogida en los sectores medios y bajos, no se desestimó la inclusión
de las mujeres de todos los sectores sociales. En este sentido, la ubicación
territorial de las unidades básicas femeninas y el tipo de actividades que
en ellas se desarrollaban dan la pauta, más allá de que quizá actuasen en
algunas oportunidades como elemento de provocación, de un esfuerzo en
incluir a mujeres de todos los sectores. El PPF estaba constituido por “to-
das las mujeres que sientan y piensen como peronistas y que se afilien o
adhieran a él” 19. La meta era afiliar al 60 al 70 % de las empadronadas en
cada sector 20. De acuerdo con el censo de 1947, podemos observar que el
60 o el 70 % de la población femenina abarcaba aún más que a los sectores
obreros o subalternos.
Las unidades básicas femeninas fueron una novedad para la época y se
convirtieron en un espacio de sociabilidad nunca visto hasta entonces pero
semejante a la Acción Católica. Podrían dividirse en distintos tipos, que
condicionaban, también, la clase de actividad a llevarse a cabo dentro de
ellas. Las más espectaculares funcionaban en petit hoteles de varios pisos,
contaban con biblioteca, gimnasio, consultorios médicos y hasta sala de
teatro y cine. Las de estas características se encontraban en las ciudades
más importantes del país y en mayor número en la ciudad de Buenos Aires.
Las seguían en infraestructura casas o locales de dos o tres habitaciones
con comodidad suficiente para desempeñar las tareas partidarias. Y un
tercer tipo, el más numeroso en el país, eran las que funcionaban en una
habitación o en el garaje de una casa de familia que era cedida por una
militante o subdelegada censista. En un perímetro pequeño existía un centro
partidario, lo cual le permitía a las mujeres no alejarse de su barrio para
participar en las tareas políticas. Todas las unidades básicas debían estar en
perfectas condiciones y prolijamente arregladas, “…destacando la femineidad
y delicadeza de sus autoras, pues así lo pide la Sra. Eva Perón…” 21.

18. NEUMANN, Sigmund: Partidos políticos modernos. Madrid, Tecnos, 1965, p.


115.
19. PARTIDO PERONISTA FEMENINO, Consejo Superior, “Reglamento General del
Partido Peronista Femenino”, Buenos Aires, 1955, p. 7.
20. PARTIDO PERONISTA FEMENINO, Sede Central provincia de Santa Fé, “Co-
municado a las subdelegadas censistas”, 28 de junio de 1951.
21. PARTIDO PERONISTA FEMENINO, Sede Central provincia de Corrientes, Acta
N° 3, 26 de febrero de 1952.

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EVA PERÓN Y LA INCLUSIÓN POLÍTICA DE LAS MUJERES 139

Un rasgo distintivo muy importante, y sobre el que se insistía sistemá-


ticamente desde la presidencia del partido, era la tajante prohibición del
ingreso de hombres, situación que, de tener lugar, derivaba en una estricta
sanción partidaria. Su ingreso estaba prohibido aunque no se tratara más
que de una visita ocasional. Esta medida drástica se habría tomado con una
doble intención. Por un lado, resguardar la buena reputación de las mujeres
que comenzaban a trabajar en política, pues era inconveniente que se las
viera en reuniones con hombres dentro de un local partidario 22. La idea que
prevalecía en ciertos sectores sobre la actividad política femenina era poco
menos que lapidaria: “las candidatas clásicas [se refiere a prostitutas] las
que están en buena edad ejercen su ‘actividad’ en las unidades básicas” 23.
Por otra parte, de acuerdo con las directivas cuya lectura hoy podemos
recuperar junto con los relatos de distintas protagonistas de la época, Eva
Perón alertaba periódicamente a las censistas respecto de que no se dejaran
influir y ni siquiera aconsejar por los hombres del partido, pues corrían el
riesgo de adquirir los vicios que ellos tenían en política, como también la
intención de querer manejarlas dada su experiencia anterior. A tal punto
llegó esta directiva, que Evita instruyó a las delegadas censistas prohibién-
doles nombrar como subdelegadas a las esposas de funcionarios para que
sus maridos no influyeran sobre ellas y, veladamente, sobre el PPF 24.

3.2.—La actividad política

La actividad en las unidades básicas femeninas estaba dirigida tanto


a las mujeres como a sus hijos menores, e indirectamente, a la familia
en su conjunto. El acelerado y exitoso crecimiento del PPF en torno de
la estructura de las unidades básicas femeninas provocó que pronto éstas
se convirtiesen en el modelo a seguir por las otras ramas del movimiento
peronista y a tener en la mira para su organización. La capacitación y la
asistencia social fueron las dos funciones primordiales de todas las unidades
básicas femeninas. Más allá de la actividad estrictamente política, como
captar prosélitos, hablar de temas políticos o concurrir a actos masivos
en apoyo a los líderes partidarios, el eje de la acción estaba destinado a

22. PARTIDO PERONISTA FEMENINO, Sede Central Capital Federal, Circular s/n,
20 de julio de 1950.
23. LANDRA, Felix (h): Los Panfletos. Su aporte a la Revolución Libertadora. Buenos
Aires, Itinerarium, s/f, p. 365.
24. Entrevista de la autora a Ana Macri (delegada censista y diputada nacional) 29 de
octubre de 2003, Hilda Castañeira (ver cita 8), Esther Fadul (delegada censista y diputada
nacional), 4 de septiembre de 2004.

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140 CAROLINA BARRY

cubrir los intereses considerados culturalmente propios de las mujeres. Se


buscaba atraerlas y vincularlas al partido, para lo cual se implementaron
una serie de cursos de capacitación ajustados a sus necesidades y al rol
social que cumplían. Todas las unidades básicas femeninas, sin excepción,
debían implementar un plan de alfabetización destinado a mujeres adultas,
como también brindar clases de apoyo escolar para los niños. Estos cursos
eran dictados por una maestra que se hacía cargo de uno o varios locales
partidarios. El plan de alfabetización constaba de la enseñanza de lectoes-
critura y cálculos matemáticos básicos.
En la búsqueda de la manera de impartir la enseñanza de labores con-
sideradas propias de la mujer se dictaron, además, cursos de diferentes
tipos 25. Las clases de Corte y Confección seguían en prioridad a las de
alfabetización, con la intención de que las madres tuviesen la posibilidad
de vestir a sus hijos “decentemente” y trabajar desde sus casas. En muchos
casos se complementaban con el envío de máquinas de coser y géneros por
parte de la Fundación Eva Perón. El resto de la capacitación que se brindaba
dependía tanto de los intereses particulares de las mujeres de cada barrio
como de la existencia de una profesora que se encontrara en condiciones
de impartirla 26. Había una ayuda complementaria para las mujeres que tra-
bajaban o que querían trabajar en oficinas. Para ellas se dictaban clases de
taquigrafía, dactilografía, inglés elemental y superior, francés, declamación.
Estos cursos se dictaban en las unidades básicas femeninas que apuntaban
a los sectores medios y, buscando la forma de atraer mujeres que vivían
en los barrios más pudientes, se realizaron talleres de literatura donde,
por ejemplo, se analizaba una obra de un escritor reconocido 27. El tipo de
curso dictado brinda una pauta del universo hacia el cual estaba dirigido
el partido. En ese sentido es claro que, tanto las clases alfabetización para
mujeres adultas, como las de cocina y corte y confección estaban dirigidas
a sectores bajos; en cambio las de idiomas, declamación o literatura estaban
orientadas a sectores medios y eventualmente altos, aunque era difícil que
estos últimos concurrieran. Como los cursos eran dictados por mujeres del
barrio, se creaba un ambiente de cooperación e intercambio.

25. PARTIDO PERONISTA FEMENINO, Sede Central provincia de Santa Fe, Circular
Nº 2, “Normas a que deben ajustarse las Subdelegadas Censistas para el mejor desempeño
de sus funciones al frente de las Unidades Básicas”, 1950.
26. Los cursos abarcaban desde enseñanza de cocina, zurcido, remiendos invisibles,
sombrerería, bordado de lencería, tejido, economía doméstica, dibujo y pintura, danzas
clásicas, folklóricas y españolas, guitarra, violín, confección de camisas de hombre, hasta
encuadernación.
27. Entrevista de la autora a Beatriz Bruzzatori inspectora de unidades básicas fe-
meninas.

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EVA PERÓN Y LA INCLUSIÓN POLÍTICA DE LAS MUJERES 141

La ayuda social fue un puntal político extraordinario que adquirió un


relieve inusitado dentro de las actividades que se desarrollaban en las uni-
dades básicas femeninas, aunque no formara parte de los objetivos iniciales
del partido. En un primer momento las unidades básicas femeninas actuaron
como receptoras para luego transformarse en detectoras de necesidades.
Los pedidos se canalizaban por medio de los depósitos de la Fundación o
de los organismos que correspondieran. Los más comunes eran de trabajo
y tratamientos médicos, como también de internaciones en Ciudad Infantil
(para niños abandonados o para aquellos cuyas madres necesitaran dejarlos
para salir a trabajar), viviendas, materiales para la construcción, pensiones,
prótesis ortopédicas, dentaduras, vestidos de comunión o de casamiento y
muebles. La unidad básica femenina era el primer lugar al que acudir, en
especial para las mujeres de los sectores bajos. Por ejemplo, en un barrio
que contaba con varios centros de salud cercanos, una mujer que padecía
apendicitis se dirigió a la unidad básica femenina más cercana, desde la
cual se la derivó a un hospital 28. Las mujeres “pasaban por la unidad básica
y nos pedían un remedio que no encontraban, nosotros conseguíamos que
los chicos fueran al colegio, conseguíamos ayuda asistencial, internaciones,
porque todo dependía de nosotros. Hemos hecho en cada circunscripción no
solamente un ente esencialmente político” 29. El nivel de respuesta era tan
alto que se convirtieron en una suerte de centros de gestión y derivación
general o “de orientación para la vecindad”, y en un eficaz instrumento
político.
La ocupación y preocupación por los temas sociales que se gestionaban
desde las unidades básicas femeninas configuraron el papel de la mujer pe-
ronista que, como parte de su misión política, cumplía también una misión
social, misión de la cual “su ejemplo vivo era Eva Perón”. De ahí que la
labor política también adquiriera un costado social y de gestiones prácticas
que lo diferenciaba de las formas masculinas de hacer política más ligadas
a los partidos tradicionales. La acción social en la unidad básica busca-
ba ser una continuidad de la tarea realizada en el hogar y se implementó
como forma de encauzar los sentimientos netamente femeninos 30. lo cual
le proporcionó a la mujer un ámbito diferente de acción del que había
conocido hasta entonces. De alguna manera, desde el partido se buscaba

28. PARTIDO PERONISTA FEMENINO, “Cuaderno de Ayuda”, Unidad Básica Fe-


menina Chenaut 1940, Caso Nº 16, 1950.
29. Entrevista de Luis Alberto Romero a Delia Parodi (delegada censista, diputada na-
cional, vicepresidenta primera de la Cámara de Diputados y presidenta del Consejo Superior
del PPF, 19 de septiembre de 1972, Colección Historia Oral Instituto Torcuato DiTella.
30. BIANCHI, Susana y SANCHIS, Norma: El Partido Peronista Femenino, primera
parte. Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1988, p. 45.

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 127-149


142 CAROLINA BARRY

deliberadamente definir la participación de las mujeres, como si sólo llevara


adelante una acción social y no política, situación que de hecho sirvió para
incorporar una mayor cantidad de mujeres a la estructura partidaria. Las
mujeres peronistas formaron parte de un estilo original de hacer política,
al tiempo que se sentían partícipes indispensables de la “misión” que Evita
estaba llamada a realizar.
La ayuda social era presentada como algo ajeno al mundo de la po-
lítica, pues era, en def initiva, la misión que debían cumplir las mujeres,
dado que la acción social es algo que “las mujeres llevamos en la san-
gre”, decía Evita. Ella reaf irmaba incluso la idea de que la ayuda social
estaba separada de la política: “...No quiero que vean en la señora de
Perón o la compañera Evita —como a mí me agrada que me llamen a
una politiquera más. Jamás haré política: trataré de formar un movimiento
puramente al servicio del peronismo... Me dedicaré pura y exclusivamente
a mi ayuda social que tanto necesita la Patria y los descamisados de la
Argentina” 31. Ella misma se apartaba de la idea de la “hacer política”
debido a que todavía no era bien visto que las mujeres frecuentaran ese
ámbito de participación masculina.
Uno de los elementos de los que se valió el PPF fue la utilización de
un discurso artificioso, elaborado con arte y habilidad, que a través de
la sutileza generaba cautela. Pese al tinte aparentemente negativo que su-
giere el término artificioso, su inclusión no tiene, necesariamente, un fin
malintencionado. En efecto, el discurso artificioso se construyó como un
intento por suavizar el impacto que provocaría en las mujeres (y quizás en
los hombres también), su ingreso en la vida política. Este discurso sugirió
que las mujeres no pertenecían a un partido sino a un movimiento; no se
las afiliaba sino que se las censaba; no hacían política sino acción social.
También fue aplicado cuando se señaló que la principal función de las
mujeres era ocuparse del hogar y que las cosas que aprendían en la unidad
básica reforzaban sus conocimientos de las tareas hogareñas. Sin embargo,
las funciones partidarias y políticas en muchas ocasiones prevalecieron sobre
las domésticas. Lo cierto es que las mujeres estaban convocadas a afiliarse
a un partido político justamente para hacer política en un local partidario
definido como una ‘prolongación del hogar’.
Eva Perón entabló con las mujeres del partido una relación singular en
la cual los lazos de lealtad que las unían eran fruto del “estado de gracia”
y formaban parte de la misión que la líder estaba llamada a cumplir, según

31. PERON, Eva: Mensajes y Discursos. Buenos Aires, Fundación pro Universidad de
la Producción y del Trabajo - Fundación de Investigaciones Históricas Evita Perón, 1999,
Tomo II, 111.

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 127-149


EVA PERÓN Y LA INCLUSIÓN POLÍTICA DE LAS MUJERES 143

la opinión generalizada de sus seguidoras. Ellas también se veían de modo


característico compenetradas por el espíritu y celo misionero. Esta situa-
ción marca, claramente, una diferencia con los estilos de hacer política de
los hombres del Partido Peronista: ellos hacían política, mientras que las
mujeres peronistas se sentían parte más de una misión cuasi religiosa que
de un partido político, sentimiento que era alimentado por la presidencia
del partido. Esto da cuenta de la utilización de un vocabulario rayano con
el religioso. Las delegadas eran “apóstoles de la doctrina peronista” que
predicaban la “verdad peronista”. Ellas tomaban su misión como parte de
la misión salvadora de la mujer y de los humildes a que estaba llamada
Evita. Esta situación provocó, además, que las censistas, en general, no
pensaran en sus candidaturas ni en sus carreras políticas, sino que tuvieran
una aspiración muy distinta: formar parte de ese “plan divino” en el que
se sentían inmiscuidas. Además, de acuerdo con lo instruido en la primera
circular partidaria, la única aspiración política que podían tener las muje-
res era “servir a las órdenes de Evita”. 32. Evita les remarcaba que en el
partido femenino no había lugar para las ambiciones personales, ni para
las autocandidaturas, ni para las caudillas, porque las mujeres no debían
aspirar a los honores sino al trabajo. Si Evita les decía que no tenían que
tener ambiciones personales, la mayoría acataba y no las tenían, y la que
osaba tenerlas, automáticamente quedaba excluida.

3.3.—Las candidaturas de 1951

En menos de dos años de ardua tarea política, el PPF logró su objetivo


político más importante: la reelección de Perón para un segundo período
presidencial. Las mujeres llegaron de manera excepcional a esta primera
elección y el resultado de su movilización e incorporación al peronismo
puede medirse en el 63,97% de votos femeninos que obtuvo el partido
oficial el 11 de noviembre de 1951. Las mujeres superaron en cantidad
de votos peronistas a los varones en todos distritos, y lograron cifras in-
usuales, como fue el caso de Chaco, donde el 82,76 % de las mujeres que
participaron en la elección votaron al peronismo. El menor porcentaje de
votos lo encontramos en Córdoba, provincia históricamente radical, donde
el 52% de las mujeres votaron por el peronismo. Estos altos índices fueron
superados en las siguientes elecciones de 1953 y 1954.

32. PARTIDO PERONISTA FEMENINO, Presidencia, Circular Nº 1, octubre de


1949.

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 127-149


144 CAROLINA BARRY

Evita no ocupó ninguna candidatura en la elección, aunque numerosos


sectores políticos y gremiales buscaron que acompañara a Perón en la fór-
mula presidencial; ella debería haber ocupado el cargo de vicepresidenta.
Muchos elementos, cuyo análisis escapa a los objetivos de este trabajo,
se fusionaron para que su candidatura quedara truncada y para que Evita
renunciara a ella; entre otros, los militares, su delicada salud, el juego
político, su supuesto ‘pasado’, su personalidad, el hecho de ser mujer y,
también, la falta de apoyo de Perón. Sin embargo, es probable que ella
hubiese quedado enfrascada en la función de vicepresidenta, pues su poder,
informal y fuera de toda estructura, abarcaba mucho más que ese cargo.
Ella contaba con títulos tales como plenipotenciaria de los descamisados
ante el líder, abanderada de los humildes, puente de amor entre Perón y
su pueblo, escudo de Perón, esperanza y eterna vigía de la revolución,
hada buena y, por último, Jefa espiritual de la nación, entre otros. Es-
tos títulos, sin sentido real aparente, en verdad, respondían al papel que
ella jugó en el peronismo desde que Perón asumió la presidencia de la
nación hasta su muerte.
Las mujeres ocuparon lugares en las listas de legisladores y todas las
candidatas resultaron electas: 23 diputadas y seis senadoras nacionales,
cifra que, sumada a la de las legisladoras provinciales, dio un total de 109
mujeres elegidas. El grado de compenetración con la líder era tal, que las
candidatas se autoproclamaron representantes de Evita y no del partido o
del pueblo una vez en el Congreso. De alguna manera, no se equivocaban,
pues para ellas, Evita era el pueblo y el partido al mismo tiempo. Las
candidatas fueron elegidas en pos de un cupo acordado por la misma Evita
con las autoridades del Consejo Superior Peronista, es decir, Perón. Y una
vez establecido ese cupo se incluyeron los nombres de las candidatas. No
existieron elecciones internas ni la posibilidad clara para estas mujeres de
llevar adelante una carrera política, pues todas fueron seleccionadas por
Evita. Esto generó algunos resquemores en el PPF por parte de quienes
consideraban que debían ocupar un cargo. Allí entró a jugar lo que Julia
Guivant denominó “ética de la autorrenuncia” es decir, la posibilidad de
seleccionar a las más aptas según su criterio, sin dejar espacio para que
las no elegidas reaccionasen 33. Cuando Evita se refería a que las mujeres
lo único que “queremos es un puesto de lucha”, a continuación les decía
que podía hablarles así porque ella ya había dado el ejemplo cuando “tomé
mi decisión el 31 de agosto”. Si la líder había renunciado a la candidatura

33. GUIVANT, Julia Silvia: La visible Eva Perón y el invisible rol político femenino:
1946-1952. Santa Catarina, Universidad Federal de Santa Catarina, Cadernos de Ciencias
Sociais, volumen 5, p. 43.

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 127-149


EVA PERÓN Y LA INCLUSIÓN POLÍTICA DE LAS MUJERES 145

a la vicepresidencia de la nación, cargo por demás merecido, en pos de


“objetivos políticos más importantes”, con “su ejemplo”, ayudó a justificar
la selección de determinadas mujeres y no de otras para ocupar los cargos
de legisladoras nacionales y provinciales.
Si bien el número de parlamentarias fue excepcional, una cantidad
considerablemente mayor de hombres fue electa por el peronismo. No
obstante, en 1953 una mujer fue nombrada vicepresidenta primera de la
Cámara de Diputados. Se trató de la primera mujer en el mundo en ocupar
un cargo de tan alto nivel, mientras que la Cámara de Senadores también
eligió a una mujer como vicepresidenta segunda y varias de legisladoras
presidieron comisiones parlamentarias. En Argentina no lograron alcanzarse
esos niveles de representación femenina hasta fines de siglo XX, cuando la
Ley de Cupos permitió, en 1999, que el número de diputadas electas fuera
mayor al de 1955.

4.—Reemplazar lo irremplazable

Una nueva etapa se inició en 1952, luego del deceso de Evita: El Parti-
do Peronista Femenino no sobrevivió a la muerte de su líder carismática y
sufrió, entonces, dos estocadas fatales: la primera fue la desaparición física
de Eva; la segunda, la caída del gobierno en 1955. El impulso inicial dado
por la carismática líder había sido tan intenso que se sobrepuso incluso a
su muerte, al menos hasta 1955. La disolución del PPF no fue producto del
eclipse político de su fundadora, sino de una situación que acrecentó las
peculiaridades carismáticas de su liderazgo: la muerte joven y trágica. Evita
no había entrado en el proceso de rutinización de su carisma, de hecho, se
encontraba en la cúspide de su liderazgo carismático, e incluso su poder
había adquirido connotaciones sobrenaturales que se irían acrecentando con
el correr de los años. Esto a punto tal que una diputada en la Cámara llegó
a decir: “Esa Eva de la historia sagrada se reencarnó en nuestra Eva de la
historia argentina... Dios la puso en la tierra para reencarnarse a sí mismo,
como lo hiciera con Cristo...” 34.
El PPF fue un unicum histórico, fruto de circunstancias peculiares e
irrepetibles. Si no se toma en cuenta su origen carismático, la lógica orga-
nizativa de los partidos de este tipo aparece completamente incomprensible.
Si bien faltaba la líder, permanecía Perón, que intentó por distintos medios
dar continuidad a ese proceso con la ayuda y el apoyo de las mujeres del

34. Argentina, Congreso de la Nación de la República Argentina, “Diario de Sesiones


de la Cámara de Diputados de la Nación”, julio de 1954, p. 407.

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 127-149


146 CAROLINA BARRY

partido. El PPF, con las características adquiridas durante la vida de Evita,


comenzó a desvanecerse; sin embargo, la inyección de vitalidad que le había
otorgado tanto al partido como al peronismo provocó un envión que se fue
frenando lentamente. En un primer momento se intentó de manera deses-
perada mantener viva la imagen de la líder, no sólo para la rama femenina
del partido, sino para el peronismo en general. Las estrategias apuntaban
a la persistencia: se mantuvo su cuerpo intacto, Perón pedía que enviaran
las cartas a su nombre; una provincia, ciudades, instituciones y cuanta
cosa fuera digna de recibir un nombre se llamaron Eva Perón; aparecía en
el padrón electoral, se levantaron altares que la entronizaron como si se
tratara de una Santa.
El PPF quedó, en un primer momento, a cargo de Juan Domingo Perón,
y luego, de un consejo directivo femenino nombrado por él. Perón buscó
frenar el proceso de institucionalización del partido mostrándose a sí mismo
como su cabeza, intentando anular las posibles rivalidades internas en la
organización femenina en disputa por la sucesión. Se recurrió una vez más
al discurso artificioso aplicado con eficacia durante los primeros años de
organización partidaria. Nuevamente se buscaba suavizar el impacto y animar
a las mujeres frente a situaciones nuevas como la temprana orfandad en
que se encontraban sumidas. Ahora se presentaba una Eva inmortal, simbo-
lizada en su complemento, Perón. El discurso artificioso se utilizó en dos
sentidos: por un lado con la intención de perpetuar la imagen de la líder;
por otro, evitar los posibles conflictos que su sucesión traería aparejados.
Sin embargo, la imposibilidad de conducir el partido como lo había hecho
Evita y la inminencia de un nuevo acto eleccionario, obligaron a Perón a
recurrir a una dirección colegiada que llevara adelante las huestes femeni-
nas. Debió delegar su rol en Delia Parodi quien, tras las sombras, actuaba
como organizadora del partido, sin aparentar serlo. En 1954, ella asumió
la presidencia del Consejo Superior del PPF. El partido continuó su labor,
pero se hacía evidente la ausencia del sentido misional y aglutinante de la
organización política.
La ausencia de una líder tan poderosa como Evita, sin lugar a dudas,
cambió las reglas de juego del partido. Una presidenta por la que pasaban
prácticamente todas las decisiones clave de la política partidaria no pudo
menos que modificar las pautas de organización. El tema principal que
se planteaba era cómo sustituir todos los roles desplegados por ella y los
mecanismos de decisión por ella absorbidos, también. A Perón le resultaba
muy difícil mantener ese nivel de control, cuidado y seguimiento del par-
tido y de las mujeres en cada rincón del país. Si bien el partido se podía
burocratizar e institucionalizar creando secretarías o consejos, faltaba el
factor Evita; es decir, la mística, la pasión: la razón de ser del mismo, la
misión política. Al PPF le fue imposible subsistir a la desaparición de su
ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 127-149
EVA PERÓN Y LA INCLUSIÓN POLÍTICA DE LAS MUJERES 147

líder carismática y simbiótica, condición sine qua non del poder carismático
de la manera en que lo define Panebianco 35.. Sin embargo, con su lideraz-
go ayudó a incorporar a las mujeres en un proceso político del cual ella
también formaba parte.

5.—Consideraciones finales

El proceso de inclusión política de las mujeres durante el peronismo no


puede entenderse sin hacer referencia al liderazgo de Eva Perón. Dos hechos
influyeron en el desarrollo político del movimiento de mujeres: la ley de
voto y la reforma de la Constitución nacional. En estos estadios simbólicos
y diferenciados se pueden apreciar también dos momentos políticos de la
construcción del poder de Eva Perón que le sirvieron para formar un partido
de mujeres único en la historia argentina.
El peronismo político se planeó separado entre varones y mujeres,
tuvieron formas de organización y de militancia diferenciadas, aun cuando
respondieran a los mismos objetivos políticos finales. El tipo de activida-
des implementadas en las unidades básicas femeninas buscó responder a
las inquietudes de las mujeres. Tanto la implementación de la capacitación
como la ayuda social constituyeron eficaces instrumentos de incorporación y
socialización política de las mujeres en esta primera incursión política. Las
mujeres encontraron en el mundo de la política, a través de la capacitación,
elementos que les servían para reafirmarse en su posición doméstica. Aun-
que a esa altura había una amplia aceptación respecto de que las mujeres
ejercieran sus derechos políticos, no dejaba sin embargo de generar cierta
resistencia el hecho de que asumieran roles fuera del hogar. Si las mujeres
se ocupaban de las cosas que hacían al hogar so pretexto de estar haciendo
política, era tranquilizador para todos, en un momento en que el hecho de
que la mujer saliera de casa y se inmiscuyera en estos asuntos no estaba
bien visto. De alguna manera, Evita ayudaba y legitimaba con sus acciones
la actuación política de las mujeres. Pues si ella salía todas las mañanas de
la residencia presidencial para ocuparse de temas que estaban vinculados
con la política, cosa muy poco habitual para la época, las mujeres comunes
estaban también habilitadas para hacerlo.
El PPF se construyó a partir de una táctica política de penetración
territorial que se implementó con el nombramiento de delegadas y subde-
legadas censistas y la consecuente apertura de unidades básicas femeninas.
La organización del PPF fue orquestada desde la presidencia del Partido que

35. Op. cit., p. 278.

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148 CAROLINA BARRY

ejercía Eva Perón como única autoridad. El Partido Peronista Femenino era
una organización centralizada dominada por el principio de obediencia
al mando, y en la que la simbiosis entre la identidad organizativa y la
líder fundadora fue total y absoluta. Considerando que se trataba de una
organización de mujeres, inexpertas en materia política, Eva Perón impi-
dió, con éxito, cualquier posibilidad de pujas internas dentro del partido
femenino, a diferencia de lo que sucedía en el masculino, a partir de una
serie de medidas. En primer lugar, la elección sobre bases personales de
mujeres leales; segundo, la instrucción tajante a las censistas respecto de
la imposibilidad de que existieran líneas internas o caudillas; y tercero,
la forma de organización, al establecer que en cada pueblo o ciudad se
nombrase a más de una subdelegada y con la prohibición de nombrar a
las ex presidentas de los centros cívicos o a las esposas de funcionarios,
que gustosas deseaban participar, pues ellas podían estar influidas por sus
maridos y éstos, a su vez, podían influir en el partido femenino. De cual-
quier manera, más allá del control que Eva Perón ejercía, tampoco estaba
en el ánimo ni de las delegadas ni de las subdelegadas formar líneas o
facciones que pudieran siquiera remotamente disputarle el poder a Evita;
la existencia de este tipo de nucleamientos tenía el f in de ganarse una
mayor preferencia de la líder. En def initiva, la única aspiración política
que podían tener estas mujeres era servir a las órdenes de Evita, dejando
de lado cualquier tipo de aspiración personal aunque, en def initiva, el
contacto estrecho o contar con la confianza de la líder era una aspiración
propia en sí misma.
El PPF no pudo subsistir a la desaparición de su líder carismática y
simbiótica. Eva Perón se convirtió en sinónimo de peronismo con sus en-
fervorizados discursos, pero, sobre todo, con sus actividades legitimó el
ingreso de las mujeres en la política y amplió la base de sustentación del
peronismo, lo cual convirtió esta experiencia en única e irrepetible. Con
características singulares y entendidas dentro de los atributos que genera el
poder carismático, organizó un partido político que llevó a miles de mujeres
a ocupar distintos niveles de responsabilidad tanto en su estructura como
también en el Congreso.
La respuesta a la pregunta inicial, cuál fue el proceso de incorporación
de las mujeres en la política durante el peronismo, se revela a partir de
situaciones objetivas que confluyeron en la organización de una estructura
política singular que albergó masivamente a las mujeres en su seno. Un
vacío legal que supo ser capitalizado de manera exitosa, y que posicionó a
Eva Perón como la artífice de los derechos femeninos. Un momento polí-
tico: la inestabilidad institucional dentro del Partido Peronista masculino;
una oportunidad: la necesidad de canalizar la efervescencia política en que
se encontraban inmersas las mujeres. Un objetivo político: la reelección de
ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 127-149
EVA PERÓN Y LA INCLUSIÓN POLÍTICA DE LAS MUJERES 149

Perón. Es decir, un momento, una oportunidad, una mujer. El liderazgo de


Eva Perón, la inexperiencia política de las mujeres y la difícil situación
imperante en el Partido Peronista llevaron a la conformación de un partido
político excepcional cuya mayor fortaleza constituyó, también, su mayor
debilidad: el liderazgo carismático de Evita.

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Franquismo y represión penitenciaria femenina: las presas
de Franco en Valencia
The Franco regime´s female prisons repression: the women imprisoned in Valencia

Vicenta Verdugo Martí


Universitat de València.

Recibido el 31 de julio de 2008.


Aceptado el 22 de mayo de 2009.
BIBLID [1134-6396(2008)15:1; 151-176]

RESUMEN

El universo penitenciario femenino franquista es una vertiente del estudio de la represión


en buena parte invisibilizada. Las investigaciones y trabajos realizados por la historia de las
mujeres y del género, junto a los testimonios de las propias represaliadas han posibilitado
ir recuperando y conocer la experiencia histórica de las militantes antifranquistas. A partir
de los expedientes penitenciarios femeninos de la Prisión Provincial de Mujeres y la prisión
Convento de Santa Clara, en la ciudad de Valencia se comienza a rescatar a algunas de las
presas políticas del franquismo en el País Valenciano. Son mujeres que militaron en distintas
organizaciones, algunas fueron concejalas y alcaldesas de sus localidades. Fueron castigadas
doblemente, por rojas y por mujeres, por haber desafiado el modelo de género tradicional,
defendido e impuesto por el bando franquista. Es un primer intento de recuperar mujeres
comprometidas con la defensa de la Segunda República, darles protagonismo y significación
histórica ante la invisibilidad de la historiografía tradicional. Poder historizar sus experien-
cias carcelarias y de resistencia. Para rescatarlas de la zona oscura en que se encuentra la
investigación histórica de esta temática en el País Valenciano.
Palabras clave: Mujeres. Franquismo. Historiografía. Represión penitenciaria. Presas políti-
cas. Cárceles de Mujeres. Expedientes penitenciarios. Prisión Convento Santa Clara. Prisión
Provincial de Mujeres. Valencia.

ABSTRACT

The universe of Franco regime’s female prisons is one aspect of the investigation on
repression that is mostly invisible. The investigations and works carried out by the history
of women and gender, together with the testimonies of these selfsame repressed women
have made it possible to recuperate and know the historical experience of the militant anti
Franco regime. Starting from the female prisoners’ files from the Provincial Woman’s Pri-
son and Santa Clara’s Convent Prison in the city of Valencia we can begin to rescue some
of the political female prisoners of the Franco regime in “El Pais Valenciano”. They are
women who were members of different organisations; some were councillors and mayors

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 151-176


152 VICENTA VERDUGO MARTÍ

in their towns. They were doubly punished for being republicans and for being women, for
having challenged the traditional role of their gender, defended and imposed by the Franco
regime. It is a first try to recuperate women committed to the defence of the II Republic,
giving them protagonism and historical significance before the invisibility of the traditional
historiography, being able to write down their imprisonment and resistance experiences. To
rescue them from the dark area in which the historical investigation of this subject finds
itself.
Key words: Women. Franco regime. Historiography. Prison Repression Political prisoner.
Woman’s Prisons. Prison files. Santa Clara Convent Prison. Provincial women’s prison.
Valencia.

SUMARIO

1.—Introducción. 2.—Historiografía sobre la represión y la resistencia femenina en el


franquismo. 3.—Franquismo y represión en el País Valenciano. 4.—Presas políticas valen-
cianas. 5.—Cárceles valencianas: La Prisión Provincial de Mujeres y la Prisión Convento
de Santa Clara.

1.—Introducción

La guerra civil ha sido analizada como un complejo proceso histórico


en el que confluyeron múltiples conflictos. Así uno de los objetivos de la
sublevación militar franquista, era frenar el avance de la clase obrera orga-
nizada. Pero también y de manera primordial el restaurar el orden patriarcal
tradicional, que había sido socavado por los avances sociales y políticos
conseguidos en el contexto republicano 1.
El conflicto de clases y la imposición de la prevalencia de un modelo
de género específico y normativo para el colectivo femenino estuvieron
presentes desde el inicio de la guerra civil. En el mismo momento en que
el bando rebelde iba conquistando territorios, se comenzó a aplicar una
represión específica de género, encaminada a reconstruir y reeducar al co-
lectivo de las mujeres en una identidad femenina tradicional que conjugaba
elementos falangistas y católicos 2.

1. Véase: NASH, Mary: Rojas. Las mujeres republicanas en la Guerra Civil. Madrid,
Taurus, 1999; YUSTA, Mercedes: “Las mujeres en la resistencia antifranquista, un estado de
la cuestión”. Arenal. Revista de historia de las mujeres, Vol., 12, nº 1 (enero-junio, 2005),
5-34; CENARRO, Ángela: “Muerte y subordinación en la España franquista: el imperio de
la violencia como base del ‘Nuevo Estado’”. Historia Social, nº 30 (1998), 5-22.
2. MOLINERO, Carmen: “Mujer, franquismo, fascismo. La clausura forzada en un
mundo pequeño”. Historia Social, nº 30 (1998), 97-117, en p. 104.

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 151-176


FRANQUISMO Y REPRESIÓN PENITENCIARIA FEMENINA: LAS PRESAS DE FRANCO... 153

Con la victoria franquista se impuso un discurso de género basado en


la ideología fascista y la doctrina de la Iglesia Católica, en la autoridad y
la jerarquía, en la dominación y la subordinación. Se conformó un Estado
androcéntrico y misógino, en el que prevaleció un sistema de género cla-
ramente asimétrico, entre el mundo masculino y el mundo femenino, con
una profunda incidencia en las relaciones sociales.
Apoyándose en tesis biologicistas sobre las discapacidades femeninas,
se justificó la subordinación y represión, económica, social y jurídica de
la mujer. Propugnándose un estereotipo de mujer como ángel del hogar,
dedicada a la familia tradicional católica. Con el apoyo de la Iglesia y de
la Sección Femenina se desarrolló e implantó una legislación, que fomentó
el modelo de mujer como esposa y madre durante toda la dictadura.
Las mujeres consideradas como seres débiles, frágiles, en constante peligro
de caer en las más indignas tentaciones, sin embargo tenían que cumplir su
deber para con la patria, dando hijos que engrandecieran al Nuevo Estado
franquista y transmitirles a las futuras generaciones todos los valores esen-
ciales de la ideología dominante 3. Así, uno de los objetivos fundamentales
de la dictadura franquista era el aumento de la natalidad, como consecuencia
de la sangría demográfica que generó la guerra y como parte de su discurso
imperialista y belicista. El franquismo convirtió la maternidad en un deber,
en una función política dirigida específicamente a las mujeres. Para ello
impuso una política de género que conllevó la apropiación de los cuerpos
femeninos, de tal modo que lo privado, como nunca antes, se convirtió en
político al normativizar el modelo de matrimonio, de familia, de moral, de
sexualidad, de natalidad.
Si la Constitución republicana había afirmado la igualdad jurídica entre
los sexos, el régimen franquista anuló todas las reformas del Código Civil
republicano, entre ellas el matrimonio civil y el divorcio y reimplantó el
Código Civil de 1889. Las mujeres casadas dejaban de tener capacidad de
decisión y quedaban subordinadas a sus maridos. En el Código Penal se
reintrodujo el delito de adulterio que era causa de separación exclusivamente
si la implicada era la mujer. De la situación en que quedaron las mujeres

3. Véase para la construcción simbólica e ideológica de los modelos de género desde


la Guerra Civil y el primer franquismo: DI FEBO, Giuliana: “‘Nuevo Estado’, nacionalcato-
licismo y género”. En NIELFA CRISTOBAL, Gloria (ed.): Mujeres y hombres en la España
franquista: Sociedad, economía, política y cultura. Madrid, Universidad Complutense de Madrid,
2003, pp. 19-44; Véase para las características de las políticas de género de los regímenes
fascistas: MOLINERO, Carmen: “Mujer, franquismo, fascismo…” op. cit.; DE GRAZIA,
Victoria: “Patriarcado fascista: las italianas bajo el gobierno de Musolini, 1922-1940”. En
DUBY, Georges y PERROT, Michelle (dirs.): Historia de las Mujeres en Occidente. Vol.,
5. Madrid, Taurus, 1993, pp. 139-169.

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 151-176


154 VICENTA VERDUGO MARTÍ

es una muestra el hecho que el código registrara el derecho del marido y


del padre a lavar con sangre su honra 4. Se penalizó el aborto considerán-
dolo como un crimen de Estado 5. Así como el uso, propaganda y venta de
anticonceptivos, por Ley del 24 Enero de 1941. Para evitar cualquier tipo
de tentación, los vencedores se ocuparon también de la moral femenina,
vigilando sus usos y costumbres, la palabra decencia se convirtió en uno
de los emblemas de la dictadura, doblegadas las mujeres, el control social
sería más fácil. Con tal fin se creó en 1941 el Patronato de Protección de
la Mujer, para desarrollar una labor de sanidad moral y ayudar a la Iglesia
en la limpieza moral y de defensa de las costumbres 6.
Desde Septiembre de 1936 se suprimió la coeducación en la zona na-
cional y en Diciembre de 1938, se impuso como asignatura obligatoria la
Economía Doméstica, de la que se encargó la Sección Femenina, cumpliendo
de este modo sus funciones de adoctrinamiento político femenino, en los
valores, creencias y normas del Régimen franquista.
El ideal de mujer doméstica se tradujo además en una legislación la-
boral claramente discriminatoria para las mujeres, que fueron apartadas de
la producción formal. En 1938 con el Fuero del Trabajo, reguló su parti-
cipación en el ámbito laboral, de tal manera que según esta ley: El Estado
prohibirá el trabajo nocturno de las mujeres y niños, regulará el trabajo
a domicilio y libertará a la mujer casada del taller y de la fábrica. Con
esta legislación claramente patriarcal, se reforzaba la autoridad paternal y
marital, relegando a las mujeres casadas al ámbito de lo privado-doméstico,
para su dedicación exclusiva a las tareas de reproducción social en el seno
del hogar familiar. La legislación se completó con leyes protectoras de la
familia como subsidios, premios a la natalidad y a las familias numero-
sas. Medidas restrictivas en el ámbito laboral, como la privación del plus
familiar, la excedencia forzosa por matrimonio y la prohibición a ejercer
determinados trabajos 7. La mayoría de las ordenanzas y reglamentaciones
laborales establecieron despidos forzosos de las trabajadoras al contraer
matrimonio, aunque estas limitaciones se supeditaron a las necesidades de
los distintos sectores de producción y se incumplieron en muchas ocasiones.

4. MOLINERO, Carmen: “Mujer, franquismo, fascismo…” op. cit., p. 111.


5. NASH, Mary: “Maternidad, maternología y reforma eugenésica en España 1900-
1939”. En DUBY, Georges y PERROT, Michelle (dirs.): Historia de las Mujeres… op. cit,.
pp. 627-645.
6. ROURA, Assumpta: Mujeres para después de una guerra. Una moral hipócrita del
franquismo. Barcelona, Flor del Viento Ediciones, 1998.
7. GARCÍA-NIETO PARÍS, M.ª Carmen: “Trabajo y oposición popular de las mujeres
durante la dictadura franquista”. En DUBY, Georges; PERROT, Michelle (Dir): Historia de
las Mujeres… op. cit., pp. 661-671. p. 663.

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 151-176


FRANQUISMO Y REPRESIÓN PENITENCIARIA FEMENINA: LAS PRESAS DE FRANCO... 155

Hasta 1961 no se promulgó la Ley sobre derechos políticos, profesionales y


de trabajo de la mujer, dentro de las medidas liberalizadoras de la política
desarrollista del régimen 8.

2.—Historiografía sobre la represión y la resistencia femenina en el fran-


quismo

Las mujeres comprometidas con la legalidad y la defensa de la República,


en unos casos partieron al exilio, otras quedaron en el denominado exilio
interior y muchas de ellas fueron encarceladas. Son las presas del franquismo
que recibieron el castigo en tanto que rojas, en tanto que mujeres. Habían
perdido la guerra y el orden de género y de clase había sido restaurado, la
dictadura no dejaría que olvidaran que eran las vencidas.
Las cárceles franquistas de mujeres constituyen el espacio en el que el
poder represivo se manifestó de la manera más desnuda y brutal. Se pueden
considerar como el paradigma de la represión franquista, como la manifes-
tación de un poder basado en unas relaciones de género y clase establecidas
en la jerarquía y la dominación. En el interior de las cárceles represión y
resistencia aparecen como fenómenos interrelacionados, de tal modo que
la cárcel se convirtió en una escuela para la resistencia. Las mujeres en-
carceladas combinaron la necesidad primordial de la supervivencia y de
no sucumbir con pequeñas batallas y gestos de rebeldía, que adquirían un
contenido político de resistencia, un pulso por vencer y no ser vencidas.
El estudio del universo penitenciario franquista en general y de las cár-
celes femeninas en particular, siguen siendo una vertiente de la represión
en buena parte invisibilizada. Y esto a pesar de que los centros y espa-
cios de reclusión al finalizar la guerra civil fueron multitud, y estuvieron
repartidos por todo el territorio de la España franquista, aglutinando una
población penitenciaria en la inmediata posguerra de más de 300.000 per-
sonas detenidas 9.
No fue hasta mediados de los años noventa, cuando se empezaron
a publicar estudios monográf icos sobre cárceles específ icas. La im-
posibilidad de acceso a los archivos penitenciarios y militares hasta
fechas muy recientes, así como la desaparición y fragmentación de la
documentación, han sido elementos fundamentales que han incidido en la

8. VALIENTE, Celia: “La liberalización del Régimen franquista: la Ley de 22 de


Julio de 1961 sobre Derechos Políticos, Profesionales y de Trabajo de la Mujer”. Historia
Social, nº 31 (1998), 45-63.
9. Según cifras recogidas por la Investigación publicada en 1953 por la Comission
Internationale contra le Règime Concentrationnaire (CIRC).

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156 VICENTA VERDUGO MARTÍ

dificultad de desarrollar este tipo de trabajos. Con todo, la investigación


sobre cárceles masculinas 10 ha recibido una mayor atención por parte
de la disciplina histórica, mientras que las prisiones femeninas aparecen
como un apéndice o un capítulo de obras más generales centradas en la
represión franquista 11.
Como en tantas otras disciplinas y ámbitos que atañen específicamente
a las mujeres y a su capacidad de agencia histórica y social, fueron las
historiadoras pioneras en la historia de las mujeres y del género las que
iniciaron los estudios y trabajos sobre la represión y la resistencia femenina
antifranquista, en los primeros años de la transición democrática. El período
transicional hacia la democracia en nuestro país coincidió con las primeras
investigaciones y tesis doctorales de historiadoras, centradas específicamente
en la historia de las mujeres, que incidían en la búsqueda y conocimiento
sobre la participación femenina en los procesos históricos que habían sido
silenciados y distorsionados por la dictadura, como la Segunda República,
la Guerra Civil y el franquismo 12.
El clima de activismo y efervescencia política abierto en estos años se-
tenta, posibilitó que algunas de las republicanas que vivieron en la Segunda
República y en la Guerra Civil, y habían permanecido en la clandestinidad o
el exilio, comenzaran a hablar, a escribir sus autobiografías o a novelar sus
experiencias vividas. Aparecieron y siguen apareciendo en la actualidad 13,

10. PAGÈS I BLANCH, Pelai: La presó Model de Barcelona. Història de un centre


penitenciari en temps de guerra (1936-1939). Barcelona, Publicacions de l´Abadia de Mont-
serrat, 1996; SOLÉ I SABATÉ, Josep Maria (dir y coord.): Història de la presò Model de
Barcelona. Lleida, Pagès, 2000.
11. Véase a modo de ejemplo: SABIN, José Manuel: Prisión y muerte en la España
de posguerra. Madrid, Anaya-Mario Muchnik, 1996.
12. En este período se fue produciendo la publicación de las primeras tesis de licen-
ciatura en el ámbito de la historia de las mujeres: NASH, Mary: Mujeres Libres. España
1936-1939. Barcelona, Tusquets, 1975; CAPEL MARTÍNEZ, Rosa María: El sufragio femenino
en la II República. Granada, Universidad de Granada, 1975. Aparecieron publicaciones en
las que se rescataba la presencia y agencia histórica femenina, como: ALCALDE, Carmen:
La mujer en la guerra civil española. Madrid, Cambio 16, 1976; SCANLON, M. Geraldine:
La polémica feminista en la España contemporánea (1868-1974). Madrid, Siglo Veintiuno
de España, 1976; CAPMANY, M.ª Aurelia: La dona i la Segona República. Barcelona, Edi-
cions 62, 1977; MORENO, Amparo: Mujeres en lucha. El movimiento feminista en España.
Barcelona, Anagrama, 1977; DI FEBO, Giuliana: Resistencia y movimiento de mujeres en
España, 1936-1976. Barcelona, Icaria, 1979.
13. Algunas de las que últimamente se han publicado: VINYES, Ricard: El daño y la
memoria. Las prisiones de María Salvo. Barcelona, Random House Mondadori, 2004; MON-
TERO, Remedios: Historia de Celia. Recuerdos de una guerrillera antifascista. Valencia,
Rialla-Octaedro, 2004; GUINARD I FERÓN, David: Matilde Landa. De la Institución Libre
de Enseñanza a las prisiones franquistas. Barcelona, Flor del Viento Ediciones, 2005; SO-

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FRANQUISMO Y REPRESIÓN PENITENCIARIA FEMENINA: LAS PRESAS DE FRANCO... 157

textos memorialísticos, biografías, autobiografías y testimonios orales de


algunas de las represaliadas durante la guerra civil y la dictadura. En
ellos las mujeres como, Teresa Pàmies 14, Lola Iturbe 15, Juana Doña 16,
la valenciana Ángeles Malonda 17, Soledad Real 18, o Tomasa Cuevas 19,
dejaron sus testimonios y recogieron como en el caso de Tomasa Cuevas
los de otras mujeres que fueron encarceladas. Así, las obras de Tomasa
Cuevas se han convertido más que cualquier otra en “la voz del testimonio
colectivo” 20. Narraban su participación en la guerra, sus experiencias en
el exilio y en la cárcel, sus estrategias de supervivencia y todo el horror
que soportaron.
Estos testimonios y biografías fueron y siguen siendo fundamentales
para reconstruir la historia de las mujeres, para la recuperación y el cono-
cimiento de la experiencia histórica de las militantes antifranquistas, de las
republicanas exiliadas o en el denominado exilio interior. En ellos se recoge
la solidaridad, la amistad, la cotidianeidad, las resistencias pero también la
humillación, la angustia, el miedo, la desesperanza y el llanto en las pri-
siones franquistas de mujeres, mostrándonos la especificidad y complejidad
de las experiencias femeninas, la experiencia vivida que recupera memorias
de mujeres y muestra identidades de género y diferencias sexuales 21.
Pionero en el estudio de la represión franquista y en la participación
de las mujeres en la resistencia, ha sido el trabajo de Giuliana di Febo:
Resistencia y movimiento de mujeres en España, 1936-1976 22. Publicado en

LER, Alejandra: La vida es un río caudaloso con peligrosos rápidos. Al final de todo…sigo
comunista. Valencia, Edición de la autora, 2005.
14. PÀMIES, Teresa: Quan érem capitans. Barcelona, Dopesa, 1974; Quan érem re-
fugiats. Barcelona., Dopesa, 1975; Dona de pres. Barcelona, Proa, 1975.
15. ITURBE, Lola: La mujer en la lucha social y en la Guerra Civil de España.
México, Editores Mexicanos Unidos, 1974.
16. DOÑA, Juana: Desde la noche y la niebla (mujeres en las cárceles franquistas).
Madrid, Ediciones de la Torre, 1978.
17. MALONDA, Ángeles: Aquello sucedió así. Memorias. Madrid, ACOFARMA,
1983.
18. GARCÍA, Consuelo: Las cárceles de Soledad Real: una vida. Madrid, Editorial
Alfaguara, 1982.
19. CUEVAS, Tomasa: Cárcel de mujeres (1939-1945). T., I. Barcelona, Sirocco, 1985;
Cárcel de mujeres (Ventas, Segovia, Les Corts). T., II. Barcelona, Sirocco, 1985; Mujeres de
la resistencia. Barcelona, Sirocco, 1986.
20. MANGINI, Shirley: Recuerdos de la resistencia. La voz de las mujeres de la
guerra civil española. Barcelona, Ediciones Península, 1997. p. 126.
21. HERNÁNDEZ DE SANDOICA, Helena: “Historia, historia de las Mujeres e historia
de las relaciones de género”. En DEL VAL, M.ª Isabel et al.: La historia de las mujeres una
revisión historiográfica. Valladolid, Universidad de Valladolid, 2004, pp. 29-55.
22. DI FEBO, Giuliana: Resistencia y movimiento de mujeres… op. cit.

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1979 en plena transición democrática, cuando era imposible investigar en la


mayoría de los archivos. Esta historiadora, utilizando fuentes orales, recogió
las voces y experiencias femeninas en las cárceles y en la resistencia a la
dictadura, las características de la resistencia femenina antifranquista y la
especificidad de la represión franquista contra las mujeres 23. Di Febo definió
conceptos como el de mujer de preso que “además de símbolo y testimonio
de la represión, se convertía en una función política” 24. Su trabajo resultó
innovador en cuanto al uso de las fuentes orales para la elaboración histórica;
y por situar a las mujeres como sujetos históricos en el centro mismo de su
investigación, mostrando las diferenciaciones de género existentes entre las
actividades políticas de hombres y mujeres en el antifranquismo 25.
En esta misma línea de investigación de la historia de las mujeres en
1994 se publicó el trabajo ya clásico de Fernanda Romeu Alfaro: El silencio
roto. Mujeres contra el Franquismo 26, en él recopila testimonios femeninos
de militantes antifranquistas, en un recorrido cronológico que abarca toda
la dictadura, por lo que se pueden apreciar los problemas, continuidades y
rupturas que se fueron produciendo en las formas de entender la militancia
femenina antifranquista, así como las primeras diferencias surgidas con la
aparición del incipiente feminismo.
Otro de los trabajos fundamentales para el estudio de la represión y la
resistencia femenina antifranquista es el de Shirley Mangini: Recuerdos de la
resistencia. La voz de las mujeres de la guerra civil española 27, a partir de
los textos memorialísticos de las represaliadas, Shirley Mangini, analiza las
vivencias de las mujeres en la Segunda República, la Guerra Civil, la cárcel
y el exilio, incidiendo en cómo el género marca las diferentes experiencias
vividas por hombres y mujeres, determinando el papel de las mujeres en
tiempos de enorme caos y cambio 28. Mangini resalta cómo en el interior
de las cárceles el franquismo ejerció una represión específica de género
dirigida a las mujeres encarceladas. Frente a la invisibilidad y el silencio
que las envolvía, Mangini destaca su fortaleza y voluntad de resistencia,
su capacidad para convertirse en “la voz urgente del testimonio colectivo

23. YUSTA, Mercedes: “Las mujeres en la resistencia antifranquista…” op. cit., p. 8.


24. DI FEBO, Giuliana: Resistencia y movimiento de mujeres… op. cit., p. 87.
25. DI FEBO, Giuliana: “Memoria de mujeres en la resistencia antifranquista: con-
texto, identidad, autorepresentación”. Arenal. Revista de historia de las mujeres, Vol, 4.
nº 2 (julio-diciembre 1997), 239-254; YUSTA, Mercedes: “Las mujeres en la resistencia
antifranquista…” op. cit.
26. ROMEU ALFARO, Fernanda: El silencio roto. Mujeres contra el franquismo.
Madrid/Oviedo, Gráficas Summa, 1994.
27. MANGINI, Shirley: Recuerdos de la resistencia… op. cit.
28. Ibid., p. 193.

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FRANQUISMO Y REPRESIÓN PENITENCIARIA FEMENINA: LAS PRESAS DE FRANCO... 159

describiendo unos acontecimientos que de otro modo permanecerían en el


olvido” 29.
En esta perspectiva historiográfica pero con carácter de investigación
monográfica, las historiadoras Encarnación Barranquero Texeira, Matilde
Eiroa San Francisco y Paloma Navarro Jiménez, realizaron a mediados de
los años noventa un estudio sobre la Prisión Provincial de Mujeres de Má-
laga. Para llevar a cabo la investigación combinaron diversas fuentes, unas
de carácter penitenciario como los expedientes procesales, hemerográficas
como la revista Redención, y el testimonio de algunas de las ex- presas,
con el objetivo de insertar a las mujeres encarceladas en el proceso global
de la represión franquista 30.
La aparición desde los años noventa de organizaciones y asociaciones
que han ido conformando el denominado movimiento por la Recuperación
de la Memoria Histórica, o la reciente aprobación en diciembre del 2007 de
una Ley de Memoria Histórica, nos muestra que existe una demanda en la
sociedad civil por identificar a las víctimas anónimas de la guerra civil y
la posguerra. Y por ello, la necesidad de la apertura de todos los archivos
y el acceso de los investigadores.
Hay que señalar que esta demanda social por conocer la magnitud y
las víctimas de la represión franquista, ha tenido su reflejo en el ámbito
de la historiografía. Consecuentemente, diversos especialistas en el es-
tudio del franquismo han f ijado su mirada en la investigación sobre la
represión femenina y el sistema penitenciario 31. Buena muestra de ello son
los trabajos que ha venido realizando Ricard Vinyes 32 sobre las mujeres
presas como Irredentas. Las presas políticas y sus hijos en las cárceles

29. Ibid., p. 122.


30. BARRANQUERO TEXEIRA, Encarnación; EIROA SAN FRANCISCO, Matilde;
NAVARRO JIMÉNEZ, Paloma: Mujer, cárcel, franquismo. La Prisión Provincial de Málaga
(1937-1945). Málaga, Junta de Andalucía, 1994.
31. Una de las últimas publicaciones sobre el sistema penitenciario franquista: GÓ-
MEZ BRAVO, Gutmaro: La Redención de Penas. La formación del sistema penitenciario
franquista. 1936-1950. Madrid, Catarata, 2007.
32. VINYES Ricard: “Nada os pertenece…Las presas de Barcelona, 1939-1945”.
Historia Social, nº 39. (2001), 49-66; Del mismo autor: “Territoris de càstig (les presons
franquistes, 1939-1959)”. En ASSOCIACIÓ CATALANA D´EXPRESOS POLÍTICS: Notícia
de la negra nit. Vides i veus a les presons franquistes (1939-1959). Barcelona, Diputació de
Barcelona, 2001, pp. 41-61; Del mismo autor: “El universo penitenciario durante el fran-
quismo”. En MOLINERO, Carmen; SALA, Margarida; SOBREQUÉS, Jaume (eds.): Una
inmensa prisión. Los campos de concentración y las prisiones durante la guerra civil y el
franquismo. Barcelona, Crítica, 2003, pp. 155-175; “El presidio femenino durante la dicta-
dura”. En GÁLVEZ BIESCA, Sergio; HERNÁNDEZ HOLGADO, Fernando (eds): Presas
de Franco. Madrid, FIM-CEDMA, 2007, pp. 33-36.

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160 VICENTA VERDUGO MARTÍ

de Franco 33, y sobre el destino de muchos de los niños y niñas hijos de


las rojas, arrancados a sus madres y entregados en adopción 34. Así como
los estudios de Carmen Molinero 35, o la realización de congresos como el
organizado por el Museo de Historia de Barcelona en el 2002 sobre los
campos de concentración y las cárceles del franquismo 36. La prisión ma-
drileña de Ventas, una de las que mayor número de presas albergó durante
la posguerra ha sido estudiada monográficamente por Fernando Hernán-
dez Holgado 37. Mirta Núñez Díaz-Balart 38 ha investigado cómo el Estado
franquista, partiendo de la ideología fascista y de la doctrina de la Iglesia
Católica, categorizó a las mujeres como mujeres virtuosas o rameras desca-
rriadas, organizando un aparato institucional y legislativo que culminó con
la creación de la Obra de Redención de Mujeres Caídas y del Patronato
de Protección de la Mujer. Se conformó así una red de reformatorios y
prisiones especiales, donde fueron internadas miles de mujeres por ejercer
la prostitución clandestina.
Fruto del cada vez mayor interés social por conocer la represión fran-
quista ejercida en las cárceles de mujeres, ha sido la reciente exposición
Presas de Franco, organizada por la Fundación de Investigaciones Marxistas
y comisariada por los historiadores Fernando Hernández Holgado y Sergio
Gálvez Biesca, que ha contado con la colaboración de historiadoras e his-

33. VINYES, Ricard: Irredentas: Las presas políticas y sus hijos en las cárceles de
Franco. Madrid, Temas de Hoy, 2002.
34. VINYES, Ricard; ARMENGOU, Montse; BELLIS, Ricard: Los niños perdidos del
franquismo. Barcelona, Random House Mondadori, 2003.
35. MOLINERO, Carmen: “Mujer, franquismo, fascismo…” op. cit.; MOLINERO,
Carme y YSÀS, Pere: “Una inmensa presó. Misèria, explotació i silenci sota el primer
franquisme”. En ASSOCIACIÓ CATALANA D´EXPRESOS POLÍTICS: Notícia de la negra
nit… op. cit., pp. 86-103; MOLINERO, Carmen: “Presas antifranquistas e historia”. En:
GÁLVEZ BIESCA, Sergio; HERNÁNDEZ HOLGADO, Fernando (eds.): Presas de Franco…
op. cit,. pp. 31-32.
36. Véase: MOLINERO, Carmen; SALA, Margarida; SOBREQUÉS, Jaume (eds.): Una
inmensa prisión… op., cit. Esta publicación fue el resultado del Congreso realizado en el
año 2002 sobre los campos de concentración y el mundo penitenciario en España durante
la Guerra Civil y el franquismo.
37. HERNÁNDEZ HOLGADO, Fernando: Mujeres encarceladas. La prisión de Ventas
de la República al franquismo, 1931-1941. Madrid, Marcial Pons, 2003.
38. NÚÑEZ DÍAZ-BALART, Mirta: Mujeres caídas. Madrid, Oberon, 2003; De la
misma autora: Los años del terror. La estrategia de dominio y represión del general Franco.
Madrid, La Esfera de los Libros, 2004; “La cárcel tras los muros. El trabajo de los presos
políticos en la España de Franco”. En EGIDO LEÓN, Ángeles; NÚÑEZ DÍAZ-BALART,
Mirta (eds.): Republicanismo. Raíces históricas y presencia ético-cultural en la España de
hoy. Madrid, Biblioteca Nueva, 2001, pp. 143-172; NÚÑEZ DÍAZ-BALART, Mirta: “1939:
Año cero de la prostitución”. En GÁLVEZ BIESCA, Sergio; HERNÁNDEZ HOLGADO,
Fernando (eds.): Presas de Franco… op. cit., pp. 41-43.

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FRANQUISMO Y REPRESIÓN PENITENCIARIA FEMENINA: LAS PRESAS DE FRANCO... 161

toriadores de toda España y que es un intento más de mostrar y acercar al


público general el universo penitenciario femenino del franquismo 39.
En el ámbito historiográfico del País Valenciano, la represión fran-
quista como tema transversal, ha sido profusamente estudiada abordándose
diversas cuestiones y temáticas, con un predominio de investigaciones de
ámbito provincial y local 40. Frente a la profusión de estudios realizados y
líneas de investigación abiertas, son muy escasas las investigaciones desde
la perspectiva historiográfica del género sobre la represión y las cárceles
femeninas y sobre la participación de las mujeres en la resistencia antifran-
quista, en el País Valenciano 41.
Es necesario por tanto insertar a las mujeres en el discurso histórico,
en el relato de la represión franquista y del antifranquismo 42. Atendiendo a
las relaciones e identidades de género como elemento transversal y campo
primario de relaciones de poder en un contexto histórico concreto, en este
caso en el primer franquismo. Desde esta perspectiva el análisis histórico
adquiere un mayor grado de complejidad, al mismo tiempo que nos ayu-
da a conocer la construcción de los sujetos sociales, las ideologías, los
discursos culturales y las identidades que conformaban lo femenino y lo
masculino en el franquismo y en el antifranquismo. Esta perspectiva nos
ayuda a comprender como en un período tan amargo y trágico, las mujeres
convivieron, con sus contradicciones, sus complejas realidades personales,
afectivas, culturales, sociales y políticas. Y cómo vivieron sus experiencias
en la inmediata posguerra en la cárcel y en la clandestinidad de la resisten-

39. GÁLVEZ BIESCA, Sergio; HERNÁNDEZ HOLGADO, Fernando (eds.): Presas


de Franco… op. cit., p. 15.
40. Véase: GABARDA, Vicent: Els afusellaments al País Valencià (1938-1956). Valèn-
cia, Publicacions de la Universitat de València, 2007; TORRES, Ricard Camil: La repressió
franquista al País Valencià. Recull bibliogràfic. València, Tres i Quatre, 2008; ARMENGOT,
Teresa; PORCAR Joan Lluis; TORRES, Ricard Camil: La repressió franquista al País Va-
lencià. Borriana i Manises. València, Tres i Quatre, 2008.
41. Véase: AGUADO, Ana: “Las mujeres valencianas en la guerra civil (1936-1939)”.
En: Homenatge a Manuela Ballester. València, Institut Valencià de la Dona. 1995, pp. 23-35;
AGUADO, Ana: El siglo XX en femenino. Ellas piden la voz y la palabra. València, Institut
Universitari d´Estudis de la Dona - Universitat de València, 2000 (Video); AGUADO, Ana;
MESTRE, Rafael: “Mujeres Libres en el exilio. Identidad femenina y cultura libertaria”. En:
L´Exili cultural de 1939. Seixanta anys després. Vol. II, València, Universitat de València
- Biblioteca Valenciana, 2001, pp. 47-60; AGUADO, Ana: “Historia de una presa de Franco:
Remedios Montero: Celia”. En GÁLVEZ BIESCA, Sergio; HERNÁNDEZ HOLGADO, Fer-
nando (eds.): Presas de Franco… op. cit., pp. 55-58; VERDUGO MARTÍ, Vicenta: “Dones i
repressió durant el franquisme”. Afers, nº 45 (2003), 299-317; VERDUGO MARTÍ, Vicenta:
“Presas políticas en Valencia”. En GÁLVEZ BIESCA, Sergio; HERNÁNDEZ HOLGADO,
Fernando (eds.): Presas de Franco… op. cit., pp. 85-88.
42. YUSTA, Mercedes: “Las mujeres en la resistencia antifranquista…” op. cit.

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162 VICENTA VERDUGO MARTÍ

cia antifranquista. El objetivo por tanto, es profundizar en el conocimiento


histórico incorporando las experiencias carcelarias femeninas y las cárceles
de mujeres a la explicación y reflexión histórica sobre la represión en el
análisis del franquismo. También, las experiencias del activismo y la resis-
tencia femenina en el análisis de las organizaciones antifranquistas. Así, se
debe desarrollar una historia cada vez más global que amplíe y complete
los territorios de lo que tradicionalmente conocemos como historia política,
social o cultural 43.
La historia de las mujeres y del género, ha ido obteniendo cada vez
mayor legitimidad teórica y metodológica, al mismo tiempo que ha abierto
caminos para la investigación en la historiografía sobre la represión fran-
quista y sobre la resistencia femenina antifranquista. Buena muestra de ello
son las investigaciones y publicaciones citadas y en cierta manera deudoras
de aquellos primeros trabajos realizados en los años setenta por las histo-
riadoras feministas, y de las memorias y experiencias que nos dejaron las
presas y represaliadas del franquismo.

3.—Franquismo y represión en el País Valenciano

El estado de guerra promulgado en 1936 por la Junta de Defensa Na-


cional para el territorio español, se mantuvo hasta 1948. El nuevo estado
franquista se estableció sobre la violencia, en una sociedad dividida entre
vencedores y vencidos. La represión se extendió sobre la población que
había defendido la legalidad republicana.
A finales de Marzo de 1939, cuando las tropas franquistas entraron
en Valencia, más de 20.000 personas se dirigían al puerto de Alicante a la
espera de poder partir hacia el exilio, los hombres fueron concentrados en
el campo de los Almendros y posteriormente en el de Albatera. Mujeres y
niños fueron internados durante tres días en cines alicantinos sin comida
ni agua.
El jueves 30 de marzo llegaba a Valencia el coronel Aymat, al frente de la
Jefatura de Orden y Policía de Ocupación, que en nombre de los vencedores
se hizo cargo de la ciudad. En el bando del 30 de marzo se recordaba a la
población valenciana, la vigencia del estado de guerra y de los delitos de
rebelión. Se sometían a la jurisdicción militar, todos los delitos cometidos
a partir del 18 de julio de 1936, sea cualquier su naturaleza, su tramitación

43. AGUADO, Ana: “La historia de las mujeres y del género”. En ORTEGA LÓPEZ,
Teresa (ed.): Por una historia global. El debate historiográfico en los últimos tiempos. Granada,
Universidad de Granada-Prensas Universitarias de Zaragoza, 2007, pp. 111-134. p. 129.

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FRANQUISMO Y REPRESIÓN PENITENCIARIA FEMENINA: LAS PRESAS DE FRANCO... 163

e instrucción sería por procedimiento sumarísimo de urgencia y su fallo co-


rrespondería a los Consejos de Guerra Permanentes 44. En la plaza de toros
de Valencia, se mantuvieron durante semanas a miles de excombatientes
republicanos. En las numerosas comisarías que tuvieron que ir habilitándose
de manera improvisada, se formaron largas colas de denunciantes durante
muchos días. No era necesario demostrar la veracidad de la denuncia y
tampoco se hacía público el nombre del denunciante 45. Se fue tejiendo así
una amplia red de denunciantes, delatores, informantes, formada no sólo
por Falange o la derecha, sino en la que participó también la población
en general. Cualquiera era sospechoso de desafección al régimen y podía
ser denunciado por sus vecinos. Se estableció el control judicial del vivir
cotidiano que fue ejercido principalmente por los tribunales ordinarios, los
cuales complementaron la intimidación sistemática ejercida desde el poder
tanto sobre los vencidos como sobre la población general 46.
El nuevo Estado se organizó en base a una violencia institucionalizada
por medio de un entramado de leyes represivas sometidas a jurisdicción
militar. Se estableció un engranaje represivo y policial con órganos juris-
diccionales y leyes especiales, como Ley de Responsabilidades Políticas
del 9 de febrero de 1939, que establecía que todos los partidos y agru-
paciones políticas y sociales que integraron el Frente Popular, quedaron
fuera de la ley, perdieron todos sus derechos, y la totalidad de sus bie-
nes pasó íntegramente a ser propiedad del Estado. Se creó también el
Tribunal Nacional de Responsabilidades Políticas. Igualmente la Ley de
1 de marzo de 1940 de Represión de la Masonería y el Comunismo una
de las obsesiones del dictador que estableció penas terriblemente duras
contra los imputados, que iban desde doce años y un día a veinte años.
Complementariamente a esta ley, se creó el correspondiente Tribunal
Especial de Represión de la Masonería y el Comunismo. Para legitimar
la represión y aniquilación de la oposición política, la dictadura se dotó
de otra ley, la de Seguridad del Estado, de 29 marzo de 1941: con ella se
alargaría durante décadas el espíritu beligerante de la guerra civil, aplicando
penas de muerte a diversos tipos de delitos. Esta ley fue sustituida por el
Decreto ley del 13 Abril de 1947 de Represión del Bandidaje y Terrorismo,

44. SANTACREU SOLER, José Miguel; GIRONA ALBUIXECH, Albert: “El final de
la guerra”. En SANTACREU SOLER, José Miguel; GIRONA ALBUIXECH, Albert (dirs.):
La Guerra Civil en la Comunidad Valenciana. Vol., 15, Valencia, Editorial Prensa Valenciana,
2007. pp. 31-69.
45. LLORENS CASTILLO, Carlos: La primera década. Valencia, Fernando Torres
Editor, 1983.
46. MIR CUCÓ, Conxita: Vivir es sobrevivir. Justicia, orden y marginación en la
Cataluña rural de posguerra. Lleida, Ed. Milenio, 2000, p. 22.

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164 VICENTA VERDUGO MARTÍ

para la persecución de la guerrilla y de los maquis y en la que se mantenía


la pena de muerte para diversos delitos, restableciéndose la competencia
de la justicia militar 47.
Los años cuarenta fueron los años de los consejos de guerra, los fusi-
lamientos, del tiro en la nuca y cadáveres en las cunetas, de masificación
en las prisiones, hambre y miseria. Vicent Gabarda ha establecido la cifra
de 6.087 personas fallecidas en el País Valenciano por causas directamente
relacionadas con la represión franquista, de las que cerca de 5000 fueron
ejecutadas 48. Miles de republicanas y republicanos poblaron las cárceles
franquistas, hasta el punto de que la ingente masa de personas detenidas
conllevó la improvisación de campos de internamiento y concentración,
establecimientos penitenciarios, depósitos de presos y cárceles por toda la
geografía española. En España se barajan globalmente cifras de 280.000
personas presas en 1940, pero en esa misma fecha, muchos habían salido
ya de las prisiones y otros muchos entrarían después 49. En el caso de las
mujeres las cifras se establecen entre 18.000 a 30.000 presas políticas en
España en 1939-40 de las que probablemente varios miles fueran ejecutadas
en la inmediata posguerra, pero es muy difícil todavía hoy poder cuantificar
con fiabilidad el número de fusiladas y encarceladas 50.
Junto a las denominadas prisiones provinciales y comarcales, se ha-
bilitaron también como cárceles escuelas, centros religiosos y almacenes.
En el recorrido por el mapa carcelario valenciano aparecen las siguientes
prisiones: en Castellón, la comarcal de Borriana y la de Vinaroz. En Alican-
te, las comarcales de Alcoi, Elx, Monòver, Novelda y Oriola, así como la
Provincial denominada Reformatorio de Adultos, con una sección dedicada a
la reclusión femenina. En la provincia de Valencia, los centros de reclusión
eran: la Prisión Modelo, la Prisión Militar de Monteolivete y las comarcales
de Alzira, Gandia, Xàtiva, Lliria, Sueca y el Monasterio de Santa María del

47. CARRILLO, Marc: “El marc legal de la repressió de la dictadura franquista en


el periode 1939-1959”. En ASSOCIACIÓ CATALANA D´EXPRESOS POLÍTICS: Notícia
de la negra nit… op. cit., pp. 15-40.
48. GABARDA CEBELLAN, Vicent: Els afusellaments al País Valencià… op. cit.,
p. 233.
49. SABIN, José Manuel: Prisión y muerte en la España de postguerra… op. cit., p.
108. Recoge las cifras dadas por el Ministerio de Justicia en 1940. También la misma cifra
en: MORENO, Francisco: “La represión en la posguerra”. En JULIÁ Santos (coord.): Víc-
timas de la guerra civil. Madrid, Ed. Temas de Hoy, 1999, pp. 277-407; VINYES, Ricard:
Irredentas… op. cit., p. 32: Rebate este número y afirma que nada es seguro en cuanto al
territorio de las cifras.
50. EIROA, Matilde: “La represión, elemento central de la Victoria”. En EGIDO
LEÓN, Ángeles; DÍAZ-BALART NUÑEZ, Mirta (eds.): Republicanismo. Raíces históricas
y presencia ética-cultural… op. cit., pp. 117-142. p. 125.

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FRANQUISMO Y REPRESIÓN PENITENCIARIA FEMENINA: LAS PRESAS DE FRANCO... 165

Puig donde el Reformatorio Especial de Mujeres, fue convertido en prisión


femenina para mujeres caídas en 1940 51.

4.—Presas políticas valencianas

Las mujeres que apoyaron y defendieron la Segunda República, no


sólo padecieron la violencia y represión, sino que les fueron arrebatados
todos los derechos que habían conseguido, perdieron la oportunidad, por
primera vez en la historia de España, de poder participar en la incorpora-
ción activa en la vida cultural, económica y social del país. Las nociones
de igualdad desaparecieron rápidamente en cuanto el régimen franquista
tomó el poder al final de la guerra 52. Desde 1938, cuando se vislumbraba
la victoria franquista, las mujeres más activas de la derecha reprodujeron
un discurso ideológico patriarcal, basado en un catolicismo a ultranza en
el que se exaltaba el hogar como la única profesión digna de una mujer, al
mismo tiempo que se asimilaba a las mujeres de la izquierda como guarras
y monstruos hambrientos de sangre acusándolas de querer destruir el hogar
cristiano y el pudor de las mujeres españolas 53.
El exilio, las ejecuciones, la prisión, la delación, las depuraciones profe-
sionales, alcanzaron a todos los republicanos, pero en el caso de las mujeres,
las rojas fueron castigadas ejemplar y doblemente, por rojas y por mujeres,
ya que con su comportamiento habían desafiado el modelo femenino tradi-
cional, católico y conservador del bando franquista. La represión adquirió
unas características específicas de género, con un repertorio de prácticas y
acciones represivas dirigidas contra las vencidas. Así, el rapado de pelo, la
ingesta de aceite de ricino, la violencia sexual, fueron prácticas utilizadas
por el bando vencedor, como formas de vejación, humillación y deformación
de las señas de identitarias femeninas de la víctima. En muchos casos, ser
madre, esposa o hija de un antifranquista bastaba para ser detenida.
El acceso a la documentación penitenciaria, en concreto a los expedientes
procesales de las presas de posguerra del Archivo del Centro Penitenciario
de Picassent, permite una primera aproximación al universo penitenciario
femenino del primer franquismo en Valencia. Se trata de una documentación
fragmentaria en muchos de los casos incompleta, por las condiciones de

51. GABARDA CEBELLÁN, Vicent: Els afusellaments al País Valencià… op. cit.,
pp. 66-67.
52. MANGINI, Shirley: Recuerdos de la resistencia… op. cit., p. 92.
53. BUSSY GENEVOIS, Danièle: “Mujeres de España: de la República al Franquis-
mo”. En DUBY, Georges; PERROT, Michelle (dirs.): Historia de las Mujeres… op. cit., pp.
203-221, p. 218.

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166 VICENTA VERDUGO MARTÍ

deterioro debido a los años de abandono. Cientos y cientos de republica-


nas fueron detenidas y encarceladas en Valencia. Entre otras muchas: Rosa
Estruch Espinós 54, militante comunista y alcaldesa de la población de Vila-
llonga (Valencia); Amparo Soto Sanchis 55, Asunción Pérez Pérez 56, miembros
del Partido Comunista en Vilallonga, camaradas y colaboradoras de Rosa
Estruch; Pilar Soler Miquel 57, militante comunista y miembro fundadora
de la Agrupación de Mujeres Antifascistas en Valencia; Ángeles Soler Mi-
quel 58, militante comunista y colaboradora de Socorro Rojo Internacional;
Amalia Estela Alama 59, militante comunista, concejala del Ayuntamiento de
Carcaixent (Valencia) y miembro de Mujeres Antifascistas, dirigía un taller
de confección de ropa para el frente republicano en esta localidad; Adelai-
da de la Cruz Ramón Tormo 60, militante comunista, alcaldesa de Novatlé
(Valencia) y maestra de profesión; Águeda Campos Barrachina 61, militante
del POUM; María Pérez Lacruz 62, militante de las Juventudes Libertarias
y miliciana en la Columna de Hierro; Francisca Sanchis Ferrer 63, militante
y fundadora de Izquierda Republicana en Valencia, maestra de profesión,
pertenecía a la Federación Española de Trabajadores de la Enseñanza en
Valencia; Ángela Sempere 64, militante comunista, miembro del comité de
la Federación Española de Trabajadores de la Enseñanza e Inspectora de
Primera Enseñanza durante la República; Ángeles Malonda 65, militante

54. Expediente penitenciario de Rosa Estruch Espinós, causa nº 3511-V. Archivo Centro
Penitenciario de Picassent (Valencia). (ACPP)
55. Expediente penitenciario de Amparo Soto Sanchis, causa nº 17.768-V. (ACPP).
56. Expediente penitenciario de Asunción Pérez Pérez, causa nº 1912-V. (ACPP).
57. Expediente penitenciario de Pilar Soler Miquel, causa nº 3641-V. (ACPP).
58. Expediente penitenciario de Ángeles Soler Miquel, causa nº 3641-V. (ACPP).
59. Expediente penitenciario de Amalia Estela Alama, causa nº 9839-V. (ACPP).
60. Expediente penitenciario Adelaida de la Cruz Ramón Tormo, causa nº 1092-V.
(ACPP).
61. Expediente penitenciario Águeda Campos Barrachina, causa nº 15.032-V. (ACPP),
MUÑIZ CAMPOS, Vicente; MUÑIZ CAYUELA, José Vicente: Agualimpia. Hijos de la
República. Madrid, Ediciones Sepha, 2006.
62. Expediente penitenciario María Pérez Lacruz, causa nº 2053-V. (ACPP); GIRONA
RUBIO, Manuel: Una miliciana en la Columna de Hierro. María “la Jabalina”. València,
Publicacions de la Universitat de València, 2007. Este autor ha reconstruido el proceso de
María Pérez Lacruz.
63. Copia Testimonio de Sentencia de Francisca Sanchis Ferrer, causa nº 4110 (ACPP);
Entrevista con Palmira Calvo Sanchis, Junio 2008.
64. CASTELLÓ MORA, Juan; MATAIX BLANQUER, Antonio; MIRA CALATAYUD,
Francisco Javier; SEMPERE MARTÍNEZ, Miguel; VAÑÓ PONT, José Luís: Una banyerense
de su tiempo Ángela Sempere Sanjuán. 1889-1971. Alicante, Associació Cultural Font Bona,
2007; CUEVAS, Tomasa: Testimonios de mujeres en las cárceles franquistas. Huesca, Instituto
de Estudios Altoaragoneses, 2004.
65. MALONDA, Ángeles: Aquello sucedió así… op. cit.

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FRANQUISMO Y REPRESIÓN PENITENCIARIA FEMENINA: LAS PRESAS DE FRANCO... 167

socialista y perteneciente a la UGT, de profesión farmacéutica; Remedios


Montero 66, militante comunista y guerrillera en la Agrupación Guerrillera
de Levante.
Las mujeres eran detenidas e ingresadas en espacios improvisados
custodiados en muchos casos por milicias falangistas, para posteriormente
ser conducidas a las prisiones de partido como Alcira, Gandía o Sagunto.
Luego serían trasladadas a la prisión provincial de Mujeres de Valencia o
a la prisión del Convento de Santa Clara.
A todas ellas se les aplicó el Código de Justicia Militar y fueron
encausadas por Consejos de Guerra, Sumarísimos y Sumarísimos de Ur-
gencia, procedimientos inquisitoriales en los que dominaba la acusación
sobre la defensa. Se les aplicó la Ley de Responsabilidades Políticas y
en el caso de las que eran maestras sufrieron la depuración profesional.
Fueron acusadas de auxilio a la rebelión y de adhesión a la rebelión,
con penas que van de quince a doce años de prisión, a penas de muerte,
como en los casos de María Pérez Lacruz 67 y Águeda Campos 68, que
fueron fusiladas.
Algunas fueron torturadas brutalmente, como Rosa Estruch Espinós,
a la que se le conmutó la pena de 15 años, por la de 12 años de prisión
atenuada por su grave estado de salud, debido a las torturas infringidas que
la dejaron inmovilizada de por vida. Al igual que a Remedios Montero, a
quien las torturas sufridas en los interrogatorios la incapacitaron para tener
hijos. Otras presas, como fue el caso de Pilar Soler y María Pérez Lacruz,
dieron a luz en la cárcel. En el caso de María Pérez Lacruz se desconoce
cuál fue el destino de su hijo/hija, ya que cuando pasó de los calabozos
de Gobierno Civil a la Prisión Convento de Santa Clara ya había dado a
luz pero no aparece ninguna referencia sobre esta criatura. Por lo que es
probable que su desaparición se debiera a lo que Ricard Vinyes ha califi-
cado como zona de riesgo de pérdida familiar, para los hijos de presos y

66. MONTERO, Remedios: Historia de Celia. Recuerdos de una guerrillera… op. cit.
67. Expediente penitenciario María Pérez Lacruz, causa nº 2053-V. Copia Testimonio
de Sentencia en la que se le acusó de adhesión a la rebelión. Fue fusilada el 9 de Agosto
de 1942 (ACPP); GIRONA RUBIO, Manuel: Una miliciana en la Columna de Hierro… op.
cit.; MALONDA, Ángeles: Aquello sucedió así… op. cit., p. 131: Hace un recordatorio del
momento de despedida de María Pérez Lacruz, cuando se la llevaron para cumplir la pena
de muerte.
68. Expediente penitenciario Águeda Campos Barrachina, causa nº 15.032-V (ACPP)
Copia Testimonio de Sentencia. Águeda Campos fue fusilada el 6 de Abril de 1941 (ACPP);
MUÑIZ CAMPOS, Vicente; MUÑIZ CAYUELA, José Vicente: Agualimpia… op. cit., p. 49;
CUEVAS Tomasa: Testimonios de mujeres en las cárceles franquista… op. cit.: Entre los
testimonios recogidos, María Añó, p. 793-794 y Milagros Querol, p. 819-820, recuerdan a
Águeda Campos Barrachina, en la Prisión Convento de Santa Clara de Valencia.

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168 VICENTA VERDUGO MARTÍ

presas. Una situación no debida a episodios aislados, sino que se trató de


un proyecto de reeducación masivo dirigido contra los más débiles, con
un objetivo segregacionista dentro de las tesis eugenésicas defendidas por
Vallejo Nágera 69. Como ha recogido Manuel Girona, en el caso concreto
de María Pérez Lacruz, si su hijo/hija quedó ingresado en el hospicio,
se produjo su pérdida def initiva con la condena a muerte y fusilamiento
de María 70.
En otros casos, las presas convivían con sus hijos en prisión. Así ocurrió
con Águeda Campos, que tuvo con ella en la prisión Convento de Santa
Clara a sus hijos Vicente y José Muñiz Campos, hasta su traslado a la Pri-
sión Modelo de Valencia, donde fue fusilada junto a su marido. Después
del fusilamiento de los padres, Vicente y José Muñiz pasaron el resto de su
infancia y adolescencia en un hospicio valenciano. La experiencia de convivir
con su madre en prisión ha sido relatada por Vicente Muñiz Campos, hijo
de Águeda en su libro Agualimpia. Hijos de la República 71.
Hay que señalar a este respecto como las fuentes orales aportan una
nueva mirada, como muestra el acercamiento a los testimonios de los hijos
e hijas de las presas que convivieron con sus madres en prisión. A través de
ellos podemos conocer la vivencia de la infancia en las cárceles, un aspecto
de la represión específico de las prisiones femeninas, que no aparece en el
caso de las prisiones masculinas. Conocer sus vivencias posteriores en los
hospicios, sometidos a una férrea disciplina nacionalcatólica en los que se
les trató de reeducar, de la experiencia y el estigma de ser hijos de rojos.
Las incertidumbres sobre lo que les pasó a sus padres, las preguntas sin
respuestas, sobre cuál fue el crimen que cometieron. La brutal represión
también marcó a los hijos para siempre, conduciéndoles a una búsqueda
que pusiera límite al abismo de la locura, que diera contenido y respuestas
a ese vacío, tratando de poder insertar en su identidad personal un capítulo
que está confuso y lleno de silencios 72.
Los testimonios de las presas recogidos y analizados también por Shirley
Mangini nos muestran la tragedia que para las mujeres presas era permane-

69. VINYES, Ricard: Irredentas… op. cit., pp. 71-89; VINYES, Ricard; ARMENGOU,
Montse; BELIS, Ricard: Los niños perdidos del franquismo... op. cit.
70. GIRONA RUBIO, Manuel: Una miliciana en la Columna de Hierro… op. cit.,
p. 94.
71. MUÑIZ CAMPOS, Vicente; MUÑIZ CAYUELA, José Vicente: Agualimpia. Hijos
de la República… op. cit.
72. ESPINA, Manuel: “La historia y la memoria. (De lo individual a lo colectivo y
viceversa)”. En SILVA, Emilio; ESTEBÁN, Asunción; CASTÁN, Javier; SALVADOR, Pan-
cho (coords.): La memoria de los olvidados. Un debate sobre el silencio de la represión
franquista. Valladolid, Ámbito, 2004, pp. 103-111.

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FRANQUISMO Y REPRESIÓN PENITENCIARIA FEMENINA: LAS PRESAS DE FRANCO... 169

cer en la cárcel con los hijos: “Todas las mujeres están de acuerdo, tanto
las que tenían hijos como las que no los tenían, en que la peor suerte era
tener un hijo en la prisión” 73.
Junto a las acusaciones de auxilio o adhesión a la rebelión, en los
expedientes procesales de estas presas valencianas aparecen juicios mo-
rales descalif icatorios y plagados de falsedades, en los que se las acu-
saba de conducta licenciosa 74, vivir amancebada 75, organizar orgías 76,
etc. Estas descalif icaciones incriminatorias de contenido moral, tenían
un objetivo represivo específ ico de género sobre las republicanas, como
era el despojarlas de su condición de presas políticas. En los informes
carcelarios of iciales aparecen con la denominación de mujeres caídas,
faltas de moralidad: “Todas eran delincuentes por el mal social que había
imperado, no por decisión consciente, af inidad republicana o parentesco
con los vencidos” 77.
Estas presas políticas valencianas pertenecían a distintas organizaciones
y desarrollaron actividades políticas y públicas. Algunas fueron concejalas
y alcaldesas de sus localidades. En definitiva, estuvieron comprometidas
con mayor o menor intensidad en la defensa del régimen republicano y
aprovecharon el contexto histórico y político que por primera vez en la
historia española era favorable a la población femenina.
El activismo político y la incorporación femenina a la vida pública era
algo que el nuevo Estado no iba consentir, puesto que el espacio público-
político se configuró como un ámbito de actuación reservado exclusivamente
a los varones, anulando todos los avances femeninos de acceso al mundo de
lo público conseguidos en la Segunda República. Para ello se criminalizó
la actividad política de las mujeres republicanas, dándole un contenido de
género, al considerar que el sexo femenino tenía unas determinadas carac-
terísticas temperamentales inferiores, que influían en su voluntad femenina
y las conducía a la delincuencia marxista. Con semejantes resultados, era
necesario que el régimen tomara medidas respecto a las mujeres, evitando
su acceso a la política, pues en caso contrario las mujeres derivarían hacia

73. MANGINI, Shirley: Recuerdos de la resistencia… op. cit., p.135.


74. Expediente penitenciario de María Pérez Lacruz, causa nº 2053-V. Copia Testi-
monio de Sentencia, Juzgado Militar Nº 15 de Valencia. Consejo de Guerra 28 Julio 1942.
(ACPP).
75. Expediente penitenciario de de María Pérez Lacruz, causa nº 2053-V. Copia
Testimonio de Sentencia, Juzgado Militar Nº 15 de Valencia. Consejo de Guerra 28 Julio
1942. (ACPP).
76. Expediente penitenciario de Rosa Estruch Espinós, causa nº 3511-V. Copia Testi-
monio de Sentencia, Juzgado Militar Nº 8 de Valencia. Consejo de Guerra, 13 Marzo 1940.
(ACPP).
77. VINYES, Ricard: Irredentas… op. cit., p. 111.

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170 VICENTA VERDUGO MARTÍ

posiciones revolucionarias. Había también que tomar medidas y realizar


reformas para restar adeptas al marxismo y a ello el sistema carcelario fran-
quista se dedicó con especial ahínco. Los discursos políticos, eclesiásticos y
científicos, como los del comandante y psiquiatra Antonio Vallejo Nágera,
confluyeron para organizar una sociedad misógina y patriarcal que definió
un modelo de mujer basado en la subordinación femenina, en la maternidad
y la domesticidad, en consecuencia había que recluir a las mujeres en el
hogar, evitar cualquier intento de su incursión en la vida pública y castigar
a las transgresoras 78.

5.—Cárceles valencianas: La Prisión Provincial de Mujeres y la Prisión


Convento de Santa Clara

La labor desarrollada durante la República por Victoria Kent como


Directora General de Prisiones para dignificar la vida de la población
reclusa se fue al traste con la victoria del franquismo 79. La iglesia, que
había sido relegada del gobierno de las cárceles durante la República, con
el franquismo volvió a recuperar la influencia que siempre había tenido en
el ámbito penitenciario.
Al finalizar la guerra civil, las comunidades y órdenes religiosas que
habían sido apartadas del comando de las cárceles femeninas durante la
República fueron incorporadas rápidamente a las tareas y organización de
los servicios del régimen interior. La actividad cotidiana de las prisiones
femeninas se concentró en las manos de funcionarias, guardias, capellanes,
así como de religiosas como las Adoratrices, Hijas de la Caridad, Merceda-
rias de la Caridad, Oblatas, Hijas del Buen Pastor y Cruzadas Evangélicas.

78. VINYES, Ricard: Irredentas… op. cit., pp. 49-69; VINYES, Ricard; ARMENGOU,
Montse; BELLIS, Ricard: Los niños perdidos del franquismo... op. cit., pp. 31-56. Recoge las
delirantes teorías de Antonio Vallejo Nágera; Véase también: NADAL SÁNCHEZ, Antonio:
“Experiencias psíquicas sobre mujeres marxistas malagueñas. Málaga 1939”. En: Las mujeres
y la Guerra Civil Española. III Jornadas de estudios monográficos. Salamanca, Ministerio
de Asuntos Sociales - Instituto de la Mujer, 1989, pp. 340-350.
79. Véase: TELO NUÑEZ, María: Concepción Arenal y Victoria Kent. Las prisiones
vida y obra. Madrid, Instituto de la Mujer, 1995. Una de las mayores preocupaciones de
Victoria Kent fue la situación de la población reclusa femenina, por lo que entre sus prin-
cipales objetivos se encontraba el de arreglar las cárceles de mujeres. Entre las medidas
desarrolladas en su reforma penitenciaria se encuentran la supresión de las celdas de castigo,
grilletes, hierros y cadenas; la instauración de la libertad de culto y el aumento del presu-
puesto destinado a la alimentación de la población reclusa. Creó el Cuerpo Femenino de
Prisiones para sustituir a las monjas que hasta entonces cuidaban de las reclusas sin tener
los conocimientos adecuados.

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FRANQUISMO Y REPRESIÓN PENITENCIARIA FEMENINA: LAS PRESAS DE FRANCO... 171

Las Órdenes religiosas y la Dirección General de Prisiones, establecieron


acuerdos por los que se les encomendaba el régimen interno y los servicios
de administración, cocina y despensa en las cárceles de mujeres. De hecho
el funcionamiento y la filosofía de las cárceles femeninas del franquismo
recuerdan mucho al régimen de las casas galera de sor Magdalena de San
Jerónimo o las casas de misericordia del siglo XVII 80.
El sistema franquista con la complicidad de la Iglesia Católica concebía
las prisiones femeninas como espacios de regeneración y reeducación. La
función de las cárceles era la de vigilar, castigar, reeducar y purificar a las
vencidas de sus ideas “marxistas.” En este sentido, la cárcel aparece como
una pieza clave de la maquinaria represiva franquista. Como espacios para
la redención moral en los que las presas políticas eran consideraban como
degeneradas morales a las que había que apartar de la sociedad, hasta que
pudieran reingresar como pecadoras arrepentidas. Desde el punto de vista
de la redención, tanto presas comunes como políticas no habían cometido
un delito, sino un pecado 81.
Consecuentemente, la moral y la intimidación religiosa nacionalcatólica
jugaron un papel fundamental dirigido a que las presas redimieran su pecado
de subversión. El adoctrinamiento católico, la misa y la comunión eran obli-
gatorios y las reclusas que se negaban eran castigadas a no poder comunicar
con sus familiares. En el Convento de Santa Clara de Valencia mientras fue
prisión de mujeres se celebraron los bautizos de niños y niñas, así como de
una mujer judía y el de una joven, una boda, o la entronización en junio de
1940 del Sagrado Corazón de Jesús con una imagen que fue costeada por las
propias reclusas con la celebración de la misa correspondiente en el patio
central del convento 82. Más que conseguir una mayor o menor convicción
religiosa, de lo que se trataba era imponer el nacionalcatolicismo a través
del miedo y las represalias, ya que negarse podía suponer pasar a celda
incomunicada, no poder comunicar con los familiares ni recibir paquetes,
la amenaza del destierro o el traslado a otras prisiones o como mínimo el
rapado del pelo 83.

80. ALMEDA, Elisabet: Corregir y castigar. El ayer y hoy de las cárceles de mujeres.
Barcelona, Edicions Bellaterra, 2002. p. 135.
81. GÓMEZ BRAVO, Gutmaro: La Redención de Penas. La formación del sistema
penitenciario… op. cit., p. 190.
82. Documento facilitado por las monjas del Convento de Santa Clara, antigua pri-
sión de mujeres en la ciudad de Valencia. Véase también: GIRONA RUBIO, Manuel: Una
miliciana en la Columna de Hierro… op. cit.
83. CUEVAS, Tomasa: Testimonios de mujeres en las cárceles franquista… op. cit.,
p. 811.

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172 VICENTA VERDUGO MARTÍ

El objetivo era tratar de reconstruir el orden y los roles de género tra-


dicionales. Así, a la represión moral y espiritual se unía la enseñanza de las
tareas básicas del hogar, para inculcar los valores tradicionales de la condi-
ción femenina y sobre todo, las funciones domésticas que toda mujer debía
aprender. Las presas no eran consideradas sujetos aptos para la redención
de penas por el trabajo, como ocurría en las cárceles masculinas. No se
preveía capacitación alguna para la reinserción de las mujeres fuera de las
consideradas como propias del cuidado familiar. Las enseñanzas femeninas
sólo se enmarcaban dentro de las denominadas Escuelas del Hogar. Los
testimonios que han dejado algunas de las presas de la Prisión Provincial
de Mujeres de Valencia nos hablan de los largos día de tedio: “Para matar
el tiempo, ese tiempo que aquí se nos hace interminable, la mayoría hacen
labores de punto: jerseys, calcetines, guantes, que envían a sus familiares.
Es la única manera de entretenerse… Constituye así una distracción de
efecto sedante, que calma los nervios” 84.
A comienzos de abril de 1939 la cárcel provincial de mujeres de Va-
lencia se encontraba saturada. Desde esa fecha, y hasta noviembre de ese
mismo año ingresaron en esta prisión 1486 mujeres 85. El hacinamiento
conllevó que las presas durmiesen por los pasillos, en la capilla, incluso en
el hueco que existía debajo de la escalera. Celdas en principio concebidas
para cinco personas eran ocupadas por cuarenta y dos 86. Mujeres con niños
eran internadas en condiciones infrahumanas y la tuberculosis y las plagas
de chinches se extendían por toda la prisión.
En septiembre de 1939, Natividad Brunete Gómez ocupó el cargo de
directora de la Prisión Provincial de Mujeres de Valencia. Natividad Brunete
era funcionaria y aprobó oposiciones durante el mandato de Victoria Kent
como Directora General de Prisiones en la República 87. Una vez depurado
por el Régimen el cuerpo de funcionarios de prisiones, Natividad Brunete
fue reincorporada al servicio y recompensada ascendiendo a puestos de
dirección por prestar servicios al Glorioso Movimiento Nacional. Entre sus
nuevas funciones, ejerció también la de directora de la prisión para mujeres
caídas, en La Calzada de Oropesa (Toledo) 88; pero excepto alguna ausencia,

84. MALONDA, Ángeles: Aquello sucedió así… op. cit., p. 113.


85. Libro filiaciones Prisión Provincial de Mujeres de Valencia. (ACPP); GIRONA
RUBIO, Manuel: Una miliciana en la Columna de Hierro… op. cit.
86. CUEVAS, Tomasa: Testimonios de mujeres en las cárceles franquista… op. cit.,
p. 809.
87. HERNÁNDEZ HOLGADO, Fernando: “Carceleras encarceladas. La depuración
franquista de las funcionarias de Prisiones de la Segunda República”. Cuadernos de Historia
Contemporánea, Vol., 27 (2005), 271-290.
88. NUÑEZ, Mirta: Mujeres caídas. Prostitutas legales y clandestinas… op. cit., p. 89.

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FRANQUISMO Y REPRESIÓN PENITENCIARIA FEMENINA: LAS PRESAS DE FRANCO... 173

permaneció como directora de la Prisión Provincial de Mujeres de Valencia


hasta finales de los años cuarenta. Junto a ella tuvo como Jefa de Servicios
a su hermana Luisa Brunete 89.
Las descripciones sobre el talante y personalidad de Natividad Brunete
aportados por los testimonios de presas de la Prisión Provincial de Mujeres
de Valencia, hablan de una mujer prepotente y malvada que se rodeaba de
un conjunto de reclusas delatoras, a las que concedía favores y prebendas a
cambio de información sobre las compañeras. Algunas de las presas políticas
como Ángeles Malonda, se sintió continuamente perseguida y acosada por
Natividad Brunete, de la que comenta: “el placer que le produce el moles-
tarnos a todas, en particular a un grupo que tratamos en todo momento de
mantenernos dignas, sin doblegarnos a lo que ella juzga su superioridad” 90.
En definitiva se trataba de someter a las presas políticas a la “redención”,
a que claudicasen.
Ante el cúmulo de mujeres detenidas, el Convento de Santa Clara de
Valencia, fue habilitado como prisión femenina el 29 junio de 1939 y estuvo
en funcionamiento hasta el 26 de abril de 1942. Las religiosas Capuchinas
eran las encargadas de la custodia de las presas y de la Jefatura de Servi-
cio. Por las celdas de esta prisión pasaron hasta junio de 1941 unas 1.200
mujeres 91. La dirección de la prisión Convento de Santa Clara estuvo en
manos de funcionarios que simultáneamente ejercían la subdirección de la
Prisión Provincial de Mujeres de Valencia.
Las mujeres con pena de muerte, lo que en el argot penitenciario se
denominaba las chapadas, eran trasladadas de Santa Clara a la Prisión Pro-
vincial de Mujeres de Valencia, para ingresarlas en la celda de chapadas,
en donde eran encerradas e incomunicadas incluso del resto de la población
reclusa y se les suprimían también los paquetes y comidas del exterior.
Hubo un momento entre enero y abril de 1941 en que llegaron a ser diez
las mujeres condenadas a muerte ingresadas en la celda de chapadas de la
Prisión Provincial de Mujeres 92.

89. VINYES, Ricard: Irredentas… op. cit., p. 151. Recoge un episodio protagonizado
por algunas presas políticas en Valencia en 1943, que denunciaron la arbitrariedad de las
hermanas Brunete y su enriquecimiento. Como consecuencia de ello, las hermanas Brunete
fueron destituidas entre 1943-1944. Este episodio también es recogido por: MALONDA,
Ángeles: Aquello sucedió así… op. cit., pp. 150-151. Pero sin embargo, las firmas de Nati-
vidad Brunete y de Luisa Brunete siguen apareciendo en los expedientes penitenciarios de
las presas de la Prisión Provincial de Valencia hasta el año 1948.
90. MALONDA, Ángeles: Aquello sucedió así… op. cit., pp. 127-128; Véase también:
CUEVAS, Tomasa: Testimonios de mujeres en las cárceles franquista… op. cit., p. 810.
91. Libro de Filiaciones Prisión Convento de Santa Clara. (ACPP).
92. MALONDA, Ángeles: Aquello sucedió así… op. cit., p. 77; CUEVAS, Tomasa:
Testimonios de mujeres en las cárceles franquista… op. cit., p. 820.

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 151-176


174 VICENTA VERDUGO MARTÍ

En la prisión Convento de Santa Clara, la situación de hacinamiento


conllevó que las celdas fueran compartidas por ocho o diez reclusas, en
unas condiciones penosas y degradantes. La falta de comida, agua y unas
mínimas condiciones higiénicas, conllevó que los niños se infectaran de
sarna, y se extendió la tuberculosis, meningitis y una epidemia de tos
ferina. Como se recoge en algunos testimonios de madres ingresadas
con sus hijos: “Se podía soportar de día porque nos daban salida a los
patios, pero por las noches era horroroso; los niños durante el día aún se
distraían, pero por la noche aquello era un verdadero horror, porque si
uno se ponía malo no podía salir para lavarle, para atenderle; total que
en def initiva todos tuvieron sarna” 93. Resulta paradójico que mientras
que desde el Nuevo Estado y la Iglesia, se exaltaba la maternidad y la
protección a la infancia, a las mujeres republicanas encarceladas se las
privaba de su derecho a ser madres en condiciones y a sus hijos de re-
cibir los cuidados y atención necesarios 94. En los expedientes procesales
de las presas se refleja cómo demandaban asistencia médica para sus
hijos, como en el caso de Águeda Campos 95 y de Ezequiela Aragón 96.
En marzo de 1940 ambas cursaron sendas notas manuscritas en las que
pedían asistencia médica para los niños al director de la Prisión Convento
de Santa Clara.
La documentación generada por las prisiones permite ir conociendo el
funcionamiento y tipología de los espacios de reclusión, el funcionamiento
de la máquina burocrática represiva que era la prisión, pero también per-
mite acceder a documentos manuscritos como cartas e instancias redactadas
por las propias reclusas. En unos casos, demandando asistencia médica
para ellas, por ejemplo Rosa Estruch y Consuelo Balaguer 97, o también
reclamando su certificado de licenciamiento de condena como en el caso
de Amparo Soto 98.
Los expedientes procesales dan cuenta igualmente de acciones de rebel-
día protagonizadas por las reclusas, como en el caso de Águeda Campos.
En su expediente se recoge que la Madre Superiora ha dado parte de que

93. CUEVAS, Tomasa: Testimonios de mujeres en las cárceles franquista… op. cit.,
p. 803.
94. Respecto a la maternidad en prisión, véase: DI FEBO, Giuliana: Resistencia y
movimiento de mujeres… op. cit.; VINYES, Ricard: Irredentas… op. cit.; MANGINI, Shirley:
Recuerdos de la resistencia… op. cit.
95. Expediente penitenciario Águeda Campos Barrachina, causa nº 15.032-V.
(ACPP).
96. Expediente penitenciario Ezequiela Aragón Valiente, causa nº 85-V-42. (ACPP).
97. Expediente penitenciario Rosa Estruch Espinós, causa nº 3511-V. (ACPP).
98. Expediente penitenciario Amparo Soto Sanchis, causa nº 17.768-V. (ACPP).

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 151-176


FRANQUISMO Y REPRESIÓN PENITENCIARIA FEMENINA: LAS PRESAS DE FRANCO... 175

el día 26 abril de 1940: “realizó junto con otras dos reclusas actos contra
el Glorioso Movimiento Nacional por lo que se da cuenta al Auditor y se
la recluye en celda de corrección” 99.
A partir del 26 de abril de 1942, las reclusas que quedaban fueron
llevadas a la Prisión Provincial de Mujeres de Valencia. La habilitación
de Santa Clara como prisión y las medidas sobre libertades condicionales
y prisiones atenuadas que se fueron aplicando, conllevaron que la Prisión
Provincial de Mujeres de Valencia a mediados de 1941 tuviera ingresadas
290 presas y 15 niños 100.
A comienzos de 1940 la sobreocupación de las cárceles ponía en peligro
la existencia del sistema penitenciario franquista. Para evitar el colapso el
franquismo tuvo que arbitrar una serie de medidas iniciadas ya en enero
de 1940, como la revisión de penas, las concesiones de prisión atenuada y
de libertad condicional dirigidas a la excarcelación.
Las concesiones de libertad condicional y de prisión atenuada, suponían
una ampliación de los muros de la prisión más allá del propio edificio.
Las presas quedaban sometidas a una estrecha vigilancia. Con todo, era
necesario para conseguir la libertad condicional que las autoridades locales
—Alcalde, Jefe de Falange y Guardia Civil— del lugar de residencia de la
presa dieran informes favorables a la dirección de la prisión.
Se establecía una red de vigilancia sobre la reclusa que retornaba a su
casa. Quedaba obligada a presentarse inmediatamente ante el Juzgado y la
Guardia Civil. Sus movimientos eran controlados por las Juntas de Libertad
Vigilada existentes en cada lugar. Como recoge la certificación de Liberación
Condicional: estará bajo el patrocinio y vigilancia de las autoridades locales
del pueblo en que va a residir o de aquél a que por necesidad se traslade
hasta que se le conceda la libertad definitiva por su buen comportamiento
o reingrese en la Prisión de procedencia por su mala conducta 101.
Algunas de estas presas políticas valencianas continuaron con su actividad
y compromiso político durante toda la dictadura, y volverán posteriormente a
ser encausadas, como Pilar Soler y Rosita Estruch. Entroncaran directamente
con la lucha antifranquista y los años de la transición democrática, conser-
vando la memoria de los años de la Segunda República. Son un nexo de
unión con las mujeres antifranquistas de los años sesenta y setenta. Son parte
de nuestra memoria democrática. Otras, como Águeda Campos Barrachina

99. Expediente penitenciario Águeda Campos Barrachina, causa nº 15.032-V.


(ACPP).
100. Parte de diana. Prisión Provincial de Mujeres de Valencia. 9 Mayo 1941.
(ACPP).
101. Certificado Libertad Condicional, Expediente penitenciario Asunción Pérez Pérez,
causa nº 1912-V. (ACPP).

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 151-176


176 VICENTA VERDUGO MARTÍ

o María Pérez Lacruz, fueron condenadas a muerte y fusiladas. Pero como


escribe Vicente Muñiz, hijo de Águeda: “ellas republicanas, revolucionarias
y de espíritu libre no conocieron lo que nos deparó el franquismo los años
siguientes, ni falta que les hizo” 102.

102. MUÑIZ CAMPOS, Vicente; MUÑIZ CAYUELA, José Vicente: Agualimpia. Hijos
de la República… op. cit., p. 47.

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 151-176


textosy
documentos
De la investigación a la difusión: el museo como vehículo
de mediación
From research to diffusion: the museum as a vehicle for mediation

Begoña Soler Mayor


Museu de Prehistòria de València.

Recibido el 4 de mayo de 2009.


Aceptado el 22 de mayo de 2009.
BIBLID [1134-6396(2008)15:1; 179-194]

El pasar de lo desconocido a lo conocido no constituirá una


gran diferencia si la información no es compartida. Una bue-
na comunicación científica asegurará que el mundo prospere
mediante la búsqueda y adquisición de nuevos e increíbles
conocimientos.
(M. Bradford)

1.—Introducción

Toda exposición es comunicación y como escribió Mónica Bradford


(2007), directora ejecutiva de la revista Science, “la libertad de comunicar
abiertamente la ciencia es un derecho que nunca debemos dar por hecho…sin
buenos comunicadores para ayudar a informar sobre lo que nos dicen los
datos científicos, la sociedad sería más vulnerable a tomar decisiones mal
informadas.” El museo, como institución estable, sin ánimo de lucro y al
servicio de la sociedad y su desarrollo, abierta al público, que adquiere,
conserva, investiga y difunde (ICOM, 1974), debe facilitar la transmisión
de conocimientos y ayudar al público a la comprensión de las últimas in-
vestigaciones —en nuestro caso arqueológicas—, teniendo en cuenta sus
necesidades y aspiraciones.
Para lograr este objetivo, los museos cuentan con departamentos de
difusión que son los que ponen en marcha las diferentes estrategias de
comunicación, mediante programas de difusión y planteamientos didácticos
que facilitan esa transmisión de información. El Museo de Prehistoria de
Valencia, a través de la Unidad de Difusión Didáctica y Exposiciones, de-
sarrolla estas estrategias mediante la realización de visitas adecuadas a los
ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 179-194
180 BEGOÑA SOLER MAYOR

diferentes grupos, talleres especializados, maletas didácticas, dramatizaciones,


jornadas de puertas abiertas o exposiciones. Éstas últimas son una de las
mejores herramientas que posee el museo para difundir su investigación,
bien sea de manera permanente, temporal o itinerante. La exposición se
contempla como el resultado final de las otras funciones del museo: inves-
tigar, conservar y restaurar.
Cuando un museo se plantea la realización de una exposición de pro-
ducción propia, es porque se ha llegado a un punto de la investigación que
ha producido unos resultados y se considera que es el momento de trans-
mitirlos al público —hasta entonces la información resulta accesible sólo
a un pequeño grupo de personas, aquellas que se relacionan con el ámbito
científico—. Esta investigación puede ser el resultado de un proyecto del
propio museo o del esfuerzo de otros profesionales vinculados a univer-
sidades u otros centros de investigación, que desarrollan su trabajo en el
mismo ámbito profesional. En definitiva la exposición es una de las formas
de socialización del conocimiento ya que es el elemento de mediación que
permite de manera directa, hacer accesible y comprensible la información
científica a un público no especializado y heterogéneo.
Cuando se prepara un proyecto expositivo es imprescindible tener muy
claro aquello que se quiere comunicar: los objetivos a conseguir, los conte-
nidos seleccionados, el público a quien se dirige la exposición, los medios
humanos y materiales con los que se cuenta, y en el caso de la itinerancia
los espacios previstos en los que se puede exhibir.

2.—La Nueva Museología

La Nueva Museología nace como un movimiento de profesionales con


una visión alternativa a las labores museológicas que se venían realizando
en los museos hasta mediados del siglo XX. Este movimiento tendrá su
referente y punto de partida en la Mesa Redonda celebrada en 1972 en
Santiago de Chile, organizada por la UNESCO y con el título “el papel
de los museos en América Latina”. Como movimiento institucionalizado y
adherido al ICOM no podemos hablar de él hasta la Declaración de Québec
de 1984 y la posterior fundación del Movimiento Internacional para la Nueva
Museología (MINOM) en Portugal en 1985 (NAVAJAS, 2009).
En palabras de F. Hernández (2001), la idea principal de la nueva mu-
seología es el museo visto como ente social y adaptado, por tanto, a las
necesidades de una sociedad en rápida mutación. La Nueva Museología
presenta la exposición como “un método útil para la concienciación y el
diálogo, dado que utiliza un lenguaje visual utilizado y practicado por todos
en la vida cotidiana” (ALONSO FERNÁNDEZ, 1999).
ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 179-194
DE LA INVESTIGACIÓN A LA DIFUSIÓN: EL MUSEO COMO VEHÍCULO DE MEDIACIÓN 181

Marc Maure (1996, 127-132) define la nueva museología como un fe-


nómeno histórico y un sistema de valores; una museología de acción que
está en sintonía con la comunidad para la que trabaja. Los enunciados de
esta museología de acción son:

1.—Democracia cultural.
2.—Triple paradigma: de la monodisciplinaridad a la pluridiciplina-
ridad, del público a la comunidad, del edificio al territorio.
3.—La concienciación.
4.—Un sistema abierto e interactivo.
5.—Diálogo entre sujetos.

Ésta es la concepción que hace que el museo salga de su espacio para


desarrollarse en otros ámbitos y en este sentido, las exposiciones itinerantes
posibilitan esa salida para que el patrimonio arqueológico sea más accesible
y cercano a la ciudadanía. El hecho de aproximar el museo a los municipios
a través de la exposición debe ayudar a generar un feedback de información
e interés entre ambos. Pero, la exposición no es el fin, el museo no es el
fin. Los dos son medios mediante los cuales la comunidad puede dialogar.
Medios mediante los cuales la comunidad puede trasmitir su identidad…
se desarrolla y evoluciona hacia un futuro recuperando y potenciando su
pasado (NAVAJAS, 2009).
No es fácil hacer que el museo “salga” de su espacio, por eso el proyecto
didáctico del Museo de Prehistoria de Valencia añade a las exposiciones
itinerantes, las visitas guiadas adaptadas, los talleres y maletas didácticas
así como las jornadas de puertas abiertas en los propios yacimientos ar-
queológicos Todo esto hace que cada año tengamos más presencia fuera
del recinto del propio museo. Este conjunto de acciones genera sin duda
inquietudes entre los visitantes que con el tiempo se convertirán también en
público de nuestro museo. Es por eso que compartimos la afirmación de que
la Nueva Museología se inserta en la concepción de la Educación Popular,
proceso teórico-metodológico de educación no formal que un grupo social
o comunidad crea y recrea para investigar, conocer, analizar y transformar
la realidad socioeconómica, política y cultural que los caracteriza en un
tiempo y espacio determinado.

3.—La exposición “Las Mujeres en la Prehistoria”: la investigación de género


y su difusión

El Museo de Prehistoria de la Diputación de Valencia, ofrece sus ex-


posiciones itinerantes dentro de un programación que da servicio, sin coste
ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 179-194
182 BEGOÑA SOLER MAYOR

alguno, a los ayuntamientos y museos de la provincia. Desde el año 1997


este programa pretende atraer a colectivos de la sociedad que por diferen-
tes motivos no suelen acercarse al museo por lo que nuestras exposiciones
aproximan a esa ciudadanía algunos de los temas que el museo aborda
directa o indirectamente.
En los últimos 10 años se han ofertado exposiciones como “Un Siglo de
Arqueología Valenciana” referida a las investigaciones del museo a lo largo
del siglo XX, “A la luz del hogar” que abordó el tema del uso del fuego
de una manera genérica, o la última “La arqueología, el rescate del pasado”
una exposición genérica de réplicas de los materiales más representativos
del museo, cuya demanda hizo que itinerara durante casi 7 años.
Desde ese momento se plantea dar una orientación diferente a las
exposiciones itinerante abordando temas específicos que tienen como ob-
jetivo fundamental dar a conocer a los habitantes de los municipios de la
provincia de Valencia las últimas investigaciones realizadas por el museo
o en las que el museo participa de alguna manera. Así es como en el año
2004 surge la idea de trabajar sobre el tema de las mujeres en la prehis-
toria. La arqueología de género llevaba desarrollándose en todo el estado
más de 20 años y nuestro museo todavía no había comenzado a abordarlo,
era una asignatura pendiente. De esta manera se comienza un trabajo de
investigación que durante dos años nos ha sumergido en dicha temática y
nos ha llevado a realizar cursos, asistir a conferencias y contactar con las
diferentes especialistas en el tema, con el fin de poder elaborar un guión
coherente que presente a las mujeres de la prehistoria con un nuevo enfoque
en el que se las saque de la oscuridad en la que la han estado sumidas por
la historia y los prehistoriadores y en el que se intente ajustar lo más posible
la realidad a la que la arqueología puede llegar a través de la interpretación
de los restos materiales.
En definitiva, el objetivo de la exposición será reconocer el papel
social, económico y cultural que las mujeres pudieron jugar durante la
Prehistoria.
El público al que va dirigida la exposición inicialmente es heterogéneo:
grupos diversos de municipios pequeños con limitados recursos culturales;
de asociaciones culturales, así como un público escolar de enseñanza pri-
maria, secundaria y bachillerato.
Dado el carácter itinerante y las características de los municipios a los
que va dirigida, los fondos que componen la exposición son réplicas de
objetos arqueológicos, maquetas y objetos etnológicos de segundo orden.
La previsión inicial de la itinerancia fue de dos años (ampliamente
superada en este momento con una lista de espera que llega hasta el
2011), con un mínimo de 25 traslados, lo que obliga a que los materiales
que elegidos para las estructuras sean a la vez duraderos y fáciles de
ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 179-194
DE LA INVESTIGACIÓN A LA DIFUSIÓN: EL MUSEO COMO VEHÍCULO DE MEDIACIÓN 183

transportar. La concepción del diseño estará pues marcada por el hecho


de ser itinerante.

3.1.—El Guión

El propio guión estructura el discurso de la exposición y permite realizar


la selección de materiales a distribuir en cada uno de los espacios o ámbitos.
En el caso que nos ocupa, seis módulos abordan la amplia cronología de la
Prehistoria y al mismo tiempo, repasar aspectos concretos del papel de la
mujer en estas sociedades. Cada módulo cuenta con un texto explicativo y
una gran imagen que va acompañada de otras más pequeñas dentro o en la
base de la misma. Además estos paneles se acompañan de vitrinas y peanas
donde son expuestas las diferentes réplicas.

Introducción: responde a la pregunta que se cuestiona mucha gente:


por qué consideramos oportuno plantear una exposición sobre este tema.
Módulo 1.—Cazar, recolectar, sobrevivir: el mundo de los grupos ca-
zadores-recolectores es el más alejado en tiempo y el que probablemente
más se haya representado en los libros de divulgación, presentando siempre
a las mujeres en segundo plano y resaltando el papel del hombre cazador.
En este módulo hemos querido representar a un grupo heterogéneo de
personas que buscan su supervivencia diaria, sin dar más protagonismo
a unos ni a otros, pensamos en sociedades igualitarias donde todos los
miembros son importantes para contribuir al crecimiento y mantenimiento
del grupo.
Módulo 2.—Espacios domésticos, espacios de mujeres: utilizando
como base de la representación a las sociedades productoras del Neolítico,
situamos a las mujeres en el ámbito doméstico, lugar en el que con toda
seguridad desarrollaron buena parte de sus actividades cotidianas como
procesar el grano para convertirlo en comestible, realizar cerámica, ceste-
ría, trabajar el hueso y la madera, etc. Actividades económicas todas ellas
indispensables para el sostenimiento del grupo. En este módulo aparecen
representados también hombres, mujeres y niños en diferentes actitudes y
realizando actividades domésticas. Una de las figuras que más ha llamado
la atención en este módulo es un hombre que lleva un niño en brazos.
¿Es tan extraño pensar que los hombres también dedicaran una parte de
su tiempo a hacerse cargo de la progenie? Si lo expresáramos en términos
tales como “hombre que enseña a su hijo el arte de la caza” seguramente
no resultaría tan extraño, pero el hecho de que simplemente se ocupe de
llevar un bebé en brazos lo hace increíble a los ojos de muchos de nuestros
contemporáneos.
Módulo 3.—La imagen de la mujer. Sólo las llamadas “Venus” son
reconocidas por el público como imágenes femeninas de la prehistoria,
ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 179-194
184 BEGOÑA SOLER MAYOR

queriendo ver en ellas al prototipo de mujer, feminidad, fertilidad y


belleza. En este módulo presentamos imágenes que muestran como
desde hace 28.000 años las mujeres han sido representadas de muchas
y diversas maneras (sexo en carbón, bajorrelieve, esculturas), desde las
f iguritas del f inal del Paleolítico a las mujeres representadas en el Arte
Rupestre Levantino en diferentes actitudes como de relación, actividades
económicas, de crianza y otras. En el discurso escrito explicamos que no
sólo Venus como canon de belleza y feminidad es el concepto que puede
aplicarse a estas imágenes. Las f iguritas femeninas desde el Paleolítico
al Neolítico han podido tener múltiples y diferentes interpretaciones más
allá de belleza, fecundidad o diosa-madre, papel éste que se le asignaba
al no ser posible reconocer autoridad o poder a las mujeres si no era a
través de la existencia de una figura divinizada (MASVIDAL y PICAZO,
2005).
Módulo 4.—Socialización y reproducción: es claro y evidente el papel
de las mujeres como agentes que generan el aumento en los grupos. Hasta
tal punto las mujeres aportan al crecimiento que llegan a dejar su vida
en ello. Las muertes por parto y relacionadas con los problemas durante
el embarazo fueron muy importantes durante la prehistoria, aunque sólo
nos hayan llegado escasas muestras, como la de una mujer muerta de
parto encontrada en el yacimiento del Cerro de las Viñas (Lorca, Murcia)
por una inadecuada colocación del feto que les produjo la muerte tras un
largo sufrimiento. Pero cuando el parto llegaba a buen término el trabajo
de la mujer continuaba, ahora su esfuerzo debía centrarse en hacer que el
nuevo miembro del grupo sobreviviese hasta poder valerse por si mismo.
Y en ese tiempo, la transmisión de información, de valores, de técnicas
y de métodos debió estar sin duda en manos de las mujeres. Lo que no
significa que los hombres miembros del grupo no participaran también de
una parte de transmisión de conocimientos. Lo que nos interesa subrayar
es que las mujeres pudieron realizar también ese papel y que por ello
deben ser reconocidas.
Módulo 5.—Mujeres enterradas: los enterramientos encierran infor-
maciones únicas sobre las personas que contienen, su identidad social
y cultural, su vida cotidiana y su muerte. Muchas mujeres fueron in-
humadas de manera que podemos recuperar toda esa información. En
ocasiones solas, con un pequeño ajuar de vida cotidiana, como la que
presentamos en la exposición procedente del yacimiento neolítico del
Barranc de Beniteixir (Piles, Valencia). Otras veces acompañadas por
bebés y otras en grupo. Todas ellas merecieron ser enterradas de tal
manera que hoy podemos saber no sólo del f inal de su existencia sino
sobre todo de su vida.
Módulo 6.—Mujeres de hoy, actividades de siempre. Aunque la etnoar-
queología ha sido y es muy criticada por diferentes sectores de la investi-
gación arqueológica, la observación de determinadas acciones desarrolladas
por grupos de economías preindustriales, poco contaminados por el contacto
ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 179-194
DE LA INVESTIGACIÓN A LA DIFUSIÓN: EL MUSEO COMO VEHÍCULO DE MEDIACIÓN 185

occidental, ayuda a la amplitud de miras con la que la arqueología debe


abordar el estudio de las sociedades del pasado. Y si observamos algunos
grupos indígenas de África, América del Sur o Australia, podemos darnos
cuenta como, en todas ellas, el papel de las mujeres es relevante, sea cual
sea la acepción social, económica o cultural que la palabra mujer tenga en
el grupo. Uno de los mayores problemas que refleja la arqueología es la
interpretación presentista del pasado y la interpretación de éste aplicando
los mismos valores y restricciones que al analizar las sociedades actuales.
La mirada hacia estas sociedades debe ayudar a ese necesario alejamiento
del análisis desde el presente de realidades sociales, culturales y econó-
micas tan alejadas de las nuestras.
Conclusiones: es la reflexión a todo lo visto durante la exposición, el
repaso a la necesidad de revalorizar y poner en su justo lugar a las mujeres
de la Prehistoria como inicio de una interpretación más ajustada a la que
debió ser la realidad cotidiana de los grupos humanos del pasado.

3.2.—La propuesta de diseño

3.2.1.—La representación gráfica

Una de las cuestiones más importantes a la hora de difundir información


sobre cualquier aspecto de la vida en la Prehistoria es cómo se representa
gráficamente. Es importante buscar el modo en el que queremos transmitir
las ideas al visitante. de manera clara y directa a primera vista, pero también
que permitan una reflexión pausada, un análisis detallado, descubriendo en
cada personaje y en cada acción una intención. Las imágenes deben atraer
la atención en un primer momento para después provocar en el visitante el
suficiente interés como para seguir adelante y leer los contenidos que se
le proponen u observar en detalle los objetos expuestos.

3.2.1.1.—ANÁLISIS DE LO EXISTENTE

Las imágenes que sobre las mujeres en la Prehistoria encontramos


en las publicaciones ya sean de divulgación o científ icas, no encajaban
con la visión que de las sociedades prehistóricas queríamos ofrecer. Las
representaciones gráficas de la Prehistoria mostraban casi siempre mujeres
sumisas, mujeres objeto, en segundo plano, realizando tareas de las que
todavía hoy se interpretan como “menores” o simplemente no aparecían
(Fig 1).
ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 179-194
186 BEGOÑA SOLER MAYOR

A través del estu-


dio de la arqueología
de género percibimos
la importancia que
tiene la representa-
ción de la imagen
de la mujer y el
lenguaje utilizado
para ello. Diferentes
estudios (QUEROL,
2 0 0 0 ; Q U E RO L ,
2006; QUEROL y
TRIVIÑO, 2004; SA-
NAHUJA, 2002; RI-
VERA GARRETAS,
2003; etc.) muestran
que el lenguaje con
el que se ha abor-
dado la Prehistoria
en general —neutro
Fig. 1. Ejemplos de representaciones de mujeres en escenas de
libros de divulgación que recrean la vida en la prehistoria. 1.
masculino— ha fa-
Ilustración: Corchado et al. (1991). 2. Ilustración: Enric Calvo vorecido el hecho
Dolz (1983) de que las mujeres
ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 179-194
DE LA INVESTIGACIÓN A LA DIFUSIÓN: EL MUSEO COMO VEHÍCULO DE MEDIACIÓN 187

desaparezcan y entren a formar parte de “la historia del hombre” o más aún
sean “el hombre prehistórico”, título con el que muchos libros y artículos
de divulgación comienzan sus capítulos. Por esta razón nos planteamos
que nada de lo que se había publicado hasta ese momento nos parecía el
referente del imaginario que desde los estudios de género se nos sugería
para representar el papel de las mujeres en la Prehistoria.

3.2.1.2.—ANÁLISIS DE LA REALIDAD ARQUEOLÓGICA: LOS RESTOS

El acercamiento a los restos arqueológicos nos sirvió para darnos cuenta


de que estaban sexuados con un sesgo androcéntrico histórico que había
hecho que, por ejemplo, todos los restos relacionados con la caza se
adscribieran a los hombres (puntas de flecha, lanzas, arpones, etc) y los
relacionados con la vida cotidiana a las mujeres (agujas de coser, raspa-
dores para el trabajo de la piel, etc.). El problema añadido viene cuando
la caza es considerada la actividad económica “importante” y por tanto
quienes la practican son los “importantes del grupo”, mientras que las
actividades vinculadas con el mantenimiento del grupo son consideradas
“menores” y por ende quienes las practican también. De aquí se desprende
una visión de la prehistoria que no tiene por qué ser ni real ni la única
posible. Seguramente nunca se tendrán suficientes datos para interpretar el
comportamiento y la relación de los grupos prehistóricos (al menos el de
las sociedades cazadoras-recolectoras), pero si no es posible, no es posible
para nadie, ni sabemos que papel jugaban las mujeres ni que papel desa-
rrollaban los hombres, ni siquiera si el género les importa a la hora de
establecer sus relaciones socio-económicas. Con esta premisa e intentando
tener claro lo que sí se sabe cierto (las mujeres paren y crían a sus bebés)
intentamos realizar una propuesta diferente en la que a las mujeres no se
las dejara fuera del discurso.

3.2.1.3.—NUESTRA PROPUESTA DE DISEÑO GRÁFICO

El recurso etnográfico

La utilización de la etnografía como base para la construcción de los


personajes surgió a partir del intento de representar mediante el dibujo dife-
rentes gestos cotidianos en los que las mujeres pudieran haber participado:
mujeres moliendo, mujeres cazando, mujeres recolectando, puliendo piedra o
amamantando. Tiene el mismo valor científico dibujar un personaje en actitud
ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 179-194
188 BEGOÑA SOLER MAYOR

Fig. 2. Proceso de elaboración de los personajes. Andrés Marín Jarque. Unitat de Difusió,
Didàctica i Exposicions del Museu de Prehistòria de València y Museu Valencià d’ Etnologia.
Fotografía: Salvat editores S.A.

de caza que reproducirlo a partir de una imagen real. Si utilizando como base
una fotografía de una mujer Agta cazando, dibujamos a una mujer prehistórica
en la misma actitud, seguramente nos acercaremos más a la posición real de
las piernas, la expresión de la cara o la posición del arco. Y lo mismo con
los hombres y sus gestos. Si entre las sociedades preindustriales que todavía
quedan en el planeta encontramos imágenes de gestos y actitudes comparables
a aquellas que la arqueología prehistórica describe para los grupos humanos
que vivieron en esos momentos ¿por qué no utilizarlas? (Fig. 2).
Es así como hemos querido representar a los personajes que dan vida
a las ilustraciones que se presentan en la exposición: un hombre con un
niño en brazos, una mujer dando de mamar, otra tejiendo, hombres mayores
alrededor del fuego en actitud de conversar, etc. En este proceso ha sido
fundamental la interacción entre el diseñador Andrés Marín y el equipo
de conservadoras y técnicos de la exposición. No bastaba con encontrar
personajes que realizaran tareas cotidianas que nos interesaran para su re-
presentación sino que queríamos presentarlas en un contexto arqueológico
real para así darle más realismo a las imágenes. De esta manera colocamos
a los personajes sobre imágenes de yacimientos arqueológicos reales como
la Cova del Bolomor (Tavernes de la Valldigna, Valencia) para el módulo
que habla de las sociedades cazadoras-recolectoras, la Cova de l’Or (Benia-
rrés, Alicante) para representar el interior de una cueva habitada durante el
neolítico o el Abrigo Centelles (Barranco de la Valltorta, Castellón) como
lugar de refugio en el que se representan pinturas de arte rupestre levantino
(Figs. 3 y 4)

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 179-194


DE LA INVESTIGACIÓN A LA DIFUSIÓN: EL MUSEO COMO VEHÍCULO DE MEDIACIÓN 189

Fig. 3. Módulo Cazar, recolectar, sobrevivir. Ilustración: Andrés Marín. Unitat de Difusió,
Didàctica i Exposicions del Museo de Prehistoria y Museo de Etnología

Fig. 4. Módulo Espacios domésticos, espacios de mujeres. Ilustración: Andrés Marín. Unitat
de Difusió, Didàctica i Exposicions del Museo de Prehistoria y Museo de Etnología

También usamos el recurso de la fotografía etnográfica para explicar


el trabajo que hacen hoy en día las mujeres que viven en estas sociedades
y de ahí extrajimos las que nos parecieron que podrían plantear una mayor
relación con las actividades cotidianas de las mujeres prehistóricas. Así
recogimos la imagen de una mujer puliendo piedra, una mujer haciendo
cerámica dentro del ámbito doméstico, una mujer cargando leña, mujeres
que caminan con sus hijos y sus compañeros a través de la selva o de
mujeres trabajando la tierra.
ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 179-194
190 BEGOÑA SOLER MAYOR

La réplica de objetos

La manera de asociar a las mujeres con la función que pudieron cumplir


en cada momento de la Prehistoria era presentar los restos arqueológicos
que en cada período recupera la arqueología.
Para las primeras sociedades cazadoras-recolectoras-pescadoras, los estu-
dios arqueológicos no permiten reconocer las actividades específicas que las
mujeres o los hombres pudieron realizar. Por tanto la idea fue representar, a
través de los restos documentados en las diferentes excavaciones, el conjunto
de actividades que realizaban estos grupos: preparación de instrumentos de
sílex como raederas, raspadores o puntas de flecha; agujas de coser, arpones
y puntas de hueso o la réplica de un propulsor.
De las primeras sociedades productoras se han elaborado ya estudios
en los que se plantea que las mujeres podrían dedicarse a la fabricación
de la cerámica (COLOMER, 1999). La combinación de copias de piezas
depositadas en el museo y réplicas de objetos como las cucharas de hueso
o las cerámicas nos permitió mostrar de manera más adecuada el conjunto
de objetos recuperados por la arqueología para este período.
Para las sociedades de la Edad del Bronce se utilizaron los recursos
del trabajo textil que se documenta tanto etnográficamente como arqueoló-
gicamente en momentos posteriores como un trabajo del ámbito doméstico
y por tanto realizado las mujeres. (MASVIDAL et al. 1999, RISQUEZ y
GARCÍA, 2007, 156-158).

La réplica del enterramiento

Era importante dar a conocer que desde el principio muchas mujeres


son enterradas, solas, con sus compañeros y con bebés. La manera de
transmitir esta reflexión sobre la muerte y las mujeres fue realizar una
réplica de un enterramiento neolítico aparecido en el Barranc de Beni-
teixir (Piles), donde una mujer fue enterrada, sola con un escueto ajuar.
Este enterramiento se ilustra con fotografías de diferentes enterramientos
femeninos: Vedbaek (Dinamarca), El Collado (Oliva, Valencia) y En Pardo
(Planes, Alicante).

El recurso audiovisual

En seis minutos se recogen las ideas fundamentales que se han trans-


mitido a lo largo del discurso expositivo. Pensado para la itinerancia, es un
recurso que puede utilizarse tanto como presentación de la exposición como
ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 179-194
DE LA INVESTIGACIÓN A LA DIFUSIÓN: EL MUSEO COMO VEHÍCULO DE MEDIACIÓN 191

de conclusión o resumen de ideas, al mismo tiempo sirve para darle dina-


mismo al discurso. En él también se combinan, de una manera consciente,
las interpretaciones subjetivas sobre el papel de las mujeres y su relación
con los restos y los yacimientos arqueológicos.

La propuesta didáctica

Desde un inicio la exposición se planteó con un discurso didácti-


co pero, además, quisimos realizar una propuesta de trabajo dirigida
específ icamente al profesorado de Educación Secundaria Obligatoria y
Bachillerato. En ella se recogen los textos de la exposición y se ofrecen
actividades que pueden ser adaptadas a cada nivel. Con esta guía didáctica
se consolidan los ítems trabajados durante la visita a la exposición y se
refuerzan los conceptos más importantes, generando debate e investiga-
ción entre el alumnado.

4.—Impacto de la exposición

En la actualidad se miden los resultados de las exposiciones no sólo por


el número de visitantes sino por el impacto mediático que éstas tienen. En
este sentido se podría decir que hemos alcanzado el objetivo: contraporta-
das de periódicos de tirada nacional, 15 entrevistas en radios estatales, 20
en radios autonómicas y locales, 30 entrevistas en diferentes televisiones,
reseñas en revistas especializadas como National Geographic o Revista de
Arqueolgía, páginas de Internet y más de 60 artículos en diarios de todo el
estado. Quizá lo más significativo para cualquier otra exposición fuera que
cuando se publique este ar-
tículo alrededor de 80.000
personas la habrán visitado
en aproximadamente 30
pueblos y ciudades, des-
de 200 habitantes hasta
1.000.000 en dos años.
No es que este número
no sea significativo, que
lo es y mucho, ni que el
impacto mediático no nos
interese, pero lo que real-
mente nos ha emocionado Fig. 5. Visitantes de la exposición desde su inauguración
es el interés con que tanto en junio de 2006 hasta noviembre de 2008

ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 179-194


192 BEGOÑA SOLER MAYOR

el público como quienes gestionan las exposiciones en los distintos museos


y ayuntamientos han acogido la exposición.
Esto ha hecho que la exposición haya ido enriqueciéndose a lo lar-
go de su trayectoria, añadiendo muchos museos piezas de sus propios
fondos y realizando conferencias como en Albacete, El Ferrol, Granada,
Tarragona y Valladolid que generaron interesantes debates. También se
han ido añadiendo ciclos de cine, lecturas comentadas y diversas adap-
taciones didácticas.
El éxito de esta exposición son las mujeres. ¿Por qué? Porque en
nuestro país y podríamos asegurar que en Europa es la primera vez que
una exposición dirige los ojos de manera monográf ica a la difusión del
estudio de las mujeres en la Prehistoria. En muchos otros campos de la
historia, la difusión había llegado al tema de las mujeres, pero la novedad
de esta muestra radica en que nunca se había dedicado una exposición a
abordar el papel de las mujeres de la Prehistoria. ¿Era necesario hablar
sólo de mujeres? Para nuestro equipo era fundamental que ellas fueran
las protagonistas de nuestro discurso, pero al tiempo queríamos transmitir
una idea que los estudios de género están comenzando a explicar y es
que las mujeres forman parte de una sociedad y su trabajo —sea cual
sea según el período cronológico en el que nos centremos— ha de ser
valorado como el de cualquier otro miembro del grupo. Por lo tanto la
respuesta es que sí, que hacía falta hablar de las mujeres de una manera
especial. Cuando la Prehistoria y la Historia sean capaces de reconocer a
las mujeres en todos y cada uno de sus ámbitos quizá ya no sea necesario
hablar sólo de mujeres. Pero hasta ahora, las mujeres han estado olvidadas,
si no negadas, como artífices de los progresos sociales y económicos de
la Prehistoria. Situar a las mujeres en un lugar visible era parte de nuestro
objetivo. Nuestro fin último era que los visitantes salieran de la exposición
hablando, reflexionando, discutiendo sobre el tema que les habíamos plan-
teado, eso significaba que habíamos llegado a ellos y ese es el verdadero
resultado que debemos medir.

5.—Conclusiones

Esta exposición es un claro ejemplo de cómo el museo es capaz de


estructurar, organizar y difundir el discurso científico a un público no
especializado. En nuestro caso, el programa de exposiciones itinerantes es
una muestra clara de la apuesta que el Museu de Prehistòria de València
mantiene en la difusión continuada de las investigaciones en arqueolo-
gía prehistórica. Elaborar un guión expositivo supone partir de un guión
científico y es ahí donde se debe establecer la relación entre el museo y
ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 179-194
DE LA INVESTIGACIÓN A LA DIFUSIÓN: EL MUSEO COMO VEHÍCULO DE MEDIACIÓN 193

los diferentes departamentos de investigación sean universitarios o de los


propios museos. La investigación científica pierde todo su sentido si no
repercute en la formación y desarrollo de la sociedad que la hace posible.
La externalización de la comunicación museística a través de esta exposición
itinerante de carácter didáctico es un buen ejemplo del acercamiento a la
ciudadanía del resultado de las investigaciones que en este caso han hecho
de las mujeres de la Prehistoria sus protagonistas.

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ARENAL, 15:1; enero-junio 2008, 179-194


noticias
Enciclopedia internacional de las mujeres. Edición especial para el ámbito
hispanohablante. Rosa García Rayego, Gloria Nielfa Cristóbal, editoras
de la edición española. Traducción: Rosa García Rayego, Manuel Orive
Castro e Isabel Verdeja Lizana. Madrid: Síntesis, 2006. 5 v. Traducción,
Routledge international encyclopedia of women.

Desde finales del siglo pasado se han publicado un buen número de


enciclopedias en distintos campos de la historia de las mujeres. A título de
ejemplo: en 1997 Presses Universitaires de France publicó la Encyclopédie
politique et historique des femmes bajo la dirección de Christine Fauré;
tres años después Lorraine Code editó la Encyclopedia of Feminist Theories
publicada por Routledge; en 2008 aparecía The Oxford Encyclopedia of
Women in World History. Todas estas obras, como también la que hoy es
objeto de estas líneas, se proponen hacer balance de los últimos cuarenta
años de estudios sobre las mujeres. Aunque la construcción del conoci-
miento feminista hunde sus raíces mucho más atrás, la dimensión y la
signif icación de lo producido desde los inicios de la segunda ola del
feminismo justif ica, desde luego, la urgencia de compilar y organizar la
experiencia acumulada en distintas disciplinas y campos del saber. Pero no
es el ya ingente acerbo de conocimientos la única razón de esta reciente
oleada de enciclopedismo. Los retos, los riesgos y las paradojas a que
nos enfrentamos hoy —la af irmación de las mujeres de su autonomía,
su creatividad y su libertad, y al tiempo la persistencia de las desigual-
dades, el envejecimiento de la población, la crisis de los cuidados, la
violencia que no cesa y ahora más recientemente la crisis que, una vez
más, amenaza de manera especial a las mujeres— explican también esa
urgencia de hacer balance, de poner orden y dar sentido al conocimiento
acumulado para explicar cambios y persistencias y permitirnos ver mas
claro, no solo en lo realizado hasta aquí, sino también en el camino que
aún queda por recorrer.
En este contexto se sitúa también, la Routledge International Encyclo-
pedia of Women, cuya versión española reseñamos brevemente en estas
páginas. La versión original inglesa se publicó coincidiendo con el inicio
del nuevo milenio, en el año 2000, aunque como señalan sus autoras se
comenzó a gestar en 1990. En la introducción, sus editoras generales
Cheris Kramarae, sociolingüista, y entonces profesora de la Universidad
de Oregón (Estados Unidos) y Dale Spendeer, escritora y docente en la
Universidad de Queensland (Australia) explicitaban así su doble f inalidad:
registrar “los conocimientos y la experiencia de las mujeres, en relación
ARENAL, 14:2; julio-diciembre 2007, 197-203
198 NOTICIAS

con el cuerpo, la comunidad, el trabajo, el medio ambiente y la historia”,


así como potenciar “la visibilidad y el empoderamiento de las mujeres en
el futuro”. Es decir una obra que respondía a un objetivo científ ico-aca-
démico pero también a un proyecto político, en línea con el enciclopedis-
mo más genuino. De hecho, como las propias autoras gustan en relatar,
la iniciativa de dicho proyecto, se debió a un grupo de “académicas y
activistas” procedentes de Inglaterra, Filipinas, India, Canadá, Australia
y Estados Unidos, liderado por la entonces directora del Centro para el
Estudio de las Mujeres en la Sociedad de la universidad de Oregón. Y sus
destinatarios no eran sólo investigadores, profesionales y estudiosos, sino
también activistas y lectores en general de todo el mundo. Por eso las
entradas se diseñaron de modo que fueran accesibles y útiles a una amplia
variedad de lectores como “los estudiantes de enseñanza secundaria, uni-
versitarios y posgraduados y estudiosos de disciplinas diversas tales como
los estudios de mujeres y áreas relacionadas, así como profesionales que
trabajen en temas de mujeres”. Pocas entradas teóricas, pues, y la mayoría
de ellas centradas en la situación y experiencia de las mujeres en trece
ámbitos o categorías temáticas (Arte y literatura; Cultura y comunicación;
Ecología y medio ambiente; Economía y desarrollo; Educación; Salud,
reproducción y sexualidad; Historia y f ilosofía del feminismo, Hogares
y familias, Politica y Estado, Religión y espiritualidad, Ciencia y tecno-
logía, Violencia y paz y Estudios de mujeres). Este esfuerzo, concretado
en las 950 entradas de que consta la edición inglesa, fue posible gracias
a una tupida red de profesionales y activistas que lograron finalmente la
colaboración de 1.000 especialistas de 70 países distintos.
Las tradición enciclopedista ha estado inspirada por los principios de
conservación, compilación, clasif icación y sistematización del conoci-
miento, sea específ ico o general, en un momento concreto. Pero frente
a su pretendida “neutralidad” y “objetividad” en este caso se introduce
decididamente una perspectiva feminista que sitúa la experiencia de las
mujeres en el centro de atención, recopila el conocimiento disponible
sobre ella y aporta elementos explicativos de la misma. El ineludible
principio de organización del conocimiento inherente a una enciclopedia
se desvela lentamente a lo largo de sus casi tres mil páginas: el intento
de dar cuenta del impacto de las relaciones de género sobre la situación
de las mujeres en los distintos ámbitos de su experiencia vital, incluyendo
la construcción del conocimiento científ ico. Así, en voces como “antro-
pología”, “f ilosofía”, “demografía” y similares se aborda el análisis de la
construcción androcéntrica del saber disciplinar y los sesgos que ello ha
producido en el estudio del sujeto femenino, pero también se da cuenta
del modo en que las mujeres antropólogas, f ilósofas....se han confrontado
a ello y han cambiado la disciplina, mejorando los instrumentos para el
ARENAL, 14:2; julio-diciembre 2007, 197-203
NOTICIAS 199

análisis de la situación y de la experiencia de las mujeres. En las voces


temáticas, como sucede, por ejemplo, con la voz “trabajo” se describen las
desigualdades de género así como las distintas teorías desarrolladas para dar
cuenta de ello, en este caso las teorías sobre la segregación del mercado
laboral, y se analizan las características del trabajo femenino —productivo
y reproductivo—. Se conjuga así la compilación de datos básicos con la
aportación de claves interpretativas y una breve historia de los estudios
sobre el tema en cuestión. Lo mismo sucede en otras muchas voces como
alfabetización, salud, infancia, demografía, cuerpo, cultura, migraciones,
violencia, muerte, ....experiencias que no han tenido ni tienen aún hoy el
mismo significado, ni el mismo impacto en la vida de hombres y mujeres.
Las referencias bibliográficas que acompañan muchas de estas voces ha-
cen de esta enciclopedia un instrumento utilísimo para quienes se quieran
aproximar a los cambios que la epistemología feminista ha operado en las
distintas ramas del saber.
Seis años después, la editorial Síntesis, recurriendo al Instituto de In-
vestigaciones Feministas de la Universidad complutense de Madrid, publicó
la versión española cuya supervisión científ ica corrió a cargo de la histo-
riadora Gloria Nielfa Cristobal (Universidad Complutense de Madrid) y
cuya traducción, bajo la coordinación de la lingüista Rosa García Rayego
(Universidad Complutense de Madrid), realizaron Manuel Orive Castro e
Isabel Verdeja Lizana. Hay que agradecer a las editoras españolas de la
obra el haber respondido al reto que suponía la traducción y la realización
de una nueva versión, pues en ella, veinticinco prestigiosas especialis-
tas procedentes del ámbito de la historia, la sociología, la economía, la
musicología....amplían, además, la perspectiva con la inclusión de una
serie de entradas dedicadas a España, el ámbito hispanohablante y los
países mediterráneos documentando de forma más amplia algunas de las
voces ya incluídas en la obra original. Era evidente que en cuestiones
como la transición demográf ica, el movimiento feminista, los estudios
de las mujeres —por poner tan solo algunos ejemplos— la experiencia
de las mujeres en España ha tenido unas particularidades que hacían
ineludible su tratamiento con ocasión de su traducción al español. La
versión española palia, además, el sesgo anglosajón del que adolece
la versión inglesa, lo que la hace doblemente útil en el ámbito hispa-
nohablante. Esta aproximación a otros territorios más próximos viene
reforzada por una orientación bibliográf ica específ ica. Por ello, es ésta
una obra a recomendar no solo al alumnado universitario sino también
a investigadores, investigadoras y profesorado tanto en su labor docente
como cuando pretendan adentrarse por primera vez en nuevos campos.
Y, desde luego, aquí, como antes en el mundo anglosajón, activistas y
militantes feministas comprometidas con la reflexión y la transformación
ARENAL, 14:2; julio-diciembre 2007, 197-203
200 NOTICIAS

social encontrarán sin duda ninguna un soporte inestimable. Era una obra
de traducción necesaria, hay que celebrar que no haya sido sólo eso, sino
que se haya aprovechado para ampliar perspectivas desde el mundo hispano.
Hay que felicitar a la editorial Síntesis por la iniciativa y a su supervisora
científica, Gloria Nielfa, por su buen hacer.

Cristina Borderías
Universidad de Barcelona

PICAZO GURINA, Marina: Alguien se acordará de nosotras. Mujeres en


la ciudad griega antigua. Barcelona, Edicions Bellaterra, 2008.

Dentro de la corriente de Historia de las Mujeres, los estudios sobre las


mujeres en la Antigüedad, aunque tuvieron un inicio algo más tardío que
para otros períodos históricos, no ha dejado de desarrollarse y enriquecer-
se, tanto en cantidad y calidad de aportaciones como en introducción de
temáticas y nuevas perspectivas metodológicas, en los últimos treinta años.
Hoy en día la variedad de temáticas y el volumen de la historiografía al
respecto son inmensas, constituyendo sin duda una de las vías de análisis
más vitales e innovadoras dentro de la Historia Antigua. Una de las preocu-
paciones principales de esta historiografía feminista ha sido el estudio de
las mujeres en la antigua Grecia, cuyos discursos y prácticas son esenciales
para comprender el mundo actual y, en particular, el modo en que se han
articulado y desarrollado las relaciones de género a lo largo de la historia
de Occidente.
Sin embargo, pese a la ingente literatura de los últimos años, sobre
todo en el ámbito anglosajón, el estudio sobre las mujeres griegas, aun en
continuo crecimiento, sigue siendo minoritario en la historiografía españo-
la. Por otro lado, frente a la abundancia de monografías y artículos sobre
temas específicos, escasean los trabajos de conjunto que permitan tener
una perspectiva general sobre la historia de las mujeres griegas, tanto para
especialista que quieran introducirse en la materia como para el público en
general interesado en ella.
Es por ello doblemente gratificante contar con este trabajo de la arqueó-
loga e historiadora Marina Picazo Gurina, que, según sus mismas palabras,
plantea como “un manual general en lengua castellana sobre las principales
líneas de investigación que se han desarrollado en los últimos años en los
estudios sobre las mujeres en la ciudades griegas” (p. 14).
Partiendo de la idea de un verso de Safo, que incluye como título de
la obra —“alguien se acordará de nosotras”—, Marina Picazo centra el ar-
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NOTICIAS 201

gumento de este libro en “el problema de la invisibilidad y el silencio que


rodea a la memoria histórica de las mujeres en la antigua Grecia” (p. 11),
invisibilidad y silencio referidos tanto a lo que dicen sobre ellas las fuen-
tes antiguas como a la escasez de voces propias de mujeres en la cultura
griega. Sin embargo, en esta sociedad estructurada en torno a dicotomías
fuertemente jerarquizadas, en la que hombre/mujer - masculino/femenino es
básica y marca quizá la división y jerarquización mas profundas, las muje-
res participaron activamente en muchas instancias de la vida de la ciudad,
por más que éstas hayan sido invisibilizadas por las fuentes antiguas y la
historiografía tradicional. En este sentido, Marina Picazo aborda el estudio
de las mujeres griegas teniendo en cuenta su subordinación, pero sin caer
en el victimismo, y visibilizando aquellos aspectos donde son protagonis-
tas y donde tienen un papel activo y vital para la sociedad griega. De este
modo, se introduce en temáticas hasta muy recientemente olvidadas por la
historiografía —incluida la de género— y aborda fuentes menos tenidas
en cuenta —arqueología, iconografía, epigrafía—, frente a la apabullante
notoriedad de las fuentes literarias. También nos recuerda constantemen-
te que la mayoría de lo que sabemos sobre las mujeres griegas proviene
de Atenas, lo cual puede ser un elemento altamente distorsionador de la
realidad, pues en otras zonas de Grecia —más invisibilizadas frente a la
apabullante información sobre Atenas— la situación de las mujeres pudo
ser algo distinta, aun dentro de un sistema patriarcal.
Comienza Marina Picazo con un necesario repaso al estado de la cues-
tión de la “Historia de las mujeres en los estudios clásicos”, señalando su
evolución, corrientes y problemáticas, así como las vías y temas de estudio
más habituales, los más olvidados, y los más recientes. A continuación, en el
capítulo 2 (“Pandora, el inicio de la misoginia occidental”), analiza algunos
de los discursos principales de la literatura griega mediante los cuales se
quería explicar la inferioridad de las mujeres —a menudo hablando de su
falta de autocontrol, de su incapacidad para la racionalidad o incluso su
peligrosidad— como argumento justificador del sistema patriarcal, que pone
a las mujeres irracionales bajo el control y la dependencia de los hombres
—griegos— racionales.
En el capítulo 3 (“Leyes, familia y mujeres en la ciudad griega”), resume
los conocimientos que tenemos acerca de la situación legal de las mujeres,
sobre todo respecto a la familia, el matrimonio y la propiedad, dentro de
un sistema fuertemente dominado por los hombres, pero donde las mujeres
no son siempre víctimas pasivas, sino que “son numerosos los ejemplos
de mujeres fuertes que pasaban sus vidas luchando por ellas mismas y sus
familias” (p. 71).
Después de plantear estas temáticas, que son con mucho las más
analizadas desde la historiografía feminista, Marina Picazo aborda en los
ARENAL, 14:2; julio-diciembre 2007, 197-203
202 NOTICIAS

capítulos siguientes una serie de cuestiones que han empezado a ser te-
nidas en cuenta más recientemente y están en vías de expansión, siendo
aún minoritarias, y en las que es posible ir mucho más allá del discurso
tradicional para sumergirnos en esas instancias donde la aportación de las
mujeres era activa y esencial, aunque sea en el cumplimiento de sus pape-
les de género. Me refiero a las instancias de la vida cotidiana, donde las
actividades de reproducción, producción y mantenimiento, ligadas al ámbito
privado y realizadas por las mujeres, son esenciales para el funcionamiento
y supervivencia de la ciudad.
El capítulo 4 (“El espacio sexuado de la cotidianidad: el ciclo de la vida
en la casa griega”) trata sobre la organización del espacio doméstico —la
casa como espacio físico y simbólico— y sobre los ciclos de vida de las
mujeres —el tiempo—, desde la infancia a la ancianidad. En el siguiente
(“Actividades de mantenimiento y cuidado de la vida en la Grecia antigua”)
son los trabajos productivos y reproductivos los protagonistas, señalando
el espacio de la casa y las tareas realizadas por las mujeres —producción
textil, transformación de alimentos, cuidado de personas, animales y cosas,
etc.— como instancias económicas fundamentales en el mundo griego.
A continuación (“Erotismo y política sexual en la Grecia antigua”),
Marina Picazo aborda una de las temáticas, la sexualidad, que hoy en día
sigue siendo aún muy polémica y debatida por la historiografía, no sólo la
del género. Para pasar a tratar una vía de análisis más reciente, el estudio
del cuerpo (“La construcción del cuerpo femenino en el arte y la medici-
na”), que además de propiciar el empleo de fuentes distintas a las utilizadas
tradicionalmente, abre nuevas perspectivas para conocer y comprender los
discursos y las prácticas de las mujeres griegas.
El capítulo 8 (“Las mujeres en el espejismo espartano”) está dedicado
a la situación de las mujeres espartanas, teniendo en cuenta las dificultades
para su estudio, sobre todo a la hora de distinguir entre fantasía y realidad,
dado que la información es de procedencia mayoritariamente no espartana
y que esta ciudad despertaba especiales prejuicios en otras zonas de Gre-
cia, sobre todo Atenas. Las mujeres de Esparta son consideradas, dentro
del mundo griego, las “diferentes”, por su singular libertad y presencia
pública. En este sentido, Marina Picazo se pregunta hasta qué punto las
espartanas son tan excepcionales, o en realidad los son sobre todo respecto
a las atenienses —tenidas como modelo para el resto de Grecia—, y si las
distintas maneras de organizarse las polis griegas en lo político y lo social
no implicaba también distintas formas de articular las relaciones entre los
sexos, como indica la posición también “diferente” de las mujeres de Ló-
cride Epicefiria, colonia griega del sur de Italia.
El capítulo que cierra el libro (“El reconomiento de las prácticas sociales
femeninas en la religión griega”) trata otro de los aspectos más abordados
ARENAL, 14:2; julio-diciembre 2007, 197-203
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sobre las mujeres griegas, incluso desde la historiografía tradicional, como


es el papel de las mujeres y de lo femenino en el mantenimiento y repro-
ducción simbólicos de la ciudad. A través del estudio de algunas de las
prácticas rituales femeninas más destacadas (Tesmoforias, Adonías, rituales
funerarios, Panateneas, menadismo, etc.) nos adentramos en nuevas instancias
de protagonismo femenino, en las que las mujeres son partícipes en la vida
pública de la ciudad, aunque sea para mantener su estatus en lo privado. En
todo caso, señala la importancia de lo femenino para la civilización griega
y su reconocimiento explícito como parte esencial de la misma.
En definitiva, nos encontramos ante una obra necesaria e imprescindi-
ble, que más que cerrar cuestiones, nos abre nuevos interrogantes y posi-
bles vías de análisis, planteándonos cuál ha sido el camino recorrido hasta
ahora en los estudios sobre las mujeres en Grecia antigua y lo mucho que
todavía nos queda por delante. De este modo, desde un punto de partida
de invisibilidad y silencio, Marina Picazo presenta un mundo, por ahora
inagotable, de luz y palabras.

M.ª Dolores Mirón Pérez


Universidad de Granada

ARENAL, 14:2; julio-diciembre 2007, 197-203

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