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¿Por qué hacemos cosas que nos acaban haciendo sentir mal?

Todas las personas hacemos cosas que nos pueden hacer sentir mal, que
tiene consecuencias negativas e incluso que conlleven un problema
psicológico.
¿Por qué mantenemos patrones de conducta que pueden generar daño? ¿Por
qué lo hacemos incluso cuando somos consientes de que no es lo deseable a
largo plazo?
Nuestro comportamiento depende, entre otras cosas de las consecuencias
inmediatas que tiene este sobre el entorno. Lo que hacemos tiene una utilidad
para nuestra supervivencia y para nuestra adaptación al contexto.
A veces la forma de adaptarse es dañina, pero quizás es la única que hemos
aprendido o a que menos costes tiene. Ante todos los comportamientos
desplegados en el pasado para conseguir algo, se mantienen a los que
mayores ventajas traen.

Por ejemplo: fumar es un comportamiento que se mantiene en muchas


personas, a pesar de las consecuencias negativas que traer. En un inicio,
fumar puede servir para acercarse al grupo de iguales o para evitar juicios en
el entorno… se obtiene un beneficio.

Además, una vez instaurado el hábito, fumar para muchas personas reduce
sensaciones físicas desagradables, aunque sea de forma momentánea. En
este caso, las consecuencias a corto plazo prevalecen sobre las consecuencias
a largo plazo (la pérdida de dinero o de salud.
Ejemplo: cuando un estudiante siente ansiedad por un examen, podría llegar
a no presentarse; de esta manera, esá evitando el momento de nervios o el
miedo al fallo… no presentarse esta teniendo una ventaja, aunque con el
tiempo se valore que esto fue un error.

Estas formas de comportarse se pueden instaurar y mantener porque en el


pasado sirvieron para algo, a veces se automatizan (Parece que se hacen sin
mucha atención, reflexión o esfuerzo) o se generalizan a otros entornos (no
solo evitar el examen, también las situaciones sociales)

Esta “utilidad” que tienen el comportamiento no debe confundirse con un


mantenimiento del problema de forma intencionada. En muchas ocasiones ni
siquiera se hace de forma “consciente”.
Sino se encuentran nuevas formas más deseables de afrontar ciertas
situaciones o emociones, que tengan las mismas consecuencias u otras formas
más favorables, es probable que las anteriores formas de afrontamiento se
mantengan.

Por ejemplo, la persona que evita el examen por su estado de ansiedad o


anticipaciones de fallo, podría aprender técnicas de relajación, o presentarse
al examen y comprobar que fallar no fue tan terrible.
A veces no es suficiente con tener la información o hacer la reflexión respecto a
las consecuencias negativas o los problemas derivados de un comportamiento,
se necesitan condiciones favorables para cambiarlos y nuevos aprendizajes.

Cuando hagas algo que a largo plazo te haga sentir mal, pregúntate: ¿Para
qué sirvió en el pasado? ¿Qué utilidad le encuentro a ese comportamiento? ¿A
que me acerca? ¿Me sigue sirviendo?

En la respuesta a estas preguntas es donde está la razón de que se siga


manteniendo el problema.

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