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DOMINIQUE MAINGUENEAU

INTRODUCCIÓN A LOS
MÉTODOS DE ANÁLISIS
DEL DISCURSO
PROBLEMAS Y PERSPECTIVAS

HACHETTE
Versión castellana: Lucila Castro
Título original francés: Initiation aux méthodes de 1’ analyse du discours

© 1976 Hachette
© 1980 Librería Hachette S.A.
© 1989 Librería Hachette S.A.
Rivadavia 739 - Buenos Aires
Hecho el depósito que marca la Ley 11.723
ISBN: 950-506-186-2
IMPRESO EN ARGENTINA - PRINTED IN ARGENTINE
INTRODUCCION

Escribir una introducción a los problemas y métodos del análisis


del discurso de ninguna manera constituye una empresa de contornos
fáciles de trazar: hasta puede sostenerse que esta disciplina reciente­
mente anexada a la problemática lingüística no ha superado todavía
el estadio de los prolegómenos y aún busca constituir su metodología
y su objeto. Pero hay algo quizás aún más grave: lo que aqueja al
análisis del discurso no es solamente una dificultad de articularse sobre
el campo de las ciencias humanas, sino también una dificultad para
constituir su unidad dentro de la teoría lingüística. En efecto, a menudo
aparece como una especie de parásito de esa teoría, tomando de ella
conceptos y métodos sin sujetarse a un rigor suficiente. Además, en
gran medida toma elementos de la enunciación y de la semántica, que
precisamente son los dominios más inestables en la reflexión lingüís­
tica contemporánea. En todos los planos, pues, el análisis del discurso
aparece como una especie de pariente pobre, v muchos lingüistas
estarían tentados de dejar su constitución para las calendas griegas.
Es cierto que la lingüística está lejos de concebir de manera satis­
factoria su articulación con las otras prácticas científicas, lejos tam­
bién de presentar rigor v unidad en todo, pero el análisis del discurso
parece ser solamente un doble degradado de ella, un reflejo que
aumenta sus carencias.
En esas condiciones, es lícito preguntarse qué interés puede
presentar una introducción a una disciplina que todavía marcha a
tientas. Es posible esgrimir varios argumentos para justificar una em­
presa semejante: este campo de investigación, siendo uno de los más
problemáticos de la lingüística, no deja de ser uno de los más activos.
Esta paradoja solo es aparente, pues el análisis del discurso tiene el
privilegio de situarse en el punto de contacto entre la reflexión lin­
güística y las otras ciencias humanas, tanto que la mayoría de las
veces es a través del análisis del discurso que muchos estudiantes e
investigadores se enfrentan con la teoría lingüística. Esto tiene una
consecuencia inmediata: en la actualidad existe una especie de “de­
manda” teórica muy grande de parte de las ciencias humanas, deman­
da frente a la cual la “oferta” de la lingüística resulta ridiculamente
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

insuficiente. Esta situación debe llevar a la lingüística a no refugiarse


en un cierto mito de una “lingüística pura”. En lugar de considerar
con burla o consternación la perversión de los conceptos lingüísticos,
más le vale intentar controlar en la medida de lo posible este fenó­
meno inevitable y dar a los que tienen necesidad de ellos no tanto
los instrumentos necesarios para disponer de procedimientos más
rigurosos, como la posibilidad de captar los problemas teóricos que
su práctica les plantea.
Muchos no lingüistas desearían que el análisis del discurso les
proporcionara una técnica “científica” que les permitiera obtener re­
sultados formalizados, directamente utilizables para sus interpretacio­
nes extralingüísticas. Aun suponiendo que la lingüística llegue a al­
canzar en este dominio un nivel de rigor más satisfactorio, exigirá
más que nunca una reflexión crítica de parte del que la utilice, si
este no quiere ser víctima de las mayores ingenuidades epistemoló­
gicas.
Nuestro propósito es al fin de cuentas modesto: no es esta de
ningún modo una obra de investigación sino, como hemos dicho, una
exposición del “estado de la cuestión”, un panorama bastante des­
pejado de las principales orientaciones de la investigación lingüís­
tica en este campo.
Lo esencial de los materiales se encuentra disperso en diversas
revistas y algunos libros, pero no siempre es fácil extraer de ellos una
visión de conjunto, dado que estos trabajos proceden en gran medida
a tientas o toman objetos de análisis muy específicos. En razón del
propósito que la anima, una “introducción” como esta deberá muchas
veces contentarse con esquematizar, simplificar realidades que, debido
a su complejidad y a las deficiencias de la investigación lingüística,
se encuentran todavía en un estado de nebulosa. Como veremos, en
este campo el rigor de los enfoques a menudo es, desgraciadamente,
proporcional a su carácter reductor. Con esta obra esperamos sobre
todo provocar una toma de conciencia de la necesidad de una elabo­
ración teórica antes de cualquier práctica; por lo demás, repetimos, en
esta área las cosas no están tan adelantadas como para eximir de tal
elaboración, y cada tipo de corpus exige un considerable trabajo de
adaptación de los métodos para encararlo. Es posible que algunos
lectores experimenten una decepción ante el carácter trivial y elemen­
tal de los procedimientos que presentaremos; ciertamente, frente a la
tarea por cumplir, la metodología es a veces muy poco refinada, pero
hay que comprender también que la mayor parte del tiempo nos
veremos obligados a separar esos trabajos del contexto epistemológico
en el que adquieren su significación plena.
Algunas palabras sobre el plan de este libro: la preocupación
pedagógica que ha guiado su redacción se refleja en su organización.
8
INTRODUCCIÓN

En primer término, intentaremos situar brevemente la problemática


del análisis del discurso en la historia de la lingüística estructural;
después, nos ocuparemos de aclarar la polisemia del concepto de
discurso, difícil de dominar a causa de su uso significativamente
pletórico.
La segunda parte apunta a brindar al lector una información
sobre los aparatos metodológicos que proporciona la lingüística. Los
hemos agrupado alrededor de tres enfoques principales: lexicológico,
sintáctico y “enunciativo”. Añadiremos una cuarta parte, sobre orien­
taciones que todavía no están muv desarrolladas pero que en el futuro
pueden ofrecer grandes posibilidades al análisis del discurso.

SITUACIÓN DEL ANALISIS DEL DISCURSO


Frecuentemente se define discurso como un término que rempla­
zaría al de habla (Saussure) y se opondría, en consecuencia, a lengua;
si así fuera, el análisis del discurso no tendría ningún fundamento.
En efecto, si bien es necesario remontarse al Curso de lingüística gene­
ral de Ferdinand de Saussure, lo es precisamente para construir el
concepto de discurso sobre un cuestionamiento del de habla, y no para
volver a este. Ya que la célebre dicotomía fundadora lengua/habla
ha dispuesto de la suerte de la lingüística estructural durante muchas
décadas, veamos cómo concibe el Curso esa oposición.
La lengua es una realidad social, y el habla, una realidad indi­
vidual.
“Al separar la lengua del habla (langue et parole), se separa a la vez: l 9,
lo que es social de lo que es individual; 29, lo que es esencial de lo que es acce­
sorio y más o menos accidental.” 1
Además, “la lengua no es una función del sujeto hablante, es el producto
que el individuo registra pasivamente; nunca supone premeditación [ . . . ] . El habla
es, por el contrario, un acto individual de voluntad y de inteligencia”.2

En otras palabras, la lengua corresponde a la memoria, y la ima­


gen del diccionario, del tesoro de los signos, surge como consecuencia
lógica:
“La lengua existe en la colectividad en la forma de una suma de acuñaciones
depositadas en cada cerebro, más o menos como un diccionario cuyos ejemplares,
idénticos, fueran repartidos entre los individuos.” 3
1. F. de Saussure, Curso de lingüística general, traducción española, Bue­
nos Aires, Losada, 1945, p. 57.
2. Ibídem.
3. Ibíd., p. 65.

9
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

Dadas las características que permiten oponer lengua y habla,


se comprende que la oración no corresponde a la lengua sino al habla,
lugar de la actividad y de la inteligencia.
A partir de las fuentes manuscritas del Curso se podrían mostrar
las vacilaciones de Saussure a este respecto, pero lo importante es que
la oposición lengua/habla ha terminado por convertirse en la oposi­
ción entre un código homogéneo, un sistema de reglas universales, y
una libertad y espontaneidad que escapan a toda regla. Evidentemente
esta oposición se había hecho aun más neta desde el momento que
la lengua no incluía la oración. En efecto, la oposición lengua/habla
corre el riesgo de oponer lo sistemático (la lengua) a lo individual,
a lo contingente (el habla), a Ia~autonomía de un sujeto hablante,
sujeto sicológico sometido a pasiones, necesidades, etc. En esta pers­
pectiva no hay lugar para el “discurso”, concepto que apunta a des-
pojar al sujeto hablante de su papel central para integrarlo al funcio­
namiento de enunciados, de textos cuyas condiciones de posibilidad
se articulan sistemáticamente sobre formaciones ideológicas.
Así, la dicotomía lengua/habla puede llevar a considerar que por
un lado está lo que es sistemático y racional, un objeto homogéneo
y autárquico, la lengua, y por otro, lo que corresponde al uso contin­
gente del sistema, a lo retórico, lo político, etc. Habría, por una parte,
un conjunto de palabras dotadas de un sentido fijo y trasparente, y
por otra, su uso. En realidad se trata de saber si el vínculo entre el
sentido de las oraciones de un texto y sus condiciones sociohistóricas
es algo secundario o es constitutivo de ese sentido mismo, indepen­
dientemente de la ilusión que puede tener el hablante de que la
significación de su discurso coincide con lo que él “quiere decir”. No
es cuestión, obviamente, de dirigir inútiles reproches a Saussure: la
ocultación de lo que seguidamente se definirá como discurso responde
a una especie de necesidad, considerando el contexto en que se definió
la lingüística estructural.
No es de extrañar que una superación de la oposición lengua/
habla se haya cumplido en ese campo privilegiado que son las obras
“literarias”. Al colocar, desde una perspectiva posteriormente califi­
cada de “estructuralista”, el principio de inmanencia en el centro de
su estudio de los textos, es decir, al intentar estudiar la estructura del
texto en sí mismo y por sí mismo, rechazando toda consideración
exterior a él, los trabajos de los formalistas rusos 4 permitieron extraer
una lógica de los encadenamientos trasoracionales, particularmente en el
4. Nombre que se da al grupo de jóvenes lingüistas rusos que entre 1910 y
1920 sentaron las bases y emprendieron los primeros trabajos concretos en el campo
del análisis estructural de las formas literarias. Entre ellos puede mencionarse a
V. Propp, R. Jakobson, J. Tinianov y B. V. Tomashevski. Consultar la antología
de T. Todorov, Théoríe de la littérature, Senil, 1965.

10
INTRODUCCIÓN

dominio del cuento folclórico. Las investigaciones de V. Propp5 son


actualmente bien conocidas en Francia, y han permitido construir los
primeros esbozos de sintaxis narrativa, de lógica del relato.6 Es cierto
que este tipo de corpus parece un dominio demasiado específico para
tener una incidencia directa en el estudio de las lenguas naturales o
de enunciados aparentemente menos estructurados, pero se comprende
fácilmente que al aplicar los principios fundamentales de la lingüís­
tica estructural a cuentos populares, “nouvelles”, etc., la escuela de
los formalistas rusos preparaba la toma en consideración por parte
3e la lingüística de lo que después se llamaría el discurso. Lo esencial
era aplicar el concepto de ^sistema” a enunciados muy largos, pues
la extensión de este tipo de enfoques a objetos cada vez menos privi­
legiados solo era una cuestión de coyuntura epistemológica. De más
está decir que el análisis del discurso no podía, por definición, que­
darse en una perspectiva de análisis inmanente de los textos. Los
formalistas rusos lograron producir una ruptura con respecto al enfo­
que impresionista y filológico de las obras literarias, pero no llegaron
a concebir la relación de estas con sus condiciones sociohistóricas.
Es en la década del 50 cuando se producen acciones mucho más
decisivas para la constitución del análisis del discurso. Nos encon­
tramos entonces ante dos aportes en cierto sentido simétricos: la
extensión de los procedimientos de la lingüística distribucional nor­
teamericana, a enunciados que superan los límites de la oración (deno­
minados discursos), por parte de Zellig S. Harris en 1952, y los
trabajos dfí_JRoman Jakobson v Émile Benveniste sobre la enunciación;
como veremos, se trata, por un lado, de una problemática lingüística
muy norteamericana, y por otro, muv europea.
Más adelante consideraremos la concepción de Harris; por ahora
basta decir que es el primer lingüista que extendió directamente los
procedimientos utilizados para el análisis de las unidades de la lengua
a enunciados que van más allá del marco de la oración. Una de las
grandes paradojas de este análisis del discurso es el hecho de que su
iniciador directo haya trabajado con exclusión de cualquier referencia
a la significación. Paradoja que quizá solo sea tal debido a que tene­
mos la tendencia a asimilar apresuradamente el estructuralismo euro­
peo postsaussureano y el distribucionalismo norteamericano, de los
cuales el contexto ideológico, los postulados y los métodos son en
5. Especialista en cuento folclórico. Su obra fundamental, Morfología del
cuento (Buenos Aires, Juan Goyanarte, 1972), demostró que era posible construir
un modelo elemental del cual se derivaban una infinidad de cuentos folclóricos
superficialmente muy diferentes.
6. Cf. en Francia, por ejemplo, los trabajos de T. Todorov, Grammaire du
Décaméron, Mouton, 1969; C. Brémond, Logique du récit, Seuil, 1973, y A. J.
Greimas Sémantique structurale, Larousse, 1966 (trad. esp.: La semántica estruc­
tural, Madrid, Gredos, 1971), y Du sens, Seuil 1970 (trad. esp.: En torno al sentido ,
Madrid, Fragua, 1973).

11
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

realidad diferentes. En Harris, “no existe la elección entre dos objetos,


ni dos lingüísticas: la de la lengua y la del habla. La descripción
formal de los datos —gramática o si se quiere estructura— es un
concepto operatorio que permite el estudio del fenómeno lingüístico”.7
En cambio, Benveniste o Jakobson buscan desentrañar cómo se
inscribe el sujeto hablante en los enunciados que emite, es decir, se
tiende a sustituir una lengua concebida como un repertorio de signos
combinados sistemáticamente por la idea de que “el hablante se
apropia del aparato formal de la lengua y enuncia su posición de
hablante por medio de índices específicos”, según Benveniste;8 el
hablante establece asimismo un cierto tipo de relación con su propio
enunciado y con el mundo. Este punto de vista nuevo tiene una gran
incidencia en la constitución de una teoría del discurso. (No hay que
engañarse, sin embargo, en este punto: por la vía de la enunciación no
es que se vuelva al habla saussureana, sino que se trata de un con­
junto de reglas basadas en un aparato formal; de otro modo, la teoría
de la enunciación estaría en contradicción con los presupuestos del
análisis del discurso, que se basa en la irreductibilidad de las inten­
ciones del sujeto hablante a los mecanismos específicos de los enun­
ciados que produce en una situación determinada.)
Hasta aquí nos hemos referido solamente a aportes situados
dentro del campo mismo de la lingüística, pero esta perspectiva es
demasiado restrictiva, en la medida que las problemáticas elaboradas
en un dominio determinado de las ciencias humanas participan de
otras disciplinas (y esto es tanto más inevitable en el caso del análisis
del discurso). Nos parece que el desarrollo del análisis del discurso
puede ser abordado desde dos puntos de vista diferentes: como una
tentativa de subsanar las deficiencias del tradicional análisis de con­
tenido,9 pero también como síntoma y consecuencia de ese contexto
teórico a menudo muy difuso que es el “estructuralismo”.
De una manera esquemática, puede decirse que el análisis de contenido se
desarrolló en el espacio que el estructuralismo lingüístico había dejado vacío, pero
del cual las ciencias humanas, sobre todo la sociología, no podían prescindir.
El análisis de contenido pretende ser un método de tratamiento controlado
de la información contenida en textos, por medio de una “grilla” de lectura obje­
7. D. Leeman, Langages 29, p. 26.
8. Langages 17, p. 14.
9. El análisis de contenido se desarrolló en los Estados Unidos, particular­
mente después de la Segunda Guerra Mundial, entre los sociólogos e historiadores.
Mencionemos dos clásicos del género: Bernard Berelson, Contení Analysis in Com-
munication Research, Glencoe, The Free Press, 1952, y Harold J. Lasswell et alii,
Language of Politics, New York, G. Stewart, 1949. Para una presentación y una
crítica, ver R. Robin, Histoire et linguistique, capítulo 3; para una defensa del
análisis de contenido y una crítica al enfoque lingüístico, consultar la introducción
de Tracts en mai 1968, Armand Colin, 1974.

12
INTRODUCCIÓN

tiva, cuyos resultados han de ser interpretados. En términos generales, hay que
disponer en el punto de partida de un repertorio estructurado de “categorías” que
sirvan para normalizar la diversidad superficial de los textos de modo.de hacerlos
comparables; una vez homogeneizadas las “cualidades”, generalmente es posible
cuantificar. Todo el problema reside precisamente en la construcción de esas
categorías: ni siquiera recurriendo a una estadística léxica o a una sintaxis ele­
mental, resuelve el análisis de contenido la cuestión de la estructuración del texto.
Sería presuntuoso pensar que la lingüística, a través del anális^del discurso, estará
inmediatamente en condiciones de remplazar, pura y simplemente, al análisis de
contenido: las miras de este último son evidentemente más “empíricas” que las de
la lingüística, pues sólo apunta a “caracterizar el corpus [. . .] por medio de una
disposición particular de conceptos extraídos de la metalengua, de manera de
marcar lo que su contenido tiene de específico o de singular en relación con otros
corpus o con otras partes del mismo corpus desde el punto de vista de la socio­
logía o de la sicosociología”;10 así, no es verdaderamente el funcionamiento
de un discurso lo que se toma como objetivo.
Trabajar sobre textos no constituye sin embargo una práctica obvia e ino­
cente, cualesquiera que sean los resultados, a menudo interesantes, a los que se
llega a través del análisis de contenido. ¿Es posible estudiar el contenido de un
discurso sin una teoría del discurso?
A decir verdad, estas deficiencias solo aparecieron como tales
en razón de la penetración progresiva (por no decir invasión) del
“estructuralismo”, que se basa esencialmente en los aportes de la
lingüística estructural, calificada de “ciencia piloto”. La lingüística
misma ha sufrido los efectos de este fenómeno, al verse enfrentada
a objetos nuevos y a la exigencia de producir nuevos conceptos para
responder a una notable demanda. Así, se ha vuelto imperativo consi­
derar a los mitos, sueños, novelas, filmes, cuadros, etc., como conjuntos
significativos cuyas leyes de significación se busca establecer con la
ayuda de conceptos tomados de la lingüística, ciencia de ese sistema
de significación por excelencia que es una lengua natural. En estas
condiciones, la posición de una lingüística cuyo campo de aplicación
se limitaba a la oración se hacía absolutamente insostenible.
En términos más generales, la aparición del análisis del discurso
no es más que el síntoma de un cambio en el estatus acordado a los
textos. La práctica de los textos, hasta el momento de la penetración
de los análisis estructurales, estaba dominada por el punto de vista
"filológico”. Ya fuera en literatura, en historia, en etnología, en
filosofía, etc., se trataba de devolver los textos a la vida que se
consideraba que los había producido. í Se buscaban fuentes, influen­
cias, alusiones al contexto de la época, se quería descifrar, reconstituir
(si era preciso) el texto original, señalar eventualmente las falsifica­
ciones, evaluar su interés, etc. Se llegaba así a rodear el texto de un
10. Des tracts en mai 1968, introducción.

13
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

aparato de notas, de críticas que debían permitir su lectura, es decir,


de hecho, permitir encontrar directamente el pasado del que ema­
naba: la superficie del lenguaje era atravesada, una vez eliminada la
opacidad, y se alcanzaba su sentido, el de la época o del autor que
él ponía de manifiesto. Por el enfoque estructural, todo texto se ha
vuelto ahora, de “documento” que era, “monumento”, según la feliz
expresión de Michel Foucault. Ya no se atraviesa el lenguaje para
atrapar su sentido, despojándolo de los accidentes históricos, que lo
han vuelto opaco, sino que se busca despejar sus condiciones de posi­
bilidad para explicar su funcionamiento, con la ayuda de teorías de
la lengua, del inconsciente, de los discursos, de la ideología, etc., siste­
máticamente articuladas. Se despliega un sistema de correlaciones que
escapan a un contacto inmediato con lo vivido. El análisis del discurso
es el nombre dado a un conjunto de respuestas de la lingüística, muv
elementales por el momento, a esta enorme presión. A la vez, veremos,
se plantea una grave cuestión: ¿qué es de incumbencia de la lingüís­
tica en un discurso y qué no lo es? Y lo que no ¿a qué disciplina o
disciplinas corresponde?
Entretanto, el distribucionalismo norteamericano había integrado
la oración en la “lengua”; esta ampliación será aun más marcada después,
en la teoría generativa de Chomsky, que establece como punto de
partida a O, es decir, la oración. Así es como Chomsky afirma que,
según Saussure,
“la formación de la oración no es estrictamente un problema de lengua sino más
bien un problema de lo que él llama el habla; ella se encuentra, pues, fuera del
campo de la lingüística propiamente dicha. Es un proceso de creación libre, sin
restricción por parte de reglas lingüísticas salvo aquellas que gobiernan la forma
de las palabras y la disposición de los sonidos. Desde este punto de vista, la
sintaxis es un problema secundario y, efectivamente, hay pocas obras de sintaxis
durante el período de la lingüística estructurar .11

De hecho, Chomsky se separaba rigurosamente de Saussure al


afirmar el carácter dominante de la sintaxis y remplazar la concepción
de una lengua-depósito de signos por la de una “creatividad” del
sujeto hablante concebida como sistema de reglas. Al contrario de
Harris, que distinguía claramente entre oración y discurso, Chomsky
mantiene una cierta ambigüedad sobre este punto, pareciendo admitir
implícitamente que los sujetos hablantes producen oraciones. En ver­
dad, la teoría chomskiana no se construye contra una problemática
del discurso sino que la ignora casi totalmente. La competencia, con­
cebida como el sistema abstracto de reglas que sirven de base a las
oraciones producidas por el sujeto hablante, deja en la oscuridad las
11. Le langage et la pemée, Payot, 1970, p. 37.

14
INTRODUCCIÓN

variaciones debidas a las condiciones de producción de los enunciados


v a los hablantes.12 No es de extrañar, pues, que un teórico de la
lingüística del discurso pueda escribir que “el concepto de compe­
tencia [...] no llega a dar el conocimiento de la realidad del discurso,
ya que, como fundamento de una teoría de la oración para un ha­
blante-oyente ficticio, es incapaz de revelar la existencia del discurso”.13
Además, habría que ponerse de acuerdo sobre e f término discurso,
que se encuentra no solo en el centro de la reflexión de un filósofo
como Michel Foucault sino también en definiciones lingüísticas muy
restrictivas; este uso tan abundante y variado debe ser tomado como un
síntoma de su carácter teórico inestable.

POLISEMIA DEL TÉRMINO “DISCURSO”


Contrariamente a lo que sucede en otros campos de la lingüís­
tica, el análisis del discurso tiene grandes dificultades para dominar
su objeto. Lingüistas y no lingüistas hacen del concepto de “discurso”
un uso a menudo incontrolado, y mientras unos tienen de él una con­
cepción muy restrictiva, otros hacen de él un sinónimo muy poco
estricto del “texto” o de “enunciado”.
En lingüística, quizá menos que en otros campos, no hay eviden­
cias, y es necesario tener una clara conciencia de esta diversidad de
empleos para no incurrir en un contrasentido. Nosotros nos limitare­
mos a hacer algunas observaciones clarificadoras, sin pretender de
ningún modo resolver un problema terminológico de tal magnitud.
Si consideramos los diversos usos propiamente lingüísticos de
discurso, podemos mencionar:
1Q Discurso 1: sinónimo del habla saussureana; este es el sentido
corriente del término en la lingüística estructural.
29 Discurso 2: el discurso no está tanto referido a un sujeto sino
más bien considerado como una unidad lingüística de dimen­
sión superior a la oración (trasoracional) un mensaje tomado
globalmente, un enunciado.
39 Discurso 3: en este sentido, el discurso está propiamente inte­
grado al análisis lingüístico, ya que se considera el conjunto
de las reglas de encadenamiento de las sucesiones de ora­
ciones que componen el enunciado. El lingüista norteameri­
cano Zellig S. Harris fue el primero que, en 1952, propuso un
procedimiento para estudiar estos encadenamientos.
12. Es la famosa concepción del “hablante-oyente ideal” de Chomsky. Ver la
introducción de Aspectos de la teoría de la sintaxis, Madrid, Aguilar. 1968.
13. D. Slatka, Langages 23, p. 109.

15
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

4P Discurso 4: en lo que se podría llamar la "escuela francesa”


de análisis del discurso, se opone enunciado y discurso en
una definición que nos parece muy realista:
“El enunciado es la sucesión de las oraciones emitidas entre dos blancos
semánticos, dos detenciones de la comunicación; el discurso es el enunciado con­
siderado desde el punto de vista del mecanismo discursivo que lo condiciona.
Así, la consideración de un texto desde el punto de vista de su estructuración
«en lengua» hace de él un enunciado; un estudio lingüístico de las condiciones de
producción de ese texto hará de él un discurso.” 14

59 Discurso 5: nos vemos obligados a señalar un uso de discurso


que recorta los precedentes, pero con la diferencia de que
sería su reformulación en el marco de las teorías de la enun­
ciación (más adelante volveremos a este punto). Es en este
sentido que para Émile Benveniste “la enunciación supone la
conversión individual de la lengua en discurso”;15 en otra obra,
el mismo autor da la definición siguiente: "Hay que entender
discurso en su extensión más amplia: toda enunciación que
supone un hablante y un oyente, y en el primero, la intención
de influir de alguna manera en el otro”.16
6° Discurso 6: apenas separable de sus otros usos, la noción de
"discurso” entra frecuentemente en una oposición lengua/dis-
curso. La lengua se opone entonces como conjunto finito, rela­
tivamente estable, de elementos, al discurso, entendido como
lugar en que se ejerce la creatividad, lugar de la contextuali-
zación imprevisible que confiere nuevos valores a las unidades
de la lengua. Así es como se dirá que la polisemización de
una unidad léxica es un hecho de discurso que se convierte
progresivamente en hecho de lengua.
Si bien la definición 4 nos parece muy aceptable, no deja de pre­
sentar un problema, en la medida en que numerosos autores hablan
de "análisis del discurso” en el sentido de estudio lingüístico de las
unidades trasoracionales desde un punto de vista gramatical estricto
y sin ninguna referencia a las condiciones de producción del discurso
(así estudian, por ejemplo, el juego de los sustitutos pronominales en
un enunciado seguido). La oposición enunciado/discurso puede así
llegar a ocultar la importante oposición oración/discurso. Sería quizá
deseable utilizar el término enunciado para los enunciados que supe-
14. L. Guespin, Langages 23, p. 10.
15. Langages 17, p. 13.
16. Problémes de linguistique générale, p. 242 [la traducción española Pro­
blemas de lingüística general, México, Siglo XXI, 1971 es incompleta: falta el
artículo “Les relations de temps dans le verbe franyais”].

16
INTRODUCCIÓN

ran los límites de la oración si se los considera en su estructuración


estrictamente lingüística, y el de discurso cuando se consideran las
condiciones de producción de un enunciado (ya sea que consista en
una sola oración o en muchas, aunque sea muy raro que hava que
considerar discursos de una sola oración). Es evidente que íos dos
enfoques están inextricablemente ligados: muchos lingüistas piensan
que un estudio puramente interno de la lengua, sin tomar en conside­
ración el discurso, es imposible, sobre todo en el campo de la semán­
tica.
Una fuente de confusión no menos importante reside en la opo­
sición enunciado/discurso que se apoya en la perspectiva de la
enunciación. Oswald Ducrot, en su obra Dire et ne pas direy distingue
así dos componentes en la interpretación semántica de un enunciado
lingüístico: un componente lingüístico propiamente dicho y un com­
ponente retórico. El componente lingüístico asigna un sentido “lite­
ral” a los enunciados, fuera de cualquier contexto enunciativo deter­
minado, mientras que el componente retórico interpreta ese enunciado
integrándolo a una situación precisa de comunicación. Ducrot no se
inscribe explícitamente en el marco de una oposición enunciado/dis­
curso, pero ella está implícita en la lógica de sus palabras. En otros
autores, las cosas son más claras: consideremos, por ejemplo, el
esquema de P. Charaudeau,17 que usa sentido donde Ducrot (p. 111)
pone significación, y viceversa.
Enunciado + situación de comunicación = Discurso
I I
uso-consenso especificidad
; i
sentido significación
Dicho de otro modo, el sentido de un enunciado se define fuera
de todo marco enunciativo, mientras que su significación está refe­
rida a las circunstancias de comunicación que hacen de él un discurso:
“Si se considera el enunciado en su marco enunciativo, entonces este
enunciado se convierte en discurso, con una significación específica
además de su sentido-consenso [basado en el consenso lingüístico de
los sujetos hablantes]”.
Veamos un ejemplo, tomado de Charaudeau. “En la base de los
buenos negocios en Irlanda se encuentra el Allied Irish Investment
Bank”. Este enunciado puede tener, además de su “sentido”, “signifi­
caciones” diversas:
—Yo puede ser un anticapitalista que quiere convencer a un tú
que sostiene que Irlanda no tiene una economía basada en el capita­
17. “Réflexion pour une typologie des discours”, en Études de Linguistique
Appliquée N9 11, setiembre de 1973, p. 28.

17
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

lismo; en este caso, diremos que el enunciado contiene la informa­


ción: “ve usted que Irlanda está bajo la dominación de los trusts finan­
cieros”.
—Puede tratarse de un eslogan publicitario de la forma “si usted
compra P, obtendrá el resultado X”; debemos entonces sacar del
enunciado las informaciones siguientes, parte integrante de su infor­
mación: “si usted quiere que sus negocios marchen bien, e s n e c e s a r io
poner en la base de ellos al AliB; a h o r a b ie n , usted quiere eso,
p o r l o t a n t o póngase en contacto con el AIIB”.
Así, al cambiar las relaciones yo-tú, cambia la totalidad de la
significación de este enunciado.
Toda la dificultad de esta nueva oposición enunciado/discurso
reside en la cuestión de saber cuáles son las relaciones entre las condi­
ciones de producción (L. Guespin) y las circunstancias de comuni­
cación (P. Charaudeau), cuestión tanto más delicada cuanto que las
dos perspectivas declaran explícitamente su relación con un análisis
del discurso. Parece sin embargo posible afirmar que el análisis del
discurso en el sentido de Guespin presupone la otra perspectiva. El
tipo de significación que se puede extraer al insertar el enunciado en
su marco enunciativo resulta al fin relativamente inmediato, aunque
se trate de una significación implícita: existe un conjunto de reglas,
todavía mal conocidas, en la práctica habitual de la lengua, que
permiten a todo sujeto hablante de esa lengua decodificar correcta­
mente la interpretación de esos enunciados. La otra perspectiva, en
cambio, apunta esencialmente a significaciones construidas a partir
de hipótesis y de métodos basados en una teoría de la articulación
del discurso sobre las condiciones sociohistóricas. Mientras que los pri­
meros buscan más bien elucidar los mecanismos de la práctica usual
del lenguaje, los segundos se interesan sobre todo en textos y en
tipos de textos elegidos en función de preocupaciones que van más
allá del marco de una eventual teoría de la comunicación ordinaria.
Además, los problemas de interpretación de enunciados fuera de con­
texto no se presentan en los discursos estudiados como objetos socio-
históricos, ya que las restricciones contextúales eliminan ambigüedades
de este tipo (por otra parte, ¿son estas ambigüedades realmente lin­
güísticas? ).
En consecuencia, estas dos oposiciones enunciado/discurso se re­
cortan muy netamente sin que sea posible definir lo que en derecho
le corresponde a cada una. En estas condiciones, no se puede resolver
esta falta de rigidez conceptual, y es preciso ver en ella el correlato
del carácter muy inestable de la ‘enunciación” (v. infra, parte III) y
de la semántica, al menos en el momento actual. Por nuestra parte,
en este libro nos ocuparemos esencialmente de los discursos-objetos
sociohistóricos y no de lo que Oswald Ducrot llamaba el “compo­
nente retórico”.

18
INTRODUCCIÓN

Hay también usos de la noción de discurso que podrían califi­


carse, más que de no lingüísticos, de “paralingüísticos”. Este es parti­
cularmente el caso de Jacques Derrida y de Michel Foucault, cuya
reflexión se articula muy a menudo sobre la lingüística, pero sin
quedarse jamás fijada en ella.
En un artículo titulado “La structure, le signe et letíjeu dans le discours
des sciences humaines”,18 Jacques Derrida trata de concebir el acontecimiento que
ha hecho que se haya “debido sin duda comenzar a pensar que no había centro,
que el centro no podía ser pensado en la forma de un estar presente, que el
centro no tenía lugar natural, que no era un lugar fijo, sino una función,
una especie de no-lugar en el cual se jugaban hasta el infinito sustituciones de
signos. Es entonces e! momento en que el lenguaje invade el campo problemático
universal; es entonces el momento en que, a falta de centro o de origen, todo se
vuelve discurso [la bastardilla es nuestra], con la condición de ponerse de acuerdo
sobre esta palabra, es decir sistema en el cual el significado central, originario o
trascendental, no está nunca absolutamente presente fuera de un sistema de dife­
rencias. La ausencia de significado trascendental extiende hasta el infinito el
campo y el juego de la significación”.19

La reflexión del filósofo desborda ampliamente el marco de la


lingüística, y su concepto de “discurso” vale para el conjunto de los
sistemas de signos con los cuales se ven enfrentadas las ciencias huma­
nas. Esta extensión de un concepto lingüístico no deja de ser intere­
sante; en un nivel muy general, puede decirse que la definición del
discurso como rechazo de una instancia central es bastante satisfac­
toria, pues da cuenta del doble proceso por el cual se ha constituido
una lingüística del discurso: rechazo del habla saussureana, conside­
rada como “libertad del hablante, signo de su unicidad y de su incom-
parabilidad”,20 y rechazo correlativo de la sujeción a los límites de la
frase, que libera a la teoría del discurso de la noción de “juicio” refe­
rido a la subjetividad. Al hacer esto, la teoría del discurso se funda
como un “análisis no subjetivo de los efectos de sentido” contra la
ilusión que tiene el sujeto “de estar en el origen del sentido”.21
El discurso parece estar también en el centro de la reflexión de
Michel Foucault, al menos si nos atenemos a la frecuencia con que
usa el término: “regularidades discursivas”, “unidades del discurso”,
“formaciones discursivas”, “orden del discurso”, etc., están entre sus
conceptos fundamentales (asimismo, puede advertirse un empleo muy
particular del vocablo enunciado). Aquí nos limitaremos a hacer una
18. 1966, reproducido en 1967 en L’écriture et la différence, p. 409 s.
19. P. 411.
20. M. Pécheux y C. Haroche, en t.a. informations 1972, 1, p. 13.
21. M. Pécheux y C. Fuchs, “Mises au point et perspectives á propos de
l’analyse automatique du discours”, en Langages 37, p. 8.

19
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

sola observación: da la impresión de que Michel Foucault ha podido


distinguir su proyecto tan claramente de la empresa lingüística sólo
porque la lingüística a la que él remite es la lingüística propiamente
saussureana, basada en la dicotomía lengua/habla, ignorando tanto la
problemática del análisis del discurso como las teorías de la enuncia­
ción. Así, afirma:
“El análisis de los enunciados no pretende ser una descripción total, exhaus­
tiva, del «lenguaje» o de «lo que ha sido dicho»... No toma el lugar de un
análisis lógico de las proposiciones, de un análisis gramatical de las oraciones, de
un análisis sicológico o contextual de las formulaciones: constituye una manera
diferente de enfrentar las realizaciones verbales, de disociar su complejidad,
de aislar los términos que se entrecruzan en ellas y de respetar las diversas regu­
laridades a las que ellas obedecen. Al poner en juego el enunciado frente a la
oración o la proposición [la bastardilla es nuestra], no se intenta volver a encon­
trar una totalidad perdida”.22

Los trabajos de Foucault mantienen, pues, relaciones un tanto


falsas con la lingüística del discurso.
Lamentablemente, en el marco de este libro no podemos desa­
rrollar los puntos de vista de Julia Kristeva, que busca rearticular
teoría de las ideologías, sicoanálisis y semiología en una nueva forma-
lización de los sistemas de significación. Veamos solamente el con­
cepto de texto: si bien en la práctica lingüística funciona a menudo
como un simple doblete de discurso en el sentido 3, conviene sin
embargo señalar que Kristeva ha elaborado considerablemente esta
noción, en direcciones muy enriquecedoras para el análisis del discur­
so. Para esta autora, la semiología “toma actualmente por objeto mu­
chas prácticas semióticas que ella considera como traslingüísticas, es
decir hechas a través de la lengua y no reductibles a sus categorías”.23
En otras palabras, el discurso se construye también a través de estruc­
turaciones que le son propias; de ahí la definición de texto como “un
aparato traslingüístico que redistribuye el orden de la lengua [...],
una productividad, lo cual quiere decir: 1. su relación con la lengua
en la que se sitúa es redistributiva (destructivo-constructiva), por lo
tanto puede ser abordado a través de categorías lógicas más que
puramente lingüísticas; 2. es una permutación de textos, una intertex-
tualidad: en el espacio de un texto, muchos enunciados, tomados de
otros textos, se cruzan y se neutralizan”.24

22. Archéologie du savoir, p. 142.


23. Le texte clos, 1968.
24. Ibídem.

20
INTRODUCCIÓN

PROBLEMAS METODOLÓGICOS

Un discurso no es, pues, una realidad evidente, un objeto con­


creto ofrecido a la intuición, sino el resultado de una construcción.
La concepción del discurso como algo dado a la intuición y que
bastaría con recortar está acompañada a menudo del postulado implí­
cito de que existe una estructura única que sería suficiente desentrañar
para conocer la “esencia” de ese discurso. Asimismo, uno tendería
fácilmente a oponer una lengua llamada “natural”, sin reglas, la de la
conversación corriente por ejemplo, a tipos de discursos netamente
definidos (discurso polémico, argumentación, etc.), que entregarían
sin ambigüedad los signos evidentes de su existencia como discursos;
esto sería volver a introducir subrepticiamente la oposición lengua-
restricción/habla-libertad. Es necesario más bien considerar que todos
los enunciados, en derecho, corresponden a tipologías, a mecanismos
trasorarionoles de un cierto grado de generalidad, pero de manera más
o menos difusa. Por ejemplo, la conversación corriente obedece a
reglas de encadenamiento, a restricciones que no por corresponder,
evidentemente, a otro tipo de “rigor” que un discurso electoral, dejan
de obedecer a un orden propio. Del mismo modo, más allá de estas
restricciones generales que pesan sobre cualquier conversación, exis­
ten tipos de restricciones en función de los tipos de condiciones de
producción (de acuerdo con el estatus social de los hablantes, el am­
biente, los roles, etc.).
No hay que oponer, por lo tanto, un hipotético lenguaje libre, que
sería “natural”, sin ninguna restricción, y enunciados sometidos a dife­
rentes restricciones, que serían “discursos”: habrá que considerar el
discurso más bien como el resultado de la articulación de uná plurali­
dad más o menos grande de estructuraciones trasoracionales, en fun­
ción de las condiciones de producción. Eso supone, sin embargo, que
se mantenga la existencia de una “lengua”, de una base lingüística
común. En efecto, no se puede de ninguna manera pretender que, en
razón de la diversidad de las ideologías de los hablantes, de la varia­
ción del ambiente, la lengua estalle en una pluralidad heterogénea
de “microlenguas”. Esta “base” a partir de la cual se construyen los
discursos no debe ser considerada como si estuviera en la oración
En la actualidad, un cierto número de lingüistas25 intentan mostrar
que un texto cualquiera constituye una totalidad lingüística especí­
fica más allá de la simple suma de las oraciones que lo componen. Se
trata, pues, de un nivel superior de análisis que es parte de la “lengua”,
es decir, de las condiciones necesarias para la existencia de un discurso
cualquiera. Conviene distinguir cuidadosamente entre esta problemá­
25. Mencionemos en particular a un conjunto de lingüistas alemanes: Thüm-
mel, Heidolph, Stempel, etc. A este respecto puede consultarse el número 26 de
la revista Langages y su bibliografía, p. 122.

21
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

tica de “lengua” y las reglas de estructuración textuales vinculadas


con tipos discursivos particulares. Así, no habría que mezclar, por
ejemplo, las consideraciones relativas a los sustitutos pronominales o
a la eliminación de la ambigüedad por el contexto con las que se refie­
ren a la organización de las partes de una disertación filosófica.
Entre las estructuras discursivas más finas y las estructuras más
generales de la lengua puede construirse una escala de diversos gra­
dos de complejidad: así, se distinguen regulaciones trasoracionales de
un gran nivel de generalidad (narración, argumentación, diálogo, etc.);
en un nivel inferior, pueden señalarse tipos de estructuración más
específicos, para llegar finalmente a regulaciones finas muy particu­
lares.
Estas observaciones no deben llevar a pensar que las regulaciones
encajan armoniosamente unas en otras; por el contrario, se trata de
una interacción: así, en el nivel más elemental, un diálogo comprende
muchas veces componentes narrativos, y viceversa, o componentes
argumentativos; un discurso didáctico puede tomar la forma de un
diálogo, etc. Cuando se abordan estructuras discursivas complejas, este
fenómeno se marca aun con más claridad. Además, en esos discursos
complejos es considerable el peso del intertexto. Con el término inter-
texto se designa el conjunto de las relaciones con otros textos que se
manifiestan en el interior de un texto (cita, parodia, paráfrasis, nega­
ción, etc.): en este caso resulta a menudo más pertinente establecer
esas relaciones con el intertexto que poner el texto en relación inme­
diata v primaria con las condiciones de producción.
El análisis del discurso se caracteriza por operar las más de las
veces sobre varios discursos puestos en relación al considerar sus con­
diciones de producción; por lo demás, este es el sentido que ha
tomado la mayoría de las investigaciones en este campo.
“El análisis del discurso supone la consideración conjunta de varios textos,
dado que la organización interna del texto aislado no puede remitir sino a sí
misma (estructura cerrada) o a la lengua (estructura infinita, reiteración de
los mismos procesos) [. . .]. Cuando el análisis se desarrolla sobre un solo texto,
se hace referencia a una tipología existente.” 26

Necesariamente hay que establecer un invariante para llevar a


cabo un análisis de discurso. Encontramos aquí el problema de la
constitución del corpus; la comparabilidad de los discursos supone
invariantes: el mismo hablante en ambientes diferentes, con roles dife­
rentes, diferentes hablantes en las mismas condiciones de producción,
etc. No hay que olvidar, sobre todo, la diversidad de las relaciones
que pueden mantener los discursos entre ellos: alianza, inclusión, anta­
26. G. Provost-Chauveau, Langue Frangaise 9, p. 19.

22
INTRODUCCIÓN

gonismo, etc., y la necesidad de una reflexión teórica exterior a la


lingüística stricto sensu para determinar si el estado de las condiciones
de producción presenta un grado suficiente de estabilidad y homoge­
neidad.
En cuanto a los corpus posibles, evidentemente son infinitos en
número, pero los tipos de discursos analizables no ¿jo son. Reflexio­
nando, se comprende fácilmente que surgen muchas dificultades si
se pretende considerar como equivalentes todos los corpus teórica­
mente posibles. Lo específico del análisis del discurso es que intenta
construir modelos de discursos articulando esos modelos sobre condi­
ciones de producción. Se trata pues de poner en relación esas dos
instancias por medio de una “teoría del discurso”. Al hacerlo es posi­
ble chocar con dos obstáculos simétricos: enfrentarse con discursos
muy complejos, difíciles de relacionar con sus condiciones de produc­
ción o, por el contrario, encontrarse con discursos de estructuración
muy difusa, que se ponen en relación con las condiciones de produc­
ción de una manera tan inmediata que el desequilibrio se establece
esta vez en beneficio de las condiciones de producción. Ello no signi­
fica que esos dos tipos de discursos no tengan interés para la inves­
tigación, muy por el contrario, pero si intentara empezar por ellos, el
análisis del discurso correría el riesgo de adoptar una mala estrategia
heurística.
Supongamos que tomamos por ejemplo un corpus de discurso teo­
lógico. Estos textos se definirían esencialmente por las relaciones que
tienen con una multitud de otros textos teológicos sometidos a la
misma regla, dado que esta remisión de texto a texto es una de las
características esenciales de este tipo de discurso. Como el estatus
de los eclesiásticos y del conjunto de las instituciones religiosas en
una formación social es muy complejo, poner en relación directa y
sin mediación las condiciones de producción y ese tipo de discurso
sería una tarea muy difícil de realizar. A la inversa, un corpus com­
puesto de discursos “espontáneos” y poco estructurados sería, en el
estado actual de los conocimientos lingüísticos —es decir, de nuestra
ignorancia—, una estrategia equivocada: las condiciones de produc­
ción tomarían demasiada importancia. En otras palabras, para tra­
bajar con el máximo de eficacia, vale más tratar de equilibrar discurso
y condiciones de producción para que su articulación sea lo más rica
posible. Nos parece que esto explica en parte el éxito que tiene actual­
mente el análisis de corpus de discursos políticos.
Es conveniente precisar este punto: esta elección no es una exclu­
sión de los otros tipos de discursos, sino una elección “estratégica”
que debe permitir una ampliación progresiva de los tipos de corpus
que se toman en consideración. L. Guespin llega también a la misma
conclusión en cuanto a las razones profundas de esta restricción del
campo de investigación: “si no se quiere introducir el laxismo en este
23
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

dominio todavía nuevo que es el análisis de discurso, se impone espe­


cializarse en textos cuyas reglas discursivas sean lo menos capricho­
sas posible. A este título, el enunciado político es particularmente
satisfactorio”.27 Para este autor, en el discurso político “se trata general­
mente de enunciados sobre enunciados; así el problema de la situación
se reduce al mínimo; siendo la situación un discurso precedente, ella
ya es lingüística”.28
Parece sin embargo que el discurso político tiene con las condi­
ciones de producción una relación menos mediata que muchos otros
tipos de discursos y que, si bien la situación con frecuencia ya es lin­
güística, no obstante, por el estatus de sus protagonistas (jefes de
partido, diputados, etc.) y por su función muy señalada en la forma­
ción social, el discurso político constituye un dominio privilegiado:
discurso muy estructurado pero menos complejo29 que muchos otros,
discurso producido dentro del marco de un conjunto de instituciones
que fijan y delimitan con claridad sus condiciones de producción, dis­
curso lo más apropiado para una lectura en términos de ideología.
Para la lingüística existen dos maneras de concebir el discurso.
La primera consiste en no ver en él más que una simple extensión de
la lingüística. La segunda hace del discurso el síntoma de una crisis
interna de la lingüística, particularmente en el campo de la semántica.
Por el momento, la situación no está estabilizada, y esta fase de tran­
sición permite la coexistencia de acepciones múltiples, enredadas y
hasta contradictorias.
Un interrogante que es imposible dejar de plantearse y que ya
hemos encontrado es, pues, el de qué es lo que corresponde propia­
mente al campo de la lingüística en el análisis del discurso. No se
puede, al menos por ahora, dar una respuesta satisfactoria a esa pre­
gunta. Una cosa es segura: no es solo la lingüística la que debe trazar
esa línea divisoria, sino más bien una teoría del discurso. Una idea
de la complejidad del problema puede tenerse considerando la solu­
ción que ha intentado aportar Émile Benveniste, que en 1962 proponía
la oposición siguiente: “Hay por un lado la lengua, conjunto de signos
formales, extraídos por procedimientos rigurosos, escalonados en cla­
ses, combinados en estructuras y en sistemas, y por el otro, la mani­
festación de la lengua en la comunicación viviente”. La oración no
es unidad de la lengua sino del discurso: ‘Con la oración se sale del
dominio de la lengua como sistema de signos y se penetra en otro
universo, el de la lengua como instrumento de comunicación, cuya
27. Langages 23, p. 23.
28. Ibídem.
29. El uso del calificativo complejo es muy aproximativo; no queremos
decir que existen discursos “simples” y otros “complejos”: con estos términos
nos referimos al tipo de regulaciones trasoracionales que se articulan en la
unidad del discurso.

24
INTRODUCCIÓN

expresión es el discurso”.30 Pero subsiste la falta de rigidez conceptual:


¿el estuoo del discurso corresponde a la lingüística solamente? ¿Qué
estatus dar al discurso que sobrepasa los límites de la oración? ¿Se toman
en consideración las condiciones de producción del discurso? Benve­
niste retoma esta pregunta siete años después: “Hay que superar la
noción saussureana del signo como principio único, del cual depende­
rían a la vez la estructura y el funcionamiento déMa lengua. Esta
superación se hará por dos caminos: en el análisis intralingüístico, por
la apertura de una nueva dimensión de significación, la del discurso,
que nosotros llamamos semántica, que en adelante se distinguirá de
la que está vinculada con el signo y que será semiótica; en el análisis
traslingüístico de los textos obras, por la elaboración de una metase-
mántica que se construirá sobre la semántica de la enunciación”.31
El equívoco sólo queda desplazado: ¿cómo separar lo que corres­
ponde a lo “intralingüístico” y lo que corresponde a lo “traslingüís­
tico”, salvo en los casos extremos? Lo que se encuentra en el nudo
de la dificultad es precisamente el carácter muy oscuro de la enun­
ciación. Asimismo, una de las preguntas esenciales que actualmente
se plantea la lingüística se refiere a la semántica: ¿puede afirmarse
que esta corresponde únicamente a la lingüística? Los lingüistas tra­
tan de evitar las posiciones tajantes —excluir de la lingüística el estu­
dio del sentido o bien incluirlo totalmente en ella—, y prefieren
hablar de interacción entre lengua v discurso o, simplemente, como
Benveniste, hacer de ellos dos universos diferentes. Si la enunciación
ha dado origen a muchos equívocos es porque, valiéndose de ella
como una garantía, muchos trabajos pretenden mantenerse dentro de
un marco intralingüístico mientras desarrollan puntos de vista que
otros juzgan “traslingüísticos” (correspondientes al análisis del dis­
curso) considerándolos desde una perspectiva más estrecha o, al me­
nos, diferente de la enunciación.
Después de una fase de expansión “estructuralista”, en sentido
estricto, dominada por el análisis distribucional, y de una fase de
expansión de la gramática generativa y trasformacional que ha pro­
movido un notable desarrollo de la sintaxis, la lingüística choca fron­
talmente con los problemas de una semántica no lexicológica. La
noción de discurso viene entonces a suplir una carencia, pero sin que
sea posible, todavía, asignarle un estatus teórico riguroso. Desde un
punto de vista totalmente pragmático, en este libro entenderemos por
discurso fundamentalmente organizaciones trasoracionales que corres­
pondan a una tipología articulada sobre condiciones de producción
sociohistóricas.
30.Problemas de lingüística general, México, Sig lo X X I, 1971, p. 128-129.
Prohlémes de linguistique générale II. 1974, p, 66 ¡la s bastardillas son
31.
Problemas de lingüística general II, México, S ig lo X X I, 1977.
n u e stra s]; trad. esp.:

25
LOS ENFOQUES DEL DISCURSO
ADVERTENCIA

Los “métodos” que vamos a presentar han sido ordenados bajo


diferentes títulos (el enfoque lexicológico, el enfoque sintáctico, la
enunciación). Esta división de ninguna manera está basada en una
teoría, sino que es solamente el síntoma de las dificultades con las
que se enfrenta el análisis del discurso: ella no constituye, pues, sino
una clasificación pragmática con miras a una presentación clara.
En efecto, estas tendencias (más que enfoques) no tienen otro
fundamento que una cierta división de hecho del campo del análisis
del discurso, división cuyo fin desean ver los investigadores de modo
de preparar la construcción de una teoría capaz de integrar estos
caminos diversos.
No disimularemos el hecho de que esta presentación es dema­
siado selectiva y que muchos otros trabajos habrían podido ser comen­
tados en este mismo marco. El análisis del discurso —es sabido—
tiene el peligroso privilegio de encontrarse en el punto de intersección
de disciplinas que están ellas mismas en vías de constitución y cuya
articulación con la lingüística es, por desgracia, tan necesaria como
aún balbuciente.
No es de extrañar, en consecuencia, que “métodos” (en el senti­
do riguroso del término) como los de M. Pécheux, de Harris, o los
enfoques estadísticos, coexistan con hipótesis a menudo rudimenta­
rias —como la enunciación—, cuyos elementos todavía no presentan
unidad Sin caer en un pesimismo excesivo, hay que tener, sin émbar-
go, las más grandes reservas en cuanto a la estabilidad de los compo­
nentes de lo que se ha dado en llamar análisis del discurso. Retomando
la célebre metáfora de Claude Levi-Strauss, diremos que el análisis
del discurso se constituye por un trabajo de ‘bricolage” y que por
ahora está solamente en el estadio en que ensaya un poco todos los
instrumentos metodológicos disponibles.

27
I. EL ENFOQUE LEXICOLOGICO

1. LA LEXICOMETRIA

A) LAS INVESTIGACIONES LEXICOMÉTRICAS » DEL LABORATORIO DE


LEXICOLOGIA POLÍTICA DE LA ESCUELA NORMAL SUPERIOR DE SAINT
CLOUD2

Al ocuparnos de los trabajos de este equipo, no queremos decir


que son los únicos estudios llevados a cabo en este campo; por
ejemplo, nos referiremos también, aunque más someramente, a las
investigaciones realizadas dentro del marco del “análisis factorial de
las correspondencias”, que tiene preocupaciones muy semejantes. Nos
ha parecido que se trataba de una tentativa de encarar el problema
del discurso en forma sistemática, muy representativa tanto de las
posibilidades como de los límites de la utilización de los instrumentos
estadísticos. La estadística, fuera de contexto y en contexto, ofrece un
aparato metodológico muy diversificado, del cual quisiéramos aclarar,
en lo posible, algunos aspectos. Ejemplos del empleo de la estadística
para estudiar el léxico de un texto son en Francia los trabajos de P.
Guiraud3 y de Ch. Muller;4 ERA 56 es parte de sus investigaciones,
a las que da nuevas derivaciones.
1. Término que el equipo de Saint-CIoud ha preferido al de estadística
léxica.
2. Este laboratorio es un equipo de investigación, ERA 56, asociado al
Centro Nacional de Investigación Científica.
3. Problémes et méthodes de la statistique linguistique, Paris, P.U.F., 1960,
y Les caracteres statistiques du vocabtdaire, P.U.F., 1954.
4. Essai de statistique lexicale: le vocabulaire du théátre de P. Corneille,
Larousse, y La statistique linguistique, Hachette, 1974 (colección “Langue-Lin-
guistique-Communication” ).

29
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

Principios de análisis
La lexicometría se niega a privilegiar algún elemento, cualquiera
que sea, en un discurso; se basa en lo exhaustivo de los relevamientos,
la uniformidad del recuento y la unicidad del criterio de recuento.
Tres elecciones primordiales guían esta investigación:
a) elección del ítem formal,
b) elección de la red estadística,
c) elección de la norma intrínseca.5
a) De la totalidad del discurso sólo se conservan, como objetos
de análisis, los ítems formales (las palabras gráficas), con
exclusión de cualquier lematización, es decir de cualquier
agrupamiento de ítems sobre bases lexicográficas (poner los
verbos en infinitivo, los plurales en singular, etc.). En efecto,
para el equipo, la no lematización “se esfuerza por mantenerse
en la superficie del discurso, a fin de poner de relieve sus
realizaciones habituales o excepcionales”, mientras que “la le­
matización impone una problemática de lengua”.6
b) Al recurrir a la estadística matemática, se busca extraer leyes,
construir “redes”, tanto sobre el eje paradigmático (“jerarquías
de proporciones”) como sobre el eje sintagmático (“ordena­
miento de posiciones”) y sobre el eje “situacional”7 (relacio­
nes de determinación entre las condiciones de producción y
las formas léxicas). Todas estas “redes” apuntan a definir “el
sentido como el resultado global de un conjunto de relaciones
de eficacia”.8
c) Eso significa que la norma será definida en el interior de los
corpas y no, por ejemplo, con referencia a la “lengua”; se
trata de una necesidad ineludible, a menos de replantear el
concepto de “discurso”.
El recurrir a la estadística también impone restricciones y suscita
dificultades. No nos demoraremos en los problemas lingüísticos que
presenta el solo hecho de confiar en que, ocupándose sólo de los ítems
formales en un discurso, las mediciones y las redes extraídas forman
una imagen válida de los discursos y, más allá de ellos, de sus emiso­
res. Vayamos mejor a las cuestiones vinculadas con la estadística,
cuestiones que deben ser bien comprendidas si se quiere tener una
idea justa de este tipo de enfoque. Hay que distinguir absolutamente
tres niveles:
5. Des tracts en Mai 1968, Armand Colin, 1974, p. 19.
6. L ’indexation minimale, mimeografiado, mayo de 1973, p. 24.
7. Des tracts en Mai 1968, p. 23.
8. Ibídem.

30
EL ENFOQUE LEXICOLÓGICO

1. Un registro de frecuencia: el registro de una frecuencia de cier­


tos caracteres cuantificables más elevada en un corpus que en
otro. Ese registro no significa nada en sí mismo.
2. Nivel de inferencia estadística: se demuestra que tal corpus
posee significativamente más caracteres cuantificables de un
tipo determinado que tal otro. Aquí interviene la noción de
hipótesis nula:9 si se toma por norma el corpus mismo y se
supone que el carácter que se estudia obedece solamente al
azar (situación evidentemente ideal), es posible calcular la
“distancia” entre el modelo teórico así obtenido (“hipótesis
nula”) y la repartición real; se determina un “umbral de pro­
babilidad” que permite disponer de un intervalo entre los
límites del cual la “hipótesis nula” no podría ser rechazada.
En general se toma un umbral del 95 ó 99 por ciento: si el
carácter cuantificable está fuera de estos porcentajes, se lo
juzga significativo y la ‘hipótesis nula” es rechazada. En ese
caso, corresponde al investigador definir una hipótesis basada
en esa “significatividad”.
3. Nivel de inferencia sociolingüística: se decide entonces que tal
emisor ha escrito significativamente con más de ese carácter
cuantificable que tal otro. Gracias al “umbral” definido, es
posible evaluar el grado de seguridad con el cual se da una
conclusión.
Tratamiento de los textos
Se empieza por imprimir el corpus integral en tarjetas perforadas,
siguiendo un código convenido; un programa de indexación que fun­
ciona sobre computadora separa del corpus las palabras “funcionales”
(los instrumentos gramaticales que forman una lista cerrada, deter­
minada de antemano). Solo quedan, pues, las formas realmente “léxi­
cas”: esta es la única manipulación del discurso al comienzo. Los in­
vestigadores de Saint-Cloud se atienen al material escrito, a los
“ítems” (unidades gráficas separadas por dos blancos), a las oraciones.
De este modo se construyen índices (alfabéticos, jerárquicos).
Dividiremos esta presentación en dos partes: la lexicometría “pa­
radigmática”, que efectúa sus cálculos sin tener en cuenta los contextos
de los ítems, y la lexicometría de las “coocurrencias”, que busca cuan-
tificar los entornos de los ítems. Son dos perspectivas evidentemente
complementarias. No nos detendremos tanto en los índices estadísti­
cos de los ítems “fuera de contexto”, que son de las cosas relativa­
mente mejor conocidas en estadística léxica,10 como en los índices
9. Sobre la “hipótesis nula”, consultar Ch. Muller, La statistique linguis­
tique, Hachette, 1974, pp. 48, 91.
10. Particularmente por los trabajos de P. Guiraud y Ch. Muller.

31
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

relativos a la estadística de los contextos, el estudio de las coocu­


rrencias.
Para hacer más concreta esta rápida presentación, tomaremos co­
mo guía el estudio más importante realizado dentro de este marco,
referido al vocabulario de los volantes (panfletos) emitidos por grupos
políticos estudiantiles en la región de París durante los acontecimien­
tos de mayo de 1968. Este estudio es el objeto de una extensa obra.11
Aclaremos dos puntos, para comprender bien lo que sigue.
Los autores dividen los acontecimientos de mayo en tres períodos:
P1 = 1-13 de mayo (estudiantes),
P2 = 14-30 de mayo (huelga obrera)
P3 = 31*de mayo - 16 de junio (reflujo),
y utilizan las siguientes abreviaturas para los grupos:
CA Comité de Acción (hay varios con este nombre),
GP = grupos políticos,
Anars = Anarquistas,
FER = Federación de los Estudiantes Revolucionarios (trotskista),
JCR = Juventud Comunista Revolucionaria (trotskista),
22 M = Movimiento del 22 de Marzo,
PCF = Partido Comunista Francés,
PSU = Partido Socialista Unificado,
Situs = Situacionistas,
UJCML = Unión de las Juventudes Comunistas Marxistas-Leninistas,
VO = Voz Obrera (trotskista).

I. LEXICOMETRÍA FUERA DE CONTEXTO (PARADIGMATICA)

Hay algunos índices estadísticos que tienen el objeto de medir


la longitud de diversas unidades (volante, oración, segmento, ítem). Otro
índice estudia el coeficiente de lexicalidad de los diversos emisores, es
decir la proporción de formas léxicas en un texto, por oposición a las
formas funcionales. Otros se refieren a la extensión y la estructura del
vocabulario.
Número de ítems
— Coeficiente de repetición general (RG) = -------------------------
Número de formas

11. Des tracts en Mai 1968: mesures de vocabulaire et de contenu, Armand


Colin, 1974. Este libro es el resultado de la colaboración^ de ERA 56 (M. Tour-
nier, A. Geffroy, P. Lafon) y “analistas del contenido” de la Universidad de
Lyon II (Mouillaud, Gouazé, Demonet).

32
EL ENFOQUE LEXICOLÓGICO

— Coeficiente de repetición funcional (RF)


Número de ítems funcionales
Número de formas funcionales
— Coeficiente de repetición léxica (RL)
Número de ítems léxicos
__ ___________ó ______________________
Número de formas léxicas
Estos coeficientes se afinan por:
a) el cálculo de un efectivo teórico del vocabulario: se comparan
los emisores calculando para cada uno de ellos un vocabulario “teó­
rico”, el que tendrían si se redujera, por sorteo de su sobrante de ítems,
su longitud al más corto de ellos. Así se perfecciona la noción de “ri­
queza léxica”.
b) estructura “léxica” del vocabulario: cálculo destinado a distin­
guir los grupos según el criterio siguiente: dos grupos pueden tener
el mismo número de ítems léxicos y utilizar de manera muy diferente
las frecuencias de las formas (ejemplo absurdo: 100 ítems para 50
formas pueden corresponder respectivamente a 45 formas de frecuen­
cia 1 y una forma de frecuencia 5, o a una repartición más regular).
Se señala así una repetición más o menos grande en las formas más
frecuentes (palabras-temas, según Guiraud). La interpretación es di­
fícil: fila diversidad es índice de pensamiento inconsistente o de pro­
fundidad? Estos índices son en realidad insuficientes y es necesario
recurrir al estudio de las formas específicas de cada emisor.
Los vocabularios
Nos ocuparemos principalmente de estos índices, que constituven
una investigación bastante original en este campo. La cuestión cen­
tral es la siguiente: ¿qué formas léxicas permiten caracterizar la origi­
nalidad del discurso de un emisor y qué formas pertenecen al fondo
común, al “discurso trivial” de mayo de 1968?
La noción de frecuencia no t s simple y unívoca. “La frecuencia es la resul­
tante de dos tipos de empleo: generalidad de un término, si este es tomado del
repertorio fundamental de los usuarios de la época (estado de lengua) o del de
una situación de comunicación (estado de discurso); particularidad, si el término
caracteriza un momento, un tema o un género preciso (registro) o bien si es
propio de un hablante individual o colectivo al que contribuye a caracterizar
(idiolecto). Toda frecuencia es, pues, una magnitud mixta, que resulta de una
relación y de una acumulación”.12

12. Op. cit,, p. 131.

33
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

El vocabulario original
Es el recuento de las formas que solo se encuentran en un emisor
determinado. Lo importante es la acumulación o la poca frecuencia
de las formas originales en el texto. Se calculan entonces los porcenta­
jes que permiten agrupar a los emisores por familias según su grado
de originalidad (obviamente, se busca compensar el factor de longitud
de los diferentes corpus para no falsear la clasificación).
Inversamente, se confecciona la lista de las formas léxicas comu­
nes a los hablantes; se trata de definir un vocabulario “trivial” que
da cuenta tanto de la repartición como de la frecuencia. Se parte de
la frecuencia relativa (o probabilidad) de la forma léxica en el con­
junto del corpus y se deduce de ella para cada parte una subfre-
cuencia teórica. Considerando la distancia entre la subfrecuencia real­
mente observada en esa parte y la subfrecuencia teórica —que se
mide por el procedimiento llamado de las distancias reducidas—, se
puede entonces definir como específica una forma que sobrepasa un
umbral determinado de esas distancias reducidas. Las formas triviales,
en cambio, no tienen ninguna distancia normal. De este modo es po­
sible sacar a la luz el vocabulario específico de un período, de un
grupo, o de un grupo durante un período determinado. Para que esta
especificidad tenga un sentido, hay que operar solo con las formas
léxicas de una frecuencia suficiente. A cada grupo, o período, puede
atribuirse un índice de particularidad, en función del porcentaje de
formas originales y de formas específicas, eliminando el parámetro de
la extensión del vocabulario. Por ejemplo, para los grupos de mayo
del 68, la clasificación de particularidad se establece de la manera
siguiente:13
índice de particularidad
PSU 25,1% CCA 34,4%
JCR 27 % CAU 36,4%
CAQ 28,7% ML 37,2%
22 M 28,7% ANARS 37,7%
CAOE 30,1% FER 40,4%
VO 30,4% SITUS 42,0%
PCF 30,9% CAL 42,4%
CAE 33,2%
El núcleo no específico se define como el vocabulario formado
por las unidades que no son marcadas ni por los períodos ni por los
grupos: son 72 formas de los GP y 137 de los CA. En esta lista hay
que separar el “francés fundamentar’ de primer grado 14 y la parte del
13. Ibíd., p. 160.
14. Lista de palabras que sirvieron ai C.R.E.D.I.F. para elaborar el “fran­
cés fundamental” (Vélaboration du frangais fondamental, París, Didier, 1956).

34
EL ENFOQUE LEXICOLÓGICO

vocabulario político fundamental de los volantes de mayo. Resulta


finalmente que este núcleo trivial sólo representa el 5 por ciento del
corpus. El núcleo no específico permite nuevas investigaciones: qué
parte de la utilización del núcleo corresponde a cada período, qué
uso hace de él cada grupo, etc.
Al recurrir al análisis factorial de las correspondencias (v. in/ra),
los autores quisieron también estudiar los parentescos léxicos, y hacen
intervenir tres variables: los emisores, los períodos y los fragmentos
(esto es, un emisor en un período determinado); en otras palabras,
por ejemplo, qué relaciones de proximidad tienen entre sí los diversos
emisores en cuanto a la especificidad de su vocabulario, y en función
de cada período.
Se encuentran dos usos discursivos diferentes: los grupos trots-
kistas, en particular, dan la prioridad al vocabulario común de mayo
sobre sus vocabularios específicos; en las dos antípodas se encuentran
el PCF (vocabulario de partido) y ML, 22M, SITUS, ANARS.
El cálculo de las distancias entre fragmentos lleva a fijar sucesi­
vamente una de las dos variables (emisor, período). Se habla de
afinidad (o por el contrario de antagonismo léxico) entre un emisor
y su vecino más cercano para un período dado. Se comprueba que en
el primer período los situacionistas son el antagonista de todos los
grupos, mientras que en el segundo período lo son los anarquistas
(¿los emisores más marginales?).
Un último índice, el índice de cohesión, permite estudiar la per­
manencia, la estabilidad de los emisores durante los tres períodos (de
Pi a P2, de P2 a ¥3, de Pi a P3) por el término medio de estas tres
distancias. La interpretación es difícil: ¿esclerosis o coherencia? o
bien, en el caso contrario, ¿espontaneidad o incoherencia?
COHESIÓN
fuerte ( débil
1 : 2
1
PCF PSU 22MFER ! ML JC R : ' Anart Situs
i VO 2.23
i
M edia

Figura 1 15

Hay que señalar, sin embargo, que esta “cohesión” depende estre­
chamente del carácter más o menos repetitivo del vocabulario, pero
no solamente de eso: así, el PSU está en segunda posición por la cohe­
sión a pesar de su vocabulario bastante variado (quinta posición).

15. Des tracts en Mai 1968, p. 182.

35
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

II. LEXICOMETRÍA EN CONTEXTO: LAS COOCURRENCIAS


‘ La lexicometría del índice, de la lista y de la palabra debe
completarse con una descripción estadística de la secuencia, de la
distribución.” 16
La coocurrencia no se define en el punto de partida como una
relación semántica, sino que corresponde a la posición material de
las redes de atracción estadística de las formas que se repiten varias
veces en el corpus.
La computadora contabiliza las unidades léxicas de las expan­
siones a la izquierda y a la derecha de una forma léxica elegida como
polo dentro de los límites de las puntuaciones fuertes, es decir de la
oración. Se llama cofrecuencia observada (cfo) el número de aparicio­
nes de una forma léxica observadas en el entorno de un “polo”. Pero
este índice resulta evidentemente insuficiente, pues es dar el mismo
valor a un ítem inmediatamente cercano al polo y a un ítem más
alejado; se introduce entonces un índice de proximidad.
Se da el valor -j- al ítem inmediatamente contiguo, -j- al segundo
y así sucesivamente hasta completar la expansión. Pero aparece una
nueva dificultad: un determinado ítem vecino, que sólo se encuentra
raramente pero siempre inmediatamente contiguo al polo, pasaría de­
lante de otro, repetido con mucha frecuencia en las cercanías del polo
pero en un lugar más alejado. Se define entonces el coeficiente de
vecindad v para privilegiar la frecuencia evitando este inconveniente.
cofrecuencia observada X a/ £ l/d

donde = índice de proximidad


Este coeficiente es afinado a su vez, trasformado en un coefi­
ciente C que reduce todos los polos a un coeficiente medio:
_ v x 100
frecuencia del polo
Nueva dificultad: ¿los coocurrentes mayores corresponderían a las
formas más frecuentes del corpus? Interviene entonces la cofrecuencia
teórica (cft), que es el producto de la longitud de la expansión en
ítems por la frecuencia relativa de la forma en el corpus. Se presentan
tres casos:
1) cfo p* cft (cfo sensiblemente igual a cft): se dice entonces que la
vecindad es “normal”.
16. Ibíd., p. 184.

36
EL ENFOQUE LEXICOLÓGICO

2) cfo < cft (cfo menor que cft): se puede entonces considerar que
el polo “repele” esta forma de su vecindad. Podría quizás encararse
la estructuración de los gráficos de “repulsión” de los tabúes.
3) cft < cfo (cft menor que cfo): se habla de atracción por parte del
polo. En este caso, se hablará de coocurrentes.
Para afinar estas nociones, se recurre a la prueba $e la “distancia
reducida”,17 que se define por la medida entre el valor observado de
una variable y su valor teórico (esta prueba se basa en el postulado
estadístico según el cual cada forma léxica tiene en cada etapa del
texto una probabilidad igual de ser el término buscado, probabilidad
que corresponde a su frecuencia relativa en el corpus). Una vez com­
pletadas todas estas manipulaciones, queda aislado un resto de formas
significativas en las dos expansiones de la forma-polo. Ordenando estos
coocurrentes jerárquicamente, con relación a una cima, se obtiene un
léxico grama.
Los lexicogramas
Se pueden considerar dos tipos de lexicogramas:
1) de un solo piso, planos;
2) de varios pisos, escalonados.
1) Lexicograma de un solo piso:
Se representan con un gráfico conectado las relaciones de las
cim a s co n el p o l o : 1*

Figura 2

2) Lexicograma de varios pisos:


Es un procedimiento recursivo: tomando como “polo" uno de los
coocurrentes de ese primer piso, se determina otro piso, y así suce­
sivamente:
17. Ver Ch. Muller, La statistique linguistique, p. 69.
18. Cf. Des tracts en Mai 1968, p. 192.

37
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

Figura 3 19
Se dice que P2 hace de punto de conexión entre dos lexicogramas
de pisos diferentes.
Una cima del segundo piso puede, a su vez, con la prueba de dis­
tancia reducida, tener coocurrentes a la derecha y a la izquierda. Si
algunos de estos coocurrentes coinciden con formas léxicas del piso
segundo o primero, hav cierre por falta de salida (“impasse”), por
oposición al “árbol” que implica la abertura. Pero este árbol debe obe­
decer a “reglas de marcha” rigurosas, para que no se abran ramifica­
ciones no pertinentes. Si se comprueba que la cima alcanzada está insu­
ficientemente representada por su frecuencia en el corpus, no está permi­
tido continuar el gráfico a partir de ella: es una cima pendiente. Cuando
es el coeficiente de coocurrencia de un polo el que es insuficiente, o
cuando no hav coocurrencia en absoluto, se habla de un pozo. Se habla
de circularidad (“cyclage”) cuando los coocurrentes de un polo ya han
aparecido en un piso anterior. Si uno de los coocurrentes es el polo
mismo, hay cerramiento (“bouclage”). Para cada polo se puede calcu­
lar el número medio de vecinos que engendra en todas sus expansiones:
esto es la amplitud de una vecindad. Comparando la amplitud de la
vecindad a la izquierda del polo y la de la derecha, es posible consi­
derar qué posición media ocupa el polo en la oración. Algunas formas
están situadas a la izquierda en todos los corpus, o a la derecha, pero
otras pueden estar a la izquierda en algunos corpus y a la derecha en
otros. “El lingüista, interpretando las ubicaciones así determinadas,
podría extraer de allí indicaciones sobre funcionamientos sintácticos
mayores”.20 La amplitud general se define como la suma de la amplitud
izquierda y la amplitud derecha; esta amplitud permite aislar dos
grupos de formas “extremas”, características de dos tipos de “microdis-
cursos”: las formas léxicas que funcionan preferentemente en secuen­
cias cortas y las que funcionan en las secuencias largas. No nos deten­
dremos en las múltiples reflexiones que se pueden suscitar a partir de
este índice, tanto en el campo sintáctico como en el de una tipología
del discurso del volante.
19. Dea tracts en Mai 1968, p. 192.
20. lh'ul., p. 202.

38
EL ENFOQUE LEXICOLÓGICO

El estudio de los coocurrentes de un polo permite comparar el


entorno léxico de una forma idéntica en el corpus de dos emisores
diferentes o, a la inversa, comparar el entorno de dos términos dife­
rentes que funcionan en un mismo corpus (se llega así a una aproxi­
mación interesante a la noción de “sinonimia”). Comparemos, por
ejemplo, los lexicogramas del polo étudiants [estudiante] en el corpus
de los CA v en el de los GP: 21
GP CA
¿s Étudiants / Étudiants v
^ [estudiantes] estudiantes]^^
* travailleurs paysans * travailleurs * travailleurs
[trabajadores] [campesinos] [trabajadores] [trabajadores]
* ouvriers facultés lutte * ouvriers
[obreros] [facultades] [lucha] [obreros]
* action veulent * ouvriers lutte
[acción] [quieren] lobreros] [lucha]
comité Sorbonne Mai * jeunes
[comité] [Sorbona] [mayo] [jóvenes]
usinas C.R .S. * enseignants * enseignants
[fábricas] cóté [docentes] [docentes]
* lycéens [bando, partido] combat progressistes
[estudiantes nouvelle [combate] [progresistas]
secundarios] [nueva] * jeunes * lycéens
* hier m édecine [jóvenes] [estudiantes
[ayer] [m edicina ] * action secundarios]
* jeunes occupent [acción] révolutionnaire
[jóvenes] [ocupan] vive [revolucionario]
* face enseignantt [viva] répression
[cara, frente] [docentes] fédératíon [represión]
luttes Censier [federación] université
[luchas] syndicales trois [universidad]
soiidaire [sindícales] [tres] professeurs
[solidario] refusent unión [profesores)
coude [rehúsan] [unión] quartier
[codo] savent centaines [barrio]
exploitation [saben] [centenas] doivent
[explotación] C .G .T . m asse [deben]
intentions manifestar [masa] rué
[intenciones] [manifestar] F.E.R . [calle]
accepte directions révolte Nanterre
[acepta] [direcciones] [rebelión] * facultés
Charléty victimes vendredi [facultades]
rejoignez [víctimas] [viernes] latín
[unios] comprendre barricadas [latino]
C .G .T . [comprender] [barricadas] peuvent
Citroén Jour [pueden]
refusé [día] paysans
[rehusado] * hier [campesinos]
unis [ayer] ensem ble
[unidos] * face [conjunto]
coude [cara, frente] socialista
[codo] isoler [socialista]
seul [aislar] apprentis
[solo] 10 [aprendices]
nature opposer participer
[naturaleza] [o p o n e r] [participar]
résister colére battre
[resistir] [cólera] [golpear]
fascistes nuit droit
[fascistas] [noche] [derecho]
riposte organiser
[respuesta] [organizar]
* refusent
[rehúsan]

21 . Ibíd., p. 217 .

39
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

Los términos precedidos de un asterisco definen la intersección co-


ocurrencial, o sea el 26 por ciento de los términos del gráfico.
El estudio de los lexicogramas del polo étudiants [estudiantes]
puede hacerse también para cada emisor tomado aisladamente, para
ver cuál es la contribución de cada uno al lexicograma global. Se ob­
serva, por ejemplo, que la UJCML se caracteriza por una proximidad
importante al lexicograma de los GP, mientras que el PCF contribuye
muv escasamente a él, aunque el vocablo esté empleado en sus docu­
mentos casi con tanta frecuencia como en los de la UJCML.
Inversamente, es posible estudiar los casi sinónimos, por ejemplo
travailleurs [trabajadores] y ouvriers [obreros], de manera de ver si su
funcionamiento diverge, y en qué medida. Hay una multitud de aná­
lisis que pueden realizarse en este dominio. Así, después de haber
construido el lexicograma de un solo piso de esos dos lexemas en los
corpus CA y GP, se puede trazar el esquema de las intersecciones de
sus coocurrentes.

O UVRIERS B
Com ités de A cció n

A TR AVAILLEUR S AB
C om ités de A cc ió n
ensem ble

AD BD
vive AB D 0 com ités
paysans F lin s
usine
AC ABCD
m illio n s étudiants
revendications ACD so lid arité
gréve
in te lle ctu els jeunes
entreprises lutte
CD Grupos
m ilitan ts p o lítico s
lycéens O UVRIERS D

Grupos p o lítico s
A = zonas de travailleurs en CA
C TRAVAILLEURS B = zonas
C = zonas
D = zonas

Figura 4 22

22. IhUL, p. 226.

40
EL ENFOQUE LEXICOLÓGICO

ABCD constituye una especie de “núcleo” fundamental de atracción


mayor: ¿voluntad de asegurar la unión entre las luchas obreras y
estudiantiles?
Si es la “unión” lo que caracteriza la intersección de estos dos
lexemas, ¿en qué consisten sus diferencias? Ouvrvers tiende a funcionar,
sobre todo en los documentos de los comités de accionen un contexto
inmediato, localizado. La forma travailletirs, en cambio, menos encar­
nada, sobre todo en su empleo por parte de los grupos políticos, en­
cuentra sus características de funcionamiento en la red de términos
abstractos.23
La comparación de los espectros informa poco sobre el “sentido”
de este polo, pero mucho sobre su contextuaUzación, es decir sus cone­
xiones, imprevisibles en la “lengua”.
Pueden estudiarse otros pares de palabras: gréve/lutte, étudiants/
travailleurs. Por ejemplo, la intersección de lutte GP v lutte CA es del
13 por ciento, mientras que la de gréve CA y gréve GP es del 39 por
cierto.

Figura 5 24
Este esquema debe ser corregido inmediatamente: solo el PCF y
el ML facilitan este “parentesco”, pues, para los otros grupos, la inter­
sección es casi vacía. De este modo se pueden construir verdaderas
redes al considerar ouvrier f| étudiants, travailleurs 0 étudiants, redes
que después son referidas a los diferentes emisores políticos.
Existen igualmente índices estadísticos que permiten estudiar los
grados de estereotipia de los coocurrentes de un polo, particularmente
gracias a la relación:
NFL (número de formas léxicas)
NIL (número de ítems léxicos)
Se habla así de disponibilidad contextual. Si se calcula la diferen­
cia entre el valor real de la relación de contexto y su valor teórico (en
23. Ibíd., p. 230.
24. Ibíd., p. 235.

41
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

función de la frecuencia), es posible comparar palabras emparentadas,


o la misma palabra en hablantes diferentes. Tomemos por ejemplo el
vocablo pouvoir [poder]. Está “disponible para una contextualización
diversificada’25 en la JCR y VO, pero “se comporta como un término
restringido en PSU, 22 M y ML”. Es una de las palabras más frecuen­
tes del PSU, pero, si bien es aun más frecuente en el PCF, no tiene
para este la misma importancia que para el PSU, ya que la diferencia
valor real/valor teórico es nula (se ve aquí que la frecuencia no significa
nada en sí misma). Se dirá que pouvoir funciona como polo de agluti­
nación en el PSU y solamente como forma-tema en el PCF: se trata en
realidad de lexemas diferentes, el poder que hay que combatir, el
poder que hav que conquistar. A cada emisor se puede atribuir un con­
junto de “polos de aglutinación” y clasificarlos en función de estas
restricciones contextúales a sus palabras más frecuentes.
No menos interesantes son las informaciones que brinda el lexico­
grama de varios pisos: si se toma como punto de partida la palabra más
frecuente y mejor repartida del corpus, lutte [lucha], se observa que
el corpus de los GP permite construir 11 pisos (105 cimas), mientras
que el de los CA queda completo en 5 pisos (26 cimas).
Mientras que el gráfico amplificado de los CA se satura rápida­
mente, su gráfico simplificado muestra una estructuración variada, fuer­
te hasta el piso 5. En cambio el gráfico de los GP alcanza una comple­
jidad enorme que lo hace difícilmente representable (272 cimas), pero
a partir de un núcleo inicial muy ligado entre sí y muy reducido. De
esto se deduce una hipótesis:
“Los grupos políticos operan sobre un esquema profundo de alta
frecuencia (lutte-étudiants-travailleurs), con prioridad acordada a étu-
diants y después a travailleurs. Sobre esta red fundamental, han sabido
crear una redecilla extremadamente diversificada y dispersada.. . Sig­
no, por un lado, de un acuerdo léxico de fondo en la mayoría de los
emisores políticos y, por el otro, de una heterogeneidad léxica enorme
en los funcionamientos adyacentes [...], [los CA], de origen espontá­
neo, ensayan al azar impactos militantes, parten de un esquema básico
mucho más diversificado y menos homogéneo del cual da cuenta aquí
la estructura fuertemente secuencial, desigualmente soldada y menos
cerrada sobre sí misma de lutte-travailleurs-étudiants-ouvriers-comité(s)
-action-gréve. En cambio su vocabulario de conjunto, que parece más
reducido, se revela también más homogéneo, concentrado alrededor de
nudos secundarios importantes tales como greve y action.”21
El manejo de los lexicogramas es muy delicado: la esperanza
de los actores sería, siguiendo la red de las “cadenas de atrac­
ción, sacar a la luz, más allá de lo textual y de lo dicho, otros mensajes,
25. Ibíd., p. 244.
27. Ibíd., p. 255.

42
Reglas de marcha:

26. Ibid.y p. 251.


Figura 6 26
reprendre conditions 11 facultés JL|rH usines

43
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

menos inmediatos, menos evidentes”. Estas solo son las premisas de


una profundización metodológica y teórica que se debe proseguir.
Se impone la máxima prudencia: “descripción lexicométrica significa
únicamente describir un sistema léxico con la ayuda de una medición
apoyada en pruebas”;28 se trata de técnicas al servicio de la semántica
y de la historia, y no de un edificio autosuficiente.
Algunas conclusiones: índices sintéticos29
Para sintetizar estos diferentes modelos y permitir una clasificación
lexicométrica de los diversos emisores, se observan tres criterios: longi­
tud, conformidad, repetitividad. La “longitud” agrupa los cálculos refe­
ridos a la longitud de los volantes, ítems, segmentos, oraciones. La “con­
formidad” se basa en la conformidad con los modelos de extensión del
vocabulario, de trivialidad del vocabulario, conformidad coocurrencial
(conformidad con los lexicogramas generales de los términos mayores,
aglutinación media) y por último “centralidad léxica” (parentesco me­
dio de un emisor con los otros grupos, y con el conjunto de los grupos,
incluido él mismo). En cuanto a la “repetitividad”, actúa sobre una
multitud de índices, desde la “restricción contextual” hasta la repetiti­
vidad léxica.
La repetitividad permite oponer dos “políticas de escritura”: por
un lado, un discurso repetitivo, con muchos eslogans, enganchado apre­
suradamente alrededor de algunas formas esenciales, “política de sim­
plificación y de dirigismo lingüísticos, de formulación cerrada: escritura
de cadena”, que caracteriza al PCF y la FER, y, por el otro, un dis­
curso fluido, variado, “escritura de trama” (JCR, situacionistas), pero
la interpretación de esto es extremadamente delicada. La UJCML, el
22 de Marzo y el PSU participan de las dos escrituras sin fijarse en una
u otra. Es interesante comprobar que la estereotipia no es de la misma
naturaleza cuando se cristaliza alrededor de las palabras más frecuen­
tes o alrededor de formas secundarias (el caso de la UJCML, particu­
larmente). El PSU tiene una posición muy notable, ya que compensa
sus ausencias de repetitividad con una ausencia de originalidad léxica:
cohesión muy fuerte de un vocabulario a la vez trivial y variado. ¿Po­
dría decirse que la escritura de cadena es una escritura “de protección”
y “de cobertura”, mientras que la escritura de trama sería una escritura
“desacralizante”, “de divertimiento”?
B) A PROPÓSITO DEL ANÁLISIS FACTORIAL DE LAS
CORRESPONDENCIAS
Se trata de un método matemático de tratamiento de los datos,
28. Ibíd., p. 278.
29. Cf. Des traets en Mai 1968, p. 280 s.

44
EL ENFOQUE LEXICOLÓGICO

elaborado por J. P. Benzécri y sus colaboradores del Instituto de Esta­


dística de la Universidad de París. El método ya ha sido objeto de
aplicaciones diversas en las ciencias humanas, particularmente en socio­
logía. Con fines lexicológicos se utiliza desde hace varios años, y el
historiador A. Prost ha publicado un estudio sobre el vocabulario de
las proclamas electorales de 1881, 1885 y 1889 30 qut^ en gran medida
se inspira en estos procedimientos: es de esta obra de la que nos
ocuparemos aquí.
El análisis factorial, precisémoslo bien, sólo es un método de trata­
miento de los datos, v no de constitución de los datos. Dicho de otro
modo, es pasible de las mismas críticas que cualquier empresa que
opera sobre las palabras en la superficie del discurso; además, se trata
de una estadística “fuera de contexto”, con los inconvenientes que ello
implica. Veremos, sin embargo, que tal método presenta un gran interés
para la interpretación de numerosos discursos.
En el marco de este libro, no es cuestión de explicar en detalle
este análisis factorial, ni siquiera de hacer un resumen sucinto de él,
de modo que nos contentaremos con algunas indicaciones.
Tomemos un ejemplo sencillo: supongamos que vamos a estudiar la posi­
ción respectiva de varios diputados en función de la frecuencia del uso que hacen
de dos términos, por ejemplo justicia y orden. Estos datos pueden representarse
muy bien mediante un sistema de ejes ortogonales. Si se asigna la abscisa a
justicia y la ordenada a orden, cada diputado será un punto en la intersección de
las paralelas a los ejes, según su frecuencia de empleo de los dos términos.
Supongamos un diputado A que utiliza justicia cinco veces y orden dos
veces, y un diputado B que utiliza dos veces justicia y cuatro veces orden.

4 B
1
----------------

3-
Orden
<
¥~

2-
1.

iii
l
ii
ii
i
ii
ii
ii
.

1--
(._

i !
! !
t,
1 2 3 4 5

Figura 7
Para el conjunto de los diputados, obtenemosuna especie de “nube” de pun­
tos. Se puede construir matemáticamente una recta que pase lo más al medio posi­
ble de esta nube, es decir una recta tal que la distancia de los puntos de la nube
30. Vocabulaire des proclamations électorales de 1881,1885 et 1889, P.U.F.,
1974 (Publications de la Sorbonne).

45
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

a esta recta sea la menor posible. En realidad no se toma la distancia sino el


cuadrado de la distancia: la recta será entonces “la recta de los cuadrados míni­
mos” o “eje factorial”. Este eje pasa por el “punto medio”, es decir el punto cuyas
coordenadas corresponden a la media de los empleos de los dos términos en todos
los diputados.
Aquí puede suceder una de dos cosas: o bien la forma de la nube es tal
que este primer eje factorial, o primer factor, resume bien la nube de puntos, su
“información”, o bien es necesario “extraer” un segundo factor para resumir mejor
la información restante. En la medida es que nuestra nube tiene solo dos dimen­
siones en nuestro ejemplo (los dos términos justicia y orden), solo se pueden extraer
dos factores, y volver a encontrar los datos iniciales a partir de estos dos factores.
La diferencia entre la primera nube y la segunda (la obtenida después de la
extracción de los factores) es que la construcción de la segunda impide cualquier
relación llamada de “correlación”. Hay correlación entre dos series cuando una
varía en función de la otra (por ejemplo, si los diputados que emplean mucho
justicia emplean poco urden, y viceversa). En términos matemáticos, se dirá que
hay correlación si la suma del producto de las coordenadas de cada punto no es
nula, siendo el origen de los dos ejes el punto medio de las dos series.
Sobre un espacio de dos dimensiones, un método semejante no ofrece dema­
siado interés, pero teniendo que vérseías con cincuenta, cien, docientas o más
palabras, las cosas serían totalmente irrepresentables. El objetivo es comparar
sistemáticamente entre ellos todos los pares que forman un diputado y su fre­
cuencia de empleo de cada término: si se asemejan, en qué medida, si varían en
sentido contrario, etc. En efecto, de manera análoga, en espacios pluridimen-
sionales se demuestra la existencia de entes matemáticos llamados también factores
que toman un valor tanto sobre el conjunto de los diputados como sobre el
conjunto de los términos.
Para hacerlo, se extraen esos “factores” de acuerdo con un orden estricto:
el primer factor extraído es el que resume la proporción más importante de infor­
mación contenida en la nube. A partir de los datos, se puede calcular el porcen­
taje de información que cada factor debería resumir si no hubiera ninguna corres­
pondencia pertinente entre los datos: es posible evaluar así el grado de significa-
tividad de los factores. Con 50 factores, cada uno, en la “hipótesis nula” (v.
supra), resumiría un 2 por ciento de la información. Un factor es una función
matemática que permite asignar un valor real a-todos los elementos (cada diputado
y cada término): el primer factor toma tal valor para cada uno de esos elementos;
el segundo, tal otro, y así sucesivamente. Si se inscriben estos valores sobre una
sucesión de ejes (los factores extraídos), con un origen, se obtiene una repartición
significativa de los diputados y de los términos.
Señalemos que el conjunto de los diputados y el conjunto de los vocablos
son solidarios, estando la posición de los diputados sobre el eje vinculada con pala­
bras: así, dos términos que se encuentran cercanos en el eje son empleados por
los mismos diputados frecuentemente uno con el otro. Pero muchas veces el ana­
lista es llevado a representar diputados y términos separadamente, lo cual no debe,
sin embargo, hacer pensar que los diputados son independientes de los términos.
Aquí no podemos detallar los procedimientos que permiten, en particular,
compensar las distorsiones entre las frecuencias absolutas de uso de los términos.

46
EL ENFOQUE LEXICOLÓGICO

Conviene recordar que el análisis factorial apunta esencialmente a restablecer en


forma gráfica los datos iniciales en su complejidad, y haciendo visibles las rela­
ciones coherentes que ellos implican: la interpretación se funda entonces en un
estudio de sus correspondencias.
El trabajo de Prost se ha basado en un corpus r^table en muchos
aspectos: se trata de las profesiones de fe y compromisos electorales
que el diputado Barodet había pedido que se reunieran y publicaran
como anexos al Boletín Oficial a partir de 1881. Es un corpus muy
homogéneo, que ofrece grandes facilidades para un análisis compa­
rativo.
Para las proclamas de 1881, el análisis factorial se había basado
en 53 vocablos escogidos por el autor en razón de su carácter signi­
ficativo. Para no hacerse pasible de las críticas que podría suscitar
una selección de ese tipo, Prost cambió sus datos para las elecciones
de 1889: se definió una muestra de 113 diputados (un quinto de la
cámara) en función de su tendencia política y de la región que repre­
sentaban. En cuanto a los términos, se tomaron los que tenían una
frecuencia absoluta superior a 10, un total de 240 vocablos. El autor
se niega a excluir términos que podrían juzgarse a priori sin interés
político, pues considera “como político todo el vocabulario utilizado
en situaciones reconocidas en general como políticas”31 y se niega así
a prejuzgar el resultado del estudio.
El primer factor cruzado con el segundo da resultados interesantes
(v. Figura 8, en la página siguiente):
El primer factor (Fi) opone netamente izquierda/derecha (es
negativo para la derecha y positivo para la izquierda). Las excepcio­
nes solo son aparentes: así, el diputado radical 607 está a la derecha
porque intenta recobrar una circunscripción de los bonapartistas. El
gráfico localiza a los boulangistas en el centro-derecha, entre los con­
servadores y los oportunistas. El segundo factor (F2) tiende a oponer
los extremos al centro.
Este diagrama debe completarse necesariamente con el estudio
del de las palabras (que no reproducimos aquí). Encontramos, por el
primer factor, a la derecha la denuncia de los scandales [escándalos],
milliards [miles de millones]; la evocación de los honnetes gens; el
léxico de la lucha escolar: enseignement [enseñanza], école [escuela],
enfant [niño], pere [padre], famille [familia], etc. A la izquierda, en
cambio, encontramos travailleur [trabajador], ouvrier [obrero], démo-
cratie [democracia], réforme [reforma], comité [comité], radical [radi­
cal], social [social], etc. Se observan polarizaciones difícilmente pre­
visibles: France [Francia], Nation [Nación], pays [país], peuple [pue­
blo], patrie [patria] están a la derecha, lo mismo que paix [paz],
31. Op. cit., p. 111.

47
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

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32. Ibícl., pp. 114-115. N.B.: Las cifras remiten a los diputados. Este grá­
fico debe ser leído primero de izquierda a derecha (Fi) y después de abajo hacia
arriba (F2), sin confundir las dos lecturas para no confundir los dos factores.

48
EL ENFOQUE LEXICOLÓGICO

guerre [guerra], amiée [ejército]. El vocabulario jurídico, en cambio,


está más bien a la izquierda: État [Estado], loi [lev], etc. No preten­
demos dar aquí el detalle de los comentarios de Prost: señalemos que
después de haber cruzado Fi v F2, cruza F] v F3, pero que este último
cruzamiento plantea enormes dificultades, en razón de la incoheren­
cia aparente de las posiciones de los diputados y de^Jos términos. El
autor se ve llevado a formular la hipótesis de que el tercer factor
permitiría oponer revisionismo y antirrevisionismo, pero advierte que
la única lógica del gráfico es que los diputados que no tratan ese
problema quedan agrupados en la parte alta. Se tropieza entonces
con una dificultad, inherente al enfoque estadístico:
El “análisis factorial se basa en textos, y no en posiciones [ . . . ] . Si tuvié­
ramos solamente tres textos para analizar: uno que dijera .soy partidario de la
revisión de la constitución; el segundo, soy adversario de la revisión de la cons­
titución, y el tercero que no dijera palabra del problema, el análisis factorial afir­
maría, con razón, que los dos primeros textos tienen en comúnrevisión y consti­
tución, y que se oponen en conjunto al tercero”.33
Una nueva hipótesis se abre paso: ¿qué tienen en común los que
no hablan de revisión? Un rechazo de las cuestiones de política y
la presencia del vocabulario de los negocios es un rasgo común a
ciertos republicanos, conservadores y boulangistas. La conclusión que
de ello extrae el historiador es que el análisis factorial no da resul­
tados “que hablan inmediatamente”, sino que es solamente “una espe­
cie de microscopio que, por una parte, obliga a una lectura más
rigurosa de los textos y, por otra, contribuye a convalidar las interpre­
taciones que esa lectura sugiere”.34
Por último, Prost ha tratado de estudiar la evolución léxica de
1881 a 1889 mezclando los diputados de 1881 y 1889. Después de
algunas manipulaciones necesarias, se obtiene el gráfico de la página
siguiente, cruzando Fi y F2 para términos y diputados.
0 Traducción española de los términos de la fig. 9. Parte superior: radical,
sufragio universal, programa, constitución, democracia, republicano, progresivo,
estado, política, social, república, negocios, nombre, niño, familia, amenaza, sagrado,
vejatorio, pueblo, ciudad versus campo, partido, nación, igualdad, patria, libertad,
conciencia.
Parte inferior: reforma, defensa, principio, público, progreso, perseguir, mar­
char, institución, mejorar, desarrollar, liberal, luchar, derecho, libre, autoridad, paz,
país, sociedad, porvenir, verdadero, orden, moderno, independencia, tradición,
mantener, propiedad, prudente.
En cuanto a los diputados, las derechas de 1881 se mezclan estre­
chamente con las de 1889, y lo mismo sucede con las izquierdas, inde­
pendientemente del hecho de que se trate de elecciones diferentes.
33. Und., p. 129.
34. Ihíd., p. 133.

49
35. Ibíd.y p. 142.
EL ENFOQUE LEXICOLÓGICO

Para el vocabulario, como se ve, hay dos polos antagónicos: radical,


progressif, réforme, marche, démocratie, etc./enfant, famille, sacré, au-
torité, etc. Ahora es posible todo un juego de comparaciones de
detalle: así, la palabra constitution, a la izquierda en 1881, se ha
deslizado al centro. Existe una capa de vocabulario fluido que evo­
luciona según los acontecimientos; prácticamente, sólo el tercer factor
permite marcar la oposición entre 1881 y 1889. Se pjjede estudiar la
repartición de la masa de los diputados en relación con los ejes en
1881 v 1889: se observa así que hay desplazamientos globales sobre
el cuadro. También es posible estudiar los deslizamientos léxicos de
los diputados que figuran en las dos asambleas.
No vamos a desarrollar las conclusiones que un estudio de este
tipo puede sugerir a los historiadores (problemas de periodización,
oposición estructura/acontecimiento, etc.). Hay que desconfiar, quizá,
del atractivo que puede provocar un enfoque tan seductor: este aná­
lisis encuentra las mismas dificultades que cualquier enfoque de esta­
dística léxica, y no puede aportar un verdadero avance teórico. Se
advierte fácilmente que las preocupaciones lingüísticas de estos tra­
bajos son en extremo reducidas (esto no es de ningún modo una
deficiencia para una investigación histórica, pero no debe crear ilusio­
nes). No se desemboca en ninguna clase de estructuración de los
discursos, cosa que diferencia estos análisis de los que se llevan a
cabo, por ejemplo, en Saint-Cloud. Los notables resultados así obte­
nidos deben mucho al tipo de discurso elegido, como lo reconoce
Prost: “El estudio de Barodet era de lejos el más fácil y el más sim­
ple . . . Ninguna otra situación política nos ofrece datos léxicos que
se presten tan bien al análisis”.36 El análisis del discurso puede sacar
gran provecho de estos enfoques si no se queda en ellos y vuelve al
texto: no es posible que se satisfaga con un simple recuento de la
superficie que no toma en consideración el engendramiento sintáctico.
Constituyendo un innegable enriquecimiento del aparato estadístico,
el análisis factorial de las correspondencias aplicado al léxico de dis­
curso tiene todas las ventajas de aquel, pero también todos sus límites.

36. Ibíd, p. 158.

51
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

CRITICA A LA LEXICOMETRÍA
La lexicometría se presenta, por definición, como un aparato
formal riguroso que, por ello, sólo puede seducir a los que esperan
demasiado de ella o suscitar la desconfianza de los que la desconocen.
Con respecto a la lexicometría, existe un tipo de crítica que podría­
mos calificar de “primaria”, consistente en considerarla como un puro
recuento de palabras. Se observa, en primer lugar, que esta crítica
apunta sólo a la estadística fuera de contexto, pero sobre todo que
este tipo de argumentación a menudo corre parejas con el postulado
implícito de que el texto no constituye sino marginalmente un objeto
de conocimiento, y que su esencia última es indecible, inabordable
por otras vías que las intuitivas. La práctica del instrumento estadís­
tico enseña necesariamente que se trata de una metodología probada,
fina, o más bien que va afinándose constantemente en el curso del
análisis: lejos de ser un método, un algoritmo perfectamente infalible,
la herramienta estadística suscita constantemente la iniciativa del
investigador, su espíritu crítico, y le permite construir un edificio de
modelos rigurosamente articulados unos sobre otros que se impugnan
entre sí hasta que es elaborada una hipótesis satisfactoria para el
discurso. Como escriben M. Tournier et alii: “Nada más evidente que
la insignificancia de las frecuencias relevadas. Que determinada forma
aparezca tantos o cuantas veces no tiene «en sí» ningún interés. El
interés empieza cuando la frecuencia se hace relativa, específica, cuan­
do se conjuga con la repartición o va en contra de ella, cuando con­
duce al cálculo de una frecuencia teórica”.37
El segundo tipo de crítica va mucho más lejos y constituye un
cuestionamiento radical. Así, Michel Pécheux dirige dos reproches a
lo que él llama el “cómputo frecuencial”:
1. La estadística lingüística pertenece a una problemática no lin­
güística, correspondiente a un “campo teórico presaussureano”, donde
el único concepto tomado de la lingüística es “el de la biunivocidad
de la relación significante/significado, lo cual autoriza a notar la
presencia del mismo contenido de pensamiento cada vez que aparece
el mismo signo”.38 De este modo se borraría la polisemia irreductible
de los lexemas.
2. Esos cómputos “no dan cuenta de la organización del texto,
de las redes de relaciones entre sus elementos [...]. Se obtiene, sí, una
descripción tan fina como se desea, pero se descuidan los efectos de
sentido que constituyen el contenido del texto”.39
37. Des tracts en Mai 1968, p. 24.
38. Analyse automatique du discours, p. 3.
39. Ibíd., p. 4.

52
EL ENFOQUE LEXICOLÓGICO

Advirtamos ante todo que Pécheux sólo se ocupa aquí de lo esta­


dística fuera de contexto (en una nota agrega: “se pude observar sin
embargo que el método de análisis de las coocurrencias permite seña­
lar un tipo particular de relación entre los elementos”).40 Claro que
con precauciones metodológicas rigurosas es posible compensar en
parte estas lagunas: no olvidemos que el análisis lexicométrico es deci­
didamente comparativo y confronta sistemas de modelos, no signos
aislados. No obstante, la objeción de Pécheux no pierde su validez, en
la medida en que el análisis lexicométrico se ve obligado en cierto
modo a anular numerosos “efectos de sentido”. La puesta en relación
de un estudio en contexto y de un estudio fuera de contexto puede, sin
embargo, ser muy fecunda, al corregirse los dos enfoques recíproca­
mente.
El instrumento estadístico tiene una función que es difícil negarle:
ayudar a construir hipótesis de trabajo, señalar hechos significativos.
De cualquier manera, es absurdo descalificar globalmente el enfoque
estadístico, sobre todo en sus desarrollos más recientes. La lexicome-
tría no pretende ser un enfoque exclusivo, v su gran interés está en
constituir un conjunto coherente de modelos, cuya validez se puede
discutir con precisión: un conjunto que debe ser confrontado con las
conclusiones de otros enfoques, y que nunca puede ser suficiente para
fundar únicamente en él la pertinencia de conclusiones. Como dice
Tournier, “sólo es un instrumento en el conjunto de los otros instru­
mentos posibles en las ciencias humanas, cuyo interés y pertinencia
comienzan con la convergencia de los resultados”.41
Otra serie de objeciones concierne a lo que R. Robin llama el
“isomorfismo entre grupos sociopolíticos y léxico. ¿Podría señalarse
cada grupo político por el empleo específico que haría de ciertas pala­
bras?”.42 Lo dicho para los grupos políticos es válido para todos los
emisores: ¿sería el vocabulario una especie de etiqueta colocada sobre
cada tipo de productor de discursos? J.-B. Marcellesi, siguiendo a
Prost, hace notar que “se ha comprobado que en circunscripciones de
derecha, un candidato de izquierda empleaba palabras utilizadas gene­
ralmente por candidatos de derecha [...]; el candidato es capaz de
producir discursos diferentes”.43 Sería propio de una visión ingenua
de la ideología hacer coincidir lo que son los hablantes y lo que dicen
de sí mismos. No* insistiremos en este problema, cuya existencia
basta para rechazar la posibilidad de un uso “salvaje” de la estadís­
tica. Todo empleo del método estadístico debe estar precedido nece­
sariamente por una reflexión teórica muy fina.
En un sentido, es mucho más grave comprobar que un texto está
40. Ibíd.
41. Répétivité et réseau lexicométrique . . ., p. 16.
42. Op. cit., p. 38.
43. Langages 23, p. 55.

53
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

lejos de ser perfectamente homogéneo: sucede frecuentemente que se


introduzca el discurso de un adversario, que el hablante mezcle diver­
sas fuentes de enunciación, o que ataque empleando la forma de la
negación del discurso opuesto. En este caso, observa Marcellesi, “se
asiste, curiosamente, a una verdadera inversión de las frecuencias
esperadas ... Una de las reglas del discurso polémico es que en él se
dice lo que son o no son los otros, y no lo que es uno mismo ... La
consecuencia metodológica es la siguiente: es difícil considerar la ocu­
rrencia de una unidad sin estudiar el contexto”.44 Sería deseable que
existieran programas suficientemente finos para dar cuenta de estos
registros de discursos, pero conviene hacer notar que, además de la
negación pura y simple de los enunciados del otro, hay otro medio
—mucho más difícil de señalar— de negar: el silencio, la laguna (el
laboratorio de Saint-Cloud tropieza con muchas dificultades para
delimitar, a la luz de las coocurrencias, los tabúes léxicos de los diver­
sos hablantes). La ausencia tiene sentido igual que la presencia, pero
se necesita una tabla de comparación para hacerla aparecer.
En conclusión, puede decirse que la estadística es un instrumento
tan eficaz como peligroso de manipular. La limitación actual de la
estadística léxica a la superficie formal del discurso no está fundada
en derecho: así, Michel Pécheux considera la posibilidad de utilizar
el instrumento estadístico dentro de una metodología que desestructura
la superficie (v. infra, parte II). Son posibles diversas mejoras: afinar
la teoría de las coocurrencias, de manera de construir redes que den
mejor cuenta del engendramiento de los discursos; tomar mayor con­
ciencia de la no-homogeneidad de un texto, etc. Una prolongación inevi­
table de estas investigaciones ha de ser la aplicación de la lexicometría
entre las metodologías que operan un tratamiento de la superficie y
hacen intervenir a la sintaxis e hipótesis de orden semántico sobre el
corpus. El tratamiento exhaustivo de la superficie da resultados inte­
resantes y presenta ventajas metodológicas, pero sólo es uno de los
enfoques lexicométricos posibles, y el más elemental. Se puede consi­
derar perfectamente la posibilidad de poner en relación, por medios
estadísticos, el léxico, la sintaxis, y aun fenómenos de enunciación.
Obviamente, esto está vinculado con los progresos de la teoría lingüís­
tica. De todos modos, la era de los "cómputos frecuenciales” está con­
cluida para la lexicometría. Es igualmente deseable una articulación
más sistemática de los enfoques cuantitativos y no cuantitativos, que
todavía están demasiadq separados, para desgracia de unos y otros.

44. Ibíd., p. 46.

54
EL ENFOQUE LEXICOLÓGICO

2. LEXICOLOGIA NO CUANTITATIVA

La lexicometría ya nos ha introducido en un cierto número de


reflexiones sobre la semántica discursiva. Pero, aunqtte la lexicometría
opera sobre los contextos, sin embargo sólo trabaja en el nivel super­
ficial de ellos, y muchos efectos de sentido se le escapan. Por lo
tanto, debe ser confrontada con otras prácticas lexicológicas.
Realizar un análisis lexicológico “en lengua” es una tarea diferente
de estudiar los lexemas de un discurso o de un corpus de discursos
definidos. Si bien la semántica “discursiva” comparte muchas de las
dificultades con que se enfrenta también la semántica de la lengua,
ella ofrece, sin embargo, facilidades mucho más grandes. Es sabido
que el dominio de la semántica se ha resistido, y sigue resistiéndose,
a las tentativas de estructuración rígida. El estructuralismo lingüís­
tico se ha basado fundamentalmente en la fonología y la morfología,
v ha tratado de encontrar las mismas posibilidades en el léxico; sin
embargo, la complejidad, el entrecruzamiento, la fluidez de las estruc­
turaciones léxicas han desalentado a muchos investigadores.
La consecuencia de ello es bien conocida: los semánticos estruc-
turalistas se aferraron con predilección a ciertas partes del léxico que
presentaban grandes facilidades para una eventual estructuración, por
estar ya preestructuradas: gama de colores, términos de parentesco,
grados militares, taxonomías populares, etcétera.
LOS CONCEPTOS DE “VALOR” Y "EMPLEO”
El núcleo de la semántica estructural se sitúa alrededor de la
noción de valor en Saussure, que lleva a renunciar a la identificación
del sentido de una palabra con lo que ella significa. Saussure llama
significación a la relación que une al significante y sigmf: ado de un
signo, v sostiene que el valor domina la significación; en otras pala­
bras, cuando se estudian significados, no se encuentran “ideas” dadas
de antemano, independientes de los sistemas en los cu Jes aquellos
tienen lugar. Los significados de la lengua se delimitan unos a otros,
deben ser considerados como un sistema de diferencias. La noción de
“valor” permite entonces definir el “sentido” de una palabra por el
lugar que ella ocupa en el sistema de relaciones sintagmáticas y
paradigmáticas que tiene con otras palabras del vocabulario, siendo
fundamental no creer que existen propiedades semánticas asociadas
a las palabras fuera del sistema léxico de la lengua. Si se considera,
por ejemplo, el “campo semántico” constituido por el conjunto de los
verbos de temor en una lengua (temer, recelar, tener m iedo...), en

55
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

la medida en que, “dentro de una misma lengua, todas las palabras


que expresan ideas vecinas se limitan recíprocamente [...], si recelar
no existiera, todo su contenido iría a sus concurrentes”.45
La noción de empleo, asimismo, pero en una forma esencialmente
polémica, ha permitido sustraer a la semántica de su preocupación
tradicional, que consistía en definir el sentido en términos de signi­
ficación. El filósofo Ludwig Wiítgenstein dio su nombre a la concep­
ción que identifica el sentido de una palabra con su utilización. “No
busquéis el sentido de una palabra, buscad qué empleo se hace de
ella” ha quedado como una ocurrencia famosa, que el autor retoma en
otro lugar de manera más matizada: “Para una amplia clase de casos
de utilización de la palabra sentido —aunque no se trate de todos los
casos—, se puede explicar esta palabra así: el sentido de una palabra
es su utilización en la lengua’.46 Este punto de vista ha demostrado
ser extremadamente fecundo para el análisis semántico, pues ha dado
vuelta la problemática habitual y permitido estudiar el funcionamiento
efectivo de las unidades léxicas. Por desgracia, ha planteado igual­
mente problemas: así, se ha podido escribir que si “el sentido es la
regularidad que se encuentra en los empleos de un signo, [...] esta
regularidad es ella misma un fenómeno que debe ser explicado”.47
El tercer concepto fundamental de la semántica estructural es el
de campo semántico, consecuencia directa del concepto de “valor”,
que ha sido objeto de muchas impugnaciones en la forma caricatu­
resca que a veces ha tomado, pero que se ha revelado fecundo. La
idea de semánticos en particular alemanes, como ]. T rier48 era que los
conceptos recubren lo real, lo recortan como una especie de gigantesco
rompecabezas, sin ningún vacío, de modo tal que cualquier despla­
zamiento de uno de los elementos provoca una restructuración de todo
el sistema. Lamentablemente, este tipo de estudios se muestra defi­
ciente cuando uno sale de ciertos dominios semánticos privilegiados
(¡otra vez!): aparecen lagunas, cruces; además, hay que tener en
cuenta los niveles de lengua, la frecuencia de uso, etcétera.
A decir verdad, la noción de “campo semántico” no está exenta
de ambigüedad: los campos semánticos son la mayoría de las veces
“campos conceptuales”, destinados a encontrar los esquemas concep­
tuales de una sociedad a través de su lengua. Así, el investigador parte
45. Curso de lingüística general, p. 197.
46. Philosophische Untersuchungen [Investigaciones filosóficas], § 43.
47. L. Antal, citado por H. E. Brelde, Sémantique, p. 48.
48. Trier se hizo conocer en 1931 por una aplicación del concepto de “campo
semántico” a la evolución del vocabulario de la inteligencia en alemán. Cada vez
que aparece una palabra nueva, se restructura el conjunto del sistema: “lo que
es la imagen del hombre, no puede decirlo la palabra aislada; so’o lo pueden, en
su coexistencia estructurada, las palabras que en conjunto constituyen la lengua
en el sector del conocimiento” (Über die Erforschung des menschenkundlichen
Wortschatzes ISobre la investigación del léxico del conocimiento humano]).

56
EL ENFOQUE LEXICOLÓGICO

de una idea a priori (el léxico de la vivienda, el léxico del parentesco,


etc.), sin preocuparse directamente por el funcionamiento efectivo
de las estructuras lingüísticas (polisemia, homonimia, sufijación, locu­
ciones, posibilidades sintácticas, etc.). Aunque de hecho “campo se­
mántico conceptuar’ y “campo semántico lingüístico” se interfieren
constantemente en los análisis concretos, las dos perspectivas deben
ser distinguidas con claridad. Hay, pues, en térmicos esquemáticos,
dos tipos de campos semánticos en la práctica lingüística habitual, si
se definen estos campos, de manera muy general, como las relaciones
semánticas entre varios vocablos que determinan un dominio circuns-
cribible del léxico. Es posible tomar como punto de partida un grupo
de unidades que recortan un dominio homogéneo del referente (cam­
po conceptual), o bien partir de una sola unidad polisémica, o de
varias, agrupadas según un criterio puramente lingüístico (afijos co­
munes, la misma etimología, etc.): se habla entonces de campo lingüís­
tico. En el segundo caso, se despliega, por ejemplo, la multiplicidad
de los usos, de las posibilidades sintácticas de una unidad (si se trata
de estudiar una forma léxica polisémica), para asignarle un espacio
de funcionamiento. Evidentemente, los dos aspectos son complemen­
tarios. Como regla general, diremos que un “campo semántico con­
ceptual” puede definirse por los siguientes rasgos:
a) Los términos puestos en relación entran en un mismo para­
digma y corresponden a la misma categoría sintáctica.
b) Estos términos tienen un “punto común” semántico, es decir
que están en intersección semántica.
c) Se definen unos en relación con los otros, forman un dominio
circunscribible donde cada uno extrae su “valor” de la delimi­
tación por parte de los otros elementos del microsistema.
Es evidente que de esta manera pueden integrarse muchos ele­
mentos en un microsistema. La mayoría de las veces se impone una
selección si uno es estricto en cuanto a la condición c. De hecho, un
discurso restringe considerablemente las posibilidades de la lengua, y
los microsistemas que pueden extraerse de él comportarán necesa­
riamente unidades muy correlacionadas semánticamente. En efecto,
a un nivel mucho más modesto que el del análisis “en lengua”, el
análisis del discurso puede construir microsistemas a partir de un
estudio de las relaciones estructurales entre varios elementos conve­
nientemente elegidos en un corpus. Lamentablemente, para estructu­
rar tales “campos” de manera satisfactoria, intervienen siempre, en
forma más o menos explícita, hipótesis sobre el funcionamiento “en
lengua” de las unidades de esos campos: el problema sólo ha sido
desplazado, pero no totalmente resuelto.
Si bien estas nociones esenciales presentan, como se ve, graves

57
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

problemas en el marco del estudio de la lengua, la lexicología apli­


cada al estudio del discurso puede, sin embargo, fundarse en ellas de
manera menos arriesgada.
En efecto, tratar de desentrañar, por ejemplo, el funcionamiento
de la palabra felicidad en un discurso determinado no es otra cosa
que estudiar sus relaciones sintagmáticas y paradigmáticas con otras
unidades lingüísticas en los límites estrictos del discurso considerado:
la noción de “empleo” se hace entonces más operativa, ya que se
trabaja sobre un dominio finito. Sin embargo, como hemos dicho, no
es por eso cuestión de cerrar sobre sí mismo el discurso estudiado,
sin referir sus unidades léxicas a su funcionamiento en la lengua y en
tales o cuales otros discursos (intertexto) cuya consideración de­
muestra ser indispensable.
UN CONCEPTO ÚTIL: LA CONNOTACIÓN
Habría que precisar, todavía, el carácter léxico de las unidades
de un discurso. Para ello debe ayudarnos la noción de “connotación”,
al permitirnos concebir mejor las relaciones entre lengua y discurso.
No nos ocuparemos del sentido corriente del término connota­
ción. Este concepto, definido desde los comienzos de la lingüística
estructural, se ha divulgado mucho en todas las ciencias humanas y
durante mucho tiempo ha servido de “tapatodo” para la semántica.
Esto explica la desconfianza que existe ahora hacia las “connotacio­
nes”, que se considera que nombran la dificultad para ocultarla mejor.
En términos muy esquemáticos, la pareja denotación/connotación permite
habitualmente oponer significación esencial/significaciones accesorias, secundarias,
concebida la denotación como un estado “neutro” de la lengua. Por ejemplo, se dirá
que en francés gueule [hocico, jeta] tiene en denotación el sentido de “cara”, pero
que además posee connotaciones vulgares, groseras, etc.49 Tales fenómenos son
absolutamente innegables, pero no basta con comprobar su existencia o describir­
las de manera informal en un discurso: es necesario además mostrar cómo esas
“connotaciones” se integran al texto, cómo son parte de los elementos que conver­
gen para una explicación. En otras palabras, no hay que hacer de ellas un halo
facultativo que rodearía a ciertos vocablos, sino elementos con significación en una
estructura explicativa coherente. Lo aue la semántica estrictamente contemporánea
reprocha, con justa razón, al concepto de connotación es el hecho de que perma­
nece ligada a la palabra, en lugar de integrarse en las diferentes teorías en vías de
constitución, a las que esa noción corresponde: la teoría de los niveles de lengua,
el análisis del discurso, la enunciación, etc.

49. Es, por lo demás, una decisión teórica importante integrar o no estas
connotaciones en la definición “sémica” (v. infra) de los lexemas: en caso de
integración pura y simple, la noción de connotación desaparece, o más bien
pierde su carácter equívoco.

58
EL ENFOQUE LEXICOLÓGICO

La connotación, tal como la define Louis Hjelmslev,50 plantea deli­


cados problemas de interpretación. El lingüista danés define un len­
guaje como una función que une un plano de expresión (el signifi­
cante) y un plano de contenido (el significado), y una semiótica
denotativa como “una semiótica en la cual ninguno de los dos pla­
nos es en sí mismo una semiótica”; así, en la lengua natural, significante
y significado son absolutamente indisociables. Ahorá/ bien, existe un
tipo de semiótica, llamada semiótica connotativa, que tiene la parti­
cularidad de constituir un lenguaje en el cual el plano de expresión
es ya una semiótica, o sea una lengua natural: desde ese momento,
no hay más “connotaciones” sino “lenguaje de connotación”.51 Es pre­
ciso decir que el texto de Hjelmslev está lejos de ser claro, y que su
perspectiva parece apuntar a conferir un estatus a los valores socio-
lingüísticos que acompañan ineludiblemente a todo enunciado. Sin
embargo, desde el punto de vista estricto del discurso (y no de la
lengua), esta conceptualización nos permitirá decir que el discurso
no debe ser considerado como un objeto perfectamente homogéneo,
que él está a la vez sometido a las reglas de la lengua natural y a las de
otro sistema que le es específico. Por lo tanto, no puede decirse que
el discurso cree palabras con un sentido nuevo, una nueva lengua, lo
cual evidentemente sería absurdo, sino que utiliza la lengua en fun­
ción de sus propias miras: así pues, el discurso teje redes originales
a través de las virtualidades de la lengua.
Surge una dificultad, que está directamente relacionada con la
falta de una tipología fina de los discursos: las modalidades de esta
imbricación de dos sistemas distintos uno en el otro son extremada­
mente diferentes según se trate de discursos que se construyen a tra­
vés de un juego de restricciones que los colocaría casi entre los
textos “literarios”, o de discursos cuya estructuración es muy difusa
y cercana a la lengua “usual” (con todas las reservas que pueden
hacerse sobre este carácter “usual”, que no asimilamos a “neutro”
u objetivo).
El significado aparece entonces como el resultado de un trabajo
sobre la lengua. Desde este punto de vista, se podría encontrar en
toda estructura discursiva “la invención de redes connotativas origi­
nales, que bien pueden unir palabras triviales unas con otras, pero
que dan a la obra esas sobresignificaciones de las que ella extrae su
pertinencia”. En otros términos, “los elementos y las relaciones que
50. Prolegómenos de una teoría del lenguaje, Madrid, Gredos, 1971, capí­
tulo 22.
51. Una tentativa de aplicación sistemática del concepto de “lenguaje de
connotación” a textos literarios fue realizada por M. Arrivé en Les langages de
Jarry, Klincksieck, 1972. Una importante ampliación del uso de este concepto es
objeto de un artículo de 1973, “Pour une théorie des textes poly-isotopiques”,
Langages 31, pp. 53 s., donde se desarrolla la noción de “isotopía connotada”.

59
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

constituyen el vocabulario de la obra no son homólogos a los que


constituyen el vocabulario general; ellos dibujan una estructura ori­
ginar.32 La connotación seria el resultado del trabajo de “selección”
que el proceso discursivo operaría dentro del juego de las virtuali­
dades de la “lengua”; ella aparecería entonces como “correlación
inmanente al texto”, “sentidos que no están ni en el diccionario ni en
la gramática de la lengua en que está escrito un texto”, al decir de
Roland tíarthes.53 Además, no hay que tener una visión estática y sim­
plista de las relaciones entre lengua y discurso: en realidad, existen
múltiples mediaciones entre la lengua y un discurso determinado,
interacción entre uno v otra, v a menudo, en la polémica, combate
por los signos, particularmente con creación de signos nuevos, o de
sentidos nuevos que pueden establecerse en la lengua o en ese tipo
de discurso.
Consideremos, por ejemplo, el caso de una campaña electoral.
B. Gardin,54 desde un punto de vista lexicológico, la compara con el
establecimiento de un diccionario. En el punto de partida existe un
vocabulario político común (democracia, justicia, etc.) que todos los
partidos están obligados a emplear. Sin embargo, cada grupo intenta
acordar a estas palabras una significación específica, negando a sus
adversarios el derecho de utilizar esos lexemas. Además, si uno de los
partidos quiere constituirse un léxico que le sea propio, deberá tratar
de mostrar que esas palabras no corresponden en realidad al signifi­
cado que el adversario pretende asociarles. Por último, cada uno busca
imponer sus propios signos, instalarlos en la lengua. Hay una verda­
dera batalla por los signos; cada grupo elabora, en el curso de la
polémica, dos diccionarios: el del adversario, que debe desaparecer,
y el suyo propio, que espera convertir en el diccionario de la lengua.
Tiene que hacer que para todos sean aceptables sus propios signos, e
inaceptables los dei adversario. Así, es posible estudiar cómo un sin­
tagma, neológico al comienzo (“le programme commun” [el programa
común], “la nouvelle société” [la nueva sociedad], “le changement
sans le risque” [el cambio sin riesgo], etc.), se instala en el vocabu­
lario político, explicitado en un grupo, rechazado en otro (“el así
llamado programa común”, “ese cambio sin riesgo que no es otra
cosa que inmovilismo”, etc.). El uso de las comillas, particularmente,
permite rechazar, mantener a distancia (a este respecto, v. infra,
parte III).

52. H. Mitterand, Le vocabulaire du visage dans “Thérése Raquiri\ Colo­


quio de la Universidad de Clunv I, “Linguistique et littérature”, p. 21.
53. S/Z, Senil, 1970, p. 15.
54. Langages 36, p. 7í.

eo
EL ENFOQUE LEXICOLÓGICO

UNA PLURALIDAD DE CÓDIGOS


Veamos el caso de un lexema que figure en una obra de contro­
versia jansenista del siglo xvn (tomamos aquí un ejemplo particular­
mente rico, por no decir caricaturesco, para aclarar mejor nuestra
exposición). Supongamos que un investigador juzgue que ese término
es capital en la economía del discurso, y quiera estudiar su “sentido”.
Aprovechará el aforismo de Wittgenstein y, con ayuda de diversos
procedimientos, construirá una red estructurada de las relaciones que
mantiene ese lexema con otros lexemas del texto, red que le dará
como resultado una éspecie de espacio de funcionamiento semántico
de ese lexema en el discurso. ¿Ha de recurrir a la “lengua” (particu­
larmente a través de un diccionario de la “lengua del siglo x v ii ” ) para
estudiar esa red? Las cosas son singularmente más complejas, pues
ese lexema no es un elemento neutro, puramente informativo, en una
lengua concebida como un vasto sistema de “valores”: ese lexema
pertenece al vocabulario teológico y por lo tanto constituye ya un uso
particular de la lengua. En ese carácter, entra en un cierto número
de microsistemas semánticos codificados en el discurso teológico: estu­
diar el “sentido” de ese lexema es estudiarlo en relación con esa “len­
gua” más restringida que ya lo ha preestructurado, en la cual él
funciona. Aparece entonces una nueva dificultad: no es el vocabulario
teológico contemporáneo “en sí” del que se trata solamente, sino
también ese “sublenguaje” que constituye la disputa teológica entre
jansenistas y molinistas. Esta controversia ha dibujado nuevas redes
a través del lenguaje teológico en uso. Eso no es todo: para estudiar
el uso de ese lexema, hay que considerar aquello a lo que se opone;
no creamos ingenuamente que cada discurso (jansenista y molinista)
dibuja, a través de las redes del discurso teológico, redes que le son
propias, y que, en un segundo tiempo, esos dos discursos plenos se
enfrentan. En realidad, esos dos discursos han construido sus catego­
rías uno respecto del otro, no han “elegido” sus lexemas en el reper­
torio indiferente de los posibles de la lengua y del lenguaje teológico,
sino en un espacio muy apretado de delimitación recíproca, donde
era necesario mantener al mismo tiempo la coherencia con la “len­
gua”, con el discurso teológico, y con el discurso jansenista (o moli­
nista, según el caso).
Una alternativa debe ser entonces tomada en consideración. Nada
prueba que el lexema así utilizado repita pura y simplemente las
restricciones que le imponen esas diversas “estructuraciones anterio­
res”. Puede haber algo “nuevo”: debilitamiento de una oposición,
constitución de nuevas relaciones con otros términos, etc. Así, sería
necesario poder apreciar si el sentido del lexema se ha retomado con
variantes o si se ha producido un sentido “nuevo”, de manera de

61
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

no incluir a ese lexema en un sistema de relaciones del que de hecho


se desmarcaría.
Todas estas observaciones son muy poco precisas, pero no tienen
otro objeto que el de hacer tomar conciencia de las considerables
dificultades con que se tropieza al querer definir el dominio de validez
de las conclusiones que pueden extraerse de un estudio de este género.
Un lexema no es una unidad plena sino el resultado de un trabajo y
el punto de encuentro de una pluralidad de procesos de estructura­
ciones. Un discurso no toma sus elementos de un espacio neutro de
posibles semánticos, sino que ocupa una posición contradictoria en
un campo de discurso.
Concretemos lo que acabamos de esbozar con un ejemplo ficticio
y en exceso artificial (por otra parte, no se estudian unidades ais­
ladas ):
Supongamos que en el discurso jansenista encontráramos un cierto
número de ocurrencias del lexema pluie [lluvia] para designar la
acción de la gracia divina, y supongamos (cosa muy improbable) que
motivos diversos nos lleven a hacer de esa metaforización un elemento
esencial del análisis. Se recurre entonces implícitamente a una espe­
cie de grilla de cuestiones, cuyas implicaciones vamos a extender
un poco.
a) El lexema pluie tiene en la lengua un conjunto de virtualida­
des sémicas 55 que un discurso puede explotar en direcciones muy dife­
rentes: es posible utilizarlo fundamentalmente en razón del sema
/abundancia/ (cf. une pluie de cadeaux [una lluvia de regalos] o
aun del sema /verticalidad/ (la lluvia asimilada, por ejemplo, a ba­
rrotes de prisión) o del sema /liquidez/, etc. En otras palabras, la
presencia de ese lexema no puede ser más que el caso de un discurso
que sólo explota una parte de sus posibilidades, relegando las otras
a la sombra.
b) El discurso teológico inscribe su escritura en la de la Biblia
y saca así un abundante repertorio metafórico: “la lluvia que riega
los cedros”, por ejemplo, es un sintagma estereotipado fácilmente
manipulable que los escritos teológicos (de todos los tipos) emplean
con mucha frecuencia para significar la acción de Dios sobre el uni­
verso creado; se trata de un material discursivo ya significante, codi­
ficado en la Biblia, y que por lo tanto impone un sentido. Esto no
quiere decir, sin embargo, que el sentido suministrado por la Biblia
haga desaparecer completamente el semantismo lingüístico de pluie:
muy por el contrario, puede suceder que el discurso aparte de su
sentido habitual un cliché y coloque en primer plano las posibilidades
abiertas por la lengua. De cualquier manera, es tan mala política
55. Para la explicación de este término, v. infra.

62
EL ENFOQUE LEXICOLÓGICO

ignorar el intertexto teológico como hacerlo prevalecer en detrimento


de la lengua. Insertando elementos significativos tomados de la Biblia,
el texto logra un efecto triple:
1. Manifiesta su pertenencia al discurso teológico, da los signos
de su conformidad con la Palabra Divina.
2. Se beneficia del impacto ejercido sobre el lectpr por un cliché
probado, puesto que manipula una unidad significativa ya eficiente
en la cultura.
3. Integra a su texto un lexema que en la lengua lleva una carga
semántica aprovechable.
c) Dentro del inmenso intertexto constituido por el discurso teo­
lógico, la controversia jansenista define un dominio característico, cen­
trado alrededor de la problemática de la gracia divina. Este nuevo
intertexto tiene sus propias leyes: se observa así que la asimilación
de la acción benéfica de Dios a la lluvia es un estereotipo muy común
en la época (sería interesante también saber si es redundante en los
discursos jansenistas o molinistas).
d) Consideremos ahora el texto concreto en el cual funciona tal
metáfora:
1. Es posible que la estructuración semántica de ese texto esté en
contradicción con el uso que se hace de ese cliché. ¿Se trata de una
concesión? ¿De un discurso referido? ¿De una maniobra destinada a
conquistar a cierto público?
2. El peso del intertexto polémico en el cual se sitúa esa obra
tiene su importancia: existen tabúes, clichés propios del discurso adver­
sario que conviene que sean evitados.
3. Pero sobre todo el contexto lingüísticp inmediato tiene su im­
portancia: las restricciones cuya importancia acabamos de considerar
pueden encontrarse totalmente neutralizadas por el engendramiento
del contexto.
4. No se pueden ignorar las restricciones vinculadas con el tipo
de discurso: según se trate de aforismos, de memorias autobiográ­
ficas, de una carta abierta, etc., el vocabulario toma un cierto número
de opciones globales. Como escribe justamente Jean Dubois, “todo
análisis de enunciado, del que depende el estudio léxico, implica que
previamente sea definida una tipología de los discursos. Pues el tipo
de discurso en que se inserta el enunciado determina las reglas retó­
ricas que condicionan las formas del vocabulario. Se trata de una
retórica implícita, que define en un cierto nivel la homogeneidad del
texto, y no de una retórica erudita v aplicada conscientemente”.
e) Este problema de tipologías está estrechamente ligado al de
63
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

la situación de comunicación (implicada ella misma en todos los


niveles que hemos separado): ¿cuál es el estatus discursivo que adopta
el autor, su figura en el texto? ¿Es un teólogo que se dirige a otros
teólogos, un teólogo que se dirige a no teólogos, un no teólogo que
se dirige a no teólogos, etc.? ¿Qué cultura supone el autor en el re­
ceptor? Esto condiciona el intertexto56 que el discurso va a definir
(empleo de términos tomados de un léxico especializado, por ejem­
plo), pero igualmente la lectura. El teólogo tiene un vocabulario téc­
nico: ¿qué queda de él en la “divulgación”? Fn el caso de una divul­
gación, el discurso está obligado a basarse en la lengua visual para
integrar en ella un léxico técnico, de tal modo que se establece una
especie de tensión entre los dos léxicos. En cambio, un especialista,
dirigiéndose a especialistas, se basará muy poco en la lengua y mucho
en el intertexto.
Esto apunta solamente a cuestionar la idea, espontánea, de que
basta abrir un diccionario para conocer el sentido de una palabra. Hay
que sacar las consecuencias del hecho de que la superficie de un
discurso es el resultado de una producción, de una interacción entre
un cierto número de filtros, de restricciones. Las palabras no son
inocentes y su presencia en un discurso determinado no proviene de
una elección libre realizada en una masa de posibles indiferentes. El
número de instancias que es necesario tomar en consideración para
el análisis de un discurso es más o menos grande según el tipo de
discurso de que se trate: en discursos tan particulares como el filosó­
fico o el teológico, el peso del intertexto es evidentemente consi­
derable,
El ejemplo que hemos detallado era particularmente complejo;
frecuentemente la estructuración de los discursos es más simple; aun
así, no hemos hecho intervenir a todos los elementos que hay que tener
en cuenta. Así, hemos considerado, en forma demasiado esquemática,
el discurso teológico como un bloque homogéneo y la “lengua usual”
como un dato evidente (cuando en realidad ella remite a varios tipos
de lengua usual, a varios niveles de lengua, etc.); no hemos tenido
en cuenta las relaciones entre el discurso considerado y las regiones
diversas de su intertexto, etc.
Todas estas observaciones se mueven en un espacio de textos
ideal: ¿cómo articular el acontecimiento, la novedad, sobre este espa­
cio cerrado? En cada caso, hay que ser consciente de la sincronía en
la que se razona: ¿no se están poniendo en relación discursos que
corresponden a regímenes discursivos diferentes?, ¿qué acontecimien­
tos históricos pueden motivar la toma en consideración de rupturas,
de discursos nuevos? Estos interrogantes, entre muchos otros, son un
56. Recordemos que la intertextualidad se define como el conjunto de las
relaciones con otros textos que se manifiestan en el interior de un texto.
EL ENFOQUE LEXICOLÓGICO

Leitmotiv de la reflexión contemporánea. Lamentablemente, el aná­


lisis del discurso no está en condiciones de responderlos por sus pro­
pias fuerzas: al faltarle una teoría de la articulación de lo discursivo
con lo no discursivo, está reducido a un empirismo que no por ser
lúcido es totalmente satisfactorio.
LOS PROCEDIMIENTOS
No existe manifiestamente un marco metodológico absolutamente
riguroso y universalmente reconocido para intentar una aproximación
al sentido de las unidades léxicas de un discurso. Solo es posible
afirmar que cualquier enfoque de este tipo es fundamentalmente un
análisis distribucional. Los reproches que se pueden dirigir al análisis
distribucional en materia de lexicología de la lengua se atenúan en el ni­
vel del discurso: el carácter finito, redundante, de la estructuración de
un discurso impone restricciones fuertes que dan una gran eficacia al
método distribucional. La hipótesis implícita es evidentemente la
siguiente: la repartición de las coocurrencias en un discurso no obede­
ce al azar sino que permite inducir un modelo del discurso.
El método harrisiano en sentido lato (que describimos en la se­
gunda parte de este libro) constituye el modelo de los enfoques dis-
tribucionales en lexicología aplicada al análisis de enunciados pero,
obviamente, nada obliga a aferrarse estrictamente a ese marco (el
enfoque estadístico, por ejemplo, ofrece ya una representación de las
coocurrencias de ciertos lexemas, elegidos a partir de una hipótesis
explícita, vinculada con el conocimiento de las condiciones de produc­
ción del discurso).

LAS RELACIONES SEMANTICAS


¿Qué relaciones permiten estructurar las redes obtenidas por
medio del análisis distribucional? Estas relaciones son limitadas en
número, particularmente en un discurso finito. En este campo, sigue
siendo ejemplar el estudio de Jean Dubois sobre el vocabulario polí­
tico y social en Francia en 1869 a 1872,57 pero no constituye un análisis
del discurso y en consecuencia no obedece a los mismos imperativos.
En ese trabajo, Dubois define algunos conceptos interesantes:
1. Las oposiciones:
—Antomrma:
Los antónimos van por parejas complementarias, y cada discurso
tiene la propiedad de constituir pares originales que un análisis con-
57. Le vocabulaire politique et social en France de 1869 á 1872, Larousse,
1962.

65
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSp

trastivo debe destacar. Puede ocurrir que un término sea el antónimo


de un paradigma de términos en un discurso y que en otro no tenga
ningún antónimo o tenga otros. No hay que confundir antonimia con
complementarieclad. Existe complementariedad, para un par de uni­
dades dado, cuando afirmar uno es negar el otro (Juan es casado/
Juan no es soltero), cosa que no es posible para los verdaderos antó­
nimos: Juan no es lindo ^ Juan es feo. Tampoco hay que considerar
como antónimos los términos en relación de reciprocidad (comprar/
vender, marido/mujer, etc.).
— Constelaciones alrededor de un término (enlaces negativos):
No se trata de antonimia estricta sino de paradigmas de oposi­
ciones específicas del discurso. La diferencia no es siempre fácilmente
perceptible, y la diferenciación debe operarse en el estudio de los
contextos. Así, Jean Dubois da como ejemplo de pareja antónima
révolution [revolución] / réaction [reacción] y de constelación:
révolution / reformes [reformas]
/ aristocrate [artistócrata]
/ ordre [orden],
pero un discurso puede muy bien elevar reformes al rango de antónimo
estricto, o aun aristocrate; no hay medida impuesta a priori al texto.
Se puede considerar que, en muchos casos, los términos que forman
parte de la constelación de oposiciones constituyen hipónimos del
antónimo. El hipónimo es el equivalente en lingüística de la “inclu­
sión” en conjuntos: así, tulipán es un hipónimo de flor (llamado en­
tonces kiperónimo). Es evidente que, en la medida de lo posible, hay
que tratar de precisar más esta noción de “constelación”, que no
puede ser más que un mal menor.
2) Las identidades:
En este caso, se trata de un trabajo sobre la sinonimia. Cada
discurso establece paradigmas de sustitutos semánticos, de variantes
combinatorias, que le son propios. Son términos que se pueden sus­
tituir en contextos determinados. Además es necesario estructurar estas
posibilidades de sustitución: la frecuencia en el texto puede interve­
nir, pero también el estudio de calificaciones y el carácter más o menos
estereotipado de la sustitución. Supongamos que, en un discurso, el
término belleza sustituye a gracia en diez contextos, y juventud a gracia
en uno solo. Uno estará tentado de no tener en cuenta la sustitución
juventud/gracia, para hacer prevalecer belleza/gracia. Pero puede
suceder que belleza tenga muy pocos modificadores idénticos a los
de gracia y que, en cambio, la casi totalidad de los de gracia y ju­
ventud sean idénticos. Entonces, la estructuración no sería tan fácil,
porque habría que comparar igualmente las zonas de sustitución de
belleza y juventud, comparar sus calificaciones. En otras palabras,

66
EL ENFOQUE LEXICOLÓGICO

el estudio de la sinonimia pasa por la consideración de la totalidad


de la red semántica que el texto permite constituir. El tercer factor
que interviene es el poner en relación estas sustituciones semánticas
con las que predetermina el campo de discurso en el cual funciona
el texto estudiado. Aquí la estereotipia es muy relativa: así, ciertas
sustituciones pueden prácticamente estar comandadas ^por series perte­
necientes a la lengua (por ejemplo, familia/casa/ho^ar) y otras pue­
den desmarcarse de ellas (familia/fealdad/esclavitud). Pero esto no
significa nada en sí mismo, pues es posible que el discurso estudiado
pertenezca a un conjunto de discursos en que la sinonimia contextual
familia/esclavitud sea corriente; en ese caso, la innovación sería fami­
lia/hogar: la lengua y el intertexto deben ser considerados simultá­
neamente, de manera de determinar su peso respectivo en tal o cual
caso. Ciertas estructuraciones semánticas son estables, y otras, de una
fluidez notable, vinculadas con sistemas de creencias y conocimientos
de una civilización, una época, una clase social, etcétera.
La sinonimia discursiva tiene su correlato necesario en la homo-
nimia discursiva: tan interesante es estudiar las redes de identidad
originales que se tejen en un discurso como estudiar de qué modo
lexemas aparentemente idénticos obedecen en realidad a reglas de
funcionamiento diferentes. Esta noción de “homonimia” debe ser to­
mada con las reservas necesarias: se trata de una homonimia en un
corpus dado y de ninguna manera de una homonimia en la lengua.
El discurso se inscribe en el doble juego del discurso y de la lengua,
y subestimar las restricciones de la lengua es tan peligroso como
desconocer las que impone el discurso. Así, en dos discursos diferen­
tes, se podrá ver cómo el mismo lexema se asocia con predicados
opuestos, variantes combinatorias opuestas, etcétera.
— Asociaciones alrededor de un término (enlaces positivos):
Es mucho más difícil definirlas: se trata de relaciones sintagmá­
ticas, mucho más flojas; la manera más eficaz de abordarlas sería
quizá la que aplica la lexicometría, al constituir, con criterios esta­
dísticos, gráficos de coocurrentes. Sin embargo, la lexicometría tiene
el inconveniente de mezclar todas las categorías gramaticales (verbo,
sustantivo, etc.), de encontrar sintagmas estereotipados, y de mezclar
las calificaciones del término con sus asociaciones. Por ejemplo, en un
discurso determinado se podrían asociar a pueblo lexemas como tra­
bajo, vida, porvenir. Vemos que las asociaciones son la contraparte
sintagmática de las “constelaciones de oposiciones”: no alcanzan el
estatus de sinónimos (totales o parciales). Hay que reconocer que
tal categoría es particularmente inestable, difícil de definir, y suele
estar expuesta a cumplir la función de “tapatodo”. Podemos muy bien
imaginar que varias palabras tengan las mismas oposiciones, o asociacio­
nes, o una y otras, sin que por ello sean perfectamente intercambiables
en el discurso: debemos considerar en consecuencia diversos grados

67
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

de equivalencia entre lexemas. En los discursos, no hay que contar


con encontrar sinonimias u homonimias totales: los fenómenos de
intersección son la ley general, como la ambigüedad, la contradic­
ción, la polisemia. Las confusiones, la inestabilidad estructural son
tan significativas como las oposiciones tajantes. Lo mismo sucede con
los silencios, las lagunas: no solamente hay que estructurar los ele­
mentos presentes sino también tratar de dar valor a los tabúes léxicos,
las ausencias significativas que pueden ser señaladas por el estudio
contrastivo.
Tales análisis pertenecen todavía a una etapa transitoria: el afina­
miento del análisis del discurso permitirá probablemente darles un
lugar en una metodología más general y, particularmente, los hará
operar sobre un texto ya trabajado (importancia de la retórica, de la
narratividad, etc.), en un nivel semántico menos inmediato. Además,
es inevitable recurrir al intertexto para estructurar esos campos se­
mánticos.
En un trabajo publicado en 1971,58 R. Robín estudia los vocablos peuple
[pueblo] y nation [nación], que una intuición superficial juzgaría sinónimos, en
los Cahiers de Dolécmces [“Libros de quejas”], de la bailía de Semur-en-Auxois.
Por necesidades de la comparación, los libros han sido divididos en campesinos
y urbanos. Las frases básicas de los libros campesinos son las siguientes:
les habitants pauvres des campagnes sont écrasés d ’lmpdts
[los [pobres] [de ios [son] [abrumados con
habitantes] malheureux campos] impuestos]
[desgraciados] victimes de la m ilice
[víctim as del
se rv ic io m ilitar]
victimes des corvóes
[víctim as de las
prestaciones
feudales]
chargés de droits
seigneuriaux
[cargados de
derechos señoriales]

Pero la palabra peuple tiene los mismos entornos que hábitants des cam-
pagnes [habitantes de ios campos]:
le peuple m isérable est vexé par ie prix du bois
[el pueblo] [miserable] [es oprim ido [el precio de la madera]
pauvre por] la m ilice
[pobre] gémit sous [el se rv icio m ilitar]
malheureux [gime bajo] les impdts
[desgraciado] paie [los impuestos]
[paga] ¡es commis
[los funcionarios]
les corvóes
[las prestaciones feudales]
ies droits seigneuriaux
[los derechos señoriales]

58. Langue frangaise 9, pp. 47-59.

68
EL ENFOQUE LEXICOLÓGICO

Peuple y hábitants des campagnes son por lo tanto variantes combinatorias.


Se observa que peuple tiene aquí el sentido de “categorías rurales”, y no designa
jamás la comunidad nacional, ni siquiera el Tercer Estado. La oposición pasa por
el par rural/urbano. La ciudad es el lugar del lujo, de la ociosidad, de la corrup­
ción. Sin embargo, hay una cierta ambigüedad respecto de la ciudad, ya que es
también el lugar donde viven los citoyens éclairés du Tf r s -État [ciudadanos
esclarecidos del Tercer Estado].
Cosa curiosa, el lexema peuple es también en los libros urbanos la mayoría
de las veces una variante combinatoria de habitants des campagnes. Esto proviene
del hecho de que los libros urbanos no usan peuple sino nation para designar la
comunidad nacional.

la nation dans te s assem b lies promulguara las loia généralaa


[la nación] [en sus asambleas] [promulgará] [las leyes generales]
la nation aasamblée réglara la ratour das ita ts généraux
[la nación] [reunida en asamblea] [reglará] [la vuelta de lo s Estados
la nation aasamblée consentirá generales]
[la nación] [reunida en asamblea] [consentirá] laa impAta
•t la roi r¿glaront [los im puestos]
[y el rey] [reglarán] la probléma daa
garantira non-catholiquaa
[garantizará] [el problema de los
no católicos]
la propriété da trois ordras
[la propiedad de tres
órdenes]

Los citoyens [ciudadanos] son la nation considerada en los individuos igua­


les que la componen. (Robin observa además el carácter ambiguo del sintagma
les citoyens des trois ordres [los ciudadanos de las tres órdenes], que significa
tanto “todos los ciudadanos del reino” como “los ciudadanos tales como los dis­
tinguen las órdenes”.)
Así pues, la identidad de funcionamiento del lexema peuple en los dos
discursos no es más que aparente: los libros urbanos orientan su ideología en
otra dirección.

EL ANALISIS SÉMICO
Una vez extraído un cierto número de relaciones paradigmáticas
y sintagmáticas que permiten construir clases de equivalencia, susti­
tutos, asociaciones, antónimos, constelaciones de opuestos, hay que
estructurar esos agrupamientos, de manera de ver sobre qué oposi­
ciones semánticas funciona el discurso. Pero no es fácil manipular
signos ‘plenos” para estudiar un sistema de diferencias, de modo que
se busca manipular unidades semánticas más pequeñas, llamadas
semas. Para ello se recurre al análisis sémico o análisis composicional,
una forma de abordar analíticamente el sentido, que se basa en el
principio de una comparación sistemática de un conjunto de signos
69
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO'

correlacionados, para extraer los rasgos diferenciales pertinentes en


el campo considerado.
Tomemos un ejemplo particularmente simple. Los dos pares opuestos hom­
bre/mujer versus toro/vaca pueden ser comparados porque los dos se basan
en la opdsición de los semas /macho/ versus /hembra/; pero estos pares se dife­
rencian por los semas /hum ano/ versus /bovino/, al tener hombre y mujer en
común el sema /humano/., y toro y vaca, el sema /bovino/. Si ahora remplazamos
la oposición toro ¡vaca por las oposiciones toro/vaca/ternero/, y la oposición
hombre/mujer por las oposiciones hombre¡mujer/niño/, entonces estamos obligados
a construir un nuevo sema, /'adulto/, para dar cuenta de esta restructuración del
sistema de diferencias.
Se trata de un calco del método de análisis fonológico: en los
dos casos se busca extraer los “rasgos pertinentes” de la comparación
entre varios términos. Así como el fonema es una suma de rasgos
pertinentes fonológicos, el semema es la suma de los semas de una
unidad léxica, semas que son suficientes para su definición por “com­
prensión” (es decir, por enumeración de sus propiedades distintivas).
El análisis sémico puede ser considerado desde dos puntos de
vista divergentes, según lo que esperan obtener de él sus usuarios.
Para algunos, el análisis sémico debe permitir descomponer el léxico
de toda lengua natural en un conjunto finito de componentes semán­
ticos últimos y universales, totalmente independientes de la estruc­
tura semántica propia de cada lengua: según las diversas formas como
se recombinaran esos componentes en las diversas lenguas, se obten­
drían unidades léxicas específicas de cada una de ellas. Es entonces
muy grande la tentación de vincular esa universalidad de los compo­
nentes semánticos con la estructura cognitiva del espíritu humano.
Otros, en cambio, le asignan una posición mucho más modesta: los
semas solo tendrían un valor clasificatorio y no dirían nada sobre la
estructura efectiva del léxico; no sería más que una grilla destinada
a señalar mejor un conjunto de diferencias pertinentes.
Para la perspectiva de análisis del discurso, bastará decir que la
cuestión se plantea de manera más simple, ya que el análisis sémico
opera sobre un material muy circunscripto y entra en convergencia
con otros enfoques. Por el momento, es tan difícil prescindir del aná­
lisis sémico como conferirle un estatus lingüístico riguroso. En la lexi­
cología aplicada al análisis del discurso, no se trata, afortunadamente,
de organizar la totalidad del universo de las significaciones. Podemos
advertir que, si bien el análisis sémico se ejerce con predilección sobre
lexemas pertenecientes a campos conceptuales bien recortados —como
el del hábitat o el de las relaciones de parentesco—, tropieza, en cam­
bio, cuando se lo aplica a lexemas como historia o libertad, que sólo
tienen sentido en un discurso concreto, a partir de una posición ideo­
lógica determinada. El análisis del discurso no busca, evidentemente,
70
EL ENFOQUE LEXICOLÓGICO

analizar en semas “el” (?) sentido de tales unidades, sino que se vale,
en esos casos, de semas para dar cuenta de manera económica de un
sistema de diferencias en el interior del discurso o del grupo de discur­
sos considerado, y no para asignar a los lexemas una significación
fija, independiente de todo discurso, es decir de sus condiciones de
producción. ,
Por lo tanto, se trata en realidad simplemente de construir una
grilla que permita (la lectura de relaciones que no se pueden extraer
por una intuición superficial. En este caso, la referencia a la semántica
lingüística se reduce al mínimo. Obviamente, no es posible criticar
este punto de vista, ya que es una tentativa de poner remedio a las
carencias de la lingüística, de ocupar un espacio aún vacío, pero no
es un ideal que la lingüística o, más precisamente, el análisis del dis­
curso suscriban sin reservas. R. Robin, que practica el análisis sémico,
reconoce lúcidamente sus deficiencias:
“Se dirá que nuestros semas no corresponden a unidades mínimas de
significación, que son complejos y susceptibles de mayor reducción. No lo nega­
remos . . . Lo que de este modo hemos buscado hacer es descomponer las defini­
ciones en unidades reducidas portadoras del máximo de información en un mínimo
de unidades léxicas. A estas unidades reducidas las llamamos semas o rasgos
semánticos, teniendo plena conciencia de que no podemos alcanzar el nivel de
la unidad mínima de significación”.59

La misma autora habla de un “bricolage” que permite aclarar las


comparaciones. Por ejemplo, cuando trata de establecer las diferencias
eventuales entre fief [feudo] y seigneurie [señorío] en los manuales
de derecho feudal del siglo xvm, opera sobre conceptos abstractos y
en el nivel de las definiciones, de manera que le resulta relativamente
fácil extraer “rasgos” diferenciales:
fief: 1. Núcleo sémico: propiedad + relación jurídica de depen­
dencia.
2. Semas contextúales:
a) actores de esta relación: señor/vasallo,
b) legislación de esta relación,
c) categorías superiores de la sociedad.
seigneurie: en seigneurie está incluido el contenido de fief, más
un sema específico, /superioridad/ (autoridad, poder, privilegio, etc.).
Precisemos las definiciones de algunos términos, basándonos particularmente
en A. J. Greimas: 60

59. Op. cit., p. 206.


60. Sémantique structurale, Larousse, 1966.

71
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

Núcleo sémico: el invariante semántico, el mínimo sémico que permanece


estable a través de todos los efectos de sentido posibles de un lexema.
Sema contextual: sema que acompaña al núcleo sémico para provocar los
efectos de sentido en el discurso.
Semema: núcleo sémico + sema(s) contextual(es).
Por ejemplo, para dar cuenta de los efectos de sentido ligados al lexema
tete [cabeza], Greimas construye el Ns (núcleo sémico) formado por dos semas
=s (/extremidad/ + /superioridad/). Este invariante es común a la téte d’un
atbre [la copa de un árbol], la téte d’un cortége [la cabeza de un cortejo] y la
téte de ligne [la cabeza de línea]. El sema /anterioridad/, en cambio, no está
presente en la téte d’un arbre61 y sí en los otros dos ejemplos: constituye, por lo
tanto, un sema contextual.
Greimas distingue cuidadosamente lexema y semema.62 El lexema es un
modelo virtual, anterior a la manifestación en el discurso, mientras que el semema
representa una “acepción” de un término polisémico, corresponda a la superficie
del discurso, a los efectos de sentido ligados a un contexto concreto.
Agreguemos todavía algunas precisiones conceptuales. Se llama eje semán­
tico o categoría sémica al denominador común de una oposición sémica. Así, el
eje semántico de la oposición grande versus pequeño puede ser denominado “ta­
maño”, en una metalengua aproximativa.
Siguiendo al danés Br/2tadal, Greimas define diferentes modos de articula­
ción entre semas:
1. Término positivo versus término negativo
(representado) s vs nos
ejemplo: caliente versus frío
2. Término positivo versus término neutro versus término negativo.
Este término neutro se define por no ser ni s ni no s.
3. Término positivo versus término complejo versus término negativo.
s vs s + no s vs no s
Se trata aquí de la presencia del término positivo y del término negativo.
Algunos lingüistas llaman archisemema a la intersección de varios sememas (to­
mando semema como la totalidad de los semas de una unidad léxica extraídos en
el interior de un campo semántico). Por ejemplo, mueble es el archisemema de
mesa, cama, aparador, etc.., pues está constituido por todos los semas comunes
a las unidades así comparadas.
La problemática de la palabra como unidad de discurso hace
intervenir permanentemente la noción de virtualidad y, más precisa­
mente, de “sema virtual”. En efecto, el discurso tiene la propiedad de
61. Cf. en español la cabeza de un monte (N. de la T.).
62. Op. cit., p. 51.

72
EL ENFOQUE LEXICOLÓGICO

actualizar tales o cuales semas que nunca pueden ser más que virtuales
si se considera el lexema como unidad de la lengua. Hay necesaria­
mente una restricción de las posibilidades semánticas del lexema al
utilizarlo en un discurso particular. Puede decirse también que los
sistemas semánticos propios del texto permiten conferir a las palabras
semas “nuevos” o hacer pasar al primer plano semfifc aparentemente
muy marginales. Este fenómeno está lejos de ser privilegio de las
metáforas llamadas “poéticas” y es la ley del funcionamiento de todo
discurso.
Tomemos un ejemplo sencillo. En Las Provinciales, de Pascal, el
amigo del provincial contesta al jesuita que le alaba las ventajas de
una religión acomodadiza: “il y a de grands saints dont la vie a été
extrémement austére” [hay grandes santos cuya vida ha sido extrema­
damente austera], y su interlocutor le responde: “il s’est toujours vu
des saints polis et des dévots civilisés” [siempre se han visto santos
corteses y devotos civilizados] .63 La palabra austére “en lengua” podría
ser calificada por un sema como /rechazo de los placeres/, y sobre ese
eje semántico de la aceptación del placer se podría oponer a reláché
[relajado], dissolu [disoluto], etc. Sin embargo, el texto impone otro
eje semántico, imprevisible: el de la “sociabilidad” (común a poli y
civilisé)y que consecuentemente confiere a austére un sema /no socia­
bilidad/. Así, austére adquiere el sema opuesto al sema común a poli
y civilisé, en particular un sema /barbarie/. En este estadio del texto,
este último sema es actualizado sólo a medias, y lo es del todo explí­
citamente un poco más adelante, cuando el jesuita agrega: “ces moeurs
austéres dont vous parlez sont proprement le caractére dun sauvage
et dun farouche” [esas costumbres austeras de las que usted habla
son propiamente el carácter de un salvaje y un bárbaro]. En realidad,
nosotros simplificamos un tanto la complejidad de estos lexemas, pero
lo que importa aquí es observar que la negación polémica del jesuita
tiene por efecto asociar a /austero/ una constelación sémica original,
basada en las virtualidades de la lengua y no obstante absolutamente
imprevisible a pñori.

Conclusión
La semántica léxica está en una fase de transición. La crítica de
fondo que se dirige a estos enfoques es que solo alcanzan a un aspecto
limitado del funcionamiento de un discurso. Bien afinados, son sin
embargo productivos. Cierto que se les escapan la enunciación, la
retórica, etc. Más profundamente, el vocabulario de un discurso está
condicionado por su tipo, el nivel de lengua en que se sitúa, su desti­
63. Edición Gamier, p. 159.

73
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

natario, las condiciones de producción. Una cosa es segura: hay que


inscribir los lexemas en un tejido complejo de relaciones, relaciones
con las otras unidades del mismo paradigma, identidades, oposiciones,
relaciones con el intertexto, con la lengua, con las condiciones de
producción.
El porvenir va ineluctablemente hacia una integración del léxico
con la sintaxis y la enunciación en el marco de una teoría de los dis­
cursos que capte un funcionamiento global. Lamentablemente, aún no
se ha llegado a ese punto. Puede decirse que la semántica es todavía
esencialmente una semántica de la palabra, todavía incapaz de con­
cebir las relaciones entre sintaxis y semántica, preocupada sobre todo
por vincular entre sí unidades aisladas, en la perspectiva estructura-
lista de los “campos semánticos”. La noción de “oración básica” consti­
tuye ya un avance interesante: “el punto esencial es aquí que no se
trata solamente de la naturaleza de las palabras empleadas, sino tam­
bién (y sobre todo) de las construcciones en las cuales esas palabras
se combinan, en la medida en que ellas determinan la significación
que toman esas palabras”.64
No es de extrañar entonces que D. Slatka, por ejemplo, en una
perspectiva de análisis del discurso, haya criticado recientemente el
enfoque lexicológico y haya buscado remplazarlo por una “teoría léxi­
co-semántica” que toma por unidad básica el texto y ya no más la
palabra o la oración. Para ello, propone recurrir a una gramática sintác-
tico-semántica, la “gramática de los casos” de Ch. J. Fillmore (v.
infra, parte III).
“El objetivo no es la estructuración de un campo morfo-semántico, recortado
a partir de la experiencia inmediata y basado en las palabras o los morfemas
definidos en función de una “teoría” de los niveles. El campo de la investigación
ya no está orientado hacia la oración como tal. El texto es un conjunto de oraciones
pero que tienen relaciones implícitas con lo que todavía se llama lo extralingüís-
tico.” «

Su proyecto constituye precisamente una tentativa de “descrip­


ción de los ítems léxicos” hecha: 1) “con referencia a las propiedades
de las proposiciones de mayor nivel que los contienen; 2) con refe­
rencia a los rasgos y a los participantes del acto que es el texto”.66 En
otras palabras, el léxico es integrado a una estructura global: la del
acto discursivo que el texto constituye. Lamentablemente, estas pers­
pectivas siguen siendo en conjunto bastante vagas, Sea como fuere,
es muy probable que en un futuro más o menos cercano se haga entrar
64. M. Pécheux, “La sémantique et la coupure saussurienne”, en Langages 24.
65. Langages 23, p. 111.
66. Ibíd., p. 114.

74
EL ENFOQUE LEXICOLÓGICO

el léxico y los procedimientos lexicológicos en un marco explicativo


global, que tenga en cuenta el tipo de discurso en particular, las po­
tencialidades ilocutorias (v. infra, parte III), etc. Pero no parece que
por el momento sea posible adoptar un marco metodológico sufi­
cientemente amplio y operativo.

75
II. EL ENFOQUE “SINTACTICO”

1. EL ANALISIS DEL DISCURSO DE Z. S. HARRIS

En 1952, el lingüista estadounidense Zellig S. Harris publicó, bajo


el título de Discourse Analysis,1 una tentativa de análisis lingüístico
del discurso, es decir, de un enunciado seguido, más allá del límite de
la oración. Puede parecer sorprendente el hecho de que un intento de
ese tipo haya surgido precisamente en el contexto de la lingüística
norteamericana de los años 50; pero la sorpresa quizá se deba a una
confusión entre distribucionalismo y estructuralismo,2 o sea, entre la
tradición europea postsaussureana y las escuelas norteamericanas.

PRELIMINAR: EL ANALISIS DISTRIBUCIONAL


Para comprender el sentido de la incursión de Harris en el dominio
del análisis del discurso, conviene relacionarla con la metodología
general del distribucionalismo, sin la cual el método harrisiano pare­
cería un tanto gratuito. En Harris, que está entre los continuadores
de la lingüística “asemántica” de Louis Bloomfield, no existe la oposi­
ción lengua/habla, ni la apelación al sentido, ni la elección entre una
lingüística de la lengua y una lingüística del habla. El sistema que se
considera es un producto de la descripción y no está ligado a un
basamento mental.
Los postulados del análisis distribucional según Harris son los
siguientes:
—“Se puede describir toda lengua por una estructura distribucional, es decir
por la ocurrencia de las partes (y, en último análisis, de los sonidos) unas en
relación con otras, y esta descripción no exige recurrir a otras características como
la historia o el sentido.” 3
—“La distribución de un elemento será definida como la suma de todos los

1. Discourse Analysis, Language, vol. 28, 1952, 1-30; traducción francesa


por F. Dubois-Charlier, en Langages 13, p. 8 s.
2. Cf. D. Leeman, Langages 29, marzo de 1973, “Distributionnalisme et
structuralisme”.
3. La structure distributionnelle, 1954; traducción francesa: 1970, en Langa-
Qes 20, p. 14.

76
EL ENFOQUE “SINTÁCTICO ”

entornos de ese elemento. El entorno de un elemento A es la disposición efectiva


fie sus coocurrentes, es decir de los otros elementos, cada uno en una posición
determinada, con los cuales figura aquel para producir un enunciado. Los coocu­
rrentes de A, en una posición determinada, se denominan la selección de A
para esa posición.” 4
El análisis distribucional propiamente dicho se bisa en la posibi­
lidad de segmentar la cadena hablada para extraer las regularidades
de ocurrencia de las partes en relación con otras partes de la cadena.
Se llega asi a determinar elementos discretos. Dos elementos se agru­
pan en un mismo conjunto de sustituciones cuando cada uno tiene los
mismos (o parcialmente los mismos) entornos en el interior de un
dominio definible de la cadena hablada.
El discurso constituye precisamente un “dominio” más vasto que
la oración en el cual se va a intentar construir estos “conjuntos de susti­
tuciones”. Es de temer, desgraciadamente, que las regularidades en el
marco del discurso sean mucho menos fuertes que en el marco estricto
de una oración: estos conjuntos no son los grandes conjuntos de sustitu­
ción de la lengua (como las categorías sintácticas), sino nuevos agol­
pamientos que sólo son pertinentes para tal o cual discurso.*

TEORÍA DEL ANÁLISIS DEL DISCURSO

Las observaciones anteriores apuntaban solamente a hacer presente


que el análisis del discurso en Harris no es sino la extensión de una
metodología muy general de análisis lingüístico a un dominio mayor
que el de la oración. A prioriy la lingüística descriptiva tiene por objeto
“describir las ocurrencias de elementos en todo enunciado, cualquiera
que sea la longitud de este”5 v, según Harris, el hecho de limitarse
en general a la oración se debe exclusivamente a razones estratégicas.
Si bien el análisis del discurso remite necesariamente a factores
extralingüísticos, no se ocupará, sin embargo, del sentido de los mor­
femas, pues “la lingüística descriptiva no está armada para tener en
cuenta la situación social: solamente puede definir la ocurrencia de
un elemento lingüístico en función de la ocurrencia de otros elementos
lingüísticos”.6 Lo que constituye un discurso es la recurrencia de cier­
tas clases de segmentos; de otro modo, no es posible ningún estudio
distribucional. Al separar una estructura del discurso por el método dis­
tribucional, eventualmente se podrán establecer relaciones coherentes
entre tal tipo de discurso y otras formas de comportamiento, pero
Harris se muestra prudente en este punto. “Esto no significa que los
4. Ibídem.
5. Ibíd, p. 9.
6. Ibid., p. 10.

77
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

discursos producidos en situaciones semejantes deban tener necesaria­


mente ciertas características formales en común, ni que los discursos
producidos en situaciones diferentes deban presentar ciertas diferen­
cias formales”.7
Este método pretende ser, pues, puramente formal, independiente
de toda investigación sobre el contenido del texto o sobre palabras
elegidas de antemano: "es posible que no sepamos exactamente qué
dice el texto, pero podemos determinar cómo lo dice”.8 No se supone
que el analista conozca más que el límite de los morfemas del texto
y las reglas gramaticales de la lengua en que está escrito.

EL MÉTODO
Se trata de determinar en el texto algunas clases de segmentos
cuya recurrencia se puede caracterizar: se agruparán en una misma
clase los elementos que tienen distribuciones semejantes. Supongamos
que las distribuciones sean idénticas; en ese caso, no hay ninguna
dificultad. En
í los gatos aman los mimos
l las mujeres aman los mimos
se dirá que los gatos y las mujeres son miembros de la misma clase de
equivalencia.
Desgraciadamente, en la mayoría de los casos la identidad de las
distribuciones no permite una reducción que surja del texto: a veces esta
es imposible. Se constituye entonces una cadena de equivalencias: "Dos
partes del enunciado que tienen el mismo entorno en un lugar del texto
son equivalentes en otro lugar en que no tienen el mismo entorno”.
Si, en términos más generales, hay en un texto secuencias AM y
AN, se dirá que M es equivalente a N ( = están en el mismo entorno),
hecho que se representa M = N. Si en el mismo discurso se encuentra
después BM y CN, se dirá que B es equivalente a C puesto que se ha
establecido M = N, y así sucesivamente.
Veamos un ejemplo simple, tomado de Harris mismo:
A M
Aquí las hojas caen a/mediados de otoño
A N
Aquí las hojas caen a/fines de octubre
B M
Los primeros fríos llegan después de/mediados de otoño
7. I b í d p. 11.
8. Ibíd., p. 8.

78
EL ENFOQUE “ SINTÁCTICO ”

C N
Encendemos la calefacción después de/fines de octubre.
Es evidente que la relación de equivalencia representada por el
signo ” no tiene ningún valor de orden semántico. La única finalidad
de estas cadenas de equivalencia es la de construir i¿pa representación
de la estructura del discurso.
A diferencia del análisis distribucional habitual, el análisis del dis­
curso opera sobre “una estructura de dos dimensiones” ya que también
es necesario considerar el orden de las oraciones. Conviene pues presen­
tar el texto como un cuadro de doble entrada, cuyo eje horizontal repre­
senta los elementos que componen las oraciones (es decir, en cada ora­
ción las relaciones entre clases de equivalencia), y el eje vertical, las
oraciones sucesivas en su orden de aparición en el discurso. Con el orden
de los elementos que figuran en el eje horizontal es posible tomarse
muchas libertades; en el de los que figuran en el eje vertical, en cambio,
Harris no se permite ninguna intervención, dadas las insuficiencias de la
investigación lingüística en ese campo. El cuadro que resulta correspon­
de, pues, a una ‘‘gramática del discurso” y no a una descripción estruc­
tural en función de las categorías gramaticales (sustantivo, adjetivo,
etcétera).

EL PROCEDIMIENTO EN DETALLE

Si bien el método parece fácil de comprender, no es tan fácil


de aplicar. Se plantea inmediatamente un problema “estratégico”: la
determinación de las clases de equivalencia está lejos de ser unívoca,
pues a menudo hay muchas maneras de construir cadenas de equiva­
lencia, según las partes que se elija segmentar como equivalentes.
En realidad, el procedimiento no es para nada automático: una
clase de equivalencia puede parecer muy fácil de construir y resultar
rápidamente un callejón sin salida, mientras que otra clase, en apa­
riencia menos evidente, puede permitir construir una cadena de equi­
valencias más operativa. Así, cuando son posibles varias cadenas, ‘no
se trata de considerar criterios externos, como la longitud de la cadena;
se trata más bien de buscar una distribución sistemática de las clases,
es decir de intentar establecer, en términos de esas clases, un cierto
hecho estructural sobre el texto*.9 En otras palabras, es necesario prever
qué tipo de cuadro final permitirá construir cada opción.
Técnicas auxiliares
—Ocurrencias ligadas. No todas las ocurrencias de los elementos
9. I b i d p. 22.

79
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

son independientes, pues la presencia de un elemento en un entorno


determinado puede deberse a su dependencia de otro elemento; en ese
caso, se dirá que la ocurrencia de los dos elementos ligados hace de
ella una sola en el texto.
Consideremos, por ejemplo, las oraciones:
A B
él dice/que le es preciso partir
M B’
vosotros decís/que os es preciso partir.
A primera vista, B y B’ no constituyen entornos idénticos para A
y M, pero en realidad le está ligado a él, y os, a vosotros. Harris propone
entonces reducir estas oraciones a sus elementos independientes, sustitu­
yendo el le y el os por un símbolo único vacío, que trasforma así a B
y B’ en entornos idénticos y permite colocar a A y M en la misma clase
de equivalencia.
Los pronombres ofrecen el ejemplo más notable de ocurrencia
ligada, dado que tienen por función remplazar a un morfema ya utili­
zado en el discurso. En este caso, se los considerará como pertenecien­
tes a la misma clase de equivalencia que los elementos a los cuales
están ligados en el discurso estudiado (y no en el absoluto).
—Las trasformaciones gramaticales. Con todo, sólo hay unos pocos
entornos idénticos en un discurso; como “la variedad gramatical no es
pertinente en cuanto al contenido del discurso”,10 Harris introduce un
procedimiento mucho más eficaz para aumentar el rendimiento de las
clases de equivalencia, al manipular las relaciones gramaticales entre
morfemas. Dado un discurso Di, se denomina trasformado de D¡ un
discurso TD¡ obtenido a partir de Di por medio de “trasformaciones”.
Así es como, al analizar un fragmento de discurso científico de 27 ora­
ciones, Harris hace de él un TDi de 82 oraciones. Las trasformaciones
servirán para comparar oraciones diferentes a fin de mostrar “que dos
oraciones contienen la misma combinación de clases de equivalencia
aunque contengan combinaciones diferentes de morfemas”.11
En otras palabras, se recurre a un cierto número de informaciones,
de índole gramatical, exteriores al texto, para encontrar segmentos seme­
jantes suplementarios. Se usa entonces lo que Harris denomina la
variación experimental: “Supongamos que tenemos una oración de una
forma dada A y que queremos una forma B; tratamos de modificar A
de modo que el cambio consista únicamente en la diferencia formal
que existe entre A y B, para ver qué pasa entonces en A”.12
10. Ibíd., p. 31.
11. Ibíd.
12. Ibíd., p. 32.

80
EL ENFOQUE “SINTÁCTICO ”

Solo es posible recurrir a las trasformaciones de equivalencia gra-


matical a partir del texto, en función de las necesidades de la consti-
tución de las clases y no por otros motivos. Para señalar los entornos,
bastaba conocer los límites de los morfemas, pero para operar estas
trasformaciones, es necesario saber a qué clase morfofonológica perte­
necen esos morfemas, para estar en condiciones c is reglas
gramaticales. Se considera que las equivalencias conser-
van intactos 1) los morfemas, 2) sus relaciones gramaticales fundamen­
tales. Esto es precisamente porque en forma teórica su'sentido es afec­
tado apenas, en un grado despreciable. Toda trasformación debe ser
totalmente explicitada: debe ser posible reproducir el texto original
partiendo del resultado, es decir, del cuadro final de doble entrada.
Tomemos como ejemplo el siguiente aviso aparecido en la revista Jours de
Franee:
“Charles of the Ritz ha creado Ritz Overnight, una crema de noche no grasa,
superpenetrante, revitalizante y rica en elementos naturales. [ ...] Ritz
Overnight permite a la piel conservar su elasticidad y regulariza la tasa de
hidratación cutánea.”
Para que las clases de equivalencia rindan al máximo, se elige Ritz Over­
night como principio de construcción de la cadena de equivalencias y se recurre
a una serie de transformaciones gramaticales para regularizar el corpus.
a) Se coloca Ritz Overnight y su aposición una crema de noche en la mis­
ma clase; después se remplaza la serie de atributos por otras tantas proposiciones
completas:
Una crema de noche
R. O. no es grasa
R. O. es superpenetrante
R. O. es revitalizante
(y) Ritz Overnight es rica en elementos naturales
b) Se presenta una dificultad para seguir más adelante: la primera ocu­
rrencia de R. O. es una FN2 (objeto directo), mientras que la segunda es una FN t
(posición de sujeto); para sortear este obstáculo tenemos que recurii a la tras-
formación pasiva.
Ch. of the R. ha creado R. O. => R.O. ha sido creada por Ch. of the R.
R.O.
una
crema no es grasa
de
noche
etc.
R.O. permite . . .
(y) R.O. regulariza

81
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

Se han conservado las relaciones sintácticas entre los morfemas, pero el procedi­
miento transformacional ha acrecentado considerablemente la densidad de las
equivalencias.

INTERPRETACIÓN DE LOS RESULTADOS


En el cuadro final, cada elemento tiene dos coordenadas, vertical
y horizontal, que permiten señalar un cierto número de correlaciones
que antes del trabajo de análisis eran imperceptibles. La otra posibi­
lidad de interpretación es puramente formal, y apunta a un estudio de
la estructura distribucional en sí misma. La finalidad de este trabajo
sobre el cuadro es el intento de reducir la diversidad a elementos lo
más generales que sea posible en los dos ejes: se trata de establecer
algunas estructuras fundamentales de las que se derivaría un conjunto
de estructuras particulares. Al examinar los diversos tipos de estructu­
ras de discurso, puede estudiarse también su debilidad, sus ventajas
estructurales. Se ve así qué adiciones pueden hacerse sin alterar la
estructura del cuadro, y en consecuencia del texto; la adición de tal o
cual clase puede permitir regularizar el discurso aun más.
El otro aspecto de este estudio es comparativo: en qué aspecto
ciertas estructuras de discurso pertenecen a un mismo tipo, en qué
pertenecen a tipos diferentes, etc. Pero las conclusiones formales solas
no bastan: se pueden “poner de manifiesto correlaciones con la persona
o la situación que está en el origen del texto, sin la menor referencia
a las significaciones de los morfemas”.13

ALGUNAS DIFICULTADES PARTICULARES

Después de haber dado un resumen general del método de Harris,


debemos ocuparnos de las dificultades prácticas que pueden encon­
trarse en el curso del análisis.
Los morfemas que no entran en ninguna clase de equivalencia,
pero que están ligados gramaticalmente a un miembro de una clase,
entran en la misma columna del cuadro que él, con la condición de
que ese sea el miembro con el cual tienen la relación gramatical más
estrecha. Esto supone que los morfemas en cuestión no tengan ninguna
otra ocurrencia en el texto o, al menos, que si aparecen otra vez guar­
den la misma relación gramatical con un miembro de la misma clase
de equivalencia.
Si un material no entra en ninguna clase y no está ligado gramati-
13. Ibíd., p. 44.

82
EL ENFOQUE “SINTÁCTICO”

cálmente a ningún miembro específico de una clase, se inserta en una


columna especial al principio del cuadro: en ella figurarán particular­
mente los morfemas de enlace. Pero no son estos los únicos elementos
que se incluyen en esta primera columna: Harris tiende a poner allí un
“material conjuntivo” menos evidente. Por ejemplo, en un discurso que
contenga la oración: “estamos orgullosos de que nuestras máquinas fun­
cionen bien”, máquinas y funcionar pertenecen a clames de equivalen­
cia, pero estamos orgullosos de que no se encuentra en ninguna parte
en el texto y no está ligado gramaticalmente a ningún miembro; en ese
caso, estamos orgullosos de que pasará a ser un elemento de la primera
columna.
Además de las trasformaciones puramente formales, Harris recurre
a lo que llama equivalencias detalladas, que se aplican a morfemas
determinados y no a clases morfofonológicas. Toma el ejemplo, particu­
larmente aclaratorio, de vender y comprar, verbos simétricos, inversos
distribucionales: X compra a Y e Y vende a X, pero también dar/recibir
y otros. Si el texto lo permite, se tendrá en cuenta esta relación para
colocar estos términos en la misma clase o analizarlos como inversos.
Harris no considera que con esto se aparte de su voluntad de elaborar
un procedimiento puramente formal, sin recurrir al sentido.

El procedimiento trasformacional
Antes de dar una visión de algunas trasformaciones utilizadas para
maximizar la pertenencia a las clases de equivalencia, debemos precisar
lo que Harris entiende por trasformación. Esta cuestión es extremada­
mente compleja, pues el pensamiento de Harris en este campo ha evolu­
cionado constantemente, y la escuela de Chomsky ha elaborado una
definición de la trasformación que, si bien fundada históricamente en
la de Harris, se distingue netamente de ella.14 Aquí nos limitaremos a
presentar a grandes rasgos la concepción de Harris en el momento de
sus trabajos en análisis del discurso.
Como hemos visto, Harris elaboró su método de las trasformaciones
para regularizar los discursos, y después lo trabajó considerablemente.
Como su pensamiento sobre el tema ha evolucionado sin cesar, cual­
quier presentación de él es un compromiso inestable. Ya vimos desde
qué perspectiva recurría el análisis del discurso a las trasformaciones;
ahora conviene introducir la noción de oración-núcleo. En el conjunto
de las formas de oración (es decir, de las oraciones analizadas en cons­
tituyentes; por ejemplo, la flor es linda se analiza en Ni VA), puede
14. Sobre el problema de las relaciones Chomsky-Harris en materia de tras-
formaciones, puede consultarse el artículo de J. C. Milner en Langages 29: “Deux
théories de la transformaron”, así como la Introduction á la grammaire générative
de N. Ruwet (Plon).

83
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

definirse un subconjunto tal que cada oración de la lengua aparezca


como una trasformación de una u otra oración de este subconjunto. Se
hablará entonces de oraciones-núcleos para formas de este subconjunto
tales como
NV El gato corre
NV N El gato come la carne
N V PN El gato sube a la mesa
etc.
Cada oración se puede así descomponer en formas de oraciones-
núcleos. Evidentemente, la perspectiva trasformacional no es la misma
cuando se trata de construir una gramática de la lengua que cuando se
busca solamente regularizar enunciados para aumentar el rendimiento
de clases de equivalencia. Además, el análisis del discurso no usa todas
las posibilidades del análisis trasformacional, y recurre a algunas tras-
formaciones privilegiadas. No daremos aquí una lista exhaustiva, sino
sólo algunas manipulaciones simples que responden a necesidades im­
portantes del análisis del discurso, de modo que estas no son sino algu­
nas indicaciones representativas. La teoría de Harris es muy discutida,
y los que practican el análisis del discurso inspirado en él toman, la
mayor parte .del tiempo, elementos de los trabajos inspirados en la
gramática generativa de Chomsky. No hay que ver en esto una incon­
secuencia, sino comprender que el único interés de las trasformaciones
para el análisis del discurso, es facilitar la regularización de los enun­
ciados, y no describir y explicar los mecanismos de la lengua. Todo
depende, finalmente, de las necesidades propias de cada texto: muchas
de las dificultades a las que se ve enfrentada una gramática de la
lengua no son tales para un texto cerrado y suficientemente repetitivo.
Es evidente que sería deseable una articulación más rigurosa de la gra­
mática y del discurso pero, en el estado actual de la lingüística, el
eclecticismo, los tanteos, las trasformaciones ad hoc son inevitables.
Una vez más, no apliquemos a estas trasformaciones exigencias de
perfecto rigor que no son pertinentes para el caso.15

15. El tomo III de la gramática de J. Dubois (Larousse) y los Éléments de


linguistique frangaise, syntaxe (Larousse, 1970) son obras útiles para acostum­
brarse a las trasformaciones y disponer de un abanico mucho más amplio de
posibilidades en lo que concierne a la estructura del francés.

84
EL ENFOQUE “ SINTÁCTICO M

ALGUNAS TRASFORMACIONES
A. Relaciones entre dos formas de oraciones independientes, no en­
garzadas:
• Activa/Pasiva:
Es evidentemente la más importante de estas relajones:
FNi ;+ V 4- FN2 => FN2 4- ser 4- V -f PP 4- por ¡~hFNi
Los hombres buscan la felicidad. => La felicidad es buscada por los hombres.
• Trasformación de énfasis:
Consiste en colocar la FN2a la cabeza de la oración.
Buscan la felicidad. => — Es la felicidad lo que buscan.
— La felicidad es lo que buscan
— La felicidad, la buscan.
• Inversión:
Una muchacha apareció. => Apareció una muchacha.
B. Relaciones entre una oración que contiene un sustantivo, y un grupo
sustantivo + modificador de sustantivo:
• FNi -f ser + adj => FNi + adj
Los libros son magníficos. => Libros magníficos. . .
• FN, + V -f Prep + FN2 :=>JFNj 4- Prep -f FN2
Las flores vienen de Francia. =» Flores de Francia. . .
• FN, 4- ser 4- FN2 => FN! 4- FN2
El huelguista es un agitador. => El huelguista, un agitador...
• FN! + V -f FN2 => FNi 4- V 4- sufijo 4- de 4- FN2
Las hormigas devoran las plantas. => Las hormigas devoradorás de plantas. . .
• Con estos casos está vinculada la trasformación relativa, que hace
de dos frases una sola:
( f n , X v ‘ + f n 3 => FN> + <lue '+ V> + FN^ + v * + FN’
Los acaparadores arruinan el país. Los acaparadores, que arruinan
{Los acaparadores ganan dinero. ^ el país, ganan dinero.

16. Además de Discourse Analysis y Co-occurrence and Transformation in


Linguistic Structure, de 1957, nos basamos en Introduction to Transformations,
de 1956.

85
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

C. Nominalización y completiva:
• La trasformación de nominalización hace de una oración comple­
ta la frase nominal incluida en una nueva oración, como FNj
(sujeto) o FN2 (objeto):
{Lanzan el cohete.
(Eso) me agrada. ^ El lanzamient0 del cohete me agrada.
Actúa en favor de los disminuidos. Su acción en favor de los
(Eso) es meritorio. ^ disminuidos es meritoria.
• La completiva, como el infinitivo, trasforma dos oraciones en una
sola, pero conservando las dos su condición de “oraciones”.
( Deseo (algo)
[Llegaremos mañana. =* Deseo que lleguemos mañana.
( Veo (algo)
\ Viene. =* Lo ve0 vemr'
Juzgan: está loco. => Lo juzgan loco.
D. La coordinación:
Los elementos coordinados se colocan en la misma clase de equi­
valencia:
_ _ ( Los varones son mortales.
• Los varones yy las mujeres
' son mortales. =¡> <l Las
T mujeres son mortales.
.,
y i i t *
• Los hombres desean y reclaman la paz. =* {í Lo$
Los hombres desean
redam m la lapaz.
paz.

Lo mismo vale para los nexos o, pero, al igual que, etc.


E. Las cuasitrasformaciones:
Para Harris, son trasformaciones cuyas posibilidades son, por una u
otra razón, limitadas, pero que se pueden utilizar en ciertos casos,
si se toman precauciones.
• El caso más simple es el de FNi es FN2:
No es posible tener a la vez: Un gato es un mamífero,
y: Un mamífero es un gato.
Pero es posible poner en equivalencia el amor y la poesía de la vida
en: El amor es la poesía de la vida.
N.B.: Señalemos que, además de las FN unidas por ser, se pueden
poner en la misma clase de equivalencia las FN unidas por verbos
como rester o demeurer [“seguir siendo”], se trouver [“resultar
ser"].
• FNj I V I Prep -j- FN2 => FN, + V + Adv
Juan marchaba con alegría. => Juan marchaba alegremente.

86
EL ENFOQUE “ SINTÁCTICO ”

• FNi :+ V => FNj '+ V FN2


Juan empujó. => Ju<m dio un empujón.
Juan analiza una obra. => Juan hace el análisis de una obra.
• FN, + V =* FN, •+ ser + N
Juan escribe. => Jwan es escritor. ^

LIMITACIONES DEL MÉTODO DE HARRIS


Se ha podido advertir que la utilización del tal aparato metodoló­
gico no deja de presentar algunos problemas. Este procedimiento “per­
mite abordar las cuestiones de análisis del discurso con un instrumento
que es, por primera vez, lingüístico, formal, adaptado, preciso”.17 En
este campo, Harris tiene el inmenso mérito de haber sido el iniciador,
es decir que sus trabajos han constituido una base dereflexión suma­
mente estimulante por su coherencia. Aunque se rechace una parte de
su método, gracias a él se han podido situar teóricamente problemas
hasta entonces informulables (se verá más adelante, por ejemplo, que
la tentativa de “análisis automático del discurso” le debe mucho).
Con todo, se le han hecho algunas críticas. En primer lugar, se
comprueba la ausencia de una definición teóricamente elaborada del
concepto de “discurso”, que se toma bajo la forma más intuitiva de un
enunciado que sobrepasa los límites de la oración. Al adoptar un con­
cepto tan pobre, no es sorprendente que Harris se quede en la superficie
del texto (a pesar de usar trasformaciones), como si el discurso tuviera
una estructura única y compacta que bastaría descubrir por segmenta­
ción y clasificación. Es lícito preguntarse si el cuadro final al que se
llega constituye realmente una “descripción estructural” del discurso,
aunque Harris hable de “gramática del discurso”. Habría entonces que
fundamentar teóricamente el primado de las clases de equivalencia: en
qué se basa el concepto de que las regularidades del discurso pasan
únicamente por ellas. En el fondo, el análisis de Harris sólo es posible
en razón del postulado (absolutamente indispensable) de una coherencia
textual, de una estructuración global del discurso, pero falta una verda­
dera teoría de esta coherencia, que por cierto es mucho más compleja
que el simple juego de la recurrencia de las clases de equivalencia
(desde este punto de vista, la ocultación de lo semántico presenta enor­
mes inconvenientes).
Las clases de equivalencia no son definidas más que sintáctica­
mente, y Harris no es lo bastante explícito en cuanto a las posibilidades
de utilización de esas equivalencias. Deja la libertad de recurrir a
algunas equivalencias semánticas, pero no ofrece ningún criterio explí­
17. G. Provost-Chauveau, Langue Frangaise 9, p. 17.

87
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

cito que permita definir hasta dónde llegan esas tolerancias; el carácter
“formal” (^m ecánico y asemántico) del procedimiento se revela difícil
de mantener.
Michel Pécheux18 descubre una dificultad en cuanto a la posibi­
lidad de constituir las clases de equivalencia independientemente de
todo criterio semántico. En efecto, Harris da como ejemplo las dos
equivalencias siguientes:
fines de octubre I los primeros fríos llegan
1 mediados de otoño Y j encendemos la calefacción
La equivalencia no es en los dos casos totalmente del mismo orden.
En E1} se trata (para el hemisferio norte) de una forma de identidad,
mientras que en E2, la relación entre los dos miembros no es “simé­
trica”, supone un orden sintagmático (los fríos llegan —por lo tanto—
encendemos la calefacción).
Queda además por definir exactamente el estatus de la trasforma­
ción: simple técnica auxiliar que permite maximizar la pertenencia a
las clases de equivalencia, no es en realidad tan inocente, pues “la
reducción de la oración compleja a proposiciones simples neutraliza, en
cierta medida, las relaciones de las proposiciones en el interior de la
oración así como las modulaciones de la sintaxis y de la retórica”.19 A la
trasformación puede dársele otro estatus —relacionado con la teoría
de la enunciación—, que haría de ella una forma voluntariamente dada
al enunciado por el sujeto de enunciación. En otras palabras, habría
que poner en tela de juicio la “inocencia” de los procedimientos trasfor-
macionales, que no deben aparecer como la restitución del sentido claro
que la diversificación gramatical enmascararía.
Es decir que uno de los defectos esenciales del método de Harris,
compartido por otra parte con el conjunto de la problemática del dis-
tribucionalismo, reside en que “opera considerando siempre un texto
como emitido en la misma longitud de onda”. Así pues, a esta metodo­
logía le falta una teoría de la “enunciación” (más adelante volveremos
a hablar de ella): ¿el discurso es realmente algo dado, compacto, que
conviene segmentar para extraer de él una estructura? Desde este
punto de vista, no es indiferente que Harris haya analizado un artículo
científico, verdadero caso límite de las estructuras de la enunciación.
Pero, ¿es posible no tener en cuenta al sujeto hablante en la mayoría
de los otros tipos de discursos? La toma en consideración de los ele­
mentos discretos solamente, en el marco del distribucionalismo, bloquea
la posibilidad de poner de manifiesto las propiedades no discontinuas
de los procesos de enunciación.
Harris ha estudiado textos de un tipo muy particular —slogans
18. “La sémantique et la coupure saussurienne”, en Langages 24.
19. D. Maldidier y R. Robin, Langage et idéologies.
EL ENFOQUE “SINTÁCTICO ”

publicitarios, un artículo científico—, pero los textos corrientes son mu­


cho menos repetitivos. Esta dificultad ha sido eludida por los investi­
gadores que se construyen ellos mismos un corpus muy recurrente
alrededor de ciertos términos invariantes. En lo que respecta al método
harrisiano estricto, que se apoya en enunciados sucesivos, presumible­
mente deberá producir nuevos conceptos, para salir <Jel atolladero en
que se encuentra: una nueva definición de la coherencia discursiva,
articulada sobre una tipología lo bastante fina de los discursos, se de­
muestra así indispensable.

89
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

2. EL ANALISIS HARRISIANO EN SENTIDO LATO

Con este tituló designamos la aplicación del método de análisis


del discurso a corpus de enunciados no sucesivos. Recordemos, en
efecto, que el método de Harris:
1. No se permite ninguna hipótesis sobre el sentido del texto y se
niega, en consecuencia, a privilegiar uno o varios términos en función
de una hipótesis extralingüística.
2. Está destinado a analizar discursos seguidos; el cuadro final
se despliega pues en dos dimensiones.
3. El cuadro se emplea esencialmente en un estudio de su estruc­
tura que desemboca en una comparación con otras estructuras, una
puesta en correlación con el locutor y la situación de comunicación.
Hay que reconocer, sin embargo, que no es nada fácil aplicar un
método semejante a textos débilmente recurrentes, cosa que el mismo
Harris admite. Ante esta seria dificultad, los investigadores que se
vieron enfrentados a discursos poco recurrentes se constituyeron ellos
mismos un corpus muy “repetitivo” a partir de una hipótesis explícita:
se el; ge un vocablo, o varios fuertemente correlacionados, y se hace el
relevamiento, en un corpus, de todas las oraciones que contienen a
ese o esos vocablos. El investigador dispone entonces de un corpus
muy recurrente sobre el cual va a intentar determinar clases de equiva­
lencia, con la ayuda de las trasformaciones para la regularización de
las oraciones. En general, se apunta a una descomposición de las
oraciones en oraciones-núcleos y se espera construir una o varias ora­
ciones básicas. Se entiende por oración básica una proposición teórica
(que puede no estar realizada en el corpus) que se considera que da
una especie de modelo de un conjunto determinado de proposiciones.
Sobre el mismo corpus se pueden determinar varias oraciones básicas,
alrededor del mismo invariante y entre varios invariantes que se busca
estructurar unos en relación con otros.
Se asienta una hipótesis explícita que autorice a considerar tales
invariantes como representativos del conjunto del discurso de tal o
tales locutores en una situación y una sincronía definidas: esta “homo-
geneización” es necesaria para garantizar la representatividad de las
proposiciones extraídas del corpus. De una manera esquemática, es
posible distinguir dos orientaciones principales del análisis harrisiano:
una más bien “lexicológica” y otra tendiente a la constitución de una
red de oraciones básicas. En la primera, se trata de aclarar el sentido
de uno o varios invariantes inscribiéndolos en un sistema, paradigmá­
tico y sintagmático. La constitución de un conjunto estructurado de

90
EL ENFOQUE “SINTÁCTICO ”

oraciones básicas, en cambio, apunta no tanto a aclarar el funciona­


miento semántico de los invariantes como a dar una especie de modelo
reducido de los enunciados del discurso, con ayuda de algunas mani­
pulaciones formales. Las dos orientaciones pueden perfectamente mez­
clarse en el curso de la investigación, pero la distinción no deja de
ser válida. Así, en el trabajo realizado por R. Robin y D. Maldidier
que vamos a presentar seguidamente, la perspectiva lexicológica queda
netamente relegada a segundo plano.

UN EJEMPLO DE ANALISIS
R. Robin y D. Maldidier20 estudian un conjunto de Advertencias y de
Edictos de parlamentarios de 1776; sobre 120 páginas de texto, extraen un
conjunto de 700 enunciados. El corpus ha sido definido como homogéneo en
cuanto a sus condiciones de producción. Los autores separan dos conjuntos de
unidades invariantes, en función de dos preguntas: de qué se habla y de quién
se habla. En la obra, sólo se presenta el primer conjunto. Estas unidades —corvée
Tprestación vecinal], imposition [imposición], contribution [contribución] impót
[impuesto], por un lado, y jurandes [veedurías], réglements [reglamentos],
liberté [libertad], sisteme [sistema], por otro— han sido elegidas en razón de su
recurrencia y, evidentemente, a partir de una hipótesis de orden semántico: el
edicto real quiere remplazar la antigua prestación feudal por un impuesto nuevo,
suprimiendo las veedurías para instituir la libertad de trabajo. A estos ocho
términos hay que agregar sus sustitutos (formales o conceptuales).
Intervienen entonces las operaciones de regularización del corpus a través
de las trasformaciones, de manera de constituir en clases de equivalencia el
conjunto de los predicados en una unidad léxica invariante. Los enunciados se
agrupan en dos grandes tipos de estructura sintáctica:
X es Y
X hace que Z,
que la mayoría de las veces son construidos, y no realizados en el texto. Así,
cette heureuse liberté étendra les diverses branches du commerce [esta dichosa
libertad etxenderá las diversas ramas del comercio] se transforma en cette heureuse
liberté jera que les diverses branches du commerce seront étendues [esta dichosa
libertad hará que las diversas ramas del comercio se extiendan].
Todas las unidades léxicas tomadas como invariantes pertenecen a una
misma clase de equivalencia por el juego de los entornos; pero se corre el riesgo
de llegar a una inconsecuencia manifiesta: las palabras de funcionamiento anti­
tético se encontrarían en la misma clase. Los autores introducen entonces la distin­
ción “empeorado’7 “mejorado’, según el grupo de unidades léxicas sea considerado
favorablemente o no por el locutor. Otra clase, llamada contraclase, permite colo­
car los enunciados empeorados en un discurso que habitualmente los mejora: son
20. “Les Parlementaires contre Turgot”, en Langage et idéologies, Les Edi-
tions Ouvriéres, 1974.

91
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

concesiones, reales o retóricas. Se ve, pues, que el sentido es tomado amplia­


mente en consideración.
Este trabajo desemboca en la constitución de cuadros que, a diferencia del
análisis harrisiano, son “cuadros semánticos”. Los enunciados de cada uno de los
textos ( Edictos, Advertencias) se reúnen bajo cuatro títulos: en el conjunto em­
peorado se agrupan los enunciados del tipo X hace que Z y los del tipo X es Y;
y lo mismo se hace con el discurso mejorado, distinguiendo discurso de los
parlamentarios y discurso opuesto. Los autores intentan, finalmente, estructurar
las oraciones básicas y, para el discurso de los parlamentarios, por ejemplo, llegar
a un ordenamiento en relación con el eje semántico destrucción/producción:
Oraciones básicas
1. Predicados mejorados de las instituciones antiguas X’ era bueno
2. Efecto de las instituciones antiguas X’ producía cosas buenas
( = hacía que)
3. Orden antiguo alcanzado por este proceso X hace que X’ sea destruido
Proceso de destrucción/producción
4. Orden social nuevo X produce W ( = hace que)
5. Predicados empeorados del orden social nuevo X o W es malo
Los autores muestran después que el discurso opuesto a este está construido
sobre las mismas reglas, con una diferencia: la tercera fase (destrucción) es
ocultada y no queda más que:
R — el orden antiguo R era malo, R producía cosas malas.
R’ — el Edicto R’ produce cosas buenas, R’ es bueno.
Podrían sacarse muchas otras enseñanzas de este trabajo, pero aquí
nos basta con haber considerado el procedimiento en conjunto.

MANIPULACIÓN DE LOS RESULTADOS


Jean Dubois21 sugiere algunas posibilidades de ordenación de los
miembros de las clases de equivalencia en términos de la manipulación
trasformacional:
1. La frecuencia de las relaciones de coocurrencia: si el inva­
riante x está ligado a una clase (adjetivos atributos, en particular), se
pueden ordenar los miembros de esa clase según la frecuencia de su
coocurrencia con x.
2. El orden sintagmático: si x está ligado a diversas palabras, se
puede estudiar el orden de aparición de esos coocurrentes de x en el
texto.
21. “Lexicologie et analyse d’énoncés”, en Cahiers de Lexicologie, 15, II.

92
EL ENFOQUE “SINTÁCTICO "

3. Si x está ligado a expansiones de a, b, c, y a su vez a está ligado


a otras unidades léxicas, b también, etc., se puede construir una red
de interrelaciones y jerarquizar los elementos en función de este cri­
terio, considerando la densidad de las diferentes líneas del gráfico
así construido. Entonces se pueden cuantificar estas interrelaciones.
Por esta vía se pueden relacionar las diferentes clases de equivalencia,
es decir, en última instancia, las unidades elegidas «Jomo invariantes.
Se manipula así, según Jean Dubois, una “lógica de clases”.
El mismo autor considera dos posibilidades de aprovechamiento
de los resultados, una vez construidas las clases de equivalencia: el
establecimiento de oraciones básicas y el estudio estático de sus rela­
ciones (como en el ejemplo que acabamos de ver), pero también “una
representación dinámica, un orden de trasformaciones operadas sobre
una oración tipo ... que permita dar cuenta de las trasformaciones por
la decisión tomada por el sujeto”.22 Pero este segundo aspecto desem­
boca en una teoría de la enunciación.
Una vez que se han efectuado estas operaciones lingüísticas,
queda poner en relación estas oraciones teóricas con hipótesis extralin-
güísticas.

LOS PROBLEMAS QUE PRESENTA ESTE MÉTODO


Verdaderamente, uno puede quedarse perplejo en cuanto al valor
acordado a la influencia de Harris en este tipo de trabajos: “No hay
que ilusionarse sobre la referencia a Harris en los trabajos contempo­
ráneos”.23 Y realmente, si la selección de invariantes es la condición
sine qua non de la generalización de este método, hay que admitir
que de todo el edificio teórico y metodológico de Harris queda bien
poca cosa: la definición de la clase de equivalencia por el entorno
y el procedimiento de regularización por las trasformaciones. Por otra
parte, se tiende cada vez más a integrar en este método aspectos nue­
vos, particularmente aspectos vinculados con la enunciación. Así, D.
Maldidier, en su tesis Le Vocabulaire de la guerre d'Álgérie [El voca­
bulario de la guerra de Argelia],24 utiliza el procedimiento trasforma-
cional no sólo para aumentar el rendimiento de las clases de equiva­
lencia, sino también para “tener en cuenta las relaciones de reformu­
lación entre las proposiciones, el grado en que la palabra proposición
es más o menos asumida por el sujeto de enunciación”. Hemos visto,
sin embargo, que Harris quería analizar “textos”, en sentido estricto,
es decir un proceso de estructuración global que integra las oraciones en
una unidad superior, mientras que lo que se llama método harrisiano
se resuelve finalmente en una técnica auxiliar de análisis que apunta
22. Art. c i t p. 123.
23. L. Guespin, Langages 23, p. 14.
24. Tesis de tercer ciclo - Universidad de París X, 1971 (dactilografiada).

93
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

a una regularización de oraciones aisladas. Como una de las propiedades


esenciales de un texto es el hecho de que sus componentes son no
conmutativos, los corpus construidos a partir de invariantes de ninguna
manera constituyen un “texto”, a menos que se dé a este concepto
una acepción muy amplia. Valdría más, pues, renunciar a una refe­
rencia inmediata a los trabajos de Harris y considerar que la mayoría
de las investigaciones en análisis del discurso trabajan en un marco
diferente. Si R. Robin se muestra incomodada por el hecho de que
“las clases de equivalencia obtenidas son clases sintácticas y para
nada semánticas” y piensa, con justa razón, que “el método harrisiano
no constituye más que un punto de partida”,25 esta dificultad, en
cambio, no es tal para Harris: “La clase de equivalencia indica sola­
mente lo que hacen distribucionalmente sus miembros en el texto
[...], no negamos que pueda haber diferencias de sentido o de distri­
bución fuera de ese texto”.26
Este método inspirado en Harris se acerca asombrosamente a los
procedimientos de análisis lexicológico. Esto no constituye en absoluto
un inconveniente: como hemos visto, la lexicolgía ha superado los
límites de la palabra aislada, o aun del “campo”, y plantea que las
palabras no valen sino por las proposiciones que las contienen. La
elaboración de clases de equivalencia permite un estudio semántico
de los invariantes elegidos: se obtienen así las restricciones de coocu­
rrencia de una unidad léxica en una estructura discursiva, la restric­
ción de las virtualidades de una lengua a los elementos pertinentes
para el funcionamiento de un discurso.
Pero se puede adoptar la otra perspectiva: así, al estudiar el
discurso político de la guerra de Argelia a través de seis diarios, D.
Maldidier toma como invariantes Algérie [Argelia] y Franee [Francia],
acompañados de Algérien [argelino] y Frangais [francés], y arriba a
dos oraciones básicas del tipo: VAlgérie est la Franee [Argelia es Francia]
y VAlgérie dépend de la France [Argelia depende de Francia], que le
permitirán caracterizar la “competencia” de los seis diarios en ese
punto. El resultado no es finalmente de orden lexicológico, sino que
consiste en construir el sistema de proposiciones fundamentales que
permite funcionar a ese discurso.

25. Op. cit., p. 183.


26. Langages 13, p. 23.

94
EL ENFOQUE “SINTÁCTICO”

3. EL “ANÁLISIS AUTOMATICO DEL DISCURSO”

Con este título, publicó Michel Pécheux en 1969 su proyecto de


análisis del discurso y desarrolló su método. Desdg esa fecha, sus
concepciones y las de su equipo del Laboratorio de Sicología Social
de la Universidad de París VII, asociado al Centre National de Re-
cherche Scientifique [Centro Nacional de Investigación Científica], han
evolucionado un poco: ante la imposibilidad de detallar todos esos
cambios, nos contentaremos aquí con bosquejar la configuración más
reciente de este análisis automático del discursoP
El marco epistemológico del análisis automático del discurso
(AAD) se define como la ‘articulación de tres regiones de conoci­
mientos científicos”: el materialismo histórico, la lingüística (teoría
de los mecanismos sintácticos y de los procesos de enunciación) y una
teoría del discurso “como teoría de la determinación histórica de los
procesos semánticos”.28 Estas tres regiones están atravesadas por una
referencia a una teoría sicoanalítica del sujeto. En materia de ideolo­
gía, los autores se remiten a los trabajos de la escuela de Althusser,
negándose a identificar ideología y discurso (desviación idealista), y
consideran “lo discursivo como uno de los aspectos materiales de la
materialidad ideológica”.29
Esto significa que niegan radicalmente la ilusión que tiene el
sujeto de asociar bi-unívocamente sentidos a los diferentes lexemas
en el curso de una lectura. Correlativa de la anterior es la ilusión de
pensar que el sujeto está “en el origen del sentido”, retomando un
sentido preexistente universal. Una secuencia, un enunciado, no tiene
“sentido” para el sujeto sino en la medida en que la concibe como
perteneciente a tal o cual formación discursiva, pero ese mismo sujeto
rechaza esa idea para sustituirla por la ilusión de que él está en el
origen del sentido.
No es posible analizar el sentido de una secuencia si no se tiene
en cuenta la formación discursiva a la que pertenece (las formaciones
discursivas son los componentes de una formación ideológica deter­
minada, articulada sobre condiciones de producción particulares).
Una formación ideológica es un conjunto de actitudes, representacio­
nes, etc. que se remiten a posiciones de clase, que es susceptible de
intervenir como una fuerza, confrontada con otras, en la coyuntura
ideológica que caracteriza a una formación social en un momento
27. El número 37 de la revista Langages (marzo de 1975) está íntegra­
mente dedicado a las investigaciones de Michel Pécheux y de su equipo. Casi al
mismo tiempo apareció una obra (Les vérités de La Pólice, Maspero) que precisa
la posición de Pécheux respecto de la semántica, de la lingüística y de la filosofía.
28. Art. cit., p. 8.
29. Ibíd., p. 11.

95
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

dado. Las formaciones discursivas, que son componentes de esa for­


mación ideológica, están interrelacionadas y se delimitan recíproca­
mente.
Es conveniente precisar estos puntos, si se admite que la idea
directriz de los promotores del AAD es desarrollar una teoría del
discurso que no se base en el sujeto. El sujeto no produce sentido
libremente gracias a una combinación de unidades de la lengua dota­
das de una significación estable y evidente, sino que está dominado
por la formación discursiva en la que se inscribe su discurso. Es que
las palabras, oraciones, etc. cambian de sentido de acuerdo con las posi­
ciones sostenidas por los que las emplean: dada una coyuntura deter­
minada por un estado de la lucha de clases v una “posición” (ideo­
lógica y política) en esa coyuntura, una “formación discursiva” deter­
mina lo que puede y debe ser dicho a partir de esa posición. Los indi­
viduos se constituyen en sujetos de su discurso por la formación dis­
cursiva, y el sujeto se cree en el origen del sentido porque, precisa­
mente, es conducido, sin que se dé cuenta, a identificarse con la
formación discursiva. Si las palabras no tienen sentido fijo, es porque
cambian de sentido al pasar de una formación discursiva a otra. Correla­
tivamente, palabras o proposiciones “literalmente” diferentes y pertene­
cientes a la misma formación discursiva pueden tener el mismo sentido,
lo cual es la condición para que estas palabras y proposiciones sean
dotadas de sentido en esa formación discursiva. Pécheux llama proceso
discursivo a las relaciones de sustitución, sinonimia, paráfrasis, entre
elementos lingüísticos de una misma formación discursiva. El efecto
de sentido discursivo se constituye a partir de la relación en el interior
de esta familia de sustitutos; así, una palabra no tiene un sentido fijo
que le sea propio, sino que el sentido está indisolublemente ligado a
la metaforización: el sentido “se desliza”, de manera imprevisible, en
los conjuntos de paráfrasis, sustituciones, etc., propias de cada forma­
ción discursiva. Veremos más adelante que el método de AAD se
orienta esencialmente a la construcción de estos dominios de susti­
tución.
Desde esta perspectiva, el análisis puramente interno de un solo
discurso no tiene ninguna pertinencia: el AAD se da como corpus un
conjunto de discursos concretos dominados por las mismas condiciones
de producción.
El procedimiento de AAD se define entonces como “el bosquejo
de un análisis no subjetivo de los efectos de sentido que atraviesan
la ilusión de efecto-sujeto (producción-lectura30) y se remontan, por
una especie de arqueología regulada, hacia el proceso discursivo’\
definido como “las relaciones de paráfrasis interiores a la matriz del
sentido inherente a la formación discursiva”.

30. Ilusión, recordemos, que tiene el sujeto de estar en el origen del sentido
e ilusión de que puede asociarse un sentido fijo a cada unidad del texto.

96
EL ENFOQUE “ SINTÁCTICO ”

EL MÉTODO
a) Primera fase
La primera fase del análisis consiste en construir el corpus en
función de las condiciones de producción dominantes. Las condicio­
nes de producción no deben ser consideradas como frenos al funcio­
namiento ideal de la lengua, como si existiera una Semántica neutra,
ideal, que pudiera servir de punto de referencia. Muy por el contrario,
lo discursivo debe ser concebido como “un proceso social cuya especi­
ficidad reside en el tipo de materialidad de su base, que es la mate­
rialidad lingüística”.31
El corpus discursivo se define como el “conjunto de textos de
longitud variable (o secuencias discursivas) que remiten a condiciones
de producción consideradas como estables”. Este corpus se construye
“experimentalmente” (en la actualidad, una de las maneras de ha­
cerlo consiste en suscitar, por una puesta en escena experimental, una
situación concreta que instaure “relaciones de ubicación”) o a partir
de “archivos” (textos va realizados). En verdad, el método de AAD
está concebido más bien para textos experimentales (cf. infra) y se
revela mucho menos productivo para textos de archivos “sobreedifi­
cados”. Los criterios de construcción del corpus son necesariamente
exteriores al AAD (vinculados con una teoría de las condiciones de
producción), dado que lo discursivo no es reducible a lo lingüístico
ni a la ideología: la lengua no es sino la base sobre la cual se desa­
rrollan los procesos discursivos.
b) Segunda fase
Se trata de obtener una representación “desuperficializada” del
corpus discursivo (remitimos el resumen del procedimiento que hace­
mos más adelante).
El objeto discursivo es el “resultado de la trasformación de la
superficie lingüística de un discurso concreto en un objeto de conoci­
miento (producido por la ciencia lingüística), es decir, en un objeto
lingüísticamente desuperficializado”.32 Esto da lugar a la definición
del proceso discursivo como “resultado de relacionar según reglas obje­
tos correspondientes a superficies lingüísticas surgidas de condiciones
de producción estables y homogéneas”.33
La fase de construcción del objeto discursivo hace intervenir a la
lingüística como presupuesto, fase preliminar indispensable, pero sola­
mente preliminar. En lo esencial, se inspira en gran medida en Harris:
vuelta a los “enunciados elementales”, articulados entre sí; ya veremos
que los dominios tienen cierta semejanza con las clases de equivalencia
31. Art. cit., p. 23.
32. Ibíd., p. 24.
33. J h íd p. 24.
97
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

de Harris. En esta fase se arriba a una lista de “enunciados elementa­


les” y a una lista de relaciones binarias (v. infra).
A diferencia de Harris, que concibe el análisis del discurso como una parte
de la lingüística, extensión trasoracional de la metodología distribucionalista, el
AAD sale del marco lingüístico propiamente dicho, se le hace necesario recurrir
a un algoritmo y su objeto es “sociohistórico”. El AAD apunta a un “cambio de
terreno”, es una aplicación de la lingüística a un “campo exterior” y no sobre sí
misma. De la lingüística requiere solamente una “delinearización morfosintáctica”
de la superficie. Cuando Michel Pécheux considera la constitución de una “gra­
mática de reconocimiento” automática (que analice gramaticalmente las secuen­
cias), se trata de obtener un esquema de comparación: dar una representación
morfosintáctica no lineal de las superficies lingüísticas, para compararlas. Esto
explica que se recurra al procedimiento de los esquemas núcleos de Harris más
bien que a una teoría semántica universal (si hubiera que determinar orienta­
ciones respecto de Chomsky, los autores del AAD preferirían al Chomsky de la
teoría estándar, que mantiene una autonomía de la sintaxis con respecto a la
semántica, antes que a sus herederos “semánticos generativistas”, que niegan esa
autonomía.)
El procedimiento de análisis
El método está siendo reelaborado en muchos aspectos: ya han
sido introducidas ciertas correcciones, mientras que otras —la gran
mayoría— están a punto de serlo o a la espera de una formulación
plenamente satisfactoria. Para no circunscribir este método a límites
de los cuales sus autores han denunciado ciertos puntos débiles, pre­
sentaremos el método estándar tal como funciona desde hace algunos
años, el cual ha sido expuesto en detalle en una publicación de 1972,34
y después precisaremos algunos puntos que han sido renovados o
están en curso de renovación.
Las tres fases son las siguientes:
I. Análisis sintáctico de las secuencias del corpus (manual).
II. Tratamiento informático del corpus analizado.
III. Interpretación de los resultados del tratamiento efectuado.
I. Análisis sintáctico
Este análisis se hace en cinco etapas:
1. Señalamiento de oraciones en superficie.
2. Restablecimiento de los términos representados por las anáforas.
3. Análisis de la oración en proposiciones y restablecimiento del
orden canónico.
4. Descomposición de las proposiciones en enunciados elemen­
tales.
5. Reconstitución de la secuencia en forma de gráfico.
34. E n la revista t. a. informations 1972-1 (b o le tín de la A . T . A . L . A . ), “ M a­
nuel p our l ’u tilisa tio n de la M éthode d ’A .A .D .” por C. Haroche y M. Pécheux.

98
EL ENFOQUE “SINTÁCTICO”

1. El señalamiento de las oraciones:


Se consideran como marcas de pausa: el punto, el signo de inte­
rrogación, el signo de exclamación, los puntos suspensivos (a veces).
2. Las anáforas:
Todas las formas que reciben su significación ^ otros términos
del mismo texto, a los que representan (él, allí, cuyo, le, etc.), son
remplazadas por el término al que representan.
3. Análisis de la oración:
Obedece a los principios del “análisis lógico” tradicional, que
opone proposiciones principales, subordinadas, coordinadas. Restable­
cer el orden canónico consiste en colocar la principal a la cabeza,
seguida por las otras proposiciones en función de la jerarquía de sus
relaciones con la principal.
E l ejemplo siguiente pertenece al “ M a n u a l” de Pécheux y Haroche:
“Quand la météorologie nationale est en greve et que les employés s’y plai-
gnent de lo modicité des salaires, on est tenté de trouver la Vexplication des
insuffisances climatiques dont tout le monde a souffert au cours des derniers
mois.”35
E l análisis da la descomposición siguiente:
A = Pro po sició n p rin c ip a l: On est tenté de trouver dans le fait que
X, Vexplication des insuffisances clima-
tiques.
B = Proposición subordinada que la météorologie nationale est en
com pletiva greve
et
C = P ro po sició n subordinada que les employés se plaignent dans la
completiva météorologie nationale de la modicité
des salaires.
D = Pro po sició n subordinada tout le monde a souffert au cours des
relativa derniers mois des insuffisances climar-
tiques.
E = Pro po sició n subordinada quand la météorologie nationale est en
circunstancial de tiem po greve.
et
F = Pro po sició n subordinada quand les employés se plaignent dans
circunstancial de tiem po la météorologie nationale de la modi­
cité des salaires.36
35. “ Cuando el servicio meteorológico nacional está en huelga y los empleados
se quejan a llí del bajo n iv e l de los salarios, uno está tentado de encontrar en ello
la explicación de las insuficiencia s climáticas que todo el m undo ha s u frid o en el
curso de los ú ltim o s meses.” ( N . de la T . )
36. A : Uno está tentado de encontrar en el hecho de que X la explicación de
las insuficiencias climáticas; B: que el servicio meteorológico nacional está en huelga;
y C : que los empleados se quejan en el servicio meteorológico nacional del bajo

99
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

4. Descomposición en enunciados elementales:


Esta descomposición está emparentada con la de los 4esquemas
núcleos” harrisianos.
Enunciado elemental es un conjunto ordenado de dimensión fija
cuyos elementos son signos de clases morfosintácticas.
Su estructura es la siguiente (F Dt Ni V ADV P D2 N2):
F = “Forma del enunciado” — voz (activa/pasiva) — moda­
lidades (afirmación/negación, interrogación/interro-nega-
ción) — modo (indicativo, condicional, subjuntivo, impe­
rativo) — tiempo (presente, imperfecto, etc.).
N.B. Los autores señalan que las “modalidades” no remiten sino a una parte
de los fenómenos lingüísticos que engloba este término. Así, il faut quil vienne [es
necesario que venga] será descompuesto en dos enunciados elementales, mientras
que il faut que (modalidad lógica) hubiera podido colocarse en F.
1> = Determinante de un sustantivo.
—Los sujetos aparentes se representan por 0 .37
Ni = Sujeto del enunciado:
—Si el sujeto es la proposición que sigue, se escribe S
en lugar de N\ (frases del tipo el hecho de que . . .).
V — Verbo del enunciado:
La cópula se representa E.
A D V = Adverbio
P = Preposición o locución prepositiva:
Cuando el verbo tiene un objeto directo (sin preposi­
ción), se escribe * en la casilla de P.
N2 = Segundo sustantivo, pronombre o adjetivo:
La mayoría de las veces, una oración se puede descom­
poner en varios enunciados elementales; he aquí algunos
casos de descomposición según el AAD:
1) Determinación de un sustantivo:
La casa (en cuestión) es blanca.
{He visto una casa.
nivel de los salarios; D: todo el mundo ha sufrido en el curso de los últimos meses
las insuficiencias climáticas; E: cuando el servicio meteorológico nacional está en
huelga; y F: cuando los empleados se quejan en el servicio meteorológico nacional
del bajo nivel de los salarios. (N. de la T.)
37. En las gramáticas francesas se da el nombre de sujetos aparentes a
aquellos pronombres que funcionan como sujetos gramaticales de verbos cuyos
sujetos “reales” son o complementos (preposición + infinitivo), o proposiciones
incluidas sustantivas o construcciones sustantivas, ubicados detrás del verbo. En
11 convient de sortir [Conviene salir] o 11 estévident que Viene sest trompé [Es
evidente que Pedro se ha equivocado], los il son los sujetos aparentes de convient
y de est évident. (N. de la T.)

100
EL ENFOQUE “ SINTÁCTICO ”

f _ _ (Un carro pasa por la calle.


El carro del lechero pasa por lacalle. | £¡ carm gs d M lechgrg
2) Proposiciones cuyo verbo lleva más de unmodificadorobligatorio
Se descompone en dos enunciados, pero marcando con un conector (SPE) que
aisladamente esos enunciados son incompletos.
Ej.: Arturo da una flor a Camila. — E, + SPE + E* £
(Arturo da una flor) + SPE + ( Arturo da a Camila)
3) Restablecimiento de un predicado encubierto por una nominalización:
Pedro espera la venida de Juan => Pedro espera que Juan venga.
4) Caso de los circunstanciales:
Se trata de aquellos cuya construcción permitiría eventualmente suprimirlos.
Pedro captura el pez con una red = E, + CIRC + Ej
Ei = Pedro captura el pez.
E2 = Pedro captura con una red.

5. Construcción del gráfico que representa el discurso analizado:


A cada proposición así descompuesta puede asociarse un gráfico
cuyos nudos están constituidos por los enunciados y cuyos arcos repre­
sentan la relación entre estos enunciados.
Por ejemplo, la proposición A = On est tenté de trouver Vexpli-
cation... [Uno está tentado de encontrar la explicación...] será
representada por el gráfico:

VS P E

(4) (3) 1 ) : Pasiva (on tenter 0 )


(3 ) ((1):
( 2 ) : (On trouve * Vexplication)
(3): (On trouve dans S)
(4): (Explication E de les insuffisances)
(5): (Insuffisances E climatiques)**
(5)
Figura J O 39
38. (1): Pasiva (uno tentar 0 )
(2): (Uno encuentra * la explicación)
(3): ( Uno encuentra en S)
(4): (Explicación E de las insuficiencias)
(5): (Insuficiencias E climáticas) (N. de la T.)
39. Cf. t.a. informations, 1972.

101
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

En cuanto a los signos que enlazan estos enunciados elementales:


PRGi*. Esta “modalidad pragmática” es utilizada cuando el sujeto sobrentendido
del infinitivo es el mismo que el de la principal, cuando el sujeto en cierto
modo interviene sobre sí mismo.
SPE: Este signo se usa para unir los enunciados elementales incompletos cuando
el verbo tiene dos modificadores obligatorios.
Si-S2: Para dos enunciados E! y E2, si E2 determina a Ei, se representará:
Ei 5» Ej, cuando es el término N, el que, en Ei, está determinado por E2.
A la inversa, se representará E, 82 E2, cuando es el término N2 el que, en Ei,
está determinado por E2.
Este es el caso del ejemplo: N2 (la explicación) está determinado por E2.
El gráfico de relaciones binarias que presentamos a continuación
permite construir cada proposición, de modo que resulta un gráfico
de oración:
( 12) (13) (14)
C IR C

1
( )

«i
(7)

( 11)

Figura 11
40. Ibíd.

102
EL ENFOQUE “SINTÁCTICO ”

Este gráfico representa el conjunto de la primera oración, de la


cual nosotros sólo hemos analizado la primera proposición. Se trata
de un gráfico de dependencias entre enunciados; hay tres grandes
tipos de conectores:
tipo ó (relativa)
- tipo que (completiva)
tipo cp (coordinación/subordinación)
Se observará que el gráfico ha sufrido la operación llamada de
saturación, es decir que se han establecido conexiones suplementarias
entre enunciados cuando ciertas relaciones están distribuidas entre
varios enunciados. Por ejemplo, el nexo quand carga a la vez sobre (6)
y sobre (8), y lo mismo el nexo que.
II. Tratamiento informático
Con el trabajo manual se ha llegado a construir un cuadro de las
relaciones binarias de la oración; A se representa entonces:
1 06 2 06 = PRG,
2 02 4 02 = 52
2 08 3 08 = SPE
Cada conector es así codificado, para preparar el tratamiento auto­
mático. Los datos son:
1) los enunciados elementales,
2) las relaciones binarias.
Estos datos son introducidos en la forma de dos blocs de tarjetas
perforadas. Cada enunciado elemental es perforado en una tarjeta de
41 columnas, de las cuales 10 se usan para señalar el enunciado y 31
para escribir su contenido. El segundo bloc introduce las relaciones
binarias, a razón de una tarjeta por relación. Están en funcionamiento
dos programas: un programa principal y un subprograma.
El programa principal: compara las relaciones binarias de cada
discurso con las de todos los otros discursos del corpus.
El subprograma: cuando dos relaciones binarias tienen el mismo
conector, son sometidas al subprograma que evalúa la “proximidad”
de estas relaciones, desde el punto de vista del contenido de sus enun­
ciados. El programa compara el contenido de las casillas de los ocho
grupos morfosinsácticos de los dos enunciados ‘izquierdos” y de los
dos enunciados “derechos”:
A y C entre ellos, y B y D, si las dos relaciones son (A)R(B) y
(C )R (D ).
Un sistema de “ponderación”, introducido en datos, permite atri-
103
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

huir un valor diferente a la coocurrencia entre elementos de los enun­


ciados según su categoría morfosintáctica. Por la comparación, se
obtiene un valor numérico global que traduce la proximidad entre
dos enunciados dados. Así, se ha introducido en datos un valor fijo
que permite determinar si el par constituido por las dos relaciones
tiene una proximidad suficiente; si es así, el subprograma remite ese
par al programa principal, bajo la forma de un “cuadruplete”.
f A que B
Tomemos, por ejemplo, los cuatro enunciados ^ q ^ue q
El programa ha reunido esos enunciados porque tienen el mismo conector;
el subprograma compara el contenido de A y C, después el de B y D. Supongamos
que A y C tengan en común las categorías Ni y ADV y que a estas categorías sean
atribuidos los coeficientes x para Ni, y x para ADV; se dirá que la proximidad
entre A y C es de X = x + x .Se efectúa la mismaoperación para B y D, y se
obtiene un número Y. El total (X + Y) es comparado entonces con el valor fijo
Z para determinar si (X + Y) < Z o (X + Y) ^ Z; en este último caso, los
enunciados pertenecen al mismo dominio semántico.
El programa principal reúne todos estos cuadrupletes y cons­
truye dominios según la regla siguiente:
“Dos relaciones R| y R2 (o dos cadenas de relaciones) pertenecen
al mismo dominio si Ri y R2 pertenecen al mismo cuadruplete, o si
existe una relación R3 (o cadena de relaciones de la misma longitud)
tal que las proximidades entre Ri v R2, por una parte, y R2 y R 3, por otra
parte, satisfagan a esta misma condición (transitividad).”
Finalmente, el programa principal establece las relaciones entre
los dominios así constituidos (inclusión, intersección, etc.).
III. Interpretación de los resultados
Los resultados del tratamiento automático son los siguientes:
1. Un cuadro de los datos.
2. Un cuadro de las relacionesentre los dominios.
3. Un coeficiente que expresa la homogeneidad del corpus según
el criterio siguiente: relación entre el número de cuadrupletes formados
(para un valor dado del límite que impone la proximidad paradigmá­
tica) y el número teórico máximo de cuadrupletes posibles.
La hipótesis inicial era que los dominios así obtenidos cons­
tituirían un conjunto de subsecuencias semánticamente equivalentes,
que desembocarían automáticamente en “oraciones básicas”; en reali­
dad, ha habido que distinguir dominios que dan relaciones de equiva­
lencia semántica “simétricas” y otros que dan relaciones no simétricas.
Tomemos un ejemplo:
la Apolo ,
está un grupo de cosmonautas sobre la luna
, 7 1
1)

104
EL ENFOQUE ‘ SINTÁCTICO ”

2 . I una catástrofe se produjo por I la apertura de la puerta


las personas evitan 4,

En el primer caso, la Apolo y un grupo de cosmonautas están en


relación de equivalencia semántica; en el segundo, la relación de
sentido es de otro orden, ya que no hay simetría, sino una relación
no simétrica que puede ser parafraseada así: ¿
“Es porque una catástrofe se produjo por x que las personas
evitan x.”
Estos dos tipos corresponden a dos mecanismos radicalmente
diferentes.
N.B. Convencionalmente, las relaciones simétricas serán representadas por
líneas verticales, y las relaciones no simétricas, por flechas.
En cuanto a la relación entre dos dominios Di y Dj, su valor
depende del resultado de la comparación entre los dos conjuntos de
enunciados-orígenes. Hay que considerar tres casos:
1. Todos los enunciados-orígenes de Dj se encuentran también
entre los enunciados-orígenes de D 5,
luego Dj está incluido en Di.
2. Identidad de los enunciados-orígenes de Di y Dj,
luego Dj y D¡ tienen orígenes idénticos.
3. Algunos enunciados-orígenes de Dj se encuentran también
entre los enunciados-orígenes de D¡,
luego Dj está en intersección no vacía con Di.
Este método ha sido aplicado a diversos corpus históricos o
‘experimentales”.

DESARROLLOS CRÍTICOS Y PERSPECTIVAS DEL AAD


Los investigadores que trabajan en el marco del AAD no han de­
jado de afinar sus presupuestos teóricos y cuestionar ciertos aspectos
de sus procedimientos. Nos detendremos en algunos puntos impor­
tantes.
C. Fuchs subraya los problemas que puede presentar el análisis
morfosintáctico tal como es practicado en el AAD, análisis que recurre
implícitamente al semantismo sin control teórico posible. Ahora bien,
el AAD sólo da a la morfosintaxis una función de “delinearización”
del texto, sin hacer intervenir a la semántica, que constituye la finalidad
de la investigación. El AAD conduciría al riesgo de considerar que
sintaxis y semántica constituyen niveles separados. Además, las cate­
gorías gramaticales utilizadas trasportan una herencia filosófica mal
105
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

controlada: ¿qué “teoría del funcionamiento material de la lengua”


se puede usar?
Otra dificultad es la ausencia de un estudio de las marcas enun­
ciativas (v. infra) en el curso del análisis morfosintáctico. Además,
el análisis se detiene en los límites de la oración: ¿no es esta una limi­
tación arbitraria? Habría que disponer de una teoría de la “interora-
ción” coma base para el delineamiento, necesario, de la superficie
discursiva.
Esos planteos llevan a Michel Pécheux a preguntarse si las refe­
rencias lingüísticas del AAD no son demasiado heterogéneas y aun
insuficientes. Esta dificultad proviene del hecho de que Pécheux se
encerró (la lingüística contemporánea lo incitaba a ello casi ineludi­
blemente) en la problemática de la oración: ¿es posible enlazar,
como lo hacen la lingüística contemporánea y el AAD, la oración, la
proposición lógica, el enunciado? ¿Las categorías utilizadas por el
AAD no son a veces falsamente estables y evidentes? Se puede encarar
así la posibilidad de eliminar la casilla “preposición” e integrarla al
“Verbo”, o de trasformarla en verbo de un nuevo enunciado elemental,
o en conector entre enunciados.
Ej.: • 1. Ella va a París. — a París está integrado al verbo, en tanto que comple­
mento fuertemente regido.
• 2. Ella viene a las 3 se descompone en dos enunciados elementales: a) Ella
viene 0 ; b) Loe. 3 (Loe. constituye un metaverbo que introduce una
marca de localización).
Asimismo, se puede considerar la eliminación de la casilla DET para integrarla
a procesos enunciativos, y la supresión de la casilla ADV. En el enunciado elemen­
tal, se distinguirían dos grupos:
a) NiV (N2) = esquema morfosintáctico
b) Fj Di D2 = las formas que determinan ese esquema (tiempo, voz,
modo, para el verbo; determinantes, para los sustantivos).
Se han formulado ciertas críticas al procedimiento de compara­
ción que se emplea para construir los dominios: carácter un tanto
arbitrario de esos procedimientos, importancia quizás indebida acor­
dada a ciertos criterios de comparación, falta de fundamento teórico
del sistema de “ponderación”. El equipo encara diversos medios
para mejorar estos procedimientos: se puede hacer intervenir, por
ejemplo, a “palabras-clave”, señaladas previamente por un estudio esta­
dístico.
También se plantean interrogantes en cuanto a la significación
de los “dominios”: ¿equivalencia semántica o pura proximidad oracio­
nal? Es innegable que ciertos dominios son puros “artefactos” que un
procedimiento más fino de construcción debería eliminar. En lo que
concierne a la distinción entre sustituciones “simétricas” y “orienta­
das”, Pécheux se pregunta si no estarán vinculadas, en el sentido de
que “la equivalencia resulta de la desaparición, olvido o supresión de
106
EL ENFOQUE “SINTÁCTICO ”

una orientación [...]; toda metonimia (ligada a la orientación sintag­


mática) tiende a degradarse en sinonimia, por supresión de la sintag-
matización”.
El equipo considera también la introducción de procedimientos
estadísticos, pero que operen sobre un corpus trasformado* en “objeto
discursivo” y no sobre la superficie discursiva. Estos cálculos podrían
hacerse sobre la estructura de los gráficos (frecuencia relativa de los
conectares, complejidad de las secuencias laterales, etc.), sobre los
ítems léxicos (frecuencia relativa de estos en cada categoría morfo­
sintáctica de los enunciados, por ejemplo). El instrumento estadístico
debería facilitar asimismo el estudio de la “densidad” del corpus (nú­
mero de cuadrupletes construidos sobre el número de cuadrupletes
posibles). Esta perspectiva es por cierto muy promisoria, pues los dos
enfoques deberían enriquecerse mutuamente.
En un futuro lejano, tal vez sea conveniente que la fase 2 (des­
composición en enunciados elementales) y la fase 3 (establecimiento
de dominios) se codeterminen, es decir que la fase 3 tendría un efecto
retroactivo sobre la fase 2 .
La empresa de Michel Pécheux constituye una construcción teórica
muy elaborada. Al someterse a las restricciones de la computadora, el
AAD ha permitido plantear con claridad un conjunto de problemas
de los que se tiende a hacer caso omiso refugiándose en generalidades.
El AAD busca sostener firmemente los dos extremos de la cadena: el
rigor teórico (un desarrollo de la perspectiva de Althusser) y el rigor
metodológico (la voluntad de construir un algoritmo). Al hacerlo,
logra escapar del callejón sin salida "intralingüístico” de Harris, cuyos
presupuestos teóricos, implícitos, remiten al conductismo norteame­
ricano.
Dicho esto, es evidente que el AAD está en pleno período de
mutación. Se le han dirigido muchas críticas, y los autores las tienen
en cuenta. El recurrir a un análisis gramatical relativamente tradicional
dio al AAD la posibilidad de entrar en funcionamiento; en este aspecto,
con el pasaje a una teoría lingüística mucho más compleja corre el
riesgo de que se le presenten problemas, tanto más cuanto que la
lingüística misma está en plena agitación. La tentativa de reintroducir
los procesos enunciativos causará probablemente grandes dificultades
a una metodología en la que hasta ahora ha predominado muy neta­
mente la sintaxis.
No es fácil concebir las relaciones entre materialismo histórico,
teoría de los discursos y teoría lingüística. Toda la cuestión reside
precisamente en esto: cuál es la articulación entre la lingüística y lo
que Pécheux llama lo “discursivo”; qué parte está reservada a la lin­
güística, y a qué lingüística. Porque la empresa del AAD no puede
basarse en cualquier teoría lingüística, como si su papel se limitara al
delineamiento de superficies del discurso. Una cosa es segura: por el

107
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

momento, el método sigue siendo necesariamente bastante elemental


v sólo puede analizar textos muy cursivos.
De hecho, el estatus del ÁAD es un tanto inestable. Pécheux
deseaba esencialmente llevar a los lingüistas a tomar en consideración
las cuestiones teóricas que su perspectiva les planteaba, a riesgo de
provocar, como respuesta, críticas respecto del AAD. Este objetivo
parece haber sido alcanzado.

UN EJEMPLO DE ESTUDIO REALIZADO CON EL AAD:


EL EXPEDIENTE MANSHOLT «
Del ‘‘informe Mansholt” fue extraída una página que reunía los
diversos temas del autor. Cincuenta ejemplares de este texto fueron
titulados Extrait du rapport dan groape détudes composé de respon­
sables C.F.D.T. et de militants de partís de gauche [Extracto del infor­
me de un grupo de estudios compuesto por responsables C.F.D.T. y por
militantes de partidos de izquierda] (izquierda); otros cincuenta fueron
titulados Extrait du rapport dun groupe Prospectives, groupe de réfle-
xión composé de républicains giscardiens et dautres membres de la
majorité [Extracto del informe de un grupo Prospectivas, grupo de
reflexión compuesto por republicanos giscardianos y otros miembros
de la mayoría] (derecha). El texto, bajo sus dos títulos, fue sometido a
los participantes de un curso de reciclaje para empleados técnicos, a
los que se pidió que lo resumieran de la manera más “completa” y
“objetiva” posible.
Hipótesis de la investigación: el texto ambiguo de Mansholt y la
ambigüedad de la posición de clase de esos técnicos permitirían diso­
ciar “dos procesos discursivos” entremezclados en ese discurso, por la
aplicación del AAD a los dos corpus (derecha/izquierda) de resú­
menes.
Solamente citaremos aquí algunos hiperdominios de cada uno de
los dos corpus, a título de ilustración.42
Corpus DERECHA
DHD1 (1, 2, 6, 14, 69, 75, 80, 89, 90, 91, 92)
I lleva la pobl. de 3,5 a 7 M
la expansión * toma proporciones | sobre todo para países
la explosión demo­ importantes en vías de desarrollo
el crecimiento gráfico II I plantea problemas numerosos
• arriesga
imeone un cuestionamien ol 1*1 también para países 1
occidentales
tomar medidas polít. radie.^

41. Coloquio "Argumentaciones”; U.E.R. de didáctica de las disciplinas (Uni­


versidad de París VII), 16 de marzo de 1974: Quelques éléments expérimentaux
á l’appui des theses présenteos.

108
EL ENFOQUE “ SINTÁCTICO ”

DHD2 (15, 16, 17, 18, 26, 27, 48, 75, 76)
habrá duplicado
i|S - S S X I demográfico
la población mundial i
nosotros *
I
es planificado para 8 M
es de
pasará a
lleva de 3,5 a
I
7 M de
habitantes
individuos
I el año 2000
en 30 años I
DHD3 (13, 46, 86)
acción
gobierno Ji iIcompensar 1 1modificación
disminución id e
Ibienes
Ibienestar |
confort
la elevación por
interesarse por
mejoramiento de Ídesarrollo intelectual y
cultural

Corpus IZQUIERDA
GHD1 (4, 7, 8, 9, 60, 76)
i la política económica se preocupa de I
¿baja del consumo individual j
(asistimos
pe considera
objetivo crecimiento industrial
busca ested1 expansión económico
mantener acrecentamiento demográfico
11 evolución de la población
grave
crucial
eso plantea el problema muy complejo el agotamiento
importante de
el más preocupante materias pri
detener material
la polución
el porvenir la natalidad
leí mundo la supervivencia
la civilización la sociedad
GHD2 (16, 21, 32, 50, 61, 63, 68, 70, 72, 73, 77, 78)
jla población Io'- prevé
mundial iva duplicar
de la tierra pasar al doble
pasar de 3,5 a 7 M i habitantes
sobrepasar los 6 M | de individuos
alcanzar los 7 M
para el año 2000
aQUlI 30 afios

Para comodidad del estudio, se pueden dar títulos a los diversos


hiperdominios; por ejemplo, “la explosión demográfica constituye una
amenaza” para el hiperdominio 1 de la “derecha”. El programa calcula
las relaciones de dependencia entre hiperdominios de tal modo que es
posible construir un gráfico que represente los diferentes “trayectos dis­
cursivos” realizados; de esta manera puede dibujarse toda una confi­
guración.
Al estudiar esos trayectos, los autores sacan la conclusión de que
el discurso de “derecha” se caracteriza por la yuxtaposición de dos
trayectos contradictorios (discurso demagógico triunfalista/discurso ca-
109
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

tastrófico de crisis). La articulación entre estos dos trayectos tiene lugar


en el hiperdominio ,42 que revela el objetivo del gobierno (utilizar el
desarrollo cultural como distracción política). En cambio, el discurso
de “izquierda” se caracterizaría, según ellos, por “trayectos trasversa­
les” que conectarían ciertos hiperdominios:

42. El cuadro que sigue es simplemente una traducción ilustrativa de los

110
EL ENFOQUE “SINTÁCTICO”

En el nivel de los dominios mismos, se pueden estudiar diversos


elementos para la interpretación: contradicciones explícitas entre domi­
nios, desplazamientos en el sistema léxico, aislamiento de esos dominios,
apareamientos de dominios diferentes según los corpus, etcétera.

hiperdominios citados, y no el resultado de un trabajo de AAD efectuado sobre


la traducción al español del texto con que se ejemplifica. (N. de la T.)
III. LA ENUNCIACIÓN

Una necesidad para el análisis del discurso,


asiento de una dificultad
Hay pocos textos teóricos sobre análisis del discurso que no deplo­
ren la falta de una teoría de la enunciación y que no vean en ella el
camino que habría que emprender para salir del círculo en que queda
encerrada la lingüística del discurso por la estricta problemática sin­
táctica y léxica: “La más importante tentativa por sobrepasar los lími­
tes de la lingüística de la lengua es sin duda el campo abierto por lo
que se ha convenido en llamar la enunciación”.1
Como hemos dicho, la enunciación no constituye de ningún modo
un dominio bien definido que bastaría articular con el sintáctico y el
semántico para obtener una teoría “completa”. A decir verdad, existe
más bien la tendencia a incluir en la enunciación todos los fenómenos
que no han encontrado todavía una posición satisfactoria en la teoría
lingüística. No es pues fácil distinguir lo que corresponde a la enun­
ciación y lo que no. Jean Dubois señala con mucha justeza que “la
enunciación se presenta ya como la aparición del sujeto en el enun­
ciado, ya como la relación que el hablante mantiene a través del texto
con el interlocutor, o como la actitud del sujeto hablante con respecto
a su enunciado”.2 Es decir que es allí, ante todo, donde reside un
problema cuya elaboración teórica es decisiva para la constitución de
una teoría del discurso.
Estas fluctuaciones se comprenden fácilmente: la tradición de lo
que se ha llamado “positivismo lógico”, tradición representada en par­
ticular por Ch. W. Morris 3 y R. Carnap,4 ha hecho célebre su tripar­
tición de la semiótica (ciencia de los sistemas de signos) en sintaxis/
semántica/pragmática. La sintaxis tiene por objeto el estudio de las
relaciones formales entre los signos, con exclusión de lo que ellos signi­
fican y de los que los utilizan, mientras que la semántica se interesa
por las relaciones entre los signos y los objetos a los cuales son aplica­
bles; queda la pragmática, que se ocupa de lo que, en el proceso
semiótico, se refiere a “la relación de los signos con los intérpretes”.
Ahora bien, la lingüística tiene, evidentemente, tendencia a incluir en
su “pragmática” (la enunciación) todos los factores que no logra inte­
1. R. Robin, Langage et idéologies, p. 9.
2. “Enoncé et énonciation”, Langages 13, p. 100.
3. Foundations of the theory of signs, 1938.
4. Tntroduction to semantics, 1946.

112
LA ENUNCIACIÓN

grar (sicología, sociología, contexto, etc.) ni rechazar. Es muy tentador


dar a la enunciación el estatus de una pragmática, sin poner en tela
de juicio la definición de lo sintáctico y de lo semántico. De modo que
las páginas que siguen están marcadas por una indecisión esencial.5
La concepción de la enunciación que el análisis del discurso rechaza
Si bien el análisis del discurso ignora todavía sobre qué teoría de
la enunciación se ha de fundar, hav sin embargo una concepción de la
enunciación que debe rechazar, a menos de retroceder teóricamente;
sería una concepción que permitiera volver a introducir, con un aparato
conceptual nuevo, aquello contra lo cual se ha construido la lingüística
del discurso: la autonomía del sujeto, la del “habla” libre. La enuncia­
ción no debe desembocar en una toma de posesión del mundo y de la
lengua por la subjetividad. En otras palabras, la enunciación no debe
llevar a establecer que el sujeto está “en el origen del sentido” (Michel
Pécheux), especie de punto inicial fijo que orientaría las significaciones
y sería portador de “intenciones”, de elecciones explícitas. Hay que
negarse, pues, a ver en la enunciación el acto individual de utilización
que, en una perspectiva saussureana, permite pasar el límite de la
“lengua” como puro sistema de signos e introducir una relación con el
mundo social. Es lo que denuncia, por ejemplo, P. Kuentz, al afirmar
que “con el término de enunciación se persigue la operación de salva-
taje del sujeto (donde)... no parece que se haya hecho ningún sitio
para la dimensión social del fenómeno lingüístico. Esta no puede apa­
recer, como ocurría en la antropología saussureana, sino como deri­
vada de su dimensión subjetiva”.6
Dado que no disponemos de una teoría de la enunciación, y aun
menos de una teoría de la enunciación como componente de una teoría
del discurso, nuestro punto de mira será sobre todo una especie de
rápido panorama de algunos puntos significativos alrededor de los
cuales gira la reflexión sobre la enunciación, a la luz de las necesi­
dades propias del análisis del discurso: “La hora de los manuales no
ha sonado todavía”,7 y es de temer que esta situación se mantenga aún
largo tiempo.
Enunciación - Estructuralismo - Gramática generativa
Hemos señalado que la lingüística del discurso pudo constituirse
cuando se franquearon dos límites de la perspectiva llamada “estructu-
ralista”: el límite de la oración y el de una lingüística del enunciado,
centrada en el análisis de un corpus compacto, con exclusión de toda
referencia a una actividad del hablante. La realidad es quizá más com­
5. Conviene destacar, en Francia, el interés de los trabajos de A. Culioli
(Universidad de París VII), que busca precisamente, con su teoría de la lexis,
integrar la problemática de la enunciación sin hacer de ella un epifenómeno que
intervenga en último término y más o menos facultativamente.
6. “Parole/Discours”, Langue Frangaise 15, p. 27.
7. T. Todorov, presentación de Langages 17.

113
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

pie ja: la lingüística chomskiana se detiene deliberadamente en la


oración, pero de hecho ha facilitado el desarrollo de una reflexión sobre
la enunciación. A la inversa, Harris ha permitido franquear los límites
de la oración, pero desde una perspectiva distribucionalista totalmente
extraña a la problemática de la enunciación. El análisis del discurso
debe permitir integrar simultáneamente estos dos aspectos.
En la concepción estructuralista estricta, el recurrir al principio
de inmanencia traduce bien la fascinación que ejerce sobre las investi­
gaciones lingüísticas el modelo fonológico. Lo ideal sería no ocuparse
más que de las relaciones de los términos en el interior del objeto-
lengua: solo cuenta la interpedendencia de los elementos que componen
los enunciados realizados, su arquitectura, con exclusión del sujeto y
de la situación.
Con Chomsky, se llega a algo así como una inversión de los valo­
res. Para Saussure, la lengua estaba fundada por el anónimo colectivo
de la “masa hablante” que reproducía en cierto modo pasivamente
elementos almacenados en la memoria, v más particularmente palabras;
para él la libertad, la creación son del dominio del “habla”. A la inversa,
Chomsky pone en primer plano la “creatividad” del sujeto hablante, en
lugar de la pasividad de la masa hablante: “La distinción competen­
cia/ejecución se emparienta con la distribución lengua/habla en Sau­
ssure, pero es necesario rechazar el concepto saussureano de «lengua»,
que la reduce a un inventario sistemático de elementos, para volver a la
concepción de Humboldt, que hace de la competencia subyacente un
sistema de procesos generativos”.8
Si bien el hablante-oyente ideal de la gramática generativa es dife­
rente del sujeto hablante que corresponde al “habla” saussureana, al
referir Chomsky a la “razón” de los sujetos hablantes la competencia
concebida como funcionamiento recursivo de un sistema de reglas (y
no como sistema de signos clasificados en lá memoria), este hablante-
oyente ideal queda totalmente abstracto y no integra ni las variaciones
de situaciones ni las variaciones de hablantes. Sin embargo, constituirá
una etapa importante hacia la construcción de un dominio de la enun­
ciación, cuando se llegue a concebir que “el ejercicio del habla no es
una actividad puramente individual y caótica, y en consecuencia incog­
noscible, que existe una parte irreductible de la enunciación pero que al
lado de ella hay otras que se dejan concebir como repetición, juego,
convención, sistema de reglas”.9
Aunque una concepción semejante es extraña a la estricta proble­
mática de Chomsky, se encuentran en Jean Dubois, por ejemplo, formu­
laciones significativas: “al distinguir las realizaciones últimas (enun­
ciados realizados) y la competencia del sujeto hablante (su conoci­
miento intuitivo de las reglas), la gramática generativa facilita indirec­
tamente [la bastardilla es nuestra] esta reintroducción del sujeto en los
8. Le langage et la pensée, Payot.
9. T. Todorov, presentación de Langages 17.

114
LA ENUNCIACIÓN

modelos lingüísticos (de ejecución), siendo definido este por su actitud


respecto de su propio discurso”.10
En primer término, vamos a considerar la aparición del sujeto en
el enunciado ocupándonos, con Émile Benvemste, de los aspectos
indicíales del lenguaje, de la relación con el interlocutor a través de
las modalidades de enunciación, y de la actitud del hablante a través
de las modalidades de mensaje y de enunciado.

10. Introducción a La phrase et ses transformations, Larousse.

115
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

1. EL ASPECTO IN D IC IA L; PROBLEMAS DE TIPOLOGÍA

A. EL ASPECTO INDICIAL
Émile Benveniste 11 distingue claramente las reglas que fijan las
condiciones sintácticas de aparición de las formas de la lengua, lo que
llama “condiciones de empleo de las formas”, y las “condiciones de
empleo de la lengua”, que surgen de dos universos diferentes. La
enunciación es la “puesta en funcionamiento de la lengua por un acto
individual de utilizaciónV2 la enunciación no es el “habla” (en el
sentido de Saussure), sino que se refiere al “acto mismo de producir
un enunciado y no al texto del enunciado”.13 La enunciación es el acto
por el cual el hablante “moviliza la lengua por su cuenta”, “toma la
lengua por instrumento”, convierte la “lengua” en “discurso”, y se coloca
en posición de hablante por medio de índices específicos (de ahí la
expresión “aspecto indicial del lenguaje”): pronombres personales,
tiempos verbales, etcétera.
La aparición de índices de persona solo se produce por la enuncia-
cit n. Benveniste opone claramente yo y tú, que poseen la marca de
persona, a él, que sólo sirve para representar un invariante no personal.
Así pues, yo/tú tienen un estatus muy notable: son seudosignos lin­
güísticos, que solo remiten a la instancia del discurso en que son
producidos. Así, él pertenece a la sintaxis de la lengua, mientras que
yo no remite a otra cosa que a “la persona que enuncia la presente
instancia de discurso que contiene a í/o”, y no puede ser identificado
sino por la instancia de discurso que lo contiene. Del mismo modo, tú
no es sino lo que yo establece como el individuo a quien se dirige
ei: la presente instancia del discurso. En cambio, él, llamado “no-per­
sona”. tiene las propiedades siguientes:
1. Combinarse con cualquier referencia de objeto.
2. No remitir reflexivamente a la instancia de discurso.
3. Tener una cantidad de variantes pronominales o demostrativas.
4. No ser compatible con índices como aquí, hoy, etc.14
Ese estatus muv particular de los índices de persona es compar­
tido por lo que Benveniste denomina índices de la ostensión. Son
11. Particularmente en el trabajo dedicado a “El hombre en la lengua”, en
Problemas de lingüística general (traducción española: México, Siglo XXI, 1971).
No hablaremos aquí de los trabajos de Román Jakobson sobre los “elementos indi­
cíales” que él llama “embragues” (shifters), pero en rigor de verdad los nombres
de Benveniste y Jakobson son indisociables.
12. “L’appareil formel de l’énonciation”, en Langages 17, p. 12.
13. Ibídetn, p. 13.
14. Problemas de lingüística general, p. 177.

116
LA ENUNCIACIÓN

términos que sirven para designar el objeto al mismo tiempo que es


pronunciada la instancia del término: como yo/tú, remiten sólo a indi­
viduos y no a conceptos, no nacen sino de la enunciación, v son ente­
ramente nuevos en cada enunciación nueva. Es el caso de los demostra­
tivos (este y sus derivados) que son correlativos de personas. Así, este
remite al objeto designado por la presente instancia de discurso; lo
mismo ocurre con aquí, allí, etc. Estos índices de llagar, de ostensión,
sólo tienen existencia por la relación con la instancia presente de
discurso.
El tiempo tiene una importancia considerable: sus formas se deter­
minan con referencia al momento de la enunciación, al hablante, “cen­
tro de la enunciación'. El “presente” coincide precisamete con el
momento de la enunciación, y sólo el discurso puede hacer actual a
ahora. En este sentido, Benveniste puede afirmar que “el presente es
propiamente la fuente del tiempo”. Esto se aplica también a hoy,
ayer„ mañana, etcétera.
En efecto, cuando el enunciador emplea ayer, dentro de dos días, etc., estos
signos no tienen contenido más que por su relación con el punto de referencia que
es el ahora de la enunciación. Si cambia este punto de referencia, hay que reajustar
las expresiones temporales. Así, cuando el punto de referencia coincide con el
momento de enunciación, se dirá:
(1) Ayer, César cruzó el Rubicán;
y si el punto de referencia está en el pasado, se dirá:
(2) La víspera de su partida, César cruzó el Rubicán.
Del mismo modo, a César llega mañana corresponde César llegó (o llegará)
al día siguiente. Existe un sistema completo de correlaciones que ajustan así los
deícticos a los puntos de referencia.
César está aquí/César estaba allí.
Igualmente si se trata de un lapso, de una duración.
Partirá dentro de tres días/Paríió tres días más tarde (después).
Es así como el pasar a la narración obliga a reajustar las coordenadas espa­
cio-temporales.15
En resumen, es necesario distinguir entidades que tienen en la
lengua un estatus estable y pleno, y otras que son producidas por el
aparato formal de la enunciación y no existen más que en el sistema de
individuos creados por la enunciación, y en relación con el aquí y
ahora del hablante. Es “un conjunto de signos vacíos” que son los
mismos para todos los hablantes, pero que se cargan de un contenido
único cada vez que se emplean. El lenguaje no es, pues, un bloque
homogéneo, la lengua, sino que existe una “diferencia profunda entre
el lenguaje como sistema de signos y el lenguaje asumido como ejer­
cicio por el individuo”.
15. Sobre este tema puede consultarse el muy completo artículo de J. Pin­
chón, “L’expression du temps”, en Langue Frangaise 21 (1974).

117
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

B) PROBLEMAS DE TIPOLOGÍA

El estudio de los fenómenos lingüísticos ligados a la enunciación


constituye una vía de acceso privilegiada a una eventual tipología de
los discursos.
Historia/discurso
Esta oposición, debida a los estudios de Émile Benveniste,16 se
origina en la comprobación de que las relaciones entre tiempos gra­
maticales tales como se las explica comúnmente no bastan para dar
cuenta de la organización de las diversas formas temporales en el
sistema verbal del francés moderno, y en particular de la oposición
“passé simple/passé composé”. Benveniste llega a la conclusión de
que “los tiempos de un verbo francés no se emplean como miembros
de un sistema único, sino que se distribuyen en dos sistemas distintos
y complementarios”,17 disponibles para cada hablante, y que corres­
ponden a “dos planos de enunciación diferentes”: la historia y el dis­
curso.
Para Benveniste, la oposición “passé simple/passé composé” no
es verdaderamente de orden temporal. Los dos expresan, en efecto,
el “pasado”, y es por eso que muchos lingüistas tienen tendencia a
ver en el “passé simple” una forma arcaica que iría siendo poco a
poco remplazada por el “passé composé”. Por el contrario, según Ben­
veniste, estos dos tiempos no están realmente en concurrencia, en la
medida que surgen de dos sistemas distintos de enunciación.
La enunciación “histórica”, que corresponde esencialmente a la
lengua escrita, narra los acontecimientos pasados, sin ninguna inter­
vención del hablante en el relato. La “historia” no puede utilizar otra
“persona” que la tercera, excluyendo todo lo que es propio del aparato
formal del discurso.
En cuanto a los tiempos verbales, la historia no emplea más que
tres:
el “passé simple” (llamado también aoristo),
el imperfecto,
el pluscuamperfecto.
Existe accesoriamente un futuro perifrástico que Benveniste deno­
mina “prospectivo” (por ejemplo: “César devait mourir peu aprés” [“Cé­
sar había de morir poco después”]), y el “presente de definición”,
intemporal. Tomemos un ejemplo de George Sand:
“Quand le jour fut venu et que les bruits de la campagne Yannon-
cérent á Germain, il sortit son visage de ses mains et se leva. II vit que
16. Problémes de linguistique générale, Gallimard, 1966, pp. 237 ss. [No
fignra en la edición en español (N. de la T .).l
17. Ibtdem, p. 238.

118
LA ENUNCIACIÓN

la petite Marie navait pas dormi non plus, mais il ne sut ríen lui dire
pour marquer sa sollicitude” (La Mare au Diable).1*
Todo pasa como si no hubiera narrador: “Aquí no habla nadie:
los acontecimientos parecen contarse por sí mismos. El tiempo funda­
mental es el aoristo, que es el tiempo del acontecimiento fuera de la
persona de un narrador”.19 Se comprende mejor el impacto” discur­
sivo que constituyen, por ejemplo, los Comentarios de César (en su
traducción, al menos): “César incendió todas las aldeas y todas las
edificaciones, cortó el trigo, y se retiró a la región de los ubios, etc.”.
Teniendo que relatar su conquista. César fija sus actos en lo intem­
poral, los arranca de su presente, de la contingencia; al negarse a
escribir yo, sustrae su narración a cualquier toma de partido subjetiva.
El yo autobiográfico del “discurso” se convierte en el él de la “histo­
ria”: en el lugar de la figura discursiva del general que narra sus
campañas, se coloca la del historiador imparcial.
A la inversa, el discurso cubre “todos los géneros en que alguien
se dirige a alguien, se enuncia como hablante y organiza lo que dice
en la categoría de la persona”. El “discurso” puede ser tanto escrito
como oral; el discurso puede ocupar en todo momento el lugar de la
“historia”, cuando el autor interviene o hace expresarse a un perso­
naje (desde este punto de vista, el estilo indirecto aparece a menudo
como un discurso citado en términos de acontecimientos y traspuesto
en “historia”). El discurso emplea todas las personas del paradigma
verbal: el yo/tú se opone aquí al él, mientras que en la “historia” el
él no se opone a nada. En el discurso son posibles todos los tiempos
verbales, salvo al aoristo: los tiempos esenciales del discurso son el
presente, el futuro y el perfecto (“passé composé”); el imperfecto es
común a los dos, “discurso” e “historia”.
El perfecto no puede remplazar al aoristo sin cambios notables,
pues “el perfecto establece un nexo viviente entre el acontecimiento
pasado y el presente en que tiene lugar su evocación. Es el tiempo del
que relata hechos como testigo, como participante”.19 Con el per­
fecto, el acontecimiento narrado se enlaza con nuestro piesente: el
presente del discurso es en efecto el punto de referencia temporal del
perfecto, mientras que el punto de referencia temporal del aoristo es
el acontecimiento narrado en sí mismo. El futuro también está exclui­
do, pues es un presente proyectado al porvenir, “implica prescripción,
obligación, certidumbre, que son modalidades subjetivas, no catego­
rías históricas”.20 El prospectivo (il allait régner [“iba a reinar”], il
18. “Cuando llegó el día y los sonidos del campo se lo anunciaron, Germán
sacó el rostro de entre las manos y se levantó. Vio que la pequeña María tampoco
había dormido, pero no supo qué decirle para demostrar su solicitud” (N. de la T.).
19. E. Benveniste, op. cit., p. 241.
19 bis. Ibídem, p. 244.
20. Ibídem, p. 245.

119
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

devait traverser [“había de cruzar”], etc.) es un seudofuturo que, en


realidad, no indica más que una inminencia o una fatalidad.21
Quisiéramos señalar el interés de un estudio hecho sobre este tema, desde
una óptica de análisis del discurso, y dirigido por D. Leeman.22 Tomando como
corpus el discurso de las biografías en un diccionario enciclopédico (el Larousse
en diez volúmenes), el equipo quiso saber a qué reglas obedecía la repartición
entre “passé simple” y “passé composé” en un corpus tan homogéneo. Los autores
buscaron entonces una hipótesis que permitiera explicar la distribución PC/PS.
Partiendo de la idea de que el PC implicaba un nexo con el presente, se pre­
guntaron si las biografías de personajes contemporáneos se opondrían a las de
personajes alejados en el tiempo por medio de la distinción PC/PS. Se demostró
que esta hipótesis era insostenible, así como la que relacionaba el empleo del PS
con el alejamiento en el espacio o la que asociaba el PS a los hombres de ciencia
y el PC a los artistas. La distinción PS/PC no correspondía tampoco a la oposición
vida/obra del biografiado. Los autores elaboraron entonces la hipótesis siguiente:
“La utilización de los tiempos es para los autores del diccionario un medio
de modalizar la información, cuando la dan, y de crear en el lector una adhesión
o un rechazo inconscientes, cuando no la dan. Esta modalización no se hace por
azar:
1. Se relaciona con la posición política del personaje descripto.
2. Rechaza hacia un pasado recortado del presente (el PS) lo que es pro­
gresista, y actualiza en cambio todo lo que es de derecha.” 23
El trabajo abarca, en el Larousse, desde la letra A hasta !a L (solo hay
pocos contraejemplos, de personajes muertos hace mucho tiempo). Así, cuando la
opción política de un personaje de izquierda no está dada explícitamente, el
empleo de los tiempos permite un rechazo inconsciente. “Esto no significa que los
autores del diccionario se hayan puesto de acuerdo, ni que hayan utilizado cons­
cientemente tal tiempo para tal información y tal otro tiempo para tal otra infor­
mación. Pero han aprendido su gramática, han tomado nota de un cierto número
de fenómenos gramaticales (incluida esta característica que opone PS y PC) que
ellos utilizan espontánea e inconscientemente.”
Esta investigación reciente parece mostrar que una posibilidad inscripta en la
estructura de la lengua —el doble sistema temporal ligado a dos niveles de enun­
ciación distintos— puede ser utilizada por tal o cual tipo de discurso con fines
que le son propios. Ello no quiere decir que este uso de la oposición PS/PC sea
pertinente fuera del género de la biografía de esta enciclopedia, o que no haya
21. H. Weinrich en Tempus (trad. esp.: Estructura y función de los tiempos
en el lenguaje, Madrid, Gredos, 1975), considera también la existencia de dos grupos
de tiempos verbales que llama “tiempos del comentario” y “tiempos de la narra­
ción”, pero no acepta ni las dobles funciones ni las restricciones combinatorias de
Benveniste, que comprometen, según él, la aplicación de la teoría a otras lenguas.
En español, la oposición pretérito perfecto/pretérito indefinido correspondería a
la oposicion comentario/narración (N. de la T.).
22. Se trata de un trabajo colectivo realizado por un grupo de estudiantes
bajo la responsabilidad de D. Leeman durante el primer semestre del año lectivo
1973-1974, en la Universidad de París X.
23. Mimeografiado, Nanterre, 1974.

120
LA ENUNCIACIÓN

otros medios de inducir a posibles rechazos inconscientes. Simplemente se ve aquí


cómo un fenómeno de enunciación puede funcionar dentro de una estructura dis­
cursiva determinada.
Más allá de los trabajos de Benveniste sobre los tiempos del
pasado, es bien sabido que los tiempos verbales constituyen un domi­
nio muy fecundo para el estudio de textos. Los gramáticos tradicionales
se interesaban mucho por ellos, pero en un marco casi exclusivamente
literario y con un impresionismo que hacía que sus resultados no
fueran aprovechables. Los tiempos de los verbos no son solamente
elecciones operadas en último término, una vez que la sintaxis y el
sentido han sido puestos en su lugar, sino que intervienen en toda
la trama del discurso. La única manera de aclarar este problema
fundamental consiste en poner en relación las personas del verbo, las
modalidades (v. infra), los aspectos, en el marco de una teoría de
los tipos de discursos.
Consideremos por ejemplo un problema extremadamente limi­
tado, un detalle: la oposición entre mourut [‘‘murió”] y mourait [‘‘mo­
ría”] (o naquit ["nació”] y naissait [“nacía”]). La Gramática del
francés de Wagner y Pinchón ve en este imperfecto, tiempo de la
duración utilizado aquí con un verbo perfectivo, solamente la idea
de que “el hecho evocado no ha agotado toda su importancia”. De
hecho, no es posible disociar estos tiempos del orden de los constitu­
yentes: el orden obligatorio para el imperfecto es (fecha + verbo +
sujeto). Además, la fecha se divide la mayoría de las veces en (II y
a ... + fecha), pudiendo invertirse los dos elementos. Así, en el
diario Le Monde (3 de abril de 1975): “II y a un an, le 2 avril 1974,
mourait G. Pompidou” [“Hace un año, el 2 de abril de 1974, moría
Georges Pompidou”]. En cambio, el “passé simple” (o el perfecto)
impone el orden (sujeto + verbo + fecha). Se trata de un tiempo
verbal por otro, de un cambio de “tema” (v. infra): si la fecha y el
verbo preceden al sujeto, es que el acontecimiento es el tema de la
frase o, más precisamente, la coincidencia de la fecha de ese aconte­
cimiento con la fecha de la enunciación; de allí el uso del imperfecto
como tiempo del pasado que actualiza. En el enunciado “G. Pompidou
mourut (es mort) le 2 avril 1974” [“Georges Pompidou murió el 2 de
abril de 1974”], el tema es Georges Pompidou, caracterizado por un
predicado (la muerte). En realidad, se trata de dos tipos de discursos
diferentes: un discurso “conmemorativo”, que apunta a superponer
presente de enunciación y hecho pasado para actualizar a este último,
y un discurso biográfico, donde el personaje está afectado por un
conjunto de predicados estables (nacimiento, obras, muerte) que en­
cierran su existencia, que están todos subordinados a esta figura sin­
tética.

121
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

Las “funciones del lenguaje” según Román Jakobson


Aquí conviene hacer referencia a los trabajos de Román Jakobson
sobre las diferentes funciones del lenguaje, ya que su modelo ha
conocido una enorme difusión y presenta de hecho un interés para
el análisis del discurso, a pesar de que su aprovechamiento plantea
problemas serios.
La teoría de las “funciones” del lenguaje no se inscribe explícita­
mente en el marco de una reflexión sobre la enunciación, todavía muy
poco desarrollada en la época en que aquella fue formulada, pero
sobrepasa ya el marco estructuralista. Jakobson pone en tela de juicio
la idea de que la función referencial, que apunta a trasmitir informa­
ciones, deba ser considerada como la función única, o aun esencial,
de la lengua, y desarrolla, en consecnuencia, la idea de que “para toda
comunidad lingüística, para todo sujeto hablante, existe una unidad
de la lengua, pero ese código global presenta un sistema de subcódigos
en comunicación recíproca: cada lengua abarca varios sistemas simul­
táneos, cada uno de los cuales está caracterizado por una función
diferente”.24
El lenguaje no tiene, pues, por única “función” la de comunicar
informaciones, y debe ser estudiado en toda la variedad de sus fun­
ciones, que son seis y están relacionadas con los factores constitutivos
de todo proceso lingüístico:
Contexto
Destinador------------------- M ensaje-------------------- Destinatario
Canal
Código
Todo proceso lingüístico supone, en efecto, un hablante y un recep­
tor, un mensaje, un contacto (un canal físico y sicológico) entre ha­
blante (emisor) y destinatario (receptor) y, finalmente, un código
común a los dos protagonistas, así como un contexto comprensible
para el destinatario.
—La función expresiva, o emotiva, “centrada en el emisor (la
primera persona), apunta a una expresión directa de la actitud
del sujeto respecto de aquello de lo que habla”: cubre todos
los medios expresivos.
—La función conativa se centra en el receptor (la segunda per­
sona): las realizaciones más manifiestas son el imperativo y el
vocativo.
—La función referencial, o denotativa, o cognitiva, se orienta hacia
el contexto (la tercera persona; no-persona, según Benveniste):
24. Essais de linguistique générale (Colección “Points”), Capítulo 11, p. 210.

122
LA ENUNCIACIÓN

tiene por dominio la información vehiculizada por el mensaje,


su valor propiamente referencial.
—Hay función fática cuando el mensaje apunta a establecer,
prolongar o romper la comunicación, verificar si el canal fun­
ciona, llamar la atención del receptor: puede manifestarse tanto
por ¡hola!, ¿me oyeP, etc., como por intercambios rituales acerca
del tiempo, que solo sirven para asegurar un contacto.
—La función metalingüística centra el mensaje en el código mis­
mo; por ejemplo, una pregunta sobre el sentido de una palabra
empleada por el emisor y desconocida para el receptor.
—En cuanto a la función poética, es “el acento puesto en el
mensaje en sí mismo [...]. Esta función, que pone en eviden­
cia el lado palpable de los signos, profundiza por eso mismo la
dicotomía fundamental de los signos y los objetos”.25
El punto esencial es el siguiente: no existe prácticamente men­
saje con una sola función (la de trasmitir información, particularmen­
te): la diversidad de los mensajes viene de las diferencias de jerarquías
entre estas funciones. Así puede esbozarse un embrión de tipología
de los discursos. Por ejemplo, la poesía épica y la poesía lírica se
caracterizan por el predominio de la función poética, pero mientras
que “la poesía épica, centrada en la tercera persona, hace participar
en gran medida a la función referencial, la poesía lírica, orientada
hacia la primera persona, está íntimamente ligada a la función emo­
tiva”.26
Dificultades relacionadas con este modelo
Este modelo, muy atractivo, ha sido fecundo esencialmente en el
dominio de la poética, que Jakobson ha desarrollado ampliamente en
sus análisis concretos. Es el concepto saussureano de “habla” el que
es indirectamente retocado por Jakobson: los subcódigos en cuestión
no surgen de lo individual, de lo accesorio, sino que poseen un estatus
lingüístico, ligado a la enunciación, a la inscripción del sujeto hablante
dentro del marco global de la comunicación. Desgraciadamente, un
modelo semejante está lejos de ser fácilmente aprovechable, en la
medida en que sigue siendo abstracto: ¿cómo considerar la interrela-
ción de estas múltiples funciones en un mensaje?, ¿cuántas funciones
pueden operar simultáneamente?, etc. Esto dificulta la utilización
de un modelo que, por lo demás, tiene el inmenso mérito de intentar
concebir el lenguaje en toda su complejidad.
Desde el punto de vista del análisis del discurso, P. Kuentz, por ejemplo, ha
expresado grandes reservas sobre el valor del aporte de Jakobson. Según él, estas
25. Ibídem, p. 218.
26. Ibídem, p. 219.

123
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

funciones arrastran dos presupuestos fundamentales del modelo tradicional del


“texto”:27
1. Supone la existencia de un nivel central del enunciado, al cual se agre­
gan niveles secundarios accesorios; un modelo semejante no puede, por
lo tanto, “dar cuenta del funcionamiento desnivelado de los sistemas dis­
cursivos que constituyen el enunciado”.
2. Mantiene la supremacía de un emisor, variante del sujeto creador, del
“autor” de la crítica tradicional. El esquema de la comunicación se lee,
además, necesariamente de izquierda a derecha, a partir de un emisor
“que, atravesando un código al cual él es preexistente, se dirige a un
destinatario que «escucha» su mensaje. La relación que está supuesta aquí
es la que va del autor al lector, no la relación dialéctica que, a partir
de la práctica lingüística, instaura a sus actantes a través del trabajo
del lenguaje”.28
Es lamentablemente cierto que los embriones de tipología resultan
insuficientes en la medida en que no hay teoría de la articulación de
las estructuras de la enunciación con las condiciones de producción
de los discursos. Habría que hacer intervenir al hablante y al receptor,
pero también a su estatus y asimismo el de sus discursos y el de la
situación de enunciación (apoyándose en una teoría de las ideologías).
Es vano esperar que pueda constituirse el sistema formal de las estruc­
turas discursivas posibles sin salir del campo estricto de una lingüística
formal.

27. Langue Frangaise 15, p. 26.


28. Ibídem.

124
LA ENUNCIACIÓN

2. LAS MODALIDADES

Penetramos en uno de los dominios menos estables, uno de los


más confusos también, de la teoría de la enunciación; ¿lamentablemente,
el análisis del discurso está obligado a recurrir a él constantemente.
Aquí nuestras ambiciones serán todavía extremadamente modestas, y
apuntarán sólo a presentar algunos elementos necesarios para un
planteo del problema. Los términos modalidades, modal, modalizador,
modalización están cargados de interpretaciones, son reclamados por dis­
tintas disciplinas, y remiten a realidades lingüísticas variadas.
Son términos tomados de la lógica, y la gramática tradicional hace
de ellos un uso tan abundante como poco riguroso (categoría verbal
del “modo”, actitud del hablante con respecto a su enunciado, matices
del pensamiento, etc.).
Es en Charles Bally, precursor indirecto de la teoría de la enunciación, donde
se encuentra un empleo sistemático de esta noción. La modalidad es definida
por él como “la forma lingüística de un juicio intelectual, de un juicio afectivo
o de una voluntad que un sujeto pensante enuncia a propósito de una percepción
o de una representación de su espíritu”.29 En cada frase hay dos elementos que
deben ser distinguidos: el dictum y la modalidad. El dictum corresponde al conte­
nido representado —intelectual—, a la función de comunicación de la lengua, mien­
tras que la modalidad remite a la operación síquica que tiene por objeto al dictum.
La relación entre modalidad y dictum no es constante, pero sigue una escala, de lo
implícito a lo explícito. Así, el dictum puede ser realizado por un verbo modal
con sujeto modal explícito:
Yo creo que esta. alh {í y° ^ ~ =sujeto
yerbomodal
modal>
o sin sujeto modal: Es preciso que se vaya,
con un adverbio modal: Llegará probablemente,
con un modo gramatical (el imperativo): Quiero que te vayas: ¡vete!, etc.
Bally da un ejemplo significativo de escala, que va desde lo explícito hasta
lo sintético (la modalidad incorporada al dictum). Así, en los enunciados siguien­
tes el dictum es constante:
a) quiero que usted salga; b) le ordeño salir; c) es preciso que usted salga;
d) usted debe salir; e) salga; f) ¡afuera!; g) ¡ust!; h) mímica; i) expulsión física.
Charles Bally piensa que la modalidad está siempre presente, la mayoría de
las veces incorporada: así, llueve comrresponde en realidad a (yo compruebo
que) llueve.
29. Ch. Bally, “Syntaxe de la modalité explicite”, Cahiers Ferdinand de Saus-
sure (1942), p, 3.
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

Dentro de los límites de este trabajo no podemos ocuparnos de


los medios que han propuesto los gramáticos generativistas para inte­
grar a la teoría generativa los elementos lingüísticos que corresponden
a las modalidades: nos contentaremos con algunas aclaraciones termi­
nológicas. Según André Meunier, que se inspira en M. A. K. Halliday,30
se pueden distinguir en particular dos grandes clases: las modalidades
de enunciación y las modalidades de enunciado, a las que se agregan
las modalidades de mensaje.
Las modalidades de enunciación
La modalidad de' enunciación corresponde a una relación inter­
personal, social, y exige en consecuencia una relación entre los prota­
gonistas de la comunicación. Una frase no puede recibir más que una
modalidad de enunciación —obligatoria—, que puede ser declarativa,
interrogativa, imperativa, exclamativa, v que especifica el tipo de
comunicación entre el hablante y el (los) oyente(s) (Jean Dubois y
F. Dubois-Charlier no hablan de “modalidades de enunciación” sino
de “constituyentes de frase”, con una definición muy semejante). Con­
sideremos, por ejemplo, las frases:
Estoy seguro de que Francia es afortunada.
Estoy afligido de que Francia sea afortunada.
La ‘modalidad de enunciación” es la misma (declarativa), pero
la "modalidad de enunciado” (v. infra) es diferente. Además, el sujeto
modal de los verbos modales y el sujeto de enunciación coinciden
(yo). Por el contrario, en una frase como:
León está seguro de que Francia es afortunada,
el sujeto modal (León) es diferente del sujeto de enunciación (el yo
que declara).
La modalidad de enunciación puede desembocar en una teoría
de los “actos de lenguaje” (v. infra), aprovechable para el análisis del
discurso. Oswald Ducrot hace notar precisamente que el acto de orde­
nar implica cierta relación jerárquica; asimismo, el derecho de inte­
rrogar no se adjudica a cualquiera, y remite a un tipo particular de
relación social. El mismo autor señala que el hecho de hacer una
pregunta obliga al receptor a continuar el discurso, a responder. En
otras palabras, por la vía de las modalidades de enunciación se con­
tribuiría a construir esta teoría de las “relaciones interhumanas, de las
que la lengua ofrece no solamente la ocasión y el medio sino también
el marco institucional, la regla”.31

30. “Moda^ités et communicaton”, en Langue Frangaise 21.


31. Dire et ne pas clire, Hermann, 1972, p. 4.

126
LA ENUNCIACIÓN

Modalidades de enunciado
Las modalidades de enunciado son una categoría lingüística mu­
cho menos evidente; no se apoyan en la relación hablante/oyente,
sino que caracterizan la manera en que el hablante sitúa el enunciado
en relación con la verdad, la falsedad, la probabilidad, la certidumbre,
la verosimilitud, etc. (modalidades lógicas), o en relación con juicios
apreciativos: lo feliz, lo triste, lo útil, etc. (modalidades apreciativas).
Así, en: Es posible que venga Pablo, es posible constituye la modali­
dad lógica, sintácticamente distinta, aquí, de la “proposición básica”
(Pablo venir). En cambio, en Pablo está seguramente allí, la moda­
lidad lógica se manifiesta sintácticamente por un adverbio (segura­
mente ).
Lo mismo vale para la modalidad apreciativa: se puede distinguir,
por ejemplo, entre Es una suerte que Pablo esté allí y Afortunadamente
Pablo está allí.
En la medida en que una lengua no es de ningún modo un len­
guaje lógico, la manera como las modalidades de enunciado se incor­
poran a la proposición básica no deja de tener efecto sobre su signi­
ficación. Como siempre que se compara lógica y lenguaje, es sorpren­
dente la diversidad de recursos de la lengua: así, para la modalidad
de lo posible, nos encontramos con estructuras de frases muy variadas,
que llegan a hacer dudar de la homogeneidad lingüística de esta
modalidad:
a) Es posible que partamos.
b) No es imposible que partamos.
c) Puede que partamos.
d) Quizá partamos.
e) Puede ser que partamos.
f) Nuestra partida es posible.
g) Nuestra partida no es imposible.
h) Podemos partir?2
La equivalencia semántica de estas frases presenta dificultades:
a) y b), f) y g), respectivamente, difieren sutilmente, mientras que
f) y d) son netamente distintas. Según Ducrot, los tipos f) y d) corres­
ponden a actitudes distintas en el enunciador: f) afirma una posibili­
dad, mientras que en d) el hablante “toma una cierta actitud, que no
es ni afirmación ni rechazo, ante el acontecimiento considerado [...].
La posibilidad es afirmada por f) y representada por d )”.33 Ve aquí
32. Señalemos que la modalidad lógica puede estar implícita, ligada a los
determinantes, a los tiempos verbales, etc. Así, en Tes pére et mere honoreras
[“Honrarás a tu padre y a tu madre”!, la modalidad deobligación está pre­
sente, ligada a la estructura de la máxima y al futuro. También puede haber
ambigüedades: Estos vidrios se limpian puede ser interpretado como una posibi­
lidad (pueden limpiarse) o una necesidad (deben limpiarse).
33. Op. cit., pp. 66-67,

127
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

una diferencia análoga a la que opone estoy triste (afirmado) y ¡ay!


(representado), tanto síntoma como expresión del dolor.
Tales diferencias son importantes en—um perspectiva de análisis
del discurso, teniendo en cuenta la relación qu& existe entre enunciador
y enunciado.
Además, la lengua no presenta un sistema evidente y simple de
modalidades lógicas: seguramente tiende más bien a la probabilidad
que a la certidumbre; ¿qué decir de ciertamente, sin duda, etc.? No
puede decirse que ciertamente y seguramente sean el correlato exacto
de ciérto y seguro. No hay más que evocar la complejidad de los
verbos llamados “modales” (poder, deber) para comprender cuántas
dificultades provoca la noción de modalidad de enunciado. En cuanto
a las modalidades apreciativas, circunscribirlas o clasificarlas constituye
una tarea altamente problemática; es difícil, por ejemplo, identificar:
a) Es una suerte que León se vaya.
b) León se va, ¡por suerte!
Moalidades de mensaje
Abordamos aquí una cuestión muy delicada, puesto que se trata,
de hecho, del valor modalizador de ciertas trasformaciones sintácticas.
Estas tienen un papel muy importante por cierto, pero bastante oscuro
por el momento. Nos limitaremos a hacer algunas referencias carentes
de todo formalismo.
En este punto, hay que rechazar dos actitudes extremas: creer
que a cada trasformación (por ejemplo, la pasivación o la nominali-
zación) corresponde una incidencia semántica sobre la oración que
sea constante, unívoca o, inversamente, pretender que no se puede asig­
nar a priori ninguna significación fuera de contextos discursivos deter­
minados. En el primer caso, se correría el riesgo de caer en una especie
de “clave de las trasformaciones” comparable a la “clave de los sue­
ños”; en el segundo, se estarían negando las restricciones que impone
la lengua. Será preferible sostener que hay una predisposición de tal
trasformación o de tal tipo para tal incidencia semántica, pero que
esa predisposición puede tanto ejercerse plenamente como ser neutra­
lizada, desplazada, o incluso invertida en el funcionamiento efectivo
o tipo de discurso.
Vamos a considerar aquí, y muy superficialmente, solo dos cues­
tiones: ubicación del “tema”, importancia del “agente”.
El lingüista inglés M. A. K. Falliday ,34 siguiendo a muchos otros,
insiste en la existencia de dos componentes en la oración: el tema y
el rema El tema es, en cierto sentido, el “sujeto sicológico, es decir el
elemento al cual se engancha el resto de la oración, el elemento esen­
cial, destacado generalmente por su posición inicial. En la mayoría
34. Ver “Notes on transitivity and theme” (Journal of Linguistics), III-l,
III-2, IV-2 (1967-68).

128
LA ENUNCIACIÓN

de los casos, el tema coincide con el sujeto gramatical, y el rema, con


lo que se dice de él” (se habla también de tópico y comentario).
El león/devora al ratón.
tema rema
(tópico) (comentario)
Diversas trasformaciones permiten poner en posición ó de tema a
tal o cual constituyente de la oración.
Brusquement (tema), Tauto disparut (re­
ma) [“Repentinamente, el auto desa­
Desplazamiento a par eció,>].35
la posición inicial A Taris (tema), il a été fait prisonnier
(rema) [“En París, fue hecho prisio­
nero”].
—Realce por medio de cyest [“es que”]: C’est Tierre que León
aime [“Es a Pedro a quien ama León”]. Según J. y F. Dubois,36 esta
oración, que se distingue de la oración enfática (v. infra), proviene
del encaje de:
| León aime quelqun [“León ama a alguien”].
\ Ce quelq’un est Tierre [“Ese alguien es Pedro”].
Esta trasformación puede operar sobre diversos constituyentes:
C’est kier que (ai vu Léon [“fue ayer que vi a León”], cest moi qui ai
vu Léon [“fui yo que vi a León”], cest Léon que fai vu [“fue León a
quien vi”], etc.
—El énfasis, que se acompaña de una pronominalización y de
una dislocación. La trasformación puede operar sobre
• el sujeto:
Pierre, il aime Léon [“Pedro, ama a León] (familiar)
• el objeto directo:
Paul Léon Yaime [“A Pablo, León lo ama”]
• el objeto indirecto:
A Paul, je le lui ai dit [“A Pablo, yo se lo he dicho”]
(variante = fy ai áit)
L’argent, je m’en moque [“La plata, me río de ella”]
• un grupo preposicional:
París, f y suis resté deux jours [“En París, allí me quedé dos
días”], etc.
35. La traducción de estos ejemplos no significa que exista una equivalencia
exacta entre el francés y el español (N. de la T.).
36. Eléments de linguistique frangaise, Larousse, 1970, p. 184.

129
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

La lengua familiar emplea también una dislocación hacia atrás:


Je Yai vu, Léon [“Yo lo vi, a León”].
Je le lui ait dit, á Paul [“ 10 le dije, a Pablo”]. Etc.
La ubicación del tema es evidentemente indisociable del con­
texto, que es el único que la justifica o no para tal o cual elemento
de la oración.
La trasformación pasiva está ligada directamente al problema
del tema; en efecto, de ella resulta la colocación del obieto directo en
posición inicial y, consecuentemente, su conversión en tema:
Marie / embrasse Léon => Léon / est embrassé par Marie*1
tema rema tema rema
' La pasivación plantea sinembargo problemas específicos, rela­
cionados particularmente con el “agente” del proceso. Obsérvese que
la pasivación ofrece dos posibilidades: hacer desaparecer el agente o
destacarlo por medio de una preposición.
La supresión del agente presenta grandes facilidades, pero puede
deberse a múltiples causas (el agente es perfectamente conocido, o
desconocido, no se lo quiere mencionar, etc.); inversamente, la pasiva­
ción pude servir para destacar el agente, sobre el cual se cristaliza lo
esencial de la información que proporciona la oración: Estos logros
han sido cumplidos por el pueblo (sobrentendido: y no por tal otro
agente). La pasiva con agente es, pues, muy diferente de la pasiva
incompleta.
Según Jean Dubois,38 existen igualmente factores sintácticos que
favorecen la pasivación: por una parte, el contexto, para evitar ciertas
ambigüedades, y por otra, el carácter animado del sujeto de la oración
transitiva. En el primer caso, por ejemplo, en lugar de decir: La pro­
ducción automotriz crece en Francia. Pero los excesos de la industria
pueden debilitar su impuso, se dirá pero su impulso puede ser debili­
tado ..., para acercar su a producción. En el segundo caso, habría
una tendencia a restablecer el orden animado —> inanimado cuando,
en la transitiva, el sujeto es un no-animado y el objeto un animado,
y no hay un determinante que remita a un elemento precedente del
enunciado: El granero fue destruido por un transeúnte, pero Un tran­
seúnte fue atropellado por un auto.
Consideremos, por ejemplo, estas tres oraciones:
(1) Este país se gobierna bien.
(2) Este país es bien gobernado.
(3) León gobierna bien este país.39
El tipo (1) ha sido abundantemente estudiado, y desde hace
37. “María/abraza a León” => “León/es abrazado por María” (N. de la T.).
38. Grammaire structurale: le verbe, Larousse, Capítulo V
39. Para Hallidav, op, cit.

130
LA ENUNCIACIÓN

mucho tiempo (en relación con los problemas de modalidad y de tran*


sitividad). El tipo (2) es una pasiva incompleta, y (3), una transitiva
directa con “agente” en posición inicial. En los tres casos hay un agente,
implícito (2), semiimplícito (2), explícito (3). Para Halliday, (I)
es una construcción de tipo “orientado hacia el proceso”: en efecto, la
oración deja entender que el país se gobierna bien en virtud de una
cualidad que posee él en sí mismo, sea cual sea él agente que se
encargue de él; en cambio (3) es del tipo “orientado hacia el agente”,
en el sentido de que es la acción de ese agente la que está en el origen
de esa buena administración. El tipo (2), la pasiva, estaría también
orientado hacia el agente, pero mucho más discretamente.
Finalmente, para dejar el problema de las trasformaciones y ocu­
parnos del “agente”, comparemos estas dos oraciones tomadas de N.
Ruwet, a quien seguimos en este punto :40
(1) Jean-Baptiste a fait plonger Jésus dans Veau [“Juan el Bau­
tista hizo sumergirse a Jesús en el agua”].
(2) Jean-Baptiste a plongé Jésus dans Veau [“Juan el Bautista
sumergió a Jesús en el agua”].
En los dos casos, Jean-Baptiste es agente; la diferencia entre (I)
(causativo) y (2) (transitivo) está relacionada, según Ruwet, con la
noción de “conexión directa/indirecta”. En la conexión directa, “la
acción expresada por el verbo es concebida como un proceso global,
unitario, particularmente desde el punto de vista temporal”;41 en cam­
bio, en (i), Jean-Baptiste ha podido actuar por persuasión, indirecta­
mente ... En (2), conexión directa, el objeto directo es interpretado
como objeto inerte, pasivo, y no como agente autónomo. Así, se dirá:
(3) J’ai rentré Vauto au garage [“He entrado el auto en el garaje”]
y no (4) * J’ai rentré les invités au salón [“He entrado los invitados
en el salón”].
La oración: Jo a sorti Jim du bar [“Jo sacó a Jim del bar”] supone
una acción directa sobre un Jim convertido en objeto, caso diferente
de: Jo a fait sortir Jim du bar [“Jo hizo salir a Jim del bar ”].42 Esto
explicaría giros periodísticos como: Le ministre a démissionné son
secrétaire d’Etat [“El ministro ha renunciado a su secretario de Es­
tado”], que supone una coerción directa, o como: La pólice a suicidé
Stavisky [“La policía ha suicidado a Stavisky”].43
40. Théorie syntaxique du frangais, Seuil, 1972, pp. 126-180.
41. Ibídem, p. 152.
42. En español, verbos como entrar o pasar se comportan de modo seme­
jante: puede decirse entró el auto en el garaje y no °entré a los invitados en la
sala, pero sí entré al nene porque hacía frío o entró a Juan por la fuerza, donde
el nene y Juan se enterpretan como objetos pasivos; de la misma manera, pasé la
mesa de la sala al comedor o pasé a mi secretaria a otra sección, pero no *pasé
a los invitados de la sala al comedor. Cf. hice entrar a los amiguitos de mi hijo o
me hizo pasar amablemente ( N. de la T .).
43. N. Ruwet, op. cit., p. 155.

131
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

Ruwet emite así la hipótesis de que existiría una jerarquía de


las construcciones en función de este criterio de la conexión directa,
que dejaría más o menos valor “agentivo” independiente a la segunda
FN. La distancia sería mínima, y la conexión, inmediata en FNi VFN 2
(Jo sort Jim). FNi faire FN 2 (Jo fait sortir Jim) tendría una posición
intermedia. Pero FN faire que [SFN 2 VX] (Paul a fait que Pierre est
parti [“Pablo hizo que Pedro se fuera”]) o FNi faire en sorte que
[ 8VFN 2X] (Paul a fait en sorte que Pierre est parti [“Pablo logró que
Pedro se fuera”]) estarían ligados con una conexión muy indirecta.
¿Cuál es la relación entre el número de nudos del árbol que separan a
FNi de FN 2 y la autonomía de FN2?
Todos estos problemas son de una complejidad aterradora, pero
el análisis del discurso haría evidentemente grandes progresos si estos
fenómenos todavía muy oscuros encontraran su explicación en una
teoría sintáctica coherente,
Blum y Thorez
Partiendo precisamente de la hipótesis de que las trasformaciones
“modalizan” el enunciado, L. Courdesses,44 por ejemplo, ha analizado
comparativamente el proceso de enunciación en un discurso de Mau-
rice Thorez y otro de Léon Blum, los dos de mayo de 1936, que versan
sobre el mismo tema.
La oposición entre los discursos de los dos oradores le parece que corres­
ponde a una oposición entre dos tipos de enunciaciones. Así:
• Las negativas son numerosas en Blum y raras en Thorez; en efecto, una
negativa implica siempre un enunciado inverso expreso o implícito, es decir una
relación dialéctica espacial o temporal con elotro:
— ya sea una negación de enunciado o de un estado,
—ya sea una restricción a un enunciado precedente del interlocutor o del
hablante mismo (noción de tiempo),
— ya sea una contradicción a una opinión contraria dentro del grupo o fuera
de él (noción de espacio).
La negativa establece una relación personal, polémica o afectiva o pasional,
entre el sujeto hablante y “el otro”. En el caso de Thorez, las negativas tienen
en cambio un estatus muy diferente:
“12 negaciones absolutas de tipo didáctico;
3 negaciones de restricción: ne pas. . . mais
[“no . . . sino”];
4 negaciones en el tiempo: ne pas.. . plus longtemps
f“no . . . más”];
44. “Blum et Thorez en mai 1936: analyse d’énoncés”, Langue FranQaise
9. 1971.

132
LA ENUNCIACIÓN

3 negaciones modalizadas por un adverbio: n e . . . nullement


[“no .. . de ningún modo”];
1 negación de exclusión: ne . . . que
T“no más que”].” 45
Es que el yo de Thorez es en realidad el nosotros del grupo: “Las negacio­
nes no implican más que una referencia polémica, bastante íára por otra parte,
con el exterior, ya sea la crítica al gobierno precedente, ya sea la respuesta a
acusaciones [...]. En conjunto, da la impresión de que el Partido se sitúa bas­
tante raramente en un plano de igualdad, y en consecuencia de contradicción
posible con el mundo exterior”.46
• Las pasivas y las nominalizaciones: la pasivación permite suprimir el
agente de la acción. La pasiva puede luego ser nominalizada; en este caso, lo que
se borra es no sólo el agente sino también el tiempo, el modo, la persona, el
aspecto: la distancia entre el sujeto de enunciación y el enunciado se acrecienta,
pues, como en un discurso didáctico.
Thorez usa 49 pasivas, de las cuales 31 son nominalizadas y 44 sin agente.
En cambio, de las 20 pasivas de Blum, solo 3 son nominalizadas y 10 tienen
agente: la diferencia cuantitativa es también una diferencia cualitativa.
Courdesses opone en los dos discursos estudiados “dos tipos de discursos
bien definidos: un discurso político tradicional (el de Blum) [ ... ] y un discurso
didáctico (el de Thorez)”.47 Yendo más lejos, ve en ellos la oposición entre el
Partido Socialista, “una adicción de individuos separados, distintos, cuyo jefe se
afirma personalmente [...]. Blum utiliza el modelo sociocultural de la burguesía
liberal: individualismo muy marcado, enunciados de una gran complejidad sin­
táctica .. Z’.48 Por el contrario, “el Partido Comunista se afirma como un grupo
homogéneo en el que los individuos no aparecen. . L. Guespin refuta esta
interpretación; la diferencia entre los dos textos se debería a que los dos no han
sido producidos en las mismas condiciones, siendo el de Léon Blum un discurso
parlamentario y habiendo sido el de Maurice Thorez pronunciado ante una asam­
blea de militantes: “No hay que atribuir al sujeto de enunciación (el socia­
lista Blum/el comunista Thorez) lo que se debe a otro aspecto de las con­
diciones de producción (enunciado contra enunciado en un caso, enunciado sobre
enunciado en el otro)”.49
Este diferendo es significativo: el análisis de los mecanismos
enunciativos no puede pasar por alto la consideración de la articula­
ción del discurso con las condiciones de producción. Y esto no es nada
fácil. Mientras no exista la teoría de esa articulación, se podrá decir
del análisis del discurso lo que se dice de las estadísticas: que pueden
ser interpretadas de distintas maneras.
Un tipo de análisis semejante permite plantear algunas cuestiones
45. Ibídem, p. 26.
46. Ibídem, p. 27.
47. Ibídem, p. 32.
48. Ibídem, p. 33.
49. Langages 26, p. 16.

133
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

esenciales. ¿Puede cerrarse la lista de las trasformaciones que corres­


ponden a una teoría de la enunciación? ¿Pueden estructurarse estas
trasformaciones entre sí (como hace, por ejemplo, Courdesses para
la pasivación y la nominalización) ? ¿A cada trasformación pertinente
para una teoría de la enunciación corresponde una interpretación
unívoca (por ejemplo, que la nominalización marca un discurso didác­
tico)? ¿A qué criterios debe obedecer una interpretación de este tipo?
¿Que valor exacto debe atribuirse a los cálculos frecuenciales en el
estudio comparativo?

ALGUNOS CONCEPTOS PARA DAR CUENTA DEL PROCESO


DE ENUNCIACIÓN
Quisiéramos ahora presentar algunos conceptos que caracterizan
el proceso de enunciación tomado globalmente, y que tienen en cuenta
el hecho de que, contrariamente al enunciado, la enunciación es con­
tinua. Estos conceptos, tomados de Jean Dubois, que se inspira en U.
Weinreich, desembocan normalmente en una caracterización de los
discursos y en una tipología muy amplia. Desde una perspectiva tal,
“la constitución del enunciado es la constitución de un objeto cuyo
contenido asume en mayor o menor medida el sujeto hablante, y
respecto del cual se coloca como frente a cualquier objeto ”.50
La distancia
Este concepto permite examinar el proceso de enunciación desde
el punto de vista de la actitud del hablante frente a su enunciado:
el proceso será descripto como una distancia relativa que el sujeto
pone entre él y su enunciado. Se considera que el interlocutor percibe
en qué medida es asumido el enunciado, y traduce esta distancia. Si la
distancia tiende a cero, el sujeto asume totalmente su enunciado, el
yo del enunciado y el yo de la enunciación se identifican perfecta­
mente. A la inversa, si la distancia es máxima, es que el sujeto consi­
dera su enunciado “como parte de un mundo distinto de sí mismo”. En
esto reside, como hemos visto, uno de los rasgos de la narración histó­
rica. El yo de la enunciación se identifica entonces “con otros yo en
el tiempo y en el espacio”. Allí está lo propio del discurso didáctico,
y el yo tiene tendencia a ‘‘convertirse en el él formal del enunciado”.51
Esto se opone al discurso autobiográfico, discurso del único (“es mi
infancia lo que más me fascina ... yo descubro en ella lo irreduc­
tible . . . ”).
Por desgracia, como obseiva lúcidamente Jean Dubois, “el hecho
fundamental es que no existen medios privilegiados, clases de pala­
50. Langages 13, p. 103.
51. Ibídem, p. 104.

134
LA ENUNCIACIÓN

bras particulares para significar esta distancia: una vez señalada tal
estructura, inmediatamente después se descubre que tiene otra signi­
ficación ’.52 Los factores prosódicos (la entonación) constituyen a
menudo, en el código oral, la mejor manera de expresar esta distancia,
y la entonación es un flujo continuo.
La modalización
Ya hemos remitido a este concepto, tomado de Weinreich. Es un
término muy general, puesto que se define como la marca dada por
el sujeto a su enunciado. De hecho, es necesario precisar que se trata
sobre todo de la adhesión del hablante a su propio discurso: adhesión
muy subrayada o no, en disminución o no, etc. Es una curva continua
que el interlocutor debe interpretar: ¿el hablante se adhiere o no a
lo que dice? Esta adhesión se desplaza evidentemente por una escala
continua, y varía a lo largo del discurso. Ciertos adverbios constituyen
evidentemente modalizadores que se pueden detectar con facilidad
(quizá, evidentemente, etc.). Pero la mayoría de las veces las cosas
están lejos de ser tan claras, pues generalmente es la entonación la
que sobrelleva lo esencial del peso de la modalización.Ya nos hemos
referido a las modalidades lógicas y apreciativas, por un lado, y a las
trasformaciones, por otro, que participan en esta modalización. Wein­
reich subraya igualmente la importancia de la interferencia de los
niveles de lengua: elementos que provienen de la lengua familiar
insertados en un discurso muy elevado (o viceversa) son inmediata­
mente interpretados en tal o cual sentido por el oyente. Weinreich
insiste también en la cuestión de los enunciados referidos que rompen
la homogeneidad del discurso (v. infra).
Los conceptos de transparencia y de opacidad
En el caso de la “trasparencia”, la ambigüedad del texto se elimina
totalmente por el traspaso del sujeto de enunciación del emisor al
receptor. En otras palabras, el receptor se identifica con el sujeto de
enunciación, que se borra, como si fuera el receptor mismo el que
emitiera el discurso. Como ejemplos de trasparencia podrían mencio­
narse el libro escolar o los proverbios. A la inversa, la “opacidad”
caracteriza en su punto más alto a la poesía lírica, ya que cada lector
se convierte en sujeto de enunciación “para asumir un enunciado cuyas
modalizaciones se le escapan ”.53 En cierto sentido, puede decirse que
para los dos extremos, discurso lírico y discurso pedagógico, el sujeto
de la enunciación nunca puede señalarse netamente: en un caso, el
discurso es ambiguo, y en el otro, el sujeto de enunciación es anónimo.
Citemos, por ejemplo, la trasparencia de la máxima: “la amistad no es
sino un comercio en el que siempre creemos ganar algo” (La Roche-
f oucauld).
52. Ibídem.
53 Ibídem, p. 106.
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

El concepto de tensión
Este concepto se refiere a la relación que se establece entre el
hablante y su interlocutor, siendo el texto considerado como mediador
de un deseo del hablante, una tentativa de apoderarse del oyente.
¿Cómo detectar una “tensión” semejante? Sobre todo por el estudio del
verbo, particularmente de los tiempos, aspectos y modos. También es
posible hacerlo atendiendo a los determinantes y a los pronombres.
Conviene igualmente dar una gran importancia a étre [“ser”] y avoir
[“haber”], por un lado, y a los auxiliares modales, por otro: vouloir
[“querer”], pouvoir ['poder”], devoir [“deber”]; en el primer caso
(étre, avoir), no hay tensión sino un estado, un efecto, mientras que
en el otro, hay tensión, a cargo de un ‘‘hacer”, de un no-efecto. Señale­
mos a propósito de esto que ciertos autores usan el término performa-
tivo para designar a los verbos con los que se intenta imponer un
comportamiento determinado al auditorio, provocar una acción, y que
usan el futuro, el imperativo, el subjuntivo o los modales del tipo
devoir [“deber”], falloir [“haber que”]. Los textos políticos ofrecen
innumerables ejemplos de discurso “tenso”: “II nous faut des mainte-
nant nous unir dans la lutte contre l’inflation et la dépréciation du
franc. J’entends mobiliser lenergie du pays ... Lliomme doit rester
maitre des conquétes de la science ... Nous pouvons tous ensemble
affermir l imité nationale . . Z’.54
Nótese que es el verbo devoir { [“deber” -f infinitivo], que indica
necesidad, el que es factor de tensión, y no el verbo devoir2 [“deber
de” -f infinitivo], que indica probabilidad. No es indiferente comprobar
que la realización de una forma de devoir se interpreta correctamente,
en un sentido o en el otro, la mayoría de las veces gracias a fenómenos
de enunciación. La asunción del enunciado por el hablante es máxima
en devoir{ y mínima en devoir2; devoirx aparece generalmente con je
[“vc”1 v tu | ‘tú”1, los cantificadores absolutos (partout [“en todas
partes”], tout [“todo”], toujours [“siempre”], etc.), el futuro, los adver­
bios que indican una fecha precisa, etc.; en cambio, devoir2 está ligado
sobre todo a la no-persona, al aspecto perfectivo, a una reserva del
hablante, etc. Comparemos, por ejemplo, las frases tous les soldats
devront partir le 20 [“todos los soldados deberán partir el 20”] y je
pense quil doit étre arrivé [“pienso que debe de haber llegado”]:55
no hay ninguna dificultad para distinguir devoir{ y devoir2.

54. “Tenemos que unirnos desde ahora en la lucha contra la inflación y la


depreciación del franco. Pretendo movilizar la energía del p aís.. . El hombre
debe seguir siendo amo de las conquistas de la ciencia . . . Todos juntos podemos
asegurar la unidad nacional...” (N. de la T .).
55. H. Huot ha hecho un estudio sistemático de este problema: Le verbe
“devoir”, Klincksieck, 1974.

136
LA ENUNCIACIÓN

EL CARÁCTER NO UNITARIO DEL DISCURSO:


ENUNCIADOS REFERIDOS E INTERFERENCIAS LÉXICAS
Hemos visto que U. Weinreich y J. Dubois atribuyen una gran
importancia a los fenómenos de interferencia en el proceso de modali-
zación. La interferencia léxica y los enunciados referidos tienen en
común el hecho de romper la continuidad del discurso, de introducir
desajustes, de abrir el discurso en otras direcciones. Es que un texto
no es una unidad plena y homogénea, en relación con la cual los enun­
ciados referidos o las interferencias debieran ser considerados como
parásitos inoportunos: muy por el contrario, estos fenómenos consti­
tuyen una de las leyes del funcionamiento de todo discurso y son
absolutamente indisociables de él.
Interferencias léxicas
Consideremos en primer lugar los fenómenos de “interferencia”:
pueden circunscribirse al léxico o abarcar unidades más amplias. La
interferencia léxica aparece como una ruptura semántica en el hilo
continuo del discurso. Las interferencias léxicas no deben dar la im­
presión de que las palabras intervienen en un discurso como unidades
plenas que poseen una carga semántica fija dada de antemano. En
realidad, el análisis del discurso debe apuntar a integrarlas en el fun­
cionamiento de un texto y no contentarse con señalar al azar una suce­
sión desordenada de “efectos” de sentido.
Esos efectos no son perceptibles sino por contraste; se ha inten­
tado clasificar esas interferencias agrupándolas en cuatro categorías
principales.56
—Las interferencias diacrónicas: provienen de la presencia en un
mismo discurso de palabras que pertenecen a estados de lengua
diferentes; por ejemplo, una palabra del francés antiguo en un
texto en lengua contemporánea.
—Las interferencias diatópicas: se deben a la coexistencia de
palabras que no tienen la misma área de utilización, como
cabanon (término meridional) por mmson [“casa”]; los lexemas
pertenecientes a lenguas extranjeras son un claro ejemplo de
ellas.
—Las interferencias diastráticas: contraste entre lexemas de nive­
les de lengua diferentes.
—Las interferencias diaffísicas: utilización de términos científicos,
poéticos, etc., en otro tipo de discurso.

56. Siguiendo a D. Délas y J. Filliolet en Lingubstique et poétique, Larousse,


1973, quienes a su vez se inspiran en L. Flydal, “Remarques sur certains rapports
entre le style et l’état de langue” (Norsk Tidsskrift for Sprong-videnskap 16).
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

Como hemos dicho, nada impide generalizar esas interferencias


a unidades más extensas, del orden de la construcción, de la oración,
del enunciado. Los enunciados publicitarios, en particular, hacen mu­
cho uso de estos procedimientos. Así se observa en este tipo de avisos
de productos de maquillaje:
Lengua familiar: Un maquillage, cest comme la coiffure, ga peut étre
quelconque [“Un maquillaje, es como el peinado, puede ser
cualquiera”] ...
Interferencia diafásica (lengua ‘poética”): Tout nest que demi-teinte
et légéreté [“Todo es media tinta y ligereza”].
Vuelta a la lengua familiar: Avec René Garraud la mode est réussie:
il y a forcément des raisons [“Con René Garraud se alcanza
la moda: hay forzosamente razones”]. ..
Lo importante es que el sentido de estas interferencias es extre­
madamente variable según el discurso de que se trate: connivencia con
el receptor, necesidad de dar un estatus determinado al hablante, etc.
Se trata, en todo caso, de un medio muy eficaz de modalización al cual
el analista debe prestar mucha atención.
Un ejemplo simple aclarará el uso que puede hacerse de estas interferen­
cias. El presidente de una muy importante cadena de supermercados, entrevistado
por la revista Jours de Franee acerca de las oportunidades de promoción que
su empresa ofrece a los jóvenes, intenta demostrar que en ella cuentan poco los
diplomas y que los mejores puestos están reservados a los que tienen garra. Se
advierte que sus frases están salpicadas de términos norteamericanos ( job, bu-
siness-school, etc.). En un primer nivel, se puede ver en ello un medio de
“hacerse el joven”, de acreditarse y de acreditar sus palabras ante los jóvenes
(función fática). Esto remite a una ideología difusa que hace de los Estados
Unidos el país de la distensión, de la juventud, etc. En un segundo nivel, se verá
en el discurso el medio de inscribirse casi mágicamente en la ideología del
“self-made man”, abundante y explícitamente desarrollada en la entrevista. Un
estudio más profundo muestra además, en un tercer nivel, que el texto está
coastruido sobre esta referencia a los Estados Unidos: las palabras del empre­
sario comienzan por el relato de la fundación de su primer supermercado, como
consecuencia de una “revelación” que él habría tenido en el curso de un viaje
que hizo casualmente a los Estados Unidos; por otra parte, sus palabras se cierran
con la estadía de su hijo en aquel país y las experiencias enriquecedoras que
tuvo en un viaje que realizó a los dieciocho años, antes de convertirse en uno
de los ejecutivos de la empresa de su padre. Los Estados Unidos aparecen en­
tonces como un lugar mítico de iniciación en la promoción capitalista. Estas
interferencias léxicas iluminan, pues, diferentes niveles de funcionamiento del
texto y, en particular, se inscriben en la ideología que lo sostiene.
Los enunciados referidos
Ya hemos aludido al concepto de “intertexto”, introducido por J.
Kristeva (“en el espacio de un texto, varios enunciados, tomados de
138
LA ENUNCIACIÓN

otros textos, se cruzan y se neutralizan”). La reflexión contemporánea


sobre el discurso ha impuesto efectivamente una concepción nueva
de las relaciones entre el texto y su “exterior” textual: en lugar de
ver en él el resultado de una elección libre por parte de una conciencia
soberana, el texto (sea esto visible en la superficie o no) es conside­
rado como el producto de un trabajo sobre textos anteriores o con­
temporáneos. Las relaciones intertextuales son variadas: plagio, paro­
dia, polémica, comentario, imitación, etc., pero estáaá atravesadas por
el problema de la cita, llamada enunciado referido. En efecto, un dis­
curso está lejos de presentarse como un conjunto homogéneo de enun­
ciados que remiten a un sujeto único de enunciación: esta es una
situación digna de tenerse en cuenta, pues sólo el hábito nos oculta
hasta qué punto pueden ser complejas las relaciones entre estas di­
versas fuentes de enunciación.
El francés57 dispone, gramaticalmente, de tres maneras de integrar
un fragmento de discurso o un discurso en un primer discurso: el
discurso directo, indirecto e indirecto libre.
—Discurso directo: Pensaba en su padre, que decía: “Me gustan
los dulces”.
—Discurso indirecto: Pensaba que Juana le diría que ya no lo
amaba.
—Discurso indirecto libre: Juan hablaba a media voz: ya tenía
suficiente, eso no podía durar.
La tercera forma, el discurso indirecto libre, bastante artificial,
está prácticamente reservada a la literatura novelesca, de modo que,
aunque es muy interesante, no nos ocuparemos de ella. La oposición
directo/indirecto es muy neta: en un caso se trata de un “discurso”
(en el sentido de Benveniste), mientras que en el otro hay subordina­
ción de la segunda fuente de enunciación a la primera a través de un
procedimiento de integración gramatical que confiere al enunciado
referido las marcas del discurso que lo cita.
Estas marcas de subordinación conciernen esencialmente a los
deícticos, los tiempos verbales, las personas (yo y tú). El discurso
directo Juan me dijo: “Estoy contento de irme de aquí mañana” se
convierte én el discurso indirecto Juan me dijo que estaba contento
de irse de allí al día siguiente. La razón profunda de esta trasforma­
ción sintáctica proviene de la oposición irreductible entre las dos for­
mas de citar. El discurso directo inserta una situación de comunica­
ción en otra manteniéndole su independencia, es un discurso dentro
de otro discurso, donde cada uno conserva sus propias marcas; el
discurso directo reproduce palabras, las repite pura y simplemente.
57. Como el español emplea los mismos procedimientos, los ejemplos que
siguen se dan directamente traducidos (N. de la T.).

139
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

Por el contrario, el discurso indirecto no mantiene estable más que el


contenido del discurso citado: es una interpretación del discurso citado
y no su reproducción; el discurso “citante” subordina todo a su “óp­
tica”, hay solo una fuente de enunciación. Diversos fenómenos lin­
güísticos ponen de manifiesto esta diferencia:58
—Por ejemplo, en un discurso indirecto no pueden citarse palabras en otra
lengua: *11' sexclama que [exclamó que1 madre mía, voy a morir; en cambio, el
discurso directo lo admite sin dificultad: II s’exclama: “madre mía, voy a morir*.
— Asimismo, un enunciado como este es revelador: *Me dijo: “Tengo sufi­
ciente”, y sus palabras exactas fueron: “Estoy hasta acá” (discurso directo).
Pero en discurso indirecto: Me dijo que tenía suficiente, y sus palabras exactas
fueron: “Estoy hasta acá”.
Es necesario, pues, tener conciencia de que el discurso directo y
el indirecto se prestan a usos discursivos muy diferentes. El solo hecho
de introducir el discurso directo “autentifica” los enunciados citados:
de ahí la ilusoria seguridad que provoca la verificación de la “exacti­
tud” de las citas (como si el recortar el fragmento y ponerlo en un
contexto le dejara su integridad profunda, como si fueran los “mismos”
enunciados en dos discursos diferentes). Por su lado, el discurso indi­
recto es “indecidible” en este punto, va que en él la enunciación se
convierte en acontecimiento y, por ejemplo, un enunciado como me
decía que no era amante de la música puede remitir tanto a una larga
tirada como a no soy amante de la música o a mí la música no me
enloquece, etc. En el discurso indirecto, la fidelidad es a nivel de la
invariante semántica, y no es pertinente pretender encontrar las pala­
bras exactas. El discurso directo tiene el privilegio de autentificar
porque no da un equivalente semántico sino que restablece la situa­
ción de la comunicación (el sujeto de enunciación del discurso citante
es libre de agregar todos los signos que le parezcan útiles para resta­
blecer al máximo todos los elementos de esta situación de enuncia­
ción: tono, acento, etc.). No hace falta decir que se trata de un
“efecto de realidad” ligado a las estructuras lingüísticas, y que ello no
implica en absoluto que las palabras citadas en discurso directo sean
más exactas.
Aquí nos hemos referido sólo a casos “puros”, ya que hay una
cantidad de casos mixtos que podrían examinarse. El estudio de tipos
de textos diferentes, y de textos de épocas diferentes, revela que, en
función de la sincronía considerada y de una tipología de los discursos,
las reglas que presiden la inserción de enunciados referidos varían
considerablemente. Es así como en el siglo xvn se exigía mucho
menos fidelidad a las citas que ahora. En tiempos más cercanos, en
la prensa de la década del 20, según J.-B. Marcellesi, “ni aun el dis­
58. Para un estudio detallado de esta cuestión, ver Ann Banfield, “Le
stvU* narratif et la grammaire du discours direct et indirect”, Change 16-17, pp.
188 ss.

140
LA ENUNCIACIÓN

curso presentado como directo lo es realmente”.59 Así, en un artículo


sobre el Congreso de Tours, las palabras de Paul Faure:
MM. Millerand et Leygues veulent faire prononcer par les tribu-
naux la dissolution de la C.G.T. Une opération de ce genrer est
bien inutile. La classe ouvriere va se détruire elle-méme60
se convierten, en el diario Le Matin, en: ^
Le gouvernement veut dissoudre la C.G.T. A quoi bon? Vous
vous en chargez vous-mémes.61
Es innecesario decir que esta trasformación no es inocente, ya
que en este caso, “el léxico prestado a los socialistas no puede ser un
léxico extraño a los no socialistas”.62 Habría que hacer todo un estudio
sobre la conversión de un discurso en enunciados referidos. La manera
como un discurso recorta sus citas en los otros discursos es muy reve­
ladora del funcionamiento de ese discurso: esta manera de recortar no
es en absoluto la misma según el tipo de discurso. Es bien sabido que
“separando los enunciados de su contexto” se hace decir a un discurso
lo que uno quiere. De modo que, precisamente, ¿qué es lo que tal
discurso quiere hacer decir a tal otro? ¿Qué significa “separar de su
contexto”? Tocamos aquí un problema capital: citar es extraer un
material que ya tiene su significado en un discurso para hacerlo fun­
cionar en un nuevo sistema de significación. No es, pues, suficiente
identificar el discurso del que ha sido extraída la cita o estudiar la
trasformación que ha sufrido: es necesario además dar cuenta de su
sentido, de su estatus, en la nueva estructura a la que se ha integrado.
Consideremos así la manera como el discurso citante asume al
discurso citado: hay una “distancia” más o menos grande impuesta
por el sujeto de enunciación del discurso citante. Por otra parte, no
siempre es fácil saber qué es lo que el discurso citante agrega de su
cosecha y qué es lo que cita. Marcellesi, al estudiar en los diarios que
informan acerca del Congreso de Tours (1920) las marcas por medio
de las cuales rechazan o asumen los enunciados de los oradores socia­
listas que citan, nota que un procedimiento tan simple como las comi­
llas puede servir, por ejemplo, para rechazar determinada palabra
porque es un neologismo o porque es un vocablo que el discurso
citante no considera como suyo. El estudio de los elementos introduc­
tores es igualmente significativo: X prétend que [“X pretende que”] . . . ,
Si Ton croit X [“Si se cree a X”], Aux dires de X [“Al decir de X”],
Selon X [“Según X”], Selon l’avis de X [“Según la opinión de X”],
59. Langages 23, p. 43.
60. “Los señores Millerand y Leygues quieren hacer decretar por los tri­
bunales la disolución de la CGT. Una operación de este tipo es totalmente inútil.
La clase obrera va a destruirse por sí misma” (N. de la T.).
61. “El gobierno quiere disolver la CGT. ¿Para qué? De eso se encargan
ustedes mismos” (N. de la T.).
62. J.-B. Marcellesi, art. cit.. p. 43.

141
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

D’aprés X [“Según X”], etc. Son todas marcas por las cuales el discurso
citante introduce una distancia respecto del discurso citado: es evidente
que estas marcas son frecuentemente superfluas, ya que la sintaxis
debe bastar para separar los dos registros; el autor pretende, pues,
reforzar esta separación de manera significativa. La distancia puede
ser máxima (X alia fusquá prétendre que [“X llegó a pretender
que”] . .., X osa dire que [“X osó decir que”] ...), mediana (Si l’on
en croit X [“Si creemos a X”], etc.), débil (Selon X [“Según X”]) o
nula. El distanciamiento puede muy bien lograrse con una sola pa­
labra:
distanciamiento
por medio de:
X espere voir son prétendu programme... prétendu
["X espera ver su pretendido programa. .. ”]
X declare que son “programme”... las comillas.
[“X declara que su «programa»...”]
Fenómenos de esta clase son muy significativos y permiten com­
parar los distintos discursos según lo que asumen o rechazan, y su
manera de asumir o de rechazar; también según sus silencios (es
decir, según lo que no quieren hacer aparecer en su discurso, ni siquie­
ra bajo la forma de un rechazo).
Cuando se considera ahora la función de las citas, hay que tener
en cuenta que estos enunciados referidos tienen estatus diferentes, en
particular según el tipo de discurso. A título indicativo, podemos dar
algunos ejemplos de estos estatus muy diversos:
—La cita-prueba: se introduce una cita en el curso de una argu­
mentación, ya sea para refutar, para defender o para sostener un
argumento. Estas citas pueden ser utilizadas en razón de su contenido
o simplemente a causa de su autor. En este caso, se está ante una
“cita-autoridad”, en la que lo único que da peso al contenido intrín­
seco es la firma. Estas “autoridades” varían según el discurso de que
se trata: una cita extraída de la Biblia en el discurso teológico cris­
tiano, un pensamiento del general de Gaulle para un gaullista, etc.;
la cita está allí solo porque proviene del corpus de los enunciados
emitidos por determinada persona.
— La cita-reliquia: de la misma manera que, para consagrar una
iglesia, se inserta en la piedra del altar la reliquia de un santo, también
hav citas que no tienen otro estatus textual que el de encarnar un
fragmento de “discurso verdadero”, auténtico y, en consecuencia, de
autentificar el discurso citante, de conferirle el sello fundador. Así,
determinado ensayo literario estará salpicado de citas tomadas de la
Antigüedad grecolatina, no para probar determinada cosa, sino para
manifestar su pertenencia a una continuidad discursiva. El caso límite
se alcanza cuando la cita no tiene firma, o ni siquiera fuente atribui-

142
LA ENUNCIACIÓN

ble, y lo único que le da sentido es, por ejemplo, el hecho de emplear


la lengua latina o griega. (Basta pensar en las citas de los Ensayos
de Montaigne, cuyo origen no se ha podido precisar, y que no son
tales más que por el hecho de estar escritas en latín.)
— La cita-epígrafe: determinada obra de lingüística, por ejemplo,
se adorna con la cita de un lingüista. Todos estos epígrafes están
destinados a ligar el discurso nuevo a un conjunto textual más vasto, a
integrarlo en un conjunto de enunciados anteriores. Se trata de poner
de manifiesto las grandes orientaciones que ha tomado el libro, de
marcarlo, señalarlo como perteneciente a un conjunto definido de
otros discursos.
— La cita-cultura: nuestra cultura incluve, como componente, un
conjunto indeterminado de citas de “grandes autores”, de hombres cé­
lebres o anónimos, muy manejables, que funcionan como signos de
connivencia, signos de ‘"cultura”. Este tipo de citas está muy cercano
a la cita-reliquia, pero, según la formulación de Jakobson, podría
decirse que predomina en ellas la “función fática”. Este conjunto de
enunciados disponibles varía según las comunidades de que se trate,
y unos pocos acceden a una especie de perennidad (El que piensa
bien se expresa con claridad; Después de mí, el diluvio, etc.). Estas
citas no son inocentes: su función fática es esencialmente la búsqueda
de una connivencia en la medida en que provocan una adhesión casi
automática. El verso citado de Boileau forma parte de las evidencias
para el que ha asimilado los valores trasmitidos por cierto aparato
escolar, y puede servir, por ejemplo, para rechazar una interpretación
de los textos que no esté centrada en el sujeto-creador. Sería muy útil
una topografía de los lugares comunes: ella se delinearía en función
de sus lugares de circulación, de la posición de sus usuarios y de su
rol discursivo. Sería también interesante estudiar la manera como se
introducen: como ha dicho muy bien X, como se ha dicho, como ha
dicho el otro, es bien sabido que, etc. Así podría señalarse quizás el
estatus discursivo de estas citas.
Este inventario es muy sumario e incompleto, pero lo importante
es tener conciencia de que el estatus de una cita no es jamás neutro
y remite a los fundamentos ideológicos y textuales del discurso citante:
también es difícil dar cuenta de esos estatus fuera del funcionamiento
efectivo de los textos. Muy frecuentemente, la cita es “especular”, es
decir que el rodeo por el intertexto es un señuelo: bajo la apariencia
de dar la palabra a otros discursos, el discurso citante no hace, en
realidad, otra cosa que poner en funcionamiento sus propias categorías.
Esto es particularmente claro para el discurso polémico. Lo que per­
mite funcionar a ese discurso es el hecho de que, como suele decirse,
los adversarios “no hablan de la misma cosa”. En otras palabras,
cuando se cita el discurso del adversario, es para hacer de él lo nega­
tivo del discurso propio, v raramente para tomarlo en la regulación
que le es propia. Esto no es el fruto de un error sicológico (una lectura
143
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

apresurada, una falta de moderación, de imparcialidad, etc.) sino de


contradicciones objetivas (no lingüísticas): la incomprensión mutua
es la condición de posibilidad misma de la polémica, o más bien la
traducción de los límites estructurales de cada uno de los dos dis­
cursos, que se delimitan uno al otro. Nada más fuera de lugar, pues,
que verificar la exactitud de las citas para probar lo bien fundamen­
tado de una polémica, a menos de postular que el sentido de un
fragmento de discurso es un dato estable, fijado de una vez por todas
dentro de los límites materiales de ese fragmento. El conjunto de las
citas que hace un discurso, un tipo de discurso, es el producto de un
trabajo sobre el intertexto que obedece a una sistematicidad que per­
mite iluminar el funcionamiento entero de ese discurso.

144
LA ENUNCIACIÓN

3. LOS ACTOS DE LENGUAJE

LOS PERFORM A TI VOS


ó
La noción de verbos “performativos” 63 es de una gran importancia
para el análisis del discurso, en particular si se consideran sus conse­
cuencias indirectas en la concepción del funcionamiento del lenguaje.
Muy esquemáticamente, puede decirse que la teoría de los performa-
tivos pone en tela de juicio la concepción saussureana de la lengua
en tres puntos estrechamente relacionados:
—la idea de que la significación de un enunciado puede ser
descripta independientemente del valor de su enunciación: los
performativos muestran que, para comprender ciertos enuncia­
dos, es prioritario el marco de su enunciación;
—la asimilación de la actividad lingüística y la creatividad indi­
vidual: por el contrario, la teoría de los performativos reintro-
duce la institución social en la actividad lingüística;
—la asimilación de las lenguas naturales a códigos destinados a
la comunicación intersubjetiva de informaciones explícitas, de
conocimientos: por el contrario, como escribe Oswald Ducrot,
“se dejará de definir la lengua, a la manera de Saussure, como
un código, es decir como un instrumento de comunicación, y
se la considerará como un juego, o, más exactamente, como
proponiendo las reglas de un juego, y de un juego que se con­
funde ampliamente con la existencia cotidiana”.64
Lamentablemente, la teoría de los performativos no ha sido
objeto de aplicaciones al análisis del discurso; tampoco las páginas
que siguen apuntan a otra cosa que a informar acerca de perspectivas
inevitablemente llamadas a influir sobre él de manera decisiva.
El filósofo inglés J. L. Austin denomina “enunciado performativo”
a enunciados en los que “la ejecución de la frase es la ejecución de
una acción”;65 el “enunciado constativo”, en cambio, describe un pro­
ceso, pero sin que su enunciación cumpla el acontecimiento que
describe; compárese te nombro general (performativo) y lo nombró
general (constativo).
En el primer ejemplo, el sujeto de enunciación realiza el acto al
mismo tiempo que lo enuncia, mientras que el segundo ejemplo no
63. En español se les da también el nombre de realizativos (N. de T.).
64. Op. cit., pp. 4-5.
65. Hoto to do things with words, Oxford, 1962 (traducción francesa:
Quand dire cest faire, Seuil, 1970).

145
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

hace más que describir un acto, descripción que admite la oposición


verdadero/falso.
Es evidente que los performativos no existen sino en función de
la existencia de convenciones sociales que determinan el valor de
ciertos actos de enunciación; así, decir prometo compromete al ha­
blante, y si este enunciado no lo comprometiera, dejaría de tener
valor. A partir de esto, Austin llega a especificar las condiciones que
hacen que un enunciado performativo se cumpla o no (y no que
sea verdadero o falso). El filósofo plantea la necesidad de una insti­
tución que fije una convención que asigne determinado valor a deter­
minadas palabras en determinadas circunstancias; es preciso además
que el enunciado performativo sea ejecutado por aquel a quien le
corresponda y en las circunstancias apropiadas, y que sea producido
correctamente, integralmente, etcétera.
No nos ocuparemos del muy complejo problema de los criterios
lingüísticos que permiten distinguir a los performativos y constativos,
tema que alimenta una controversia considerable. Señalemos sin em­
bargo esta particularidad esencial del performativo: el único tiempo
posible es el presente del indicativo, por ser el performativo un acto
de discurso puntual, referido al presente de enunciación. Además, sólo
yo puede ser el sujeto de un enunciado performativo, y sólo en la
existencia efectiva de un destinatario puede basarse ese enunciado.
En este sentido, no hay realmente "verbos performativos” sino un uso
performativo de ciertos verbos.

LOS ACTOS «LOCUTORIOS


Si la reflexión de Austin no fuera más allá, no habría por qué
acordar una importancia tan grande a los performativos, pues podría
verse en ellos simplemente una excepción sin consecuencias para el
funcionamiento de la lengua, excepción ligada a ciertos contextos
jurídicos. En realidad, Austin ha elaborado un concepto mucho más
amplio, el de acto ilocutorio. Para él, todas las emisiones verbales
“logradas”, además de su significación literal, poseen una "fuerza ilo-
cutoria" que determina cómo debe ser recibido el enunciado por el
receptor (aseveración, promesa, orden, etc.). La mayoría de las veces
esta "fuerza” queda implícita, siendo suficiente el contexto para deter­
minarla. Los verbos performativos sirven simplemente para manifestar
de manera explícita esta potencialidad. Así, puede generalizarse di­
ciendo que los enunciados implican un verbo performativo previa­
mente determinado, de modo que las fuerzas ilocutorias coinciden
con los performativos. “El fin a que apunta el empleo de un verbo
performativo es hacer explícita la fuerza ilocutoria de una expresión”
en tanto que "marcadores de discurso”.66
66. Z. Vendler, Langages 17, p. 88.

146
LA ENUNCIACIÓN

Los performativos son, pues, señales que permiten establecer el


marco discursivo de determinada enunciación. Así es como Austin
compara este tipo de marcadores de fuerza ilocutoria con el que cons­
tituyen las rúbricas como “Manifiesto” o “Decreto’', puestas a la
cabeza de un discurso: en tanto marcos precisos que delimitan la
interpretación de ese discurso. Predecir, afirmar, aconsejar, advertir,
admitir, etc., no revelan indirectamente la actitud $el hablante sino
que son revelaciones en sí mismos. u
Se han hecho diversos intentos para integrar los performativos a la sintaxis
de la oración. John R. Ross,76 por ejemplo, partiendo le la idea de que las oraciones
declarativas deben ser analizadas como implícitamente performativas, propone
hacerlas derivar de una estructura profunda que contenga un verbo principal per-
formativo que domine la oración declarativa. J. Boyd y J. P. Thorne 68 han formu­
lado una hipótesis semejante para los verbos modales ingleses; así, he will go
to London to-morrow [“va a ir a Londres mañana”] se analizaría en: 1 predict
he goes to London to-morrow [“predigo que va a Londres mañana”].
Austin distingue tres nociones: acto locutorio, ilocutorio y perlo-
cutorio.
En el acto “locutorio” hay tres tiempos:
1. producción de sonidos (acto fonético),
2. construcción de frases a partir de una sintaxis y un vocabulario
(acto fátiqo),
3. expresión de una significación con ayuda del enunciado, de lo que
resulta una frase abstracta (acto rétiqo). El acto locutorio como tal
es independiente de la situación de discurso, es sólo un objeto abs­
tracto al que es necesario articular con una enunciación.
Interviene entonces el acto “ilocutorio”, como el acto de enuncia­
ción que toma en consideración las relaciones entre el hablante y el o
los oyentes: determinada frase puede constituir una promesa, una ame­
naza, un consejo, etc. Austin habla, como hemos visto, de "fuerzas
ilocutorias”; estas “fuerzas” solo tienen valor en el marco de conven­
ciones definidas.
Pero eso no es todo: el acto “perlocutorio” remite al efecto produ­
cido por la ilocución; así, determinada pregunta del hablante puede
servir para confundir a un adversario, o para permitirle integrarse a
una discusión, etc.
Por ejemplo ,se ha propuesto recientemente69 considerar ciertos tipos de
creación léxica como actos ilocutorips, cuyo efecto perlocutorio sería provocar un
rechazo en el destinatario. Así, en un diario de opinión, un periodista puede
67. “On declarative sentences”, en Readings in English transformational gram-
mar, Ginn and Co., 1970.
68. 1969 (traducción francesa: “La sémantique des verbes modaux en
anglais”, Langages 34, p. 103).
69. J.-B. Marcellesi, “Néologie et fonctions du langage”, Langages 36, pp.
98 ss.

147
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

cumplir el acto de “criticar” sin usar un verbo performativo explícito, sino sim­
plemente empleando ciertas pa’abras que tienen como consecuencia desvalorizar
el objeto de la crítica. Al emplear la lexía compleja socialo-comunistas en lugar
de socialista-comunistas, yo critico e intento hacer que el destinatario participe de
mi agresividad; lo mismo podría decirse de los juegos de palabras despectivos
(cf. Rocard-bespierre, en la revista Minute). Conviene, sin embargo, tener en
cuenta que este acto de crítica no es asignado al neologismo en sí (salvo en el
caso del juego de palabras), sino que es función del tipo de discurso (sin dejar
de considerar enunciador-destinatarios) de que se trata y de la coyuntura.
¿Dónde termina el dominio de la “lingüística” propiamente di­
cha? ¿No existen convenciones que rijan el empleo de los enunciados
en las situaciones de discurso y que puedan integrarse a la ‘signifi­
cación” de un enunciado, de la misma manera que su sintaxis? ¿Deben
rechazarse, por considerárselas del dominio de lo extralingliístico, o
de la “pragmática”, las convenciones y relaciones sociales? A través de
la oposición perlocutorio/ilocutorio, Austin busca integrar a la lengua
un conjunto de reglas de empleo del discurso sin verse obligado a tomar
en cuenta la sicología de los hablantes, de los oyentes, etc. La dificul­
tad alrededor de la cual dan vueltas los lingüistas desde hace algunos
años los lleva a preguntarse si la idea de una significación lingüística
aislada del acto de enunciación es siquiera sostenible y, si lo es, dentro
de qué límites.

LOS ACTOS DE LENGUAJE Y LA ESTRUCTURA


DE LOS ACTOS ILOCUTORIOS (SEARLE)
En su obra Speech acts,70 John R. Searle intenta analizar la estruc­
tura de los “actos ilocutorios”. Un ‘acto de lenguaje” 71 es “la producción
o la emisión de una realización de frase en ciertas condiciones”, siendo
los actos de lenguaje “las unidades mínimas básicas de la comunicación
lingüística”. La teoría del lenguaje es “parte de una teoría de la acción,
simplemente porque hablar es una forma de comportamiento regida
por reglas”;72 de allí que lo interesante no sea el sistema formal de
estas ‘reglas del juego”, sino el juego mismo. El fin de Searle es pre-
70. Cambridge, 1969 (traducción francesa: Les actes de langage, Hermann,
i9?2 ).
71. En “De Saussure á la philosophie du langage”, prólogo a la edición
francesa de la obra de Searle, 0$>vald Ducrot explica por qué traduce “speech
acts” por “actes de langage” y no por “actes de parole”: “sería un contra­
sentido considerable que además ocultaría el aspecto más original de la obra y
lo que constituye su mayor aporte a la lingüística. Ya que Searle, refiriéndose
expresamente a la distinción saussureana, entre lengua y habla, insiste en la idea
de que los «speech acts» corresponden plenamente a la lengua. La traducción
n.As fiel hubiera sido entonces «actes de langue» pero lo ridículo de la expresión
nos ha llevado a dejarla de lado” (N. de la T.).
72. J. R. Searle, Les actes de langage, p. 53.

148
LA ENUNCIACIÓN

cisamente intentar establecer un conjunto de condiciones necesarias


y suficientes para que sean válidos tales tipos de actos de lenguaje, y
deducir de allí “reglas semánticas que gobiernen el empleo de los pro­
cedimientos lingüísticos que caracterizan la pertenencia de los enun­
ciados a tal o cual tipo de acto de lenguaje”.73
Searle define dos tipos de reglas: “normativas” y “constitutivas”.
a) Las reglas normativas gobiernan formas dé^ comportamiento
preexistentes, o que existen independientemente: así, la cortesía codi­
fica relaciones sociales. Son reglas que toman la forma de un impera­
tivo; por ejemplo, el día de Año Nuevo hay que enviar buenos augurios.
b) Las reglas constitutivas “crean o definen nuevas formas de
conducta”.74 Así, las reglas de un juego no solamente dicen cómo jugarlo
sino que crean la posibilidad misma de jugarlo.
Ahora bien, los actos de lenguaje tienen precisamente por caracte­
rística el hecho de que se llevan a cabo al producir enunciados que
obedecen a reglas constitutivas. Así, prometer consiste en decir yo
prometo: es por pura convención que prometo, en ciertas condiciones,
constituye el acto de hacer una promesa.
Searle establece, por ejemplo, las condiciones necesarias y sufi­
cientes para que el acto ilocutorio “prometer” se cumpla efectivamente
y sin fracaso; de estas condiciones deduce las reglas de empleo de este
marcador de fuerza ilocutoria.
Condiciones:
1. Están cumplidas las condiciones normales de partida y de llegada.
2. H (hablante) expresa la proposición que p, empleando T.
3. En la expresión de p, H predica a propósito de H un acto futuro C.
Condiciones preliminares:
4. O (oyente) preferiría el cumplimento de C por H a su no cumplimiento,
y H piensa que es así.
5. No es evidente, ni para H ni para O, que H podría ser llevado de
cualquier modo a efectuar C.
Condición de sinceridad:
6. H tiene la intención de efectuar C.
Condición esencial:
7. La intención de H es que el enunciado de T lo ponga en la obligación
de efectuar C.
8. H tiene la intención i-1 de llevar a O al conocimiento K de que el
enunciado de T debe conducir a poner a H en la obligación de efectuar
C. H quiere que su intención sea reconocida en virtud (o por medio)
del conocimiento que O tiene de la significación de T.
9. Las reglas semánticas de la lengua hablada por H y O sontales que T
73. Ibídem, p. 59.
74. Ibídem, p. 74.

149
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

es empleado correcta y sinceramente si y sólo si son realizadas las


condiciones 1-8.
El análisis puede ser extendido a otros marcadores ilocutorios; así,
se puede comparar aconsejar y pedir en el cuadro siguiente:

Reglas aconsejar pedir


(que alguien haga algo)
—de contenido
proposicional Acto futuro C de 0. Acto futuro C de O.
—preliminar 1. H tiene razones para 1. O está en situación de
pensar que C será benefi­ efectuar C.
cioso para O. H piensa que O está en
situación de efectuar C.
2. No es seguro, ni para 2. No es seguro, ni para
H ni para O, que O de H ni para O, que O de
todos modos sería conduci­ todos modos sería condu­
do a efectuar C. cido a efectuar C por sí
mismo.
— de sinceridad H piensa que C será be­ H desea que O efectúe C.
proposicional neficioso para O.
— esencial Viene a asegurar que C Viene a intentar llevar a
será beneficioso para O. H a efectuar C.

De esta manera queda pues construido algo así como un espacio,


un marco institucional que rige los “actos de lenguaje”.
Subrayemos algunos puntos que nos parecen interesantes en los
comentarios de Searle: el hablante, por regla general, cuando cumple
un acto ilocutorio, sobrentiende que las condiciones preliminares están
satisfechas (así, prometer algo es, al mismo tiempo, poner al oyente
en la situación de alguien interesado por la realización de esa promesa,
ordenar sobrentiende que el oyente está en posición de inferioridad,
etc.): de modo que lo implícito penetra profundamente en la realiza­
ción de los actos de lenguaje.
Searle hace notar asimismo que la noción de “fuerza ilocutoria” se
basa en realidad en varios principios de distinción diferentes:
a) El objeto del acto permite oponer afirmar y preguntar.
b) La relación entre el hablante y el oyente: diferencia pedir de ordenar
(que supone una autoridad).
c) El grado del compromiso contraído: expresar una intención y prometer.
d) Diferencia de contenido proposicional: predecir se opone así a narrar.
e) Diferencia en la relación entre la proposición y los intereses propios de
H o de O: jactarse/lamentarse, advertir/predecir.

150
LA ENUNCIACIÓN

f) Los diversos estados sicológicos posibles que son expresados: prometer


remite a una intención, mientras que afirmar remite a una creencia.
g) Diferencia en la relación entre la expresión en cuestión y el resto de la
conversación (ejemplo: responder a lo que alguien ha dicho se opone
a refutar lo que ha dicho).
El autor se ve entonces llevado a negar la ide%$ingenua de que
“los diferentes verbos ilocutorios determinan puntos pertenecientes a
un solo continuum”; por el contrario, “hay varios continuums de fuerza
ilocutoria”; sobre estos continuums diversos, tal lengua posee un cierto
número de verbos ilocutorios, y tal otra, otros.

LA PRESUPOSICIÓN
Para aclarar lo que sigue, recordemos la definición lógica de pre­
suposición. Se trata de una relación entre proposiciones tal que una
proposición X presupone a una proposición Y, si:
1. X verdadero implica Y verdadero; y
2. X falso implica Y verdadero.
Agreguemos que esta implicación vale igualmente si X se trasforma
en pregunta (de alcance global). Tomemos un ejemplo: cambié de
sombrero presupone que yo tenía ya antes un sombrero; la negación
no cambié de sombrero, al igual que la interrogación ¿cambié de
sombrero? presuponen la misma proposición.
La noción de presuposición proviene del lógico alemán de fines
del siglo xix G. Frege, que hace notar que “cuando se enuncia una
afirmación, se supone siempre sin decirlo que los nombres propios
que figuran en ella, sean simples o compuestos, tienen una denota­
ción”.75 Cuando se dice Kepler murió en \la miseria, se “presupone”
que Kepler designa a un individuo que existió realmente, que el nombre
posee un referente, sin que esta presuposición esté contenida explícita­
mente en la proposición. Esta proposición solo podrá ser verdadera o
falsa si Kepler tiene un referente. Se trata en este caso de una presupo­
sición llamada “existencial”.
Se pueden distinguir 76 presuposiciones existenciales y no existen-
ciales, por un lado, y presuposiciones léxicas y no léxicas, por otro.
Una presuposición es léxica cuando proviene del sentido de una
unidad léxica. En la frase: Pablo se rehúsa a dormir, se presupone
que se le ha pedido a Pablo que duerma, presuposición salida direc­
tamente del sentido de rehúsa.
75. “Sinn und Bedeutung”, Zeitschrift für Philosophie und philosophische
Kritik, 1892, pp. 25-50 (traducción francesa: “Sens et dénotation”, Écrits logiques
et philosophiques, Seuil, 1971, p. 115).
76. Adoptamos aquí la clasificación de F. Kiefer, 1971 (traducción fran­
cesa: Essais de sémantique générale, Mame, 1974), aunque somos conscientes de
que se presta a críticas.

151
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

Una presuposición existencial es una condición que se basa en la


existencia y debe ser cumplida para que la proposición sea verdadera
o falsa; acabamos de ver un ejemplo. La clasificación debe ser cruzada:
—Presuposición existencial no léxica: Kepler murió en la miseria.
sabe
—Presuposición existencial léxica: Kepler -j recuerda . que
[ etc.
María es rubia. Estos verbos, llamados verbos “tactivos”, presuponen
que la completiva es verdadera (María es rubia).
—Presuposición léxica no existencial: Pablo se rehúsa a dormir.
—Presuposición no léxica no existencial: Juan es grande para ser
pigmeo presupone que los pigmeos son pequeños.
LO IMPLICITO
El problema de la presencia de lo implícito en el discurso cons­
tituye una dimensión fundamental, tanto para una teoría de la enun­
ciación como para el análisis semántico.
Partiendo del principio de que “la lengua no es solamente una
condición de la vida social, sino un modo de vida social”, Oswald
Ducrot, en su libro Dire et ne pas dire,11 pretende mostrar que “el fenó­
meno de la presuposición hace aparecer, en el interior de la lengua,
todo un dispositivo de convenciones y de leyes, que debe entenderse
como un marco institucional que regula el debate de los individuos”.
Lo implícito tiene una doble utilidad: expresar algo sin arriesgarse a
ser considerado como responsable de haberlo dicho, pero también
enunciar una idea sustrayéndola a las eventuales objeciones.
Según Ducrot, la presuposición es una forma de lo implícito,
“que permite decir una cosa haciendo como si no se la hubiera dicho”.78
Consideremos por ejemplo:
1) Pedro piensa que Juan va a venir.
2) Pedro se sospecha que Juan va a venir.
3) Pedro se cree que Juan va a venir.
2) presupone que Juan va a venir, 3) que Juan no va a venir.
En cambio, 2) y 3) exponen que Pedro tiene una opinión positiva en
cuanto a la eventualidad de la venida de Juan. Si se trasforman 2) y
3) en interrogativas y en negativas, se observa que los “presupuestos”
siguen siendolos mismos, y que los “expuestos” varían. Lopresu­
puesto, como lo expuesto, forma parte de la significación literal: lo
implícito está en la lengua misma.
77. Hermann, 1972, p. 4.
78. lbídem, p. 23.
LA ENUNCIACIÓN

Ducrot concluye entonces afirmando que la presuposición es


4un acto de lenguaje particular, del mismo carácter que la afirmación,
la interrogación o la orden. Así como afirmar no es decir que se quiere
hacer saber, sino hacer saber, llevar a cabo el acto de informar, asumir
el rol de aquel que informa, así presuponer no es decir que el oyente
sabe, o que se piensa que sabe o debería saber, sino situar el diálogo
en la hipótesis de que él sabría ya asumir el rol de alguien cuyo oyente
sabe q u e... Esperamos que la especificidad del presupuesto respecto
del expuesto [....] se dejará caracterizar mejor en términos de actitud
lingüística, jugo de habla”.79 De este modo, los presupuestos introdu­
cidos entre emisor y receptor remiten a un cierto tipo de relaciones
humanas, cuya posibilidad está en la estructura de la lengua: presupo­
ner es asumir “un rol”; la presuposición es un “acto ilocutorio”.
Considera Ducrot, en primer lugar, que los presupuestos, a dife­
rencia de los “expuestos”, quedan fuera del encadenamiento de los
enunciados de un discurso y no hace sino proporcionarle un marco.
Ejemplo:
, , í expuesto: Juan no fuma actualmente.
(1) Juan no fuma mas. j presUpUesto; Juan fumaba antes.
Lo que se puede deducir lógicamente de (1) será conclusión de
lo expuesto, y no de lo presupuesto. Así, “el contenido presupuesto por
los enunciados queda fuera de su encadenamiento”,80 lo que no quiere
decir que lo presupuesto no se tome en cuenta. Cuando los presupues­
tos parecen intervenir en los nexos lógicos que constituyen la trama del
discurso, en realidad no son puestos en relación con estos nexos lógicos,
sino “simplemente trasladados del enunciado elemental al enunciado
complejo”;81 esto se apoya en una ley general según la cual los presu­
puestos se adicionan al hilo del discurso.
— Un discurso debe obedecer a dos condiciones: 1) condición de
progreso: no repetirse; 2) condición de coherencia: la obligación, para
todos los enunciados, de situarse en un marco intelectual relativamente
constante, sin el cual el discurso resulta un disparate; de ahí la nece­
sidad de una cierta redundancia del contenido.
La distinción expuestos/presupuestos tiene un papel en esta armo­
nización de las dos condiciones. Ducrot arriesga pues la regla siguiente:
“Se considera normal repetir un elemento semántico ya presente en
el discurso anterior, con la condición de que sea retomado bajo la
forma de presupuesto [...]. La redundancia es asegurada por la
repetición de elementos presupuestos. En cuanto al progreso, es al
nivel de lo expuesto que debe hacerse, por la presentación, en cada
enunciado, de elementos expuestos inéditos”.82
79. Ibídem, p. 67.
80. Ibídem, p. 84.
81. Ibídem, p. 86
82. Ibídem, p. 88.

153
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

— En lo que concierne a la pareja pregunta/respuesta, el presu­


puesto de una pregunta es el elemento común a todas las respuestas
que ella autoriza, dado que una pregunta no admite otras respuestas
que las que conservan sus presupuestos. El valor ilocutorio de toda
pregunta es obligar al oyente a hablar a su vez; así, la interrogación
obliga al receptor a retomar por su cuenta los presupuestos de la
pregunta, a responder dentro del marco que ellos imponen.
Ej.: ¿Por qué Europa está en decadencia? presupone que Europa
está en decadencia.
De esta manera, presuponiendo cierto contenido, se establece una
limitación de las respuestas eventuales del interlocutor: “presuponer
un cierto contenido es poner la aceptación de este contenido como la
condición del diálogo ulterior”.83 Es un acto jurídico en la medida en
que trasforma las posibilidades de palabra del otro, limita su derecho
de palabra. Esto se apoya en el hecho de que la conservación de los
presupuestos es una de las leyes que definen la estructura de un dis­
curso.
Si el interlocutor pone en duda los presupuestos, se coloca al
mismo tiempo en posición agresiva, y ataca al adversario mismo, no a
su discurso. Si hay cuestionamiento de los presupuestos, ‘el diálogo
que, materialmente, continúa después del cuestionamiento de los presu­
puestos, no es más el mismo diálogo que el hablante había tenido en
mira y ofrecido ”.84 Los presupuestos se presentan a menudo en el dis­
curso como evidencias incontestables, lo que no quiere decir que estas
sean afirmadas como evidentes. Por su posición “exterior” al encadena­
miento del discurso, el presupuesto aparece como fuera de cuestión.
Presuponer una idea es construir un discurso en el cual ella no ha de
ser puesta en tela de juicio, y es en la generación misma del discurso
que se basa la aparente necesidad del presupuesto. En lo que respecta
al uso “estratégico” de los presupuestos, Ducrot cita el ejemplo del
interrogatorio policial y el del debate político (así, “¿dónde mató usted
a su mujer?” presupone que usted la mató, aunque lo niegue). Hay,
pues, un derecho del hablante a modelar, a organizar según su idea el
universo del discurso, es un “poder jurídico” dado al hablante sobre
el destinatario.
Si se considera, por ejemplo, la presuposición existencial que corres­
ponde a las “descripciones definidas” (construcciones nominales en las
que no se nombra a un individuo sino que se lo describe por medio de
un sustantivo acompañado de un adjetivo o un complemento; se supone
que esta “descripción” tiene 1111 referente singular descripto con la
ayuda de conceptos generales; en este caso, el sustantivo está deter­
minado por un artículo o un demostrativo), se ve que estas hacen inter­
venir 1111 acto de lenguaje, imponiendo al receptor la existencia de una
83. Ibídem, p. 91,
84. Ibídem, p. 92.

154
LA ENUNCIACIÓN

noción: emplear los términos “la crisis de la civilización”, “la nueva


sociedad”, “la fuerza de choque francesa”, es atribuirles (salvo en el
caso de una denuncia) una existencia, un referente, y situarse en rela­
ción con ellos. Su aparición en el discurso, político en este caso, remite
a un acto implícito, impuesto al receptor. El introductor de la noción
de presuposición, Frege,85 desde la perspectiva del lógico, veía en esto
“una imperfección del lenguaje”, una “ilusión”, un “<Aso falaz de tér­
minos ambiguos”; tomando, por ejemplo, la descripción definida “la
voluntad del pueblo”, veía en ella un “abuso demagógico”, en la
medida en que “esta expresión no tiene en lo más mínimo ninguna
denotación generalmente aceptada”. El punto de vista normativo dei
lógico no puede ser el del análisis del discurso, que no puede remitir
el funcionamiento del discurso al modelo idealista de una lengua en la
que el sentido fuera totalmente trasparente.
Además de estas descripciones definidas, omnipresentes en el
lenguaje (el sorprendente discurso del señor X, la espantosa decadencia
de Occidente, etc.), merecen especial mención las relativas “apositi-
vas”. Se llaman relativas “restrictivas” aquellas que restringen el domi­
nio definido por el antecedente a ciertos elementos solamente: los que
poseen la propiedad enunciada por la relativa; así, en la gente que
llegó tarde se quedará sin postre, sólo se quedará sin postre la que
llegó tarde, y no toda la gente. En cambio, en la gente, que llegó tarde,
se quedará sin postre, la extensión del dominio del antecedente no
cambia, es toda la gente la que llegó tarde, y se podría suprimir la
relativa. En realidad, este problema es de una indudable complejidad
y todavía no ha recibido una solución lingüística totalmente satisfac­
toria.86
Desde el punto de vista de la presuposición, es fácil comprobar
que la relativa apositiva tiene el estatus de una presuposición. Así, en
nuestro ejemplo, el presupuesto es que la gente llegó tarde. La relativa
apositiva se presenta como autónoma, independiente del resto de la
oración, y es objeto de una aserción del enunciador. En general, la aposi­
tiva se da como la evocación de una evidencia tomada a cargo por el
enunciador; tanto es así, que esta apositiva solo puede tener la forma
de una declarativa, v nunca la de una interrogativa o de una imperativa.
desgraciadamente
El partido X, que está en crisis como todos saben , da una
etc.
audiencia.
En este ejemplo, la relativa es modalizada por un adverbio modifi­
cador de proposición. Este es un procedimiento muy eficaz: el presu-
85. Écrits logiques et philosophiques, pp. 116-117.
86. Sobre este tema pueden consultarse dos artículos, uno de P. Henry y
el otro de A. Gresillon, en Langages 37, pp. 80-122, escritos desde una pers­
pectiva de análisis del discurso.

155
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

puesto se presenta como una nota accesoria que no está sometida a la


posibilidad de una refutación. Este fenómeno vale también para los
adjetivos apositivos, que derivan de una relativa apositiva: El gobierno,
desacreditado, dividido, no tiene para mucho tiempo.
Los fenómenos de presuposición son variados en la lengua. Mencionemos,
por ejemplo, el morfema aun como fuente de presuposición: este país está aun
peor gobernado que hace diez años presupone que este país estaba mal gobernado
diez años atrás. El presupuesto puede destacarse asimismo con el modo del
verbo: entiendo que usted haya partido presupone que usted partió, mientras que
entiendo que usted ha partido no presupone nada semejante. Evidentemente, los
ejemplos podrían multiplicarse.

156
LA ENUNCIACIÓN

4. LAS “UBICACIONES”

¿Cómo articular entre sí el universo de la descripción sociohistó-


rica y el del análisis del discurso? La mayoría de l#s veces, por des­
gracia, se tiene “acceso a una descripción del discurso, pero no a una
explicación de la práctica discursiva” (R. Robin). El análisis del dis­
curso se encuentra, por el momento, en una situación ambigua, dado
que su utilización de un sabar socio histórico se hace lo más discreta­
mente posible, pero sin que esté realmente fundamentada la articu­
lación de la práctica discursiva con el conjunto de la formación social.
Nada es más oscuro que las nociones de “situación de comuni­
cación”, “condiciones de producción”, “circunstancias de comunica­
ción”, “contexto”, las cuales se considera que sirven para concebir una
articulación tal. Ciertos lingüistas ven en ellas solamente los puntos
de anclaje del enunciador en el tiempo, en el espacio y en su relación
con el destinatario, mientras que otros hacen intervenir en ellas casi
todo: sicología del hablante, ambiente material e institucional, etc.
De hecho, este enredo se complica por el problema de la diversidad
de tipos de discursos y por el de la separación entre lo que corresponde
a la lingüística y lo que no. En lo que respecta al primer problema,
puede señalarse que si bien existe siempre la remisión a otros textos
—ya que el intertexto es un componente decisivo de las condiciones
de producción de un texto—, este peso del intertexto varía considera­
blemente de un discurso a otro. Un discurso no viene al mundo en
una inocente soledad, sino que se construye a través de lo ya dicho,
en relación con lo cual toma su posición. Es necesario, pues, no tener
una concepción ingenuamente “realista” de las condiciones de produc­
ción de un discurso.
Aquí también, la lingüística no puede esperar salvarse sola, y aun
menos una teoría del discurso, en la medida en que la ausencia de una
teoría de las ideologías impide concebir rigurosamente la relación
discurso/condiciones de producción. Una relación semejante no debe,
en ningún caso, ser concebida a través de la oposición interior del
texto/exterior del texto, como si se considerara sucesivamente al texto
y sus aspectos contingentes sociohistóricos, parámetro molesto que
perturbaría la perfecta homogeneidad del discurso. El concepto de
condiciones de producción introduce finalmente factores económicos,
institucionales e ideológicos en la determinación de las “ubicaciones”
de destinador y destinatario.
En un nivel aún elemental, se advierte fácilmente la insuficiencia
de un análisis del discuuo puramente interno, incapaz de hacer inter­
venir a los actantes de la situación de comunicación. Los conceptos
de simulación, de connivencia, de enmascaramiento, despejados por
157
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

j.-B. Marcellesi,87 obligan ya al análisis a salir de la estructura cerrada


del enunciado.

SIMULACIÓN - ENMASCARAMIENTO - CONNIVENCIA


Se puede muy bien aceptar la idea de que los discursos no son
trasparentes, de que su sentido no es inmediatamente legible, de que
no hay relación bi-unívoca entre significante y significado, y no por
ello dejar de ser víctima de graves engaños.
Es necesario siempre dar la información de la estrategia, de las
concesiones, etc., que un análisis de las condiciones de producción
debe permitir extraer: según el público a que apunten, la coyuntura
histórica, etc., los mismos hablantes pueden sostener discursos varia­
ble?,. También conviene por ejemplo no tomar por ideología de tal
grupo a determinado discurso de ese grupo, sin referirlo a los prota­
gonistas del proceso de comunicación. Estas son cosas bastante evi­
dentes que por desgracia no han alcanzado un nivel teórico suficiente
para sobrepasar el estadio de las intuiciones.
Más interesante es el caso de hablantes que manejan varios mo­
delos de discursos a la vez; de ninguna manera es evidente que, por
su posición objetiva (en las instituciones políticas, por su estatus pro­
fesional, etc.), un hablante está constreñido a no producir más que
un tipo de discurso.
• El enmascaramiento: por este medio, un hablante busca borrar
de su discurso las marcas que permitirían clasificarlo en tal grupo,
adscribirlo a tal ideología. R. Robin cita el caso de los Libros de Que­
jas de la nobleza que, para no emplear el lexema, demasiado marcado,
feudalismo, usan el término propiedad para hablar de los derechos
señoriales, fingiendo así ponerse en concordancia con la ideología del
Tercer Estado. Un estudio comparado de las construcciones en las
que se inserta el término propriété en el discurso burgués y en los
libros de la nobleza disipa rápidamente la ambigüedad.
• La simulación se presenta como una maniobra mucho más sutil:
“el hablante toma el vocabulario de un grupo que no es el suyo para
producir un discurso de su grupo haciéndolo pasar como del otro” 88
Según Jean Guilhaumou, la ideología vehiculizada por Le Pére Du-
chesne de Jacques-René Hébert constituye una simulación parcial. En
efecto, en ese periódico se comprueba:
—el empleo frecuente del vocablo sans-culotte y de juramentos;
—la utilización de un vocabulario concreto, con imágenes, que a
la primera lectura parece de factura popular;
87. “Problémes de sociolinguistique: le Congrés de Tours”, La Pensée,
octubre de 1970.
88. Art. cit., p. 69.

158
LA ENUNCIACIÓN

— el personaje del padre Duchesne disfrazado sobre el frontispicio


como sans-culotte y tomado del teatro de feria;
—la definición del padre Duchesne como guía de los sans-culottes,
como aquel que habla el lenguaje de los sans-culottes,89
La figura discursiva del emisor es entonces la de un sans-culotte
y también lo es su lenguaje. Sin embargo, el análisis de he Tere
Duchesne muestra que este periódico no vehiculiza sidb una parte de la
ideología sans-culotte, rehusándose en particular a la democracia
directa. Jean Guilhaumou enuncia entonces la hipótesis de que la ideo­
logía de Le Tere Duchesne es en realidad jacobina, pues “tiene como
función no solamente ocultar las relaciones de explotación en el seno
del Tercer Estado sino también vehiculizar, en las masas sans-culotte,
una concepción burguesa de la democracia, con ayuda de un procedi­
miento de camuflaje al nivel de la forma”.90
• La connivencia es un fenómeno mucho más localizado: “Por la
connivencia, el hablante utiliza un vocabulario que haría que fuera
clasificado como perteneciente a un grupo si los destinatarios no supie­
ran que no forma parte de él, y así este vocabulario aparece como
rechazado aunque empleado”.91 Este procedimiento, muy familiar en
los oradores políticos, presenta empero un gran interés: esta vez, el
sujeto de enunciación no apunta a hacer creer, no intenta enmascarar
los contenidos ni disimular, sino que toma el lugar de otro hablante
para que, precisamente, el discurso así producido se autodestruya.
Volvemos a encontrarnos aquí con el problema de la cita; es evidente
que, en la mayoría de los discursos polémicos, las palabras que el
hablante presta al adversario “poniéndose en su lugar”, no son más
que la imagen dada vuelta de las categorías que están operando en el
discurso “mejorado” (y constituyen indirectamente, para el analista,
un excelente medio de aproximarse al funcionamiento de ese discurso).
Estos tres conceptos tienen en común el hecho de mostrar ciertos
desajustes que pueden existir entre la ubicación que el “hablante” se
da en el texto, y que el análisis interno permitiría aclarar, y la ubicación,
la posición real a partir de la cual es producido efectivamente su dis­
curso. Durante mucho tiempo se pensó que las personas eran lo que
sus discursos decían que eran, y no sería conveniente que la vía del
análisis del discurso nos condujera todavía a esta concepción. Los fenó­
menos que acabamos de mencionar están lejos de cubrir todos los
desajustes, las distorsiones que se interponen entre los hablantes y el
discurso. Son simplemente cosas muy evidentes: la reflexión contem­
poránea intenta precisamente ir más allá y pensar con mayor rigor la
articulación del discurso y de los hablantes.

89. Langage et idéologies, Les Éditions Sociales, 1974, p. 110.


90. Ibídem, p. 115.
91. J.-B. Marcellesi, art. cit., p. 69.

159
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

MICHEL FOUCAULT Y LAS MODALIDADES ENUNCIATIVAS


Un libro como la Arqueología del saber, de Michel Foucault, con­
tiene reflexiones y sugestiones estimulantes sobre este tema. Pero, por
su carácter demasiado alusivo, la obra no desemboca directamente en
la problemática del análisis de discurso, ni siquiera para cuestionarla.
El autor dedica un capítulo muy interesante a lo que llama “las moda­
lidades enunciativas”,92 donde pone en su lugar algunos conceptos
esenciales. El uso que el filósofo hace de la noción de “enunciación”,
si bien parece extraño a una problemática lingüística “estricta”, se reve­
la finalmente como muy estimulante, pues ella funciona a la vez como
actividad discursiva y actividad soportada, constituida asimismo por un
sistema de emplazamientos institucionales. Interrogándose sobre la mul­
titud de enunciados que constituyen, en una época dada, el “discurso
de los médicos’', Foucault plantea un conjunto de cuestiones sobre
“las posiciones del sujeto” del discurso:
1. ¿Quién habla?, es decir, ¿quién tiene el estatus social, el dere­
cho de emitir ese discurso y hacerlo aceptar en función de ese estatus?
“La palabra médica . . . , su existencia como palabra médica, no se puede
disociar del personaje estatutariamente definido que tiene el derecho
de articularla.” Este estatus remite a todo un sistema complejo de
relaciones (económicas, jurídicas, ideológicas, etc.).
2. El discurso médico presupone emplazamientos institucionales
(los lugares físicos, como el hospital, pero también esos lugares textua­
les que son los tratados, las observaciones escritas, los informe, etc.).
3. La situación del sujeto en relación con los diversos dominios o
grupos de objetos importa también (situación de percepción de las
enfermedades, situación en el sistema de informaciones).
En conclusión, Foulcault “no refiere las modalidades diversas de la
enunciación a la unidad de un sujeto”, sino que constituye una “disper­
sión” de estatus, emplazamientos, posiciones “que el sujeto puede ocu­
par o recibir cuando emite un discurso”. El discurso no es expresión
de un sujeto sino “un campo de regularidades para diversas posiciones
de subjetividad, [...] un conjunto en el que pueden determinarse la
dispersión del sujeto y su discontinuidad consigo mismo”.93
Llegamos entonces a la definición de la práctica discursiva: “con­
junto de reglas anónimas, históricas, siempre determinadas en el tiempo
v en el espacio, que han definido en una época dada, y para un área
social, económica, geográfica o lingüística dada, las condiciones de
ejercicio de la función enunciativa”.94 Foucault intenta, pues, suprimir
lo “extradiscursivo” como tal, para hacerlo intervenir en las condiciones
mismas de posibilidad de constitución del discurso.
92. “La formation des modalités énonciatives”, p. 68 ss.
93. llrídem., p. 7 4
94. Ihídem , p. 154.

160
LA ENUNCIACIÓN

UBICACIONES Y “FORMACIONES IMAGINARIAS”


Para Michel Pécheux, el funcionamiento del discurso “no es inte­
gralmente lingüístico, en el sentido actual de este término, y no se lo
puede definir más que con referencia al mecanismo de ubicación de
los protagonistas y del objeto del discurso”;95 destinador y destinatario
“designan ubicaciones determinadas en la estructurare una formación
social, posiciones con un conjunto de rasgos característicos que pueden
ser descriptos por la sociología”.90 En esto se percibe claramente la
referencia a los trabajos de Althusser sobre la ideología. Es cuestión
además de “la interpelación y sujeción del sujeto como sujeto ideoló­
gico, de modo tal que cada uno sea llevado, sin darse cuenta de ello
y teniendo la impresión de ejercer su libre voluntad, a ocupar su lugar”
en determinada clase de la formación social.97 Pero esta formulación es
corregida rápidamente: las “ubicaciones’> que sostienen al discurso son
un conjunto de rasgos sociológicos (como la pertenencia a una deter­
minada categoría social) pero se trasforman en “una serie de forma­
ciones imaginarias que designan el lugar que A y B [destinador y des­
tinatario] se asignan cada uno a sí mismo y al otro, la imagen que se
hacen de su propia ubicación y de la ubicación del otro” 98 (formaciones
imaginarias que evidentemente están ligadas, a través de la ideología,
a los rasgos sociológicos). Es decir que hay que situarse, de golpe, en
el nivel de la ideología. Cada sujeto está constituido en realidad por un
conjunto de “roles discursivos”, ligados a su “estatus”, a los “emplaza­
mientos” institucionales, etc. No hay que eliminar a ninguno de los
dos términos, ubicación/ubicación representada (formación imaginaria),
en beneficio del otro, ni confundir, en consecuencia, situación (objeti­
vamente definible) y posición (representación de las situaciones).
Pécheux ha precisado recientemente que tampoco hay que confundir
el efecto de las relaciones de ubicación con lo vivido, las actitudes y
representaciones del sujeto. En este caso, lo que hace falta es “una
teoría no subjetiva de la constitución del sujeto en su situación Qpn-
creta de enunciador”.99
A cada “formación imaginaria” así definida se le puede asociar
una “pregunta implícita”, cuya respuesta sostiene la formación corres­
pondiente, como muestra el cuadio siguiente:

95. L ’analyse automatique du discours, Dunod, 1969. p. 18.


96. Ibídem.
97. Langages 37, p. 10.
98. Ibídem, p. 19.
99. Ibídem, p. 15.

161
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

I a (A) Imagen de la ubicación de } = ¿quién soy yo para ha­


A para el sujeto ubicado > blarle así?
en A. )
I a (B) Imagen de la ubicación de 1 = ¿quién es él para que
B para el sujeto ubicado > yo le hable así?
en A. )
I b (B) Imagen de la ubicación de ) = ¿quién soy yo para que
B para el sujeto ubicado > él me hable así?
en B. j
i » (A) Imagen de la ubicación de ] — ¿quién es él para ha­
A para el sujeto ubicado > blarme así?
en B. j

Pero esto es notoriamente insuficiente, pues “todo proceso discur­


sivo supone, de parte del emisor, una anticipación de las representa­
ciones del receptor, sobre la cual se basa la estrategia del discurso”;100
de donde: IA (ÍB(A )), Ia(Ib(B )), Ib(Ia(B )), Ib(Ia(A)); por ejemplo:
Ia(Ib(A)) = imagen que A cree que B tiene de A. Es innecesario
precisar la relación que une los conceptos de presuposición y de for­
mación imaginaria: “la situación no debe ser concebida de manera
simplemente cronológica o geográfica, como una localización espacio-
temporal. La «situación de discurso», a la cual remiten las presuposi­
ciones, incluye, como parte integrante, ciertos conocimientos que el
sujeto hablante suministra a su oyente. Ella concierne pues a la imagen
que se hacen los participantes del diálogo unos de otros”.101
La “retórica”, definida como el estudio de los medios discursivos
de que dispone un sujeto determinado para persuadir a un auditorio
determinado, constituye una aproximación importante desde este punto
de vista. Una argumentación supone condiciones previas ligadas a estas
formaciones imaginarias. C. Perelman y C. Obrecht-Tyteca, teóricos
contemporáneos de una “nueva retórica”.102 insisten mucho en este punto:
la argumentación supone que sean satisfechas ciertas condiciones. Se
necesita en primer lugar una comunidad, y el acuerdo respecto de la
necesidad de debatir tal cuestión. Aquí intervienen las “ubicaciones”,
pues, “en nuestro mundo jerarquizado, ordenado, existen generalmente
reglas que establecen cómo puede entablarse la conversación, un acuer­
do previo resultante de las propias normas de la vida social”.103 No se
habla a todo el mundo, y el solo hecho de argumentar, en lugar de dar
una orden o recurrir a la violencia, supone que se fija un precio a la
adhesión del interlocutor. Además, para argumentar ante tal o cual
comunidad, es necesario estar habilitado para hacerlo. Ciertas institu­
ciones tienen como función asignar automáticamente estas formaciones
100. Vanalyse automatique du discours, p. 20.
101. O. Ducrot, La preuve et le dire, editor Jean-Pierre Delarge, Mame, 1973,
p. 34.
102. La nouvelle rhétorique: Traité de Vargumentation, 1958.
103. Op. cit., p. 20.

162
LA ENUNCIACIÓN

imaginarias; por ejemplo, un especialista que presenta una comunica­


ción a un congreso científico no tiene necesidad de justificar su derecho
a la palabra:

{
IA(A ): un especialista
IaCB): un especialista ^

Ib(B): un especialista u
IB(A): un especialista
Pero raramente son las cosas tan fáciles; con mucha frecuencia
hay que justificar un estatus para tomar la palabra en determinadas
circunstancias. Esta armonización de las formaciones imaginarias es un
punto esencial para todo el desarrollo de la argumentación. El hecho
de estar habilitado para tomar la palabra es función de las opiniones
dominantes en el auditorio. Recíprocamente, el orador busca construirse
un auditorio adaptado; por ejemplo, un determinado candidato a la
presidencia no necesita dar un estatus al auditorio (son electores) pero
debe conferirse uno a sí mismo para estar acreditado ante los electores:
la opinión quiere que el que ocupa el lugar de candidato a la presi­
dencia sea un hombre político; si no lo es, su discurso correrá el riesgo
de no ser recibido. Así pues, el candidato tiene dos soluciones: a) dar
pruebas de su capacidad política; b) conferirse un estatus diferente
(trabajador, ciudadano, etc.). Además, los oradores intentan construirse
una situación de comunicación en que las formaciones imaginarias
creen un acuerdo favorable; así, A no será un candidato que se dirige
a electores, sino un ‘‘hombre sincero” que se dirige a “hombres sinceros”,
de manera de superar la imagen de ambicioso que supone que B tiene
de A. Ahora bien, según se inscriba en la formación imaginaria del
hombre competente, del profesor, del patriota, del demócrata, etc.,
organizará en consecuencia el conjunto de su discurso: los argumentos,
las citas, las alusiones, etc., dependerán de eso.
El lingüista alemán W. Kummer, en un texto que analiza, muestra
que un diputado de la República Democrática Alemana, que debía dar
su opinión sobre un proyecto de ley en representación de un partido,
tenía diferentes roles ante el parlamento. Antes de subir a la tribuna,
es anunciado como portavoz de su partido. Una vez en la tribuna, sus­
tituye esa “ubicación” y las formaciones imaginarias correspondientes por
otras (hablo en tanto que trabajador agrícola, en tanto que presidente
de una granja de 400 hectáreas...) ; al mismo tiempo, cambia las for­
maciones imaginarias ligadas al auditorio, al dirigirse tan pronto al
parlamento, tan pronto a los agricultores, a los ciudadanos del país,
etc. Kummer concluye de esto que “el auditorio de la argumentación
es un grupo de referencia que cambia según los diferentes momentos
de la argumentación, y el orador asume diversos roles durante el
discurso. Los oyentes son en cada caso un grupo del cual él se consi­
dera a sí mismo como un miembro”.104 De esta manera se superponen a
104. Textsorten, Athenaum - Skripten Linguistik, Athenaum Verlag, 1972.
163
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

través del discurso situaciones de comunicación (y formaciones imagi­


narias ) diversas, y el orador hace variar su argumentación en función
de las hipótesis que implica cada formación imaginaria.
Evidentemente, en este sentido son posibles muchos refinamientos,
que la retorica tradicional habia codificado parcialmente. Una relectura
de los tratados de retórica, desde este punto de vista, se probaría cier­
tamente fructífera.

UBICACIONES Y ACTOS DE LENGUAJE


Por la vía de las reflexiones sobre los “actos de lenguaje”, parece­
ría que puede realizarse la articulación entre estas “ubicaciones” y la
lingüistica. Ducrot, hemos visto, abre él mismo esta perspectiva al intro­
ducir, bajo el nombre de “roles”, estas posibilidades en el interior mismo
de lo que denomina el “componente lingüístico” (por oposición al
“componente retórico ’ —que prevería el sentido de un enunciado en
función de su significación y de la situación de discurso—, el “compo­
nente lingüístico”, recordemos, asignaría una significación al enunciado,
fuera de todo contexto), al incluú en este componente los valores ilocu-
torios. Al buscar integrar la actividad del lenguaje en una teoría general
de la acción, Ducrot pretende sobrepasar el marco estricto de los
valores ilocutorios: “Hay, en efecto, un gran número de morfemas, giros
y expresiones que, sin ser ellos mismos ilocutorios, no pueden ser des-
criptos sino en relación con la orientación pragmática del discurso, con
la manera de enfrentar a los interlocutores, con su modo de actuar el
uno sobre el otro por medio de la palabra”.105
Esta noción de “rol” parece aproximarse a la de “ubicación”: “La
lengua abarca, a título irreductible, todo un catálogo de relaciones
interhumanas, toda una panoplia de roles que el hablante puede elegir
para sí e imponer al receptor” 106 (la bastardilla es nuestra). Ducrot ve
en la filosofía analítica inglesa “la idea de que la lengua constituye un
género teatral particular, que ofrece al sujeto hablante un cierto nú­
mero de empleos institucionales estereotipados [...]; nosotros quisié­
ramos hacer de la presuposición misma un rol -quizás el más perma­
nente— en la gran comedia del habla” 107 (la bastardilla es nuestra).
En un artículo titulado significativamente “Essai pour Austin”,108
Denis Slatka parece retomar este tema exactamente en el punto en que
se interrumpe Ducrot, pero a un nivel muy programático. Resumida
grosso modo, su concepción es la siguiente: por un lado, Austin no
puede desarrollar su teoría de los “actos de discurso” en razón de la
ausencia de una “teoría del todo social” (el materialismo histórico)
105. Op. c i t p. 128.
108. Ihídem.
107. Ihídem, p. 49.
108. En Langue FranCaise 21.

164
LA ENUNCIACIÓN

v, por otro, la lingüística es impotente para integrar la “pragmática”,


nuevo nombre para la antigua “extralingüística”. Para remediar estas
faltas, hay que destruir la problemática del “sujeto” y definirlo “como
soporte material de relaciones sociales; las relaciones sociales especifi­
can ubicaciones (posiciones, condiciones) en la estructura del todo
seriar.109 Esta formulación se hace explícitamente eixfel marco de lo
desarrollado por Althusser: las diferentes instituciones especifican a la
vez un sistema de normas (reglas) y de sanciones destinadas a sujetar
a los individuos a su ubicación asignándoles la ideología (los valores)
conveniente a su roT’.n0 Las instituciones tienen la función de asegurar
la “puesta en escena” de los roles gracias a un sistema de reglas. Searle
distinguía entre “reglas constitutivas” y “normativas”; Slakta las refor-
mula así: “la institución «constituye» al individuo como sujeto (de la
ideología) y por su aspecto «normativo» hace funcionar «los rituales»
con las reglas anónimas que gobiernan las prácticas de los sujetos”. En
este punto la reflexión de Slatka se articula con la lingüística: con el
“rol” es suministrado el “texto” del rol; los “actos de discurso” son en
realidad “prácticas discursivas”: “Una teoría del lenguaje está ligada a
una ciencia de las ideologías, simplemente porque hablar es una prác­
tica reglada por rituales. El dominio (interiorización) de estos siste­
mas de reglas define la competencia general o ideológica”.111
“UBICACIONES” Y GRAMÁTICA DE CASOS
La teoría lingüística debe poder especificar estas “ubicaciones”
posibles, en función de la competencia ideológica. Denis Slatka piensa
que tal proyecto es realizable sobre la base de la “gramática de casos”
de Fillmore.112 Como aquí no podemos desarrollar una presentación
de la teoría de Fillmore, nos contentaremos con decir que, a ejemplo de
los “casos” de la gramática griega o latina, esta gramática se basa en
relaciones a la vez semánticas y sintácticas. Como ejemplos de “ca­
sos” se pueden citar el agente (instigador del proceso), la fuente
(origen del proceso), el instrumento, etc. A la luz de esta gramática,
intenta representar algunos verbos ilocutorios. Nosotros daremos algunas
indicaciones tomadas de un artículo más antiguo,113 que se ocupa preci­
samente de los verbos ilocutorios en los Libros de quejas.
Las ventajas que aporta una “gramática de casos” son evidentes:
“Es a partir del verbo que se definen, a nivel de la estructura profunda,
los diferentes roles, esto es, las relaciones casuales”.114 En otras pala­
109. Ibídem, p. 100.
110. Ibídem, p. 101.
111. Ibídem, pp. 101-102.
112. “The case for case”, en E. Bach y R. T. Harms (eds.), Universals in
lingüistica, Rinehart and Winston, pp. 1-88.
113. “Esquisse d’une théorie lexico-sémantique: pour une analyse d’un texte
politique”, Langages 23, pp. 87-134.
114. Ibídem, p. 116.

165
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

bras, los “roles” son integrados en la estructura lingüística. Ya en un


artículo anterior,115 llegaba Slatka a la conclusión de que “el rol desem­
peñado por el individuo en la estructura lingüística no deja de estar en
relación con la ubicación que tiene en las estructuras que definen una
formación social dada”.116
Se propone así una tripartición: rol/participante/actor, tripartición
articulada sobre la estructura de la gramática:117
1. Nivel abstracto de los roles (agente, instrumento, etc.).
2. Nivel concreto de los participantes (para los Libros de quejas,
serán los diputados, los habitantes, etc., por un lado, y el rey, por
otro).
3. Nivel retórico de los actores, nivel que presupone a los otros
dos pero que posee una cierta autonomía (el rey está especificado
como paciente influido, y los diputados como influyentes).
Vamos a precisar un poco esta formulación, lamentando tener que
simplificarla tanto:
1. En el nivel 1: Se dispone de un inventario de roles, fijados por la gramá­
tica, de un conjunto de “potencialidades” (posibilidades teóricas) para un verbo
determinado. Así, el verbo demander [“pedir”] (V + agente (A) + contraagente
(CA) + objeto (O ) + instrumento (I )), realizado en superficie, por ejemplo,
bajo la forma superficial: Par ces cahiers [“Por estos libros”] (I), nous [“noso­
tros”] (A) demandons [“pedimos”] (V) au roi [“al rey”] (CA) Vabolition des
priviléges [“la abolición de los privilegios”] (O ).
Las potencialidades son dobles:
a) sintácticas (la posición de los roles);
b) semánticas (las potencialidades ilocutorias del verbo).
2. En el nivel 2: Se ponen en relación el texto-matriz y el texto concreto.
En este caso, esa será la situación de los Libros de quejas en tales circunstancias.
La ‘“demanda” puede definirse en ellos según dos tipos de potencialidad ilocu-
toria:
1. fuerte: demander [“pedir”!, prier [“rogar”], solliciter [“solicitar”], sup-
plier [“suplicar”], requerir [“requerir”], réclamer [“reclamar”], exiger [“exigir”].
2. débil: représenter [“representar”], déclarer [“declarar”], etc.
Asimismo, el universo del discurso se hace concreto: los “roles” se convierten
en “participantes”, se inscribe un léxico político. El agente, definido como “Parti­
cipante 1”, está constituido por un paradigma doble (habitants [“habitantes”], pa-
roisse [“parroquia”], etc., y députés [“diputados”], représentants [“representan­
tes”], etc.), absorbidos eventualmente en un Nous [“nosotros”], “fuente ilocutoria”

115. “L’acte de «demander» dans les «Cahiers de Doléances»”, Langue Fran-


Gaise 9.
116. Ibídem, p. 73.
117. Langages 27, pp. 115 ss.

W6
LA ENUNCIACIÓN

de la demanda. De hecho, hay un desdoblamiento: en tanto que ciudadanos, los


participantes 1 constituyen a sus diputados en CA, pero en tanto que súbditos,
constituyen también al rey en CA. El “objeto” está constituido por la abolición
de los privilegios.
3. En el nivel 3: La estructura de los roles determina a los “actores”, pues
las realizaciones concretas de los roles determinan la “retoricó del discurso”. A
este nivel son descriptas las relaciones que los dos niveles precedentes no pueden
integrar:
Agente -> participante 1 —> “influyente” (Nous)
Contraagente —» participante 2 —> “paciente influido” (el rey)
Dativo —» participante 3 —> beneficiario (los desgraciados)
de donde surge una oposición:
a) los ricos
b ) los pobres

objeto —> las demandas —» los abusos ~ las desgracias


de donde surge una oposición:
a) los privilegios
b) la miseria
Así es como, por ejemplo, el proceso de convaincre [“convencer”] trae cónsigo un
discurso didáctico: descripción de los hechos, ejemplos, etc.; emouvoir [“conmover”]
implica un discurso afectivo, que oscila entre el consejo y la seducción. A este
nivel pueden interpretarse los elogios dirigidos al rey, el reconocimiento enfático,
etc. Estas fórmulas escriben el “ritual” que constituye al agente como “sujeto” del
rey. Se entrecruzan dos discursos: discurso laudatorio (el buen pueblo/el monarca
benefactor) y discurso polémico contra los ricos. “Aprehendidos en estos tipos de
discurso, los ítems léxicos toman necesariamente valores connotativos, específicos
del texto concreto, valores que deben ser evaluados en función de la oposición
general que existe entre enunciados polémicos (peyorativos) y enunciados laudato­
rios («mejorativos»)
En resumen, puede decirse que el nivel 1 se sitúa en el plano de la
competencia específica (teoría de la gramática), y los otros dos niveles
hacen funcionar simultáneamente esta primera “competencia” y la
“competencia generar (basada en una teoría de las ideologías). Esta
reflexión parte de la idea, absolutamente correlativa de este concepto
de “ubicación” de que “resulta imposible, en todo rigor, separar el
conocimiento ideológico implícito del universo social y el conocimiento
tácito de las reglas lingüísticas”.118

CONCLUSIÓN
La problemática de la enunciación es extremadamente inestable:
a falta de una teoría del discurso digna de ese nombre, uno está ten­
118. Arf. cit., p. 112.

167
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

tado de hacer entrar allí todo lo que corresponde a la articulación de


lo discursivo con sus condiciones de producción. Se salta de una con­
cepción restrictiva a una concepción amplia de la enunciación. Si, como
decíamos al principio, la enunciación se confunde cada vez más con
la “pragmática”, la lingüística, por su parte, tiene cada vez más difi­
cultades en mantener el estancamiento de sus tres compartimentos
sintaxis/semántica/pragmática, y lo mismo pasa con el análisis del dis­
curso. ¿Pueden separarse rigurosamente los mecanismos que correspon­
den a una teoría de la enunciación y lo que corresponde a una semántica
intralingüística. Si bien la enunciación llena un vacío entre “lengua”
y “habla”, ocupando el lugar de una “pragmática”, uno no puede evitar
yer allí “no un concepto, sino el signo de un problema”.119 ¿Sé puede
tener la esperanza de articular la “enunciación” y conceptos como el de
*ubicación” o el de “emplazamiento institucional”? Si bien es cierto que
el análisis del discurso no puede ser intralingüístico, no es tan fácil
saber qué es lo que tiene que tomar de la lingüística y qué de las
otras ciencias humanas. La oposición 120 entre R. Robin (historiadora)
y L. Guespin (lingüista) es muy significativa a este respecto: la histo­
riadora tiene la impresión de que el lingüista piensa que el discurso es
en sí mismo la clave de su propia inteligibilidad, mientras que el lin­
güista prefiere pensar que “la historia no nos concierne sino en tanto
nos permite precisar las condiciones de producción. Solo podría apa­
recer en este dominio lingüístico como ciencia complementaria, y no
como término último [...]. Si lo que la ideología significa socialmente
estuviera fuera del campo de la lingüística, habría que reconocer de
una vez por todas que el análisis del discurso es imposible”.121 Si la
problemática de la enunciación permite introducir en la lingüística ele­
mentos que hasta ahora se rechazaban al campo de lo “extralingüísti-
co”, ella hace surgir aun más agudamente las dificultades ligadas a
la articulación entre la lingüística y una teoría del discurso.

119. R. Robin, op. cit, p. 80.


120. L. Guespin critica la posición de R. Robin en Langages 23, pp. 20-21,
y R. Robin le responde en Histoire et linguistique, p. 50.
121. Art. cit., p. 21.

168
IV. A PROPÓSITO DE LA GRAMATICA DE TEXTO

Esta cuarta y última parte tiene un estatus particular: apunta sola­


mente a dibujar, a grandes trazos los contornos de ciertas perspecti­
vas que, aunque a menudo engañosas en el momento actual, no por
ello son menos promisorias. Si bien las soluciones que aportan
muchos “gramáticos de texto” parecen muchas veces difícilmente acep­
tables, no es menos cierto que los problemas que recogen debían ser
recogidos: el análisis del discurso no puede seguir ignorando que los
discursos tienen una estructuración específica, aunque eso provoque
dificultades considerables. En las páginas siguientes no se verá, pues,
más que una voluntad de señalar algunas de esas dificultades.
N. B. Nos veremos obligados a remitir a trabajos que se incriben absoluta­
mente fuera de la orientación lingüística de “gramática de texto” stricto sensu. No
es que pretendamos hacerlos entrar aquí a pesar de ellos; consideramos simple-
mnte dos cosas: l 9) ellos comparten con la gramática de texto la esperanza de cons­
truir modelos de la estructura de textos (ya sea que se trate de argumentación o
de narración); 29) la gramática de texto busca integrar los trabajos que recortan
sus perspectivas en un marco más global y, en sus elaboraciones teóricas, se basa
en los logros alcanzados por ellos.

169
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

1. UNA LAGUNA GRAVE PARA EL ANALISIS DEL DISCURSO

Habíamos partido de una concepción del “discurso” como estruc­


tura trasoracional, pero da la impresión de que hemos perdido de vista
que se trataba de eso. El enfoque lexicológico parece preocuparse poco
por la estructura efectiva de los enunciados; el método distribucional
de Harris no ha sido utilizado en Francia sino al precio de una deses­
tructuración de los textos; el método de AAD se propone precisamente
romper la “superficie discursiva” para encontrar las “familias para­
frásticas”. Lamentar la existencia de una laguna semejante no redunda,
evidentemente, en decir que, puesto que los discursos concretos se pre­
sentan como una sucesión de oraciones, los métodos de análisis del
discurso no deben tomar por objeto sino los mecanismos de encadena­
miento de esas oraciones. Si bien es heurísticamente necesario alejarse
de la “superficie”, ello no debe, sin embargo, conducir a ignorar ese
aspecto esencial del funcionamiento de los discursos; un discurso ad­
quiere su especificidad tanto en la estructuración de sus encadenamien­
tos, de su “textura”, como en su léxico. La “explicación de texto” tradi­
cional ha sido cuestionada, pero el terreno que ocupaba dista mucho
de haber sido reocupado enteramente por la lingüística. No olvidemos
que el dominio inmenso (e inestable) de la “retórica” tradicional no
dejaba vacío el espacio que la reflexión lingüística intenta retomar
ahora, después de haberlo barrido en nombre de los principios funda­
dores del estructuralismo. El análisis del discurso no puede eludir el
análisis de enunciados sucesivos pero, una vez más, se hace sentir
cruelmente la ausencia de una tipología de los discursos suficiente­
mente operativa; estamos singularmente desguarnecidos en la medida
en que no conocemos bien los procesos de estructuración que sobre­
pasan los límites de la oración.
Ante la falta de una teoría de los mecanismos trasoracionales, los
investigadores se ven obligados a hacer un uso “salvaje” e informal de
nociones vinculadas con ellos, pero sin poder articularlas sistemática­
mente, sin integrarlas en un marco explicativo coherente. Sin embargo,
todos concuerdan en reconocer que en esas organizaciones de enuncia­
dos operan efectos de sentido muy complejos y diversos. No queremos
decir que no se hayan hecho tales estudios ae enunciados sucesivos,
pero se han hecho en el marco de los estudios sobre la narratividad, o
sobre la argumentación (donde la articulación con los procesos lin­
güísticos es la mayoría de las veces superflua o alusiva), o en el marco
de trabajos muy circunscriptos, basados en el mensaje publicitario
particularmente.

J 70
A PROPÓSITO DE LA GRAMÁTICA DE TEXTO

Un diferendo significativo
El diferendo que ha enfrentado a E. Verón y S. Fisher con el AAD
de Michel Pécheux es muy significativo.1 Estos dos autores se toman
en particular del carácter que ellos juzgan reductor (“aun desfigura-
dor”) de la descomposición de la superficie en enunciados elementales
canónicos tal como la practica el AAD. ¿
1. La normalización puramente sintáctica del texto da como resul­
tado la manipulación semántica del texto sin saberlo. Ahora bien, nada
prueba que los elementos que esta normalización trasforma o elimina
no tengan importancia; ¿basta conservar intactos los sustantivos, ver­
bos y adjetivos?
2. El texto se convierte, después de la normalización, en una super­
ficie uniforme: se mandan a la primera columna voz, tiempo, moda­
lidad, modo, con lo cual el investigador se impide cualquier estudio
de las relaciones entre lo presentado y lo presupuesto, cualquier teori­
zación de lo discursivo. Pero la ideología opera tanto en los fenómenos
de presuposición como en el contenido de los lexemas.
3. No se toman en consideración la estructura global, las leyes de
desarrollo de los textos. Es necesario, pues, introducir un estudio de la
argumentación, basado en el señalamiento de los operadores de enca­
denamiento en el discurso.
La conclusión de Fisher y Verón refleja bien estas preocupaciones:
“El análisis que acabamos de presentar [. . .1 quería señalar la posibilidad
de preparar un trabajo sobre lo discursivo que consistiera en la marcación de ope­
raciones semánticas [. . .], estas operaciones son operaciones discursivas. No vemos,
pues, razón de postular que ellas tienen lugar dentro de los límites de la oración,
definida como unidad, sea en superficie, sea al nivel profundo. En segundo lugar,
un mismo indicador en superficie (una, es por eso q ue. . . , etc.) puede implicar
operaciones diferentes, y eso depende, justamente, del contexto argumentativo dado
por el discurso que lo rodea [...]. En tercer lugar, estas operaciones no son indi­
ferentes a las restricciones «externas»; no se trata de analizar «el discurso» en
general, una sistematización de los conocimientos que concierna a la naturaleza del
(o al tipo de) discurso implicado en un caso particular puede ayudar ampliamente
al señalamiento mismo de las operaciones [la bastardilla es nuestra].” 2

LOS LÍMITES DEL ESTRUCTURALISMO


Es cierto que en este dominio casi todo está por hacerse; asimismo,
hay que seguir con el máximo interés las investigaciones que, aun
dentro de la lingüística generativa y trasformacional, llegan a cues­
tionar algunos de sus fundamentos. Para numerosos investigadores, sobre
1. “Baranne est une créme”, en Communications, NQ 20: Le linguistique et le
sociologique.
2. Art. cff., p. 181.

171
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

todo en Alemania,3 lo esencial de esta controversia gira alrededor de la


problemática oración/texto, es decir que se preguntan si el límite que
se dieron la lingüística estructural primero y después la lingüística
chomskiana debe ser la oración o no.
Hasta hace poco, la lingüística aceptaba una concepción de la
oración que el padre de la lingüística norteamericana, Louis Bloom-
field, definió asi: una oración es “una forma lingüística independiente,
que no está incluida en virtud de algún tipo de construcción gramati­
cal en una forma lingüística más grande”. De modo que el dominio de
la gramática no va más allá de la oración porque la oración es la unidad
lingüística más grande. Émile Benveniste, en un artículo de 1962,4 enun­
cia una serie de argumentos para justificar esta limitación:
— La oración puede ser segmentada, pero no puede ser integrada en una
unidad más grande.
—La oración es ante todo un predicado.
— La oración no constituye una c!ase formal cuyos elementos puedan
oponerse entre sí.
— La proposición no puede constituir una parte de una totalidad de un
rango o nivel superior. Una proposición puede solamente preceder o seguir a otra
proposición, en una relación de sucesión. Un grupo de proposiciones no constituye
una unidad de un orden superior a la proposición.
— La oración contiene signos, pero no es ella misma un signo.
— Las oraciones (a diferencia de los morfemas o de los fonemas) son infi­
nitas en número.
Benveniste saca de esto la conclusión de que "la oración, creación
indefinida, variedad sin límite, es la vida misma del lenguaje en acción”,
mientras que “la lengua [es un] conjunto de signos formales, desga­
jados por procedimientos rigurosos, dispuestos en clases, combinados
en estructuras y en sistemas”. Tal actitud es muy característica del “es-
tructuralismo”, que trabaja esencialmente sobre unidades discretas con
ayuda de las operaciones de segmentación y sustitución.
Sin embargo, al querer encerrarse en el marco estricto de la ora­
ción, los lingüistas se encuentran rápidamente con dificultades cpnsi-
derables. Así lo comprueba, por ejemplo, con lucidez John Lyons, que,
después de haber citado la posición clásica de Bloomfield, presenta
diversos casos en que ella se revela problemática, para concluir final­
mente: “La oración es la unidad máxima de descripción gramatical
[...]. Los ejemplos anteriores, que podrían multiplicarse, muestran
que las relaciones distribucionales sobrepasan a menudo los límites
de los segmentos de enunciados que normalmente se considerarían
3. Se pueden mencionar los nombres de T. Ihwe, H. Isenberg, W. Kummer,
E. Lang. W. Thümmel, J. Petófi, H. Rieser, etc. Consultar la bibliografía.
4. “Los niveles del análisis lingüístico”, incluido en Problemas de lingüística
general, México, Siglo XXI, 1971, pp. 118 ss.

172
A PROPÓSITO DE LA GRAMÁTICA DE/TEXTO

como oraciones distintas. En esto parece haber una contradicción”.5


Para evitarla, Lvons desdobla la noción de “oración” y distingue una
‘‘oración-entidad abstracta” que da cuenta también de las relaciones
interoracionales, y una “oración-segmento” que corresponde a la noción
superficial de oración. Esta distinción le permite concluir: “hecha esta
observación, seguiremos conformándonos a la práctica normal de los
lingüistas, diciendo que los enunciados están compu^tos de oraciones”.6
Como se ve, se trata aquí de un medio para mantener la práctica habi­
tual: la otra solución posible es la de la “gramática textual” que apunta
a centrar sus preocupaciones precisamente en las regularidades inter­
oracionales, que tradicionalmente la lingüística rechazaba como una
cuestión marginal.
Señalemos rápidamente algunos problemas que han conducido a
ciertos lingüistas a preguntarse si no sería interesante tomar en consi­
deración fenómenos que sobrepasan el marco de la oración.
• El par pregunta/respuesta: la respuesta constituye un enunciado
dependiente de un enunciado anterior.
Ej.: Con Pablo puede ser relacionado con la pregunta ¿Con quién
quiere hablar? pero no con ¿Por qué te vas?
• Los anafóricos (elementos que retoman otro segmento del dis­
curso).
Ej.: Ayer vino el cartero. Esta carta fue traída por é l Esto con­
cierne a toda la clase de los pronombres (él, ellos, ella, ellas, le, etc.).
En realidad, este tipo de anáforas es el más simple. En un enunciado como
Pablo es gentil. Este gato me lo regaló él, el pronombre él es el sustituto de Pablo
en tanto que remplaza a una segunda ocurrencia de Pablo que tendría el mismo
referente y sería el mismo morfema que el primer Pablo. Siguiendo a M. Gross,7
pedemos decir que este él tiene por “referente discursivo” a Pablo, unidad léxica
anterior perteneciente al mismo texto. Existen sin embargo otras anáforas por pro­
nombre; en Pablo compró un libro, y yo me robé este, este designa un referente
en el contexto extralingüístico, constituyendo no obstante una anáfora de un libro
(“referente externo” de este según Gross). Dos ejemplos para terminar: (1) Juan
se compró un libro, y yo me robé uno y(2) Juan compró varios libros; yo he leído
uno; en los dos casos, el pronombre remite a la FN precedente sin tener el mismo
referente; según Gross, en (1), un libro es “referente léxico”, y en (2), un “refe­
rente inclusivo”.
Mencionemos un último problema, que confunde mucho a los lin­
güistas: la anaforización de un indefinido. En Cuando un perro es
5. Introduction to theoretical linguistics, London/New York, Cambridge
University Press, (trad. esp.: Introducción en la lingüística teórica, Barcelona, Teide,
1971).
6. Ibíd.
7. “On grammatical reference”, en Generative Grammar in Europe, 1971,
eds. F. Kiefer y N. Ruwet.

173
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

atacado, este aúlla, no se puede remplazar este por un perro sin cambiar
el sentido de la oración. El este tiene aquí más bien una función de
identificación, de índice.
El anafórico puede retomar unidades lingüísticas más extensas.
Ej.: Ama a su hermana con locura. Eso es desagradable.
Se habla también de “correferencia” cuando, en el mismo universo
de discurso, varias unidades lingüísticas tienen el mismo referente.
Los problemas que provocan las anáforas ponen en juego fenómenos
semánticos y sintácticos complejos. En efecto, se puede anaforizar un
sustantivo por otro (v. infra el ejemplo: B.B. está sola ... La actriz ha
abandonado su residencia, donde la actriz es una anáfora de B.B.), pero
también retomar una oración entera, o una sucesión de oraciones, por un
sustantivo: así, en lugar de la anaforización por eso en Ama a su
hermana con locura. Eso es desagradable, se podría tener esa pasión,
esa perversión, ese afecto, que son tanto golpes de fuerza discursivos
con respecto al destinatario, como factores de cohesión textual. En
efecto, bajo la apariencia de una simple anáfora se descubre fácilmente
una proposición enmascarada: “amar a la propia hermana con locura
es una perversión”. La repetición encubre el carácter nuevo y de ningún
modo evidente de tal proposición: una vez establecida esa anáfora,
ella permite orientar el texto en otras direcciones. En efecto, si se
elige anaforizar con afecto, la oración siguiente parecerá la expresión
del buen sentido: Un afecto semejante, si bien a veces es excesivo, es
en sí una cosa buena. Pero esta otra también parecerá evidente: Me
sorprende una perversión semejante en un muchacho que me parecía
equilibrado. En otras palabras, la anaforización introduce la posibilidad
de volver aceptable tal o cual afirmación. Obviamente, son las restric­
ciones discursivas las que regulan este género de fenómenos: según el
tipo de discurso, según las elecciones (políticas, filosóficas, etc.) opera­
das por el discurso, será posible o no determinada anaforización. Las
mismas observaciones pueden hacerse con respecto a las anáforas de
sustantivo: el comando palestino puede anaforizarse con esos asesinos
(rechazo), los combatientes revolucionarios (valor “mejorativo”), ese
grupúsculo de extremistas (rechazo moderado), etc. Así, la significación
de esas anáforas no puede ser correctamente desentrañada si no se toma
en consideración el discurso en que se insertan.
Estos fenómenos de anaforización son múltiples y omnipresentes en las rela­
ciones interoracionales: a ellos se debe en gran medida la constitución de la trama
coherente que asegura la unidad de los textos. Es por eso que el lingüista alemán
Isenberg 8 ha construido una lista de “marcadores referenciales”, de “rasgos” afec­
tados a ciertos signos del discurso para mostrar de qué modo cumplen su función
de referencia en el texto.
[± n] = es la primera vez que en el texto considerado se hace referencia
al objeto afectado por este marcador.
8. Überlegungen zur Texttheorie [Reflexiones sobre teoría del texto], 1968,
bibliografía de Langages 26, A.8.

174
A PROPÓSITO DE LA GRAMÁTICA DE TEXTO

(Algo tan evidente, en apariencia, como que un artículo remite a un con­


texto más amplio que la oración. Así es como un indefinido no puede ser empleado
más que cuando se trata de la primera ocurrencia del sustantivo en el discurso,
mientras que el artículo llamado “definido” o el demostrativo sólo son posibles
una vez que el sustantivo ha sido introducido en el discurso.)
[± id] = ya se ha hecho referencia al objeto, pero con otro nombre.
[± k] = ellocutor supone que el interlocutor conoce éf objeto en cuestión.
( ± i] = el objeto es identificable.
( ± g] = el término que lleva este marcador no se refiere a un objeto deter­
minado, tiene un alcance general.
[± c] = contraste entre dos términos (del tipo Pablo es bello; su amigo,
en cambio, es feo).
[=t d] = el objeto está en el campo visual del interlocutor, es directamente
identificr.ble.
Asimismo, en lugar de considerar la recurrencia de un sintagma
en un texto, es posible inclinarse sobre otro aspecto, no menos funda­
mental: las relaciones entre oraciones (lógicas, temporales, etc.) aparen­
temente independientes (no unidas por una conjunción), problema
vinculado directamente con la tan compleja cuestión de las relaciones
entre coordinación y subordinación.
Isenberg ha confeccionado una lista de una decena de relaciones interora­
cionales que, aunque comporta entrecruzamientos y no es completa, brinda una
visión de este problema.9 Damos aquí algunas:
1. Tematización de objeto: En el garaje había un auto. El coche estaba
pintado a nuevo.
2. Enlace causal: La lámpara no funciona. El filamento está roto.
3. Enlace de motivo: Juan fue al sótano. Va a buscar carbón.
4. Diagnóstico: Heló. Los caños de la calefacción reventaron. Etc.
También se pueden estudiar las relaciones entre subordinación y
coordinación: preguntarse, en particular, si es posible convertir las
coordinaciones en subordinaciones y viceversa y, en caso de que así sea,
si hay límites para esta conversión. Efectivamente, se pueden examinar
muchas correspondencias, por ejemplo:
a) Bien quil soit parti, rien ne va.
b) 11 a beau étreparti rien ne va etcétera.
, , 10

Las pocas cuestiones que acabamos de señalar están lejos de cubrir


la totalidad de los problemas cuya consideración debe conducir a supe­
rar el límite de la oración: numerosos aspectos de las relaciones de
9. Traducción francesa de J. F. Bourdin y P. Duhem, en Langages 26, p. 61.
10. “Aunque él se haya ido, nada marcha”; “por más que él se haya ido,
nada marcha”. La primera oración incluye una proposición subordinada. En la
segunda, la construcción avoir beau + infinitivo establece un sentido concesivo
respecto de la proposición que sigue, pero no hay entre ellas relación de subor­
dinación. (N. de la T.)

175
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

tiempo, el acento de oración, y en general la prosodia, las relaciones


tema/rema, la presuposición, la negación, las ambigüedades, los morfe­
mas de función argumentativa, etc., obligan igualmente a tomar en
consideración estructuras trasoracionales.
Por ejemplo, no es posible explicar dentro de los límites dela oración en
que figuran los condicionales subrayados en el texto siguiente, es necesario
remontarse más allá: “Le «rapport Méraud» s’attaque á bien d’autres sujets, tels
que la réduction de leventail des salaires, la modification du systéme actuel
dattribution des différentes prestations sociales. Leur montant serait calculé en
fonction des revenus des bénéficiaires. 11 en irait de méme pour certains impóts.
La mise en oeuvre de ces propositions suppose que Ton soit parvenú á fixer les
éléments á partir desquels seraient adoptées des mesures de redistribution et de
compensation” 11 (Courrier Picard, 8-3-75).
En términos muy generales, puede decirse que la gramática
chomskiana tema dos actitudes posibles frente al discurso: hacer de
él una simple sucesión de oraciones o ignorarlo lisa y llanamente, dejando
su estudio para una teoría, futura, de la “ejecución”. Lo más simple
es por cierto no plantear la temible cuestión de los límites de la oración
el problema del “contexto lingüístico”. Así, encontramos en los genera-
tivistas Katz v Fodor una afirmación como esta: “Los gramáticos bus­
can describir la estructura de una oración, separada de las posiciones
en las cuales ella puede encontrarse en los discursos (escritos u ora­
les) o en los contextos no lingüísticos (sociales o físicos)”.(Observe­
mos que las dos exclusiones se colocan en un plano de equivalencia.)
La gramática de texto, en cambio, apunta en parte a plantearse
las cuestiones que antes se eludían. Para el “gramático de texto” W.
Kummer, por ejemplo, cuya posición es significativa, la gramática
de una lengua debe cumplir las condiciones siguientes:
1. Enumerar todas las oraciones bien construidas posibles en una lengua y
fijar los tipos de desviación de las oraciones mal construidas.
2. Asignar a cada oración una descripción estructural.
3. Indicar las interpretaciones posibles de una oración dada.
Además de estos objetivos, una gramática generativa de discurso
debe:
1. Analizar toda oración de la lengua y asignarle interpretaciones posibles.
2. Explicar las conexiones entre oraciones en un discurso dado.

11. “El «informe Méraud» aborda muchos otros asuntos, tales como la
reducción de la escala de salarios, la modificación del sistema actual de asignación
de las diferentes prestaciones sociales. Su monto sería calculado en función de
las rentas de los beneficiarios. Lo mismo resultaría para ciertos impuestos. La
aplicación de esas propuestas supone que se ha llegado a fijar los elementos a
partir de los cuales serían adoptadas medidas de redistribución y de compensa*
ción.” (N. de la T.)

176
A PROPÓSITO DE LA GRAMÁTICA DE TEXTO

3. Permitir definir un texto coherente de un lenguaje L y un proceso de


generación de textos coherentes en L.
En la economía global de su “gramática de discurso” (texto),
prevé Kummer 12 un conjunto de “reglas de coherencia” que especifi­
quen “las relaciones anafóricas o las otras relaciones entre oraciones o
partes de oraciones vinculadas. En el proceso de gensíación de un dis­
curso coherente, estas reglas funcionan como indicadores de las condi­
ciones que debe cumplir necesariamente una oración que sigue o una
oración que precede para que un texto sea coherente”.13

COHFRENCIA TEXTUAL
Este problema de la “coherencia” está evidentemente en el centro
de toda la reflexión sobre el texto: ¿no sería la coherencia para el texto
el concepto equivalente al de “gramaticalidad” para la oración? Se habla
así de “texto bien construido” como de “oración bien construida”. Para
muchos, esta identificación no constituye un problema: “El término
textualidad es análogo al término gramaticalidad en una gramática de
oración, es por lo tanto un concepto lingüístico”.14
El problema de la “coherencia” textual es abordado, por ejemplo,
por I. Bellert,15 que define así un texto “coherente”:
“una secuencia de oraciones O,, 0 2...........On tal que la interpretación semántica de
cada oración Oí (para 2 < i < n) depende de la interpretación de la secuencia
O í...........Ot—1” o, dicho en términos más sencillos, que la interpretación correcta
de una oración de un discurso depende del contexto precedente.
Bellert habla aquí de un texto idealizado, es decir sin digresio­
nes, que tenga un hilo continuo, etc. Define la “interpretación semán­
tica” de una oración como el conjunto de las inferencias ( = consecuen­
cias) que pueden ser extraídas de esa oración. Esas inferencias pueden
hacerse por las reglas de la lengua, pero también en función de un
cierto conocimiento del mundo (en el sentido más amplio) que tiene
el receptor.
Una condición necesaria (pero no suficiente) para la coherencia
de textos reside, esquemáticamente, en el hecho de la repetición: la
estructura lógico-semántica de cada oración es tal que al menos un ítem
léxico contenido en ella, o al menos tina proposición que pueda ser
inferida de ella, se encuentra también en las frases precedentes; estas
inferencias deben ser consideradas como lazos que aseguran la inter­
pretación de un texto coherente.
Veamos el ejemplo siguiente:
12. Poetics N9 5, pp. 29-30.
13. Art. cit., p. 31.
14. Janos S. Petófi, Folia lingüistica V (1971), p. 284.
15. “On a condition for the coherence of texts”, Semiótica II, 4, 1970.

177
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

(1 )El hijo mayor de Ana dejó Varsovia para estudiar en la Sorbona.


El ovente puede extraer de él un conjunto de conclusiones:
a) Ana tiene un hijo varón.
b) Ana tiene más de un hijo.
c) El hijo mayorestaba anteriormente en Varsovia.
d) El hijo mayor fue a Francia.
e) El hijo mayor es estudiante, investigador científico o artista.
f) El hijo mayor completó sus estudios secundarios. Etcétera.
Se observa que un primer tipo de reglas de inferencia puede ser
incluido en la descripción de la lengua, v las conclusiones serían extraí­
das por deducción (rigurosa), por ejemplo a) o b). El otro tipo se
apova en un conocimiento del mundo, y en un razonamiento induc­
tivo, v no podría ser incluido enla descripción de la lengua, por
ejemplo d) v c). Sin embargo, los dos tipos desempeñan unafunción
análoga para fundamentar la coherencia de un texto.
Para inferir f) de (1), estamos obligados a asentar una premisa
suplementaria, que surge de nuestro conocimiento del mundo y cons­
tituye una generalización por razonamiento inductivo: “Si alguien es
estudiante universitario, ha terminado sus estudios secundarios”. De
esto se desprende que la interpretación de ciertos textos, garantizada
por el conocimiento del mundo, no es accesible a los receptores que
no tienen el conocimiento del mundo que el locutor (el autor) supone
que poseen. Una falta de conocimiento podrá entonces hacer creer,
erróneamente, que el texto no es coherente. A la inversa, si el oyente
tiene un conocimiento del mundo más amplio que el hablante, puede
sacar de una frase más conclusiones de lo que el hablante creyó que
ponía en ella. En cambio, A Pedro le gusta mucho la Sorbona. Francia
encierra riquezas arquitectónicas no es coherente si el receptor no
asienta la premisa, tal vez nueva para él, de que la Sorbona está en
Francia.
En resumen, las conclusiones del primer tipo (deductivas) cons­
tituyen la interpretación semántica de una oración, fuera de todo con­
texto, mientras que las del segundo tipo corresponden a la interpreta­
ción semántica que incluye un conocimiento del mundo.
Veamos otro ejemplo:
(1) Brigitte Bardot está sola. La actriz ha abandonado su resi­
dencia.
(2) El hijo de Pedro está loco. El chico se tiró por la ventana.
En (2), el conocimiento de la lengua basta para identificar el
chico como el hijode Pedro, ya que el lexema hijo implica que un
hijo sea un niño o un hombre. En cambio, la interpretaciónde (1)
surge del conocimiento del mundo: Brigitte Bardot es actriz. Eso no
impide que (1) v (2) funcionen de manera análoga para establecer
la coherencia.

178
A PROPÓSITO DE LA GRAMÁTICA DE TEXTO

En lo que concierne a la interpretación de los textos, es fácil comprender


que la condición de coherencia puede ser satisfecha de diversas maneras, y que a
menudo son posibles varias interpretaciones, si uno se basa en la repetición de
proposiciones diferentes como lazos de coherencia. Para los textos antiguos, al
faltar el correspondiente conocimiento del mundo, el establecimiento de estos
lazos es a menudo hipotético. Esto está vinculado con lo que decía J.-B. Marce­
llesi,16 valiéndose del concepto de “cultura”, en relación con un tipo de situación
de comunicación determinado: así, la creencia de que Jauréfs' era un agente de
Guillermo II era parte de una “cultura” política de los años de preguerra. La
coherencia textual no debe ser considerada, pues, como un dato interior al
texto, sino como el resultado inestable de un ajuste permanente de un locutor
y un auditorio a través de una “cultura” variable.
Retomando el ejemplo anterior, el que no sabe que Brigitte Bardot
es actriz puede adivinarlo porque falta un intermediario para que el
texto sea coherente: Brigitte Bardot es actriz. Esto presupone que el
receptor piensa que el texto es coherente. (Observemos asimismo que
el uso de un nombre propio o de una descripción definida, obliga al
receptor a presuponer no solo que esa construcción sustantiva se refiere
a un objeto, sino también que ese referente es único en el discurso
considerado.) Un enunciado sólo tiene coherencia si se hace intervenir
la totalidad del contexto discursivo a través de un conocimiento del
mundo.
Hemos relacionado, más arriba, este problema con el del tipo de
discurso y sus opciones ideológicas. Así, un discurso entre lingüis­
tas permite una anáfora como esta: La relativa y los afijos plantean
problemas graves. Se hacen demasiadas trasformaciones ad hoc. Solo
las personas familiarizadas con estas cuestiones saben que afijos y rela­
tivas son objeto de trasformaciones en gramática generativa; un lector
“inocente” podría pensar que se trata de dos cosas sin relación. En un
discurso de lingüistas a no lingüistas (divulgación), esta anaforización
sería imposible: estamos ante una restricción impuesta por el tipo
de discurso.
Ciertos discursos pueden presentarse como un juego basado en
la anáfora léxica, al hacer uso de perífrasis, descripciones definidas,
cuya claridad es mayor o menor según la familiaridad del destinatario
con el discurso de que se trata y el universo al que este remite. No
todo el mundo está en posición de saber que las descripciones defi­
nidas el ermitaño de Croisset y el padre del naturalismo son anafóricos
posibles de Gustave Flaubert; en la mayoría de los casos los efectos
son más matizados, pero solo un conocimiento de un contexto cultural
y una toma de posición pueden hacer que Frangois Mitterrand y el
líder de la oposición sean correferenciales en tal época y en tal perió­
dico (en función de sus opciones políticas).
Algunos lingüistas plantean la existencia de una presuposición de
16. Langages 23, p. 25.

179
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

identificación correferencial: a diferencia de la presuposición existen-


cial que postula que existe un referente que corresponde al nombre,
esta presuposición postularía la identidad del referente de dos sintag­
mas nominales.
En términos generales, las descripciones definidas son un factor
de coherencia textual importante, v de múltiples maneras. El caso de
la nominalización es particularmente sencillo: “No toleraremos que
los X se rindan. La rendición de los X significaría el fin de nuestras
esperanzas”. Los epítetos son asimismo muy interesantes: “Fabricamos
nuestras cremas solamente con plantas de montaña ... Estos productos
de esencias naturales preservan el equilibrio de los tejidos. .. ”, o
también: “Los policías han señalado a dos individuos sospechosos:
uno habla francés con un fuerte acento extranjero... El hombre de
acento extranjero parece .. .”

¿UN NIVEL “MACROESTRUCTURAL”?


Cuando es cuestión de relaciones interoracionales inmediatas o rela­
tivamente simples, no se trata de una modificación cualitativa deci­
siva del modelo sintáctico. Pero las cosas cambian notablemente cuan­
do se hace intervenir, por .ejemplo, fenómenos vinculados con la argu­
mentación.17 En este caso, se define en realidad una unidad global
de un nivel superior, un texto que es algo más que las relaciones inter-
cracicnales stricto sensu. Aquí hay dos cosas muy diferentes: las regula­
ridades sintácticas que intentan destacar, por ejemplo, los que estu­
dian la anaforización exigen ser puestas en relación con un contexto
más amplio que la oración para poder dar cuenta de ellas, pero “es
posible plantear la existencia de relaciones entre oraciones sin llamar
«texto» a la entidad superior de la cual estas relaciones serían ele­
mentos constitutivos”, como escribe el lingüista alemán E. Lang.18
Este autor da diversas razones que no obstante le parecen demos­
trar la necesidad de construir una “gramática de texto”, concebido
este como ‘ resultado de operaciones de integración” 19 Menciona Lang
las siguientes propiedades de los textos:
—hacer perder la ambigüedad a las oraciones;
—el texto contiene otros presupuestos e implicaciones que los
de las oraciones que lo componen;
—el texto tiene otras posibilidades de paráfrasis que la oración (pro­
blema de los resúmenes, en particular).
17. Por ejemplo, W. Thümmel, “Verüberlegungen zu einer Textgrammatik:
Koordination und Subordinaron” [Reflexiones sobre una gramática de texto:
coordinación y subordinación], 1970, reproducido parcialmente en Langages 26,
p. 69.
18. Art. cit., p. 76.
19. I b í d p. 78.

180
A PROPÓSITO DE LA GRAMÁTICA DE TEXTO

Existen así, en la “competencia” del hablante, las operaciones


correspondientes que intervienen en la construcción de la significación
del texto:
—integración en una “superestructura semántica” de las inter­
pretaciones semánticas de las oraciones particulares;
—establecimiento de las condiciones de compatibilidad entre los
presupuestos y lo explícito de un texto y los de las dracioses aisladas;
—establecimiento de relaciones de equivalencia (entre otras)
entre fragmentos de longitud variable, hasta la comprensión de la
coherencia del texto.
El texto es entonces considerado como una unidad específica, de
un nivel superior al de la oración.
Yendo más adelante en este sentido, encontramos los procesos de
“macroestructuración”, según la expresión de T. Van Dijk: la cohe­
rencia textual no se determina solamente en el nivel de relaciones
interoracionales “lineales” (como la anaforización), sino que puede sos­
tenerse la hipótesis de que se determina también en un nivel macro-
estructural, considerando el texto “globalmente”. Con esto, el autor
sale de la problemática estrictamente sintáctica de las relaciones inter­
oracionales y se coloca en un punto de articulación entre la lingüística
y las otras ciencias humanas. Lo importante es no mezclar sin control
estos puntos de vista diferentes. Desgraciadamente, no es fácil dife­
renciar y articular estos aspectos.
El interés del análisis del discurso se inclina espontáneamente
hacia los factores de estructuración global de los textos. Estos factores
son múltiples y toda construcción de una tipología de los discursos
está obligada a sacarlos a la luz. Entre ellos, hay dos que correspon­
den a modos omnipresentes de organización textual: la narratividad
y la argumentación. Lo que particularmente retiene aquí la atención
de los investigadores es el juego a la vez riguroso y flexible de las
restricciones. En las páginas que siguen nos ocuparemos (muy some­
ramente) de estos aspectos. Lo cual no significa que las relaciones
interoracionales se limiten a ellos, ni que el estudio de la estructura de
los textos pueda permitirse descuidar los aspectos más directamente
lingüísticos de las preocupaciones de la gramática de texto. Lo que
interesa para el análisis del discurso no es solamente construir un
modelo de la “competencia textual” (si es que existe tal competencia)
sino también ver cómo son explotados los recursos del sistema de la
lengua en determinado discurso o tipo de discurso, considerando sus
condiciones de producción.

181
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

2. LA ARGUMENTACIÓN

Hoy en día, el campo de la antigua retórica despierta un interés


renovado que se concentra particularmente en dos aspectos: el que
se relaciona con la teoría de los tropos (figuras), por un lado, y el
que corresponde a la argumentación, por otro. En este segundo aspec­
to nos detendremos por algunas páginas.
La argumentación, como la narratividad, constituye un factor
muy notable de coherencia discursiva: una argumentación se define
como una acción compleja finalizada; este fin coincide con la adhe­
sión de los oyentes a una tesis presentada por el hablante y que da
lugar a un encadenamiento estructurado de argumentos. Esta finalidad
se alcanza a través de una serie de “subfinalidades”, que son los
diferentes argumentos, ligados por una “estrategia” global. Frecuen­
temente existe una jerarquización de los argumentos: tal argumento
contribuye a establecer tal otro, situado en un nivel superior, y así suce­
sivamente. Además, las relaciones entre las diversas proposiciones obe­
decen a mecanismos de número finito, estudiados desde hace mucho
tiempo, ya sea que se trate de un sistema formal (con axiomas y
reglas de deducción), ya sea que se trate de enlaces mucho menos
rigurosos que se mueven en el marco de la simple verosimilitud (como
es el caso en la mayoría de las argumentaciones).
Ahora bien, en el nivel del análisis del discurso se encuentra el
mismo peligro que en el nivel de las difíciles relaciones que existen
entre lógica y lenguaje: el peligro “reduccionista”. Una perspectiva
reduccionista consiste en pensar que el núcleo, la esencia profunda
del lenguaje, constituye un lenguaje lógico simple: desde una pers­
pectiva semejante, todo lo que no pudiera reducirse a eso correspon­
dería a los caprichos del uso, a fenómenos superficiales, etc. Tal acti­
tud es muy impopular entre los lingüistas, que están prontos a denun­
ciar todo “paralelismo lógico-gramatical”. Sin embargo, esto no debe
conducir a' caer en el exceso opuesto: diremos pues, siguiendo a
Oswald Ducrot, que la función fundamental de la lengua no és cier­
tamente de orden lógico, pero que la lengua tiene, no obstante, una
función lógica. (Al hablar de “la” lógica cometemos una escandalosa
simplificación, puesto que en realidad existe una multitud de siste­
mas lógicos.)
La confrontación entre lengua natural y lenguaje lógico permite
captar la imposibilidad de reducir el lenguaje a una lógica. Es así como,
para dar un ejemplo elemental, se comprueba que el conector proposicio-
nal A (conjunción) es conmutativo (poco importa que se tenga
A A B o B A A, ya que A y B deben ser simultáneamente “ver­
daderos”); en la lengua, en cambio, la conjunción y toma a menudo
un valor cronológico que no permite la conmutación. Igualmente
182
A PROPÓSITO DE LA GRAMÁTICA DE TEXTO

puede atacarse la expresión de la noción de “condición suficiente” o


la noción de causalidad.20 De todas maneras, el resultado es siempre
el mismo: una noción lógica unívoca y simple parece disolverse pro­
gresivamente en la complejidad del funcionamiento de la lengua.
Esta no puede, particularmente, usar premisas falsas y obtener argu­
mentos válidos, ni unir por medio de un conector proposiciones que
no tengan una proximidad semántica suficiente. ó
Es indudable, en cambio, que existe una función argumentativa
en el lenguaje, función que apunta, por ejemplo, a llevar al interlocutor
a sacar tal o cual conclusión. En otras palabras, ciertos morfemas,
giros, etc. hacen más que trasmitir un contenido semántico: cumplen
un papel argumentativo. Ducrot habla también de un “acto ilocutorio
de argumentación” 21 y estudia algunos de sus aspectos. Dice, por
ejemplo, a propósito de puisque [ya que] y mais [pero]: “Para descri­
bir la conjunción puisque, hay que señalar que al decir A puisque B,
yo no me contento con informar al destinatario que el contenido A
está necesariamente implicado por el contenido B, sino que, dejando
constancia del hecho de que él admite B, y refiriéndome a la impli­
cación de A por B, lo intimo a admitir A. Por lo tanto, no es sufi­
ciente decir que puisque, en vista de su significación, puede ser utili­
zado para cumplir el acto de argumentar. En realidad, su significa­
ción es servir para cumplir ese acto (y en eso mismo reside su especi­
ficidad en relación con si [si] o parce que [porque]). Del mismo modo,
no es posible comprender el rol de la conjunción mais si vse dice
solamente que ella señala la oposición de las dos proposiciones que
une. Por esta razón, hemos propuesto describir A mais B como A, tú
tiendes a sacar de A una cierta conclusión r; no debes hacerlo, pues
B, tan verdadero como A, sugiere la conclusión no-r. Así, el enunciado
A mais B supone que, en el espíritu de los interlocutores, hay al menos
una proposición r, para la cual A es un argumento, y B, un contraar­
gumento. Dicho de otro modo, el enunciado contiene en sí mismo una
alusión a una caracterización argumentativa de las proposiciones que
lo constituyen”.22
Obviamente, los recursos argumentativos del francés no se limitan
a puisque y mais: con esto no hacemos más que dar el sentido de un
proceso que concierne a una multitud de fenómenos lingüísticos tradi­
cionalmente considerados como “marginales”, en la medida en que
solo se prestaba atención al valor puramente informativo de su con­
tenido.
Si ahora nos situamos en el plano del discurso, las cosas se pre­
sentan a la vez como más simples y más complejas. Más simples,
porque el contexto reduce la polivalencia de los elementos que tienen
20. Como hace O. Ducrot, por ejemplo, en La prcuve et le dire, J. P.
Delarge ed., Mame, 1973, capítulo V.
21. I b í d p. 226.
22. Ibídem.

183
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

una función argumentativa, pero también más complejas porque la


argumentación no es más que una de las redes que constituyen el
discurso y su estructura; sus particularidades solo cobran sentido en
su confrontación con las otras redes v, más allá, con las condiciones
de producción.
Si se emprende un camino heurístico que vaya de la lógica a los
discursos, o a los tipos de discursos, se encuentran dificultades muy
reveladoras. Así, por ejemplo, el estudio que con fines pedagógicos
realizaron Y. Blum y J. Brisson 23 sobre la relación de implicación en
el discurso publicitario nos ofrece una buena ilustración de la dife­
rencia entre la variedad de las estructuras lingüísticas y la simplicidad
de las estructuras lógicas. Registran no menos de una decena de giros
diferentes:
1. S i. . . entonces (muy raro)
2. Todo A . . . es B Tout ce qui est opérationnel est nótre [Todo lo que
es operativo es nuestro!.
3. Basta con A para B Pour faire glacer Danino, il suffit de le mettre
au freezer [Para hacer congelar a Danino basta
ponerlo en el freezer].
4. Imperativo + proposición Exigez la marque Société et vous aurez un tres
bon roquefort [Exija la marca Société y tendrá
usted un muy buen roquefort].
5. N y (Proposición) Ariel et la fumée devient fraicheur [Ariel, y el
fumar se vuelve frescura].
6. Un simple (N) Un simple shampooing Récital peut faire vivre le
chátain de vos cheveux [Un simple lavado con
Récital puede hacer vivir el castaño de sus ca­
bellos] .
7. Con N (Proposición) Avec la publicité, vous étes informé [Con la publi­
cidad, usted está informado]. Avec Déodorily on
ne sent plus le temps passer [Con Déodoril no se
siente más pasar el tiempo].
8. ( Inf.) cest (Inf.) L’ouvrir, cest entrer dans la mode [Abrirlo es
entrar en la moda].
9. (Inf.) o (Inf.) Vivre á 3.000 m ou boire Evian [Vivir a 3.000
metros o beber Evian].
10. N . . . (grupo nominal) Banania . . . du ressort pour ¡a journée [Banania .. .
energía para la jornada].
11. N (foto) After-shave X (foto de un atleta).
Se comprueba en primer lugar que hay un deslizamiento constante
de la condición suficiente (sí usted compra tal producto, obtendrá tal
resultado) a la condición necesaria (si usted quiere tal resultado,
23. Langue F ranQaise 12, p. 83.

184
A PROPÓSITO DE LA GRAMÁTICA DE TEXTO

entonces necesita tal producto). Los autores ven en esto una ley gene­
ral del discurso: el destinatario tiene tendencia a creer que se le
comunica un máximo de información y hace de si un si y solo si.
De hecho, es imposible disociar el giro sintáctico utilizado del
contenido mismo de cada mensaje publicitario. Comparemos, por
ejemplo, 2) y 6), que se oponen claramente, aun despojados de sus
contextos. El adjetivo calificativo opérationnel, con tgjdo lo que supone
de eficiencia “científica”, remite a la figura discursiva de un enun­
ciador infalible y eficaz: de allí un mensaje lapidario, unívoco, que no
deja lugar a dudas (todo X es Y). En cambio, en 6), se ve fácilmente
que simple es polivalente: tiene una función lógica, la de expresar la
condición suficiente (basta Récital para...), pero conserva su valor
semántico (simplicidad) y toda la carga eufórica que éste conlleva
(naturalidad, pureza, etc.); además, un simple + sustantivo (cf. un
simple soldat [un simple soldado], un simple particulier [un simple
particular], etc.), según el Dictionnaire du frangais contemporain,
significa: “que es solamente lo que indica el nombre”, contraste entre
esta simplicidad y la amplitud del resultado (hacer vivir el castaño).
Hay pues, a la vez e indisolublemente, valor lógico, euforia semántica
(vinculada con la relación codificada simplicidad/vida) y argumento
de eficacia; en este aviso, la posición de un enunciador modesto, bo­
rroso, que se excluye del mensaje para no dejar subsistir más que dos
realidades —usted (o más bien sus cabellos) y Récital—, es todo lo con­
trario de 2), que excluía el usted del mensaje para poner delante,
agresivamente, al enunciador. No es difícil desentrañar una organiza­
ción lógica en el discurso publicitario (consistente en una trivial
implicación), pero este rasgo específico, y fundamental, no alcanza
al funcionamiento efectivo del mensaje publicitario, en el cual la
función puramente referencial, informativa, es tan indispensable como
secundaria.
Si, a la inversa, se parte de un discurso particular y se intenta
desentrañar su estructura argumentativa, se encuentran idénticas difi­
cultades. M. J. Borel y G. Vignaux hablan de “atravesar la superficie
lingüística hacia la organización de los contenidos” (organización ar­
gumentativa—D. M.) ;24 esta fórmula presenta problemas desde el mo­
mento en que se trata de análisis del discurso. Está perfectamente
justificada cuando se estudia en sí misma la estructura del razona­
miento natural, pero es equívoca cuando se estudia un discurso par­
ticular. No basta construir una armazón lógica, es necesario estudiar
su función en el discurso. En otras palabras, el análisis lógico no
permite alcanzar una mítica “esencia” del discurso que quedaría oculta
por la variedad superficial de las estructuras lingüísticas: este es sólo
un nivel de análisis, integrado en una explicación “globalizante”.
Consideremos, por ejemplo, el análisis que hacen Borel y Vignaux
de este muy breve texto de Georges Pompidou: “Cette histoire est
24. Langtte FranCaise 12, p. 68.

185
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

insupportable. J ai été six ans Premier ministre et je n’ai jamais rencontré


un truand á qui jaie remis une carte de policier”.25 Se considera que
este texto refuta la proposición: “existe una policía paralela”. Una
vez trascripta en el formalismo de la “lógica natural”,26 esta argumen­
tación contiene no menos de 21 líneas: premisas, posición de la alter­
nativa, demostración; no la reproducimos aquí porque su explicitación
sería demasiado larga. Este análisis trasforma ese texto elíptico en
una deducción total explicitada y coherente. Esta reconstrucción del
discurso es satisfactoria para poner a prueba un mecanismo lógico pero
no puede ser suficiente en una perspectiva de análisis del discurso: la
perfección formal encubre en realidad lo que constituye la especifi­
cidad de ese discurso. El sacar a la luz la argumentación no es sino
un paso previo indispensable que permite plantearse cuestiones mucho
más elaboradas sobre el funcionamiento de ese discurso: cuáles son
las premisas; si son explícitas; en qué se basan (autoridad del enuncia-
dor, hechos, ideas recibidas); en qué se apoya el valor persuasivo de
los argumentos; qué relación hay entre la estructura de la argumen­
tación, el auditorio al que se dirige el hablante, el orden superficial
del enunciado; etcétera.
Cada discurso permite plantear tal o cual tipo de cuestiones, en
función de las preocupaciones del analista. Consideremos otro ejemplo:
Al analizar la segunda Provincial de Pascal,27 Oswald Ducrot se
enfrenta con un discurso aparentemente inverso del que acabamos de
ver: no se trata en absoluto de un discurso superficialmente poco
estructurado y cuya relación con la estructura argumentativa sea muy
indirecta; por el contrario, el razonamiento aplicado es totalmente ex­
plícito, perfectamente riguroso, y obedece sin la menor dificultad a las
reglas del más ordinario cálculo de los predicados. Parece que se ha
alcanzado la “esencia” del texto, ya que este no ha sido para nada
desestructurado y él mismo adopta voluntariamente una forma lógica
rigurosa para ser irrefutable. Sin embargo, el análisis del discurso no
aceptará la ley que así le impone el discurso: lo que presenta problema,
lo que hay que “trabajar”, es precisamente esta tranquilizante perfec­
ción lógica, en lugar de quedarse satisfecho con ella (invocando el
“genio de Pascal”, geómetra de genio que clarificó cuestiones embro­
lladas por la ignorancia de torpes teólogos).
Ducrot señala en efecto una falla: “Pascal, en esta discusión, toma
la palabra suffisant [suficiente] en el sentido técnico de los matemá­
ticos, sentido que no es el de lenguaje ordinario”.28 Lo mismo sucede
25. “Esta historia es insoportable. He sido primer ministro durante seis
años y nunca he encontrado un truhán al que haya entregado una tarjeta de
policía.” (N. de la T.)
26. Es el formalismo lógico que ha puesto a punto J. B. Grize, adaptando
la lógica clásica a los procedimientos naturales de razonamiento.
27. En la Segunda Provincial, Pascal discute la posición de los dominicos
acerca de la “gracia suficiente”.
28. Langue Frani'aise 12, p. 90.

186
A PROPÓSITO DE LA GRAMÁTICA DE TEXTO

con el adjetivo nécessaire [necesario]. Pascal hace así “deslizarse” el


sentido de estos adjetivos, y gracias a ese deslizamiento llega a resolver
un problema que, planteado en sus términos habituales, no es soluble
dentro de una deducción de tipo matemático. Ducrot saca en conclu­
sión que Pascal “ilustra la actitud reduccionista”.
Así es, pero para el análisis del discurso es necesario dar cuenta
de este fenómeno tomando en consideración las condiciones de pro­
ducción: el ‘‘golpe de fuerza” discursivo que constituye el desplaza­
miento del problema de la gracia divina hacia una formulación lógica
remite a la figura del enunciador, del receptor, a la ideología que
le sirve de base, etc. El desconocimiento de las reglas propias del
discurso teológico (paradojas, juegos de palabras, ambigüedades,
etc.) está unido a la aparición de un discurso racionalista que ocupa
el lugar de aquel, pero también a la figura del “honnéte homme” no
especialista que se dirige a las personas decentes por el canal de un
lenguaje clásico totalmente trasparente, que analiza perfectamente la
representación. Y como el “buen sentido” es algo que todos comparten,
el discurso sobre la gracia puede desplazarse al área mundana. El des­
lizamiento de sentido que ha señalado Ducrot no es en realidad más
que el síntoma de un cambio global de “régimen discursivo” y no la
alteración de algunos significados (por lo demás, el análisis de Ducrot
es un tanto simplificado^ al comparar el discurso de las Provinciales
con el lenguaje ordinario, sin introducir la instancia determinante que
es el discurso teológico).
La argumentación constituye pues un nivel de análisis privile­
giado, pero que de ninguna manera puede ser disociado del funciona­
miento global del discurso y de sus condiciones de posibilidad: un
silogismo puede ser aplicado tanto en un mensaje publicitario como
en un discurso filosófico, con una incidencia totalmente diferente en
cada caso.
En el plano descriptivo solamente, es imposible hacer abstracción
del hecho de que el discurso argumentativo está “en situación” y sos­
tenido por un sujeto de enunciación: la argumentación “hace intervenir
la actividad del sujeto y la del auditorio en la construcción misma del
discurso”;29 “estar en situación para el discurso significa que el hablante
integra en su enunciación no solo un cierto número de elementos situa-
cionales que le parece necesario introducir a título de premisas, sino
que también trata como presupuestos aquellos que estima conocidos
por su interlocutor”.30 Aquí podemos remitir asimismo a las “forma­
ciones imaginarias” de Micheí Pécheux y a las “ubicaciones” que ellas
suponen.
Retórica y situación
Ahora bien, la retórica aristotélica, así como sus desarrollos re-
29. G. Vignaux y M.-J. Borel, art. cit., p. 72.
30. I b í d p. 77.

187
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

cientes (C. Perelman), insiste mucho en estos problemas vinculados


con la situación. Así es como Perelman distingue diferentes estatus
en las premisas a las cuales se refiere la argumentación. Al hacer esa
lista, Perelman destaca el hecho de que el hablante, para construir su
argumentación, parte de una '‘base”, de una especie de punto de
acuerdo que él supone que tiene con el auditorio:
Los hechos: son los objetos de acuerdo universal, reconocidos por el auditorio.
Para Perelman, nohay ningún criterio “que nos permita, en todas
las circunstancias, e independientemente de la actitud de los oyen­
tes, afirmar que una cosa es un hecho”.
Verdades: sistemas más complejos relativos a enlaces entre hechos (teoría
religiosa, etc.).
Presunciones: cosas admitidas por el auditorio, vinculadas a lo normal, lo vero­
símil, pero cuya validez conviene reforzar.
Valores: objetos, seres ideales que se usan para incitar a la acción (la jus­
ticia, etc.).
Jerarquías jerarquías reconocidas entre valores (el Hombre es superior al
de valores: anim al. . .).
Lugares: premisas muy generales, rúbricas vacías, moldes para producir
argumentos concretos para discursos determinados; por ejemplo,
“el lugar de la cantidad”: una cosa vale más que otra por razones
cuantitativas. Este lugar se opone a menudo al “lugar de la calidad”:
tal cosa vale más que tal otra por razones cualitativas. Así, en las
elecciones presidenciales de 1974, los vencedores se atenían a la
cantidad (“nosotros somos la mayoría”), mientras que los vencidos
les respondían con la calidad (“nosotros representamos a la Francia
activa, joven . . . ” ).
Conviene sobre todo ver en esta clasificación que la argumenta­
ción es absolutamente indisociable de la situación de enunciación, es
decir del estatus del hablante y de los oyentes, pero también de las
creencias de esos oyentes, de los valores en uso en la comunidad en
cuestión, etc. Los “lugares” tienen tendencia a consolidarse, a producir
siempre los mismos contenidos; estos “lugares comunes” varían en
función de las épocas, de los auditorios, de los tipos de discursos de que
se trate. ¡Soñar con el estereotipo de la virtud de los viejos romanos
opuesta a la decadencia de estos tiempos! Son fragmentos destacables,
como las citas estereotipadas, de probada eficacia.
La argumentación se mueve por lo general dentro de lo verosímil,
el éndoxon según Aristóteles (es decir, lo que es conforme a la doxa,
la opinión común) y usa así enlaces específicos, como la analogía
(A es a B lo que C es a D) u otros menos caracterizados. Hay argu­
mentos de un tipo particular, campo de elección para el análisis del
discurso: el ejemplo, la ilustración, el modelo (según la terminología
de Perelman).
188
A PROPÓSITO DE LA GRAMÁTICA DE TEXTO

• La generalización a_ partir de un ejemplo es un tipo de argu­


mento corriente. En la argumentación se inserta la narración en forma
de anécdota. Puede tratarse de ejemplos históricos, ficticios, de recuer­
dos personales, etc. El ejemplo, para ser verosímil, busca tomar como
protagonista a un personaje reconocido por la comunidad.
• La ilustración no apunta a establecer una regja por generali­
zación sino a reforzar una regla mostrando su interés por la variedad
de sus aplicaciones: “Desde que he sido elegido, toda m bien:
(ilustración):
1. Hay asilos.
2. Los ancianos tienen calefacción”, etcétera.
• El modelo constituye un paradigma para el auditorio, que reco­
noce que ese modelo es una incitación imperativa a imitarlo: así, en
la época de la Revolución Francesa, Catón y Bruto eran modelos del
republicanismo más puro, mientras que César era considerado el
antimodelo correspondiente.
La “dispositio”
En un nivel “macroestructurar, no puede ignorarse que existen
reglas que gobiernan la organización global de la argumentación. En
la retórica clásica, la “dispositio” distribuía estas grandes partes del
discurso. Tradicionalmente se distinguían cuatro:
a) exordio: apelación a los sentimientos de benevolencia del audi­
torio, anuncio del plan;
b) narratio: relato de los hechos involucrados en la causa;
c) confirmatio: exposición de los argumentos;
d) epílogo: resumen y apelación a los sentimientos.
No pretendemos que este ordenamiento sea pertinente para todas
las argumentaciones, pero señalamos solamente este problema: para
todo tipo de discurso existe una distribución de las partes específicas
que el análisis del discurso debe sacar a la luz (no olvidemos que
nuestra cultura occidental está profundamente impregnada de las
leyes de la retórica y que conviene no ignorarlas cuando se abordan
textos “antiguos”).
El estudio de un corpus de textos publicitarios que ensalzan diferentes
cremas de belleza nos ha permitido, por ejemplo, desentrañar el esquema de
“dispositio” siguiente: l 9 Cuadro de las agresiones que la vida moderna y la
intemperie hacen sufrir a la piel. 29 Aparición y descripción de una crema capaz
de remediar esos daños. 39 Cómo actúa esa crema sobre la piel. 49 Cuadro de
los resultados del tratamiento sobre la piel. Este esquema se encuentra, con
variaciones superficiales, en muchos textos, que desarrollan más o menos deter­
minada parte. Pero existen otros tipos de “dispositio” para elogiar el mismo
producto. No hay que tratar de encontrar “la dispositio de las dispositiones”, para

189
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

aplicarla mecánicamente a todos los textos de ese tipo, pasados, presentes o


futuros: la “dispositio” no es más que uno de los aspectos del funcionamiento
global del texto publicitario y solo puede ser estudiada dentro de ese funciona­
miento. No existe “argumento en sí”, y la eficacia de un argumento no vale sino
en un contexto netamente definido.
En la exposición de los argumentos, hay diversos órdenes posi­
bles: del más débil al más fuerte, del más fuerte al más débil, el más
débil en el medio, orden cronológico, orden de exaltación del orador,
etc. Aristóteles hace del “ejemplo” un mal menor en la argumentación;
por ser pura inducción, es un argumento débil; en consecuencia, sólo
será eficaz si se le sabe elegir el lugar: si se coloca el ejemplo antes
de las deducciones, estas perderán su crédito, mientras que, colocado
después, parecerá un “testimonio”. Pero si solo se dispone de “ejemplos”
para convencer, habrá que reunir muchos para simular una generali­
zación, que de todas maneras es imposible. Esta “sintaxis” de los argu­
mentos no puede ser disociada arbitrariamente de las condiciones de
producción del discurso. Para dar un ejemplo simple, el grado de
complejidad de los encadenamientos de argumentos está vinculado
con la capacidad receptiva del auditorio (lo que Aristóteles enunciaba
así: “la función de la retórica es tratar tem as... ante oyentes que no
tienen la facultad de inferir por numerosos grados ni de seguir un
razonamiento a partir de un punto alejado”, 1357 a 1). La organización
de la argumentación remite a una hipótesis sobre el auditorio.
El mismo Aristóteles establece, por ejemplo, una relación entre
el recurrir a la ‘máxima” (tipo de discurso), el estatus del hablante
y el del auditorio: usar máximas no sería eficaz si el hablante fuera
joven, o el auditorio (o los dos). En efecto, la ideología atribuve la
experiencia a los viejos y el ardor a los jóvenes: conviene no oponerse
a las restricciones ideológicas de la comunidad a la que se apunta.
Hay pues una relación entre la “formación imaginaria”, ligada a los
protagonistas, y la tipología de los discursos.
No basta entonces desentrañar una estructuración argumentativa
en un texto para pretender haber desentrañado su “esencia”: el uso
de los procedimientos de argumentación remite a múltiples funciones,
según el estatus del discurso considerado.

190
A PROPÓSITO DE LA GRAMÁTICA DE TEXTO

3. ESTRUCTURAS NARRATIVAS

Otro factor de coherencia textual, muy estudiado también y no


menos importante, está constituido por los problemas de “narrativi-
dad”. En efecto, la narratividad está lejos de concernir solamente a la
historia o las novelas: ella define igualmente un conjunto de textos no
literarios y cotidianos. Toda la dificultad consiste precisamente en
articular gramática narrativa y gramática textual una con otra.
Suponemos que el lector conoce las principales investigaciones
que se desarrollaron a partir de la obra de V. Propp.31 Recordemos
solamente que, en esos trabajos, se intenta considerar un corpus de
relatos que se da por sentado que es homogéneo (el Decamerón,
determinados cuentos maravillosos, determinado tipo de cuento maravi­
lloso, etc.) como otras tantas realizaciones superficiales de una especie
de modelo invariante, pensado como una secuencia de “unidades na­
rrativas elementales”, que Propp denomina “funciones” y que define
como acciones (Partida, Recompensa, etc.). El modelo de Propp ha
sido considerablemente flexibilizado32 pero con todo, queda de él la
hipótesis fundamental de que las posibilidades narrativas son limita­
das en el absoluto y lo son tanto más cuanto más fina es la tipología
en cuestión; como para el estudio de la lengua, se revela en el universo
narrativo un juego de restricciones.
No es de extrañar que H. Isenberg, después de haber estudiado
lo que él llama “texto de una sola oración”, pase a estudiar textos de
varias oraciones empleando “funciones narrativas”.33 No toma como
punto de referencia los trabajos de Propp, sino las sugestiones de
sociolingüistas norteamericanos —Labov, William, Waletzky—, que ha­
bían distinguido, bastante informalmente, cinco “funciones” encadena­
das en los relatos orales de aventuras personales hechos por hablantes
poco cultos: la orientación, la complicación, la evaluación, la resolución
y la moraleja. Isenberg trata de integrar estas funciones en la gramática
de texto, en tanto que unidades que definen un nivel de coherencia
discursiva superior al de las oraciones aisladas, siguiendo en eso la
idea de que se trata de factores que determinan la estructuración
global de un texto: “Se trata de elementos de la comunicación que no
forman directamente parte de la estructura propiamente semántica
de las oraciones de superficie, pero que aparecen como nudos que
las dominan”.34 La manera de integrar estas “funciones” es muy ele­
mental pero, intuitivamente, responde bien a la idea de que se trata
31. Morfología del cuento, Buenos Aires, Juan Goyanarte, 1972.
32. Ver en particular las críticas de C. Brémond en Communications 8, 1966.
33. Der Begriff “Text" in der Sprachtheorie ÍE1 concepto “texto” en la
teoría del lenguaje], 1970 (citado en Langages 26, p. 73).
3 4 . Langages 26, p. 73.

191
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

de unidades de un nivel superior: en un texto (T) que obedezca al


orden canónico de las cinco funciones, tendremos el árbol siguiente,
en el cual las letras minúsculas representan oraciones de superficie:
Texto

O O O O O O O

a b c d e f g
Ese árbol podría corresponder a la siguiente redacción escolar que analiza
Isenberg:
—Orientación:
a) Hace tres años, salí a pasear con mi hermano.
b) Vagabundeábamos por las calles de Leipzig y no prestábamos atención
al tránsito.
—Complicación:
c) De repente mi hermano me tiró a un costado.
—Evaluación:
d) En una esquina, habíamos querido cruzar sin prestar atención.
e) El semáforo estaba en verde.
—Resolución:
f) Mi hermano y yo igual llegamos a tiempo a la otra vereda.
— Moraleja:
g) Desde ese día, nunca cruzo la calle cuando el semáforo está en verde.
Para el análisis del discurso se trata de un fenómeno esencial:
como la argumentación, la narración se presenta como un encadena­
miento de actos finalizado, cuyas articulaciones mantienen relaciones
elementales codificadas. En otras palabras, esta macroestructuración
narrativa organiza las microestructuras lingüísticas. Surgen dificulta­
des: qué reglas enlazan estos dos niveles de organización, cómo con­
cebir las relaciones entre esta “gramática narrativa” y las gramáticas
lingüísticas (comprendidas en ellas las gramáticas “textuales”). Se
habla, en efecto, comúnmente de “sintaxis narrativa”, de “proposición
narrativa”, de “actantes”. La homología entre las dos gramáticas es
aun más clara cuando se trata de una gramática lingüística sintáctico-
semántica del tipo de la de Fillmore; se sabe que A. J. Greimas ha
tomado de la sintaxis, para su teoría narrativa, el concepto de
“actantes”; del mismo modo, la gramática de los casos emplea los
192
A PROPÓSITO DE LA GRAMÁTICA DE TEXTO

‘roles”, como la gramática narrativa (los roles de "agente”, de “bene­


ficiario”, por ejemplo, son comunes a las dos teorías). Un trabajo
considerable debería ser por lo tanto llevado a cabo para estudiar
la interacción estructural de los conceptos de la lingüística y de la
gramática narrativa.
Consideremos por ejemplo la gramática narrativa de C. Brémond.
Este trabajo presenta la ventaja de aparecer como ufca empresa siste­
mática, aunque no todos los investigadores comparten sus puntos de
vista. La grilla que este enfoque permite construir constituye un nivel
de estructuración global. Así, la ‘proposición narrativa”, que repre­
senta el papel de la “frase mínima” de la lingüística, tendría la estruc­
tura siguiente:35
nombre de las personas
conexión proceso fase del volición agente paciente
sintáctica proceso
eventual voluntario
en acto involuntario
efectivo
Este esquema es muy abstracto, pues “agente” y “paciente” son
especificables en una lista estructurada y finita de “roles narrativos”
elementales universales. Así, los “pacientes”, que son los que son
afectados por procesos modificadores o conservadores, se dividen en
paciente influido, beneficiario, víctima. Los agentes, en agente influ­
yente, mejorador, degradador, protector, frustrador. A su vez, el influ­
yente puede ser especificado en informador, disimulador, seductor,
intimidador, obligador, etc. El análisis de los roles narrativos permite
distinguir una cincuentena de “procesos” correlativos, ya que el “rol”
no existe sino en y para el relato. Una metafísica de las facultades del
ser humano (poder de iniciativa, mérito y demérito, etc.) hace posible
una organización racional de estos procesos; por ejemplo, si se atribuye
un valor al devenir del sujeto-paciente, la modificación es especificada
en mejoramiento/degradación, y la conservación, en protección/frus­
tración.
A estas “proposiciones narrativas” hay que agregar además rela­
ciones interoracionales, que Brémond dibuja de la manera siguiente:

35. Logique du récit, p. 310.

193
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

Proposiciones narrativas
________ I______________
I-----— subordinadas
independientes
i____
I— 1— ! I-----
simultáneas sucesivas simultáneas sucesivas
( simul) (post)
lógicas físicas lógicas físicas
(vel) (conte- (impli- (causalidad)
nido) cación)
causa causa
positiva negativa
(medio) (obstáculo) 36
Las proposiciones independientes son las que sólo pueden ser
ordenadas cronológicamente. La relación de subordinación tiene un
carácter “lógico” (cuando, por ejemplo, una proposición implica a otra)
o "físico” (cuando un acontecimiento es causa de otro, por ejemplo).
En cuanto a la causalidad, la causa puede ser, para un personaje,
medio de cumplir un fin (el efecto) u obstáculo para realizar ese fin
(el efecto es el fracaso). Es imposible entrar en detalles; veamos sólo
un ejemplo:37 la fábula de La Fontaine Febo y Bóreas (VI, 3).
sintaxis proceso oración volición agente paciente
Propo­ — degradación act. vol. Bóreas viajero
sición 1 obstáculo
degradación: protección act. vol. viajero viajero

término
protección: protección ef. vol. viajero viajero
efecto
protección: degradación ef. vol. Bóreas viajero
El agente (Bóreas) acomete la empresa de infligir a otro (el
viajero) una degradación de su suerte (proposición 1). Bóreas choca
con la obstrucción del otro (obstáculo), que acomete la empresa de
protegerse y logra protegerse. Bóreas fracasa (ef.) así involuntaria­
mente (vol.) en esta empresa de degradación. Hay que enfrentarse,
pues, con un léxico y una sintaxis, sintaxis de doble nivel (el de la
proposición elemental y el de las relaciones entre proposiciones).
Las reflexiones sobre la gramática de texto y la gramática narra­
tiva están estrechamente ligadas, y es también en el mismo marco, el
36. Ibíd., p. 321.
37. Ibíd., p. 318.

194
A PROPÓSITO DE LA GRAMÁTICA DE TEXTO

de la gramática generativa, que ciertos autores buscan articularlas


entre ellas. Lo que está en juego en esta investigación es definir una
homogeneidad en la formulación de estas gramáticas. Gramática de
texto y gramática narrativa se basarían así en el mismo aparato formal,
con todas las ventajas que ello implica. Lo cual no tiene nada de
sorprendente: las investigaciones semióticas, en general, son tributarias
de la lingüística, de la cual toman conceptos y métodos (de este hecho
proviene la acusación de “imperialismo de la lingüística* cuando esos
préstamos ganan la totalidad del campo de las ciencias humanas). La
gramática narrativa ha conocido, pues, una especie de estadio “estruc-
turalista”, y ahora hace abundante uso de los conceptos de la gramá­
tica generativa y trasformacional; así es como, después de haber
introducido la noción de "proposición narrativa”,38 Tzvetan Todorov
introdujo la de “trasformación narrativa”.39 Numerosos teóricos de la
gramática de texto sustentan al mismo tiempo una “gramática narra­
tiva generativa”. El más prolijo de ellos es sin duda T. Van Dijk, que
se destaca particularmente por un copioso artículo con el significativo
título de “gramáticas textuales y estructuras narrativas”, cuya idea ge­
neral es la siguiente: “definir con ayuda de un sistema formal las
estructuras narrativas posibles y proyectar tales estructuras sobre es­
tructuras engendradas por gramáticas y lógicas textuales”.
Hay que preguntarse, sin embargo, qué es lo que se alcanza prac­
ticando una decodificación tal en términos de sintaxis, de “funciones”.
Esta estructuración fundamental sólo da, la mayoría de las veces, una
capa muy delgada del contenido del “texto narrativo” tomado en su
totalidad: como la estructura de la argumentación, la capa de narra-
tividad constituye, en el mismo carácter que la lengua propiamente
dicha, un juego riguroso de restricciones a priori a partir de las cuales,
o más bien a través de las cuales, el texto puede construir sus signi­
ficaciones propias. El texto narrativo constituye, según las palabras
de Brémond, “un entrelazamiento de códigos entre los cuales el de los
roles es sin duda el más pobre (y a la vez el más restrictivo y el más
fácilmente descifrable)”.40 Como en el caso de la argumentación, el
análisis del discurso tiene allí un elemento explicativo esencial, dado
que el análisis opera sobre restricciones ya significativas, que recubren
y estructuran la textura toda. Por el relato se alcanza una “lógica”
narrativa. Así, pueden estudiarse los silencios de un texto (ausencia
de tal función necesaria para la coherencia narrativa), un juego de
trasformaciones (comparar, por ejemplo, “X quiere proteger a Y”, “Y
es el eventual beneficiario de una empresa de protección de X”, y “exis­
te un proceso dirigido a proteger, del cual X es el agente voluntario, e
Y, el eventual beneficiario”). De la misma manera, se puede con­
siderar qué importancia cumple el código de los roles narrativos en
38. Grammaire du Décaméron, Mouton, 1969.
39. Les transformations narratives, Poétique 3, Seuil, 1970.
40. Op. cit.y p. 323.

195
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

el sistema de interacciones de los códigos que se aplican en un texto


dado, si hay “enclaves no narrativos”, cuál es su estatus, etc. Si bien
la teoría narrativa determina un nivel de estructuración global, el
análisis del discurso no puede quedarse fijado en él y sólo debe estu­
diar su funcionamiento en un universo discursivo particular. Sin
embargo, no será muy fácil establecer la articulación entre esos códigos
diversos, ni decidir por cuál comenzar. Para Brémond, la capa narra­
tiva debe ser la primera en ser despejada en un texto; “justamente por
ser el más restrictivo y el más fácilmente descifrable, nos parece que
su análisis es el requisito previo al establecimiento de una interrogación
metódica sobre las significaciones suministradas por los otros códigos
[....]. Infraestructura del mensaje narrativo, no contiene, pero lleva
las significaciones más lábiles que motivan la exégesis”.41 Hay aquí un
problema de estrategia heurística que no puede ser resuelto sin con­
siderar el tipo de discurso en cuestión.
Quisiéramos insistir en un punto importante: en el texto argu­
mentativo es frecuente que se use un relato como argumento; en otras
palabras, las mismas unidades textuales funcionan simultáneamente
en los dos planos, argumentativo y narrativo, estando uno subordinado
al otro. Pero las cosas pueden invertirse; así, la argumentación puede
no ser sino el medio utilizado por un influyente que busca alcanzar
sus fines en un relato. En el caso de textos un tanto complejos, las
relaciones entre estos dos procesos de estructuración global pueden
ser extremadamente sutiles.

41. Ibídem.

196
A PROPÓSITO DE LA GRAMÁTICA DE TEXTO

4. SOBRE LA “GRAMATICA DE TEXTO”:


ALGUNAS OBSERVACIONES CRITICAS

No podemos pensar en desarrollar aquí los progi^mas, las investi­


gaciones, a que da lugar la “gramática de texto”. Además de no tener
espacio para ello, su exposición plantea dificultades enormes; estos
trabajos s§ presentan, en general, bajo dos formas extremas: el pro­
yecto vago (por no decir utópico) y las puestas a punto de forma­
lismos de una enorme complejidad. Ambas cosas son difíciles de expo­
ner, por razones inversas. Solo queremos insistir en dos nociones omni­
presentes entre los “gramáticos de texto” (stricto sensu), ansiosos de
construir una gramática generativa de texto: las de competencia textual
y estructura profunda textual Se verá que estos conceptos no son
inocentes y se alejan peligrosamente de las necesidades de un verda­
dero análisis del discurso.

Una competencia textual


Ya hemos señalado la aparición, en la gramática de texto, de
nociones como la de “competencia textual”. De acuerdo con T. Van
Dijk, tal competencia (así como el “hablante ideal” que ella supone)
podría multiplicarse en función de la pluralidad de los tipos de textos:
el hecho de que un hablante sepa distinguir un poema de un manual
de matemática (sic), diferenciar los diversos tipos de textos, corres­
ponde a su competencia textual, expresable ella misma por una “gra­
mática generativa de texto”.42 No será de extrañar, por lo tanto, que
exista también, por ejemplo, una “competencia narrativa”. En otro
artículo,43 Van Dijk agrega que “una teoría narrativa (parcial) se
inserta en una lingüística (gramática textual); de esa gramática, ella
constituirá solamente un subconjunto de textos lingüísticos, es decir
un tipo” 44 fundado sobre el principio de que “la narratividad es una
de las facultades cognitivas, y más específicamente semióticas y lin­
güísticas, del hombre [...], competencia narrativa”. Expresiones seme­
jantes se encuentran en Jens Ihwe: una gramática generativa trasfor-
macional trasoracional engendrará “el conjunto infinito de las estruc­
turas textuales bien construidas (Ti) que son lingüísticamente descrip-
tibles [...]; la teoría narrativa tendrá, entonces, que especificar las
condiciones no lingüísticas que debe satisfacer cualquier estructura
textual seleccionada. Estas condiciones serán organizadas en una es­
42. “Foundations for typologies of texts”, Semiótica 4, 1972, VI, p. 297 s.
43. Essais de sémiotique narrative et textuelle, p. 184.
44. Op. cit., p. 191.

197
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

tructura jerárquica especificada por las reglas de la teoría narrativa”,45


estando esto sustentado, una vez más, por el principio de una “compe­
tencia narrativa”, facultad del hombre.
Gotz Wienold lleva estas ideas al extremo, al proponer “desarro­
llar un modelo d.e texto particular especificando rasgos de un modelo
general de análisis del discurso de tal manera que las propiedades
del conjunto de textos elegidos se caracterizarán por restricciones a
los rasgos del modelo general”.46 Así la narratividad sería “derivada”
de un modelo universal de Texto, especificado por “un mecanismo
formal de derivación de modelos de diferentes especies de discursos
a partir de un modelo de análisis del discurso”.47 El ideal sería derivar
todos los tipos de textos “de términos primitivos válidos para todas
las clases de textos y de reglas de formación que operaran sobre los
términos primitivos”.
Es como si el cuestionamiento que la “gramática de texto” ha
hecho de la lingüística de la oración sólo sirviera para reforzar el
estatus del “hablante ideal”: la única diferencia es que la competencia
parece multiplicarse en una pluralidad de competencias derivadas de
una “metacompetencia” universal textual de un sujeto humano uni­
versal. Esta arquitectura ideal (e idealista) sería perfectamente homo­
génea por el uso exclusivo, para su construcción, de los conceptos de
la teoría generativa. El trasfondo ideológico de tales construcciones
es evidentemente incompatible con el análisis del discurso.
Para no encerrarse en un sistema tan perfecto como inservible,
los gramáticos recurren, por ejemplo, a una oposición competencia
narrativa/ejecución narrativa: una vez definida la competencia narra­
tiva, será posible; “en una segunda etapa, emprender la elaboración
de la teoría de la ejecución narrativa”.48 La homología entre esta teoría
y la teoría generativa será completa cuando la teoría narrativa se
complete con una “situación de comunicación idealizada”, que permi­
tirá integrar todo lo que hasta ahora no ha sido posible integrar, es
decir “el emisor, el receptor, el momento, el lugar y el campo percep-
tual del enunciado, etc.”;49 en otras palabras, se agregaría una “prag­
mática” a la teoría narrativa (?).
Una “estructura profunda” textual
Paralelamente a esta esperanza de derivar todos los textos posibles
de un sistema totalmente abstracto, por una especie de generación
ideal, se encuentra la esperanza de construir para cada texto una es­
45. "Sur les fondements d’une théorie générale de la structure narrative”,
Poetics 3 (1972), p. 10.
46. “On deriving models of narrative analysis from models of discourse
analvsis”. Poetics 3, p. 15.
47. Ibíd., p. 16.
48. Jens Ihwe, art. cit., p. 8.
49. Ibíd., p. 11.

198
A PROPÓSITO DE LA GRAMÁTICA DE TEXTO

pecie de "estructura profunda” a partir de la cual se podría engendrar


la totalidad del texto.
Para Janos Petófi, por ejemplo, es necesario “un tipo de gramática que
interprete como la estructura profunda de los textos una estructura (base de
texto) en la cual un componente estructural (yo lo llamo «representación semán­
tica del texto») puede ser distinguido de la información que^eterm ina el orde­
namiento lineal del texto dado”; la “representación semántica del texto contiene
todas las unidades semánticas básicas a partir de las cuales se construye el texto
considerado, sin determinar, de todos modos, el orden final de las oraciones del
texto”.50 Y Van Dijk califica esta “estructura profunda” textual de “nivel macro-
estructural” que define la coherencia de un texto: “Los lexemas y las estruc­
turas semánticas que ellos representan son interpretados en relaciones más
globales que caracterizan al texto entero”;51 un conjunto de reglas trasformacio-
nales se considera el enlace entre la estructura profunda y la superficie. “Estas
macroestructuras —dice en otro lugar— pueden ser identificadas con las repre­
sentaciones semánticas globales o la estructura profunda de los textos. Son estruc­
turas subyacentes y determinan trasformacionalmente la coherencia lineal super­
ficial de las oraciones sucesivas del texto.”
Para algunos, ‘‘la forma de las estructuras profundas textuales es
semejante a la estructura interna de las proposiciones en una lógica
modal de los predicados: categorías performativas, categorías modales
(ambas clases acompañadas por operadores pragmáticos de tiempo
y de lugar), seguidas por una proposición-núcleo formada por un
predicado y por un conjunto ordenado de argumentos”.52
Esta hipótesis se basa particularmente en una comparación de
estas macroestructuras con un “programa” de computadora, un “plan*.
Así, S. J. Schmidt, después de haber postulado la necesidad de esta
“estructura profunda”, propone “describir la producción del texto
como un proceso de decisiones cuyas etapas individuales son reguladas
por la intención dominante de comunicación de la producción de un
efecto (la intención del hablante)* y plantea que la “estructura pro­
funda del texto” debe ser concebida como “el esquema abstracto,
temático, de la intención de comunicación”,53 funcionando esta estruc­
tura “como principio generador (por así decirlo, como un programa
para computadora) de la elección y de la puesta en forma de consti­
tuyentes textuales de la estructura profunda”.54
Poner en relación sistemática las superficies discursivas con estos
esquemas globales subyacentes parece, por el momento, quimérico, sal­
50. “Text grammars, text theory and the theory of literature” en Poetics, 7,
1973>
51. “Grammaires textuelles et structures narratives”, p. 189.
52. Semiótica 4 (1972), p. 307.
53. “Théorie et pratique d’une étude scientifique de la narrativité littéraire”,
en Essais de sémiotique narrative et textuelle, p. 146.
54. I b í d p. 147.

199
MÉTODOS DE-ANÁLISIS DEL DISCURSO

vo en estudios sobre textos muy particulares. Por otra parte, es de


temer que postular esa estructura subyacente conduzca a desviaciones
graves: se corre el riesgo de ceder a la tentación de ver en ella la
“clave” del texto, su esencia estable, de la cual la superficie no sería
más que la realización contingente, como si las condiciones de produc­
ción fueran sólo elementos accesorios, restricciones exteriores que inter­
vinieran en el momento en que el juego ya está hecho.
Competencia textual y estructura profunda textual son conceptos
poco compatibles con el análisis del discurso: por un lado, se trata
de un sujeto ideal que sirve de soporte a un sistema de reglas recor­
tado de toda historicidad; por otro, se encuentra la esencia del texto
bajo la forma de una intención fundamental, de un “plan”. De todas
maneras, parece que no se ha cuestionado el postulado de que el
sentido es trasparente, un dato fijo previo a todo empleo en un dis­
curso determinado.

CONCLUSIÓN
Pese a que el hecho de superar los límites de la oración debería
conducir a una tentativa de articular las estructuras trasoracionales
con las condiciones de producción del discurso, parece que la “gra­
mática de texto”, sucumbiendo a la fascinación que ejerce el forma­
lismo, corre el riesgo de encerrar la discursividad en una verdadera
torre de marfil logicista y de caer en el vacío. Evidentemente, no es
agregando una “ejecución” a la “competencia textual” como puede
esperarse resolver las dificultades del análisis del discurso. No es sino
restablecer, una vez más, la oposición entre lo que corresponde ai
sistema, a la necesidad, y lo que es contingente, histórico, retórico,
etc. Estas perspectivas permiten destacar ciertos aspectos propiamente
lingüísticos de la textualidad (coherencia, correferencia, etc.), lo cual
constituye ya un aporte importante. En efecto, no es posible ignorar
las reglas de funcionamiento de un discurso (en los niveles macroes-
tructural y microestructural); pretender estudiar la constitución de
la significación en un discurso sin una teoría de la dependencia con-
textual sigue siendo un callejón sin salida. El peso y el carácter cid hoc
del aparato formal desplegado para construir estas “gramáticas tex­
tuales” no deben provocar como respuesta una confianza inmoderada
en las virtudes de una pragmática ecléctica, que nunca es más que un
mal menor.
En este momento la lingüística se encuentra en una fase de gran
confusión, ya que se pone en duda el trazado de sus límites: la fron­
tera entre sintaxis v semántica es cuestionada, particularmente por
la “semántica generativa”;55 el reciente desarrollo de “pragmáticas” 56
55. Recordamos que este es el nombre dado a un conjunto de propuestas
teóricas de autores como Mac Cawley, L a k o ff, Bach, P. Postal y otros que, a

200
A PROPÓSITO DE LA GRAMÁTICA DE TEXTO

ha revolucionado la frontera- entre situación de comunicación y enun­


ciado, y va hemos visto que también se discute mucho la frontera entre
“oración” v “discurso”.
A este cuestionamiento de las divisiones tradicionales se agrega
una fragmentación de la investigación lingüística en tendencias di­
versas:
1. Una tendencia formalista, la de la gramática generativa (con
sus variantes: semántica interpretativa y generativa); de esta ten­
dencia participa, como hemos visto, la “gramática de texto”.
2. Una tendencia que se ocupa esencialmente de pragmática?
representada por los nombres de Searle, Ducrot, etc.
3. Una tendencia sociolingüística que intenta concebir la varia­
ción lingüística; esta tendencia, en plena expansión en los Estados
Unidos, está representada particularmente por W Labov.57
Es como si se tratara de poner en relación el sistema de la lengua,
la actividad de los sujetos hablantes y la sociedad, sin poder articu­
larlos realmente: contradicción que perjudica al análisis del discurso,
ya que este tiene necesidad de recurrir a las tres y de hacerlas inter­
venir simultáneamente. Aunque el análisis del discurso repite, a su
nivel, la misma contradicción: tendencia formalista (la “gramática de
texto” y el análisis harrisiano), tendencia “pragmática” (actos de len­
guaje, interés por la argumentación, modalidades, etc.), tendencia
“sociológica” (tipos de discurso, situación de comunicación, condicio­
nes de producción, etc.), cuando en realidad las tres son indisociables,
como hemos intentado demostrar.
Así pues, el análisis del discurso no tiene, por el momento, posibi­
lidad de clarificar sus relaciones con la lingüística, aunque sí está em
condiciones de ayudarla a pensar sus contradicciones. Al afrontar
directamente la estructuración de discursos, la lingüística es llevada
a medir sus posibilidades en este dominio, permitiendo de este modo
al análisis del discurso saber qué puede esperar de ella y, en conse­
cuencia, qué deberá pedir a las otras ciencias humanas y qué deberá
elaborar él mismo.

partir de 1967, han cuestionado el modelo chomskiano: rechazo de la autonomía


de la sintaxis, rechazo del concepto de “estructura profunda”, estructuras sintác-
tico-semánticas subyacentes que no contienen ítems léxicos sino elementos semán­
ticos primitivos sobre los cuales operan las trasformaciones, único tipo de reglas
admitido.
56. Ver a este respecto el frondoso artículo de Dieter Wunderlich “Prag-
matique, situation d’énonciation et deixis”, en Langages 26: “la pragmática con­
tiene, además de las condiciones de buena formación que deben cumplir las
cadenas de señales lingüísticas, ciertas condiciones de adecuación que la produc­
ción de tales señales debe satisfacer en situaciones de enunciación dadas para que
ellas sean efectivamente comprendidas” (p. 34).
57. Puede consultarse a este respecto la obra de J.-B. Marcellesi y B. Gardin
Introduction á la sociolinguistique, Larousse, 1974.

201
CONCLUSIÓN

Cada discurso, cada tipo de discurso presenta problemas especí­


ficos, apela a elementos tomados de tal o cual disciplina y, dado el
carácter de “encrucijada” que asume el análisis de discurso en el cam­
po de las ciencias humanas, sería vano pretender actualmente construir
un edificio teórico coherente. Por el momento, nos encontramos en
una situación inestable; la mayoría de los trabajos se ocupan de textos
particulares, abordados a través de métodos “arreglados” a partir de
la lingüística. También es difícil generalizar basándose en estudios
realizados sobre corpus que presentan problemas particulares, y con
distintos grados de preocupación por el rigor conceptual: ciertos estu­
dios no son en el fondo más que una exégesis tradicional sobre la
cual se despliegan algunos conceptos lingüísticos, mientras que otros,
en cambio, buscan ante todo efectuar comprobaciones o construir
aparatos metodológicos.
Nuestra recorrida, en lugar de hacernos encontrar métodos que
se ejerzan mecánicamente en dominios constituidos, no ha suscitado
más que interrogantes, sin permitirnos siquiera delimitar exactamente
el campo del análisis del discurso. Una de las paradojas del análisis
del discurso reside en la relativa facilidad con que puede tomárselo
como objeto de reflexiones teóricas y en la no menor facilidad que
ofrece para análisis “salvajes”, para un “bricolage” empírico (felizmente
productivo). Entre las dos posibilidades existe un vacío relativo, que
habrá que llenar progresivamente.
Para algunos, la reflexión sobre las posibilidades del actual aná­
lisis del discurso puede terminar en un escepticismo corrosivo. Un
ejemplo de ello es la actitud de J.-C. Gardin.1
Su crítica fundamental podría enunciarse así: la mayoría de los análisis de
textos aplican a un corpus un método considerado “científico” (lingüístico o de
otra clase), obtienen “resultados”, pero no se preguntan:
1. ¿Por qué aplicar ese método al corpus?
2. ¿Qué puede depirse de los resultados, más allá del hecho de que son el
producto de (tal) método aplicado a (tal) corpus?2
En otras palabras, su aprovechamiento científico es muy difícil, ya que la
1. Les analyses de discours, Delachaux et Niestlé, 1974.
2. Ibíd., p. 18.

202
CONCLUSIÓN

verificación es imposible. En realidad, “el objetivo no debería ser solamente la


construcción de una teoría capaz de «dar cuenta de ciertos hechos», sin otra exi­
gencia, sino adquirir a través de esa teoría un poder de predicción de los hechos
en cuestión, sin el cual no es posible determinar propiamente el valor de la cons­
trucción”.3
O bien el análisis de discurso construye objetos sin ningíyi aparato metodo­
lógico, o bien se subordina a una técnica y no se ocupa de verificación (pragma­
tismo eficaz y formalismo inoperante). La lingüística sirve de garantía científica
a estos análisis, cuando a veces no es más que un placebo y no conduce sino a
truismos. Para no ser pura “literatura”, estos análisis deberían someterse a las
reglas del discurso científico y abandonar este entredós superfluo. Y “bien mirado
—según Gardin—, vale más una exégesis probada, aunque no se vea demasiado
por qué operaciones lógico-lingüísticas ha sido inducida de los textos, que una
interpretación rigurosamente deducida pero que no brinda ningún asidero al cono­
cimiento experimental de estos”.4
Por su parte, las propuestas teóricas sobre el análisis del discurso
se dedican habitualmente a definir las deficiencias de las teorías lin­
güísticas actuales, deficiencias que les permiten después esbozar los
contornos de una lingüística del discurso capaz de integrar la situa­
ción, los hablantes, el intertexto, etc. En cambio, en el plano de los
estudios concretos, nos encontramos con análisis de un eclecticismo
notable que extraen elementos interesantes, pero sin que realmente
sea planteada la cuestión de la adecuación de los métodos al objeto, y
en consecuencia de la validez de las conclusiones. No basta pues
aplicar un cierto número de instrumentos metodológicos, es necesario
además organizar la metodología en función de hipótesis explícitas
sobre la estructuración del discurso en cuestión.
El análisis del discurso está en una posición ingrata frente a la
lingüística, si bien esta busca cada vez más integrar a su problemática
las cuestiones que aquél le plantea. Por el momento, y sin duda du­
rante mucho tiempo todavía, el análisis del discurso está obligado a
tocar un poco todos los dominios de la lingüística sin poder hacerlo
con un rigor suficiente, y haciendo muy frecuentemente de aprendiz
de brujo.
Lo ideal sería no partir de la palabra, ni aun de la oración, sino
considerar el proceso de integración que constituye el discurso. Pero
en esto 110 hay que engañarse tampoco. La “gramática de texto” tiene
que estar articulada con la historia, la teoría de las ideologías,
etc., porque si no, correría el riesgo de caer en el vacío.
El concepto clave es el de “articulación”. Afortunadamente, los
puntos de vista de Althusser han evacuado la problemática del re­
flejo, de la homología,etc. Pordesgracia, “sibien es necesaria una
teoría de la articulación de laprácticadiscursiva en el conjuntode la
3. Ibíd ., p. 19.
4. Ibíd., p. 56.

203
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

formación social, esa teoría, digámoslo con toda claridad, no existe


actualmente* (R. Robin). Como esta laguna no permite articular la
lingüística con las otras ciencias humanas, los lingüistas tendrían ten­
dencia de desconfiar fácilmente de las incursiones de otras disciplinas
en su dominio, mientras que los no lingüistas verían de buena gana
en el análisis del discurso un método para fabricar automáticamente
pruebas para justificar hipótesis construidas independientemente de
la toma en consideración de lo discursivo.
Se ha deplorado la ausencia de una tipología efectiva de los dis­
cursos; este es un punto crucial que determina muchas cosas. Por el
momento, el análisis del discurso está apresado entre el funcionamiento
recursivo de los mecanismos de la lengua y la unicidad de tal discurso
particular, e intenta* llenar este vacío recurriendo a una tipología pre­
matura, superficial, fragmentaria: una tipología permitiría señalar sis­
temas de restricciones intermediarias entre esas restricciones univer­
sales de la lengua y el carácter único de cada corpus.
Lamentablemente, es como si para algunos la lingüística constitu­
yera una entidad perfectamente definida de la cual bastaría tomar
“métodos”, ellos mismos absolutamente eficientes. Que los discursos
están hechos de palabras no es un argumento suficiente para fundar
la necesidad de recurrir a la lingüística: en efecto, el problema con­
siste en preguntarse qué parte toca a la lingüística ( y a qué lingüís­
tica) en el estudio de tal o cual tipo de discurso. ¿Hay que enriquecer
indefinidamente el dominio de la lingüística para hacerla capaz de
analizar todos los tipos de texto o, por el contrario, hay que dejar
que se constituyan diferentes ciencias del discurso (ciencia del rela­
to, del discurso teológico, filosófico, etc.) independientes de la lingüís­
tica? Esta alternativa se complica por la frecuente confusión entre el
uso de la lingüística como tal y el uso de la lingüística como “modelo”
(a decir verdad, esta confusión no es fácil de dominar por el momen­
to, en la medida en que —signo de los tiempos— la lingüística es
decretada “ciencia piloto” de un universo de las ciencias humanas
“donde todo se ha vuelto lenguaje”).
El análisis del discurso es rechazado así hacia dos extremos: por
un lado, están los que buscan ampliar el marco de la lingüística para
'permitirle integrar lo que por el momento corresponde al análisis del
discurso; por el otro, los que, sin volver a la dicotomía lingüístico/
extralingüístico, que se ha hecho muy sospechosa, dejarían la cons­
titución de una teoría del discurso para las calendas griegas. No dire­
mos que la verdad está entre los dos sino, con Michel Pécheux, que
“si la lingüística es solicitada por tales o cuales puntos exteriores a
su dominio, es porque de alguna manera, dentro mismo de su dominio,
la lingüística encuentra también esas cuestiones, bajo la forma de
cuestiones que le conciernen”, lo cual no significa que deba ser ella
la única que las responda.

204
BIBLIOGRAFÍA
Esta muy sucinta bibliografía procura ante todo ser utilizable y menciona
fundamentalmente obras accesibles. Es un instrumento de trabajo elemental, pero
esperamos que eficaz. La clasificación se hace por materias, y no por autores, para
i facilitar la búsqueda. tf
EL ANÁLISIS LEXICOMÉTRICO
a) Escuela Normal Superior de Saint-Cloud
La obra de referencia:
Des tracts en Mai 1968, mesures de vocabulaire et de contenu, Armand Colin,
: 1975.
Un resumen en “Quelques groupes poli tiques en Mai 1968: recherches lexicomé-
triques*, en J. C h a r lo t , Les partís politiques, Armand Colin, 1971.
Más particularmente:
—Sobre las coocurrencias:
“Analyse lexicométrique des co-occurrences et formalisation”, en Les applications
de Vinformatique aux textes philosophiques, Documentation CNRS, pp. 8-23
(coloquio 1970), A. G e f f r o y , M. T o u r n ie r , P. L a fo n .
—Sobre las correlaciones:
Le vocabulaire des pétitions ouvriéres en 1848: Etudes des parentages statistiques,
por M. T o u r n ie r , en R. R ob ín , pp. 261 ss.
—Sobre la programación (tratamiento de los datos):
P. L a fo n , “Un programme d’indexation pour mini-ordinateur”, en Informatique et
Sciences Humaines Nv 8, octubre de 1970.
b) Sobre el análisis factorial:
J. C. B e n z e c r i, Analyse des données, Dunod, 1973.
A. P r o s t, Vocabulaire des proclamations électorales de 1881-1885-1889, P.U.F.,
1974.
LEXICOLOGIA
H. B r e k le , Sémantique, Armand Colin, 1974.
S. D e l e s a l l e y L. V a l e n si, “Le mot négre dans les dictionnaires fran^ais d’Ancien
régime; histoire et lexicographie”, Langue Frangaise 15.
J. D u b o is, Le vocabulaire social et politique en France de 1869 á 1872, Larousse,
1962.
A. J. G re im a s, Sémantique structurale, Larousse, 1966; traducción española: La se­
mántica estructural, Madrid, Gredos, 1971.
J. L y o n s, Linguistique générale, Larousse, 1970; traducción española del original
inglés: Introducción en la lingüística teórica, Barcelona, Teide, 1971.
G. M ou n in , Clefs pour la sémantique, Seghers 1972; traducción espoñola: Clave»
para la semántica, Barcelona, Anagrama, 1974.

205
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

R. R o b ín , “Histoire et linguistique, premiers jalons”, Langue Frangaise 9.


A. Rey, La lexicologie, Klincksieck, 1970.
a . La lexicologie, Klincksieck, 1970.
r e y ,

Revistas
Langages 1, número dirigido por T. T odorov : “Recherches sémantiques”; traduc­
ción española: Investigaciones semánticas, Buenos Aires, Nueva Visión, 1975.
Langue Frangaise 2, número dirigido por L. G u il b e r t : “Le lexique”.
Langue Frangaise 4, número dirigido por A. ReTy: “La sémantique”.
La revista Cahiers de Lexicologie, dirigida por B. Q que aparece desde
u e m a d a ,

1959, contiene numerosos artículos sobre los problemas de lexicología apli­


cada a discursos.

EL ANÁLISIS HARRISIANO
a) De Z. 'Harris, sobre el análisis del discurso:
Discourse analysis; traducción francesa por F. D u b o is -C h a r l ie r , en Langages 13.
Discourse analysis reprints, 1963 (“Papers on Formal Linguistics” 2), p. 20.
Las páginas dedicadas al discurso en Mathematical structures of language, 1967;
traducción francesa por C. F u c h s , Structures mathématiques du langage,
Dunod, 1971, pp. 165-170.
b) De Z. Harris, sobre el distribucionalismo y la teoría trasformacional:
From morpheme to utterance, 1956, Language 22; traducción francesa en Lan­
gages 9.
Distributional structure, 1954, Word 10; traducción francesa en Langages 20.
Mathematical structures of language, 1968; traducción francesa: Structures mathé­
matiques du langage, Dunod, 1971.
c) Presentación de este método en Francia:
R. R o b ín , Histoire et linguistique, pp. 159-184.
N. Ruwet, Introduction á la grammaire générative, pp. 233-246.
G. P rovost -C h a u v e a u , “Problémes théoriques et méthodologiques en analyse du
discours”, en Langue Frangaise 9, pp. 12-17.
J. D u e o is , “Lexicologie et analyse d enoncé”, Cahiers de Lexicologie 15, 1969, II.
J .D “L’analyse du discours”, prólogo al libro de J.-B.
u b o is , M Le Con-
a r c e l l e s i ,

grés de Tours, ed. Le Pavillon, 1971.


d) Algunos trabajos franceses realizados con esta perspectiva:
D . M Analyse linguistique du vocabulaire politique de la guerre d’Algérie
a ld id ier ,

d’aprés six quotidiens parisiens, tesis de tercer ciclo, Nanterre, 1971 (dac­
tilografiada).
G. P rovost -C h a u v e a u , “Approche du discours politique, «socialisme» et «socia-
liste-» chez Jaurés”, Langages 13, marzo de 1969.
Sobre el discurso político de Jaurés, en 1974 se presentó una tesis en la
Universidad de París X: Analyse du discours jauressien.
J.-B. M Le Congrés de Tours (diciembre de 1920 ,estudios sociolin-
a r c e l l e s i ,

güísticos), París, Le Pavillon, 1971.

206
BIBLIOGRAFÍA

J. y J. S u m p f. “Un modéle d’enseignement du fran^ais: analyse linguistique


D u b o is
des rapports d’agrégation et du C.A.P.E.S.”, Langue Frangaise 5, febrero
de 1970.
R. R ob ín y D. M a ld id ie r , Langage et idéologies, Editions Ouvriéres, 1974: “Polé-
mique idéologique et affrontement discursif en 1776: les grands édits de
Turgot et les remontrances du Parlement de París”. ^

EL ANÁLISIS AUTOMATICO DEL DISCURSO


a) Obras teóricas:
M. P é c h e u x , Analyse automatique du discours, Dunod, 1969.
G l. H a r o c h e , P, H e n r y , M. P é c h e u x , “La sémantique et la coupure saussurienne”,
en Langages 24, 1971.
M. Pécheux et al., “Analyse du discours (Langue et idéologies)”, Langages 37,
marzo de 1975.
M. P é c h e u x , Les Vérités de La Palice; linguistique, sémantique, philosophie, Mas-
pero, 1975.
b) Manual:
“Manuel pour l’utilisation de la méthode A.A.D.”, revista T. A. Informations,
1972-1, pp. 13-59.
c) Algunos estudios realizados:
G. G a y o t y M. P é c h e u x , “Recherches sur le discours illuministe au XVIIIe siécle:
Claude de Saint-Martin et les circonstances”, Anuales E.S.C., mayo-agosto
de 1971, pp. 681-704.
M. P é c h e u x , “É tu d e expérim en tale d e conditions déterm inant la p lau sib ilité d ’une
théorie p sy ch o lo g iq u e”, Bulletin de Psychologie, 1971-1972, XXV, pp . 102-118.
M. P é c h e u x y J. W e s s e liu s , “á propos du mouvement étudiant et des luttes de la
classe ouvriére: trois organisations étudiants en 1968”, en R. R ob ín , Histoire
et linguistique, pp. 245-260.
G. G a y o t, “Discours fraternel et discours polémique”, ibídem, pp. 229-244.
d) Reseñas del AAD:
G .P r o v o st-C h a u v e a u , en La Pensée, N9 161, junio de 1970, pp. 135-138.
J. D u b o is, en Journal de Psychologie Nórmale et Pathologique, N9 3, pp. 359-360.
A. T r o g n o n , en Bulletin de Psychologie 1972, 304, pp . 280-281, bajo el título:
“A.A.D. en p sych ologie et thém e des artefacts expérim en taux”.
LA ENUNCIACIÓN
J. L. A u stin , H o w to do things with words, 1962; traducción francesa: Quand dire
cest faire, Seuil, 1970;' traducción española: Palabras y acciones, Buenos
Aires, Paidós, 1971.
C h. B a l l y , Linguistique générale, linguistique frangaise, Francke, 1932.
Ch. B a l ly , “Syntaxe de la modalité explicite”, Cahiers F. de Saussure, 1942.
E. B e n v e n is te , Problémes de linguistique générale, Gallimard, 1966; traducción

207
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

española incompleta: Problemas de lingüística general, México, Siglo XXI,


1971.
E. B e n v e n ist e , “L’appareil formel de l’énonciation”, Langages 17, marzo de 1970.
P. C h a r a u d e a u , “Réflexion pour une typologie des discours”, Études de Linguistique
Appliquée, julio de 1973.
L. C o u r d esses , “Blum et Thorez en mai 1936; analyses d ’énoncés”, Langue Fran-
Qaise 9, p p . 22-34.
J. D u b o is , “Enoncé et énonciation”, Langages 13, marzo de 1969.
O. D u c ro t , “Les indéfinis et l’énonciation”, Langages 17.
O. D uc ro t , Dire et ne pas dire, Hermann, 1972.
O. D uc ro t , “D e Saussure á la philosophie du langage”, prefacio a Actes de langage
de J. R. S e a r l e , Hermán, 1972.
Ch. J. F il l m o r e , “Verbes de jugement”, Langages 17.
P. K u e n t z , “Parole/Discours”, Langue Frangaise 15.
F. K ie f e r , “Sur les présuppositions”, en Essais de sémantique générale, Mame,
1973.
R. J akobson , Essais de linguistique générale, colección “Points”; traducción espa­
ñola: Ensayos de lingüística general, Barcelona, Seix Barral, 1976.
A. M eu n íer , “ModaHtés et communication”, Langue Frangaise 21.
J. P in c h ó n , “L’homme dans la langue: l’expression du temps”, Langue Frangaise 2.
J. R. S ea r l e , Speech acts, Cambridge, 1969; traducción francesa: Les actes de
langage, Hermann, 1972.
D. S l a t k a , “L’acte de demander dans le Cahiers de Doléances” Langue Fran­
gaise 9.
D. S l a t k a , “Esquisse d’une théorie lexico-sémantique pour une analyse de texte
politique , Langages 23.
D. S l a t k a , “Essai pour Austin”, Langue Frangaise 21.
P. F. S t r a w sg n , “Phrase et acte de parole”, Langages 17.
T. T odorov , “Problémes de l’énonciation”, Langages 17.
Z. V e n d l e r , “Les performatifs en perspective”, Langages 17.
D. W u n d e r l ic h , “Pragmatique, situation d’énonciation et deixis”, Langages 26.
LA “GRAMÁTICA DE TEXTO”
—En Langages 26 están presentes ciertos aspectos de la gramática de texto, pero
bajo su ángulo lingüístico (pp. 59-80). En el mismo número (p. 122) se
ofrece una bibliografía que incluye solo autores alemanes, y hasta 1970.
—Dos artículos de T. V a n D ijk han aparecido en francés: “Aspects d’une théorie
générative du texte poétique”, en Essais de sémiotique poétique, Larousse,
1972, y sobre todo “Grammaires textuelles et structures narratives”, en
Essais de sémiotique narrative et textuelle, Larousse, 1973, pp. 176-207.
—Un artículo de S. J. S c h m id t en la misma compilación (pp. 136-160): “Théorie
et pratique d’une étude scientifique de la narrativité littéraire”.
—T. V a n D ij k y W. K in t s c h , “Comment on se rappelle et on résume des histoires”,
en Langages 40, diciembre de 1975.
Las restantes publicaciones están en su mayoría en alemán y algunas en

208
BIBLIOGRAFÍA

inglés. Además de las mencionadas en la bibliografía de Langages 26, pueden


citarse:
T. V a n D ijk , Some aspects of text grammars, The Hague/Paris, 1972.
T. V a n D ij k , J. I h w e , J. S. PErÓFi y H. R ie se r , “T wo texts grammatical xnodels”.
en Foundations of Language (8 , 4 ) , 1972.
W. K u m m e r , Quantifikation und Identitat in Texten, Beitrage zur generativen
Grammatik [Cuantificación e identidad en textos, aportes a la gramática
generativa], Braunschweig, 1971, pp. 122-141.
W. K u m m e r , “Outlines of a model for a grammar of discourse”, Poetics 3, 1972,
pp. 29-55.
J. S. P e t ó f i , “The syntactico-semantic organization of text-structures”, Poetics 3,
1972, pp. 56-95.
J. S. P e t ó f i , “Generativity and text-grammar”, Folia Lingüistica 5, 1972.
En enero de 1972 se realizó en la Universidad de Bielefeld un congreso sobre los
problemas relativos al texto, que reunió a numerosos especialistas, princi­
palmente alemanes. El tema f-we “Differenzierungs Kriterien für Textsorten”
[Criterios de diferenciación para la clasificación de textos]. Las actas de la
reunión, editadas por Athenáum-Skripten Linguistik, al cuidado de E. G ü l ic h
y W. R a íb l e , aparecieron a fines de ese año bajo el título de Textsorten
[Clases de textos]. El volumen incluye una amplia bibliografía que recoge
las publicaciones sobre el tema hasta 1972.
La revista internacional Poetics, dirigida por T. V a n D ij k , contiene numerosos
artículos sobre los problemas de gramática textual.

LA ARGUMENTACIÓN
A r ist ó te les , Tópicos.
A r ist ó te les , Retórica.
R. B a r t h e s , “L’ancienne Rhétorique”, Communications 16.
Y. B l u m y J. B r isso n , “Implication et publicité”, Langue Frangaise 12.
M. J. B o r e l y G. V ig n a u x , “Stratégies discursives et aspects logiques de la argu­
mentaron” Langue Frangaise 12.
O. D uc ro t , La preuve et le dire, Jean-Pierre Delarge ed., Mame, 1973 (compila­
ción de artículos).
O. D u c r o t , “ á propos de la deuxiéme Provinciale”, Langue Frangaise 12.
O. D ucrot y J. D e p r e sl e , “Analyse logique d’un texte de Montesquieu sur l’es-
clavage”, Langue Frangaise 12.
J.-B. G rize , Logique I. II, Gauthier-Villars, 1969.
A. K ib e d i -V a r g e , Rhétorique et littérature, Didier, 1970.
G. P e r e l m a n , O l b r e c h t s -T y t e c a , La Nouvelle Rhétorique, P.U.F., 1958.
ANÁLISIS DEL RELATO
R. B a r t h e s , “Introduction á l’analyse structurale des récits”, Communications 8;
traducción española: Introducción al análisis estructural de los relatos, Buenos
Aires, Tiempo Contemporáneo, 1973.

209
MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

C. B r é m o n d , Logique du récit, Seuil, 1973.


A. J. G re im a s, D u sens, Seuil, 1970; traducción española: En tomo al sentido,
Madrid, Fragua, 1973.
L. M a r t in y C. C h a b r o l , “Sémiotiques narratives, récits bibliques”, Langages 22.
V. P r o p p , Morfología del cuento, traducción española, Buenos Aires, Juan Goya-
narte, 1972; traducción francesa: Morhologie du conte, Seuil, 1970.
T . T odorov , Grammaire du Décaméron, Mouton, 1969; traducción española: Gra­
mática del Decamerón, Madrid, Ediciones Josefina Betancor, 1973.
Sémiotique narrative et textuelle, colección de artículos presentada por C. C h a b r o l ,
Larousse, 1973 (reúne trabajos de R. Barthes, C. Brémond, A. J. Greimas,
T. Van Dijk, etc.).
TRABAJOS SOBRE ANÁLISIS DEL DISCURSO
J.-C. G a r d in , Les analyses de discours, Delachaux et Niestlé, 1974.
H. R o b ín , Histoire et linguistique, Armand Colin, 1973.
Langages 23, “Le discours politique”, setiembre de 1971.
Langages 13, “L’analyse du discours”, marzo de 1969.
Langue Frangaise 9, “Linguistique et société”, febrero de 1971.
Langue Frangaise 15, “Langage et histoire”, setiembre de 1972.
Langue Frangaise 28, “Textes et discours non littéraires”, diciembre de 1975.

210
ÍNDICE DE TERMINOS
A D
acto de lenguaje 145 s. denotación 58-60
afinidad léxica 35 denotativa (función—) 122
amplitud de una vecindad 38 descripción definida 154, 179
amplitud general 38 diacrónica (interferencia—) 137
anáfora 173, 174 diafásica (interferencia—) 137
análisis automático del discurso 95 s. diastrática (interferencia—) 137
análisis de contenido 12, 13 diatópica (interferencia—) 137
análisis factorial de las discurso 9, 10, 11, 15 s., 24,
correspondencias 44 s. 25, 77, 95, 118, 119
análisis sémico 69 discurso directo ' 139, 140
antonimia 65 discurso indirecto 139, 140
archisemema 72 dislocación 129, 130
argumentación 163, 182 s. disponibilidad contextual 41
asociaciones 67 “dispositio” 189-190
atracción 37 distancia 134, 141, 142
distancias reducidas
B (procedimiento de las—) 34
“bouclage” (cerramiento) 38 distribucionalismo 11, 14, 65, 76 s.
dominio 97, 104
C E
campo semántico 56, 57 enmascaramiento 158, 159
casos (gramática de los— ) 165-167 emotiva (función—) 122
cerramiento (“bouclage”) 38 empleo 58
cima pendiente 38 enunciación 11, 16, 17, 25,
circularidad (“cyclage”) 38 112 s., 167
circunstancias de enunciado 16, 20
comunicación 148, 157 enunciado elemental 100
cita 142-144 enunciado referido 138-144
clase de equivalencia 78 estadística léxica 29-54
coeficiente de repetición 32-33 estructuralismo 13, 76, 113,
coeficiente de vecindad 36 114, 115, 171
cofrecuencia observada 36 estructura profunda textual 198, 199
cofrecuencia teórica 36
coherencia textual 87, 153, 177-180 F
cohesión (índice de— ) 35 factor 46
competencia/ejecución 14, 114, 176 fática (función—) 122
conativa (función—) 122 formación discursiva 19, 95
condiciones de formación ideológica 95
producción 18, 95, 157 formación imaginaria 161, 162
conformidad léxica 44 frecuencia 31, 52
connivencia 157, 159 funciones del lenguaje 122, 123, 124
connotación/denotación 58-60 funciones narrativas 191 s.
constelaciones 66 G
coocurrencia 31, 36 gramática generativa 14, 84, 113,
correferencia 174 114, 115, 176
cuasitrasformación. 86 gramática narrativa
“cyclage (circularidad) 38 (ver narratividad)

211,
H
habla (lengua/discurso) 9, 10, 12 participante 167
15-16, 19, 114 pasivacion 130, 131, 132
hiperdominio 108 performativo 135, 145
hiponimia 66 perlocutorio (acto—) 147
hipótesis nula 31 personas del verbo 118, 119
historia/discurso 118-121 poética (función—) 123
homcnimia 67 polo 36
I polo de aglutinación 42
identidades 66 posición ideológica
¡locutorio (acto—) 146 s., 183 (práctica discursiva) 160
implicación 183, 184, 185, 186 posición ideológica
implícito 152 s. (pragmática) 112 s.
índice de particularidad 34 pozos 38
indicial (aspecto—) 116 presuposición 151 s., 162
indirecto (discurso—) 139, 140 proceso discursivo 96, 97
interferencia léxica 137 proximidad (índice de—) 36
intertexto 20, 22, 63, 64, punto de conexión 38
139, 140, 141
ítem 30 R
rechazo (marcas de—) 141, 142
lengua/habla/discurso 9, 10, 21, reglas normativas/constitutivas 149
24, 60, 114 relato 117, 191 s.
lematización 30 rema 128
lexicograma 37 repetitividad 44
lexicología 55-75 retórica 162, 163, 183, 189, 190
lexicometría 29-54 rol 164, 165, 193
locutorio (acto—) 147
longitud 44
lugar retórico 188 sema 69, 70, 71, 72, 73
M sema contextual 70
semema 70
macroestructural (nivel—) 180, 181 sentido 17, 18
metalingüística (función—) 123 significación 17, 18
modalidad apreciativa 127 simétrica (sustitución—) 104, 105
modalidad de enunciación 115, 126 simulación 158, 159
mod tlid^d de enunciado 126, 127 sinonimia 66
modalidad de mensaje 115, 126, 128
modalidad enunciativa 160
modalidad lógica 127 tema/rema 128
modalización 125, 135 tensión 135
N texto 13, 20, 74, 93
10-11, 191 s., 197 texto (gramática de—) 169 s.
narratividad tiempos verbales 118 s., 176
neologismo 148 tipología de los discursos 63, 118, 124
norma intrínseca 30 trasformación 80, 83-87, 129,
núcleo sémico 71 130, 131, 132, 133
trasparencia 135
ocurrencia ligada 79 U
opacidad 135 ‘ubicación’ 157
oposición 65
oración básica 90, 92
oración núcleo 84
oración/texto 24, 25, 171, 172, valor 55, 56, 188
173, 174, 175, 176 virtualidad 72
original (vocabulario—) 34 vocabulario 33

212
ÍNDICE
Introducción 7
Situación del análisis del discurso 9
Polisemia del término “discurso” 15
Problemas metodológicos 21
LOS ENFOQUES DEL DISCURSO
I. El enfoque lexicológico 29
1. La Lexicometría 29
A) Las investigaciones lexicométricas del laboratorio de
lexicología política de la Escuela Normal Superior
de Saint Cloud 29
B) A propósito del análisis factorial de lascorrespondencias 44
2. Lexicología no cuantitativa 55
II. El enfoque sintáctico 76
1. El análisis del discurso de Z. S. Harris 76
2. El análisis harrisiano en sentido lato 90
3. El “análisis automático del discurso” 95
III. La enunciación 112
1. El aspecto indicial; problemas de tipología 116
2. Las modalidades 125
3. Los actos de lenguaje 145
4. Las “ubicaciones” 157
IV. A propósito de la gramática de texto 169
1. Una laguna grave para el análisis del discurso 170
2. La argumentación 182
3. Estructuras narrativas 191
4. Sobre la “gramática de texto”: algunas observaciones críticas 197
Conclusión 202
Bibliografía 205
Impreso en los Talleres Gráficos Color Efe, Paso 192, Avella­
neda, provincia de Buenos Aires, en enero de 1989.

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