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2.2.

Marco Contextual

2.2.1. La migración interna en América Latina

La migración interna ha sido históricamente importante para las ciudades de

América Latina y el Caribe (cepal, 2007; Alberts, 1977; Herrera et al., 1976). Ha acarreado

efectos significativos sobre el crecimiento de su población, la expansión y densificación de

su territorio, y su perfil sociodemográfico, esto último como un complejo resultado de las

interacciones entre las características de quienes llegan, de quienes se van y de quienes

permanecen en las ciudades (Rodríguez y Busso, 2009).

Hasta finales del decenio de 1970, la migración interna en los países de América

Latina y el Caribe fue objeto de numerosas investigaciones nacionales y regionales y llevó

a una amplia discusión política y académica. Los estudios y las discusiones tenían como

referente de la migración interna a la masiva corriente de habitantes del campo que se

trasladaban a las ciudades. De aquella época data la polarización de visiones sobre la

migración -que para algunos investigadores y tomadores de decisiones fue prerrequisito del

desarrollo económico y social de la región e instrumento de la movilidad social de las

personas y que para otros fue factor de desestructuración social e individual y de una

presión insostenible sobre el medio urbano- así como la identificación de patrones

migratorios específicos de América Latina y el Caribe como la selectividad femenina y

juvenil y las señales de desventajas de los migrantes en materia de educación e inserción

laboral. Posteriormente, en los decenios de 1980 y 1990, el estudio de la migración interna

se contrajo. Hay argumentos y evidencia fragmentaria y puntual para señalar que algunos

cambios estructurales -como la urbanización, la descentralización y la recuperación de


áreas deprimidas- modificaron el patrón migratorio y lo convirtieron en predominantemente

urbano-urbano, de mayor escolaridad y más diversificado.

Hasta el decenio de 1990, estimar y estudiar la migración hacia las ciudades,

entendiendo como tales a todas las localidades de 20 000 y más habitantes, era una tarea

compleja y ardua y en muchos casos imposible, dado que era necesario disponer de

información censal muy desagregada en términos geográficos, lo que requería procesar la

base de microdatos (pocos investigadores tenían acceso a ella) y resolver un conjunto de

problemas relativos al procesamiento de los datos y al despliegue de los resultados. Estas

restricciones virtualmente ya no existen, pues las bases de microdatos son cada vez más

accesibles y los problemas técnicos para operar los microdatos y desplegar y manipular

grandes matrices de migración ya han sido superados. La base de datos mialc de Celade y

varios documentos recientes (Rodríguez, 2009 y 2004; Rodríguez et al., 2009; CEPAL,

2007; Acuña y Rodríguez, 2004; Tobler, 1995) son una muestra de ello. Todos estos

avances han permitido documentar con rigor y detalle el efecto de la migración interna

sobre el crecimiento de las ciudades.

Algunas hipótesis vigentes sobre los factores determinantes y las consecuencias de

la migración y las especificidades de la migración interna de los latinoamericanos están:

 La presencia de intensidades migratorias heterogéneas entre países pero que, en general,

son más bien bajas en comparación con los países desarrollados y estables en el tiempo,

lo que contraría las hipótesis de alza de la movilidad por reducción de la fricción de

distancia.

 Las disparidades entre acervos de migrantes, que sugieren una selectividad migratoria

femenina histórica (compatible con la evidencia disponible hasta ahora), y los flujos de

migrantes recientes, que muestran una novedosa selectividad masculina.


 La ratificación de la selectividad etaria de la migración consistente en una marcada

sobrerrepresentación de jóvenes sin que todavía se registren signos de una migración

post-retiro de personas mayores.

 El predominio de la migración entre zonas urbanas, aun cuando la corriente campo-

ciudad sigue siendo importante en algunos países; además, continúa siendo el motor de

la urbanización y un factor de erosión y envejecimiento de la población del campo.

 La mayor educación de los migrantes respecto de los nativos, hecho que invierte la

imagen tradicional del migrante poco calificado propia de la época del éxodo rural.

 La mayor probabilidad de migrar que tienen las personas de mayor educación,

controlando variables extrínsecas como el sexo y la edad, lo que da cuenta de

movimientos más asociados a la trayectoria laboral que a la sobrevivencia.

 Las vicisitudes de la inserción de los migrantes que, a pesar de su mayor escolaridad,

registran niveles de desocupación más altos, en particular si son migrantes recientes.

 La sobre presentación de los migrantes en el sector informal, lo que contrasta con la

imagen de migrantes que se insertan predominantemente en la actividad informal.

 La identificación y cuantificación de tipos seleccionados de migrantes, como los de

retorno y los múltiples, que suelen ser considerados como "especiales" en la literatura

sobre el tema.

 Los mayores ingresos de los migrantes respecto de los no migrantes, lo que persiste

luego de controlar factores como la edad y la educación.

 Las áreas metropolitanas se consolidan como zonas de emigración neta, aun cuando

parte de sus flujos de emigrantes van a sus periferias y abonan al proceso denominado

urbanización.
 La creciente relevancia cuantitativa y cualitativa de la migración intrametropolitana,

cuyos determinantes difieren de los relevantes para la migración que se da entre

regiones y con propósitos laborales.

 La migración tiende a acentuar de forma directa las disparidades territoriales en vez de

abatirlas, lo que se debe -particularmente a escala intrametropolitana- a que las zonas

con mejores condiciones económicas y sociales tienden a recibir inmigrantes

acomodados; lo contrario ocurre con las zonas deprimidas (CEPAL, 2004).

La migración interna es un freno al crecimiento de la mayoría de las ciudades de la

región. Esto se debe al carácter expulsor (hacia otras ciudades, en particular de tipo

intermedio, no de retorno al campo) de buena parte de las ciudades pequeñas (menos de 50

000 habitantes), segmento que concentra más de la mitad del total de ciudades de la región

(Rodríguez, 2011).

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