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Historia de
América Andina
Volumen 2
FORMACIÓN Y APOGEO
DEL SISTEMA COLONIAL
(SIGLOS XVI-XVII)
Manuel Burga
EDITOR
UNIVERSIDAD ANDINA
SIMON BOliVAR
Ecuador
VI. El nacimiento de
las ciudades andinas
LUIS MIGUEL GLAVE
CONTENIDO
1
Jorge Hardoy y Carmen Ara novich, "Urban Scales and Functi ons in Spani sh America To-
ward t he yea r 1600", en Latín A merican Research Review, 5,3 (1970) pp.57-92 . Para una
completa bibliografía sobre el tema ver Fred Bronner, "U rban Soc iety in Colon ial Spanish
América: Research Trends", Latín A merica n Research Review, 21:1(1986) pp.7 -72.
224 • H ISTOR I A DE AMÉR ICA AN DI NA
más importante de las ciudades de lo que las crónicas nos supieron re-
flejar. Las ciudades andinas eran realidades complejas, p oco definibles
en los términos de las descripciones coloniales o en las fijaciones tipo-
lógicas.
Según esas referencias, en el área andina existían 57 centros ur-
banos que tenían, al menos, 100 vecinos a inicios del siglo XVII, 18 so-
brepasaban los 400 y siete agrupaban más de mil. Desde el orden im-
puesto por la Corona española a través del virrey Francisco de Toledo,
hacia 1574, la urbanización del área fue espectacular. La región de Qui-
to, por ejemplo, aumentó en 40 años su número de centros poblados en
un cincuenta por ciento y el tamaño de sus poblaciones se multiplicó
por ocho.2 La Audiencia de Charcas conoció 30 nuevos centros pobla-
dos o asentamientos u'r banos en esa misma época. Bogotá pasa de 600
vecinos en 1580 a 2.000 en 1630. Toda la Audiencia de Nueva Granada
tenía 2.196 vecinos en 1580, mientras Lima tenía 5.018 en toda su re-
gión. Paralelamente, centros mineros, puertos, centros administrativos,
se constituyeron en verdaderos puntos de arrastre para la transforma-
ción del tejido social.
Estas aglomeraciones humanas han sido definidas por su s fun-
ciones y por sus rangos o escalas. Así, tenemos ciudades político-admi-
nistrativas, centros agrícolas y ganaderos, centros mineros, militares,
puertos, religiosos, industriales y, finalmente, por sus rasgos de identi-
dad.3 Funciones que surgen de la combinación de los factores institu-
cionales de poder, sus peculiaridades productivas, las funciones reli-
giosas, los servicios concentrados y finalmente el arte y la tradición. Los
centros urbanos pueden ubicarse muchas veces en dos o más de estas
funciones, aunque siempre una fue la que dio la razón de ser a la diná-
mica de su s relaciones. En los Andes, una amplia división del trabajo,
marcada por las especializaciones regionales que la geografía definía,
hizo que además se formaran modelos de relación regional, articulados
por ciudades que dependían unas de otras en sus intercambios, como
ocu rrió especialmente en torno a los centros de arrastre como Potosí y
Lima.'
jean Paul Deler, Ecuador. Del espacio al estado nacional, Quito, Banco Central del
Ecuador, 1987, p.341.
' Francisco de Solano (coord inador), Historia y futuro de la ciudad iberoamericana, Ma-
drid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1986, p.183. Solano ha sido el
principal impul sor de la historia urbana americana en España.
' Luis Miguel Clave, T rajinantes, caminos indígenas en la sociedad colonial. Siglos XVI-
XVII, Lima, Instituto de Apoyo Agrario, 1989, p.461.
EL NAC II\AIENTO DE LAS CIUDADES AND INAS • 225
' !talo Calvino, Las ciudades in visibles, Mad rid , Ed. Siruela, 1990, p.171.
226 • HISTORI A DE AMÉR ICA AN DI N A
6
Paul Ricoeur, "La realidad del pasado histórico", en Historia y grafía, 4 (1995), pp.183-21 O.
228 • HISTORIA DE AMÉRICA ANDINA
7
Ana Schaposchnik, "Aliados y parientes. Los diaguitas rebeldes de Catamarca durante el
gran alzam iento", en Histórica, XVIII/2, (1994), pp .383 -416.
' j . Toscano, El primitivo obispado del Tucumán y la iglesia de Salta, Bu enos Aires, Imp.
de Biedma e Hijo, 1907, p.708.
230 • HISTORIA DE AMÉRICA ANDINA
tes de la bahía por donde desemboca el río Piura, bajo un monte de are-
na llamado "la silla de arena", los españoles encontraron el mejor pun-
to desembarcable de la costa del extremo norte, que se convirtió en el
poblado de Paita, la puerta del Perú. Es el confín de la corriente fría que
viene de sur a norte, que hace el viaje velero hacia Lima lento y peno-
so, por lo que las naves se detienen a desembarcar y abastecerse. El área
vecina de Guayaquil y la gran isla de la Puná, definía un sistema de pe-
queños puertos en los territorios tropicales, con que se iniciaba el domi-
nio peruano colonial, sistema al que pertenecían geográfica y cultural-
mente los poblados y lugares de las costas desérticas regadas por los
ríos Tu mbes, Chira y Piura; en todo ese territorio clave de entrada y sa-
lida, de vínculo con la metrópoli, fue Paita el mejor punto portuario.
Vázquez de Espinoza en su descripción del Perú 11 hace un de-
licioso comentario sobre al aspecto de la zona portuaria a los ojos de los
españoles recién arribados a Lima desde España, que pasaban por es-
tos parajes. En los corazones y las mentes de los "chapetones", la única
representación de los reinos que conocerían eran sus riquezas. Calles
empedradas de lingotes de plata, caciques bañados en polvo de oro,
placeres de perlas, reinaban en los sueños de la codicia que movía a to-
dos los migrantes. Tan pronto las naves se acercaban al puerto, un are-
nal se divisaba y en medio del calor, pisaban tierra en un poblado de
barracas del que solo arena resplandeciente bajo el sol parecía despren-
derse. Cuenta el cronista carmelita cómo un baquiano, al percibir la
frustración de un español amigo suyo, le dijo: "no se aflija VM que és-
ta es la mejor tierra que Dios tiene creada en el mundo, ve VM esas ca-
ñas caídas y sus canutos que al parecer valen nada, pues todas son de
oro y plata, vaya VM y vealo que no lo engaño", palabras con que lo
consoló diciéndole que era uso de la tierra, que ella no requería más y
que, era la mejor y más rica del mundo.
Desde el inicio, la región tan aparentemente hostil al pobla-
miento, se ¡ eveló como estratégica y promisoria. Cuando se definían las
hegemonías políticas en 1547, fue en Paita donde se estableció el con-
trol militar, económico y político del bando de los encomenderos. Era
esta zona como la garganta de todo el espacio, por donde respiraba el
sistema político. El control de Paita y Tumbes era esencial para Gonza-
lo Pizarra y su teniente allí era el encomendero de Tumbes, Bartolomé
11
Anton io Vázquez de Espinoza, Compendio y descripción de las Indias occidentales,
Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 1969, p.278.
234 • HISTORIA DE AMÉRICA AND INA
'' Alfredo Lozano Castro, Quito ciudad milenaria: forma y símbolo, Quito, Ed. Abya-Yala,
1991, p.262.
13
Jorge Salvador Lara, Quito, Madrid, Colección ciudades iberoamericanas, Ed. Mapfre,
1992, p.404.
236 • HISTORIA DE AMÉRICA ANDINA
" Bernard Lavallé, Quito et la crise de L'Aicabala (1580-1600), París, CNRS, 1992, p.213.
También, "La rebelión de las alcabalas (Quito, julio de 1592-abril de 1593). Ensayo de
interpretación", en Revista de Indias, 173, (1984), pp.141-202.
15
Rosemarie Terán, 11 La ciudad colonial y sus símbolos. Una aproximación a la historia de
Quito en el siglo XVW, en Eduardo Kingman (Comp.), Ciudades de los Andes. Visión
histórica y contemporánea, Quito, Ciudad, 1992, pp.153-171.
EL NACIIv\IENTO DE LAS CIUDADES ANDINAS • 237
16
Armando de Ramón, Santiago de Chile (154 7-7 99 7) Historia de una sociedad urbana,
Madrid, Colección de ciudades de iberoamericanas, Ed. Mapfre, 1992, p.342.
'' Bernard Lavallé, Las promesas ambiguas. Criollismo colonial en los Andes, Lima, Pon-
tificia Universidad Católica, 1993, p.224.
EL NACIMIENTO DE LAS CIUDADES ANDINAS • 239
muerto muchos por las pestes. A fines del XVI la zona tenía poco más
de 40.000 indios, cuando ya las estancias de la sabana eran la fuente de
la principal actividad regional. 19
Más al oriente, el proceso fundacional tuvo las mismas caracte-
rísticas. Un mestizo, Francisco Fajardo, hijo de una cacica guayqueri de
isla Margarita y de un español, conocedor de la lengua de los indios de
la costa central, entró en 1555, cambiando joyas y víveres en medio de
un regocijo general. Pero luego, con el conocimiento adquirido, procu-
ró la conquista, que no fue tan sencilla. La atracción era, cómo no, el mi-
to del oro. En una de las más cruentas y dilatadas campañas, los espa-
ñoles iniciaron la conquista de los toromaynas, mariches, charagatos y
taques. Buscando oro, con esclavos expertos en minería, llegaban los
primeros españoles, enfrentados entre ellos, en un territorio hostil. Ahí
vino a llegar el temible Lope de Aguirre, con sus "marañones", la esco-
ria del Perú. La guerra entre indios y españoles fue cruenta. Los mara-
ñones vinieron a ser soldados de nuevas conquistas. 20
Recién en 1567, un capitán, con espada y estandarte, Diego de
Losada, vino a fundar Caracas. Enfrentando indios, 136 pobladores die-
ron balbuceante inicio al emplazamiento de Caracas. La provincia de
Venezuela fue un inestable emplazamiento dirigido por el sueño del
Dorado que no cristalizó sino en los placeres de perlas y el comercio,
junto con la defensa de los ataques piráticos, ya en el siglo XVII. Con
700 habitantes, Caracas esperaba fines del siglo XVIII para llegar a
20.000, entre los que naciera Simón Bolívar. Comercio, mar, riquezas
efímeras de los inicios, esperaban otra época para construir su imagen
y sus sueños.
En un escenario definido por esa historia larga, llena de aven-
tura y de parajes de misterio, fue la literatura neogranadina tal vez la
más importante de las formas de expresión de una identidad. Al cronis-
ta, padre fray Pedro Simón, hay que sumarle obras de mucha trascen-
dencia. Una mezcla de crónica con novela, elaboración de varios siglos
de tradición santafereña, es la llamada El Carnero, atribuida a alguien
que se llamó Juan Rodríguez Freyle, posteriormente identificado como
un ganadero de las estepas cundiboyacenses. Una real muestra de iden-
" Fabio Puyo, Bogotá, Madrid, Colección de ciudades ibe roamericanas, Ed. Mapfre,
1992, p.339.
20
Emilia Troconis de Veracoechea, Caracas, Madrid, Colección de ciudades iberoameri-
canas, Ed. Mapfre, 1992, p.349.
EL NACIMIENTO DE LAS CIUDADES ANDINAS • 241
'" Mario Cárdenas, "Demografía del pueblo de Santiago del Cercado", en Revista del Ar-
chivo General de la Nación, 8, (1985), pp. 79 -11 O. Paul Charn ey, "El indio urbano: un
análisis económico y soci al de la población de Lim a en 1613", en f-listórica, Xl l/1,
(1988), pp.S-3 3.
EL NACIMIENTO OE L/\5 CIUO/\OE5 /\NOJN/\5 • 247
La ciudad barroca
Para la época de la primera parte del siglo XVII tenemos, sin fechar,
otros aspirantes a la santidad, reconocida por el pueblo en su momen-
to. Venerables fueron: Fray Andrés Corso, Fray Juan Gómez, Juan Se-
bastián de la Parra S.J., Diego Martínez S.J., Siervos de Dios fueron:
Fray Gonzalo Díaz de Amarante y P. Juan de Alloza -nuestro cronista
patriota. Amén de otros personajes que vivieron en medio del conjun-
to de formas que debían encaminarlos a la santidad, de cuya fama go-
zaron o fueron dotados por sus adláteres, como el venerable Francisco
del Castillo S.J., alumno de Alloza, admirador de los iluminados y asi-
duo de la Corte del virrey. Casi venerable también, el hermano cocine-
ro de San Francisco, negro de Guinea que asistió en su cocina por cua-
renta años sin salir ni ver la calle, tan siervo de Dios, Francisco Dona-
do, fue admirado por el piadoso Conde de Lemos, quien lo hizo su
compadre espiritual.
El caso del sastre Nicolás Ayllón revela la penetración de las
formas culturales y religiosas en todos los niveles sociales del medio
urbano colonial. Su figura siguió el proceso interesado de las autorida-
des por ponerlo en la devoción oficial. Desde su muerte, se inició el
proceso de llevarlo a los altares. Los propios reyes de España insistie-
ron ante su embajador en Roma, Duque de Medinacelli, acerca de la ca-
nonización de Nicolás de Dios, de nación indio, en 1689-1690.33 En 1695,
el rey destaca los informes del arzobispado de Lima, donde el pueblo
lo había comenzado a venerar. En 1690, los agustinos escribieron al rey:
"Cada puntada de su aguja era mortal herida al común enemigo" alu-
diendo a su oficio, destacando su lucha contra la perdición en el peca-
do. Su acción más llamativa fue la fundación de un recogimiento de
doncellas llamado Jesús, María y José. Se destaca la devoción a la vir-
gen y que esa devoción la extendió al pueblo de Lima. También infor-
man los franciscanos, los jesuitas, el Cabildo metropolitano. Los "indios
del cercado" le escriben también al rey al respecto. Todas las corpora-
ciones tenían una notable familiaridad con los procesos de santifica-
ción. "
Si estas figuras nos acercan a la práctica popular de las formas
de la piedad cristiana, atadas a un sentimiento barroco que se iba ha-
ciendo más teatral y extendido, algunas devociones fueron todavía más
"' Rubén Vargas Ugarte, Manuscritos peruanos en las bibliotecas y archivos de Europa y
América, Buenos Aires, 1947. Es un documento del Archivo de la Embajada española en
Roma, leg.157.
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" Mario Chacón Torres, Arte virreina/ en Potosí, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano Ame-
ricanos, 1973, p.329 JI.
EL N ACi tv\IEN TO DE L A S CIUDA DES AN DI N AS· 255
" Bartolomé Arzáns de Orsua y Vela, Historia de la Villa Imperial de Potosí, edit. por Gun-
nar Mendoza y Lewis Hanke, 3 vols., Providence, Brown University Press, 1965. La obra
que mejor se detiene en las guerras específicamente es la de Alberto Crespo, La guerra
entre vicuñas y vascongados, Potosí 1622-1625, La Paz, 1969, p.202. Consultar tamb ién
Lewis Hanke (ed), Los virreyes españoles en América durante el gobierno de la casa de
Austria, Perú, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 1978.
256 • HISTORIA DE AMÉRICA ANDINA