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LA VIDA DE LA IGLESIA EN MEDIO DE UNA PANDEMIA

Una Reflexión sobre el Salmo 84:1−4

Pastor Jorge A. Rodríguez V.

Introducción

A través de la historia, la Iglesia ha tenido que enfrentar diferentes circunstancias


providenciales que los llevaron a considerar y buscar formas apropiadas de seguir haciendo
lo que el Señor ha ordenado. Desde persecución y crisis económicas, hasta enfermedades y
mortandad; siempre que las circunstancias lo han requerido, la iglesia ha sido diligente en
ser fiel a Su Señor. Cuando la persecución a la fe hacía que los cultos públicos en medio de la
ciudad sean imposibles, los creyentes hacían largas caminatas para reunirse en medio del
bosque o lo hacían debajo de las ciudades en catacumbas. Cuando bautizar creyentes fue
visto como un delito, la iglesia buscó la forma de bautizarlos en la noche y en ríos a las afueras
de las ciudades. No importa que tan difícil fuera la circunstancia, el amor al Señor y a Su
Palabra hizo que los creyentes buscaran ser fieles a cualquier precio. Hoy, somos nosotros
los que enfrentamos una providencia que nos lleva a volver a reflexionar sobre cómo ser
fieles al Señor en medio de la circunstancia que vivimos. Hay por lo menos dos factores que
hacen de esta circunstancia un verdadero desafío. En primer lugar, la razón por la que no
podemos congregarnos. Y, en segundo lugar, el desarrollo tecnológico y la comunicación. Con
respecto a lo primero podemos decir que la razón por la que no nos congregamos en culto
público en estos días no es por causa de una persecución a la fe sino por salvaguardar la vida
de nuestros hermanos. Esto hace que “no congregarnos” no sea una falta de fe o negar que
tenemos una fe verdadera sino que, en un sentido real, confirma nuestra fe al amar a nuestro
prójimo. Las palabras de Apóstol Juan deben resonar en nuestro corazón:

1 Jn. 4:20−21 Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso;


porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien
no ha visto. Y este mandamiento tenemos de El: que el que ama a Dios, ame también
a su hermano.

No convocar al pueblo de Dios en asamblea (reunión física) formal en estos días es una
muestra de amor a nuestros hermanos, de preocuparnos por ellos y desear lo mejor para sus
vidas y familias. De ninguna manera alguien podría afirmar que la iglesia debe reunirse sin
importar lo que pase como muestra de su obediencia al Señor, porque el Apóstol Juan
claramente nos recuerda que la muestra de amor al Señor es amar a nuestros hermanos, esto
es buscar su bien y bendición. Afirmamos nuestra fe en el Señor cuando hacemos o dejamos
de hacer cosas por amor a nuestros hermanos.

Con respecto al aspecto tecnológico tenemos que reconocer que en este sentido enfrentamos
algo que la iglesia en otras épocas no enfrentó. Antiguamente, la ausencia física era una
ausencia absoluta. Si no estabas junto a otra persona, simplemente no había manera de

1
comunicarte con ella. Desde hace relativamente pocos años atrás, el mundo ha vivido un
cambio tecnológico inimaginable para los que nos precedieron. Sin importar en que parte del
mundo estés, puedes comunicarte con otra persona escuchándola y viéndola a través de tu
teléfono o dispositivo móvil. Estos cambios, también han afectado la realidad de la iglesia.
Desde hace algunos años, muchas iglesias han disfrutado de los beneficios de hacer
trasmisiones en directo o almacenar sus predicaciones en audio y video para que aquellos
que no estuvieron presentes físicamente puedan observar y escuchar como si lo hubieran
estado. Algunos han visto de lejos esta práctica tecnológica en algunas iglesias, ya sea por
desconfianza y notar el peligro de convertir a la iglesia en una “iglesia online”, o por falta de
herramientas, conocimiento o recursos que han hecho imposible tomar parte en eso. Sin
embargo, todos nosotros (habiendo estado de acuerdo con esto o no) hemos tenido que
enfrentar esta nueva realidad abrazándonos de los medios disponibles para seguir invocando
el nombre del Señor y proclamando Su verdad. Estamos celebrando reuniones por Facebook
Live y utilizando plataformas como ZOOM para compartir con nuestros hermanos y ver sus
rostros. Este adelanto tecnológico que nos acerca de aquellos a los que no podemos abrazar
en estos días es lo que constituye uno de los principales desafíos en nuestro entendimiento
teológico con respecto a la iglesia. ¿Qué es lo que debemos y podemos hacer como iglesia en
este tiempo en el que no podemos reunirnos físicamente? ¿Podemos llamar “Culto” a las
reuniones que transmitimos por Facebook Live? ¿Podemos celebrar la Cena del Señor?

Con el propósito de responder estas preguntas ⎯las cuales también están en mi alma⎯,
quiero compartir contigo una reflexión en el Salmo 84, en donde se nos recuerda el anhelo
que debemos tener por la adoración a Dios y Su santa morada.

Salmo 84:1−4 ¡Cuán preciosas son tus moradas, Oh SEÑOR de los ejércitos! Anhelaba
mi alma, y aun deseaba con ansias los atrios del SEÑOR; mi corazón y mi carne cantan
con gozo al Dios vivo. Aun el ave ha hallado casa, y la golondrina nido para sí donde
poner sus polluelos: ¡tus altares, oh SEÑOR de los ejércitos, Rey mío y Dios mío! ¡Cuán
bienaventurados son los que moran en tu casa! Continuamente te alaban. (Selah)

Una Visión General del Texto

Este salmo es uno de los salmos más hermosos de la Escritura. No solo por su tono suave y
dulce, sino por la dulzura del tema que trata: la comunión con Dios y el anhelo del creyente
por estar en Su presencia. Es casi como si se pudiera escuchar el canto de las golondrinas y
sus polluelos y respirar el ambiente de paz dentro de la habitación física a la que los israelitas
tenían que acercarse para adorar al Dios verdadero. Esto fue lo que el gran Spurgeon dijo de
este salmo:

Esta oda sagrada es una de las más selectas de la colección; tiene un leve resplandor
sobre ella, lo que le permite llamarla “La Perla de los Salmos”. Si el 23 es el más

2
popular, el 103 el más alegre, el 119 el más profundamente experimental, el 51 el de
mayor lamento, entonces este es uno de los más dulces de los Salmos de la paz.1

Aunque no tenemos mucha información sobre este salmo, la descripción es que es “Para el
director del coro; sobre Gitit” y para2 los hijos de Coré. Aunque aparece en otros salmos
también (Sal. 8:1; 81:1), lo único que sabemos con respecto al término Gitit es que es un
instrumento de cuerda y muy probablemente uno muy parecido al arpa3 ⎯lo cual denota
dulzura y melodías apacibles. Con respecto al autor de este salmo, el comentarista Matthew
Henry creía que muy probable fue David quien lo escribió y esto porque en este se puede
respirar una buena parte de su excelente espíritu y, además, es muy parecido al Salmo 63 que
fue escrito por él.4 Aunque no tengamos la seguridad de eso, lo que si está claro es que este
salmo fue escrito por alguien que estuvo presente en el tabernáculo de reunión y, a través de
frases de profundo anhelo, describe su deseo de estar ahí para tener comunión con el Señor.
La forma en la que este salmista describió el estar en comunión con el Señor en medio de Su
casa es con la imagen de un ave que encuentra refugio para sus polluelos en un rincón de la
Casa de Dios mientras el sonido apacible de un instrumento de cuerdas la acompaña.

Este salmo está dividido naturalmente en tres secciones. La primera va del versículo 1 al 4. La
segunda del versículo 5 al 8. La tercer del versículo 9 al 12. Cada una de estas secciones está
marcada por una exclamación de bienaventuranza lo cual marca el tema principal de cada una
de estas secciones (vers.4, 5, 12). Para nuestra reflexión en este escrito, solo consideraremos
la primera sección de este salmo (vers. 1−4). En esta porción, hay dos elementos de este dulce
cuadro de comunión con Dios que se levantan delante de nuestros ojos:

1. La Hermosura de la Morada de Dios (vers.1)


2. El Anhelo del Adorador por esa Morada (vers.2−4)

La Hermosura de la Morada de Dios (vers. 1)

Es salmo comienza con una maravillosa expresión de asombro con respecto al lugar donde
Dios habita. El adjetivo hebreo ‫ י ִָדיד‬que utiliza el salmista describe la cualidad de algo que
merece o inspira amor. La Reina Valera (RVR60) adecuadamente lo traduce como amable. Otras
versiones ⎯incluyendo la LBLA⎯ lo traducen como preciosas porque hay una conexión muy
importante entre lo deseable y lo hermoso. Para el creyente, la comunión con Dios y estar
cerca de Él es algo tan precioso que su alma lo desea profundamente. Esa es una de las
características de aquellos que han sido llamados a una nueva vida en Cristo. Después de

1
Spurgeon, Charles H.; “The treasury of David: Psalms 56-87” Vol. 3 (Londres, Edimburgo; Nueva York: Marshall Brothers,
s.a.), pg. 432.
2
En el texto hebreo, la preposición que aparece aquí es ‫ל‬, la cual indica dirección o destinatario. Se puede traducir como
a, hacia, para. (Chávez, Moisés; “Diccionario de Hebreo Bı ́blico” 1era Edición (El Paso, Texas: Editorial Mundo Hispano,
1992), pg. 300. En la RVR60 se traduce como “Salmo para los hijos de Coré”.
3
Chávez, Moisés; “Diccionario de Hebreo Bı ́blico” 1era Edición (El Paso, Texas: Editorial Mundo Hispano, 1992),pg. 129.
4
Henry, Matthew; “Matthew Henry’s Commentary on the Whole Bible: Complete and Unabridged in One Volume”
(Peabody: Hendrickson, 1994), pg. 865.

3
aborrecerlo con el alma y caminar dándole la espalda en todos los aspectos de su vida
⎯incluyendo los religiosos⎯, el hombre que ha nacido de nuevo ahora tiene una nueva
percepción y amor hacia Dios. Su anhelo es caminar cerca de Él, vivir en comunión con Él.
Para todo creyente la comunión con Dios es el bien más preciado, el de mayor hermosura, y el
único que merece todo su amor.

En hebreo, la palabra moradas (‫)מ ְׁשכָן‬


ִ es la misma palabra que en otros textos es traducida
como tabernáculo. Esta palabra expresa la idea de un lugar en donde alguien vive, por eso puede
ser traducida como habitación, morada o casa.5 El uso de esta palabra nos muestra lo que el
salmista está describiendo como algo amable o digno de ser amado, y eso es: el tabernáculo
o tienda de reunión que Dios mandó a los hijos de Israel que levantaran conforme a lo que Él
les mostró para convertirla en Su habitación entre los hombres (Ex. 25:9; 40:34). Sin embargo,
el momento en el que vivía el salmista y el tabernáculo de reunión que tanto añoraba, son
solo una parte de la revelación de este cuadro asombroso de Dios habitando entre los
hombres. Desde el principio, Dios reveló esta intención al crear todo y relacionarse con Adán
y Eva de manera directa. Su mandato de cuidar el huerto del Edén tenía la intención de que
Su presencia entre los hombres en ese jardín ⎯una parte de la tierra⎯ se extendiera hasta el
último rincón de la tierra de manera que toda la tierra disfrute de Su presencia y Su
habitación en medio de ellos. Sin embargo, la desobediencia mostró la incapacidad del
hombre por cumplir ese mandato y mantener la relación con Dios y, a partir de ahí, la
habitación de Dios entre los hombres fue limitada y revelada desde una perspectiva
redentora en forma de una promesa futura: Dios volvería a habitar entre los hombres algún día.

De manera general, podrías decir que esa es la esperanza a lo largo de toda la historia de la
redención. Ahora bien, Dios ha revelado de manera progresiva la forma en la que Dios habita
entre los hombres a partir de la caída. La gran revelación del Antiguo Testamento con
respecto a esto es la construcción del tabernáculo y luego, cuando ya recibieron la tierra que
Dios les había prometido, la construcción del templo de Jerusalén. Dios habitaba entre los
hombres a través de esta “casa” que Él ordenó y los hombres podían adorarlo yendo a este
“pedazo del cielo sobre la tierra”. Sin embargo, los hombres no podían acercarse
directamente sino que necesitaban de un sacerdote que hiciera sacrificio por el pecado por
ellos. Estaban limitados a ciertos lugares dentro de las instalaciones de esta casa. Luego, el
amanecer más glorioso que los hombres hayan visto llegó. La venida del Hijo de Dios trajo
una perspectiva mucho más gloriosa con respecto a la habitación de Dios entre los hombres.
El Apóstol Juan nos dice que “el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros” (Jn. 1:14a), lo
cual implica que Su habitación ya no estaba velada por cortinas o paredes, sino por el velo
de la humanidad de Cristo. Dios ahora habitaba entre los hombres en forma de hombre. Sin
embargo, aun cuando nada puede ser más grande que la gloriosa humanidad de Cristo y Su

5
Holladay, W. L., & Köhler, L.; “A Concise Hebrew and Aramaic Lexicon of the Old Testament” (Leiden: Brill, 2000), pg.
219.

4
presencia entre los hombres, Dios quiso mostrarnos más con respecto a Su plan de habitar
entre los hombres y envió al Espíritu Santo con el propósito de consolidar Su habitación en
una condición mayor. Nuestro bendito Señor lo afirmó cuando dijo: “Pero yo os digo la
verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a
vosotros; pero si me voy, os lo enviaré” (Jn. 16:7). ¿En qué sentido podría ser mejor que Él se
fuera y que venga en Su lugar el Espíritu Santo? La respuesta está conectada a la limitación
de su verdadera humanidad. El Señor envió a Sus discípulos a predicar el Evangelio al
mundo entero porque Su habitación en la tierra ya no sería un lugar físico como el
tabernáculo, ni tampoco Su presencia estaría limitada por Su verdadera humanidad, sino que
ahora por medio del Espíritu Santo estaría con los creyentes “todos los días, hasta el fin del
mundo” (Mt. 28:20) edificando Su morada con piedras vivas (1 Ped. 2:5).

Esto nos lleva a mirar nuestra realidad frente a la realidad del salmista. El salmista, quien era
un creyente ⎯parte del Israel espiritual⎯ al igual que nosotros, anhelaba la presencia de
Dios y la comunión con Él lo cual estaba necesariamente ligado a la morada terrenal de Dios,
el tabernáculo de reunión. En nuestra realidad, ese mismo anhelo por el Señor sigue siendo
la marca distintiva de los creyentes, la diferencia está en la forma en la que la presencia de
Dios se manifiesta en medio de nosotros en la tierra. Para entender esto apropiadamente,
necesitamos hacer la siguiente distinción: el atributo de Dios y la presencia especial de Dios.
Con respecto a Su atributo Dios es omnipresente, lo cual significa que Él está en todos los
lugares, o cómo lo ha dicho un teólogo antiguo “Dios está completamente dentro de todo y
totalmente fuera de todo”.6 Este rasgos asombroso y único de Dios es descrito de manera
maravillosa en diferentes pasajes de la Escritura (1 Reyes 8:27; Isaías 66:1; Hechos 7:48, 49;
Salmo 139:7–10; Jeremías 23:23, 24; Hechos 17:27, 28).7 Por supuesto, de la misma forma en la
que está hoy en todos lados y Su presencia llena toda la tierra, en el Antiguo Testamento Dios
también era omnipresente. Este atributo ha estado en Dios desde la eternidad y es parte de
Su esencia inmutable. Siendo así, ¿no podían los hombres simplemente adorarlo en cualquier
lugar? La respuesta es no. No se podía adorar a Dios en cualquier lugar, aun a pesar de que
Él está en todo lugar. Esto nos empuja a nuestra segunda distinción, la presencia especial de
Dios. Al hacerse la pregunta si Dios está presente en todas partes de la misma manera,
Geerhardus Vos responde: “No, Él revela su presencia de una manera diferente en el cielo
que en el lugar de los perdidos, y también de modo distinto en la tierra que arriba”.8 Esto es
lo que la Biblia nos enseña con claridad desde el principio. En el Antiguo Testamento, esta
presencia especial estaba en el lugar santísimo. En este lugar, Dios habitaba y Su presencia
era tan evidente que incluso podía ser vista cuando Él venía sobre el tabernáculo (Ex. 40:34).

6
Vos, Geerhardus; “Teología Sistemática – Vol. 1: Teología Propia” (Bellingham, WA: Editorial Tesoro Bíblico; Lexham
Press, 2018), Capítulo 2, Pregunta 30.
7
Estos son los pasajes de prueba citados por Louis Berkhof en su Teología Sistemática. Berkhof, Louis; “Teología
Sistemática” (Bellingham, WA: Editorial Tesoro Bíblico, 2018).
8
Vos, Geerhardus; “Teología Sistemática – Vol. 1: Teología Propia” (Bellingham, WA: Editorial Tesoro Bíblico; Lexham
Press, 2018), Capítulo 2, Pregunta 33.

5
En lo que respecta a nosotros, el Dios omnipresente sigue prometiendo su presencia especial,
la cual no está en todo lugar sino específicamente en los medios a los que Él la restringió.
¿Dónde mora Dios hoy? La maravillosa promesa del Nuevo Testamento es que la presencia
especial del Señor está cuando Su pueblo se reúne a adorar. Permíteme considerar dos textos
que son de gran importancia para entender esta verdad: 2 Corintios 6:16 y Mateo 18:20.

2 Cor. 6:16 ¿O qué acuerdo tiene el templo de Dios con los ídolos? Porque nosotros
somos el templo del Dios vivo, como Dios dijo: HABITARE EN ELLOS, Y ANDARE
ENTRE ELLOS; Y SERE SU DIOS, Y ELLOS SERAN MI PUEBLO.

Este texto se encuentra en medio de una exhortación del Apóstol Pablo a la iglesia de los
Corintios en la que expresa la gran responsabilidad que tienen los creyentes de vivir
conforme a su profesión para que el ministerio no sea desacreditado. En medio de estas
palabras, Pablo les recuerda la incompatibilidad que existe entre los creyentes y los
inconversos. Esta separación tiene que ver con no tener relaciones afectivas formales con
ellos, evitar profundizar en un trato cotidiano de amistad y convivencia, y cortar cualquier
tipo de comunión religiosa.9 El fundamento que el Apóstol da para esta exhortación es que
ellos ⎯al igual que todos los creyentes⎯ son el templo del Dios vivo (ἡμεῖς γὰρ ναὸς θεοῦ
ἐσμεν ζῶντος). Esta expresión es sumamente importante por la connotación que tiene. El
templo del Dios significa el lugar en donde el Dios vivo mora o habita. Esto evoca el concepto de
la habitación de Dios en medio de los hombres. La promesa más gloriosa es cumplida de una
manera asombrosamente inesperada. Dios no habita en edificios o construcciones humanas
sino en medio de Su pueblo. El texto enfatiza esto al decir que nosotros somos ese templo.
Este concepto escritural es reforzado aun más con la cita que hace el Apóstol del Antiguo
Testamento (Ex. 29:45; Lev. 26:12; Jer. 31:1 y Eze. 37:27), especialmente de Ezequiel 37:26, 27
en donde se enfatiza que Dios pondría su santuario en medio de ellos para siempre y Su morada
estaría también junto a ellos. Esto se cumple en la iglesia, los creyentes son la morada de Dios.
¡Cuan preciosas son sus moradas! Sin embargo, aunque esta realidad es clara, todavía quedan
preguntas que deben ser respondidas. ¿Cómo debemos entender Su presencia especial con
nosotros? ¿Un creyente constituye el templo de Dios y, por lo tanto, puede evocar esta
presencia especial en su casa o en su devoción personal? ¿Cómo se deben relacionar el hecho
de que Dios habita con nosotros (a través de la morada del Espíritu Santo) y Su presencia
especial? Creo que las respuestas a estas preguntas tan importantes se encuentran en nuestro
siguiente pasaje, Mateo 18:20.

Mt. 18:20 Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio
de ellos.

9
Henry, Matthew; “Matthew Henry’s Commentary On the Whole Bible: Complete and Unabridged in One Volume”
(Peabody: Hendrickson, 1994) pg. 2285–2286.

6
Este pasaje se encuentra en el contexto de la enseñanza de nuestro Señor sobre el perdón y,
específicamente, en la descripción de cómo debía llevarse a cabo la disciplina dentro de la
asamblea de creyentes. Este texto nos brinda una claridad muy pertinente sobre este asunto
porque enfoca la promesa de la presencia especial de Dios a través de la declaración allí estoy
yo en medio de ellos. Esta declaración no se refiere solamente a un asunto de Su presencia entre
los creyentes, sino una forma de Su presencia que es especial porque denota autoridad. Esto
podemos reconocer al notar las palabras del Señor en el contexto inmediato de este pasaje:
“En verdad os digo: todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis
en la tierra, será desatado en el cielo” (vers. 18), así como: “Además os digo, que si dos de
vosotros se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan aquí en la tierra, les será hecho
por mi Padre que está en los cielos” (vers. 19). Esta promesa está conectada con la declaración
formal y pública sobre una persona que, habiendo sido parte de la iglesia por causa de su
conducta, se lo juzga como un no creyente ⎯esto es lo que significa la expresión: gentil y
publicano⎯. En este contexto, el Señor dice que Él estará en medio de Su pueblo. La
condición clara para esta promesa es la frase “donde estén dos o tres reunidos en mi nombre”, lo
cual implica no una reunión cotidiana o común entre creyentes, sino la reunión formal que
es convocada por causa del Señor. De esta especificación fundamental que nos brinda este
pasaje entendemos que aunque la presencia del Señor está siempre con los creyentes (1
Cor.3:16), aún más allá de la manifestación de Su carácter omnipresente ⎯lo cual es verdad
con respecto a todas las personas y a todos los lugares⎯, la presencia especial de Dios ha
sido prometida cuando la iglesia de Cristo se reúne en Su nombre para ejercer la autoridad
que Dios le dio ⎯de lo cual la disciplina es solo una de ellas, pues la autoridad que la iglesia
tiene también tiene que ver con la adoración a Dios ⎯. De esta verdad surge nuestra doctrina
relacionada con el Culto Público, su importancia y la exclusividad que éste tiene sobre
aquellas cosas que Dios le ha mandado a los creyentes de una manera colectiva (como por
ejemplo, las ordenanzas).

Por lo tanto, Dios habita en Su pueblo pero al mismo tiempo, Su presencia especial es
prometida de manera más específica cuando Su pueblo se reúne en adoración formal a Él. La
preciosa morada del Señor en este tiempo, aunque la constituyen los creyentes porque ellos son
el templo del Espíritu Santo, de una manera colectiva la constituye la reunión formal de
adoración de Su pueblo. Va a llegar un día cuando Su presencia especial estará en toda la
tierra y toda la tierra será el lugar de Su habitación entre los hombres otra vez.

Isaías 11:9 No dañarán ni destruirán en todo mi santo monte, porque la tierra estará
llena del conocimiento del SEÑOR, como las aguas cubren el mar.

Zac. 14:9 Y el SEÑOR será rey sobre toda la tierra; aquel día el SEÑOR será uno, y uno
su nombre.

Mientras tanto, Su presencia especial ha sido prometida para la asamblea formal de Su


pueblo en Su nombre.

7
El Anhelo del Adorador por esa Morada (vers.2−4)

El segundo elemento de este dulce cuadro de la comunión con Dios es el anhelo que el
adorador expresa de la morada de Dios, de Su habitación. En estos tres versículos, el salmista
expresa ese anhelo a través de una afirmación (vers. 2), una figura (vers. 3) y una
bienaventuranza (vers.4).

La afirmación que encontramos en el versículo 2, está compuesta por dos versos que contienen
palabras que muestran el anhelo de este adorador por la presencia de Dios. En el primer
verso ⎯“Anhelaba mi alma, y aun deseaba con ansias los atrios del SEÑOR” ⎯, el salmista ubica
este deseo como algo que experimenta en su alma. No era simplemente una añoranza sino
algo que anhelaba con todo su corazón y con todas sus fuerzas. Hay dos palabras que se
utilizan para expresar este deseo. La primera palabra (‫ )נִכְׁ סְׁ ָָ֬פה‬es traducida en LBLA como
anhelaba. Esta palabra denota un deseo profundo y puede ser ilustrada en la vida de Jacob
cuando su suegro Labán lo reprende por haber querido irse a escondidas. En medio de su
represión, Labán le dice: “Y ahora, ciertamente te has marchado porque añorabas mucho la
casa de tu padre…” (Gen. 31:30). Jacob añoraba volver a su familia, a su pueblo. Esa añoranza
o deseo es lo mismo que el salmista describe en este texto. La segunda palabra que aparece
en el texto (‫ )כָלְׁ ָ֨ ָתה‬es traducida por la RVR60 como ardientemente desea. Esta palabra es
interesante porque tiene connotaciones negativas, puede ser traducida como desfallecer,
debilitarse o consumirse. LBLA traduce esta palabra como deseaba con ansias. En 2 Samuel 13:39,
se utiliza esta misma palabra y es muy ilustrativa la forma en la que lo hace. Este pasaje nos
cuenta una de las tragedias de la casa de David. Absalón se llenó de odio hacia su hermano
Amnón por causa del acto vil que había cometido contra su hermana Tamar. Después de dos
años, Absalón encontró el momento perfecto para cobrar venganza, mató a su hermano y
huyó. Al enterarse de la noticia, David volvió a la ciudad y junto a sus hijos lloró la muerte
de Amnón. El texto nos dice que después de que su alma fue consolada, David tuvo “ansiaba
ir adonde estaba Absalón…”. Luego, el salmista nos muestra que esta añoranza profunda o
deseo intenso está dirigido hacia los atrios del Señor. Como ya explicamos anteriormente, esta
es una referencia hacia la casa del Señor, el tabernáculo de reunión. El salmista desfallecía en
su alma por el deseo profundo de estar en comunión con el Señor. En el segundo verso ⎯”mi
corazón y mi carne cantan con gozo al Dios vivo”⎯, encontramos la reacción de gozo desde su
corazón y carne (un equivalente a su alma antes mencionada, es decir: con todo su ser) que
canta al Dios vivo. Este verso nos deja claro que su anhelo es más allá que una simple
añoranza del lugar o de las cosas que un lugar proporciona, este deseo profundo tiene que
ver con Dios, con Su presencia, con estar en comunión con Él.

En el versículo 3 encontramos este deseo expresado en forma de una figura. El salmista pinta
la tierna escena de una golondrina haciendo un nido para sus polluelos. ¿Cuál es la
característica de los lugares que las aves buscan para sus nidos? Que sea un lugar seguro
lejos de cualquier depredador, donde encuentren tranquilidad. Un lugar en el que puedan

8
hallar descanso. Esta figura no debe tomarse como una metáfora que busca una
interpretación especial, sino un cuadro cotidiano de la naturaleza que busca expresar lo que
el salmista encontraba en la casa del Señor. Por lo tanto, así como la golondrina encuentra un
lugar para el nido de sus polluelos y un ave lugar para su casa, así el salmista ve en la casa
del Señor un lugar en el cual habitar, su hogar. El salmista termina este verso con una
expresión de adoración: mi Rey y mi Dios (‫ֵאֹלהי‬
ָֽ ָ ‫) ַ֝מלְׁ ִּ֗ ִכי ו‬. El sentido mas elevado de adoración es
cuando un creyente reconoce a Dios como su rey ⎯es decir, como el soberano Señor sobre
su vida⎯, y como su Dios ⎯es decir, como su refugio y la roca de su salvación.

Finalmente, el versículo 4 presenta este anhelo en forma de una bienaventuranza: ¡Cuán


bienaventurados son los que moran en tu casa! Es una referencia a aquellos que servían en el
templo, a aquellos sacerdotes que literalmente moraban en la casa del Señor. El salmista
expresa su anhelo por la presencia del Señor exaltando grandemente el privilegio que tiene
aquellos que viven en la casa de Dios, pues todo el día pueden servirle y adorarle. Es como
si dijera: ¡cómo quisiera ser uno de ellos! ¡cómo quisiera vivir en la casa de Dios para estar en
comunión con Él desde que me levanto por la mañana hasta que cierre mis ojos por la noche!

El deseo de comunión con el Señor que encontramos en las palabras del Salmo 84, nos
recuerda el Salmo 42 donde también se habla de ese deseo como una necesidad urgente que
hacía que el salmista estuviera desfalleciendo en su alma.

Salmo 42:1−2 Como el ciervo anhela las corrientes de agua, así suspira por ti, Oh Dios,
el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente; ¿cuándo vendré y me
presentaré delante de Dios?

Entonces, podemos concluir nuestro análisis de este segundo elemento del maravilloso
cuadro de la comunión con Dios que nos presenta el Salmo 84, afirmando que el creyente
verdadero tiene constantemente un anhelo profundo de estar en comunión con su Dios. Ese
anhelo es una añoranza que no se puede saciar con otra cosa que no sea la presencia del
Señor. Ese anhelo lo lleva a meditar en Su Señor y a desear todos los momentos en los que
puede estar con Él en Su morada disfrutando de Su presencia.

Conclusión

¿Qué aprendemos de esta reflexión en el Salmo 84 con respecto a la vida de la Iglesia en


medio de la pandemia que enfrentamos? Déjame concluir esta reflexión llevándote a
considerar algunas aplicaciones prácticas que fluyen de estos dos elementos del dulce cuadro
de comunión con Dios que nos presenta este salmo, los cuales nos ayudarán a entender cómo
vivir nuestra vida de iglesia en medio de esta circunstancia.

La Hermosura de la Morada de Dios del Salmo 84 nos recuerda la gloriosa promesa de la


presencia especial de Dios y las restricciones que la acompañan.

9
Como veíamos, la presencia especial de Dios en la tierra ⎯a diferencia del AT donde fue
dada a través del tabernáculo de reunión⎯ en este tiempo ha sido prometida para el culto
público de adoración que la iglesia celebra en Su nombre. Para que exista un culto público,
la iglesia debe estar reunida en Su nombre. Alguien podría decir: “Siendo así, entonces la
iglesia sí está teniendo cultos públicos en estos días porque aunque no estemos físicamente
reunidos, nos estamos reuniendo a través de las trasmisiones y las aplicaciones que nos
permiten vernos y escucharnos”. Aunque es muy cierto que en un sentido nuestra mente
puede estar en lugares donde nuestro cuerpo no está (un ejemplo de eso es cuando alguien
está en el culto público físicamente pero su mente está en otro lado), la realidad física no
puede ser divorciada de la mente. En el sentido más estricto, nosotros estamos donde están
nuestros cuerpos, y estamos en plenitud en un lugar cuando nuestra mente está donde está
nuestro cuerpo. Por esta razón, el concepto bíblico de culto público contiene necesariamente
la idea de presencia física (Heb. 10:25). Entonces, cuando la iglesia no está reunida
físicamente para la adoración en el nombre del Señor, no hay culto público; y eso sigue siendo
verdad aun cuando nuestros corazones estén juntos en adoración y nos estemos viendo por
una cámara. Si la iglesia no está físicamente presente, no se está llevando a cabo un culto
público. Si no hay culto público, entonces la presencia especial de Dios no está y, si no está,
entonces las cosas que la requieren no pueden ser realizadas. ¿A qué nos referimos? A la
aceptación y expulsión de miembros y las ordenanzas. Por eso podemos decir que aunque
las transmisiones por internet son completamente legítimas y necesarias en este tiempo, éstas
no suplantan el culto público de la iglesia.

Algo que nos ayuda a entender mejor este concepto escritural es aprender a hacer la
distinción entre adoración familiar y adoración congregacional formal o culto público. Lo
primero sucede dentro del marco de nuestras casas y familias, lo segundo en la formalidad
de la iglesia reunida para adorar a Dios. ¿Cuáles son algunas de las implicaciones de esta
verdad? En primer lugar, lo más recomendable es que no debemos llamar a nuestras
transmisiones por internet: “cultos”. Al hacerlo podemos dar la idea de que estamos
asemejando estas transmisiones con el culto público de la iglesia y esto puede traer confusión
sobre el entendimiento de este asunto. En segundo lugar, durante este tiempo ⎯al no tener
cultos públicos⎯ no debemos celebrar ninguna de las ordenanzas de la iglesia. En tercer
lugar, durante este tiempo la iglesia no debe ejercer su autoridad en el recibimiento o
expulsión de miembros. Aunque estas implicaciones parezcan algo difíciles de aceptar,
nuestro corazón debe consolarse en la providencia de Dios y las regulaciones que Él
soberanamente estableció en lo respecta a Su adoración.

Sin embargo, hay una implicación positiva en esta reflexión sobre la presencia especial de
Dios ⎯es decir, lo que sí debemos hacer. Aunque es muy cierto que por la providencia de
Dios no podemos disfrutar de la adoración pública y formal de la iglesia, Su presencia sigue
estando con nosotros de manera particular y personal. Aun cuando lo ideal y la forma en la
que Dios estableció la vida y el crecimiento del creyente está conectada a la adoración pública,

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el creyente sigue teniendo la bendita bendición de que el Señor sigue estando a su lado. El
Espíritu Santo que mora en nosotros nos capacita para entender Su Palabra y nos alimenta y
reprende en nuestro caminar. Aun en medio de una pandemia donde no podemos tener
cultos públicos, Dios sigue activo en medio de Su pueblo. Él sigue siendo nuestro refugio y
la roca de nuestra salvación. Esta verdad nos lleva a recordar que ahora que no podemos
congregarnos, hay muchas cosas que podemos hacer. En este tiempo mi lectura, meditación
y memorización de las Escrituras debe ser fortalecido. Aunque en todo tiempo debemos
buscar fortalecer nuestra devoción familiar (pues esta cumple un rol específico y
fundamental en la vida de nuestra familia), este es un buen tiempo para que nuestro
alimentación espiritual sea en gran manera sostenida por nuestros tiempos de adoración en
casa. Es un buen tiempo para vivir nuestra fe en uno de los aspectos más descuidados de
todos: nuestra vida familiar. Honremos al Señor en esta circunstancia y permitamos que este
tiempo en el que somos providencialmente impedidos a congregarnos traiga resultados
gloriosos y transformadores en nuestra vida espiritual como familia.

El Anhelo del Adorador por la Morada de Dios del Salmo 84 nos exhorta a considerar el
estado de nuestro corazón con respecto a nuestro anhelo por el Señor y Su presencia especial
sobre la tierra.

¿Cuál debería ser el anhelo de un creyente durante este tiempo en el que no puede
congregarse? El deseo profundo y desfalleciente del salmista por la presencia de Dios debe
ayudarnos a reflexionar sobre nuestro corazón. El deseo de adorar a Dios y estar cerca de Él
es una evidencia de nuestra nueva naturaleza. Por eso, en este tiempo debemos ser sinceros
en considerar el estado de nuestro corazón. ¿Qué provoca en nosotros el cumplimiento tan
sencillo y fácil de las obligaciones para con nuestra iglesia en este tiempo? ¿Te deleitas en no
tener que salir de tu casa ni tener que rendir cuentas a otros por tu vida? ¿Te sientes completo
aun cuando no puedes ver a tus hermanos ni adorar al Señor junto a ellos? Estas preguntas
deben ser contestadas con sinceridad. ¡No podemos salir de esta pandemia sin ser afectados
dramáticamente en nuestra devoción hacia el Señor! Este salmo nos recuerda que hay ciertos
momentos particulares en la vida en los que providencialmente seremos impedidos de estar
cerca de la presencia especial de Dios por un tiempo, ¿cuál debería ser la actitud correcta del
creyente en estos tiempos? Valorar más los tiempos junto a la iglesia de Dios para adorar.
Desear anhelante e incansablemente el día en que nos podamos volver a reunir a adorar al
Señor disfrutando de Su presencia. ¡Cuán bienaventurados son los que ya están en la
presencia del Señor el día de hoy! Porque disfrutan de Su presencia para siempre y nunca
nada les impedirá de mirar Su rostro y contemplar la gloria de Su Majestad en Su santa
morada. Porque mejor es un día en Sus atrios que mil fuera de ellos (Sal. 84:10).

A Él sea la gloria en Su iglesia.

FINIS

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