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Formas de racismo indio

en la Argentina y
configuraciones sociales de poder
btítulo
Formas de racismo indio
en la Argentina y
configuraciones sociales de poder

subtítulo

Sonia Álvarez Leguizamón

Rosario, 2017
Sonia Ávarez Leguizamón
Formas de racismo indio en la Argentina y
configuraciones sociales de poder

1a ed. - Rosario : Prohistoria Ediciones, 2017.


370 p.; 23x15,5 cm.

ISBN 978-987-3864-63-6

1. Antropología. 2. Colonialismo. 3. Racismo . I. Título.


CDD 306

Composición y diseño: mbdiseño Este libro recibió evaluación académica y su


Edición: Prohistoria Ediciones publicación ha sido recomendada por reconocidos
Ilustración de tapa: Bosque, Sonia Urrestarazu, especialistas que asesoran a esta editorial en la
octubre de 1993. selección de los materiales.
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
HECHO EL DEPÓSITO QUE MARCA LA LEY 11723

© Sonia Álvarez Leguizamón

© de esta edición:
Tucumán 2253, S2002JVA ROSARIO, Argentina
Email: prohistoriaediciones@gmail.com
www.prohistoria.com.ar

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incluido su diseño tipográfico y de portada, en cualquier Este libro se terminó de imprimir en Multigraphic,
formato y por cualquier medio, mecánico o electrónico, Buenos Aires, Argentina, en el mes de mayo
sin expresa autorización del editor. de 2017.
Impreso en la Argentina
ISBN 978-987-3864-63-6
En homenaje a mi hijo Javier Trogliero
y a mi madre Sonia Urrestarazu
que se fueron de este mundo mientras escribía este libro
Índice

Capítulo I
Introducción
Racismo Indio en la Argentina, abordajes teóricos.................................. 13
Breve síntesis de los antecedentes teóricos sobre el racismo en general
y el antiindígena en particular.................................................................... 31
Consideraciones metodológicas.................................................................. 45
Estructura del libro, diferentes tipos de racismo indio y
configuraciones de clase............................................................................... 49
I. La dicotomía centro/interior y el “indio interior” a
Buenos Aires (capítulo II).............................................................. 49
II. La villa “el morocho/negro villero” (capítulos II y IV)................ 49
III. Configuraciones de dominación con clases subalternas y
racismo indio (capítulo III)........................................................... 50
IV. Racismo indio con “indígenas” (capítulo V)................................ 51
Bibliografía................................................................................................... 51

Capítulo II
El racismo antiindio en Buenos Aires, la ciudad “blanca” ..................... 63
Primera mitad del siglo XX, representaciones sobre la estructura
social y dispositivos racializadores............................................................. 72
Categorías nativas y etiquetas racializadoras en el movimiento
criollista y nacionalista................................................................................ 89
La invención del peronismo en las ciencias sociales: la construcción
del “interior”................................................................................................ 85
Reflexiones científicas sobre estructura social y racismo indio
en el presente................................................................................................ 112
Representaciones del mestizaje visibilizados a partir de la
protesta social en la Argentina a finales del siglo XX y el racismo
indio contemporáneo porteño. La sombra del peronismo y el
migrante interno........................................................................................... 125
Un estudio de caso: la toma del parque Indoamericano.......................... 142
Algunas reflexiones finales.......................................................................... 151
Bibliografía................................................................................................... 154
10 Sonia Álvarez Leguizamón

Capítulo III
Categorías nativas, configuraciones sociales, pobreza y racismo indio
en Salta ........................................................................................................ 167
Caracterización del período. La Salta de principios del siglo XX........... 184
Las instituciones de gobierno de las configuraciones sociales.................. 194
Instituciones de gobierno, dominación y control de la mano de obra:
el conchabo, la hacienda, la finca................................................................ 201
Las “casas solariegas” y las instituciones de beneficencias, como
unidades de gobierno tutelar............................................................ 215
La beneficencia como institución de gobierno de las clases
subalternas: Transformaciones en el gobierno de la pobreza y
categorías clasificatorias.............................................................................. 225
La clase dominante y sus representaciones de las configuraciones y
clasificaciones sociales entre gente decente e inferior............................... 233
Las etiquetas no decentes. Formas de denominar y dominar a la
plebe. Sus relaciones subalternas............................................................... 250
Los gauchos “decentes” y los “gauchos peones”....................................... 251
Coya/Colla/kollas/coia................................................................................. 255
Los vallistos o calchaquíes........................................................................... 261
El indio ........................................................................................................ 264
Saberes literarios y médicos en las clasificaciones de la subalternidad
y el racismo................................................................................................... 266
Conclusiones parciales................................................................................. 271
Bibliografía................................................................................................... 271

Capítulo IV
El racismo indio encarnado en el villero (“el negro de mierda”),
el caso del acuartelamiento policial seguido de saqueos en ciudades
capitales (diciembre, 2013).......................................................................... 291
Los villeros, población de piel oscura......................................................... 291
El evento crítico (el acuartelamiento seguido de saqueos)....................... 296
El contexto político y las representaciones racistas del villero................ 298
Breves reflexiones finales............................................................................. 307

CAPÍTULO V
El racismo indio sobre las comunidades indígenas.
El caso de la soja y la muerte por hambre.
Discursos gubernamentales......................................................................... 311
La expansión el capitalismo por medio de la soja en el norte
argentino....................................................................................................... 316
La zona de expansión de los agronegocios y de la soja en Salta.............. 321
Formas de racismo indio... 11

Racismo y las muertes por hambre: el caso de la soja.............................. 326


Hambre y discursos humanitaristas........................................................... 332
Las representaciones racistas de la pobreza y la desnutrición en Salta,
análisis de discursos hegemónicos ............................................................. 342
Algunas reflexiones finales.......................................................................... 357
Bibliografía................................................................................................... 362
Capítulo I

Introducción

S
Racismo Indio en la Argentina, abordajes teóricos
i bien ya el lenguaje ha dejado de ser racial por la evidencia científica de
que las razas no existen y por la derrota del Nazismo Alemán, los caracteres,
sobre todo el color de la piel oscuro vinculado a antepasados nativos o afro
descendientes, y ciertas relaciones con la “cultura” y el “aspecto” que conforman
tipos o imaginarios racializados, siguen actuando como una fuente de reproduc-
ción neocolonial de la desigualdad y la pobreza. En América Latina y Argentina
además la reproducción de la pobreza se produce por un sinnúmero de otras for-
mas estructurales e históricas, como la expropiación de medios de subsistencia, la
súper explotación del trabajo o nuevas formas de semiservidumbre moderna y de
apropiación de bienes comunes (Álvarez Leguizamón, 2008).
En Argentina hay racismo pero soterrado y mimetizado en lo mestizo, en lo
criollo, en un sinnúmero de categorías nativas que genealógicamente remite a lo
indio y en menor medida a lo negro.
Usamos la noción racismo indio, para mostrar aquellas formas de discrimi-
nación de sujetos que muestren en su aspecto físico o sus formas de ser, algún
vestigio de ese pasado precolonial. Estas prácticas, discursos y habitus (Bourdieu,
2002) raciales no necesariamente se dirigen al indígena que se autoadscribe como
tal, puede estar encarnado en el “morocho villero” o en un habitante moreno del
“interior” que vive en Buenos Aires.
Creemos que el racismo indio o antiindígena1 sería un tipo particular de re-
lación surgida de la apropiación de tierras, cuerpos y almas, operada desde el
momento colonial hasta el presente y el fundamento de una diferenciación sobre
el cual se ha erigido este tipo de estructura de relaciones sociales y dominación.
En tal caso, es un aspecto central de una estructura social que construye un tipo
de diferencia y desigualdad específica colonial. En este sentido ha operado como
una forma de estructura histórica, dada su perdurabilidad y estabilidad relativa.
Lo indio es una referencia central en este tipo de racismo por muchas cuestiones.
Sobre este grupo específico se ha operado, mediante la violencia física y simbóli-
ca, el aniquilamiento físico, el despojo continuo de sus tierras, el desplazamiento
forzado de sus lugares de vivir, el trabajo forzado, “la servidumbre y la sobreins-
cripción de su existencia social en un lenguaje y un código que le resultaba ajeno
–castellano y código civil–”.

1 Ver los primeros desarrollos de esta idea en Álvarez Leguizamón e Ibarra en Álvarez Leguizamón
et al. (2015).
14 Sonia Álvarez Leguizamón

Este racismo es persistente a lo largo del tiempo, aunque se expresa histórica-


mente de diferentes maneras. Desde el indio “incivilizado” que había que extirpar
para construir la sociedad blanca durante las guerras de exterminio de entre siglo
(XIX-XX) en la Patagonia y el Chaco, que constituyeron una verdadera Guerra de
Razas como diría Foucault (1992 [1976]), al indio o mestizo que había que civi-
lizar e integrar en forma subalterna por medio de diversos discursos civilizatorios
ajironados como el del Progreso, la Modernidad, el Desarrollo durante el siglo XX
y parte del XXI.
Dentro de los sujetos racializados encontramos variedades que se hacen más
o menos visibles en distintos periodos históricos, –como el “morocho villero”, o el
“migrante interno”, o el “cabecita negra”, o el gaucho, el criollo, el coya o el indio
a secas–. Estos se encuentran inmersos en un régimen de representación y de co-
nocimiento que remite al mestizaje. Estas etiquetas cobran diferentes dimensiones
según sea el contexto histórico y relacional. Trataré de observar como ese linaje
de lo indio se manifiesta en el presente. Iniciaré está indagación a partir de algunos
equívocos de términos o etiquetas asociadas con el “régimen del conocimiento”
del mestizaje que se me han presentado.
He nacido y vivo en la ciudad de Salta, una capital de “provincia” de la Ar-
gentina. Mi padre tiene un apellido de origen español pero mis antepasados son de
muchas generaciones de salteños. No tengo ningún ascendiente por el lado paterno
conocido que haya nacido en Europa. En el caso de mi madre sucede lo mismo
pero con un solo bisabuelo vasco que, según dicen mis parientes, es la causa por la
que tengo pelo y tez claros. Creí siempre que los vascos eran rubios y de tez clara
hasta que fui a ese país, encontrando que no era así. Mi padre decía que éramos
criollos en el sentido de mezcla entre español e indio y de que nuestros antepasa-
dos están hace mucho en estas tierras. Es muy común en la Argentina la pregunta
por la ascendencia en los diálogos coloquiales. En la zona de la Pampa húmeda
donde hubo mayor impacto de la inmigración europea es más asiduo aún. Cuando
ante la pregunta sobre mi ascendencia contesto que soy criolla a los porteños, se
ríen y no me creen, seguramente porque tengo la piel clara y el criollo en su ima-
ginario remite a la oscura. Estos equívocos me inquietaban y me hicieron pensar
en la relatividad de la construcción de la etiqueta de criollo y de otras que señalaré
más adelante.
Otros equívocos, esta vez del orden de las clasificaciones lingüísticas, me
hacían dudar de otra categoría similar a la de criollo, la de mestizo. La nomina-
ción de mestizo, en la lengua española, tiene una acepción que refiere a mezcla de
culturas distintas o de “razas diferentes” según los diccionarios. Sin embargo, es
usada exclusivamente para los hijos entre “blancos e indios”. Blanco aquí remite
a la ascendencia europea e indio, a todas las originarias de América. En América
Latina en general, la palabra mestizo se usa sólo para las mezclas vinculadas con la
ascendencia indígena o de afro descendientes y no para otros grupos humanos. No
Formas de racismo indio... 15

es usada en la Argentina para las mezclas entre personas de origen árabe con espa-
ñoles o entre españoles e italianos, por ejemplo. Observaba que lo mestizo sólo se
aplica a aquello que tiene la marca de lo indio. Podemos decir que es una categoría
nativa y conceptual puramente colonial, puesto que no se usa para mezclas que no
incluyan lo indio o lo afro descendiente. Otras formas de equívocos o polisemias
se vinculan con la constatación en mi país de que el mestizaje podía tener la con-
notación de un proceso y dispositivo de homogeneización hacia lo blanco, pero
también podría significar en forma despectiva la presencia de lo indio.
Estas cuestiones que encontraba como equívocos me resultaron inteligibles a
partir del análisis que realiza la peruana Marisol de la Cadena (2006) de la etiqueta
mestizo. En su genealogía, la palabra está asociado a dos regímenes de conoci-
miento (o regímenes del discurso o discursos en este libro): la limpieza de sangre
y la idea de raza de la razón ilustrada, regímenes que permanecen en el tiempo. La
primera la practicaban los castizos antes de la conquista y colonización y está ba-
sada en el régimen de conocimiento de la Fe conocida como la religión, “que sitúa
a los linajes cristianos puros encima de los linajes manchados por los conversos
(judíos bautizados, musulmanes o indios)” (2000: 58), órdenes clasificatorios que
primaron en los primeros años de la colonia. Su genealogía muestra también la
connotación moral de esta etiqueta, asociada primero con el desorden y el malestar
político que producen y, más tarde, con la sexualidad a la que se asocian etiquetas
racistas como la de mestizo, o más tarde, en el siglo XIX y XX, la decencia de los
grupos de poder.
La autora hace mención a que si bien la emergencia de la razón científica
“desafió a la fe cristiana como última forma de conocimiento”, en lo que hace al
racismo afirmó la colonialidad de las instituciones europeas. “La colonialidad,
inscrita en nociones científicas de evolución, posibilitó, por ejemplo, campañas
liberales a favor de la reproducción efectiva de la semejanza europea.” Junto con
ello las políticas educativas lideradas por los gobiernos liberales en el siglo XX (se
refiere a los peruanos) también fueron racistas porque intentaron extirpar estilos
de vida –aunque algunos estuvieren inscriptos en políticas indigenistas esencia-
listas, de “respeto”– a las culturas nativas que trataban de mestizar a los indios, a
través de la educación como dispositivo biopolítico.2 Estos últimos pertenecen a
otros regímenes de conocimiento como el de la Modernidad y el Desarrollo que
también más tardíamente y basados en diferentes tecnologías de poder como la
“instrucción al ciudadano”, el “desarrollo rural”, el “desarrollo nacional” estuvie-
ron fuertemente imbricados con la inferiorización del “interior” al que había que,
“modernizar”. Todo ello implicó la progresiva extirpación de las culturas nativas
o diversas formas de integración subalternizada.

2 La autora se refiere a la noción de biopolítica de Foucault (2007 [1978-1979]).


16 Sonia Álvarez Leguizamón

Nos interesa indagar los discursos asociados con la pobreza y su vínculo con
el racismo, a partir del análisis de las prácticas discursivas o saberes (científicos,
ensayísticos, del sentido común y sus mutuas imbricaciones) que se presentan
con pretensión de verdad, apareciendo como naturales y que requieren de cier-
tas tecnologías de poder (Foucault, 1992 [1976]), constituyendo temas o teorías
(Foucault, 1997 [1963]). Estos discursos obedecen a reglas, que conforman siste-
mas o formaciones discursivas.3
Para De la Cadena en los dispositivos modernizadores y de desarrollo que, en
la retórica planteaban valorar las culturas nativas, se trataba de “mejorar (esto im-
plicaba modernizar) los estándares de vida del campo para así contener la migra-
ción indígena a las ciudades”, para el caso del Perú. Idénticas preocupaciones pero
vinculadas no tanto con los “indígenas” y si con la etiqueta de las “poblaciones del
interior” o rurales, las encontramos en la Argentina en la primera mitad del siglo
XX donde, ante la amenaza del despoblamiento4 y al mismo tiempo las migracio-
nes a las ciudades, se desarrollaron dispositivos para “educar”, “civilizar” a esas
poblaciones y “darles herramientas” de “desarrollo”, como la mejora del “rancho
rural” con fuertes contenidos raciales.5
“Etimológicamente, ‘mestizo’ se deriva del latín mecere, mover, in-
quietar, mezclar por agitación. Contrariamente al vocablo castizo –
que significaba originalmente limpio, propiamente situado y moral-
mente apto– los mestizos connotaban ‘mezcla’ e ‘impureza’. Pero
lo que los mestizos ‘mezclaron’ y que atrajo tales connotaciones no
dependió de sus cuerpos individuales. La animosidad colonial para
con los mestizos tenía que ver más con ideas de desorden y malestar
político asociadas a estos individuos como grupo social que con el
rechazo a la mezcla de cuerpos o culturas previamente separadas.
Etimológicamente, el vocablo, pues, alude a la perturbación del or-
den social por mezcla o combinación con individuos fuera de la
categoría a la que uno pertenece (Corominas, 1980: 315). Como

3 Los discursos, “dan lugar a ciertas organizaciones de conceptos, a ciertos reagrupamientos de


objetos, a ciertos tipos de enunciados, que forman según su grado de coherencia, de rigor y de es-
tabilidad, temas o teorías” (Foucault; 1997 [1969]: 105). Una formación discursiva para Foucault
es una regularidad (un orden de correlaciones, posiciones en funcionamientos, transformaciones)
dentro de un sistema de enunciados que implica objetos, tipos de enunciación, conceptos, elec-
ciones temáticas. Dentro de esta formación discursiva habría reglas de formación que serían las
condiciones a las que están sometidos estos elementos o sea sus condiciones de existencia (de
coexistencia, de conservación, de modificación, de desaparición). (Foucault, 1997 [1969]: 62-63).
4 Para un análisis de la problematización del “despoblamiento”, el origen de las estadísticas en la
Argentina y el rol de Alejandro Bunge en este debate, ver Pantaleón (2009).
5 En Aguilar (2014) se puede observar como el “rancho del interior” es visto como una amenaza a
la “higiene” y la “modernidad” que promovían los legisladores nacionales, durante la década del
‘30.
Formas de racismo indio... 17

ya se ha señalado, los mestizos denotaban ‘ausencia de ubicación


dentro de un escenario legítimo’ y representaron ‘un desafío a la
categorización’ (Schwartz y Salomón, 1999: 478). Lo que quisiera
es enfatizar que el nacimiento de un individuo de sangre mezclada
(como Garcilaso) no era el único o el más perturbador origen de
los mestizos. Estas etiquetas podían reflejar también un cambio de
estatus, el cual a su vez podía resultar de la decisión política de un
individuo (o grupo) de transgredir el orden colonial y sus clasifica-
ciones” (De la Cadena, 2006: 59).
El segundo régimen de conocimiento fue surge de la ciencia del racismo europeo,
donde se vincula la noción de raza a la de biología y cultura, asociado con el
discurso civilizatorio neocolonial y, más tarde, con el de la Modernidad y el De-
sarrollo.6 Al referirse a estos dos regímenes de conocimiento, la autora propone
hablar de una hibridez epistemológica del mestizaje. Considera que “la hibridez
genealógica [...] es estratificada y se extiende tanto vertical (mezclando formas
de conocimiento del ‘pasado’ y ‘presente’) como horizontalmente (mezclando las
categorías que estas formas de conocimiento separan)” (2000: 61), como las de
naturaleza/biología e historia/cultura.
Esta manera de mirar y analizar:
“la raza, proporciona un mejor acercamiento a las conexiones entre
el concepto de raza y las maneras de conocer, permitiendo así una
mejor comprensión de la idea de que ni la raza ni el racismo sólo
reclaman los cuerpos. Ambos saturan las instituciones modernas,
coloreando una amplia gama de prácticas que van desde el estado
y sus más ‘inocuos’ mandatos (como la ‘educación’ [...] hasta los
mercados neo-liberales y la investigación farmacéutica en labora-
torios (a través de ideas de “medicina racial”). La conexión entre la
raza y (lo que califica como) el conocimiento también moldea sub-
jetividades íntimas. Como concepto, la raza excede el empirismo
clasificatorio que ésta expresa a través de la “biología” o la “cultu-
ra”, al igual que la raza excede los cuerpos que declara poseer. Su
poder de descalificar se encuentra genealógicamente inscrito en la
estructura de sentimientos que combina creencias en jerarquías del
color de piel y creencias en la superioridad natural de las formas
‘occidentales’ de conocimiento, de gobierno y de ser” (2000: 79,
cursivas añadidas).

6 Esta idea se desarrolla en el siglo XIX donde se encuentra suturada la mezcla de los discursos
de“cultura” y “biología” y que numerosos autores han identificado como las nociones que mol-
dean la raza (Goldberg, 1993; Stocking, 1994; Stoler, 1996; De la Cadena, 2000; en De la Cadena,
2006: 79).
18 Sonia Álvarez Leguizamón

La genealogía que realiza Marisol de la Cadena de la palabra mestizo habilita cier-


ta inteligibilidad para, a partir de una teoría política de los conceptos que propone
como abordaje metodológico, entender ciertas construcciones conceptuales que
aparentan no tener una carga racial como por ejemplo la de migrante interno en la
Argentina, pero que si la tienen. Considero que esta categoría pertenece a diversos
“regímenes de conocimiento”: como los de la Raza, la Modernidad, el Progreso y
que es posible desnaturalizar a través de una teoría política genealógica de los con-
ceptos y las formas en las que éstos se encarnan en ciertos sujetos y no en otros, así
como en los equívocos que esas formaciones discursivas muestran. Éste es uno de
los objetivos en este libro que desarrollamos sobre todo en los capítulos dos y tres.
Para de la Cadena, los múltiples significados de las etiquetas de identidad,
así como las diferentes acepciones que a lo largo de la historia ha tenido la palabra
mestizo y mestizaje, junto a los esfuerzos por separar y clasificar “–es decir puri-
ficar identidades– a través de la supresión (o deslegitimación)”, se pueden abordar
a partir de lo que llama el análisis de políticas conceptuales lo que “puede revelar
significados suprimidos y mostrar lo que es autoevidente (es decir “la definición”),
desde un ángulo distinto. A medida que se develan las relaciones sociales que
establecieron la definición se la desnaturaliza y, de esa forma, se hace posible una
legítima re significación” (2006: 55). Intentaré, entre otras cosas, mostrar como
ciertos conceptos de las ciencias sociales argentinas, como migrante interno, tiene
un fuerte carácter racial neocolonial asociado con el racismo indio, de manera
indirecta o directa.
Nuestro posicionamiento teórico sobre el racismo se nutre de este análisis
genealógico que realiza de la Cadena y abreva también de aquellos pensadores
latinoamericanos que observan cómo las relaciones sociales de dominación en el
marco de las repúblicas postcoloniales están insertas en relaciones racializadas
entre los sectores poseedores de la tierra –sobre todo– con las poblaciones nativas.
Lo que llaman neocolonialismo, colonialidad del poder o racismo antiindígena, en
forma lata.
La genealogía que realiza esta autora de la palabra colonial mestizo va más
allá de la constatación de Hall (1978, 1980, 1993) sobre las diferentes acepciones
del racismo y que la ancla en un período anterior a la ilustración y a la conquista
de América, donde coexisten la tradición cristiana y la de la ciencia europea que
construye las razas, junto al discurso de la modernidad y el progreso o el desarro-
llo, o la civilización (como mostró Elías), como formas discursivas de descalifi-
cación de toda forma de vida no europea. Esta genealogía termina de cerrar este
círculo mostrando cómo es posible explicar el racismo, al que me refiero, a partir
de observar la conexión entre ciertos regímenes de conocimiento y veridicción
como diría Foucault (1992) que hacen inteligibles los vínculos entre los discursos
civilizatorios, de la modernidad y el desarrollo o el neoliberalismo moderno, junto
a la persistente práctica del racismo indio. El que siempre está vinculado, por otra
Formas de racismo indio... 19

parte, con cuestiones de moralización y asignación de caos y perturbación del


orden endilgado a ese otro racializado. Éste no necesariamente tiene ese nombre,
el de mestizo, o se corporiza en un sujeto que asume esta identidad: el indio. Se
puede llamar, conceptualizar o nombrar de diversas formas como campesinos,
migrantes internos, cabecita negras, entre otras categorías nativas argentinas vin-
culadas con el racismo que llamo indio.
En mi caso, estudio distintas categorías nativas que muestran este tipo de
racismo localizadas en diversos momentos históricos, acontecimientos y localiza-
ciones en la Argentina del siglo XX y parte del XXI.
En otro registro de los equívocos de ciertos conceptos asociados al régimen
de conocimiento del racismo, como la palabra étnico, había notado que se usa en
Suramérica y en Argentina en particular, para los grupos de ascendencia indígena
o africana no así para otros colectivos identitarios. Esto a pesar de que las defi-
niciones científicas menos esencialistas lo plantean como una relación dialógica
y contrastiva como el caso de Barth (1976) entre grupos humanos en general.7
Notaba que el uso científico de lo étnico, en el presente en la antropología, se re-
servaba para el estudio de grupos sociales subalternizados y racializados en la vida
cotidiana, generalmente de origen indígena. Indagando sobre la genealogía de la
palabra etnia descubrí que así como la palabra mestizo, en sus primeros orígenes,
está asociada a lo pagano, a lo bárbaro y luego más tarde, en el siglo XX, a lo
tradicional, las culturas inferiores, lo folk. De esa manera lo étnico –en el campo
de las ciencias antropológicas y biológicas–, vino a suplantar la palabra raza que
había caído en desgracia, luego de la derrota del nazismo alemán. Sin embargo
se mantuvieron regímenes de conocimiento similares, apareciendo como nuevo
la preocupación por lo folk, desde un pensamiento evolucionista que pretende
rescatar o estudiar los resabios “arcaicos” de un pasado no moderno. Veamos la
etimología de la palabra étnico. “Étnico”, en 1617 (“pagano”, segunda mitad del
siglo XVIII). Tomado del griego etnikós “perteneciente a las naciones”, derivado
de éthnos, –nus, “raza, nación, tribu” (Corominas, 2003: 260). Por otra parte en
la genealogía de ciertos conceptos que hace Raymon Williams (2013) aparecen
los sentidos anglosajones de lo étnico (ethnic en inglés) vinculado con lo bárbaro,
también pagano asociado intrínsecamente a lo racial, para “razas inferiores” y, en
la actualidad, para los hábitos tradicionales vinculados a la idea de folk. Según

7 En este mismo sentido para Garces et al. (1999), “Lo étnico, otro parámetro en los estudios sobre
la cultura urbana en los Andes, tampoco resultó ser una variante unívoca. Lo que se entiende por
‘indígena’ desde ‘afuera’ y desde ‘adentro’ estuvo siempre sujeto a redefiniciones. Depende de
procesos de mutua demarcación; de una dinámica conflictiva de autodefinición y revalorización,
o por el contrario desvalorización de lo indígena, como también de lo mestizo y lo cholo” (ver
Bustos, 1992: 182-188; Selverston, 1997). “Muchos quiteños suelen hablar de ellos si hablan de
los indígenas. Pero hablan de nosotros, en oposición a los Españoles concebidos como ellos, si se
refieren a la conquista. Es dentro de este flujo de identificaciones y demarcaciones que se consti-
tuye lo ‘real’ del indígena, del mestizo y del cholo”.
20 Sonia Álvarez Leguizamón

Williams, étnico pertenece al inglés desde mediados del siglo XIV y deriva de la
palabra ethnikos, bárbaro (hethen) en griego clásico.
“Se usó ampliamente en los sentidos de bárbaro, pagano o gentil
hasta el S19, cuando estos fueron substituidos en términos generales
por los de una característica RACIAL [...] En los Estados Unidos
étnico, afirma llegó a usarse como un ‘‘término cortes para designar
a judíos, italianos y otras razas inferiores [...] Entretanto, a media-
dos del S20 reapareció lo étnico, probablemente como consecuencia
del anterior uso norteamericano de étnico (ethnics), en un sentido
cercano a FOLK” (Williams, 2013: 132).
Vemos en la genealogía de la palabra étnico explicaciones para entender por qué
está fuertemente racializada en la práctica de su uso científico en mi país, en el
sentido que se usa sólo para los colectivos identitarios subalternos. Su etimología
muestra que lo étnico también está vinculado, como la de mestizo, con el régimen
de conocimiento de la fe cristiana al asociárselo primeramente a lo pagano, a la
idea de bárbaro –que luego se constituye como la contracara del discurso civiliza-
torio del siglo XIX y del XX–, también a lo ciencia de lo racial y a razas conside-
radas “inferiores”. El componente racializado y asignado a “clases populares” o
subalternas de lo folk en lo étnico, que se produce posteriormente y que se visuali-
za en su genealogía inglesa, se observa cuando se historizan en la Argentina algu-
nos dispositivos de mestizaje, como los ocurridos en los Valles Calchaquíes de la
provincia de Salta y Tucumán a mediados del siglo XX, donde aparece la idea de
comunidades folklóricas más que indígenas (ver Chamosa, 2008; Cortázar, 2008).
Otra etiqueta del régimen de conocimiento del racismo argentino es la de
bárbaro que encarna una alteridad radical a la “civilización”, el “progreso” y la
“modernidad”, fuertemente racializada. En el régimen de conocimiento racial na-
cional, lo bárbaro se adjudicó a los caudillos del interior, también a los federa-
les8 por oposición a los unitarios del puerto de Buenos Aires, durante la segunda
mitad del Siglo XIX en las guerras internas postcoloniales. Luego –en la primera
mitad del XX– a los gauchos, al interior en general, a los migrantes del interior,
a los llamados cabecitas negras –a mediados de ese siglo– y ahora, en algunas
conceptualizaciones, a los piqueteros, movimiento de trabajadores desocupados
visibilizados a finales de los ‘90. Haremos un análisis muy somero de este régimen
de conocimiento, el de civilización o barbarie, puesto que es constitutivo de los
mitos de la construcción de la nación argentina como una nación blanca no india.

8 Los federales es una manera de nombrar genérica a los movimientos sociales de poblaciones que
desde la independencia de la corona española, y durante el siglo XIX, se oponían a la centralidad
de Buenos Aires, sobre todo a su pretensión de cobrar impuestos que sólo los beneficiaban a ellos.
Estos territorios luego constituyeron las provincias argentinas, sobre todo del centro y norte del
país.
Formas de racismo indio... 21

Creemos que la construcción discursiva en la Argentina de civilización y bar-


barie se ancla en procesos de larga data y en dicotomías socioétnicas fundantes de
la “nacionalidad”, propias del contexto argentino. Por otro, estas clasificaciones
están fuertemente atadas a lo que Norbert Elías (1993 [1977]), ha denominado
configuraciones sociales de los afectos diferenciadores entre estamentos y/o cla-
ses que constituyen configuraciones sociales,9 propias de cada contexto históri-
co. Hemos pensado estas relaciones de poder/dominación/interdependencia como
configuraciones sociales y culturales, dialogando con el campo de los estudios
de estructura social. La idea/noción proviene de diversos autores pero aquí nos
centramos en la visión de Elías resignificada. Las configuraciones conforman sis-
temas de interdependencia y vínculos recíprocos que a través de mutuas constric-
ciones morales y de habitus (diría Bourdieu) variados, se mantienen en el largo
tiempo.10 Creemos que esta idea/noción complementa la visión de las relaciones
de dominación de clase y nos permite entender también otros vínculos de subor-
dinación/dominación/interdependencia, como las relaciones raciales entre etnias o
entre provincianos y capitalinos. Nos permite observar en ellas, la autoconciencia
relacional que las clases despliegan, así como sus estilos de vida contrastivos.
Mirando algunas clasificaciones fundantes argentinas que a nuestro juicio cons-
tituyen configuraciones sociales: de civilización y barbarie; entre lo “blanco”, lo
“mestizo” y lo “indio”; entre el puerto de la ciudad de Buenos Aires y las “pro-
vincias” o el “interior” o “los migrantes internos”11 –entre otros tantos ejemplos

9 Según Elías (1996 [1969]), las configuraciones sociales explican procesos históricos donde existen
relaciones de interdependencia entre grupos sociales, con diferenciales de poder, que se mantienen
en el largo tiempo, que implican mutuas constricciones y diferenciaciones entre clases y estatus,
de gustos y autoconstricción de comportamientos o diversos “sistemas de los afectos”, cuya cons-
trucción tiene un proceso de larga data.
10 Para Neiburg (1998) la idea de configuración de Elías remite, en un sentido durkheimiano, a un
entramado de relaciones interdependientes pero, allí su distancia de aquel, los lazos de la trama
remiten indefectiblemente a relaciones de poder, constitutivas de cualquier relación social. A lo
largo del proceso civilizatorio se constituyen configuraciones específicas y dominantes que dan
el tono al tipo de vínculo primordial. En esa trama los lazos que vinculan y separan a dominantes
y dominados, establecidos y outsiders (inter e intra) son de densidad y rigidez variable. Mientras
más marcados los diferenciales de poder entre los primeros y los segundos, los primeros tienen a
construir lazos sociales intensamente cohesionados y, a su vez, diversificados. Los segundos en
cambio están unidos entre sí por lazos más débiles y escasos. Por lo anterior, en grado variable
según la subordinación generada, los primeros tienen a constituirse como un grupo que construye
una imagen de un “nosotros” enaltecida, superior y ejemplar que se expresa en sus prácticas,
sus gestos, sus posturas, sus formas de nombrar, etc. (Neiburg destaca la dimensión moral de las
relaciones de poder proyectadas en el espacio social). En ese mismo proceso se construye a los
dominados como aquellos carentes de tales virtudes morales, lo que los autoriza a instituirse en
modelos a seguir, como guías y ejemplo a seguir. Los otros entonces son estigmatizados, marcados
como aquellos de calidad humana inferior (Neiburg, 1998, cursivas añadidas).
11 Así nominados por la ciencia social a los venidos de las “provincias” a la ciudad de Buenos Aires
sobre todo personas de piel oscura, aunque no son todas las provincias sino sólo algunas. Por
ejemplo los migrantes cordobeses, rosarinos, o entrerrianos no se incluyen en esa clasificación.
22 Sonia Álvarez Leguizamón

paradigmáticos de clasificaciones dicotómicas fundantes o categorías nativas de


nuestra sociedad propias de nuestra nación–.
Una salvedad importante. La construcción hegemónica de la elite porteña
acerca de la inferioridad de ciertas poblaciones, no se construyó únicamente en
base a esta dicotomía, la de “civilización” y “barbarie” (encarnada en la población
del “interior” en términos genéricos). En su momento, la oligarquía porteña, a
principios del siglo XX –luego de que la inmigración de ultramar modificará de-
mográficamente la estructura social de la Pampa húmeda– comenzó a denostar a
los “italianos pata sucias”, frase que resumía despectivamente a los obreros de esa
nacionalidad, insurrectos a las condiciones de explotación de la fuerza de trabajo,
a las que se le aplicó la llamada Ley de Residencia para expulsarlos o neutralizar
el conflicto de clase. Esta construcción discursiva y de clase se fue desdibujando
y enalteciendo a medida que se producía la conformación de una importante clase
media, hija de estos migrantes de ultramar, durante mediados del siglo XX.
Para Elías además, las formas de diferenciación y construcción de estilos de
vida de los grupos de mayor poder se van convirtiendo paulatinamente en las más
consensuadas y aceptadas y se expanden a las otras clases, hasta que se adoptan
como características nacionales o lo que él llama “unidades sociales nacionales”,
donde son fundamentales “las formas de organizar la economía afectiva” o los
esquemas por “los cuales se modela la vida afectiva12 del individuo a través de una
tradición que se ha hecho institucional…” (1993 [1977]: 81). En esta expansión,
para Elías, un sociólogo alemán, son importantes entre otros procesos, los movi-
mientos de colonización hacia otros territorios de países como Inglaterra o Francia
y las formas de expansión de la construcción de las naciones en su génesis. En-
tiende la “civilización” como aquello que resume la autoconciencia occidental. En
ese devenir, se produce la imposición y expansión de estas formas de vida como
las naturales. Si bien Elías no habla de racismo, creemos –como muchos otros
autores– que en este proceso del devenir histórico “civilizatorio” eurocentrado, la
racialización, estigmatización y construcción de dicotomías duales, entre los civi-
lizados y los bárbaros, se ejerce como una fuerte violencia racializada civilizatoria
sobre un sinnúmero de sujetos –que encarnan la barbarie– según las épocas y los
contextos históricos. La barbarie incluye un arco amplio de sujetos, nos focaliza-
remos en algunos, como el caso de “los migrantes internos” a Buenos Aires, o los
criollos, mestizos del “interior”, o los “coyas” y “gauchos” de Salta.
Creemos que esta representación binaria atraviesa, con otras posteriores
como la de modernidad y tradición, la invención del Estado y expresa ciertas

12 Los sistemas afectivos para Elías incluyen las diversas formas de la modelación de los comporta-
mientos, actitudes, lo que ahora denominaríamos estilos de vida, las diversas maneras de contener
los impulsos, las restricciones entre los comportamientos intersubjetivos e intrasubjetivos –mu-
chas veces opuestas entre grupos dicotómicos como la aristocracia y la burguesía en Alemania, o
entre la idea de civilización y cultura o entre civilización y barbarie–.
Formas de racismo indio... 23

configuraciones de clase de alta densidad sociológica. A fines del siglo XIX, la


propuesta de Sarmiento era que se “debía abonar el suelo con sangre indígena”.
Al resto de la población había que integrarla –según la Generación del ‘80– por
medio de la educación y las normas de profilaxis social e higiene pública. Esto se
hizo principalmente a través de la escolarización masiva y gratuita y los procesos
de urbanización, bases de las políticas filantrópicas, asistenciales e integracionis-
tas. A nivel del discurso político hegemónico, esta cuestión se constituyó en una
“cuestión social” y en “un problema” o en problematizaciones que se encarnaban
por ejemplo en la llamada barbarie del interior, la “reducción de los indígenas”
y también la integración subordinada de trabajadores criollos (como diría Bialet
Massé; 1984) y/o pobres. Todos en las “márgenes” del sistema. Las maneras de
resolver los riesgos de fractura social y política fueron variados: las guerras de
exterminio contra la barbarie en la frontera sur y en el Chaco, la integración de
los pobres e indigentes de manera subordinada a partir de políticas de beneficencia
y filantrópica, el servicio militar obligatorio, entre otros. Ésta implicó un proceso
de “modernización” que trajo como consecuencia la ruptura de muchas de las
relaciones primarias, comunales y locales de las poblaciones del “interior”, junto
a la expropiación de sus territorios, produciéndose una progresiva asalarización e
“integración cultural”, las más de las veces con fuerte violencia física y simbólica.
El resultado de esta violencia civilizatoria fue la generalización e imposición de
los valores de la cultura de la clase “blanca” pampeana como los hegemónicos,
aunque también hubo diversas formas de resistencia.
Es llamativo como a pesar de la fuerte crítica a la idea de barbarie asignada
a las clases subalternas, ésta se mantiene en el lenguaje de algunos cientistas so-
ciales argentinos, ya entrado el siglo XXI, como veremos en el siguiente capítulo.
Consideramos que una de las configuraciones de poder más fuertes de la Argentina
–en el sentido de Elías– es el entramado que se sintetiza entre capitalinos y provin-
cianos, sobre todo de las provincias del Norte. Sabemos por Elías (y su seguidor
Bourdieu, 2002) que entre las formas de distinción social de las clases superiores
existen relaciones de subordinación entre los polos de la configuración y que los
primeros tienden a constituirse como un grupo que construye una imagen de un
“nosotros” enaltecida, superior y ejemplar, la que se expresa en sus prácticas, sus
gestos, sus posturas, sus formas de nombrar. Esto muestra la dimensión moral de
las relaciones de poder proyectadas en el espacio social –según el antropólogo
argentino Neiburg (1998)–. En ese mismo proceso se construye a los dominados
como aquellos carentes de tales virtudes morales, lo que autoriza a los primeros
a instituirse en modelos a seguir, como guías y ejemplo. Los otros entonces son
estigmatizados, marcados como aquellos de calidad humana inferior.
Consideramos que una de las configuraciones fundantes de la Argentina
como nación es la que está constituida por la elite de poder porteña y su clase
24 Sonia Álvarez Leguizamón

media13 en general y la intelectual en particular, que reside en esa ciudad. Por el


otro lado de la red en la jerarquía inferior, se encuentran las poblaciones de las
“provincias” en general, las “provincias del norte” en particular, encarnados en los
“cabecitas negras”14 o también llamados “migrantes internos” a esa ciudad. Los
migrantes internos es una nominación del sentido común y de las ciencias sociales
porteñas, para nominar a los venidos de las “provincias” a la ciudad de Buenos
Aires, aunque no son todas las provincias sino sólo algunas, sobre todo del Norte.
Por ejemplo los migrantes cordobeses o rosarinos, o entrerrianos no se incluyen
generalmente en esa clasificación.
Lo criollo, otra categoría del mestizaje local, por otra parte, abarca un arco
complejo de significados que van cambiando a través del tiempo y dependen del
contexto histórico y relacional. Al principio según los diccionarios, criollo seria
la persona nacida en el continente americano, pero con un origen europeo. A di-
ferencia del indígena, el criollo (del portugués crioulo, y éste de criar) tiene as-
cendientes europeos. Por otra parte, luego criollo se comenzó a usar para hijos de
españoles y nativos por lo que adquirió un matiz racializado con lo indígena. Este
último sentido fue apropiado para nominar por ejemplo a los héroes de la inde-
pendencia en las luchas anticoloniales y postcoloniales (criollos contra españoles).
Este uso de criollo por ejemplo es usado por ciertas elites provincianas que se au-
todenominan criollas, haciendo alusión a este linaje “patricio” (anticolonial). Pero
también, como veremos, lo criollo se usa en Buenos Aires para hablar de sectores
subalternos pobres “venidos de provincias” o en Salta para pastores de ganado con
ascendencia española que conviven con “indígenas” wichís en el departamento de
Anta. Criollo es entonces una categoría nativa argentina con diversas acepciones
según los espacios sociales y los contextos de lucha. Desde ser de descendencia
española nacidos en esta tierra hasta llegar en la actualidad a significar, en térmi-
nos genéricos, lo mestizo de indio o negro, grupos que tienen la piel oscura.
Este análisis nos muestra también las diferentes matrices de alteridad étnico
social en la construcción geopolítica de la Argentina a las que se refieren Briones
(2005 y 2008), siguiendo a Segato, y la forma como la construcción de esas matri-
ces tienen centro en la ciudad de Buenos Aires. Ciudad que por razones histórico
políticas se atribuye y se ha ganado (como producto de la derrota en sus guerras
contra los federales en el siglo XIX) la posición de ser la “hibris del punto cero”
–glosando a Castro Gómez (2006)– de la civilite o de los “buenos modales”, en

13 No toda la clase media forma parte de esta configuración, hay sectores que la interpelan a partir de
diversas estrategias políticas. Pero es general el desconocimiento y el desdén, a veces disimulado,
hacia provincianos como yo que vengo de una provincia del norte, incluso de parte de intelectuales
que se dicen progresistas.
14 Epíteto sociopolítico que nomina a los obreros y trabajadores precarios que ocuparon la plaza de
Mayo –el 17 de octubre de 1943– para liberar al General Perón de la cárcel, provenientes en su
gran mayoría de otras provincias.
Formas de racismo indio... 25

la configuración de las clases sociales hegemónicas. En este sentido, siguiendo a


Briones (2008 en su lectura de Hall y B. Williams) proponemos visualizar las eco-
nomías políticas de producción de diversidad cultural, lo que remite centralmente
a ver cómo ponderaciones culturales de distinciones sociales rotuladas como “ét-
nicas”, “raciales”, “regionales”, “nacionales”, etc. proveen medios que habilitan
o disputan modos diferenciados de explotación económica y de incorporación o
exclusión política e ideológica y de la fuerza de trabajo o de la ciudadanía según
postula Briones.
Existen estudios que abordan temas similares de este tipo de racismo en Bue-
nos Aires, a partir de observar la discriminación vinculada a aspectos fenotípicos
del color oscuro de la piel de habitantes en esa ciudad (villeros, migrantes bolivia-
nos o peruanos, migrantes de provincias del norte). Estudian como ciertos estilos
de vida estigmatizados están atados con sectores históricamente subalternizados,
que se anclan en la colonia, denominado estas formas de racismo como “racializa-
ción de las relaciones de clase” (Margulis y Urresti et al., 1998; Margulis, 1998;
Margulis y Belvedere, 1998). Otra conceptualización en nuestra misma línea es lo
que desarrolla Claudia Briones (2005 y 2008) y la llama la “interiorización o ne-
gación de las líneas de color”, ancladas en el interior inspirada en Ratier (1971a).
Estos estudios abonan reflexiones teóricas y empíricas en la misma línea de obser-
vación de la nuestra e indagan sobre las raíces históricas de estas construcciones
vinculadas con la dicotomía fundadora de la Argentina “moderna”: civilización o
barbarie. Sin embargo a la hora de hablar de la migración interna, o las pobla-
ciones del interior, no logran explicar el linaje de estas formas de racismo con
lo indio, aunque hacen referencia –cuando realizan descripciones– a lo mestizo,
criollo o líneas de color del “interior”. En el capítulo siguiente veremos con más
profundidad estas argumentaciones.
Estos estudios aportan importantes reflexiones a las formas en que aparece
esta discriminación o racismo pero no la pueden llamar por su nombre, encon-
trando como sujetos de esa racialización palabras como provincianos, interior,
migrantes de países limítrofes o migraciones regionales. Se observa en este último
caso que existen equívocos en el discurso, puesto que no todas las migraciones de
países limítrofes son racializadas (por ejemplo la uruguaya a Buenos Aires), ni
todas las migraciones de las provincias a esa ciudad lo son.
Otra constatación que surge del estudio de los textos que tratan temas de
estructura social, referida a las clases subalternas, es que estos están atravesados
en general por la referencia a la construcción de sujetos políticos. Sobre todo de-
bates acerca de protagonistas paradigmáticos del partido peronista de mediados de
siglo XX (como los “cabecitas negras”) y del presente (como los “piqueteros” que
cortan calles en la ciudad de Buenos Aires, demandando distintos derechos con-
culcados). Esto significa que muchos de los análisis subsumen temáticas referidas
a las clases o estratos sociales subalternas a la discusión acerca de la conformación
26 Sonia Álvarez Leguizamón

de esos sujetos políticos, los que son vistos en forma amenazante. Podríamos decir
que los análisis sobre estructura social no pueden obviar las reflexiones acerca de
las luchas entre clases y la manera en que ésta se manifiesta históricamente en el
campo político (Álvarez Leguizamón, 2016).
Otra tematización donde se presentan equívocos del orden de conocimiento
de lo racial que me llamaron la atención, fue la división disciplinar para estudiar
a las migraciones en la Argentina, entre la historia social, la antropología y la so-
ciología. La primera preocupada sobre todo por la influencia de las inmigraciones
de ultramar de principios de siglo XX europeas y los procesos culturales de asimi-
lación. Por otro, la antropología y la sociología problematizaban las llamadas mi-
graciones internas. Este campo de conocimiento que no estudia los movimientos
de la población argentina en su interior o entre distintas regiones o jurisdicciones
políticas se refiere exclusivamente para la migración de poblaciones “de provin-
cias” o rurales, se dice, a la ciudad de Buenos Aires. En el caso de la antropología
fue sobre todo la especialización de la antropología urbana quien primero tematizó
este tema en la Argentina y América Latina (Ratier, 1967, 1971a; Álvarez Le-
guizamón, 2010; Guber, 1999; Garcia Canclini, 1979; Gorelik, 2008) sobre todo
llamadas migraciones rural/urbanas.
En el caso de la sociología esta problematización fue una de las tematiza-
ciones más importantes del origen de la “sociología científica” argentina, como
veremos más adelante y lo demuestra el antropólogo salteño Federico Neiburg
(1998). Inscriptas en esta división social del trabajo científico están los sujetos e
imaginarios que cada una de las ciencias sociales problematiza, aunque hay su-
perposiciones. En el caso de la antropología, la “migración interna” encarna a
la movilidad espacial de los llamados campesinos, indios, “mestizos” devenidos
urbanos, anclada en preocupaciones sobre las pervivencias de la “tradición” en
las ciudades. Mientras que la sociología preocupada por los procesos de “moder-
nización”, tematizaba a esta movilidad espacial hacia la ciudad de Buenos Aries,
preocupada por la “modernidad” y la pervivencia de estilos de vida de estos su-
jetos, generalmente racializados, cuya cultura se presentaba como una traba para
la “adaptación” a esa ciudad.15 Esta división del trabajo científico, para el caso de
la antropología, se explica también por una visión romántica de las poblaciones
rurales, indígenas o campesinas y, por oposición, una visión modernizante de la
sociología preocupada por los resabios de lo arcaico en los migrantes internos.
Categoría nativa argentina científica y del sentido común, en cuyos sujetos con-
sidero se encarna un racismo indio particular de la ciudad capital de la Argentina.
Los equívocos personales sumados a las contradicciones o polisemias que
encontraba en los usos de las categorías nativas y conceptos de lo criollo o lo mes-

15 Como veremos en el capítulo II en las explicaciones de Gino Germani, entre otros, acerca de estas
poblaciones.
Formas de racismo indio... 27

tizo, junto al uso sesgado del concepto de etnia referido solamente a lo subalterno
y neocolonial, la división del trabajo científico con las migraciones, el fuerte ra-
cismo hacia las poblaciones llamadas “del interior” o de las “provincias del norte”
en la construcción hegemónica de la nación Argentina, me fueron acercando a la
idea de configuraciones sociales racializadas de un racismo antiindígena particu-
lar. Además había realizado en Salta investigaciones donde se evidencian configu-
raciones sociales de poder racializadas, vinculadas con etiquetas como coya, gau-
cho, criollo, mestizo vinculadas todas con un fuerte racismo antiindígena. Todo
ello me ayudó a deducir que, atrás de estos equívocos, polisemias y para algunos
heteroglosias16, se encontraba un fuerte racismo antiindígena. Indio en el sentido
de clases subalternas que tienen algunas marcas en su cuerpo o en su pasado de
esos ancestros. El color de la piel oscuro es uno de los elementos diacríticos, dirían
los antropólogos, más fuerte de este racismo. Aunque también está asociado a es-
tilos de vida particulares descalificados por la cultura dominante y a la persistente
resistencia de algunos de estos grupos a la cultura “blanca”, a la “modernidad” ex-
cluyente y al “progreso”, que expropia sus medios de subsistencia, bajo variados
procesos de desposesión.
Por otra parte, en lo que respecta al vínculo entre racismo y pobreza he ve-
nido investigando en las formas de gobierno de la pobreza, a partir de un análisis
localizado de cierta biopolítica o lo que llamo focopolíticas de la gubernamentali-
dad neoliberal, en diálogo con Foucault (Álvarez Leguizamón, 2009, 2015, 2016).
Encuentro en estos estudios que las poblaciones objeto de gobierno de la pobreza
del presente son también racializadas. Para Foucault la biopolítica (el gobierno
de la población a partir del control de sus vidas) del siglo XIX se caracterizó por
la teoría biológica del evolucionismo y el darwinismo social, por lo que parte de
sus análisis tienen que ver con la manera en que el régimen de conocimiento del
racismo Europeo se encarnó en su contexto. Para Foucault, éste “llego a ser con
toda naturalidad, en el curso de algunos años, no sólo un modo de transcribir el
discurso político en términos biológicos, y no sólo un modo de ocultar bajo una
cobertura científica un discurso político,17 sino un modo de pensar las relaciones
entre colonización, necesidad de las guerras, la criminalidad, los fenómenos de la
locura y la enfermedad mental” (1992 [1976]: 266, cursivas añadidas). El racismo
es un discurso de la biopolítica que él estudia como mecanismo al interior de los
incipientes estados europeos vinculado a la guerra interna y para regenerar la pro-
pia raza. “El racismo asegura entonces la función de la muerte en la economía del
biopoder” (1992 [1976]: 267). A pesar de la riqueza heurística que tiene el concep-

16 Me refiero aquí al uso que hace Margulis de los sujetos subsumidos en el racismo porteño que
profundizaremos en el capítulo siguiente.
17 Veremos más adelante como el racismo en la Argentina está fuertemente atado al discurso político
de deslegitimación de las clases subalternas que son vistas como portadoras del caos, el desorden,
la criminalidad, como el caso del “cabecita negra” en la ciudad de Buenos Aires.
28 Sonia Álvarez Leguizamón

to de biopolítica y su vínculo con el racismo, el análisis de las problematizaciones


discursivas realizado por Foucault, forma parte de un sustrato histórico explica-
tivo, inscripto en el centro de sucesos de un colonialismo sociocéntrico, que in-
visibiliza la biopolítica colonial y neocolonial con países como los del continente
americano de la que es parte. Ésta asume una forma particular, a veces opuesta a
la que describe Foucault, para los casos históricos que estudia, tanto en sus inicios
como en sus formas tardías. Sus estudios sobre el surgimiento de la biopolítica y
de las distintas formas que adquiere, desde sus orígenes en Europa y en EEUU,
hasta sus últimas investigaciones y estudios sobre la el ortoliberalismo alemán y
el neoliberalismo de La escuela de Chicago en EEUU (Foucault, 1997 [1963]),
se inscriben en un contexto donde las políticas de la vida se piensan en térmi-
nos endógenos a la propia “modernidad” colonial y a las rupturas genealógicas y
problematizaciones del saber poder que le son propias. A pesar de ello, pensar la
biopolítica o los dispositivos sobre la vida y la muerte en su vínculo con el racis-
mo en nuestros territorios es muy sugerente. Hemos desarrollado el concepto de
biofocopolítica como dispositivo de gobierno del discurso del Desarrollo Humano
(Álvarez Leguizamón, 2009). Creemos que hay partes de éste que se fundan en
un racismo neodesarrollista, lo que nos permite suturar esta idea y aplicarla a las
formas de producción de la vida y la muerte del neocolonialismo contemporáneo,
de un racismo particular que estudiamos: el racismo indio salteño y argentino. Se
trata de formas de dejar morir en grados diversos. Goffman (2006) abona esta idea
planteando que el estigma es una manera de disminuir las posibilidades de vida de
los seres humanos. El racismo indio y la focopolítica del Desarrollo Humano en
forma suturada, si uno los observa en la práctica promueven medios de subsisten-
cia “mínimos básicos” cercanos a la muerte de tan mínimos que finalmente dejan
morir (Álvarez Leguizamón, 2015).
El racismo indio se expresa de diversas maneras. Por ejemplo, en Salta el
gaucho que estaba vinculado con lo mestizo y lo “no decente” –a mediados del
siglo XX– podríamos decir que en estos tiempos que comienza a “decentearse”
o convertirse en una suerte de “indio permitido”. En Salta también los habitus
neocoloniales se pueden observar en las prácticas de los dueños de hacienda, de la
primera mitad del XX o en las de las “damas de la beneficencia”, las patronas de
los hogares. Estos vínculos refuerzan el racismo indio en el mundo de lo domés-
tico, de lo íntimo donde se expresa en la relación patrón/peón o patrón/patrona/
chinita. Nombre local para nombrar las trabajadoras domésticas que eran traídas
de las fincas a trabajar sin salario a las casas de la ciudad (Álvarez Leguizamón,
2004). Ahora, como a principios del siglo XX, se vive un proceso de ensalza-
miento de lo gaucho18 pero del “gaucho decente”, nominación para referirse a los

18 Ver para el caso del gobierno de Juan Carlos Romero, trabajos de Álvarez y Villagrán, 2010 y
Villagrán, 2013.
Formas de racismo indio... 29

dueños de la finca que se visten de gauchos (Caro Figueroa, 1970; Villagrán, 2013;
Álvarez Leguizamón y Villagrán, 2010; Palermo, 2011) o al gaucho “permitido”,
aquel que no reclama el derecho a la tierra como diría Rivera Cusicanqui. El actual
gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey proveniente de estas familias, se viste
de gaucho y encabeza a caballo el desfile del 17 de Junio que conmemora al héroe
Gaucho Martín Miguel de Güemes. En un proceso de más larga data se puede
observar cómo se subsume lo gaucho con Güemes, en una visión conservadora y
blanca del gaucho (Villagrán, 2013).
El racismo indio aparece con fuerza en eventos críticos (Das, 1996) como la
epidemia del cólera de 1987, la toma del parque Indoamericano en Buenos Aires,
la resistencia de poblaciones indígenas ante la expansión de los cultivos de soja
transgénica en el norte argentino, o el levantamiento policial seguido de saqueos
recientemente. Todos ellos eventos críticos que analizaremos en este libro.
El indio interior en la construcción de la Nación no sólo está vinculado con lo
indígena en términos genéricos, sino con la subsunción de lo indio a las provincias
del interior sobre todo del norte y con clases sociales subalternas obreras, que pro-
ducen amenazas a la ciudad “blanca” de Buenos Aires. El indio exterior creo está
subsumido en el migrante peruano y boliviano sobre todo proveniente de países
andinos. Aquí encuentro semejanzas entre las diferencias de clase, étnicas y pro-
cedencia geográfica andina que hace Aníbal Quijano (2014) en un estudio sobre
marginalidad, tomando como ejemplo una Villa en Lima, “Villa el Salvador”. Dice
Quijano al referirse a estas poblaciones nominadas como de “sectores populares”.
“No sólo y no tanto por el nivel de ingresos y los estándares de vida,
sino porque allí no habitan las burguesía y las capas medias que,
faute de mieux, pueden ser llamadas europeizadas, tanto porque su
cultura tiene ese sello, como porque procuran diferenciarse de las
gentes de procedencia ‘andina’ (término que se hace equivalente de
‘indio’ o ‘cholo’) ‘ablancando’, i.e. ‘europeizando’ su autoimagen e
identidad” (2014: 239).
Desde el punto de vista socio antropológico de categorías nativas racializadas
como “cabecita negra”, ésta en Buenos Aires se resume en la de migraciones inter-
nas. Los análisis tienen un viso científico que alude a la movilización de población
pero tienen embutido un fuerte componente racializado como veremos. En Salta
encontramos distintas formas de nombrar y caracterizar al indio interior salteño:
el cholo, la chinita, el coya, el gaucho, etc. Existe también un linaje fuerte entre
lo andino y el indio interior en Argentina, como vimos. Considero que la región
ecológica social de lo andino (para llamarle de alguna manera) y sobre todo la que
se ha constituido luego del Estado nación argentino en la llamada región noroes-
te, o también denominada como “provincias del norte” o la “región NOA” (ver
Pantaleón, 2009; Martínez, 2010; Neiburg, 1998) se asocia desde Buenos Aires al
30 Sonia Álvarez Leguizamón

indio interior en la Argentina. Forma de neocolonialidad –en el campo de las ideas


y de las prácticas– que implica actitudes, gestos que dan cuenta de la creencia en
la superioridad de las poblaciones y mixturas producidas en la Pampa húmeda por
la migración extramarina sobre todo europea y la inferioridad de las mixturas de
distintas poblaciones con las culturas nativas de los Andes –en su sentido amplio–,
de la Puna y de las quebradas y de las pampas y valles fértiles. La clasificación
tipológica a la que remiten los Andes es a la del “coya”, o “los negros del interior”
o los “cabecitas negras”, según las épocas y lugares.
La problematización del indio interior no es siempre explicita, pero sale a la
luz en diferentes acontecimientos, como el caso reciente de la toma del Indoameri-
cano o en eventos como el autoacuartelamiento policial de 2014. Está presente en
la transcripción oculta del trato diario de las elites y también los sectores medios,
en la intimidad con lo doméstico o también en las actitudes de la vida cotidiana, es
una forma de transcripción oculta (Scott, 1990) que no es vista como políticamen-
te correcta, pero que se mantiene en la cultura local. Muchas de estas creencias y
prácticas descalificantes conforman un habitus colonial moderno19 que reproduce
el mito fundante de la Argentina basada en el blanqueamiento o la limpieza de
sangre (Castro Gómez, 2000, 2005; Mignolo, 2001, 2005).
Por otra parte este racismo indio es también practicado por las clases medias
que se dicen ciudadanas y republicanas, algunas también que se autodenominan
progresistas o de izquierda y entre los propios grupos subalternizados. El indio
interior se vincula fuertemente a la delincuencia, la violencia urbana, a las po-
blaciones que vienen del norte del país y en el caso de la Salta, que me sirve de
referencia para estas reflexiones, a las poblaciones del interior andino o chaqueño
y las poblaciones que viven en villas, como veremos en capítulos siguientes.
Sintetizando, considero que podemos encontrar diferentes tipos de racismo
indio en Buenos Aires, en ciudades de provincia y en Salta, espacio social objeto
inicial de estas reflexiones. Para dar sólo algunos ejemplos que resultan signi-
ficativos y de alto valor explicativo. Tenemos por ejemplo la dicotomía centro/
interior encarnada en el migrante interno y epitomizada en el cabecita negra que
remite a una configuración social de poder fundante de la nación argentina entre
clases sociales: los blancos de clase media y alta de la ciudad de Buenos Aires y
poblaciones del interior de piel oscura. Por otro encontramos algunas homologa-
ciones del sentido común que permiten estudiar la diversidad en que se expresa el
racismo indio como, por ejemplo, la mimesis entre lo andino, lo indio y la Puna.
O por ejemplo, la asociación entre el villero vinculado con su piel oscura y la su-
turación entre el villero y lo negro, o más crudamente “el negro de mierda”. Otro
ejemplo de mimesis del racismo indio son los llamados “migrantes internos” a

19 Según Silvia Rivera Cusicanqui (2004) se podría hablar, de una estructura del habitus republicano
colonial, haciendo referencia al concepto bourdieusiano de habitus.
Formas de racismo indio... 31

Buenos Aires que son visualizados y temidos por su ascendencia nativa, al igual
que en las capitales de provincia donde las etiquetas para estos migrantes en Salta,
por ejemplo son: coya, gaucho, mestizo, entre otras categorías del régimen de
conocimiento de este racismo. Otra forma muy importante de racismo indio es el
ejercido contra las poblaciones provenientes de Bolivia, Perú y en menor medida
Paraguay, fuertemente descalificados y denominados por la ciencias sociales “mi-
graciones regionales” o “limítrofes”, cuando como veremos éste es un eufemismo
para referirse a las poblaciones de países llamados andinos, porque las migracio-
nes uruguayas a Buenos Aires, por ejemplo, que son significativas no son raciali-
zadas. Vemos entonces que hay diversas formas en que se expresa el racismo indio
en la Argentina en su vínculo con configuraciones sociales de clase, localización
geográfica así como con sus orientaciones políticas.

Breve síntesis de los antecedentes teóricos sobre el racismo en general y el


antiindígena en particular
Encuentro que para reflexionar sobre el racismo indio argentino me resulta mucho
más estimulante que las teorizaciones realizadas por europeos sobre este tema
(Balibar, 2014; Todorov, 2003, entre otros) el pensamiento latinoamericano que
observa la persistencia de un racismo antiindígena constitutivo de nuestras socie-
dades vinculado con la persistencia de relaciones de sermiservidumbre republi-
canas, asociadas a la súperexplotación capitalista del trabajo con las poblaciones
nativas o esclavizadas y a la inferiorización y estigmatización con poblaciones
de origen nativo. Estas teorías han sido nominadas como colonialismo interno,
neocolonialismo,20 colonialidad del poder o directamente racismo antiindígena.
También me resultan sugerentes los análisis que, sobre la historia y significados
de las categorías nativas racializadas, se han desarrollado en nuestro continen-
te, como bárbaro, mestizo y criollo (De la Cadena, 2006; Castro Gómez, 2005;
Svampa, 2006). Mis pensamientos abrevan de esta tradición reflexiva, como los
peruanos: Mariátegui (1928a y 1928b); Manrique (1999); Flores Galindo (2001);
Quijano (2000a y 2000b); los mejicanos González Casanova (1965; 1975 [1969]
y 2006); Dos Santos (1970, 2002, 2003); Pérez Bustillo (2001); los bolivianos Za-
valeta Mercado (1988, 1990); Antezana, Luis H. (2009); Rivera Cusicanqui (2005,
2008, 2010); Tapia Mealla (2002), entre otros y el argentino Menéndez (1969). Si
bien la reflexión en ciencias sociales argentinas no ha aportado mucho a esta línea
de pensamiento, recientemente hay producciones que reflexionan sobre el racismo
con poblaciones que muestran en su cuerpo o sus estilos de vida, rastros de su
condición originaria, como veremos más adelante. También los actuales aportes

20 El uso de las conceptualizaciones vinculadas con el colonialismo interno en Buenos Aires sólo se
aplicó a reflexiones realizadas, a mediados de siglo XX, por teóricos del revisionismo histórico
para referirse a las situaciones de semi-servidumbre de las haciendas del “interior” y nunca para
pensar sus propias practicas neocoloniales.
32 Sonia Álvarez Leguizamón

de los estudios decoloniales (Dussel, 2000; Grosfoguel, 2000; Restrepo y Arias,


2012; Quijano, 2000a y 2000b) son fundamentales, como síntesis de tantos aportes
de la tradición latinoamericana, y hallazgos nuevos, como veremos.
Recientemente se ha generalizado el uso del concepto racismo o racializa-
ción en las ciencias sociales para hablar de procesos de estigmatización y des-
acreditación, basada en cuestiones “étnico” sociales vinculadas con relaciones de
poder particular. Luego de la desacreditación del racismo biológico, ocurrido por
la derrota del nazismo alemán se dejó de usar las palabras racismo y raza, porque
remitía a ese imaginario y práctica de exterminio. La nación de raza fue substitui-
da por la de etnia. La de racismo por estigmatización, desacreditación, inferiori-
zación, prejuicios, desvalorización. La recuperación del término racismo para los
estigmas étnicos o el llamado etnocentrismo en antropología, se produjo tanto por
estudiosos europeos como latinoamericanos. Sin embargo el uso de la idea del
racismo antiindígena es propio de pensadores latinoamericanos develada a través
de diversos conceptos, como el de neocolonialismo, colonialidad del poder o di-
rectamente racismo indio.
Para los colombianos Restrepo y Arias (2010, 2012) quienes realizan un es-
tado del arte del concepto de Raza, la idea del racismo es un tipo particular de
discriminación que ilustra cómo la raza es un hecho social asociado con cierto mo-
mento de la dominación colonial europea. Señalan como “las marcaciones raciales
producen cuerpos racializados que deben ser comprendidos en su situacionalidad,
historicidad y relacionalidad constitutivas”. Presentan un raconto de los antece-
dentes sobre la producción científica acerca del racismo en general y, en particular,
en Latinoamérica. Afirma Restrepo (2003) que parece existir un consenso entre
diferentes académicos respecto a que los conceptos raciales son construcciones
históricas sobre los que se han establecido múltiples articulaciones, las cuales des-
bordan los contornos del “racismo científico” y su reificación del determinismo
biológico, propias de finales del siglo XIX y la primera mitad del XX. Como seña-
la Marisol de la Cadena (2006) los regímenes de conocimiento del racismo indio
se pueden rastrear y haciéndolo se develan los elementos y representaciones a los
que aluden genéticamente.
Por otra parte, los procesos de descalificación y deshumanización no necesa-
riamente son raciales como lo ha demostrado Goffman (2006), o la antropología
con su idea de aculturación. Sennett (2003) lo ha problematizado, poniendo en
cuestión la falta de respeto a la dignidad del hombre, en un mundo desigual que
se asemeja más a las miradas de Goffman, dado que observa la falta de respeto
a partir de relaciones de interacción, aunque sin explicitar las configuraciones de
poder locales y globales, incluyendo las formas de deshumanización, producidas
por las intervenciones sociales caritativas y filantrópicas en Estados Unidos de
Norteamérica, fuente de sus reflexiones.
Formas de racismo indio... 33

Seguidamente haremos una breve síntesis de la manera en que esta temática


ha sido estudiada para el caso de América Latina por ciertas corrientes de etnohis-
toria, de antropología e historia social y de crítica literaria. No sólo son prácticas
sino discursos, o mejor dicho prácticas discursivas,21 y tienen distintas expresio-
nes: literarias, políticas, de intervención social, de imaginación de la nación, etc.
Esta discursividad incluye muchas formas de saber (y hacer) hegemónico y sabe-
res resistentes. Podríamos decir que se trata de un campo de fuerzas que se encarna
de una manera particular en cada uno de nuestras regiones o países, e irrumpe al
principio de esa genealogía, con una forma de nombrar genérica, el equívoco del
indio.
La cuestión indígena desde comienzos del siglo XX fue una tematización
propia de las formas de suturar la igualdad jurídica que propiciaban las democra-
cias latinoamericanas con la persistente desigualdad social y “étnica”, indisocia-
blemente atada a la pervivencia de relaciones de semiservidumbre en la estancia
o finca, entre otras formas de jerarquías racializadas. Estas cuestiones asociadas
con la propiedad de la tierra latifundaria en Latinoamérica se puede observar
–entre otros debates–, en el sostenido entre Mariátegui y Haya de la Torre en Perú
(Quijano, 1981; Grosfoguel, 2000). Lo que se encontraba en discusión allí eran
las características de las relaciones de producción y el tipo de dominación que se
encarnaba en ellas, manteniendo una gran masa de campesinos en situación de
semiservidumbre y pobreza, al límite de la sobrevivencia.
Siguiendo al peruano Néstor Manrique (1993) quien plantea que “existe con-
senso en torno a que el racismo antiindígena es uno de los componentes fun-
damentales de la dominación social instaurada por las repúblicas oligárquicas”
(cursivas añadidas), considero que también lo es para las etapas posteriores a su
consolidación como tales. Según Manrique, el racismo cumple una función de-
cisiva en la legitimación de las exclusiones, pues naturaliza las desigualdades
sociales. En la dinámica social, el racismo es, ante todo, una ideología y, como
tal, sirve para consagrar un statu quo determinado, de manera que va cambiando
de acuerdo a cómo cambian las relaciones socioeconómicas y las correlaciones
de poder establecidas.22 Esta visión entiende al racismo como una construcción
social intrínseca a las formas particulares de dominación social, que sirve para na-
turalizar las diferencias sociales es muy cercana a nuestra mirada o a la visión que
observa los saberes y las visiones del mundo como formas de naturalizar las je-
rarquías sociales socialmente construidas. En el caso de América Latina, creemos

21 Nos referimos con este término a la idea de Foucault de que no hay diferencia entre prácticas
y discursos, más allá de que los segundos tengan autonomía de las primeras, sin embargo están
intrínsecamente vinculadas. Las “palabras y las cosas” a veces son indisolubles.
22 “No existe pues un racismo. Como toda construcción histórica, éste asume diversas formas de
acuerdo al contexto social en que se genera. Su historia no puede desvincularse de la historia
social” (Manrique, 1993).
34 Sonia Álvarez Leguizamón

que ese racismo permite reproducir la pobreza y naturalizarla como algo propio
de culturas consideradas inferiores. Esto en vinculación a distintos saberes con
pretensión de verdad de los regímenes de conocimiento de la raza que se fueron
desplegando en distintas etapas: como el higienismo, la medicina social, la euge-
nesia, el neolamarckismo. Todas ellas se embuten en el racismo antiindígena.
Manrique parte de una concepción que se aparta rápidamente de la idea del
racismo y sus vínculos con las cuestiones físicas o fenotípicas. Desde el punto de
vista analítico afirma:
“debiera distinguirse el racismo teorizado; es decir los debates y la
normatividad en relación a la cuestión racial, con sus recopilaciones
legales, los estudios médicos, jurídicos y sociales, los expedientes
judiciales, etcétera, que consagran la condición de los integrantes
de las diversas ‘razas’, y el racismo en estado práctico, como una
praxis social, un sentido común, actitudes no racionalizadas, en
buena medida inconscientes, profundamente enraizado en las vi-
vencias cotidianas” (1993, el énfasis me pertenece).
En este sentido el “racismo teorizado” en Manrique es lo que Todorov (2003)
considera racialismo. En este sentido creo que la idea de prácticas discursivas y de
sistemas discursivos de Foucault (1997 [1969]) no diferencia entre teoría y prácti-
ca –más allá que se pueda hacer una diferencia analítica entre ellos–. Los discursos
escritos se hacen prácticas a través de diferentes tecnologías de poder (de saber,
de producir, de enseñar, de intervenir sobre el otro, de legislar, etc.).23 El racismo
tiene, según Manrique, elementos de lo que Georges Duby denomina mentali-
dades: ese sustrato inconsciente que sirve de base a nuestras formas de pensar,
nuestras reacciones cotidianas no racionalizadas, nuestros horizontes culturales
generacionales, las ideologías políticas, y que, no siendo inmutable, se constituyen
en imaginarios sociales, representaciones sociales o cosmovisiones del mundo.
En América Latina ha habido distintos discursos racializadores: el civilizato-
rio del XIX y parte del XX, basado en un fuerte racismo biológico, cultural y po-
lítico. Los discursos del progreso y la modernidad, más tarde, también mantienen
componentes racistas.
El racismo es un dispositivo fundamental del discurso civilizatorio que tiene
distintas expresiones: literarias, políticas, de intervención social, de imaginación
de la nación pero que sobre todo, reproduce y produce la pobreza. No sólo vincu-
lada a la falta de recursos materiales sino a una condición previa, la de ser indios,
nativos, originarios, poblaciones inferiorizadas y excluidas de diversas maneras,

23 Silvia Rivera Cusicanqui (2008, 2010) y Castro Gómez (2005) de diferente manera tomando a
Bourdieu, hablan de habitus colonial o neocolonial para referirse a estas creencias prácticas, for-
mas de ser y estar en el mundo, que Bourdieu sintetiza en el concepto de habitus y que permite
suturar la aparente diferencia entre ideas y acciones.
Formas de racismo indio... 35

directas y sutiles. Ejemplo de ciudadanía subalternizadas sería la diferencia entre


trabajadores de origen europeo y los llamados criollos, para el caso de Argentina.
Aníbal Quijano (2000), llama colonialidad del poder a esta forma particular
de dominio que mezcla la dominación capitalista con las clasificaciones raciales y
étnicas. Para él la colonialidad
“es uno de los elementos constitutivos y específicos del patrón mun-
dial de poder capitalista y se funda en la imposición de una clasifica-
ción racial/étnica de la población del mundo como piedra angular de
dicho patrón de poder y opera en cada uno de los planos, ámbitos y
dimensiones materiales y subjetivas de la existencia social cotidiana
y a escala societal”.
Esta racialización se extendió desde América a una clasificación de la población
de todo el mundo “en identidades ‘raciales’ y dividida entre los dominantes/su-
periores ‘europeos’ y los dominados/inferiores ‘no-europeos’”. El concepto de
colonialidad del poder, desarrollado por este autor en diferentes artículos, jun-
to con otros autores latinoamericanos de tradición dependentista con influencias
foucaultianas, como Castro Gómez (2000), entre otros, vinculan las formas de
control y de explotación del trabajo actual a nivel mundial, con el sometimiento
y gobierno a razas o grupos nativos considerados inferiores, desde una violencia
epistémica y social, que impone una visión particular de modernidad eurocéntrica.
Esta perspectiva de la “modernidad” considera que el crecimiento económico y el
libre mercado, tienen un rol central en generar bienestar y reducir la pobreza, sin
embargo recrean nuevas formas de sometimiento, explotación e inferiorización
sobre las poblaciones.
Colonialidad es según Quijano “un concepto diferente de, aunque vinculado
a, Colonialismo”.24
“El Colonialismo es obviamente más antiguo, en tanto que la Co-
lonialidad ha probado ser, en los últimos 500 años, más profunda y
duradera que el Colonialismo. Pero sin duda fue engendrada dentro
de éste y, más aún, sin él no habría podido ser impuesta en la inter-
subjetividad del mundo de modo tan enraizado y prolongado”.
Se diferencia del concepto de colonialismo interno, desarrollado antes por Pablo
González Casanova (1965, 1975, 2006) y Rodolfo Stavenhagen (1973, 1974) –dos
mexicanos dependentistas que producen en los sesenta–, que sería según Quijano

24 “Este último se refiere estrictamente a una estructura de dominación/explotación donde el control


de la autoridad política, de los recursos de producción y del trabajo de una población determinada
lo detenta otra de diferente identidad y cuyas sedes centrales están además en otra jurisdicción
territorial. Pero no siempre, ni necesariamente, implica relaciones racistas de poder”.
36 Sonia Álvarez Leguizamón

el poder racista/etnicista que opera dentro de un Estado nación, sin embargo la


colonialidad según él se origina y mundializa a partir de América.25
Por otra parte otros autores señalan la indisoluble relación con el capitalis-
mo. Según Restrepo (2012), tanto Quijano como Wallerstein, consideran que la
diferenciación y jerarquización de la fuerza de trabajo global –que reproduce la
condición colonial– es propia de la emergencia y consolidación del sistema mundo
capitalista (Quijano, 2000a; Wallerstein 1988 [1983]) y el “descubrimiento” de
América.26 Desde esta perspectiva, el surgimiento del pensamiento racial y la ex-
pansión del colonialismo europeo, desde al menos el siglo XVII, son dos procesos
interrelacionados. Así para Quijano la racialización de las relaciones de poder, se
convirtió en “…el más específico de los elementos del patrón mundial de poder
capitalista eurocentrado y colonial/moderno…” (2000: 374). Desde esta mirada el
pensamiento racial y la expansión del colonialismo europeo, desde el siglo XVII,
son dos procesos interrelacionados que no se pueden diferenciar. Para algunos, la
idea de raza y el racismo se encuentran asociados a la diferenciación y jerarqui-
zación de la fuerza de trabajo y a la inferiorización de poblaciones propia de la
emergencia y consolidación del sistema mundo capitalista (Quijano, 2000a).27 Sin
embargo, como hemos visto, para De la Cadena (2006) el racismo antiindígena
es previo al surgimiento del capitalismo y tiene su origen en la razón de la Fe
cristiana.

25 “Con la constitución de América (Latina) en el mismo momento y en el mismo movimiento his-


tóricos, el emergente poder capitalista se hace mundial, sus centros hegemónicos se localizan en
las zonas situadas sobre el Atlántico –que después se identificarán como Europa–y como ejes cen-
trales de su nuevo patrón de dominación se establecen también la colonialidad y la modernidad.
En breve, con América (Latina) el capitalismo se hace mundial, eurocentrado y la colonialidad y
la modernidad se instalan asociadas como los ejes constitutivos de su específico patrón de poder
hasta hoy” […] “en el curso del despliegue de esas características del poder actual, se fueron
configurando las nuevas identidades societales de la colonialidad, indios, negros, aceitunados,
amarillos, blancos, mestizos y las geoculturales del colonialismo, como América, África, Lejano
Oriente, Cercano Oriente (ambas últimas Asia, más tarde), Occidente o Europa (Europa Occiden-
tal después), y las relaciones intersubjetivas correspondientes, en las cuales se fueron fundiendo
las experiencias del colonialismo y de la colonialidad con las necesidades del capitalismo se fue-
ron configurando un nuevo universo de relaciones intersubjetivas de dominación bajo hegemonía
eurocentrada” (Quijano, 2000a).
26 Para Restrepo, Wallerstein afirma que la “etnización” de la fuerza de trabajo a nivel global como
operación fundamental en la constitución del sistema mundo, encuentra en el racismo una ideo-
logía global que justifica la desigualdad: “Los enunciados ideológicos han asumido la forma de
alegaciones de que los rasgos genéticos y/o ‘culturales’ duraderos de los diversos grupos son la
principal causa del reparto diferencial de las posiciones en las estructuras económicas” (Wallers-
tein 1988 [1983]: 69, en Restrepo, 2012).
27 “Las diferencias fenotípicas entre vencedores y vencidos” han sido usadas como “justificación de
la producción de la categoría ‘raza’”, aunque se trata, ante todo, de una elaboración de las rela-
ciones de dominación como tales, a su vez el racismo según él está indisolublemente unido a la
situación de la conquista de América (Quijano, 2000b: 373-374).
Formas de racismo indio... 37

Se puede vincular así las formas de dominación de la geopolítica mundial no


sólo capitalista sino las anteriores, junto con las dominaciones “étnico” raciales y
la producción de alteridades clasificadas jerárquicamente y racializadas. En esta
intersubjetividad, se construye la diferencia social que es avalada con una forma
de conocimiento particular, el euro céntrico.
Esta racialización permite explicar el control y la explotación del trabajo a
partir de relaciones de dominación que exceden las de explotación de clase y pro-
ducen inferioridad, subordinación y pobreza.28
Un concepto anterior al de “colonialidad del poder” en el pensamiento social
latinoamericano basado en la pervivencia del racismo indio, como ya lo hemos
señalado, fue el de neocolonialismo interno (González Casanova, 1975 [1969] y
2006; Dos Santos, 1970, 2002, 2003; Rivera Cusicanqui, 1997, 2010), el de so-
ciedades abigarradas (Mariátegui, 1928a, 1928b; Zavaleta Mercado, 1988, 1990;
Tapia Mealla, 2002) quienes consideran que durante las repúblicas democráticas
perviven formas metamorfoseadas de racismo indio. Esta forma particular de po-
der se materializa entre otros aspectos en un racismo antiindígena, que es parte
central del discurso civilizatorio y del “desarrollo” latinoamericano, que resumen
estas formas de dominación y gubernamentalidad racializada.
La definición del colonialismo interno según Pablo González Casanova 29
está originalmente ligado a fenómenos de conquista, en que las poblaciones de
nativos no son exterminadas y forman parte, primero, del Estado colonizador y,
después, del Estado que adquiere una independencia formal, o que inicia un pro-
ceso de liberación, de transición al socialismo o de recolonización y regreso al ca-
pitalismo neoliberal. Los pueblos, minorías o naciones colonizados por el Estado
nación sufren condiciones semejantes a las que los caracterizan en el colonialismo
y el neocolonialismo a nivel in­ternacional: habitan en un territorio sin gobierno
propio; se encuentran en situación de desigualdad frente a las elites de las etnias
dominantes y de las clases que las integran; su administración y responsabilidad
jurídico-política conciernen a las etnias dominantes, a las burguesías y oligarquías
del gobierno central o a los aliados y subordinados del mismo; sus habitantes
no participan en los más altos cargos políticos y militares del gobierno central,
salvo en condición de “asimilados”; los derechos de sus habitantes y su situación
económica, política, social y cultural son regulados e impuestos por el gobierno
central; en general, los colonizados en el interior de un Estado nación pertenecen

28 Quijano (2007) afirma que “en el proceso de constitución histórica de América, todas las formas
de control y de explotación del trabajo y de control de la producción-apropiación– distribución de
productos, fueron articuladas alrededor de la relación capital– salario […] y quedaron incluidos la
esclavitud, la servidumbre, la pequeña producción mercantil, la reciprocidad y el salario”.
29 El despliegue de la idea de colonialismo interno se encuentra desarrollada en un artículo de Pablo
González Casanova que formaba parte de su libro Sociología de la Explotación (1975) y que en
una nueva versión publicada por CLACSO ha revisitado (González Casanova, 2006).
38 Sonia Álvarez Leguizamón

a una “raza” distinta a la que domina en el gobierno nacional, que es considerada


“inferior”, la mayoría de los colonizados pertenece a una cultura distinta y habla
una lengua distinta de la “nacional”. Si, como afirmara Marx, “un país se enrique-
ce a expensas de otro país” al igual que “una clase se enriquece a expensas de otra
clase”, en muchos Estados nación que provienen de la conquista de territorios,
llámense Imperios o Repúblicas, a esas dos formas de enriquecimiento se aña-
den las del colonialismo interno (Marx, 1963: 155, Tomo I, citado por González
Casanova). En su trabajo La democracia en México sostuvo la tesis de que en el
interior de dicho país se daban relaciones sociales de tipo colonial. “Rechazando
que el colonialismo sólo debe contemplarse a escala internacional”. Éste también
“se da en el interior de una misma nación, en la medida en que hay en ella una
heterogeneidad étnica, en que se ligan determinadas etnias con los grupos y clases
dominantes, y otras con los dominados” (González Casanova, 1975, citado por
González Casanova 2006). Ya en un artículo de 1963 había analizado el concepto
a nivel interno e internacional, que luego amplió en 1969 en los ensayos sobre So-
ciología de la explotación (González Casanova, 1975). Según el propio autor, “el
planteamiento correspondió a esfuerzos semejantes que fueron precedidos por C.
Wright Mills (1963, citado por González Casanova, 2006), quien de hecho fue el
primero en usar la expresión “colonialismo interno”. A la violencia física se añadió
la violencia verbal, lógica e histórica que hace sufrir a “los más pobres entre los
pobres” (González Casanova, 2006).30
Silvia Rivera Cusicanqui (1997, 2003, 2010), socióloga e historiadora bo-
liviana ha desarrollado una especial manera de abordar el tema del colonialismo
interno a partir de la idea inicial de González Casanova, pero le imprime otra ca-
racterística fundamental: la expropiación de subjetividades. Plantea que ésta no es
sólo una relación económica sino social y cultural. Esta idea la desarrolla basada
en la introducción al libro Los Condenados de la Tierra de Franz Fanon, escrita
por Jean-Paul Sartre en 1961.31 Jean-Paul Sartre (1997), en la introducción que
hace al libro de Fanon (1997) muestra cómo en este autor la idea de colonialismo
está vinculada no sólo a la ocupación de territorios por otros países, o la transfe-
rencia de excedente a través de formas variadas de colonialismo interno, sino a

30 “Una objeción menor al uso de la categoría de colonialismo interno consistió en afirmar que, en
todo caso, lo que existe es un semi-colonialismo o neocolonialismo interno, lo cual en parte es
cierto si por tales se toman las formas de dependencia y explotación colonial mediante el empleo
(o la asociación) de gobernantes nativos que pretenden representar a las etnias de un Estado-
nación. Sólo que no todos los gobernantes de las etnias oprimidas se dejan cooptar por las fuerzas
dominantes […]. Las etnias o comunidades de nativos o ‘habitantes originales’ resultan ser así
objetos de dominación y explotación, y también importantes sujetos de resistencia y liberación”
(González Casanova, 2006, cursivas añadidas).
31 Una idea similar se esboza pero no se desarrolla en el pensamiento de Aníbal Quijano en su con-
cepción de colonialidad del poder donde incorpora la idea foucaultiana de control y disciplina-
miento sobre el cuerpo de los sujetos.
Formas de racismo indio... 39

otras expresiones de dominación del sujeto colonizado por diversos mecanismos


y prácticas de lo que llama la “extirpación del sujeto”, que conjuga formas de
gobierno sobre los colonizados y de posesión de sus cuerpos y cosmovisiones (ver
Sartre en Fanon, 1997: 23).32 Allí Sartre observa que el colonialismo descrito por
Fanon no se refiere sólo a la sobreexplotación, a la desnutrición, sino también a la
expropiación de la humanidad del colonizado, poniendo en cuestión el humanis-
mo occidental y la presunción de universal del mismo.33
En la mirada de Rivera Cusicanqui influyen también los estudios de la histo-
ria social argentina de origen marxista neogramsciana de Garavaglia, Tandeter y
Assadourian, quienes realizan estudios de las formas de dominación en la ciudad
minera de Potosí, probando, entre otras cuestiones, las formas de articulación en-
tre estilos de dominación coloniales y capitalistas, a través del mercado interior
de larga duración. También reconoce entre sus influencias al historiador peruano
Alberto Flores Galindo y al sociólogo boliviano René Zavaleta, vinculando este
último aporte “a las formas de insurrección campesino-indígena y las formas par-
ticulares que asume el capitalismo y la opresión oligárquica en los siglos XIX y
XX”, en Bolivia (Rivera Cusicanqui y Barragán, 1997).34
En diálogo con el concepto de colonialidad del poder (Quijano,35 Mignolo,
2007, entre otros) afirma que sus ideas sobre colonialismo interno, en el plano del
conocimiento, habían surgido de una trayectoria enteramente propia, iluminada
por otras lecturas como la de Maurice Halbwachs sobre memoria colectiva, Franz
Fanon sobre la internalización del enemigo y Franco Ferraroti sobre las historia de
vida y “sobre todo por la experiencia de haber vivido y participado en la reorga-
nización del movimiento aimara y en la insurgencia indígena de los años setenta
y ochenta” (Rivera Cusicanqui, 2010: 67).36 Más tarde desarrolla la noción de la

32 Este proceso subjetivo y material de ejercicio de la dominación colonial y neocolonial ha sido de-
sarrollado ampliamente por la antropología latinoamericana, si bien no poniendo tanto el acento en
las cuestiones de tipo subjetivas sino en su carácter intersubjetivo, a partir de distintos conceptos
como el de etnocidio, genocidio, cultura enajenada, repúblicas oligárquicas, etc. (ver entre otros:
Bonfil Batalla, 1972; Abramoff; 2004: 160).
33 “Hace siglos [..,] que en nombre de una pretendida ‘aventura espiritual’ se ahoga a casi toda la hu-
manidad”, “Ustedes, tan liberales, tan humanos, que llevan al preciosismo el amor por la cultura,
parecen olvidar que tienen colonias y que allí se asesina en su nombre”. Para Sastre, los principios
de la “la violencia colonial no se propone sólo como finalidad mantener en actitud respetuosa a los
hombres sometidos, trata de deshumanizarlos. Nada será ahorrado para liquidar sus tradiciones,
para substituir sus lenguas, para destruir su cultura…” dice Fanon (1961: 8).
34 Esta tradición la explicita en el estudio introductorio que comparte con la historiadora Ros-
sana Barragán, también boliviana, de los estudios de la subalternidad de la India.
35 Para más detalles sobre el debate que ella entabla con el grupo decolonial ver Rivera Cusicanqui
(2010).
36 El tema para ella “está enmarcado en una situación colonial más amplia y estructurante, donde la
matriz cultural e ideológica de Occidente se instala en el Estado y desde allí nombra, enumera,
oprime y jerarquiza los diversos pueblos y culturas nativas […] en base a su (relativa) condición
humana. Estos ‘otros’, semi-humanos, a los que marginaliza por sus diferencias, han sido en reali-
40 Sonia Álvarez Leguizamón

estructura arborescente del colonialismo interno, que se manifiesta a partir de


ejemplos elocuentes de la estigmatización de las conductas de mimesis cultural,
como el caso de la vestimenta de la chola paceña (Barragán, 1992) y también
en los habitus coloniales de las elite que continúan funcionando a través del eje
invisible de las “dos repúblicas” –la una de los súbditos, la otra de los soberanos–
(Rivera Cusicanqui, 2004). Ideada inicialmente como una estrategia que permi-
tiría a las indígenas migrantes cambiar su status y acceder al mundo mercantil y
social dominante, la pollera, mantón de manila y sombrero borsalino (adoptado
en el siglo XIX) se han convertido en emblema de una etnicidad discriminada y
excluida, que niega y afirma ambiguamente las diferencias de gesto y de conducta,
pero las enmascara también en aspiraciones y autopercepciones “mestizas” o de
“clase media”, que son proyectadas a la prole. He estudiado, dice, en otras partes
estos procesos, en términos de una hipótesis que postula la construcción colo-
nial de identidades, particularmente las identidades “cholas” y “mestizas” de la
contemporaneidad boliviana (Rivera 1992b, 1996b, Rivera –compilador– 1996,
cursivas añadidas).
Para ella, también la estructura arborescente del colonialismo interno se
articula con los centros de poder del hemisferio norte, “llámense universidades,
fundaciones u organismos internacionales”. Afirma que “la estructura ramificada
del colonialismo interno-externo tiene centros y subcentros, nodos y subnodos”37
(2010: 63, el énfasis me pertenece). Se podría hablar dice, de una estructura del
habitus republicano colonial (Cfr. Bourdieu, 1993) que resultó encubierto y disfra-
zado por la retórica del reconocimiento jurídico de la igualdad del indio en 1874
(Rivera Cusicanqui, 2004).
El peruano e historiador Flores Galindo (2001) quien influye en el pensa-
miento de Rivera Cusicanqui, analiza la relación entre la cuestión nacional, con
lo que se ha dado en llamar el problema del indio. El vínculo entre relaciones
sociales de dominación semiserviles y las relaciones sociales entre ciudadanos
diferenciados y atravesados por el racismo, las creencias de la degeneración de la
raza india (decrepitud e ineptitud sobre la vida civilizadas). Analiza el vínculo en-
tre las relaciones de semiservidumbre y el racismo en un entramado social y polí-
tico particular de la sociedad peruana. En sus reflexiones se observan los vínculos
estrechos entre racismo, violencia física, relaciones de dominación, vida política

dad, heredados como súbditos de una república nacida del derecho de conquista. La práctica de la
opresión colonial se reproduce así, aún en los espacios más avanzados de la modernidad ilustrada
y en los nuevos mecanismos de mediación populista injertados en el Estado” (Rivera Cusicanqui,
1993, 1996).
37 Nótese que en esta idea de colonialismo interno-externo se está sintetizando las maneras en que
actúa en forma arborescente el neocolonialismo contemporáneo, en distintos niveles y nodos o,
como diría Castro Gómez (2007) para el caso de las maneras como Foucault piensa el ejercicio
del poder, como una forma polimorfa de cadenas y niveles diferentes a veces entrelazados, otras
autónomos.
Formas de racismo indio... 41

y pobreza. Si bien el caso del Perú no se puede generalizar, ejemplifica mucha de


las realidades latinoamericanas, donde el racismo antiindio y anticampesino y la
democracia restringida, son una constante durante las repúblicas postcoloniales.
Galindo se pregunta ¿por qué en la época que escribe este ensayo en Perú no se
respetan los derechos humanos? En cierto sentido es pionero en vincular la falta
de contenidos prácticos de los derechos humanos, a partir de observar formas ra-
cializadas de dominación que luego Balivar (2004) más tardíamente desarrollará.38
El autor muestra que los derechos humanos y la igualdad supuesta que lo sustenta
nestán atravesados por cuestiones de clase y racismo que no igualan sino que
diferencian.
“La República abolió los títulos pero hasta 1854 mantuvo la es-
clavitud y el tributo indígena. Para entonces, al promediar el siglo
XIX el orden social no encontraba respaldo ni en la realeza, ni en
el orden divino, ni en los criterios estamentales. La Iglesia había
perdido poder tanto sobre los cuerpos como sobre las almas. Una
sociedad que tendía a ser cada vez más profana en su ordenamiento
político reclamaba criterios más terrenales de estructuración social.
Esta demanda fue resuelta por el discurso racista: las desigualdades
económicas se fundamentaron en desigualdades pretendidamente
esenciales que se atribuían a razas que supuestamente existían. Sur-
gió de manera abierta la consideración del indio como un ser infe-
rior, al que había que proteger o castigar y al que no era necesario,
por imposibilidad, incorporar a la vida republicana. La marginación
de los analfabetos, entonces, será en realidad la marginación del in-
dio respecto al sistema electoral. La República edificada a espaldas
del campesino. Cuando se subleven, la República no atenderá a sus
reclamos a pesar de que sobre ellos recaía la conscripción militar o
soportaban impuestos con nombre propio, como el de la coca [...] un
escritor de amplio consenso en Lima como Clemente Palma, califi-
có a la ‘raza india’ de ‘degenerada’, era un país racista. Palma llegó
a decir más todavía sobre esta ‘raza’: ‘Tiene todos los caracteres de
la decrepitud y la inepcia para la vida civilizada. Sin carácter, de una

38 “Aquello que llamamos ‘predominancia de los derechos humanos’ es un fenómeno ideológico que
sin duda tiene un valor sintomático, pero no es suficiente para cambiar las estructuras sociales.
Hay inclusive maneras de usar esta idea que esconde una variedad de racismos que se están de-
sarrollando ahora, paradojalmente por la vía del discurso ‘humanitario’ o ‘filantrópico’ que sirve
para guardar cierta población o categorías de individuos en la condición de receptores de ayuda
más que portadores de derechos igualitarios. Diferencias o incapacidades son presentadas como
propiedades esenciales, que en realidad son el producto de condiciones históricas y de relaciones
de dominación” (Balivar, 2014, la traducción me pertenece).
42 Sonia Álvarez Leguizamón

vida mental casi nula, apática, sin aspiraciones, es inadaptable a la


educación’” (Flores Galindo, 2001: 175-177).
Por otra parte Flores Galindo vincula el racismo con el autoritarismo y el uso de
la violencia y la tortura en el campo de la política. Señala reglamentos que admi-
tían la tortura, como el reglamento de la Penitenciaría de Lima, como una prácti-
ca con presos calificados como recalcitrantes. “La violencia física se ejercía con
absoluta impunidad en el manicomio. Pero era también un hábito en la relación
entre maestros y estudiantes en las escuelas” (2001: 175-177). Estas prácticas se
reflejaron en los espacios sociales de la ciudad y en la diferenciación y exclusión
entre burgueses y pobres y en Lima, sobre todo, en contra de la población andina
de origen indio.39
Veremos más adelante como en la Argentina, Buenos Aires juega un rol pa-
recido al de Lima en relación a las poblaciones llamadas del “interior” que llegan
a ella en búsqueda de trabajo y son percibidas también como un aluvión, una
invasión que se sintetiza en una frase como la del “aluvión zoológico”, durante
finales del siglo XX.
Por otra parte, algunos autores han usado la idea de alteridad o construcción
del otro para explicar estos fenómenos como Castro Gómez (2000: 148). Otro
autor europeo como Todorov (2003) usa también el término construcción del otro
para su estudio sobre la “conquista” americana y el análisis discursivo que realiza
de los textos de Colón y Bartolomé de las Casas. Considera que la alteridad debe
estudiarse por lo menos por tres ejes, los juicios de valor o sea un plano axiológi-
co, uno segundo que serían las acciones de acercamiento o alejamiento, es decir
un plano praxeológico, que implica la sumisión al otro, o también la neutralidad
o indiferencia. El tercer eje sería un plano epistémico que se vincula con el grado
de conocimiento de la identidad del otro, lo conozco o lo ignoro. No hay absolutos
sino una gradación infinita entre los estados de conocimiento. Existirían relaciones
y afinidades entre estos tres puntos pero no hay necesariamente una implicación
rigurosa (Todorov, 2003: 221).

39 “En Lima predominan las exclusiones. Los burgueses buscan edificar otros centros de la ciudad
porque los pobres han invadido la ‘vieja Lima’ […] Ahora se han rodeado de murallas, policías
privados, perros, alambradas. Evitar la imagen incómoda del pobre. Esas minorías pueden edificar
sus vidas en el interior de un circuito que uniendo al hogar con el trabajo, el colegio y la univer-
sidad, no implique transitar por los barrios populares. Sobre todo cuando, como en los tiempos
coloniales, clases populares y clases peligrosas vuelven a ser sinónimos […] Lima es una ciudad
que ha crecido rodeada siempre por el temor. Sus dueños temieron antes que sus casas fueran ar-
rasadas por los indios, después por una sublevación de esclavos, siempre por algún cataclismo –el
mar o los terremotos– y, en nuestros días, por esa especie de aluvión humano que desciende de los
Andes: más de 50 por ciento de migrantes. Lima ha sido, desde Pizarro, la sede de la dominación:
lo occidental y moderno imponiéndose sobre el mundo andino. Pero, en estos años, los cercadores
han terminado cercados. La huida de los tugurios termina cuando los nuevos barrios residenciales
tropiezan con el cinturón de pueblos jóvenes” (el énfasis me pertenece).
Formas de racismo indio... 43

Las formas en que se ha teorizado la diferencia socioétnica de nuestras socie-


dades o naciones en Latinoamérica, –que no voy a resumir en este acápite aunque
tienen directa relación con el tema que tratamos–, son entre otros: heterogeneidad
estructural, sociedades abigarradas, espesor temporal, multiculturalidad, culturas
híbridas, el collage, el pastiche, etc. Éstos son conceptos, ideas fuerzas, metáforas
que imaginan a nuestro subcontinente y sirven para explicar la diferencia social
y neocolonial del presente, la interculturalidad continua, tratando de suturar la
tensión entre modernidad y tradición –consideradas como etapas diferenciadas y
evolucionistas–.40 Sin embargo considero que –en algún lugar– estos conceptos
buscan entender la realidad a partir de esencias y las mezclas y mixturas aparecen
como productos de espacios tiempos diferenciados que, muchas veces, tienen en-
criptada una visión unilineal del devenir de las sociedades, a pesar de su intento
por superarlo.41
En un libro anterior (Álvarez Leguizamón, 2015b), planteamos que se trata
de un tipo de entramado social abigarrado según reza la tradición del pensamien-
to latinoamericano (Zavaleta Mercado, 1983, 1988, 1990; Tapia Mealla, 2002;
Rivera Cusicanqui, 1993, 1996; Antezana, 2009; Mignolo, 2005) que muestra la
yuxtaposición y/o articulación jerarquizada de relaciones asimétricas de poder
entre distintas culturas y entre sus modos respectivos de producción y gobierno
(de diversos tiempos históricos). Pero a esta característica la llamamos heteroto-
pía neocolonial que expresa la coexistencia de distintos tiempos y espacios en
un mismo lugar (Foucault, 1999 [1976]; Chatterjee, 2008). Pensamos que esta
diversidad cultural podría interpretarse como espacios sociales heterotópicos, si-
guiendo a Foucault (1967). Idea que no posee connotaciones evolucionistas y no
se circunscribe a los países mal llamados “subdesarrollados” o excolonizados o
postcoloniales. Foucault va más allá de Augé, y muestra como en todas las socie-
dades podemos encontrar heterotopías (distintos tiempos en un mismo espacio,
o diversos espacios en un mismo tiempo). Nos inspiramos para ello en la aplica-
ción de lo heterotópico que realiza el hindú Partha Chatterjee en su reflexión de
“La nación en tiempos heterogéneos”, donde según él conviven varios tiempos: lo
“moderno” y “premoderno”, no como supervivencias arcaicas sino como parte de
“nuestra modernidad” (2008: 62). Si observamos, Chatterjee sigue atado a nomi-

40 Para Augé los colonizados vivieron, las más veces en medio del dolor, una triple experiencia rela-
cionada con el descubrimiento del otro que hoy es común a la globalización: la experiencia de la
aceleración de la historia, del encogimiento del espacio y de la individualización de los destinos
(1995: 138), lo que muestra que no es una cuestión típica de las sociedades latinoamericanas, sino
que la superposición de tiempos y espacios es propia de la condición colonial.
41 Silvia Rivera Cusicansqui (1993) puntualiza la violencia de estas experiencias a lo largo de la
historia latinoamericana y las denomina “contradicciones no-coetáneas”, que sería la encrucijada
construida a lo largo de siglos de conflictos étnicos no resueltos –sólo pormenorizados y acalla-
dos– y de la violencia estructural que implicó e implica la ruptura de cosmovisiones locales. No en
el sentido evolutivo aunque sean no coetáneas.
44 Sonia Álvarez Leguizamón

naciones evolucionistas. Nosotros recuperamos el pensamiento latinoamericano


sobre la vigencia societal de mezclas, pastiches, heterogeneidad, multiculturali-
dad, hibrideces, abigarramientos, convivencia de diferentes formas de producir
–en el marco de relaciones de poder, dominación y racismo– para entender éstas
como heterotopías neocoloniales de poder, inscriptas en el presente del capitalis-
mo globalizado que se expande y concentra y expropia subjetividades. Pero que
al mismo tiempo éstas son resistidas y contestadas de una manera que no es pre-
moderna, ni moderna, ni postmoderna. Es contemporánea –sea de donde venga la
sabiduría para producirla, vivirla o pensarla–.
En esta coexistencia o concurrencia de formas de producir o ser en el mun-
do “ninguna de ellas mantiene su forma previa”, pero se califican mutuamente
construyendo subjetividades diferenciadas, diría Antezana (2009: 133). Instaurán-
dose formas diversas de apropiación, dominación, expropiación, desposesión de
diverso tipo: desde la tierra hasta los rituales de los colonizados desprovistos de
sus contextos y mercantilizados a partir del turismo folklorizado, por ejemplo.
En este caso, “la tradición” no es una rémora o una condición arcaica que debe
ser extirpada –como reza el discurso extractivista del capitalismo sojero que ve-
remos en el último capítulo–. Por el contrario, adquiere plusvalía para diversos
fines mercantiles. Esta heterotopía neocolonial del presente moderno, reactualiza
el desprecio a lo indio o es expropiado por medio de distintas escaramuzas de lo
“indio permitido” ([sic] Rivera Cusicanqui). Ella usa este término para explicar
la manera en que lo indio es folklorizado y puesto en el mercado y para describir
cómo los gobiernos utilizan sus derechos culturales para dividir y neutralizar a los
movimientos indígenas. Esta idea fue luego profundizada por Hale y Milliman
(ver McNeish, 2008) en sus escritos en Guatemala, para referirse a las maneras en
que estas instituciones usan los derechos culturales para dividir y domesticar los
movimientos indígenas.
“Con la presencia del ‘indio permitido’, surge invariablemente la
construcción de su ‘otro’ que se define como un sujeto disfuncio-
nal, ‘descartable’, sin méritos. Dicha dualidad llega a representar
dos formas distintas de ser indígena. El ‘indio permitido’ según
esta ideología logra negociar la modernidad, sustituir ‘protesta’ con
‘propuesta’, actuar con autenticidad y a la vez manejar el lenguaje
dominante. Su otro, el desautorizado, es visto como rebelde, ven-
gativo y conflictivo. Las características de este último, le causan
gran preocupación a la elite política que se ha comprometido con
la igualdad cultural pero que teme las repercusiones que se podrían
generar si los ‘desautorizados’ subiesen al poder. Esta nueva forma
de gobernar le otorga recompensas al ‘indio permitido’, mientras
que simultáneamente condena su ‘otro’ a la pobreza y exclusión
social. Justifica dicha exclusión, ya no tanto con la doctrina de in-
Formas de racismo indio... 45

ferioridad biológica, sino por características culturales, superables


pero profundamente persistentes. Los que ocupan la categoría de
‘indio permitido’ tienen que demostrar constantemente que están
por encima de estas características culturales ‘racializadas’ de los
‘otros’ y al insistir de esta manera, apoyan y refuerzan la división”
(Hale, 2004: 4).

Consideraciones metodológicas
Encuentro que para reflexionar sobre el racismo indio argentino me resulta mucho
más estimulante que las teorizaciones realizadas por europeos sobre este tema
(Balibar, 2014, Todorov, 2003, entre otros) el pensamiento latinoamericano que
observa la persistencia de un racismo antiindígena constitutivo de nuestras socie-
dades, vinculado con la persistencia de relaciones de sermiservidumbre republi-
canas, asociadas a la superexplotación capitalista del trabajo con las poblaciones
originarias o esclavizadas y a la inferiorización y estigmatización continua con
poblaciones de origen nativo, en la vida cotidiana. Estas teorías han sido nomina-
das como colonialismo interno, neocolonialismo,42 colonialidad del poder o direc-
tamente racismo antiindígena.
También me resultan sugerentes los análisis que, sobre la historia y signifi-
cados de las categorías nativas racializadas se han desarrollado en nuestro conti-
nente, como bárbaro, mestizo y criollo (De la Cadena, 2006, Castro Gómez, 2005,
Svampa, 2006). Mis pensamientos abrevan de esta tradición reflexiva, como los
peruanos: Mariátegui (1928a y 1928b), Manrique (1999), Flores Galindo (2001),
Quijano (2000a y 2000b); los mejicanos González Casanova (1965, 1975 [1969] y
2006), Dos Santos (1970, 2002, 2003), Pérez Bustillo (2001); los bolivianos Zava-
leta Mercado, (1988, 1990), Antezana, Luis H. (2009), Rivera Cusicanqui (2005,
2008, 2010), Tapia Mealla, (2002), entre otros y el argentino Menéndez (1969).
Si bien la reflexión en ciencias sociales argentinas no ha aportado mucho a esta
línea de pensamiento, recientemente hay producciones que reflexionan sobre el
racismo con poblaciones que muestran en su cuerpo o sus estilos de vida rastros de
su condición originaria, como veremos más adelante. También los actuales aportes
de los estudios decoloniales (Dussel, 2000; Grosfoguel, 2000; Restrepo y Arias,
2012; Quijano, 2000a y 2000b) son fundamentales, como síntesis de tantas con-
tribuciones de la tradición latinoamericana, y hallazgos nuevos, como veremos.
El tema de las prácticas racistas es muy difícil de asir por que, como no es
políticamente correcto, no se expresa fácilmente en conversaciones públicas, ni

42 El uso de las conceptualizaciones vinculadas con el colonialismo interno en Buenos Aires sólo se
aplicó a reflexiones realizadas, a mediados de siglo XX, por teóricos del revisionismo histórico
para referirse a las situaciones de semiservidumbre de las haciendas del “interior” y nunca para
pensar sus propias practicas neocoloniales.
46 Sonia Álvarez Leguizamón

tampoco es directo, ni las personas racializadas aceptan serlo y se corren del es-
tigma. Hay algunas encuestas como las desarrolladas por Grimson y Baeza (2011)
que presentan una serie de mecanismos para lograr resolver esta traba metodo-
lógica, pero no siempre lo logran. Puede haber formas embutidas de racismo en
preguntas que parecen ingenuas. Por ejemplo, una pregunta reiterada que recibo
de “porteños”: “–¿De dónde eres?” Cuando respondo que soy salteña, dudan de
ello por mi color de piel claro. Esta insistencia responde al prejuicio y la creencia
de que la “gente” de Salta tiene piel oscura y no es mi caso. Entonces, el diálogo se
expande por un tiempo, mientras insisto sobre mi origen nativo. No siempre salta
el prejuicio. Ante mi pregunta sobre la causa de la duda, responden con evasiones
tales como: “–Es que no pareces salteña”. Cuando vuelvo a preguntar: “–En qué
sentido”, tratando de indagar aquello que no se dice: “el aspecto” que se le asigna
al ser salteño, pocas veces afirman “-Es que usted es rubia” o de piel blanca. Por
ello considero que si bien este tipo de racismo sale a la luz y se activa en forma
muy violenta en ciertos “eventos críticos”, también otras veces se verbaliza de
forma indirecta. Se expresa en formas diversas de discriminación y exclusión no
claramente explícitas, las más de las veces silenciadas en lo que Scott (1990) lla-
mó la transcripción oculta.43
¿Cómo salen a la luz o cómo se hacen visibles? De diversas formas, pero no
siempre lo hacen, en este caso mis interlocutores no dicen: “–Porque usted no es
morocha”, sino ante la insistencia afirman su anverso positivo, que amengua el
prejuicio racista: “–Usted no parece salteña”.
Una de las manifestaciones de la segregación racial de este racismo indio
particular, basado también en condiciones de clase, es su expresión en el espacio
físico de la ciudad. Como sabemos este espacio refleja las relaciones sociales je-
rárquicas (o del espacio social, como diría Bourdieu, 1999) y además reproduce
los “efectos de lugar” negativos. Vivir en una villa es un disvalor para conseguir
trabajo, por ejemplo. Según hemos podido constatar en una investigación acerca
de las representaciones de la pobreza en la ciudad de Salta (Aguilar, M. A. et al.,
2002) la mayoría de la población que vive en villas tiene la piel oscura, situación

43 La transcripción oculta es la infrapolítica de los dominantes. James Scott (1990) utiliza este con-
cepto para explicar las formas del poder que se dan más allá del mundo público. Le interesa como
la transcripción oculta es construida, sostenida y los propósitos a los que sirve. ¿Por qué son
tan importantes, en las relaciones de poder, la performance pública de la deferencia y la lealtad?
¿quién es la audiencia de este juego simbólico? Para Scott, la transcripción pública es el autor-
retrato de las elites dominantes, tal como ellas mismas se ven. Dado el poder usual de las elites
dominantes para imponer performances a otros, el discurso de la transcripción pública es una
discusión sin contrapeso (desbalanceada). Mientras está lejos de ser meramente un conjunto de
mentiras y representaciones distorsionadas, es, por otra parte, una narrativa significativamente
parcial y partidista. Está diseñada para impresionar, afirmar y naturalizar el poder de las elites
dominantes y para ocultar o eufemizar la oscura línea de la dominación, entre otras para nosotros
el racismo en el que se basa.
Formas de racismo indio... 47

que se repite en otras ciudades argentinas. Tomando el criterio espacial de la segre-


gación residencial, podemos decir que el racismo indio se expresa en la mecánica
silenciosa de las relaciones y jerarquías de clase y estatus, o lo que Bourdieu llama
habitus, o Elías configuraciones sociales de los afectos entre clases. A este racismo
indio particular lo llamaré el racismo villero, incrustado o hecho carne en el sujeto
que vive en la villa, el “villero”. En este caso existen investigaciones fundantes
en la Argentina de la antropología urbana, como el estudio de Ratier (1971a) o el
de Rosana Guber (1984). A esta forma de racismo indio, lo abordaremos a partir
del caso paradigmático de la toma de tierras del Indoamericano en Buenos Aires y
de los saqueos que siguieron al acuartelamiento policial de diciembre de 2003, en
ciudades de provincias.
Otro método que usamos es el que brinda la antropología al indagar y estudiar
sobre los sentidos de las categorías nativas fundantes de esas formas clasificato-
rias de poder como: centro/interior, blanco/morocho, etc. para tratar de observar
cuales son las representaciones de esa otredad. Es difícil hacerlo con encuestas
tradicionales. Hemos tratado de indagar sobre categorías nativas significativas que
condensan este tipo de racismo, a partir de diversos abordajes. Uno ha sido usar
como corpus los propios estudios de científicos sociales (capítulo II), otra los lla-
mados “diccionarios de regionalismos” (capítulo III) e indagar los sentidos y de-
finiciones de palabras que remiten a esas formas nativas, previamente detectadas.
En esta línea, han surgido ciertas clasificaciones de poblaciones que se encaran
en “tipos sociales” como coya, criollo, mestizo, migrantes internos. Una cuestión
interesante que ha surgido es la constatación del persistente interés de realizar
tipologías societales en el conocimiento experto local salteño –de mediados del
siglo XX– de ciertos ensayistas sociales o del revisionismo histórico con base en
Buenos Aires, como veremos en el capítulo siguiente. Esta intención social pue-
de entenderse como una suerte de morfología societal que luego se desarrollará
con visos más empíricos y científicos en la tradición argentina de los estudios de
Estructura Social, como el caso de Germani o Torrado, pero pensando en térmi-
nos de clases y no de “tipos humanos” o etiquetas etnosociales. Lo interesante de
estas fuentes es que generalmente los científicos o escritores de los diccionarios
pertenecen a clases sociales altas o a sectores medios intelectuales. Ya sea como
personajes que he llamado voces autorizadas (siguiendo a Bourdieu, 1985) o ex-
pertos siguiendo a Giddens (1997), en el sentido que se les ha conferido un poder
simbólico para poder hablar de la “sociedad” con legitimidad.
Para el caso de la literatura regional o los diccionarios de regionalismos,
los estudios son más sistemáticos ya que el significado de las palabras no recoge
arbitrariamente los sentidos que el recopilador considera, sino que se basan en el
uso de estas nominaciones en la literatura llamada literatura “regional” y en el
habla “común”, tema que remite a la curiosidad de cierta lingüística preocupada
por la etimología o la llamada “lengua regional” o “regionalismos”. Lo regional
48 Sonia Álvarez Leguizamón

asignado a la literatura, como veremos más adelante, es parte del etnocentrismo


porteño asumido por el resto y ya naturalizado, que remite a campos de la ciencia
que no son porteños. Lo regional en ciencias sociales y humanas argentinas es
todo lo que se produce o hace fuera de Buenos Aires. Las economías regionales
por ejemplo son las relaciones económicas de aquello que está fuera del centro, la
literatura regional es toda la literatura no porteña, y así sucesivamente, para todos
los campos del conocimiento.
Otra fuente de los significados de estas categorías ha sido de tipo periodístico,
sobre todo las opiniones que vierten los lectores en las noticias, posibilitadas gra-
cias al acceso a computadoras y redes sociales. Esta forma espontánea de opinión
pública se basa también en la posibilidad de hacer público lo que se encuentra en
el campo de la transcripción oculta (Scott, 1990) y en el espacio de lo íntimo. A
pesar de que los periódicos requieren identificación, se pueden crear identidades
falsas, lo que permite visibilizar todo aquello que no se puede decir en el ámbito
de lo público. En este sentido son interesantes como fuentes páginas y grupos de
Facebook, sobre todo diálogos que surgen ante eventos donde se activan estas
categorías. Allí sucede algo parecido pero no igual a las opiniones individuales en
los periódicos.
Una de las estrategias metodológicas más fundantes, además de las señala-
das, fue analizar eventos críticos siguiendo a Veena Das (1996) porque en ellos
aparece lo que está soterrado, se visibiliza, se hace público. En este último caso he
estudiado la toma del Indoamericano, la sedición policial seguida de saqueos y los
eventos de muertes por hambre de niños wichís en la provincia de Salta.
Para Veena Das, un evento crítico tiene una temporalidad, forma parte de un
proceso en el que se sucede una cadena de acontecimientos, no es un fenómeno
aislado. Se convierte en un referente ineludible para dirimir las tensiones en juego.
Posee una cualidad arrolladora puesto que pone en cuestión una serie de temati-
zaciones que provocan posicionamientos a partir de una diversidad de temáticas
que arrasan con el cotidiano, inaugurando nuevas formas de acción y resignifi-
cando sistemas categoriales y códigos morales. Produce debates antagónicos que
es importante registrar. Los eventos tocan cuestiones de derechos y accesos pero
también manifiestan la violencia estatal y de otro tipo que no sólo atraviesa la
intimidad de las personas sino que tienen como resultado zanjar de diversa forma
las cuestiones en juego. Los derechos reclamados por la comunidad o los intereses
y valores que están siendo develados ponen en cuestión una cierta cultura política
enfrentada con otra y lo que significa la dignidad de las personas o el límite moral
que pueden soportar, lo que es para Das parte constitutiva de la cultura (Das, 1996:
2-91).

Estructura del libro, diferentes tipos de racismo indio y configuraciones de


clase
Formas de racismo indio... 49

Seguidamente realizo una breve síntesis de algunas formas en que se visibiliza el


racismo indio en la Argentina, sus vínculos con el espacio social y geográfico y
con las configuraciones sociales de poder más fundantes. Al mismo tiempo, señalo
los capítulos en los que desarrollaré estos temas en el libro, así como la manera y
el método usado en cada caso, en forma sucinta.

I. La dicotomía centro/interior y el “indio interior” a Buenos Aires (capítulo


II)
Este racismo es el que remite al imaginario de que el interior es indio o mezcla
con indio (criollo, mestizo, entre otras etiquetas del régimen de conocimiento del
mestizaje local) y por ello bárbaro e incivilizado o subdesarrollado –según sean
las épocas y los discursos–. Aquí el interior (en el linaje discursivo y conceptual
de la construcción de la nación) se asocia con el interior bárbaro que se asignaba
a los federales incivilizados. O que Sarmiento (1967 [1845]) en el Facundo encar-
na en el caudillo de las provincias y que luego se reactualiza de distinta manera
durante todo el siglo XX y parte del XXI. Esta temática la abordaré desde dos
miradas. La primera reflexiona muy sintéticamente, a manera de ensayo, sobre la
dicotomía centro/interior, particularmente la vinculada con las llamadas “provin-
cias del norte”. Aquí realizo un análisis de las representaciones sociales acerca de
la configuración subalterna (migrantes internos, habitantes del interior; cabecitas
negras, etc.), utilizando textos de ensayistas y científicos sociales (la mayoría de
ellos localizados en la ciudad de Buenos Aires). La segunda, es un estudio de caso
vinculado con la “toma del parque Indoamericano” en Buenos Aires donde se
activó un racismo contra poblaciones provenientes de provincias del norte, junto a
sujetos de algunos países cercanos (lo que cierta ciencia social llama “migraciones
regionales” o de países “limítrofes”), como bolivianos y peruanos que habitan esa
ciudad. Allí observo la subsunción entre los habitantes de “interior” –sobre todo
de las provincias del norte– de piel oscura y estos migrantes de otros países a esa
ciudad, lo que llamo el indio exterior a Buenos Aires.

II. La villa “el morocho/negro villero” (capítulos II y IV)


Éste sería un racismo indio que se condensa en la configuración de clase entre
clases medias o elites que viven en las zonas consolidadas de las ciudades y los po-
bres que habitan en villas o barrios precarizados. El apelativo negro, generalmente
al villero, hace referencia al color de piel de los pobres de las ciudades, llamados
de muchas maneras con clasificaciones que apelan a su ascendencia nativa. Ésta se
condensa en distintas clasificaciones socioétnicas desde las que se usan en Buenos
Aires como “migrantes internos” o “negros villeros” al de “coyas” o “mestizos”
o “bolitas”, usados en la ciudad de Salta. La villa y luego el “asentamiento”, son
palabras nativas para nombrar los lugares de habitación y de espacializacion de
50 Sonia Álvarez Leguizamón

las relaciones sociales de los grupos de menores recursos.44 Aparece como un dato
tan naturalizado, ocultado bajo distintos discursos que invisibilizan las diferencias
sociales manifestadas en el espacio urbano, sobre todo las vinculadas con la se-
gregación urbana. Este racismo indio es el racismo que se materializa en el mote
y categoría nativa del “negro villero”. Aquí se subsumen y se sutura el racismo
del “indio interior” con el racismo espacial, producto de la segregación urbana
y de las relaciones sociales jerárquicas de clase que se expresan en el “color de
las villas”, glosando a Wackant (2000), cuando habla del color de las cárceles45.
El villero, el morocho, aquel que vive en villas está vinculado con el “cabecita
negra” y el surgimiento del peronismo, a mediados del siglo XX en Buenos Aires.
En la actualidad, el villero en esa ciudad se vincula con la migración producida
por empobrecimiento neoliberal, sintetizado en la idea de “invasión silenciosa”
que alude tanto al migrante boliviano, peruano y paraguayo a esa ciudad, como la
“migración interna” y a la figura amenazante del piquetero. Este tipo de racismo
indio lo estudiaré mirando dos eventos críticos: el caso de la toma del Parque
Indoamericano en la ciudad de Buenos Aires (capítulo II) y el acuartelamiento
policial seguido de saqueos en ciudades de provincias en el 2004 (capítulo IV).
En la Argentina este tema se ha recrudecido con el advenimiento del discurso de
la inseguridad y, como correlato, un proceso profundo de criminalización de la
pobreza territorializada en la “villa”.

III. Configuraciones de dominación con clases subalternas y racismo indio


(capítulo III)
El racismo indio se puede visibilizar estudiando ciertas relaciones de dominación
paradigmáticas de ciertas configuraciones sociales. Me centraré en este caso en
Salta en configuraciones tales como como las de patrón/peón, patrona/empleada
doméstica. En este caso estudiaré particularmente en forma muy breve la impor-
tancia de la criada y haré referencia a la relevancia que tuvieron en Salta –hasta
mediados del siglo XX– distintas formas de trabajo forzado como el conchabo.46
La finca, la casa y las instituciones de beneficencia son el núcleo más importante
donde se gobierna a estas poblaciones bajo relaciones fuertemente racializados.
Al mismo tiempo son poblaciones que se resisten a ser gobernadas. Aquí se puede
observar las características particulares de racismo indio salteño. Lo mismo que

44 Lo que Bourdieu (1999) llama “efectos de lugar” del espacio social o de las relaciones sociales
jerarquizadas.
45 Ver para el caso de América Latina, Segato (2007).
46 También se puede visibilizar observando aquellos sujetos que trabajan en los servicios personales
de baja calificación, sobre todo trabajadores domésticos, servicios personales en hotelería o traba-
jadores de la construcción. Generalmente trabajos mal pagados, intermitentes, precarios y norma-
dos por vínculos de don y contra don. En Europa los ex trabajadores de las colonias asumen estos
trabajos y en EEUU, ahora, los trabajadores llamados “latinos” (emigrados desde Sur y centro
América).
Formas de racismo indio... 51

otros oficios que exigen relaciones de sumisión al “patrón” urbano o rural, en el


mundo de lo íntimo, así como en el mundo público. Allí abordaré las categorías
nativas que llamo etiquetas, nominaciones que remiten a la construcción tipológi-
ca de ciertas poblaciones racializadas, como el coya, el gaucho, el vallisto, entre
otras. En cada una de ellas, lo indio está embutido de distinta forma y grados, den-
tro de un régimen particular del mestizaje local salteño que intentaré develar. En
este caso utilizaré fuentes secundarias de voces autorizadas de ensayistas locales
de principios de siglo, estudios literarios de los ‘60 y diccionarios de regionalismo
que toman estas categorías del lenguaje común y las clasifican en forma lingüís-
tica.

IV. Racismo indio con “indígenas” (capítulo V)


Tenemos el racismo “indio” que se practica con las poblaciones que se autode-
nominan en el presente como pueblos originarios o poblaciones indígenas. Este
racismo es todavía más crudo y a él se asocia un discurso “civilizatorio” inve-
terado que justifica la desposesión persistente de sus tierras y la extirpación de
sus religiones, lengua y cultura. En el presente, este racismo se naturaliza por un
discurso productivista que deja morir. Flores Klarik, Álvarez, M. y Naharro (2011)
demuestran que en la Argentina del siglo XXI, hay una “producción de ausencia”
–siguiendo a Boaventura De Sousa Santos (2006)–, en relación a los pueblos y
comunidades indígenas que, lleva a “dejar morir”. Esta invisibilización se ancla
en el siglo XIX con la construcción de la Argentina “blanca” y “civilizada” y se
reactualiza con el avance de la frontera agropecuaria de la soja transgénica.
Este tipo de racismo lo ejemplificaré a partir del análisis discursivo de saberes
científicos y gubernamentales y del análisis de un caso o evento crítico de muertes
por hambre de niños de la etnia wichi, ocurrida recientemente en la zona de Tar-
tagal (Salta) –en su vínculo con el avance de la soja transgénica–. Usaré informa-
ción de declaraciones gubernamentales, fuentes periodísticas, así como discursos
científicos que construyen la inferioridad de estas poblaciones a lo largo del siglo
XX. El método también puede ser etnográfico descriptivo –persistente en el tiem-
po– que mira la relaciones racializadas centrándose en las propias comunidades
autodenominadas indígenas o pueblos originarios. Sin embargo, el método que eli-
jo es la indigenización de nosotros mismos, estudiando los discursos hegemónicos
y observando además como operan en el marco de relaciones sociales racializadas.

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Capítulo II

El racismo antiindio en Buenos Aires,


la ciudad “blanca”

E
n este capítulo desarrollamos nuestra idea del racismo antiindio o antiindí-
gena de Buenos Aries (en adelante BA),1 Creemos que éste se sintetiza en
dos formas particulares de visibilización de la presencia de poblaciones con
ancestros nativos en esa ciudad a partir de la idea de que estos llegan a ella (no es-
taban antes), resumido en la categoría científica y del sentido común de migración
ya sea del país –lo que llamamos el indio interior: el migrante interno– o de países
limítrofes o vecinos –el indio “exterior”–. Ambas formas pueden sintetizarse en la
idea de extranjeridad.
La categoría nativa de migrante interno a esa ciudad remite a la geopolítica
nacional y la fuerte gravitación que tiene Buenos Aires como epicentro y “lugar”
de lo nacional en un imaginario que se desarrolló sobre todo en el siglo XX. Se
expresa en algunas dualidades estructurantes, categorías nativas tales como capi-
tal/interior, capitalino o porteño2 blanco/provinciano-criollo-mestizo-negro-indio-
bolita-cabezanegra-cabeza-villero, clases medias/sectores populares, europeo/la-
tinoamericano. El cabecita negra, epítome (Briones, 2005, 2008) de estas formas
racializadas de diferentes tipos de subalternidad (de clase, étnicas, espaciales),
expresa la racialización al interior y por ende al provinciano que lo habita. Estas
dos últimos categorías nativas son escurridizas, no todo lo que está fuera de BA
es interior ni todo los habitantes de provincias son provincianos o migrantes in-

1 Cuando hablamos de ese racismo en esa ciudad hay que tomar recaudos. Esta nominación puede
tener ese efecto mágico de generalizar a todos los porteños y todas las porteñas. Nos referimos a lo
que aparece soterrado en el sentido común de un gran grupo de personas, tanto de las elites como
de los sectores medios y a veces también pobres.
2 Porteño es una categoría nativa para nombrar a los habitantes de la ciudad de Buenos Aires. Sin
embargo según la antropóloga Mónica Lacarrier esta nominación no se vincula con la condición de
su vínculo con el rio y con el puerto. “Es indudable que su carácter porteño debería encontrar sen-
tido en relación con el puerto que posee, como ciudad enfrentada al Río de la Plata. Sin embargo,
ese carácter porteño no es más que una palabra incorporada al léxico de los habitantes y foráneos
en forma naturalizada, pero sin asociación vinculante entre la urbe y el río. Por lo mismo el río
resulta ajeno a la ciudad. Incluso, es ajeno en la imagen impostada, aun cuando las imágenes rela-
cionadas con la vieja inmigración hayan tenido por escenario el puerto y el barco, que traían a los
inmigrantes imaginados”. (Lacarrier, 2007: 52, resaltado de la autora). No conozco la génesis de
categoría nativa porteño pero creo que puede estar vinculada a la tensión desarrollada en el cuarto
final del siglo XIX entre los poderes unitarios, que habitaban en esa ciudad y querían el control del
puerto y de la Aduana para ellos, contra los poderes federales que bregaban para que se coparticipe
entre las provincias en formación.
64 Sonia Álvarez Leguizamón

ternos, cuando se las observa operando en el lenguaje científico y en el sentido


común porteño.
Algunos cientistas sociales porteños o que habitan en ella la nombran a la
ciudad como: “la gran ciudad” (Margulis y Urresti); “su forma urbana y social
moderna” (Marcús); “sociedad de rasgos y fisonomía indiscutiblemente europeos”
(Gorelik) lo que está marcando de su parte una sobrevaloración jerárquica de BA
en relación al resto del país, lo que adquiere nombres e imaginarios diversos: lo
rural, el interior, las provincias, lo tradicional, lo que no es sociedad de “masas”.
Observamos en los procesos de reflexividad de cientistas sociales de BA so-
bre la estructura social “argentina” (que en realidad se trata solo de BA general-
mente) una fuente muy densa para investigar las categorías nativas y etiquetas del
mestizaje, atravesada por la dicotomía centro/interior y por las luchas entre clases.
En estos análisis surgen con fuerte protagonismo sujetos políticos subalter-
nos, generalmente plebeyos, que son vividos como amenazantes por la clase me-
dia y los sectores de poder o considerados protagonistas de gestas revolucionarias
por otros posicionamientos. Se visibilizan en estos relatos etiquetas como la de
criollo, mestizo, cabecita negra, el migrante interno, el trabajador “pata sucia”,
el “descamisado”. Todas categorías nativas, o motes contra aquel que es visto
con modales no acordes a las maneras valoradas positivamente, para la etiqueta
naturalizada de los sectores medios porteños. Éstos están fuertemente vinculados a
la construcción de partidos políticos que reafirman derechos de las clases trabaja-
doras, pobres o vulnerables, como el peronismo. Más allá de la relativa autonomía
científica en la construcción de categorías conceptuales, observamos que tienen
como substrato las construcciones del sentido común que se interfluyen con las
reflexiones y constataciones de tipo científico.
En el caso de la categoría de criollo, más allá de la diversidad de identifica-
ciones, observamos que reaparece en el presente la genealogía profunda de esa
etiqueta vinculada a diferentes substratos subalternizados: la barbarie, lo rural,
al interior, población que viene de ciertas provincias del país de tez morena, etc.
La invención mítica de la representación de una Argentina blanca, civilizada,
urbana y europeizante del litoral por oposición a la Argentina mestiza, bárbara,
rural y tradicional del “interior”, que se fue construyendo desde finales del siglo
XIX, en los procesos de consolidación del Estado nación, se quiebra de diversas
maneras y salta de vez en cuando a partir de luchas sociales “plebeyas” que ponen
en evidencia estas contradicciones.
Hay autores que reconocen estas relaciones racializadas en distintas catego-
rías del mestizaje local como lo criollo, gaucho, campesino, villero en BA, tratan-
do de dar cuenta de las estructuras profundas de las desigualdades sociales y los
procesos de exclusión social, política y cultural de la Argentina actual, se refieren a
hechos históricos fundantes: la migración de ultramar y su discurso de moderniza-
ción y progreso localizado en el entre siglo (XIX y XX), el ascenso del peronismo
Formas de racismo indio... 65

a mediados del siglo XX –sobre todo a partir del relato de la “gesta” del 17 de
octubre– y, finalmente, el movimiento de los trabajadores desocupados denomi-
nado piquetero a finales del siglo XX. Estos eventos son cuestiones que propician
reflexiones sobre procesos de racialización y visibilización de esta temática.
Los sujetos racializados se van transmutando según las amenazas que pre-
sentan al orden social y su aparición en la escena pública y política. Del gaucho
convertido en obrero criollo “incivilizado” de principios de siglo XX al migrante
de mediados de ese siglo que constituye al peronismo (sintetizado en el cabecita
negra o el descamisado, tanto en las narrativas épicas del peronismo como en
las críticas) al piquetero de finales del siglo XX. El migrante subsume el gaucho
en peón y a éste en obrero, pero su origen “rural” pone en cuestión su condición
de obrero “típico”. El migrante aparece en la sociología llamada científica, sobre
todo en la escuela de Gino Germani (1965, 2001, 2004), como el protagonista del
peronismo pero desde un lugar retardatario y proclive a los caudillismos y clien-
telismos.
En la misma línea de nuestras reflexiones, pero desde otro lugar de análi-
sis, Federico Neiburg (1998) en sus observaciones sobre estas narrativas consi-
dera que el migrante aparece como sustentando todas las representaciones de esta
orientación cientificista. A los procesos de subsunción de estos sujetos en el largo
tiempo histórico de gaucho, a peón, del peón al cabecita negra –ocurrida a media-
dos de siglo en la invención del peronismo– los denomina una aleación racial de la
nueva clase obrera: “campesinos colocados en un medio social que no es el suyo”.
Como veremos, más tarde aparece el mismo sujeto racializado: encarnado en el
piquetero moreno ex trabajador que “irrumpe” en BA a finales de los ‘90, durante
la transformación neoliberal y que moviliza las amenazas de la matriz racista de
construcción de la nación.
En el mismo sentido que nuestras indagaciones sobre la importancia de la
racialización, asociada a la condición pretérita de indio y en menor medida negro,
para Mónica Lacarrieu el
“nosotros porteño, durante el siglo XX, se construye de dos enemi-
gos imaginados elaborados y procesados como inferiores y ‘acusa-
dos simbólicos’: los nativos del interior del país y los latinoameri-
canos, si bien especialmente los que provienen de países limítrofes
buscando posibilidades laborales. Ellos resultan distinguibles por el
color –los ‘cabecita negra’ un epíteto construido en esa época– por
la pobreza y asentamientos en que residen – el ‘villero’– por el ‘no
merecimiento’ a vivir en la Buenos Aires parisina” (2007: 266 y
267, el énfasis me pertenece).
Indagaré sobre etiquetas del mestizaje como criollo, migrante interno en textos
científicos localizados en la ciudad de BA que considero pertenecen a “regímenes
66 Sonia Álvarez Leguizamón

de conocimiento” como los de Raza, Modernidad, Progreso, Civilización y que es


posible desnaturalizar a través de una teoría política genealógica de los conceptos.
Esto permite observar cómo las clasificaciones de las etiquetas se encarnan en
ciertos sujetos y no en otros, así como las heteroglosias de distintas nominacio-
nes a sujetos considerados inferiores (ej. Un bolita3 puede ser percibido como un
cabecita negra y viceversa). A medida que se develan las relaciones sociales que
establecieron la definición, se la desnaturaliza y, de esa forma, se hace posible una
legítima “resignificación” (De la Cadena, 2006: 55).
Como argumentaré más adelante esos migrantes internos racializados no son
los del resto de las provincias, son sobre todo los de las provincias del norte y en
menor medida del noroeste del país. A esta forma particular de racialización de
relaciones subalternas Briones, basada en Ratier (1971a) las ha denominado la
racialización de la línea de color del interior. En estudios sobre formas de racismo
en BA se constata una subsunción entre el morocho del interior, el bolita, el negro
villero (Margulis, 1998, Sabarots, 2002; Grimson, 2006), expresiones y sujetos
que representan una subalternidad racializada del racismo indio porteño.
¿Por qué el cabecita negra se subsume y sutura con inmigrantes “externos”
sobre todo bolivianos y peruanos y en menor medida paraguayos? En la biblio-
grafía académica, los estudios sobre formas de racialización de estos inmigrantes
“externos” se denominan con categorías genéricas como inmigración regional,
de países fronterizos, o de países limítrofes. Observo problemas de precisión so-
bre qué países y qué sujetos son los incluidos con esos nombres genéricos, para
categorizar y nombrar la inmigración racializada. Por ejemplo, los inmigrantes
uruguayos a esa ciudad que son limítrofes y vecinos no forman parte de ese ima-
ginario ni de prácticas discriminatorias, quizás porque en su aspecto y su cultura
no se visibilizan ancestros indios. Ciudades capitales argentinas han construido
también un racismo del indio interior particular, dependiendo de los contextos
históricos, Briones (2005) llama sistemas de alteridades regionales a estas formas
provinciales de racismo o alteridad argentina. Es interesante como la denomina-
ción de regional se usa, como veremos, para todo lo que no procede de Buenos
Aires, desde la literatura a la economía.
Este capítulo intenta indagar –durante el siglo XX y parte del XXI– distintas
problematizaciones donde aparece el indio interior y exterior en esa ciudad. Tie-
ne el carácter de ensayo y se basa en diversas y heterogéneas fuentes históricas,
de archivo periodístico y discursos científicos o del ensayo social, donde indago
sobre las maneras en que estos significantes o categorías nativas son enunciados.
Observamos que cuando estos temas se problematizan en los textos o en la prensa
coincide con circunstancias donde se los vive como una amenaza política y cultu-
ral, vinculados con diferentes regímenes discursivos. Entre otros, el ya remanido

3 Mote despectivo para el ciudadano procedente de Bolivia en la jerga del lenguaje común.
Formas de racismo indio... 67

de la civilización pero también el de la modernidad y por oposición: lo tradicional,


lo arcaico, lo primitivo, el régimen de conocimiento del Desarrollo al que se le
opone: el “gaucho”, el “rancho” rural, el “villero”, o encarnando en el componente
plebeyo4 del peronismo5 (“cabecita negra”, “morocho” peronista, “aluvión zooló-
gico”, “negro piquetero”, etc.).
Creemos como otros autores que los relatos fundantes como el de civilización
y/o barbarie (Svampa, 2006, 2009; Adamovsky, 2012, 2024 y tantos otros),6 capi-
tal/interior-provinciano (Neiburg, 1998) tienen un carácter mítico y una densidad
sociológica fundamental. Nos permiten observar cómo, parte de esta visión dual
se vincula con la construcción de un otro alterizado, no siempre racializado, pero
distante y exotizado.
El “interior” fue la nominación que, desde comienzos de la República ya
consolidada –a finales del siglo XIX– la elite porteña había utilizado para dife-
renciar la ciudad-puerto de Buenos Aires del resto del país. El “interior” es una
nominación de alta condensación de significado que expresa la visión exteriori-
zada y lejana que tuvieron el resto de las provincias que constituyeron la nación
argentina. Este “interior”, presto a ser civilizado7 en pos de su integración a la
Argentina blanca, se construyó a partir del discurso civilizatorio de la Generación
del ‘80, que ponía énfasis en la introducción de oleadas migratorias, provenientes
de Europa, como política de ocupación del territorio y de mestizaje blanqueador
(1870-1910) lo que constituyó un elemento fundante de la nación. Estos procesos
de violencia étnica y social implicaron lo que se denominó de diferente manera:
procesos civilizatorios, modernización y progreso realizados bajo la influencia de
distintos discursos e ideas: las ideas positivistas decimonónicas, las ideas pro-
ductivistas y neoevolucionistas del discurso de la modernización y el desarrollo

4 Para algunos autores este componente se refiere a la oposición a los sectores de poder llamados
“oligárquicos”, para otros se vincula con su condición social (que si bien es trabajadora no lo es
siempre formal en el sentido proletario), por otro se puntualizan estilos de vida no acordes con
la etiqueta dominante. Personalmente creo también que lo plebeyo se asocia con formas de hacer
políticas disruptivas (Svampa) que se vincula en ese imaginario a los ancestros indígenas despre-
ciados.
5 Juan Domingo Perón fue electo presidente de la Argentina en febrero de 1946. Venía desempeñán-
dose como Ministro de Trabajo y de Defensa en la presidencia de Farrell. Había sido detenido por
presiones de la oligarquía, ante la inminencia de su triunfo electoral. El 17 de octubre de 1945, una
movilización popular reclama su liberación lo que desencadena su triunfo en las urnas. Luego es
reelecto por otro periodo. En septiembre de 1955 es derrocado por un golpe de Estado que puso
fin a este segundo período. El “peronismo”, fue el apelativo que designó a esta etapa de la historia
argentina y también al movimiento político y a la ideología identificada con la figura de Perón, en
alusión al apellido del líder político que funda el partido llamado Justicialista.
6 Hay discusión sobre si es civilización o barbarie o civilización y barbarie, distinción contrastiva
ésta última del libro de Sarmiento. En realidad esa disquisición no modifica en nada su matriz
racial.
7 Mauro de Vasconcelos decía que mestizar es civilizar, citado por Silvia Rivera Cusicanqui, Rábi-
da, mayo de 1998.
68 Sonia Álvarez Leguizamón

que promovieron desde el exterminio de las culturas a su integración forzada por


diversos dispositivos pedagógicos.
Lo indio soterrado en el imaginario y mito de la Argentina blanca se asocia
al interior en general (el interior del centro político nacional y los interiores de
los centros políticos provinciales, como el de Salta que estudio). Muchas de estas
creencias y prácticas descalificantes conforman un habitus neocolonial8 moderno
que reproduce el mito fundante de la Argentina basada en el blanqueamiento o la
“limpieza de sangre”, practicada también en nuestras repúblicas incipientes por
distintos saberes como el higienismo, la eugenesia, la biotipología, entre otros. El
indio interior en BA se vincula fuertemente a la delincuencia, la violencia urbana,
los hábitos de vida no acordes con las etiquetas europorteñocentradas, etc., y sobre
todo a las poblaciones que vienen del norte del país.
Encontramos también un vínculo entre lo denominado genéricamente como
andino y el indio interior en Argentina. La región ecológica social de lo andino y
sobre todo la que se ha constituido luego del Estado nación argentino en la llama-
da región Noroeste, o también denominadas como las “provincias del norte” o la
“región NOA” (en las categorías nativas y científicas del presente), se asocia fuer-
temente a lo que he llamado la problematización del indio interior en la Argentina.
Forma de neocolonialidad en el campo de las ideas y de las prácticas que implica
creencias, actitudes, gestos que dan cuenta de la creencia en la superioridad de los
mixturas producidas en la Pampa húmeda por la migración extra marina, sobre
todo europea y la inferioridad de las mixturas de distintas poblaciones con las
culturas nativas de esa región. En su sentido amplio, de los Andes, de la Puna y de
las quebradas y de las pampas fértiles. La clasificación tipológica racial genérica
a la que remite es a la de “los negros” o “morochos del interior” o los “cabecitas
negras”, según las épocas.
Yudi (2015: 84), un autor salteño, llama “progresismo blanco” a este habitus
cultural, surgido de las ideas sarmientinas y de Alberdi, sobre todo, lo que consti-
tuiría esquemas de apreciación y clasificación que se encuentran aún muy presente
en una parte importante de la pequeña burguesía urbana de origen inmigrante de
Buenos Aires, en los prejuicios a los migrantes internos o de los países limítrofes,
al interior y sobre todo al andino.
“También, en muchos de los intelectuales identificados con el li-
beralismo, en cierta izquierda culta y en el periodismo metropoli-
tano. Hasta nuestros días, inclusive, se los puede encontrar en las
recurrentes denuncias al clientelismo caudillista del interior, en los

8 Silvia Rivera Cusicanqui (2001, 2004) usa el concepto de habitus colonial, haciendo referencia a
Bourdieu para explicar una estructura del habitus republicano colonial, que continúa funcionando,
en el caso de Bolivia que estudia, a través del eje invisible de las “dos repúblicas” que resultó
encubierto y disfrazado por la retórica del reconocimiento jurídico de la igualdad del indio.
Formas de racismo indio... 69

prejuicios hacia los migrantes internos o hacia los inmigrantes de


países limítrofes. La presuntuosa clase media intelectual, más allá
de sus preferencias ideológicas, de izquierda o de derecha, ha ten-
dido siempre a reproducir ese ‘progresismo blanco’, esa mezcla de
avanzadas ideas libertarias, pluralistas, republicanas y europeas (li-
beralismo político, normativismo, honestismo republicano o mora-
lismo político, snobismo cultural, antipopulismo) y prejuicio racial
(disimulado con mayor o menor éxito, con mayor o menor esmero).
El interior, y sobre todo el interior andino, fue construido desde ahí
con las imágenes de atraso y de resabio exótico. Su población nativa
es vista, a veces, con simpatía cuando conforma un paisaje de poli-
cromía lejana, turística, folclórica y multicultural; y con hostilidad
y temor, cuando migración mediante, hace notar su presencia en la
proximidad de los mercados de trabajo citadinos, en los piquetes
que cortan las calles por políticas sociales o en ese gigantesco espa-
cio de convivencia y fricción multiétnica que es la ciudad de Buenos
Aires y el conurbano bonaerense”.
Enunciadas estas hipótesis de trabajo haremos un ejercicio de sondeo de catego-
rías nativas como la de morocho, mestizo, criollo, interior, clasificaciones que
forman parte de manera compleja de este discurso racista del presente que nos
permitirá ir desatando algunos datos discursivos y empíricos que hacen inteligi-
bles esta forma de racismo particular y constitutiva de la argentinidad, la del indio
interior. Analizaremos también –como fuente de estas nominaciones y sistemas
conceptuales– el discurso científico del presente acerca de estos temas.
La problematización del indio interior no es siempre explicita pero sale a la
luz en diferentes acontecimientos, como el caso reciente de la toma del parque
Indoamericano en Buenos Aires de parte de población sin tierra y vivienda, el que
analizaremos al final –como un estudio de caso–. Está presente en el trato diario
de las elites y los sectores medios, en la intimidad o también en las actitudes de la
vida cotidiana, es una forma de transcripción oculta (Scott, 1999) que no es vista
como políticamente correcta aunque se mantiene en la cultura local porteña y se
expresa a veces de forma abierta, ante circunstancias en que ese sujeto se consti-
tuye en una amenaza.
Recientemente, a partir de la crisis neoliberal de finales de los ‘90, ha surgido
un racismo explícito contra estas poblaciones que suturan el migrante interno,
con el cabeza (por cabecita negra), el piquetero9 y el bolita, entre otros sujetos
racializados y temidos de los cuales la prensa y programas audiovisuales se han
hecho eco. En esos momentos o eventos críticos (Das, 1995) podemos decir que la

9 Como veremos denominación dada al movimiento de trabajadores desocupados, surgidos a finales


de los ‘90.
70 Sonia Álvarez Leguizamón

trascripción oculta se hace pública y pasa de la violencia cotidiana a la violencia


política y social, acusados de ser los culpables de la inseguridad, del delito, de la
criminalidad y de muchas otras valoraciones morales estigmatizantes.
La ciudad de Buenos Aires es el epicentro de esa construcción discursiva
contra el indio interior. Se caracteriza por un discurso autorreferencial al conside-
rarse una ciudad blanca, europea, no latinoamericana, de clase media. Construc-
ción, mito e imaginario constitutivos de la nación. Ser blanco en Buenos Aires se
vincula con muchas cosas, pero por sobre todo con ser descendiente de migrante
europeo “venido de los barcos”. Por ello en las conversaciones diarias, se observa
una obsesión por averiguar sobre nuestros ascendientes europeos. Luego de las
presentaciones rituales del nombre y el apellido, viene la pregunta sobre mi origen
que se refiere indirectamente al grado de ascendencia de países europeos. Cuando
contesto de Salta, haciendo caso omiso a la intención de la pregunta, noto extraña-
miento. En mi caso que tengo la piel clara y el pelo rubio la pregunta es persisten-
te. Insisten y dudan de mi salteñidad, asociada con el prejuicio de que las personas
de mi provincia tienen la piel oscura. Luego viene la pregunta remanida acerca de
la ascendencia, ¿de donde eran tus abuelos? a lo que contesto “argentinos salvo
uno que era hijo de vascos”. De nuevo el extrañamiento, la duda y la repregunta.
A pesar de que la blancura de la piel pueda venir de un solo ascendiente, el sentido
común no lo puede procesar.
He notado que la curiosidad genealógica entre sectores de clases medias y
altas en Argentina es muy general. En Salta, en mi medio social, por ejemplo tiene
que ver con la indagación acerca de la pertenencia a ciertos apellidos “ilustres”
asociada a la preocupación por un linaje de origen “patricio” y/o español. En BA,
la curiosidad se focaliza en la especificidad del origen europeo de nuestros as-
cendientes. Preocupaciones ambas neocoloniales, la salteña asociada con la cons-
trucción de una elite que se vanagloria de su origen español colonial no indio y el
porteño que lo hace de su origen europeo poscolonial no nativo.
Otra reflexión proveniente de etnografías de la vida cotidiana. Es muy común
en Buenos Aires en estas mismas clases que las mujeres se tiñan el pelo de rubio
como mi caso, hay muchas “rubias” falsas podríamos decir. ¿Por qué este afán por
ser rubia? En una ocasión en Venezuela, en una pequeña ciudad balnearia, donde
llegaba semanalmente un avión con 300 argentinos, lo que era vivido como una
suerte de invasión por los locales, alguien me dijo ¿porque todas las argentinas
son “catiras”? Pregunté qué significaba esta palabra, hacía referencia al líquido
decolorante con el que se destiñe el pelo. Al venezolano le llamaba la atención la
masividad de catiras argentinas y ante su insistente curiosidad acerca de la causa
de este fenómeno, no tuve respuesta. Creo ahora que forma parte de la construc-
ción de un aspecto físico “blanco”.
Ese interior descalificado a su vez se corre del estigma pero, al mismo tiem-
po, construye su autonomía, la que cobra diferentes dispositivos identitarios e
Formas de racismo indio... 71

imaginaciones espaciales. Una es la diferenciación de las elites para construir es-


pacios con características particulares diferenciadas del centro, este es el caso del
NOA (Pantaleón, 2009; Martínez, 2010). Martínez muestra como la obra de Canal
Feijóo y sus iniciativas vinculadas con la creación de un espacio regional: el PI-
NOA, pretende revalorizar el interior como espacio que otrora fuera un lugar de
importancia. Se trataba de reinventar un miraje para revertir el movimiento “aguas
arriba” (metáfora asociada a los ríos que confluían en el Río de la Plata) donde el
“interior” aparece como un espacio que tienen identidad propia y que no cabe bajo
ese nombre genérico limitado con frecuencia a dar otra denominación fantasmal al
“desierto”, ni se limita a un paisaje que admirar, ni una reserva del “telurismo” y el
“folklorismo” (Feijoo en Martínez, 2010: 29-30). La última enunciación se separa
de las corrientes criollistas en auge en esa época.
Otra estrategia para correrse de esa descalificación, en el caso de Salta, es la
revalorización neocolonial de cierta tradición española conquistadora en oposición
a lo indio y mestizo (Villagrán, 2010, 2013; Flores Klarik, 2010; Vázquez, 2015;
Yudi, 2012; Álvarez Leguizamón, 2004) que se convierte en un gesto de distinción
en relación a las nomas de “etiqueta” de las clases medias porteñas que afirman su
origen europeo pero de migración reciente: “hijas de obreros” o “venidos de los
barcos”. Frases con las que los sectores más conservadores denuestan ese origen.
Otra es la construcción de Salta la linda (ver Flores Klarik, 2001) como un lugar
cargado de valores vinculados con la belleza –que ha ido cambiando a través del
tiempo– pero que, oficia de contrapeso a la Salta mestiza, pobre y subdesarrollada
que le asigna el racismo del indio “interior” porteño.
El porteño cuando habla de su lugar local generalmente tiende a generalizar
esa situación al resto del país. Esto sucede tanto en el sentido común como en el
campo de las ciencias sociales. Un análisis de los títulos de libros y de artículos
cuyo objeto de indagación es la ciudad o el gran BA, rápidamente permite cons-
tatar esta tendencia sociocéntrica. Cuando se habla desde BA como si fuera la
Argentina se refleja un fuerte etnocentrismo que nos da pistas para encontrar esas
estructuras profundas de diferenciación y de invisibilización del resto. Es tan fun-
dante el porteñocentrismo que a pesar de su continua diferenciación del interior,
cuando estudian o hablan de problemas de Buenos Aires, dicen “la” o “en la”
Argentina. Cuando se les pide el número de su celular o de teléfono fijo ninguno
da la característica numérica jurisdiccional. Creen que no tienen territorio (son un
“no lugar” glosando a Marc Augé) o que ellos son el territorio. Esa tensión entre la
férrea diferenciación con el interior y creerse que Buenos Aires es “la Argentina”
es parte de esa negación y extranjerización de las “líneas de color” (como diría
Claudia Briones), que se ancla en profundos sistemas de creencias, muchas veces
inconscientes, sobre la unicidad y centralidad de esa ciudad y sus habitantes, como
constituyentes de la argentinidad.
72 Sonia Álvarez Leguizamón

Estas creencias son expresión de esa dicotomía racial espacial que se objetiva
en la construcción local de la categoría nativa “interior”, inscripta en la historia
social de construcción de la nación. Simplificadamente el interior está fuertemente
asociado con las poblaciones de las “provincias” pero no de todas, se destacan
aquellas con mayores mezclas de población nativa y de “piel oscura”.

Primera mitad del siglo XX, representaciones sobre la estructura social y


dispositivos racializadores
La República Argentina se estructuró, luego de luchas civiles donde son derro-
tados los caudillos federales del interior por las elites europeizantes de Buenos
Aires que controlaban el puerto y el comercio, como una nación blanca basada en
diferentes dispositivos dependiendo de los contextos históricos. La Generación del
‘80 se llamó a un grupo de intelectuales y políticos con ideas positivistas, laicas, li-
berales y europeizantes que a través de dispositivos civilizatorios construyeron las
“bases” de la nación a partir de una serie de políticas. Una de las más importantes
fueron las guerras de exterminio contra el “indio” en la Patagonia y en el Chaco,
denominadas eufemísticamente la “Conquista del Desierto” y la “Conquista del
Chaco”10 y, como contracara, la promoción activa de la migración extra marina
basada en la idea de la superioridad racial de las poblaciones europeas entre 1880-
1930.
El Estado liberal, se asentó en una Argentina muy diferenciada regionalmen-
te, sobre la base de la dominación de las culturas nativas y del triunfo sobre las
elites regionales no pampeanas, luego de la batalla de Caseros.11
El país, en aquel entonces, estaba fragmentado entre el “interior” y la “capi-
tal” o entre la pampa agroexportadora, con una incipiente industrialización y la
Argentina “de adentro” que se representaba como la “barbarie” y el atraso. Las
guerras intestinas entre unitarios y federales se encontraban frescas en la memoria
de la gente, así como las tensiones existentes entre la tradición hispánica colonial
y la tradición sajona postcolonial que promovían sus elites políticas; entre la ar-
gentina “blanca”, la “criolla” y la morena; entre el obrero migrante “industrioso y
blanco” y el obrero criollo “perezoso y vago”; entre el campo y la ciudad; entre las
actividades agrícolas y la incipiente industrialización. En fin, estas distintas pujas

10 “Las campañas del ‘desierto’ de 1881 y 1899 a los indios ranqueles y la Campaña del Chaco de
1884. Campaña militar a gran escala que derrotó a los indios Tobas y Mocovíes, permitió el control
del rio Bermejo y la represión de comunidades indígenas en la Puna […] Nuestra historia está atra-
vesada por matanzas a indígenas: la matanza de Napalti del Chaco […] de poblaciones indígenas
que reclamaban para poder salir a trabajar a los ingenios en 1924 […], la de Chibomba masacre de
la gendarmería nacional en el territorio del Chaco” (Svampa, 2013). Estas masacres republicanas
siguen presente en la memoria larga de sufrimientos de sus sobrevivientes (Flores Klarik, 2015).
11 En la batalla de Caseros (1852) los unitarios liderados por Mitre, que representaban a los intereses
de la oligarquía de la Pampa húmeda vencen a los federales representados por los caudillos del
interior y se separan de la Confederación.
Formas de racismo indio... 73

y estructuras dicotómicas y sus representaciones jerarquizantes manifestaban la


necesidad de homogeneizar a la población y sus valores para refundar a la nación.
Dispositivos integracionistas disciplinatorios fueron: la laiquización del Es-
tado en forma temprana, la extensión y estatalización y gratuidad de la educación
primaria, el servicio militar obligatorio. También políticas llamada de “mestizaje”
que surgen con los festejos del centenario fundadas sobre todo en dispositivos
pedagógicos a partir de la generalización de la educación pública y la “instrucción
al ciudadano” (Chamosso, 2008; Steiman, 2014) donde tiene vital importancia la
corriente criollista. El sujeto de estas políticas fueron aquellos cuerpos que encar-
nan las etiquetas etnosociales y raciales del mestizaje tales como la “barbarie”,
“poblaciones del interior/rural”, “poblaciones nativas”, “poblaciones criollas”. A
mediados del siglo XX en BA cuando estos cuerpos se visibilizan en la ciudad
“blanca”, serán identificadas con la categoría clasificatoria de migrante interno
que considero engloba –en ese momento– la alteridad radical de la construcción
mítica de la argentina blanca.
En este apartado veremos algunos elementos de esta construcción social,
tanto desde el punto de vista de los procesos históricos que la constituyen como
indagando distintos discursos de voces autorizadas. Analizaremos la mirada de
ciertos cientistas sociales preocupados por temáticas afines, sobre todo la estructu-
ra social. También la corriente criollista que intenta visibilizar estos sujetos desde
un lugar positivo. O los discursos civilizadores llevados a cabo por las políticas
“integracionistas”, donde el discurso higienista es destacable. También observa-
remos someramente algunos elementos de la construcción de Buenos Aires como
una ciudad blanca europea que se consolida en este período.
La idea de desierto partía de un imaginario que daba por supuesto un vacío
poblacional previo, a pesar de la existencia de grupos nativos que habitaban el te-
rritorio, imagen que justifico dos guerras fratricidas contra las poblaciones nativas
de la Patagonia y la del Chaco. En ambos territorios estas guerras tuvieron como
resultado la ampliación de la frontera agrícola y su incorporación a las relaciones
capitalistas dentro del esquema agroexportador. En el caso de la Pampa húmeda,
esto permitió la conformación de una oligarquía terrateniente en base al excedente
de la producción de ganado en pie y de granos para exportación, base económica
del período agroexportador. Ambas “guerras” produjeron casi el exterminio de las
culturas nativas que los habitaban.
El lugar de lo indio en la primer siglo de la república y en los primeras dé-
cadas del siglo XX se asienta en lo que algunos autores como Svampa llaman la
“matriz civilizatoria” sintetizada en el Facundo de Sarmiento12 (1967 [1845]). En
esa obra, propone explicar la historia argentina como el resultado del conflicto
entre dos etapas distintas de su evolución social: la civilización representada por

12 Presidente Argentino (1868-1874), escritor y ensayista social.


74 Sonia Álvarez Leguizamón

las ciudades y la barbarie localizada en la campaña. El libro a partir de la figura


del caudillo riojano, Facundo Quiroga, y de las luchas entre federales y unitarios,
sintetiza estas ideas. La solución a la barbarie se plantea a través de la educación
de los habitantes, para sacarlos de la “degradación moral y de raza en la que han
caído” e incorporación, a la sociedad actual, de “nuevas razas”. Lo primero se con-
creta a partir del fomento de la educación pública y gratuita; y lo último, por me-
dio de una política migratoria masiva promovida en países europeos. En su libro
Conflictos, Sarmiento, plantea que el germen de la decadencia de América Latina
ha sido su mestizaje, la falta de primacía de la raza blanca y la inferioridad de los
españoles con relación a los sajones. Las diferencias étnicas se traducen, según él,
en una disparidad de civilizaciones y en diferentes aptitudes para la vida política.
El impacto de la migración de ultramar sobre la ciudad de Buenos Aires es
de tal magnitud que triplica su población en 25 años.13 Esta migración provenía
mayoritariamente de España, Italia y, en menor medida, alemanes, ingleses y de
países de medio oriente. Los trabajadores migrantes de ultramar se localizaron
fundamentalmente en las ciudades de la Pampa húmeda, sobre todo Buenos Aires,
como asalariados y obreros vinculados a procesos incipientes de industrialización.
No pudieron acceder a la tierra como “colonos” rurales salvo excepciones, de-
bido a la estructura de propiedad latifundaria que se había conformado luego de
la “Conquista del Desierto”.14 La experiencia obrera que traían fue conformando
un entramado muy importante de organizaciones diversas: asociaciones de base
cooperativas y mutualidades que atendían problemas de riesgo social (hospitales,
sociedades de socorros mutuos) y desarrollaban iniciativas culturales de difusión y
creación de una opinión pública a contrapelo del discurso hegemónico de las elites
(revistas, diarios y producción cultural alternativa). Las organizaciones sindicales
(anarquistas, socialistas, comunistas e independientes) fueron fundamentales en la
formación de una conciencia obrera que reivindicaba derechos sociales inexisten-
tes y mejoras en las condiciones de trabajo.
El mito de BA como ciudad europea y blanca se desarrolla según Gorelik –un
estudioso de la historia social urbana– a partir del momento en que Sarmiento vive
en Buenos Aries con la intensión de romper con una estructura urbana colonial y
tradicional que “contiene a la sociedad y no la deja respirar” (Gorelik, 2004: 76)
a partir de una serie de proyectos de renovación urbana. Para Marcús (2010) otro
estudioso del tema, es entre fines de la década del ‘30 y fines de los ‘40, que la
representación de “Buenos Aires europea”, con su forma urbana y social moderna,

13 Pasa de 187.346 habitantes en 1869 a 663.854 en 1895 (Saneamiento de la Ciudad de Salta. In-
forme de la Comisión Especial. Anexo a la memoria del Ministerio del Interior. Departamento
Nacional de Higiene. Buenos Aires, La Semana Médica, Imprenta de Obras de Emilio Spinelli,
1901: 97).
14 El Estado entregaba las tierras que se iban ocupando sobre poblaciones nativas a los jefes del
ejército gubernamental, emparentados con las familias de la elite.
Formas de racismo indio... 75

se consolida alcanzando su esplendor hacia 1950. Se ha completado la infraestruc-


tura urbana en casi toda la superficie de la ciudad y aquella sociedad heterogénea
ha tomado una nueva forma, produciéndose “la mezcla con las sangres europeas
resultando de ella una sociedad de rasgos y fisonomía indiscutiblemente europeos”
(Gorelik, 2004: 91, en Marcús, 2010, el énfasis me pertenece).
A medida que se desarrollaba con éxito el modelo agroexportador diseñado
por las elites y la banca inglesa, el Estado nación se consolidaba y se configuraba
un nacionalismo tardío que comenzaba a mirar como foráneas las ideas de los
migrantes y pretendía reconstruir la nación, en la fecha de su centenario. Junto a la
xenofobia que surge contra los extranjeros debido a las huelgas y movilizaciones
obreras que se desarrollaron a principios del siglo XX, se recompone la visión
europeizante surgiendo distintos idearios nacionalistas. Según José Luis Romero
(1987) la versión aristocrática del nacionalismo rechazaba a la sociedad de masas
que se estaba conformando junto con sus valores. En este caso para Romero la
sociedad de masas hace mención a los trabajadores de origen europeo que son los
protagonistas de las luchas de clase del momento.
Luego, más tarde, la idea de masa se desliza hacia los migrantes del “inte-
rior” y su protagonismo en la “invención del peronismo”. La palabra masa tiene
un carácter despectivo y niega la condición de clase de esos sujetos, al mismo
tiempo que le asigna un carácter irracional a sus comportamientos de demanda de
derechos.
Para neutralizar la amenaza de las ideas de origen socialista y anarquista y las
luchas obreras de la época se desarrollaron diversas estrategias. Una fue la repre-
sión lisa y llana al movimiento obrero y la organización de cuerpos parapoliciales
provenientes de la derecha católica. Esta acción dio como resultado dos hitos de
masacres a finales de la década del ‘20, la Semana Trágica y la Patagonia Rebelde.
La estrategia legislativa, se basó en la sanción de leyes represivas y otras de “pro-
filaxis social”. En esa dirección, en 1902, se dictó la llamada Ley de Residencia15
que autorizaba al gobierno a expulsar a extranjeros “cuya conducta comprometa
la seguridad nacional o perturbe el orden público” y, en 1910, la Ley de Defensa
Social que legislaba sobre admisión de extranjeros, asociación de personas para la
difusión de ciertas ideas y actos de propaganda y terrorismo (Romero, J. L., 1987:
65-66).
A la xenofobia que surge contra los extranjeros, el Partido Socialista, – quien
más representaba el sentir y la ideología de la clase trabajadora de origen extranje-
ro – respondió, transfiriendo la “barbarie” a los trabajadores del interior, a quienes
se los representa también como “abyectos” y “serviles” e “inconscientes parias”,
afirmando el valor de su extranjería a partir del cosmopolitismo que la propia elite

15 Promovida por Miguel Cané (1851-1905) quien además, en su libro La expulsión de los inmigran-
tes, fundamenta esta política en esos momentos.
76 Sonia Álvarez Leguizamón

había propugnado. Hablando del presidente Julio A. Roca, de origen tucumano, el


manifiesto del Partido Socialista dice:
“Hijo del predominio político de las provincias de tierra adentro, la
obra sanguinaria [...] excelente procedimiento de argentinización.
Querer nivelar el proletariado de Buenos Aires con el de las zonas
del país donde es más abyecto y servil; quiere que el nivel mental
de los trabajadores de la Capital no exceda al de los inconscientes
parias que trae del interior y arma para su nefasta obra de exterminio
[...] El movimiento obrero argentino es obra de hombres nacidos
aquí y en otros países, como tiene que ser toda sana actividad co-
lectiva de un país cosmopolita [...] El movimiento obrero hace obra
de argentinización librando a nativos y extranjeros de prejuicios de
raza, y haciéndolos trabajar [...] en la elaboración de un más fuerte
y más alto pueblo argentino” (Manifiesto del Partido Socialista de
mayo de 1909, citado en Romero, José Luis, 1987: 66-68, cursivas
añadidas).16
La primera sociología llamada científica, liderada por Gino Germani, considera a
esta etapa como una transformación de tipo racial de lo que llama “el tipo social
tradicional”. Así según Gino Germani (1965: 215) las políticas que favorecían la
migración de poblaciones europeas a finales del siglo XIX y principios del XX,
estaban fuertemente vinculadas a una cuestión racial. Dice Germani:
“Veamos lo que ocurrió con la migración. Su propósito era doble:
en primer lugar ‘poblar el desierto’, según una frase famosa. En
segundo lugar transformar el carácter social de la población, para
darle aquellos rasgos que se consideraban necesarios al desarrollo
una nación moderna. En el fondo se trataba de sustituir el tipo social
‘tradicional’ por un tipo más adecuado a una estructura industrial
moderna. En esa época esta transformación era percibida como un
cambio ‘racial’ y no como el efecto de la transición de una estruc-
tura social a otra. En el lenguaje de la época se trataba de ‘traer
Europa a América’, de europeizar la población del interior, consi-
derada factor principalísimo de inestabilidad política y de formas
atrasadas de economía” (1965: 215, cursivas añadidas).
En esta frase se ve con meridiana claridad las representaciones de Germani so-
bre los cambios necesarios de la estructura social Argentina en el marco de las
teorías de la modernización, el que da fundamento al desarrollo de su teoría de la

16 Para el Partido Socialista la idea de raza se refiere a la diferencia entre naciones pero la valoración
de los nativos del interior es degradante.
Formas de racismo indio... 77

transición de una sociedad tradicional a una de masas, título de uno de sus libros
(Germani, 1965) y que justifica la violencia modernizadora sobre poblaciones del
interior consideradas una amenaza al orden social. Dentro del discurso del desa-
rrollo local el interior es además visibilizado como una amenaza de “inestabilidad
política”, un espacio económico “atrasado” y por ende foco de las políticas euro-
peizadoras.
En su interpretación del peronismo está también embutida esta idea de que
los sujetos del interior conformaron un proletariado “nuevo” que dio lugar al pe-
ronismo que él considera propio de una “psicología primaria”, tradicional, que es
manipulada clientelarmente por el caudillo “autoritario” Perón y que constituye
una segunda ola de trabajadores. En estas dualidades se sintetizan también la vi-
sión desarrollista racializada del interior. En un artículo específico sobre la compo-
sición social del peronismo y la incidencia de los migrantes internos “nuevos” en
el que Germani (1973)17 dialoga con Smith (quien considera que dicha incidencia
es menor), se observa la representación de estos migrantes. La representación de
Germani18 sobre la migración interna nueva tiene que ver con personas provenien-
tes de “lejos” (a diferencia de la migración anterior que venía de cerca de BA),
de “provincias y territorios menos desarrollados”, de zonas “periféricas”. Acto
seguido habla de que la migración cercana era criolla de espacios con una “arcaica
estructura productiva, agrícola y no agrícola”. Al mismo tiempo que afirma clara-
mente el componente “criollo” de lo que llama nueva clase trabajadora y explica
el surgimiento del mote de cabecita negra que “como todo estereotipo, poseía
grandes distorsiones, pero también una fuerte base de realidad”.19 En síntesis para

17 “En síntesis: hacia 1945-1946, la mayor parte de la clase obrera activa y urbana había sido re-
emplazada por los recién llegados de las provincias. Como se demostrará en otra sección, este
reemplazo se produjo por un desplazamiento masivo en la mano de obra y a través de un proceso
de ascenso social – ínter e intrageneracional– dentro de la clase obrera preexistente” (Germani,
1973).
18 “En 1947, la mayoría de los migrantes internos en Buenos Aires (provincia y Capital Federal)
provenía de las provincias y territorios menos desarrollados (62%), y su proporción era consider-
ablemente mayor que al principio de la migración interna. Antes de 1930, la mayoría de los mi-
grantes nativos venían de ‘distancias cortas’, mientras que la migración interna masiva provenía de
‘larga distancia’. Las tasas de emigración más altas del país que se observan en 1947, se localizan
en la región ‘periférica’, de la cual había emigrado entre un tercio y el 45% de los que nacieron en
ella. Por otro lado, los migrantes criollos también provenían de la región central dada su distribu-
ción desproporcionada en la arcaica estructura productiva, agrícola y no agrícola, comparada con
los inmigrantes extranjeros y, probablemente, sus descendientes” (Germani, 1973).
19 “El componente ‘criollo’ de la nueva clase trabajadora fue tan prominente que produjo la apar-
ición de un estereotipo: el ‘cabecita negra’, que a su vez fue sinónimo de peronista. Como todo
estereotipo, poseía grandes distorsiones, pero también una fuerte base de realidad. Fue reconocido
por todos: la clase obrera y la media, los peronistas y los antiperonistas, si bien con reacciones
emocionales opuestas. Para los nacionalistas de derecha y parte del peronismo se lo concibió como
el retomo de la ‘auténtica’ Argentina y su triunfo sobre ese Buenos Aires y Litoral tan extranjeros
y cosmopolitas. Para los ‘liberales’ de viejo cuño significó la vuelta a la ‘barbarie’ del siglo XIX
78 Sonia Álvarez Leguizamón

Germani la migración interna a esa ciudad (tanto nueva como vieja) es criolla. Es
decir lo criollo está afuera, nunca dentro de la ciudad, siempre llega a ella. BA se
desliga continuamente de lo criollo que se coloca en sus límites, en sus periferias.
Cuando llega a ella es eyectado por diversas estrategias de negación, invisibiliza-
ción y descalificación. Ademas de sus claras calificaciones descalificantes a ciertos
grupos afirma que Argentina es un país “sin prejuicios étnicos”. Quizás se refiera a
sus creencias de que comparativamente con USA, Argentina era un país no racista.
Germani abona la creencia mítica del crisol de razas en el sentido de la homo-
geneidad de un tipo social blanco que se consolida en las primeras décadas del si-
glo XX y, en esta línea, en sus múltiples estudios sobre estos temas muestra la pre-
ponderancia poblacional de extranjeros europeos en la ciudad de BA. Sin embargo
surge de sus propios testimonios, datos y textos la importancia de población nativa
o local en BA. A principios de siglo, asociada a las propiedades raíces, es decir a
las clases poseedoras de medios de producción o inmobiliarios y a ocupaciones de
semiservidumbre doméstica y lo que llama “viejas artesanías”. En su intención de
demostrar la extranjería de la conformación de la estructura social de BA afirma:
“A este respecto resulta muy instructivo analizar la variable pro-
porción de extranjeros en algunas categorías ocupaciones y econó-
micas. Como ya se indicó anteriormente, la propiedad raíz siguió
casi toda en manos de argentinos. Contrasta esta situación con las
actividades vinculadas al desarrollo comercial e industrial: los em-
presarios del comercio y la industria, los obreros industriales eran
en su mayoría extranjeros, y en una proporción superior al nivel
medio existente en la totalidad de la población activa. De nuevo
en los estratos populares vinculados a actividades preindustriales
(viejas artesanías, servicio doméstico) hallamos una mayoría nati-
va. Y por supuesto entre la población rural, especialmente de las
provincias del interior, también predominaba la población nativa.
Como ya se dijo, mientras la elite retuvo firmemente el control de la
propiedad de la tierra, la clase media y el proletariado se formaron
en las ciudades a base de la inmigración masiva” (1965: 220-221,
cursivas añadidas).
Estas afirmaciones son ilustrativas de una interpretación racializada de su discurso
desarrollista y “modernizante” de las clases, en la manera en que diferencia a los
grupos sociales que llama con el apelativo o la etiqueta de lo nativo o argentino
por oposición a lo extranjero. Esta dualidad se mantendrá luego en otros cientistas

que supuestamente había desaparecido con la inmigración europea. En un país tan llamativamente
libre de prejuicios étnicos, este estereotipo adquirió peso emocional debido a su contenido político
e ideológico, desapareciendo en el período posperonista con el surgimiento de un peronismo de
clases medias, las alianzas ideológicas y los cambios culturales de la sociedad” (Germani, 1973).
Formas de racismo indio... 79

sociales con diferentes etiquetas donde lo nativo pasa a denominarse criollo o


mestizo o bárbaro. Lo nativo para Germani está circunscripto a lo preindustrial,
actividades del servicio doméstico –en este caso sectores trabajadores sea la rama
o la actividad que sea–, a las poblaciones “rurales” y al “interior”. Las elites que
son propietarias de inmuebles o bienes raíces de origen local son llamados “ar-
gentinos”, no población nativa como lo son estos trabajadores o la población rural
“por supuesto”. Es decir las clases subalternas de origen local son nativas y los
propietarios de inmuebles o bienes raíces son argentinos. Lo nativo se convierte
en “criollo” pero no argentino. Observamos además una racialización de lo indio
de las clases subalternas por un lado y, al excluirse a lo nativo de lo argentino
propio de las clases propietarias, una producción de extranjería de las poblaciones
nativas subalternas o plebeyas. Cuando la estructura demográfica de la población
es analizada en términos de la elite se denomina “población argentina” y cuando
es subalterna es nativa, rural, del interior. Las elites dueñas de bienes raíces (la
oligarquía o los propietarios de inmuebles), reciben de parte de Germani el nom-
bre inclusivo de argentinos. Lo nativo está racializado, subalternizado y excluido
de la argentinidad, hay una construcción sutil de una extranjería racializada de lo
subalterno. Es decir se es nativo en BA cuando se pertenece a clases “inferiores”,
lo que además remite en la geopolítica nacional al “interior”, lo “rural” o cuando
se trata de clases de trabajadores en oficios de menor calificación, generalmente
de semiservidumbre o de “viejas artesanías”. Esta fotografía e interpretación so-
ciodemográfica que realiza Germani que da cuenta de las desigualdades sociales
nos lleva a pensar que muy probablemente las poblaciones pobres y subalternas
no podían conseguir otros trabajos que no estuvieren vinculados a relaciones de
semiservidumbre doméstica y menos aún ser propietarios, dada la naturalización
de estas ideas en el sentido común científico.
Ezequiel Adamovsky, un cientista social del presente preocupado también
por temas de la estructura social argentina, refuta mitos vinculados con la invisibi-
lización de lo nativo: el del crisol de razas y el del desarrollo como un proceso de
igualación social, que producen el imaginario de la argentina blanca y de sociedad
integrada. El análisis que realiza de los impactos de la migración, a principios
del siglo XX, pone en tela de juicio el mito de que era una sociedad sobre todo
hecha de extranjeros, mostrando su complejidad. Argumentando sobre la creencia
ampliamente difundida y aceptada por las ciencias sociales de que el impacto in-
migratorio eliminó a la población nativa en Buenos Aires que denomina con las
etiquetas de “mestizos incultos”, negros, mulatos, criollos, indios. Dice acerca de
los migrantes externos.
“El impacto que tuvieron fue distinto según la zona del país. Hacia
1914 constituían un altísimo porcentaje de la población, cercano a
la mitad, en la Capital y en Santa Fe, las áreas más favorecidas por
el modelo agroexportador puesto en marcha por la elite. También
80 Sonia Álvarez Leguizamón

tenían un peso enorme en Mendoza y en algunos territorios poco


poblados como La Pampa y Santa Cruz. Un poco menor, entre 12 y
20%, era su aporte en zonas como Córdoba o Entre Ríos y apenas
del 2% en otras menos favorecidas, como Catamarca o La Rioja.
Criollos, indios y mestizos ‘incultos’, inmigrantes viejos y nuevos
que hablaban decenas de lenguas distintas... La población se ha-
bía vuelto más heterogénea que nunca. Para asegurar el orden, las
elites necesitaban homogenizar de alguna manera esa masa infor-
me. Con ese fin se difundió por la época del Centenario uno de los
grandes mitos de la historia argentina: el del ‘crisol de razas’. La
imagen sugería que todos los grupos étnicos que habitaban la Ar-
gentina, viejos y nuevos, se habían ya fusionado y habían generado
una ‘raza argentina’ homogénea. Esta idea no ponía fin al agresivo
racismo del siglo XIX, que por el contrario continuó de manera ve-
lada. Es que la idea del crisol incluía una jerarquía racial oculta.
Se argumentaba que todas las ‘razas’ se habían fundido en una sola,
pero al mismo tiempo se sostenía que esa fusión había dado como
resultado una nueva que era blanca-europea. Sea minimizando la
presencia inicial de los mestizos, negros, mulatos o indios, sea afir-
mando que todos ellos habían desaparecido inundados por la inmi-
gración, se daba a entender que el argentino era blanco-europeo.
La creencia muy difundida de que ‘los argentinos descienden de
los barcos’ se volvió entonces parte de un sentido común que sin
embargo no reflejaba la realidad demográfica: estudios genéticos
recientes revelaron que más del 50% de la población actual tiene
sangre indígena corriendo por sus venas y que cerca del 10% cuenta
con ancestros de origen africano” (cursivas añadidas).
Explica este hecho fundante como origen de lo que llama la desigualdad “racia-
lizada” para entender cómo las diferencias sociales se superponen con el color de
la piel. Así afirma que
“como en un círculo vicioso, el hecho de que les fuera peor eco-
nómicamente a los de pieles más oscuras y a los de zonas menos
urbanizadas del interior parecía confirmar el prejuicio según el cual
eran personas ‘inferiores’ y poco aptas para la civilización. […] La
desigualdad ‘racializada’ se hizo entonces omnipresente: por to-
dos lados las diferencias sociales se superponían con diferencias
de color de piel, un rasgo de la sociedad argentina que se reprodujo
generación tras generación y hoy sigue estando presente. Sin em-
bargo, rara vez en la historia nacional se reconoció esta forma de
desigualdad como una injusticia” (el énfasis me pertenece).
Formas de racismo indio... 81

El mito sustentado por algunas de las ciencias sociales más clásicas es que el “tipo
nativo” desapareció –como vimos en las descripciones de Gino Germani–. Pero
por otro lado, aparece otro mito: la invisibilización de poblaciones nativas exis-
tentes. Este dialoga con el anterior en el sentido de afirmar que no hubo una fusión
de razas y demuestra que esto no sucedió –al afirmar la existencia de grupos “no
blancos”–, aunque paradojalmente los construye como invisibles en la “ciudad
blanca”, aunque insistentemente parte del interior (rural, incivilizado, bárbaro).
Susana Torrado (2002) a partir de desarrollar una crítica al imaginario del
crisol de razas en el sentido de que no hubo intercambios matrimoniales entre
extranjeros con nativos20 a principios de siglo XX, plantea que recién en la década
de los ‘40 con las migraciones internas se puede hablar de una convivencia entre
estas dos “etnias”, a nivel geográfico. Consideramos que esta última hipótesis es
difícil de sustentar, puesto que el propio Germani (1965) reconoce empíricamente
la importancia de los trabajadores domésticos y las poblaciones con patrimonio,
como nativas a principios de ese siglo, en la ciudad de Buenos Aires.
Podríamos inferir entonces que la sensación de convivencia geográfica que
se percibe en esa ciudad recién a mediados de siglo XX, es no solo debida a la
llamada “migración interna”, sino también a la invisibilidad de la población local
de clases altas y a la población nativa subalterna que pasa del servicio doméstico a
ser obrera. Se ha producido una metamorfosis al interior de las clases subalternas
que reacomoda las relaciones entre las clases. La primera no es amenazante al en-
contrarse bajo relaciones de servidumbre doméstica y la segunda sí, al constituirse
en clase obrera. Es amenazante a los intereses y habitus de la clase dominante o
de la parte superior de la configuración de clases medias y altas porteñas, no solo
por cuestiones de clase sino también étnico raciales. Por otra parte es probable que
las poblaciones de la elite nativa se hayan mezclado con poblaciones de migración
reciente “venida de los barcos”.
Veamos una síntesis del planteo de Torrado, acerca del estrecho vínculo entre
estructura social, desigualdades étnicas, cuestiones espaciales y adscripción políti-
ca de los grupos subalternizados, donde desarrolla la idea del proceso socioétnico
de blanqueamiento de principios de siglo XX y la diferencia entre lo que llama
criollo y extranjeros como etnias “argentinas”. En el siguiente párrafo se puede vi-
sualizar su teoría donde rebate la idea de crisol de razas y habla de las consecuen-

20 “La tesis del crisol de razas encuentra evidencias de matrimonios interétnicos que habrían dado
lugar a un tipo particular de integración social. La tesis del pluralismo cultural sostiene que pre-
valecieron los matrimonios intraétnicos, de suerte que la asimilación de los inmigrantes se hizo
por derroteros distintos a la elección del cónyuge. En realidad, ambas tesis no son incompatibles...
Tanto en la primera como en la segunda generación (respectivamente, inmigrantes e hijos de inmi-
grantes), los extranjeros mostraron un comportamiento matrimonial fuertemente endógamo según
la nacionalidad, lo que abona la tesis del pluralismo cultural. Recién en la tercera generación
(nietos de inmigrantes) se encuentran evidencias (por lo demás no contundentes) que sostienen la
tesis del crisol de razas” (Torrado, 2002).
82 Sonia Álvarez Leguizamón

cias de la homogamia de los extranjeros (casamiento entre ellos) mostrando una


particular forma de entender la etiqueta del mestizaje de lo criollo, subsumido en
las poblaciones del interior (extrapampeano, rural) de piel oscura (cabecita negra),
con bajo nivel de educación y con al menos tres ascendientes nativos.
“al menos en las áreas de mayor modernización y desarrollo donde
se radicaron los extranjeros [la consecuencia] fue la notable dismi-
nución relativa del tipo étnico preponderante en el conjunto de la
población residente en la Argentina […] Fue en las áreas geográ-
ficas que quedaron al margen de ese proceso (casi todo el interior
extrapampeano) que se mantuvo, al menos hasta la década de 1940,
lo que quedaba de la población criolla (aquella con al menos tres
generaciones de ascendientes nativos) preponderante en la época
colonial y durante la primera mitad del XIX. […] Dicho de otra
manera, los cambios en la composición étnica durante el modelo
agroexportador se reforzaron con un clivaje espacial, el que, por
carácter transitivo, implicó una diferenciación en la estructura de
clases sociales y los niveles de bienestar de cada uno de los dos
grandes grupos étnicos21 emergentes (los criollos y los extranjeros).
Recién con el comienzo de las grandes corrientes migratorias in-
ternas en los años ‘40, inducidas por los modelos industrializado-
res, comienza a percibirse la convivencia, en un mismo hábitat de
ambos grupos étnicos. En efecto, por ese entonces, la población
de ascendencia criolla se desplazó desde las zonas rurales y desde
las regiones extrapampeanas a las grandes ciudades de la región
central donde estaban asentándose las nuevas industrias. En su gran
mayoría pasaron a engrosar las filas de la naciente clase obrera,
mientras que los descendientes de extranjeros de antigua localiza-
ción urbana se ubicaban ya mayoritariamente en posiciones de clase
media. Se hicieron entonces indisimulables las diferencias en los
rasgos físicos, en el nivel educativo, en la posición social y en los
niveles de bienestar que separaban esos dos grupos humanos. La
emergencia de expresiones como ‘aluvión zoológico’ o ‘cabecita

21 La autora hace la siguiente aclaración en el uso de las categorías que usa: “Usualmente, la ex-
presión ‘grupo étnico’ o ‘etnia’ designa una agrupación de seres humanos que presentan ciertas
afinidades somáticas, lingüísticas o culturales. Por extensión, la usaremos aquí para referirnos a
segmentos de población diferenciables por el origen (nativo de Argentina versus nacido en el ex-
tranjero), la nacionalidad (país de nacimiento de los extranjeros), y la ascendencia (origen o nacio-
nalidad de los padres, abuelos u otros ancestros de los nativos de Argentina)” (Torrado, 2002). Es
importante hacer notar que la categoría de nacionalidad (país de nacimiento de los extranjeros) no
se refiere a todos la poblaciones nacidas en el extranjero que viven en nuestro país, como bolivia-
nos, chilenos, uruguayos, etc. sino sólo a aquellas “venidas de los barcos”, por lo que la categoría
refiere a ese mito fundante de la extranjería “bien vista”.
Formas de racismo indio... 83

negra’ con que se estigmatizaba a esos argentinos recién incorpo-


rados a la vida urbana expresa la percepción que la población de
ascendencia europea comenzaba a formarse de las diferencias y je-
rarquías étnicas. Sugerentemente, a través del tiempo (y a pesar de
la irrupción del nuevo fenómeno de la inmigración de trabajadores
limítrofes), ha persistido en nuestro imaginario colectivo la idea de
que la Argentina es una sociedad en la que no existen diferencias
étnicas o, al menos, las mismas no son importantes como causa de
desigualdad social” (cursivas añadidas).
Una salvedad importante a realizar es que la “notable disminución relativa del tipo
étnico preponderante” en el conjunto de la población residente en la Argentina no
se debió solo a las políticas migratorias como Torrado afirma, sino a las políticas
de exterminio de las elites porteñas sobre las poblaciones indígenas que conti-
nuaron entrado el siglo XX. Un ejemplo es la llamada eufemísticamente guerra
del Chaco, seguida contra las poblaciones indígenas de las actuales provincias de
Salta, Formosa y el Chaco, entre otras guerras de exterminio del período. Veremos
más adelante como esta clasificación del mestizaje local de las etnias “argentinas”
entre extranjeros y criollos no se puede generalizar para el país y es porteñocen-
trada en el sentido que la referencia de lo criollo (como etiqueta del mestizaje con
indio) está visto desde el centro y asignado a las poblaciones del interior del país
y los ejemplos tienen como referencia a Buenos Aires. Por otro, la clasificación de
criollo como la posesión de tres ascendientes nacidos en estas tierras tampoco se
puede generalizar para otras regiones de la Argentina en el sentido de clase, como
veremos para el caso de Salta.
Por otra parte, la visión de principios de siglo XX como de modernización y
de ascenso social es considerada como un mito de la estructura social argentina,
sobre todo desarrollado por Gino Germani, que ahora es rebatido con nuevos da-
tos. Ya que en ese período se observa la persistencia de población segregada y una
creciente brecha de desigualdad para ciertas poblaciones.22

22 “Uno de los que más colaboró en instalar esta visión fue el padre fundador de la sociología argen-
tina: Gino Germani. Fue él quien por primera ofreció pruebas de este proceso de ‘modernización’.
Sin embargo, con los datos con los que hoy contamos, no resulta evidente que luego de 1880 haya
habido un proceso de cambio hacia una mayor igualdad, o que hubiera un bienestar mayor para
todos los habitantes […] Para los pueblos originarios el nuevo país resultó un verdadero infier-
no: muchos fueron exterminados y los que quedaron pasaron de hombres libres a parias en una
sociedad que no podían sentir como propia. Para los gauchos, pastores y campesinos libres las
cosas tampoco fueron siempre mejores […] una investigación reciente de Roy Hora indica que el
crecimiento económico vino de la mano de una profundización de la brecha que separaba a ricos
y pobres (no tanto porque éstos se empobrecieran en términos absolutos, sino porque aquellos
acumularon riquezas a un paso tanto más acelerado que los elevó mucho más sobre el nivel del
común de la población) [...] Por otra parte, la estrategia de crecimiento benefició a ‘los inmigrantes
más que a los criollos’” (Adamovsky, 2012).
84 Sonia Álvarez Leguizamón

Decíamos que en esta etapa concomitantemente surgen diversas prácticas y


relatos que revalorizan lo “criollo” o al gaucho dentro de ideas nacionalistas de
diverso tipo. En algunos casos será el resultado de la amenaza que presentaba el
movimiento obrero organizado de origen extranjero. El modo de neutralizar los
grupos sociales percibidos como amenazas para los sectores de poder, desencade-
naron a principios de siglo XX, un sentimiento nacionalista y diversas estrategias
políticas. En las dos primeras décadas de ese siglo los migrantes “externos”, sus
ideas y las luchas organizadas por grupos anarquistas y socialistas, provocaban
el reto más fuerte para el mantenimiento del “orden social”. Un segundo desafío
fue integrar la población argentina invisible a la Generación del ‘80. Esta afrenta
tenía diferentes aspectos. Una era su interpelación a lo “nacional”. Se trataba de
“integrar” o “civilizar” al interior, a lo rural, recuperar lo tradicional y la figura
del “gaucho” que había sido marcado como subordinado a la cultura blanca y
europeizante. Parte de estas estrategias fue llevada a cabo por grupos nacionalistas
conservadores y por el movimiento cultural llamado criollismo.
Conteste con estas tendencias, en esta época también comienzan a surgir una
serie de ensayos y la producción de una incipiente ciencia social que plantea como
preocupación la conformación del “ser nacional”, de la “conciencia nacional” o
del hombre argentino (temática que será retomada por el peronismo de mediados
de siglo XX) y las caracterizaciones de los tipos argentinos.23
Esta corriente de ideas da importancia a la conformación de estos tipos y
considera que el objetivo de la Ciencia Social es analizar las características de es-
tos tipos humanos. La influencia de Sarmiento, de las ideas evolucionistas y de la
morfología social plantea el estudio de lo social como una explicación de la lucha
entre razas y la influencia de la geografía y del ambiente sobre los tipos humanos,
como veremos con más precisión para el caso de Salta.
Desde otra optica, para Jauretche, un ensayista nacionalista, la situación de
pobreza y la sensación de empobrecimiento de las provincias fue producto tam-
bién de la derrota de las últimas montoneras federales vencidas por las fuerzas
unitarias del puerto.
“Desde mediados del siglo XIX el interior está totalmente derrotado
y dominada a sangre y fuego la resistencia de las últimas montone-
ras federales. Empobrecida la ‘gente principal’ y privada la clase
inferior de sus jefes naturales, éstos dejan de ser actores en la his-
toria: la población continúa emigrando lentamente hacia el litoral,
como empezó a hacerlo desde el comercio libre, o se resigna a la

23 Obras tales como la de José Rafael López “Variaciones en torno al hombre argentino” (1961), de
Juan Agustín García “Ciencias Sociales, introducción al estudio de las Ciencias Sociales Argenti-
nas” (1938), son algunos ejemplos.
Formas de racismo indio... 85

miseria endémica que será su característica durante un largo perío-


do de tiempo” (Jauretche, 1970 [1966]): 106, cursivas añadidas).
La derrota de los federales es subsumida como la derrota del interior que im-
plicaría además el origen de la inmigración hacia el “litoral” y de su “miseria
endémica”. A pesar de ser Jauretche un historiador revisionista que, como vere-
mos, en su visión de los orígenes del peronismo le da a esta población genérica
un protagonismo épico y constitutivo del peronismo que la dignifica, su visión es
también alterizada, cree que son poblaciones resignadas a su “miseria”, desestima
su capacidad de lucha y resistencia y se las representa como pasivas.
Por otra parte, las formas de dominación económica predominantes en la
Pampa húmeda habían progresivamente debilitado los poderes de las oligarquías
locales del interior, las que según los historiadores revisionistas “mantenían en
relaciones serviles y de miseria extrema a los peones y sirvientes”.
Siguiendo con los dispositivos alterizadores de ese otro distante, ahora se co-
mienza a hablar de desarrollar, integrar, homogeneizar, e introducir en la “marcha
del progreso” a partir de nuevos valores, a la población del “interior”. Parte de tal
estrategia estaba constituida por medio de políticas similares a las esgrimidas para
neutralizar la amenaza de las ideas y movilizaciones que propagaron los migrantes
“externos”. Estas eran: la promoción de una legislación social para proteger al
“criollo” de las relaciones serviles; la profilaxis y la higiene social para prevenir
las enfermedades endémicas –“flagelos” de las provincias más pobres– y asegurar
la salud necesaria para el trabajo industrial y, finalmente, la profundización de
todos los procesos considerados “civilizatorios”, desde la conscripción, la esco-
larización al aprendizaje del trabajo industrial, etc. (Álvarez Leguizamón, 2008).
Estas formas de conjurar amenazas se valió de los dispositivos del higienis-
mo para integrar y civilizar y, al mismo tiempo, mejorar el bienestar de la vida de
los “criollos” antes relegados. La caridad servía para codificar “pobres”, “indigen-
tes” o territorializar los vagabundos y menesterosos y era parte de una estructura
estamental de tutela sobre los grupos subalternos. El higienismo, sin embargo,
consideraba que se debía mantener la apariencia de igualdad y autonomía de los
“ciudadanos” promoviendo el ahorro, la educación para constituirlos en trabajado-
res libres. Tanto la educación del “futuro ciudadano”, como la moralización y las
medidas de higiene pública y privada, tienen como objetivo neutralizar el conflicto
social, integrar a estos grupos excluidos en forma subordinada, aumentar su rendi-
miento y su predisposición para el trabajo, tanto como preservar o recrear valores
nacionales y buenas costumbres, a través de la educación pública.
Un ejemplo fundante de esta representación en la conformación del Estado
nación y esta “necesidad” de la elite porteña de “incluir”, en forma subordinada, a
las poblaciones excluidas del “interior” es el llamado Informe Bialet Massé, por la
persona que lo realizó, encargado por Joaquín V. González, ministro del interior de
Julio A. Roca, en 1904, denominado “La situación de la clase obrera en la Argen-
86 Sonia Álvarez Leguizamón

tina”. Es significativo que el primero de mayo de ese mismo año se produzca una
represión sangrienta de movilizaciones obreras en BA. Los extranjeros y blancos
se habían convertido en una amenaza también para el orden oligárquico de la
época. El informe a pesar de nominarse como la situación de la clase obrera, no
incluye la problemática de la clase obrera fruto de migración europea a BA, sino
aquella referida a la del “obrero criollo” del interior, desliz que visibiliza que el su-
jeto de ese dispositivo “civilizatorio” son las clases obreras “criollas” y no la clase
obrera argentina como el título pareciera abarcar, aunque continuamente dialoga
y compara las situaciones de ambos tipos populares. Pretende oponerse al imagi-
nario centralista sobre el trabajador nativo del interior “menospreciado, tildado de
incapaz, [...] paria en su tierra”, falto de “hábitos de ahorro y acumulación”, de
“previsión de porvenir” y “tosco” para el trabajo industrial (Bialet Massé, 1972
[1904]: 19-20, el énfasis me pertenece), aunque en cierto sentido lo reproduce.
El informe además denuncia la situación de servilismo, explotación, miseria
y carencia de protección estatal y social de estos trabajadores. En el marco del
predominio de las ideas evolucionistas, se describe la ductilidad, capacidad de
“adaptación” y “asimilación” de una situación de campesino o peón a la de artesa-
no u obrero industrial. Se señala también la desocupación tanto de los “braceros”
como de los “artesanos”, sobre todo en las provincias andinas, lo que lleva a una
“vida lánguida y de entretenimientos” (Bialet Massé, 1972 [1904]: 33, cursivas
añadidas). Como veremos la nominación de provincias andinas se verá reflejada
en el “interior profundo”, el más racializado. La inclusión que se pretende de estas
poblaciones a la “nacionalidad” es vista como fruto de la fusión de razas que se
había imaginado en el momento fundacional del Estado nación. Sigue entonces un
discurso racial pero ahora ya no de exterminio sino de fusión que da sustento a los
dispositivos del mestizaje y de la construcción mítica del crisol de razas. “La gran
obra, la creación del ciudadano, demócrata y dignificado; la realización del gran
pensamiento del Deán Funes en el Congreso Constituyente, del año 1820: la colo-
nia criolla; la mezcla del criollo en la colonia extranjera, y la del extranjero en la
colonia criolla. La fusión y la gran enseñanza del ejemplo” (Bialet Massé, 1972
[1904]: 41, cursivas añadidas). La preocupación del informe consiste, por último,
en definir dispositivos que permitan la incorporación del “obrero criollo” al Esta-
do, a partir de la profundización de procesos “civilizatorios” y de disciplinamiento
como la conscripción, la creación de colonias “criollas” y la instrumentación de
leyes laborales y de protección social.
La tematización del rancho del interior como problema social de la época que
aparece en el informe de Bialet Massé, tiene su correlato con el problema de la
vivienda urbana porteña de las clases trabajadoras, vinculada con el conventillo,
como lo señala Paula Lucia Aguilar (2014), en el análisis que realiza de las temá-
ticas tratadas en el Congreso de la Habitación. Caferata, diputado nacional por
Córdoba, manifiesta en esa circunstancia.
Formas de racismo indio... 87

“Buenos Aires tiene entre otros el problema del conventillo, Córdoba y las
ciudades del interior tienen el problema del rancho […] Levantamos la vista al
horizonte y señalamos el homónimo del conventillo, el rancho y las rancherías en
el interior. Hacia ellos hay que ir con mano firme, para derribarlos; sin renunciar
por eso al sistema legendario de su construcción, el barro pisado y el adobe, con la
cabriada y la teja; pero hagámoslo, una casita, blanca en cal, con piezas indepen-
dientes; con agua a mano, y pozo aséptico, y el ciudadano del interior recibirá el
apoyo de esta obra y sus beneficios que tanto merece ya que tanto ha sido poster-
gado u olvidado” (Congreso de la Habitación, actas 1920: 199, en Aguilar, 2014:
137).
La intención de destruir las casas de adobe y derribarlas se hace realidad en el
norte cuando Salvador Mazza realiza sus campañas contra el chagas, historia que
se sintetiza en la película “Casas de fuego”. Según Aguilar, cuando el rancho se
suma al debate de las amenazas de la migración del campo a la ciudad y del des-
poblamiento materializado en la baja de las tasas de fertilidad, lo hace “con toda
su ambigüedad: representación de la criollez y las formas profundamente locales
del habitar, y al mismo tiempo, resabio pre moderno y falta de higiene que los
países no pueden ya aceptarlos para su población” (2014 :150, cursivas añadidas).
La problematización social de la vivienda de los pobres despreciada, no cambia.
A mediados del siglo XX serán las villas de los migrantes de las poblaciones del
interior, en la ciudad de Buenos Aires, causa de dispositivos de violencia, como
veremos.
Otra construcción racializada del interior viene de los variados discursos
higienistas. Para el higienismo neolamarckiano, que se desarrolla en la primera
mitad del siglo XX (Leys Stepan, Nancy, 1991 y Ramacciotti, Karina Inés, 2001),
el alcoholismo era un veneno racial y una tara propia de las clases que las elites
consideraban inferiores, por lo que debía ser erradicado. La biotipología que se
había desarrollado en Buenos Aires tuvo el apoyo del presidente militar de origen
salteño Uriburu, ultra conservador.
Gregorio Aráoz Alfaro quien era en 1924 director del Departamento Nacional
de Higiene de la Nación, durante la presidencia de Marcelo Torcuato de Alvear, un
radical antiyrigoyenista, promueve medidas antialcohólicas. En este se observa un
discurso racializador de ese indio interior que ahora es sujeto de políticas públicas
violentas, desde el campo de la medicina social y sobre todo de la biotipología
(Leys Stepan, 1991; Ramacciotti, 2004). Corrientes en boga en ese momento, vin-
culadas con la “profilaxis de la tuberculosis”, entre otras enfermedades llamadas
sociales. El funcionario considera que el alcoholismo es un veneno racial y ade-
más un “vicio”, “propio de las poblaciones nativas del norte” o “población de
origen autóctono”. Se ve en su relato una suturación entre lo nativo, el origen
autóctono y las provincias del norte. La relación entre alcoholismo subsumido
en enfermedades “nerviosas y mentales” se expresa en una dimensión sanitaria y
88 Sonia Álvarez Leguizamón

racista. Aráoz Alfaro manifiesta que en estas provincias “la embriaguez [es] brutal
casi cotidiana” (el énfasis me pertenece). La noticia del diario de Salta viene a apo-
yar las medidas tomadas a nivel local por “nuestros gobernantes”, en ese entonces
el gobernador el médico Dr. Adolfo Güemes.
Las políticas consistían en un plan para combatir el alcoholismo considerado
“terrible endemia que llena anualmente a las cárceles, hospitales y manicomios de
un gran número de hombres”. El fundamento del Director Nacional de Higiene es
aplaudido por el diario local y calificado como una “clara visión”, puesto que para
Adolfo Güemes, el alcoholismo sería el origen del incremento de enfermedades
nerviosas mentales, afirmando que esta es la “causa primera y capital”.
“Cuanto más estudio los problemas sanitarios nuestros, especial-
mente de las provincias del norte y territorios nacionales, más me
convenzo que es uno de los problemas más primordiales que te-
nemos que resolver, […] sin ello no podremos abordar con fruto
la profilaxis de la Tuberculosis ni las endemias de la zona subtro-
pical. Y esto sin contar con que el alcoholismo, por sí solo, es el
origen de múltiples afecciones viscerales, el factor principal de las
enfermedades nerviosa y mentales, de la locura, del crimen y de la
degeneración de la raza, [esto tiene lugar sobre todo] en muchas
provincias y territorios donde predomina la población de origen au-
tóctono que por muchas razones debemos proteger y salir no solo
del alcoholismo una lenta y crónica sino a la embriaguez brutal casi
cotidiana […] Es sabido que Salta es una de las provincias más
castigadas por el horrible vicio” (Aráoz Alfaro, director del Depar-
tamento Nacional de Higiene de la Nación Argentina, 1924).
También para el gobernante la desnutrición infantil, otra problematización asocia-
da a las “provincias del norte” se debe a la ignorancia. Relación totalmente falsa
porque si algo está demostrado es que las poblaciones de estas regiones poseen
un conocimiento ancestral muy complejo de los valores alimentarios de plantas
que han sido domesticadas y clasificadas en esta zona (ej. la papa, la kiwicha, la
quinoa).
Aráoz Alfaro publicó en la serie sobre Salubridad pública y previsión social24
tematizando sobre las causas de la mortalidad infantil. Señalando las causas socia-
les (ignorancia, mala situación económica) como fundamentales. Vemos aquí la
cadena de homologías morales, raciogenéticas, sociales y culturales hecha cuerpo

24 Según el ministro serían: a) causas médicas (debilidad congénita, los vicios de conformación y
afecciones del recién nacido –falta casi constante de asistencia prenatal–, afecciones del aparato
digestivo o de la nutrición, afecciones del aparato respiratorio, en especial bronquitis, bronconeu-
monías, congestiones pulmonares, neumonía) y b) causas sociales. num. 57.
Formas de racismo indio... 89

en las propias poblaciones que padecen necesidades de alimentación o acceso a


la salud.
Esta política continúa hasta la década del ‘40 antes del advenimiento del pe-
ronismo. En una viñeta de junio de 1943 (Imagen I.1) del diario local de Salta El
Intransigente se da cuenta de una resolución tomada por el Ministro del Interior
de la Nación, donde se afirma que no podrán venderse bebidas fermentadas a los
“aborígenes”, aduciendo “la conveniencia de adoptar esta medida, teniendo en
cuenta los estragos que el alcoholismo causa entre las razas indígenas” (cursivas
añadidas).

Imagen I.1

Categorías nativas y etiquetas racializadoras en el movimiento criollista y


nacionalista
La etiqueta de criollo, una de las más centrales en el sistema de construcción
clasificatorio del mestizaje argentino, es heteroglósica, es decir alberga muchas
identificaciones que pertenecen a una “política conceptual” que “implica múltiples
significados inscriptos en la genealogía de la etiqueta de esa identidad” (Marisol
de la Cadena, 2006: 54). Esta nominación se va modificando en cada país y región
de forma diferente de acuerdo a los procesos de transformación cultural y luchas
sociales entre clases, asignando valores diversos a las mezclas entre grupos par-
ticulares, aunque siempre mantiene su carácter de clase, racializado y subalterno.
La corriente literaria y cultural llamada criollismo –en la primera mitad del
siglo XX– que algunos autores vinculan con la Generación del centenario, presen-
ta una modificación en la manera como hasta ese momento se había presentado el
90 Sonia Álvarez Leguizamón

discurso de civilización y barbarie y el lugar de lo mestizo, a partir de una valora-


ción folklorizada y exótica del criollo que es revalorizada como parte constitutiva
de la nación, sobre todo para la línea más nacionalista. Veremos un resumen muy
sucinto de estas categorías y su metamorfosis dentro de este movimiento.
La denominación nativa de criollo aludió primero a la nominación que daban
los españoles a los hijos de españoles que nacían en “Hispanoamérica” y también
a hijos de europeos e indias. En el siglo XIX los criollos comienzan a nominarse
como aquellos nacidos en estas tierras pero fruto de la mezcla con población es-
pañola y se va desdibujando, invisibilizando y olvidando su origen nativo. Fueron
“criollos heroicos” los que lideraron la independencia contra la corona española
a principios del siglo XIX. Según Schneider (2000) el vocablo criollo que gené-
ricamente designa a los descendientes de europeos, fue utilizado por los inmi-
grantes de ultramar que vinieron entre 1880-1930 para marcar atraso en las áreas
rurales de los habitantes pertenecientes a otros orígenes y también por las elites
postcoloniales, supuestamente de origen español, para diferenciarse de los nuevos
inmigrantes del siglo XX, “analfabetos y trabajadores no calificados”. El ejemplo
quizás más paradigmático sea el uso que hace Bialet Massé del tipo “obrero crio-
llo” como el trabajador del interior por oposición al de la ciudad de BA.
Para Chamosa (2008: 79) la acepción de criollo se expande más aún. Para él
en el período colonial, la categoría de criollo refería solo a la elite blanca nacida en
América, como el resto de las colonias españolas. Luego del inicio de la migración
europea masiva, el uso de criollo se expande a cualquier nativo más allá de la raza.
“Descendientes blancos de colonizadores españoles lo mismo que
personas descendientes de africanos, mestizos (también llamados
gauchos, y algunas veces hasta chinos) o descendientes de indíge-
nas tributarios de la colonia, podían llamarse también criollos”.
Aparece entonces un discurso nacionalista criollista como una de las formas de
conjurar las amenazas de las luchas obreras promovidas por los extranjeros. Como
veremos, esa narrativa nacionalista del interior como reservorio de lo auténtica-
mente “nacional” se mantiene en las visiones más tardías del revisionismo histó-
rico, sobre todo vinculadas con sus explicaciones sobre el peronismo (Neiburgh,
1998).
Se trata no tanto de razas como de culturas o espíritus diferentes de ser.
“Por otra parte, los escritores argentinos que participaron en el mo-
vimiento literario llamado criollismo definen sus personajes por la
cultura, no por la raza. [...] El supuesto del criollismo era que los
gauchos autóctonos fueron desapareciendo rápidamente, barridos
por el ascenso de la clase media blanca rural. Lo que quedaba era
un tipo cultural, cuya adopción por parte de hijos de inmigrantes
Formas de racismo indio... 91

europeos representó el triunfo final del mito de la Argentina blanca”


(Chamosa, 2004, la traducción me pertenece).
Ezequiel Adamovsky (2014) realiza un estudio pormenorizado de los sentidos de
la acepción de criollo en las producciones criollistas y lo que llama “sentidos
étnicos” asociados, como mestizo o moreno. Le interesa destacar la importancia
de la tematización de la heterogeneidad étnica de la “nación” en esa corriente que
“reivindica el valor de lo mestizo” y dialoga con el imaginario del crisol de razas
que invisibiliza lo no blanco y propone a lo criollo/gauchesco como “corazón de la
nacionalidad”. A pesar de encontrar diferencias en las acepciones de criollo en los
debates intelectuales de la época y en la literatura criollista, sobre todo producida
en Buenos Aires, considera que el criollo en este relato es “el habitante genérico
previo a la gran inmigración– amenazado por los “gringos” y los intereses extran-
jeros”.
Esta definición genérica del criollo es sobre todo el de la Pampa húmeda ya
que el resto de las provincias no recibieron “la gran inmigración”.25 En la mayoría
de las producciones criollistas lo criollo se desliza hacia ese interior. En su aná-
lisis se revela cómo, a pesar de que no todos los gauchos tenían la tez oscura, se
construyó un sentido común que asociaba la piel no blanca a “lo criollo/gaucho
(y entre ambas y la condición popular o pobre)” (2014: 72). El autor prueba que
este movimiento cultural no tuvo eco en el campo de la política, por el contrario
en sus análisis sobre fuentes de archivo de organizaciones políticas de la época
muestra como: negro, indio y criollo “fueron utilizados como insultos frecuentes
para desacreditar a los adversarios, inclusive organizaciones obreras anarquistas y
socialistas” (2014: 86).
“Desde ese discurso, se proponía a lo criollo/gauchesco como co-
razón de la nacionalidad. Pero dados los sentidos étnicos asociados
(o asociables) a lo criollo que venían sedimentados desde períodos
anteriores –lo mestizo, lo moreno–, el discurso criollista también
ofrecía la posibilidad de minar sutilmente los discursos blanquea-
dores que, o bien despreciaban todo lo que significaba lo criollo,
o bien lo aceptaban como una presencia meramente “espiritual” o
conectada exclusivamente con la estirpe hispánica” (2014: 90-91,
cursivas añadidas).
Es interesante como en su propio texto no están claras las diferencias entre criollo
y mestizo, a veces mestizo es genérico para mezclas no blancas y en otras lo criollo
queda para lo gaucho y lo mestizo para referir a una mayor cercanía con los “pue-
blos originarios”. El tipo criollo, en el sentido de mezclas, en el sistema conceptual

25 Aunque en el recorrido analítico de Adamovsky aparecen menciones importantes a los criollos de


las provincias, especialmente las del norte.
92 Sonia Álvarez Leguizamón

del racismo indio local –en estas retóricas de lo gaucho– aparece como un indio
“permitido”26 y lo mestizo se asocia con lo indio descalificado. Se podría colegir
que en el imaginario criollista el gaucho es menos indio aunque en muchas de las
acepciones de criollo aparece lo indio. En Argentina en este período, la nomina-
ción de criollo –dentro de la política conceptual del mestizaje local– es menos
despreciativo que la etiqueta de mestizo porque tiene una mayor carga vinculada
con “pueblos originarios” o “indígenas” (sea cuales sean las nominaciones para
las poblaciones nativas).
Quizás en la palabra indocriollo que usa Atahualpa Yupanqui27 se sinteticen
estas ambivalencias. Adamovsky muestra la tensión entre la representación del
gaucho “matrero” y “levantisco” de la Pampa y otras como “la del más modesto
habitante de los Valles Calchaquíes”28 que intentaban posicionar “varios de los
artistas del interior”, lo que a su vez “dio ocasión para la visibilización del legado
indígena”.
“Pero acaso el artista más importante en este sentido fuera Ata-
hualpa Yupanqui. Mestizo él mismo, influido por indígenas en su
formación musical y, políticamente, por los discursos indigenistas
que penetraban al país desde el noroeste, Yupanqui desafió el canon
folklórico en formación introduciendo, en sus canciones, referen-
cias a las ‘razas viejas’ que hasta entonces estaban ausentes (y que
para él formaban parte de una población ‘indocriolla’ sufriente y
actual). El foco de su reivindicación de la heterogeneidad étnica de
la nación estaba puesto en las poblaciones del noroeste. En esto co-
incidía con el mainstream del movimiento y también con los folklo-
ristas académicos, que centraron la recuperación de las tradiciones
en esa región del país, antes que en la pampa, escenario del discurso
criollista previo. De hecho, para muchos de los participantes del
movimiento (especialmente los académicos) el supuestamente man-
so criollo norteño era una especie de antídoto frente al riesgo de

26 Silvia Rivera Cusicanqui usa este término para explicar la manera en que lo indio es folklorizado
y puesto en el mercado y utilizado por los gobiernos para dividir y neutralizar a los movimientos
indígenas. Esta idea fue luego profundizada por Hale y Milliman (ver McNeish, 2008) en sus
escritos en Guatemala, para referirse a las maneras en que estas instituciones usan los derechos
culturales para dividir y domesticar los movimientos indígenas. “Con la presencia del ‘indio per-
mitido’, surge invariablemente la construcción de su ‘otro’ que se define como un sujeto disfun-
cional, ‘descartable’, sin méritos. Dicha dualidad llega a representar dos formas distintas de ser in-
dígena. El ‘indio permitido’ según esta ideología logra negociar la modernidad, sustituir ‘protesta’
con ‘propuesta’, actuar con autenticidad y a la vez manejar el lenguaje dominante”.
27 Atahualpa Yupanqui, es el nombre profesional de Héctor Roberto Chavero (1908-1992), quien es
un trovador, eximio guitarrista, poeta y escritor argentino vinculado al acervo “folklórico” del país.
28 O como veremos más adelante las representaciones heroicas sobre los “gauchos” de Güemes, para
el caso de Salta.
Formas de racismo indio... 93

‘moreirismo’ que implicaba la evocación del gaucho. Yupanqui, sin


embargo, no lo planteó como una disyuntiva: su repertorio incluyó
también el folklore bonaerense” (2014: 63).
En este texto el autor se refiere a Atahualpa como mestizo y no como criollo norte-
ño, quizás vinculado con una representación que lo acerca más a lo indio, a su vez
lo indígena se separa de lo mestizo.
Según Andrea Villagrán, en su estudio sobre la construcción de la figura de
Martín Miguel de Güemes como el héroe gaucho salteño, este nacionalismo par-
ticular rompe de alguna manera la dicotomía civilización y barbarie a partir de
una nueva forma de mestizaje. “Esta fórmula logra su acabado final al perfilar
una doctrina nacionalista que abreva del paisaje natural, de las montañas, de los
escenarios de las provincias en donde la modernización todavía no habría arrasa-
do con los resabios del pasado. Como sí en ella latiera viva aún la esencia del ser
nacional”. Parte de esta construcción alternativa considera que el mestizaje sería
una forma de encuentro entre los polos de civilización y barbarie, que supone la
fusión de los opuestos jerárquicamente ordenados, haciendo posible su conjunción
y convivencia (Villagrán, 2013).
Este relato del interior mantiene su condición subordinada más allá que no se
la asocie a la barbarie directamente pero sí a nuevas categorías del discurso mo-
dernizante como poblaciones arcaicas, tradicionales, rurales, etc. Considero que la
matriz conceptual dicotómica y racial no se rompe, sino que esa estructura binaria
se metamorfosea en otras categorías propias del discurso de la modernidad y del
desarrollo/subdesarrollo que estaba en ciernes, como relato de la diferenciación
geoespacial del mundo y lo local.
Veamos brevemente la etiqueta de gaucho y su vínculo con las estructuras del
mestizaje en un autor particular Emilio P. Corbiere (1929) por la visión que tiene
de los “gauchos del interior” y la manera como explica el imaginario de la pervi-
vencia de esos gauchos pampeanos en el interior, sobre todo en las provincias del
norte. Dice sobre el gaucho, que su origen fue el producto de la mezcla entre las
“sangres bravías” del español de Castilla y Andalucía; junto con la del
“aborigen que se denominó mestizo por los delegados reales y que
con el transcurso de los años, reproduciéndose entre sus mismos
elementos, formó una raza nueva con las prendas de carácter, dis-
posiciones guerreras y virtudes y defectos de sus progenitores de
ambos lados; mestizos que unas veces procedían como el salvaje y
otras como el civilizado; montaraces, inteligentes, indolentes como
aquél, e interesados como el último, y a los que por un consenso
etnogénico de nuestros pueblos se dio el nombre de gauchos, hijos
de nadie en su origen y bastardos que aún en algunas provincias se
94 Sonia Álvarez Leguizamón

reproducen con la libertad de las bestias” (1929: 21-22, cursivas


añadidas).
La falta de filiación, la asignación degenerativa de su origen, así como la refe-
rencia a su vida en libertad de forma despreciativa, es similar a la representación
del “vagabundo”, donde la errancia y la ruptura decidida con el domicilio es vista
como una amenaza moral que por ello debe ser puesta dentro de los cánones del
orden y reprimida.29
El criollo en este imaginario se asocia al vago que “ama la vida sin esfuerzo”,
resistente a las influencias europeas e intolerante, incivilizado y bárbaro. Corbieri
lo divide en dos clases.
“El hombre ignorante, rústico, campesino, que no recibió los bene-
ficios de la instrucción ni la cultura europea [...] asceta unas veces y
peregrino otras, trotador errante, de cantares quejumbrosos [...] re-
celoso [...] suspicaz [...] valiente y vengativo como sus antepasados
indios [...] La otra clase, es la del gaucho de salón, civilizado en su
exterior y perfeccionado en sus cualidades nativas, hábil en intrigas
y supercherías” (1929: 25-26).
Para Corbieri entonces el gaucho es el mestizo criollo, tanto el ignorante como el
que accedió a la escuela y “luego se hizo caudillo” sea patrón o peón. Para él no
hay diferencias entre las clases sociales de los gauchos como encontraremos en
el ensayismo de la época en Salta donde se construyen tipos de gauchos peones y
patrones (el gaucho decente). “Así como el negro o el indio nacen y mueren negro
o indio, el gaucho, peón o patrón, soldado o general, es de raza gaucha desde que
nace hasta que muere” (Corbieri; 1929: 27, cursivas añadidas).
Según Corbieri, esta “raza” quedó en las provincias del norte, luego de la in-
fluencia de la migración sobre el litoral y Río Negro. Para Corbieri, “contrasta con
este atraso del norte y centro del país, el progreso vigoroso de los territorios de la
Pampa y Río Negro”. En el norte, dice, queda “el rancho sucio y ruin del mestizo,
y su iglesia de adobe y piedras, que fueron mojones de la conquistas y sirvieron de
postas en el intercambio con el Alto Perú, cuando el país organizado como nación
libre abrió sus puertas a los hombres de todas las razas y las religiones, ofrecién-
doles la explotaciones de sus riquezas, quedaron de estorbo al progreso, que llevó
sus elementos a la Pampa y el Río Negro, libres de las dos familias parasitarias:
el indio y el nativo, en su compuesto criollo-mestizo-español y negro, este último”
(Corbieri; 1929: 47, cursivas añadidas).

29 Similar situación se encuentra en la Europa de la última etapa del Antiguo Régimen, donde las
características más fundamentales asignadas a las franjas no criminalizadas de los vagabundos
eran esas, según Castel (1997).
Formas de racismo indio... 95

En el imaginario hegemónico de las elites de la Pampa húmeda este gaucho


desaparece de su propio centro –como algunos criollistas afirman– por lo que lo
trasladan al interior. Aunque al mismo tiempo aparecerá en BA como espectro
del migrante interno en forma de trabajador de “tallercitos” o “cabeza negra”, en
forma concomitante sociodemográficamente hablando.
Luego entonces del proceso sociodemográfico de la inmigración ultramarina
de entre siglos, la palabra criollo asociada a la elite porteña se desdibuja y comien-
zan a asumirse como blancos y “argentinos”, así también interpretado por cierta
ciencia social. En ese período se elimina en ese imaginario el pasado de la mixgé-
nesis que se vincula con lo nativo y aparece una identidad que lo niega: el criollo
porteño pasa a ser un europeo blanco. Este mecanismo mágico y mítico tiene su
anclaje en la fuerte transformación sociodemográfica de la época tanto por mi-
grantes ultramarinos como por exterminio de las poblaciones nativas y forma parte
constitutiva del escenario de nación que se forja en esa época. Al mismo tiempo
ese proceso es producto de la invisibilización, racialización y extranjería de lo no
blanco. Lo criollo en esa ciudad se corre a poblaciones de tez morena y se traslada
al interior; BA se desnuda de esa identidad y la traspasa –en un estriptis socioge-
nético– al interior. Esto se puede visibilizar tanto en la localización socioespacial
de lo criollo del movimiento criollista, en los relatos nacionalistas románticos del
“interior criollo”, como en el presente en algunas interpretaciones científicas acer-
ca de los migrantes de las “provincias” o “internos”, a la ciudad de BA.

La invención del peronismo en las ciencias sociales: la construcción del


“interior”
A medida que se profundiza el proceso de industrialización y beneficiada Argen-
tina por la exportación de alimentos en la entreguerras, se produce una segunda
reestructuración socioetnodemográfica del país por medio de otra diáspora, ahora
nacional, de trabajadores que se van desatando de sus vínculos semiserviles o
buscan alternativas laborales en la ciudad capital. Éstos, junto con campesinos
paulatinamente expulsados de sus tierras por la ampliación de la frontera agrícola,
se convertirán en “forasteros”, denominados por la sociología de la época como
migrantes internos.
Entre 1935 y 1947 migran desde las provincias a las grandes ciudades del
litoral (especialmente BA) poco más de un millón de personas que representan
un 20% del total de la población (Germani, 1987 [1955]: capítulo 5). En 1960 los
migrantes internos significaban el 90% de los trabajadores masculinos y el 58% de
los femeninos (Recchini de Lattes, 2000; citado en Gorelik, 2004: 92). Esto está
mostrando que la composición social porteña se modifica profundamente por esta
otra diáspora que es negada, recluida a los confines de las “orillas” de la ciudad
“blanca”, a la puerta trasera de la estructura urbana y social. A pesar de ello Go-
relik considera que es justamente en este momento, a mediados de siglo, cuando
96 Sonia Álvarez Leguizamón

se hecha “raíces al aún perdurable mito de la ciudad europea” y cuando según él


ha dejado de ser tal (quizás en el sentido demográfico), cuando la expansión no
la provocaban europeos sino “una extraña ‘masa oscura’” (Gorelik, 2004: 92, en
Timerman y Dormal; 2011), glosando a Martínez Estrada. Ese indio interior que
se constituye en la clase trabajadora mayoritaria de BA.
Desde el punto de vista de la construcción social de las diferencias y las trans-
formaciones en la estructura social, en este período, se lleva a cabo un proceso
de cambio sociodemográfico diferente al que se había producido anteriormente
por influencia de la migración ultramarina, en dos sentidos: uno geográfico y otro
social. Por un lado, es una migración nacional hacia BA sobre todo. Son las pobla-
ciones trabajadoras consideradas inferiores, tanto por su carácter mestizo nativo
como por sus pautas culturales incivilizadas las que migran. Como contracara del
proceso civilizatorio de fundación de la nación, entendido como mejoramiento
de razas por mestizaje “blanco” y población de espacios vacíos, se produce un
proceso de modificación de la estructura social que es considerado negativo por
los sectores de poder –en términos culturales y raciales– porque estas poblaciones
representan en el imaginario civilizatorio su contracara.
Sin embargo el proceso político del peronismo que ocurre a mediados de
siglo reivindica a estas clases. En esta etapa por efectos de las políticas sociales y
económicas que promueve el peronismo las clasificaciones de la pobreza y el pro-
tagonismo de ciertos grupos se transforman significativamente, pasando el obrero
criollo o migrante del interior, de una identidad negativa y subordinada, a otra
positiva más emancipatoria. El peronismo se caracterizó por formas de gobierno
y estructuras de sentir (Svampa y Martuccelli, 1997)30 que significaron la mate-
rialización, no sólo de un conjunto de políticas públicas que condujeron al mejo-
ramiento del nivel de vida de vastos sectores sociales, sino también la presencia
de un anhelo igualitario y una expresión de dignidad personal de trabajadores y
pobres.
La discriminación que ejerce la ciudad blanca al interior se observa en he-
chos políticos paradigmáticos como el 17 de Octubre –movilización popular que
logra sacar a Perón de la cárcel–. Este evento visibiliza esa dualidad del centro y
del interior, al mismo tiempo que da cuenta de la “visibilización” de clases plebe-
yas de piel oscura provenientes del “interior”. A su vez, también el 17 de Octubre
es fundante de los distintos relatos e interpretaciones acerca del peronismo, referi-

30 El peronismo construyó un sentimiento de la política como ejercicio igualitario. Svampa y Mar-


tuccelli (1997) consideran que a pesar de no haber consumado del todo la ruptura del marco
jerárquico de las relaciones humanas, permitió una experiencia de la democracia: aquella relación
en la cual uno se reconoce semejante al otro (Martuccelli y Svampa, 1997: 344). El peronismo
para estos autores y también para Adamovsky, fue una estructura del sentir y una vivencia política
siguiendo a Williams, en la que se mezclaba de manera inextricable una relación cognitiva con lo
político y a la vez una expresión de dignidad personal, una y otra, inscribiéndose y cuestionando
la naturaleza del vínculo social: igualitario pero aún jerárquico.
Formas de racismo indio... 97

dos a lo que en la versión peronista se considera su sujeto constitutivo: el cabecita


negra, o lo que sus opositores denominan como aluvión zoológico. Se refieren a
esos grupos y a la circunstancia con palabras diversas –dependiendo de la posición
política– como masa, aluvión, invasión, oleadas migratorias, la ciudad se inunda-
ba de migrantes, etc. Como veremos esa serie de categorías nativas que sintetizan
el interior que surgieron en ese momento, vuelven a aparecer metamorfoseadas
en el presente. Se puede considerar al 17 de Octubre como un evento crítico (Das,
1965) en el sentido que visibiliza tensiones preexistentes e inventa nuevos dere-
chos o espacios de dignidad personal y social.
Para Adamovsky el peronismo, si bien no atacó el capitalismo, modificó el
régimen de clasificación que había primado en ese momento dentro de las jerar-
quías de clase, “es decir ese ordenamiento paralelo de las jerarquías del dinero, de
la cultura y de la ‘raza’ y –podríamos decir nosotros– las relaciones geopolíticas
que denostaban al ‘interior’. Por ello no solo irritó al gran capital o los empleado-
res, sino también a aquellos que sin ser ricos se beneficiaban de aquel régimen por
ser ‘blancos’, por tener un poco más de educación”, los sectores medios (2009:
281). Como consecuencia, los que atacaban al peronismo y a Perón señalaban “el
debilitamiento de las normas culturales y las jerarquías y preeminencias sociales
habituales”, como cuestiones de “buena educación”, “raciales e incluso morales y
estéticas” (2009: 278). El autor realiza un estudio pormenorizado de las revistas,
periódicos y textos de la época para mostrar esta reacción. Un tema que muchos
señalan es la presencia y visibilización en la ciudad de población denostada por
estas clases “que mostraban sus patas en las fuentes”. Así por ejemplo un diario
de la época se quejaba de la presencia de la plebe en las calles porteñas como
un atentado “contra el buen gusto y contra la estética ciudadana afeada por su
presencia”,31 el conservador Adolfo Mugica decía que el país vivía como en una
especie de “inmensa merienda de negros”, contemplando las manifestaciones pe-
ronistas “compuesta, en su mayoría, de mestizos y aun de indios”. A los católicos
de la revista Criterio los alarmaba el trabajo a desgano y la “indecencia y vicio” en
los parques y plazas. Los partidos obreristas también se espantaban por cuestiones
similares. El periódico del Partido Socialista aludió a la “falta de contenciones
morales” y la furia demoníaca de los que manifestaban el 17 de Octubre. Ghiol-
di, uno de sus dirigentes más significativos, retomó la dicotomía sarmientina de
“civilización o barbarie” para combatir esa “fuerza primitiva” que se había hecho
visible en las “masas ignorantes”. El Partido Comunista también salió a descalifi-
car al “malevaje peronista”, que atentaba contra “el pudor y la honestidad, contra
la decencia, contra la cultura” (2009-2015: 279).
En los relatos recolectados por Adamovsky podemos ver como las represen-
taciones sociales de la alteridad inferiorizada asocian estilos de vida descalifica-

31 Crítica, 1945, en Adamovsky, 2015: 278


98 Sonia Álvarez Leguizamón

dos con razas inferiorizadas. Las distintas posiciones políticas se escandalizan de


sus “malos” modales opuestos a la etiqueta de la ciudad “blanca” europeizante,
a su vez fuertemente imbricados con el racismo al “indio interior” nominado de
diversas maneras. Se visibilizan así las resistencias a las transformaciones en las
configuraciones de clase (siguiendo a Elías) y a la modificación del régimen de
clasificación entre clase, raza, cultura y geopolítica nacional que habían primado
hasta ese momento.
A las poblaciones que encarnaban las categorías nativas de cabecita negra y
descamisados, que las clases medias y altas usaban para denostar a estas pobla-
ciones aduciendo al color de la piel y su vestimenta vinculada con su condición
de trabajadores “sin cuello blanco”, se dirigieron las intervenciones sociales de
ampliación de derechos sociales que ya comienzan a denominarse políticas socia-
les, según los análisis que hemos realizado de los discursos peronistas de la época
(Álvarez Leguizamón, 2008). El Cabecita negra es dignificado por la figura de
Eva Perón en su práctica política y en su retórica, desde una visión emancipatoria.
A éstos y a los descamisados sujeto que condensan el interior se le asignó el pro-
tagonismo –en grados diversos– de las movilizaciones del 17 de Octubre de 1945
que llevará a la presidencia, más tarde a Perón, que en realidad eran trabajadores
movilizados.
En esta etapa, las clasificaciones se transforman, pasando el migrante de una
identidad negativa y subordinada, a otra positiva más emancipatoria. El pensa-
miento y la retórica discursiva de Eva Perón nos muestra la resignificación de la
figura del descamisado y una aleación y metamorfosis del gaucho a trabajador.
Ella sitúa al trabajador como protagonista de la gesta popular que libera a Perón de
la cárcel, el 17 de Octubre de 1945 y lo coloca como destinatario principal de las
políticas sociales. Un artículo de diario que relataba los acontecimientos de ese día
decía: “Unos cuantos descamisados recorrieron las calles céntricas victoreando a
la dictadura y cometiendo desmanes”. Eva haciendo referencia a esa noticia dice:
“en este tono, la prensa coligada con intereses extraños a la Patria
misma, describía el clamor de los trabajadores, del pueblo auténti-
co, que venía del campo, de las fábricas, de los talleres, de las uni-
versidades y de las escuelas para exigir la libertad de su conductor
[...] Aparecían en el escenario político argentino como reencarna-
ción del gaucho, defendiendo lo suyo, clamando por justicia [...]
Lanzado su nombre como un insulto, fue recogido y transformado
en bandera de justicia, de trabajo y de paz. Renace así el espíritu
de la argentinidad que se había refugiado en los anhelos de los tra-
bajadores [...] En vano se trató de ponerle un mote que revelara su
pobreza económica, su mal vestir. Desde el punto de vista social, la
palabra descamisado superó su acepción idiomática. Se transformó
en sinónimo de lucha, de anhelos de reivindicaciones, de justicia, de
Formas de racismo indio... 99

verdad. Fue creando un estado de conciencia nacional” (Eva Perón,


1948: 452-453, cursivas añadidas).
En este sentido la explicación del revisionismo histórico nacionalista de Jauretche
y Hernández Arregui –como veremos más adelante– reproducen el mismo imagi-
nario de Eva: los descamisados son la reencarnación del gaucho.
El protagonismo social del trabajador surge asociado a la construcción de
una nueva identidad “nacional” que se vincula a la justicia social, a la producción
y al trabajo. El estigma del descamisado que las elites asignaban a las clases tra-
bajadoras es reapropiado por una connotación positiva que construye un nuevo
país, en oposición a un pasado de explotación y de fuertes diferencias sociales.
Dice Eva:
“el descamisado ha dejado de ser elemento de explotación huma-
na, para convertirse en factor de progreso, de unidad nacional, de
bienestar colectivo. En eso reside su fuerza y su virtud. Su fuerza,
porque responde a los imperativos político-sociales que valorizan el
papel de los trabajadores en la sociedad moderna. Su virtud, porque
para los descamisados, sus propias reivindicaciones se entrelazan y
se confunden con las necesidades presentes y futuras de la Nación.
De ahí que la grandeza de la Patria, se va elaborando por la dignifi-
cación del pueblo [...] La aparición del descamisado rompe la polí-
tica de las minorías traficantes y se produce el milagro largamente
esperado de la abolición de los privilegios. El trabajo y la produc-
ción cobran su valor dentro de la sociedad organizada. Se humaniza
el capital [...]. Por ello decir ‘descamisado’ [...] es en síntesis, fijar el
tipo social que está construyendo el porvenir de esta tierra y que se
ofrece como ejemplo a todos los pueblos del mundo” (Perón, Eva,
1948: 453-454, cursivas añadidas).
La idea de justicia social estaba fuertemente vinculada al imperativo de la produc-
ción. En el contexto de la posguerra se la visualiza como una necesidad imperiosa
para resolver los problemas mundiales y nacionales, para lograr la dignificación
del trabajador y constituir a la Argentina en un país civilizado. Ahora la civiliza-
ción se entiende básicamente como el aumento de la producción y del bienestar
del pueblo trabajador.32 “El aumento de la producción”, dice Eva Perón, “ha sido

32 El ministro Carrillo en la fundamentación técnica y económica de su plan de salud 1952-1958


plantea que “se trata de respaldar la economía de un país y el futuro de la Nación, con un ‘hombre
argentino’ apto para el trabajo y la lucha. Ese es el objetivo final de un Ministerio de Salud Pública
que sepa lo que tiene entre manos. El cuidado del capital humano, de su salud y capacidad de
producción, está demostrado que es un buen negocio. Todo peso que se invierte en Salud Pública
es una buena inversión para el Estado, porque dicho peso vuelve aumentado en un mayor número
de días de trabajo, rendimiento y producción, prolongación de la vida útil del hombre, reducción
100 Sonia Álvarez Leguizamón

siempre y lo será también en el porvenir, una necesidad de la colectividades huma-


nas y el índice que establece su grado de civilización…” (Eva Perón, 1948b: 463).
En lo que respecta a los imaginarios incrustados en los textos científicos so-
bre el surgimiento del peronismo, se encuentra también la alteridad de ese otro
rural, del campo, oscuro, atrasado que se condensa en el migrante interno. Fe-
derico Neiburg muestra en su sugerente libro Los intelectuales y la invención del
peronismo cómo los relatos sobre los orígenes del peronismo coinciden en esta
visión dual y dicotómica de la realidad argentina y del rol protagónico jugado, por
los migrantes del interior no siempre directamente a veces subsumida en el pueblo
o la argentina rural por oposición a la urbana (Neiburg, 1998). La aparición del
peronismo como fenómeno sociocultural y político es un momento donde esas
dualidades se activan de otra forma y cuyas narrativas en las ciencias sociales
pueden ser vistas, según Neiburg, como parte de las mitologías argentinas de la
crisis, donde los colectivos nación, la patria y el pueblo y sus relaciones eran com-
partidos por todos los que “–peronista o no– tomaron al peronismo como objeto de
sus interpretaciones, transformando los contenidos de cada uno de esos términos
en el campo de sus combates simbólicos, pero legitimando la relaciones entre ellos
y, así, contribuyendo a la invención del propio peronismo” (Neiburg, 1988: 134).
En este sentido la interpretación de Neiburg de los relatos señala las tensiones y
limitaciones de los cambios clasificatorios en las jerarquías sociales producidas
durante este período.33
“Para los nacionalistas populares o de izquierda, identificados con
el peronismo, como Jauretche y Hernández Arregui, el migrante del
interior sería el argentino negado por la oligarquía, que luego hace
aparición con el peronismo constituyéndose en la fuerza popular de
la nueva conciencia nacional. Es interesante puntualizar que la re-
presentación dignificadora del migrante en estos pensadores nacio-
nalistas, mantiene la del gaucho como la capa previa del cabecita
negra pero también como incivilizado.34 Hernández Arregui, a pro-
pósito del Estatuto del Peón promulgado por Perón, opina que este

de la invalidez prematura, ahorro de vidas que se pierden cuya pérdida puede evitarse” (Carrillo,
1975 [1951]: 72).
33 “En ningún otro lugar de las interpretaciones del peronismo muestran acuerdos tan profundos
como cuando se trata de describir su base social: el pueblo. Es un auténtico suelo común apoyado
en una visión dualista de la historia y de la sociedad argentina que encierra todas las posibilidades
de lo decible y de lo opinable. La polaridad mayor está contenido en la idea de las dos Argentinas,
una rural y otra urbana. Los intérpretes identificados con el peronismo asignaron el carácter de
lo verdaderamente argentino al primero de los términos de: el locus de la cultura nacional era el
ambiente rural del interior del país que había dado lugar a una estructura social particular, a un
tipo social, a una forma de vida”. (Neiburg, 1988: 126, cursivas nuestras).
34 La representación del gaucho como antecesor del cabecita negra está presente también en los
discursos de Eva Perón como vimos.
Formas de racismo indio... 101

‘reparaba una injusticia secular, un crimen político innombrable,


ejecutado por la oligarquía mitrista. El descendiente de los gauchos
era redimido ahora, devuelto a su familia, manumitido del régimen
de trabajo servil. Eran esos peones, hijos de madre sin padre civil,35
los que retornaban con el vendaval de la historia nacional construida
para ellos’” (1960: 395, en Neiburg, 1988).
A este proceso de homologación histórica de los sujetos subalternos Neiburg lo
llama “aleación racial” que se sintetiza en la figura del gaucho convertido en clase
revolucionaria para Jauretche y otros. Los motes utilizados son también raciales
como el caso de Abelardo Ramos quien explica la subsunción del gaucho, en peón
y de éste en obrero industrial y en clase revolucionaria. Para Ramos, la transfor-
mación de la estructura agraria del siglo XIX había hecho reencarnar el gaucho en
el peón de estancia, la industrialización posterior de los años ‘30 había provocado
la reencarnación del peón de estancia en el nuevo obrero industrial (Ramos, 1956,
en Neiburg, 1988: 128 y 129). En Ramos se observa una visión racial sobre todo
en la idea de la criollización de la clase obrera de población proveniente de las
“provincias interiores”, así como la construcción evolucionista descalificante de
las formas de vida “naturales” de este sujeto ahora “histórico”.
“Se trata de una criollizacion de la clase obrera”, ‘las fabricas incor-
poraron a los criollos de nuestras provincias interiores que vivían en
plena economía natural, mal comían como peones de estancia o mal
dormían como jornaleros de chacras. Estos obreros de origen rural
serían los primeros que la corriente de la oligarquía despechada y
ciega llamaría ‘cabecitas negras’” (Ramos 1956: 352, en Neiburg,
1988: 129).
La apelación de natural a la vida de las poblaciones indígenas fue una de las más
importantes en la construcción colonial del indio pues remite a lo más primitivo en
el pensamiento occidental (Todorov, 2007; Mignolo, 2002). Esa vieja nominación
de origen colonial no se ha perdido, todavía se oye decir “los naturales”.
Hernández Arregui caracteriza como sigue esta subsunción:
“el más antiguo o napa profunda americana, hinca sus raíces en el
pasado, se conserva enclavado en las estructuras geográficas y la
cultura colectiva conservadora de la población criolla arcaica de
raíz hispánica y casi no mezclada con la posterior inmigración […]
Tiene su centro de irradiación en esta área cultural, verdaderamen-
te nacional, en las provincias mediterráneas del norte. El estrato

35 Esta asignación de güero (sin filiación) del gaucho se observa también en las preocupaciones que
atraviesan el pensamiento moralista de los higienistas vinculado a que el descenso de población se
debe a uniones no contractuales.
102 Sonia Álvarez Leguizamón

cultural más reciente, en cambio está en las grandes ciudades y en


las provincias litorales ligadas a Buenos Aires sede de la oligarquía
ganadera” (1973).
La nominación de “provincias interiores” en Abelardo Ramos y las “provincias
mediterráneas del norte” por oposición a las “provincias litorales ligadas a Buenos
Aires” en Hernández Arregui, nos acerca al imaginario del interior que venimos
señalando, no son cualquier provincia, son sobre todo las del norte. Por otra parte,
también este nacionalismo repite la creencia del discurso desarrollista y civili-
zatorio en el sentido que la mezcla de la migración de ultramar no colonial fue
un elemento modernizante y los espacios que no tuvieron esas mezclas, son vis-
tos como espacios con “población criolla arcaica”. Tanto Arregui como Jauretche
consideran que estas poblaciones poseen una “economía simple” y “natural” con
predominio de la “tradición”.36
La visión desarrollista de la sociología científica seria para Neiburg el reverso
simétrico de esta narrativa nacionalista. En el caso de los tipos sociales construi-
dos por la sociología científica, se mantienen estas dualidades: la moderna y la
tradicional, la rural y la urbana, el interior y el centro, la nueva y la vieja clase
obrera. Aparecen como nuevas: el paternalismo vs. la democracia, la tendencia al
totalitarismo vs. la búsqueda de la democracia moderna, comportamientos autó-
nomos vs. heterónomos, la norma como la construcción de sindicatos y partidos
obreros y la desviación “el populismo autoritario de masas”: el peronismo.
La teoría de la modernización de Germani esta imbuida de las ideas desa-
rrollistas que surgen a mediados del siglo XX, donde en general lo que antes era
considerado atrasado desde una visión neoevolucionista y racista ahora es visto
como subdesarrollado y periférico, constitutivo de desequilibrios al interior de la
nación. Así Germani afirma que
“la existencia de áreas ‘periféricas’, el hecho de que quedaran gran-
des zonas del país en condiciones de subdesarrollo y que el proce-
so de incorporación progresiva de los habitantes a la vida nacional
solo se produjera, en realidad, en las áreas ‘centrales’, en la región
litoral y en las zonas de alta urbanización, mientras el ‘interior’
quedaba completamente al margen, y que lo mismo ocurriera con
sectores rurales del litoral, constituía otro factor de desequilibrio de
fundamental importancia para la evolución posterior” (1965: 223,
cursivas añadidas).

36 “Los rasgos de esta forma de vida ‘auténticamente nacional’ son una economia simple o natural,
fuertes lazos naturales extendidos al terreno de la política bajo la forma de un sistema paternalista,
predominio de la tradición y de las costumbres, búsqueda de la satisfacción de las necesidades in-
mediatas” (Hernández Arregui, 1957: 170-183 y Jauretche, 1959: 15 y 21-23, citado por Neiburg,
1988: 128).
Formas de racismo indio... 103

Para esta visión evolucionista desarrollista tendiente a lograr una “sociedad in-
tegrada”, el relato sobre los orígenes del peronismo da un rol fundamental a los
migrantes del interior y a su peso demográfico en lo que llama los “trabajadores
nuevos”. Germani lo denomina, un extranjero sui generis, que no era originario
del otro lado del océano, sino de aquella “otra” argentina, rural y tradicional.
Esa nueva población, según él, no se integró a la clase media urbana, como había
sucedido con los europeos, sino que conformó una nueva “clase obrera”. Cree que
en su carácter tradicional y su experiencia en relaciones de patronazgo, están las
razones para buscar liderazgos caudillistas y autoritarios como el de Perón. Este
mismo carácter sería también una de las trabas para acceder al desarrollo y a la
modernidad (Germani, 1988: 95-135). Esta visión ortodoxa de los orígenes del
peronismo fue cuestionada por diversos autores y corrientes del pensamiento polí-
tico y de las ciencias sociales37 y dio lugar a inmurables debates.
En Germani se puede observar las diferencias no explícitas que se hacen entre
interior y litoral, es decir no todas las provincias extrapampeanas son interior, el
litoral está excluido. Por otro, su relato refuerza el sustrato previo de la condición
de extranjería sui generis de las poblaciones que vienen de estos territorios nacio-
nales (rurales y tradicionales) que conforman otra Argentina.
Más tarde en el tiempo Alain Rouquié, un historiador francés de la Argentina
y del peronismo, posee una representación similar de los orígenes del peronismo y
de las poblaciones de ese interior como mestizo y a su vez portador de inestabilida-
des similar a la de la sociología científica germaniana. Según Rouquié (1987: 63)
“las clases medias contemplan atemorizadas la invasión de los arra-
bales de las ciudades por un proletariado de sangre mestiza al que
se apresura a bautizar peyorativamente de cabecitas negras o direc-
tamente negros. A partir de entonces todos esos seres en busca de
rol y de seguridad aguardarán un milagro autoritario y alimentarán
la inestabilidad social” (cursivas añadidas).
Esta representación de la migración interna es la más generalizada en las ciencias
sociales y en el sentido común. En este imaginario, la obrerización de la migración
interna hace referencia a un proceso contrario al de blanquización representado
por la migración europea ultramariana de fines del siglo XIX. Se trata ahora de un
proceso de ennegrecimiento de la clase obrera. Los migrantes son los nuevos fo-
rasteros que traen un bagaje cultural tradicional y que invaden el espacio moder-
nizante, blanco y democrático del puerto. Como toda ruptura con los mitos, ésta
es traumática y amenazante sobre todo para los más creyentes en esta narrativa.
Para Adamovsky (2010) –quien considera que la constitución de las clases
medias y de los sectores populares en la Argentina está fuertemente asociada con

37 Ver Neiburg, 1988; Murmis y Portantiero, 1972; entre otros.


104 Sonia Álvarez Leguizamón

la irrupción del peronismo– éste es el momento en que esa imagen de la ciudad


blanca se rompe y reaparece resignificada más tarde ante situaciones similares:
“La irrupción del ‘hecho maldito’ del peronismo significó un trau-
ma para buena parte de los argentinos, acostumbrados a imaginarse
parte de una nación blanca, ‘decente’ y Europea. Pocos hechos lo
grafican mejor que la manifestación del 17 de octubre de 1945, vi-
vida por muchos como una verdadera invasión. Un grupo humano
hasta entonces inadvertido plantó su presencia en el corazón de la
ciudadela liberal. Sus patas refrescándose en la fuente le dieron la
desmentida a aquella imagen hegemónica de la nación, que nunca
pudo terminar de aceptar que las clases plebeyas pudieran ocupar
un lugar central y visible en la alta política. La identidad de clase
media nació en esos años: fue el modo en que mucha gente pudo
diferenciarse de esos ‘negros’ que ahora se pretendían protagonistas
de la historia nacional. El trauma peronista reapareció varias veces
en la historia y todavía hoy la cultura argentina sigue surcada por las
tensiones que él provoca” (cursivas añadidas).
Adamovsky plantea que hay una continuidad entre el “cabecita negra” y el pi-
quetero y pone en cuestión la narrativa racista de la Argentina como una nación
blanca y europea. Comparte la misma representación de Torrado acerca de que esa
clase estaba inadvertida en Buenos Aires. Considero que la invisibilización es un
sentimiento de clase. El provinciano obrero y los trabajadores invisibilizados sin
embargo aparecen en las telenovelas porteñas de los ‘60, sobre todo las mujeres
que se desempeñan como empleadas domésticas en algún papel siempre secunda-
rio, y son bochornosamente subcalificadas, haciendo una pintura del personaje con
modales serviles, aniñados y una tonada que la denuestan como no perteneciente
al lenguaje y los tonos “apropiados” de esa ciudad “decente”. Es interesante como
Adamovsky usa la palabra decente para la ciudad de BA en general, no sólo para
las clases “decentes”, lo que muestra las valoraciones de esta configuración social
entre ciudad capital “decente” y provincias no decentes en referencia a esos estilos
de distinción social que conforman la configuración social.
Veíamos en la introducción que la racialización de clases de la configuración
hegemónica porteña tiene en el sujeto político de la clase obrera del peronismo
su antítesis. El sujeto colectivo al que se hace referencia se nomina de diferentes
formas: clases plebeyas, sectores populares, subclases o directamente con los ape-
lativos raciales que los han constituido como cabecitas negras u obreros criollos,
o alterizados como los “migrantes internos”.
Explicaciones actuales del mismo hecho reproducen de otra manera ese ima-
ginario y la aleación racial de la “migración interna” (de gaucho a cabecita negra)
pero en otro registro. Feinmann (2007) un filósofo mediático del presente, homo-
Formas de racismo indio... 105

loga al nacido fuera de BA al campesino, con la misma representación anterior, el


de ser portadores de una cultura natural “pura”. Para él la migración se origina lue-
go de 1929 y la Primera Guerra Mundial cuando comienzan a desarrollarse “taller-
citos” en BA. En su representación del migrante está embutida la del revisionismo
histórico, en el sentido de la denuncia de las relaciones de semiservidumbre en el
campo que llama feudal.38 Cuando se refiere al migrante hace mención al cabecita
negra y al aluvión zoológico. Podemos observar también en este texto el desprecio
de Feinmann por la generación que fue protagonista de las luchas sociales de los
‘70. Veamos como desarrolla estas argumentaciones.
“Los campesinos abandonan los feudos de las provincias e inun-
dan la Capital. Son los nuevos migrantes. Los migrantes internos
a los que Evita llamará ‘mis grasitas’. La oligarquía, ‘la negrada’.
Y el caudillo cordobés Amadeo Sabattini, ‘el aluvión zoológico’.
(Años después, los militantes de los setenta disfrutarán de esta frase
porque la unirán con un texto que devoraban: Los condenados de
la Tierra. Ahí, el africano argelino Frantz Fanon decía: ‘Cuando el
colonizador se refiere al colonizado acude al bestiario’. Y los del
setenta dirán: ‘Es lo mismo: Argelia y Argentina. Dos expresiones
en la lucha por la liberación nacional’. ¿Se equivocaban?) […] ‘Los
migrantes inundan la ciudad opulenta y vienen con la pureza del
campesino.39 Esta ‘pureza’ significa algo que la izquierda lamentará:
no tienen experiencia sindical. No tienen trayectoria obrera. Sigo un
poco un libro clásico: el de Murmis y Portantiero”.40
Luego, diferenciándose de estos últimos autores explica que no sólo habían mi-
grado antes en la década de los ‘40 sino sobre todo en los ‘30 a los “tallercitos”
de BA. Para Feinmann además el peronismo se caracterizaría fundamentalmente
por la cooptación de parte de Perón de un nuevo sujeto político que el peronismo
“descubre” para construir su poder. En este sentido su teoría es parecida a la del
revisionismo pero no desde una mirada dignificante sino funcional. El sujeto sigue
siendo el “migrante”, no es el trabajador, sea cual sea su procedencia. Este sesgo
discriminatorio de clase que no puede identificarlo como una clase subalterna y
sí población migrante reproduce el mismo prejuicio que denuncia, más allá que
denueste a la “oligarquía patricia” como la más racista. Dice Feinmann:

38 Sabemos que esta denominación europea para formaciones sociales ha sido puesta en cuestión por
la teoría dependentista, que ha mostrado que no se puede aplicar para el caso de América Latina
donde se desarrollan relaciones de semiservidumbre junto y articuladas a la profundización del
capitalismo.
39 La pureza campesina para Feinmannn no sabemos qué significa, si realmente cree en algún tipo de
pureza y cuál sería para él, aplicada al campesino.
40 La teoría de estos autores que no hemos desarrollado, si bien hacen referencia a la falta de experi-
encia sindical es mucho más compleja y sistemática.
106 Sonia Álvarez Leguizamón

“‘¿Qué es el peronismo?’ El peronismo es la construcción de poder


que el coronel Perón hizo a partir de 1943 hasta subir al gobierno
en 1946. Vio, él, algo que nadie había visto. […] Perón vio que los
migrantes estaban desamparados y empezó a trabajar esa materia
prima para construir, con ella, la base social de su poder. […] Creó
sindicatos para los migrantes. Le pidió prestado a Cipriano Reyes
el Partido Laborista y los migrantes tuvieron un partido. Hizo mu-
chas otras cosas. Pero básicamente una: descubrió al nuevo sujeto
de la historia y supo cómo captarlo” (cursivas añadidas).
El paternalismo miserabilista41 y el desdén por ese sujeto, en su visión acerca de
que Perón trabajó esa “materia prima” de migrantes desamparados, es también
evidente.
Dalle, un joven sociólogo preocupado por la estructura social argentina que
retoma la clásica dicotomía entre civilización y barbarie y propone una hibrida-
ción entre la civilización y la barbarie actual, también tiene una postura miserabi-
lista del migrante interno. Veamos cuáles son sus representaciones en textos donde
se analiza la manera en que esta dicotomía se activa, en la gesta del 17 de Octubre.
En las referencias a los historiadores porteños que hace Dalle (2008) de la des-
cripción de este evento, se pueden observar detalles sobre cómo se representan sus
formas de vida: “espectros” de la “civilización”, de “rostros mestizos”, de modales
“rudos”, “rostros atezados, brazos membrudos, torsos fornidos, con las greñas al
aire y las vestiduras escasas”, vestidos con “resto de brea, grasa y aceite”. Como
diría Elías, aquellos que portaban una estructura de sentimiento y de modales no
acordes con la civilité porteña. Para indagar cuáles son sus representaciones y
concepciones sobre el “interior”, sobre las clases subalternas asociadas a la barba-
rie en Dalle, hemos elegido un párrafo largo. Observamos una revisita a las ideas
del revisionismo histórico sobre el peronismo y la importancia que tiene en esta
corriente el “cabecita negra” como sujeto histórico de ese movimiento (Jauretche,
1967; Hernández Arregui, 1973; Scalabrini Ortiz, 1973; Félix Luna, 1988, Nei-
burg, 1998), al mismo tiempo que se observa en ellos descripciones y visiones que

41 Tomo este dispositivo que practican ciertos sectores de poder de un análisis que hace Silvia Rivera
Cusicanqui de la construcción de imágenes de indios y mujeres en un álbum de la Revolución
(1954) boliviana. El miserabilismo sería la creencia, la práctica y la retórica que reconoce las
condiciones de miseria y explotación de los sectores subalternos pero no su condición de sujetos
históricos o de clases en lucha, lo que produce un efecto de anonimato colectivo; “…el misera-
bilismo en la representación de los sectores subalternos resultan un arma de gran utilidad. Esta
noción le permite a las clases dominantes la objetivación y subalterniazación de estas poblaciones,
y la legitimación del clientelismo como nuevo modo de dominación anclado en redes escalonadas
y verticales de manipulación y dominio. La noción de miseria, al igual que las más moderna de
pobreza, despojan a los actores populares (indígenas, mujeres, trabajadores) de su condición de
sujetos de la historia” (2005: 171-172).
Formas de racismo indio... 107

abonan la subalternidad de este sujeto racializado y con modales alterizados, en


relación a las etiquetas porteñocentradas.
Con el objeto de hacer más inteligible el pensamiento de Dalle y para visibi-
lizar esta construcción colectiva de las ciencias sociales y el ensayismo porteño,
hemos incluido en cita a pie, algunos de los párrafos a los que remite y con los que
dialoga como referentes de autoridad, a través de citas o frases que hace suyas.
“A mediados del siglo XX, cuando se la creía vencida, la barbarie
irrumpió en escena a través del peronismo. El 17 de octubre de 1945
es su acontecimiento paradigmático. Los trabajadores de la perife-
ria de la ciudad, la mayoría migrantes internos, hijos seguramente
de los criollos y aborígenes vencidos con sus rostros mestizos, su-
fridos pero esperanzados invadieron la Plaza de Mayo para apoyar
al líder encarcelado. No sólo llegaron al centro de la gran ciudad
sino que también pusieron sus patas en la fuente. ‘Los baluartes de
la civilización fueron invadidos por espectros que se creían aniqui-
lados’ (Martínez Estrada, 1983: 341).42 Era el subsuelo sublevado de
la patria como lo definiera Scalabrini Ortiz,43 el ‘aluvión zoológico’
que estaba allí para recordarle al país que era mucho más que una
gran ciudad y un bello paisaje. El peronismo fue su canal de expre-
sión política, el movimiento que otorgó sus derechos sociales y en
términos culturales su medio de reivindicación simbólica. Pero el
peronismo persiguió y censuró a otro sector de la sociedad –parte
de la intelectualidad y las clases medias– por considerar a su pro-
yecto extranjerizante. […] Las Montoneras federales y los malones

42 “Los baluartes de la civilización habían sido invadidos por espectros que se creían aniquilados, y
todo un mundo, sometido a los hábitos y normas de la civilización, eran los nuevos espectros de
lo cierto y de lo irremediable. Conforme esa obra y esa vida inmensas van cayendo en el olvido,
vuelve a nosotros la realidad profunda. Tenemos que aceptarla con valor, para que deje de pertur-
barnos, traerla a la conciencia, para que se esfume y podamos vivir unidos en la salud” (Ezequiel
Martínez Estrada, 1983, párrafos finales, cursivas añadidas).
43 “Corría el mes de octubre de 1945. El sol caía a plomo sobre la Plaza de Mayo, cuando inespera-
damente enormes columnas de obreros comenzaron a llegar. Venían con su traje de fajina, porque
acudían directamente desde sus fábricas y talleres. [...] Frente a mis ojos desfilaban rostros ateza-
dos, brazos membrudos, torsos fornidos, con las greñas al aire y las vestiduras escasas cubiertas
de pringues, de resto de brea, de grasas y de aceites. Llegaban cantando y vociferando unidos
en una sola fe. […] Un pujante palpitar sacudía la entraña de la ciudad. [...] Era el subsuelo de
la patria sublevado. Era el cimiento básico de la nación que asomaba, como asoman las épocas
pretéritas de la tierra en la conmoción del terremoto. [...] Éramos briznas de multitud y el alma de
todos nos redimía. Presentía que la historia estaba pasando junto a nosotros y nos acariciaba suave-
mente como la brisa fresca del río. Lo que yo había soñado e intuido durante muchos años, estaba
allí, presente, corpóreo, tenso, multifacetado, pero único en el espíritu conjunto. Eran los hombres
que están solos y esperan que iniciaban sus tareas de reivindicación. El espíritu de la tierra estaba
presente como nunca creí verlo”. (Raúl Scalabrini Ortiz, 1973: 55, cursivas añadidas).
108 Sonia Álvarez Leguizamón

de los aborígenes del sur sucumbieron frente a ‘los servidores del


remigton, el telégrafo y la vía férrea’ (Félix Luna, 1988). ‘En este
proyecto (principalmente la versión sarmientina) la conceptualiza-
ción de las razas constituía un factor determinante: los europeos,
principalmente anglosajones representaban a la ‘civilización’, el ta-
lento y El Progreso. Por su parte la ‘barbarie’ estaba conformada por
las razas inferiores de indígenas, negros, españoles y la mezcla de
todos ellos: el gaucho’” (Dalle, 2008: 199-200, cursivas añadidas).
Dalle, en su compendio, resume las representaciones predominantes de las cien-
cias sociales (más allá de las diferentes posiciones políticas y teóricas de los au-
tores) y del sentido común, sobre todo en lo que hace a la caracterización de estos
sujetos y su condición fuertemente racializada. Además reproduce el discurso ci-
vilizatorio racial de una forma miserabilística, en el sentido que reconoce la dis-
criminación pero mantiene una interpretación racializada e inferiorizante de estos
sujetos, al afirmar las jerarquías fundantes de ese relato y denostar los “modales”
de la clase subalternizadas. Naturaliza así la construcción de clase de las elites con
autoconciencia “civilizada”. Aunque denuncie la discriminación, su propuesta y
su relato abonan un pensamiento similar –en su sustrato profundo– a la idea fuerza
de la superioridad blanca. Repite las mismas explicaciones de este sujeto histórico
del peronismo: el obrero descalificado por sus modales, su condición de clase, su
pertenencia a las provincias del “interior” y por su color de la piel oscuro, lo que
se sutura en una cadena de homologías con las poblaciones nativas, morochas o
indígenas.
Su concepción y representación de las poblaciones del “interior” construye una
cadena de homologaciones entre migrantes internos=trabajadores de la periferia
de la ciudad=hijos de criollos y aborígenes=vencidos=rostros mestizos=sufridos.
Además de la descripción de sus modales no “civilizados”. Usa una frase muy sig-
nificativa: estos trabajadores, ese día, “pusieron sus patas en la fuente”, en Plaza
de Mayo. Esta frase se repite insistentemente en muchas descripciones de científi-
cos sociales que se refieren a esta gesta. La reiteración, dada la condición mayori-
taria de clase media de estos académicos, muestra en algún sentido que comparten
los relatos de las clases superiores que reproducen una representación de las clases
trabajadoras (las del interior “morocho”) no acordes a la etiqueta de la configura-
ción de la clase superior. Estos trabajadores “morochos” y del “interior” muestran
comportamientos no acordes con las “buenas maneras” de la “gente de mundo” de
esa ciudad que no pone las patas en la fuente.
Una síntesis que hace Juliana Marcús (2010) del 17 de Octubre afirma que
la importancia demográfica de la población de otras provincias en Buenos Aires
“no logró modificar el imaginario social y cultural que implicaba la consideración
de Buenos Aires como “ciudad blanca”. Sin embargo también usa términos que
hacen referencia a la idea de aluvión que da cuenta de la amenaza y la sensación
Formas de racismo indio... 109

de “invasión”44 que remite a conceptos como “oleadas migratorias” de “migran-


tes internos” y de países “limítrofes”, pero paradojalmente sujetos invisibilizados.
La ciudad, se dice, era inundada por oleadas migratorias o de migrantes, “recién
llegados” “los ajenos a la ciudad” “no participaban de la sociedad normalizada”
y de sus formas de vida. La sociedad tradicional normalizada (J. L. Romero) y
sus formas de vida son un eufemismo para hablar de las clases de la configuración
hegemónica blanca que niega, considera ajenas, invasoras, aluvión, a estas otras
clases oscuras, no blancas.
“Afianzado aquel imaginario que sostenía el carácter europeo de
Buenos Aires se suceden oleadas migratorias hacia el Gran Buenos
Aires, sobre todo entre 1930 y 1976, conformadas ya no por migran-
tes de ultramar, sino por migrantes internos y de países limítrofes,
fenómeno que convive con aquella representación y la contradice.
A comienzos del siglo XX la mitad de la población de Buenos Ai-
res era extranjera. Pero en 1960 los migrantes internos alcanzaban
el 90% de la población trabajadora masculina y el 58% de la fe-
menina (Recchini de Lattes, 2000, citado en Gorelik, 2004: 92), y
sin embargo esta presencia numerosa no logró modificar el imagi-
nario social y cultural que implicaba la consideración de Buenos
Aires como ‘ciudad blanca’. Esto fue posible porque ‘desde finales
de los años ‘30 la ciudad Capital […] opera un repliegue cultural
e institucional sobre sí misma que le permite desconocer todo lo
nuevo que se estaba produciendo más allá de su borde formal, en
los nuevos suburbios metropolitanos’ (Gorelik, 2004: 93). La ciu-
dad tradicional o ‘sociedad normalizada’, como la llamó José Luis
Romero (1986), no comprende la magnitud del fenómeno social
y urbano que comienza a emerger en los márgenes de la ciudad.
Las masas ignoradas irrumpieron en 1945 en la Capital Federal en
los comienzos del peronismo y sus integrantes fueron descalifica-
dos con el mote de ‘cabecita negra’. En los años ‘50 comenzaron
a ser percibidas como una amenaza a los valores culturales de la
clase media porteña. Sin ingresos fijos ni suficientes, alojados en
viviendas precarias, constituyeron un mundo dos veces marginal:
porque habitaban en los bordes urbanos y porque no participaban
en la sociedad normalizada ni en sus formas de vida. ‘Se veía que la
ciudad se inundaba, y el número de los recién llegados, de los aje-

44 Para Gordillo (2016) el malón sería como la metáfora más profunda de la invasión. Se trata de una
“historia corporal y espacial, centrada en el recurrente regreso del malón como emblema de una
multitud indígena-negra-mestiza que es expansiva y vectorial y por eso amenaza la utopía geográ-
fica de una Argentina Blanca”.
110 Sonia Álvarez Leguizamón

nos a la ciudad, siguió creciendo a una velocidad mayor que la que


desarrollaron para alcanzar los primeros grados de integración. Los
inmigrantes internos traían vivo el recuerdo de su lugar de origen’”
(Romero, 1986: 323) (Marcús, 2010, cursivas añadidas).
Marcús si bien describe su situación de marginalidad, opina que este problema fue
producto de un “desconocimiento” de las transformaciones sociales que estaban
sucediendo, eran “masas ignoradas”,45 lo que le niega su carácter de clase. Llama
la atención la insistencia del diagnostico de incomprensión, desconocimiento, in-
visibilización de estos sujetos en las reflexiones de estos cientistas sociales, cuan-
do se trataba de trabajadores industriales, “de tallercitos”, empleados públicos,
empleadas domésticas, aunque estuvieran localizados en los “bordes urbanos”,
hubieran nacido en otra ciudad o en otro pueblo. Reaparece también este ima-
ginario naturalista del “interior” embutido en la frase de José Luis Romero “los
inmigrantes internos traían vivo el recuerdo de su lugar de origen”, ¿acaso los
migrantes europeos no lo traían también?
Una interpretación no racializada o inferiorizada del cabecita negra como
sujeto histórico es la del antropólogo46 Hugo Ratier. Para él los “villeros” que estu-
dia en BA son sociológica y políticamente los herederos del “cabecita” mostrando
como el “ciudadano medio” de Buenos Aires, descendiente de europeos, se sumó
al eco de la prédica antiprovinciana, denigrando y burlándose de este nuevo actor
político. Para Ratier la discriminación y el racismo son mecanismos ideológicos
tendientes a controlar, inferiorizar e inmovilizar sujetos dentro de una relación de
poder, sobre todo a aquel que resulta amenazante a esa clase media y a sus obje-
tivos políticos.47 La condición de las clases subalternas que refiere al “migrante
interno” resulta en Ratier producto de la desigualdad y la explotación no de su
apego a la tradición, como plantean las mayorías de explicaciones sociológicas
que hemos venido analizando ni por su condición rural, denigrada y esencializada
por muchos.

45 La palabra masa, se refiere en el imaginario a una agregación homogénea en el sentido de que


actúan de igual manera por lo general llevados por un líder, no diferenciables, pero heterogéneos
socialmente, careciendo de un pasado común de “reglas de comportamiento” y estructura organi-
zativa.
46 Rosana Guber (1999) analiza la génesis de la antropología urbana y la importancia del análisis del
“cabecita negra” en la trayectoria de Hugo Ratier, uno de los primeros antropólogos que constituye
esta subdisciplina. Muestra cóomo esta tradición en los ‘70, dialogaba con la de la sociológica de
la marginalidad de Nun, a partir de temas fundamentales a la construcción de la nación como el
“cabecita negra” y estudios socio antropológicos en villas. Plantea la importancia que tuvieron los
estudios de Ratier (1967, 1971a, 1971b) sobre villeros y sus análisis histórico políticos del rol de
los “cabecitas negras”, en las movilizaciones peronistas.
47 “…Cuando el cabecita está en avance suscitan la imagen de un sector salvaje al que es necesario
controlar y reprimir o, cuando está en repliegue, crean una imagen de desamparo que pretende
justificar su asistencialización (Ratier 1971a: 109, en Guber, 1999).
Formas de racismo indio... 111

Para Guber (1999), Ratier en esto coincidía con otros antropólogos sociales
que no exotizaban al medio rural mostrando cómo los trabajadores del interior en
Buenos Aires forman parte de clases subalternas. En este sentido Ratier argumenta
que el epíteto de cabecita negra es “anti-nacional”: designa un fenómeno social
argentino nacido de la contradictoria organización centralista de la Argentina, y de
la resistencia del interior a las pretensiones europeizantes de las elites. ¿Quiénes
son los “cabecitas”? “¿Es que antes no había?”. Según Ratier “Los hubo desde
siempre” (1971a: 9), desde la población indígena y la subsiguiente mestiza, más
visibles en las regiones del Noroeste y el Nordeste”.
En su descripción no usa sugestivamente la categoría conceptual de “migran-
te interno”, sino la de emigrados de sus pueblos natales. Radicalmente diferente a
la construcción porteñocentrada de migrante interno. Al igual que Neiburg, Hugo
Ratier, considera que la adscripción de los “cabecitas” a un nuevo movimiento
político fue fundamental en esta construcción subalternizada de estos sujetos co-
lectivos. Movimiento denostado por los liberales conservadores y también por la
“izquierda tradicional”, cada sector por distintos motivos, según el autor. Ambos
exaltan el primitivismo cultural de los recién llegados a la ciudad-puerto y a la po-
lítica. “¿Clase obrera? Cierta izquierda se resiste a admitirlo” (Ratier, 1971a: 32).
“…la endémica desigualdad regional fue la causa profunda de la
expulsión de población o migración interna que desde 1930 pasó
a integrar las filas trabajadoras del ‘período sustitutivo de importa-
ciones’. ‘La masa campesina que se desplaza hacia las ciudades, en
particular hacia Buenos Aires, está compuesta en su mayoría por
peones, minifundistas, changarines’ (1971a: 31). Son los ‘nuevos
obreros’, ‘la mano de obra que acude a manejar tornos y balanci-
nes [que]48 proviene de las provincias interiores’ (1971a:30). Los
‘cabecitas’ eran, en principio, estos trabajadores emigrados de sus
pueblos y provincias natales. Pero el choque se daba también en
otro plano, pues a mediados de los ‘40s estos migrantes internos y
nuevos obreros ‘…eran una masa triunfadora. Ellos engrosaron las
columnas obreras del 17 de octubre de 1945’ […] Allí estaba el ma-
tiz político que puso sal en el enfrentamiento cuasi racista de porte-
ños y provincianos: ser ‘negro’ era ser peronista, y viceversa. Y los
‘negros’ pisaban fuerte” (1971a: 13). “El doctor Mosca, candidato
a vicepresidente por la Unión Democrática, dice: ‘Turbas asalaria-
das... hordas analfabetas y alcoholizadas...alimañas embrutecidas’
[…] el ‘aluvión zoológico’ del inefable Sammartino, sujetos a las
más bajas apetencias, tropa fácil de arrear mediante torpes recursos
demagógicos. [...] Todas las armas son buenas en el enfrentamiento,

48 A trabajar a los “tallercitos” según la palabra despectiva usada por Feinmann.


112 Sonia Álvarez Leguizamón

incluido el prejuicio racial. Son ‘negros ensoberbecidos’, ‘cabecitas


negras’” (1971a: 32), (Ratier en Guber, 1998, 113-115).
Se observa una insistente remisión al mundo rural o campesino en la mayoría
de las tematizaciones sobre la “migración interna” a Buenos Aires, siendo que
estudios demográficos en provincias han demostrado que no necesariamente esa
migración fue rural/urbana sino, muchas veces del campo de esas provincias a sus
ciudades capitales, y de allí a la ciudad de Buenos Aires.

Reflexiones científicas sobre estructura social y racismo indio en el presente


Estamos al principio de un siglo y, por otro, en los festejos del bicentenario de la
construcción de la nación Argentina. Estos momentos tienen una alta densidad
metodológica, se activa la memoria de largo tiempo y se hacen revisiones so-
bre cuestiones muy caras a la nacionalidad, como quiénes somos, cómo estamos
constituidos. Se hacen visibles preocupaciones sobre lo que la ciencia social ha
llamado con el nombre de “estructura social”, conciencia “nacional” o de auto-
conciencia de lo que somos, también denominado como “identidad cultural”, en
el ámbito de la antropología. Las conmemoraciones rituales y el financiamiento
para publicaciones, activan ese pasado, lo reactualizan y le dan un nuevo signifi-
cado. Asimismo surgen estudios sobre racismo en la ciudad de BA que eran muy
escasos, dada la negación de esta situación, así como la invisibilidad social de esta
tematización.
Margulis y Urresti (1998) han desarrollado una conceptualización particular,
que llaman “racialización de las relaciones de clase” cuyos sujetos coinciden con
lo que llamo el racismo del indio interior y exterior a BA.49 La racialización de las
relaciones de clase que observan en esa ciudad alude a lo que consideran una de las
“formas de discriminación más potente e insidiosas y que mayor in-
fluencia posee en la vida social y cultural: la discriminación dirigida
hacia un sector de la población que lleva en el cuerpo las marcas de
su origen indígena o mestizo, y cuya presencia en la gran ciudad se
torna visible sobre todo con las migraciones laborales, provenientes
del interior del país o de los países limítrofes, aceleradas a partir de
1930” (cursivas añadidas).
Una de sus hipótesis principales señala que “estos procesos discriminatorios sur-
gen del fondo de la historia nacional y latinoamericana y están profundamente
ligados a las relaciones de clase”. La expresión “racialización de las relaciones de

49 Si bien es uno de los pocos trabajos sistemáticos con mucha riqueza y profundidad que aborda
el tema, no vincula este fenómeno directamente con la condición neocolonial del racismo indio
aunque sí hace referencia a ese pasado colonial constitutivo, sin referirse a la tradición latino-
americana que aborda la temática salvo a González Casanova, las fuentes teóricas son sobre todo
europeas.
Formas de racismo indio... 113

clase”, alude no sólo a la forma de constitución histórica de tales relaciones, sino


también a las formas de “construcción social de sentido, a la gestación de valores,
formas de apreciación y modelos estéticos que son consecuentes con las clasifica-
ciones sociales y que contribuyen a reproducirlas”, están profundamente insertos
en “nuestros códigos culturales y asoman impensadamente en nuestros mensajes
y en nuestros actos”.
“Es consecuente por lo tanto, que quienes son objeto de estas for-
mas de discriminación se encuentren entre los más pobres, aquellos
que habitan en zonas periféricas y marginales o en tugurios urbanos.
La pobreza y la marginación social y espacial están vinculadas con
la discriminación a través de relaciones sutiles y a su vez agregan,
por sus consecuencias, nuevos estímulos para alimentar la suspica-
cia, el recelo y el rechazo” (Margulis y Urresti, 1998: 9).
Creemos sin embargo que es muy probable que este racismo sea el que constituye
a esos sectores en subalternos y por lo tanto como consecuencia, luego, las relacio-
nes racializadas construyen las clases subalternas y no su opuesto como plantean
estos autores. Lo mismo para la segregación espacial y la condición económica de
pobreza. Estos sujetos racializados son discriminados para acceder a posiciones
sociales de mayores ingresos y por ende confinados a la “periferia” de la ciudad
o en tugurios urbanos.50 No son esencialmente pobres como las creencias raciali-
zadoras sostienen.
Veamos quiénes son los sujetos racializados que encuentran los autores, sus
características y como los clasifican. Dice Margulis (1998):
“...para analizar los procesos de discriminación que estamos inves-
tigando acuñamos el concepto complejo [...] de racialización de las
relaciones de clase, luego de comprobar que las manifestaciones de
exclusión, discriminación y rechazo están dirigidas, al menos en el
área metropolitana de Buenos Aires [...] a grupos o integrantes de
esos grupos que poseen las siguientes características: rasgos corpo-
rales (propios del mestizaje en América Latina), origen migratorio
(de países limítrofes o provincias del interior), ubicación desven-
tajosa en las posiciones de clase (pobreza, marginación, menores
oportunidades), formas culturales (vinculado con su origen migra-
torio y también con la pobreza y con la marginación urbana). Se
asocian así varias características que se acercan a la heteroglosia:
discriminación sustentada en el cuerpo, en la clase, en la cultura

50 Esta categoría nativa es usada en BA para referirse generalmente a zonas o viviendas precarizadas
del centro y de la periferia de la ciudad. Tugurio tiene una carga descalificadora (vivienda mal
acondicionada, pequeña y miserable; choza o casilla de pastores, según diversos diccionarios).
114 Sonia Álvarez Leguizamón

y en la extranjeridad (a muchos migrantes del interior se les aplica


metonímicamente, el mismo rechazo xenófilo que a los inmigrantes
de países limítrofes)” (1998: 47, cursivas añadidas).
Entonces los rasgos corporales vinculados sobre todo a la piel oscura de ese mesti-
zaje, el origen migratorio externo e interno y su situación de clase subalterna junto
a rasgos culturales poco precisos, sería lo que caracteriza a las poblaciones racia-
lizadas. La enumeración de los grupos racializados en BA se sintetiza en lo que he
llamado racismo indio y que los autores llaman heteroglosia o que se argumenta
como metonimia (a los migrantes del interior se les aplique metonímicamente la
xenofobia contra el migrante limítrofe). Que en realidad es sólo el boliviano o el
peruano, y en menor medida el paraguayo, los que muestran en sus cuerpos ese
ascendiente. Esa metonimia no es otra cosa que la misma condición que habilita
a la extranjería.51 Una argumentación compleja y equivoca pero que da luz sobre
la subsunción en estos sujetos del racismo indio porteño. El migrante interior, esa
figura que ha construido el sentido común y las ciencias sociales corporiza ese
indio. La racialización no se aplica a migrantes de otras provincias que no mues-
tran en su piel esta marca. La metonimia se expresa corporizada en el boliviano,
el bolita, el migrante de color de piel oscura: son los descendientes de poblaciones
nativas.
Un párrafo interesante donde se expresa esta subsunción racial, tanto en los
hallazgos empíricos como en las explicaciones teóricas, se puede visibilizar más
abajo.
“El modelo de pensamiento acostumbrado a emplear estereotipos y
prejuicios está apegado al autoritarismo y gruesas fallas en el ra-
zonamiento. No se maneja con personas, cada una con su historia,
sus características, sus defectos o virtudes, su desempeño particular,
sino con categorías que la definen a priori. Peruanos, bolivianos y
paraguayos y, en general, villeros (que incluyen desde luego a mu-
chos provincianos, asociados metonímicamente a las categorías que
hoy encabezan el estigma)52 son malos por naturaleza, son además
todos iguales y predecibles y, más allá de cualquier posible diferen-
cia individual, el pensamiento racista los considera inapelablemente
perniciosos” (1998: 27).
Es interesante hacer notar que el racismo en la práctica no es producto de fallas de
razonamiento, tampoco los prejuicios y las clasificaciones sociales que lo estruc-

51 Esta idea de que el migrante interno es tan extranjero como el boliviano por ejemplo, aparece en
otras teorizaciones y explicaciones como veremos.
52 Esto porque se está refiriendo al racismo contra bolivianos, peruanos y paraguayos acaecido a
finales de los ‘90 como veremos más adelante.
Formas de racismo indio... 115

turan, como lo han demostrado Mauss y Durkheim (1971 [1903]). Son el producto
de relaciones de poder entre grupos sociales que a partir de estos mecanismos
clasificatorios y sus representaciones sociales, los hacen aparecer como naturales.
La función de las clasificaciones es justamente naturalizar y reificar las relaciones
de poder a partir de mecanismos que parecen racionales y que, en realidad, son
del orden de los sentimientos, de las creencias que se construyen a partir de esas
desigualdades jerarquizadas. Eso que Margulis llama metonimia es otra manera de
mostrar lo que denominamos racismo indio, corporizado en diversos sujetos que
muestran sobre todo en el color de su piel rastros de ese pasado.
Aunque como dice el antropólogo Gordillo (2013) el color de la piel blanco
no necesariamente lo hace a uno racista o no todos los que tienen piel oscura perte-
necen a las clases subalternas. Para Gordillo los oscuros son aquellas poblaciones
con ancestros de sangre “indígena” como un reciente gobernador de Salta.
“De la misma manera que hay argentinos rubios y de ojos celestes
como Osvaldo Bayer que siempre han luchado contra La Argentina
Blanca, hay argentinos con sangre indígena como el ex-gobernador
de Salta Juan Carlos Romero que siempre han sido sus grandes de-
fensores. La Argentina Blanca es un proyecto político-espacial que
ha sido definitorio de la historia nacional: el intento de hacer del
país un espacio blanco y libre de indios-mestizos-negros, o por lo
menos un espacio donde no se note demasiado que la mayoría de
la nación es morocha. Este es un proyecto utópico y acosado por el
vértigo que le genera la imposibilidad de su realización ante la reali-
dad de las multitudes con rasgos indígenas (esos negros de mierda),
pero que ha definido a las elites nacionales desde las masacres de
gauchos lideradas por Sarmiento en Cuyo y las masacres de indios
lideradas por Roca y Victorica en Pampa-Patagonia y el Gran Chaco
hace ya más de un siglo” (2013, cursivas añadidas).
Adamovsky (2012, 2009-2015) realiza un interesante análisis de la estructura so-
cial Argentina, donde combina las dimensiones espaciales o “regionales”, de clase,
culturales (modales y la educación “adecuada”) y raciales. Desarrolla el concepto
de “régimen de clasificación” que sería el “ordenamiento concreto de un escalafón
social”, que para él no está dado sólo por la cuestión económica sino también para
aspectos culturales y raciales. A estos suma un componente que denomina “regio-
nal” y que vincula con el color de la piel o con aspectos raciales. En la explicación
de este componente se puede observar como el interior está vinculado con un cier-
to racismo indio del interior: “provincianos de tez morena, o pobres”.53

53 Dice el autor en su descripción de principios de siglo en BA: “También en Argentina, como en


muchos países latinoamericanos, la jerarquía de ricos y pobres coincidía y se superponía con las
de los colores de la piel; y como había regiones del país que tenían poblaciones más ‘oscuras’ que
116 Sonia Álvarez Leguizamón

Veamos someramente ahora algunas otras categorías nativas propias del ré-
gimen de conocimiento y representaciones del mestizaje del “nosotros porteño”,
como el de barbarie. Es llamativo cómo, a pesar de la fuerte crítica a esta idea
asignada a las clases subalternas y espacios políticos descalificados como el “in-
terior”, se mantiene en el lenguaje de algunos cientistas sociales argentinos, ya
entrado el siglo XXI. Pablo Dalle (2008), un sociólogo ocupado del análisis de
la estructura social argentina que sigue la tradición de Germani (ver por ejemplo
Dalle, 2010), en un estudio específico sobre estructura social anclado en preocupa-
ciones del bicentenario, desarrolla una teoría acerca de la identidad argentina muy
particular que continua la tradición racializada de la construcción nativo porteña
del “interior”, esta vez en forma de barbarie. Si bien Dalle estudia la estructura
social argentina desde una mirada clásica basada en el análisis del mercado de tra-
bajo y del empleo, en este ensayo afirma que en la Argentina el sistema de clases
se asocia con el origen sociocultural de las personas. A diferencia de los enfoques
anteriores críticos, su concepción reproduce las dicotomías fundantes del mito de
la construcción de la nación entre civilización y barbarie, asignándole a las clases
subalternas actuales, condiciones similares a una visión racializada (de barbarie) y
de la geopolítica nacional que ese mito encarna.
Para él esa identidad es hibrida, haciendo referencia teórica a Néstor García
Canclini (2001, 2004) un antropólogo argentino exiliado en México durante la
dictadura y que desarrolla el concepto de “culturas hibridas”, en los años ‘80.
Para Dalle, la identidad argentina tiene la barbarie metida en la civilización. Dalle
sigue usando las dicotomías fundadoras de la Generación del ‘80, neocoloniales
y raciales. No sólo considera a la barbarie sobreviviente a la civilización y les da
sentido en el presente, sino que entiende que lo híbrido de nuestra identidad estaría
hecho de ambas. Llama la atención otro elemento, el concepto de culturas hibridas
en Canclini se refiere a una propuesta para las culturas populares en América La-
tina, superadora de las dicotomías de tradición y modernidad más desarrollistas,
proponiendo que en vez de culturas populares se debe pensar en culturas hibridas,
en un sentido más plural que no remite para nada a una mixtura entre civilización
y barbarie. Dalle hace su propio desarrollo teórico de lo que entiende de la hibri-
dez entre civilización y barbarie, más allá y más aquí de Canclini. La hipótesis de
Dalle manifiesta que estas diferencias, junto a la discriminación y desigualdad,
se actualizan en el presente. Afirma que “la causa principal de la carencia de un

otras, también hubo un componente regional en estas divisiones de clase. De este modo, en la es-
cala de ‘respetabilidad’ social, alguien blanco, con determinada capacidad de consumo y residente
en Buenos Aires accedía a mayores oportunidades que un provinciano, de tez morena o pobre. A
esta división se agregaban las consideraciones de tipo culturales: de acuerdo al ideal sarmientino,
podían distinguirse ‘barbaros’ y ‘civilizados’, en el suelo argentino según el grado en que pose-
yeran los modales y la educación adecuada (es decir, europea). Por omisión, a menos que pudiera
demostrar lo contrario, podía sospecharse de las credenciales ‘civilizadas’ de alguien no blanco o
pobre (más aún si era del interior)” (2015: 117).
Formas de racismo indio... 117

proyecto de nación que nos contenga a todos” es esta exclusión y la falta de hi-
bridación.
“La exclusión de los ‘oscuros’, ‘morochos’ o ‘negros’ de los locales
bailables, la extrema pobreza a la que están sometidos los pueblos
aborígenes del país tanto en comunidades rurales como en ghetos
urbanos y la desigual conformación del sistema de clases según el
origen socio cultural de las personas son solo algunos ejemplos que
dan cuenta de ello” (2008: 198, cursivas añadidas).
Considera que “las diferencias socioculturales de sus pobladores aún se traducen
en fuentes de discriminación y desigualdad marcando a fuego una nación que
se desgarra en sus raíces. En el relato de Dalle hay una tensión entre la idea de
mezclas e hibridez y la persistencia de la dicotomía civilización/barbarie a la que
considera como diferentes “formaciones sociales” que es necesario fusionar.
“Ambos proyectos representan dos modelos de nación diferentes
que se concibieron como excluyentes sin reparar en que el problema
reside en disociar tajantemente dos formaciones sociales que ‘en
realidad’ conviven entremezcladas: la civilización está en la barba-
rie y la barbarie está en la civilización. El entramado social y cultu-
ral argentino es híbrido, conforma un tejido heterogéneo en donde
no es posible aislar sus componentes en estado puro. ‘Civilización
y barbarie [son] una misma cosa, como fuerzas centrífugas y cen-
trípetas de un sistema en equilibrio’ (Martínez Estrada, 1983: 341).
Ambos proyectos fueron creadores de ficciones, nos constituyeron
como lo que somos pero en tanto expresaron sólo la voz de una
parte, son parte de la nación imposible. […] ficción orientadora que
dejó a un lado a nuestras poblaciones criollas e indígenas” (Dalle,
2008: 100).
En este sentido, su interpretación de las formaciones sociales de ambas partes de
la dicotomía, objetiva con meridiana claridad las configuraciones sociales de la
civilización y la barbarie, ya no de principios de siglo XX sino del XXI. El cons-
tructo teórico de Dalle es paradigmático, porque concibe una dentro de la otra:
“dos formaciones sociales que ‘en realidad’ conviven entremezcladas: la civiliza-
ción está en la barbarie y la barbarie está en la civilización”. Además su utopía
política sería promover esa hibridez o lo que también llama “fusión étnica”, lo que
rememora los mitos de principios de siglo XX: la fusión racial que dio lugar a la
idea del crisol de raza blanca. También en ese entonces la intención era la mezcla
entre ambos grupos, llamada política de mestizaje. En ese entonces, algunos como
el caso de Bialet Massé ponían mucho énfasis en la mejora de las condiciones
118 Sonia Álvarez Leguizamón

laborales y de explotación en las que se corporizaba a estos sujetos, temáticas que


no se encuentran tan visibles en los textos analizados del presente.
Veamos cuales son para Dalle los bárbaros. En el pasado los asocias con las
visiones predominantes de la Generación del ‘37 sobre todo el gaucho “holgazán”
y producto de las mezclas de todas las clases y grupos “denominadas razas infe-
riores de indígenas, negros, españoles y la mezcla de todos ellos: el gaucho”.54
Cuando describe la discriminación actual de gente de piel oscura en la ciudad
de Buenos Aires, o la exclusión de aborígenes rurales o en guetos urbanos, el autor
remite a la dicotomía de Civilización y Barbarie de Sarmiento, concluyendo que
en realidad el problema mayor de este país es que estamos atravesados por estas
diferencias: “no sabemos quiénes somos”. Quizás se refiera a que no sabemos si
somos bárbaros o civilizados. Podríamos decir que Dalle manifiesta que esa di-
cotomía de clase todavía está presente. Pero ante la misma pregunta que se hacía
Sarmiento y que según él aún tienen vigencia, la de quienes somos: ¿bárbaros o
civilizados? considera que todavía no hemos dado con esa respuesta para construir
“una nueva nación cosmopolita, libre e igualitaria”, asociando lo bárbaro a todos
esos sujetos de piel oscura a los que nombra. “Cosmopolita” es uno de los signos
de distinción social de la configuración dominante; “libre” en el sentido de su
condición postcolonial quizás.55
Su relato no abona la posibilidad de una nación “igualitaria”, a pesar de que
lo afirme, si esa clase de poder sigue reproduciendo en sus representaciones sobre
la nación, la dicotomía civilizatoria y neocolonial de civilización y barbarie y asig-
nando esta última condición a las poblaciones de piel oscura, indígenas o criollos
(cualesquiera sean las clasificaciones socioétnicas y de clase que se usen).
Dalle, si bien denuncia la discriminación por otro reproduce el discurso ci-
vilizatorio racial de una forma miserabilista, en el sentido que reconoce la discri-
minación pero mantiene una interpretación racializada e inferiorizante de estos

54 “En este proyecto (principalmente en la versión sarmientina) la conceptualización de las razas


constituía un factor determinante: los europeos, principalmente los anglosajones representaban a
la ‘civilización’, el talento y el progreso. Por su parte, la ‘barbarie’ estaba conformada por las de-
nominadas razas inferiores de indígenas, negros, españoles y la mezcla de todos ellos: el gaucho”
(2008: 199, el énfasis me pertenece).
55 “Estos fenómenos observables a los ojos de quienes vivimos en el país y de cualquier observador
ocasional expresan a mi modo de ver un problema mayor, constitutivo y fundante de nuestra
nación: no sabemos qué somos ni quiénes somos. Este problema había sido formulado con clara
nitidez por Sarmiento hacia fines del siglo XIX en tiempos en que la sociedad criolla estaba dando
paso a la argentina aluvional. Los interrogantes: ‘¿Quiénes somos cuando argentinos nos llama-
mos?, [...] ¿Somos Nación?’, planteados en su obra póstuma Conflicto y armonía de razas en
América, aún tienen vigencia. No tanto por el carácter de sus respuestas, ha pasado más de un
siglo y la sociedad argentina se ha transformado significativamente desde entonces. No obstante,
en estas páginas nos proponemos retomar las preguntas formuladas por Sarmiento por la profun-
didad con qué nos interpelan y su relevancia para construir una nueva nación cosmopolita, libre e
igualitaria”.
Formas de racismo indio... 119

sujetos, al afirmar las jerarquías fundantes de ese relato. Naturaliza así la cons-
trucción de clase de las elites con autoconciencia “civilizada”. Aunque denuncie
la discriminación, su propuesta y su relato abonan un pensamiento similar –en su
sustrato profundo– a la idea fuerza de la superioridad blanca. Repite las mismas
explicaciones de este sujeto histórico del peronismo: el obrero descalificado por
sus modales, su pertenencia a las provincias del “interior” y por su color de la piel
oscuro, lo que se sutura en una cadena de homologías con las poblaciones nativas,
morochas o indígenas.
Siguiendo en la indagación sobre las etiquetas del mestizaje argentino, la an-
tropóloga Claudia Briones desarrolla una compleja e interesante teoría de las lógi-
cas racializadoras en la Argentina y cómo en ellas está incluida la racialización de
lo que llama aborigeneidad –en diferentes formas clasificatorias (mestizo, criollo,
población de las provincias del norte, migrantes internos, cabecitas negras, indí-
genas mapuches u otros)–, asociadas a la construcción de una nación blanca. La
autora habla de “líneas de color” y de racialización del “interior” como una de las
tres lógicas que constituyen la formación “maestra” de la alteridad argentina. Lo
que hemos llamado racialización del “interior”, o el indio interior a Buenos Aires.
“La formación maestra de la alteridad en la Argentina fue resulta-
do de una particular imbricación de maquinarias diferenciadoras,
estratificadoras y terrritorializadoras, habilitantes de un conjunto
de operaciones y desplazamientos que, para sintetizar el argumento,
agruparía en torno a tres lógicas principales. Una de incorporación
de progreso por el puerto y de expulsión de los ‘estorbos’ por las
puertas de servicios, primera lógica que se liga a una segunda de ar-
gentinización y extranjerización selectiva de alteridades, estando a
su vez ambas lógicas en coexistencia con una tercera de negación e
interiorización de las líneas de color […] los contingentes internos
que se consideran inaceptables no sólo se piensan deambulando por
caminos periféricos, sino que tienden a ser eyectados por la trastien-
da. Esta idea de que los argentinos venimos de los barcos se refuerza
con la propensión especular a expulsar fuera del territorio imagi-
nario de la nación a quienes se asocian con categorías fuertemente
marcadas, mediante una común atribución de extranjería que ha
ido recayendo sobre distintos destinatarios…” (2005: 22, cursivas
añadidas).
En los ejemplo que da de esta última lógica de expulsión, están por ejemplo los
“mapuches” , pasibles siempre de ser rotulados como “chilenos” –por ende, indí-
genas, “invasores” o “visitantes” sin derechos” a reclamar hoy reconocimientos
territoriales. Incluye a los habitantes de provincias del norte argentino sin llamar-
los de esa manera. Dice:
120 Sonia Álvarez Leguizamón

“En similar dirección y mostrado la eficacia residual de esta lógi-


ca, he escuchado a conciudadanos salteños y jujeños denunciar el
trato discriminatorio al que estaban siendo sometidos cuando se los
estigmatizaba como ‘bolitas’ o bolivianos –es decir cuando se los
desnacionalizaba por su aspecto –durante la irrupción de xenofobia
que acompañó el fin de la era menemista” (2005: 25, el énfasis me
pertenece).
Mostrando polisemias o heteroglosias históricas de casos de racialización e in-
clusión, hace referencia a una frase de Victorica, quien lideró la “Conquista del
Chaco”, cuando ante una preocupación de un senador de la nación sobre la in-
corporación de indígenas sometidos al ejército nacional el militar contesta: –“El
señor senador se equivoca tomando por indios de la Pampa a individuos del país,
que indios parecen por su color trigueño”. Reflexionando acerca de esta diferencia
entre individuos del país como población indígena sometida y sojuzgada de color
de piel oscura y lo propiamente indio que sería lo por sojuzgar, Briones afirma que
“en Argentina se puede ‘parecer’ indígena por el color de la piel pero no serlo”56
(2005: 26), pero de todas maneras “el ‘color’ no se abandona como medio para
describir/significar/predicar” sobre la homogeneización cultural de la heteroge-
neidad. “En este marco, no sorprende que muchas décadas después el ‘interior’
aparezca ‘asaltando’ ‘el puerto de Buenos Aires a través de contingentes de ‘ca-
becitas negras’ (2005: 26, cursivas añadidas).
Para Briones, a diferencia de otros países latinoamericanos en Argentina “el
mestizaje ha tendido a quedar definido por lógica de hipodescendencia, que hace
que la categoría marcada (en este caso “lo indígena”) tiende a absorber la mezcla
y así el mestizo esté categorialmente más cerca del “indígena” que del no “indíge-
na”. Los mestizos estarían categorialmente más cerca de los indios y los criollos
más pasibles de blanqueamiento con europeos, los primeros racializados y subal-
ternizados y los segundos proclives al ascenso social, ambos tipos de melting pot
o crisol simultáneos y diferentes, según la autora.
“Entonces, si del primer crisol salen ‘cabecitas negras’, pobres en
recursos y cultura, del otro emergen “argentinos tipo”, esto es, ma-

56 “En suma, la postura que sostiene el Ministro para fijar la identidad de algunos contingentes so-
ciales en ciertas direcciones y no en otras parte de que no se puede confundir ‘ser’ con ‘parecer’.
Así, si en EEUU. no hay forma de que quien ‘parece’ negro no lo sea, en Argentina se puede ‘pa-
recer’ indígena por el color de la piel pero no serlo. Sugestivamente, empero, si proponer que las
marcas corporales no permitirían establecer lindes inequívocos entre indígenas y (ciertos) criollos
parece etnicizar la aboriginalidad, paralelamente nos muestra que el ‘color’ no se abandona como
medio para describir/significar/predicar sobre la realidad de la membresía de ciertos contingentes
desmarcados como ‘individuos del país’, en pro de consolidar una hegemonía por transformación
que, para reforzar las posiciones de los grupos dominantes, apuesta a una pronta homogenización
cultural de la heterogeneidad (Briones, 1998a)”, (Briones, 2005: 25-26).
Formas de racismo indio... 121

yoritariamente blancos, de aspecto europeo y pertenecientes a una


extendida ‘clase media’” (26 y 27, cursivas añadidas).
En este sentido diríamos que es interesante la diferencia señalada por Briones
de Argentina en relación a otros países de América Latina, donde lo criollo está
más cerca de lo blanco, mientras que lo mestizo remite a lo indio, a lo morocho,
a lo oscuro. Sin embargo es importante hacer algunas salvedades de época y de
contexto y avanzar en estudios empíricos, para localizar estas intuiciones a fin de
develar las formas en que operan estas categorías nativas argentinas, no sólo en el
sentido común sino en las interpretaciones científicas. Como veremos, para Susa-
na Torrado (2002) lo criollo está asociado a las clases subalternas generalmente
migrantes internos a BA, como lo era para Germani, y no a ese imaginario al que
remite Briones más cercano a lo blanco.
En este sentido la nominación que en Salta existe de algunas familias de la
elite que se autodenominan como criollas, vinculado con la ascendencia de fami-
lias locales con mezcla entre españoles y nativos, remite a la noción que la palabra
criollo tenía en la primera mitad del siglo XIX (hijos de españoles), donde esa
mezcla se acerca más a lo blanco –como en el resto de América Latina–.
El segundo proceso de construcción de alteridades al que refiere Briones sería
la “interiorización de la línea de color”, siguiendo los aportes de Hugo Ratier en
sus análisis sobre el cabecita negra. Aporta asi a las formas de construcción de
un movimiento racializador de la subalternidad en la geopolítica nacional entre
centro e interior.
“Y así como el melting pot explícito ha europeizado a los argentinos
argentinizando a los inmigrantes europeos, este otro lo ha hecho
produciendo ‘cabecitas negras’, es decir ha trabajado en base al
peculiar movimiento de racializar la subalternidad, internalizando
parcialmente una línea de color anclada en el ‘Interior’” (Ratier,
1971a, en Briones, 2005).
Es interesante destacar la lógica de construcción de alteridades racializadas de
lo que Briones llama metafóricamente como expulsión de los “estorbos” por las
puertas de servicios (el interior racializado), eyectado por la trastienda de una
especial extranjería: ser del “interior”. La metáfora interpretativa que usa Briones
para explicar la expulsión es sugestiva al homologar la división social y racial del
trabajo de la intimidad del hogar y de la casa, donde el “interior” se asemeja en la
jerarquía doméstica, a las puertas del “servicio” doméstico racializado. La mayo-
ría de las empleadas o empleados domésticos en Buenos Aires provienen de ese
“interior” o de países limítrofes racializados. Por otra parte, es destacable como
Briones incluye –en las formas de racialización de lo que llama aborigeneidad– a
la “población de las provincias del norte”, lo que muestra la subsunción de lo indio
a esta procedencia, en las representaciones hegemónicas.
122 Sonia Álvarez Leguizamón

La socióloga Susana Torrado, una referente fundamental en temas de estruc-


tura social, continuadora de la tradición germaniana, aunque neomarxista en sus
posturas teóricas, tiene una interpretación particular de lo étnico y su vínculo con
la estructura social en la Argentina, como vimos. Las diferencias que ella llama
étnicas existirían en la Argentina a pesar de su negación persistente. En un artículo
periodístico sugerente por su título y por la asociación entre pobreza y color de la
piel oscura, denominado: La pobreza tiene rasgos criollos (2002) desarrolla esta
hipótesis. Sustenta que las diferencias étnicas vinculadas con las clasificaciones de
clase se mantienen y explican gran parte de la desigualdad de la estructura social
argentina y su manifestación en el espacio nacional. Observamos que en Torrado
hay una subsunción de lo étnico “criollo” con las clases subalternas –como ve-
níamos planteado– en el sentido de la configuración predominante que constituye
las configuraciones de clase (Elías) en la Argentina. Los criollos son para ella los
trabajadores, y también los migrantes “internos”. A su vez los “extranjeros” y sus
hijos constituyen las clases medias. Habría dos grandes etnias: la extranjera y la
criolla nativa que no se mezclaron. Aquí se puede observar como aparece de nue-
vo la configuración, cuando se refiere a la “etnia” extranjera. Es una extranjería
europea no boliviana, ni paraguaya, porque lo extranjero en Buenos Aires, en las
representaciones más profundas, hace mención a los que “vinieron de los barcos”
en el entresiglos.
La etnia criolla nativa o la denominación a esa etnia como criolla es el otro
punto de la configuración subordinada que señalamos. Para ella es “nativa crio-
lla” (mezcla de nativo con criollo o de indio con europeo, podríamos inferir).
Se encuentra en la propuesta teórica de Torrado un interesante aporte al vínculo
indisoluble en la Argentina entre clase, lugar, color y “extranjería”, que permite
visibilizar cómo esas dimensiones se subsumen en estas configuraciones sociales
de poder, según nuestro punto de vista.
Los criollos para Susana Torrado serían las clases obreras que se constituyen
como tales con la migración de los ‘40 en adelante por el peronismo (hacia Buenos
Aires) y, la clase media: los extranjeros europeos e hijos de ellos. Su hipótesis
es sugerente desde el punto de vista sociológico, puesto que devela las configu-
raciones de clase fuertemente atadas a cuestiones étnicas, al color de la piel, al
bienestar y al acceso a la educación. Esto se puede observar en la descripción que
realiza de la relación entre clases medias (extranjeras consideradas blancas) y las
clases obreras (criollas). Teoría y concepción que hubiera sido muy fructífera de
constatar empíricamente si esos indicadores sociales se relevaran en los censos y
en las encuestas. Desgraciadamente no se cuenta con estos datos. Sin embargo es
evidente que conoce profundamente la estructura social argentina en términos de
empleos, ingresos, geopolítica y cuestiones étnicas; como lo demuestra su recien-
te compilación acerca de la “Población y bienestar en la Argentina del primer al
segundo Centenario” (2007).
Formas de racismo indio... 123

Si bien sus estudios referidos a la estructura social son rigurosos y empíricos,


la hipótesis que estamos analizando no se basa en ellos, puesto que como lo ha
demostrado Rita Segato (2007a y 2007b) y Boleda (2007) no hay encuestas en la
Argentina que permitan hacer estas inferencias, sobre todo las étnicas y de estilos
de vida.57
Estudios recientes basados en encuestas no gubernamentales prueban que las
diferencias de color de piel en la Argentina son limitantes para acceder a ciertos
grados de bienestar, aunque no es posible cruzar todas estas variables de manera
sistemática. El estudio de De Grande y Salvia (2011) sobre el mercado de trabajo
en grandes centros urbanos de Argentina, es ilustrativo de lo señalado. Destacan
que no tener piel blanca expone a las personas a condiciones desfavorables en el
mercado de trabajo, con independencia de edad, sexo y nivel de instrucción. En
este sentido la educación no iguala en términos de empleabilidad, sino que la piel
no blanca suma riesgos a cualquiera de las condiciones educativas. Con relación
a la calidad del trabajo, la posibilidad de encontrar un trabajo sin seguridad social
es 47% más alto entre los no blancos. En síntesis demuestran que los no blancos
tienen más dificultades para conseguir trabajo, y cuando lo hacen son mayormente
informales y sus remuneraciones más bajas, con independencia del nivel de edu-
cación.
Susana Torrado termina su argumentación tomando una constatación del sen-
tido común como argumento de la importancia de los elementos étnicos en la es-
tructura social, denunciando el silencio que sobre estos temas hay en nuestro país:
“los rostros de los niños que la televisión exhibe como testimonio estremecedor
del avance de la indigencia y la desnutrición tienen todos rasgos criollos. Sólo que
de eso no se habla”.
Si bien no es precisa en cómo se constituiría lo criollo (sólo a partir de tres
ascendientes de origen nativo), se deduce de sus afirmaciones las siguientes carac-
terísticas como “configuración de clase”, siguiendo la idea de Elías: poblaciones
no descendientes de extranjeros migrantes de principios de siglo; provenientes
de zonas rurales extra pampeanas (lo pampeano excede a Buenos Aires, incluye
las provincias de Córdoba y Santa Fe); vienen a las grandes ciudades (se inclu-
ye seguramente allí Córdoba, Rosario) de la región central industrializadas, y
se convierten en clases obreras en su mayoría. Poseen diferencias en sus rasgos
físicos que no detalla, aunque se puede deducir que lo criollo se refiere a un color
de la piel oscuro, bajo nivel educativo y niveles de bienestar, pobreza, indigencia
y desnutrición. A diferencia de la mayoría de los relatos más hegemónicos, el de
Torrado visibiliza la condición de clase de estos sujetos.

57 En el caso de Francia, por ejemplo, existen una serie de datos que recogen encuestas oficiales sobre
gustos y tipo de actividades culturales, deportivas u otras que realizan los individuos, lo que ha
permitido a Bourdieu –en su libro La distinción–, construir una jerarquía de clases “en el papel”
según gustos, posicionamiento económico, ocupaciones y estilos de vida.
124 Sonia Álvarez Leguizamón

Sin embargo, la visión de la estructura social argentina de Torrado es, sin


duda, porteño centrada puesto que las clases se estructuran a partir del lugar cen-
tral de Buenos Aires y el relato histórico tiene a esta ciudad como centro de esta
estructuración social, a pesar de que se habla de la Argentina en general. Si uno
hila un poco más fino y trata de aplicar las matrices de interpretación de Torrado
para otros lugares, como el caso de la ciudad de Salta que conozco, encuentra
cuestiones distintas. Por ejemplo, la ascendencia de poblaciones nativas en tres
generaciones (según la definición de nativo de Torrado: nacidos en esta tierra)
entre las elites locales salteñas es un signo de distinción social, si éstas se vincu-
lan con “sangre patricia” o “conquistadores españoles”, paradojalmente. También
criollo se usa para denominar y caracterizar poblaciones campesinas no obreras.
La ascendencia de tres generaciones de nacidos en estas tierras, en este caso, no se
vincula linealmente a los sectores indígenas nativos ni obreros “criollos” –como
decía Bialet Massé a principios de siglo–, al contrario las clases altas de esta ciu-
dad se vanaglorian de tener ascendencia local criolla de muchas generaciones no
obreras. Estos sectores sociales de la configuración de poder local salteña domi-
nante, construyen su superioridad en base a ascendencias de linajes de muchas
generaciones “vernáculas”, pero de hijos de españoles de la colonia y de “héroes
anticoloniales” de las guerras de la independencia (“los patricios”). Para nada con
la migración de ultramar, sucedida a principios del siglo XX. Migración que por
el contrario es despreciada por estas clases en la configuración de poder local (Ál-
varez Leguizamón, 2004).
Por otra parte un estudio de Grimson y Baeza (2011) muestra cómo hay mu-
cha gente con tres generaciones de nativos de piel oscura (para usar uno de los
elementos de la definición de Torrado), que forman parte de las clases medias o
altas en la ciudad de Comodoro Rivadavia y son despreciados por las de menores
ingresos. Los ex trabajadores de YPF de mayores ingresos, “la mayoría de ellos
de tez morena”, son despreciados por la “sociedad blanca” de menores ingresos,
comprueban los autores en un estudio basado en encuestas. Si bien aquí la diferen-
ciación no se basa en la ascendencia de generaciones ni la condición de extranje-
ría, sí se lo hace por el color de la piel, lo que se puede homologar a la condición
de criollo que usa Torrado.
De este último caso, lo que se puede colegir es que el color de la piel oscuro,
en nuestro país no implica solamente una racialización de las clases obreras o
subalternas (Margulis, 1998 y Margulis y Belvedere, 1998), sino que el racismo
que llamamos indio, atraviesa todos los estratos sociales según ingresos y que esta
condición produce discriminación y diferenciación social.
Formas de racismo indio... 125

Representaciones del mestizaje visibilizados a partir de la protesta social en


la Argentina a finales del siglo XX y el racismo indio contemporáneo porte-
ño. La sombra del peronismo y el migrante interno
Muchos estudios y reflexiones de cientistas sociales consideran que las conse-
cuencias de las reformas neoliberales de los ‘90, el crecimiento de la desocupación
y la precarización del empleo, junto a devaluación del peso produjo una activación
del racismo antiboliviano y del migrante interno en Buenos Aires, fuertemente
potenciado por la prensa.
A comienzos del siglo XXI, reaparecen representaciones e imaginarios que
ponen en los pobres, morochos, piqueteros, migrantes del interior y de países
limítrofes como Bolivia y Perú, las causas de los problemas, saltando de nuevo
el miedo al “interior” y el imaginario de “invasión”, que se había desarrollado a
mediados de siglo XX. Esta configuración neocolonial, a la que nos referíamos
antes (clases altas y clases medias blancas/porteñas vs. sectores obreros/migrantes
internos) atraviesa las relaciones de clase junto a la dominación geopolítica de
la ciudad de Buenos Aires, hacia las provincias inferiorizadas. Observamos que
en estos procesos de reflexividad propios de los festejos del bicentenario aparece
como fundamental, en algunas reflexiones, el protagonismo del movimiento social
piquetero que renueva la visibilización de un racismo indio contra el interior y la
población de piel oscura.
Antes de analizar este período, realizaré unas breves reflexiones sobre cómo
se mantienen estas representaciones luego del golpe militar contra el peronismo
en 1955. Allí reaparece el imaginario de la barbarie del interior unida al “proble-
ma de la vivienda” y de las villas a las que se asocia también al peronismo, como
incentivador de la migración a la ciudad de BA.
La autollamada Revolución Libertadora, golpe de estado militar que derroca
al presidente Perón en esa fecha, atribuía la condición de pobreza en la ciudad de
BA y la existencia de villas, a las provincias. Sus representaciones e imaginarios
mantienen el vínculo entre las clasificaciones villas/poblaciones del interior/falta
de higiene/abulia e indiferencia/delincuencia/falta de moral. Además el relato in-
siste en viejas representaciones: las provincias se encontraban atrasadas –faltas de
desarrollo– y carecían de obras de infraestructura (Laguado Duca, 2009: 85-86).
La tematización del “problema de la vivienda” se asociaba a la falta de higiene y a
los migrantes que vienen de las provincias hacia la ciudad de Buenos Aries sobre
todo a aquellos que habían llegado a esa ciudad a participar de actos de “adhesión
al régimen”. En un artículo de la época –del diario La Nación de orientación con-
servadora– se afirma que una de las causas del crecimiento de las villas se debe a
que “después de cada acto público de adhesión al régimen derrocado en septiem-
bre de 1955 venían trenes gratuitos que llegaban del interior del país y que luego
deslumbrados por la gran ciudad y sus pueblos aledaños, no aceptaban el regreso,
126 Sonia Álvarez Leguizamón

ansiando allí donde les parecería más propicio o más cercano al familiar o al ami-
go que llego antes que ellos”.58
El Concejo Deliberante de la ciudad de BA de ese entonces, conteste con
esta línea de creencias, crea una comisión para estudiar el “problema” de las villas
miseria, dado que se creía importante que el Estado intervenga porque “en ellas vi-
vían los inmigrantes atraídos durante el peronismo que, sumergido en la ‘abulia y
la indiferencia’ no querían salir de esos tugurios, por lo que era necesario obligar-
los para que, con ayuda oficial, “pero principalmente merced a su propio esfuerzo
y al de sus vecinos”, fueran reasentados previo trabajo en los barrios que se cons-
truyeran para recibirlos. A otros habría que impulsarlos a volver al campo, con lo
que se recuperaría mucha gente para la “labor útil” pues allá “hay delincuentes y
gente falta de moral”, pero también “quienes han venido a la ciudad deslumbrados
por sus luces y han llegado a esos lugares forzados por la situación. A esos hay que
ayudarlos y reintegrarlos a la vida normal”.59
En este relato el peronismo no sólo se constituye de cabecitas negras sino
que atrae a más provincianos ingenuos: deslumbrados por las luces de la ciudad
que engrosan esos tugurios en situación de abulia, indiferencia y delincuencia,
(cuerpos sujetos de la violencia) para obligarlos a salir de allí, para ser “reasenta-
dos” o devolverlos al “campo”. Se observa, en las políticas gubernamentales cita-
dinas, la cadena de desprecio de clase, raza, política y geopolítica (centro, capital/
interior, provincias), la persistencia de la sensación de invasión y la construcción
de extranjería de estas poblaciones como contracara.
El “problema de la vivienda” al igual que lo fue el rancho del interior (Agui-
lar, 2014) en la primera mitad del siglo XX, se asocia a una cuestión amoral sobre
todo adjudicada a los pobladores de las villas: provincianos del interior y además
peronistas.
A mediados de los ‘60 monseñor Podestá, manifiesta que el problema moral
era inherente a los pobladores de las villas, donde existía “una negligencia no
económica sino moral. En otras palabras hace falta desarrollar en los pobladores
de las villas miseria una idea de progreso y dignidad”. Consideraba60 que además
de soluciones técnicas “debe realizarse una acción humana sobre los habitantes de
las villas […] Son hábitos mentales nuevos los que deben inculcarse en la gente
que viven en estas condiciones”.61

58 “San Martín sigue con sus villas miserias” en La Nación, 18 de septiembre de 1957, en Laguado
Duca (2009: 91, cursivas añadidas).
59 Manicini, “Problemas de las Villas Miserias”, La Nación, 12 de julio de 1958, en Laguado Duca
(2009: 138).
60 Como cierta corriente de promoción comunitaria y de las teorías de la marginalidad que explica-
ban el problema de las villas a partir de denigrar moralmente a los propios habitantes y promover
dispositivos educadores (ver Álvarez Leguizamón, 2003; Aguilar, P. L., 2014).
61 “Tratose un problema social en el Rotary”, La Nación, 16 de abril de 1964, también “La vivienda
en la América Latina” editorial, La Nación, 24 de septiempre de 1964. Laguado Duca (2009: 218).
Formas de racismo indio... 127

Más tarde durante la dictadura militar del 76-83 –según Ozlak (1991)– la po-
lítica llevada a cabo en la ciudad de Buenos Aires, bajo el gobierno de Cacciatore
es de reconstrucción de la ciudad blanca. Una estrategia urbanística que puntuali-
za su carácter racial blanco como ciudad imaginada para la elite y que desarrolla
dispositivos de invisibilización de zonas pobres, erradicándolas y llevándolas a
los extramuros de la ciudad blanca. Como venimos viendo este dispositivo no es
nuevo y se ancla en tiempos históricos de más larga data, el que se actualiza tam-
bién en épocas democráticas como las políticas llevadas a cabo por el gobierno de
la ciudad de “blanqueamiento” de BA de parte de Macri (2007-2011; 2011-2015).
En este apartado haré algunas reflexiones sobre nuevas manifestaciones de
racismo indio porteño y de la configuración descalificante hacia el interior en
general que aparece en la BA de fines del siglo XX y principios del XXI. Una de
ellas, lo que algunos llamaron en los inicios de los ‘90, la “provincialización de
la protesta”, otra la criminalización de la protesta del movimiento denominado
piquetero, junto a la potenciación de un racismo contra migrantes “regionales” o
de países limítrofes (nominaciones poco claras de las ciencias sociales). En estos
episodios, luchas sociales y movimientos sociodemográficos se puede observar al
racismo del indio interior/exterior que se activa de diferentes maneras y en diver-
sas circunstancias.
Una imagen que aparece muy fuerte en BA en ese período, vinculada con
diferentes aristas del racismo indio es el que se podría sintetizar con la frase de
“invasión silenciosa”, que remite a una amenaza ya no pública –por ello “silencio-
sa”–, como fueron percibidos los movimientos de población de piel oscura ante-
riores: la “migración interna” plebeya corporizada ahora en una nueva generación
de inmigración de poblaciones de provincias –asociados generalmente con las del
“norte”– y los migrantes de algunos países limítrofes, fronterizos o regionales,
sobre todo bolivianos y peruanos.
En una muy breve síntesis mostraré estas problematizaciones, haciendo hin-
capié en los aspectos vinculado a la construcción de un otro lejano y alterizado,
donde se activa el racismo indio en grados diversos, en base a diferentes fuentes:
periodísticas, narrativas de cientistas sociales, entre otras.
Veremos como en este período reaparece la amenaza sintetizada en palabras
como motín, aluvión, invasión vinculada en la genética profunda del racismo por-
teño a los malones indios, que luego se perciben como “aluviones zoológicos” de
pobladores del interior o invasión de “migrantes internos”, encarnado en sujetos
políticos de una clase trabajadora que ha nacido en el “interior” y que reclama
mejores condiciones de vida y de trabajo. El malón indio sobre las ciudades o los
puestos de avanzada de las campañas de extermino que se desarrollaron desde la
colonia, durante la conformación de la república y parte del principio del siglo
XX, se subsume en ese imaginario antiindio y antipopular, vinculado con clases
trabajadoras que en su piel muestran su linaje indio. Palabras y nociones que re-
128 Sonia Álvarez Leguizamón

trotraen a la idea de invasión y construcción de extranjería de una alteridad de


clase racializada, fuertemente cargada de atributos negativos: lo indio subsumido
en la bestia, en lo animal como el caso del “aluvión zoológico”, el delincuente,
el villero. Muchos estudiosos del racismo han mostrado la ligazón entre éste y la
asignación de animalidad al sujeto racializado, es decir su deshumanización.
La década de los ‘90 es la de las transformaciones neoliberales y la llamada
eufemísticamente “reforma estructural” que implicó una profunda reconversión de
la economía y del Estado, basada en la desregulación de las relaciones laborales, la
apertura de los mercados, la privatización y descentralización de las instituciones
públicas, en consonancia con la aplicación de las recetas del consenso de Was-
hington y los lineamientos de política de las “agencias de desarrollo”. También en
esta época se volvió a una política restrictiva en lo que hace a migración de países
limítrofes. El imaginario y el mito de una Argentina moderna o potencia que había
predominando hasta ese momento era el de una nación fuertemente asalariada,
con una importante clase media y un Estado de Bienestar desarrollado. Era una
Argentina que en ese imaginario neocolonial continuamente se diferenciaba del
resto de los países latinoamericanos, en relación a sus indicadores de bienestar y
calidad de vida.
El mito neoliberal se había basado en la creencia de que estas transforma-
ciones nos traerían beneficios indiscutibles, producto de la modernización de la
economía en términos de competitividad, junto a las reformas del: estado (privati-
zaciones, descentralización, disminución de la inversión social, etc.) y económicas
(apertura de los mercados, flexibilización salarial, dolarización de la economía
y privatizaciones). Nos incorporaríamos así al “primer mundo” y a la economía
mundial globalizada, según el insistente discurso oficial gubernamental ahora de
origen peronista.62 Sin embargo los efectos de la reestructuración económica y de
la exclusión social se hacían cada vez más visibles y dolorosos, ante la creciente
concentración de la riqueza, aumento de la desigualdad, incremento de la des-
ocupación, precarización del trabajo, empobrecimiento de la clase media, pérdida
de derechos de acceso a los sistemas de seguro social y deterioro creciente de la
calidad de los servicios universales de educación y salud, junto a su progresiva
asistencialización.
La cara macabra de la desigualdad retrotrajo los fantasmas que se creían erra-
dicados del imaginario de la Argentina blanca, europea, desarrollada, autocen-
trada en la Pampa húmeda, fuertemente asalariada y predominantemente blanca
y de “clase media”, que se consolida como hegemónica a mediados del siglo XX
–a pesar de las continuas interpelaciones sociales que la invalidan y la ponen en
cuestión–. Nuevos actores y renovadas formas de protesta surgen en el período.
Las primeras manifestaciones son el producto de la crisis de las economías provin-

62 Ver Grassi (2006) y Klein (2008) para un análisis pormenorizado de este discurso.
Formas de racismo indio... 129

ciales. Estas se expresaron de diversas formas, huelgas, puebladas, saqueos, mani-


festaciones y luchas callejeras, ataques a edificios públicos y viviendas de políticos y
gobernantes. En el análisis de algunos cientistas sociales de estos eventos podemos
indagar representaciones de una construcción del interior, anclada en el substrato
descalificante de larga data, ahora de nuevo como subdesarrollado y arcaico que se
contagia a las calificaciones de las protestas.
Durante los ‘80 comienza el empobrecimiento de las clases medias, proceso
que se profundiza en los ‘90.63 Los pagos atrasados de los salarios en dos y tres
meses, en la administración pública se generalizan en muchas provincias del norte.
El descontento era cada más generalizado y las acciones de protesta sectoriales se
producían a diario en algunas ciudades capitales como Jujuy, Salta, Santiago del
Estero. Protestan desde los jueces, empleados de la justicia y la legislatura, traba-
jadores de la salud, jubilados; hasta recolectores de basura y remiseros (Álvarez
Leguizamón, 1995). Los Estados provinciales estaban perdiendo paulatinamente
su capacidad de subemplear trabajadores. La construcción, actividad que tradi-
cionalmente ocupaba un importante número de mano de obra, estaba en franco
deterioro, básicamente por la reducción de la obra pública y por la recesión. El
comercio había recibido también el fuerte impacto de la recesión produciéndose
quiebras generalizadas de pequeños comerciantes. Este contexto de exclusión y
pobreza produce crecientes protestas. Primero por las huelgas de los empleados
públicos que habían sido las primeras víctimas de las reformas provinciales, las
puebladas como la de Santiago del Estero en 1993 (Auyero, 2007), y finalmente
los piquetes.
La provincialización de la protesta como lo llamaron algunos científicos so-
ciales, fue vista con desdén y como amenaza por las clases medias de BA. El
discurso científico porteño no estuvo exento de este dejo descalificador. Para un
científico social de origen peronista como Héctor Recalde, se trataba de un “hecho
novedoso” en la vida argentina que provenía de localidades del “interior del país,
caracterizadas hasta entonces por una eterna “siesta provinciana” (Recalde, 2003:
150). La representación de que no había protesta o movimientos sociales antes de
estas fechas en las “provincias” es una afirmación que surge de la ignorancia. La
siesta se asocia al imaginario de la vagancia y a costumbres “tradicionales”. Es un
hábito típico de ciudades medianas o pequeñas donde la jornada laboral en ciertas
actividades urbanas (comercio y administración pública) se corta a medio día y se
reinicia a media tarde. Otras como la construcción, el trabajo rural o la industria
tienen jornadas más largas y sin cortes. En este imaginario la representación remi-

63 Se dice que el fenómeno de empobrecimiento de la clase media en la Argentina no tiene parangón


en el mundo. Sólo se parece a lo sucedido durante la preguerra en Alemania. Aproximadamente
más de diez millones de personas se empobrecieron entre la década de los ‘80 y la tragedia de
finales de los ‘90 (conferencia brindada por Rubén Lo Vuolo, Salta, 2000).
130 Sonia Álvarez Leguizamón

te a la vagancia, indolencia, inmovilismo, quietud y sobre todo falta de iniciativa,


que se le asigna al imaginario del interior.
Conteste con esta descalificación las protestas eran caracterizadas para cien-
tistas sociales de orientación neomarxista como motines o revueltas que constitui-
rían formas “primitivas de rebelión social” (Iñigo Carrera y Cotarelo, 2003: 213).
Esta última visión abreva de una idea neoevolucionista y eurocéntrica de la pro-
testa que remite al sujeto del “rebelde primitivo” de Hobsbawm (2001 [1959]),64
propia de un discurso evolucionista que atribuye a las luchas obreras de origen
europeo las formas superiores “modernas” y “civilizadas”.
En 1995 se producen los primeros piquetes en Cutral Có-Plaza Huincul de la
provincia de Neuquén en la Patagonia (1995, 1996 y 1997) y en General Mosconi,
provincia de Salta (1997-1999, 2000 y 2001). Dos ciudades que habían surgi-
do fuertemente vinculadas a la empresa estatal petrolera (YPF).65 Otra vertiente
del movimiento piquetero lo constituyen los desocupados de algunos barrios muy
pobres de la ciudad de BA y del llamado Gran Buenos Aires (GBA).66 Área de
localización de las principales industrias en crisis o desmanteladas. Estos barrios
están ocupados por población que ya venía siendo estigmatizada y racializada por
ser villera y “morocha”, obreros o asalariados generalmente precarizados y, en
menor medida, sectores empobrecidos de las clases medias que se relocalizan en
suelos de menor renta urbana. Luego de la puesta en marcha del programa de pri-
vatizaciones (1990-95) algunos barrios del GBA comenzaron a organizarse para
reclamar por las tarifas de los servicios públicos privatizados. En 1996 arrancan
las primeras movilizaciones en demanda de ayuda alimentaria, utilizando como
formas de protesta la “olla popular”, marchas al centro de la ciudad y cortes de
ruta. Ese año se realiza una importante marcha “contra el hambre, la represión y la
desocupación” en Plaza de Mayo que convoca a distintos barrios del GBA y que
luego conformarán también junto a los extrabajadores de YPF el movimiento de
trabajadores desocupados autodenominado con la identidad de piquetero.

64 Esta teoría construye una visión que adscribe valoraciones de arcaísmo e improvisación a lo que
se denomina “rebelión primitiva”, no sólo para describir el “bandolerismo social” precapitalista,
sino para explicar los movimientos de “masas” latinoamericanos y de países “infradesarrollados”.
Estos son caracterizados por Hobsbawm como “reliquias del pasado”, con significados “prepolíti-
cos”, expresiones del “atraso de los pueblos”, no modernos, con liderazgos “primitivos” a diferen-
cia de los movimientos modernos europeos clasistas, con cuadros o de vanguardias (Hobsbawm,
2001 [1966]: 286-287).
65 Es importante destacar que muchos obreros del petróleo de esas zonas tienen color de piel oscuro.
En el caso de las ciudades petroleras de Neuquén y la Patagonia, se observa –desde muy temprano
en el siglo XX– presencia de trabajadores migrantes de “provincias” y existen estudios actuales
sobre racismo por esa causa, como lo demuestra el trabajo de Grimson y Baeza (2011).
66 La ciudad capital de Buenos Aires con una población de 2.776.138 habitantes en 2001. El Gran
Buenos Aires tiene más de nueve millones de personas, la mayoría de ellas ocupadas por sectores
obreros y barrios pobres.
Formas de racismo indio... 131

El piquete es una palabra de origen francés que remite a la experiencia eu-


ropea de las luchas obreras: los “piquetes de fábrica”, grupo de personas que pa-
cífica o violentamente, intentan imponer o mantener una consigna de huelga. La
estrategia de interrupción de la circulación de vehículos se remonta a 1912 en la
Argentina con una acción de los pequeños propietarios rurales de origen migra-
torio europeo que se localizan en la zona sur de Santa Fe, llamados chacareros67
de la pampa “gringa”.68 La palabra gringo es una categoría nativa para nominar a
extranjeros de origen europeo o norteamericano, pero en BA y provincias como
Santa Fe el gringo es el descendiente de europeos de color de piel “blanca”, cuya
oposición al morocho se activará en el evento del “campo”69 a finales del siglo XX
y en los piquetes originados por trabajadores del petróleo.70
La metamorfosis del piquete como estrategia de lucha a la identidad pique-
tera, se construye a partir de una serie de formas expresivas que le dan particu-
laridad. El nombre piquetero adoptado por los manifestantes tiene un contenido
dignificante, representaba una alternativa para aquellos para los cuales una defi-
nición de desocupados les resultaba intolerable (Svampa y Pereyra, 2003: 33). La
expresión ritual y la puesta en obra del piquete como forma de lucha tiene especi-
ficidades. Uno de los elementos centrales que presenta es la presencia de familias
enteras “dispuestas a batirse cuerpo a cuerpo con las fuerzas de seguridad”. El
desplazamiento de las familias a las rutas incluidos niños permitía mantener ma-
terialmente el piquete. Las madres con sus niños conforman la línea primera del
avance de la marcha. Ante la dura represión y muerte de piqueteros se comienzan
a armar con palos y van paulatinamente adoptando sistemas de defensa que con-
forman las “comisiones de seguridad”, luego llamadas comisiones de autodefensa.
Son jóvenes que portan palos y tapan sus caras con pañuelos o pasamontañas
similares a los usados por los campesinos del movimiento zapatista que, en la Ar-
gentina, es una forma particular de mostrar un aspecto vinculado fuertemente a la
pertenencia a la villa –con capucha y boina dada vuelta– que se va conformando
en una manera de diferenciación e identidad y que, más tarde, será racializada.

67 Chacarero es generalmente el extranjero europeo que trabaja y vive en una chacra. La chacra es
una palabra de origen quechua que significa granja o alquería (casa de campo que se destina a la
labranza). Esta palabra es muy usada en la zona de colonización europea (Pampa húmeda) sobre
todo italiana, no así en la zona norte donde se utiliza granja.
68 En 1936 se registra otro hecho de similares características por los colonos chaqueños y luego, en
1970, por las Ligas Agrarias.
69 Así llamado a un movimiento de corte de rutas de empresarios sojeros ante una resolución que
modificaba los impuestos a las exportaciones de soja en el primer gobierno de la presidenta Cris-
tina Kirchner.
70 Su acepción en lengua castellana significa “extranjero, especialmente de habla inglesa, y en gene-
ral hablante de una lengua que no sea la española” y es extensivo a todas las “persona rubia y de
tez blanca”. Se dice que sus orígenes se remontan a la Guerra entre México y Norte América de
finales del siglo XIX, donde los mejicanos gritaban: “vuelvan a sus casas”, green go home.
132 Sonia Álvarez Leguizamón

Imagen II.2
“Los piqueteros protestaron, esta vez sin palos ni capuchas”71

Adamovsky, en una entrevista vinculada con el resurgimiento del racismo al boli-


viano y a los piqueteros “morochos” en la ciudad de Buenos Aires, explica cómo
éste responde al hecho de que la estructura social argentina está atravesada por la
dicotomía de civilización y barbarie, lo que expresa una estructura racializada de
las relaciones sociales. Revisita narrativas sobre el peronismo y la re “aparición”
de los “cabecitas negras”, en el cuerpo de los piqueteros. Para Adamovsky (2012),
en parte, este racismo se asocia con la cuestión plebeya del peronismo en general
y del presente, en particular.
“Hay algo que hay que tener en cuenta que el peronismo como for-
ma de organización, como estructura de sentimiento,72 como uni-

71 En este artículo paradojalmente se trata de informar sobre una manifestación sin palos ni capu-
cha a pesar de que la foto muestra lo opuesto. En ese momento “la Justicia porteña emitiera una
orden, el viernes último, ordenando desarmar a los piqueteros que porten palos y capuchas”, [en
línea] http://www.infobae.com/2005/02/21/168131-los-piqueteros-protestaron-esta-vez-palos-ni-
capuchas [consulta: 21 de febrero de 2005].
72 Aquí está haciendo referencia a esta idea desarrollada por Svampa y Martuccelli del peronismo
como una estructura de sentimientos, que es a su vez un concepto de Raymond Williams (2000).
Este autor lo define como el tono, la pulsión, el latido de una época. No tiene que ver sólo con
su conciencia oficial, sus ideas, sus leyes, sus doctrinas, sino con las consecuencias que tiene esa
conciencia en la vida, mientras se la está viviendo. Como si fuera el estado de ánimo de toda una
sociedad, en un período histórico. Aunque intangible, tiene grandes efectos sobre la cultura, puesto
que produce explicaciones y significaciones y justificaciones, que influyen sobre la difusión, el
consumo y la evaluación de la cultura misma. Podríamos decir nosotros que la estructura de sen-
Formas de racismo indio... 133

verso de referencias ha sido muy próximo a lo plebeyo […] hay difi-


cultades de los movimientos no peronistas, para comunicarse con el
universo cultural plebeyo que han influido en el peronismo”.
En este mismo sentido Svampa (2009) afirma que, en la actualidad, hay una re-
composición del proletariado y una importancia cada vez mayor de lo que llama
proletariado plebeyo que adquiere visibilidad, sobre todo a partir de 2001, diferen-
te de aquel mundo de los trabajadores urbanos relacionados con el trabajo formal y
que se presenta amenazante para las clases medias y a veces racializado. No sería
clase trabajadora, ni lumpemproletariado, “sino un nuevo proletariado plebeyo”73
que se presenta como “un mundo desconocido que inspira miedo para muchos de
estos sectores medios, blancos o no. Son los que sintetizan la imagen de las clases
peligrosas, sobre todo si están del otro lado, en el conurbano bonaerense”.
El 2001 es el momento cúlmine de la protesta social de los ‘90. El 21 de
diciembre de ese año se produjo un estallido social que terminó con una represión
cruenta a los manifestantes y la muerte de treinta y cinco personas, destituyendo
al presidente De la Rúa (1999-2001). Finalizó por un tiempo, un largo proceso de
acumulación de riquezas sustantiva basado en la acumulación por desposesión,
como diría Harvey de bienes comunes de diverso tipo (2004, 2007) por medio de
procesos de privatización, junto a un creciente empobrecimiento de la población
y lo que se llamó corralito (inmovilización de los ahorros bancarios). Es también
un evento que condensa muchas tensiones sociales del momento. Si bien la opi-
nión pública mayoritaria explicó las causas del llamado default en las medidas
macroeconómicas promovidas por el FMI, se deslizaron explicaciones que die-
ron los promotores de las reformas, asignando a los gobernadores del interior sus
causas. Expresión que condensa el habitus de la configuración subalterna entre
centro e interior. José Manuel Quijano (2005), un economista con conocimiento
del establishment, afirmó que “la visión más difundida es que esta nación y la con-
vertibilidad se desplomaron por exceso de gasto público, por el despilfarro fiscal
que algún vocero del FMI –con supina insolencia– identificó con los políticos de
las provincias que “actúan como borrachos que se van metiendo en el alcohol y
cada vez lo disfrutan más hasta que se derrumban en el piso” (cursivas añadidas).
La asociación de la representación de subdesarrollo y alcoholismo es inveterada y

timientos se asemeja a lo que Elías llama configuraciones afectivas de las relaciones intersubjeti-
vas entre las clases. Williams lo coloca más en la cuestión genérica cultural de la época pero, para
Elías, tienen mucha importancia las relaciones de poder entre las clases.
73 “…Que busca autoafirmarse a través de la acción directa en tanto ser excluidos dentro del modelo
neoliberal. En esa suerte de autoafirmación de ciertos rasgos culturales asociados con las clases
populares aparecen como altamente disruptivos y son también los que provocan tanto desprecio
por parte de las clases medias en todo momento. Hablo de proletariado plebeyo porque conforma
los contornos de una nueva clase popular [...] Por eso ya no se puede hablar de clase popular en
singular, hay que usar el plural, porque hay una fragmentación o distancia entre los excluidos y el
mundo de los trabajadores sindicalizados, por ejemplo…”
134 Sonia Álvarez Leguizamón

está anclada en las visiones racistas coloniales del indio y las higienista y eugené-
sicas republicanas del siglo XIX y XX (Álvarez Leguizamón y Queiroz Coutinho,
2004).
Susana Torrado plantea la activación de una confrontación étnica entre crio-
llos y blancos luego de la crisis de 2001, y manifiesta: en “momentos como el
presente, en los que la desocupación y la precarización parecen no respetar los
límites sociales, cuando por primera vez el empobrecimiento alcanza a importan-
tes segmentos de las clases medias, parecen confirmar esas representaciones ima-
ginarias” (cursivas añadidas). Creemos que cuando afirma que este proceso “no
respeta límites sociales”, se refiere a que la precarización avanza sobre los blancos
y no sólo sobre los “criollos”.
Podríamos decir que en ese “evento crítico” de 2001, los límites sociales,
las barreras fijadas entre estas configuraciones se han roto en algún punto ya que
aparecen pobres blancos de clase media. Sin embargo, la ruptura no es de carácter
sociodemográfico, en el sentido que comience a haber un intercambio de matri-
monios entre esas clases o que empiece a ser considerado bueno y normal con el
objeto de romper con las diferencias socioétnicas y la discriminación que implica.
Este proceso tiene que ver con cuestiones económicas de empobrecimiento de esta
clase, todo a lo largo del país, producido como efecto de las reformas neoliberales
del período anterior. Proceso largamente analizado por las ciencias sociales argen-
tinas en términos económicos y de las redes sociales que estos grupos desarrollan
para no seguir cayendo. Sin embargo, pocos estudios han planteado esta cuestión
mostrando las transformaciones de las configuraciones aquí desarrolladas. Quizás
porque es una tematización generalmente invisibilizada en la tradición de la re-
flexión sobre esta temática y quizás también porque estas mismas clases medias,
empobrecidas blancas, dejaron de mostrar su rostro público en esa ciudad, cuando
juntaban cartón en las calles durante el 2001 hasta casi el 2003.
Sin duda el proceso de dinamización de la economía y distribución de los
ingresos que propuso el gobierno nacional llamado kirchnerista –que se sucedió a
partir de ese año– incorporó de nuevo a estos sujetos a las clases medias y los sacó
de las calles, al igual que les otorgó subsidios asistenciales cercanos a derechos
–como la Asignación Universal por Hijo –que fijó un piso mínimo a la explotación
del trabajo y minimizó los trabajos de autoempleo, alto riesgo, precarización en
la escala más destituida del empleo, como lo es juntar basura en las calles. Pero
también hubo otro proceso concomitante de extirpación de los cartoneros que que-
daron, los de piel oscura. En este caso el proceso no fue pacífico sino violento, a
partir de políticas de blanqueamiento –podríamos decir– que llevó a cabo el go-
bierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con la gestión de Mauricio Macri
(Perelman, 2010).
Veremos seguidamente cómo la asociación del movimiento piquetero al mo-
rocho atraviesa todas las posturas políticas y sectores sociales, como se observa en
Formas de racismo indio... 135

algunos pocos ejemplos extraídos de la prensa (Gayol y Kessler, 2014: 107), en su


lectura de las clasificaciones y etiquetas de la prensa porteña la que reflejaría “un
estado de los imaginarios sociales” y hasta de la opinión pública,
“puede leerse en más de una cobertura periodística que no es lo
mismo un integrante típico de la clase media reclamando por sus
ahorros ‘acorralados’ que un “morocho” con vestimenta desaliñada
cortando una ruta con palos y fuego”.74
La prensa se hace eco de otro imaginario racista de la época: la contraposición
del piquete que es llamado morocho al piquete blanco de los cortes de ruta que
realizan los productores sojeros en contra de una legislación que modificaba las
retenciones a la exportación: “dueños de 4x4, las nuevas bases del campo, pique-
teros-de-ruta-sin-riesgo-de-proceso”.75
A partir de una noticia periodística76 donde dan cuenta del fallecimiento de un
niño en una ambulancia porque el piquete no los dejó pasar, surge este comentario.
“Esto pasa cuando los gobiernos fabrican monstruos clientelistas y después se les
desborda.... ahora vamos a ver como hacen con los subsidios una vez que ‘los mo-
rochos’ les tomaron el gustito a cobrar sin laburar!!!”. Con los subsidios se refieren
a los diversos programas para pobres y desocupados que surgieron en la época
para acallar la protesta. El clientelismo asignado a sectores pobres y subalternos es
continua, a pesar de que los sectores medios lo practican diariamente.
Un piquetero peronista refiriéndose a los políticos dice: “Estos tipos son ter-
cos, les tenés que poner a todos los morochos en la calle para que se den cuenta
que te tienen que dar las cosas, me decía, algunos meses atrás, el dirigente de una
organización piquetera de Florencio Varela” (en Quiroz, 2008).
Heriberto Auel, general retirado quien preside el Centro de Estudios Estraté-
gicos de Buenos Aires, afirma:
“los piqueteros tienen más dinero que el Ejército y el Ministerio
de Defensa, y quieren tomar la Casa Rosada [...] Argentina es la
hermana blanca, que esperan nuestros hermanos morochos [...] El
hombre de la cultura fuerte es generoso, el de la cultura débil pide
y no da nada”.77

74 “Piqueteros y grupos de izquierda marcharon en calma”, Clarín, 26 de abril de 2002.


75 Por Horacio Cecchi “Una casa de luto”, Página 12, [en línea] http://www.pagina12.com.ar/diario/
elpais/subnotas/122456-39148-2009-04-01.html [consulta: 1 de abril de 2009].
76 “Por culpa de un piquete una ambulancia no llego a tiempo” Subdix, [en línea] http://www.subdi-
vx.com/X12X7X127228X0X0X1X-por-culpa-de-un-piquete-una-ambulancia-no-llego-a-tiempo-
un-muerto.html [consulta: 16 de marzo de 2012].
77 “Los piqueteros tienen más dinero que el Ejército y Defensa” Conferencia del general retirado
Heriberto Auel en la sede de la VI Brigada de Infantería de Montaña, Regionales [en línea] http://
www1.rionegro.com.ar/arch200311/15/r15j19.php [consulta: 15 de noviembre de 2003].
136 Sonia Álvarez Leguizamón

Aparece de nuevo la subsunción de las etiquetas racializadoras del siglo XX, el pi-
quetero como encarnación del cabecita negra, del descamisado y de su antecesor:
el gaucho “matrero”, parecida a la de los historiadores revisionistas ya analizada.
Dice un militante de la Corriente Pucará kirchnerista que critica la estigmatización
de la pobreza y del piquetero.78
“Un airecillo furioso amenaza extenderse hacia –y contra– las or-
ganizaciones y movimientos sociales irreverentes, puntualmente
llamadas ‘piqueteros’. El piquetero es una réplica callejera del
gaucho matrero de las Montoneras, la versión moderna del impío
descamisado del 45 antes de ser sometido brutalmente por sucesivas
dictaduras militares y gobiernos civiles de corte liberal. Los pique-
teros no posan de puros. Son morochos y tienen malos modales.
Frente al periodismo, su modesto lenguaje puede traicionarlos. No
marchan a hacer ofrendas a la virgen de Luján, van a las casas de
gobierno y a los ministerios a exigir sus derechos. Sus bombos y
tambores no son de teflón ni cantan el himno por cualquier menu-
dencia”.
José María Pasquini Durán, un periodista de origen comunista que critica a aque-
llos que se denomina con el mote de gorilas (antiperonistas) y su racismo pique-
tero, en su descripción de los hechos, hace mención a su condición de morochos y
la repulsión de clase antiperonista que provocan.
“El acto de la CGT por el 1º de Mayo fue una ofrenda de mucho
peso para las ambiciones políticas de los Kirchner. Como sucede
casi siempre, la movilización de los morochos en torrentes con olor
a sudor provoca náuseas entre los gorilas. Por derecha, puesto que
se trata de una parte sustancial del legado de Perón y por izquier-
da, debido a esa interminable nostalgia por las masas obreras que
hasta ahora no quisieron sacudirse las telarañas del nacionalismo
burgués”.79
El relato periodístico se hace eco del sentido común de una clara racialización
del piquetero de tez morena a diferencia del que viene de sectores medios y en
furcios o de manera solapada, reaparece la subsunción con lo indio. Por ejemplo,
un economista neoliberal y candidato a presidente Ricardo López Murphy, afirmó
que los piqueteros son “los indígenas del siglo XXI”. El furcio de Fernando Bravo,
un periodista de la radio porteña Continental, también subsumió a los piqueteros

78 Carlos Fernández a las 02:12, en Política Nacional. Corriente Pucará [en línea] http://pucara.
fullblog.com.ar/piqueteros.html [consulta: 9 de noviembre de 2009].
79 J. M. Pasquini Durán “Morochos”, Página 12, [en línea] http://www.pagina12.com.ar/diario/el-
pais/subnotas/124223-39724-2009-05-02.html [consulta: 2 de mayo de 2009].
Formas de racismo indio... 137

con lo indígena y lo salvaje e incivilizado. En diálogo con Víctor Hugo Morales,


otro periodista, “para referirse a los pueblos originarios y contraponerlos con los
movimientos sociales, se refirió a estos últimos como ‘indígenas incivilizados’”.
Luego pidió disculpas aclarando que pensó en “salvajes” y le salió “indígenas”.80
La frase de invasión silenciosa resume este sentimiento, el que usó un sema-
nario de la ciudad de Buenos Aires como titular de una portada. Allí se desarrolla
el argumento que esta inmigración suponía una amenaza al bienestar porteño, dada
fundamentalmente por la competencia en el mercado laboral.
En abril de 2000 la revisa La Primera, sale con una foto de tapa (Imagen II.3)
de un joven de tez oscura que ilustra el imaginario de la invasión silenciosa. Una
analista que critica el hecho afirma: “un morocho, desdentado, pobre y extranjero
se convertía en uno de los miles de inmigrantes que venían a la Argentina a robar-
nos a nosotros”.81
Dice la nota:
“Los extranjeros ilegales ya son 2 millones. Les quitan el trabajo a
los argentinos. Usan hospitales y escuelas. A diferencia de la inmi-
gración que soñaron Sarmiento y Alberdi, no vienen de las capitales
de Europa. Llegan de Bolivia, Perú y Paraguay […] Llegan a Bue-
nos Aires a punto de parir y dan a luz en un hospital público. […]
Promiscuos, conviven 35 en una pieza. […] Para ellos, el infierno
es el paraíso. […] Después de ser atendidos [en hospitales públicos]
sin tener que pagar un peso, muchos de ellos vuelven a sus casas
en la provincia de Buenos Aires. Otros, en cambio, viajan directa-
mente a sus países de origen. […] En las caras aindiadas de los que
continúan en la cola no hay dolor, ni pena, ni enojo. Las que están
enojadas son las mamás argentinas”.
Grimson (2010) definió este rechazo racial como “hipervisibilidad étnica” hacia
los inmigrantes. Consideró que en algunos medios de comunicación y sectores de
la sociedad, se constituyeron como “chivos expiatorios” de la crisis de fines de los
’90. Podríamos decir que es una renovada “hipersensibilidad” no étnica en térmi-
nos genéricos sino del racismo indio, está referido a ese racismo de larga data en
el imaginario porteño subsumido en diversas categorías sociales racializadas (los

80 “Fernando Bravo: ¿se vienen los ‘indios’?” Indyedia, [en línea] http://argentina.indymedia.org/
news/2010/05/732738.php. [consulta: 14 de mayo de 2010, 4:07 PM]. Fuente: Memorias de la
Tierra Blogspot.
81 “Rasgos duros y cabello crespo” que “ilustraba la nota y para que no quedaran dudas de la línea
editorial recurrieron al photoshop y le borraron un diente. Un morocho, desdentado, pobre y ex-
tranjero se convertía en uno de los miles de inmigrantes que venían a la Argentina a robarnos a
nosotros […] a usar nuestras escuelas y a delinquir”. Mariana Moyano “Un debate indoamerica-
no”, Página 12, [en línea] http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-158803-2010-12-17.html
[consulta: 17 de diciembre de 2010].
138 Sonia Álvarez Leguizamón

bolivianos, la inmigración ilegal, los negros del interior). Grimson un estudioso


de la inmigración boliviana en BA muestra la subsunción de la sensibilidad por-
teña de clase de estos grupos subalternizados, de las poblaciones bolivianas, con
aquellas provenientes de provincias del norte y la ascendencia indígena.

Imagen II.3
La invasión silenciosa
Formas de racismo indio... 139

“…Los argentinos tienden a ver muchos más bolivianos de los que


hay en la realidad. Primero, porque cuando estaban en zonas fronte-
rizas, los porteños y los medios porteños no los veían ‘en la Argen-
tina’. Pero además porque consideran como extranjeros a los hijos
argentinos de los bolivianos, también a los jujeños y, finalmente, a
todos los que tengan alguna ascendencia indígena” (cursivas aña-
didas).
Para otro antropólogo atento a estos fenómenos como Sabarots (2002) también
en la década de los ‘90 los viejos estereotipos racistas porteños de las poblaciones
que poseen “rasgos físicos indígenas o nativos” se suturan con los del inmigran-
te extranjero “ilegal”. Considera que “en Argentina otros actores, inmigrantes de
países limítrofes y grupos periurbanos producto de migrantes internos del campo
a las ciudades van a ser objeto de una discriminación con contenidos racistas”,
con una posición de clase, “por lo común subalterna en la historia Argentina”. Los
estereotipos que configuran a estos sectores, “como el de “cabecita negra”, negro
o simplemente “cabeza”, tal como circula entre los adolescentes actualmente”,
o “los migrantes “internos” van a ser complementados con un “nuevo adjetivo
estigmatizante”: “claramente excluyente, como es la figura del inmigrante ilegal
o simplemente ilegal que supuestamente se dirige a aquellos indocumentados de
países limítrofes pero que por extensión llega a un conjunto mayor, racializando
y poniendo bajo sospecha de ilegalidad a todos aquellos que por poseer rasgos
físicos indígenas o nativos (que no reconoce fronteras nacionales), por ‘portación
de cara’, cargan el estigma” (cursivas añadidas). La categoría nativa de “portación
de cara” se usa en la Argentina para expresar diversos comportamientos de discri-
minación a poblaciones de piel oscura, no portan caras otros “colores” de la piel.
Sabarots pone en evidencia este proceso de suturación del racismo indio de
esa ciudad que homologa ciertos migrantes de países limítrofes con aquellos con
rasgos indígenas nativos, lo que él llama “grupos periurbanos producto de mi-
grantes internas del campo”,82 que poseen “rasgos indígenas o nativos”, que no
“reconoce fronteras nacionales”.
La sensación racializada de la invasión choca con los datos oficiales. Innume-
rables trabajos (Sabarots, 2002; Grimson, 1997, 2006; Bruno, 2007; Szulik y Va-
liente, 1998, entre otros) han mostrado que el porcentaje de migración extranjera
en el país es persistente y que el imaginario sobre su aumento no se condice con la
realidad de los datos empíricos demográficos. Lo que sí se muestra empíricamente
es una modificación, en el modo en que se distribuyen que, al parecer, se concen-
tran más en Buenos Aires, particularmente la migración boliviana. A pesar de ello,

82 Análisis demográficos han demostrado que la migración no es solo rural/urbana sino que existe
una importante migración urbana/urbana.
140 Sonia Álvarez Leguizamón

éstos solamente representaban el 1,78% de la población de esa ciudad a finales del


siglo XX y el 0,80% en los partidos del Gran Buenos Aires (ECMI, 2001).
Sabarots también desde una visión antropológica coincide con nuestras hipó-
tesis al observar, en estas circunstancias, la activación de la confrontación entre
clases. Afirma que este imaginario sobre “la invasión silenciosa” es una “invasión
percibida” o construida. Es, en todo caso, la manera de “procesar ideológicamen-
te, en las luchas entre sectores hegemónicos y subalternos, las tensiones sociales
producto de la aplicación de los modelos neoliberales vigentes” (Sabarots, 2002:
103).
“...la distancia cultural no es una condición suficiente que pueda
explicar la emergencia de mecanismos discriminatorios y racistas.
Conforma un terreno fértil que debe combinarse con otros factores
que hacen más a las relaciones de poder ente grupos y a las repre-
sentaciones sociales que justifican valorativamente la estructuración
jerárquica de la sociedad”.
La construcción simbólica de la ilegalidad de inmigrantes latinoamericanos, dice
Sabarots “tiende hacia una presunción de culpabilidad del inmigrante de su propia
situación”. Adjudicar la categoría de ilegal a los individuos, opina, ensombrece
la responsabilidad de la administración, ocultando los mecanismos subyacentes,
donde la víctima de la política migratoria discriminatoria aparece como moral-
mente responsable de su propia legalidad.83
La mayoría de las reflexiones sobre este tema de parte de científicos sociales
hacen mención a la “inmigración de países limítrofes”, aunque en realidad sólo
se refirieren a la de peruanos (que no son limítrofes) y bolivianos (y en menor
medida a paraguayos), no a los uruguayos por ejemplo, que tienen una presencia
muy fuerte en esa ciudad. Esto estaría mostrando que la sensación de invasión y el
rechazo a estos inmigrantes está también racializada en lo indio, remite a aquellos
países con población de color de piel oscuro o con vestigios de ascendencia india.
Esta sensibilidad racista de esa configuración porteño/migrante de piel oscura con-
formaría el racismo del “indio” exterior a esa ciudad.
Para Margulis (1998: 29 y 30) los procesos de racialización de los ‘90 se aso-
cian también con la crisis y el desempleo y se anclan en la dicotomía civilización
y barbarie vinculada con la migración “laboral de las provincias” de mediados de
siglo racializados, con el mote de cabecita negra o aluvión zoológico, pero ahora
en su condición de “extranjero”. Afirma que:
“…sobre un fondo discriminatorio que lleva ya muchos años de
existencia y que, en el caso de inmigrantes de las provincias y de

83 “El poder político no solo contribuye a producir la ilegalidad de los inmigrantes sino que acto
seguido, los culpa a estos del mismo hecho. La exclusión del sistema se sublima en una supuesta
malignidad de la víctima” (Sabarots, 2002: 103-104).
Formas de racismo indio... 141

países limítrofes, se ha vuelto habitual –podría decirse que de algún


modo se ha naturalizado–, en años cercanos han recrudecido los
planteos prejuiciosos, xenofóbicos y racistas, cuyo sujeto de despre-
cio es básicamente el mismo que antes, pero ahora enfoca do en su
condición de extranjero”.
El trabajo recoge testimonios y fuentes de archivo periodístico donde muestra este
vínculo. En algunos de los textos de prensa seleccionados en el estudio –donde
aparecen voces de sujetos racializados y que dan cuenta de insultos que reciben
como los de indio, bolita, negro–, se observa cómo en ellos se condensa el racismo
indio donde se sutura lo indio a lo boliviano y a lo negro.84
Interesa el análisis que hace el autor de un artículo del diario La Nación85
firmado por Amílcar Argüelles, un brigadier “ex ministro de la Nación”, donde se
desarrolla una teoría racialista del racismo indio que devela muchas de las líneas
argumentales que se encuentran solapadas en el sentido común y que son expli-
citadas en este artículo. Argüelles alerta sobre el peligro para la ciudad de BA del
“aumento de la inmigración ilegal sudamericana” de “razas decadentes oriundas
de América”, “de familias indocumentadas de países cordilleranos y limítrofes”
que caracteriza como sujetos con “descenso de los niveles intelectuales”, “inca-
pacidad cerebral”. Lo que impide una existencia “civilizada” en esa ciudad. Se
observa cómo sin decirlo se focaliza en poblaciones de países como Bolivia y Perú
(países sudamericanos, cordilleranos y limítrofes).86 El argumento racista es sobre
ciertas poblaciones consideradas “subdotadas” de países andinos, lo que abona
nuestro argumento acerca del tipo de racismo indígena porteño vinculado con lo
“andino”.
Margulis critica la perseverancia, de argumentos basados en la superioridad
racial y en la estigmatización de los “pobladores típicos de América Latina”. Pero
le parece curioso que el autor “no incluya a argentinos inmigrantes de las pro-
vincias que –por algunos de sus rasgos corporales y culturales– no se diferencia

84 “Una familia boliviana concurrió a la Asociación Civil Altiplano porque su hijo quería dejar la
escuela: ‘Al pequeño lo llamaban indio, bolita, negro, con deprecio. Los maestros decían que no
había que darle importancia. Y pedimos una reunión los padres [de otros niños]. Ahí nos dimos
cuenta que era cuestión de ellos, porque dos padres nos empezaron a gritar que los bolivianos
teníamos la culpa de la desocupación’” (Clarín, 16 de abril de 1998: 4, en Margulis, 1998: 30, el
énfasis me pertenece).
85 Ver en Margulis, 1998; La Nación, 21 de abril de 1991.
86 Entre otros párrafos del artículo destacamos el siguiente “...Un descenso del nivel de capacidad
cerebral de nuestros pobladores (argentinos) por migraciones subdotadas (sudamericanas) conde-
naría al país a un desarrollo parcial y detenido. Ya no es posible soslayar que la subcultura aluvi-
onal de bajo nivel intelectual de nuestro país nos impide lo que debe ser una existencia civilizadora
y está en pugna con los valores fundamentales sobre los que se basa un proyecto nacional. Esta
invasión puede además derivar en riesgos para nuestra integridad nacional” (La Nación, 21 de
abril de 1991).
142 Sonia Álvarez Leguizamón

demasiado de nuestros vecinos”, concluyendo que se trata de un “rechazo hacia la


población mestiza, que conserva rasgos indígenas”.
Esta reflexión nos permite vislumbrar lo que Margulis (1998) denomina como
la racialización de relaciones de clase, pero también distanciarnos de ella. Es la
propia clase, su entidad constitutiva, la que por una práctica y narrativa racial se le
niega su condición de tal y al nombrarla con eufemismos como migrantes internos,
masas oscuras, se extirpa su condición de clase trabajadora. La racialización anti
indígena es una manera mucho más violenta y efectiva de negación de esos cuer-
pos y subjetividades que va más allá de su condición de clases.

Un estudio de caso: la toma del parque Indoamericano87


En los primeros días de diciembre de 2012 se produce la toma de parte de po-
blación sin suelo y vivienda del Parque Iberoamericano en la ciudad de Buenos
Aires. El 7 de ese mismo mes por una orden de un juez, la Policía Federal y la
Policía Metropolitana entran a desalojar a los ocupantes del predio que se calcu-
laba al principio entre mil y dos mil personas y mueren dos personas de entre los
ocupantes. Los ocupantes los repelen. Durante los días siguientes, los vecinos de
espacios colindantes como Villa Lugano y Soldati –de sectores medios y empo-
brecidos– entran con palos y armas a desalojarlos, son repelidos por los ocupantes:
más heridos y un muerto. En las fotos que siguen se puede observar el proceso de
toma, a la derecha se encuentra la foto de la esposa de uno de los ocupantes de
origen boliviano muerto en las refriegas (Ver Imagen II.4).88
Una vez producida la toma las organizaciones de derechos humanos y de
migrantes bolivianos hacen presentaciones a la justicia solicitando se medie para
salvaguardar las vidas humanas y se ordena “la pacificación” a nivel guberna-
mental. Gendarmería hace un cerco y no deja entrar ni salir a nadie. La presidenta
Cristina Fernández toma la decisión de separar preventivamente a los policías in-
volucrados en las muertes y crea el Ministerio de Seguridad. El jefe de gobierno de
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Macri, y actual presidente de la Argentina
hace declaraciones xenófobas asociando las ocupaciones a la migración boliviana
y su vínculo con el narcotráfico y las mafias. Insiste en la represión y no quiere
dialogar con los ocupantes. Jueces ordenan la negociación entre las partes, pero
Macri no asiste a la Casa Rosada (sede de la Presidencia de la Nación), pero por
la presión del Poder Judicial, finalmente debe negociar. Los representantes de los
ocupantes llegan así a la Casa Rosada.

87 Este acápite es una reescritura de mis aportes al artículo “Desigualdad urbana, pobreza y racismo:
las recientes tomas de tierra en Argentina”, en colaboración con María Ángela Aguilar y Mariano
Perelman (2012).
88 Fotoshop: El proceso de la toma del Parque Indoamericano: Sonia Álvarez Leguizamón a partir de
imágenes del diario Página 12 acerca de la toma.
Formas de racismo indio... 143

Imagen II.4
La toma del Indoamericano

Este evento pone en cuestión el mito de la argentina blanca y europeizante,


también la democracia y el discurso de los derechos, los grados de argentini-
dad y ciudadanía. Las homologías que aparecen son más o menos así: migrante
interno=provincias del norte=negro de mierda=morocho-villero=boliviano=indio.
La historia del parque es paradigmática de la construcción de las ciudades
argentinas y latinoamericanas. Espacios que antes eran el campo, pasan a ser ba-
surales y luego parques que, ante la falta de espacio, son tomados para vivienda
de parte de las poblaciones excluidas. La historia de este parque se inicia con el
campo. Bajo Flores donde está ubicado era una zona de bañados, terreno panta-
noso e inundable, considerado en ese entonces un “paraíso natural”. Luego, más
tarde, se convierte en una zona relegada: crecimiento de industrias contaminantes,
villas y basurales a cielo abierto. En los ‘60 se produce un proceso de parquización
y se abre el parque Almirante Brown, se cierra un basural que existía y se produce
una importante erradicación de las villas durante la última dictadura militar (1976-
1983) junto a la expulsión de grandes sectores de la población Se instala allí una
quema de basura de la ciudad, la que se constituye en un basural. Luego más tarde
éste se rellena y se construye el parque (Imagen II.5).89 El parque se inaugura en

89 Fotoshop “Del basural a la ciudad”, Sonia Álvarez Leguizamón en base a fotos de Página 12 en
ocasión de la toma.
144 Sonia Álvarez Leguizamón

1995 aunque se mantiene un uso residual, es utilizado también como basural de


autos. En 1999 allí dentro se crea del parque de la Memoria por los caídos de la
Guerra de las Malvinas y, en el 2006, se inaugura el paseo de los Derechos Huma-
nos en honor a los desaparecidos durante la última dictadura militar. En el 2009,
se crea el Centro de Interpretación y Formación Ambiental (CIFA) (Perelman en
Álvarez Leguizamón, Perelman, Aguilar, 2012).

Imagen II.5
Del basural a la ciudad

Vemos que, por un lado, el nombre remite a la condición de lo indio americano,


hace mención y honor a ese pasado. Por otro, mucho de los centros o espacios
remiten a derechos (ambientales y humanos) y a soberanía (las Malvinas). Sin
embargo paradojalmente la lucha que relataremos es escenario de la falta de dere-
chos, del racismo indoamericano y de la xenofobia.
En lo que hace al evento crítico aquí analizado, si bien la mayoría de los
testimonios vinculados con los sujetos segregados se refieren al boliviano y los
inmigrantes de países limítrofes (aunque no a Chile ni Uruguay y sí a Bolivia y a
Perú), también aparece más soterrada la del migrante del interior de las provincias
del norte.
Formas de racismo indio... 145

Tomaremos este evento, el de la toma, a partir de artículos del diario Página


12 , periódico que le dio una amplia cobertura al evento. Creemos que este es un
evento crítico, y un caso paradigmático donde se observa el racismo antiindígena,
manifestado tanto en el villero en general, como en el “inmigrante interno” en
particular, y en algunas poblaciones “migrantes externos” o de “países limítrofes”,
aunque no son todos los países con fronteras argentinas.90
Estudiamos las reacciones racistas que se activaron en el acontecimiento
contra lo boliviano, lo peruano, “los negros del interior” y las voces críticas a
ese racismo. Este diario se hizo eco del acontecimiento y sirvió para denunciar
la situación del racismo, levantando las voces de los protagonistas in situ, como
también de las visiones hegemónicas racistas de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires. La prensa juega un papel central en la visibilización de esas voces y muestra
la polifonía de tomas de posición ante los valores que pone en la agenda pública el
evento, como: el derecho a la vivienda, a la migración, a la multiculturalidad. El
evento es un acontecimiento público que hace visible, en forma inusitada, cuestio-
nes que están latentes en las relaciones sociales. No es algo que surge porque sí.
Hay una serie de procesos sociales históricos de más larga data y coyunturales que
lo hacen posible. Es como la punta de un iceberg. En esos momentos se activan
y se enuncian acciones, palabras y representaciones que por alguna razón no se
hacen públicas. No es “políticamente correcto” hablar en público de los “negros
de mierda”, mote que reciben los villeros, tampoco cualquiera mata a una persona
que roba o toma terrenos en momentos “normales”, aunque tengan ganas de ha-
cerlo. Creencias y valores que están allí, en la cosmovisión de las personas, en sus
habitus y que se hacen acto y toman carácter público en situaciones como éstas.
En la vida cotidiana están reprimidas o constreñidas por los valores y normas
éticas consensuadas en una sociedad: como la igualdad ciudadana, la dignidad de
las personas, los derechos “humanos”, el derecho a la vida, entre otros derechos
cuyo basamento en creencias muestra su fragilidad en el evento. Pero también el
acontecimiento devela que matar a un saqueador es posible, está avalado social-
mente, se justifica. No sólo porque roba, sino porque al que se mata es un villero
negro de mierda.
Son momentos donde los sectores sociales medios y altos, a veces los propios
pobres, expresan en la prensa o en las redes sociales: aquello que formaba parte de
la transcripción oculta91 y que se circunscribía al ámbito de la intimidad de la vida

90 Argentina limita con Chile al Oeste; al Norte con Bolivia, Paraguay y Brasil, y al Este con Brasil
y Uruguay.
91 Para Scott, la transcripción pública es el autorretrato de las elites dominantes, tal como ellas
mismas se ven. Dado el poder usual de éstas para imponer performances a otros, el discurso de la
transcripción pública es una discusión sin contrapeso (desbalanceado). Mientras está lejos de ser
meramente un conjunto de mentiras y representaciones distorsionadas, es, por otra parte, una na-
rrativa significativamente parcial y partidista. Está diseñada para impresionar, afirmar y naturalizar
el poder de las elites dominantes y para ocultar o eufemizar la oscura línea de la dominación. Para
146 Sonia Álvarez Leguizamón

cotidiana –por oposición al espacio de lo público–, propio de la construcción de la


hegemonía política y de la prensa (Gramsci, 1975, 1977).
El acontecimiento es contingente, es decir se dan las posibilidades de larga
data y coyunturales para que suceda. Tiene factores multicausales y a veces fortui-
tos que lo hacen posible.
La migración, los outsiders como diría Norbert Elías, aparecen como la causa
de todos los “problemas”. Alicia Pierini, la “defensora del pueblo” del gobierno de
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires,92 fustigó el déficit habitacional, pero ase-
guró que “no tiene relación” con la “masiva invasión” del parque Indoamericano,
sino con una “inmigración” compuesta por un “70 por ciento” de extranjeros de
naciones limítrofes, que “nadie ha controlado” en el país.
Dice la defensora del “pueblo”:
“Es imposible dar vivienda a todo el que viene a la ciudad (de Bue-
nos Aires) producto de una inmigración de países limítrofes y del
norte del país que nadie ha controlado […] no se le puede exigir a
la ciudadanía porteña que le dé vivienda a los habitantes de todo el
mundo”.93
En esta enunciación se observa que la “defensora” sería proclive a “controlar” la
movilidad espacial en el propio territorio nacional para impedir que los migrantes
del “norte del país” lleguen a esa ciudad. Y si llegan, el problema de la vivienda,
no sería una cuestión que les atañe a los blancos ciudadanos de esa ciudad. El
derecho a la vivienda para esta letrada no es un derecho social nacional, como lo
manifiesta nuestra constitución, parece que estuviera acotado a ciertos “ciudada-
nos porteños”.
La grandilocuencia que los chistes sobre porteños que se repiten a diario94 se
expresa en el imaginario de la jurisconsulta “defensora del pueblo”. A los ciuda-
danos porteños no se les puede “exigir” que le den vivienda a “todo el mundo”.
En el ataque de los vecinos del barrio lindante que llaman los ocupas, pode-
mos observar cómo se activa ese racismo y la subsunción entre poblaciones del

Scott hay también una infrapolítica de los dominantes y de los dominados basada en la transcrip-
ción oculta. La infrapolítica permite explicar las formas del poder y de la resistencia cotidiana.
Le interesa cómo la transcripción oculta es construida, sostenida y los propósitos a los que sirve.
¿Por qué son tan importantes, en las relaciones de poder, la performance pública de la deferencia
y la lealtad? (Scott, 1990).
92 Es paradojal que una defensora del pueblo, seguramente profesional del derecho, tenga esa idea de
lo que es la defensa de los derechos del pueblo.
93 “Pierini: ‘No se le puede exigir a los porteños que brinden vivienda a los habitantes de todo el mundo’,
Página 12, [en línea] http://www.pagina12.com.ar/diario/ultimas/subnotas/20-50790-2010-12-09.
html [consulta: 9 de noviembre de 2010].
94 Uno de los más conocidos reza: “no hay mejor negocio que comprar un porteño por lo que vale
y venderlo por lo que dice que vale”. En América Latina esta creencia se generaliza a veces para
todos los argentinos.
Formas de racismo indio... 147

interior “norteño” con lo boliviano, a través de algunos relatos que salen a la luz,
gracias a la prensa que estuvo presente en el lugar.
En la imagen siguiente (ver Imagen II.6)95 se visualiza la toma del parque a la
noche y la vigilia de los ocupantes para no ser desalojados.

Imagen II.6
La resistencia de los ocupantes del Indoamericano

Dice una nota:


“Pasa una mujer de rasgos norteños acompañada de una nieta y las
señoras se le ponen a la par. Enseguida dos mujeres de Gendarmería
la custodian. ‘¿De dónde venís, bolita?’, pregunta una señora. ‘De
Villa Celina, voy a visitar a un familiar’, le contesta. ‘No mientas.
Vos te querés meter. Andate de acá’. La niña se pone a llorar y su
abuela apura el paso. Las mujeres las persiguen hasta que Clementi-
na Arce, la visitante, se topa con tres gendarmes que le informan que
no puede pasar, que debe desviarse” (cursivas añadidas).96

95 Fotoshop realizado por Sonia Álvarez Leguizamón en base a fotos del diario Página 12, en oca-
sión de la toma.
96 Página 12, 13 de noviembre de 2010.
148 Sonia Álvarez Leguizamón

Un vecino manifiesta que vinieron muchos inmigrantes bolivianos y “se fue crean-
do una especie de bronca. Ahora, cada vez se ven más. Con los uruguayos, los pe-
ruanos, los paraguayos no pasa, porque físicamente son más parecidos a nosotros.
Pero fijate lo que pasa: (en el Indoamericano) mataron a un salteño creyendo que
era boliviano.97
Boliviano, salteño, el habitante con piel oscura no tiene “nacionalidad” en ese
imaginario. La subsunción entre “negro de mierda” y villero se activa junto a la
crítica a los planes. La nota periodística releva la siguiente situación:
Luego de logrado el encuentro entre la presidenta y el jefe de gobierno de
la ciudad se decide realizar un cerco para censar a los habitantes y comprobar su
situación de “carencia”. El cerco simboliza la violencia que permite el censo:98
“A cuatro cuadras del cerco que realizan la Gendarmería y la Pre-
fectura al Parque Indoamericano, un puñado de vecinos de Villa
Soldati mantiene cortada la Avenida Escalada, cerca de la bajada
de la Autopista Dellepiane. Una mujer se queja del rol de la prensa
en esta semana conflictiva. ‘Vienen a hacerles reportajes a estos
negros de mierda y nadie habla con nosotros’ […] Asegura que los
okupas usan el dinero de los subsidios para comprarse televisores
de pantalla plana. Para hacer el corte, los vecinos utilizan dos de
los baños químicos que se destinaron para las personas que hacen la
toma. ‘Que caguen en el piso’, contesta Patricia cuando el cronista
le hace esta observación”.99
La bronca de los sectores medios hacia los pobres asociada al consumo de televi-
sores es inveterada en la Argentina. Hace muchos años cuando recién comenzaban
las villas también se decía lo mismo “son pobres y ¿compran televisores?”
Buenos Aires es la ciudad del mundo después de La Paz con más población
nacida en Bolivia. Se calcula que un millón quinientas mil personas autóctonas de
Bolivia viven en esa ciudad. Luego de las muertes, el gobierno porteño produce
una conferencia de prensa a los dos días. Las declaraciones racistas y xenofóbicas,
del jefe de gobierno de la ciudad Macri, hecha cuerpo en sujetos como los mi-
grantes bolivianos sobre todo, vinculándolos a la “inmigración descontrolada”, las
mafias, los estupefacientes y una cultura “inferior”.

97 “En villa lugano, la tranquilidad avanza pero los prejuicios permanecen y dividen a los vecinos.
Un barrio cruzado por el miedo y la xenofobia”, Página 12, [en línea], http://www.pagina12.com.
ar/diario/elpais/subnotas/158988-51023-2010-12-20.html [consulta: 20 de diciembre de 2010].
98 Censo del Ministerio de Desarrollo Social por el acuerdo de la pacificación: 13.300 personas (rea-
lizado el 13 de diciembre de 2010) con 300 aproximadamente trabajadores sociales –se tenía que
hacer en un día por los acuerdos–. Macri quería saber ¿cuántos eran?
99 Censo del Ministerio de Desarrollo Social…, cit.
Formas de racismo indio... 149

Las declaraciones de Macri, se resumen como sigue: se trata de “la inmigra-


ción descontrolada”100 vinculada a las “mafias”, lo que subyace en la ocupación
son “el avance de que cada uno haga lo que quiera” en el espacio público,101 “esta
inmigración no enriquece a la Argentina”. Está dialogando con las declaraciones
de asociaciones de migrantes que plantean que los miles de inmigrantes bolivianos
aportan riqueza al país, con su trabajo. Este hecho tuvo repercusiones diplomáti-
cas: la embajada de Bolivia hizo una presentación ante la cancillería nacional y al
INADI (órgano de gobierno nacional contra la discriminación)102 pidiendo que el
Jefe de Gobierno de esa ciudad se retracte de sus dichos.
Ante los reclamos de muchos sectores que critican la represión y el desalojo,
afirma que si se accede a los pedidos de las personas que ocuparon el Indoameri-
cano, “no tenemos futuro”. También culpa a grupos de las organizaciones de base,
como posibles incitadores,103 afirmando que los enfrentamientos entre vecinos de
Soldati con los ocupantes “no fue espontáneo. Se cruzaron negocios con la mala
política”.104
Luego de retirarse la policía federal y la metropolitana y cuando se producen
nuevos muertos por la guerra entre los vecinos de Soldati, que entran con armas
al predio y son repelidos por los ocupantes, Macri responde ante los reclamos de
negociación y solicita a la presidenta Cristina Fernández que “vuelva a mandar a
la Policía Federal y terminemos el trabajo que habíamos comenzado”, “no tenía
pensado negociar con personas que cometieron un delito”. A pesar de ello, fue
conminado por orden judicial a hacerlo.
Federico Pinedo, diputado nacional por el PRO, en ese entonces, y actual
presidente de la Cámara de Senadores de la Nación, en su cuenta de Twitter feli-
citó el accionar de la policía que produjo los primeros muertos y además defendió
las políticas de “mano dura” (represión y no negociación), negando la xenofobia
adjudicada a las declaraciones de Macri de parte de la Presidenta de la Nación y
de un amplio abanico de sectores políticos y organizaciones de inmigrantes y de
derechos humanos.

100 Gustavo Veiga “Los inmigrantes no le simpatizan a Macri”, Página 12, [en línea] http://www.
pagina12.com.ar/diario/elpais/1-158642-2010-12-14.html [consulta: 14 de diciembre de 2010].
101 El PRO aun no resolvió qué hacer ante el conflicto. La indecisión macrista”, Página 12, [en línea]
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/subnotas/1-50862-2010-12-13.html [consulta: 13 de di-
ciembre de 2010].
102 “Ante Cancillería y el INADI. La Embajada de Bolivia reclamó ‘disculpas públicas’ a Macri por
sus dichos sobre inmigración. La Embajada de Bolivia en Buenos Aires reclamó disculpas públi-
cas del jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, por sus dichos respecto a la inmigración, los
que tildó de ‘xenófobos’”. Ámbito Financiero, [en línea] http://www.ambito.com/558022-la-em-
bajada-de-bolivia-reclamo-disculpas-publicas-a-macri-por-sus-dichos-sobre-inmigracion.
103 Típica agresión de sectores conservadores en la Argentina que ponen en los militantes sociales las
culpas de todos los conflictos, sin fundamentos.
104 Ámbito Financiero, [en línea] http://www.ambito.com/558022-la-embajada-de-bolivia-reclamo-
disculpas-publicas-a-macri-por-sus-dichos-sobre-inmigracion.
150 Sonia Álvarez Leguizamón

“Hay q decidir si queremos vivir en un país donde el Estado demo-


crático garantiza la convivencia o en uno donde se aplica la ley de
la selva (9-12). Decir que los contribuyentes de la ciudad no pueden
pagar viviendas a Latinoamericanos no es xenofobia sino realidad
(9-12). Decir que argentinos y extranjeros deben respetar los bienes
públicos de los vecinos, no es racismo sino derecho (9-12). Felicito
a Macri por su firmeza en defender la seguridad de los vecinos y el
cumplimiento de la ley (11-12). Felicitamos a las fuerzas de seguri-
dad x su accionar frente a los violentos (13-12)”.
El desenlace de la toma y la guerra se objetiva en un encuentro que hace la presi-
denta entre autoridades de la ciudad y los ocupantes. Macri es convocado por el
Ejecutivo Nacional en la Casa de Gobierno con miembros con miembros de las
organizaciones de los ocupantes. Los representantes de los ocupantes aprovechan
su presencia en la Casa Rosada y realizan una conferencia de prensa: Alejandro
Salvatierra delegado de Ciudad Oculta (nombre de uno de los barrios de donde
provenían los ocupantes) dice: “es una vergüenza tener que llegar a esta pelea
entre vecinos para poder llegar a una solución”.
El racismo se exacerba también en las interacciones cara a cara y en las lu-
chas entre los vecinos de Soldati y Lugano y los ocupantes. Veamos cómo se
expresa esa representación. En una nota periodística se muestra la sensación de in-
vasión de bolivianos/negros. En el palier de uno de los edificios, Antonio Gómez,
“un señor montado sobre su moto en marcha, arenga”: “No hay Estado acá. Macri
tomó dos decisiones, afeitarse el bigote y casarse. La presidente se borró. Ellos nos
invadieron, son millones. Vas a la escuela y no podés anotar a los chicos porque
hay 600 bolivianos, vas al hospital y no hay camas por culpa de estos negros”.105
Un hombre de cincuenta años, pantalón de vestir y camisa a rayas, ataca a pedra-
das a un pibe de cortos y remera que anda en bicicleta “Boliviano de mierda, hay
que matarlos a todos, ¿hace cuánto que vivís gratis, negro villero?”.106
Las declaraciones públicas a la prensa de las asociaciones de migrantes en
la Argentina, luego de una presentación judicial vinculadas con las declaraciones
de Macri y su gabinete, muestran la activación en el ámbito público cotidiano del
racismo del indio exterior/interior, el boliviano, el migrante interno venido de pro-
vincias, gente de piel oscura. Dan cuenta de las agresiones verbales que recibieron
esos días, donde la gente se sintió habilitada a sacar el racismo soterrado de la
transcripción oculta a la pública –diría James Scott (1990)–.

105 “Tras los dichos de Macri, vecinos de Lugano y Soldati se enfrentaron con piedrazos y tiros con
los ocupantes, batalla entre pobres y más pobres en el parque”, Página 12, [en línea]. http://www.
pagina12.com.ar/diario/elpais/1-158446-2010-12-10.html [consulta: 10 de diciembre de 2010].
106 Carlos Rodríguez, “En el club Albariño reclaman ser censados para irse “no queremos que-
darnos en el club”, Página 12, [en línea] http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/subno-
tas/1-50953-2010-12-16.html [consulta: 16 de diciembre de 2010].
Formas de racismo indio... 151

Ulyana Peremyshyeva, cuyo nombre, explica, es “de origen aymara, porque


es de una de las 36 naciones del Estado plurinacional de Bolivia”, dijo que estas
declaraciones y prácticas como las de Macri:
“...van criminalizando la situación de los migrantes. Uno va com-
batiendo la discriminación y va intentado tener una sociedad libre
de discriminación. Pero cuesta. No hace mucho a una de nuestras
paisanas la tiraron de un tren, en la provincia de Buenos Aires,
diciéndole ‘boliviana negra de mierda’. Y con cosas como ésas hay
que luchar. Pero Macri vuelve a repetir esa historia, como la que
había comenzado una revista con una tapa que decía ‘La invasión si-
lenciosa’. Y lo hace justo ahora, que se estaba yendo esa expresión”.
“Pero es que además él tiene problemas con la pobreza: para él, la
pobreza no puede estar dentro de los límites de la Capital Federal”
(cursivas añadidas).107

Algunas reflexiones finales


Del análisis que hemos realizado surge que el interior hace mención, en su sentido
amplio, a todo lo que es exterior a Buenos Aries y cada vez más se desliza a nomi-
nar a poblaciones que son de tez morena, generalmente vinculadas con los migran-
tes que vienen de provincias del norte del país y que se denominan con la categoría
conceptual y vos nativa de “migrante interno”. Población de la que BA se corre y
no quiere reconocer como perteneciente al mismo país y que encarna la extranjería
en la ciudad blanca, deslizada más tarde a lo subdesarrollado, lo arcaico, a lo boli-
viano, etc. Dependiendo de los momentos históricos y de la correlación de fuerzas
entre los distintos sectores involucrados.
El discurso de ese dualismo estructural ente ciudad puerto/interior; si bien
va cambiando en las distintas coyunturas históricas y contextos, adquiere nuevas
formas en un lenguaje y un imaginario que no logra superar esa dicotomía dual
estructurante entre civilización y barbarie. La aparición del interior en forma de
gaucho en su visión nacionalista no extirpa las otras asociadas más a la barbarie.
La representación despectiva del gaucho no se elimina, a pesar de la ola nacio-
nalista de la que la literatura gauchezca y el criollismo produce y se hace eco.
Sabemos además que estas corrientes se transformaron de diversa forma luego del
golpe del ‘30, hacia una visión más elitista y autoritaria de un nacionalismo con-
servador antipopular. Las políticas de la elite porteña sobre integración además
del “mestizaje” blanqueador, implicaron un proceso de “modernización” que trajo
como consecuencia la ruptura de muchas de las relaciones primarias, comunales

107 “El jefe de gobierno demandado por ‘incitación al odio’ bajo la ley 23592. El racismo de
Macri, a la Justicia” Página 12, [en línea], http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/subno-
tas/1-50832-2010-12-11.html [consulta: 10 de diciembre de 2010].
152 Sonia Álvarez Leguizamón

y locales, y produjo una progresiva asalarización e “integración cultural” a costa


de mucha violencia, entre otras la necesidad de migrar. Esto se tradujo en una
imposición de ciertos valores de la pretendida cultura blanca pampeana y una
reconversión de las formas clasificatorias anteriores más allá de las intenciones
del criollismo.
La representación o el mito argentino que formula que la migración masiva,
básicamente italiana y española, producida entre 1857 y 1930, casi eliminó el tipo
mestizo, transformando y refundando al país económica, social y culturalmente,
es coincidente con las interpretaciones de la “sociología científica” de Gino Ger-
mani (1965: 187-188) pero también de cientistas sociales contemporáneos. Este
imaginario de la refundación étnica blanca del país invisibiliza las mezclas de
finales del siglo XIX y la presencia de poblaciones nativas en esa ciudad, la que
es omitida constantemente por las ciencias sociales. Generalmente aparece cuando
es amenazante ante eventos como el 17 de Octubre, de mediados del siglo XX, o
del movimiento piquetero de finales de ese siglo. Constantemente existe la tensión
entre la configuración hegemónica blanca y por otro la irrupción de esta otra more-
na, que traen los “migrantes internos” –sobre todo de las provincias del norte–, los
“cabecitas negras”, los villeros peronistas migrantes, los morochos piqueteros, los
“negros de mierda”, los bolivianos de piel oscura, que son vividos como aluvión,
como masa, como invasión y se alteriza bajo creencias y prácticas racistas que
pueden llegar a la muerte –como lo fue el caso del parque Indoamericano–. La ma-
yoría de los relatos de las ciencias sociales reproducen generalmente las visiones
alterizadas o la critican pero describen a estos sujetos como portadores de malos
modales, en relación a los estilos de vida de la ciudad “blanca”.
A mediados del siglo XX, las categorías nativas porteñas del racismo in-
dio que denostaban a esta población y la nominaban como cabecitas negras o
descamisados, hacían referencia al color de la piel y a estilos de vida y de vestir
diferentes, contrapuestos a la etiqueta urbana civilizada o de clase media. Estas
etiquetas fueron resignificadas por el discurso peronista a partir de una identidad
que colocaba a los grupos antes estigmatizados, ahora, como actores protagónicos
de una ciudadanía más inclusiva.
En esta etapa las clasificaciones de la pobreza y el protagonismo de cier-
tos grupos se transforman significativamente, pasando el trabajador, sobre todo
el migrante del interior, de una identidad negativa y subordinada, a otra positiva
más emancipatoria. En este proceso el peronismo se caracterizó por formas de
gobierno y estructuras de sentir que significaron la materialización, no sólo de un
conjunto de políticas públicas que condujeron al mejoramiento del nivel de vida
de vastos sectores sociales, sino también la presencia de un anhelo igualitario y
una expresión de dignidad personal de trabajadores y pobres. La interpelación
discursiva a los tipos de población que construye el peronismo está estrechamente
asociada a sus estilos de gobierno e intervención social, el que se basa en una
Formas de racismo indio... 153

dignificación de las clasificaciones de inferioridad anteriores. La incipiente clase


media porteña los nominaban como cabecitas negras o descamisados. Tipologías
que hacían referencia al color de la piel obviamente y a estilos de vida y de vestir
diferentes, contrapuestos a la etiqueta urbana civilizada o de clase media. Al mis-
mo tiempo, los propios obreros de origen europeo, se habían manifestado en forma
discriminatoria hacía las poblaciones trabajadoras del interior.
Las distintas categorías del mestizaje porteño y de su racismo indio –a lo
largo del siglo XX–, tiene al interior como nodo fundamental del espacio de la
barbarie, lo atrasado, incivilizado, rural y de sus pobladores como pertenecientes
a grupos, etnias, cuerpos inferiorizadas (migrantes, poblaciones rurales, gauchos,
criollos, morochos, cabecitas negra, piqueteros, villeros, negros de mierda) a los
que deben civilizar, desarrollar, instruir, educar, integrar en forma subordinada, o
directamente erradicar o expulsar. El indio no aparece directamente como catego-
ría, sino subsumido en estas clasificaciones.
El uso de barbarie para sintetizar habitus de alteridad es una característica
propia de la configuración social argentina de la construcción de las clases supe-
riores, que a veces parece haber desaparecido, pero que se reaviva cada tanto. La
permanencia de este calificativo, tiene referencia directa a la influencia cultural
que Francia tuvo en los estilos de vida de las elite porteñas –a partir de la Gene-
ración del ‘37 y del ‘80– y explica también la fuerte condición neocolonial de la
construcción de la nación Argentina. Sobre todo referida a la creencia a raja tabla
en el discurso civilizatorio y por otro, a la negación, extermino y/o descalificación
de las poblaciones de origen nativo. Es interesante señalar como esta dicotomía ha
sido puesta en cuestión por diferentes corrientes de pensamiento. Aquella que la
considera fuertemente neocolonial de un racismo indio fundante en América Lati-
na, como el caso de los estudios neocoloniales o de la decolonialidad del presente
(Rivera Cusicanqui, 1997, 2003, 2008; Castro Gómez, 2000 y 2007; Stavenhagen,
1973, entre otros), la de los estudios culturales (Halle, 1992; Raymond Williams,
2000 [1976], para nombrar algunos), o la de una cierta tradición alemana que pone
en cuestión el uso francés de civilización y considera que es conveniente hablar de
cultura. La propia tradición de la antropología social que, a partir del relativismo
cultural, desarrolló el uso del concepto de cultura por oposición o en dialogo con
el de civilización, en su crítica a las visiones racistas y evolucionistas (ver Franz
Boas, 1911 y 1928). La idea de configuraciones es útil para entender estas con-
figuraciones racializadas que se expresan en la geopolítica nacional, la que nos
permite pensar las diferencias en estilos de vida y conformación de alteridades
entre las clases alta y media porteña y los sectores subalternos considerados inci-
vilizados (gente de piel oscura, morocha, indígena, habitante de villas o “villera”,
“migrantes internos”, “cabecitas negras”, etc.). En la revisión del corpus podemos
encontrar diferentes nominaciones del interior racializado, no todas las provincias
son interior, lo son “provincias de tierra adentro”, las más pobres, las provincias
154 Sonia Álvarez Leguizamón

andinas, provincias y territorios donde predomina la población de origen autócto-


no, “provincias interiores que viven en una economía natural, “provincias medite-
rráneas del norte”, el “interior profundo”. El interior racializado y extranjerizado
en la ciudad blanca.

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Capítulo III

Categorías nativas, configuraciones sociales,


pobreza y racismo indio en Salta1

E
Introducción
l siguiente capítulo analiza, en la primera mitad del siglo XX, la compo-
sición social salteña, las categorías nativas entre clases y la conformación
de ciertos estilos de vida para pensar las formas de gobierno de la pobreza
y el “racismo indio” propias de este espacio social. Se hace especial hincapié en
las relaciones de dominación y las configuraciones entre clases y grupos sociales,
para comprender las representaciones sociales que tienen las elites de los grupos
subalternos. Estudiamos aquí las clasificaciones y atributos entre las clases y “ti-
pos humanos” para entender cuáles son las jerarquías sociales naturalizadas, de
aquellos que tienen “poder legítimo” para asignar atributos a las personas.2 Du-
rante la primera mitad del siglo XX, se observa cómo las clasificaciones y formas
de intervención de las elites que se autodenominaban con la etiqueta de “gente
decente”, clasifican a los sectores subalternos que dominan como lo “inciviliza-
do”, lo “arcaico” –lo que está fuera de la cultura dominante o de la salteñidad he-
gemónica–, o también lo que está a veces fuera de la nación. Se construyen “tipos

1 Este capítulo es una reescritura del ensayo de mi autoría: “La pobreza: configuraciones sociales,
relaciones de tutela y dispositivos de intervención. (Salta primera mitad del siglo XX)” en Abor-
dajes y Perspectivas, Concurso Provincial de Ensayo 2003, Secretaría de Cultura de la Provincia
de Salta, Segundo Premio, 2004. También del trabajo: Álvarez Leguizamón y Muñoz, 2010 “Cate-
gorías nativas, nominaciones de la alteridad y voces autorizadas en la invención de ‘la Sociedad’ y
‘la Tradición Salteña’ literatura y dialectología”, en Álvarez Leguizamón –comp.– (2010), Poder
y salteñidad: Saberes, políticas y representaciones sociales, Salta, CEPIHA.
2 Estas personas han sido llamadas por Bourdieu (1997), las voces autorizadas, o los expertos por
Giddens (1997). Son ciertas personas con un saber legítimo a veces científicos y otras no. Entre
ellos se encuentran distintos actores como: los sacerdotes, los cientistas sociales, políticos, en-
sayistas, políticos travestidos en científicos, etc. La manera de ver las clasificaciones sociales y
las categorías nativas a ellas asociadas las he tomado de la tradición antropológica de Mauss y
Durkheim para el caso francés. También el concepto de regímenes de clasificación de Adamovsky
(2015: 117-118), en su análisis de las clases medias y sectores populares en la Argentina. El autor
desarrolla este concepto como característico de una región o país determinado y lo aplica a sus
estudios empíricos. Para este autor “las jerarquías de clase no pueden definirse solamente a partir
de criterios económicos, sino que deben incluirse también las culturales y ‘raciales’ […] Un ‘ré-
gimen de clasificación’ es el ordenamiento concreto del escalafón social en un momento y lugar
precisos, tomando en cuenta todos los aspectos que colaboraron en la separación y jerarquización
de las diferentes ‘clases’ de personas. El ‘régimen de clasificación’ refiere entonces tanto a los
mecanismos materiales que definen que personas tendrán acceso a qué tipo de bienes y recursos,
como a las ideas de ‘respetabilidad’ que los justifican y organizan”.
168 Sonia Álvarez Leguizamón

humanos”, los que tenían un fundamento biológico racial, ambiental, moral y de


hábitos culturales. La provincia de Salta ha sido caracterizada por muchos autores
como reservorio de prácticas neocoloniales descriptas de diversa manera, por lo
que resulta un lugar paradigmático para estudiarlas. Sólo como ejemplo reproduz-
co una semblanza:
“…se resaltan actualmente las marcas de una fuerte historia colo-
nial, de un proyecto criollo-español con perfil agrícola-ganadero y
un fuerte sesgo aristocrático, basado en un pacto entre la iglesia, el
poder económico y político y construido sobre mecanismos contra-
dictorios de inclusión/exclusión de la población aborigen y otros
sectores populares” (Petz, 2005: 80).
El período que analizamos es de construcción y consolidación de los Estados na-
cional y provincial, en el cual se hace notable la integración de espacios y po-
blaciones denominados por el centro porteño como del “interior”, en relación el
centro de poder estatal, Buenos Aires. Integración que en ciudades capitales de
provincia, como Salta, pasan de ser consideradas aldeas “inurbanas”, “semiru-
rales” e “incivilizadas” (según los comentarios centralistas de la época), lugares
de residencia de las elites y sus siervos, a ciudades que paulatinamente se van
vistiendo del ropaje higiénico y civilizatorio. Integrando en este proceso, de ma-
nera subordinada, al campesino pobre, al trabajador y al artesano. Este cambio
es lento y constituye una instancia de inflexión en las transformaciones entre el
mundo público y el privado, atravesado por la lucha entre prácticas higienistas y
benéficas de gobierno de la pobreza y de la población. Es también un momento de
progresiva gubernamentalización de la vida, de regulación del mundo público y
de la vida privada por concepciones higienistas, que institucionalizan su discurso
y constituyen nuevos espacios públicos.
Foucault (1981b: 14-23), para el siglo XVIII en Francia, hablaba de un modo
particular de gobierno sobre los otros que denominó gubernamentalidad. Se refe-
ría con este término, al progresivo paso de un gobierno o una policía de familia a
otra de la población, por medio de la ampliación de las funciones, normas e ins-
tituciones gubernamentales que llamó biopolítica o política de la vida. Considera
que la modernidad se caracteriza no tanto por la estatalización de la sociedad como
por la “gubernamentalizacion” ejercida por el Estado. Esto tiene que ver con las
tácticas de gobierno, las que permiten definir paso a paso qué es lo que compete al
Estado y qué es lo que no le compete, qué es lo público y qué es lo privado, qué es
lo estatal y qué no es lo estatal; “en consecuencia el Estado, en su supervivencia
y en sus límites, no puede entenderse más que a partir de la tácticas generales de
gubernamentalidad” (Foucault, 1981b: 25-26).
En una dirección contraria, pero coincidente en Salta, los estilos de poder y
de gobierno de la casa y el hogar de las elites extienden su dominio hacia el mun-
Formas de racismo indio... 169

do público como forma de control de los sectores a los que se quiere dominar o
neutralizar. Se produce así, un proceso de domesticación de lo público, el anverso
de la gubernamentalización de la vida privada. Es un momento donde el poder del
patrón, jefe de hogar de las elites y magistrado doméstico, quien ejerce poder de
policía sobre sirvientes y “jornaleros”, se traslada al poder del gobierno estatal so-
bre la población. Concomitantemente con las prácticas asistenciales de encierro y
las dádivas propias de la beneficencia, se visualiza una incipiente asalarización de
campesinos y siervos cuyo control se realiza a partir de la educación, moralización
y el ahorro, típicos del higienismo.3 En esta etapa la relación de dominación pre-
dominante está basada en diversas configuraciones de contraprestaciones serviles
y semiserviles.
Se produce una tensión entre quienes intentan relajar o modificar estos vín-
culos y aquellos que se resisten a los cambios para mantener una sociedad esta-
mental. Al final del período, éstos se deshacen dando lugar a una forma incipiente
de ciudadanía y a un traspaso del policiamiento de las familias subalternas de los
patrones a la gubernamentalización de la vida por parte del Estado, a la vez que
estas transformaciones permiten la configuración de una mercado de trabajo libre.4
Hemos notado una fuerte sutura entre el proceso “civilizatorio” local –enten-
dido según los señalamientos de Elías– y el saber benéfico e higienista de gobierno
sobre la pobreza y sobre la población en general que desarrollaremos somera-
mente, para mostrar cuáles son las ideas de las clases dominantes sobre las clases
subalternas a las que se “asiste” y se gobierna. Es el Estado el que introduce una
serie de preceptos y de comportamientos que pasan a denominarse civilizados e
higiénicos. Esto implicó la regulación a largo plazo de las emociones individuales,
por medio de coerciones internas o externas, producto del proceso civilizatorio

3 La palabra higiene se deriva del griego hygiés que quiere decir sano. De allí el higienismo se
asoció a un saber vinculado con la conservación y prevención de enfermedades. Las epidemias y
endemias en el siglo XVIII en Europa llevaron a un desarrollo importante del higienismo que se
comenzó a constituir en un saber especializado. A fines del siglo XVIII se publica por primera vez
una obra orgánica de higiene por el alemán Juan Frank, el que patrocina la adopción por el Estado
de medidas sanitarias que protejan al individuo de contraer enfermedades. En el siglo XIX la higie-
ne adquiere un mayor desarrollo, relacionado con el progreso de la bacteriología y su incidencia en
las enfermedades contagiosas y la profilaxis, junto a una visión de las enfermedades que ponía el
énfasis en la importancia del ambiente y el saneamiento urbano. Antecedentes sobre el desarrollo
del higienismo en la Argentina, durante la segunda mitad del siglo XIX y mediados del XX, se
pueden consultar en Armus (1984 y 1999); Leys Stepan (1991), Murillo (2000) entre otros.
4 El trabajador libre es aquel que no sólo ha perdido sus medios de producción sino el que no está
inscripto territorialmente o jurídicamente a ataduras que le impiden su libre movilidad y contra-
tación laboral, como lo fue la institución del conchabo en Salta, que duro hasta casi finales de la
década del ‘40, a pesar de los intentos del gobernador Joaquín Castellanos, en 1921, por eliminarla
(ver Caro Figueroa, 1970 y Michel, A. y otros, 1996).
170 Sonia Álvarez Leguizamón

(Elías, 1993 [1977-1979]).5 Integrando en este proceso, de manera subordinada, al


campesino pobre, al trabajador y al artesano.
Consideramos tres etapas diferenciadas en los cambios en las configuracio-
nes sociales de la sociedad salteña, en el siglo XX (Álvarez Leguizamón, 2010).
Una que va desde el siglo XIX hasta aproximadamente finales de la década de
1940, donde predomina el poder de una clase autodenominada aristocrática so-
bre el resto de la sociedad. Una segunda de transición (1940-1960) caracterizada
fundamentalmente por la constitución de un mercado de trabajo libre, la relajación
de las relaciones semiserviles y, por lo tanto, la ampliación de grupos asalariados,
la conformación de una incipiente clase media. Todo ello acompañado y propicia-
do por una importante participación política de los sectores subalternos debido a
políticas inclusivas promovidas por el partido radical –a principios del siglo–, las
luchas obreras y, sobre todo, la transformación del Partido Justicialista –a media-
dos del siglo– que implicó una distribución significativa de los ingresos y el poder
político a favor de los trabajadores. La tercera se refiere a la conformación de una
burguesía como clase independiente, aunque en alianza con la vieja aristocracia.6
En la primera etapa, los sectores dominantes ejercen un poder estamental
basado en el linaje y la propiedad de la tierra de la autodenominada gente bien
a partir de la construcción aristócrata de su pertenencia.7 En la sociedad que está
emergiendo hay un relajamiento de las relaciones semiserviles, se conforma un

5 “Lo que en principio se impuso bajo la forma de civilité, encontró su superación y su prosecución
–según la situación especial de los afectos– en lo que pasó a denominarse “civilización” o, dicho
con exactitud, “comportamiento civilizado” (Elías, 1993 [1977-1979]).
6 Los datos empíricos y cualitativos para caracterizar estas etapas se han basado: para la primera en
a) algunos indicadores sobre el porcentaje de trabajadores sindicalizados para evaluar el peso de la
mano de obra libre, significativamente menor al de Buenos Aires en las décadas del ‘30 y ‘40; b)
en las fuertes y persistentes denuncias sobre la sobreexplotación del trabajo en las zonas rurales en
fincas e ingenios –no sólo por trabajadores sino por gobernadores, entre otros: Castellanos y el in-
terventor Fassio– y c) por los relatos autoreferenciales de la “aristocracia” local. La tercera etapa,
vinculada con el surgimiento de una burguesía que disputa el poder político aristocrático y se alía
con ella, se basa en datos referidos a la importancia de las actividades comerciales y de servicios,
la creciente asalarización de los trabajadores así como análisis de voces sobre “outsideres” en el
poder político provincial (Álvarez Leguizamón, 1987; 2010b).
7 Según el historiador Madrazo la autodenominación de esta clase como aristocrática a pesar de no
tener títulos nobiliarios viene desde la colonización y siguió hasta el siglo XIX en la etapa postco-
lonial. “Quienes llegaron al Noroeste en esos tiempos no tenían títulos nobiliarios y cuando invo-
caban y demostraban su ascendencia hidalga quedaba aceptado que no eran plebeyos o campesinos
(aunque muchos hidalgos tenían esa ascendencia). Eso era suficiente para aspirar a ingresar, por
medio de un matrimonio conveniente, al círculo de las familias fundadoras, cuyo abolengo tam-
poco partía de aquellos […] Habían logrado desde el principio el perfil de una aristocracia, pero
no eran nobles” (Madrazo, 1997: 109). Más tarde, a partir del siglo XVIII aproximadamente, “el
nuevo sector dominante reprodujo, dentro de otras condiciones históricas, las pautas de la anterior
oligarquía en cuanto autodefinirse como una aristocracia e intentar convalidar sus antepasados de
nota, a veces españoles o también pioneros o [unas décadas después] patriotas” (Madrazo, 1997:
117, en Yudi, 2015: 21-23).
Formas de racismo indio... 171

mercado de trabajo libre y de sectores medios más significativos. Este fenómeno


está fuertemente vinculado con la gubernamentalización de lo social y la mono-
polización de los medios de administración por el Estado (Elías, 1998 [1976];
Bourdieu, 1996) por un grupo social de técnicos, vinculados a la especialización
de profesionales funcionarios. Lo que Weber ha llamado la suturación entre el
político y el científico o viceversa. Hemos visto el entrelazamiento de linajes es-
tamentales asociados a la intervención social de la beneficencia y el higienismo
(Álvarez Leguizamón, 2004), y ahora veremos el proceso de subsunción entre
“políticos profesionales”, historiadores y lingüistas (Weber, 1981 [1959]: 92-93)
lo que va instituyendo identidades sociales legítimas y un incipiente proceso de
monopolización del Estado en esta etapa que se termina de consolidar en los ‘60.
Son las aristocracias criollas salteñas, travestidas en “políticos profesionales” o en
científicos, las que van monopolizando los medios de administración del Estado
como diría Weber.8 Si bien las condiciones históricas y los grupos sociales son
diferentes a los que analiza este autor, lo interesante en Salta es la aparición de
los políticos profesionales que se van apropiando de los medios de administración
del Estado, que si bien –al comienzo– forman parte de la “aristocracia” local, pau-
latinamente logran cierta autonomía incorporándose sectores de la burguesía en
ascenso. Este proceso puede significar: ocupación de cargos políticos y profesio-
nales gubernamentales, así como la utilización de los medios y recursos estatales
para su beneficio como: la asignación de tierras fiscales para uso privado, créditos,
definición del recorrido de los ferrocarriles o las rutas para que atraviesen sus fin-
cas, etc. Por otra parte se puede constatar que en la ciudad de Salta –en el primer
cuarto de siglo– se produce un proceso muy incipiente de profesionalización vin-
culado al progresivo prestigio de ciertas profesiones liberales, como la medicina y
la abogacía sobre todo ejercidas por varones, así como la docencia y las auxiliares
de la medicina por mujeres.
La configuración social salteña más fundante en este período es según las ca-
tegorías nativas autoreferenciales la de gente “decente” o de “bien” o “gente bien”
y los grupos considerados subalternos por esta clase. Estructura dual y dicotómica

8 Weber en su libro El político y el científico demuestra cómo, en el curso del proceso de construc-
ción del Estado moderno, aparece por primera vez la categoría de “políticos profesionales” y, en un
segundo sentido, gentes que no querían gobernar por sí mismos como los caudillos carismáticos,
sino que actuaban al servicio de esos jefes políticos. Weber entiende como Estado moderno “una
asociación de dominación con carácter institucional que ha tratado, con éxito, de monopolizar
dentro de un territorio la violencia física legítima como medio de dominación y que, a este fin, ha
reunido todo los medios materiales en manos de su dirigente y ha expropiado a todos los funciona-
rios estamentales que antes disponían de ellos por derecho propio, sustituyéndolos con sus propias
jerarquías supremas”. En sus luchas del príncipe con los estamentos, los “políticos profesionales”
se colocaron del lado de aquél e hicieron del servicio a esta política un medio de ganarse la vida, de
una parte, y un ideal de vida, de la otra” (1981 [1959]: 92-93). Éstos serían los políticos profesio-
nales que, según Weber, fueron el instrumento más importante para esta expropiación de medios
materiales.
172 Sonia Álvarez Leguizamón

que se encuentra también en otros espacios sociales nacionales para el siglo XIX
(Adamovsky, 2015) y XX. Los sectores subalternos a esa clase son nominados
de diferente manera según la situación, el momento histórico y la construcción
tipológica encarada por la elite salteña, como el coya, gaucho e indio, entre otras.
Un estudio de Heredia (2011) vinculado con procesos similares para Buenos
Aires, aunque se generaliza para Argentina, sostiene que desde las primeras déca-
das de siglo XX se observa una heterogeneización dentro de las clases altas entre
elites tradicionales “aristocráticas”9 y burguesas. Analizando la antigüedad de la
riqueza y las orientaciones “aristocráticas” o “burguesas” de la clase alta, Heredia
sostiene que, en el plano típico ideal, la orientación aristocrática no señala a la
riqueza como fuente de superioridad sino a la genealogía, la cultura general, el
refinamiento, el cosmopolitismo. Por ello la autora elude la categoría de “ricos”,
prefiriendo la de “elite” o “familias privilegiadas”. Mientras que para la orienta-
ción burguesa, es la riqueza el indicador del éxito, un indicador meritocrático que
supone un plano de igualdad, desde donde se opera una diferenciación a partir del
esfuerzo individual.10 Para ella, las disputas entre las diferentes orientaciones de la
clase alta se diluyen en alguna medida en la Argentina debido a que las diferentes
oleadas de ascenso social se tramitaron más bien a través de una conducta imita-
tiva de las categorías emergentes en relación a las tradicionales, conformadas por
las elites ligadas a la propiedad de la tierra y las exportaciones. Esto en realidad
creemos no es general para la Argentina sino para la Pampa húmeda. Afirma que
los sectores tradicionales asociados a las actividades agropecuarias, de matriz cul-
tural liberal conservadora, si bien sufrieron un declive económico a lo largo del
siglo XX frente a las fracciones de la nueva burguesía, mantuvieron la “dirección
cultural” (Elías, 1994, en Heredia, 2011: 81) sobre la sociedad en su conjunto, y
sobre las otras fracciones de las clases altas, en particular manteniendo la auto
denominación de gente de “bien”.
Más allá de que la conducta imitativa de distintas fracciones u orientaciones
de clase es general, algunos autores consideran para la zona de la Pampa húme-
da que esto se debió, sobre todo, al ascenso social de trabajadores migrantes de

9 Significa etimológicamente “gobierno de los mejores” (del griego ἀριστοκρατία aristokratía, de


ἄριστος aristos excelente, y κράτος, kratos, poder). Si bien en la Edad Media esta acepción se
asocia con lo nobiliario y la monarquía, no necesariamente lo es. Puede haber como en Grecia una
aristocracia republicana, se trataría de una forma de gobierno no de una forma de Estado. (Agra-
dezco a Ana Teresa Martínez este señalamiento).
10 “Para el pasado, es necesario recordar la fluidez secular de la sociedad argentina: si bien las fami-
lias tradicionales conservaron, hasta los años setenta, una parte significativa de sus prerrogativas
económicas, la democratización educativa y la industrialización propiciaron tempranamente el
acceso de nuevos grupos al universo de la riqueza” […] “Así, dos tipos ideales se deducen de
esta oposición: los aristócratas que recubrirían el dinero con un manto de silencio, reivindicarían
el patrimonio heredado y apreciarían la sobriedad y la sutileza en las costumbres y la moda; los
burgueses que exaltarían al self made man y encontrarían en la ostentación un modo de subrayar y
hacer pública la recompensa obtenida” (Heredia, 2011: 73).
Formas de racismo indio... 173

ultramar, consolidado a mediados del siglo XX (Adamovsky, 2015), proceso que


casi no existió en Salta. Por otra parte, la aparición de la orientación burguesa de
las elites fue mucho más tardía, como hemos señalado. En Salta “aristocracia” se
funda si en la importancia de la genealogía pero asociado con familias de origen
español colonizadoras, la cultura general, el refinamiento y la propiedad de la
tierra (la “finca”). Al no haber habido un proceso de industrialización similar al de
Buenos Aires, la orientación burguesa se asoció más con actividades de comercio
y servicios que a la industria y se desarrolló más tardíamente, por lo que es difícil
afirmar que este fenómeno sucedió de la misma manera para todo el país.
Las fuentes que he usado para estudiar estas categorías nativas y las repre-
sentaciones sociales son: diccionarios de regionalismos,11 relatos de historiadores,
ensayistas, discursos de gobernadores, estudios regionales literarios, reglamenta-
ciones y memorias de instituciones benéficas y, en menor medida, investigación
periodística. Los diccionarios de regionalismos son producto de una subdisciplina
de la lingüística, la dialectología, que se ha desarrollado en forma significativa en
Salta. Estudia expresiones verbales que consideran subordinadas a la lengua do-
minante y que no se encuentran en los diccionarios de la llamada lengua legítima.
Este campo del conocimiento está fuertemente asociado a lo que algunos
autores denominan “supervivencia de costumbres y creencias tradicionales” y al
folklore. Por ejemplo, para Vicente Pérez Sáez (1985) –un lingüista salteño pre-
ocupado por estas temáticas y escritor de uno de estos diccionarios–, en su artí-
culo “Aportes del Dr. Augusto Cortázar a la lexicografía salteña”, afirma que el
“hablar popular” formó parte de un sistema clasificatorio que el Dr. Cortázar logró
introducir por el “Índice sistemático” de Selecciones Folklóricas Codex. El “habla
popular” para Pérez Sáez, es un área de conocimiento que forma parte de una codi-
ficación producida por el saber folklórico –propuesto por el folklorólogo Augusto
Raúl Cortázar–, que forma parte de un “Índice sistemático” de Selecciones Fo-
lklóricas Codex, aprobado por el Congreso Internacional de Folklore y adoptado
en la Bibliografía del folklore Argentino (ver Pérez Sáez, 1985). La dialectología
busca nominaciones que se expresan en el léxico de lo que se denomina el “habla
popular”, nominación que alude a un conjunto poco definido de personas pero
diferenciado de las elites, que a su vez se subsume en el folklore. En este ejemplo
podemos ver como el folklore –a través de la llamada “lengua popular”– es otro
régimen de conocimiento del mestizaje local, como veremos cuando observemos
las palabras y los sujetos que son objeto de su conocimiento.
Dentro de la dialectología se encuentra la lexicografía, que consiste en la de-
tección de palabras propias de esta habla. Nos interesa detectar cuáles son, de esas
palabras, las categorías nativas que hablan de las configuraciones sociales predo-

11 La investigación algunos de los diccionarios de regionalismos fue realizada por el antropólogo


Sebastián Muñoz y plasmada en parte en el trabajo de Álvarez Leguizamón y Muñoz (2010).
174 Sonia Álvarez Leguizamón

minantes de subordinación en Salta y que la dialectología local detecta y “rescata”.


Sobre todo aquellas por las cuales algunos denominan de una manera particular
a los otros, en virtud de un determinado tipo de relación e interacción social, que
se establece entre ellos, de jerarquías sociales diversas. La metodología utilizada,
en lo que hace a la dialectología, fue la búsqueda de los conceptos o palabras que
figuran en el diccionario y sus definiciones, vinculadas a las nominaciones clasi-
ficatorias de los grupos sociales y sus atributos. De esta investigación surgen no
sólo palabras, sino también conjuntos de palabras o refranes, sentencias que dan
cuenta de ciertas características o atributos que tendrían determinadas personas,
lo que constituye el campo de la paremiología, que a nosotros nos interesa porque
esos refranes o modos de decir embuten las relaciones sociales de clase y las “cos-
tumbres”, sin decirlo en forma directa.
Raúl Aráoz Anzoátegui (1979: 29-30), un poeta escritor y ensayista salteño,
afirma que el tema nativista es propio de la literatura argentina, la que tiene una
fuerte vigencia en el noroeste en las “letras de proyección folklórica”. Para él,
la nueva poesía que surge desde 1940 comenzó a operar la transformación que
a poco tomaría contacto directo y se identificaría con las gentes que compone,
según los estudiosos de estas disciplinas, el grupo “folk” y la disciplina folklórica,
cuya caracterización según A. R. Cortázar se vincula con los caracteres especí-
ficamente populares, colectivización, empirismo, funcionalidad, tradicionalismo,
anonimato, regionalismo y transmisión por vía oral y no escrita. El regionalismo
como campo de conocimiento y preocupación es señalado por distintos autores del
área de las Letras como formando parte de una corriente de época en Salta y otras
provincias del norte que, intentaban diferenciarse de las elites porteñas, a partir de
la construcción de una identidad propia.
En este marco dinámico y complejo indagamos ciertas clasificaciones y sus
representaciones, las que se constituyen en apelativos que condensan las catego-
rías y representaciones del otro. En un sentido vincular y a veces autorreferencial
constituyen categorías nativas (ej. hidalgo, honorable, colla, negro, mulato, indio,
gaucho, cholo, china, yuto). Desde el punto de vista antropológico estas fuentes
expresan una suerte de autoconciencia de la sociedad de ciertos expertos que insti-
tuyen y reifican el lábil sentido de las palabras y los atributos de las personas o las
cosa. Hablan de representaciones sobre la sociedad en la que viven, de su compo-
sición social, justificando directa o indirectamente las relaciones de dominio en las
que está basada y las formas de racismo indio particular que expresan.
En la recopilación de los significados de las palabras “dialectales”, de lo que
denominan el habla del “uso común”, se puede dar cuenta, aunque sean fuentes
limitadas, de lo que esas categorías nativas significan. Nos detenemos en los dic-
cionarios “dialectológicos” como parte del corpus del análisis.12 Son voces que

12 Usamos el Diccionario de regionalismos de Salta de José Vicente Solá, publicado por primera vez
Formas de racismo indio... 175

pertenecen a clases que se autoproclaman superiores y “autorizadas”, aunque no


se trata de un discurso homogéneo, encontrándose diferencias y similitudes entre
los textos y los autores estudiados.
Las representaciones sobre las poblaciones percibidas como amenaza o a las
que se pretende integrar en forma subordinada provienen de diferentes actores o
productores de los discursos que naturalizan la diferenciación social y las formas
legítimas de intervención sobre tales poblaciones. En ese sentido, tratamos de en-
tender cómo se naturalizan e instituyen ciertas relaciones sociales, las que son el
producto no sólo de una relación de explotación, sojuzgamiento o expropiación de
sus subjetividades, sino también el producto de ciertas operaciones sociales que
producen una serie de creencias, marcos de significados, perspectivas, concep-
ciones del mundo que luego parecieran dadas por naturaleza. Estas operaciones
son llevadas a cabo por ciertos grupos sociales que se consideran investidos de un
poder legítimo sobre esos otros, lo que se traduce en un largo proceso de especia-
lización, el que da lugar al surgimiento de expertos. Este pensamiento parte de un
mecanismo humano muy primario que es el de clasificar desde un sociocentrismo
de clase. Lo primero que se advierte es la bipolarización de los atributos, la forma
dicotómica de ordenar el mundo social.13
Clasificar es a la vez diferenciar, separar, marcar límites entre las cosas y las
personas, dar valor a las cosas que pertenecen a cierto grupo y distinguirlas de
otro. El proceso mediante el cual conocemos, clasificando y la forma en que nos
forjamos representaciones de las cosas y de las personas, asignándoles un lugar en
la vida, tiene una génesis. Esa protohistoria de las clasificaciones y representacio-
nes sociales ha sido estudiada por Mauss y Durkheim (1971 [1903]), para mostrar
que las “clasificaciones primitivas”, y la organización del espacio que de ellas se
desprenden, son análogas a las contemporáneas. La construcción de las distincio-
nes que realizamos entre las personas y el lugar que les asignamos dentro de una
jerarquía social, si bien tiene un poder coercitivo sobre nuestras formas de enten-
der y comprender el mundo, sobre nuestras formas de actuar, sobre los signos que
utilizamos para representar y representarnos, o sobre las palabras que utilizamos
para nombrar, también es un proceso que se transforma y cambia.
Se pueden visualizar analíticamente dos perspectivas, que podemos deno-
minar en forma muy simplificada hegemónica y contra-hegemónica. La primera
tendería a naturalizar las configuraciones y relaciones sociales de subordinación y
jerarquía y la segunda a cuestionarlas, a buscar quiebres en ellas. Estos estilos de

en 1949; Salteñismos, dichos y refranes de Fernando Rufino Figueroa, publicado en 1991, y el de


Osán de Pérez Sáez y Pérez Sáez (2006), sobre todo.
13 Estas nominaciones son también una objetivación de las relaciones y tensiones sociales que tienen
significado sólo en la oposición o diferenciación entre los grupos en disputa (Mauss y Durkheim,
1971 [1903]; Bourdieu, 1989, 1991). Son en definitiva expresión de las luchas sociales entre clases
expresadas en el lenguaje en tensión.
176 Sonia Álvarez Leguizamón

representar los atributos de la personas o a las relaciones sociales son una cons-
trucción social que tiene un devenir, es decir, no es esencial o natural, aunque se
busque en este mismo proceso “esencias”, como la salteñidad por ejemplo. Junto a
los cambios societales, ese “orden” es revisado, reformado, explicado con nuevos
términos, invocado fatalmente pero al mismo tiempo aceptado. Desde cualquier
posición se puede naturalizar o desnaturalizar un orden de cosas. Sin embargo, el
discurso que construye este lenguaje como propio desde el lugar hegemónico es
también continuamente resignificado por los actores que son nominados y nom-
brados, en un juego de mutuas clasificaciones que hablan de las representaciones
de cada uno sobre el otro, en conflicto y lucha. Es también un proceso de construc-
ción de identidades diferenciadas en la oposición e interacción.
Estas operaciones clasificatorias son formas de nominar a ese otro al que
se impone un nombre y, por lo general, se intenta someter, dominar, sojuzgar o
recibir servicios por su condición “inferior”. Por otra parte, a veces esos grupos se
apropian de esas nominaciones en forma emancipatoria, como el caso del kolla en
la actualidad. La antropología se ha especializado en la descripción de grupos ét-
nicos a partir de describir procesos identitarios vinculados con poblaciones que se
autoidentifican o son identificados con ciertos nombres, lo que llaman etnónimos.
Pero ésto implica luchas clasificatorias históricamente situadas. Muchas veces hay
coincidencias entre ciertas nominaciones, por ejemplo entre etnónimos que usa la
antropología, la construcción de tipologías humanas encaradas por las elites y la
autoidentificación de ciertos grupos, como el caso de coya, como veremos más
adelante. Pero los atributos que se les asignan o se autoasignan no son los mismos.
Las clasificaciones expertas pueden estar basadas en visiones biotipológicas, ra-
ciales, caracterológicas, de la cultura material, en distintos argumentos con base
científica. Las de los grupos que se autoadscriben, remiten a la memoria histórica,
cultural y natural de ese grupo y se vinculan con la identidad, los estilos de vida,
las cosmovisiones del mundo compartidas.
Para la primera mitad del siglo XX, son importantes fuentes de nuestra in-
vestigación: las descripciones sobre los “tipos sociales” o estudios sobre “carac-
terología” salteña de ensayistas e historiadores locales como Bernardo Frías, Juan
Carlos Dávalos y Ernesto Aráoz. Sus biografías a su vez expresan un proceso de
producción y reproducción de su “estima” social y de su legitimidad, dada gene-
ralmente por su pertenencia a linajes locales de esta misma aristocracia a la que
pertenecen (la que en las biografías se hace patente al señalar los apellidos de sus
progenitores o ascendientes) y, generalmente, por su participación como políticos,
científicos y/o literatos. Bernardo Frías14 es un historiador prolífero. Nuestro aná-

14 Nació en Salta (1866-1930), hijo de Benigno Frías y de Juana Martínez de Mollinedo, Doctor
en Jurisprudencia en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de
Buenos Aires. Con una tesis bajo la tutela de Indalecio Gómez –salteño, coautor de la Ley Sáenz
Peña–, lo que permitió el voto a todos los ciudadanos hombres, a principios del siglo XX. Se
Formas de racismo indio... 177

lisis se basa sobre todo en la primera parte del libro sobre la historia del general
Güemes, una suerte de ensayo sociológico sobre Salta y en parte de las Tradicio-
nes históricas.
Juan Carlos Dávalos es colocado por la enciclopedia libre Wikipedia como
un escritor que “publicó un extenso y valioso trabajo, temáticamente cercano no
sólo a su hogar y la vida en “los Andes de la Argentina”, sino también fuera de los
“círculos de las fronteras de su país”. Es interesante la localización de su produc-
ción como parte de los Andes centrales. Como venimos diciendo, para un cierto
sentido común Salta forma parte de esa zona geoespacial y a su vez los sujetos
subalternos racializados como el coya que él describe, están asociados también
con ese espacio social.15
En el caso de Dávalos nuestras fuentes se refieren sobre todo a ensayos vin-
culados con la estancia, el gaucho, entre otras preocupaciones de tipo “folklóri-
cas” de este autor o de la intención de describir “tipos sociales” locales, en fuerte
relación con el ambiente social y cultural y su cosmogonía. No hemos usado su
prolífera obra poética, dramatúrgica o novelística.

desempeñó en Salta como miembro de la Cámara de Justicia; presidente del Consejo General de
Educación; vocal del Superior Tribunal de Justicia; profesor del Colegio Nacional de Historia e
Instrucción Cívica y de la Escuela Normal de Maestras. Asesoró al gobierno provincial en temas
de límites provinciales e internacionales. Su obra más importante como historiador es Historia del
general Martín Miguel de Güemes y de la provincia de Salta o sea de la independencia argentina
(de cuatro tomos), en cuyo primer capítulo realiza una semblanza de la sociedad salteña del XIX
y comienzos del XX). Además escribió otras obras como: Biografía del doctor Francisco de Gu-
rruchaga, creador de la Marina de Guerra; El convento de San Bernardo de Salta; Tradiciones
históricas y Crónicas y apuntes, también una novela, La colegiala. (fuente: Portal informativo de
Salta, Enciclopedia on-line de la provincia de Salta, Argentina, Senado de la Provincia de Salta,
[en línea] http:// www.portaldesalta.gov.ar/frias.htm). Recientemente el Fondo Editorial de la Se-
cretaria de Cultura de la Provincia de Salta, recopiló las tradiciones históricas (Frías, 2013).
15 Juan Carlos Dávalos (Salta, 1887-1959), escritor (cuentista, novelista, ensayista y poeta). Los
biógrafos y biografías hacen referencia no sólo a su producción prolífera como escritor sino tam-
bién a su linaje familiar, sobre todo a su vínculo con la familia del héroe gaucho Martín Miguel
de Güemes y la familia Patrón Costas. Se dice por ejemplo: “Su madre, Isabel Patrón Costas, era
hija de Domingo Patrón Escobar y de Isabel Costas y Figueroa Güemes, hija de Francisco Manuel
Costas Frías y de Catalina Luisa Figueroa Güemes, hija a su vez de Francisca Güemes, hermana
de Martín Miguel de Güemes”. Este párrafo agarrafado de apellidos no sólo afirma su pertenencia
a esa clase sino al linaje Güemes, Costas y Patrón Costas, los más legitimados. “A los dieciséis
años fundó el periódico Sancho Panza junto a David Michel Torino (fundador del diario El In-
transigente). Ocupó varios puestos de gobierno, fue profesor, miembro de la Academia Argentina
de Letras, director de los Archivos Provinciales de Salta y de la biblioteca local. Escribió poemas,
obras de teatro, ensayos y cuentos cortos, entre los cuales El viento blanco es el más conocido. [En
línea] https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Carlos_Davalos. Recientemente el Senado de la Nación
ha recopilado sus obras completas editas en tres volúmenes (Juan Carlos Dávalos, 1996).
178 Sonia Álvarez Leguizamón

Ernesto Aráoz16 fue abogado, escritor, político y gobernador de la provin-


cia de Salta (1941-1943). Nuestras fuentes, a pesar de la prolífera producción de
Aráoz, se circunscriben a sus escritos sobre la caracterología local.
Estos autores son fundadores de un estilo autorreferencial de la sociedad de la
que hablan. En sus escritos encontramos la intención de dar cuenta de esa realidad,
la preocupación por la diferencia cultural y geográfica de la provincia, por sus
distintas tradiciones históricas y, al mismo tiempo, son constructores de un linaje
superior autorreferencial en la configuración social que construyen, la de su propia
clase (en grados diversos según los autores).
Para Flores Klarik (2010), esta ensayística de carácter regional “refleja” una
mirada provinciana de perspectiva conservadora, que reconoce los valores de la
tradición “hispánica”, como aquellos más sólidos y originales para pensar una
nación pero, al mismo tiempo, no se opone a las transformaciones “modernas”
intentando “rescatar” las tradiciones “indígenas” de una manera particular y su-
bordinada. Podríamos decir que tanto la obra de Frías como la de Dávalos –en la
que se basa parte de nuestro análisis– rebasan los límites provinciales para pensar
a Salta en el marco de la región andina y chaqueña que excede lo nacional. El caso
de Frías es mucho más hispanista y conservador que el de Dávalos y Aráoz.
Las categorías objeto de este estudio las he denominado etnosociales o eti-
quetas raciales porque al mismo tiempo que localizan a los grupos en las con-
figuraciones sociales y la estructura social, describen pretendidamente “un tipo
social uniforme” que devela las relaciones sociales jerarquías y de subordinación/
dominación. Este es un campo de saber atravesado por diversos regímenes de
conocimiento: el de la “raza”, los “tipos sociales” o la “caracterología” social que
estudian. Estas clasificaciones a veces son étnico raciales. Étnicas17 por que hacen

16 Ernesto Miguel Aráoz (Salta, 1891 - Buenos Aires, 1971) estudió Derecho en la Universidad de
Buenos Aires, incorporándose luego a la política provincial. Fue diputado de la Legislatura pro-
vincial (1920-1925), año en que renunció para ejercer como ministro de Gobierno del gobernador
Joaquín Corbalán. “Apoyó los gobiernos conservadores de la Década Infame y formó parte de la
Concordancia entre fuerzas conservadoras y socialistas y radicales disidentes” (fuente: https://
es.wikipedia.org/wiki/Ernesto_Araoz). Fue diputado nacional por la provincia de Salta en dos
oportunidades. Luego de la gobernación abandonó la política y se dedicó la historia y la literatura.
Publicó además de El diablito del Cabildo, también: El alma legendaria de Salta (1936); Al mar-
gen del pasado: Crónica salteña (1944); “Grandeza moral del Libertador General San Martín”
(conferencia, 1950); Vida y obra del Dr. Patrón Costas (1966). Padre del poeta y ensayista Raúl
Aráoz Anzoátegui (1923-2011). Fuentes: Wikipedia y Portal de Salta, [en línea] http://www.por-
taldesalta.gov.ar/ernestoaraoz.html.
17 Uso la categoría étnico aquí porque, a pesar de que como hemos visto en nuestro país sólo se usa
para los sectores subalternos, está fuertemente asociada con lo que la antropología llama étnico
en el sentido de Barthes, es decir grupos que se autorreconocen y son reconocidos con una iden-
tidad en un proceso contrastivo. Muchas de estas categorías son en su génesis etnónimos, a veces
asignados por otros grupos, otras son producto de la autoadscripción. El tema de lo étnico y la
identidad étnica es un campo prolífero de discusión en antropología, cuyo debate no viene al caso
en esta argumentación.
Formas de racismo indio... 179

referencia en el pasado a la pertenencia a comunidades étnicas indígenas vincu-


ladas con un territorio y racial porque las caracterizaciones que se hacen están
mayoritariamente basadas en los principios raciales de tipo biológico, moral y vin-
culadas con la limpieza de sangre. Además, su uso cotidiano activa las relaciones
de dominación invisibilizadas en las que se basan y diversas maneras del racismo
indio. Estas categorías nativas o etiquetas en su uso cotidiano, en algunos casos,
constituyen un mote despectivo de carácter racial como el de ser “coya” para las
elites y, al mismo tiempo, invisibilizan la relación social de subordinación en la
que se enmarcan. El carácter despectivo puede modificarse, como está sucedien-
do ahora, a partir de las luchas de reinvención de la identidad étnica de personas
cuyos antepasados son indígenas con vinculaciones con comunidades con esos
etnónimos, como el caso de la comunidad kolla en Salta y Jujuy.
Creemos que en esta etapa, hasta aproximadamente la década de los ‘40, los
sectores dominantes ejercen un poder estamental basado en el linaje y la propiedad
de la tierra. Planteamos como hipótesis que se trata de un período de hegemonía
de una mezcla entre lo que podemos denominar aristocracia cortesana18 y caba-
lleresca local, salvando las distancias con las construcciones históricas europeas.
En los relatos donde se construyen las diferencias y jerarquías sociales y la
superioridad autorreferencial de esta clase, se usa la categoría nativa de aristo-
cracia. Propongo usar estas categorías como categorías científicas, estudiando las
representaciones y atributos de autoadscripción (Barth, 1976) de esas clases, para
entender las relaciones y configuraciones sociales donde están inscriptas.
Foucault ha usado para algunas reflexiones la denominación de aristodemo-
cracia. Las características de “aristocracia caballeresca” se asocian a ciertas prác-
ticas usadas por las elites y los sectores populares vinculadas en términos genera-
les al caballo. Encuentro fuerte importancia de las destrezas vinculadas con éste y
la vigencia del duelo para dirimir conflictos entre las elites, así como también de
cuchilladas entre poblaciones gauchas vigentes sobre todo las primeras, hasta casi
mediados del siglo XX.19

18 La aristocracia cortesana según Elías (1993 [1977-1979]) era una clase superior muy condiciona-
da, cuya situación requería una reserva continua y una regulación intensa de los impulsos, que en
un principio se redujo a la esfera del trato social –de “la vida privada”– pero luego se transmitió,
modificado y escalonado, de clase en clase. Y fue posterior a la aristocracia caballeresca.
19 Ver Dávalos (1948).
180 Sonia Álvarez Leguizamón

Imagen III.1
Publicidad oficial de Salta, Secretaría de Cultura de la Provincia

La importancia del caballo se debe a su función productiva en términos generales


y sobre todo como pastores de ganado mayor, para faenas agrícolas, destrezas en
su domesticación, así como la cría de caballos de paso peruano. También existe
una tradición fuerte del polo como deporte de las clases altas, vinculada al Re-
gimiento 5to de Caballearía. Hay tradición en la ciudad de carreras de caballo y
existe un club que las promueve periódicamente.

Imagen III.2
Foto de la publicidad del Regimiento 5to de Caballería en su página web.

Salta ha sido, desde principios del siglo XX, sede del Regimiento 5to de Caballería
con fuertes lazos con la gesta güemesiana, la foto de portada de su página web
muestra a los Gauchos Infernales de Güemes y el escudo del Regimiento.20

20 El actual Regimiento 5to de Caballería Ligero “General Güemes”, con sede en la ciudad de Salta,
Formas de racismo indio... 181

La práctica de andar a caballo en las fincas de las elites y clases medias sal-
teñas se ha trasladado a las periferias urbanas de la ciudad de Salta, donde habitan
las clases burguesas ahora. En una publicidad recientemente desarrollada por el
gobernador Urtubey que reza: “Salta, tan linda que enamora”, se reproduce una
foto de montañas que la rodean donde jinetes miran la ciudad, lo que muestra la
vigencia de esa práctica, que se vende como un producto turístico (andar a caballo
en las serranías de la ciudad). Asimismo Villagrán (2012) ha mostrado la presencia
de fortines gauchos de peones y patrones, localizados en la ciudad capital, en el
presente.
Cuando hablo de aristocracia cortesana me refiero a que a pesar de que no
existían “cortes nobiliarias” –según la tradición europea–, encontramos una cons-
trucción histórico social, una invención, un relato sobre linajes y estilos de vida
similares de boato, asociados a ciertos rituales sociales que reproducen la diferen-
cia (Turner, 1988 [1969]; Bourdieu, 1997) de la autollamada aristocracia y cons-
truyen activamente esa clase día a día, a la vez que se diferencia de las otras. Si
bien no existen cortes en su forma organizativa ni cortesanos, sí se puede afirmar
que el grupo de las familias que se autodenominan de esa manera giran a veces
sobre ciertas figuras emblemáticas21 con los cuales se requiere tener vínculos de
contraprestación recíproca, que van de los favores personales a los matrimonios.
Un ejemplo de estos habitus es la importancia de las reuniones sociales don-
de se reproduce esa clase y al mismo tiempo se diferencia de la burguesa y la
subalterna. Entre estos ritos algunos son de iniciación o pasaje de la niñez a la
adolescencia, como la llamada “fiesta de las jovencitas”. Otro es un rito de pasaje
de la adolescencia a la madurez emblemático: el “Baile del 20 de Febrero” que
se realiza ese día en homenaje a la Batalla de Salta que libra Güemes contra las
fuerzas coloniales españolas. Ambos rituales se realizan en ese club, fuertemente
asociado también a la gesta güemesiana por su nombre. Recientemente en el in-
greso a los salones ese día, está la Guardia de Gauchos Güemes del Regimiento
en las puertas del Club.

está asociado desde sus orígenes con Güemes y su participación en las invasiones inglesas, “cuan-
do españoles y criollos se resolvieron a reconquistar la Capital del virreinato del Río de la Plata,
ocupada en Junio de 1806 por los invasores. Bajo el nombre Húsares de Pueyrredón participaron
en la reconquista de Buenos Aires, junto a Liniers. […] Luego ese regimiento colaboró con la
Campaña al Desierto de Alsina y Roca. En 1886 fue trasladado al Chaco Austral. En Noviembre
de ese mismo año tuvo asiento en Metán y luego en 1913, en Salta Capital. […] En 1919, por ini-
ciativa del entonces Jefe de Regimiento Coronel Osvaldo Amieva, recibe el nombre de Regimiento
de Caballería 5 ‘General Güemes’. En 1989 fue renombrado como Regimiento 5 de Caballería
Blindado ‘General Güemes’. A principios de 1993 recibió su actual denominación”. Fuente: Pági-
na oficial del Regimiento, [en línea] http://www.rclig5.ejercito.mil.ar/historia.htm.
21 Entre los apellidos emblemáticos se encuentran los señalados por Frías para la construcción de
las “casas”, como los Figueroa, los Cornejo, los Uriburu, Dávalos, Solá, etc., y más tarde Patrón
Costas, Michel Torino, entre otros.
182 Sonia Álvarez Leguizamón

Imagen III.3
Gauchos infernales en el baile del 20 de Febrero (página web oficial del Club).
Formas de racismo indio... 183

Las fiestas de casamientos entre sus miembros, son espacios donde además del
intercambio de dones y favores entre las partes de la unión, se produce un efecto
de comunidad y pertenencia. En los bailes del 20 de Febrero, se produce esa ini-
ciación a partir de la presentación de las hijas “jovencitas”, el que se realiza en
el selecto Club 20 de Febrero. Club eminentemente masculino (sólo los hombres
pueden ser socios). Todavía ahora no cualquiera puede ser miembro –aunque ten-
ga los recursos para pagar el ingreso y la cuota–, puesto que se practica un ritual
de defensa de los “establecidos” quienes pueden aplicar “bolilla negra”. Cuando
un nuevo socio quiere ingresar, los antiguos socios votan con bolillas blancas que
valen un voto o con bolillas negras que valen por cinco votos. Método que usan los
viejos socios pertenecientes a la “aristocracia” en contra de los “recién llegados”,
generalmente burgueses que están interesados en formar parte de ese círculo.
El proceso civilizatorio –en el sentido que hemos señalado en la introducción
de Elías– sufre un doble movimiento paradójico y ambivalente. Salta es conside-
rada incivilizada por las elites porteñas y forma parte de la jerarquía inferior de la
configuración nacional: centro-civilización/interior-provincias-barbarie-caudillis-
mo. Por otra, al interior de las elites locales salteñas se produce una continua in-
terpelación a esta visión porteñocentrada, reafirmando sus valores locales, provin-
ciales (Flores Klarik, 2010) pero, al mismo tiempo, se construye un tipo particular
de civilización no afrancesado como el porteño, pero que remite a otra tradición
europea hispanizante. Esta se enorgullece de su origen “patricio”, en el sentido de
la participación de sus ancestros en las guerras de la independencia anticoloniales
y a la referencia nobiliaria que esa palabra tiene desde su origen romano. Pero, al
mismo tiempo, hacen gala de su pertenencia a linajes de “criollos” del Alto Perú y
a la descendencia de conquistadores coloniales españoles.
Es entonces por un lado anticolonial al estar los linajes asociados con héroes
que formaron parte de las guerras de la independencia postcoloniales y, por otro,
en forma continua y persistente hay una remisión a la importancia que tiene lo
hispánico en la cultura de fuerte contenido católico, haciendo gala de estilos de
ser coloniales, como la arquitectura.22 A pesar de que ya, en el presente, quedan
muy pocas casas de esa época. Por eso Salta es considerada, en el imaginario na-
cional y local, una de las ciudades que mantiene la arquitectura colonial, aunque
en realidad hay sólo algunas pocas casas de este origen. Así, en este proceso, los
“héroes” de la independencia de España, los que luchaban contra España y contra
el poder central de Buenos Aires más tarde, llamados caudillos en la voz nativa de
la ciudad de Buenos Aires, como el caso del general Güemes, serán considerados
portadores de la barbarie, por el discurso hegemónico del centro. En el norte sus
gestas son enaltecidas por los relatos historiográficos que dialogan con éstos, so-
bre todo el mitrista (Villagrán, 2012).

22 Ver Augspurg (1926).


184 Sonia Álvarez Leguizamón

El hispanismo es una ideología muy arraigada entre estos sectores sociales


que se desarrolla a partir de la década del ‘30 en el siglo XX, con fuerte influen-
cia del entonces monseñor Tabella (Vázquez, 2012), sobre todo entre los sectores
católicos más conservadores.23 Frías forma parte de ese linaje historiográfico que
luego se consolidará con Atilio Cornejo,24 quien es integrante del Instituto Güe-
mesiano, fundado gracias al incentivo de Tabella. En este instituto historiadores
construyen y ponen en valor la valentía y el orgullo de la identidad salteña y de la
“tradición” de estos gauchos aunque, al mismo tiempo, son hispanistas. Este relato
ambivalente no es lineal. Los gauchos peones poseen una visión emancipatoria
anticolonial, americanista y develadora de las relaciones patronales de semiservi-
dumbre (Villagrán, 2012). Por otra parte, las elites salteñas afirman su condición
y pertenencia a Latinoamérica, a diferencia de las del centro del país, al mismo
tiempo que se diferencian de las poblaciones indoamericanas y construyen su in-
ferioridad, con un especial racismo indio.
La provincia de Salta constituye un espacio social paradigmático con matri-
ces de construcción de alteridad particulares (Briones, 2005, 2008) y de racismo
indio en diálogo con la matriz porteñocentrada, donde perviven situaciones de
desigualdad, pobreza, exclusión y discriminación de larga data que se anclan en
la etapa de la colonia y metamorfoseadas aparecen en el presente como formas
heterotópicas (Foucault, 1967; Chatterjee, 2008; Álvarez Leguizamón, 2015) de
colonialidad y neocolonialidad del poder (González Casanova, 2006; Rivera Cusi-
canqui, 1996; Rivera Cusicanqui y Barragán, 1997 y Quijano, 2000).

Caracterización del período. La Salta de principios del siglo XX


La ciudad de Salta a principios de siglo era una aldea de fuertes tradiciones his-
pánicas, con una estratificación social segmentada entre ese estamento superior

23 Ver también Cien años de hispanidad en Salta. 1582-1982 cuatro siglos de Salta. Comité Ejecu-
tivo del Cuarto Centenario, presentado en Ocasión del Primer Centenario de la fundación de la
Sociedad Española de Salta. Salta, Enero de 1982.
24 Atilio J. Cornejo (Salta, 1899-1985) jurista, político e historiador. Sus biógrafos hacen mención
como el resto de las voces autorizadas señaladas que “provenía de nobles familias de origen es-
pañol”. Egresó abogado de la Universidad de Buenos Aires en 1927. Fue presidente del Colegio
de Abogados; vocal y vicepresidente del Consejo Gral. de Educación de la Provincia (participó
en la redacción de la Ley de Educación) y director del Banco Provincial. Fue diputado por el
departamento de Rosario de la Frontera (1927-1929), concejal por Salta capital y senador por los
departamentos de La Poma (1932-1934) y de La Caldera (1940). Presentó proyectos como: el del
Código de Procedimientos Civiles y Comerciales; el de un Código Rural para Salta (al que hemos
hecho referencia en relación al Conchabo), entre otros. Promovió estudio genealógicos como mu-
chos personajes con este perfil, fundador miembro del Instituto San Felipe y Santiago de Estudios
Históricos de Salta y del Instituto Belgraniano y del Instituto Güemesiano. (Fuente: Carlos Jesús
Maita, Rosario de la Frontera, blog del escritor, [en línea] http://carlosjesusmaita.blogspot.com.ar/
y Portal informativo de Salta, Enciclopedia on-line de la provincia de Salta, Argentina, Senado de
la Provincia de Salta, [en línea] http://www.portaldesalta.gov.ar/atilio.htm).
Formas de racismo indio... 185

que se vanagloriaba de su origen patricio, por un lado, y los artesanos, el personal


de servicio doméstico, trabajadores conchabados y escasos trabajadores indepen-
dientes.25
Los primeros censos nacionales del siglo XIX son reveladores ya de valo-
raciones racistas de la población salteña. El primer censo de población de Salta
informa que la “población de este estado [...] tiene su origen en la mezcla de las
pobladores españoles con las tribus indias que habitaban aquel suelo. Las más de
estas tribus eran de raza calchaquí y hablaban el quichua” (cursivas añadidas).
Según ese censo, en 1854 el D. Manuel A. Castellanos apreció la población de
la provincia en 64.000 personas. En la ciudad capital había sólo 8.000 en esa
fecha.26 En 1869 el departamento de la Capital, que incluía un porcentaje menor
de población rural, tenía 16.877 personas. Las conclusiones a la que arriban los
comentarios y estimaciones realizados por Diego G. de la Fuente, superintendente
del Primer Censo de la República Argentina, de 1869, remiten a un imaginario
racista que vincula el bajo crecimiento poblacional con la mala salubridad de la
provincia. Dice el funcionario que:
“...resulta de todo esto que la población de Salta apenas se ha do-
blado en cerca de 40 años, lo que acusa á su favor una ley reducida
de crecimiento, relativamente. Se ha observado ya antes este hecho,
que parece constante y debido á condiciones especiales del suelo y
de las aguas, las que influyen en la salubridad y dan una relación
poco ventajosa entre los nacimientos y las defunciones”.
Según una historiadora local, María Inés Garrido de Solá (2004 [1949]: 308), la
población urbana estaba compuesta por blancos de origen español e hispano crio-
llos y por inmigrantes bolivianos, chilenos y europeos en menor proporción. En
sus dos terceras partes la población era rural, “agrupándose en pueblos de campa-
ña donde predominaban los indígenas puros” (cursivas añadidas). Es interesante
señalar cómo los llamados indígenas puros, se diferencian de la población. En
coincidencia con esto, un informe sobre la población de la provincia realizado en

25 Las profesiones que predominaban en la Salta de fines del siglo XIX, según Garrido de Solá (1984:
308), eran comerciantes, tenderos, almaceneros, hiladores, tejedores, labradores, carpinteros, es-
tancieros y hacendados, sastres, talabarteros, herreros y curtidores. Los conchabados y siervos
domésticos no figuran en sus registros como profesiones. Además, la información del segundo
censo de 1895 no discrimina los oficios por departamentos, sólo existe a escala provincial.
26 El informe plantea que los cálculos existentes “representarían así la población: 1825: 40.000;
1854: 64.800, 1863: 81.000”. Los datos de este primer censo provincial da un total de 101.143
personas (Comentarios y estimaciones de la población de Salta realizados por Diego G. de la
Fuente, superintendente del Primer Censo de la República Argentina, 15, 16 y 17 de septiembre
de 1869. Imprenta del Porvenir, calle de la Defensa núm. 129, Buenos Aires, 1871, pp. 532-535,
texto reproducido en el Censo Nacional de Población y Vivienda 1980, Serie B, Características
Generales, Salta, República Argentina, pp. XXVI a XVIII).
186 Sonia Álvarez Leguizamón

1871, por Juan Martín Leguizamón,27 inspector honorario de escuelas, presenta


un cuadro por departamentos de población. Fuera del cuadro en una nota a pie, se
dice “a la población de la Provincia que son 89.552 habitantes, hay que agregar los
siguientes: Población de indios Matacos trabajadores en Campo Santo [Ingenio
de Azúcar] 1.161; ídem de indios Chiriguanos: 102; indios trabajadores en Orán:
1.290; Chusma;28 3.870; indios ladrones en el Bermejo: 5.650; Chusma: 16.950”.
En esta nota se puede observar la clara diferenciación entre habitantes o población
por un lado e indios y chusma por otro. Las primeras categorías incluyen a criollos
y mestizos, grupos que en ese momento eran considerados como población. Los
indios no lo eran aunque representan un tercio de los habitantes de la provincia,
casi 30.000 personas.
La población en general va creciendo muy lentamente: en 1895: 20.361, en
1914: 33.636. De este período a 1947 comienza su crecimiento poblacional debido
fundamentalmente a la migración interna. En 1947 ya tenía 76.552 habitantes.29 El
estancado crecimiento demográfico y la escasa incidencia de inmigración europea
eran visualizados, desde una concepción positivista, como un signo de retraso
económico y cultural. Ante esta situación hay una actitud paradojal de la elite. Por
un lado, algunos registros oficiales de principios de siglo plantean la necesidad de
incentivar la inmigración de ultramar que se estaba produciendo en la zona del
litoral, por otro se observa en las pinturas de época un rechazo a la misma. Estas
medidas eran consideradas positivas para la “civilización” de la provincia, tanto
desde el punto de vista étnico como por la necesidad de aumentar la población.
En el informe de 1901, que realiza la Comisión Especial de Saneamiento de la
provincia de Salta,30 conformada luego de la epidemia del cólera para diagnosticar
la situación de salubridad de la provincia y solicitar fondos a la nación, para rea-
lizar inversiones de saneamiento urbano y canalización de tomas de agua para su
potabilización, se plantea esta problemática.
“…dada la escasez de inmigración, existe todavía muy poco entre-
cruzamiento de razas, y una gran parte de los matrimonios se efec-
túa entre parientes más o menos lejanos, tanto en las clases elevadas
como las humildes. Este hecho tiene suma importancia en el desa-
rrollo físico, moral e intelectual de las nuevas generaciones, y es un
motivo más para que se trate de allegar la inmigración. Conocida es

27 Mensaje del Poder Ejecutivo de la Provincia a la Honorable Legislatura en el XVII período cons-
titucional de 1872, Salta, Imprenta Argentina (1872).
28 Según el Diccionario de la Real Academia Española chusma “en América referido a indios que
viven en comunidad, todos los que no eran guerreros, o sea mujeres, niños y viejos considerados
en conjunto”. En este contexto, chusma equivaldría a los indios que viven en comunidad.
29 Censo Nacional de Población y Vivienda 1980, Serie B, Características Generales, Salta, Repúbli-
ca Argentina, p. XIV.
30 Ver Departamento Nacional de Higiene (1901).
Formas de racismo indio... 187

la influencia benéfica de la mezcla de razas en un país nuevo, virgen


todavía de iniciativas e impulsos de gran aliento, que sólo surgen
cuando la lucha por la vida toma todo su vigor, y esto no sucede ni
puede acontecer sin la cooperación del extranjero” (1901: 104-105;
el resaltado me pertenece).
Vemos aquí que los casamientos entre parientes cercanos y lejanos entre las clases,
según este informe, no es sólo entre las clases consideradas superiores, que se
decía era la causa de tantos “opas”31 en ellas, sino también entre las clases subal-
ternas. Por otro el informe muestra la idea racista que primaba en esa época, la del
“crisol de razas” en base a mezclas con población europea de ultramar para “me-
jorar” las razas locales, lo que se llamó la regeneración de las razas. Movimiento
que estuvo presente en la mayoría de los países latinoamericanos en esa época,
consistente en un fuerte racismo antiindígena.
En la mayoría de los informes de los gobernadores se puntualizan intenciones
de traer migración europea pero no llegan a concretarse. No hay que olvidar que
los migrantes de ultramar en ese período, se empleaban como asalariados, con
remuneraciones que en el litoral, en algunos casos, duplicaban los salarios medios
de Europa de la época. Esto, en el contexto de una política que tendía a incorporar
mano de obra para un proceso incipiente de industrialización y conformación de
un mercado de trabajo urbano. En el caso de Salta, se mantenían relaciones semi-
serviles o formas de trabajo forzado como la institución del conchabo, sobre todo
dentro de las fincas o haciendas que regenteaban los grupos de la aristocracia crio-
lla lo que, sin duda, fue una de las causas más importantes de la escasa migración
de ultramar en esta región y, por otra, del desinterés por demanda de mano de obra.
La riqueza de las familias de mayor influencia, en el período anterior a la
Primera Guerra Mundial, estaba centrada sobre todo en actividades comerciales
vinculadas con la posesión de la tierra (no necesariamente la propiedad) para el
engorde de ganado en pie y su exportación a Chile, por la importancia de la ac-
tividad económica del salitre. El origen de su riqueza se basa en la pertenencia a
familias de comerciantes de ascendencia española que se asentaban en la zona por
la importancia de esta actividad, que antes se exportaba al Bajo y Alto Perú.
Javier Yudi (2015) realiza una síntesis de los aportes de distintos historiado-
res sobre el origen de la riqueza de esta clase.
“La oligarquía salteña comenzó a configurarse entonces a partir de
la confluencia de descendientes de los primeros adelantados españo-
les, que participaron en la conquista del territorio o en la fundación
de las ciudades, con funcionarios borbónicos y comerciantes penin-

31 Palabra nativa salteña para referirse a las personas con ciertas discapacidades “bobos, tardos de
locución y de movimiento” que estaba vinculado a la falta de iodo en el agua, llamado cretinismo
(ver Caro Figueroa, 1998).
188 Sonia Álvarez Leguizamón

sulares recién llegados; provenientes de la gran migración ibérica


de mediados del siglo XVIII. También participaron de esa afluencia
comerciantes criollos y mestizos provenientes del Bajoperú y del
Altoperú (actuales Perú y Bolivia respectivamente) que se estable-
cieron atraídos por el auge mercantil” (Caro Figueroa, 1970; Conti,
1997: 123).
[Esto debido al] “auge del comercio mular, la mayor flexibilidad
para introducir mercancías procedentes del puerto de Buenos Aires
en el Alto Perú y el crecimiento sostenido de la producción minera
alto peruana [en la etapa borbónica contribuyeron a que] comer-
ciantes peninsulares o de otras ciudades del imperio colonial en-
contraran en Salta oportunidades de ascenso económico y social”
(Justiniano, 2009: 81, en Yudi, 2015: 21-22).
Alguna de estas familias, como la Zerda, liderada por su patriarca Ángel Zerda,
dos veces gobernador de Salta; o la familia Gómez, encabezada por Indalecio
Gómez, ministro del interior durante la presidencia de Roque Sáenz Peña (1910-
1914), adquieren mucha riqueza convirtiéndose en millonarios por el cultivo de
alfalfa y el engorde de ganado, que luego es exportado a Chile. Otra fuente de
riquezas proviene de la industria vitivinícola, aunque estaba poco desarrollada en
esa época, también del cultivo incipiente de tabaco y la industria azucarera. Con-
trolada esta última, por un grupo reducido de familias, como los Ovejero, Uriburu
y Cornejo (Hollander, 1989: 162-171). Más tarde, entre otros, se incorpora el ape-
llido Patrón Costas por medio de la fundación del ingenio San Martín del Tabacal.
Este grupo de familias tiene una fuerte influencia en las organizaciones de
beneficencia, a través de la dirección de sus matronas o de legados (Álvarez Le-
guizamón, 2004). Otra característica, fue la importancia de los vínculos que tenía
la elite local con la oligarquía porteña. Salta fue una de las provincias que más
presidentes y ministros puso en el gobierno nacional, durante la República y hasta
mediados de siglo XX, lo que le dio un poder adicional para mantener su fortale-
za. Hasta 1916, con la excepción de la oligarquía tucumana, los salteños habían
jugado un rol muy importante en la política y burocracia nacional, más que cual-
quier otra oligarquía del interior. José E. Uriburu y Victorino de la Plaza ambos
habían sido vicepresidentes y presidentes de la nación. Uladislao Frías, Benjamín
Zorrilla, Francisco J. Ortiz, Miguel S. Ortiz, Eduardo Wilde, Damián Torino, Mi-
guel Tedín, Carlos Ibarguren y Francisco Uriburu todos ellos tuvieron cargos de
ministros de la nación durante el régimen oligárquico (Hollander, 1989: 180-181).
A pesar de este posicionamiento, la provincia de Salta a comienzos de siglo
XX había experimentado una crisis muy fuerte. La riqueza y el prestigio que ha-
bía adquirido durante la época colonial, se habían fundado principalmente a su
localización geográfica estratégica respecto al comercio con el Alto Perú. Posición
Formas de racismo indio... 189

que la convertía en una especie de puerto seco o lugar obligado de paso en el in-
tercambio y transporte de productos, en especial del tráfico de mulas. Luego de las
guerras de la independencia, que tuvieron un efecto desastroso sobre la economía
de la ciudad y su territorio (Hollander, 1989: 124-131), la economía se sobrepuso
gracias al ganado que se exportaba para Chile, debido a la creciente importan-
cia de la explotación del nitrato en aquel país. En 1883, el considerable tráfico
comercial que se había desarrollado entre Salta y las provincias del norte junto
con Bolivia fue redirigido por Chile, luego de haberse completado el tramo de
ferrocarril por Uyuni que unía Chile con Bolivia (Hollander, 1989: 144-147). Esta
elite hasta 1890 tenía una posición envidiable, al estar orientada económicamente
hacia el Pacífico con un mercado local protegido por el aislamiento geográfico. Al
mismo tiempo, participaba de los niveles más altos del gobierno nacional, el que
implementaba políticas que transformaron las provincias del Litoral a través de la
promoción de la inversión extranjera, la migración europea y la instalación de lí-
neas férreas, centralizadas hacia el puerto de Buenos Aires (Hollander, 1989: 194).
La finalización del tramo de ferrocarril, que unía Salta con Buenos Aires en
1890, fue un factor que disminuyó el aislamiento geográfico de la provincia res-
pecto a la Pampa húmeda y, al mismo tiempo, permitió que los productos baratos
del Litoral y las importaciones extranjeras, destruyeran la incipiente industria lo-
cal y su agricultura. Por ello, Salta entró en un período de estancamiento econó-
mico que se agudizó en la posguerra con la caída de la producción del nitrato en
Chile, debido a su producción sintética en Alemania.
Luego de este período, Salta entra en un empobrecimiento generalizado, tan-
to por parte de los dueños de la tierra como de los sectores populares. Decía un
informe oficial de 1901:32
“Salta se vio de golpe privada de ser por el norte un puerto seco,
como lo había sido durante siglos desde la época del coloniaje,
cuando desde el alto y bajo Perú, frecuentes caravanas conducían
sus minerales al Río de la Plata, llevándose a cambio mercaderías
de procedencia europea y artículos de consumo tomados casi exclu-
sivamente en las provincias del norte”.
Alejandro Roffman y José Luis Romero (1973) señalan que la situación de subor-
dinación que mantenían las provincias del interior durante la República se man-
tiene durante el período que denominan sustitutivo de importaciones (1930-1952)
que se inicia entonces. Además, la apropiación del ingreso global generado al in-
terior de estas regiones es marcadamente concentrada, en directa relación con la
estructura de clases jerarquizadas. A su vez, el mecanismo de explotación de la

32 Saneamiento de la Ciudad de Salta. Informe de la Comisión Especial (La semana médica, 1901:
100-101).
190 Sonia Álvarez Leguizamón

mano de obra se acrecienta por un factor adicional que es el nivel diferencial


de los salarios medios, en la actividad productiva. Así las provincias del norte y
centro del país ofrecían salarios medios en la industrias manufacturera, en 1935,
muy por debajo de la media del país, llegando en general hasta niveles de un 50%
del indicador a escala nacional (ver cuadro 28 en la obra citada). Roy Hora (2010)
muestra cómo el mito del crecimiento y desarrollo de ese período es relativo a las
regiones y que en muchos espacios se acrecienta la desigualdad, sobre todo en
regiones extrapampeanas.
Juan Carlos Dávalos, uno de los poetas y ensayistas salteños más prominen-
tes del siglo XX perteneciente a una familia aristocrática como se afirma en su
“biografía” laudatoria, en un artículo de 1925 denominado “La crisis”, pinta con
dura crudeza este sentimiento de pobreza.
“Salta es hoy más que nunca una ciudad quieta y triste, porque está
pobre. Pobreza del fisco y pobreza del pueblo; pobreza de los tra-
bajadores y de los ricos. En esta tierra de hacendados, la depresión
de valores agropecuarios asume los caracteres de una honda crisis
moral. Anda la gente meditabunda y seria, sin ilusiones, sin ganas
de reír, sin aliento para nada... Se está sintiendo intensamente aquí,
ahora como nunca, la absorción tiránica de Buenos Aires sobre
nuestra vida colectiva. Aquí no hay jóvenes, porque los jóvenes, los
únicos capaces de alegría y de esperanza, están ausentes; están en
Buenos Aires trabajando o estudiando. Tampoco hay viejos porque
los salteños mueren temprano. ¿Y qué vemos ahora por nuestras
calles desiertas? La tristeza de los estancieros preocupados por la
baja de la hacienda; el desaliento de los exportadores sin remesas
que invernar; la circunspección de los gobernantes sin tesoro y sin
renta que administrar; la zozobra de los políticos sin dinero para
emprender sus campañas; la miseria de los maestros sin sueldo y de
los empleados en la lucha con los usureros” (Dávalos, 1925: 285,
cursivas añadidas).
La influencia de Buenos Aires, se vive como “una absorción tiránica”, junto al
proceso de empobrecimiento “en esta tierra de hacendados” o sea de ricos, de
estancieros que se han quedado sin posibilidades de exportar. Al mismo tiempo el
empobrecimiento toca a todos los estamentos y clases sociales, desde los estancie-
ros hasta otras profesiones o lugares en el espacio social como maestros y políti-
cos. Por otro, para Dávalos Salta es uno de los lugares con menos expectativas de
vida del país, como muestran algunas estadísticas.
Argentina era considerada un país rico. Sin embargo, desde la perspectiva
local, Salta era imaginada como una provincia pobre con relación a Buenos Aires.
A partir de esta visión, se emitían algunas denuncias en torno a las desigualdades
Formas de racismo indio... 191

sociales que se hacían flagrantes entre el centro y el interior, percibiendo estas di-
ferencias como una amenaza social que procuraba resolverse. En muchos artículos
de la prensa este es un tema persistente aludiendo a “lo caro de los artículos de pri-
mera necesidad en un país agro-exportador y la amenaza social que eso significa”.
“Difícilmente puede hacerse soportable la vida de esta provincia.
Altos precios de los artículos de primera necesidad, pan, carne y
leche de mala calidad y precios altos. En un país donde se cría y
exporta ganado en pie, congelado, salado y en cuantas formas se
conocen, en un país que exporta trigo al exterior. [...] El pato de la
boda es la gente pobre, que empieza a mirar estos artículos de pri-
mera necesidad como de lujo. La vida hoy por hoy en Salta entraña
un grave problema que es menester tenerla en cuenta para evitar sus
funestas complicaciones sociales”.33
Esta representación paradojal y doliente en los discursos oficiales y en la prensa,
de una provincia pobre en un país rico, se mantiene durante todo el siglo XX. Para
Jauretche, un ensayista nacionalista de mediados del siglo XX, la situación de po-
breza y la sensación de empobrecimiento de las provincias fue producto también
de la derrota de las últimas montoneras federales vencidas por las fuerzas unitarias
del puerto, de cuya hegemonía se construye el proyecto de la Argentina “blanca”
y “civilizada” de la Generación del ‘80.
“Desde mediados del siglo XIX el interior está totalmente derrotado
y dominada a sangre y fuego la resistencia de las últimas montone-
ras federales. Empobrecida la ‘gente principal’ y privada la clase
inferior de sus jefes naturales, éstos dejan de ser actores en la his-
toria: la población continúa emigrando lentamente hacia el litoral,
como empezó a hacerlo desde el comercio libre, o se resigna a la
miseria endémica que será su característica durante un largo período
de tiempo” (Jauretche; 1970 [1966]: 106).
Esta descripción es la causa de las migraciones a las ciudades del centro que luego
constituían los “migrantes internos” para las ciencias sociales. A pesar de mante-
ner las características de una pequeña ciudad de provincia, se había ampliado su
base social por una incipiente inmigración interna de campesinos, lo que sumado
a la carencia de regulaciones del trabajo, daba como resultado una situación social
deplorable para los trabajadores.
La pintura de época la recuerda no ya como una aldea, como a principios de
siglo XX, sino como una ciudad con cierto aire de cosmopolitismo (Caro Figueroa,
1999). Esto era visualizado, por la aristocracia local, como causa del relajamiento

33 El Argentino, Salta, 3 de septiembre de 1901 bajo el título “Situación socioeconómica” (Álvarez


Leguizamón, Queiroz; Álvarez, M., 2010).
192 Sonia Álvarez Leguizamón

de los valores tradicionales y conservadores de su estilo de vida. El cambio se de-


bía, según ellos, en gran parte, a la escasa migración española, italiana y árabe que
había llegado antes de 1930, y de la incipiente clase media que comenzaba a for-
marse en las universidades del país, cuyo acceso se había democratizado, luego de
la reforma de 1918. Había una muy escasa profesionalización de los estratos me-
dios y altos, el número de médicos y abogados, a mediados de la década del ‘40 en
la ciudad de Salta, no superaba los sesenta (Anuario General Güemes, 1949: 28).
El dominio social, político y económico de esta clase autodenominada aristo-
crática y llamada por el sentido común y algunos cientistas sociales como oligar-
quía34 no se había modificado, a pesar de la crisis posterior al ‘30 y de su progre-
siva decadencia económica en la venta del ganado en pie. La economía provincial
no había logrado superar la crisis producida por la llegada del ferrocarril; la des-
trucción de los molinos harineros y la industria artesanal del cuero; la reducción
de la exportación de ganado en pie a Chile por el decaimiento de la industria del
salitre y la disminución de la demanda de ganado en pie, la crisis del ‘30 y luego,
la posguerra. La parálisis económica se hacía dramática por las restricciones adua-
neras de los mercados del norte chileno. Cultivos como el maíz estaban en crisis,
las plantaciones de tabaco se extendían lentamente por que no estaban protegidas.
La producción vallista35 de pimentón sufría también de deterioro por su introduc-
ción en Chile y las maderas tenían serias dificultades de comercialización por las
altas tarifas ferroviarias (Caro Figueroa, 1970: 156-157). En 1906 se descubren
yacimientos petrolíferos en Orán, que concitan la atención del Estado provincial y
de la Standard Oil (Hollander, 1989).
Los familiares empobrecidos de la aristocracia se ocupaban como funcio-
narios estatales, gracias a las conexiones de linaje intrincado que los unía con el
poder político. Robustiano Patrón Costas,36 quien venía teniendo un protagonismo
fundamental desde principios de siglo XX, en la política salteña y nacional, en un

34 Oligarquía es la palabra usada en la Argentina para denominar la clase que posee poder en base a
la propiedad de la tierra. En Argentina la estructura de propiedad, en la mayoría de sus regiones,
desde los orígenes del capitalismo fue claramente latifundista. Salta es una provincia donde to-
davía la estructura latifundista de propiedad de la tierra sigue siendo predominante, a pesar de las
transformaciones de relaciones de producción y dominación, a lo largo del siglo.
35 Nominación local para designar el área geográfico social denominada Valle Calchaquí.
36 Robustiano Patrón Costas (Salta, 1878 - Buenos Aires, 1965) ejerció la gobernación de la provin-
cia de Salta (1913-1916), senador provincial (1926-1929) y senador nacional (1916-1925, 1932-
1938 y 1938-1943). Durante 1932-1943 fue presidente provisional del Senado, presidió el Partido
Demócrata Nacional, fue candidato a presidente de la Nación en 1943. Su protagonismo político y
social está fuertemente vinculado con la fundación pionera que realiza del ingenio San Martín del
Tabacal, junto a Mosateguy y otros socios. El ingenio recién comienza a funcionar cuando llega
a Orán, en 1916, el ferrocarril que permite la comercialización del azúcar (Anuario General Güe-
mes, 1949: 171-208) y de cuyo trazado el mismo incidiera como legislador. El ingenio, en 1940,
era el mayor productor de azúcar refinada del mundo, empleando más de 16.000 trabajadores
(Neiburg, 2001).
Formas de racismo indio... 193

discurso de junio de 1943, se lamentaba del movimiento descendente de las “capas


superiores” que se había producido en los últimos años. Mencionaba junto a este
fenómeno, el avance de la “inmigración rápidamente enriquecida [que tomó] su
lugar cuando no había adquirido la cultura y la adaptación a nuestro ambiente
moral tradicional” (Patrón Costas, 1943, cursivas añadidas).37 Se observa la per-
cepción del empobrecimiento de las clases altas autollamadas “superiores” y la va-
loración negativa de la inmigración, vista como una amenaza para Patrón Costas,
por no compartir lo que podríamos llamar un habitus (Bourdieu, 1989) tradicional
asociado a prácticas de distinción de ese “ambiente moral tradicional” del que él
era parte, al no compartir los estilos de vida de la “gente decente”.
Salta acompaña los procesos de asalarización e industrialización en menor
medida que la nación. El número de obreros ocupados en la provincia se quintupli-
ca entre 1935 y 1943, llegando en esta época a 15.289. Proceso que muestra ya la
conformación de un mercado de trabajo libre aunque se mantenían todavía focali-
zadas relaciones de conchabo como forma de semiservidumbre de los trabajadores
a sus llamados “patrones”, como veremos más adelante. En 1946 se encontraban
sindicalizados solo 4.000 obreros, lo que representaba aproximadamente un 26%
de los trabajadores.38 Esta cifra es inferior a la de Buenos Aires para esa misma
fecha, donde la sindicalización de los trabajadores es mucho más amplia.39
Las actividades industriales se centraban en la explotación del petróleo, los
ingenios azucareros en la zona de la selva Oranense y del valle de Siancas y la vi-
tivinicultura en los Valles Calchaquíes y en menor medida el tabaco en el valle de
Lerma. En el norte, en el departamento de San Martín, que incluye a las localida-
des de Vespucio y Tartagal, se localizó la actividad petrolera. Ésta estuvo asociada,
desde sus inicios –cuando se instaló la Standard Oil–, a relaciones capitalistas e

37 Discurso que Robustiano Patrón Costas debió pronunciar en la Convención del Partido Demócrata
Nacional, el 4 de junio de 1943. Fuente: Ernesto Aráoz (1966: 100) citado por Gregorio Caro
Figueroa (1970: 155-156).
38 En 1935 los obreros ocupados eran 4.211, en 1937: 5.673, en 1939: 5.906, en 1941: 7.793 y en
1943: 15.289. La ocupación en el comercio alcanza “7.000 empleados aproximadamente” e inter-
preta que este escaso número se debe a las características que ofrece el comercio de la provincia
donde “en su mayoría las casas comerciales son atendidas por sus dueños; y cuando las actividades
requieren mayor personal los parientes del propietario ingresan en la firma evitando así el empleo
de personal extraño” (Anuario General Güemes, 1947-48: 126).
39 El porcentaje de sindicalización, si bien variaba mucho de acuerdo al sector de la economía, en
Buenos Aires, antes de Perón rondaba el 20%, pero los servicios (trenes, empleados del estado,
comercio) lideraban la sindicalización. Durante el peronismo cambió la composición, creciendo
los sindicatos industriales (textiles, metalúrgicos, alimentos, construcción) que se constituyeron en
las ramas determinantes debido al proceso de industrialización llegando, aproximadamente hasta
más del 50%. Luego del peronismo y durante la década del ‘60 hubo picos de más del 65% de
sindicalización de los trabajadores (Murmis y Portantiero, 1972 y CEPAL, 1959).
194 Sonia Álvarez Leguizamón

inversión extrajera; hasta que Yacimientos Petrolíferos Fiscales se hizo cargo de


las explotaciones.40
Desde muy temprano, a comienzos del siglo XX, luego de la guerra del Cha-
co, se instalaron –promovidas por los dueños de los ingenios– en la zona, con-
gregaciones religiosas extranjeras protestantes y católicas que intervienen social-
mente sobre las comunidades denominadas “indias”, a través de viejas prácticas
coloniales, por medio del dispositivo de caridad religioso, a partir de lo que se
denomina “misiones”. Esta forma de gobierno se puede caracterizar como pastoral
no gubernamental (ver Foucault, 1981b).
Indios es una nominación nativa de origen colonial que asigna este nombre
en Salta a personas organizadas en grupos generalmente de cazadores y recolec-
tores o de economías de subsistencia en comunidades en la zona del Chaco sobre
todo, aunque como veremos tiene muchas otras acepciones descalificantes. Estas
misiones intervenían y todavía intervienen con dispositivos propios de la primera
caridad religiosa, mezclada con prácticas “civilizatorias” coloniales pastorales, de
fijación de la mano de obra en un territorio.

Las instituciones de gobierno de las configuraciones sociales


Antes de detenernos en las formas en que se construye la dominación a través de
instituciones de gobierno del subalterno y el análisis de las clasificaciones que
realizan los ensayistas locales así como otras fuentes consultados para entrever las
representaciones sobre el “mestizaje” local y el racismo indio, realizaremos una
breve reflexión sobre las biografías de algunos sujetos que tomamos como voces
autorizadas y a la vez recopiladores de fuentes, sobre todo de los autores de los
diccionarios de regionalismos.41 Es decir nos interesa el lugar de enunciación que
se visualiza a partir de sus biografías en la construcción de etiquetas sociales y la
salteñidad.
Es interesante “pensar a la biografía como un ejercicio de consagración y
como un inventario de atributos que definirían a la persona pública” (Ibarra, 2000).
La biografía es también una forma particular de memoria autorreferencial de las
elites donde se expresan las autorrepresentaciones de los sectores dominantes so-

40 La Standard Oil fundó en los predios de sus explotaciones la primera escuela de enfermería de la
provincia. Estas ciudades se constituyeron a lo largo del tiempo en una suerte de ciudades Estados
de Bienestar donde primaron relaciones asalarizadas con una serie de beneficios sociales que otros
trabajadores no tuvieron. Este sistema o modelo alternativo de protección social, a través de una
empresa estatal, se caracterizaba por la provisión de servicios sociales a los trabajadores sin reco-
nocer a cambio su derecho de organizarse autónomamente, el que tiene puntos de contacto con las
políticas sociales y laborales materializadas por el Estado bismarckiano (Andrenacci, Falappa y
Lvovich, 2001).
41 Esta parte del análisis de las biografías forma parte del trabajo de Álvarez Leguizamón y Muñoz
(2010).
Formas de racismo indio... 195

bre sus “funciones sociales” y las de sus biógrafos. Se consagra y justifica el poder
político y simbólico que detentan y los atributos que los constituyen en públicos.
José Vicente Solá (1897-1961) estudió en Buenos Aires Odontología y Le-
tras. Se dedicó a la enseñanza de castellano en el Colegio Nacional de Salta, de
donde fue también vicerrector por más de treinta años. Creó distintas instituciones.
Escribió varios libros sobre la enseñanza del castellano, además muchos artículos
sobre lexicografía y filología en diarios y revistas del país. Asimismo escribió so-
bre la influencia árabe en el castellano. También, fue elegido diputado de la Legis-
latura Provincial, y más tarde designado presidente de la Cámara de Diputados.42
La referencia a su actuación política nos remite a una situación muy común
en sociedades en donde se están llevando a cabo procesos de gubernamentaliza-
ción del mundo público, y donde la actividad política y la científica se entrelazan
y conforman parte del poder legítimo que estos detentan –según señala Weber–.
En general, en las biografías consagratorias de la elite de la época, primero se
destaca la importancia de su linaje y sus vínculos con apellidos de la aristocracia
local, luego la relación familiar con algún político o “héroe de la patria” o con
funcionarios de alto rango en el gobierno nacional o provincial, cargos obtenidos
y, eventualmente, su relación con actividades económicas de “prestigio”. En estos
textos autobiográficos o de biografías laudatorias, se observa este engorroso y
fuerte entramado entre su función pública como políticos en las áreas guberna-
mentales de “alta jerarquía” y “honor social”, así como su producción científica,
destacándose asimismo sus intereses “regionales”.
En este sentido la biografía de José Vicente Solá muestra una fuerte exalta-
ción de ciertas características, frente a otras que, a veces, hasta desaparecen según
el punto de vista y la intención del biógrafo. En el texto de Figueroa (1980), como
biógrafo de Solá, se resalta este aspecto político de su vida pública, en cambio,
en las dos reseñas que se encuentran en el Diccionario de regionalismo (las del
Dr. Jaime Solá y las del músico y escritor José Juan Botelli) se pone énfasis en
su actividad de docencia y de investigación en el área de lengua castellana, sin
mencionar en ningún lado su actuación en la Legislatura Provincial. Sin embargo
en la página web de la Cámara de Diputados,43 de signatura anónima pero que re-
presenta la voz gubernamental, encontramos un apartado denominado: “Su acción
política”, allí se informa que, desde joven, Solá pertenecía al Partido Demócrata

42 La Asociación Odontológica de Salta, la Liga Salteña de Fútbol, los Institutos de Enseñanza


Técnica en el Colegio Salesiano. Sus obras son: Gramática castellana, Castellano, (tres tomos)
aprobada para Colegios Nacionales, Escuelas normales y de Comercio; Curiosidades gramatica-
les; Contribución del árabe a la formación de la lengua castellana o española; Diccionario de
regionalismos de Salta, obra que recibió el primer premio de la Comisión Nacional de Cultura.
La información sobre la biografía de Solá proviene de las siguientes fuentes: Fernando Figueroa:
Diccionario Biográfico de Salteños (1980), Jaime Solá: “Biografía de José Vicente Solá” en: Dic-
cionario de Regionalismos de Salta (1949), edición 2004 por Fundación Capacitar del NOA.
43 La misma puede consultarse [en línea] http://www.camdipsalta.gov.ar/INFSALTA/sola01.htm.
196 Sonia Álvarez Leguizamón

Nacional,44 que se desempeñó en tres oportunidades como diputado provincial del


mismo partido, fue autor de diversas leyes, y adherente a la candidatura de Ro-
bustiano Patrón Costas como presidente para las elecciones a realizarse en 1944
(comicios que fueron interrumpidos por el golpe militar de 1943). Con lo cual
se visualiza que Solá tenía una posición y una militancia política concreta, y en
ningún caso su llegada al poder político como legislador fue azarosa como da a
entender Figueroa cuando dice que: “sin haber militado en política fue postulado
y elegido Diputado a la Legislatura Provincial en mérito a sus relevantes cuali-
dades como estudioso…” (1980: 219). En todo caso la construcción de la vida y
del “personaje” que hacen los biógrafos toma distintos matices según lo que cada
uno quiere resaltar del biografiado. Al decir que “fue postulado y elegido” parece
mostrar la falta de voluntad de decisión de quien se encontraba “entregado a los
acontecimientos” sin participar de ellos. Si bien fue docente, investigador de la
lengua castellana, tuvo un lado político definido, y esta postura fue conservadora,
dato que se invisibiliza en las biografías al tratar de ensalzar al personaje a partir
de su neutralidad científica. Quizás la omisión de estos datos sirven para destacar
que su interés y su concepción sobre los vocablos regionales de Salta tienen un
cierto viso de neutralidad, siendo que la misma entronca, con el interés de la elite
salteña por preservar y reinventar una identidad de clase construida en el uso de
la tradición y del pasado como pilar fundamental. Lo destacado en las biografías
de Solá es la exaltación de sus atributos y cualidades intelectuales. En esto, los
biógrafos coinciden ampliamente. Para Figueroa, incluso lo político deviene de
lo intelectual, a manera de consagración social. Jaime Solá habla de José Vicente,
su padre, como un “preclaro contemporáneo”. “Preclaro” significa: “ilustre, digno
de admiración y respeto”, “de distinguido linaje u origen, insigne, célebre o título
de dignidad”.45 Jaime Solá, se expande en descripciones referidas a la importancia
académica que tenía el lugar de desempeño de su padre José Vicente de manera de
abonar esta consagración. El Colegio Nacional donde se desempeñaba su padre es,
“en ese entonces el centro de más alto nivel académico de la provincia de Salta,
dado que aún no habían sido creadas las universidades que actualmente existen”

44 El Partido Demócrata Nacional (PDN) fue un partido conservador argentino creado en 1931 por
obra de Robustiano Patrón Costas como vimos, que desapareció luego del golpe militar a Perón
de 1955. También solía llamárselo simplemente Partido Conservador. El partido se constituyó
en el dominante dentro de la Concordancia, una alianza política del PDN, con la Unión Cívica
Radical Antipersonalista y el Partido Socialista Independiente que gobernó la Argentina utilizan-
do abierta y masivamente el fraude electoral entre 1932 y 1943, período de la historia argentina
conocido como la Década Infame. El Partido Demócrata Nacional se organizó sobre la base de
los partidos conservadores provinciales, y estaba liderado por dirigentes como Robustiano Patrón
Costas, Manuel Fresco y Rodolfo Moreno del poderoso Partido Conservador de la Provincia de
Buenos Aires, Julio Argentino Roca (hijo) y Guillermo Rothe del Partido Conservador de Cór-
doba, etc. Wilkipedia, [en línea] http://www.eleccionargentina.org/wiki/index.php?title=Partido_
Dem%C3%B3crata_Nacional.
45 Diccionario enciclopédico nuevo Espasa ilustrado 2000, Espasa Calpe, 1999, España.
Formas de racismo indio... 197

(Solá, 2004 [1949]: 9, cursivas añadidas). En la reedición reciente del libro de


regionalismos de Vicente Solá, en la introducción denominada: “Recordación del
Doctor José Vicente Solá” hecha por José Juan Botelli,46 el atributo más sobre-
saliente que se destaca es “su extrema cultura”, “una erudición de exquisito…
un ser excepcional…”. También se hace mención que “como toda persona culta
y salteño de pura cepa, tenía un gran sentido del humor” (como si el sentido del
humor fuese patrimonio de las personas “cultas salteñas”), así como cualidades de
“buen maestro que sabe transmitir conocimientos, y a su vez conseguir el ‘respeto
y el amor’ de sus alumnos” (Solá, 2004 [1949]: 11-12, el resaltado me pertenece).
Primero se ensalza sus atributos acerca de los tipos de saberes, lo que lo autoriza
como una voz legítima y luego se hace referencia a que es un “hombre culto”, pero
un “salteño de pura cepa”,47 característica que lo habilita para hablar con legitimi-
dad sobre lo salteño o la manera de “ser salteño”.48
Para J. V. Solá, el objetivo de escribir el Diccionario de Regionalismo según
su biógrafo, está “el amor” por “las cosas del terruño”, por su “tierra natal”, amor
por
“...sus costumbres, la idiosincrasia de sus habitantes, su lenguaje
pintoresco tan lleno de figuras, su rica paremiología, ya propia ya
heredada de España y conservada como un tesoro valioso, hacen de
Salta una provincia típicamente diferenciada del resto de sus her-
manas. Amor por un tipo de Salta que debe ser rescatada, conser-
vada, puesta a salvo del movimiento renovador de costumbres que
trae consigo la fácil comunicación… [de] los medios modernos”
(1949: 15, cursivas añadidas).
En esta declaración íntima y pública se expresa una manera particular de construir
y actualizar una tradición que conjura las transformaciones sociales que se venían

46 José Juan Botelli (1923-2010) músico, pianista y compositor. A partir de 1946 inicia su producción
como compositor profesional tanto en música “seria” como en “música popular”, según sus dichos
(ver Resolución Consejo Superior núm. 151/05 de mayo del 2005, donde se lo declara profesor
honorario de la Universidad Nacional de Salta). Dentro de sus actividades se destaca su trabajo en
distintos periódicos y en la sección cultural del diario local El Tribuno. Según Susana Rodríguez
(2007: 65-117), Botelli forma parte de un movimiento conservador y tradicionalista que desde la
página cultural de ese diario ejerce una actitud contraria a lo “nuevo” (tendencias literarias distin-
tas y escritores no canónicos). Desde ese espacio se reescriben historias, mitos, leyendas y coplas,
a su vez se da “la imposición de una tonada que erige como identitaria”.
47 La referencia “de pura cepa” sirve para señalar que es algo propio, natural de un sitio o comunidad
y de calidad, refiriéndose al vino. En Salta es común el uso de refranes asociados con el vino al ser
un espacio social donde el vino y las bodegas son parte de la cultura local.
48 A su vez, estos calificativos sirven también para legitimar al propio biógrafo quien expresa: “como
la mía, muchas otras generaciones fueron formadas bajo su erudición y de esa profunda ternura
con la que uno se sentía asistido formándose a su lado”. Biógrafo y biografiado autoalimentan su
legitimidad para hablar de lo social desde un lugar de prestigio y poder.
198 Sonia Álvarez Leguizamón

produciendo, sintetizadas en la influencia “nociva” de los medios de comunica-


ción sobre “costumbres e idiosincrasias”. No se trata sólo de mantener un legado,
sino de reinventar esa tradición a partir de la permanencia de ciertos códigos cul-
turales que el autor considera rescatables en su interpretación significativa, donde
lo hispánico juega un rol fundamental. Esta preocupación nativista, hablar de la
“tierra natal”, temática de fuerte contenido naturalista y romántica propia de cierta
literatura salteña en general y de los estudios folklóricos en particular.49
Vicente Solá se autoincluye en un linaje y una tradición particular, desarro-
llada en Salta por otros autores, cuyos trabajos son según su propia opinión de la
“misma naturaleza” que la de él, como Alcidez Juárez Tellez, Conrado M. Serrey,
Juan Carlos Dávalos, Atilio Cornejo, Julio Mendioroz, Carlos Gregorio Romero
Sosa y Juan Alfonso Carrizo. Considera que estos autores tienen como interés fun-
damental: “rescatar lo popular, el folclore, el pasado español y/o aborigen”. Los
vocablos son para Solá una de las formas de mirar hacia ese pasado, de construir
algo llamado región del norte, o como expresa su biógrafo Figueroa, la salteñidad,
el pasado es reinventado para construir el presente de esa comunidad imaginada
dirían Benedict Anderson (1983). Solá, a diferencia de otras corrientes más or-
todoxas en lo cultural y lingüístico, no creía que los provincialismos pudieran
restringir la lengua. Los regionalismos,50 o sea el habla de una región, serían una
forma de dialectología que alude a un cierto patrón cultural común de un espacio
social y de un territorio. En este sentido, si bien busca revelar lo particular de Sal-
ta, encuadra la provincia dentro de un conjunto territorial y humano más grande,
en este caso el norte argentino.
Esta intención de promover y construir una “cultura propia” de la región
del Noroeste, según la investigadora y profesora en Letras salteña Alicia Poderti
(1998), quien introduce una de las ediciones del diccionario de Solá, es parte de un
impulso generacional que se conoce como una práctica “regionalista”.

49 Raúl Aráoz Anzoátegui (1979: 29-30), un poeta escritor y ensayista salteño, afirma que el tema
nativista es propio de la literatura argentina, la que tiene una fuerte vigencia en el noroeste en
las “letras de proyección folklórica”. Para él la nueva poesía que surge desde 1940, comenzó a
operar la transformación que a poco tomaría contacto directo y se identificaría con las gentes que
compone, según los estudiosos de estas disciplinas, el grupo “folk” y la disciplina folklórica, cuya
caracterización según A. R. Cortázar se vincula con los caracteres específicamente populares, co-
lectivización, empirismo, funcionalidad, tradicionalismo, anonimato, regionalismo y transmisión
por vía oral y no escrita.
50 Dice Solá: “He preferido para el título de este diccionario la palabra regionalismo y no provincia-
lismo como sería más ajustado a lo que se estila de acuerdo con la terminología de los lexicógrafos,
porque gran parte de los vocablos empleados en Salta son también conocidos en Jujuy, Tucumán,
Sgo. del Estero y Catamarca, y deseo que el título de esta obra condiga con el contenido de la
misma. Esta comunidad de términos se explica porque un límite artificial y caprichoso, trazado
entre provincias hermanas no puede, en manera alguna, significar una barrera lingüística infran-
queable”.
Formas de racismo indio... 199

“…en esa coyuntura la búsqueda de raíces y trazo insistente de con-


tornos regionales se destacan los nombres de algunos escritores e
investigadores que, durante las primeras décadas del siglo XX, abri-
rán el camino para el estudio de la historia del noroeste argentino,
dejando como saldo importantes compilaciones documentales y es-
tudios historiográficos sobre el período temprano de estas regiones
andinas […] otros estudiosos se abocarán al rescate del folklore y la
tradición oral…”.
Para Poderti, esta sería una empresa “antropológica” (no literaria) que consiste en
la “recuperación de la cultura popular en sus manifestaciones escritas y orales”
(Solá, J., 1998 y Poderti, 1998). De nuevo aparece aquí la “empresa” antropológi-
ca vista como una práctica político cultural de preocupación y rescate de la cultura
llamada popular. Existe una fusión de esta literatura regional con preocupaciones
similares a las antropológicas de la época como el folklore o la escuela históri-
cocultural, pero que provienen de campos de saber expertos distintos, aunque la
problematización es la misma: la construcción de una identidad salteña de “resca-
te” que reproduce las desigualdades sociales que esta literatura de elite produce.
El otro diccionario al que nos referimos como fuente de nuestro análisis es el
de Fernando R. Figueroa (1922-1996).51 Del análisis de las temáticas de sus obras
se puede observar su preocupación por las llamadas “tradiciones” salteñas que
remiten a la producción de Bernardo Frías: biografías laudatorias, estudios toponí-
micos, intereses genealógicos de construcción de su linaje familiar, junto a ciertas

51 Figueroa se recibió de profesor de Letras en la Universidad Nacional de Salta, se dedicó a la


investigación de temas históricos y escribió cuentos y novelas. Sus obras son: 1) dentro de lo
literario: Tierra gaucha (1964), El Tesoro del curu-curu (1970), La cueva de la salamanca (1979),
Hora cero (1979), Sucedido (1986), Reflejo (1988), Don Martín (novela biográfica sobre Güemes,
1994); 2) sus trabajos periodísticos: Sucesos salteños (revista cultural, 1964 y 1968), Anuario de la
Universidad Católica de Salta (1967 y 1968), Gaceta comercial (1968 y 1969), Manual turístico
de Salta (1970, 1971 y 1972), Acción docente (1970, 1971 y 1972), Ayer y hoy de Salta (1971),
Guía del estudiante (1972); 3) investigación: Diccionario biográfico de salteños (1980), Aporte
a la toponimia de Salta (1983), El habla de Salta (ensayo relacionado con la recopilación de más
de tres mil refranes), De Figueroa y otros linajes de Salta (1996), Salteñismos (dichos y refranes,
1991), Antología de cuentistas argentinos (1979); 4) Tuvo participación radial y televisiva como
autor y conductor de programas tales como: “Por las calles del recuerdo”, a través de LRA Radio
Nacional de Salta, durante 1971; “Evocaciones”, por radio LRA Radio Nacional de Salta, durante
1976; “Semblanzas del pasado”, por radio LV9 Radio Salta, en 1978; “Curiosidades salteñas”, a
través de Canal 11 de Salta en 1967; 5) realizó trabajos didácticos tales como: Tierra gaucha, una
muestra panorámica de Salta (1963); Salta en la imagen, que trata sobre monumentos y edificios
históricos de Salta (1972); Historia de Salta (1977); Itinerario de la fundación (1982). Trabajó
como periodista en distintos diarios de la provincia y del país. Durante 1961 y 1962 ejerció el
cargo de director de Turismo y Cultura de la Provincia de Salta, fue director de Prensa y miembro
del Instituto de Investigaciones de la Universidad Católica de Salta y socio activo del Instituto
Güemesiano de Salta (datos extraídos, resumidos de la obra Fernando Rufino Figueroa por Cesar
Antonio Alurralde, Salta, 10 de agosto de 2002).
200 Sonia Álvarez Leguizamón

problemáticas que se encuadran en la genealogía de lo que se podría llamar “la


tradición historiográfica y literaria salteña”, vinculada con una literatura de fuerte
influencia naturalista y caracterológica.
La intención del autor es describir y explicar lo que denomina “supervivencia
de costumbres y creencias tradicionales”, vinculadas también al “folklore”, como
la preocupación por el gaucho, los mitos aborígenes, el habla popular, todo lo cual
acercaría elementos para construir una identidad propiamente salteña. “Rescatar
el pasado” y reinventarlo a partir de una firme intención de actualización activa
y perseverante que tiene como foco medular preservar, dejar estática la “memo-
ria” sobre la “vida” y los “valores” de lo que estas voces consideran “lo salteño”,
desde palabras, sucesos, dichos a refranes y “sucedidos”. Se trata de un trabajo
sistemático y una preocupación de boticario para seleccionar imágenes que deben
ser reificadas y divulgadas. De esta manera se construye la memoria a través de
la identificación legítima de “semblanzas del pasado”, de recuerdos de las calles,
las imágenes y monumentos de la ciudad, que permite preservar una visión y un
“valor histórico” particular. Junto con ello también se construye el propio linaje
del autor y su superioridad social.
Podríamos decir que la construcción de la salteñidad es más integral en Fi-
gueroa que en Solá. En su producción encontramos textos de carácter histórico,
ensayos de pretensión sociológica y también lingüística. Al igual que Solá, ex-
presa el temor de que el “tesoro lingüístico” salteño zozobre en el “fangal de la
mezcolanza idiomática”. Por ello considera fundamental “coadyuvar a la defensa
de nuestra cultura criolla” (1991). En este sentido se puede afirmar que a pesar
de la época en que escribe tiene influencia del movimiento criollista que hemos
descripto en el capítulo II. La defensa de la cultura criolla hace referencia a una
forma particular de construcción de las tradiciones salteñas que estaba ya presente
en la literatura de Dávalos. Esta valoración especial de lo local, la tradición, el
habla y las costumbres del pueblo del que se diferencian, se construye en base a la
reproducción de la desigualdad social y, al mismo tiempo, con la intención de di-
ferenciarse de otras tradiciones que se consideran foráneas y a las que se hace refe-
rencia con el término de “mezcolanza idiomática”. Sin embargo, sus diccionarios
con pretensión esencialista dan cuenta, a partir de la dialectología o regionalismos,
de la fusión de culturas y expresiones lingüísticas o “mezcolanzas” que son reflejo
de mezclas culturales. Al mismo tiempo que muestran un posicionamiento que si
bien visibiliza la cultura soterrada nativa y folklorizada, reproduce la desigualdad
y la subalternidad de estas poblaciones.
El método de Solá para la selección de los léxicos que denomina “regiona-
lismos”, es el de la “eliminación”, el que consiste en buscar un vocablo primero
en el Diccionario de la Real Academia, descartar esa procedencia, luego en el
de americanismos, y así sucesivamente, en el de argentinismos, para finalmente
considerarlo un regionalismo. El método de la recolección –según sus palabras–
Formas de racismo indio... 201

tienen su origen en: las voces de los viejos “maestros”, conversaciones con el
“auténtico gaucho de mi tierra”, con los “collitas de los valles o la puna y con los
indígenas del Chaco”. Se ve aquí los tres grandes grupos que aparecen en forma
persistente de los grupos subalternos: el gaucho, el colla y los indígenas del Chaco.
Esta construcción de lo propio, de la región es un paso para la construcción de “lo
salteño”, pero ésta no es pacífica, forma parte de un “régimen de representación”
(Rojas, 2000) de fuerte contenido racial, muestra una tensión entre las voces au-
torizadas, los maestros y los “tipos sociales” inferiorizados como los “auténticos
gauchos”, la nominación inferiorizante de collitas de los valles y la puna, donde
el diminutivo refleja ya una forma paternalista, despectiva y racial propia de este
racismo indio.
Parte de estas recopilaciones tienen una intensión casi etnográfica en el senti-
do de que para recoger la información hubo que estar cerca “del habla coloquial”
y recogerla in situ. En este sentido, en la introducción que realiza Fanny Osán de
Pérez Sáez al Diccionario de americanismos de Salta y Jujuy que edita con su ma-
rido, producto de muchos años de investigación científica colectiva en la Facultad
de Humanidades de la Universidad Nacional de Salta, afirma que “los estudios de
campo” realizados implicaron:
“…la comunicación con alumnos, docentes, amigos, obreros, pro-
fesionales, políticos, técnicos, empleados, amas de casa y con hom-
bres mujeres y niños, a veces refugiados en apartados puestos en
compañía solo de ovejas, cabritos y de sus propios pensamientos.
Los buscamos recorriendo las calles de las ciudades, las rutas prin-
cipales, caminos sin pavimento y sendas sin demarcar, y nos ha-
blaron de sus profesiones, oficios, creaciones artísticas, artesanías,
creencias, tradiciones, ritos, religiosidad, relaciones familiares, fies-
tas, formas y ciclos de vida, y de sus actividades y modos de mirar al
otro y a la sociedad con sus incontables matices […]. Con frecuen-
cia escuchábamos palabras con ecos ancestrales […] la aprensión
de ese universo en el que se unían las dos vertientes de la América
hispánica” (Osán de Pérez Sáez, 2006, en Osán de Pérez Sáez y
Pérez Sáez, 2006: X, cursivas del autor).
Nótese la importancia del trabajo de campo y también la visión hispanista de la
cultura local que afirma primero a América como hispánica para reconocer luego
y subordinadamente la “otra vertiente” nativa.

Instituciones de gobierno, dominación y control de la mano de obra: el


conchabo, la hacienda, la finca
El racismo indio que da sustento a la dominación neocolonial del presente se
asienta en diferentes formas de sojuzgamiento y dominación servil y semiservil
202 Sonia Álvarez Leguizamón

sobre poblaciones de origen prehispánico y misgenias (mezclas) con poblaciones


coloniales sobre todo con españoles y poblaciones africanas esclavas, las que se
encontraban bajo diversas formas de coerción para el trabajo, tanto en la finca
como en las casas de las elites salteñas.
Hemos planteado oportunamente que la finca, estancia, fundo –de acuerdo
a sus diferentes términos– es junto a la casa urbana y las instituciones de bene-
ficencia uno de los locus fundamentales del gobierno de las estructuras de linaje
aristocráticas de la primera mitad del siglo XX en Salta (Álvarez Leguizamón,
2004) que se mantienen metamorfoseadas hasta el presente. Aunque algunas se
han convertido en hoteles de cinco estrellas por el llamado turismo de estancia. Su
origen se remonta a las mercedes y encomiendas coloniales y, luego más tarde, a
las haciendas, chacras o fincas según las diversas denominaciones.52
La Constitución de la Argentina había implicado una serie de transformacio-
nes. Una de las principales fue el paso de las relaciones serviles o esclavistas a las
relaciones salariales del trabajo libre. Modificación que hizo posible, más tarde,
la conformación de un mercado de trabajo nacional. La Constitución de 1853 li-
beraba todas las formas de sujeción al trabajo, formalmente. Sin embargo se man-
tienen leyes de control al vagabundeo que fijaban a las personas a las relaciones
de patronazgo o que las obligaban a formas de trabajo asalariado, bajo la amenaza
de encierro en instituciones disciplinares, como cárceles y hospitales generales o
trabajo forzado.
En la ciudad de Buenos Aires, la conformación de un mercado de trabajo
urbano, se realiza gradualmente durante la segunda mitad del siglo XIX. En dicha
Constitución tienen fundamental importancia: la represión a “vagos y malentrete-
nidos”, la libreta de conchabo y la amenaza de la leva militar; todos sistematizados
por el Código Rural de 1865. La escasez de mano de obra se compensa con la
inmigración transatlántica que se masifica desde finales de la década de 1870 (An-
drenacci, Falappa y Lvovich; 2002: 7). Hacia 1880 el mercado de trabajo funciona
de manera predominantemente libre, siendo que la mitad de los activos del campo
y la ciudad estaban ya asalariados en el sector capitalista (Sábato y Romero, 1992).
También en ese período se produce la reducción por guerra a las comunidades gau-
chas e indias que se encontraban cerca de esa ciudad. El proceso de constitución
del trabajador libre es mucho más tardío en Salta, donde la finca opera como una
institución básica de fijación de la mano de obra bajo relaciones semiserviles que
se sustenta en un racismo indio particular.
Los historiadores como Bernardo Frías y Atilio Cornejo, constructores de
un relato sobre la superioridad de la gente “decente” (Palermo, 2011; Vázquez y
Villagrán, 2011; Villagrán, 2012; Yudi, 2015), señalan la importancia de la finca

52 Para Yudi (2015) la estructura de la hacienda andina se transforma para dar paso a la plantación
en la zona oeste de la provincia recién a comienzos del siglo XX, cuando se funda el ingenio San
Martín del Tabacal.
Formas de racismo indio... 203

como locus básico de la sociedad que describen haciendo mención a las relaciones
con los sectores subalternos en las que se basan. El primero tiene un estilo costum-
brista, pero al mismo tiempo sus descripciones sirven para dar cuenta de las rela-
ciones de dominación y subordinación de sujetos cuyas características especifica.
En la época colonial, la herencia de la encomienda, como forma de relación
servil entre las poblaciones nativas, marcaba las relaciones de sujeción. Más tarde,
la hacienda establecía similar forma de dominación entre el patrón y el nativo.53
A pesar del decaimiento de la institución de la encomienda en el siglo XVII, la
oligarquía de Salta ha sido y continúa enraizada en la tenencia de la tierra. La
primacía del comercio creó nuevas fortunas familiares, que si bien no tenían inde-
pendencia de la posesión de la tierra, no estaban totalmente dependientes de ella.
Esto lo vemos por ejemplo en 1819, momento en que ninguno de los nombres de
las originales familias que habían recibido tierras de la corona se mantienen en los
principales linajes.54
El “gaucho decente” y la “dama de bien”, dueños de las fincas, eran arque-
tipos de la clase considerada superior, y su poder se desenvuelve en institucio-
nes fundamentales donde se ejerce el servilismo. La estancia ganadera constituía,
en esa época, la unidad productiva más importante de este orden oligárquico. El
arquetipo de la configuración y vínculo de dominación era el binomio gaucho
decente-peón. El peón es todavía el apelativo para denominar al trabajador rural
bajo relación de dependencia, sea ésta asalarizada libre o semiservil. La palabra
viene del latín pes que significa pies, “el que anda o marcha a pie”. También el
diccionario la significa como “el que trabaja en cosas que no requieren arte ni
habilidad”. Este sentido de la palabra da la pauta de la desvalorización clasista del
trabajo agrícola. Éste, a través de la historia, sobre todo durante el neolítico, ha
requerido un enorme desarrollo de destrezas realmente admirables en la historia
del género humano.
Esta relación de dominación se ejerce a partir de un dominio claramente mas-
culino. El gobierno masculino de la casa se extiende a las relaciones de dominación

53 Hollander plantea que luego de la derrota de la resistencia nativa, en el siglo XVII, los nativos
fueron puestos en carácter de encomienda. Su trabajo hizo posible que los salteños dedicaran al
comercio sus energías. Si bien eran muchos los indios encomendados en 1660, su monto declinó
debido al excesivo abuso de los encomendados que los sometieron a las labores personales y a
las encomiendas que se destinaron al trabajo de mineros en Potosí. De todas maneras, en el siglo
XVIII, bastante mano de obra india quedaba para brindar abundante comida a la ciudad de Salta
(en 1772 el valle Calchaquí y el de Cobos, por ejemplo, contenía 78 familias españolas, 550 indios
encomendados y 860 indios que pagaban tributos). Dado que en la mayoría de los casos, encomen-
dados y tierra de la corona coincidían, los encomendados formaban el elemento más prestigioso de
la sociedad salteña. Los encomendados declinan a finales del siglo XVI por la sangría de mano de
obra al Potosí y por el trato que le brindaban. A mitad del siglo XVII, cuando el comercio comien-
za a ser la actividad económica principal, se agudiza su debilitamiento (1989: 115-118).
54 Cornejo, Atilio Mercedes de tierras y Solares, 1583-1589, Salta, 1938, citado en Hollander (1989:
118).
204 Sonia Álvarez Leguizamón

serviles fuera de ella. El patrón ejerce el patronazgo tutelar sobre la “peonada” o


el “gauchaje tropero” en la finca. De allí la nominación lata de “patrón”. Algunas
explotaciones agroindustriales, como los ingenios, comienzan a desarrollarse y
sus relaciones de producción y contratación de la mano de obra se basan en formas
semiasalarizadas que combinan la producción industrial con el traslado forzado de
peones conchabados, para trabajar como “braceros” en la zafra –quienes viven el
resto del año en fincas de otras zonas de los dueños de los ingenios o son traídos
por los llamados “contratistas”–. El nombre de bracero, como sinónimo de peón,
hace referencia a las cualidades y la intensidad del uso de los brazos en la faena
rural vinculada, seguramente, a la cosecha más que al trabajo de pastoreo de gana-
do en pie, como el apelativo de “gaucho”.
La institución servil fundamental que permite la fijación del trabajador al pa-
trón es la del conchabo, la que se mantiene en Salta casi hasta finales de la década
del ‘30. Ésta se ejerce tanto en la finca como en las casonas de residencia urbana
de las elites. Los peones y sirvientes a jornal, “los conchabados”, se encontraban
controlados y territorializados por el poder del patrón y el registro de la policía.
En el Reglamento de la Policía de la Provincia de 1878 que regulaba el conchabo,
hasta 1920, se puede observar la forma de “policiamiento”55 que sobre los trabaja-
dores y su familia ejecutaba el patrón.
“La policía llevará un registro de los peones y sirvientes a jornal en
el que se haga constar su ocupación y el patrón a quien sirven. Las
papeletas se renovarán una vez por año en todo el mes de Junio pa-
gando el patrón por los peones a jornal dos reales por cada uno, y un
real por los sirvientes matriculados, cuyas papeletas, si se inutiliza-
ran durante el año abonada, se reharán sin más erogación” (art. 51).
“Todo el que quiera conchabar un peón ó sirviente, está en el deber
de pedir a estos el papel de desconchabado de su patrón anterior, ó
el certificado de la Policía de estar libre para conchabarse” (art. 55).
Eran entonces el patrón y la policía la instancia de control sobre estas poblaciones,
siendo además quienes ejercían los dispositivos de represión sobre los “vagos”.
El relajamiento de las leyes de conchabo y el poder policial, fueron cambiando de
una “policía de la familia” o de la finca a una “policía o gobierno de la población”,
y a la aparición de la economía política y al mercado de trabajo libre, tal como pla-
nea Foucault (1981b) para el caso de Francia en otro período. No existía todavía
la libertad de contrato de la mano de obra. Esta condición se va conformando muy
tardíamente a partir de la llamada Ley Güemes de 1921. La conformación de un
mercado de trabajo libre recién se produce a mediados del siglo XX, a mi parecer.

55 Uso la palabra policiamiento siguiendo a Donzelot (1980) quien la toma para las formas de gobier-
no de la familia en el antiguo régimen francés.
Formas de racismo indio... 205

En la estancia ganadera la relación predominante era la del conchabo de los


gauchos. Según Frías, la situación servil en estas fincas se debía a la “condición
de ignorante” de esta clase y por ello vivía “al amparo de las grandes propiedades,
cuyos jefes, por lo general radicados con su familia en la ciudad capital, tenían
entregados al cuidado de los gauchos sus intereses y sus tierras, en gran parte divi-
didas y dadas en pequeños arriendos, donde cuidaban del ganado propio o las cul-
tivaban” (Frías, 1971 [1902]: 119). El gaucho no podía cambiar de patrón ni salir
de ese predio sin su autorización. Sin embargo poseía cierta independencia dado el
control que se le asignaba sobre el ganado durante largos períodos de tiempo. Por
eso Juan Carlos Dávalos considera que la estancia ganadera salteña es una entidad
autónoma e independiente donde el patrón ejerce su autoridad sobre los puesteros
y gauchos. El capataz ejerce la ley. Los puesteros son una suerte de delegados del
patrón sobre los rodeos y la ocupación del campo abierto para las pasturas. Dentro
de la estancia no hay ciudadanía ni trabajadores libres, la ley la impone el patrón
en una cadena de mandos que permite el control del ganado y de la mano de obra.
El conchabo, en este caso, consiste en el pago de una pequeña parte en dinero y
el resto en especies, además de cierto tiempo que debe trabajar sin paga para el
patrón. Veamos como Juan Carlos Dávalos caracteriza esta estancia ganadera.
“La estancia es una confederación de distritos autónomos en que el
patrón es el presidente, el capataz el poder legislativo y los pueste-
ros unos gobernadores inamovibles. La estancia podía naturalmente
cambiar de dueño; los gobernadores, o sea los puesteros, no cam-
biarían de feudo sino por causas gravísimas. El puestero es así, un
oligarca hereditario, un señor absoluto de sus rodeos. Depende del
patrón por cuanto está obligado a rendir cuenta en la yerra, de los
terneros que marque para la finca. Percibe, a cambio de sus ser-
vicios, un salario anual repartido en dos porciones: una en dinero
efectivo y otro en reses de cuenta para su manutención. [...] El pa-
trón debe proveerle además, de caballos destinados a la fajina dia-
ria” (Dávalos, 1984: 401, cursivas añadidas).
Para Dávalos esta base económica “que mantiene entre patrones y gauchos vincu-
laciones tan sólidas” ha “resistido sin menoscabo alguno a los cambios políticos y
a las inquietudes sociales de estos últimos tiempos”. Reconoce que los cambios en
las relaciones sociales de la república (ciudadanía y asalarización libre) y las “in-
quietudes sociales” de la época, las que pueden ser leídas como las movilizaciones
obreras por mejores condiciones de vida que se venían produciendo, no se condi-
cen con estas prácticas. “Desde el punto de visto político, el patrón sigue siendo un
caudillo. Desde el punto de vista social, el gaucho sigue siendo un hombre libre.
Así perdura entre ambos un equilibrio cordial que es, en substancia, la subordina-
206 Sonia Álvarez Leguizamón

ción leal de los más a los mejores en vista de un bien común: el provecho de todos”
(Dávalos, 1984: 401, cursivas añadidas).
El conchabo tiene como antecedente de flexibilización el que se produce du-
rante las guerras de la independencia, por la influencia de Güemes sobre las Leyes
de Conchabo. Por ello, luego se establecerá una diferencia entre guachos y vagos.
Asociación que estaba presente en la representación del gaucho. El gaucho era una
suerte de vaga(bundo) afincado a la hacienda y a la autoridad del patrón. Güemes,
siendo gobernador de Salta, entre 1815-1821, propicia una serie de medidas a
favor de los gauchos-soldados de la guerra de montoneras que él lideraba, contra
los españoles. Estas medidas promovían: la excepción del pago de arriendo a los
dueños de la tierra y la ausencia de cumplimiento con la “obligación” (trabajo
gratuito para el patrón). Esta institución servil consistía en un trabajo anual de 15
o 20 días, que debían cumplir los arrenderos en las faenas de siembra y cosecha,
denominado “fuero del gaucho”. Güemes instrumenta un sistema de registro de
los gauchos para diferenciarlos de los vagos y mal entretenidos.56 En un informe
que se le envía, dice que “los vagos bajo el nombre de gauchos que lo consideran
sagrados, se creen a cubierto de la penas y persecuciones de la ley”. El vago debe
conchabarse, mientras que el gaucho no tiene obligación de hacerlo y no debía
tener la obligación de poseer la papeleta de conchabo. Esta situación les permite
luego reclamar tierras (Michel, Savic y Pérez de Arévalo, 1996: 241-242).
En la etapa que se inicia con el triunfo del partido radical en 1916,57 la in-
fluencia de miembros de la oligarquía salteña decae en el ámbito nacional. La
gestión de Yrigoyen, el primer presidente radical, no se caracterizó por la in-
corporación de funcionarios de las provincias, como había sucedido durante las
gestiones presidenciales conservadoras. Es la época que el partido radical accede
a la gobernación de Salta. Abraham Cornejo fue el gobernador de la provincia,
seleccionado entre las familias radicales de la oligarquía. Más tarde, una serie de
disputas entre linajes conservadores y radicales lleva a una intervención federal en
1918. Los apellidos del linaje radical fueron: Cornejo, Saravia, Güemes, Torino
y Michel Torino. Estas familias protagonizaron violentas luchas políticas, entre sí
y en oposición a otros linajes de la oligarquía más conservadora, ante situaciones
donde alguno de sus miembros podía ser tocado con medidas o legislaciones que
injuriaran su posición social como clase superior (Hollander, 1989: 186-196; Nei-
burg, 1988, 2001).

56 Los mal entretenidos significan mal alimentados. Es una mala traducción de la palabra entretené,
en francés, que significa alimentado (debo este comentario a la historiadora paraguaya Milda Ri-
varola).
57 El partido radical, recién fundado, accede al poder en 1916 por la ley del voto secreto y obligatorio
masculino que ese mismo partido promueve, en contra de la democracia restringida que propiciaba
la oligarquía conservadora.
Formas de racismo indio... 207

El antecedente del denominado “fuero gaucho”58 de Güemes, da lugar más


tarde, en 1921, al proyecto de ley del gobernador Joaquín Castellanos que termina
formalmente con la institución del conchabo como forma coercitiva de trabajo.
Joaquín Castellanos era un reformista, aunque pertenecía a una de las familias de
la elite nativa. Llevó a cabo una serie de medidas sociales para limitar el poder de
la oligarquía ante la situación de “subordinación colonial”, como él decía, en la
que se encontraban los trabajadores en la provincia. Era poeta de profesión ade-
más de político. Como funcionario, intentó efectuar algunas leyes de irrigación y
modificar el “canon de riego”. Estos fueron proyectos que tendían a despojar a la
oligarquía de las propiedades poseídas de facto, sobre arroyos y ríos incluidos en
sus territorios. Dicha legislación no se concretó por una intervención federal del
presidente Yrigoyen. También solicitó fondos a la nación para desarrollar servi-
cios en el área de la higiene social, los que no fueron respondidos satisfactoria-
mente. Su reclamo dirigido al presidente, por esta denegación, se manifestó en una
carta abierta en circunstancias de la intervención.59 A pesar de su clara posición
en contra de las condiciones históricas de servidumbre de los trabajadores, era
miembro del linaje Castellanos de la aristocracia local y no dejaba de representarla
como una “clase superior”, basada en el origen patricio de sus antepasados. Así

58 “La clase terrateniente cuyos ingresos y su base económica la constituía el trabajo y la producción
de los originarios y criollos pobres de la región noroeste, no podía tolerar que los combatientes del
Ejercito patriota estuvieran protegidos en forma permanente por el fuero militar, los necesitaban
para que sigan trabajando y pagando tributos. Ya el 15 de agosto de 1815 en un oficio del Cabildo
de Salta a Güemes, en un momento donde los realistas no están en el territorio, le dice que ‘no
está, pues en el orden que habiendo cesado ya la guerra en esta Capital restituyéndose la gente,
que la hacía al antiguo estado de labrador, y paisano, sean juzgados por los militares […] esto es
un caos, una confusión. Las actuales circunstancias exigen que todo americano sea soldado, y que
desempeñe las funciones cuando sea preciso pero cuando no es llegado este caso, es un paisano,
cuya sujeción inmediatamente depende de la justicia ordinaria’. Ante tal posición y exigencia se
opone Güemes quién había ordenado que ningún combatiente miliciano, por el hecho de serlo,
pagara tributo a sus patrones o brindara servicios personales, típicos del régimen feudal de pro-
ducción de ese momento, aun cuando no estuvieran en servicio. Durante todo su mando y con
mayor decisión después del gran triunfo en Puesto del Marqués (Jujuy), en 1815, Güemes hizo
cumplir el fuero militar para todos los combatientes. El 11 de abril de 1818, hostigado desde hacía
cuatro años por su propia clase y harto de ‘todos los que se interesan en el desorden, y desunión
que los valientes Gauchos, que a costa de su sangre, han defendido con heroicidad la gran causa
de nuestra independencia’, decide escribir el auto y manda que ‘todos los gauchos alistados en los
respectivos Escuadrones, y la tropa no sólo gozan y eternamente han de gozar del fuero militar’.
Rondeau, mientras fue Jefe del Ejercito Auxiliar del Perú, había dispuesto que se respete ‘el fuero
que disfrutan los gauchos’, que había instituido Güemes. Belgrano el 1º de junio de 1818 remite el
Bando de Güemes al Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón para su aprobación, y luego se
encarga, el 13 de julio, de comunicarle la respuesta favorable a Güemes.” En Aramayo “Güemes y
el fuero gaucho en la Guerra de la Independencia”, El Libertario, Jujuy, [en línea] http://www.elli-
bertario.com/2010/05/14/guemes-y-el-fuero-gaucho-en-la-guerra-de-la-independencia/ [consulta:
14 de mayo de 2010].
59 Joaquín Castellanos, “Carta Abierta al Señor Presidente de la República, Dr. Hipólito Yrigoyen del
gobernador de Salta” (Salta, 1921: 56 y 36) citado por Hollander (1976: 190, nota 134).
208 Sonia Álvarez Leguizamón

por ejemplo, cuando presenta la elección del próximo candidato a gobernador de


la provincia, por el partido radical, en 1922, al Dr. Adolfo Güemes, prestigioso
médico higienista, lo nomina como poseedor de “excelentes cualidades personales
y de un prestigioso apellido” (Hollander, 1989: 190).
En el gobierno de Castellanos se crea el Departamento Provincial de Trabajo
y se sanciona la denominada Ley Güemes de “protección a los trabajadores” (Cas-
tellanos, 1921). En el mensaje del proyecto a las Cámaras explica que la denomi-
nación de Ley Güemes hace referencia a los antecedentes de la Ley de Güemes de
1821 y la plantea como “un conjunto de leyes tutelares del trabajo” (Castellanos,
1921: 603). En esta presentación, Castellanos sintetiza la situación de los trabaja-
dores rurales,
“víctimas, al par que de su ignorancia, de explotaciones y vejáme-
nes sin cuento por parte de patrones poco escrupulosos, [...] paria,
siervo, ilota,60 cualquiera de estas clasificaciones no exagera el triste
privilegio en que se debate el peón de muchas estancias salteñas.
[...] Se estilan, aún aquí, con respecto del obrero rural, procedimien-
tos que en nada desmerecen a los de la “encomienda” y la “mita”
de los antiguos tiempos, y que son una afrenta para la civilización de
que nos preciamos” (1921: 596, el énfasis me pertenece).
El informe que realiza una secretaría de la “Comisión pro Legislación Obrera”,
designada por el Poder Ejecutivo de la provincia, llega a conclusiones “mortifi-
cantes”. El informe muestra el deterioro de los salarios acaecido durante la etapa
de 1913 a 1919 y “termina demostrando en forma patética el estado de miserias y
privaciones que aflige al obrero salteño con grave daño para su salud y no menos
peligro para el porvenir de su prole” (Castellanos, 1921: 600). La estrategia de
constituir comisiones que visiten las zonas rurales de la provincia para constatar,
in situ, la situación social de los trabajadores, para luego fundamentar, a partir
de estudios de carácter público basados en la autoridad de los especialistas, la
promulgación de leyes y la promoción de transformaciones en las condiciones
sociales de los sectores trabajadores, tiene el antecedente principal en el Informe
Bialet Massé de principios de siglo XX.61
Recién en esta fecha, a pesar de que la Constitución Nacional de 1853 y la
Provincial de 1855 habían consagrado la libertad de trabajo, se permite la contra-
tación libre de los trabajadores, garantizada por el Estado. Además se fija en ocho
horas la jornada de trabajo urbana y nueve la rural, se prohíbe imponer multas a

60 Ilota proviene de la nominación que se le daba a los esclavos de los lacedemonios, oriundos de la
ciudad de Helos. Figurativamente es el que se encuentra privado de los derechos del ciudadano.
61 Luego, en la gestión del gobernador Cornejo, en 1947, durante la etapa peronista, otro informe de
la situación social de la provincia justificará reformas relacionadas con la institucionalización de
la asistencia social y la salud pública como áreas de gobierno.
Formas de racismo indio... 209

los obreros por faltas no previstas en los reglamentos del trabajo o retenerles el
salario (art. 3, inc. a), entregar billetes, vales, bonos, fichas o cualquier forma de
moneda alternativa (inc. b). Se prohíbe subarrendar peones a terceros (art. 10) y
quedan prohibidos los servicios que se exigen bajo las denominaciones usuales de
“comedimiento” u “obligación” (art. 15). Esta reglamentación tuvo seguramente
una escasa aplicación, tanto por la falta de fuerza de los organismos estatales re-
cién fundados en su contralor, como por la intervención que realiza el gobierno
nacional sobre la gestión de Castellanos. La intervención se debe al malestar y a
la fuerte resistencia, por parte de los sectores más conservadores, en aceptar la
introducción de cambios sobre la propiedad de la tierra y las relaciones semiser-
viles de las haciendas y por la legislación y la regulación del canon de riego. Esta
intervención se vincula también a una disputa entre el gobernador con la familia
Saravia, con la cual había llegado al poder y a la que le asigna el control de la
policía (Hollander, 1989).
Por todo ello, en Salta, con estas configuraciones de clase es mucho más tar-
día la conformación de un mercado de trabajo libre. Esta ruptura se produce recién
entre 1930 y 1945 con la relajación progresiva de las relaciones semiserviles y de
las leyes de conchabo62 y el Estatuto del Peón más tarde. En Salta, los controles
y penalizaciones sobre el conchabo, se realizaron, a partir de mediados del siglo
XIX y hasta 1939, por medio de los Reglamentos Policiales y del Código Rural
de 1884.63
Algunas descripciones de las estancias pueden servir de ejemplo para estas
formas de gobierno sobre las poblaciones subalternas. Los primeros ingenios de lo
que ahora es la provincia de Salta, como el caso del San Isidro, ubicado a 100 km
de la ciudad al sur, son paradigmáticos de estas unidades de gobierno y produc-
ción. Bernardo Frías, cuya pluma fue fundamental en la construcción autorreferen-
cial de la “gente decente”, cuando describe la importancia de las haciendas como

62 Los Reglamentos de la Policía son de 1856, 1863, 1878 y 1939. El Código Rural de 1884, fue
sancionado durante el gobierno de Juan Solá y redactado por Alejandro Figueroa y Robustiano
Patrón Costas (Michel, Savic y Pérez de Arévalo, 2001: 244).
63 Castel, a este período de transición para el caso de Francia, lo denomina de la tutela al control. En
esta etapa surgen formas complejas de organización del trabajo, desde el trabajo regulado, forzado
a algunos núcleos de asalariados libres. Es la etapa de transición, según Marx, del trabajo libre
al trabajo asalariado, que mantiene diversas formas de sujeción al trabajo de los sistemas serviles
anteriores. Castel (1997) plantea que este proceso es anterior a la aparición del capitalismo en
Europa, a diferencia de Marx. Según Marx, en esta época “el que no quisiera trabajar cuando se lo
requería, a la cárcel. O sea, como antes, trabajo forzado –a cambio de un salario determinado– para
los trabajadores libres. Primeramente había que forzarlos a trabajar bajo las condiciones impuestas
por el capital. El desposeído se siente más inclinado a convertirse en vagabundo, ladrón y mendigo
que en trabajador. Esto tan sólo se comprende a las claras en el modo de producción ya desarro-
llado del capital. En los pródromos del capital, coerción estatal para transformar a los desposeídos
en obreros, bajo las condiciones más favorables al capital, las cuales aún no se imponen aquí a los
obreros por medio de competencia de ellos entre sí” (Marx, 1973 [1894]: 265).
210 Sonia Álvarez Leguizamón

productoras de bienes de la más diversa índole, elige como ejemplo la hacienda


azucarera de San Isidro, establecida en Campo Santo, “a diez leguas de la ciudad
de Salta”. Cree que se utiliza la palabra hacienda seguramente por el origen perua-
no de Juan Adrián Cornejo su fundador.64
“Seguramente por ser peruano el fundador, y llamarse haciendas en
el Perú los fundos dedicados a esta agricultura y labor, en Salta se
llamaron únicamente haciendas las fincas destinadas al cultivo de la
caña dulce y fabricación del azúcar, quedando las demás conservan-
do sus nombres propios de chacras y estancias en todo lo restante de
la tierra argentina” (Frías, 2013: 616).
Luego, en la segunda mitad del siglo XX se usó, junto con la hacienda, la palabra
finca que engloba a todas, más allá de sus diferencias en sus formas de explotación
de la mano de obra y el tipo de producción.
En ese relato Frías describe como se aglomeraban en la hacienda todas las
producciones “propias de aquel tórrido temperamento” (haciendo mención al cli-
ma tropical de esa zona): la caña dulce, huertas que seguían a la casa de la hacien-
da con limones, limas de origen peruano, plátanos, naranjas, chirimoyas a partir
de los cuales se hacían dulces.65
Frías en su reflexión sobre las características de la hacienda, dedica la mayo-
ría del texto a la descripción a la mano de obra “india” del Chaco que era reclutada
en condiciones de semiservidumbre casi esclava. Recibían como paga tabaco por-
que “no tenían otro interés”, dice Frías. Su descripción es extensa y condensa sus
representaciones sobre los “indios”, sobre todo vinculada a lo que denomina in-
civilización pero también a sus habilidades como cazadores, entre otros aspectos.
“La cosecha que se ejecutaba a mano, desnudando la caña de su
camisa, dura y fuerte hasta dejar su blanca y dulce carne a la luz.
Para lo restante de la múltiple y complicada faena, hasta dar con el
azúcar y las mieles, era menester contar con un personal numero-

64 “Quien introdujo la primera semilla de la planta para hacer la prueba, y la sepultó en las entrañas
de su tierra de Campo Santo, acostada, porque la semilla de la caña dulce es ella misma enterrada
a lo largo en el surco como cualquier difunto. Después brota y da caña nueva de cada uno de los
nudos que separan unos de otros su cañutos”.
65 “La naranja, fruta de origen transgénico, la fruta de oro, hija de árboles de perenne verdor, de hojas
brillantes y fraganciosas que adornaban otrora las casas moras de España de por siglos, con aquella
flor pequeña y blanca que han tomado las novias por su cuenta al cubrirse con el traje de su con-
sagración, llenaban de un esquisto aroma no sólo las huertas por entero, sino también los parajes
adyacentes a donde la brisa la conducía en sus alas, tal como pasó en Damasco, que incendiada por
Tamerlán, despedía la fragancia de sus maderas olorosas de que sus casas estaban hechas, dicen
hasta siete leguas a la redonda” (Frías, 2013: 617). La producción de naranjas se convierto más
tarde en extensiva, en la zona de clima tropical de la provincia.
Formas de racismo indio... 211

sísimo comparativamente, y que tuviera una virtud utilísima: la de


ser barato” (Frías, 2013: 617 y 618, el énfasis me pertenece).
Según Frías el hecho de que la mita66 que daba “brazos gratuitos a los mineros”
en Perú no se pudiera aplicar a la agricultura fue la causa del uso de mano de obra
indígena, junto el alto costo de la mano obra esclava. “La época de las encomien-
das había pasado también, y los patronos con ellas” (2013: 617 y 618), para eso
estaban “los esclavos se diría”, que no era posible comprar debido a la “escasa
opulencia” comparada con el Perú, por ello:
“Los Cornejos y el Cornejo fundador tuvieron que ingeniarse un
recurso especial: el de traer a la hacienda anualmente, en la época de
la molienda, indios salvajes de los senos no dominados aun de los
Chacos, llanura inmensa, plana y boscosa, que se extendía desde las
fronteras peruanas y salteñas, a las paraguayas” (cursivas añadidas).
Eran traídos y mantenidos en la finca o estancia por la violencia por un lenguaraz
que luego se llamará contratista. Eufemísticamente dice Frías: era necesario cui-
darlos para que no huyeran de nuevo. Esta forma de sojuzgamiento de la mano de
obra se mantiene durante siglos hasta la creación del ingenio San Martín –a co-
mienzos del siglo XX– pero con la estrategia de la plantación-ingenio.67 La mano
de obra de los ingenios, durante el siglo XX, se constituye por diversas maneras de
reclutarla de manera semiservil. Al reclutamiento de indios del Chaco (Gordillo,
2006; Yudi, 2015; Flores Klarik, 2015; Rutledge, 1987) se suma la obligación del
traslado al ingenio para la cosecha de poblaciones que habitaban en fincas de los
Valles Calchaquíes y de Lerma, propiedad de los dueños de los ingenios. Muchas
de estas poblaciones eran peones o “indios desnaturalizados” de sus comunidades
de origen, por efecto de la dominación colonial y postcolonial (Lorandi, 1992;
Lorandi y Boixadós, 1987-1988; Mata de López, 1989; Quintian, 2012), y también

66 La mita fue un sistema de trabajo obligatorio utilizado en la región Andina, tanto en la época incai-
ca, como durante la conquista y colonización española. Los incas cuando dominaban las parciali-
dades locales les imponían un sistema de trabajo forzado a favor del Estado incaico destinado a las
tierras del dios Sol. Esto podría incluir desde la construcción de centros administrativos, templos,
acueductos, al trabajo agrícola, músicos, etc. Durante el período de la colonización española, este
sistema fue readaptado y sirvió como trabajo semiservil para la Corona española sobre la pobla-
ción nativa tributaria, lo que implicaba la movilización de la mano de obra a diferentes lugares
donde la Corona lo requería, durante varios meses del año.
67 Para Yudi (2015: 147) “en Salta y Jujuy la agroindustria se instaló sobre una estructura agraria
latifundista. Se conformaron, así, complejos agroindustriales compuestos por grandes extensiones
de tierra y una planta industrial en su interior. Esos complejos ‘plantación-Ingenio’ contaban con
la ventaja organizativa de su integración vertical. Tenían bajo un mismo control al cultivo, la cose-
cha, la transformación de la materia prima y la comercialización; pero además, no dispersaban la
renta agraria, la concentraba en un solo actor. De manera que la propia estructura agraria constituía
una ventaja comparativa que los ingenios de Salta y Jujuy podían exhibir sobre la producción
tucumana”.
212 Sonia Álvarez Leguizamón

grupos provenientes de las zonas de la Quebrada de Humahuaca, Puna y Prepuna


salteña y jujeña, reclutadas por los llamados “contratistas”.
Esta situación ha sido descripta y analizada tanto por cientistas sociales como
por ensayistas locales, las últimas recogen las representaciones de la propia clase
dominante sobre estas formas de dominio.
Juan Carlos Dávalos ha realizado descripciones de fincas en la zona de Anta
como Estancia El Rey y también de los Valles Calchaquíes. En este último caso sus
reflexiones y descripciones están atadas a sus experiencias de vida en Colomé,68
finca de la cual su familia era propietaria. Sus comentarios a veces denuncian la
situación de explotación de la mano de obra, como cuando habla de la hacienda
de Cachi y otras son laudatorias de la importancia que estas haciendas del Valle
Calchaquí tienen, como productoras de bienes fundamentales para la población
del valle de Lerma y de la ciudad de Salta.69
Los historiadores pertenecientes a la clase dominante como Bernardo Frías,
señalan su importancia como locus básico de la sociedad que describen y también
hacen mención a las relaciones con los sectores subalternos en las que se basan.
También poetas y pintores (De la Cruz, 2001; Brié, 2007) a través de diversas
manifestaciones del arte han dado cuenta de su sojuzgamiento. Entre los poetas,
Manuel Castilla en su libro De solo estar (1957), ha descripto diversas formas de
explotación en la provincia, encarnadas en el hachero de caña de azúcar y leña, el
“indio” del Chaco;70 el minero y los pastores de la Puna. En un estilo poético da
cuenta no tanto de la estructura de la estancia pero sí de las formas de explotación
y sojuzgamiento de estas poblaciones.
Los estudios históricos sobre mercedes reales, encomiendas, fincas, estancias
del período colonial previo a la independencia de España en la provincia de Sal-
ta (Mata de López, 1984; Lorandi, 1992; Lorandi y Boixadós, 1987-1988; entre
otros) comprueban que la mano de obra era en su mayoría indígena y reclutada
por diversos sistemas coactivos. Desde los servicios personales, que aunque esta-
ban prohibidos existían, al traslado compulsivo como producto del sojuzgamiento

68 La finca Colomé y la bodega que se fundó en el año 1831, a cargo del gobernador español de Salta,
Nicolás Severo de Isasmendi y Echalar. La familia Isasmendi se vinculó con el linaje Dávalos.
La hija del gobernador contrajo matrimonio con José Benjamín Dávalos. Colomé perteneció a las
familias Isasmendi-Dávalos a lo largo de 170 años hasta que fue vendida parcialmente a Donald
Hess en 2001.
69 Cortázar (2008) describe la importancia de la estancia de Molinos en la provisión de cuero, harina,
hierro, alimentos agrícolas para la población salteña de la ciudad capital y el valle de Lerma, en
los siglos XIX y XX.
70 “Había un indio con ellos. Era Inocencio, el chaguanco. El Chaco de sus antiguas correrías era algo
de lo que nunca se acordaba. […] Una vez contó algo triste, sin inmutarse. Los ojos parecían do-
lerle cuando pensaba. Habían ido hasta la toldería de la costa del Pilcomayo a buscar al indio Juan,
el comisario y dos agentes. […] Llevarían andando una legua. El indio Juan, las manos atadas a
la espalda y a pie delante de los caballos, mudo. De golpe, desde el monte, vio que el comisario
sujetaba el caballo, alzaba el winchester y apuntaba” (Manuel Castilla, 1957: 20).
Formas de racismo indio... 213

para el caso de los calchaquíes, el trabajo por deudas contraídas, el trabajo gratuito
como pago de arriendo, etc. Estas últimas formas metamorfoseadas se mantienen
en el siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX, bajo diversas formas de
control y coacción de la mano de obra en la finca.
Las guerras al Chaco permitieron a los españoles obtener tierras por merce-
des en la zona de frontera, en el valle de Lerma y el Calchaquí. En el caso de las
de frontera este, las familias beneficiarias con propiedades de importancia, a partir
de 1750, son la de Francisco Toledo y Pimentel, Ignacio Gorriti, Gabino Arias y
Adrián Cornejo, destinados a la ganadería y caña de azúcar. Adrián Cornejo será el
fundador del ingenio San Isidro en el valle de Campo Santo, al que hemos hecho
mención. En estos valles, las transacciones entre tierras son importantes y se pro-
duce un proceso de concentración durante la segunda mitad del siglo XVIII con
los jesuitas y las familias Arias Rengel, Escobar Castellanos, Saravia. A diferencia
de los Valles Calchaquíes, donde se observa permanencia de las grandes mercedes
otorgadas (ver Mata de López, 1989).
El proceso de transformación de comunitario a peón se produce –sobre todo
en la zona de los Valle Calchaquíes– bajo diversos sistemas de semiservidum-
bre, luego de su tardía derrota en la segunda mitad del siglo XVII. En el caso de
la mano de obra indígena proveniente del Chaco, el proceso es diferente ya que
las incursiones para su sojuzgamiento son todavía más tardías: a finales del siglo
XVIII y del XIX y principios del XX. Hasta 1930 y más tarde aún, se producen
matanzas de comunidades enteras (Pietrafaccia, 2013; Martínez Sarasola, 1992)
junto a diversas formas de violencias de gobierno como el control territorial y
acorralamiento en las “misiones”, todo lo cual allana el camino para que sean
forzados a trabajar, en los ingenios (Yudi, 2015; Olmedo Rivero, 1990) y en la
construcción de los ferrocarriles que unían la ciudad de Buenos Aires con el norte
del país (Bialet Massé, 1904) , capturados por los llamados lenguaraces y más
tarde por contratistas. Los que sobreviven a las crudas condiciones vuelven a sus
comunidades.
Según el propio Frías en la región denominada de los Valles, se mantenían
relaciones todavía feudales. Considera que esta zona fue la única donde se “es-
tableció y alcanzó a florecer el sistema feudal en sus caracteres más acentuados:
la dominación arbitraria y absoluta, por un lado, y la servidumbre personal, por
otro”. Las poblaciones nativas de los Valles Calchaquíes: quilmes, diaguitas, gua-
chipas, pulares, tolombones, chicoanas, tilianes, habían realizado “una resistencia
sangrienta, porfiada y heroica por más de quince años contra la conquista y domi-
nación española”. Luego de vencidos fueron sometidos a
“Encomiendas, régimen peculiar de la conquista que encerraba los
tres principios inscritos en su bandera: el sojuzgamiento del venci-
do, la civilización del bárbaro y el adoctrinamiento de la fe católi-
ca. Siguiendo este sistema el gobierno entregaba en encomienda a
214 Sonia Álvarez Leguizamón

algún capitán propietario de tierras recientemente conquistadas y


dadas en merced, cierta porción de naturales para que los gobernara
bajo aquellos tres principios soberanos, encomienda que importaba,
a la vez, obligación de amparo y patrocinio para defender la persona
y bienes de los indios; gozando el encomendero, en recompensa de
este favor, del trabajo personal de aquellos neófitos en la labor de
sus tierras. Más aquellos preceptos se olvidaron y se torcieron como
todas las leyes protectoras de esta raza desdichada, tornando la en-
comienda en dura y dilatada servidumbre” (Frías, 1971 [1902]).
El caso de los indígenas de los Valles Calchaquíes es paradigmático de un pro-
ceso violento de sojuzgamiento debido a su resistencia persistente, hasta que la
derrota los convierte en “indios desnaturalizados” o también “extrañados”, según
los diferentes nombres de historiadores de ese período. Estas expresiones hacen
mención a que son desterrados de sus tierras y expropiadas sus comunidades por
otorgamiento de mercedes a los oficiales del ejército invasor. Es en este momento
en el que se inicia su progresiva conversión en peón, bajo diversas formas de se-
miservidumbre, sin ser por ello trabajadores libres.71 Esta deslocalización fuera de
los límites de los Valles Calchaquíes y hacia localidades del valle de Lerma (como
Pulares y Chicoana) explica porque, en el presente, la organización indígena de la
Nación Diaguita reconoce que esta es parte también de su territorio (Sabio Colla-
do, 2013, 2015).

71 “En los Valles Calchaquíes [...] la dominación efectiva del mismo, finalizó en la segunda mitad del
siglo XVIII y el extrañamiento de los pueblos rebeldes del valle, llevados a servir a los vecinos de
las diferentes ciudades del Tucumán y también hasta Santa Fe y Buenos Aires, necesitados de sus
servicios personales. Quedaron de esta manera vacías las mejores tierras, ubicadas a ambas bandas
de los ríos, sobre todo del Calchaquí. En retribución a sus méritos militares las mismas fueron
otorgadas en calidad de Merced Real entre los ‘pacificadores del valle’. Las mercedes reales más
importantes otorgadas serán las de Molinos y Cachi. Algunos de los pueblos indígenas extrañados
fueron llevados y asentados en el valle de Lerma, otros en Choromoros y los Luractaos próximos
al río Perico y entregados en encomiendas de los mismos españoles beneficiados con las tierras, o
propietarios en el valle de Lerma, quienes los trasladaron a sus propiedades para servirse de ellos”
(Mata de López, 1984: 76). “Tal es el caso de los indios de Cachi, Escoipe, Pulares, Payogasta
y otros, a pesar lo largos pleitos entablados. En primer lugar los indios ‘desamparan los pueblos’
al ser llevados a trabajar en las chacras y haciendas de los encomendados y posteriormente, los
mismos encomendados [...] o poderosos vecinos se introdujeron en sus tierras, a través de arren-
deros, que irónicamente muchas veces eran los mismos indios. Los pueblos de Cachi y Pulares,
sostuvieron un largo pleito con los jesuitas iniciado treinta años después de su asentamiento en el
valle de Chicoana. En sus alegatos de 1698 los jesuitas aseguran que los indios Cachis les pagaban
arriendos de un peso, por rancho, en reconocimiento de propiedad. Se produce un impasse en las
primeras décadas del siglo XVIII durante el cual el abandono y decadencia de los pueblos es no-
torio. Expulsados los jesuitas, la propiedad es adquirida a las temporalidades por Don Pedro Arias
Velázquez. El despojo se legaliza, al reconocérsele a este en 1800 la legitimidad de su posesión.
Pero de la lectura de estos largos pleitos, resulta evidente que hacía ya demasiado tiempo que los
pueblos como tales no existían” (Mata de López: 76-77).
Formas de racismo indio... 215

Una cuestión importante a resaltar según Mata de López (1989) es que el


fraccionamiento de las tierras en el siglo XVIII, más evidente en el valle de Lerma,
da lugar a compras de tierras de aquellos denominados en ese entonces como mes-
tizos, pardos, mulatos e incluso indios (según las clasificaciones de las fuentes),
de pequeñas propiedades. Proceso similar sucede en los Valles Calchaquíes, donde
los compradores son también “indios” que vienen de Atacama, cuya presencia, por
invasión o por comercio o asentamiento, es persistentemente citada, tanto por las
fuentes de archivo como las orales según Mata de López. En el análisis que realiza
Cortázar (2008), en su libro sobre los carnavales de los Valles Calchaquíes, en
base a fuentes orales, durante principios del siglo XX en la estancia de Molinos,
relata que los nativos del lugar nominan como cachis a los atacameños.

Las “casas solariegas” y las instituciones de beneficencias, como unidades


de gobierno tutelar
Las otras unidades de gobierno tutelar racial con poblaciones nativas o esclavas,
son las casas de la oligarquía y las instituciones de beneficencia. El arquetipo de
la configuración de dominación es ahora femenino: “dama decente-criadas”. La
primera se la denomina en los textos “dama de sociedad”. Estas mujeres ejercen
el matronazgo con las “siervas” domésticas, llamadas en el léxico local indistinta-
mente como criadas, “chinitas” o propiamente siervas. Las palabras sierva o siervo
no requieren mucho análisis por que ya están naturalizadas como formando parte
de una relación servil. Sin embargo es interesante destacar el origen y significado
de la palabra criada/o para entender la relación de dominación, tutela y sujeción en
el que estas mujeres y hombres se encontraban.
La palabra “criador” proviene del latín creātor, que significa creador y
“criar”, también del latín deriva de la voz creare: producir, engendrar, alimentar y
nutrir, instruir, educar, guiar. “Criatura” es no sólo toda cosa criada sino también
un niño. De todo lo anterior surge que los criados son seres humanos considerados
menores de edad y que pertenecen al patrón quien los posee en todo su sentido.
La institución de la criada a la chinita tiene sus orígenes también en el conchabo
–como hemos visto–, donde las mujeres que no tenían lugar físico para vivir ni
familia eran obligadas a trabajar en el trabajo doméstico no pagado, en casas de
las familias de las elite que a su vez tiene su antecedente en el trabajo gratuito en
la finca por comedimiento u obligación.72

72 Para el caso de Lima, Flores Galindo encuentra igual linaje de esta institución. “El servicio domés-
tico heredó rasgos del esclavismo pero también del pongueaje –trabajo obligatorio y gratuito en la
casa hacienda– y de ese sistema que llevaba a entregar a un menor de edad por tres o más años en
manos de un artesano, quien a cambio de beneficiarse con su trabajo, supuestamente lo adiestraba
e introducía en el oficio. Al promediar el siglo pasado eran indios menores de edad, traídos de
la sierra a Lima. A esta práctica se refirió Sebastián Lorente en sus Pensamientos sobre el Perú.
“Cuando salís para la sierra, las señoritas de Lima” no dejan de pediros un cholito y una cholita,
y a veces os encargan tantos, que juzgaríais se encuentran por los campos por parvadas. No es la
216 Sonia Álvarez Leguizamón

Chinito o chinita en Latinoamérica significa “descendiente de india y zambo


o de indio y zamba”. De esta última acepción surge otra que es la de “criado” y
hombre “plebeyo”.73 Así, la matrona, dama “decente” o de “sociedad” o el patrón
tienen derechos consuetudinarios de tutela sobre las personas que se encuentran
en sus fincas.
En esta misma línea para Juan Carlos Dávalos estos vínculos son resabios o
herencias del derecho de patronato que ejercían los encomendados.
Dávalos, en su libro Estampas lugareñas (1941), describe el sutil relajamien-
to de las configuraciones serviles, en el ámbito doméstico, producidas con el ad-
venimiento de la República.
“Había además entre mi abuela y mi madre disparidad de opiniones
en cuanto al servicio doméstico y en lo tocante al grado de sujeción
que las criadas merecían en ambas casas. El régimen era en la mía
liberal, con licencias concedidas por turno los días festivos, pero las
criadas, en lo de mi abuela, vivían en una reclusión que mi propio
padre calificaba de monástica: –Sus chinitas, madre, más parecen
vestales74 que sirvientas. Y es que como eran, sin excepción, hijas
de arrenderos de sus fincas, pastoras calchaquíes que venían tempo-
ralmente a prestar servicios y civilizarse al lado de sus señoras, sen-
tíase ésta obligada por los deberes anexos al derecho de patronato
que por fuero tradicional ejercía como descendiente de encomenda-
dos; derecho que al conceder al amo tutela sobre un indio, hacía lo
responsable ante Dios y el Rey, de la persona material y moral del
pupilo” (Dávalos, 1996 [1941]: 726).
Aquí el arquetipo de la configuración de dominación es femenino: dama decente-
criada/chinita. La primera se la denomina en los textos “dama de sociedad”. Este
apelativo todavía se utiliza durante la primera mitad del siglo XX para referirse a
las mujeres pertenecientes a los linajes “decentes” o, más tarde, a mediados de ese
mismo siglo se denominan “personas bien”. Estas mujeres ejercen el matronazgo
con las sirvientas domésticas, llamadas en el léxico local indistintamente como
criadas, “chinitas”, muchachas o propiamente sirvientas.75 La palabra sirvienta
es esencialmente la voz femenina para designar una mujer bajo relaciones serviles

empresa tan fácil; pero con un poco de actividad saldréis airosos en vuestro compromiso y a falta
de otros os ayudarán el gobernador y el cura” (Lorente en Flores Galindo, 2001).
73 Las referencias del origen de las palabras provienen del Diccionario Karten ilustrado, 1977.
74 Las vestales eran las doncellas romanas consagradas. Debía mantener el fuego sagrado día y no-
che, sobre el altar de la diosa. Eran jóvenes menores de 16 años y se obligaban en voto de castidad,
de tal modo que la que lo quebrantaba era enterrada viva.
75 Ver Gabriela Ferro (2015), para un análisis de la situación actual del empleo doméstico remunera-
do en la Salta del presente.
Formas de racismo indio... 217

de color de piel oscura.76 China, deviene del quechua y según Figueroa significa
“hembra, animal de sexo femenino; criada, sirvienta” y afirma que en Salta “desde
antaño llamábase china a la criada o muchacha de servicio” (1991: 85). Para Solá
también deriva del quechua con idéntico significado, pero agrega un componente
no sólo servil sino del racismo indio salteño: “se dice así, y es término despecti-
vo, de la mujer de piel morena [...] Sirvienta criolla” (2004 [1949]: 127, cursivas
añadidas).
Entre los refranes que evocan estos atributos y relaciones de discriminación
y dominación que ha recopilado Figueroa, están aquellos que se refieren a las ca-
racterísticas de los cabellos, como “china clinuda” (por crines), “china mechuda”
(por mechosa), “china mocha” (cabello rapado), “china cimbuda” (por cabello
trenzado) (1991: 85), “andar mechoneándose” (1991: 40) (juego “vulgar” de la
servidumbre). Estos refranes que materializan las relaciones de servidumbre refle-
jan el desprecio de la costumbre de las mujeres de cultura andina de usar el pelo
largo y generalmente trenzado o de jugar tirándose de los pelos, considerado por
ello típico de la servidumbre. Otros refranes de la condición de ser una china se
vinculan con formas despreciativas y descalificantes del régimen de conocimiento
del mestizaje, vinculado con la moral sexual: “hacer malas cochinadas” (Figueroa,
1991: 149) (fornicación o actos deshonestos de la servidumbre), “más caliente que
china (o negra) en baile” (1991: 188) (erotismo), “china muchachera” (frecuente
alternancia con varones) (1991: 85). Todos ellos atributos vinculadas a prejuicios
morales de presuntos comportamientos sexuales que paradojalmente eran objeto
de vejaciones de patrones y “niños bien”.77 Para muchacha, término muy extendi-
do en Salta y de uso común actual, Solá consigna: “La mucama 3ra acepción del
Diccionario […no usado] en España […sino] en Perú y Argentina y parece ser un
término de origen africano” (2004 [1949]: 235).
Los niños también realizaban trabajos serviles domésticos, de allí que la frase
“el chico de los mandados”, tenga su origen, según Figueroa, “en épocas pasadas
cuando toda familia pudiente tenía un criado que realizaba los mandados de la
patrona” (1991: 84). Las niñas o adolescentes, también niños, eran traídos forzo-

76 Esta relación racial es caracterizada por Flores Galindo (2001) para el caso de Lima (Perú) como
sigue. “En el Diccionario Jurídico (1861-63) de Francisco García Calderón aparece el término
‘doméstico’ y se indica que está reglamentado el trabajo de menores de 17 años. La conexión con
el racismo se evidencia si consideramos que sirviente y cholo –es decir, mestizo–, eran sinónimos.
En 1876, en Lima, sobre una población económicamente activa (PEA) de 37.913 personas, el ser-
vicio doméstico reclutaba a 6.160 trabajadores, repartidos casi proporcionalmente entre hombres
y mujeres. Al comenzar el siglo, de acuerdo con el censo de 1990, la gran mayoría de estos traba-
jadores ya eran mujeres. Existía una serie de categorías como ama de leche, ama seca, cocinera,
dama de compañía, doméstica, portera. En el censo de 1940 existía, en cambio, sólo la categoría
genérica de ‘servicio doméstico’ junto a ‘otros servicios personales’”.
77 La detección de estas clasificaciones fue realizada por el licenciado en Antropología Sebastián
Muñoz, en el contexto de proyectos de investigación bajo dirección de la autora.
218 Sonia Álvarez Leguizamón

samente a la ciudad para realizar trabajo doméstico gratuito a cambio de alimento


y vivienda. Luego, más adelante, este vínculo se extiende a la posibilidad de que
puedan asistir a la escuela.
El derivado de este vínculo servil es el “muchacha cama adentro” muy uti-
lizado en la actualidad en Salta y también en otras ciudades del país, incluida
Buenos Aires, lo que se puede constatar en los avisos periodísticos y de la web de
demanda de empleo doméstico.
Para el historiador peruano Flores Galindo (2001), entre las relaciones de
semiservidumbre y violencia que no necesariamente se vinculan con la hacienda
rural está el servicio doméstico en nuestras ciudades. Para el autor “el servicio
doméstico reproduce en la vida cotidiana las relaciones que en el pasado existían
en las haciendas andinas” y a través de esta institución “el racismo consiguió efi-
cacia porque antes de existir como discurso ideológico funcionaba como práctica
cotidiana. No sólo regía las relaciones entre dominantes y dominados sino que se
reproducía también en el interior mismo de los sectores populares”.78
La institución del trabajo doméstico familiar tiene un fuerte componente
neocolonial. En otras ciudades del mundo también existe con otros visos. Por
ejemplo, en Nueva York ahora son empleadas domésticas remuneradas las emi-
grantes de países americanos de habla hispana donde ,si bien la relación implica
mayores salarios que en sus lugares de origen, no están legalizadas como trabaja-
doras, en la gran mayoría de los casos. Se utiliza también, en ese país, sistemas de
migración autorizada por el dueño de casa para habilitar que jóvenes de estos paí-
ses, incluso de clase media y alta trabajen en tareas domésticas familiares (sobre
todo cuidado de niños). En España, por ejemplo, las empleadas domésticas eran
en su mayoría portuguesas hace un tiempo y ahora lo son ecuatorianas, bolivianas,
peruanas (países anteriormente colonizados por España) o mujeres que vienen de
naciones que antes estaban del otro lado del “muro” (polacas, ucranianas, etc.),
todas ellas con situaciones sociales muy graves, que las obligan a migrar por lo
general sin su familia e hijos. Hablando de Lima, Flores Galindo afirma:
“Para aproximarse a la violencia no hace falta interrogar a los presos.
Basta con mirar más cerca y reparar en una institución demasiado
importante en nuestras ciudades: el servicio doméstico. Según el es-
timado de la investigadora Margot Smith la fuerza laboral reclutada
en esa tarea sumaba hasta 90.000 personas en Lima Metropolitana
(1970). La mayoría de ellas mujeres jóvenes, migrantes, solteras o

78 “En las cárceles y en el servicio doméstico –pero podríamos añadir también el manicomio, la
escuela, la familia– se reprodujo la violencia y el racismo. De esa manera, le herencia colonial se
prolongó en la vida cotidiana. Allí radica la clave que explica su persistencia. En el siglo pasado,
un liberal denunciaba que la República no llegaba sino hasta los linderos de las haciendas: más
allá existía sólo el poder omnímodo del terrateniente. Sería necesario corregirlo. La República
tampoco llegaba al ámbito doméstico” (Flores Galindo, 2001).
Formas de racismo indio... 219

abandonadas por sus maridos, con los más bajos ingresos, carentes
casi de cualquier organización y sujetas al poder total de su patrón
o su patrona. Esto último significa quedar al margen de la legisla-
ción, obligadas a dilatadas jornadas de trabajo, mal pagadas y peor
ali­mentadas, objeto con demasiada frecuencia de abusos sexuales,
golpes y sevicia. En otro estudio que consistió en la indagación bio-
gráfica de 23 empleadas en casas cuzqueñas, todas, con una sola
excepción, habían sido brutalmente golpeadas. La servidumbre fun-
ciona en Lima y provincias. En familias de clase alta y también
de clase media y hasta en hogares de menores ingresos. […] La
dependencia personal del siervo o colono con respecto del amo. La
combinación entre violencia y pa­ternalismo buscando imposibilitar
cualquier movilidad geográfica o social. Jerarquías inalterables”.
La incorporación de servicios de cloacas en la ciudad de Salta79 es emblemática
para observar el debilitamiento de las relaciones serviles en el hogar vinculado con
transformaciones técnicas y materiales, que permitió el paso del opa –exsiervo
doméstico generalmente vinculado con alguna discapacidad– al ciudadano. Dice
el ensayista y poeta Juan Carlos Dávalos:
“Todo ha conspirado, desde unos años a esta parte, contra los opas.
El advenimiento de las cloacas los ha emancipado de ciertos oficios
de acarreo, que les eran propios. Después, un jefe de policía los ha
expatriado en vagones y ha sembrado las vías, Salta afuera, con
nuestros opas [...]. Y en nuestros días, apenas si al paso del opa
Panchito, con su cara de macho alfarero, su andar vacilante y sus
inmensas alpargatas, nos asalta un recuerdo borroso de los opas de
otros tiempos, de aquellos que apedreamos siendo niños. El opa de
hoy es como el espectro del opa de entonces. El opa de hoy, ha to-
mado carta de ciudadanía y hasta se le ha visto votar en las eleccio-
nes. Y luego se los respeta, o quizá se le compadece; y se ha vuelto
mendigo, [...] o masitero como Panchito” (Dávalos, 1996: 599, el
énfasis me pertenece).
Este texto muestra las modificaciones en la estructura social: el paso del opa servil
al ciudadano mendigo o vendedor ambulante, así como las representaciones de-
gradantes que se tenía del llamado opa.
También Aráoz (1944) los recuerda como “complemento perfecto de los
cambios provocados en la ciudad” por la instalación de los servicios sanitarios. Se

79 En 1903 se realizan las primeras obras de cloacas en la ciudad de Salta, vinculadas con los efectos
de la epidemia salteña del cólera de 1887, realizados por la Comisión de Salubridad, de carácter
nacional.
220 Sonia Álvarez Leguizamón

refiere a los “opas” como trabajadores de “una conformidad ejemplar”, “meneste-


res de paciencia”. En medio de las novedades de la ciudad que se “higieniza”, la
labor de los “opas” significa la continuidad en la dependencia de una mano de obra
que haga el servicio “sucio” en las casas de la elite.
“Antes de la revolución higienista, ya ellos eran los que bombeaban
agua de pozos, acarreaban baldes de agua caliente de la cocina a los
baños y anualmente desocupaban las letrinas, [...] tarea ingrata que
revolucionaba uno o dos días toda la casa, previa evacuación de los
niños, que eran trasladados al domicilio de algún vecino o pariente
por el temor a las pestes infantiles que se temían tuviesen por ori-
gen las miasmas que dicha operación dispersaba en la atmósfera”
(Aráoz, 1944: 42).
Sobre estos personajes sociales Juan Carlos Dávalos nos dice:
“Pero la peor calamidad, por ser cotidiana y permanente, consistía
en la caterva de opas y locos peligrosos que andaban sueltos; en los
mudos buenos, entes, cotudos, leprosos y tullidos que por falta de
asilos públicos merodeaban por las casas en demanda de socorro”.
Sigue el relato otro día,
“con este amigo nos hallábamos una tarde jugando a la mancha en
la plaza Belgrano, cuando vimos al coto Zapallo bombeando agua
del pozo. Aquélla era un fuente pública, y el opa, por orden de sabe
Dios quién, ocupábase en llenar un par de tachos” (1996: 742).
Estas memorias o “estampas lugareñas”, como el autor las llama, explicitan la ma-
nera en que tales prácticas disciplinarias y moralizantes fueron tomadas en prés-
tamo del gobierno de la casa. La recolección de los detritos pasó de ser tarea del
opa a corresponder a los peones municipales. Los tiempos más acelerados de la
civilización higiénica sustituyen los tiempos lentos, serviles y vejatorios del opa.
El agente municipal como trabajador aparece como sustituto del opa servicial del
ámbito doméstico.
Lo anterior nos permite visualizar el continuum dinámico entre las institucio-
nes externas y el hogar o “casa solariega”, espacio de la familia por excelencia y
gobierno de los pobres o de su servidumbre. Aquellas prácticas instituidas por el
gobierno de la casa no sólo pasan al gobierno de la ciudad, sino que son transferi-
das al ámbito del asilo, del orfanato y del hospital, pues si controlan la población
doméstica ¿por qué no van a servir a los proyectos de control social sobre aquellos
que circulan por el territorio del desorden?
El reglamento de conchabo, vigente en esa época, también se aplica a las mu-
jeres sin hogar. Pero en este caso es la autoridad policial quien ejerce la decisión
Formas de racismo indio... 221

de ponerlas en el servicio doméstico gratuito. En el hogar, el patrón o matrona


ejercen el gobierno o el poder de policía sobre los siervos. Según el reglamento, la
mujer sin hogar será “destinada a una casa particular a su elección, si la abandona-
ra sería aprehendida y vuelta de nuevo” y, si reincidiese, sería destinada al servicio
del hospital, y sólo podría salir de allí para casarse o bajo garantía de personal.
El encierro servil bajo la tutela de hecho en las casas de la oligarquía de aquellas
mujeres pobres que no poseen lazos de proximidad para habitar, refuerza la confi-
guración servil. No sólo aquellas mujeres que trabajan en las fincas se encontraban
bajo el derecho de patronato, también las mujeres sin hogar.
Estas damas ejercían el matronazgo, no sólo en sus fincas o haciendas y vi-
viendas urbanas sino en los asilos y obras benéficas, que ellas mismas regentaban;
por lo mismo es posible postular que el derecho de patronato sobre mujeres y
niñas pobres se comparte, a mediados del siglo XIX y hasta mediados del siglo
XX en Salta, entre los patronos, la policía y los organismos de beneficencia laica.
Muchas de las instituciones de beneficencia usan el apelativo de patronato en su
denominación. Por ejemplo, el Patronato de Menores y el Patronato de Presos y
Liberados, que tenían también alcance nacional. El primero fue legislado por la
Ley de Patronato.80 La institución del patronato sobre niños pobres, por esta ley,
sufre un proceso de laiquización y gubernamentalización progresivo (ver Álvarez
Leguizamón, 2004).
Lo anterior nos permite visualizar un continuum en el trato habido en la finca,
las prerrogativas serviles en el hogar, al ámbito del asilo, del orfanato y del hospi-
tal. Se transfieren las prácticas instituidas por el gobierno de la casa a otras confi-
guraciones e instituciones de tutela. Por medio de las obras de la beneficencia, la
represión del vagabundeo, la obligación del trabajo, el control de la circulación de
la mano de obra y de las poblaciones que representan amenazas; se constituyen así
un conjunto de prácticas que extienden la sujeción y el maltrato de las relaciones
de patronazgo a los siervos y a los sujetos de asistencia.
Otra forma de gobierno sobre estas poblaciones en instituciones no propia-
mente asistenciales, fue la represión al vagabundeo y el control de la circulación
de la mano de obra. Estas acciones eran dirigidas a los “vagos”, “forasteros”, des-
empleados que constituían un “peligro” y a la vez una insubordinación a las for-

80 A partir de la Ley Nacional de Patronato (1918) se funda el Instituto Tutelar de Menores, centra-
do exclusivamente en niños condenados por crímenes y se pasa de la penalización a la tutela, la
protección, la rehabilitación y la educación de los niños pobres. Esta ley traslada el patronato de
clase a un patronato gubernamental. La ley diferencia y despenaliza la criminalidad del menor y
el abandono social de la criminalidad. Se señalan causas sociales de ambas. Se subdivide el “trata-
miento para la rehabilitación” con especialistas en criminalidad, trabajadores sociales y asistentes
de menores. En Salta la instrumentación y la legislación y adecuación de la Ley de Patronato tarda
hasta la transformación que se produce en los ‘50, por la gestión provincial justicialista, por lo que
no hacemos referencia a ella en este trabajo.
222 Sonia Álvarez Leguizamón

mas serviles de fijación de la mano de obra. Según se especifica en el Reglamento


General de la Policía de Salta citado, los vagos son
“los que no tienen oficio, profesión, renta, sueldo, ocupación o me-
dio lícito con qué vivir, [...] los que teniendo oficio o ejercicio, pro-
fesión o industria no trabajan habitualmente en ellos, y no se les
conoce otros medios lícitos de adquirir su subsistencia, [...] los que
no se dedican a alguna ocupación lícita y concurren ordinariamen-
te a casas de juego, tabernas o parajes sospechosos, [...] los que,
pudiendo, no se dedican a ningún oficio o industria y se ocupan
habitualmente de mendigar” (1878: 11-12).
En el mismo reglamento, entre las circunstancias agravantes de los vagos se señala
“los que no se conchaben o tomen colocación en el término que se les señale”.81
La institución del conchabo en Salta, que fija a las personas a la autoridad y
sujeción del patrón, bajo el control policial, está destinada no sólo a los vagos y
mal entretenidos sino a “todo hombre que no tenga propiedad, ni oficio o ejercicio
conocido de vivir”. Esto significa que la sujeción forzada a un patrón se destinaba
a las personas que no estaban inscriptas en relaciones de sociabilidad que los con-
tuviera en un territorio, o a los grupos sin pertenencia comunitaria, ni bienes, ni
oficio.82 También en este Reglamento están explicitados los dispositivos de repre-
sión y control de los “vagos” y las formas de territorialización y de subordinación
al patrón.
“El patrón es un magistrado doméstico revestido de autoridad po-
licial para hacer guardar el orden en su casa, haciendo que sus
peones y sirvientes cumplan puntualmente con su deber. [...] El jor-
nalero y sirviente debe a su patrón fidelidad, obediencia y respeto,
ejecutando con diligencia las labores y ordenes que le imponga con-
forme al contrato, no siendo contrarias a la moral y a las leyes” (arts.
53 y 54, cursivas añadidas).

81 Artículo 46 del Reglamento General de la Policía de la Provincia de Salta (1878) e inciso 5 del
artículo 47.
82 Castel, para un contexto histórico homólogo, en Francia, plantea que en realidad la representa-
ción de los vagabundos, como “depredadores, peligrosos que rondeaban los márgenes del orden
social, viviendo de rapiñas y amenazando los bienes y seguridad de las personas”, habiendo roto
el pacto social (trabajo, familia, moral, religión) y el orden público, no se condicen con la realidad
sociológica que ella recubre. El perfil sociológico, por ejemplo, de los internados en los depósitos
de la mendicidad eran, en su gran mayoría, extrabajadores rurales o manuales sin empleo. Lo que
hoy llamaríamos desocupados en búsqueda más o menos convenida de empleo, aunque todavía
no se puede hablar de desempleo, porque no se reúnen las condiciones constitutivas de la relación
salarial moderna (Castel, 1997: 97-98).
Formas de racismo indio... 223

El patrón tenía también autoridad para ejercer la violencia física sobre los concha-
bados, “el patrón puede corregir moderadamente las faltas del peón o sirviente sin
que de ello le resulte herida, contusión u otra enfermedad y la falla fuese aquélla
que compromete el buen orden de la casa, puede, el que la cometiere, ser detenido
en prisión rigurosa hasta dar cuenta a la policía” (art. 5, el énfasis me pertenece).
En caso de abandonar el trabajo, la policía lo devolvería al patrón. En caso de rein-
cidencia lo pondría en prisión destinándolo al ejército o a obras públicas.
Los códigos de policía se van modificando83 pero, sin embargo, se mantiene
el poder de policía en el control y policiamiento de las personas sin hogar. Así, en
1959, inclusive, el nuevo Código de Policía, a tres años de la transformación pero-
nista, reglamenta la vagancia y la mendicidad imponiendo multas y arrestos según
los casos en “los que fueran encontrados ejerciendo la mendicidad sin permiso de
la policía”.84 La policía es el organismo autorizado por esta ley para “reprimir y
controlar y autorizar la mendicidad y combatir la vagancia, según los casos” (art.
130). Para autorizar
“...el ejercicio de la mendicidad a los pobres de solemnidad que
recurran a formular la solicitud respectiva [la policía deberá] agotar
todo trámite posible para que éste sea internado en un asilo adecua-
do; comprobar que no existiera lugar para su alojamiento en nin-
gún asilo, comprobar que no es persona apta para ejercer ninguna
clase de trabajo; comprobar con certificado médico que no padece
de ninguna enfermedad contagiosa, comprobar que no tiene nin-
guna familia que pudiera hacerse cargo de su sustento, comprobar
que está habilitado físicamente para ejercer la mendicidad, sin exhi-
bir al público deformaciones, llagas u otros defectos o taras físicas
visibles” (art. 131, cursivas añadidas).
El mismo reglamento considera “vagos” a
“...las personas de ambos sexos que no tuvieran trabajo o profesión
conocidas; los sujetos que vivieran con prostitutas y se hallaren ha-
bitualmente en su compañía y se beneficiaren con el producto de la
prostitución; los sujetos conocidos como delincuentes que fueran
encontrados en las estaciones ferroviarias, de tranvías, paradas de
ómnibus, hoteles, teatros y otros sitios públicos, sin causas justifica-
das; los linyeras habituales que fueran reacios a trabajar” (art. 134).

83 El 19 de mayo de 1939 se sanciona el nuevo Código de Policía por la Ley 1812, cuyo número
original fue el 534. “Recopilación general de las leyes de la Provincia de Salta y sus decretos
reglamentarios”. Documentos compilados y anotados por el Dr. Raúl Fiore Moulés. Publicación
Oficial. Tomo XVIII (Complementario) 1938-1939, 1946: 8947-8675.
84 Esta ley rigió hasta el 2002, cuando fue modificada.
224 Sonia Álvarez Leguizamón

Se observa como el policiamiento y control sobre “la vagancia” implica también


el control sobre el uso del espacio público, sobre todo los lugares asociados con el
transporte público y la residencia de personas en tránsito.
La legislación en contra de los vagos se afirma debido a la necesidad cada
vez mayor de conseguir asalariados libres en otros campos ajenos a las relaciones
de producción de la finca. Por ello, poco a poco se va produciendo la transición
progresiva del trabajador conchabado al trabajador libre. Proceso en donde la re-
presión al vagabundeo juega un rol fundamental. Recién comienzan a generali-
zarse las relaciones capitalistas,85 aunque la resistencia que ofrecen los finqueros
a la relajación de las relaciones de subordinación en el campo y en los servicios
domésticos en la ciudad continúa siendo importante.
Las “clases plebeyas” u obreros son los apelativo que usa Juan Carlos Dáva-
los para hablar de las clases inferiorizadas. En Los buscadores de oro se expresa
con desprecio sobre las viviendas en la que habitan en la primera mitad del siglo a
diferencia de los artesanos de la colonia que, según él,
“a juzgar por la extensa edificación, antigua, subsistente en los ba-
rrios apartados, [...] ocupaban mejores casas que las de los obreros
de hoy. Y aún después de la revolución, no se conocieron aquí hasta
el año ‘70 u ‘80, esos miserables habitáculos, hechos con tarros
viejos, que estropean actualmente los pintorescos aledaños de la ciu-
dad” (Dávalos, 1996: 200-201, el énfasis me pertenece).
La progresiva injerencia de los dispositivos de intervención higienistas sobre la
ciudad ejerce violencia sobre los obreros y sus viviendas. Estas se convierten en
molestas a la imagen de orden e higiene.86
Al finalizar la década de los ‘50 durante la gestión del primer gobierno pero-
nista se desarrollan las escuelas profesionales de mujeres donde se puede observar
la idea clasista de la instrucción de las mujeres de los sectores populares y las
representaciones gubernamentales sobre su rol en el hogar.
En esta época se produce una creciente institucionalización de establecimien-
tos educativos destinados a capacitar en tareas femeninas. Sobre la base de este
objetivo, se crea la Escuela Nocturna de Estudios Comerciales y las escuelas de
manualidades y capacitación femenina (Cornejo, 1948: 267-70).87 En estas institu-

85 Vázquez (1987: 3), considera que en este momento ya se puede notar una generalización de rela-
ciones capitalistas por medio de la acción promotora del Estado a partir de un modelo de acumu-
lación nacional basado en el consumo interno. Proceso en el que Salta habría de insertarse.
86 La ordenanza municipal del 26 de octubre de 1911 (Orellana, 1925) prohíbe “la construcción de
ranchos de barro, lata o madera” delimitando el radio de exclusión. Se hace explícito el poder
municipal sobre las formas de vida diferentes al obligar a la destrucción de esos “habitáculos”,
otorgando a sus dueños u ocupantes un plazo de seis meses para su destrucción.
87 “Dos propósitos principales orienta la labor de la Escuela: el uno, dotar a la mujeres de aquellos
conocimientos teórico-prácticos que la habiliten para la actuación eficiente en el hogar y en la
Formas de racismo indio... 225

ciones, se tendía a capacitar principalmente en oficios que reproducían la función


doméstica asignada socialmente a la mujer de los sectores “populares” y también
en actividades que recuperaban las artesanías “nativas” y la “industria colonial”.
La educación en oficios para posibilitar la inserción de la mujer en el mercado
de trabajo sólo se justifica cuando los ingresos del hombre no alcanzan. Aquí se
observa por un lado una intención de profesionalizar los servicios domésticos y
también incentivar los oficios. La educación de la mujer se realiza considerándola
como un pilar básico donde “se asienta la dignidad de la familia”, subordinado al
hombre y confinado al área de lo doméstico. Dice el gobernador Cornejo:
“Al propulsar su constante superación animamos el deseo de poner
al alcance de la mujer todos los elementos de formación que la ca-
paciten para ocupar el lugar que le ha tocado en suerte en la época
contemporánea. No es nuestra intención, ciertamente, al pretender
educarla para la vida pública, la de torcer el sentido de su vocación
esencial a la maternidad y el hogar. Pero ya que las circunstancias
modernas la obligan a coadyuvar con el hombre en la solución de
los problemas económicos de la familia, justo y necesario es ins-
truirla adecuadamente para ello, recordando –como bien dijera en
un discurso el Ministerio de Acción Social y Salud Pública– que
‘si ella se ve impelida hacia la calle no se debe casi a la mentada
liberalidad ni a la mal llamada emancipación femenina’. Las más
de las veces, es arrastrada por las angustiosas necesidades de la vida
diaria y la persistente necesidad de llevar al hogar el pan para sus
padres, hermanos o hijos” (el énfasis me pertenece).

La beneficencia como institución de gobierno de las clases subalternas:


Transformaciones en el gobierno de la pobreza y categorías clasificatorias

A través de las miserias del cuerpo se penetra en las del espíritu y


la deformación moral y el vicio...
Memoria del Consejo Particular de las Conferencias de Señoras
de San Vicente de Paul en sus Bodas de Oro 1945 (1946)

Donde mejor se puede ver la construcción clasificatoria de las configuraciones de


clase es en las relaciones de las elites con la pobreza que en esa época se materia-
lizaba en distintas organizaciones llamadas de beneficencia.

sociedad, enseñándoles a apreciar y realizar todo lo bello, útil, original y noble de que son capaces
las manos y el ingenio femenino. El otro, defender y propulsar el arte nativo y la vieja industria
colonial, en sus más genuinas manifestaciones, mancomunándolos todos las profesiones honrosas
que capacitan para la lucha por la vida” (Cornejo, 1948: 267, cursivas añadidas).
226 Sonia Álvarez Leguizamón

A principios del siglo XX Salta está viviendo cambios lentos, se van debi-
litando algunos resabios coloniales como el trabajo forzado y se constituye una
instancia de inflexión en las transformaciones entre el mundo público y el priva-
do, atravesado por la lucha entre prácticas higienistas y benéficas, estamentales
y republicanas, entre otros procesos estudiados (Alvarez Leguizamón, 2004). Es
también un momento de progresiva gubernamentalización de la vida, de regu-
lación del mundo público y de la vida privada por concepciones higienistas que
institucionalizan su discurso y constituyen nuevos espacios públicos.
Se produce una tensión entre quienes intentan relajar o modificar estos víncu-
los y aquellos que se resisten a los cambios para mantener una sociedad estamental
donde las relaciones de semiservidumbre son fundamentales. La arena de lo so-
cial, en este contexto, pasa a manifestar una serie de pujas entre los hacedores de
la beneficencia y los promotores del higienismo estatal, los sectores asalariados y
obreros incipientes que bregan por una mejora de vida y la resistencia de las elites
por otorgarle esos derechos, como el caso paradigmático de la resistencia a aplicar
la Ley de Güemes promovida por el gobernador Castellanos –en 1921– y luego el
Estatuto del Peón promulgado por Perón, a mediados del siglo XX.
En el caso del gobierno de la pobreza, estas luchas, sin embargo, se expresan
en un espacio compartido donde, a veces, los mismos actores que promueven me-
didas higienistas (a través de una mayor participación del Estado en la “asistencia
pública”), forman parte de las propias instituciones benéficas tradicionales. Se po-
dría decir que es una instancia donde convergen distintos procesos. Por un lado,
un mayor control y supervisión por parte del Estado sobre las organizaciones de
caridad; por otro, surgen nuevas organizaciones de beneficencia laica pero con tu-
tela religiosa, muchas de las cuales se crean para contrarrestar la acción higienista.
Finalmente, se van conformando instituciones estatales; primero las de “higiene
pública” y de “asistencia pública” y más tarde de “salud pública”. A nivel de or-
ganizaciones obreras, la condición de trabajador libre se va institucionalizando
y los trabajadores, sindicalizándose y manifestándose en contra de la opresión,
sobre todo los urbanos, como lo demuestra la represión a la huelga realizada por
el gobernador peronista Cornejo a mediados de siglo, la que tuvo como resultado
muertos y heridos obreros.
Las “damas de beneficencia” se aglutinan en organizaciones como la Socie-
dad de Beneficencia, el Patronato de la Infancia, la Sociedad Santa Ana o las
Conferencias de Señoras de San Vicente de Paul y son objeto de una progresiva
supervisión y financiamiento estatal. En base a una “economía de la salvación”,88
ejercen el control sobre las poblaciones que quedan en los márgenes y que resultan
amenazantes para los valores hegemónicos de la “sociedad”. Las representaciones

88 La “economía de la salvación” es una economía cristiana inspirada en la caridad terrenal brindada


a los pobres a cambio de indulgencias para llegar al cielo, la “limosna” que borra el pecado (Castel,
1997: 46).
Formas de racismo indio... 227

autorreferenciales y los atributos, que se les asigna a las damas de la beneficencia,


permiten visibilizar los lazos jerárquicos que se atan en el vínculo servil benéfico,
asociado con los sectores de la aristocracia (ver Imagen III.4).89

Imagen III.4
Patronato de la Infancia de Buenos Aires (1925).

En el acta de fundación del Patronato de la Infancia y en las notas de personajes


“públicos” que se incluyen en la memoria, muestran los atributos valorados como
positivos, también señalados por Tenti Fanfani (1987, 1989, 1991), para las da-
mas de prosapia que “regenteaban” las organizaciones benéficas de Buenos Aires.
Estos atributos, propios de este tipo de vínculo jerárquico, caracterizaban a estas
“damas” como depositarias de “honestidad”, “espíritu piadoso”, “espíritus nobles
y bien intencionados”, “dignas matronas de antepasados ilustres”, de “prestigio
social y perseverancia”, “jóvenes piadosas”. Estas cualidades adjudicadas al linaje

89 Foto del Patronato de la Infancia de Buenos Aires, “Buenos Aires - Patronato de la Infancia en
1925” de Colección Caras y Caretas - Archivo General de la Nación Argentina. Disponible bajo
la licencia Dominio público vía Wikimedia Commons, [en línea] https://commons.wikimedia.org/
wiki/File:Buenos_Aires_-_Patronato_de_la_Infancia_en_1925.jpg#/media/File:Buenos_Aires_-_
Patronato_de_la_Infancia_en_1925.jpg.
228 Sonia Álvarez Leguizamón

de pertenencia, eran el fundamento para otorgarles el poder legítimo de ser “salva-


guardia de responsabilidades morales colectivas”.
Las obras eran atendidas casi exclusivamente por mujeres pertenecientes a
ese estamento, “señoras y señoritas de la sociedad” como se puede ver en un
documento de las Conferencias de San Vicente de Paul (Conferencias: 25).90 La
representación o acepción de “sociedad” se restringe al círculo cerrado de esta
aristocracia y a los grupos que intentaban formar parte de esta. La “sociedad” son
ellos, el resto no es sociedad, es pueblo, es pobre, es objeto de asistencia o puestos
a disposición para la servidumbre.
En las actividades, objetivos de la fundación del Patronato de la Infancia sal-
teño y en los rituales de distinción, se expresa la intención de una integración so-
cial jerarquizada y la necesidad de recrear la comunidad nacional, ante los festejos
del centenario. Se dice que en la obra del Patronato, “manifiéstase la caridad de la
mujer salteña, en cuya alma anida siempre el nobilísimo sentimiento de la piedad
con los desheredados de la fortuna”.91 Se ve como la beneficencia no sólo repro-
duce la nobiliaria acción hacia los pobres con los nobilísimos sentimientos que se
adjudican esas mujeres, sino también cómo esta práctica es desarrollada, abierta-
mente para resolver las amenazas sociales de las clases subalternas para lo cual la
beneficencia es considerada una práctica de “aproximación entre las clases”. Por
otra parte esta fundación considera que entraña, la “solución de gravísimos proble-
mas sociales” que preocupan hoy a “los estadistas de todos los países civilizados”:
“...unir las clases elevadas a las clases humildes, produciendo esta
hermosa fusión secreto del engrandecimiento de los pueblos, en que
cada elemento, conservando el rol señalado por la Providencia, for-
me ese conjunto de la sociedad armónica con sus derechos y sus
deberes perfectamente acordes” (El Patronato de la Infancia; 1913:
3 y 9, el énfasis me pertenece).
Así la unión entre “las clases elevadas” y las “humildes” se hace a partir del dis-
positivo benéfico, este ritual une a partir un vínculo estamental entre el que da y
el que recibe, pero reproduce las diferencias de clase consideradas parte de los
designios divinos o de la “providencia”. Las creencias sobre las diferencias entre
las clases están basadas en la religión a pesar de que el relato habla de derechos,
éstos tratan de limitarse a los designios divinos.

90 Nos referiremos al documento: Memoria del Consejo Particular de las Conferencias de Señoras
de San Vicente de Paul en sus Bodas de Oro 1945 (1946).
91 “Las damas presentes manifestaron que su propósito era, con la fundación de esta institución
caritativa ofrendar a la Patria en el centenario de la redención Argentina el homenaje de la mujer
salteña, la salvación de la niñez, base de las futuras generaciones y simiente fecunda de la grandeza
de los pueblos y producir en cuanto cabe la aproximación de las clases sociales preludio sin duda
de la solución de problemas que mantiene hoy en perpetua intranquilidad a las Naciones…” (el
énfasis me pertenece).
Formas de racismo indio... 229

La beneficencia habría cumplido un papel importante como neutralizadora


de posibles alzamientos contra el orden social como se puede ver en los dichos
miserabilistas de Indalecio Gómez,92 un salteño que fue ministro de la nación.
Desempeñándose como Ministro del Interior (1910-1914), en ocasiones relacio-
nadas con actos rituales de organizaciones de beneficencia y en la inauguración de
un hospital para pobres, reflexiona sobre las consecuencias de los “pequeñuelos
que enferman en la miseria”, así como las situaciones de hambre y sed o la falta de
espacio y de aire puro; y dice: “dolorosas escenas, en verdad; pero son algo más
grave todavía. En ellas no se desarrollan simples episodios de dolores domésticos:
sino que toma origen e impulso las pasiones que producen los grandes dramas
sociales”. De estas escenas
“...pueden nacer la repugnancia al trabajo, el despecho –conseje-
ro de crímenes–, el odio a la sociedad, el deseo insensato de una
venganza colectiva e indeterminada. Reprodúcense los casos, esta-
blécense las afinidades, por la gravitación recíproca de los estados
semejantes, y se forman entonces las bandas de los desheredados
que luchan por subvertir un orden social que para ellos es miseria,
amargura y dolor. Contra estos males sólo hay una fuerza salvadora.
Obra de esa fuerza es este hospital, dos veces meritorio, porque en
su recinto se administran dobles beneficios: a favor de los niños
enfermos directamente, e indirectamente a favor de la sociedad”
(Gómez, Indalecio; 1953 [1896]: 427, cursivas añadidas).
La relación entre pobreza y vicios es directa, sobre todo en el niño. Los sujetos
más estigmatizados son la mujer vagabunda donde se cree está el germen de su
reproducción y los niños pobres o “vagabundos”. Los niños porque en ellos se cree

92 Indalecio Gómez (nació en Molinos, provincia de Salta, 14 de septiembre de 1850) fue ministro
del Interior del presidente Roque Sáenz Peña, coautor y defensor de la Ley Sáenz Peña, que logró
el voto universal (masculino), secreto y obligatorio. Hijo de Indalecio Gómez y Ríos, salteño, y
Felicidad González del Toro, chilena, nació en la finca que fuera del último gobernador realista del
Virreinato del Río de la Plata, Nicolás Severo de Isasmendi: Molinos en los Valles Calchaquíes.
En 1870 viajó a Buenos Aires, donde estudió Derecho, de regreso a Salta, ingresó en la Legislatura
y fue docente en el Colegio Nacional. También se dedicó al comercio de ganado con el puerto
de Cobija –entonces el único puerto boliviano del océano Pacífico– para el abastecimiento del
ejército del Perú, fuente de riqueza de la oligarquía local. Posteriormente fue nombrado cónsul del
gobierno argentino en el puerto peruano de Iquique, mientras tenía lugar la Guerra del Pacífico.
Apoyó públicamente la posición peruana en la misma y, en este carácter, conoció a un voluntario
argentino en esa guerra, el abogado porteño Roque Sáenz Peña. Cuando éste fue tomado prisionero
por las fuerzas chilenas, intercedió por él, logrando meses más tarde su libertad. También asesoró
al enviado del gobierno argentino en Lima, que medió en la finalización de la guerra. En 1883
contrajo matrimonio con Carmen Rosa Tezanos Pinto, jujeña –hermana de la esposa de Uriburu,
salteño y presidente de la república por un golpe militar en 1930– y cuya familia estaba exiliada en
Perú. Poco después fue electo senador provincial por el departamento San Carlos.
230 Sonia Álvarez Leguizamón

se esconde el germen de la insurrección y por ello son a quienes se deben dirigir


las formas civilizatorias de “instrucción cívica”.
“Cuántas vidas infantiles son tronchadas en flor por falta de medios
de subsistencia que no permiten al niño sustraerse al medio ambien-
te de un hogar pobrísimo, de habitaciones malsanas, antihigiénicas,
donde se intensifica la acción demoledora por los vicios prematuros
que corroen la infancia, ora por los malos ejemplos de sus padres,
ora por la influencia amoral que ejercen en ella acción decisiva” (El
Patronato de la Infancia, 1913: 4, 5).
En los Nuevos Estatutos de la Sociedad de Señoras Protectoras de la Casa del
Buen Pastor en Salta, bajo el título “Breve noticia de la obra de la congregación
del Buen Pastor” (1930: 4-6) se puede observar la representación de la pobreza y
de las mujeres pobres.93 Se dice: “La Obra del Buen Pastor contiene en sí todas las
obras de misericordia. Satisfacer las primordiales necesidades de la vida, donando
alimento a muchos centenares de pobres, [...] para ello cuentan, con el trabajo
manual y la limosna. La niña huérfana y abandonada, la joven expuesta a caer en
el abismo de la degradación, la pobre extraviada” es el objeto de su intervención.
“La mayor parte de las asiladas llegan con andrajos al Buen Pastor,
y allí los cambian por vestidos limpios y decentes. Cuidar con esme-
ro a las huerfanitas, curar de ellas y a las otras, de los achaques que
suelen ser inseparables de la miseria; velar por su salud, es también
obra diaria del Buen Pastor. Enseñar, aconsejar, educar en la virtud,
sustituir con sanos principios las malas tendencias; consolar a la
pequeña con lo que a la infancia es debido; suavizar la amargura de
los corazones lacerados, de las pobres víctimas del mundo, trans-
formar la prisión, en morada del orden y de la piedad; levantar el
ánimo decaído de las prisioneras para que se alienten a merecer y
hacer buen uso de la libertad, e impedir con mucha frecuencia, con
un pequeño socorro pecuniario, que la joven ceda a la tentación

93 El Asilo del Buen Pastor se establece en Salta, en noviembre de 1883, según la información de los
Nuevos estatutos de la Sociedad de Señoras Protectoras de la Casa del Buen Pastor en Salta y
en 1886 según la Memoria de la epidemia del cólera (Becerra, 1888). En esta última memoria se
dice que su fundación se destinará a “mujeres criminales”. En el primer documento se afirma que
“viene desde entonces desempeñando una triple acción social moralizadora. Es la única cárcel de
mujeres con que cuenta la provincia; el único Asilo en que se alojan las jóvenes cuya perdición
se quiere evitar; es, en sección completamente separada de las dos secciones anteriores, un hogar,
un colegio para huérfanas!... Distribuye así, sus beneficios frutos de regeneración para unas, de
amparo para otras, y de cristiana educación para las últimas; y a todas tonifica moralmente, en-
señándoles trabajos domésticos y labores, que más tarde las haga capaces, según sus condición,
para arrostrar serenamente, la lucha por la vida” (Nuevos estatutos de la Sociedad de Señoras
Protectoras…, cit., 1930).
Formas de racismo indio... 231

que la encadenaría al vicio. Acostumbrarla a la modestia honrada,


al trabajo paciente, a soportar con serenidad las contrariedades de
la vida, compadecerlas, curarlas, darles los últimos cuidados, orar
por ellas, acostumbrarlas a la gratitud, y a bendecir la mano que
socorre, a rogar por sus contrarios, a perdonar, ahogando la ven-
ganza en pensamientos de fe cristiana, en la esperanza de bienes
inmateriales, en el amor de Dios y la abnegación para con el próji-
mo” (Nuevos Estatutos de la Sociedad de Señoras Protectoras de la
Casa del Buen Pastor, 1930: 4-6).
Las funciones que se hacen en el Buen Pastor con las mujeres que llegan allí que
no son necesariamente criminales sino desempleadas (mujeres que trabajan en
las calles) o sin filiación, pobres, o también aquellas que estaban conchabadas e
intentaban algún tipo de liberación de la casa del patrón, además de tener un tono
fuertemente miserabilístico son de disciplinamiento de los cuerpos y las subjeti-
vidades. Los valores que se imparten –según el relato antes citado– se ejerce con
diversos dispositivos sobre sus cuerpos y subjetividades para la aceptación de la
condición subalterna en la jerarquía social y en su condición de mujeres discri-
minadas como: el disciplinamiento sexual asociado con la suposición del vicio y,
sobre todo, el ejercicio del poder simbólico de la “pastoral” cristiana.
La institución del Patronato de la Infancia,94 reconoce la escasa heterogenei-
dad social de Salta, a diferencia de las grandes capitales, por lo que manifiesta que
“en nuestras ciudades del interior, la acción caritativa, en cuanto a
los niños, se extiende principalmente al niño que reclama los cui-
dados de la sociedad por la pobreza de sus padres […] o al niño
huérfano, a quien, en los asilos, se le prodigan cuidados paternales”
(1913: 43).

94 En la memoria se sintetizan todas las actividades realizadas en la Provincia de Salta, en los últi-
mos 50 años, desde 1895 a 1945, como sigue: “Se han hecho 360.000 visitas a domicilio y se han
socorrido a 250.000 personas. Se ha repartido 2.400.000 bonos de comestibles (pan, leche, carne,
etc.) por un valor $240.000. Las piezas de ropa y calzado repartidas alcanzan a 150.000. Fueron
atendidas 65.000 consultas y recetas y se han entregado 500 anteojos y aparatos ortopédicos. Se
abonaron por alquileres pesos 10.000 y los socorros distribuidos en dinero alcanzaron a $60.000.
Se ha dado colación y empleo a 2.000 personas, habiéndose internado en asilos y hospitales, ya
sean propios y en otros no pertenecientes a la institución a 17.500 personas. Se han facilitado
2.000 pasajes para enfermos, insanos, sus acompañantes y personas pobres. Se han repartido 55
máquinas de coser. En los talleres dependientes de las Conferencias se han confeccionado 75.000
piezas de ropa. En cuanto a la parte espiritual se refiere, se han realizado 10.000 bautismos, 7.000
matrimonios, 9.000 primeras comuniones de adultos, y 30.000 primeras comuniones de niños. El
total de los gastos hasta ahora por el Consejo Particular, las conferencias y los talleres en esta pro-
vincia, en sus obras de caridad, sobrepasa a los pesos 1.661.117”, Memoria del Consejo particular
de las conferencias de señoras de San Vicente de Paul en sus bodas de oro 1945 (1946: 28-29) (en
adelante MCSVP).
232 Sonia Álvarez Leguizamón

“La protección de la niñez ha sido siempre nuestra constante pre-


ocupación considerando que es la más necesaria y trascendental por
ser los niños en quienes se encierra el porvenir de la patria y de la
humanidad” (El Patronato de la Infancia, 1913: 18, cursivas aña-
didas).
En los orígenes y propósitos del Patronato de la Infancia se caracteriza también al
objeto de su acción, vinculado con una valoración denigrante de sus vidas y moral
sexual.
“El niño pobre será el único objeto del patronato: proveer a sus ne-
cesidades físicas y morales, suplir en cuanto fuera posible, el cuida-
do de los padres de familia que, o por la carencia de recursos o por
la ignorancia, no se hallan en condiciones de velar por sus propios
hijos” (1913: 4, cursivas añadidas).
En la primera posguerra, en el año 1924, por los efectos de la crisis económica
se sienten las consecuencias en la desocupación de la población salteña y “el de-
sarrollo del pauperismo”. Aquí pauperismo se asocia a pobreza masiva. En esta
circunstancia se recuerda, con una mezcla entre amargura, cumplimiento del deber
de la caridad y algo de asco, el “apostolado de la preservación moral”.
“Fue para las vicentinas como una voz de alerta que nos determinó,
conscientes de la misión que en esta emergencia debíamos cumplir,
a intensificar nuestra acción de ayuda social en todos sus aspectos
y con todos los elementos de que podíamos disponer, llevando a la
vivienda del pobre el vestido, el alimento, el remedio del que tanto
carecían y el médico. Fueron días de incertidumbre y de grandes
necesidades materiales y morales. Ancho campo tenía para abrir sus
alas de caridad. A través de las miserias del cuerpo se penetra en las
del espíritu y la deformación moral y el vicio se nos revelaron en sus
distintas manifestaciones en las visitas que realizábamos a los do-
micilios de los pobres. Había, pues, que combatirlas y comenzamos
la acción más vasta que se nos está encomendada: ‘el apostolado
de la preservación moral’ y luchamos con todos los medios a fin de
borrar de sus corazones la desesperanza, imprimiendo en ellos con
profundos caracteres el sentimiento del bien espiritual como base y
fundamento para conseguir la dignificación moral” (MCSVP, 1946:
15, cursivas añadidas).95
La fusión entre carencias de alimentos, vestimenta, atención medica unida a la
“deformación moral y el vicio” son claras. Las clases superiores construyen a par-

95 MCSVP (1946).
Formas de racismo indio... 233

tir de la caridad clases abyectas que deben ser moralizadas por la nobleza moral
que ellas se autoatribuyen.

La clase dominante y sus representaciones de las configuraciones y clasifica-


ciones sociales entre gente decente e inferior
Como venimos planteando, las “políticas” del mestizaje y el entramado concep-
tual de visiones, representaciones y clasificaciones encapsuladas se vincula, como
plantea De la Cadena, más con “ideas de desorden y malestar político asociadas
a estos individuos como grupo social que con el rechazo a la mezcla de cuerpos o
culturas previamente separadas”. Éste no era ni es el único o el más perturbador
de los sentidos de lo mestizo, sino el cambio de estatus o la pretensión de ascenso
social, la limpieza de sangre vinculada con la imposición de la fe cristiana y la
indecencia en términos sexuales, siguiendo a Marisol de la Cadena (2006).
Existía una clara división entre el grupo de la elite que se autodenominaba
“gente decente” y “depositaria de todas las virtudes sociales” y otro grupo deno-
minado como “gente inferior” o con distintos nominativos y formas clasificatorias,
según los autores, aunque se destacan el gaucho, el coya, el indio, la plebe. El
pensamiento predominante de esta elite era hispanista, conservador y racista, sin
embargo también se encontraban liberales y positivistas.
Lo mestizo atraviesa la construcción discursiva de las clases en Salta, directa
o indirectamente. Por lo general lo mestizo está vinculado con mayor ascenden-
cia nativa y menor “blanqueamiento”. El mestizaje visto desde el punto de vista
genealógico posee ciertos regímenes de conocimiento: la limpieza de sangre, el
racismo evolucionista de la razón ilustrada, los discursos civilizatorios y del desa-
rrollo. Sus categorías de saber aparecen mezcladas y metamorfoseadas de diversas
maneras y es necesario contextualizarlas.
Un elemento de este conjunto de creencias y prácticas son las homologías de
las mezclas humanas con las de animales. Vemos cómo aparece muy seguido el
uso de metáforas animales en la caracterización de lo mestizo en el lenguaje racial
salteño.
El significado quechua de mestizo ha sido usado según Solá (2004 [1949])
para denominar al mestizo de india y europeo o gallos de pelea de mala cruza, de
lo que deriva su significado de cobarde (por ser mezcla de una raza de pelea y otra
que no lo es). La concepción racial se explica a partir de que el ascendiente blanco
es de “buena sangre” y el indio, “mala sangre”. Esta clasificación es claramente
develadora del racismo indio de Salta. Se ve subsumida la guerra de razas colonial
reflejada en la concepción de mestizo.
Como dijimos, la autodenominación de la clase dominante era la de ser gente
decente, donde la posesión de toda una serie de atributos, posturas, maneras, nor-
234 Sonia Álvarez Leguizamón

mas, creencias compartidas constituían su pertenencia a ese grupo.96 Más tarde,


como a partir de los ‘40, se deja de hablar de decencia y la referencia encontrada
en los textos es de “señores o señoras de bien”, o “bien”. La categoría nativa de
gente decente se restringe a un círculo cerrado al que se accedía primeramente por
la “portación” de apellidos perteneciente a las denominadas familias “típicas”,
que eran “poseedoras” no sólo de apellidos sino de capital económico y político.
La decencia hacía referencia no sólo a una cuestión de jerarquía sino de detenta-
ción de valores morales opuestos a los indecentes. Este apelativo de gente bien
substituye al anterior reforzando con la palabra “bien” atributos de superioridad y
distinción social estamental de esta clase. Al mismo tiempo que se va profesiona-
lizando y aburguesando, mantiene estilos y relaciones sociales de tipo estamental
basadas en la creencia de la superioridad del linaje y la distinción social que este
le otorga. Esto significó, un proceso de autoconstricción de sus comportamientos y
el seguimiento estricto de ciertas maneras “sociales”, como señala Elías en el pro-
ceso civilizatorio (Elías, 1993 [1977-1979]). Creemos que esta configuración está
en la base de una determinada episteme o régimen discursivo (Foucault, Michel,
1981 [1966]) de las relaciones sociales de la salteñidad dominante, y condice con
las relaciones semiserviles que se mantenían en el campo y en la ciudad.
Como decíamos, a mediados de siglo estos vínculos sociales se relajan y se
produce una lenta transformación, que ya había comenzado en los ‘30, de me-
tamorfosis de una sociedad estamental de linaje a una donde la constitución del
ciudadano libre y el trabajador como clase social se superpone con relaciones
estamentales, a medida que se transforma la estructura económica y las condicio-
nes políticas que rompen con las relaciones de servidumbre. Esto gracias a una
serie de medidas estatales y políticas que permiten la liberalización de la mano de
obra para constituirla en fuerza de trabajo libre, la Ley Güemes primero (1921) y
sobre todo el Estatuto del Peón (1944). Todo lo cual produce un proceso lento de
transformaciones, superposiciones, fusiones que aparecen como imperceptibles.
La diferenciación social y las formas de dominación basadas en el linaje, la
posesión adscriptiva de apellidos “ilustres” –vinculada con una mitología fun-
dante de linajes originarios o las “casas” (de ascendencia española del Alto Perú)
como las denomina Bernardo Frías–, y también de “patricios” (“héroes” vincula-
dos con la lucha anticolonial) son parte, de una forma particular de legitimación de
la dominación. Maneras particulares de hacer política, fuertemente vinculadas –a
partir la influencia hispanista en los ‘30 (Vázquez, 2013)– con el catolicismo y con
el culto a la Virgen y el Señor del Milagro, deidades centrales en la cosmovisión
y mitología fundante de la salteñidad del presente (Caro Figueroa, 1970; Lanusse
y Lazzari, 2005).

96 Figueroa en su Diccionario de regionalismos escrito a mediados del siglo, afirma que la gente
decente, se vincula a formas de distinción social, como “el buen comportamiento”, y por otro lado
a la adscripción de clase, la pertenencia a una “clase social más elevada” (1991: 140).
Formas de racismo indio... 235

La escasa migración, la situación de semiservidumbre de los trabajadores


junto a un sentimiento de superioridad en relación a los migrantes nuevos, cultivó
en la elite local una actitud de rechazo, opuesto a la de apertura y promoción de la
migración que cultivaron las elites de la Pampa húmeda hasta los ‘30, vinculado
con la construcción de una argentina “blanca”. Eran percibidos como una amenaza
para el orden social, dada la característica fuertemente endógena y endogámica,
mostrando una actitud despectiva con los migrantes europeos nuevos. Esto sucede
hasta aproximadamente la década de los ‘70. Los migrantes “nuevos”: italianos,
españoles, árabes y judíos que comienzan a llegar a la ciudad de manera muy
paulatina y, en general, a los que no son de Salta, esta clase los denominaba con
el mote de arribistas o paracaidistas. Lo que hace referencia a la amenaza que
significaban en la competencia de lugares de poder. Siguiendo a Elías y Scot-
son (2000), estas son expresiones equivalentes a lo que llaman outsiders o recién
llegados. La gente “decente” o de “buena sociedad” o gente de “bien”, o sea los
establecidos, buscan acentuar, potenciar, sobre actuar, la dimensión moral de las
relaciones de poder proyectadas en el espacio social, a partir de la construcción
de esta extranjería. Para Javier Yudi (2015: 24) esta clase salteña tiene las carac-
terísticas descriptas por Elías para los establecidos, es decir grupos que tienen
mayor cohesión interna, manteniendo lazos sociales, densos, estrechos y antiguos
de más de dos generaciones previas;97 la mayor cohesión los capacita a reservar
diferentes posiciones sociales con potencial de poder para sus miembros, lo que
permite –a su vez– excluir a los que no son de ese grupo, obtener “carisma grupal”
porque se ven a sí mismos dotados de aptitudes superiores que a su vez cultivan.
Las aptitudes superiores que se autoadscriben son diversas pero están relacionadas
sobre todo a lazos de “sangre” por medio de la pertenencia a linajes coloniales o
luego patricios postcoloniales y por poseer estilos de vida que se adecuan a una
estricta moral cristiana. La raza es un régimen de conocimiento que atraviesa sus
comportamientos, actitudes y construcción de alteridades.
Ni el cultivo de las artes ni el mecenaje hacia artistas la caracterizó, si el in-
volucramiento en actividades y organizaciones de beneficencia que, como hemos
visto, constituyen una de las unidades de dominación más importantes de esta
clase, junto con la finca. Se observan legados y donaciones con fines benéficos o
asistenciales, por ejemplo el legado Güemes (a principios del siglo XX) que im-
plicó la donación a la ciudad de una serie de propiedades de esta familia, ubicadas
en la periferia de Salta para fines filantrópicos y educacionales, o la donación del
predio y de los primeros edificios de la Universidad Católica de Salta, por Robus-
tiano Patrón Costas (en la década de los ‘60), quien fuera candidato a presidente a
mediados del siglo XX, en oposición a Perón.

97 Que no es necesariamente el caso de la que analizamos, aunque la construcción –algunas veces–


llega hasta los conquistadores.
236 Sonia Álvarez Leguizamón

La actitud negativa hacia los nuevos “migrantes” produjo de parte de ellos


reacciones variadas, desde la indiferencia y el desprecio, a buscar enlazarse en ma-
trimonios con hijos de ésta que ya tenían valores abiertos. Muchos otros hicieron
inversiones en áreas del comercio urbano que los llevó a convertirse en sectores
burgueses interesados en disputarle el poder político y económico, lo que tuvo lu-
gar recién a partir de los ‘60 aproximadamente. Algunas colectividades como la de
los italianos tienen una actividad importante en este período como constructores y
en el arte (Botelli, 1983).
Los inmigrantes europeos que se asientan en Salta, en el último cuarto del
siglo XIX y las primeras décadas del XX, reciben muy poca aceptación social. Sin
embargo, algunos matrimonios lo fueron pero en un número reducido, sobre todos
los hijos de la más temprana inmigración que lograron una buena posición social,
con el comercio del ganado o con molinos de harina que los llevaron a la posesión
de tierras, llave de la integración satisfactoria con las familias de la oligarquía.
Los que se dedicaron a las actividades comerciales fueron los menos exitosos
en esta integración temprana, tales como los de origen inglés y escocés como los
Fleming, MacLoughlin, Gallagher, Todd y Lynch, o como los Michel y Durán de
origen francés, aunque muchos de ellos por matrimonio finalmente se integran.
También, a principios del XX, en la década del ‘20 y el ‘30, se suman los linajes
por matrimonio de los hijos de las familias migrantes italianas ricas, como los
Cánepa y de las de origen sirio-libanés como los Lavaque y Tobías (Hollander,
1989: 164-166).
Una muestra de esta aceptación son los matrimonios entre estas familias y la
aparición de sus apellidos en las organizaciones de beneficencia.98 Hemos com-
probado en otro estudio (Álvarez Leguizamón, 2004) cómo la presidencia de estas
organizaciones estaba en manos de las damas de los apellidos del núcleo duro
como Uriburu, Cornejo, Linares, Arias, Ovejero, Solá, aunque aparecen algunos
de migrantes incorporados, como los Todd, Fleming, Serrey, Cánepa; por vía de
matrimonios con los primeros. Nombres como los de Manuela González de Todd,
presidente de la Sociedad de Beneficencia, durante 1920, muestra esta incorpora-
ción. También Carmen Anzoátegui de Aráoz, quien fue la última presidenta de la
Sociedad de Beneficencia,99 esposa del gobernador y ensayista, preocupado por la
caracterología y los tipos humanos salteños.

98 La participación de las mujeres de estas familias en las organizaciones de beneficencia cuyos ape-
llidos comienzan a aparecer en las comisiones permitía o facilitaba el ascenso social, sobre todo
por el alto valor social que estas actividades tenían.
99 Ensalzando la figura de esta última, Michel Ortiz (1983: 121) señala “algún día, cuando se escriba
la vida y obra de las mujeres próceres de Salta, Doña Carmen como se la llamaba, forzosamente
deberá encabezar la lista de las beneméritas de la más importante de las instituciones médicas
durante más de una centuria”. El “doña” es un apelativo que muestra el matronazgo y la autoridad
ejercida por estas mujeres.
Formas de racismo indio... 237

Las profesiones más valoradas y desempeñadas en la época eran las de abo-


gados, médicos higienistas y sacerdotes. El Pbro. Gregorio Romero, es un ejem-
plo. Luego de su destacada actuación en las organizaciones de beneficencia, como
director espiritual del Consejo Particular de las Conferencias de Señoras de San
Vicente de Paul, organizador de los “Congresos Obreros” y miembro de la Comi-
sión de Caballeros del Patronato de la Infancia, luego se convierte en obispo. Su
posición acerca de las formas de intervención social y su visión política respondía
a las ideas más conservadoras de la sociedad de la época. Además de estos car-
gos y de sus deberes eclesiásticos, también fue legislador provincial e, inclusive,
gobernador por un período reducido de tiempo. El obispo Romero fue una de
las figuras más importantes de la historia de la Iglesia salteña en el siglo XIX y
principios del XX, junto con sacerdotes como Risso Patrón, Cornejo, Castellanos
y Linares.100 A partir de septiembre de 1934 se desempeñó monseñor Tavella101
quien tuvo un rol fundamental en la cohesión del grupo y en la invención de sus
tradiciones (Vázquez, 2012) así como en la persecución y confinamiento a las
periferias urbanas de fiestas populares como el carnaval o la fiesta de la primavera.
La progresiva materialización de las instituciones asistenciales, como asilos
y hospitales, está fuertemente ligada a la actuación de estos linajes en su gestión y
mediante donaciones o legados. Como relata Michel Ortiz (1983: 121) en sus bio-
grafías consagratorias de médicos salteños, existe una estrecha vinculación entre
las donaciones y los nombres que se les asignan a las instituciones. La nominación
deja la impronta del linaje y recuerda, al mismo tiempo, a los descendientes de
los héroes de la independencia, como el caso del Hospital Arenales. Dice Michel
Ortiz:
“...en 1935 comenzó en serio, el desarrollo de la lucha contra el
más terrible de nuestros males médico sociales, la tuberculosis. Se
inaugura el Hospital Josefa Arenales de Uriburu, legado de la Sra.
Josefa Uriburu de Girondo en homenaje a la memoria de su señora
abuela, hija del general Arenales, héroe de la Florida y uno de los
más preclaros mariscales de San Martín. En el legado se especifica
que debe ser destinado a los tuberculosos, aunque no siempre se
cumplió con su deseo”.

100 Según Hollander, aparentemente no tendría vínculos obvios con esta clase, aunque estaba empa-
rentado con el líder de la independencia y caudillo popular Martín Miguel de Güemes. Su abuela
paterna fue prima hermana de Martín Miguel de Güemes. Su espectacular carrera no hubiera sido
posible sin esos vínculos de linaje “más allá de la fortaleza de su personalidad y de su inmensa
habilidad” (Hollander; 1989: 122-123).
101 Roberto José Tavella (Concordia, Entre Ríos, 1893 - Salta, 1963) fue un docente y religioso católi-
co salesiano que ejerció como arzobispo de Salta durante 29 años y participo del Concilio Vaticano
II. Fundó el primer Instituto de Humanidades (Bachillerato Humanista Moderno) en Salta y la
Universidad Católica de Salta, por el legado de Patrón Costas.
238 Sonia Álvarez Leguizamón

Otro ejemplo en esta línea es la del Patronato de la Infancia.


“Es don Francisco Uriburu Patrón, hombre de gran cultura, polí-
gloto, Ministro de Hacienda de Juárez Celman, conocedor de las
fundaciones de hospitales para niños a quien se debe esta primera
institución médica destinada a la protección de los niños o sea es el
predecesor de nuestro hospital de niños”.
Otro relato que muestra la trama densa de relaciones de los linajes de la oligarquía
salteña con el poder político nacional y la acción benéfica es la fundación del Hos-
pital del Milagro por la Sociedad de Beneficencia local. El Hospital
“se inaugura el 14 de abril de 1895, siendo presidente de la na-
ción el ilustre salteño Dr. Evaristo Uriburu, gobernador de Salta
don Delfín Leguizamón, presidente de la Sociedad de Beneficencia
Doña Francisca Uriburu de Castro” (Michel Ortiz, 1983).
La “política” se circunscribía a un grupo de “elegidos” que debían respetar y re-
presentar estas tradiciones. Estos veían como amenaza a sus posiciones sociales
a los nuevos grupos enriquecidos que pretendían sumarse a la gente “decente” y
por tanto a los lugares de jerarquía de la política, a pesar de que los sectores sub-
alternos dirimían también representatividad a medida que avanzaban los derechos
civiles y políticos.
Esta visión elitista de la “política” se observa en Robustiano Patrón Costas,
en ese entonces, uno de los políticos más sobresalientes, fundador del Partido
Demócrata Nacional y candidato a vicepresidente de la Unión Democrática en
1943, en contra de la candidatura del general Perón, “El político es hombre de
ciencia que dentro de la etnia de esas mismas multitudes, tiende con propósitos
morales y sanos a la organización del Estado”. La identidad nacional la constituye
“el respeto a las tradiciones de nuestra historia y de la raza en el sentido de las
creencias...”.102
La raza para Patrón Costas no es sólo una cuestión biológica sino que cons-
tituye estilos de vida, creencias, modos de ser. En sus ideas dominantes, la “raza”
atraviesa la clase social a nivel de las jerarquías superiores, lo mismo que sucede
en la construcción del mestizaje local de las clases subalternas.
Tomo para observar estas clases a la visión de ensayistas o historiadores que
eran voces autorizadas en esta etapa como Bernardo Frías, Juan Carlos Dávalos y
Ernesto Aráoz, pertenecientes al primer tipo de gente para visualizar estos víncu-
los y las formas de dominio servil predominantes. Ellos mismos, o sus familias,

102 Robustiano Patrón Costas, discurso de fundación del Partido Conservador, Diario La Provincia, 19
de abril de 2009 (citado en Correa y otros, 1999).
Formas de racismo indio... 239

eran dueños de las fincas o estancias donde se ejercían diferentes tipos de servi-
dumbre.103
La gente decente, categoría nativa autorreferencial de la clase dominante es
caracterizada por Bernardo Frías, un historiador predominante por su influencia
en la construcción de esta visión hegemónica de la salteñidad, en su ensayo de
interpretación social de la “sociedad salteña” como originaria de “clase noble y
aristocrática” fruto de “ley natural”, a diferencia del “vago y aventurero” o “de
quebrada fortuna”, que llegaba a América. Frías afirmaba que “Salta, por su im-
portancia comercial, fue, desde antiguo, sitio elegido de la inmigración española
de clase noble y aristocrática que en gran abundancia acudió a ella como a Lima”.
Frías fundamenta la “nobleza” de la gente “decente” en base a la conformación
de lo que él denomina “casas” de linaje, las que derivarían de la nobleza española
venida desde el Perú. Según Frías la mayoría de “esta noble inmigración que re-
cibía el vecindario de Salta fue, como lo atestiguan los apellidos de las antiguas
familias y las ejecutorias del linaje, de la nobleza castellana y vascongada, que era
la porción de la población española más honorable y fuerte” (Frías,1971 [1902]:
97-99). Como se sabe, la conquista fue realizada por segundones o exconvictos
que se casaron con nativas, por lo que la ascendencia de una nobleza europea for-
ma parte de esta construcción imaginaria. Es interesante destacar la forma en que
el historiador construye y produce la superioridad (racial, social, moral, natural)
de estas “casas” a partir de un linaje madre, el de Toledo y Pimentel, del que se
derivan “casas” cuyos nombres distinguen a ciertos apellidos. Entre “la nobleza
más sobresaliente”, Frías señala la descendencia de Don Francisco de Toledo Pi-
mentel, “conquistador afamado de esta provincia”, cuya familia vinculada a la
sociedad de Salta, “formó las casas de Toledo, de Alvarado, de Mollinedo y de
Figueroa”. Además de ésta señala su asociación con las “casas” de Castellanos y
Aramburu. Aduce que también “formaban el núcleo noble del vecindario de Salta
las casas de Gorriti, de Gurruchaga, de Hoyos, de Castellanos, de Arias, de Quiroz,
de Güemes, de Medeiros, de Torres, de Moldes, de Ornaechea, de Isasmendi, de
Zenarruza, de Arenales, de Alberro, de Gorostiaga, de Zuviría, de Archondo, de
Ibazeta, de Zavala, de Palacios, de Rioja” y también “las casas de Uriburu y de
Don Manuel de Frías”. Esta última su propia familia. Muchos de éstos, durante el
primer siglo de la República y casi hasta mediados del XX, mantendrán un poder
económico y político fuertemente intrincado a partir sobre todo de uniones ma-
trimoniales entre ellos (Hollander, 1989). Algunos de estos apellidos pertenecen
a héroes de la independencia anticolonial como Güemes y Moldes, otros están

103 Existen otros trabajos de base científica generalmente antropológicos y/o históricos que muestran
estos vínculos en el siglo XX (ver Vázquez y Aguilar, Vázquez, 2015; Villagrán, 2009, 2012; Yudi,
2015; Gatti, 1975; Rutledge, 1987, entre otros) pero que no vamos a tener en cuenta para este
análisis ya que nuestro interés es mostrar los valores y atributos autorreferenciales de clase, raza y
geografía de las propias clases dominantes.
240 Sonia Álvarez Leguizamón

asociados con importantes figuras de la derecha conservadora a nivel nacional y


local como Uriburu, otros tienen ríos que llevan su nombre como los Castellanos
o Arenales o montañas como las lomas de Medeiros que rodean la ciudad de Salta,
es decir son grandes propietarios de tierras. La impronta de dejar en la geografía
natural y urbana sus marcas de linaje se repite para los nombres de los barrios de
la ciudad capital que se comienzan a lotear a partir de 1930 de sus fincas que las
colindaban (ver Álvarez Leguizamón, Aguilar, Sbrocco, 1993).
La “gente decente” se considera una “raza” superior, cuyos estilos de dis-
tinción social permitían y reproducían la dominación servil que practicaban con
la “gente inferior”, quien les debía, por “ley natural”, deferencia y servidumbre.
Por ello Frías consideraba que la “gente decente”, que “con justicia dominaba en
la sociedad”, se imponía por ser heredera de los colonizadores quienes habían
derrotado a los nativos. Reconocía que estas prácticas no eran acordes con “las
preocupaciones reinantes en la época”, aunque esta dominación, “era bien justa y
debida, porque la clase decente era la depositaria de todas las virtudes sociales”
(Frías, 1971 [1902]: 100).
La superioridad que se autoadjudicaban no se refería exclusivamente a sus
vínculos con la población nativa a la que tenían bajo su servidumbre. También los
migrantes recientes que vivían de oficios, trabajando en forma independiente, eran
considerados “inferiores”. Estos trabajadores independientes y profesionales inci-
pientes, comenzarían a conformar los futuros sectores medios. Luego a mediados
de siglo, podrían devenir en burgueses. Por ello Frías consideraba que por
“...sus relevantes cualidades, este elemento formado así de la gente
noble y principal, venía a producir visible contraste no sólo con la
clase baja, por ley bien natural, sino, igualmente, con el elemento
también popular y de la clase baja venida de España que acudía
a avecindarse en nuestros pueblos y cuyos miembros, relegados a
segundas filas en el rango social, eran, por lo general, tenderos, po-
bres, pulperos, hortelanos, arrieros, maestros de primeras letras y
sacristanes; habiendo algunos de ellos llegado a formar fortunas de
primer orden y solidez” (1971 [1902]: 104, cursivas añadidas).
La clase inferior, plebeya, baja y pobre estaba conformada entonces, según Frías,
por los artesanos de la ciudad y habitantes de los campos de origen nativo, más los
de la clase baja venida de España, tenderos, pobres, pulperos, hortelanos, arrieros,
maestros de primeras letras y sacristanes.
La gente decente para Bernardo Frías sería la poseedora de atributos tales
como: sangre, apellido, linaje; pero también de maneras particulares de compor-
tarse, posesión de ciertas costumbres y saberes especiales, posesión de tierras, y
buenas relaciones. Según Frías, “la raza, la cultura, la ilustración y la riqueza se
habían recogido en aquella ciudad con sus favores y sus fuerzas, labrando, a su
Formas de racismo indio... 241

término, la nata y flor de la civilidad argentina” (Frías, 1971 [1902]: 99). Afirmaba
que
“...esta clase, que con justicia dominaba en la sociedad […] la for-
maba así la gente de noble linaje como todo el elemento sobresa-
liente por ser la raza española que pudo imponerse, como otras de
la raza indígena o mestiza, por sus servicios o fortuna, imprimía su
dirección y la ley a la clase plebeya, a los artesanos de la ciudad
y habitantes de los campos que formaban la clase pobre, y cuya
superioridad era reconocida y acatada con tanta buena voluntad y
respeto, que jamás ninguno de éstos hablaba a hombre decente sino
con la cabeza descubierta. Esta dominación, perdonándole las pre-
ocupaciones reinantes en la época, era bien justa y debida, porque
la clase decente era la depositaria de todas las virtudes sociales...”
(1971 [1902]: 100; el resaltado me pertenece).
Según la interpretación de Yudi (2015) la construcción de la gente decente de parte
de Frías se hace a medio camino entre la nobleza y el reconocimiento a veces im-
plícito de su ascendencia nativa y deja entrever en sus contradicciones su origen
mestizo. Para este autor en el revisionismo histórico prohispánico de Bernardo
Frías “abundan esas contradicciones y fisuras. Por una parte elogia la blancura
europea de la elite, por la otra se ve constantemente en la necesidad de justificar
algunos rasgos mestizos”. Esta categoría, la de gente decente, “muestra de manera
muy gráfica esa lucha simbólica que tiende por un lado a postular la “pureza de
sangre hispánica” y, por otro, a asumir a regañadientes la composición mestiza de
la propia oligarquía”.104
Para (Yudi, 2015),
“...la categoría ‘nobles’ y ‘aristocracia’ para nominarlos resulta en-
tonces, por lo menos forzada, con apenas dos o tres generaciones
de pertenencia en el grupo social. Es por eso que nomina su clase
con un concepto mediador, como es el de ‘gente decente’. Lo cual

104 “Este elemento social, cúmulo valiosísimo de la raza blanca; de la riqueza, del trabajo superior y
del mérito de las bellas acciones y valiosos servicios que largos años de actuación visible lavaron
de escorias e impurezas, formaba, entonces, unido a la nobleza, lo que se llamaba, con suma ver-
dad, la gente decente. En sus manos estaba el gobierno de la ciudad, el sacerdocio, la opinión, el
foro, la cultura, el mando de las milicias, el comercio, la fortuna y la figuración personal en todo
su valioso sentido; como que sus antecedentes, sus virtudes, sus fuerzas intelectuales y morales,
era la clase dirigente y la representante del movimiento civilizado y progresista del país. De esta
manera la gente decente, como consecuencia de esta suposición envidiable, gozaba, a la par de la
nobleza –con quien formaba un solo cuerpo social de distinguidos privilegios para imperar sola y
sin mezcla de clase baja–, de cuanto importaba mando, dirección o lucimiento social, basados así
en seculares costumbres como en leyes positivas y razones de bastante consideración en la época”
(Frías, 1971 [1902], en Yudi, 2015).
242 Sonia Álvarez Leguizamón

constituye una clasificación algo más abierta, menos pura; porque


incluye a los outsiders que han ido ampliando los límites de la clase.
Abre la clase hacia comerciantes, profesionales, funcionarios, inmi-
grantes de origen europeo y altoperuanos. Esta nominación resulta
también más potable, a los ojos del ‘progresismo blanco’ portuario,
que un estamento colonial o feudal” (Yudi, 2015).
Por otro lado, para Villagrán la “decencia” sintetiza diversas dimensiones de lo so-
cial –la relación de implicancia recíproca entre posesión, posición y condición– y
“simboliza, a la vez el marco de sentidos desde donde se reafirma la ‘superioridad
natural’ de un grupo y de tal forma su preeminencia incuestionable” (Villagrán,
2012: 45). En mi concepto y siguiendo la idea de decencia y su vínculo con el régi-
men de conocimiento del mestizaje local –señalado por Marisol de la Cadena– en
realidad el apelativo de gente decente forma parte de ese régimen de conocimiento
y de estructuración de la sociedad que el mestizaje local produce asociado con:
estilos de vida, fe cristiana y sexualidad, y que Villagrán sintetiza en los diferentes
aspectos que esa jerarquía produce.
La construcción de la decencia está asociada, como todo régimen de conoci-
miento del mestizaje, a cuestiones de impureza y moral sexual sin importar la os-
curidad de la piel o la mezcla biológica de los considerados decentes. Esta inven-
ción típica del mestizaje latinoamericano es sintetizada por Marisol de la Cadena,
en su análisis sobre el origen de la construcción del mestizaje de las poblaciones
andinas del Perú, a partir de una genealogía de su aparición en este continente.
“La limpieza de sangre, tamizada por las nuevas clasificaciones
raciales, esquivó estratégicamente el color de la piel para devenir
en decencia. Ésta era una práctica clasificatoria que Douglas Cope
encuentra ya en funcionamiento en la ciudad de Méjico en el siglo
XVII y que se convierte bajo la luz de las nuevas ciencias en una
práctica de clase, según la cual la posición social-moral de un indi-
viduo era evaluada a través de su supuesto comportamiento sexual
y no de la religión de sus ancestros (Cope, 1994: 22-4). Los mes-
tizos comenzaban donde terminaban los límites morales-sexuales
de la decencia; por su impureza e inmoralidad sexual, la amenaza
de la degeneración se cernía sobre ellos –pero no sobre las elites,
sin que importara cuán oscuros y biológicamente mezclados fue-
ran sus miembros. Von Tschudi discrepaba con las interpretaciones
locales porque ignoraba que a los mestizos no se les identificaba
según el fenotipo sino por sus defectos morales. Estos eran la cau-
sa de las oscuridades de los mestizos, las cuales podían compartir
con las elites pero sin que ello implicara compartir su inmoralidad.
La hibridez biológica no fue el único componente de la definición
Formas de racismo indio... 243

latinoamericana de mestizos; los peligros que ellos encarnaban es-


taban impresos en sus almas. Formuladas a través de las ciencias
históricas (arqueología, geografía y derecho), las nociones genea-
lógicamente hibridas de raza emergieron en el lenguaje conceptual
proporcionado por la ‘cultura’, en tensión con la ‘biología’, para
reinscribir anteriores ordenes morales de diferencia en la naciente
moral –sexualizada y racial– de la decencia. Del mismo modo, la fe
y la razón se fusionaron para promover una solución: la educación,
la más depurada tecnología del alma, capaz de curar la decrepitud
moral de los mestizos e incluso transformar a los indios en peruanos
evolucionados –en nuevos mestizos” (De la Cadena, 2005: 62-63).
Otros saberes se suman a estos regímenes de conocimiento en la época: la propia
ciencia de lo racial y el evolucionismo eurocentrado, y dentro de estas grandes
influencias se encuentran saberes científicos particulares: el higienismo, la euge-
nesia y la biotipología superpuestas e interinfluenciadas. También más tarde la
caracterología será una manera de clasificar las personas según “tipos” sociales y
raciales.
La biotipología, un área de conocimiento de la eugenesia, era una disciplina
donde primaban las concepciones higienistas y que proponía clasificar a los gru-
pos sociales en biotipos. La importancia que se le da a la construcción de “tipos
humanos” que realizan los ensayistas que estudiamos tiene semejanzas a las de los
inventarios de estos biotipos en los que se interesan los médicos higienistas, aun-
que estos últimos están fundados en bases genéticas y medio ambientales. Estas
ideas vienen a continuar las concepciones evolucionistas de la sociedad y de la su-
perioridad de la “raza” blanca conformadas por el binomio civilización o barbarie.
La Asociación Argentina de Biotipología, Eugenesia105 y Medicina Social se
había fundado en 1932 en Buenos Aires. La asociación había asimilado las ideas
eugenésicas a una palabra, la “biotipología”, inventada por un médico italiano,
Nicola Pende el que había visitado Buenos Aires y bajo cuya influencia se formó
esta asociación. La idea central de la biotipología era que las poblaciones humanas
pueden ser divididas en distintos tipos o biotipos con sus propias características de

105 “‘Eugenesia’ es una palabra inventada en 1883 (del griego eû génésie, bien nacido) por el cientí-
fico británico Francis Galton para acompañar los usos sociales por los que el conocimiento de la
herencia podía ser puesta para adquirir el objetivo de un mejor nacimiento. Otros definen euge-
nesia como el movimiento para mejorar la raza humana o también, para preservar la pureza de un
grupo particular. Como una ciencia, la eugenesia se basó en el entendimiento de las leyes de la
herencia humana. Como un movimiento social incluye propuestas orientadas a que las sociedades
deben buscar constantes mejoramientos de la herencia, por medio de la promoción de la aptitud
de los individuos para reproducirse y sobre todo, lo más importante, para despejar o prevenir lo
‘inepto’ de manera de contribuir a las futuras generaciones. Prácticamente hablando la eugenesia
promueve la administración racional y científica de los factores hereditarios de la especie humana”
(Leys Stepan, 1991: 1 y 2, la traducción me pertenece).
244 Sonia Álvarez Leguizamón

enfermedades y caracteres psicológicos. La biotipología concernía con cuestiones


relacionadas con el control del desarrollo físico, psíquico y sexual, de tal manera
que la “normalidad” se podía asegurar y la anormalidad prevenir. Pende creía que
realizando inventarios de biotipos humanos, los recursos biológicos de la pobla-
ción de una nación podían ser aprovechados en forma más eficiente para el logro
de objetivos estatales. Esta corriente fue muy importante en Buenos Aires hasta
mediados de siglo (Leys Stepan, 1991; Ramacciotti, 2001, 2006).
Dentro de la gente decente en Salta se construye un tipo particular de de-
cencia hibrida que es el gaucho decente, apelativo que usa Bernardo Frías (Juan
Carlos Dávalos más tarde también sigue esta clasificación) para caracterizar a un
“tipo humano” particular, una suerte de híbrido entre la gente decente y el gaucho,
fruto de “continuas mezclas” de familias antiguas y de la “educación física que se
recibía entonces”, la que produjo “una raza de hombres de constitución vigorosa y
robusta” según Frías. Los gauchos decentes así “formados” conformaban “casi to-
dos los hombres distinguidos de la época”, “educados, hijos de buena casa, docto-
res […] de familia acaudalada” (Frías, 1971 [1902]: 147). La hibridez del gaucho
decente es doble, por un lado biológica y por otra de clase ya que al ser el gaucho
un “tipo” eminente criollo la decencia lo blanquea y desmestiza.
Para Frías entre “los gauchos decentes”, “se contaban casi todos los hombres
distinguidos de la época. Hombres de ciudad y educados, hijos de buena casa,
doctores muchos de ellos y casi todos de familia acaudalada”. Para él la decencia
vista desde el punto de vista no del linaje sino de las condiciones biológicas de su
concepción racial provino de la influencia vasca y castellana sobre las familias
locales, además de la “educación física que se recibía entonces”, lo que produjo
“una raza de hombres de constitución vigorosa y robusta” (1971 [1902]: 147). Este
gaucho es el que constituye la característica de las habilidades caballeresca de la
gente decente. “Decencia es, para Frías, la herencia de costumbres caballerescas
de la nobleza hispano colonial –virilidad, destreza ecuestre, honor– que acompa-
ñan la propiedad de la tierra. Así dentro del discurso del mestizaje del gaucho nos
reencontramos con la jerarquía civilizatoria. Patrones y peones intercambian des-
igualmente estilos de vida en ‘paternal familiaridad’” (Lanusse y Lazzari, 2008:
197).106
Podemos observar esta construcción en la manera como Frías describe a Mar-
tín Miguel de Güemes, el héroe Gaucho salteño de la frontera Norte contra el
coloniaje español, quien fue mandado a matar en 1823 –siendo gobernador de la
provincia de Salta– por sectores procoloniales hispanistas de la oligarquía local –y
cuyos restos mortales quedaron en el olvido durante largos años. Revalorizados y

106 Según Lazzari y Lanusse (2012) el relato del mestizaje salteño de Frías es hispanizante por oposi-
ción al criollo americanista que le asignan a Dávalos y otros ensayistas como Joaquín Castellanos.
Formas de racismo indio... 245

puestos en valor social recién en la época del Centenario, cuando son trasladados
a la Iglesia Catedral (Caretta y Zacca, 2011).
Andrea Villagrán (2012) en su libro Un héroe múltiple. Güemes y la apro-
piación social del pasado en Salta, ha mostrado la construcción de Frías del héroe
gaucho decente. Como Güemes no tenía muy buena prensa en esa época, su na-
rrativa histórica puntualiza cualidades y rasgos que lo destacan, estos son sobre
todo su pertenencia a un linaje noble, siendo considerado el prototipo del gaucho
decente. Para Frías, Güemes era
“...de raza pura española. Su familia era contada entre las más dis-
tinguidas de Salta [...] venía a ser dueño de los mejores elementos
de figuración social, había sido nacido y criado en el centro de la
aristocracia, del lujo, de la riqueza, de la cultura notoria y del buen
tono. […] Güemes era el tipo especial del joven aristócrata america-
no” (Frías, 1971 [1902]: 504-505, en Villagrán, 2012: 45).
Se observa en este texto una síntesis de los estilos de vida que la gente decen-
te se autoasigna y construye. En sus descripciones y en el resumen que realiza
Villagrán se puede observar la importancia de las habilidades vinculadas con el
caballo –como lo he señalado para este tipo particular de aristocracia local–. Frías
describe como estos gauchos arribaban a sus haciendas en caballos “lujosamente
ornamentados en plata”107 y haciendo gala del “manejo refinado y majestuoso, del
impetuoso dominio del lazo del potro, porque como los de su clase “eran jinetes y
gauchos como el más afanado campesino” (118-146).
Ernesto M. Aráoz (2008), quien escribe su caracterología regional durante
la década de los ‘30 y ‘40 –al igual que los anteriores ensayistas– diferencia a
Güemes del resto de los caudillos provinciales a quien llama “invasores” y de los
que trata de diferenciar a Güemes en la descripción de sus atributos. Los caudillos,
como hemos visto, remiten al imaginario de la barbarie asignada por la elite porte-
ña a estos líderes provinciales y, por añadidura, a su gente y sus provincias. Ade-
más, en sus descripciones intenta desestimar ciertas interpretaciones de la figura
de Güemes que ponen el acento en la importancia de su interpelación al vasallaje
“subalterno” de los gauchos ejercido en la finca, desarrollando una teoría acerca
de un vínculo de lealtad entre héroe y gauchos que, en realidad, abona uno de los
aspectos de las representaciones del “caudillismo” hegemónico de las visiones
centralistas y anti provincianas.
“Pero el jefe glorioso de los gauchos salteños fue un caudillo a su
manera, distinto de los otros, porque su acción solo se inspiró en
su anhelo superior de libertad y de justicia social; las cargas de su

107 La ornamentación del caballo con cabestros de plata remite a la cultura andaluza, la que considero
tuvo importante influencia en la construcción de este linaje social.
246 Sonia Álvarez Leguizamón

caballería montaraz no fueron nunca fuerza ciega y voluntariosa al


servicio de ambiciones personales o de banderías subalternas, sino
instrumento preciso de colaboración en una gran obra redentora
(2008: 56) [...] la sujeción la sujeción del gaucho al caudillo que lo
lleva a la refriega o a la muerte no es el resultado de una intimida-
ción, ni denuncia un vasallaje subalterno, sino que por el contrario
comporta una vigorosa manifestación de lealtad, de comprensión o
de rebeldía” (2008: 57).
Al igual que Frías, Juan Carlos Dávalos108 (1937: 593) en plena etapa de una visión
folklorizada de lo gaucho, distingue también los gauchos en dos tipos el decente
y el rural y pastor de ganado. Aunque afirma que los decentes no serían mestizos
“civilizados en su exterior”, sino los dueños de las estancias pertenecientes a la
oligarquía. “Los varones más aptos de nuestras antiguas familias fueron y son
estancieros, criadores de vacas y de caballos, gauchos ellos mismos y a la vez
hombres de mundo”. Esta versatilidad entre ser gauchos, señores y hombres de
“salón” fue señalada también por Frías para quien “eran caballeros dignísimos
en la vida social y de salón, que transformaban sus hábitos y su traje, tomando el
de los gauchos, cuando pasaban a dirigir la atención de su intereses rurales”. Las
mímesis del gaucho y sus ambivalencias sociales según sea la relación jerárquica
de clase que ocupa, es otro elemento de hibridez del mestizaje local y requiere por
ello de narrativas que deslinden entre ellos.
El gaucho no decente, si bien se le reconoce ser “civilizado en su exterior”,
está subalternizado y, en la jerarquía del mestizaje local, ocupa un lugar superior al
coya o el indio. Las explicaciones acerca de ese lugar en la jerarquía social pueden
rastrearse en la relación de intimidad y contraprestaciones entre gauchos peones
y gauchos decentes.
A diferencia de la construcción del gaucho en la historia oficial nacional del
siglo XIX donde la imagen dominante es la de bárbaro, cuchillero que hurta gana-
do y vive al margen de la ley (Villagrán, 2012), el gaucho salteño en estas narrati-
vas se diferencia de aquel, al no ser pendenciero, valorizando su carácter libre pero
sumiso al patrón decente, como veremos.
Otra categoría del personaje masculino que subsume las virtudes de esa clase
es la de “señor urbano”. Esta nominación no habla de gaucho decente directamen-
te pero hace mención a su carácter gaucho, diferenciándolo del gaucho rural en el
grado de mestización y en su posición de clase. En la caracterología de Aráoz apa-
rece el gaucho y “señor urbano”. En este nuevo apelativo le ha sacado la decencia,
pero mantiene su “señoría”, es decir su posición social jerárquica con referencia
nobiliaria. En este sentido la caracterología que el mismo Aráoz se atribuye como
ejercicio societal lo acerca a una visión más psicológica de los tipos humanos que

108 Ver nota al pie 15.


Formas de racismo indio... 247

construye, si bien supera la visión racial de las interpretaciones anteriores, no deja


de tener influencia de la visión neolamarkiana y de la geografía clásica en lo que
hace a los determinismos del paisaje y el ambiente sobre esos tipos. A pesar de las
diferencias eventuales de los atributos que le asigna no se diferencian de los de
Frías ni Dávalos, aun usando un lenguaje vinculado con los caracteres psicológi-
cos y teniendo en cuenta factores “étnicos”, acordes a la influencia de la incipiente
antropología social. Al igual que sus predecesores, hace referencia a la versatilidad
de sus virtudes vinculadas con el caballo dentro de las actividades rurales, aunque
lo denomina “señor urbano”. Podemos ver aquí una tercera hibridez que se suma a
su mestizaje, ahora se trata de un señor urbano leguleyo que conoce de las faenas
y el comercio rural al pie de la letra, es un gaucho urbano-rural. Estas caracterís-
ticas: la del gaucho rural/urbano y señor, muestra como la dicotomía clásica de lo
gaucho vinculado a lo rural en Salta es relativa.
“El hombre modesto y cortés, de espíritu cultivado y maneras deco-
rosas, que atiende sus propios intereses o desempeña en la ciudad
funciones burocráticas es comúnmente la expresión urbana y seden-
taria del gaucho, diferenciándose de aquel en el grado de su mesti-
zación. Si el gaucho es la imagen ecuestre del hidalgo pueblero, éste
a su vez participa de la nobleza ingénita de aquel señor, como que
ambos son distintas ramas de un mismo tronco secular cuando no se
confunden en el tipo clásico de estanciero norteño, avezado hombre
de campo, corredor en el monte, emprendedor de negocios, varón
fuerte y sencillo de ruda corteza y corazón templado, que tan pronto
domaba un potro, llevaba mulas a Lima o a Potosí, como iba a dis-
cutir a las asambleas constituyentes de la Nación las bases jurídicas
de nuestra organización política” (Aráoz, 2008: 55).
Hace suyos dichos de Ibarguren acerca de este señor...
“la hidalguía castellana, la hospitalidad abierta, el orgullo y la al-
tivez con el magnate ensoberbecido y la paternal familiaridad del
patrón con el servidor humilde, caracterizan algunos rasgos psicoló-
gicos del señor salteño”.
En estas cosmovisiones se observa una referencia indirecta la clase dominante
porteña (el magnate ensoberbecido) y la altivez hacia ellos está sugiriendo un
conflicto entre ambas clases dominantes.
Para Aráoz el hombre “culto de la ciudad”, forma parte de la “elite criolla” y
a su vez es un “hidalgo colonial”, este señor
“...encarna la tradición española, o mejor dicho la tradición hispa-
noamericana estereotipada en esa ‘elite’ criolla que constituyó una
clase dirigente en el país desde la Revolución de Mayo hasta el ad-
248 Sonia Álvarez Leguizamón

venimiento de las modernas prácticas democráticas. El cosmopoli-


tismo, acaecido por la inmigración, infiltró sus fuerzas renovadoras
en las masas electorales y reclamó su participación en las funciones
directivas del Estado hasta abatir el privilegio social y político de
la clase dirigente. Este tipo de hidalgo colonial, amasado en las
faenas rudas de la guerra, de la agricultura, del comercio sedentario
y del comercio trashumante, adquiere en cada ambiente local una
fisonomía particular” (Aráoz, 2008: 54).
Otra categoría nativa racial y de clase es la de cholo,109 vinculada con los sectores
dominantes, la que tiene muchas acepciones en el mundo andino (Ecuador, Perú,
Bolivia, norte de la Argentina). En el caso de Salta en el presente es recíproca en-
tre clases dominantes y subalternas y hace mención al origen indígena de ambos
grupos. La acepción más antigua de cholo se la puede encontrar en Frías donde
aparece –al igual que en las representaciones recogidas para mitad del siglo XX
por Solá– un factor esencial a las narrativas dominantes del mestizaje: las prácti-
cas sexuales y la amoralidad a ella asociada. Para Frías el cholo constituiría una
clase intermediaria, “superior a la plebe española y formada por los hijos ilícitos
de gente decente y mujeres de ‘segundo pelo’ o de plebe hispánica” (Frías, en Pa-
lermo, 2011: 47). Vemos aquí el componente amoral de la categoría vinculada con
relaciones sexuales “ilícitas” propias de la política conceptual del mestizaje seña-
lado por De la Cadena. Yudi (2015: 121) ve en Frías otro atributo del cholo para
las clases dominantes de la que él forma parte, la de advenedizo y presuntuoso que
todavía sigue presente, que serían
“los integrantes de esos sectores cercanos en términos sociales y
raciales, pero no pertenecientes al núcleo duro de la ‘gente decente’
[…] Es la zona gris del grupo social dominante, la parte mestiza de
la clase, su zona impura, contaminada y advenediza”.
Para el caso de Salta, considero que el surgimiento de la etiqueta de cholo como
mote despectivo de las clases medias a las clases dominantes pudo haberse origi-
nado en el proceso de conformación de ésta a partir de principios del siglo XX. En
este contexto relacional este apelativo posee una alta densidad significativa para
nominar a los sectores autodenominados “decentes” o de “bien” o con “señorío”,
de parte de estas clases. En este juego de discriminaciones raciales, los sectores
medios han resignificado el apelativo de cholo que se les asignaba, como inferior
y con hábitos diferentes a los de la elite, haciendo mención a su origen indio,
burlándose y recordando el origen construido de una aristocracia con ascendiente

109 Algunos consideran que su origen está asociado en el Alto Perú con cierta capa de indígenas ricas
que se visten a la usanza española (con la pollera más corta) y que tenían en la ciudad una mejor
posición económica (Yudi, 2015). Para un estudio historiográfico de esa transformación y de la
vestimenta de estas mujeres, para el caso de Bolivia, ver Barragán, 1992.
Formas de racismo indio... 249

indígena con una palabra fuertemente despectiva y racial como la de cholo. Según
Yudi (2015: 21),
“...ha sido, y lo es todavía, una categoría popular y por lo tanto de
uso común y cotidiano […]. Es además un concepto que transpa-
renta lo que la oligarquía tiende a negar, a disimular o a ocultar de-
trás de un florido trabajo simbólico. Remarca justamente la cercanía
étnica, lo mestizo y lo imbricado de la convivencia, y devela a los
esquemas clasificatorios como una arbitrariedad cultural”.
Para José V. Solá, en su diccionario de regionalismo de mediados del siglo XX,
como sustantivo, cholo “es un término recíproco que en ambos casos remite al
origen nativo o lo indio. El de la aristocracia llama cholo al de clase media, y este
denomina así a aquél” (2004 [1947]: 132). Como adjetivo, cholo para Solá sería
“Blanco de piel. // Cobarde, ejemplo: gallo cholo, por ser cruza de raza de pelea
y una que no lo es”. También recoge otra acepción que es sinónimo de mestizo:
“mestizo de europeo e india, del quechua: chúlu: híbrido, mestizo”.
Solá consigna otros derivados del término cholo: cholanco (blanco), cholar
(gastar dinero con cholas), cholear (tratar de chola a una persona), cholita (si-
nónimo de mujerzuela) (2004 [1949]: 132), acholado (acobardado, relacionado
con cholos, sin modales), acholar (perseguir a alguien acobardado, vincularse con
cholos) (2004 [1949]: 31). La mayoría de estos términos derivados hablan de los
atributos que las clases altas asignaban a los grupos que consideraban de una je-
rarquía inferior como “cholos” (cobardes, sin modales) y vinculado fuertemente
a relaciones sexuales que los hombres de estas clases mantenían con mujeres que
consideraban cholas, de allí que cholear es definido con el eufemismo de gastar di-
nero con cholas y cholita o mujerzuela, aludiendo el “zuela” a una condición des-
pectiva vinculada con la potencial prostitución de estas mujeres. Estas prácticas de
los hombres de las clases dominantes salteñas son otra muestra de la ambivalencia
de sus valores, desprecian por un lado los hijos nacidos de distintas “razas” y en
ello basan la construcción de la subalternidad “no decente” y por otro abusan
de esas mujeres en su posición de “machos” con derecho de “pernada”, tanto en
la casa con las empleadas domésticas como en estas prácticas de “choleros”. La
doble moral sexual masculina “decente” está fundada en parte en estos estilos de
vida que cuidan de la moralidad sexual de las mujeres de su clase mientras abusan
de las de otra clase, prácticas propias de la moral masculina de este particular
racismo indio. La categoría nativa racial de chinita sintetiza en parte este vínculo
como hemos visto.
250 Sonia Álvarez Leguizamón

Las etiquetas no decentes. Formas de denominar y dominar a la plebe. Sus


relaciones subalternas
Las clasificaciones y etiquetas para los no “decentes” incluyen al colla y al gaucho
y también a los extranjeros e indios, aunque estos últimos no aparecen siempre
como clasificaciones del mestizaje en los ensayistas analizados y su lugar en esta
jerarquía esta fuera de la sociedad, lo que muestra el lugar más descalificado ya
que no está incluido ni siquiera de manera subordinada.
A principios del siglo XX el aborigen no era un grupo al que había que in-
tegrar sino domesticar o sojuzgar, seguía presente la cuestión del indio como una
problemática neocolonial al que había que someter y reducir. En Salta la cons-
trucción discursiva de las elites de tipos humanos considerados inferiores y bajo
relaciones de subalternidad racializada fue cambiando al igual que en el país. En
el siglo XIX, el mulato era el mote más discriminatorio. Según Gregorio Caro
Figueroa (1970), mulato era el más grave insulto que podía encontrarse en el ca-
tálogo salteño de injurias. En Solá encontramos este término definido como: “adj.
Dícese de la persona que tiene el cabello crespo, menudo…// adj. Bajo, ruin…
término peyorativo, empleándoselo como apodo que acompaña al apellido” (2004
[1949]: 26). Un dicho del XIX lo atestigua: “Cuídate del pastel recalentao, del
viento colao, y del mulato acaballerao” (cuidarse del resentido social).110 Se ve
aquí cómo la cuestión caballeresca es fuerte en la representación racial salteña.
Este viejo consejo de la “gente” que se consideraba “decente”, “principal” y “ho-
norable”, permanece anclado en el inconsciente colectivo y remite al miedo a los
“advenedizos” de color de piel oscura. Ahora el mulato se ha travestido en negro
y el dicho se actualiza: “cuídate del locro guardao, del viento cruzao y del negro
acaballerao”. En el lenguaje común salteño es muy común no pronunciar las des
en este contexto lingüístico. Así para Aráoz la persona que ha ascendido social-
mente le recuerda al mulato sobre todo por su altivez, arrogancia, “la inconducta
o intemperancia esporádica con que de vez en vez nos sorprende algún sujeto bien
acomodado en un ambiente de cultura general...” (2008: 53).
En la caracterización de Frías de principios del siglo XX, los que no eran
gente decente formaban un grupo entre los que se encontraban: la chusma, el pue-
blo, los trabajadores de oficio, los extranjeros, los pobres, que formaban parte de
la plebe –nominación de origen aristocrática del colonialismo inglés–. La etiqueta
de chusma es también señalada por Figueroa (1991).
Entre las etiquetas etnosociales de la subalternidad están en una línea de lo
más cercano a lo más alterizado: el gaucho, luego el coya y finalmente el indio,
en un gradiente que va de un linaje más hispánico o “blanco” a lo más indio. La
construcción y el relato de los colonizadores españoles como blancos tiene que ver
con la genealogía del mestizaje señalada por De la Cadena (2006: 58) asociada a

110 En Figueroa (1991: 82) figura como: “Cuídate del aire colao, del locro guardao y del mulato ase-
ñorao”.
Formas de racismo indio... 251

dos regímenes de conocimiento: la limpieza de sangre y la idea de raza de la razón


ilustrada, que permanecen en el tiempo. Recordemos que la primera la practicaban
los castizos antes de la conquista y colonización, basada en el régimen de cono-
cimiento de la fe, “que sitúa a los linajes cristianos puros encima de los linajes
manchados por los conversos (judíos bautizados, musulmanes o indios)” y a la
connotación moral asociada primero con el desorden y el malestar político y más
tarde con la sexualidad de los mestizos. En síntesis no es una cuestión de color de
piel sino de formas de dominación pre y postcolonial.

Los gauchos “decentes” y los “gauchos peones”


Entre los “habitantes del campo de origen nativo”, el arquetipo en el ámbito nacio-
nal y también provincial de clasificación lo constituyó el gaucho. Si bien su repre-
sentación es controvertida, su figura surge revalorizada luego de las guerras de la
independencia, cuando su bravura en las montoneras comienza a formar parte del
imaginario nacional y es ensalzada en el siglo XX como producto de la corriente
criollista y cierto nacionalismo del bicentenario. El gaucho en la homología del
racismo indio porteño como vimos se asocia con los caudillos del “interior”/lo
bárbaro/lo rural/las provincias. Sin embargo, a finales del siglo XIX se produce un
trasvasamiento social y espacial del gaucho pampeano que había sido sojuzgado,
al gaucho del “interior” que “queda en las provincias del norte”.
A nivel local la representación del gaucho es controvertida y compleja. Hay
gauchos “decentes” y también subalternos o gauchos peones. Por otro la valora-
ción del gaucho como símbolo identitario de lo salteño ha sido el producto –en
forma muy simplificada– del rol heroico jugado por los llamados Gauchos de Güe-
mes en las luchas contra los españoles que avanzaban del Alto Perú y por un pro-
ceso de apropiación de esta cultura de parte de los grupos dominantes que, en estos
mecanismos simbólicos de sobreactuación de ciertos rasgos positivos, al mismo
tiempo expropia subjetividades111 e invisibiliza las relaciones de subordinación
de la que los gauchos peones son producto. Deja sólo la apariencia, la vestimen-
ta, la destreza para con el caballo, su caballerosidad, e invisibiliza la relación de
subordinación en la que está inmersa. El trabajo de Villagrán (2012) muestra este
proceso a lo largo del siglo XX.
Para Bernardo Frías el gaucho como tipo humano que puebla la “campaña”,
es diferente al que reside en las ciudades. De nuevo el gaucho salteño es urbano y
rural, el urbano en esta representación es el dominante y el de la campaña, el su-
bordinado, aunque cuando se ve jugar estas clasificaciones en los textos se puede
colegir que también el urbano ejerce su dominio tanto en la finca o estancia como
en su casa “solariega” o urbana.

111 Para un análisis de los procesos de expropiación de subjetividades neocoloniales ver Rivera Cusi-
canqui (1996) y Cusicanqui y Barragán (1997).
252 Sonia Álvarez Leguizamón

La mayoría de las clasificaciones y tipos responden también a una división


espacial de la provincia de un cierto determinismo geográfico y neolamarkiano.
Frías caracteriza a la provincia en la zona oriental, hacia el norte, como de clima
tórrido, donde se emplazaban los ingenios azucareros, el pastoreo y la cría del
ganado. Dice que los gauchos que vivían en esta zona y los del “Valle Central,
llamado de Lerma, casi eran todos mestizos, revelando el cruce con la raza blanca
en la fisonomía, en la barba, en lo claro de su color” (Frías; 1971 [1902]: 106).
La acepción de mestizo aquí remite a menos indio que en otros contextos, es lo
opuesto. Mientras los calchaquíes tenían menos “cruces” con españoles.
Una de las acepciones de la palabra gaucho hace referencia a su falta de filia-
ción que lo coloca en una situación de errancia (guascho). Solá en su diccionario
no consigna la palabra gaucho pero sí menciona el término guascho, (que en ge-
neral suele asociarse al origen del primer término),112 como derivado del quechua
wajcha; pobre, menesteroso, huérfano, mendigo (2004 [1949]: 176). En el linaje
de las palabras se sutura la falta de filiación, la escasez de recursos económicos,
con la condición social de clase inferior. La desafiliación se vincula indirectamen-
te a la amoralidad de sus progenitores y a la errancia, condición que las clases
dominantes detestan, puesto que es la base de la falta de fijación a un territorio,
donde manda el patrón o el Estado.
La representación de Frías sobre estos gauchos es “de ignorantes, vagos, su-
misos a la autoridad del patrón, taimados y cautos, pero también con espíritu libre,
a la vez dócil y altivo” y afectos a la independencia personal.113 A diferencia del
gaucho de las pampas, Frías afirma que no era “el campesino del norte el vago
afecto a la vida errante”. La vagancia se asociaba a su condición de pastor. Consi-
dera que “el gaucho simplemente pastor [...] era por naturaleza holgazán” (Frías,
1971 [1902]: 112). La visión de Frías es también condescendiente hacia el gaucho,
actitud típica de las elites hacia las clases subordinadas, posición que permite y
reproduce la dominación.114 La representación de vago, ignorante, incivilizado y

112 Ver por ejemplo: http://www.elfolkloreargentino.com/gaucho.htm.


113 “Si la lucha por la vida dentro de la miseria de recursos de la clase pobre a que pertenecían había
acostumbrado a estos hombres a la sujeción moral y social del poderoso, […] la misma virtud del
trabajo individual y libre y la inmensidad y grandeza con que la tierra aparecía a sus ojos en sus
campos, en sus selvas, en sus montañas, en el misterio y en el peligro, habíanle infundido un es-
píritu también afecto a la independencia personal. El gaucho se levantó así, a la vez dócil y altivo.
Sus afectos sinceros, sus consideraciones respetuosas por el propietario y señor de la tierra en que
vivía y en donde, por lo común era nacido, y para todos los de aquella clase superior, se cambiaba
en un sentimiento de igualdad y aun de superioridad también, respecto al resto de las gentes, con
más precisión cuando eran forasteros en el lugar” (Frías. 1971 [1902]: 106-107).
114 “El gaucho de Salta amaba la sociedad y sus instituciones como amaba su provincia, reconocía
y veneraba en el patrón, en su familia y en la gente de aquella clase, la autoridad, el ejemplo, la
enseñanza, la protección, la justicia y la ventura misma de su persona y de su prole” (Frías, 1971
[1902]: 107).
Formas de racismo indio... 253

la condición de inferior que le asigna Frías al gaucho, tiende a justificar las rela-
ciones de patronazgo que ensalza.
El gaucho por otra parte en Salta es una denominación genérica para el pastor
de ganado vacuno y arriero pobre que trabajaba para algún hacendado, caracteriza-
do por su agilidad en las tareas de pastoreo, con el caballo y con el facón y por su
vida nómada y campestre. La asignación de un lugar de inferioridad al gaucho y el
desprecio por la posibilidad de ascenso social se observa en el dicho: “no pueden
ver al pobre gaucho con espuelas de plata” (Figueroa, 1991: 216).
A pesar de todo ello ha sido revalorizado y se ha convertido hoy en un sím-
bolo de identidad de la salteñidad, proceso que no le ha quitado su lugar entre las
clases subalternas (Villagrán, 2012). Figueroa, en la descripción de sus atributos,
ya refleja este cambio. Menciona tres salteñismos asociados a la palabra gaucho: el
“gaucho salteño”, el “gaucho fronterizo” y el “¡gaucho lindo!”. El gaucho salteño
es definido como “el criollo nativo de esta provincia, buen jinete y mejor domador;
noble y bravío, estoico y generoso, servicial y hospitalario, creyente y respetuoso,
guapo para el caballo tanto como para el cuchillo; esclavo de la palabra empeñada
pero dueño de su libertad indeclinable” (1991: 139). De aquí se derivan según
Figueroa los modismos de “gauchazo” (valiente, generoso) y “gauchada” (favor
desinteresado). El gaucho fronterizo es el localizado en Rosario de la Frontera y la
zona de Anta, que para Solá es el estereotipo del gaucho. El gaucho lindo sería la
forma en que se destaca una cualidad en el varón en el campo.
A pesar de “su rusticidad, para Frías el gaucho era, sin embargo, hombre de
honrados sentimientos y aún de caballerescas virtudes”. Los estilos musicales que-
jumbrosos y sentimentales, que según él practican los gauchos,115 son propios de
las razas primitivas por oposición al gusto más “civilizado” de los estilos alegres
y viriles. Hoy esta visión de la música, ahora llamada folklórica que forma parte
de la invención de la tradición salteña, sería muy discutida. Las elites han hecho
suyo ese estilo de cantar quejumbroso y lo han plasmado en sus tonos y temáticas
de las letras.
Juan Carlos Dávalos, al igual que Frías, se imagina la composición social
según tipos humanos vinculándolos a factores ambientales y raciales. Según Flo-
res Klarik (2001: 28), la postura de Dávalos responde a una visión tradicionalista
del “espíritu salteño”, que construye lo popular del gaucho, en contraposición a la
perspectiva modernizante de los porteños, aquella que coloca al interior y al norte
junto con sus tradiciones como sinónimo de atraso e incivilización. En su defensa
sobre la tradición salteña, Dávalos rescata dos valores principales que para él pa-
recen perderse: “la fe de estirpe, que expulsó al moro y sometió al indio”, es decir
el catolicismo de España, el régimen de la fe cristiana en el mestizaje local, con-

115 “Su alma noblemente sensible […] lo hacían afecto a la música y al canto, donde campeaba cierto
espíritu de sentimentalismo quejumbroso propio de las razas primitivas, mezclado con la corriente
alegre y viril que derrama el gusto ya más civilizado en el hombre libre” (Frías, 1971 [1902]: 108).
254 Sonia Álvarez Leguizamón

dición neocolonial antiindígena de los valores salteños que destaca, junto con “la
lealtad de los gauchos, en la empresa patriótica de Güemes”. Sabemos que ciertos
gauchos tuvieron un rol importante en las batallas libradas contra los grupos indí-
genas chaqueños de finales del siglo XIX y la de principios del XX al mando de
Victorica. Da cuenta Juan Carlos Dávalos también del proceso de transformación
de este “valor despectivo” en el imaginario de las elites, a partir de la influencia
que tuvieron las corrientes ideológicas de Buenos Aires, con la revolución primero
y “con la consolidación de la nacionalidad más tarde” por el “prestigio, militar,
histórico y literario de esa palabra”.116
Dávalos hace referencia a la importancia del Martín Fierro en esa concep-
ción del gaucho. Si bien destaca la acción de las milicias de Güemes, critica la
posición anticolonial, antiespañola y popular del héroe. Afirma que el hecho de
que Güemes los haya denominado “gauchos infernales”, constituye un apelativo
“anti español, anti urbano, populachero y terrorífico” (Dávalos; 1937: 591-592).
Esta visión, muestra la tensión en la valoración del gaucho, la posición elitista e
hispanista de Juan Carlos Dávalos, además de un evidente sentimiento de amenaza
a las posiciones de clase.
El gaucho, según Dávalos, responde a un tipo rural uniforme; “el de los gau-
chos troperos” que irá “plasmando la sorprendente unidad del hombre argentino”.
El gaucho tropero o campero era un pastor de ganado vacuno a campo abier-
to, generalmente conchabado a una finca.
“Entre nosotros el término designa al jinete experto en faenas cam-
peras; tanto que en Anta, campero o campeador, es sinónimo de gau-
cho. En los cerros boscosos de Metán, de Campo Santo, de la capital
misma; en las sierras de Guachipas, Anta, Rosario de la Frontera y
La Candelaria; en las selvas de Orán y Rivadavia, se crían a campo,
en estancias exclusivamente ganaderas, no menos de quinientas mil
cabezas de ganado, que no puede ser manejado a brete, sino saca-
do a caballo [...] Son los hombres que llegan a la ciudad arreando
hacienda por los caminos de la provincia, [...] que son los troperos
[...] que marchan [con el ganado] paso a paso, hasta Antofagasta,
caminando ochocientos kilómetros a través de la cordillera de Los
Andes y del desierto de Atacama [...] Gente que por fuerza vive a
caballo, lo mismo que hace un siglo, sin que el ferrocarril, ni el au-

116 “Para que amenguara un tanto el de la voz gaucho fue preciso que la gente norteña otorgase mayor
crédito a las corrientes ideológicas de Buenos Aires que de allá nos viniese, con la Revolución pri-
mero, con la consolidación de la nacionalidad más tarde, el prestigio, militar, histórico y literario
de esa palabra”. Dávalos, 1937: 593, “Collas y gauchos” en Los valles de Cachi y Molinos, prólogo
del Dr. Atilio F. Cornejo, Andanzas, narraciones de viajes, tradiciones, costumbres, arqueología.
Editorial La Facultad, en Dávalos, 1996, Obras Completas (editas), Volumen II. Buenos Aires,
Honorable Senado de la Nación, Secretaria Parlamentaria, Dirección de Publicaciones.
Formas de racismo indio... 255

tomóvil, ni las escuelas rurales hayan modificado sensiblemente sus


costumbres y espíritu” (Dávalos, 1937: 593).
El gaucho peón en el gradiente de la construcción del mestizaje local sería el más
cercano a lo “español”, el “menos mestizo” y el más valorado por sus virtudes
caballerescas y heroicas, aunque esta representación es ambivalente y está acom-
pañado de una serie de atributos descalificantes de clases y raciales.

Coya/Colla/kollas/coia

…Somos todos argentinos, pero extranjeros en la puna…


Beatriz Sarlo, 2014: 78.

En la primera mitad del siglo XX en Salta, sería la nominación que las elites sal-
teñas dan al poblador nativo de los Andes, dicho de manera genérica, o lo que en
algunos lugares se llama altiplánicos (pertenecientes o provenientes de la Puna).
El etnónimo colla es un ejemplo de luchas clasificatorias que permiten hablar al
subalterno y que, por otro, nomina tipos humanos descalificados por las elites,
dentro del régimen de conocimiento del mestizaje local.
Un breve recorrido de la significación de la clasificación de coya/kolla visua-
liza estas luchas, según en qué idioma se hable: la segunda quechua, la primera
castellanizada.
Coya tiene su origen en las palabras reino y reina en quechua, también la
coya es la fundadora del linaje quechua –según la interpretación de Huamán Poma
(1615)–. Es una etiqueta o nominación étnico social que pasa de la más alta jerar-
quía social (la reina coya, esposa de los incas) a la representación estigmatizante
del racismo indio del coya del siglo XIX y XX y, de allí, a finales del XX, al orgu-
llo kolla vinculado con procesos de recuperación de identidades y luchas subalter-
nas de estos pueblos, como la organización K’ollamarka117 del presente. Aunque
se pueden encontrar otras acepciones entremedias, tanto en el largo tiempo como
en el presente.
Se puede observar en este ejemplo el proceso social de metamorfosis produc-
to de luchas sociales y formas variadas de significación de estas nominaciones e
identidades que van, de la más alta jerarquía social –en el pasado precolonial– a la
más baja durante el siglo XX, al proceso descolonizador actual.
En este grabado de Felipe Guamán Poma de Ayala (1615) se representa a
Mama Guaco Coya. Esta reina dice el autor:

117 La actual K’ollamarka nuclea a una serie de organizaciones indígenas territoriales de las provin-
cias de Salta y Jujuy (Milana, 2015), que se reconocen como indígenas y kollas.
256 Sonia Álvarez Leguizamón

“Marca el comienzo de las reinas coias esposas de los inkas, dicen


que ella era hija del sol y la luna, con la autorización de su padre Inti
se casó con su primer hijo Mango Capac Ynga”.

Imagen III.5
La primera historia de las reinas coia.118

Para Huamán Poma la Coia es la fundadora del linaje quechua. El imperio incaico
estaba dividido en cuatro suyos, uno era el Kollasuyo o Khóllan en la zona sur de
Cuzco –su centro–. En ese entonces la palabra colla deviene también natural de

118 Foto tomada del “El sitio de Guaman Poma, Un centro digital de investigación de la Bibliote-
ca Real de Dinamarca, Copenhague” [en línea] http://www.kb.dk/permalink/2006/poma/info/es/
frontpage.htm.
Formas de racismo indio... 257

ese lugar: el Altiplano y/o el Titicaca. Esta acepción se mantiene en Salta para el
“tipo colla” según las fuentes de algunos ensayistas del siglo XX.
Para Dávalos, el tipo colla “continúa siendo entre los salteños, un epíteto
ingrato, porque con él designamos una entidad racial parejamente opuesta al fron-
terizo y al calchaquí”119 (cursivas añadidas).
“Este último, en efecto, llama colla, muy acertadamente, a la raza
indígena pura, atacamameña, que puebla la altiplanicie del extremo
noroeste; raza y comarca que comenzaron a ser argentinas no hace
muchos años, cuando a raíz del tratado de límites, el territorio de
Los Andes, originariamente boliviano, se incorporó a la jurisdicción
nacional” (Dávalos, 1937: 594, cursivas añadidas).
En esta representación de Dávalos, el colla se homologa a “raza indígena pura”, es
decir sin mezclas con español y a la nacionalidad boliviana, siendo que el dominio
incaico llegó hasta la región que hoy ocupa Santiago del Estero. También señala
la tensión entre los grupos calchaquíes y los de Atacama (Cortázar, 2008). Esta
homologación en las categorías nativas entre colla, boliviano e indígena (que se
mantiene en la actualidad) se puede visualizar también en el diccionario de regio-
nalismos salteños, escrito por José Vicente Solá (1950). Allí afirma que colla “es
el boliviano o el indígena que vive en Salta”. Como hemos visto, lo indio en el
imaginario predominante nacional se asocia a lo boliviano –entre otras naciones
“regionales”– y en la geopolítica del conocimiento del mestizaje local, Bolivia es
como el epítome de lo indígena para la gran mayoría de la población.
Esta homologación entre indígena/boliviano/colla forma parte del sentido
común del racismo indio salteño y de los regímenes de conocimiento locales he-
gemónicos y naturalizados. Vinculados de diversa forma con el subdesarrollo, lo
sucio, lo arcaico. En fin, un sin número de imaginarios descalificantes que tienen
como espejo invertido lo blanco, lo europeo, lo limpio, lo “argentino”. En el dic-
cionario de Solá se afirma que coya: “también se le dice así a quien es ‘oriundo de
la Puna’” (2004 [1949]: 94). La Puna aparece como el locus central de su hábitat
–en la mayoría de las descripciones tipológicas revisadas–. En un libro de ensayos
y memorias personales de Beatriz Sarlo (2014: 78) –cientista social de reconocido
prestigio y agudo sentido crítico–, afirma que “…somos todos argentinos, pero
extranjeros en la puna…”, haciendo referencia a una serie de vivencias que tuvo
de adolescente en este lugar. Esto muestra la extranjería de la Puna, para una per-
sona de Buenos Aires. A su vez, es una expresión de cómo operan los regímenes
de conocimiento del mestizaje local: extranjerizando al espacio y a la población
que está más cerca de lo indio.

119 Fronterizos serían las poblaciones de la zona del departamento de Anta y Calchaquíes los oriundos
de los Valles Calchaquíes.
258 Sonia Álvarez Leguizamón

La palabra, dicen los lingüistas o estudiosos del hablar regional del siglo
XX, derivaría del quechua: ya sea como: qjolla: indio que habita el desier-
to o cordillera;120 o de kokot: astucia, ardid, maña, talento y lla: únicamente,
destacadamente;121 o bien kkolla sureño, procedente del Khóllan natural del Ti-
ticaca.122
En el diccionario de Figueroa también se encuentra igual significado. En
los refranes de uso cotidiano que Figueroa recoge, se ilustra los atributos de este
apelativo: “colla bajao del cerro” (inculto, cerril, torpe, ignorante); “colla bajado,
talón rajado” (idem al anterior); “colla cacayento” (injuria que se refiere a la po-
breza de una personas señalada en las grietas de los pies y también de las manos,
por no usar calzado123 (1991: 67); “bajado del cerro” (persona lenta en reaccionar,
razonar, contestar; huraño, ignorante) (1991: 53); “parecer un colla” (persona in-
culta, torpe, descuidada, improlija) (1991: 230-231); “no hay que ser tan colla”
(incivilizado, inculto, torpe) (1999: 214); “juegue con el colla pero no con las
alforjas” advertencia en forma de broma hacia quien pretende apoderarse de algo
(1991: 165). Al colla entonces se le adjudican los siguientes atributos: ignorancia,
torpeza, incivilización, incultura, improlijidad, descuido, tacañería, y también se
alude a su origen campesino o rural (“bajado del cerro”) y taimado.
Taimado como atributo despectivo da cuenta de formas de resistencia al po-
der y a la dominación. Se dice que es servil pero se comporta como taimado es de-
cir con astucia y disimulo para conseguir una cosa, es bellaco, pícaro, disimulado,
no cede fácilmente. Son las maneras en que habla el subalterno diría Guha (2002)
o Chakravorty Spivak (2003). Como no puede resistirse abiertamente, lo hace a
través de la astucia, el disimulo, la picardía. Entre las acepciones más antiguas de
taimado encontramos que es sinónimo de ladino. En ambos está el sentido de la
resistencia y la astucia y un linaje racista del régimen de conocimiento de la lim-
pieza de sangre de la que proviene la nominación de mestizo, según la genealogía
que realiza Marisol de la Cadena (2006). Recordemos que la limpieza de sangre
la practicaban los castizos antes de la conquista y colonización y estaba basada en
el régimen de conocimiento de la fe en base a la idea de linajes “puros” cristianos
por sobre los conversos, denigrando a aquellos que adoptan la lengua castellana y
que están siendo colonizados y dominados.
En la genealogía de la palabra ladino se observa, por un lado, la acepción de
sagaz o taimado y, por otro, su ligazón genética con ese régimen de conocimiento
racista de limpieza de sangre. Primero se refería a la variedad de latín o romance
hablada por musulmanes, luego a la variedad de español que hablaban los des-
cendientes de los judíos expulsados de España y también los sefardíes. Luego

120 Según Lizondo Borda, citado por Solá (1949).


121 Según Storni (Solá, 1949).
122 Según Lira (Solá, 1949).
123 Figueroa cita a Solá: Cacayento (2004 [1947]: 70).
Formas de racismo indio... 259

es usado en la colonia en América para el indio que hablaba bien el castellano.


También ladino significa en América central: “mestizo que solamente habla cas-
tellano” y en algunos lugares, directamente indio.124 Acepciones todas racistas en
distintos grados y sentidos pero que tienen en común la mímesis del colonizado
por España con la lengua o elementos de la cultura dominante y su astucia. La
lengua dominante atribuye al ladino o taimado el que actúa con astucia y disimulo
para conseguir lo que se propone. Es aquí donde el subalterno logra algunos de
sus cometidos que los dominantes consideran engañador, terco o mentiroso. Dicen
que es terco y engaña a los blancos católicos que intentan imponerse sobre él. Por
ello el atributo de taimado y la etiqueta de ladino develan la relación de domina-
ción racista colonial y postcolonial, por un lado y, por el otro, dan cuenta de las
resistencias subalternas inveteradas de los dominados en el espacio de los vínculos
sociales y de la transcripción oculta,125 diría Scott (1990).
Javier Yudi (2015) realiza un análisis socio histórico de las relaciones sim-
bólicas, económicas y de explotación en la que se inserta “el coya” y su vínculo
con los movimientos sociales de reivindicación étnica del presente. Para el autor,
este etnónimo hace referencia en términos genéricos a los pobladores de los Andes
de esta provincia. Su preocupación es similar a la de un grupo de investigadores
que venimos estudiando la importancia de los atributos “étnicos” y raciales en la
configuración de las relaciones sociales (económicas, políticas, laborales, etc.) en
esta región, vinculado con mecanismos de exclusión social diversa en la historia
social de la provincia y, su integración al capitalismo y a la nación (Flores Klarik,
2010, 2015; Naharro, Flores Klarik, Álvarez Marcela, 2015; Vázquez, E., 2015;
Villagrán, 2012; Sabio Collado, 2015; Milana, 2015; Álvarez Leguizamón, 2004;
Aguilar, 2015), así como otros estudios sobre la hacienda y la explotación de la
mano de obra en los ingenios en la región Noroeste de la Argentina (Rutledge,
1987; Karasic, 2008-2009; Carrasco y Briones 1996; Reboratti, 2009).
Yudi sintetiza las luchas clasificatorias con el/lo colla/kolla de la siguiente
manera:
“Las poblaciones que se identifican actualmente como Kollas y se
encuentran ubicadas en los departamentos de Orán, Iruya y Santa
Victoria de la provincia de Salta configuran un caso típico de estos
procesos de politización de la etnicidad. Lo que resulta paradójico
sin embargo es que el mote de coya, en el Norte Argentino y particu-
larmente en la Provincia de Salta, ha sido asociado desde las clases
dominantes, desde los segmentos medios de origen inmigrante e in-

124 Distintas acepciones de ladino en variados diccionarios. Ver http://es.thefreedictionary.com/ladi-


no.
125 La transcripción oculta sería para Scott uno de los ámbitos de la política de los subalternos donde,
a diferencia del ámbito público, se pueden expresar las resistencias a la relación de dominación.
260 Sonia Álvarez Leguizamón

cluso desde expresiones culturales y literarias, con adjetivos como:


ladino, ignorante, pusilánime, taimado, bárbaro, mutulo, yuto, etc.
Lo cual ha servido para construir un sujeto con atributos de infe-
rioridad racial y cultural y un trabajador que, en la medida en que
asimilaba esa forma de violencia simbólica (Bourdieu, 2000: 36), se
integraba a los sistemas productivos en condiciones desfavorables”
(Yudi, 2015: 9).
También gran parte de poblaciones de la provincia de Jujuy de la zona andina de
Quebrada, Puna y Prepuna se reconocen como tales cómo lo demuestra la lucha
de la organización K’ollamarka.
Para Yudi el hecho que este etnónimo, siempre usado como atributo de subal-
ternidad, sea ahora reivindicado como identidad étnica se expresa
“...en una suerte de síntesis dialéctica, de ‘negación de la negación’
[…] Los campesinos andinos saben ahora que son kollas porque
siempre le dijeron coyas, saben que son ‘indígenas’ o ‘aborígenes’
o pertenecientes a ‘pueblos originarios’ porque siempre le dijeron
‘indios’. Fue, en función de cómo eran designados, tratados y socia-
lizados, que terminaron reconociéndose a sí mismos. Pero esta vez
llevando al plano de lo discursivo y de lo consciente la opresión”.
Lo que permitiría construir una subjetividad andina diferente a las de las relacio-
nes de dominación anteriores.
Más allá del proceso de inversión simbólica que realiza el movimiento social
indígena kolla de este apelativo descalificante que remite a relaciones de domina-
ción inveteradas, el nombre está vinculado con la revalorización de su condición
indígena andina prehispánica perteneciente al Kollasuyo (Milana, 2015) y a la
importancia del quechua como lengua a rescatar de ese linaje cultural.
En la caracterología de Ernesto Aráoz (2008) al igual que en las otras con-
cepciones de los ensayistas, el coya es más “aindiado” en el gradiente de las es-
tructuras del mestizaje local y se diferencia del gaucho por que prevalecen rasgos
indígenas sobre las españolas y porque “adolece de la generosidad y señorío del
gaucho” y otras valoraciones negativas vinculadas con la idea de taimado. Lo que
muestra, como decíamos, sus prácticas de resistencia al blanco.
“El coya de nuestras mesadas y altiplanos argentinos es también
mestizo, aunque no lo parezca, pero a diferencia del gaucho, pre-
valecen en él las características indígenas sobre las españolas.
[…] El coya ‘ha alcanzado un grado apreciable de civilización.
En Iruya, Santa Victoria y Yavi, los hay tan leguleyos y celosos
de sus derechos, que algunos duermen con el código debajo de la
almohada; otros son grandes calígrafos; sus alegatos ante los jueces
Formas de racismo indio... 261

de paz contienen frases y giros retóricos cuya construcción guarda


mucho del castellano antiguo’. Oriundo de regiones montañosas y
frías ‘conserva algunos mitos indígenas, tradiciones y cosmogonías
aborígenes que él concilia con la práctica rudimentaria de su cato-
licismo fetichista’ […] ‘es sufrido y sobrio en extremo. Ejerce de
diversas maneras su actividad casi vegetativa: fabrica él mismo las
ojotas de cuero con que calza y teje con la lana de sus esquilas las
telas de barracán con que se viste; camina a pie leguas de leguas,
arreando burros o llamas en el trajín de su comercio rudimentario,
pero adolece de la generosidad y del señorío del gaucho; no practica
la hospitalidad y desconfía de cuanto le rodea, es mezquino, curioso
y escurridizo; elude en lo posible el trato con los blancos y rega-
tea fácilmente lo pactado, sin cuidarse de la palabra empeñada’ […]
‘su rostro tostado… mantiene inalterable el aspecto apergaminado
y los rasgos mongólicos de las razas aborígenes quichua y aimara’”
(Aráoz, 2008: 58).
Cortázar (2008), el folklorólogo, para referirse al coya –en su política conceptual–
a pesar de la época en que escribe –mediados del siglo XX– sigue hablando de raza
en el sentido de pureza, en su habla coloquial –que aflora en el texto– se refiere al
coya “raza antropológica”, como un mestizo y al mismo tiempo al mestizaje como
un proceso de mezclas que no logra invisibilizar a la raza coya.
“La raza misma, desfigurada por cruces y mestizajes innúmeros, aso-
ma sin embargo en los rasgos antropológicos de muchos de los co-
yas de hoy. Uno de ellos, el moto Carpanchai, cuyo solo apellido es
una evocación ancestral, me contaba que antes había unos antiguos
que tenían adornos de oro y hacían ollas [...] Así decía el mestizo,
musitando apenas las palabras y haciendo girar con el muñón de su
dedo cercenado el raído sombrero ovejuno.”

Los vallistos o calchaquíes


Otra categoría del régimen de conocimiento del mestizaje local, usado para des-
cribir los pueblos que habitan los Valles Calchaquíes ha sido la de vallisto o cal-
chaquí. Esta es una denominación genérica, a pesar de que existen una serie de
parcialidades étnicas como los tolombones, los tafies, los hualfines, quilmes. Entre
otros, etnónimos inscriptos en la toponimia local (en nombres de localidades, ríos)
o sitios arqueológicos, evidencias de los procesos de despojo una vez sojuzgados.
Los españoles los han llamado genéricamente calchaquíes por el nombre de Juan
Calchaquí,126 el líder indígena más famoso en la resistencia antihispánica que lle-

126 Según Cortázar, “el cacique don Juan Calchaquí, quien recibió su nombre en el bautismo aceptado
262 Sonia Álvarez Leguizamón

varon a cabo esos pueblos durante el siglo XVII. La nominación de vallisto hace
referencia al valle donde se asientan y que se caracteriza por su difícil acceso pero,
al mismo tiempo, por haber sido lugar de paso entre el Incanato y lo que constituía
el Kollasuyo. En el acápite sobre la unidad de administración el gobierno racial
de las poblaciones subalternas en la finca, hemos visto cómo en el caso de las lo-
calizadas en los Valles Calchaquíes son consideradas por el propio Bernardo Frías
como un espacio donde perduraban las relaciones feudales sobre la “peonada”.
Los calchaquíes se diferencian de los coyas y se reconocen como formando
parte de la Nación Diaguita o Diaguitocalchaquí (Sabio Collado, 2015). El coya
está referido por ellos para las poblaciones del Altiplano y no del Valle como
señala Dávalos.127 Sin embargo el propio Dávalos se refiere a ellos como coyas,
para quien en Salta, habría dos grandes tipos humanos, respondiendo “al ambiente
geográfico y a su raza”: el gaucho y el colla. Los vallistos serían equivalentes a
los collas.
“Vallistos y fronterizos, semejantes por su constitución étnica, si
bien difieren en su tonada, y, giros de lenguaje, vestimenta y el ca-
ballo unos y otro representaban el tipo rústico, por donde gaucho
fue –en la ciudad– sinónimo de guaso o mal hablado, de ignorante
y bárbaro; al par que colla lo fue de bribón, solapado y mezquino”
(Dávalos; 1937: 591-592).
Los registros históricos refieren a poblaciones altiplánicas en los Valles Calcha-
quíes desde el siglo XVII (Mata, 1989), ya sea por traslados en encomiendas espa-
ñolas, por migración o invasión. Este último caso es relatado por Cortázar, quien
afirma que hubo una intromisión “vandálica” en esos valles que “dejó en los áni-
mos por largo tiempo un medroso temblor” de los cuicos (2008: 90). Los vallistos,
dice Cortázar, llamaban “cuicos a los coyas del altiplano, y en la actualidad, sin
duda por reminiscencia de aquella hazaña, el termino designa, en general, a las
personas “malas”.128

durante su cautiverio, fue el gran animador de la guerra sin cuartel. Su fama encendió la de su
tribu empalideciendo los gentilicios de sus hermanos payogastas, luracataos, tolombones y tantos
otros, recordados hoy a través de topónimos de villas y lugares. Calchaquí, en cambio, se hizo de-
nominación del valle entero. Por fácil sinécdoque llegó a designar toda la Nación Diaguita y hasta
en la literatura arqueológica introdujo confusión y polémica”. La bravura de los distintos pueblos
que habitaban el valle Calchaquí no sólo se vincula con la resistencia de un siglo a las entradas de
los Jesuitas en el ‘XVII, Cortázar afirma que mataron con una flecha un importante conquistador
Diego de Almagro en la “Chicoana calchaquí”. (Cortázar, 2008: 85, 86). En las memorias resca-
tadas por Sabio Collado (2015) –en el presente de la organización indígena actual de la Nación
Diaguita–, también aparece otro elemento asociado a su bravura: su valentía en las montoneras de
Güemes en las guerras anticoloniales de principios del XIX.
127 La zona geográfica del Altiplano es actualmente argentina, chilena y boliviana.
128 Esta referencia se puede datar a mediados de siglo, Cortázar publica su libro en 1949.
Formas de racismo indio... 263

Los Valles Calchaquíes cobijan poblaciones que se resistieron a la conquista


española de forma tenaz a lo largo del siglo XVI, lucha que duró ciento treinta
años. La derrota final fue tan cruenta que la mayoría de los sobrevivientes fueron
desterritorializados cruelmente, convirtiéndolos en poblaciones sin comunidad o
“desnaturalizados” –según denominación usada por Ana María Lorandi (1992)–.
Todo ello facilitó su conversión en peones para las encomiendas, como la de Mo-
linos –que recibió el Gral. Diego Diez Gómez en la segunda mitad del siglo XVII,
en premio a la derrota de los pueblos nativos–. Una marca de la crueldad de esta
guerra se encarna en los quilmes quienes fueron llevados a pie y esposados has-
ta Buenos Aires (más de 2.000 km), donde los sobrevivientes dieron nombre a
la actual ciudad de Quilmes localizada en la provincia de Buenos Aires. Fueron
también, puestos en servidumbre, en las dos encomiendas que se otorgaron luego
de la derrota, la de Molinos y Cachi, y la de Tolombón. Estas formas sociales
de dominación se mantuvieron en las fincas que se constituyeron luego de las
subdivisiones y ventas de los descendientes de los encomendados. El hecho de
la desposesión de los territorios y la pérdida de sus comunidades ha dado lugar
a construcciones sobre su desaparición como pueblos indígenas tanto de parte de
antropólogos, arqueólogos como folklorólogos.
Un análisis de estas construcciones científicas se puede ver en el trabajo de
Paula Lanusse (2013) sobre Cachi y en el de Virginia Sabio Collado (2013, 2015)
para el caso diaguita. Así por ejemplo, Juan Alfonso Carrizo, en el Cancionero
popular de Salta (1937), afirma que “en esta región no hay cantares indígenas,
porque el aborigen ha desaparecido por completo”, aunque deja entrever que “hay
un número menor de mestizos en los Valles Calchaquíes”. Según Chamosa (2008),
Carrizo define a esta población para el caso de Tucumán que estudia, como crio-
llos.
Chamosa desarrolla una teoría sobre cómo parte de la construcción del mito
de la Argentina como nación blanca, se debió al discurso criollista que se desa-
rrolló en esta zona a partir de una serie de dispositivos como el producido por
los folklorólogos y también por maestros de primaria –que fueron asignados al
área en la década del ‘30–, formando parte de un proyecto para relevar elementos
culturales de la “tradición”. Los relatos de estos “expertos” afirmaban que era una
sociedad en transición, que si bien mantenían aspectos de sus “creencias tradicio-
nales”, se movían hacia la asimilación con el resto de la nación.
Podríamos decir entonces que dentro de la construcción conceptual del mes-
tizaje local las poblaciones de este lugar vivieron un proceso de violencia racial
que fue: desde la extirpación de su entidad como pueblo en la colonia, desnatu-
ralizados, superexplotados129 como peones en la primera época de la República

129 Explotación denunciada incluso por los mismos ensayistas que construían su subalternidad, como
el caso de Bernardo Frías y Juan Carlos Dávalos.
264 Sonia Álvarez Leguizamón

y sujetos de dispositivos de blanqueamiento en la primera mitad del siglo XX


(como lo demuestra Chamosa). Han sido sujetos de la explotación persistente en
la finca en el presente (Lanusse, 2013; Villagrán, 2014; Aguilar, 2015; Vázquez y
Aguilar, 2015), fundada en un racismo indio particular que, al mismo tiempo que
les niega su condición de pueblos nativos debido a los derechos que esta condición
les asignaría ante la nueva constitución estatal, practica un racismo que remite
reiteradamente a sus ancestros indígenas.

El indio
En la jerarquía menor del gradiente del mestizaje local se encuentra el mote de
indio. Palabra que además de ser despectiva para cualquier persona, en nuestra
provincia, en el presente alude sobre todo a las poblaciones nativas del Chaco,
llamándose y clasificados por la ciencia antropológica por los etnónimos de tobas,
chorotes, wichís, etc.
Ser indio, más allá de todo, significa primitivismo, barbarie y origen no oc-
cidental con un fuerte contenido racial. Es tan fuerte el grado de discriminación
y racismo que ni siquiera son considerados parte de la “sociedad”, ni de los tipos
sociales que se construyen acerca de la salteñidad.
Los grupos denominados “indios” que no habían sido considerados parte de
la población por las estadísticas del ministro de Gobierno Juan Martín Leguiza-
món (1872), tampoco lo son en esta época por lo ensayistas. La intervención social
sobre ellos es la de la figura del patronato de pobres. En esta etapa e incluso luego,
a comienzos de los ‘70, son considerados “menores” a los que hay que tutelar.
En el informe de Bialet Massé de 1904, se plantea que la condición jurídica del
indio en la zona del norte del país, es la de incapaz, “en los términos precisos de
la ley civil: no sabe el idioma del país, no sabe leer ni escribir, no tiene idea de
las relaciones jurídicas, ni menos conocimiento de las leyes del país, y apenas de
las más elementales de derecho natural”. Por ello, Bialet Massé propone crear un
“Patronato Nacional de Indios”, en el ámbito del Ministerio del Interior, institu-
ción donde quedaría confiado el “trato con los indios” y que lleva también, en ese
entonces, la escasa regulación sobre las entidades de beneficencia. Este patronato
debería asumir su personería jurídica, “interviniendo en contratos que celebre, es-
pecialmente en los del trabajo” (Bialet Massé, 1984 [1904]: 104-110).
Según Figueroa, para “los gauchos del oriente” (de la zona de Anta) tildar de
indio es un insulto, pues no admiten tal confusión (1991: 161). Solá define indio
como “un terrible insulto” (2004 [1949]: 192). Si ser indio es uno de los peores
insultos, significa que ocupa la situación más desacreditada e inferior en la escala
social. Junto a ello se vincula a la ignorancia, la pobreza, la suciedad. A su vez se
observa que el descredito tiene que ver con su tenaz resistencia a ser dominados.
Por ejemplo la palabra mataco es de origen guaraní y significa animal salvaje pues
se los consideraba inconquistables por lo aguerrido. La palabra wichi es el nombre
Formas de racismo indio... 265

que ese grupo elige para autodenominarse, cuyo significado en su propia lengua
es “lo que tiene vida”.
Para Ernesto Aráoz (2008)
“...el indio autóctono en estado de la Naturaleza ahora solo subsiste
en sus reductos del Chaco, organizado en tribus en las que imperan
los sentimientos primarios y una gran inferioridad psicológica. Es-
tas tribus, como otras procedentes de Bolivia, encuentran siempre
trabajo en las minas y en los ingenios azucareros del Norte, donde
viven separados de los cristianos en misérrimas tolderías a las que
prenden fuego después de las cosechas, al regresar a sus reductos”.
Nótese el uso de la palabra “cristiano” por oposición a “indio”, lo que visibiliza el
régimen de conocimiento de la fe cristiana como parte del racismo indio.
El indio está tan racializado que no forma parte de la sociedad, aparece muy
lateralmente en los textos de los ensayistas preocupados por temas de tipos huma-
nos. Pero sí surge cuando se describe la mano de obra semiservil en la zona del
Chaco, sobre todo en los ingenios azucareros. Como vimos, éstos utilizaban mano
de obra estacional aborigen del Chaco salteño y peones que se encontraban bajo
sistemas semiserviles en la hacienda de la que los dueños de los ingenios eran pro-
pietarios o con aquellos con los cuales podían negociar su trabajo por obligación
con intermediarios.
En un inventario sobre la situación social de Salta que se refiere a “la obra
social que cumple el ingenio” San Martín del Tabacal, en 1948, se puede observar
la visión por un lado laudatoria, de esto que se denomina “obra social” y, por otro,
las nominaciones nativas de tipologías de trabajadores denominados “naturales de
la zona” (coyas, vallistos e indios) que allí se emplean.
“La población que vive en los lotes,130 resulta en época de cosecha,
exótica y pintoresca para el viajero. En heterogéneo conglomerado,
se observan además de los naturales de la zona, coyas de las punas,
vallistos de las zonas de los valles Calchaquíes, catamarqueños,
riojanos y también tribus de indios chiriguanos, chulupíes, tobas y
chorotes. Las viviendas son concordes con las costumbres de cada
núcleo”.131

130 Lote es una división interna del territorio del ingenio que sintetiza la unidad de control de la mano
de obra donde se encontraban las viviendas de los trabajadores migrantes a la zafra.
131 Se dice que “durante la cosecha trabajan en el ingenio más de 8.000 empleados y obreros, alber-
gando en total una población de más o menos 16.000 personas. Se han construido viviendas ade-
cuadas para esta masa de población”. Llama la atención que cuando el informe detalla el número
de viviendas sólo hace referencia a 2.000 siendo que el número de empleados es de 8.000, cuatro
veces más que las viviendas disponibles. Dice el informe que este problema “fue encarado desde
un principio por sus fundadores. Hay 33 casas para funcionarios y empleados [...] Para obreros,
266 Sonia Álvarez Leguizamón

En 1983, se llevó a cabo un censo denominado Relevamiento Poblacional y Deter-


minación del Grado de Aculturación en Comunidades Aborígenes. En sus objeti-
vos principales se señalan espacios y departamentos de la provincia, comunidades
y poblaciones aborígenes asentadas en todos los departamentos, sin embargo sólo
se concretó para los de San Martín, Rivadavia, Orán, Anta y Metán,132 aunque se
reconoce en sus fundamentos que existen comunidades y poblaciones en otras
zonas de la provincia como los Valles Calchaquíes.
Según Lanusse (2013) esto muestra “el reconocimiento de una otredad ligada
a lo indígena o aborigen para todas estas regiones de la provincia, aunque luego
sólo se haya concretado formalmente en la zona chaqueña”. Según Lanusse y Laz-
zari (2005), estos procesos de marcación y desmarcación de la aboriginalidad son
constantes en Salta, donde la diversidad se materializa en procesos cartográficos
de regionalización de la provincia: Generalmente en cinco espacios distintos –la
ciudad de Salta y el Valle de Lerma, el umbral del Chaco (“La Frontera”), los Va-
lles Calchaquíes, la Puna y el Chaco–, imprimiendo para cada zona una particular
trayectoria cultural, racial e histórica.

Saberes literarios y médicos en las clasificaciones de la subalternidad y el


racismo133
En este apartado se muestra la continuidad entre los discursos de los “ensayistas
sociales” de la primera mitad del siglo XX de construcción de “tipos humanos”,
con cierta inquietud de la literatura salteña llamada regional preocupada por la
caracterología así como la dialectología y la paremiología en la década de los ‘60,
‘70 y ‘80. En ese período la denominada en esos momentos “medicina social” y
específicamente una subárea: las “patologías regionales” también tematizaban la
alteridad y desarrollaban dispositivos sobre los sujetos que la encarnan. Las pre-
ocupaciones de los médicos higienistas y más tardes sanitaristas salteños fueron,
además de las condiciones de vida o los factores “indirectos de la enfermedad”, las
enfermedades en sí y en conjunto: la tuberculosis, la desnutrición, el paludismo,
el bocio, la leishmaniasis (Álvarez Leguizamón, 2004 y 2010); todas ellas subsu-
midas en la década del ‘60 y, para el médico salteño Arturo Oñativia134 y otros que

existen 229 viviendas [...] Para los obreros temporarios, hay 1.800 habitaciones que son facilitadas
también gratuitamente. Las poblaciones indígenas en tiempo de cosecha, construyen de por sí sus
viviendas por propia exigencia y viven en completa independencia, de acuerdo a sus usos y cos-
tumbres. De esta manera se encuentran cómodos y felices y es un una forma de atraerlos al trabajo”
(Anuario General Güemes, 1947-48: 187).
132 Censo Aborigen Provincial, 1984. Ministerio de Bienestar de la Provincia de Salta.
133 Este acápite es una reescritura de parte del artículo de Álvarez Leguizamón y Muñoz (2010).
134 Médico salteño, fue ministro de Salud Pública durante la presidencia del radical Illia (1963-1966),
promulgó la ley 17259 de “Obligatoriedad del uso de la sal enriquecida con yodo como profilaxis
del bocio endémico” que lo disminuyo (también llamado cretinismo). Creo el Servicio Nacional de
Agua Potable, que garantizaba su provisión a las comunidades rurales. Promulgó la Ley de Medi-
Formas de racismo indio... 267

trabajaban junto a él, bajo el nombre de “patologías regionales”.135 Para Oñativia,


bajo la clasificación de “patologías regionales” coexisten conjuntamente
“el escaso poder adquisitivo para la compra de alimentos por las
poblaciones y la persistencia de malos hábitos alimentarios, [...]
índices de analfabetismo y deserción escolar, [...] un panorama de
viviendas escasas, antihigiénicas y con hacinamiento; [...] despobla-
ción crónica y sostenida, [...] un estado de saneamiento ambiental
de significativo deterioro…” (Oñativia, 1974).
También señala al “cáncer de tiroides como patología regional” (Oñativia, 1970) y
dos déficits de nutrientes elementales: el de yodo que ocasiona el mal del bocio y
el de proteínas que afecta al desarrollo somático y psicológico.136
“Mientras tanto, la región muestra en ciertos aspectos un grave
deterioro económico, social y sanitario. Entre factores causantes
de esta situación, es indudable, que la desnutrición o malnutrición
ocupa un lugar preponderante y de más gravitación en la patología
del subdesarrollo regional” (Oñativia, 1974, resaltados del autor).
El diagnostico de Oñativia, más allá de que mantiene preocupaciones similares
que sus predecesores higienistas, se acerca a una visión más estructural de las
explicaciones de la pobreza ya que incorpora aspectos vinculados a las relaciones
de dominación locales. Para Oñativia se presenta:
“…una despoblación crónica y sostenida en provincias y áreas de
la Región. Como consecuencia de la falta o disminución de fuen-
tes de trabajo, del deterioro progresivo del valor real del salario,
del incumplimiento o falta de implementación de una justa política
laboral, en suma, por una patología social de pauperismo y mise-
ria que origina las migraciones internas de las poblaciones que han
creado núcleos ‘sumergidos’ en medio de centros de desarrollo me-
tropolitano y de otras grandes ciudades […] por la existencia de
una práctica agropecuaria con deficiente tecnificación del campo y

camentos (en 1966) dándole carácter de “bien social” al servicio de la salud pública y de la socie-
dad (reglamentaba un estricto control técnico de las drogas sujetas a la experimentación humana,
además del control de precios, según la demanda de las mismas). La ley fue derogada inmediata-
mente tras el golpe militar a Illia. Creó en Salta más tarde el Instituto de Patologías Regionales.
(María Elena Storani, Biografía del Dr. Arturo Oñativia, [en línea] http://www.cancerteam.com.
ar/invi023.html). Algunos historiadores consideran que esta ley fue una de las causas que llevó al
golpe de Estado de 1966, debido a que tocaba los intereses de los monopolios de medicamentos.
135 Las referencias a la tematización de las “patologías regionales” como campo de saber médico y la
producción del Dr. Oñativia se basan en el artículo de Álvarez Leguizamón y Llao (2005).
136 “La desnutrición proteico energética y el bocio endémico son dos de las enfermedades nutriciona-
les más prevalentes entre nosotros [los salteños]” (Oñativia, citado en Sierra e Iglesias, 2005: 349).
268 Sonia Álvarez Leguizamón

por la falta de una política de tenencia y propiedad de la tierra con


sentido social; por menores ingresos económicos en vastos sectores
de población y por la falta de una justa distribución de los ingresos;
por una estructura productiva en grandes áreas de la región, basada
en la actividad primaria” (Oñativia, 1974).
Esta constatación da cuenta de un conjunto entramado de conocimientos cien-
tíficos que tematizan la alteridad y la pervivencia de expresiones de lo popular,
homologado a lo tradicional, algunas veces a través de búsqueda de caracteres o ti-
pos humanos, o también llamadas expresiones verbales “regionales” no canónicas,
como la dialectología. Esta preocupación y saber clasificatorio justifica la cons-
trucción de jerarquías sociales y de relaciones de poder realizada anteriormente
por los ensayistas locales. La idea de tipos humanos se basa en la agrupación de
los individuos bajo un fundamento biológico racial donde los grupos considerados
inferiores eran caracterizados según las influencias del paisaje y la idea de raza,
como hemos visto.
Como vimos, el regionalismo como campo de conocimiento y preocupación
es señalado, por distintas autoras del área de las Letras (Poderti, 1998; Chibán et
al. 1988; Moyano, 2006), como formando parte de una corriente de época en Salta
y otras provincias del norte, que intentaban diferenciarse de las elites porteñas a
partir de la construcción de una identidad propia. A la preocupación por el regiona-
lismo se le suma la caracterología que supone la intención de caracterizar grupos
sociales a partir del carácter de los grupos. Como campo de saber científico com-
prende los estudios relativos a la búsqueda de especificidades en “las diferentes
variedades de individuos y lo originalmente personal de los mismos; es, pues, el
conocimiento y clasificación de los caracteres”.
También la temática de la cultura popular y de su cancionero y léxico, a
partir del folklore, se procura incorporar en un nuevo orden que está construyén-
dose. Esta política cultural es para Flores Klarik una forma de construcción de los
Estados modernos a partir de la idea de Hobsbawm (1983) de la invención de la
tradición. Para Hobsbawm, en esta invención se utilizan “materiales antiguos” con
fines modernos, como forma de anexar –dentro de un territorio que se está consti-
tuyendo como nación– una ligazón emocional que proporcionaban los viejos mo-
delos de cohesión social de manera separada, ahora en un nuevo esquema simbó-
lico que reúne todos los órdenes precedentes en uno homogéneo. En este caso se
trata de la construcción de la salteñidad en su relación y diferencia con la Nación.
La impronta de la construcción de tipos humanos y de sus caracteres atraviesa
el siglo XX, lo que se puede observar en un estudio de literatura regional realizado
en ocasión del IV Centenario de la Fundación de Salta137 en 1982, llamado: El

137 Promovido por la Universidad Nacional de Salta y que forma parte de un trabajo más amplio
denominado “Estudio Socio - Económico y cultural de Salta” (1982).
Formas de racismo indio... 269

proceso de la literatura y su reflejo de la realidad socio-cultural salteña coordina-


do por la profesora Chibán (et al., 1982). Allí se puede visualizar la problematiza-
ción de lo que se denomina “tipos raciales”, no sólo de la literatura que analizan,
sino formando parte de las categorías de análisis literario que utilizan.
En un capítulo donde se indaga “la visión de Salta a través de su literatura”,
se organiza la exposición tomando como uno de los ejes, lo que se llama “los
contextos étnicos” de las obras analizadas y, dentro de ella, se clasifican “tipos
raciales”, por lo que étnico y racial se suturan. La base de la tipología que realizan
–según sus autoras– (con algunas modificaciones) es la propuesta por Ernesto M.
Aráoz en su libro Salta en la caracterología regional norteña (Aráoz; 1936: 33,
citado por Chibán et al., 1982: 155) junto a las consideraciones teóricas de Juan
Carlos Dávalos “dispersas a lo largo de su obra en prosa”.
Por otra parte, la tipología caracterológica, como hemos adelantado, es una
forma clasificatoria particular de grupos sociales, que se funda en la construcción
de tipos raciales, subdisciplina que forma parte del campo de la psicología y que
trata de encontrar peculiaridades en el carácter, temperamento y personalidad de
las personas, clasificándolas con una taxonomía particular que les otorga caracte-
rísticas comunes. Como campo de saber científico comprende los estudios relati-
vos a la búsqueda de especificidades en “las diferentes variedades de individuos y
lo originalmente personal de los mismos” a través del conocimiento y clasificación
de los caracteres, tema conectado con la identificación de temperamentos. Como
se puede observar, la caracterología complementa a la biotipología social, sumán-
dole a esta última clasificación, atributos psicológicos (somáticos y psíquicos) de
las personalidades de las personas que pertenecen a un biotipo racial. Ésta se cons-
tituye en otro principio clasificatorio que se subsume en el racial biotipológico que
lo precedió.
La caracterología se agrega a la biotipología y se enriquece fusionada con la
tradición ensayística; al mismo tiempo se encuentran en estas formas clasificato-
rias elementos de lo que la antropología podría llamar cultura material (lenguaje,
vestimenta, elementos simbólicos) aunque presentados de una manera meramente
descriptiva y menos relacional. Cuando aparece este último aspecto, se destaca el
vínculo con las clases dominantes a la que los autores pertenecen.
Para el grupo de investigadores mencionado (Chibán et al., 1982), el argu-
mento que funda su tipología se vincula con:
“…el episodio fundador de Hispanoamérica, el encuentro –como
lucha pero también como fusión de españoles e indígenas– y la ca-
pacidad para la apertura que esta situación dio al continente, es la
base de cualquier intento de clasificación de sus tipos étnicos. Por
consiguiente, tendríamos que considerar los dos polos principales
de la mestización: el blanco y el indígena, así como los distintos
270 Sonia Álvarez Leguizamón

tipos de mestizos que en la zona existen, a más de los extranjeros


aquí llegados” (Chibán et al., 1982: 155, cursivas añadidas).
Esta visión de los “tipos étnicos” originales habla de encuentro obliterando las
relaciones coloniales, de explotación y de expropiación de subjetividades en que
la relación social colonial se funda.
Al mismo tiempo se adentra en el análisis de los distintos tipos de mestizos
que serían los diversos “tipos” que constituyen las clases subalternas lo que llaman
la “población rural mestiza” o “tipos mestizos”, haciendo referencia a los distintos
subtipos que se encuentran en la literatura que analizan (Juan Carlos Dávalos: va-
llisto/fronterizo/colla del altiplano o puneño/calchaquí; Ernesto M. Aráoz: mestizo
“colla” y gaucho de origen calchaquí; Aráoz Anzoátegui: gaucho y colla; Ernesto
Diaz Villalba: gaucho; Federico Gauffin: indígena/blanco y mestizo). Algunos de
ellos los hemos analizado precedentemente. Esto lleva a las autoras a pensar en
una “movilidad terminológica” (1982: 170-171) que, afirman, “demuestra la com-
pleja relación de los distintos grupos humanos entre sí, la que refleja los varios
sentidos del mestizaje que nos define”. El mestizaje, en esta literatura local, es en-
tendido “como fusión racial que produce los tipos del ‘colla’ y del gaucho además
connota varios sentidos que este fenómeno puede adoptar”: a) convivencia de lo
distinto en el sentido racial; también en el plano cultural y espiritual; b) diversidad
que origina conflictos; c) tendencia integradora de interinfluencia mutua. Estos as-
pectos las lleva a desarrollar un concepto que denominan “dinámica de oposición
y acercamiento” entre los “grupos provincianos”. En esta visión las relaciones
sociales no son vistas como relaciones de dominación. Este concepto significa que
“...a pesar de estar cada entidad racial claramente definida, los gru-
pos de características más próximas pueden, aunándose, contrastar
con otros más distantes: por ejemplo, la oposición de indios y mes-
tizos deja de funcionar y ambos pasan a integrar el grupo ‘población
rural’ cuando deben enfrentar al ciudadano” (Chibán et al., 1982:
174).
En este último caso se da por sentado que todos estos grupos no son ciudadanos.
Esta visión sobre las tipologías y entidades raciales junto a la problemática
del mestizaje, responde a una crítica literaria que al mismo tiempo hace suya esa
visión racializada de los “grupos provincianos” subalternizados de los ensayistas.
La preocupación del mestizaje, propia de cierta ensayística latinoamericana, por
otra parte, se basa en una idea racial civilizatoria, fundada en la creencia de que las
mezclas mejorarían el “tipo indígena”.

Conclusiones parciales
Hemos visto cómo los autores estudiados buscan clasificar a las poblaciones, co-
locar a la clase “decente” en un lugar jerárquico en relación a los diversos tipos de
Formas de racismo indio... 271

mestizaje local y población subalterna, naturalizando así las desigualdades socia-


les a partir de diversas explicaciones de su inferioridad social y racial. Por otro,
coadyuvan a la construcción de lo que Figueroa llama “salteñidad”, y que Solá
prefiere entender como “región”, pero en definitiva se trata de una identidad propia
frente al resto del país y en especial frente a Buenos Aires. Una imagen basada en
la conservación de las llamadas tradiciones, en el rescate de las palabras, de los
hábitos, de las creencias.
La Salta que se quiere salvar, rescatar, conservar, por estos ensayistas y dia-
lectólogos, es la Salta del siglo XIX apenas metamorfoseada. A pesar de que Dáva-
los, por ejemplo critique la situaciones de las vestales, o la explotación del trabajo
en las haciendas calchaquíes, o Frías denuncie el sistema feudal de la hacienda de
Molinos. La Salta blanca, patriarcal, aristocrática, de fuerte raigambre española.
La Salta que ya hoy ha sido revestida, transformada profundamente por nue-
vas maneras, por nuevas clases sociales, por una diversidad que avasalla aquel
viejo esquema colonial, en donde nuevos intereses y capitales disputan el poder y
la organización discursiva de la sociedad.
Sin embargo, el racismo antiindígena continúa presente y todo lo que se le
asemeje es representado como formando parte de grupos que ocupan la escala in-
ferior de la sociedad. Estos recolectores de “regionalismos” o de salteñidad, estas
voces autorizadas, dan cuenta de la autorreflexividad de la elite sobre su lugar en la
escala social y de la estructura social jerarquizada que está fuertemente vinculada
a relaciones neocoloniales todavía presentes.
En Salta cohabitan la antigua y la “nueva” tradición, y es indudable que si
algo consiguieron estos y otros intelectuales fue levantar y fundar los pilares dis-
cursivos para entender la historia y las clases sociales en Salta, como provenientes
de los esfuerzos de una elite “española-criolla” que estableció las bases materiales
y morales para la ciudad.
El recorrido que hemos realizado muestra que la forma en que hoy son deno-
minadas las clases entre sí y las categorías nativas que se usan, puede rastrearse
en el espesor temporal de la dominación y en las características locales que ésta
asume. Lejos de ser denominaciones genéricas están cargadas de sentidos, y tienen
onda raíz en la dominación colonial y en el racismo subsiguiente. Las clasificacio-
nes de los grupos sociales vinculadas a la polarización del color de la piel, entre
blancos y negros o “oscuros”, siendo el blanco el adinerado, el patrón, el de bue-
nos modales, y el negro, el delincuente, el fulero, etc. muestran el origen colonial
de la división de clases en Salta. Entre los insultos que conservamos y usamos hoy
encontramos: negro, indio, yuto, de manera muy vívida. En el hoy se observa tam-
bién un frecuente desprecio local por los bolivianos, viejo resabio del desprecio
hacia lo indígena, y hacia lo colla en particular, nunca aceptada en el imaginario
de lo argentino, y asociada ineludiblemente a nuestro país vecino, extranjerizando
el racismo local a lo indígena en general.
272 Sonia Álvarez Leguizamón

Salta tuvo un aporte inmigratorio lento y escaso, y un crecimiento demográfi-


co que se intensificó hacia mediados del siglo XX. Esto, junto al fuerte poder po-
lítico y económico que mantuvieron las elites oligárquicas, contribuyó a la inercia
de la estructura social que mantuvo metamorfoseado el racismo colonial y las rela-
ciones semiserviles subsiguientes. Debido a ello se mantiene aún hoy la dicotomía
imaginada entre la Salta blanca: española y la Salta indígena/mestiza/criolla.
Las ideas racistas han buscado fundamentos para su clasificación social en
distintos elementos. Por un lado en lo interno, lo físico, la sangre, la constitución
fenotípica de cada grupo; y por otro, en el ambiente y su determinación sobre “lo
humano”, así como con los estilos de vida inferiorizados, por una presuposición
de una moral sexual no acorde con sus habitus y, obviamente, con sus prácticas de
la fe cristiana tradicional. Lo concreto es que las ideas evolucionistas expresadas
en la dicotomía civilización/barbarie han justificado la explotación, el saqueo, la
conquista, la “guerra racial”. Siguiendo este orden, las clasificaciones sociales y
categorías nativas sobre las diferencias entre los grupos sociales que las elites
han construido se han objetivado en el lenguaje y en las prácticas que justifican y
reafirman un orden social neocolonial.
La discriminación siempre implica algún grado de intolerancia y violencia
física o simbólica que se ejerce sobre el que se considera inferior. Esta tiene una
gama diversa de expresiones. Puede ir desde la humillación verbal como la expre-
sada en los refranes, el autoritarismo condescendiente que observamos por ejem-
plo en la palabra collita, lo que justifica y naturaliza el maltrato y el desprecio que
no siempre es visible, aunque se manifiesta en actos imperceptibles y, otras veces,
evidentes y violentos.
La blanquitud o la negritud son marcas distintivas de atributos sociales, per-
sonales y morales, no meros atributos de color. Pareciera que las cadenas de signi-
ficados de las categorías nativas van asociando lo blanco y lo negro, lo oscuro y lo
claro, lo malo y lo bueno, lo sucio y lo limpio, lo decente y lo indecente, lo moral
e inmoral, en fin un sinnúmero de homologías que explican las configuraciones
locales a través de este sistema primario de representaciones sociales que ordenan
el mundo, le dan sentido y lo naturalizan (Mauss y Durkheim, 1971 [1903]).
Cuando me refiero a la palabra “negro” no estoy necesariamente haciendo
mención a poblaciones afrodescendientes. Según Figueroa, en el presente, “en
Salta no existe gente de raza negra138 por lo que se le aplica a la persona de piel os-
cura”, por ejemplo manifestado en el refrán “más negro que olla de fierro” (1991:
191). Lo negro se refiere a cualquier piel oscura, como en Buenos Aires, aunque se
lo asocie ineluctablemente con el color de los nativos del África. Sin embargo, es
sabido que en Salta existían esclavos negros que luego se mantuvieron en activida-
des de servidumbre. En el diccionario de Figueroa, además del refrán antes citado,

138 Una serie de estudios muestran la persistencia de afrodescendientes en Salta.


Formas de racismo indio... 273

también se anotan otros como “hacer cosas de negros” (1991: 145) (obrar contra-
rio a la moral o la buena convivencia); “costar un negro con pito y todo” (1991:
78) (costar mucho) que remite a la compra de esclavos. En el segundo se expresa
con evidencia como en la representación local, la “buena” moral de las clases
superiores se evoca con color blanco. El apelativo de negro se ha trasmutado y,
en el uso común, refiere aún a malas costumbres, “mañas”, inmoralidad. Otros di-
chos avalan esta representación racista de las relaciones sociales, por ejemplo “la
gallina negra también pone huevos blancos” (1991: 170) (feas con hijos lindos);
“¡Oh mi negra si fueras blanca!” (1991: 222) (si no es una cosa es otra); “tratar con
guantes blancos” (1991: 301) (trato delicado y preferencial).
El análisis realizado de las configuraciones sociales de poder y en los locus
donde tiene lugar, como la finca o las instituciones de beneficencia, nos permite
develar las visiones o representaciones sociales que las elites construyen sobre las
clases a las que someten y sojuzgan. Al diferenciar se construyen formas de ser o
estar, “atributos” que se ven como característicos de un otro alejado y subordinado
junto a un nosotros, que a veces se aleja, otras se acerca a ese mundo, en el marco
de un sistema fuertemente jerárquico de relaciones sociales. Hay también palabras
que tienen un significado descalificante como la de taimado pero, a la vez, es
expresión de diversas formas de resistencia, más allá de la condescendencia que
exigen las elites en el trato oral y gestual de los vínculos sociales.
Si bien se observa una progresiva profesionalización de lo social, éste no
elimina el “prestigio” y “distinción” que viene de la posesión de la hacienda, de
la pertenencia a ciertos apellidos y a una clase que se construye a partir de un
imaginario que funda su superioridad en base al linaje, del pseudo origen noble
de sus antepasados y de su participación en las luchas por la independencia. Sin
embargo, a partir de los ‘60 se observa la aparición de una burguesía (temática
que no hemos desarrollado), que disputa posiciones de poder pero que mantiene el
racismo neocolonial al que nos hemos referido y una práctica de dominio sobre las
instituciones de poder, que van desde la salud pública a la justicia.
La creación de categorías clasificatorias, de ordenamiento y jerarquización de
los grupos sociales, emprendida por las elites locales, forman parte de sus estrate-
gias de diferenciación social, apelando para ello al recurso de la identificación de
sujetos amenazantes e inferiorizados de un particular racismo antiindígena, como
hemos visto todo a lo largo de este capítulo.

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sociales en los Andes de la Argentina, Purmamarka ediciones, San Salva-
dor de Jujuy.
Capitulo IV

El racismo indio encarnado en el villero (“el negro de


mierda”), el caso del acuartelamiento policial seguido
de saqueos en ciudades capitales (diciembre, 2013)1

E
Los villeros, población de piel oscura
l villero en la Argentina tiene la marca de su condición nativa o india sinte-
tizada en la palabra “negro” y otras etiquetas que hacen mención directa o
implícitamente a su descendencia de pueblos nativos o afrodescendientes.
Existe un fuerte racismo al villero el que es expresión de estas configuraciones de
clase entre dos grupos antagónicos: están los negros villeros y estamos “nosotros”,
la gente de “bien”, los que no somos ni villeros, ni negros, ni de “mierda”, ni tene-
mos “planes sociales”. Diversos autores han asociado al villero a la racialización
de las relaciones de clase, bajo diferentes conceptualizaciones (Merklen, 2002;
Margulis, 1998, Guber, 1984, 1999, 2004; Saborts, 2002; Ratier, 1971a, 1971b)
haciendo hincapié en la relación entre discriminación, alteridad, raza, espacio y
nación. En este capítulo analizaremos un evento crítico sucedido en ciudades capi-
tales de “provincias”, el acuartelamiento policial seguido de saqueos en diciembre
del 2013. De alguna manera y de forma muy sucinta intentamos mostrar como el
racismo anti indígena se manifiesta en la mayoría de las ciudades de la Argentina.
El caso del villero es quizás uno de los sujetos de este racismo que aparece siem-
pre sea cual sea la ciudad. Se constituye así en un caso paradigmático del racismo
antindígena argentino.
En el capítulo II hemos visto como operó para el caso de la toma del Par-
que Indoamericano donde el villero además se suturó con el racismo al “indio”
“extranjero” a esa ciudad. Allí desarrollamos los conceptos de indio interior (el
migrante de piel oscura) y exterior a Buenos Aires (el inmigrante de otras nacio-
nalidades de piel oscura). Ahora veremos como el indio interior se expresa en el
villero en ciudades capitales no porteñocentradas. Podríamos decir que el racismo
villero en estas ciudades es también su indio interior, pero exteriorizado en la
construcción de su alteridad. En la instancia del acuartelamiento policial, los sa-
queos se activaron y junto con ello el racismo indio hecho cuerpo en las poblacio-

1 Este texto es una reescritura de la conferencia “Acuartelamiento policial y saqueos: sociabilidad,


nación y racismo”, dentro del marco de las Jornadas de Reflexión: “Movimientos Sociales y De-
rechos Humanos en la Provincia de Salta”, organizada por el Ministerio de Derechos Humanos de
la Provincia de Salta, Secretaría de Derechos Humanos, Programa de Economía Social, el 10 de
febrero del 2014.
292 Sonia Álvarez Leguizamón

nes de piel oscura de la villa. Este fue producto de muchos factores concatenados,
el más importante y coyuntural la astucia, y desde el punto de vista estructural
estuvo potenciado por la desigualdad social, en su expresión en el espacio urbano.
Para el caso de Buenos Aires, Ratier (1971a, 1971b), considera que el mote
“villero” remplazó al “cabecita negra”,2 en la segunda mitad del siglo XX. Si bien
la categoría nativa de villero no tiene la misma acepción en todas las ciudades ca-
pitales, se asocia con población de piel oscura, en general y, en las ciudades como
Buenos Aires, Rosario y Córdoba con personas que vienen de las provincias del
Norte (Tucumán, Salta, Jujuy, Santiago del Estero, Jujuy, Catamarca, La Rioja).
La villa como espacio social del habitar la ciudad es estigmatizada como
forma de ocupación y uso de la ciudad de personas que por falta de ingresos para
acceder a suelo y vivienda digna, construyen sus viviendas en tierras fiscales o
tierras urbanas públicas como plazas o parques, colocando en los que habitan en
ellas la mayoría de los “males sociales”. En los relatos del sentido común, los que
viven en villas, es porque quieren, porque son “vagos” y “sucios”, se dice que les
gusta vivir de esa manera y no hacen nada para salir de esta situación, sólo reciben
planes.3
Las villas, por otra parte, son una muestra de la creciente desigualdad, frag-
mentación y segmentación social manifestada en el espacio urbano. Mientras más
aumenta la pobreza y estas formas de vivir y ser en la ciudad, más miedo aparece
en los sectores medios y altos, más se sienten amenazados. Hemos sentido decir
hace poco que “Buenos Aires es una villa”, solo “se puede vivir en un country”.4
Las transformaciones neoliberales en general, han producido mayor des-
igualdad social la que se expresa en segregación urbana creciente. Los procesos
de expansión del capital financiero por medio de la inversión inmobiliaria, el cre-
ciente control social asociado a la “inseguridad ciudadana”, la eliminación o de-
bilitamiento de las políticas de acceso a la vivienda y al suelo urbano, aumentan
la fragmentación urbana. Por otra parte, las políticas de distribución de ingresos
de los últimos años, como la ampliación de la cobertura jubilatoria o de los pro-
gramas sociales para pobres y desocupados, no han logrado resolver esta creciente
desigualdad. La importante desocupación de las franjas más jóvenes, sobre todo

2 Cabecita negra o cabeza, como vimos en capítulos anteriores, es un mote que surgió a mediados
del siglo XX en la Ciudad de Buenos Aires para denostar a las poblaciones obreras de piel oscura
que eran categorizados por las ciencias sociales como “migrantes internos” –generalmente prove-
nientes de provincias donde las poblaciones pobres con piel oscura son más significativas como
las del Norte del país–. A su vez, esta etiqueta fue dignificada por la lucha que llevaron a cabo
estos sujetos por liberar al General Perón de la cárcel, permitiendo así que fuera candidato a la
presidencia del país en elecciones democráticas.
3 Voz nativa para programas sociales a la pobreza o desempleo o derechos de pobres.
4 Country es un anglicismo para los Barrios Cerrados de personas adineradas propios de las ciuda-
des Argentinas.
Formas de racismo indio... 293

pobres, y la introducción de la venta de droga como el paco5 en estos barrios, ha


aumentado la dualidad urbana y la criminalización de la pobreza.
Las expresiones contra el negro de mierda no son meros insultos productos
de la bronca ante los saqueos o las ocupaciones de tierra o el ataque a la propiedad
privada. Expresan una cosmovisión del mundo, una manera de ver y entender las
relaciones sociales, son prácticas, comportamientos raciales a veces explícitos,
otras velados.
Los factores de segregación urbana señalados producen la ampliación de ba-
rrios precarios, junto a la expansión de urbanizaciones cerradas como los coun-
tries. Estos últimos son enclaves amurallados de las clases más adineradas y ha-
blan de la fractura de la sociabilidad entre e intraclase (Svampa, 2000) y de la
creciente concentración de la riqueza en las ciudades. Por otra parte, cada vez son
menos los espacios públicos de sociabilidad entre clases, la educación pública
está estratificada, lo que limita la condición plena de ciudadanía, para grupos cada
vez más importantes que no pueden hacer uso de los bienes colectivos. A todo
ello, el condimento del racismo a las personas de piel oscura y la racialización al
villero, ofician como un detonante de violencia de pequeñas guerras urbanas. En
los últimos tiempos, la proliferación de barrios cerrados para los sectores de altos
ingresos y, por otro, la concentración de los territorios más pobres, ha dado lugar a
una serie de reflexiones teóricas. Una es el concepto de “insularización”. Fournier
y Soldano (2002) observan que en los barrios populares periféricos de las gran-
des ciudades, dónde la posibilidad de movilidad espacial disminuye notablemente,
tanto por la desocupación como por las dificultades económicas de traslado, los
pobres viven insularizados. Soldano más tarde (2008) profundiza el concepto de
insularización dialogando con el de “relegación” del norteamericano estadouni-
dense Wackant (2001).6 La relegación y la insularización disrumpe e irrumpen con
tomas, saqueos, movilización, una serie de estrategias y astucias para quebrarlas.
Rosana Guber (2004), una antropóloga con experiencia etnográfica en villas,
señala una serie de atributos que podemos considerar se comparten en el resto del
país.
“En la Capital y el Gran Buenos Aires el villero es una figura social
a la que se suele caracterizar por su anomia, es decir, carencia de
reglas y de moral; por su apatía, al no preocuparse por el progreso

5 El paco es el nombre que se le da en Argentina a la pasta base de la cocaína.


6 “La insularización hace referencia, en primer lugar, a un proceso o tendencia y no a un estado de
cosas. En segundo lugar implica, además de los aspectos estructurales, la apreciación subjetiva
del relegamiento, es decir, el cúmulo de vivencias asociadas y el modo en que aparece tematizada,
evaluada, criticada, compartida, padecida o asumida por los sujetos que viven en el barrio. En otras
palabras, el concepto intenta captar la dimensión subjetiva de la segregación a partir del análisis
de las percepciones y representaciones sobre el territorio, sobre el lugar social que ocupan los
sujetos y sobre la calidad de la filiación a los distintos espacios de socialización y de pertenencia
que ofrece la sociedad en su conjunto” (Soldano, 2008: 42).
294 Sonia Álvarez Leguizamón

material y espiritual, ni tampoco por el porvenir de sus hijos. Sucio,


promiscuo e indigente, se abandona a la vida fácil y se dedica al
robo; si trabaja, lo hace para satisfacer las necesidades del día y
para pagar algunos vicios, pues se da especialmente a la bebida;
estos rasgos pueden explicarse –según esta caracterización– por la
incultura, ignorancia y su desconocimiento de las normas de urbani-
dad y, se argumenta en algunos casos, por su inocencia provinciana,
el excesivo apego a tradiciones rurales que obstaculizan su camino
hacia la integración cultural, hacia una exitosa movilidad socioeco-
nómica”.
Para Gordillo (2011) las villas en el Buenos Aires de la actualidad son el equiva-
lente al malón de indios del siglo XIX. Lo analiza a partir del ejemplo de la Villa
31 que se encuentra al costado de la autopista Illia, justo al ingreso de la “europea”
avenida 9 de Julio, en pleno centro de la ciudad. Sus reflexiones se vinculan con el
hecho de que una ambulancia no quiso entrar a la villa y por ello murió un joven.
Esta villa “se encuentra incrustada en la ciudad, en el corazón mismo de la ciudad
antiguamente sitiada por el malón indio. El fantasma del malón encarnado en ban-
das criminales formadas por hombres y mujeres pobres y de piel y pelo oscuros”.7
Quizás una de las marcas más fuertes de la desigualdad urbana en América Latina
sean las viviendas de los pobres. Las “tomas de tierra” (fiscales –generalmente en
zonas inhabitables como orillas de ríos o laderas de cerros– o en plazas y parques o
terrenos privados sin uso) son una estrategia de sobrevivencia de los pobres urba-
nos de las ciudades suramericanas. Es una de las formas predominantes de acceso
al suelo urbano y más tarde a la vivienda precaria.
Las villas que son su materialización, siguen allí presentes a la vista o escon-
didas en las periferias de las ciudades que pretenden mostrarse igualitarias, demo-
cráticas e inclusivas, a pesar de los continuos intentos para “erradicarlas” de las
ciudades que se venden como impolutas. A pesar de todas las formas de invisibili-
zación, vuelven a aparecer como hongos que incesantemente se multiplican con la
“humedad” de la pobreza que se expande. Esta desigualdad se estampa, se marca
en la ciudad a través de los llamados asentamientos,8 villas, callampas, favelas.9
Se expanden por las laderas de los cerros o al costado de las vías del tren,
sino incrustadas en la ciudad. Estas marcas indelebles forman parte constitutiva de

7 “Pero el cuerpo en convulsiones de Humberto Ruiz era el de un ciudadano argentino atrapado en


los espacios urbanos de miseria creados por la civilización. Literalmente atrapado. Sin poder salir
de ese afuera. Afuera en un sentido espacial y afuera de los derechos de ciudadanía de los que
gozan quienes viven del otro lado. Afuera mismo de un espacio argentino que al llegar al borde de
la villa (donde paró la ambulancia) se pliega sobre sí mismo y la deja fuera de la nación (ahí son
todos bolivianos, paraguayos o jujeños, que es lo mismo)” (Gordillo, 2011, cursivas añadidas).
8 Los asentamientos es una nominación nativa para las tomas organizadas a partir de los ‘60.
9 Callampa nombre dado a estos asentamientos en Chile y favela en Brasil.
Formas de racismo indio... 295

la manera como se han urbanizado nuestras ciudades. No son hechos novedosos


y menos desconocidos por las luchas urbanas de sus pobladores, por los análisis
sociales y políticos. Los sin tierra, los sin techo, los sin casa, los sin agua, forman
parte de la incesante tarea de los “pioneros” urbanos (Álvarez Leguizamón, 2000).
Rosario, por ejemplo, es una ciudad donde la inmigración ultramarina eu-
ropea de principios del siglo XX fue muy significativa. Se deja ver en ella, como
en Buenos Aires, la discriminación al villero de piel oscura. Recientemente el
exgobernador socialista Binner –de la provincia de Santa Fe, donde se localiza
Rosario–, había sostenido que la pobreza en esa ciudad se debía a que los habitan-
tes de las villas son migrantes de otras provincias, o indígenas Tobas o de países
limítrofes, que vienen en búsqueda de comida. Se observa en su relato el racismo
antiindígena incrustado en sus dichos, ya que los sujetos que nombra o son indí-
genas directamente, como los Tobas, o lo son de provincias o países con gente de
piel oscura.
“Vienen de otras provincias, vienen aquí permanentemente. Bueno,
vienen paraguayos y bolivianos, ¿no?, pero básicamente son de las
provincias argentinas. Acá hay barrios enteros de chaqueños, tene-
mos cuatro barrios extraordinariamente grandes enteramente de to-
bas, que vienen corridos porque la soja los desplazó de su terreno.
Y ésa no es una política que se pueda solucionar desde Rosario, hay
que solucionarlo desde Buenos Aires” (Binner).10
Por otro, una problematización argentina muy candente es la criminalización de
los pobres y villeros. En la ciudad de Córdoba –donde se iniciaron los saqueos–,
la policía ha tenido un rol fundamental en la represión y criminalización de la
pobreza a partir, sobre todo, de la aplicación del Código de Faltas, “fuertemen-
te criticado no sólo por su inconstitucionalidad manifiesta (violación a una serie
de principios como defensa en juicio y juez imparcial, entre otros), sino también
por ser un instrumento que restringe derechos, sean estos de circulación, como
a la educación y al trabajo” (Crisafulli, 2013). Este autor, afirma que el código
es parte de las prácticas estatales racistas, sobre todo vinculado con la figura del
merodeo sospechoso, que asocia la cuestión contravencional y el racismo. En el
merodeo se puede ver el vínculo entre cierto “olfato” o ubicación del merodeador
y la portación de cara (piel oscura), como diferencia entre el que “merodea” y el
que transita.11

10 “Lluvia de críticas para Binner: Le pegaron de izquierda a derecha por sus declaraciones ‘xenó-
fobas’” Agencia Federal de Noticias y elaboración de contenidos, Santa Fe, jueves 11 de agosto
de 2016 - Edición núm. 1537, [en línea] http://infogei.com.ar/cable/3576/lluvia_de_criticas_para_
binner_le_pegaron_de_izquierda_a_derecha_por_sus_declaraciones_xenofobas/.
11 “Ese ‘olfato’ no se construye sino a partir de ciertos rasgos físicos, cierta pertenencia a una clase
social, ciertos gustos musicales, ciertas vestimentas, el vivir en cierto territorio inseguro habitado
296 Sonia Álvarez Leguizamón

En Córdoba hay una serie de chistes sobre el negro12 asociado con el villero y
los sujetos de piel oscura que muestran ese racismo. Lo que “el racismo impiadoso
de Córdoba podía llamar ‘negrazones’, propio de un humor que por muy gracioso
que sea “pone las cosas y los hombres en su lugar” (Seman, 2013, en Fiorito et
al.).13 El chiste expresa las relaciones de clase racializadas de este racismo indio
urbano. Como lo demuestra Bermudez (2009), además la planificación urbana
cordobesa y ciertos programas para viviendas populares, refuerzan la segregación
urbana y la construcción del “cabecita negra” como el villero y “cuestionan las
prácticas culturales de los sectores populares” intentando imponer una especie de
“estilización de la vida”, en relación con una concepción particular de clase y de
ciudadanía”.

El evento crítico (el acuartelamiento seguido de saqueos)


El episodio del acuartelamiento y extorción policial en 21 ciudades (Córdoba y
Tucumán quizás sean las más paradigmáticas) en la Argentina, a principios de di-
ciembre del 2013, seguida de saqueos y muertes a “negros de mierda”, constituye
otro evento donde se activó el racismo indio sobre todo al villero. En el análisis
del mismo podemos ver cómo este racismo se manifiesta por todas las ciudades
capitales de provincia de la Argentina. Este evento nos permite visibilizar los ras-
tros comunes de ese racismo indio en esas ciudades, aunque tiene características
particulares en cada una (tema que no analizaremos aquí). Puede ser considerado
un acontecimiento o un evento crítico, donde se visualizan cuestiones vinculadas
a la ruptura de lazos sociales, la guerra entre la configuración de clases y la frágil
relación Nación-provincias, junto a la visibilización de un fuerte racismo hacia
poblaciones “villeras”, sintetizado en el epíteto de “negros de mierda”. El uso de
la palabra “mierda” asociado al “negro”, es un plus de descalificación que vincula

por peligrosos; es decir, no es otra cosa que lo que hemos definido como neorracismo latinoame-
ricano, en este caso, operando directamente desde el Estado y sus instituciones”.
12 1. Llega el negro a la fábrica a buscar trabajo, el gerente le dice:
–Lo que pasa es que acá hay poco trabajo...
–¡Justo es eso lo que ando buscando!
2. –Oiga doñita, tiene shampoo?
La vendedora le pegunta:
–Para qué tipo de cabello quiere, para cabello seco, grasoso, normal, teñido…?
A lo que el negroide le contesta:
–Como..., y no tení pa cabeio sucio???
3. Los colores en córdoba son amariio patito, verde boteia y negro culiao.
13 “Viví en Córdoba y la convivencia de descendientes de europeos, de sujetos que se reconocen
como ‘blancos’ y población hija del crisol de conquistadores, pueblos originarios, era una realidad
problemática. El grado en que lo era está grabado en la piedra aparentemente leve, pero ominosa,
de un humor que por muy gracioso que sea ‘pone las cosas y los hombres en su lugar’. El famoso
humor cordobés ordena y ordenaba las diferencias de clase y expresaba, muchas veces, no siem-
pre, en la perspectiva blanca, el ridículo del ‘negro’ en el salón” (Seman, en Fiorito et al., 2013).
Formas de racismo indio... 297

el racismo del color de la piel con el excremento, se constituye así en un epíteto de


alta denigración de la persona a la que está referido.
Para el análisis me baso en fuentes de archivo periodístico, en conversaciones
en las redes sociales como Facebook y en comentarios de lectores de las noticias.
Las expresiones que aparecen en los relatos de los eventos reflejan creencias y
prácticas, al mismo tiempo que se manifiesta la violencia persistente, ya no ver-
bal sino en forma de una guerra. Expresiones como las siguientes tomadas de las
fuentes sintetizan este desprecio: “esos negros de mierda son los causantes de los
saqueos”, “hay que matarlos a todos”, “son indios incivilizados”, “los mismos
que reciben los programas sociales son los que saquean”, “no es por necesidad,
¿quién come con una pantalla plana?”.14 Aparece en estas expresiones la dicoto-
mía de civilización y barbarie (incivilizados, indios), con una fuerte carga moral
de una humanidad que se niega. Por otro parte, se reflota –como en el caso del
Indoamericano– el tema de los programas sociales y el fastidio que su asignación
produce. No deberían ser perceptores, se cree, porque son los que “saquean”. Los
que no tienen trabajo o que sus ingresos no les permite comer, sólo deberían tener
alimentos no televisión: el saqueo de la “pantalla plana” exacerba el odio racial.
El evento es un acontecimiento público que hace visible, en forma inusitada,
cuestiones que están latentes en las relaciones sociales. No es algo que surge por-
que sí, hay una serie de procesos sociales históricos de más larga data y coyuntu-
rales que lo hacen posible. Es como la punta de un iceberg. En esos momentos se
activan y se enuncian acciones, palabras y representaciones que por alguna razón
no se hacen públicas. No es “políticamente correcto” hablar en público de los “ne-
gros de mierda”, tampoco cualquiera mata a una persona que roba en momentos
“normales”, aunque tenga ganas de hacerlo. Son creencias y valores que están
allí, en la cosmovisión de las personas, en sus habitus y que se hacen acto en estas
situaciones. En la vida cotidiana están reprimidas o constreñidas por los valores y
normas éticas consensuadas: como la igualdad ciudadana, la dignidad de las per-
sonas, los derechos “humanos”, el derecho a la vida, el derecho a la propiedad, a
la vivienda digna y a la seguridad personal, entre otros derechos que se ponen en
cuestión en el evento. También el acontecimiento devela que matar a un saqueador
es posible, está avalado socialmente, se justifica. No sólo porque roba, sino porque
al que se mata es un villero negro de mierda. Esta etiqueta habilita las acciones de
violencia contra sus cuerpos y vidas.
Estos eventos son momentos donde los sectores sociales medios y altos, a
veces los propios pobres, expresan en la prensa o en las redes sociales: aquello que
formaba parte de la transcripción oculta15 y que se circunscribía al ámbito de la
intimidad de la vida cotidiana por oposición al espacio de lo público, propio de la

14 Estas opiniones aparecen reiteradamente con diferentes expresiones en las redes sociales, en pági-
nas web, en comentarios a las noticias consultadas.
15 Ver cita 43 en capítulo I.
298 Sonia Álvarez Leguizamón

construcción de la hegemonía política (Gramsci, 1975, 1977). En este caso se ac-


tivan acciones y representaciones que visibilizan valores morales negativos cuya
máxima expresión es el asesinato, basado en la creencia de que se puede matar a
ladrones, villeros negros de mierda.
El acontecimiento es contingente, es decir se dan las posibilidades de larga
data y coyunturales para que suceda. A pesar de los factores multicausales y a ve-
ces fortuitos que lo hacen posible. Intentaré un ejercicio meramente esquemático
para señalar algunos factores preponderantes históricos y contingentes que pueden
explicar su surgimiento:
1) El reclamo de los policías de la mayoría de las provincias del “interior” por
mejores salarios, sumado a un proceso inflacionario importante.
2) En el caso de Córdoba, la primera ciudad en que se desencadenó el acuartela-
miento “se concretó en corto tiempo después de hacerse pública una denuncia
del Ejecutivo sobre la vinculación organizada entre la cúpula de la organiza-
ción policial y las bandas narcotraficantes” (Fiorito et al., 2013).
3) Una creciente desigualdad social en esas ciudades,16 a pesar de las políticas
de distribución de ingresos por medio de políticas sociales compensatorias:
como la Asignación Universal por Hijo, la ampliación de las jubilaciones a
la mayoría de la población, la suba de los salarios por medio de contratos
colectivos de trabajo, etc.
4) La atomización y faccionalismo al interior del partido peronista que debilitó
la relación entre los gobiernos provinciales y el nacional (en algunas provin-
cias más que otras).
5) Un dato importante fue que el acuartelamiento se produjo en cadena, una vez
que la “gota rebalso el vaso” en Córdoba –como factor precipitante–. Ciudad
donde se observó coordinación entre los saqueadores, según relatos perio-
dísticos. En seguida rebotó en veinte ciudades de provincias, lo que muestra
información y preparación previa entre las cúpulas de las policías provin-
ciales, más allá de que haya habido algunos levantamientos espontáneos y
condiciones peculiares en cada caso.

Algunas visiones sobre la acción colectiva –en la reflexión de las ciencias socia-
les– plantean que su manifestación pública no es espontánea, generalmente es el
producto de un descontento anterior a su visualización así como de acuerdos pre-
vios –implícitos o tácitos–. Son la cara visible de vínculos y valores compartidos
(Melucci, 1994; Das, 1995). En el caso de los saqueos que fue una respuesta al
acuartelamiento, la reacción de los saqueadores no organizados de violar la pro-
piedad privada puede entenderse como como una táctica desde el punto de vista

16 “El saqueo en Córdoba, los nuevos sheriff y los negros de mierda” en Indie Politik, jueves 5 de
diciembre de 2013.
Formas de racismo indio... 299

de De Certeau (1999), es decir astucia. De Certeau caracteriza las tácticas como


el ámbito de acción de las personas sin poder. Él entiende tácticas no como un
conjunto de las estrategias, sino como una adaptación al contexto, el cual ha sido
creado por las estrategias de los poderosos. Este arte de hacer es lo que De Certeau
llama bricolage, un proceso que a menudo implica la cooperación tanto como la
competencia y el uso de la astucia. Esta última se basa, no en el poder del fuerte,
sino que utiliza su debilidad eventual.
Por otra parte, es también una consecuencia no lineal de las desigualdades
sociales crecientes, de los incentivos continuos a la sociedad de consumo, de la
criminalización de la pobreza, entre otros factores. La reacción de la población ar-
mada de matar con saña –espontánea y en algunos casos organizados como el caso
de Tucumán– es fruto del racismo indio. Puede ser visto también como un síntoma
de lo que algunos autores llaman “la fractura social” de la Argentina, vinculada a
la desigualdad ciudadana creciente, el descrédito de los derechos humanos y una
violencia que, bajo el discurso de la civilización contra la barbarie es, en sí mis-
ma, bárbara. Discurso y práctica civilizatorias de larga tradición en la Argentina,
extirpar la barbarie india en una guerra de razas.

El contexto político y las representaciones racistas del villero


El evento visibilizó una relación tensa entre el gobierno federal y las provincias.
En los últimos años se observa un creciente debilitamiento de la idea de nación,
sobre todo debido a la federalización y descentralización creciente de lo público
(sobre todo salud y educación pública) y la privatización y descentralización de
servicios públicos (Gas, Electricidad, Agua, entre otros). Procesos iniciados en el
gobierno de la dictadura militar 1976-1983 –el comienzo del neoliberalismo– y
profundizado en la etapa del presidente Menem. A esos factores de larga data hay
que sumarle otros coyunturales. La demanda de aumentos salariales policiales se
produjo justo después de medidas tomadas contra “efectivos” vinculados con el
narcotráfico y jefes policiales de la provincia de Santa Fe, Córdoba y Tucumán.
Esto no significa que los demandantes estén vinculados todos con el delito, pero es
un dato de la realidad. En el caso de Salta, el grupo que inicia la demanda estaba
conformado por policías recientemente retirados. Por ello se podría inferir que la
medida del autoacuartelamiento no fue sólo por una demanda salarial con bases
reales, sino también una afrenta a los poderes políticos provinciales.
El gobernador De Lasota de Córdoba (ver Imágenes IV.1 y IV.2)17 de un
fracción diferente del partido justicialista a la del gobierno nacional, pide ayuda de
Gendarmería nacional pero no hay respuesta.18 Al no recibir “ayuda” de la Nación,

17 “Tensión en Córdoba por acuartelamiento policial y saqueos en toda la provincia”, Diario Chaco,
[en línea] http://www.diariochaco.com/noticia/tension-en-cordoba-por-acuartelamiento-policial-
y-saqueos-en-toda-la-provincia [consulta: 4 de diciembre el 2013].
18 En declaraciones a Canal 12, del 3 de diciembre González expresó: “Hemos pedido la cooperación
300 Sonia Álvarez Leguizamón

en seguida, se devela el poder que tienen las fuerzas policiales por sobre el ejecu-
tivo provincial y la debilidad de los lazos Nación-provincias.
Paradojalmente ante una afrenta antidemocrática como lo fue el acuartela-
miento policial, en una situación donde los valores de la democracia eran con-
culcados de todos lados, se festejó en Plaza de Mayo (ciudad de Buenos Aires)
30 años de democracia,19 mientras Córdoba y Tucumán –entre otras ciudades– se
encontraban casi en estado de guerra. El ejecutivo nacional no respondió a la al-
tura de los acontecimientos y en el caso de algunas provincias como Córdoba la
respuesta primera fue facciosa como se observa en las declaraciones de las auto-
ridades nacionales. La atomización y luchas internas al interior del partido pero-
nista, estaban candentes en un momento donde se dirimían además candidaturas
presidenciales.

de Gendarmería para tratar de mantener el orden en la ciudad de Córdoba. Lamentablemente no


hemos tenido eco de las autoridades nacionales hasta el momento”, Diario La Voz, [en línea] http://
www.lavoz.com.ar/politica/cordoba-pide-ayuda-gendarmeria-y-declara-asueto [consulta: 3 de di-
ciembre de 2012]. Por otra parte a nivel de la información pública se expresan las luchas facciosas
dentro del partido justicialista: “El secretario de Seguridad, Sergio Berni, anunció que más de
2.000 gendarmes llegarán esta tarde a la provincia de Córdoba, en medio de saqueos tras el acuar-
telamiento de la policía provincial, pero calificó de ‘una payasada’ del gobernador José Manuel de
la Sota de ‘mandar un pedido de auxilio por Twitter a las 4 de la mañana’. ‘Está repitiendo lo que
pasó con los incendios (en la provincia), cuando se le prendió fuego toda la provincia se acordó
del Gobierno nacional. Esperó hasta último momento. El malestar se venía advirtiendo hace rato
y diciembre es un mes complicado’, se quejó Berni”. En “El Gobierno manda más de 2.000 gen-
darmes a Córdoba. Es una payasada que De la Sota pida ayuda por ‘Twitter’, dijo el secretario de
Seguridad de la Nación”. Diario La Gaceta, miércoles 4 de diciembre de 2012.
19 Fue una celebración de los 30 años de recuperación de la democracia, realizada el 9 de julio en
Plaza de Mayo, organizada por el gobierno nacional con artistas que actuaron en un gran escenario
montado en ese lugar. La presidenta Cristina Fernández no suspendió el acto ante los saqueos y
bailó en el escenario con algunos de los artistas invitados. En esos momentos se producían los
saqueos en Tucumán y muertos en otras capitales de provincia.
Formas de racismo indio... 301

Imágenes IV.1 y IV.2


Saqueos en Córdoba
302 Sonia Álvarez Leguizamón

La rebelión policial mostró el poder de las policías provinciales en una estructura


debilitada de los gobiernos provinciales y de su relación con el Estado nacional.
Esta rebelión además es fuertemente antidemocrática. En la memoria de los argen-
tinos, las rebeliones policiales y militares nos suenan conocidas y nos remontan a
épocas siniestras de anulación de los derechos humanos más básicos. La Argen-
tina no es el único país donde rebeliones de este tipo se enfrentan a los poderes
establecidos. Recientemente Ecuador y Bolivia tuvieron rebeliones policiales que
enfrentaron a los gobiernos democráticos.
Según Weber (1967), entre otras características del Estado está la potestad de
ejercer la violencia física para defender el territorio y la legitimidad social. En esta
ocasión se ha visto que los estados provinciales no la tienen y que tampoco han
podido contar con la ayuda pronta del ejecutivo nacional. Las fuerzas policiales,
por otra parte, han servido para ejercer violencia sobre los grupos más marginados
de la sociedad, naturalizando y abonando la criminalización de la pobreza y la
fractura de los lazos de sociabilidad entre clases y grupos sociales, profundizada
en la transformación neoliberal.
Ante una conmoción del orden tan seria y en cadena –en la mayoría de las
ciudades de provincias–, la reacción de los organismos políticos nacionales ha
sido débil, tardía y podríamos decir desinteresada. El ejecutivo nacional tuvo una
respuesta, al principio, facciosa cuando se desató en Córdoba trasladando el pro-
blema al Gobernador. También fue tardía, cuando se decidió mandar a la Gen-
darmería Nacional –luego de casi cuatro días de saqueos– cuando ya se habían
producido muertos y desmanes irreparables. Los muertos fueron calificados como
“negros de mierda” en manos de organizaciones de comerciantes y vecinos ar-
mados contra los saqueadores. Las cifras oficiales nunca fueron informadas. La
mayoría fueron víctimas de la violencia de vecinos armados, salvo casos excep-
cionales. No hubo una política gubernamental por promover causas penales contra
los asesinos, si las hubo contra los saqueadores provenientes de sectores privados,
víctimas de los saqueos. Un relato estremecedor fue un caso en Tucumán donde en
medio de los saqueos un ladrón entró en un departamento, tratando de huir cayó
de un tercer piso a la vereda y murió allí porque nadie llamó a la ambulancia. El
gobernador de Tucumán había informado sobre 3 muertos pero en las redes socia-
les se hablaba de 25 o más. Un resumen sobre los fallecidos en la prensa refleja la
crueldad desatada contra los saqueadores.20

20 “En Resistencia, Chaco, se informó inicialmente que hubo cuatro muertos [...]. Anteayer falleció
un joven en Jujuy por una herida de arma blanca; y en Concordia, Entre Ríos, otra persona murió
electrocutada cuando estaba ingresando a un negocio. La semana pasada, un comerciante murió
en Glew, mientras en Córdoba, donde se inició la oleada de sublevaciones policiales, había falle-
cido otro joven. [...] - Tucumán. [...] Tres personas murieron durante los saqueos que siguieron al
acuartelamiento de la policía provincial. Los ataques a comercios se centraron en el área metro-
politana y sus alrededores. La metodología incluyó grupos coordinados en motos y camionetas
de alta gama. Diversos comerciantes defendieron sus negocios armados con palos o con armas
Formas de racismo indio... 303

El hecho de que los muertos y el levantamiento no fuese en el centro del país,


explica el desdén de la clase política nacional y de la ciudadanía porteña hacia el
evento y las muertes, mientras se festejaba –como si nada pasara– una democracia
que mostraba sus fisuras profundas. Las cosas sucedían en ese espacio tan exterio-
rizado al Buenos Aires sociocentrado: el “interior”, por ello invisibilizado.
La imposibilidad de acceder a bienes básicos y la creciente inflación fue tam-
bién un disparador de los saqueos. Son tácticas, como diría De Certeau (1999),
que se desarrollan en momentos de debilidad del poder y de la ley.21 Si se analizan
las situaciones de saqueos en nuestras ciudades –como en diciembre del 2001– o
en otros países como el Caracazo, se observa que el detonante es generalmente
la oportunidad que, en este caso, fue el acuartelamiento policial. En Córdoba se
constituyó un comando para matar “negros de mierda”.22
La desigualdad social se refleja en la siguiente entrevista. Se muestra en ella,
como el saqueo es vivido como una oportunidad, una astucia, ante tanta injusticia
y discriminación:
“Si yo viviera en la villa de acá a 5 cuadras, con calor, con mi marido
enredado en el negocio narco (Negocio multimillonario impulsado
por gente que NO vive en la villa) con mi hijo asediado por negro,
por burro, y abusado como yo, como mi vecina, como mi marido,
que además de lo abusado que es él, también nos abusa en su anes-
tesia continua. (Porque los pobres necesitamos anestesiarnos con-
tinuamente, igual que aquellos que tienen educación). Si yo hubiera
estado anoche, en la villa Bajo Pueyrredón, con calor y hartazgo, ni
chupada me levanto a hacerles a los vecinos de la Villa el papelito
de ‘pobre digna’ robándome un paquete de arroz. Me llevo teles, me
llevo compus, me llevo cámaras de foto. Pa vender o para sacarme
mil fotos y subirlas al face. Y mientras lo hago, la poca educación
que dicen que yo tengo por ser de la villa, me dejaría ver, entender

de fuego. - Jujuy. El lunes por la noche, un adolescente murió en Perico, luego de recibir una
puñalada en el abdomen, en un local de ropa deportiva. - Entre Ríos: Otro joven murió el domingo
por la noche en Concordia. Recibió una descarga eléctrica cuando entró a un negocio en medio
de los saqueos. Hubo más de 40 heridos en la provincia. [...] También la semana pasada, en el
conurbano bonaerense, un comerciante de origen chino murió tras repeler con disparos un intento
de saqueo en Glew. Los atacantes prendieron fuego el local, en el que quedó atrapado. En “Los
muertos y los heridos de los saqueos”, Pagina 12, [en línea] http://www.pagina12.com.ar/diario/
elpais/1-235417-2013-12-11.html [consulta: 11 de diciembre del 2013].
21 “La violencia colectiva rara vez es espontánea, suele ser relacional (esto es, nadie la ejerce de
manera aislada, sino en conjunto con otros en los que confía, usualmente por pertenencia barrial,
identidad generacional o alguna otra característica en común) y responde no a demandas insatis-
fechas, sino a oportunidades para la acción. La oportunidad hace al saqueador” (Auyero, 2013, en
Fiorito, et al.)
22 Esta noticia salió en Facebook durante los saqueos y desapareció luego de diarios y redes sociales,
seguramente para evitar consecuencias penales.
304 Sonia Álvarez Leguizamón

(y volverme loca de bronca) que ellos a cuatro cuadras de mi casa


opinan del hambre como si esto fuese un cuento de los hermanos
Grimm. Y ahí si… prendo fuego un mostrador, escupo y odio. Todo
el sistema, todo el tiempo nos dice lo que tenemos que TENER, y
nos pongamos una mano en el corazón, la torta no alcanza pa todos.
¿Por qué no saldría yo a buscar eso que nunca tuve? Sería pobre, no
tarada, no me movería por olfato: supermercado, puerta, góndola,
fideos. Sabría lo que salen las cosas mejor de lo que lo sé viviendo
como vivo. Bronca y hambre. Y muchachos… no nos han educado
a nosotros para tratar de medir el hambre del otro, nos han educado
para comprender. Cuidado, y me lo decía yo, anoche, mientras es-
cuchaba los tiros, y mi perra que es enorme se me metía entre las
piernas como un caniche, y mi marido cruzaba la heladera contra la
puerta de calle. CUIDADO, Un burgués (Yo y mil veces yo) asus-
tado es lo más peligroso del mundo” (cursivas añadidas).23
Podemos decir que el negro de mierda condensa una identidad de una alteridad
radical que se va subsumiendo en diferentes atributos: villero, sucio, ladrón, im-
bécil, indio… Cada una de estas nociones y creencias de lo que es el otro, se van
encastrando en la otra como las mamushkas rusas. Esto se observa en las expre-
siones de distintas ciudades, donde los saqueos se produjeron. Se es una cosa y
se es la otra. Si sos negro villero y recibes “planes”, sos todo lo que sigue y por
tanto enemigo, puedo matarte o desearte la muerte. En los relatos aparece el negro
asociado a los malos modales, a la falta de etiqueta de distinción social.
“[cuando] se dice ‘negro’ no se hace referencia al color de piel q
tenga, se usa ese término para referirse a la gente mal educada,
irrespetuosa y falta de consideración (por decirlo con mucho cariño)
que está saliendo a saquear, a robar...” (comentario en Facebook,
cursivas añadidas).
Lo indio se activa en relación a la incivilización, al malón, al desprecio más pro-
fundo y atávico de un habitus neocolonial, donde la idea de invasión y destrucción
se retrotrae en el imaginario racista de los no “indios”.
“El comerciante que también pernoctó en el predio municipal dijo
que fue triste ver a esta gente que tenía la cabeza puesta solo en de-
linquir y hacer daño, ‘parecían indios, endemoniados que rompían
todo a su paso’” (cursivas añadidas).24 

23 “El saqueo de Córdoba, los nuevos sheriffs y los negros de mierda”, en Indie Politik, Publicado por
Sergio Villone, el 5 de diciembre,de 2013.
24 “La Policía corría en medio de esos indios, no eran personas”, Informate Salta, [en línea] http://
www.informatesalta.com.ar/noticia.asp?q=55928.
Formas de racismo indio... 305

En la ciudad de Tucumán la guerra entre vecinos fue de tal magnitud que a la no-
che de uno de los días de la sedición policial, hubo una manifestación en la plaza
central de gran magnitud, pidiendo que se termine la sedición y los saqueos. Se-
guidamente se reproduce información de una página web ante las declaraciones de
Capitanich, el gobernador, quien había manifestado que en esa ciudad solo había
tres muertos. El relato de los muertos está nutrido de representaciones de racismo
indio villero que, por otra parte, es una de las causas por las que matar está bien
visto. Se afirma directamente que estos sujetos son una “sub raza abominable”. Se
usa cursivas añadidas para resaltar estas representaciones y hacerlas más inteligi-
bles para el lector.
“….hay algo que quedo claro en estos días, sobre todo, para quienes
vivimos en Tucumán y pasamos por esta situación límite, en la cual
si teníamos que meter bala se metía sin asco, sin cargo de concien-
cia, perdiendo todo limite por culpa de estos corruptos de mierda.
[…] mientras sacamos lo peor de nosotros mismo, para cuidarnos
de lo peor de la sociedad de esta sub-raza abominable, que deja un
bebe abandonado por chorear”.
“muerto 1: pendejo saqueador del barrio el sol, que al huir cho-
reando choco contra un interno de la linea 11 y lo paso por encima 
muerto 2: negro villero en saquear el Chango más de Jujuy al 3000
se pasó de vivo y se quiso meter en una casa, tiro en la nuca, falleció
el martes a la mañana en el htal padilla.
…muerto 8, 9, 10, 11, 12: asalto a la Sancor: confiados en las dé-
biles balas estatales (de goma) los negros y negras, se mandaron a
saquear. Los vecinos temerosos de que después sigan ellos le man-
daron balas no aprobadas por los ‘derechos humanos’ o sea corcho
de verdad. Se cargaron 5, reconocido esta mañana por el intendente
Zacarias Kodher en el programa los primeros. […]
muerto 16: vieron los negros choreando el Grido y subiendo el
freezer en un carro? el dueño murio de un infarto. […] vieron a un
pendejo que venía corriendo con mercaderia saqueada, pudieron in-
terceptarlo algunos vecinos, le quitaron todo lo cagaron a palos, el
pibe siguio unas cuadras mas y un hombre que tenía una ferretería q
según dicen estaba algo tomado le disparo al negro en la cabeza”.
En Salta se usa la categoría nativa de yuto para los habitantes de la villa de piel
oscura, también para los jóvenes que usan buzo con capucha y gorra dada vuelta.25

25 Significados recabados en grupos de estudiantes de primer año de la carrera de Antropología, de la


Universidad Nacional de Salta.
306 Sonia Álvarez Leguizamón

En un diccionario del Salteño básico se dice de yuto “Grasa. De poco nivel”. En el


diccionario de Americanismos de Salta y Jujuy (Osán de Pérez Sáez y Pérez Sáez,
2006), aparece el significado de la categoría yuto como sigue: “coloq: Campesino
o persona de baja condición. ‘No quiero ir a ese colegio porque está lleno de yu-
tos’, ‘hombre de baja estatura. Dicho generalmente de los bolivianos’”. También
significa para el caso de animales: sin cola o cola corta, según otros diccionarios.
Es una categoría despectiva y fuertemente asociada también con el merodeo, son
los yutos los que por un lado muestran su identidad villera y, por otro, son estigma-
tizados. En los relatos de los saqueos aparece que a los “yutos de mierda” habría
que liquidarlos, igual que a los “negros de mierda”. Las nociones del yuto se aso-
cian fuertemente al villero de piel oscura, de baja condición económica, vinculado
a Bolivia y petiso, por lo que remite a una de las categorías del mestizaje local y
del racismo indio salteño.
–“Y nosotros, los q nos consideramos medianamente buena gen-
te también podríamos aprovechar la ocasión para liquidar a unos
cuantos yutos de mierda el mundo va a estar mejor sin ellos”
–“Yutos!...esos que roban y no trabajan manga de p.... aprovechan
la oportunidad!” (Comentario en diálogos en Facebook, cursivas
añadidas).
Seguidamente algunos ejemplos tomados de comentarios de noticias en la prensa
salteña durante el evento.
“Querido negro de mierda: ahora entendes porque te trato así, ahora
entendes que somos diferentes, entendes porque te quiero ver rom-
perte la cabeza cuando vas en tu moto, cuando me queres limpiar
un vidrio o cuando te veo haciendo cola para cobrar un plan social.
No es por tu color de piel, sos una rata y eso no se maquilla, hoy
lo demostraste rompiendo y robando todo lo que nunca vas poder
comprarte con tu plan. Mañana cuando esto pase voy a seguir mar-
candote con un dedo señalandote y diferenciandote como el negrito
de mierda que sos, porque no vales ni un solo derecho humano y
nunca lo valiste. Te deseo un verano caluroso, ni un peso para el
vino y una bala en la cabeza que seguramente va a venir de otro
negrito de mierda como vos pero de distinta villa. Un salteño que
trabaja todos los días” (cursivas añadidas).26

26 “Hubo saqueos en comercios del centro”, El Tribuno [en línea] http://www.eltribuno.info/


salta/353030-Salta-hubo-saqueos-en-comercios-del-centro.note.aspx [consulta: 12 de diciembre
de 2013].
Formas de racismo indio... 307

En estos diálogos aparecen también testimonios de aquellos que se autoidentifi-


can con el mote de negro “que anda en moto” y reconocen su ascendiente nativo
latinoamericano y al mismo tiempo se corren del estigma del ladrón, de la desho-
nestidad, de la delincuencia, poniendo en evidencia el racismo blanco y su origen
colonial.
“De mi consideración. Soy un negro que anda en su moto porque no
me alcanza para mas aunque sea un técnico superior terciario y no
soy un ladrón y tus palabras ofenden a la dignidad de las personas
ya que no todos los negros somos ladrones tu pseudonazismo digo
asi porque me gustaría saber que opinión tendría Hitler y Goebbels
acerca de tu pureza Aria, tus palabras me suenan a un empleado pú-
blico que por teclear una computadora ya se creen una eminencia y
digo esto porque se los escuche en reiteradísimas oportunidades, se-
guramente tu vanidad solo es comparable con tu ignorancia y vivir
en una villa no es sinónimo de ignorancia, considero peor vivir en
tu country rodeado de ignorancia, pero aun en tu cinismo y alarman-
te falta de estudio coincido con vos en que los rateros no merecen
piedad ya que por ellos, a los humildes nos meten en una misma
bolsa imbéciles iletrados como vos, seguramente como pseudonazi
que sos ni leíste quien fue Adolf Hitler sino sabrías que el conside-
raba una abominación racial nuestros pueblos latinoamericanos y
debían ser eliminados de la faz de la tierra, una rata como vos hu-
biera sido una de sus primeras víctimas para limpiar étnicamente el
mundo. Tu vida seguramente es anónima y no das tu nombre ya que
todos sabríamos que clase de pelele trata a los demás de mierdas
sin haberse olfateado su perfume de asno. Ser negro no es deshonra
ni aun andando en una bicicleta. Ser ladrón es una deshonra aunque
se use guste blanco. Ser ignorante, blanco y prepotente racista te
remonta a tiempos de la vergüenza. El cartel de prestigio te lo deben
pintar tus semejantes ya que si lo haces con tu boca quedara saliva-
do con el rebuzno de un asno” (el énfasis me pertenece).27

Breves reflexiones finales


Las expresiones contra el negro de mierda o el yuto, no son meros insultos pro-
ductos de la bronca ante el saqueo y el ataque a la propiedad privada. Expresan
una cosmovisión del mundo, una manera de ver y entender las relaciones sociales,
prácticas, comportamientos a veces explícitos otras velados. En este caso el negro

27 Comentario de Oscar en la nota de El Tribuno: “Hubo saqueos en comercios del centro”, [en línea]
http://www.eltribuno.info/salta/353030-Salta-hubo-saqueos-en-comercios-del-centro.note.aspx
[consulta: 12 de diciembre de 2013].
308 Sonia Álvarez Leguizamón

de mierda, el yuto de mierda al que hay que matar, es el villero, el que vive en los
márgenes de las ciudades. Y el villero en la Argentina tiene la marca de su condi-
ción nativa, o india sintetizada en la palabra negro. Este racismo es expresión de
estas configuraciones de clase entre dos grupos antagónicos.
La violencia del evento, tanto la que ejercen los saqueadores, como la violen-
cia racista y estructural cotidiana devela un recrudecimiento de la racialización a
las clases subalternas y de la distancia social. Los espacios de convivencia como
lo fueron la educación pública están cada vez más segmentados. El racismo que
lleva a matar es un espejo deformado de esa sociabilidad debilitada y rota. La ac-
ción colectiva del saqueo de parte de las poblaciones más marginadas muestra que,
cuando los controles que ejercen las fuerzas policiales sobre la propiedad privada
no funcionan, surge crudamente la evidencia de las carencias. También son mani-
festación de poder y capacidad de confrontación de los grupos subalternos. No son
clases sociales en lucha por una sociedad más justa sino personas con vivencias
similares expresando lo que son capaces de hacer. Violar la propiedad privada.
Pero las clases dominantes y medias son capaces de matar, porque el negro villero
de mierda es percibido como una “rata”, un “indio”, no es humano y, por lo tanto,
lo puedo exterminar, es una guerra de razas no metafórica.
Estas cuestiones visibilizadas en el evento, son un síntoma muy serio de que
los lazos sociales están rotos, que hay debilidad del Estado nación en su relación
con las provincias para velar ante situaciones, donde las potestades de los estados
antes citados, son puestas en cuestión. Son una muestra que el gobierno de las
provincias pueden ser presas de las fuerzas policiales.
En una visita que realicé a Buenos Aires, luego del evento, me llamó la aten-
ción su invisibilización y el desdén por lo acontecido. Busqué fuentes en diarios
nacionales, reflexiones de científicos sociales y, a diferencia del caso del Parque
Indoamericano –que sucedió en la propia capital del país– encontré muy pocas
noticias y reflexiones. Mi sensación fue de mucha tristeza. Pensé que si los muer-
tos y saqueos hubieran sucedido en la ciudad “blanca”, la reacción gubernamental
y social hubiera sido diferente. La tardía reacción gubernamental, el festín de la
democracia que se realizaba en forma concomitante, la poca difusión pública de lo
que estaba sucediendo, así como la omisión de denuncias penales a los asesinos,
son una muestra del olvido y del desdén por el resto del país. También son un sín-
toma de una cultura porteñocentrada que ante tantas omisiones, pareciera aceptar
indirectamente la criminalidad del racismo. Parte de esta fractura muestra que las
desavenencias –entre el gobierno nacional, gobernadores provinciales y al interior
del partido Justicialista– no pudieron ser saldadas, ni siquiera ante una situación
de tal gravedad institucional como la sedición policial. Por otro, el evento mostró
con crudeza el racismo indio villero en ciudades de provincia y sus similitudes con
el racismo indio villero porteño.
Formas de racismo indio... 309

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CAPÍTULO V

El racismo indio sobre las comunidades indígenas.


El caso de la soja y la muerte por hambre.
Discursos gubernamentales1

“Hambre, exclusión y devastación, los pilares del modelo


de la soja”.2

“El hambre se parece al hombre que el hambre mata. El hombre


se parece al árbol que el hombre mata. Los árboles tienen brazos
y las personas, ramas. Cuerpos escuálidos, resecos: árboles he-
chos de huesos y gentes hechas de nudos y raíces que se retuer-
cen al sol. Ni los árboles ni las personas tienen edad. Todos han
nacido hace miles de años, quién sabe cuántos, y están de pie,
inexplicablemente de pie, bajo el cielo que los desampara”.
Poema: “En mi hambre, mando yo”, en La luz es un secreto de la
basura, de Eduardo Galeano.

E
n este capítulo analizaremos el racismo antiindígena vinculado con aque-
llas comunidades que se reconocen como tales o como pueblos originarios
y que han sido confinadas a lugares que, hasta hace poco, no tenían interés
económico para la expansión del capitalismo en el Chaco salteño. El racismo se
activa por procesos concatenados que tienen que ver con la forma en que se justifi-
ca la ocupación y expropiación de esos territorios para el cultivo de la soja transgé-
nica, a partir de diferentes argumentos de su condición “arcaica” de vivir que habla
de su situación “incivilizada”. Por otra parte dicha expansión, sojuzgamiento y
expropiación de sus medios de subsistencia como la tierra, fundamental para de-
sarrollar la reproducción de su vida, produce una serie de daños a las poblaciones
que llegan a la muerte por hambre.
En esta línea, para observar cómo opera el racismo indio, desarrollaremos
primeramente cómo se produce la expansión de estos territorios a partir de la soja
en estos últimos tiempos y los daños que está produciendo a esta población. Por

1 Este capítulo es una reescritura del artículo de mi autoría: “Neocolonialismo, hambre y agronego-
cios de la soja transgénica (Salta, Argentina)” en Arancibia y Cebrelli , 2011.
2 Programa de Vigilancia Social de las Empresas Transnacionales del Sector Agronegocios, Reporte
núm. 05, Informe de investigación sobre las operaciones de Monsanto en Argentina, [en línea]
http://www.foco.org.ar/oet-documentacion%20y%20base%20de%20datos/oet-reportes/Repor-
te.05.%20Monsanto.pdf.
312 Sonia Álvarez Leguizamón

otra parte, tomaremos como evento crítico el abordaje de un acontecimiento del


presente: las muertes por hambre de niños wichís vinculadas con la expansión de
la soja y los agronegocios3 en las zonas del llamado Chaco salteño y, por otro, dis-
cursos de los gobernadores a lo largo del siglo XX sobre las causas de la desnutri-
ción y el hambre de poblaciones pobres indígenas. Analizo estos eventos no desde
una perspectiva empírica que describa diferentes indicadores de desnutrición y
salud, sino como paradigmáticos de las formas de dominación neocoloniales del
presente. Los abordo como acontecimientos o “eventos críticos” que develan el
racismo neocolonial persistente de las explicaciones sobre la desnutrición y el
hambre en los discursos gubernamentales locales del presente y del largo tiempo
(durante el siglo XX y parte del XXI), que los explican como producto de sus
hábitos culturales considerados inferiores, atrasados, arcaicos, no modernos, a
partir de un racismo indio particular.
En el caso de la soja, me interesa observar la relación entre formas de pro-
ducción de la pobreza y los llamados agronegocios. Lo abordo a partir del análisis
de datos secundarios, de fuentes periodísticas y de la web,4 mostrando además las
prácticas políticas locales que lo han hecho posible.
Me detengo particularmente en un síntoma doloroso de estos procesos: las
muertes por hambre de niños de etnia wichí denominados con la categoría clasifi-
catoria de “indios”5 en la zona de expansión, que se denomina zona de transición

3 Conforme Antonio Nivaldo Hespanhol (2007, citado por Soares Campos, 2011), los agronegocios
son el “conjunto de segmentos productivos que se articularan directa o indirectamente con la agri-
cultura moderna” en todas sus actividades y ramas, a diferencia de la denominación tradicional de
agro industria que estaba circunscripta a estas dos actividades. Ahora se entiende a la agricultura
desde una perspectiva sistémica como formando parte de un sistema más complejo del que par-
ticipan industrias proveedoras de insumos, (implementos, máquinas, transporte, almacenaje) y
distintos servicios de asistencia técnicas, (financieros, de logística, contable, etc.) (Soares Campos,
2011), así como la acción del estado y sectores de poder asociados o facilitadores. La Argentina
en 1996, durante el gobierno de Carlos Menem, aprueba la siembra comercial de semillas transgé-
nicas y a partir de allí se inicia el proceso de expansión de la soja y la conformación de los llamos
“pull de soja”, asociaciones de sectores de capital que materializan su producción.
4 Las fuentes alternativas a la prensa hegemónica, que circulan en el ciberespacio, a veces muestran
el carácter de resistencia, dada la desinformación y tergiversación de los medios de comunicación
privados, en oposición a la libre circulación de información que aparece en los sitios administra-
dos por organizaciones sociales diversas. Es interesante destacar, tanto desde el punto de vista
metodológico como teórico, la relevancia de estas fuentes que nos muestran posicionamientos no
subsumidos por el discurso oficial, sin que sus voces hayan sido apropiadas o resignificadas (Das,
1989: 284). Estas fuentes superan, en cierto sentido, la historia oral clásica donde el investigador
interpela al sujeto individual en una relación cara a cara.
5 La categoría clasificatoria de indio en el siglo XX y también durante el XIX, en Salta, antes de las
luchas indígenas de finales de 1980, se asocian a los pueblos originarios de las zonas de los ecosis-
temas denominados chaqueño, de yungas, selva subtropical (para algunos denominados también
selva Tucumano Boliviana o parque Chaqueño) mientras que los pueblos originarios andinos son
clasificados por las voces autorizadas y el sentido común, con el nombre de coyas que remite a
poblaciones que habitan valles de altura, puna y prepuna andina, a diferencia de los gauchos cuya
Formas de racismo indio... 313

entre las Yungas y el Chaco seco de la provincia de Salta, también llamado “eje
productivo”, al este de la ruta 34.
La muerte por hambre, se podría erradicar –según estos discursos– a partir de
la educación. Es en las propias víctimas en las que se corporiza el problema de la
falta de medios de subsistencia. Se naturaliza una visión del mundo que reafirma
la superioridad del que diagnostica por sobre “la cultura” del otro, en este caso “el
indio”, que “deja morir”. Argumentación que justifica los dispositivos de interven-
ción social disciplinatorios para “educarlos” e “integrarlos”.
Primero describo someramente los procesos de expansión del capitalismo por
medio de la soja en la provincia de Salta, basada en estudios y datos de múltiples
investigaciones e informes realizados sobre el tema. Asimismo contextualizo la
temática en el ámbito internacional, dado que el caso del norte argentino es repre-
sentativo de las paradojas entre, por un lado, la promoción de parte de organismos
promotores del “desarrollo humano” de los derechos básicos a la vida y a la ali-
mentación así como los discursos “solidarios/humanitarios” ante el creciente ham-
bre en el mundo y, por otro, el fomento de actividades agrícolas vinculadas a los
agronegocios y aumento de la productividad, junto con la promoción de cultivos
para biocombustibles que generan aumento de la producción de pobreza y muerte
por hambre. El análisis de los sujetos involucrados, los procesos de acumulación
originaria, de transferencia de riquezas, de expropiación de medios de subsistencia
dan cuenta de un “desarrollo” particular del capitalismo local transnacionalizado.
Las consecuencias que están teniendo para la población afectada, nos permite mi-
rar, a partir del recorte de este caso, la actualidad de procesos de neocolonialismo
o de “colonialidad del poder”.
Analizo, discursivamente, las declaratorias gubernamentales y de otros acto-
res acerca de los casos recientes de muerte por hambre, en la zona de expansión de
la soja, en el norte argentino como un evento crítico (Das, 1996),6 mostrando el re-

clasificación se asocia con poblaciones que habitan valles o planicies vinculados al pastaje de
ganado mayor.
6 Un evento crítico o acontecimiento, tiene una serie de características para Veena Das (1996),
como ya vimos: su temporalidad (forma parte de un proceso en el que se sucede una cadena de
acontecimientos), es un referente ineludible, posee una cualidad arrolladora puesto que pone en
cuestión una serie de tematizaciones que provocan posicionamientos. Así ellos inauguran formas
de acción, resignificando sistemas categoriales y códigos morales. Los eventos tocan no sólo cues-
tiones de derechos y accesos, sino también manifiestan la violencia estatal y de otro tipo que, no
sólo atraviesan la intimidad de las personas, sino que tienen como resultado zanjar –de diversas
formas–, algunas cuestiones en conflicto y lucha. Podríamos decir que son temas que se han re-
problematizado o se comienzan a problematizar (siguiendo a la tradición de Bourdieu y Lenoir),
es decir se incluyen en la agenda pública con algún grado de legitimidad. Los derechos reclamados
por la comunidad o los intereses y valores que están siendo concretados y que ponen en cuestión
una cierta cultura política enfrentada con otra y de lo que significa la dignidad de las personas o
el límite moral que pueden soportar, son para ella parte constitutiva de la cultura. Estos objetos de
la cultura pueden incluir: derecho a la naturaleza (derechos sobre la foresta, al uso de la tierra) y
314 Sonia Álvarez Leguizamón

novado neocolonialismo de las elites de principios de este siglo. La expansión del


capitalismo neocolonial de los agronegocios la soja está produciendo procesos de
etnocidio7 junto a formas renovadas de ecocidio,8 lo que permite explicar la diná-
mica de la dominación local y global fuertemente entrelazada y multideterminada,
que podríamos ejemplificar con la metáfora de una arborescencia neocolonial.9
En el caso de Salta, el Gobierno provincial ha sido promotor activo de políticas
facilitadoras de esta expansión y de los intereses empresariales y, al mismo tiem-
po, ha actuado reprimiendo las luchas por la tierra de las comunidades indígenas
afectadas.
En último término, a partir de un análisis histórico discursivo de declaratorias
gubernamentales a lo largo del siglo XX, basado en investigación de archivo y
con el apoyo de viñetas de investigación periodísticas,10 muestro el linaje de largo
tiempo que posee este racismo indio acerca de las explicaciones sobre pobreza y
de la desnutrición. Este discurso remite a explicaciones provenientes de distintos
campos de saber poder (sobre todo médico) que forman parte de lo que se puede
denominar un habitus colonial (Rivera Cusicanqui, 2004, 2001)11 de las elites gu-

también productos de la imaginación: folklore, por un lado y por el otro el derecho de instituir la
memoria en la forma de una comunidad histórica y el derecho a vivir bajo la ley que regula la vida
personal de sus miembros.
7 La idea de etnocidio es un concepto desarrollado por el campo de saber de la antropología, vincu-
lado con el etnocentrismo. Según Abramoff el etnocidio es la anulación de la diferencia, “es querer
hacer del ‘otro’ un igual a mí. El pensamiento ‘etnocida’ funciona así: hacer del indio, del negro,
del gitano, del asiático otro de sí, transformándolo en un indio civilizado. […] Negar la diferencia,
ignorando su identidad, es la clave para ponerlo mejor a mi servicio, y cuando esto no es posible,
debo suprimirlo físicamente, en la medida que se torna peligroso y amenaza mi supervivencia. Si
no puedo convertirlo en un ‘otro previsible’ en un ‘otro que se parece a mí’ y deje de ser peligroso
debo eliminarlo directa o indirectamente. Esto es el genocidio” (Abramoff, 2004: 159-160).
8 El neologismo “ecocidio” se define como deterioro y destrucción del medio ambiente y de los
recursos naturales como consecuencia de la acción directa o indirecta del hombre sobre los ecosis-
temas.
9 La estructura arborescente del colonialismo interno, para Rivera Cusicanqui, se manifiesta a partir
de ejemplos elocuentes de la estigmatización de las conductas de mimesis cultural, como el caso
de la vestimenta de la chola paceña y también en los habitus coloniales de las elite que continua
funcionando a través del eje invisible de las “dos repúblicas” –la una de los súbditos, la otra de los
soberanos– (Rivera Cusicanqui, 2004). Para ella, también la estructura arborescente del colonia-
lismo interno se articula con los centros de poder del hemisferio norte, “llámense universidades,
fundaciones u organismos internacionales”. Afirma que “la estructura ramificada del colonialismo
interno-externo tiene centros y subcentros, nodos y subnodos” (2010: 63).
10 Ésta y todas las viñetas del diario El Intransigente de la Provincia de Salta que se reproducen aquí,
han sido cedidas por Alejandro Morandini (2008) en su investigación “Compilación, análisis y
sistematización de los artículos periodísticos escritos por Manuel J. Castilla entre setiembre de
1939 y diciembre de 1960” (Beca de investigación para escritores del Fondo Nacional de las Artes,
2008).
11 Según Silvia Rivera Cusicanqui (2004) se podría hablar, de una estructura del habitus republicano
colonial haciendo referencia al concepto bourdieusiano de habitus, que continua funcionando, en
el caso de Bolivia que estudia, a través del eje invisible de las “dos repúblicas” que resultó encu-
Formas de racismo indio... 315

bernamentales salteñas de “larga duración”, que coloca a las causas de la muerte


por desnutrición en las propias víctimas, culturalizando la pobreza, obliterando los
procesos de expropiación de medios de subsistencia y de acumulación de capital,
así como las resistencias y luchas de las víctimas para evitarlas.
La muerte por hambre en esta zona no es nueva, pero se ha visto agudizada
por los procesos intensos de expropiación brutal de medios de subsistencia bá-
sicos para la vida que brindaba el bosque y el agua. Considero, como Josué de
Castro (1951, 1965a) que las zonas de hambre endémico son una muestra de las
relaciones de expropiación de riqueza y de medios de subsistencia neocoloniales
persistentes y brutales.
Asociado con la expansión de la frontera agrícola en este espacio social se
activaron en la Argentina estudios antropológicos que recuperan la noción de ra-
cismo. Gordillo considera que el mito de la Argentina blanca se activa en los con-
textos de expropiación y desmonte. A este racismo lo entiende no como un objeto
acotado reducible a la gente argentina que es “blanca” o descendiente de europeos.
Dice Gordillo (2013):
“De la misma manera que hay argentinos rubios y de ojos celestes
como Osvaldo Bayer que siempre han luchado contra La Argentina
Blanca, hay argentinos con sangre indígena como el ex-gobernador
de Salta Juan Carlos Romero que siempre han sido sus grandes de-
fensores. La Argentina Blanca es un proyecto político-espacial que
ha sido definitorio de la historia nacional: el intento de hacer del
país un espacio blanco y libre de indios-mestizos-negros, o por lo
menos un espacio donde no se note demasiado que la mayoría de
la nación es morocha. Este es un proyecto utópico y acosado por
el vértigo que le genera la imposibilidad de su realización ante la
realidad de las multitudes con rasgos indígenas (‘esos negros de
mierda’), pero que ha definido a las elites nacionales desde las ma-
sacres de gauchos lideradas por Sarmiento en Cuyo y las masacres
de indios lideradas por Roca y Victorica en Pampa-Patagonia y el
Gran Chaco hace ya más de un siglo”.
Carrasco, Sánchez y Tamagno (2012) plantean en sus análisis del mismo contexto
que la categoría “indios”; ésta imbuida de una fuerte descalificación y proponen
abordarla en términos de racismo. Afirman que estos procesos
“contribuyen a revisar la idea de que en nuestro país no había in-
dios –salvo en algunas contadas reservas indígenas– y de que no
éramos racistas dado que en nuestro país no había negros. Esa era la
imagen que habíamos internalizado y que los estudios de antropo-

bierto y disfrazado por la retórica del reconocimiento jurídico de la igualdad del indio.
316 Sonia Álvarez Leguizamón

logía no alcanzaron a cuestionar, así como tampoco una militancia


que, enfatizando la cuestión de clase, no problematizaba la cuestión
indígena”.
Sus análisis recuperan los aportes del antropólogo argentino Eduardo Menéndez
(1971), quien a partir de una mirada de la colonialidad afirma que
“el racismo, tal cual lo conocemos hoy, no es más que la relación so-
cial establecida en el mundo por el modo de producción capitalista.
[…] Es el modo de cosificar, subestimar, descalificar y considerar
inferior al otro, al colonizado, a aquél al que es imprescindible ex-
propiar y explotar en pos de un modelo de desarrollo acorde a los
intereses de los sectores dominantes”.
Alcira Argumedo (2009), en el contexto de la expansión de la soja y de las muertes
por hambre, considera que estos procesos son equivalentes al lebensraum. Esta
teoría la desarrolla el geógrafo alemán Ratzel, a fines del siglo XIX, la que se fun-
damenta en que los pueblos superiores tienen derecho a apoderarse de los territo-
rios de los pueblos salvajes, atrasados e inferiores y por eso es preciso eliminarlos,
para desplegar en ese espacio la civilización. Ideas que luego fueron incorporadas
por Hitler. Esta teoría dice Argumedo:
“La vemos emerger en la Argentina bajo la modalidad del desmonte
de bosques nativos, con el desplazamiento de campesinos e indíge-
nas que desde tiempos ancestrales viven el ellos y de ellos obtie-
nen sustento. [...] entre otros, gobernantes y funcionarios corruptos,
grandes corporaciones locales o extranjeras, junto con pooles de
siembra y empresarios amigos, son ahora las razas superiores que
pretenden legitimarse en una moderna teoría del lebensraum, con
el objetivo de desplegar sus negocios civilizados en esos espacios
vitales”.

La expansión el capitalismo por medio de la soja en el norte argentino


Para darse una idea de la dimensión de la expansión de la soja en Sudamérica
veamos sólo algunos datos. Las proyecciones para el futuro de zonas deforestadas
y áreas afectadas por las plantaciones de monocultivos de soja en Sudamérica son
las siguientes: en Brasil, se llegarán a deforestar entre 70 y 100 millones de hec-
táreas entre Chaco, Mata atlántica y bosques tropicales; en Argentina se llegarán
a deforestar 25 millones de hectáreas entre Pampa húmeda, Yunga y Chaco; en
Paraguay se llegarán a deforestar 3,5 millones de hectáreas entre pantanal, Mata
atlántica y Chaco; en Bolivia proyectan deforestar 1,2 millones de hectáreas en
bosques tropicales y Chaco (Bravo, 2007).
Formas de racismo indio... 317

El Defensor del Pueblo de la Nación (IDPN, 2009) en un informe sobre la de-


forestación en la zona de estudio afirma que “el avance de la frontera agropecuaria
se concentra en la zona de transición entre las Yungas12 y el Chaco Seco –el llama-
do ‘eje productivo’”– debido a que existen buenos suelos y baja pendiente (igual
o menor a 5º). El reciente incremento de las precipitaciones en todo el noroeste de
Argentina incentivó la expansión agrícola hacia estas zonas que tradicionalmente
eran consideradas bosques marginales”. Junto al paquete tecnológico de la soja
transgénica se ha producido el avance de la producción agrícola en tierras que an-
tes eran de propietarios ausentistas o tierras fiscales, debido a su poca riqueza para
la agricultura intensiva. Entendemos que el neocolonialismo actual de los cultivos
de soja transgénica permite visualizar con claridad las formas de operar del capi-
talismo que mantiene muchos de los estilos que ya tenía en la etapa del llamado
desarrollo desigual o dependiente. En un trabajo anterior (Álvarez Leguizamón,
2005) planteaba que un renovado modelo agroexportador globalizado –parafra-
seando a las nociones dependentistas–, está siendo promovido como las “mejores”
políticas de “desarrollo nacional”, las que sin embargo concentran cada vez más
la riqueza y producen pobreza y expropiación de medios de subsistencia. La soja
es un caso testigo y puede ser considerada como uno de los productos agrícolas
de más rentabilidad actual.13 La riqueza producida se concentra en los producto-
res y en la multinacional que monopoliza la venta de la semilla Monsanto.14 La
producción de soja ha adquirido una extensión similar a la del algodón, el cacao,
la caña de azúcar del siglo XIX y XX. Es una típica forma de un nuevo “encla-

12 En las Yungas o selva Tucumano-Boliviana más del 90% de la superficie original ubicada en áreas
planas de suelo profundo de esta selva ha desaparecido al ser reemplazada por cultivos de caña
de azúcar entre las décadas del ‘30 y del ‘50, y actualmente por plantaciones de soja (Brown y
Malizia, 2004, citado por IDPN, 2009).
13 El valor de la producción de cereales y oleaginosas para la campaña 2007/2008 fue de 70.845 mi-
llones de pesos o 19.147 millones de dólares. Las exportaciones de aceites de soja y girasol, pellets
de soja y harina de trigo totalizaron unos 11.602 millones de dólares en lo que va de la campaña
2009. Las empresas de venta de granos transnacionales como Dreyfus, Bunge, Pérez Companc
están entre las que más producen y concentran la riqueza. En Federico Bernal, “La renta sojera”
publicado en el diario Página 12. Buenos Aires, domingo 12 de julio de 2009, Suplemento Cash
[en línea] www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/cash/17-3954-2009-07-12.html.
14 Para mayor información sobre los efectos negativos de Monsanto ver el documental El mundo se-
gún Monsanto que “denuncia los efectos negativos que provocan los productos agroquímicos y las
semillas de soja transgénica que comercializa la empresa más grande del mundo del sector. En sín-
tesis, expone la cara más oscura de la lógica económica neoliberal, a través de la realidad agrícola
de América del Norte y del Sur, especialmente de Argentina. Monsanto es el primer semillero de
soja, maíz, algodón y productor de agroquímicos del mundo. Quien dice semilla, dice Monsanto,
pero también dice alimentos. Es la empresa norteamericana que maneja el mercado mundial de la
soja. Es la misma empresa que fabricó PCB, y ocultó durante 50 años que ese aceite era cancerí-
geno. Es la empresa que produce y que patentó las semillas de soja genéticamente modificadas,
para resistir agroquímicos y tempestades, etc.” Dirección del documental, Marie-Monique Robin,
Portal Libertario OACA [en línea] http://www.portaloaca.com, el video [en línea] http://www.
youtube.com/watch?v=LdIkq6ecQGw.
318 Sonia Álvarez Leguizamón

ve” –como planteaban los teóricos dependentistas para el caso de la estructura de


la hacienda– que, al igual que antes, está produciendo efectos depredadores que
afectan el medio ambiente y a las poblaciones. La depredación adquiere nuevas
formas mucho más destructoras que las anteriores. No sólo se produce una intensa
deforestación, cambio climático, pérdida de biodiversidad, sino que la aplicación
de la biotecnología transgénica está generando efectos devastadores sobre la napa
terrestre y sobre las vidas humanas.
En el período 2002-2006, en Salta, dejaron de existir 414.934 hectáreas de
bosque, más del doble del registrado entre 1998-2002, y cuyo índice de desmon-
te supera el promedio mundial, según datos de la Secretaría de Ambiente de la
Nación. “En el país, en el mismo lapso, dejaron de existir 1.108.669 hectáreas de
bosques, 277.000 hectáreas por año, que equivalen a 760 por día, 32 hectáreas por
hora”. La misma Secretaría remarca que “la deforestación se produce para destinar
esas superficies a la agricultura, principalmente al cultivo de soja”. Desmontes,
desalojos violentos y éxodo rural son algunas consecuencias del mayor cultivo del
país, que abarca 17 millones de hectáreas. El uso de los agrotóxicos y las conse-
cuencias en la salud también son aliados del cultivo transgénico15 (Aranda, 2011).
“La deforestación de la provincia se concentra actualmente en el
departamento San Martín y, en forma creciente, en el departamento
Rivadavia. Allí es donde se encuentran los principales remanentes
del bosque tropical seco del Chaco salteño. En 2007 fue autoriza-
da la deforestación de una superficie de tierras sin precedentes en
aquellos departamentos, poniendo en gravísimo riesgo la integridad
ecológica de una región que, a más de sus (mal entendidos) valores
ambientales, es el territorio de ocupación tradicional y actual de más
de 200 comunidades indígenas. En los departamentos de Anta, San
Martín y Rivadavia habitan más de 23.000 indígenas cazadores-
recolectores. Hasta la fecha –y tras décadas de reclamos– sólo han
logrado legalizar en forma efectiva sus derechos de propiedad sobre
tierras que, en conjunto, constituyen menos del 5% de la superficie
afectada por los desmontes propuestos en los últimos tres años y tres
meses. A ello se suma la situación de numerosas familias criollas
que habitan la región bajo un régimen de tenencia precaria” (Leake
y Ecónomo, 2008).

15 “La propia Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable de Salta (actual Secretaría de
Política Ambiental) reconocía en 2006 –en el auge de los desmontes– que los departamentos más
afectados por la deforestación son: Anta, Orán, Rosario de la Frontera, San Martín y General Güe-
mes, todos en la zona de transición entre la selva Tucumano-Boliviana o Yunga y el Chaco seco,
totalizando en los últimos 8 años una pérdida de 600.000 hectáreas de selva pedemontana y bosque
chaqueño, con un alarmante incremento en la velocidad de la misma. Sólo en Anta, San Martín y
Orán –los municipios con mayor cantidad de desmontes entre 2000 y 2005– la deforestación es el
80% del total de la superficie perdida de bosques en toda la provincia de Salta” (IEDPN, 2009).
Formas de racismo indio... 319

Estas transformaciones generan fuertes procesos de etnocidio, dado que la ocu-


pación del territorio expulsa, desaloja o acorrala a poblaciones que vivían de los
recursos del monte, a través de la llamada acumulación originaria constante, es
decir la expropiación de medios de subsistencia para la vida, sobre todo la tierra,
el agua y los recursos naturales, con un sistema de explotación de la tierra con pro-
pietarios ausentistas y legitimadas con dispositivos racistas basadas en la idea de
que dichas inversiones traen “desarrollo” y que las poblaciones que ocupan esos
territorios son “incivilizados”. Se expropian medios de subsistencia y de reproduc-
ción material y cultural de la vida a grupos de población aborigen y campesina,
con la anuencia de los sectores de poder gubernamental y bajo discursos prácticos
neocoloniales que naturalizan y justifican el discurso desarrollista productivista16
que lo sustenta.
La explotación de la soja transgénica combina: la robótica (tractores con GPS
comandados por una persona que puede hacer todo el trabajo agrícola en diez
hectáreas) y la biotecnología aplicada a las semillas transgénicas y a los herbicidas
como el glifosato17 que está produciendo también malformaciones y otras enfer-
medades a aquellas poblaciones cercanas a los cultivos. Los procesos de expan-
sión de la frontera agrícola con la soja transgénica, tanto como la reconversión de
la existente en la llamada Pampa húmeda y el creciente monocultivo tienen efectos
de diferente tipo. Entre otros se puede señalar, el empobrecimiento del suelo dado
que no se realiza en la mayoría de los casos barbecho; la pérdida de la seguridad
alimentaria por la tendencia al monocultivo y a la expropiación de medios de sub-
sistencia básicos como el agua y la tierra a indígenas y campesinos, precarización
de los pocos empleos que genera como la estiva, migración forzosa a las ciudades
medianas cercanas, empobrecimiento en los asentamientos de esas periferias ur-
banas, entre otros aspectos.

16 Según Naharro, Álvarez y Flores Klarik (2009) el saber práctico productivista es aquel que tien-
de a legitimar la apropiación de la tierra, concibiendo a la misma como suelo o sustrato físico,
continente de recursos o variables de interés a desarrollar. Tiene que ver con una valoración de su
potencialidad y eficacia productiva, en donde la concepción de región se utiliza como instrumento
simbólico asociado al progreso y al desarrollo. La misma está sustentada en el éxito del capitalis-
mo, en donde el mercado es el que determina lo que se produce. A los actores que esgrimen este
discurso les interesa, en la zona, acceder a aquellas tierras de bajo precio, consideradas con aptitud
productiva para determinados paquetes tecnológicos como el de los agronegocios de la soja. Se
suele resaltar los aportes que este modelo hace a la generación de riqueza de la zona, el progreso
y desarrollo regional apelando a la idea de la creación de puestos de trabajo, desarrollo de vías
de comunicación y servicios. También se argumenta que este modelo permite incorporar nuevas
superficies, antes improductivas, reactualizando el imaginario civilizatorio del desierto.
17 El glifosato (N-fosfonometilglicina) herbicida no selectivo de amplio espectro, desarrollado para
eliminación de hierbas y de arbustos. Es un herbicida total, absorbido por las hojas y no por las
raíces, además de otras aplicaciones se asperja a tocones o se aplica con avionetas que arrasan los
cultivos. El glifosato es el principio activo del herbicida Roundup (nombre comercial de la mul-
tinacional Monsanto quien la ha patentado). Muchas investigaciones en el mundo y en América
Latina han probado sus efectos nocivos sobre la salud humana.
320 Sonia Álvarez Leguizamón

Todo el circuito productivo está altamente concentrado e implica altísimas


transferencias de excedentes monetarios y energéticos. En un análisis realizado
por Elizabeth Bravo (2007), se puede observar para Argentina la alta concentra-
ción del circuito productivo y de la renta de este agronegocio. Tres empresas con-
trolan gran parte del mercado de semillas: Nidera (de Holanda) y dos empresas
argentinas. Con los agrotóxicos, antes de la roya18 de la soja, la empresa que más
ganancias tenía era Syngenta, cuando aparece la roya de la soja, las ganancias de
Bayer suben convirtiéndose en la primera transnacional de agrotóxicos a nivel
mundial, en término de ventas. Bayer además produce el fungicida que combate la
roya. Entre las empresas involucradas en el procesamiento y la venta del grano de
soja, hay cuatro que dominan este mercado en el Cono Sur: ADM, Cargill, Bunge19
y Louis Dreyfus. En la Argentina juntas controlan el 78% de las exportaciones
de trigo, el 79% de maíz, el 71% de harina de soja, el 95% de aceite de soja, y el
97% del aceite de girasol. En lo que respecta a la comercialización, las empresas
como Cargill y La Plata Cereales exportaron el 75% de la soja en grano en el año
2003. El almacenamiento de los granos también está a cargo de estas empresas. 20
Las provincias de Tucumán, Salta, Catamarca, Jujuy, Santiago del Estero y Chaco,
producen aproximadamente 6,7 millones de toneladas de soja (13% del total) y 3
millones de toneladas de maíz (11%).
Considero que el modelo de exportación de los agronegocios y de biocom-
bustibles son también formas de expropiación energética. Los alimentos como la
soja o el maíz en forma de commoditties,21 producen expropiación energética de

18 La roya de la soja es una enfermedad de la planta causada por dos especies de hongos del género
Phakopsora las que fueron separadas taxonómicamente recién en 1992: Phakopsora pachyrhizi,
originaria de Asia, y Phakopsora meibomiae, originaria de Sudamérica. Ambas especies poseen
estructuras morfológicas muy semejantes y causan en las plantas una sintomatología similar.
19 Dice Raúl Padilla, presidente de Bunge: “Nos posicionaremos como líder en el creciente mercado
de fertilizantes en la Argentina. Podremos fabricar localmente tanto productos a base de nitrógeno
como de fosfato, con lo cual ampliaremos nuestro portafolio [...] Bunge es uno de los principales
procesadores locales de soja, con una capacidad que supera las 25.000 toneladas diarias, siendo
uno de los mayores exportadores de oleaginosas y subproductos. La compañía, además, ya vendió
y distribuyó productos líquidos y sólidos con un volumen anual de 500.000 toneladas. La em-
presa Bunge es una de las que más factura en el mundo con ventas por u$s 4,1 mil millones” en
“Los 10 empresarios de 2009”, [en línea] http://www.bungeargentina.com/sp/no_medios_detalle.
asp?pre_id=1023 y datos del 2009 de la Revista Fortune, [en línea] http://www.bungeargentina.
com/sp/no_medios_detalle.asp?pre_id=981.
20 En “Expansión de los agronegocios en el Noroeste argentino: Deforestación legalizada y resisten-
cia de las comunidades”, CAPOMA, julio de 2009.
21 “Los ‘commoditties’ tienen la particularidad de tener un precio mundial de transacción. Este valor,
a diferencia de lo que el sentido común pudiese motivarnos a pensar, no se fija en las naciones
productoras de estos bienes, sino en tres centros financieros principales ubicados en dos países: el
mercado de Londres (Reino Unido), y los mercados de Nueva York y de Chicago, en Estados Uni-
dos. Tanto la city londinense como la neoyorquina manejan todo tipo de transacciones de bienes,
instrumentos financieros, acciones, monedas, metales preciosos. Chicago es un referente mundial
del precio de los bienes agrícolas. Además, el comercio internacional de estos ‘commoditties’
no lo realizan sus propios productores”, en Pablo Ramos “El lobo detrás del disfraz de cordero.
Formas de racismo indio... 321

nutrientes que se reconvierten en combustible como el girasol o el maíz (bioeta-


nol) o sirven para consumo animal que luego se transfiere al consumo humano
(caso de China). La manera en que el glifosato actúa sobre la muerte de las napas
terrestres potencia la expropiación de energética que se traslada fuera y que pro-
voca localmente desertificación creciente y pérdida de energías nutrientes para la
vida de las poblaciones de la zona.

La zona de expansión de los agronegocios y de la soja en Salta


En el área de estudio, zona de transición entre las Yungas y el Chaco seco en la
provincia de Salta, se asentaron a principios de siglo familias campesinas gauchas
ganaderas, de prácticas silvopastoriles que hacen uso de la trashumancia. Tam-
bién se encontraban medianos establecimientos frutihortícolas que abastecían de
trabajo a la población por su requerimiento de tareas manuales. Es a fines de los
‘70 que la región recibe a los nuevos actores empresarios, con perfil corporativo
de grandes capitalistas que compran tierras o las reciben del Gobierno provincial
en base a tratados sospechosos. El promedio de poco más de 100 hectáreas de las
explotaciones agrícolas tradicionales cambia a más de 1.000 hectáreas, con los
primeros grandes desmontes de los nuevos propietarios. Ya en el año 1989, más
del 70% de la superficie cultivada de esa región, aún rodeada en ese tiempo de
grandes zonas boscosas, está ahora en manos de empresas extraprovinciales y ex-
tranjeros (Delgado, 2007). En los años ‘90, el proceso de monocultivo mecanizado
(con la soja transgénica) crece exponencialmente con una dinámica focalizada en
este territorio.
En la etapa de la transición democrática entre dictaduras del ‘73 y ‘76 hubo
un proyecto de entrega de tierras que nunca se concretó. Delgado (2007) describe
cómo el gobierno militar de facto de 1976-1983, “anuló la documentación que
legitimaba la propiedad ancestral de las tierras indígenas del departamento de San
Martín; secuestró, torturó y asesinó a militantes, dirigentes representativos de la
movilización social de base, dando fuerza a los grandes terratenientes tradiciona-
les y a los nuevos poderosos inversores que se apropiaron de las tierras”. Según
testimonios de un indígena wichí, de Embarcación22
“en la época militar se anularon los papeles y las tierras que el Go-
bernador Ragone23 ya tenía listos para entregarnos. Se asentó la
Gendarmería en Embarcación y metió presos a varios paisanos24

Las trampas que esconde el TLC”, APAS (Agencia periodística de América del Sur), [en línea]
http://www.prensamercosur.com.ar/apm/nota_completa.php?idnota=1739 [consulta: 23 de abril
de 2006].
22 Departamento de San Martín.
23 Gobernador de la Provincia de Salta, desaparecido/asesinado pocos meses antes del golpe militar
de 1976.
24 Voz nativa que usan los indígenas para referirse a otros indígenas.
322 Sonia Álvarez Leguizamón

torturándolos malamente, venían en helicópteros metiéndonos tiros


los milicos, así perdimos toda seguridad a la tierra”.
Otro testimonio de origen wichí de General Mosconi dice:
“En el año 1978, vinieron los empresarios de León y Chibán S.A.,
que dicen tener papeles de dueños, a echarnos de 3.000 has que
siempre habitamos; está nuestro cementerio de los ‘antiguos’ [sus
ancestros] acá. No les permitimos que nos echen, nos ‘pedaceaban’
[destruían] las casas de madera con topadoras y a la noche las vol-
víamos a armar. No les contestábamos en castellano cuando venían
con Juez y Policía y no les firmábamos nada. Hasta hoy seguimos
luchando ya que no nos reconocen como dueños, pero esta es nues-
tra historia y cultura desde esta tierra, esa es la verdad” (Delgado,
2007).
En las últimas décadas, que coinciden con la expansión del neoliberalismo a ni-
vel local, nacional y global, el norte argentino ha experimentado fuertes transfor-
maciones vinculadas con: la privatización de YPF, la expansión capitalista de la
frontera agropecuaria debida a la reconversión tecnológica de la agroindustria, la
profundización de un modelo extractivo de los recursos naturales (en manos de
corporaciones multinacionales asociados con dueños de latifundios y cierta bur-
guesía local), la desregulación de las relaciones entre el capital y el trabajo y de
la libre circulación del capital. Esto ha sido denominado para casos similares en
el Brasil como la triple alianza entre los agronegocios, el latifundio y el Estado
(Soares Campos, 2011). Como contracara, se ha producido el retraimiento de la
participación del Estado en políticas sociales llamadas universales (como salud y
educación pública) de gran importancia en la Argentina pero con un leve desarro-
llo en la zona, generalizándose subsidios focalizados para pobres. La zona es una
de las más pobres del país.
La situación de marginación y exclusión de las comunidades asentadas en
este espacio es ancestral y se ha intensificado con la República. Luego de la llama-
da guerra del Chaco25 donde se logra su reducción. Según las palabras utilizadas
por los informes gubernamentales. La situación social de estas poblaciones ha sido

25 En la Argentina, a fines del siglo XIX y principios del XX la República llevó adelante la “ocupa-
ción militar”, en realidad una guerra de exterminio, que se llamó con el eufemismo de la “Con-
quista del Chaco” (región entre los ríos Pilcomayo, Paraguay, Paraná y Salado) que se encontraba
hasta entonces en poder de pueblos indígenas. La primera expedición militar se realizó en 1870 y
luego, en 1917, se logró finalmente exterminar toda resistencia tanto por medio de la muerte como
por distintas formas de sujeción como los fueron las misiones religiosas. Se encontraban allí: gua-
ycurúes, mocovíes, tobas, wichís, chorotes, chulupíes y también tapietes, chanes y chiriguanos.
Muchos de estas etnias han sobrevivido en el presente a pesar de las variadas formas de explota-
ción que vinieron después de la “conquista” como el trabajo forzado en ingenios, construcción de
ferrocarriles, etc.
Formas de racismo indio... 323

deplorable, siendo obligadas a ser mano de obra semiservil para los ingenios de la
zona, como el San Marín del Tabacal y el Ledesma de la provincia de Jujuy, bajo
diferentes formas de coacción y coerción física.
La situación social, en los años de la expansión neoliberal, se ha caracteriza-
do por fuertes conflictos y luchas sociales que tuvieron su máxima expresión luego
de la privatización de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), empresa nacional
que tenía a cargo su producción. Las ciudades de Campamento Vespucio, General
Mosconi y Tartagal estaban directamente ligadas a las refinerías, asentamientos de
obreros y actividades comerciales. Los piquetes como forma de resistencia más
importantes se suceden a partir de 1997 sobre todo en General Mosconi (1997,
1999, 2000 y 2001). Ex trabajadores desocupados26 e YPF junto a otros grupos
que venían viendo deteriorado o expropiados sus medios de subsistencia (trabajo
remunerado, autoempleo, tierra y agua) como: desempleados urbanos, organiza-
ciones indígenas –víctimas de desalojos, deforestación, cercamiento de tierras,
imposibilidad de acceso al agua y zonas sagradas–,27 tomaron las rutas e incendia-
ron las instituciones públicas de las ciudades aledañas. El manejo político de los
piquetes implicó fuerte represión y muerte de piqueteros.28 Además el desempleo
masivo de los exempleados de YPF tuvo un efecto de cascada sobre otros sectores
sociales que generaban ingresos directos o indirectos ya sea en el comercio o en
los servicios (Aguilar y Vázquez, 1998). A pesar de haber tenido estos trabajado-
res un importante bienestar, los departamentos de la provincia de Salta donde ha-
bitan, son unos de los que más indicadores de pobreza tienen –desde hace muchos
años y antes de la privatización–.29

26 “No existen datos del crecimiento del desempleo anual para el departamento de General San Mar-
tín, al que pertenecen Tartagal y General Mosconi, sin embargo entre el Censo Nacional de Pobla-
ción de 1991, realizado en vísperas de la privatización, y las del siguiente censo, de 2001, muestran
un crecimiento de una tasa de 6,2% de desempleo, al 33,7%, lo que implica un aumento de más
del 540% de la desocupación. Comparada con la media provincial –que pasa del 6% al 29,2%–, la
tasa de General San Martín se ubica 4,5 puntos por encima” (Benclowicz, 2004-2005).
27 Durante las represiones policiales y de Gendarmería Nacional fueron asesinados los trabajadores:
Aníbal Verón, Orlando Justiniano, Matías Gómez en el año 2000 y Carlos Santillán y Oscar Ba-
rrios en el 2001 y fueron heridos con armas de fuego más de 200 pobladores, En “Criminalización
y represión, NOA”, Observatorio Petróleo Sur [en línea] http://opsur.wordpress.com/2010/05/21/
repudio-contra-la-brutal-represion-policial-ordenada-por-el-gobierno-de-urtubey-en-salta/ [con-
sulta: 21 de mayo de 2010]. Para más información sobre los sucesos ver “Violencia policial y
saqueos en Salta tras la disolución de un piquete. La represión terminó con un hombre muerto”,
[en línea] www.pagina12.com.ar/.../00-11-11/na03fo01.jpg.
28 A diferencia de otros que realizaron los empresarios sojeros años más tarde en ocasión de un
aumento de retenciones a los granos quienes, por oposición, recibieron el apoyo de policías pro-
vinciales de parte del Gobierno.
29 Población con necesidades básicas insatisfechas en %
Año Argentina Salta Dto.G.S.Martín Tartagal Mosconi
1980 24,4 42,8 58 52,9 43,5
1991 19,3 37 46,7 45 32,6
324 Sonia Álvarez Leguizamón

El Estado provincial se ha caracterizado, en este último periodo, por políticas


de coerción sobre los conflictos y luchas sociales aplicando brutalmente la violen-
cia sobre los reclamos de las poblaciones afectadas y criminalizando la protesta
de distinta manera. El caso de la represión al movimiento piquetero del norte de la
provincia y de las luchas indígenas, durante el gobierno de Juan Carlos (J. C.) Ro-
mero y del actual gobernador Urtubey son un ejemplo. En el caso de J. C. Romero
en su gestión se actúa de forma extremadamente violenta durante los piquetes.
Otra estrategia para neutralizar el conflicto en negociación con las organiza-
ciones sociales, fue el otorgamiento de los denominados “programas trabajar” y,
luego en la gran crisis del 2001, los programas: Jefas y Jefes de Hogar Desocupa-
dos, Plan Familias para la Inclusión, etc. y –más tarde– la Asignación Universal
por Hijo. Estos los hemos denominados focopolíticas30 para los más pobres de en-
tre los pobres. Como contracara, se transfirieron ingentes recursos público a clases
y fracciones vinculadas con el circuito de los agronegocios, sobre todo de la soja.
Muchas de estas transformaciones no resultan comprensibles exclusivamente
desde los esquemas economicistas clásicos o desde un análisis marxista de la pro-
ducción de población excedente y medios de subsistencia. La forma que adquieren
los nuevos patrones llevan inscriptos esquemas de reproducción de la diferencia,
la desigualdad y la pobreza que tienen raíces profundas en la historia de la integra-
ción económica de la región a los mercados nacionales y/o mundiales, así como un
racismo antiindígena anclado en relaciones sociales neocoloniales de larga data.
El proceso de agriculturización en el NOA llevado adelante en estos últimos
40 años, impulsado por el cultivo de porotos primero y luego de soja, es respon-

Fuente: Benclowicz, 2004, en base a Censos de Población y Vivienda.


30 El arte de gobierno de la focopolítica se diferencia de los denominados regímenes de bienestar,
última etapa de las políticas de la vida o biopolítica a las que se refería Foucault. Entiendo a la
focopolítica (Álvarez Leguizamón, 2008) como una forma particular de lo que Foucault denomi-
na gubernamentalidad neoliberal (1981 [1978]; 2006 [1977-1978]; 2007 [1978-1979]) dirigida
al gobierno de la pobreza creciente, que se viene constituyendo además en una nueva práctica
del derecho político supranacional y un nuevo humanitarismo, bajo la fuerte influencia de los
organismos supranacionales que dicen promover el desarrollo de la vida pero lo hacen a niveles
mínimos básicos cercanos a la desnutrición y a la muerte por hambre. Se retorna a la idea más
extrema del liberalismo, la que se opone a cualquier actuación de la sociedad sobre sí misma con el
objeto de alcanzar cierto bien común por medio de la acción estatal y la regulación de los vínculos
entre el capital y el trabajo. Se desregula (se re-mercantiliza en cierto sentido) la relación entre el
capital y el trabajo y entre el estado y la población o el ciudadano (desjuridizando los derechos
sociales). Concomitantemente se regulan los vínculos entre el mercado y la “sociedad civil” a
fin de re-mercantilizar la protección social de sectores con capacidad de pago y entre el Estado y
la sociedad civil para tutelar a las poblaciones pobres, por medio de relaciones neofilántropicas,
neobenéficas o autogestionarias. El capital humano es promovido por esta lógica y aplicado a las
políticas “contra la pobreza” se traduce en la creencia y práctica de que el pobre es una máquina,
es un empresario de sí mismo y por lo tanto debe autogestionarse, empoderarse, participar, etc.,
una serie de categorías prácticas que trasladan al pobre (entendido genéricamente) la resolución
individual, familiar o vecinal de su problema (a través de las llamadas redes o capital social).
Formas de racismo indio... 325

sable de casi la mitad de la expansión de la frontera agropecuaria a nivel nacional


y se concentra principalmente en las provincias de Salta y Santiago del Estero
(Slutzky, 2005).31 Junto a ello y debido a las características del paquete tecnoló-
gico de la soja y a la triple alianza de los intereses del capital y las nuevas ramas de
apropiación de renta, en la zona se produjo según Van Dam, (2007: 8) un proceso
creciente de concentración de la tierra, expulsión de los pequeños productores y
disminución del empleo rural.
Además Salta es una de las provincias con mayores índices de concentración
de la propiedad; el 3,1% de los establecimientos agropecuarios, de más de 5.000
hectáreas, tiene el 63% de las tierras en producción principalmente con soja, po-
roto, maíz, caña de azúcar, tabaco y ganadería extensiva (Censo Nacional Agrope-
cuario –CNA– de 2002). Según este mismo censo en los departamentos afectados
viven 500 comunidades indígenas y casi 13.000 “criollos rurales” (nótese el uso
de la palabra criollo en este Censo), los que tienen una relación muy estrecha con
el monte y sus recursos.32
Es en los años ‘90 que el proceso de monocultivo mecanizado (con la soja
transgénica) crece exponencialmente con una dinámica focalizada. Las ciudades
de Las Lajitas (departamento de Anta), Metán y Tartagal (departamento San Mar-
tín) ven establecerse, en la segunda mitad de los ‘90, oficinas, centros de insumos
y silos agrícolas, montados por las corporaciones, Monsanto, Bunge y Dreyfus,
que promueven los beneficios de la biotecnología agrícola. En 1996 comienzan
los desalojos violentos de pobladores indígenas y criollos que habitan en bosques
fiscales, pequeños campos de cultivo de autosubsistencia.
Juan Carlos Romero, exgobernador y actual senador nacional, es desde sus
inicios colaborador y cómplice del devastador “negocio sojero”. Es así que, cuan-
do se libera el cultivo de soja transgénico en 1996, el Gobierno provincial pro-

31 Con la ley de promoción de biocombustibles aprobada en 2006 por el Gobierno nacional, se da


continuidad y se agudiza el modelo de los agronegocios. En agosto de 2007, el Gobierno salteño
firma un convenio con el INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) para instalar plan-
tas de experimentación de biodiesel a base de Jatropha curcas. A fines de 2008 el ingenio El Ta-
bacal inaugura su planta y refinería de bioetanol, mientras que Ledesma SAAI (ingenio dedicado
hasta entonces a la producción de azúcar y papel) moderniza y amplía sus instalaciones del mismo
agrocombustible y las dos empresas empiezan a funcionar asociadas en algunos rubros. A fines de
diciembre de 2008 se firma un convenio entre el Gobierno salteño y la empresa Interamericana de
Biocombustibles, donde ésta se compromete a brindar asistencia técnica a productores que inicien
el cultivo de Jatropha curcas en el Chaco salteño con superficies mínimas de cultivo de 500 hectá-
reas. En enero de 2009 Ledesma presenta públicamente su plan de producción de biocombustibles
con respaldo del Gobierno jujeño, proclamando una primera expansión de 4.000 hectáreas de caña
de azúcar con ese fin y sin poner límites de crecimiento.
32 Obtienen del monte elementos para construir sus viviendas, forraje para alimentar sus animales,
materias primas para la producción de artesanías, plantas para preparar remedios tradicionales,
proteínas a través de la caza, y un ambiente donde desarrollan desde hace generaciones su vida y
su cultura (IEDPN, 2009).
326 Sonia Álvarez Leguizamón

mueve el cultivo como una nueva “gran oportunidad de negocios”. Romero se ha


ganado el mote de ecocida, puesto que autorizó el desmonte de medio millón de
hectáreas en el curso del 2007, mientras se discutía la Ley de Bosques.33
Un estudio de CAPOMA-DDHH34 (2009) afirma que, para los empresarios,
esta tecnología no sólo cuenta con la “ventaja de reducir la necesidad de mano de
obra y laboreo de la tierra”, sino que vuelve disponibles los territorios sin explotar
de la zona del Chaco salteño, cuyo valor de venta comparado con tierras de la zona
pampeana es mucho menor. Ésto se ve claramente reflejado en el crecimiento de
la superficie total bajo cultivo; en el NOA creció un 48% entre 1988 y 2002, frente
al 5,2% del resto del país.
El discurso productivista es el que prima en los funcionarios y empresarios
que es una manera de naturalizar este modo particular de expropiación de medios
de subsistencia y deforestación masiva que acompaña la descalificación de las
poblaciones que habitan esas tierras de forma ancestral.
La expansión de los monocultivos en Salta fue acompañada por una intensa
campaña de promoción sostenida por el exgobernador Juan Carlos Romero y por
el actual Juan Manuel Urtubey y por sectores de poder entre los que se encuentra
la Unión Industrial de Salta la que, junto con el gobierno provincial, desarrollan
eventos y actos gubernamentales para legitimar y promover el avance de la defo-
restación y la imposición de un sistema de agricultura intensiva a gran escala. El
discurso del desarrollo productivista sigue pregonando la creencia del derrame,
como justificativo de la depredación y concentración de la riqueza.

Racismo y las muertes por hambre: el caso de la soja


En este apartado desarrollamos brevemente la situación de acoso, violencia y ra-
cismo que viven las comunidades indígenas debido a la expansión de la soja en la
provincia de Salta, luego abordamos los acontecimientos de muertes por hambre
de niños de comunidades wichís, sobre todo en el discurso gubernamental.
Según Leda Kantor, la defensa de los intereses de los agronegocios de la soja
generó un cuadro de violencia sistemática en contra de las poblaciones rurales e
indígenas que se traduce en desalojos, detenciones, persecuciones y amenazas a
quienes se resisten. La presión para que abandonen sus tierras tiene que ver con
diferentes tipos de hostigamientos que van desde la contaminación intencional de
fuentes de agua hasta el robo o matanza de animales. El uso intensivo de agro-
químicos y las fumigaciones en cultivos de soja muchas veces terminan contami-
nando a población de zonas aledañas, a sus cultivos, animales y fuentes de agua
(Kantor, 2007).

33 Para un mayor detalle de esta expansión y del rol que jugó Romero en el ecocidio ver Miguel
Bonasso, diario Crítica , Buenos Aries, 6 de marzo de 2008.
34 Centro de Acción Popular Olga Márquez de Aredez en defensa de los Derechos Humanos.
Formas de racismo indio... 327

El Programa de Vigilancia Social de las Empresas Transnacionales del sec-


tor agronegocios de la Argentina afirma que este sistema produce violación de
diferentes derechos llamados humanos según normas de RSE de la ONU35 y junto
a ello violación de la soberanía nacional, la soberanía alimentaria, pérdida de la
biodiversidad, pueblos originarios desplazados, concentración de la tierra (extran-
jerización). Este informe caracteriza a esta forma de producción como un modelo
de agricultura sin agricultores. Señala que Argentina se “posiciona como el tercer
productor mundial de soja transgénica después de Brasil y Estados Unidos”. Ese
año 2004,36 la soja batió nuevos records de cosechas. Da cuenta el informe que “se
conoció la muerte de por lo menos catorce indígenas por desnutrición en el norte
del país”. Paradójicamente, son estas provincias norteñas las que en los últimos
diez años percibieron un mayor avance del monocultivo de la soja. “Hambre, ex-
clusión y devastación, los pilares del modelo de la soja”.
Algunos testimonios de indígenas muestran como la creciente expansión de
la frontera agrícola está dejando sin medios de subsistencia básicos a estas comu-
nidades, al mismo tiempo que se dificulta el acceso al agua y a otros medios para
la vida, como los recursos del bosque, donde se puede visualizar que el ecocidio
está directamente unido al genocidio en este tipo particular de lebensraum local.
“‘Si perdemos la tierra, no vamos a tener para buscar animalitos,
para buscar miel, para hacer artesanías. Si perdemos la tierra nos
vamos a morir de hambre. Defendemos la tierra porque es lo que
nos da vida. Si tenés la tierra, sos libre de ir al río, de ir al campo.
Nadie te va a perseguir y controlar’. No nos dan los títulos de la
tierra ‘por interés. Quizás en el subsuelo haya petróleo o minerales.
Hay interés, por eso el gobierno no quiere entregar los títulos […]
les interesa para la agricultura... Pero no le interesa lo que hay, como
el algarrobo o la planta medicinal. Tampoco le interesa la fauna, la
naturaleza, nada. Le interesa vender la tierra y listo...’”37

35 Programa de Vigilancia Social de las Empresas Transnacionales del Sector Agronegocios, Reporte
núm. 05, “Informe de investigación sobre las operaciones de Monsanto en Argentina”, [en línea]
http://www.foco.org.ar/oet-documentacion%20y%20base%20de%20datos/oet-reportes/Repor-
te.05.%20Monsanto.pdf.
36 Este informe fue realizado antes del lockout patronal de productores sojeros que hemos vivido re-
cientemente en la Argentina, en ocasión de un decreto presidencial que aumentaba las retenciones
y las hacía móviles.
37 Entrevista realizada por Emilse Caneda (2008) a Rogelio Segundo, representante del cacique de
su comunidad, La Curvita, en el departamento Rivadavia, tesorero de la asociación Lhaka Honhat
(nuestra tierra), y miembro de la Organización de Naciones y Pueblos Indígenas en Argentina
(ONPIA). La asociación Lhaka Honhat es la organización indígena más importante de Argentina,
reúne a 46 comunidades, en su mayoría wichí, y está reclamando la titulación de los lotes fiscales
55 y 14, ubicados en la cuenca del río Pilcomayo ante la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos
328 Sonia Álvarez Leguizamón

“Uno de los problemas es el agua. El río Caraparí se secó y la gente


tiene que ir a cavar pozos grandes. También el alambrado; las em-
presas alambran todo. Ellos compran y creen que son dueños, pero
dueño es el que vive en la tierra, los habitantes originarios. Cuando
alambran desmontan. Les vamos a agarrar las topadoras, si escucha-
mos que siguen desmontando. La Secretaría de Recursos Naturales
de la Provincia de Salta da 250 guías (permisos para extraer madera
por cuotas) por cada dirigente para repartir a las comunidades. La
gente, en vez de usar las guías para sacar madera, las vende. Se
están desmontando unas 13 mil hectáreas y Recursos Naturales no
controla a los tractores que sacan de día y de noche. Nosotros solos
no podemos controlar. Cuando ya no haya más monte, vamos a te-
ner que ir a trabajar a las fincas… Si no hay para comer, no importa,
porque la tierra beneficia más. Si tenemos la tierra, no nos pueden
molestar. Ellos tienen la tierra, y nadie los puede molestar. No le
mezquinamos todo, sino sólo el pedacito que necesitamos. Nosotros
vamos a seguir luchando, y si no nos quieren dar la tierra, más vale
que nos fumiguen a todos los indios.38 Antes no teníamos necesidad
de pozos, porque pasaba el río Itiyuro y podíamos hacer represas.
El río se secó, o le cambiaron el curso. Las empresas desmontaron y
alisaron para poder sembrar, y entonces taparon las aguadas, las ca-
ñadas y los lugares donde se acumulaba el agua de lluvia para usar
durante la sequía. Taparon con tierra y sembraron. Tenemos este
problema del agua y el gobierno municipal no nos ayuda a poner
pozos. Desmontan miles de hectáreas. Por el desmonte y el alam-
brado nos estamos quedando sin lugar. Las fincas y las empresas
alambran todo. –¿El desmonte y el alambrado afectan la caza y la
recolección en el monte? J.V.: Sí, mucho; ‘montear’ ahora es difícil.
Además, fumigan los campos con los aviones, sobre los animales.
Ya no tenemos nuestra comida tradicional: se mueren las abejas,
las corzuelas, el quirquincho y la iguana. También fumigan sobre
la gente, y hay enfermedades. Antes éramos más de 27 familias;
la gente fue falleciendo... Luchamos contra el Gobierno. Se cortan
rutas... Se hacen pedidos... No vamos a bajar los brazos... Yo me
pregunto: ¿no sabe el Gobierno Nacional o se hace el que no sabe?
El Presidente de la Nación está sabiendo perfectamente bien el tema
de los indígenas”.39

38 Antonio Cavana es dirigente de la comunidad de Tonono, compuesta por setenta familias. Está
sobre la ruta provincial 86, en el partido de San Martín. Entrevista realizada por Emilse Caneda
(2008).
39 Juan Vega tiene 45 años y es cacique de la Comunidad Sopfwayuk, ubicada sobre la ruta Provin-
Formas de racismo indio... 329

Las comunidades aborígenes de misiones ubicadas a la vera de la ruta 86, en el


municipio de Tartagal, desarrollan una serie de estrategias de resistencia contra
los desmontes que se producen en los campos colindantes, entre otras el desalam-
brado. En diciembre del 200440 cortaron esta ruta, estas comunidades participaron
anteriormente de los cortes de ruta del movimiento piquetero que tuvo vital impor-
tancia en esta zona cercana a refinerías y pozos petroleros de la ex YPF. En julio de
2005, los wichís de Tonono, levantaron seis kilómetros de alambrada que cerraban
su tierras, echaron al capataz, armaron un campamento como medida de protesta
para evitar la expropiación y recuperaron el lugar (ver Imágen V.1).41

Imágen V.1
COPENOA ,“queremos nuestra tierra”

cial 86, en el partido de San Martín, por 27 familias.


40 “...El Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) envió [...] la carta documento por la que hace
uso opción de expropiación de 2.500 hectáreas situadas junto a la misión Lapacho Mocho, sobre
la ruta 86 en jurisdicción del municipio de Tartagal”, como resultado de los reclamos aborígenes.
“Las tierras representan una fracción de la propiedad de la firma Los cordobeses que estaban reser-
vadas por ley nacional para este fin, con el objetivo de ser entregadas luego a la comunidad abori-
gen que vive en la zona”, en “Expropiarán 2.500 hectáreas junto a Lapacho Mocho. La comunidad
aborigen mantenía cortada la ruta 86 pidiendo soluciones”, El Tribuno (Salta), 29 de diciembre de
2004
41 Foto de Copenoa, en “Reclamo y resistencia indígena en Salta”, [en línea] http://www.copenoa.
com.ar/Reclamo-y-resistencia-indigena-en.html.
330 Sonia Álvarez Leguizamón

La desmontadora se vincula con una empresa privada que comenzaba el alambra-


do de 5.600 hectáreas ubicadas alrededor de la cuenca del río Itiyuro, una zona
donde conviven unas seis comunidades wichís integradas por unas dos mil perso-
nas y que posee pozos de agua que ancestralmente sirvieron de asentamiento de
otras comunidades. El capataz los denunció por privación ilegítima de la libertad.
Ellos afirman que la ocupación como acción directa es una respuesta a la inacción
del Poder Judicial. John Palmer, antropólogo que trabaja en esas comunidades,
informó que el año anterior,
“cuando otras dos compañías encabezaron proyectos de desmonte
semejantes sobre terrenos de diez mil hectáreas cada uno [...], las
comunidades acudieron a la Justicia antes de iniciar una acción. ‘La
respuesta fue absolutamente positiva [...] la Justicia ordenó parali-
zar la obra, pero esa decisión nunca se llevó a la práctica’. Por esa
razón, la reacción esta vez fue distinta. [...] ‘Acá se está diciendo
que ocuparon las tierras, como si fuera un corte de rutas, pero en
realidad [...] no ocuparon nada, están al lado de su pozo de agua en
un terreno que les pertenece. [...] Rechazan el ingreso de extraños a
las tierras que ellos usan tradicionalmente’” (cursivas añadidas).42
El secretario de Gobierno de ese momento, Raúl Medina, manifestó que los aborí-
genes que protestan por los desmontes no aceptan “que se trata de tierras privadas,
cuyos proyectos productivos fueron oportunamente aprobados por la Provincia y,
además, son constantemente monitoreados por la Secretaría de Medio Ambiente”.
En esa circunstancia, una representación de la Iglesia Anglicana43 y ASOCIANA,
una ONG que trabaja en el lugar, presentaron un documento al gobernador Rome-
ro en el que los aborígenes fijan su postura y piden “que cesen los desmontes, ya
que atenta contra su modo peculiar de vida”. En septiembre de 2006 continuó la
protesta indígena,44 en la finca Caraguatá Sur, en cercanías de Tartagal, quemaron
elementos de trabajo ya que comenzaban también desmontes. El Ministro que via-
jó a la zona informó que “un solo cacique juntó gente que no era de la zona para
iniciar una acción directa donde se nos informó que tenían armas y que el objetivo
era tomar la finca citada” (cursivas añadidas). Medina afirmó que en esa protesta
hubo “indicios de que la misma fue promovida por personas vinculadas al Instituto
Nacional de Asuntos Indígenas (INAI)”.

42 John Palmer, Antropólogo, entrevista realizada en el artículo “Una comunidad wichi resiste des-
monte y alambrado de su tierra”, Página 12, Argentina, [en línea] http://www.pagina12.com.ar/
diario/sociedad/3-52024-2005-06-06.html (consulta: 6 de junio de 2005).
43 Desde la época de la última dictadura militar (1976-1983) autoridades gubernamentales provincia-
les realizan denuncias sobre la injerencia inglesa en la zona, a través de la Iglesia Anglicana, como
“promotores” de la resistencia indígena, siendo que sólo acompañan sus luchas.
44 “Aborígenes bajo la lupa: Preocupación del Gobierno Salteño”, Radio Salta [en línea] http://argen-
tina.indymedia.org/news/2006/09/446244.php [emisión: 29 de septiembre de 2006, 4:08 hs).
Formas de racismo indio... 331

“Si al organismo nacional realmente le interesan los indígenas no


debería promover hechos de violencia y enfrentamientos”, de esta
manera debilita y descalifica a la institución nacional gubernamen-
tal como “incitación a la protesta” y de apoyo “externo”.
“No creo en las coincidencias, creemos que hay un intento por des-
estabilizar la región para presionar con una protesta el tratamiento
de la Ley de Suspensión de Desalojos de Comunidades Indígenas
en Diputados que no aporta una solución de fondo, […] este tipo de
accionar está buscando tener alguna víctima” (cursivas añadidas).
La seriedad de estas declaraciones, además de visibilizar la lucha interna entre el
Gobierno nacional y provincial, muestra una vieja estrategia de los sectores de
derecha para neutralizar el conflicto social criminalizando a las víctimas e incul-
pando a intelectuales y organizaciones de apoyo gubernamentales o de base de
incitar a la violencia y de esa manera justificar la represión. El gobierno provincial
criminaliza la protesta llegando al extremo de denunciarlos por posesión de armas.
Leda Kantor (2007) muestra a través del relato de las luchas indígenas que
el gobierno provincial continuamente los reprimió, en algunos casos judicializó la
lucha y en otros cooptó a algunos dirigentes para debilitarla. En una instancia de
encuentro entre los caciques y el gobierno para una eventual negociación se pro-
dujo una fuerte represión a mujeres, ancianos y niños. Un anciano fue internado
y luego falleció.
Este entramado de relaciones sociales y omisiones devela la estructura arbo-
rescente del colonialismo interno y los distintos actores involucrados. En ocasión
de un litigio entre aborígenes y la venta de tierras que eran una reserva forestal de
la provincia, llamado el caso Olmedo,45 para ser entregadas para la explotación de
soja a grupos privados, el diario El Tribuno, de propiedad del gobernador, hizo un
suplemento cuya tapa decía “Civilización o Barbarie”, donde la foto de tapa era
una familia wichí adelante en primer plano y atrás un rancho, haciendo referencia
a que eso es la “barbarie”, la que se opone al “desarrollo” de la expansión de la soja.

45 Tiene 110.000 hectáreas, tres aviones y es el mayor productor sojero individual con tierra propia
factura más de u$s 50 millones sólo con el poroto de soja que vende a las exportadoras (Alfredo
Olmedo, verdadero rey de la soja, en Fortuna web, [en línea] http://fortunaweb.com.ar/alfredo-
olmedo-el-verdadero-rey-de-la-soja/ [consulta: 12 de marzo de 2010]). Parte de esas hectáreas
fueron cedidas por la Provincia de lo que era antes una reserva denominada Salta Forestal. Las
empresas formadas por Olmedo y otros socios no pagaron el canon que les correspondía. En estos
momentos el Gobierno provincial está tratando de cobrarlo. El Ministro de Hacienda actual infor-
mó que “el monto que corresponde pagar a esta empresa es de $1.305.000 por año en concepto de
canon. Antes de esta renegociación, las empresas involucradas no pagaban nada de canon hasta
el año de concesión de las tierras, cuando se debía comenzar a pagar un canon anual de 50 mil
dólares” (Olmedo debe renegociar el contrato de Salta Forestal, en Nuevo Diario de Salta, [en
línea] http://www.informatesalta.com.ar/noticia.asp?q=10217) [consulta: 23 de octubre de 2009,
07:41hs].
332 Sonia Álvarez Leguizamón

Hambre y discursos humanitaristas


Una de las consecuencias más dolorosas del impacto que está produciendo esta
forma de expansión particular del capitalismo son muertes por hambre de niños
pertenecientes a comunidades indígenas, que visibilizan el habitus colonial de los
gobernantes y de técnicos.
La relación entre zonas de alta concentración de la riqueza y muertes por
hambre no sólo ocurre en este espacio. En estos últimos años, la prensa está dan-
do a conocer muertes por hambre en países sudamericanos que, paradojalmente,
muestran un importante crecimiento de la riqueza medida en términos de su pro-
ducto bruto (como lo son el caso de México, Colombia y Argentina).
Por otra parte, el habitus colonial del presente visibiliza la contradicción en-
tre el reconocimiento de la “igualdad multicultural” y la creencia de superioridad
de la cultura dominante. Junto a la retórica de la igualdad del “indio” o las llama-
das “poblaciones originarias” del presente, encontramos discursos internacionales
y nacionales que dicen promover el respeto a otras culturas sobre todas las nativas
(Álvarez Leguizamón y Sacchi, 2000) pero que en realidad promueven la des-
igualdad y nuevas maneras de racismo.
En este contexto, los OID (organismos internacionales de desarrollo) han re-
novado discursos neofilantrópicos vinculados con el “derecho a la alimentación”
(eufemismo para expresar el derecho a no morir por falta de alimentos), debido a
la creciente pobreza y hambre en el mundo. El hambre es la contracara del discur-
so del crecimiento y del desarrollo que dice ser “sustentable” pero que mantiene
viejas formas de reproducción persistente de la pobreza, con nuevas formas de
expropiación de medios de subsistencia y sujeción neocolonial,
La creciente concentración de la riqueza y el aumento del rango de desigual-
dad en Sudamérica vienen acompañados de su contracara, la pobreza en términos
de acceso a medios de subsistencia y titularidades (Cimadamore y Cattani, 2008;
Álvarez Leguizamón, 2007) junto a la suba persistente del precio de los alimentos
básicos para el consumo a nivel mundial que es denunciado por altos funcionarios
de los OID pero que, al mismo tiempo, promueven políticas que producen dicha
suba.46 La suba del precio de alimentos afecta, sobre todo, a los países pobres y a

46 Según datos del 2008 brindados por el BM (Banco Mundial), los precios de los productos alimen-
ticios registraron un alza del 83% en los últimos tres años, y se prevé que la tendencia continúe
hasta el 2015. En el caso del trigo, el aumento fue del 181%. Se considera que los principales
factores que generan el incremento de los precios: son el fomento en el uso de biocombusitbles, el
cambio en las costumbres alimenticias, las extensas sequías como las que se han dado en Australia
y el elevado precio del petróleo, en “Biocombustible impulsa hambre y deforestación”, dDiario El
Mundo, [en línea] http://www.dw-world.de/dw/article/0,,3263978,00.html [consulta: 13 de abril
de 2008]. La directora del Programa Mundial de Alimentos de la ONU (PAM), Josette Sheeran,
advirtió que la subida del precio de los alimentos de base equivale a un “tsunami silencioso”.
El director gerente del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn, afirmó que “si
los alimentos continúan siendo tan caros como hasta ahora la población de una gran cantidad de
Formas de racismo indio... 333

los pobres de esos países. Se sabe que la incidencia de los alimentos en las canas-
tas de consumo básico de los pobres es fundamental, lo que torna aún más seria
la cuestión.
Luego de cinco siglos de la vigencia de la idea de derecho a la reproducción
de la vida –que tiene su primer expresión en Occidente en las Leyes de Pobres
inglesa y luego la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de la
Revolución francesa– y ante el incremento del hambre en el mundo, el Consejo
de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agri-
cultura) ha proclamado el derecho a la alimentación a través de las llamadas “di-
rectrices voluntarias internacionalmente aceptadas” para la realización progresiva
de la concreción de este derecho (noviembre de 2004) aprobadas por todos los go-
biernos (FAO, 2005). Se dice que son “pioneras”, ya que establecen una definición
internacionalmente aceptada del derecho a la alimentación, así como medidas
prácticas para materializarlo pero, al mismo tiempo, está mostrando que miles de
personas mueren por hambre. Por otra parte, la FAO “asume la responsabilidad
internacional de monitorear e identificar los países y regiones donde existen si-
tuaciones críticas de escasez de alimentos”, identificando tres niveles de escasez:
perspectivas desfavorables para las cosechas, déficit de suministro de alimentos
en el mercado o problemas de distribución de excedentes locales y/o exportables.
Es interesante señalar que el caso de muertes por hambre en el norte argentino
no se adecua a ninguna de estas causales, paradojalmente aumenta la producción
agrícola, las cosechas son cada vez más favorables así como los excedentes ex-
portables. Contrariamente éstas son situaciones “criticas” no previstas y producen
hambre, el monocultivo disminuye la producción de otros bienes básicos para la
alimentación, atentando contra la seguridad alimentaria a nivel nacional y local.
Por otra parte las preocupaciones “humanitarias” por el hambre en el mun-
do rápidamente se asocian con intereses utilitarios vinculados a la lógica de la
rentabilidad, de la expansión del capital y a factores políticos. El hambre es visto
como una amenaza a la “gobernabilidad”, para que los intereses del gran capital no
se vean opacados por protestas sociales. Para Dominique Strauss-Kahn, director
gerente del Fondo Monetario Internacional, el hambre “no sólo es una cuestión hu-
manitaria y económica, sino también un tema que atañe a la democracia”.47 El dis-

países podría verse ante consecuencias terribles” en la reunión del Fondo Monetario Internacional
y el Banco Mundial en Washington “cientos de miles de personas morirán de hambre, miles de
niños sufrirán los efectos de una alimentación deficiente”. [En línea] http://medios.batiburrillo.
net/2008/04/22/reunion-de-expertos-para-frenar-la-subida-de-precios-en-los-alimentos.html.
47 Dominique Strauss-Kahn director gerente del Fondo Monetario Internacional alerto que “si los
alimentos continúan siendo tan caros como hasta ahora la población de una gran cantidad de
países podría verse ante consecuencias terribles. [...] ‘“Cientos de miles de personas morirán de
hambre, miles de niños sufrirán los efectos de una alimentación deficiente’”, en “Biocombustible
impulsa hambre y deforestación”, diario El Mundo, [en línea] http://www.dw-world.de/dw/arti-
cle/0,,3263978,00.html [consulta: 13 de abril de 2008].
334 Sonia Álvarez Leguizamón

curso humanitarista de estos organismos que se alarma con el hambre y la suba del
precio de alimentos, considera que las personas bien nutridas son una inversión de
alta “rentabilidad”,48 y por otro lado, se sigue insistiendo en inversiones agrícolas
de alta productividad como solución,49 siendo que éstas son las que lo producen.
Ese mismo año, en marzo de 2004, se produce un hecho fundamental para
las modificaciones de los problemas que reproducen la pobreza y el hambre. Junto
a la declaración de los derechos a la alimentación de la FAO, Estados Unidos de
Norteamérica anuncia su política de convertir alimentos en combustible a partir de
la producción de etanol y biodiesel. La relación entre la cantidad de alimentos que
se necesitan para producir estos nuevos combustibles, para parchar la suba en los
precios del petróleo de los monopolios automotrices y su agotamiento en el corto
plazo es alarmante, dado los efectos que tendrá en la oferta de bienes básicos para
la alimentación, como la azúcar, el trigo, el maíz, las oleaginosas y la propia soja.
Se requieren 320 millones de toneladas de maíz para producir 35.000 millones de
galones de etanol. Dice Fidel Castro:
“Aplíquese esta receta a los países del Tercer Mundo y verán cuán-
tas personas dejarán de consumir maíz entre las masas hambrientas
de nuestro planeta. O algo peor: présteseles financiamiento a los
países pobres para producir etanol del maíz o de cualquier otro tipo
de alimento y no quedará un árbol para defender la humanidad del
cambio climático. Otros países del mundo rico tienen programado
usar no sólo maíz, sino también trigo, semillas de girasol, de colza y
otros alimentos para dedicarlos a la producción de combustible”.50
Los bolsones de muerte por hambre no pueden ser resueltos con ninguno de los
dispositivos técnicos esgrimidos (sanitaristas o pedagógicos) o humanitaristas
(como la declaratoria de derechos a la alimentación o a la cultura propia, los pro-
gramas asistenciales alimentarios o de subsidios para la alimentación) y menos
aún con la integración (sojuzgamiento y etnocidio). Estas poblaciones llevan si-
glos resistiendo a todos los intentos de exterminio o integración.

48 La FAO plantea que “una persona bien nutrida puede aprovechar mejor las oportunidades econó-
micas. Invertir en la erradicación del hambre es también una inversión en bienestar económico,
con una alta rentabilidad, y en una mejora de la sanidad y la educación”, en “Resumen sobre el
Comité de seguridad alimentaria de la FAO”, Federación internacional de productores agropecua-
rios, Roma, [en línea] http://www.ifap.org/es/publications/er-fao-cfs-11-06.html [consulta: 30 de
octubre - 4 de noviembre de 2006].
49 Dice la FAO: “La segunda lección es que el crecimiento agrícola es fundamental para la reducción
del hambre en los países en vías de desarrollo, donde tres cuartas partes de los pobres viven en
zonas rurales. Aumentar la productividad de la agricultura estimula la demanda de productos no
agrícolas en las zonas rurales y el incremento de los ingresos de origen no agrícola”.
50 “Condenados a muerte prematura por hambre y sed más de 3 mil millones de personas en el mun-
do”, en Digital, Gramma internacional, [en línea] http://www.cuba.cu/gobierno/reflexiones/2007/
esp/f280307e.html [consulta: 28 de marzo de 2007].
Formas de racismo indio... 335

En el Documento Final de la Cumbre Mundial sobre Alimentación, realizada


en noviembre de 1996 en Roma por la Organización de las Naciones Unidas para
la Alimentación y la Agricultura (FAO), se adoptó por consenso el “derecho de
todos a tener acceso a alimentos adecuados y el derecho fundamental de todos a no
pasar hambre”. El hecho de que se deba inventar el derecho a no pasar hambre es
un síntoma de las contradicciones de la democracia, el capitalismo y los mitos del
desarrollo. Luego de más de tres siglos de la declaración de igualdad de los ciuda-
danos y de otros tantos de capitalismo y de la creencia en que el desarrollo basado
en el “crecimiento económico” traerá bienestar a las personas, miles de personas
mueren por hambre. En el momento de la firma del documento, la delegación de
la administración Clinton, en declaración oficial que quedó a manera de “reserva
oficial”, es decir, de “no compromiso”, señaló que “Estados Unidos cree que este
es un objetivo o una aspiración para ser realizada de forma progresiva pero que
no plantea ninguna obligación internacional ni reduce las responsabilidades de
los gobiernos nacionales hacia sus ciudadanos”. La reserva oficial de EE.UU.
muestra el desinterés y el no compromiso del imperio neocolonial americano por
el hambre en el mundo, ni siquiera desde su lado humanitarista. Sin contar que
estas declaratorias son de tal nivel de generalidad que no comprometen a los Esta-
dos miembros, además de plantear la primacía de los intereses nacionales sobre la
pobreza y el hambre en el resto del mundo.
Para Josué de Castro (1951) los bolsones de muerte por hambre son una
muestra de cómo operan las relaciones de dominación local en su vínculo con la
geopolítica mundial.51 Parte de sus teorías son explicadas a partir del impacto de la
geopolítica mundial a través de relaciones neocoloniales capitalistas y las formas
en que se produce la dominación social a nivel local. Él estaba poniendo en cues-
tión las visiones evolucionistas, desarrollistas y neomalthusianas de la pobreza y
el hambre.52 Explica en otro libro (De Castro, 1965b) el cómo, para los campesinos

51 De Castro fue un médico e epidemiólogo brasileño, que investigó y escribió a mediados del siglo
XX, preocupado por temáticas de la nutrición, que pensaba en términos de una particular visión de
la geografía marxista basada en la importancia de las relaciones de producción y su relación con
los recursos materiales para la reproducción de la vida.
52 El neomalthusianismo fue y es promovido por los teóricos de las teorías del desarrollo ortodoxo y
por instituciones “promotoras de desarrollo y progreso” de los EE.UU. como “La Alianza para el
Progreso”. Ésta tenía como uno de sus mandatos más importantes, el desarrollo de tecnologías de
control de la natalidad, durante los ‘60, para disminuir el crecimiento de la población. A su vez, la
Comisión Trilateral (Three Lateral Commission), propiciada por David Rockefeller, preocupada
por diseñar escenarios futuros del desarrollo del capitalismo global, siguió la línea de la Alianza
para el Progreso, de años anteriores, con una visión de la reproducción de la pobreza también
neomalthusiana, recomendando el control de la natalidad de las poblaciones, junto al control sobre
las fuerzas productivas de los países pobres, para parar su crecimiento y su capacidad de produc-
ción, ante la creencia de que si estos crecían (al mismo ritmo que lo hacían los países más ricos),
los recursos energéticos y naturales se agotarían. Esta posición se tradujo en la teoría del creci-
miento cero incluida en el Reporte Meadows de 1972, difundido por el Club de Roma (Matozzo
de Romualdi, 1999).
336 Sonia Álvarez Leguizamón

nordestinos la muerte no cuenta, lo que cuenta es la vida, puesto que la vida no les
pertenece. Postula que los problemas alimentarios derivan, en última instancia, de
las relaciones de dominación heredadas del colonialismo (Abramovay, 1996; De
Castro, 1951).53

Las muertes por hambre y la activación del racismo antiindígena


Durante los años 2007 y 2008 se han producido muertes por hambre en el norte
argentino, en las provincias del Chaco, Formosa y Salta,54 en su mayoría de po-
blación aborigen. Ésto ha sido considerado como un “desastre humanitario”. El
Defensor del Pueblo de la Nación Argentina presentó, a fines de agosto del 2008,
una demanda contra el Estado nacional y el Gobierno de la provincia del Chaco, en
la que consta que las comunidades indígenas, se encuentran “al borde de la muer-
te, en una situación de exterminio silencioso sistemático e inexorable”, haciendo
énfasis en una realidad cuidadosamente ocultada en todo el país. Solicitó que se
adoptaran medidas necesarias que “detengan el exterminio” de los pueblos origi-
narios en esa provincia. Posteriormente la Corte Suprema de Justicia falló contra
el Estado nacional y el Gobierno del Chaco a favor de las comunidades aborígenes,
ambos deberían proveer de alimentos y agua potable a las comunidades aboríge-
nes de esa provincia.55
En octubre del 2008 la agencia Copenoa56 da a conocer como noticia que
“Mueren dos niños aborígenes luego de pasar tres días sin comer
en una finca en Tartagal. […] Los niños de un mes y dos años falle-
cieron por desnutrición en la finca Nuevo Horizonte, ubicada en el

53 Josué de Castro, en Geografía del hambre (1951) estudia los regímenes alimentarios de
cada región brasileña a partir de las posibilidades ofrecidas por los suelos el clima, la vegetación,
pero también por la manera que se organiza la apropiación de la tierra y las relaciones con el traba-
jo. Debate la nominación de subdesarrollo a nuestros países y explica estos procesos y el hambre
que producen, en base a las relaciones de explotación a nivel internacional y nacional, además de
la concentración de la riqueza creciente. La zona de estudio en Salta, también se caracterizó por
reclutamiento de mano de obra semiservil, como el caso de las poblaciones del nordeste brasileño
que estudia De Castro, para los ingenios como el San Martín del Tabacal y el Ledesma, a partir
del primer cuarto del siglo XX, además del trabajo en las haciendas o fincas azucareras. Inclusive
muchas de las misiones religiosas que se asentaron en esta fecha fueron promovidas por los dueños
de los ingenios para controlar la mano de obra indígena para la cosecha del azúcar.
54 “Víctimas del hambre en Salta”, [en línea] http://wichiwet.org//index.php?option=com_content&
task=view&id=22&Itemid=2 [consulta: 23 de agosto de 2007].
55 Publicado [en línea] http://marcialcandioti.wordpress.com/2007/12/05/hambre-desnutricion-
fallo-de-la-corte-suprema-de-justicia-contra-el-estado-nacional-y-el-gobierno-del-chaco-a-favor-
de-las-comunidades-aborigenes/ [consulta: 5 de diciembre de 2007]. Sin embargo las muertes por
hambre continuaron en esa provincia, a pesar del pedido del Defensor del Pueblo, ver “El hambre
en el Chaco”, [en línea] http://www.nuevoencuentro.com/modules.php?name=News&file=article
&sid=2081 [consulta: 10 de agosto de 2008].
56 “Colectivo periodístico del NOA”, [en línea] http://www.copenoa.com.ar/SALTA-Mueren-dos-
ninos-aborigenes.html [consulta: 7 de octubre de 2008].
Formas de racismo indio... 337

paraje Caraguata distante a 80 kilómetros de la ciudad de Tartagal,


al norte de la provincia de Salta. Los pequeños no habían ingerido
alimentos y tomado agua durante tres días. […] Las denigrantes
condiciones de esclavitud a los que son sometidos los aborígenes
en las fincas rurales de la zona del departamento San Martín, se
cobraron estas pequeñas vidas”.
El noticiero Video Tar afirmó que “según informó la policía, los nenes, uno de 23
meses y otro de sólo un mes, desde hace tres días no ingerirían ningún tipo de ali-
mentos ni líquidos afectados por una infección”. “Murieron como perritos” afirmó
personal del hospital de Tartagal. Los niños eran hijos de un trabajador que estaba
viviendo bajo un plástico mientras trabajaba en negro en esa finca.57
En febrero del 2011 de nuevo las muertes por hambre en la zona vuelven a ser
noticia periodística, esta vez son siete niños los muertos por desnutrición. Todos
pertenecían a la etnia wichí y todos fallecieron a causa del estado de desnutrición
en que se encontraban y debido a diarrea estival como causa desencadenante.
El actual gobernador de la provincia de Salta, Juan Manuel Urtubey, ante el
acontecimiento afirmó que las muertes de estos niños “son un problema cultural,
no sanitario ni social, porque los aborígenes no concurren al hospital” (cursivas
añadidas), es decir los wichís dejarían morir a sus niños. Manifiesta que “el eje
de la cuestión es fortalecer en términos sanitarios y culturales la inclusión. Yo
no transfiero nuestra responsabilidad pero debemos advertir que allí (en el tema
cultural) está el verdadero problema” (cursivas añadidas).58 Es decir no se trata
de un problema social, debido al despojo, la deforestación, la concentración de la
tierra, la apropiación de altas rentas por sectores de poder, sino que es meramente
un problema de la “cultura” de estas poblaciones y de intervenciones sanitarias. El
verdadero problema según el gobernador está en sus propias víctimas.
Estas representaciones de los gobernantes salteños sobre la desnutrición de
indígenas aparecen como persistentes a lo largo del siglo XX, como veremos más
adelante. Es un habitus neocolonial de “larga duración”, basado en un fuerte racis-
mo indio de las elites gobernantes. Estas creencias raciales sumadas a las coercio-
nes vinculadas al trabajo y la represión de las protestas, desplegaron una variada
forma de dispositivos y tecnologías sociales con las poblaciones percibidas como
pertenecientes a “culturas” consideradas directa o indirectamente “incivilizadas”.

57 En Elena Luz González Bazán “La muerte blanca en Salta (Parte I)” en Argenpress.info, Prensa
Argentina para todo el Mundo, [en línea] http://www.argenpress.info/2008/10/la-muerte-blanca-
en-salta-parte-i.html [consulta: 15 de octubre de 2008].
58 Según Urtubey, los aborígenes desnutridos no van al hospital “por una cuestión cultural”, [en
línea] http://www.lapoliticaonline.com/noticias/val/71200-6/segun-urtubey-los-aborigenes-des-
nutridos-no-van-al-hospital-%E2%80%9Cpor-una-cuestion-cultural.html [consulta: 9 febrero de
2011].
338 Sonia Álvarez Leguizamón

Las declaraciones de J. C. Romero, el exgobernador durante el periodo 1995-


2007, promotor de la soja y de la deforestación, también reproduce esta visión
racista y paternalista de las causas de muerte por hambre. Para él, no se puede
dejar librada a la “intuición” de los padres alimentar a sus hijos, el gobierno es el
que debe ir a dárselos en la boca. El problema es sólo sanitario para el Gobernador,
obliterando la expansión del capitalismo de la soja del que es cómplice directo.59
Las explicaciones y soluciones gubernamentales remiten al saber práctico
médico/sanitario el que esta preñado de un fuerte racismo indio neocolonial. Otro
aspecto que aparece como persistente es el que explica las causas de la pobreza
no sólo en la cultura sino en el ambiente. No es en la depredación ecocida del
llamado actualmente medio ambiente donde se pone el énfasis (posición política
de las organizaciones y movimientos verdes conservacionistas) sino en el lugar
puntual donde viven las comunidades. Es una mirada infinitesimal del ambiente.
Antes era la especialización llamada “medicina social” o también expresada como
“causas indirectas” de la enfermedad, ahora será la epidemiología social, la que
tiene fundamentos parecidos: la cultura del otro es “deleznable”, arcaica y debe ser
modificada a partir de la “planificación”, la “prevención” y la profesionalización
de lo que ahora se denomina “recurso humano” o “capital humano”, a partir de
la creencia de la “naturaleza social” de la enfermedad. Lo social no se entiende
como las relaciones sociales que producen la exclusión y expropiación de medios
de subsistencia, de renta y de excedentes. Remite sólo a los estilos de vida de las
poblaciones.
Dice un médico sanitarista salteño a propósito de las muertes por hambre
recientes.
“Yo estuve recorriendo durante 3 años consecutivos las comunida-
des originarias y hay que estar y compartir sus ideas por lo que el

59 “Priorizar alimentos y orientar estrategias nutricionales es tarea del Estado. Dejarlo librado a la
buena voluntad o a la intuición de los intendentes, los padres o tutores es la opción equivocada,
cuyos resultados hoy se perciben en las comunidades del norte. Tampoco se puede confundir
mortalidad infantil con desnutrición infantil. Son cosas claramente diferentes. Para enfrentar la
desnutrición es necesario que actúen con energía los agentes sanitarios, tal como lo hacían hasta
hace tres años, llegando a los hogares con todos los recursos para detectar de manera temprana
las falencias nutricionales de un niño. […] Salta es una provincia pobre. Nadie puede asombrarse
por ello. Contra la pobreza, la marginación y la exclusión no podemos pelear solos. Lo dijimos
hace quince años y lo repetimos ahora. Se necesita un gobierno nacional que entienda que el
desarrollo y la inversión en las zonas postergadas es la puerta por la que saldrán de la pobreza
miles de familias. Pero con la desnutrición es otra cosa: se trata de un problema de gestión. No se
puede estar cambiando planes probadamente exitosos por recetas foráneas y es contraproducente
buscar réditos políticos en cada acción”. En Romina Chávez Díaz “Las mentiras de Juan Carlos
Romero y la ‘desnutrición cultural’ de Urtubey” , artículo que reproduce un texto de la página web
del exgobernador que ya no se encuentra colgado titulado “Contra la pobreza, la marginación y la
exclusión no podemos pelear solos”, Salta21, [en línea] http://www.salta21.com/Las-mentiras-de-
Juan-Carlos-Romero.html [consulta: 23 de febrero de 2011].
Formas de racismo indio... 339

Dr. Urtubey no está muy lejos de la verdad. Las comunidades ori-


ginarias poseen una cultura ancestral que para el hombre contem-
poráneo resulta hasta deleznable, son personas geográfica, social
y culturalmente aisladas de la sociedad moderna.[…] Son dos los
patrones que rigen la existencia física del ser humano, el ‘genético
y/o hereditario’ y el ‘cultural y/o ambiental’, ambos conformando
una ‘unidad’: la persona humana, original e irrepetible. […]. Creo
que en la actividad sanitaria al ‘problema’ hay que conocerlo muy
bien para de este modo poder ‘planificar’ una actividad sobre la que
se instalan ‘programas’ coherentes, factibles y viables. Si bien es
muy importante un presupuesto, pero sabiendo cómo se distribuirá,
y acá no debemos nunca olvidar la ‘capacitación’ del recurso huma-
no ‘suficiente’ para la acción, que lleva su tiempo. […] El tema en
discusión necesariamente compromete a la Salud Pública, ciencia
y arte de PREVER y PREVENIR acontecimientos que atañen a la
salud de una población con el desarrollo de un abanico de activida-
des para asegurar un nivel de vida adecuado de cada individuo. La
epidemiología social, uno de los pilares fundamentales, proclama
la ‘naturaleza social’ de la enfermedad desarrollando sus acciones
dentro de ese marco. Por lo tanto significa tener en cuenta factores
biológicos, sociales, económicos, culturales y políticos, todo en un
momento y lugar determinados, así toda enfermedad tiene su histo-
ria. Me pregunto en esta reflexión: porque este niño, en este lugar,
de esta enfermedad y en esta oportunidad? para no quedarme con
un diagnóstico clínico y su tratamiento solamente” (Felipe Adolfo
Calvet, cursivas añadidas).60
Un medio de prensa alternativo deja oír las voces de dirigentes obreros e indígenas
de la zona61 que interpelan este discurso oficial, afirmando que es un problema
asociado a la expropiación de las tierras y los medios de subsistencia, mostrando
cómo se los criminaliza. Se informa en esta noticia que las muertes por desnutri-

60 Dialogo en Facebook, a propósito de las muertes por hambre. Calvet se desempeña como feje del
Programa Medical Service, [en línea] www.xing.com/profile/FelipeAdolfo_Calvet.
61 “‘La atención primaria de la salud es la llegada de los agentes sanitarios al territorio, muchos de la
propia comunidad’. [...] ‘Teníamos el centro de salud, enfermera, los médicos iban al lugar, pero la
provincia ahora está teniendo un déficit de médicos en la parte pública’, [pero] ‘si las actividades
que venimos haciendo no son suficientes, hay que buscar estrategias nuevas e integrales. Si detec-
tamos desnutridos, nos apoya muchísimo el Ministerio de Desarrollo Humano [de la Nación], que
tiene todos los planes alimentarios con dietas especiales. Vamos a tener once nutricionistas repar-
tidos por las comunidades, así que vamos a trabajar fuerte en este tema’, [...] serán diez grupos de
especialistas, universitarios e indígenas que trabajarán ‘comunidad por comunidad. Unas cuarenta
personas se incluirían para trabajar en todo el territorio, desde Pichanal hasta Pocitos’”. “La isla de
los wichí”, [en línea], http://periovista.com.ar/2011/02/la-isla-de-los-wichi/ [consulta: viernes 18
de febrero de 2011, 12:44hs].
340 Sonia Álvarez Leguizamón

ción, en el año 2010, habían duplicado las de 2011, pero no adquirieron la reper-
cusión nacional e internacional que esta tuvo, por que no era un año electoral. La
información sobre muertes por desnutrición es retaceada tanto a los investigadores
como a la opinión pública, a pesar de que en la provincia de Salta funciona un
sistema de gran cobertura de agentes sanitarios de atención primaria de la salud.
Las voces de las poblaciones sojuzgadas y su lucha siguen presentes en los
medios sobre todo en los alternativos.
Eduardo Paliza62 dirigente obrero e indígena de la zona manifiesta:
“La otra vez fuimos noticia porque cortamos la ruta, por los pozos
petroleros, pero ¿quién se va a acercar ahora por los niños que mue-
ren de hambre, hermano? El niño no habla, no te puede decir tengo
hambre, y son sólo los papás los que los están mirando y los tienen
en los brazos hasta que se mueren. [...] La radio y la tele, que están
acá a la vuelta nomás, dicen que ‘es un problema cultural’. Mentira.
‘Es un problema indígena’, ‘Cortan el hilo por lo más delgado’. Si
nosotros tuviéramos todas las tierras, el río, el pescado, las frutas,
las plantas…, no se le pide a nadie nada. Cómo va a hacer una ma-
dre con sus hijos, si no le puede dar la fruta, ni el pescado? Acá en
el norte hay mucha riqueza en la tierra, ¿pero cómo llegar si está
todo alambrado y no podés pasar porque te meten tiro o te mandan
a la policía? […] El departamento de San Martín empieza en Em-
barcación y termina en Bolivia. Son cien kilómetros de ruta. Al este
están las sojeras, todos los días los aviones están tirando cagada y
veneno, matando a los pueblos indígenas todos los días. Al oeste,
están las petroleras, que envenenan todo, los ríos, la tierra, y matan
a los animales, y eso nadie lo dice. Estamos a 2 mil kilómetros, pero
la amiga Presidenta tiene que conocer la verdad” (Eduardo Paliza,
cursivas añadidas).
Octorina Zamora63 dirigente indígena wichí, de la comunidad de Honhat Le Les
de Embarcación, señala “el continuo acorralamiento que sufren las comunidades
indígenas, por la deforestación y el despojo vinculado a ‘patrones’ transnacionales
que no tienen cara visible, mostrando además la fragilidad del ecosistema agrava-

62 Eduardo Paliza trabajó en Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), es dirigente originario y con-
formó la (UTD Vespucio) “Unión de Trabajadores Desocupados de Vespucio”, es Técnico en Mi-
nería, vive en la localidad de Campamento Vespucio a 60 km de la frontera con Bolivia. La ciudad
adquiere el adjetivo de campamento dado que su fundación está vinculada con los primeros pozos
petroleros encontrados en la zona. En “Eduardo Paliza ‘Patrones peor que en la época de la escla-
vitud’”, COPENOA, [en línea] http://www.copenoa.com.ar/Eduardo-Paliza.html [consulta: 28 de
mayo de 2009].
63 “Comunidades wichi advirtieron sobre el ‘peligro inminente’ de alud”, diario El Tribuno, 20 de
julio de 2011.
Formas de racismo indio... 341

do por la deforestación”. La invisibilidad de los patrones en este nuevo modelo de


agronegocio es persistente en las denuncias indígenas, a diferencia de la presencia
en la estructura de la hacienda o la finca.
“Los pobres, los indígenas, no tenemos acceso al trabajo digno, no
podemos contar con los medios económicos para dar de comer a
nuestros hijos. Les dan prioridad a la soja y nos despojan de nuestro
territorio, de nuestro hábitat. Uno de los mayores culpables de todo
esto es el tema de los despojos, el desmonte, hay muchos pueblos
acorralados por vastos territorios de gente que ni siquiera son del
lugar. Hay muchos patrones que nosotros ni conocemos. [...] Las 17
comunidades indígenas (wichí, guaraní y quom) que viven en Em-
barcación y se quedaron sin territorios, también sufren inundaciones
cada vez que llueve. [...] Encima, Embarcación está en una zona de
transición entre las sierras de yungas y el Chaco salteño árido, el
único pulmón ecológico que tenemos” (cursivas añadidas).64
Ante el acontecimiento que tuvo repercusión internacional65 el gobernador respon-
dió de diversas maneras. Pidió a la ONU colaboración para modificar la alimenta-
ción de los pueblos indígenas. Puso en marcha un plan de emergencia con la inten-
ción de “detener” la “seguidilla de muertes” a cargo de Susana Canela, trabajadora
social y especialista en políticas públicas, quien considera que la cuestión es sobre
todo “educativa” y no sólo un problema de escasez de alimentos, interpelando de
esta manera la situación de expropiación de medios de subsistencia en que viven.

64 Octorina se está refiriendo a la situación de vulnerabilidad que sufren esos territorios desde el pun-
to de vista ecológico. Según el informe del Defensor del Pueblo “existe consenso de que los des-
montes masivos producidos en zonas donde existe un fuerte contraste de relieve –como es el caso
de la región salteña en donde se pasa de un ambiente de montaña (Yungas) a una llanura deprimida
(Chaco Seco)– están vinculados al aumento de los riesgos de erosión y movimientos en masa en
el primer ambiente, y de flujos torrenciales e inundaciones en las áreas planas. Sin la vegetación
propia del lugar, la estructura de las laderas se vuelve cada vez más inestable. Esto provoca que
haya poca retención y se acelere el escurrimiento superficial. Con poca retención y excesivo escu-
rrimiento, las crecidas no se regulan y el agua fluye a gran velocidad arrastrando las partículas del
suelo, destruyendo puentes y caminos, aislando comunidades y cambiando la dinámica propia de
los sistemas naturales” (IEDPN, 2009: 31 y 32). “Los suelos de textura fina, presentes en el Parque
Chaqueño en esta zona, son fácilmente erosionables ante los procesos de desmonte. La ausencia
de cobertura vegetal continua los expone a la energía calórica, lo que disminuye la disponibilidad
hídrica para las plantas por la evaporación y produce la pérdida de la estructura del suelo por la
volatilización del nitrógeno y el carbono: literalmente ‘se quema’ la materia orgánica” (Dirección
de Bosques, 2003, citado IEDPN, 2009: 33).
65 La BBC ha difundido primero las noticias de muertes por hambre en Salta ocurridas en febrero del
2011 y luego realizó un video sobre el tema que se encuentra en el artículo de Vladimir Hernández,
Una mirada al corazón del hambre en Argentina, BBC Mundo, Argentina, [en línea] http://www.
bbc.co.uk/mundo/noticias/2011/04/110404_argentina_salta_desnutricion_vh.shtml [consulta: 26
de abril de 2001].
342 Sonia Álvarez Leguizamón

Pone el énfasis en los dispositivos pedagógicos más que culturales y sanitarios,


aunque también los incluye.
“La problemática que se vive no tiene que ver solamente con un
problema de acceso a los alimentos, sino con un proceso educativo,
con el acceso a la salud, con condiciones dignas de vida. Todo eso
hace que una persona y una familia pueda cambiar su situación de
vulnerabilidad y superar problemáticas tan específicas como esta”.66
La ciudad más importante del área es Tartagal, la que vivió en estos últimos tiem-
pos una serie de procesos que pueden ser considerados paradigmáticos de la “gran
transformación neoliberal”, vinculada a las privatizaciones petroleras, la expan-
sión de los agronegocios, la deforestación, el creciente empobrecimiento de las
poblaciones rurales y su migración a las zonas periurbanas. Al mismo tiempo es
escenario de luchas sociales tanto de obreros industriales piqueteros, como de or-
ganizaciones indígenas. Dos hechos catastróficos producidos en los últimos años
dan cuenta de lo que está sucediendo, el aluvión del río seco que se llevó gran
parte de viviendas de la ciudad y el brote de dengue en los años 2008 y 2009. Está
probada la relación entre deforestación y aparición de enfermedades endémicas
(muchas de las cuales son comunes en la zona, como la leishmaniasis y la en-
fermedad de Chagas) y de catástrofes naturales, ambos problemas sufridos en la
región.67 A pesar de este hecho comprobado científicamente, las enfermedades (a
veces llamadas endémicas) de este tipo, son interpretadas por los médicos como
problemas de sus pautas culturales haciendo caso omiso de estos factores.

Las representaciones racistas de la pobreza y la desnutrición en Salta, análi-


sis de discursos hegemónicos
La idea de que las muertes por hambre de los wichís son un problema cultural,
manifestada por el actual gobernador Urtubey, es una creencia racista persistente
de las elites gubernamentales salteñas, todo a lo largo del siglo XX y parte de
éste. Esta representación acerca de las causas de muerte por desnutrición además

66 Declaraciones de Susana Canela, en Periovista, el Medio de los Medios “La isla de los wichí”, [en
línea] http://periovista.com.ar/2011/02/la-isla-de-los-wichi/ [consulta: 18 de febrero de 2001].
67 “Según el Informe Geo Argentina, los factores básicos de riesgo ambiental para la salud relaciona-
dos con la deforestación, son el aumento de las catástrofes naturales y de los animales transmisores
de enfermedades (vectores). En este sentido, la Organización Mundial de la Salud señala a la
deforestación como un factor más que –junto al desarrollo agrícola, los embalses y los planes de
regadío– puede desencadenar brotes de enfermedades parasitarias u otras de carácter infeccioso
favoreciendo la difusión de los mosquitos propagadores del paludismo o de los moluscos de agua
dulce que difunden la esquistosomiasis. Entre otras enfermedades afectadas por los cambios am-
bientales se hallan la filariasis linfática, la fiebre dengue, la leishmaniasis, la enfermedad de Cha-
gas y la meningitis bacteriana” (Informe sobre las Enfermedades Infecciosas, Eliminar Obstáculos
al Desarrollo Sustentable , citado en IEDPN, 2009).
Formas de racismo indio... 343

de invisibilizar las razones socio económicas y ambientales que imposibilitan a


las personas acceder a recursos para la subsistencia básica, es racista puesto que
parte del supuesto de que hay personas cuya cultura es inferior. Este saber hacer
se fundamenta bajo diferentes discursos racistas a lo largo del siglo XX, el higie-
nismo, la eugenesia, la medicina social, la epidemiologia y la moderna pedagogía
del “desarrollo social” de las políticas de “inclusión social” que este gobernador
cree, son la solución. Si bien durante este período se producen importantes trans-
formaciones sociales y políticas, y el contexto socio histórico se modifica a veces
substancialmente, el pensamiento gubernamental y de las elites sobre las causas
de la pobreza y el hambre, mantiene imperturbable el racismo antiindígena, sub-
sumido en distintos discursos.
Para los mitos de la modernidad, tanto como para el discurso del desarrollo la
construcción de la pobreza como problema es la historia del “otro”, parafraseando
a Foucault en su reflexión de la locura. Aquel que es a la vez interior y extraño a
una cultura. Por ello debe excluirse, conjurarse y distinguirse pero que a través de
ciertas identidades es nombrado y clasificado. Forma parte de la historia del orden
de las cosas, de su naturalización.68 En este sentido, la pobreza es la alteridad de
los poderosos, es la alteridad de las utopías de la “modernidad” y del “desarrollo”.
Cuando la pobreza se asocia además a lo indígena es una alteridad neocolonial
radical, vinculada al inveterado racismo “indio”.
Entiendo que la cuestión aquí planteada puede homologarse a lo que a princi-
pios del siglo XX se llamó la cuestión del indio,69 que trata de una forma particular
de afrontar problemas entre la desigualdad social y étnica y su problematización.
No es lo mismo que la llamada “cuestión social” según el pensamiento francés
que intenta resolver el hiato o la aporía entre la desigualdad social y la igualdad
jurídica del ciudadano. En este caso, a pesar de que la Constitución argentina en
su preámbulo habla de que todos los hombres que habitan el suelo argentino son
libres, los indígenas la adquieren recién con la Constitución de 1994, donde se

68 “La historia de la locura sería la historia del ‘otro’ –de lo que, para una cultura, es a la vez interior y
extraño y debe, por ello, excluirse (por conjurar un peligro interior), encerrándolo (para reducir la
alteridad); la historia del orden de las cosas sería la historia de lo mismo– de aquello que, para una
cultura, es a la vez disperso y aparente y debe, por ello, distinguirse mediante señales y recogerse
en identidades. Y si soñamos que la enfermedad es, a la vez, el desorden, la peligrosa alteridad en
el cuerpo humano que llega hasta el corazón mismo de la vida, pero también un fenómeno natural,
que tiene sus regularidades, sus semejanzas y sus tipos, veremos qué lugar podría ocupar una
arqueología de la mirada médica” (Foucault, 1981 [1966]: 9-10).
69 La cuestión del indio representa para el pensamiento marxista el fenómeno más singular que plan-
tea la realidad latinoamericana, sobre todo para entenderlo al intentar encapsularlo en un análisis
de clases o de modos de producción y obliterando la cuestión racial de las relaciones de domina-
ción basadas en formas coloniales de sujeción. La tradición crítica marxista se ancla en Mariátegui
(1928), quien dialoga con el pensamiento marxista, humanitarista e indigenistas para mostrar que
el problema tiene que ver con las relaciones de dominación que se estructuran en la hacienda,
basado en el racismo indio.
344 Sonia Álvarez Leguizamón

les reconoce el derecho a la cultura y a la lengua propia, así como a las tierras
originarias.
En los discursos gubernamentales, aparecen persistentemente explicaciones
de las causas de la pobreza y el hambre, nombrando y representándosela en su
homologación con lo indio, mostrando así, su linaje genético con las recientes
declaraciones de gobernadores ante las muertes por hambre. Es sobre todo el saber
médico el que lo legitima vinculado con intenciones de modificar “hábitos” que se
consideran la causa de la pobreza, la desnutrición o la muerte por hambre.
A mediados de siglo, la llamada medicina social substituye al higienismo.70
Este campo de saber se aplica a las denominadas culturas nativas (eufemismo para
lo indio) y sus condiciones de vida en la provincia de Salta. Preocupación y tema-
tización vinculada con la descalificación del “interior” porteñocentrado que hemos
visto en capítulos anteriores. Representación donde Salta junto, con otras provin-
cias del norte argentino, es vista como un espacio social periférico (bárbaro, crio-
llo, mestizo), donde se cree se encuentra el atraso, la pobreza, las enfermedades
degenerativas, etc. Debido, todo ello, a la existencia de poblaciones llamadas de
diferente manera pero que muestran su condición de indios: nativas, autóctonas,
criollas, indias, rurales, etc. La representación de debilidad de la población rural
y de las poblaciones “nativas” se vinculaba –sobre todo, durante la primera mitad
del siglo XX, aunque sigue metamorfoseada hasta el presente–, principalmente a
enfermedades endémicas y a pautas culturales que se cree tiene esa población “ru-
ral” (en términos genéricos), como el alcoholismo y la tradición de mascar coca
–propia de la zona andina–, las cuales se creían eran una traba para la denominada
profilaxis social, para el desarrollo y para la civilidad.
Los factores “sociales de la enfermedad” como la desnutrición serían la mi-
seria, la ignorancia, la vivienda insalubre, la alimentación inadecuada, que ha-
cen referencia a “hábitos culturales”. Se jerarquizan así acciones que promueven
“estudios sistemáticos” de diagnóstico que ayuden a generar políticas de salud
pública para enfrentar estas cuestiones que son problematizadas y, por lo tanto,
hay que atacarlas. Son temáticas que irrumpen en variados campos de saber poder
experto (sobre todo en el médico), para diagnosticar e intervenir con dispositivos
diferentes, desde la violencia y la represión, al integracionismo compulsivo o el
indigenismo miserabilista. El “problema” que abordamos aparece reiteradamente
en el largo tiempo en los informes gubernamentales denominado como cuestiones
de “orden social” hasta la década de los ‘60 o también como el “problema del
indio”, como lo muestra una viñeta periodística.
Hemos visto ya en otro capítulo que para el higienismo neolamarckiano, que
se desarrolla en la primera mitad del siglo XX (Leys Stepan, 1991 y Ramacciotti,

70 La biopolítica a través del higienismo, tiene entre sus objetivos fundamentales aumentar la pro-
ductividad del trabajo, lograr el disciplinamiento de la clase obrera y dar solución a los abusos de
la caridad por medio del “derecho” a la asistencia estatal y a la profilaxis social.
Formas de racismo indio... 345

2004) en la Argentina, el alcoholismo era un veneno racial y una tara propia de las
clases que las elites consideraban inferiores, por lo que debía ser erradicado. En-
contramos en los médicos higienistas salteños, sobre todo entre los gobernadores,
que el consumo de coca también se asimilaba a un veneno racial y, seguramente lo
sería para un gran grupo de sus colegas. A partir de la década del ‘30, observamos
preocupaciones asociados a la especialidad de la llamada “medicina social”, la que
pone especial atención en los “factores indirectos”, llamados “sociales” de las en-
fermedades. En la transformación de mediados de siglo del partido peronista, este
campo de saber se gubernamentaliza e institucionaliza. Luego en los ‘60, junto a
la medicina “social”, toma importancia la especialidad denominada “patologías
regionales” o “del subdesarrollo”.
El diario La Provincia de Salta, en 192471 en un artículo titulado “El proble-
ma del alcoholismo en el Norte. Actitud del Departamento Nacional de Higiene.
Clara visión de nuestro gobernante” reproduce una serie de medidas de Gregorio
Aráoz Alfaro72 quien era en ese entonces director del Departamento Nacional de
Higiene de la Nación, durante la presidencia de Marcelo Torcuato de Alvear, radi-
cal antiyrigoyenista. El artículo pone énfasis en que el alcoholismo es un veneno
racial y además un “vicio”, “propio de las poblaciones nativas del norte”. La
relación entre alcoholismo subsumido en enfermedades “nerviosas y mentales”
gana una dimensión sanitaria y racista. Aráoz Alfaro manifiesta que en estas pro-
vincias “la embriaguez [es] brutal casi cotidiana” (cursivas añadidas).73 La noticia
cuyo título ya es sugerente, al asumir que el alcoholismo es un “problema” viene a
apoyar además las medidas tomadas por “nuestros gobernantes”, en ese entonces
el gobernador de Salta el médico Dr. Adolfo Güemes.74

71 Diario La Provincia del 2 de junio de 1924, en Álvarez Leguizamón y Queiroz Coutinho (2004).
72 Además preside la Asistencia Pública en 1893 y, cuando era director del Departamento Nacional
de Higiene, crea en 1923 la división de Asistencia a la Infancia.
73 Ver el artículo titulado “El problema del alcoholismo en el Norte. Actitud del Departamento Na-
cional de Higiene. Clara visión de nuestro gobernante”, que se publicó en el Diario La Provincia,
el 2 de junio de 1924. Escribió entre otras obras, “La mortalidad infantil en algunos países de la
América del Sur”..
74 Adolfo Güemes (1873-1947), nació en la ciudad de Salta el 10 de septiembre de 1873. Gobernador
de Salta 1922-1925. En los registros de la historiografía local se dice de él que “durante este pe-
ríodo de gobierno la situación administrativa y financiera provincial alcanzó “franca prosperidad,
pues se pagó la deuda que pesaba sobre la provincia, se mantuvo el orden administrativo y se
realizaron obras de utilidad general”. Se ejecutaron obras de asfalto en la ciudad y se inauguró la
maternidad modelo “Luisa Bernal de Villar”. Dio especial atención a la política petrolera dictando
los decretos en que reafirma el dominio de la provincia sobre las minas que se encuentran en su
territorio y suspende por cinco años la admisión de solicitudes de cateo de petróleo y demás hidro-
carburos. Se inauguró el primer tramo del ferrocarril Salta - Antofagasta. Por legado testamentario
a favor de la Nación dispuso donar la histórica chacra “El Carmen de Güemes”, para ser destinada
a una escuela agrícola. “Llevó a buen término una campaña sanitaria para terminar con el paludis-
mo. Impuso severas normas éticas en varios aspectos de la administración [...] y defendió los dere-
chos salteños al petróleo contenido en el subsuelo de la provincia” (Cfr La Nación, del 8 de octubre
346 Sonia Álvarez Leguizamón

Las políticas consistían en un plan para combatir el alcoholismo, considerado


“terrible endemia que llena anualmente a las cárceles, hospitales y manicomios de
un gran número de hombres”. El fundamento del Director Nacional de Higiene es
aplaudido por el diario local y calificado como una “clara visión”, puesto que para
Adolfo Güemes, el alcoholismo sería el origen del incremento de enfermedades
nerviosas mentales, afirmando que ésta es la “causa primera y capital”.
“Cuanto más estudio los problemas sanitarios nuestros, especial-
mente de las provincias del norte y territorios nacionales, más me
convenzo que es uno de los problemas más primordiales que te-
nemos que resolver, […] sin ello no podremos abordar con fruto
la profilaxis de la Tuberculosis ni las endemias de la zona subtro-
pical. Y esto sin contar con que el alcoholismo, por sí solo, es el
origen de múltiples afecciones viscerales, el factor principal de las
enfermedades nerviosa y mentales, de la locura, del crimen y de la
degeneración de la raza”, esto tiene lugar sobre todo “en muchas
provincias y territorios donde predomina la población de origen au-
tóctono que por muchas razones debemos proteger y salir no solo
del alcoholismo una lenta y crónica sino a la embriaguez brutal casi
cotidiana […] Es sabido que Salta es una de las provincias más
castigadas por el horrible vicio” (Aráoz Alfaro, director del Depar-
tamento Nacional de Higiene de la Nación Argentina, 1924).
Gregorio Aráoz Alfaro publicó en la Serie sobre salubridad pública y previsión
social75 donde tematiza ¿cuáles son las causas de la mortalidad infantil? Según
el Ministro serían: a) causas médicas (debilidad congénita, los vicios de confor-
mación y afecciones del recién nacido –falta casi constante de asistencia prena-
tal–, afecciones del aparato digestivo o de la nutrición, afecciones del aparato
respiratorio, en especial bronquitis, bronconeumonías, congestiones pulmonares,
neumonía) y b) causas sociales (ignorancia, mala situación económica) (cursivas
nuestras). Vemos aquí la cadena de homologías morales, raciogenéticas, sociales
y culturales hechos cuerpo en las propias poblaciones que padecen necesidades de
alimentación o acceso a la salud.
El Estado provincial a mediados del siglo XX, paulatinamente se va ocupan-
do de generar instituciones especializadas que se constituyen como públicas y que

de 1947, p. 5). “…al producirse el golpe de Estado del seis de setiembre, […] tanto Uriburu como
Justo lo encarcelaron en la isla de Martín García y en el penal de Tierra del Fuego. Güemes fue
uno de los apresados en Santa Fe, en 1933”. Diccionario biográfico nacional de la Unión Cívica
Radical, domingo 25 de noviembre de 2007, GÜEMES, ADOLFO, por Enrique Pereira, [en línea]
http://diccionarioradical.blogspot.com/2007/11/gemes-adolfo-por-enrique-pereira.html [consulta:
9 de diciembre de 2008], también [en línea] http://www.camdipsalta.gov.ar/INFSALTA/goberna-
dores/adolfoguemes.html [consulta: 10 de diciembre de 2008].
75 Núm. 57, editada en Washington : Unión Panamericana (1930).
Formas de racismo indio... 347

antes se encontraban en manos de instituciones benéficas privadas. Entre otras,


cobran importancias las temáticas de medicina social que comienzan a llamarse
indistintamente como higiene social o asistencia social. Sin embargo, durante la
gestión del gobernador Dr. Ernesto M. Aráoz,76 en 1943 ya se planteaban esta con-
cepción de medicina social asociada a la prevención y a la higiene social.77
En la década del ‘40, el consumo alcohólico era entendido por el interventor
de Salta Fassio, siendo Perón Secretaria de Trabajo y Previsión, como causa de la
“...mortalidad infantil, los porcentajes elevados de inútiles al servi-
cio militar, la producción inusitada de locos, dementes, idiotas, el
acrecentamiento de los inválidos, el aumento de los delincuentes,
la muerte prematura con la consiguiente destrucción de los hogares,
y la plétora de enfermos; en fin, una disminución progresiva de la
potencialidad racial y el valor humano” (Fassio, 1944: 105, cursivas
añadidas).
Esta cadena de homologías y atributos que se les asigna a las consecuencias del
alcoholismo que va de la mortalidad infantil, hasta la locura, demencia, idiotas,
inválidos “plétora de enfermos”, hasta la delincuencia, junto a la disminución de la
“potencialidad racial”, muestra la idea eugenésica de que el alcohol es un veneno
racial y la explicación de la desnutrición como una cuestión individual y cultural
no social. Es decir, producto de la falta de medios de subsistencia básicos para la
vida, cualesquiera sean ellos: tierra, agua, salario, acceso a alimentos o titularida-
des (derechos garantidos), para tener una vida digna y saludable.
En una viñeta de la época78 (ver Imágen V.2) se puede observar lo que se lla-
ma “el problema del indio” en Salta, donde está presente la amenaza del “malón”
que aparece en todas las formas de racismo antiindígena que hemos estudiado.
También esta viñeta muestra un discurso miserabilístico, puesto que denuncia el
uso que se hace de los “indios” como “energía” para el trabajo en los ingenios y
el ferrocarril. Se dice: “se abusa de ellos en toda forma, tareas abrumadoras, pé-

76 El médico Ernesto M. Aráoz (1891-1971), “al poco de recibirse y regresar a Salta inició su carrera
política: legislador provincial (1920-1925), ministro de Gobierno (1925-1928), diputado nacional
durante dos períodos y gobernador de Salta.[...] En 1941, al morir el gobernador Abraham Corne-
jo, Aráoz tenía 50 años, era vicegobernador de la Provincia y debió completar el mandato de aquél.
Ejerció esas funciones desde el 1º de diciembre de 1941 hasta el 15 de junio de 1943, cuando el
golpe de Estado del 4 de junio puso fin al ciclo de gobiernos conservadores en Salta, [en línea]
http://www.portaldesalta.gov.ar/ernestoAráoz.html.
77 En su mensaje a la Asamblea Legislativa Aráoz afirma que: “La evolución de la medicina moderna
y los múltiples adelantos científicos han modificado substancialmente antiguas concepciones re-
lacionadas con la salud pública y su conservación, agregando así una nueva rama a estas ciencias:
la medicina preventiva é higiene social, vale decir, que el arte de curar se va orientando no ya tan
sólo a combatir las enfermedades sino a prevenir su aparición” (Aráoz, 1943: 51, cursivas añadi-
das).
78 Diario El Intransigente, 14 de febrero de 1942.
348 Sonia Álvarez Leguizamón

simo rancho por los que se les puede descontar 1,20 por día” y, al mismo tiempo,
proponen políticas paternalistas de tutela por considerarlos menores de edad, no
ciudadanos.

Imágen V.2
“Algo mas sobre el problema del Indio” (Diario El Intransigente, 1943)

El articulista cree que hay que desarrollar compasión católica en vez de la “repul-
sión que inspiran”, “son como hijos menores a los cuales deberíamos tenderles
una mano”. La ciudadanía se entiende proletarizada y con pantalones “entre los
matacos, los hay que forman su hogar dentro de la habitual familia proletaria”
porque “vestidos con pantalones” hasta “tienen hijos argentinos vale decir ciuda-
danos” (cursivas añadidas). La foto que acompaña el texto muestra la exotización
que busca el fotógrafo.
Formas de racismo indio... 349

El interventor Fassio era médico, había realizado un informe sobre las pro-
vincias del norte a pedido de Perón, antes de ser nombrado interventor (entre el
15/08/44 y el 6/12/45) y había impulsado la política que Perón llevaba a cabo
desde la Secretaría de Trabajo y Previsión. Con un grupo de colaboradores se
había interiorizado de la situación social de la provincia y comienza a promover
investigaciones sanitarias en las zonas rurales. Se refiere en varias oportunidades
en sus declaraciones oficiales, a que los males que le preocupan vienen de las
provincias del norte o del norte argentino, también se refiere a ellas como las
provincias “norésticas” (1944: 20). En los informes de los resultados del trabajo,
se comprueba que se pagaban bajísimos salarios en zonas como Palermo Oeste,
Luracatao, Angastaco (en los Valles Calchaquíes), Pozo Bravo, Iruya, San Andrés
(estos dos últimos, valles del Oeste subandino).79 Se señalaba, la predominancia
del trabajo a destajo y los descuentos de proveeduría, lo que demostraba que la
Ley Güemes que había sido legislada por el gobernador Joaquín Castellanos en
1921 (Castellanos, 1921) que pretendía eliminar el conchabo, no se aplicaba, y
que las relaciones laborales mantenían condiciones semiserviles. Decía el informe
que los hogares campesinos vivían en medio del “dolor y la miseria, golpeados
constantemente por los flagelos de enfermedades endémicas”. Revelaba también
la extensión de la zona endémica del paludismo, la enfermedad de Chagas, las
parasitosis intestinales y la tuberculosis que, según el documento, “ningún término
superlativo resultaría exagerado para calificar la verdadera magnitud de este flage-
lo” (Caro Figueroa, 1970: 157-58).
La caracterización que hace Fassio de las poblaciones pobres, muestra una
fuerte representación racista eugenésica que vincula los vicios, que según él estos
poseen, a una condición racial particular y, por otro, la complementa con una idea
moralizante de sus hábitos de vida, junto a una fuerte sensación de amenaza de
esos “males”, bajo la creencia que estos son portadores de enfermedades que se
“expanden” por la provincia.80

79 Palermo Oeste y Luracatao son dos fincas localizadas en los Valles Calchaquíes al igual que la
localidad de Angastaco. La primera tiene como origen una encomienda y relaciones semiserviles
destacadas en el imaginario local. La finca Luracatao era de propiedad de los dueños del ingenio
San Martín del Tabacal y sus peones conchabados eran llevados anualmente para la cosecha a
Orán. Iruya y San Andrés están localizadas en los valles precordilleranos del noreste de la provin-
cia y sus campesinos también emigraban estacionalmente para la zafra del ingenio San Martín del
Tabacal. San Andrés es una comunidad autodenominada coya cuyos campesinos eran coacciona-
dos para trabajar en el ingenio y que todavía continúa con litigios por la propiedad comunal de sus
tierras.
80 Dice el interventor “los salarios exiguos, sin relación con el esfuerzo, una alimentación unilateral,
una vivienda precaria sin el más elemental abrigo a las inclemencia del tiempo y los vicios arrai-
gados, coca y alcohol, que en simbiosis marcan secuelas imborrables en el sistema nervioso. La
migración de grandes masas de obreros que todos los años acuden a los centros fabriles en busca
de trabajo (Ingenios azucareros, Minas, etc.) y que son alojados en el más franco hacinamiento,
contrayendo enfermedades que posteriormente siembran en sus lugares de orígenes vírgenes e
350 Sonia Álvarez Leguizamón

Aparece la “mortalidad infantil” y la “infancia desvalida” como una proble-


matización social y preocupación persistente en todos los gobernadores, cualquie-
ra sea su partido político, su posición de clase, su linaje. Dice: “En los hogares
campesinos, tanto en la montaña como en el Valle y la Selva se vive en medio del
dolor y la miseria”. Para el gobernante la mortalidad infantil está directamente
asociada con el alcoholismo y con la tasa de ilegitimidad de los hijos.
“Las endemias comarcanas señalan índices que consternan. El cien-
to cuarenta por mil de los niños de cero a once meses, mueren en
esta provincia según las estadísticas oficiales […] hijos de padres
alcoholistas, coqueros, desnutridos, enfermos, vencidos moral y fí-
sicamente, nos dicen las respuesta del problema. Agréguese a ello,
que la tasa de ilegitimidad de los hijos señala para Salta el 433,13
por mil de los nacimientos en el último trienio, y se tendrá la sen-
sación dolorosa del cuadro social de la provincia” (Fassio, 1944,
cursivas añadidas).
Al mismo tiempo que tenía una visión eugenésica de los venenos raciales que
portaban las “poblaciones autóctonas” y campesinas denunciaba la pervivencia de
formas sermiserviles de explotación del trabajo.81
Para el gobernador Fassio (1944: 13) la vivienda es otra cuestión social que,
según él, ha sido omitida por los “oligarcas palaciegos”. Manifiesta que en su
programa de viviendas
“...construiremos, derribaremos las chozas malsanas, tanto en la
ciudad como en la montaña y en la selva. Si es preciso destruiremos
con el fuego las parvas que sirven de ‘hogares’ llevados a los inge-
nios y quebrachales. ¡Levantaremos, pues las casas humanas a que
tienen derechos nuestros semejantes!” (cursivas añadidas).
Se observa una referencia indirecta al antecedente de incendio de chozas en el
norte argentino, realizadas por el Dr. Salvador Mazza,82 como se muestra en la

indefensos.
81 “Mientras no desaparezca del noroeste argentino el vituperable sistema de los comedimientos y
las obligaciones que nos remontan a la época de los encomendados y del feudalismo, nada podrá
hacerse en materia de salarios. No es posible que a pocos kilómetros de la ciudad capital de la
provincia, se arrienden parcelas de serranías selváticas a cuarenta pesos anuales y la obligación de
trabajar un mes gratuito para el patrón. Tampoco habrá de tolerarse que en el norte de los Valles
Calchaqueños el hombre de la montaña perciba la miserable paga de treinta centavos diarios por
sus labores de sol a sol” (Fassio, citado por Caro Figueroa; 1970: 157).
82 Salvador Mazza es el descubridor, junto con el brasileño Carlos Chagas, de la relación entre la vin-
chuca y la enfermedad denominada tripanosomiasis americana. Es una enfermedad generalmente
crónica, causada por el Trypanosoma cruzi. El reservorio natural lo constituyen muchos animales,
pero en la zona sobre todo la vinchuca, que anida en los techos de las viviendas de barro y paja
típicos de la zona, la cual transmite el parásito cuando defeca sobre la picadura que ella mismo
Formas de racismo indio... 351

película “Casas de fuego”, por lo que no se trata de una metáfora, como vimos
también en las declaraciones del legislador por Córdoba en capítulos anteriores.
Más allá de las humanitarias intenciones de Mazza y Fassio, la quema de las vi-
viendas de poblaciones en el norte argentino, en las provincias de Salta y Jujuy, es
de una violencia inusitada.
Fassio, al mismo tiempo que denuncia a la oligarquía local y, en este último
caso, particularmente a la familia Patrón Costas o los Cornejo que eran los dueños
de ingenios en ese entonces, opina que “las viviendas malsanas, paupérrimas, que
tanto abundan en nuestras provincias tendrán que merecer un estudio especial. Al-
guna vez habremos de ocuparnos seriamente de elevar el nivel humano de la raza
autóctona que debemos cuidar como elemento proverbial83 para el trabajo y evi-
tar, en toda forma, que se pierda definitivamente” (1943: 20, cursivas añadidas).
En su discurso se puede ver no sólo el racismo indio y los dispositivos in-
tegracionistas para convertirlos en mano de obra, sino lo que llama Rivera Cusi-
canqui (2006) como miserabilismo, en el sentido que si bien critican la situación
social de ciertas poblaciones y señalan como causas del problema a las relaciones
sociales de dominación. Por otra parte, sus descripciones y representaciones están
llenas de adjetivos que denostan y miserabilizan a campesinos e indígenas, oblite-
rando sus resistencias y luchas a la situación de dominación local.
Entre otras formas de resistencia de estas poblaciones en ese periodo, en una
viñeta del diario El Intransigente de agosto de 1942 (ver Imágen V.3), se da cuenta
de un “malón de hambre” que terminó con represión y muerte de “indios”. Si bien
denuncia la situación de la “explotación inhumana” basada en los “privilegios
políticos”, los miserabiliza al afirmar que “no paran mientes en esclavizar a estas
pobres criaturas” (cursivas añadidas).

ha realizado para alimentarse. El insecto que transmite esta enfermedad puede infectarse si pica a
una persona que tenga la infección, y así adquirir la capacidad de seguir propagando este parásito.
Salvador Mazza se instaló en Jujuy y allí fundó la Misión de Estudios de Patología Regional Ar-
gentina (MEPRA) en 1926.
83 Aquí la acepción de proverbial se refiere al hecho de ser algo muy notorio, conocido de siempre,
consabido de todos.
352 Sonia Álvarez Leguizamón

Imágen V.3
“Malones de hambre en Salta” (Agosto 1942)
Formas de racismo indio... 353

La práctica de mascar coca en Salta está muy generalizada desde hace mucho
tiempo en todas las clases sociales (Flores, 2009-2010; Sorentino y Alonso, 2009-
2010), así como la cultura de tomar vino. Sin embargo, las clases altas nunca han
sido objeto de dispositivos gubernamentales para “cambiar” sus hábitos de vida y
menos aún se los ha considerado racialmente inferiores por ello.
Para el médico Lucio Cornejo, primer gobernador de Salta del Partido Justi-
cialista (1946-1949) que lideraba Perón durante su primera presidencia, también
los problemas de la pobreza tienen un componente étnico, racial y moral. Corne-
jo había jugado un rol fundamental en la transformación de la beneficencia a la
salud pública, interviniendo la Sociedad de Beneficencia y abonando la idea del
derecho a la salud pública y gratuita, también los problemas de la pobreza tienen
un componente étnico, racial y moral. Considera Cornejo que los indígenas son
semisalvajes. Da cuenta de una visión neolamarckiana de las influencias del am-
biente sobre los hábitos culturales, a pesar de que ya estas ideas habían perdido
credibilidad por los descubrimientos de Mendel. Su discurso si bien está fuerte-
mente influenciado por las ideas higienistas del momento, como por ejemplo la
creencia en que la ilegitimidad de las uniones maritales se cree son la causa de
la mortalidad infantil –al igual que para Fassio–, en su discurso aparecen los fac-
tores “indirectos de la enfermedad”. Vinculados con el estudio de ciertos hábitos
culturales, como el de mascar coca o “vicios” que según el dejarían secuelas en el
sistema nervioso y, cómo todo “mal”, deberían ser extirpados. Esta mirada racista
neolamarckiana se basa en la creencia de una relación estrecha entre geografía y
medio ambiente, etnicidad y moral, vistas como las causas de los problemas de
salubridad, lo que explica y tipologiza personas y espacios que producen diversas
“patologías regionales”.
Según las palabras del gobernador Lucio Cornejo:
“Salta es, posiblemente, la provincia donde la salud pública nece-
sitaba una acción más pronta y vigorosa. Esta afirmación resulta
comprensible si se reflexiona acerca de todos los problemas de or-
den geográfico, étnico y moral que configuran sus condiciones de
salubridad. Existencia de múltiples zonas distintas unas de otras,
con la consiguiente multiplicación de las patologías regionales;84
largas fronteras internacionales, que exigen constante vigilancia
dada la posibilidad [...] de avance de peligrosas epidemias; pobla-
ción indígena en estado semisalvaje, con todas las secuelas que se

84 La idea de patologías regionales tiene su origen en el desarrollo de un campo de saber médico


denominado topografías médicas. Esta disciplina se desarrolla en Europa en el siglo XVIII y se
incluyen allí, desde aspectos meteorológicos a un complejo conjunto de acontecimientos natura-
les: cualidades del suelo, climas, estaciones, lluvia, sequedad, centros pestilentes. Esta corriente
es promovida por Sydenham, dando origen a un higienismo que prestará una singular atención al
medio natural y su posible relación con los problemas patológicos. (Urteaga, 1980).
354 Sonia Álvarez Leguizamón

derivan del estado de miseria y abandono en que hasta hoy vivieron;


inmensas zonas como la Puna, el Chaco, los Valles Calchaquíes, etc.
sumamente alejados de los centros hospitalarios y con poblaciones
pastoriles diseminadas en enormes extensiones; debilidad orgánica
general, originada por la endemia palúdica, el alcoholismo y cocaís-
mo, las diferencias de alimentación, etc.; pronunciada mortalidad
infantil, favorecida por el problema moral de la ilegitimidad, que
afecta a más del 40 por ciento de los nacimientos producidos en la
provincia. Todo ello produce: mortalidad infantil, locos, discapaci-
tados, inválidos, delincuentes y disminución progresiva del ‘poten-
cial racial’” (Cornejo, 1948: 143; el énfasis me pertenece).
Durante su gobernación se crea la Asistencia Social, intervienen la Sociedad de
Beneficencia e institucionaliza la salud pública a partir del traspaso de los hospi-
tales que estaban en manos de las Damas de la Beneficencia. Una de las funciones
del área de la Asistencia Social promueve estudios de las “poblaciones”, para in-
tervenir socialmente por medio de la acción que se comienza a denominar social
o de asistencia social, para “los más necesitados e ignorados”, y con una visión
claramente racista y eugenésica, dirigida según el gobernador a aquellos grupos
“con mayores posibilidades étnicos sociales de mejoramiento” (Cornejo, 1948:
304, cursivas añadidas). La Asistencia Social nace en Salta entonces fuertemente
vinculada al racismo indio. Se observa aquí también la idea eugenésica de la posi-
bilidad de regeneración de la “raza”.
El miserabilismo se observa en la forma que el discurso oficial oblitera las
luchas indígenas. En 1945 se produce el llamado Malón de la Paz, indígenas de
las provincias de Salta y Jujuy van a Buenos Aires, parte a pie y otros a caballo,
luego de una nota solicitando al entonces Consejo Agrario Nacional que se resti-
tuyesen las tierras al dominio de las comunidades aborígenes, conforme la ley 880
de 1930 y la ley 1835.85 Cuando llegan a Buenos Aires son recibidos por Perón y
por representantes de la Cámara de Diputados, prometiéndoles que se realizaría
la expropiación, Perón ordena que se los hospede en la Casa de los Inmigrantes,
pero el 27 de agosto fuerzas de la Prefectura y la Policía Federal los desalojan con
violencia y se los obliga a embarcarse en un tren por orden del gobierno, sin que
se cumplan ninguno de sus reclamos.

85 “Nuestros padres, al igual que el resto de los argentinos en la República, han derramado su sangre
por la causa de nuestra independencia. Sin embargo, la Constitución Nacional no rige para noso-
tros los aborígenes. Desde que fuimos despojados de nuestras tierras, hemos perdido la condición
de hombres libres. En nombre de Dios rogamos a usted que nos libre de la esclavitud, expropiando
la tierra y devolviéndola para el uso y goce de las comunidades indígenas, como lo establece la
ley de 1835”. En Luis María Zapiola El pueblo kolla de pie, [en línea] www.pueblosindigenas.org/
malon.htm.
Formas de racismo indio... 355

Volviendo a las políticas del gobernador Cornejo, su intención de realizar un


inventario socioétnico de la población no tiene mucho éxito, se dice en sus infor-
mes a las Cámaras que no se concreta por falta de “espacio físico”. Este fichero
de familias necesitadas de “atención social” contenía información de poblaciones
cuyas representaciones eran fuertemente moralizantes y estigmatizadoras. Debía
contener elementos de su “constitución, moralidad, unidad y dignidad de vida”
(Cornejo, 1949: 154-56).86 La asistencia en este período está fuertemente vincu-
lada a aspectos biopolíticos (vinculados con el aumento de la productividad del
trabajo) y también disciplinarios. “Todas estas formas de ayuda [...],87 llevan una
misma finalidad: la recuperación laborativa, funcional y moral del pobre, del en-
fermo o del lisiado…”. Considera que la gente sin recursos tiene ciertas incapaci-
dades por ejemplo “no sabe invertir correctamente”, por lo que se evita la entrega
de dinero. Según el gobernador, los destinatarios de la “acción social” deben ser
“protegidos”. Se trata de un dispositivo de intervención social tutelar no basado en
derechos de igualdad. La población sin recursos tiene ciudadanía de segunda por
lo que se la debe someter a un “prolijo estudio de las condiciones económicas, hi-
giénicas, sociales y morales en que vive la familia”88 para acceder a la asistencia.
Una publicación que tenía como fin vender a Salta como lugar turístico, de-
nominada Anuario General Güemes, estudio económico, social y turístico, guía
general, se hace eco y reproduce casi textualmente parte del mensaje del Gober-
nador a las Cámaras en 1948. El Gobernador manifestaba que, en la provincia
de Salta, “el pueblo carente de cultura sanitaria e higiénica, eludía hasta último
momento el examen clínico, cuando no se abandonaba a los engaños criminales
del curanderismo, que en las provincias del norte, sobre todo, había llegado a
crecer en forma alarmante” (cursivas añadidas).89 Haciendo referencia al esfuerzo
que el gobierno venía realizando en esta materia, plantea la guía que, “las cuestio-
nes sanitarias y de higiene social han sido encaradas últimamente con energía y
amplitud con el propósito de extender a toda la Provincia la acción profiláctica, la

86 En nuestras investigaciones de archivo no hemos encontrado este fichero, el cual constituiría una
fuente importantísima de las formas clasificatorias raciomorales de la población salteña.
87 Entre la lista de acciones gubernamentales se incluye la “presentación de certificado clínico y de
pobreza” para entrega de estreptomicina en el Ministerio y la Asistencia Pública (Cornejo, 1949:
121).
88 Las representaciones oficiales de la pobreza que justifican las intervenciones asistenciales son, en
algo, similares a las llevadas a cabo por la política a nivel nacional de la Fundación Eva Perón,
quien tiene una fuerte influencia en las políticas asistenciales desarrolladas en esa época que se
gubernamentalizan. Eva Perón diferenciaba la ayuda social de la limosna en un profundo sentido
del derecho que debe ser garantido por medio de la justicia social e instituciones gubernamentales
que otorguen titularidades, pero la vinculaba a su vez, a una acción moralizadora y orientada hacia
la recuperación para el trabajo. (Álvarez Leguizamón, 2008).
89 “El pueblo, careciente de cultura sanitaria e higiénica, eludía hasta último momento el examen
clínico, cuando no se abandonaba a los engaños criminales del curanderismo, que en las provincias
del norte, sobre todo, había llegado a crecer en forma alarmante” (Cornejo, 1948: 288).
356 Sonia Álvarez Leguizamón

educación sanitaria y la medicina asistencial” (Anuario General Güemes, 1948:


130, cursivas añadidas). El Gobernador planteaba la realidad paradójica de Salta,
con habitantes que vivían bajo la persistente amenaza de enfermedades, “en un
país de abundancia”, problematización ésta que se mantiene en forma persistente
en el pensamiento social salteño.
Las preocupaciones de los médicos higienistas y más tardes sanitaristas salte-
ños fueron, además de las condiciones de vida o los factores “indirectos de la en-
fermedad”, las enfermedades en sí y en conjunto: la tuberculosis, la desnutrición,
el paludismo, el bocio, la leishmaniasis; todas ellas subsumidas en la década del
‘60 y, para el médico salteño Arturo Oñativia90 y otros que trabajaban junto a él,
bajo el nombre de “patologías regionales”.91 Para Oñativia, bajo la clasificación
de “patologías regionales” coexisten conjuntamente “el escaso poder adquisitivo
para la compra de alimentos por las poblaciones y la persistencia de malos hábitos
alimentarios” (cursivas añadidas), “índices de analfabetismo y deserción escolar”,
“un panorama de viviendas escasas, antihigiénicas y con hacinamiento”; “despo-
blación crónica y sostenida [...] un estado de saneamiento ambiental de significa-
tivo deterioro…”,92 sin olvidar que, igualmente se ve al “cáncer de tiroides como
patología regional”.93 “Y sobresalientemente a estos, señala dos carencias nutri-
cionales, dos déficit de nutrientes elementales: el de yodo que ocasiona el mal del
bocio y el de proteínas que afecta al desarrollo somático y psicológico (resaltados
en el original).94 El diagnostico de Oñativia más allá que mantiene preocupaciones
similares de sus predecesores se acerca a una visión más amplia de las situaciones
de pobreza ya que incorpora explicaciones vinculadas a las relaciones de domina-
ción locales. Para Oñativia se presenta
“…una despoblación crónica y sostenida en provincias y áreas de
la Región. Como consecuencia de la falta o disminución de fuen-
tes de trabajo, del deterioro progresivo del valor real del salario,
del incumplimiento o falta de implementación de una justa política
laboral, en suma, por una patología social de pauperismo y mise-
ria que origina las migraciones internas de las poblaciones que han
creado núcleos ‘sumergidos’ en medio de centros de desarrollo me-

90 Ver nota 138 del Capítulo III.


91 Las referencias a las patologías regionales y a la producción del Dr. Oñativia se basa en el artículo
Álvarez Leguizamón y Llaó, 2005.
92 Oñativia, A. Estado Actual de la Desnutrición en la Región del Noroeste Argentino, Publicaciones
del Instituto de Endocrinología y Nutrición, Salta. núm. 2, p. 3; 1974.
93 Oñativia, A. El Cáncer de la Tiroides en un Región con Bocio Endémico, Publicaciones del Insti-
tuto de Endocrinología y Nutrición, Salta. Serie “Monografías Médicas” núm.1, p. 7, 1970.
94 “La desnutrición proteico energética y el bocio endémico son dos de las enfermedades nutricio-
nales más prevalentes entre nosotros [los salteños]” (Oñativia, en Sierra e Iglesias, 2002: 349).
Anteriormente, desde principios del siglo, eran el bocio, la tuberculosis, la malaria las endemias
objeto de intervención por parte del Estado.
Formas de racismo indio... 357

tropolitano y de otras grandes ciudades […] por la existencia de


una práctica agropecuaria con deficiente tecnificación del campo y
por la falta de una política de tenencia y propiedad de la tierra con
sentido social; por menores ingresos económicos en vastos sectores
de población y por la falta de una justa distribución de los ingresos;
por una estructura productiva en grandes áreas de la región, basada
en la actividad primaria.95

Algunas reflexiones finales


Las formas de gobierno de la vida que hemos visto en este estudio de caso mues-
tran que la expansión del capitalismo, a través del paquete tecnológico de la soja
transgénica, es ecocida y etnocida. Se comprueban casi todos los elementos de un
neocolonialismo que, por un lado, recuerda las economías de enclave descriptas
por los teóricos de la dependencia y por otro es paradigmático de las estrategias de
expansión del capitalismo transnacionalizado. El neocolonialismo produce proce-
sos de acumulación originaria constante sobre poblaciones campesinas e indígenas
cuyas subjetividades son minorizadas y representadas como arcaicas e inciviliza-
das. Por otra parte, la gran mayoría de los propietarios del ciclo productivo y de las
exportaciones son empresas locales asociadas con multinacionales o directamente
monopolios multinacionales, llamados “pool de siembra”. La alta renta que pro-
ducen se concentra en un grupo reducido de empresas que transfieren sus divisas
al extranjero (salvo un porcentaje de retenciones a las exportaciones que se ha
visto modificado estos últimos años). Por otra parte, estas políticas y los sectores
privados que se benefician son apoyados por técnicos, organizaciones gremiales
de propietarios y por las políticas gubernamentales que además han reprimido la
resistencia indígena con mecanismos de fuerte violencia y prácticas neocoloniales
de discriminación. Las poblaciones indígenas y campesinas de la zona, víctimas
directas de estos procesos se resisten tenazmente con varias estrategias: judiciales,
piquetes, desalambradas, denuncias, al mismo tiempo que están siendo acorrala-
das, despojadas, reprimidas violentamente y privadas de los recursos del bosque
y de sus tierras.
El caso analizado muestra que los factores de producción de pobreza tienen
que ver, no sólo con relaciones sociales de explotación y dominación locales, sino
con procesos macrosociales de distinta índole pero confluyentes y vinculados con:
la lógica de la expansión del capital a nivel internacional (estilos de “desarrollo”
basados en capital intensivo y destrucción de medios de subsistencia de los cuales
los agronegocios son un ejemplo paradigmático), junto a políticas gubernamenta-
les nacionales y locales de “desarrollo productivista” que lo fomentan (en forma
directa o indirecta), donde juega un rol fundamental la complicidad de los gobier-

95 Oñativia, A. Estado Actual…, cit. núm. 2, p. 3 y 4; 1974.


358 Sonia Álvarez Leguizamón

nos locales y sus fuerzas de seguridad para con los intereses empresariales. Junto
a ello, los discursos prácticos y los habitus neocoloniales de larga data, siguen
naturalizando formas de expropiación salvaje a partir de renovados estilos de un
racismo indígena que va desde la represión lisa y llana, la cooptación, la descali-
ficación y la muerte.
El carácter transnacional del circuito productivo de la soja actúa en un territo-
rio acotado a partir de procesos de expropiación de riqueza que es acumulada por
elites locales y grupos financieros transnacionales, con el apoyo y la promoción
activa de las elites gubernamentales provinciales vinculadas a los latifundios, la
agroindustria y los servicios, lo que constituye, en conjunto, el sistema de los
“agronegocios”. Concomitantemente estos grupos han legitimado esta expansión
a partir de la actualización de un discurso práctico neocolonial que remite al cora-
zón del racismo antiindígena latinoamericano.
Por otra parte, el análisis del acontecimiento crítico de las muertes por ham-
bre y su vínculo genético con las ideas de nuestros gobernantes durante el siglo
XX, muestra el posicionamiento de los funcionarios gubernamentales en un claro
habitus neocolonial de larga duración que explica y problematiza la pobreza y
la desnutrición inveterada de esta provincia, a partir de ciertos hábitos culturales
de las poblaciones pobres/indias/rurales que se considera deben ser modificados.
Siendo que la pobreza y las bajas expectativas de vida son producto de viejas
relaciones de dominación basadas en la semiservidumbre y la hacienda, la supe-
rexplotación del trabajo, el despojo de las tierras, el acorralamiento por la expan-
sión de la frontera agrícola y la acumulación originaria constante. Estas formas de
dominación se anclan en un inveterado racismo indio que mantienen persistente
las mismas tematizaciones aunque cambien los saberes y las políticas hacia las po-
blaciones. Los dispositivos disciplinarios de modelación de los comportamientos
como la “educación” (eufemismo neocolonial para civilizar) sanitaria, que pueden
parecer no violentos, ejercen una violencia extrema sobre el cuerpo y la “cultura”
de las poblaciones en las que inscribe el “núcleo del problema”. Estos pueden ser
considerados como regímenes de representación, como lo señala Cristina Rojas
(2004). Serían los lugares de encuentro entre lenguajes del pasado y del futuro
(creo también del presente), en los cuales las identidades se construyen pero don-
de también se origina, simboliza y maneja la violencia, tales como los lenguajes
de “civilización” y “barbarie” (Rojas, 1994, citado por Escobar, 1998: 33) o los
de “desarrollo” y “subdesarrollo” (Escobar, 1998) o los de culturas inferiores y
superiores. Para Santiago Castro Gómez (2002: 148) el intento de crear perfiles de
subjetividades estatalmente coordinados conlleva al fenómeno que denomina “la
invención del otro”, temática por otra parte inveterada de la antropología social.
Al hablar de invención, no se refiere solamente al modo en que un cierto grupo de
personas se representa mentalmente a otra, sino que apunta, más bien a los dispo-
sitivos de saber poder a partir de los cuales esas representaciones son construidas.
Formas de racismo indio... 359

“Antes que como el ocultamiento de una identidad cultural preexistente, el proble-


ma del “otro” debe ser teóricamente abordado desde la perspectiva del proceso de
producción material y simbólica en el que se vieron involucradas las sociedades
occidentales a partir del siglo XVI.96
La FAO, el Banco Mundial, el FMI, los gobiernos nacionales y locales han
favorecido el desarrollo de modelos de producción agrícola intensivas, vinculados
a los llamados “agronegocios”, al mismo tiempo que realizan declaraciones hu-
manitarias sobre el derecho a no tener hambre, siendo que las primeras son uno
de los factores de su perpetuación y aumento debido a la deforestación, pérdida
de biodiversidad, de recursos para la subsistencia, contaminación por el uso de
agroquímicos, cambio climático desfavorable para las poblaciones más débiles y
expulsión de sus tierras y recursos del bosque.
Los hábitos, usos y costumbres considerados tradicionales de la población
pobre salteña, en cuanto a vivienda, alimentación y cuidado de la salud eran con-
cebidos, desde una mirada cientificista racista, como una traba para el desarrollo
y para la salud pública. Esta representación se puede visualizar en los diagnósticos
de la época, que intentaban tipologizar racialmente a la población. Las clasifi-
caciones se establecían, según la posesión de atributos o elementos “indirectos”
que se consideraba incidían sobre la salud como: mala vivienda, miseria, falta de
educación y poca adecuación de los patrones culturales locales a los estándares
de progreso y civilización. Para los gobernadores la pobreza y la desnutrición se
deben a hábitos culturales, o a la cultura, o las formas de vida (según el caso) que
se consideran venenos raciales, factores indirectos de la enfermedad o patologías
regionales homologados a cuestiones étnicas, raciales y morales.
En lo que respecta a los saberes en que se funda el racismo indio que hemos
analizado en la última parte, constatamos que el higienismo es neoevolucionista,
lo que se denomina “darwinismo social”. Se cree que estas poblaciones están en
una etapa de desarrollo atrasado o tradicional, situación que se vinculaba a su cul-
tura. La idea de “regeneración racial” usada por los médicos higienistas salteños
y su preocupación por las enfermedades endémicas, cuya causa se veía en los fac-
tores ambientales y raciales, permite entender la violencia de sus políticas sobre
las poblaciones que eran y son tomadas como objeto de intervención por ser focos
portadores de “venenos raciales”, o de patologías regionales o de hábitos cultu-
rales que hay que erradicar. La representación de la cultura indígena se asocia a
condiciones de vida salvaje. Éstas tratan de modificarse por medio de la interven-
ción de la denominada medicina social, la profilaxis, la epidemiología. De allí que
el campo de las enfermedades llamadas sociales se convirtió en formas de saber y
hacer política, bajo la creencia de las elites de su superioridad y de la inferioridad

96 Por eso prefiere usar la categoría invención en lugar de encubrimiento, como hace el filósofo ar-
gentino Enrique Dussel en 1492, el encubrimiento del otro. El origen del mito de la modernidad.
360 Sonia Álvarez Leguizamón

cultural de los grupos más pobres, cuyos estilos de vida, se cree, son la causa de su
propia pobreza y de las enfermedades o “males” que padecen.
Lo que se consideraba como debilidad de la población rural (desnutrición,
bocio, tuberculosis, por ejemplo) se vinculaba principalmente a enfermedades en-
démicas y a pautas culturales como: el alcoholismo y la tradición de mascar coca
–propia de la zona andina– o trabas para la denominada profilaxis social. Ahora
todas ellas siguen considerándose “pautas culturales”, explícita o implícitamente
pero con nuevos discursos como el pedagógico o el desarrollo social. En la actua-
lidad no se habla ya de la palabra salvaje pero sí de su cultura, del alcoholismo, la
vagancia, la falta de educación, de modernidad, etc. De allí se justifica un tutelaje
moderno que desarrolla dispositivos educativos de “desarrollo integral” o “huma-
no” para modificar sus estilos de vida, de esa manera se cree se acabaría con la
desnutrición o la muerte por hambre.
Como colofón tomemos al glifosato como paradigmático, tanto de esta forma
de expansión del capitalismo transnacional y local (a través de muchas alianzas
arborescentes neocoloniales entre el Estado y el gobierno, la estructura de la ha-
cienda, las burguesías locales y nacionales vinculadas al gran capital financiero,
los profesionales y funcionarios, etc.) como de la destrucción del medio ambiente
y cambio climático por deforestación, de la expropiación de energía y nutrien-
tes naturales, de las malformaciones y enfermedades que produce sobre la salud
humana y de la reproducción de la pobreza en general (sobre todo rural) cuyos
efectos son depredadores.
Entre otras consecuencias se pueden señalar: el deterioro del nivel de vida de
la población, concentración de la riqueza (medios de producción, de empleo y de
renta), acumulación originaria de millones de hectáreas, desnutrición, emigración
a las ciudades medianas con poca o nula oferta de empleo asalariado, precariza-
ción de los pocos empleos que genera como la estiva.
En el caso argentino además, tenemos problemas de transporte, dado que la
cosecha se traslada a los puertos en camiones (luego de la privatización y levan-
tamiento de casi todo el sistema de ferrocarriles que se produjo en el gobierno
del presidente Menem) lo que está generando serios problemas, tanto en las rutas
como en las ciudades puertos. En la reciente cosecha, a la ciudad de Rosario entra
un camión cada 15 segundos.97

97 “…Con una exportación récord, al puerto de Rosario ingresa un camión cada 15 segundos
[...] se debatió en torno a las dificultades sociales y operativas que se generan tanto en comunida-
des, como en las plantas y terminales portuarias del Gran Rosario, producto de los grandes volú-
menes de producción y carga que se movilizan en época de cosecha. Para evitar estas situaciones
no deseadas, se coincidió en la necesidad de apelar a la responsabilidad de todos los eslabones de
la cadena (productores, entregadores, acopios, cooperativas, corredores y compradores) y se hizo
especial hincapié en el no envío de camiones sin cupos para la descarga. En “Arribo de la cosecha,
Reunión clave en Rosario”, Agronegocios, Prensa Económica, [en línea] http://www.prensaecono-
mica.com.ar/index.php?modo=categoria&code=65 [consulta: 16 de julio de 2011].
Formas de racismo indio... 361

Como contracara, tomemos la kiwicha98 como paradigmática de la resistencia


que están ejerciendo las víctimas de la última cadena de expropiaciones. La planta
sagrada de los incas “desafía al gigante Monsanto” en los EEUU y se han tenido
que abandonar cinco mil hectáreas de soja transgénica y otras cincuenta mil están
gravemente amenazadas debido a la kiwicha. En el 2004, un agricultor de Atlanta
comprobó que algunos brotes de amaranto resistían al poderoso herbicida Roun-
dup. Bajo la metáfora “cuando la naturaleza devuelve el golpe”, Sylvie Simon
(2011) relata:
“Los campos víctimas de esta invasora “mala hierba” habían sido
sembrados con granos Roundup Ready, que contienen una semilla
que ha recibido un gen de resistencia al herbicida […]. Según un
grupo de científicos británicos del Centro para la Ecología y la Hi-
drología, se ha producido una transferencia de genes entre la planta
modificada genéticamente y algunas hierbas ‘indeseables’ como el
amaranto […] Así, al parecer un gen de resistencia a los herbicidas
ha dado nacimiento a una planta híbrida surgida de un salto entre el
grano que se supone protege y el humilde amaranto, que se vuelve
imposible de eliminar.[…] La única solución es arrancar a mano las
malas hierbas, como se hacía antes, pero esto ya no es posible dadas
las enormes dimensiones de los cultivos mecanizados. Además, al
estar profundamente arraigadas, estas hierbas son muy difíciles de
arrancar con lo que, simplemente, las tierras han sido abandona-
das. Así este bumerán, devuelto por la naturaleza a la transnacional
Monsanto, no sólo neutraliza a este predador, sino que instala en sus
dominios una planta que podría alimentar a la humanidad en caso de
hambre. Soporta la mayoría de los climas, tanto las regiones secas
como las zonas de monzón y las tierras altas tropicales, y no tiene
problemas ni con los insectos ni con las enfermedades con lo que
nunca necesitará productos químicos”.
Se dice que los colonizadores de entonces, los españoles, trataron por todos los
medios de exterminar al amaranto, pues con su harina y sangre humana se hacían
ritos, por los que se pensó que exterminándola se evitarían los sacrificios humanos
y no fue así, ni tampoco ahora. Renace la kiwicha, la planta ancestral se resiste al
depredador lo neutraliza, aunque sea localmente como en el caso que analizamos.
Los bolsones de muerte por hambre no pueden ser resueltos con ninguno de
los dispositivos técnicos esgrimidos (sanitaristas o pedagógicos) o humanitaristas
(como la declaratoria de derechos a la alimentación o a la cultura propia, los pro-

98 “Pertenece a los alimentos más antiguos del mundo. Cada planta produce una media de 12.000
granos al año y las hojas, más ricas en proteínas que la soya, contienen vitaminas A y C, y sales
minerales”.
362 Sonia Álvarez Leguizamón

gramas asistenciales alimentarios o de subsidios para la alimentación) y menos


aún con la integración (sojuzgamiento y etnocidio) al sistema. Las relaciones de
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