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Revista Estudios DIGITAL Nº 22 | Invierno 2009 | ISSN 1852-1568

Título: Estudios migratorios y perspectiva de género. Apuntes para una discusión sobre la
relación entre los géneros y las migraciones.
Autor: Ana Inés Mallimaci Barral
Palabras Claves: bolivianos/as – migración – perspectiva de género
Estudios migratorios y perspectiva de género. Apuntes para una discusión sobre la
relación entre los géneros y las migraciones.

Entusiasmados/as por los desafíos que supuso la introducción de los estudios de género en
los temas migratorios y ante las evidentes ausencias sobre el tema en la mayor parte de los
estudios migratorios de nuestro país, fuimos varias/os las/os investigadores que nos
propusimos comprender las migraciones recientes y antiguas en la argentina desde la
“perspectiva de género”.
Los trabajos que forman parte del corpus teórico disponible como antecedente de la
cuestión suelen tomar como objeto de investigación las relaciones de género a lo largo del
movimiento migratorio (pueden verse resúmenes de los principales autores en Juliá 1998;
Mallimaci Barral 2006; Martinez Pizarro 2003). En los contextos pos migratorios las
relaciones de género se configuran como dependiente de las migraciones analizando las
posibles transformaciones que el movimiento pudo haber generado en ellas. De esta
manera, se fue cristalizando el supuesto de que analizar las migraciones desde esta
perspectiva implicaba evaluar la mayor o menor opresión sufrida por las mujeres que vivían
la experiencia migratoria, temática dominante de los análisis realizados en el mundo
anglosajón. La inclusión de la dimensión genérica del proceso migratorio condicionaba la
construcción del objeto de indagación.
En los últimos años he tenido la suerte de cruzarme en congresos y en diferentes eventos
con investigadores cuyos temas de investigación se relacionan con las migraciones
recientes y el género desde perspectivas históricas, antropológicas, demográficas y
sociológicas. La diversidad de temáticas no podía ocultar una misma “sensación” originada
en la experiencia de investigación: en el trabajo empírico se volvía difícil analizar las
migraciones y el género tal como era entendido en los trabajos leídos. ¿Dónde y cómo
podían analizarse las relaciones de género entre los/as migrantes residentes en nuestro país?
Mi propia experiencia de investigación sobre la comunidad boliviana en Ushuaia condujo a
un proceso reflexivo de constante comparación entre el material de campo y los supuestos
teóricos presentes en los estudios sobre migración y género. A continuación presentaremos
el producto de este trabajo como un intento de delimitar los significados de una
investigación sobre migrantes desde una perspectiva de género.
En un primer apartado presentaremos el campo de los estudios migratorios desde una
perspectiva de género y su incorporación a nuestro propio proyecto. Asimismo, se
presentan algunas características de la migración boliviana en Tierra del Fuego para que
los/as lectores puedan contextualizar los procesos analizados. Luego, se analizarán las
cinco tensiones centrales generadas a lo largo de la investigación entre el marco supuesto y
el trabajo de análisis del material empírico1.

1. Antecedentes

Inaugurando un campo
Desde los años setenta el movimiento feminista incluye en su agenda desafíos al mundo del
conocimiento. La temática migratoria no queda exenta de la revisita feminista y en los
congresos de población de los años setenta comienzan a vislumbrarse las críticas
pertenecientes a los “estudios de mujeres” (Recchini de Lattes 1988) que denuncian y
visibilizan una paradoja naturalizada a lo largo de la historia de la disciplina: ante la
presencia constante de mujeres en las principales corrientes migratorias internacionales de
población, los conceptos construidos para explicar, analizar y/o comprender a los
fenómenos migratorios construyeron al “migrante” como un sujeto “trabajador”, sin sexo
(ni cuerpo) pero que generalmente suponía al varón migrante. Cuando las mujeres eran
incluidas lo hacían en tanto categorías descriptivas y no analíticas. El movimiento de los
varones migrantes era la base explicativa del análisis migratorio. La migración femenina se
suponía como siempre “dependiente” y subsumida en el proceso familiar de migración.
De este modo, los determinantes y/o motivaciones que ocasionaban la migración femenina
se significaron como heterónomos, dependientes, secundarios y meros efectos de
determinaciones sufridas o movilizadas por “otros” masculinos. Las mujeres como
migrantes estaban ausentes de la matriz explicativa y analítica de los fenómenos
migratorios.
Las estudiosas feministas hicieron explícitas las representaciones dominantes sostenidas
por binarismos clásicos (varón productor público activo / mujer reproductora privado
pasivo) que sostenían las diferentes teorías consolidadas causando la invisibilización de las
mujeres en los procesos migratorios. A partir de ello, propusieron nuevas matrices
interpretativas como marco de trabajos empíricos que tuvieron como principal objetivo
saldar la ausencia de mujeres migrantes. Si las referencias clásicas a las mujeres tenían un
uso retórico o descriptivo debían realizarse estudios en los que el género fuese una
categoría con utilidad científica (Hondagneu-Sotelo 2000).
El análisis feminista ha demostrado así que las migraciones han sido procesos generizados
antes que los académicos/as “vislumbraran” la importancia de la presencia de las mujeres y
de la dimensión de género como articuladora de los procesos migratorios (Frid de
Fiberstein 1997; Mahler 1999). Por consiguiente, el lugar de importancia que el campo
académico le ha otorgado a los temas relacionados con las mujeres migrantes obedece
menos al crecimiento empírico de la cantidad de mujeres en los flujos migratorios y más a
una transformación de las representaciones supuestas en los modos de construir a los/as
migrantes y a la migración.

Migración y Géneros.
Progresivamente, y de modo acelerado en los últimos años, diferentes investigaciones
sociológicas se propusieron como tema la migración femenina. Las principales líneas de
indagación se concentraron en dos pilares: por un lado, la determinación de las causas y
motivaciones del desplazamiento migratorio de las mujeres y, por otro lado (o sumado al
primero), el análisis del impacto que los movimientos migratorios tienen en las relaciones
de género, especialmente, la posición de la mujer. (temas tratados en Chant y Radcliffe
1992; Gregorio Gil 1997; 2004; Hondagneu-Sotelo 2000; Kanaiupuni 2000; Mahler 1999;
Pedraza 1991; Pessar 1999; Poggio y Woo 2000).
En este segundo grupo de temas se plantea la pregunta por el impacto que pueden tener las
relaciones y prácticas en los contextos posmigratorios sobre las relaciones de género y la
posición de la mujer suponiendo que los beneficios y costos de la inmigración son vividos
de diferente manera por varones y mujeres. Las investigaciones orientadas por esta
problemática intentaron respuestas para describir la mayor o menor autonomía de las
mujeres migrantes en relación a una situación previa al desplazamiento.

Como producto de la lectura de estos trabajos en el año 2003 elaboré un proyecto de


investigación en el marco de mi admisión al doctorado en ciencias sociales (UBA) cuyo
principal objetivo era analizar las posibles relaciones entre el desplazamiento migratorio y
las relaciones de género entre las y los migrantes de origen boliviano en nuestro país.
Algunos de los trabajos que hacían referencia sobre esta temática (Balan 1990; Barrancos
2003; Benencia y Karasik 1995) daban cuenta de una autonomía de origen que no era
necesariamente revalidada en los contextos de residencia actuales. Por el contrario para
otros (Caggiano 2003), la experiencia migratoria modificaba las relaciones de género y la
propia identidad de género hacia una mayor autonomía y valorización de lo femenino.
Nos propusimos una investigación que tuviera como principal objetivo analizar la
vinculación entre las relaciones de género y las migraciones. El contexto pos-migratorio
elegido fue la ciudad de Ushuaia y el modo de abordar la relación se construyó en términos
del impacto del movimiento migratorio en las relaciones de género dentro de la comunidad
boliviana en Ushuaia.

Algunas características de la migración boliviana en Ushuaia

Origen
La llegada a Ushuaia de las primeras personas de origen boliviano se realiza conjuntamente
con el arribo masivo de población a la ciudad como efecto de la sanción de la ley de
promoción industrial2 en el territorio de Tierra del Fuego que transforma radicalmente la
estructura poblacional de la región.
La sanción de la ley tenía, para el Estado argentino, un interés geopolítico y estratégico
dirigido a poblar la zona habitada por un importante número de extranjeros. Los resultados
del censo nacional de población realizado en 1970 indican que la proporción de extranjeros
en el antiguo territorio nacional asciende al 42% de la población total (Fuente: INDEC).
El movimiento significativo de empresas comienza a fines de los años setenta cuando se
construyen plantas modernas y bien equipadas. Junto con las empresas llegaron a Ushuaia
los trabajadores que ellas necesitaban3, ya que la población radicada con anterioridad no
era suficiente para responder a esa demanda de fuerza de trabajo.
En términos de población, el resultado de esta etapa fue una importante aceleración de la
tasa anual media de crecimiento, llegando al excepcional valor de 93‰ entre 1980 y 1991.
Este proceso se moderó en la década siguiente a menos del 44‰ aunque el ritmo de
crecimiento siguió siendo el más alto del país por jurisdicción. (Fuente: INDEC). En treinta
años más de 100.000 habitantes se instalaron en Tierra del Fuego lo que modificó la
estructura social de la población.
Uno de los sectores de la economía afectado indirectamente fue la industria de la
construcción. A partir de la implantación de las fábricas, la necesidad de nuevas viviendas y
la inversión estatal en obras públicas se generó una gran demanda de mano de obra que fue
saldada en gran parte por empresas constructoras nacionales que trasladaban a la ciudad a
obreros temporarios cuyos contratos terminaban al finalizar la obra. Entre ellos a varones
bolivianos4 que ya residían en nuestro país y trabajaban o tenían algún contacto con estas
empresas.
Atraídos por sueldos mayores a los que solían recibir y contratados por temporadas u obras,
los varones bolivianos “pioneros”5 fueron llegando a la isla. Posteriormente, y a partir de la
difusión en canales formales e informales de las noticias que informaban de la demanda de
mano de obra en la construcción, tanto para obras privadas como públicas, y la existencia
de sueldos favorables y altos en relación a otras regiones6, las redes migratorias organizan
la llegada de obreros de la construcción bolivianos (junto con argentinos y chilenos)
provenientes de diferentes lugares del país. Más cerca en el tiempo, hay obreros que llegan
directamente desde Bolivia a través de la activación y permanencia de “cadenas”
migratorias y la acción de contratistas bolivianos exitosos que suelen reclutar mano de obra
en sus ciudades de origen.
No todos los varones trabajadores bolivianos decidieron permanecer en la ciudad
conformando el ir y venir de los “trabajadores golondrinas”7 que se establecen de modo
temporal en la ciudad habitando en pensiones o piezas rentadas retornando después de
cierto plazo a sus residencias habituales en otras provincias de la Argentina o en Bolivia.
Sólo algunos de ellos deciden permanecer en la ciudad convirtiéndose en los primeros
pobladores bolivianos de la ciudad. Se trata de varones adultos que ya vivían en alguna de
las grandes ciudades argentinas (especialmente Buenos Aires y Córdoba) ya unidos y,
generalmente, con hijos/as.
Por lo tanto, en sus relatos, transformarse en “inmigrantes fueguinos” y la elección por la
permanencia toma sentido con la llegada a la ciudad de sus mujeres y familias: el pasaje de
lo temporario a proyectos de larga duración es relatada en términos conyugales. Residir,
permanecer, poblar se asocian con imágenes familiares, para los/as bolivianos/as y el
contexto donde las mujeres priman. Lo femenino queda asociado a la permanencia y a la
inmovilidad temporaria.

Actualidad
El Censo nacional de población y viviendas del año 2001 registra 976 bolivianas y
bolivianos empadronados en Tierra del Fuego. El 91% reside en Ushuaia donde representan
el 20,3% de la población extranjera de la localidad. Sin embargo, según la asociación de
Bolivianos en Ushuaia la cantidad de personas de origen boliviano viviendo actualmente en
la ciudad (lo que no implica residencia permanente) ascendería a las 2000 personas.
(Fuente: INDEC, Censo 2001)
Comparando con el resto del país, los y las Bolivianos/as en Tierra del Fuego representan el
0,42% de la población nacida en Bolivia residente en la Argentina.
Sin embargo, estas cifras cobran otra dimensión cuando se la compara con la población
total de las provincias. De esta manera, en tierra del fuego la población boliviana representa
el 1% de la población total, proporción similar a lo que ocurre en destinos considerados
“tradicionales” como Mendoza (1,2%), la Provincia de Buenos Aires (0,8%) o la ciudad de
Buenos Aires (1,8%). Bajo esta mirada, siguen siendo Jujuy y Salta las provincias con
mayor cantidad de residentes bolivianos/as en relación a la población nativa (4,7% en Jujuy
y 2,1% en Salta). (Fuente: INDEC, Censo 2001).
De esta manera, estudiar y analizar la inmigración boliviana en Ushuaia se vuelve
significativo como trabajo de visibilización de un fenómeno relativamente novedoso como
es la presencia boliviana en el sur argentino que responde tanto a lógicas locales de los
estados y mercados regionales como a mecanismos internos y amplios de la migración
boliviana en nuestro país.

2. Problemáticas y tensiones.8

Todo proyecto de investigación se carga de supuestos y opciones teóricos / metodológicas.


Además de las lecturas feministas que delinearon los contornos del objeto, nos centramos
en la perspectiva de las sociologías interpretativas que centran su análisis en las
perspectivas de los actores. De esta manera, el análisis de las transformaciones debía ser
encarado a partir de la construcción de los puntos de vista de los/as migrantes en el marco
de una investigación diseñada como un proceso no lineal y flexible.
Las categorías de análisis que fueron emergiendo resultaron disonantes con los supuestos
que sostenían la construcción del objeto de investigación. Las tensiones con las
definiciones a-priori establecidas aumentaron de tal modo que no era posible continuar la
investigación sin reflexionar y trabajar sobre ellas.
Detallaremos a continuación cinco de las principales tensiones generadas entre los
supuestos incluidos en los marcos de referencia seleccionados y las categorías emergentes
construidas a partir del análisis del material producido en el trabajo de campo.

Cinco Tensiones

a) Tensiones Conceptuales:
a.1) Supuestos sobre el tipo ideal de mujer migrante.

Formas de migrar
El ideal de mujer migrante presente en las investigaciones empíricas sobre el impacto de las
migraciones sobre las relaciones de género se corporiza en mujeres que migran por fuera de
sus contextos familiares (Gregorio Gil 1997; Mahler 1999; Pessar 1999; Poggio y Woo
2000; Suárez Navaz 2005). Como parte del proceso más amplio definido como
“feminización” de las migraciones (el creciente número de mujeres dentro de los flujos
migratorios), se supone que este tipo de mujeres migrantes representan uno de los rasgos
novedosos de los flujos migratorios contemporáneos. Se trata de mujeres que migran
explícitamente como trabajadoras y cuyo movimiento es explicado por el efecto de
variables macro estructurales que provocan diferenciales entre países definiendo el sentido
y magnitud de los flujos migratorios. La inclusión de procesos generizados es justificada
más por transformaciones empíricas de los flujos migratorios (el aumento “real” de las
mujeres que migran) que por modificaciones de las representaciones a través de las cuales
se construyen a la migración y a los/as migrantes.
Hemos argumentado en otra parte (Mallimaci Barral 2005) que el ingreso de las mujeres al
campo migratorio únicamente en tanto trabajadoras (en el sentido más tradicional del
término) y en migraciones consideradas no familiares (comprendidas como migración sin
conyugue) deja demasiado intactos los supuestos que sostuvieron la invisibilización de las
mujeres como migrantes activas. La agencia sigue asociada a prácticas productivas
comprendidas en empleos externos al ámbito doméstico. Fuera de ello, no hay movimientos
significativos.
Por otra parte, el énfasis puesto en las mujeres migrantes puede conducir a una
comprensión errónea sobre el alcance de la perspectiva de género sobre las migraciones que
pareciera así reducirse a las mujeres. Los temas clásicos asociados a lo femenino se repiten
siendo la maternidad a distancia, el rol de lo afectivo y los lazos familiares las
problemáticas con mayor frecuencia analizadas, dimensiones que siguen excluidas del
análisis de la experiencia migrante de los varones.
Se trata de mujeres trabajadoras con problemas que se construyen relacionados a su
condición de mujer.
Estos supuestos expresados en el ideal de mujer migrante excluyen a la mayor parte de las
mujeres bolivianas presentes en las migraciones hacia nuestro país.
La migración boliviana, en sus grandes números, se realiza siguiendo una forma “típica” de
migración familiar en cadena: el varón migrante como pionero se traslada a nuestro país
utilizando redes familiares, vecinales o de padrinazgo, se inserta en el mercado laboral y
después de un tiempo (sumamente variable) “manda a llamar” a su mujer y a sus hijos/as
en caso que los tenga. Si bien la migración de mujeres pioneras existe, se trata de
trayectorias excepcionales. (Benencia 2004)
De esta manera, la “feminización de las migraciones” también mencionada para el caso de
la Argentina9, no depende en su número de las mujeres bolivianas sino de las migrantes
paraguayas y peruanas que se insertan especialmente en el trabajo doméstico de las grandes
urbes nacionales (sobre todo en Buenos Aires).
El tipo de trayectoria migratoria predominante de mujeres y varones bolivianos/as,
constituye un contexto diferencial en el cual aplicar las categorías generadas por el
feminismo y los estudios de género sobre las migraciones.

En Ushuaia, la mayor parte de las mujeres que entrevistamos que tenían pareja en el
momento de migrar hacia la ciudad austral llegan efectivamente después de sus maridos,
confirmando lo dicho para todo el país. Ante la pregunta directa y simple por los motivos
de la migración, las respuestas apuntan, en términos de Schutz (1995) a los “motivos
para10” de la acción: la necesidad de reunirse con sus parejas que ya estaban radicadas en
la ciudad o deseaban hacerlo. Sin embargo, incluso entre las mujeres que migran de esta
forma, hay construcciones de sentido divergentes en relación con las motivaciones que las
han llevado al desplazamiento. Además, la decisión de salvar la distancia con la pareja e
instalarse en la nueva ciudad no es inmediata ni mero efecto del “llamado” de la pareja,
sino el producto de una larga negociación, donde la decisión de inmigrar es varias veces
negada y el movimiento se realiza solo cuando las mujeres logran visualizar un beneficio
para ellas, ya sea material y/o simbólico.

E: Si. Dice, hay trabajo, venite le dijo a mi esposo. Si quiere venir a trabajar, venga. Y el agarró su
bolso y se vino.
A: ¿Solo primero?
E: Solo si. Y estuvo como un año solo
A: ¿había trabajo?
E: Si, si había. Después como no teníamos que hacer con mis hijas, la Adela que está trabajando
en la clínica que tenía 14 años. Y la otra tenía 18 años. “Dicen que hay trabajo en Ushuaia para
las mujeres” dice, “ ¿Y porque no vamos”? Se entero porque la gente hablaba… Pero yo no quería
venir, pero estábamos ahí. Me llamó mi hija y me dijo” si hay trabajo queremos ir”. Dije “pero no
hay casa donde vivir”, porque casa no se conseguía ni para alquilar. Entonces... “bueno
averiguo”, dice mi marido, “si llego a conseguir les aviso”. Y después alquiló una casita, de un
testigo de Jehová de un conocido y bueno, “si quieren venir, vengan, trabajo hay para todas”.
11
(Lala12, 57 años, llegada a Ushuaia en 1992)

A: Como se te ocurre venir a Ushuaia?


E: por trabajo.
A: para él o para vos?
E: para los dos. Para un futuro mejor, para poder cambiar y tener un futuro mejor de lo
que vivíamos allá en Jujuy. Más allá de que sea todo trabajo, que sea todo cultura allá,
¿viste? No veíamos algo mejor. Vinimos buscando un futuro mejor acá, y vivir. Y tener un
futuro mejor para nuestros hijos, una mejor educación también. (Alejandra, 38 años,
llegada a Ushuaia en 1994)

E: Sí, yo también decidí venir.


A: ¿Por qué?
E: Claro, los hijos, así también marido y mujer... no es feliz el otro allá y uno acá. Y mis hermanos
me decían que vengan, que vamos a estar tranquilos, que había trabajo para todos que vengan...
(Gerarda, 40 años, legada a Ushuaia en 1996)

E: Nada, cómo era Ushuaia, ni conocía, y después el me mandó cartas, me mandaba para
que yo me venga acá, pero yo no quería
A: ¿Muchos meses estuvo el solo acá?
E: No, tres meses, cerca de cuatro meses
A: ¿Y el le mandaba cartas?

E: Sí, diciéndome que me vaya y yo le dije no, yo no voy a ir, yo tenía hijos yo entonces
quería irme, entonces yo le mandé una carta diciéndole que si él quería ver a sus hijos que
venga allá porque yo… No me iba.
(…) Finalmente cedí y vine a ver si podía trabajar en algo. (Juana, 57 años. llegada a
Ushuaia en 1978)

Las mujeres que migran sin pareja eran solteras en el momento de la migración. Lo
determinante en estos casos fue la activación de redes de migración familiar. Las
“mandaron llamar” o “vinieron de visita”. No encontramos ningún caso de mujeres que
expresaran el tipo ideal de mujer migrante presente en los discursos sobre la feminización
de las migraciones, es decir, aquellas que teniendo parejas estables migran como parte de
una estrategia familiar consensuada, mientras su pareja permanece en la residencia anterior.

Entre los varones existen dos grandes grupos, los “pioneros” ya mencionados que llegan a
la ciudad en tanto trabajadores empleados de grandes empresas constructoras y aquellos
que arriban a partir de la activación de cadenas y redes. En el caso de este último grupo, la
presencia de conocidos/as (familiares, paisanos, amigos/as, vecinos/as) es la condición
necesaria para la llegada. Al igual que las mujeres sin pareja, estos varones vinieron “de
visita” o los “mandaron llamar”.

TABLA 1. : FORMAS DE LLEGAR


Sexo Sexo Sexo Sexo
v familia m cuñados v Amigos M Hijo
m Marido m cuñado m marido M Tía
m familia v amigos m marido M marido
m Amigas v pionero m Sobrino M Hermana
m suegros v pionero m Hermano v pionero
m Amigos m cuñada m marido m pionera
m familia m hermana m Hermano v suegros
v familia v pionero m marido v hermanas
m familia v pionero m amigos m marido
v Hermano m hermano m hermana m amiga
m Cuñado v pionero m hermana m primas
m hermana

Referencias: pioneros aquellos que no tenían relaciones previas de ningún tipo en la ciudad. En el resto
de los casos se nombra a la persona o grupo referente en Ushuaia que activa la cadena migratoria.

Dos conclusiones pueden extraerse de esta breve presentación del análisis realizado.
Primero, el ideal de mujer migrante “autónoma” no se condice con la realidad de las
mujeres migrantes bolivianas que viven en Ushuaia. Pero además, comparando con la
llegada de los varones se advierte que ambos sexos llegan condicionados / estimulados por
redes y cadenas migratorias que unen a la ciudad con diferentes localidades y /o familias de
Bolivia.
La imagen de ‘autonomía’ se cristalizó en la imagen del varón adulto trabajador que, por
oposición, clasifica a las mujeres como ‘dependientes’ ya sea que migren en familia o solas
ya las mujeres estarían más sujetadas a la comunidad, la tradición y la estructuración por
géneros. Criticando esta visión canónica de la división por sexo, los estudios feministas
incluyeron a las mujeres entre las imágenes clásicas de autonomía cuyos supuestos deja
intactos.
A partir de los resultados de la investigación se pudo comprobar que cuando estos
supuestos se ponen a prueba empíricamente la idea de autonomía se disuelve y emerge una
figura de inmigrantes, varones y mujeres, coaccionados, vinculados, comprometidos y
relacionados con otras personas. La inmigración no es una decisión libre o una aventura
individual sino la consecuencia de distintas opresiones y oportunidades personales y
sociales que afectan a todas las mujeres y varones que entrevistamos. Ninguna de las
formas analizadas excluye la potencial inserción laboral como uno de los motivos presentes
en el proyecto migratorio. La idea, presente en muchos de los trabajos sobre mujeres
migrantes, de que el “llamado del marido” se impone a la dimensión económica y laboral
de las personas y sus familias, lo que no ocurre ante el llamado de otros familiares, es
producto de una representación sobre la familia, los varones y las mujeres que debe ser
demostrada empíricamente y no quedar entre los supuestos naturalizados de la
investigación.

Relación con lo productivo


Los análisis sobre el impacto suponen en su gran mayoría que la migración representa un
movimiento de “salida al mercado laboral” entendido como un proceso que puede implicar
mayor autonomía pero también heteronomía al utilizar como recursos estructuras
patriarcales. Estrategia compensatoria que permitía discutir la imagen de la mujer migrante
como excluida del mundo productivo. Sin dejar de valorar los interesantes trabajos sobre la
materia, su aplicación a la migración boliviana supone relativizar mucho de los conceptos
pensados para experiencias diferenciales de migración. Los trabajos sobre el impacto
presuponen muchas veces la división público – privado/doméstico que permiten pensar
metáforas como las de la “salida” al mercado laboral que la migración podría incentivar
centrada en la figura de la mujer migrante trabajadora.
Pensada para algunas migraciones, los supuestos por detrás de estas imágenes no coinciden
con la mayor parte de las trayectorias de las mujeres bolivianas que hemos entrevistado en
Ushuaia y esto por diversas razones.
Primero, gran parte de las mujeres ya trabajaban en Bolivia o en las ciudades de residencia
anteriores y, en muchos casos, lo hacían desde pequeñas, al igual que sus madres, en
trabajos que demandan un fuerte esfuerzo físico en jornadas laborales extensas. Las
mujeres bolivianas provenientes de zonas rurales están insertas en prácticas productivas
desde muy pequeñas dedicadas a la comercialización de aquello que se produce
familiarmente (Ver, por ejemplo, Balan 1990; Ranaboldo y Canedo 1999; Rivera
Cusicanqui 1996). Lo productivo atraviesa su subjetividad y no pueden pensarse como
mujeres fuera de esta dimensión. Las antinomias publico / privado, trabajo / familia
asociadas a lo masculino / femenino obstruyen la comprensión de este tipo de trayectorias.
Además, muchas de nuestras entrevistadas, en tanto migrantes, trabajaron en las zafras o en
quintas de horticultura donde las jornadas son extensas y agotadoras. El trabajo y lo
productivo ocupan un lugar central en esa etapa de la vida extendiéndose hasta anular la
posibilidad de otros tipos de actividades.
Algunos ejemplos de un pasado signado por lo productivo en donde “trabajar” no aparece
como algo excepcional, diferente a la vida cotidiana sino como una dimensión rutinizada y
supuesto como “natural”:

Entonces yo empecé trabajando de chica, cuando quedé sola allá, trabajé en una fábrica de
exportación de fruta, trabajé... mamá nunca quiso, típica boliviana orgullosa quizá ella también,
que trabajara en servicio doméstico, pero después que ella murió trabajé en servicio doméstico.
Lavé ropa, planché ropa, hice comida, daba... tipo pensión. Trabajé casi veintidós años en costura
como tallerista, qué sé yo, pero cuando uno quiere superarse se va haciendo de a poquito... se va
haciendo de a poquito (Alila, 60 años, lega a Ushuaia en 1980)

A: ¿Qué hacías allá?


T: ¿En Bolivia? Siempre trabajando. Va, después que me hice de marido. Estuve siempre
trabajando.
A: ¿Y antes?
T: Antes siempre...trabajando. Empecé a trabajar a eso de los 14 años. (Teresa, 42 años, llega a
Ushuaia en 1989)

A: ¿Y vos de chiquita qué hacías ahí?


G: yoooo.... nada.... trabajaba.
A: ¿Trabajabas? ¿Y qué hacías?
G: no, así vender algo para ayudar a mis padres....
A: ¿Y qué vendías?
G: Ah, cualquier cosa. A veces verdura... no sé una cosa... queso de la vaca...
A: Queso también... y... ¿vendías en dónde? ¿En una feria, en...?
G: No, vendía en Cochabamba... vendía con mujeres
A: Claro, se iban.... ¿De muy chiquita hacías eso?
G: Sí, de 10 años. (Gerarda, 40 años, legada a Ushuaia en 1996)

Después cuando me fui a mi casa (a Bolivia) y no me quería quedarme... quería venirme de vuelta
acá...
A: ¿Y por qué?
G: No sé. Ya no estaba acostumbrada a trabajar... como que era fuerte el trabajo para mí.
A: Claro, ¿por qué es fuerte el trabajo allá?
G: Con el pico, con la pala... tener que cavar... todas las verduras...todo tenés que hacer. Sí, todo el
día y domingo tampoco no descansas. Todo el día, toda la semana que trabajar. (Gladis, 22 años,
llegada a Ushuaia en 2002)
En la cita anterior se deja entrever no solo la sociabilidad productiva sino también el tipo de
trabajo (definido como “duro”, “fuerte”) que suele asociarse con el pasado, con Bolivia.

A: ¿Te gustaría que se queden acá tus hijos?


G: Sí.
A: ¿Si?
G: Sí, me gustaría. Que estudien algo, trabajo liviano van a hacer. Nosotros trabajábamos mucho.
(Berta, 29 años, llegada a Ushuaia en 1996)

M: Supuestamente mis padres estaban más bien acá que allá.


A: Claro. ¿Y por qué? ¿En qué estaban mejor?
M: Y sí... porque ya le dije... es mucho sacrificio allá el trabajo... tenía que estar todo el día
trabajando y era un trabajo muy pesado, muy bruto. Yo creo que es por esa razón. (Mariana, 44
años, llegada a Ushuaia en 1983)

Para estas mujeres, la migración no representa una salida ni una entrada al mercado laboral
pero sí una relación diferente con la esfera productiva que reduce su incidencia en la
totalidad de sus vidas. Son mujeres que trabajaron y trabajan, la migración no representa un
cambio en la presencia o ausencia de esta dimensión aunque si transforma cualitativamente
el tipo de trabajo. En Ushuaia no existen talleres de costura o huertas a la intemperie y el
clima dificulta el comercio callejero. Estas típicas inserciones de las migrantes bolivianas
en la Argentina, que la mayoría de las mujeres entrevistadas conoce a partir de experiencias
propias en otros destinos migratorios, no funcionan en Ushuaia donde las mujeres
bolivianas se insertan en el comercio informal (compra y venta de ropa y cosméticos),
como empleadas domesticas, empleadas de fabricas o estatales.
Las mujeres entrevistadas significan positivamente esta transformación que las diferencia
de su pasado, de sus madres y augura un futuro mejor para sus hijos/as.
El cambio en la relación con el mundo productivo no es explicado por el movimiento
migratorio en si mismo sino, sobre todo, por las características de la economía y el mercado
laboral fueguino que no se repiten en todas las ciudades de la Argentina. De esta manera la
relación con lo productivo de las y los migrantes adquiere su significado completo no tanto
como efecto sin mediaciones del movimiento migratorio sino por el contexto local en
donde se insertan las prácticas analizadas.

Concluyendo, la reflexión sobre esta primer tensión nos muestra que la necesaria
visibilización de las mujeres que migran en y con personas de su entorno familiar debe ir
acompañada de una revisión y redefinición local de las categorías vinculadas al “trabajo” y
a la “familia” para devolverles agencia a quienes suelen quedarse confinados/as a ámbitos
de pasividad y heteronomía.

a.2) La migración como línea divisoria.


El análisis de la relación entre migraciones y género supone lógicamente un orden causal
entre el movimiento migratorio y el régimen de género. Ciertas pautas, normas y valores
condicionan o posibilitan trayectorias migratorias que, asimismo, condicionan o posibilitan
transformaciones en el régimen “original”. De esta manera, se trata de detectar las
posibilidades de movimiento de las mujeres y de los varones en diferentes contextos
(género como condicionante de las migraciones) y analizar las posibles transformaciones en
las sociedades de destino (migración como condicionante de las relaciones de género).
En ambos casos, la migración a parece como un momento en las trayectorias de las
personas que permite situar temporalmente y espacialmente el “antes”, la situación de
origen y el “después” la situación pos-migratoria. El movimiento migratorio funciona como
parámetro que delimita aquello que debe ser comparado (la situación pos-migratoria en
relación con la situación “original”).
La migración se relata en singular, como un fragmento de las trayectorias de vida con
principio y fin identificables. Si existen migraciones sucesivas los fragmentos,
singularizados, se suceden en “la línea” de la vida. La migración es supuesta analíticamente
como un quiebre de sentido en la trayectoria que permitiría la comparación entre dos
momentos y espacios territoriales.
Ahora bien, para el caso de las y los migrantes bolivianas/os que entrevistamos esta
metáfora analítica sobre las migraciones no da cuenta ni en términos formales de las
experiencias migratorias reales. Generalmente proveniente de zonas rurales, para
nuestros/as entrevistados/as las migraciones13 forman parte de sus trayectorias con
anterioridad al movimiento que definimos como vital. Se “han ido moviendo desde
siempre” (frase de varios/as entrevistados/as).

En la siguiente tabla, mostramos la cantidad de destinos en la Argentina que nuestros/as


entrevistados/as acumulan antes de la llegada a la ciudad de Ushuaia.
TABLA 2. Destinos Acumulados
Cantidad de destinos en Argentina Casos entrevistados
Directo a Ushuaia 10
2 destinos 10
3 destinos 9
4 destinos 7
5 destinos 3
6 destinos 3
Muchos lugares 3

Pero además, la mayor parte de nuestros/as entrevistados/as, tienen experiencias de


movimientos en su propio país.
TABLA 3·: Movimientos previos en Bolivia
Experiencia de movimientos Casos entrevistados
Si 29
No 12
NS/NC 4

Si bien no siempre se trata de “migraciones” en el sentido que las hemos definido en este
trabajo (un movimiento que incluye un proyecto de permanencia) y abundan los
movimientos a través del espacio boliviano con el fin de comercializar productos familiares
(tarea realizada especialmente por las mujeres) o trabajar en economías estacionales, se
trata de una experiencia de movilidad adherida al cuerpo y conocimiento de nuestros/as
entrevistados/as que los sitúa en una relación diferente con el espacio y la permanencia que
aquella experimentada por las personas que viven la sedentariedad como norma y que, en
algún momento, deben migrar. Escapa a los objetivos de este trabajo detallar las
representaciones sobre el movimiento y el espacio construidas y utilizadas por los/as
entrevistados/as, solo mencionaremos algunos rasgos generales del significado atribuido al
movimiento migratorio. Sintéticamente, el movimiento no es vivido como un momento
excepcional en un contexto vital sedentario sino que es la misma cotidianidad la que se
define como móvil territorialmente. No existe en los relatos “una” migración que quiebre
las experiencias sino movimientos, de diferente grado de importancia, que se superponen a
lo largo del trayecto y que afectan de diferentes maneras y sentidos las vidas de los
inmigrantes. La movilidad y la posibilidad de seguir moviéndose se constituyen en un
conocimiento adquirido que funciona como recurso ante un posible cambio de la coyuntura
local que pudiera afectar negativamente la vida de los inmigrantes. Las migraciones y los
movimientos son significados más como un modo de vida que un momento particular y
singular en ellas (Pries 2002).
Frente a este tipo de trayectorias migratorias, ¿Cuál es el antes y cuál el después que deben
ser comparados con el fin de analizar el impacto de las migraciones en las relaciones de
género? Podrán decirnos, y coincidiríamos, que el atravesamiento de fronteras estatales, el
cambio de status jurídico no es vivido de modo neutral siendo la migración internacional
generadora de nuevas experiencias generizadas. Pero aún así, ¿cuál de las migraciones
dentro de la Argentina sería la determinante? En este tipo de trayectorias migratorias, la
consideración de dos situaciones a ser comparadas a partir de la migración es tan
complicada como explicar los cambios acaecidos como efecto único de las migraciones en
sí mismas.

a.3) Nacionalidad como categoría unificadora.


El tercer tema se refiere a la relevancia de la nacionalidad como categoría descriptiva y
analítica en los estudios sobre las transformaciones en las relaciones de género. Los
estudios sobre el “impacto” suponen fuertemente que la migración internacional une (o
separa) dos espacios configurados estado–céntrica y nacionalmente. De esta manera, se
analizan las transformaciones de las relaciones de género de las/os bolivianos/as,
peruanos/as, (etc.) en Argentina u otros países denominados “de recepción”. Atravesar
fronteras nacionales posibilitaría enfrentarse con diferentes regímenes sobre las relaciones
de género que podrían impactar en las pautas originarias.
Es frecuente en los estudios migratorios la suposición de la nacionalidad como categoría
descriptiva suficiente sin atender a otras estratificaciones que complejizan la referencia
político territorial delimitada por el Estado nación (clases, géneros, etnias, sexualidades,
corporalidades, religiones entre otras).
Siguiendo esta tradición, en los estudios sobre el impacto de la migración en las relaciones
de género, se comprende muchas veces la nacionalidad como un marco suficiente desde el
cual analizar la configuración de la relación entre los géneros. De esta manera, por ejemplo,
Ecuador, México y Perú son más “patriarcales” que sus países de destinos (Chant y
Radcliffe 1992; Lipszyc 2001; Poggio y Woo 2000). Diversos son los problemas que estos
supuestos suponen en el nivel teórico y metodológico.
Primero, este tipo de lecturas centradas en los estados nacionales supone aún el tipo de
migración unilineal y singular que hemos discutido en el punto anterior. Segundo punto, y
de mayor relevancia, estos estudios suponen que a una nacionalidad le corresponde un
régimen de género. En el caso que nos ocupa deberíamos elaborar el mapa de la situación
de las relaciones de género en Bolivia y en Argentina para luego analizar sus posibles
transformaciones o continuidades.
Ahora bien “Argentina” y “Bolivia” no pueden pensarse como marcos unívocos de
referencias normativas y simbólicas sobre los géneros y sus relaciones. El mito de una
nación homogénea, para el caso de la Argentina, debe ser discutido también en lo referente
a las construcciones genéricas. El género como categoría debe ser puesto en contexto,
localizado para completar sus significados.
El caso de Bolivia aparece aún más sencillo para impugnar este tipo de miradas
simplificadoras de la diversidad. Albó (2005) y muchos otros se han esforzado en mostrar
como en Bolivia existe una desarticulación política, cultural, geográfica y social entre las
regiones del país y grupos socio-étnicos (Albó 2005: 12) que dificulta la construcción de
una nación unificada. Se hace muy difícil entonces hablar de “una” migración boliviana
tomando la nacionalidad jurídica como criterio demarcativo y significativo del fenómeno.
Hay diferentes “bolivianidades” acentuadas en sus contrastes cuando se trata de analizar
fenómenos relacionados con los géneros: la socialización en espacios urbanos o rurales, la
pertenencia étnica (quechua, camba o aymará), la posición de clase.
Cuando en una investigación sobre migración boliviana se construye el objeto teniendo en
cuenta el contexto pos-migratorio es altamente probable que esta heterogeneidad quede
expresada en la muestra. Es decir que algunas de las diferencias presentes entre las mujeres
bolivianas se originan en la procedencia.
El análisis del impacto de la migración en las relaciones de género no puede desconocer
estas estratificaciones entre los varones y entre las mujeres sin caer en reduccionismos
vacuos que dependen de supuestos no “vigilados” teóricamente (Bourdieu et al. 1983).
No quisiéramos dejar la sensación que en el análisis se niega la presencia del Estado y sus
fronteras en sus múltiples manifestaciones reales, imaginarias y prácticas en los fenómenos
migratorios. No se trata de ello sino de dejar en claro que en el análisis de las relaciones de
género los espacios sociales y geográficos que configuran las prácticas y sentidos en los
países de destino y en los de llegada no deben ser asimilados per-se a las configuraciones
estatales (Pries 2002).

Para el caso de la migración boliviana en Ushuaia, el efecto de la redes y cadenas


migratorias ha hecho que exista una importante presencia de cochabambinos/as,
especialmente de las zonas rurales14. En un segundo lugar encontramos potosinos/as,
especialmente proveniente de zonas mineras. Existen casos aislados de personas
provenientes de La Paz o de otras grandes ciudades.
Cochabamba es una de las grandes ciudades de Bolivia situada en la región central de los
valles interandinos. Junto con Sucre y Tarija, constituye el escalón quechua del país. Las
ciudades de origen de muchos/as de las/os migrantes forman parte del “Alto valle de
Cochabamba”. Es una región de antigua tradición agrícola y economías familiares en el que
las mujeres suelen dedicarse al mercadeo de la producción familiar- Las crisis económicas
de los años ochenta y noventa frenaron la producción agrícola y pastoral del sector
tradicional campesino obligando a las economías familiares a diversificarse a partir del
desarrollo de actividades no agrícolas y el aumento de la movilidad espacial de las
poblaciones. (Cortes 2000).
Muchas de las reflexiones y ejemplos explicitados en la primera tensión dependen de este
origen predominante de las mujeres y varones bolivianos sociabilizados en la economía
familiar campesina y a una división de las tareas en donde tradicionalmente las mujeres se
dedican al comercio. Si la comunidad boliviana en Ushuaia tendría otra procedencia o seria
más diversificada seguramente las representaciones y sentidos construidos sobre las
trayectorias migratorias, los varones y las mujeres hubieran sido diferentes.
Sin embargo, más allá de estas diferencias regionales de la propia Bolivia que se trasladan a
los destinos migratorios, las personas entrevistadas se clasifican y, sobre todo, son
clasificadas como miembros de un mismo grupo “los bolivianos/as en Ushuaia”. Como
fruto de diferentes procesos sociales15 se ha ido constituyendo un espacio de sociabilidad
“boliviano” a partir del cual se identificarían “todos/as” aquellos/as nacidos/as en Bolivia y
algunos/as de sus hijos/as argentinos/as. La membrecía no se origina automáticamente ante
un mismo origen nacional sino que es producida y practicada a partir de la creación e
integración a un espacio de sociabilidades e instituciones creadas por la propia comunidad
(generada a partir de estas mismas prácticas) boliviana. El reforzamiento del eje nacional
como espacio identitario (Grimson 1999: 167, 178) que “subordina las identificaciones y
distinciones de etnia, clase y región que existían en Bolivia a una etnicidad definida en
términos nacionales" define una nueva “bolivianidad” que se conformará en relación y
negociación constante a las realidades locales. Se trata necesariamente de procesos
generizados que de-marcan prácticas, sentidos y normas sobre los géneros y sus relaciones.
No es entonces la migración comprendida como línea divisoria ni la nacionalidad la que
permite interpretaciones profundas para comprender las relaciones de género entre los/as
migrantes sino la propia construcción de la comunidad boliviana en Ushuaia.

Presentamos a continuación un ejemplo extraído de nuestra investigación en donde se


ponen en juego las tensiones analizadas y se demuestra la importancia de la construcción
localizada de los sentidos y relaciones de género.

Construcciones genéricas localizadas


En Ushuaia, por las características propias de la población la dinámica entre permanencia y
temporalidad tiene una importancia central en el imaginario colectivo. De esta manera, la
construcción de un espacio comunitario boliviano se produce en un contexto donde la
permanencia es especialmente valorada entre los fueguinos/as como signos de distinción y
legitimación de una futura (posible) partida.
Sin embargo, el contexto hostil y discriminatorio hacia los bolivianos/as y sus rasgos
invierte estos significados a tal punto que la antinomia transitoriedad – permanencia (y la
valoración del segundo de los términos) que hemos marcado como parte nodal de la
memoria social fueguina se invierte al referirse a los bolivianos (y también a los chilenos):
Se valora la transitoriedad en las trayectorias migratorias latinoamericanas (ser un buen
migrante es colaborar con la construcción fueguina, pero luego retirarse hacia las ciudades
de origen). La migración boliviana se convierte en “problema” cuando los trabajadores
(temporarios) se convierten en residentes (permanentes).
Permanecer en la ciudad, tal como se percibe que lo hacen las y los bolivianos/as, aparece
como un acto de intromisión “extraña” y se lo juzga desde la antinomia clásica “nacional /
extranjero”, donde lo nacional aparece imaginado desde la metáfora de la homogeneidad.
Las personas de origen boliviano, y quienes lo “parecen” son así sospechadas de
permanecer en un lugar “indebido”, que no les corresponde.
Las personas migrantes en su vida cotidiana intentan legitimar sus residencias en
verdaderas gestas por la búsqueda de reconocimiento y respeto.
Un modo de hacerlo, que se vislumbra eficaz, es resaltar la dimensión productiva y “de
trabajo” de la migración boliviana a la ciudad. Se trata tanto de un modo de trabajar: ético,
ascético, no conflictivo que permite verdaderos ascensos en la escala del gremio de la
construcción (actualmente muchos de los primeros migrantes bolivianos en llegar a la
ciudad se desempeñan como pequeños y medianos contratistas) y de un tipo particular de
trabajo: el de la construcción, “verdadero” “hacedor” de la ciudad. Los bolivianos ubican su
trabajo como el origen del edificio arquitectónico de la ciudad sin el cual no habría sido
posible las permanencias valoradas por el resto de los “llegados” en los años ochentas. La
apelación al “trabajo” y a la identidad de “trabajador” se asocia a la condición de
“boliviano” tanto dentro del gremio de la construcción como en el sentido común de los
habitantes de la ciudad16.
El trabajo de la construcción tiene además un plus simbólico: es visible. Los primeros
migrantes bolivianos suelen enumerar en sus relatos las obras que “ellos” han construido
“hicimos esta ciudad”. La construcción es entonces tanto un espacio de sociabilidad, de
encuentros, de generación y actualización de redes como una dimensión respetable de la
bolivianidad. Lo productivo aparece como una de las principales virtudes morales
expuestas públicamente.
Este sentido de lo productivo se yuxtapone así a la noción de productividad de los propios
migrantes especialmente entre aquellos/as con historias personales asociadas a ámbitos
rurales bolivianos.
Ahora bien, las mujeres son doblemente excluidas de esta posibilidad de valoración vía las
prácticas productivas. Primero, porque la construcción es un tipo de inserción laboral
típicamente masculina. La fuerte asociación de los·”bolivianos” con la industria de la
construcción y el modo, difundido y de sentido común, de configurar la llegada de mujeres
bolivianas como motivadas por la “reunificación familiar” entendiendo por ello un
movimiento diferente, posterior y antagónico a los migraciones de trabajo invisibiliza las
tareas productivas de las mujeres.
Lo productivo como atributo valorado de mujeres y varones se resignifica en el contexto
fueguino excluyendo a las mujeres de sus beneficios simbólicos.
Segundo, porque las condiciones geográficas y climáticas de Ushuaia impiden el comercio
minorista informal lo que impide desarrollar trabajos típicamente femeninos en los que las
mujeres despliegan sus destrezas (saber vender, saber cobrar, no dejarse engañar) corriendo
a las mujeres al empleo domestico u otros tipos de actividades que carecen de la valoración
simbólica que tiene la construcción.
En este sentido, la legitimidad y la respetabilidad es gerenciada por los varones. Son ellos
los que permitirían residencias legítimas. Las mujeres aparecen acompañando y, a veces,
deteriorando este proceso. Como indicador evidente de la permanencia es la presencia
femenina lo que convierte ante los ojos de los/as nacionales una migración laboral legitima
en otra migración familiar ilegitima.

Las diferencias entre varones y mujeres (y al interior de cada uno de estos grupos
genéricos) presentes en las comunidades migrantes y que tienen efectos cotidianos en la
vida de quienes las conforman, se comprenden de otra manera cuando la condición de
migrante se localiza en un contexto de sentido particular. Las mujeres “bolivianas” con
todos sus contrastes provenientes de los diferentes espacios de procedencia se ubican en
diferentes posiciones en relación con los varones bolivianos (y las mujeres argentinas) en la
ciudad de Ushuaia, no por su condición de migrante y la efectividad de relaciones de
“opresión” heredadas por una nacionalidad de nacimiento, sino por el hecho de vivir, y
seguir viviendo, en una ciudad particular que enmarca y da sentidos a construcciones
genéricas novedosas.

b) Tensiones Metodológicas
b.1) Representaciones sobre el “impacto”.
Relacionado con las ideas anteriores, otra limitación del proyecto original se centró en la
misma noción de “impacto” que supone la medición del “cambio” en la dimensión elegida.
Cuando se analiza el “impacto” de la migración en las relaciones de género suponemos
investigaciones dirigidas a determinar la existencia, o ausencia, de un cambio en las
relaciones de género vividas por nuestros/as entrevistados/as desde sus experiencias
migratorias. En el caso de existir, se debería establecer el sentido del cambio en términos
formales y su construcción significativa desde la percepción de los/as propios
entrevistados/as.
Los análisis centrados en la noción de “cambio” suponen el conocimiento del “punto cero”
de la situación, del parámetro desde el cual medir la presencia o ausencia, magnitud y
sentido del cambio acaecido.
En nuestro proyecto ello suponía un conocimiento acabado y profundo de la configuración
de las relaciones de género vividas por nuestros/as entrevistados/as. Ya hemos visto las
dificultades de suponer que una nacionalidad condiciona ciertos contenidos y significados
sobre las relaciones de género y la imposibilidad en nuestros/as entrevistados de encontrar
un punto de partida en sus trayectorias no afectado por las migraciones. Sumaremos una
dificultad más.
Nuestro proyecto proponía una mirada desde el contexto pos-migratorio, en este caso, la
ciudad de Ushuaia. El análisis partiría del relato de migrantes residentes en esta ciudad y a
través de la técnica de los relatos de vida (Bertaux 1997) nos proponíamos reconstruir
analíticamente el/los recorrido/s migratorio/s y los significados producidos sobre los
mismos. No planteamos la necesidad de trasladarnos a los contextos previos a las
migraciones17.
Gran parte de los trabajos sobre el impacto de las migraciones sobre las relaciones de
género se construyeron de esta manera entrevistando a personas en el contexto pos-
migratorio (con algunas excepciones como los trabajos de Balan (1990) que elige una
localidad de Cochabamba y Gregorio Gil que realiza trabajo de campo en ciudades de
“origen” y de “llegada”).
La noción de impacto necesita que la reconstrucción del momento del origen, la referencia
al “antes”, sea común a los/as entrevistados/as (o a algunos de ellos) dado que se trata del
parámetro desde el cual se sostendrá el análisis para responder a la pregunta implícita en la
definición del objeto.
A medida que nuestro trabajo de campo se enriquecía, la dificultad de reconstruir este
parámetro común se hizo cada vez más evidente. Primero porque imaginar que ello es
posible implica suponer como ciertas las imágenes sobre migración, nacionalidad y géneros
antes criticadas. Pero también resultaba contradictorio con la diversidad en que las
diferentes experiencias migratorias reconstruían el “antes” en tanto lugar y espacio de
referencia y origen.
La noción de impacto necesita una situación de origen más o menos fija sobre la cual
significar los cambios. Tal como ha sido empleada en los análisis feministas sobre la
migración, el impacto supone una imagen del cambio como un proceso lineal a través del
cual se modifican, linealmente, ciertas dimensiones. De esta manera, el análisis de la
trayectoria migratoria permitiría determinar si, por ejemplo, las relaciones de género se
vuelven más o menos igualitarias y la situación de la mujer más o menos autónoma en
relación con un origen determinado.
Esta figura acerca del cambio simplifica las experiencias móviles relatadas por nuestros/as
entrevistados/as para quienes las transformaciones podían ser episódicas y no acumulativas.
Experiencias de autonomía femenina, por ejemplo, se acrecentaban y luego disminuían en
relación a los contextos, situaciones y relaciones sociales involucradas.

b.2) Relaciones de género: objeto o perspectiva


Es ya un lugar común criticar el “uso y abuso” (Lamas 1996; Scott 1996) de la categoría
género en el análisis social. Sin embargo, al revisar los trabajos sobre migración y género
se debe, una vez más, clarificar los significados de realizar una investigación desde una
“perspectiva de género”.
Más allá de la trillada confusión entre “género” y “mujeres” (sobre la cual no ahondaremos
en este trabajo), creemos que uno de los principales problemas radica en comprender las
“relaciones de género” como objeto de investigación o como perspectiva de análisis.
Los trabajos sobre el impacto toman a las relaciones de género como objeto mismo de
investigación pero en muchas ocasiones sus contenidos se suponen como parte de los
marcos teóricos de referencia. Si se diseña investigaciones que tienen como objetivo central
el análisis de las relaciones de género y/o las identidades y prácticas que generan deberían
ser categorías abiertas a ser definidas y redefinidas por la situación social analizada. La
investigación debería producir los contenidos de las categorías y no tomarlas como punto
de partida-
Asimismo, es posible diseñar investigaciones sobre las migraciones que aun cuando no
tengan a las relaciones de género como objeto principal de indagación supongan análisis
“generizados”18. En este sentido, el “género” interesa como perspectiva que atraviesa toda
las etapas de la investigación más que como un objeto en sí mismo o variable de
indagación. La perspectiva de género es, como su nombre lo indica, una perspectiva, un
prisma a través del cual mirar y analizar cualquier realidad social apuntando a las relaciones
genéricas de los procesos estudiados.
En relación con el estudio de las migraciones, incluir la perspectiva de género implica la
convergencia de diferentes tradiciones sobre los estudios migratorios: la feminista que, de
modo compensatorio ante su ausencia evidente, visibiliza a mujeres migrantes
transformando la percepción de los temas y figuras relevantes en el estudio de las
migraciones pero que en general han elegido poblaciones femeninas y, por el otro, aquellas
reconstrucciones etnográficas que a partir del estudio de casos intentan reconstruir el modo
de vida de los migrantes (a partir de dimensiones o espacios seleccionadas a priori) desde
sus propias perspectivas pero que muchas veces ponderan lo colectivo, la construcción del
nosotros antes que el análisis de los procesos diferenciales y conflictivos que hacen al
“nosotros/as”. Cuando lo hacen (Caggiano 2005; Grimson 1999) las diferencias generadas
por las configuraciones genéricas de las relaciones sociales y lo espacios que constituyen se
subsumen en categorías étnicas, regionales o de pertenencia de clases.
Decidir analizar procesos sociales “desde una perspectiva de género” implica suponer la
importancia para el análisis de la construcción de espacios sociales y sus conflictos y
comprender los signos genéricos presentes en su construcción. No será lo mismo ser mujer
o varón boliviana/o en Ushuaia tanto por las propias prácticas de los/as migrantes como por
cuestiones étnicas, de clase, locales y transnacionales.
El entrecruzamiento de diferentes ejes de diferenciación e identificación como los de
género, nacionalidad y etnia sobre los cuales trabajan los análisis sobre género y migración
permite revalorizar la categoría relacional del género no tanto como criterio disciplinar u
objeto único de análisis sino como mirada o perspectiva transdisciplinar que tome al género
como productor de una alteridad que atraviesa todas las otras alteridades sin olvidar el
camino inverso.

3. Palabras Finales
Los trabajos sobre el impacto de las migraciones sobre las relaciones de género suponen
metodológicamente la posibilidad de aislar la “causa migratoria” o el atravesamiento de
fronteras; visiones rígidas sobre los flujos migratorios; la construcción de la mujer
migrante “autónoma” como tipo ideal; la valorización del empleo y la división público-
privado en clave occidental y la consideración del género como un principio de
identificación para los actores y actrices sociales, o como categoría de análisis, que se
impone a otras alteridades.
Las críticas desarrolladas no pretenden de ningún modo invalidar el importante caudal
producido bajo este paradigma19 pero sí destacar la importancia de discutir supuestos que
de otra manera tienden a cristalizarse sin respetar las especificidades de cada objeto de
estudio. Hay categorías, como las de género y clase, que permiten ser aplicadas a diferentes
campos pero su contenido varía de acuerdo a los contextos. Creemos que debe insistirse en
las miradas que transdisciplinan los estudios de género siempre acompañadas de diálogos
abiertos entre las perspectivas puestas en conversación. Así como los estudios de mujeres y
de género transformaron las miradas sobre las migraciones, otras perspectivas sobre el
mismo fenómeno deben ser incluidas en los enfoques analíticos que permitiría transformar
la “perspectiva de género” en el campo de los estudios migratorios.

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Antropofagia.

1
El corpus empírico utilizado para este artículo está constituido por 45 entrevistas realizadas entre el año 2005 y 2006 en la ciudad de
Ushuaia.
2
En 1972 el gobierno nacional sanciona un régimen de promoción económica basado en exenciones arancelarias e impositivas, la ley
19.640 (ratificada en 1974 por el Congreso Nacional), que pretendía (lográndolo) estimular la radicación de industrias. Las industrias se
vieron atraídas por la posibilidad de elaborar artículos en Tierra del Fuego a partir de materias primas importadas, y la posibilidad de
“exportar” esos productos al territorio continental nacional sin que su primera venta fuera gravada por el IVA
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El régimen de la ley 19.640 tuvo como objeto geopolítico aumentar la población en la isla. Por ese motivo, establecía que para que las
empresas radicadas en la Isla pudieran acreditar el origen fueguino de sus productos, debían agregar localmente una determinada
proporción de su valor final, y además determinaba que de ese valor agregado local, un cierto porcentaje tenía que estar constituido por
sueldos al personal
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El empleo en la construcción es una inserción clásica de los varones bolivianos en la ciudad de Buenos Aires y otros centros urbanos.
Para un análisis mayor sobre este tema ver Para un análisis mayor sobre este tema ver Benencia, 1995 y Vargas, 2005.
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Término con que dentro de la comunidad boliviana y en todo Tierra del Fuego se designa a los “primeros pobladores”-
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Debe destacarse que las estadísticas nacionales registran que desde 1980 la industria de la construcción atraviesa un proceso de crisis.
La tasa de desempleo específica de la construcción pasa del 2.9% al 33% entre 1980 y 1995 respectivamente ((Vargas 2005))-
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En general, las obras se realizaban durante la primavera y el verano interrumpiendo el trabajo durante las estaciones frías.
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Las reflexiones que siguen se han elaborado a partir de los resultados de la investigación realizada para mi tesis doctoral en curso, cuyo
título es “Construyendo comunidad(es). Memoria, tiempo, espacio y género de los bolivianos/as en Ushuaia” (Facultad de Ciencias
Sociales, Universidad de Buenos Aires).
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Según datos del Censo 2001 el 54% de la población migrante es femenina. Fuente INDEC.
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Para Shutz, la acción social está determinada por un “proyecto”, un “estado de cosas” proyectado por el actor. El “motivo – para”, es el
futuro estado de cosas a ser realizado por la acción proyectada, y el proyecto en sí mismo es determinado por el “motivo – porque”.
(Schutz 1995)
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Se ejemplificará con fracciones de entrevistas cuando exista alguno en donde se represente el argumento realizado, aun cuando las
categorías emergentes no sean producto de fragmentos sino de un análisis más profundo de los relatos. Por esta misma razón, algunos
argumentos no tienen fragmentos que los ejemplifiquen por ser el resultado del análisis de diferentes momentos del relato.
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Los nombres de las entrevistadas han sido modificados con excepción de los casos que han pedido expresamente figurar con nombres
reales.
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Comprendidas como el movimiento voluntario con el ánimo de residir hacia un destino diferente al del nacimiento.
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Como signo de esta presencia, la virgen que en la actualidad identifica a la comunidad boliviana en Ushuaia es la virgen de Urkupiña,
oriunda de Cochabamba.
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Nos referimos tanto al proceso de “etnización” (Grimson 1999) que subordina las identidades regionales en una identidad nacional que
las incluya como a las experiencias de exclusión y discriminación cotidianas, el aprendizaje en otras localidades argentinas con prácticas
y ritos institucionalizados de la comunidad boliviana. Se trata de diferentes procesos sociales que en su conjunto organizan las
condiciones de posibilidad para la creación reciente de un espacio social propio de lo boliviano en la ciudad de Ushuaia.
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Aun si luego de la afirmación “la verdad es que trabajan mucho” suele continuarle un “pero” que desvaloriza la permanencia de estos
“trabajadores”.
17 Lo cual también sería más una decisión de diseño que una consecuencia natural de la experiencia migratoria ante la dificultad de
encontrar unanimidad en la localización del “antes”.
18
Utilizamos generizados como traducción del término “gendered” que da cuenta del atravesamiento por género de prácticas y procesos
sociales (incluidos los científicos).
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En nuestro país no ha habido tanta producción como en otros. Sin embargo deben destacarse los trabajos realizados para la migración
boliviana (Balan 1990; Barrancos 2003; Caggiano 2003; Magliano 2007).

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