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LIBERALISMO

Como plantea George Rude el Liberalismo “ tiene su origen en la Revolución Francesa y en la


Guerra de independencia Americana”(..) asociada con derechos humanos y libertades
( derecho a la libertad, a la propiedad , libertad de expresión, prensa y asociación) todos estos
derechos han sido expresados en las dos grandes declaraciones de los Derechos del Hombre y
el ciudadano y la declaración Independencia .

Nos plantea también que en Inglaterra ha tenido otros orígenes y otras asociaciones, como la
doctrina utilitarista de Betham de la mayor felicidad para el mayor número y en los principios
de los economistas clásicos del libre cambio, que le venía muy bien a un país que podía
atribuirse el liderazgo industrial.

Durante la restauración y el congreso de Viena el epíteto “liberal fue utilizado por los
congresista como un descalificativo para los que se oponían a las ideas de Restauración
Monárquica, se revirtió en respetabilidad cuando el sistema del Congreso entró en crisis. Es
decir, en sus comienzos el liberalismo aparece como un movimiento “revolucionario” como
grito de guerra para los enemigos armados del Congreso y bajo su bandera los españoles,
napolitanos, rusos y griegos lucharon por su independencia y libertad en la década del 20.

Rude plantea también que el Liberalismo tiene “características y variaciones nacionales


claramente reconocibles, en Francia tiene características Revolucionarias y no reformistas, en
Inglaterra tiene un carácter reformista, en Italia fue inseparable de la lucha por su
independencia nacional y en Alemania está ligado a un nacionalismo no liberal y por ende no
se enraizó del todo”.

Ahora bien, ¿qué características tiene el liberalismo como doctrina?

Como plantea Laski,” el liberalismo nace como una filosofía que da una justificación al mundo
que nació (…) como doctrina, se relaciona con la noción de libertad, pues surgió como enemiga
del privilegio, pero la libertad que buscaba tampoco ofrece un título de universalidad, puesto
que en la práctica quedo reservada a quienes tienen una propiedad que defender. El
liberalismo plantea la antítesis entre libertad e igualdad, en la primera ha visto el predominio
de la acción individual, que siempre ha defendido celosamente y en la segunda ha visto la
intervención autoritaria que conduce a la parálisis de la acción individual”.

Me parece interesante destacar estos aspectos ya que liberalismo pretende insistir en su


carácter universalista, teóricamente promulga la igualdad de todos ante la ley, pero al destacar
la acción individual pretende que cada individuo desarrolle sus potencialidades por lo tanto la
igualdad social y económica no existe como tal. El liberalismo propone la concreción de los
intereses de los individuos llevará al bien común, regulados por el mercado (Adam Smith),
desarrollando de esta forma la idea de armonía. Esta noción defiende los intereses surgió
como una nueva ideología destinada a colmar las necesidades de un nuevo mundo, que
redefinió las relaciones de producción entre los hombres ( capitalismo) en el cual el objetivo
principal de la acción humana es la búsqueda de la riqueza y la filosofía liberal es la
justificación ideológica de las nuevas prácticas.
Los fines a los que sirve el liberalismo son los de los hombres que se encuentran en posesión
de propiedad. Fuera de este círculo estrecho, los pretendidos beneficios de esta doctrina
nunca pasaron de ser una abstracción.

Pero la discusión sobre el carácter universalista del liberalismo ha sido un tema debatido por
los distintos historiadores desde sus orígenes.

J. Stuart mill, principal exponente teórico del liberalismo en Inglaterra lo presentaba de la


siguiente forma “No es liberal ninguna sociedad en la cual estas libertades, no sean en general,
respetadas por cualquiera que sea su gobierno” y ninguna completamente libre si en ella no
existe absolutamente y sin discriminación”. Los historiadores Whig del siglo XIX han tendido a
interpretar esas palabras en su valor nominal y han considerado esas libertades como herencia
común de la nación en su conjunto y no como de un grupo o clase aislado.

Este también ha sido el caso de Benedetto Croce quien plantea una concepción de la historia
como la búsqueda del Hombre de la libertad espiritual. , esta es una visión elitista por cuanto
solamente eran iguales aquellos que compartían la visión y la promovían activamente en su
realización; sin embargo los beneficios alcanzarían a la nación en su conjunto.

Según este autor este despertar de la liberal se forjó en el medio siglo siguiente en una batalla
entre la libertad “otras religiones rivales y hostiles” y ve entre estas el absolutismo como o el
ideal absoluto como su principal enemigo. “resistió el ideal absoluto, lucho con el sin tregua y
al final obtuvo una victoria permanente y sustancial” Croce pone como ejemplo las luchas en
las décadas del 20 30 (de Españoles, franceses y Belgas para lograr sus constituciones) y del 48.

Otros historiadores han preferido ver al liberalismo en un contexto histórico más completo ,
con una exploración más profunda de sus objetivos , con contenidos y asociaciones con una
clase o grupo determinado.

Valsechi adopta una posición intermedia; se lamenta de la moderna tendencia a identificar


excesivamente al liberalismo con los estrechos intereses de la burguesía, pero admite que el
liberalismo le provee a esta de la fórmula para compartir el poder político con la aristocracia,
mientras que al mismo tiempo le permite retener su supremacía sobre las demás clases
sociales y que la teoría liberal responde a las necesidades expansionistas del naciente
capitalismo.

Los historiadores Marxistas han visto tanto en el liberalismo político como en el económico
Laissez Faire, como la expresión directa de las necesidades de una clase media agresiva.

Como plantea Drozt, “La ascensión de la burguesía va sólidamente unida a una concepción del
mundo conocida como liberalismo, que en última instancia, es simplemente la expresión de
sus intereses políticos y económicos. Y muy lejos de ser universalista, sus objetivos están
claramente circunscriptos a restringir el Estado en su interferencia con las leyes naturales,
acabar con los privilegios, garantizar la igualdad ante la ley y extender la franquía de la
propiedad a todos los hombres”

Si bien en líneas generales comparte las ideas de Drozt, Hobssbawm plantea en su libro la era
de la revolución que no todos los teóricos del liberalismo que “no todos los teóricos del
liberalismo eran tan egoístas y clasistas como Constant” . Después de todo Bentham no había
fijado los límites del mayor número que debía comprender “la mayor Felicidad” ni los
franceses ni americanos habían rebajado los límites ni los alcances de los Derechos naturales
de los hombres en sus respectivas declaraciones. Ahora bien la declaración de Derechos
abiertas tuvo la enorme ventaja de estimular el soporte de los trabajadores y los campesinos a
la causa liberal de la clase media, pero una vez que la revolución había de concluir era el
momento de saldar cuentas. H se pregunta “ si el gobierno era realmente popular y la mayoría
realmente gobernaba ¿ Podría la mayoría de ese momento ser de la confianza de la
salvaguarda de una libertad, una razón y un desarrollo que era coincidente , como de hecho lo
eran con el programa de las clases medias liberales?” Con el señuelo de la democracia y con la
industrialización vinieron las clases trabajadoras y sus movimientos obreros. Entonces nos dice
H “Encarándose a este dilema y amenaza, la vieja ideología liberal perdió su súbdita confianza
y tras el último estallido revolucionario de inspiración liberal (revolución del 48) replegó sus
armas, adoptó posiciones de defensa de las minorías y se adato a un futuro más responsable,
conformista y abiertamente clase media “.

Los historiadores están generalmente de acuerdo en que Europa entre 1815 y 1850 fue testigo
de una continua lucha, de las nuevas fuerza políticas contra las antiguas. Liberalismo contra
absolutismo, clases medias contra la aristocracia y nacionalistas contra los ocupantes
extranjeros.

También han presentado la lucha como un desafío de la clase media a los gobiernos de Europa,
viejos y aristocráticos o Monárquicos y han sido descriptos como un paso importante en el
ascenso de la Burguesía.

Entre aquellos que fueron testigos de los acontecimientos, esto no significa una sorpresa. A
modo de Ejemplo Blanc, mirando hacia atrás desde la década del 40 miraba la historia de
Francia como la lucha lenta pero triunfante de los intereses de la clase media. Creía que
Napoleón había continuado el trabajo de la Asamblea Constituyente, “reforzando las bases de
la Revolución Burguesa, mientras que la Monarquía de Julio que siguió a la Revolución del 30
no era otra cosa que el “reino de la Burguesía”.

Engles en tanto, en sus artículos sobre Alemania, Italia y Austria, presenta a la Burguesía como
el principal contendiente y a menudo vencedor en la lucha por el poder político.

Otro historiador francés, Jaques Drozt v las nuevas características de la década del 30, como el
“establecimiento de la supremacía de la alta burguesía”, mientras cree también que el período
de 1815 a 1848 se caracterizó por el alza continua de la Burguesía” no solo en Francia sino
también de Europa en general.

Drozt puede ser considerado un historiador de izquierda, pero ese no es el caso de Bertier de
Sauvigny quien escribe acerca de los acontecimientos de 1830 lo siguiente “Así la burguesía
francesa, que tenía el monopolio de la riqueza y en gran medida el de la cultura intelectual, se
arrogó a sí misma el monopolio del poder político”
En Italia Valsechi escribe lo siguiente en relación a los acontecimientos del 20 y del 30 “Si la
revolución económica abrió el camino de la riqueza para la burguesía, la revolución política le
abrió el camino al poder.

Es en Inglaterra y en Estados Unidos donde tales formulas se han vuelto sospechosas.

Términos como la “Ascensión de la clase media” y “la caída de la aristocracia”, si bien


continúan siendo una forma común en los historiadores del continente y entre los
historiadores laboristas y marxistas ingleses, han recibido fuego crítico de colegas
conservadores.

Cobban plantea que los miembros de las Asambleas revolucionarias eran más típicamente
propietarios que de tierras que burgueses. Llega a albergar la duda de que el reinado de Luis
Felipe sea realmente burgués, al analizar el origen social de sus ministros concluye “Tales
hechos sugieren que la monarquía burguesa necesita algo más de investigación para poder
tomarla como tal”.

Kiston Clarke plantea que un similar mal uso del término clase media “no solamente son
agotadores y equívocos sino también confuso”, se pregunta quienes eran las clases medias? Y
concluye que no puede ser razonablemente aplicado a todos esos aristócratas y pequeña
burguesía que jugaron un papel tan conspicuo en la aprobación de las reformas Bill. Y plantea
que previó a 1832 no se puede hablar de dominio ya que después de las reformas, el
predominio del control político en las antiguas clases gobernantes, la nobleza y la pequeña
burguesía.

Las diferencias entre tradicionalista y revisionistas, si bien a primera vista existen diferencias
quizás no sean tan grandes. Tanto Cobban como Clark, a pesar de sus arremetidas contra el
mal uso de los términos de clase media y burguesía, entienden que su uso tiene razón de ser.
También los tradicionalistas sugieren que estos términos no son igualmente apropiados
aplicados a los rusos decembristas o a los liberales y nacionalistas como en Inglaterra o Francia
o Bélgica.

No podemos dejar de ver en este diferendo historiográfico hay más que una diferencia
semántica sino que hay un soterrado debate político.

“Cobban (Liberal conservador) plantea con mucha razón que la tradicional presentación de los
conflictos políticos en este período en términos de clase está influida por el Marxismo y que
muchos historiadores que no son marxistas y utilizan estos términos están influenciados por su
teoría.
Nacionalismo

La nación fue otro de los grandes gritos de unión en los comienzos del Siglo XIX. Tanto el
nacionalismo como el liberalismo, se desprendieron de las dos grandes revoluciones anteriores
pero más concretamente de la francesa

El liberalismo político y el nacionalismo reaccionan contra los principios absolutistas de la


Restauración. Por un lado, la burguesía, grupo social en expansión, no está dispuesta a
renunciar al poder político. Por otro, la Revolución Francesa y el Imperio napoleónico
despertaron la conciencia nacionalista de algunos estados europeos que tampoco están
dispuestos a acatar la artificialidad de las fronteras políticas impuestas por el Congreso de
Viena. Así, el liberalismo político y el nacionalismo se exacerban a partir de este Congreso, y
unas veces unidos y otros separado, abrirán una etapa revolucionaria en Europa a partir de
1820 que se enfrentará a los principios de la Restauración

Como plantea Rude “Fueron los franceses quienes en 1792 formularon con claridad el
principio de las fronteras naturales de la nación dentro de la cual la soberanía del pueblo
debería ser ejercida. También fueron los quienes con su ejemplo y con sus conquistas militares
durante el directorio y el imperio provocó un nuevo sentido de nación entre italianos,
españoles y alemanes; y esta consciencia nacional se magnificó, extendió y cargó de un nuevo
y emocional contenido en el siguiente período”

Como plantea Cobban, la nación- Estado “dejó de ser un simple hecho histórico para
convertirse en el sujeto de una teoría, pero al igual que con el liberalismo va a llevar tiempo
que los hombres se hicieran totalmente conscientes de la nueva fuerza que se desató y que el
término nación o nacionalismo entrara en la corriente del vocabulario político”

¿Qué características tiene el Nacionalismo en el siglo XIX?

Como plantea Serman “La idea de nación no se reduce ni a un significado cuantitativo y


geográfico como la de pueblo, ni a una noción sentimental como la de patria. Recubre una
realidad sociológica dinámica: la existencia de comunidades culturales llamadas ya sea
nacionalidades, ya sea etnias , dotadas de una conciencia clara o difusa de su originalidad y
que tienden a consagrar su especificidad y a gozar de su autonomía constituyéndose en
sociedades políticas bajo la egida de un estado particular para cada una de ellas. Ahora bien,
Estado y Nación están muy lejos de coincidir en 1815”

El historiador g. Weill comienza definiendo ante todo que es la nación y la define de la


siguiente manera “Una nación es un alma, un principio espiritual, constituido por la posición
en común de un rico legado de recuerdos y por el consentimiento muto y el deseo de vivir
juntos” y continua el autor planteando que la novedad del siglo XIX en el pensamiento y en la
vida de Europa era esa noción de nacionalidad que se desprende de la nación así concebida.
Plantea que una nacionalidad es un grupo humano que apuesta a formar una nación
autónoma o fundirse con otra por motivos de afinidad, a una nacionalidad para ser una Nación
solo le hace falta un Estado” y durante el siglo XIX se ha señalado cada vez más los contrastes
entre los “Estados de Nacionalidades pero no personalidades nacionales y los Estados Nación
propiamente dicho como Inglaterra, Francia.
Recordemos que el siglo XIX comienza con el siguiente panorama en cuanto a las divisiones
propuestas por el Congreso de Viena En la Europa de la primera mitad del siglo XIX nos
encontramos con la siguiente situación:

Dos nacionalidades divididas: Alemania e Italia.

Nueve nacionalidades sometidas a otras: Irlanda a Gran Bretaña, Noruega a Suecia, Bélgica a
Holanda, los ducados alemanes de Schlewig y Holstein a Dinamarca, y Finlandia, Estonia,
Letonia, Lituania y Polonia a Rusia.

Dos Estados multinacionales: El Imperio Austro-Húngaro, donde convivían alemanes,


húngaros, checos, polacos, eslovacos, eslovenos, croatas, serbios, rumanos e italianos.

El Imperio turco, bajo el cual se encontraban turcos, griegos, búlgaros, serbios, albaneses y
rumanos.

Este historiador plantea la existencia de dos conceptos o fundamentos distintos para el


término nacionalidad en el Siglo XIX

“La nacionalidad no se funda en Alemania sobre la misma base que en Francia. En cuanto a
Francia lo que justifica la existencia de la nación es la idea de los Derechos naturales del
Hombre y el Ciudadano y por consiguiente del contrato voluntario o del acuerdo espontaneo
único que puede unir a los hombres. –los pensadores alemanes ven en la nación un ser vivo,
que crece gracias a la acción incesante de una fuerza interior: ese espíritu popular que hace de
la nación una fuerza superior a los individuos, independiente de sus decisiones. Se manifiesta
por la lengua y las costumbres, por los relatos y los cantos populares.

La concepción francesa y alemana, pese a sus diferencias, van a poner de relieve lo que se va a
llamar nacionalidad”.

Plantea que a lo largo del siglo se verá por un lado como las ideas de los pueblos a valerse por
sí mismos se han fortalecido por el desarrollo del espíritu democrático y por el otro lado como
el racismo ha pretendido apoyarse en la antropología y como ha desembocado en el
nacionalismo “que es la perversión de las doctrina de las nacionalidades”.

Rude también plantea esta diferencia planteando que “existe un nacionalismo de una clase
más exclusiva, auto centrado y anti liberal, Que lejos de buscar inspiraciones en parís, lo hacía
exclusivamente dentro de los limites históricos de un país y de sus tradiciones folklóricas,
lingüísticas, políticas y religiosas”.

Ahora bien a comienzos del siglo XIX y en el contexto de 1815, la palabra nacionalidad tenía un
contenido impreciso y es justamente esta característica la que la hace popular ya que las
fuerzas en pugna la utilizan para sus intereses. Una ardiente lucha entre liberales y
conservadores se entablaba desde 1815. Los liberales invocaban el concepto de nacionalidad
en el sentido francés del termino (expresión de la voluntad general) imponiéndose tanto a los
reyes como a las antiguas clases dominantes nobles y clero. Para ellos la nación no es más que
la libertad y esta se logra solo con una constitución.
Mientras tanto los conservadores invocan este término para justificar en su nombre el
mantenimiento de las tradiciones políticas y religiosas, el mantenimiento de las clases
privilegiadas que le han permitido al soberano a fundar el Estado.

A esto hay que sumarle que En este período, Las lenguas (estimulada por la filología, la
burguesía que quiso que en cada país se hablara su lengua materna más la aparición de las
escuelas), el romanticismo (que tomaba todas las tradiciones populares y exaltaba el pasado y
hacia brotar la sensibilidad), la historia entonces en pleno desarrollo fueron importantes
aportes a la expansión de esta idea de “nacionalidad”.

Los historiadores plantean tres grandes períodos de desarrollo de la idea de nacionalismo


durante el siglo XIX.

Una primera de 1815 hasta 1848 en el cual el concepto de las nacionalidades es poco
conocido, el nacionalismo se confunde con el liberalismo. Como plantea Croce “la búsqueda de
la nacionalidad y el liberalismo son las dos caras de una misma moneda y están bajo la misma
religión de la libertad”.

El segundo período se inicia con la revolución de 1848, que aunque fracasan todos los intentos,
dejan profunda huella y lo que no habían podido hacer los pueblos sublevados lo realizarán los
gobiernos: la unidad Italiana y Alemana se llevarán a cabo.

Un tercer período será a partir de 1870, la situación en Europa parece estabilizarse, aunque en
la península de los Balcanes la situación se agudizan. La cuestión de austro hungria aparece
como muy compleja y los grandes imperios tanto Rusia como Alemania intentan influir sobre
ellos.

El movimiento de las nacionalidades se haría cada vez más fuerte desde mediados del XIX y no
tendría una clara solución hasta bien entrado el siglo XX. Entre 1850 y 1870 los dos casos más
notables del movimiento de las nacionalidades fueron los que llevaron a las unificaciones en
Estados-nación, en dos ámbitos donde el problema era la existencia denaciones divididas en
varios Estados: en Alemania y en Italia.

La Unificación Alemana.

Como en el caso de Italia, el proceso de la unidad alemana se caracteriza por unos factores
concretos que la realizan y completan: un reino y una dinastía, Prusia y los Hohenzollern; unas
clases sociales: los junkers prusianos y la burguesía industrial; un dirigente: Bismarck.

La primera fase de la unidad alemana se extiende entre 1815 y 1848, aunque ya antes, la
ocupación francesa había favorecido el desarrollo de una conciencia nacional aglutinada en
torno a Prusia. Tras el Congreso de Viena el territorio alemán se encontraba dividido en 39
Estados que componían la Confederación Germánica.

Durante la primera parte del siglo XIX Alemania va desarrollándose en todos los aspectos. En el
plano económico hay una expansión que se aprecia en todos los sectores, así como con el
crecimiento demográfico; en el desarrollo económico; en las primeras construcciones de
ferrocarriles, y con la organización de bancos y de sociedades.
El sentimiento nacional alemán había sido ya sostenido por intelectuales y políticos: se
escribieron dramas “nacionales”, como los de Shciller, y la cuestión nacional fue tratada por
filósofos como Arndt, Kleist o Fichte. La lengua y el pasado histórico comunes eran los
elementos esenciales del sentimiento nacionalista, todavía no había aparecido ningún
ingrediente racista.

Las revoluciones de 1830 tuvieron ya en las tierras alemanas un componente nacional


importante. Las universidades alemanas (Bonn, Jena, Heidelberg y Kiel) se convirtieron en
centros propagadores de las ideas liberales y nacionalistas al acoger a numerosos intelectuales
defensores de estas ideas.

En este movimiento nacional Austria, que disfruta de la preponderancia establecida en 1815,


va quedando lentamente desplazada, mientras que Prusia tomó la iniciativa a mediados del
siglo al actuar sus dirigentes y su burguesía, protestante e intelectual, a favor de la
consolidación política y del progreso socioeconómico con la aspiración a la unidad, e iniciando
un desarrollo económico que abarca varios aspectos: el comienzo de la industrialización en
regiones como el Ruhr, Silesia y Berlín, el incremento de los ferrocarriles, y especialmente con
la Unión Aduanera (Zollverein, 1834) que crea una zona de libre comercio entre los Estados
alemanes.

La segunda fase del proceso de la unidad alemana se extiende desde 1848 hasta 1862. Los
movimientos revolucionarios en Alemania se inician en marzo de 1848 y se extienden por
distintos Estados alemanes: Baviera, Baden, Hannover, Sajonia, la misma Prusia, conocieron
agitaciones revolucionarias, que consiguieron algunas concesiones y el establecimiento de
ministerios liberales. En mayo de 1848, se reúne el Parlamento de Francfort, integrado por
representantes elegidos de los distintos Estados alemanes, en su mayoría nacionalistas
liberales y demócratas, pero moderados, y muy divididos en sus posiciones políticas. Dos
opciones dividían a la opinión alemana ante la realización de la unidad: por un lado, los
partidarios de la “Gran Alemania” con la inclusión de Austria, y por otro, los de la “Pequeña
Alemania” sin Austria y bajo el predominio de Prusia.

Otras cuestiones planteadas eran si el nuevo Estado unificado sería autoritario o liberal,
censatario o democrático, centralizado o federal, imperio electivo o hereditario. A finales de
1848 era evidente la incapacidad del Parlamento tanto para organizar la unidad alemana,
como para imponer su autoridad general sobre los particularismos de los Estados alemanes.

En esta situación se producen unas nuevas oleadas revolucionarias, entre septiembre y


diciembre de 1848, que tienen una base popular, urbana y rural, y entre enero y mayo de
1849, de carácter democrático e incluso obrero, con influencia de Marx. El Parlamento quedó
totalmente desbordado y fracasado ante la presión revolucionaria por un lado, y la reacción
estatal por otro, siendo prácticamente disuelto en mayo de 1849.

Desde 1849 y hasta 1862, Alemania vive los años de la reacción en los que se da, entre la
sociedad alemana, un progreso económico y de desarrollo industrial. Si bien Austria sigue
representando la tradición, apoyándose en un cerrado conservadurismo, Prusia, por el
contrario, acierta a recoger las fuerzas dispersas, después de 1848, del liberalismo, el
nacionalismo y la unificación económica, para reordenarlas en su beneficio y, desprovistas de
sentido demócrata y socializante, orientarlas hacia la definitiva unidad alemana, que ella va a
dirigir con la adopción de las necesarias medidas.

En 1851-1852 se completa y consolida el Zollverein, base de la unidad económica; en 1861


sube al trono Guillermo I, quien nombra a Bismarck como canciller, con el que se inicia una
nueva fase en la historia alemana que lleva directamente a la realización de la unidad.

La tercera fase de este proceso se extiende desde 1862 hasta 1870, Bismarck, al frente del
gobierno prusiano, se dedica a un objetivo fundamental: realizar la unidad alemana en
beneficio de Prusia y con exclusión de Austria. Los medios inmediatos que va a utilizar son: la
formación de un ministerio fuerte que gobierna superando la crítica de la oposición liberal, la
perfecta reorganización de un ejército poderoso, la acción diplomática para garantizar la
neutralidad favorable a Prusia de Francia y Rusia, y conseguir el aislamiento diplomático de
Austria; finalidad inmediata de Bismark fue, igualmente, comprometer a Austria ante los ojos
de los alemanes para poder llegar a su exclusión de la Confederación Germánica, quedando
sólo Prusia al frente del Estado alemán unificado.

Todo este programa se realiza por medio de tres guerras sucesivas entre 1864 y 1871:

La guerra de los ducados (1864-65), de Prusia y Austria contra Dinamarca, que supuso la
incorporación de Shleswig-Holstein.

La guerra entre Austria y Prusia (1866), Bismarck consigue la neutralidad de Rusia, Francia e
Inglaterra y se alía con Italia, que está tratando de expulsar a los austriacos de Venecia, como
excusa para la guerra, Bismarck propone crear un Parlamento alemán elegido por sufragio
universal.

La propuesta es recibida por Austria como una provocación deliberada. Austria abandona las
negociaciones sobre el futuro de los ducados daneses. La respuesta prusiana consiste en la
ocupación militar del Holstein austriaco, lo que provocó la guerra entre Austria y Prusia. La
derrota austriaca fue fulminante, duró menos de un mes y se decidió en una sola batalla, en
Sadowa (1866).

Esta guerra tuvo como consecuencia la consolidación de Prusia como potencia predominante
dentro de Alemania y la exclusión definitiva de Austria de los asuntos alemanes.

A partir del último cuarto del siglo XIX el liberalismo y el nacionalismo se parapetan en el poder
y se convierten en ideologías cada vez más conservadoras que van a impulsar la carrera
imperialista; nuevas ideologías, de carácter obrero, el socialismo y el anarquismo, van a
recoger el testigo de la defensa de las ideas de libertad e igualdad, haciéndose eco, así, de las
aspiraciones de la cada vez más numerosa y concienciada clase trabajadora.

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