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Antropología rural Control de lectura

Mtra.: Verónica Garza Navejas Josué E. Villegas Chim

Pradilla Cobos, Emilio (2002). “Campo y ciudad en el capitalismo actual”, en Ciudades,


núm. 54, abril-junio.

El autor tiene como objetivo central de su texto retomar los debates abiertos en
las décadas de los sesentas y setentas sobre el mundo rural y los cambios que éste
enfrenta. Parte de su crítica-análisis trata de mermar el empirismo en el que según él han
caído los investigadores. Pradilla no niega los evidentes cambios que experimentan
formas tradicionales de vida como la rural, pero más que una nueva ruralidad se da una
desaparición del campesinado (p. 6) que se ve afectado por el capitalismo globalizado
en todo el mundo. Por otra parte, el mundo rural toma formas ambiguas, parciales, y
siempre cambiantes.
Según Pradilla son diferentes los factores externos que han obligado a
comunidades campesinas enteras a modificar sus formas de vida, así como la variación
de casos no reductibles ni mucho menos universales. En el debate sobre las nuevas
ruralidades son dos posturas las que, según Pradilla, se encontraban: la del continuo
folk-urbano, y, la ubicada en la corriente marxista. La primera mantiene la idea la visión
lineal y mecanicista que va de lo tradicional a lo moderno; el concepto de marginalidad
surgida de esta da cuenta de la superposición de una sociedad sobre otra, las más
desarrolladas sobre las que aún no lo están en términos discursivos de la filosofía
hegemónica capitalista.
En la segunda, en la cual se ubica Pradilla, sostiene que la migración campo-
ciudad ha llevado a “la destrucción de las formas productivas precapitalistas agrarias
debido a la penetración del capitalismo en el campo impulsada por la industrialización”
(p. 4). Pradilla expone extensamente una lista de desventajas estructurales que
desfavorecieron a sector agrario, por ende al campesinado. El proceso de
industrialización de la economía mexicana obligaba a modificar formas estructurales de
producción agraria. La apropiación violenta de tierras (robo), la falta de apoyo al
campo, la dura competencia del mercado agrario en expansión, la invasión de la mancha
urbana en zonas rurales, etc. son algunos de los principales factores que según Pradilla
orillaron a los campesinos a abandonar el campo e integrarse al sector trabajador en las
grandes ciudades. Sin embargo, las condiciones laborales no eran las mejores y más que
vivir estos migrantes trabajadores sobrevivían pobremente con sus salarios.
A pesar de esta supuesta crisis del capitalismo generalizada, han persistido
formas precapitalistas en un mundo dominado por la lógica neoliberal. Esto ya bien sea
porque algunas zonas en las que se asientan los campesinos son poco fértiles y carentes
de atractivo para el capital extranjero, o bien, porque dan cultivos intensivos que los
campesinos utilizan para complementar su economía proletaria. La migración humana
es un factor que siendo resultado de las políticas neoliberales, mantiene por un lado las
estructuras tradicionales de vida en los pueblos, pero son económicamente poco
productivas. Esto se debe a que la gran masa que migra a las ciudades o fuera del país
para trabajar está constituida por población joven, dejando a las personas mayores y de
la tercera edad en las poblaciones de origen.
Pradilla comenta que dicho estancamiento de la producción agraria obliga a
muchos campesinos a trabajar para el narcotráfico en cultivos de cocaína, amapola, y
marihuana para los consumidores noratlánticos. Las nuevas tecnologías, los alimentos

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transgénicos, el uso de pesticidas, y las semillas modificadas genéticamente alteran las
formas de vida del campesinado. Muchas veces el campesino ignora los efectos a largo
plazo de los químicos que utiliza en los cultivos, en sus alimentos, y medicamentos
afecta gravemente el crecimiento de sus economías locales. Por otro lado, el campesino
se convierte en consumidor de insumos producidos por las industrias, dejando de
producir por ellos mismos como antes acostumbraban a hacerlo.
La cercanía del campo con la ciudad no se da necesariamente física, ya que los
medios de transporte y de comunicación acortan las distancias. Pradilla nos dice que
según los casos, se da continuamente procesos de hibridación entre elementos del
campo y de las ciudades. Pero del otro lado de la balanza, tenemos algunos casos de
resistencia armada o pacífica de las comunidades hasta entonces no mencionadas en los
debates y que también trabajan del campo: los indígenas. La perspectiva de lo étnico
como herramienta de lucha cobra importancia tumbando de golpe la ideología marxista
mexicana de la necesaria conversión del campesino a proletario.
Pradilla hace interesantes conclusiones: (1) ubicar la situación actual del campo
sobre su tiempo y espacio respectivos. Esto tiene su justa razón cuando hablamos de
diferentes formas de percibir la situación tempo-espacial bajo lógicas no occidentales.
(2) Las continuidades y rupturas de la historia del capitalismo en América Latino y sus
diferentes niveles de impacto y respuestas de las culturas afectadas. (3) El problema de
la generalización de los casos estudiados y (4) de las particularidades. (5) Por último,
hace un llamado a la continua revisión de los paradigmas con los que se discute el
problema del cambio coyuntural en las sociedades campesinas, en el campo, en el sector
productivo agrario, y en las políticas que giran entorno a todo esto.
A manera de comentario sugiero que entre los muchos procesos y cambios que
se dan en las sociedades “tradicionales” debemos considerar lo siguiente: (1) el continuo
cambio de las estructuras sociales por diferentes medios tales como el contacto cultural
de un grupo humano con otro. Sin embargo, a pesar de que existen diferentes niveles de
visibilidad respecto de la modificación de estructuras es verdad también que todo esto
ocurre dentro del marco de relaciones asimétricas que generan desventajas para algunos.
(2) Por otro lado, quizá se da una re-proletarización del sector campesino de diferentes
maneras nunca antes previstas. En teoría, tenemos que revisar el concepto de proletario
ya que inclusive algunos grupos indígenas pueden ubicarse como proletarios que
manufacturan bienes culturales: la mercantilización de la cultura. El mundo rural tiene
diferentes rostros, entre ellos el de la industria turística; es decir, la cultura como
recurso susceptible de explotación (Yúdice).
A todo esto no sería justo no mencionar la práctica de la agricultura ecológica de
algunos campesinos y grupos indígenas en varias partes del mundo. Los cambios son
aparentemente irreversibles, pero la reacción de los grupos vulnerados ha sido
importante en las últimas décadas por lo menos para el caso de México. Con esto hablo
de la autoreivindicación etnopolítica y etnobotánica, un camino por el cual las armas no
toman partido. Quizá el punto se encuentre en continuar utilizando la dicotomía campo-
ciudad, sería a lo mejor más justo hablar de diferentes localidades con sus respectivas
particularidades. Desafortunadamente, las reglas del juego ya están definidas por la
lógica neoliberal; lo que resta es buscar el menor daño posible de las comunidades
campesinas, los grupos indígenas, los migrantes, y el sector proletario. La teorización de
las supuestas nuevas ruralidades debe ir acompañada de políticas aplicativas oportunas
y adecuadas donde participen gobierno, sociedad civil, sector privado, y sobre todo los
grupos “minoritarios” a beneficiar.

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