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Ensayo sobre

la CEPAL y el
Campesinado

Estudiante: Rodrigo Monje Pardo

Catedra: Sociología Rural

Docente: Rodolfo Galvez


La forma que vemos a nuestros campesinos dice mucho respecto de nuestra cultura, como
también de nuestro grado de educación, no solo formal y académica, sino también valórica.
Los campesinos, en un continente tan rural y precario como América Latina, son uno de los
grupos más numerosos e importantes de la región, con una historia profunda muy poco
conocida incluso por ellos mismos. Sin embargo, es preciso señalar que es este uno de los
grupos más afectados y azotados por el fantasma de la pobreza, la desigualdad y las injusticias
que lamentablemente están más que presentes en nuestro continente. Si bien es cierto la
precaria situación de varios campesinos en nuestros países, correcto es abordar esta temática
no solo desde un punto de vista superfluo, sino también de uno que nos atañe a los
profesionales de las ciencias de humanidades, y que tiene por misión entender el contexto en
que se desenvuelven los individuos que componen esta masa social que se caracteriza, regla
general, por vivir en sectores alejados de la ciudad, con contacto constante o no con esta
misma y sus respectivos habitantes. Sin embargo, conviene señalar la relación existente entre
el campesinado y las ciudades, que no es una simple conexión ligada a la compra de ciertos
productos, sino también obedece a fenómenos sociales y culturales que están más que
presentes en nuestra cultura; así también, sería conveniente señalar como nos liga un mundo
tan conocido como el industrial capitalista, para los que vivimos en ciudades, con otro que
pareciera ser profundamente distintivo, como el agrícola tradicional, y que sin duda tienen
más de una simple conexión histórica. No deja tampoco de ser importante determinar qué es
la esencia del “ser” campesino en una economía capitalista ¿Puede la antropología darnos
respuestas de esto, respecto de que es esa entidad abstracta llamada “campesinado”? ¿Qué es
esta idea llamada “reforma agraria”? ¿Qué es y cuál es la importancia tiene la economía
campesina tanto en nuestros días como en la historia? ¿Existen acaso solo dos visiones de
mundo irreconciliables de la vida en el campo y sus sistemas productivos? estas interrogantes
dicen relación con aspectos poco conocidos, pero desde un punto de vista cultural, muy
importante. Sin duda incógnitas dignas de analizar en base al informe de la CEPAL, de la cual
Raúl Prebish es miembro fundamental, el cual en algún momento fue conocido como el
“Keynes” latinoamericano. Abordaremos el presente ensayo haciendo referencia a los
enfoques y puntos abordados en el documento principal, el que va desde los distintos
enfoques hasta las luchas hoy persistentes en relación al tema estudiado.

¿Puede la antropología darnos respuestas respecto a lo que es el “campesinado”? La verdad es


que sí. Pero antes de abordar en la presente respuesta, es conveniente señalar que la
antropología, al ser el estudio del hombre dentro de determinadas comunidades, admite
múltiples visiones respecto del comportamiento del mismo, y en el caso de lo que conocemos
como campesinado, no escapa al hecho de emitir juicios respecto de este grupo social. La
antropología sostiene, y defiende, que el campesino se caracteriza por “sus actitudes, valores y
sistemas cognoscitivos” (Heynig, 1982, pág. 117). Para muchos estudiosos del tema, chocan
dos visiones respecto a este grupo social: muchos ven el campesinado un grupo conservador y
carente de movilidad revolucionaria, otro en tanto lo observan como un grupo de utilidad
revolucionaria para determinados fines. Más allá de la política, la antropología contemporánea
ve a los campesinos con un estilo de vida económico, social e incluso de personalidad bastante
parejo, en oposición otras formas básicas de agrupación como sociedades industriales o
primitivas, con independencia de su ubicación geográfica o de época. Esto quiere decir que el
campesinado comparte, pese a sus distancias entre países, características en común. Esto va
más allá de una mera definición técnica de lo que significa ser campesino. Por ejemplo, para
Kroeber, los campesinos constituyen sociedades decididamente rurales, aunque viven en
relación con los pueblos y ciudades con los que estos comercian. Tienen como característica
una falta de autonomía política y carencia de organización administrativa, aunque mantienen
dentro de su núcleo su identidad, integración y costumbres. Pese a lo anterior, son grupos con
una fuerte interdependencia con los grandes centros urbanos, lo que echa por tierra la teoría
de que los campesinos son grupos aislados y autosuficientes. En general, la antropología, hasta
los años 80, sostenía determinadas visiones sobre los campesinos que muchas veces podían
catalogarse de discriminadoras. Por ejemplo, se estimaba que los campesinos eran gente
inculta, tímida y poco ligada al progreso; lo que podría cambiar, según Foster, con el fomento
de la migración campo ciudad, a fin de cambiar los hábitos de ociosidad en la población
campesina; por otro lado, se consideraba a la población campesina como personas poco cultas
y carentes de oportunidades, que solo trabajaban para cubrir sus necesidades básicas sin
ambición para tener una vida mejor. La crítica, por parte de los autores, se centra en el hecho
de que se le ha dado una mala imagen por parte de ciertas corrientes de la antropología a los
campesinos, catalogándolos como gente poco talentosa e inteligente. Es en este caso que la
crítica de los autores es hacia ciertas posturas antropológicas y no hacia la antropología como
ciencia, que en última instancia determina y estudia los comportamientos de los campesinos,
que a nuestro parecer, explica ciertos comportamientos de sumisión que al menos vemos en el
campo chileno, donde la gente más adulta que en su juventud y adultez vivió en un país
agrícola como lo era Chile hasta hace ochenta años atrás, y donde la relación empleado peón
era una relación que marcó fuertemente la idiosincrasia chilena no sólo del siglo XX, sino de los
anteriores siglos, tanto en periodos pre y post independencia. Esta última observación la
sostenemos en los dichos de Redfield, quien sostiene que los campesinos son “una fuerza
conservadora al cambio social, un freno de la revolución” (Heynig, 1982, pág. 118).
Sostenemos que la antropología ha sido bastante poco generosa en su visión respecto del
campesinado, que si bien constituye una masa poco educada, no es tampoco regla general que
todos los individuos que la componen sean tal como los describen, puesto que a nuestro
parecer, siempre existirá la excepción.

¿Qué es eso del enfoque modernizante? El enfoque modernizante, básicamente, se sostiene


en la tesis de la existencia de una dicotomía existente entre dos sistemas productivos. Uno
moderno capitalista, ligado al mercado y a la maximización de utilidades; y el otro tradicional
agrícola, ligado a una vida ociosa y poco productiva, sin ánimo de lucro. Sin embargo, los
autores sostienen que pese a la diferencia existente entre estos dos sectores, ambos poseen
una relación de interdependencia, en la cual destacan dos hechos concretos: el campo brinda
mano de obra a la industria, así también alimento a los operadores y funcionarios de la misma.
Para los autores, esto va en desmedro de los campesinos y su producción, puesto que se ve
afectada esta misma por el avance del capitalismo industrial. Esto sin duda, llevado al plano
chileno de la primera mitad del siglo XX, se relaciona con los procesos de migración campo-
ciudad (Memoriachilena, 2018), en donde Chile dejó de lado su pasado agrícola y comenzó, no
exento de precariedades, su urbanización en gran parte del territorio. Sin embargo, los autores
señalan una opción de progreso para el desarrollo del sector tradicional agrícola, que
dependería básicamente del flujo de tecnología desde la industria capitalista a este. Esta idea
de desarrollo, de industrializar el campo, se basa en la idea que la pobreza y baja productividad
de los campos se debe a la falta de recursos y de capital. Sin embargo, el flujo de capital solo
genera mayor desigualdad entre pequeños campesinos sin enfoque capitalista respecto de
aquellos agricultores con ánimo de lucro. Siguiendo la lógica anterior, el capitalismo tendería a
disminuir la pobreza, pero a generar gran desigualdad entre individuos y desgaste de los suelos
productivos. Esta visión, con un marcado sello de carácter socialista, genera aversión por parte
de los pequeños agricultores al capital. En este contexto de análisis intelectual, nacen en la
década del sesenta y setenta los proyectos de reforma agraria, que buscan, por medio de la
redistribución igualitaria de tierras a campesinos, generar incentivos de productividad y
permitir a cada uno de los beneficiados progresar. Sin embargo, como comentan los autores y
la realidad de esta iniciativa, esta fue rechazada por las oligarquías dominantes y por tanto, se
perdió una oportunidad tremenda de desarrollo. El nuevo gobierno de Salvador Allende
continuó el proceso de reforma agraria, utilizando los instrumentos legales promulgados por el
anterior gobierno, con el fin de expropiar todos los latifundios y traspasarlos a la
administración estatal, cooperativas agrícolas o asentamientos campesinos. Este proceso
también estuvo acompañado de una gran efervescencia campesina que se expresó en la
ocupación o tomas masivas de predios, desatándose en el mundo rural un clima de violencia y
enfrentamiento. Al producirse el golpe de Estado, el 11 de septiembre de 1973, la Unidad
Popular había expropiado cerca de 4.400 predios agrícolas, que sumaban más de 6,4 millones
de hectáreas. El viejo orden latifundista que había prevalecido por más de 400 años había
llegado a su fin. En las dos décadas siguientes el modelo neoliberal irrumpió en el mundo rural,
produciéndose el traspaso de la tierra a nuevos capitalistas, quienes modernizaron la
producción agrícola y convirtieron en proletarios a los campesinos. Respecto al enfoque
marxista, quisiéramos señalar en un comienzo de que Marx consideraba a los campesinos
como “idiotas rurales” y “barbarie de la civilización”, lo que claramente demostraba un
desprecio tremendo por parte de este, hacia una clase que consideraba tanto capitalista (por
ser dueña de su tierra), como proletaria (por asalariada al depender de su trabajo). Lenin tenía
otra postura no tan repulsiva de lo que era el campesinado. Sin embargo, buscaba capitalizar
más aún el campo ruso, a fin de descomponerlo “vía farmer” (destrucción de la propiedad
terrateniente) a fin de crear en el campo las condiciones que permitirán la existencia de un
trabajo asalariado llevado a cabo por el proletariado. En vista de lo anterior, conviene señalar
una tesis poco conocida por estudiantes y agricultores. Nos referimos a la teoría económica de
Chayanov, ligada al mundo campesino. Chayanov fue opositor a Lenin durante la primera parte
de la revolución bolchevique, en cuanto sostenía que las tierras del campesinado debían ser
administradas por ligas de campesinos y no por el Estado en su totalidad. Chayanov
desapareció en 1930 a causa de persecuciones en su contra por parte de Stalin. La teoría
económica de Chayanov abordaba el concepto de economía campesina, el cual decía relación
con que la actividad productiva agrícola era una forma de producción no capitalista, por tanto,
no susceptible de apropiación estatal. Esta economía se caracterizaba por ser explotada por el
grupo familiar, con el solo propósito de sostener las necesidades básicas del núcleo y sin afán
de lucro. La motivación personal, contrapuesta al hombre económico capitalista occidental, no
era más que satisfacer necesidades básicas y no maximizar ganancias. Este sistema, para
Chayanov, estaba al mismo nivel del capitalismo, el feudalismo o el esclavismo. Los elementos
fundamentales de esta teoría son el núcleo familiar, su trabajo y la motivación personal. Al ser
entonces, la economía campesina ajena al capitalismo, puede sobrevivir en este sin mayor
complicación. Esta teoría, que más que nada se refiere a la productividad tradicional como un
sistema de producción a parte, tiene sus cuestionamientos por ser vista como imprecisa y
simplista, sin embargo, explica en cierta manera la realidad de la economía campesina, incluso
en América. La tesis que confirma lo anterior es la existencia en nuestro continente de
“chayanovistas” (campesinitas) contra “leninistas” (descampesinistas), en cuanto estos últimos
buscan la destrucción del capitalismo por medio de la expropiación de las tierras campesinas, y
los primeros, buscan la permanencia de esta aun en una economía industrial capitalista,
puesto que su objetivo es la supervivencia y no la competencia.
En conclusión, y abstrayendo lo anteriormente expuesto, sostenemos que el campesinado,
denostado incluso por aquellos que dicen representarlos, tiene una visión de progreso y
desarrollo muy distinta de la que subyace dentro de la masa de población que nace en
ciudades con desarrollo capitalista, puesto que en las últimas el objetivo es el ahorro y la
máxima generación de utilidades para poder sobrevivir y llevar una vida placentera, en el
campo el foco del trabajo tiene por finalidad suplir necesidades básicas de forma austera y
poca ambiciosa, lo que está sin duda arraigado a una cultura exenta al parecer del ánimo de
lucro y el materialismo.

Bibliografía
Heynig, K. (1982). Principales enfoques sobre la economía campesina. Revista CEPAL, 115-142.

Memoriachilena. (2018). Migración campo ciudad (1885-1952). Obtenido de Memoria Chilena:


Biblioteca Nacional de Chile: http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-
750.html

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