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El vapeo que nos confunde: oportunidades y amenazas del cigarrillo

electrónico
Adaptación
Vapear es otra forma de fumar, otro hábito. Es la acción de inhalar un líquido
vaporizado mediante el uso de un dispositivo electrónico: cigarrillo, pipa, entre
otros. Sin embargo, el cigarrillo electrónico es el prototipo más común de los
sistemas electrónicos de administración de nicotina (OMS, 2014). Su mecanismo
consiste en liberar nicotina mediante un proceso de calentamiento eléctrico que
emite vapor de nicotina junto con otros componentes.
Comúnmente, estos aparatos constan de unas pequeñas baterías recargables, un
atomizador y un depósito o cartucho con el líquido que se convertirá en vapor. A
este líquido de agua destilada se le añade nicotina (las concentraciones oscilan
desde 0 a 36 mg/ml), aditivos que le dan aroma y sabor (menta, frutas, canela,
chocolate, regaliz, etc.), además de otros excipientes como el polietinelglicol o la
glicerina vegetal y el propilenglicol, que ayudan a mantener la humedad de los
cigarrillos (Burstyn, 2014). Algunos estudios señalan que el propilenglicol
inhalado de manera prolongada causa irritación en los ojos, la garganta y las vías
áreas. En el vapor que generan los cigarrillos electrónicos se han detectado
sustancias como el formaldehído, acetaldehído y acroleínas, existentes también en
los cigarrillos convencionales, aunque en menor proporción, así como otros
metales pesados (plomo, níquel y cromo), que pueden implicar un riesgo para la
salud (Jiménez Ruiz et ál., 2014). Durante el vapeo se emiten sustancias al
ambiente, cuyo nivel de toxicidad no está claramente determinado, lo que supone
un riesgo potencial para las personas que de forma involuntaria se exponen al
vapor de los cigarrillos (Pearson, Richardson, Niaura, Vallone, Abrams, 2012).
La toxicidad de los cigarrillos electrónicos en comparación con la del tabaco ha
sido investigada por Vardavas, Anagnostopoulos, Kougias, Evangelopoulou,
Connolly y Behrakis (2012). Estos autores estudiaron en fumadores adultos sanos
el impacto que sobre la función pulmonar y el nivel de ácido nítrico exhalado tenía
fumar un cigarrillo electrónico ab libitum durante 5 minutos, observando que los
efectos fisiológicos adversos a corto plazo de fumar un cigarrillo electrónico son
similares a algunos de los efectos encontrados con el tabaco. Sin embargo, como los
investigadores mencionan, se desconocen todavía sus efectos a largo plazo sobre la
salud, los cuales podrían ser potencialmente adversos.
Cabe señalar que las variaciones en la ingeniería de los cigarrillos electrónicos y la
forma en que se usan pueden llevar a que el fumador inhale diferentes cantidades
de nicotina y, por lo tanto, exponerse a diversos riesgos potenciales. Por otra parte,
uno de los aspectos controvertidos respecto a la toxicidad de los cigarrillos
electrónicos, debido a su corta trayectoria en el mercado y su rápida evolución, es
la estandarización y regulación de su comercialización y consumo. La
heterogeneidad existente de estos productos y su falta de control ha suscitado
numerosas intervenciones y subraya la necesidad de que se establezcan
normativas que regulen las características de los cigarrillos electrónicos para
proteger la salud.
Otra de las cuestiones que han generado inquietudes respecto al uso de los
cigarrillos electrónicos es su capacidad para desarrollar adicción a la nicotina en
personas no fumadoras o exfumadoras. En este sentido, la OMS ha puesto de
manifiesto en reiteradas ocasiones que el uso de cigarrillos electrónicos podría
provocar la adicción o recaída en ella.

Al mismo tiempo, la mercadotecnia que desarrollan las empresas que fabrican los
cigarrillos electrónicos, aunque suele estar dirigida a las personas fumadoras,
provoca que las características de algunos de los productos que elaboran resulten
atractivas para las personas no fumadoras y, muy especialmente, para los jóvenes.
Según las observaciones registradas en una encuesta en la que participaron 1175
escolares, las tres principales razones por las que los adolescentes experimentan
con el cigarrillo electrónico son la curiosidad (54,4 %), los sabores (43,8 %) y las
influencias de otros compañeros/as (31,6 %). Para los jóvenes, además, los
cigarrillos electrónicos se están convirtiendo en un símbolo de rebelión y
sofisticación, atributos que favorecen su popularidad (Grana, 2013). La opinión de
muchos adolescentes es que este tipo de cigarrillo es menos tóxico que el tabaco y
ayuda a dejar de fumar (Choi y Forster, 2014). De hecho, los últimos datos de la
OMS (2014) muestran que la utilización de los cigarrillos electrónicos, en los
adolescentes se ha duplicado entre 2008 y 2012.
La inhalación de nicotina por medio de los cigarrillos electrónicos puede producir
alteraciones importantes en el desarrollo cerebral de los adolescentes, así como
facilitar la dependencia a la nicotina. La edad de exposición influye notablemente
en las acciones neurobiológicas de esta sustancia psicoactiva y su consumo en
edades tempranas favorece la vulnerabilidad a la adicción (Dwyer, McQuown,
Leslie, 2009). Además, la nicotina ejerce una potente acción con efectos
neurotóxicos sobre el desarrollo cerebral cuando se administra en etapas
evolutivas críticas (Carrasco, 2013).

A pesar de su corta historia, su éxito comercial es impactante y constituye un


mercado emergente de considerables dimensiones, como lo refleja el hecho de que
desde 2005 la producción de cigarrillos electrónicos ha pasado de depender de una
sola empresa, en China, a ser un negocio global (al que la industria tabaquera se
está incorporando), con un total de 466 marcas y un volumen de negocio estimado
de 3000 millones de dólares.
En definitiva, la moda del vapeo encierra potenciales riesgos para la salud humana,
especialmente, para el grupo más vulnerable: los adolescentes. Entonces, se hace
imprescindible revisar la normativa de promoción y venta del cigarrillo
electrónico. Por lo pronto, en Ecuador su uso debe someterse a la misma
legislación que la del consumo de tabaco.

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