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Fran~ois Hartog

REG(MENES DE HISTORICIDAD
Presentismo y experiencias del tiempo

lA: ..... e
UNIVERS1DAD
IBEROAMERICANA
aUDAD DE MDK:o

OapAKrAMBNTO Da HISTORIA
Título original
Rtgim~s d'historicité. Présentism~ ~t expéri~nc~s du te
Éditions du Seuil. Paris. 2003 mps
ISBN 2-02-059328-9

UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA
BIBUOTECA FRANCISCO XAVIER CLAVIGERO

Hartog. Francois

Regímenes de historicidad: presenrismo y experiencias


del tiempo

l. Historiografla. 2. Historia - Filosoña.


3. TIempo - Historia. Lt.

D 13 H3718.2007

Dis~ño de la portada: Ana Elena Pérez y Miguel


Traducción: Norma Durán y Pablo Avilés
Gar~
Revisión técnica: Alfonso Mendiola

la. edición en español. 2007

D.R @ Universidad Iberoamericana. A.c.


Prol. Paseo de la Reforma 880
Col. Lomas de Santa Fe
01219 México. D.E
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. . mednko. ~co. eIec:u6 :.....
C*IqaIcr oao,l1n el pennl80 ~
ORDENES DEL TIEMPO, REGfMENES DE HISTORICIDAD

Nadie duda de que existe un orden del tiempo o. mejor dicho. órdenes que
han variado de acuerdo con los lugares y los tiempos. En todo caso. se trata de
6rdenes tan imperiosos que nos sometemos a ellos sin siquiera darnos cuenta:
sin querer, e incluso no queriéndolo. sin saberlo o a sabiendas, de tan obvios
que resultan; órdenes contra los que choca quien intenta contradecirlos. En
efecto. las relaciones que una sociedad mantiene con el tiempo parecen estar
poco sujetas a discusión y resultar apenas negociables. En la palabra orden
caben de inmediato la sucesión yel mandato: los tiempos. en plural. quieren
o no quieren; los tiempos hacm labor de venganza también, restablecen un or-
den que se ha perturbado, hacen labor de justicia. Asimismo. decir orden del
tiempo arroja de entrada nuevas luces sobre una expresión que puede parecer
enigmática en un principio: regímenes de historicidad.
En los albores del siglo v antes de nuesrra era, el filósofo griego Anaxi-
mandro recurría ya a la primera expresión, precisamente para indicar que "las
cosas que son se hacen mutuamente justicia y reparan sus injusticias según el
orden del tiempo".1 Para Herodoto, la historia. en el fondo, era el intervalo
-medido en generaciones- que transcurría entre una injusticia y su ven-
ganza o su reparación. Al indagar de alguna manera en torno a los plazos de la
venganza divina. el historiador es entonces aquel que. gracias a su saber. puede
atar y hacer ver los dos cabos de la cadena. Tal es. enefeetó. el significado de
la historia del rey Creso, quien al pasar de la dicha al infortunio. paga con

1 Anaximandro. Fragmmt, B. 1: "Aquello de donde procede la generación para las cosas

que son es también aquello hacia lo que retornan, como efecto de la destrucción según la
necesidad; pues se hacen justicia mutuamente y reparan sus injusticias según el orden del
tiempo (kal4:l toN chronou laXin)". Véase L~J p"Jocrat;qu~J. editado por Jean-Paul Demom.
Biblio.heque de la Pléiade. París. Gallim..d, 1988, p. 39.

19
FRAH~OISHART()(j

cuatro generaciones de retraso la culpa de su antepasado Gi~es. .Em.p~ro, no


2

habremos de explorar aquí la pista de los nexos entre hlstona y Justicia.


E! ordm d~! ti~mpo remite además a L 'ordr~ du discours (E! ordm tÚ!
discurso) de Michel Foucault, breve texto programático del cual deriva su
lección inaugural para el Co!lig~ tÚ Franc~ en 1971 y que podemos leer como
una invitación a reRexionar, a proseguir el trabajo en otras partes, de otras
maneras, con otras pregunras: 3 hacer, en el caso del tiempo, lo que Foucault
inició en el caso del discurso, ver en ello al menos una fuente de inspiración.
El ortÚn tÚ! ti~mpo, finalmente, es también el título del libro fundamental
que el historiador Krzyszstof Pomian dedicó al tiempo: una historia del
"tiempo mismo", puntualizaba el autor, "abordada desde una perspectiva
enciclopédica", o bien una historia "filosófica" del tiempo.'
En la actualidad, el tiempo se ha convertido en tema central de di-
versas preocupaciones. Así lo demuestran los libros, los números especiales
de revistas, los coloquios que han surgido por doquier. La literatura analiza
asimismo el asunto, a su manera. ¡"Crisis del tiempo", han diagnosticado
de inmediato los sabelotodo del pensamiento! Por supuesto, ¿y luego? En el
mejor de los casos, la etiqueta significa: "¡Cuidado! Aquí hay un problema".~

, C..herine Darbo-Peschanski, Ú Jiscrllll'1 tI# putierJin. EsstU sur I'mt¡uiu hboJoúmM,


París, Seuil, 1987, pp. 72-4. Acerca de c.ao,
véaae Fran~is Hanog, "Myth inro Logos: me
Case ofCroesus', From Mylh 10 Reason, Stuáin in lb. DnJ</opmml o/Gr..1r 1houghl, <d. R.
Buxron, Oxford, Oxford Universiry Prcss, 1999, pp. 185-95.
, Michel Foucault, L 'ord... du discoun, París, Gallimard, 1971. [El ordm tÚI Jistum>,
Barcelona, Tusquers, 1987).
4 Krzysztof Pomian, L 'ord... du "mps, París, Gallimard, 1984. p. xii. [El ordm tÚI timJpo.
Madrid. Jucar. 1989). Vbse también. del mismo autor, -La crise de I'avenir", Le DIINu. 7,
1980. pp. 5-17. publicado de nuevo en Sur /'histoi.... París, Gallimard. 1999, pp. 233-62.
5 Recientemente se han desarrollado múltiples reHexiones, efectuadas a partir de dlvenu
áreas disciplinarias pero siempre marcadas por el afán de obtener un alcance más genenl.
Véanse por ejemplo Roger Sue. umps ~l orrJ" social, París, PUF, 1994; Norben Elias, Du
T.mps, Ir. al francl!s por M. Hulin, Par!s, Fayard, 1996: [Sob....1ti.mpo, México, PCB, 2004],
las reHexiones de Paul Virilio, a lo largo de varios libros en los últimos quince afias; Horst
GÜnmer. ú umps tÚ l'histo;..., Ir. al francl!s por O. Mannoni. París, Éditions de la M'H, 1995;
Jean Chesneaux. Hab;ur " umps, Pass', prlsmt, jütur: "'Iuis" d'un di4/ol"' pouib", Parla.
Bayard.1996; Jean Leduc, ús historims " "umps. París, Seuil, 1999; Zaki Laídi, ú ut= ti..
prlsml, Par!•• Fiammarion, 2000; Jean-Nool Jeanneney, L 'HislOi... va-t-./k plus viu!VarúuioN
sur Ult Wl'tigr, Parls, Gallimard. 200 1; Lothar Baler, Pas "umps. Trrlitl sur l'acc'lbruiolt. tr. al
francél por M. H. Daart YPo Krauu. Aries. Acres Sud. 2002; Étienne Klein. en Ln tMtiifUI
M a...-, Parla. Flammaríon. 2003. tras haber mostrado que seguimos hablando del tiempo
"pnctleamente de la mloma manera que antes de Galileo", y tras haber demostrodo que •
Iüic:a moclema y el tiempo adn íntimamente ligados. conclu)'" con un acento mú ep1c:Ww,
invitando allcctor ". fianc del favor del momento. del IWros".

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RE6IMf.NESOEHISTORICIDAD

La obra de Paul Ricreur. iniciada con Temps et récit (Tiempo y narración.


1983) y concluida con La mémoire, J'histoire, l'o"bli (La memoria, la historia.
el olvido. 2000). puede resulcar útil para enmarcar el periodo en cuestión. ya
que nos muestra a un filósofo que siempre buscó ser contemporáne~ de sus
contemporáneos. llevado en un principio a meditar acerca de las aporlas de la
experiencia. y después preocupado por "una política. de la justa memori~". Ri-
creur ha señalado cómo, a! establecer un contacto directo entre la experienCia
tempota! y la operación natrativa. Temps et récit dejaba de lado la memoria.
El autor intentó colmat esa laguna. precisamente. con su segundo libro. en
el que exploraba "los niveles intermedios" entre tiempo y narración. 6 Pasó así
de la cuestión de la vetdad de la historia a la de la fidelidad de la memoria.
sin renunciar a ninguna de las dos.
Poco tiempo antes, Michel de Ceneau apuntaba ya en una sola frase. dicha
como al pasar. que "sin duda la objetivación del pasado, desde hace tres siglos,
había convertido al tiempo en lo impensado de una disciplina que no dejaba
de utilizarlo como un instrumento taxonómico".7 Ese señalamiento constituía
una invitación a reflexionar; estas páginas constituyen un intento por respon-
der a ese llamado, paniendo de una interrogación acerca de nuestro presente.

LAs BRECHAS

El curso de la historia reciente. marcado de manera simultánea por la caída


de! Muro de Berlín en 1989, por e! desvanecimiento de la idea comunista
basada en el porvenir de la Revolución y por e! ascenso de múltiples funda-
mentalismos, ha trastocado. pertutbado de manera brutal y duradera nuestra
relación con e! tiempo. 8 Aquí y allá, e! orden de! tiempo se ha puesto en
tela de juicio. En su calidad de mezclas de arcaísmo y de modernidad, los
fenómenos fundarnentalistas resultan de manera parcia! de una crisis del
porvenir, mientras que las tradiciones hacia las cuales vuelven la mirada en
un afán por responder a las desdichas del presente - a falta de esbozar una

6 Paul Rlcoeur, La mlmol...: l'hImJI.... l"uhlJ. Parla. Seull. 2000, p. 1. [La _orill, 14
hisroria, elolvitJo. Buenos Aires. I'CJ!, 2004). V~ lambil!n. del mismo autor. "M~moirc:
approchcs historiennes, approche philosophique". Le D/bat. 122.2002. pp. 42-4.
7 Michd de Certeau, Hlstoi... rt psychltnlt/ysr en.... sdenrr et firtlon, París. Gallimatd.
1987. p. 89 [Hlstorill, psicoltmi/isls en.... denda, firddn. nueva <d.• revisada y aumentada.
Máicom Via-Depanamemo de HistoriallTESO. 20031. y véase Jean Lcduc. Ln hlstwinss rt
14...• op. rlt.
• V60nac KrzysztofPomian, "La erile de ('avenir". ano cit.• pp. 233-62, Y Man:eI Gauchet.
úttlñtt«"lIiu"".... elú-mhne. Par/s. Gallimatd. 2002. pp. 345-59.

21
FRAN~OIS HARTOCi

perspectiva a futuro- son ampliamente «inventadas". 9 En tales condiciones.


¿cómo arricular pasado. presente y futuro? La historia, escribía Franc;:ois Furet
en 1995. se ha vuelco a convertir en

ese túnel en d que el hombre se imerna a obscuras, sin saber a dónde lo conducirán
sus acciones. sin ccrrcz.as sobre su destino. desposeído de la ilusoria seguridad de una
ciencia de lo que hace. Privado de Dios. d individuo democrático ve temblar en este fin
de siglo las bases de la divinidad historia: angustia que deberá conjurar. A esa amenaza
de la incenidumbre se añade, a su entender, el escándalo de un porvenir cerrado. 10

Sin embargo. en el caso del mundo europeo ya se habían abicno,


desde mucho tiempo antes. hondas fallas: algunas en la era inmediatamente
poseerior a la Primera Guerra Mundial, y otras más después de 1945, aunque
de manera diferenee. Paul Valéry fue buen sismógrafo de las primeras: por
ejemplo, cuando en 1919 evocaba "al Hamlec europeo", mirando "sobre
una inmensa terraza de Elsinore" "millones de espectros, "cavilando sobre
el fastidio de volver a comenzar el pasado, sobre la locura de querer innovar
siempre. Se tambaJea entre los dos abismos". O bien, de manera aun más
precisa, cuando definía, en una conferencia dictada en 1933, la experiencia
de ruptura de la continuidad, que confiere a todos y cada uno de los hombres
la sensación de pertenecer "a dos eras": "Por un lado -proseguía el autor-,
un pasado que no se ha abolido ni olvidado, pero un pasado del que no
podemos extraer prácticamente nada que nos oriente en el presente y nos
brinde la oporcunidad de imaginar el futuro. Por el otro, un porvenir sin la
menor figura".ll Así, un tiempo des~rientado, situado entre dos abismos o
entre dos "as, del que el aueor de Regareis sur le monde actuel (Miradas sobre el
mundo actual) había vivido la experiencia, sobre la cual no cesaba de volver.
También Franz Rosenzweig, Walcer Benjamin y Gershom Sholem podrían
dar tesrimonio de una experiencia análoga, quienes, en la Alemania de los
años veinte, buscan una nueva visión de la historia, repudian la continuidad
yel progreso a favor de las continuidades y de las rupeuras. 12

9 En el sentido en que se le da al término en l1u Inllmtion of1radition, editado por E.


Hobsbawm y T. Ranger, Cambridge, Cambridge University Press, 1983.
10 Fran~ois Furet, Le pasJI d'une i/lulion. EIJai Jur i'idü communúte au xX si;ck, París.

Laff~~t. Calmann-Uvy: 1995: p. ~~8. [El pasado de una ilusión, Madrid, fCE. 1995].
PauJ VaJby. Essau quas, po/'t'queJ, CEuvreJ 1, Bibliotheque de la Pléiade, París. GaUi-
mard. 1~57,.p, 993 (carta que primero apareció en inglés en 1919) y p. 1063 (conferencia
en. la universIdad de los AnaJes. 1935). En 1932 retomaba. en una conferencia que dio con el
mls~o enfoque, su diagn~stico de 1?~9 ~obre el desarrollo del Hamlet europeo.
1993, :.ti hane
Moses, L~ngt! tk J'hulO,rr. ROJmzUJt!ig, Bmjamin. Schokm, París. Bdfond.

22
REG[MENESDEHISTORIClDAD

En Le monded'hier (El mundo de ayer), autobiografía redactada antes de


su suicidio en 1942, Stef.,n Zweig deseaba también dar fe de aquellas rupturas:
"( ...]entre nuestro hoy, nuestrO ayer y nuestro antier, todos los puentes están
ror05".13 No obstante, en 1946, en un edicorial cuyo título resulra elocuente
_l'Face au vene" (Cara aL viento)-, Lucien Febvre invitaba a los lectores
de la revista Annales a "hacer historia", a sabiendas de que se estaba. a parrir
de enconces, en un mundo "en condiciones de inestabilidad definitiva"; un
mundo lleno de ruinas, pero en el que había "mucho más que las ruinas, y.
más grave aún, una prodigiosa aceleración de la velocidad que hace chocar
los condnenres, abolir los océanos. suprimir los desiertos. poner en contacto
brusco a los grupos humanos cargados de electricidades contrarias", Lo ur-
gente. pues de otra manera no se comprenderá nada el mundo mundializado
de mañana, ya de hoy. era mirar, no hacia atrás. esto es. lo que acababa de su-
ceder, sino hacia delante, o mejor dicho, por adelante. "Terminado el mundo
de ayer. Todo desaparecido. Si tenemos un oportunidad de sacar algo de él
-nosotros franceses- es comptendiendo, más tápido y mejor que los otros,
esta vetdad evidente. Soltemos las ruinas. Al agua, yo se lo digo, nademos a
tierra firme". Explicar "el mundo al mundo", responder a las preguntas que se
le plantean al hombre de hoy, ésa es la tarea del historiador que hace frente al
viento, No se trata de hacer tabla rasa del pasado, sino de "comprender bien
en qué difiere el presente", 14 En qué consiste ser pasado. Contenido, tono.
ritmo, la totalidad de las páginas de este manifiesto sugiere al lectot que el
tiempo urge y que el presente manda. 15
Desde los años 1950, Hannah Arendt demosttó set una observadora
perspicaz de las roturas del tiempo, pOt más que ese aspecto de su trabajo
no haya llamado mucho la atención en aquel entonces. "Nuestro legado no
va antecedido por ningún testamento", había escrito el poeta René Char
en Feuillets d'Hypnos, antología poética publicada en 1946. Mediante ese
aforismo, d autor intentaba dar cuenta de la extraña experiencia de la Re-
sistencia. la captaba como un tiempo intermedio. un entre-dos. durante el
cual un "tesoro" se había descubierto y sostenido en mano un breve instante,
pero un tesoro que nadie sabía nombrar ni transmitir. Según el vocabulario
de Acendr, el reSOro en cuesti6n consistía en la capacidad para instaurar "un

J) V¿ase Stef;¡n Zweig, ú monm ¿'hi,r. Souwnirs ¿'un Europlm u al fi d S


N.¿melL, París, Bdfond, 1993, p. 9. .' ran s por .
, ¡.& Lucíen "ebvre, 'Tace au Vento Manifene des Annales Nouvdles", en Combats r
~~~~~r', Polf(S, ArmanJ Colin, 1992, p. 35, fCombntn por la historia, Barcdona. k7~,

'Ib,d, pp. 3~. 40 Y 41

23
FRAN~OtsHARTOG

mundo común" .16 En el momento mismo de la Liberación de Europa, los


resistentes no pudieron redactar un "restamenco" en el que h~brían consig~ado
las maneras de preservar e incluso, en la medida de lo posible, de ampltar el
espacio público que habían empezado a crear y en el que "la libertad podía
aparecer". Ahora bien, desde el punco de vista del tiempo, el testamento, en
la medida en que indica al heredero lo que habrá de ser legitimamente suyo,
"asigna un pasado al porvenir".I?
Al recurrir a la fórmula de Char como frase inicial de Betlmen PaJI and
Future (título más preciso que su traducción francesa La crise de la culture),
Arendt introducía el concepro de "brecha (gap) entre el pasado y el futuro",
en [Orno al cual se organizaba el libro, caracterizándolo como un "cxtraño
interregno en el tiempo histórico, en el que se cobra conciencia de un intervalo
en el tiempo que está totalmente determinado por cosas quc ya no cxisten
y por cosas que [Odavía no existen".18 El tiempo histórico parecía entonces
haberse detenido. Por otra parte. su estudio pionero en torno a Los orígenes
tÚl totalitarismo había llevado a la autora a la conclusión de que "la estructura
íntima de la cultura occidental. incluidas sus creencias. se había desplomado
sobre nuestras cabezas". en especial el concepto moderno de historia, basado
en la noción de proceso. 19 Una vez más. estamos ante una experiencia de
tiempo desorientado.
En 1968 recorrió al mundo occidental yoccidentalizado un espasmo
que, entre otras cosas, traducía un cuestionamiento dd progreso capitalista;
dicho de otra manera, puso en duda el tiempo mismo como progreso, como
vector en si de un progreso a punto de trastocar el presente. Para delimitar
ese momento, las palabras de filia o de brecha llegan de la pluma de los ob-
servadores, aun si a ellos no les es extraño señalar que son omnipresenres las
imágenes romadas a las gloriosas revoluciones del pasado. 20 Los jóvenes rebeldes
de entonces, nacidos en su mayoría después de 1940. podían -al menos en
Francia- tomar como referencia tanto las altas figuras de la Resistencia como
las ensenanzas del Pequeño libro rojo del presidente Mao y las lecciones de los
comunistas vietnamiras. que habían derrocado a la antigua potencia colonial

16 Rene!: Char, Feuillets d'HypnoJ, 62, CEuv"J comp/;w, París. GaJlimard, 1983 (Biblio-
rheque de la Pléiadc), p. 190. Estas notas, escritas entre 1943 y 1944, fueron dedicadas a
AJben Camus.
17 Véase Étienne Tassin, Le trisar perdu, Hannah A"ntil n1lulJigmce tÚ l'action poütiqw,
París, Payar y Rivages. 1999. p. 32.
:: V~ Hannah Arendt, lA crisetÚJa CUilU", París. Gallimard. 1972, pp. 13 Y 14.
¡biJ., p. 19.
20 Véase: H~nnah Arendr~ Us origines tiu lolalilansme, París, Gallimard, 2002 (Quano),
p. 867. {Los ongmes tÚl lOlalzlarmno, Madrid, Alianza, 2006].

24
REGIMENESDE HISTORtCIOAD

en Dien Bien Phu y que pronto habrían de vencer a Norreamérica. En su más


reciente novela, Olivier Rolin pone en boca de su narrador las siguientes pala-
bras, dirigidas a su joven inrer/oculOra: "De allí [los años 1940-1945), de ese
desastre enorme. vienes tú, mujercita: sin haber participado en él. Tu generación
nació de un acontecimiento que no conoció".21 Por un momento, la crisis de
los años setenta (principalmente petrolera) pareció consolidar semejante per-
cepción. ¡AJgunos llegaron a jactarse del "crecimiento cero"! Acababan apenas
de terminar los treinta años florecientes de la posguerra, conocidos en Francia
como los TT~nu GlorÜus~s. años de reconstrucción, de veloz modernización,
de carrera en pos del progreso enue el Este y el Oeste, con la Guerra Fría y la
aparición de la disuasión nuclear como telón de fondo.
Muy pronto, el tema de los "retornos a" (que terminó conviniéndose
en una fórmula de prh-a-pmray de prit-a-v~ndT~,es decir. en una modalidad
predigerida de pensamiento y en un argumento de venta prefabricado) alcanzó
un brillante éxito. Después de la subversión de los retornos a Freud o a Marx,
vinieron los retornos a Kant o a Dios, seguidos por otrOS retornos de un día,
que se marchitaban en el momento mismo de su proclamación. Mientras
tanto, empero, los avances (tecnológicos) seguían su carrera desenfrenada.
Asimismo, la sociedad de consumo aún se extendía, al igual que la categoría
del presente, que constituJa el blanco privilegiado de esa sociedad y que repre-
sentaba de cierra manera su razón social. Aparecieron también entre el público
en general los inicios de la revolución introducida por las computadoras, que
ponderaba los méritos de la sociedad de la información¡ hicieron asimismo su
aparición los programas de las biotecnologías. No tardaría en llegar el tiempo
de la globalizaci6n, más impedoso que cualquier otro: es decir, el tiempo de
la World Economy, que predica siempre una movilidad creciente y que recurre
cada vez más al tiempo rtal; pero también, de manera simúltanea. el tiempo
del World H.rirag•• objeto de numerosas reglamentaciones de la UNESCO.
entre ellas la Convención de 1972 "en atas de la protección del patrimonio
mundial, cultural y natutal".
De hecho, los años oebenta estuvieron sumergidos pOt la oleada de la
memoria y de su alur <go, más visible y tangible, el patrimonio: patrimonio
que.es preciso proteger, catalogar, valorar, pero también volver a pensar. Se
engleron monumentos conmnnorativos. se renovaron y multiplicaron los
museos grandes y pequeños. Todo un público no especializado, que daba
muestras de inten~s o curiosidad hacia la genealogía. empezó a visitar los ar-
chivos. Creció el apego por la memoria de los lugares. y un historiador. Pierre
Nora. propuso, en 1984, la noción de "lugar de memoria". Eje organizador

21 Olivle'r Rolin. 7igrr- tÚ papin. París, Seuil. 2002. p. 36.

25
FRAH(OISHART06

de la vasta empresa ediwrial de los Lieux de mémoire, e~a noción resultaba


en un principio de un diagnóstico del presente de Francia.
Al mismo tiempo, se estrenó Shoah (1985) de Claude Lanzmann,
una película de extraordinaria intensidad en torno al testimonio y a los so-
breseimientOs (en francés, los lIon-lieux, l.teralmente los "no-lugares") de la
memoria. En efecto, al exponer a la mirada del espectador a esos hombres
"que entran en su ser de testigo",22la película buscaba abolir la dis[ancia entre
pasado y presente, es decir, hacer surgir el pasado del presente. Ya en 1982 el
historiador estadounidense YosefYerushalmi había publicado Zakhor, libro
que se hizo famoso con gran rapidez en América y Europa. De esa manera
quedaba abierto el debate en torno a historia y memoria. "¿Por qué -se
pregunta Yerushalmi-, siendo que el judaísmo a lo largo de todas las edades
siempre ha estado intensamente impregnado por el sentido de la historia,
la historiografía ocupó una función ancilar entre los judíos, en el mejor de
los casos, y la mayor parte de las veces no desempenó función alguna? En
las pruebas a las que se sometieron los judíos, la memoria del pasado fue
siempre esencial, pero ¿por qué los historiadores nunca fueron sus primeros
depositarios?"23
Aquí o allá, antes o después, la marejada alcanzó casi todas las orillas
del mundo -quizá, incluso, todos los medios-: la vieja Europa, para cm...
pezar, pero también y de maneta muy amplia Estados Unidos; América del
Sur después de las dictadutas; la Rusia de la Glasnost y los antiguos países del
Este; África del Sur al término del aparthád; un poco menos el resro de África,
al igual que Asia y el Medio Oriente (con la notable excepción de la sociedad
israelí). El fenómeno evolucionó de maneras diversas, en función de contextos
diferentes, y alcanzó su punto culminante a mediados de los años noventa.
Empew, no cabe duda de que los crímenes del siglo xx, con sus asesinatos
masivos y su monstruosa industria de la muerte, fueron las tempestades
que dieron origen a esas oleadas de la memoria que alcanzaron y afectaron
de manera profunda a nuestras sociedades contemporáneas. Otras olas más
"recientes", por ejemplo la de las memorias comunistas, seguirán avanzando
por largo tiempo tOdavía, a pasos diferentes y con ritmos desiguales. 24

22 Michel Oeguy. Au mj~t d~ 5hoah. Ü film ck Cla.ud~ lAf1zmtl1l11, París. Belin, 1990, p. 40.
23 Véase Vosef Hayim Yersushalmi, Zokbor. Histoir~ juive el mbnoire juive. er. al francés
por E. Vigne. París. La. Découverre. 1984. p. 12. (Zojor. La historiajudlay la. memoriajuála,
Barcelona, Amhropos. 2002). Sylvie Anne Goldberg, Ln CkPSJ'd". Essai sur la. pluralitl tks
tempI dAns k judalsme. París. Albin Michel, 2000, pp. 52-55.
24 Véase Charles S. Maier. "Mémoire chaude, mémoire froide. Mémoire du faseisme,
mémoire du communisme", Le Dlbat, 122. 2002. pp. 109-117; véase también Anne-Marie
Losoncsz.y. "Le paerimoine de l'oubli. Le pare-muste des statues de Budapese". Elhn%gie

26
REGIMENESOEHISTORIClOAO

En todo caso, "memoria" se ha convenido en el vocablo de mayor


alcance, en una categoría metahistórica e incluso teológica por momentos.
Se ha querido hacer memoria a panir de c~a.Jquier cosa y. e~ el due~o que
opone memoria e historia, se ha otorgado rapldamente ventap a I.a pr:m~ra.
que se apoya en ese personaje hoy por hoy central en nuestro.espaclO publIco:
el restigo. 25 Se han planteado interrogantes en torno al olVido; se ha hecho
valer y se ha invocado el "deber de memoria"; y también. en ocasiones se han
26
empezado a esrigmarizar los abusos de la memoria o del patrimonio.

DEL PACIFICO ABERlIN

Mi trabajo no me ha conducido a estudiar de manera directa tajes aconte-


cimientos de masa. Dado que no soy hiscoriador de lo contemporáneo ni
analista de la actualidad. mi investigación me ha llevado a explorar sendas
distintas. Tampoco he abordado en forma directa la teoría de la historia aun-
que, siempre que puedo. intento reflexionar en torno a la historia mienrras
me dedico a ella. No se trata entonces de proponer ni después ni mejor que
los orros una explicación general o más generaJ de los fenómenos históricos
contemporáneos. Mi enfoque es diferente, distinco mi propósitO. Capto esos
fenómenos de manera tangencial. interrogándome acerca de las temporal ida-
des que los estructuran o los organizan. ¿Qué orden del tiempo los sustenta?
¿De qué orden son portadores, de qué orden son sin comas? ¿De qué "crisis"
del tiempo son indicios?
Para responder a esas preguntas, es preciso hallar puntos de entrada
adecuados. Hiscoriador de la historia, entendido como una forma de historia
intelectual, he terminado poco a poco haciendo mías las palabras de Michel
de Certeau. El tiempo se ha convertido a tal grado en el pan cotidiano del
historiador que terminó por ser naturalizado o instrumentalizado. Perma-

franraist, 3, 1999, pp. 445-451, cuya autora presenta ese museo al aire libre, un tanto aislado
y aún sin termioar del todo, que reúne las estatuas de la era comunista. Conservar para hacer
olvidar.
25 Renaud Dulong, Ú t;moin oculairt.l..nconáiriom Jodaks tÚ' IÍJtr~tarion pn'1Onn~Ik, París,
~ole des Hautes trudes en Sciences Sociales, 1998; Annette Wieviorka, L m áu timo;'" París,
Plo~61998; FranIYois Hartog. "le témoio et I'historieo", CradhilJa, 27. 2000, pp. 1-14.
. Kerwin L. K1ein, "On the Emergence ofMemory in Hisrorical Discourse", &/Jrrrnf-
tllf,om, 69, 2000, pp. 127-50, Y PolitiqutIdt I'oubli, Lr gmI'Y IJUmain, 18, 1988. Acerca del
historiador que "perturba" y a la vez salva la memoria, véanse Pierre Laborie, l..n Franrais tk¡
annü¡ tT'oubln, París. Desdée de Brouwer, 2001, pp. 53~71, Y Régine Robin La mlmo;rt
¡aturü, París, Stock, 2003. '

27
FRAH~OISHAIIT06

nece como lo impensado, no por rrararse de algo impensable, sino porque


no es pensado o simplemente porque nadie piensa en. él. En mi calidad de
historiador que se empeña en permanecer atento a su (lempo, he observado,
al igual que muchos orros, el veloz ascenso de la caregoría del presente. que
27
ha llevado a imponer la evidencia de un presente omnipresente. Eso es lo
que yo llamo aquí "presentísmo".
¿Es posible delimirar más cabalmente ese fenómeno y ponderar su
alcance? ¿Qué significado debemos arribuirle? Por ejemplo. en el marco de la
historia profesional francesa, la aparición de una historia que, a partir de los
años ochenta, se autorreivindicaba como una "Historia del tiempo presente",
siguió el mismo movimiento. Según René Rémond. uno de sus defensores
más asiduos, "la historia del tiempo presente es una buena medicina contra
la racionalización a posteriori, contra las ilusiones ópricas que pueden generar
la disrancia y el alejamiento".28 Anee las múlriples periciones en aras de una
historia contemporánea o muy contemporánea, se ha solicitado e incluso en
ocasiones se ha exigido a la profesión aporrar respuestas. Si bien está presente
en frenres disrineos. dicha hisroria ha ocupado la primera plana de la acrualidad
judicial duranee los juicios por crímenes canera la humanidad. cuya principal
caracrerísrica es arender la remporalidad inédira de lo imprescriptible. 29
Para llevar adelanre mi indagación, la noción de "régimen de hiIIod-

27 Fran~ois Hartog, "Temps et histoirc. Comment ~crirc I'histoire de Francc?", Annaks,


1.1995. pp. 1223·1227; Zak..i LaIdi describe un "presente autárquico" en Le sacredu prisent...,
op. cit., pp. 102·129; a partir de su doble experiencia como medievalista y observador del
movimiento z.apatista, Jér6me Baschet habla de un "presente perpetuo" en "L'histoire face au
présent perpétud. Qudques remarques sur la eclation passé/futue", en F. Hartog y J. Revel
(dirs.), Les UJagts politiques du passl, París, Éditions de I'.teole des Hautes Étudcs en Sciences
Sociales, 2001, pp. 55-74; Marc Augé insiste en el presente perpetuo de "nuestro mundo
violento, a cuyos escombros ya no les alcanza el tiempo para convenirse en ruinas", le contra-
pone un tiempo de las ruinas, una especie de "tiempo puro, que no se puede fechar, ausente
de nuestro mundo de imágenes, de simulacros, de reconstituciones", Mare Augé, L~ temps ~n
rumes, París, Galilée, 2003, p. 10.
El sentido que le atribuyo aquí al prcscntismo cs más amplio que el sentido casi técnico que
le confería George W. Stocking en su ensayo "On the Limits of'Presentism' and 'Historicism'
in the Historiography ofthe Behavioral Sciences", publicado de nuevo en Ract, CuúureanJ
Evo/ul;on. Essays in Ihe HiJlory ofAmbropoÚ1gy, Chicago. Universicy of Chicago Press. 1982,
p~. 2· 12. El enfoque presemista es aquel que contempla el pasado con el presente a la vista,
mlemraa; que el enfoque historicista destaca el pasado por sí mismo.
21 Rcné ~mond, IX"" /'hislo;" du tonps ptiunt. En hommage FranfOu Bidaril:Jll. París.
a
CNRS. 1993, p. 33: véase también Henry Rousso, "Pour une histoire du temps préscnt". ÚJ
¡"'''';: tÚt paui. Entrellen .~ Phílípp~ ~~ril, París. Tatud. 200 1, pp. 50.84.
Véase, entre las reflalones más reCientes, Olivier Dumoulin. ú rok sodIJ tÚ ¡'histllrim.
o. '" ch.",! AU P"<D'". Parl,. Albin Michel. 2003. pp. 11-61.
28
REGfMENES DE HI5TORKIDAD

ciclad" me parece una herramienta operatoria. La sugerí por vez primera en


1983, para dar cuenta de un aspecto -el más interesante, en mi opinión- de
las propuestas del anrropólogo estadounidense Marshall Sahl¡ns. aunque. en
aquel entonces nadie le prestó demasiada arenc16n a esa propuesta, mcluldo
yo mismo. 30 ¡Iba a ser preciso esperar otrOS ciempos! En efecto. tomando
como punto de panida las reflexiones de Claude Lévi-Srrauss acerca de las
sociedades "frías" y las sociedades "calientes", Sahlins buscaba definir la forma
de hisroria propia de las islas del Pacífico. Podría decirse que dejé de lado
la expresión, sin elaborarla más, hasra que volví a encontrarme con ella, ya
no entre los salvajes y en el pasado, sino aquí y en el presente; para ser más
exaccos. se impuso casi por sí sola después de 1989 como una de las maneras
disponibles para abordar una coyuntura en la que la cuestión del tiempo se
había convertido en un reto mayúsculo, en un problema y. a veces, en una
obsesión.
Mientras tanto, había tenido oportunidad de familiarizarme con las
categorías metahistóricas de la "experiencia" y de la "espera", según la elabo-
ración propuesta por el historiador alemán Reinharr Koselleck. con miras a
construir una semántica de los tiempos históricos. Al someter a examen las
experiencias temporales de la histOria, ese autOr buscaba en efecto definir
de qué manera se habían puesto en relación las dimensiones temporaJes del
pasado y del futuro en cada presente. 31 Precisamente allí resultaba interesante
llevar a cabo una exploración, tomar en cuenta las tensiones existentes enrre
campo de experiencia y horizonte de espera, y prestar atención a los modos
de articulación entre presente, pasado y futuro. La noción de régimen de
historicidad podía así beneficiarse por el establecimiento de un diálogo (así
fuera teniéndome a mí por intermediario) entre Sahlins y Koselleck, es decir,
entre la antropología y la historia.
Un coloquio. organizado por el helenista Marce! Détienne. de honda
vocación compararista, me dio la oportunidad de retomar la noción y de
trabajarla en colaboración con un antropólogo. Gérard Lenclud. Contribuía-
mos. así, a. nuestra manera, a proseguir, desplazábamos un poco el diálogo
--dIscontinuo pero también recurrente; desfalleciente en ocasiones pero
nun:=a.abandonado- entre antropología e historia. que Claude Lévi-Strauss
habla onaugurado en 1949. "Régimen de historicidad", según lo escribimos

)O Véatt Fr:myois Hanog, "Marshall Sahlins ee I'anchropologie de I'hisroirc" Anna/rs


Ese, 6, J 983. pp. J 256-1263. • ,
,JIVé~e Reinh?H Koselleck. L~ FutuT passt. er. al francés por J. Hoock y M. C. Hoock.
[lam, ~ltJons de J ~co.le des Hautes Érudes en Sciences Sociales. 1990. pp. 307-29. IFuru-
ropasado, Barcelona, Paldós. 19931.

29
FAAH(OISHARTOG

entonces. podia entenderse de dos maneras. De acuerdo con una acepción


limitada: ¿cómo trata una sociedad a su pasado?, ¿cómo se refiere a él? Según
una acepción más amplia: "régimen de historicidad" habría de servir para
designar la modalidad de conciencia de sí misma P?r parte ~e .una comu01-
dad humana. 3Z ¿De qué manera -retomo los términOS de LévI~StraUSs, que
volveré a citar más adelante- "reacciona" una comunidad ante un "grado
de historicidad" idéntico para todas las sociedades? De manera específica. la
noción debía proveer un instrumento útil para comparar tipos de historia
diferentes. pero también - e incluso antes que nada, düía yo ahora- para
poner en evidencia diversos modos de relacionarse con el tiempo: formas
de la experiencia del <iempo, aquí y allá, hoy y ayer. Desde la ópriea de la
filosofía, la historicidad -cuya trayectoria ha esrablecido Paul Ricceur desde
Hegel hasta Heidegger- apunta hacia "la condición de ser histórico";33 o
también «el hombre presente en sí mismo en tanto que historia",34 nosOtros,
por nuestra parte, nos interesábamos primero en la diversidad de los regímenes
de historicidad.
La noción me acompañó durante una estancia en el Wiss~mchaftskolkg
de Berlín, en 1994. Las huellas del muro no habían desaparecido lodavía; en
el centro de la ciudad se veían obras por doquier. ya empezadas o apcaaICP
proyecto; seguía vigente la polémica en (orno a la ~nincncia de reconstruir el
castillo real; y las grandes fachadas en ruinas de los edificios del Esle, horadadas
por la metralla, tornaban visible un tiempo que había transcurrido allí de otra
manera. Obviamente, sería falso afirmar que el tiempo se había detenido.
Con sus grandes espacios vacíos, sus terrenos baldíos y sus "sombras", Berlín
me daba la impresión de ser una ciudad para historiadores. donde más que
en ningún otro lado podía aflorar lo impensado del tiempo (no solamente el
olvido, lo rechazado, lo denegado).
En el cranscurso de los años noventa, más que ninguna otra ciudad de
Europa y quizá del mundo entero. Berlín puso a la obra a miles de personas,
desde el trabajador inmigrado de los terraplenes hasta los grandes arquitectos
internacionales. Jauja de los urbanistas y de los periodistas, la ciudad se con-

J2 Publicado en los documemos previos al coloquio. el tato fue retomado en A. Duro


y N. DodiUe (recops.), L '¿Ial des fina m sciences sociales. Inscitut Fran~s de Bucarest, París.
L'Harmatt~. 1993. p. 29; Yvéase también la presentación del dossier por Muce! Détienne.
Compa"r I'meomparable. París, Seuil. 2000. pp. 61-80. (Comparar /o incomparable. AkgalO
m ft,r:r tÚ u~ e,eneUz hlJldriea eompa~ .• Barcelona. Península, 2001 J.
Paul Riccrur, La mimo,". le hlSlo,"...• op. cil., p. 480-98, Y "Mémoire: approches
hiSloriennes, approche...... op. ál.• pp. 60-1.
." Jean-fran~oisLyotard, "Les Indiens ne cueillent pas de Aeucs", Annain. 20. 1965. p. 65
(articulo sobre El pmsamunlo salvaje, de Claude Uvi-Strauss, [México. FCE. 19971).

30
REGrMENESDE HISTDRIODAO

virtió en un punto de paso obligado e incluso en un sitio a la moda, en un


"buen tema". en un laborarorio, en un lugar de "reAexión". Suscitó incontables
comentarios y múltiples controversias; dio pie a la producción de cantidades
masivas de imágenes. discursos y textos y. probablemente. también de algunos
grandes Iibros. 3 '> Tampoco debemos olvidar los sufrimientos y las desilusiones
acarreados por semejantes crasrornos, porque allí más que en ninguna oua
parte el tiempo era un problema, visible. tangible. insoslayable. ¿Qué vínculos
mantener con el pasado -los pasados, por supuesco-, pero también, de
gran intensidad, con el futuro? Sin omitir el presente o. de manera inversa,
viendo tan sólo el presente: ¿cómo habitarlo, en el sentido literal de la palabra?
¿Qué destruir, qué conservar, qué reconstruir, qué construir; y cómo? He allí
otras tantas decisiones y acciones que involucran una relación explíCita con
el tiempo. ¿Quién. a este punro, revienta los ojos que empleamos para no
verlo?
En ambos lados del muro, que había de convertirse poco a poco en un
muro de tiempo. se había empezado por borrar el pasado. Declarar -como
lo hizo Hans Scharoun- que no se puede querer al mismo tiempo construir
una sociedad nueva y reconstruir los edificios antiguos, podía, de hecho,
aplicarse a ambos lados. 36 Scharoun, arquitecto famoso. había presidido la
comisión de urbanismo y de arquitectura juSto después de la guerra. y una
de sus construcciones principales es el auditorio de la Ph¡lharmonie. Ciudad
emblemática, lugar de memoria para una Europa atrapada en su conjunto
por el dilema entre amnesia y deber de memoria, ésa es Berlín en los linde-
ros del siglo xxi. AJIí, ante los ojos del paseante-historiador. aún se exhiben
fragmenros, huellas, marcas de órdenes del tiempo diferentes. como quien
habla de órdenes arquitectónicos distintos.
De esa manera, formada en las orillas de las islas del océano Pacífico, la
noción terminó por abordar en Berlín, en el mismísimo corazón de la historia
europea moderna. Allí fue donde, una vez reelaborada. cobró, al fin. forma
para mI. Con el título Ord" du temps 1 (Orden d.¡ ti.mpo 1). empezamos
por viajar de 1.. isl.. Fidji a Esqueria. o del Pacífico estudiado por Sahlins

, 3~ Por.ejemplo. GünrtT Grus. ¡¡'uu ~ histo;~, u. al francés por C. PorceU y B. l..ortholary,


P.:ms, Seull, 1997: eres Nooteboom. L,jourdn morts, rr. al frands, Aries, Actes Snd, 2001;
en .o~ro esril~. Emmanutl Terray, Ombrn bn1inoisn. VoyJlgt' dJtns un, "14M AJ1nn4gM. París,
tdlt.~~ns Od,le Jacob, 1996; Régine Robin. Bnün ~h"ntinr. París. 5rock. 2001.
Vé:mse ~ti~nne Fran¡¡:ois, "Rc:construction allemande", Jacques Le Goff (dir.), Patri-
moin~'1 p"Jfiom 'tÚII/ita;m, París, Fayard, 1998, p. 313 ---C'n lo que a la cita de Scharoun se
rt6ere--. y Cabi Dolff-Bonekamper. "Les monuments de l'histoire contemporaine a Bcrlin:
ruprures, contradictions et cicatrices", en Régis Debray (dir.), LÍlbus mo"ummllll, Pads,
Farard. 1999. pp. 363-370.

31
FRAN~OIS HARTO(¡

al mar de las travesías de Ulises, el héroe homérico.. ,Fue un doble ejercicio


de "mirada distante" y un primer ensayo de la noClon. Antes de una larga
travesía para llegar casi a las posrrimcrías del siglo XVIII e,~r?peo, efectuarnos
una corta escala, intirulada "Ulysse n'a pas lu Augustin (Ulises no leyó a
San Agustín"), que nos permitió dedicarle un espacio a la experiencia cris.tiana
del tiempo, a un orden cristiano del tiempo y, es probable que, a un régimen
cristiano de historicidad.
Más adelante, para ese momento tan intenso de crisis del tiempo en
Europa, antes y después de la Revolución francesa, tuvimos como guía.a
Cha«aubriand. Él nos condujo del Amiguo al Nuevo Mundo. de Franela
a América y de regreso. Viajero infatigable, "nadador que se halló en el
conAuente de dos ríos" --como él mismo habría de escribirlo al final de
sus M~moriaJ d~ u/eratumba-, Chateaubriand aparece arrapado entre dos
órdenes del tiempo y puesto a elegir entre dos regímenes de historicidad: el
antiguo y el nuevo, el régimen moderno. En efecto, su escritura nunca dejó
de partir de ese cambio de régimen ni de volver una y otra vez a esa brecha
del tiempo. abierra pOt 1789.
Con Ordre du umps 2 (Orden del riempo 2), explotamos. en segundo
Jugar, nuestra era contemporánea, directamente esta vez, a panir de las dos
palabras claves que son la memoria y el patrimonio. Requeridos sin cesar,
comentados de maneta abundante y declinados de múltiples maneras, esos
vocablos no se desplegaron por sí mismos, sino que se emplearon sólo como
indicios, como síntomas también de nuestra relación con el tiempo -ma-
neras diversas de traducir, refractar, seguir, contrariar el orden del tiempo-:
como testimonios de las incertidumbres o de una "crisis" del orden presente
del tiempo. Una interrogante nos acompañó a lo largo de la travesía: ¿acaso
está en vías de formularse un nuevo régimen de historicidad, centrado en el
presente?37

HISTORIAS UNIVERSALES

En el transcurso de la historia nunca han faltado las grandes "cronosofías", esas


mezclas de profecías y petiodizaciones, y más tatde los discursos acerca de la
historia un~versal, --desde Bossuet hasta Marx, pasando por Voltaire, Hegel
y Comte. Sin olVIdar a Spenglet o Toynbee-. 38 Movidas por interrogantes

'7V~anscJ a partir de un cuenionamicnto filosófico, las reAexiones paralelas de Beruand


Bin~hc. "~pra I',histoirc, I'év~nemc:nt", Aaw/s Marx, 32. 2002. pp. 139.155.
Pomlan. LomTr du I~mps. op. cit., pp. 101-163. Y Karl Lowith. HiskJirr d JIl1aJ. LIs

32
RIGIMOlESDt:HISTORIOOAO

en romo al porvenir, tales construcciones, por diferentes que hayan sido


los posmiados en que se apoyaban (e in~epe,n~ientemen.[e de que a final de
cuentas hayan privilegiado una perspecnva clCllca o una Imeal), han buscado
de manera fundamental aprehender las relaciones entre el pasado y el fururo;
descubrirlas, fijarlas: dominarlas, para comprender y prever. A la entrada de
esta larga galería, en ruinas desde mucho tiempo atrás, podríamos empezar
por detenernos un momento ante la estatua que se le apareció en sueños a
Nabucodonosor, el rey de Babilonia.
Era una eSCama inmensa, según lo indica la descripción. "La cabeza de
esta escama era de oro finísimo; el pecho. empero. y los brazos, de piara; mas
el vientre y los muslos. de cobre: y de hierro, las piernas; y la una parte de los
pies era de hierro y la orra de barro». Y he aquí que una piedra caída de quién
sabe dónde pulveriza la estatua de pies a cabeza. Llevado a la presencia del
rey. el profeta Daniel. único capaz de interpretar el sueno. empieza declaran-
do: "hay un Dios en el cielo que revela los misterios. y .Éste te ha mostrado,
ioh rey Nabucodonosor!. las cosas que sucederán en los últimos tiempos".
A cada metal y a cada parte del cuerpo. explica el profeta. corresponde una
monarquía: la primera monarquía será seguida por una segunda. luego por
una tercera y una cuarta, antes del advenimiento. para terminar. del quinco
reino. el reino de Dios, que subsistirá eternamente. 3? Tal es el sentido de la
visión.
Fechado en el año 164-163 antes de nuestra era. el libro de Daniel
considera los reinos babilonio. medo. persa y macedonio. con Alejandro y
sus sucesores. Los autores del libro combinan de manera única un esquema
metálico con el de la sucesión de los imperios. presente entre los historiadores
griegos desde tiempos de Herodoto. Sin embargo. convierten esa mezcla en
algo distinto por completo. al inscribirla en una perspectiva apocalíptica.4o
"¿ás tarde. la identificación de las monarquías cambió. los medos desapare-
cieron y los romanos clausuraron la serie durante mucho tiempo. pero no
por ello se afectó el valor profético del esquema general.

P"s.uppos/~ thlo/Qxi'fUN J~ lA philosoph;~ tk l'histoi". te. al francés por J. F. Kervégan en 1953.


~;::;'h~;~~i:.a~~~~~~¿:;:::~;;'i.ndoy salvacidn. LosP"SUPUNtos uoldgicos tÚ lA filosofta
]9 ?an.ieJ. 2. 28-4S:.Us citas en francés ueilizae:b.s pord aueor provienen de la edición de
la 8Ib:totluqu~ d~ la PI~I~d~ dc Gallimard. publiC3da bajo la dirccci6n de t:.douard Dhorme.
~~~:sJe;9~:~n.o~~r~~;~ncndc la Bih!ia catdlica guadalupana. en su edici6n conmemoraeiva.
<to Arnaldo Momigliano. "Daniel ce la ehéorie grccquc de la succession des e . ..
~;"~~~~~t'hisIOi"dujuda¡sme, te. al francés por P. Faruzi, Nlmes, btitions d:ir~(:

13
FRA~OISHARTOG

Otra es[[uC[ura de gran alcance fue la de las edades del mundo. En


el siglo v de nuestra era. San Aguscín retomó e ¡Iuserá de manera duradera
el modelo de las siete edades del mundo, que todavía servía de armazón al
Discours sur /1Jistoir~ "niv~ruU~ (Discurso sobre la historia univ~rsa!) de Bossuet
a finales del siglo XVlI. 41 Adán inauguraba la primera de ell~, mientras ,que
tocaba a Jesús abrir la penúltima. La sexta edad correspondla al sexto dla, y
42
era rambién la edad de la vejez, que debía de durar hasta el fin del mundo.
o obstante. ese "tiempo intermedio" era a la vez senectud y renovación. en
espera del tabbath del séptimo día, que habría de aporrar el reposo eterno en
la visión de Dios.
A partir de ambas [[amas -la de las edades y la de la sucesión de los
imperios, a la que habría de añadirse más rarde el concepto de la transferencia
(rramÚltio) del imperio--. que durante largo tiempo estuvieron presentes y
resultaron eficientes en la historia occidental. se organizó una división inau-
gurada por el humanismo, que repartió el tiempo entre ciempos antiguos,
Edad Media (Media Aetas) y tiempos modernos. Más adelante, la apertura
del futuro y del progreso se disoció de manera paulatina y siempre en mayor
grado de la esperanza del final, debido a la temporalización del ideal de la
perfección 43 Se pasó entonces de la perfección a la perfectibilidad y al pro-
greso, hasta el punto de despreciar, en nombre del futuro. tanto el puado ya
superado como el presente. que no era sino la víspera de un mañana mejor,
cuando no "radiante", por lo que podía e incluso debía sacrificarse.
El evolucionismo del siglo XIX naturalizó el ciempo. mientras que el
pasado del hombre se ptolongaba cada vez más. Los 6 000 años del Génesis
ya no eran para entonces sino un cuentO para niños. Se manejaron así nuevos
operadores. tales como los avances de la Razón, las fases de la evolución o
la sucesión de los modos de producción. con todo el arsenal de la filosofía
de la historia. Fue ranlbién la Edad de Oro de las grandes filosofías de la
historia. seguidas en los años veinte por las diversas meditaciones acerca de
la decadencia y la muerte de las civilizaciones. entre ellas D~r Untergang dn
Abendlandes (La decadencia del Occidente) de Spengler, pero también la de
Valéry, anteriormente mencionado. que había "perdido toda esperanza" en
la historia y hacía conSC3r el caráccer mortal de las civilizaciones. 44 El tiempo

41 Jacques Bénignc Bossuct, DiscouQ sur l'hisloin ulliv~ruJk, París, Garnicr-Flammarion.


1966, p. 142.
42 San AguSlín, CiuJAJtkDios, Madrid, SAe. 2001. 22, 3D, 5; Augwtc Luncau,L'histtIbr
du S:;UI chn ks Pe~s tk /'¡;glis~, París, Bcauchesnc, 1964, pp. 285-33J .
.. Ko..lleck. újU""¡uusI••p. cit.• pp. 315-320, ptincipalmente.
de la P~;i~~~~~:9~anis sur k ",.ruk acMI. CEuvres!l, Pasís, Gallimard. 1960, (Bibliocba¡ue

34
R[GIMENfSOEHISTORIOOAO

de la historia universal avasaJladora y optimista parecía haber tocado a su fin.


La entropía ganaba y acabaría por imponerse.
Por aquellos mismos años. la hisroria -al menos la historia que tenía
por ambición convenirse en una ciencia social- inició con seriedad la bús-
queda de otras rcmporalidades. más profundas. más.l~ntas, más, efectiv.as. ~n
su afín por definir ciclos, y atenta a las fases y a las CriSIS, se romo una hlstona
de los precios. 45 Ése fue el primer programa de una historia económica y social
formulado en Francia, en corno a los primeros números de Annales. Después
de la Segunda Guerra Mundial destacan eres rasgos relativos al tiempo. Cada
vez más, la arqueología y la antropología física desplazan y hacen retroceder
en el tiempo la aparición de los primeros homínidos. La cuenta se lleva ahora
en millones de alÍ.os. En suma, la "revolución neolítica" ocurrió apenas ayer;
¿la revolución industrial?, ¡ni se diga! Entre los historiadores, Fernand Braudel
propone a todos los que practican las ciencias sociaJes que trabajen tomando en
cuenta la duración dcllargo plazo, e invita a asumir "la pluralidad del tiempo
social";46 Por su parte, la historia -atenta a las estructuras, preocupada por
los niveles y los registros, cada uno de los cuales tiene sus temporalidades
propias- se muestra como "dialéctica de la duración". Ya no hay un tiempo
único, y si bien el tiempo es actor, se trata de un actor multiforme, proteico,
y también anónimo, de ser cierto que el largo plazo es esa "enorme superficie
de agua casi estancada" que, irresistiblemente. "arrastra todo con ella".
Por fin, el tercer y último rasgo, que es además el más importante en
el marco de nuestra discusión, consisce en el reconocimiento de la diversidad
de las culturas. Rllce et histoire (Raza (historia) de Claude Lévi-Strauss, escrito
a solicitud de la UNESCO y publicado en 1952, es el texto de referencia en ese
ámbito. 47 En esas páginas, el autor empieza por criticar el "falso evolucionis-
010", denunciado como una actitud del viajero occidental que cree "volver a
encontrar", digamos, la Edad de Piedra entre los indígenas de Australia o de
Papúa. Más adelante. pone plenamente en perspectiva la idea de progreso. Las
formas de civilización que uno tenía tendencia a imaginar como "escalonadas
en el tiempo" deben más bien verse como "desplegadas en el espacio". Por
ende, el progreso de la humanidad no remite

4" Emen L3brousse. Esquisu du mOUllnrlfflt dn prixa án TnInIUS NI Franu au XVIII' ¡;}ck
París. Dalloz. 1933. •
pp. 4,
;:~~;;;~d Braudd, "Histoir~ ce scicncc:s socialcs.La longu~ durtc-, Annaln ESe. 1958,
. 4~Claude Uvi·Strauss. Rau u hútoi". UNF.5CO. 1952 (La Question raci:al~ dcvant la
sc.l~nce moderne). retOmado en AntIJrop%gi~¡tructuraú 11. París. Plon, 1973. pp. 3n-431.
[Anl'P'Op%gla NrruCtuTa/2. México. Siglo XXI, 2001J.

35
FRAH~OIS HAATOG

a un personaje que sube una escalera, y que añade con cada u.no de sus movi~ie:ntos
un nucvo peldaño a todos los quc ha conquistado ya; más bien recuerda al Juga~or
cuya suene está repanida entre varios dados [... ] s610 de: Ve'/.en cuando es acumulatl~a
la historia, es decir, las cuentas se suman para formar una combinación favorable:.

A esta primera re!ativización de principio es preciso aña~ir una ~ás,


que se vincula con la posición misma del observador. Para expltcarlo .~eJor,
Lévi-Strauss recurre enconces a los rudimencos de la teoría de la relatividad.
A fin de mostrar que la dimensión y la velocidad de desplazamiento de los
cuerpos no SOIl va..lores absoiucos sino funciones de la posición del observador,
sc recuerda que, para un viajero sentado junto a la ventanilla de un tren, la
velocidad y la longirud de los otros trenes varían según se desplacen en igual
sencido o en sentido opuesto. Pues bien, todo miembro de una cultura es tan
estrechamentc solidario de ella como aquel viajero ideal lo es de su tren.-49
Como último argumento, que parecería estar en contradicción con
el anterior, el autor indica que no hay sociedad acumulativa "en sí y por
sí": una cultura aislada no podría ser acumulativa. En efecto, sociedades
que "combinan voluntaria o involuntariamente sus juegos respectivos", han
alcanzado las formas de historia más acumulalivas. De ahí la tesis final del
libro, según la cual lo más importante es la separación diftrtncúú entre las
culturas. En clla, y no en "la lista de sus invenciones particulares", reside su
"verdadera contribución" cultural a una historia milenaria. 50 Por ende, ahora
que hemos ingresado a la era de la civilización mundial, la diversidad debería
preservarse. con tal de entenderla no tanto como contenido sino como forma:
lo que cuenta ante todo es <lel hecho" mismo de la diversidad, y no tanto
"el contenido hist6rico que cada época le dio".51 Por medio de sus diversas
convenciones y reglamentaciones, la UNESCO parece haber escuchado ese
mensaje, al menos en parte, puesto que en la actualidad está en proceso de
elaboración una convención internacional relativa a la diversidad cultural.
Tales son los principales puntOs de un texto reconocido en su momento como
"el más reciente de los grandes discursos acerca de la historia universal".52
Sin embargo, en 1989 precisamente. dicho género recobró de pronto
un amplio público con "¿El fin de la Historia'" de Francis Fukuyama, como
si se tratara de una nueva pero también postrera Aoración. Presentada c:n un

.. Ibid., pp. 393-394.


" Ibid., p. 397.
lO Ibid., p. 417.
SI Ibid., p. 421.
52 Pomian, L'ordredu tm,ps, op. cit., p. 151.

36
RrGrMENESOEHISTORIClOAO

principio en un artículo que le dio la vuelta al mundo. la tesis de Fukuyama,


reromada más tarde en forma de libro. buscaba sugerir que la democracia
liberal podría en realidad consti[Uir "la forma final de todo gobierno humano"
y representar por lo tanro, en ese sentido. "el fin de la Historia". La aparición
de fuerzas democráticas en partes del mundo en las que no se esperaba su
presencia, la inestabilidad de las formas autoritarias de gobierno y la ausencia
roral de alternativas teóricas coherentes con la democracia liberal nos obligan
a replantear la antigua pregunta: ¿existe acaso, desde un punto de vista mucho
más 'cosmopolítico' del que era posible en tiempos de Kant, una historia
universal del hombre?53 Según Fukuyama. la respuesta es afirmativa; empero,
añade en seguida, es una historia terminada. 54

REGIMENES DE HISTDRICIDAD

¿Qué sitio debemos otorgar a la noción de régimen de historicidad en esta


galería de grandes referencias que hemos recorrido a roda prisa? Sus pretensio-
nes son infinitamente más modestas, y su alcance, si es que lo tiene, es mucho
más limitado. Vista como una simple herramienta, no pretende expresar la
hisroria del mundo pasado y mucho menos por venir. No es una cronosofía
ni un discurso de la hisroria, por lo que tampoco sirve para denunciar o
deplorar el ciempo presente; en el mejor de los casos, intenta arrojar sobre él
nuevas luces. El hisroriador ha aprendido a no reivindicar un punto de vista
desde lo alro. desde el cual podría dominarlo todo. Pero ello no implica de

51 Francis Fukuyama, La fin d~ I'Histoir~ f't Ü d~rni~r Homm~, París, Flammarion. 1992.
pp. 11 Y96 [El jill df' la /Jistoria y f'lúltimo /Jombr~. México. Planeta. 1992]; y Jacques De-
rrida. Sp~crm d~ Marx. París. Galilée. 1993 [&p~Ctrof d~ Marx, Madrid. Trona. 1995], es.
principalmente. una extensa crítica a la tesis de Fukuyam:J.
54 ¡Tampoco Robert Bonnaud -quien por cierto no esperó hasta 1989 para cr~r o volver
a creer en una historia universal- piensa que ha rerminado! Sin embargo. al verse beneficia·
das por las interrogantes actuales acerca del tiempo. sus investigaciones han merecido mayor
arención. En efecto. habiendo explorado desde su juventud los mecanismos temporales. busca
detectar lo que ~llIama los "hitos históricos mundiales". documenta cienos sincronismos (por
ejemplo. el año 221 antes de nuenra era. que influyó tanto en el mundo mediterráneo como
en el mundo chino). Publicó en 1989 L~ Jyft;m~ d~ l'huloi". París. Fayard. y desde entonces
ha afinado y precisado sus análisis. convencido de que la historia no p:tdece "un exceso de
fechas. sino la ausencia de una cronología razonada". Véase Roben Bonnaud. 70urnann ~t
plriodf'f. París, tdirions Kirn~, 2000, p. 13. Sus invesrigaciones deberían permitir esbozar series
de "curvas planetarias" y reivindican un alcance predictivo. Véanse, por último. las reflexiones
de Jean Baechler. quien propone un esbozo de una hinoria universal en Esquisu d'u,,~ /Jistoi"
unit~rulk. París. Fayard, 2002.

37
fRAH(OISHARTOG

ninguna manera que deba esconder la cabeza como avestruz, ni que ~enga
que confinarse en los archivos o cenirse de manera estricta ~ s~ peno~o.
Tampoco busca reactivar una hiscoria movida por un dempo unJco~ regido
en exdusiva por el staccato del aconrecimienco o, al revés, por la len[ltud del
largo o el muy largo plazo. No se reata de prescindir de tO~Os los re~ursos
de inteligibilidad que apona el reconocimientO de la pluralidad del [lempo
social; de codos esos tiempos superpuesros, imbricados, desfasados, cada
uno con su propio rirmo, que Fernand Braudel, seguido de muchos autOres
más, puso con pasión al descubierto. Tiempos que han enriquecido de modo
considerable el cuesrionario de las ciencias sociales, que 10 han afinado, y lo
han hecho más complejo.
Formulada a parrir de lo conremporáneo, la hipótesis del régimen de
hisroricidad debería permidr desplegar un cuestionamienco "hiscoriadoc" en
corno a nueStras relaciones con el tiempo. Historiador en el sentido de que
opera en varios tiempos e instaura un vaivén eocee el presente y el pasado o,
mejor dicho, los pasados, en ocasiones muy distantes, tanto temporal como
espacialmente. Ese movimiento consdcuye su única especificidad. Si partimos
de diversas experiencias del tiempo, el régimen de historicidad intenta brindar
una herramienta heurística, que conceibuya a aprehender mejor no el tiempo,
ni todos los tiempos ni el todo del tiempo sino, principalmente, momentos de
crisis del tiempo, aquí y allá, jusco cuando las articulaciones entre el pasado,
el presente y el futuro dejan de parecer obvias. ¿Acaso no es eso, antes que
nada. una "crisis" del tiempo? Busca también una manera de proporcionar
nuevas luces, casi desde dentro, en torno a las interrogantes de hoy acerca del
tiempo. marcado por el carácter equívoco de las categorías: ¿estamos ante un
pasado olvidado o más bien ante un pasado recordado en demasía? ¿ante un
futuro que prácticamente ha desaparecido en el horizonte o ante un porvenir
más bien amenazador?, ¿ante un presente que se consume en forma ininte-
rrumpida en la inmediatez o ante un presente casi estático e interminable, poi:
no decir eterno? Asimismo. permitiría entender mejor los múltiples debates
abiertos por doquier en torno a la memoria y la historia. a la memoria conar
la historia, al "nunca bastante" o al "ya demasiado" patrimonio.
Operante en ese espacio de interrogación que ha concribuido a p
c~r. la no~ión cobraría valor por y para esos movimientos de ida y vuelta.
bien es Cierto que cada ser tiene una experiencia del tiempo, desde si
n~.se trata aquí de tomarla en cuenta en su integridad. yendo de lo
vlvld~ a lo más elaborado. de lo más intimo a lo más compartido. de lo
orgánico a lo más abstracto. 55 Nuestra atención, insisto, está enfocada

ss Acerca de la noción de experiencia. véase Rcinhart Kosdleck, L 'exphiena M

38
REGfMENES DE HISlORtClDAD

todo y sobre codo hacia las categorías que organizan esas experiencias y que
permiten expresarlas; de manera más exacta at¡n, hacia las formas o los modos
de articulación del pasado, el presente y el futuro como categorías o formas
universales. 56 ¿De qué manera, variable en función de los lugares, los tiem-
pos y las sociedades, se ponen a funcionar dichas categorías, que son a la vez
categorías de pensamienco y de acción? ¿De qué manera logran hacer posible
y perceptible el despliegue de un orden del tiempo? ¿De qué presente, con
miras a qué pasado y a qué futuro, se trata aquí o allá, ayer y hoy? El análisis
está enfocado a un más acá de la historia (como género o como disciplina),
:llIn cuando roda historia, sea cual fuere, a final de cuentas, su modo de ex-
presión, presupone, remite a, traduce, traiciona, magnifica o contradice, una
o varias experiencias del tiempo. El régimen de historicidad pone a nuestro
alcance una de las condiciones de posibilidad de la producción de hiscorias:
según las relaciones respectivas del presente, del pasado y del futuro, ciertos
tipos de historia son factibles y OtrOS no.
El tiempo histórico, si adoptamos aquí la opinión de Reinhart Koselleck,
lo produce la distancia que se crea entre el campo de la experiencia, por una
parte, y el horizonte de espera, por la otra: el tiempo histórico se engendra
por la tensión entre ambos. 57 El régimen de historicidad se propone arrojar
nuevas luces sobre esa tensión, y estas páginas trabajan en torno a esa distancia;
mejor dicho, en torno a los tipos de distancia y a los modos de tensión. Según
KoseIleck, la estructura temporal de los tiempos modernos, marcada tanto

tr. al francés por A. Escudier, París, Hautes ttudes Ga.llimard, Le Seuil, 1997, pp. 201·204,
principalmente.
56 En "Le langage et I'expüience humaine", tmile Benvenisre proponía una distinción
entre el "tiempo lingüístico" y e! "tiempo cr6nico": e! primero es "e! tiempo de la lengua",
medi:J.nte la cual "se manifiesta la experiencia humana del tiempo", mientras que el segundo
es "el fundamento de la vida de las sociedades". Prob¡;m~J du ¡ancagt'. P:J.rís, Gallim:J.rd, 1966
(Diogcne). pp. 3·13. El régimen de historicidad formarí:J. parte de ambos. Cabe t:J.mbién
remitir aquí :J.las observ:J.ciones de Norbert Elias acerca de las nociones de puado. presente
y futuro: MLos conceptos de pmado, de p"rmu y de futuro expresan la relación que se esta-
blece entre una serie de cambios y la experiencia que de ellos vive una persona o un grupo.
Un inst:J.nte determinado dentro de un flujo continuo sólo cobra e! aspecto de un presente
en relación con un ser hum:J.no que lo vive. mientras que arras inst:J.mes cobran e! aspecto.
de un pasado o de un futuro. En su calidad de simbolizaciones de periodos vividos, estas
[fes expresiones no s610 representan una sucesión, como el año o el binomio 'causa.efeclO·.
sino también la presencia simultánea de esas tres dimensiones del tiempo en la experiencia
humana. Podríamos decir que pasado. pnunu y fuwro constiruyen. aun cU:J.ndo se trata de
tres palabras disrimas, un solo y único concepto". Véase Norbert Bias. Du Tnnps, op. ril.,
p. 86; vid. ¡lIfta, cap. 2, pp. 82-83.
57 V¿:J.Se Koselleck, üfimlr pflir¿, op. cit., p. 314.

39
FRAN(OISHAIlIOCi

.- a por la asi mctría


por b apcrrurJ del futuro corno por el progreso, . ~e caractcnl- historia ucdc
entre la experiencia y la espera; desde final.c4 d~l siglo xVII~::;~~ilibrio si:m >re
conocerse esquem:hicamelHc como la hlstona d~ ~n ~e cs~ manera, la /ór.
creciente entre 3'T'Ibos, C0l110 efecto de la acderacl6 . " d
l11ula "mienlf.lS m:í.s escasa es la experiencia, m'lyor se torna la e~pera po ría
resumir esa evoluci6n. En 1975, Koselleck aún se interr gaba en tor~"Io a lo
que podría conslituir un "fin" O una salida de 10.5 tiempo~ m~der~~.s. :al vez
podda expresarse mediante una fórmula ~arcc,cla a .Ia Slgu,lcn.te:, 51~"Ilentras
mayor es la experiencia, m:í.s prudente y abierta se taina la espera.
N"IOra bien, ¿acaso no se ha impuesto desde aquel ent~nces una confi-
guración bastante difereme? Una onfiguraci6n que se.car~ctcnz..1., al ~ontrano.
por la máxima distancia entre el campo de la experiencia y el hon~ontc de
espera, discancia que linda la ruptura. De modo que el engendramiento del
tiempo hist rico pareciera su~pcndido. De allí, quizá, la expcriencia con·
temporánea de un presente perpetuo. huidizo y casi inmóvil, que intcnta a
pesar de rodo producir por sí mismo su propio liempo hist6rico. Todo sucede
como si ya no hubiera más que presente. una especie de vasta extensión de
agua agitada por un incesante chapoteo. ¿ abe entonces hablar de "fin" Ode
"saJida" de los tiempos modernos, es decir, de esta estructura temporal pani-
cular o del régimen moderno de historici(bd? Todavía es pronto para saberlo.
Podemos hablar de crisis, por supuesto. Este momento y esta experiencia
contemporánea del tiempo constituyen lo que yo designo con el nombre de
"presentismo" .
Estas páginas no son discurso accrc..'l de la historia universal, ni histo-
ria del tiempo. ni siquiera un tratado en relaci6n con la noci6n de régimen
de historicidad, sino que giran en torno a ciertos momentos de historia y
a cierras vocablos del momento; eligen unos cuantOs personajes famosos; y
leen o releen varios textoSj interrogan desde el punto de visea de las formas
de la experiencia del tiempo que los constituyen o los habitan, incluso sin
que ellos lo sepan, en ocasiones. La indagación no busca censar todos 101
regímenes de historicidad que han estado vigentes en el transcurso de la larp
historia de las sociedades humanas. La reAexión pone sin cesar a distancia la
misma coyuntura presente que le da origen, remonta muy lejos en el tiempo.
en u~ cs.fueno por retornar más cabalmente al ahora, pero sin ceder nunca
a la IlUSión de una perspectiva dominante. Una vez más, por convicc:i6ll
in[c~cctu=1 y por gustoye.rsonal, he optado por "el movimiento que ~
las lineas. ; he dado priOridad a los limites y a los umbrales. a los momen"
de InAeJuón o de vuelco. a las discordancias.

"lb"'., pp. 326-327.

40
REGIMENES DE HISTORICIDAD

Ésa era ya la dinámica que organizaba mi libro Le m~roj,. d'Hérodou


(El "p<jo d. Haodoro). Ubicado en la linde de la Historia oeelde",al, ¿de qué
lado del umbral se hallaba colocado Herodoto? ¿Más acá o más allá? ¿Aún ~o
o ya historiador? ¿Padre de la historia o mentiroso? Lo mismo ~e s:lcedl~,
en el espacio más restringido y también más resrrictivo de la hlstoflografl3
francesa, duranre mi encuencro con Fuste! de Coulanges. A su lado, atravesé
ese espacio a todo lo largo de un siglo. Nacido en 1830 y muerto en el año en
que se celebraba el centenario de la Revolución francesa, Fuste! de Coulanges
fue sin lugar a dudas historiador, casi en exceso, pero no por ello dejó de
situarse en falso respecto a la historia como ciencia. a pesar de haber sido uno
de sus más austeros promotores; al igual que respecto a una nueva Sorbona
que, sin embargo, creó para él la primera cátedra de historia medieval. Esa
situación incómoda, que duró más allá de su muerte, fue la que me permitió
constituir el caso Fustel. Por su parte, e! Ulises de Mimoire d'Ulysse (Memoria
tÚ Ulises) -libro de interrogantes en torno a la frontera cultural en el mundo
antigu~ resulta para mí emblemático de esta perspectiva. En su calidad de
viajero inaugural y hombre~frontera. Ulises es alguien que no deja de trazar
fronteras ni de atravesarlas. con el riesgo de perderse. Al igual que la cohorte
de sus sucesores, viajeros a títulos diversos en e! espacio de la cultura griega,
esboza los comornos de una identidad griega. Con ellos se construyeron, en e!
espacio y la larga duración de una cultura, aquellos itinerarios griegos, atentos
a los momentos de crisis en que las percepciones se confunden, cambian de
rumbo, se reformulan.
Hoy en día. en el caso de los regímenes de historicidad, el objeto es
distinto, la coyuntura también, Se trata de un nuevo itinerario, esta vez entre
experiencias de! tiempo e historias. que se desarrolla en un momento de crisis
del tiempo. Aunque la perspectiva se ha ampliado y el presente está presente
de modo más directo, la manera de ver y de hacer. la manera de avanzar
permanece: se ha convertido para mí en la manera de trabajar.

Agra~ezco a Jean~Pierre Vernant. quien me alentó a escribir este libro y fue


su pnmer lector. Gracias a Maurice Olender. que me propuso hacerlo. así
~omo a Gérard Lenclud, Erie Michaud, Jacques Revel y Miehel Werner. Por
ultimo. gracias a los participantes de mi seminario que han sopo r d
"regímenes", • r a o estos

41
CApíTULO 4
MEMORIA, HISTORIA, PRESENTE

"Francia debe recomponer sus anales para ponerlos de acuerdo con el progreso
de la inreligencia". La fórmula está. una vez más. tomada de Chateaubriand:
la proponía en el prefacio de sus Estudios históricos mencionados en el capítulo
precedente. Él se mostraba como un historiador superado por la historia:
"Escribía la historia antigua. y la historia moderna llamaba a mi puerta". J
¡De nuevo la historia, de prisa como el correo, iba más rápido que él! Sería
necesario -señalará en sus Mnnorias- poder "hacer historia a bordo de un
carruaje". En Alemania, Lorenz von Stein, teórico de la historia. señalaba
de la misma forma en 1843: "Es como si a la hisroriografía se le dificultara
seguir la historia".2 Por supuesto, al afirmar esto, Chateaubriand seguía
siendo amo, pues hacía de su propio anacronismo el móvil y el motor de su
escritura. En cuanto a la recomposición de los anales según el progreso de
la inteligencia, es decir, plenamente sincronizados con el régimen moderno
de historicidad. esta tarea no era finalmenre para él. En efecto. era la joven
generación de historiadores liberales. comenzando por Augustin Thierry. la
que debía encargarse de ello.
De hecho. la historia nacional se conveniría durante mucho tiempo en
el gran tema de los hisroriadores franceses y el lema de Chateaubriand podría
figurar en el epígrafe de numerosas obras. o cuando menos de las más audaces
a todo lo largo de los siglos XIX y xx. seguramenre hasta Lavisse. incluso hasca
la empresa misma de Lo! lugar" d. memoria de Pierre Nora. Claro está. no
es que la situación fuera la misma. pero tanco para Chateaubriand en 1830

I VUl sup.... cap. 3. p. 105.


. ¡ Lorenz von Stein. apwJReinhan KoseUeck, ú¡ÜlUrpassl. Par/s.1ld. del'll<oIed<:shau...
eludes en sciences sociales. 1990, p. 180.

127
flWl(OISHAJlT06

. .. de la década de 1980, se traraba de partir de UII


~mo p~ Nora al miel: el rescote y tOmar nota. Para reconstruir -sobre
dJagnósnco llevado hase P . d regunearse, de antemano lo
un nu~o plan.o':: decía Cha[:aub:~a~s~~:r~~ra: ¿se puede todavía cscrd.u
que qUiere decir reco,ropanee en ;13
una historia de FrancIa, cómo Ypor qué. . (1984 1993) fi al
El momentO de Los lugares de memona - n mente Uno
lugar alrededor de 1989: concebido e iniciado anteS, el p~oyecto ~ 6naIi-
zado después. Si lo pensamos entonces. en Francia. en el ~1~entcnallO deJa
Revolución, repitiendo por anticipado algunas guerras ~l1lOsas en tu que
cada uno debía hacer su parte, la caída del ~uro de Berhn, en la que nadie
soñaba, coOló a codo mundo desprevenido. Pero e~ta empresa acompa66
la ola memorialista que después de la mitad de los anos setenta se exteDdi6
por Francia. La registró como un sismógrafo, la reflejó como un espejo,.,
reRexionó sobre ella.
Entre los múltiples indicadores posibles de ese movimiento ele la ...
moria, bastará mencionar la película de Mareel Ophuls Dolor y
que debió esperar hasta 1971 para ser difundida, seguida de La
tri""""'"
Frrmt:M.
Ví'ck¡¡ J940- J 944, de Roben Paxton, minuciosa acusación contra d . . .
men de Pétain, apatecida en 1972. Pero también. en otro tenor. El adWiIJ
tÚ orgullo, en 1975, de Pierre-Jakez Hélias. Esas "memotias de un ~
del pals bigudl", nacido en 1914. recrean una civilización popular b
El libro alcanzó rápidamente el millón de ejemplares. Shoah. la
Claude Lanzmann, en 1985; en 1987, LOJ aUJinoJ tk lA mnnoTÍll, ck
Vidal-Naquet. desmontando y denunciando el negacionismo; d '
El Jíndrome tÚ Vicry (J944-198.. .) de Henry Rousso. Al emp
investigación sobre Vichy, Rousso habla descubierto que aya no era
de la medicina forense, sino más bien de la medicina a secas, •
psicoanalista". Y tantas más, hasta el último Iibto de Paul Rico=ur,
en 2000, para el milenio, La mnnoria, lA historúl, el olvido. En UD
tangible, son más visibles. al ser también testimonio de ello: la
activa o museificación de los eennos históricos urbanos, la mul
los ecomuseos o museos de sociedad. y la ascensión del Fa

J Pie= Nora (dir.). Les Lin<x tÚ minwi,., Uf, Les FwuIa, l. PariI,
11-32.
• J789. lA commImtJ"'lÜm (vol. eolectivo, Parls, Ga1limard, 1999)
apareados en ú DiINu JOb.. el bicentenario de la Revolución en-
BimJtnI4i,. de '" Jl/wlulÜm ftrz"fllíse. Ptrttü¡ues soci4Ies ¿'_
&litio.... 2000.
l V'ut ¡,,¡;., pp. 179-181.

128
REGIM(IUS Of: HtSlORKIDAD

P.er~ ~e Chateaubri~nd a ~ierre Nora, para regresar a nuestro punto de


partida lI~lc,~al, sorpfend~, 1.l1medI3r:unenre I~ diferencia en la relación con el
riel11po. El I~llevo pla~~ • Invoca,do por los avances" de la inteligencia cier-
r3mcnre ,remite a ~I.na VISlon del tiempo como perfeccionamienco y progreso:
el de la lIbertad hlp de las costumbres descubierta en América, el que hacía
del E1JSfl)'O histórico revisado un testigo de eSta marcha. Pero sabía también
que la manera de trabajar de los historiadores liberales que tomaban al nuevo
mundo como llna "escab rectificada para medir al viejo mundo". estaba en las
anrípodas de su vocación de escribano. cuya escritura no es más que listados
incesantes de lIllO a orro. 6 En el momento de emprender lo que después
se convertiría en Los lugnus d~ m~morin, Nora no solamente no invocaba
ningún ciempo progresista. sino que no salía del círculo del presente. Por d
conuario, señalaba, "la desaparición rápida de nuestra memoria nacional me
pareció que exigía un inventario de los lugares en los que selectivamente se
encarnó".7 Un inventario previo a una muerte anunciada.
Fernand Braudel todavía tuvo la audacia de lanzarse a una larga Historia
de la Francia solitaria. al estilo de Michelet. pero al partir mucho más tarde
que él (Michele, le consagró cuaren,a años), no pudo explorar has,a el final
esa Jd~ntidlld d~ Francia en la que se reúnen singularidad y permanencia. 8
De ninguna manera se trara de la memoria, sino de una historia sustraída de
lo más profundo de la larga duración. esta llenorme superficie de agua casi
estancada" que insensible pero irresistiblemente "arrastra todo con dla".9 Si se
trata de una empresa colectiva excepcionalmente larga. Los fllga"s ek mnnoria
no han tenido ram poco un artífice que a lo largo de sus intervenciones volu-
men tras volumen, haya dado su "interpretación". casi en el sentido musical
de la expresión, de la historia de Francia: su pequeña serenata.
Así como ya lo había anunciado, la cuestión que nos sirve de hilo
conduccor es la del orden del ciempo, del cual dan ,estimonio Los lugam.
comprendidos antes que nada como proyecto intelectual. Al poner en primer
lugar a la memoria, ien qué aniculación del pasado, del presence y del futuro
se encuentran? Pues es evidente que comienzan por no reconducir el régimen
moderno de hiscoricidad. Más allá de ellos mismos y de su paso. Los luga"s
nos servirán ,ambién de proyeccor para aclarar las temporalidades movilizadas
por el género de la historia nacional en el curso de su historia. Pero antes.

6 Vid JUpra. pp. 118-119.


1 /.n U,UX dr mimo;", 111, op. cit.• p. 1.
a Ft"rnand Braudel, L'/den/;/i de la Franu, Parrs, Arrhaud-Flammarion. 1986.3 vol•• [LA
,dtn,idJuI dr Francia, 3 { l•• Barcelona, Gedisa. 19931.
, Ibldrm, r. 11I, p. 431. Vid. Slip"". p. 35.

129
FRAN~OIS HARTO(;

tomemoS de nuevo alguna distancia y practiquemos otra modalidad de la


observación a distancia.

LAS CRISIS DEL REGIMEN MODERNO

'No podría incluirse, tan solo como hipótesis, al régimen moderno de bino-
~icidad entre esas dos fechas simbólicas que son 178? y 1989? ¿Será necesario
llegar a pregonar que manifiestan su enrrada y su salida de la escena de la gran
historia? ¿O que por lo menos marcan dos paus~, dos fallas en el orden dd
tiempo?lO Desde ese puntO de vista, el 11 de septiembre de 200 1 ~o .aportará
un cuestionamiento fuerte a dicho esquema, a menos que la administración
estadounidense haya decidido colocarlo como punto cero de la historia mun.
dial: un nuevo presente, un único presente, el de la guerra contra el terrorismo.
En todo caso, el 11 de septiembre llevó al límite la lógica del acontecimiemo
contemporáneo que, al dejarse ver en su propia constitución, se historiza en
seguida y es ya, en sí mismo, su propia conmemoración: bajo la mirada de
las cámaras. tl En ese sentido, es absolucamente presenrista.
Entre los actores mismos y entre aquellos que casi inmediatamente
han imentado dar cuenta de ello, la Revolución francesa pudo ser descifrada
notablememe como un conflicto entre dos regímenes de historicidad. Se
imerpeló al pasado, se invocó ampliamente a Roma y a Plutarco, todo para
proclamar a codo lo aleo que no existía modelo y que no era necesario imirar
nada. La trayectoria del mismo Napoleón puede aclararse bajo esta misma luz.
Llevado por el nuevo orden del tiempo, siempre quiso adelantarse a sí mismo
-"iba tan rápido que apenas tenía tiempo de respirar por donde pasaba·,
hacía ONU Chateaubriand- y quedó, no obstante, fascinado por los hiroes
de Plutarco hasta entrar de espaldas en su fumro, como lo señalaba Valúy,
haciéndose pasar por un seudoheredcro de un linaje. J2 Él también tejió su
destino de héroe finalmente trágico entre dos regímenes de historicidad.

10 Entre muchos otros posibles. citemos a un historiador, observador comprometido ca


su siglo, Eric Hobsbawm: "Very few people would dcny mar ao epoch in world historyeaded
with [he callapse of rhe Soviet bloc and (he Sovict Un ion, whatcvc:r we read in me eveaa:af'
1989·91. A pagC' in history has beco turncd" (En History. Londres. Abacus Book. 199& po
311 (Sob" id. historia. Barcelona, Crítica, 2002)).
11 Carol Gluck. "11 sc:prembre. Cucrre el rélévision au 21~ sicdc",AnnAlnHSS.l,2OC&
pp. 135,-162. Carol Gluck propone una historia-testimonio de la "guerra conuad tt:m1ilfJ*.
~onduc~da por Estados Unidos a través de una "etnografía" de los medios. Atc:otoalacdllkl
II1stamanea de la guerra, no se detiene en la auroconmemoración ¡nmediau coDlliDIIiWM
acontecimiento.
.. 12 Plutarco, Vit'J pnra//;/t'J, pról. de Fran~ois Hanog, París. Gallimard. 2002. pp. ....
Enlrar de espaldas en su fUluro", la fórmula es de Valéry.

130
RKIMDUS O( HISTOIIODAD

Las características del r~gimen moderno. tal como se destacan en los


análisis ya clásicos de Koselleck. son, ya lo hemos visto. el paso del plural
alemán di~ G~schichun al singular di~ G~schichu: la Historia. "Más allá de las
historias está la Historia", la Historia en sí, que, según la fórmula de Droysen,
debe convenirse en "conocimiento de sí misma" ,13 Sobre todo, es conocida
desde entonces como proceso, con la idea de que los acontecimientos no
tienen lugar solamente ro el tiempo. sino a travts de él: el tiempo se conviene
en actor. si no es que en "el actor". Las lecciones de la historia son sustituidas
ahora por la exigencia de la previsión, puesto que el pasado no ilumina más el
futuro, El historiador ya no elabora el ejemplo, sino que está en busca de lo
único. En la historia magistra, el ejemplo relacionaba el pasado con el futuro
a través de la figura del modelo por imitar. Detrás de mí, el hombre ilustre
estaba delante de mí o frente a mí.
Con el régimen moderno, el ejemplo. como tal. desaparece para dejar
lugar a lo que no se repite. El pasado es, por principio. lo que regresa a lo
mismo, por posición, ya superado. Más adelante. un día. cuando se presenten
las condiciones. los historiadores podrán establecer una ley, como ha sucedido
en las ciencias de la naturaleza. O. para retomar una formulación propia de la
historia-ciencia de finales del siglo XIX. el día glorioso de la síntesis acabará por
nacer, pero al esperar, la historia debe. como un anesano necesitado.limitarsc
a lo ordinario e ingrato del análisis. Es muy pronto. En todo caso. el porvenir.
es decir, el punto de vista del porvenir. ordena: "La historia se convirtió en
lo esencial en una conminación que dirige el Futuro a lo Contemporáneo".
El requerimiento. agregaría yo todavía, para completar la fórmula
(omada de Julien Gracq, se ex,endió cambién hacia el pasado y se impuso
a los his<oriadores que a lo largo del siglo XD< organizaron y concibieron su
disciplina como la ciencia del pasado. Ese fururo que ilumina la historia pa-
sada, ese punto de vista y ese ,,/os que le dan semido, tomó con los hábitos de
la ciencia, cada vez más, el rosero de la Nación, del Pueblo, de la República,
de la Sociedad o del Proletariado. Si existe todavía una lección de la historia,
viene del futuro, y ya no del pasado. Está en un futuro que llegará cual rup-
tura con el pasado, al menos como difereme de él; mienaas que la historia
magisrra se basaba en la idea de que el finuro, si no repetía exactamente el
pasado, al menos no lo excedía jamás, puesto que se movía dentto del mismo
círculo (aun cuando Chateaubriand hubiera arriesgado mucho la imagen de
los círculos concéntricos). con la misma Providencia o las mismas leyes y. en
lodos los casos, con hombres dotados de la misma naturaleza humana.

13 Koscllcck. L~ futur pass/, op. dt., p. 43.

131
FRAH(OISHAIITOG

'Por ué esta hipótesis dedos rompimientos: 1789 y 1989? Ciertamen_


te no ~ra ~o uea' la reAexión y alejarse repitiendo el final de ~odo y ~ la
histor~ en a~icular, aJ no tener ya desde encol1ces la demo.cracla otro rival.
sino al ~ont~ario, para estimular. lanzar de nuevo esta cuestión, .desterrando
la evidencia del presente. También, el leer Los lugares de memort~ desde una
perspectiva amplia o de una historia de larga duracIón de las relaC1on~ con el
tiempo. conduce a cuestionarlos como una manera de traba!a~ a partlC de ene
rompimiento (que no se reduce al9 de novie,;,bre de. 1989 umcamente. fecha
de la caída del Muro), aunque también podna trabaJarse buscando propo_
una aproximación y una historia. Dichos rompimientos. lIamémoslos indwo
brechas en el tiempo, retomando el diagnóstico dado por Hannah Arendt,
son esos intervalos enteramente determinados por cosas que ya no son y por
cosas que todavía no son. 14 Brechas, pues existe un tiempo de pausa.. y por
ello el tiempo parece desorientado. Chateaubriand, recordemos. conclulaq
Memorias bajo la comprobación de dos imposibilidades entre las cuales le
encontraba colocado el mundo de 1840: la imposibilidad del pasado, la 1m-
posibilidad del futuro. 15 Volveremos sobre ello en el momento de concluir.
Tal hipótesis no implica de ninguna manera que el régimen modcrao
no haya conocido cuestionamientos antes de 1989, que no hayahabidoOlllll
crisis del orden del tiempo. Muy por el contrario. Comenzamos por ahí.
la introducción. 16 Un régimen de historicidad, además, nunca ha sido II1II
entidad metafísica, descendida del cielo y de alcance universal. No es
la expresión de un orden dominante del tiempo; tejido a partir de difaeaIit
mú_
regímenes de temporalidad, es, para terminar, una manera de traducir.,
ordenar las experiencias del tiempo -maneras de articular el pasado. el p
y el futuro- y de darles sentido. Es necesario que, para la apreheasi6
expresión de estas experiencias, la descripción fenomenológica
los tres tiempos siga siendo siempre el punto de referencia esencial. e
regímenes podrán contarse? Lo ignoro. El ejemplo del régimen he.rok:G
nesio muestra, al menos, que tenemos un invenrario abierto y que DO
encerrados en la sola autocontemplación de la historia europea. O
~l momento mismo de ser instaurado, aunque cierramente jamú to
~nstaurado (salvo en el mejor de los mundos), un régimen de
Instala lentamente y dura mucho tiempo.

:: Hannah ~d., ÚI CriN tÚ '" nJtu.... ParI5, Gallimatd, 1972, po 19


PI' Chateaubnand, Mlmo;m J'Ou""·1iJmb., 44. 5, Parl. GaIlinwd.
l~., 1951, '.11. p. 922. '
VI.l "'p.... pp. 21-27.

132
Tal ha sido el caso del gran modelo de la historin mngistrn antigua (de!
que no hatá falta por lo demás exagerar e! carácter uniforme o que comprende
rodo).'? Fue retomado por la Iglesia y por los clérigos medievales cuando
asumieron la tarea de escribir la historia. Más profundamente, el régimen
cristiano pudo combinarse con e! de la historia magistrn. en la medida en
que e! uno y el otro miraban hacia el pasado. hacia un ya. incluso si el ya de
los Antiguos no era de ninguna manera el de los cristianos (actuando sobre
e! horizonte de un todavía no). No quiere decir que este antiguo régimen de
historicidad no haya conocido muchos cuestionamienros durante su larga
historia. Por ejemplo. en Francia. durante la segunda mitad del siglo XVI.
Entre muchos indicadores posibles. podríamos recordar la publicación en
1580 de los Emayos de Montaigne. en los que se ve el exemplum antiguo des-
estabilizado en un mundo en perpetuo movimiento. Se destruye mientras se
convierte en "singularidad". 18 Decidido a ser un nuevo Plutarco, Montaigne
escribe /inalmente los Emayos. "Es a mí a quien describo·, lanza la advertencia
a! lector. De! mismo modo. un siglo más tarde. e! estallido de la Querella
entre los Antiguos y los Modernos (1687) marcó un momento decisivo de
la crisis de! tiempo. Si. como lo demuestra Perrault. los Modernos superan
a los Antiguos. si ha habido progreso y perfeccionamiento en casi todos los
campos. es necesario que el tiempo no actúe todavía sobre un futuro del que
vendrá la luz. La perfección casi puede alcanzarse en el siglo de Luis XIV."
En efecto. ¿cómo autorizarse a pensar más allá del soberano absoluto?
En /in. no se puede pasar de un régimen a otro sin periodos de conlliero.
Se producen interferencias. frecuentemente trágicas. La Revolución fue uno
de esos momentos. Colocado entre Volney y Tocqueville. Chateaubriand nos
guió; él. que no cesó de observar y de convertirse en comentarista de esos
riempos intermedios y de sí mismo. atrapado y constituido por esos intervalos.
Con este mismo enfoque incluso aumenta la inteligibilidad del destino de
Napoleón.

3?~~.Sobre la longevidad de la his_a ""'gis""" ,,;J. Kooelleck. lA ft"'. pIIUJ, "p. riL. pp.

:: Hanog, pro!. en Plu<arco, 11""" ""wúIJ/es, Dp. rit.• pp. 26-27•


. Franl'>is Hanog. "Ou paraIIete lla comparailon" en ~ ~ a- " ..
~_os reunid", por P. Pa~. &lnfimstkSt. BnrrtnuItk eo-¡..... 1998, pp. 162-
~ ntYilmaz,lAQunrlktlnM""'-s. T""ps,_""""",... .ItI~.
n "" Modn-rm. Tesis BHISS. 2002 (por apasecer. GaIIinwd, ~

10
fRAN(OISHAATOG

LA ASCENSiÓN DEL PRESENTlSMD

. . .. c ' esentismo. Si en un principio 6ae


FmaJmc:nre el siglo xx umO rucuflsmo y pe . fu
más fucurisra que presenrisr3, terminó siendo más presentlsra que turiItL
Futurisr3, lo fue con pasión, a ciegas, hasta lo peor, (od~s l~ saben dade
entonces. El futurismo debe entenderse aquí como la dominación del PUIUD
de ViS[3 del fucuro. Tal es el senrido imperativo del orden del tiempo: 1111
orden que no cesa de acelerar o de presentars~ ~omo tal. La. historia se ha
enconces en nombre del porvenir, y debe escribirse de la misma manera..
movimiento (ucurista impulsó esta postura hasta el extremo. A semcjllq'a
del Manifi"to tÚI partido comunista. el Manifi"to jüturista. dado a c o _
par Marinetti en 1909. desea ser un acto resonante de ruptura en rdad6a
con el antiguo orden. Debe liberarse a Italia de "su gangrena de profcao&wl,
arqueólogos, cicerones y anticuarios". al declarar que "el esplendor cleIlIUIIJ-
do se ha enriquecido por una nueva belleza: la belleza de la velocidad-, JI
sintomático que sea en el lugar mismo donde Europa forjó su nociÓll«
patrimonio. donde surgió una impugnación radica1. 2o "Con más bcIle)a
que la victoria de Samotracia". un automóvil "rugiente" es su expresi6n
viva. "Nos encontramos sobre el último promontorio de los siglos·,
Marineni. "¿qué caso tiene mirar hacia atrás [... ]?" Un año m~ ~
Manifiesto tÚ ws pinto"" jüturistas es todavía más radical: "¡CamaradaaJ
declaramos que el progreso triunfante de las ciencias produjo camb_
profundos en la humanidad que un abismo se ha abierto entre 101
esclavos del pasado y nosotros, libres y cierros de la radiante
del porvenir [... ] Pero Italia renace, y a su Risorgimento político hace
renacimiento intelectual".21 Las vanguardias artísticas se lanzaron
impulso a la búsqueda de esta radiante magnificencia.
Pero el Manifiestojüturista muestra también cómo puede pasame
rurismo al ptesentismo. o cómo el futurismo es (ya) también un p
Cuando Marinerti proclama: "El TIempo y el Espacio murieron aya:.
ya en el Absoluto, pues ya hemos creado la eterna velocidad omnl
el presenre se encuentra "futurizado". o ya no hay más que preoen..
a la velocidad. el presente se transforma en eternidad y Marinetd,
de su automóvil de carreras. se ve como un sustituto de Dios.
Si la catástrofe de la Primera Guerra Mundial, las crisis q
ron, y después la de la Segunda Guerra Mundial esuem
hicieron retroceder al futurismo, era necesario que :oda
una

zo ¡rtJ. infirt. pp. 193-202.


21 Giovanni Usra. ú~. ParIs. TerraU. 2oo\, pp. 29, 30 Y38.

134
RE<;[MEHESDlHISTORlODAD

_retomados a menudo como eslogan- se reunieran finalmente para reactivar


los himnos al progreso y no solamente mantener en operación el régimen
moderno de historicidad, sino para hacerlo el único horizonte temporal.
Aun cuando el fururismo. habiendo perdido su lirismo. debiera adaptarse a
la amenaza nuclear y esmerarse en responderla. En Europa fueron esgrimidos
los imperativos de la reconstrucción y de la modernización. acompañados
de la planificación. mientras que a nivel mundial se imponían las exigencias
de la competencia económica. con la Guerra Fría como telón de fondo y
la carrera armamentista cada vez más rápida. Tuvimos así. entre otros. "el
radiante porvenir" socialista. el "milagto" alemán. o los "treinta gloriosos"
franceses (llamados así a partir del libro de Jean Fourastié).22 Poco a poco. sin
embargo. el porvenir empezó a ceder terreno al presente. que tomaría cada
vez más su lugar. hasta poco después parecer ocuparlo todo por completo.
Daba inicio así un tiempo en el que prevalecería el punto de vista del presente:
justamente el del presentismo.
Ese presente, aparentemente tan seguro de sí mismo y dominante. con
roda, no apareció en un día (durante el último tercio del siglo xx), y tampoco
es una novedad radical. En cierto sentido. [Oda grupo. toda sociedad. ayer
como hoy. no cuenta más que con su presente. Después pueden venir diversas
estrategias que conduzcan a valorarlo o, por el contrario. a menospreciarlo.
en proporciones variables y siempre cambiantes. según las circunstancias. Se
podría eliminar o. por el contrario. apresurarse a salir más rápido. Pra~s~ns.
hacía notar el lingüista Émile Benveniste. significa etimológicamente "lo que
está frente a mí". por tanto "inminente. urgente". "sin demora". según el
stnrido de la preposición latina pra~. 23 El presente es lo inminente: el cuerpo
del corredor inclinado hacia delante en el momento de arrancar.
Según la costumbre de los sabios. las filosofías antiguas. el epicureísmo y
el estoicismo habían producido una teoría del presente en virtud de la cual no
hay más que el presente sobre el que yo puedo tener influencia. "Persuádete",
escribía Horacio. "que cada nuevo día que inicia será para ti el último. Por
lo tamo, es con gratitud que debes recibir cada hora inesperada".24 Y Marco
Aurelio: "Si separas de ti mismo. es decir de tu pensamiento [... ) todo lo que

22 }tan Fourastié. ús 30 Glori~usnou la RIvolution inllisibk rk 1946.. J975. París, Flyud.


1979. ~í St: tnCutntra una doble constatación: la dd progreso. pero sobre rodo la de que en
~~UttsIVO ftrminÓ.
lJ (mil, Il<nveniste, Problbnn '" /inguistit/w gmm.k. Pat/s. Gallimanl, 1966. P. \35.
Pro:./nnas tk IingüÍJriC4 gennal. Máico. siglo XXI, 1979].
I .Ho",cio, Épi,m (Eplst.""). J, 4, 13. [Epút."",,¡f,,,, pHtiCtt, Madrid. Cotuejo de
n~nflgaci6n Citntífica, 2002J.

135
FRAN~OIS HARTOG

d I en el fururo te atormenta. todo


has hecho o dicho en el pas.a~o. (~ o o qu~ ti mismo] el futuro yel pasa-
lo que escapa a tu libre arbItrio, SI separas. d: uc vives. es decir. solamente
do. si te concentras en vivir solam~nte la VI t~ ueda hasta tu muerte con
el presente. podrás pasar todo el tiempo que q .
caJma. benevolencia. serenidad".25 Es incluso en ese presentlsmo en el que
se inspira Goethe cuando. en el deslumbrami,ento. de ~u reel1cuent~o co.n
Helena. hace decir a Fausto: "El espíritu 110 mICa 111 haCia adelante ni hac.aa
atrás S610 el presente es nuestra felicidad".26
. Pero, con las religiones reveladas, el presen.te ~ncon.tró al mis~o mo-.
vimiento devaluado (nada de lo que pueda vel1lr tiene ImportanCia real),
extendido (en cierto sentido no existe más que el presente) y valorado como
presente mesiánico. en espera del escIJaton: en cualquier ~omento el Mesías
puede venir. Rosenzweig distingue así "el hoy que no es mas que una pasarela
hacia mañana". del "Otro hoy que es un trampolín a la eternidad".27 Para los
cristianos. si nadie sabe. excepto el Padre. cuándo vendrá la hora final, es se-
guro, en roda caso. que el tiempo abierro para el paso de Crisco es el presente
y que la historia. hasta su Regreso. fue, es y será la de la Salvación. De ahí esta
apóstrofe de Pascal. que vuelve a las fuentes del Evangelio para recordar la
dimensión escatológica del presente: "El presente no es nunca nuestro fin: el
pasado y el presente son nuestros medios; sólo el porvenir es nuestro fin. Pordlo
no vivimos jamás. sino que esperamos vivir. yal prepararnos para ser siempre
dichosos, es inevitable que no lo seamos jamás"28 Aquí están las dos grandes
formas históricas del presentismo: la religiosa y la de los filósofos antiguos, con
pasajes de la una a la otra. como en Montaigne e incluso en Pascal.
Claramente inspiradas en las corrientes vitalistas, algunas expresiona
modernas de presentismo inducen a despreciar el pasado. El presente le
yergue contra el pasado en nombre de la vida y del arte. Por lo que se reIieJe
a las vanguardias artísticas entre 1905 y 1925, Eric Michaud hizo nowel
Jugar dado al presente en los mismos tÍtulos de sus manifiestos, yo diría ..
reivindicaciones presentistas. Aliado del fututismo presentista de MariDad,
evocado hace un instante, pueden nombrarse el "simultaneísmo", el "p~

2' Marco Aurdio. Pmsüs (Pmsam;mlos), 12. 3. 3·4. [Pmsamientos; '4rt41, ..........
Madrid, Tecnos, 2004J.
26 Goethe, &,ond Fausr, v. 983 t. Vid. Pierre Hadot... 'Le préscnt seu! est nQUe
la valeur de l'instant présem cha Gocthe et dans la philosophic antiquc·, .
1986, p. 71.
• ' 27, Franz Rosen,zweig, carta dd 5 de febrero de 1917. apuJ Stéphane Mola.
1'hlSlo'r~, Rounzl«lg. Bmjamin, Schokm. París, ~. du Seuil, 1992, p. 89. [.S
hlSlo;,uz. Rosenzweig, Benjamin. Schokm. Madrid. Cátedra, 1997].
P.ueal, Pens¿es. 172 (Brunschvicg).

136
ItKlMlMUDlHlSTOllKJ04D

c.ismus". el ,"nu~.i~~o» ~de nJln, "ahora en griego), el "PRESenrismus". el


n

"'insrantanelsmo .- .La IIterarura no se quedaría atrás, primero porque roma


paree en varios de estos manifiestos. Basta con pensar en el lugar ocupado
por Apollinaire. También podría remontarse un poco más allá. pensar en
el papel de inspiración desempeñado por las Com;d~racion~s intnnp~stivas
(1874) de Nietzsche. El in moralista (1902). de Gide, sería un buen ejemplo.
El héroe, Michel, descubre en efecto, tras haber estado a pUntO de morir, que
sus estudios de erudición han perdido en lo sucesivo su atractivo: "Descubrí
que algo había para mí, si no suprimido. al menos cambiado el gustOj era el
senrimienro del presente",30 Algo parecido se encuentra en H~dda Gablerde
lbsen. o incluso, en la década de los años veinte. en las reflexiones ya evocadas
de Paul Valéry sobre o, más bien, contra la historia. 3I
De manera que, si quisiera responder y escapar al "fracaso de la historia"
(hecho patente con la guerra de 1914). la historia profesional debió haber
comenzado entonces por demostrar que el pasado no era sinónimo de muerte
y que el pasado no quería asfixiat la vida. Fracasó en proponer un modo de
relación entre el pasado y el presente. tal como pasó cuando el pasado preten-
diera aleccionar al presente y fuera atacado por ello de inanidad de principio.
Y.. ro, aun cuando el antiguo modelo de la historia magistra hubiera dejado
de ser funcional durante más de un largo siglo. La insistencia de los primeros
Allntlles de Matc Bloch y Lucien Febvre sobre la preocupación indispensable
del presente adquiría entonces sentido en relación con ese contexto intelec-
tual. 32 Un poco más tarde pondrían el trabajo del historiadot bajo el signo
de un doble movimiento: del pasado hacia el presente y del ptesente hacia el
pasado. Ahí reside la justificación de la historia. pero también de ahí surgen
sus recursos heurísticos.
Publicada en 1938, La náuua. de Sartre. puede igualmente presentarse
como un fragmento presentista. Roquentin. el narrador. escribe un libro de

29 Éric Michaud. "Le p~nt des avant-gardcs·, en HistDirr ~ l'tm: 11M tIisd~ ... SIl
frontiim. París, Fernand Hazan, 2005.
30 André Gide, L'!mmoraliste. París. Mercurc de France. 1961, p. 60. [El in11llJ1lÚist4.
M.ddd, Cóted.., 1998J.
. 31 En muchas ocasiones. Luden Febvrc responde a Valéry. abandonándolo a la historia
Sin vida y reprochándole ignorar la historia viva (1941): vúl ComlNlts ptnu /'hinoirr. París.

A,m:~ Colin. 1992, pp. 24, 102 Y 423.


do<u Aux I"".u,,", Amra/n á'hisfq¡,. ianramit¡w d s«iItk. l. 1929. "Mienau que a ....
m"'tos d.I pasado los historiado... les aplian sus buenos mftodos ..............,..,.,...
~ vez más un mayor número de personas consagra su actividad, no sin pui6n en oc:uiofteII
h ~tudio d. las soci.dad.. y de las economías contemporáneas: dos dases de tnbAJado....
ec os para comprenderse y que normalmente se codean sin conooene·.

137
FRAN~OIS HARTOG

b· fía del marqués de Rollebon {quieo


historia. Trabaja. en efecto. en una lograPero un día, en un instante, se •
se parece medianamente a Talleyrand~. uso como una evidencia tan"':'L1-
vuelve imposible continuar. pues se le 1mp ; ~
que jamás había existido más que "el presente, nada mas que el presenre-
El presente era "lo que existe. y rodo lo que. no ~s[aba pres~n.{e ?O
c:xistfL.
El pasado no existÍa. De ninguna manera. NI en as cosas. ni slqwera en ml
pensamienro". Conclusión: "El marqués ~e Rolkbon acab~ba de ~o~ir POI.'
segunda ocasión". Él era "mi soci?: él,ren:,a ,~ecesl~ad..de mi Par:' CXlSWy~
tenía necesidad de él para no senClf mI ser. Yo eXisto. De la mIsma lI1aIleIá
en que "las cosas son por completo lo que parecen" y que U,dnrds de cl1aa.
33
no hay nada". el pasado no es nada.
Sin embargo, el futuro, más exactamente el punto de vista del ~
rampoco. También en 1945. de nuevo Sarrre. en el editorial del primcrnw-
de Les Temps modernes insisría y señalaba: "Nosotros escribimos paran
conremporáneos, no queremos mirar nuestro mundo con ojos futuros.
sería el medio más seguro de matarlo, sino con ojos realistas. con n
verdaderos ojos morrales. No anhelamos ganar el juicio y no tenemos mú
hacer una rehabilitación póstuma: es aquí mismo y con nuestra
viva que los juicios se ganan o se pierden".34 El existencialismovc la
sólo en el compromiso sin reserva con la acción. "Militante",
autor de lAs palabras. "quise salvarme por las obras" .35 A la revol
adelante, le corresponde "el papel que desempeñó antaño la vida
eUa "salva a los que la hacen", señalaba Malraux. 36 El cxistencialismo
presentismo.
Si la crítica del progreso no implica una promoción au
presente, sí deja duda sobre el carácter forzosamente positivo de.la
hacia el porvenir. El rOpOJ en verdad no era nuevo, pero puede
su reactivación y su desplazamiento a mediados de los años •
Claude Lévi-Strauss, en sus inmediatamente famosos Tristes
contexto de la descolonización proponía una versión renovada cid
vaje. iLa noche en las selvas del Nuevo Mundo de Chateaub
tan lejana! Su defensa apasionada de Rousseau y su critica de la

" J....-Paul Sartre, LA NallSÑ. París, Ga11imard, 1938, pp. 124-135


Buenoa Aires, Louda, 2006J.
54 J....-Paul Sartre, presenración de la rmnaús Tnys l
en Ln M,". París, Gallimard, 1964: "Sinceramente no pmcado
tiempo".
»¡bitlnn. p. 210•
.. Apud Arcndt, LA Cr/suk.....p. tiL. p. 17.

1J1
RE(iIMENESOEH1STOAlCIDAO

estrecha del progreso en las sociedades modernas se consumaba, en cualquier


caso, con una meditación sobre ese mundo que "comenzó sin el hombre y se
consumará sin él, puesto que no ha hecho jamás otra cosa que precipitar una
materia poderosamente organizada hacia una inercia siempre más grande y
que algún día será definitiva". También la antropología debería finalmente
escribirse "en tropología, nombre de una ciencia dedicada a estudiar en sus
manifestaciones más elevadas este proceso de desintegración".37 Con esta
perspectiva de enfriamiento final de las sociedades cálidas, se está, es verdad,
en el punto más alejado: algo así como el punw de vista de las esferas.
En un momento de intensa crisis del tiempo, cuando se derrumbaba
el antiguo orden del dempo y el nuevo buscaba todavía darse, Chateaubriancl
había hecho brevemente el intento de la utopía salvaje: un fuera del tiempo.
En los años cincuenta, Lévi-Strauss, ya lo vimos, es orillado a cuestionar el
régimen moderno fundado sobre la evidencia del orden del progreso. La
historia, señalaba, no es más que de vez en cuando acumulativa y, además,
no aprendemos como acumulativo más que lo que es análogo a lo que pasa
entre nOSOrros. Las formaciones sociales y la historia universal todavía esperan
asu Einstein. 38 En los años sesenta, el salvaje se puso de moda. Se adoptaron
roda suerte de usos salvajes del "pensamiento salvaje", se conectó con "el
pensamiento mítico", se comparó al salvaje con el civilizado o ante el Estado,
pero también hubo retornos o fugas entre los salvajes. 39 Antes los "retornos"
al país.
El eslogan "olvidar el futuro" es probablemente la contribución de
los Sixties* a un extremo encierro en el presente. Las utopías revoluciona~
rias, progresistas y futuristas, ¡oh, cuánto!. en sus principios. pero también
preteristas y retrospectivas (las barricadas revolucionarias y la Resistencia).
debían operar desde ese momento bajo un horizonte que no superaba en
nada el simple círculo del presenre: "Bajo el concreto, la playa" o "¡Todo de
inmediatO!" proclamaban los muros de París, en mayo de 1968, Antes de
que se escribiera sobre ellos "No future") es decir, más presente revoluciona-
rio. Llegaron, por supuesto, los años setenta, las desilusiones o el fin de una
ilusión, el derrumbe de la idea revolucionaria, la crisis económica de 1974,
el inexorable ascenso del desempleo en masa. el fin del Estado benefactor

:: C1.audc Lévi-Srrauss, Trisus Tropiques. París. Plon, 1955. p. 374.


lO l-\d. '"P'", pp. 36 Y 48-49.
les Plcrre Clastres, úz Sociltl contTr I~tat. París. Éd. de Minuit. 1974 [LA IOdnltuJ contra
'y, 'ada, Caracas, Momeávila, 1981 J. Jacques Uzot, Le Cerrk>influx. Fa;,u, áils >in lru/lms
"~7"'i París, Éd. du Seuil, 1976. [El cfrru'" de Jú'K'" Caracas, Monteávil.. 1992),
n mglés en d original. N. del 1":

139
FAAH~OlS HAflTOG

.. sobre la idea de que el mañana será


consuujdo en torno a la solJdafld:d YmenoS desesperadas o cínicas de que
mejor que hoy. ~ las respu~t~i:::~les en e! presente y sólo en él. No mú
todos, en cuaJqUler caso, s o . de e icureísmo o de estoicismo, ni
aJlá. Pero no se trataba ya precisamente P
de un presente mesiá~ic~. ., de! horizonte por un presente cada ve'ZmM
En esta progresiva IOvaSlO n 1 a e! im uJsor fue asumido
inRado, hipertrofiado, es muy claro que e p ~ P . por
la súbita extensión y las exjgcncias cada vez mas grand~s de una SOCiedad de
consumo, en la que las innovaciones tecnológicas y la busqueda de beneficios
cada vez más verciginosos vuelven obsoletoS a los hombr~~ y a las cosas cada
vez con mayor rapidez. Productividad, flexibilidad y movlhdad Se convienea.
40
en las paJabras claves de los nuevoS empresarios. Si el tiempo desde hace,.
mucho es una mercancía, el consumo actual valora lo efímero. Los medios
de comunicación, cuyo extraordinario desarroUo acompañó ese movimiento
que es verdaderamente su razón de ser, proceden igual. En la carrera cada
vez más acelerada a lo directo, producen, consumen y reciclan siempre
cada vez más rápido más palabras e imágenes, y comprimen el tiempo: cual--
quier tema, cosa de un minuto y medio por treinta años de historia.4. BI.
turismo es también un poderoso instrumento presentista: el mundo entero
al alcance de la mano, en un abrir y cerrar de ojos y a todo color.
Ese riempo coincide rambién con el del desempleo en masa al que
enrraron entonces las sociedades europeas. Para el desempleado, un tiempo
día a día, sin proyectos posibles, es un riempo sin futuro. Para esos "bombea
sin porvenir", como los nombraba Pierre Bourdieu, "el tiempo puaía ....
quilarse", pues "el rrabajo asalariado es el soporte, si no es que el princ:iJ*Po
de la mayor parte de los intereses. de las expectativas, de las exigencias,
esperanzas y de las inversiones en el presente, así como en el porvenir
el pasado involucrado". 42 El desempleo contribuye gravosamente a UD
miento en el presente y a un presentismo, esta vez, pesado y deses
El fururismo se hundió en el horizonte y el presentismo lo
El presente se convirtió en el horizonte. Sin futuro y sin pasado, el

[El n_
.. Luc Bolranski y ro"" ChiapeUo. ú Nouwl Esprit áu <ttpilll/isme. Pufo,

41
npiri.. "'1 c4pitalism., Madrid, AkaI, 2002].
Sylviane Agacinski, ú P"""" '" ""'p'. París. &l. du Seuil, 2000, pp. 1
42Pierre Bourdieu, Mláituions IJ4S<'Úimnes. París, &l. du Seuil, 1997, P.
f'4St4W_, Barcelona, Anagrama, 1999].
•, ü el análisis que ofrece Guy Debord del "tiempo esp
seudocld.co <onsumible", se indica además que, en el tiempo ~
al presenre". (ú S«iN tÚ< 1f'«t4rk, París, BuchetlChasrel, 1967, P. 1
nP«tJ<tJo, Valencia, Pre-renos. 2002].

140
RlGlMlNESo(KlSTOIKIDAO

mO genera diariamente el pasado y el futuro de quienes. día tras día. tienen


necesidades y valoran lo inmediato. De esta actitud no han faltado indicios.
Así, la muerte ha sido cada vez más elusiva. El pocta T. S. Elioe au~stiguaba
ya eSte expansionismo del presente: "En nuestra época, hacía notar [... ] ini-
ció su existencia un nuevo género de provincianismo. que merca quizás un
nueVO nombre. Es un provincianismo no del espacio, sino del tiempo; para
quienes [... ] el mundo es propiedad sólo de los vivos. en el que los muertos
no tienen lugar".'~4 Los muertos ya no tienen su lugar. o mejor dicho, no
tienen lugar alguno. Como historiador. Philippe Aries supo llamar nuestra
atención sobre ese mismo fenómeno: "Todo sucede en la aldea como si nadie
muriera".45 La negación a envejecer (según el modelo, que durante mucho
tiempo hizo escuela, del jOgg't'r* californiano) sería ouo indicio de ello. que
acompaña la valoración creciente de la juventud como tal. en las sociedades
occidentales que empiezan a envejecer. O incluso. más recientemente. todas
las técnicas de supresión del tiempo. gracias al desarrollo de las "carreteras de
la información" y la promoción universal del tiempo llamado "real". Todos
podrían fácilmente completar el catálogo de los comportamientos diarios.
que muestran una obsesión por el tiempo: dominarlo siempre más y mejor. o.
aun más. suprimirlo. Hasta la guerra en tiempo real. ¡No se entiende además
que una persona que se respete se debe a no tener ni t'l tiempo ni un momen-
w!46 Y un profesionista con exceso de trabajo es una persona con un déficit
crónico de tiempo.47 Estas conductas uaducen una experiencia largamente
compartida del presente. son uno de sus componentes. que trazan así uno
de los regímenes de temporalidad del presente.

LAS FALlAS DEL PRESENlf

La economía mediática del presente no cesa de producir y de consumir


acontecimientos. habiendo la televisión sucedido a la radio. Pero con una
particularidad: el presente, en el momento mismo de crearse, desea mirarse
como ya histórico. como ya pasado. De alguna manera se vuelve sob.., sí

"T. S. EHal. On PO"ryand P..... Londres. 1957. p. 69. [Sobo. poniA,po<rm. o.n:.tona.
Icaria, 1992] .
., Phil;pp" Ari'., L'H.mm,,/rlNlnt Út man, Parls. M. du Seuil. 1977. p. 554. [El bombo.
tlnu/a m~. Madrid, Tauros. 1999] .
.. En inglés en el original. N. del T.
46 Helga Nowotny. ú Tnnpl aIDi. Gmht' d SI1"WI1InltÍlln Jim snuiMnlI""""" a:. de S.
80llack y A. Masdet. París, &l. de la Maison des sciences de I'homme. 1992.
47 Bourdieu, MIJitations p¿m"limnn. op. dt.. p. 268.

141
_ pua an par ... m e '" hará bre: el cu.wdo .....
WDCIIIr mo qu era prev<c el p...do. ha",,,,, puado
anra «ir Iubu cdid mo prncntC'. pero esta muada o la su,..
6 el pracolC' E.u. u:nc:kncu, a ¡"."amblitr el futuro en futuro antel'l«
lIcpr huta'" c:ana'un l. el JO de malo de 1994 1"" per~
viJcaban aJ que tocbvla cra d prcSlJeOle MlUcrrand. ¡Va OtrOS
DO otraI COItWnbrcs! Eu. en umcntc un año ames del fin csrab
fU mmdalO. TocJo d ,uego con IStiO en hacerlo hablar como si fuaa
rrW wd< como I ya '" hubiera ,do e incluso (¿por qué Iimirancl)
atuvlCn mucno y enterrado. Y.l que se Je pidió que mencionara ¡el
que habla cJcgado! P.ara estar seguro de ser el primero en dar la
6naJmentc no hay nada mejor que anunciar como sucedido lo
no ha lcmdo lugar. E.s una respuesta mediatizada y mediática a la
gun.. provouuva hecha por Kan" •¿Cómo es p<»ible la
Rcspucna: porque quien hace las predicciones realiza y O
loa sucesos que anunció por addanlado". 48 Sin duda se traQ
mcdutica a pnori, pero también se conoce una forma po~
ba,o el nombre: d. efecto d. anuncio. De hecho. toda la P
terrand. ciad. la viJira inaugural al Panteón huta la doble
de loo /UnaaIa, pasando por el asunto Bowquer, emavo
cid tiempo. Que haya intenrado escapar O serví"" de ella
liJado pan CIOA. Todavla 1Ievada por d futurWno. al
al poda. la '"'Iuiada cui de inmediato tcCDconuó la
J*rimonIo. y la obIipdoaa lOClaIa cid praentiamo.
ola.
iméuicamen... nuaao pn:sente está mú que UIIiaIlt
• no a que de predicdona. Se rodeó de c:xpertDI, •
puar. SoIJdrado. d hisroriador le ha <DCOntrlldo. en má.
lII1IIonada como apmo de la memoria y prao en d eúl:uIq
&. ...-.- crer6 encotUIU en loo lOadcoo su " " -
de ~ en d poncnir, liD movene cIcJ
bar. .... ~"- a aanoporadalCia
., deade. impacepdblemen.... convadrle la
- o aa_múwde. Lo que
RfGIMENESOfHISTGaKlOAtl

de lo que vacará. Lo que, por ramo, ya VOtó. La duración no es reintroducida


más que por los sesgos de la serie que permite trazar una curva de sondeos,
pero es ya asunto de Jos comentaristas: los expertos. Por tamo, los sondeo.50
se equivocan. se ha constatado, iY el futuro se escapa! Ahí, de nllevo, quisiera
estarse en una forma de historia a priori. 0, lo que viene a ser lo mismo, negar
el tiempo. De ahí tl contrario el éxito, a mediados de los ochenta, de la fórmula
mi({errandiana: "¡Dar tiempo al tiempo!" Buscaba, él también, la identidad de
Francia juntO al tiempo largo, como si alcanzada por un cáncer debiera vivir
sobre rodo en el día a día: en el presente de la enfermedad. Pero en secreto.
A mediados de los años setenta aparece Otra debilidad en este presente.
Comienza a mOStrarse preocupado por la conservación (de monumentos, de
objetos, de formas de: vida, de paisajes, de especies animales) y ansioso por
defender el medio ambiente. Vivir en el país y la ecología, temas únicamenre
impugnatarios, se convirtieron en temas movilizadores e incitadores. Imper-
ceptiblemenre, conservación y rehabilitación sustituirían, en política urbana,
al simple imperativo de la modernización, de la que hasta enronces la brillante
y brutal evidencia no había sido cuestionada. Como si se quisiera preservar,
de hecho reconstituir un pasado ya desaparecido o a puma de perderse para
siempre. 50 Ya inquieto, el presente se descubre igualmente en busca de raíces
y de idenridad, preocupado por la memoria y las genealogías.
JuntO al regreso al país, se desarrolla la visita frecuente a los Archivos de
un público nuevo al que había que acoger. Los Consejos Generales ayudaron
a los Archivos Departamentales a hacer frente a ello, a la vez que se dotaba
a un gran número de ciudades medianas de servicios de archivos, pues en
adelante más de la mitad de los lectores serán genealogistas comunes. Ene
periodo corresponde también a la producción de infinidad de archivos. Su
cantidad se multiplicó por cinco desde 1945. y si hubiera que extenderlos.
se desplegarían en más de 3000 lcilómerros lineales. 51 Acompañando a ese
movimiento. la ley de 1979 sobre archivos (primera desde la Revolución) los
definió de manera muy amplia: "Los archivos son el conjunto de documentos,
cualesquiera que sean su fecha. su forma y su soporte material, producidos
o recibidos por toda persona física o moral. y por todo servicio,u organ,is~o
público o privado en el ejercicio de sus actividades", Todo esta en el limite

~ ~:~ it~~;~·~~~~~II~drinck, L'His':i"


"Us archives". en Fr. Bédarida (dir.), n /,
Mitin- d'hiJlorim m Fmnc,. 1945.1995. París. &l. de la Maison des sciences de I homme.
1995. pp. 89-110: Hartog. "Archives. La.loi.la m~moi~.l'hist~ire~t~;~~=;
pp. 45-48. Para una presentación del conJuRlo del apechenre. ,,;J. P
Duclert, /..rs ArchilJN. Parls. La Découvene. 2001.

143
FRAH(OISHAIlTOG

archivable, y los archivos" onstilllyen la memoria de la nación y una parte


esencial de su pauimonio hisrórico". Las palabras claves están ahí: memoria.
patrimonio, hiscoria, nación. Seftalan que verdaderamel1l~se ha entrado ea
los años-patrimonio. V, en éscos, los archivos ci~n~mente ue~en su lu~. Sia
embargo, los archiv61ogos habCoÍn tenido el sentimientO, JllC:~lanam~meJ\IId.
ficado, de haber sido los cncargado~ dc dar cuenta de esros anos, ffilentrulol
museos y las biblimec.'1s er;ll1 más taquilleros, junto con los poderes púbUCClI.
lo que constiwyc: uno de los componcmc.:s de la cri~is de los archivos.
Proclamados memoria, hisCOl'ia, pauimonio de la naci6n,los archi:vOl
han sido, inevitablemcme, .uc:HlzaJos por el presente. He ahí el ouo compo-
neme,lo más visible y lo más dispumdo de la crisis: las demoras para consulta
(demasiado largas) y las derogaciones (dem:lsiado rcstrictivas).52 Comoaila
cuesri6n de los :lrchivos se resumiera sólo en los archivos contemporáncoa
(los de los colaboracionistas y, poco después, lo~ de la guerra de Argelia). Se
ordenaron informes, se prometió una nueva Icy, que a fin de cuentas no ha
visto la luz, hubo moviliz.aciones para una "ciudad de los Archivos", impolible
de hacer realidad por ahora, pero se tuvO derecho a dos circulares del Primer
Ministro. La dcl3 de octubre de 1997 (a unos cuantos días del inicio ddjuido
Papon y poco después de la declaraci6n de arrepentimiento de la Iglesia de
Francia), que Aexibiliz.a las reglas de consulta de los documentos rdativol al
periodo 1940-1945. Recordando que: "Es un deber de la República perpctUIr
la memoria de 105 acontecimientos que se desarrollaron en nuestro paiscnue
1940 y 1945", inviraba a ir más lejos en materia de derogaciones, sin unirle-.
la personalidad O a la motivaci6n de las personas que solicilan una deropd6D-
Traducía, en suma, el deber de la memoria para la administración. La ~
del 5 de mayo de 1999. anunciaba: "Preocupado por la transparencia, YP'"
respeto hacia las víctimas y sus familias. el gobierno ha decidido facilitar
investigaciones hist6ricas sobre la manifestaci6n organizada por el PLN el
de octubre de 1961".
, .~a~rice Papon, quien :lcababa de perder el juicio por difamaci6a
habla IniCiado (como amiguo prefecto de la policía de París) en co
Jean-Luc Einaudi sobre el asunto de las víctimas de la manifcsraci6n.
una VC2. más el vínculo con la actualidad. Considerado en toda su d
el caso Papon es, además, un ejemplo esclarecedor de esos cambios de

H La non~.1. de referencia es la comunicación inmediata de 101 documcD.....


dcc.rc1t' <k aplicación de la Iq de 1979 fijaron demoras para cienos ardliYoI:: 30
(para 01 documcnlOI, que contengan información que pudiera comprometer la
o IOtC~ .... 1.1 xgundad dd E.swlo o la defensa nacional). En 1995 d ~
propuso ~UCIr esta demora a 25 y 50 años.

144
REGIMENESO(HISTOllKJDAO

en relación con el tiempo. No fue sino hasta 1998 que el amiguo secrerario
general de la prefe,crura de la Gironda fue condenado. en Burdeos. por su
complicidad en cnmenes en comra de la humanidad, es decir. cincuenta y
cincO años después de .Ios acr~s i~3criminarorios y como resultado de un juicio
que duró novenra y. ClnC~ dlas. Anres que él, en J 994. se tuvo el caso de
Paul Touvier, e! antiguo Jefe de la milicia de Lyon. En principio indultado
en 1972 por el presidente Pompidou, quien deseó "correr el velo" sobre ese
tiempo en el que los franceses "no se amaron", veintidós años más tarde fue
condenado por crímenes en contra de la humanidad. Sin embargo. se traraba
dd mismo Touvier. Pero el tiempo funcionó al revés. Muy lejos de haber
traído e! olvido, reavivó la memoria, reconstruyó e impuso el recuerdo. Con
la temporalidad hasta entonces inédita creada por los crímenes en contra de la
hum:lnidad. el tiempo no "transcurre": el criminal permanece comemporáneo
a su crimen. 54

El urbanismo parisino ofrece Otro registro, tan visible que deslumbra. en


donde comprender los efectos del orden del tiempo o de su cuesrionamien-
ro. Acordémonos por unos momentos de esas dramaturgias principescas O
esos ballelS urbano-políticos. Con un primer tiempo. todavía situado bajo
el signo de! fururismo simultáneamente. y en fase con el régimen moderno
de hiswricidad. En él se encuentra primero Georges Pompidou. el moder-
nizador. en el papel del presidente que quería "adaptar París al automóvil".
acelerar su desarrollo. aunque también devolverle su lustre internacional. al
dorar a la capiral con un gran museo de: arte contemporáneo. Extendiéndose
durante veinre años, el acondicionamiento del barrio de Les Halles ofrece una
clara demostración de estas transformaciones. En 1959. el gobierno decide
transferir los pabellones de Les Halles a Rungis. Durance los siguientes diez
años, la prefectura de París promovió proyectos arquitectónicos en los que
Aorecen las torres: "torres, torres y más torres". 55 Modernismo y rentabilidad
parecen ser las únicas palabras rectoras.

53 Nadie podia entonces saber que seria liberado de la prisión de la Santé por razones
médicas en septiembre de 2002. Pero la emoci6n provocada por su liberación -aceprada
únicamente por la aplicación de una nueva disposición de la ley- muesrr2 cl:;¡'r2menre que hasu
su muerte permanecerá como contemporáneo de su crimen. Pero nosotros también.
H Vid. infm, pp. 233.234. Henty Rousso, La Hantise du paJsl, mmtim IIWC Phi/lpp'
Prtir, París. Textuel, 1998, pp. 12-47.
H André Fermigier. La Batai/ü d, Pans: d,s Halks a Ú1 Pymmid,. Chroni'lu,s d'urbllnism"
Paris, Gallimard, 1991, p. 54. La serie de crónicas rea.liudas por Fermigier en el Nouwl
ObuTIIlltmr, después en Le Monde, permite seguir el fracaso de Les Halles y el surgimienro
progresivo del tema del panimonio.

145
fAAIl(OISHARIOG

A p ar de IJ.~ protestas. h.lbicnJo pasa.do m.l)'o <.le 1968, en 1971L:.


p.lbcl1ones de Bah.ud son finalmcllr destruidos: no solame.~te desmoDta-
dos r desplazados. sino perrec(ament~ demolidos. Perma~.eclo emonca UIl
11lIC¡':O, durante un tiempo famoso. el hueco. de~!> HaHc!> .' que no terJllin6
de llenarse sino lusta 1980, no sin ames dIversas penpeclas, en 1~ que el
entonces akaldc de P.ui!>. Jacques Chirac, pudo mo,!,trar su estatura COIDO
urbanista. Sr.i fuera de duda que .1lgullos cuanws :11105 después Les Halla
habrtl sido salvado como "patrimonio" excepcion.lI del siglo XIX. Esta da-
nucción scil.ab incluso la inversión de la coyulHura: el momento en que el
régimen moderno (y modcrni7..a dor) pierde su evidencia. Puesto que. poco
después. la estación de Orsay, prometida también .1 la destrucción es. por
el contrario, preservada, y Michel Cuy, secretario de b:rado de Cultura del
nuevo pre~ideO{e, Valéry Giscard d'E,staing, comienza. a llamar la atenci6a.
sobre el patrimonio conremporaneo: el de los siglos XIX y xx.
En cuanro al museo, nombr.ldo finalmente Centre Ceorges Pompidou,
es interesante recordar que en principio debía ser un museo "expcrimenw-
¿En qué sentido? "Un museo -se preci~aba- cuyo objetivo no sea el de coa-
servar obras de arte, sino el de permitir la libre expresión en todos losaspeaos
de \,) creación comemporánea".56 El edificio de vidrio. con sus espacios poli-
valentes y sus estructuras móviles, debía unir una arquitectura funcionalisray
rigurosa con lo llidico y lo eHmero. Debía exponer más el arte contemporáneo
que el arte moderno, y aun más, mostrar el arte al momento mismo de estar
siendo realizado. El pliego de condiciones asociaba así al futurismo (inheJCD-
te a lOdo proyecro museístico) con un fuerte componente de prcscntilmo.
Quería ponerse en el musco el presenre del arte y dar a conocer la crcad6D
contemporánea en el momenro de estar siendo realizada, rechazando de pIaDo
la museificación. Sin embargo, en el curso de los reacondicionamicntoS
las renovaciones, la parte de lo experimental se ha visto reducida y la pIdlt
y.
conservadora le ha arrebatado espacio al laboratorio. El espacio devuelto"
musco aumentó, mientras que el destinado a la creación disminuyó. S? Como
si el presente, p3sando de una postura presemisra lúdica y narcisista a OUI
mucho menos segura, reconociera que duda de sí mismo.
Pero le correspondió a Fran~ois Minerrand poner en escena el uiwúo
total del museo y del patrimonio, cuando inaugura, a finales de 1993. el Gru
Louvre:, con su pirámide de vidrio -los piramidiones y chorros de agua-, que
aporta un toque de arquitectura posmoderna. a través de: la cual se puede'"

)6lbld~m, p. 149.
.. ~~ Vid. el t:xp., ·LUIOpic Bc;\ubourg dix alu apres", Esprll, 123. 1987. ~
I...c Ccntre Pompldou. une UlOplC épui~c", L~ Dtbdl. 98, 1998. p. 102.

14.
ccnder a contemplar ¡cuarenta siglos de historia! El Gran LOtlvre, que perdió
su última (unción regalism con la partida del Ministerio de Finanzas, rerminó
de rransformarse en un inmenso espacio museístico: el museo más grande (los
príncipes no se conformarían con menos) y el primer lugar del parrimonio
universal de Francia (con la cámara en e! sótano de su galería de ventas).
Así, este presente, que aparentemente reina por completo, "dilatado",
suficiente, evidente, se revela inquieto. Quisiera ser en sí mismo su propio
punto de vista sobre sí mismo y descubre la imposibilidad de mantenerse ahí:
incluso en la rransparencia del gran escenario de Beaubourg. Allímire de la
ruprur.l, se revela incapaz de colmar la distancia que él mismo no ha cesado
de cruzar entre el campo de la experiencia y e! horizonte de la expectativa.
Encerrado en su burbuja, e! presente descubre que el suelo se esconde bajo
sus pies. ¡Magritre hubiera podido pintarlo! Tres palabras claves resumieron
y fijaron estos deslizamientos del terreno: mnnoria, aunque se trata de hecho
de una memoria voluntaria, provocada (la de la historia oral), reconstruida
(por tanto de b historia. para poder contarse fU histOria); patrimonio: 1980
fue decretado e! año de! Patrimonio -el éxito de la palabra y del tema (la
defensa, la valoración, la promoción del patrimonio) va a la par de una crisis
de la noción misma de "patrimonio nacional"; conmnnoración: de una con-
memoración a Otra podría ser el título de una crónica de los últimos veinte
años. Cada uno de estoS términos apunta hacia los Otros dos, lo que constituye
como el hogar: la identidad. 58

Las grandes conmemoraciones han definido un nuevo calendario de la vida


pública, al imponerle sus ritmos y sus plazos. Esta última se pliega y se sirve
de ellos, intentando conciliar memoria, pedagogía y mensajes políticos del
día. Ll visita de Fran~ois Mitterrand al Panteón, el 10 de mayo de 1981,
recién electo, fue concebida en esta perspectiva. Se daba en efecto la vista de
un descenso inaugural al país de los muertos ilustres de la República. con la
rosa en la mano (Michelet al escribir su historia tenía un ramo de oro), a fin
d~ revivir esos lugares abandonados, para ser revestido ahí al inscribirse en
un linaje y reanudar un tiempo inaugurado por la Revolución. Este acon-
[~dmienro simbólico implicaba además una dimensión fururista y otra ya
patrimonial: la puesta en escena las reunía. Después de lo cual comenzaban
lasdificulracles.
En los siguientes años, a estas conmemoraciones vieron sucederse
más conmemoraciones, a un ritmo cada vez más acelerado. Pero todos esos
ajustes franceses en torno a la memoria se operaban al mismo tiempo que

~ Vid. mfiu. pp. 180-181.

"7
FRAH(OISHARTOG

st: avanz.aba a la mayor conmt:moración anunci~da: la .de la RevolucióD~"


incitaba a poner en el orden del día y en cueStlO~amlen[o el hecho ~
de conmemorar, esta "actividad extraña, que oscIla entrt: la presenaa y la
ausencía".S9 Lo que nos valió, entre otras polémicas, uno de los CapetOSIlli-
len arios en 1987. finalmente cenificado con una misa solemne. en Presenc::il.
del Presidente de la República: ¡siempre el tiempo largo de Francia! A ate
primer fuego artificial conmemorativo sucedería in.mediatamente la d&p.
de los cincuentenarios de la Segunda Guerra Mundial.
Lejos de ser un fenómeno únicamente francés, tfas los años ochenta,
la conmemoración Aoreció un poco por todos lados. Así, Alemania la prac-
ticó con igual ardor, e incluso mayor, por el hecho de la demagogia existente
entonces entre las dos Alemanias. En 1983 fue el quinto centenario del
nacimiento de Lutero ahí; en 1985. el setecientos cincuenta aniversario de
la fundación de Berlín; en 1991, el traslado de las cenizas de Federico U a
Potsdam; por último, en 1993, la inauguración de la "Nueva Guardia" (Nr.
~che) en Berlín, deseada por el cancillet Helmut Kohl como memorial
central de la República Federal de Alemania. A lo que se puede aftadir, ea-
los mismos años. la publicación, por grandes editores, de muchas historia
de Alemania. y después, un poco más tarde, el comienzo de la obra ~
de memoria alemanes. GO

MEMORIA EHISTORIA

En 1974 aparecen los tres volúmenes de Hacer la historia, dirigidos


Jacques Le Goff y Pierre Nora, que intentaban "ilustrar y promover
nuevo tipo de historia". que respondiera a "la provocación" de ouas .
humanas, en panicular la etnología. 61 De la historia de las mentali
antropología histórica, era el momento de una conciencia y de una
a, una distancia entre nosotros y nosotros mismos, pero alejada tanto
tiempo como en el espacio. La memoria no se contaba todavía entre el
de nuevos ob~eto~ o nuev~s enfoques, y tampoco el patrimonio. De
aunque los hlstonadores siempre han tenido relación con la memoria.

: M~na Ozouf. en J 789. La Commhnorlll'on. op. cit.• p. 322.


commé~::~r~:n::anljOis."Narion rc:trouvéc:. Nation a conlrt(OfM,.. L'Allcm
.
Enn~uungr_O · Le C!lbat. 78. 1994. pp. 62-70; E. Ftao9Jis y H. Schulzc (din.)
ru. MURlc~, Beck. 2001-2002. I

)ac<¡11J ucs Lc:G.offy Plc:rre Nora (dirs.). Fai"tklñulOi". Paris Gal.UmanL 197"-
IX YXl. naur 14 hUlDruI. Barcelona Laia. 1979]. •

141
REGIMEHUOfHISTOllKlDAD

siempre han desconfiado de ella. Ya Tucídides la rechazaba por no fiable: ella


olvida, deforma, y es mala para resistir al placer de dar placer al que escucha.
Debe llevar la mirada, evidencia de la aUEOpsia, aJ oído. La hismria, como
búsqueda de la verdad, tenía ese precio. 62 Gran admiradora de Tuddides, la
hisroria·ciencia del siglo XIX comenzó por establecer un corte neEO entre el
pasado y el presente. Lo que siempre hizo de Michelet un transgresor, a él
que atravesó y volvió a atravesar tantas veces el río de los muertos. La hismria
debía comenzar ahí donde la memoria se detenía: en los archivos escriEOs.
Cuatro años más tarde. La nu~vn historia, diccionario codirigido por
Jacques Le Golf, Roger Chartier y Jacques Revel.le hace un lugar a la memo-
ria con la eorrada "Memoria colectiva". Forjada por Maurice Halbwachs, la
noción es retomada y defendida por Pierre Nora, pero a condición de que los
hiswriadores sepan cómo servirse de ella. Las rupturas modernas condujeron
a lIna multiplicación de las memorias colectivas. de manera que la historia
se escribe desde emonces bajo su presión: la historia científica misma, ve
dicrar sus intereses y sus curiosidades por ellas. De ahí la propuesta de Nora
de "hacer desempeñar a la memoria colecüva. y en relación con la historia
contemporánea, el papel que desempeñó para la historia moderna la histo-
ria llamada de las mentalidades". De aquí deriva un primer esbozo de los
fururos Lugnrn d~ memoria: partir de los lugares topográficos, monumentales.
simbólicos. funcionales, donde una sociedad consigna voluntariamente sus
recuerdos y hacer la historia de estos memoriales. El objetivo está claro: "El
análisis de las memorias colectivas puede y debe convertirse en la punta de
lanza de una historia que se desea comemporánea".63
Duranre más de veinte años, desde los años veinte hasta su muerte en
1945 en el campo de Buchenwald. Maurice Halbwachs se dedicó en efecto
a desarrollar una sociología de la memoria colectiva. Se reencontraba. en esta
búsqueda conrinua. algo después de la guerra de 1914. Hoy. su obra misma
se ha convenido en un verdadero lugar de memoria. de los estudios sobre la
memoria. Durante mucho tiempo poco frecuentada. ha sido cada vez más
revisirada, cicada y finalmente reeditada. De maneta que su obra proporcio.
na al mismo tiempo una herramienta para trabajar sobre el tema de la me--
moria y un indicio de la presente coyuntura. Al proponerse abrir el campo
de la memoria al sociólogo. Halbwachs pensaba a la vez con Berpon y en
Contra de él. Con él. porque hacía suyos los análisis de la duración; en con~,
porque prerendía poner por delante la dimensión social (y primero familiar)

62Tucídid~,I. 20-21. ~
6} Nora, ~Mémoire coll«eivc", en J. Le Golf. R. Ow'rier y J. RewI (dla.), LA 1
Hmo,.,-r, París. Ren. )978. pp. 400-401. (ú 1IfWN histfn'úI. Sil. . EcL ~jcro. 986).

149
fRANWI~HARTOG

de la memoria: sus "marcos sodales". De a~í concluyó que "el pensamiento


soci~ es esencialmente una memoria", consumida por "recu~rdos:olectivO$'".
Pero de esos recuerdos no subsisten más que "I~,s 61 u : la SOCiedad al trabajar
so~re sus marc~.s actual:s, puede reconstrUIr. El acento estaba puesto
nítidamente en actuales.
Con La memoria colectiva, libro que dejó inconcluso, Halbwachs trazó
una clara línea divisoria entre la historia y la memoria, en beneficio de una
aproximación por la memoria, q"ue despidió cortésmente al historiador, re--
enviándolo a sus archivos y a su exterioridad" La historia es una, aun cuando
haya tantas memorias colectivas como grupos, de los que cada uno tiene su
propia duración. 65 Bajo el efecto de una vida social cada vez más acelerada.
hay por tanto cada vez más memorias colectivas. Se reencontraba, también en
Halbwachs, la comprobación de la aceleración. La memoria colectiva después
es "una corriente de pensamiento continuo" (retiene del pasado más que de
aquello que todavía está vivo), mientras que el historiador "puede realizar su
obra sólo a condición de colocarse deliberadamente fuera del tiempo vivido
por los grupos que asistieron a los acontecimientos, que tuvieron contacto
más O menos directo y que pueden recordarlos".66 La historia, que "extrae
los cambios de la duración", forja "una duración arrificial que no tiene nada
de realidad para ninguno de los grupos de los que se tomaron prestados los
acontecimientos".67 El ave de la historia no podrá por tanto emprender su
vuelo sino hasta que la noche haya caído por completo, cuando d presente
esté. bien muerto. En 1867, un informe sobre los estudios hist6ricos en
Francia se concluyó con estas fuertes constataciones: "La historia no nace
para una época más que cuando ella ha muerto por completo. El campo de
la hisroria es por tanto el pasado. El presente corresponde a la política, yel
porvenir pertenece a Oios".G8 El autor,). lhiénot. se presentaba al ministro
destinatario del informe como un "escribano forense exacto".
Pero, desde el instante en que no nos reconocemos en este retrato del
historiador que será profesionalmente excluido del campo de la memoria. le
introduce la marcada oposición entre historia y memoria. La memoria CO"'

Gol Maurice Halbwachs. ús Cadm sodaux tÚ la mtmoi" (1925), París, A1bin Mlchd, 19M.
p. 296; Marie-Claire Lavabre, "Maurice Halbwachs el la sodologie de la mémobe-. RidIIII
i~~:~~t"· 128, 1998, pp. 47·56. {Los marcor sodaln dt" la mt"moria, Barcelona. Anttuoppl.

65 Halbwachs. La Mtmoiu colkclivt". edid6n crítica de Gérard Namer, Pares. Albia


199~ jbi~:~. ~~I ;;.moria cokcrilJtl, Zaragoza, Universidad de Zaragoza, 2004].
67 IbitÚm. p. 166
&8 J. "Ibiénol. RApporl Jur ler ttUlÚr hirtoriqut"s. París, lmprimerie impériale. 1868,

150
REGIMtNlSOENISTORKlOAO

lecti\'a puede también formar pane del "territorio" del historiador o, rod:lvÍ3
mejor, convenirse en el instrumemo de la ascensi6n aJ poder de la hisroria
contemporánea. Ahora bien, Nora siempre rechazó el postulado de un cone
(artificial o ilusorio) emre el pasado y el presente. Por el contrario, a diferencia
de los aurores del informe al ministro, vuelve a "el historiador del presente"
para que haga "surgir conscie~tememeel pasado en el presente (en lugar de
inconscienrememe hacer sur~lr el presente en el pasado)". Sobre el tiempo,
adelll:is, la reAexión que urdiÓ a propósito del acontecimiento, sugiere una
relación entre el nuevo estatuto dado al acontecimiento en lIna sociedad de
consumo y lIlla forma de aprehender el tiempo: "¿Podría ser que el trato al
que sometamos el acomecimiento sea una manera (...] de reducir el tiem-
po mismo a un objeto de consumo y de conferirle los mismos afecros?"6?
Se indicaría ahí, a modo de sugerencia, Otro componente del presentismo.
Tomado en el tiempo del consumismo, el tiempo mismo se convierte en un
objeto de consumo.
El modo de ser del pasado es el de su surgimiento en el presente, pero
bajo el control del historiador. Tal es el postulado de Los lugar~s dr m~moria,
curo primer volumen apareció en 1984, El largo texto de inicio, titulado
"Entre memoria e historia", vale como manifiesro y exposición de la proble·
mática de conjunro. 70 De entrada, lo imponante es el ~ntr~ colocarse mfr~
historia y memoria, no oponerlas, ni mm poco confundirlas, sino servirse de
una y de otra. Recurrir a la memoria para renovar y ensanchar el campo de
la historia contemporánea (hacer, en realidad, a la memoria colectiva desem·
peñar el papel que para la hisroria moderna desempeñ6 la historia llamada
de las mentalidades). De ello resulta la apertura de un nuevo campo: el de
una historia de la memoria. Por Otro lado, una hisroria, entrada en su edad
crítica, preocupada por volver sobre sus pasos y su tradkión, .se torna capaz
de identificar los cambios que han intervenido entre memoria e historia,
en panicular en el marco de esas "histOrias-memorias" que, de Froissan a
Seignobos, pasando por Michdet y Lavisse, constituyeron la larga tradición
de las historias nacionales.
Todo ese primer texto de Nora esd colocado bajad signo de la acelera·
ción, "Aceleración de la historia", diagnosricaba de eorrada. La expresión tiene,
ella misma, una historia, al menos a partir del libro de Daniel Halévy, Ensayo
$obr~ la (lulllrtlción & la historia, publicado en 1948, hasta el de Jean-Nod
)eanneney, en 2001, ¿ Y0 más rápido la hiJfon'a?71 Pero y<l Chateaubriand hacía

151
fWH;OISHAflT06

de esta experiencia de la aceleración la scña_1 ~rrecusable. de I~ ruina d~ ~~


orden del tiempo. y Musil. al igual. acuno la expresión, aceleraaoRlSlDO
Halévy iniciaba su ensayo citando a Michelet. y I~ detema s~bre el futuro de
Hiroshima. "Uno de los hechos más graves, haCIa nota~ Mlchelet. y de 101
menos destacados. es que el ritmo del tiempo ha cambiado por comp1eco.
Redobló el paso de manera extraña. Dos revoluciones (territorial. industrial)
en el espacio de una simple vida del hombre". Más aún. este cambio de ritmo
constituye el orden moderno del tiempo.72 Por otra parte. el reconocerlo DO
implica tomar al pie de la letra todas las declaraciones del mundo modcmo
sobre la aceleración. 73
Para Nora, el efecto de la aceleración no es solamente el de una "mul·
tiplicación" de las memorias colectivas, y por tantO "imposibles de~.
como lo era todavía para Halbwachs. sino el de una "ruptura" con el pasado.
La ruptura con el campo de la experiencia. La globalización. la democratiza..
ción. la masificación. la mediatización, ocasionan el fin de lo que Nora llama
"las sociedades-memorias" y. para terminar, la desaparición de la memoria.
Tanto así que "00 se habla tanto de memoria porque ya no hay". o inclu.so,
es justamente porque ya no hay "más centros de memoria" sino "lugares" que
se encuentran investidos del sentimiento residual de la continuidad.
¿Estaremos en plena paradoja? ¿Será por tanto más invocada la Il1O'
maria puesto que está en vías de desaparecer? Basta ponernos de acuenIo
sobre lo que entendemos por esta palabra: la memoria de hoy -dest:ae:at.
Nora- no es ya la de ayer, aquella que regía las sociedades-memorias. Bajo
el mismo vocablo. las formas y las prácticas difieren enormemente. Por UD
lado. estaba la memoria de tipo antiguo. por decirlo de alguna manen. - .
pasado". reconduciendo "eternamente la herencia". y por otro. "la nuc:sua-
que ha sido comprendida en la historia y ha sido transfotmada por ella. Sia.
duda esta sociedad-memoria desaparecida estaba un poco simplificada 9
mitificada, pero antes que nada, para el análisis del hoy. lo que importa.
valor comrastaotc.
. "N~es[fa" memoria ya no es aquella, la que desde entonces noa ....
que hlstotla. huella y clasificación". Preocupada por hacer memoria de mcIDt
RfGIMOIUDl:HIS10RlOOAD

es apasion3damenre archivísrica. COntribuye a esta historiz.ación cotidiana


del presente ya mencionada. Totalmente psicologiuda, la memoria se ha
convenido en un asunto privado, ocasionando una nueva economía de "la
idenridad del yo". "Soy yo [en adelante] quien debe recordarme y soy )'0
quien me recuerdo". Así. "ser judío, es recordarse de serlo. pefO eSte recuerdo
irrecusable una Ye1. .inrerioril.ado te coloca cada vez más cerca de fij:ulo por
completo. ¿MemOria de=: qué? Allímire, memoria de la memoria", Por últi.
mo, esta memoria opera en el fondo de una relación con el pasado en donde
es vencida por la discontinuidad. El pasado no está ya "al mismo nivel",
También, somos llevados "de tina historia que se buscaba en el continuo de
una memoria, a una memoria que se proyecta en la discontinuidad de una
historia". Tal como se define hoy en día, la memoria "ya no es la necesidad
de retener del pasado para preparar el porvenir que se desea; es ella lo que
da al presente el presente en sí mismo".7<\ La memoria es un insrrumemo
prc.sentista.
Un cambio así del régimen de la memoria no puede más que repercu-
tir sobre lo que ha representado desde hace mucho tiempo "nuestro medio
de memoria" por excelencia, es decir, la histOria nacional. ¿Cómo escribirla
ahora? (Cómo considerar la serie de estas "histOrias-memorias" hasta la de
Lavisse, que ha sido elaborada "al cruce de la histOria crítica y de la memoria
republicana"? Es aquí en donde la historiografía emra en juego. Lor /ugam no
se hacen posibles más que a panir de este doble reconocimiento: el cambio
del régimen de memoria y la entrada de la historia en su edad historiográfica.
Faltaba reunir ambos fenómenos: el lugar de memoria realizó el vínculo.
"El 14 de julio de 1790 -escribía Lavisse- a la unidad monárquica
sucedió la unidad nacional, que se reveló indestructible", De aquí la idemih-
cadón de la Revolución con la Nación, de la Nación con la República, y de la
República con "un régimen que pue:de creerse dehnitivo". Tal era la o~ración
histOriográfica de Lavisse, Para el resto, los veintisiete volúmenes eran una
mera narración continua, desglosada en episodios cronológicos sin sorpresas
y sin inventiva, con indicación de las fuentes. Dos momentos fuenes sobre·
salían del conjunto: el inicio, con el Cuadro de la g~ognzfia tÚ Francia. debido
a Vidal de la Blache, y el Luis XlV. redactado por el director del proyecto en
persona. Este último destacaba todavía esta singularidad concerniente a la
historia de Francia: la Revolución la había conado de su pasado, reconstituir
éste era por tamo "asunto de erudición". de historia. y no de me~oria. Lo
que legitimaba a la historia en su papel de institutriz nacional: la pmar ~rgfl
patriam (para retomar la divisa de los Monummta G"",ania~) presuponía

74 Nora, 'POllf une his{oire au second desri". Lr D/bat. 122.2002. p, 27.

151
FltAN~OlS HAllIOG

el conocimiento de la patria, que no podía adqu~rirs~ más que a rravés de la


historia. La función o, más bien, la misión del hlsronad~~ era c~ara. .
Sin duda alguna, Lavisse ocupó un lugar. ~n el mnerano de PI~re
Nora.75 Pero aún hay más. Su Historia desempeno el pa~~1 de labo~tono.
La R~pt;blica de Los lugaus salió primero de una lectura crmca de LavlSSC, UD
Lavisse visto desde bascidores. desde donde se muestra la fabricación de una
bisloria nacional, al mismo tiempo que se le desarma como m~morja repu-
blicana. para hacer. precisameme. el primer ensayo de la noción de lugar de
memoria. Para comprender lo que sucedía. en 1980, eorre memoria e historia
y las posruras de esta nueva demanda de memoria, Nora comenz.ó por trans-
portarse a un siglo antes, cuando, con Lavisse. no era más que una cuestión
de historia. El año 1980 venía a mirar el año 1880. y 1880. reflejando esa
mirada. reenviaba la inteligibilidad sobre 1980. La aproximación de ambos
momemos era en sí misma luminosa: hacía comprender que la "historia-
de Lavisse era, en su principio, de la memoria (republicana) promovida a la
dignidad de historia.
Para Hegar a una primera definición de "lugar". como lo que es a la vez
material, funcional, simbólico (objeto reflejado. donde el pasado se encumua
rcwmado en el presente), casi bastaría partir de la evidencia de los "Iugara
comuncs" de la República (los Tres Colures. el 14 de julio, el Pantcón...).
mostrarla y cuestionarla. Ahora bien, hoy en día el vínculo con esos lugares
simbólicos se ha vuelto muy tenue: son -escribía Nora- como "esas conchas
sobre la orilla cuando el mar de la memoria viva se retira". Están ahí. pelO
la simple relación activa que puede mantenerse con ellas es la que proponeD
Los lugar~s. una relación de segundo grado, hecha de la reactivación de lo
cual ellas han sido la historia. Este primer volumen desembocaba en una
República que se dejaba ver como si fuera ella misma ya su propio lugar de
memoria. Había en este primer volumen un poco de la "mortaja púrpura ea
donde duermen los dioses muertos". 76 Los siguientes dos volúmenes retolDlD
b. noción para proponer una concepción más abundante y más dinámica
que permita dirigirse siempre más adelante hacia es[a historia simbólica.ode
\egundo grado, de iJ. que Nora se:: convirrió en prac[icante y abogado."

1~ Nor..l. ,MEroUI Lavi~s~: son rol~ d:ms 1:1. (ormation du S~ntim~nl nlllional-, " .
~~~~~:;~. ,uho'~puembrede 1962, retomado en Nou., Lt'1 L,t'1a tÚ mimoi". l• . . di.

1
,. 1'59 ronl Rc"n.l.n. l'r,rrr sur 1'Ac:ropok, ~n CE",'rrs comp/llt's. Pub, Calm¿nn-l.Iv)r. 1

·"r.. , ·"our une hUlOir~, •• lIn.


M. ¡;Í1 •• p. JO.

1S4
R(liIMOmDf.IlISl0RJOOAO

Más :tllá de ese diagnóstico sobre la memoria de hoy, la expresión misma


lugar d~ m~moria reenvía hacia las arres de la memoria, que conducen ellas
mismas hasta el arre oratorio de la Amigüedad.78 Su definición canónica fue
dada por Cicerón: el lugar (/00") es el emplazamiento -las habitaciones de una
casa, por ejemplo, o las columnas- donde el orador, preparando su discurso,
es invitado a ordenar imágm~s de cosas que desea retener. Se le recomienda
particularmente elegir imágenes vivas (imagin~s agmus). En este sentido, Los
lugarrs d~ mrmoria han puesto en marcha una concepción retórica del lugar y
de la memoria. Si e1lugnr del orador es siempre un artefacto, el lugar, según
Nora, jamás está simplemente dado: está construido e igualmente debe ser
reconstruido sin cesar. Al hisroriador de los lugares de memoria le corresponde
por canto encontrar los lugares activos, Jos imagin~s agenus de Cicerón, pero,
a la inversa del orador, que elegía los lugares para memorizar su discurso, el
historiador parte de los lugares para reencontrar los "discursos" de los que
han sido los soportes. Lo que hace el lugar d~ memoria es, por último, una
encrucijada donde se cruzan diferentes caminos de memoria. De manera que
sólo están todavía vivos (agmus) los lugares retomados, revisieados, remode-
lados. rearreglados. Abandonado, un Jugar de memoria ya no es más que,
a lo mejor, el recuerdo de un lugar: como los galos y los francos, después de
1914.

Exploración continuada de lo nacional al prisma de la memoria, Los /ugam LÚ


memoria hicieron evidente una periodización de los "impulsos memoriales",
con algunos periodos fuertes: 1830 (resumido en la obra de Guizot), 1880
(cuando se fijan los rituales de la República y su historia), 1980 (el punto de
partida y la razón de ser de la búsqueda de Los /ugam). Todavía falta uno,
capital según yo: 1914 (se trata, otra vez, de un número redondo). Permaneció
menos visible (incluso en la investigación de Nora), en la misma medida en
que no se tradujo en la organización de instituciones centrales de historia
o en la producción de grandes historias nacionales, retomadas con nueva
facilidad o renovadas, pero más bien para impugnación de la historia o6cial,
una valoración ya de la memoria m contra de la historia y, según algunos, la
búsqueda de otra historia, es decir, primero de otras temporalidades históricas
que lleven a nuevas periodizadones. El trabajo de Halbwachs sobre la memoria
se incorporaba a este momento de crisis del orden del tiempo, acompañado
por cuestionamientos del régimen moderno de historicidad.

71 Frances Y:¡t6, L'Arr tÚ lA mimDi". n. de O. Arasse, París. GaIlimard. 1975. {El.,..

la mtmoriQ. Madrid. Siruda. 20051.

155
FWI(OlSH,uTOG

De esra crisis del tiempo, el proyecto mismo de En busca tk/ linn,.~


dido era, ya, un signo de múltiples resonancias. ~ ob~~ es, para terminar, ate
libro por venir, que debcría dietar el ~ie~po mismo, la forma d~1 Ti~PO·J
después de que, en la biblioteca del pnnclpc de Guermantcs, la eVldenCla de la
idca del Tiempo finalmente se impuso al narrador. Ya se encuentra en ella una
forma de lugar de memoria. ¿No habla Proust de "lugar lejano", y de "Iupr
actual" y, de uno a otro, la sensación misma de otro tiempo, mienuas opera
la resurrección de la memoria, que es irrupción del pasado en el prcsaue?
Así, MOle. de Saint·Loup aparece ante la mirada del narrador como un tipo
de lugar de memoria: "¿No era ella -se pregunra- como son en los bosqua
las estrellas de las encrucijadas en donde vienen a converger los caminoa:
venidos, también para nuestra vida, desde los puntos más diferentes?" Pua
venían a desembocar en ella, "los dos grandes costados", en donde él.babú.
reaJizado "tamos paseos y sueños".7 9 A partir de ello el libro puede coDduir
sobre esta presencia física, [QtaJmeme vertical, del tiempo. "El hombre, al
tener la longitud no de su cuerpo sino de sus años", se ve encaeamado ~
recuerda- sobre los zancos vivos del tiempo, que pueden ser "quizá más a1IOI
que los campanarios", como el duque de Guermantes, vacilante sobre_
piernas. "En el Tiempo" son por tamo las últimas palabras de la Bú.squ«/IJ.
Proust se dirigía hacia Bergson)' sus análisis de la duración. so Debafa
incorporarse también a Charles Péguy, adversario proclamado y feroz de la
historia, taJ como la encarnaban y promovían los maestros de la Sorbonae.
Lavisse, Langlois y Scignobos. En contra de la historia, Péguy se vale raucI-
tamente de la memoria. En comra del sacrosanto método histórico ellgi6.
Hugo y a M.ichelet. En C/io, opone la historia "esencia.lmente 10ngitudiD,al-
a la memOria "esenciaJmeme vertical". La historia "pasa de largo" -dic:ct-i
es decir, "a un lado". Mientras que "la memoria consiste, al estar dc.nao cIIl
acontecimiento, antes que nada en no salir, permanece~ en él, yen
tarlo desde adentro" .81 Péguy evidentemente no dejaba de soñar con el Cp

79 Maree:! rro~st, Lt Ttmps rtlroUIJI, en A 14 ~clJtrcht du Itmps pndu Pads


~~IO:li.bl. de la Plélade, 1954, t. lJI, p.
1029. [En busca dtltitmpoptrdid4, Madrid.
80 Henri Bcrgson, EsUli sur /ts do"nlts ImmIdUlU'S dt la ~onsdnru (1888), Parú. ....
en par~'cul~ e:! cap. 2, que analiza la idea de duraci6n. 0y<:nte en Jos cutsO$ de Bcrpoa.
:~:76as~ ..;:::ii~~I~~:j;I~~" en el cenno de su reRexi6n. De PTiy. 8apoD

:1Charles Pl!guy, Cúo..D,afogut tÚ l1)istoi~ tt dt l'Jml" pai"tnru, en (Euvm ni , .


m.1 arb, Galllmard, eol. Blbl. de la Pléiadc, 1992. pp. 1176-1178 El manwcrlt:fuc
;1;:r;~2I,2p~.\~\~'I ~~an~oi5 Bl!darida, ~Hisloire et mémoire chn. Péguy".
156
RrGIM[NUOtlltsTONClOAO

Dreyfus: "Yo hablaba, yo pronunciaba, yo enunciaba, yo transmitía el hecho


cierro del Caso Dreyfus, el Caso Dreyfus real, en el que no habíamos cesado
de vernos inmersos, nosotros. los de esta generación. 82 En resumen, para
reromar su vocabulario, la historia es "inscripción", mientras que la memoria
es "rememor:lción". Estamos en plena impugnación del régimen moderno
de historicidad.
De hecho, puesto que Bergson se ocupa únicamente de la duración
individual, Péguy se arriesga del lado del "tiempo del mundo":

Mire en su memoria y así, en elta, en la memoria de su pueblo (... ) Se verá llevado a


preguntarse si no existen rambién duradotl~Jdelos pueblos y una dUT'llá6ndel mundo,
pues le parecerá evidente que la vida, que el acontecimiento de los pueblos yel aconte-
cimiento del mundo no Huye, no se desperdicia, no se descomprime constantemente
con la misma vc:locidad, según el mismo rilmo, en el mismo movimienlO (... ] ¿No es
evidente que el acontecimiento no es un punto homogéneo, que quizá sea orgánico,
que tiene a lo que en acústica llamamos nodos y aminodos, vados y pausas, un rilmo,
quiú una regulaci6n, tensiones y pausas, periodos Yépocas, ejes de vibraci6n, puntos
de sublevaci6n, puntOS de crisis, desapacibilidades dignas de compasi6n y, de pronlO,
puntos de suspensi6n.8)

En resumen, un orden del tiempo o encadenamientos de ondas temporales,


donde pueden identificarse, como en corre, regímenes de historicidad.
En el mismo sentido, poco después Walter Benjamin hiz.o de la reme-
moración (Eing~dmkm) uno de los conceptos centrales de su reflexión, en sus
tesis Sobr~ ~l conceplo d~ hisloria. 84 Contra el "historicismo", ideología que
encarna, según él, el fracaso de la historia y de la cultura histórica modernas.
en comra de su tiempo "homogéneo y vacío", trabajó hasta su suicidio en
la fromera española, en 1940, en construir un nuevo concepto de historia.
para el que recurrió a la vez al marxismo y al mesianismo judío. Al forjar la
noción "tiempo del hoy" (J~tztuit). propuso definir el tiempo histórico como
lo que no nace propiamente hasta que se opera "una conjunción fulgurante

82 Péguy, A nos 4mis, J nOJ abonniJ, en (EUvrN m pros~ ('()",p/}tn, 11. París, Gallimard. col.
Bibl. de la Pléiade, 1988, p. 1309.

~ ~~~~nC~:c~::7~:t"u:~~~~; :~.~n)~~~~o lugar. Michad Lowy, W.hrr Bntj4",;,.:


~:::;~t~e~::~~d~t'p:~,b~~J~~~:~~e~~C?~,::;:;~~u::'2:~
gunre, Bc:njamin e[ Péguy", en H. Wismann (dir.), W B-j.m,,. n Pllnt, Parú, I!d. du Cnf.
1986, pp. 133-145.

157
FRAH~OIS HARTO(;

entre el pasado y el presente y ambos forman una conslel.a~ión",85 En p~ru


de Hannah Arendt, él sabía que "la ruptura de la tradiCión y la pérdida de
au(Oridad sobrevenida durante su época eran irreparables, y concluía que le
hacía falta descubrir un nuevo modo de relación c,?n el pasado", consistente
en "instalarse por fragmentos en el presente" ~ ~~ sumergirse e~ las pro~
didades del pasado como el buscador de perlas. La rememoración es acava.
no es un surgimiento involuntario del pasado en el presente; al enfocar UD
momento del pasado, tiende a transformarlo. Hombre de la brecha dd tiempo,
del presente seguramente, pero en ningún caso del presentismo, su aunz no
ha dejado de expandirse, precisamente, después de que el régimen moderno
de historicidad se ha enconrrado cuestionado. No hace para nada dd pasado
una tabula rasa, sino que formula un pensamiento de la revolución.
A estas discusiones e interrogantes, ¿cómo han respondido entonces
los historiadores profesionales? No lo han hecho, o no directamente, Ya en~
fermo, Lavisse debía imperiosamente terminar su Historia con la Hutona tÚ
la Francia contemporánea. Publicado en 1922, el último volumen, consagrado
a la guerra de 1914, se cierra con una "Conclusión general" editada por el
mismo Lavisse. Si bien reconoce que "el presente es muy sombrío", se dedica
a encontrar razones para una "confianza en el porvenir": una unidad nacional
"indestructible", un gobierno "que pueda creerse definitivo", Y. sobre todo,
"tras el estancamiento febril", el progreso retomará sus derechos, "las naciolKl
se pondrán de nuevo en camino para una nueva etapa. Tenemos d derecho
de esperar y de creer que a la vanguardia estará Francia". 87 ¡Esperemos!
La verdadera respuesta, aunque indirecta, fue la de los historiadora
que, desviándose de lo nacional, tomaron en cuenta lo económico y lo social,
con sus temporalidades regidas por otros ritmos y no la sola sucesión lineal
de aCOntecimientos políticos. Aspirando a reunir esta ciencia social, de la
que los durkheimianos, en particular Fran~ois Simiand. se hicieron a.am.
promotores e impasibles guardianes, la historia ambicionaba contribuir, encl
campo que le pertenecía, a la producción del saber de la sociedad sobre ella
mism~. Esre despl~zamiento de la Nación hacia la Sociedad se acompañó de
lIna diferente relacIón con el tiempo: "Con el advenimiento de la sociedad en
lugar y en el lugar de la Nación, la legitimación del pasado, por lo tanto deJa
R((¡IM(NlSllf:HISlOlllClDAD

histOria, cedió el ~aso a.lalegitimación del futuro".88 Seguramente, incluso,


ClIan?o. el porvenir hubiera estado ya activo con anterioridad. puestO que era
esrc ultimo el que aclaraba el pasado. Porque b transformación de la mirada
se había operado desde el instante en el que la Revolución se había conver-
{ido en este puntO de vista desde el que se ordenó (Oda la historia pasada de
Francia. Recordemos ya al Volney de las Ruinar.
Futuro ya advenido, y no por venir, estaríamos ahora tentados a ob.
jemr, salvo que el siglo XIX no ha dejado de correr hacia el fin verdadero de
la Revolución, oscibndo emre el temor de una revolución confiscada yel
de ulla revolución inacabada. AJ menos, hasta la consolidación de b Tercera
República. En seguida, el relevo fue tomado por la cuestión, siempre reacti-
vada, sobre lo que es la República. De manera más específica, los fundadores
de los Anna/~I han predicado las idas y venidas entre el presente y el pasado.
Aproximar a los estudiosos de lo contemporáneo y a los profesionales del
pasado, es verdad, pero sin olvidar que "la incomprensión del presente nace
fiualmente de la ignorancia del pasado. Aunque quizá no sea menos vano
extenuarse en comprender el pasado, cuando no se sabe nada del presente".89
~(3 era una forma de volver a colocar al historiador en el centro de los debates
iIHe1ectllales y en el juego social.

HISTORIAS NACIONALES

A {oda lo largo de un siglo, que fue tan claramente el de las nacionalidades,


la his(Qria nacional y la escritura, en nombre del futuro, tuvieron de hecho
una vinculación parcial. En el caso de Francia. se trataba de un futuro ya
advenido. pero malogrado. difuminado o perdido. en todo caso inacabado.
Ya habia pasado J 789, pero sus promesas están todavía por venir. Se está
todavía entre el ya y el todavía no.
Partamos de b generación liberal de 1820: la que enarbola la bandera
de la reforma histórica, valiéndose justamente de la Nación. Con esos jóvenes
se inicia un periodo activo, inventivo. también ingenuo. aunque intelectual-
mente innovador, que es también la primera reivindicación y expresión de
la. historia-ciencia, ya no arte. La Nación es a la vez para ellos una evidencia,

~ ~ora. Ln Lim..'l: d~ mlmoirr. /. op. CIt.. p. XXIII.


8'l Mate Bloch. Apolog;~ pDur lñu",," DU M/N" áñis",ri_. Pads. Armand Colin. 1993. p.
9S.IApología d~ la hútDria. D~I DfiClo tk hútDrUuior. México. IICE. 2001}. Sobre la importancia
dtl ju9;O pasado/presente. Olivier Dumoulin. MIt" Bl«h. Pads. Presses de Sdenc:es Po.
2000. pp. 264-276.

15'
fAAM{OISHUTOCi

un arma política, un esquema cognosciüvo y ~n programa histórico. Una


~idencia. pues es el sentido mismo de la revolución que, e~ lugar y en di?
del rey-así como se decía, en cuya per~ona "la, nación ,r~idJa por comp~;¡
instaló la nación, precisamente como receptaculo rnJSUCO de la soberanIa: •
De ahí los problemas (de larga duración) de la repr~sentación, que derivan de
esta brutal sustitución de un absoluto por otro. ¿Como comprender y servide
a este absoluto? ¿cómo encarnarlo? A lo largo del siglo. los historiadora
tuvieron que intentar comprender este instante fu~dacional, para inscribir-
lo y darle sentido en la larga duración de la histOria de Francia; río arriba,
aunque también río abajo. De ahí surgió, en rcalidad. el concepto modcmo
de historia y se definió la tarea (e incluso la misión) del historiador. De ahí.
además. Franlj:ois Furer, haciéndose lector de los historiadores del siglo XIX.
volvió a partir para "pensar" la Revolución francesa. 91
La nación es un arma. En contra de la carta de 1814 y su reiteración de
una historia de Francia, central, si no es que exclusivamemc monárquica, en.
de capital importancia mostrar que "la masa encera de la nación" era agente
de la historia y que, en particuJar, la larga marcha del tercer estado habú.
debulado en el siglo XlI. En la obra era un hecho orra continuidad histórica.
de alguna manera más pesada y, sobre todo. más rica de porvenir que lalOla
sucesión dinástica. Para Augustin lllicrry, 1789 vino a esclarecer "las mo-
luciones medievales". y 1830 está en vías de ofrecer al observador este pw1ID
de vista "extremo", desde el que creía tener bajo los ojos"eI fin providencill.
del trabajo de los siglos transcurridos a partir del siglo xu".92 Julio de 1830
pone pumo final a julio de 1789. Tal es el sentido de la inteligibilidad: vacW.
presente. que ayer era todavía un fumco. hasta un pasado muy lejano, y 1830
vale prácticamente como fin de la historia. En este punto preciso, prosm-a
político (la monarquía constitucional) y vanguardia metodológica pucdca.
reencontrarse y caminar de la mano en lo sucesivo.
Para escribir esta nueva historia, la de los ciudadanos. de le:. . . . . .
del pueblo en una palabra. que está "todavía enterrada en d poM . .
cr~~icas" de la época. hace falta. de hecho. ponerse a leer los
onglllales y. muy rápido, se necesitará acudir a los archivos. El
transforma en historiador. Si reencuentra. aunque con otras

285~ Mared Gallehcl, Ln Li~ux tÚ m¿moi" 11, La N.tiltn. l. Pare.. GaUimud.


91 han~ois FlIrcr, P~nur la RIvolurion frim(illS~, París. Gallimard. 1978
&vo::t'UJn/mn«l4,. Barcelona, Petrd, 19801.
(.by. 1~~:1.17v~:c~75 ComUihllriom tur lñuUli" tÚ Frtlrra, en CE.wm
160
REGIMENfSDE N1STOIK10AD

antigua erud.ición ~e los bollandistas y de los benedictinos de San Mauro,


medita rall1~lén Thlérr.r,' ';;alter SC~(( y e~ histórico romano (es todo el debate
en rorno al color local). A continuación puede sonreírse ante la candidez
del historiador que pensaba poder articular tan simplemente lo político y lo
cientÍfico, viéndolos caminar jumas. Falta que la cuestión nacional dé el ím-
petu a esre movimiento que después de 1830 institucionalizó la monarquía de
julio, antes de top:use con el estupor de 1848. Por tamo, la hisroria no había
concluido, tampoco estaba en vías de terminarse. ¿Cómo escribirlo entonces'
la Revolución no había concluido y el pUnto de vista se había enredado?
Micheler parte, también él, de "el fulgor de julio" de 1830, que, al
rayar la noche, es este instante de gracia, de inteligibilidad total, donde como
en una visión mística la historia se revela por completo, se condensa y roma
senrido. 94 La ruprura de 1789 puede a la vez ser plenamente reconocida e
integrada, de manera que podría ser renovada como "el hilo de la tradición".
Varias consecuencias importantes se derivan de este reencuentro con la nación
como "alma" y como "persona". En primer lugar, una transformación del
pliego de condiciones del historiador: le vuelve a caer la responsabilidad de
poner al día en lo sucesivo lo que no es raba inmediatamente visible, menos
los secretos de los grandes, más bien los murmullos de los anónimos e incluso
los silencios de la hisroria. Pero, para descubrirlos y penetrar en ellos, ya no
podrá contentarse solamence con sacudir el polvo de las crónicas, deberá "su-
mergirse" con resolución en los depósitos de archivos. En el poderoso lenguaje
de Michelet, el historiador, agrimensor de las galerías de archivos y visitador
de los muertos, deberá de hecho saber escuchar "los murmullos de tantas
almas asfixiadas": todos esos muertos ante cl:lya consideración el presente ha
contraído una deuda. Estas elegías fúnebres, que provienen (también) de la
epistemología, rechazan el corte entre el pasado y el presente. instaurador de
la historia moderna. Gran lector de Virgilio. el jefe de la sección histórica de
los Archivos Nacionales es también un vaus, pero esta postura y este registro
Son su manera de reAexionar teóricamente sobre la his[Qria.
A continuación, la Nación como persona está viva: ya está a la vez ahí
yen perpetuo cambio, es fracasos y promesas. pasado y porvenir. pero sobre
todo, en un lenguaje reromado de Vico. es constante "trabajo de sí para sí".
Tampoco hay nada "fatal" en su historia: ni el "suelo" ni la "raza", ni ningún
Otro determinismo. Es libertad: historia abierta. En contra de las historias.

93 Carine Fluckiger, ~Le Moyen Áge domestiqué. Les historiens narrativisres el la couleur

loca~~~~~~:~;~~~~i~'d~9t~~i'S~~~;:~~~~voix de I'his[oire", CommNniCtlU'ons. 43, 1986, pp.


55-69

161
FRAH~OIS HARTOG

ya sea "demasiado poco materialistas", ya s:a "demasi~,do P?CO esp~rituales~,


Michelet pregona una hiswria atenta a los embroll~~ (de instancias, ~ 111-
veles o de f.,cwrcs).95 Esta visión y este uso de la naclon como un organISmo
complejo tuvieron innegables capacidades heurísticas. puesto que son una
invitación permanente a rewmar. llevar más lejos. afin~, en una palabra,
complicar el análisis: hacer de Francia un cuadro experimental y un Pl'()o.
blema. Eso es justamente lo que intcntará Fernand Braudd en La idmtitJaJ
cú Francia, al invocar a (y al mismo tiempo distanciarse de) Michclct, pero
ya estamos un largo siglo después y tres guerras más lejos: "Amo a Francia
con la misma pasión, exigente y complicada. que Jules Michelet (... ] Pero
esta pasión casi no intervendrá en las páginas de esta obra. La mamendd
esmeradamente aparte". 96
Previamente, antes y después de 1870. tuvO lugar la empresa de Fustd
de Coulanges, quien no logró desarrollarla por completo. 9? Las mañanas de
julio ya están lejos y las promesas de 1789 aún más lejanas; la historia no se
detuvo: a 1830 sucedió 1848, a la República el golpe de Estado yellmpcrio,
"alltoritario" al inicio, "liberal" al terminar. Sedan y la Comuna pronto están
ahí. La cuestión dc la Revolución acompañó a Fuste! a lo largo de su vida
científica. Fuste! despliega al respecto una doble estrategia de reducción. En d
curso de la historia, tanto en la Antigüedad como en los Tiempos Modernos.
no cesaron las revoluciones, pero las revoluciones no son lo que hoy en día
se cree: de hecho, la parte de lo invisible la lleva a lo visible y en el momento
en el que una revolución "estalla", en realidad ya terminó, El tiempo del
acontecimiento casi no cuenta.
La ciudad antigua (publicada en 1864) era ya una historia de las insd..
mciones políticas, pero de las an[iguas, es decir, el estudio de las rcvolucioDCI
sucesivas que condujeron hasta la formación de la ciudad. Por tantO, para
comprender la ciudad, debe partirse del examen de los orígenes, de donde
resulta que las primeras instituciones humanas tuvieron. de hecho, un funda--
mento religioso: la primi[iva creencia según la cual la muerte no era d 6Dde
rodo estaba en la raíz del primer vínculo social (e! culto a los muertOS supone
la famil.ia. mien~ras que la tumba del ancesno representa la primera formade
;er~:~~;:~.pflvada). El adversario era todavía Rousseau y el arti6.aaIiaDO

197:~ ~~~~, ~j~~~~:~, "Préface de I'Hisloirc de Francc", ~n CEulImeomp/bn. Paris, ~


~ Braudd, L'ld~ntltl d~... , op. cit., l. 1, p. 9.
~ujl, ~~~rll~g, L~ 1fT S¡¡c1~ n I'HiJto;r~. L~ (as FUJtel tk Cou¿'ng's, nueva cd..

162
IIlG[MfN(SD(HISTOIIIClDAD

.Tres ~onsecuencias se .deriv~n de este postulado: la necesidad para el


hisronador de exte~der ~us I~vesugaciones a un vasto espacio del tiempo".
pues q~e .no .hay hlstor~a mas que en la larga duración. A continuación. e!
ro
objero"pnvlleglado del hls~oriad.or. que es a lo que Fuste! llama "las institu-
ciones (tomado en ~I sentl,?O etimológico de todo lo que instituye la vida en
sociedad): su for:;'3clón es lenta. gradual. regular", y se necesita mucho para
que p~:edan ser el fruto d~ un accidente fortuito o de un brusco golpe de
fuena . Por ello nunca son la obra de la volumad de un hombre. la volumad
misma de rodo un pueblo no basta para crearlas" y la violencia no comribu e
más que "un poco" en su fundación. 98 Los hombres. para terminar, hac;n
poco s.u propia hisroria. ~ta Historia d~ las institucion~s políticas d~ la Antigua
francUl (que nunca termma y a la que renuncia) debería haber sido algo así
como Lo id~ntidad d~ Francia de Fusre!. Esta larga duración fustdiana. en
(érmino de instituciones, como proceso de institucionalización. ¿no se abrió
camino hasta Braudel? Ciertamente con importantes desplazamiemos. ya
que el hiswriador desde entonces se sumergió en Otras profundidades. "La
hisroria de larga duración -escribe Braudd- es así un tipo de referencia en
relación con la cual roda destino no se juzga, sino que se sitúa y explica [... ]
Dar cuerpo a la historia es tomar una medida inhabitual de Francia. Acceder
a lo que puede ser su identidad [... ) ¿No limita (no digo suprime) a la vez la
liberrad y la responsabilidad de los hombres?"99
Como ya lo había señalado Philippe Aries, la aproximación de Fuste!.
por último, hace relucir las diferencias de las épocas y se dedica a darles scn-
üdo. mostrando las coherencias de conjunto. de las cuales las instituciones
son la resultante y la expresión. Diferencias "radicales" entre los pueblos
amiguos y las sociedades modernas. diferencias entre la antigua Francia y la
Francia moderna. Aunque Fuste! no está dcllado del régimen modcrno de
historicidad y de su fmurismo. todo su trabajo parte de la constataci6n de
que el antiguo régimen de la historia magistra ya no es sostenible: las épocas
difieren. Y se aboca precisamente a reencontrar las lógicas respectivas que las
sostienen. Existe la discontinuidad en la historia. pero no son los accidentes
de la superficie los que constituyen las verdaderas señales. Si el pasado ya
no aclara el porvenir. Fuste! se resine sin embargo a la idea de escribir una
hiStoria de Francia en la que el futuro esclarezca plenament~ el ~asado. En
Cuanto al presente proclama -después de J 870- que el historiador. para
hacer verdaderame~(e trabajo de historiador. debe comenzar por "olvidarlo".

'8 Fustd de Coulanges. "lnrfoducci6n", en HiJtoi"JninJtiN4tiompolltit/"It1MI""tinr",


F,a'';;'B~:~,¡~'er~7/:::lt~~:~:.~: ~~.2;it.• t. 11, p. 431.

163
FRAN~OIS HAlITO'

Cuando publica en 1875 el primer volum~n de, sus lnstitucion~s ~o~ntt::'


no asigna otra finalidad explícita a su tr~ba!o mas que la de contrlbwr Ü
progreso de la ciencia histórica y al conoclmle.nto de I,a natural~ hlllJlaDi'.
El único avance reivindicado es el de los estudios. Esta él, también, colocado
enm~ dos imposibilidades: mn[Q la del p~ad~ com~ la de,l porvenir.
Ningún clarín patriótico suena y mngun repl~ue.funebre se eleva: no
se trata en principio más que de ciencia y de conOCimiento. Estamos muy
lejos de lo que sostendrá, un poco más adelante, Maurice Barres. Pero hay
una desviación, incluso en relación con Gabriel Monod. En 1876. un afio
después, Manad presenta de hecho el primer número de la &vista históricJI:
no es evidentemente una cuestión de historia nacional en cuanto tal. sino que
es una colección que intenta "contribuir al avance de los estudios históricos-
al adoptar un "punto de vista estrictamente científico". Se trata de análisis y
no de síntesis. La síntesis, como ya se ha mencionado. está por venir: seria
apresurada. Ello no impide que el his[Q(iador tenga claramente un papel ¡o..
cia!, como diríamos hoy en día, y una responsabilidad. Le corresponde sud
ponrifice (aquel que precisamente tiende puentes) entre el pasado de Francia
y su preselHe: su tarea es la de comprender y de explicar el "vínculo lógico
que reúne a todos los periodos del desarrollo" del país: de ayer hasta hoy. De
lo que resulta que la historia tiene una "importancia nacional" para restituir
a! país "'a unidad y la fuerza moral que nc.~cesita".loo La distancia se mide en
relación con el retrato (proclamado) fuste1iano: otro es el lugar dd historiador,
así como otra cosa lo que se entiende por "avance" de los estudios históriCOl.
Se reencuentra todavía algo del programa de Thierry (menos conquistador o
ingenuo), pero sobre todo la divisa de los Monum~nta alemanes. quevinc:ula
erudición y amor por la Patria (sanctus amor patria~ dat animum). no puede
ser ignorada, incluso cuando se intente diferenciarse de ellos. Fl histo~
de Mono.d es republicano: se esfuerza por no abandonar ni el pasado, ....
futuro, 111 el presente, ni abandonarse a alguna de las tres categorías.
I . Cuando, algunos años más tarde, llega Ernesto Lavisse, d ~
e egldo por Nora, .estamos entre dos guerras: la que se perdió y la que......
falta pre~arar. Luclen Febvre evocará con ironía su negativa de "la ~
los venCIdos de 1870", "sus prudencias vacilantes" y su "gusto caai ad
p~r la hlst~na ~iplomática".101 Ciertamente, tras la instalación de la""
bilo, la hIStOria de Francia ha llegado a ser la de "la nación collSlllllllllla'
1889 r<emplazó a 1830 como pUnto de vista desde donde con
desplegarla y mOStrarla. Para retomar una última vez la gran escansión

:~ ~.;;¡:rid ~O;td, :Edilorial", en R~vue hiJtorique, 1, 1876.


e vre. r ogo, en Combars pou,-l'Iu'slo¡,-t', op. cit., prol., p. v.

164
REGIMENESDlHISTORKIOAD

y del todavía no, el Jft (panado por la Revolución) yel todavía no (la instau-
I<lci6n definitiva de la República) se reúnen y consuman en 1889. Aunque
falre mucho por hacer. se ha salido de los problemas de la espera. La historia
nacional, por canto, no puede más que triunfar, ella rambién, y Lavisse. que se
ha conv~rrid~ ~n su heraldo, .lIega a ser (junto con los LAvisu) su epónimo.
S, pollClca y pedagóglcamenre la síntesis lavissiana desempeñó un
papel importante. intelectualmente es pobre. Este triunfo es tambi~n un
canCO del cisne. Una vez encarnada la nación, resraba "ponerla en fichas". 102
En el fondo, faltaba acabar de levanrar la frontera hisrórica que dividía el
pasado de Francia (antes y después de la Revolución) para hacer servir todo
su pasado en defensa de la frontera, geográfica en ese momento, esperando
poder rechazarla (más allá de la línea azul de los Vosgos). He ahí el progra-
ma, casi ya en forma de orden de movilización. Cuando la guerra estalla, los
hisroriadores más jóvenes fueron efectivamente movilizados y la mayoría del
resco se consideraron como "movilizados en los servicios de la retaguardia",
según la expresión de Charles Petit-Dutaillis.
En seguida, en el corte despu~s de 1914, se produjo una fractura en
el orden del tiempo: una brecha. Tras los excesos sangrientos de las naciones
en guerra, los años veinte se tradujeron, desde el punto de vista de la his·
roria, ya sea en una retirada de lo nacional en dirección de lo social. ya sea
en una exageración de lo nacional, que son dos estrategias profundamente
direreores para volver a vincular el pasado y el futuro. "Desesperando de la
historia", que no ha sabido prever nada, acusa Paul Valéry, nuestro testigo ya
cirado, denuncia entonces este producto peligroso que vuelve a "las naciones
amargas, soberbias, insoportables y vanas" .103 Como si justamente no fuera
otra hisroria más que la historia nacional y la historia historizante. pronto
ridiculizada por Lucien Febvre.
Pero cuando. en 1919, Febvre asume la cátedra de la Universidad de
Esrrasburgo, comienza por plantear en su lección inaugural que OCia historia
que sirve" es "una historia sierva. Profesores de la Universidad francesa de
Esrrasburgo, ya no somos los misioneros descalzos de un Evangelio naci~
nal"'.104 Es rambién este rechazo el que finalmente le permite responder
afirmarivamenre a su pregunta inicial y central: (Tengo derecho·. c:s decir,
tengo todavía el derecho de hacer la historia en "el mundo en ruinas ?Es 6.

102 Ln Li~ux d~ mimoi" 11. op. cit.• l. p. 327. alllmud. col. 8IbI . . .
p . 10J P.aulV:lJ~ry. &gl1rdJ $U' k nw1UÚ IIt'tWL en a.,M'l't. Paró. G
l¡..d,. 1960. <. 11. pp. 921 Y935. ,...... do
11M F~bvre, "L'hiscoire dans Ic mondc en ruines-o Rww_~"""""
1920,p.4.

165
FRAII(OISH~RTOG

este rechazo, lo que vuelve legítimo retomar la pro:csión y "r~novar el hilo"


y, sobre lOdo, es él quien abre el espacio para trabajar y cues.tJonar para una
hislOria.ciencia, en busca de otros ritmos, de otras profundidades, de °UOl
objetos: de otras temporalidades. En él se alojará unos ~ua~tos mOl ,má
tarde (después de 1929) el programa de los Anales tÚ ~lStOrla ec~n6':'lCa1
soda/o Esta contracción de lo nacional, o incluso su eC,"pse, no Slgnl~caba
su olvido o un abandono definitivo, y se sabe que, mas tarde, los mlllDOl
Bloch y Febvre concibieron proyectos de Historia de Francia que no llegaron
a cristalizar. I05
Por el contrario, Jacques Bainville, también marcado por la guerra de
1914 e inquielO por sus secuelas, se repliega sobre lo nacional. A diferencia
de la historia universitaria, su Historia de Francia, aparecida en 1924. fue un
gran éxito de librería. Fundada sobre la idea simple, expresada en su prefaáo,
de que "los hombres de antaño se parecían a los de nuestros días y de que MIl
acciones tenían motivos parecidos a los nuestros", es de entrada una tentativa
de reactivación del modelo de la historia magistra. La repetición y la analogía
constituyen, como es justo, el dinamismo explicativo. "Morimos-señalaba
en 1916 en su Diari(r, por la ignorancia y la incomprensión de nuesao
pasado, por el necio prejuicio democrático tras el cual el tiempo marcha-.
Por tantO, existen lecciones de la historia que deben ser aún más "la memoria
del hombre de Estado". Se trata, en suma, de conjurar el porvenir al que x
reme. ocpulsando al tiempo fuera de la hisroria. En contra dd necio prejuicio
democrárico, la Historia de Bainville debe demostrar la falsedad dd n!gimea
moderno de historicidad: no, el tiempo no "marcha".
Gran lecror y admirador de Ba.inville en su juventud. Philippe Aria,
cuyo trabajo sobre la muerte ya nos ha servido de indicador. no se voIYi6,.
tras I~ "brecha" de la Segunda Guerra Mundial, a la que llamaba -los ~
rramlentos de 1940", hacia la hisroria nacional. Por el contrario. se mantuYD
cuidadosamente a un lado. Comienza con una Historia tÚ Lu ~
franceJm y de sus acritruks ante lA vida despu;s del sigfq XVIII (1948). caIta
fama con E~ ho,,!bre ame la muerte (1977) Ytermina, dirigiendo con ~
una gran HmoTladela vida privada (1985). Todaviaen 1958. Georga.Dalaf;
y Roben Manclrou publican, no una historia de Francia sino una H~
de la civilización francesa, en la que el prólogo termina ~n esta frase:

'66
RtGIMlNlSOlNISlOllOOJ,O

bre~e lib~o habrá cu~pli~o su pape.1 (.. -.1 si permite a los lecrores comprender
mejor, fipd?s por d,,~z,~glos de hlstona, los rasgos originales de la Francia
:J.crual, esta persona. O sea, una doble evocación, en forma de alusión
pero tan discrem que es casi para hapPYf~: para Michelet (por la "persona"):
para Marc Bloch (por los Caract~s originaks tÚ 14 historia ruralfranusa).

Duranre más de medio siglo, lo nacional no fue ya el motor de la búsqueda: ni


la escala correcta ni la profundidad adecuada. Tampoco la escala cronológica
sensata. Había causado demasiados daños y sw capacidades cognoscitivas
parecían agoradas. Fueron, por el contrario, mO[ivo de formas renovadas
de hisroria-ciencia, que tuvieron por horizonte el materialismo histórico, el
cuantitativo, e! serial y como instrumento las fichas mecanizadas, ya después
de la computadora. Ahora bien, se volvió claro, alrededor de 1980, que
esws modelos científicos, naturalmente grandes consumidores de futuro
y sólidamente arados al concepto de progreso (tamo de la sociedad como
de la ciencia), lograron rendimiemos decrecientes, incluso poniéndose a
girar sin sentido. Se inició entonces un tiempo de detención. momemo de
descanso en el que la mirada hacia atrás se volvió legítima: para abarcar el
camino recorrido, para tratar de comprender en dónde se estaba hoy en día
y por qué. Pasar de lo prospectivo a lo retrospectivo era una forma de tomar
distancia: los individuos se preocuparon por las genealogías y las empresas
por sus archivos (con su treta, la cultura empresarial). El régimen moderno
de historicidad perdía su evidencia.
Al igual que las demás disciplinas, la historia no escapó a este movi-
miemo, que no es más que un demento de la coyuntura de conjunto esbozada
en nuestras primeras páginas, pero no fue de ninguna manera la iniciadora.
La reinrroducción de! historiador en la historia. practicada y proclamada por
Febvre, pregonada por Marrou y Aron en contra de la historia positivista.
había sin embargo preparado el terreno: el historiador parecía dispuesto.
según la fórmula de Péguy, a entrar de nuevo "en el rango histórico": "Ellos
(los historiadores] no desean que se haga la historia de los historiadores.
Desean más bien terminar la indefinición del detalle histórico. Pero ellos
no quieren emrar en la línea de cuenta en esta indefinición del detalle his·
tórico. No quieren estar en el rango histórico. Es como si los ml!dicos no

106 G«lrges Duby y RotK-n Mandrou. Histt);" de '" "lI'iJiMtitI,,~.París, Armand


1981)~~ en~~=
Coli.": 1958 (Historia tÚ '" dvilir.MiD"jivNn4. Méx:ico.I'a.
PUllClpa e~ la Historia d~ FmnriJI. publicada por Hacbettc. ccnuada poli460:
firma el primer volumen, ú Mqym Att' tÚ Hl4pn ÚlfWltI jNmM ,r.ÑC. 987·1 •

167
fRANtOtsHARTOG

quisieran enfermarse y morir".IO? Lo que termina con la extraterritorialidad

o el dc~l:r::·tan[as las condiciones que favorecían la apertura de un espacio


para lIna historia de la historia, de lo que. N~ra supo hacer: como hemos
visto. uno de los plintos de partida de la refle~16n q~e.co,~duJo a Lo~ /ugarn
d~ m~moria. Esta postura re(Jc,,-iva, historiográfica. ni slqul(~ra se ha Visto rei-
vindicada por un solo tipo de historia. como tampoco, evidentemente. por la
sola historia. lOS ¿A qué busc."1 responder sino. en parte. a ~ta coyuntura nueva,
marcada por la puesta en cuestionamiento de l.a temporalidad. hasta entonces
paradigmática del régimen modern~ de historicidad? ~ luz proyectada desde
el futuro disminuye. la imprevisibilidad del porvel11r aumenta. d presente
se vuelve la categoría preponderante. mientras que el pasado reciente -aqud
del que nos sorprendemos que "no pase" o del que nos inquietamos de que
"pase"- exige incesante y compulsivamente ser visitado y revisitado. Con la
consecuencia de que la historia ha cesado por completo de poderse escribir
desde el pumo de vista del futuro (o desus diversas hip6stasis) o en su nombre:
la historia contemporánea primero. pero cada vez más no solamente ella.
Ahora bien. fue necesario esperar precisamente hasta estos mismos años
ochenta para presenciar un retorno a lo nacional (no sólo en Franela) ya su
reinversión (intelectual, política). en particular, con la publicación de toda
una sarta de historias nacionales. ¿No hay ahí una paradoja en esta coinci~
dencia entre un momento presentista y la producción de historlas nacionales?
Mientras que el siglo XIX unió tan fuertememe Nación y Progreso, ¿cómo se
explica que se vuelva sobre la Nación cuando el Progreso se encuentra tan
mal? ¿Qué queda de la Naci6n? Una Naci6n, ya no prospectiva, sino rem.
pectiva y nostálgica. refugio, en suma, pero ¿también una forma de historia
que quisiera poder mirar nuevamente de f"eojo aliado de la historia nuzgimri!
Seguro. de vez en cuando. O bien. ¿será ésta una forma de tomar en cuenta
la ascensión memorial. proponiendo una respuesta. más o menos explicita
o volumarista, a la pregunta acerca de la identidad? Pero los hisroriadores.
¿podrán volver a ser de nuevo los instituidores de la Nación (a la Laviae)
o de.~na nueva República (a la Claude Nicolet), incluso por medio de la
televlsl6n? ¿O no deberían ser más que memorialistas. mejor informadOlque
los demás, pero entre los demás?

107 P~guy, L'Argnll suiu, ~n CEUIJrt's en prou comp¡;t~s, /11, op. cit" p. 883; HenJi.......
~:;::,.~ie,~:,l~~~;I,q~~.;~4~~i;~~ire~ un~ l!(hiqu~ d~ I'hinorien". Rrwu tÚ~"
Dé~:v;;t:~IfI~;5~oss~, L'Empire du Jt11S. L'humllnúlltlon tks selmas hll",.i/IA ,.. La
168
REGIM(N(SI)(HISTORIClO,I,D

A Fernan? Braude.I, en sus últimos años, cuando, divina sorpresa,


acababa de publicar la pnmera parte de su ldmtid"d d~ Francia, le fue so-
licitado encargarse de este magisterio entre hismria y memoria. Aunque su
Francia evidentemente no sea considerada ya como una persona, sino que está
construida como un objeto histórico. No está en busca de ninguna esencia a
la que deba encontrar en el pasado o deba realizarse en el futuro, porque la
idmtidad esd, precisamente, en la larga duración: no está más que ahí o que
allá. "Son las mareas, los Aujos profundos del pasado de Francia lo que trato de
detectar y de seguir para juzgar de la forma en la cual se arrojan en el tiempo
presente, como los ríos en el mar" .109 Así, al término del recorrido del Braudel
historiador, el que parecía el más rebelde de los análisis, que había propuesto
con brillalHez y éxiro desde 1949, eSta historia de poco alcance, superficial,
en una palabra la historia nacional, resultaba justificable, también ella, en la
larga duración, a condición de darle, en resumen, su rostro más expresivo y el
más verdadero. Aunque el libro no aparece hasta 1986, la primera intuición
se remontó a la experiencia del prisionero de guerra de 1940:

NosO[ros. los vencidos. en el omino injusto de una C2utividad 3biert:l. de golpe. tr2-
mos b Francia perdida, como el polvo que el vil=nto arr2nc:l. a un mont6n de arena.
La verdadera Francia, la Francia en reserva, la Francia profunda quedaba detrás de
nosO[ros. sobrevivía. sobrevivió l...] Después de esu tpoca y:a lejana. no he dejado de
pensar en una Francia en profundidad. como oculta en si misma, que fluye .según las
pendienres propias de su hisroria. condenada a continuarse cueste lo que cueste. De
esta fascinaci6n n3ció el tirulo ambiguo al que. poco :1. poco. me he h:l.bifU3do. lIO

Historia de un vencido, en suma, para el que fueron necesarios un poco más


de cuarenta años a fin de poder volverle a conferir lo nacional.
En cuanto a La historia d~ Francia, dirigida por André Burguiere
y Jacques Revel, sustituyó deliberadamente "al clásico relato de la nación,
desde sus orígenes hasta nuestros días", "un recorrido temático y lógico".
No se trató para nada de "narrar" a Francia una vez más. sino de romper
con el relato convenido. preguntándose sobre ella a partir del presente. en
todo momento, "para intentar reencontrar, en sus génesis y en sus cambios.
los caracteres originales del conjunto nacional".111 Lejos de ser teleológico.

l09 Braudcl. L'Jdcntirld~..., op. cit.. [. l. p. 16.

::: ~~~:~;~:~.I:~ André Burguiere y Jacques ~c1 (dirs.), HI/IO;" tÚ /4 mn«,.Paris.


&1. du &uil. 1989. pp. 18 Y 19. los "aracte~ orlginaJcs" son evidentemente una dISCreta
3lusión a Matc Bloch.

169
fRAN~OISHARtOG

rcrroacrivamenre teleológico, su recorrido es reg.resivo. Ahí, tambit!n, el


preseme provee el punto de partida, el punto de vista y el punto de llegada
para cuestionar lo nacional. . ."
En forma más generaJ, la aproximación hlstoflográfi~, por su marcada
preocupación por circunscribir los. presupuestos. por cuestlo~arsc: sobre la
herramienras y las categorías mOVIlizadas, aporta una con~nbuclón a este
nuevo tratamiento de lo nacionaJ. 112 Los lugares de memo~'a cx.plotaron al
máximo esta perspectiva, ya hemos insistido .en ello, ~3.5ta IOclul~ a lo Iarp
de su publicación la historiografía de su propio recofndo. conduclend~a UD
ensanchamiemo de la noción de lugar. Con esos modos de aprehensión de
lo nacional como problema se rompe, en todo caso, con todas las historiat-
memorias nacionales escritas desde el puntO de vista del porvenir. En la
antÍpodas de la historia metódica (de la que no se habla jamás, pero en laque
siempre se piensa), el presente se convirtió -explícitamente- en la categoría
dominance (¿y suficiente?).

CONMEMORAR

En respuesta a la ola de la memoria. presemando su amplitud y su fuerza.


reconociendo como Tucídides desde el primer día la importancia de la guerra
que comenzaba en Grecia. Los lugares de memoria convirtieron las interrogan-
tes, de las que en principio era ponadora, en modo de cuestionamiento all
manera en que habían sido escritas las principales Historias de Francia. Cómo.
en cienos momentos claves, el pasado (¿cuál pasado y qué del pasado?) hab6L
sido retomado en el presente. para hacerlo un pasado significativo. Sin j ' - '
perder de vista que, tras haber seguido estos pasos y estas tomas sucesivas
pasado en el presente, que organizó toda una retórica, el objetivo de
claramente fijado desde el principio, era el de volver hacia el hoy, .
así por esa larga desviación. para tratar de comprenderlo mejor y
comprender mejor. Se va mejor del presente al presente, para cuestio
momento presente.
Salido del asombro ante el suceso contemporáneo dd
conmemorativo, Nora podía aCtualizar, al término de su recorrido. lo
denominó "la inversión de la dinámica de la conmemoración", No dej
conn~emor~r, a nombre de la trilogía Memoria. Identidad, Pauimonlo.
también ahl, el sentido de la palabra se modificó. A semejanza de la

170
e igual que el patrimonio, cuyos recorridos seguiremos en el próximo capítulo.
¿La conmemoración? Es en primer lugar religiosa. "Haced esto en memoria
mía": en el momento mismo en que la Cena tuvo lugar. ofreciéndose de golpe
para conmemorar. incluye la ausencia. es decir, también la presencia invisible
de aquel a quien desde entonces nunca se cesará de recordar y de imitar.
Los rituales monárquicos invocan otra lógica, que quiere poner acento en la
continuidad: "El rey ha muerto, viva el rey". La Revolución y la República
restablecen la conmemoración que. por transferencia de sacralidad. se vuelve
nacional, republicana y laica.
Se tiene ahota "el 14 de julio". en donde 1880. 1789 Y 1790 se co-
rresponden y se excluyen mutuamente. l13 Péguy supo decirlo. de manera
sorprendente, en Clio: "La toma de la Bastilla. se constituyó propiamente en
una fiesta, se constituyó la primera celebración, la primera conmemoración
y por así decirlo el primer aniversario de la toma de la Bastilla [... ) No es la
fiesta de la Federación la que constituyó la primera conmemoración, el primer
aniversario de la toma de la Bastilla. Es la toma de la Bastilla la que constituyó
la primera fiesta de la Federación. una Federación al pie de la letra" .114 Hoy
en día, ese rasgo se ha convertido en regla: todo acontecimiento incluye su
aucoconmemoración. Fue verdad para mayo de 1968. Lo es en extremo para
el 11 de septiembre de 2001, con todas las cámaras filmando el segundo avión
que viene a estrellarse en la segunda torre del World Trade Center.
Pero el rasgo de la conmemoración contemporánea. valorado por
Nora. es su carácter "patrimonial": es explotada o "desnacionalizada", incluso
cuando sea utilizada para hacerse reconocer por el Estado, cuyos servicios,
además. no han logrado hacer frente al patrimonio invasor. liS Con mayor
precisión todavía -diagnosticaba Nora-, es la misma nación la quex muda
en patrimonio: "Como si Francia dejara de ser una historia que nos divide
para convertirse en una cultura que nos reúne".1I6 Faltaría saber qui~n es
ese nos que lo decide. ¿cómo y en torno a qu~? En este movimiento que
conduce de lo político a lo cultural. Nora identificaba. en todo caso. la
emergencia de un "nacional sin nacionalismo". La Francia del fin del siglo xx,
cenaba en vías de convenirse en una Ku/rur Nation, lo mismo que Alemania,
que durante mucho tiempo había recurrido a este medio en respuesta a la
ausencia de unidad política, y a partir de ello se reencuentta como naci6n,

III Christian AmaJvi. "Le l-HuiJIcr-, Ln Una tk ",;"u,i". /, tlp. rit., pp. 42)..4,34.

: : ~:::~M~~~I Dr::~~.d~Ú/~~~:~·il~~~~iO~~.
1992, pp. 115·150. Vid. ¡".fra. cap. 5.
k patrim(J¡nt, Parls, ~. Menp,
11' LnL¡nlXd~mhntl¡".IIl.(Jp. cil., J.p. 29.

171
FltAH~OISHART()(i

uizá "a re añadiemes", pero de hecho, sin pod~r ahorrarse la c~ti6nde


~ naciona1~ Se tendría ahí como la tr~~a para un Intcresantc cambio delido
histórico, con el fondo de la integraclon e~ropea.
Para permanecer en Francia se habna en todo caso pasado, una_ m:
moria (republicana) transmutada en historia, con la ~erccra ~publicaybljO
el magisterio de Lavisse, a una historia o, como se ~lce de m~ buen grado.
a un pasado, que hoy se vivirá, será leído y reap~oplado selcc[lv~en~ por
unos y orros, con10 memoria (en ,el. nuevo ~en[Jd~), a veces baJO el ~
del "deber de memoria".117 Los ultlmos vemte anos, por tanto, marcaán
el paso de la "nación histórica" a la "nación memorial". Al igual que ea la
Búsqueda de Proust, los Lugares se termina en el ~ibro por venir, que será la
"verdadera" Historia de Francia, iY ellos son este libro que acabamos de leer!
Tal como puede escribirse, no tanto para poner nuestros anales "de acuado
con el progreso de la inteligencia" como para escudriñar una crisis del tiempo
comprendida a través de lo "nacional", al [Ornar nota y poner nuestros anaIa
de acuerdo con una crisis del progreso.

EL MOMENTO OE LOS "LUGARES DE MEMORIA"

Si los Lugares nos sirvieron de entrada en los dcbates entre historia y me-
moria, así como de proyector para esclarecer las relaciones entre la hisradí.
nacional y el régimen moderno de historicidad, también son reveladora..Sl
pertenecen, por supuesto, al momento en que se utilizan para co~
la manera misma en la que procedieron nos enseña algo más sobre: nuaDII
presente. La permanente preocupación historiográfica ya señalada que
atraviesa, es un testimonio en segundo grado de esta tendenda dd p
a historizarse a sí mismo.
A semejanza de la unidad nacional creada por la Revolución, q
Lavisse debía ser definitiva e indestructible, su Historia se ofrccla
historia definitiva de la Nación consumada, dirigida al presente y al
una especie de adquisición para siempre. Se trataba, desde luego, de
cionar más a la República. pero ya nada de lo fundamental deberla
Es todavía esto en lo que quería poder creer en 1921 cuando,
taba la conclusión de su Historia. llevada hasta 1919. Los mismos
m~moria quieren ser una historia del presente, en el presente, in
hecho de que el presente "ha llegado a ser la categoría de nuestra
de nosotros mismos".

117 Ernrnanucl Kaltan, Pmser le tÚtIO;r tÚ mimo;". Parfa. PUF. 2002.


J!EGIMOUSDf:Ht5lOllKIDAD

Si existe un momento de Los lugnr~s, Los lugarn son (ambi~n por


mnto los lugares de este momento, o los IlIgares para este momento. Historia
de Francia para el hoy. Los luga"s proponen también (de forma totalmente
consciente) una historia de nuestro presente. De lo que resulta que el historia-
dor no pueda ya ser ese barquero entre el pasado y el porvenir, pontífice a la
Monod o profeta a la Michelet. que en el pasado leía el porvenir ya advenido
o para hacerlo venir y proclamarlo. Puede menos mantenerse. a la Fustel,
en el "olvido" del presente o más bien en su negación. Barquero, lo es. pero
solamente en el interior del círculo del presente, "entre la pregunta ciega y
la respuesta esclarecedora. entre la presión pública y la paciencia solitaria
del b.borarorio. entre lo que siente y lo que sabe" .118 Modesto, quizá. ~ro
convertido, por fin, en historiador del presente. de pleno derecho y en pleno
ejercicio. En cuamo a la historia. ya sea la del presente o la de Otros periodos,
le corresponde asumirla como historia ro a presente.
Pero el presente contemporáneo y el presentismo que lo acompaña se
revelaron difícilmente defendibles. De manera que la demanda de memoria
puede interpretarse como una expresión de esta crisis de nuestra relación
con el tiempo, así como una forma de buscar responderla. Aunque se en-
rienda que la memoria que se reclama y proclama es menos transmisión que
reconstrucción de un pasado ignorado, olvidado. falsificado a veces, al que
la memoria debería permitir ser 1't!apropiado en la transparencia. Ahora bien.
la epistemología desplegada en Los /uga1't!s establece todo a la vez. incluso
reivindica la centralidad del presente (que está en el punto de partida y en el
de lIeg3da), y el contorno en donde se cree que se esfuma. ¿De qu~ forma?
Realizando justamente el paso del pasado en el presente, con su recuperación
selectiva. que caracteriza al funcionamiento de la memoria, con el punto de
parrida de su operación historiográfica: convertir la memoria. menos como
contenido que como forma, en modo de cuestionamiento histórico y de
escritura de la historia.
Cuando el historiador clásico comenzaba por establecer la separación
neta entre ambos. La historia no debería ser más que la ciencia del pasado,
ciencia pura; y el historiador, una mirada que descifra sus documentos en el
silencio de los Archivos. Al revés, la lógica de Los /ugam conduce a concebir
al mismo historiador, en el ejercicio mismo de su profesión, como un lugar de
memoria. Se encuentra una vez más a la figura inspiradora de Mi~el~1r:;ro
también a Nora, como el que concibe y edita los Ensayos tk ~hulOrw.. A
semejanza de Chateaubriancl, visitador incesante de lugares de memona de

118 L~s Limxd~ mimo;~, I/l.op. dI., 1.


11? Pierre Nora, &JniJd'ig().hisloj~, París, Gallimard. 1987.

173
FRAN~OISHARIOG

él mismo y para él mismo, el historiador llega a s~r. tambié~ él, un "Iuprde


memoria".120 De esta posición y de esta percepción se denva el ~dar....
historiador que invita al historiador a ha~crsc •. en segundo grado. hIStoriador
de sí mismo. Pero sólo existen grandes 11Istonadores. .
Sínroma. Los Lugnr(!s Jo son también en cste senndo de que el lugar de
memoria estuVO en boga: pasó muy rápido en el uso y en 105 hechos. si BOa
que mmbién en la ley. ¡Clasificación a título de lugar de memoria dcl1JUllk..
hall de L'Ofympia o del café Le Fouquet's! El Lugar ha llegado e~ auxilio del
monumcntO histórico. desbordado y sobrepasado. El Lugar podla, al pa.reca,
proporcionarlc la categoría de un uso más fácil y rápido. que los legisladora
de la Tercera República cvidememcnte no habían podido ni querido COA-
cebir. 121 Pero. dc golpe, el Lugar se vio aJcanzado por el fenómeno históricD
que había conducido a su elaboración y sobre el cual pretendía proyeaar,
de vuelta, la inteligibilidad. El instrumento cognoscitivo, que debía setYir
para circunscribir y comprender mejor la conmemoración invasora. ¡podfa
convertirse él mismo en un c1cmclHo dc más del dispositivo llamado al auxi-
lio del Patrimonio y dc la conmemoración. y agregarse así a la panoplia del
presentismo! Prueba manifiesta de que el diagnóstico de Nora estaba en lo
jusro, pero amenaza también de ver a la empresa devuelta a la sola acrualidad
y consumida por el fenómeno mismo que ella había ayudado a describir,.
comprender.
Síntoma de hoy. Los lugares lo son todavía en la concepción de la me-
moria que se encuentra en la obra. Supongamos por un instante una búsqueda
así, conducida a mediados de los años sesema, el inconscicntc (cllapsua, el
fallo de memoria. la amnesia. el desplazamiemo. la negación...) probablc:mcale
desempeñó ahí con fuerL.1. un papel imponame. La mcmoria dc ÚJI . . . .
es una memoria sin inconscieme, salvo metafórico. no por principio, J'CP.'
de hecho: he hablado de la concepción retórica del lugar. El investigadM.ap
se enfoca en apanar lo impensado del Lugar, sino más bien cn recoJ1.lliqJfr
aquello que lo ha vuelto pensable. De ahí. quil.á, una cicrta dificultad . .
objetar los "no lugares", o los "malos" lugares dc la historia o de la
nacional.
y llegó 1989, que simbolizó al 9 de noviembre con la caJelacW
de Berlín, y el fin de la ideología que se había concebido como el
avam.ado de la modernidad. Para nada fin dc la historia. incluso en el

114
REGIMENlSDlHIST~ClOAD

en que lo entendía Francis Fukuyama. pero seguramente pausa en el orden


del tiempo (en Europa. en primer lugar. y después gradualmeme en una gran
parre del mundo). Después de 1989 puede comprenderse mejor que se bus-
can nuevas relaciones con el tiempo, al igual que hacía dos siglos. cuando se
desmoronaban el amiguo orden del tiempo y el régimen de hisroricidad que
le estaba vinculado. El fu{Uro está siempre ahí. también y quizá. estaríamos
rentados a decirlo. más imprevisible que nunca.
En cuamo al pasado, el fin de la tiranía del porvenir tuvo también como
consecuencia devolverlo a su opacidad, de hacer. igualmeme. un pasado para
una parre imprevisible. No se trataba solameme de la contingencia, tal como
Raymond Aran la hizo valer en su crítica de la causalidad según Simiand. 122
Este pasado por reabrir, que no era ni linea! ni unívoco. era un pasado al que
se reconocería como un campo en el que se enrrecruzaban pasados que habían
sido. durante un tiempo. futuros posibles: algunos habían comenzado a ser.
otros habían pasado sin ser. Los historiadores. los filósofos. entre ellos Paul
Rico:ur, lo señaJaron: con mucha razón. 123 Indiscutiblemente. al mostrar
cómo cienos tItgar~s llegaron a cristalizar, han sido remodelados, "anamorfo-
seados", olvidados, Los tugar~s d~ m~morjt1 establecieron un inventario crítico
de la historia-memoria de Francia. Atemos a toda la economía del pasado en
el presente. indicaron también un modo de circulación posible entre pasado y
presente, deliberadamente. repitámoslo una vez más. a partir del presente.
El año 1989 también llevó o trajo consigo al primer plano a la nación:
la nación ha causado estragos o. al menos, problemas. Lo que tampoco había
sido previsto. incluso por aquellos que en Europa occidemaJ se habían re-
conciliado, en los años precedentes, con lo nacional. En la Alemania todavía
no reunificada, que se definía de buen grado como un Estado "posnacional".
los años ochenta vieron, como ha sido recordado. la publicación de muchas
Hisrorias de Alemania, a la vez que se multiplicaban los coloquios sobr~ la
identidad alemana y las conmemoraciones, además de que se habían conven-
cido -de ambos lados del Muro- del carácter duradero de la división en dos
Estados. En Francia, Los tugares terminaron a la vez por reconocer la prcs~ncia
de lo nacional y su profunda transformación. Ya no era la nación mesiánica,

, m ~ymond Aron. Inrroduction a '" phiwsophi~ IÚ ''hU..toirr. En4is ntr In Ii,!,im ~


/(Jb¡«ti/),,¡hi!lon"qu~. nueva ed .• P:uís. Gallimard. 1986, p. 2n: Entmdcmosporconh~
la posibilidad de concebir el acontecimiento a la vez de la imposibilidad de dedUCir el
acoOlecimienlo del conjunto de la situación anterior. [/"tnNJU«itJ".14~IÚ14Jnst;tnV..
Emayossobu ws límimde la objniviáaá. Buenos Aires. Siglo XXI. 19831. lo

l!) Paul RiCttur, Tnnpsd Rlólll/. París. teJ. du Seuil. 1985. p. 313; Bemard Lcpctil. ~
présem de l'hisroire", en Lrs Formn de J~u. U",4fIItIY himJirr 1tIáII/I. Paria. Albm
Michel, 1995. pp. 295.298.

175
FRAH~OIS HARTOG

sino una nación-patrimonio, o incluso I,a nació~ como cuJr~ra com~


ortadora de un nacional sin nacionalJsmo, VIVO pero pa~lficad~, en ....
~rancia a la que le faltaba cultivar su memoria como s~ ~uJtlva su Ja.rdúa: ca
una jubilación anticipada de la historia. Es esta ,ffiucaclon la que Los """'-
se dedicaron a mostrar, modelándola Y formulandola. El momento de ¡""
lugares era ése.
¿Ha quedado éste también ase~urado? Este volc~ar de un modelo.de
nación a otro, 'es así de c1aco e irreversible? Lo que sucedió en toda unaregi6a
de Europa des~ués de 1989, aunque también e~ el Occid~nce. conduce."
menos a dejar abierta la cuestión. 124 ¿Cómo se VIO Alemama desde entonc:a
como nación, con una Alemania del Esce de nuevo reconstruida? Y Europa.
'qué puede ser, cuando se dirige hacia el muy cercano ensanchamiento de
~004 como un pesado navío cada vez menos maniobrable? ¿Se dirige hacia
una Europa-patrimonio, cimentada en un inventario de lo que paccce ser? U..
Europa, más presenrista que fucurista, pero en donde el "progreso" contiD6a
sin embargo ocupando un lugar central. 12S
¿Cómo "Hacer Europa", al menos su historia, para recamar d tkuIo
de la colección nacida en 1989 por iniciativa de cinco editores, de lengua
y nacionalidades diferemes y dirigida por Jacques Le Goff?l26 ProyectO YO-
luntarista, seguramente, incluso teleológico, dicen cambién algunos. queJe
reprochan reiterar para la historia de Europa lo que se produjo en el . .
XIX para las historias nacionales. 12? Le Goff habla del "título activo· de la
colección: hacer la historia es también una forma de hacer la historia. iSlá
esto, por ello, una simple reactivación del régimen moderno de historicicLML
con un futuro que llega de nuevo a esclarecer el pasado? No, cviden~
no es ése el punco de vista del director, para quien "el día de hoy vieDc4t
ayer y mañana surge del pasado". Y para precisar: "un pasado que no ~

IH V.d. D.miel Fabce (dic.), L'l:.urop~ mm cultures ~t rutt'ons Parfs &J. de la


~~;~: de I'homme, 1996, que explora, en Europa. los tres t~rm~nos: ~~nio, •

::~ Sobre la relación entre el. patrimonio y el presente, viá. ¡"fra, cap. 5. pp. 222-:
$c Imol ~e Beck en MUnlch, BolSil Blac~1I en Oxford, Critica en BarccIoaa.
en, Roma y Boln, Le $cuil en París. Los libros se publican simultáneamente en . .
pal~~~~¡a de hoy, han aparecido diecinueve títulos.
J'h . . ~n lorno a esla cuestión. el debale que se sigue en la revista Vi,."u..
de ~;~::::':::;~~~,lIi;~ ~~9¿93, pp. 106-1 jcan-Picrrc Rioux, -Pour
OS;
trinc:elle'del'Eu~pc",'53,'1997"P~~·I~~~;~~~~~a;:~~~~;~..:
~to. . un coloqUIO que, segUn 101 mismOl tér' de .
pnnclplos de precaución ciendfic.a que deben env::;Sal vol:~:'':.:.~200L

176
REGliIlEMUOlHISTOItICIOAO

paralizar al presente, sino ayudarlo a ser difereme en la fidelidad. y nuevo


en el progreso" .128 Son por tanto igualmente rechazados el fururismo del
régimen moderno y el pasatismo del antiguo régimen de historicidad, a fin
de preservar la posibilidad de un presenre, a la vez diferente. nuevo y fiel. ¡Le
Golf no es L'lVisse! Pero, como para Manad. conviene en articular, en torno
al objem de historia europea (y ya no nacional) el pasado, el presente y el
futuro. Pafa una historia así, la aproximación a tr::J.vés de la larga duración se
ofrece como la más esclarecedora. YeI autor de La civilización d~1 occid~nu
111,dievnl. quien defendió la idea de una larga Edad Media. se extiende desde
el siglo 111 de nuestra era hasta las revoluciones industriales modernas. y ahí
se siente bien: Europa viene de lejos. Si existe una jd~nritÚldeuro~a. está ahí
y es ahí donde se tiene la mayor oportunidad de comprenderla.
En cuantO a la naci6n, a la que se sin.'la a veces a la zaga, en un pasado
mítico o lejano, a veces a la vanguardia o, a la vez, a la zaga y a la vanguardia,
de nuevO se muere en su nombre o bajo su protecci6n. 129 Los nacionalismos
étnicos han matado mucho y salvajemente. En forma e intensidad variables,
estas vueltas o estas aspiraciones, más o menos exacerbadas, hacia lo nacional.
pueden reincorporarse. en parte, en una crisis del tiempo. Ni se les reduce
ni se les absorbe, sino que son un componente, una expresi6n, una forma
también de responder a ellas, que había ya, por desgracia, dado sus pruebas.
Pero la 1?Spu~stll aparece aún más desfasada en cuanto que el régimen moderno
de hiswricidad, con su bandera futurisra o nacional·fururista, ha perdido en
gran medida su evidencia y su fuerza de arrastre.

12' U Goff, "Prólogo". Esta página ha sido reproducida ~n todOl 101 voIdmenes de la
col«ci6n (Faiu á~ l'hiJtoi").
129
. .
Vid. las estimulantes reflexionesdcl espec:¡ahn:aencl mcdinoP.a
o[Na/10m. 71u Mrdi~"al Origins o/Eu,."". Prinecton. Princaon Unlvcnlry
J.=:-
tridt DrtA(Jll'
2002

177

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