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EL MAR VIVIDO.
PERFILES SOCIALES DE LAS GENTES DEL MAR
EN LA LARGA DURACIÓN (SIGLOS XV-XXI)
EL MAR VIVIDO.
PERFILES SOCIALES DE LAS
GENTES DEL MAR
EN LA LARGA DURACIÓN
(SIGLOS XV-XXI)
Ediciones de la Universidad
de Castilla-La Mancha
Cuenca, 2020
EL MAR vivido : perfiles sociales de las gentes de mar en la larga duración, siglos XV-XXI /
Silvia A. López Wehrli…. [et al.] ; editora, María Dolores González Guardiola, editor, David
Igual Luis. – Cuenca : Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2020
224 p. ; 24 cm.– (Colección Estudios ; 170)
ISBN 978-84-9044-377-4
1. Historia social y cultural 2. Antropología I. López Wehrli, Silvia A. II. García González,
María Dolores, ed.lit. III Igual Luis, David, ed. lit. IV. Universidad de Castilla-La Mancha, ed.
V. Título. VI. Serie
930.85
572
NHTB
JMC
Esta obra forma parte de los resultados del Grupo Consolidado de Investigación de la Universidad de Castilla-La
Mancha «Seminario de Historia Social de la Población» (SEHISP) y de sendos proyectos de investigación financia-
dos por el Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España: «Familia, desigualdad social, cambio
generacional en la España centro-meridional, 1700-1900» (referencia HAR2013-48901-C6-6-R) y «Familias, tra-
yectorias y desigualdades sociales en la España centro-meridional, 1700-1930» (referencia HAR2017-84226-C6-
2-P). El investigador principal del grupo y de los proyectos es Francisco García González, Catedrático de Historia
Moderna de la Universidad de Castilla-la Mancha.
Diseño de la cubierta:
CIDI (UCLM)
Imagen de cubierta: A Naval Encounter between Dutch and Spanish Warships, c. 1618/1620, Cornelis
Verbeeck. National Gallery of Art.
Esta obra se encuentra bajo una licencia internacional Creative Commons CC BY 4.0.
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra no incluida en
la licencia Cretative Commons CC BY 4.0 solo puede ser realizada con la autorización expresa de los titulares, salvo
excepción prevista por la ley. Puede Vd. acceder al texto completo de la licencia en este enlace:
https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/deed.es
ÍNDICE
Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
María Dolores González Guardiola, David Igual Luis
Fuentes documentales militares para la historia marítima de España. . . . . . . . 15
Silvia A. López Wehrli
Inclusión social y visibilidad del rol femenino en las sociedades marítimo-
pesqueras: el estudio de caso de la Ría de Vigo en época contemporánea. . . . 31
Esmeralda Broullón-Acuña
Proyección marítima y sectores laborales en una ciudad del siglo XV: Valen-
cia, de la pesca a la construcción naval. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49
David Igual Luis
Las gentes del mar en Sevilla a finales de la Edad Media . . . . . . . . . . . . . . . . 71
Juan Manuel Bello León
Los marinos criollos: orígenes, familias y pertenencias en contextos de
cambio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107
María Dolores González Guardiola
Peripecias y sinsabores de la vida en el mar en la época moderna. . . . . . . . . . 143
Magdalena de Pazzis Pi Corrales
Las rutas de la esclavitud en la España moderna: un análisis de caso (Cádiz,
siglos XVII y XVIII). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171
Arturo Morgado García
7
Índice
Los protagonistas del último viaje de la fragata Nuestra Señora de las Merce-
des: fuentes y representaciones. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193
Susana García Ramírez
Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215
María Dolores González Guardiola, David Igual Luis
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http://doi.org/10.18239/estudios_2020.170.07
1. INTRODUCCIÓN
Cada vez que hablamos de la esclavitud, se nos vienen a la mente escenas
ubicadas en la Roma imperial, el profundo Sur, o las plantaciones azucareras
americanas, en las cuales la implantación de un monocultivo destinado a la
exportación daría lugar al surgimiento de una sociedad opresiva y multiracial
(Schwartz, ed., 2004). Pero olvidamos el hecho de que la esclavitud no constituía
un fenómeno ni mucho menos desconocido en la Europa moderna, ya que duran-
te el período bajomedieval se trataba de algo habitual, al menos en las regiones
mediterráneas, a las cuales Jacques Heers define sin ambages como sociedades
esclavistas (Heers, 1989), si bien esta opinión no sea ni mucho menos unánime-
mente aceptada. Sea como fuere, aunque a las mismas llegaron algunos africanos
procedentes de la trata subsahariana2, el aporte fundamental procedería de los
prisioneros de guerra musulmanes y de la trata oriental efectuada con el mundo
eslavo, por lo que la mayor parte de los esclavos era de piel blanca, al igual que
sus amos. En los siglos xiv y xv se podían encontrar en los territorios italianos
esclavos musulmanes, tártaros, rusos, búlgaros, armenios, albaneses o circasianos,
empleándose a las mujeres como criadas y concubinas (la explotación sexual de
las esclavas era bastante corriente) y a los varones como sirvientes y, en menor
medida, como trabajadores en los talleres artesanales. Los genoveses desempeña-
ron un papel muy importante en el comercio esclavista, procediendo buena parte
de los esclavos de las regiones del mar Negro, convirtiéndose la factoría genovesa
de Caffa, en la península de Crimea, en el centro de este tráfico (Phillips, 1989:
148-149 y 157-158). Tampoco en la Península Ibérica la presencia esclava era
algo extraño o exótico, puesto que Barcelona, Valencia y las Baleares recibieron
numerosos esclavos procedentes de Oriente. En Mallorca, habría un total de
21.000 esclavos en 1328 y algo más de 8.000 en 1428, lo que suponía el 36 % y
el 18 % de la población de la isla respectivamente (Verlinden, 1977: 351-358).
En Cataluña, la cifra sería de 4.375 en 1431, y había propietarios con diez, veinte
y hasta sesenta esclavos (Verlinden, 1955: 434). En opinión de Antoni Furió, en
el mundo hispánico bajomedieval el trabajo esclavo estaba muy lejos de ser algo
meramente marginal o un simple objeto de lujo y ostentación, ya que los esclavos
eran empleados en todos los sectores productivos y, especialmente, en los trabajos
más peligrosos y degradantes (Furió, 2002: 25).
A partir de mediados del siglo xv, el avance turco en los Balcanes, la toma de
Constantinopla y la pérdida de los establecimientos en el Mediterráneo oriental
por parte de genoveses y venecianos acabarán con la trata procedente del mundo
eslavo y caucasiano, fenómeno casi coetáneo, por fortuna para el mercado escla-
vista, con la llegada en 1441 a Lagos, en el sur de Portugal, del primer carga-
mento de esclavos africanos, debiendo estar muy relacionado el auge de la oferta
portuguesa con el declive de los proveedores italianos. El caso del veneciano Ca’
da Mosto es muy ilustrativo al respecto: después de su experiencia en las galeras
mercantes venecianas en el Mediterráneo oriental, hará dos viajes, partiendo de
Lisboa, a las costas africanas, de donde traerá cargamentos de esclavos. Como
él, numerosos mercaderes italianos, particularmente genoveses, venecianos y
florentinos, se instalarán en Lisboa, Sevilla y Cádiz (Stella, 2000: 34-35)3. La
conexión africana continuará aprovisionando los mercados ibéricos hasta que en
1761 sea abolida la trata de esclavos en Portugal y, durante el primer siglo del
descubrimiento de África por los portugueses, de hecho, el tráfico esclavista se
dirigirá hacia la Península Ibérica mucho más que hacia el continente americano.
Según las ya clásicas evaluaciones de Philip Curtin, la trata europea movilizó a
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un total de 15.000 esclavos africanos entre 1451 y 1475, que serían 18.500 entre
1476 y 1500, 42.500 entre 1501 y 1525, y 43.800 entre 1526 y 1550; durante este
último período, tan solo 12.500 se encaminaron hacia la América española (Cur-
tin, 1969). Aún en 1761, año de la abolición de la trata con destino a Portugal, se
introducían anualmente cuatro mil personas (Stella, 2000: 61-64) y, a lo largo del
siglo xviii, la llegada al país luso de barcos cargados con esclavos africanos era
algo bastante habitual4. Sin que debamos olvidar a los esclavos procedentes de las
Indias Orientales, sobre todo de Goa y Calicut, que llegaron a fundar una cofra-
día en Lisboa en la segunda mitad del siglo xvi, y que suponían un cargamento
humano de cien a trescientos esclavos por cada flota portuguesa procedente de la
región (Stella, 2000: 65)5.
No obstante, la trata africana no significó ni mucho menos la desaparición de
la trata mediterránea6, alimentada por los continuos enfrentamientos habidos entre
cristianos y musulmanes durante este período. Sin olvidar las grandes campañas
como la toma de Túnez (1535) o la victoria de Lepanto (1571), que suponían miles
de cautivos de una vez, habría que destacar las continuas cabalgadas y asaltos cor-
sarios. La pequeña flota de galeras de los caballeros de San Esteban, con base en
Livorno, capturó a 14.000 musulmanes entre 1563 y 1642 (Stella, 2000). En Italia,
la esclavitud, de procedencia norteafricana y turca en su mayor parte, era corriente
en los siglos xv y xvi: entre inicios del siglo xvi y finales del xviii pasaron por
la península entre 400 y 500.000 esclavos, y a finales del siglo xvi serían entre 20
y 50.000, del 0,5 al 1,1 % de la población total (Sarti, 2001: 450). Todavía en la
Livorno de finales del Seiscientos había un mercado de esclavos bastante impor-
tante, existiendo tres casas de negocios que se dedicaban a este tráfico (Mathiez,
1954: 160), lo que no es de extrañar si tenemos en cuenta que las galeras toscanas
capturaron unos diez mil entre 1568 y 1688 (Zamora Rodríguez, 2013: 141). En
la isla de Malta (Brogini, 2002 y 2013), la esclavitud era un fenómeno en modo
alguno desconocido, apoyándose en su mayor parte en las capturas realizadas por
los sanjuanistas. Esta diversidad de orígenes la apreciaremos también en la España
moderna, cuya situación es resumida por Aurelia Martín de la siguiente manera:
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7 Archivo Histórico Provincial de Cádiz (en adelante, AHPC), Protocolos Cádiz, lib. 1533, s. fol.
8 Archivo de la Parroquia de Santa Cruz de Cádiz (en adelante, APSC), Bautismos, años 1650
a 1749.
9 AHPC, Protocolos Cádiz, años 1650, 1655, 1660, 1665, 1670, 1675, 1680, 1685, 1690, 1695,
1700, 1705, 1710, 1715, 1720, 1725, 1730, 1735, 1740, 1745, 1750.
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Málaga (13), el Puerto de Santa María (7) y Sevilla (10). De Europa proceden 100,
predominando, obviamente, los portugueses, con un total de 94 (de ellos, 66 han
nacido en Lisboa), aunque es de señalar que Génova aporta dos esclavos, Malta
otros tantos y Holanda y Londres uno cada una. 51 esclavos proceden del norte de
África, de 21 de ellos se dice simplemente que vienen de Berbería, en tanto otros
20 habían nacido en la población española de Orán. Solamente tres esclavos son
originarios del Imperio turco. El África subsahariana, nuevamente, aporta el contin-
gente más numeroso, con un total de 789, predominando Angola (274), Arara (61),
Cabo Verde (190), el Congo (104), Guinea (49), Loango (13), Luanda, también en
Angola (14), Mina (118), Mozambique (21) y la isla de Santo Tomé (27): el pano-
rama, bastante coincidente con lo proporcionado por los libros de bautismos, vuelve
a corroborar el predominio de las colonias lusitanas. 63 esclavos son originarios del
continente americano, 52 de ellos del Brasil (para variar, portugués), aunque tam-
bién encontramos, entre otros, a 3 de La Habana y 2 de Cartagena de Indias. Muy
pocos esclavos son de origen asiático, tan solo 3 nacidos en Goa y 8 en la India
portuguesa. ¿Conclusiones? Ante todo, el predominio de los elementos exógenos,
lo que responde bien a la situación de la esclavitud gaditana de este momento, en
la cual el papel del mercado exterior es determinante. Mercado exterior en el cual
la conexión portuguesa es fundamental, bien con el propio Portugal o con sus colo-
nias ultramarinas. Y llama la atención la debilidad de los elementos procedentes del
Imperio otomano, los cuales durante este período no se integraron lo bastante en la
ciudad como para contraer matrimonio (tengamos en cuenta que llegaron masiva-
mente en los años noventa).
En la primera mitad del siglo xviii, por el contrario, nos encontramos ante una
situación de total hegemonía africana, ya desde los inicios de la centuria, frente a la
debilidad de los elementos de procedencia islámica. Según los libros de bautismos,
que nos indican el origen de 456 esclavos, 24 proceden del norte de África, predomi-
nando, como en el período anterior, las localidades de Argel (doce), Orán (cuatro) y
Salé (dos). Unos 50 son originarios del Imperio otomano, destacando dos de Banya
Luca, 19 de Bosnia, dos de Mostar y tres de una tal Vibes, localidad que no ha podido
ser identificada. El África negra es la que aporta el contingente más numeroso, con
un total de 370. Nuevamente nos encontramos con el problema de la identificación
de los topónimos, pero podríamos destacar que 18 proceden de Angola, 11 de Arara,
37 de Cabo Verde, 91 del Congo, 42 de Elmina, 41 de Guinea, 43 de Loango y 45
de Mandinga. Con seguir siendo grande la importancia de los esclavos del área de
influencia portuguesa, destaca la irrupción de dos zonas geográficas que en el período
anterior tenían escasa relevancia, Guinea y Senegambia (mandinga), lo que posible-
mente tenga mucho que ver con la irrupción de nuevos proveedores, fundamental-
mente británicos, como ya veremos. Finalmente, una docena de esclavos procede
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del Nuevo Mundo, figurando Jamaica con cuatro, y Barbados, Campeche, Curaçao,
Dominica, Guarico, Margarita, Martinica e «Indias» sin especificar, con uno. Por lo
que se refiere a los libros de matrimonios, los mismos nos muestran cómo en el Cádiz
de la primera mitad del siglo xviii nos encontramos a 395 cónyuges de condición
esclava11, y conocemos la procedencia geográfica de un total de 225. 31 esclavos son
de origen español. Otros cuatro son de procedencia europea, tres de ellos portugueses
(destaca la fuerte caída con respecto al período anterior) y el cuarto de Bosnia. Nin-
gún esclavo es de origen norteafricano, lo que prueba que su paso como tales por la
ciudad es fugaz, sin que dé tiempo a su asentamiento y asimilación. 25 son de origen
americano, destacando Brasil (cuatro), La Habana (tres), Cartagena de Indias, Jamai-
ca, Lima, Martinica y Veracruz (dos cada uno). Uno viene de Filipinas. Y 165 son de
procedencia subsahariana, predominando Angola (15), Cabo Verde (27), Congo (48),
Guinea (20), Loango (19), Mandinga (11) y Mina (14).
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que con el tiempo tiende a secarse ante la conquista por parte del sultán marroquí
Muley Ismail de Larache (1689) y La Mamora (1681) y la evacuación de Tánger
(1684) por parte de sus propietarios británicos. Pero, hasta entonces, debieron cons-
tituir una vía de introducción de esclavos norteafricanos nada desdeñable. En 1655
encontramos a Ajaula, esclava mora «comprada de un hombre que vino de Larache
a vender otros esclavos»22, o a Juan, berberisco mulato convertido al cristianismo
«comprado de un capitán de Alarache que aquí vino en una embarcación habrá cua-
tro años»23. Tampoco podemos olvidar a La Mamora, puesto que en 1660 era ven-
dido Casin, moro negro comprado de una presa que se hizo en el presidio de dicha
ciudad (seguramente, una cabalgada por el hinterland musulmán circundante)24, y,
cinco años más tarde, Ijamun, moro membrillo cocho «que lo hube hace cuatro años
de una partida de moros que a dicha ciudad del Puerto se llevó de La Mamora»25.
Orán, evacuado por los españoles en 1709, también constituirá una fuente de apro-
visionamiento directo, jugando en esta ciudad un papel muy importante en el tráfico
esclavista los judíos (Israel, 1997: 219 y ss.). En 1675, por ejemplo, era vendida
Tatta, mora membrillo cocho que había sido remitida por un vecino oranés26. Y,
aunque en menor medida, alguno venía de Tánger, en poder de los ingleses desde
166227, como Hamete, moro membrillo cocho vendido en 1670 por el cónsul inglés
Martín Vizconde28.
No obstante, los procedimientos violentos de obtención de los esclavos norte-
africanos parecen agotarse con el tiempo, lo que explicaría la progresiva caída de
los mismos que se aprecia en los libros de bautismos y en los protocolos notariales.
A partir de 1670, el corso holandés, que tan activo se había mostrado durante las
décadas anteriores, remite poderosamente, y las escasas capturas realizadas por los
españoles en modo alguno podían paliar esta situación. Por otro lado, la remisión
de esclavos venidos directamente desde las plazas norteafricanas controladas por
los europeos se hizo más problemática desde que, en el decenio de 1680, fueran
recuperadas por el reino de Marruecos las poblaciones de Larache, La Mamora
y Tánger. Pero esa misma década un nuevo colectivo mantendría la afluencia de
esclavos mediterráneos a la urbe gaditana: los turcos.
Tras la victoria de Kahlemberg (1683), las tropas imperiales, junto con sus alia-
dos venecianos, en su avance por los Balcanes y la Hélade saquearon, violaron y
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Lira traía cinco esclavos subsaharianos de la capital portuguesa para ser vendidos
en Cádiz41.
Sí que era excepcional, por el contrario, la introducción de esclavos africanos
utilizando la conexión canaria, puesto que solamente hemos encontrado a Simón,
nacido en Angola y criado en Brasil y que vino con otros esclavos a las islas Cana-
rias, siendo vendido en Cádiz en 1670 por Antonio de la Praya42. Pero no ocurrirá
lo mismo con la arribada de esclavos procedentes directamente del África subsa-
hariana, en la que podemos apreciar cómo, en la segunda mitad del Seiscientos, el
antiguo monopolio portugués es ya algo pasado. Los primeros en socavarlo fueron,
sin lugar a dudas, los holandeses, aunque su ingreso a gran escala en el comercio
de esclavos no se produjo hasta la década de 1620, cuando comienzan a controlar
el tráfico en la Costa de Oro (la Ghana actual), y, sobre todo, con la conquista de
la colonia portuguesa de El Mina en 1637, a la que seguiría la dominación tempo-
ral de Santo Tomé y las factorías de Sao Paulo de Loanda y Benguela en Angola,
todas ellas reconquistadas posteriormente por los portugueses. La pequeña isla de
Curaçao, en el Caribe, arrebatada a los españoles en 1634 por la WIC (Compañía
Holandesa de las Indias Occidentales), sería el centro del comercio esclavista báta-
vo en América, por lo que los holandeses se hicieron con una posición ventajosa
para participar, de forma más o menos abierta, en los asientos concertados con
la Corona española (Postma, 1990). Su proyección alcanzará también el ámbito
europeo, por cuanto en Canarias introdujeron de forma regular esclavos sobre todo
a partir de 1648, manteniéndose esta actividad hasta finales del siglo xvii, siendo
el centro principal de procedencia la factoría de Elmina. Todavía en 1700 llegaba
a Santa Cruz de Tenerife un navío holandés, El sol, procedente de Guinea, con un
cargamento de esclavos, tras pasar previamente por Cabo Verde, Azores y Madeira,
aunque esta actividad no tuvo continuidad en el siglo xviii (Santana Pérez, 2004:
102-103). Actividad esclavista holandesa que también encontraremos en Cádiz,
puesto que en la segunda mitad del Seiscientos el espectáculo de ver anclar buques,
sobre todo bátavos, en la bahía con su mercancía humana fue algo relativamente
habitual43:
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una mora apresados en una balandra en la costa africana (Barrio Gozalo, 2006: 59
y 62-63).
Sin olvidar tampoco las presas producidas por los súbditos de las Provincias
Unidas, en guerra con la regencia de Argel entre 1715 y 1726 (Crespo Solana, 2001:
69-70). Tenemos a Jamete, hijo del guardián del baño del rey de Argel, comprado en
1724 de una presa realizada por los navíos holandeses48. O a Jamet, «comprado de
los turcos y moros que apresaron los navíos de la escuadra holandesa que en estas
costas corseó» ese mismo año49. O a Solimán, moro comprado «hace cinco años de
una presa holandesa», según declaraba su vendedor Sebastián Buitrago, vecino de
Jerez de la Frontera, en 173050. O a Yssa, moro argelino «comprado de un navío de
moros que apresaron otros de guerra holandeses en 1723 que trajeron a esta Bahía y
vendieron en esta ciudad»51.
La mayor parte de los subsaharianos introducidos en la ciudad lo fueron como
consecuencia de los intereses económicos de la colonia británica52, que monopoli-
zaría a partir de Utrecht el tráfico negrero español, y hay que relacionar los picos
observados en los bautismos de esclavos a partir de 1713 con las arribadas a la ciu-
dad de buques ingleses cargados de esclavos africanos, arribadas, por otra parte, que
conocieron un ritmo muy irregular (habida cuenta de los frecuentes enfrentamientos
bélicos habidos entre España y Gran Bretaña) y que alcanzaron su punto culminante
en los años treinta. No obstante, no hay ningún esclavo que haya sido adquirido por
este procedimiento en una fecha posterior a 1739, año de inicio de la Guerra de los
Nueve Años (en el continente, Guerra de Sucesión Austríaca) entre ambas naciones,
y que, a la postre, provocaría el fin de la concesión a la South Sea Company en 1750.
Pero, hasta entonces, acaudalados comerciantes británicos como Enrique Roo, Pedro
Butheler53 o las firmas Macky y Cassamayor54 participaron en este tráfico, que pode-
mos constatar a través de la Trans-Atlantic Slave Trade Database55 (naturalmente,
con las lagunas de rigor):
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cuyo país estaba alineado contra la causa borbónica. De este modo, en 1710 Pedro
Antonio Duverguier daba cuenta de que su esclava parda Catalina de la Ascensión,
procedente de las Azores, estaba «embarcada de cuenta del capitán Juan Franco
en un navío de la propia isla que varó en la costa de Guinea y de allí se volvió
a embarcar en otro navío portugués (…) que varó con temporal en esta costa de
España cerca de Tarifa habiéndose hecho confiscación de los efectos del dicho
navío por cuenta de la real hacienda compró la esclava»62. También las conexiones
holandesas aparecen citadas en la documentación notarial: en 1710 se concedía la
libertad a Antonio de León, que había sido adquirido diez años atrás a bordo de un
navío holandés63, y ese mismo año Tomás, también esclavo negro, era comprado
en la portuguesa isla del Fayal de un capitán de este origen64. Aún en 1733, Rosa
María de San Antonio era comprada «a bordo de un navío holandés nombrado la
Esperanza capitán Huybregt Ebertier que vino de la costa de Guinea con negros
consignados a la viuda de Juan Hubin e hijo»65. Pero a partir de 1740 cesa la llegada
de navíos británicos, y es muy probable que los pocos esclavos que llegaron a la
ciudad a partir de entonces lo fuesen en calidad de acompañantes forzosos de los
indianos retornados a la urbe.
Aunque de modo muy marginal, la esclavitud se sigue prolongando durante los
primeros años del siglo xix, en plena época del liberalismo, las cortes de Cádiz y
la constitución de 1812, como revelan los anuncios de compraventas publicados
en la prensa local (Ramos Santana, 2008: 72-73). En el padrón de 183066 se men-
cionan algunos esclavos residiendo en la urbe gaditana67, fundamentalmente en los
barrios burgueses de la ciudad, junto con otros denominados como «sirvientes» de
color moreno, y que no sabemos hasta qué punto podían ser igualmente esclavos,
llamando la atención el hecho de que muchos de ellos son relativamente jóvenes,
lo que prueba que debió seguir existiendo un mercado plenamente operativo aún
en los años veinte del siglo xix. En el de 1840, por último, aún encontramos cinco
esclavos, todos ellos negroafricanos y originarios del continente americano, espe-
cialmente Cuba, y dedicados en su totalidad al servicio doméstico (Zarza Rondón,
2012). Muy posiblemente, uno de los últimos antiguos esclavos que quedarían en
la ciudad fuese José María Paque, de color pardo, el cual, aunque en su testamento
de 1863, redactado con 56 años de edad, nunca hace referencia a una situación de
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esclavitud, es muy probable que la hubiese sufrido en el pasado, por cuanto era
natural de Elmina, situada, según sus propias palabras, en África68.
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Las rutas de la esclavitud en la España moderna: un análisis de caso...
191
Arturo MORGADO GARCÍA
192
http://doi.org/10.18239/estudios_2020.170.08
1. INTRODUCCIÓN
El conocimiento de nuestra historia naval es inseparable del estudio de nues-
tros documentos, tanto a nivel textual como iconográfico. El final feliz de un caso
reciente inherente a la protección de nuestro patrimonio histórico naval ilustra, cla-
ramente, la existencia de este vínculo entre la historia naval, sus representaciones
y las fuentes documentales.
A comienzos del año 2012 llegaron a España las más de 14 toneladas de
monedas integrantes del «tesoro» que la empresa Odyssey Marine Exploration
había extraído cinco años antes de un pecio situado en aguas internacionales,
cuya identidad real había ocultado bajo el nombre de Black Swan (Cisne Negro).
La intención de la compañía era venderlas y disgregarlas inmediatamente, pero la
demanda presentada por España ante los tribunales estadounidenses inició un largo
proceso judicial que consiguió revelar finalmente la auténtica identidad del pecio: la
fragata española Nuestra Señora de las Mercedes. Sin embargo, tras ser admitidas
con descontento por parte de los cazatesoros las abrumadoras pruebas presentadas
por la defensa española, hubo que demostrar a continuación que la Mercedes era
un buque de guerra perteneciente a la Real Armada, y no un barco mercante, como
argumentó entonces la empresa norteamericana. Esa aclaración era fundamental,
ya que el Derecho internacional reconoce a los buques de guerra la inmunidad de
Susana GARCÍA RAMÍREZ
jurisdicción. De hecho, la aplicación de este principio fue lo que permitió que, tras
cinco largos años de litigio, los bienes extraídos ilegalmente del pecio de la fragata
de guerra de la Real Armada Nuestra Señora de las Mercedes fueran devueltos a
nuestro país (Mariscal de Gante y Mirón, 2014).
Durante toda esa batalla judicial, el papel representado por los documentos
conservados en los archivos españoles fue fundamental. No hay que olvidar que
prácticamente la única evidencia material del pecio de la Mercedes presentada
durante el juicio fue el «tesoro», tanto porque Odyssey centró exclusivamente en él
la extracción de materiales, como por el hecho de que la Mercedes se desintegró
tras la explosión que provocó su hundimiento hace más de dos siglos. Por tanto, las
pruebas «tangibles» eran muy limitadas en cuanto a tipología.
No ocurrió lo mismo con los documentos de archivo, cuya abundancia y varie-
dad permitieron aportar durante el juicio pruebas irrefutables relativas a la identidad
del pecio y al carácter oficial de la misión que realizaba la fragata en el momento
de su naufragio. O lo que es lo mismo, los documentos lograron contextualizar los
objetos ilegalmente extraídos y reconstruir la historia del último viaje que realizó
la Mercedes.
Tras la victoria judicial, esta historia pudo representarse ante la sociedad
mediante una exposición temporal con carácter de proyecto de Estado celebrada
en Madrid en 2014 con doble sede, el Museo Naval y el Museo Arqueológico
Nacional (García Ramírez y Marcos Alonso, dirs., 2014). Posteriormente, itineró al
Museo Arqueológico Provincial de Alicante, al Museo de Antropología de México
y, también, al Archivo-Museo Álvaro de Bazán (Viso del Marqués, Ciudad Real),
sede que se consideró especialmente apropiada a nivel simbólico, ya que algunos
de los documentos conservados por el Archivo General de la Marina, allí ubicado,
resultaron claves durante el litigio.
194
Los protagonistas del último viaje de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes...
ción de las 13 colonias americanas entre 1779 y 1783, y después frente a la Francia
revolucionaria, en el período de 1793 a 1795, esta vez como aliada de Inglaterra.
Por todo ello, cuando el 27 de marzo de 1802 Francia y Gran Bretaña firmaron
la Paz de Amiens, España la suscribió con alivio. Y, significativamente, apenas seis
meses después, el poderosísimo primer secretario de Estado de Carlos IV, Manuel
Godoy, nombrado Príncipe de la Paz con ocasión del Tratado de Basilea en 1795,
y Generalísimo de los ejércitos de Mar y Tierra tras la Guerra de las naranjas de
1801, aprovechó este armisticio, que no se consideró definitivo por ninguna de
las potencias signatarias, para traer a la Península los tributos americanos que no
habían podido llegar como consecuencia de la guerra.
Godoy dispuso el transporte de esos impuestos de la Real Hacienda mediante
un oficio que dirigió al secretario de Estado de Marina el 13 de septiembre de
1802, conservado hoy en el Archivo General de la Marina Álvaro de Bazán1. Este
documento tuvo un peso enorme en la victoria judicial española por varias razones.
En primer lugar, Godoy afirma que «Hay en Lima muchos caudales y frutos pre-
ciosos para España», es decir, justifica la misión que debía realizarse aludiendo a
los tributos y a los productos americanos de alto valor que no habían podido llegar
como consecuencia del bloqueo durante la recién concluida guerra contra Gran
Bretaña. En segundo lugar, manifiesta que la misión debe encomendarse a «buques
de guerra», y no «de particulares». Y en tercer lugar, una nota marginal en el mismo
documento señala: «Diose cuenta y de resultas se despacharon a Lima las fragatas
Clara y Mercedes por caudales», lo que revela que la Mercedes fue seleccionada
como fragata de guerra para cumplir esta misión de Estado. Por tanto, el oficio de
Godoy refleja claramente que se estaba organizando una misión oficial, y que esa
misión debían cumplirla buques de Estado, buques de guerra de la Real Armada que
pudieran defender el valioso cargamento de potenciales ataques corsarios.
1 Archivo General de la Marina Álvaro de Bazán (en adelante, AGMAB), Ministerio de Marina,
Expediciones a Indias, leg. 31.
195
Susana GARCÍA RAMÍREZ
196
Los protagonistas del último viaje de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes...
Imagen 5: Ejemplar del periódico The Star, en su edición del 18 de octubre de 1804,
conservado en el Archivo General de la Marina Álvaro de Bazán, en el que con toda
probabilidad leyeron la noticia del combate del cabo de Santa María el Generalísimo
Manuel Godoy y el capitán general de Ferrol Félix de Tejada.
197
Susana GARCÍA RAMÍREZ
Imagen 6: José de Bustamante. Anónimo, óleo sobre lienzo. Museo Naval de Madrid.
Alvear había sido nombrado, poco antes de zarpar hacia Cádiz, segundo jefe
y mayor general de la flotilla de la que formó parte la Mercedes en su última
misión, en la que se integraron otras tres fragatas: la Fama, la Santa Clara y la
Medea, esta última capitana del convoy. Él mismo solicitó al jefe de escuadra,
José de Bustamante, permiso para embarcar con su numerosa familia tras haber
5 Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, TR XIX 0006, Tratado defi-
nitivo de paz entre S. M. el Rey de España y de las Indias, la República Francesa y la República de
Bátava de una parte, y el Rey del Reino Unido de la Gran Bretaña y de Irlanda, Jorge III, de otra
(Amiens, 27 de marzo de 1802).
6 Colección Manuel Ruiz Luque, inv. 364.
7 Colección Manuel Ruiz Luque, inv. 382.
8 Colección Manuel Ruiz Luque, inv. 383-84.
198
Los protagonistas del último viaje de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes...
9 Real Academia de la Historia (en adelante, RAH), 11/8305 (79), Carta de don José de Busta-
mante al ministro Grandallana desde Plymouth el 20 de octubre de 1804.
199
Susana GARCÍA RAMÍREZ
10 Es el caso del marinero Juan López, el soldado Juan Linacero y el cabo José Tousa (véase
infra).
11 Facilitados por su directora técnica, Silvia A. López Wehrli, a quien expreso mi agradecimiento.
200
Los protagonistas del último viaje de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes...
12 Diario de navegación del alférez de fragata José María Chacón embarcado en la fragata
Fama, incluido en Alcalá-Galiano (2003: 45-49).
13 Véase Alvear y Ward (1891: Apéndice n.º 6, Diario de navegación de la división de las cua-
tro fragatas «Medea», «Fama», «Mercedes» y «Clara», al mando del jefe de escuadra de la Real
Armada, el Sr. D. José Bustamante y Guerra, caballero de la Orden militar de Santiago, por el Mayor
General de la misma división, Capitán de navío de la Real Armada, D. Diego de Alvear y Ponce de
León, pág. 388).
14 AGMAB, leg. 620/1298, Relación de lo acaecido a las quatro fragatas de guerra españolas
nombradas la Medea, Fama, Mercedes, y Clara al mando del señor D. Josef Bustamante y Guerra
Xefe de Esquqdra de la Real Armada, en su enquentro sobre el cabo de Santa María con las fragatas
de guerra Ynglesas la Yndefatigable, Amphion, Medusa y Lively.
15 Real Ordenanza Naval para el servicio de los baxeles de S. M. (1802), tít. 7, art. 20.
16 Colección Manuel Ruiz Luque, inv. 364, Estado General de la Fragata del Rey Nuestra Seño-
ra de las Mercedes del porte de 38 cañones que al mando del Capitán de Navío Don José Manuel de
Goycoa sale del Puerto de Montevideo.
17 AGMAB, leg. 5295.
18 Archivo del Museo Naval (en adelante, AMN), ms. 1375, fols. 126-128. Sobre la uniformidad
de la Armada en estos años, véase Alía Plana y Alía Plana, 1996.
19 AGMAB, leg. 670.
20 Museo Nacional de Arqueología Subacuática, ARQUA, inv. NSMG-42.
201
Susana GARCÍA RAMÍREZ
Imagen 9: Evocación del camarote del comandante Goycoa unos minutos antes del
hundimiento de la Mercedes, correspondiente a la exposición El último viaje de la
Mercedes. La razón frente al expolio, celebrada en el Museo Naval de Madrid21.
21 En la imagen, el capitán de navío aparece vestido con el uniforme pequeño (de diario) que
le correspondería llevar según la Real Orden de 9 de julio de 1802, conservada en el AMN, mientras
consulta la hoja correspondiente a Cádiz del Atlas Marítimo de España (1798) del brigadier Vicente
Tofiño, obra que resolvió la carencia de mapas del territorio nacional en el siglo xviii y que colocó a
España a la cabeza de Europa a nivel cartográfico. En el horizonte, la sierra de Monchique que algunos
supervivientes reseñaron haber vislumbrado al amanecer del 5 de octubre de 1804, lo que les indicó
que se encontraban a tan solo una jornada de navegación de alcanzar el destino, Cádiz.
22 Real Ordenanza Naval para el servicio de los baxeles de S. M. (1802), tít. 7, art. 16.
23 Idem, art. 20.
202
Los protagonistas del último viaje de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes...
lluvia y frío cuando no esté en faena»24, la realidad era que esa vestimenta que
ellas mismas se costeaban se había tornado en harapos (Atienza, 2002: 78) o,
incluso, en desnudez, según refieren las fuentes coetáneas a ese último viaje. En
este sentido, resulta elocuente el parte redactado poco después del hundimiento
de la Mercedes, el 18 de mayo de 1805, por José Meléndez, comandante del
Glorioso: «la mitad de la tripulación se halla desnuda, muchos materialmente
sin camisa, todo contrario a buena disciplina y peor que esto, a la salud, como
se experimenta en el número crecido de enfermos que van al hospital»25. Si
bien este documento se escribió cuando España se hallaba de nuevo en guerra
contra Gran Bretaña, precisamente como consecuencia del ataque perpetrado
por los ingleses a las fragatas de Bustamente en tiempos de paz, esa lamentable
situación se debía tanto al origen del reclutamiento de la marinería, como a la
grave crisis económica por la que atravesaba España cuando la Mercedes fue
elegida para transportar a la Península su ansiado, por necesario, cargamento.
Pues si, en principio, ese alistamiento se basaba en el sistema de la matrícula de
mar por un tiempo máximo que la ordenanza de 180226 fijó en quince años, las
pagas progresivamente más exiguas e irregulares condenaron a familias enteras
a la inanición e indujeron a numerosas deserciones que intentaron compensarse
con levas, de las que procedía buena parte de la tripulación de la Mercedes
como consignó en su diario de navegación Alvear: «gente casi toda nueva, de
leva» (Alvear y Ward, 1891: 105). Es en este contexto donde cobran todo su
sentido tanto la instrucción de la marinería señalada por la ordenanza naval de
180227, como la ordenada por Diego de Alvear «todos los días posibles» (Alvear
y Ward, 1891: 105). También explica el lamento de Bustamante en su parte
de guerra, cuando confrontaba a la «escogida» marinería inglesa, la española,
«la mayor parte de leva», que, durante el combate, «desamparó sus puestos y
baterías»28, sin duda como consecuencia de su falta de adiestramiento, «de que
se habían quejado numerosas veces los Oficiales que las mandaban», como
había comprobado Alvear (Alvear y Ward, 1891: 391).
24 Ordenanzas generales de la Armada Naval. Parte primera (1793), vol. II, trat. 5.º, tít. I, art.
47.
25 AMN, ms. 2518/13.
26 Ordenanza de S. M. para el régimen y gobierno militar de las matrículas de mar (1802).
27 Real Ordenanza Naval para el servicio de los baxeles de S. M. (1802), tít. 7, arts. 22 y 36.
28 RAH, 11/8305 (79), Carta de don José de Bustamante al ministro Grandallana desde Ply-
mouth el 20 de octubre de 1804.
203
Susana GARCÍA RAMÍREZ
Imagen 10: Real Ordenanza Naval para el servicio de los baxeles de S. M., 1802.
Imprenta Real. Biblioteca del Museo Naval.
29 Reglamento general de las guarniciones y tripulaciones con que ha resuelto el Rey se armen
los buques de la Real Armada tanto en tiempo de paz como de guerra, con proporción a sus portes
y calibres de la artillería que montan (1788), Madrid. La Mercedes llevaba, por tanto, 33 más de los
reglamentarios, si bien el Estado General de 7 de agosto consignó que sobraban solo 19.
30 AGMAB, legs. 5996 y 5276.
31 AGMAB, leg. 5997.
32 Colección Manuel Ruiz Luque, inv. 383-84, Relación de los individuos que se han salvado del
naufragio de la fragata de guerra nombrada la Mercedes.
33 AGMAB, legs. 5996 y 5276.
34 AGMAB, leg. 5997.
35 AGMAB, leg. 5277.
36 AGMAB, legs. 5996 y 5276.
37 AGMAB, leg. 5996.
204
Los protagonistas del último viaje de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes...
por los afortunados Roque Jacinto38, Juan Seba39, Francisco García, José Arcal,
José Erosa, Pascual García, José Bazquez, Pedro da Pena, Juan Malvido, Ramón
de Seifo, Francisco Xavier Ceifas, José Montilla, Manuel Abalo y Juan López40,
que ayudó con su testimonio a la madre del grumete fallecido Francisco Antonio
Bandín en su solicitud de pensión41. De la clase de artilleros de mar ordinarios, 38
efectivos, 17 menos de los preceptuados, no sobrevivieron los huérfanos Manuel
Paysal, hijo de María Josefa Pérez42; Juan José de Añorga, apodado «el limeño»,
hijo de María Josefa Mendarte43; Lucas de Castrillón, hijo de María Rodríguez44;
Domingo Álvarez de Ron, hijo de Benita López Villaamil45; ni Tomás de Otero,
hijo de María Magariños46. Sí lo consiguieron Plácido del Gallego, Bernardo del
Río, Andrés Fernández, Francisco López, Antonio Santiago, José Alonso, Tomé
González, Francisco Falcón, Manuel Guerrero, Antonio López y Manuel de Cabo47.
De los 10 artilleros de mar de preferencia que instituía el Reglamento, la Mercedes
contaba con 9, entre los que se encontraba el huérfano Antonio Monzón, hijo de
Teresa Morán48, quien, al igual que sus ocho compañeros, pereció como consecuen-
cia del ataque.
Mientras todos ellos habían ocupado sus puestos, Goycoa había permanecido
en el alcázar con un oficial subalterno, con el primer piloto Ignacio Pazos49, que
ejecutaba sus órdenes al mando del timón50, y con el primer contramaestre Juan
de Lima51, al de las maniobras, que bajo su casaca azul vestía la chupa galoneada
38 No figura en AGMAB, Relación de los sueldos que les correspondes a nos individuos qe.
salvaron de la Fragata Mercedes, y se hallan existentes hoy día de la fecha a Bordo de la nombrada
Clara, que, en cambio, incluye el nombre de Thomas Bueno.
39 Ibidem.
40 Todos ellos incluidos en Colección Manuel Ruiz Luque, inv. 383-84, Relación de los indivi-
duos que se han salvado del naufragio de la fragata de guerra nombrada la Mercedes.
41 AGMAB, leg. 5277.
42 AGMAB, legs. 5996 y 5276.
43 AGMAB, leg. 5277.
44 AGMAB, legs. 5997 y 5277.
45 AGMAB, leg. 5997.
46 AGMAB, legs. 5996 y 5276.
47 Colección Manuel Ruiz Luque, inv. 383-84, Relación de los individuos que se han salvado del
naufragio de la fragata de guerra nombrada la Mercedes.
48 AGMAB, legs. 5996 y 5276.
49 Colección Manuel Ruiz Luque, inv. 364, Estado General de la Fragata del Rey Nuestra Seño-
ra de las Mercedes del porte de 38 cañones que al mando del Capitán de Navío Don José Manuel de
Goycoa sale del Puerto de Montevideo.
50 Real Ordenanza Naval para el servicio de los baxeles de S. M. (1802), tít. 24, art. 10.
51 AGMAB, leg. 5996.
205
Susana GARCÍA RAMÍREZ
52 Ordenanzas generales de la Armada Naval. Parte primera (1793), vol. I, trat. 3.º, tít. VII, art.
10.
53 Colección Manuel Ruiz Luque, inv. 383-84, Relación de los individuos que se han salvado del
naufragio de la fragata de guerra nombrada la Mercedes.
54 Colección Manuel Ruiz Luque, inv. 364, Estado General de la Fragata del Rey Nuestra Seño-
ra de las Mercedes del porte de 38 cañones que al mando del Capitán de Navío Don José Manuel de
Goycoa sale del Puerto de Montevideo.
55 AGMAB, leg. 5266.
56 AGMAB, leg. 5996.
57 AGMAB, leg. 5266.
58 AGMAB, leg. 5995.
59 Comunicación verbal de Francisco Fernández-González, autor del estudio histórico-técnico
que permitió la construcción a escala 1:23,22 de un modelo de la Mercedes en 2014 para formar parte
de la exposición El último viaje de la Fragata Mercedes. La razón frente al expolio, celebrada en el
Museo Naval de Madrid.
60 Colección Manuel Ruiz Luque, inv. 364, Estado General de la Fragata del Rey Nuestra Seño-
ra de las Mercedes del porte de 38 cañones que al mando del Capitán de Navío Don José Manuel de
Goycoa sale del Puerto de Montevideo.
61 Ibidem.
62 Estado General de la Real Armada. Año de 1803 (1803), Imprenta Real, Madrid, pág. 125.
206
Los protagonistas del último viaje de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes...
pondiente por la muerte del cirujano Cortadella63, cuya esposa también falleció a
la vista de sierra de Monchique. Por el contrario, Agustino, el único oficial mayor
superviviente de los nueve embarcados rumbo a Cádiz64, ya se hallaba a bordo en
el derrotero Callao-Montevideo65. En lo que sí coincidían era en sus uniformes, que
señalaban sus empleos de segundos cirujanos con el galón de oro mosquetero de
doce líneas bordado en el collarín de la casaca azul de seis ojales de oro66.
Imagen 11: Plano del apostadero del Callao, Lima, 1801. Rubricado por Ugarte.
Museo Naval de Madrid.
207
Susana GARCÍA RAMÍREZ
70 Fundación Biblioteca Manuel Ruiz Luque, inv. 383-84, Relación de los individuos que se han
salvado del naufragio de la fragata de guerra nombrada la Mercedes.
71 AGMAB, leg. 5996.
72 Ibidem.
73 Ibidem.
74 AGMAB, leg. 5266.
75 AGMAB, leg. 5995.
76 AGMAB, leg. 5266.
77 AGMAB, leg. 5996.
78 Ibidem.
79 Ibidem.
80 AGMAB, leg. 5995.
81 Colección Manuel Ruiz Luque, inv. 364, Estado General de la Fragata del Rey Nuestra Seño-
ra de las Mercedes del porte de 38 cañones que al mando del Capitán de Navío Don José Manuel de
Goycoa sale del Puerto de Montevideo.
82 Ibidem.
83 Real Ordenanza Naval para el servicio de los baxeles de S. M. (1802), tít. 24, art. 10.
84 Colección Manuel Ruiz Luque, inv. 364, Estado General de la Fragata del Rey Nuestra Seño-
ra de las Mercedes del porte de 38 cañones que al mando del Capitán de Navío Don José Manuel de
Goycoa sale del Puerto de Montevideo.
85 Real Orden de 3 de abril de 1804.
86 AGMAB, leg. 5996.
208
Los protagonistas del último viaje de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes...
También ocuparon sus puestos los infantes de Marina. Entre los que combatieron
por última vez se encontraron el sargento primero Teodoro Lage, casado con Felipa
de Vila87; el sargento segundo Ventura Blas Saldaña, casado con Antonia Oguet88; y
el sargento de batallones Ventura Sedaño, casado con Antonia Pérez Montenegro89.
Entre los que pudieron contarlo, el cabo segundo de la tercera compañía José Tousa,
que según declaró se salvó «por habérsele arrojado a cierta distancia la expulsión y
recogídole los ingleses»90; y los soldados José Baamonde91, Juan Fernández Luan-
co92 y Julián Linacero93, de la tercera compañía del primer batallón, que declaró
como testigo junto al cabo José Tousa y al marinero Juan López en el proceso de
solicitud de pensión iniciado por Jacinta Paisal, madre del grumete fallecido Fran-
cisco Antonio Bandín. La mañana del 5 de octubre de 1804 acudieron al zafarran-
cho de combate, a las órdenes de sus sargentos, con sus chaquetas y pantalones de
paño pardo reglamentadas a mediados del siglo anterior, en 1748, y con sus carac-
terísticas gorras, similares a las barretinas94, con anclas en las chapas frontales, esta-
blecidas hacía solo dos años por una real orden que se conserva hoy en el archivo
del Museo Naval95. Este elemento era precisamente lo que distinguía sus uniformes
de los correspondientes a los artilleros de Marina, que acompañaban las anclas de
sus gorras por dos bombas, como había dispuesto la misma real orden96. Con estos
emblemas de anclas y bombas combatieron el bombardero superviviente Manuel
de Neyra97, y los fallecidos junto al primer condestable, Rafael Chasco, casado con
87 Ibidem.
88 AGMAB, leg. 1359.
89 AGMAB, leg. 5996.
90 AGMAB, leg. 5277. Tras la finalización del combate, ingleses y españoles participaron en el
rescate de los supervivientes que habían caído al agua, como refirieron el jefe de escuadra Bustamante
y el mayor general Diego de Alvear. Véase RAH, 11/8305 (79), Carta de don José de Bustamante al
ministro Grandallana desde Plymouth el 20 de octubre de 1804; y Alvear y Ward (1891: Apéndice
n.º 6, Diario de navegación de la división de las cuatro fragatas «Medea», «Fama», «Mercedes»
y «Clara», al mando del jefe de escuadra de la Real Armada, el Sr. D. José Bustamante y Guerra,
caballero de la Orden militar de Santiago, por el Mayor General de la misma división, Capitán de
navío de la Real Armada, D. Diego de Alvear y Ponce de León).
91 Colección Manuel Ruiz Luque, inv. 383-84, Relación de los individuos que se han salvado del
naufragio de la fragata de guerra nombrada la Mercedes.
92 Ibidem.
93 AGMAB, leg. 5277.
94 Como las que, un siglo después, llevarían los Voluntarios Catalanes al mando del general Prim
en la Primera Guerra de África. Véase García Ramírez (2012: 54).
95 Real Orden de 10 de agosto de 1802 (AMN, ms. 1375, fol. 158).
96 Real Orden de 10 de agosto de 1802 (AMN, ms. 1375, fols. 38-39).
97 Colección Manuel Ruiz Luque, inv. 383-84, Relación de los individuos que se han salvado del
naufragio de la fragata de guerra nombrada la Mercedes.
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Susana GARCÍA RAMÍREZ
Imagen 12: Hoja correspondiente a Cádiz del atlas de Tofiño, en la que se aprecia
la sierra de Monchique. Archivo del Museo Naval.
El combate acabó pronto para todos ellos. El jefe de escuadra José de Busta-
mante, y el mayor general Diego de Alvear, embarcados en la Medea, así como el
comandante de la Fama, Miguel Zapiain, y el alférez de fragata José María Chacón,
a bordo de la misma, calcularon la hora a la que explotó, «voló», la Mercedes, entre
las nueve y cuarto y las nueve y media de la mañana. Hasta entonces, según el tes-
timonio de Alvear (Alvear y Ward, 1891: 390), la batalla se había desarrollado con
«un fuego bien sostenido por una y otra parte», siendo a partir de que saltara «la
Mercedes por los aires con estruendo horrible, cubriéndonos de una espesa lluvia de
ruinas y humo», cuando la superioridad de las cuatro fragatas británicas «de crecido
porte», Indefatigable, Medusa, Amphion y Lively, decidió el resultado102. El único
oficial superviviente del naufragio consiguiente, el teniente de navío Pedro Afán
de Rivera, consiguió «salvarse milagrosamente […] habiendo estado debaxo del
Agua con parte de la Artillería del Castillo (cuyo puesto cubría) y otros Fragmentos
sobre sí, el espacio qe. no puede designar, y después asiendo un trozo de la Proa,
se sostuvo sobre él como dos horas y quarto, hasta que finalizado el Combate, lo
recogieron»103. La comparación de la Relación de los individuos que se han salvado
del naufragio de la fragata de guerra nombrada la Mercedes, con la Relación de
los Oficiales de Guerra y Mayores embarcados en la Fragata Mercedes, firmada
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Los protagonistas del último viaje de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes...
Imagen 13: Combate del cabo de Santa María, correspondiente a la Historia de la Marina
Real Española, José Ferrer de Couto y José March y Labores. J. J. Martínez lit., estampa
litográfica. Biblioteca del Museo Naval108.
104 Colección Manuel Ruiz Luque, inv. 382, con fecha 2 de agosto de 1804.
105 Ordenanzas Generales de la Armada Naval. Parte primera (1793), vol. I, trat. 2.º, tít. I, art.
12.
106 Estado General de la Armada. Año de 1804 (1804), Imprenta Real, Madrid.
107 AGMAB, leg. 5295.
108 Aunque el grabador Vicente Urrabieta situó en esta litografía del combate del cabo de Santa
María a la Mercedes en último plano, en plena explosión, los diarios y partes de guerra de los marinos
manifiestan que en ese momento se hallaba entre las fragatas Medea y Clara.
109 Archivo del Museo de San Telmo (en adelante, AMST), leg. 0016 12 0002.
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Susana GARCÍA RAMÍREZ
110 AMST, leg. 0016 08 0002. Agradezco a Carlos Rilova la comunicación de la existencia de estos
documentos.
111 AMN, ms. 2601/74.
112 AGMAB, leg. 3389/18.
113 RAH, 11/8308.
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