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28/12/2020 Del antropoceno al antro obsceno - Revista Anfibia

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DE
Por Gonzalo Manuel Sánc

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28/12/2020 Del antropoceno al antro obsceno - Revista Anfibia

La primera pandemia de la historia de la


humanidad habría sucedido hace cinco mil años.
Sus causas tienen algunos puntos en común con la
actual: el contacto con animales, el crecimiento de
rutas comerciales y su impacto crítico en las
grandes concentraciones humanas. Hoy, al igual
que ayer, seguimos enfrentando la misma bomba
de tiempo, el surgimiento de epidemias sin
tratamientos inmediatos para combatirlas.
Enfrentar ese futuro depende en gran medida de
repensar el modo en que interactuamos con la
naturaleza y el ambiente, del fortalecimiento de la
salud pública y la limitación del lucro privado.

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¿Cómo será recordado 2020? ¿Qué marca dejará en la historia? La pandemia de


COVID-19 es un evento histórico inédito por la rapidez de propagación, el alcance
global y sus efectos socio-económicos y políticos. Sin embargo, las pandemias
nos acompañan desde la prehistoria: acabaron con la vida de cientos de millones

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de personas a lo largo del tiempo, y han tenido y probablemente seguirán teniendo


efectos profundos sobre el curso de la historia.
 
Hace poco más de un año fue noticia el descubrimiento de lo que habría sido la
primera pandemia de la historia de la humanidad: un brote de peste hace cerca de
5000 años, sobre el final de la Edad de Piedra, que habría afectado a todo Eurasia.
El causante, la bacteria patógena Yersinia pestis, la misma que miles de años más
tarde aniquiló a la mitad de la población europea en el siglo XIV en el suceso que
conocemos como la peste negra. Varias cuestiones permiten vincular dicha
pandemia con la actual, y con muchas otras a lo largo de la historia: el avance de la
civilización, la tecnología y nuestra relación con la naturaleza, el consumo y tráfico
de animales, el hacinamiento en grandes centros urbanos, las desigualdades
sociales y el desarrollo de rutas comerciales que globalizan las epidemias.
 
Durante el período que corresponde al final de la Edad de Piedra surgieron en
Europa los primeros grandes asentamientos humanos, que podían reunir hasta
20.000 habitantes. Es probable que tales aglomeraciones resultaran poco
compatibles con la existencia de condiciones de higiene adecuadas: aún no se
habían desarrollado sistemas de cloacas, agua corriente, o de gestión de los
residuos. A esto se le suma la evidencia arqueológica que muestra la presencia de
animales domesticados (e.g., ganado) y permite inferir que otros como roedores o
insectos habrían estado también en contacto íntimo con dichas poblaciones.
 
Estas condiciones son el caldo de cultivo ideal para la proliferación de patógenos y
el surgimiento de epidemias. Primero, porque tanto los humanos como estos
animales al salir de sus entornos y ecosistemas naturales quedan expuestos a
diferentes condiciones de estrés -hambre, dietas poco variadas, hacinamiento-, lo
cual debilita el sistema inmunológico y aumenta la susceptibilidad a enfermedades.
Segundo, porque especies que en otras condiciones no entrarían en contacto
súbitamente pueden intercambiar microorganismos, muchos de los cuales son
inocuos para sus hospedadores naturales pero dañinos para las especies con las
que nunca antes se habían encontrado. Este proceso es conocido con el nombre
de zoonosis y estuvo en boca de periodistas, científicos, políticos y distintos
actores de la vida social en los últimos meses. No es para menos: la zoonosis es el
origen más probable de las pandemias de SIDA y de COVID-19. Además, existen
un gran número de enfermedades zoonóticas como el dengue, la fiebre amarilla, el
hantavirus, la rabia y la toxoplasmosis.
 

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Por otro lado, durante ese período se introdujeron grandes innovaciones
tecnológicas como la metalurgia, la rueda y los carruajes tirados por animales. Esto
permitió que se trazaran las primeras rutas comerciales entre poblaciones
separadas por miles de kilómetros y que el movimiento de personas entre
territorios se volviera mucho más frecuente. Es decir, por primera vez en la historia
de la humanidad se dieron las condiciones ideales para el surgimiento de una
epidemia y su dispersión a gran escala. Por primera vez en la historia una epidemia
pudo devenir en pandemia. La evidencia arqueológica y genética muestra que,
repentinamente, cepas muy similares de Yersinia pestis emergieron, se
expandieron e infectaron a poblaciones contemporáneas de Europa y Eurasia
pertenecientes a culturas diferentes y, a priori, inconexas.
 
La actual pandemia, cuyo agente responsable es el SARS-CoV-2, presenta
muchos paralelismos con estos sucesos: su plausible origen zoonótico a partir del
murciélago y del pangolín, uno de los mamíferos más traficados del mundo; su
globalización a través del tránsito internacional e intercontinental y su impacto más
acentuado en las grandes megaurbes del mundo. Los determinantes
antropogénicos cumplen un rol fundamental en la primera y en la actual pandemia.
De hecho, muchas crisis ecológicas actuales pueden explicarse en gran medida
por razones antropogénicas. Por ejemplo, en la actualidad existe una enfermedad
fúngica, la quitridiomicosis, que es ignorada por los medios y la opinión pública
aunque se trate de la más destructiva de la que se tenga registro. Ya produjo la
extinción de 90 especies de anfibios y ha puesto en jaque a más de 500 (una de
cada 16 especies de anfibios conocidas hasta el momento). La enfermedad es
producida por dos especies de hongos, descubiertos en 1998 y en 2013, que
también parecen ser originarios de regiones muy acotadas de Asia. Estos hongos,
al igual que el SARS-CoV-2, no matan rápidamente, lo cual permite su efectiva
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diseminación. La principal o única razón de la emergencia y expansión de este


destructivo patógeno fue, una vez más, el tráfico de especies animales, el mercado
mundial y la globalización descontrolada. Sin embargo, aunque mucho más letal
que el SARS-CoV-2, poco se ha hecho hasta el momento para mitigar el avance
de esta pandemia silenciosa cuyo impacto llegará cuando ya sea demasiado tarde.
 
Muchos expertos coinciden en que la alteración e impacto masivo producido por
nuestra especie sobre el planeta es y será de tal envergadura que representará
una Era geológica en sí misma, para la cual se ha propuesto el nombre
Antropoceno. Una de las consecuencias esperables de esta Era es la posible sexta
extinción masiva de especies, comparable a las otras cinco que sufrió nuestro
planeta a lo largo de los últimos 450 millones de años (que en cada caso acabaron
con más del 75% de las especies del planeta). El calentamiento global y la
devastación de ecosistemas serían sin dudas las principales causas de este
desenlace, pero las epidemias y pandemias también formarían parte de este cóctel
mortal. Esto no es ciencia ficción ni futurismo barato.
 
La devastación producida por todas estas crisis exacerba la condición crítica de
quienes se encuentran en situaciones más desfavorables. Así como la epidemia de
fiebre amarilla acabó literalmente con buena parte de la población
afrodescendiente, la más pobre en la Buenos Aires del siglo XIX, las condiciones
de hacinamiento actual y la falta de acceso al agua, a los servicios básicos y en
especial a la salud en las villas y barrios humildes se vuelven letales en
combinación con los patógenos y en particular con el virus causante de la COVID-
19. Mientras tanto, la actual pandemia saca a relucir una vez más las injusticias del
mundo actual: en un año de devastación económica y social, un puñado de
empresas que ya eran vastamente rentables, incluyendo farmacéuticas, revalorizan
sus acciones o reciben beneficios económicos complementarios con cifras que
podrían mitigar todos los efectos aniquiladores de la pandemia a nivel mundial.
 
Pese a la importancia del componente antropogénico en cuanto a su modo de
producir y de relacionarse con la naturaleza, los microorganismos reciben más
atención cuando hay que buscar responsables o culpables del origen y progresión
de epidemias y pandemias. Los microorganismos fueron recién descubiertos en el
siglo XVII. Y hubo que esperar doscientos años más para la teoría microbiana de la
enfermedad, la cual postula que los microorganismos son los causantes de las
enfermedades infecciosas. Desde entonces, los microorganismos pasaron a ser
sinónimos de enfermedad y un “enemigo” a combatir, una concepción que ha
perdurado y proliferado hasta nuestros días. Desde esta perspectiva, pareceríamos
estar condenados a una guerra eterna entre la especie humana, los
microorganismos y los virus. Sin embargo, son concepciones herederas de una

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exégesis bélica del mundo, como así también de interpretaciones de la selección


natural darwiniana en términos de la “ley del más fuerte”, en la que se concibe que
la competencia a muerte entre especies es el motor de la evolución. 
 

 
En contraste, el trabajo de una serie de naturalistas y biólogas/os, tales como
Pedro Kropotkin, Stephen Jay Gould y Lynn Margulis, nos permite interpretar la
evolución de otra manera y plantear que la cooperación, la colaboración y el apoyo
mutuo entre especies son también importantes motores de la evolución. El
desarrollo de las ciencias naturales, y en particular de la biología, nos ha permitido
avanzar en este campo y aportar evidencia en línea con esa idea. En la última
década, nuevos desarrollos tecnológicos como la secuenciación masiva de ADN
permitieron descubrir que, en realidad, convivimos con trillones de
microorganismos esenciales para nuestra supervivencia y que son muy pocos los
que pueden producir enfermedades.
 
Hoy sabemos que un universo extremadamente diverso de especies bacterianas
sostienen los ecosistemas, las fuentes directas o indirectas de los nutrientes que
consumimos y de parte del oxígeno que respiramos, son agentes biorremediadores
de lagos, ríos y suelos contaminados, y también el principal componente de
nuestra flora intestinal, donde cumplen roles simbióticos esenciales para nuestra
supervivencia (absorción de nutrientes, protección contra patógenos, maduración
del sistema inmune, por mencionar solo algunas). De manera similar, si bien
algunos virus son parásitos intracelulares obligados y pueden ocasionar la muerte
del hospedador, muchos otros se convierten en pasajeros simbióticos no
agresivos y han incluso contribuido a la evolución y supervivencia de las especies.
 
Con el tiempo hemos aprendido mucho acerca de porqué nos enferman algunos
microorganismos e incluso cómo superar estas enfermedades. El descubrimiento
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de los antibióticos en 1928 permitió tratar infecciones asociadas a bacterias y


hongos. Este fue uno de los mayores hitos de la historia de la biomedicina. La
tercera gran pandemia de peste negra y un buen número de enfermedades
contemporáneas fueron controladas por los antibióticos y gracias a ellos se
salvaron un incalculable número de vidas. La producción científica y los desarrollos
tecnológicos (como vacunas y antibióticos) fueron, en distintos momentos de la
historia, la llave para importantes mejoras en la calidad de vida de la sociedad.
 
La capacidad de resolver un gran número de problemas, así como de mejorar y
cambiar nuestro estilo de vida, permitió a la ciencia crecer en confianza. Pero junto
a ella apareció cierta arrogancia, la ilusión de tener las cosas bajo control y de que
podemos hacer frente a cualquier obstáculo sobre la base de presuntas
soluciones tecnológicas. Los antibióticos, por ejemplo, nos dieron la sensación de
haber resuelto uno de los principales problemas sanitarios de la historia. Sin
embargo, su uso indiscriminado en humanos y en animales de ganado -asociado al
lucro de la industria farmacéutica y agropecuaria- ocasionó que a tan sólo 90 años
de la implementación inicial de la penicilina, nos enfrentemos a una inminente
bomba de tiempo: la emergencia de nuevas cepas bacterianas resistentes a
múltiples tipos de antibióticos y la posibilidad del resurgimiento de epidemias y
pandemias como las que sufrió la humanidad en el pasado, sin tratamientos
inmediatos que puedan combatirlas.
 

 
Algunos de los pronósticos más pesimistas, aunque no por ello menos realistas,
auguran que las enfermedades infecciosas bacterianas podrían ser una de las
principales causas de muerte para 2050. Si eso ocurre, la era de los antibióticos
no habrá sido más que un suspiro en nuestra larga historia de pandemias. Esto no
es un caso excepcional, sino un buen ejemplo de los problemas que surgen
cuando una tecnología apenas descubierta se implementa masivamente,
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fogoneada por intereses corporativos, sin una comprensión cabal de sus posibles
efectos a largo plazo. 
 
En este sentido, la pandemia de SARS-CoV-2 también muestra la importancia de
tomar medidas para apuntalar la salud pública y limitar su lucro privado. El
fortalecimiento y articulación de una política de producción pública de
medicamentos y vacunas nos permitiría no solo tener independencia respecto de
los intereses de las grandes corporaciones farmacéuticas, sino apuntalar la noción
de una salud entendida como derecho y no como negocio. En el contexto de
enfermedades endémicas como la del chagas o el hantavirus, nos permitiría tener
autonomía para el desarrollo de terapias locales específicas. En el contexto de una
pandemia como la actual, además, nos aseguraría el poder contar con stock de
medicamentos y vacunas ante la enorme demanda a nivel mundial. 
 
Por último, además de la necesidad de contar con la capacidad de producir
medicamentos y vacunas de manera pública, urge comprender la importancia de
fortalecer una ciencia y una producción de conocimiento que no sólo den
respuesta ante crisis sanitarias y epidemiológicas como las actuales, sino que
puedan anticiparse y analizar también los factores socioambientales que dan
origen a ésta u otras epidemias, como la del dengue. Es esencial reconocer al
ambiente como un sistema complejo del cual los seres humanos formamos parte y
en el cual el producto de nuestra tecnociencia tiene un impacto considerable. En
tanto y en cuanto sigamos cosificando cuerpos, territorios y bienes comunes, en la
medida en que sigamos considerándolos como recursos naturales dispuestos para
ser consumidos y sacrificados a nuestro antojo, nuestros problemas no solo no
terminarán, sino que probablemente irán en aumento.
 
En lugar de las presuntas soluciones mágicas, de los parches que se nos
presentan para aplacar los síntomas de nuestros cuerpos y territorios enfermos,
serán necesarios otro tipo de cambios, más complejos y profundos. El desarrollo
tecnológico no puede estar desvinculado de los saberes y las necesidades
populares. En este momento, en el que a las epidemias y pandemias se le suman
el cambio climático, la contaminación de nuestros territorios y los incendios
forestales masivos, cobra relevancia la necesidad de un análisis profundo y
multidisciplinario que caracterice las condiciones ambientales, las actividades
humanas, y los modos de vida y producción que propician el surgimiento de estas
calamidades. En esa reflexión tendremos que pensar alternativas sustentables al
futuro que se proyecta en el horizonte. 
 

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COMENTARIOS

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Graciela Alvarez
El antropocentrismo en la raiz de todos estos males...!
Me gusta · Responder · 4 · 5 sem

Nicolás Ciancaglini
Excelente artículo!!!
Me gusta · Responder · 3 · 5 sem

Alicia Sangineti
Excelente! Debemos con urgencia cambiar nuestros modos
de producción y consumo dejando, por fin, al
antropocentrismo de lado. Pero como se logra un
compromiso masivo de los pueblos en este sentido si
ningún gobierno o hacedores de decisión mundial apuntan
en la dirección del cambio? Es más, todos sus proyectos
van por profundizar y expandir los mismos modelos
vigentes de producción y consumo basados en la
dominación de la Naturaleza y el extractivismo.
El reciente acuerdo porcino con China es un ejemplo de
esto.
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Amancay Chacama
Brillante!!! Gracias!!!!
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Fernando Bargas
Muy buen artículo que es más una declaración de principios
sobre el cual es necesario traducirlo en acción, que como
se describe en estos tiempos, consiste en la desobediencia
civil no violenta.
En este sentido los integrantes de la coordinadora BFS
(Basta de Falsas Soluciones) como otros colectivos
hermanos, peleamos para anular el acuerdo de las
megagranjas porcinas ya sea con China o con cualquiera,
no al trigo transgénico, basta de las actividades extractivas,
que concretizan las luchas contra los agentes economico-
politicos destructores de lo que sostiene a nuestra especie
como a toda la biodiveridad: la Madre Naturaleza.
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Me gusta · Responder · 1 · 5 sem

Gabi Garcia
La importancia de la salud pública por encima de la privada,
la producción pública de medicamentos, la inversión del
estado en investigación científica, el cuidado del ambiente
"el derecho de la naturaleza" por encima del progreso e
interés de los negocios extractivistas, garantizaran a las
mayorias agua, aire, tierra, alimentos limpios, todo eso de la
mano de la inversión en educacion y esta problemática
como eje.. antes hablábamos de la sustentabilidad
pensando en las generaciones futuras, hoy el agua nos
llega al cuello a los que habitamos el presente.. luchar y
apoyar las luchas de todas las puebladas y comunidades
en conflicto con las multinacionales que financian
campañas.. creo eso nos queda
Me gusta · Responder · 4 sem

Javier Saggese
Algunos de los pronósticos más pesimistas, aunque no por
ello menos realistas, auguran que las enfermedades
infecciosas bacterianas podrían ser una de las principales
causas de muerte para 2050. Si eso ocurre, la era de los
antibióticos no habrá sido más que un suspiro en nuestra
larga historia de pandemias.....Con respecto a esto nos
volverian a salvar los rusos , los polacos y georgianos que
tienen una escuela de terapia fágica o fagoterapia, de
consulta mundial para tratar infecciones bacterianas
resistentes, con bacteriófagos (virus de celulas procariotas -
como las bacterias) que son especificas, controlando a un
tipo especifico de bacteria (no como los antibioticos que
matan incluso a nuestra flora normal) sin efectos colaterales
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AUTORES

Gonzalo Manuel Sánchez


ACADEMICO

Es Licenciado en Cs. Biológicas (UBA). Integrante del Grupo de Biología de


Sistemas y Filosofía del Cáncer, en el Instituto de Biociencias, Biotecnología
y Biología Translacional (iB3) Ver más

Matías Blaustein 
ACADEMICO

Cursó las carreras de Biología y Filosofía en la Universidad de Buenos Aires.


Es Doctor en Biología, Investigador del CONICET y Docente de la Facultad
de Ciencias Exactas y Naturales (FCEN) de la Universidad de Buenos Aires
(UBA). Ver más

Nicolás Rascovan
ACADEMICO

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28/12/2020 Del antropoceno al antro obsceno - Revista Anfibia

Es biólogo y doctor en biología de la UBA. Hizo su doctorado en la ciudad


de Rosario, dónde participó de la instalación y puesta en funcionamiento de
la primera plataforma de secuenciación de ADN de alto rendimiento del país.
Ver más

Gastón González
ILUSTRADOR

Es ilustrador y diseñador gráfico egresado de FADU/UBA. Se dedica


también al diseño de portadas de discos, visuales para shows, branding y
dirección de arte. Disfruta tocar la guitarra, cantar y componer, y lleva
siempre un libro en su bolso como compañero de viaje. Ver más

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25 de Mayo y Francia (CP 1650)
San Martín, Prov. de Buenos Aires
Argentina
ISSN 2344-9365

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