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Caminos de Crecimiento: Tipo 1

Los UNO actúan en contra de su compulsión a la perfección acercándose a la


característica del Siete, cuya expresión típica es “Soy Encantador”. Necesitan
centrarse en el lado bueno de la vida y dejar de lado el dolor y la tensión.

Para los UNO es muy sano disfrutar de la vida como lo hacen los Siete.
Necesitan ser menos serios y participar en diversiones. Cuando empiezan a
gustar la diversión se hacen más bromistas y divertidos, lo que les ayuda a
aceptarse a sí mismos y a aceptar al mundo tal y como es. Dejan de usar un
humor cínico dirigido a llamar la atención a los que está mal.

Benefician al hacerse personas de cabeza. Necesitan aceptar las cosas tal como
son. Los UNO deben dejar que la realidad les hable tal como es, en vez de luchar
para hacerla siempre mejor. Así pueden escapar de la preocupación, la agitación
y la ansiedad. Adoptando la tendencia del SIETE a divertir y entretener a los
demás, desactivan su cólera y se adaptan mejor a su ambiente. Necesitan
concentrarse en ver lo bueno.

Ellos proyectan su autocrítica a los demás. Los demás ven a los Uno demasiados
exigentes. Los Uno tienen que confrontar al juez personal para disminuir su
autoridad. Como los Cinco, vivir su propia sensualidad y sentir sus emociones los
ayudará a centrarse. Como los Seis necesitan perder su miedo al placer.

Se juzgan a sí mismo de la misma manera que juzgan a los demás. El Uno tiene
que desactivar al juez. El juez que siempre exige más y mejor puede impedir el
desarrollo de una verdadera relación con el Dios de amor.

El Uno se identifica con el radicalismo, el idealismo y las exigencias del grupo. El


grupo perfeccionista le facilita vivir su compulsión. Le hace bien relajarse y
saber reírse de él mismo.

Lo institucional es muy importante para ellos, por eso no sería bueno animarlos a
desafiar normas eclesiásticas o de la comunidad o grupo al que pertenezcan
hasta llegar a un buen grado de libertad.
Mejor sería ayudarles examinar que prioridad dan a las normas que siguen.

Crecen cuando ven que no hay que reducir la vida espiritual a unas cuantas reglas.
Les ayuda examinar las razones por las cuales la autoridad juega un papel tan
importante en sus vidas y por qué están tan ansiosos de que los demás obedezcan
también las normas.
Les toca examinar los sentimientos relacionados con el perfeccionismo y la
aprobación o desaprobación de la autoridad.

Aunque quieren mejorar el mundo no ven el pecado social como responsabilidad


suya. Se preocupan por la justicia social porque el grupo dice que es lo que hay
que hacer. Esto en sí no está mal pero es superficial. No está basada sobre
convicciones personales profundas. Es, en parte, una ayuda a crear su identidad.
Hacen lo correcto con personas que también hacen lo correcto. Es señal de
madurez cuando el UNO se compromete a la justicia social por compromiso
propio.

Tienen que reformular su imagen de Dios. Han proyectado su perfeccionismo


sobre El y esta imagen de Dios refuerza su fijación. Dios les hace sentirse
culpables por no llegar a esas metas tan altas que ellos mismos han fijado. Los
Uno, como los Dos, necesitan averiguar cuáles son sus verdaderas necesidades. Y
como los Nueve, tienen que descubrir que es lo que verdaderamente quieren.
Necesitan descubrir que les da placer y aceptar que el Dios que les ama disfruta
con ellos esos placeres.

Cuestionar el perfeccionismo del Uno le ayuda a aceptarse en su humanidad. No


hay que poner la perfección como ideal para el Uno. El mundo y todos nosotros
siempre seremos imperfectos y cómo reacciona el Uno ante ese mundo refleja su
grado de madurez. Aceptarse como amado por Dios a pesar de la imperfección es
su salvación. El mandato de ser perfectos como el Padre celestial es perfecto
muchas veces despierta un fundamentalismo en el cumplimiento de normas. Las
exigencias radicales atraen al Uno.

El Uno puede trabajar con la ira dándose cuenta de cómo es en su cuerpo y de


que la provoca. Al estar consciente de su causa puede dialogar con el juez,
cuestionando sus opiniones o imaginando como lo haría otra persona que está de
parte suya. Les ayuda ejercicios de relajación y centrarse en lo corporal.

¿Cuándo y cómo experimentaste ira? ¿Dónde localizaste en tu cuerpo esa ira?


¿Crees que tu preferencia por un determinado peinado implica una crítica de los
otros peinados?
¿Eres capaz de aceptar cada estilo en sí mismo sin querer mejorarlo?
¿Puedes aceptarte a ti mismo/a, del mismo modo, como una imperfecta criatura
de Dios y de la naturaleza?
Gerard manley Hopkins comienza su poema Belleza parda y blanca con las
palabras:
“Gloria a Dios por las criaturas pecosas”. ¿Puedes aceptarte como una parte
imperfecta de la creación?

Analizar su ira y darse cuenta de que lo que hacen es justificar su ira. Su ira
existe y puede ser una energía útil. Tienen que aprender a conocer sus
emociones y su cuerpo para familiarizarse con su ira y no ser atrapados por ella.

El Uno necesita ver que estaba engaňandose con respeto a su ira. Se había
convencido que era justo porque no sabía integrarla en su vida. Y es que la ira es
algo de que uno no puede librar. Los Unos sanos se dan cuenta que no es cuestión
de justificarla.

Empezar a conocerse puede poner al Uno en crisis. Su imagen de Dios cambia, ya


no siempre están de acuerdo con la autoridad religiosa; ya no se sienten bien en
los grupos o comunidades a los que pertenecen, incluyendo la familia y la iglesia.
Están adquiriendo una nueva identidad consciente. Están juzgando a ellos mismos
y a los demás de forma diferente. Quizás será necesario permitirse una pérdida
de su autocontrol. Los sentimientos reprimidos pueden empezar a hacerse
sentir. Las meditaciones que dejen que las emociones suban a la consciencia son
muy útiles.

Poner su confianza en un Dios de amor y no tanto en un mundo correcto

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