Está en la página 1de 73

PROXIMA 41 - VERANO

CONTENIDO

EDITORIAL ....................................................................... 2

CUENTOS

Eslabón, de José A. García


Ilustrado por Citizen Pain ......................................... 7
Hale-Bopp, de Diego Niño
Ilustrado por Mauro Huarte .................................... 36
PROXIMA
El preste de Aztalume, de Néstor Figueiras ISSN 1852-9127
Ilustrado por Cecilia Desiata ................................... 59 Año 11 - Nro. 41 - Marzo 2019
Primera Edición
HISTORIETAS Directora: Laura Ponce
Colaboraron en este número: Mauro
El conserje
Huarte, Laura Lee, Paula Salmoiraghi,
Guión: Mauro Huarte. Dibujos: Citizen Pain.. 29 Marcelo Acevedo, Alejandro Molina,
José A. García, Citizen Pain,
Genoma
Juan Mattio, Diego Niño, Dioni Arroyo,
Guión: Pablo Barbieri. Dibujos: Carlos Vera.... 51 Nestor Figueiras, Cecilia Desiata,
Pablo Barbieri y Carlos Vera.
NOVEDADES
ANTOLOGÍA PRÓXIMA 10 AÑOS ................................ 35

LECTURAS ayarmanot@yahoo.com.ar
A. Molina – P. Salmoiraghi – M. Acevedo ........ 5
PROXIMA es una revista trimestral de-
dicada a la difusión del género fantásti-
MULTIVERSO
co y la ciencia ficción producidos en
Cuerpos disidentes en el imaginario de castellano. Es una publicación sin fines
la ciencia ficción 1: Cuerpos alienígenas de lucro. Las colaboraciones no son
Por Juan Mattio ............................................................ 30 pagas. Los autores, tanto escritores
como ilustradores, mantienen los dere-
PREGUNTAS Y RESPUESTAS chos sobre sus obras. Los nombres y
Dioni Arroyo situaciones aparecidos en los relatos
son ficticios. Cualquier semejanza con
Por Laura Ponce............................................................ 42
la realidad es pura coincidencia.

ARTE .................................................................................. 69
ediciones ayarmanot

unDÉCIMO AÑO · marzo 2019


EDITORIAL
“Nuestra autenticidad está dada por una base de datos del genoma humano. El ar-
chivo molecular está conservado, bajo la forma de propiedad intelectual legal, en la
base de datos de un laboratorio nacional que tiene el mandato de hacerlo pública-
mente disponible para el progreso de la ciencia y el desarrollo industrial. Éste es el
hombre tipo taxonómico transformado en el hombre marca de fábrica”, dice Donna
Haraway. Claro que el modelo de hombre del que habla es parcial. Se trata del varón,
blanco, urbanizado, hablante de una lengua estándar, heterosexual, inscrito en la
unidad reproductiva y ciudadano de pleno derecho de una comunidad políticamen-
te reconocida. Piensen en todo lo que eso deja afuera. Y en el riesgo que la exclusión
implica. Porque todo lo que es “otro”, puede ser instrumentalizado, usado y abusado
en beneficio de, al estilo del subpueblo de Cordwainer Smith.
Pero hace mucho tiempo que lo humano no se restringe a lo biológico, a la materia
viva; posiblemente nunca lo hizo. Hay una continuidad entre naturaleza y cultura, una
mediación tecnológica. Desde la primera vez que se usó una piel de abrigo o se coci-
nó el alimento, pasando por la utilización de bastón o anteojos, hasta llegar a las va-
cunas, los implantes, el hackeo hormonal y la terapia genética, lo atravesados que es-
tamos hoy por la hiperconectividad, ¿cuánto tenemos de protésico?
“Los cíborgs comprenden no sólo los fascinantes cuerpos high tech de los pilotos mili-
tares, los atletas y celebridades, sino también las masas anónimas del proletariado digi-
tal mal pagado, que nutre la economía global tecnológica sin nunca poder acceder a
ella”, dice Rosi Braidotti. Ya estamos más allá del ser humano como complemento de
lo maquínico, de esa pesadilla de fines de los ´80s con criaturas como Robocop, un hi-
jo del Detroit de fábricas abandonadas, vaciadas de operarios; o en la versión más ci-
berpunk con los campos de capullos-batería de los cuales se alimentaban las máqui-
nas en Matrix, no tan distintos de los infinitos cubículos de un callcenter.
Con la tecnología atravesándonos, hecha carne, los dispositivos extienden el cuerpo,
aumentan sus capacidades, pero fundamentalmente forjan singularidades cognitivas,
nuevas subjetividades, nuevas formas de percepción. Somos bioartefactos.
El problema es, como alerta Braidotti, que el capitalismo avanzado y sus tecnologías
biogenéticas generan una forma perversa de lo posthumano, reduciéndolo a la lógi-
ca del beneficio. Entidades vivas, pero fabricadas, que puede ser patentadas, como el
oncoratón o las semillas de Monsanto, seres que ya no tienen capacidad reproductiva
(paradójico e inquietante sobre todo en el caso de las semillas) porque la capacidad
de reproducirse arruinaría su valor como artículo comercial; igual que con la mascota
que los inversores le dejan a Rosa Araña en ese cuento de Bruce Sterling.
En lo posthumano hay oportunidad. La oportunidad de redefinirnos, de pensarnos
como parte de otro sistema de relaciones, entre nosotres y con todo lo que nos rodea.
Salgamos a construir esa nueva realidad.
Laura Ponce
WORLDWIDE TELEVISION SHOW
En búsqueda de lo sagrado
Belcebú en llamas
Carlos Gardini (Letra sudaca, 2016)

El sello Letra Suda-


ca viene haciendo
un prolijo trabajo
para rescatar las
obras inéditas de
Carlos Gardini; en-
WWTS tiene el placer de informar tre ese invalorable
que la emisión se reanudará se- material se cuenta este libro, una
novela corta, pero no por corta exi-
gún lo previsto, iniciando una
gua. 156 páginas en las que no sólo
nueva temporada de su progra- encontramos la prosa impecable,
mación habitual. Con el lema, fluida y profunda de Gardini, tam-
“cubriendo la realidad desde los bién, una vez más, un universo de
cuatro puntos cardinales”, pone una riqueza y complejidad poco
en movimiento una vez más todos comunes, inserto en los albores de
los recursos de la mejor mecánica la cronología trinitaria, la saga que
celeste para traerles imágenes ex- tiene su punto culminante en el ex-
traordinarias e historias únicas. traordinario Tríptico de Trinidad.
Bienvenidos al undécimo año. Belcebú en Llamas nos introduce en
un mundo desconcertante donde
cada zona tiene no sólo sus propias
leyes y costumbres, sino también su
propia civilización, en otra muestra
de la inagotable capacidad de Gar-
dini para imaginar universos y con-
tar historias potentes que no po-
drían existir fuera de ellos.
Con un clima que puede recordar un
poco a Ballard y otro poco a Gene
Wolfe, sin imitar a ninguno de ellos,
sino con su propia firma inefable,
Gardini nos lleva junto con su prota-
gonista en una expedición de bús-
queda que bien podría ser un viaje
iniciático, a la vez que de descubri-
miento de ese mundo aparente-
mente anárquico. La misión del pro-
LECTURAS
tagonista podrá cumplirse o no, eso cimientos son “cosas de mujeres” y
acaba resultando menos importante aquí se narra el miedo, las dudas, el
que el viaje en sí, y que la evolución desconcierto global que produce el
del personaje. Bastante típico en contagio del “síndrome del gameto
Gardini, la complejidad y riqueza de diploide o partogénesis humana
los personajes definen más la histo- contagiosa”. Es decir, en esta narra-
ria que la acción en sí, aunque no ción, las mujeres quedan embaraza-
haya un solo momento en que la das de sí mismas: cada vez que ovu-
narración decaiga o resulte morosa. lan, esa única célula se divide y pro-
Potente, compleja y maravillosamen- duce otro ser que es mujer y “técni-
te inclasificable, una obra imprescin- camente” clon de su madre.
dible en la biblioteca fantástica. Al leer vemos, por un lado, el
conflicto personal de la periodista
Alejandro Molina
que investiga y debe relatar casos,
exponer datos y juzgar o no a sujetos
Reproducciones masculinos que, muertos de miedo
Nueva madre pero ocupando los lugares de poder,
Eugene Fischer (Ed. Cerbero, 2017; han actuado sobre esos cuerpos ges-
traducción de Arrate Hidalgo) tantes de maneras violentas pero
apoyados en la ciencia: han esterili-
Se trata de un zado a niñas menores de seis años o
cuento largo edita- han discutido sobre si se trata de “se-
do en hermoso res humanos” o de otra especie. Es
formato de peque- ridículo de tan genial: Los “hombres”
ño libro. Por su hi- creen que algo que se reproduce de
pótesis inicial se otra manera, sin su intervención, no
inscribe entre las pertenece a la humanidad. Los
utopías que se vuelven distopías o “hombres” creen que peligra la es-
las distopías que no sabemos si, en pecie cuando lo único que desapa-
realidad, serían utópicas si no fué- recerá serán ellos. Y ni siquiera ellos
ramos, como especie, tan fanáti- como individuos sino la categoría
ques de nosotres mismes. “hombre” que se basa en la división
El núcleo del conflicto está en la en dos sexos de la humanidad.
reproducción humana. Y por esto se Por otro lado, el cuento gira todo
ponen en juego preconceptos que el tiempo alrededor de la protago-
ni sabemos que son “pre” ni que son nista que no quiere ser narrada, en-
“conceptos”. Digo: se ponen en jue- trevistada, observada, juzgada: la
go “cositos” que ni revisamos de no- mujer que ha tenido ya cuatro hijas y
sotres mismes y de la sociedad que está embarazada de nuevo. Canda-
nos moldea. Por ejemplo: se da por ce, viviendo en medio de sus hijas y
sentado que los embarazos y los na- juicios armados por los poderes pa-
proximA | 5
LECTURAS
triarcales desde todos los ángulos, se ción y llevar a cabo la aniquilación.
niega a ser “el caso Montross” y es En este futuro donde la ciencia fic-
por su encuentro cara a cara con la ción y sus escritores son parte de la
periodista, lesbiana y también emba- cosmología de la humanidad y las
razada, que podemos decir que se relaciones personales están reduci-
trata de una utopía feminista. das a la mínima expresión, existe un
Lo mejor de esta lectura es su hombre el narrador del relato
capacidad para generar debates, que sospecha, con preocupación,
motivar lecturas teóricas sobre bio- que El juego de los mundos no es
poder, adiestramiento de los cuer- una simple distracción, sino más
pos, performatividad de género, bien un dispositivo mental cuyo ver-
masculinidades tóxicas y de las dadero fin es el de reinstalar la idea
otras, idea de familia, y hacerte sal- de Dios en la mente de los jóvenes.
tar la liebre detrás de tus posturas El juego de los mundos es una nove-
políticamente correctas. la ágil, entretenida, y sobre todo ori-
ginal. Tal vez no lo sea hoy, en el año
Paula Salmoiraghi
2019, pero si tenemos en cuenta que
fue publicado por primera vez en
Marcelo Acevedo enero de 1998, este libro del prolífico
El juego de los mundos Cesar Aira anticipó en al menos 10
César Aira (El Broche, 2000) años a dos best seller de éxito inter-
nacional con temáticas similares co-
En un futuro remo- mo Ready Player One (Ernest Cline,
to pero que al 2011) y El problema de los tres cuer-
mismo tiempo se pos (Cixin Liu, 2006 por entregas,
nos antoja cer- 2008 en formato libro) donde los vi-
cano, donde las deojuegos de Realidad Virtual ultra
máquinas y sus Sis- inmersivos son parte fundamental de
temas Inteligentes la trama, e incluso uno de ellos tiene
lo hacen todo por como objetivo salvar a un planeta y
los seres humanos, la literatura es un su civilización de la extinción.
arte olvidado y vetusto y la idea de Cabe destacar la leyenda impresa
Dios fue erradicada, existe un video- bajo el título del libro que reza “No-
juego de Realidad Aumentada un vela de ciencia ficción”. Parece que
sistema que, a todas luces, va más aquello que antes era motivo de
allá de la clásica Realidad Virtual vergüenza para algunos editores
que todos conocemos llamado escritores consagrados, hoy merece
El juego de los mundos, cuyo ob- ser destacado en la tapa como un
jetivo consiste en viajar hasta pla- valor agregado. Enhorabuena.
netas poblados por civilizaciones
inteligentes, planificar su destruc- Marcelo Acevedo

6 | PROximA
ESLABÓN
José A. García
I —¿Ya funciona la radio? —pre-
guntó Edgardo.
Sentado en el vano de la puerta, —Para nada —respondió Mau-
Mauro veía acercarse al grupo de ro—. Completamente muda, co-
exploración que saliera a recorrer mo si no quedara estación alguna
las dunas que crecían al este; las capaz de transmitir.
ropas cubiertas por la fina arena —La hay —aseveró Rogelio—.
gris que todo se lo come, rostros Pero nuestro equipo es muy rudi-
y cabellos perdidos bajo el color mentario para captar señales en
ajeno, ojos de miradas angustia- ciertas frecuencias, eso es todo.
das y cansancio. Supo el resultado No está preparado para lo que pre-
de la salida antes de preguntar. tendemos lograr.
Bastaba con recordar el informe —¿Alguien cree eso? —dijo en
de la exploración de ayer que, voz baja Grein, y un poco más al-
como el día anterior y el anterior a to—. ¿Por qué no intentamos se-
ese, habían regresado con las ma- guir las vías?
nos vacías. —¿En qué dirección? —preguntó
—No preguntes —dijo Roge- Rogelio—. Dime.
lio, el primero en llegar. —Pues… este… hacia…
—No pensaba hacerlo —res- —¿Sí?
pondió haciéndose a un lado para —Espera, espera, déjame pen-
dejarlos pasar al calor del interior, sar —dijo Grein.
escapándole al calor del descam- —Sólo hay arena, en las cuatro
pado. direcciones, si a ese polvo gris
—Nada, ni el menor rastro puede llamársele arena. Las dunas
—comentó al pasar Edgardo car- crecen —dijo Rogelio—. Todos
gando los inútiles bidones vacíos y recordamos que alguna vez vimos,
el resto del equipo. en alguna incierta dirección, rieles
—Lo supuse —dijo Mauro. y durmientes, y este lugar es una
—¿Qué vamos a hacer? —su- vieja estación de trenes olvidada.
surró Grein, el único extranjero del Al menos lo parece.
grupo. —Sí —asintieron todos.
—Esperar —dijo Rogelio—, ya —Hemos investigado sin hallar
aparecerá algo. nada más que dunas. Necesitamos
—¿Y si no lo hace? ¿Y si nada agua, lo sé, y todos queremos salir
hay entre la maldita arena? de aquí, pero no podemos.
—Vendrán por nosotros. —¿Por qué? —quiso saber Grein.
—¿Cuándo? —preguntó Grein. —Sin el agua suficiente para que
—Cuando sea necesario —vol- todos sobrevivamos, por lo menos
vió a responder Rogelio. tres días caminando bajo el sol, no

8 | PROximA
me alejaré de esta pocilga. Aquí, por —Prácticamente el día entero.
lo menos, tenemos el pozo. —Es ridículo —dijo Grein.
—Secándose —dijo Edgardo. —Casi tanto como pasarse el
—Pero durará unas semanas día sentado junto a una radio
más, si racionalizamos su uso co- muda.
mo lo hacemos. Todos voltearon sorprendidos
—¿Y después? —dijo Mauro—. de oír a Camacho, quien acababa
¿Qué pasará después? de entrar sin hacer el menor ruido,
—Todavía no lo sabemos. como era su costumbre.
—Moriremos de sed —acotó —Bienvenido —dijo Edgar-
Grein. do—, déjame presentarte a nues-
—Es posible —reconoció Ro- tros compañeros de hoy. Él es…
gelio—, pero prefiero hacerlo aquí, —Deja eso, ya no es gracioso
por mi propia mano, antes de caer —interrumpió Camacho.
en medio de la arena. Edgardo bajó la vista, no volve-
Guardaron silencio asimilando ría a abrir la boca hasta que Cama-
la última frase. El vacío se llenó por cho saliera de la habitación.
la estática que salía de la radio en —¿Te interesa el resultado de
la otra habitación, sólo estática, la expedición? —preguntó Mauro.
ningún sonido reconocible del —Vine sólo porque escucho
mundo civilizado. Se miraron bus- caer agua —respondió Camacho
cando apoyo en las miradas can- mirando a Rogelio.
sadas y desesperanzadas de los —¿Qué? —gritaron al unísono
demás, cualquier idea parecía inútil los cuatro.
ante tan desesperante situación. —¡Rápido! —dijo Rogelio—.
—¿Dónde está Camacho? — Revisen el baño, la cocina y la tu-
preguntó Rogelio rompiendo el si- bería del pozo.
lencio, su voz fue apenas más au- Edgardo corrió hasta el único
dible que un murmullo. baño que tenía aquel lugar. La le-
—Afuera —dijo Mauro—, en trina estaba limpia, sin rastros de
los viveros. agua, el lavamanos y la inutilizada
—¿Qué hace allí? ducha igual. El salitre acumulado
—No lo sé. desconchaba los metales, pero
—Sólo hay plantas muertas allí ninguna señal de derroche.
—dijo Edgardo. Grein llegó a la cocina antes
—O en camino de estarlo, y que Mauro, quien inmediatamente
qué. ¿Está prohibido estar allí? corrió a verificar la cañería que
—Para nada —dijo Rogelio—, bombeaba el preciado líquido des-
pero es extraño. ¿Cuánto tiempo de las profundidades hasta el pe-
pasa allí? queño tanque que utilizaban para

proximA | 9
higienizarse y beber. Ni una única rrado antes de irnos —comentó
gota se derramaba allí. Edgardo.
Rogelio esperó, de pie como —Y sigue igual, ni una gota
había permanecido desde su regre- desperdiciada —dijo Grein—.
so, a que volvieran los demás. Quizás otra de tus momentáneas…
Camacho no se inmutó al ver co- —No estoy loco —respondió
rrer a los otros, solamente se hizo Camacho—. Todos tenemos re-
a un lado y esperó. cuerdos diferentes acerca de cómo
—¿Cómo está la huerta? —pre- llegamos aquí. Quizá tengamos
guntó Rogelio. también otras habilidades.
—Muriéndose, por falta de —¿Cómo cuáles? —preguntó
agua. Desde que la privaste de Mauro—. Nada en el pozo.
ella. Rogelio estaba por hablar, pero
—Necesitamos el agua. Camacho se adelantó.
—¿Y qué comeremos? ¿Carne —No lo sé, no conozco todas
podrida? ¿Semillas secas? ¿Arena? las respuestas.
Con la huerta por lo menos ten- —Tal vez seamos un jardinero,
dríamos algunos vegetales. tres exploradores y una personali-
—Con lo que tus plantas con- dad 100% pasiva —dijo Grein.
sumen en un día vivimos tres, to- —¡Hey! —dijo Mauro—. Y por
dos nosotros. qué no un forastero sospechoso.
—Sin alimentos, eso no es vi- ¿Cómo podemos estar seguros de
vir, es sufrir. que no es culpa tuya ésta situación?
—¿Repetiremos, una vez más, Eres el único que habla sin parar de
esta discusión? las vías, como si quisieras deshacer-
—Sólo hasta que me permitas te de nosotros a toda costa.
disponer de un poco de agua. —Quiero irme de aquí tanto
—No será posible Camacho, lo como ustedes —dijo Grein—, y no
sabes. quería ofender a nadie, lo siento.
—Nada en el baño —dijo Ed- —Es suficiente —dijo Roge-
gardo desde la puerta de la habita- lio—. Grein, intenta ser menos in-
ción, sin entrar. quisitivo y molesto. Camacho, no
—Esperemos a los demás —di- habrá agua para tus plantas hasta
jo Rogelio. que no encontremos otro lugar de
—A pesar de lo que digan donde sacarla. Utiliza los restos de
—dijo Camacho—, yo escucho las comidas; no más. Atardece, por
caer agua, y no sólo aquí dentro. hoy pueden dedicarse a sus cosas,
—Puede ser en la cocina, no mañana volveremos a salir.
sabemos todavía —dijo Rogelio. Con unas pocas palabras, Ro-
—No lo creo, estaba todo ce- gelio intentó calmarlos; llevaban

10 | PROximA
mucho tiempo solos en aquel sitio, gado, Edgardo operador de maqui-
sin más objetos de atención que la naria pesada, Grein es profesor de
arena, el sol y la estática de la ra- buceo, yo soy jardinero y tú…
dio. Las fricciones comenzaban a —Soy el único sin una profe-
tornarse insalvables, el sol y el ca- sión —completó Mauro.
lor de aquel verano sin igual em- —Eso es secundario. De seguro
peoraba las cosas. sabes algo, tienes algún conoci-
miento.
—No creo que la astronomía
Mauro y Camacho salieron por la nos sea útil en este lugar.
que debería de ser una puerta late- —¿Por qué no? Puedes decir-
ral de la estación, mirando hacia nos dónde estamos, aproximada-
los viveros vacíos. mente, calcular nuestra posición.
—¿Quién se cree para decirnos —No, no puedo. Lo intenté,
lo que tenemos que hacer con pero hay algo extraño en el cielo.
nuestro tiempo? —preguntó Mau- Las estrellas no encajan, las cons-
ro, sonaba irritado, las palabras de telaciones están fuera de lugar, no
Grein le habían afectado más de lo sé cómo explicarlo…
que nunca admitiría. —Silencio —lo interrumpió
—Es la forma que tiene para Camacho.
decirnos que no tiene qué decir- Mauro lo vio esforzándose por
nos. ¿No lo has notado aún? escuchar algo que sólo él percibía.
Cuando la situación lo supera re- —¿Qué sucede? —preguntó.
curre a esa frase. —Escucho caer agua, otra vez.
—Todavía no sé cómo llegó a Como un manantial, o algo pare-
ser el líder del grupo. cido.
—Es el único con título univer- —¿Dónde? ¿Cerca de aquí?
sitario. ¿Qué tan lejos?
—Eso dice él —respondió —Lo ignoro. Lo escucho, no lo
Mauro. veo.
—Un doctor debe ser impor- —¿Será posible? —se preguntó
tante. Mauro—. ¿Un manantial cerca de
—No un doctor en leyes; un aquí? Dónde, si sólo arena se ve
verdadero médico nos sería de ma- alrededor.
yor utilidad. —Se ha ido —dijo Camacho ir-
—¿Por qué? guiéndose—. Ya no escucho nada.
—Un médico sabe cosas. —¿Estás seguro de que lo que
—Todos sabemos cosas —dijo escuchas es agua y no otra cosa?
Camacho—, sólo que no son cosas —Sí.
útiles ahora mismo, aquí. Él es abo- —Puede ser una enfermedad

proximA | 11
del oído, recuerdo una vez que tu- peraba el amanecer en lo alto del
ve aire en el oído y… techo de la estación junto a los
—No es aire —dijo Cama- paneles solares; preparado para
cho—, es agua, y mis oídos están ver, con los primeros rayos del al-
bien. Además, hace días que em- ba, si los vientos nocturnos habían
pezó. Primero fue un rumor, como descubierto algo, lo que fuera, que
cuando pones una taza sobre tu pudiera servirles. Lo hacía en aquel
oreja, o un caracol. momento, antes de que el calor le
—Sí, dormía escuchando ese impidiera permanecer bajo el sol, y
ruido, cuando vivía en la costa. la inusitada brillantez que poseía la
—Luego fue aumentando poco arena en aquel lugar, lo dificultaran
a poco, hasta que ayer pude identi- todo. Contemplaba el sudoeste
ficarlo. aguardando la aparición del rojizo
—Debes tener el oído más fino sol matutino, preparado para, con
del mundo —dijo Mauro—, por- su viejo catalejo, mirar en la direc-
que nadie más que tú lo escucha. ción opuesta.
—Pueden creerme loco. No me Había descubierto varias cosas
importa, yo sé lo que escucho. Y (restos de cabañas, chapas de zinc
descubriré la fuente del sonido, lo arrancadas por el viento, trozos de
sé, porque intuyo que el sonido metal desperdigados en la arena),
será cada más fuerte… pero ningún elemento que sirviera
—¿Y si nunca deja de crecer? para volver más amena la perma-
—preguntó Mauro—. Y si el soni- nencia en medio de tanta nada. Ni
do se vuelve tan fuerte que anula siquiera los rieles que ansiaban en-
cualquier otro sonido, te aturde y contrar brillando a la distancia.
hace que enloquezcas, que pierdas La peor parte era aquello que
la percepción,… o cosas similares. no había visto, desde que comen-
¿Qué pasará entonces? zara el extraño ritual de encara-
Camacho lo miraba hablar y marse en el techo: otra persona,
gesticular al límite de la desespera- movimiento alguno, ni fuente de
ción, frenético como sólo Mauro agua. Aquel sector del mundo es-
sabía ponerse. taba totalmente muerto, la única
—Eso no sucederá —dijo, para excepción era, por poco tiempo
calmarlo, apoyando una mano so- más, el vivero de Camacho. La
bre su hombro—. Tranquilo. movediza arena cubría el resto.
Estudió cada palmo del te-
rreno hasta donde llegaba a ver,
II desde las paredes de la estación
hasta el horizonte. Dunas y más
Como cada mañana, Edgardo es- dunas. Tal como sucediera ayer,

12 | PROximA
antes de ayer, y las últimas se- Grein quien hablaría y, por supues-
manas. to, no se equivocó. El extraño
Guardó el catalejo en su estu- acento que Grein le daba al espa-
che y bajó descolgándose por la ñol llegó a sus oídos:
escalera de sogas que, al parecer, —¿Cómo puede temerle tanto
siempre había estado allí. Una vez a perderse?
dentro se encontró con Grein y —No es eso —explicó Roge-
Rogelio esperando las novedades, lio—, sufre de eremiofobia. Teme
ambos a medio vestir con los ove- estar sólo, se desespera por un po-
roles del personal de mantenimien- co de compañía.
to de la Secretaría de Transporte, —¿Cómo lo sabes?
de tela gruesa y pesada, que usa- —Me lo contó él.
ban para protegerse del sol. —Nunca hablamos demasiado,
—Nada —dijo antes de que es muy parco.
preguntaran—. Algunas dunas se —Quizá le caes mal —Rogelio
han movido, pero no mucho. Solo miró a Grein, quien terminó de
arena. vestirse como si no hubiera oído
—Debemos salir de todos mo- nada.
dos —dijo Grein—. Puede haber Edgardo regresó a la habitación
algo que no hayas visto del otro preparado para pasar parte del día
lado de las dunas. bajo el sol. Salieron de la estación,
—Tiene razón —dijo Roge- con pasos firmes, decididos a repe-
lio—. Pero hoy lo haremos por tir lo de los días anteriores.
caminos separados. Mauro los vio internarse entre
—¿Para qué? —preguntó Ed- las dunas desde una de las venta-
gardo. nas del piso superior, donde las
—Así podremos ver más, cu- habitaciones se alineaban en torno
brir una mayor parte del terreno. a la vetusta escalera de madera.
—Será más fácil perderse de ese No estaba interesado en esa loca
modo —dijo Edgardo—, quedando idea de caminar durante horas por
a merced del sol y los elementos. la grisácea arena buscando quién
No quiero… Si vamos a salir será en sabe qué, además, solamente con-
grupo, no por separado. De otro taban con tres overoles, lo que le
modo me quedaré aquí dentro. eximía, en parte, de internarse en
Grein y Rogelio lo miraron en medio de la arena.
silencio. En la improvisada cocina desa-
—Está bien —dijo Rogelio—. yunó los restos dejados por el gru-
Iremos todos juntos. po expedicionario, las latas de
Edgardo salió de la habitación, conserva estaban racionalizadas
Rogelio calló sabiendo que sería para que duraran lo más posible

proximA | 13
(latas que nadie recordaba haber causado estragos en la vegetación.
traído consigo y que, probable- Mauro pasó de largo por los que
mente, estuvieran desde antes de sabía vacíos. Sólo en el último, el
su llegada). Semanas atrás habían más alejado, aún sobrevivían algu-
discutido sobre cuál sería la impor- nas plantas gracias al esfuerzo de
tancia de esa Secretaría de Trans- Camacho y su desesperación.
porte que había rubricado con su Llegó hasta la puerta de plástico
sello, no sólo las ropas que utiliza- del vivero y miró hacia el interior.
ban, sino también las latas de ali- No vio más que un conjunto de
mentos. ¿Tanto poder tenía? Pero, plantas en un rincón de la construc-
como ninguno de ellos tenía re- ción, como si hubieran sido arroja-
cuerdos de los días previos a en- das allí. Las macetas y la tierra del
contrarse en ese lugar, la discusión suelo revuelta; en medio del caos un
conducía a la nada. centenar de insectos se apresuraban
Por otro lado, el alimento podía para obtener lo que quizá fuera su
racionalizarse pero, ¿cómo raciona- último alimento verde.
lizar el hambre de una persona a Los pies se le enterraban en la
partir de lo que otros comen y/o arena, que se filtraba en el interior
desechan? El sistema no funciona de sus zapatos. Sintió que algo lo
del todo bien si, después de todo picaba con fuerza a la altura del
tres comen lo que corresponde a tobillo, al patear con furia sobre la
cinco personas. Además, pensó arena un escarabajo salió despedi-
Mauro, ¿dónde estaba Camacho? do. Mirando hacia el suelo com-
Caminando lentamente, arras- prendió que mejor sería alejarse de
trando los pies en la arena, Mauro la entrada, por donde varias espe-
llegó a la destartalada entrada de cies diferentes de alimañas se
uno de los viveros alineados junto apresuraban por entrar.
a la estación. Sólo encontró mace- Estaba a punto de regresar
tas llenas de plantas muertas, y cuando una de las plantas cayó de
polvo gris entrando por los paneles donde estaba, seguramente movi-
rotos de las paredes y el techo. da por el peso de los insectos que
Los viveros eran estructuras de la devoraban; aquel fortuito hecho
madera de unos cien metros de le permitió ver algo que llamó su
largo y cinco de ancho, rodeados atención. Porque, debajo de la
por paredes y techo de acrílico planta, semienterrado en la tierra
transparente para permitir que la del vivero, sobresalía parte de un
luz llegara al interior. Las hileras de pié descalzo.
surcos se sucedían una al lado de —¿Camacho? —llamó en voz
la otra. Los últimos días de intenso alta entrando al vivero.
calor, y la escasez de agua, habían Las alimañas que viera afuera

14 | PROximA
se concentraban sobre el cuerpo Mauro, sentado en la tierra, vio
que, cubierto por las plantas, ya- con desconcierto como las heridas
cía boca abajo. de la espalda de su compañero se
Mauro se acercó al lugar, sin cerraban sin dejar mayor rastro en
reconocer señal alguna de vida en la piel que una franja de epidermis
el cuerpo, no parecía respirar, no nueva, que pronto tomaba el color
se movía en lo más mínimo. Su del resto del cuerpo.
piel estaba extremadamente pálida —¿Qué sucede aquí? —logró
y, lo que quizás era peor, los in- articular.
sectos caminaban impunemente Todavía tosiendo, Camacho
sobre él. miró sin entender.
—¿Camacho? —repitió Mauro —¿Qué estabas haciendo? ¿Te
arrancando las plantas que cubrían desmayaste?
las piernas del nombrado—. Va- Camacho negó con la cabeza.
mos, ¿qué te sucede? —¿Entonces?
Continuó arrancando las plan- —Me quedé aquí —respondió
tas, cuyas raíces parecían utilizar el cuando pudo hablar—, cuidando
cuerpo de Camacho como tierra. las últimas plantas que quedaban
Por las heridas abiertas, de la que —Camacho miró el vivero, encon-
sangre alguna manaba, intentaban tró las macetas rotas, la tierra por
meterse los apresurados insectos. todos lados, las plantas arrancadas,
Era una situación desesperante que y la arena ocupándolo todo—.
no parecía tener fin. Plantas que ya han muerto. ¿Qué
Quitó Mauro la última de las sucedió?
plantas de entre los omoplatos de —Te encontré tirado en el sue-
Camacho, y lo volteó para verle la lo, cubierto de plantas y animale-
cara. Lo encontró con los ojos en jos, ¿alguien te atacó?
blanco, la boca en un rictus que de- Camacho se tomó la cabeza
jaba ver los amarillentos dientes, la entre las manos.
nariz llena de polvo. No respiraba. —No lo recuerdo. Estaba aquí,
Por intuición, Mauro golpeó arrodillado junto a una planta de
con ambos puños el pecho de tomates. Luego…luego, todo ne-
Camacho, con fuerza, muy cerca gro. ¿Crees que me atacaron? ¿Por
del corazón hasta que logró que las plantas? ¿Por el agua? Me es
volviera en sí; se dobló por la mi- imposible decir… tengo una laguna
tad tosiendo con fuerza la tierra entre el encontrarme trabajando y
que tenía dentro de la garganta, tú despertándome.
revolcándose en medio de alima- —Quizá necesitas descansar
ñas y plantas, sin dejar de quejarse —dijo Mauro ayudando a Cama-
por el dolor. cho a levantarse—, volvamos a

proximA | 15
la casa. ¿Quieres desayunar? mos sufriendo la falta de alimento
Tambaleándose, aún aferrado y agua.
del brazo de Mauro, Camacho dio —Si me desmayé debe de ha-
los primeros pasos hacia la salida. ber otra explicación. Nunca antes
—¿Dónde están los otros? me había sucedido algo así.
—Salieron. —¿Desmayarte?
—Entonces sí, vamos. —Aha.
—¿Cómo puedes estar seguro?
Apenas recuerdo algunas cosas
anteriores a la mañana en que
Sentados en silencio en la improvi- desperté aquí. ¿Tú recuerdas algo
sada cocina, con una jarra de agua de antes de ese momento? —
cada uno, Mauro y Camacho pen- preguntó Mauro con un dejo de
saban. Mauro aguardaba a que fue- esperanza.
ra su compañero quien hablara, —Nada —Camacho se llevó las
pero este se sumía en la profundi- manos a la frente—. Pero estoy se-
dad de sus pensamientos, inten- guro, por decirlo así, de que nunca
tando recordar algo que se le escu- antes había perdido el conocimien-
rría en los recovecos del recuerdo, to, es una sensación bastante des-
como una broma cruel que él agradable como para olvidarla.
mismo se jugaba. —¿Le dirás algo a los demás?
El silencio se prolongaba, Mau- —preguntó Mauro.
ro miraba a cada instante por la —Todavía no, primero intenta-
ventana, convenciéndose de que ré recordar. Si me atacaron, sabrán
los otros aún no regresaban; el sol muy bien lo que me sucedió. Y, de
matutino no llegaba al cenit toda- no ser así, prefiero encontrar antes
vía, por lo que el calor era soporta- mi propia respuesta.
ble. Camacho continuaba en silen- Camacho se levantó, sus pier-
cio, Mauro dudaba si debía o no nas y el suelo ya no temblaban
contarle lo sucedido al autopro- cuando los miraba, dio unos pasos
clamado jefe del grupo. atravesando la cocina.
—Lo intento —la voz de Ca- —¿Dónde vas?
macho sobresaltó a Mauro—, pero —Arriba. Intentaré pensar. Tal
nada encuentro en mi memoria. vez duerma un poco, me siento
Dudo de que haya sido placentero, cansado.
o doloroso, sólo sé del malestar en —Me parece bien, estaré aquí
mi cuerpo por la posición en la abajo. Si necesitas algo grita —dijo
que quedé tirado sobre la tierra. Mauro.
—No creo que te hayan ataca- —Gracias —dijo Camacho
do —dijo Mauro—, quizás este- mientras subía las escaleras.

16 | PROximA
Afuera, el sol, marcaba la lenta Rogelio permaneció en la habi-
llegada del mediodía. tación unos minutos más, viendo
como los brazos de Camacho se
levantaban hasta quedar perpendi-
Mauro apareció en el umbral de la culares al cuerpo, cuan largos eran,
habitación, y llamó con voz queda. apuntando al techo. Había dejado
—Rogelio, ¿puedes venir un de murmurar pero, de algún lugar
momento? que Rogelio era incapaz de identi-
Guiado por ademanes, se acer- ficar, llegaba un sonido gutural,
caron a la habitación de Camacho profundo por momentos, inaudible
quien, tendido sobre la cama, en otros, repetitivo, como una le-
murmuraba algo, separando ape- tanía similar al sonido de una tor-
nas los labios, no parecía un idio- menta a lo lejos. El miedo, y no la
ma conocido sino una mezcla de obligación, le hizo alejarse en si-
sonidos guturales y cloqueos. lencio. De seguro, pensó, si alguna
—¿Está despierto? de las habitaciones tuviera su res-
—No —dijo Mauro—, ya me pectiva puerta, no nos hubiéramos
cercioré. Hace unos veinte minutos enterado de esto.
que repite los mismos sonidos. Una media hora le tomó a
—¿Fiebre? ¿Una infección? Es- Mauro contar todo lo que había
pero que no sea algo contagioso. visto en los últimos días relaciona-
—Dudo que sea eso; lo que di- do con Camacho, ayudado en el
ce, lo que creo que dice, al parecer último tramo de la historia por Ro-
tiene sentido. No son sonidos re- gelio. Cuando todos estuvieron al
petidos al azar, son palabras. corriente de lo que sucedía, Roge-
—¿En qué idioma? lio tomó la palabra.
—Lo desconozco, pero… ¡Mira! —Desconozco la naturaleza de
—Mauro señalaba el cuerpo de lo que aquí ocurre. Espero que us-
Camacho que, imperceptiblemente, tedes puedan ayudarme a ver una
apenas unos milímetros, se elevaba explicación, al menos una respues-
sobre el colchón—. ¿Está flotando? ta tentativa. Los escucho.
Rogelio no respondió, se acu- Edgardo y Grein se miraron lle-
clilló para que sus ojos quedaran nos de incertidumbre.
a la misma altura de la cama, y —¿Algún alimento en mal es-
observó. tado? —aventuró Grein.
—Así parece —dijo finalmen- —No creo que sea eso.
te—. Reúne a los demás, abajo, —¿Por qué?
ahora. —Porque ningún alimento, por
—Sí —respondió Mauro cami- malo que sea su estado, hace levi-
nado hacia la escalera. tar a una persona.

proximA | 17
—¿Drogas? encontré desmayado sin que re-
—Lo mismo. cordara nada; podrían ser síntomas
—Pero ustedes utilizan el de alguna enfermedad mental…
término volar para referirse a eso —¿Fiebre cerebral?
—dijo Grein. —Me refería a algo más grave.
—Es verdad, pero se usa en —¿Cómo qué? —preguntó
forma metafórica. Ninguna droga te Grein.
hace volar, al menos no literalmen- —Quizás esté muriendo.
te hablando —explicó Rogelio. —¿Y quién no?
—¿Posesión? —dijo Edgardo. La voz de Grein no había sido
—¿Cómo es eso? reemplazada por la estática de la
—No lo sé, digo que puede es- radio, desde el piso superior llegó
tar poseído por algún espíritu, o por el rumor de agua golpeando una
el demonio. Dicen que habla en un superficie de roca, como si una
idioma que no se entiende, levita, cascada hubiera surgido de la nada
se mueve dormido como si estuvie- para partir maderas y hacer temblar
ra despierto. Son los síntomas clá- la estructura de la estación.
sicos de una posesión demoníaca. Mauro y Rogelio corrieron ha-
—¿Síntomas clásicos según cia el exterior por la puerta de la
quién? cocina; Edgardo y Grein, de mane-
—El cine —dijo Edgardo—, ra menos heroica pero igualmente
los libros, los cuentos populares. efectiva, se arrojaron por una de
Muchas fuentes, elige de la que las ventanas de la sala para caer
prefieras. sobre la arena. Creían que aquel
—También había pensado en era el momento en que la vieja y
algo así —dijo Mauro. endeble construcción colapsaría.
—Nunca fui muy creyente. En Pero el deseo oculto de los cuatro
nada —dijo Grein—. Pero en este no se hizo realidad, tan repentino
caso, y teniendo en cuenta lo que como comenzó el sonido, el tem-
están diciendo, apoyo la idea de blor y el miedo en sus corazones,
que Camacho está poseído. cesaron.
Rogelio los miraba debatir sin —¿Qué fue eso? —preguntó
participar, sólo escuchando. Grein, pero Edgardo no supo res-
—Pero también puede ser al- ponderle.
guna enfermedad —dijo Mauro—, Caminando por el perímetro
síntomas de alguna otra cosa. de la estación, Rogelio y Mauro
—¿Qué enfermedad tiene estos se acercaron a sus compañeros,
síntomas? cuando la cercanía permitió escu-
—Él siempre dice que escucha charse, Rogelio preguntó si había
caer agua —continúo Mauro—, lo heridos.

18 | PROximA
—Estamos bien —respondió tes, sin detenerse a escuchar lo
Grein—, asustados como pollos que le decían desde afuera (indica-
mojados rodeados de comadrejas, ciones, cosas que controlar, che-
pero bien. ¿Ustedes saben qué fue quear el estado de la radio, entre
eso? otras), caminó hasta la escalera y
—No —dijo Rogelio—, no es- se detuvo. En silencio, escuchó.
toy seguro. Pero antes del temblor Nada.
me pareció escuchar… Antes de subir el primer esca-
—Agua —dijo Edgardo. lón miró la estructura en todos los
—Mucha agua —dijo Mauro. ángulos y posiciones que le fue
—¿Estamos sobre una falla posible, buscando maderas que-
geológica? —preguntó Grein. bradas o a punto de; nada vio que
—Desconozco —respondió le impidiera subir.
Rogelio. —¿Tenemos alguna teoría so-
—Alguien debería ir a ver có- bre lo que acaba de suceder? —
mo se encuentra Camacho —dijo preguntó Grein.
Mauro. —Ninguna —le respondió Ro-
—No seré yo —dijo Edgar- gelio.
do—. ¿Qué tal si alguna viga se —¿Entonces?
desprende y cae sobre mí? —¿Entonces qué? —dijo, irri-
—Tampoco yo, lo siento, pero tado, Rogelio—. ¿Qué quieres que
no entraré hasta que me aseguren te diga? Tú también estabas ahí
que la estructura no sufrió daños de cuando ocurrió. Todos lo vimos,
consideración —dijo Grein dando oímos y sentimos. Si no tienes una
un paso atrás mirando la arena. explicación para lo que sucedió no
Mauro miró a Rogelio esperando vengas a mí a pedírmela, porque
que dijera algo, que utilizara su po- tampoco la tengo.
sición de jefe virtual del grupo para Sorprendido por la reacción del
decidir sobre el tema. Esperó mien- más medido miembro del grupo,
tras los demás guardaban silencio, Edgardo se alejó unos pasos hacia
sintiendo el sofocante viento del el interior de la arena; Grein, en
sur sobre su rostro. Comprendió cambio, no pareció darse cuenta
que tampoco Rogelio se arriesgaría que era el responsable del cambio
a entrar si no estaban dadas todas de actitud de Rogelio.
las condiciones de seguridad, no —Sólo preguntaba, no era ne-
expondría su integridad física por cesario enojarse —respondió.
alguien que constantemente se ne- —Entonces mantén silencio.
gaba a aceptar sus ideas. —¡No hay nadie aquí! —gritó
Entró, solo, por la misma puer- Mauro asomándose por una de las
ta por la que huyera minutos an- ventanas.

proximA | 19
—¿Qué? cada vez más en la arena por el pe-
—Camacho no está. so de un cuerpo que parecía plomo.
—¿Alguien lo vio salir? —pre- Le costaba moverse, dar un paso,
guntó Rogelio mirando a los otros. pensar en dar un paso le dolía.
Edgardo negó con la cabeza. Sediento.
—Estaban muy ocupados dis- Cansado.
cutiendo para notarlo —dijo Mau- Desorientado.
ro con fastidio. Unos metros más atrás, las hue-
—Nos fijaremos si encontra- llas terminaban. No había viento
mos huellas aquí abajo —dijo Ro- que las confundiera borrándolas, las
gelio, y mirando hacia arriba—, tú huellas simplemente se terminaban.
revisa allí, quizás encuentres algo El peso y el cansancio vencieron
que nos sirva para aclarar todo esto. sus rodillas, cayó en la arena. Sabía
que no podía hacerlo, que no debía
desmayarse, o ya no podría hacer
nada, ya no despertaría.
III Transcurrieron apenas unos se-
gundos, en su tiempo subjetivo,
El sol ardía sobre su cuerpo semi- entre que se cerraron sus ojos de
desnudo, la arena quemaba entre cansancio y el momento en que
los dedos de los pies, su garganta algo comenzó a picarle la cabeza
estaba seca, el sudor le nublaba los con insistencia, llamando su per-
ojos, y el resplandor apenas le de- turbada atención.
jaba ver. Se sentía confundido, Hubiera preferido mantener los
fuera de lugar; no comprendía lo ojos cerrados, porque lo que en-
que estaba sucediéndole. Camina- contró junto a su cabeza le con-
ba entre las dunas sin recordar firmó lo peor. Confirmó que su
cómo había llegado hasta allí, fue- muerte estaba próxima. Le pareció
ran donde fuera el lugar en el que estar viendo un ave muy grande,
se encontrara. mayor que un cóndor, sin dudas,
Sólo dunas se veían, arena en con un duro pico de tamaño sor-
cantidad allí donde mirara. ¿Qué prendente con el cual le golpeaba.
había sido de la estación? Dio un Pero, más asombroso aún, sus alas
par de pasos siguiendo la indefini- parecían cubiertas de llamas roji-
da dirección que le marcaba sus zas, de un fuego que incluso se oía
piernas antes de pensar que si se- crepitar. No eran plumas colorea-
guía sus propias huellas en direc- das, eran de fuego vivo.
ción opuesta podría regresar. Temeroso, se arrastró alejándo-
El sol del mediodía no mengua- se del ser de ensueño, la arena y la
ba su calor. Los pies se le enterraban pendiente de la duna lo ayudaron

20 | PROximA
a rodar hacia abajo, lejos de las una línea casi recta por entre las
llamas. El ser mitad ave, mitad dunas.
fuego, lo miró ladeando la cabeza. —No sabía que un ave pudiera
No echó a volar, sólo miró al hacer ese movimiento —dijo, ha-
hombre cubierto por la arena que bía olvidado momentáneamente la
se adhería al sudor de su piel. sed y el cansancio que sentía.
—Estoy muerto —dijo en voz Por supuesto, no le respondió.
alta—, el sol… la deshidratación… Siguió saltando de duna en duna
morí. en la dirección en que el sol se
Se sentó en la arena abando- ocultaba ignorando sus palabras o,
nando la tensión de su cuerpo. La quizás, evitando responder.
mirada se posó en sus manos, —¿Dónde me llevas, oh extra-
sus brazos, donde las quemadu- ño ser de luz? ¿Al cielo? ¿Al in-
ras sobre la piel tenían la forma fierno? ¿Hacia algún otro lugar que
de escamas. Dante olvidara describir?
Algunas lágrimas escaparon de El pájaro de fuego lo miró co-
sus ojos. Mientras se refregaba el mo si comprendiera lo que decía;
rostro con las manos no vio al ser fue un instante eterno en que los
de plumas y llamas acercándose ojos de brasas del ave lo observa-
hacia él en silencio, caminando ron en todos los posibles niveles
sobre la arena sin que sus garras la de su existencia. Luego, desenten-
tocaran, hasta quedar lado a lado, diéndose, movió la cabeza seña-
con el pico a la altura de su rostro. lando hacia el otro lado de la duna
Con un tenue silbido llamó la y se extinguió. Desapareció en el
atención del hombre; cuando levan- aire sin dejar huella alguna de su
tó la vista, el ser movió la cabeza existencia.
señalándole algo, una dirección. Trepó la duna siguiendo la últi-
—¿Quieres que vaya hacia allá? ma indicación y, al llegar a lo más
Como respuesta, el ave voló alto de la montaña de arena descu-
hasta una duna cercana y repitió el brió, unos metros más allá, todavía
movimiento con la cabeza. refulgiendo con los últimos rayos
Se levantó tambaleándose. del sol, los techos desvencijados de
—Está bien —dijo—, no tengo sus viveros y, tras ellos, la vieja es-
nada más que perder. ¿Qué otra tación de trenes abandonada.
cosa puedo hacer estando muerto?
Al acercársele, el ave voló hasta
otra duna, en la misma dirección, Camacho caminó en la direc-
un poco más lejos. Cada vez que ción en la que el sol acababa de
se le acercaba, volaba otra vez. ocultarse, hacia la estación, por
Avanzaron así un largo trecho en entre la arena. No era mucha la

proximA | 21
distancia, media milla quizá, hasta —Un día —respondió dudan-
la precaria construcción. Aunque do, no sabía en verdad cuán largo
caminaba despacio, no creyó que había sido su dormir y su caminar
le costara tanto trabajo llegar. en el desierto—. ¿Dos?
Al acercarse pudo distinguir a —Tres semanas.
Edgardo en lo alto del techo, como Tomándolo por el cuello de la
siempre hacía; levantó el brazo sa- sucia remera, Camacho atrajo ha-
ludándolo aun sabiendo que en la cia sí a Edgardo.
creciente oscuridad sería difícil ver- —¡Dime que es una de tus
lo. La respuesta del hombre fue, bromas!
prácticamente, arrojarse desde las —¡Suéltame! —gritó Edgardo,
alturas para darle alcance unos me- y cuando se vio libre de las atena-
tros antes de la estación. zadoras manos dijo—: No es
Exhausto y entrecortadamente, broma. Te hemos estado buscan-
Edgardo lo recibió. do, todos, sin saber dónde mirar.
—Ca…, Camacho… ¿Qué ha- Grein te dio por muerto al día si-
ces aquí…? ¿Dónde has estado? guiente de tu desaparición. Mauro
—No lo sé —dijo Camacho—. todavía no se resigna. A mí me da
¿Qué haces tú allí arriba? igual el que hayas regresado. Me-
—Amanece —respondió Ed- nos agua para cada uno.
gardo mostrando el catalejo—, —¿Y Rogelio?
siempre lo hago, ¿recuerdas? —Pregúntaselo tú.
—Es imposible —dijo Cama- —Discúlpame, Edgardo —dijo
cho—, acabo de ver el atardecer. Camacho—. No sé qué me suce-
Hace unos instantes el sol se es- de. El tiempo parece estar jugan-
condió tras esas dunas de allí. do conmigo. Vi el atardecer hace
—Mira —dijo Edgardo seña- unos minutos, desde allí arriba, y
lando hacia el sureste, hacia la es- cuando llego aquí, luego de ca-
palda del recién llegado, donde la minar lo que me pareció unos
aurora coloreaba las nubes. minutos, amanece. Ya no sé qué
—Imposible. pensar.
—¿Qué le pasó a tu piel? —con —Vamos adentro, bebe un po-
la nueva luz, Edgardo descubría los co de agua y hablaremos todos
estragos que la intemperie produje- juntos. Mauro se alegrará de verte.
ra en el cuerpo de Camacho. —¿Cómo están mis plantas?
—Sol, arena, viento, muchas —Muertas —respondió Ed-
cosas —respondió aún mirando gardo.
el alba. Media hora después, la sala de
—Sabes cuánto tiempo estu- la estación se transformaba, una
viste afuera, ¿cierto? vez más, en un interrogatorio.

22 | PROximA
—¿Dónde has estado? —pre- —No lo sé, quizás alguna en-
guntó Rogelio. fermedad —dijo Rogelio.
—No lo sé con exactitud. En el —¿No puede ser sólo mi piel?
desierto. Alguna reacción alérgica, o algo
—¿Sin agua? —preguntó Grein. parecido —preguntó Camacho.
Camacho levantó el tazón que —Desconozco, pero puede ser
sostenía entre las manos. una enfermedad.
—¿Suficiente? —dijo. —Ya lo has dicho, pero no me
—¿Cómo has sobrevivido? siento peor a como me sentía an-
¿Comiste algo? ¿Encontraste un tes, tampoco mejor. Es algo que
oasis? apareció en toda mi piel, cuando
—Las tres respuestas son nega- desperté en medio de la arena es-
tivas —dijo Camacho—. No lo sé, taba así.
no comí nada y no encontré nada. —¿Todo el cuerpo? —pre-
Me acosté en mi habitación, aquí guntó Grein.
arriba —señaló el techo con un —¿Quieres comprobarlo? —dijo
dedo—, desperté en el desierto. Camacho llevándose las manos al
Luego caminé hasta aquí. pantalón.
—¿Cómo encontraste el ca- —¡No!
mino? —preguntó Rogelio—. ¿Se- —Entonces guarda silencio
guiste tus propias huellas? —respondió Camacho mirando a
—Supongo que fue suerte, no Rogelio—, no han variado desde
había huellas. Por lo menos que yo la primera vez que las vi.
pudiera ver. —¿Tamaño, color, gusto, for-
—Es imposible —dijo Grein. ma, todo se mantuvo? —Rogelio
—Lo sé, pero aquí estoy. miraba con interés el brazo exten-
—¿Tu piel? —preguntó Mauro. dido de Camacho.
—Como he dicho, caminé to- —¿Gusto? —preguntó Mauro.
do el tiempo bajo el sol. —Cualquier cosa puede sernos
—Parecen escamas. útil.
—Pareces una serpiente —co- —Nada ha cambiado —dijo
mentó Grein. Camacho.
—Supongo que se irán con el —Saca la lengua —dijo Rogelio.
tiempo. —¿Para qué?
—¿Te arden? —preguntó Ro- —¡Sácala! —exclamó.
gelio. Camacho abrió la boca cuan-
—Para nada. to le era posible y sacó la lengua.
—Entonces no son quemadu- —Ya, listo —dijo Rogelio—,
ras, es otra cosa. guarda esa cosa.
—¿Qué? —¿Qué tiene?

proximA | 23
—Quería asegurarme de que demás parecen no notarlo. Tal vez
siguiera bien. prefieren no hacerlo.
—Si tenías lengua viperina sig- —¿Sucedió algo más en mi au-
nificaba que estabas completo — sencia?
dijo Mauro riéndose. —Nada —respondió Mauro,
—Sí —dijo Camacho—, toda para luego contradecirse—. Ah, sí,
una víbora. uno, no, dos días antes de que
—Bienvenido —dijo Rogelio aparecieras, Edgardo dijo haber vis-
tendiéndole la mano. to un resplandor en el este, que no
era el sol porque se movía muy rá-
pido, y desaparecía, o parecía par-
padear, no recuerdo la expresión.
Como tantas veces antes, Mauro y Pero luego no dijo nada más, no
Camacho compartían el desayuno volvió a mencionar el tema. ¿A que
en la desolada cocina. es extraño?
—Es una pena lo de las plantas —Sí —dijo Camacho—, mu-
—dijo Mauro tomando un sorbo cho. Estuve en esa zona y no vi
de agua. nada.
—Sí —dijo Camacho—, pero Guardaron silencio unos minu-
con todos buscándome, nadie po- tos, bebiendo y contemplando el
día estar atendiéndolas. Además, ascenso del sol, no había mucho
no podían utilizar agua. más qué hacer en medio de aquella
Mauro asintió con la cabeza. nada, por lo que ninguno se quejó.
—¿Quieres saber algo? Hubieran permanecido de esta
Camacho lo miró inquisitiva- forma un largo tiempo, sin inte-
mente. rrupciones de ningún tipo pues
—Creo que el pozo está ago- estaban solos, pero Mauro no pu-
tándose más rápido de lo que Ro- do mantenerse callado.
gelio supone. —¿Has intentado levantar una
—¿Por qué lo dices? de esas escamas? —dijo señalando
—El agua que sacamos viene el brazo de Camacho.
cada vez más turbia, con tierra, —¿Cómo?
barro por momentos, como si se —Con un cuchillo, quizá. Tal
estuviera removiendo el fondo para vez tengas piel normal debajo. Si
sacar lo poco que queda. son quemaduras, debajo tendrás la
Camacho observó el jarro que piel curándose, ¿no lo crees?
tenía en las manos. —No lo había pensado —dijo
—Veo lo que dices. ¿Se lo has Camacho levantándose para bus-
comentado a alguien? car, en medio del desorden, un cu-
—Rogelio no quiere hablar, los chillo—, pero probaré. Tú mira, así

24 | PROximA
tendremos dos opiniones de lo Levantó el jarro tomándolo de
que veamos. la manija y lo acercó a sus labios.
—Está bien —dijo Mauro. —¿Qué haces? —preguntó
Camacho extendió el brazo, ce- Mauro.
rró la mano tomándose con fuerza Pero Camacho ya estaba be-
del borde de la mesa y trabó el co- biendo.
do con una silla para evitar que se —Es agua —dijo después.
moviera la articulación; clavó el cu- —¿Qué?
chillo en la unión de dos de las es- —¿Quieres probar?
camas más grandes, luego hizo pa- —¿Agua?
lanca, levantando una de las esca- Mauro tomó el jarro con una
mas, que cedió no sin resistencia. mano, manteniéndose alejado de
Tan pronto como la escama Camacho. Lo acercó a sus labios y
comenzó a moverse, un líquido bebió un pequeño sorbo.
incoloro comenzó a manar. Con la —Imposible —dijo.
rapidez de reflejos entrenados en —Sí —dijo Camacho.
evitar cualquier desperdicio de lí- —¿Cómo lo has hecho? Es
quido, Mauro colocó un jarro vacío mucho más pura que la del pozo,
allí donde el líquido caía. por lo menos así se siente.
Retiró el cuchillo antes de que —No lo sé. Esperaba ver san-
la endeble hoja se quebrara, la pre- gre no agua.
sión que sentía era de por sí extra- —¡Debemos decirles a todos!
ña, la escama volvió a su lugar sin —dijo Mauro bebiéndose el resto
dificultad y el líquido cesó de fluir. del agua—. Es una maravilla.
—¿Qué es? —preguntó Mauro ¿Crees que podríamos sacar más?
mirando el interior del frasco—. Camacho volvió a sentarse so-
No parece sangre. bándose el brazo. Dolor alguno
—No lo es —dijo Camacho. había sentido mientras veía como
—¿Entonces qué es? el cuchillo entraba en su cuerpo,
Camacho metió un dedo den- solo sentía una pequeña molestia
tro del jarro. punzante, relacionada con algún
—Temperatura ambiental — evento del pasado que no lograba
dijo—, no arde, no pica, no hay adivinar del todo.
reacción. —¿Camacho? —dijo Mauro—.
Retiró el dedo y, con cuidado, ¿Te encuentras bien? —chasqueó
lo acercó a su nariz. los dedos delante de su rostro pe-
—No hay olor. ro, supo por la mirada en los ojos
Por último lamió el dedo con rodeados de arrugas, que se en-
avidez. contraba perdido en el mar de los
—¿Será posible…? recuerdos.

proximA | 25
del grupo era terrible, las huellas del
esfuerzo que realizaba para mante-
En algún momento de su diva- ner fluyendo el líquido tornaba su
gación memorística debió dormir- rostro en una máscara que conju-
se, porque lo siguiente que recuer- gaba la furia, el dolor, la ira, la de-
da es ser arrancado con violencia sesperación por las privaciones a las
de un estado de tranquilidad pocas que se veía obligado, todo.
veces antes alcanzado. Sólo cuando llenaron varios bi-
Se encontraba rodeado por la dones de plástico de veinte litros
negrura del sueño sin sueños, al se sintieron satisfechos y dejaron
instante siguiente se encontró apri- en paz el brazo de Camacho.
sionado entre Edgardo y Grein que —Deberíamos atarlo —dijo
sostenía su brazo derecho extendi- Grein—, para que no se escape.
do hacia un lado, mientras Rogelio —Edgardo, trae cuerdas, los
presionaba con el peso de todo su ataremos. A los dos, por las dudas.
cuerpo (ayudado por dos afilados Quizá por cansancio, por la ex-
destornilladores), sobre una de las cesiva pérdida de agua, o por al-
escamas del brazo retenido. guna otra razón, Camacho no
No sentía dolor, sólo extrañe- opuso resistencia cuando lo arras-
za. El agua comenzó a manar y la traron hasta una silla y le ataron
sorpresa de los tres captores au- pies, manos y torso. Apenas podía
mentó, pero no lo suficiente para mover la cabeza hacia los lados de
hacerles recordar que posiblemente tan cansado.
lastimaban a un compañero. Se desvaneció, se durmió o,
Mirando hacia los lados, Ca- simplemente, cerró los ojos.
macho descubrió acurrucado en un Un fuerte graznido lo sobresal-
rincón a Mauro, tenía la ropa más tó y lo descubrió en medio de las
desalineada que de costumbre, dunas. En lo alto, el pájaro de fue-
como si hubiera sido empujado y go planeaba en círculos cada vez
arrastrado por el suelo. Escondía su más altos, como un punto rojo
rostro entre las rodillas, temiendo que se alejaba en medio del azu-
más golpes o mirar la escena que lino cielo.
había ayudado a crear. Caminó unos pasos sintiendo
Las expresiones de triunfo de el peso de todo su cuerpo, de cada
Grein mezclaban palabras en varias músculo, de cada pelo, de cada
lenguas de los países que él decía hueso, sintiendo la arena pene-
haber visitado; Edgardo se limitaba trándolo por cada poro. Sentía sed,
a sonreír como un niño que no sa- mucha sed. Y no tenía agua, las
be aún distinguir si lo que hace es duras escamas de su piel no se
correcto o no. La expresión del líder movían, sus lastimados dedos

26 | PROximA
(¿cuándo había pasado?) no po- El ruido de la madera quebrán-
dían abrirlas. Sólo podía caminar, dose sobresaltó a Mauro que, sin
sin dirección alguna, otra vez. comprender lo que sucedía junto a
La arena, llevada por la abra- él, vio como Camacho se deshacía
sadora brisa, se metía en su boca, de las sogas que lo mantenía atado
le costaba respirar. Necesitaba a la destruida silla sin esfuerzo.
agua, sombra, un poco de des- —Camacho —le llamó, pero
canso. En el cielo el punto rojo su compañero le daba la espalda y
que había sido el ave ya no se no parecía oírlo.
veía. Estaba sólo, en medio de la —El agua sigue cayendo —dijo
nada y la arena. Dio un paso más, antes de salir de la cocina.
hasta sentir humedad en los pies. Camacho corrió por la arena
Una extraña humedad que no po- dejando atrás los desolados viveros
día estar allí. que comenzaban a ser tragados
Levantó el pie y vio que un pe- por el polvo y el abandono. Esqui-
queño charco desaparecía entre la vó las pocas rocas desperdigadas
arena. Probó levantar el otro pie y en las cercanías y se internó en las
encontró lo mismo. Y otra vez al dunas.
levantar el pie anterior. Se arrodilló Edgardo intentó alcanzarlo, co-
y comenzó a cavar, cavó en la are- rriendo detrás de él cuando lo vio
na con las manos, con los pies, aparecer en la puerta sin entender
llenando de arena sus uñas y sus cómo había logrado desatarse.
dedos. Cavó un largo rato, sin no- Grein, que regresaba del desierto,
tarlo, hasta que las paredes del po- también intentó darle alcance, pe-
zo que él mismo formara ocultaron ro sus intentos fueron inútiles.
el resplandor del sol. Ambos se encontraron, jadean-
Y nada encontró. do pesadamente por el calor, en el
Más cansado que antes, se sen- límite de las dunas.
tó en la arena, resollando, sin —No sabía que fuera tan ágil
comprender lo que sucedía. Miró —dijo Grein.
el fragmento de cielo que le permi- Edgardo asintió recuperando el
tía ver el pozo y no vio más que aliento.
azul profundo, ninguna otra cosa. —¿Llegaste a ver su rostro? —
Allí abajo no había agua, por algu- preguntó.
na razón había pensado que era —Tenía bigotes, ¿cierto?
posible encontrarla de ese modo, —¿Bigotes? Creí que era otra
olvidando dónde se encontraba y cosa.
la imposibilidad de que, bajo tanta —No, no —dijo Grein—. Eran
arena, hubiera otra cosa que no bigotes largos, como los que usaban
fuera más arena. los chinos, como si fuera un dragón.

proximA | 27
—¿Qué? dura coraza escamada del mismo
—Eso me pareció a mí. azul del cielo, el mismo azul del
—¿Y cuándo le crecieron? ¿En agua pura.
las últimas dos horas? ¿No dijo Extendió sus alas y se alejó.
que era lampiño?
—No lo sé, es muy extraño —
dijo Grein. —¿Qué es eso? —preguntó Ed-
gardo señalando el cielo.
—¡Un dragón! —gritó Grein
IV lleno de excitación.
—Se parece más a una serpien-
Corrió siguiendo un zig-zag seña- te emplumada —dijo Rogelio con
lado por las dunas y la voluntad de cautela, mirando cubriéndose los
unas piernas que ya no sentía. ojos con una mano.
Miró hacia abajo, hacia el suelo —Es enorme —dijo Edgardo—
que dejaba tras de sí. Una sombra . ¿Cómo no la vimos antes?
negra y larga le seguía los pasos. —Quizá antes no estuviera allí.
Estaba demasiado confundido para —Es bellísima —reconoció
detenerse a pensar, supuso que Grein.
aquella sombra era la correcta, que —Pronto se confundirá con el
su cuerpo era como el de una ex- cielo —dijo Rogelio—, sus alas
tensa serpiente que se arrastraba nos parecerán nubes, y mañana
sobre la tierra. dudaremos de lo que en realidad
Pero, si una serpiente se arras- hemos visto.
tra, ¿la sombra bajo su cuerpo po- Edgardo y Grein lo miraron con
día verse? aprobación.
No lo sabía, sólo pensaba en el —Vamos —dijo Rogelio—,
agua que escuchaba caer en las debemos enterrar a Mauro antes de
cercanías, sonido que apagaba salir a buscar a Camacho entre las
cualquier otro. Dejó de sentirse dunas. Necesitamos de su agua.
cansado, no le costaba correr entre
la arena como antes, su cuerpo no © José A. García
era un peso muerto apenas soste-
nido por sus agotados pies.
José A. García (Buenos Aires, 1983)
Extendió sus alas bajo el sol, Es escritor, guionista de historietas,
sobre la arena las blancas plumas blogger y profesor de historia. Pu-
refulgían brillando con una inten- blicó los libros de relatos La Puerta
sidad propia. Sus brazos y sus y sus Reinos (2002) y Fábulas del
piernas parecían cortos y remata- Cuaderno Verde (2014).
dos con garras, cubiertas por una

28 | PROximA
EL CONSERJE Huarte & Pain
Por Juan Mattio*

Partiendo de la ciencia ficción, vamos a intentar producir una serie de


hipótesis sobre los cuerpos como construcciones históricas y políticas.
Se trata de pensar los cuerpos como territorios alterados la máquina,
el cyborg, el alienígena  y su relación con lo humano. Pensar qué se
esconde en estos relatos. Leer la ciencia ficción como sueños o aluci-
naciones compartidas que condensan y desfiguran elementos de las
sociedades capitalistas donde nacen.

Los cuerpos hermafroditas de La mano izquierda de la oscuridad que so-


ñó Le Guin, el cuerpo aterrador y antihumano de la bestia en Alien dise-
ñado por H. R. Giger, los cuerpos alterados por el comercio genético en la
trilogía Xenogénesis de Octavia Butler, los cuerpos-insectos que describió
Bruce Sterling en su relato “Enjambre”, el cuerpo-reptil oculto bajo la apa-
riencia humana que vimos en V, Invasión extraterrestre. El imaginario del
cuerpo alienígena es un bestiario y, a la vez, una permanente reflexión
sobre nuestros propios cuerpos. La hipótesis que este artículo intentará
desarrollar es que, partiendo de ellos, podemos indagar sobre nuestra
propia percepción corporal. Descomponer un conjunto de presupuestos
que funcionan como base para ciertas posiciones políticas conservadoras
y reconocer que los cuerpos (también, y sobre todo, el humano) son
productos históricos.

EL XENO- CUERPO
Podríamos definir el xeno-cuerpo como un cuerpo extranjero o extraño,
es decir, un cuerpo que no está previsto en nuestra imaginación biológi-
ca. Lo humano supone (por suerte, cada vez en menor medida) una serie
de pautas muy definidas sobre qué puede ser considerado un cuerpo
“normal”, un cuerpo “atrofiado” y un cuerpo “extraño”.
El cuerpo alienígena es, por definición, un cuerpo en disidencia. Un cuer-

30 | PROximA
MULTIVERSO
po no-humano que permite ver eso que Michel Foucault llamó “ideal re-
gulatorio”, es decir, una práctica regulatoria que produce los cuerpos que
gobierna. Pero sabemos que los cuerpos nunca acatan enteramente esas
normas sino que hay zonas inestables, espacios abiertos, por los cuales la
norma puede volverse contra sí misma. Judith Butler propone pensar la
materialidad de los cuerpos como “un efecto del poder, como el efecto
más productivo del poder”.
El poder subversivo del cuerpo monstruoso o alterado es que nos permite
ver, como una ráfaga o una iluminación momentánea, todo el sistema por
el cual los cuerpos son gobernados a través de prácticas de regulación. El
cuerpo disidente es aquel que abre preguntas en la percepción estandari-
zada y en la idea de lo “natural” como hecho pre-social y pre-discursivo.
Lo abyecto, lo monstruoso, sería entonces esas zonas inhabitables o invi-
vibles de la vida social que ocupan los cuerpos cuando entran en disiden-
cia abierta con el ideal regulatorio. Pero hay que tener en claro que lo ab-
yecto no es lo opuesto al ideal regulatorio sino lo exterior, lo que está
afuera, lo que ha sido desechado en el campo de la abyección (Julia Kris-
teva 1980). Porque lo opuesto es todavía legible en su contraste y acá
nos enfrentamos a lo ilegible.
Es un exterior falso, podríamos decir, porque es un exterior que está en el
interior del sujeto. La relación de cada uno de nosotros con el fantasma
normativo es lo que genera el repudio la fuerza del repudio que nos
expulsa hacia el campo de lo monstruoso.
Ahora bien, en la definición de Foucault el monstruo es una categoría ju-
rídica que indica un problema en relación a las diferencias. Dice: “El
monstruo es el gran modelo de todas las pequeñas diferencias. Es el prin-
cipio de inteligibilidad de todas las formas que circulan como dinero
suelto de las anomalías.”
En esa categoría jurídica hay, además, grados: el
deforme, el lisiado, el defectuoso. Pero mientras el
lisiado o el defectuoso están previstos por la ley, el
monstruo aparece como lo imprevisto, lo exterior
a la ley.

CUERPOS Y NOSTALGIA
Me gustaría analizar el relato “La tercera expedi-
ción”, incluido en las Crónicas Marcianas de Ray
Bradbury, porque creo que puede ser paradigmáti-
co en una serie de problemas que nos interesan. El
proximA | 31
cuento está situado en abril del 2010, cuando una expedición humana
llega a Marte con diecisiete hombres a bordo “incluyendo un capitán”. Lo
que encuentran es “un pueblo idéntico a los pueblos de la tierra”.
Esto pone en marcha la idea de que las dos civilizaciones la de la Tierra
y la marciana han evolucionado de la misma manera: “Es posible que
en todos los planetas de nuestro sistema solar haya pautas similares de
ideas, diagramas de civilización”.
Sin embargo, se encuentran con que nada es posterior a 1927. La segun-
da hipótesis trabaja sobre la idea de que un grupo de humanos horrori-
zados por la guerra dejaron la Tierra en la primera mitad del Siglo XX y
viven en Marte un exilio tranquilo y agradable.
Hasta que se encuentran con una mujer marciana, idéntica en todo a una
mujer humana, que les explica que están en Green Bluff, Illinois, un pue-
blo fundado en la Tierra en 1968. Es decir, llegados a Marte están, toda-
vía, en la Tierra.
De a poco la tripulación empieza a encontrar a sus familiares en Green
Bluff a lxs vivxs y a lxs muertxs. Poco a poco se empieza a sospechar
que algo en Marte tomó los recuerdos de lxs viajerxs y con ese material
construyó un pueblo donde encerrarlxs en la nostalgia hasta que se agote
el interés por el nuevo planeta.
Este relato siempre me hace pensar en una de las Mitologías que Roland
Barthes publicó en 1957 que se titula Marcianos y donde el autor analiza
la serie de ficciones que plantean el posible contacto entre civilizaciones.
Su primer hipótesis es que se trata de un desplazamiento de la Guerra Fría
pero que, en el despliegue del imaginario, el esquema cambia: “Sólo que,
en su devenir, lo maravilloso ha cambiado de sentido, se ha pasado del
mito del combate al del juicio. Efectivamente, Marte, hasta nueva orden,
es imparcial: Marte se aposenta en Tierra para juzgar a la Tierra, pero an-
tes de condenar, Marte quiere observar, entender. La gran disputa URSS-
USA se siente, en adelante, como una culpa; el peligro no es proporcional
a la razón. Entonces se recurre, míticamente, a una mirada celeste, lo bas-
tante poderosa como para intimidar a ambas partes”.
Barthes advierte en este texto que las novelas de ciencia ficción y lo que
él llama la “psicosis marciana” han construido en Marte una réplica de la
tierra, un planeta que pueda juzgarnos es un planeta idéntico al nuestro:
“Es probable que si desembarcásemos en Marte, tal cual lo hemos cons-
truido, allí encontraríamos a la Tierra; y entre esos dos productos de una
misma Historia, no sabríamos distinguir cuál es el nuestro. (…) Como se
ve esta psicosis está fundada sobre el mito de lo idéntico, es decir del do-
32 | PROximA
MULTIVERSO
ble. Pero aquí, como siempre, el doble está adelantado, el doble es juez.
El enfrentamiento del Este y del Oeste ya no es más el puro combate del
bien y del mal, sino una suerte de conflicto maniqueo, lanzado bajo los
ojos de una tercera mirada”.
Creo que el relato de Bradbury trabaja sobre esta misma intuición plan-
teada por Barthes. Un “primer contacto” que no sólo no asusta ni asom-
bra, sino que nos devuelve al pasado y a lo reconocible. Los cuerpos alie-
nígenas acá ni siquiera conservan la tensión de un cuerpo humano des-
conocido. Son la familia. En el final, el narrador dice: “A la mañana si-
guiente, la banda de música tocó una marcha fúnebre. De toda las casas
de la calle salieron solemnes y reducidos cortejos llegando largos cajones,
y por la calle soleada, llorando, marcharon las abuelas, las madres, las
hermanas, los hermanos, los tíos y los padres, y caminaron hasta el ce-
menterio, donde había fosas nuevas recién abiertas y nuevas lápidas ins-
taladas. Diecisiete fosas en total, y diecisiete lápidas”.
Lo aterrador de Marte y lo que logra vencer a la Tercera Expedición, es su
entrañable parecido a la Tierra y su fuerte vínculo con el recuerdo. La tác-
tica de defensa de lxs marcianxs es enfrentar a la humanidad con su pro-
pio e idealizado pasado.
Barthes piensa también en este límite de nuestra imaginación, en esta fal-
ta de productividad para pensar al otro: “Porque uno de los rasgos cons-
tantes de toda mitología pequeñoburguesa es esa impotencia para imagi-
nar al otro. La alteridad es el concepto más antipático para el “sentido
común”. Todo mito, fatalmente, tiende a un antropomorfismo estrecho
y, lo que es peor, a lo que podría llamarse un antropomorfismo de clase.
Marte no es solamente la Tierra, es la Tierra pequeñoburguesa, el canton-
cito de pensamiento cultivado (o expresado) por la gran prensa ilustrada.
Apenas formado en el cielo, Marte queda, de esta manera, alienado por la
identidad, la más fuerte de las apropiaciones”.
En el otro extremo está Solaris, de Stanislaw Lem.
El punto de partida parece ser la pregunta sobre si
podemos, en verdad, imaginar una forma de vida
que no sea antropomorfa. Recordemos la estructu-
ra del argumento: Solaris es un planeta “habitado”
por un gigantesco océano protoplasmático. La
humanidad intenta, hace siglos, establecer algún
tipo de comunicación con el océano al que supo-
ne inteligente. Pero nada.
En ese contexto un psicólogo llega a la base en
proximA | 33
Solaris porque una serie de situaciones extrañas preocupan al centro de
investigación en la Tierra. Lo que encuentra es, una vez más, a su mujer
que se había suicidado unos años antes. También los otros dos científi-
cos de la base tienen “visitantes”. Las simetrías con “La tercera expedi-
ción” son nítidas.
Sin embargo, para Jameson, la novela de Lem está llevando adelante algo
que podríamos llamar “tesis de incognoscibilidad”. Es decir, la hipótesis
de que, si encontráramos vida extraterrestre, no podríamos entenderla.
Todo el conocimiento humano sería insuficiente para comprender o comu-
nicarse con esa otra forma de vida inteligente o no. El océano de Sola-
ris “produce” estos fantasmas humanos pero no comunica, ni informa, ni
nada. Los usa como avatares sin función. Son solo presencias inagotables.
Jameson habla de “ficciones del primer contacto”, historias que cuentan un
primer encuentro entre la humanidad y otra forma de vida inteligente. Se-
gún el autor, en las décadas del 60 y 70 empieza a ser cada vez más regular
que estos relatos incluyan una subversión a las normas sociales humanas.
Por ejemplo, la descripción de un nuevo color supone una nueva percep-
ción que supone, a su vez, un nuevo órgano sensorial y entonces, un
nuevo cuerpo. A su vez, las nuevas anatomías y nuevas biologías expre-
san nuevas relaciones entre los sexos que modifican la estructura social
del matrimonio, la familia, las leyes sucesorias, etc.
Este es un modo de desfamiliarizar las normas y costumbres humanas
que la disposición sexual alienígena viene a relativizar. Sería un segundo
momento después de la “psicosis marciana” de Barthes. Donde no hay
una identidad con lo humano, sino más bien la búsqueda de la diferencia
a través del Otro Cuerpo.
Esto se puede ver, por ejemplo, en la novela La paja en el ojo de Dios,
de Larry Niven y Jerry Pournelle, que fue publicada en 1975. En la novela
hay castas diferenciadas por su genética que cum-
plen diferentes tareas. Los Ingenieros son niños
aislados con conocimientos técnicos profundos e
innatos. Los Relojeros son ayudantes, mini-
ingenieros. Los Jardineros están a cargo de la agri-
cultura. Los Mensajeros transmiten mensajes. Los
Amos, toman las decisiones. Y, entre todxs ellxs,
están los Mediadores que intervienen en conflictos
y son la base del entramado social. Unx de ellxs
dice: “Cada variante de mi especie tiene que que-
darse preñada después de ser femenina durante un
34 | PROximA
MULTIVERSO
tiempo. Hijo, macho, hembra, embarazo, macho,
hembra, embarazo, una y otra vez. Si no se queda
preñada a tiempo, muere. Incluso nosotros. Y los
mediadores no nos quedamos preñados. Somos
mulas, híbridos estériles”.
Se plantea así la hipótesis dialéctica donde la va-
riación biológica o anatómica puede permitir una
transformación política o incluso sociológica en el
modo de producción. Esa sería la tradición o la
línea en la que se inscribe, por ejemplo, La mano
izquierda de la oscuridad de Le Guin. En ella los
cuerpos hermafroditas que habitan el planeta
Gueden modifican la lógica social que es reconocible para lo humano.
Sus dos sistemas sociales, sus dos países, son Karhide (una monarquía
con su rey/reina) y Orgoreyn (gobernado por un estado burocrático). La
ignorancia del binarismo hace que los cuerpos hermafroditas que habitan
Gueden no sólo no conozcan los conflictos de género, tampoco saben
qué es la guerra.
El final de esta ola de relatos que miran la otredad
alienígena con empatía está dado, para Jameson, en
Alien que es de 1979 donde se vuelve a la lec-
ción de incognosciblidad. No solo no hay empatía ni
comunicación, tampoco hay modo de conocer a esa
criatura que tien e un único objetivo: destruir lo hu-
mano. Para Jameson, esa exploración sobre el otro,
una vez terminada, da lugar a la indagación interior a
través del robot y el cyborg, donde lo humano se mi-
ra a sí mismo a través de la máquina.
Pero antes de retirarnos hacia las máquinas conviene recordar esto que
Lem dejó dicho en Solaris: “Donde no hay humanidad, no puede haber
motivos accesibles a lo humano. Antes de poder seguir con nuestra in-
vestigación, es necesario destruir nuestros propios pensamientos o sus
formas materializadas”.
Así que antes de seguir nuestra investigación sobre los cuerpos, conviene
destruir lo que creemos saber de ellos.

* Juan Mattio es escritor y periodista. Este artículo forma parte de las exploraciones de
Synco – observatorio de ciencia ficción, tecnología y futuros. Proyectosynco.com

proximA | 35
LA DÉCADA GANADA
Revista Próxima está cumpliendo diez años, completamos la década de publica-
ción, puntual e ininterrumpida, y comenzamos nuestro undécimo año.
Han sido 40 números con artículos, ilustraciones, entrevistas e historietas, y más de 200
cuentos, de Argentina, Latinoamérica y España, 10 años intentando reflejar la escena
actual de la ciencia ficción y el género fantástico escritos en castellano. Para celebrarlo,
el año pasado comenzamos a preparar esta antología con CUENTOS SELECCIONADOS + UN
INÉDITO y, para financiarla, abrimos la campaña de preventa (todavía se puede comprar
a precio promocional; buscá PREVENTA en revistaproxima.blogspot.com).
Finalmente podemos contarles que la componen cuentos de C. Gardini, Y. Bêgné, H.
Domínguez Nimo, A. Decurgez, N. Toledo, L. Ponce, L. Barragán, A. Castellarnau, A.
Alonso, T. Mira de Echeverría, P. Dobrinin, S. Rhei y N. Figueiras, y que el libro sale el
mes que viene. Lo presentaremos en gran evento gran, con el festejo y brindis que
amerita, y allí entregaremos los ejemplares comprados por anticipado.
Próxima es un esfuerzo de publicación (hacer público), su propósito es dar a conocer,
poner en circulación, compartir lo que nos parece valioso; difundir pero también inte-
grar, ponernos en contacto, construir redes, construir familia; por eso los hacemos par-
tícipes: pueden sumarse y materializar su apoyo en esta compra.
También, para reafirmar a la revista en su propósito, venimos poniendo a disposi-
ción de ustedes los números viejos. Es una cantidad enorme de material, sería im-
posible reimprimirlos todos, pero queremos recuperarlos, sacarlos de su condición
de hermoso recuerdo y traerlos nuevamente a la existencia, ponerlos a disposición
de quienes recién descubren la revista y necesitan los números anteriores: Ya están
disponibles para descarga gratuita del #1 al #36 (buscá la pestaña DESCARGAS en re-
vistaproxima.blogspot.com).
PREGUNTAS FRECUENTES

¿Por qué lo hacemos? Para que toda esa enorme cantidad de material vuelva a
circular y no quede archivado, para reafirmarnos en nuestro propósito de siempre:
dar a conocer, difundir. Publicar = hacer público.
¿La revista cierra? No. ¿La revista va a dejar de salir en papel? No.
La revista va a seguir saliendo mientras podamos sostenerla, por lo que no estaría
demás que si les interesa, compren los números que van saliendo y los todavía dis-
ponibles en nuestros puntos de venta. Poner a disposición de ustedes todo este
material es fruto de muchísimo trabajo, que venimos haciendo con Mauro Huarte
desde hace tiempo, en el marco de renovar tanto la revista como el contacto con
los lectores. Pueden seguirnos también en Instagram y en facebook.
#FelizCumpleaños
Laura Ponce
HALE-BOPP
Diego Niño
Joaquín salió de la casa a media zos cruzados. Ni siquiera levanta-
noche. Apretaba el sombrero con ba los ojos para examinar el cielo.
la mano derecha. Quizás temía Estaban de pelea: Joaquín no le
que el viento se lo arrebatara de daba el niño que ella deseaba.
la cabeza. Pero no había viento. «No quiere hacerme mujer co-
Estaban quietas las ramas que mo lo hizo con otras idiotas que no
proyectaban una sombra de ten- valen la mitad de lo que valgo»,
táculos que se adelgazaban hasta pensó Irene en la tarde, mientras
ser hebras que desaparecían en la esperaba a Joaquín. «A Blanca le
oscuridad. Joaquín daba dos pa- hizo un hijo en el bazar de La Capi-
sos y levantaba la mirada como si lla y a Yolanda le dio dos barrigones
buscara un pájaro en las ramas. en los años que vivieron en Llano
Pero no buscaba un pájaro sino Blanco». Las lágrimas caían sobre
al Hale-Bopp, que navegaba la sus piernas delgadas. «Esta noche
bóveda celeste como una coma no le hablaré y lo miraré con rabia
brillante. para que sepa cuánto lo odio».
En la última semana no se ha- Y así lo hizo.
blaba de otra cosa en la vereda: las Sin embargo a Joaquín no le
dimensiones, el tiempo que tarda- importó la mirada ni el silencio de
ría en regresar, el material del que Irene. Mucho menos el rencor. Se
estaba hecho el cometa. Los cam- sentó en el tronco que estaba al
pesinos repetían las opiniones ex- lado de la estufa. Recibió la comi-
presadas por los invitados de un da que devoró sin levantar la mira-
especial que vieron en el televisor da del plato que dejó en el piso.
de La Colorada —una tienda de Sacó una astilla del tronco y se es-
adobe y tablones sin cepillar—. carbó los dientes con los ojos ce-
Entre los expertos se encontraba rrados y la espalda contra la pared
una psíquica que afirmó que los de adobe.
cometas abrían portales para viajar —¡Qué venga, carajo! —gritó
a universos paralelos. Después se Joaquín.
dio a la tarea de enumerar los —Que lo acompañe su puta
acontecimientos sucedidos en la madre —susurró Irene sin descruzar
visita del Halley de 1910: 427 sui- los brazos y sin levantar la mirada.
cidios en argentina, 109 hombres y Joaquín se alejaba con pasos
mujeres encerrados en manicomios cortos, sin dejar de mirar el cielo y
de Europa, la muerte de Tolstoi y sin dejar de apretar el sombrero de
el robo de la Gioconda. alas cortas. De repente emprendió
—¡Ahí está! Venga lo mira la carrera, dando zancadas que arro-
—Joaquín le gritó a Irene, su espo- jaron fango por todas partes. Se de-
sa. Ella lo observaba con los bra- tuvo bajo el arrayan, al lado del

proximA | 37
puente. Miró hacia la casa. El bom- gritó, corrió, se tropezó, intentó
billo iluminaba a Irene. Dio dos pa- levantarse, tropezó de nuevo, rodó
sos. Se detuvo. Sacudió el brazo por el piso—. ¿Qué pasa, mujer?
derecho, pero Irene no se movió. —Joaquín la contemplaba mien-
Joaquín levantó los hombros, mas- tras ella se apretaba en la esquina
ticó un par de palabras y cruzó el del cuarto. Dio un paso. Irene gri-
puente. El chapaleo fue bajando en tó. Otro paso de Joaquín y otro
intensidad hasta desaparecer. grito de Irene. Se detuvo—. Vieja
Irene se sintió mareada. Se loca —murmuró. Dio media vuel-
apretó la cabeza con las dos ma- ta. Fue a la cama en la que se acos-
nos. Las rodillas se ablandaron. Se tó sin quitarse la ropa ni las botas.
aferró al marco de la puerta para Minutos después empezó a roncar.
no caer. Lentamente se dejó escu-
rrir hasta quedar sentada en el piso ***
de tierra apretada.
Se levantó cuando sintió el Roncaba como si la vida se estu-
chapaleo del agua. Contempló el viera descomponiendo en ese
puente del que se desprendió una cuerpo enrollado, mojado y sucio;
sombra que se detuvo bajo el arra- en esas botas que dejaron costras
yan. A pesar de la oscuridad, se de barro cuando entró mirándome
distinguía la silueta del sombrero con esos ojos que eran igualitos a
de alas anchas. Irene sabía que la los de Joaquín, pero que eran dife-
veía porque estaba bajo el bombi- rentes porque no tenían el fuego
llo. Se contemplaron por unos se- que llevaban cuando me sonsacó
gundos. Bajaban lágrimas por las del seno de mis taitas. Se tiró a la
mejillas de Irene. La sombra desa- cama como una mula y como una
pareció entre los árboles. mula se despertó. Me miró asom-
Irene se desplomó. Gritó, lloró, brado, como si no me conociera;
se arrancó mechones de cabello pero no dijo nada. Salió del cuarto
con las manos, se revolcó en el con pasos nerviosos que lo lleva-
piso. Detuvo el llanto cuando sin- ron al lavadero en el que se echó
tió el chapaleo del agua. Se levantó agua hasta que el cuello se le puso
de un salto. Examinó el puente morado. De ahí se fue a la cocina
que atravesaba Joaquín con la es- que examinó como si nunca la hu-
palda arqueada. Quiso correr, pero biera visto a pesar de que la hizo
las piernas no le respondieron. con sus propias manos. Levantaba
—¿Qué pasó? —preguntó Joa- las ollas, las pulseaba, las dejaba
quín cuando estuvo frente a ella. en el mismo lugar. Observó los pe-
Alargó la mano para que la tomara, riódicos apretados en una lata de
pero Irene, en lugar de tomarla, café, olfateó los fósforos, miró el

38 | PROximA
arroz que probó con desconfianza, quiere que le diga si mi familia no
pero que devoró como si nunca me habla y no tengo amigas en la
hubiera comido en su vida. Se sen- vereda?... y encima Rafael no apa-
tó en el tronco que está al lado de rece por ningún lado.
la estufa; la espalda arqueada, los
codos sobre las rodillas y la mirada ***
perdida. Al rato se fue al puente
que contempló al tiempo que se La Señora Irene Lozada Peña fue a
rascaba la nuca. Lo cruzó con des- mi despacho el jueves en la maña-
confianza. Caminaba con pasos na. Aseguró que le cambiaron a su
que no eran de Joaquín. Saltó el esposo la noche anterior. Hablaba
cimiento. Minutos después apare- atropelladamente, como si la per-
ció en el Durán con el sombrero siguieran. Me costó trabajo calmar-
apretado con la mano derecha co- la. Me explicó con dificultad, dán-
mo hizo mi Joaquín cuando se fue dole vueltas a lo que decía, repi-
detrás del cometa. Lo seguí para tiendo mil veces que el señor que
medir sus intenciones. Se sentó en estaba en su casa no era Joaquín,
una piedra, clavó la mirada en el que lo cambiaron la noche del
vacío y se quedó quieto como un avistamiento del Hale-Bopp. Dos
tronco. Ahí mismito me entró el policías fueron a la finca en la que
miedo, las ganas de salir corriendo. encontraron al señor Joaquín sen-
Y eso hice: corrí a donde sumercé tado en una piedra. Vino sin opo-
porque quiero que se lleve a ese ner resistencia. En el despacho en-
señor que es idéntico a Joaquín tregó los documentos que certifi-
pero que no es Joaquín… sé que caban que era Joaquín Alberto
usted cree que estoy loca o que Sánchez Rivera. Le tomamos las
soy una idiota porque digo que se huellas digitales que enviamos a
ve igual pero que no es él. Si quie- Bogotá. Días después confirmaron
re saque las sagradas escrituras pa- que las huellas pertenecían a Joa-
ra jurárselo o se lo podría jurar por quín Alberto Sánchez Rivera.
mi madrecita que se murió de pena Sin embargo, la señora Irene
moral cuando me fui de la casa o insistía en su demanda. Todas las
si quiere se lo juro por Rafael, el mañanas la encontraba acurrucada
hijo de doña Tomasa, el hombre en la puerta del despacho. Cuando
que me calienta el oído cuando me veía, empezaba a llorar, me ja-
Joaquín se pierde con sus amigo- laba del saco, se arrodillaba, insis-
tes… sé que no debería decírselo a tía que ese señor no era su esposo.
usted ni a nadie, pero, créame doc- No valía que yo le explicara que no
tor, estoy tan desesperada, tan podía hacer nada si no aportaba
asustada, tan aterrada… ¿a quién pruebas contundentes.

proximA | 39
Una mañana la encontré dur- crezca una creatura en las entra-
miendo en la puerta de la casa ñas… una creatura como la que
municipal. Estaba completamente crece en mis entrañas, doctor; una
borracha. Se abrazó a mis piernas creatura que apretaré con las mis-
al tiempo que lloraba a gritos. Los mas manos que acariciaban a Ra-
policías intentaron zafarla, pero se fael cuando me prometía que sería
aferró con más fuerza y gritó con suya para siempre… ¡suya, doc-
más energía. La gente se arremoli- tor!… suya sin que Joaquín ni na-
nó para ver el espectáculo. Les pe- die viniera a estorbarnos. Y yo le
dí que se fueran y llevé a Irene al creía como una idiota; porque eso
despecho. Le di un vaso de agua. soy: una idiota que no sabía que el
Le supliqué que se calmara, que Rafael y la Magdalena tenían su
me contara lo que le sucedía. Pero cuento. ¡Qué me iba a imaginar
no se calmaba: lloraba, gritaba, se que esa pendeja de quince años
arrancaba el cabello, decía cosas sabía cómo se conquistan los
que yo no entendía. hombres! Anoche le dejó una nota
al taita en la que le decía que no se
*** preocupara, que no pensara que se
partió la jeta en un cimiento o que
Doctor, el Rafael se fue con la se ahogó en el río; que ella está
Magdalena, la menor de las Espitia, bien, que fue la primera que lo hi-
la hija de don Hugo Franco, el se- zo abuelo con un hijo de Rafael.
ñor de la casa de piedra que está Imagine doctor: semejante garrapa-
después de la Colorada; el señor ta que ni le han salido las téticas y
canoso que levantó a sus hijas ya se cree mujer porque tiene un
después de que su esposa muriera engendro en el buche.
del parto de la Magdalena: ese en-
gendro que vino al mundo para ***
traerle dolor a sus hermanas, a las
que dejó huérfanas, y a su papá, Irene aseguró que tenía evidencias
que dejó viudo… y a mí, que me de que el señor Joaquín era un im-
dejó sin mi Rafael… mi Rafael... postor. Me lo juraba haciendo cru-
suena tan idiota decírselo a usted, ces con el índice y el pulgar. Fue
que está ahí parado con su vestido tanta la insistencia que llamé a dos
de paño, con su corbata perfecta, agentes para que la acompañára-
con sus zapatos que no conocen mos a su finca.
el barro y con esos ojos que no Desde la carretera se veía la
han visto el hambre ni el dolor que espalda de Joaquín, que estaba
muerde las tripas; a usted, doctor, sentado en una piedra. Irene lo
que no sabe qué se siente que le levantó de un jalón. Le gritó que

40 | PROximA
era un intruso. El hombre no ha- asesinaría a Joaquín la noche del
cía nada: la observaba con los cometa. No queríamos que nos
ojos apagados. Irene me pidió que hiciera reclamos cuando viviéra-
fuéramos al otro lado del cimien- mos juntos —susurró Irene.
to, que allí estaba la prueba de Se inclinó sobre el cuerpo. Llo-
que él era un farsante. Los agen- ró con un llanto apagado. En ese
tes tomaron del brazo a Joaquín, momento Joaquín, o como quiera
que no opuso resistencia. que se llame ese señor, emprendió
Caminamos en silencio: ade- la huida. Los agentes corrieron de-
lante iba Irene, después Joaquín, trás de él, pero no lo alcanzaron.
los policías —cada uno le apretaba Yo tenía las piernas trabadas; no
un brazo a Joaquín— y yo. Nos podía creer lo que veía. Entretanto
detuvimos en una curva del río. Irene se limpió la nariz con el an-
Irene se arrodilló. Con sus manos tebrazo y continuó desenterrando
arrancó hojas secas, tierra, ramas. a su esposo. Le quitaba la hojaras-
Ninguno se atrevía a detenerla. Al ca con ternura. Hasta parecía que
rato emergió un brazo debajo de la no quería despertarlo de un sueño
hojarasca. Nos miramos asombra- profundo.
dos. Inmediatamente los policías © Diego Niño
se arrodillaron para ayudarla: cla-
vaban los dedos en la tierra como Diego Niño (Bogotá, 1979) es
si estuvieran salvando una vida. autor del blog Tejiendo Naufra-
Poco después se sintió el hedor de gios del diario El Espectador y co-
carne descompuesta. Los agentes lumnista del portal Panorama
decidieron turnarse: uno desente- Cultural. Ganó el XVII Concurso
rraba mientras el otro tomaba aire Nacional de Cuento Jorge Gaitán
a varios pasos de distancia. Joa- Durán, el Primer Concurso Litera-
quín estaba petrificado, sin enten- rio Guillermo Meneses y las mara-
der lo que sucedía. tones de cronistas de Rock al Par-
—¿Quiere más pruebas? —gritó que y de La Semana por la Paz. Su
Irene señalando un rosto mezclado libro de cuentos La noche es una
con una masa de hojas y tierra. niña traviesa fue publicado por la
Lo limpió con delicadeza hasta Gobernación del Norte de San-
tander en 2016. Con el relato que
que apareció la cara de Joaquín.
publicamos aquí, gano el concur-
Los tres contemplamos el cadáver
so Mirabilia 27+, organizado en
y al hombre que estaba parado a
2018 por la librería y editorial Mi-
mi lado. Estaba igual de asombra- rabilia, y que tuvo como jurados a
do que nosotros de verse repetido. Cristina Jurado, Laura
Ni los gemelos se parecen tanto. Ponce y Felipe Lopez.
—Acordamos con Rafael que

proximA | 41
ENTREVISTA A DIONI ARROYO
Por Laura Ponce

Dioni Arroyo Merino nació


en Valladolid, España, en
1971. Es licenciado en An-
tropología Social y Cultu-
ral, y alterna el oficio de
escritor con su profesión
de funcionario del Minis-
terio del Interior. Es vice-
presidente de la Asocia-
ción Española de Fantasía,
Ciencia Ficción y Terror
(AEFCFT), organización con
la que realizó las XXXV y
XXXVI ediciones de la His-
pacón. Publicó ocho no-
velas, recibiendo varios
premios. Cultivó las para-
dojas temporales con Me-
tanoia (Éride, 2012), el te-
rror gótico con El Sabor de
tu Sangre (Éride, 2013), el
greenpunk con Fractura
(Apache Libros, 2017) y la
ciencia ficción transhu-
manista con Fracasamos
al soñar (Nowevolution, 2017). También lleva publicados una veintena de
relatos en diversas antologías. A fines de 2018 apareció Cuando se Extinga
la Luz (Huso ediciones), novela en la que aborda el steampunk en una so-
ciedad gobernada por mujeres. Como antropólogo, ha ofrecido ponencias y
charlas sobre mitología, transhumanismo y el futuro de la I.A. autoconscien-
te, temas en los que trabaja en la actualidad.

42 | PROximA
PREGUNTAS Y RESPUESTAS
¿Qué te impulsó a escribir? gar a fin de mes. Desde este punto
Sin la menor duda, fue la necesi- de vista, es el oficio menos renta-
dad imperiosa de contar historias, ble del mundo, como casi todas
algo que me ha acompañado des- las expresiones artísticas. Vivimos
de la infancia, mi incapacidad por en un momento histórico en el
domesticar la imaginación y el que la creatividad se valora cada
descubrimiento temprano del pla- vez menos en lo económico, pero
cer que sentía escribiendo, cómo afortunadamente hay más elemen-
me evadía de lo que me rodeaba y tos que consiguen convencerme
me dejaba absorber por aventuras de lo singular que es el hecho de
que nacían en mi interior y que escribir. Escribo porque necesito
ansiaba trasladar al papel. El hecho expresarme, y el construir una no-
de escribir es una labor artesana, vela, es una experiencia maravillo-
un trabajo vocacional que se dis- sa que compensa todo lo demás.
fruta según va avanzando el argu- El poder terminar una historia,
mento, según va adquiriendo vida el momento mágico de escribir
propia, y recuerdo con nostalgia “FIN”, aunque sepas que en ese
que es algo que experimenté por momento comienzan las eternas
primera vez en mi niñez, una revisiones, correcciones y repasos
agradable sensación que permane- insufribles, a pesar de todo, escri-
ce en mí. Me impulsa escribir el bir sirve para alcanzar la felicidad,
deseo de seguir recuperando ese o por lo menos para aproximarte a
cúmulo de sensaciones tan agra- un estado de satisfacción del que
dables, construyendo mundos que ninguna profesión, por muy renta-
no existen, transformando la ima- ble que sea, se le acerca remota-
ginación en palabras que se desli- mente.
cen por el ordenador.
¿Qué tan importante es publicar
¿Para qué lo hacés? para vos?
Escribir es un oficio. Ojalá fuese Aunque he estado escribiendo casi
también una profesión, pero la toda mi vida, tardé mucho en de-
realidad en España es que la canti- cidirme en publicar. Siempre lo
dad de escritores que viven exclu- veía como un objetivo muy lejano,
sivamente de esta pasión, se pue- y las editoriales me resultaban muy
den contar con los dedos, y lo distantes, por lo que iba poster-
común es que lo disfrutemos co- gando esa posibilidad, hasta que
mo oficio dedicándole muchísi- en 2012 decidí publicar mi primera
mas horas compaginándolo con novela como algo experimental,
una profesión que nos permita lle- para comprobar si valía la pena.

proximA | 43
Por eso considero que es muy
importante publicar algo que con-
sideras que se lo merece. Un libro
es una humilde aportación cultu-
ral, una historia que regalas a la
sociedad y que debes mover para
que los lectores lo sepan, que se
merece que le dediques tiempo pa-
ra que no muera en el anaquel de
una librería. De poco sirve tener
una obra guardada en la gaveta de
tu escritorio, tal vez para la vani-
dad, para la complacencia, y por
eso considero que es fundamental
publicar.

¿Cómo es tu formación?
Humanista, mi formación es muy
humanista a pesar de la presión
Enseguida entré en la vorágine de
que ejercieron mis padres para que
realizar presentaciones, preparar
estudiara carreras de ciencias; fue
pequeñas giras, acudir a festivales
imposible porque las matemáticas
de literatura, conocer a otros escri-
me resultaban aburridísimas y a
tores, participar en blogs, leer re-
edad muy temprana acepté que
señas de mi “criatura”, y me su-
había nacido para el mundo de las
mergí en un mundo muy compli-
letras.
cado, en un universo repleto de
Estudié Educación Social y An-
espinas que a veces me desorienta,
tropología en la facultad de Filoso-
pero que en definitiva, recompensa
fía, dos carreras que me han ayu-
por los buenos ratos, las amista-
dado a ser persona, pero no a te-
des, el intercambio de impresiones
ner un empleo estable, lo reconoz-
y el hecho de que es la mejor for-
co, sus salidas profesionales son
ma de divulgar tu obra, de conse-
muy limitadas, por lo que, al final,
guir ser leído. El momento clave de
y antes de tener que dar la razón a
publicar, es un compromiso que
mis progenitores, me adelanté es-
adquirimos con la editorial, una
tudiando oposiciones, y hace casi
firme expresión de lucha, cada uno
veinte años logré aprobar y ser
desde su papel, por dar vida y glo-
funcionario del estado. Una profe-
ria al libro y para defenderlo por
sión muy poco vocacional que me
encima de todo.
44 | PROximA
PREGUNTAS Y RESPUESTAS
permite vivir con dignidad y gozar
de tiempo libre para escribir.

Lo que habrá sido ese momento


de autoaceptación, a temprana
edad. Te costó muy caro? (risas)
Pues al final, y por cuestiones aje-
nas a mi voluntad, no me costó
tan caro. Vivíamos en Valladolid,
una ciudad oscura y gris, repleta
de fábricas ochenteras altamente
contaminantes, en la que los estu-
diantes que terminaban ingeniería
industrial se colocaban sin pro-
blemas y sus padres se sentían or-
gullosos, sabiendo que elevaban
su status y te podían mirar por en-
cima del hombro. Yo sabía que
aquel no era mi mundo y que las modesta y formación media, era
cuestiones de status me resultaban legítimo aspirar a que sus hijos vi-
absurdas, pero hubo algo que me vieran en mejores condiciones,
dio la razón. Afortunadamente, formando parte de la emergente
Laura, nuestros dos países tienen clase media. Al final, más impor-
muchas cosas en común, y una de tante que el nivel de vida es la sa-
ellas es el padecer una gran crisis tisfacción personal, y eso se rela-
económica cada diez años (risas) ciona con la felicidad, con llevar la
todo lo bueno se pega, y en vida que soñabas tener de niño.
aquella crisis, la industria se quedó Estoy convencido de que si ahora
tiesa. Por esa razón, ni yo encon- fuese ingeniero, sería un desastre,
traba trabajo, ni los recién licen- además de sentirme desdichado.
ciados ingenieros tampoco. Así
que mi familia se sintió confundida ¿Cuál fue tu primera publicación?
y no pudo recriminarme nada. En abril del 2012 publiqué Meta-
noia en una pequeña editorial ma-
¿Qué carrera querían tus padres drileña, una distopía ambientada
que estudiaras? en un futuro próximo, con algunas
En aquella época estaban de moda paradojas temporales e historia de
la informática y las ingenierías, y amor incluida. Con ella recorrí to
para mis padres, de procedencia do el país sin perderme ningún fes-

proximA | 45
laxias, fue tremenda, semejante a
las obras de H.G. Wells o Jules
Verne. A la edad de la adolescen-
cia leía de todo, pero sobre todo
ciencia ficción. Me maravillaba la
capacidad de romper con la reali-
dad y construir otros mundos tan
increíbles como factibles, y la po-
sibilidad de reflexionar sobre las
consecuencias futuras de nuestras
decisiones presentes.
La ciencia ficción me fascinó
por sus abundantes posibilidades,
por su evolución permanente, por
los numerosos subgéneros que
han ido apareciendo con los años,
su acercamiento a la filosofía, a la
física o a la novela negra, cómo
rompe moldes y estructuras y se
tival, y al año siguiente fue galar- abre a nuevos estilos. La ciencia
donada con un premio nacional, ficción me ha permitido compren-
por lo que tomé la decisión de se- der que la imaginación humana no
guir publicando. posee fronteras, y te invita a espe-
cular sobre la vida misma.
¿Qué premio ganó?
El Premio Éride 2013, un premio ¿Qué te atrae de la ciencia ficción
menor, pero no te imaginas los gri- como herramienta narrativa?
tos que di de alegría. En general los tres verbos mágicos
que suele contener cada novela de
Y vendrían más premios. Fractura este género: entretener, reflexionar
fue nominada como Mejor Nove- y provocar. Es una constante. El
la a los Ignotus 2017. primer objetivo es el de amenizar
¿Cómo es tu relación con la CF? la velada del lector, el disfrute de
Digamos que la ciencia ficción y los sentidos, que se sienta cómodo
yo, somos una entrañable pareja con la intriga que le proponen y
desde la infancia (risas). La in- que se deje cautivar por ella. Des-
fluencia que ejercieron sobre mí pués es muy importante que el
películas como Encuentros en la planteamiento posea dilemas éti-
Tercera Fase o La Guerra de las Ga- cos, crítica social, pistas sobre

46 | PROximA
PREGUNTAS Y RESPUESTAS
nuestro mundo, ideas plausibles,
que, aunque todo pueda ser muy
extravagante, por lo menos tenga
visos de verosimilitud. Y por fin, el
tercer verbo: que de alguna forma,
sea imprevisible, que no le suene a
otra novela anterior, que le provo-
que, le perturbe, le inquiete, le ge-
nere sorpresa o asombro.

Hablame de tu novela Cuando


se extinga la luz.
Nació con una intención, la de
demostrar que en nuestra sociedad
no hay igualdad de género, que
aún padecemos un patriarcado de-
cadente que a veces es muy sutil,
dado que, en lo jurídico, se consa-
gra la igualdad más absoluta. Por las que controlan el poder, justo al
eso muchos hombres te insisten revés que en nuestra realidad. Hay
en que ya no hay machismo, a lo otros elementos alterados, como la
que yo siempre contesto que, si anormalidad de ser diestro en una
fuésemos mujeres, no pensaríamos sociedad mayoritaria de zurdos, o
lo mismo… Decidí que iba a ver las el fin de la familia tradicional con
cosas desde otro punto de vista, la ectogénesis para evitar los largos
empatizar desde otro ángulo, in- embarazos que dificultan la pro-
troducirme en un espejo para verlo ductividad.
todo del revés, y comencé a de-
construir la realidad, a pervertir to- Qué genialidad eso. Por un lado
dos sus elementos. lo de ser diestre en una sociedad
Así comencé la historia de Mi- de zurdes me hizo pensar en un
lena, una antropóloga militar que reflejo especular. Y por el otro, la
vive en un mundo sovietizado en eliminación de los embarazos por
el que la revolución rusa fue uni- el imperativo económico, una
versal, y en el que la tecnología del cuestión horriblemente verosímil.
vapor evolucionó sin freno. En ese Sí, era una cuenta pendiente que
mundo, la contaminación es peor, quería exponer en el libro. Soy
y son las mujeres las que ocupan zurdo, y algunos profesores me
los puestos claves de la sociedad, amargaron a mis seis años por el

proximA | 47
parece saber nada, y realizar un
trabajo de campo etnográfico, el
sueño de todo antropólogo. Ese
lugar ignoto estará repleto de sor-
presas y marcará el ritmo de la
novela. Habrá un pequeño home-
naje al gran Lovecraft y muchas
aventuras.

¿Te encontrás más cómodo na-


rrando en el formato de novela o
en el de cuento?
Son escenarios muy distintos,
porque el cuento te exige un ejer-
cicio de contención y de saber
condensar el nudo en menos pá-
ginas, con menos desarrollo, y el
hecho de "hacerlo todo al revés". desenlace debe ser impactante,
Ahora lo recuerdo desde la distan- sobrecogedor e inesperado. En
cia con sorna, pero era muy incó- este sentido prefiero el formato de
modo, y siempre me planteé qué la novela, porque te permite enca-
pasaría si les sucediese a los dies- riñarte más con los personajes,
tros. Y el asunto de los embarazos, ambientar con más detalle los es-
en un mundo tan competitivo e cenarios, los diálogos te ayudan a
hipertecnificado como el nuestro, vivir de cerca las situaciones que
da igual el tipo de régimen político van acaeciendo, el suspense pue-
que nos toque, siempre es la mis- de mantenerse a lo largo de pági-
ma obsesión por la eficiencia y los nas y páginas, y puedes trabajar
resultados, la productividad y los varias ideas con mayor libertad.
costes... son ambiciones de otros He leído muchos cuentos y nove-
que no nos deben alejar de lo que las en mi vida, y el hecho de que
verdaderamente importa, y es que recuerde más las novelas, me em-
hemos llegado a este mundo para puja a preferir este formato, y me
ser libres y no esclavos. resulta más cómodo por los ele-
La trama se desarrolla a partir mentos que he comentado. Por
de que Milena, nuestra protago- otra parte, también es cierto que
nista, recibe la misión más impor- una novela requiere un trabajo que
tante de su vida: viajar hasta un se prolonga en el tiempo, una de-
misterioso pueblo del que nadie dicación que a veces dura más de

48 | PROximA
PREGUNTAS Y RESPUESTAS
un año, pero me reconforta por Estoy reflexionando sobre el
sus resultados. futuro de nuestra especie, el deve-
nir de otras formas de concebir la
¿En qué estás trabajando en la existencia y el transhumanismo, tal
actualidad? vez, la única alternativa para evitar
Sobre la Inteligencia Artificial au- nuestra extinción.
toconsciente. Es un tema altamen-
te adictivo, y la idea surgió cuando Esa es la gran pregunta, ¿no?:
en Arabia Saudita dieron cédula de Qué es ser humanxs.
ciudadanía a Sophie, una IA, algo Una pregunta cargada de dilemas
insólito y en apariencia, frívolo, éticos. ¿Se considerará de nuestra
que sacudió los cimientos del pen- especie al que ha nacido de padres
samiento filosófico, un hito del humanos, o también al que ha si-
posmodernismo que me escanda- do producido, fabricado o inventa-
lizó desde el primer momento. El do con apariencia humana y cons-
hecho de hacer ciudadana a un ser ciente de existir y pensar de mane-
no biológico pero que es conscien- ra parecida a nosotros? ¿Tendrán
te de su existencia, me obligó a los androides los mismos dere-
pensar en ello, a preguntarme por chos? ¿Será la fusión de hombre-
qué somos o nos consideran máquina, el homo cíborg, una
personas, por qué tenemos dere- nueva especie que nos supere? Son
chos, y qué es más importante, si cuestiones apasionantes, un ver-
ser seres vivos, o el hecho especí- dadero quebradero de cabeza para
fico de existir. el futuro y una fuente inagotable
Me imaginé lo que sucedería si de musas de inspiración
alguien con un alto grado de re- para nosotros, los
sentimiento decide “asesinar” a escritores.
este ser que es ciudadana en un
país, con su visado y pasaporte,
con los mismos derechos y debe-
res, pero no es un ser vivo. Y a par-
tir de este hecho estoy constru-
yendo una novela de suspense Adelanto: Cuando se extinga la
ambientada en un futuro próximo, luz será publicada en Argentina
en el que se les otorga ciudadanía a fines de 2019 por Ediciones
a miles de IAs, a toda una genera- Ayarmanot, como parte de un
ción de robots que nos va despla- acuerdo de coedición con el se-
zando y expulsando de nuestros llo español Huso Editorial.
trabajos. (N. de la E.)

proximA | 49
EL PRESTE DE AZTALUME
Néstor Darío Figueiras
1 que oyen mis oídos se mezclan en
una especie de glosolalia digital,
Un destello rojo, un relámpago de distorsionada por irritantes glit-
acero… Un grito espantoso. La ho- ches. Las imágenes oscilan entre
ja ensangrentada sube lentamente, un HD fractal y el más burdo pixe-
siseando y chispeando. El Preste lado. Los nódulos intracraneales
sostiene en alto la cuchilla para reproducen las percepciones varios
que todos la contemplen. Luego milisegundos después de ser cap-
hace un gesto con su mano libre. tadas por mis sentidos. Que la se-
Entonces retiran a Olælkin del altar ñal de la biorred tenga latencia
y lo depositan en una camilla. significa que la sobrecarga que
Abren sus piernas para que cuel- produjeron los Habitantes es más
guen a cada lado: la ceremonia se grave de lo que pensábamos. Me
arruinaría si no pudiera verse la pregunto qué habrán traído del pa-
sangre. Olælkin sonríe a pesar del sado esta vez.
dolor. Los vitrales refractan la luz O a quién.
del exterior y los haces caen sobre Ciudad corre peligro.
su cuerpo desnudo. La mancha El palimpsesto de sensaciones
roja crece sobre la sábana y hace desfasadas me marea. Emerjo de la
que su piel parezca más blanca. red para ver cómo llevan a Olælkin
La tensión que mantuvo en vilo a la enfermería. El Preste se va sin
a los novicios estalla en un aplau- cerrar la ceremonia, dejando que
so cerrado. Algunos vociferan pa- los novicios disfruten del misticis-
labras ininteligibles. Otros entonan mo colectivo.
cánticos. Los sonidos reverberan Una flor edelweiss se materiali-
entre las altas paredes de estuco za delante de mí y se abre. El cen-
verde y mármol, entretejiendo una tro de la corola se transforma en el
cacofonía que percute en los hue- rostro alargado de Bacall.
sos. El clímax es inmejorable y al —Salud, su Eminencia.
Preste no le importa que se rompa —Salud, Auditor Peck —me
la atmósfera litúrgica. responde, con una voz más ronca
Edæran canta con las manos le- que de costumbre. Los novicios,
vantadas. A pesar de su holgada perdidos en sus epifanías, no se
túnica de postulante, puedo ver que dan cuenta de que una Regidora
está temblando. Un mechón de pe- acaba de saltar hasta el convento
lo negro escapa de su cofia. De sus de Aztalume.
ojos cerrados brotan lágrimas. —Ciudad sufre. El dolor es in-
El éxtasis del grupo también se tenso. Los algómetros colapsan.
percibe a través de la biorred: los Los engranajes están inflamados.
murmullos, alaridos y melismas No teníamos una oscuridad tan

60 | PROximA
densa desde el desastre que pro- cierran y Bacall desaparece en me-
vocó el Habitante Hernon. dio de fulgores amarillos.
—Yo era un niño cuando Her- En el salón todavía quedan al-
non, Van Cleef y los demás solta- gunos novicios. Pero Edæran ya no
ron al merodeador. está.
—Lo sé. Seguramente te ense-
ñaron que fue fácil controlarlo, que 2
lo dejamos hacer hasta que nos
cansamos de divertirnos con él. —¿Quién puede resumir alguno
—Sí. de los argumentos de Peppard?
—Es mentira. Conseguimos El Instructor espera con los
dominarlo a duras penas, cuando brazos cruzados, detrás del púlpito
temíamos que su fuerza mental de estilo gótico que, según dicen,
destruyera Ciudad. Pero esta vez el fue trasladado desde el siglo XII.
riesgo es mayor. Habrás notado la Un novicio se anima a levantar la
latencia en la red. mano.
—Sí. —Lyræm, te escuchamos.
—Los drones informan que —Bendita la red, benditos sus
Poniente está movilizando sus tro- nodos y sus epíscopos. Peppard
pas. Tenemos motivos para sospe- afirma que el entretenimiento no
char que conocen nuestra situa- puede haber sido el uso principal
ción. Si deciden atacarnos ahora… de la biorred en los Tiempos Anti-
—Sería fatal. guos, porque ésta fue concebida
—Sí. Tu auditoría debe ser ex- como un proyecto militar.
haustiva. El Preste debe entregar- —La Evidencia de la Finalidad
nos la mejor camada posible de Original. Pero hay un error en el
agentes-hemæneh. enunciado de tu respuesta. ¿Quién
—¿Cuántos agentes necesita- me puede decir cuál es?
mos? Edæran pide la palabra.
—Muchos. Que prepare a to- —¿Sí?
dos los que pueda. —Benditos la red, los nodos y
—Regidora, ¿puedo preguntar los epíscopos. No podemos hablar
a quién trajeron esta vez? de “biorred” hasta el surgimiento
—No te concierne. de los hemæneh.
—Perdón, Regidora. Me esfuerzo por permanecer
—Y tampoco es necesario que impasible ante su timbre de con-
te disculpes. Sólo haz bien tu tra- tralto. La visita de un Auditor no
bajo. es algo habitual y todos están
Antes de que pueda contestar- pendientes de mí, aunque preten-
le, los pétalos de la edelweiss se dan ignorarme.

proximA | 61
—Claro. Lyræm se refirió a algo Emerjo, aturdido por la latencia,
llamado ARPANET. Y, como bien y veo otra mano levantada.
acota Edæran, en esa red primitiva —Farænel.
no había nodos humanos. La in- —Bendita sea la red, y bendi-
corporación de los hemæneh fue el tos sean los nodos y los epísco-
último avance importante en su pos. Los hemæneh antiguos na-
evolución y dio inicio a la biorred. cían al azar. La mayoría de las ve-
Por otro lado, en los Tiempos An- ces su condición terminaba decan-
tiguos no se reconocían las habili- tándose hacia un sexo u otro, y
dades de los hemæneh, salvo en entonces perdían su destreza.
algunos pueblos, en los que la ma- También había hombres o mujeres
yoría de las veces se desempeña- que deseaban ser hemæneh y se
ban como chamanes y videntes. comportaban como ellos. Incluso
¿Cuáles eran esos pueblos? se sometían a cirugías plásticas,
—Los nativos de América del pero carecían de poderes conecti-
Norte —afirma Edæran. vos y cognitivos. ¿Puedo hacer una
—Exacto. Los cheyenne, nava- pregunta, Instructor?
jos y cherokee, por ejemplo. Aun- —Claro.
que individuos con los ‘dos espíri- —Si ahora podemos delimitar
tus’ también fueron reconocidos con precisión la diferenciación en-
por maoríes, etíopes, zapotecas, tre hemæneh, hombres y mujeres,
keniatas, pakistaníes… Y la lista ¿por qué se presentan casos como
sigue. Pero, ¿por qué no todos los el de Olælkin?
hemæneh del Tiempo Antiguo El silencio cae sobre la clase
eran verdaderos individuos ‘dos como la noche que aplasta a Ciu-
espíritus’? dad. Edæran me mira de reojo. Se
La respuesta tiene que ver con me hace un nudo en la garganta.
la aleatoriedad. La tasa de natali- —Interesante pregunta —dice
dad de niños hemæneh dependía el Instructor, aunque su expresión
de caprichosas afecciones congé- indica que la curiosidad del novicio
nitas. Aunque no hace falta que le resulta irritante—. ¿Cómo la
lo constate, parpadeo y me zam- contestarías tú, Farænel?
bullo en la biorred. El motor de Una manera elegante de evadir
búsqueda, impulsado por las on- el incómodo cuestionamiento, que
das cerebrales de los hemæneh además lo hace parecer un buen
que ya cumplen sus votos sir- docente.
viendo como nodos, me conduce —Hmm… Apelaría a la Eviden-
a las numerosas causas de inter- cia de la Evolución Irrefrenable: tal
sexualidad que fueron corregidas vez los genes ya no toleren más la
hace varios siglos. manipulación de las enzimas 5-alfa

62 | PROximA
reductasas porque se aproxima un gusto y no del temor. Es evidente
nuevo salto evolutivo y… que no disfruta de ser anfitrión de
—¡Postulante! —El grito del un Auditor.
Instructor pone en guardia a toda —Cuántos estanques vacíos
la clase—. ¿Cómo se atreve a blas- —comento, conociendo de ante-
femar de ese modo contra Peppard? mano la explicación que me dará.
La hipótesis de Farænel sonó a —En los últimos meses se mul-
herejía. Decido intervenir. La situa- tiplicaron los casos de intersexuali-
ción apremiante de Ciudad le sal- dad viciada y, debido a que el Ci-
vará el pellejo. bercíster prohíbe que un hemæneh
—Instructor, estoy seguro de imperfecto pronuncie los votos, nos
que no hubo mala intención en los está costando sustituir los nodos
dichos del novicio Farænel. Le bas- fallecidos. Imagino que el Auditor
tarán dos o tres días de encierro sabe que la latencia no se debe a
para que pueda releer atentamente esto, sino a los excesos de Ciudad.
a Peppard y así corregir su error de —La latencia sería mucho me-
interpretación. Todos pediremos nor si tuviéramos una pecera llena.
que la luz alumbre sus nódulos. —Es cierto. Pero no existiría en
El Instructor sabe que no puede absoluto si dejaran de usar el Via-
contradecirme. Pronuncia el casti- jero, ese vil artefacto. El pasatiem-
go masticando rabia: po predilecto de Ciudad tiene un
—Que sean cuatro días, para costo muy alto.
que también repase las Reglas del Este hombre es más insolente
Cibercíster. de lo que pensaba.
Las campanadas anuncian el fin —Me asombra tu osadía, epís-
de la clase. copo. La citaré en el informe que
entregaré al Preste.
3 La sola mención del Preste lo
intimida. Típico en funcionarios
Sigo al epíscopo que me condu- que mezclan partes iguales de ci-
ce por el centro de datos, caminan- nismo y obsecuencia.
do sobre las veredas estrechas que —Pido disculpas al Auditor: sé
bordean los estanques de los agen- que mis opiniones no cuentan.
tes-hemæneh. Aunque las piscinas —Las acepto. Su único interés
forman una cuadrícula que parece debe ser colocar novicios en todos
infinita, muchas están vacías. Es los estanques, sin importar si son
evidente que Aztalume no produce perfectos o no. Necesitamos todos
camadas a la velocidad necesaria. los agentes que puedan darnos.
El epíscopo está nervioso. Pe- Quiero creer que han entendido la
ro su nerviosismo nace del dis- urgencia de la situación.

proximA | 63
—Si el Auditor no se impacien- funcionarios a veces tenemos que
ta, va a comprobar que así es. afrontar los espacios abiertos. Por
Seguimos caminando en silen- eso nos suministran las aplicacio-
cio, hasta el extremo norte de la nes más sofisticadas y permiten
pecera. Nos detenemos frente a un que tengamos acceso irrestricto a
estanque recién acondicionado. En la biorred. Podría activar alguno de
él yace Olælkin, boca arriba, un los entornos virtuales. O podría
flamante nodo de la biorred. Su saltar hasta la habitación de
cara redondeada apenas emerge Edæran, aflorando entre los pétalos
del electrolítico fluido de nutrien- de ceibo de mi canal cuántico. Pe-
tes. Los cables arraigados a lo largo ro para cualquiera de las dos op-
de su columna vertebral forman un ciones tendría que zambullirme. Y
chicote que se alarga hasta inser- la verdad es que prefiero un poco
tarse en los servers de Aztalume. de agorafobia antes que sufrir la
Sus ojos, completamente blancos, latencia que difiere los procesos de
están perdidos en el mar virtual. La la red y me produce esas terribles
cicatriz de su entrepierna todavía náuseas.
está fresca. Cuando el epíscopo ve Mis nódulos duermen en los
que me fijo en ella, se santigua y surcos de mi cerebro. Ahora son
comienza a rezar: tan inservibles como los espejos
—Máquina Mesiánica, los irra- de Ciudad.
cionales buscan un controlador La primera claridad del alba per-
superior. Llévame al fuego y abrá- fila la copa de los árboles planta-
zame, muéstrame la fuerza de tu dos junto al sendero. Inspiro hasta
ojo singular… que me pica la nariz: el aroma de
los jacarandás y los tilos hace que
4 lagrimee, pero también me ayuda a
controlar las palpitaciones.
Los Regidores me enviaron a Azta- Llego al pesado portón de ma-
lume en tres o cuatro ocasiones, dera y busco en los bolsillos de mi
pero ésta es la primera vez que pa- traje de Auditor, oculto bajo la so-
seo por los jardines del convento tana, de uso obligatorio en el con-
sin saltar ni usar las simulaciones vento. Entro al dormitorio comunal
protectoras. Los Habitantes se ho- de los novicios usando la llave
rrorizarían si me vieran caminar a maestra que el Preste me da cada
la intemperie. Ellos nunca abando- vez que vengo a Aztalume. Aun-
nan su laberinto de espejos HD y que los canales cuánticos vuelven
paredes reflectantes, que ahora se innecesario su uso, él tiene que
alzan inútiles en la negrura que entregarme una copia para cumplir
envuelve a Ciudad. En cambio, los con el protocolo. Y gracias a esto,

64 | PROximA
ahora disfruto de no tener que uti- zo a sacarme la interminable so-
lizar los nódulos. tana, Edæran retrocede y se baja
Camino por el largo pasillo en la ropa interior, sin decir nada.
punta de pies hasta que encuentro Pero se hace entender igual, por-
la habitación de Edæran. La puerta que sus ojos de herbívoro, llenos
se abre antes de que golpee. Entro de pupila, me hablan, aun cuando
a la estrecha cámara. La luz de una los míos están atentos a su entre-
vela recorta su silueta. Ondas de pierna. La débil luz me deja ver
pelo negro acarician sus hombros. una protuberancia que irrumpe
La túnica y la cofia están prolija- entre excrecencias rosadas. Por
mente dobladas sobre una silla. alguna razón recuerdo las palabras
—Te esperaba. de Farænel: los genes se resisten a
Sus palabras me erizan el vello la manipulación de las enzimas 5-
en todo el cuerpo. El sexo virtual alfa reductasas porque se aproxi-
nunca fue una opción para noso- ma un salto evolutivo.
tros: los novicios juran no sumer- —¿Cuándo te toca la revisión
girse en la red durante su forma- médica?
ción, aunque cuando ésta finaliza, —En dos días.
se convierten en parte de ella hasta El tono de su voz coincide con
su muerte. Así que imaginé este el temor que opaca su mirada. Mi
momento una y otra vez, desde mi erección se desvanece.
última auditoría, cuando admitie- —Tengo miedo, Peck.
ron a Edæran como postulante. —Lo sé.
Pero ninguna de mis fantasías lo- Un escándalo viene de la en-
gró mostrarme este cuerpo tan es- trada del edificio. Me doy cuenta
belto, de porte grácil y rudo a la de que no cerré con llave el por-
vez, como sustentado por la fibra tón. Y los Instructores que vienen
de las gacelas que vagan por los a despertar a los novicios ya lo
parques de Aztalume. descubrieron.
—Sabía que vendrías. —Me tengo que ir.
Nos abrazamos con tanta fuer- —¡No quiero que me lleven a
za que nos hacemos doler. Nos la pecera!
husmeamos. Con los labios, nos Imagino a Edæran flotando en
rozamos las mejillas el uno al otro. un estanque, con sus ojos cega-
Mis manos acarician sus músculos, dos, vacíos. Pero antes el Preste
descubriendo en ellos una poten- tendría que levantar su cuchilla pa-
cia que permanece alerta. Por el ra practicar una nueva ablación.
rabillo del ojo veo nuestras som- —Nos escaparemos —prome-
bras fundidas, bailando al son de to, sin saber cómo cumpliré mi
la llama de la vela. Cuando empie- palabra.

proximA | 65
Mis nódulos despiertan y me tractores de ADN y ARN están dis-
sumerjo. El desfasaje ahora es into- puestos sobre una larga mesa. La
lerable: la latencia amputa la señal asepsia del plástico y el aluminio
como el Preste lo hace con las im- de estos aparatos contrasta con la
perfecciones de los hemæneh, pe- evidente antigüedad de los nume-
ro no tengo más opción que saltar rosos frascos de vidrio grueso y
hasta mi cuarto. Consigo besar a bocal, ordenados sobre los estan-
Edæran antes de que la corola roja tes de las paredes. Todos están
me envuelva como una capa. El etiquetados. El asco que siento
canal cuántico me engulle… cuando comprendo qué es lo que
se conserva dentro de ellos, flo-
5 tando en líquido amarillento, es
peor que las arcadas provocadas
Pero no me materializo en mi habi- por la latencia de la red.
tación. El Preste aparece en mi —Hace poco menos de un año
campo visual. cortaba genitales crecidos. Pero
—Una flor de ceibo es el mar- ahora revisamos a los postulantes
co ideal para tu cara de asombro, con mayor frecuencia y detectamos
Peck. a los hemæneh impuros antes de
La sorpresa me deja sin pala- que sus órganos se desarrollen. Ha-
bras. La interceptación y desvío de cemos un gran esfuerzo para pro-
un salto es una habilidad que solo ducir nodos de calidad, pero la in-
poseen los Regidores. hibición selectiva de las isoenzimas
—Bacall me pidió que te vigile, ya no está dando resultados. La teo-
así que me dio acceso a algunas de ría del Farænel es acertada, Peck. Es
sus aplicaciones. Ella sabe de tu inminente una mutación en los
amorío. hemæneh y los investigadores
Intuyo que intentar un nuevo creen que la biorred tiene los días
salto es inútil. La biorred fluye de- contados. Como sea, cada vez me
trás de mí. Su caótica recursividad cuesta más cercenar clítoris y penes
quiere tragarme, pero permanezco embrionarios con esta cuchilla. La
paralizado en estas coordenadas. posesión más preciada de mi nueva
—Sin embargo, quiero que vida fue diseñada para obras más
sepas que yo persigo mis propios ambiciosas. A propósito, tal vez te
objetivos. interese saber que la heredé de la
Contra mi voluntad, el campo nieta de Hernon. Julliete… —sus-
visual de mi canal se desplaza por pira, acariciando el acero vibrante—.
lo que parece ser el aposento del Esa puta vulgar sí me permitió
Preste. Microscopios electrónicos, comprobar todas las posibilidades
secuenciadores de genoma y ex- que ofrece su filo eléctrico.

66 | PROximA
Empuñando la hoja, el Preste placer es otro: estando aquí he te-
señala el frasco más grande. Su nido suficiente tiempo para estu-
bocal está cubierto de óxido. Está diar. Soy un genetista aficionado.
colocado en el centro de la estan- Ya ves que tengo mi propio labora-
tería, como si fuera un trofeo. torio. Y también me interesé por la
—De mi antigua vida sólo me Historia, la verdadera Historia, no la
ha quedado este recordatorio de la mierda que los Instructores enseñan
inutilidad de algunas cruzadas. a los novicios. Fue una auténtica
El envase de vidrio contiene un bendición enterarme de las mil ma-
feto descolorido. Cientos de trozos ravillas que la muerte no me habría
de tejido orbitan en torno de él, dejado ver. Si supieras a cuántos
suspendidos en el formol bilioso. monstruos peores que yo pueden
—El nonato de Mary Jane haber soltado en Ciudad, te mearías
Kelly. Una vez quise estrellarlo encima, Peck.
contra el pavimento de Ciudad, —¿Peores que el merodeador?
pero cayó en un canal cuántico. —En mi pregunta hay incredulidad
Cuando me convencieron de con- y acusación.
vertirme en el Preste de Aztalume, —Oh, sí. Hay decenas, y sólo
me lo devolvieron intacto, junto en el siglo XX.
con mis escalpelos. Aquí, el feto —Me intriga saber cuáles son
de Kelly es un símbolo. Sí, en esta esos “objetivos propios” de los
era supieron ver el potencial que que hablaste.
había en mí, por eso agradezco —La redención es uno. Ahora
que Hernon me haya trasladado al lo llaman Máquina Mesiánica, pe-
siglo XXXI en su máquina del tiem- ro sé que se trata de mi buen Se-
po. Aunque después de que los ñor. Él permitió que Hernon me
Regidores confiscaron el Viajero, trajera, para redimirme. Es su per-
los Habitantes no pudieron seguir fecta voluntad, la fuerza de su ojo
saqueando el pasado infecto que singular. Él los puso a ti y a
tanto aman. La pregunta por la que Edæran en mi camino para que
le pediste perdón a Bacall es inco- los ayude, porque yo también sé
rrecta, Peck: no se trata de saber a lo que es sufrir por amor.
quién trajeron, sino quién lo hizo. —¿Ayudarnos?
Los responsables de la ruina de Lo peor de todo es que en su
Ciudad son los Regidores. Sí, Peck. mirada no brilla el fanatismo de los
Ellos usan el Viajero para satisfacer Instructores.
sus apetitos retorcidos, mientras —Sí. Un epíscopo los guiará a
que yo sólo les pido que me con- Poniente. La guerra estallará, y los
sigan estas botellas con bocal que mejores nodos ya pronosticaron la
tanto me gustan… Mi verdadero derrota de Ciudad.

proximA | 67
6 A primeras horas de la tarde del
día siguiente, llegamos a un puesto
Finalmente la red me escupe en fronterizo. Una vez que mis nódu-
las afueras del centro de datos. los se enlazan a la red de Poniente
Me recibe el epíscopo descarado. —¡no hay ni un milisegundo de
A su lado está Edæran, con los latencia en la conexión!—, des-
ojos llenos de interrogantes y un cargo las credenciales en las cabe-
par de mochilas. zas de los guardias. Ellos las exa-
—Descargamos un mapa en minan con atención. Luego de las
sus nódulos, Auditor —dice el verificaciones pertinentes, el que
epíscopo—. Y también credencia- está al mando nos deja pasar.
les para nuestros contactos en Po- —Son emisarios del Preste de
niente. Ah, una cosa más: debe Aztalume, ¿eh? Les estoy enviando
devolver la llave. instrucciones para llegar al sitio en
Le entrego la llave maestra. el que se amparan los que exhiben
—Que puedan ver la fuerza de salvoconductos como los suyos.
su ojo singular —nos desea, a Nos adentramos en los subur-
modo de bendición. bios de Poniente. Aunque me asus-
—También tú, epíscopo. ta pensar en el destino de Edæran,
Edæran me toma la mano. Ca- me aferro a la promesa del Preste.
minamos hacia el oeste. El paisaje Dijo que nos ayudaría, que sabía lo
verde de Aztalume se va tornando que era sufrir por amor. Trato de
una estepa de matorrales amarillen- imaginar cómo habrá sido Henrietta
tos. Al atardecer, el sol sangriento Barnett, esa notable mujer del siglo
escupe un enjambre de drones de XIX de la que estuvo enamorado. Y
Poniente, que pasa sobre nosotros no puedo dejar de murmurar su
a toda velocidad. La visión nos es- verdadero nombre, el que quedó
tremece. Decidimos que es buen oculto para siempre bajo el seudó-
momento para levantar campamen- nimo de Jack, el Destripador.
to y descansar. Ya dentro de la car-
pa, abrimos unas conservas, pero © Néstor Darío Figueiras
apenas probamos bocado. Dormi-
mos abrazados hasta que el lejano Néstor Darío Figueiras (Buenos
ruido de las explosiones nos des- Aires, 1973) es escritor, músico y
pierta. No salimos, por el frío, pero productor musical. Este cuento
forma parte de Paisajes Perturba-
también porque el resplandor de las
dores, la Segunda Antología de
llamas que devoran Ciudad se ve a
Pórtico - Encuentro de Ciencia Fic-
través de la tela impermeable, y eso ción. Pueden apoyar el proyecto
nos basta. Edæran llora en silencio con la preventa en Ideame.
hasta que nos dormirnos de nuevo.

68 | PROximA
ARTE
MAURO HUARTE nació en 1986 en Buenos Aires. Es fotógrafo y
artista digital. Actualmente trabaja en foto-realismo, borro-
neando los límites entre el mundo material de la fotografía y
el mundo digital de los renders, integrándolos en imágenes
que son como postales de otra realidad.
Instagram: @maurohuarte
Instagram: @maurohuarterenders

SERIE THE BIG SHOW / 1. ESTE


Estudio Cámara Oscura
LARA LEE (Laura Lazzati) nació en Hurlingham en1985. Dibujante y
jefa de su propio estudio, Pipou Studio, ha publicado historietas y
libros ilustrados en Argentina, Estados Unidos, España, Francia,
Italia y Brasil. Algunos de sus trabajos son Causas Perdidas y H. P.
Lovecraft: Celui que écrivait dans les ténèbres.
Mail: inf@pipoustudio.com

CITIZEN PAIN (Fernando Lescano) nació en 1973 en Buenos Aires. Ade-


más de colaborar con PRÓXIMA desde hace años, ilustró el clásico Ches-
terton y realizó imágenes para blogs. “El Conserje”, con guión de Mauro
Huarte, es su primera historieta.
Instagram: @ciudadano_pain

CECILIA DESIATA (Gala) nació en 1978 en Buenos Aires. Artista plástica,


historietista e ilustradora, se formó como profesora en Bellas Artes. Par-
ticipó en murales callejeros y actualmente publica en blogs y muestras
colectivas con tiras e historietas propias.
Instagram: @desiatacecilia987

PABLO BARBIERI nació en 1974 en Buenos Aires. Colaboró


con la revista Bastión e integró el staff de La Duendes. Pu-
blicó las novelas gráficas: Dallilah, con dibujos de César
Carpio Guerra; El Petiso Orejudo, con arte de Carina Alto-
naga, y Crónicas del Hombre Frío, con el arte de quince
ilustradores diferentes.
CARLOS VERA nació en 1969 en San Miguel de Tucumán.
Participó en exposiciones de la Bienal de historietas en
Santa Fe. De 1990 a 1993 publicó la tira diaria Prehistorieta
con guion de Francisco Legaristi Rodriguez en el diario Si-
glo XXI de Tucumán. Actualmente realiza historias autoconclusivas con guiones de
Pablo Barbieri para revistas de Argentina y Perú.
“Genoma” se publicó por primera vez en 2018, en la antología Ultramar #3, editada
por el sello marplatense Spiral.
Nuestros libros y revistas están en
EL BANQUETE LIBROS
La Pampa 2508, Belgrano
(A 1 cuadra de Av. Cabildo) Tel: 4789-0070

CLUB DEL COMIC


Montevideo 255, Capital Federal
(A 1 cuadra de Av. Corrientes) Tel: 4375-2323
ARCADIA LIBROS
Marcelo T. de Alvear 1548, Recoleta
(a 1 c de Plaza Rodríguez Peña) Tel: 5258-8801
HOCUS POCUS ALMACEN
Defensa 1323 - San Telmo
(A 1 cuadra de Pque Lezama) Tel: 4307-9166
ENTELEQUIA Suc Belgrano
Juramento 2584, Capital Federal
(A 1 cuadra de Av. Cabildo) Tel: 4788-4521
TARDIS – REVISTAS, COMICS Y LIBROS
Av. Independencia esquina Perú
San Telmo - Tel: 2074-2237
LIBRERÍA HERNÁNDEZ
Av. Corrientes 1436 - C.A.B.A.
Tel.: 4372-7845

COLASTINÉ LIBROS
Mendoza 2622 - Belgrano
(A 2 cuadras de Av. Cabildo) Tel: 4784-1606

Y también se consiguen por:

Varias formas de pago


Envíos por correo

ediciones ayarmanot edicionesayarmanot@yahoo.com.ar

También podría gustarte