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Israel VianaSEGUIRMADRID Actualizado:03/11/2020 08:09hGUARDAR
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fueron más de 20.000 hombres los que pasaron por los cinco
pontones que había fondeados frente a las costas de la ciudad,
antiguos navíos de línea que fueron convertidos en auténticas
prisiones en medio del mar, donde las enfermedades y la malnutrición
campaban a sus anchas acabando con la vida de decenas de ellos cada
día. Tan crítica era la situación que, ante la impotencia de la
autoridades españolas de abastecer siquiera a su propia población de
alimentos de primera necesidad, y las británicas, que no quisieron
devolverlos a su país ante el miedo de que regresaran a luchar de
nuevo, los franceses acabaron comiéndose a los perros que había a
bordo y hasta a se plantearon el canibalismo con los compañeros
negros de la tripulación.
«Pronto se dejó de reír. La armada de Dupont, de la que esperábamos
nuestra pronta liberación, había capitulado. Los españoles los habían
hecho prisioneros [...]. Las enfermedades se cebaron en poco tiempo
con unos hombres presos y malnutridos así. Fui testigo de cómo
nacieron y cómo se propagaron todo tipo de fiebres: diarrea,
disentería, tifus, escorbuto. Yo esperaba mi turno», reconocía el
marino sobre las calamidades que vivieron aquellos hombres, cuya
historia fue rescatada en 2012 por la historiadora gaditana de origen
irlandés Lourdes Márquez Carmona, en «Recordando un olvido.
Pontones prisiones en la Bahía de Cádiz. 1808-1810» (Círculo Rojo).
Un libro del que ahora publica su segunda y mejorada edición con
nuevos datos y mapas sobre la ubicación exacta de estas cárceles
flotantes en la bahía.
Michel Maffiotte
«La pista me la dio el tataranieto de Michel Maffiotte —recuerda la
autora—, timonel del navío Indomptable que combatió en Trafalgar en
1805, al que conocí cuando publiqué un libro sobre aquella batalla. Su
tatarabuelo había luchado también junto al almirante Rosily, jefe de la
armada francesa, en la batalla de la Poza de Santa Isabel a comienzos
de la Guerra de la Independencia y me trajo sus memorias
manuscritas sobre aquel episodio de 1808. Ahí leí por primera vez la
palabra pontón. Pero, curiosamente, en ellas había escrito la derrota
al detalle y luego mencionaba de pasada que fue introducido en uno de
los pontones, sin describir nada de esa experiencia. Supongo que por
lo dura y traumática que fue, porque luego sí que seguía relatando
ampliamente su viaje hasta Canarias. “Ahora entiendo porque mi
tatarabuelo no contó nunca nada de lo que sufrió en los pontones”, me
dijo el tataranieto, quien me confesó que había llorado al leer mi
libro».
Batalla de Bailén
A esos 3.500 prisioneros de la Poza de Santa Isabel se unieron un mes
después los 17.500 soldados de la «Armée du Midi» al mando del
general Dupont, tras rendirse ante el general Castaños en la
famosa batalla de Bailén . Se dirigían hacia el sur para conquistar
Andalucía por orden de Bonaparte. Entre ellos iban 500 marinos de la
Guardia Imperial que debían sustituir a la guarnición de Rosily en la
bahía de Cádiz. Pero, al final, todos acabaron igualmente presos. Y si
sumamos a los civiles galos que fueron apresados en la ciudad,
sumamos más de 24.000 rehenes.
Mapa de
1823, con la ubicación de los pontones