Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Israel VianaMADRID Actualizado:10/10/2020 05:38hGUARDAR
NOTICIAS RELACIONADAS
Las duras críticas del general republicano Vicente Rojo a la bandera tricolor:
«Solo consiguió dividir a España»
La bala perdida que mató a Durruti en 1936: el mayor misterio de la Guerra
Civil 85 años después
Franco, Churchill y Negrín: las olvidadas negociaciones que pudieron poner fin
a la Guerra Civil antes de 1937
Si usted pasea hoy, más de 80 años después, por los campos que
rodean a pueblos como Pinell, Miravet, Ribarroja, Flix, Ascó o
Fatarella, todavía puede ver sobre el terreno los restos humanos de los
soldados caídos en la batalla más devastadora de la Guerra Civil : la
batalla del Ebro. Se los encuentra uno con tanta frecuencia en el suelo,
sin necesidad de cavar ningún agujero, que para los vecinos se ha
convertido en una rutina. Prueba de ello es que, cuando se aprobó
la Ley de Fosas catalana en junio de 2009, la Generalitat recibió de
estos más de 600 restos óseos de un mínimo de 63 soldados en tan
solo unos meses.
Tan encarnizada fue la batalla
El último superviviente
Hoy en día, las lomas y los barrancos del Ebro continúan sembradas
con más de cien mil toneladas de metralla. Lo único que consiguió la
República con aquella ofensiva fue retrasar cuatro meses el final de la
Guerra Civil. Franco desgastó al Ejército Republicano hasta el punto
de que ya no pudo recuperarse. «Se había fantaseado tanto, se había
hecho tan intensa la propaganda a base de fotografías y relatos
truculentos, que algunos comenzamos a concebir esperanzas»,
explicaba un prisionero republicano a un periodista del ABC de
Sevilla , en 1938, mientras la edición madrileña insistía en su relato:
«La lección del Ebro es enteramente optimista para las armas
republicanas. La retaguardia facciosa ha acusado el daño infligido de
esta formidable batalla».
El pasado mes de abril, fallecía a los 102 años, en una residencia de
Barcelona, el último superviviente de este episodio: Nicolás López
López. Era natural de Serón, un municipio de la provincia de
Almería, pero la sublevación le había cogido en la Ciudad Condal
recién cumplida la mayoría de edad. Fue movilizado por el Ejército
republicano junto a su hermano Antonio y, según contaban sus hijas
a «La Voz de Almería» , durante toda su vida se mostró muy reservado
en lo que respecta a contar sus vivencias en la Batalla del Ebro. Solo
muy recientemente, poco antes de morir, había aceptado participar en
un proyecto educativo sobre el final de la contienda, repasando las
penurias y adversidades que tuvieron que soportar.