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Facultad de Derecho
Escuela de Graduados
Curso Reforma Procesal Civil
Prof. Sr. Francisco Ferrada Culaciati
Diciembre de 2012
RESUMEN
2
1. Introducción
3
donde el Tribunal Constitucional se pronunció sobre una cláusula de
discrecionalidad. La relevancia de esa declaración se verá más adelante. La
sección quinta se ocupa ya derechamente del recurso extraordinario,
examinándose su estructura, aspectos procesales, técnica jurídica empleada
por el proyecto, y problemas de coherencia interna con el resto del sistema
jurídico. La sección sexta de conclusiones entrega un balance de las
anteriores a la luz de una pregunta sugerida en el curso: “¿con qué clase de
Corte Suprema queremos contar?”.
1
Calamandrei (1945), vol. I, tomo I, pp. 18-19.
4
realizar algunas distinciones si se quiere dar cuenta de la naturaleza del
instituto, en particular frente a la diferencia que el propio Calamandrei
explicita entre Corte de casación y recurso de casación. Cuando nos
movemos en el nivel estructural, podemos encontrarnos con un tribunal que
cumple ciertas características, a saber: (1) ser el órgano judicial supremo y
único al interior del Estado, (2) ejercer una finalidad no jurisdiccional, (3)
controlar que los jueces fallen de acuerdo a la ley, (4) controlar la uniformidad
de la interpretación jurisprudencial, (5) ejercer un poder negativo de
anulación, y (6) tomar por objeto sentencias que contengan un error de
derecho en la decisión de mérito. En cambio, si nos movemos en el nivel
procesal, encontramos un recurso que tiene por características: (1) ser una
acción de impugnación, (2) se presenta ante un juez superior, (3) se dirige a
obtener la anulación de una sentencia, (4) se esgrime como causal que la
sentencia tenga un error de derecho en la decisión de mérito.2
Como se observa, son varias las diferencias atendido el punto de
vista estructural o procesal que se adopte. Una de las oposiciones más
marcadas que se puede apreciar es entre la finalidad no jurisdiccional del
aspecto estructural y la naturaleza de acción del aspecto procesal. Es decir,
adoptando el punto de vista estructural concluimos que una Corte de
casación tiene por horizonte no resolver un asunto controvertido (para
emplear uno de los aspectos más salientes del concepto de jurisdicción), sino
en cambio controlar el razonamiento y la interpretación judicial. Adoptando en
cambio la visión procesal, es posible visualizar a la casación como una
acción, y por ende una parte del haz de derechos subjetivos que los
individuos tienen para poner en movimiento al aparato judicial en aras de
tutelar sus intereses. Esta oposición doctrinariamente ha sido identificada por
los conceptos de ius constitutionis y ius litigatoris, respectivamente.
Siguiendo a Michele Taruffo, se entiende que se otorga primacía al ius
constitutionis cuando se opta “por la solución más justa sobre la base de
criterios generales de interpretación”, y que en cambio se la otorga al ius
litigatoris cuando se opta “por la solución interpretativa que mejor se adapte a
las peculiaridades del caso concreto”.3 En el corazón de privilegiar el ius
constitutionis se encuentra la idea que un tribunal de casación ha de velar
por el resguardo del derecho objetivo. Esa función ha sido denominada
nomofiláctica, (a partir del vocablo nomofilaxis, nomos–ley, filakos–
protección, literalmente “protección de la ley”). Este aspecto es el que
2
Calamandrei (1945), vol. I, tomo II, p. 369.
3
Taruffo (2005), p. 130.
5
Calamandrei identifica como no-jurisdiccional y que él mismo reconoce es
absolutamente novedoso como característica de un tribunal.4
La función nomofiláctica tiene su justificación en la desconfianza que
el movimiento ilustrado y posteriormente la codificación tuvieron de los jueces
inferiores, en particular respecto a la libertad del juez para interpretar la ley.
No es de extrañar que en ese escenario el Código napoleónico optara por
suprimir las normas de interpretación legal que el proyecto contenía, pues al
juez le es dado solamente pronunciar el derecho, no interpretarlo ni mucho
menos crearlo. A decir de Hassemer,
4
En nuestro ordenamiento jurídico la acción de amparo económico, contenida
en la ley 18.971, de 10 de marzo de 1990, es ejemplar a este respecto, pues se
trata de una institución que categóricamente tutela la sola protección de la ley, en su
caso, en rigor, la protección del orden público económico que posee rango
constitucional. Cualquiera persona puede interponerla, argumentando tan solo la
infracción del art. 19 N.° 21 de la Constitución Política. La ley expresamente
establece que “el actor no necesitará tener interés actual en los hechos
denunciados”.
5
Hassemer (1992), p. 202.
6
pronunciarse sobre el mérito de la controversia. En tercer lugar se ha
constatado la existencia de un modelo híbrido, en el cual se controlan tanto
los errores de derecho como los de hecho, decidiendo el tribunal el mérito de
la controversia.6
Se cual fuere la versión de la casación que encontremos, es común a
ellas el velar por una correcta interpretación de la ley. Dicha finalidad va
unida a la de mantener una jurisprudencia uniforme. El derecho cumple
diversas funciones sociales, siendo la seguridad jurídica una de las más
relevantes. Suele esgrimírsela como fundamento del control sobre la
uniformidad jurisprudencial. Después de todo, uno de los presupuestos de
esa función social es que la ley sea conocida por todos, pero que también su
aplicación sea predecible. La forma en qué los tribunales aplicarán el
derecho debe estar sujeta a ciertos límites, de forma tal que las personas
puedan razonablemente prever cuáles pueden ser las consecuencias
jurídicas de sus comportamientos. De ahí que a la función nomofiláctica vaya
unida la de uniformación jurisprudencial.
¿Poseen alguna relación ambas? A primera vista, parece fluir de la
tutela sobre la interpretación legal que lo buscado es definir con precisión los
alcances de la ley, de tal manera que el sentido que se le pueda atribuir no
sea plural. La función nomofiláctica se cumple, eso sí, represivamente: una
vez constatado que un juez ha tergiversado el sentido propio de una ley, la
casación se dirige a anular dicha interpretación. En el modelo puro, de
hecho, únicamente hace eso: la Corte de Casación francesa “casa, anula y
remite”.7 Con todo, la noción misma de controlar la interpretación de la ley es
controvertida. Por ejemplo, y comentando la normativa italiana, Taruffo
distingue dos formas en que la expresión “exacta observancia de la ley”
puede ser comprendida. Por un lado, “asegurar la exacta observancia de la
ley significa esencialmente controlar que las decisiones sobre cada caso
concreto se otorguen sobre la base de razones jurídicas válidas”. Se trata
aquí de controlar la aplicación de la ley, y la forma en que el juez realiza la
justificación externa en su razonamiento jurídico. Por otro lado, puede
entenderse “la exacta observancia de la ley como individualización de la
interpretación correcta de las normas jurídicas en sí consideradas. Desde
este punto de vista, la función de la casación es la de intérprete de la ley,
más que de controlar interpretaciones/aplicaciones ajenas”. Lo que está en
juego en este segundo sentido es un pronunciamiento sobre el significado
6
Taruffo (2005), pp. 12 y 62; Maturana Miquel (2012), p. 445.
7
Maturana Miquel (2012), p. 445.
7
general de la ley, por lo que el juicio que haga el tribunal tiene una pretensión
prospectiva dirigida a futuras aplicaciones de la norma.8
Es en este segundo sentido que la idea de protección de la ley implica
un mandato de uniformidad interpretativa dirigido hacia el futuro. Dicho de
otra forma, mediante la casación es posible reaccionar ante una “infracción
de ley”, para usar la terminología del legislador chileno. Esa reacción tiene un
rostro doble, pues mientras mira hacia la pasada interpretación errónea que
motiva la interposición del recurso, mira también hacia el futuro al sugerir que
cualquier sentencia que en lo sucesivo se aparte del canon interpretativo
establecido por la Corte será susceptible de ser casada.
¿Qué características manifiesta la casación chilena a la luz de estas
prevenciones? Cristián Maturana lo resume de la siguiente forma:
8
Taruffo (2005), pp. 92-93.
9
Maturana Miquel (2012), p. 446.
8
equivale a la mitad del total de ingresos que la Corte Suprema recibe
anualmente (véase cuadro 1).
Cuadro 1
Número de ingresos, fallos, y causas pendientes de la Corte Suprema
chilena por período.10
10
Cuadro simplificado del entregado en García G. (2008), p. 7, y
complementado en los años faltantes con información disponible en el sitio web del
Poder Judicial (www.poderjudicial.cl).
9
seguirse de la prueba y discusión realizada en el juicio. ¿Puede un tribunal
dar una respuesta razonada en un lapso de tiempo razonable al número de
actual de causas ingresadas? Todo parece indicar que si se quiere
homenajear aquellos principios, es necesario reducir el número de casos que
la Corte Suprema conoce anualmente. Una posible herramienta para
disminuir dicho número se encuentra en algún mecanismo de selección de
causas, mediante el empleo de una cláusula de selección discrecional. Esa
es una herramienta cuya aplicación en el derecho comparado
anglonorteamericano tiene ya varias décadas, pero que es poco probable
sea aceptada sin más por la comunidad jurídica chilena. Del certiorari, que el
PNCPC reproduce con variaciones en el nuevo recurso extraordinario, me
paso a ocupar a continuación.
3. El certiorari estadounidense
11
Gómez-Palacio (1999), pp. 496-497.
10
procedimiento de apelación. Dicha parte, ahora denominada “peticionario”
(“petitioner”) solicita a la Corte Suprema que conozca de su caso, y proceda
a revocar la sentencia. Quien obtuvo en juicio se convierte ahora en
“respondent”, y puede a su vez solicitar a la Corte no conceda el writ. Desde
un punto de vista procesal es tentador observar en esta estructura la de un
recurso: una parte, insatisfecha por la sentencia de su causa, recurre ante el
tribunal superior jerárquico solicitando se revoque el fallo. Esto, como se
verá, es solamente aparente.
La Corte Suprema recibe anualmente varios miles de peticiones.
Existe la posibilidad que la petición sea llenada in forma pauperis, sin la
asistencia de un letrado. La mayoría de estas peticiones son derechamente
frívolas. Así, Clarence Brummet solicitó de manera reiterada a la Corte el
apoyo para realizar la guerra a Turquía (Ex parte Brummet 295 US 719). En
otros casos, solicitudes in forma pauperis han sido acogidas, como en el
caso de Clarence Gideon, una reclusa en una prisión de Florida que envío su
solicitud manuscrita y provocó un pronunciamiento de la Corte estableciendo
que los estados deben proveer defensa letrada a los indigentes acusados de
crímenes (Gideon v. Wainwright 372 US 335).12 Al margen de esos casos
más bien aislados, quienes se han ocupado de realizar estadísticas de las
peticiones de certiorari, y su posterior aceptación o rechazo por parte de la
Corte, concuerdan en que de esos varios miles, los menos relevantes son los
in forma pauperis.
Las peticiones son recibidas por un grupo de funcionarios (“clerks”)
que se encargan de identificar aquellas que poseen algún mérito. En esa
etapa, se distribuyen memoranda entre los jueces (“justices”), para
posteriormente el juez presidente (“chief justice”) elaborar una “lista de
discusión” (“Discuss List”), que circula entre los jueces, quienes pueden
añadir casos. Un caso que no es incluido en la lista se entiende que
automáticamente se le ha denegado el writ. De acuerdo a los estudios
empíricos, existen seis categorías de casos que raramente llegan a
conformar la lista: (1) litigantes indigentes, (2) acusados en juicios criminales
federales, (3) acusados en juicios criminales estatales, (4) litigantes civiles
representándose a sí mismos, (5) casos estatales que involucran
pretensiones federales espurias, y (6) casos que solicitan un
pronunciamiento sobre una materia frente a la cual la Corte ya se ha
pronunciado en otros casos.13
12
Palmer (1982), p. 388.
13
Brenner et al. (2006), p. 231. El estudio original se remonta a 1985.
11
Para que un caso contenido en la lista sea revisado por la Corte se
requiere que al menos cuatro de los nueves jueces voten por concederle el
writ; se trata entonces de una regla de minoría relativa. En la selección hecha
por la Corte es indudable que un criterio subyacente es la cantidad de casos
que ella desea revisar en el término en cuestión. Lo extremadamente
selectivo del procedimiento se refleja en que menos del 1% del total de las
peticiones obtiene un writ of certiorari (véase cuadro 2).
Cuadro 2
Número de peticiones y writs of certiorari de la Corte Suprema de EE.UU. por
período.14
14
Cuadro simplificado del entregado en Sepúlveda Guzmán (2012).
12
se pretende apoyar al peticionario (es decir, revocar la decisión del tribunal
inferior). Este último criterio ha sido discutido pues un estudio de finales de la
década de 1970 concluye que jueces que votaron por conceder el writ para
después confirmar la decisión del tribunal inferior, fueron más exitosos que
los jueces que votaron por conceder el writ para revocar la decisión.15 Un
juez enfrentado a una petición cuya pretensión comparte puede, sin
embargo, no estar dispuesto a conceder el writ si cree que en la decisión final
su postura no prevalecerá. Las motivaciones de los jueces respecto a esta
materia son complejas. He aquí el comentario de uno de los jueces de la
Corte Suprema el año 1972 publicado en la revista Time:
La cita ilustra uno de los tantos dilemas que un juez debe enfrentar al
momento de evaluar la concesión del writ, pues el resultado final del
pronunciamiento de la Corte puede serle adverso a su propia agenda. Un
elemento adicional contribuye a completar el cuadro del sistema del certiorari
estadounidense: el carácter vinculante de las sentencias de la Corte
Suprema. Dado que el sistema estadounidense reposa sobre la regla del
precedente, o sistema del stare decisis, la decisión a la que llegue la Corte,
ya sea de confirmar o revocar la sentencia, tiene un impacto general en todo
el sistema jurídico, al punto de reconfigurarlo en caso que la Corte establezca
un nuevo precedente o revoque uno anterior. Ese efecto ha de ser tenido en
cuenta, pues si bien no es una parte integrante de lo que el certiorari es
como figura jurídica (es decir, no forma parte de su naturaleza jurídica, sino
que fluye como consecuencia del tipo de sistema jurídico en el que se
inserta), se trata de un efecto usualmente asociado a los fallos de los
tribunales superiores, que en el más modesto de los escenarios tienen un
efecto al menos persuasivo sobre los fallos de los tribunales inferiores.
15
Palmer (1982), p. 390; Brenner et al. (2006), p. 227.
16
Citado en Brenner et al. (2006), p. 227.
13
Por esta misma razón, la pregunta acerca de cómo leer una
denegación de writ debe enfrentarse como un no-pronunciamiento sobre la
materia del fondo. Si la Corte decide no revisar un caso, entonces no cabe
entender que está validando la decisión del tribunal inferior. Simplemente ha
de entenderse que la Corte ha decidido no pronunciarse sobre la materia.
Así las cosas, los resultados de todo el procedimiento pueden
sintetizarse en tres posibilidades: (1) al caso se concede el certiorari y la
decisión del tribunal inferior es posteriormente revocada, (2) al caso se
concede el certiorari y la decisión del tribunal inferior es posteriormente
confirmada, (3) al caso se deniega el certiorari y la decisión del tribunal
inferior se mantiene (prima el status quo).17
La forma en que el PNCPC regula el recurso extraordinario se verá en
breve. Dado que una de las potestades que se entregan a la Corte Suprema
a efectos de entrar a conocer del recurso tiene la característica de
discrecionalidad, resulta útil revisar previamente el parecer del Tribunal
Constitucional frente a una potestad semejante que se pretendió entregar a
la misma corte con motivo de la reforma del recurso de casación.
17
Brenner et al. (2006), p. 230.
14
posterioridad, diversas reformas alteraron la extensión y distribución de
materias del texto original, de tal forma que hacia la década de 1990 el
Código contemplaba dos controles de admisibilidad, por parte del tribunal a
quo y ad quem. Tratándose del control practicado por este último, la reforma
buscaba establecer una nueva redacción para el futuro art. 782. Él se ocupa
de la casación en el fondo una vez que se encuentra en el tribunal ad quem,
el que examinará en cuenta si la sentencia recurrida es de aquellas contra
las cuales la ley concede el recurso, y si éste cumple con los requisitos de los
arts. 772 y 776. Agregaba el proyecto un inciso segundo del siguiente tenor:
18
Fallo TC, rol N.° 205, considerando 14.
15
recurso de casación de fondo a los casos en que la infracción de ley
con influencia en lo dispositivo del fallo sirva para generar doctrinas o
jurisprudencia, funciones residuales de la sentencia y ajenas a su
propio deber, cual es, el de resolver en derecho los conflictos
sometidos a su decisión”.19
(4) Adicionalmente, el inciso segundo vulnera el art. 74 (actual 77) de la
Constitución Política. Dicho artículo exige que una ley orgánica
constitucional determine las atribuciones de los tribunales. El inciso en
cuestión “señala de manera indeterminada la carencia de una
relevancia jurídica que no se precisa y que aparece vaga en su
contenido y, en todo caso, desmedida en su alcance relativo a la
interpretación y aplicación de la ley.” Y sobre la casación agrega: “El
objetivo de la casación es la aplicación de la ley en la solución de los
conflictos y, residualmente, lograr una aplicación e interpretación
uniforme de derecho.” 20
(5) El principio de inexcusabilidad. De acuerdo al TC “declarado admisible
el recurso debe aplicarse esta regla y, por lo tanto, la Corte debe
resolver”. Respalda lo anterior con las garantías de igualdad ante la
ley e igual protección de la ley, art. 19 N.os 2 y 3.21
19
Ibid.
20
Ibid.
21
Ibid., considerando 15.
16
Dejando de lado las posibles inconsistencias internas, que en todo
caso pueden reconducirse a la elección por un modelo de casación, es
conveniente con miras a la evaluación del PNCPC, detenerse en la potestad
entregada a la Corte Suprema para rechazar in limine el recurso en la
segunda situación contemplada por el legislador.
Es indudable que la palabra “rechazarlo” resulta poco afortunada. Da a
entender que el tribunal ad quem ha sometido a examen de admisibilidad el
recurso, que este cumple con los requisitos formales exigidos, y que
conociendo del recurso, el tribunal puede rechazarlo por carecer de
relevancia jurídica. Ahora bien, si aceptamos por un momento que la
casación posee vocación de ius litigatoris, y exigimos por principio de
inexcusabilidad que el tribunal ad quem falle el recurso, ¿cuál es en rigor el
problema? Dicho de otra manera, o bien el tribunal ad quem no puede
rechazar el recurso sin evaluar su mérito en derecho, o bien el rechazo in
limine posee una naturaleza jurídica sui generis, diferente a una
inadmisibilidad formal y a un rechazo material.
De acuerdo a la razón (1) identificada más arriba, el TC parece
adscribirle al rechazo in limine una propiedad jurídica particular. Lo llama
“tercera posibilidad”. Si la declaración de inadmisibilidad no posee efectos
jurisdiccionales, pues se trata de pronunciarse sobre aspectos formales, y en
cambio el rechazo sí, pues se trata de un pronunciamiento sobre el fondo,
cabe preguntarse qué tercer efecto podría producirse. El derecho chileno
desconoce esa tercera posibilidad. La razón (2) no contribuye en demasía a
clarificar las cosas, pues en lugar de separar con claridad los efectos de la
inadmisibilidad de los efectos del rechazo, expresa en cambio una
concepción gradual de ambos, afirmando que la separación es de matices.
Cabe concluir entonces, a la luz de lo expuesto en (3) y (4), que el TC
estima la potestad de rechazar in limine como formando parte del concepto
de jurisdicción, y por tanto quedando sujeta a las reglas propias de ese
poder-deber. De ahí que la referencia en (5) al principio de inexcusabilidad
sea del todo pertinente, pues es precisamente él uno de los mecanismos que
controlan negativamente el ejercicio de la jurisdicción, al establecer una
prohibición de non liquet. Ahora bien, si el tribunal ha de fallar, ha de hacerlo
por razones institucionales, fundando su sentencia en las fuentes del
derecho reconocidas por el ordenamiento. ¿Vulnera el rechazo in limine por
carencia de relevancia jurídica esa exigencia? ¿Es diferente al rechazo in
limine por manifiesta falta de fundamento?
17
El rechazo in limine es efectivamente un pronunciamiento acerca del
fondo del recurso, y por lo mismo queda sujeto a las reglas generales sobre
fundamentación de las sentencias.22 El inciso tercero del art. 782 parece
atenuar esa conclusión al exigir que ese rechazo sea a lo menos
someramente fundado. Pero en ningún caso permite establecer un rechazo
discrecional, sin enunciación de razones. Si se pueden dar razones en torno
a un recurso carente de fundamento, ¿acaso no puede hacerse lo mismo
respecto de un recurso carente de relevancia jurídica? En esto el TC es
ambiguo. ¿Cómo puede entenderse la razón (3) aplicada al caso de un
recurso carente de fundamento? Es decir, si el rechazo por carecer de
relevancia jurídica se aleja de la “pretensión del recurrente”, es posible
pensar en casos en que el rechazo de un recurso carente de fundamento se
aleje también de dicha pretensión, precisamente porque la pretensión se
encuentra mal fundada o se encuentre mal dirigida (por ejemplo, si
ejerciendo la casación buscara lograr un efecto que se obtendría de manera
correcta mediante la interposición de otro recurso). Frustrar la pretensión del
actor es parte de lo que los tribunales están legitimados para hacer.
La razón (4) esgrime un vicio de vaguedad frente a la frase “relevancia
jurídica”. Este es un argumento escéptico que afecta de igual a forma a
muchos otros conceptos jurídicos indeterminados. Lo curioso es que el TC no
piense que la noción de “manifiesta falta de fundamento” adolezca del mismo
vicio.
Son por tanto centrales en el fallo la comprensión que el TC tiene del
principio de inexcusabilidad, la extensión de la garantía de igualdad ante la
ley e igual protección de la ley, todo ello unido a la concepción jurisdiccional
de la casación.
En resumen, el fallo del TC plantea varios problemas pertinentes para
la regulación del recurso extraordinario. Por de pronto, cuestiones de técnica
legislativa que permitan distinguir con precisión un control formal de
admisibilidad de un pronunciamiento material sobre el fondo. En segundo
lugar, las exigencias argumentativas que pueden hacerse a un tribunal al
momento de fallar un recurso. Finalmente, la elección por parte del legislador
de dar preferencia al ius litigatoris o al ius constitutionis, de forma tal de evitar
que una potestad discrecional en la etapa de admisibilidad pueda entrar en
conflicto con reglas propias del ejercicio jurisdiccional como es el principio de
inexcusabilidad.
22
Maturana Miquel (2006), p. 163.
18
5. El recurso extraordinario del PNCPC
23
Rodríguez Grez (2012).
24
Romero Seguel (2012).
19
Subyacen a las apreciaciones anteriores ciertas concepciones de lo
que el certiorari es, y del rol que la Corte Suprema ha de cumplir al interior de
la estructura judicial. Lo que se echa de menos en ambos planteamientos es
una visión del conjunto del nuevo proceso civil, y cómo el recurso
extraordinario (o el que se prefiera) engarza en un conjunto de principios, por
de pronto los de oralidad e inmediación. Esto no es menor al momento de
configurar un recurso, puesto que como señala Cristián Maturana, “los
recursos deben existir para los efectos de permitir la existencia de una
coordinación colegiada dentro de la organización judicial en la defensa de la
ley y los derechos fundamentales, más que para consagrar la existencia de
organizaciones jerárquicas y burocráticas de permanente control vertical de
lo realizado por los inferiores”.25 Los recursos pasan a ser una categoría
funcional, al servicio de ciertas finalidades que el sistema determine, regidos
siempre por la estructura procesal que el legislador se haya dado.
A la luz de los principios que la reforma abraza, la casación resulta por
de pronto un tipo de recurso inadecuado. Cristián Maturana enumera doce
razones por las cuales la casación no ha de ser contemplada como recurso
en el escenario de la reforma procesal.26 Entre las que me parecen más
elocuentes, se encuentra la distorsión que produce la estructura jerárquica
propia de la casación en un sistema oral en el cual la estructura ideal es la
paritaria; la consolidación que han adquirido los derechos fundamentales en
el discurso y práctica jurídicas requieren que su impacto en las controversias
jurídicas pueda ser asumido por el sistema mediante recursos que hagan
lugar a esa gramática, muy diferente de la causal “infracción de ley”; la
sumisión al principio de concentración, por el cual no es posible entender el
funcionamiento de la Corte como un tribunal de tercera instancia encargado
de poner punto final a la discusión, dilatando innecesariamente el proceso,
vulnerando así el principio de servicialidad de los órganos estatales, y
25
Maturana Miquel (2012), p. 420.
26
Son: (1) ambigüedad terminológica del recurso, (2) ambigüedad regulatoria
del sistema de recursos, (3) incompatibilidad del recurso con la estructura que
deben tener los tribunales de justicia, (4) incompatibilidad del recurso con la
concepción acerca del modo de impartir justicia, (5) insuficiencia del recurso dentro
de un sistema de justicia supranacional, (6) incompatibilidad práctica de la
estructura del recurso con la competencia que debe asumir una Corte Suprema, (7)
ambigüedad en la opción de privilegiar el ius constitutionis o el ius litigatoris, (8)
deficiente sistema de selectividad de los recursos que deben ser conocidos por la
Corte Suprema, (9) imposibilidad de concebir la casación como tercera instancia,
(10) ambigüedad en cuanto a las consecuencias que conlleva la falta de uniformidad
por parte de los jueces y la fuerza vinculante de la jurisprudencia, (11) la casación
conduce a la consagración del mito de la posibilidad de separar las cuestiones de
hecho y de derecho, (12) insuficiencia del recurso para controlar las deficiencias en
que se incurre en el sistema de apreciación de la prueba de la sana crítica;
Maturana Miquel (2012), pp. 445-480.
20
provocando un retardo injustificado en el otorgamiento de la tutela
jurisdiccional efectiva.
A la luz de estas y otras razones de igual peso, el recurso
extraordinario ha de ser evaluado en consonancia con los principios que
orientan a la reforma civil. El libro tercero del PNCPC está dedicado a los
recursos procesales, y su título quinto regimenta el recurso extraordinario en
los artículos 405 a 416. El mensaje del PNCPC es explícito respecto a la
forma en que visualiza dicho recurso:
27
PNCPC, mensaje, p. 23, énfasis agregado.
21
(a) Supremacía jerárquica y justificación de la intervención
Cuadro 3
Número de ingresos por materia a la Corte Suprema chilena por período.30
28
García G. (2009), pp. 81-82.
29
Véase a estos efectos Insunza Tagle (2012).
30
Cuadro de confección propia a partir de la información estadística de las
cuentas públicas de la Corte Suprema, disponibles en el sitio web del Poder Judicial
(www.poderjudicial.cl).
22
El PNCPC establece en su artículo 405 que el recurso extraordinario
tiene por objeto que la Corte se avoque al conocimiento de un asunto por
estimarse afectado un interés general. Entre sus requisitos de interposición el
artículo 408 señala que el recurso debe expresar el agravio y “las razones
por las cuales concurre el interés general que justifica la intervención de la
Corte Suprema”. Finalmente el artículo 409 establece en qué consiste este
interés general:
23
empleado para dar efectiva protección a los derechos humanos es la
responsabilidad del Estado. Como explica Claudio Nash, la idea subyacente
a este mecanismo de reparación es dar efectividad a la protección de los
derechos humanos: “En efecto, cada paso que se ha dado en este campo ha
buscado garantizar a las personas un pleno goce y ejercicio de sus derechos
individuales. Así, los catálogos y los mecanismos de control aplicables frente
a la responsabilidad internacional del Estado se han estructurado dando
respuesta a las realidades de violaciones de derechos humanos y, por tanto,
son expresión de una mirada a la realidad desde la cual se construye el
sistema.”31 En este sentido, puede tratarse de una herramienta útil a efectos
de tutelar efectivamente la protección de los derechos fundamentales.32
Es también expresivo de la consolidación del sistema de derechos
humanos el que el legislador entregue al más alto tribunal del país la tutela
de ellos. Sin embargo, como se vio a propósito de la casación, el principio
jerárquico no es una herramienta completamente idónea al interior de un
procedimiento oral y concentrado. En esto hay que hacer lugar a una
solución de compromiso. Si se estima que el sistema de recursos para el tipo
de procedimiento creado por la reforma ha de ser desformalizado,
posibilitando tanto la revisión de los hechos como del derecho,
comprendiendo así los vicios cometidos tanto en la sentencia como en el
decurso del procedimiento, y estableciendo una valoración de la prueba
conforme a la sana crítica y la fundamentación racional de la sentencia, si
todo eso concurre como estándar para la evaluación del sistema de recursos,
y se sostiene además que es necesario contar con un tribunal
jerárquicamente superior encargado, en este caso, de velar por la protección
de los derechos fundamentales, entonces ha de estarse dispuesto a
sacrificar parte de aquellos valores, principalmente la mediación, en aras de
la protección de los derechos y garantías fundamentales.33 El principio
jerárquico que el PNCPC reproduce homenajea la práctica de los derechos
humanos al conectar su protección con el más alto tribunal del país. Sin
31
Nash Rojas (2009), p. 26.
32
Por supuesto que también puede transformarse en una herramienta con
efectos adversos. Si se aprecia el devenir del recientemente fallado caso Atala Riffo
y niñas vs. Chile, Corte Interamericana de Derechos Humanos, 24 de febrero de
2012, es posible constatar que tanto el juez de letras como la Corte de Apelaciones
estuvieron por conceder el cuidado personal de las menores a la Sra Atala Riffo, y
que solo la Corte Suprema conociendo de un recurso de queja estuvo por revocar
dicha decisión y en cambio radicar el cuidado personal en el padre. Que la Corte
Interamericana haya sancionado a Chile por dicho fallo de la Corte Suprema es
expresivo de una cierta disociación entre las herramientas legales para tutelar los
derechos fundamentales y la forma en que la cultura jurídica del más alto tribunal en
Chile comprende la aplicación de los mismos.
33
Maturana Miquel (2012), p. 443.
24
embargo, ello puede redundar en una inhibición de la actividad de los
tribunales inferiores al momento de pronunciarse sobre esas materias, o
derechamente en una homogeneización del entendimiento de algunas
garantías fundamentales. Es el problema de la unificación de la
jurisprudencia el que puede traer consecuencias adversas para el
florecimiento de la argumentación jurídica de los jueces de letras. Paso a
ocuparme de él a continuación.
34
Claro Solar (1992), p. 34.
25
generalis, que nada tienen que ver entre sí; mas también es claro que
aquello sobre lo cual el inciso 2° del artículo 3° del Código Civil
entendió pronunciarse fue sobre el segundo principio en sentido
afirmativo. La prueba de ello es que, aun cuando no existiera ese
precepto, el efecto relativo de la cosa juzgada continuaría vigente,
porque su fuerza no deriva de dicha disposición sino de las pertinentes
de los códigos procesales.”35
35
Guzmán Brito (1992), p. 69, énfasis agregado.
36
Delgado Castro y Díaz García (2011), pp. 287 y ss., donde se consigna la
jurisprudencia pertinente.
26
jurisprudencia. Delgado Castro estima en otro lugar que se trata de una
finalidad extraña a la conciencia jurídica basada en un sistema continental,
que tiende a la petrificación de la jurisprudencia y, finalmente, que desfigura
el carácter de un tribunal: “Por lo menos, el legislador chileno ha tenido el
acierto de eliminar la palabra casación de ese nuevo recurso extraordinario.
Por lo mismo, va a cometer el error de abandonar la casación. En su
reemplazo se conforma un recurso para mantener uniforme la jurisprudencia
como si la Corte Suprema fuese una Escuela de jurisconsultos, en vez de un
órgano jurisdiccional.”37
Es importante hacerse cargo de estas evaluaciones porque algunas
de ellas son de hecho incorrectas. Si se observa el cuadro 4 podrá verificarse
que la existencia del certiorari en Estados Unidos no ha impedido en el último
tiempo que la jurisprudencia cambie. Y ello porque la institución no pretende
Cuadro 4
Número de precedentes establecidos y revocados por la Corte Suprema de
Estados Unidos por período.38
Precedentes
Período
Establecidos Revocados
1801-1836 1 1
1836-1864 2 3
1864-1874 1 1
1874-1898 9 11
1898-1910 3 4
1910-1921 4 4
1921-1930 5 6
1930-1941 15 22
1941-1946 8 10
1946-1953 6 11
1953-1969 37 53
1969-1986 43 52
1986-2005 40 46
Total 177 235
37
Delgado Castro (2009), p. 363.
38
Cuadro tomado de Sepúlveda Guzmán (2012).
27
esculpir en mármol verdades jurídicas, sino simplemente dotar de mayor
certeza jurídica e igualdad ante la ley a sus ciudadanos por períodos de
tiempo razonables, sin que ello sea obstáculo para la evolución de las
doctrinas.
Adicionalmente, como señala Francisco Ferrada, “la herramienta de
selección de casos que contempla el recurso extraordinario, debe ser
entendida en el contexto de una propuesta que busca, primeramente,
potenciar en oportunidad y en calidad el ejercicio jurisdiccional de primer
grado”.39 Lo restrictivo del recurso se dirige a que la Corte Suprema en
ciertas y contadas oportunidades deba pronunciarse sobre temas que
capturan la atención de la comunidad jurídica. No tiene el legislador la
pretensión de paralizar el desarrollo argumentativo de los jueces del fondo.
(Aunque los efectos que puedan darse son todavía inciertos.) Por lo mismo,
es importante insistir que son los principios directrices de la reforma los que
contribuirán a dotar de herramientas adecuadas a los jueces de letra al
momento de fallar, de tal forma que, como su nombre lo indica, el recurso
reciba una aplicación reducida.
(c) Discrecionalidad
39
Ferrada Culaciati (2012).
40
García G. (2009), p. 107.
28
los cuales decimos que “las normas que un funcionario debe aplicar no
pueden observarse maquinalmente, sino que precisan de un raciocinio” y
también cuando afirmamos que “un funcionario tiene autoridad terminante
para tomar una decisión que no pueda ser anulada por ningún otro”. Por otro
lado, nos encontramos con un sentido fuerte de discrecionalidad al afirmar
que un funcionario “en ciertas materias no está vinculado a las normas
establecidas por la autoridad en cuestión”. Adicionalmente, este sentido
fuerte “no es equivalente a libertad de acción, ni excluye un juicio crítico. En
casi todas las situaciones en que actúa la persona (...) son pertinentes ciertas
normas de racionalidad, justicia y eficacia”.41 Discrecionalidad en sentido
fuerte entonces no excluye sometimiento a ciertas reglas mínimas impartidas
por el contexto en que se desarrolla el raciocinio. Tratándose de la
discrecionalidad judicial, ese contexto es uno institucional en el cual se
entrega al juez la posibilidad de guiarse por su propio arbitrio, sin que ello
signifique apartarse por completo de los estándares de una acción racional
reconocidos por la comunidad de que forma parte.
¿Otorga discrecionalidad el PNCPC? El artículo 410 del PNCPC
establece que la selección de recursos extraordinarios que conocerá
finalmente la Corte Suprema depende de su admisibilidad. Para ello, el
examen es estrictamente formal y se refiere a los requisitos del artículo 408.
Sin embargo, el artículo 409 ya citado establece que la Corte “determinará
avocarse al conocimiento del asunto” cuando concurra el interés general que
ya se ha referido. Cabe preguntarse entonces si el legislador repite el error
que llevó a que el TC en 1995 declarara inconstitucional la pretendida
reforma a la casación.
Según vimos en la sección cuarta, parte del problema residía en
comprender que la Corte podía rechazar un recurso. Una de las moralejas
del fallo del TC es que es estratégicamente viable permitir el no-ingreso de
causas a la Corte Suprema mediante una regla de discrecionalidad en su
selección que opere no en el nivel de rechazar los recursos, sino en el nivel
de admisibilidad. ¿Soluciona este problema el vocablo “avocarse”? La verdad
no, aunque debe reconocerse que es una estrategia viable. De acuerdo al
DRAE, “avocar” se define como: “Dicho de una autoridad gubernativa o
judicial: Atraer a sí la resolución de un asunto o causa cuya decisión
correspondería a un órgano inferior.” Como fluye de la definición, un
elemento relevante del término es la radicación del impulso: es el tribunal
quien atrae a sí la resolución inferior. Esto puede dar pie a malentendidos,
41
Dworkin (1980), pp. 102-105.
29
que pueden resolverse si se unifica la terminología empleada y se prefiere la
redacción del artículo 410, donde expresamente queda establecido que el
“interés general” funciona en un nivel de admisibilidad.
Adicionalmente, es menester destacar las diferencias entre el certiorari
y la reforma de 1995. Según lo expresa José Francisco García G., “a través
del certiorari, la Corte Suprema ‘elige’ aquellas controversias jurídicas más
relevantes que observa en un determinado año judicial. Lo que se perseguía
con la reforma chilena [de 1995] era la posibilidad de racionalizar el trabajo
en materia de casación, algo más parecido al archivo provisional con que
cuenta el Ministerio Público que al certiorari americano”.42
El ámbito sobre el cual se le estaría otorgando discrecionalidad a la
Corte es además doble. Volvamos un momento al funcionamiento de la Corte
estadounidense:
“Cuando por ejemplo la Corte Suprema de EE. UU. decide oír una
apelación, suele separar los asuntos que considerará de aquellos a los
cuales otorgará un certiorari. (...) La discreción que caracteriza a la
jurisdicción del certiorari opera no solo en la selección de casos a
revisar, sino también en la selección de materias que habrán de ser
discutidas y decididas en casos particulares. Así, la Corte
frecuentemente limitará los certiorari concedidos a cuestiones
particulares presentadas en la petición. La Corte emplea esta técnica
para filtrar y concentrar su atención en aquellas materias que le
parecen dignas de su atención, a la vez que excluye aquellas que no
ofrecen bases para consideraciones ulteriores.”43
42
García G. (2009), p. 108.
43
Shavell (2010), p. 90n48.
30
6. Conclusiones
31
arraigado en nuestro país, puede a la larga jugar en contra de la autoridad de
un órgano en la medida en que se le debe obediencia simplemente porque
es una autoridad. Nociones como el respeto que se le pueda tener a la
judicatura superior no deben ser dejadas de lado, y esto es esencial al
momento de ponderar el impacto que sus fallos vayan a tener en toda la
comunidad jurídica. El recurso extraordinario no solucionará ciertamente
algunos problemas de desprestigio del Poder Judicial según la imagen que el
ciudadano de a pie tiene de él, pero puede contribuir a que exista una mayor
conexión entre los problemas que la comunidad identifica como relevantes y
la solución que el sistema es capaz de entregar en un tiempo razonable.
32
Bibliografía
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