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IGLESIA DE LAS CAPUCHINAS

La Iglesia y convento de las Capuchinas, consagrada en 1736, es uno de los sitios turísticos más
visitados en la ciudad de Antigua Guatemala.

La construcción, llamada originalmente «Convento e Iglesia de Nuestra Señora del Pilar de


Zaragoza», fue aprobada por Felipe V en 1725 justo a la llegada de la Orden de Clarisas Capuchinas
a la población.1 La obra fue iniciada en 1731 y consagrada el año de 1736 bajo la supervisión de
Diego de Porres; de hecho, fue el último convento fundado de la urbe y el primero que abandonó el
hábito de exigir dote para las nuevas internas, circunstancia que había impedido a jóvenes de
escasos recursos acoger la vida religiosa.2

La rutina diaria de las profesas estaba regida por una estricta reglamentación que incluía las reglas
máximas de pobreza, penitencia y ayuno; asimismo, debían subsistir de las limosnas proveídas por
los fieles. Ahora bien, desde la formación de este convento, hubo dos tipos de monjas en los
conventos de Santiago de los Caballeros.

En abril de 1920, durante los últimos días del gobierno del licenciado Manuel Estrada Cabrera, el
príncipe Guillermo de Suecia visitó Antigua Guatemala y escribió sus impresiones en su libro
Between two continents (Entre dos continentes).4 Su libro es una objetiva descripción de la
condición en que estaba la ciudad y el deplorable estado del camino entre Ciudad de Guatemala y
Antigua: «por un tramo corto al salir de la Ciudad de Guatemala el camino estaba en condiciones
aceptables, pero luego se empezaban a ver pequeñas dunas y posteriormente riachuelos que
cruzaban el camino, pequeños barrancos y derrumbes, ya que hacía dos años que el área había sido
golpeada por el poderoso Terremoto de 1917 y la corrupción del gobierno impidió que hubiese
recuperación alguna».6 Conforme se avanzaba hacia Antigua las montañas se hacían más y más
empinadas y las rocas más pronunciadas; además encima del camino había una capa de polvo de
uno sesenta centímetros de alto, que disimulaba los baches, pero no eliminaba sus efectos en la
estructura del vehículo.6 A lo largo del camino vieron largas filas de indígenas que iban hacia la
Ciudad de Guatemala, llevando pesadas cargas a sus espaldas con aparente facilidad; hombres,
mujeres y niños llevaban algo en la espalda, y lo hacían con paso rápido. Y en cuanto al tráfico, no
había, salvo por una o dos carretas haladas por mulas.7

Después de pasar Mixco, el camino se hacía aún más empinado, con un barranco profundo a un
lado, y un risco elevándose por el otro; era muy frecuente encontrar cruces a la orilla del camino,
que marcaban el lugar en donde algún viajero había perdido la vida. Luego de alcanzar el punto más
alto, iniciaron el descenso hacia Antigua Guatemala. Ya iban llegando cuando un oficial uniformado
con indumentaria rota y sucia les hizo el alto y les dio la bienvenida a la ciudad: era el comandante
y lo acompañaban seis soldados descalzos y armados con rifles de madera.8 Comparada con el
deplorable estado en que se encontraba la Ciudad de Guatemala en 1920 -prácticamente en ruinas
por la negligencia del gobierno- la Antigua Guatemala estaba muy bien, aunque la gran mayoría de
las iglesias estaban dilapidadas y completamente abandonadas. En muchas de las iglesias, sólo
quedaban paredes incompletas y domos derrumbados,9 e incluso algunas de ellas estaban en
condiciones lamentables: Santa Clara servía como criadero de mulas, mientras que la Iglesia de
Gracia servía de albergue para una familia de nativos y para sus animales domésticos.10

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