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ESCUELA EDUCACION TECNICO

PROFESIONAL POLICIA NACIONAL DEL


PERU
SEDE-PUNO

TEMA:
DERECHOS HUMANOS Y PRIVACION DE LA LIBERTAD

CURSO:
USO DE LA FUERZA
DOCENTE:
ST3 PNP GALLEGOS VICTORIA, Freddy Edgar
PRESENTADO POR:
ESTUDIANTE PNP HUANCOLLO CALLATA
REYNALDO
SECCION:
2DA
NRO: ORDEN:
12

PUNO – PERU
2021.
DEDICATORIA

A Dios: por permitirnos tener la fuerza

para terminar nuestra carrera.

A nuestros padres: por su esfuerzo en

concedernos la oportunidad de estudiar

y por su constante apoyo a lo largo de

nuestras vidas.

2
INDICE
DEDICATORIA..........................................................................................................................2
INTRODUCCIÓN.......................................................................................................................4
OBJETIVO..................................................................................................................................5
CAPITULO I...............................................................................................................................5
MARCO NORMATIVO INTERNACIONAL SOBRE LA SITUACIÓN PARTICULAR DE
LAS PERSONAS PRIVADAS DE LIBERTAD Y DEBERES DEL ESTADO EN ESTE
ÁMBITO......................................................................................................................................6
1. Desarrollo normativo internacional de los derechos fundamentales de las
personas privadas de libertad..................................................................................................6
1.1. El tratamiento del principio de dignidad......................................................................7
CAPITULO II..............................................................................................................................8
2. PRIVACION DE LA LIBERTAD.......................................................................................9
2.1. RÉGIMEN EN NUESTRO PAÍS................................................................................10
2.2. CONDICIÓN GENERAL DE LA PRIVACIÓN DE LA LIBERTAD PERSONAL...11
2.3. NATURALEZA Y FUNCIONES DE LA PRISIÓN PREVENTIVA..........................12
CAPITULO III...........................................................................................................................13
3. PRINCIPIOS Y BUENAS PRÁCTICAS SOBRE LA PROTECCIÓN DE LAS
PERSONAS PRIVADAS DE LIBERTAD EN LAS AMÉRICAS.........................................13
3.1. PRINCIPIOS GENERALES........................................................................................14
3.2. EXCEPCIONALIDAD DE LA PRIVACIÓN PREVENTIVA DE LA LIBERTAD....17
3.3. MEDIDAS ESPECIALES PARA LAS PERSONAS CON DISCAPACIDADES
MENTALES..............................................................................................................................17
3.4. MEDIDAS ALTERNATIVAS O SUSTITUTIVAS A LA PRIVACIÓN DE
LIBERTAD................................................................................................................................18
4. EJEMPLO CASUÍSTICA POLICIAL HECHO REAL...................................................22
CONCLUSIONES....................................................................................................................23
BIBLIOGRAFÍA........................................................................................................................24
ANEXOS...................................................................................................................................26

3
INTRODUCCIÓN

El presente trabajo analiza las condiciones de privación de libertad en relación


con
los Derechos Humanos que deben garantizarse a toda persona sin excepción.
Cabe destacar que se establece un diálogo con las propuestas de Benito De
Castro Cid en su libro Introducción al estudio de los Derechos Humanos (2004),
el cual sirve como fundamento conceptual y paradigmático para confrontar la
cotidianeidad penitenciaria y para entender la manera plena en que deben
disfrutarse tales derechos.

Se hace hincapié en que el escrito parte de una perspectiva crítica que busca
problematizar acerca de la vulneración de derechos humanos a la población
privada de libertad e interpela a una institución carcelaria en dónde prevalece el
castigo y deterioro físico y psicológico de las personas privadas de libertad.

La pregunta que impulsa a este trabajo es básica: ¿es posible construir el


respeto por la vida y dignidad humana y los Derechos Humanos en un espacio
que los invisibiliza o los deteriora? La respuesta se hace evidente, vamos a
comenzar a argumentarla.

4
OBJETIVO
Este trabajo tiene como objetivo presentar de manera descriptiva y general las
principales normas internacionales en materia de derechos humanos,
adoptadas por el Perú, las cuales indican el marco internacional que nuestra
legislación necesariamente deberá respetar en materia penitenciaria.

5
CAPITULO I

MARCO NORMATIVO INTERNACIONAL SOBRE LA SITUACIÓN


PARTICULAR DE LAS PERSONAS PRIVADAS DE LIBERTAD Y DEBERES
DEL ESTADO EN ESTE ÁMBITO

1. Desarrollo normativo internacional de los derechos fundamentales de


las personas privadas de libertad
En materia de tratados, como regla general nuestra Constitución establece
en su artículo 55 que éstos una vez celebrados por el Estado forman parte
del derecho nacional, es decir, se incorporan al ordenamiento jurídico
peruano. No obstante, cuando nos referimos a tratados en materia de
derechos humanos, debe quedar claro que su naturaleza es diferente a la
de cualquier otro tratado celebrado por el Perú.

Si bien, la Carta Política de 1993 no reconoce de manera expresa el rango


constitucional de los tratados en materia de derechos humanos tal como lo
hacía la Carta de 1979 de acuerdo a una interpretación conjunta de los
artículos 3º90, 57º91 y de la Cuarta Disposición Final y Transitoria

En este sentido el Tribunal Constitucional peruano ha señalado que “por un


lado, la Constitución en el artículo 3º, acoge un sistema de numerus
apertus de derechos constitucionales conforme a esta disposición el
catálogo de derechos constitucionales no excluye “otros de naturaleza
análoga” o que “se fundan” en determinados principios fundamentales del
ordenamiento constitucional por lo que los “derechos de naturaleza
análoga” pueden estar comprendidos en cualquier otra fuente distinta a la
Constitución, pero que ya conforma el ordenamiento jurídico. Dentro de las
que se encuentran los tratados internacionales sobre derechos humanos
de los que el Estado peruano es parte”

Respecto al artículo 57 y a la Cuarta Disposición Final y Transitoria, el TC


también ha remarcado que “si bien todo tratado que verse sobre materia
constitucional no significa una afectación constitucional, por cuanto podría

6
solamente complementarla o desarrollarla, en cambio se deriva de dicha
norma suprema la constitucionalización de determinados tratados
internacionales. Dentro de ellas es fácilmente reconocible los tratados de
derechos humanos establecidos analógicamente en el artículo 3º y
reforzados en su ejecución en la Cuarta Disposición Final y Transitoria” “los
derechos y libertades reconocidos en la Constitución deben interpretarse
de conformidad con los tratados internacionales en materia de derechos
humanos suscritos por el Estado peruano”

En la misma línea, el Código Procesal Constitucional, vigente desde el mes


de diciembre del año 2004, prescribe de manera clara que “el contenido y
alcances de los derechos constitucionales protegidos por los procesos
regulados en el Código deben interpretarse de conformidad con la
Declaración Universal de Derechos Humanos, los tratados sobre derechos
humanos, así como de las decisiones adoptadas por los tribunales
internacionales sobre derechos humanos constituidos según tratados de
los que el Perú es parte

Todo esto demuestra que “la interpretación conforme con los tratados
sobre derechos humanos contiene, implícitamente, una adhesión a la
interpretación que, de los mismos, hayan realizado los órganos
supranacionales de protección de los atributos inherentes al ser humano y,
en particular, el realizado por la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, guardián último de los derechos en la Región”

1.1. El tratamiento del principio de dignidad


Si nos referimos a los instrumentos internacionales que de manera
específica abordan la importancia del principio de dignidad en el
tratamiento de los derechos fundamentales de los reclusos, o de los
derechos humanos para ser más precisos, podemos señalar tres
ámbitos de desarrollo: (i) el sistema universal de derechos humanos,
(ii) el sistema interamericano de derechos humanos y (iii) el sistema
europeo de derechos humanos.

7
En cuanto al sistema universal de derechos humanos, tenemos en
primer lugar el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
(PIDCP), el cual en su artículo 10 inciso 1 de manera expresa señala lo
siguiente:
“1. Toda persona privada de libertad será tratada humanamente y con
el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano”.
Al respecto, cabe señalar que en el año 1992, la Observación General
No. 21 de las Naciones Unidas

En cuanto al sistema de protección interamericano de derechos


humanos, cabe en primer lugar, señalar lo dispuesto por la Convención
Americana de Derechos Humanos (CADH). Así, este Tratado
internacional en su artículo 5 inciso 2, relativo a la protección brindada
al
derecho a la integridad personal, consagra una fórmula bastante similar
a la contenida en el PIDCP, ya que dispone lo siguiente:
“2. Nadie debe ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles,
inhumanos o degradantes. Toda persona privada de libertad será
tratada con el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano”.
Como podemos observar el principio de dignidad tanto en el PIDCP y la
CADH es fundamental en el tratamiento brindado a los reclusos.

Asimismo, la propia Corte Interamericana al interpretar el referido


artículo señaló en el caso “Neyra Alegría y otros” que “en los términos
del artículo 5.2 de la Convención, toda persona privada de libertad
tiene derecho a vivir en condiciones de detención compatibles con su
dignidad
personal y el Estado debe garantizarle el derecho a la vida y a la
integridad personal. En consecuencia, el Estado, como responsable de
los establecimientos de detención, es el garante de estos derechos de
los detenidos”.

8
CAPITULO II

2. PRIVACION DE LA LIBERTAD
La privación de libertad personal nació con carácter de pena, es decir,
castigo, hace tan solo trescientos años. Desde mediados del siglo XVI a
fines del XVIII, el encierro no existía dentro del catálogo de penas. Surgió
como tal, recién a partir de la transformación del modelo de producción
feudal que imperaba en ese entonces, al del sistema de producción
capitalista; fenómeno que se emparenta en gran medida con las nuevas
reglas que impuso la revolución industrial. Hasta que se produjo este
cambio, la privación de libertad ambulatoria era utilizada sólo con el fin de
mantener a buen resguardo a quienes se encontraban acusados de haber
cometido delitos y se prolongaba hasta el momento en que se los juzgaba y
sentenciaba a una pena.
La codificación de aquella época estableció sanciones que consistían en el
sacrificio de ciertos bienes del condenado: la riqueza con penas
pecuniarias, la integridad física con penas corporales como la mutilación y
la muerte, el honor con penas infamantes como el destierro. Pero estar
privado de libertad por determinado tiempo no era castigo en razón de que
la libertad no era consideraba un bien en sí mismo.

Como consecuencia de las pautas establecidas en el orden


socioeconómico en el siglo XVIII, a partir de la acumulación del capital y la
perdida de los medios de producción que pasaron a manos de la minoría
constituida por la burguesía, se fue generando en la mayoría, el
proletariado, grandes masas de marginados: pobres y vagabundos. Estos
representaban para la burguesía una real amenaza al sistema imperante.

Durante años el exterminio de la vida fue la única respuesta que el Estado


usó para resolver la diferencia numérica entre los desocupados y las
posibilidades de empleo, sin alterar el orden público.

9
A la brutal legislación de los siglos XVI y XVII, le siguieron medidas
tendientes a disciplinar a los marginales excedentes: por un lado la
beneficencia pública, por el otro la internación institucional.

El único bien que conservó el proletariado fue su fuerza de trabajo


asalariado. La sujeción de muchos a pocos fue la consecuencia "natural”
de la realidad económica; garantizar el orden y la paz, la estrategia del
control social. El paradigma central de la época era cómo educar a las
mayorías a aceptar su estado y cómo disciplinarlos para que no atenten
contra la propiedad; al mismo tiempo, asegurar que todo se realice en una
esfera de libertad
El eje teórico sobre el que se diseñó el modelo justificante del castigo, fue
el contrato, el pacto social. El poder de castigar y en consecuencia
administrar la libertad, ha sido otorgado, cedido por los destinatarios de la
ley penal al Estado, único titular del poder represivo

La pena de encierro, de privación de libertad pasó a constituirse en el


principal castigo. Su justificación residió en la transgresión por parte del
delincuente de aquello que previamente había pactado socialmente con la
autoridad: la renuncia a ciertas libertades. Se reconoció la igualdad de
todos los hombres en estado de naturaleza, pero también las diferencias en
cuanto a la distribución de las riquezas.

Las nuevas reglas de juego requirieron para su aceptación "educar" a las


mayorías, disciplinarlas para que admitan su condición natural. Nació así el
encierro en la penitenciaría, lugar donde las masas ociosas que delinquían
eran educadas, disciplinadas mediante el trabajo mas duro y obligatorio. Al
mismo tiempo, este modelo cumpliría con los postulados de las teorías de
la prevención general, desde el momento que serviría para que el
proletariado soportara mansamente el trabajo en la fábrica que el mercado
libre le ofrecía.

El ingreso al sistema capitalista de producción, donde la sociedad actúa


como productora de mercancías, implicó asignarle a la libertad un valor

10
económico: la fuerza del trabajo humano medida en el tiempo. En
consecuencia, su restricción equivalía a un castigo.

2.1. RÉGIMEN EN NUESTRO PAÍS


La pluralidad de penas privativas de libertad se limitó a dos: la reclusión
y la prisión. La reclusión es más severa y se identifica, teórica y
prácticamente, con la pena de presidio. La prisión, en cambio, no
registra contenidos infamantes.
En el Código de 1921 se reemplaza la pena penitenciaria por la de
prisión y a la pena de presidio se la sustituye por la de reclusión. El art.
9 del Código Penal sostiene que: "la pena de prisión, perpetua o
temporal, se cumplirá con trabajo obligatorio, en establecimientos
distintos de los destinados a los recluidos". En verdad, esta
prescripción nació muerta, ya que como antes decíamos, nunca se
efectivizó la distinción de los establecimientos en los que se cumplían
las penas de prisión.

Por decreto del 29 de noviembre de 1922, el gobierno había dispuesto


que la pena de reclusión, se cumpliera en el Penal de Ushuaia, y la de
prisión, en la Penitenciaría Nacional de Buenos Aires. A los dos años,
otro decreto con términos muy generales, dio cuenta de la imposibilidad
del cumplimiento del anterior, tal cual se había planificado y resolvió
que, los condenados a reclusión o prisión se alojaran en la
penitenciaría de la calle Las Heras. Se advierte que, a poco tiempo de
promulgado el Código Penal, ya se dictaron normas que incluían en un
mismo instituto penal a presos y reclusos.

2.2. CONDICIÓN GENERAL DE LA PRIVACIÓN DE LA LIBERTAD


PERSONAL.
El art. 7o CADH, en la medida que es la norma matriz de la protección
a la libertad personal, luego de reconocer taxativamente ese derecho
en el inc. 1°, en tanto exigencia fundamental tutelada –en palabras de
Pedraz Penalva- establece, en primer lugar, (inc. 2°) que nadie puede
ser privado de su libertad, salvo por las causas y en las condiciones

11
fijadas de antemano por las Constituciones Políticas de los Estados
Partes o por las leyes dictadas conforme a ellas; y, en segundo lugar
(in c. 3°) que nadie puede ser sometido a detención o encarcelamiento
arbitrarios.

2. La CADH, a diferencia del CEDH, no delimita las hipótesis que


autorizan la privación de la libertad. Es obvio que una –solo una- causa
legítima, de las muchas existentes, es la "detención por razones de
punibilidad", la cual está vinculada, de un lado, a la imposición de una
pena de prisión como consecuencia de la comisión de un delito, y, de
otro lado, a la necesidad de poner una persona a disposición judicial
bajo cargos de comisión de un delito y de mantenerla en esa condición
durante la pendencia de la causa, que es el punto clave de nuestra
disertación. De inicio es de precisar que cuando se invoca esta
modalidad de detención, como decidió el TEDH, (1) no sólo se requiere
acudir a una interpretación estricta, sino que (2) únicamente es
aceptable en el marco de un proceso penal, y (3) no está permitido
hacer uso de medidas de prevención aún con objetivos tan
trascendentales como la lucha contra la delincuencia organizada
(SSTEDH Asuntos Ciulla, 22.2.1989, párrs. 38 y 41; De Jong, Baljet y
Van DenBrink, párr. 44; Boumar, 29.2. 1988, párr. 43; y, Guzzardi,
6.11.1980. párr.102).

2.3. NATURALEZA Y FUNCIONES DE LA PRISIÓN PREVENTIVA.


Una breve mirada al DIDH permite establecer lo siguiente: 1) Que el
art. 9°.3 del PIDCP, luego de enfatizar que la prisión preventiva no
debe ser la regla general, condiciona la libertad del imputado al
aseguramiento procesal del mismo a los efectos de sus asistencia al
proceso y, en su caso, para la ejecución del fallo; esto es, incorpora
expresamente el denominado "peligro de fuga". 2) Que el art. 5°.3,
apartado e), de la CEDH autoriza la privación de libertad cuando
existan indicios racionales de que el imputado ha cometido una
infracción o cuando se estime necesario para impedirle que cometa
una infracción o que huya después de haberla cometido; al respecto la

12
Comisión Europea de Derechos Humanos (Caso "T" vs. España, res.
28.6.94) estableció como fines dignos de tutela los dirigidos a erradicar
un peligro de fuga, la reiteración de hechos análogos por parte del
imputado o, por último, la destrucción de pruebas; concepción que
aceptó el TEDH en varias sentencias (vid.: Asuntos Matznetter, STEDH
10.11.69; Stogmuller, STEDH 10.11.69; Clooth, STEDH 12.12.91; y
Wemhoff, STEDH 27.6.68). 3) Que el art. 58°.1, b) del Estatuto de
Roma de la CPI, igualmente, incorpora esta última concepción de los
tres peligros: aseguramiento de la comparecencia del imputado,
entorpecimiento de la actividad probatoria y reiteración delictiva. 4) En
igual sentido se pronuncian los Principios aprobados por el 8º
Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención
del Delito y Tratamiento del Delincuente, al establecer en el párr. 2, b,
lo siguiente: "Solo se ordenará la prisión preventiva cuando existan
razones fundadas para creer que las personas de que se trata han
participado en la comisión de un presunto delito y se tema que
intentarán sustraerse o que cometerán otros delitos graves, o exista el
peligro de que se entorpezca seriamente la administración de justicia si
se las deja en libertad".

13
CAPITULO III

3. PRINCIPIOS Y BUENAS PRÁCTICAS SOBRE LA PROTECCIÓN DE


LAS PERSONAS PRIVADAS DE LIBERTAD EN LAS AMÉRICAS
Disposición general
A los efectos del presente documento, se entiende por “privación de
libertad”:
“Cualquier forma de detención, encarcelamiento, institucionalización, o
custodia de una persona, por razones de asistencia humanitaria,
tratamiento, tutela, protección, o por delitos e infracciones a la ley,
ordenada por o bajo el control de facto de una autoridad judicial o
administrativa o cualquier otra autoridad, ya sea en una institución pública o
privada, en la cual no pueda disponer de su libertad ambulatoria. Se
entiende entre esta categoría de personas, no sólo a las personas privadas
de libertad por delitos o por infracciones e incumplimientos a la ley, ya sean
éstas procesadas o condenadas, sino también a las personas que están
bajo la custodia y la responsabilidad de ciertas instituciones, tales como:
hospitales psiquiátricos y otros establecimientos para personas con
discapacidades físicas, mentales o sensoriales; instituciones para niños,
niñas y adultos mayores; centros para migrantes, refugiados, solicitantes
de asilo o refugio, apátridas e indocumentados; y cualquier otra institución
similar destinada a la privación de libertad de personas”.

Dada la amplitud del anterior concepto, los siguientes principios y buenas


prácticas se podrán invocar y aplicar, según cada caso, dependiendo de si
se trata de personas privadas de libertad por motivos relacionados con la
comisión de delitos o infracciones a la ley, o por razones humanitarias y de
protección.

3.1. PRINCIPIOS GENERALES


Principio I
Trato humano

14
Toda persona privada de libertad que esté sujeta a la jurisdicción de
cualquiera de los Estados Miembros de la Organización de los Estados
Americanos será tratada humanamente, con irrestricto respeto a su
dignidad inherente, a sus derechos y garantías fundamentales, y con
estricto apego a los instrumentos internacionales sobre derechos humanos.

En particular, y tomando en cuenta la posición especial de garante de los


Estados frente a las personas privadas de libertad, se les respetará y
garantizará su vida e integridad personal, y se asegurarán condiciones
mínimas que sean compatibles con su dignidad.

Se les protegerá contra todo tipo de amenazas y actos de tortura,


ejecución, desaparición forzada, tratos o penas crueles, inhumanos o
degradantes, violencia sexual, castigos corporales, castigos colectivos,
intervención forzada o tratamiento coercitivo, métodos que tengan como
finalidad anular la personalidad o disminuir la capacidad física o mental de
la persona.

No se podrá invocar circunstancias, tales como, estados de guerra, estados


de excepción, situaciones de emergencia, inestabilidad política interna, u
otra emergencia nacional o internacional, para evadir el cumplimiento de
las obligaciones de respeto y garantía de trato humano a todas las
personas privadas de libertad.

Principio II
Igualdad y no-discriminación

Toda persona privada de libertad será igual ante la ley, y tendrá derecho a
igual protección de la ley y de los tribunales de justicia. Tendrá derecho,
además, a conservar sus garantías fundamentales y ejercer sus derechos,
a excepción de aquéllos cuyo ejercicio esté limitado o restringido
temporalmente, por disposición de la ley, y por razones inherentes a su
condición de personas privadas de libertad.

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Bajo ninguna circunstancia se discriminará a las personas privadas de
libertad por motivos de su raza, origen étnico, nacionalidad, color, sexo,
edad, idioma, religión, opiniones políticas o de otra índole, origen nacional
o social, posición económica, nacimiento, discapacidad física, mental o
sensorial, género, orientación sexual, o cualquiera otra condición social. En
consecuencia, se prohibirá cualquier distinción, exclusión o restricción que
tenga por objeto o por resultado, menoscabar o anular el reconocimiento,
goce o ejercicio de los derechos internacionalmente reconocidos a las
personas privadas de libertad.

No serán consideradas discriminatorias las medidas que se destinen a


proteger exclusivamente los derechos de las mujeres, en particular de las
mujeres embarazadas y de las madres lactantes; de los niños y niñas; de
las personas adultas mayores; de las personas enfermas o con infecciones,
como el VIH-SIDA; de las personas con discapacidad física, mental o
sensorial; así como de los pueblos indígenas, afrodescendientes, y de
minorías. Estas medidas se aplicarán dentro del marco de la ley y del
derecho internacional de los derechos humanos, y estarán siempre sujetas
a revisión de un juez u otra autoridad competente, independiente e
imparcial.

Las personas privadas de libertad en el marco de los conflictos armados


deberán ser objeto de protección y atención conforme al régimen jurídico
especial establecido por las normas del derecho internacional humanitario,
complementado por las normas del derecho internacional de los derechos
humanos.

Las medidas y sanciones que se impongan a las personas privadas de


libertad se aplicarán con imparcialidad, basándose en criterios objetivos.

Principio III
Libertad personal
1. Principio básico

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Toda persona tendrá derecho a la libertad personal y a ser protegida contra
todo tipo de privación de libertad ilegal o arbitraria. La ley prohibirá, en toda
circunstancia, la incomunicación coactiva de personas privadas de libertad
y la privación de libertad secreta, por constituir formas de tratamiento cruel
e inhumano. Las personas privadas de libertad sólo serán recluidas en
lugares de privación de libertad oficialmente reconocidos.
Por regla general, la privación de libertad de una persona deberá aplicarse
durante el tiempo mínimo necesario.
La privación de libertad de niños y niñas deberá aplicarse como último
recurso, por el periodo mínimo necesario, y deberá limitarse a casos
estrictamente excepcionales.
Cuando se impongan sanciones penales previstas por la legislación
general a miembros de los pueblos indígenas, deberá darse preferencia a
tipos de sanción distintos del encarcelamiento conforme a la justicia
consuetudinaria y en consonancia con la legislación vigente.

3.2. EXCEPCIONALIDAD DE LA PRIVACIÓN PREVENTIVA DE LA


LIBERTAD
Se deberá asegurar por la ley que en los procedimientos judiciales o
administrativos se garantice la libertad personal como regla general, y se
aplique como excepción la privación preventiva de la libertad, conforme se
establece en los instrumentos internacionales sobre derechos humanos.

En el marco de un proceso penal, deberán existir elementos de prueba


suficientes que vinculen al imputado con el hecho investigado, a fin de
justificar una orden de privación de libertad preventiva. Ello configura una
exigencia o condición sine qua non a la hora de imponer cualquier medida
cautelar; no obstante, transcurrido cierto lapso, ello ya no es suficiente.

La privación preventiva de la libertad, como medida cautelar y no punitiva,


deberá además obedecer a los principios de legalidad, presunción de
inocencia, necesidad y proporcionalidad, en la medida estrictamente
necesaria en una sociedad democrática, que sólo podrá proceder de
acuerdo con los límites estrictamente necesarios para asegurar que no se

17
impedirá el desarrollo eficiente de las investigaciones ni se eludirá la acción
de la justicia, siempre que la autoridad competente fundamente y acredite
la existencia, en el caso concreto, de los referidos requisitos.

3.3. MEDIDAS ESPECIALES PARA LAS PERSONAS CON


DISCAPACIDADES MENTALES
Los sistemas de salud de los Estados Miembros de la Organización de los
Estados Americanos deberán incorporar, por disposición de la ley, una
serie de medidas en favor de las personas con discapacidades mentales, a
fin de garantizar la gradual desinstitucionalización de dichas personas y la
organización de servicios alternativos, que permitan alcanzar objetivos
compatibles con un sistema de salud y una atención psiquiátrica integral,
continua, preventiva, participativa y comunitaria, y evitar así, la privación
innecesaria de la libertad en los establecimientos hospitalarios o de otra
índole. La privación de libertad de una persona en un hospital psiquiátrico u
otra institución similar deberá emplearse como último recurso, y
únicamente cuando exista una seria posibilidad de daño inmediato o
inminente para la persona o terceros. La mera discapacidad no deberá en
ningún caso justificar la privación de libertad.

3.4. MEDIDAS ALTERNATIVAS O SUSTITUTIVAS A LA PRIVACIÓN DE


LIBERTAD
Los Estados Miembros de la Organización de los Estados Americanos
deberán incorporar, por disposición de la ley, una serie de medidas
alternativas o sustitutivas a la privación de libertad, en cuya aplicación se
deberán tomar en cuenta los estándares internacionales sobre derechos
humanos en esta materia.
Al aplicarse las medidas alternativas o sustitutivas a la privación de libertad,
los Estados Miembros deberán promover la participación de la sociedad y
de la familia, a fin de complementar la intervención del Estado, y deberán
proveer los recursos necesarios y apropiados para garantizar su
disponibilidad y eficacia.

18
Principio IV
Principio de legalidad
Nadie podrá ser privado de su libertad física, salvo por las causas y en las
condiciones establecidas con anterioridad por el derecho interno, toda vez
que sean compatibles con las normas del derecho internacional de los
derechos humanos. Las órdenes de privación de libertad deberán ser
emitidas por autoridad competente a través de resolución debidamente
motivada.
Las órdenes y resoluciones judiciales o administrativas susceptibles de
afectar, limitar o restringir derechos y garantías de las personas privadas
de libertad, deberán ser compatibles con el derecho interno e internacional.
Las autoridades administrativas no podrán alterar los derechos y garantías
previstas en el derecho internacional, ni limitarlos o restringirlos más allá de
lo permitido en él.

Principio V
Debido proceso legal
Toda persona privada de libertad tendrá derecho, en todo momento y
circunstancia, a la protección de y al acceso regular a jueces y tribunales
competentes, independientes e imparciales, establecidos con anterioridad
por la ley.
Las personas privadas de libertad tendrán derecho a ser informadas
prontamente de las razones de su detención y de los cargos formulados
contra ellas, así como a ser informadas sobre sus derechos y garantías, en
un idioma o lenguaje que comprendan; a disponer de un traductor e
intérprete durante el proceso; y a comunicarse con su familia. Tendrán
derecho a ser oídas y juzgadas con las debidas garantías y dentro de un
plazo razonable, por un juez, autoridad u otro funcionario autorizado por la
ley para ejercer funciones judiciales, o a ser puestas en libertad, sin
perjuicio de que continúe el proceso; a recurrir del fallo ante juez o tribunal
superior; y a no ser juzgadas dos veces por los mismos hechos, si son
absueltas o sobreseídas mediante una sentencia firme dictada en el marco
de un debido proceso legal y conforme al derecho internacional de los
derechos humanos.

19
Para determinar el plazo razonable en el que se desarrolla un proceso
judicial se deberá tomar en cuenta: la complejidad del caso; la actividad
procesal del interesado; y la conducta de las autoridades judiciales.

Toda persona privada de libertad tendrá derecho a la defensa y a la


asistencia letrada, nombrada por sí misma, por su familia, o proporcionada
por el Estado; a comunicarse con su defensor en forma confidencial, sin
interferencia o censura, y sin dilaciones o límites injustificados de tiempo,
desde el momento de su captura o detención, y necesariamente antes de
su primera declaración ante la autoridad competente.

Toda persona privada de libertad, por sí o por medio de terceros, tendrá


derecho a interponer un recurso sencillo, rápido y eficaz, ante autoridades
competentes, independientes e imparciales, contra actos u omisiones que
violen o amenacen violar sus derechos humanos. En particular, tendrán
derecho a presentar quejas o denuncias por actos de tortura, violencia
carcelaria, castigos corporales, tratos o penas crueles, inhumanos o
degradantes, así como por las condiciones de reclusión o internamiento,
por la falta de atención médica o psicológica, y de alimentación adecuadas.

Las personas privadas de libertad no deberán ser obligadas a declarar


contra sí mismas, ni a confesarse culpables. Las declaraciones obtenidas
mediante tortura o tratos crueles, inhumanos o degradantes, no deberán
ser admitidas como medios de prueba en un proceso, salvo en el que se
siga contra la persona o personas acusadas de haberlas cometido, y
únicamente como prueba de que tales declaraciones fueron obtenidas por
dichos medios.

En caso de condena se les impondrán las penas o sanciones aplicables en


el momento de la comisión del delito o de la infracción a la ley, salvo si con
posterioridad las leyes disponen de una pena o sanción menos grave, en
cuyo caso se aplicará la ley más favorable a la persona.

20
Las condenas a la pena de muerte se ajustarán a los principios,
restricciones y prohibiciones establecidas en el derecho internacional de los
derechos humanos. En todo caso, se les reconocerá el derecho a solicitar
la conmutación de la pena.

Las personas privadas de libertad en un Estado Miembro de la


Organización de los Estados Americanos del que no fueren nacionales,
deberán ser informadas, sin demora y en cualquier caso antes de rendir su
primera declaración ante la autoridad competente, de su derecho a la
asistencia consular o diplomática, y a solicitar que se les notifique de
manera inmediata su privación de libertad. Tendrán derecho, además, a
comunicarse libre y privadamente con su representación diplomática o
consular.

Principio VI
Control judicial y ejecución de la pena
El control de legalidad de los actos de la administración pública que afecten
o pudieren afectar derechos, garantías o beneficios reconocidos en favor
de las personas privadas de libertad, así como el control judicial de las
condiciones de privación de libertad y la supervisión de la ejecución o
cumplimiento de las penas, deberá ser periódico y estar a cargo de jueces
y tribunales competentes, independientes e imparciales.

Los Estados Miembros de la Organización de los Estados Americanos


deberán garantizar los medios necesarios para el establecimiento y la
eficacia de las instancias judiciales de control y de ejecución de las penas,
y dispondrán de los recursos necesarios para su adecuado funcionamiento.

Principio VII
Petición y respuesta
Las personas privadas de libertad tendrán el derecho de petición individual
o colectiva, y a obtener respuesta ante las autoridades judiciales,
administrativas y de otra índole. Este derecho podrá ser ejercido por
terceras personas u organizaciones, de conformidad con la ley.

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Este derecho comprende, entre otros, el derecho de presentar peticiones,
denuncias o quejas ante las autoridades competentes, y recibir una pronta
respuesta dentro de un plazo razonable. También comprende el derecho
de solicitar y recibir oportunamente información sobre su situación procesal
y sobre el cómputo de la pena, en su caso.
Las personas privadas de libertad también tendrán derecho a presentar
denuncias, peticiones o quejas ante las instituciones nacionales de
derechos humanos; ante la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos; y ante las demás instancias internacionales competentes,
conforme a los requisitos establecidos en el derecho interno y el derecho
internacional.

EJEMPLO CASUÍSTICA POLICIAL HECHO REAL

Puno: Vulneran el Derecho a la Libertad de Liubomir Fernández Periodista de


la República
01.- Mayor. Pnp Claudio Dany Osorio Julca Jefe de USE, Agrede y priva de la
Libertad de Liubomir Fernández Periodista de la República.

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02.- Derecho a la Libertad. Const. Art.02 Num.24 Lit.F Nadie puede ser
detenido sino por mandato escrito y motivado por el juez o por las autoridades
policiales en caso de flagrante delito.
03.- Derecho a Grabar. Const. Art.02 Num.24 Lit.A Lo que no está prohibido en
la Constitución está permitido.
04.- Derecho a Grabar. Ley 27444 Art.242 Derecho de los Administrados
Num.03 Poder realizar grabaciones en audio o video de las que participe.
En este caso podemos indicar que hubo una privación de libertad del periodista
ya que el periodista solo realizaba su trabajo.

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CONCLUSIONES
Las posiciones planteadas en este escrito no están relacionadas con una
defensa de la impunidad o de invisibilización de los procesos de sufrimiento de
las víctimas. No hay que confundir una aproximación hacia lo penitenciario en
busca de condiciones coherentes con la dignidad humana con un manejo que
busque la impunidad, es precisamente todo lo contrario. Es más, la clave es, no
solo el aseguramiento de condiciones coherentes con la dignidad humana, sino
que se replanteen y construyan modelos de trabajo a lo interno de las cárceles
que posibiliten una intervención de los factores de afectación mencionados,
entre otros y por ende impacten en beneficio de la sociedad en general. La
promoción debe ser de la salud mental, de oportunidades, de crecimiento, de
resignificación y de mejores vidas posibles.

Si bien la cárcel, indiferentemente de sus condiciones, siempre es cárcel,


siempre es institución total en tanto le sea inhabilitada al individuo interno su
capacidad de decisión con respecto a cuándo salir del lugar y por ende siempre
va a tener una afectación en tanto el interno experimenta un proceso de
regresión hacia una etapa superada en el proceso de la vida y vuelve a
depender de muchos actores por sobre y ajenos a él; las condiciones, la
dinámica y modelo de trabajo de la misma, van a ser determinantes a la hora
de aminorar o aumentar la afectación que ésta involucra.

Es importante destacar que la cárcel es un reflejo de la sociedad en la que se


encuentra, por lo tanto nos habla de un sistema político que la sostiene. Este
sistema político debe interrogarse críticamente a sí mismo y estar en constante

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estado de reconstrucción para lograr el mejoramiento de las condiciones de
vida humana y garantizar el respeto por los Derechos Humanos.

BIBLIOGRAFÍA

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ANEXOS

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