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Odysseus Elytis

ANTOLOGÍA GENERAL

Alianza 3; 1989
(p.41-271)
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ORIENTACIONES (1940)

Départ dans l'affection et le bruit neufs...


Rimbaud

CLIMA DE LA AUSENCIA

I
Todas la nubes se confesaron con la tierra
Mi dolor ocupó el lugar que dejaron
Y cuando adoleció entre mís cabellos
La mano impenitente
Quedé preso en un nudo de pena.

II
La hora se olvidó al atardecer
Sin un recuerdo
Con su árbol mudo
Hacia el mar
Se olvidó al atardecer
Sin un aleteo
Con su rostro inmóvil
Hacia el mar
Al atardecer
Sin amor
Con su boca intransigente
Hacia el mar

Y yo en la Calma a la que seduje.

III

Tarde
Y su aislamiento imperial
Y la ternura de sus vientos
Y su resplandor temerario
Que nada venga Nada
se marche

Todas las frentes desnudas

Y un cristal como sensación.

SIETE NOCTURNOS DE SIETE VERSOS


I

Llegaron sueños y sueños


Al cumpleaños de los jazmines
Noches y noches a las blancas
Vigilias de los cisnes

Nace el rocío entre las hojas


Como en el cíelo infinito
El sereno sentimiento.

II
Propicios resplandores de estrellas traen al silencio
Y tras el silencio una intrusa melodía
Enamorada
De antiguos ecos hechicera
Queda ahora la sombra lánguida
Y su quebrada confianza
Y su vértigo irremediable —allí.

III

Todos los cipreses marcan medianoche


Todos los dedos
Silencio

¡Tras la abierta ventana del sueño


Se despliega lentamente
La confesión '
Que como un gesto se desvía hacia los astros!

IV

Un hombro desnudo
Como la verdad
Paga su perfección
A la caída de la tarde
Que resplandece solitaria
Bajo la secreta medía luna
De mi nostalgia.

De la noche sin vigías se apoderaron los recuerdos


Malvas
Rojos
Amarillos

Sus brazos abiertos se llenaron de sueño


De viento su sedosa cabellera
Sus ojos de silencio.

VI

Inescrutable noche amarga sin fin


Párpado abierto
Antes del sollozo arde el dolor
Antes del presentimiento se ladea la pérdida

El acecho agonizante
Como el silogismo del inútil meandro
Se quiebra en las rodillas de su destino.

VII

La diadema de la luna nueva en la frente de la noche


Cuando las sombras se reparten la superficie
De la visión

Y el dolor medido por el oído avezado


Se precipita involuntariamente
En la idea que inutiliza el melancólico
Toque de queda.

ANIVERSARIO

... even tbe weariest river


winds somewhere safe to sea!

Traje mi vida hasta aquí


Hasta el punto en donde combate
Siempre cerca del mar
La juventud entre las rocas, pecho
Con pecho en el aire
A dónde ha de ir un hombre
Si sólo es hombre
Calculando con los rocíos sus verdes
Instantes, con aguas las visiones
De su oído, con alas sus remordimientos
Ay, Vida
Del niño que se hace hombre
Siempre cerca del mar cuando el sol
Le enseña a respirar por donde se extingue
La sombra de una gaviota.

Traje mi vida hasta aquí


Blanca medida negra suma
Pocos árboles y pocos
Guijarros mojados
Dedos suaves para acariciar una frente
Qué frente
Las esperas lloraron toda la noche y ya no hay
No hay nadie
Que escuche un paso en libertad
Que levante una voz descansada
Para que las proas chapoteen en el dique escribiendo
Un nombre más dulce en sus horizontes
Pocos años pocas olas
Sensible remar
En la bahías en torno al amor.
Traje mi vida hasta aquí
Amarga incisión en la arena que se borrará
—Quien vio a dos ojos tocar su silencio
Y mezcló sus resplandores encerrando mil mundos
Que recuerde su sangre a otros soles
Más cerca de la luz
Hay una sonrisa que completa la llama—
Pero aquí en el inculto paisaje que se pierde
En un mar abierto e inclemente
Se despluma el éxito
Torbellino de alas
Y de instantes que se ataron a ¡a tierra
A la dura tierra bajo impacientes
Pies, a la tierra convertida en vértigo
Volcán apagado.

Traje mi vida hasta aquí


Piedra consagrada al líquido elemento
Más allá de las islas
Más abajo de la ola
Vecindad en las anclas
—Cuando pasan las quillas hendiendo con pasión
Un nuevo obstáculo y lo vencen
Y la esperanza alborea con todos sus delfines
ganancia del sol en un corazón humano—
Las redes de la duda arrastran
Una figura de sal
Tallada con esfuerzo
Indiferente blanca
Que inclina hacia el océano las cuencas de sus ojos
Sosteniendo el infinito.

DIONISO

II

¡Qué luminosa corona de idilios! Salid, corzas, de aquí, salid del deseo de
los torrentes
Que rompen todo su sonido retallando las frentes de las doncellas vespertinas.
Navegad, arcoiris, entre los cristales y los cielos que enviaron hasta aquí
pequeños navios de ámbar.
Es una mágica llama la que abre los abanicos de las laderas en nuestros viajes
sorprendidos.
Es una melena aguijoneada por la azarosa pendiente de los valles de una
juventud
Que bruñe nuestras agudas miradas, cuando se inflaman todas las túnicas del
éxtasis,
Cuando los recuerdos detonan y salen de sus pequeñas ventanas jacintos
Azules y miosotas con pequeños ibiscos llenos de gracia, al clavarse
En las fluyentes llanuras encantadas por los caramillos de los ebrios deseos,
En los grandes arcos de los grandes triunfadores del bosque adolescente.

III
Arrastrad, narrias gemelas, unas teas a la anónima extensión de la atmósfera
Veloces goletas del deseoy relatad el mar con el murmullo de las aguas y el
viento
Mejillas de las ninfas, lavad con vuestra respiración toda la primavera

¡Hacia nosotros soplará la eternidad!


En todas las fuentes, en todos los manantiales, un alarido roto se vuelve a
unir,
Alarido de vida llena de recodos desde el rocío hasta el eco que trompetea,
En los parapetos de los astros la noble unión de manos inmaculadas,
Nuestras manos que crearon con la luz del corazón su salto ideal...
¡Ay! ¡como sí las horas nos vistiesen con su estremecimiento y se elevase de
ese himno el despilfarro entusiasmado
De los cuerpos que ganan su sangre excavando todas las noches en las raíces de
la Quimera!

LAS CLEPSIDRAS DE LO DESCONOCIDO

Se Írrita el sol, su sombra encadenada persigue al mar.


Una casita, dos casitas, el puño que se abrió por el rocío y todo lo perfuma.
Llamas y llamas alrededor despertando las puertas cerradas de las risas.
Es tiempo de que los mares conozcan los peligros.
Qué queréis, pregunta el rayo de sol, qué queréis, pregunta la esperanza
quitándose su blanca camisa.
Pero el viento agotó el calor, dos ojos meditan
Y no saben dónde terminar por lo denso que resulta su futuro.

Vendrá un día en que el corcho imite al ancla y llore por el sabor del abismo.
Vendrá un día en que los dos se unan,
Más arriba o más abajo de las cumbres quebrantadas por la canción del Lucero
De esta tarde; no tiene importancia, la importancia está en otro sitio.
Una muchacha, dos muchachas se inclinan sobre sus jazmines y desaparecen.
Queda un arroyuelo para contarlo, pero allí exactamente las noches se pusieron
a beber.
Grandes palomas y grandes sensaciones velan sus silencios.

Tal sufrimiento parece irremediable


Y nadie sabe si viene el dolor a desnudarse con ellas.
Escasean los cepos, las estrellas hacen signos a sus amantes, todos sus
Sortilegios saltan, se aprietan, parece que ya llegó la inmortalidad
Que pedían las manos, cuando estrechaban las del destino que cambió de cuerpo
y se volvió aire
Poderoso. Parece que llegó la inmortalidad.

HELENA

La primera gota de lluvia asesinó al verano


Se mojaron las palabras que engendraron claridades de estrellas.
¡Todas las palabras únicamente dedicadas a Ti!
A dónde tenderemos las manos si el tiempo nos desdeña.
Dónde dejaremos los ojos si los últimos perfiles zozobraron en las nubes,
Si tus párpados se cerraron sobre nuestros paisajes
Y estamos —como si la niebla pasase entre nosotros—
Terriblemente solos, rodeados por tus imágenes muertas.

Con la frente en el cristal velamos el nuevo sufrimiento.


No es la muerte quien nos rendirá puesto que Tú existes,
Puesto que existe en otro lugar un viento para vivirte enteramente,
Para vestirte de cerca como te viste de lejos nuestra esperanza.

Puesto que existe en otro lugar


Una verde llanura que se extiende desde tu sonrisa al sol,
Diciéndole en confianza que volveremos a encontrarnos.
No, no nos enfrentaremos a la muerte,
Sino a una pequeña gota de lluvia otoñal,
Un confuso sentimiento,
El aroma de tierra húmeda en nuestras almas que tanto se separan.

Aunque no esté tu mano en nuestras manos,


Aunque no esté nuestra sangre en las venas de tus sueños,
La luz en el cielo inmaculado
Y Ja música invisible dentro de nosotros, ¡ay!, melancólica
Pasajera de cuanto nos retiene aún en el mundo.
Es húmedo el aire, la hora del otoño» la separación,
El apoyo amargo del codo en el recuerdo
Que aparece cuando la noche nos separa de la luz,
Tras la ventana rectangular que mira a la tristeza,
Que no ve nada,
Porque se hizo música invisible, llama en la chimenea, golpe del gran reloj en
la pared.
Porque se hizo
Poema verso a verso, exhalación paralela a la lluvia, a las lágrimas, a las
palabras.
Palabras no como las otras sino únicamente dedicadas a Ti.

EL CONCIERTO DE LOS JACINTOS(*)

Detente un poco más cerca del silencio y recoge el ca-


bello de esta noche que sueña con su cuerpo desnudo.
Tiene muchos horizontes, muchas brújulas, y un destino
que arde siempre incansable y sus cincuenta y dos ma-
pas. Después empieza de nuevo con otra cosa —con tu
mano que le da margaritas para encontrar un deseo, un
islote de sueño.
Detente un poco más cerca del silencio y abraza el an-
cla enorme que reina en las profundidades. Dentro de
poco estará en las nubes. Y tú no comprenderás, sino que
llorarás, llorarás para que te bese, y cuando vaya a abrir
una hendidura en la mentira, un pequeño y tranquilo tra-
galuz en la ebriedad, me morderás. Pequeña, sombra ce-
losa de mi alma, engendradora de la música bajo la luz
de la luna
Detente un poco más cerca de mí.

XII
Llévate la luz de los jacintos y bautízala en la fuente
del día. Así, junto a tu nombre, tiritará la leyenda y mi
mano venciendo el cataclismo saldrá con las primeras pa-
lomas. ¡Quién saldrá al encuentro de este susurro, quién
considerará digno tenerlo a su lado, quién será el prime-
ro en pronunciarte como el gran sol pronuncia los brotes!
Las olas purifican al mundo. Cada uno busca su boca.
Dónde estás, grito, y el mar, las montañas, los árboles no
existen.

MARINA DE LAS ROCAS

Tienes un sabor de tormenta en los labios, pero a dónde volvías


Continuamente la dura ilusión de la piedra y el mar.
Un viento portador de águilas desnudó las colinas.
Desnudó tu deseo hasta los huesos
Y las niñas de tus ojos cogieron el testigo de la Quimera,
haciendo estremecer con las espumas el recuerdo.
Dónde está la conocida cuesta del pequeño Septiembre,
En la tierra roja en donde jugabas mirando hacía abajo
Los hondos habares de las otras muchachas,
Los rincones en donde tus amigas dejaban brazadas de romero.

Pero a dónde volvías


Continuamente la dura ilusión de la piedra y eí mar.
Te decía que midieses en el agua desnuda sus días luminosos,
Que gozaras boca arriba del alba de las cosas
O que vagases, de nuevo, por los campos amarillos
Con una luz de trébol en tu pecho, heroína del yambo.

Tienes un sabor de tormenta en los labios


Y un vestido rojo como la sangre,
Dentro del oro profundo del verano
Y el aroma de los jacintos. Pero a dónde volvías,

Descendiendo a las playas, a los golfos con los guijarros.


Había allí un frío y salobre heno de mar.
Y más al fondo un sentimiento humano que sangraba.
Y abrías con admiración tus manos diciendo su nombre,
Ascendiendo suavemente hasta la transparencia de las profundidades
En donde centelleaba tu estrella de mar.

Escucha, la razón es la prudencia de los últimos.


El tiempo, un apasionado escultor de los hombres.
El sol se detiene sobre sí mismo como fiera de esperanza
Y tú, más cerca de él, estrechas un amor
Que tiene un sabor amargo de tormenta en los labios.
No es para que, azulada hasta los huesos, calcules otro verano,

Para que cambien los ríos su corriente


Y te hagan regresar a tu madre,
Para que vuelvas a besar otros cerezos
O para que cabalgues en el viento del noroeste.
Apoyada en las rocas sin boy ni mañana,
En los peligros de las rocas con el peinado de la tempestad
Despedirás a tu enigma.

EDAD DEL GLAUCO RECUERDO

A lo lejos, olivares y viñas hasta el mar.


Más lejos, hasta el recuerdo, barcas rojas de pescadores.
Élitros dorados de agosto en el sueño del mediodía
Con algas o conchas. Y aquel barco
Recién salido, verde, en el que se lee aún en la paz del seno de las aguas

DIOS ES GRANDE.(1)

Pasaron los años, las hojas o los guijarros.


Recuerdo a los jóvenes, a los marineros que partían
Tiñendo las velas como sus corazones .
Cantaban a los cuatro puntos del horizonte
Con vientos del norte dibujados en sus pechos.

Qué buscaba yo cuando llegaste teñida por el amanecer


Con. la edad del mar en los ojos
Y con la salud del sol en el cuerpo. —Qué buscaba
En el fondo de las grutas marinas, en los amplios sueños
En donde el aire llenaba de espumas sus sensaciones,
Desconocido y azul, grabando en mi pecho su emblema marinero.

Con la arena en los dedos cerraba los dedos.


Con la arena en los ojos apretaba mis dedos.
Era el sufrimiento. —
Recuerdo que era abril cuando sentí por vez primera tu peso humano,

Tu humano cuerpo, arcilla y pecado.


Como en nuestro primer día sobre la tierra,
Festejaban a las amarilis. Pero recuerdo que sentiste dolor.

Fue una mordedura profunda en los labios,


Un arañazo profundo en la piel en donde el tiempo se queda grabado para
siempre.

Te dejé entonces.

Y un hálito ruidoso levantó las blancas casas,


Los blancos sentimientos recién lavados en las alturas,
En el cielo que quedaba iluminado por una sonrisa.

Ahora tendré a mi lado un cántaro de agua inmarcesible.


Tendré un esbozo de la libertad del aire que se agita,
Y aquellas manos tuyas, en donde el Amor se atormentará,

Y aquella caracola tuya en donde sonará el Egeo.


---
(1) Dios es Grande" es ek nombre de un barco.

MELANCOLÍA DEL EGEO

¡Qué coherencia del alma con los alciones de la tarde!


¡Qué calma en las voces de la tierra lejana!
El cuco en el pañuelo de los árboles,
El instante secreto de la cena de los pescadores
Y el mar que toca el acordeón,
La languidez lejana de la mujer
Hermosa que desnudó su pecho,
Cuando el recuerdo entró en los nidos
Y las lilas regaron de llamas el ocaso.

Con la barquilla y las velas de la Virgen


Partieron, en buen camino de los vientos,
Los amantes del destierro de los lirios.
Pero aquí, cómo la noche susurraba eí sueño
Con murmurante cabellera en los cuellos brillantes
O en las grandes y blancas playas,
Y cómo con la espada de Orion
Se esparció y se derramó desde las alturas
El polvo de los sueños de las doncellas
Que exhalaban perfumes de albahaca y menta.

En la encrucijada en donde se detuvo la antigua hechicera


Quemando los vientos con tomillo seco,
Las sombras flexibles se apresuraron a venir
Con un cantarillo de agua muda en la mano 10,
Como si entraran fácilmente en el Paraíso
Con la oración de los grillos que llenó de espumas los campos.

Las bellas se adelantaron con piel de luna


Para bailar en la era de la medianoche...

Oh, señales que camináis en la profundidad.


Del agua que sostiene un espejo,
En donde reflejáis siete lirios.

Cuando vuelva la espada de Orion,


Encontrará un pobre pan bajo la lamparilla,
Pero un alma en las brasas de los astros
Encontrará grandes manos ramificadas en el infinito,
Algas solitarias, últimos hijos de la playa,
Años de piedra verde.

¡Oh, verde piedra, qué adivino de tormentas supo ver


Que detenías la luz en el alba,
La luz efl el nacimiento de los dos ojos del mundo!.
ASPECTO DE BEOCIA

Aquí, donde la mirada solitaria sopla en las piedras y los agaves,


Aquí, donde se oyen los pasos profundos del tiempo,
Donde se abren grandes nubes, doradas hexaptérigas
Sobre la rnetopa del cielo,
Dime de dónde arrancó la eternidad.
Dime cuál es el signo que te duele,
Cuál es el destino de la eleminta.

¡ Oh, tierra de Beocia iluminada por el viento!


Qué fue de la orquesta, de las manos desnudas bajo los palacios,
La piedad que ascendía como un humo sagrado.
Dónde están los pórticos con las antiguas aves cantoras
Y el estruendo que despertaba el terror de los pueblos,
Cuando el sol entraba como un triunfo,
Cuando el destino coleaba en la lanza del corazón
Y se inflamaban los trinos internos.
Qué fue de las inmortales libaciones guerreras,
De las líneas griegas en el agua del césped.

Quedaron heridos las frentes y los codos.


El tiempo rosáceo cayó rodando desde el intenso cielo.
Los hombres avanzaron
Llenos de dolor y de sueño.

¡Duro aspecto! Ennoblecido por el viento


De la tormenta veraniega que deja huellas
De rubio fuego en el perfil de las colinas y las águilas,
En las líneas del destino de tu mano.

A qué sabes enfrentarte y qué sabes vestir,


Ataviada con la música de las hierbas, y cómo avanzas
Entre brezales y salvias
Hasta el punto final de la saeta.

En esta tierra roja de Beocia,


En el desfile militar y solitario de las rocas,
Encenderás las gavillas doradas de la llama,
Arrancarás de raíz el mal fruto del recuerdo,
Dejarás un alma amarga en la menta silvestre.

EL GRANADO LOCO

Matinal e interrogante
buen humor á perdre haleíne,

En estos patios blancos en donde sopla el noto


Silbando en arcos abovedados, decidme, ¿es el granado loco
El que salta en la luz, esparciendo su sonrisa de frutos
Con la terquedad y el murmullo del viento?, decidme, ¿es el granado loco
El que tiembla con hojas recién nacidas en el alba,
Abriendo los colores desde arriba con estremecimientos de triunfo?.
Cuando, al despertar los campos, las doncellas desnudas
Siegan con sus rubias manos los tréboles,
Volviendo los extremos de sus sueños, decidme, ¿es el granado loco
El que pone inesperadamente las luces en sus verdes cestas,
El que hace rebosar con gorjeos sus nombres?, decidme,
[¿es el granado loco el que combate la niebla del mundo?.

El día en que, por celos, se engalana con más de siete clases de alas,
Ciñendo el sol inmortal en mil prismas
Deslumbrantes, decidme ¿es el granado loco
El que arrebata en su carrera una melena de cien flecos,
Nunca triste, nunca gruñón?, decidme, ¿es el granado loco
El que grita la nueva esperanza que nace?.

Decidme, ¿es el granado loco el que saluda a lo lejos,


Sacudiendo un pañuelo de hojas de llama fresca,
Un mar dispuesto a nacer con dos mil barcos,
Con olas que dos mil veces van y vienen
En playas salvajes?, decidme, ¿es el granado loco
El que hace rechinar las altas velas en el aire transparente?

En las alturas, con el racimo azul que sube y hace fiestas,


Insolente, lleno de peligro, decidme, ¿es el granado loco
El que quiebra con la luz, en medio del mundo, los malos tiempos del demonio,
El que de parte a parte extiende la amarilla gorguera del día,
Bordada con canciones esparcidas?, decidme, ¿es el granado loco
El que desabrocha precipitadamente las sedas del día?.

En enaguas de primeros de abril y cigarras del quince de agosto,


Decidme, ¿el que juega, el que se siente orgulloso, el que seduce
Sacudiendo amenazadoramente sus terribles oscuridades,
Derramando en los senos del sol embriagadoras aves?.
Decidme, ¿el que abre las alas en el pecho de las cosas,
En el pecho de nuestros profundos sueños, es el granado loco?.

* * *

EL SOL PRIMERO (1943)

Cuando hablo del sol se me enreda en la lengua


a menudo una gran rosa negra. Sin embargo no me es posible
guardar silencio

1
Ya no conozco la noche, terrible anonimato de la muerte.
En la bahía de mi alma fondea una escuadra de estrellas.
Lucero de la tarde, centinela, para que brilles junto al airecillo
Celeste de una isla que me sueña
Anunciando el alba desde sus altas rocas,
Mis dos ojos, en un abrazo, te navegan con la estrella
De todo mi corazón: Ya no conozco la noche.

Ya no conozco los nombres de un mundo que me niega.


Limpiamente leo las estrellas, las hojas, los guijarros.
Es inútil mi enemiga en los caminos del cielo,
Excepto si el sueño vuelve a mirarme
Atravesar, con lágrimas, el mar de la inmortalidad.
Lucero de la tarde, bajo la línea curva de tu llama dorada,
Ya no conozco la noche que sólo es noche.

CUERPO DEL VERANO

Hace tiempo que oímos la última lluvia


Sobre las hormigas y los lagartos.
Ahora, el cielo infinito se inflama.
Los frutos tiñen sus bocas.
Los poros de la tierra se abren lentamente
Y, junto al agua que gotea sílaba a sílaba,
Una enorme planta mira directamente al sol.

Quién es el que yace sobre las arenas,


Boca arriba, fumando las plateadas hojas del olivo.
Las cigarras se calientan en su oído.
Las hormigas trabajan en su pecho.
Los lagartos se deslizan en el césped de su axila
Y, por las algas de sus pies, pasa grácilmente una ola
Enviada por una sirenita que cantó:

¡Oh, cuerpo desnudo del verano, quemado,


Comido por el aceite y por la sal,
Cuerpo de la roca y estremecimiento del corazón,
Gran revuelo de la cabellera del sauce,
Aliento de albahaca en las rizadas ingles
Llenas de estrellas y agujas de pino,
Cuerpo profundo, bajel del día!.

Vienen lentas lluvias, impetuosos granizos.


Pasan las tierras azotadas por las uñas de la nieve
Que ennegrece, en las profundidades, con olas impetuosas.
Las colinas se sumergen en las ubres espesas de las nubes
Y, a pesar de todo, sonríes con indeferencia
Y vuelves a encontrar tu momento inmarcesible,
Como te encuentra el sol en las arenas,
Como el cielo en tu vigor desnudo.

Día brillante, concha de la voz que me modelaste


Desnudo caminando en mis Domingos diarios.
Les diste tu bienvenida entre las playas.
Sopla el primer viento conocido,
Extiende un arriate de afecto
Para que el sol haga rodar su cabeza,
Para que encienda con sus labios las amapolas,
Las amapolas que hombres insignes recolectarán
Para que no exista otra señal, en sus pechos desnudos,
Que la sangre del desdén que borró la tristeza,
Llegando hasta el recuerdo de la libertad.

Dije el amor, la salud de la rosa, el rayo de luz


Que en soledad encuentra directamente el corazón,
Grecia, que camina con paso firme en el mar,
Grecia, que siempre me viaja
En desnudas montañas de gloriosa nieve.

Doy la mano a la justicia,


Diáfana fuente, primer manantial.
Mi cielo es profundo y perdurable.
Lo que amo nace continuamente,
Lo que amo se encuentra siempre en su principio.

Bebiendo sol corintio,


Leyendo los mármoles,
Saltando viñas, mares,
Apuntando con el arpón
Un pez votivo que se desliza,
Encontré las hojas que el salmo del sol recita de memoria,
El yermo vivo que el deseo alegra
Al abrirse.

Bebo agua, corto frutos,


Hundo mi mano en la hojarasca del viento.
Los limoneros riegan la vuelta del verano.
Los verdes pájaros hienden mis sueños.
Me voy con una mirada,
Una mirada ancha en donde el mundo se vuelve, otra vez,
Hermoso desde el principio a la medida del corazón.

Golpearon el día en una hermosa parte.


El agua se despertó en la tierra,
Fría voz recién nacida
Que mezcla desde lejos la vecindad del musgo.

Con una caricia de heliotropo, no siente miedo


De que el jardín salga al abismo.
Los amantes caminan mano con mano, caminan
Cuando suenan las campanas del sol.

Salud, eco, yegua,


Pétalo y ala de ladera.
Hierba no segada y nube,
Blancas brazadas de viento.

Las pequeñas aves sesgadas


Van a repicar primavera en las nubes.
Y cuanto nunca nombró la alegría,
Siente sed ahora de la fortuna del mundo.
El traje varonil te recorre la sed del mundo.
Encontrarás tu lecho femenino
Inviniendo un prado
Estrellado del que huyeron las anémonas.

Viví el nombre amado


A la sombra del antiguo olivo,
En el estrépito del mar perdurable.

Los que me apedrearon no viven ya.


Con sus piedras construí una fuente.
A su umbral acuden verdes muchachas.
Sus labios descienden del alba,
Sus cabellos se despliegan profundamente en el futuro.

Vienen las golondrinas, niños del viento.


Beben, vuelan, para que avance la vida.
El espantajo del sueño se vuelve sueño.
El dolor tuerce el hermoso promontorio.
Ninguna voz se pierde en los golfos del cíelo.

Oh, mar inmarcesible, dime qué murmuras.


Temprano estoy en tu boca matinal,
En la cima a donde llega tu amor.
Veo que la voluntad de la noche derrama las estrellas,
Que la voluntad del día acaricia la tierra.

Siembro en los campos de la vida mil azules oscuros,


Mil niños en el aire honesto,
Hermosos y fuertes niños que exhalan bondad
Y saben mirar atentamente los profundos horizontes
Cuando la música eleva las islas.

Grabé el nombre amado


En la sombra del antiguo olivo,
En el estrépito del mar perdurable.

El jardín entraba en el mar,


Oscuro clavel, promontorio.
Tu mano se marchaba con el agua
Para cubrir el mar nupcial
Tu mano abría el cielo.

Angeles con once espadas


Navegaban junto a tu nombre,
Hendiendo las olas florecidas.
Debajo zozobraban las blancas velas
Con ráfagas continuas del gregal.

Con blancas espinas de rosas


Cosías lazos de espera
Para la cabellera de las colinas de tu amor.
Decías: La peinadora de la luz
Es una fuente en la tierra complacida.

Flecha robadora, escándalo de la risa.


Oh, nietecita de! viejo brillo del sol.
Entre los árboles dañabas las raíces,
Abrías las velloritas del agua
Vareando las azufaifas del olvido.

O, de nuevo, en la noche de inagotables violines,


Entre molinos semidestruidos,
Hablabas a escondidas con una bruja.
En tus senos ocultabas una gracia
Que era la misma luna.

La luna aquí, la luna allá.


Enigma leído por el mar
Para tu propia complacencia.
El jardín entraba en el mar,
Oscuro clavel, promontorio.

10

Niño con la rodilla arañada,


Cabeza rapada, sueño sin cortar,
Delantal con anclas cruzadas,
Brazo del pino, lengua del pez,
¡Hermano de la nube!.

Viste brillar junto a ti un guijarro mojado.


Oíste silbar una caña.
Los paisajes más desnudos que conociste,
Los más ebrios de color.
Abajo, el delicioso paseo del sargo.
Arriba, el sombrero de la pequeña iglesia
Y, a lo lejos, un barco con esponjas encarnadas.

Viste la ola de las plantas donde tomaba la escarcha


Su baño matinal, la hoja de la chumbera,
El puentecito a la vuelta del camino
Y la sonrisa salvaje
En los enormes golpes de los árboles,
En los grandes olivos de los esponsales
Donde gotean lágrimas de los jacintos,
Donde el erizo de mar abre los galimatías del agua,
Donde los astros presagian la tormenta.

Niño con la rodilla arañada,


Loco amuleto, obstinada barbilla,
Pantaloncíto de aire,
Pecho de la roca, lirio del agua,
¡Rufián de la blanca nube!.

11

MARINERITO DEL JARDÍN


Con alma desplegada, con salitre en los labios,
Con traje de marinero y con sandalias rojas,
Se engancha entre las nubes,
Pisa las algas del cíelo.
El alba silba en su concha,
Una proa viene arrojando espumas,
¡Angeles!, ¡levantad los remos!,
¡Que fondee aquí la Evangelista!.

¡Cómo se pavonea bajo la tierra la aristocracia del jardín!


¡Cuando el girasol vuelve su desgreñada cabeza,
Se desbordan los barreños
Y entra la Evangelista,
Desnuda, goteando espumas con una estrella de mar en la frente,
Con aire de especias en su cabellera desatada
Y un cangrejo de mar que vacila aún en su hombro moreno!

— ¡Madrina de mis blancas aves,


Gorgona, Evangelista mía!
¡Qué balas de claveles marinos arrojan al muelle tus cañones!
¡Cuántos carros de conchas sumergen tus llamas,
Cómo doblas las palmeras cuando enloquece el viento sudoeste
Y arrastra las arenas y las piedras!.

Pasan las esperanzas por sus ojos


Con barcos de huesos de sepia
En tres delfines que saltan.
¡Tras ella ondean estandartes con flecos!.

— Ay, con qué alhelíes, con qué lilas


Clavaría por piedad un deseo en tu pecho:
¡Que me fijes otro destino!.
No soporto la tierra firme.
No me soportan los naranjales.
¡Concédeme ir a alta mar con salvas y campanas!

Rápidamente, Virgen mía, rápidamente.


Ya oigo una dura voz sobre las almenas.
Golpea, golpea en los cerrojos de bronce,
Golpea, golpea y se envalentona.
Brillan como el sol sus galones.
Ah, y ordena —¿no lo oyes ?—
Ah, y ordena: ¡Bumbulina! (2).

Y la Virgen se alegra y la Virgen sonríe.


¡Cuánto se le parece el mar que rueda en lo profundo!
— Sí, querido terco.
Sí, marínento del jardín.
¡En tu sueño esperan naves de tres mástiles!.

Ahora, con sombrero de paja vuelto y sandalias rojas,


Con un cortaplumas en la mano
Camina el marinerito del jardín.
Corta las cuerdas amarillas,
Suelta las blancas nubes.
£1 alba silba en su concha,
Revienta la pólvora en los sueños.
¡Pascua en las hojas del cielo!

---
Nombre de una heroína de la Guerra de la Independencia griega (1821)

15

Vierte llama en el aceite


Y llama en el pecho.
No es prudente rincón la palestra del alma.
La fortuna adquiere un tono extraño de adivina solar.
Baila para la primavera
Y el vértigo de mayo en las manzanillas de la marejada
Hiende el tiempo, abre anchamente las hojas de los bosques
Tanto que el corazón del mendigo se abre.
Sus rosas lanzan espinas contra los satisfechos.
Sus rosas huelen a eternidad.
Sus rosas esconden en las fibras
Sangre honorable que busca venganza.

Vierte llama en el aceite.


Hiere con la lanza la nube gravemente encinta
En donde se calma el cansancio de la lluvia.
El almendro lavado se abre resplandeciente.
Los jóvenes se esparcen por los campos.
Sus voces ya no son andrajos,
Sino velas de colores en donde el águila infla su victoria.

17

Jugué con la nieve del Jelmo.


Ennegrecí entre los olivos de Lesbos.
Lancé guijarros blancos al mar de Myrtoo.
Trencé verdes cabelleras en las espaldas de Etolia.

Paisajes que, con la ñor inolvidable de la luna


Y con los jugos del sol, me alimentasteis.
Hoy sueño por vosotros,
Ojos que os acompañaron con una luz más hermosa.

Ojos para un paseo más hermoso.


Las noches graban en sus entrañas
Pinturas de Hiraklio.
Aquel que dirá: defino la vida,
Sin ser herido por el rayo de la muerte,
Aquel que en un puñado de aire puro
Dirá que nazca desnuda una rosa
Y nacerá,
Tendrá en su pecho cien siglos,
Pero será joven.
Joven como vocecita de agua recién cortada
Que vierte del costado del día.
Joven como brote de una rama intacta.
Joven sin arruga de tierra, ni sombra de cielo,
Ni gozo de la alegría del pecador.

VARIACIONES SOBRE UN RAYO DE SOL

VERDE

Una cuchillada en la carne de la manzana.


Un amargor en la camisa de la fresca almendra.
Un salto de agua entre los puerros
Y la niña que aún no entró por completo en el amor,
Pero sostiene en su delantal un bosquecito amargo de frutos.

Niña mía, tengo en el corazón una hierba intacta


Y una lluvia de trébol recién nacido.
Pero la catarata que no se precipitó es más profunda,
Más baja,
Y se precipitará como fiera del día en tu abril
Cuando yo toque la fuente y el sol te coma.

Hierba esparcida, cama


Del pinzón, oído de miel, ungüento, respiración, bienvenida.
La ola de la tierra firme también es grande.
El enigma del cuerpo también es profundo.
El tiempo no es inútil en la risa que se debate
Por entrar desde el gusto a la pasión del cielo.

¡Entraré por la puerta que defiende una simple hoja,


Imitaré la ronquera del caballo adolescente,
Probaré el espasmo que te eleva hasta las estrellas!

LA ANARANJADA

Para Andrés Kabás

Tanto la embriagó el jugo del sol


Que volvió su cabeza y aceptó ser
Lentamente: ¡la pequeña Anaranjada!
Como brillaron azuladamente los siete cielos,
Como los cristales apretaron una llama,
Como resplandecieron las colas de las golondrinas,
Así perdieron arriba la cabeza los ángeles y abajo las doncellas,
Perdieron arriba la cabeza las cigüeñas y abajo los pavos reales
Y todos la encontraron al mismo tiempo y todos la vieron al mismo tiempo
Y todos le gritaron al mismo tiempo: ¡Anaranjada!
Se embriaga la cepa y el escorpión, se embriaga todo el mundo.
Sin embargo, el aguijón del día no deja el dolor.
Lo dice la garza enana entre los gusanillos.
Lo dice el golpe del agua en los momentos de oro.
Lo dice el rocío en el labio superior del hermoso Bóreas:

¡Levanta, pequeña, pequeña, pequeña Anaranjada!.


Nadie te conoce como te conoce el beso.
Ni siquiera te conoce el Dios sonriente
Que, con su mano abierta en la ardiente reverberación,
Te muestra desnuda a sus treinta y dos vientos.

AZUL CLARO

Qué fácilmente paso desde tus ojos al cielo,


Desde la manga del agua al rostro de la mar,
Desde tu dedo pequeño hasta la estrella de zafiro,
Esperanzado renombre de la luz, extensión infinita,
Lo que miro con los ojos me alimenta.

Lo que mantengo con el tacto me alimenta.


Cuerpo fresco del mar o aire,
Globo del sueño intacto o fría burbuja de jabón.
La geografía de tu virginidad que no me habla.
Y una seda para tu paso,
Una concha de campana cristalina para tus senos
Que visten de corcho su muñeca más pesada.

Mi muñeca es, y tu muñeca es, la azuladíta


Enteramente desnuda que se divierte agujereada de estrellas
Y se baña en la noche y hace cosquillas a los grillos.

Pero ni la gota del Alba bebida por el azul pálido,


NÍ la resurrección de la maldad del ruiseñor,
Ni el vértigo del trompo, ni el desmayo
De la hora que derrama las aves en el vacío,
Beben de tu fuente, de la fuente que llaman libertad.

VIOLETA
Como féretro que avanza mientras el muerto, a escondidas,
Deja tras él un arroyo de violetas
Y el Ática le murmura despacio buenas tardes.

Como jardinero que se atormenta inclinándose


Entre cuerdas de alambres y piedras hebreas,
Pero no oye el sufrimiento del naranjal,

Cuando se viste de viento y hace signos con las hierbas,


Allá, en el resplandor de las montañas navegables,
Y se asustan las nubes por el ¡ay! del viñador...

La tierra recolecta enteramente las galaxias de sus árboles


Y, entre ellos, da a luz a un estanque de agua.

La tierra prepara sus sábanas:


Amarantos más tiernos incluso que capullitos de ángeles,
Bulbos más dóciles a la medida que las sombras del cielo.

Brilla en lo alto la era del viento, completamente sola.


Las malvas se visten y van a los sepulcros por velas.
Silba un barco lejano que se pierde.

¡Y, cuando un techo solitario habla por su chimenea


Al lucero de la tarde con tres hebras de humo,
Un murciélago queda preso en la cabellera del ocaso! 19.

* * *

CANTO HEROICO Y FÚNEBRE POR EL


SUBTENIENTE CAÍDO EN ALBANIA
(1945)

Donde en un principio habitaba eJ sol.


Donde el tiempo se abría con los ojos de una doncella,
Mientras el aire nevaba por el temblor del almendro
Y los jinetes ardían en las crestas de los matorrales.

Donde la raíz de un esbelto plátano se hundía


Y una bandera, en lo alto, fustigaba tierra y agua.
Donde nunca pesaba un arma sobre el hombro
Sino todo el esfuerzo del cielo,
El mundo entero brillaba como una gota de agua
Por la mañana, a los pies de la montaña.

Ahora, crece una sombra como si fuese un suspiro de Dios.

Ahora, la agonía encorvada, con manos finísimas,


Coge y marchita las flores una a una;
Entre los barrancos en donde se detuvieron las aguas,
Las canciones adolecen por hambre de alegría;
Peñas, ermitaños de fría cabellera,
Cortan silenciosos el pan de la soledad.
El invierno penetra hasta el cerebro. Algo malo
Sobrevendrá. Se eriza la crin del monte-caballo.

Las aves rapaces se dividen en las alturas las migajas del cielo.

IV

Ahora yace sobre su capote chamuscado


Con un aire detenido en sus quietos cabellos,
Con una ramita de olvido en su oído izquierdo.
Parece un jardín abandonado de repente por las aves.
Parece una canción amordazada en la oscuridad.
Parece el reloj detenido de un ángel.
Cuando apenas dijeron sus pestañas «Adiós muchachos»,
Se petrificó la in certidumbre...

Yace sobre su capote chamuscado.


A su alrededor, negros siglos
Ladran al terrible silencio con esqueletos de perros
Y las horas, convertidas en palomas de piedra,
Escuchan con atención;
Sin embargo ardió la sonrisa, sin embargo enmudeció la tierra,
Sin embargo nadie escuchó su último grito.
El mundo entero se vació con el último grito.

Bajo los cinco cedros,


Sin otros cirios,
Yace en su capote chamuscado;
Vacío el casco, enfanganda su sangre,
A su lado el brazo incompleto
Y, entre sus cejas,
Una fuentecilla amarga, huella dactilar del destino,
Una fuentecilla amarga, roja y negra,
¡Fuentecilla en donde se hiela el recuerdo!.

Ay, no mirad, ay, no mirad por dónde se


Por dónde se le escapó la vida. No digáis cómo
No digáis cómo subió a las alturas el humo del sueño;
Así entonces un momento Así entonces un
Así entonces un momento abandonó al otro,
¡Y así de pronto el sol eterno abandonó el mundo!.

VI

Era un muchacho hermoso. El día de su nacimiento


Se inclinaron las montañas de Tracia para que apareciera
El trigo gozoso en los hombros de la tierra firme;
Se inclinaron las montañas de Tracia y le escupieron
Una vez en la cabeza, otra en el pecho y otra en su llanto;
Aparecieron Griegos de ingentes brazos
Y lo levantaron en los pañales de Bóreas...
Después, los días corrieron, rivalizaron en el lanzamiento de piedras,

Cabalgaron en yeguas.
Después, rodaron Estrimones mañaneros
Hasta que las anémonas gitanas tocaron campanillas por doquier
Y llegaron, desde los confines de la tierra,
Los pastores marinos conduciendo rebaños de foques
A donde una gruta marina jadeaba,
A donde suspiraba una piedra enorme.

Era un muchacho fuerte;


De noche, abrazado a muchachas-naranjos,
Manchaba los inmensos vestidos de las estrellas.

Era tan grande el Amor en sus entrañas


Que, con el vino, bebía el sabor de toda ía tierra
Bailando, después, con todos los álamos nupciales
Hasta oír que el alba vertía la luz en sus cabellos.
Eí aíba, que con brazos abiertos lo encontraba
Arañando al sol en la montura de dos pequeñas ramas,
Tiñiendo las flores
O meciendo despacio, otra vez, con ternura,
Las pequeñas lechuzas que velaban—
Ah, qué poderoso tomillo su respiración,
Qué mapa de altivez su pecho desnudo
En el que estallaban la libertad y el mar...

Era un muchacho valiente;


Con sus dorados botones relucientes y su pistola,
Con su aire de hombre en la forma de andar
Y con su casco, brillante diana
(Llegaron tan fácilmente a aquel cerebro
Que nunca conoció el mal),
Con sus soldados, ¡izquierda - derecha!,
Y, ante él, la venganza de ía injusticia.
—¡Fuego a la injusticia, fuego!—
Con su sangre sobre las cejas,
Tronaron las montañas de Albania.
Luego, derritieron las nieves para que lavaran
Su cuerpo, silencioso naufragio del alba,
Y su boca, avecilla sin trinos,
Y sus manos, plazas abiertas de la soledad.
Tronaron las montañas de Albania.
No lloraron,
Para qué llorar.
¡Era un muchacho valiente!.

XII

Con paso mañanero sobre la hierba que crece,


Asciende solo y enteramente luminoso...
Flores muchachos y muchachas le guiñan a escondidas
Y le hablan con una fina voz que se evapora en el cielo.
Se inclinan también, ante él, los árboles enamorados
Con los nidos hundidos en sus axilas,
Con sus ramas sumergidas en el aceite del sol.
Maravilla, qué maravilla, abajo, en la tierra,
Blancas naciones surcan los campos con una reja azul.
Las cordilleras brillan al fondo
Y, más al fondo, los sueños inaccesibles de las montañas de la primavera.

Asciende solo y enteramente luminoso.


Tan empapado de luz que parece su corazón,
Parece entre las nubes, el verdadero Olimpo.
Y alrededor, en el aire, la alabanza de sus compañeros...
Ahora, el sueño late más rápidamente que la sangre.
Los animales se congregan a los lados del sendero.
Gruñen y miran como si hablaran.
El mundo entero es, en verdad, inmenso
Gigante que acaricia a sus hijos.
A lo lejos, repican las campanas de cristal.
Mañana, mañana dicen: ¡Pascua del cielo!.

* * *

ES DIGNO
(1959)

Mucho me atacaron durante mi juventud


pero no pudieron conmigo.
Salmo 129 (128), 2

EL GÉNESIS

En el principio la luz Y la hora primera


en que los labios en el barro aún
prueban las cosas del mundo
Verde sangre y bulbos dorados en la tierra
El mar hermosísimo se tendió también en su sueño
gasas blanquísimas del firmamento
bajo los algarrobos y las altas palmeras erguidas
Solo allí me enfrenté
al mundo
llorando amargamente
Mi alma buscaba al Portador de señales y al Heraldo
Recuerdo que entonces vi
a las tres Mujeres Negras
levantar sus manos hacia el Oriente
sus espaldas Doradas y la nube que dejaron
al desvanecerse lentamente
por la derecha Plantas de muchas formas
Era el sol con su eje en mi interior
al que llamaba lleno de rayos de luz Y
el que yo era verdaderamente El de muchos siglos atrás
Verde aún en la llama No separado del cielo
Sentí que vino y se inclinó
sobre mi cuna
el mismo recuerdo hecho presente
tomó la voz de los árboles, de las olas:
«Tu misión», dijo, «éste es el mundo
y está escrito en tus entrañas
Lee y esfuérzate
y combate», dijo,
«Cada uno con sus armas», dijo,
Y extendió sus manos como hace
un joven Dios aprendiz para crear a un mismo tiempo
sufrimiento y placer.
Primero fueron arrastradas con fuerza
se desclavaron de ías almenas y cayeron
las Siete Hachas (3)
como la Tormenta
en el punto cero que un ave
perfuma otra vez desde el principio
la sangre regresaba pura a la patria
y los monstruos tomaban el aspecto del hombre
Tan razonable es lo Incomprensible
Luego llegaron también todos los vientos de mi familia
muchachos con las mejillas hinchadas
y verdes colas anchas como Sirenas
y otros ancianos conocidos antiguos
con piel de conchas y con barbas
Y partieron la nube en dos Y otra vez en cuatro
y soplaron lo que quedó y lo enviaron al Norte
La gran Torre arrogante pisó con ancho pie las aguas
La línea del horizonte brilló
visible densa e infranqueable
ESTE es el primer himno.
El que yo era verdaderamente El de muchos siglos atrás
Verde aún en la llama No hecho por ninguna mano
trazaba con sus dedos las lejanas líneas
ascendiendo a veces a las alturas con sagacidad
y a veces más abajo las suaves curvas
una dentro de la otra
grandes continentes que sentí
oler a tierra como el entendimiento
Era tanta verdad
que la tierra me siguió fielmente
se volvió más roja en partes ocultas
y en otras partes se llenó de pequeñas agujas de pino
Luego con más indolencia
las colinas las pendientes
a veces también la mano tranquila en reposo
los valles los campos
y de pronto otra vez rocas salvajes y desnudas
estímulos muy poderosos
Por un momento se detuvo a pensar
algo difícil y elevado:
el Olimpo el Taigeto (3)
«Algo que te sirva de ayuda
incluso aunque mueras», dijo
Y entre las piedras tiró los hilos
e hizo subir pizarra desde las entrañas de la tierra
y alrededor de toda la ladera consolidó los anchos escalones

Allí solo depositó


blancas fuentes de mármol
molinos de viento
pequeñas cúpulas rosadas
y altos palomares agujereados '
Virtud con cuatro ángulos rectos
Y cuando pensó qué hermoso sería que uno estuviese en brazos del otro
se llenaron de amor los enormes estanques
se inclinaron bondadosos los animales becerros y vacas
como sí no hubiese en el mundo tentación alguna
y no hubiesen aparecido todavía los cuchillos
«La paz requiere fuerza para soportarla», dijo
y volviendo sobre sí mismo con las manos abiertas sembró
arrayanes gordolobos campanillas
toda clase de estrellas de la tierra
agujereadas en una hoja para señalar su origen
la excelencia y la fuerza

¡ESTE
es el mundo pequeño, el grande!
....................................................
Porque también las horas regresaron como los días
con anchas hojas violetas en el reloj del jardín
Yo era su aguja
Martes Miércoles Jueves
Junio Julio Agosto
Señalaba la necesidad que me venía como salitre
contra mi rostro insectos de muchachas
Lejanos resplandores del Iris
«Todo esto es el tiempo de la inocencia
el tiempo del lobezno v del brote
el anterior a la Necesidad», me dijo
Y empujó el peligro con un dedo
En la cima del cabo puso una ceja negra
Derramó fósforo desde un lugar ignorado
«Para que veas», dijo, «el interior
de tu cuerpo
venas de potasio, de manganeso
y los calcificados
restos antiguos del amor»

Y se sobrecogió vehementemente mi corazón


era el primer crujido de la madera dentro de mí
la de una noche que quizás se aproximaba
la voz del autillo
de alguien que ha sido asesinado
y cuya sangre cae sobre el mundo
Más allá, a lo lejos, en el extremo de mi alma
vi atravesar en secreto
altos faros del campo En los precipicios fortalezas atravesadas

El astro de la Tramontana Santa Marina de los demonios

Y más al fondo tras las olas


En la Isla con golfos de olivares 2fí
Por un instante me pareció ver a Aquel
que dio su sangre para encarnarme
ascendiendo el duro camino del Santo
una vez más
Una vez más
en las aguas de Yera posó sus dedos
y se encendieron las cinco aldeas
Papados Plakados Paleókipos
Skópelos v Mesagrós
poder y herencia de mi generación.

"Mas ahora», dijo, «es necesario que otro aspecto


tuvo suba a la luz»
Y mucho antes de que vo pusiera con mi mente
la señal de una llamada o la forma de un sepulcro
Donde nadie alcanzaba a ver
con las manos extendidas al trente inclinado
preparó los granees Vacíos en la tierra
y en el cuerpo del hombre:

el vacio
de la Muerte para el Niño que va a venir
el vacio
del Asesinato para el Juicio Equitativo
eí vacío
del Sacriíicio para la Compensación Exacta
el vacío
del Alma para la Responsabilidad del Otro
Y la Noche pensamiento malva
de una Luna antigua
serrada por la nostalgia
con las ruinas de un molino solitario y el aroma sencillo del excremento
ocupó una parte de mí mismo
Alteró las proporciones de ios rostros; repartió de otra forma los pesos
Mi duro cuerpo era el ancla bajada hasta los hombres
en donde no se oye más ruido
que golpes sordos gemidos v lamentos
y grietas en el envés de las cosas
¿Vastago de qué raza inexistente sería yo?
sólo entonces comprendí
que el pensamiento del Otro
como el borde oblicuo del cristal
me hacía incisiones Erguido de parte
a parte
Vi con claridad en ei interior de las casas como si no existieran muros
pasar a las viejas con un candil en la mano
las arrugas en la frente en el techo
y otros jóvenes con bigotes que ceñían armas en sus cinturas
mudos
con dos dedos sobre la empuñadura
desde siglos atrás

«Mira», dijo, «son los Otros


pero no es posible que sean Ellos sin Ti
pero no es posible que seas Tú sin Ellos»

«Mira», dijo, «son los Otros


y debes siempre mirarlos a la cara
si quieres que tu aspecto sea indeleble
y que así permanezca.
Puesto que muchos visten la camisa negra
y otros hablan la lengua de los puercoespines
y son los Omófagos y los Palurdos del Agua
los Que comen trigo y los Lívidos de envidia y los Neocóndores
Ristra y número suspendidos en los brazos de la cruz de la Tetráctída.
Si sabes en verdad mantenerte y mirarlos de frente», dijo,
«tu vida ganará agudeza y los conducirás», dijo
«Cada uno con sus armas», dijo
Y el que yo era verdaderamente El de muchos siglos atrás
Verde aún en la llama No cortado del cielo
Se introdujo en mí Se volvió
el que soy
A las tres de la noche
cantó a lo lejos por encima de los barracones el primer gallo
Vi por un instante las Rectas Columnas la Metopa esculpida
de Animales Poderosos
Hombres con la carga del Conocimiento de Dios
El sol asumió su propio aspecto El Arcángel a mi derecha
para siempre

¡ESTE soy yo por tanto


y el mundo el pequeño, el grande!

LA PASIÓN

I
Entonces heme aquí,
creado para las pequeñas Kores y las islas del Egeo;
amante del brinco de los corzos
e iniciado en las hojas del olivo;
bebedor de sol y matador de langostas.
Heme aquí frente
al negro vestido de los fanáticos
y frente al vientre vacío de los años cuyos hijos hizo abortar la excitación.

El aire desencadena los elementos y el trueno alcanza los montes.


¡Destino de los inocentes, solo otra vez, Tú, en los Estrechos!

En los Estrechos abrí mis manos.


En los Estrechos vacié mis manos
y no vi otra riqueza ni oí otra riqueza
que el correr de las frías fuentes.
Granadas o Céfiro o Besos.
Cada uno con sus armas, dije:
En los Estrechos abriré mis granadas.
¡En los Estrechos pondré de centinelas a los céfiros,
liberaré los antiguos besos que mi deseo santificó!
El aire desencadena los elementos y el trueno alcanza los montes.
¡Destino de los inocentes, eres mi propio Destino!

II

Me dieron la lengua griega,


la casa pobre en las playas de Homero.
Mi lengua, mi única preocupación en las playas de Homero.
Allí sargos y percas,
verbos azotados por el viento,
verdes corrientes a través del azul,
cuanto vi encenderse en mis entrañas,
esponjas, medusas,
con las primeras palabras de las Sirenas,
conchas sonrosadas con los primeros y negros estremecimientos.
Mi única preocupación, mi lengua, con los primeros y negros
estremecimientos.
Allí granadas, membrillos,
dioses morenos, tíos y primos
vaciando el aceite en enormes tinajas
y brisas del barranco exhalando perfumes
de mimbre y de lentisco
de esparto y de jengibre
con los primeros gorjeos de los pinzones,
dulces salmodias con los primeros «Gloria a Ti».
Mi única preocupación, mi lengua, con los primeros «Gloria a Ti».

Allí laureles y palmas,


incensario e incienso
bendiciendo los combates y los mosquetones.
En el suelo cubierto con los manteles de las viñas
humos de cordero asado,, golpes de huevos de Pascua y «Cristo Resucitó»

Con las primeras salvas de los griegos


Amores secretos con las primeras palabras del Himno.
¡Única preocupación, mi lengua, con las primeras palabras del Himno!

Primera Lectura
LA MARCHA HACIA EL FRENTE (*)

La madrugada de San Juan, al día siguiente de la Epifanía, re-


cibimos la orden de avanzar otra vez hacia lugares en donde no
hay días laborables ni festivos. Debíamos, así, tomar las líneas
que habían mantenido hasta entonces los de Arta, desde Jimara
a Tepeleni. En razón de que aquéllos habían combatido des-
de el primer momento, sin interrupción, y habían quedado re-
ducidos casi a la mitad y no podían resistir.
Habíamos permanecido durante doce días más atrás, en las
aldeas. Y cuando nuestros oídos se acostumbraron de nuevo a
los dulces crujidos de la tierra y tímidamente dábamos sentido
a los ladridos de los perros o aí tañido de la campana lejana, he
aquí que fue necesario volver al único ruido que conocíamos:
al lento y pesado de los cañones, al seco y rápido de las ametra-
lladoras.
Noche tras noche caminábamos sin detenernos, uno tras otro,
como ciegos. Despegando con esfuerzo el pie del fango en el
que, a veces, nos hundíamos hasta las rodillas. Porque lloviz-
naba a menudo en los caminos, afuera, como en nuestras almas.
Y las raras veces en que nos deteníamos a descansar, no nos de-
cíamos nada, tan sólo, serios y mudos, alumbrándonos con una
pequeña tea, nos repartíamos las pasas una a una. Otras veces,
si nos era posible, nos soltábamos rápidamente las ropas y nos
rascábamos con rabia durante horas enteras, hasta hacernos san-
gre. Estábamos llenos de piojos hasta el cuello, y era más inso-
portable que el cansancio. Finalmente, en la oscuridad, se oía
el silbato que nos daba la orden de ponernos en movimiento,
y otra vez como bestias nos arrastrábamos hacia adelante para
ganar camino, antes de que amaneciera y fuésemos un buen ob-
jetivo para los aviones. Pero Dios no se ocupa de objetivos o
cosas semejantes y, según su costumbre, la luz amanecía siem-
pre a la misma hora.
Entonces, hundidos en las vaguadas, inclinábamos la cabeza
por el lado pesado, por el que no salen los sueños. Y las aves
se irritaban con nosotros sencillamente porque no dábamos im-
portancia a sus palabras y quizás porque afeábamos sin motivo
la creación. Erarnos otra clase de campesinos, con otra clase de
picos y herramientas en nuestras manos, maldita sea.
Hacía ya doce días que atrás, en las aldeas, habíamos con-
templado en el espejo durante mucho tiempo el contorno de
nuestras caras. Y cuando nuestra vista se acostumbró otra vez
a los antiguos signos conocidos y tímidamente dábamos senti-
do al labio desnudo o a la mejilla saciada por el sueño, he aquí
que a la segunda noche habíamos cambiado de alguna manera,
a la tercera aún más, a la última, la cuarta, resultaba más evi-
dente, no éramos los mismos. Se diría que íbamos como una
pandilla confusa formada por miembros de todas las generacio-
nes y todas las épocas, unos nacidos en nuestros tiempos y otros
en tiempos antiguos con enormes barbas blanqueadas. Ceñudos
capitanes con vendas en la cabeza, curtas feroces, sargentos del
97 o del 12, zapadores torvos balanceando el hacha sobre el
hombro, guardias fronterizos y escuderos manchados aún por
la sangre de los Búlgaros y de los Turcos. Todos juntos, sin ha-
blar, gimiendo durante un tiempo incalculable, uno al lado del
otro, cruzábamos las crestas, las gargantas, sin pensar en nada
más. Porque de la misma manera que los hombres, cuando re-
veses sucesivos pesan siempre sobre ellos mismos, terminan
acostumbrándose al Mal, y al final le cambian de nombre y lo
llaman Escrito o Destino, así nosotros avanzábamos también
hacia lo que llamábamos Maldición, como si dijésemos Pertur-
bación o Nube. Despegando con esfuerzo el pie del fango en
el que a veces nos hundíamos hasta las rodillas. Porque a me-
nudo lloviznaba en los caminos, afuera, como en nuestras almas.
Y comprendíamos que nos encontrábamos muy cerca de los
lugares en donde no hay días laborables ni festivos, ni enfer-
mos ni sanos, ni pobres ni ricos. Porque, más allá, el estrépito,
como una tormenta tras las montañas, aumentaba continuamen-
te, tanto que al final sabíamos descifrar claramente el sonido len-
to y pesado de los cañones, el seco y rápido de las ametralla-
doras. Y luego porque, cada vez con más frecuencia, nos en-
contrábamos las lentas comitivas de los heridos que venían en
sentido contrario. Los enfermeros depositaban en tierra las ca-
millas, con los brazaletes de la Cruz roja, escupiendo en las pal-
mas de las manos y mirando con avidez nuestros cigarrillos. Y
al saber hacia dónde nos dirigíamos, movían la cabeza y empe-
zaban a contarnos historias de presagios y monstruos. Noso-
tros, sin embargo, sólo prestábamos atención a aquellas voces
que subían de la oscuridad, ardientes aún por la brea o el azu-
fre de las profundidades. Oíamos «Ay, ay, madre mía», «Ay,
ay, madre mía», y a veces, con menos frecuencia, se oía un aho-
gado resuello, como un ronquido, que cuantos lo conocían afir-
maban que era el estertor de la muerte.
Algunas veces también llevaban consigo prisioneros, captu-
rados pocas horas antes en los ataques sorpresa de las patrullas.
Sus alientos apestaban a vino y sus bolsillos estaban llenos de
conservas y chocolates. Nosotros, sin embargo, no teníamos
nada, porque los puentes que estaban a nuestra espalda, habían
sido destruidos y los pocos mulos de que disponíamos eran in-
capades de andar entre la nieve y el fango resbaladizo.
Al fin aparecieron a lo lejos penachos de humo que subían
aquí y allá y los primeros fogonazos en el horizonte, rojos y
brillantes.

La Golondrina es una * y la Primavera costosa


El sol para volver * requiere gran esfuerzo
Precisa que mil muertos * estén en las Ruedas
Y que seres vivos * entreguen su sangre.

Oh Dios mío Primer Obrero * me construíste entre montañas


Oh Dios mío Primer Obrero * me encerraste en el mar.

Los Magos tomaron * el cuerpo de Mayo


Lo enterraron en una * tumba del mar
En un pozo profundo * lo tienen encerrado
Exhalan aromas las tinie * Mas y todo el Abismo.

Oh Dios mío Primer Obrero * Tú entre las lilas


Oh Dios mío Primer Obrero * perfumaste la Resurrección.

Se movió como el esperma * en el vientre oscuro


El terrible insecto * del recuerdo en la tierra
Y como muerde la araña * mordió la luz
Brillaran las playas * y todo el mar.

Oh Dios mío Primer Obrero * me ceñiste a las orillas


Oh Dios mío Primer Obrero * me cimentaste en los montes.

Mis cimientos en las montañas,


pues los pueblos levantan en sus hombros las montañas
y se quema sobre ellos el recuerdo,
zarza que no se consume.
Memoria de mi pueblo, te llaman Pindó y Atos.
El tiempo se remueve
y cuelga por los pies a los días,
vaciando con estrépito los huesos de los humildes.
¿Quiénes, cómo, cuándo subieron al abismo?
¿Cuáles, de quiénes, de cuántos los ejércitos?
Cuando el rostro del cielo se vuelve, mis enemigos se dispersan.
Memoria de mi pueblo, te llaman Pindó y Atos.
Tú sola conoces a los hombres por sus talones 42.
Tú sola hablas desde el filo de la piedra.
¡Tú afilas el semblante de los santos
y arrastras hasta el extremo de las aguas de los siglos
la lila de la Resurrección!.
¡Tocas mi cabeza y se duele el niño de la Primavera!.
¡Castigas mi mano y se vuelve blanca en las tinieblas!
Siempre, siempre franqueas la llama para alcanzar su brillo.
Siempre, siempre franqueas el brillo
para alcanzar montañas de gloriosa nieve.
¿Por qué las montañas? ¿Quién y por qué en las montañas?,
Mis cimientos en las montañas,
pues los pueblos levantan en sus hombros las montañas
y se quema sobre ellos el recuerdo,¡zarza que no se consume!

Con un candil de estrellas * salí a los cielos


A la escarcha de los prados * a la única orilla del mundo
¿Dónde encontrar mi alma * lágrima de cuatro hojas?

Tristes mirtos * plateados de sueño


Regaron mi rostro * Soplo y ando en soledad
¿Dónde encontrar mi alma * lágrima de cuatro hojas?

Conductora de rayos * Maga de las alcobas


Gitana que adivinas * el futuro dime
¿Dónde encontrar mi alma * lágrima de cuatro hojas?

Mis muchachas llevan * luto por los siglos


Mis muchachos sostienen * fusiles y no saben
¿Dónde encontrar mi alma * lágrima de cuatro hojas?

Noches de cien manos * en todo el firmamento


Remueven mis entrañas * me quema este dolor
¿Dónde encontrar mi alma * lágrima de cuatro hojas?

Con un candil de estrellas * vuelvo a los cielos


A la escarcha de los prados * a la única orilla del mundo
¿Dónde encontrar mi alma * lágrima de cuatro hojas?

¡Sol inteligible DE LA JUSTICIA * y tú mirto glorioso


no por favor no * os olvidéis de mí tierra!

¡Altos montes de perfil aquilino * hileras de viñas en los volcanes


y casas más blancas * en la vecindad del azul!

¡Si toca por una parte a Asia * si se apoya un poco en Europa


se tiene en el aire * y está sola en el mar!

¡No cuida de ella el extranjero * los suyos no la quieren


sólo duelo, ay, por doquier * y luz despiadada!

¡Mis manos amargas con el Rayo * las vuelvo tras el Tiempo


llamo a mis viejos amigos * llenos de terrores y sangre!

¡Mas la sangre ha sido redimida * los terrores petrificados


y uno con otro en * tran en revancha los vientos!

¡Sol inteligible DE LA JUSTICIA * y tú mino glorioso


no por favor no * os olvidéis de mi tierra!

XIII

¿Cómo abrir mis manos manchadas de iniquidades?


¿Cómo mirar con mis ojos llenos de guardianes?
Hijos de los hombres, ¿qué decir?
La tierra levanta los horrores y el alma lo peor aún.
¡Bravo, primera juventud mía y labio indómito
que enseñaste al guijarro de la tormenta
y replicaste al rayo entre las tempestades!
¡Bravo, primera juventud mía!
Tanta tierra arrojaste a mis raíces que verdeció mi pensamiento.
Tanta luz en la sangre que mi amor adquirió
el poder y el sentido del cielo.
Puro soy de extremo a extremo,
aparato inservible en manos de la muerte,
mala presa en las uñas de los groseros.
Hijos de los hombres, ¿qué temer?
Quitadme mis entrañas, ¡he cantado!
Quitadme el mar con los blancos vientos del norte,
la enorme ventana llena de limoneros,
los abundantes trinos y una muchacha
cuya alegría me hubiese bastado con sólo tocarla,
quitádmela, ¡he cantado!
Quitadme los sueños, ¿cómo vais a leerlos?
Quitadme el pensamiento, ¿dónde vais a decirlo?
Puro soy de extremo a extremo.
Gocé al besar el cuerpo virgen con mi boca.
Coloreé la piel del mar al soplar con mí boca.
Convertí en islas todas mis ideas.
Exprimí un limón en mi conciencia.

10

La sangre del amor * me volvió púrpura


Y alegrías no vistas * me ensombrecieron
Me oxidé en el * viento sur de los hombres
Madre mía lejana * Rosa Inmarcesible

En alta mar * me acecharon


Con bombardas de tres mástiles * y me dispararon
Mi pecado sería * tener yo también un amor
Madre mía lejana * Rosa Inmarcesible

Un día de julio * se entreabrieron


Sus grandes ojos * en mis entrañas
Para alumbrar un * instante mi vida virgen
Madre mía lejana * Rosa Inmarcesible

Desde entonces volvieron * a mi encuentro


Las iras de los siglos * gritándome
«El que te ha visto * que viva en la sangre y la piedra»
Madre mía lejana * Rosa Inmarcesible

A mi patria otra vez * me parecí


Florecí entre las piedras * y crecí
La sangre de los verdugos * redimo con la luz
Madre mía lejana * Rosa Inmarcesible

12

Abro mi boca * y el mar se regocija


Y lleva mis palabras * a sus oscuras cuevas
Y a sus focas pequeñas * las murmura
Por noches en que lloran * los tormentos del hombre.

Abro mis venas * y enrojecen mis sueños


Se transforman en aros * para barrios infantiles
Y en sábanas para mucha * chas que velan
Para oír a escondidas * las maravillas del amor.
Me marea la madreselva * y bajo a mi jardín
Y entierro los cadáveres * de mis muertos secretos
Y el dorado cordón * de las estrellas
Traicionadas cor * to para que caigan al abismo

El hierro se enmohece * y castigo su siglo


Yo que probé * el dolor de mil puntas
Con violetas y narci * sos el nuevo
Cuchillo prepa * ro que conviene a los Héroes.

Me desnudo el pecho * y los vientos se desatan


Y barren las ruinas * y las almas rotas
Y limpian la tierra * de sus densas nubes
Para que aparezcan * los Prados de los Justos.

XVIII

Ahora recorra un país lejano y sin arrugas.


Me acompañan ahora muchachas azules
y caballos de piedra
con el aro del sol en la ancha frente.
Generaciones de mirto me reconocen
desde que temblaba en el iconostasio 43 del agua
diciendo «santo» «santo».
El vencedor de Hades y el salvador de Eros
es el mismo Príncipe de los Lirios 44.
Y desde que pintaba un momento
aquellas brisas de Creta.
Para que los cielos sean justos con el azafrán.
Ahora en la cal mis verdaderas Leyes
encierro y confío.
Bienaventurados, digo, los que puedan descifrar lo Inmaculado.
Para sus dientes el pezón que embriaga,
en el pecho de los volcanes y la cepa de las vírgenes.
¡Que sigan mi camino!
Recorro ahora un país lejano y sin arrugas.
Ahora la mano de la Muerte
regala la Vida
y no existe el sueño.
Repica la campana del mediodía
y despacio en las piedras ardientes se graban las letras:
AHORA y SIEMPRE y ES DIGNO .
Siempre y siempre y ahora y ahora cantan las aves
ES DIGNO el precio.

EL GLORIA
ALABADA SEA la luz y la primera
plegaria del hombre grabada en la piedra
la fuerza del animal que conduce al sol
la planta que con su trino provocó el amanecer

La tierra que se sumerge y levanta el cuello


un caballo pétreo que el mar cabalga
mil voces pequeñas y azules
la ingente cabeza blanca de Poseidón
ALABADA SEA la mano de la Gorgona
que sostiene el velero como si lo salvase
como si lo ofrendase a los vientos
como si fuese a abandonarlo y se arrepintiese

La garza pequeña de la iglesia


las nueve del reloj como un bergamote
un guijarro de oro puro en las profundidades
cultivos y techos del cielo azul

LOS VIENTOS PASTORES que celebran la liturgia


que levantan el mar como Madre de Dios
que cuando soplan se incendian las naranjas
que silban en los montes y se acercan
Los imberbes aprendices de la tormenta
los corredores que franquearon las millas celestes
los Hermes con el sombrero puntiagudo
y el caduceo del humo negro

Mistral, Levante, Garbina,


Poniente, Gregal, Siroco
Tramontana, Austro

ALABADA SEA la mesa de madera


el vino rubio con el lunar del sol
los juegos del agua en el techo
el filodendro que está de guardia en el rincón
Las tapias y las olas mano a mano
una pisada que amontonó sabiduría en la arena
una cigarra que convenció a miJ compañeras
la conciencia llena de luz como el verano

ALABADO SEA el calor que encuba


piedras hermosas bajo el puente
el excremento de los niños con la mosca verde
un mar hirviendo e inacabable
Dieciséis pescadores que arrastran la red
la gaviota erguida como lento navegante
las voces sin dueño de la soledad
ei paso de una sombra en la pared
LAS ISLAS de minio y humo negro
las islas con la vértebra de algún Zeus
las islas con las atarazanas solitarias
las islas con potables volcanes azules
Unas virando en el meltemi con el contrafoque
Otras navegando a sotavento en el garbino
llenas de espumas en toda su extensión.
con guijarros malvas y heliotropos
Sifnos, Amorgós, Alónisos,
Tasos, Itaca, Santoriní,
Kos, los, Síkinos

ALABADO SEA el mirador de piedra


Mirtó detenida frente al mar
como un ocho hermoso o como vasija de barro
con la paja del sol en una mano
El mediodía poroso y blanco
un plumón de sueño que asciende
el oro borrado de los pórticos
y el caballo rojo que se escapa
Hera del tronco del viejo árbol
el laurel infinito comedor de luz
una casa como un ancía en el fondo
la señora Penélope sz con el huso
El Bosforo de la orilla opuesta de las aves
un cidro de donde el cielo se derramó
la mitad del oído azul bajo el mar
murmullos de larga sombra de ninfas y arces
Alabada sea la celebración
de los santos Kiryko y Iulita
el milagro del incendio de las eras en el cielo
sacerdotes y aves que cantan la Salve:
Salve a Ti Quemada y salve Florecida
Salve Impenitente con la espada de proa
Salve a Ti que pisas y se borran las huellas
Salve a Ti que despiertas y aparecen los milagros
Salve a Ti Salvaje del paraíso abisal
Salve Santa de la soledad de las islas
Salve Madre del sueño salve Marinera
Salve Portadora del ancla y Pentaestrella
Salve a Ti que doras el viento con tus cabellos desatados
Salve a Ti que domas los demonios con tu bello lenguaje
Salve a Ti que preparas los Breviarios de los Jardines
Salve a Ti que te vistes el cinto de la Serpiente 54
Salve a Ti certera y piadosa espada
Salve profética y dedálica
.............................................
ALABADA SEA la lágrima espontánea
que sale lentamente de los hermosos ojos
de los niños que se toman de la mano
de los niños que se miran y no hablan
El balbuceo de los enamorados sobre las rocas
un faro que expandió la tristeza de los siglos
el grillo persistente como el remordimiento
y el chai abandonado en la escarcha
La menta áspera y perjura entre los dientes
dos labios que no pueden consentirlo y sin embargo
el «adiós» que brilla un momento en las pestañas
y después eí mundo turbio para siempre
El lento y pesado órgano de las tempestades
Heráclito en su voz arruinada
el otro lado invisible de los asesinos
el pequeño «porqué» que quedó sin respuesta
ALABADA SEA la mano que regresa
del crimen terrible y sabe ahora
cuál es en verdad el mundo superior
cuál es el «ahora» y el «siempre» del mundo:
AHORA la fiera del mirto Ahora el grito de Mayo
SIEMPRE la conciencia última Siempre la luna llena
Ahora ahora la ilusión y la mímica del sueño
Siempre siempre la razón y la Quilla estrellada
Ahora el movimiento de la nube de los lepidópteros
Siempre la luz circundante de los misterios
Ahora la corteza de la Tierra y la Prepotencia
Siempre el alimento del Alma y la quintaesencia
Ahora la incurable languidez de la Luna
Siempre el destello dorado y azul de la Galaxia
Ahora la amalgama de los pueblos y el negro Número
Siempre la estatua de la Justicia y el gran Ojo
Ahora el declinar de los Dioses Ahora la ceniza del Hombre
Ahora Ahora la nada

¡y Siempre el mundo pequeño, el Grande!

* * *

SEIS Y UN REMORDIMIENTOS
POR EL CIELO
(1960)

EL ANALFABETO Y LA HERMOSA

Frecuentemente, en la Asunción de la Tarde, su alma se


aligeraba frente a las montañas, aunque el día fuese
duro y el mañana desconocido.

Sin embargo, cuando oscurecía y la mano del sacerdote


salía por encima del jardín de los muertos, Ella,

Sólo Ella, De pie, con los escasos habitantes de la noche


—el soplo del romero y la ceniza del humo de las chi-
meneas— velaba a la entrada del mar,

¡Diferentemente hermosa!

Palabras apenas de las olas o medio adivinadas en un mur-


mullo y otras que parecen de muertos y andan sobre-
cogidas entre los cipreses, como extraños zodíacos, en-
cendían escoltándola su magnética cabeza. Y

Permitía que una increíble transparencia, en lo más pro-


fundo de su interior, dejase ver el verdadero paisaje

En donde, cerca del río, luchaban contra el Ángel los


hombres Negros, mostrando así de qué forma nace la
belleza
O lo que nosotros, de otra manera, llamábamos lágrima

Y cuanto soportaba su pensamiento —cualquiera podía


sentirlo— se desbordaba de su semblante que brillaba
con amargura en los ojos y con enormes mejillas, como
de antigua Cortesana Sagrada 55,

Extendidas hasta los puntos más extremos del Can Ma-


yor y de Virgo.

«Lejos de la pestilencia de la gran urbe, soñé a su lado


con una soledad en la que la lágrima no tuviese senti-
do y donde sólo existiese la luz de una hoguera que
consumiese todas mis posesiones.

Soportar los dos juntos la carga del futuro, hombro con


hombro, jurándonos fidelidad en la quietud absoluta y
en la alianza soberana de los astros,

Como si no comprendiese yo, analfabeto, que exactamen-


te allí, en la quietud absoluta, se oyen los más abomi-
nables estrépitos

Y que, desde que la soledad se volvió insoportable en el


pecho del hombre, se esparció y sembró las estrellas.»

LA AUTOPSIA

Además, se descubrió que el oro de la raíz del olivo ha-


bía goteado en las hojas de su corazón.

Y de tantas veces como estuvo en vela, junto al candela-


bro, esperando el alba, una extraña quemadura le ha-
bía arañado las entrañas.

Un poco más abajo de la piel, se encontraba la línea azu-


lada del horizonte vivamente coloreada. Y tenía bas-
tantes restos de azul en la sangre.

Las voces de las aves, que aprendió de memoria en mo-


mentos de intensa soledad, parece que tanto se virtie-
ron en él que no fue posible introducir el cuchillo a
gran profundidad.

Mas la intención fue suficiente para el Mal

Que lo encontró —al parecer— en la horrible posición


del inocente. Sus ojos abiertos, arrogantes, y todo el
bosque agitándose aún en su retina inmaculada.

Nada en el cerebro, excepto un eco destruido del cielo.

Y sólo en la cavidad de su oído izquierdo un poco de are-


na, insignificante, finísima, como en las caracolas. Ello
significa que había caminado muchas veces junto al
mar, completamente solo, con la languidez del amor y
el zumbido del viento.

En cuanto a esas briznas de llama en el pubis, indican


que en verdad adelantaba muchas horas en el tiempo,
cada vez que se unía a una mujer.

Tendremos frutos prematuros este año.

EL SUEÑO DE LOS VALIENTES

Huelen aún a incienso y tienen quemado el rostro por su


travesía a los Grandes Lugares Oscuros.

A donde los arrojó de pronto lo Inmovible,

De bruces, en una tierra cuya más pequeña anémona bas-


taría para envenenar el aire del Hades

(Una mano extendida parecía luchar para que el futuro


la arrebatara, la otra había vuelto al costado bajo su ca-
beza desolada,

Como si mirase por última vez, en los ojos de un caballo


destripado, un montón de escombros humeantes),

En donde el Tiempo los liberó. Un ala, la más roja, cu-


brió el mundo, mientras la otra, suave, se agitaba ya
en la distancia,

Y, sin ninguna arruga o remordimiento, pero a profun-


didad increíble,

Estaba la antigua sangre inmemorial en la que a duras pe-


nas empezaba a amanecer, en la negrura del cielo,

Un sol joven, inmaduro aún,

Que no lograba disolver la escarcha de los corderos en


la rosa viva, pero antes de brotar una espina conseguía
descifrar la oscuridad...

Y, desde un principio, Valles, Montes, Arboles, Ríos.

La Creación resplandecía con sensaciones auténticas, in-


mutable y cambiada, para que ahora pasaran ellos mis-
mos, con el Verdugo muerto en su interior,

Campesinos del azul infinito.

Ni las doce que daban en el abismo, ni la voz del Polo


en su caída vertical anulaban sus pasos.

Leían incansablemente el mundo con sus ojos abiertos


para siempre, adonde los arrojó de pronto lo Inmovi-
ble,
De bruces, y a donde descendieron con violencia los bui-
tres para saborear el barro y la sangre de sus entrañas.

EL SUEÑO DE LOS VALIENTES


(Variante)

Huelen aún a incienso y tienen quemado el rostro por su


travesía a los Grandes Lugares Oscuros.

A donde los arrojó de pronto lo Inmovible,

De bruces, en una tierra cuya más pequeña anémona bas-


taría para envenenar el aire del Hades

(Una mano extendida parecía luchar para que el futuro


la arrebatara, la otra había vuelto al costado bajo su ca-
beza desolada,

Como si mirase por última vez, en los ojos de un caballo


destripado, un montón de escombros humeantes),

En donde el Tiempo los liberó. Un ala, la más roja, cu-


brió el mundo, mientras la otra, suave, se agitaba ya
en la distancia,

Y, sin ninguna arruga o remordimiento, pero a profun-


didad increíble,

Estaba la antigua sangre inmemorial en la que a duras pe-


nas empezaba a amanecer, en la negrura del cielo,

Un joven sol, inmaduro aún,

Que no lograba disolver la escarcha de los corderos en


la rosa viva, pero antes de brotar una espina conseguía
descifrar la oscuridad... 56

Y, desde un principio, Valles, Montes, Arboles, Ríos.

La Creación resplandecía con sensaciones auténticas, in-


mutable y cambiada, para que ahora pasaran ellos mis-
mos, con el Verdugo muerto en su interior,

Campesinos del azul infinito.


Sin meses ni años que blanqueasen sus barbas, daban vuel-
tas con sus ojos a las estaciones para restituir a las co-
sas su verdadero nombre,

Y en cada niño que abría las manos, no había ni un so-


nido, sólo la ira de la inocencia que da fuerzas conti-
nuamente a las cataratas...

A una gota de agua pura, poderosa sobre el abismo, la lla-


maron Arete y le dieron un delgado cuerpo adoles-
cente.

Durante todo el día, la pequeña Arete baja a trabajar du-


ramente a los lugares en que la tierra se estaba pudrien-
do de ignorancia y los hombres habían empezado a co-
meter iniquidades inexplicablemente,

Pero, de noche, se refugia siempre en las alturas, en los


brazos de la Montaña, como si se tratase del pecho ve-
lludo del Hombre.

Y simulaban que el humo que asciende de los valles no


es humo en realidad, sino la nostalgia que exhala de las
grietas del sueño de los Valientes.

LACÓNICO

El dolor de la muerte me abrasó tanto que mi brillo vol-


vió al sol.

El me envía ahora a la perfecta conjunción de la piedra


y el cielo.

Además, soy el que estaba buscando.

Oh verano de lino, sensato otoño,

Pequeño invierno.

La vida paga el óbolo de la hoja del olivo

Y, de noche, entre insensatos, confirma otra vez median-


te un pequeño grillo la legitimidad de lo Inesperado.

ORIGEN DEL PAISAJE


o
EL FIN DE LA PIEDAD

De pronto, la sombra de la golondrina recolectó las mi-


radas de sus nostálgicos: Mediodía.

El sol cogió un guijarro puntiagudo y despacio, con ha-


bilidad, trazó las aletas de los céfiros sobre el hombro
de la Kore de Eutidico.

La luz, trabajando en mi carne, pareció por un instante


en el pecho una marca violeta, exactamente en donde
el remordimiento me tocó y me puse a correr como
loco. Después, entre las hojas acostadas, el sueño me
resecó y me quedé solo. Solo.

Envidié la gota que sin ser vista glorificaba los lentiscos.


¡Si fuera yo idéntico al ojo deslumhrado que pudo ver
el fin de la Piedad!,

¿Acaso estuvo allí? En la dureza de la roca, lisa desde su


cima hasta los abismos, conocí mi terca mandíbula que
despedazaba a la bestia en otro tiempo distinto.

Y a lo Lejos la arena, calmada por el placer que me pro-


dujo el mar un día, cuando los hombres blasfemaron
y abrí mis brazos con violencia para fundirme en ella.
¿Era lo que buscaba? ¿La pureza?

Al invertir el agua su corriente comprendí el sentido


del mirto en el que se refugian los enamorados. Oí de
nuevo la seda que rozaba mi pecho cubierto de vello
y jadeante. Y la Voz «querido mío», por la noche, en
el barranco en que corté las últimas amarras de las es-
trellas, se puso a tomar ejemplo del gorrión.

Verdaderamente, qué deseos y qué burlas tuve que so-


portar, con restos de' juramento en los ojos y en los de-
dos, fuera de la destrucción. ¡Tantos años —ay, sí—
llevaba trabajando para que el azul infinito se volviese
tan tierno!

Dije. Y, al volver mi cabeza, vi que me observaba otra


vez en la luz. Sin piedad.

Eso era la pureza.

Hermosa, y meditada por la oscuridad de los años, bajo


el semáforo del sol, lloraba la Kore de Eutidico

Que me miraba andar, de nuevo en este mundo, sin Dio-


ses, pero cargado con todo lo que, al vivir, le había
arrebatado a la muerte.

De pronto, la sombra de la golondrina recolectó las mi-


radas de sus nostálgicos: Mediodía.

EL OTRO NOE

Metí los horizontes en la cal, y con mano tranquila pero


firme me puse a recubrir las cuatro paredes de mi futu-
ro.

Es tiempo, dije, de que la lujuria comience ahora su eta-


pa sagrada y de que en una Ermita de Luz asegure el
momento sublime en que el viento afiló un trocito de
nube sobre el árbol más distante de la tierra.

Lo que me esforcé yo solo en encontrar, para mantener


mi estilo entre quienes me desdeñan, vendrá —desde
el agudo poder del eucalipto hasta el murmullo de la
mujer— a salvarse en el Arca de mi ascetismo.
Y el arroyuelo más distante e ignorado, y el gorrión, el
único pájaro que me dejaron, y dos, incluso tres, pa-
labras del miserable diccionario de la amargura: pan,
pena, amor...

(Oh, Tiempos que torcisteis el arcoiris, y fragmentasteis


con el pico del gorrión la migaja de pan, y no permi-
tisteis que ni siquiera una vocecita de agua pura dele-
trease mi amor en la hierba.

Yo, que soporté sin una lágrima la orfandad del resplan-


dor, oh Tiempos, no os perdono.)

Y cuando el hombre empequeñece, al devorar cada uno


las entrañas del otro, y de una en otra

Generación, haciendo rodar el Mal, estalla de ira en el cíe-


lo devastador,

Las blancas moléculas de mi soledad, en remolinos sobre


la herrumbre del mundo destruido, harán justicia a mi
pequeña prudencia

Y, unidas otra vez a los horizontes, se abrirán a lo lejos,


para que las palabras amargas rechinen una a una en
los labios del agua,

Ofreciendo mi antiguo sentido de la desesperanza

Como una mordedura en la hoja del celeste eucalipto,


para que el santo día de los placeres quede perfumado

Y ascienda desnuda, por la corriente del Tiempo, La Mu-


jer Portadora de Verdor

Que al abrir con lentitud majestuosa sus dedos enviará


de una vez para siempre el ave

A la labor impía de los hombres, exactamente a donde


Dios se equivocó, para que gotee

El trino del Paraíso.

SIETE DÍAS PARA LA ETERNIDAD

DOMINGO.—Por la mañana, en el Templo del Moscófo-


ro. Digo: que la hermosa Mirto se haga verdadera
como el árbol; y que su corderíllo, mirando directa-
mente a los ojos de mi asesino, por un instante, casti-
gue al más amargo futuro.

LUNES.—Presencia de hierba y de agua a mis pies. Que-


rrá significar que existo. Antes o después, la mirada
que me petrificará la mano derecha sosteniendo en las
alturas una enorme Espiga azul. Para construir el
Nuevo Zodíaco.

MARTES.—Éxodo de los números. Combate del 1 con el


9 en una playa desolada, llena de negros guijarros,
montones de algas, grandes espinazos de fieras en las
rocas. Mis dos caballos antiguos y amados relinchan-
do de pie sobre los vapores que exhala el azufre del
mar.

MIÉRCOLES.—Por el otro lado del Rayo. La mano que-


mada que volverá a brotar. Alisar las arrugas del mun-
do.

JUEVES.—Una puerta abierta: escalones de piedra, cabe-


zas de geráneos, y más allá techos diáfanos, cometas,
trocitos de caracoles al sol. Un chivo rumia despacio
los siglos, y el humo, tranquilo, asciende entre sus
cuernos.
¡Ay, salvar ese sonido!

VIERNES.—«De la Metamorfosis» de las mujeres que amé


sin esperanza: el Eco: ¡Ma-ri-naaa! ¡He-le-naaa! A
cada repique de campanas, un ramo de lilas en mis bra-
zos. Después, una luz extraña y dos palomas distintas
que me arrastran a las alturas hasta una enorme casa
adornada de hiedra.

SÁBADO.—Ciprés de mi estirpe que talan unos hombres


rudos y silenciosos: para los esponsales o la muerte.
Cavan, alrededor, la tierra y lo riegan con agua de cla-
veles. ¡A pesar de haber pronunciado yo las palabras
que desmagnetizan al infinito!

* * *

EL ÁRBOL DE LA LUZ Y DE LA
DECIMOCUARTA BELLEZA
(1971)

DE LAS PALMAS

Debía ser Domingo de Ramos en el cielo porque las


aves descendían con una ramita verde en el pico y en
mi sueño

Una muchacha se detuvo sin motivo y se desabrocha-


ba la camisa

Cristal en la luz y dentro losas de cocina en toda la ex-


tensión que abarcaba mi vista haciendo ondear los tu-
les la postura de un cuerpo doblemente mayor que la
casa con los dedos en el pomo invisible

¡Dank! brillo aire ¡Dank! brillo aire sin interrup-


ción de la misma manera que parece nuevo lo antiguo
cuando alguien lo santificó

Y los niños que volvían de la pequeña isla rocosa con los


pulpos y las mujeres del molino de aceite y la voz
del asno al amanecer sobre los huertos cuántos años
cuantos siglos

«Anadán babadán» decía mi madre y su mano artrítica


se detenía como una hoja de begonia

Al fin y los recuerdos van tras las cosas para alcanzar-


las donde lo antiguo parece nuevo otra vez

Para nuestros descendientes será legendario el día en que


nadie diga que tiene el corazón oprimido y brillen bra-
zadas abiertas entre las hojas brillantes limones som-
bras de sol de los aires.

LA MUCHACHA QUE TRAÍA BÓREAS

A gran distancia entre el aroma de la menta me puse a


pensar a dónde ir y decidí para que no me domina-
se la soledad buscar una ermita porque necesitaba
desahogarme

El clamor del mar me devoraba como la cabra la hierba


negra y me dejaba continuamente una hendidura más
próxima a la Felicidad Sin embargo nada nadie

Sólo ardía alrededor la profecía del olivo salvaje

Y toda la ladera a lo largo del polvo de la espuma so-


bre mi cabeza predecía y se ponía su pelliza de mil
temblores malvas e insectos querúbeos Sí sí estaba de
acuerdo estos mares se vengarán Un día estos ma-
res se vengarán

Y allá arriba desprendida de sus ruinas apare-


ció ganando altura hermosa como ninguna
otra con todo el aleteo de las aves a su movimien-
to la muchacha que Bóreas traía y yo esperaba

Y a cada paso suyo dejaba que el aire diese contra su


pecho y con una temblorosa alegría dentro de mí que
se me subía hasta el párpado para volar

¡Ay pasiones, ay locuras de mi patria

Rompían tras ella una luz invisible y dejaban en el cie-


lo algo como señales intactas del Paraíso

Pude ver por un momento la horquilla engrandecida


de sus pies y todo su interior todavía con un poco
de salitre marino Después me llegó su perfume a pan
fresco y a regaliz salvaje en las montañas

Empujé la pequeña puerta de madera y encendí una ve-


la Porque una idea mía se había inmortalizado.

DÉLOS

Como al sumergirse abría sus ojos bajo el agua


para poner en contacto su piel con aquella parte blan-
ca del recuerdo que lo perseguía (de algún texto de
Platón)

Directamente en el corazón del sol pasaba con el mis-


mo movimiento y oía erguirse el cuello de piedra y
rugir su yo inocente arriba sobre las olas

Y en cuanto salía a la superficie el frescor le dejaba


tiempo para arrastrar algo incurable desde sus entrañas
hacia las algas y otras bellezas de los fondos

Para poder brillar al fin en el «yo te amo» como brillaba


la luz divina en el llanto del recién nacido

Eso murmuraba el mar.

SUCESO DE AGOSTO

Daba vueltas en el cielo y gritaba

Con el riesgo de tocar una dicha

Levanté una piedra y apunté a lo lejos

el Destino pronunciado por el sol

Simuló que no veía

Y el ave de la muchacha tomó una migaja de mar y se


restableció.

TRES VECES LA VERDAD

El ave salvaje mudó pit-ptt la verdad sobre las rocas En


los fosos el agua salada tlip-tlip lo picoteaba todo Al-
go algo Algo debe existir de todas formas

Pero santifiqué mi fe al esperar Me quité la barba de


monje que acariciaba y afilaba continuamente Algo al-
go Algo debe ser distinto

Cierto día tomé la decisión Arrastré hacia mí como


se arrastra una barca a tierra firme al hombre por la
parte por donde se ve su interior

—¡Eh! ¿quién es? —El asesino que pasó — y ¿por qué


tanto alboroto? — El halcón el halcón llega llegó —
Bien y ¿quién manda aquí? —Nadie Nadie — No
oí ¿quién habla?

Mas las palabras empequeñecían Qué decir ya sí así es


la verdad.

II

Así es la verdad Cuando las palabras se prolongan ¿qué


puedes decir? apareció la mar rodeada de cipreses
como un antiguo dominio

Sentada en los Danos una mujer de piedra en donde


ellas se peinaban quedó con su mano levantada en el aire
Dos barcos viajaban a lo lejos llenos de humo y sin
avanzar Y por doquier en las fuentes y en los romeros
un padre nuestro en confidencia que subía antes
de quebrarse en frescor

Padre nuestro que estás en los cielos yo que amé yo


que cuidé de mi niña como un juramento que llegué a
coger el sol por las alas como una mariposa Padre
nuestro

Viví con nada.

III

Con nada viví No me bastaban sólo las palabras En


el aire de un paso cumpliendo su destino una voz in-
sociable en mis oídos fjiá fjiú fjiú puse a carenar mi-
llares de cosas Qué puñado de piedras brillantes qué
juncos frescas abejas y cantarillos de vientre redondo en
donde se oía bbbbbb como el trueno deí aire encarcelado

Algo algo Algo demoníaco pero que se coge en una


red bajo la forma de un Arcángel Deliraba y co-
rría Llegué y sellé las olas desde la lengua al oído

—¡Eh! negros barcos grité y vosotros árboles azu-


les ¿qué sabéis de mí? — Zoi zoi zmos — ¿Qué?
¿Cómo? — Ariio izumos zmos — No oí ¿qué dices?
—Zmos zmos ádisos

Sentí su murmullo hasta el final y que me llamen loco


porque el Paraíso se crea de la nada.

SOBRE LA POLIS

Con cuatro piedras y un poco de agua marina cons-


truí un templo y me senté a guardarlo

Caía el mediodía y lo que llamamos reflexión en la uva


negra amenazaba con quebrarse

Algo sucedería en el cielo porque nadie sintió en su cuer-


po como una especie de polución nocturna

«Despacio en la gran sala como caja de resonan-


cia el barbudo acercó la jaula y abrió la puerteci-
lla Tanto esfuerzo de siglos para un pequeño movi-
miento como de carcelero que todos deseaban pero na-
die se atrevía a hacer

Se agitaron las cortinas y el sonido del ave antes aún de


que su imagen llegara a tocar el techo

Se iluminaba alrededor de las estatuas y se detenía un mo-


mento sobre el peristilo como vértigo que los árboles
en la ventana norte hacían repiquetear y se veía despla-
zarse su resplandor hasta que

Ella la mujer desnuda con el hálito verde en sus ca-


bellos y el chaleco de alambre dorado vino y se sentó
delicadamente sobre las losas con sus piernas medio
abiertas

El gesto en mi conciencia tuvo el sentido de una flor


cuando el peligro le abre la primera ternura Y des-
pués exactamente como

En el Apocalipsis pasaron en fila los cuatro caballos:


el negro el plateado el culpable y el soñador
sin silla de montar ni jinete queriendo indicar que
la gloria los sobrepasó

Y que la multitud tras los que caminan como un ejér-


cito va a despeñarse por el infierno del Paraíso co-
mo estaba escrito

Frente a ella el hombre se desnudó hizo avanzar su


hermoso animal para crear una vida en el país de los bos-
ques y el sol».

Olí en el aire el cuerpo de la higuera que me llegaba


fresco aún de los óleos del mar

Me moví sobre él hasta que me desperté dulcemente y


sentí que su leche se me pegaba entre las piernas
Con locura seguí escribiendo «Sobre la Polis» en la ex-
trema ternura del azul infinito

Y en las grandes hojas transparentes Por un momento


aparecieron las islas y más arriba aún en el cielo todas
las formas posibles en que las aves podían volar pelda-
ño a peldaño hasta el infinito.

PEQUEÑA MAR VERDE

Pequeña mar verde de trece años


Quisiera adoptarte
Mandarte al colegio en Jonia
Para que aprendieses mandarina y ajenjo
Pequeña mar verde de trece años
Para que en la torrecita del faro de mediodía
Dieses vueltas al sol y oyeras
Cómo el destino no se restablece y cómo
De colina en colina se entienden
Aún nuestros parientes lejanos
Que sostienen el aire como estatuas
Pequeña mar verde de trece años
Para que entrases con el cuello blanco
Y la cinta por la ventana de Esmirna
Y me copiases en el techo los resplandores
De los Kyrieleison y los Gloria a Ti
Y con un poco de Bóreas y un poco de Levante
Regresaras ola a ola
Pequeña mar verde de trece años
Para dormir contigo a escondidas
Y encontrar en la profundidad de tu abrazo
Trozos de piedras palabras de los Dioses
Trozos de piedras fragmentos de Heráclito.

EL ÁRBOL DE LA LUZ

Vivía aún con un chal oscuro sobre los hombros mi


madre cuando por primera vez se me ocurrió poner
fin a la felicidad

Me asía la muerte como eí brillo poderoso que te cie-


ga y no quería saber prefería ignorar qué le hizo mi
alma al mundo

Una vez el gato que se subía a mis hombros sostu-


vo su mirada de oro en la distancia y sentí entonces un
resplandor que me venía de enfrente como una nostal-
gia según dicen incurable

Y otras veces al oírse las lecciones de piano en la sala in-


ferior con la frente en el cristal miraba a lo lejos so-
bre cúmulos de leña un chirimiri de blanquísimas aves
que se quebraba en el muelle y se volvía humo
No sabía que dentro de mí conviviese el injusto pero
tal vez

El aire hubiese oído mi lamento un lejano primer día de


mayo y he aquí que: una o dos veces apareció la Per-
fección ante mis ojos pero después jamás

Como el ave que sin darte cuenta la toma el sol en sus


colores y reina.

II

Bajaban los demás cuando yo subía y escuchaba en las


habitaciones vacías mis propios pasos Como en la igle-
sia cuando Dios no está Se vuelven pacíficas las peores
situaciones

Vendría alguien sin embargo Tal vez el amor pe-


ro A la dos del mediodía cuando me inclinaba sobre
mi ventana para alcanzar algo irritado o fortuito sólo
estaba el árbol de la luz

Allí en la parte trasera del patio entre hierros viejos


y objetos sucios sin embargo Sin que nadie lo rega-
ra pero Jugando con mi saliva a medirlo desde mi
ventana pasaban los días hasta que

De pronto la primavera quebraba los muros se me


escapaba del codo el bastidor y me quedaba suspendido
sobre el vientre en el aire mirando

A qué especie pertenece la verdad hojas redondas y


por la parte del sol rojos colores de estaño cin-
co diez cientos arrebatados para toda la vida por
lo desconocido

Como nosotros Y que rabien las desgracias alrede-


dor que mueran los hombres que llegue desde las
profundidades del Cordero el eco reenviado de la gue-
rra nada más que por un instante se detenía a pro-
bar si aguantaría

Al final avanzaba inflexible entre la luz como Jesu-


cristo y todos los enamorados.

III

Maldición porque todo el mar se había apaciguado afue-


ra (y dentro se ahondaba la casa) y me quedaba en mi
cama abandonado a que se me acercaran las cruces de to-
das las especies

De las flores y de los hombres que trabajaban en la casa


desde el tiempo de los primeros Cristianos De la tía
Vatana que titilaba toda la noche en las habitaciones va-
cías como un candil
Y de la tía Melissmi que acababa de regresar de la Con-
sumación de los siglos y se diría que un poco del rojo
oscuro de la Virgen cubría aún sus cabellos

(Pena pena mía que no hablas sino nave mojada en


la luna llena eres también consuelo inagotable en mi
sueño remolcando islas de almizcle con medio firmamen-
to encendido soy

Ay un enamorado y lo único que pido, ay, no lo


poseo)

Navegaban trozos de madera y dichas quemadas por el


paso del incensario en las colinas del Cercano Orien-
te serrallos adornados con oro y sabiduría vertida en
el cristal

Deseaba muy poco y me castigaron con mucho.

IV

Ahora en aquella isla lejana no había ni una casa sólo si


soplaba el noto podías ver en su lugar un Monaste-
rio continuado en las alturas por las nubes y abajo
en el fondo borboteando las aguas verdosas lamían
sus muros de grandes y pesadas puertas de hierro

Daba vueltas y sacaba luz rojiza del haber sido educa-


do y del estar solo

Inútiles monjes cantaban y estudiaban y nadie me abría


para ver en qué lugar crecí en qué lugar me reñía mi
madre dónde germinó por vez primera y por gracia de
quién el árbol de la luz si aún existe

De algún sitio venía el humo de la mirada ae ;>an Isi-


doro quizás enviando el mensaje de que

Nuestra terrible situación va bien y el orden no debe


trastocarse

Ay dónde estás ahora triste árbol mío de la luz dónde


estás árbol de la luz deliraba y corría ahora te quie-
ro ahora que he perdido hasta mi nombre

Que nadie viste de luto por los ruiseñores y todos es-


criben poemas.

EL JARDÍN DE EVOJIR

De cualquier forma perdido y perdido en el rincón


a donde me arrojaron las desgracias de este mundo qui-
se intentar un salto más rápido que la destrucción

Y como con la cabeza hacia abajo y los pies al revés


en el aire aquel deseo que me llevaba a las alturas lu-
chaba por salir de mi propio peso tan fuertemente dio
la vuelta en mi interior que me encontré inclinado y
saltando otra vez a un jardín fluyente de piedras blan-
cas y claridad del azul de la menta

Con gran bienestar avanzaba quebraba las varitas del


agua para ver a dónde subían y bajaban con un fa-
rolito encendido en sus vientres las estrellas Muta69 o
Xenia o Manió

Una enorme mariposa se pegaba a la almáciga de sus


cabellos aquí y allá se desperezaba medio creada
aún para salir volando Y sobre las huellas que el plá-
tano dejaba con su pisada ancha se distinguían aún las
líneas del enigma del primer hombre

(Joven que tanto sufriste recuerda como partieron


un día los trirremes cargados de pueblos con ojos en-
furecidos Aquellos resplandores de la mañana sobre el
bronce los ancianos que hacían señales y se lamenta-
ban ay ayayay golpeando la vara de madera contra
las losas

¡Qué flor levantaban las tormentas! ¡Qué montañas por-


tátiles las grandes noches de la Luna! El caballo que te
arrebató a la extremidad de las extremidades y después
la casa oculta entre los árboles digo recuerda enton-
ces el peso del corazón y la hermosa cabeza que tomaste
en tus manos para besarla en la blancura del jazmín

Ten en tu pensamiento ten siempre en tu pensamien-


to ¿me escuchas? el ay que produce el asesinato y el
ay que produce el amor)

Los árboles goteaban un brote verde y en las grosellas


caía la reverberación dorada Hielos de frutos se disol-
vían y hacían bajar desde lo alto un extraño incienso
Me dolía tanta felicidad sin embargo pretendía volver
a vivir del revés todo mi destino

Y al dejar atrás mi pensamiento como un aire de golon-


drinas que cambiaba de color en las aguas frías o
como dedos o transparentes golpeé con la frente hacia
adelante en el fondo De donde el sol saltó

El cielo tomó una estría y oí que corrían hacia la tierra


los cuatro ríos famosos Pisón Guijón Ti-
gris Eufrates

Sol mío sol mío enteramente mío quítamelo quíta-


melo todo y déjame déjame el orgullo Mira ni
una lágrima con sólo tocarte me quemo grité y ex-
tendí la mano

El jardín desapareció lo devoró la Primavera con sus


dientes duros como almendras
Y me quedé de pie otra vez con una mano quema-
da en el rincón a donde me arrojaron las desgra-
cias para combatir el No y lo Imposible de este mundo.

UN REGALO, UN POEMA DE PLATA

Sé que todo esto es nada y que la lengua que hablo no


tiene alfabeto

Puesto que el sol y las olas constituyen una escritura si-


lábica que sólo descifras en tiempos de pena y destierro

Y la patria como un mural con continuos revestimien-


tos occidentales o eslavos que si por azar te pones a
restaurarlo vas inmediatamente a la cárcel y das la razón

A una multitud de Poderes extranjeros siempre dentro


del tuyo

Como sucede en las desgracias

Sin embargo imaginemos que en una era de antiguos


tiempos que puede existir y en un edificio de pisos jue-
gan unos niños y el que pierde

Debe decir y entregar a los otros una verdad de acuer-


do con las reglas establecidas

Mientras todos sostienen al final en sus manos un pequeño


pequeño

Regalo, un poema de plata.

* * *

EL SOL SOBERANO
(1971)

Personajes:
Narrador
El Sol
Vientos
Muchacha
Coro de Hombres
Coro de Mujeres
Cantantes

VIENTO PRIMERO
Si quiero empujo los barcos sí quiero me detengo
Divido las dos montañas y las recorro

Entro en el amor y me mareo


y por sus secretos me turbo

Lo anuncio a todos a todos lo proclamo


La mente humana se consume sólo digo ay de mí

VIENTO SEGUNDO

Maldita sea la hora quién manda aquí


bautiza lo contrario y lo llama correcto

La justicia del débil jamás la nombra


saca el día de la noche y lo jura

El está detrás de la gran puerta


si alguien la abre se vuelve invisible

VIENTO TERCERO

Campos de Tesalónica y montes de Moriá


qué fue de los castillos conquistados qué de las aldeas

Mira en el aire la media luna


mira qué puedo regalar a la muchacha

El lunes crece El martes combate


El miércoles se postra de rodillas El jueves muere

VIENTO CUARTO

Caminos andados y desandados


Quién los recorrió quién no los recorre

Pero a quien los recorrió y se manchó de sangre


Ni Dios ni nadie lo detiene

Creación desgraciada que te embrujaron


Todos los locos del mundo y se hicieron generales

NARRADOR

A lamentos e incertidumbres
dio vueltas el mundo tres veces

Al mediodía por la tarde a la medianoche


todas las habitaciones abiertas

En las eras y las puertas del corral


despiertan las que ven visiones
mesan queman sus cabellos
en las brasas de las estrellas

y a los pequeños ángeles detie-


nen y juegan dan dan dan

Pena que tanto pesabas


sin consumir al mundo

Tus negros —dicen— y blancos colores


se los lleva el viento

Y una muchacha de nueve años


canta para placer de todos.

MUCHACHA

Tú dos y yo tres
cinco piedrecítas verdes

entro en el jardín
hola Señora Violeta

Surtidor y agua
y mi sueño perdido

La cigarra cantó
dio vueltas el torno de hilar

¡Jop! si salto a la derecha


caigo sobre el granado

¡Jop! si salto a la izquierda


caigo en las zarzamoras

Con una mano sostengo


una enorme abeja

Con la otra cojo en el aire


una mariposa que me muerde.

CORO
¡Cuidado!
Guijarro entre las aguas
la languidez de la niña

Cómo se abren los círculos


y se mezclan contigo

arriba en la maceta de la montaña


el geráneo dorado del cielo

Sol mío y tres veces sol mío


envíame una palabra tuya
VIENTOS

Escúchanos también a nosotros que acabamos de volver


de islas y ciudades conocidas

Creta y Mitilene Samos e Icaria


Naxos y Sandorini Rodas y Corfú

Casas grandes y blancas casas ruidosas


sobre la piedra negra sobre las aguas

Xanzi Tesalónica Verriá Kastoriá


Yánnina Misolongui Esparta y Mystrá

Campanarios y techos en las nubes


y todo a la vez es una pena y una belleza.

EL SOL

No he visto patria tan hermosa y extraña


como la que me tocó en suerte

Lanza redes para pescar pero coge pájaros


Alza en la tierra un barco un jardín en las aguas

Llora besa la tierra se expatría


Se queda en las cinco cruces se hace el valiente

Simula levantar una piedra la abandona


Hace como que la escupe realiza milagros

Se monta en un bote navega los acéanos


Busca revoluciones quiere tiranos

Crea cinco genios los golpea


para quitarlos de enmedio los glorifica

CORO DE HOMBRES

El hombre no precisa demasiado


para ser afable y para ser bueno

un poco de pan un poco de vino


en Navidad y Pascua

y donde anidar y quedarse


para que nadie le estorbe

Pero sucedieron las cosas de otro modo


lo despiertan al amanecer

lo llevan y lo traen atrás y adelante


devoran su pequeña hacienda
y el bocado de su boca
en el momento más dulce

se lo quitan también
¡Alegría a los poderosos!

CORO DE MUJERES

Alegría a los poderosos


para ellos no existe «yo» ni «tú»

Alegría a los poderosos


porque no pueden hartarse

EL NARRADOR

El Sol Soberano
el soberano de los juegos de la piedra

abrió un poco su boca


y exhaló inmediatamente la primavera

Los árboles trinaron


las bestias mugieron

y los vientos se llenaron


de cometas de colores

EL SOL

Qué deciros mujeres qué no deciros


qué consuelo y qué verdad que no me avergüencen

Con sólo oíros me entristezco


me voy a la oscuridad me oculto entre las nubes

Cuando ¡por Dios! me enorgullezco


saco mis rojos colores y camino

Por las tierras cuya raíz me escucha con atención


gira la flor y se prenda de mí

Y toda la belleza anuda a escondidas


con el veneno la medicina que salva

Donde levanto la luz y el amor


¡atended! ni siquiera yo los he pagado

Dentro de mí el tiempo arroja sin detenerse


toda la suciedad y la mugre del mundo

Tanto tiempo estoy sosteniéndome sobre las aguas


Tanto tiempo atravesando hasta el lejano Tártaro
Tormentos envidias asesinatos sufrimientos
estoy moliendo para las épocas futuras

Los muelo les doy vueltas los arrojo a la tierra


que produjo la oscuridad luz para bebería

¡Animo! palomas y anémonas mías


Mis únicas y hermosas compañeras

Donde la negrura se hila y se teje


naced Soles pequeños y mezcladlo todo

En día bendito sale el mal


a la gran avenida a la callejuela

Y en la sombra y en la soledad
se enraiza y perfuma el recuerdo

Amarga raíz mía raíz y oculta fuentecilla


dadme el orgullo quitadme la ira

En todas las casas en todas las ventanas


laureles y madroños y grandes ramas de palmera

Vino tinto en una mesa larga


jóvenes y viejos y hombres arremangados

Tomad un deseo una llama una palabra un objeto de oro


tomad un pequeño laúd y una mandolina

Para que empiece la canción para que ascienda la pena


para que dé y tome el pensamiento y la razón

Y con el «apa» con el «rez» con el «can»


todas las injusticias del mundo des-apa-rez-can.

EL VAPOR LOCO

Canción

Un vapor engalanado sale a las montañas


y comienza sus maniobras «vira-amaina»

Fondea el ancla en los pinos


carga aire fresco por los dos lados

Es de piedra negra y es de sueño


tiene un capitán inocente y un malvado marinero

Por los abismos llega a los tiempos antiguos


descarga tormentos y sollozos

Ven Cristo y Señor digo y vacilo


con tal vapor loco vaporloco
Nos ha llevado durante años y no nos hemos hundido
hemos cambiado mil veces de capitán

Jamás hemos sufrido cataclismos


entramos en todo y pasamos

Y tenemos en nuestro mástil un vigía


eterno ¡el Sol Soberano!.

* * *

EL MONOGRAMA (1972)

Siempre estaré de luto -¿me oyes?-


Por ti, solo, en el paraíso

Volverá el Destino hacia otro sitio


las rayas de su mano, como guardagujas
el Tiempo lo consentirá por un instante

De qué otra forma será, si los hombres se aman,

El cielo representará las entrañas


Y la inocencia golpeará al mundo
Con la dureza de la muerte negra.

II

Estoy de luto por el sol y por los años que vienen


sin nosotros y canto lo que ocurrió
Si es verdad

Cuerpos solicitados y barcas que golpearon dulcemente


Guitarras que centellearon bajo las aguas
Los "créeme" y los "no"
Una vez en el aire y otra en la música
Dos anímales pequeños, nuestras manos
Empeñadas en subir a escondidas la una en la otra
La maceta con la flor en las puertas abiertas del patio
Y los trozos de mar que venían juntos
Por encima de las tapias, por detrás de los setos
La anémona que se sentó en tu mano
Y temblaba tres veces el malva tres días sobre las cataratas

Si todo es verdad canto


La viga de madera y el tejido rectangular
En la pared, la Gorgona de cabellera desatada
La gata que nos miraba entre las sombras

Niño con el incienso y con la cruz roja


Cuando atardece en lo inaccesible de las peñas
Visto de luto por las ropas que toqué y me dio el mundo.

III

Así hablo de ti y de mí

Porque te amo y sé en el amor


Entrar como la Luna llena
Por cualquier sitio, hablo de tu pequeño pie entre inmensas sábanas
Para deshojar jazmines —tengo mi fuerza
Adormecida—, y soplar y llevarte
Por caminos brillantes y pórticos secretos del mar
Arboles hipnotizados con telarañas que platean

Han oído las olas


Cómo acaricias, cómo besas
Cómo dices murmurando «qué» y «¡ah!»
Alrededor de la garganta de la bahía
Siempre nosotros la luz y la sombra
Siempre tú el lucero y yo el bajel sombrío
Siempre tú el muelle y yo la linterna derecha
El dique mojado y el resplandor de los remos
Arriba en la casa con los sarmientos
Las densas rosas, el agua que se hiela
Siempre tú la estatua de piedra y yo la sombra que crece
Tú el postigo entornado, yo el aire que lo abre
Porque te amo y te amo
Siempre tú la moneda y yo la adoración con que se paga:

Tanta noche, tanto clamor en el viento


Tanta gota en el aire, tanto silencio
El mar alrededor, la despótica
Bóveda del cielo con los astros
Tanto aliento tuyo pequeñísimo

Que nada puedo hacer


Entre cuatro paredes, el techo, el suelo
Sino hablar de ti y mi voz me golpea
Sino tener tu perfume y se enfadan los hombres
Porque lo no probado y lo traído de otro sitio
No lo soportan los hombres y es temprano, escúchame
Es temprano aún en este mundo amor mío

Para hablar de ti y de mí.

IV

Es temprano aún en este mundo, escúchame


No se han amansado las alimañas, escúchame
Mi sangre perdida y el afilado, escúchame
Cuchillo
Como carnero que corre en los cielos
Y quiebra las ramas de los astros, escúchame
Soy yo, escúchame
Te amo, escúchame
Te poseo te traigo te pongo
El blanco traje nupcial de Ofelia, escúchame
Dónde me dejas, a dónde vas y quién, escúchame

Te toma de la mano por encima de los cataclismos


Vendrá el día, escúchame
En que enormes lianas y lavas de volcanes
Nos entierren y mil años después, escúchame
Nos convertirán en fósiles resplandecientes, escúchame
Para que brille sobre ellos la crueldad, escúchame
De los hombres
Y nos arrojen en mil trozos, escúchame
A las aguas uno a uno, escúchame
Cuento mis pequeños guijarros, escúchame
Y el tiempo es una gran iglesia, escúchame
En donde a veces las figuras, escúchame
De los Santos
Tienen lágrimas verdaderas, escúchame
Las campanas abren arriba, escúchame
Un profundo camino para que yo pase
Los ángeles esperan con velas y salmos fúnebres
No voy a ningún sitio, escúchame

O nadie o los dos juntos, escúchame

Esta flor de la tormenta y, escúchame


Del amor
La hemos cortado de una vez para siempre, escúchame
Y no puede florecer de otra forma, escúchame
En otra tierra, en otra estrella, escúchame
No es la tierra, no es el aire
que tocábamos, el mismo, escúchame

Y ningún jardinero tuvo éxito en otros tiempos

Con tanto invierno y tanto viento del norte, escúchame


Sacudiendo la flor, sólo nosotros, escúchame
En medio del mar
Con sólo la voluntad del amor, escúchame
Levantamos toda la isla, escúchame
Con sus grutas y cabos y floridos barrancos
Escucha, escucha
Quién habla a las aguas y quién llora —¿escuchas?—
Quién busca al otro, quién grita —¿escuchas?—
Soy yo quien grito y quien lloro, escúchame
Te amo, te amo, escúchame.

He hablado de ti en antiguos tiempos


Con sabias nodrizas y rebeldes veteranos
De por qué tienes la tristeza del animal salvaje
La reverberación del agua temblorosa en el rostro
Y por qué, dicen, debo ir a tu lado
Si yo no quiero amor sino el aire
Sino el galope de un mar erguido y sin disfraz

Nadie ha oído hablar de tí


De ti ni el fresno ni el hongo
Nada de ti en la parte alta de Creta
De ti sólo Dios quiso guiarme de la mano

Aquí, allá, atento a la curva


De la línea de tu rostro, a los senos, a los cabellos
Que ondean en la colina de la izquierda

Tu cuerpo en la postura del pino solitario


Ojos de orgullo y de transparente
Abismo, dentro de la casa con la antigua cómoda
Los encajes amarillos y la madera de ciprés
Esperando solo dónde te mostrarás por vez primera
En el desván o atrás en las losas del patio
Con el caballo del Santo o el huevo de la Resurrección

Como en un mural destruido


Tan grande como te quiso la vida pequeña
Contienes en una velita el estentóreo brillo volcánico

Que nadie haya visto ni oído


Nada en los desiertos de las casas en ruinas
Ni el antepasado enterrado al fonfo del patio
De ti, ni la anciana con todas sus hierbas

De ti sólo yo, quizás, y la música


Que arrojo de mi interior y vuelve más poderosa
De ti el pecho informe de los doce años
Inclinado hacia el futuro con su cráter rojo
De ti como un clavo el amargo perfume
Que se encuentra en el cuerpo y perfora el recuerdo
He aquí el barro, las palomas, nuestra antigua tierra.

VI

He visto mucho y la tierra en mi pensamiento parece más hermosa


Más hermosa en el vapor dorado
La piedra afilada, más hermoso
El azul de los istmos y los techos entre las oías
Más hermosos los rayos de luz por los que sin pisar pasas
Invencible como la Diosa de Samotracia sobre las montañas del mar

Tanto te he mirado que me basta


Que el tiempo se declare inocente
En el surco que tu paso deja
Siguiendo como delfín que marca el camino

¡Y que juegue mi alma con el blanco y el azul!

Victoria, victoria en donde he sido vencido


Por el amor antes y al mismo tiempo
A la flor de pasión y al jacinto de seda
Vete, vete, ¡y que me pierda!

Solo, y que sea el sol que sostienes un recién nacido


Solo, y que sea yo la patria que viste de luto
Que sea la palabra que envié para cogerte una hoja de laurel
Solo, el aire poderoso y solo la redonda
Piedra en el parpadeo del abismo oscuro
¡El pescador que subió y lanzó otra vez hacia tiempos atrás el Paraíso!

VII

En el Paraíso he apuntado a una isla


Idéntica a ti y a una casa en el mar

Con una cama grande y una puerta pequeña


He lanzado a las profundidades un eco
Donde mirarme al despertar cada mañana

Y verte a medias pasar por el agua


Y llorarte a medias en el Paraíso.

* * *

LAS ERRES DEL AMOR (1972)

PEQUEÑAS CICLADAS

MARINA

Dame a oler menta


verbena y albahaca
para besarte con ellas
mas qué recordar primero

La fuente con las palomas


la espada de los Arcángeles
El jardín con las estrellas
y el pozo profundo

Por las noches en que te paseaba


por el otro extremo del cielo
Y te contemplaba ascender
como hermana del Lucero del Alba

Marina verde estrella mía


Marina luz del Lucero del Alba
Marina mía paloma torcaz
y lirio del verano.
MAYA

La Pléyade que tiene siete hijos


atraviesa los cielos.

A veces se detiene un instante


en mi pobreza y me mira:

—¡Hola! ¿Cómo estás? ¿Bien?


—Bien. ¿Cómo están los niños?

—¿Qué decirte?. Allá arriba


los devora la escarcha y la soledad.

—Si eso te entristece, Señora,


¿por qué no me los traes aquí?

—Gracias, pero son muchos,


se comerán tu cosecha.

—Dame al menos la más pequeña


la brillante Maya.

—Tómala entonces pero piensa


que serás el marido del cíelo.

Dijo. Y antes de decir una palabra


me la clavó en mi cabello.

Las montañas brillan alrededor,


mis manos lanzan llamas

Y la Pléyade que tiene siete hijos


se va y se despide de mí.

LO VISTEIS LO APRENDISTEIS

Fue voluntad divina


y promesa a un santo
que nosotros dos nos uniéramos
y ocurriera el milagro:

Que las barcas ascienden


hasta los altos balcones
Y las hortensias revolotean
como las golondrinas

Que los Santos encienden una vela


por nosotros dos
Y los pececitos besan
la punta de nuestros pies

Que todo el mundo se extraña


anda, ¿qué es esto?
Que cante con el buzuki
y el pequeño laúd:
Lo visteis lo aprendisteis
un amor que nace
no lo destruye el hombre
y vence al Hades.

EL TRÉBOL MARINO

LA ISLA DESIERTA

Hola Abril hola Marzo


y amarga Cuaresma
Saco proa y mástil
y busco una isla
que no se encuentra en el mapa

La sostienen en el aire
cuatro aves doradas
Allí no conoces
ladrón ni asesino
ni madre ní padre

Crecen las flores


tres brazas cada noche
Dan sombras a las playas
y los árboles por las laderas
trepan como cangrejos

En la brisa de la soledad
todo se santifica de pronto
Coges a Dios de la mano
y vas rozando las olas
como una paloma torcaz

Adiós riñas adiós odio


adiós la ira de cada uno
Cuando encuentras la isla
todo lo demás es humo
si una vez lo has vivido.

EL TRÉBOL MARINO

Una vez en mil años


los duendes del mar
Entre las algas oscuras
entre los guijarros verdes
Lo plantan y brota
antes de que el sol se levante
Lo encantan y brota
el trébol marino

Y quien lo encuentre no muere


y quien lo encuentre no muere

Una vez en mil años


trinan de otra forma los ruiseñores
No ríen ni lloran
sólo dicen sólo dicen:

— Una vez en mil años


se vuelve eterno el amor
Que tengas suerte que tengas suerte
y el año te traiga dicha
Y desde la parte del cielo
te traiga amor

El trébol marino
que me lo envíe quien lo encuentre
Que me lo envíe quien encuentre
el trébol marino.

ELENA

Levantaba la jaula
aquí y allí
y el sol entraba por otra parte
para encender su hermosa cabeza
aquí y allí
El sol cada Domingo

Gritaba en el patio
psi-psi-psí-psi
y eí gato levantaba el pie
para coger entre sus ojos
psi-psi-psi-psi
su relámpago de oro

Iba a subir
peldaño a peldaño
sus brazos llenos de ropa
y los ángeles decían hela ahí
peldaño a peldaño
A nuestra hermana más pequeña

Blanquísimo jazmín
y se- y se-
y secreto Lucero mío
llevadme llevadme a Creta
y no y no
Y no preguntéis por qué.

LA VIRGEN DE LOS CEMENTERIOS

TE LO DIJE POR LAS NUBES

Te lo dije por las nubes


te lo dije por los ojos llorosos
por las señales que dejaron nuestras manos
sobre las mesas mojadas
en lo evidente y en lo oculto
te lo dije por las nubes
por ti y por mí

Te lo dije con las olas


te lo dije con la oscura marea
con el perro y con la linterna
con el café y con la que echa las cartas
en murmullo y a gritos
te lo dije con las olas
te lo dije en la noche

Te lo dije a la medianoche
te lo dije cuando no hablabas
cuando te rozaba con sólo mi pensamiento
y se encendía el vestido que llevabas
de cerca y de lejos
te lo dije a la medianoche
con las estrellas que mirabas.

LA VIRGEN DE LOS CEMENTERIOS

Cogí piedras y ramas


las planté en la arena
Y estudié un alma
no falté a mí palabra

Con el tiempo con el tiempo


el sueño se hizo verdad
Las piedras crecieron
y brotaron las ramas

Los cipreses las celdas


te los encargué
Las puertas tus cerrojos
y tus ocho arcos

En la parte más fresca


construí un campanario
Y olas y olas
a tu alrededor como blancas tumbas

Ven Señora y Virgen


con tus velas encendidas
Concede tu luz poderosa
al Sol y a la Muerte.

* * *

LO CONSANGUÍNEO
(1974)
ODA A PICASSO

Como cuando
prenden fuego a una mecha de pelo
Los hombres de las canteras y después, alejándose,
Hacen señales como enloquecidos
Y una ráfaga de viento arroja de pronto a los barrancos
sus sombreros de paja.
Como cuando
un violín solitario delira en la oscuridad,
Melancólicamente el corazón del enamorado abre su
Asia,
Las amapolas, en el resplandor de la granada de mano,
Y las manos de piedra, en las soledades que firmes y te-
rribles señalan siempre al mismo lugar,
Gritan,
Repican.
La vida no es una ermita.
La vida no resiste el silencio.-
Con surtidores de agua caliente y con aludes se levanta
a las alturas o rueda por el suelo y musita palabras de
amor.
Palabras que expresen lo que expresen no engañan nunca.
Palabras que parten como aves y llegan como «fuego
abrasador»
Porque el mundo no tiene dos elementos —no se divide
Pablo Picasso— y la alegría y la pena son semejantes en
el rostro del hombre,
Juego de luna y arena —se mezclan en donde el sueño
Deja hablar a los cuerpos—, en donde pintas
La Muerte o el Amor,
Igualmente desnudos e indefensos bajo las terribles ale-
tas de la nariz del viento del norte.
Porque sólo así existes.

En verdad existes Pablo Picasso


Y nosotros existimos contigo.
Continuamente erigen piedras negras a nuestro alrede-
dor, pero tú sonríes.
Negras murallas a nuestro alrededor, pero tú, de pronto,
Abres sobre ellos diez mil puertas y ventanas,
Para que se desborde en el sol, ay, aquel grito de fuego
amarillo
Que con furioso amor hace crecer y pregona lo aéreo, lo
húmedo y lo sólido de este mundo.
De forma que nada luche ya contra nada,
De forma que nadie luche ya contra nadie,
Que no exista enemigo,
Que caminen ¡untos el cordero y el león
Y la vida, hermano mío, como el Gaudalquivir de las
estrellas
Caiga rodando con agua pura y oro
Mil leguas dentro de su sueño,
Mil leguas dentro de nuestro sueño...

II

Así penetra el cuchillo en la carne y así asciende el humo


del pan caliente. Pero también
El crujido de la elevada haya
En las montañas que el rayo veneró — y también
Las multitudes que ondean como una tormenta en las pla-
zas sus pañuelos rojos
El día uno de mayo—.
Tus grandes ojos negros entibian el mundo.
En ellos, se solea el Mediterráneo y extienden su rudo
cuello las cabras montaraces de las rocas.
Bofetada de aire,
Tu ancho pecho velludo es viña de azufre.
Y tu mano derecha, como insecto mítico,
Va y viene por los blancos papeles, por la luz y la sombra.
Va y viene bullendo
Y levanta colores y formas,
No sólo de las que ponen las amas de casa en sus ana-
queles el gran Sábado,
Recuerdos de la luna de novios
Llenos de lentejuelas doradas y rombos rosáceos,
Sino de las que pueden verse cuando se desea profunda-
mente
En los cochecitos de los niños,
En los carruajes dobles de los aguerridos,
En los huevos de la tortuga,
En las víboras que se golpean con la llama
E incluso en los bosques infinitos de los Continentes,
— Al caer la noches—
Cuando los negros, cruzados de piernas alrededor de la
hoguera, cantan todos juntos el «aleluya» con las
armónicas...
Qué es entonces lo que no se quema, qué se resiste.
En las grandes mesetas del Amor, en los monumentos
perdidos de los Aztecas,
En la luna menguante, en el sol lleno y con espinas, qué
es lo que no se dice
Y, sin embargo, se manifiesta a veces en momentos de su-
perabundancia divina.
Picasso: con el resplandor que derrama la Vía Láctea por
el infinito.
Picasso: con la obstinación con que gira hacía el norte la
aguja magnética.
Picasso: como arde el acero en las fundiciones.
Picasso: como se pierde en las profundidades de alta mar
un acorazado.
Picasso: en lo asimétrico de la flora surrealista.
Picasso: en lo abreviado de la fauna kilométrica.
Picasso: Paloma.
Picasso: Centauro.
Picasso: Guernica.
III

Porque sólo así existes.


espada corta el nudo gordiano de las cosas el corazón
orgulloso.
El hombre es algo interesante con sólo pensarlo.
Las espigas, cuando doblan el cielo,
Son la muchacha que mira a su amante a los ojos.
Son la dulce muchacha que dice «te amo»,
Cuando las grandes ciudades,
Al girar despacio sobre sus ejes,
Muestran ventanas rectangulares y mal iluminadas,
Despojos de antiguos hombres con cabezas triangulares
que vuelven un ojo,
Escaleras en las escaleras corredores en los corredores,

PELIGRO
SIN SALIDA
SE PROHIBE

Cabalga el raptor mitad hombre mitad caballo y la mujer


con su gigantesca planta de los pies
Extiende en el aire sus brazos horizontales.
Amargos años después de Cristo,
Con un poco de corazón, el mundo sería distinto.
Sería distinta la iglesia del mundo.
Sin embargo, ¡he ahí!, el buen samaritano llora olvidado
y, a sus pies, hecha raíces la antiquísima dragontea.
Cuando tú, fiera,
Tú, Pablo Picasso,
Picasso Pablo que en tus ojos inmarcesibles
Contienes cuanto Dios no pudo contener en cien mil hec-
táreas de tierra cultivada,
Trabajas con tu pincel como si cantases,
Como si acariciaras lobos o devorases incendios,
Como si durmieses día y noche con una ninfómana,
Como si arrojases cascaras de naranjas en medio de una
fiesta,
Mientras tú acariciado por una tormenta,
Picasso Pablo, arrebatas la Muerte a los frutos de las manos
Y combates contra ella como hermoso y valiente Minotauro
Que, a medida que pierde su sangre, tú te vigorizas.
Tomas, pasas, dejas, vuelves a tomar
Flores, animales, besos, aromas, estiércol, cantos y diamantes
Para igualarlo todo en el infinito como el mismo movi-
miento de la tierra que nos trajo y nos llevará.
Y pintas para ti y para mí.
Y pintas para todos mis compañeros.
Y pintas para todos los años que pasaron que pasan y que pasarán.

DE LA LUNA DE MITILENE
Antigua y nueva oda

Tanto me embellecías la desgracia, que sé:


Sólo a Ti te lo diré marinera Selene mía,

Sucedía a veces en mi isla donde, si no me equivoco,


Hace mil años, Safo a escondidas
Te trata al jardín de nuestra antigua casa,
Golpeando guijarros en el agua para que yo oyese
Que te llaman S e 1 a n a, que te sostienes
Sobre nosotros y juegas con el cristal del sueño.

Recuerdo cómo, boca arriba, al salir Julio


Entre los magnolíos del Paraíso,
Te veía descender a donde brillaba el barreño.
¡Y como una mosca sobre las hojas podridas
Centelleabas mil veces!. ¡Todo estaba en el aire! Y el profundo
Ruido de la rosa en la noche...

Cuando me traías la lechuza


Hasta mi solitaria habitación,
Levantando sombras desde los muebles
Para asustarme. Sin embargo, ignoraba el sentido de la palabra «muerto».

De la palabra Tiempo de la palabra Visión


Del plateado de la Virgen sobre las aguas,
Los grandes jeroglíficos en tu rostro
El Amor y la Muerte, no sabía decir...

¡Y estaba tan triste! Sólo porque era de noche,


Sólo porque goteaban las hojas, sólo porque inexplicablemente
La profundidad sin fondo del eco
Había descendido a la Madre
Y el negro trocho, que se fragmentaba
Dentro de mí y caía al pozo,
Y la tierra triturada bajo mis pies
Hinchando como un pavo real el romero.
Sólo porque atormentaban porque oprimían mi pecho,
Sentía que las lágrimas me brotaban...

A lo lejos, en las casas de techos plateados,


La voz hacía ascender a otros niños.
Sus voces los hacían ascender con las armónicas.
Sólo yo lloraba en los escalones como un perseguido.
Y te suplicaba: ¡tómame tómame en tus brazos
Y consuélame por haber nacido!.

No porque fuese desgraciado. Quiero decir


Que los años sobre mí no me atrapaban como el agua
Y mis palabras saltando en la luz,
Como peces, ansiaban llegar
Al otro cielo. Sino porque nadie ya, nadie,
Sabía reconocer el Paraíso.
Antigua y marinera Seíene mía, sólo a Ti te lo diré
Porque me embellecías la desgracia. Y sé:

Habito aún mi vieja casa.


Tiemblo ante los mismos crujidos
Y, otra vez, por las noches, al salir Julio,
Envuelto en tu negro césped deliro,
Salieron salieron como un aire los hombres
A los profundos y ocultos cipresales.
Como lento temblor, el sedal del que la Noche
Tira Heno de chispas entre las hojas.

Sin embargo, ¿dónde la «alegría»?- ¿Dónde la «nueva vida»?,


Pero fui testigo de cuando, en el tercer cielo,
Se despertaban una a una las plantas del olivo del aire,
Y mi mitad quedaba fuera del Tiempo,
Para volver a enfrentarme al valle
Que me ocultó la Muerte. El Zodíaco de zafiro de mi alrededor.

Así, a lo lejos, en la tierra. Flujos del mar


Y embrujo del humo de los jardines. Pero qué
Pena el poeta con sus labios vacíos,
Siempre tras su tristeza: lo Indecible.
Tómame tómame en tus brazos
Y consuélame por haber nacido.

Porque los pasos eran tan suaves entre la leña,


Tan azules las flores. Tan hermosa la gota
De los ojos tras la pérdida de la felicidad.
A lo lejos, en los amaneceres del mar,
El beso que mantuve mientras mí estrella se quebraba.
La ladera de Agosto tan pura,
Tan amarga la tranquilidad en mis puños,
Tan negros y pequeños los hombres
Que avanzan de continuo, por sus propios píes,
Avanzan directamente al Cocito y al Pyriflegetonte.

MOZART: ROMANCE

Del concieno para piano n.° 20, op. 466

Hermosa y triste vida


Piano distante y subterráneo
Mi cabeza se apoya en el Polo
Y la hierba me domina

Ganges secreto de la noche ¿a dónde me llevas?


A través de negros humos veo corzas
Correr en la plata correr
Y no vivo ni he muerto

Ni el amor ni la fama
Ni el sueño existían
De lado duermo duermo
Y escucho las máquinas de la tierra que viaja.
EL ADIVINO DE HOJAS

Esta tarde, ocho de Agosto,


Naufragada mi vieja casa en las aguas estancadas
De las estrellas, con sus lagartijas
Y la cera vertida sobre la cómoda,
Puertas, ventanas abiertas,
Mi vieja casa vaciando
El fardo de la soledad en la noche;

Unas voces desconcertadas y otras


Corriendo en la hojarasca resplandecen aún,
Como pasos secretos de luciérnagas,
Desde el fondo de la vida inclinada
Ante el frío fulgor de los ojos
Donde el tiempo se detiene
Y Selene, con su mejilla consumida,

La acerca a la mía desesperadamente;


Un murmullo como de amor perdido
Que regresa y, en la sombra, se oye:
«No». Y otra vez «No». «Hijo mío».
«¿Qué te ocurrió?» «Un día lo recordarás».
«Niño, niñito mío de cabellos castaños».
«Te amo». «Di siempre». «Siempre».

Y como, en la avidez del negro


Jardín que se abre en dos,
se sumergen tus posesiones
Apagadas, carbonizadas,
Así sube de las sucias aguas del alma una
Ola turbia cuyas burbujas son
Otros tantos y viejos atardeceres.

Ventanas temblorosas a la luz del lucero de la tarde,


En un momento en que dejaste pasar la dicha
Como canción en donde se ocultó, para que no la vieses,
Una muchacha que lloraba por ti.
Toda la santidad del abrazo y el juramento.
Nada, nada se ha perdido
Esta tarde, ocho de Agosto.

En el verdor del abismo, de nuevo,


Aquel mismo temblor interminable
Zumba en soledad y zumba con las hojas.
Monologa en el arameo del misántropo:

«Niño, niñito mío de cabellos castaños,


Te ibas a perder aquí para salvarte lejos».
«Te ibas a perder aquí para salvarte lejos».

Y, de pronto, el futuro se ve como el pasado;


Todos los mares transitables con sus flores.
Yo solo, pero no solo; como siempre;
Como en mi juventud, cuando caminaba
Con un sitio vacío a mi derecha
Y, arriba, me seguía Vega,
Santo Patrón de todos mis amores.

MUERTE Y RESURRECCIÓN
DE KONSTANTINOS PALEÓLOGOS

Al tenerse de pie ante la Puerta e inexpugnable en su


dolor

Lejos del mundo cuya alma pretendía contarse en la an-


chura del Paraíso Y más duro que la piedra porque
nunca lo habían mirado con ternura —a veces sus
dientes torcidos blanqueaban extrañamente—

Y cuando alcanzaba con su mirada un poco más arriba


que los hombres y sacaba de entre todos a Uno
que le sonreía al Verdadero a quien la muerte
no tocó

Ponía su cuidado en pronunciar claramente la palabra


mar como si brillaran en ella todos los delfines
Y que Dios contenga la inmensa soledad y que cada
gota constante de agua suba al sol

Joven aún había visto brillar y marchitarse la púrpura so-


bre los hombros de los poderosos Y una noche
recuerda en un momento de gran tempestad gi-
mió tanto la garganta del océano que se enturbió pe-
ro no fue posible detenerlo

Era pesado el mundo para vivirlo mas por un poco de or-


gullo merecía la pena

II

Dios mío y ahora qué Tenía que luchar contra mil


hombres y encima contra su soledad quién
él sabía apagar con una palabra la sed de toda la tierra y
qué

Si todo se lo habían quitado Sus sandalias atadas en


cruz y su bieldo puntiagudo y la muralla que cabalgaba
cada mediodía para mantener las riendas frente al tiempo
como difícil y saltadora barquilla

Y un puñado de hterbaluisa que había restregado por


las mejillas de una muchacha a medianoche para
besarla (cómo golpeaban las aguas de la luna contra
los peldaños de piedra a tres precipicios sobre el mar...)

Mediodía de la noche Y nadie a su lado Sólo sus


fieles palabras que mezclaban todos sus colores para de-
jarle en la mano una lanza de blanca luz

Y enfrente a lo largo de las murallas como un


hormiguero las cabezas vertidas en el yeso en toda la
extensión que abarcaban sus ojos

«¡Mediodía de la noche —toda la vida un resplandor!»


gritó y se lanzó al combate arrastrando tras él una do-
rada línea interminable

E inmediatamente sintió que la última palidez


venida de lejos lo dominaba.

III

Ahora cuando el aleteo del sol volvía de continuo


más aprisa los patios se zambullían en el invierno y
se ponían otra vez enteramente rojos de geráneos

Y las pequeñas cúpulas frescas como medusas azules lle-


gaban cada vez más arriba hasta la plata trabajada por el
aire delicadamente para el icono de otros tiem-
pos más lejanos

Vírgenes muchachas cuyos brazos iluminaban un alba


estival le traían ramitas frescas hojas de lau-
rel y de mirto arrancado de las profundidades goteando
yodo

Mientras se oía bajo sus pies sumergirse en la gran


fosa proas de negros barcos maderas antiguas y
humeantes por lo cual con miradas fijas las Ma-
dres de Dios reprendían aún de pie

A las yeguas tendidas en los fosos un montón de cria-


turas pequeñas y grandes trituración e inflamación del
polvo en el aire

Siempre con una palabra entre los dientes no quebra-


da yaciendo

¡El el último griego!

VILLA NATACHA

Tengo que decir algo claro e incomprensible


Como gorjeos en tiempos de guerra.

Aquí, en un rincón en donde me senté


A fumar mi primer cigarrillo libre,
Inexperto en Ja felicidad, temblando por el miedo
De quebrar una flor, de tocar un ave
Y de que Dios se encuentre, por mí culpa, en posición difícil.

Mas todo me obedece.


Las cañas erguidas y el campanario inclinado
Y todo el firmamento del jardín
Reflejado en mi pensamiento.
Uno a uno los nombres que suenan
Extraños en lengua extranjera: Phlox, Áster, Cytise
Eglantine, Pervenche, Colchique
Alise, Frésia, Pivoine, Myoporone
Muguet, Bleuet
Saxifrage
Iris, Clochette, Myosotis
Primevére, Aubépine, Tubereuse
Paquerette, Ancolie, y todas las formas
Escritas limpiamente en los frutos: círculo, ractángulo
Triángulo, rombo,
Como las ven las aves, porque el mundo es sencillo.
Un dibujo de Picasso
Con mujer, niño y centauro.

Digo: eso llegará. Y lo demás pasará.


El mundo no precisa demasiado. Algo
Pequeñísimo. Como el timón torcido antes del accidente,
Sin embargo
Exactamente
Hacia
La dirección contraria.

Bastante hemos adorado el peligro y es tiempo ya de que nos lo pague.

Sueño una revolución del mal y de las guerras como la


que hizo Matisse del claroscuro y de los matices.

II

Sin embargo, cuando dos amigos


Hablan o callan —especialmente entonces—,
No cabe una tercera solución.
Y como los amigos, al parecer,
También los mares se comunican en la distancia.
Basta un poco de aire, una gota de mimbre machacado
Entre los dedos, oscuro, y he aquí:
¿La ola?. ¿Es ella?.
188
¿Es la que te habla en singular y dice
«No me olvides» «No me olvides»?. ¿Es Anaktoría?81.
¿Tal vez no?. ¿Acaso sólo el agua que corre
Noche y día en la iglesia del Viernes Santo?.
¿Olvidar qué?. ¿Quién?. Nada sabemos.

De la misma manera en que anoche, cuando algo te quebró


Una antigua amistad, un recuerdo de porcelana,
Tan injustamente supiste volver a juzgar,
Miras ahora amanecer
Y tienes, antes del café, la boca amarga.
Gesticulando inútilmente, haces el eco
De otra vida, quién sabe, y por esa razón
(O quizá porque el pensamiento
es a veces tan fuerte que se te escapa),
Frente a ti, de pronto, se rompe el cristal de arriba abajo.

Digo: en un instante, el único


Que no sabes si llega,
Las letras se rasgan
Y el que da, toma.
Porque si no, entonces,
Convendrá que la muerte se dé muerte y la destrucción
Se destruya y la pequeña
Rosa que alguna vez
Sostuviste en tus manos, como este guijarro,
Se recomponga algún día a milenios de distancia.

Con sabiduría y valor. Picasso y Laurens, Pisemos la Psi-


cología, la Política, la Sociología, bronceados con una sen-
cilla camisa blanca.

III

Hombre, involuntariamente
Malo, por poco es otra tu suerte.
Si supieras frente a una flor
Actuar
Correctamente, todo lo poseerías. Pues por pocas cosas,
A veces por una solamente, el amor,
Conocemos las demás. Sólo la multitud he ahí:
Se detiene en el borde de las cosas,
Todo lo quiere y ío toma y nada le queda.

Llegó la tarde
Serena como la de Mitilene o la de un dibujo
De Teófilo, hasta más allá del Eze o el Cap-Estel,
Golfos donde el aire compone en abrazos
Tanta transparencia
Que se tocan las montañas y se sigue viendo al hombre
Que pasó mucho antes
Indiferente, y ahora debe estar llegando.

Digo: sí, deben haber llegado


La guerra a su fin y el Tirano a su caída;
Y el miedo del amor ante la mujer desnuda.
Han llegado, han llegado y sólo nosotros no vemos
Sino que, palpando, caemos continuamente sobre fantasmas.

Ángel, tú que a veces revoloteas por aquí


Lleno de sufrimientos e invisible, toma mi mano.
Los hombres poseen dorados cepos
Y no quiero que me sorprendan.

Pues me doy cuenta de que, presente, el Invisible


Es el único a quien llamo Príncipe, cuando
Lentamente la casa,
Anclada en el ocaso,
Adquiere resplandores desconocidos
Y, como al asalto, un pensamiento
Nos domina inesperadamente en dirección opuesta.

VERSOS MÍSTICOS

Para un amanecer en el Eremitorio de Apolo

Despertaste Adán y comienza de nuevo el mundo


Follajes de hiedra por la cal pasan
Las olas temblorosas mil sombras

En lo Increíble mide y di
Cuanto coge la cruz y cuánto la Anchura
De tu alma abrasada por un aire dorado

Águila de los Mares delfín de los cielos


Azul vida mía que en un resplandor
Dijiste todo y lo quemaste dijiste todo y lo ocultaste

Frente a mí vi crecer
Las cimas del Ararat y las lenguas incomprensibles
Solo sin embargo avancé sin una lágrima

Encanto oculto en el rumor de las olas


Arrojo y me irritan como voces de leones
Las veces en que cometí injusticia en que engañé

Enjambres de abejas devoraron


Mi cuerpo enjuto y tomaron mis palabras
Diosas que hacían repicar mares negros

¿Por qué vestirme de luto? ¿Quién me lo ordena?


¿De qué combatiente caído entre tantos
Aparece la imagen dentro de mí sin quererlo?

Tres y cuatro veces se inclinó mi pensamiento


Con alas sesgadas del ave de la tormenta
Y después nada nada otra vez

Coge para Bóreas mis muchos pecados


Moreno de rizados cabellos que sostienes a escondidas
Desde el fondo de la tierra mi canto de gorrión

La novena estrella monstruo iluminado


Viaja en las alturas y lanza a mi alma
Aquí y allá las letras mas ninguna palabra

Nada que decir ya no sucede nada


Únicamente soplo y unos peplos antiguos
Invisibles para Jos demás se abren a mis ojos

El chivo insumiso encaramado


A las alturas masca las hojas de los siglos
Como antes y después de mi nacimiento
Me prosterno ante la Sustentado radelaflor
Azul a quien miras y las montañas lejanas
Como de la Asunción se pierden transparentes

Infinitas la celda blanca


Como gota de agua pura en el sol
Me recorre y desnudo digo el milagro.

* * *

MARÍA NEFELí
(1978)
Poema escénico

Pero yo os digo que no os resistáis al mal.


Mateos, N.T.G., Oxonii, 1939.
Mateos, 5, 39.

Adivina, esfuérzate, siente: por la otra parte soy el mismo.


Orientaciones, p. 122.

LA PRESENCIA

M.N. Camino entre espinas y sombras


entre lo que será y lo que fu-e
y tengo como únicas armas como única defensa
mis uñas malvas como ciclámenes.

A. La vi por todas partes. Mirando al vacío con un


vaso en la mano. Escuchando discos tendida en
el suelo. Recorriendo las calles con pantalones
anchos y una gabardina vieja. Ante los escapa-
rates de los jóvenes. Más triste aún. Y en las dis-
cotecas, más nerviosa, comiéndose las uñas.
Fuma incontables cigarrillos. Es pálida y hermo-
sa. Pero si le hablas ni siquiera te escucha. Como
si algo sucediese en otro lugar que sólo ella oye
y se asusta. Estrecha tu mano, llora, pero no está
allí. Jamás la poseí ni obtuve nada de ella.

M.N. No entendió nada. Durante todo el día andaba


diciéndome «¿recuerdas?». Qué he de recordar.
Sólo recuerdo los sueños porque los veo de no-
che. Pero de día me siento mal —cómo decirlo:
desprevenida. Me encontré en esta vida tan de
improviso —cuando menos lo esperaba. Decía
«¡bah!, me acostumbraré!». Y todo corría a mi
alrededor. Hombres y objetos corrían, corrían
—hasta yo misma me puse a correr como una
loca. Pero, según parece, exageré. Puesto que
—no sé— algo extraño sucedió al fin. Primero
veía al muerto y después ocurría el crimen. Pri-
mero venía la sangre y después el golpe y el gri-
to. Y ahora cuando oigo llover no sé qué va a pa-
sarme...

A. «¿Por qué no entierran a los hombres de pie


como a ios Arzobispos?» —me decía. Y recuer-
do que una vez, durante el verano en una isla,
cuando todos regresábamos de trasnochar, al
amanecer, saltamos por la verja al jardín del Mu-
seo. Bailaba sobre las piedras y no veía nada.

M.N. Veía sus ojos. Veía antiguos olivares.

A. Veía una estela funeraria. Una muchacha en ba-


jorrelieve sobre la piedra. Parecía apenada y sos-
tenía en su mano un pajarillo.

M.N. Me miraba a mí, lo sé, me miraba a mí. Mirá-


bamos las dos la misma piedra. Nos mirábamos
a través de la piedra.

A. Estaba sola y sostenía en su mano un pajarillo.

M.N. Estaba sentada. Y muerta.

A. Estaba sentada y sostenía en su mano un paja-


rillo. Tú nunca sostendrás un pajarillo, ¡no eres
digna!.

M.N. Oh, si me dejaran, si me dejaran.

A. ¿Quién ha de dejarte?.

M.N. El que no deja nada.

A. El que nada deja


se separa de su sombra y anda en otra parte.

M.N. Son blancas sus palabras y no dichas


sus ojos son profundos y vigilantes...

A. Había cubierto toda la parte superior de la pie-


dra. Y con ella su nombre.

M.N. ARIMNA... como si viese todavía las letras gra-


badas dentro de la luz... ARIMNA EFI EL...

A. Faltaba. Faltaba toda la parte superior. No ha-


bía ninguna letra.

M.N. ARIMNA EFI EL... allí, sóbrela sílaba EL, la


piedra estaba cortada y rota. Lo recuerdo bien.

A. La habrá visto en sus sueños y por eso lo recuer-


da.

M.N. En mis sueños, sí. En un gran sueño que se hará


realidad algún día como luz y calor y pequeños
escalones de piedra. Los muchachos pasarán
abrazados por las calles como en viejas películas
italianas. Oirás canciones por todas partes y ve-
rás enormes mujeres en pequeños balcones regan-
do sus flores.

A. Un gran globo azul nos llevará a las alturas, por


aquí, por allí, el aire nos golpeará. Al principio
se distinguirán las cúpulas de plata, después los
campanarios. Parecerán las calles más estrechas,
más rectas de lo que imaginábamos. Las terra-
zas con blanquísimas antenas para la televisión.
Pasaremos rozando las colinas y las cometas.
Hasta que veamos en cualquier momento todo
el mar. Sobre él las almas dejarán tenues vapo-
res blancos.

M.N. He levantado mi mano por encima de las negras


montañas y los demonios de este mundo. He di-
cho al amor «por qué» y se puso a rodar por el
suelo. Estallaron las guerras una y otra vez y no
nos quedó ni un andrajo para meterlo en nues-
tro equipaje y olvidarlo. ¿Quién oye?. ¿Quién
oyó?. Jueces, sacerdotes, policías, ¿cuál es vues-
tra tierra f. Me queda aún mi cuerpo y lo entre-
go. Los que saben, cultivan en él todo lo sagra-
do, como los jardineros cultivan en Holanda los
tulipanes. Y en él se ahogan cuantos no apren-
dieron nada del mar ni de la natación...
Flujos del mar y vosotras, lejanas influencias de
los astros, ¡socorredme!.

A. He levantado mi mano por encima


de los demonios exorcizados del mundo
y desde la parte enferma me he vuelto
al sol y me he autodesterrado a la luz.

M.N. ¡Y de las grandes fortunas me he vuelto!


¡Me he autodesterrado a los hombres!

María Nefeli dice:

EL BOSQUE DE LOS HOMBRES

Flujos del mar y vosotras


lejanas influencias de los astros, ¡socorredme!.
Desde las aguas nocturnas del cielo mirad
cómo asciendo
biconvexa
como nueva Selene
goteando sangre.
Poeta cigarra mía abandonada
ya no existe el mediodía;
deja el Ática y ven a mi lado.
Te llevaré al bosque de los hombres
bailaré desnuda para ti con máscara y tan-tán
a ti me entregaré entre voces y alaridos.
Te mostraré al hombre Baobab
y al hombre Phagus Carnamenti
a la anciana Cimmulius y a todo su linaje
carcomido por los parásitos;
te mostraré al hombre Bumbacarao Uncarabo
a su mujer Ibu-Ibu
y a sus hijos deformes
los perroshongos
a Cingua Banga y a Iguana Brescus.
No temas
con mi mano como linterna de tempestad
te conduciré
y te embestiré;
mis uñas penetrarán tu carne
la verdad —¿se dice astf— es doloroso,
y debes aprender por tu propia sangre

Y el Antifonista:

EL ESTIGMA

Lo que veas, bien lo ves


siempre que sea: ANUNCIACIÓN.
Selene navegando una nube pequeñísima
el caimán de los árboles
y la seria calma de las marismas
con el lejano tap-tap de la máquina de vapor
si el mundo se llamase de una vez: ANUNCIACIÓN.

Oh sagrada poesía mía, ¡perdóname'.,


pero debo seguir viviendo
pasar a la otra orilla;
todo será mejor
que mi lento crimen del pasado.
Y si queda sobre mí imborrable
cada tempestad como una quemadura
se cumplirán mis días
desapareceré como escritura inversa.

A no ser que no exista


que hundiéndose en la profundidad de los acéanos
los días dorados se lleven consigo
para siempre al ídolo
al Árbol de la Luz
con mil hendiduras resplandecientes de aves
y los Meses en la punta de los pies
cosechando en sus delantales
pequeñas yemas del polen de los cielos.
María Nefeli dice:

por tus propias heridas;


sólo por ellas pasará —si pasa
la vida que buscabas inútilmente
con el silbo del viento con los fantasmas
con las doncellas que llevan soles en las bicicletas...
¡Adelante! ¡Vete! ¡Huye!.
Sin maza y sin caverna
entre saurios enfurecidos
procura decidir por ti mismo
e inventar una lengua quizás chillando:
i i i i i.
Cuando oigas que te canto una y otra vez
que te canto de noche con el xilófono:
«Al bosque fui dragu-drugu
me comieron los árboles drugu-drú
me despedazaron dragu-drugu
me arrojaron a los buitres drugu-drú»

LA LEY QUE SOY NO ME SOMETERÁ

Y el Antifonista:

Esa fue la voluntad de los hombres...


En el vacío atesoré y de nuevo
entre tesoros estoy vacío.

Adiós Paraísos y regalos que no pedí


salgo me voy directamente a mí mismo
a la lejanía en la que me encuentro.

Es la hora. María Nefeli


toma mi mano, te acompaño;
la otra la levanto —mira— con la palma
invertida al abrir mis dedos
una flor celestial:
«Hybris» diríamos o «Estrella» .

Hybris-Estrella Hybris-Estrella
he aquí el estigma amigos míos
mantengamos el contacto.
No os burléis de mí por mi gran torpeza
pues sabéis que el tiempo nos es contrario.

MUESTRA UNA TORPEZA TAN PRECISA


Y HE AQUÍ: ¡DIOS!
María Nefeii dice:

SOBRE LA BELLEZA

Temed
si queréis que se os despierte el instinto de Belleza;

y si no puesto que vivimos en el siglo de la fotografía


detened la imagen: a nuestro lado
actúa continuamente con increíbles gestos:
¡lo Inconcebible!

a) dos manos hermosas de mujer (o de hombre) que se ha-


yan familiarizado con palomas torcaces
b) un cable cuyos recuerdos provengan de la corriente eléc-
trica y de insospechadas aves
c) un grito que pueda tener actualidad eternamente
d) el fenómeno irracional del mar abierto.

Comprenderéis sin duda lo que quiero decir.

Somos el negativo del sueño


por eso parecemos blancos y negros
y vivimos la destrucción
sobre una realidad pequeñísima. Sin embargo
Das Reine Señoras y Señores
kann sich nur darstellen im Unreinen
und versuchst du das Edle zu geben
ohne Gemeines
so wird es ais das Allerunnatürlichste (*)
dice El que pudo atravesar

---
(*)"La pureza solo puede representarse de la impureza y aún sería
más artificial que pretendiese entender la nobleza sin rastro de vulgaridad"
carta de Hölderlin a Ch. Lud. neuffer, el 12 de noviembre de 1798
---

Y el Antifonosta:

LA GOTA DE AGUA

Arden mis labios y brilla la pena


gota de agua pura sobre el abismo
oscuro y lleno de hierba; sólo el alma
encendida como una iglesia antigua
nos asegura que moriremos en primavera...

Din-din, la manzanilla: me cansé de esperar


din-din, la madreselva: me aburrí de intranquilizarme
din-din, el hombre es así
desde un principio
y ¡yo sin conocerlo!.

Aquellos pasos en las hojas secas


al mugir el buey del tiempo

rozándola recorro
la muralla ciclópea levantada a lo largo de mi vida
hasta que el negro mar aparece
¡y sobre él se encienden como bengalas mis tres estrellas!.

Sólo una gota


de belleza temblando en las pestañas;
una pena diáfana como Atos colgado del cielo
con una visibilidad infinita
donde todo se hace y se rehace
se arrodilla la Muerte y vuelve a levantarse con más vigor
y cae otra vez impotente se hunde en el abismo.

María Nefeli dice:

los Senderos Celestes.


Y algo tuvo que saber.

DIOS MÍO ¡CUÁNTO AZUL DERROCHAS


PARA QUE NO TE VEAMOS!

Y el Antifonísta:

Sólo la gota poderosa sobre el abismo.

EN LA ALDEA DE MI LENGUA LLAMAN


RESPLANDECIENTE A LA PENA

María Nefelí dice:

LA GUERRA DE TROYA

Si al menos viviésemos del revés


¿veríamos todo derecho? ¡Bah! El revés
posee una obstinada estabilidad;
constituye como decimos la regla.
Significa que si conseguirnos vivir
vivimos seguramente de las excepciones.
Fingimos que no sucede nada
exactamente para que al fin suceda algo
fuera y por encima de la burla.
Una cereza cuando sufren
en su interior todas las vilezas
también en su obstinación limpia todopoderosa
irreprochable brilla enseñándonos
cómo sería la superioridad del hombre.

Cada Abril la gota de sangre


se reparte a todos gratuitamente.

Infelices vanguardias y vueltos


conductores de los pesados carros del cielo,
hasta las nubes están minadas,
cuidado: de nosotros depende la primavera.

Devolvamos la tierra, a nuestros pies.


El verde al verde el hombre de Neanderthal
al hombre de Neanderthal. Ya no sirven los músculos
se requiere un amor feroz
un salto de tigresa en las ideas,

Y el Antifonista:

HELENA

María Nefeli es indiscutiblemente


una muchacha espabilada,
verdadera amenaza del futuro; .
a veces brilla como un cuchillo
y sobre ella una gota de sangre
tiene el mismo sentido que tuvo en otro tiempo
la Lambda de la Ilíada.

María Nefeli avanza


liberada de la odiosa preocupación por el eterno retorno.

Y sólo con su existencia


extermina a la mitad de los hombres.

María Nefeli vive en las antípodas de la Etica


sólo es costumbre.

Cuando dice «dormiré con él»


da a entender que asesinará una vez más a la Historia.
Debes ver qué entusiasmo embarga entonces a las aves.

Además, con su conducta


eterniza la naturaleza del olivo.
Se vuelve del color de cada instante,
plateada unas veces y otras azul oscuro.
María Nefelí dice:

Mientras existan Aqueos existirá una hermosa Helena


aunque su mano esté en un sitio y su cuello en otro.

Cada época tiene su Guerra de Troya.

A LO LEJOS
EN LAS DISTANTES PROFUNDIDADES
DEL CORDERO
CONTINÚA LA GUERRA.

Y el Antifonista:

Por eso sus enemigos continuamente


planean sus estrategias —mirad:
unos con teorías sociales
muchos blandiendo sencillamente flores.

Cada época tiene su propia Helena.

POR TU PENSAMIENTO SE COAGULA EL SOL


EN LA GRANADA
Y SE REGOCIJA

El Antifonista dice:

PAX SAN TROPEZANA

¡Qué gordinflona se ha puesto últimamente la Tierra!.


Gatea a cuatro patas y muge de alegría
¡sooo!
Gloria a los padres de los regímenes
reina la paz
pequeños animales detrás de los grandes allí navegan barcos...

Tetas pintadas pantalones bicolores


enormes sombreros de paja de todos los modelos
blasones de ricos príncipes candidatos a masoquistas
escritores a distancia
actores de veinticuatro horas
mean en el mar y dan pequeños gritos
medioeuropeízados:
¡u-u u-u!.

Arriba en el cielo negros vacíos


se entreabren y la osmosis
de las almas deja ver un denso humo desbordado. A veces aparece
la mirada de un Santo
más feroz que nunca
«no tiene importancia la importancia está en otra parte»
una multitud llena de colores anda a tientas
arrastrándose con ojos medio cerrados
¡sooo!
PAX

Y María Nefeli:

EL PLANETA TIERRA

Ay, este planeta no es


sólo gallinas y corderos
y otras estúpidas criaturas inclinadas a tierra.
En el extremo del Universo se encuentra el negligente
con tantísimos oceanitos
con sus pequeños Himalayas
con sus cuatro billones de bípedos sin alas.
que luchan eternamente por aras y hogares
fuentes de petróleo y otras fértiles regiones.
Este no es un planeta
destruido por gases contaminados
abandonado a lluvias de meteoritos
a pensamientos de filósofos
a largas luchas por la libertad
(siempre la nuestra, nunca la de los otros).
Un ajedrez para cuervos amaestrados
en ganar siempre por los dos colores
«negras aves» les dicen «negros augurios».
No, no es éste un planeta,
sino una desviación que conduce muy lejos
a Zeus a Cristo a Mahoma
que también languidecieron una vez
para que todos nosotros
por inercia
nos quedásemos en la postura del que adora.
La cuenta atrás hasta la destrucción completa.

Lo único que quedará intacto

El Antifonista dice:

PAX SAN TROPEZANA

reina la paz.
Las cosas se dicen a medio europeizar
se hacen vuelven a hacerse
con facilidades y a plazos.
Tiempo de repuestos:
revienta el neumático —pones el neumático
pierdes a Jimmy —encuentras a Bop.
C'est tres pratique decía Annette,
la bella camarera del Tabití 96.
Diecinueve amantes habían firmado sobre su pecho
incluido el lugar de sus diferentes procedencias,
una tierna y pequeña geografía.

Creo que en el fondo era homosexual.

COMETE EL PROGRESO CON CORTEZAS


Y PEPITAS

Y María Nefeli:

será la venganza.
El hierro y la piedra tienen sus caracteres
nos abatirán
y viviremos una nueva edad de piedra,
nos asustaremos entre brontosaurios enloquecidos;
entonces sentiremos quizás nostalgia
de la exactitud y perfección
de un reloj Patek Philippe.

Eh vosotros Señores de la Tecnocracia


un poco más a la derecha por favor:
cogedme sitio en la Alfa de Centauro
y ya veremos.

DESGRACIADAMENTE INCLUSO LA TIERRA


GIRA A NUESTRA COSTA

El Antifonista dice:

EAU DE VERVEINE

Dije: soy puro


lavado con agua de verbena
de 90 grados en su origen
Griego en medio de la fieras.

«Sin gemidos ni miedos».

Fragmentaré mi blanca señal


y la dirigiré
con rapidez de alma
a la cima invisible.

EL INFINITO EXISTE PARA NOSOTROS


COMO LA LENGUA PARA EL
SORDOMUDO
Y María Nefeli:

SOBRE LA PUREZA

Y añado: vuestra sombra


es un mal consejero;
caminad siempre
bajo el sol vertical.

"Sin límites ni condiciones"

Puesto que Señoras y Señores


lo que las golondrinas nos reprochan
—la primavera que no ocasionamos—
es exactamente nuestra pureza.

VIVE PRIVADAMENTE EN LA DESVERGÜENZA

El Antifonista dice:

LA SANTA INQUISICIÓN

Ten cuidado porque el dolor


de lo que te quita ce añade Hombre
Conservadordealma
que te vanaglorias.

Lucha cuanto quieras


no tiene talones la Perfección.

Es necesario que avancemos


que llenemos todo el Vacío
y si no que nos autodestruyamos sacando fuerzas del pasado.
Un tiempo vendrá para trinar de pie como las aves
valientes ante la belleza.
Despacio o rápidamente
las aves nos domesticarán.

Id muchachos...

La verdadera valentía
debe bautizarse en alta mar
y traer algo del viento etesio
a las ocho plantas de los edificios,
debe dejar los campos de batalla
desarrollarse en el amor y en los libros
salir con otro nombre más hermoso
y esperar allí
a que se le echen encima y la insulten
Y María Nefeli:

SAN FRANCISCO DE ASÍS

¡Qué lástima que no se haya descubierto aún el Linguaphon del placer!


Ahora que la «naturaleza» empequeñece y se enrarece el aire
y los hombres se pudren en bosques fantásticos
constituiría la más alta filosofía que los Santos se reconciliasen con sus
cuerpos
que escuchasen de nuevo caer la voz de los ángeles
como fina lluvia de primavera
cuando arde toda clase de conocimiento...

No digáis: también habrá justicia para nosotros.


No esperéis de la política ni de la ciencia
nada. El mundo más joven es el más antiguo
pero del revés.

No os atormentéis en vano.

Yo con mi belleza
aboliré el concepto de libro;
inventaré nuevas flores
y las cogeré de mis entrañas
y coronaré como rey en el rincón de mis muslos
a la rosa popular.

Por ella soplará el viento

El Antifonista dice:

a que la aten con las manos a la espalda y la juzguen.


Cada época tiene su Santa Inquisición.

EL "VACÍO" EXISTE
MIENTRAS NO CAIGAS EN ÉL

Y María Nefeli:

de la inocencia verdadera
en donde pocos hombres sobrevivirán
sin embargo todas las aves
picotearán los pezones de mis pechos.
Cada época tiene su San Francisco de Asís.

INTENTA
CONDUCIR LA PERFECCIÓN TÉCNICA
A SU ESTADO NATURAL

María Nefeli dice:

STALIN

Centellando describiré mi órbita


sobre catedrales y sobre torres
de antiguos reyes como aquel resplandor
sobre Belén en otros tiempos.
Sí, los magos
conocen mi cara pálida mis largos cabellos.
De ellos hablan —de la virgen enviada por el cielo
que pudo decir en paz; cuidado
la multitud falsifica al Uno.
No tiene importancia si yo soy ella;
una voz debe ser automática y repetitiva
como arma dotada de un alcance de siglos;
procedo de los mongoles
llego como el transiberiano
con una lucecita individual y una rama de mirto en las manos.

Lo digo aunque no tenga significado


por culpa de lo rimado-

Antes de que llegue el Uno y me cambie


antes de que imponga un «nuevo orden»
lo repito y adiós —voy a la cárcel:
una luna pertenece a América
pero un alma que no se vende a Mátala y Katmandú.

Y el Antifonista:

LA SUBLEVACIÓN HÚNGARA
Escuchad las palabras de la virgen:
a la multitud falsifica el Uno.
De acuerdo con la época se viste el manto
del Estratego y es nombrado «por aclamación» en el Agora

Jefe
Supremo y se pone la soberbia púrpura
con cetro y corona por la gracia de Dios
y bendice con tiara y mitra, y en nombre
del Partido y del Pueblo avanza con cañones y tanques

(¡anda tú, golondrina!, ¡canta si te atreves!)

hasta que el Cuerpo del Ejército y el Cuerpo del Hombre


se vuelvan como exige la teoría: Uno.
Además, el beneficio
viene desde arriba como un ángel de Rubliof,
es un monstruo;
nadie sabe cuál es la luz verdadera.
Cuidado, María Nefeli, apunta hacía aquí tu arma automática,
y vosotros, cuantos estáis armados,
enanos del cuento magas y fieras
mujeres hombres con azadones picos
adoquines bombas de gasolina carros
¡a por él!.

María Nefeli dice:

Cada época tiene su propio Stalin.

CUANDO OIGAS "ORDEN"


ES QUE HUELE A CARNE HUMANA

Y el Antifonista:

(Oh Virgen tú me lo decías)


Cada época tiene su propia Sublevación Húngara.

SI TIENES QUE MORIR NUERE


PERO INTENTA SER EL PRIMER GALLO
EN EL HADES

^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^

LA APUESTA ETERNA
1
PORQUE un día morderás el nuevo limón
y dejarás en libertad
ingentes cantidades de sol de sus entrañas.
2
PORQUE todas las corrientes de los mares
iluminadas de pronto te enseñarán
a subir la tempestad al plano ético.
3
PORQUE serás otra vez en tu muerte
como el agua en el sol
que se vuelve fría por instinto.
4
PORQUE serás iniciada por la aves
y una hojarasca de palabras te vestirá
de lengua griega para que parezcas invencible.
5
PORQUE una gota llegará a la cima
de tus párpados imperceptiblemente
más allá del dolor y tras un largo llanto.
6
PORQUE toda crueldad del mundo se petrificará
para que te sientes hegemónicamente
con un pájaro dócil en tus manos.
7
PORQUE tú sola te adaptarás por fin
despacio a la grandeza
del alba y del atardecer.

* * *

EL PEQUEÑO NAUTILUS
(1979)

CON LA LUZ Y CON LA MUERTE

Hice girar sobre mí a la muerte como un enorme girasol:


Apareció el golfo de Adramition con el rizado soplo del mistral
Un ave inmóvil entre el cielo y la tierra, las montañas
Enlazadas suavemente las unas en las otras. Apareció el niño que enciende
Las letras y corre a traer de nuevo lo injusto a mi pecho,
A mi pecho en donde apareció la segunda Grecia la del mundo superior.
Lo que digo y escribo será para que nadie lo entienda.
Como una planta que se basta en su propio veneno hasta que el aire
Se lo convierte en perfume y lo esparce a los cuatro puntos cardinales.
Aparecerán después mis huesos al centellear un azul
Que lleva en sus brazos el Arcángel y gotea con enormes
Zancadas atravesando la segunda Grecia la del mundo superior.

6
Qué quiere, qué buscas,
dónde está el sentido que se te cayó de las manos
La música que oyes sólo tú y los desnudos
Píes que cambian de tierras como los de una bailarina,
Mientras se agita el cometa de sus cabellos y una chispa
Cae ante ti sobre la alfombra
En donde ves que la verdad te engaña.
A dónde vas, qué tristeza, qué quemado
Vestido es el que te fragmenta la carne, qué
Transformada fuente antigua te hace adivinar
Así: hoja a hoja y piedra a piedra.
Muchacho arrodillado en el fondo diáfano
Que cuanto más duermo y sueño, tanto más subes
Con una bandeja de verdes conchas y algas,
Mordiendo como una moneda el mismo mar que
Te dio este resplandor, la luz, este sentido que buscas.

15

Esta cabeza de piedra y las macetas rotas


Al ponerse el sol, cuando riegan
En Egina o en Mitilene: esta mezcla
De jazmín, hierba luisa y geráneo
Que sostiene al cielo en la distancia.
Si eres en verdad quien al mismo
Momento pasa por arriba sobre los techos.
Idéntico a un barquito con las velas abiertas.
Las canciones llenas de la tierra de las muchachas,
Donde las lágrimas brillan como la Osa,

Y el excedente césped del cielo que pisaste,


Un día, una vez y de una vez para siempre existe
Anexionado a tu propio Estado Griego,
Si eres quien vive en verdad y vive contra
Las cosas y los días superfluos,
El Jesús de izquierda, oh,
[entonces me comprenderás.
16

Dónde decirlo —de noche, en el aire,


En los nísperos de las estrellas, en la mancha oscura que huele
A mar. Dónde decir el Griego de la amargura.
Dónde escribirlo con árboles capitulares,
Para que sepan los sabios descifrar,
Entre la segunda y la tercera ola,
Semejante y profunda inflamación de piedras que no se hunden.
San Sotsón, l03 tú que vigilas los temporales,
Asciéndeme el ojo del mar
Para hacer palabras dentro de mí en la verde transparencia.
Para llegar a donde cavan los albañiles del cielo.
Para encontrar de nuevo el instante anterior a mi nacimiento,
Cuanto exhalaban aromas los violines y yo no entendía
Cómo el rayo no comprende su relámpago,
Sólo que te golpea secamente, ¡todo él un resplandor!

18
Aunque te exterminen será aún hermoso
El mundo por tu causa,

Real puesto en el sitio del que nos quitaron, tu corazón, corazón


Latirá aún y un agradecimiento
Por los árboles que tocabas nos cubrirá.

Oh sobrio relámpago, cómo te vuelven a atar,

Si ya no tengo aire, no tengo compañía de animal


O leñador, ni siquiera un rayo perdido.
Oigo correr las aguas,
quizás sean las de Dios
Y yo blasfemando, o quizás salgan de la boca
De algún monje que se acercó a las Llaves Secretas de la cima

Y las abrió.
Por eso me dirijo a Tí
Una tarde de Martes Santo con el mar frente a mí,
Irrepetible, para que les digas adiós y gracias.

19

Trotes de hermosos caballos me ayudarán


A decir mi oración antes de dormirme,
En la paja —como nací— con unas cuantas pecas
De sol en la frente y en el viejo corazón
Que sabe de memoria todo Homero y por ello resiste aún.
Anonadad amenté golpeando en la negra pieura
de Psará , una luz llena de adoración
Traigo en mis manos para vosotras futuras margaritas
Griegas que fuisteis confites de Hades.

Animosamente pronunció un poco de oro


Sobre los pórticos, como saben las aves
Dejar una idea de alegría y morir después.

Adiós, y mi fuente abierta gota a gota


Llena otra vez el tiempo azul.

Que es inocente y sin medida.

21

Y lo más interesante de todo: morirás.


El otro golfo Keratio 107 te abrirá
La boca para que pases con tu blanca frente,
Mientras la música se continuará sobre los árboles
Que nunca te volviste a contemplar. La escarcha liberará
Tus obras una a una.
¡Eh! ¡qué! Piensa desde ahora
Si la verdad destila
Gotas, si la Galaxia se ensancha
Realmente: entonces mojado radiante con la mano sobre
Un noble laurel serás más griego
Incluso que yo que te soplé en el estrecho un viento de proa,
Te dispuse en el equipaje cal y encalado,
El pequeño icono con los dorados Julio y Agosto,
Mientras sabes cuánto estoy perdido
Y, siendo yo caminante, me hospedarás
Colocando sobre el mantel de la mesa
El pan, las aceitunas y la conciencia,
En nuestro primer día, en la segunda patria la del mundo superior.

* * *

TRES POEMAS
CON BANDERA DE OPORTUNIDAD
(1982)

EL JARDÍN VE

1. Quizás
si exceptuamos a los Anacoretas
sea yo el último jugador
que ejercita sus derechos

presunción

no comprendo
qué quiere decir ganancia
un Pansélinos que pinta mientras Dios no existe
y demuestra con exactitud la opuesta

corriente

qué agua
azul con chispas
más allá del tabique del sonido de las sirenas
me hace señas
saltando

ven

en algún sitio

yace consumada la Perfección


y deja correr hasta aquí un arroyuelo

Vivaldí Mozart
aretes que brillan
por el reflejo que produce el movimiento de la cabeza

a la realidad
no le interesa
quién posee la parte marcesible
y quién la otra
los dardos hacia arriba y los dardos hacia abajo no
no se encontraron nunca
el jardín ve

oye los sonidos de los colores


las irisaciones que una caricia
deja
sobre el cuerpo desnudo
cuando lo arrastran mil hilos
hacia arriba
enloquecen los mensajes
qué vas a hacer
nadie lo entiende
nos quedamos como postes de telégrafo
abandonados en el desierto e inservibles hace siglos
mientras las ondas luchan desesperadamente
para encontrar un receptor
conjuntos de sonidos de música
electrónica
que el broche desató
y caen con otras estrellas fugaces
profundamente en la noche donde apenas

se distingue la línea curva de la tierra.

2. Qué ocurrirá entonces


cuando terminen un día las luchas sociales cuando los descubrimientos
se autoinutílicen y todas las exigencias se satisfagan

vacío

en el que caerán (en buena hora caigan)


cuantos hacen girar la rueda por la Rueda

estupor
los demás
empezaremos a vivir iniciados en los sánscritos del cuerpo
esencial y metafóricamente hablando

quiero decir como pintaba Piero


della Franceses o meaba Arthur Rimbaud
siempre con el consentimiento de los girasoles
(ea, pequeña Poesía)

pero entonces existían aún


rosales con significado religioso
aleluya

la Señora de los Angeles


con un paracaídas dorado
descendía hasta tu almohada
se acostaba a tu lado Hijo mío

la inmensa llanura
ladeados a la derecha todos los tulipanes
a la izquierda el viento
infalible colorista
el jardín ve
es necesario que cambiemos cada momento en imagen

Toute la mer et tout le del pour une seule


victoire d'enfance
en otras palabras algo sin importancia pero
tan significativo que
la magia venza nuestras manos y las dirija
a donde las sombras cambian de lugar

es decir
a donde hayan tomado ya su porción de Dios

como los Santos en otros tiempos.

3. Las altísimas montañas


digamos los Andes
tienen su correspondiente
entre nosotros (como el Universo
se supone
tiene el suyo en la Antimateria)
en donde al avanzar hacia sus cimas
se enrarece el aire
tanto que te desmayas

los órganos humanos no resisten tanta pureza

un Vermeer lo consiguió una vez pero


se apoyó en el color

la escritura se detiene
quiere que comas la espina y tires el pescado

fuerza

si jamás se te detuvo la llama entre los dedos


con una inclinación hacia arriba

nos cogerá el que muda de sitio las multitudes

el jardín ve
en las verdes aguas de la Atlántida
se sumergen las Libias
surge la Doncella
de Tera
con su mano extendida indica la distancia
que nos separa de la forma de ser todos nosotros
ángeles con sexo.

4. Tuviese razón o no
Plotino aparecerá un día
el gran ojo con la transparencia
y un mar tras él como Helena
atando el sol
con otras flores en su cabello

cien mil signos


omega sita ita

que si no se adaptan a la palabra


mañana
será ayer para siempre

estoy filosofando
entre las yuntas existe una mosca dorada
que repite eternamente la Odisea
la mitad de Nsusicaa se continúa en las olas
y los reflejos llegan hasta la lejanía
hasta las playas del Asia Menor
donde un día Heráclito
timoneó el rayo
(no se trata de un error)
en un segundo plano las guerras volverán a existir
sin que nadie muera
hay bastantes reservas de la muerte

el jardín ve

antepone la medida inversa

languidez
vigor
despetar

un pecho de una joven mujer es ya


el alba de la futura Constitución.

5. Y ¿qué? De quienes un día seguramente


triunfarán me he
bendito sea Dios separado
no vayan a salvarme
y me tiendan la mano
siempre existirán dos o tres
valientes que miren el mundo
sin finalidad

la Historia es envejecimiento
como el fruto entre los dientes de la juventud,
una sola sonrisa --si sale del manantial-- prevalece

y el jardín ve

da un súbito empujón
en el centro del alma para alcanzarnos.

6. Ay, si sólo conociese


una libertad reaí
a la que pudiese cantar sin
parecer sencillo o fariseo

exactamente como el inocente


podría ver
por detrás del Tirano el cielo
que se continúa con tranquilidad
hasta las montañas de enfrente
las que están tras el mar
una transparencia
que atravesase mi nacimiento
madre y padre y severos antepasados

ayayay ,
decía el viejo Esquilo
temblemos no vaya a despertarse
en nosotros la calma y su necesidad
extienda el campo --esquematice sobre las aguas
una nueva tierra

el jardín ve

montones y montones de margaritas


blancas ideas inflamables
y aves del mar
una isla enorme
entre Oriente y Occidente
con filas de cuádruples palmeras
pero ninguna
turbación como historia en la que los hechos se desvanecieron
y quedó en el nivel de los reyes

sola
una
Doncella
resplandeciente como una concha
bajando con el viento
en una bandeja.

7. El jardín ve
antes incluso de que exista
lo que siento que me deja una línea imperceptible

como en las horas


de la muerte las ligeras montañas
suaves hierbas lamiendo mis pies gigantescos

la destrucción del tiempo se volverá al fin contra él

está hecha de menta y de palabras de Juan


la poesía
sopla

así, el agua en vuestras manos


bebed avanzad
encontrad el famoso bosque de Colono
acompañad a Edipo

frescura
calma
ruiseñor
amanece de pronto
el gallo sobre las veletas
eres tú en la iglesia
el iconostasio soberbio con los granados

la Doncella caminando sobre las olas


el ligero poniente
sopla
tu mano copia
lo Inconcebible.

LA ALMENDRA DEL MUNDO

1. Qué sucede cuando


se vuelve a la lejana tierra del recuerdo
y refleja escenas que van a suceder
en un tiempo insospechado

una muchacha corriendo


de extremo a extremo de la playa
quitando el mantel de la mesa del mar (Dalí)

y otra detrás de su aro


a lo largo de una calle melancólica (De Chirico)

una tercera recostada en un canapé


con las piernas abiertas (Balthus)

la almendra del mundo


está escondida profundamente
y espera sin ser mordida

mil posibilidades se estremecen


a nuestro alrededor y no tocamos ninguna
estúpidos

no comprendemos nunca cómo piensan las palomas


dos chispas por encima de nuestras cabezas
se juega lo que ya perdimos

antes de existir
este cuerpo que soy
ya existía un mar

lleno de pequeñas blancas rodantes


vocales que entrechocan: alfa épsilon iota

se diría que incluso desde entonces


en la postura que tenía antes de bajar a la Madre
gritaba con todas mis fuerzas
siempre siempre siempre

pero nadie quiso nunca creerme.

2. Ay, sí, lejos de mi voluntad


se hizo el mundo y por ello
escribo como si hubiese desertado de mi destino

la almendra del mundo


es amarga y no
puedes encontrarla si no
duermes con una mitad fuera del sueño

las casas se agrandan


enormes mujeres alejándose de sus
cabelleras desatadas como el trueno de su relámpago
van repartiendo los vapores
del cielo aquí y allá
los orificios
engañan a la muerte

las noches
en que hablo como si removiese constelaciones
sobre las brasas del cielo se esquematiza por un instante
el rostro que me hubiese dado
Dios si hubiera sabido
cuánto me cuesta en verdad la tierra
en desesperación,
en diferentes «estaba escrito» musitados por la noche
en cípreses
eternos como poemas
que no pude escribir tras intentarlo.

3. Ven ahora
no sea que no te guste
lo absoluto es tu itinerario
contra esta sociedad
la propia estupidez
cabellos rizados que desprenden chispas
cuando los peinas
milagro

avanza, segundo y secreto


yo mío, es hora
de pronunciar con miedo las palabras
que convienen a la situación
precisamente las hermosas y las prohibidas

poesía

¿dónde y dónde entonces


semejante resplandor ata su fruto?
algo sin igual
debe haberse quitado a su manera
de la tierra
para que jadee tanto
para palidecer
y el luto se extiende

injusticia de los injustos


la almendra del mundo
palpita en la hojarasca
del Paraíso en rebeldía
también palpito yo entre las palabras que por ignorancia suprimo
de algún éxito perfecto
hasta que al final me quedan
dos o tres columnas erguidas
y en los muros un fresco
posiblemente Cretominoico (si mientras
no me hubiesen borrado
los mares y aquellas hermosas mujeres de pechos desnudos)
se salvan todavía algunos lirios
Inconcebibles para mis contemporáneos
y, aparte, estos versos:

un eclipse total
cuando todos duermen en los Observatorios.

4. Aunque lo tengas todo


siempre falta algo
basta con que no se acabe lo Intacto
para que la Suerte se sienta afortunada

las noches en que aparecen en el mismo lugar


los ojos enemigos como estrellas
se trazan las sombras que descienden
una a una al Hades
como el color negro en el vientre de la vasija antigua
que llevan vírgenes inclinadas

es necesario
que recordemos el bien más terrible que nunca dio
un hombre a otro
el amor
se parece a dos vasos en un instante de entusiasmo
ding
resplandor
pedazos

recordad a María Alcoforado


y a Noel Bouton de Chamiíly
a Jettchen y Heinrich von Kleist
a nuestro amigo Bladimiro y a la famosa Lili

que el deseo nos arrebate


ocurre que siempre buscamos
exactamente lo que no sucede

arriba en Etnas celestes en mares montañosos


en la distancia del alma solitaria
parece que florece todavía
la almendra del mundo

anda lágrima mía anda


toma los caminos del cielo
este desvelo es para ti.

5. (Un cigarro aún


que aguante hasta que perezcamos
dos o tres minutos de vida
en momentos verdaderamente soberbios
patios en donde crecimos incomprensiblemente
y tú, amargo que te obstinaste
en intentar cortar la almendra del mundo
y se te quedó la mano
escribiendo poemas
blancos sobre una página negra

¿quién cuándo comprendió


las tardes en que te resistías a llorar?
un traidor existe dentro de ti
cuyo castigo es inminente

oh, amigos,
si alguno de nosotros cometió pecado
tiene que ser Dios
por su gracia
intentamos intentamos en lo posible
ser hombres correctos
en una terraza sobre el mar
mirad:
se rompen las estrellas una a una
y la última va como lucecita de tu cigarro
y se consume
vete
adiós.)

6. Dios mío
si la verdad fuese un día
música que devora la materia
debo ser un mentiroso pero más fidedigno
que todos los seres
que zumban sobre el planeta
escucha
parece como si el hombre viniese de otro sitio
y por eso desentona
con una memoria despedazada pero
circunspecto ante los milagros

quizás esté equivocado quizás sea que


no sé escribir ni leer
enteramente solo
me cuelgo
de los tiempos de Heráclito
como la almendra del mundo
de una rama del norte del Egeo
como un antiguo pescador con su barca
que conoció muchas tempestades hasta que he aquí:
a veces llega el momento
las aguas de tu alrededor se vuelven
espléndidas
frías
de color rosa
entorna los párpados
es que el reflejo
como belleza absoluta
indica con quién tuvo en un instante
un encuentro involuntario y confidencial.
7. Adelante entonces
olvidadme si os atrevéis

los lagartos de los monumentos no saben de escultores ni arquitectos

a las tres de la noche


es como si hubiese nacido años después
de que los hombres se distinguieran en los combates y en los negocios

oficialmente vivo más allá del punto en que me encuentro

además
continuando rectamente hasta mi madre
me encontraréis también después de la muerte
(es para no ofender al decoro, si no,
se hace visible entre las nubes --como sobre el papel al orinar
el azúcar de un diabético--
un caballo negro con la pata alzada:
la vanidad
y su interior inaccesible)
¿dónde? ¿a quién? ¿cuándo?

buscad y encontraréis
a la pequeña Cazadora
que conduce la almendra del mundo
arriba en las montañas y planea
en un tiempo esencialmente dorado

en verdad

allí no existe dinero en absoluto


la vida se entiende como algo sin medida

me detengo y contemplo las olas


lo más perfecto y más incapaz de ser destruido
nunca existió.

* * *

DIARIO DE UN ABRIL INVISIBLE


(1984)

MIÉRCOLES, 1 a

LOS CABALLOS mascan continuamente sábanas blan-


cas y, sin interrupción, entran triunfales en la Jactancia.

Oigo a los robles, a las hayas, a las encinas, arrastrarse


por la cubierta de la antigua carroza en donde me metí,
como pude, para marcharme. Vuelven a poner una pelí-
cula que se rodó hace tiempo, a escondidas, y envejeció
sin que nadie la viese.

Rápidamente. Antes de que las imágenes pierdan el co-


lor. O se detengan de pronto y la película estropeada se
corte.

MIÉRCOLES, 1 b

AQUÍ, HACIA LA MEDIANOCHE, vi las primeras


llamas sobre el aeropuerto.

Más cerca, el negro vacío.

Después, pareció que venía la flora mirabilis, de pie, so-


bre su carro, vaciando flores de un inmenso cucurucho.

Las víctimas excavaban y adquirían la postura que tuvieron


anetes de separarse de la madre.

En el pedúnculo de la noche la luna patalea.

JUEVES, 2 a

«ARTINI»...«<Kleopa»...«Varnava»... pero entonces ¿qué


clase de paisaje es éste que se entierra?. Debo ponerme
los vestidos sacerdotales, vestir otra vez mi coraza dora-
da y salir con el machete en la mano.

Alejad a los niños. Colgad crespones negros en los bal-


cones. Ya se oye acercarse la música militar.

¡Atención! ¡Presenten, arm!

JUEVES, 2 b

LLORAN EN ALGÚN SITIO y se enturbia el aire de


parte a parte. La Sitonia 126 se perdió, la cubrieron las
aguas.

Son hechos terribles que Dios me quita enteramente y mi


pensamiento me los devuelve otra vez.
Algo verde en mi interior, pero negruzco, a lo que la-
dran los perros.

Y un mar traído desde muy lejos oliendo aún a huevo


del Cisne.

JUEVES, 2 c

TIRE MIS LIBROS a los anaqueles y en un rincón apa-


reció una afligida Angélica.

La cantidad de belleza que me correspondía, se acaba, la


gasté toda

Quiero que me encuentre así el invierno que viene, sin


una llama, con un pantalón hecho jirones, mezclando pa-
peles sin escribir como si dirigiese la orquesta ensorde-
cedora de un inexplicable Paraíso.

VIERNES, 3

0JOS DESVIADOS, OBLONGOS, labios, aromas


como de cielo prematuro de una gran dulzura femenina
y de una bebida mortal.

Me volví de lado --casi volqué-- entre los salmos de las


Salutaciones y el frío de los jardines abiertos.

Dispuesto a lo peor.

SÁBADO, 4

AL SUBIR la estrecha, mojada, callejuela--hace trescien-


tos y tantos años--, noté que me agarraba «de la mano»
del Amigo Fuerte y, realmente, al unirme a él, veía que
Doménico me hacía subir con sus dos alas gigantes-
cas a las alturas, a sus cielos

llenos esta vez de naranjos y aguas habladoras de la patria.

DOMINGO, 5 a

DE PRONTO, AL ABRIR los tapaluces medio sueltos


de la ventana, creció el patio. Ningún otro vio el para-
caídas que descendía. Sólo algunos antepasados míos de
rostros enfurecidos y desgraciados seguían la escena des-
de la otra orilla y, de vez en cuando, lanzaban pedradas
al aire

El paisaje se llenó de palabras griegas sin ortografía, de


las que se usaban en antiguas actas de dotes y en los ju-
ramentos de los Amigos. Me puse a llorar como vi hacer
un día a mi padre, el mes de Agosto del 22

Después, pareció que venía desde lo lejos el cabo de gen-


darmería con el topógrafo de la región e, inmediatamen-
te, el patio recuperó sus verdaderas dimensiones.

DOMINGO, 5 b

El final de Alejandro.
PLEGÓ LAS CUATRO estaciones y se quedó como un
árbol salvado por el aire.

Se levantó después y puso tranquilamente, a su lado, el


abismo.

Por la otra parte, extendió con cuidado un trozo de mar,


lleno de ráfagas azules.

Pasaron muchas horas hasta que, en un instante, se abrie-


ron y cerraron los ojos de las mujeres.

Entonces entró la Señora y él murió.

MARTES, 7 a

ENCONTRÉ UNA PEQUEÑA IGLESIA llena de


aguas fluyentes y la colgué en el muro. Sus candelabros
son de arcilla y se parecen a mis dedos cuando escribo.
Por la manera de brillar los cristales, comprendo si pasó
un ángel. Y me siento a menudo por las tardes, afuera,
en un banco y me sostengo en el mal tiempo como el geráneo.

MARTES, 7 b

DESDE LEJOS LA VI venir sobre mí. Llevaba zapatos


de tela y avanzaba ligera y blanquinegra. Hasta el perro
que estaba tras ella, se sumergía hasta la mitad en el negro.

Verdaderamente envejecí esperando.

Y, ahora, es muy tarde para comprender que, cuanto más


avanzaba, tanto más crecía el vacío, y que nunca podría-
mos volver a encontrarnos.
MIÉRCOLES, 8 a

¿QUIEN ES el que truena en puertas y ventanas?.

¿Qué es lo que dice y vuelve a decir --una vez de cerca


y otra vez a lo lejos-- el aire ventrílocuo?.

¿Qué quiere ésta de cabellos desgarrados y ojos de gata


que me hizo un dibujo en el cristal?.

¿Qué clase de soledad toca el lejano soldado en su


trompeta?.

¿Es el amanecer o atardece?.

MIÉRCOLES, 8 b

Como después de la detonación, en un vacío prolonga-


do, comenzó a emerger el viejo paisaje de los antepasados.

Faltaba de su sitio la abuela y las agujas del reloj de pared.

En la parte en donde vi por vez primera a la Virgen (o a


mi Madre), olía a pino quemado y a perdón.

MIÉRCOLES, 8 c

MADRE, EXISTES para verme: como nací, me fui. Es-


tuve presente poco tiempo --¿quién puede entenderlo de
otra forma?-- y son muchos los monstruos que se arras-
tran con patas oblicuas y grasientas. Así, a lo largo de
una vida mantenida con tanta dificultad, no ha quedado
más que una puerta medio destruida y muchas anémonas
del agua, grandes y podridas. De allí vengo y voy --¿a
dónde sabes tú?-- hacia un valle mas dulce que la patria.

JUEVES, 9
SERA UNA de aquellas casas cubiertas de hiedra cerra-
das e inhabitadas, de cuyo interior la correa liberó he-
chos abominables.
Y sientes que se liberan ahora sobre ti los aullidos, aque-
llos primeros mordiscos de la época de Adán, las mandí-
bulas del anciano que se atrevía aún a amar y soplaba sin
cansarse por sus tilos secretos, una noche delicada de
Abril.

Lo que ahora te obliga a ponerte de rodillas, circulará


de nuevo en tu sangre.

VIERNES, 10 a

SILBABA CONTINUAMENTE el viento y oscurecía


continuamente y llegaba a mis oídos continuamente la le-
jana voz: «toda una vida» ... «toda una vida...»
En el muro de enfrente las sombras de los árboles ponen
una película.

VIERNES, 10 b

EN ALGÚN SITIO, al parecer, se estarán divirtiendo


aunque no existan allí casas y hombres,
oigo guitarras y otras sonrisas que no están cerca.

Puede ser que, muy lejos, entre los tizones de los ciegos,
Andrómeda, Osa, Virgo...

¿Acaso la soledad es la misma en todos los mundos?.

VIERNES, 10 c

PASADA LA MEDIANOCHE, mi habitación se mue-


ve por todo el barrio y brilla como una esmeralda. Al-
guien busca en su interior, pero la verdad lo evita conti-
nuamente. Dónde imaginar que se encuentra, más abajo,

Mucho más abajo,

Porque la muerte tiene también su propio Mar Rojo.

SÁBADO, 11 a

BUSQUE NUEVAS heridas,


que navegasen como nenúfares sobre las viejas
(En aquel mar antiguo que conocí,

Ahora el mundo se habrá hundido


con sus dos mástiles sesgados fuera del agua.

Y yo, como si fuese verdadero, seguiré escribiendo).

SÁBADO, 11 b

DETENIDO TODA LA NOCHE en el sueño,


como un viejo automóvil con los faros rotos,
de nuevo atrapé, por azar* en las sombras,
movimientos de hombres tan incomprensibles
como los que veía a mi alrededor
durante años y años, una vida entera:
«El misterio de la enlutada» o, súbitamente,
«El mundo con la muñeca de cera»,
«Los últimos días de Pompeya» y, si no,
--en primer estreno-- «El beso de la muerte».

DOMINGO, 12

Recuerdo de Memas
BAJE AL JARDÍN con sus losetas rosas, la hierba sal-
vaje y el caldero encendido en el centro como en un
sacrificio.

De repente, apareció en el aire una cabeza de buey ador-


nada de flores que otra vez, de pronto, se desvaneció.

Sería un error del tiempo.

Después, apareció el fardo con las vituallas del Monaste-


rio y el padre Isidoro con una fuente de trigo cocido.

MIÉRCOLES, 15 a

AVANZO ENTRE CIRIOS de piedra y mujeres que


sostienen medías lunas. Falta Dios. Este jardín no tiene
final y nadie sabe qué puede ocurrirle.

Todo nombre brilla un instante en la oscuridad y, des-


pués, se desvanece y se pierde.

MIÉRCOLES, 15 b
SE ABRÍA EL AIRE del jardín y se veían sus cabellos
huir hacia la izquierda. Después se trasladaba al iconos-
tasio, apenada, sosteniendo en sus brazos muchas llamas
pequeñas y blancas.

Fue una época llena de revoluciones, de movimientos, de


sangre. Se diría que ella sola mantenía desde lejos la du-
ración de las cosas.

Sin embargo, de cerca, era sencillamente una hermosa


mujer que olía a jardín.

MIÉRCOLES, 15 c

SUBO SU BLANDA tierra, llego a la cima y ato sus ca-


bellos en la nuca con unas ramas.

Después, hago la señal de la cruz.

Suena entonces la campana y aparece en sus párpados la


primera lágrima de este año.

Podría ser algo soberbio.

JUEVES, 16

A TODOS les dice algo la llovizna. A mí nada. Cerré


los cristales y comencé a nombrar por orden alfabético:
al Ángel de Astypálea; a Briseida; a Gaugámela; al es-
clavo de Krinagoras; al Hellesponto; a Sagoria; a Elias el
Profeta; a Teodoro nuevo mártir de Mitilene; a Issos; a
Konstantinos Peleólogos; a Lady; al Maestre Antonio; a
Nicias; a la peña de Santa Pelayía; a Homero (con toda
su Ilíada); a los Pelasgos; a Rosana; a la Fuerte Señora;
a los Padrecítos; a Ibico (el más loco amante); a Faistos;
a las Coéforas; a Psará y a Orígenes.

Amanecí tras haber recorrido la historia de la muerte de


la Historia o, mejor, la historia de la Historia de la Muer-
te (y no estoy haciendo un juego de palabras).

SÁBADO, 18 a

LLUEVE AUN. Parece que lloverá eternamente. Y daré


vueltas eternamente con un paraguas, buscando un po-
blado rosa lleno de hermosas confiterías al aire libre.
SÁBADO, 18 b

PESO DE LA TERNURA del cielo


tras el trueno y sale el caracol.
Trozos de casas que navegan, balcones con su lanza en
ristre, el aire.

La muerte es un hecho que se aproxima


cargado de antiguas felicidades
y de aquella conocidísima (blanqueada en las soledades
silvestres) desesperanza.

DOMINGO, 19

UNA TRANQUILIDAD como de domingo en la que


todos faltan de una habitación de la que suprimí las
sensaciones.

Vaga por ella cierta verosimilitud de la muerte


terrible con orquídeas cinceladas sobre el cristal.
Clamor aún de recuerdos en la distancia, pero
se perciben ya las rojas aletas de la nariz que mucho
desean que nunca más existas.

LUNES SANTO, 20

AGOTADO por mis aventuras celestes, me quedé dor-


mido en las primeras horas de la mañana.

En el cristal, me miraba la antigua Selene, vistiendo la


mascarilla del sol.

MARTES SANTO, 21

HOY, APENAS tuve ánimo y destapé el jardincillo


como si fuera un féretro. Me dieron en eí rostro sus per-
fumes, limón, clavel.

Después, separé los años, los frescos pétalos y he aquí:


mi madre, con un gran sombrero blanco y su viejo reloj
de oro colgado del pecho.

Triste y cuidadosa. Atendía a algo que se encontraba


exactamente detrás de mí.

No pude volverme para verlo, porque me desmayé.


MIÉRCOLES SANTO, 22

LOS CACTUS CRECEN continuamente y continua-


mente sueñan los hombres como si fueran eternos. Sin
embargo, la parte interior del Sueño ha sido enteramente
devorada y puedes ahora distinguir con claridad qué sig-
nifica aquel negro volumen que se agita,

El suspiro de pocos días antes aún apenas

Y ahora un siglo negro.

JUEVES SANTO, 23

DÍA TEMBLOROSO, bello, como un cementerio con


torrentes de frío cielo.

Virgen arrodillada y con telarañas.

Mis pies color de tierra otra vez.

(Debería ser muy joven o incluso insensatamente her-


moso)

Las dos o tres almas que se hundían en el crepúsculo

Llenaban los cristales de atardecer.

VIERNES SANTO, 24

COMO SI HABLASE conmigo, guardo silencio.

Quizás me encuentre incluso en la situación de la planta


de una botica o de un ofidio de un Viernes helado

O quizás en la postura de aquellos animales sagrados


con sus grandes orejas llenas de graves sonidos
y del ruido metálico de los incensarios.

SÁBADO SANTO, 25

PASAJERA por mi insomnio de ayer,


me sonrió un poco, por un instante,
la pequeña diosa de la cinta malva
que desde niño se entremetía en mis secretos

Después, se perdió navegando hacia la derecha


para vaciar el jarrón lleno de mis deshechos
--colillas y pequeñas negativas del alma--,
donde hierve enteramente aún la juventud antigua
y el arrogante mar.

DOMINGO (PASCUA), 26

DÍA LIMPIO, DIAFANO. Parece que el aire se inmo-


viliza adoptando la forma de las montañas que dan hacia
Occidente. Y el mar con las alas extendidas, casi a ras de
tierra, por debajo de mi ventana.

Te entran deseos de volar a las alturas y repartir desde


allí tu alma de forma gratuita. Descender después y, lle-
no de valor, comprender el sitio que te pertenece en la
tumba.

MIÉRCOLES, 29

HACE ALGUNAS NOCHES, estos últimos días, que


oigo sandalias en las baldosas, murmullos de vestidos y
palabras desconocidas que parecen amargas y fuertes
como hierba salvaje: «yrfi» «saraganda» «tídelo» «delea-
na» ... nasta que ayer por la tarde oí «me la dio» y
me detuve desnudo ante el espejo.

En verdad, no me parecía a mí en absoluto. Tenía los ca-


bellos vueltos hacia adelante y duro el perfil de mi ros-
tro. En mi dedo medio llevaba un anillo pesado, con un
sello. Y, en el fondo de mí habitación, se detuvieron otros
dos jóvenes con barbas, serios.

Por lo demás, el paisaje recordaba a Gorfú.

Así, nos hundimos lentamente todos nosotros como la ju-


ventud. Mientras, se oía por la radío, entre otras cancio-
nes antiguas, en el diapasón, «Ramona».

VIERNES, 1 M.

Primer día de mayo.


COJO LA PRIMAVERA con cuidado y la abro:

Me golpea un calor fino como una telaraña,


un azul que huele a respiración de mariposa,
todas las constelaciones de la margarita y
al mismo tiempo muchos animales que se arrastran o vuelan,
cochinitas, serpientes, lagartos, orugas y otros
monstruos abigarrados con antenas de alambre,
escamas doradas, briscados y lentejuelas rojas.

Se diría que todo estaba dispuesto para ir


al baile de disfraces del Hades.

SÁBADO, 2 M.

AL CAER MI VIDA (un trocito insignificante de mi


vida) sobre la vida de los demás, deja una hendidura.

Uno puede, aplicando allí su ojo, ver, en lo duradero, un


mar oscuro y una muchacha vestida de blanco planeando
de izquierda a derecha y perdiéndose en el aire.

DOMINGO, 3 M.

ALGÚN ESCOTILLÓN se abrirá. Van y vienen mul-


titudes de extranjeros con sombreros poligonales y ves-
tidos talares.

De pronto, se escucha mi voz (pero yo no hablo): eh, vo-


sotras, mis hermosas griegas, la luce onde s'infiora vostra
sustanza rimarra con voi etternalmente si con'ell'é ora?

Y, después de algún tiempo, como un eco, la respuesta:


tu non se in térra, si come tu credi... tu non se in térra...
tu non se in térra.

Entonces empezaron a oírse, a lo lejos, vueltas de cade-


nas y las puntas de un enorme, desconocido, Zodíaco que
daba vueltas para estrecharme.

Las montañas, al fondo, comenzaron lentamente a disol-


verse y ascender como recuerdos.

LUNES, 4 M.

DOS OCÉANOS por debajo del suelo


mirabas, la casa se detuvo y brillaba como un diamante.
Más abajo, un estanque lleno de vapores rosas.

Después, lo Desconocido, de fósforo compacto, incom-


bustible, y detrás, a lo lejos, «la Tierra» que llaman «de
los Lotófagos».

He trabajado aquí, como obrero, en estos parajes


durante muchos años y me quedé con los dedos quemados
en el instante en que quise ver un poco aún,
desde lejos, cómo florecen las aguas
y cómo abren la cola, caminando lentamente, los Pa-
raísos.

JUEVES, 7 M.

POR LO MUCHO QUE NO PIENSO en nada y que


por nada me conmuevo, el tiempo se desalentó y me dejó
libre en medio del mar de Creta.

Tenía miles de años, y ya utilizo la escritura Minoica con


tanta comodidad que la gente duda y cree en el milagro.
La mayor fortuna es que no consigue leerme.

Todo pasa. Llega el momento de cada uno.


Todo queda. Yo me voy. Vosotros, ahora veremos.

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