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Yendo de la cama al living

por Florencia Angilletta

Una madre, dos hijos adultos, un pretendiente. Con este esquema de cuatro
personajes Tennessee Williams ideó una de las piezas teatrales más sólidas y desgarradoras
del siglo XX: El zoo de cristal. ¿Qué tiene para decirnos hoy la historia sobre una familia
del sur de Estados Unidos que transcurre en 1930? Mucho. La dramaturga, novelista y
actriz Romina Paula retomó esta obra y produjo una efectiva relectura en su nueva puesta
El tiempo todo entero.
El mismo grupo integrado por Paula y los actores Esteban Bigliardi, Pilar Gamboa y
Esteban Lamothe, que habían participado en la exitosa Algo de ruido hace (2007), son
quienes interpretan esta nueva obra, junto con la actriz Susana Pampín. Tras esta última
incorporación, la compañía dejó de llamarse “Los primos” y para este nuevo montaje se
nombraron como “El silencio”.
Más que una adaptación, lo que hace Paula es tomar la matriz de personajes y
conflictos y crear una nueva dramaturgia que funciona como una compleja fabricación
sobre los imaginarios contemporáneos: la soledad, el encierro, el fin de las topologías
(¿adentro o afuera de qué?), la conexión, las fobias, el tiempo y los vínculos entre padres
que aún se creen jóvenes e hijos que todavía no se sienten adultos.
Antonia (Pilar Gamboa) vive en su casa y no quiere salir de ella. Dice que le gusta
estar allí, con su mamá y su hermano, leer, navegar por Internet: soportar el tiempo,
“entero”, sin diferencias entre un tiempo de trabajo y otro de ocio. La diferencia radical con
la obra de Williams reside particularmente aquí: el personaje femenino no tiene un defecto
físico (en El zoo de cristal Laura era tullida) ni pasividad, sino que se pone en juego la
capacidad (¿o el imperativo?) de la elección: Antonia decide no hacer y argumenta al
respecto, con un ingenio feroz.
También hay una perspectiva de género en estas decisiones estéticas porque si El
zoo de cristal era como un flashback de los pensamientos del hermano, en la obra de Paula
es Antonia quien asume el lugar de enunciación desde el cual la acción se construye.
Lorenzo (Esteban Bigliardi) quiere irse a España pero no se anima a contárselo a su
hermana. Esa misma noche, su madre (Susana Pampín) -que ya no es la controladora de
principios de siglo- sale a cenar y regresa tarde y exhausta. En ese lapso llega a la casa
Maximiliano (Esteban Lamothe), compañero de trabajo de Lorenzo, quien se interesa por
las decisiones de Antonia y la curiosidad motoriza el acercamiento entre ambos.
Mediante el juego alusivo/elusivo, Paula pone en serie la castración conservadora
sureña con los sutiles mecanismos de control de los padres modernos con los que dialoga su
pieza. Sin golpes tibios, hay menciones a elementos del imaginario progresista: un exilio en
México, el rock y el pop como bandas de sonido de los melodramas vinculares, los cuadros
de Frida Kahlo, los orígenes húngaros, la conversación como el entre-nos que reafirma la
seguridad ontológica, la (in)dependencia de las relaciones familiares.
Ya el propio Tennessee Williams planteaba su pieza como “comedia de recuerdos”,
y algo de esta atmósfera retoma Paula en su puesta en la que prevalece el extrañamiento.
No se asiste a un típico living de clase media sino que se trabaja el espacio -a cargo de
Alicia Leloutre y Matías Sendón- como un lugar cerrado y abierto a la vez, que puede ser y
no ser una casa. Este efecto se potencia con la exquisita iluminación.
La canción que abre y cierra la obra es “Si no te hubieras ido” de Marco Antonio
Solís que funciona como un condensador y disparador de la propuesta escénica: releer en
las universales relaciones familiares que atraviesan a Williams, a Shakespeare y hasta a la
tragedia griega, los metáforas de la contemporaneidad, sus potencias y sus límites, un ritmo
de la vida que parece mal. No hay nada más difícil que vivir sin ti, y no hay nada más
difícil que salir de El tiempo todo entero sin reír, llorar, pensar, y ser un rato más feliz de
saber que, también, pasa en las mejores familias.

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