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Toxicomanía y el diagnóstico actual

Relator: Fabián A. Naparstek.


Participantes: Cecilia Morrone, Federico Núñez, Carolina Hanssen, Hernán Manigot, Natacha
Zarzoso,Marcelo Mazzuca, Contarbio Natalia, Fonseca Vanina, Mazzoni Yanina, Valcarce María
Laura, Zaffore Carolina.

Introducción
Tres razones han fundamentado la investigación de nuestro grupo y sobre la cual el presente trabajo
no es mas que una síntesis. Nuestra temática está enmarcada en la clínica actual con sujetos
toxicómanos y los diferentes usos del psicoanálisis, para lo cual nos hemos centrado en la relación
entre toxicomanía y psicosis siguiendo – como anticipábamos recién - tres antecedentes. El primero
de ellos, es una constatación clínica sobre la cual nos hemos detenido a partir de la jornada del TyA
en el último Encuentro del Campo Freudiano en París – año 2002 -. Allí se ha verificado la asiduidad
con que se presentan a nuestra consulta – en diferentes lugares del mundo y cada vez mas – pacientes
llamados toxicómanos a los que se los puede diagnosticar como psicosis. Hemos comprobado a partir
de allí – aunque sin hacer de ello estadísticas – un incremento en nuestra práctica clínica de esta
relación entre el recurso a la droga y la psicosis. De aquí surge una primera pregunta: ¿hay mas
toxicómanos psicóticos en la actualidad o es que nosotros – los practicantes - estamos mas advertidos
para diagnosticar una psicosis? El segundo antecedente, que se enlaza claramente con el anterior, se
refiere a una elaboración muy precisa realizada por Eric Laurent en un texto de 1994 [1] . Allí él deja
relucir que la tesis de la ruptura con el falo, indicada por J. Lacan, es una tesis muy adecuada para la
neurosis. Indicando que en esta podría haber una "ruptura con el goce fálico, sin que haya por lo
mismo forclusión del nombre del padre" [2] . Sin embargo, no lo es tanto para la psicosis. Siguiendo
una lógica impecable se lee allí que la ruptura con el falo permite, en el campo de la neurosis, dar
cuenta de la manía propia en la práctica del consumo de drogas para algunos sujetos. Empero, se
extrae del texto que para la psicosis la ruptura se encuentra de antemano y no sería adecuado hablar
allí de una "formación de ruptura" [3] – como él la denomina -. La forclusión del nombre del padre
indica un dato de estructura que antecede a la posible formación de ruptura. En este sentido E. Laurent
remarca que en la psicosis este efecto de ruptura con el falo está escrito como Fo haciendo dupla con
Po [4] . En todo caso, la formación de ruptura se opone muy bien a la "formación de compromiso"
[5] en el mas amplio sentido freudiano. Haciendo de esto último una oposición central para pensar
los diferentes usos del tóxico en el sujeto neurótico. Por otro lado, nuestro trabajo en el TyA por mas
de 15 años estuvo centrado – con idas y vueltas, con desviaciones, ampliaciones, etc. – en la tesis
lacaniana de la ruptura con el falo. Se entiende el problema en el cual nos hayamos en la actualidad:
si la tesis de la formación de ruptura ha sido central para nuestra orientación en la clínica y ella queda
cuestionada para la psicosis y, a su vez, cada vez mas nos topamos con sujetos denominados
toxicómanos que son diagnósticados como psicóticos, tenemos un amplio espectro de nuestra clínica
que debemos revisar. El tercer antecedente para nuestra investigación lo encontramos en el trabajo
clínico que se ha realizado – y ciertamente hoy continúa – en las conversaciones clínicas, llamadas
en español Los inclasificables [6] y La psicosis ordinarias [7] . Allí se retoma el punto que situábamos
anteriormente ubicando las dificultades de plantear los problemas de los fenómenos clínicos en
términos de Fo y Po [8] . Llegando a plantear una clínica de los "enganches, reenganches y
desenganches" [9] que resitúa a la clínica de la ruptura. En este punto, nuestra pregunta nos remite a
las consecuencias que pueda tener dicha elaboración en el campo específico de las toxicomanías.

I) Psicosis y toxicomanía:
Hasta el momento hemos podido situar algunas coordenadas sobre las cuales se ha asentado cierta
elaboración en la relación entre ambas cuestiones. En este sentido Daniel Sillitti plantea que en
algunos casos "suelen desencadenarse clínicamente las psicosis, si la definición del sujeto como
toxicómano es conmovida por alguna intervención. Al parecer encontramos aquí una forma de
estabilización en la identificación al significante ´soy toxicómano´, identificación a partir de un rasgo
de goce común a un conjunto, a partir del cual logra establecerse un punto de enganche al Otro, que
es quien proporciona el significante" [10] . Agrega mas adelante que "sin embargo, es difícil imputar
este tipo de estabilización al trabajo de la psicosis tal como lo vemos en el delirio de Schreber, o la
escritura de Joyce, donde se nota el trabajo del sujeto para lograr el aplacamiento del goce" [11] . Por
otro lado, hay casos donde "el consumo del tóxico se opone a un goce que amenaza al sujeto y lo real
de este goce es tratado por lo real del efecto del tóxico sobre el cuerpo" [12] . Ya en otra oportunidad
hemos verificado como en un caso preciso el consumo de cocaína estaba al servicio de aplacar una
irrupción de goce sobre el órgano peneano en donde el sujeto decía querer "reducir esa cosa hasta
hacerla desaparecer" [13] ; cosa sobre el cual no tenía manera simbólica de transformarlo en
instrumento. En este sentido "el tóxico y el significante toxicómano son modos de estabilización que
no alcanzan a producir una verdadera sutura en la estructura, en tanto produce también un desborde
de goce, y por el lado de lo simbólico, el nombre dado por el Otro es un índice del "poco trabajo" del
sujeto" [14] . Siguiendo este camino Viviana Fanés coincide cuando plantea claramente que "la droga
permite al sujeto establecer un enganche particular con el Otro, donde se puede pensar cierta
limitación al goce" [15] . He aquí, que en todas las viñetas tomadas de las publicaciones que hemos
revisado, inferimos que el objeto droga en los casos de psicosis no produce un exceso de goce sino,
por al contrario, viene a limitar este goce en el cuerpo produciendo cierta estabilización y un precario
enganche al Otro. No se deja de resaltar que dicha precariedad en la solución buscada deja al sujeto
en el límite del pasaje al acto. Como Freud ya lo advertía en su Malestar en la Cultura, es un remedio
peligroso, ya que el tratamiento de lo real por la vía de lo real puede llevar rápidamente al sujeto a un
verdadero desenganche, o incluso a una ruptura del lazo con el Otro. En este punto E. Laurent avanza
un paso mas y plantea la posibilidad de hablar de "monomanías" [16] – en el sentido de Esquirol -,
en vez de toxicomanías. Son casos donde el consumo está perfectamente dirigido hacia una sola droga
y no responden a la característica del "darse con todo", del querer cualquier cosa; propia del
toxicómano. Se trata entonces de casos donde hay manía, aunque limitada y anudada en la estructura
con una identificación o por un efecto real de la sustancia sobre el cuerpo o por un delirio, etc. Esta
indicación dada por E. Laurent la entendemos como un dato clínico muy preciso a poner a prueba
cada vez, pero que hemos podido corroborar en numerosos casos. Llegado a este punto nos
planteamos dos cuestiones. En primer lugar, nos interrogamos si estos modos de suplencia o
estabilización con su precariedad, no dan cuenta de ciertas psicosis débiles – en contraposición a las
llamadas "psicosis extraordinarias" [17] por J.-A. Miller -. En segundo lugar no dejamos de lado la
cuestión de la dirección de la cura en tanto suponemos que, en algunos casos, apuntalar la monomanía
es lo que permite mantener una suplencia estabilizadora para el sujeto.

II) De los inclasificables a la psicosis ordinarias:


La elaboración colectiva que se va desarrollando en el transcurso de las conversaciones clínicas antes
mencionadas permiten ubicar el siguiente recorrido. Se comienza tratando de abordar "casos raros"
[18] respecto de la tripartición, neurosis, psicosis y perversión. En ese camino se llega a la conclusión
que dichos casos raros son los mas comunes en nuestra clínica. Es decir, aquellos casos que en
principio no encajan del todo con nuestra tripartición son los casos de todos los días. Pero en la
siguiente conversación se arriba a la conclusión que muchos de dichos casos raros se pueden clasificar
como psicosis ordinarias. La división que establece J.-A. Miller entre psicosis ordinarias y
extraordinarias permite ampliar al campo mismo de las psicosis. Se contraponen así, una psicosis
débil, aunque flexible y que permite enganches, reenganches y desenganches, en oposición a una
psicosis fuerte como un roble. Por el contrario, esta última psicosis en el momento que se la golpea
ya no es tan flexible y se parte al medio. En este sentido se elabora y cuestiona el concepto mismo de
desencadenamiento. De un lado tenemos – con el primer Lacan - la idea del desencadenamiento de
una psicosis clínica con las coordenadas necesarias para poder situar un antes y un después en la vida
de un sujeto a partir de la aparición del Un Padre en lo real. La coyuntura dramática ubicada por
Lacan con toda precisión permite sin duda orientarnos - en esta clínica - en la exploración diagnóstica
de un modo absolutamente novedoso para la época, teniendo en cuenta los desvíos de los
postfreudianos en cuanto a la distinción estructural. Del otro lado tenemos una clínica que acepta
ciertos casos donde el desencadenamiento no muestra una ruptura que separa un antes y un después
o que directamente se puede tratar de una psicosis clínica sin que se pueda detectar claramente un
desencadenamiento; al menos en el plano del primer Lacan. Estas formas de desencadenamiento
entonces, permiten interrogar cómo el sujeto se desengancha del lazo social para engancharse con un
goce limitado sin la mediación simbólica y cómo el tóxico puede funcionar al modo de enganche o
desenganche del Otro. En este sentido la primera clínica no queda opuesta, sino enriquecida por
distintas nociones que nos permiten hoy abordar ciertas psicosis que no se manifiestan de un modo
ruidoso, sino que son más bien discretas. Asimismo, con la clínica de la ruptura sosteníamos la idea
de que la función del tóxico en un sujeto dificultaba el diagnóstico y taponaba la estructura. Esto
estaba referido a que si la droga permite romper con el falo - en ese momento de ruptura - era
sumamente complicado situar la diferencia estructural entre neurosis y psicosis. Empero ahora,
destacamos que también se puede acentuar en qué punto se dificulta el diagnóstico, y en todo caso,
más bien situar el diagnóstico a partir del uso que le da el sujeto a determinada sustancia.

III) Tres viñetas clínicas:


En un primer caso el consumo aparece cuando la sujeto tenía un dolor de muelas y su partenaire le
convida cocaína. La misma sujeto dice que no sabía lo que era la droga y que solo le dolía la muela.
A partir de ese momento ella va a tomar cocaína cada vez que él lo proponga. El consumo de la sujeto
aparece soldado al de su partenaire. Si su pareja no consume, ella tampoco; no mostrando en este
punto ningún índice de un apego a la sustancia. No puede ubicar nada en relación a su consumo, ni a
sus efectos en el cuerpo, como tampoco aparece ningún afecto con respecto a la sustancia; ni gusto,
ni disgusto. Cualquier pregunta en ese sentido es remitida automáticamente a su partenaire. Por otro
lado nada de la maternidad la engancha, mas bien hay un esfuerzo desmesurado por querer hacer lo
que se dice que es una buena madre, una buena esposa, etc.. La cuestión en esta sujeto está
principalmente ubicada respecto del partenaire que está a punto de irse del país y el problema que
implica para ella dicha separación. Se ve claramente que el partenaire tuvo una función de enlazarla,
en una sujeto que se ha autodefinido como pasando toda su vida "de mano en mano". Sólo en relación
con el partenaire había podido detenerse en un lazo único. En este caso ni la relación con los hijos y
los padres habían tenido algún valor de engancharla en una trama simbólica. En este marco, se ve
cómo la droga (la cocaína) tiene un lugar desustancializado y solo aparece como modo de mantener
el lazo al partenaire, sin el cual se siente totalmente suelta y vacía. Un segundo caso muestra una
sujeto con 41 años con una descompensación tras intentar abandonar el consumo de las pastillas para
adelgazar que tomaba desde los 15 años. Fue la madre quien por entonces la inició en el consumo de
estas pastillas - "mi mamá me sedujo", dice la paciente -. Confluyen en estos episodios problemáticas
ligadas a la anorexia y a la falta de alimentación, junto con un cuadro psiquiátrico difícil de distinguir.
Adela tiene su tratamiento médico y psiquiátrico, pero ahora busca también un psicológico y lo hace
en el servicio de toxicomanías ya que considera ser fundamentalmente una "adicta", además de tener
anorexia. Dice no concebir la vida sin las pastillas que empezó a tomar con su madre hace más de 30
años. La sujeto relata que el comienzo de su preocupación obsesiva por mantenerse flaca aparece con
su primer embarazo (que al igual que el segundo terminó con un aborto) ya que allí pensó que le iba
a cambiar el cuerpo. Decide dejar las pastillas tras firmar la escritura de su casa y allí tiene su primera
descompensación: "fue firmar y a los dos días me volví loca". Adela se recuerda caminando por una
plaza, sintiendo que la gente se alejaba de ella sin comprender por qué. Se había sacado la remera y
caminaba con el torso desnudo sin darse cuenta, hasta que un hombre le acercó un abrigo y la
acompañó hasta la casa. Luego tuvieron que internarla. Sobre el comienzo de su estado confusional
dice que "estaba en la oficina y me desconecté". Cosa que ocurrió por unos segundos e impidió
escuchar a una compañera que la estaba llamando. Adela no puede explicar mejor este fenómeno, así
como tampoco su necesidad imperiosa por conservarse flaca. Tenemos por lo tanto, dos explicaciones
ausentes que muestran dos caras de su relación al otro: por un lado, un punto de desconexión radical,
en donde el vínculo libidinal que cae - al decir de Freud - es signo de un lazo desgarrado con la
realidad; por otro lado, la necesidad del sujeto de afianzarse en relación a dos significantes - "adicta"
y "anoréxica" - que tomados del discurso médico le otorgan un ser en relación al Otro. Cada vez que
se desengancha se reengancha en la internación bajo dichos significantes. En el tercer caso un
muchacho se subió a una cornisa en un octavo piso, diciendo "me gusta el vacío". Consume marihuana
desde los 18 años e incrementó el consumo después de la separación de su novia, ocurrida semanas
antes de la consulta. En la primera entrevista se presenta diciendo: "Mi droga es la marihuana; mi
tema es la marihuana". Ubica a esta droga en un estatuto distinto que parece no hacer serie con las
demás. "A la marihuana no la respeto. Es la que menos hace daño, es la droga más blanda; es la que
más me gusta a mí... la tranquilidad que me da; es como un relajante". Así mismo, Juan presenta una
práctica de depilación en su cuerpo y un particular interés por la indumentaria femenina y por el
mundo que rodea a las mujeres. Comenta que le gustaría tener una peluquería o un local de ropa para
mujeres para poder dedicarse a "la mujer". "Me gustaría apuntar a la mujer. Consume más que el
hombre, los hombres no tienen una revista ELLE; las mujeres son más consumistas". En este caso la
marihuana se muestra como un tranquilizante único para el vacío que se le presenta en el momento
de separación con su partenaire. El cual permitía mantener alejado el empuje a la mujer. Luego,
también se verifica cómo la marihuana lo acompaña en la solución hacia un consumo femenino, en
tanto ella es consumista.

IV) Conclusión y perspectiva:


A partir de este recorrido: ¿podría verdaderamente hablarse de toxicomanía en la psicosis? Se abre
una vía para seguir investigando, pero al menos se ve cómo no se trata tanto de la manía por el tóxico,
sino más bien del intento por la vía de lo real de buscar una función de anudamiento posible. Más
aún, si en el trabajo del TyA se ha establecido contundentemente que la toxicomanía no es una
estructura, sino que habrá que ver cómo se articula la función del tóxico en cada estructura, hoy cabe
preguntarse si con esta nueva vertiente de la clínica de los desenganches no se desdibuja la noción de
toxicomanía en tanto tal; en tanto ruptura. Al menos habría que redefinir lo que ubicamos como un
verdadero toxicómano y su relación con la psicosis.

Notas
1- E. Laurent: "Tres observaciones sobre la toxicomanía", en Sujeto, goce y modernidad II, Ed.
Atuel – TyA, 1994, Bs. As., Argentina, pags. 15 – 21.
2- Idem, pag. 17.
3- Idem, pag. 16.
4- Idem, pag. 17. Este tema ya había sido ampliamente desarrollado por J.- A. Miller y otros en
1987 en "Clínica diferencial de la psicosis", Ed. Sociedad Psicoanalítica Simposio del Campo
Freudiano, Bs. As., Argentina, 1991.
5- Idem, pag. 16.
6- J.-A. Miller y otros: "Los inclasificables", Ed. Paidós, ICBA, Bs. As., Argentina, 1999.
7- J.-A. Miller y otros: "La psicosis ordinaria", Ed. Paidós, ICBA, Bs. As., Argentina, 2003.
8- Idem 7. Pags. 207-208-209-216.
9- Idem 7. Pag. 227.
10- Daniel Sillitti: "Toxicomanía y Síntoma", en Pharmakon 4/5, Ed, Amatista, Buenos Aires,
Argentina, 1995-6, pag. 50-51.
11- idem, pag. 51.
12- idem, pag. 51.
13- F. Naparstek: "Usos de la droga en la actualidad", en Las toxicomanías, un malestar de la
época que interroga al psicoanálisis y a las instituciones; Edita Casa del Joven, Dirección de Salud
Mental – Ministerio de Salud Gobierno de la Provincia de Córdoba con Movimiento hacia el TyA
Córdoba, Córdoba, Argentina, 2001, pag. 18.
14- idem 10, pag. 51.
15- Viviana Fanes: "Los muros del lenguaje un caso de psicosis", en Sujeto, Goce y Modernidad
I, Ed. Atuel - TyA, Buenos Aires, Argentina, 1993, pag. 112.
16- Idem 1, pag 18.
19- Idem 7, pag. 201 y 238.
18- Idem 7, pag. 201.

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