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14/12/21 01:02 Tratar sobre la salud mental

Tratar sobre la salud mental


Por el élder Erich W. Kopischke
De los Setenta

Permítanme compartir varias observaciones que he advertido conforme nuestra


familia ha atravesado pruebas.

Aunque nuestra familia ha disfrutado de ricas bendiciones al andar con gozo la


senda de los convenios, también hemos afrontado montañas sumamente altas.
Deseo compartir algunas experiencias muy personales con respecto a las
enfermedades mentales; entre ellas, la depresión clínica, ansiedad grave, trastorno
bipolar, trastorno por déficit de atención e hiperactividad y, a veces, una
combinación de todas. Comparto estas tiernas experiencias con la aprobación de
las personas afectadas.

Durante mi ministerio, he conocido a cientos de personas y familias que han tenido


experiencias similares. A veces me pregunto si la “enfermedad desoladora” que
cubre la tierra 1, la cual se menciona en las Escrituras, incluye la enfermedad
mental. Está en todo el mundo, abarca todo continente y cultura, y afecta a todos:
jóvenes, ancianos, ricos y pobres. Los miembros de la Iglesia no han quedado
excluidos.

Al mismo tiempo, nuestra doctrina nos enseña que nos esforcemos por llegar a ser
como Jesucristo y seamos perfeccionados en Él. Nuestros hijos cantan: “Yo trato de
ser como Cristo” 2. Anhelamos ser perfectos, aun como nuestro Padre Celestial y
Jesucristo son perfectos 3. Ya que las enfermedades mentales pueden interferir con
nuestra percepción de la perfección, muy a menudo se vuelven un tabú. Como
resultado, hay demasiada ignorancia, demasiado sufrimiento silencioso y
demasiada desesperación. Muchos, sintiéndose agobiados porque no cumplen con
esa percepción de las normas, creen erróneamente que no hay lugar para ellos en la
Iglesia.

Para combatir ese engaño, es importante recordar que el “Salvador ama a cada uno
de los hijos de Su Padre. Él comprende plenamente el dolor y la lucha que
experimentan muchas personas al vivir con un amplio espectro de problemas de
salud mental. Él sufrió ‘dolores, aflicciones y tentaciones de todas clases;
[…] [tomando] sobre sí los dolores y las enfermedades de su pueblo’ (Alma 7:11;
cursiva agregada; véase también Hebreos 4:15–16; 2 Nefi 9:21). Dado que
comprende todas las aflicciones, Él sabe cómo ‘sanar a los quebrantados de
corazón’ (Lucas 4:18; véase también Isaías 49:13–16)” 4. Los desafíos a menudo

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indican la necesidad de herramientas y apoyo adicionales, y no son defectos del


carácter.

Permítanme compartir varias observaciones que he advertido conforme nuestra


familia ha atravesado pruebas.

Primero, muchas personas llorarán con nosotros y no nos juzgarán. Por causa de
graves ataques de pánico, ansiedad y depresión, nuestro hijo regresó a casa de la
misión tras apenas cuatro semanas. Como padres, hallamos difícil lidiar con la
desilusión y la tristeza, pues habíamos orado mucho para que tuviera éxito. Como
todos los padres, queremos que nuestros hijos prosperen y sean felices. La misión
sería un logro importante para nuestro hijo. También nos preguntábamos qué
pensarían los demás.

Aunque lo ignorábamos, el regreso de nuestro hijo fue infinitamente más


devastador para él. Tomen en cuenta que él amaba al Señor y quería prestar
servicio; sin embargo, no podía hacerlo por razones que le costaba comprender.
Pronto se encontró en un punto de total desesperanza, luchando contra una
profunda culpa. Ya no se sentía aceptado, sino espiritualmente entumecido. Lo
consumían pensamientos recurrentes sobre la muerte.

Mientras se encontraba en ese estado irracional, nuestro hijo creía que lo único que
le quedaba por hacer era quitarse la vida. Se necesitó al Espíritu Santo y una legión
de ángeles en ambos lados del velo para salvarlo.

Mientras él luchaba por su vida y durante ese momento inmensamente difícil,


nuestra familia, líderes y miembros del barrio, y amigos hicieron lo imposible para
apoyarnos y ministrarnos.

Jamás sentí una efusión de amor semejante. Jamás sentí con tanto poder y de una
manera tan personal lo que significa consolar a aquellos que necesitan de consuelo.
Nuestra familia estará agradecida para siempre por tal efusión.

No puedo describir los incontables milagros que acompañaron aquellos sucesos.


Por fortuna, nuestro hijo sobrevivió, pero se ha requerido de un largo tiempo y
muchos cuidados médicos, terapéuticos y espirituales para que sane y acepte que se
le ama, valora y necesita.

Reconozco que no todos los incidentes de ese tipo terminan como el nuestro. Sufro
con aquellos que han perdido a seres queridos demasiado pronto y que ahora
luchan con sentimientos de pesar, así como con preguntas sin responder.

Mi observación siguiente es que puede ser difícil para los padres reconocer las
dificultades de los hijos, pero debemos informarnos. ¿Cómo podemos saber la
diferencia entre las dificultades relacionadas con un desarrollo normal y las señales
de enfermedad? Como padres, tenemos la sagrada comisión de ayudar a nuestros
hijos a atravesar los desafíos de la vida; sin embargo, pocos de nosotros somos
especialistas en salud mental. No obstante, tenemos que cuidar de nuestros hijos
ayudándolos a aprender a estar satisfechos con sus esfuerzos sinceros conforme se

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esfuerzan por cumplir expectativas apropiadas. Cada uno de nosotros sabe, debido
a nuestros defectos personales, que el crecimiento espiritual es un proceso en curso.

Ahora comprendemos que “[n]o existe un simple remedio para lograr el bienestar
emocional y mental. Experimentaremos estrés y conmoción, pues vivimos en un
mundo caído y tenemos un cuerpo caído. Además, hay muchos factores cuya
influencia podría derivar en diagnósticos de afecciones mentales.
Independientemente de nuestro bienestar mental y emocional, centrarnos en el
crecimiento es más saludable que obsesionarnos con nuestros defectos” 5.

En el caso de mi esposa y yo, lo que siempre nos ha ayudado es permanecer lo más


cerca posible del Señor. En retrospectiva, ahora vemos cómo el Señor nos guio
pacientemente en momentos de gran incertidumbre. Su luz nos guio paso a paso en
las horas más oscuras. El Señor nos ayudó a ver que el valor de un alma individual
es mucho más importante en el plan eterno que cualquier labor o logro terrenal.

Reitero, aprender sobre las enfermedades mentales nos prepara para ayudarnos a
nosotros mismos y a otras personas que puedan tener dificultades. Nuestras
conversaciones francas y sinceras ayudarán a que este importante tema reciba la
atención que merece. Después de todo, la información precede a la inspiración y a
la revelación. Estos desafíos que con demasiada frecuencia son invisibles pueden
afectar a cualquier persona, y cuando los afrontamos, parecen insuperables.

Una de las primeras cosas que tenemos que aprender es que ciertamente no
estamos solos. Los invito a estudiar el tema de la salud mental en la sección “Ayuda
para la vida” de la aplicación Biblioteca del Evangelio. El aprendizaje conducirá a
un mayor entendimiento, a más aceptación, más compasión y más amor; puede
disminuir las tragedias y a la vez ayudarnos a desarrollar y establecer expectativas y
relaciones saludables.

Mi última observación: tenemos que velar los unos por los otros constantemente.
Debemos amarnos el uno al otro y juzgarnos menos, en especial, cuando nuestras
expectativas no se cumplan de inmediato. Debemos ayudar a nuestros niños y
jóvenes a sentir el amor de Jesucristo en sus vidas, aun cuando les cueste sentir
amor por sí mismos. El élder Orson F. Whitney, quien prestó servicio como
miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles, aconsejó a los padres cómo ayudar a
los hijos en apuros: “Oren por sus […] hijos; aférrense a ellos con su fe” 6.

Con frecuencia he reflexionado sobre lo que significa aferrarse a ellos con fe; creo
que incluye actos sencillos de amor, mansedumbre, bondad y respeto. Significa
permitirles desarrollarse a su propio ritmo y dar testimonio para ayudarlos a sentir
el amor de nuestro Salvador. Requiere que pensemos más en ellos y menos en
nosotros mismos u otras personas. Por lo general, aquello significa hablar menos y
escuchar mucho, mucho más. Debemos amarlos, habilitarlos y elogiarlos a menudo
en sus esfuerzos por tener éxito y ser fieles a Dios. Y, finalmente, debemos hacer
todo lo que esté a nuestro alcance para permanecer cerca de ellos, tal como
permanecemos cerca de Dios.

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A todos los que se ven afectados en lo personal por una enfermedad mental:
aférrense a sus convenios, incluso si no sintieran el amor de Dios en este momento.
Hagan todo lo que esté en su poder y luego “permane[zcan] tranquilos […] para
ver la salvación de Dios y que se revele su brazo” 7.

Testifico que Jesucristo es nuestro Salvador. Él nos conoce. Él nos ama y nos
esperará. Durante las pruebas de nuestra familia, he llegado a saber cuán cerca está
Él. Sus promesas son verdaderas:

“Pues ya no temáis, y escudo seré,


que soy vuestro Dios y socorro tendréis;
y fuerza y vida y paz os daré […]
y salvos de males vosotros seréis”.

Sabiendo cuán firme es nuestro cimiento, ruego que siempre declaremos con gozo:

“Al alma que anhele la paz que hay en mí,


no quiero, no puedo dejar […];
yo lo sacaré de tinieblas a luz […]
y siempre guardarlo con grande amor” 8.

En el nombre de Jesucristo. Amén.

Notas
1. 1. Doctrina y Convenios 45:31.

2. 2. “Yo trato de ser como Cristo”, Canciones para los niños, págs. 40–41.

3. 3. Véase 3 Nefi 12:48.

4. 4. “Como una vasija quebrada”, Salud mental: Principios generales,


LaIglesiadeJesucristo.org

5. 5. Sheldon Martin, “Esfuérzate: Un modelo para el crecimiento y para el


bienestar mental y emocional”, Liahona, agosto de 2021, pág. 14.

6. 6. Orson F. Whitney, en Conference Report, abril de 1929, pág. 110.

7. 7. Doctrina y Convenios 123:17.

8. 8. “Qué firmes cimientos”, Himnos, nro. 40.

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