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24/1/22 12:03 Asegurar un juicio justo

Asegurar un juicio justo


Por el élder James R. Rasband
De los Setenta

Para asegurar un juicio justo, el sacrificio expiatorio del Salvador despejará la maleza
de la ignorancia y las espinas dolorosas del daño que hayan causado otras personas

El Libro de Mormón enseña la doctrina de Cristo


El pasado octubre, el presidente Russell M. Nelson nos exhortó a considerar cómo
nuestra vida sería diferente si “se [nos] quitara de repente el conocimiento que
he[mos] obtenido del Libro de Mormón” 1. He reflexionado sobre su pregunta,
como estoy seguro de que muchos de ustedes lo han hecho. He pensado en ello una
y otra vez: sin el Libro de Mormón y su claridad en cuanto a la doctrina de Cristo y
Su sacrificio expiatorio, ¿dónde hallaría el solaz?

La doctrina de Cristo, que consiste en los principios y las ordenanzas salvadoras de


la fe en Cristo, el arrepentimiento, el bautismo, el don del Espíritu Santo y el
perseverar hasta el fin, se enseña en numerosas ocasiones en todas las Escrituras de
la Restauración, pero con un poder particular en el Libro de Mormón 2. La doctrina
comienza con la fe en Cristo, y cada uno de sus elementos depende de la confianza
en Su sacrificio expiatorio.

Tal como el presidente Nelson ha enseñado: “El Libro de Mormón brinda el


entendimiento más pleno y autorizado acerca de la expiación de Jesucristo que se
pueda encontrar” 3. Cuanto más comprendamos en cuanto al don supremo del
Salvador, más llegaremos a saber, en nuestra mente y en nuestro corazón 4, la
realidad de la certeza del presidente Nelson de que “[l]as verdades del Libro de
Mormón tienen el poder para sanar, reconfortar, restaurar, socorrer, fortalecer,
consolar y animar nuestra alma” 5.

La expiación del Salvador satisface todas las


demandas de la justicia
Una contribución vital y tranquilizadora que el Libro de Mormón brinda a nuestra
comprensión de la expiación del Salvador es su enseñanza de que el sacrificio
misericordioso de Cristo cumple con todas las demandas de la justicia. Tal como
Alma explicó: “… Dios mismo expía los pecados del mundo, para realizar el plan
de la misericordia, para apaciguar las demandas de la justicia, para que Dios sea un
Dios perfecto, justo y misericordioso también” 6. El plan de misericordia del

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Padre 7, al que en las Escrituras también se lo llama plan de felicidad 8 o el Plan de


Salvación 9, no se podría llevar a cabo a menos que se satisficieran todas las
demandas de la justicia.

Pero ¿qué son exactamente las “demandas de la justicia”? Consideren la propia


experiencia de Alma. Recordarán que, cuando era joven, Alma procuró “destruir la
iglesia” 10. De hecho, Alma le dijo a su hijo Helamán que “era atormentado con las
penas del infierno” porque en efecto había “asesinado a muchos de [los] hijos [de
Dios]”, conduciéndolos “a la destrucción” 11.

Alma le explicó a Helamán que por fin había sentido paz “al concentrarse” en lo
que enseñó su padre “concerniente a la venida de […] Jesucristo […], para expiar
los pecados del mundo” 12. Alma, arrepentido, suplicó la misericordia de Cristo 13 y
después sintió gozo y alivio al darse cuenta de que Cristo había expiado sus
pecados y pagado todo lo que la justicia requería. Pregunto de nuevo: ¿qué habría
requerido de Alma la justicia? Tal como él mismo enseñó más tarde: “… nada
impuro puede heredar el reino de Dios” 14. Por lo tanto, parte del alivio de Alma
debió haber sido que, a menos que la misericordia intercediera, la justicia le
hubiera impedido regresar a vivir con el Padre Celestial 15.

El Salvador sana las heridas que no podemos sanar


Pero, ¿se centraba el gozo de Alma en sí mismo, en que él mismo evitara el castigo y
él pudiese regresar al Padre? Sabemos que a Alma también lo atormentaba el
pensar en aquellos a quienes había alejado de la verdad 16. Pero Alma no podía
sanar y restaurar a todos los que había alejado. Él mismo no podía asegurar de que
se les fuera a dar una oportunidad justa de aprender la doctrina de Cristo y de ser
bendecidos al vivir sus principios de gozo. No podía devolver la vida a quienes
murieron aún cegados por su falsa enseñanza.

Tal como el presidente Boyd K. Packer enseñó en una ocasión: “La reflexión que
rescató a Alma […] fue la siguiente: Restaurar lo que no se puede restaurar, curar
las heridas incurables, reparar lo que se ha quebrado y no tiene arreglo, es el
propósito principal de la expiación de Cristo” 17. La alegre verdad en la que Alma
se concentró no era simplemente que él mismo podía ser limpio, sino también que
aquellos a quienes había hecho daño podían ser rehabilitados y sanados.

El sacrificio del Salvador asegura un juicio justo


Años antes de que esta reconfortante doctrina rescatara a Alma, el rey Benjamín
había enseñado sobre la amplitud de la sanación que proporcionaba el sacrificio
expiatorio del Salvador. El rey Benjamín declaró que las “alegres nuevas de gran
gozo” le fueron dadas “por un ángel de Dios” 18. Entre esas alegres nuevas se
hallaba la verdad de que Cristo sufriría y moriría por nuestros pecados y errores
para asegurar que descendiera “un juicio justo sobre los hijos de los hombres” 19.

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¿Qué es lo que requiere exactamente un “juicio justo”? En el siguiente versículo, el


rey Benjamín explicó que, a fin de asegurar un juicio justo, la sangre del Salvador
expió “los pecados de aquellos que han caído por la transgresión de Adán”, y los de
aquellos que “que han muerto sin saber la voluntad de Dios concerniente a ellos, o
que han pecado por ignorancia” 20. Enseñó que un juicio justo también requería
que la “sangre de Cristo exp[iara]” los pecados de los niños pequeños 21.

Esos pasajes de Escritura enseñan una doctrina gloriosa: por ser un don gratuito, el
sacrificio expiatorio del Salvador sana a aquellos que pecan en la ignorancia, y
como expresó Jacob, a aquellos a quienes “no se ha dado ninguna ley” 22. La
responsabilidad por el pecado depende de la luz que se nos haya dado y depende
de nuestra capacidad para ejercer nuestro albedrío 23. Conocemos esta sanadora y
reconfortante verdad gracias solo al Libro de Mormón y otros libros canónicos de
la Restauración 24.

Naturalmente, cuando se ha dado una ley, cuando no somos ignorantes respecto a


la voluntad de Dios, somos responsables. Tal como recalcó el rey Benjamín: “¡… ay
de aquel que sabe que se está rebelando contra Dios! Porque a ninguno de estos
viene la salvación, sino por medio del arrepentimiento y la fe en el Señor
Jesucristo” 25.

Estas también son buenas nuevas de la doctrina de Cristo. El Salvador no solo sana
y restaura a los que pecan en la ignorancia, sino que también, a los que pecan
contra la luz, el Salvador se ofrece a sanarlos a condición de que se arrepientan y
tengan fe en Él 26.

Alma debió haberse concentrado en ambas verdades. ¿Habría Alma sentido


realmente lo que él describe como intenso gozo 27 si hubiera pensado que Cristo lo
salvó a él, pero que dejó para siempre perjudicados a los que él había alejado de la
verdad? Sin duda alguna, no. A fin de que Alma pudiese sentir una paz total,
aquellos a quienes hizo daño también necesitaban la oportunidad de ser sanados.

Pero, ¿cómo podrían ellos, o aquellos a quienes podamos hacer daño, ser sanados
exactamente? Aunque no comprendemos completamente el proceso sagrado
mediante el cual el sacrificio expiatorio del Salvador sana y restaura, sí sabemos
que, para asegurar un juicio justo, el Salvador despejará la maleza de la ignorancia
y las espinas dolorosas del daño que hayan causado otras personas 28. Con esto, Él
asegura que a todos los hijos de Dios se les dará la oportunidad, con una visión
despejada, de elegir seguirlo y aceptar el gran plan de felicidad 29.

El Salvador reparará todo lo que hayamos roto


Son estas verdades las que le habrían traído paz a Alma; y son estas verdades las
que deberían traernos también mucha paz. Como hombres y mujeres naturales,
todos nos topamos, o a veces chocamos, unos con otros y nos hacemos daño. Como
cualquier padre o madre puede testificar, el dolor relacionado con nuestros errores
no es simplemente el miedo a nuestro propio castigo, sino el temor de que hayamos

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limitado la alegría de nuestros hijos o de alguna forma les hayamos impedido ver y
comprender la verdad. La gloriosa promesa del sacrificio expiatorio del Salvador es
que, en lo que respecta a los errores que cometemos como padres, Él exime de
culpa a nuestros hijos y promete que los sanará 30. E incluso cuando hayan pecado
contra la luz, como todos lo hacemos, Su brazo de misericordia está extendido 31 y
Él los redimirá si tan solo lo miran a Él y viven 32.

Aunque el Salvador tiene el poder de reparar lo que no podemos arreglar, nos


manda que hagamos todo lo posible para que la restitución forme parte de nuestro
arrepentimiento 33. Nuestros pecados y errores desplazan no solo nuestra relación
con Dios, sino también nuestra relación con los demás. A veces nuestros esfuerzos
para sanar y restaurar pueden ser tan simples como una disculpa, pero otras veces
la restitución puede tomar años de humilde esfuerzo 34. Sin embargo, en el caso de
muchos de nuestros pecados y errores, simplemente no podemos sanar por
completo a los que hemos herido. La magnífica promesa de paz del Libro de
Mormón y del Evangelio restaurado es que el Salvador reparará todo lo que
hayamos roto 35. Y también nos reparará a nosotros si nos volvemos a Él con fe y
nos arrepentimos del daño que hayamos causado 36. Él ofrece ambos dones porque
nos ama a todos con amor perfecto 37 y porque se ha comprometido a garantizar un
juicio justo que honre la justicia así como la misericordia. Testifico que esto es
verdad. En el nombre de Jesucristo. Amén.

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