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Hoover, W. & Gough, P. (1990) The simple view of reading. Reading and Writing: An Interdisciplinary
Journal, 2, (2), 127-60.
Por otro lado, se planteó una visión diferente de la lectura. Esta perspectiva fue
expuesta con claridad por Fries (1963), quien observó que, mientras que leer
efectivamente involucra la multitud de procesos mentales de alto orden citados por
Gates, “cada una de estas habilidades enumeradas pueden desarrollarse y son alcanzadas
por personas que no pueden leer… [ya que] están todas relacionadas con los usos del
lenguaje y no se limitan a los usos de la lectura (p. 118). En esta visión simple, lo que
distingue a la lectura es que el lector ejercita tales habilidades en respuesta a señales
gráficas en lugar de acústicas, una hazaña que demanda que el lector decodifique formas
gráficas en su forma lingüística. De este modo, una afirmación central de la visión
simple es que la lectura consiste en dos únicos componentes: la decodificación y la
comprensión lingüística.
Asimismo, según la visión simple estas dos partes son de igual importancia. No
reduce la lectura a la decodificación, pero asevera que la lectura necesariamente
involucra el conjunto completo de habilidades lingüísticas, tales como el análisis
sintáctico, la elaboración de inferencias y la construcción del discurso; decodificar en
ausencia de estas habilidades no es leer. Al mismo tiempo, la visión simple sostiene que
la decodificación también es fundamental en la lectura, ya que, sin ella, la comprensión
lingüística no tiene utilidad. Por consiguiente, una segunda afirmación central a la
visión simple es que tanto la decodificación como la comprensión lingüística son
necesarias para la lectura exitosa, pero ninguna es suficiente por sí misma.
Como fue argumentado en otro trabajo (Gough & Hillinger, 1980), para los
lectores principiantes la capacidad representacional que deben adquirir debe tener base
fonológica, ya que la tarea más importante con la que se enfrentan los lectores
principiantes es la de acceder a la representación que hay en el léxico mental de
palabras conocidas que nunca antes fueron leídas. Si los principiantes pueden extraer
representaciones fonológicas adecuadas para esos nuevos estímulos escritos, entonces
pueden empezar a acceder basándose en claves grafémicas a ese léxico al que ya fueron
accediendo por medio de claves fonológicas, en el curso de la adquisición del lenguaje.
Puede ser que el acceso léxico por medio de claves fonológicas no predomine en
la lectura experta, que se incrementa con la práctica, por medio de un sistema más
directo basado en el conocimiento grafémico (para encontrar una revisión, ver
Henderson, 1982). No obstante, esos sistemas tan directos no pueden beneficiar al lector
principiante ya que, para adquirir un sistema de acceso directo, la palabra escrita y su
pronunciación deben juntarse al menos una vez; y es precisamente por la rareza de esas
pronunciaciones dadas que la adquisición del sistema basado en la fonología es
fundamental si el no-lector va a alfabetizarse.
Implicancias
Proponemos una visión simple de la lectura que sostiene que la lectura consta de dos
únicos componentes, la decodificación y la comprensión lingüística. La visión simple
afirma que ninguno de los componentes es suficiente para la lectura hábil, sino que
requiere de habilidad en ambos componentes para que progrese la habilidad lectora.
Enseñanza de la lectura
Decodificación. Mientras que el niño adquiere la lengua de manera natural por estar
expuesto en el contexto de la interacción humana, no ocurre lo mismo con la
decodificación, que en general requiere de instrucción formal (Calfee & Drum, 1986;
Gough & Hillinger, 1980; Stanovich, 1986). La dificultad para adquirir habilidades de
decodificación radica en que, si bien una estrategia natural basada en la asociación
selectiva (el emparejamiento de un estímulo de entrada parcial a una respuesta) puede
ser inicialmente exitosa al vincular la palabra escrita con la palabra hablada, tiene una
utilidad limitada: la asociación selectiva no permite que se reconozcan palabras escritas
no conocidas, y para el lector principiante, las palabras escritas no conocidas es una
constante (Gough & Hillinger, 1980; Jorm & Share, 1983). En los sistemas alfabéticos,
si el niño puede aprender la relación sistemática que existe entre las unidades de la
palabra escrita y las de la palabra hablada, entonces podrán acceder a todas las nuevas
palabras escritas sin el requerimiento impuesto por el proceso asociativo de que esas
palabras no conocidas estén acompañadas por pronunciaciones.
En lugar de tener una influencia directa, los efectos de los métodos fónicos en el
aprendizaje del código pueden ser completamente indirectos. Una posibilidad sería que
los métodos fónicos simplemente faciliten la conciencia fonológica (el reconocimiento
explícito de que la cadena de habla puede segmentarse en unidades fonémicas aisladas),
satisfaciendo de este modo una de las cuatro condiciones especificadas anteriormente
que son necesarias para adquirir el código. Otra posibilidad sería que la enseñanza del
método fónico directamente le proporcione al niño estrategias para generar
pronunciaciones a partir de palabras escritas, y ese aporte de datos se utilice para
descubrir la relación sistemática contenida en el código. En cada uno de estos casos, el
efecto de los métodos fónicos no tendría relación directa con el carácter específico del
código aprendido.
Dificultades lectoras
La visión simple de la lectura también tiene implicancias relevantes para las dificultades
lectoras (Gough & Tunmer, 1986). Como fue mencionado con anterioridad, hay
evidencia de que las habilidades de decodificación y comprensión lingüística se
relacionan positivamente en la población alfabetizada. Esto último es esperable, dada la
relación recíproca (Stanovich, 1986) que existe entre estas habilidades (p.ej., a medida
que mejora la habilidad de decodificación, mejora la lectura, lo que suele llevar a mayor
volumen de lectura, que a su vez fortalece tanto la habilidad de decodificación como la
comprensión lingüística). Sin embargo, en el caso de las personas no alfabetizadas, la
visión simple de la lectura sostiene que la decodificación y la comprensión lingüística
pueden disociarse y, lo que es más interesante, deben disociarse si se evidencia una
habilidad significativa en cualquiera de los dos componentes.
Dislexia. Hace tiempo que se sabe de la existencia de una dificultad específica limitada
a la lectura que no está acompañada por dificultades en otras funciones cognitivas.
Comúnmente conocida como dislexia, la dificultad se define por exclusión: los
disléxicos son aquellas personas que tienen dificultades para leer, más allá de tener
funciones sensoriales y niveles de inteligencia normales, y oportunidades de aprendizaje
apropiadas, en ausencia de alteraciones físicas o neurológicas graves, problemas
sociales o emocionales, o desventajas socioeconómicas (Vellutino, 1979).
Un estudio llevado a cabo por Healy (1982) identificó una pequeña muestra de
niños que evidenciaban habilidades excepcionales de decodificación, pero las edades
lectoras equivalentes se encontraban alrededor de dos años por debajo de lo esperable
para la edad cronológica. Si bien esto demuestra que la decodificación no es suficiente
para ser un lector hábil, esta evidencia no indica que la decodificación no sea, por
consiguiente, necesaria para la lectura. De hecho, tal como lo predice la visión simple,
los alumnos que participaron en el estudio de Healy demostraron tener edades
equivalentes de comprensión auditiva también dos años por debajo de sus edades
cronológicas. Desde la perspectiva de la visión simple, cuando las habilidades de
decodificación se encuentran muy desarrolladas, las habilidades de comprensión lectora
y auditiva serán equivalentes, y en los casos de hiperlexia, la comprensión lingüística
reducida será la responsable de la baja comprensión lectora.
Alfabetización
Conclusiones