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12/10/2020 La salud mental como imperativo del superyó | Columnas - ElSigma

     

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» Introducción al Psicoanálisis La idea de un cuerpo vencedor ante la muerte, da cuenta del anhelo
de eliminarlo como lugar del acontecimiento, es decir, como lugar de Actividades Destacadas
» Género y Psicoanálisis lo imprevisto, lo incontrolable y lo insoportable. Y, para ello, la
medicalización de la vida y de la cultura se convierte en un baluarte Causa Clínica
» Arte y Psicoanálisis lleno de promesas amparadas en credos científicos… A ello se van
Clínica con niños - adolescentes -
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acomodando los diagnósticos, e irrumpen proyectos para encontrar,
» Educación aislamiento
por medio de la investigación científica, la manera de eliminar la
» Literatura muerte, pues ella es un acontecimiento indeseable, para las ilusiones
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del yo. Por eso, en este contexto: la salud mental es el imperativo
» Cine y Psicoanálisis categórico de una práctica moral...
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12/10/2020 La salud mental como imperativo del superyó | Columnas - ElSigma
 
“Los intentos taxonómicos de la Organización Mundial de la Salud
(Clasificación Internacional de las Enfermedades –CIE-9 de 1975,
implementado en 1979) y la Asociación Psiquiátrica de Estados Unidos
(Manual de Estadísticas y Diagnósticos– DSM II, de 1968) ostentaban una
comicidad involuntaria con tapizado, maquillaje y barniz científicos que
ocultaban la tragedia de un encasillamiento de los seres humanos por parte
de los médicos especializados en la ‘salud mental’ con el pretexto de
‘clasificar’ otra ‘cosa’, algo imprecisamente llamado mental disorders en
Estados Unidos e Inglaterra, troublesmentaux en Francia y trastornos
mentales en los países de lengua española –todos ellos eufemismos para
evitar la vergonzante palabra que los atemorizaba o los desnudaba:
‘enfermedad mental’–.”

Néstor Braunstein, 2013, págs. 8-9


Del mismo autor
» La pulsión: involución de un

Nos encontramos en una época que bien podría caricaturizarse bajo la forma de lo que perímetro. Relectura de puntuaciones
Mac Augé (2004), etnólogo francés, ha denominado “cuerpos gloriosos”, más lacanianas
precisamente una apología de los cuerpos gloriosos. Se trata de una referencia al cuerpo
» El analista y la piedra angular: De las
asumido por la moral romana antigua a partir del momento en que adoptó como religión
oficial al cristianismo. Un cuerpo que, habiendo cruzado el calvario, quedaba purificado entrevistas preliminares a las entradas
del pecado original; era glorificado y llevado a la perfección en una trascendencia que le en análisis
permitió sentarse al lado de Dios padre. Un cuerpo vencedor ante la muerte pues, aún
» ¿A qué llamamos investigación en
habiéndola padecido, retornó encarnado en un ser celestial inmune a las carnívoras
fauces de la Parca. psicoanálisis?
» Sujeto, Ley y crimen: re exiones
Lógicamente, en la modernidad, las aspiraciones a hacerse acreedores de un cuerpo
sobre la responsabilidad y los
glorioso no incluyen necesariamente el calvario como condición sine qua non. No se
trata ni siquiera de poseerlo efectivamente, sino de tener el derecho, o más bien, el “menores” infractores
deber, de anhelarlo. Tal vez por ello nuestro tiempo pone de manifiesto una creencia en » La paz en Colombia y el deseo
la magia, que se ironiza aparejada en la fe ciega en la ciencia. Los mercaderes lo saben.
imposible en la neurosis obsesiva
Las televentas y los infomerciales son su más eficiente testimonio. Promesas de » La omnipantalla, el fascinus y el
satisfacción garantizada, como si el paraíso perdido pudiese recuperarse con solo estar
porvenir de una ilusión
entre los primeros cien que hacen una llamada y, por ese acierto afortunado, estarán
contados entre lo elegidos que reciben un precio especial o algún producto adicional,
“sin ningún costo”. Desde las abdominales con cinco minutos al día, logradas gracias a Búsquedas relacionadas
un aparatito diseñado con “tecnología de punta” y que en pocos días quedará guardado
per seculaseculorum bajo la cama, o en el cuarto de las cosas viejas, hasta la sartén » psicopatologización
capaz de cocinar saludablemente las verduras y las carnes que harán que ese cuerpo
» medicalización
llegue a la gloria. Satisfacción garantizada sin el más mínimo esfuerzo, eludiendo así
tanto al deseo como al goce que, como sabemos, se oponen, ambos, al principio del » diagnósticos
placer que rige el mundo de la naturaleza no humana.
» inmortalidad
Y como ese tipo de aspiraciones tienen como target de mercado al pueblo común, los » imperativos
más ricos quieren poseer algo que esté todavía más allá. Entonces, como bien lo señala
el historiador Noah Harari, entregan cada vez más recursos para que pueda lograrse, » superyó
algún día, lo que se ha llamado “Proyecto Gilgamesh”, una suerte de delirio de » salud mental
amortalidad que toma su nombre de aquel mito sumerio antiguo, según el cual el Rey

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Gilgamesh, habiendo decido no morir, viajó hasta los últimos confines del universo, » interfase cerebro computadora
luchando y matando a todo aquel que se interponía entre él y su objetivo, hasta que
encontró el camino al infierno, de dónde regresó con las manos vacías pues ningún » moral
hombre podía vencer a la muerte. Sin duda, el caso de Cristo fue distinto. » ética
El proyecto Gilgamesh busca encontrar, por medio de la investigación científica, la » Gilgamesh
manera de eliminar la muerte, pues ella es un acontecimiento indeseable, para las
ilusiones del yo, claro está, que no puede soportar la idea de desaparecer como imagen
de un cuerpo unificado. Y si a algunos de ustedes se les ha ocurrido que esto sería una
catástrofe que empeoraría los problemas de la sobrepoblación mundial y sus efectos, les
sugiero no preocuparse demasiado, ya que son muy pocos los que podrían responder a
las leyes del mercado que permitirían acceder a esa clase de paraíso.

En ese mismo sentido, casi delirante, encontramos el libro de Bart Kosko, titulado El
futuro borroso o el cielo en chip, según el cual llegará el momento en que, incluso,
podremos prescindir de estos cuerpos destinados a la muerte y la putrefacción, gracias a
los “milagros de la era digital, que harán posible migrar nuestra “alma” a un cerebro de
silicio.

Y podríamos continuar presentando ejemplos. La lista no es para nada desdeñable. Sin


embargo, creo que el punto que quería poner de relieve ya está suficientemente
indicado. El cuerpo glorioso da cuenta del anhelo de eliminar el cuerpo como lugar del
acontecimiento, es decir, como lugar de lo imprevisto, lo incontrolable y lo insoportable.
Y, para ello, la medicalización de la vida y de la cultura se convierte en un baluarte lleno
de promesas amparadas en credos científicas, porque, como bien lo ha señalado Juan
Samaja, la ciencia no deja de ser, a pesar de sus inconmensurables esfuerzos, un
método de fijación de creencias. Por tanto, una práctica sujeta a los efectos de la moral
y las peculiaridades históricas en las que se enmarcan sus objetos, sus métodos y, aún
más, sus descubrimientos.

Así las cosas, dado que no hay un acontecimiento más notable que eso a lo que
llamamos sujeto (symbama), los tratados de psicopatología se ven en apuros tratando
de cazar brujas. No olvidemos que el gran antecesor de los manuales psicopatológicos
fue el MalleusMalericarum, publicado a finales del siglo XV, y que la psiquiatría fue la
heredera de los “tratamientos morales”, otrora aplicados por la Santa Inquisición.

Pueden ir y constatarlo, los primeros tratamientos psiquiátricos recibían el nombre de


“tratamientos morales” y se limitaban a torturas, menos inhumanas según los más
ilustrados, que buscaban silenciar esos acontecimientos que irrumpían socavando las
aspiraciones estéticas (ethös) de una especie que, a diferencia del resto, no sabe que
hacer con lo que considera sus “desechos”. En ese sentido, no deja de ser llamativo que
en español, cuerpo y puerco sean anagramas. Y, merced de ello tenemos la
problemática tendencia a hacer de las dos palabras derivadas de ese vocablo griego
(ethos), formas morales: confundimos a la ética y a la estética con clasificaciones
morales.

Lo diré sin más eufemismos. La salud mental es el imperativo categórico de una


práctica moral. Y al respecto no hemos de olvidar que, como supo afirmarlo Freud, “el
hombre normal no solamente es mucho más inmoral de lo que cree, sino mucho más
moral de lo que sabe.” (Freud, 1923, pág. 52). La persecución al acontecimiento está
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servida a la orden del día. Si la enfermedad del cuerpo se vuelve inaceptable y no
corresponder con los ideales del cuerpo glorioso que la época demanda, culpabiliza a
muchos entre nosotros, no es porque allí interese entender el sufrimiento que atañe al
sujeto, sino porque el sujeto es visto como algo a lo que hay que silenciar para que sus
legítimas rarezas desaparezcan y él pueda ser juzgado como “bien adaptado” o, en otras
palabras, como alguien con una “salud mental” ejemplar.

En nuestros días, la tristeza, según el DSM V, debe ser tomada como un dato que
habla de una posible patología la cual, extrañamente, no es una enfermedad. Tal vez la
palabra “patología” no había tenido nunca antes un sentido más redundante, que cuando
se unió al prefijo “psykhé”. El pathos, que arrastra en su etimología el significado
“pasión”, no puede ser sino constituyente del alma, entendida no como una entidad
mística, sino en su onceava acepción de acuerdo con el diccionario de la RAE: “Hueco o
parte de vana de algunas cosas y, especialmente, ánima del cañón”.

Piénsela, si quieren, como el vacío, el sin sentido de la existencia. Todavía mejor, si


pueden soportar un poco más de la verdad más singular, como la imposibilidad que
atañe a cada uno cuando esfuerza por saber cómo tratar esas inquietudes que son al
mismo tiempo tan íntimas y tan extrañas, derivadas de los excesos a los que nos
empujan esas partes vanas de nuestro cuerpo erógeno, no glorioso; agujeros, almas, a
las que Freud llamó pulsionales. Pero, como sabemos, tanto el pathos, como el alma,
cayeron en desgracia cuando, por la moral antigua romana, se nos hizo herederos de
una moris, es decir, de una deuda. Un deber que no soporta con facilidad el
acontecimiento, que busca controlar todo lo que le parece perturbador. Entonces, la
psiquiatría, y de su mano la psicología, queridos colegas, se convierten, en no pocas
ocasiones, en su “jardinero fiel”.

Retomemos. Afirmé que en la salud mental se trata de patologías que no son


enfermedades. Fue esa la razón por la que elegí como epígrafe ese fragmento del texto
de Néstor Braunstein. Cada una de las palabras usadas, en inglés, francés y español,
para referirse a cada una de las clasificaciones que se suponen clínicas, tienen un
aspecto en común: no se refieren a un tipo de daño, o alteración funcional, biológica o
anatómica, sino a un desacomodo, un desarreglo con respecto a los imperativos morales
con los que una sociedad se plantea el deber ser para sus ciudadanos.

Pueden tomar como constatación el caso de la homosexualidad, que a pesar de los


señalamientos hechos por Freud desde 1915, solo fue excluida del DSM en la revisión de
su tercera versión; sólo luego de que los grupos conformados para reclamar sus
derechos, allí donde el deber los categorizaba como un acontecimiento indeseable,
ganaron luchas políticas y jurídicas ante las cuales la Asociación Americana de
Psiquiatría (APA, por sus siglas en inglés) se vio obligada a cambiar su punto de vista
“clínico”. Noten entonces, que esa clínica, con apariencia de cientificidad, oculta una
práctica que hace de la salud mental un imperativo categórico moralizante: un
imperativo del superyó. Tal vez, en poco tiempo, nos ofrezcan una pastilla que prometa
“curar” esos acontecimientos que son el sueño, el lapsus, el chiste, la elección de pareja,
o cualquiera otra de las formaciones del inconsciente.

Ahora bien, interroguémonos: ¿qué se cura con los diagnósticos psicopatológicos? Es


una pregunta que planteo, porque uno puede constatar, con cierta facilidad, que entre
clasificar y brindar alivio, no necesariamente hay algún tipo de correlación. La etiología
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médica busca causas para intentar curar los males de un cuerpo en el que acontecen
“males”. No es una palabra usada al azar, ella nos empuja a una oposición moral, como
también lo hace la economía, entre “bienes” y “males”. Sin embargo, las “itis” y las
“omas” parecen pertenecer al campo médico en el sentido de un organismo que puede
prescindir de la subjetividad. Los seres humanos son vistos allí como organismos
vivientes, nada más. Con las “osis”, por su parte, las cosas no parecen tan sencillas.
Difícilmente puede explicarse alguna etiología al respecto. Si Freud se vio exhortado a
escuchar el acontecimiento de un cuerpo, a través de la boca de un ser que habla, fue
porque las “neurosis”, eludían los intentos médicos de explicación.

Una vez más lo diré sin eufemismos. Mi respuesta a la pregunta, ¿qué se cura con los
diagnósticos psicopatológicos?, es: se cura el “clínico” de su encuentro con el
acontecimiento de no saber, a ciencia cierta, qué quiere decir, ni como silenciar, eso que
irrumpe desde la singularidad del sujeto y que enturbia los ideales estéticos de una
civilización cada vez más especializada en pintarnos Un mundo feliz, o el sueño de un
1984 a la manera de George Orwell mientras para ocultar su condición más íntimamente
miserable, mientras los profesionales de la salud mental buscan las manera de evitar
que desde el lugar del sujeto: mi-ser-hable.

Nota: Ponencia presentada en el marco del Simposio del Psicoanálisis, VII


Congreso Internacional e Interinstitucional de Estudiantes y Profesionales de
Psicología, realizado del 12 al 14 de Octubre de 2017 en la Universidad del
Magdalena, Santa Marta, Colombia.

*Ilustración: “Collage of human head, molecules and various abstract elements on


the subject of modern science, chemistry, physics, human and artificial minds”
http://archive.siasat.com/news/allahs-creation-part-2-uniqueness-brain-creation-
1172190/

Referencias

Augé, M.: (2004). ¿Por qué vivimos? Para una antropología de los fines. Buenos Aires:
Gedisa.
Braunstein, N.: (2013). Clasificar en psiquiatría. México: Siglo XXI Editores.
Freud, S.: (1923). El yo y el ello. En: Obras Completas, vol. XIX. Buenos Aires:
Amorrortu Editores. 1984.
Harari, N.: (2013). De animales a dioses. Breve historia de la Humanidad. Barcelona:
Ed. Debate.
Kosko, B.: (2010). El futuro borroso o el cielo en un chip. España: Ed. Crítica.

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