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COMITÉ EJECUTIVO 2019-2022

Secretario General
Gustavo A. Ramírez Castilla
Secretario de Organización
Daniel Ruiz Cancino
Secretario de Finanzas
Luis Heredia Barrera
Secretaria de Escalafón y Promoción
María de Lourdes Hernández Jiménez
Secretaria de trabajo y conflictos,
previsión y asistencia social
Elena de la Cruz Canché Manzanero
Secretario de Comunicación y Prensa
Milton Gabriel Hernández García
Secretaria de Trabajo Externo
Lidia Iris Rodríguez Rodríguez

Córdoba 45 Col. Roma Alcaldía Cuauhtémoc, 06700, Ciudad de México


Teléfonos: 55 5525 6350 y 55 5533 2118
www.snp-inahinvestigadores.org
comite@snp-inahinvestigadores.org
Víctor Joel Santos Ramírez
Efraín Flores López
Claudia María López Pérez
Alfredo Feria Cuevas

Coordinadores
Santos Ramírez Víctor Joel
INAH 80 años construidos por sus trabajadores/Víctor Joel Santos Ramírez, Efraín
Flores López, Claudia María López Pérez, Alfredo Feria Cuevas. – México: Sindicato
Nacional de Profesores de Investigación Científica y Docencia del INAH, 2021. 570 p.

ISBN: 978-607-99141-0-3 (Sindicato Nacional de Profesores


de Investigación Científica y Docencia del INAH)

Primera edición 2021

Imagen de portada: Alfonso Caso durante las exploraciones de


Monte Albán (1931-1943). Fondo Alfonso Caso, IIA-UNAM

Diseño editorial: Hernán García Crespo

D. R. ©2021 Sindicato Nacional de Profesores de


Investigación Científica y Docencia del INAH

Córdoba 45; 06700 Ciudad de México


comite@snp-inahinvestigadores.org

ISBN: 978-607-99141-0-3

Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción


total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento,
comprendidos la reprografía y el tratamiento informático,
la fotocopia o la grabación, sin la previa autorización
por escrito del Sindicato Nacional de Profesores
de Investigación Científica del INAH

Impreso y hecho en México


ÍNDICE

PRESENTACIÓN 10

ÁREAS PRIORITARIAS PARA LA CONSERVACIÓN DEL


PATRIMONIO BIOCULTURAL DE BAJA CALIFORNIA 15
Enah Fonseca Ibarra

PROYECTO ARQUEOLÓGICO VALLE DEL RÍO SÚCHIL,


ZACATECAS Y DURANGO 53
Guillermo Córdova Tello y Estela Martínez Mora

ESPEJOS DE VIDA Y MUERTE, PROCESOS CULTURALES


EN EL CEMENTERIO MUNICIPAL DE COLIMA 65
Fernando González Zozaya

HUASTECOS Y TOTONACOS, NUEVAS APORTACIONES


DESDE LA ARQUEOLOGÍA A UNA VIEJA DISCUSIÓN 87
María Eugenia Maldonado Vite

EL PROYECTO ORIGEN Y DESARROLLO DEL PAISAJE


URBANO DE TAMTOC, A DIEZ AÑOS DE SU INICIO 109
Estela Martínez Mora y Guillermo Córdova Tello

LAN-HA’: SU ESPACIO INTERNO Y SUS


ELEMENTOS ARQUITECTÓNICOS, EN EL NORDESTE
DE LA SIERRA GORDA QUERETANA 143
María Teresa Muñoz Espinosa
TOLUQUILLA, LA MINERÍA PREHISPÁNICA Y SU EFECTO
EN LA POBLACIÓN ANTIGUA EN QUERÉTARO, MÉXICO 179
Elizabeth Mejía Pérez Campos

TRES TOPÓNIMOS SACROS


EN HUAPALCALCO, HIDALGO 217
Alfonso Torres Rodríguez y Nadia Verónica Vélez Saldaña

COATEPANCO “EL LUGAR DE LA MURALLA DE


SERPIENTES”. UN CONJUNTO HABITACIONAL EN
TEOTIHUACÁN 241
Claudia María López Pérez y Víctor Joel Santos Ramírez

XIPE TÓTEC, PRESENCIA DE NUESTRO


SEÑOR EL DESOLLADO EN TEHUACÁN-NDACHJIAN 259
Luis Alberto Guerrero Jordan

LOS CUCHILLOS ROSTRO


EN TEHUACÁN-NDACHJIAN 295
Noemí Castillo Tejero

EL DON DEL HILO. LOS MALACATES


PREHISPÁNICOS DE TULA 315
Susana Gómez Serafín

CONSERVACIÓN DEL PATRIMONIO EDIFICADO


DE TIZATLÁN Y TEPETICPAC,
EN EL ESTADO DE TLAXCALA 363
Ramón Santacruz Cano y Aurelio López Corral

ESTUDIO DE LOS RESTOS PALEOETNOBOTÁNICOS


DE LA CIUDAD DE TULA 391
Nadia Verónica Vélez Saldaña
ÁMBAR Y HULE EN EL INTERIOR DEL TLALOCAN,
TEOTIHUACÁN: SECRECIONES VEGETALES SAGRADAS 421
María Susana Xelhuantzi López y José Luis Alvarado

PERSONAS DIVIDUALES EN EL ARTE RUPESTRE


DE LAGUNA MENSABAK, SELVA LACANDONA 457
Josuhé Lozada Toledo

CHICOASEN II, CHIAPAS.


UN PROYECTO RELEVANTE 473
María Rebeca Yoma Medina

ZONA ARQUEOLÓGICA DE LAGARTERO,


MUNICIPIO LA TRINITARIA, CHIAPAS 483
Sonia E. Rivero Torres

ARQUEOLOGÍA DE LAS MISIONES


DE BAJA CALIFORNIA SUR 509
Alfredo Feria Cuevas

LOS ACERVOS MUSEÍSTICOS EN EL PROCESO


DE INVESTIGACIÓN. EL CASO DEL MUSEO
REGIONAL DE GUADALAJARA 531
Daniel Ruiz Cancino

LAS SECCIONES DE CATÁLOGO


Y MUESTRARIOS DE LA DSA-INAH 543
Alejandro Meraz Moreno, María Trinidad Durán Anda
y Lignaloé Neri Colin

ACERCA DEL HALLAZGO DE RESTOS ÓSEOS EN CUEVAS 563

Javier Omar Ruiz Gordillo


INAH: 80 AÑOS CONSTRUIDOS
POR SUS TRABAJADORES

E
n el año 2019, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH)
cumplió 80 años de su creación, gracias al decreto emitido por el pre-
sidente Lázaro Cárdenas del Río el 3 de febrero de 1939. Con ello se
daba respuesta a las necesidades de conservación, investigación y divulgación
de los monumentos arqueológicos e históricos, así como de las expresiones de
los pueblos indígenas, planteadas por el destacado arqueólogo Alfonso Caso, a
raíz del descubrimiento de la Tumba 7 de Monte Albán, Oaxaca.
Desde su creación, los investigadores, arquitectos y personal administra-
tivo que se integraron a la nueva institución, constituyeron un grupo destacado
por su alto compromiso y entrega, generando una mística de trabajo que con-
vocó a cientos de especialistas en diversas materias relacionadas con la misión
del Instituto, quienes lo fortalecieron. Se inició así un proceso de seis décadas
de expansión a lo largo y ancho del país, estableciéndose representaciones ins-
titucionales en cada Estado de la república, tres escuelas para la formación de
antropólogos, historiadores y conservadores, así como una amplia red de zonas
arqueológicas, monumentos históricos y museos abiertos a la visita pública que,
en conjunto, constituyen un enorme escaparate que muestra la formidable,
variada y milenaria riqueza cultural de México, fundamento de su soberanía.
A partir del año 2000, el INAH ha venido experimentando un proceso de
contracción, al llegar a su fin la hegemonía de un gobierno que se sustentaba en
valores nacionalistas revolucionarios, ya anacrónicos para entonces, que fueron
sustituidos por una visión gerencial neoliberal del gobierno entrante. A partir
de entonces, el modelo de Administración Pública Federal entró en conflicto
con la estructura orgánica, institucional y académica tradicionales del INAH,
ensanchando las grietas que habían comenzado a aparecer en años anteriores
y que, con los sismos del 2017 y 2019 - que afectaron gravemente a casi 2,000
monumentos históricos en el centro y sur del país-, hicieron evidente la limitada
capacidad de la institución para responder eficientemente a la inmensa tarea
que la naturaleza puso en sus manos.
El desinterés de las recientes administraciones en los ámbitos de la ciencia
y la cultura aceleró la contracción del Instituto y ha puesto en vilo sus tareas
sustantivas, situación agravada por la contingencia sanitaria mundial ocasiona-
da por el virus SARS-CoV-2, causante de la enfermedad COVID-19. Los recortes
presupuestales, el cierre de las oficinas no esenciales del gobierno federal y el
establecimiento de medidas de distanciamiento social y confinamiento para
contener los contagios, ocasionaron el cierre parcial o total de los centros INAH,
zonas arqueológicas y museos, el paro o cancelación de proyectos de investi-
gación, así como de la producción editorial y las reproducciones a su cargo.
Sin importar las desfavorables condiciones que hemos enfrentado todos los
trabajadores del Instituto, y muchas veces sin presupuesto o a pesar de nuestros
directivos locales y centrales, hemos continuado trabajando, investigando, pro-
duciendo, ya que esa es la mejor lucha que podemos dar por mantener vigente la
alta misión encomendada a nuestra institución. Muestra de ello son dos valiosos
libros conmemorativos, producto del trabajo académico de los investigadores del
INAH, que es una institución construida esencialmente por sus trabajadores.
Estos magníficos volúmenes dedicados a la arqueología y a las demás cien-
cias antropológicas recaban sendos artículos que abarcan las diferentes regio-
nes, temas, problemáticas y enfoques que son reflejo tanto de nuestra realidad
histórica como de la diversidad de disciplinas que se entreveran en la esencia
de la institución. La idea de crear esta obra surgió en el marco de las conme-
moraciones de las ocho décadas de existencia del INAH a las que se sumaron
diversos sindicatos del Instituto y dentro de las cuales, nuestra organización,
junto con el Sindicato Nacional de Trabajadores Administrativos, Manuales,
Técnicos y Profesionistas (SNTAMTP-INAH), llevamos a cabo diversos eventos
académicos y artísticos en diferentes municipios de la Ciudad de México, entre
febrero del 2019 y febrero del 2020.
Dichos eventos, así como la coordinación inicial de la obra, fueron rea-
lizados por el Comité Ejecutivo encabezado por el profesor Víctor Joel Santos
Ramírez y su equipo. Ha tocado a la actual representación sindical concluir
esta tarea con el valioso apoyo de la Comisión de Publicaciones del sindicato.
Así, con enorme beneplácito, hoy ponemos a disposición de la comunidad
académica y de la sociedad en general esta valiosa obra, con el objetivo de que
a través de ella pueda valorarse mejor la importancia del Instituto Nacional de
Antropología e Historia y de la enorme labor que realizamos sus trabajadores
por el bien común de nuestra sociedad.

Abril de 2021
Gustavo A. Ramirez Castilla
Secretario General del SNPICD-INAH
PRESENTACIÓN

L
a presente obra es conmemorativa de los 80 años del Instituto Nacional
de Antropología e Historia, dedicado al área de Arqueología (el segun-
do tomo comprende a las áreas de Lingüística, Antropología Física,
Historia, Etnohistoria, Etnología y Antropología Social, ambos libros editados
por el Sindicato Nacional de Profesores de Investigación Científica y Docencia
del INAH). La idea era reunir en una sola obra a todas las especialidades de
investigación de nuestro instituto, sin embargo, el número de contribuciones
que recibimos al cierre de la convocatoria superó nuestras expectativas. La
cantidad y temática de los textos hicieron posible dividir al proyecto editorial
en dos partes que de manera equilibrada representaran el trabajo académico
que desarrolla el INAH en el territorio nacional, con la propuesta de hacer vi-
sibles a las áreas y tópicos de investigación que no suelen figurar en la política
oficial del instituto y cuyas contribuciones son de enorme importancia para la
cultura y la ciencia del país. Consideramos que ambos volúmenes son esenciales
e imprescindibles para comprender y valorar las tareas de investigación que en
materia antropológica e histórica realiza hoy en día nuestra institución, en un
marco inmejorable: la conmemoración de sus 80 años.
El libro aborda una de las áreas de investigación centrales en la historia
del INAH: la arqueología, una disciplina cuyo papel es importante valorar y
reconocer por los innumerables aportes que ha brindado al país en cuanto al
conocimiento y recuperación del pasado prehispánico e histórico a lo largo de
80 años de existencia. En ese tenor, su desarrollo académico e institucional
debe ser revisado desde una perspectiva crítica, pues durante décadas, esta
disciplina ha sido utilizada como parte de una política oficial que ha facilitado
prácticas contrarias a la investigación, como la excesiva realización de interven-
ciones arquitectónicas y reconstrucciones con el propósito de habilitar zonas
arqueológicas para favorecer su explotación con fines turísticos; así también,
ha impulsado megaproyectos para llevar a cabo exploraciones a gran escala en
busca de hallazgos que satisfagan intereses políticos y económicos y reciente-
mente, convalidando la realización de proyectos como el del Tren “Anti”-Maya,
que pueden producir graves perjuicios al patrimonio biocultural.
La arqueología mexicana de la época posrevolucionaria tuvo su mayor
expresión con los trabajos de Manuel Gamio, quien introdujo en el país a la
escuela culturalista norteamericana desarrollada por Franz Boas y con ella,
PRESENTACIÓN

al particularismo histórico, cuya influencia es visible en los trabajos que este


investigador llevó a cabo en las dos primeras décadas del siglo XX en el valle
de Teotihuacán, donde desarrolló un modelo de estudio interdisciplinario, el
cual contemplaba la posibilidad de tener un alcance social. El INAH retomó
esta experiencia, a la que integró las disciplinas antropológica e histórica en un
proyecto cultural y educativo, mismo que además contribuiría a la construcción
de la identidad nacional.
Las exploraciones en Monte Albán dirigidas por Alfonso Caso −particu-
larmente los hallazgos de la tumba 7−, fueron el preámbulo para que el Estado
mexicano asumiera la prerrogativa de investigar, proteger y conservar los mo-
numentos prehispánicos, lo cual se concretó en 1939 con la creación del INAH
y que más tarde dio paso a la creación de un marco legal, con la promulga-
ción de la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e
Históricos, en 1972. Los descubrimientos de Monte Albán fueron un detonante
para lograr la protección de los monumentos prehispánicos, pero estas investi-
gaciones estuvieron precedidas por otras más que ya habían dado cuenta de la
presencia de vestigios arqueológicos en prácticamente todo el territorio nacional
y denunciado la necesidad de llevar a cabo su protección. Naturalmente, para
llevar a cabo tal propósito era necesaria una institución que desde el Estado
desempeñara este papel. Las condiciones para su creación se presentaron a
finales de los años treinta del siglo XX en un contexto social y político inmejo-
rable, como fue el proyecto nacionalista impulsado por Lázaro Cárdenas, el cual
tuvo como uno de sus principales propósitos la recuperación del petróleo y su
industria, así como una política patrimonialista que favorecería la creación de
una institución que planteaba la recuperación, protección y cuidado del patri-
monio cultural, para efectuar investigaciones científicas aplicadas a la solución
de problemas del país o del propio patrimonio, lo cual quedó establecido en su
propia Ley Orgánica.
Durante las primeras tres décadas del INAH (de 1939 a 1968), la arqueo-
logía tuvo un desarrollo vertiginoso con enormes aportes al conocimiento del
pasado prehispánico al incursionar en la exploración de sitios y regiones inex-
ploradas, generando múltiples publicaciones, la intervención y apertura de zo-
nas arqueológicas, así como la creación de museos comunitarios y de sitio. La
mayoría de los arqueólogos de la institución en aquel tiempo se encontraban
adscritos a la Dirección de Monumentos Prehispánicos. Desde esta dirección
se atendía gran parte del territorio nacional a través de las entonces llamadas
delegaciones arqueológicas, constituidas cada una de ellas por un arqueólogo
responsable, quien se hacía cargo de una región cultural comprendida a veces
por varios estados. Posteriormente, esto cambiaría con el establecimiento de
los centros regionales. Los primeros en establecerse fueron en Puebla, Jalisco,
Veracruz y Yucatán.

11
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Los siguientes veinte años (de 1968 a 1988) se caracterizaron por el aban-
dono parcial y gradual de la arqueología monumentalista por su costo oneroso
y porque ya se había intervenido un número importante de zonas arqueológicas
−algunas de ellas abiertas al público−, lo cual generó la necesidad de llevar a
cabo su mantenimiento, conservación y protección de manera permanente y
con el consecuente impacto al presupuesto del INAH en una época de infla-
ciones y crisis económicas. Lo anterior favoreció el desarrollo de otras líneas
de investigación arqueológica tales como la aplicación de técnicas científicas y
propuestas teóricas que buscaban explicar a las sociedades prehispánicas a tra-
vés de sus sistemas de producción, apropiación de recursos naturales, factores
geográficos, ecológicos y ambientales, desarrollos tecnológicos, organización
civil y militar, así como por sus aparatos ideológicos. La adopción de las nuevas
propuestas de investigación que se venían desarrollando en varias partes del
mundo y que alcanzaron su auge en la época de la posguerra, generaría una
fuerte contradicción con la escuela de arqueología nacionalista. Las corrientes
teóricas emanadas del materialismo histórico y de la arqueología procesual nor-
teamericana, tuvieron una enorme influencia en México a finales de la década
de 1970, acentuando una ruptura con la arqueología que se venía practicando
hasta ese momento. Sin embargo, el hallazgo de la Coyolxauhqui en 1978 y la
eventual recuperación de los vestigios del recinto principal del Templo Mayor
de los mexicas en el Centro Histórico de la Ciudad de México, reafirmaron el
carácter estatista de la arqueología.
El momento de efervescencia que vivió la arqueología en aquel año para-
dójicamente terminó por favorecer a esta disciplina. Los recursos para la in-
vestigación aumentaron en la institución; se crearon nuevas plazas; fue posible
incrementar el número de investigadores y desarrollar nuevos proyectos. En
esta época se creó el departamento de Prehistoria con el primer laboratorio de
datación. Surgió el salvamento arqueológico como una nueva posibilidad para
desarrollar investigaciones a través de grandes proyectos de infraestructura,
tales como presas o gasoductos. También aparecieron la arqueología histórica
y la arqueología subacuática, ampliando el universo de estudios reducido hasta
entonces a la época prehispánica.
Los siguientes años (de 1988 a 2019) corresponden a las tres décadas del
periodo neoliberal, cuya instauración en México se remonta al año de 1982, pero
que de manera fehaciente tuvo su inicio en el INAH a partir de la creación, por
decreto presidencial, del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta)
en 1988. El primer paso que se dio para imponer esta política económica fue
la desarticulación y debilitamiento de las instituciones públicas hasta lograr su
privatización o favorecer su mercantilización. En el INAH este proceso encontró
una fuerte resistencia, desde luego, encabezada por nuestro sindicato, ya que
cualquier modificación en las políticas de protección y uso social de los monu-

12
PRESENTACIÓN

mentos arqueológicos e históricos implicaba cambios sustantivos en la Ley, lo


cual no se llevó a cabo, a pesar de las reformas que tuvo la Ley Federal sobre
Monumentos y Zonas Arqueológicas, Artísticos e Históricos (la última fue el 16
de febrero de 2018). No obstante, la promulgación de la Ley General de Bienes
Nacionales, decretada el 20 de mayo de 2004, abrió la posibilidad de autorizar la
realización de actividades cívicas y culturales en las zonas arqueológicas, otor-
gándole esa facultad al secretario de educación pública con la previa anuencia
del director general del INAH, conforme a lo que disponga un reglamento para
tal efecto −que hoy en día no existe−. Tal ambigüedad abrió la puerta para que
se realizaran varios conciertos en zonas arqueológicos sin considerar las posibles
afectaciones a los monumentos arqueológicos; eventos que fueron solventados
en una parte con recursos públicos y que redituaron ganancias a particulares.
En un periodo muy corto, de 1992 a 1994, el gobierno federal invirtió 111
millones de pesos (111 mil millones de pesos viejos) en 14 proyectos especiales de
arqueología destinados a preparar un conjunto de zonas arqueológicas para reci-
bir al “gran turismo”. Las consecuencias fueron lamentables, ya que el propósito
de estos trabajos no era el llevar a cabo la investigación de los monumentos que
se intervinieron, sino la puesta en valor de las zonas arqueológicas para promo-
ver su inversión económica, lo cual se pospuso al concluir aquel sexenio y debido
también al levantamiento zapatista. Los trabajos se hicieron a marchas forzadas
para ajustarse a los tiempos políticos, derivando en problemas administrativos y
financieros. Los trabajos quedaron inconclusos en el campo y en el gabinete. De
este mismo periodo fueron los proyectos fallidos de las plazas comerciales que
se construirían en Teotihuacán, El Corzo, la Plaza Gamio y Jaguares. En 1997
se inauguró el uso de las zonas arqueológicas como escenarios para conciertos
multitudinarios con el concierto de Pavarotti en Chichén Itzá. Los intentos por
cambiar el uso de las zonas arqueológicas continuarían en las dos primeras
décadas del siglo XXI, pero el escenario más grave se encontraba en los terri-
torios despojados a las comunidades para desarrollar proyectos extractivistas,
depredadores de los recursos naturales y culturales, entre ellos los arqueológicos.
En 1995 fueron instalados los dos últimos centros regionales del INAH que
faltaban para cubrir a todas las entidades federativas −Sinaloa y Tamaulipas−,
consumando un proceso de representación y actuación institucional que en ma-
teria arqueológica favoreció el desarrollo de estudios regionales en demarcacio-
nes que anteriormente eran atendidas desde la Ciudad de México, primero por
la antigua Dirección de Monumentos Prehispánicos −convertida después en la
Dirección de Investigación y Conservación del Patrimonio Arqueológico (DICPA-
INAH)− y en la actual Dirección de Estudios Arqueológicos (DEA-INAH), colo-
cando, de esta manera, el estudio de la arqueología en los estados. Sin embargo,
esto fue frenado por la disminución gradual de los recursos asignados a los pro-
yectos de investigación. La opción para continuar desarrollando investigaciones

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arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

se encontró en la arqueología de rescate y salvamento, donde los recursos son


aportados por terceros, pero ello se fue convirtiendo en una práctica que, aunque
ha generado resultados muy relevantes, ha sido perversa, ya que ha deslindado a
la institución de su responsabilidad presupuestal con la investigación y ha cedido
la posibilidad de su desarrollo a proyectos de infraestructura o extractivistas.
Durante casi treinta años, desde el Conaculta se intentó cambiar la legisla-
ción en materia de monumentos históricos y arqueológicos, lo cual fracasó, pero
con la incorporación del INAH a la Secretaría de Cultura a finales del 2015, se
generaron las condiciones propicias para consumar el tan anhelado deseo neo-
liberal de cambiar las leyes y mercantilizar sin barreras al patrimonio cultural.
Tal despropósito no se logró durante los primeros tres años debido al deceso
de su principal promotor y por el poco tiempo que tuvieron para hacerlo ante
el cambio de gobierno ocurrido en el 2018. Sin embargo, se produjeron daños
irreversibles. El INAH dejó de pertenecer a la SEP, generando con ello la ruptura
del binomio educación y cultura en el proyecto de nación. La institución quedó
a la deriva con un déficit presupuestal y un exiguo presupuesto que lejos de in-
crementarse, cada año ha decrecido. Los efectos se hicieron presentes en toda
la institución y de manera muy sensible en los ámbitos académicos a través de
la disminución de recursos en los proyectos de investigación, logrando en unos
casos asfixiarlos y en otros condenarlos a la precariedad. Pero quienes más han
sufrido estos estragos han sido los investigadores contratados como eventuales y
que se encuentran bajo el esquema de prestadores de servicios (Capítulo 3000).
Así llegamos al 2019, conmemorando el 80 aniversario del INAH en un
año difícil para nuestra institución y para el país, refrendando el compromiso
de proteger y defender al patrimonio cultural que asumimos como investiga-
dores, así como realizar investigaciones de excelencia y difundir sus resultados
para exponerlos a la sociedad y a la comunidad académica. Los 22 capítulos
que conforman el presente volumen tienen ese propósito, fueron compilados
a partir de una convocatoria realizada por nuestro sindicato a sus más de 880
afiliados, de los cuales, alrededor de 400 son arqueólogos. Los compañeros que
atendieron esta invitación, además de brindar los resultados de sus últimas
investigaciones, nos ofrecen en este volumen el panorama actual del estado de
la práctica arqueológica en México cada vez más enfocada en temas regiona-
les, menos centralista, distante del monumentalismo, aunque sin abandonarlo,
con un crecimiento vigoroso del arte rupestre y de la arqueología histórica,
aprovechando los recursos y avances que ofrece la arqueometría, los nuevos
planteamiento y discusiones teóricas, el imprescindible estudio de acervos mu-
seísticos, la importancia de los catálogos y muestrarios, así como el papel que
la arqueología está adquiriendo en la conservación del patrimonio biocultural.

Víctor Joel Santos Ramírez

14
15

ÁREAS PRIORITARIAS PARA


LA CONSERVACIÓN DEL
PATRIMONIO BIOCULTURAL
DE BAJA CALIFORNIA

Enah Fonseca Ibarra


Centro INAH-BC

Resumen – El territorio bajacaliforniano con su gran riqueza natural es también un espacio


donde aún se conserva una importante cantidad de sitios arqueológicos, huella del paso de
diferentes oleadas migratorias de cazadores-recolectores-pescadores que recorrieron el
norte de la península de Baja California. La abundancia de sitios en cada polígono es relativa
al número de investigaciones que se han llevado a cabo en cada región, por lo tanto, no refleja
necesariamente el número de sitios existentes ya que todavía hay grandes extensiones de
territorio por explorar. El presente trabajo, además de analizar el estado de la cuestión de estos
estudios, pretende identificar las áreas que requieren mayor atención y el tipo de factores de
destrucción que las aquejan.

Introducción

E
n un esfuerzo colectivo entre asociaciones civiles, instituciones
académicas y la Secretaría de Protección al Ambiente de Baja
California se decidió realizar un Diagnóstico estratégico para la
conservación de la biodiversidad de Baja California. El primer paso fue
definir las áreas que comprendería el diagnóstico a partir de una zonifica-
ción participativa y fue así como quedaron delimitados los polígonos de:
Colonet, Punta Banda, San Quintín, Valle Tranquilo, Sierra Juárez y San
Pedro Mártir (Figura 1). Especialistas en flora, fauna, hidrología y fisiografía
contribuyeron en la caracterización de las zonas; asimismo se integraron la
historia y perfil sociodemográfico de las áreas seleccionadas para evaluar
su situación y delimitar zonas prioritarias de conservación.
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

A lo largo de este capítulo se presenta el diagnóstico realizado en ma-


teria de patrimonio arqueológico. Consideramos pertinente su publicación
porque da cuenta del trabajo de gestión entre diferentes actores sociales
que de forma directa o indirecta colaboran en la protección de los sitios
arqueológicos de la entidad. Además, esperamos que sea una guía para de-
sarrollar estrategias de conservación en áreas potenciales de conservación
por su riqueza biocultural y que, a nivel de investigación, representa un
estado de la cuestión de los trabajos realizados en el norte de la península
de Baja California.
Para caracterizar la situación y problemática de los sitios arqueológicos
localizados en el área de estudio, resulta indispensable primero definir qué
es un sitio arqueológico y cuáles son sus peculiaridades en esta región. Por
ello, dividiremos este capítulo en 2 secciones. En la primera presentamos
una breve descripción de las características de los sitios arqueológicos en
Baja California y, en la segunda, presentamos los resultados de la situación
actual de los sitios arqueológicos en cada polígono. En la medida de lo po-
sible, sugerimos algunas estrategias de protección para la conservación de
este patrimonio cultural material.

Figura 1. Áreas prioritarias para la conservación del patrimonio biocultural de Baja California.

16
Áreas prioritarias para la conservación del patrimonio biocultural de Baja California

Los sitios arqueológicos de Baja California


En el estado de Baja California existen 1823 sitios arqueológicos registrados
por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (SIG-CINAH-BC 2019);
huellas del paso de diferentes grupos humanos que desde hace 10,0000
años ocuparon la zona norte de la península de Baja California (GRUHN y
BRYAN, 2009).
Sitio arqueológico es el término académico para referirnos al espacio
que contiene elementos materiales que dan cuenta de la historia del ser hu-
mano. Para efectos jurídicos, es un concepto complicado, dada su amplitud
y continua transformación, por lo que, en materia de legislación, de acuerdo
con la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos
e Históricos (LFMZAAH) −promulgada en 1972−, un monumento arqueo-
lógico se define como:

[…] los bienes muebles e inmuebles, producto de culturas anteriores al


establecimiento de la hispanidad en el territorio nacional, así como los
restos humanos, de la flora y de la fauna, relacionados con esas culturas
(Art. 28, LFMZAAH, INAH 1995).

Consideramos necesaria hacer esta aclaración para evitar confusiones al


emplear el término “sitio arqueológico” que en este documento se entende-
rá como sinónimo de monumento o zona de monumentos arqueológicos.1
México se caracteriza por ser un país pionero en la legislación de sus
bienes culturales. A partir de la LFMZAAH, además de definir el carácter
de los monumentos, se establecen las instituciones responsables de su cui-
dado, investigación y difusión, así como las sanciones aplicables a quienes
violen la Ley. Cuando se localiza un sitio arqueológico se elabora una cédula
que debe ser enviada a la Dirección de Registro Público de Monumentos y
Zonas Arqueológicos (DRPMZA). Este documento representa el primer ins-
trumento legal para la protección de los sitios y contiene los datos mínimos
para su investigación.
A partir de las cédulas recabadas a lo largo de treinta años se conformó
la Base de datos de sitios arqueológicos del estado de Baja California, la
cual se actualiza conforme se realizan nuevos registros y nutre el Sistema
de Información Geográfica de sitios arqueológicos del Centro INAH-Baja
California (SIG CINAH-BC).

1 La monumentalidad del bien radica en su valor artístico, histórico o social.

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arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Casi dos mil monumentos arqueológicos se han registrado hasta la


fecha, pero aún faltan grandes extensiones de territorio por explorar. Por
ello, es necesario considerar que la cantidad y cualidad de los sitios que se
mencionarán para cada polígono no son concluyentes, refieren únicamente
a los sitios registrados, pero hay gran número de vestigios que no han sido
identificados.

¿Cómo se reconoce y delimita un sitio arqueológico?


El criterio de delimitación de sitios está basado en la dispersión de material
y/o límites naturales hallados, como acantilados, cambios abruptos en la
topografía y espacios acotados en el caso de cuevas o abrigos rocosos. Para
su localización se indica un sistema de coordenadas (basado en la proyección
cartográfica transversa de Mercator) pero es importante considerar que es-
tas coordenadas únicamente señalan el punto de ubicación. La extensión de
los sitios puede ser muy variada así que actualmente además de la coordena-
da de ubicación se recomienda proponer una poligonal envolvente, donde se
indiquen los puntos de inflexión que concentren los vestigios arqueológicos
y una zona de amortiguamiento.

Tipología de sitios
Las tipologías de sitios son una guía, una forma de clasificar la información
y detectar factores que inciden en el origen y la transformación de los con-
textos arqueológicos. El modo de vida de las sociedades que habitaron la
península de Baja California en el pasado se conoce como cazador-recolec-
tor-pescador. El estudio de los asentamientos y los indicadores arqueológi-
cos dejados por estos grupos es complicado por tratarse de áreas culturales
caracterizadas por una intensa movilidad y una extensa temporalidad de
ocupación que dan como resultado, por un lado, la reutilización de un es-
pacio por el mismo o diferentes grupos a lo largo del tiempo y por otro, la
reutilización de elementos en un espacio contiguo.
Por los problemas antes referidos, para poder definir un tipo de sitio es
necesario tomar en cuenta la intensidad (duración de los eventos singula-
res) y redundancia (número de ocupaciones reiteradas) de la ocupación que
producen la densidad de los artefactos observados en un sitio arqueológico
y por otro lado, las características de los materiales que dependerán de las
actividades cotidianas desarrolladas en los mismos (ACOSTA, 2008).
Existen diferentes tipologías para catalogar los sitios arqueológicos de
la península de Baja California adecuados para el estudio de las especifici-
dades de este tipo de evidencias materiales (FUJITA, 1991; MORA, 1997;

18
Áreas prioritarias para la conservación del patrimonio biocultural de Baja California

MOORE y GASCO, 1997; ALVARADO, 1999; GUTIÉRREZ y HYLAND,


2002; RITTER, 2010); sin embargo, retomaremos la clasificación de la
DRPMZA por su generalidad, ya que cada arqueólogo, de acuerdo con el
marco teórico e intereses académicos de su proyecto puede clasificar un
sitio de manera diferente (situación que complica su comparación con los
registros de otro arqueólogo si no emplean las mismas categorías) pero para
efectos de protección y registro ante la DRPMZA, a nivel nacional, se le
exige asigne un tipo de sitio de acuerdo con la clasificación preestablecida.
De acuerdo con la cédula de la DRPMZA los tipos de sitios arqueológi-
cos más comunes en Baja California pueden clasificarse en:
a) Concheros: Son espacios que se caracterizan por ser depósitos gene-
ralmente2 adyacentes a la franja litoral o esteros, de conchas que reflejan el
resultado de la extracción de las partes comestibles de moluscos por acción
del hombre.3 Dependiendo de las actividades realizadas en dichos espa-
cios, únicamente de recolección y acarreo o del procesamiento completo de
los alimentos, será posible identificar distintos indicadores arqueológicos
asociados.
Si se trata de lugares destinados, únicamente a la recolección o acarreo,
los depósitos de concha estarán asociados a implementos de piedra emplea-
das para su obtención y/o manufactura (MORA, 1997).
Los concheros donde se realizó la preparación de alimentos podrán
detectarse a partir de las áreas de encendido de fuego, sedimento obscuro
con alto contenido de ceniza y materia orgánica, asociadas a fogones, res-
tos óseos, instrumentos de molienda y artefactos líticos de varias clases e
inclusive fragmentos de cerámica en algunas ocasiones.
b) Concentración de materiales: Conjunto de piezas de cerámica y/o
lítica diseminadas sobre la extensión de un espacio, que dan cuenta de acti-
vidades humanas realizadas en el pasado. Queda incluida en esta categoría

2 La cantidad de concheros tierra adentro disminuye con respecto a la línea de costa, pero
en Baja California se han registrado sitios concheros al aire libre y en abrigos rocosos
en los valles y las sierras que dan cuenta de las trayectorias recorridas por los grupos
cazadores-recolectores-pescadores a lo largo del territorio que conocían y cuyos recursos
aprovechaban.
3 Los concheros culturales se diferencian de las acumulaciones naturales de concha porque
están constituidos por más de una especie de moluscos, las valvas ya no conservan su
posición original (cerradas), están asociadas a artefactos y por la ausencia de capas
naturales interestratificadas que permitirían inferir la ocupación relativamente constante
de los espacios (MORA y MONTANÉ, 1974).

19
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

la presencia de morteros y/o metates (piedras talladas para moler), muy


frecuentes en los sitios arqueológicos de cazadores-recolectores-pescadores
de la península de Baja California.
c) Con estructuras: sitios con evidencia de arquitectura visible en su-
perficie. En Baja California es común observar rocas dispuestas en círculo
conocidas en la región como “corralitos”. Algunos pudieron fungir como res-
guardos para dormir o cocinar, otros como escondites para cazar (RITTER,
2010a).
d) Manifestaciones gráfico-rupestres: sitios con evidencia de pinturas
(pictografías) o grabados (petrograbados) sobre superficies rocosas, sea al
aire libre o en paredes de cuevas o abrigos rocosos. Queda incluida en esta
categoría la evidencia de geoglifos, Figuras realizadas con bloques de piedra
en amplias extensiones de terreno.
e) Yacimientos de materias primas: las canteras son otro tipo de sitios
que se caracterizan por la presencia de cantos rodados y gravas en los cuales
se localizan concentraciones de desecho de talla e implementos líticos en
diversas fases de manufactura que indican su utilización como fuentes de
materia prima (MORA, 1997).
Con este marco de referencia sobre los tipos de sitios de cazadores-re-
colectores-pescadores de Baja California, describiremos el criterio para la
selección de los sitios y desarrollaremos el análisis de la situación de los
sitios arqueológicos en los polígonos revisados.

Sitios arqueológicos en el área de estudio


Únicamente se seleccionaron los sitios arqueológicos cuya coordenada de
registro los ubicara completamente adentro del polígono analizado. Sin em-
bargo, hubo casos en que los sitios quedaron fuera de los límites a escasos
20 m. Como se mencionó líneas arriba, las coordenadas son un dato puntual
de localización, pero se trata de asentamientos de extensiones muy variadas,
cuyas fronteras en algunos casos son desconocidas porque no todos tienen
registradas poligonales envolventes, por lo que podría ocurrir que un sitio
que quedó fuera del área, en realidad sí perteneciera a ese polígono. En la
medida de lo posible, señalamos las zonas en que se presenta este fenómeno
y que consideramos sería conveniente extender los límites de los polígonos.4

4 Se propone la inclusión de sitios arqueológicos en colindancia con los polígonos que se


encuentren a menos de un kilómetro de distancia.

20
Áreas prioritarias para la conservación del patrimonio biocultural de Baja California

Figura 2. Tipos de sitios arqueológicos localizados en las áreas prioritarias para conservación
SIG-CINAH-BC, 2019.

¿Qué hacer en caso de localizar sitios


o materiales arqueológicos?
La protección del patrimonio arqueológico sólo será posible en la medida
en que se logre hacer copartícipe a la población de su valorización, respeto
y cuidado. En caso de localizar vestigios arqueológicos es importante que
se haga la denuncia, vía telefónica o directamente en las oficinas del cen-
tro regional, localizadas en los municipios de Ensenada y Mexicali. Con
la información proporcionada se revisará la base de sitios arqueológicos
previamente registrados y dependiendo de la solicitud, un arqueólogo será
comisionado para dirigirse al área señalada y hacer un registro o actuali-
zación de este.
Como primeros auxilios para reportar un sitio arqueológico se solicita,
de la manera más atenta, no mover los materiales arqueológicos –huesos, ce-
rámica, concha y/o piedras talladas o pintadas− a menos que se encuentren
en una situación de inminente destrucción, pues es a partir de la ubicación
y de las relaciones entre los objetos que los arqueólogos pueden reconstruir
la historia del contexto arqueológico. Si se tienen los medios disponibles, se
sugiere tomar una foto y una coordenada de la ubicación del sitio.
El saqueo y la venta de piezas arqueológicas es un delito federal que
implica el pago de multas y prisión de uno a diez años; no obstante, el daño
más grave es el que se comete al atentar contra un pasado que destruimos y

21
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

que no podrá ser disfrutado por las futuras generaciones. Los bienes arqueo-
lógicos son propiedad de la nación, aunque se encuentren “en el patio de mi
casa”. Es nuestro deber permitir que el patrimonio nacional sea preservado
para su estudio y conservación.
En caso de contar con piezas arqueológicas, también se puede hacer
una denuncia al INAH y un especialista tiene la obligación de registrar sus
piezas y nombrarlo custodio de estas. Siempre y cuando la colección no
aumente como resultado del saqueo, los objetos no serán confiscados. De
esta forma la población conserva las piezas, pero permite que el INAH tenga
conocimiento de su existencia.
El estudio de los cazadores-recolectores-pescadores en Baja California
resulta fundamental para el conocimiento de las formas de adaptación y
poblamiento de la península, pero también para entender un modo de vida
cuyas huellas han sido borradas –destruidas o sepultadas− en otros rin-
cones del país. El camino por recorrer es largo, las preguntas por resolver,
numerosas y las líneas de investigación por seguir, diversas. Esperamos que
este documento sea una contribución que haga posible la conservación de
áreas importantes por su riqueza cultural y biológica.

Punta Banda

Descripción de la evidencia arqueológica


En el polígono de Punta Banda se localizan 36 sitios arqueológicos.
Únicamente se han identificado sitios de tipo Conchero, al aire libre y den-
tro de abrigos y/o resguardos rocosos (SIG-CINAH-BC 2019) (Figura 4).

Antecedentes de investigación
Los primeros estudios realizados en esta región, realizados por el Instituto
Nacional de Antropología e Historia, datan de 1991,5 con el proyecto Sitios
Arqueológicos costeros sector Punta Banda-Playas de Tijuana a cargo de
los Arqueólogos Jesús Mora y Oscar Rodríguez (MORA, 1997).

5 Referencias acerca de la ocupación por parte de grupos cazadores-recolectores-


pescadores de Punta Banda, previas a las investigaciones emprendidas por el INAH,
pueden consultarse en Hohenthal 2001; Hubbs et al. 1960; y Moriarty 1968. Este
último realizó fechamientos en 42 sitios arqueológicos a lo largo de la península de
Baja California, obteniendo como resultado para Punta Banda dos fechas: 1820+/-200 y
1490+/-100 A.P. (MORIARTY, 1968).

22
Áreas prioritarias para la conservación del patrimonio biocultural de Baja California

Posteriormente, con las modificaciones al Artículo 27 de la Constitución


Política de los Estados Unidos Mexicanos y la puesta en vigor de la Ley
Agraria en 1992, entre otros propósitos, se otorgaba al ejido plena capaci-
dad para el manejo de sus terrenos, ya que se reconocía y elevaba la pro-
piedad ejidal y comunal al rango constitucional. Esta situación ponía en
riesgo a los sitios arqueológicos ubicados en propiedad ejidal y se hizo ne-
cesaria la participación del INAH, como miembro especial en el Programa
de Certificación de Derechos Ejidales y Titulación de Solares Urbanos
(PROCEDE) (SÁNCHEZ-NAVA, 1998).
La colaboración del INAH en el PROCEDE, se concentró principalmen-
te en la fase correspondiente a la medición de las superficies ejidales, con el
fin de proponer y ejecutar delimitaciones de zonas de monumentos arqueo-
lógicos, buscando que las mismas fueran denominadas “zonas especiales” y
por ende, de reserva para la investigación, además de quedar marcadas en
la cartografía del PROCEDE (SÁNCHEZ-NAVA, 1998). En Baja California,
esta tarea fue encomendada al arqueólogo César Berkovich, quien en 1999
identificó nuevos campamentos y realizó la actualización de las cédulas de
la DRPMZA de sitios previamente registrados en la zona de estudio (SIG-
CINAH-BC, 2019).6
El siguiente reconocimiento se lleva a cabo diez años después como
parte de una denuncia atendida por el Arqueólogo Oswaldo Cuadra, a tra-
vés del Proyecto Protección Legal y Técnica del Patrimonio Arqueológico
a cargo de la arqueóloga Julia Bendímez Patterson y como resultado de la
ejecución de la Fase I del Proyecto Salvamento Arqueológico Punta Banda
con el arqueólogo Cuadra como responsable (SIG-CINAH-BC 2019). El de-
sarrollo turístico “Punta Brava”, que se tenía proyectado, se suspende y con
él, las labores de salvamento arqueológico que comprendían dos fases más
de trabajo en la zona conocida como “La Lobera”. Es importarte señalar
que durante la Fase I se hizo el registro y levantamiento topográfico de 80
sitios arqueológicos, de los cuales 62 eran de tipo Conchero al aire libre y
18 Concheros en resguardos o abrigos rocosos; así como cinco elementos
constructivos de piedra en forma circular y rectangular (CUADRA, 2009).
Todos estos campamentos quedaron registrados como Conjunto y por ende,
no se ven reflejados en la cifra total de sitios localizados en el polígono de
Punta Banda.

6 Las actividades desarrolladas con el programa INAH-PROCEDE en Baja California


constan de cinco temporadas de campo con sus respectivos trabajos de gabinete
llevados a cabo de 1997 al 2000 (BERKOVICH, 2000).

23
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

A partir de un sondeo preliminar de ocho unidades de excavación rea-


lizado también durante la Fase I, se obtuvieron fechamientos que marcan
dos momentos de ocupación del espacio. El primero se remonta a una an-
tigüedad de 4 640 años A.P., correspondiente al periodo Arcaico y la se-
gunda alrededor de 1 500 años A. P. en los inicios de la Prehistoria Tardía
(CUADRA, 2010: 34).
En el 2010, como parte de los objetivos del proyecto Estudio de cam-
pamentos en la línea costera y valles intermontanos de Baja California se
realizó un diagnóstico de la situación de los sitios arqueológicos localizados
en la cabecera municipal de Ensenada. Con la intención de proponer estra-
tegias de protección a corto, mediano y largo plazo, los sitios ubicados en
la península de Punta Banda fueron verificados en campo, se propusieron
poligonales envolventes y se actualizaron las cédulas de la DRPMZA corres-
pondientes (FONSECA, 2012).
Los registros posteriores corresponden a denunciadas atendidas de
población que reportó el hallazgo de materiales arqueológicos y como parte
del Proyecto Protección Legal y Técnica del Patrimonio Arqueológico, se
verificaron en campo y se hizo la inspección correspondiente (FONSECA y
TEMPLE, 2012).

Estado de conservación de los sitios arqueológicos


Punta Banda es un área en realidad poco explorada de suma importancia
para la arqueología de la región. Es una zona que ha sido estratégica para
la subsistencia de los grupos humanos a lo largo del tiempo, donde se puede
recuperar evidencia que data de las primeras ocupaciones de la península
hasta el momento en que los cazadores-recolectores-pescadores se vieron
obligados a cambiar su modo de vida con los procesos de conquista y colo-
nización del territorio.
Los sitios arqueológicos de Punta Banda no pueden entenderse de ma-
nera aislada, sino mediante las relaciones que pueden establecerse entre sí y
sobre todo como parte integrante del territorio en que se encuentran y que
les da sentido. Si bien se han destruido o alterado sitios arqueológicos, en
general es una zona que presenta buen estado de conservación y que debiera
protegerse para la investigación y disfrute de las próximas generaciones.
De acuerdo con el Programa de Desarrollo Urbano del Centro de
Población de Ensenada (PDUCPE), para la península de Punta Banda se
prevé el desarrollo de obras de infraestructura turística, la delimitación de
Áreas de Preservación Ecológica y otras de Conservación; sin embargo, en
la actualidad se construyen fraccionamientos habitacionales y se habilitan

24
Áreas prioritarias para la conservación del patrimonio biocultural de Baja California

caminos de acceso donde en teoría no estarían permitidos (Programa de


Desarrollo Urbano del Centro de Población de Ensenada 2030 (PDUCPE
2030, 2009). De no tomarse las medidas necesarias para la protección de
los sitios arqueológicos, su deterioro será total e inminente. Los daños por
el desarrollo de infraestructura turística podrían ser los más radicales, pero
no por ello los más peligrosos. El carácter silencioso y paulatino de obras de
construcción de viviendas aisladas y el desplazamiento de materiales arqueo-
lógicos por turistas que desconocen la trascendencia de estos sitios conducirá
a la larga a su destrucción. Es necesario generar proyectos de investigación
arqueológica que se anticipen al equipamiento y crecimiento urbano de esta
área, la gestión con la población civil y las autoridades gubernamentales será
indispensable para lograrlo, pero es fundamental hacer conciencia de la im-
portancia que representa esta zona en términos de patrimonio biocultural y
promover la declaratoria de Áreas de conservación donde queden incluidos
los sitios arqueológicos más representativos de la región.

Propuesta de modificación del polígono


Para finalizar sólo resta recomendar extender 100 m al noreste el límite del
polígono en la coordenada UTM WGS84 530505E 3509871N para incluir
el sitio El Rincón a (5) localizado en las coordenadas 530597E 3509905N
y ampliar 100 m al suroeste el límite del polígono en la Bahía Torrescano,
entre las coordenadas 525265E 3511405N y 525700E 3510974N para incluir
los seis sitios arqueológicos que se muestran en la tabla siguiente.

Reg INAH BC Id Nacional Nombre del sitio


221 61 Bahía Torrescano A
222 62 Bahía Torrescano B
227 67 Bahía Torrescano H
228 68 Bahía Torrescano K
229 69 Cabo Banda A
223 89 Bahía Torrescano (3)

Tabla 1. Sitios arqueológicos en colindancia con el polígono de Punta Banda. SIG-CINAH-BC 2019.

25
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 3. Distribución de los sitios arqueológicos localizados en los polígonos de Punta Banda,
Colonet y San Pedro Mártir.

Colonet

Descripción de la evidencia arqueológica


En el polígono de Colonet se localizan 49 sitios arqueológicos registrados,
tres de los cuales corresponden a sitios con Manifestaciones gráfico-ru-
pestres. Uno es una Concentración de materiales y el resto a sitios de tipo
Conchero (SIG-CINAH-BC, 2019) (Figura 4). La mayoría de los asentamien-
tos se concentra al sur del polígono, entre la línea de costa y alrededor de
2 km tierra adentro (Figura 3).

26
Áreas prioritarias para la conservación del patrimonio biocultural de Baja California

Figura 4. Tipos de sitios arqueológicos ubicados en el polígono de Colonet. SIG-CINAH-BC, 2019.

Antecedentes de investigación
El proyecto pionero en el registro de sitios arqueológicos en el polígono de
Colonet fue el Atlas Arqueológico Nacional, el cual contemplaba un subpro-
yecto a cargo del arqueóloga Margarita Gaxiola, destinado a la identificación
de manifestaciones gráfico-rupestres que en esta zona realizó tres registros
de sitios con petrograbados en 1987 (CASADO, 1987).
Tres años después, el proyecto Registro de Sitios Arqueológicos en Baja
California, a cargo del arqueólogo Jorge Serrano destinó su segunda tem-
porada al registro de sitios en la zona montañosa del estado (La Rumorosa,
Sierra Cucapá, Tecate, San Vicente y Valle de la Trinidad) y en el área co-
rrespondiente al polígono de Colonet realizó la actualización de uno de los
sitios con petrograbados previamente registrados (SERRANO, 1990). En el
marco del mismo proyecto, en el 2005 se registró un sitio de tipo Conchero
al norte del polígono, en el Ejido Eréndira (SIG-CINAH-BC, 2019).
En 1998, como parte de la colaboración del INAH en el PROCEDE,7 el
arqueólogo César Berkovich, actualiza la información de uno de los sitios
de petrograbados previamente registrados y propone su correspondiente
poligonal envolvente (BERKOVICH, 1998).
Uno de los fechamientos radiocarbónicos más antiguos obtenidos en
Baja California fue reportado por los arqueólogos Bryan y Gruhn, como
producto de excavaciones realizadas en el 2000 en el Sitio Abrigo de los

7 Ver descripción del programa en el Polígono de Punta Banda en este mismo documento.

27
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Escorpiones, ubicado al sur de la localidad de Eréndira. De acuerdo con sus


informes, la ocupación humana más antigua registrada en el Abrigo rocoso
data de hace 8 900 años A.P. y fue un sitio con una continua e intensa reo-
cupación (GRUHN y BRYAN, 2009).
El proyecto que presenta un mayor número de registros en esta zona
fue el estudio emprendido por el arqueólogo Carlos Figueroa, denominado
Arqueología Costera Factor de Desarrollo Comunidades Rurales Colonet-El
Rosario. Como parte de su tesis doctoral, orientada a la gestión y protección
de los “objetos arqueológicos” amenazados por el cambio de uso de suelo
y construcción de un puerto comercial en el corredor Colonet-El Rosario,
Figueroa destina tres temporadas de campo (2007 al 2009) para hacer una
caracterización arqueológica de la región (FIGUEROA, 2009). Como re-
sultado, reporta 61 sitios arqueológicos, 42 de los cuales coinciden con las
fronteras del polígono de Colonet (SIG-CINAH-BC, 2019).
Finalmente, tenemos registros realizados en 2018 como parte de la
atención a denuncias atendidas en el marco del Proyecto Protección Técnica
y Legal. Los arqueólogos Gengis Ovilla y Rubén García.

Estado de conservación de los sitios arqueológicos


Los Concheros dentro del polígono en estudio se concentran sobre los canti-
les de la Mesa de Punta Colonet, asociados a fuentes de agua dulce y cerca-
nos a senderos antiguos que comunicaban la costa con los valles y la sierra.
Se trata de sitios con áreas de preparación de alimentos y talleres líticos
para la transformación de piedras en herramientas con las que se realizarían
todas las actividades de subsistencia: caza, pesca, recolección, molienda y
procesamiento de los alimentos conseguidos. Por la abundancia de sitios y
los materiales arqueo-faunísticos recuperados Colonet, se caracteriza por ser
una región de gran variedad de fauna, marina y terrestre con una ocupación
que nos remonta a hace 9000 años A. P. (FIGUEROA, 2009).
El estudio y conservación de los sitios arqueológicos localizados en el
polígono de Colonet, resulta de vital importancia dada la cantidad, riqueza
y antigüedad de los vestigios registrados y de apremiante protección debido
al acelerado desarrollo urbano que se proyecta para la región.
Los Concheros localizados en el polígono de Colonet, representan el 8%
de los Concheros registrados en el estado de Baja California, pero lo que es
necesario recalcar es que no todos los sitios son iguales, ni ofrecen la mis-
ma información, por lo cual es indispensable realizar estudios específicos
en diferentes regiones de la entidad y en ésta en particular, únicamente un
sitio ha sido excavado.

28
Áreas prioritarias para la conservación del patrimonio biocultural de Baja California

Los sitios con Manifestaciones gráfico-rupestres ubicados en el polígo-


no son los tres asentamientos con petrograbados más cercanos a la costa del
Océano Pacífico, hasta ahora descubiertos. Contamos con una descripción
de éstos, pero desconocemos su significado y la importancia que detentaron
en el pasado, la cual podrá entenderse sólo en la medida en que puedan
conservarse para ser parte de una investigación integral.
Hasta ahora nos hemos referido al valor de los sitios arqueológicos ac-
tualmente registrados; no obstante, el camino que falta por recorrer es aún
largo. Es posible que la cantidad de asentamientos antiguos existentes en
el polígono se duplique al realizar recorridos de superficie de la costa oeste
hacia la región continental.
De acuerdo con las cédulas de la DRPMZA, el mayor riesgo de dete-
rioro de los sitios arqueológicos en Colonet, es de carácter antropogénico,
por proyectos de infraestructura, gubernamental y privado, cuyo plazo de
destrucción previsto es no mayor a los tres años (1-3 años) (SIG-CINAH-
BC, 2019). Ante la amenaza inminente de afectación de los campamentos
sería indispensable controlar el cambio en el uso de suelo y generar mejores
mecanismos de comunicación con los gobiernos municipal y estatal, para
proponer estrategias de protección de sitios que deben ser conservados y
otros que deben ser objeto de proyectos arqueológicos en la modalidad de
salvamentos.
Consideramos que la solución al problema de afectación de los sitios
no consiste necesariamente en frenar todos los proyectos de construcción
sino, por un lado, seleccionar áreas que por su componte biocultural deba
conservarse y por otro, tener un plan de acción que permita prever las obras
de infraestructura para no perder la historia de tan importante región.

San Pedro Mártir

Descripción de la evidencia arqueológica


En el polígono de San Pedro Mártir, no se localiza ningún sitio arqueoló-
gico registrado ante la DRPMZA, lo que no significa que no haya vestigios,
implica que se requieren recorridos de superficie sistemáticos que permi-
tan identificar los diferentes tipos de sitios arqueológicos que seguramente
existen. Esta aseveración tiene fundamento en cuatro aspectos.
En primer lugar, contamos con las referencias etnográficas que descri-
ben los viajes estacionales que realizaban los Kiliwas y los Paipai en busca
del piñón en los meses de agosto y septiembre. Además de proveerse del
recurso, la travesía a la sierra era importante porque se desarrollaban fiestas

29
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

donde se congregaban las familias para bailar y buscar pareja (MEIGS, 1939;
ESTRADA, 2018). Ésta pudo ser una práctica que se remonte a la época de
la Prehistoria tardía (LAYLANDER, 1987).
Por otro lado, Bendímez y Foster (2008), señalan la presencia de por lo
menos siete sitios prehistóricos localizados al interior del Parque Nacional
Sierra de San Pedro Mártir. Estos campamentos fueron observados durante
una expedición llevada a cabo en el Valle de La Grulla en 1991. El estudio
tuvo como propósito específico la evaluación de los recursos culturales e
históricos del área, pero trabajaron junto con otros especialistas para eva-
luar los recursos totales de la región (flora, fauna, recreación, uso humano
potencial, entre otros). Desafortunadamente no se cuenta con las cédulas
de registro de los campamentos observados.
En colindancia con el polígono sí se tienen registrados 24 sitios de
Manifestaciones gráfico-rupestres, principalmente de petrograbados. Y
además, se tienen identificados materiales líticos sobre un camino antiguo
que comunica el Valle de la Trinidad con la Sierra de San Pedro Mártir
(Figura 5).
Si bien no existen sitios al interior del polígono (registrados), caracte-
rizaremos la zona a partir de las referencias documentales, los hallazgos
colindantes y el material de arrastre observado en dicho camino antiguo.

Figura 5. Tipo de sitios ubicadas en colindancia con el polígono de San Pedro Mártir (SIG-CINAH-
BC, 2019).

30
Áreas prioritarias para la conservación del patrimonio biocultural de Baja California

Antecedentes de investigación
Los sitios arqueológicos que cuentan con cédula de registro localizados en
la zona, fueron visitados a lo largo de cinco temporadas de campo, a través
de cuatro proyectos arqueológicos (Figura 3). El primero fue el subproyecto
del Atlas Arqueológico Nacional, orientado a la identificación de sitios con
pintura y petrograbados, a cargo de la arqueóloga Margarita Gaxiola. De
los años 1987 y 1989, datan 20 de los 26 registros localizados en el área de
San Pedro Mártir (CASADO, 1987).
De los seis sitios restantes, tres fueron ubicados en la década de los
noventa por el arqueólogo Jorge Serrano, en el marco del proyecto Registro
de Sitios Arqueológicos en Baja California. En un inicio se concentró en
la identificación de sitios con manifestaciones gráfico-rupestres pero dada
la necesidad de conocer y proteger el resto de los vestigios arqueológicos
existentes en la entidad, a partir de 1991 se incluyeron todo tipo de campa-
mentos localizados en los cinco municipios que conforman el estado de Baja
California (SERRANO, 1990).
Un sitio con petrograbados hallado en esta zona, fue reconocido por
el arqueólogo César Berkovich, durante la colaboración del INAH en el
PROCEDE en la temporada de campo de 1998 (BERKOVICH, 1998).8 Las
labores del arqueólogo Berkovich consistían en llevar a cabo la identificación
de nuevos sitios arqueológicos y actualizar la información de los previamen-
te registrados con el fin de que contaran con una poligonal envolvente para
proponer y ejecutar delimitaciones de zonas de monumentos arqueológicos,
además de quedar marcadas en la cartografía del PROCEDE (SÁNCHEZ-
NAVA, 1998; BERKOVICH, 2000).9
Y finalmente, como parte del Proyecto de registro de Sitios
Arqueológicos de Baja California Fase Municipio Mexicali, el arqueólogo
Antonio Porcayo y su equipo registraron en esta zona dos sitios arqueológi-
cos en el 2015. El primer sitio clasificado como Concentración de materiales
y el segundo, un sitio de manifestaciones gráfico-rupestres con petrogra-
bados (PORCAYO, 2016).
Hasta aquí nos hemos referido a los sitios previamente registrados,
ahora reseñaremos los resultados del trabajo de Foster y Bendímez (1997);

8 Por los objetivos del INAH en el PROCEDE, el arqueólogo Berkovich realizó diversas
actualizaciones de los sitios previamente registrados en la zona (BERKOVICH, 1998).
9 Para más información consultar el apartado de antecedentes de investigación del
Polígono de Punta Banda en este mismo documento.

31
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

así como el hallazgo de material lítico observado sobre un camino antiguo


al interior del polígono de San Pedro Mártir (FONSECA, 2012a).
Como ya se mencionó, a principios de la década de los 90 se realizó un
reconocimiento arqueológico en el Valle de La Grulla para evaluar los recur-
sos culturales e históricos de la zona. Los sitios arqueológicos observados en
las márgenes de la Pradera Mojada Grande, consistían en asentamientos al
aire libre y abrigos rocosos con presencia de fragmentos líticos y cerámicos;
algunos de ellos contaban con metates tallados en roca fija. Uno de los sitios
de mayores dimensiones, denominado Sitio 1, tenía evidencia de contacto
histórico. Era un abrigo rocoso de 17 m de largo que contenía superficies
desgastadas (relacionadas con actividades de molienda) y una cúpula ta-
llada en el borde de una roca fija. El material arqueológico era numeroso.
Se encontraron fragmentos de concha, lítica (raspadores y lascas en sílex,
cuarzo, riolita y jaspe) y cerámica. Los tiestos cerámicos eran de dos tipos:
los primeros de tradición yumana y los segundos de la época del contacto
novohispano (FOSTER y BENDÍMEZ 1997; 2008). Esta información eviden-
cia la presencia de sitios arqueológicos dentro del Parque Nacional, aunque
éstos no se encuentren registrados ante la DRPMZA.
En respuesta a la solicitud de la asociación civil, Terra Peninsular, en el
2012, la que suscribe, atendió la denuncia de un sitio arqueológico ubicado
dentro del rancho denominado Dark Skies, conocido también como Rancho
La Concepción, localizado en la Sierra de San Pedro Mártir.
Los actuales propietarios de dicho rancho, Pamela Weston y Mike
Wirths, deseaban certificarlo como Área Natural Protegida Privada y Terra
Peninsular llevaba a cabo la gestión correspondiente ante la CONANP para
lograrlo. Además de la información referente a la riqueza en flora y fauna
del lugar, se solicitó información sobre la presencia de vestigios culturales
y las estrategias que deberían emplearse para asegurar su conservación
(FONSECA, 2012a).
Cuando se hizo la solicitud ante el CINAH-BC los propietarios mencio-
naron haber encontrado piezas líticas y contar con ruinas de casas kiliwa
dentro de las 500 hectáreas que comprendía el rancho.
En esta visita únicamente se visitaron aquellas áreas donde los propie-
tarios habían encontrado ruinas antiguas y algunos materiales de piedra.
Como resultado, se hizo el registro de tres casas de principios del siglo XX.
La primera casa fue habitada por la Sra. Espinoza, mejor conocida como
Doña Chepa, una kiliwa que se casó con el norteamericano Tom Farlow; de
la segunda casa sólo se sabe que fue construida por un minero alemán y la
tercera fue habitada por una hermana de Doña Chepa (FONSECA, 2012a).

32
Áreas prioritarias para la conservación del patrimonio biocultural de Baja California

El siguiente punto de interés histórico-cultural detectado fue un cemen-


terio conformado por seis tumbas de las cuales cuatro conservan sus cruces
y son más evidentes porque se observa con mayor claridad la concentración
de tierra cubierta con piedras.
Al oeste del cementerio corre un camino de norte a sur que comunica
el Valle de la Trinidad con la Sierra de San Pedro Mártir. Es en esta zona y
a lo largo del camino que los dueños del rancho habían observado material
arqueológico, específicamente desecho de talla. Durante la inspección se
observaron lascas y láminas, principalmente en tobas de tonalidades verde,
gris y negro. El desecho de talla se encuentra disperso a lo largo del camino
y debe ser material de arrastre de campamentos ubicados al este del camino,
cuesta arriba. Desafortunadamente, por los objetivos propiamente de la vi-
sita, no fue posible localizarlos, pero en el dictamen emitido se recomendó
la propuesta de un proyecto específico con la colaboración de un equipo
de trabajo que permita emprender un recorrido de superficie sistemático
(FONSECA, 2102a).

Estado de conservación de los sitios arqueológicos


Los sitios ubicados en el extremo norte del polígono de San Pedro Mártir
se encuentran dentro del territorio del grupo indígena nativo kiliwa. Esta
situación dota a los sitios de una condición especial de protección porque la
comunidad es celosa, consciente y aliada en la conservación del patrimonio
cultural arqueológico ahí localizado.
El resto de los sitios se encuentran en parajes alejados de los centros de
población y sólo presentan factores de deterioro naturales por la exfoliación
de las rocas que son el soporte de las Manifestaciones-gráfico rupestres
(SIG-CINAH-BC 2019).
Dentro del polígono de San Pedro Mártir, se localiza Rancho Dark
Skies, la primera Área Natural Protegida Privada en Baja California, decla-
rada en el 2013. La ubicación de los sitios arqueológicos e históricos dentro
de un área natural protegida son condiciones que seguramente contribuirán
al buen estado de conservación del patrimonio cultural ahí localizado.
La presencia de fuentes de agua dulce cercanas, así como áreas para la
caza y la recolección son factores que seguramente fueron determinantes
en la ubicación de campamentos en esta zona. Los materiales líticos son
evidencia del paso de grupos cazadores-recolectores-pescadores por esta
región que ha sido poco explorada y que no cuenta con sitios previamente
registrados ante la DRPMZA.

33
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

El estudio de campamentos de cazadores-recolectores-pescadores lo-


calizados en la península de Baja California, permite el conocimiento de un
tipo de sociedad cuyos restos materiales han quedado sepultados en otras
zonas del país; es por lo que su protección resulta prioritaria, obligatoria y
al mismo tiempo un privilegio. Los sitios arqueológicos se componen de los
materiales trabajados por el hombre en el pasado, pero también del entorno
donde se localizan. Preservar el paisaje y el territorio que los enmarca les
da significado, así que preservar un sitio arqueológico dentro de un área
natural que por sus características intrínsecas es valiosa, contribuye en un
sin fin de sentidos, tanto para la comprensión de nuestro pasado como para
el aprendizaje de las futuras generaciones.

Propuesta de modificación del polígono


Existen 24 sitios arqueológicos ubicados fuera de los límites del polígono de
San Pedro Mártir, que sería conveniente incluir. A continuación, se presenta
una tabla con sus datos de identificación.

Reg INAH B Id Nacional Nombre


255 118 Portezuelo de Cuatro
256 125 Canoas 2
257 119 Maja JaAi 1
258 123 Arroyo de León
259 126 Valle de Picachos
261 130 Cañón El Cajón
262 43557 Cañón El Cajoncito
263 43558 Cañón El Oso I
264 43560 Cañón El Toledo
265 43559 Cañón El Novillo
324 162 Agua Caliente 1
326 163 Agua Caliente 2
327 164 Agua Caliente 3
771 129 Cañón Providencia
776 131 Cañón del Medio
778 167 Cañón Cardonal

34
Áreas prioritarias para la conservación del patrimonio biocultural de Baja California

884 121 Canoas 1


932 122 Maja Ja Ai 2
933 120 Maja Ja Ai 3
938 165 Volcán de boca negra 1/Agua Caliente 2a
939 166 Volcán de boca negra 2
1047 127 Paso de San Matías
1231 0 ASU-SPM-CD2
1232 51214 ASU-SPM-CD1

Tabla 2. Sitios arqueológicos en colindancia con el polígono de San Pedro Mártir. SIG-CINAH-BC,
2019.

San Quintín

Descripción de la evidencia arqueológica


En el polígono de San Quintín se localizan 247 sitios arqueológicos registra-
dos, 66 de los cuales corresponden a sitios clasificados como Concentración
de materiales (14 específicamente definidos como talleres líticos) y el resto
a sitios de tipo Conchero (SIG-CINAH-BC, 2019) (Figuras 6 y 7).

Figura 6. Sitios arqueológicos ubicados en el polígono de San Quintín (SIG-CINAH-BC, 2019).

35
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 7. Distribución de sitios arqueológicos localizados en los polígonos de San Quintín, Sierra
Juárez y Valle Tranquilo.

36
Áreas prioritarias para la conservación del patrimonio biocultural de Baja California

Antecedentes de investigación
El Proyecto Arqueológico San Quintín-El Rosario −a cargo de Jerry Moore
y Janine Gasco−, comenzó en 1995 con una temporada de recorrido de su-
perficie en una zona bien definida −delimitada en términos fisiográficos por
la Bahía de San Quintín, y sus alrededores hasta 100 m de elevación, el valle
del Río Rosario, hasta 20 km del Océano Pacífico y la Zona costera entre
Bahía San Quintín y el valle del Rosario− con el fin de emplear datos arqueo-
lógicos e históricos para entender el desarrollo de una sociedad indígena y
las consecuencias de su colonización española (MOORE y GASCO, 1997).10
Tras tres temporadas de campo y un total de 289 sitios arqueológicos
registrados, −193 de los cuales se localizan en el polígono de San Quintín−,
Moore comenzó a generar modelos que buscaban comprobar las adaptacio-
nes prehispánicas al desierto costeño de Baja California (MOORE, 2008a)
y estudiar en qué medida los cambios en el medio ambiente y procesos
deposicionales modelan el registro arqueológico (MOORE, 2008).
Otra importante aportación de las investigaciones de Moore y Gasco
fue la datación de 39 sitios arqueológicos en la región de San Quintín-El
Rosario. A partir de conchas marinas y dos muestras de carbón recolectadas
en perfiles naturales de los campamentos identificados se obtuvieron 59 fe-
chas de radiocarbono (MOORE y GASCO, 2001). Los datos cronológicos les
permitieron establecer una secuencia de ocupación de los diferentes espacios
muestreados y son un reflejo también, “de los cambios y la estabilidad de la
topografía de la zona de estudio” (2001: 15).
El segundo proyecto que ha realizado registros en esta zona fue el estu-
dio emprendido por el arqueólogo Carlos Figueroa, denominado Arqueología
Costera Factor de Desarrollo Comunidades Rurales Colonet-El Rosario.
Como parte de su tesis doctoral, orientada a la gestión y protección de los
“objetos arqueológicos” amenazados por el cambio de uso de suelo y cons-
trucción de un puerto comercial en el corredor Colonet-El Rosario, Figueroa
destina tres temporadas de campo (2007 al 2009) para hacer una caracte-
rización arqueológica de la región (FIGUEROA, 2009). Como resultado,
reporta 61 sitios arqueológicos, 18 de los cuales coinciden con las fronteras
del polígono de San Quintín (SIG-CINAH-BC, 2019).

10 Previo a las investigaciones arqueológicas de Moore y Gasco de 1995, es posible


consultar algunas referencias sobre los cazadores-recolectores-pescadores que
ocuparon la región en los trabajos de Peveril Meigs, Malcom Rogers y Carl Hubbs
(ver MOORE, 2010).

37
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

A partir del Proyecto Estudio Paleontológico y Arqueozoológico de


Baja California a cargo de Andrea Guía-Ramírez (2014), se realizó un estu-
dio para caracterizar los elementos faunísticos de la región de San Quintín.
Se identificaron diferencias en la utilización de los recursos faunísticos que
indican un cambio en las condiciones geomorfológicas de la región. En los
depósitos más antiguos se observaron elementos característicos de playas
arenosas de mar abierto y en los depósitos más superficiales o recientes la
presencia de especímenes característicos de playas rocosas de mar abierto.
Estos resultados permitieron establecer un cambio en los recursos naturales
que fueron utilizados por los antiguos grupos humanos de la región (GUÍA-
RAMÍREZ, 2014; GUÍA-RAMÍREZ, et al., 2013).
En el año 2017, en respuesta a una solicitud para diagnosticar áreas
con vestigios arqueológicos que pudieran ser afectadas por la obra de cons-
trucción de la Desalinizadora Kenton, ubicada al norte de la Bahía de San
Quintín, la Biol. Andrea Guía y la que suscribe, dirigimos el proyecto arqueo-
lógico denominado Salvamento La Chorera San Quintín, Baja California
(Desaladora Kenton). La temporada de campo consistió en tres meses y
medio de excavaciones extensivas. La remoción de tierra se realizó a través
de capas estratigráficas hasta llegar a la roca madre o terreno estéril. Toda
la tierra extraída fue cribada por medio de mallas de 1/8 de pulgada y los
materiales arqueológicos fueron clasificados por materia prima (i.e., concha,
hueso y lítica) antes de ser trasladados a las instalaciones del Centro INAH
Baja California, unidad Ensenada, para su análisis y resguardo.
De acuerdo con los 63 recientes fechamientos obtenidos del proyecto
La Chorera, sabemos que la ocupación de la zona ocurrió mil años antes de
lo que se pensaba, alrededor de 7954±32 años A.P. Considerando un delta
225±35 años por efecto de reservorio (KENNETT et al., 1997) el rango ca-
librado es de 8273-8150 años A.P. (6324-6201 a. C.).
En tiempos prehistóricos se observa un aprovechamiento desde finales
del periodo cultural denominado Paleoindígena hasta la Prehistoria tardía.
Siendo 1687 d. C. el fechamiento más reciente. Cien años después del primer
contacto europeo en la zona con la exploración de Rodríguez Cabrillo (1542).
Otro proyecto realizado en el 2017 en el polígono de San Quintín fue
el Estudio de campamentos en la línea costera y valles intermontanos de
Baja California, en el que se llevaron a cabo trabajos de prospección en las
Reservas Naturales Punta Mazo, Monte Ceniza y Valle Tranquilo, las cua-
les están protegidas por la asociación civil, Terra Peninsular (FONSECA,
2018). Como resultado del recorrido de superficie se registraron 40 sitios
arqueológicos. El mayor porcentaje de registros se realizó en la Reserva

38
Áreas prioritarias para la conservación del patrimonio biocultural de Baja California

Natural Punta Mazo (40%), seguida de Valle Tranquilo (33%) y en menor


medida en Monte Ceniza (23%). El porcentaje restante corresponde a dos
sitios registrados en los límites de las reservas naturales. Cabe señalar que
las reservas Punta Mazo y Monte Ceniza se localizan dentro del polígono de
San Quintín y Valle Tranquilo, en el polígono del mismo nombre.
Posteriormente, la temporada de campo 2018 de este mismo proyecto,
estuvo enfocada en el desarrollo de excavaciones extensivas en concheros
dentro de abrigos rocosos localizados en el Área natural Punta Mazo, con el
fin de identificar áreas de actividad y recuperación de materiales arqueoló-
gicos y ecofactos, indispensables para la mejor comprensión de los grupos
cazadores-recolectores-pescadores que ocuparon la región de San Quintín,
Baja California durante la prehistoria (FONSECA, 2019).

Estado de conservación de los sitios arqueológicos


Los sitios arqueológicos se concentran en el extremo noroeste y al suroeste
del polígono de San Quintín, pero de acuerdo con los modelos predictivos
propuestos por Moore y Gasco, es posible que en la región de San Quintín-
El Rosario, existan entre 1 780 y 4 060 sitios arqueológicos (MOORE y
GASCO, 2001).
De acuerdo con las cédulas de la DRPMZA, el mayor riesgo de deterioro
de los sitios arqueológicos en San Quintín es en primer lugar de carácter
antropogénico, por proyectos de infraestructura, gubernamental y privado,
cuyo plazo de destrucción previsto, es no mayor a los tres años (1-3 años)
(SIG-CINAH-BC, 2019); y en segundo, por el impacto de la agricultura tec-
nificada que con la intención de “limpiar” el área –remoción de agaves y
cactus− para la siembra de trigo y nopal, destruyen los sitios arqueológicos
(MOORE y GASCO, 2001).
El fenómeno observado en Colonet, se repite en San Quintín. Son zo-
nas que se encuentran en un acelerado crecimiento urbano que implican
la transformación del territorio y, por ende, la afectación de los sitios ar-
queológicos. Es por ello que resulta fundamental la gestión con diferentes
actores sociales que coadyuven a la protección de patrimonio cultural, sea
mediante la conformación de áreas protegidas por su representatividad en
materia natural e histórica, como por el impulso de proyectos de salvamento
arqueológico que, de manera controlada y planificada, lleven a cabo las ta-
reas necesarias para el estudio y comprensión de los grupos indígenas que
habitaron esta región de manera ininterrumpida desde hace seis mil años,
hasta la llegada de los españoles (MOORE y GASCO, 2001).

39
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Sierra Juárez

Descripción de la evidencia arqueológica


En el polígono de Sierra Juárez, se localizan 93 sitios arqueológicos registra-
dos, de los cuales 49 corresponden a sitios clasificados como Concentración
de materiales y 44 de Manifestaciones gráfico-rupestres (SIG-CINAH-BC,
2019) (Figuras 7 y 8).

Figura 8. Sitios arqueológicos ubicados en el polígono de Sierra Juárez. SIG-CINAH-BC, 2019.

Antecedentes de investigación
Uno de los proyectos pioneros en el registro de sitios arqueológicos a nivel
nacional fue el Atlas Arqueológico Nacional, que incluía un subproyecto
enfocado en la identificación de Manifestaciones gráfico-rupestres, a cargo
de la Arqueóloga Margarita Gaxiola (CASADO, 1987). En Baja California, y
específicamente en el polígono de Sierra Juárez, se registraron en 1987, once
sitios arqueológicos con motivos pictóricos, dos de petrograbados y un sitio
que presentaba ambos tipos de manifestaciones, pinturas y petrograbados.
Si bien no era su objetivo, también se incluyeron tres sitios de Concentración
de materiales, que se caracterizaron por la gran cantidad de morteros y
metates tallados en roca fija (SIG-CINAH-BC, 2019).
Durante las temporadas de 1989, 1990, 1991 y 1994 el proyecto Registro
de Sitios Arqueológicos en Baja California a cargo del arqueólogo Jorge
Serrano, realizó actividades de prospección arqueológica en el polígono de
Sierra Juárez (SIG-CINAH-BC, 2019). En sus dos primeras temporadas se
había concentrado en la identificación de sitios con manifestaciones gráfi-
co-rupestres, pero dada la necesidad de identificar y proteger el resto de los
vestigios arqueológicos existentes en la entidad, a partir de 1991 se inclu-

40
Áreas prioritarias para la conservación del patrimonio biocultural de Baja California

yeron todo tipo de campamentos localizados en los cinco municipios que


conforman el estado de Baja California (SERRANO, 1992).
A partir de la colaboración del INAH en el PROCEDE, el arqueólogo
César Berkovich, destina las temporadas de 1997, 1998 y 1999 para llevar a
cabo la identificación de nuevos sitios arqueológicos y actualizar la infor-
mación de los previamente registrados con el fin de que contaran con una
poligonal envolvente para proponer y ejecutar delimitaciones de zonas de
monumentos arqueológicos, además de quedar marcadas en la cartogra-
fía del PROCEDE (BERKOVICH, 2000).11En el polígono de Sierra Juárez,
Berkovich actualizó más de una decena de sitios y registró ocho nuevos sitios
de Concentración de materiales, asociadas a morteros y metates tallados en
roca fija (SIG-CINAH-BC, 2019).
En cada centro regional del INAH se desarrolla un proyecto deno-
minado Protección Técnica y Legal del Patrimonio Arqueológico a través
del cual, entre otras tareas, se da respuesta a las denuncias recibidas so-
bre el hallazgo de vestigios arqueológicos que, gracias a la colaboración
de la población, pueden ser registrados. En el marco de este proyecto,
durante el 2004, en la localidad de Sierra Juárez se registraron dos sitios
con Manifestaciones gráfico-rupestres con motivos pictóricos y uno de
Concentración de materiales en la Rumorosa. En el 2017, se registraron
dos sitios más de Concentraciones de material dentro del Parque Nacional
Constitución de 1857. Uno de ellos correspondía a un abrigo rocoso con
material cerámico en su interior y el otro, un campamento al aire libre con
material cerámico y lítico (SIG-CINAH-BC, 2019).
En el 2009 surge el proyecto Investigación Arqueológica en Sierra de
Juárez, con el objetivo de comprender el arte rupestre de la porción norte
de la Sierra de Juárez. Mediante la observación y aplicación de diversos
tipos de análisis, el estudio a cargo del arqueóloga Julia Bendímez, busca-
ba acercarse al conocimiento de los sitios con pintura rupestre; entender
la función de los mensajes detrás de los motivos pictóricos; establecer los
indicadores que conforman el estilo pictórico denominado Rumorosa; pre-
cisar su cronología y su relación con otros estilos presentes en la península
(BENDÍMEZ y LAYLANDER, 2009). En el polígono de Sierra Juárez, el
arqueólogo Oswaldo Cuadra, identificó cuatro sitios con pintura rupestre y
tres Concentraciones de materiales dentro de Abrigos rocosos (SIG-CINAH-
BC, 2019).

11 Para más información consultar el apartado de antecedentes de investigación del Polígono


de Punta Banda en el Informe del Programa INAH-PROCEDE en Baja California.

41
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Por último, resta reseñar las labores arqueológicas emprendidas por


el arqueólogo Antonio Porcayo en esta región del estado de Baja California.
Desde el 2006 el Proyecto de Registro y Rescate de Sitios Arqueológicos
en Baja California Fase Municipio Mexicali, ha contribuido con el registro
y protección de nuevos sitios y al mismo tiempo, con la formación de estu-
diantes de la licenciatura de arqueología que, desde diferentes instituciones
y estados del país, arriban a la península para especializarse en el estudio de
los grupos cazadores-recolectores-pescadores antiguos (PORCAYO, 2007).
Durante la temporada del 2010, el Proyecto de Registro y Rescate de
Sitios Arqueológicos en Baja California Fase Municipio Mexicali, comien-
za a hacerse cargo de la investigación en la zona arqueológica El Vallecito,
y desde ese momento comenzaron a realizarse trabajos de campo anua-
les integrando alumnos de la Escuela Nacional de Antropología e Historia
(PORCAYO y ROJAS, 2011).
Teniendo como antecedente el trabajo realizado desde el 2010 en la zona
arqueológica en El Vallecito, se logró que, a partir del 2013, el sitio contara
con un proyecto de investigación con financiamiento propio, que destinara
sus esfuerzos a la comprensión y protección de todos sus componentes,
no sólo de los abrigos con manifestaciones gráfico-rupestres (PORCAYO
2013a, 2014).
El objetivo general de la primera temporada del Proyecto Arqueológico
El Vallecito, fue localizar y hacer el inventario de la totalidad de las evi-
dencias arqueológicas presentes en la zona arqueológica. En un área de
160 hectáreas se realizaron 150 transectos y se localizaron 465 evidencias
arqueológicas que incluían desde material lítico y cerámico aislado hasta
geoglifos, petrograbados, hornos, metates, tinajas, abrigos con ocupación
doméstica, campamentos al aire libre, ente otros. Es así como a lo largo de
seis temporadas se han realizado trabajos de excavación, actualización de
cédulas de sitios previamente registrados e identificación de nuevos sitios
tanto de Manifestaciones gráfico-rupestres como de Concentración de ma-
teriales (PORCAYO, 2014).
A cargo también del arqueólogo Porcayo, pero a través del Proyecto
de Recorrido de Superficie, Ranchos Agua de Hechicera, Zacatoza y Japa,
Municipio Tecate, B.C. (1ra etapa), se realizaron recorridos de superficie en
la zona noroeste del polígono de Sierra Juárez y se registraron 27 sitios del
tipo Concentración de materiales (PORCAYO, 2013a). Este proyecto surge
de la necesidad de hacer una investigación arqueológica en donde se prevé
la colocación de una serie de generadores eólicos. Es un área donde se han
identificados cuencas endorreicas y cañones que sugieren potencial arqueo-

42
Áreas prioritarias para la conservación del patrimonio biocultural de Baja California

lógico, existen referencias etnográficas que señalan lugares rituales y de uso


doméstico importantes y cuyo estudio permitirá establecer la cronología e
intensidad de la ocupación prehistórica, determinar su filiación cultural y
la relación con otros asentamientos registrados en la zona de la Rumorosa
(PORCAYO, 2012).

Estado de conservación de los sitios arqueológicos


Si bien se han hecho importantes esfuerzos de registro, investigación y pro-
tección de los sitios arqueológicos en el polígono de Sierra de Juárez, aún
faltan zonas por recorrer y distintos análisis por desarrollar. Es un área
con una gran riqueza de vestigios, sobre todo de asentamientos con pre-
sencia de pintura rupestre y petrograbados. Afortunadamente, el índice de
vandalismo y saqueo es bajo y antiguo; desafortunadamente, los factores
de riesgo más fuertes que aquejan la zona son de carácter geológico (de-
rrumbes y sismicidad), meteorológico (erosión por viento, lluvia, heladas,
incendio) y biológico (presencia de flora invasiva) (SIG-CINAH-BC, 2019).
Aunque en menor medida, otro factor de riesgo es el desarrollo de obras
de infraestructura gubernamental, mismo que se está atendiendo con la
creación de estudios como el Proyecto de Recorrido de Superficie, Ranchos
Agua de Hechicera, Zacatoza y Japa, Municipio Tecate, B.C. (1ra etapa) que
busca prever daños y llevar a cabo las excavaciones correspondientes en los
sitos que se pudieran ver afectados por obras de infraestructuras privadas
(PORCAYO, 2013a).
Para concluir, sólo resta mencionar que, en el polígono de Sierra Juárez,
se localiza la zona arqueológica abierta al público El Vallecito. Este espacio,
enclavado en las montañas del norte de la Sierra Juárez, se caracteriza por la
presencia de afloramientos rocosos de tipo granítico con una gran diversidad
de motivos pictóricos. Los senderos habilitados para los visitantes permiten
recorrer un circuito de 2 km y apreciar la pintura rupestre de cinco de los
17 resguardos rocosos registrados dentro de la poligonal envolvente de la
Zona Arqueológica. Por su gran valor a nivel regional, dentro de la zona ar-
queológica El Vallecito, se ejecutan programas permanentes de divulgación,
protección e investigación.

Propuesta de modificación del polígono


Existen sitios arqueológicos ubicados entre los 12 y 100 m de distancia fuera
de los límites del polígono de Sierra Juárez que podrían ser incluidos como:
Valle de los Pinos, Campo Minero Juárez, Manuel Duarte –al oeste del po-
lígono− en las coordenadas: UTM WGS84 575809E 3576580N.

43
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Reg. INAH BC Id Nacional Nombre del sitio


999 0 Valle de los Pinos
994 45546 Campo Minero Juárez
998 0 Manuel Duarte

Tabla 3. Sitios arqueológicos en colindancia con el polígono de Sierra Juárez (SIG-CINAH-BC,


2019).

Valle Tranquilo

Descripción de la evidencia arqueológica


En el polígono de Valle Tranquilo se localizan 101 sitios arqueológicos
registrados, 42 de los cuales corresponden a sitios clasificados como
Concentración de materiales (15 específicamente definidos como talleres
líticos), 58 sitios de tipo Conchero y uno de Manifestaciones gráfico-rupes-
tres (SIG-CINAH-BC, 2019) (Figuras 7 y 9).

Figura 9. Sitios arqueológicos ubicados en el polígono de Valle Tranquilo. SIG-CINAH-BC, 2019.

Antecedentes de investigación
A partir de 1995, el Proyecto Arqueológico San Quintín-El Rosario, a cargo
de Jerry Moore y Janine Gasco, realizó recorridos de superficie sistemáticos
en un área delimitada por la Bahía de San Quintín y sus alrededores hasta
100 m de elevación, el valle del Río Rosario hasta 20 km del Océano Pacífico
y la Zona costera entre Bahía San Quintín y el valle del Rosario (MOORE y

44
Áreas prioritarias para la conservación del patrimonio biocultural de Baja California

GASCO, 1997). Con el objetivo de contrastar datos arqueológicos e históricos


para entender el desarrollo de una sociedad indígena y las consecuencias de
su colonización española, el equipo de Moore y Gasco, generó un recorrido
de superficie basado en la selección de una muestra estadística del 10% del
área total de estudio (MOORE y GASCO, 2001). Como resultado de tres
temporadas de campo, se registró un total de 289 sitios arqueológicos, 75
de los cuales se concentran en la zona norte del polígono de Valle Tranquilo.
De esta forma lograron una caracterización cultural de la zona, re-
construir la cronología de ocupación de la región, proponer una densidad
de sitios probable de acuerdo con el modelo de patrón de asentamiento
diseñado y establecer un modelo teórico de patrón de movilidad alto entre
la costa del Golfo de California, la Sierra de San Pedro Mártir y la costa del
Océano Pacífico (MOORE y GASCO, 2010).12
El segundo proyecto que emprendió actividades de prospección ar-
queológica al sur del polígono de Valle Tranquilo es el proyecto Registro
de Sitios Arqueológicos en Baja California a cargo del Arqueólogo Jorge
Serrano (SIG-CINAH-BC, 2019). En sus dos primeras temporadas se había
concentrado en la identificación de sitios con manifestaciones gráfico-rupes-
tres y, a partir de 1991, se incluyeron todo tipo de campamentos localizados
en todo el estado de Baja California (SERRANO, 1992).
Durante la temporada de 1992 se decide realizar el registro de sitios
arqueológicos principalmente en la zona del desierto central, entre los para-
lelos 28 y 30 (SERRANO, 1993) y es en esta temporada en que se registran
seis sitios de tipo Conchero, dos de Concentración de materiales y uno de
Manifestaciones gráfico-rupestres dentro del polígono de Valle Tranquilo
(SIG-CINAH-BC, 2019).
Como parte de la temporada de campo 2017 del proyecto Estudio de
campamentos en la línea costera y valles intermontanos de Baja California,
se llevaron a cabo trabajos de prospección en las Reservas Naturales Punta
Mazo, Monte Ceniza y Valle Tranquilo13, las cuales están protegidas por la
asociación civil, Terra Peninsular (FONSECA, 2018). Como resultado del
recorrido de superficie se registraron 40 sitios arqueológicos. El mayor por-

12 Para más información sobre este proyecto consultar el polígono de San Quintín en este
mismo documento.
13 Cabe aclarar que los límites del polígono Valle Tranquilo y los de la reserva natural
no coinciden. La reserva natural es de menores dimensiones y está incluida dentro del
polígono propuesto como Área prioritaria de conservación.

45
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

centaje de registros se realizó en la Reserva Natural Punta Mazo (40%),


seguida de Valle Tranquilo (33%) y en menor medida en Monte Ceniza
(23%). El porcentaje restante corresponde a dos sitios registrados fuera de
las reservas.
Llama la atención la presencia de concheros de gran extensión en Valle
Tranquilo, sobre todo por estar lejos de la línea de costa −3 a 8 km tierra
adentro− y resulta interesante que se localizan tanto al margen de arroyos
como en las mesas más altas a 206 m s. n. m. (VÁZQUEZ y FONSECA, 2018).

Estado de conservación de los sitios arqueológicos


En el polígono de Valle Tranquilo se localizan principalmente dos tipos de si-
tios: Concheros y Concentración de materiales, por ello destaca la presencia
de un solo sitio de petrograbados localizado al sur del poblado El Rosario.
El sitio con Manifestaciones gráfico-rupestres denominado Acantilado
Mesa de San Carlos es sumamente importante por la cantidad y diversidad
de Figuras, principalmente geométricas, talladas sobre frentes rocosos y
rocas aisladas. De acuerdo con Serrano, el sitio está compuesto por más de
200 petrograbados, asociados a morteros tallados en roca fija y restos de
conchas, hueso y material lítico. Afortunadamente, por su inaccesibilidad se
ha conservado en buenas condiciones y sólo algunas de las rocas presentan
un ligero deterioro por factores naturales (SERRANO, 1992).
Los sitios arqueológicos en Valle Tranquilo se concentran en los extre-
mos norte y sur del polígono; sin embargo, la franja central del polígono no
ha sido objeto de estudios sistemáticos, así que es muy probable que la cifra
aumente de entre 5 y 14 veces más de los sitios previamente registrados, de
acuerdo con los modelos predictivos propuestos por Moore y Gasco para la
zona de San Quintín-El Rosario (MOORE y GASCO, 2001).
Respecto al estado de conservación de los sitios podemos mencionar
que en general, en la zona sur, la afectación ha sido de tipo antropogénica
ligera; no así en la zona norte donde se ha observado un impacto agudo
resultado de desarrollos de infraestructura urbana en la periferia del po-
blado El Rosario y hacia la costa, 13 km al sur del poblado El Socorro (SIG-
CINAH-BC, 2019).
Si bien es una zona que ha sido menos impactada con respecto al res-
to del corredor costero es necesario continuar con el registro sistemático
de sitios arqueológicos, principalmente en la franja central del polígono y
detectar los probables agentes de deterioro para controlar o disminuir los
daños, ya sea por factores naturales y/o antropogénicos.

46
Áreas prioritarias para la conservación del patrimonio biocultural de Baja California

Propuesta de modificación del polígono


Para finalizar sólo resta recomendar extender el polígono al este entre las
coordenadas UTM WGS84 635748E 3336217N y 638469E 3334089N para
incluir los sitios Pase 174, Pase 175, Pase 176, Pase 282, Pase 284 y Pase 285.

Reg. INAH BC Id Nacional Nombre del sitio


561 34096 Pase 174: 47-2
562 34097 Pase 175: 47-3
563 34098 Pase 176: 47-4
565 33870 Pase 282: 66-1
567 33872 Pase 284: 66-3
568 33873 Pase 285: 66-4

Tabla 4. Sitios arqueológicos en colindancia con el polígono de Valle Tranquilo. SIG-CINAH-BC,


2019.

Comentarios finales
El territorio bajacaliforniano, de gran riqueza natural, es también un espacio
donde aún se conserva una importante cantidad de sitios arqueológicos;
huella del paso de diferentes oleadas migratorias de cazadores-recolectores-
pescadores que recorrieron el norte de la península de Baja California.
A partir del diagnóstico realizado en los polígonos de Colonet, Punta
Banda, San Pedro Mártir, San Quintín y Sierra de Juárez, podemos señalar
que son áreas donde se concentran sitios arqueológicos que, en general, se
encuentran en un buen estado de conservación. En Colonet, Punta Banda y
San Quintín se localiza un mayor número de sitios tipo Conchero, mientras
que Sierra Juárez y San Pedro Mártir, se caracterizan por la presencia de
sitios con Manifestaciones gráfico-rupestres. La abundancia de sitios en
cada polígono es relativa al número de investigaciones que se han llevado a
cabo en cada región no refleja necesariamente el número de sitios existentes
pues todavía hay grandes extensiones de territorio por explorar.
Esperamos que este análisis sirva también como un estado de la cues-
tión sobre los estudios que se han realizado hasta el momento, permita
identificar las áreas que requieren mayor atención y el tipo de factores de
destrucción que las aquejan. Baja California es un laboratorio ideal para la
investigación de las sociedades nómadas y seminómadas; tenemos preguntas
pendientes por contestar en materia de patrón de asentamiento, alimenta-
ción, aprovechamiento de los recursos naturales, cosmovisión, fronteras

47
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

estilísticas, costumbres funerarias y un sinfín de temas que podrían desa-


rrollarse si logramos conservar no sólo los sitios sino las áreas donde éstos
se localizan para poder entenderlos de forma integral.
La posibilidad de conjugar esfuerzos para la protección del patrimonio
biocultural debe ser aprovechada para proponer a los tres niveles de gobier-
no, alternativas de conservación de zonas donde se concentren, por ejemplo,
endemismos en flora y fauna y casos singulares de sitios paleontológicos,
arqueológicos o históricos. En la medida en que logremos seleccionar, ca-
racterizar y destacar la necesidad de proteger ciertas áreas podremos hacer
un frente común para contribuir a su perpetuidad, para la investigación y
el disfrute de futuras generaciones.

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52
53

PROYECTO ARQUEOLÓGICO
VALLE DEL RÍO SÚCHIL,
ZACATECAS Y DURANGO

Guillermo Córdova Tello


Estela Martínez Mora
Dirección de Estudios Arqueológicos-INAH

Resumen – En este artículo presentamos algunos aspectos estudiados sobre el desarrollo


de la minería y a la industria lapidaria que nos permitieron reconocer una tendencia hacia la
especialización artesanal y, por consiguiente, hacia la división social del trabajo; ambos aspectos
de suma relevancia en la comprensión de los procesos de cambio en sociedades complejas.

Introducción

L
os estudios arqueológicos en la región de Chalchihuites, Zacatecas,
México iniciaron en la primera década del siglo XX. En estos más
de cien años transcurridos, se ha podido documentar la existen-
cia de una sociedad que alcanzó un considerable grado de complejidad.
Como parte de este esfuerzo por comprender a las sociedades pretéritas de
Chalchihuites, junto con la maestra Estela Martínez, iniciamos en 2004 el
Proyecto Arqueológico Valle del río Súchil, Zacatecas y Durango que tiene
como objeto aproximarnos al conocimiento de las dinámicas que generaron
dicha complejidad. Nuestro proyecto tiene un enfoque regional y mediante
técnicas de prospección arqueológica, hemos identificado diversos asenta-
mientos, yacimientos minerales y áreas de trabajo, así como información
relevante del entorno físico que nos permitió apreciar una configuración je-
rárquica regional, con una gran población extendida en un amplio territorio.
El área de estudio se localiza en la porción oeste del estado de
Zacatecas, a 230 km de la ciudad capital y al sureste de Durango. Abarca
parte del territorio de los municipios de Chalchihuites en Zacatecas y Súchil,
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

en Durango. Particularmente se encuentra en las estribaciones orientales


de la Sierra Madre Occidental.
Los materiales arqueológicos estudiados, provienen de la excavación
de contextos domésticos y funerarios de los sitios arqueológicos Cerro
Moctehuma, El Bajío y Pajones y los resultados de su análisis nos propor-
cionaron datos sobre la posible existencia de especialistas en lapidaria.
Los trabajos arqueológicos previos en la región fueron realizados por
investigadores notables como Don Manuel Gamio quien, en 1908, excavó
el salón de las columnas del sitio arqueológico de Alta Vista. Además, ex-
ploró algunos túneles que él denominó “cavernas”. Pensó que éstas fueron
hechas artificialmente por grupos que habitaban en los valles y las inter-
pretó como refugios temporales en momentos de peligro (GAMIO, 1910).
Posteriormente, Noguera (1930) comparte la idea de Gamio y propone que,
en efecto, se tratan de “cavernas” cuya función era habitacional, pero no
profundiza en su estudio.
La actividad minera prehispánica fue identificada por Charles Kelley
en 1960 (KELLEY, 1971), cuando realiza recorridos de superficie en la re-
gión e identifica las ¨cavernas¨ de Gamio como grupos de minas. En estos
recorridos de superficie, Kelley y su equipo localizaron tres grupos: Rancho
San Rafael, Alejandro y Ejido Cárdenas. En 1965, Phill Weigand, miembro
del equipo de Kelley, inició una investigación que consistió en el muestreo
y reconocimiento de los distintos grupos de minas. Los resultados desta-
cados de esta investigación pueden ser el reconocimiento de seis grupos de
minas; cuatro de ellos ubicados en la zona del Río Colorado (Rancho San
Rafael, Rancho Colorado, San José y Alejandro); y dos en el valle del Río
San Antonio (Gualterio y Ejido Cárdenas).
En 1968, Weigand publica sus resultados señalando que detecta cuatro
minerales que probablemente se extraían de las minas: hematita, pedernal,
riolita y algunas variedades de cuarzo, señalando que los materiales antes
mencionados no pudieron ser suficiente incentivo para motivar la mine-
ría con la intensidad que presenta la región de Chalchihuites (WEIGAND,
1968:50). Otro de los resultados de su investigación es la descripción de los
materiales arqueológicos localizados al interior de las minas: teas de ocote
utilizadas para iluminar el interior de las minas, mangos de pino que se
empleaban para sujetar los mazos, marros y hachas de piedra. Plantea que
estos mangos debieron de recibir algún tratamiento especial puesto que su-
jetaban las herramientas de trabajo con una sola pieza de pino; no se notan
fracturas ni quiebres en la zona curveada, por lo tanto, supone que se debió
implementar una técnica especial para permitir su doblez. Dentro de los ar-

54
Proyecto arqueológico Valle del río Súchil, Zacatecas y Durango

tefactos de piedra reporta dos tipos: los raspadores y núcleos localizados en


la parte exterior de las minas y los mazos y hachas identificados al interior
de las minas, los cuales asocia con el trabajo directo de extracción (op. cit.).
Posteriormente, en 1992, Vicent Schiavitti realiza recorridos de super-
ficie., recupera 40 muestreos de antorchas, teas de ocote y madera calcinada
para fechamientos por C14 y correlaciona distintos sitios con grupos de
minas. Con los datos obtenidos propone que existen dos momentos dentro
de la explotación minera. En el primero la minería se caracterizaba por ser
de “acceso directo”, de baja escala y poco organizada; y la segunda, más
extensiva. Según los fechamientos obtenidos por él, el periodo inicial de
extracción ocurrió en fechas cercanas a 400 d. C. y el periodo de apogeo
sucede entre los años 650 al 950 d. C. (SCHIAVITTI, 1996).
Los resultados de estas investigaciones pusieron de manifiesto la im-
portancia de la actividad minera en el desarrollo de la complejidad social
de Chalchihuites, más aún cuando, en las excavaciones que efectuó Kelley
en el sitio de Alta Vista, recuperó una gran cantidad de teselas, pendientes
y cuentas de piedra azul-verde en contextos funerarios. En un principio se
pensó que estas llamativas piezas provenían de las minas locales, pero los
trabajos de Weigand no pudieron demostrar tal supuesto, incluso analizó
algunas muestras mediante métodos químicos que ubicaban su procedencia
en el Suroeste norteamericano.
A pesar de los trabajos anteriores, prevalecían algunas cuestiones: ¿De
dónde provenía la materia prima de las piezas lapidarias encontradas en
contextos arqueológicos de Alta Vista? ¿Qué materiales eran extraídos de
las minas subterráneas y en qué se empleaban? ¿Cuál era la importancia de
la minería local en el proceso de complejidad social?
Para contribuir a la resolución de estos planteamientos, se realizaron
una serie de análisis físicos y químicos a los artefactos recuperados median-
te excavaciones controladas y obtuvimos información que nos hace pensar
que la producción de lapidaria y otros bienes de prestigio fueron un factor
considerable en la evolución y cambio social en la región de Chalchihuites,
era durante la segunda parte del primer milenio.

Planteamiento de la investigación
En este artículo presentamos algunos aspectos estudiados sobre el desarro-
llo de la minería y a la industria lapidaria que nos permitieron reconocer
una tendencia hacia la especialización artesanal y, por consiguiente, hacia
la división social del trabajo. Ambos aspectos de suma relevancia en la com-
prensión de los procesos de cambio en sociedades complejas.

55
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Hasta ahora se ha pensado que la extracción minera local era una de


las principales actividades económicas que pudieron apremiar el proceso
de complejidad social en Chalchihuites prehispánico debido a que su pro-
ducción, se calcula, excedía por mucho el consumo local. Pero como hemos
visto, aún no estaba claro lo que se extraía, ni en que empleaban estos pro-
ductos. En nuestra opinión, el hecho de que cerca del 95% de los artefac-
tos recuperados de piedra azul-verde que fueron elaborados en los centros
rectores y poblados de la localidad empleando en su manufactura turquesa
proveniente de minas del Suroeste norteamericano, pudiera indicar que la
industria lapidaria fue más bien la actividad económica que aportó mayor
excedente a las élites gobernantes y por ello fue una actividad, hasta cierto
punto, dirigida por dichas élites.

Métodos y materiales
Las tareas iniciales del Proyecto Arqueológico Valle del Río Súchil,
Zacatecas y Durango consistieron en cuatro temporadas de prospección
arqueológica en los valles de los ríos San Antonio y Colorado, donde re-
gistramos un total de cuarenta y cinco sitios incluyendo nueve grupos de
minas subterráneas. En el valle del río San Antonio, registramos cuatro
grupos: El Vergel, Ejido Cárdenas, Los Monos y Los Obligados. En el valle
del río Colorado cinco: Ciénega-La Boquilla (o San José), La Cofradía, La
Escondida, Los Álamos y San Rafael (algunos de estos grupos habían sido
previamente reportados, pero era necesario ampliar su registro). También
efectuamos seis temporadas de excavación en contextos domésticos de los
sitios arqueológicos de Cerro Moctehuma, El Bajío y Pajones. Además, re-
colectamos muestras del interior de las minas con el objeto de identificar
los materiales que explotaban los antiguos habitantes de la región.

56
Proyecto arqueológico Valle del río Súchil, Zacatecas y Durango

Figura 1. Región de estudio y localización de sitios registrados.

En primer término y debido a la importancia y escala de la actividad


minera, era necesario saber qué se explotaba en las minas subterráneas y
en qué eran empleados estos materiales. Para tal efecto, contamos con la
valiosa colaboración de nuestro amigo, ingeniero en minas y arqueólogo
Adolphus Langenscheidt, con quien tomamos muestras del interior de las
minas, de los rebajes y de sus salidas toda vez que era el punto donde todos
los mineros transitaban con su cargamento y, por tanto, donde se podrían
acumular derrames accidentales del material de tamaño fino en su acarreo
hacia los lugares donde se llevaba a cabo la depuración. De esta manera se
recuperaron las muestras: primeramente, excavamos la capa estratigráfica
que se depositó después del abandono de las minas. Se tomó una muestra
de unos cinco kilos del material que consideramos el piso que los antiguos
mineros pisaron y que se encontraba cerca de la roca madre. Este material se
revolvió sobre una tela y se procedió a reducir su volumen mediante “cuar-
teo” para evitar sesgos que favorecieran la colecta de una parte de la muestra
en detrimento de otra. Así se repitió el cuarteo una o dos veces hasta que
cada muestra representativa se redujo a unos 250 gramos. Estas muestras

57
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

se envasaron y etiquetaron. Ya en la Ciudad de México, Langenscheidt las


lavó en agua para retirarles la materia orgánica y ordenó su análisis químico
por espectrofotometría de absorción atómica y fundición, escorificación y
copelación en Investigaciones Geoquímicas S. A.

Figura 2. Interior de mina prehispánica.

Por otro lado y ante la ausencia de piedras azul-verde en el conglome-


rado del interior de las minas, necesitábamos saber el origen de la materia
prima con que fueron hechas las piezas de turquesa que aparecían en los
contextos funerarios. Nuevamente acudimos a los especialistas. En este
caso invitamos a colaborar en el proyecto al arqueólogo Emiliano Melgar
del Laboratorio de Lapidaria de Templo Mayor en la Ciudad de México y
éste, a su vez, invitó al Dr. Ruvalcaba del Instituto de Física de la UNAM
quienes determinaron la composición mineralógica empleando las técnicas
de fluorescencia de luz ultravioleta y fluorescencia de rayos X.
Aunado a lo anterior, Melgar realizó análisis tecnológicos. Mediante el
empleo de la arqueología experimental, se reprodujeron los diferentes tipos
de modificaciones que presentan las piezas arqueológicas con herramientas
y procesos referidos en contextos arqueológicos y fuentes históricas, com-
parando sistemáticamente las huellas resultantes.

58
Proyecto arqueológico Valle del río Súchil, Zacatecas y Durango

Resultados
En todos los resultados de los análisis se identificó contenido de oro en baja
concentración, en el rango de décimas a centésimas de gramo por tonelada.
También pudimos confirmar la ausencia absoluta de piedras azul-verdes en
el interior de las minas.
Con relación a los resultados de los análisis mineralógicos tenemos que
las tonalidades reflejadas bajo la luz ultravioleta de la lámpara mineralógica,
al compararlas los tonos con las muestras de referencia, coincidieron con
muestras de referencia procedentes del Sureste de Estados Unidos.
Con el análisis de fluorescencia de Rayos X, pudimos observar que la
mayoría de las piezas del sitio de Pajones coinciden con las minas de Nuevo
México. Y las piezas procedentes del sitio El Bajío, coinciden con las minas
de Arizona (MELGAR et al., 2014).
Los análisis tecnológicos indican que la mayoría de los objetos fueron
desgastados con metates de riolita, cortados con lascas de pedernal, perfo-
rados con buriles de pedernal, pulidos con nódulos de pedernal y bruñidos
con piel (MELGAR, op. cit.)

Figura 3. Percutor de cintura con mango original recuperado del interior de mina. Exhibido en el
Museo de la Quemada, Zacatecas.

59
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Discusión
En el caso de la presencia de bajos valores de oro, su posible uso en la época
prehispánica implicaría una gran eficiencia en aprovechamiento del recurso,
así como abundancia de mano de obra. Cabe decir que las bajas “leyes” del
mineral harían incosteable una operación minera actual. Sin embargo, en
la antigüedad prehispánica los costos no eran el factor para decidir el apro-
vechamiento de los recursos naturales. No podemos asegurar la explotación
y uso de oro en la producción de algún bien. No tenemos registro arqueoló-
gico alguno. Pero debido a estos resultados, hoy tenemos que considerar su
posible uso dado su presencia en las minas subterráneas.
Como resultado de nuestras investigaciones podemos afirmar que el
conglomerado de las minas subterráneas de Chalchihuites presenta poca
variedad mineralógica. Solo se distinguen clastos de roca caliza, de peder-
nal, y de hematita. Estos materiales fueron muy útiles para los antiguos
habitantes. Con ellos elaboraron diversas herramientas y la hematita fue
empleada en la producción de pigmentos utilizados en la decoración de la
refinada alfarería chalchihuita, pero se debe recordar que eran materiales
comunes y abundantes en casi toda el área mesoamericana y no constituían
materiales raros ni se consideraban valiosos.

Figura 4. Pulidor de Joyero en arenisca procedente del suroeste de EUA recuperado en Cerro
Moctehuma.

60
Proyecto arqueológico Valle del río Súchil, Zacatecas y Durango

Figura 5. Ajuar funerario, Entierro 7, Pajones.

En consecuencia, no pudimos identificar, por esta vía, el origen de las


piedras azul-verdes, materia prima con la que se elaboraron los adornos
que bien pueden ser considerados bienes suntuarios. La comparación de las
coloraciones emitidas bajo la luz ultravioleta de los objetos arqueológicos
y la muestra de referencia coincidieron con turquesas del Sureste de los
Estados Unidos y menos de un 5% que procedían de las vetas locales de
malaquitas, azuritas y crisocolas que fueron identificadas en nuestro trabajo
de prospección en la base del cerro Picacho Pelón.
El hecho de que la materia prima con que fueron hechos los mosaicos,
pendientes y collares arqueológicos encontrados en los entierros de ciertos
personajes del Chalchihuites prehispánico, fuera importada de un lugar muy
lejano, que algunas herramientas como los pulidores de lapidaria o Lajas
de Joyero, también fueran importadas del Sureste norteamericano, podría
indicar la relevancia de la industria lapidaria en el proceso de complejidad
social de Chalchihuites. Así pues, podemos suponer la existencia de espe-
cialistas produciendo bienes de prestigio que eran utilizados localmente y
bien pudieron ser exportados. Hasta ahora, no hemos documentado la exis-
tencia de estos productos en algunos centros importantes de Mesoamérica,
a excepción de una pieza encontrada en la antigua ciudad de Monte Albán

61
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

(MELGAR, comunicación personal) y un collar elaborado en concha y tur-


quesa procedente de Michoacán que es idéntico a uno encontrado en el sitio
El Bajío en Chalchihuites y pendiente de estudio.
En síntesis, los resultados de nuestras investigaciones realizadas
hasta ahora en el Valle del río Súchil, nos permiten sugerir la idea de un
desarrollo heterárquico (JOHNSON y EARLE, 2003) ocurrido durante el
llamado periodo Clásico tardío y Epiclásico (450-950 d. C.) y uno de los
factores importantes para la generación de una economía política fue sin
duda la elaboración de bienes de prestigio en la que emplearon herramientas
y materia prima (turquesa) de las regiones de Nuevo México y Colorado, en
EE.UU., obtenidos mediante intercambio y comercio. Esto último, muestra
que la región de Chalchihuites fue un importante eslabón en la esfera de
intercambio e interacción macrorregional entre el suroeste norteamericano
y el centro-noroeste de México.

Figura 6. Collar de concha y turquesa procedente de pajones.

Agradecimientos
La actividad docente fue un aspecto central en nuestro proyecto, la forma-
ción de profesionales en arqueología y otras disciplinas es una característica
que podemos destacar pues, en el marco de esta investigación se han gene-
rado diversas tesis de licenciatura y posgrado y en distintas disciplinas. Por
lo anterior, queremos agradecer a nuestros alumnos de la Escuela Nacional
de Antropología e Historia con quienes, durante diez temporadas de campo,
hicieron posible el desarrollo de nuestro proyecto de investigación, ellos par-
ticiparon de manera entusiasta en la generación de parte de la información
presentada aquí. También queremos expresar nuestro agradecimiento a los
pobladores y autoridades municipales de Chalchihuites por apoyarnos en
nuestras estancias y hacernos sentir como en casa.

62
Proyecto arqueológico Valle del río Súchil, Zacatecas y Durango

Bibliografía

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American Southwest and Mesoamerica: Systems of Prehistoric Exchange,
New York, Plenum Press, pp. 159-177.

P.D. Todas las imágenes son propiedad del Proyecto arqueológico Valle del río Súchil, Zacatecas
y Durango.

63
65

ESPEJOS DE VIDA Y MUERTE,


PROCESOS CULTURALES
EN EL CEMENTERIO
MUNICIPAL DE COLIMA 1

Fernando González Zozaya


Centro INAH Colima

“Así como el hombre fuerte se complace en su destreza física, deleitándose con


ejercicios que pongan en acción sus músculos, así goza el analista en la actividad
espiritual que significa ´desenredar´. Se complace aún en las ocupaciones más
triviales que ponen en juego su talento. Le gustan los enigmas, los acertijos, los
jeroglíficos y al solucionarlos demuestra un grado de perspicacia que, para el
resto de las mentes, parece sobrenatural. En realidad, sus resultados, obtenidos
a través del alma y la esencia del método, tienen el aire de la intuición”
Edgar Allan Poe. Los asesinatos de la calle Morgue.

Resumen – En muchos países la revalorización sobre el estudio de los cementerios y sus


moradores desde diferentes enfoques y disciplinas ha resultado en un mar de conocimiento.
Las investigaciones sobre la historia cultural de estas áreas funerarias tan cercanas físicamente
y tan alejadas a su vez, ha sido un verdadero reto, pues el mero registro de la diversidad de
los monumentos funerarios, la dificultad de construir puentes desde la arqueología, la poca
integración de especialistas en antropología física y la falta de enfoques integrales, hacen de este
tema una verdadera delicia en la construcción de explicaciones a preguntas básicas. Este trabajo
monográfico en el Cementerio Municipal de la Ciudad de Colima intenta contestar preguntas
elementales sobre el cómo, cuándo y el porqué de la conformación de este espacio funerario. Y,
sobre todo, reflexionar acerca de la relación de los muertos con los vivos del exterior.

1 Agradezco la colaboración del arqueólogo Ramón López Montes, el cual participó


activamente en los procesos de campo y gabinete de las exploraciones arqueológicas.
A la antropóloga Rosa María Flores por su trabajo de antropología física; a Fabiola
Esquivel por la revisión total y enriquecimiento del texto, y por último a la arquitecta
Cynthia Polanco por su labor de apreciación arquitectónica.
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Introducción

E
xiste entre muchas culturas del orbe, una famosa frase popular que
dice: “para conocer a los pueblos, solo basta ir a sus mercados, sus
cantinas y sus cementerios”. Este escrito se refiere a este último
aspecto, al estudio del ámbito funerario en el Cementerio Municipal de
Colima desde una visión integradora histórica-arqueológica-antropológica.
El espacio mortuorio al que nos referimos es llamado Cementerio
Municipal o Panteón de las Víboras2 el cual fue fundado en el año de 1883,
estableciéndose como la opción más viable para tratar de evitar los azotes
de la fiebre amarilla, la cual en ese entonces diezmaba a la población local
de manera incontrolable.
Este “nuevo” espacio mortuorio fue el resultado de una antigua mudan-
za de cuerpos y monumentos funerarios de un anterior cementerio, a solo
cinco meses de ser inaugurado (ubicado a 2 km al sur de la actual calzada
Galván y Madero). El antiguo cementerio sufría de un grave problema, pues
al encontrarse el manto freático de manera superficial, el terreno se inunda-
ba de manera recurrente y cada vez que se intentaba realizar una excavación
en épocas de lluvia era casi imposible la inhumación. Así, el evento de mudar
todo un cementerio resultó que, en el nuevo destino funerario, algunas de
los monumentos tienen fechas anteriores a la fundación de este.3
200 años de historia de Colima pueden ser apreciados en este peculiar
espacio funerario, pues la vida y muerte de los habitantes de la mayoría de

2 Toma su nombre por la creencia popular de ser un espacio profundamente enmontado, y


repleto de dichos reptiles de lenguas bífidas.
3 “República Mexicana, Gobierno del estado libre y soberano de Colima. Secretaría al
C. Dr. Gerardo Hurtado Presente. Habiendo temores de que el estado pantanoso en
que ha quedado el panteón de esta capital por la abundancia de lluvias pudiera ser
una causa para que se desarrollara entre la población alguna epidemia o peste por las
emanaciones pútridas que se desprenden por la descomposición de los cadáveres a
flor de tierra entre agua, puesto que ella impide cavar las sepulturas a una profundad
conveniente, el Ejecutivo ha tenido á bien acordar se clausure provisionalmente dicho
panteón, abriéndose otro en un punto que sea materia de un examen detenido por parte
de personas inteligentes y conocedoras de la topografía de esta ciudad, así como de sus
vientos reinantes… Y lo comunico a Ud. esperando sirva aceptar la comisión referida en
el obsequio al patriotismo en Ud. reconocido. Libertad y Constitución. Colima, octubre
10 de 1883. Gildardo Gómez. Secretario de Gobierno.” En: El Estado de Colima. Tomo
XVII, número 41, p. 163, octubre 5 de 1883.

66
Espejos de vida y muerte, procesos culturales en el Cementerio Municipal de Colima

Colima del siglo XIX y gran parte del siglo XX, han quedado perpetuada en
vastos monumentos arquitectónicos emplazados en un espacio físico ideal
para ser la última morada de los habitantes de Colima. Dos siglos de his-
torias personales, familiares y colectivas; una forma de ser ante la vida y
la muerte plasmadas en un espacio que no muchos conocen: el espacio de
los muertos.
La última morada de los colimotes fue elegida por estar ubicada lo más
lejano a la población y por tener la topografía idónea que evitara las inun-
daciones de las fosas. Sin embargo, producto del crecimiento urbano, hoy
está integrado a la traza urbana del Colima moderno, rodeado por unidades
habitaciones y ubicado al costado de una de las avenidas más transitadas de
Colima: la Calzada Galván. El cementerio es para los habitantes del Colima
actual un espacio tan habitual a su vista, que como definiría el antropólogo
francés Marc Augé4, se ha convertido en un “no-lugar” para referirse a los
espacios públicos de transitoriedad que no tienen suficiente importancia
para ser considerados como “lugares” o que simplemente rayan en el ano-
nimato. El cementerio como “no-lugar” resulta un concepto contradictorio
si nos referimos a éste como el lugar donde descansarán los habitantes de
la cuidad de Colima el resto su existencia.
El Cementerio Municipal de claro corte y normativa laica, de traza re-
ticular y con una enorme diversidad de monumentos funerarios (pasando
del eclecticismo, el neogótico “tropical”, neobarroco, neoegipcio, y hasta
neoindigenista5) protegido por su enorme barda perimetral. Es el espacio
donde se han depositado un sinfín de cadáveres y como bien dicen los sepul-
tureros: “hay más muertos aquí que vivos afuera”. Aunque “oficialmente”
se encuentra repleto, a más de un siglo de su inauguración, en la práctica se
continúan depositando nuevos cuerpos con su consiguiente procesión, ritual
funerario, ofrenda y monumento, convirtiéndose en una fiel radiografía so-
bre el cómo se nace, se vive, se desarrolla y muere una sociedad sumamente
particular en el occidente mexicano; la colimota.
La intención de este ensayo es transitar en un ejercicio lúdico y feno-
menológico entre los vivos y los muertos, entre la comparación de aspectos

4 AUGÉ, Marc (1992). Los “no lugares”, espacio de anonimato. Una antropología de la
sobremodernidad. Gedisa, España.
5 Dicha clasificación de los estilos arquitectónicos es definida y descrita a detalle en el
texto: HUERTA SANMIGUEL, Roberto. El camposanto de las víboras. Una historia
sepultada. México, Secretaría de Cultura de Colima/CNCA/CND/FECA, Universidad
de Colima, 1997.

67
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

culturales dentro del espacio físico mortuorio y la ciudad de Colima actual;


entre aspectos simbólicos y rituales universales, como un espejo de vida
y muerte, ya que se sigue comprobando que hasta el final de nuestra exis-
tencia, la muerte nos iguala en destino, más no en clase social, prácticas
culturales y sentido de vida.
Hablar sobre el tema de la muerte es tan vasto y completo como hablar
de la vida misma. Millones de referencias existen en las bibliotecas del mun-
do, subtemas sobre este aparecen a medida que conocemos más a profun-
didad. Tan complejo y basto es este aspecto que disciplinas y subdisciplinas
dedican su interés de investigación en tratar de entender este fenómeno
inevitable: tanatología, psicología de la muerte, bioarqueología, antropolo-
gía funeraria, arqueología de la muerte, antropología física, antropología
forense, necrología y muchas otras disciplinas, desde su peculiar enfoque
para trata de explicar el misterio de lo que significa la muerte.

I.- El Cementerio Municipal como sitio arqueológico e histórico


El Cementerio Municipal se encuentra en el noroeste de la ciudad de Colima,
ubicado rumbo a la salida al estado de Jalisco, exactamente al pie del anti-
guo camino Real de Colima. Se localiza muy cercano a las instalaciones de
la Universidad de Colima y las áreas deportivas.

Al norte limita con la calle Laguna de Amela, que forma parte de la


Colonia de las Víboras, al oriente con el Fraccionamiento Villas de San
Sebastián y por el sur con la Colonia Fovissste y el Fraccionamiento
Camino Real, hacia el poniente con la Avenida Camino Real […].6

La superficie que comprende el terreno actual del cementerio alcanza un


total de 13’791,000 m²,7 es decir, cerca de 14 hectáreas bardeadas perime-
tralmente y destinadas para deposiciones funerarias. Es interesante hacer
notar que el cementerio se ubicó sobre un espacio natural conformado por
lomas tepetatosas, las cuales fueron utilizadas desde época prehispánica
como lugares aptos para su habitabilidad por no ser terrenos inundables,

6 MACEDO CRUZ, F. (2002) Análisis de alteraciones y deterioros de la sección


antigua del Cementerio Municipal y propuesta de restauración de un monumento.
Tesis de maestría en Arquitectura, México, Universidad de Colima, p. 60.
7 Ibídem, p. 63.

68
Espejos de vida y muerte, procesos culturales en el Cementerio Municipal de Colima

así mismo, se aprecia la cercanía con el arroyo Manrique, el cual abasteció


de agua corriente y potable a los pobladores del lugar desde época pretérita.
Al adentrarnos y observar la disposición de los monumentos funera-
rios se percibe claramente una división espacial dentro del cementerio, la
cual denota dos grandes secciones funerarias (las que a su vez pueden ser
subdivididas con mayor detalle según su uso, temporalidad e incluso la
clase o grupo social que lo habita): la primera de ella es la más antigua, al
remontarse a finales del siglo XIX, ubicada al noreste del mismo y localizada
en la parte más alta; y la segunda se conoce como sección nueva, dispuesta
en el oeste con proximidad a la fachada. Cada una en su extensión ocupa
aproximadamente el 50% de la superficie del camposanto.

Figura 1. Se señala el terreno del Cementerio Municipal enmarcado en la planicie inclinada SW del
valle de Colima. Google Earth 2019.

69
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 2. Se muestra el levantamiento topográfico del cementerio, observando a la izquierda la


traza urbana de la nueva sección y del lado derecho la sección antigua delineada en color rojo.

Las tumbas del Cerrito, los primeros moradores


Dentro de la sección antigua se genera una división más, producto de la
topografía del sitio. A simple vista hacia el norte de la sección, se observa
una elevación de casi 4 m de altura, la cual tiene una dirección norte-sur.
Es en este espacio natural donde se encuentran los monumentos funerarios
con mayor antigüedad, el cual es conocido como las “Tumbas del Cerrito”8,
cuyos entierros se caracterizan por el contraste que generan con los sepul-
cros más recientes. Se trata de mausoleos, túmulos, capillas y lápidas teñidas
de azul añil, de características propiamente decimonónicas que presentan
ciertos deterioros. Algunas en la actualidad han sido restauradas y nos dan
una idea de una disposición desordenada, infiriendo que en el momento de
la construcción de las fosas o gavetas no existía la traza de calles dentro del
“Cementerio de las Víboras” como las que existen actualmente en el ahora
nombrado “Cementerio Municipal”.

8 Ibíd., p. 66.

70
Espejos de vida y muerte, procesos culturales en el Cementerio Municipal de Colima

Figura 3. En una vista general del área del Cementerio, se muestra dentro de un círculo verde el
área explorada, también denominada “Tumbas del Cerrito”.

Figura 4. Perspectiva del área de las Tumbas del Cerrito.

71
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Como nota al margen, llama la atención que es justamente donde se


ubican las primeras tumbas donde se han encontrado restos arquitectó-
nicos que se remontan al periodo prehispánico. Así, el espacio territorial
del cementerio no fue siempre usado con esta función, pues su utilidad se
remonta desde aquellas lejanas épocas.9 La reutilización de los espacios
ha sido una constante a lo largo de todo el poblamiento de Colima. Los di-
versos fenómenos naturales y culturales han provocado una superposición
de etapas ininterrumpidas en todo el Valle de Colima. El Cementerio no
es la excepción. Exploraciones arqueológicas recientes demostraron que,
en todo el panteón −y específicamente en esta área−, las exploraciones ar-
queológicas arrojaron una profundidad histórica del espacio desde la fase
Ortices, Comala, Colima, Armería y Chanal. Fases, las cuales, a excepción
de Capacha, representan toda la temporalidad de evidencia prehispánica en
la región; por lo que podemos hablar de una presencia de actividad humana
que va desde el 400 a. C. hasta el contacto con la civilización hispánica.
Los materiales arqueológicos recuperados consistieron en tiestos ce-
rámicos, lítica pulida y tallada, figurillas y los restos de una unidad habita-
cional. Dentro de estos alineamientos se localizó un acomodo de piedras a
manera de circunferencia de lo que fuera un horno. Por otro lado, dispuesto
en las laderas del Cerrito, las exploraciones dejaron al descubierto un muro
de piedra en forma de “L” edificado para la contención de lo que fuese una
plaza prehispánica. La construcción de este este elemento arquitectónico,
permite la conformación una plaza elevada sobre el Cerrito. Esta plaza, con-
tenida por un conglomerado de piedras al sur, la cual, según la profundidad
en que fue hallada la arquitectura (desplantes y alineamientos), pudo estar

9 En el año 2003, tras un sismo de gran magnitud, la ciudad de Colima sufrió daños
severos en su arquitectura y el Cementerio Municipal no estuvo exento de ellos, por lo
cual las tumbas afectadas fueron intervenidas por la Sección de Monumentos Históricos
del INAH Colima, mediante el programa federal del FONDEN, para investigar el área
donde se ubican las “Tumbas del Cerrito. Derivado de esta intervención y con la idea
de realizar una investigación más profunda y ordenada en el sitio, que sustentara la
protección de los vestigios, se solicitó la colaboración de autoridades municipales
para llevar a cabo un proyecto de investigación arqueológica en forma, el cual tuvo
como tarea realizar exploraciones en la parte norte, la parte más antigua del actual
Cementerio Municipal de la ciudad de Colima. El trabajo de campo fue realizado
durante las primeras tres semanas del mes de diciembre del 2007, obteniendo una visión
general de los procesos culturales del sitio mediante la recuperación y registro de los
materiales cerámicos, óseos, líticos y otros, que fueron analizados obteniendo resultados
satisfactorios.

72
Espejos de vida y muerte, procesos culturales en el Cementerio Municipal de Colima

a menos de 1 m de la superficie actual, conservando el desnivel que presenta


en la actualidad el sitio (Figura 5).

Figura 5. Reconstructivo hipotético del sitio arqueológico de la fase Armería-Chanal, a partir de la


evidencia material arquitectónica registrada. Se observa hacia el sureste el gran muro de conten-
ción que da forma a una plataforma en forma de “L”. Así mismo se percibe la plataforma rectangu-
lar hacia el norte de la plaza central y un pequeño muro simple de contención.

La sección nueva… los nuevos los moradores


En el Cementerio Municipal pasa de todo. Al igual que en el exterior, al in-
terior funciona como un espejo, ya que cada acto se refleja adentro y afuera.
La barda perimetral como zona liminar no sirve de frontera “infranqueable”;
es más una frontera que no existe. Todo lo que ocurre en el moderno Colima
ocurre en el cementerio, lo bueno y lo malo, lo inverosímil, lo absurdo, lo
cotidiano y lo extraordinario.
Al realizar una comparación, a partir de los rasgos culturales obser-
vados en el cementerio municipal de Colima con la actual ciudad, podemos

73
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

proponer que la sección vieja del cementerio es equivalente al centro his-


tórico de Colima, por lo que entonces podemos equiparar, con todas las
salvedades, a la nueva sección de éste con los diversos barrios y colonias
del Colima actual (El Tíboli, La Albarrada, las colonias del norte de Colima,
por ejemplo).
Existe inmediatamente, contigua a la zona de monumentos funera-
rios del siglo XIX −hacia el oeste en la parte baja−, una sección propiedad
del municipio de Colima, donde el concepto de perpetuidad10 no existe, a
diferencia del resto del panteón. Es aquí donde los moradores de escasos
recursos son depositados sin ningún costo; con la única condición de que
pasando el tiempo serán exhumados para dar cabida a nuevos cuerpos.
Pequeños túmulos, fosas simples con y sin gavetas, entierros sencillos
y hasta enterramientos por parte de la Procuraduría General de Justicia del
estado de Colima, son dispuestas en un sin patrón anárquico, a tal grado
que es casi imposible caminar por el hacinamiento, sin pisar alguna señal
de restos fúnebres donde la única identificación es un macabro “epitafio”
grabado en yeso que dice: “mujer desconocida, se localizó debajo del puente
del Tíboli”.
En esta área del panteón, al igual que en las colonias marginadas de
Colima, lo primero que salta a la vista es que pesar de las limitaciones
económicas de las edificaciones existe un colorido especial, una viveza de
tradiciones, un verdor inusitado, e incluso un cuidado especial en cada tum-
ba. No importa lo sencillo de cada cual y quizá por la proximidad a la fecha
de la pérdida de un ser querido, no pueden faltar las vivas ofrendas mate-
rializadas, por ejemplo, en juguetes para los niños, las flores de plásticos
colocados en floreros de vidrio, coronas de muertos, y lonas impresas de la
foto del funesto, cual parecidas a carteles de ventas de productos de belleza.
Indagar sobre cada edificación es mirar una historia personal, familiar
y colectiva. “Leer” a cada edifico para relacionarlo con el mundo de los vivos
es digno de una tarea detectivesca, sinfín de temáticas han sido tratadas bajo
este enfoque. La mayoría, son relativos a los estudios clásicos de las élites y
de los próceres de Colima. Los De la Madrid, los Brown, los exgobernadores,
los clérigos de alto pelaje y en general las élites que detentan el poder hasta
la muerte; pero también anónimamente las mayorías: los pelados, los que

10 Este concepto se refiere al pago que haces al Ayuntamiento por el terreno, dentro del
cementerio, que se compra para toda la vida (para toda la muerte).

74
Espejos de vida y muerte, procesos culturales en el Cementerio Municipal de Colima

con sus manos y artes poblaron el vergel del Occidente de México, que con
sus creativas fuerzas decoraron hasta el final su última morada.
Esta creatividad popular raya en el absurdo. Solo basta mirar los epi-
tafios, algunos de ellos plagados de errores, los otros, de letanías bíblicas,
los otros burlándose hasta la muerte de los vivos… “se olvidaron de mí mis
parientes, amigos y los que me conocían, DEP”.

Figura 6. Monumento funerario de principios del siglo XX, hacia el oeste de la parte antigua del
Cementerio Municipal.

Algunos de los Monumentos funerarios que más llaman la atención,


son los que tienen forma de castillos y que son dedicados a niños o niñas.
Este testimonio arquitectónico funerario nos recuerda la fantasía, la magia,
el mundo de cuento que sin duda habita en la niñez. Decorado mediante

75
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

ofrendas cotidianas, el interior del castillo es habitado por dulces, comidas,


juguetes y con todo aquello que podría servir de acompañamiento y entre-
tenimiento para el menor.
De igual forma podemos encontrar en algunos otros monumentos fu-
nerarios el culto a un hijo que adoraba los autos nuevos, lo ilegal y las armas
largas. Lo anterior se refleja en todo un altar hacia su persona, a tal grado
que la invasión a los espacios “del otro” no tiene límite; no hay respeto.
Otro aspecto “espejo” lo encontramos con el administrador del cemen-
terio que ha recibido amonestaciones en varias ocasiones por seguir ven-
diendo espacios que ya habían sido vendidos con anterioridad, a manera de
corrupción emanada desde el exterior, la corrupción habitando la muerte
y no solo la vida.
Y por supuesto, el cementerio no se escapa al clasismo y racismo en el
que vive la sociedad mexicana. En éste la muerte tiene clase y nacionalidad.
Así podemos observar que, en la parte central oeste, en una clásica rotonda
descansan los extranjeros y sus linajes con edificios traídos de ultramar, las
familias adineradas de Colima y los sindicalistas.
Por último, hacia la entrada del cementerio se delimita una nueva colo-
nia de Colimotas, con tumbas modestas, pero cuidadas, con calles limpias
y llenas de vegetación, con apellidos reconocidos por su clase media en el
exterior. Es el Colima de las mayorías, la justa medianía resultado del mila-
gro mexicano de los años 60 y 70, en donde todo el que se aprecie pertenecer
a esta ciudad, tiene un pariente dentro del cementerio.
En el culto funerario todo se vale, no hay reglas para vivir la muerte,
solo la propia experiencia y lo que conocemos, lo que reproducimos de nues-
tro vivir. Pero a perpetuidad.

II.- Esa mala costumbre que tenemos todos de morir.11


Aunque se cuenta con muy pocas evidencias sobre los orígenes del cuidado
de los muertos, sabemos que los principios de esta práctica se pueden re-
montar al territorio de la actual España, esto con base en las excavaciones
guiadas por Eudald Carbonell en Atapuerca. Sobre esto nos menciona:

11 Parte de este apartado está tomado e inspirado en: GONZALEZ, ZOZAYA, F.


(2009) Un espacio para la muerte. Arqueología funeraria en San Juan del Río
Querétaro. Colección científica número 540, INAH.

76
Espejos de vida y muerte, procesos culturales en el Cementerio Municipal de Colima

Los hallazgos realizados en la Sima de los Huesos, en la Sierra de


Atapuerca, confirman que los homínidos que habitaron en esta hace
300 000 años realizaban de forma consciente y con un comportamiento
ritual y simbólico los enterramientos de sus congéneres... los hallazgos
reflejan que, por primera vez en la historia el hombre de Atapuerca
tenía una conducta planificada y con algún grado de conciencia.12

Antes de este descubrimiento, se sabía que en Shanidar, Irak, con base en


un estudio antropológico realizado a los restos de un Neandertal, se realizó
“algún tipo de práctica fúnebre” hacia sesenta mil años antes del presen-
te.13 Pero el entierro más famoso es el de un cazador de mamuts que vivió
durante una de las primeras fases culturales del paleolítico superior. Al
reconstruir el contexto arqueológico, los investigadores se imaginaron una
escena muy especial, en donde los miembros de su tribu le rinden homenaje
al fallecido colocándole en su tumba un colmillo de mamut, le espolvorean
ocre rojo en todo su cuerpo, además de ser cubierto con el omóplato del ani-
mal. Este revelador descubrimiento fue realizado en 1892, el entierro se lo-
calizaba debajo de una banqueta, en el poblado de Brno en Checoslovaquia.14
Después de mucho tiempo, las prácticas rituales en el tratamiento de
un cadáver se generalizaron con el hombre moderno. En la antigua China,
por lo menos hacia el 2000 a. C. se generó el culto a los ancestros, el cual
es realizado por todas las clases sociales hasta la actualidad sin importar
ideología, religión ni posición económica. Esto representó un cambio tras-
cendental en la historia del hombre, pues se transformó la idea del culto
hacia el muerto como tal y se le comenzó a dar un carácter de ancestro.
Por supuesto, este trato depende de la filiación familiar y de las actitudes
que repercutieron en vida. El ancestro es un familiar investido de un poder
equivalente al de una deidad.

12 ARSUAGA, J. L. (2001) Los primeros enterramientos humanos con ritual se hicieron en


Atapuerca en: http/www.terra es/ciencia/artículo. Antropología 13/07/2001. Pág.1. Dado
los constantes hallazgos en este sitio arqueológico, es necesario tener una visión anterior
a esta interpretación. Ver: ARSUAGA, Juan Luis (1999): El collar del neandertal, en
busca de los primeros pensadores. ¿Qué pasó en la Sima de los Huesos? Ed. Tanto por
Saber. Madrid, España, pp. 219-228.
13 PINE, V. (1981) El cuidado del muerto, una visión histórica. En: La muerte y el morir.
Fondo Educativo Latinoamericano, Puerto Rico, p. 257.
14 HOWELL, C. F. (1981) El Hombre Prehistórico. Colección de la Naturaleza de Time-
Life, México, p.157.

77
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Así observamos que este culto es por excelencia competencia de la fami-


lia, expresado en meticulosos arreglos mortuorios y en una adoración cíclica
hacia ellos, ofrendándoles alimento, vino y, por supuesto, respeto y gratitud.
Y qué decir sobre los afamados egipcios, sobre su elaborado y complica-
do sistema de tratar a sus muertos pertenecientes a la élite, todo esto, claro,
mediante una división elaborada y extensiva del trabajo. Especialistas en
entierros y embalsamamientos atendían al muerto y se ocupaban de todos
los aspectos del funeral. Es de creencia general que los egipcios embalsa-
maban al muerto para preservarlo porque creían que, después de la muerte,
el alma abandonaba al cadáver y viajaba a través del “tiempo” hasta que,
eventualmente, volvía a incorporarse al cuerpo. Por este simple hecho se
basaba todo el cuidado burocrático del muerto.
En Grecia eran los familiares quienes se ocupaban del muerto. No era
embalsamado, pero usaban perfumes y esencias para tratar de contrarres-
tar los efectos de la descomposición del cadáver. Antes de ser enterrado los
amigos y parientes del recién fallecido le ofrendaban flores y usaban ropas
especiales que denotaban estar en “duelo”.
Los griegos velaban el cadáver para asegurarse de que estaba realmente
muerto y de paso, que no se abusara de él. Posteriormente, cremaban el ca-
dáver bajo la idea que gracias a este hecho el alma sería liberada; familiares
y amigos con cierta experiencia realizaban esta importante labor.
Los romanos utilizaban las dos costumbres heredadas de los griegos
pero, en ambos casos, el cadáver era expuesto al público antes de cremarlo o
enterrarlo. Las personas de la élite utilizaban los servicios expertos de un en-
terrador o libitinarius. Este verdadero burócrata fue el precursor del director
del acto fúnebre en el occidente actual, arreglando todos los pormenores
del acto social, como el vestir a los dolientes, contratar a las plañideras y el
tratamiento completo del cadáver, así estos personajes fungían casi como
una actual agencia funeraria.
Para los judíos el cuerpo humano está compuesto de carne y aliento
vital. Creían que, a la hora de la muerte, la carne se convertía en polvo y el
aliento vital perduraba; es así que la cremación se considera indigna, por
lo que el cadáver es enterrado con o sin ataúd, sepultado el mismo día del
fallecimiento por medidas higiénicas. Estas funciones eran llevadas a cabo
por los familiares del fallecido que tuvieran ciertos conocimientos. Los de-
talles del funeral eran llevados a cabo según la experiencia personal.
Las prácticas cristianas, por lo menos hasta el siglo IV d. C., eran muy
sencillas, pues estaban basadas en la antigua costumbre judía, hasta que la
iglesia en occidente empezó a institucionalizar el acto, estableciendo ciertas

78
Espejos de vida y muerte, procesos culturales en el Cementerio Municipal de Colima

prácticas que incluyen la supervisión del clero. Durante la Edad Media, a


algunos cristianos de la élite se les extraían algunos órganos al embalsamar
los cadáveres. Lavaban el cuerpo con agua y alcohol, lo ungían con óleos
olorosos para secar y preservar el cuerpo y así envolvían el cadáver en varias
capas de tela sellada con brea o savia de roble. Resultado de esto era algo
así como una momia egipcio-cristiana.
En los siglos XVI y XVII en la Nueva España, a causa de las graves
epidemias morían cientos de miles de indígenas “cristianizados”; éstos regu-
larmente eran sepultados en los atrios de las nacientes iglesias y en general
eran inhumados colocándoles cal en el cuerpo, así como algunas de sus
pertenencias y eran dispuestos según el espacio con que se contaba.
Actualmente, pareciera que la cultura del tratamiento de los muertos en
nuestro país se está encaminando totalmente a la manera occidental (nor-
teamericana). Así, el 95 por ciento de los difuntos son enterrados y menos
del 5% son cremados, siendo el mismo rito en los dos casos, que consiste en
asistir a la ceremonia religiosa, la cual se lleva a cabo en la funeraria, en la
casa del difunto o en la iglesia; en muy escasas excepciones hay participa-
ción de la familia y amigos en el ritual fúnebre, así como en el tratamiento
del cadáver. Posteriormente, ocurre el velatorio, el cual en general puede
durar algunas horas o pocos días, hasta que, por lo general, se celebra en el
cementerio o iglesia los ritos de consignación y como en otros aspectos del
funeral, tampoco hay aquí participación familiar o comunitaria, a excepción
de la recitación de ciertas plegarias ya establecidas.
Con esta sencilla y somera descripción de algunas costumbres funera-
rias, pretendo palpar las diferencias históricas en los rituales y ceremonias
fúnebres, así como describir algunas de las diferentes percepciones cultu-
rales de los afligidos, teniendo cuidado de no definir qué ritos o conductas
son apropiadas para los dolientes, pues al final, la reacción ante la pérdida
depende del sobreviviente en particular, de las costumbres familiares y mu-
chas veces de las circunstancias que rodean a la muerte.

La morada de los muertos en el Colima tropical


En el cementerio de Colima, se puede observar la síntesis de muchas tra-
diciones culturales a lo largo de la historia; en cada monumento podemos
encontrar detalles, estilos, e incluso modas que nos refrieren una forma de
pensar y de entender el mundo. Basta con observar tipológicamente cada
uno de los monumentos arquitectónicos para encontrar túmulos tales como:
túmulos capilla posa, túmulos obelisco, túmulos ornamentados, túmulos

79
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

columnas, túmulos suportes, tumbas gemelas, túmulos de inspiración di-


versa, urnas funerarias, lápidas, capilla funeraria, fosas, cistas, etcétera.15
Tanta diversidad en formas arquitectónicas, diseños y “la personali-
zación” del edificio funerario en el Cementerio Municipal nos habla de una
diversidad cultural enorme. Nos reflejan a su vez, una riqueza cultural no
homogenizada, resultado de una libertad casi absoluta de raya en una afor-
tunada anarquía.
Por otro lado, en el inframundo, debajo de la superficie, existe un ele-
mento cultural que homogeniza a todos: el cómo se depositan los cadáveres
debajo de la superficie. El sistema funerario que impera en casi todo el
cementerio es el de bóvedas-osario, el cual es el sistema que estandariza a
todos los muertos, pues sólo basta volver a excavar “un tiro”16 para acceder al
espacio funerario y colocar el féretro en alguna gaveta abovedada, las cuales
se presentan en múltiplos de 3, 6 y hasta 9. Así, esta construcción funeraria
−la más recurrente en el Cementerio Municipal−, se conforma como un sis-
tema de uso familiar sumamente eficaz en lo referente al ahorro del espacio,
además de ser el resultado fiel de la reutilización física puesto que tiene la
peculiaridad de que el individuo depositado en la gaveta es removido en un
tiempo corto y reubicado en el osario junto a sus demás parientes, una vez
que se encuentra libre de todo material orgánico, para así dar cabida a un
nuevo integrante de la familia en caso de requerirlo. “Es la mejor forma de
ahorrar espacio y reciclar en familia a los parientes”, dice un sepulturero.
Es interesante notar que se desconoce la profundidad histórica de este
sistema funerario, así como su distribución geográfica y sus implicacio-
nes socioculturales. Sin embargo, explica el por qué el antiguo Cementerio
Municipal, anterior a 1883, fue reubicado a un lugar más alto, a causa de
las inundaciones al subir el nivel freático y no solamente como una medida
preventiva contra la fiebre amarilla.

15 Para una mayor descripción topológica de monumentos funerarios en el Cementerio


de Colima ver: HUERTA SANMIGUEL, R. (1997) El camposanto de las víboras.
Una historia sepultada, México, Secretaría de Cultura de Colima/CNCA/CND/FECA,
Universidad de Colima.
16 Sistema funerario el cual nos recuerda al utilizado en las tumbas de tiro prehispánicas.
En donde mediante la excavación de una oquedad en el suelo se introduce en una bóveda
al cadáver con su respectivo ajuar funerario.

80
Espejos de vida y muerte, procesos culturales en el Cementerio Municipal de Colima

Figuras 7 y 8. Reconstructivo isométrico y “en corte” del sistema básico de “gaveta-bóveda” repre-
sentado como la forma más recurrente para el depósito funerario.

81
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Hasta el fin de nuestros días


Actualmente, en la cosmovisión occidental colimota, en especial la que está
relacionada directamente a una vida banal y material, se piensa que la muer-
te es inoportuna y obviamente trágica.
Es muy probable que las tradiciones funerarias en Colima se sigan
transformando rápidamente de ser un ritual sumamente religioso y comu-
nitario-familiar, a ser manejado de manera tecnológica y de forma admi-
nistrativa e individual, que muchas veces se puede restringir a un simple
negocio a una transacción mundana entre la funeraria y los “dolientes”.
Podrá ser que para el colimota del mañana su idea de la muerte sea algo
que implique deshacerse de la presencia del ausente, de su recuerdo; para
ello la opción de la incineración, al igual que en muchas de las ciudades de
México, es lo que imperará.
La mayoría de los seres humanos pretendemos poner sobre nuestros
ojos una venda de indiferencia ante el drama de un agonizante. Ya no quere-
mos ver en esto siquiera la idea solemne sobre la grandeza de un comienzo
que está a punto de terminar. Sólo se piensa en la aniquilación, en un buen
término sin sufrimiento. Los más, sólo pensamos en el final de la vida or-
gánica y de la vida mental individualizada.
Ante esto, en el ámbito de los vivos, el probable difunto se prepara a
morir fuera de su hogar, comúnmente en un hospital o asilo de ancianos,
fuera de su núcleo familiar. Después de su fallecimiento, el individuo es se-
parado (tras un breve funeral) de los espacios cotidianos, para llevarlo hacia
un lugar de todos alejado, comúnmente en la periferia del asentamiento
humano o en un espacio exprofeso según la posición social del muerto. Para
terminar el acto funerario, se le colocarán ofrendas al muerto, casi siempre
se trata de unas cuantas coronas de flores, algunas de plástico, pocas pala-
bras y dos horas de velorio.
De la muerte, lo único que se puede saber, prever y proyectar en esen-
cia, es que es absolutamente cierta, aunque sus circunstancias (el cómo y
el cuándo) permanezcan subyugados a la incertidumbre. Es así como la
muerte, esencialmente inexperimentable mientras se vive, es estrictamente
personal y única. Aunque la vida sea incertidumbre y riesgo, la muerte es
cierta y necesaria, la conciencia de la muerte es la conciencia de nuestros
propios límites, todo es finito en la medida de la muerte. Reflexionar sobre
este hecho, el tema más humano y estudiado y que es al mismo tiempo una
contradicción al tratar de entenderla, pues es conceptualizada a partir del
“olvido y del rechazo” −a pesar de que diariamente mueren más de 150,000
personas en todo el mundo−, resulta insospechable por muchos de nosotros,

82
Espejos de vida y muerte, procesos culturales en el Cementerio Municipal de Colima

pues reflexionar sobre nuestra propia muerte es casi imposible si continua-


mos aferrándonos a la vida y a sus ‘accesorios’ cuanto más podemos. Hemos
llegado a veces a retarla al tratar de olvidar este suceso y dudar incluso de
ella: La muerte del prójimo no es la muerte del otro en general, pero tam-
poco es mi propia muerte.
En cambio, la idea de “tener que morir” en sí, es una vivencia con-
figuradora de la propia vida humana, ante esa idea del ‘morir’, cultural e
individualmente construimos realidades, tan diferentes e individuales como
habitantes de este mundo hay. Los grupos humanos la enfrentan, la aceptan,
la integran, la niegan, le construyen templos y la adoran, la respetan y se
burlan y así corre la vida de todos los pueblos esperando su propia muerte.
Reflexionar sobre la muerte personal es pensar, al mismo tiempo, en
la muerte total, incluida la del grupo con el que nos relacionamos. Significa
culturalmente el ya no poder vincularnos más, ni entablar nexo alguno con
nuestra sociedad excepto, por supuesto, con el del recuerdo y el de la per-
petuidad por parte de la comunidad hacia el fallecido.
Enfrentarse como grupo humano con la idea de la muerte involucra
pensar y construir ideas especulativas sobre qué hay más allá de la muerte
y claro, sobre la idea de permanecer y actuar sobre planes e ideales de vida.
Todos los grupos humanos han pensado esto y construido su cosmovisión
sobre estos dos preceptos universales: la idea de trascender en vida y los
conceptos sobre el más allá de la muerte. Justamente esos preceptos nos
hacen ser humanos y nos separan un poco de nuestra esencia animal.
Desde tiempos inmemoriales, el hecho de la mortalidad e inmortalidad
ha inspirado y estimulado la fantasía humana y ha encontrado expresiones
sumamente diversas en el ámbito del arte, de la religión, de la mitología, de
la filosofía y, en general, de toda actividad cultural humana. Muchas obras
de arquitectura a través del mundo han sido inspiradas por el misterio de
la muerte y los monumentos funerarios dan cuenta de ello.
En el atiborrado cementerio de Colima cada una de sus edificaciones
nos hablan de esta forma de perpetuar la vida en la muerte y, al igual que
los estilos arquitectónicos en la ciudad de Colima, son el resultado de cómo
sus habitantes se vinculan con los materiales de prestigio puestos moda
como el vitropiso, los dorados, los acabados de pintura plástica, los diseños
de herrería sacados de una revista de moda, o el mismo estilo arquitectó-
nico inspirado en cementerios de Guadalajara o la Ciudad de México. Sin
embargo, cada detalle tiene un sello personal, familiar e incluso regional: la
tropicalización de la muerte es clara. Los encargados de cuidar las tumbas

83
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

respetan todo tipo de árboles y vegetación, son a la vez jardineros, moneros17,


sepultureros y albañiles, ofreciendo un toque diferente y desenfadado a lo
lúgubre del lugar, lo que permite a los visitantes experimentar sensaciones
de curiosidad ante una estética funeraria muy semejante a los rasgos urba-
nos del Colima de los vivos.
Visitar el cementerio de Colima nos remite a imaginar espacios físicos
pasados, a los que ya no están, a nuestros parientes, e inevitablemente, a
nuestra propia muerte; pero a su vez nos obliga a mirar sobre su futuro
como patrimonio cultural digno de realizar mayores investigaciones más
específicas y profundas.
Merece seguir siendo investigado y protegido como hasta ahora, aun-
que represente para los dolientes, en caso de requerir una nueva tumba,
un trámite más ante las secciones del INAH Colima. Es así como la muerte
moderna tiene mucho de burocracia. Quizá esta férrea protección rinda un
día frutos, cuando por iniciativa social sea parte de algún recorrido noc-
turno en donde los turistas y habitantes de Colima se regocijen escuchando
leyendas de fantasmas, ancestros y personajes famosos.

Figura 9. Monumento funerario dedicado a dos infantes femeninos, centro del cementerio municipal.

17 Nombre común en gran parte del occidente dado a los saqueadores del patrimonio
arqueológico.

84
Espejos de vida y muerte, procesos culturales en el Cementerio Municipal de Colima

Bibliografía

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85
87

HUASTECOS Y TOTONACOS,
NUEVAS APORTACIONES
DESDE LA ARQUEOLOGÍA
A UNA VIEJA DISCUSIÓN

María Eugenia Maldonado Vite


Centro INAH Veracruz

Resumen – La vieja discusión en torno a los huastecos y totonacos aún sigue vigente, cuando
menos arqueológicamente. La caracterización cultural y la frontera entre ambos grupos étnicos
ha sido tema de discusiones por su aparente mezcla, en particular en el norte del estado de
Veracruz, tema que se ha complicado más aún cuando se lleva atrás en el tiempo hasta la época
prehispánica. En este trabajo se analiza, a través de la revisión de fuentes etnohistóricas y datos
arqueológicos recientes, cómo es que se origina la aparente confusión o mezcla. El estudio
de la estructura política del bichou huasteco de Tochpan, ha sido la clave para reconocer que,
gracias a que existieron unidades políticas segmentarias multiétnicas con un entreveramiento
territorial, por lo menos desde el Posclásico Temprano, se compartió espacio y parcialmente
cultura material, lo que explica el origen de dicho comportamiento cultural.

Introducción
La vieja discusión entre huastecos y totonacos aún sigue vigente como uno
de los temas a resolver, cuando menos arqueológicamente. Aspectos como la
cronología de su presencia y desarrollo, los límites o fronteras geográficas,
la distinción de su cultura material, la influencia o participación de una
ideología o simbolismo entre ambos grupos, son algunos de los temas prin-
cipales. Complicada, sobre todo, por la tendencia de una división étnica en
la geografía estatal veracruzana que caracterizó la mayoría de la etnografía
de la primera mitad del siglo XX.
Con la tendencia de la historia cultural en la antropología, en 1953
Ignacio Bernal y Eusebio Dávalos Hurtado, editaron la memoria de la
mesa Huastecos, totonacos y sus vecinos, realizado en el marco de la Mesa
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología, exponiendo y analizan-


do el tema desde varias disciplinas.
Así, esta vieja dicotomía que caracterizó a la población del norte de
nuestro estado se hizo más compleja al reconocer la existencia de otras etnias
en la región como los nahuas, tepehuas y otomíes, entre otros grupos étnicos.
La documentación etnohistórica para la región es bastante limitada;
sin embargo, considerando que lo asentado en los documentos derivó de la
visión europea, sus descripciones fueron distorsionadas por la comparación
con el único mundo que conocían los conquistadores. A pesar de ello, a
través del conocimiento de las estructuras políticas, económicas y sociales
originarias, es posible analizar cómo era la dinámica en el mundo prehis-
pánico de esta importante región.
En 1989, Lorenzo Ochoa compiló una antología, señalando que “es re-
sultado de una selección de textos, contemporáneos o antiguos, que ayuden
a la comprensión de los procesos histórico-culturales de los grupos étnicos
residentes en las costas de Golfo de México” (OCHOA, 1989: 9); sin embargo,
la inmensa mayoría de los textos correspondieron a trabajos etnográficos,
lingüísticos o análisis de fuentes etnohistóricas y los menos fueron trabajos
arqueológicos, ya que no se contaba con suficiente información arqueológica
que pudiera ser analizada para tal fin.
Con este panorama, el objetivo de este trabajo es contribuir a la com-
prensión del origen de tales procesos históricos de entreveramiento cultural
de los huastecos y totonacos a través de la revisión sucinta de la informa-
ción etnohistórica disponible, contrastándola con los datos arqueológicos de
otros proyectos y los que hemos generado a lo largo de la planicie costera que
comprende la huasteca veracruzana, elementos que nos permiten tener una
visión más completa de la dinámica cultural las sociedades aquí asentadas.

Totonacapan, nomenclatura y fuentes


La Huastecapan y el Totonacapan son nomenclaturas étnico-culturales que
fueron basadas en criterios lingüísticos y geográficos que sirvieron para atri-
buir la filiación cultural de la población que ocupó la Costa del Golfo Norte.
En la Carta del Departamento de Tuxpan levantada por Eduardo
Fages en 1855, aparece la región de la Huastecapan inmediatamente de-
bajo de la Laguna de Tamiahua y el antiguo Totonacapan al oeste y sur
de Tuxpan (Figura 1). Dentro de su reporte refiere la existencia de unas
ruinas de un pueblo de los antiguos totonacas, al pie de un cerro llamado
Tumilco (FAGES, 1855: 12), refiriéndose al sitio arqueológico de Tumilco
(MALDONADO, 2016).

88
Huastecos y Totonacos, nuevas aportaciones desde la arqueología a una vieja discusión

Figura 1. Carta del Departamento de Tuxpan levantada por Eduardo Fages en 1855.

Así, con base en las exploraciones arqueológicas de Medellín Zenil:

El territorio de la fase tardía del Horizonte Clásico queda comprendido


entre los siguientes límites: por el norte el río Cazones, por el sur el
río Papaloapan… por el occidente abarcó Acatlán de Pérez Figueroa,
Oaxaca; parte oriental del estado de Puebla, desde las cercanías de
Tehuacán, pasando por Chalchicomula, ensanchándose por toda la
sierra hasta Zacatlán y posiblemente hasta cerca de Metlaltoyuca lin-
dando, así como la Huasteca Meridional (MEDELLÍN, 1960: 3).

La característica principal de esta región está relacionada con la co-


hesión aparente de los hablantes de totonaco, un criterio derivado de la
etnografía realizada desde mediados del siglo pasado.

89
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Entre los primeros antropólogos que estudian en la región totonaca


están Krikeberg (1933) y más tarde, Kelly y Palerm (1952) sobresalen con
su muy completo trabajo etnográfico “The Tajin Totonac. Part I. History,
subsistence, shelter and technology”, al dar cuenta de una gran cantidad de
aspectos de los pobladores de la región a mediados del siglo pasado.
Esta región fue ampliamente explorada por el arqueólogo Alfonso
Medellín entre los años treinta y cincuenta del siglo XX, lo que le permitió
escribir su invaluable obra “Cerámicas del Totonacapan” (MEDELLÍN, 1960),
comparando los materiales obtenidos desde la cuenca del río Papaloapan,
hasta el río Cazones, lo que se ha considerado el Totonacapan.
En cuanto a la filiación étnica de los constructores y pobladores de la
ciudad arqueológica de El Tajín, Payón (1943: 19) nos da cuenta de que desde
1908, Seler atribuyó la cultura de El Tajín a los totonacas actuales que viven
en sus alrededores, lo cual tuvo amplia aceptación, especialmente entre los
arqueólogos veracruzanos, ya que forjó una división étnico-geográfica que
aún hoy se continúa utilizando.
Esta asignación ha sido cuestionada, destacando la opinión de Jeffrey
Wilkerson quien argumenta, con base en la cultura material arqueológica
registrada en la cuenca baja del río Tecolutla que:
La cultura de El Tajín, con El Tajín como su centro metropolitano, deri-
va básicamente de una tradición cultural regional del Formativo, modificada
por la influencia olmeca en el final del periodo Formativo Temprano. Esta
tradición regional tiene, en toda su duración, una estricta y predominante
relación con el área norte del Golfo, la que se considera ser étnicamente
huasteca […] Comparten muchos atributos en común [...] Aunque el área
norte del estado de Veracruz Central es más sensible a las regiones del Istmo
y del centro de México, la cercanía es aquí un factor importante y no hay ra-
zón para abogar por un grupo étnico distinto. Mientras las manifestaciones
huastecas son evidentes a través de toda la cronología cultural de la región,
no hay evidencia de presencia totonaca anterior a la época de la destrucción
de El Tajín (WILKERSON, 1989: 274).
No obstante, Krotser y Krotser (1989: 287) mencionan que dentro de las
excavaciones que realizaron en Tajín, no encontraron “ningún depósito de
ocupación con la cerámica Tardía que corresponde al ‘Pánuco V’ de Ekholm
[…] de esta hay pequeñas cantidades en la superficie y en el relleno de las
principales estructuras ceremoniales. Es más abundante dentro de la con-
gregación de El Tajín y en sus alrededores […] una milla al sur de la entrada
de la zona; pero aún allí, en los cinco pozos de muestreo que excavamos,
no hubo ninguno de estos tipos más debajo de los 60 cm de profundidad”.

90
Huastecos y Totonacos, nuevas aportaciones desde la arqueología a una vieja discusión

Aseveración que se explica si consideramos que es más bien un problema


de indicadores arqueológicos y de comprensión de la estructura política,
que de una inexistencia. Ciertamente en la periferia de El Tajín es más
visible la penetración de una esfera cerámica diferente a la que caracterizó
al interior de la gran urbe cuyo último gobernante o linaje se ha reconocido
como 13 Conejo.

La Huasteca, nomenclatura y fuentes


De igual manera, la Huasteca ha sido definida por criterios geográficos,
lingüísticos y étnicos. Walter Staub (1926) propuso que la frontera entre los
hablantes de nahuas, totonaco y huasteco estaba definida por el río Tuxpan
en base a la interpretación del topónimo de Tamocal o Tamuoc hecha por
Lehmann para el sitio de Tabuco como el lugar donde la gente se vuelve
muda, aludiendo a que ya no se entienden unos con otros; sin embargo, en
términos materiales esto no corresponde de manera exacta con los datos
recientes.
Joaquín Meade, pionero en el estudio de la Huasteca, delimitó a la
Huasteca “en la época de Moctezuma Ilhuicamina se extendía seguramente
por el norte hasta el río Soto la Marina y aún más allá […]por el poniente
hasta Tula, Cuidad de Maíz y Tancoyol […] y por el sur hasta el río Cazones”
(MEADE, 1942: 23) y en términos étnicos añade que los huastecos lindaban
por el sur con sus aliados totonacos y con tierras de Meztitlán.
Para Guy Stresser-Péan (2008: 117) la Huasteca es una región de tierras
bajas y cálidas que ocupan el extremo norte de la franja costera tropical y
húmeda a orillas del Golfo de México. Su límite occidental se halla marca-
do por las laderas de la Sierra Madre, muy alejadas del mar en la latitud
correspondiente a Pánuco y Valles, pero que se van acercando cada vez
más a la costa conforme se avanza hacia el sur; hasta el cauce inferior del
río Cazones…” y abunda en otro texto “desde el punto de vista geológico los
límites de la huasteca están pues, marcados por el mar y por los afloramien-
tos calizos duros de la era cretácea que forman la columna vertebral de la
Sierra Madre Oriental y de la Sierra de Tamaulipas. Por otra parte, la región
baja así definida, se puede dividir en dos partes desiguales por un pequeño
macizo volcánico aislado, de la era terciaria llamado Sierra de Tantima (o
indebidamente, sierra Otontepec), que separa la cuenca del río Pánuco de la
cuenca del río Tuxpan y algunas llanuras más meridionales (op. cit., p. 244).
Añadiendo que “los antropólogos y los historiadores han acudido a
datos lingüísticos bastante vagos respecto al antiguo límite entre las len-
guas huasteca y totonaca. Es así como se le fijó a la Huasteca meridional

91
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

una frontera convencional que unos sitúan en el río Tuxpan y otros en el río
Cazones” (Ibídem, p. 245).
En cuanto a las regiones de la lengua huasteca menciona las llanuras
y colinas del valle de Tuxpan apuntando que “aquí en el siglo XVI la lengua
huasteca apenas sobrevivía, salvo alrededor de Tamiahua, poblado conecta-
do con el norte de la huasteca por la ruta navegable de las lagunas costeras
y cerca de Tuxpan” (STRESSER PÉAN, op. cit., p. 384). Pero también habla
del valle de Tuxpan como parte de la región de lengua náhuatl, mencionan-
do que debe haber habido en los tiempos precolombinos, una huasteca del
sudeste, con su propia fisonomía y tal vez sus particularidades culturales.
La sierra de Tantima y las colinas circundantes la separaban de la cuen-
ca del Pánuco. Una limitada red de rutas navegables formadas por el río
Tuxpan y sus afluentes, convergían aquí con dirección a la villa de Tuxpan
y continúa diciendo que la arqueología y las crónicas indígenas sugieren
que antiguamente la Huasteca ocupaba esa región, compartiéndola al sur
con los totonacos […] Tezozómoc (1944) afirma que a mediados del siglo XV
el huasteco de Xiuhcoac, de Tuxpan y de Temapache, tenía que recurrir a
intérpretes para hablar con los guerreros nahuas.
Por su parte, Gutiérrez y Ochoa (2000, 2007) distinguen dos grandes
áreas basados en el criterio lingüístico, un área nuclear o Tzabal Teenek
en donde se desarrollaron los peeliteenek y una zona transicional donde
habitaron los no hablantes de teenek pero que participaron de la cultura
material de los primeros que dieron origen a riqueza multiétnica.
En cuanto a criterios materiales arqueológicos, existen propuestas ba-
sadas en estilos cerámicos y escultóricos dentro de la Huasteca (TREJO,
1989; ZARAGOZA, 2003).

Fronteras, pluralidad lingüística y entreveramiento


Se sabe que en la época prehispánica no existieron fronteras entre los ha-
blantes de los distintos idiomas de Mesoamérica, cuya pluralidad lingüística
permitió que las unidades políticas fueran multiétnicas o quizá fue, por el
contrario, una consecuencia. No obstante, para la convivencia y compren-
sión existieron, por ejemplo, convenciones iconográficas para atender dicha
pluralidad en un mismo documento, por lo menos una lectura bilingüe. Tal
es el caso del topónimo bilingüe que en náhuatl expresaba Xicotepec, con-
sistente en un cerro dentro del cual se representó una avispa o xicotl, pero
en totonaco se expresa Kalolum, que significa lugar del viejo o de lo viejo,
por lo que se plasmó la cara de un anciano sobre dicho cerro, pero con la
avispa en su interior (STRESSER- PÉAN, 1995: 85).

92
Huastecos y Totonacos, nuevas aportaciones desde la arqueología a una vieja discusión

Este panorama reflejaba que, como lo menciona Gehard (2000: 119)


“tanto la división política como la distribución lingüística en esta zona en
el momento del contacto eran bastante complejas”, detallando que toda la
región pagaba tributo a la Triple Alianza, excepto en las riberas de la laguna
de Tamiahua, donde vivían los “huastecos indómitos”, reiterando que en la
provincia de Tochpan, junto a hablantes de náhuatl, vivían totonacos en el
sur y huastecos en el norte; en la región montañosa del suroeste hablaban
náhuatl, otomí y totonaco; al noroeste además de las anteriores, también
hablaban tepehua; en la cuenca alta del río Tuxpan, en la sierra hablaban
náhuatl y huasteco.
La confusión inicia desde los relatos asentados en las fuentes. Sahagún
(2000: 966) dice que “esos totonaques están poblados a la parte del norte,
y estos se dicen ser guastecas”, y más adelante reitera “y los totonaques y
los tohueyome están poblados hacia el norte… y estos vocablos ya dichos
tlahuicatl, huastecatl, totonac, tohueyo denotan en sí poca capacidad o ha-
bilidad” (op. cit., p. 9690).
Esta situación también se menciona en la Suma de Visitas: la descrip-
ción de Papantla dice que “este pueblo de Papantla, Tuspa o Tomilco es toda
una tierra; está el uno del otro, catorce leguas, pero no tienen términos par-
tidos y las estancias están entremetidas”. El artículo sobre Tuspa o Tomilco
reitera: “este pueblo tiene sus tierras mezcladas con el pueblo de Papantla:
no tiene ninguna división” (CARRASCO, 1986: 513).
La región de Tochpan ha sido considerada siempre como parte de la
huasteca. Algunos especialistas opinan que fue la frontera más sureña
(GUTIÉRREZ, 1996; GUTIÉRREZ Y OCHOA, 2000; ZARAGOZA 2003);
Wilkerson (1972, 1989) por su parte, opina que inclusive llegó mucho más
al sur.
La mayoría menciona también que esta fue, cuando menos en el
Posclásico, una zona de transición cultural entre los huastecos y totonacos;
pero, como se tratará de demostrar en el siguiente apartado, esta considera-
ción es verdadera en términos materiales debido a la forma de organización
política que se desarrolló en la época prehispánica, generando un territo-
rio con población étnica entremezclada. Por esta razón aparecen topóni-
mos huastecos entre los topónimos nahuas en documentos pictóricos del
siglo XV y XVI de origen mexica como la Matrícula de Tributos y el Códice
Mendocino.

Organización política prehispánica

93
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Para el conocimiento de la organización de las unidades políticas nativas


mesoamericanas, se han iniciado las reevaluaciones de las prácticas de in-
teracción política a través del análisis de las fuentes etnohistóricas y del
surgimiento de modelos alternativos en la interpretación arqueológica. Entre
ellos que se encuentra el del Estado Segmentario “formado por un territo-
rio central y pequeño rodeado por territorios periféricos y semiautónomos
en donde el jefe o rey mantiene la superioridad ritual sobre el territorio
completo, pero su poder político está limitado a su territorio central […] los
jefes territoriales, como el jefe central, combinan el poder político, militar,
judicial y económico en un solo puesto hereditario (FARGHER y BLANTON
2012: 210)
Así, se entiende por segmentos las subdivisiones de una entidad po-
lítica, que abarca generalmente tanto un territorio como una población de
características culturales distintivas y que desempeñan, cada una, funcio-
nes especializadas dentro de la organización total […] el territorio de cada
segmento social puede ser contiguo, o estar disperso en varias regiones y
entreverado con los de otros […] es evidente que se trata de una estructura
que da acceso a los recursos de todos los territorios dominados a todos
los segmentos de una entidad política. Todo ello es de importancia capi-
tal para mantener la solidaridad social y para la organización económica.
(CARRASCO, 1996: 18)
Para el caso nahua, el altépetl era la unidad administrativa básica seg-
mentaria dentro del sistema colonial español con frecuencia denominado
señorío, mientras que sus divisiones administrativas se citan como calputin,
barrios o estancias. Las unidades de organización primaria y secundaria se
estructuraron en el modelo del altépetl y el calpulli y no bajo la distinción
occidental urbano/rural, basados en la interpretación espacial de los restos
materiales (HIRTH, 2012).
La caracterización de la organización sociopolítica y económica que se
ha generalizado para toda la Huasteca se basa en la información de Fray
Nicolás de San Pablo (De Witte) quien establece que no había un gobierno
central, sino particulares. Sin embargo, esta fue la visión europea de la
región, en contraposición a la organización política que conocieron de los
mexicas, la cual tenía una estructura diferente por tratarse de una organi-
zación imperial.
No obstante, esta visión debe tomarse de manera crítica, ya que, como
señala Pérez Zevallos (2001: 46):

94
Huastecos y Totonacos, nuevas aportaciones desde la arqueología a una vieja discusión

La población había disminuido alarmantemente para 1533. La escla-


vitud y el miedo habían provocado la despoblación drástica y el con-
secuente abandono de sujetos, cabeceras y pueblos. Los señoríos se
habían convertido en pequeños asentamientos, ésta es la imagen que
nos da Fray Nicolás de Witte hacia 1554… Las visitas de Ramiro Núñez
de Guzmán y Gómez Nieto nos brindan información para entender la
compleja organización social, económica y política de la Huasteca y su
característica multiétnica.

Al igual que se propuso tempranamente por Gutiérrez y Ochoa


(GUTIÉRREZ, 1996; GUTIÉRREZ y OCHOA, 2000; OCHOA, 2007), Hirth
(2012: 81) reconoce esta misma estructura segmentada en la Huasteca en
donde el equivalente regional al altépetl es llamado bichou.
Gutiérrez y Ochoa describen que este bichou o poblado contenía la re-
sidencia principal del gobernante (ahjatic) en el centro, alrededor de la cual
se encontraba dispersa la población estructurada en barrios, rancherías o
poblaciones pequeñas (quamchalab), localizados por toda el área rural de
los alrededores. Este término se refería tanto a las casas agrupadas en el
núcleo del asentamiento como en las áreas rurales alejadas, es decir, siendo
contiguos o no. Dentro de ellos “se encontraban las casas (quimatá), y la
plaza eleb con sus edificios públicos, palacios y casas de los principales, co-
huizatá, así como los templos paxal” (GUTIÉRREZ y OCHOA, 2000: 279).
Los habitantes de un mismo barrio se llamaban atquimat (el que tiene casa
conmigo), pudiendo referirse muy seguramente a casas comunales o familias
extensas, literalmente vecino que habita un mismo pueblo o barrio (lo que
recuerda al calpulli del altiplano central).
La discontinuidad territorial de los segmentos sociales o pueblos com-
pletos y su entreveramiento, debió presentarse en la zona de transición
cultural o frontera entre huastecos y totonacos establecidos entre los ríos
Tuxpan y Cazones, como parte de la organización de la unidad política de
Tochpan, que posteriormente se conocerá como la provincia tributaria de
Tochpan.

La extensión de la provincia tributaria y el bichou de Tochpan


La Triple Alianza, con su organización imperial hegemónica, se valió de la
organización local de los territorios ocupados para mantener el control po-
lítico con poca inversión; así las unidades políticas sujetas se convirtieron
en “provincias tributarias”. Por lo tanto, podemos asumir que previo a su
sujeción, Tochpan debió haber existido como una unidad política huasteca

95
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

o bichou, por lo menos desde el Posclásico Temprano (MALDONADO VITE,


2016).
En la Matrícula de Tributos, las denominadas cabeceras de provincia
encabezan el listado de pueblos, que eran los lugares más grandes o donde
residía en señor o el calpixque o recaudador del tributo. El resto de los pue-
blos enlistados corresponden a lo que se han denominado subcabeceras, es
decir, los pueblos principales siguientes en la jerarquía local que tributaban
a la cabecera.
A partir de la toponimia de la cabecera y subcabeceras de la provincia
tributaria de Tochpan, hemos podido establecer su extensión y contrastarla
con la existencia de los restos materiales y/o arquitectónicos correspon-
dientes a dichos poblados, por lo menos para inicios del Posclásico Tardío
(Figura 2), (MALDONADO, op. cit.; 2017).
La cabecera de provincia era Tochpan y sus pueblos sujetos fueron
Tlaltizapan. Cihuateopan o Cihuatlan, Papantla, Ocelotepetl, Miahuapan y
Miquetlan; dichos poblados aparecen también en el Códice Local y Regional
de Los Lienzos de Tuxpan, documentos pictóricos que al parecer fueron
originados en la región (MALDONADO VITE, 2014).
De acuerdo con nuestra propuesta de la extensión máxima de la unidad
política, abarca desde el río Tecolutla por el sur, hasta más al norte del río
Tuxpan por el norte y desde la costa del Golfo hasta las primeras estribacio-
nes de la Sierra Madre Oriental, colindando al norte con los huastecos “in-
dómitos” de la zona de Tamiahua, al oeste con la unidad política de Tzicoac
y al sur con Nauhtlan.

96
Huastecos y Totonacos, nuevas aportaciones desde la arqueología a una vieja discusión

Figura 2. Extensión de la provincia tributaria y del antiguo bichou de Tochpan. Tomado de MAL-
DONADO, 2016, p. 221.

Dentro del sistema administrativo de las provincias tributarias, si se


requería, derivado de constantes insurrecciones o la importancia de los
bienes tributados, se mandaba a un representante del gobierno imperial
denominado cuauhtlatoa, (Figura 3) además del calpixque local, como se
aprecia en el códice Local de los Lienzos de Tuxpan para la cabecera de
Tochpan y algunos otros poblados productores de algodón. Esta estructura
política dual ha sido identificada arquitectónicamente con templos duales
en los sitios arqueológicos que debieron ser las subcabeceras y sede de estos
gobiernos duales (MALDONADO 2016; 2017).
Con la argumentación anterior y ante la evidencia de que Papantla fue
un poblado importante, con jerarquía de subcabecera dentro de la estructura
de la unidad política de Tochpan y con un territorio con fronteras laxas o
discontinuas, debió compartir parte de la cultura material característica
del bichou de Tochpan, aunque con relativa autonomía en algunos otros
aspectos durante el Posclásico Medio, posterior al 1100-1200 d. C.

97
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 3. Detalle del Códice Mapa Local de Los Lienzos de Tuxpan. El cuauhtlatoa y el calpixque
de Tochpan a la derecha, y el gobernante con el calpixque de Papantla a la izquierda, reflejo del
gobierno dual impuesto tras la sujeción imperial. Tomado de MELGAREJO VIVANCO, 1970.

La cerámica como indicador de la


extensión del bichou de Tochpan
A pesar de que, como ya vimos, Wilkerson (1989) observó cierta homoge-
neidad en los materiales formativos, hemos observado, en la cerámica de los
proyectos realizados en la costa principalmente (REZA y BARRAGÁN, 2014;
2015), que existió un sustrato relativamente común de cerámicas comparti-
das a lo largo de la planicie costera del Golfo norte, cuando menos desde el
río Tuxpan hasta la zona de Naranjos y Ozuluama y cronológicamente, por
lo menos desde el periodo Clásico, que incluyen varios tipos característicos
observados tanto en Tajín, como en su periferia; esto no quiere decir que
sean tipos importados, sino muy probablemente, modas que se copiaron y

98
Huastecos y Totonacos, nuevas aportaciones desde la arqueología a una vieja discusión

se adaptaron a estilos regionales y particulares, sobre todo a nivel de las


cuencas de los ríos, que fueron el mejor medio de transporte y comunicación.
Observando los materiales cerámicos de varios proyectos dentro de la
región y focalizándonos en el sitio de Tabuco y otros en la cuenca baja del
río Tuxpan, en donde se han realizado excavaciones intensivas y extensivas,
(MALDONADO VITE 2012a, 2012b, 2014a, 2014 b, 2015 a, 2015 b, 2016),
es posible proponer la existencia de un tipo cerámico atribuible al espacio
que abarcó el bichou de Tochpan, a través de la cual, puede suponerse la
esfera de poder, por lo menos entre las élites locales (MALDONADO, 2016),
siendo el tipo cerámico distintivo el llamado Tabuco negro sobre rojo cuya
producción inicia en el Posclásico Temprano, alrededor de 1100-1200 d. C.
Fue denominado así primeramente por Wilkerson (1972) e identificado
en su secuencia cultural para la cuenca baja del río Tecolutla como uno de
los marcadores de la fase El Cristo (1000-1200 d. C.).
Aunque había sido identificado previamente en la cuenca baja del río
Pánuco por Ekholm (1944) denominado como Las Flores Negro sobre rojo
por el sitio en el que lo registró, señaló que su origen debía ser foráneo, ya
que a pesar de ser uno de los marcadores del periodo Pánuco V correspon-
diente al Posclásico Temprano, sólo estuvo presente en dos sitios de todos
los excavados en la región.
Esta observación fue corroborada al excavar Tabuco algunos años
después (EKHOLM, 1953) cuando establece que en el Periodo Tardío en
Tabuco (refiriéndose al Posclásico), el tipo más común es el Tabuco Negro
sobre rojo, de pasta dura y fina, también presente en la última parte de
Tajín según García Payón, además de que aparece más al sur y al norte re-
lacionado con el tipo Las Flores Negro sobre rojo del periodo V, señalando
las similitudes de diseño a las vasijas de Altar de los Cráneos en Cholula
y el Culhuacán Negro sobre anaranjado del Valle de México, de la primera
mitad del Posclásico; similitud también reconocida por Antonieta Espejo
(1953: 403) especificando a los tipos Culhuacán Negro sobre anaranjado, y
el Tenayuca Negro sobre anaranjado.
Este tipo se concentra de manera muy abundante en la zona nuclear
de Tabuco, pero se distribuye en toda la región que ha sido identificada
como el asiento de la unidad política de Tochpan (MALDONADO VITE,
2012a, 2012 b; PÉREZ GUZMÁN, 2005; JUÁREZ y VELÁZQUEZ, 2013), y
encontrado en áreas aledañas más lejanas con escasa frecuencia (EKHOLM,
1944; DURÁN, 1996; REZA, 2004-2005; REZA y BARRAGÁN 2014, 2015).
Durante la temporada de campo de 1994, Sánchez Olvera (1996, 2009)
reporta cerámica tipo negro sobre rojo muy abundante en varios sitios pe-

99
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

queños en la cuenca media del río Tuxpan, sobre su margen derecha, en


los alrededores de San Isidro, Belén, El Mangal y El Súchil, municipio de
Álamo-Temapache.
En la década de los 90 también fue reportado por Janos Gyamati (1995)
en la cuenca alta del río Tecolutla (Necaxa), es decir, en la periferia o zona
rural al suroeste de Tajín, y a decir de las fotos de su reporte, confundida
con la cerámica Azteca III por su similar bicromía.
En épocas más recientes, Yamile Lira (1990, 2009), hizo un estudio
arqueométrico sobre la cerámica post Tajín, correspondientes al Posclásico
Temprano, recuperada en la zona ceremonial y asociada a entierros deposi-
tados entre los escombros de la plaza del Arroyo, lugar profano después de
su caída. A partir de la comparación entre la composición mineralógica de
las pastas de esos materiales con algunos tepalcates recuperado de excava-
ciones de Tabuco, concluye que la cerámica funeraria huasteca depositada
en Tajín tienen la misma composición y que muy seguramente fue manu-
facturada en Tabuco.
En el 2005 se realizó el Salvamento Arqueológico Gasoducto Tuxpan-
Atotonilco de Tula, dirigido por Patricia Castillo, en donde se excavó un
sitio denominado El Xúchitl, en las cercanías de Castillo de Teayo, donde
se encontró, entre otros materiales, el tipo Tabuco negro sobre rojo, aunque
en baja frecuencia (PÉREZ GUZMÁN, 2005).
Más tarde, en excavaciones en la cuenca media del río Tecolutla, con
la supervisión de obras petroleras, se realizaron excavaciones extensivas e
intensivas que arrojaron datos de ocupaciones antes y después del apogeo
de Tajín, recuperándose también, en superficie y en excavaciones intensivas,
este tipo cerámico en la parte sur de El Tajín (MALDONADO, 2012 b).
Entre 2012 y 2013 se realizaron las primeras excavaciones nuestras
en el área cívico-ceremonial de Tabuco, encontrándose que es un tipo
muy abundante e inclusive, se observa un desarrollo del tipo localmente
(JUÁREZ y VELÁZQUEZ, 2013), en la ocupación más temprana se encon-
traron vasijas mal elaboradas, en asociación con materiales cerámicos de la
última fase de Tajín, observándose que se va perfeccionando con el tiempo.
También se presenta este tipo cerámico en la superficie de los sitos
circundantes de Tumilco y Cuatro Ciénegas, aunque en menor cantidad, así
como en sitios menores como La Victoria, Buenos Aires y la zona del relleno
sanitario de la actual ciudad de Tuxpan (MALDONADO 2012 a, 2016).
Muy recientemente, en las excavaciones que aún están en curso se han
registrado ollas del tipo Bandas ásperas, la cerámica doméstica caracterís-

100
Huastecos y Totonacos, nuevas aportaciones desde la arqueología a una vieja discusión

tica del apogeo de Tajín, en contextos domésticos de élite en Tabuco, atribui-


bles al Posclásico Temprano, aunque aún sin fechamientos absolutos, pero
que seguramente por la cercanía geográfica, pudieran estar relacionados
como parte de las reminiscencias de la expansión de la gran urbe.
Aunque se presenta más allá de sus límites al sur, en el área de
Xiuhtetelco llamándolo negro sobre rojo de la India (GARCÍA PAYÓN, 1950)
y al norte tan lejos como en la cuenca del Pánuco con el tipo Las Flores negro
sobre rojo (EKHOLM, 1944), no parecen haber sido lugares originalmente
productores de dicho tipo.
Así mismo, hacia el norte, en los proyectos sismológico Tres Hermanos
3DHD, realizado en los alrededores de Naranjos y la laguna de Tamiahua;
el proyecto sismológico Limonaria realizado alrededor de Ozuluama y la
presa de Chicayán y más recientemente, el proyecto Sismológico La Laja
3D, realizado entre la Laguna de Tamiahua y Ozuluama, se han recupera-
do fragmentos escasos de este tipo cerámico. Como también lo reportan
en escasa cantidad en el Salvamento Arqueológico Chicayán desde 1996
(DURÁN, 1996).
Como ya lo había manifestado Ekholm (1944) y Espejo (1953), la ico-
nografía muestra la mezcla de estilos del centro norte de Veracruz, similar
a la de Isla de Sacrificios, Quiahuiztlán, Azteca I, la cerámica huasteca de
grandes motivos naturalistas plasmado mayormente en el tipo Huasteca
negro sobre blanco o crema e inclusive diseños como de la cerámica
Mixteca-Puebla.
Además de presentarse en toda le extensión del bichou huasteco de
Tochpan, debió ser una cerámica de élite, ya que se presenta de manera
más abundante en sitios de mayor rango jerárquico y en menor cantidad en
asentamientos de rango menor.
Esta propuesta está sustentada en que, si bien representa una cerá-
mica compartida por las élites de los diferentes pueblos que conformaron
el bichou y éste era multiétnico, los gobernantes debieron ser de la etnia
huasteca. En esta cerámica Tabuco negro sobre rojo, se han encontrado
representaciones de huastecos, tal como lo describieron las fuentes: con
narigueras, dientes aserrados y pintura y/o escarificación facial (Figura 3:
a, b y c).

101
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 3. a) Plato del tipo Tabuco negro sobre rojo recuperado en los alrededores de Tajín; b)
Cajete del tipo negro sobre rojo recuperado de la zona cívico ceremonial de Tabuco; c) Anverso de
fragmento de plato del tipo negro sobre rojo recuperado de la zona habitacional de élite de Tabuco.
d) Reverso del fragmento de plato. Fotografías de MALDONADO VITE.

Conclusiones
La caracterización de la estructura política huasteca, como semejante a los
señoríos de Italia, con base en la descripción que De Witte hizo al rey en su
famosa carta, no es del todo correcta, ya que obedeció a su visión europea
y la situación de la época, obviamente desconociendo la estructura original
prehispánica.
Sabemos ahora que parte de la consideración de esta dicotomía y mez-
cla −aún en la actualidad− entre huastecos y totonacos, obedeció a la co-
lindancia y convivencia de ambos grupos originada desde la época prehis-
pánica al pertenecer en algún momento a la misma organización política
durante el Posclásico Temprano.

102
Huastecos y Totonacos, nuevas aportaciones desde la arqueología a una vieja discusión

La pluralidad lingüística fue una consecuencia de la convivencia y per-


mitió la integración de unidades políticas multiétnicas bajo la estructura
política segmentaria, permitiendo fronteras laxas y territorios entreverados.
Tochpan debió constituir el pequeño territorio central donde residía el
jefe del bichou, manteniendo su superioridad ritual e identidad como élite
gobernante huasteca a través de la vajilla del tipo cerámico de élite negro
sobre rojo, compartida con las élites particulares de los centros menores,
incluyendo a Papantla.
Por lo tanto, la integración de este bichou Posclásico debió ser posterior
a la caída de Tajín, aunque pudo no ocurrir un total abandono, sino una
ruralización, integrándola como un asentamiento importante con el rango
de subcabecera y con un gobernante local propio, compartiendo con él las
reminiscencias de su cultura material e incluyendo la cerámica de élite de
los nuevos gobernantes huastecos, presencia que se observa en los alrede-
dores de Tajín.
Esta región fue posteriormente ocupada por los totonacos, quienes se
integraron con otros grupos étnicos, entre los que estuvieron los huastecos
y muy probablemente nahuas y otomíes.
Seguramente tras la integración del territorio que antes dominó El
Tajín, se reconoció a la antigua urbe como una ciudad sagrada donde lle-
varon a enterrar a personajes, quizá ancestros de origen tajinense y des-
cendientes de la estirpe de 13 conejo, dejando vasijas funerarias manu-
facturadas en Tabuco, uno de los poblados del bichou de Tochpan, ¿acaso
nombrado así, “el lugar de la estirpe del conejo” como reminiscencia de una
parte importante de su origen?

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107
109

EL PROYECTO ORIGEN Y
DESARROLLO DEL PAISAJE
URBANO DE TAMTOC, A
DIEZ AÑOS DE SU INICIO

Estela Martínez Mora


Guillermo Córdova Tello
Dirección de Estudios Arqueológicos-INAH

Resumen – Tamtoc es uno de los asentamientos más importantes del noreste mexicano. Aquí
presentamos un esbozo de la investigación interdisciplinaria que hemos realizado en este
sitio dentro del Proyecto Arqueológico Origen y Desarrollo del Paisaje Urbano de Tamtoc, San
Luis Potosí, el cual se puso en marcha en el mes de noviembre de 2008. El principal eje de
investigación tiene por objeto caracterizar los componentes histórico-culturales propios del
desarrollo de esta sociedad urbana que consiguió fundar una de las ciudades más distintivas
de la llamada región Huasteca durante la época precolombina.

Introducción
La ciudad es una de las creaciones más fascinantes de la humanidad, ya que
no sólo hablamos de las edificaciones, espacios físicos, andadores, etcétera.
Es la creación misma de la vida civil y de la sociedad colectiva. Es un lugar
que atrae a las personas. En la antigüedad, a menudo esta atracción pudo ser
la combinación de aspectos económicos, debido a la abundancia de recursos
naturales disponibles en su entorno y la diversidad de productos manufac-
turados, a la suficiencia agrícola de su sector aldeano; en ocasiones fue su
situación geográfica o su importancia religiosa; pero en todos los casos se
trata de una construcción social, una forma singular de relacionarse. En su
interior, periódicamente se practicaron ceremoniales o rituales en donde
la ciudad pudo entenderse como el centro del universo o representación
cósmica, la ciudad también sirve como un centro de intercambio comercial
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

y administrativo; pero la ciudad es, en esencia, el punto de máxima concen-


tración de poder y cultura de una comunidad. La organización social de una
población urbana, de hecho, tiene mucho que decir sobre la naturaleza de
una ciudad pues ésta ocupa la parte más alta en la jerarquía de asentamien-
tos. Es un producto de la estratificación social. La ciudad es económicamente
autosuficiente y extiende su influencia económica, política y religiosa a un
territorio más amplio.
En una ciudad se busca permanentemente satisfacer las necesidades
de sus habitantes; para ello tiene espacios libres y edificados de uso público
y privado y presenta una serie de obras de infraestructura.
En nuestro caso particular, más que contribuir al complejo debate del
fenómeno urbano, presentamos este trabajo con la intención de dar a cono-
cer algunos componentes de los procesos sociales propios del surgimiento,
desarrollo y declive de la sociedad urbana de Tamtoc.
Este esbozo general Intenta sintetizar algunas ideas con el objeto con-
tribuir al debate y comprensión de los ciclos de creación urbana basándo-
nos en los datos generados por investigaciones en el pasado y las nuestras
realizadas recientemente.

Investigaciones previas en la huasteca


La Huasteca es una extensa región al noreste de la República, “comprende la
parte sur de Tamaulipas, el norte de Veracruz, el oriente de San Luis Potosí,
es decir, la vertiente este de la Sierra Madre Oriental, la llanura costera, así
como una parte del estado de Hidalgo y, para algunos autores, una peque-
ña porción de Querétaro” (ZARAGOZA, 2003: 11). Es una región con una
larga ocupación y diversidad cultural; podemos decir que culturalmente,
para los siglos XV y XVI, está formada por diversos grupos étnicos como
los teenek o huastecos, nahuas, otomíes, tepehuas y pames. (ZARAGOZA,
2003; CÓRDOVA Y MARTÍNEZ, 2007).
Para finales el siglo XIX, Alejandro Prieto es uno de los primeros
en describir algunos asentamientos prehispánicos de la región, así como
Antonio García Cubas es el primero en realizar un plano topográfico de
un sitio huasteco (Mesa de los Coroneles, en Tamaulipas) y en describir la
escultura (OCHOA, 2005a).
Los primeros trabajos −a principios del siglo XX−, se centran en diver-
sos registros, observaciones, descripciones generales, resultado de diversos
hallazgos relevantes; destacan nombres como los de Walter Staub y J. W.
Fewkes entre 1910-1920, así como Eduard Seler a finales del siglo XIX y
principios del XX (OCHOA, 1990).

110
El proyecto Origen y Desarrollo del Paisaje Urbano de Tamtoc, a diez años de su inicio

En 1917, Fewkes y Staub dan a conocer la escultura conocida como el


Adolescente huaxteco, procedente de Tamohí, que después es descrita por
Blas Rodríguez.
Uno de los principales investigadores de la región huasteca fue Joaquín
Meade, quien desde 1940 recorrió diversos sitios de San Luis Potosí,
Veracruz, Querétaro, Hidalgo y Puebla; de sus recorridos se desprenden im-
portantes obras monográficas particulares de cada estado (OCHOA, 1990).
Las primeras investigaciones sistemáticas en la Huasteca fueron lleva-
das a cabo por Ekholm y MacNeish (Ibídem). Gordon F. Ekholm entre 1941
y 1942 realizó trabajos en Veracruz y Tamaulipas; como resultado de su
investigación, publica en 1944 la obra Excavations at Tampico and Panuco
in the Huasteca, en donde establece una tipología cerámica, define estrati-
gráficamente seis periodos (Periodo I al VI) con sus correspondientes tipos
cerámicos diagnósticos; también establece una tipología de figurillas y des-
cribe diferentes objetos cerámicos, además de puntualizar entre otros obje-
tos arqueológicos como lítica, hueso y escultura (EKHOLM, 1944). Richard
MacNeish (1954) realizó trabajos en la sierra y la costa de Tamaulipas y en
Pánuco, Veracruz (OCHOA, 1990). En su publicación An early archaeologi-
cal site near Pánuco, Veracruz, establece tipos cerámicos diagnósticos para
cada uno de los periodos cronológicos que propone (MACNEISH, 1954).
Entre el 1941 y 1942, se realizaron trabajos conjuntos en la región
por el Museo Americano de Historia Natural y el Instituto Nacional de
Antropología e Historia; como parte de un programa patrocinado por el
Instituto de Investigaciones Andinas.
El Museo Americano designó a Gordon Ekholm, mientras que Wilfrido
Du Solier fue designado por parte del INAH. Se tenía previsto realizar tra-
bajos en Las Flores y Buena Vista en Tampico, Pánuco, Veracruz y Tancol
en San Luis Potosí. Las exploraciones en Buena Vista y Las Flores fueron
realizadas por ambos investigadores, pero, por problemas de salud de Du
Solier, no pudieron seguir trabajando en conjunto, por lo que Ekholm, in-
tervino Pánuco y Tancol (DU SOLIER, et al., 1991).
Du Solier plantea la relación entre la huasteca y las culturas del suroes-
te norteamericano. En palabras del investigador, “una de mis principales
metas, al estudiar la cultura prehispánica de la Huasteca, ha sido encontrar
datos concernientes a las relaciones de ese grupo con otras culturas que
florecieron en México o emigraron al sureste de EUA. Así mismo, deseaba
investigar la posibilidad de que la Huasteca se hubiera originado en el Valle
del Mississippi” (DU SOLIER, et al., 1991: 192).

111
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

En septiembre de 1946, Du Solier asiste al simposio sobre el Área


Arqueológica Caddo en la Universidad de Oklahoma, en donde surgen sus
primeras observaciones sobre la relación entre dichas culturas, pero es hasta
finalizar su estudio de la cerámica de Buena Vista, cuando aterriza algunas
reflexiones sobre las similitudes de los diseños, formas, acabados, decora-
ción, entierros colectivos y ofrendas entre otros (DU SOLIER et al., 1991).
En ese mismo año (1946) realiza exploraciones en Tamohí o El Consuelo,
sitio muy cercano a Tamtoc (STRESSER-PÉAN y STRESSER-PÉAN, 2001).
De sus obras debemos destacar la titulada Estudio arquitectónico de los
edificios huastecos (1945), en donde describe la arquitectura de algunos
sitios que se encuentran en San Luis Potosí, Tamaulipas e Hidalgo; afirma
que los moradores debían tener conocimiento avanzado sobre sistemas de
construcción y que los edificios eran concebidos antes de su construcción
(DU SOLIER, 1945). Por otro lado, en su obra “Sistema de entierros entre
los huaxtecos prehispánicos” (1947), traza cronológicamente los diversos
sistemas de entierros de la región, sustentando por la asociación de mate-
riales cerámicos o arquitectura.
En 1960, durante la visita en México del Señor André Parrot, y de acuer-
do con Jaime Torres Bodet, secretario de la SEP y Eusebio Dávalos, entonces
director del INAH, se creó la Misión Arqueológica Francesa en México,
dedicada a investigaciones arqueológicas y etnológicas. La dirección quedó
a cargo de Guy Stresser-Péan, quien anteriormente había realizado misio-
nes en el país, particularmente en la Huasteca (STRESSER-PÉAN, 2008).
Gracias a sus trabajos previos, Stresser-Péan ya contaba con un importante
acervo de información sobre la Huasteca, además de su experiencia; por ello
decide que ésta sería la primera región por investigar. Así, en enero de 1962
inician los trabajos de campo en Tamtoc. Además, realizaron investigaciones
en El Platanito, Vista Hermosa y San Antonio Nogalar (STRESSER-PÉAN,
1991, 2008; OCHOA, 1990).
Sin duda, uno de los proyectos arqueológicos que significó un avance
importante en el conocimiento de la región, fue el Proyecto Arqueológico
Huasteca realizado por Beatriz Leonor Merino Carrión y Ángel García Cook
de la Dirección de Monumentos prehispánicos del INAH. Entre los años
1978 y 1982, desarrollaron una investigación e identificaron 525 asenta-
mientos humanos prehispánicos. Estos trabajos destacaron la importancia
de las relaciones entre las sociedades asentadas en la cuenca baja del río
y Pánuco una gran parte de Mesoamérica desde épocas tempranas. Otro
aporte significativo se refiere al establecimiento de una propuesta de de-
sarrollo regional. En esta propuesta, Tamtoc fue definido como un “pueblo

112
El proyecto Origen y Desarrollo del Paisaje Urbano de Tamtoc, a diez años de su inicio

grande”, sede de un señorío o cacicazgo (MERINO CARRIÓN y GARCÍA


COOK, 1987).
Destacan también nombres como Lorenzo Ochoa, Diana Zaragoza y
Patricio Dávila, entre otros. Con esta breve reseña intentamos destacar
los trabajos que resultaron ser la base para la investigación de esta área.
Además, pretendemos señalar que, en comparación con otras regiones, ha
sido poco estudiada; aún es necesaria mucha investigación para poder en-
tender los procesos sociales que se desarrollaron en el territorio conocido
como Huasteca.

Intervenciones arqueológicas en Tamtoc


Esta antigua ciudad permaneció oculta bajo la tupida selva por varios siglos
y, aunque en 1937, Stresser-Péan había tenido la oportunidad de conocerla,
es Joaquín Meade a quien se le atribuye el mérito de distinguir la importan-
cia del sitio arqueológico a partir de su primera visita en 1939. En su publi-
cación Las ruinas arqueológicas de la Huasteca potosina (1957) menciona
que, por su tamaño, las pirámides de Tamtoc son las más importantes de la
zona. Hace una descripción de los edificios y de los sitios vecinos. Meade es
el primero en subrayar la importancia de los sitios de Tamuín y, particular-
mente, de Tamtoc: “Las ruinas más importantes de esta zona por su tamaño,
son las grandes pirámides de Tantoc” (MEADE, 1991: 152). Encuentra una
similitud con Teotihuacán, argumentando que en ambos lugares se encuen-
tran dos pirámides, una de mayores dimensiones que la otra, aunque añade
que la similitud puede ser casual (MEADE, 1991). Realiza un plano del sitio,
al cual designa como Tantoc, tomando como referencia el montículo cono-
cido por los lugareños como Tantoque (MEADE, 1948).

113
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 1. Croquis de Tamtoc presentado por MEADE, J. 1948, p.135.

Meade fue un estudioso prolijo de la Huasteca Potosina y su obra ha


sido la base para el estudio de la región.
Como lo mencionamos anteriormente, Du Solier (1946), trabajó especí-
ficamente en el sitio El Consuelo hoy conocido como Tamohi. Durante este
periodo de trabajo, Du Solier hace algunas vistas a Tamtoc acompañado
por el Dr. Gordon Ekholm y el Señor Indalecio Castrillón −en aquel tiempo
dueño de los terrenos donde se encuentra Tamtoc, el señor Castrillón le donó
una estela a Wilfrido Du Solier para el Museo Nacional (STRESSER-PÉAN
y STRESSER-PÉAN, 2001). Actualmente se ubica en el Museo Nacional de
Antropología, a la entrada de la Sala del Golfo y es conocida como estela
Castrillón−.
La investigación propiamente dicha del sitio arqueológico de Tamtoc
se inicia con la creación de la Misión Francesa para la Investigación
Arqueológica y Etnográfica. Esta institución inicia en 1962 la primera de
tres temporadas de campo bajo la dirección del Dr. Guy Stresser-Péan (1962,

114
El proyecto Origen y Desarrollo del Paisaje Urbano de Tamtoc, a diez años de su inicio

1963 y 1964). Estos trabajos contaron con la colaboración de asesores cien-


tíficos, técnicos e ingenieros y realizaron diversos estudios en el campo de
las ciencias naturales.
El equipo que encabezaba Guy Stresser-Péan tenía dos preguntas eje:
una versaba sobre el origen natural o artificial de las dos principales es-
tructuras y, al igual que Joaquín Meade, la segunda se basaba en estudiar
la posible similitud arquitectónica con Teotihuacán (STRESSER-PÉAN y
STRESSER-PÉAN, 2001).
Durante las tres temporadas de campo que llevaron a cabo, realizaron
26 sondeos en diversos puntos del sitio, una cala en el Cubilete y una exca-
vación extensiva del Grupo A o Plaza Principal. En cuanto a la cronología de
este grupo que fue el que más trabajaron, plantean una primera ocupación
en el Clásico Temprano, basándose en la forma y materiales cerámicos, ade-
más del fechamiento por C14 de unas conchas marinas localizadas en una
ofrenda, ubicándola en el 482 d. C. Además, añaden que la plaza tomó su
última forma en el Posclásico Tardío, de acuerdo con la cantidad de material
arqueológico correspondiente a este periodo (Ibídem). En 1964, Román Piña
Chan, entonces encargado del Departamento de Monumentos Prehispánicos
del INAH, decidió que las excavaciones realizadas en Tamtoc se volvieran a
tapar, con el fin de garantizar su conservación (Ibídem).
Uno de sus importantes resultados fue la publicación en 2001, de la
obra Tamtok sitio arqueológico huasteco, su historia, sus edificios, Vol. I, en
donde sus autores, Guy y Claude Stresser-Péan, dan a conocer los primeros
resultados de esta serie de investigaciones con relación al proceso histórico
social del asentamiento. Más tarde, en 2005, estos mismos autores publica-
ron Tamtok, sitio arqueológico huasteco: su vida cotidiana, Tomo II donde
contribuyen significativamente al conocimiento de su cultura material.
Entre 1994 y 1995 el arqueólogo Patricio Dávila, adscrito en ese enton-
ces al Centro INAH San Luís Potosí, queda a cargo del Proyecto Tantoc,
realiza trabajos en el sitio. En palabras de Dávila, lo plantea como “un pro-
yecto Arqueológico-Ecológico cuyo propósito fundamental consiste en el de-
sarrollo integral de Tantoc hasta el meandro que lo envuelve, como muestra
de nuestro patrimonio prehispánico en su ambiente original, por ser el sitio
de mayor relevancia en la Huasteca” (LEIVA y GALICIA, 1997: 1). Además,
tenía el objetivo de comprender algunos aspectos de la arquitectura, así
como definir la secuencia cronológica del sitio.
Durante los trabajos llevados a cabo, registra seis conjuntos arquitec-
tónicos y les asigna nomenclatura, letras (de la A, a la G) para los conjuntos,
y números para los montículos; realiza la excavación de 17 unidades en

115
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

diferentes puntos del sitio; excava dos unidades en el Tizate; una entre el
Tizate y el Tantoque; tres en el grupo C; dos en el grupo B, una al pie de
Piedras Paradas, una en el Tantoque; cinco en el grupo F entre las Lagunas
de la Ceiba y del Tantoque, una en el Gran Patio Hundido y una en el grupo
G. Sus trabajos fueron interrumpidos por problemas con el entonces dueño
del terreno donde se localiza Tamtoc (LEIVA y GALICIA, 1997). En 2002
Dávila publica un artículo titulado Tamtoc: una ciudad huasteca. También
impartió diversas conferencias junto con Diana Zaragoza en donde dieron a
conocer sus trabajos, particularmente aportaron datos para comprender la
posible relación entre las llamadas culturas del sureste norteamericano con
el desarrollo de Tamtoc en el periodo Clásico Tardío y Posclásico Temprano
(DÁVILA CABRERA y ZARAGOZA OCAÑA, 1998).
Para el 2001 se crea el Fideicomiso Irrevocable de Administración para
el Rescate Arqueológico de Tamtoc, conformado por el Instituto Nacional
de Antropología e Historia, el Gobierno del estado de San Luis Potosí y
Fomento Cultural Banamex. Dicho fideicomiso fue el mecanismo de finan-
ciamiento del Proyecto Tamtoc, a cargo de Guillermo Ahuja, quien realizó
trabajos en el sitio entre el 2001 y el 2008 (CÓRDOVA y MARTÍNEZ, 2007).
Durante estos años se realizaron trabajos de liberación y consolidación en
diversas áreas del sitio, como parte de un programa de mantenimiento ma-
yor que tenía por objetivo la apertura del sitio al público, la cual se llevó a
cabo en mayo de 2006. Además, construyeron el área de servicio. Durante
los trabajos dirigidos por Ahuja destaca la exploración del área de La Noria,
particularmente el rescate del Monumento 32 o La Sacerdotisa.

El proyecto Origen y Desarrollo del


Paisaje Urbano de Tamtoc, S.L.P.
En 2007, la arqueóloga Laura Pescador Cantón y el arqueólogo Roberto
García Moll, entonces Coordinadora Nacional de Arqueología y presidente
del Consejo de Arqueología respectivamente, nos propusieron desarrollar y
ejecutar un proyecto de investigación y docencia en el sitio arqueológico de
Tamtoc, en la huasteca potosina. Lo primero que hicimos fue un diagnóstico,
en el cual nos dimos cuenta de que muchas áreas intervenidas anteriormente
presentaban graves problemas de conservación y/o las áreas excavadas no
habían sido agotadas. Situación que hemos venido corrigiendo desde 2008.
Emprendimos esta labor de investigación, conservación y docencia me-
diante un enfoque interdisciplinario para plantear problemáticas en torno
al fenómeno urbano desde distintas disciplinas y, al mismo tiempo, darle
preeminencia a la formación de profesionales. De esta manera el Proyecto

116
El proyecto Origen y Desarrollo del Paisaje Urbano de Tamtoc, a diez años de su inicio

Arqueológico Origen y Desarrollo del Paisaje Urbano de Tamtoc, S.L.P. fue


aprobado por el Consejo de Arqueología en noviembre de 2007 y se puso
en marcha en noviembre de 2008. A partir de ese momento fuimos confor-
mando un equipo de especialistas en diversos campos de la antropología
interesados en el estudio del fenómeno urbano y habituados en tareas do-
centes. Dirigimos el proyecto la maestra Estela Martínez Mora y el maestro
Guillermo Córdova Tello, adscritos a la Dirección de Estudios Arqueológicos,
quienes además nos encargamos del análisis cerámico y de los trabajos de
prospección, respectivamente. La doctora Patricia Olga Hernández Espinoza
del Centro INAH Sonora ha sido responsable del área de bioarqueología;
el doctor Adrián Velázquez Castro del Museo de Templo Mayor y la bióloga
Norma Valentín Maldonado de la Subdirección de Laboratorios y Apoyo
Académico han laborado como los responsables del área de malacología.
Los investigadores antes mencionados también colaboran en los trabajos
de campo del proyecto. Además, el doctor Gilberto Pérez Roldan, profesor
investigador la Universidad Autónoma de San Luis Potosí y el maestro Edsel
Robles Martínez, ha colaborado con el análisis de los restos óseos animales.
Las doctoras Corina Solís y María Rodríguez Ceja, del Instituto de Física
de la UNAM, han venido realizando los fechamientos de algunos materia-
les arqueológicos. Por último, el doctor Françoise Gerdon, del Museo del
Hombre en París, han llevado a cabo los análisis sobre las materias primas
y la procedencia de la lapidaria, lítica y metales.
Dentro de la parte docente hemos formado a estudiantes de las li-
cenciaturas de arqueología y antropología física de la Escuela Nacional
de Antropología e Historia, igualmente se han integrado a nuestros tra-
bajos alumnos de la Escuela de Antropología del Norte de México y de la
Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Todos ellos han colaborado en
los trabajos de prospección y/o excavación, en el análisis de los materiales
arqueológicos recuperados y en la elaboración de los informes técnicos pre-
sentado al Consejo de Arqueología. Esto ha tenido como resultado la elabo-
ración de seis tesis de la licenciatura en Arqueología de la ENAH y una de
la UASLP. En nuestra opinión, formar arqueólogos es un compromiso con
nuestra disciplina y con nuestra institución. Desarrollarlos como especia-
listas en la arqueología huasteca, donde es escasa la investigación arqueo-
lógica, es aún más relevante, sobre todo si consideramos que este territorio
hoy se encuentra sumido en una grave crisis de seguridad y justicia social.
Como resultado de los trabajos llevados a cabo de 2009 a la fecha, en
la parte de difusión hemos publicado un libro titulado Tamtoc, esbozo de
una antigua sociedad urbana (2012), una revista llamada Diálogos con el

117
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Pasado: Tamtoc; un tríptico de distribución gratuita para quienes visitan


el sitio, dieciocho artículos científicos, y participado en 39 conferencias y
ponencias nacionales e internacionales.

Entorno físico
Tamtoc se ubica aproximadamente a 48 km al sureste de Ciudad Valles,
S.L.P. Por la carretera que va de esta ciudad hacia Tampico, pasando el po-
blado de Tamuín, se toma la carretera hacia el sur (a la derecha) que conduce
a la población de San Vicente Tancuayalab o El Higo, Veracruz, conocido
como eje Tamuin-Xolol. Sobre esta carretera (a 8 km) se ubica una desvia-
ción hacia la derecha que conduce al sitio arqueológico (10 km).

Figura 2. Ubicación de Tamtoc.

La antigua ciudad de Tamtoc se asentó en la llanura de Tamuín, en un


meandro que forma el río Tampaón o Tamuín. El entorno geográfico de selva
baja abundante en flora y fauna favoreció la producción y recolección de
alimentos que contribuyeron significativamente a la subsistencia de nume-
rosos poblados asentados en la región. El río Tampaón, además de ser una
fuente importante de recursos alimenticios y agua permanente, fue el eje que
facilitó el intercambio de mercancías y de la interacción con otras regiones.

118
El proyecto Origen y Desarrollo del Paisaje Urbano de Tamtoc, a diez años de su inicio

Figura 3. Río Tampaón.

Nuestros estudios pueden confirmar la idea de que los primeros grupos


que habitaron Tamtoc aprovecharon los recursos de las sierras cercanas
como la de Tanchipa. Grandes bloques de arenisca fueron transformados
por hábiles escultores en imágenes de diosas, dioses, gobernantes y estelas
públicas, memoria de su orden social y simbólico. De la Sierra del Abra
Tanchipa extraían la calcita para ser usada en la elaboración de cuentas y
del Cerro del Murciélago se extraía piedra verde, para ser transformada en
artefactos y adornos corporales (STRESSER-PÉAN y STRESSER-PÉAN,
2001, 2005).
Las llanuras, ríos y montañas que conforman el paisaje natural de
Tamtoc, fueron más que el escenario de su devenir histórico o su sustento
económico, también representaron su cosmogonía reafirmada periódica-
mente en su vida ritual y en su ideología, puntos destacados en el relieve
topográfico indicaron fenómenos astronómicos básicos para la cuenta del
tiempo y sirvieron de referente en el diseño mismo de la antigua ciudad.

Trabajos de Prospección
Dentro de este proyecto, el maestro Guillermo Córdova ha realizado dos
temporadas de prospección arqueológica del territorio aledaño al sitio ar-
queológico de Tamtoc, como parte del programa de investigación y docencia.
Mediante la prospección se puede conocer el sistema de asentamien-
tos y vida a escala regional. En nuestro caso particular, la prospección ar-

119
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

queológica del territorio adyacente a Tamtoc tuvo por objeto el registro de


asentamientos y pautas de distribución humana en el territorio para definir
su forma de organización y, posteriormente mediante excavaciones siste-
máticas, avanzar en el conocimiento de la vida cotidiana de esta sociedad
urbana, además de definir las características particulares de estos múltiples
asentamientos, su patrón y en consecuencia establecer su grado de comple-
jidad interna.
Para facilitar la identificación de los diferentes rangos de complejidad
interna probable en el universo de estudio, hemos definido las siguientes
categorías:

Núcleo Urbano
Se caracterizan por ser el espacio material de la organización política. Los
templos y el palacio son los órganos rectores con capacidad para aglutinar
una gran cantidad de población organizada en unidades políticas para ser
gobernados. En los restos arqueológicos de estos asentamientos se apre-
cia la heterogeneidad de su población, la especialización económica y la
estratificación social. Son sitios con una alta concentración de edificios y
plazas públicas, espacios arquitectónicos que albergan una densa población
(CÓRDOVA, 2019).

Figura 4. Representación de un Núcleo urbano.

120
El proyecto Origen y Desarrollo del Paisaje Urbano de Tamtoc, a diez años de su inicio

Poblado
Los poblados son asentamientos de segundo orden. Son los que presentan
arquitectura cívica y tienen una mayor extensión que las villas y las aldeas.
Tienen evidencia de actividad doméstica en su entorno y posiblemente asu-
mieron un importante rol en la producción de bienes de prestigio, por ello,
se caracterizan por la existencia de evidencia de alguna actividad envuelta
en la producción de bienes de prestigio (CÓRDOVA, 2019).

Figura 5. Representación de un Poblado.

Villas
Estos asentamientos se distinguen por carecer de arquitectura pública. La
arquitectura que presentan es doméstica y, a diferencia de las aldeas, tie-
nen basamentos de más de 50 cm de altura y son de mayor tamaño. Estos
basamentos podrían señalar algún tipo de diferenciación social al interior
del asentamiento. Su economía de subsistencia se centra en la producción
agrícola, domesticación de especies y de manera predominante, la caza-re-
colección. Teóricamente, estos grupos están organizados en segmentos de
clan o linaje, forman un grupo político ritualmente integrado y puede tener
un líder que los represente ante otros grupos del mismo sistema regional
(Ibídem).

121
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 6. Representación de una Villa.

Aldeas
Son los sitios más pequeños, tienen una densidad poblacional muy baja.
No presenta arquitectura aparente. Son detectadas por ser concentraciones
de material arqueológico que se removió por erosión o actividad humana
reciente. Son los sitios más abundantes y albergan a la mayoría de la pobla-
ción que integra al sistema regional. La aldea no forma un grupo político
claramente delimitado. El liderazgo se reduce a un contexto mínimo. El
territorio de la aldea consiste en terrenos domésticos con terreno para el
cultivo y con opciones claras de caza y pesca (Ibídem).

Figura 7. Representación de una Aldea.

122
El proyecto Origen y Desarrollo del Paisaje Urbano de Tamtoc, a diez años de su inicio

En total hemos registrado treinta y dos sitios: dieciocho aldeas, cinco


villas, seis poblados y tres núcleos urbanos.

Figura 8. Sitios registrados en 2011 y 2014.

Secuencia ocupacional
Establecer la secuencia ocupacional de Tamtoc ha resultado una tarea su-
mamente complicada. La mayoría de los referentes cronológicos con que
contábamos al inicio del proyecto se basan en la comparación de secuen-
cias cerámicas establecidas en regiones como Pánuco-Tampico, Tamaulipas
y Cuenca Baja del Pánuco (EKHOLM, 1944; MACNEISH, 1950; MERINO
CARRIÓN y GARCÍA COOK, 1987). En el inicio de nuestra investigación
empleamos estas secuencias para hacer estudios comparativos e identificar
algunos referentes cronológicos que apoyaran la interpretación de los con-
textos estratigráficos de nuestras excavaciones. Afortunadamente, hemos
podido hacer algunos fechamientos con el apoyo de las doctoras Corina
Solís y María Rodríguez, del Instituto de Física de la UNAM, lo que nos
ha permitido en esta breve semblanza del devenir de Tamtoc, proponer

123
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

el desarrollo y la complejidad alcanzada por esta urbe asentada en el río


Tampaón desde por lo menos doscientos años antes de nuestra era hasta la
llegada de los españoles.
Al intentar periodizar la sucesión de hechos significativos, encontramos
al menos tres épocas. La fecha de C14 más antigua asociada a un grupo
humano que habitó Tamtoc proviene de una vivienda datada en 105 ± 30
a. C. Debajo de esta encontramos otras dos más antiguas, que aún no he-
mos fechado. Este primer lapso (entre 200 a. C. a 150 d. C.) está muy poco
documentado, pero dadas sus características, pensamos que en él se gestó
lo que podríamos llamar el embrión urbano.

Figura 9. Incendio de vivienda fechado en 105 +- 30 a. C.

En el segundo periodo (200 a 600 d. C.), la ciudad tomó forma y los


espacios públicos y privados fueron bien definidos. Recientemente (2017)
excavamos un conjunto habitacional que corresponde a esta época: su ta-
maño y acabados sugieren que esta área pudo pertenecer a un grupo de
artesanos especializados en lapidaria y trabajo en concha que ocuparon un
lugar privilegiado en la escala social.

124
El proyecto Origen y Desarrollo del Paisaje Urbano de Tamtoc, a diez años de su inicio

Figura 10. Conjunto habitacional correspondiente al segundo periodo.

Los grandes templos ubicados en el eje este-oeste, la traza de la Plaza


Principal y de siete grupos más que componen el sitio pertenecen a este
periodo, que fue cuando se logró un ordenamiento arquitectónico de lo
que podría considerarse como la ciudad prístina. El monumento de La
Sacerdotisa y la ofrenda depositada al interior del manantial corresponden
a este periodo.

Figura 11. Monumento de La Sacerdotisa correspondiente al segundo periodo.

125
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Este es sin duda un contexto ritual, compuesto por una ofrenda a un


manantial de la que forma parte una fascinante escultura femenina deno-
minada Mujer Escarificada (la cual describiremos más adelante) (Figura 11).
Ciertamente el área donde nace un manantial es un lugar central para
el desarrollo del asentamiento urbano, corresponde al momento cuando
se construía la ciudad por primera vez. El manantial es transformado en
una caja de agua de donde parten canales de distribución de agua a otros
sectores de la ciudad (SALAZAR, et al., 2012).

Figura 12. La Sacerdotisa, la caja de agua y el inicio del canal de distribución.

En este contexto se puede encontrar un fragmento de la compleja ideo-


logía religiosa de Tamtoc, en una correspondencia directa entre los perso-
najes, la escena representada y el entorno natural y arquitectónico.
La escultura (Figura 11) mide 3.75 m de alto por 6.5 m de ancho y poco
más de 35 cm en su parte más gruesa. La roca es sedimentaria arenisca y
fue extraída de la sierra Tanchipa, a 30 km al Noroeste de Tamtoc, y segu-
ramente fue transportada vía fluvial hasta el sitio (Ibídem).
La escena en el monumento de La Sacerdotisa (Figura 11) presenta tres
personajes femeninos de frente, el que se ubica al centro es por sus dimen-

126
El proyecto Origen y Desarrollo del Paisaje Urbano de Tamtoc, a diez años de su inicio

siones exageradas y su atuendo, el personaje principal. Su rostro está cu-


bierto parcialmente por una máscara de cráneo humano cortado a la altura
de la frente; sobre su cabeza porta un elaborado tocado con volutas y formas
geométricas; en sus brazos y en sus tobillos muestra brazaletes y ajorcas
con formas puntiagudas; tiene una falda de la que cuelga entremedio de las
piernas, una especie de nudo con tres tiras de lo que creemos representa tela
o papel; bajo sus pies se encuentran dos cráneos humanos de perfil con alto
grado de estilización. Los dos personajes secundarios, parados a los lados
del personaje principal, tienen por atuendo únicamente telas dobladas a
manera de faldas cortas. Cada una está de pie sobre dos cabezas de frente
que portan un antifaz de cráneo: el hueso del antifaz está cortado a la altura
de la nariz, y deja ver debajo unas mejillas y labios carnosos. Estos dos per-
sonajes femeninos secundarios están decapitados, y sin embargo sostienen
con sus brazos levantados lo que parecen ser cuchillos dentados usados en
el sacrificio. De sus cuellos cercenados salen hacia todas las direcciones de
la escena torrentes de líquido; dos se anudan en la parte frontal de cada
cuello como punto de origen. De los doce chorros en total (seis por cada
personaje secundario), seis se dirigen hacia el personaje principal ubicado
al centro: dos llegan a sus pies, dos casi se tocan a la altura de su ombligo y
dos son sujetados en lo alto por las manos de la sacerdotisa, a la altura de su
tocado. Cuatro de estos chorros dispuestos en posición horizontal forman
una línea casi continua que corta en dos el espacio ocupado por la escena.
Atravesados y sujetos por estos, cuatro aves con alto grado de estilización
miran hacia el este, todas tienen el pico abierto (Ibídem).
Delimitando la escena por su parte superior, se encuentra una banda
de doce posibles glifos que se repiten intercaladamente y que ya hemos
registrado en otras esculturas de Tamtoc. Es aquí donde, en el proceso de
limpieza en 2006, se registraron los únicos restos de color (rojo, verde, negro
y azul) en toda la pieza.
Propuesta de lectura iconográfica y simbólica: La sangre que brota de
los cuellos de las decapitadas invade toda la escena, se dirige hacia todas
las direcciones y dos de sus chorros sostenidos en alto por la sacerdotisa,
parecen ser ofrendados. No sabemos si el fruto del sacrificio está dirigido
a un dios o solamente hace evidente el culto a la fertilidad, al agua y a la
sangre como sustento divino. En toda Mesoamérica la sangre derramada
ritualmente era ofrendada a las deidades como sustento, el único capaz de
mantener vigente el inestable orden cósmico, concebido como puente de
comunicación entre el mundo de los humanos y la esfera de lo sobrenatural
(Ibídem).

127
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

La ofrenda de la Caja de Agua


Como mencionamos anteriormente, la escultura de la Mujer Escarificada
estaba depositada como parte de la ofrenda colocada en la caja de agua1 de
La Noria. En Mesoamérica era práctica común sacralizar los estanques de
agua. Estos espacios, construidos o naturales, se destinaban a ser escena-
rios de actos rituales asociados al agua y su cualidad fértil. La evidencia de
toda esta actividad en Tamtoc es la enorme cantidad de material ofrendado
encontrado en la caja de agua (SALAZAR, MARTÍNEZ y CÓRDOVA, 2012).
El carácter sagrado del manantial que analizamos está expresado por
su asociación con la monumental escultura de La Sacerdotisa, la compleja
ofrenda ahí depositada y el sistema de canales de distribución de agua que
abastece de agua a otros sectores de la ciudad. Este conjunto y la ofrenda
depositada dentro de la caja conformaron un discurso que se logró comple-
mentar de manera magistral. El elemento por medio del cual se manifiesta
lo sagrado es el nacimiento de agua. La ofrenda depositada establece una
asociación entre fecundidad, vegetación y lluvia, resaltando con esto las cua-
lidades fértiles del manantial (SALAZAR, MARTÍNEZ y CÓRDOVA, 2012).
La ofrenda depositada estaba constituida por piezas de distinta natura-
leza, entre ellas, una cantidad considerable de material cerámico: floreros,
vasijas efigie, cajetes, vasos, vasijas miniatura, figurillas zoomorfas y ollas,
estas contenían en su interior cientos de cuentas de calcita de distintas
formas y colores (amarillo, verde, azul y blanco) y fragmentos de calcita sin
trabajar. También se encontraron dos fragmentos de cráneo humano y un
fémur; un punzón de hueso de venado, huesos de diversos animales y dece-
nas conchas. En el nivel más profundo, muy cerca del enlajado del fondo, se
localizaron cinco figurillas antropomorfas de cerámica con muslos grandes
y brazos y pies como muñones.
La pieza más importante y mejor lograda de la ofrenda es la escultura
de la Mujer Escarificada. Es una escultura de bulto de 1.12 m de alto por
58 cm de ancho y 30 cm en su parte más gruesa. La piedra arenisca en la que
fue labrada provine de la sierra Tambaca, a 52 km al noroeste de Tamtoc.
Pudo ser transportada por vía fluvial hasta Tamtoc.
La Mujer Escarificada, es la representación de un cuerpo femenino, deli-
beradamente fragmentado, con marcas de escarificaciones en muslos y hom-
bros. Los de los hombros forman una banda con 52 escarificaciones, número

1 Es una fosa de planta rectangular de grandes dimensiones, su profundidad es de tres


metros y está delimitada por enormes lajas rectangulares de roca sedimentaria arenisca
y de dimensiones variables (1 a 1.5 m).

128
El proyecto Origen y Desarrollo del Paisaje Urbano de Tamtoc, a diez años de su inicio

relacionado con los ciclos calendáricos mesoamericano; los que se encuentran


en los muslos forman tres rombos (101 escarificaciones) sobrepuestos verti-
calmente. Estos motivos han sido interpretados como representaciones de
vegetación o maíz, por lo que podríamos pensar que todo su significado está
directamente relacionado a la fertilidad y fecundidad. Este personaje podría
estar representando en sí mismo los dos conceptos y su presencia dentro de
la ofrenda concuerda con otros elementos de similar asociación.
Como parte de la ofrenda, existen una esfera casi perfecta de la misma
roca y manufactura que la escultura, por lo que creemos que es parte de esta.
La piel de todo el cuerpo tiene un acabado de pulido perfecto, a tal
grado que su textura es completamente suave y fina. La pieza se encontró
totalmente fragmentada y muchas partes del cuerpo no han sido localizadas.
En síntesis, el contexto ritual asociado al manantial conformado por
el monumento de La Sacerdotisa y las piezas de la ofrenda depositada en
la caja de agua debe entenderse como un recinto donde se vincula lo sobre-
natural sacralizado. Este contexto nos aproxima al discurso religioso de
Tamtoc y a lo complejo que pudo ser la estructura religiosa para el segundo
periodo (200 a 600 d. C.).
Para este segundo periodo, la lapidaria está elaborada con calcita de
color amarillo, blanco, verde y unos cuantos azules, proveniente también
de la Sierra Tanchipa. Las conchas utilizadas como ofrenda y las utilizadas
en los ajuares son locales. Hasta el momento, en esta etapa, no hemos re-
cuperado materiales alóctonos de ningún tipo.
El tercer periodo (1200 d. C. al contacto español) corresponde al mo-
mento de apogeo, cuando la ciudad alcanzó su mayor tamaño. El asen-
tamiento de este periodo fue construido sobre los restos del anterior. Se
incrementó considerablemente sus dimensiones y número de los espacios y
edificios públicos. La diversidad de asentamientos perimetrales a Tamtoc
sugiere la existencia de una sociedad diversa y compleja, con sectores que
desempeñaban diversos roles. La institución religiosa era tan compleja que
desarrolló conjuntos arquitectónicos para ceremonias específicas, entre los
que destaca un conjunto arquitectónico funerario en el sector noroeste, don-
de enterraron a individuos que fueron considerados especiales por alguna
razón. Este conjunto nos hace pensar en complejos rituales dedicados a los
ancestros.

129
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 13. Escultura de la Mujer Escarificada.

130
El proyecto Origen y Desarrollo del Paisaje Urbano de Tamtoc, a diez años de su inicio

Figura 14. Vista de la Plaza Principal correspondiente al tercer periodo.

Figura 15. Levantamiento topográfico (2009) de las 170 hectáreas que comprenden el sitio.

131
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Numerosas obras de arte escultórico, las grandes edificaciones arqui-


tectónicas y los complejos contextos de carácter funerario, encarnan lo di-
verso y complejo de la sociedad que habitó Tamtoc en aquella época.
En esta última época de ocupación (1100 d. C. al contacto europeo) se
construyó en La Noria un Conjunto Arquitectónico Funerario, compues-
to por estructuras arquitectónicas que servían de base a diversos templos
asociados a ceremonias y rituales, además de una acumulación de ochenta
túmulos funerarios de formo troncocónica, elaborados en piedra bola, de
donde hemos recuperado y analizado ciento veintiocho esqueletos huma-
nos de distintas edades y sexos (HERNÁNDEZ, MARTÍNEZ y CÓRDOVA,
2012).

Figura 16. Área de Túmulos Funerarios.

La revisión de la literatura arqueológica sobre tradiciones funerarias


en el mundo prehispánico, ha mostrado que la manera en cómo cada grupo
social decide el destino final de sus integrantes, es múltiple y variada, acorde
a su forma de vida, muy lejos de la idea preconcebida y generalizada de que
los difuntos tenían su lugar con los ancestros y con los vivos, debajo de los

132
El proyecto Origen y Desarrollo del Paisaje Urbano de Tamtoc, a diez años de su inicio

pisos de las casas, en las milpas o en los patios y que por lo tanto, no había
un lugar comunitario de muertos (OLIVEROS MORALES 2006: 60-70).
En el caso de Tamtoc, el área de túmulos funerarios es un área de
enterramiento, especialmente destinada para alojar a los cuerpos de los
difuntos, pero aquí no están representados todos sus habitantes, tan sólo
una muestra de la población que vivió al menos durante el último periodo
de ocupación de este sitio. Los individuos ahí sepultados comparten algunas
características físicas y culturales. Creemos que la intención con la que se
concibió este espacio es la de reunir a seres que ellos consideraban especiales
y que podían interceder por ellos.

Figura 17. Entierro del área de túmulos, sedente flexionado orientados viendo al oriente.

133
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

¿Por qué seres especiales? Ahí se inhumaron tanto adultos como niños,
hombres y mujeres, cuyas edades a la muerte sugieren una escasa sobrevi-
vencia. Los niños no alcanzaban a completar la primera década de vida y
los que llegaban a la vida adulta no pasaban de los cuarenta y cinco años.
Sentados, con las piernas flexionadas contra el tórax y los brazos alrededor
de las piernas, fueron orientados viendo hacia el oriente y sin ofrenda, al-
gunos sólo tienen como parte de su ajuar mortuorio una cuenta de piedra
verde (HERNÁNDEZ, MARTÍNEZ y CÓRDOVA, 2012).
La mayoría de estos individuos tienen en sus huesos huellas de un
proceso infeccioso severo que estaba activo al momento de la muerte. En
algunos individuos depositados aquí hemos identificado la presencia de tu-
berculosis vertebral juvenil, variante congénita de la tuberculosis pulmonar,
que se caracteriza por la destrucción de los cuerpos vertebrales, comúnmen-
te entre las últimas vértebras dorsales y primeras lumbares, haciendo que
estos individuos estuvieran jorobados. La infección se desarrolla desde la
vida fetal y alcanza su mayor virulencia hacia el final de la primera década
de vida. La joroba o giba dorsal es una consecuencia de la destrucción de los
cuerpos vertebrales, que al estar erosionados debilitan la columna vertebral,
la cual cede ante el peso del individuo y se dobla.
El otro padecimiento que se detectó es la frambesia o yaws, causada
por el mycobacterium T. Pertenue, una infección que se desarrolla duran-
te la niñez a partir de lesiones en la piel y que ocasiona postulas o bubas
(STEINBOCK, 1976). En la vida adulta, la infección invade los huesos del
esqueleto modificando su arquitectura ósea de tal forma que se le confunde
con los efectos de la sífilis terciaria. Dado lo anterior, nuestra primera inter-
pretación sobre la función de esta área de túmulos es la de un área destinada
a individuos que compartían ciertas características físicas en vida, las cuales
podrían ser deformaciones físicas, como las antes mencionadas, lo que los
convierte, en seres especiales en los que recae la función de interceder ante
los dioses y mejorar sus condiciones de existencia.
También de este tercer periodo destaca el estudio de la tumba de una
mujer, perteneciente a la elite de la sociedad urbana de Tamtoc, nos revela
que, dentro de las conductas funerarias presentes estaba la de ataviar al
individuo con lujosos bienes procedentes de muy diversas regiones con la
intención de expresar jerarquía y poder. Este contexto, al mismo tiempo,
refuerza la evidencia de una extensa red de intercambio de mercancías que
caracterizó la dinámica poblacional en la que se encontraban inmersos los
diversos grupos que habitaban la región de estudio al momento del arribo
de los españoles.

134
El proyecto Origen y Desarrollo del Paisaje Urbano de Tamtoc, a diez años de su inicio

Usualmente, los contextos mortuorios son considerados una buena


fuente de información para analizar distintos aspectos de las sociedades
del pasado; en ellos, los integrantes de las elites expresaban su estatus mar-
cando la diferencia social mediante indicadores la forma de su tumba, va-
riabilidad, cantidad y procedencia de artefactos, así como el uso de bienes
suntuarios; además de expresar en el ritual un orden simbólico e ideológico
que expresa cómo los significados son utilizados para legitimar los intereses
de los grupos hegemónico.
Durante épocas cercanas a la llegada de los españoles a esta región, la
sociedad estaba organizada de tal manera que les permitió intercambiar sus
productos por otros del exterior alcanzando un rol destacado en la esfera de
interacción social de la región huasteca y Costa de Golfo durante el periodo
posclásico (900 a 1521 d. C.).
El contexto funerario que describiremos fue excavado debajo del piso
de la Estructura 1N del Conjunto Norte Rancho Aserradero.
Descripción de la sepultura: Para construir la fosa donde sepultaron el
cuerpo, rompieron el piso de la vivienda y cavaron 72 cm de profundidad.
El sepulcro presentó una forma rectangular con las esquinas redondeadas.
En su eje norte-sur midió 2.10 m y en su eje este-oeste 1.65m. Esta mujer
fue envuelta en dos petates, como prueba de ello localizamos debajo de su
cadera del lado izquierdo dos trozos del petate. Esta práctica mortuoria se
llevó a cabo en esta región de la huasteca potosina hasta principio de los
años sesenta del siglo XX (Flavio Martínez, líder de los indígenas Teenek).
Fue una fosa bien dispuesta y en un lugar central de la vivienda.
Descripción del entierro RA12A: La persona inhumada es una mujer
adulta, cuya edad a la muerte se estimó a los 35 años y tenía una estatura
de 1.52 cm. A esta mujer le modificaron intencionalmente el cráneo durante
su infancia. Se trata de una deformación del tipo tabular oblicuo mimético.
Sus dientes fueron limados. En los incisivos superiores tiene un limado tipio
C3 y en los inferiores uno tipo A1 (ROMERO, 1986).
El esqueleto tiene huellas de dos tipos de procesos patológicos. Por
un lado, se aprecian en algunas vertebras las lesiones típicas de una os-
teoartritis. Además, su cráneo y sus tibias tienen perforaciones visibles que
pudieran ser las huellas que dejan padecimientos cancerosos como el mie-
loma múltiple (STEINBOCK, 1976: 374-384). La proliferación de las células
malignas a través de la médula ósea estaba activa y pudo ser la causa de la
muerte de esta mujer.

135
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 18. Entierro RA12A.

136
El proyecto Origen y Desarrollo del Paisaje Urbano de Tamtoc, a diez años de su inicio

Descripción del ajuar y la ofrenda: El ajuar que portaba esta señora


estaba compuesto por un hermoso collar elaborado por doscientas cuarenta
y cuatro cuentas de concha del bivalvo Spondylus prínceps procedente del
Pacífico del Continente Americano; noventa y cinco cuentas de vidrio tipo
“Nueva Cádiz”, de origen veneciano; cuatro cuentas de turquesa procedente
de Arizona, EUA. y catorce cuentas hechas en cobre y bañadas en oro de
bajo quilataje. También tenía a la altura del cuello un pendiente elaborado
en jade imperial procedente del Motagua, Guatemala.

Figura 19. Collar elaborado con cuentas de concha Spondylus Princeps, turquesa, vidrio tipo
Nueva Cádiz, cobre con baño de oro.

137
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

La ofrenda estuvo compuesta por dos cavidades hechas en el fondo de


la fosa en forma de cajetes, estucadas y pintadas, dispuestas a la altura de
la cadera, una del lado izquierdo y otra del lado derecho. Cada una contenía
tres huevos de guajolote y una pequeña ave. Además, tenía enfrente de los
pies y al lado de ellos una vasija rectangular pintada con colores crema, rojo
y negro (Huasteca Polícromo). Estas tienen un rostro en cada una de sus
caras longitudinales, uno con el rostro naturalista y el otro con una defor-
mación nasal (nariz ganchuda) asociada a la petición de lluvia. A la altura
del hombro derecho tenía una vasija pintada con colores crema, rojo y negro,
con asa vertedera, esta tiene el cuerpo en forma de calabaza y sobre esta
el rostro de una persona llorando (agua que brota). A la altura del hombro
izquierdo tiene un plato trípode del tipo Huasteca Blanco. Por último, a la
altura del abdomen el individuo estaba sosteniendo un cajete rojo. Las va-
sijas antes mencionadas debieron contener algún tipo de alimento o bebida,
pero no quedó ningún elemento que nos permita aseverarlo.
Lo anterior nos permite inferir que a la llegada de los españoles Tamtoc
era una sociedad compleja, fuertemente jerarquizada que formó parte de
la amplia red de interacción que le permitió adquirir productos de regio-
nes lejanas. La presencia de cuentas de vidrio de origen veneciano también
nos hacen reflexionar acerca de la eficiente e intensa red de interacción
prehispánica que existía en la Costa del Golfo en la época Posclásica y que,
inmediatamente fue aprovechada por los conquistadores europeos para sus
propios intereses.
Recapitulando, podemos resumir que para el último periodo de Tamtoc
es notable el incremento y la intensidad del intercambio de productos prove-
nientes de diversas regiones, como la costa del océano Pacífico, la cuenca de
México, la región del Motagua, Guatemala, y Arizona, EUA. En esta etapa,
Tamtoc alcanzó un lugar destacado en desarrollo histórico de las sociedades
urbanas de la región huasteca.
Al final, el arribo de los españoles a la región del Pánuco afectó el de-
sarrollo de la región, aunque correspondiente a esta época, hemos excavado
complejos contextos funerarios en el Conjunto Norte, fechados en 1505 ±-30
d. C., los cuales denotan la existencia de grupos sociales con la capacidad
adquisitiva para ser acompañados por suntuosos ajuares compuesto por
anillos de oro, collares con cuentas de vidrio europeo, cuentas de turquesa,
cuentas de cobre con baño de oro; como ofrenda tenía vasijas rebosadas de
huevos y alas de guajolote, pescado, obsidiana, etcétera. Al final, el arribo
de los ibéricos a esta zona interrumpe el desarrollo de Tamtoc, que se habría
consolidado como uno de los centros rectores de la región.

138
El proyecto Origen y Desarrollo del Paisaje Urbano de Tamtoc, a diez años de su inicio

Tabla 1
Secuencia ocupacional de Tamtoc
propuesta por Martínez y Córdova, 2019
200 a. C. a 150 d. C. Primer Periodo o pre-urbano

200 a 600 d. C. Segundo Periodo o Urbano I Ciudad prístina

Hiato

1100 a 1521 d. C. Tercer periodo o Urbano II Máximo crecimiento de la ciudad

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TA/INAH, Le centre Francais d´etudes Mexicaines et Centroamericaines,
México.
ZARAGOZA, D. (2003) Tamohi: su pintura mural. Serie Museo de la cultura huas-
teca. Gobierno del estado de Tamaulipas, México.

141
143

LAN-HA’: SU ESPACIO
INTERNO Y SUS ELEMENTOS
ARQUITECTÓNICOS, EN EL
NORDESTE DE LA SIERRA
GORDA QUERETANA

María Teresa Muñoz Espinosa


Dirección de Estudios Arqueológico, INAH

Resumen – A pesar de que se conocía el sitio de Lan-Ha´ desde la primera mitad del siglo
XX, no se había apreciado su integración e interrelación entre los distintos espacios que lo
componen. A partir de las diversas temporadas en campo, pudimos establecer con seguridad
el área de ocupación principal, su organización en seis conjuntos, cada uno con características
diversas, pero integrados entre sí, seguramente con funciones variadas. Además, el proceso de
preservación de la zona continuó al haberse establecido la poligonal envolvente oficial por parte
del INAH. Con esto creemos que esta área podrá convertirse, en un futuro mediato, en un espacio
de gran relevancia para la investigación arqueológica en esta región septentrional queretana.

Introducción

D
urante las investigaciones del proyecto Arqueológico del Norte
del estado de Querétaro, desde el año de 1990 a la fecha, se han
localizado 161 asentamientos que se han registrado en el marco
de aquél (Mapa 1). Estos asentamientos han sido integrados a partir de
un patrón de asentamiento que hemos definido y propuesto (MUÑOZ y
CASTAÑEDA, 2012) del cual, el asentamiento de Lan-Ha’ forma parte.
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Mapa 1. Localización de sitios arqueológicos detectados por el PANQ en la Sierra Gorda quereta-
na. Elaborado María Teresa Muñoz E.

Como resultado del trabajo de investigación de varias temporadas,


pudimos establecer que Lan-Ha’ está compuesto por seis conjuntos arqui-
tectónicos que se ubican en una extensión aproximada de 114 ha, como
se determinó a partir del levantamiento de la poligonal envolvente oficial
que se estableció. Por el número de sus construcciones, un mínimo de 350
estructuras que se han localizado hasta el momento, distribuidas en los
conjuntos de carácter cívico-ceremonial y habitacional; y por la calidad de
aquéllas, ratificamos nuestra impresión inicial: Lan-Ha’ es una de las zonas
arqueológicas más importantes del estado de Querétaro, y sin duda, es la
más notable de la porción nordeste de la Sierra Gorda.

La riqueza arqueológica del nordeste


de la sierra gorda: Lan-Ha’
En el año de 1996, localizamos el asentamiento que hoy nos ocupa. Lan-Ha’,
también conocido como Santa Rita o La Campana (Figura 1) −este último
nombre por ubicarse en la localidad del mismo nombre−. Se ubica en el

144
Lan-Ha’: su espacio interno y sus elementos arquitectónicos,
en el nordeste de la sierra gorda queretana

municipio de Landa de Matamoros, en el área serranogordense, situándose


a muy corta distancia de esta población moderna. El asentamiento se dis-
tribuye a lo largo de una ladera con una orientación general norte-sur. Lo
corta la carretera federal 120, San Juan del Río-Xilitla y sus coordenadas
geográficas son 21°11’02” de latitud norte y 99°17’10” longitud oeste, F-14
C-49 JACALA, escala 1:50 000 a 1 060 m s. n. m.

Figura 1. Foto satelital del área del área de Lan-ha’. ArcView Gis 3.2, 15 de diciembre de 2010.

Podría pensarse que los indígenas –huastecos, chichimecas-pames−


habrían despoblado este asentamiento antiguo para congregarse en torno
a la nueva misión cristiana (DÍAZ, 1978: 16) fundada entre abril y mayo
de 1762 (MEADE 1951: 414-418). Hasta nuestros días, la tradición oral de
los landenses ubica el pueblo original o antiguo de Landa en la zona de La
Campana, la antigua Lan-Ha’.
El nombre puede ser de origen huasteco: ha’ significa “agua” y lan,
“cenagoso o turbio” (RODRÍGUEZ, 1945: 13), lo cual podría hacer referen-
cia a una gran laguna que según la tradición oral del área se ubicaba en la
cercanía del asentamiento prehispánico. Para Loarca (1984: 24) el término
es “voz chichimeca”. Nos inclinamos por considerar la etimología huasteca
como la más probable, más si se toma en cuenta que es un asentamiento,
como veremos, de muy clara filiación huasteca.
Cabe mencionar que a partir del trabajo realizado en nuestro proyecto
se pudo establecer la integración de los seis conjuntos en una sola área:

145
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Lan-Ha’. Debe decirse que el asentamiento debió haber sido explorado ini-
cialmente a instancias de Manuel Gamio (1883-1960) que en 1917 se con-
virtió en director de la naciente Dirección de Antropología, dependiente
de la Secretaría de Agricultura y Fomento (GAMIO, 1982: 18). En busca de
realizar un estudio integral de la realidad antigua de México, similar al que
él mismo realizó y publicó en La población del Valle de Teotihuacán (1922),
Gamio dividió el territorio mexicano en diversas regiones. La octava de ellas
quedó integrada por Querétaro y Guanajuato (MATOS, 1983: 12). Como re-
sultado del impulso de Gamio, a partir de 1925 se nombró a Ignacio Urbiola
Reyna, como comisionado, guardián, conserje y conservador de monumen-
tos arqueológicos de Landa de Matamoros, Querétaro, nombrado por “el C.
Secretario de Agricultura y Fomento, adscrito a la Dirección de Antropología
y dependiente del Departamento de Población Precolonial y Colonial”
. De los reportes generados por Urbiola se tomó la información, mínima, que
consigna el Atlas arqueológico de la República Mexicana (1939: 199-202),
sobre las ruinas de “Campana C-2. Montículos”. La localización de éste y
otros sitios queretanos se ubicaron, además, en un mapa general del estado.
Esta escueta información sobre el sitio, al igual que la referencia de
Joaquín Meade (1951: 384), no menciona la integración del asentamiento
en una sola unidad de investigación, como hemos propuesto.
Durante las temporadas de trabajo de campo de 2010 a 2018 del PANQ
se realizaron los levantamientos topográficos, la exploración del lugar en
sus seis conjuntos (Plano 1), cada uno con diversas características que se
integran en un patrón urbanístico peculiar y complejo.

146
Lan-Ha’: su espacio interno y sus elementos arquitectónicos,
en el nordeste de la sierra gorda queretana

Plano 1 Se aprecian los seis conjuntos que conforman el asentamiento de Lan-Ha’. Elaborado por
María Teresa Muñoz E.

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arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Además, en noviembre de 2013 se efectuó la poligonal envolvente oficial


del sitio por parte del Arqueólogo Roberto Martínez Mesa, de la Dirección
de Registro Público de Monumentos y Zonas Arqueológicas, Artísticos e
Históricos del INAH (DRPMZAAH, INAH) (Plano 2).

Plano 2, Poligonal envolvente realizada por el Roberto Martínez Mesa de la DRPMZAAH. INAH.

A continuación, haremos una breve descripción de cada uno de los


Conjuntos que conforma este asentamiento, para el conocimiento de los
lectores.

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Lan-Ha’: su espacio interno y sus elementos arquitectónicos,
en el nordeste de la sierra gorda queretana

Plano 3, muestra la distribución del Conjunto 1. Elaborado por María Teresa Muñoz E.

Conjunto 1
Es el principal del asentamiento, el centro cívico ceremonial del asentamien-
to. Lo componen 94 estructuras, la más importante aproximadamente de
8 m de altura. Registramos también tres plazas, un área terraceada y una
zona elevada con las características de ser una fortaleza, probablemente
para defensa y control de paso.
Llama la atención el patrón de asentamiento, que aprovecha los desni-
veles naturales del terreno para ir ubicando las construcciones sobre grandes
plataformas con escalinatas o rampas que permitían el acceso a los edifi-
cios más importantes (Foto 1). Destacan las que se asocian a la estructura
principal, que vista desde sus lados sur y oeste es impresionante, gracias al
efecto óptico logrado por sus constructores.

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arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Foto 1. Rampa de acceso hacia la Plataforma 9 de forma ovalada y que sirve de asiento a la Es-
tructura 8, en forma de herradura. Conjunto 1, de Lan-Ha’. Foto de la autora.

En la porción más baja de esta sección se ubican espacios abiertos de


fácil acceso, que pudieron haber funcionado como puntos de intercambio
comercial, composición similar a la que se observa en zonas como Tajín,
Veracruz, en la gran plaza del Conjunto del Arroyo (WILKERSON, 1987:
24-25). Recordemos que la costa del Golfo de México presenta importantes
influencias culturales en nuestra área de investigación.

Foto 2. Plaza principal de Lan-Ha’. Foto de la autora.

150
Lan-Ha’: su espacio interno y sus elementos arquitectónicos,
en el nordeste de la sierra gorda queretana

La plaza está perfectamente nivelada (Foto 2), con diversas construccio-


nes de planta circular y cuadrangular que la circundan, ubicadas simétrica-
mente. Destacan los Edificios 21, 22, 23 y 24, con plataformas adosadas que
parecen cerrar por el sur a la plaza principal y que, además de mostrar ritmo
y simetría en su combinación de alturas diferenciales (Foto 3), conforman
el típico conjunto mesoamericano de cuatro estructuras con orientación
astronómica oeste-este (AVENI, 1991: 314-317) (Foto 4) Luego de esta her-
mosa plaza el terreno asciende con nuevas plataformas y escalinatas, para
desembocar en lo que parece ser una zona de acceso más restringido, tal
vez de carácter habitacional.

Foto 3. Plataforma Sur conformada por las Estructuras 21, 22 y 24. Foto de la autora.

Foto 4. La ubicación y orientación de los Edificios 21 a 24 en Lan-Ha’ es similar a la que se observa


en otros sitios mesoamericanos, como Teotihuacán, Méx. o Uaxactún, Guatemala (en la imagen)
Aveni, 1991, p. 315.

151
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

En suma, la composición arquitectónica del Conjunto 1 de esta zona


arqueológica recuerda espacios mesoamericanos de la costa del golfo de
México como Tajín, en Veracruz, o los grandes centros mayas del período
Clásico mesoamericano, como Palenque, Chiapas, o Comalcalco, Tabasco,
por citar dos de ellos.
Además de las observaciones anteriores, puede decirse que durante
el solsticio de invierno al menos, al amanecer el Sol ilumina directamente
la estructura principal por su lado este, el que da a la plaza principal de
Lan-Ha’.
Desde luego, las observaciones que implican elementos ligados con la
arqueoastronomía deberán precisarse a través de la futura investigación
en el sitio.
El juego de pelota del Conjunto 1 presenta un plano en forma de “I”
de tipo abierto, con estructuras laterales de 9 m de ancho, 2 m de alto y
67 m de largo. El ancho de la cancha fue de 10.40 m. Lo conforman paredes
verticales y está orientado en dirección norte-sur. Cada una de sus estruc-
turas laterales midió aproximadamente 4 m de alto, con un ancho de 7 m el
espacio de juego. La estructura A, que es la mayor del asentamiento por sus
dimensiones, se localiza a 60 m de distancia de la cancha del juego (Foto 5).
A partir de la tipología arquitectónica realizada por Taladoire (1981:
139-141) y Braniff (1988: 50-51, 66),esta cancha presenta características re-
lacionadas con el tipo I de cancha abierta y sin banquetas, que se ubica en
el periodo del Clásico Temprano (Foto 6). Brambila y colaboradores (1993:
89-95) mencionan el sitio de Carabino, en el Bajío, en donde hay un juego
de pelota de similares medidas al nuestro y lo comparan con el principal
de la zona de Tula.
La cancha es parte de otras edificaciones que rodean a la estructura H,
la cual es de forma circular y se localiza al centro de un patio o plaza. Este
momoztli o adoratorio circular recuerda estructuras similares que en otras
regiones de Mesoamérica eran utilizadas para la práctica del llamado “sa-
crificio gladiatorio”, característico del horizonte Postclásico mesoamericano
(NOGUERA, 1973: 111-122).
Esta cancha de juego de pelota es comparable, por sus dimensiones, al
juego de pelota sur de Xochicalco, Morelos, el cual mide 69 m en su mayor
longitud de oriente a poniente, medidos entre los muros que limitan los dos
patios transversales (MARQUINA, 1990: 141) y a la cancha del Juego de
Pelota 1 de la zona arqueológica de Tula, Hidalgo, el cual se ubica al norte
de la pirámide de Tlahuizcalpantecuhtli y cuya longitud interior total es casi
de 68 m (MARQUINA, 1990: 159).

152
Lan-Ha’: su espacio interno y sus elementos arquitectónicos,
en el nordeste de la sierra gorda queretana

Foto 5. El juego de pelota de Lan-Ha’ visto desde su lado norte. Foto de la autora.

Foto 6. Clasificación de las canchas para el juego de pelota en Mesoamérica, según Taladoire,
2000, p. 24.

Canchas similares en sus dimensiones han sido detectadas en otras


unidades de investigación de nuestro proyecto, como las que se encuentran
en los sitios PANQ-17 “San Marcos” (tipo I, cancha abierta y sin banquetas),

153
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

PANQ-78 “Los Cuisillos” (tipo III) y PANQ-94 “La Mesa/El Quirambal” (tipo
III abierto, con la banqueta que termina contra la pared vertical incluyendo
dos estructuras terminales en forma de U) (MUÑOZ y TALAVERA, 1996:
94-100).

Plano 4. Vista general del Conjunto 2 y 3. Elaborado por la autora.

Conjunto 2
Lo componen 38 estructuras ubicadas de manera más abigarrada que las
del Conjunto 1. A partir de su estructura principal, de casi 7 m de altura,
grandes plataformas sostienen las otras estructuras, que parecen apiñarse
en torno a aquélla (Foto 7).

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Lan-Ha’: su espacio interno y sus elementos arquitectónicos,
en el nordeste de la sierra gorda queretana

Foto 7. Gran plataforma de acceso, por el sur, a la estructura principal del Conjunto 2. Foto de la
autora.

La impresión general sobre esta subárea es que, precisamente, las es-


tructuras tienden a agruparse en torno a pequeñas plazas o, tal vez, patios
abiertos de los que parecen irradiar las plataformas que sostienen las es-
tructuras principales. Por lo mismo, da la impresión de ser un espacio más
bien de carácter habitacional, no cívico-ceremonial como lo es sin duda el
Conjunto 1. Se relaciona muy claramente con el Conjunto 3 a través de una
gran plaza o patio abierto entre ellos, con orientación norte sur, como ya
quedó dicho.
En esta subunidad fue posible detectar muros y pisos de construcción,
ello debido al saqueo y destrucción intencional que sufre actualmente Lan-
Ha’, como comentaremos posteriormente. También aquí se aprovechó el
desnivel del terreno para ubicar las construcciones en torno a aparentes
plazas y patios (Fotos 8 y 9).

155
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Foto 8. Restos de muro visible en la Estructura 3. Son similares a otros que se han observado en
diversas unidades de investigación serranogordenses. Foto de la autora.

Foto 9. Por ejemplo, en el asentamiento PANQ-17 “San Marcos”. Los elementos constructivos se
colocan “a hueso”, es decir, sin cementante. Foto de la autora.

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Lan-Ha’: su espacio interno y sus elementos arquitectónicos,
en el nordeste de la sierra gorda queretana

Plano 5. Vista general del Conjunto 2 y 3. Elaborado por María Teresa Muñoz E.

Conjunto 3
Forma una clara unidad con el Conjunto anterior, pero lo estudiamos sepa-
radamente considerando su importancia. En efecto, se ubica a unos 250 m al
norte del Conjunto 1 y lo componen once estructuras con plataformas ado-
sadas, organizadas armoniosamente en torno a pequeñas plazas (Foto 10).

157
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Foto 10. La “Plaza Astronómica”, Conjunto 3 de Lan-Ha’: vista general. Foto de la autora.

Destaca la existencia de un patio hundido −forma constructiva apa-


rentemente procedente de regiones del Bajío mesoamericano y que se fecha
alrededor del 300 al 600 d. C.−, lo cual es otra muestra de la clara influencia
y contacto de la Sierra Gorda con otras regiones de Mesoamérica, aún las
más distantes. El patio hundido midió 18 m de largo por 12.30 m de ancho y
de profundidad 50 cm aproximadamente, con 6 m de abertura en su entrada.
Su acceso restringido es por el suroeste y comunica con un patio abierto
que luego se extiende hacia el norte en dirección del Conjunto 2, en donde
se encuentra la estructura principal de este último (Foto 11).

Foto 11. El Patio hundido en el Conjunto 3 de Lan-Ha’. Foto de la autora.

158
Lan-Ha’: su espacio interno y sus elementos arquitectónicos,
en el nordeste de la sierra gorda queretana

En general, estas estructuras parecen mostrar una orientación so-


lar, por lo que bien puede denominarse a este conjunto como la “Plaza
Astronómica” de Lan-Ha’. Su ubicación central estratégicamente en la ladera
sobre la que se extiende el asentamiento parece ser muy significativa. Es
realmente una sección de gran belleza dentro del conjunto arquitectónico
de Lan-Ha’ (Foto 12).

Foto 12. Estructuras 10 y 11, clara combinación de montículo con estructura. Foto de la autora.

Plano 6. Vista general del Conjunto 4. Elaborado por Arqueóloga María Teresa Muñoz E.

159
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Conjunto 4
Está compuesto por 52 estructuras y una plaza, este es, muestra de un pa-
trón de asentamiento característico de Lan-Ha’, que puede ser similar al de
otras áreas de Mesoamérica. Nos referimos a una organización con base en
barrios aparentemente con características culturales especificas pero que
a la vez se integran en una unidad mayor que sería la propia Lan-Ha’. Es
decir, cada barrio parece presentar un espacio cívico-ceremonial rodeado de
áreas habitacionales y de trabajo comunitario, con altares naturales acondi-
cionados culturalmente para las divinidades locales. Pero el conglomerado
de barrios giraría en torno al espacio cívico-ceremonial mayor que en este
caso sería el Conjunto 1.
Parece característico de la arquitectura de este conjunto la edificación
de plataformas, probablemente habitacionales, que se alternan con basa-
mentos de planta circular, semicircular o cuadrangular (Foto 13). Un rasgo
interesante de esta subárea es la existencia de patios hundidos, de los que
detectamos tres.

Foto 13. Alineamiento de piedra en forma semicircular que sirve de acceso a la Plataforma 6 al sur,
en donde se encuentra el segundo nicho de este subgrupo. Foto de la autora.

El juego de pelota de este conjunto parece ser de cancha abierta con


cabezales que la limitan al norte y al sur, por lo que su orientación general
es la misma, con 22 m de largo y 5.40 m de ancho, con sus laterales, de
forma rectangular; su cabezal norte lo conforma una plataforma de forma

160
Lan-Ha’: su espacio interno y sus elementos arquitectónicos,
en el nordeste de la sierra gorda queretana

rectangular. Otra estructura tiene forma circular y parece cerrar la cancha


por el lado sur.
La Estructura 24, adosada al lateral este del Juego de Pelota, es de
forma ovoidal y no muy elevada. Esta estructura adosada constituye un
rasgo típico de las canchas de Juego de Pelota de la Sierra Gorda, sus me-
didas eran aproximadamente de 45 m de circunferencia, 7.70 m de radio y
50 cm de altura. A partir de estos rasgos puede considerársele del tipo IX
(TALADOIRE, 2000: 24-25) con variedad “0” (BRANIFF, 1988: 51-79) por
los cabezales de cierre que presenta. Correspondería al período Clásico.
Otro elemento de interés fue un altar de forma semicircular, con rocas
naturales que lo conforman. Se orienta norte-sur, hacia el cerro donde se
ubica la pared del altar. Su acceso es por la misma dirección a través de una
aparente banqueta ceremonial de forma semicircular con escalones bien
definidos. A los lados de esta, la banqueta parece correr en línea recta, si
bien sólo el lado este se ve con claridad. De este mismo lado parece existir un
pequeño adoratorio circular momoztli o tal vez un tlecuilli o fogón de 1.60 m
de diámetro, ya muy destruido a la altura del semicírculo de acceso al altar.
Se llega, entonces, a una escalinata con al menos dos escalones que dan
paso a una sucesión de rampa-descanso-rampa. A los dos lados del nicho el
terreno está perfectamente nivelado, dando la idea de un foro o escenario
de 4.60 m de ancho y tal vez 18 m de largo, ya que está en relación con la
banqueta inferior de acceso. El conjunto es de una gran belleza y refleja la
comunión con la naturaleza del pueblo que habitó esta zona de tanta rele-
vancia en la Sierra Gorda queretana.
La Estructura 1 fue la principal del Conjunto 4 y presenta un nicho
o altar en el primer cuerpo, de tres posibles que parece mostrar y es de
planta circular. El nicho o altar es de forma semicircular muy bien lograda,
orientada al norte, su piso es de barro apisonado. Se observaron restos de
argamasa con cal o arena y barro utilizada como cementante y recubri-
miento. Las piedras que lo conforman están bien trabajadas. Finalmente,
al este del conjunto localizamos una plaza que midió 27.50 m de ancho por
65 m de largo.

161
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Plano 7. Vista general del Conjunto 5. Elaborado por María Teresa Muñoz E.

Conjunto 5
Lo encontramos integrado por 30 estructuras y una plaza. Puede ser tam-
bién habitacional, pero con espacios ceremoniales propios, lo que igualmente
hace pensar en la característica organización del calpulli mesoamericano,
o sea, unidades de producción económica, de organización social, de con-
trol político y de culto a divinidades propias. Además, esta sección parece
mostrar espacios de control de paso, tal vez una fortaleza, en la cúspide de
uno de los cerros que la rodean.
Otra peculiaridad que presenta este conjunto es el uso de muros de con-
tención de piedra o muretes hechos “a hueso” y que delimitan los diversos
espacios constructivos del mismo. Además, presenta una clara orientación
astronómica, hacia los puntos cardinales, una de las más precisas de las
que hemos detectado hasta el momento en la zona. Parece ser un espacio
muy bien planificado con ejes de simetría en la construcción. Por lo demás,
recuerda asentamientos huastecos como Tamtok, S.L.P.

162
Lan-Ha’: su espacio interno y sus elementos arquitectónicos,
en el nordeste de la sierra gorda queretana

Todos estos elementos se han conservado mejor ya que este Conjunto


no muestra destrucción intencional importante, lo que hace pensar en la
riqueza arqueológica de Lan-Ha’, desafortunadamente perdida en las áreas
que sí muestran tal ruina dolosa.
De los rasgos arquitectónicos que destacan se encuentra la ubicación
de la Estructura 8, de planta circular, muy bien conformada y que parece
marcar el eje norte sur del conjunto, con alineamientos hacia las estructuras
principales. Midió de perímetro 55 metros.
Al norte de esta estructura parte una vereda que desemboca en la
aparente fortaleza del sitio en la parte superior del cerro. A partir de la
Estructura 8 hacia el norte se sube por una vereda hacia la cúspide del cerro.
Se ven restos de construcción y muy poca cerámica, la vereda desemboca
en una mesa en la cima del cerro, que tal vez presenta adaptaciones cultu-
rales (terraceo) Se observaron más restos de construcción, una aparente
piedra-puente con retranque entre ellos. Desde la mesa se tiene un buen
control visual del área.
Durante la subida se detectaron restos de un aparente acueducto. La
tradición oral de Landa registra que los antiguos indígenas hacían depó-
sitos de agua en los cerros y de ahí la bajaban para su consumo ¿Será un
testimonio de lo anterior?
Al igual que en el Conjunto 4, se alternan plataformas con estructu-
ras diversas. Estas últimas a veces aparecen sobre las primeras, o bien se
ubican alternadamente con ellas. A su vez, la Estructura 1, la principal de
este conjunto, es de planta circular, probablemente con dos cuerpos. Hacia
ella confluyen las estructuras y el acceso principal del conjunto. En la par-
te superior de esta edificación se observó un nicho o altar semicircular de
1 m de altura, con 8.30 m de circunferencia interior y 2.60 m de diámetro
norte-sur, y 2.50 m de diámetro este-oeste. El nicho tiene un parapeto de
piedra orientado al noreste-suroeste que lo rodea casi completamente. La
altura máxima del parapeto fue de 1.80 m.
En relación con la Estructura 1 encontramos la Plaza principal de este
Conjunto, ubicada al este. Parece tener un acceso doble perfectamente orien-
tado hacia este punto cardinal. A este acceso lo marcan muretes o aparentes
alfardas que lo delimitan. Se observan restos de posibles escalinatas que
permitían el acceso a la plaza. Actualmente, en vez de ellas se observan
rampas.
En esta área ceremonial se localizó otra cancha de dimensiones re-
ducidas, al suroeste de la Estructura 1. Parece ser de forma abierta, pero
presentó otras estructuras que la limitaban: la misma estructura principal

163
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

del conjunto aparentemente la cierra por el norte. La cancha parece medir


12 m de largo por 5 m de ancho; sus dos laterales fueron sendas plataformas
que se desprenden hacía el sur de la Estructura 1, son de forma rectangu-
lar. A la Plataforma 1 la limitan al este las piedras perfectamente alineadas
que parecen marcar o limitar el espacio ceremonial de la Estructura 1. El
alineamiento midió 14.50 m lineales.
La Plataforma 1 midió 1 m. Constituye el lateral este del taste; del otro
lado se ubicó la Plataforma 2, también de forma rectangular de pequeñas
dimensiones. Constituye el lateral oeste de la cancha. Su cabezal norte pa-
rece ser la misma Estructura 1 (Foto 14). Por el otro lado, la Estructura 12 es
de planta circular y cierra el lateral este del Juego de Pelota por su lado sur;
la complementa la Estructura 18, de forma circular, baja y muy destruida.
Cierra la cancha del juego de pelota también por el lado sur, da la idea de
ser una banqueta con las piedras bien alineadas por su lado norte. Parece
ubicarse en el eje norte-sur de esta unidad. Esta cancha puede considerár-
sele del tipo IX (TALADOIRE, 2000: 24-25) variedad “0” (BRANIFF, 1988:
79), y correspondería al período Clásico.

Foto 14. La cancha para el juego de pelota y la Estructura principal del Conjunto 5, cerrando el
taste por el este. Foto de la autora.

Relacionadas con la cancha observamos una sucesión de piedras per-


fectamente alineadas que parecen marcar o limitar el espacio ceremonial

164
Lan-Ha’: su espacio interno y sus elementos arquitectónicos,
en el nordeste de la sierra gorda queretana

de la Estructura 1. También localizamos en este Conjunto un patio hundido


con su acceso por el norte en forma de semicircunferencia.

Plano 8, general del Conjunto 6. Elaborado por Arqueóloga María Teresa Muñoz E.

Conjunto 6
Los edificios del Conjunto 6, diferente en ciertos aspectos a los demás del
sitio, se ubican sobre una gran plataforma que corre noroeste-sureste, que
es también la orientación general de las estructuras serranas. Debajo de ella
hay tres plataformas de nivelación de dimensiones regulares, que contribu-
yen a darle al espacio una apariencia de monumentalidad. Está muy bien
definido. Como en el Conjunto 5, se detectaron en menor cantidad, pero bien
marcados, se ven alineamientos de piedra que parecen servir para delimitar
o controlar el acceso hacia los espacios importantes.
Se observa una circulación restringida gracias a los accesos contro-
lados. No deben perderse de vista tampoco los muros de contención que
contribuyen a dar una apariencia de grandeza al conjunto. Desde este punto
de vista, recuerda el sitio arqueológico PANQ-143 Los Bailes. Pudieron haber
servido como defensa, amén del control visual para garantizar la protec-

165
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

ción del asentamiento. El aparejo utilizado en las construcciones, como es


característica serrana, fue “a hueso” (Foto 15).

Foto 15 Muro de retención donde se asienta la Plataforma de nivelación 1. Foto de la autora.

Este conjunto parece mostrar un espacio habitacional y de producción


agrícola. Destaca el trabajo de terraceo que se observa en las laderas del
cerro donde se ubica.
Se hallaron posibles construcciones que permiten suponer el abasto
regular de algunas materias orgánicas o inorgánicas para la subsistencia
de sus habitantes. Ello podría hablar de alguna forma de tributación o de
un posible trueque, a nivel interno o con otras regiones de Mesoamérica.
De las estructuras principales del Conjunto destaca el trabajo de arreglo
cultural del entorno geográfico. Como parte de lo anterior encontramos la
Plataforma de Nivelación 1, que corre de noroeste a sureste a lo largo de la
Gran Plataforma Superior o Plataforma 5. Tuvo 90 m de largo con un ancho
variable que tiene que ver, aparentemente, con la importancia de las estruc-
turas que sobre ella se asientan.
Debajo de la Plataforma de Nivelación 1 corre un muro de sureste a
noroeste que se apoya en la Plataforma de Nivelación 2. El muro presenta
alturas diferenciales a su largo, que buscaban corregir el desnivel del terreno
y darle una mayor altura a la construcción frente a los edificios principales.

166
Lan-Ha’: su espacio interno y sus elementos arquitectónicos,
en el nordeste de la sierra gorda queretana

El muro construido está muy bien conservado hacia el sureste de la plata-


forma de nivelación y más destruido hacia el lado noroeste.
La perspectiva de construcción que se logró hace parecer una fortaleza
amurallada todo el costado suroeste del sitio, lo cual le da una apariencia
de monumentalidad, además, los cerros orientados por el norte y noreste lo
resguardan de igual forma por este lado. En suma, estos elementos hacen
pensar que el Conjunto 6 pudo haber funcionado como el espacio rector
de Lan-Ha’, en una relación similar a la que se presenta entre Tajín y Tajín
Chico, en el caso de esta zona arqueológica ubicada en el estado de Veracruz
(WILKERSON, 1987: 36-52; PIÑA y CASTILLO 1999: 61-63). De hecho, en-
tre el Conjunto 6 y el Conjunto 1, donde se asientan los principales edificios
de carácter cívico-ceremonial de Lan-Ha’, se aprecia una gran plataforma
de unos 400 m de largo por 6 m de ancho, con orientación noroeste-sureste,
que parece haber servido para comunicar ambos espacios.
Observamos un gran contrafuerte que pudo haber tenido una función
de sostén, (Foto 16) pero también visual, para reforzar la impresión de for-
taleza o de grandeza del asentamiento. Corre debajo de la Plataforma de
Nivelación 1, desde su inicio y hasta la altura de la Estructura 2. Su forma
recuerda un cono truncado. Parece presentar un escalonamiento.

Foto 16 Su forma recuerda a un cono truncado. Parece presentar un escalonamiento. Foto de la


autora.

167
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

La Plataforma de Nivelación 2 complementa el arreglo cultural del en-


torno cerril. Se observa el banqueteado o terraceado, con una gran cantidad
de piedras sueltas o todavía incrustadas en sus faldas.
Es factible considerar que pudo haber servido primordialmente como
un elemento de defensa o de control de paso al sitio, más que haber teni-
do un empleo habitacional o agrícola. Corre paralela a la Plataforma de
Nivelación 1 y se pierde, igual que ésta, hacia el sureste del cerro.
Finalmente, la Plataforma de nivelación 3 es un espacio de forma rec-
tangular ubicada al lado sureste de la Plataforma de Nivelación 2 y va co-
rriendo sureste-noroeste por el lado oeste del asentamiento. Está muy bien
definida y elaborada a partir de piedras colocadas” a hueso”. Probablemente
presenta una rampa o escalinata de acceso donde se localizó un fragmento
de metlapil. La definieron piedras de muro muy visible.
El área superior del cerro fue nivelada para conformar la Gran
Plataforma Superior o Plataforma 5, sobre la cual se hallan las estructuras
principales del Conjunto, y a su frente se encuentra la Estructura 1. Esta
plataforma, bien nivelada, parece una gran banqueta (Foto 17). En ella se
observa un espacio abierto que denominamos Plaza 1. La cierra por su lado
norte un aparente muro bajo. Se ven con claridad las piedras que lo confor-
man, colocadas “a hueso”.

Foto 17. La Plataforma 5 está bien nivelada, parece una gran banqueta que da acceso a la estruc-
tura principal y donde se asientan la mayoría de los monumentos. Foto de la autora.

168
Lan-Ha’: su espacio interno y sus elementos arquitectónicos,
en el nordeste de la sierra gorda queretana

Dentro de las edificaciones sobre esta plataforma destaca la Estructura


1, que parece tener dos cuerpos y es la principal del Conjunto, de ella irra-
dian dos plataformas en donde se sitúan algunas de las estructuras. Es
de planta circular y presentó un gran hoyo de saqueo en su lado oeste.
Probablemente ahí se ubicaba la escalinata del edificio, hoy destruida. Al
parecer esta estructura es similar o gemela de la Estructura 6 que se en-
cuentra al noreste del Conjunto.
La Estructura 6, por sus dimensiones, es una de las más importantes de
este Conjunto. Parece gemela de la Estructura 1, con medidas muy similares
a la de aquélla. También de planta circular, presenta un hoyo de saqueo an-
tiguo, y parece tener una banqueta adosada a su alrededor. Presenta piedras
bien alineadas por su lado sur, formando escalonamiento de al menos dos
niveles. Este alineamiento, con orientación al sur, está muy bien definido
en la parte superior, hecho con piedra bien trabajada y colocada “a hueso”
(Foto 18).

Foto 18 Por sus dimensiones, la Estructura 6 es una de las más importantes de este Conjunto.
Parece gemela de la Estructura 1. Foto de la autora.

Por otro lado, en Lan-Ha’ se observan características de un asenta-


miento urbano, por lo que, aunado al sistema defensivo, es probable que se
creara un sistema de redes y almacenamiento de agua. Ante esto, llama la

169
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

atención la existencia de un aparente Depósito, que da la idea de serlo por


su forma circular bien lograda, que recuerda un aljibe o jagüey donde se
conservan las aguas de lluvia. Pudo haber servido para el consumo cotidiano
de los habitantes, que contaban así con una reserva de agua. Empero, deberá
excavarse para detectar recubrimiento de barro para evitar filtraciones. Se
pudo emplear para depositar otro tipo de artículos. Parece presentar una
plataforma de acceso por su lado oeste.
Otra de las particularidades de lo que parece ser un espacio habitacio-
nal, tal vez de élite, fueron tres estructuras (3, 11 y 14) en forma circular y
muy bajas. Se pudo observar con gran claridad el alineamiento de la piedra
y la forma redonda casi completa de cada una. Pudieron haber servido como
espacios para almacenamiento de material orgánico o inorgánico. Estas
estructuras son de dimensiones reducidas y se encuentran cercanas a las
áreas de terraceo y habitacional de este Conjunto. Son muy similares a las
que presenta SMITH (2012: 60-170), quien les asigna esta probable función.
Cuando se excaven se podrán identificar con más claridad los cimientos y
se corroborara si son depósitos de almacenamiento o tuvieron otra función.
Cabe mencionar que la Estructura 11 es de planta circular, midió
30.70 m de circunferencia, es muy baja y se define por la piedra alineada que
muestra. Presenta al centro un cimiento de muro en planta cuadrangular y
que midió 3 por 4 m, estando su lado más angosto orientado al noreste, con
una orientación de 320°-140° noreste. Da la apariencia de ser los restos de
una crujía o cuarto, según se observó por los muros testigos.
La Estructura 8 o de Planta Mixta, con orientación noroeste-sureste,
presenta una sección circular que se orienta al sureste y la plataforma o
sección rectangular al noroeste. La sección circular midió 48.70 m de cir-
cunferencia con 9 m de radio y 1.50 m de alto. Presenta un muro muy bien
definido y visible hecho “a hueso”. De 3.70 m orientado al sur (Foto 19).

170
Lan-Ha’: su espacio interno y sus elementos arquitectónicos,
en el nordeste de la sierra gorda queretana

Foto 19 La planta mixta parece cerrar al Conjunto por el norte. Foto de la autora.

En la Sierra hemos encontrado otros ejemplos de edificios arquitectó-


nicos de planta mixta, como el que se ubica en el sitio PANQ-122 Cuisillo
de El Aguacate (MUÑOZ, 2003) o el del PANQ-160 Cerro del Guayabito.
De manera general se acepta que este tipo de edificios se orientan al culto
a Quetzalcóatl en su advocación de Ehécatl, Dios del Viento. Es posible que
los habitantes de la zona compartieran con el resto de los pueblos mesoame-
ricanos rasgos culturales típicos, como las construcciones de planta mixta,
asociadas a algunas de las divinidades más importantes de Mesoamérica,
como lo es este numen.
El culto a Quetzalcóatl como dios del viento es de origen huaste-
co a decir de García Payón (1976a: 97). Además, se sabe que, en la ar-
quitectura mesoamericana, los edificios de planta circular o de plan-
ta mixta pueden relacionarse sin duda al culto a este dios fundamental
de Mesoamérica (Foto 20). Al respecto de la arquitectura distintiva ligada
a esta divinidad, Noguera (1975: 171), menciona:

La característica propia de la arquitectura huasteca, la constituyen


en términos generales, sus montículos y edificios construidos sobre
plataformas o terraplenes de barro y piedra de laja. También son un
rasgo especial de esta arquitectura los edificios y plataformas de planta
circular, semicircular o rectangular, algunos con esquinas redondea-
das, lo que sugeriría que eran construcciones relacionadas con el dios
Quetzalcóatl.

171
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

En la planicie costera del Golfo se han localizado este tipo de estructuras


semicirculares desde épocas muy tempranas y en toda la secuencia de su
desarrollo cultural (MERINO CARRIÓN y GARCÍA COOK, 1989: 106-113).

Figura 20. Ehécatl-Quetzalcóatl, de origen huasteco, en escultura mexica. British Museum, cat.
Ethno. St. 344.

Finalmente mencionemos el Patio Hundido, que parece ser otra de las


edificaciones características de Lan-Ha’. En efecto, en los Conjuntos 3 y 4
asimismo hemos ubicado construcciones similares. En este caso es abierto
y midió 5 m de ancho por 26.50 m de largo, con orientación 335°-155° no-
roeste-sureste. Su acceso es por el norte; lo circundan la piedra alineada
entre la Estructura 7 y la Plataforma; la cierra el muro de la Planta Mixta y
la Plataforma 5 (Foto 21).

172
Lan-Ha’: su espacio interno y sus elementos arquitectónicos,
en el nordeste de la sierra gorda queretana

Este tipo de espacios hundidos se han localizado en el ejido de La


Virgen, Municipio de Tarandácuaro, Guanajuato. Ahí se definen dos mon-
tículos, uno de ellos denominado La Nopalera, que consta de una serie de
patios hundidos; uno abierto y dos cerrados, y con base en las excavaciones
realizadas en estos patios se les ha dado un fechamiento entre el 500 a. C.
al 300 d. C., época en que se desarrolla la ocupación de Chupícuaro. Los
autores de la investigación mencionan:

no excluimos presencia de un patio de estas características en


Chupícuaro, y que posiblemente debido a su poca altura o por alte-
raciones debidas al paso del arado, saqueo o poblado moderno, no lo
hayan detectado (CASTAÑEDA y CANO 1993: 27).

Por otro lado, Brambila y Castañeda han clasificado este tipo de estructuras
en seis grupos. Para nuestro Conjunto 6, el Patio Hundido parece ser similar
al tipo grupo 4, que ellos definen como tres estructuras piramidales sobre
una plataforma, con un espacio hundido (BRAMBILA y CASTAÑEDA, 1993:
77). Sin embargo, en nuestro caso las orientaciones son noroeste-sureste, lo
cual se ajusta al patrón de Lan-Ha’ y al de otros asentamientos de la Sierra
Gorda.

Foto 21. Entre los espacios característicos del asentamiento de Lan-Ha’ encontramos la presencia
de un patio hundido abierto. Foto de la autora.

173
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Al observarse la complejidad del patrón de asentamiento de Lan-Ha’,


las características de cada uno de los seis conjuntos que lo integran, la inte-
rrelación entre ellos, la presencia de espacios aparentemente ceremoniales,
otros con probables funciones económicas y de administración centralizada,
todo ello permite suponer la existencia de una forma de organización política
que controlaría el excedente de producción y centralizaba muchas de las
actividades del asentamiento, tal vez de carácter urbano, lo que le permitió
estabilidad social y económica y en su área de influencia inmediata.

A manera de conclusión
El reconocimiento de los seis conjuntos de Lan-Ha’ permite tener una visión,
ahora completa, de esta importante zona arqueológica.
En cuanto a la probable filiación étnica de sus habitantes, el sitio pre-
senta diversos rasgos que permiten caracterizarlo como un probable asen-
tamiento huasteco. La aparición de plataformas habitacionales de planta
circular, los edificios con esquinas redondeadas, el patrón de asentamiento
que se aprecia, todo ello apunta a considerar que esta importante zona ar-
queológica es de filiación huasteca. En algunos de sus detalles arquitectó-
nicos y urbanísticos recuerda al sitio de Tamtok, San Luís Potosí y también
al propio Tajín, Veracruz, que como se sabe, presenta orígenes huastecos
claros, a decir de García Payón (1976a: 92) y Wilkerson (1987: 23). En efecto,
la sucesión de planos de fácil acceso para los espacios de uso común –ce-
remoniales o de importancia económica− y habitacionales del sitio están
presentes en ambas zonas arqueológicas.
Por su lado, Du Solier (1945: 121-145) define los rasgos básicos de la
arquitectura huasteca, mismos que encontramos en el sitio de Lan-Ha’ y en
otros de los sitios serranos que hemos estudiado: plataformas bajas para
sostener habitaciones, fundamentalmente edificios principales y altares,
con orientación noroeste-sureste, como en Tancanhuitz, San Luis Potosí;
edificios colocados simétricamente uno en relación con el otro, si bien con
plantas y elevaciones diferentes al igual que también los sistemas constructi-
vos empleados en ellos. Aparecen los muy característicos edificios de planta
circular y otros con planta de herradura o rectangulares; edificios en forma
de cono truncado; sistema estructural de superposición de taludes, con un
carácter constructivo y no de sucesión temporal; el uso de lajas cementadas
con lodo; inexistencia del estuco en las edificaciones, salvo en ejemplos clási-
cos, como Las Flores, en Tampico, Tamaulipas, donde las estructuras fueron
hechas de barro muy bien apisonado y recubierto con un estuco hecho de
concha −una verdadera “calichada” de cal de nácar que luego se bruñía−; uso

174
Lan-Ha’: su espacio interno y sus elementos arquitectónicos,
en el nordeste de la sierra gorda queretana

de rampas de acceso en vez de escalinatas; o bien, escalinatas sin alfardas


en épocas tempranas y con ellas en etapas tardías, como elemento foráneo
al clásico estilo huasteco sin alfardas; uso de cornisas saledizas; tableros
esculpidos y escalonados que limitan los taludes; la arista en la intersección
de los lados de un edificio nunca existió, pues se le redondea perfectamente,
en busca del ideal místico huasteco de la “curva eterna” ligada al culto a
Quetzalcóatl −numen originario de la Huasteca, simbolizado por el edificio
circular y el gorro cónico−. De ahí también las plataformas con esquinas re-
dondeadas; edificios superpuestos −ejemplo prototípico el de Las Flores, con
diez etapas constructivas−; ordenamiento de los edificios a partir de plazas
o patios abiertos; entierros radiales en torno a las edificaciones principales;
tumbas concebidas como elementos arquitectónicos diferentes al templo o
edificio público como se ve en Huejutla, Hidalgo. Desde luego, también hay
entierros dentro de los templos y edificios.
García Payón (1976b: 253) señala también como rasgos arquitectóni-
cos huastecas las casas elipsoidales, o bien las casas redondas con una olla
invertida en el vértice, al igual que los basamentos para casas, esto último
muy común en la Sierra Gorda, y concretamente en Lan-Ha’, como vimos.
Los rasgos anteriores, comunes en las edificaciones serranas que hemos
estudiado, refuerzan nuestra opinión de la muy marcada presencia huasteca
en la Sierra, a despecho de algunos supuestos especialistas que opinaban lo
contrario (MUÑOZ y CASTAÑEDA, 2013).
Como escribimos, desde 2010 detectamos y denunciamos el peligro de
destrucción inmediata de la zona, riesgo que parece haberse conjurado por
el momento.
En la búsqueda de su preservación definitiva, un paso muy importan-
te fue el establecimiento, por parte de la Dirección de Registro Público de
Monumentos y Zonas Arqueológicas, Artísticos e Históricos del INAH, de
la poligonal envolvente del área, en 2013.
Con ello se pudo establecer también el espacio total, lo que constituye
una reserva de estudio que deberá protegerse más ampliamente a futuro,
ya que el establecimiento de la poligonal permitirá solicitar la declaración
de zona arqueológica de Lan-Ha’, trámite que esperamos realicen las auto-
ridades federales mexicanas en el transcurso del presente año (2019), con lo
que se impulsará quizá de manera definitiva la defensa de este notable tes-
timonio de la historia y la cultura de la Sierra Gorda queretana en favor de
la investigación académica en esta rica región histórico-cultural de México.
En suma, ratificamos nuestra idea de la importancia del sitio de Lan-
Ha’, el más notable en la porción noreste de la Sierra, testimonio de la

175
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

presencia de la cultura huasteca en la zona, y hacemos nuevamente un


llamado a las autoridades del INAH para su salvaguarda, en favor de la
investigación académica en esta rica región histórico-cultural, la Sierra
Gorda queretana, México.

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178
179

TOLUQUILLA, LA MINERÍA
PREHISPÁNICA Y SU EFECTO
EN LA POBLACIÓN ANTIGUA
EN QUERÉTARO, MÉXICO

Elizabeth Mejía Pérez Campos


Centro INAH Querétaro

Resumen – Al sur de la Sierra Gorda de Querétaro se localiza el sitio arqueológico de Toluquilla,


en donde el INAH ha desarrollados un proyecto arqueológico en los últimos 25 años. En este
artículo se presentan los datos más relevantes de este poblado antiguo, así como el efecto que
tuvo la minería prehispánica en la población hallada en este lugar.

Introducción

E
n la parte central de México se localiza el estado de Querétaro, el
cual, geológicamente, se divide en dos grandes segmentos: al sur,
en el eje Neovolcánico; y en la porción norte, en la Sierra Gorda,
como una derivación de la Sierra Madre Oriental, que tiene elevaciones que
llegan a 3 100 m s. n. m., valles Inter montanos con alturas que van de los
600 a los 2 500 m s. n. m. y, por tanto, unos 18 hábitats diferentes. La región
arqueológica donde hemos centrado el proyecto de investigación se localiza
al sur de la Sierra Gorda e incluye unos 40 sitios, siendo el de mayor tama-
ño el de Toluquilla, con 200 monumentos en un hábitat boscoso de clima
templado (Figura 1).
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 1. Localización de Toluquilla en la Sierra Gorda.

En los años sesenta, la Sierra Gorda queretana se destaca por el hallaz-


go de minas prehispánicas de extracción de cinabrio (sulfuro de mercurio),
popular en contextos funerarios de México en épocas que van desde el
preclásico (1000 a. C.), hasta la llegada de los españoles.
Desde hace 25 años, en las zonas arqueológicas de Toluquilla y Ranas,
se han desarrollado proyectos de investigación considerando como temá-
tica la búsqueda de minas, el conocimiento del proceso de extracción, en-
vase y comercialización de cinabrio, así como su efecto en la población
prehispánica.

Antecedentes arqueológicos de la minería


prehispánica de Querétaro
A pesar de que se reportan asentamientos prehispánicos en Querétaro entre
los siglos XVII y XIX, y la Sierra fue visitada por algunos viajeros, es hasta
1931 que el arqueólogo Eduardo Noguera visitó y recorrió el sur de la Sierra

180
Toluquilla, la minería prehispánica y su efecto en la población antigua en Querétaro, México

Gorda (NOGUERA, 1945). En 1967, el ingeniero Adolphus Langenscheidt


llegó a Querétaro procedente de la Ciudad de México con la finalidad de co-
nocer los yacimientos minerales, aconsejar a los mineros sobre cómo hacer
más productivas sus minas y obtener un mayor rendimiento. Al llegar al
lugar le reportaron la existencia de una gran cantidad de restos arqueológi-
cos en las bocaminas, por lo que el ingeniero avisó al Instituto Nacional de
Antropología e Historia para que enviara a un arqueólogo a visitar el sitio.
En ese contexto llegó José Luis Franco Carrasco, quien negoció la suspen-
sión temporal de la explotación y realizó una labor de rescate arqueológico
con duración de cinco semanas, todo esto en la región de El Soyatal, al
centro de la sierra queretana (LANGENSCHEIDT, 1997; FRANCO, 1970a
y 1970b).
Existía la posibilidad de que el rescate pasara inadvertido y se olvidara,
pero el ingeniero Langenscheidt se mostró muy interesado en que no ocu-
rriera así. Primero financió el fechamiento de cinco muestras en Estados
Unidos con la técnica de C14, luego buscó que la doctora Irmgard Weitlaner
efectuara el análisis de textiles hallados en las minas y, posteriormente,
realizó la gestión del apoyo financiero de la Presidencia de la República
para la publicación de los resultados del trabajo de rescate arqueológico,
todo ello en un año (LANGENSCHEIDT, 1970).
Franco hizo recorridos alrededor de las minas, registró los sitios y ex-
cavó una bocamina. Así, en un capítulo del libro editado por Langenscheidt,
describió la excavación y expuso de manera sucinta algunos de sus ha-
llazgos, esto es, entierros que incluyen osarios, individuos depositados sin
cráneo, cráneos humanos aislados, esqueletos incompletos de animales
(un felino) y animales completos (un perro, una guacamaya y un águi-
la). Aunque las ofrendas no se describen en su contexto ni se presentaron
los resultados de sus análisis, en las fotos se aprecian collares y vasijas
(FRANCO, 1970a: 27-36). También presentó el análisis del material ce-
rámico fragmentado describiéndolo brevemente, destacó los materiales
foráneos a la Sierra Gorda (20%) y a los de fabricación local les denominó
Soyatal (80%). Cabe decir que de las piezas foráneas identifica un 2% con
influencia Teotihuacana, un 25% de tiestos negros de Veracruz y lo que
llama olmecoide (1%), (FRANCO, 1970b: 38-38).
Langenscheidt aseguraba que la minería prehispánica tenía como
objetivo fundamental la obtención de cinabrio para que personas de alto
estatus lo usaran con fines decorativos y rituales. Sobre la obra minera re-
portó túneles, galerías, pozos y pilares de soporte donde quedaron huellas
del trabajo, como superficies pulidas en las paredes, así como el desgaste

181
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

y pulimento de pisos por el continuo tránsito. En lo que se refiere a las


técnicas de extracción refirió que el trabajo fue por percusión, con el uso
de martillos fabricados de rocas duras. Para la ruptura de las rocas supuso
que debieron haber usado las cuñas de madera encontradas en el lugar para
aprovechar las fracturas naturales de las paredes rocosas y, por la presen-
cia de una gran cantidad de cuerdas y cestas, conjeturó que el material se
sacaba de la mina por acarreo en cestas y redes (LANGENSCHEIDT, 1970,
1997: 409-412).
El ingeniero Langenscheidt infirió que la minería en la época prehis-
pánica implicaba una organización del trabajo con personal de supervisión,
personal de defensa, comerciantes y sacerdotes. Además, supuso que el
trabajo en las minas se daba bajo un régimen de esclavitud donde los mi-
neros eran varones, incluyendo niños que vivían y morían en condiciones
precarias. Asimismo, en función de las bocaminas detectadas en su área de
estudio, extrapoló la existencia de minas a toda la sierra, por ello mencionó
que hubo entre 2000 y 3000 bocaminas prehispánicas de cinabrio, calcita,
fluorita, plata y plomo; por este número de minas concluyó que hubo una
intensa explotación mineral sin que se llegaran a agotar los yacimientos,
que fueron tapiados antes de irse. Además, por la demanda de cinabrio en
Mesoamérica como bien suntuario, dedujo que la Sierra Gorda abasteció
siempre a toda esta región. Planteó que, en términos de filiación cultural,
los que iniciaron la minería fueron los olmecas, posteriormente los teoti-
huacanos y los habitantes de Veracruz en la porción central (op. cit., pp.
413-414). Consideró a Ranas como un sitio de primer nivel y a Toluquilla
como de segundo. Afirmó que entre los dos sitios se reunía la producción
en almacenes y se hacía la comercialización, ya que ahí vivían los militares,
las clases altas que detentaban el poder y los sacerdotes que controlaban
la producción minera, pero estos lugares fueron abandonados en 1,200 d.
C. debido a las invasiones de grupos cazadores del norte, a los que genéri-
camente se les llamó chichimecas (op. cit., pp. 553-562).
Las propuestas del ingeniero cambiaron a lo largo de los años. En
1970 ubicó la ocupación de la sierra entre el 400 a. C y el 700 d. C. (Ibíd.,
pp. 413-414). En 1988 dijo −sin soporte documental o de dataciones− que
los antiguos habitantes vivieron del 4,100 y 2,100 a. C. hasta el 1,200 d. C.,
(op. cit., pp. 513-515 y 517-528). Por último, en 2005 ya siendo arqueólogo,
anotó que tanto chichimecas como los habitantes de la sierra tuvieron un
nexo con los olmecas y teotihuacanos gracias al intercambio/ comercio/
abasto de cinabrio (LANGENSCHEIDT, 2005: 47, 49-52).

182
Toluquilla, la minería prehispánica y su efecto en la población antigua en Querétaro, México

Años después, durante la década de los ochenta la arqueóloga


Margarita Velasco propone el Proyecto Arqueológico Minero de la Sierra
Gorda, en el que efectúa recorridos y excavaciones en Ranas y Toluquilla.
Respecto al tema de la minería, integró al entonces pasante Alberto
Herrera, quien recorrió un cuadrante de 10 km de largo y ancho donde
registró minas y pequeños asentamientos dedicados al trabajo de obten-
ción de cinabrio. De estos trabajos se desprenden varias interpretaciones.
Velasco enfatizó que la dinámica productiva de la minería siguió una se-
cuencia: primero se dio la localización de las minas, lo que implicó un
gran conocimiento del medio; después vino la explotación mediante una
eficiente organización social; y, por último, la extracción, concentración y
distribución por medio del intercambio. Ella enfatizó que esto no podría
haber sido llevado a cabo más que por sociedades complejas, con la caracte-
rística de una distribución de sitios dispersos, siguiendo los yacimientos; en
ellos realizaban un trabajo eventual y al agotarse un banco se trasladaban
a otra mina. La organización implicaba la presencia de agricultores que
alternaban su trabajo con las minas. Así, concluye que Ranas y Toluquilla
fueron los lugares de concentración y los centros ceremoniales, políticos y
administrativos de la sierra (VELASCO, 1978: 48-49), ideas que reitera en
1990 y 2005; además, retomó el pensamiento de Langenscheidt respecto
al tipo de obra, el número de bocaminas, las instalaciones requeridas y los
objetos asociados a su explotación, caracterizó la economía como agrícola
y de forma secundaria, la minera (VELASCO, 1990: 459-460; VELASCO,
2005: 34-35).
Por otro lado, el arqueólogo Alberto Herrera ha presentado diversos
trabajos. En el primero compara San José Ixtapa, en el Estado de México,
con la Sierra Gorda, enfatizando que ambos lugares son mineros y que
todas las actividades productivas se desarrollaban al interior de la mina
y en el patio de esta (HERRERA, B. 1987: 85-103). Aseguró que quienes
desarrollaban la minería y los insumos para trabajar en ellas fueron espe-
cialistas varones, mismos que controlaban la producción concentrándola en
almacenes hasta la distribución (HERRERA y QUIROZ 1991: 288). Refirió
que el objetivo de la minería prehispánica era la obtención de las mate-
rias primas indispensables para la subsistencia y de los materiales para
fabricar objetos suntuarios que marcaran un estatus entre sus pobladores
(HERRERA, 1991). Es un trabajo de especialistas con una ocupación del
400 al 1300 d. C. (HERRERA, MEJÍA, 1999).
En el trabajo de tesis de licenciatura, y sobre el proceso de producción,
relacionó el nivel de organización social con las actividades económicas y

183
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

sociales del grupo que las desarrolló y propuso una clasificación de las obras
que localizó; así, la tecnología involucrada en la recolección en superficie es
el nivel básico y el más complejo son las minas subterráneas (HERRERA,
1994: 35-45; 1995: 4-11). Dijo que una mina es una forma de cueva arti-
ficial hecha por la mano humana y dentro de la concepción prehispánica
fue necesario celebrar ritos para penetrar en las entrañas de la tierra (el
inframundo) para garantizar el equilibrio, idea esbozada parcialmente por
profesores como Román Piña Chan y Jaime Litvak (HERRERA, 1991, 1994;
1997).

Proyecto de investigación Toluquilla


En 1993 se propuso el Proyecto Arqueológico Toluquilla, vigente hasta hoy;
tiene la finalidad de ser integral entre la dotación de infraestructura, la pro-
tección técnica-legal e investigación. Los objetivos de investigación fueron
planteados de forma interdisciplinaria para conocer el sistema de construc-
ción, modas constructivas, localizar los restos óseos para conocer aspectos
de vida, salud, dieta y definir el sistema y patrón de enterramientos.
En el tema de la minería, se partió de la hipótesis de que durante el
trabajo dentro del socavón y en la molienda se respiran polvos y diversos
contaminantes, por ello, las personas involucradas en esta labor debieron
presentar diversos niveles de contaminación. Por esta razón, el objetivo era
la búsqueda de entierros de personas involucradas en la labor minera y,
para ello, se propuso la labor conjunta de análisis óseos para buscar ente-
sopatías que se relacionaran con la ardua labor minera y la contaminación
ósea de mercurio y los minerales vinculados con él.

El sitio arqueológico
Después de 25 años de trabajo en este asentamiento arqueológico, Toluquilla,
podemos recapitular y saber que se trata del asentamiento de mayores di-
mensiones del estado de Querétaro, ello porque contiene 210 monumentos
distribuidos en la parte alta de una loma alargada de aproximadamente 450
hectáreas. De ellas, el INAH ha resguardado casi 17 para la conservación
de la parte más densa de construcciones.
A lo largo del trabajo en este sitio se han realizado unas diez tesis,
algunas de licenciatura y otras de maestría y de doctorado, con temáticas
que abarcan antropología molecular (ADN mitocondrial), cerámica, restos
óseos de animales, conchas, el estudio óseo para conocer la dieta de sus
habitantes y arquitectura.

184
Toluquilla, la minería prehispánica y su efecto en la población antigua en Querétaro, México

Considerando el aspecto arquitectónico, podemos enfatizar que el si-


tio tiene un excelente estado de conservación, se pueden observar muros
de unos 5 o 6 m de altura y unos 30 m de largo sin necesidad de realizar
excavación alguna. Podemos ver calles, corredores, patios, los vanos de
las puertas y en términos generales la traza del poblado sin necesidad de
mayores excavaciones. Así, al recorrer el sitio podemos conocer los ejes de
circulación originales y el sistema constructivo del lugar (ver Fotos 1 y 2,
y la Figura 2).

Figura 2. Plano de Toluquilla.

185
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Foto 1. Espacio denominado como “habitacional” por Margarita Velasco y en donde hemos locali-
zado la mayor parte de los entierros. Foto: E. Mejía.
.

Foto 2. Corredor detrás del segundo juego de pelota. Foto: E. Mejía.

186
Toluquilla, la minería prehispánica y su efecto en la población antigua en Querétaro, México

Dataciones
En los años del trabajo en el sitio se han logrado 40 dataciones, 14 de carbono
y 26 de hidratación de obsidiana. El análisis de todos ellos nos permite es-
tablecer que las primeras etapas del sitio fueron en el preclásico, esto es 350
a. C., mientras que los últimos fechamientos son de 1500 d. C., sin embargo,
faltan más estudios para poder establecer la continuidad de la ocupación.
Con esto quedó establecido que las primeras propuestas de la arqueóloga
Margarita Velasco de una ocupación del 200 al 1200 d. C. (VELASCO, 2005),
se tienen que modificar considerando los nuevos hallazgos (MEJÍA, 2010).
Estas nuevas fechas son de gran importancia ya que nos permiten ase-
gurar que Toluquilla no se desocupó para el 1200 d. C. como varios autores
suponen, ello porque se observaron varios contextos donde las dataciones
de C14 son de 1200 o posteriores y se asocian a enterramientos colectivos,
por ejemplo, en los edificios 18 y 33; en otros dos casos se relacionan a la
remodelación de edificios como se pudo apreciar en los edificios 26 y 57.
Todo esto se muestra en la Figura 3. Lamentablemente la falta de fechas en
los sitios cercanos, por ejemplo, Ranas, un sitio de unos 135 monumentos,
no permiten saber si la continuidad de ocupación fue generalizada o sola-
mente incluye a Toluquilla.

Figura 3. Croquis del norte del sitio donde se ubican algunas dataciones del sitio, en algunos casos
se pudieron obtener dos fechas para los diferentes enterramientos, por ello se muestran ambos.
Figura por E. Mejía.

187
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Análisis arquitectónico
El trabajo de limpieza de los vecinos para hacer una fiesta, al parecer arran-
ca en la primera mitad del siglo XIX, por ello en el sitio se dejaron expues-
tos y libres de maleza los edificios de los primeros dos juegos de pelota y
los cuartos que les rodean. Así, para cuando el sitio se visita y restaura, se
conserva el recorrido que los vecinos realizaron. Ello permite ver un 40%
del asentamiento; sin embargo, el sector habitación y más complejo arqui-
tectónicamente hablando, se encuentra enmontado y fuera de la visita ya
que solo se cuenta con muy poco personal de custodia.
En lo que se refiere a las edificaciones del sitio hicimos un análisis
arquitectónico que va desde la presencia y procedencia de los materiales
involucrados, hasta el sistema constructivo y los elementos arquitectóni-
cos. Este análisis nos llevó a tomar en cuenta la postura de los urbanistas,
considerando la definición de urbano que según la Real Academia es el
“conjunto de conocimientos relativos a la planificación, desarrollo, reforma
y ampliación de los edificios y espacios de una ciudad”, en donde el con-
cepto ciudad tiene la connotación de: “conjunto de edificios regidos por un
ayuntamiento cuya población es densa y numerosa” (REAL ACADEMIA
ESPAÑOLA, 2002).
La definición de las ciudades prehispánicas y el análisis urbano de las
mismas son temas tratados desde varios aspectos, por una parte, están los
arqueólogos que incursionan en la arquitectura o la visión de los arquitectos
que lo hacen en la arqueología. En lo que se refiere a la jerarquización de
los lugares de población prehispánica destaca el trabajo del doctor Jorge
Angulo que, considerando el desarrollo social, presenta edificaciones par-
ticulares, por ejemplo, ante la comercialización de ciertos productos dentro
de una ciudad deberán existir almacenes (ANGULO, 1997: 63). Además, el
autor hace una correlación entre el nivel de complejidad social, la densidad
y número de construcciones y el espacio disponible, que servirán para de-
finir y clasificar los centros de población en las siguientes categorías: choza
aislada, caserío, aldeas, villas y pueblos.
Por otro lado, algunos arquitectos que han hecho estudios en sitios
arqueológicos, como Horst Hartung, concluyen respecto a la traza que:

En las altas culturas de todo el mundo el acomodo de sus capitales y


de sus centros cívicos y religiosos es reflejo de su particularidad. Su
planificación –cuyo grado de impacto puede variar desde una dispo-
sición inconsciente a unas directrices medulares y precisas- puede ser
de trazo geométrico, de trazo orgánico o de deposición aparentemente
arbitraria (HARTUNG, 1992: 7).

188
Toluquilla, la minería prehispánica y su efecto en la población antigua en Querétaro, México

En lo que se refiere al trazo orgánico, el autor escribe: “El acomodo de las


casas-chozas en forma natural al terreno produce generalmente un empla-
zamiento orgánico”, mencionando una orientación determinada, a veces,
por razones climáticas. Conforme a esta propuesta, la traza geométrica se
ubica tomando como modelo a Teotihuacán, mientras que el trazo orgánico
el autor lo ejemplifica en zonas habitacionales de lugares como Tikal. En
el trazo arbitrario ubica la mayor parte de los sitios mayas (op. cit., p. 8).
Así, Toluquilla solamente puede definirse como un pueblo mediano con
emplazamiento orgánico determinado por el cerro y su orientación.
En nuestro proyecto, durante 1997 los arquitectos Angélica Álvarez
y Omar Toscano, efectuaron la investigación en Toluquilla siguiendo lo
establecido por Chávez, que propone:

La urbanización de un sitio prehispánico es la transformación del me-


dio ambiente natural que habita una sociedad, la dotación de servicios
e infraestructura como las redes de drenaje, agua potable, almacena-
miento de agua y vías de comunicación, por citar algunas sólo, son rea-
lizadas a través de instituciones en obras públicas, por ello es en forma
planeada. Además, la distribución de las edificaciones es producto de la
necesidad de ordenar, definir y delimitar el espacio social y el territorio
de la población que ha llegado a cierto nivel de estratificación social
(CHÁVEZ, 1987: 35; ÁLVAREZ, TOSCANO, 1997: 8).

Establecidos los criterios de análisis, durante 1997 se realizó el ejercicio


de analizar Toluquilla, sin embargo, el trabajo fue parcial ya que no con-
tábamos aún con suficiente información, misma que se logró recabar años
más tarde a lo largo de las exploraciones. De esta manera, consideramos
a Toluquilla como un sitio planeado, con traza definida y características
urbanas, apoyándonos de la nueva información y las propuestas de los
autores ya expuestos, integramos lo que hasta ahora conocemos del sitio.
Los elementos arquitectónicos visibles más importantes en este reco-
rrido son: la gran altura de sus muros, que remata por un pequeño tablero.
Otro elemento constante, consiste que en todos los cuartos presentan una
moldura en la base de los muros (Foto 3). En los templos que rematan los
juegos de pelota y dos cuartos importantes (3 y 33) se agregó en las cuatro
esquinas un pequeño muro en talud con cornisa en saledizo que cuenta con
una longitud de 1.50 m y una altura de 1.30 m.
Otro elemento recurrente radica en las hiladas de rocas (tres o cuatro)
que integran una cornisa, también en saledizo que, a su vez, forman el re-

189
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

mate de la construcción, la cual se puede ver claramente en el paramento


Este del juego de pelota, uno que tiene una altura de unos 5 m en su parte
posterior, mientras que en la fachada tiene 4 m intacta, ya que nunca se
derrumbó. Esta característica se identifica en numerosos cuartos y en los
templos de remate de las primeras dos canchas (Foto 4).

Foto 3. Detalle de la habitación 31. En la base se ve la moldura y en la parte alta la moldura antes
del techo. Foto: E. Mejía.

Foto 4. Edificio 57. Remate del juego de pelota 2. A la derecha se observa el segundo cuerpo.
Tiene cornisa saliente. Foto: E. Mejía.

190
Toluquilla, la minería prehispánica y su efecto en la población antigua en Querétaro, México

Traza
La traza del sitio es lineal siguiendo el eje del cerro. Para ello acondicionaron
áreas útiles, lo cual se logró con grandes muros de contención, visibles en
sectores de la ladera y que, en conjunto, los primeros viajeros confundie-
ron con murallas. Sobre la cima se puede identificar un eje de circulación
central y dos laterales, algunas al pie de los muros de contención. Además,
se observan corredores que permiten circular a pequeños patios laterales
y rodeados de habitaciones; para ello manejaron uno, dos y tres escalones.
Con esta traza es posible rodear los edificios de remate de los cuatro juegos
de pelota permitiendo nodos de circulación muy definidos (Figura 4).

Figura 4. Reconstructivo del Cerro de Toluquilla basado en el plano de 1880 y elaborado por
Fernando Botas.

Los edificios se construyeron con lajas de piedra caliza del mismo


cerro, en donde identificamos tres calidades diferentes: rocas simplemente
cortadas y que se utilizaron en la parte posterior de los cuartos, básicamen-
te en los muros de contención, con la particularidad de colocar grandes
bloques como parte del soporte de los muros; otros de calidad media, donde
los bloques que fueron trabajados por desbaste a base de corte y pulido
para obtener buenos resultados. Los bloques están bien formados, con pa-
redes rectas, su anchura va de 9 a 12 cm, tienen entre 40 cm y llegaron a

191
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

rebasar un metro de largo. El frente es siempre recto, pulido, en ocasiones


con bordes redondeados, pero sin talud, aunque en el lado posterior no es
así, pero observamos que tienen formas triangulares, esto se debe a que
con esta forma pueden colocarse y obtener un buen acomodo con las lajas
contiguas o en la parte posterior de los muros. Este tipo de lajas las encon-
tramos en los muros de los cuartos. Por último, se encuentran las lajas de
alta calidad. En este caso se cortan bloques, se trabajan con la finalidad
de tener rocas de alta calidad, con un acabado de bordes redondeados y/o
un talud específico para alfardas y cornisas. Al parecer fueron fabricadas
exprofeso para la construcción específica de cada espacio (MEJÍA, 2002),
incluso pulidos después de colocarse, por ello el talud que forman entre
ellos es complementario.
En todos los edificios es poco evidente la presencia de argamasa, para
observarla es necesario desmontar las lajas. Para hacer ésta se usaron ar-
cillas, mismas que se encuentran en toda la región. De la misma manera
que en el caso anterior, dependiendo de la formación geológica en la que
están colocadas es el color que adoptan. Podemos ver arcillas de color rojo,
amarillo intenso, amarillo pálido y crema.
Muestras de argamasa prehispánica fueron analizadas por el geólogo
de los laboratorios del INAH. De sus resultados concluimos que además
de la arcilla local se adicionó cal. Durante la excavación de los diversos
espacios del sitio vimos que en las primeras épocas emplearon arcillas
color crema lo que, adicionado a la cal empleada, le da una coloración casi
blanca. En el Epiclásico se empleó otra fuente de abasto con hematita, por
ello la arcilla de argamasa es rojiza.

Sistema de construcción
Una vez identificados los materiales de construcción, de forma general
podemos indicar los sistemas constructivos empleados en edificios, basa-
mentos, terrazas, templos y habitaciones. Esto se torna complejo ya que
existen diferentes etapas y cada una se diferencia de la otra por la forma de
construcción. Hubo entonces combinaciones en el uso de las variedades ya
descritas de roca caliza y argamasa.
Por la irregularidad del cerro que eligieron los habitantes de lo que hoy
es el sitio arqueológico fue necesario modificar cada uno de los espacios. En
ese sentido los antiguos constructores optaron por varias acciones como la
excavación, el corte y el relleno.
De esta manera podemos observar lugares que necesariamente re-
quirieron la remoción de sedimentos y rocas hasta alcanzar el nivel

192
Toluquilla, la minería prehispánica y su efecto en la población antigua en Querétaro, México

deseado para la construcción. Por las dimensiones de este trabajo usa-


remos sólo ejemplos, el más notable es el espacio de la primera cancha
de juego de pelota en el que la diferencia de nivel es mayor a un metro.
Al efectuar la exploración del piso de la cancha observamos que hasta abajo
el nivel de la roca es irregular, ya que puede encontrarse a 50 centímetros o
hasta un metro de profundidad; sobre ella encontramos una capa de arcilla
sin materiales arqueológicos porque forma parte del depósito natural, que
fue modificado para nivelarlo. Sobre ello encontramos los restos de una
vieja construcción que dejó un enlajado y encima localizamos fragmentos
de dos pisos de estuco, pero al paso del tiempo esta construcción se dejó de
ocupar, se desmontó y los constructores rellenaron la superficie. Remataron
este espacio con el piso de la cancha, observándose estuco sólo junto a los
muros, lugar en donde se acumuló sedimento por los últimos 500 años. Al
norte de este mismo espacio se observa cómo modelaron la roca dejando
expuesto un perfil de hasta un metro al pie del edificio 5.
Caso contrario es el edificio 13 donde, durante la excavación, se obser-
vó hasta abajo el perfil del suelo antiguo, sobre el cual colocaron una ofren-
da y luego rellenaron aproximadamente 1.5 metros con rocas y sedimento,
para luego preparar el terreno con rocas planas, sobre ello se colocó una
base de arcilla y cal, posteriormente el piso de la habitación.
En las laderas de Toluquilla se construyeron grandes muros en talud,
eventualmente con uno, dos y hasta cuatro descansos según su altura, y
posteriormente se rellenaron hasta obtener una superficie plana. De esta
manera, observamos muros de hasta 5 m de altura en las laderas, mientras
que al frente tienen entre 30 cm y 1 m de altura (Foto 5).
Para reforzar los basamentos encontramos que colocaron estructuras
contiguas. Juntas abarcan hasta 60 m de largo o más. Esto da la impresión
de ser una sola construcción, aunque realmente no es así, ya que cada
basamento se construyó por separado, tiene paredes hacia la ladera y se
soportan a la pendiente con muros laterales y eventualmente se observa
que cada uno puede colocarse a diferente nivel de altura o en desplante en
el suelo, todo dependiendo del terreno. Este tipo de basamento se encuentra
en todas las construcciones o habitaciones del sitio que ocupan la parte
alta del cerro.
Para las terrazas, los habitantes de Toluquilla prepararon espacios muy
largos. El proceso constructivo consistía en colocar primero muros en talud,
similares a los de los basamentos, esto es con descansos dependiendo de la
altura pero, a diferencia de los basamentos, los muros laterales en talud son
casi verticales y más largos. Los cuartos que contienen se presentan en dos

193
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

modalidades diferentes. En un caso, los muros del cuarto simplemente se


desplantan sobre la terraza sin ningún tipo de basamento. En otros casos,
el cuarto tiene un basamento individual adosado que sobresale al muro
de la terraza. Esta última modalidad se ocupó para ampliar las terrazas e
inclusive propiciar un patio o espacios de transición entre ellas.

Foto 5. Basamento en ladera. Foto: E. Mejía.

Las Terrazas siempre ocupan rocas rústicas. Para la construcción se


acomodan en las primeras hiladas de la base grandes rocas poco trabajadas
que en la parte superior del muro de contención disminuyen de tamaño.
Podemos asegurar que los bloques usados en la construcción de estos es-
pacios fueron principalmente recolectados en las laderas con un mediano
trabajo de careado. Eventualmente, también es posible que hayan usado
grandes bloques obtenidos al devastar las áreas del sitio.
En el relleno de estos espacios se observa en la parte más baja suelo
prehispánico, sobre él, rocas de recolección rústicas y sedimentos, y en la
superficie un depósito de sedimentos. Por ello no es remoto que sea útil
para la agricultura.

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Toluquilla, la minería prehispánica y su efecto en la población antigua en Querétaro, México

Hasta ahora, en las excavaciones no hemos encontrado varias terrazas


sobrepuestas o la remodelación de éstas en las laderas, por lo que en ese
caso no podemos hablar de varias etapas de construcción superpuestas.
Lo que es posible observar en Toluquilla son muros que fueron levantados
frente a los anteriores, como un agregado, con la finalidad de ampliar las
terrazas a lo largo y a lo ancho. En forma notable se observa que algunas
ampliaciones se construyeron con rocas aún más rústicas que en la primera
época. No presentan la conservación de una buena cantidad de argamasa,
incluso parecen carecer de ella. Sin embargo, al no haber sido exploradas
mediante excavaciones arqueológicas, no podemos afirmar de manera con-
tundente que no contengan argamasa.
Para los basamentos se ocuparon varias calidades de rocas. Hay pla-
taformas donde las primeras dos hiladas se forman con grandes bloques
de hasta 50 cm de alto, 90 cm de largo y 40 cm de espesor. Las lajas no son
regulares a la altura de la parte media y superior, su tamaño disminuye y
sobre todo cambia la forma. En la parte interna del muro los bloques no
tienen muros bien cuidados, ya que las lajas no tienen cara, por el contrario,
son rocas con aristas. En las últimas hiladas encontramos lajas de 12 cm de
alto, 40 cm de largo y la cara interna de la roca totalmente rústica.
En algunos casos el uso de argamasa es mínimo, por ello con el tiempo
se pierde fácil y solamente se puede observar en la porción central de las
rocas sobre la superficie donde se asientan las piezas. En cada basamento
hay muros en las caras laterales, el relleno es de rocas, mientras que las te-
rrazas no lo tienen, hemos observado que las rocas del relleno están carea-
das y se encuentran depositadas sobre suelo prehispánico. Posteriormente,
grandes bloques trabajados se acomodaron para obtener una estructura
plana, sólida y sedimento para formar la base del piso. En el caso de remo-
delaciones, sobre el piso se colocó un nuevo relleno de lajas bien trabajadas
y se remata con un enlajado, sobre éste se coloca sedimento y por último
un nuevo piso de estuco.
Con respecto a las etapas de construcción se presenta solo el caso del
Edificio 15, que es remate del juego de pelota 1.

Edificio 15

Primera etapa
Se construyó un basamento circular de aproximadamente 10 m de diámetro.
Desconocemos si en la parte superior existía una habitación de piedra, ya
que solamente observamos el muro bajo y un descanso de unos 50 cm. El

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arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

perfil de esta construcción no es el de un muro en talud, ya que se encontró


alterado por la compresión del edificio o se buscó un perfil con talud verti-
cal. Aparentemente, esta construcción fue destruida intencionalmente, ya
que en todo el descanso pudimos observar un depósito de carbón que tenía
unos 3 cm de profundidad y abarcó unos 5 m de largo (Foto 6, Figura 5a).

Segunda etapa
Ocupando la construcción circular como base, se edifica enfrente un cuerpo
de planta rectangular y se eleva el nivel sobre la estructura circular en unos
cincuenta centímetros. La nueva etapa representa un cambio radical, no
sólo por la forma de la planta general del edificio, sino porque emplearon un
nuevo sistema constructivo. Sobre el primer basamento se construye una
escalinata con seis peldaños y en medio se deja un espacio en talud, a modo
de nicho. Posiblemente para depositar sobre él alguna escultura que lamen-
tablemente no encontramos. A los costados de la escalinata se formaba un
descanso ancho, esto es de unos 60 cm. La parte superior y el remate de la
escalinata tienen piso de estuco. Desafortunadamente aún no conocemos
el espacio donde termina este descanso ni la ubicación de la habitación que
remataba este templo (Foto 6, Figura 5b). Sobre el descanso y rodeando todo
el edificio se colocó otro muro enfrente del basamento que forma las alfardas
que rematan junto a la escalinata. Cabe la posibilidad de que la alfarda fuera
agregada después, ya que amplía la superficie del basamento. Sin embargo,
no lo podemos asegurar porque la excavación entre las dos etapas no pro-
porcionó ningún tipo de material que sirva de fechamiento directo o relativo.

Tercera etapa
Cubriendo la segunda etapa se colocó enfrente un muro del segundo cuerpo
del templo anterior. Se adicionó altura con relleno de aproximadamente un
metro, por lo que se hace una nueva escalinata y una construcción nueva en
la parte superior, lamentablemente no hallamos evidencia de la escalinata
y sólo encontramos restos del basamento superior en la esquina suroeste
(Foto 6, Figura 5c).

Cuarta etapa
En esta etapa se adicionó la altura al agregarle un muro. En la parte frontal
se desmontó la parte inferior y superior de la escalinata para colocar una
nueva escalinata que conduce al nuevo cuarto superior. Posiblemente el
cuarto de muros rectos de la quinta etapa se pudiera haber construido desde
este momento (Foto 6, Cuadro d).

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Toluquilla, la minería prehispánica y su efecto en la población antigua en Querétaro, México

Quinta etapa
Esta construcción agregó muros en talud y remate de cornisa en saledizo en
el segundo cuerpo. En cada esquina del cuarto se agregó un adorno formado
por un talud y cornisa en saledizo con una altura que no sobrepasa un metro
con 30 cm (Foto 6, Figura 5e).
En la porción sur se niveló el terreno y se construyó una habitación.
Esta nueva construcción se ubicó entre el edificio 15 y el edificio 18, aparente-
mente tenía la entrada por el oeste. A esta edificación se le denominó 15 bis.

Sexta etapa
Desconocemos la época en la que el edificio 15 bis fue rellenado con sedi-
mento, tiestos y una ofrenda. Pero es posible constatar que posteriormente
se desmontaron los muros del cuarto y sobre ellos se realizó una ampliación
del cuarto superior. Esta ampliación se adosó al muro en talud y cornisa en
saledizo para adicionar un espacio de 2 m de ancho y 1 m de profundidad.
Este espacio no presentó piso de estuco, se encuentra al centro de la habi-
tación, orientado hacia el centro de la cancha del juego de pelota (Foto 6,
Figura 5f).

Foto 6. Edificio 15, mostrando con líneas de colores sobrepuestos cada etapa de construcción.
Foto: E. Mejía.

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arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 5. Reconstrucción hipotética de cada etapa de construcción. A primera etapa circular, B


segunda etapa con escalinata doble y nicho al centro, C tercera etapa donde se sube el nivel y
hallamos evidencia del basamento superior, D cuarta etapa donde suben nuevamente el nivel, E
etapa visible de cornisa en saledizo, F sexta y última etapa donde agregan un cuarto en la parte
de atrás. Fig.: A. Herrera.

Los Entierros
Uno de los objetivos del proyecto desde su origen fue la búsqueda de con-
textos funerarios para identificar y en su caso, probar si entre los individuos
depositados hubiera mineros; afortunadamente desde la primera temporada
se localizaron este tipo de depósitos. El registro de estos contextos fue en
forma diferenciada. Se considera enterramiento al contexto donde uno o más
individuos comparten el mismo momento de deposición, diferenciando a su

198
Toluquilla, la minería prehispánica y su efecto en la población antigua en Querétaro, México

interior a cada individuo, ya sea primario, secundario o porciones corpora-


les incompletas. Básicamente debido a que ganamos experiencia conforme
pasó el tiempo, los mismos casos nos permitieron conocer su orden y con
los años afinamos nuestras técnicas y objetivos.
Al inicio, cada contexto funerario fue numerado a partir del cero por
orden de aparición, así, en 1993 registramos el primer entierro y en 2019
registramos el último. A partir de 1996 y con el objetivo de buscar con-
textos específicos, excavamos dentro de los espacios del sitio; además, en
forma temeraria, trabajamos en forma simultánea dos o tres estructuras.
Rápidamente nos dimos cuenta de que en cada estructura se encontraron
entierros múltiples y muy complejos que no correspondían a una sola etapa
de enterramiento y requerían de más de un mes de excavación, por lo que
fue necesario trabajar hasta por cinco temporadas en un solo edificio.
Al efectuar los análisis de gabinete en los primeros cinco contextos −
labor en que nos apoyó Martha Pimienta y Alfonso Gallardo− confirmamos
nuestra apreciación al diferenciar cada evento de deposición y fecharlo.
Con esta experiencia opté por respetar el número original asignado a cada
contexto funerario, pero distinguiendo cada momento de deposición como
una etapa diferente. Además, asignamos una letra a cada individuo dentro
del entierro o etapa.
Un excelente ejemplo es el edificio 33, donde localizamos el contexto
tres, pero diferenciamos seis enterramientos correspondientes a diferentes
eventos de deposición, quedando como 3a, 3b, etcétera. En este caso la
diferenciación se tuvo que hacer en gabinete, ya que la excavación se llevó
a cabo en dos años y observamos que todo el contexto estaba rodeado de
osarios, esto es, de huesos dispersos de otros individuos y otros entierros
primarios y secundarios bien definidos que dieron un total de doce in-
dividuos claramente determinados desde campo. De esta forma nuestro
registro óseo cuenta con tres modalidades:

1. Hubo casos en los que desde el comienzo de la excavación era claro y


evidente que se trataba de un contexto mortuorio bien definido −colec-
tivo o individual−, por lo que se asignó el número consecutivo que le
correspondía en orden ascendente, sin importar que la estructura tuviera
entierros previos con otros números.
2. Contextos complejos donde no es evidente la separación entre contextos
funerarios y requirieron más de una temporada de excavación. Se asignó
un número de entierro diferenciando cada etapa en la revisión final.

199
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

3. Por último, respetamos el número de entierro asignado al edificio, pero


desde campo pudimos diferenciar una etapa de otra. Se asignó desde la
excavación la letra que diferencia una etapa de otra.
Para este trabajo se considera un total de 17 edificios y 29 contextos funera-
rios, numerados del 0 al 29, lo que abarca de 1993 hasta 2019. Considerando
cada evento de deposición, contabilizamos un total de 48 entierros.

Tabla 1. Distribución de los contextos funerarios. Tabla: E. Mejía.

Retomando la tabla anterior, observamos que se ha explorado bási-


camente en cuatro espacios del sitio, esto incluye temascales remodelados
como cuartos, habitaciones, patios y juego de pelota, en donde hallamos
un total de 183 individuos (Tabla 2).

Tabla 2. Ubicación de los individuos en cada edificio. Tabla: E. Mejía.

200
Toluquilla, la minería prehispánica y su efecto en la población antigua en Querétaro, México

En los juegos de pelota se incluyen tres espacios arquitectónicos: can-


cha, paramentos y templos de remate. Nuestra búsqueda de entierros fue
nula en los templos y en los paramentos, sin embargo, apenas se ha traba-
jado en los dos primeros y no ha sido exhaustivo. Pero dentro de la cancha
se observó un enterramiento con un individuo en el centro. Algo similar
ocurrió en el caso de un entierro que se encontró entre el derrumbe de una
banqueta al oeste de la cancha, y otro más detrás del primer escalón lateral
del templo de remate, en todos los casos, solo hubo un entierro e individuo,
y todos en el juego de pelota 2.
En total excavamos en dos temascales y solamente en uno de ellos
hallamos un contexto funerario que incluía siete individuos, ello porque el
espacio fue remodelado para transformarlo en un cuarto. Mientras, en las
habitaciones ocurre algo totalmente diferente, ya que fue el lugar donde
ocurrió el mayor número de casos, encontramos 43 enterramientos que
incluyen 165 individuos (Tabla 3).

Tabla 3. Distribución de los entierros en los espacios del sitio. Tabla: E. Mejía.

Análisis de los cuartos


Como hemos expuesto la gran mayoría de los enterramientos ocurre dentro
de ciertas habitaciones. Se han localizado un total de 50 entierros y 147 in-
dividuos; aunque debemos aclarar que no todos los casos tienen las mismas
características.

201
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

El primer elemento destacado fue la presencia de pequeñas banque-


tas en los cuartos, de entre 90 cm y un metro de largo, ubicadas siempre
frente a la puerta, recargadas en el muro posterior y algunas sobre los
pisos. Estas construcciones sobrepasan el piso de estuco por 30 o 50 cm.
Por sus dimensiones se podía suponer que pudieran ser pequeñas repisas
o altares. Personalmente me inclino por la suposición de que se trate de
altares que sirvieron para colocar algun tipo de Figuras de deidades por-
tátiles. Además, hasta ahora hemos excavado sólo en 20 habitaciones, pero
solamente en 14 casos se han observado altares y los entierros humanos se
colocan en 13 de ellos.
Otro elemento relevante es la remodelación arquitectónica. Así, en
cuatro casos (edificios 10, 25, 32 y 33), el cuarto cubrió un muro de con-
tención a todo su largo. Por ello es fácil suponer que primero se construyó
el patio y los edificios que rodeaban este espacio solo ocupaban tres de sus
lados, dejando un lado sin construcción. Al paso del tiempo se cambia de
plan arquitectónico y se adiciona una nueva construcción, por lo que se
construye un muro frente al que delimitaba el patio, lo que además permite
ganar terreno a la ladera y posteriormente rellenarlo para construir el nue-
vo espacio; es costumbre mesoamericana que en este relleno se coloquen
ofrendas y/o enterramientos humanos o de animales. Hemos trabajado
intensamente en cuatro casos similares y solamente en tres de ellos locali-
zamos enterramientos entre las dos etapas de construcción.
El tercer caso lo conforma una habitación sencilla que no presenta los
elementos anteriores (altar o ampliación de patio) y está colocada sobre un
corredor que se ubica entre dos grandes estructuras (15 y 18). Es significa-
tivo que en este espacio no se construyó un altar y existe un enterramiento.
Destaca la presencia de subestructuras, esto es, habitaciones tapiadas
debajo de las visibles. De estos casos, en las 20 habitaciones excavadas hubo
seis con subestructuras y en dos no hubo enterramientos. Los enterra-
mientos también pueden diferenciarse al ubicarse sobre el piso de estuco o
bajo él, aunque solamente uno se colocó sobre el piso y el resto debajo. Los
entierros bajo el piso se colocaron en varias posiciones, en un solo caso se
colocó en la entrada del cuarto; en otro se colocó al centro de la habitación y
entre la ceniza de un fogón; en otro se hallaron los cuerpos dentro del altar,
mientras que la mayor parte de los entierros se colocaron alrededor de los
altares. En resumen, los enterramientos se distribuyen como se muestra
en la Tabla 4. En la parte baja de la barra se puso el tipo de lugar donde se
encontraron los entierros y arriba la cantidad de individuos.

202
Toluquilla, la minería prehispánica y su efecto en la población antigua en Querétaro, México

Tabla 4. Distribución de los entierros alrededor de los altares. Tabla: E. Mejía.

Los entierros localizados hasta ahora alrededor de los altares tienen


características muy significativas. Solamente en dos casos fue en su inte-
rior, en un caso se trató de la reocupación del espacio y contenía cuatro
individuos y en el otro caso un entierro secundario. Observamos que de
los 14 casos en que había altar, únicamente el Edificio 3 tenía dos altares,
uno en cada etapa de construcción, ambos en la misma posición y la misma
orientación (norte a sur) con entierros a su alrededor.
Del resto, la posición más importante ocurre frente al altar, con 15 en-
tierros y 88 individuos; le sigue, en la parte lateral del altar, que conforme
a su orientación puede ser en el norte, al sur, al este y al oeste del mismo,
como se ve en la Tabla 5.

Tabla 5. Colocación de los altares y los entierros. Tabla: E. Mejía.

203
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Otro elemento sigificativo es la orientación de los cuerpos, que toman-


do como base a los entierros primarios y el cráneo, la gran mayoria fueron
depositados de oeste a este (25), norte a sur (16), sur a norte (14), este a
oeste (13) y solamente tres fueron en diagonal, como se ve en la Tabla 6.

Tabla 6. Orientación de los entierros primarios. Tabla: E. Mejía.

Metodología de análisis óseo


En resumen y retomando los objetivos del proyecto inicial y considerando los
individuos localizados entre 1993 y 2019, contamos con unos 183 entierros
que incluyen individuos primarios, secundarios y porciones remanentes,
esto quiere decir que al reabrir un depósito se remueven porciones corpo-
rales dejando fragmentos articulados que guardan la posición anatómica,
por tanto, algunos individuos están incompletos. Esto incluye los restos de
adultos, pre-adultos o adolescentes e infantes, algunos en cistas y otros en
entierros directos o indirectos −cestas−, además, algunos fueron un depó-
sito individual y otros fueron entierros colectivos.
Desde 1996 y hasta la fecha, unos 176 individuos han sido procesados
por seis antropólogos físicos. El primer paso fue determinar el número
mínimo y máximo de individuos y con los datos de excavación se procedió
a diferenciar a los entierros secundarios de los restos usados como relleno,
las porciones corporales remanentes y los entierros primarios. Hecho esto,
se identificó el sexo y edad de cada individuo (en los casos que fue posible),
para después conocer rasgos epigenéticos, patologías, entesopatías y rasgos
culturales.
Para el trabajo específico de determinar metales pesados se logró la cola-
boración entre el doctor Gilberto Hernández Silva de la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM) y los que suscriben del Instituto Nacional de
Antropología e Historia (INAH); esta labor duró de 2002 a 2010.

204
Toluquilla, la minería prehispánica y su efecto en la población antigua en Querétaro, México

El trabajo se planteó en tres pasos: en primer lugar, probar con di-


versas partes corporales para ver con cuál se obtienen mejores resultados,
optimizar el tamaño de la muestra y establecer una metodología donde se
obtuviera la parte central del hueso, en la porción esponjosa y limpia de
impurezas. Hecho esto, se determinó que la cantidad era de 0.5 gramos y
se optó por analizar hueso largo, cráneo y diente. La población usada fue
prioritariamente de entierros primarios, en segunda instancia se tomaron
porciones corporales remanentes y por último, individuos secundarios, to-
dos procedentes de un mismo edificio y con la misma cantidad de hombres
y mujeres, además de infantes.
De esta forma, se ocuparon los entierros colectivos de los edificios 24
y 27 debido al gran número de individuos donde tenemos toda la gama de
población con variabilidad de sexo, edad, individuos con patologías eviden-
tes y otros que no las presentan, con un total de 36 sujetos y 88 muestras;
a la par, el doctor Hernández procesó unas 200 muestras y se realizaron
los análisis de metales en sedimentos de la región (HERNÁNDEZ, et al.,
2005). El proceso de análisis óseo comenzó con adultos, posteriormente
adolescentes y por último los infantes y nonatos.
El análisis se llevó a cabo en el Centro de Geociencias de la UNAM,
Campus Juriquilla, usando el Espectrómetro de Masas, Absorción Atómica
y Difracción de Rayos X, empleando porciones de huesos largos, cráneo y
dientes (HERNÁNDEZ, et al. 2005). Se analizaron once metales, que por
la interacción eléctrica de iones y átomos permiten enlaces del ciclo biogeo-
químico de minerales y cadenas, que en la Unión Europea se han estudiado
desde hace tiempo (SALMINEN, 2005).

Discusión de resultados del proyecto de investigación


La información recabada por el Proyecto Toluquilla sobre la población pre-
hispánica muestra que, del total de individuos (176), 62 casos fueron en-
tierros primarios, es decir, un 35% de la colección, mientras que la mayor
parte, 84 esqueletos, fueron depositados y luego removidos, por tanto, son
entierros secundarios, lo que significó el 48% de la colección. Esto además
incluye las porciones primarias remanentes. Por último, fue posible tener
esqueletos casi completos y que se encontraban como parte del relleno, en
este caso están diez individuos que representan el 17% de la muestra. De
esta selección fue posible determinar el sexo de 54, todos adultos; de ellos,
37 son varones (21%) y 17 son femeninos (10%), mientras que, en la mayor
parte de nuestra muestra, esto es el 69% −que incluye a 122 esqueletos−,
no se determinó el sexo por tratarse de individuos infantiles, o bien casos

205
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

de entierros secundarios incompletos y que no tienen elementos óseos para


determinar el sexo, es decir, coxales o cráneo.
Para el estudio de metales pesados, como ya se mencionó, se optó por
emplear los entierros colectivos de dos edificaciones del sitio de Toluquilla,
quedando 21 cuerpos del edificio 27 y 15 de la estructura 24, incluyendo
también a dos esqueletos más: un entierro primario del sitio arqueológico
de Ranas y otro de un pequeño caserío prehispánico denominado Mesa
de los Pastores. Con ellos completamos una muestra de 38 individuos y se
procesaron 88 muestras para mercurio, mientras que las cuatro muestras
que sirvieron para establecer nuestra metodología no fueron suficientes
para el análisis de arsénico, por tanto, el total de individuos identificados
con arsénico es de 34 (ver Figuras 6 y 7).

Figura 6. Contenido de mercurio en la población antigua del sur de la sierra. Gráfica E. Mejía.

206
Toluquilla, la minería prehispánica y su efecto en la población antigua en Querétaro, México

Figura 7. Contenido de arsénico en la población antigua del sur de la sierra. Gráfica E. Mejía.

Nuestro primer acercamiento a la geología y mineralogía indicaba que


los minerales no se encuentran como elementos aislados en la naturaleza
ya que hay una afinidad geológica y el mercurio lleva consigo el arsénico y
en algunos lugares, el plomo y otros metales más.
Vale la pena anotar que los especialistas en toxicología indican que to-
dos los seres humanos tenemos estos metales dentro de nuestro cuerpo. Sin
embargo, su cantidad es de elementos traza, por eso una cantidad mayor se
considera como una contaminación, sin que esto necesariamente implique
síntomas evidentes de una enfermedad. Esto se debe a que, si el organismo
recibe una sola dosis de mercurio, la desecha en un tiempo promedio de 48

207
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

horas, pero si el grado de exposición a los metales es continuo y mínimo, el


cuerpo humano se puede hacer resistente y soportar una cantidad mayor
antes de presentarse como una enfermedad, en un proceso de adaptación
biológica. Pero si la contaminación se acumula se considera en tres fases:
aguda, crónica o severa, en las dos últimas se presentan síntomas en ór-
ganos blandos y solo en el último nivel puede provocar acumulación ósea,
efectos muy graves y la muerte (MEJÍA, HERRERA, 2012, 2013).
La interpretación de nuestros resultados se presenta considerando los
diversos grupos de edad y sexo. En cuanto a los grupos de edad, la pobla-
ción quedó conformada con un total de 18 adultos. Así, seleccionamos ocho
hombres e igual número de mujeres, además de dos varones de los sitios
cercanos, un adolescente, 15 infantes y cuatro nonatos. En el eje vertical
se presentan los datos de cada individuo, indicando primero el número de
edificio, a continuación, el número de entierro, y finalizando con la letra
del individuo, por ejemplo 27-13a-A.
Considerando que los trabajos previos suponían que la mine-
ría del sur de Querétaro era un trabajo exclusivo de varones y niños
(LANGENSCHEIDT, 1970), como actividad eventual (VELASCO, 1986:
22-23), nuestra hipótesis era que encontraríamos mercurio y arsénico en
los varones de edad productiva.
Los resultados fueron positivos en todos los metales, en toda la po-
blación y con valores que superan los límites permisibles. En la Figura 3
observamos cómo los niveles de arsénico siempre están por arriba de los
valores aceptables para no ser considerados tóxicos por la OMS, que señala
que como máximo debería ser de 1.5 mg/kg, pero que en la población de
estudio va de un mínimo de 4.97 en el varón localizado en el sitio de Mesa
de los Pastores, al valor máximo que presenta el hombre ubicado en el sitio
de Ranas, mostrando un promedio de 81.66 mg/kg. En el rango intermedio
se localiza toda la población de Toluquilla.
En la gráfica podemos observar que, por debajo del nivel máximo de
Ranas, se encuentran los valores correspondientes a los nonatos (marcados
por las barras de color rojo), con valores que van de 19.85 a 48.20 mg/kg.
En lo que toca a los datos de las mujeres, marcadas con las barras en color
blanco, podemos ver que se encuentran en los valores más bajos, esto es,
entre 7.05 y 14.80 mg/kg, lo que no representa los valores máximos de la
población, pero son muy altos. Es notable en esta gráfica cómo los valores
de hombre e infantes se distribuyen de forma homogénea y ascendente, lo
que va de valores de 6.33 a 28.73 mg/kg.

208
Toluquilla, la minería prehispánica y su efecto en la población antigua en Querétaro, México

En lo que se refiere al contenido de mercurio resalta el hecho de que


tanto el hombre excavado en Ranas (24.27 mg/kg), como los cuatro nonatos
de Toluquilla presentan los valores más altos de toda la población en un
rango que va de 11.15 a 23.05 mg/kg, tomando en consideración que, de
acuerdo con la OMS, el valor máximo no debería rebasar los 3 mg/kg. En
lo que se refiere a las mujeres, los valores de mercurio se distribuyen de
forma regular en la muestra: dos de ellas tienen valores por debajo de una
unidad, mientras que, de los otros seis casos, cuatro están por debajo de
cinco unidades (1.30 al 4.35 mg/kg) y solo una muestra rebasa las cinco
unidades, la 27-13a-T, con 6.76 mg/kg. En un fenómeno similar al arséni-
co, tanto en varones como en infantes y el adolescente su distribución es
regular, en un rango que va de 0.78 a 9.65 mg/kg.

Consideraciones Finales
En lo que refiere al proceso de trabajo del cinabrio (sulfuro de mercurio),
con base en las propuestas de nuestros antecesores, suponíamos que por la
forma en que se distribuye y usa el cinabrio, debió pasar por varios procesos.
El primero, de localización de la veta, seguramente hallada porque aflora
en la superficie. Posteriormente, se abre la oquedad siguiendo la veta y se
va agrandando el espacio hasta permitir el paso y seguir con el trabajo de
extracción.
El segundo paso es la extracción del cinabrio del interior de la tierra,
para hacer esto, debe continuarse abriendo el espacio en forma de túnel. El
proceso de apertura implica trabajo en sectores de obra muerta no menos
ardua. Por ello, es difícil pensar que el excavador también trasladaba las
rocas al exterior y seguramente, igual que hoy, unas personas perforaban
y otras extraían.
Ya en el exterior era necesario seleccionar el material y preparar las
rocas para un siguiente proceso de molienda. Por eso debieron triturar-
las en tamaños medianos y trasladarlas a su destino final. En el pasado
Langensheidt (1997, 1988) y Herrera (1994) habían propuesto que la si-
guiente molienda, para lograr un polvo muy fino, debió haberse realizado
en morteros más pequeños en el patio de la mina. Por último, viene el
envasado y posteriormente, se almacena en espera de su distribución, lo
que parece haber ocurrido en los sitios de Toluquilla y Ranas. En Toluquilla
esta concentración se pudo haber realizado en las habitaciones detrás del
paramento oeste del segundo juego de pelota, en grandes cuartos, donde
también hallamos herramientas vinculadas a las minas, como marros, cin-
celes y morteros.

209
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Si consideramos a la minería como una actividad especializada, or-


ganizar a los mineros debió ser trabajo de los dirigentes o de una esfera de
la población tan especializada como los propios mineros, ya que implica
la localización de la veta y la organización de la labor por sectores para los
objetos del proceso de trabajo −por ejemplo la materia prima de cestas,
cuerdas, maderas duras para hacer teas y antorchas, las rocas para las
herramientas, como mazos, marros, morteros y otras más complejas como
punzones de hueso y vasijas para envasar el producto−. Era indispensable
el abasto continuo de ropa, zapatos y alimento, además de compensar la
ausencia de los mineros en la producción de alimentos, actividades donde
sus actores y roles no se limitan a una condición de género. Sin embargo,
en el pasado se consideraba que solo los varones trabajaban en las minas
y en el proceso que se seguía hasta tener el cinabrio en polvo y solo se
trasladaban a los sitios arqueológicos pequeños envases con el polvo para
luego ser distribuidos; por tanto, en los grandes sitios no hubiera habido
actividad de producción, es decir, molienda y/o envasado, lo cual dejaría a
mujeres e infantes lejos del contacto de los minerales.
Sin embargo, nuestros hallazgos demuestran nueva información que
nos permite cambiar el enfoque, así, si consideramos que toda la población
tuvo contacto con los minerales, ello significa que alguno de los espacios de
Toluquilla, como los patios o plazas de los poblados prehispánicos y quizás
algunos cuartos, se realizó el trabajo de molienda y envase.
Esto es relevante porque las minas se encuentran en la base de los
cerros de Toluquilla, Ranas y la Mesa de los Pastores. Por tanto, los sitios
se encuentran por arriba de las minas y no podrían contaminarse con mi-
nerales por efecto de la gravedad, ya que necesariamente se involucra la
mano del hombre para el traslado del cinabrio contenido en rocas para ser
molido, actividad en la que parece que participó toda la comunidad en la
selección y molienda, etapa importante en el proceso de beneficio del mi-
neral. Lo almacenaron y existe la posibilidad de que hubieran procesado el
cinabrio para extraer mercurio metálico. Todo este proceso amplifica de for-
ma importante la dispersión de los metales pesados en el medio ambiente y
permite la exposición de la población a estos agentes de forma continua. De
hecho, los metales pesados son resilientes en los suelos y pueden perma-
necer por muchos años en los lugares donde se procesan estos minerales.
Esto sería una posible explicación acerca de cómo toda la población se
contaminó, lo que incluye a los infantes menores a dos años que seguramen-
te no participaron en el proceso laboral, donde indudablemente hubo una
gran cantidad de polvo fino y pudo haberse respirado por todos aquellos

210
Toluquilla, la minería prehispánica y su efecto en la población antigua en Querétaro, México

que estuvieran cerca, mientras que las huellas de actividad en huesos de


mujeres relacionadas a la molienda −marcadas en los brazos y piernas−,
primero se relacionó con el molido de maíz. Pero cuando se determina la
presencia de metales en los huesos de las mujeres, surge la posibilidad de
que ellas también participaran realizando la molienda de minerales. Con
ello quedó claro que las mujeres también colaboraron en las actividades
productivas y esto no era privativo de los varones.
Todo esto modifica sustancialmente lo que se pensaba de la minería
prehispánica del sur de la Sierra Queretana. Los nuevos hallazgos nos per-
miten suponer que, contrario a lo que pensábamos, la actividad minera
también se desarrolló dentro de los grandes sitios. Por ello es difícil su-
poner que fuera un trabajo eventual −como afirmaba Margarita Velasco−,
y confirma las propuestas del arqueólogo Herrera acerca de un trabajo
especializado lo que, aunado a los nuevos hallazgos en basureros de huesos
de muchas especies silvestres, sugiere una subsistencia mixta donde se
combina la agricultura, la caza, la pesca y la minería.
Por otra parte, la presencia de metales en recién nacidos y en nonatos
producto de partos prematuros significa que también las mujeres emba-
razadas trabajaron en esta labor, lo cual representa una gran sorpresa, ya
que implica que la contaminación fue producto de la bioacumulación du-
rante el proceso de gestación, es decir, la madre recibió contaminantes que
transmitió a su hijo vía placentaria, lo que fue tan severo que seguramente
causó el nacimiento prematuro y la muerte; incluso aún si completaron la
gestación, al nacer enfermos tuvieron muy pocas oportunidades de vida
(MEJÍA, MEJÍA, HERRERA, 2015).
Consideramos que los mineros de la Sierra Gorda −Toluquilla y Ranas−
eran trabajadores que pertenecían a un segmento social importante y es-
pecial, ya que tenían autorización para penetrar al inframundo y hacer
contacto con el lugar oscuro, sobrenatural y misterioso, fuente de mitos y
de gran significación en el México antiguo. Así, los mineros eran social-
mente reconocidos y por ello parte de una élite privilegiada. Pertenecer a
esa clase trabajadora debió requerir de prácticas ceremoniales que debían
refrendarse mediante ritos periódicos, ya sean propiciatorios, de petición,
de iniciación o agradecimiento, realizados tanto en la mina como fuera de
ella. De esta forma no creemos que la minería fuera un trabajo esclavo, por
el contrario, debió haber sido un honor pertenecer a ese gremio que extrae
“la sangre de la tierra”, sustancia que no puede poseer cualquier simple
mortal, ya que está destinada solamente a algunas personas. Los mineros
llevaron una vida muy dura para obtener la mayor de las riquezas, la sangre

211
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

de la tierra; por eso es de esperar que seguramente establecieran rangos


importantes dentro de su sociedad y a los más destacados debieron dárse-
les tratos preferenciales, como el ser enterrados en lugares privilegiados.
Consideramos que este lugar no es otro que Toluquilla (ver Foto 1).
La relevancia de Toluquilla en la región se puede apreciar en la arqui-
tectura, por una parte, su excelente estado de conservación que permite
reconocer sin excavar elementos arquitectónicos. Por otra parte, el cinabrio
permitió mantener comunicación y con ello el impacto de las modas, que
después llegó y se plasmó en la arquitectura del sitio. Otro aspecto fueron
los objetos suntuarios relacionados a los entierros de Toluquilla, algunos
de ellos van desde la obsidiana, hasta objetos más sofisticados que se per-
miten adquirir por el poder que el cinabrio les brinda, aunque eso les llevo
problemas de salud en su población

Agradecimientos
Al Instituto Nacional de Antropología e Historia por su apoyo financie-
ro a la ejecución del Proyecto Toluquilla. Al maestro Alberto Herrera, que
nos permitió el uso de los datos de los individuos de Ranas y Mesa de los
Pastores. Al Dr. Gilberto Hernández y la M en C. Italia Mercado del Centro
de Geociencias campus Juriquilla de la UNAM por su apoyo en el procesa-
miento de muestras de restos óseos; al antropólogo físico José Luis Salinas
por su dibujo del enterramiento y Mariana Pinto, pasante en arqueología,
por su apoyo en la preparación de este trabajo.

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215
217

TRES TOPÓNIMOS SACROS


EN HUAPALCALCO, HIDALGO

Alfonso Torres Rodríguez


Nadia Verónica Vélez Saldaña
Centro INAH Hidalgo

Resumen – El tema de los locativos míticos tres piedras del fogón/montaña de la flor y lugar de
la oscuridad presentes los paneles rupestres del sitio arqueológico de Huapalcalco, tema del
presente trabajo, no se presenta aislado, sino que forma parte de una narrativa más amplia en
la que se incluye el tema de la visita al reino del inframundo por un par de personajes disímbolos
que antecede al tema del amanecer solar, personajes que hemos propuesto identificar como la
versión local del tema indoamericano de los gemelos divinos.

Introducción

E
n años recientes los autores, profesores-investigadores del centro
INAH en Hidalgo, hemos trabajado la gráfica rupestre del Valle de
Tulancingo; en específico, hemos concentrado nuestros estudios
en el sitio arqueológico de Huapalcalco ubicado en el sureste del estado
de Hidalgo. Huapalcalco es un sitio arqueológico de carácter monumental
que presenta un importante asentamiento urbano desarrollado en tiem-
pos del periodo epiclásico, así como presenta evidencias de ocupación en
el Postclásico Tardío. Además de los monumentos arquitectónicos de tipo
cívico-ceremonial y plataformas habitacionales, el sitio arqueológico de
Huapalcalco se caracteriza por contar con 172 motivos rupestres pintados
y grabados distribuidos en 17 conjuntos rupestres presentes en los farallones
de los cerros de El Huizlti y La Mesa (VÉLEZ y TORRES, 2015).
A partir de un comentario de Florencia Müller (1970) motivado por la
presencia de materiales de manufactura prehistórica en el lugar y por la sim-
plicidad y esquematismo del trazo de los motivos gráficos, se propuso la hipó-
tesis de adscribir la gráfica rupestre pintada de Huapalcalco correspondiente
al periodo Cenolítico Superior (cf. LORENZO, 1996: 13 y 52; LORENZO, et
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

al. 1993-1998: Tomo II, 244). Otros autores (BASANTE y GÓMEZ 2008;
BASANTE, 2015) han señalado la adscripción estilística de las pinturas de
Huapalcalco a la llamada categoría popular que propuso Claire Cera en su
tesis doctoral sobre las pinturas rupestres de México, una tradición artesa-
nal distinguida por su monocromía generalmente en color rojo, la esquema-
tización de sus figuras y la preponderancia de la figura antropomorfa. De
acuerdo con Cera (1977) esta tradición sería de las más tempranas presente
en territorio mesoamericano; posiblemente tan temprana como los tiempos
arcaicos. aunque abarcaría hasta tiempos muy tardíos, hallándose distribuida
en diversas zonas del norte, occidente, centro-norte e incluso centro-sur y
sur del área mesoamericana y supuestamente, proveniente desde el suroeste
de Estados Unidos.

Figura 1. Cerro del Huiztli ubicado al sur del conjunto cívico-ceremonial de Huapalcalco.

Acorde con esta hipótesis algunos investigadores proponen que la


tradición de monocromía esquemática en rojo -presente en Hidalgo en
Huapalcalco y Cueva de la Malinche, por ejemplo, corresponden a una etapa
temprana de grupos de tradición arcaica vinculados a poblaciones Planview
(cf. CASSIANO 1998; VÁZQUEZ 2001: 102). Esta tradición estilística tem-
prana y prehistórica en Hidalgo sería anterior a la tradición de pintura en
color blanco, con motivos de carácter más realista y con presencia de temas
mesoamericanos (LARA, 2014: 68; CASADO, 2015a y b) y que se les ha atri-

218
Tres Topónimos Sacros
en Huapalcalco, Hidalgo

buido en general una adscripción cultural otomí (cf. LARA y LÓPEZ 2007;
ÁLVAREZ y CASSIANO 2012).
La ubicación cronológica de las pinturas rojas de Huapalcalco y su
adscripción cultural han sido, sin embargo, motivo de recientes discusio-
nes. Alberto Morales comparó el estilo y emplazamiento de los motivos
gráficos de Huapalcalco, y propuso que comparte rasgos con sitios rupes-
tres de una amplia zona que abarca gran parte de los estados de Hidalgo,
Querétaro y San Luis Potosí (MORALES, 2007: 128). Vinculó estas obras
con la tradición esquemática de pintura roja del semidesierto queretano que
Carlos Viramontes (2005: 165-174) propone, son propias de los grupos de
cazadores-recolectores seminómadas que en las fuentes etnohistóricas son
conocidos como chichimecas. A esta tradición se le conoce como Tradición
Pintada México Semiárido y su antigüedad al parecer no es mayor a la del
periodo epiclásico (SALINAS, 2012: 51). Esta vinculación de la tradición
rojo-esquemática de Hidalgo -y otras zonas del altiplano central- con la
gráfica rupestre de la región centro-norte del país también la aprecia Pilar
Casado (2015a: 70 y 2015b: 985-986) en sus estudios sintéticos sobre la
gráfica rupestre del país.
Posteriormente, los autores del presente texto presentamos evidencia
localizada en los paneles de Huapalcalco acerca de la sobreposición de ele-
mentos gráficos elaborados en pintura roja oscura sobre otros anteriores en
color negro, elaborados en estilo y con motivos semejantes a los del periodo
clásico Teotihuacáno: la cronología posterior al clásico, al menos de parte
de los motivos rupestres de Huapalcalco, parece confirmarse (VÉLEZ Y
TORRES, op. cit.). Interesantemente para el sitio de la Cueva de la Malinche
Daniel Herrera ha señalado también una sobreposición similar: sobre un
zoomorfo felino elaborado en color negro y de formas que recuerdan al estilo
y técnica de las vasijas negro/blanco de la cerámica Metztitlán, se ubica la
figura de un antropomorfo de carácter esquemático elaborado en color rojo
(HERRERA, 2009: 175-176 y Figura 10). Debemos señalar por consiguiente
que, dadas estas evidencias, el simple esquematismo de las figuras o el color
rojizo de las mismas no permite aventurar tan fácilmente una cronología
específica de las mismas.
Son embargo, la pintura rupestre de Huapalcalcol se caracteriza por la
aparente formación de escenas de tipo dinámico, tal como señaló Morales en
su momento: no se trata de imágenes aisladas, sino que existe una intención
en los tlacuilos plásticos del pasado de plasmar escenas posiblemente de
carácter narrativo (MORALES, op. cit. 130). Bajo esta premisa, los autores
tuvimos la oportunidad de realizar el análisis iconográfico de dos escenas

219
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

que consideramos paralelas al interior del sitio y que se hallan localizadas


en los conjuntos 5 y 9 de Huapalcalco, llegando a la propuesta de que se
trata de una representación local de un tema mesoamericano ampliamente
distribuido hacia el sureste del área mesoamericana y que es el viaje de los
gemelos divinos al reino del inframundo (cf. TORRES Y VÉLEZ, 2018). Este
tema, como propusimos en su momento, fue elaborado en dos momentos
distintos de ocupación del sitio, uno en pintura roja clara, casi naranja, que
por sus motivos y relaciones estilísticas con la tradición gráfica pintada del
semidesierto, posiblemente fuera elaborada durante el periodo epiclásico
(cf. op. cit. Figura 7); y otra elaborada en pintura rojo oscuro u ocre que
presenta características iconográficas más relacionadas con poblaciones na-
huas y del periodo Postclásico Tardío (op. cit. Figuras 5 y 6). Con ello queda
manifiesto que las figuras y escenas elaboradas en pigmentos rojos en el
sitio de Huapalcalco, presentan una profundidad de uso y una complejidad
narrativa y simbólica mucho más elaborada de lo que habría uno imaginado.
Como complemento a la hipótesis de la presencia del tema de los ge-
melos divinos en el inframundo, en este trabajo queremos comentar acerca
de otra escena presente en el sitio de Huapalcalco, la cual presenta una
complejidad tanto a nivel representativo, como denotativo, que es de llamar
la atención: se trata de, según nuestras observaciones, de representaciones
de conceptos relacionados con el Inframundo, el curso del sol, la Montaña
Florida y las tres piedras del fogón, de tipo semasiográfico; representacio-
nes que se encuentran en la sección inferior de los conjuntos uno y cinco de
Huapalcalco y que discutimos a continuación.

El Lugar Oscuro y el mundo de la Flor en Huapalcalco


El conjunto cinco de Huapalcalco se localiza sobre el paredón norte del
Cerro del Huiztli (cf. Figura 1). Está conformado por diez elementos gráficos
elaborados en pintura de color rojo. Los motivos fueron publicados por vez
primera gracias al trabajo de Florencia Müller (1956-1957) a mediados de
la década de los años cincuenta, aunque solo fueron reportados algunos de
los elementos gráficos. Ni Lorenzo et al. (1990-1998, Región II), Lorenzo
(1993) ni Alberto Morales hacen mención a este conjunto. Aquí presentamos
de manera resumida los elementos del conjunto. Para más detalle véase el
informe de la temporada correspondiente (cf. TORRES Y VÉLEZ, 2020).
El conjunto en su totalidad está integrado básicamente por dos escenas
y un motivo aislado. A cada escena le hemos denominado subconjunto 1 y
2. La ubicada en la parte superior del panel o subconjunto 1, está confor-
mada por cuatro elementos figurativos, en específico tres antropomorfos y

220
Tres Topónimos Sacros
en Huapalcalco, Hidalgo

un zoomorfo, los cuales ya discutimos anteriormente (TORRES Y VÉLEZ,


2018), por lo que repetiremos su lectura.

Figura 2. Fotografía con tratamiento de Dstretch de los elementos gráficos que componen el sub-
conjunto 2 del Conjunto Cinco de Huapalcalco y que se discuten en el presente trabajo. Foto Torres
y Vélez, 2014.

La parte inferior del conjunto cinco, es decir, el subconjunto 2 (cf.


Figuras 2 y 3), consiste en diversos elementos geométricos. El elemento
gráfico principal de la escena es un diseño en tinta plana de color rojo en
forma de círculo. Bajo este diseño y en el extremo izquierdo de la escena se
presenta un elemento cuadrangular con un diseño cruciforme en su interior.
Le sigue un diseño linear horizontal que presenta una forma denticulada en
su parte superior. En el lado derecho del conjunto se presenta un diseño en
tinta plana de forma subtriangular. Arriba del diseño subtriangular se loca-
liza un diseño aparentemente fitomorfo, a manera de flor de cuatro pétalos

221
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

con punto central. Sobre estos elementos se trazaron dos pares de líneas
verticales paralelas. Müller (1956-1957) identificó muy bien al cuadrángulo
con diseño cruciforme y las líneas paralelas de estos diseños geométricos,
aunque no pudo identificar a los otros diseños geométricos.
En nuestra opinión, los elementos gráficos anteriores conforman una
escena donde el elemento principal, ubicado en la parte superior −un cír-
culo de color rojo−, representa al astro solar, el cual se encuentra ubicado
a medio camino entre la casa o lugar de la oscuridad y la montaña de la
flor. El camino entre la casa de la oscuridad y la montaña de la flor se halla
representado por un diseño horizontal denticulado. Acerca del diseño de
las dos líneas verticales su significado aún está por conocerse. Veamos la
discusión de cada elemento gráfico identificado.
Los argumentos a favor de que el círculo simple representa un aspec-
to del astro solar ya los hemos presentado en otra parte (cf. TORRES y
ARRIAGA, 2019). Básicamente hemos considerado como argumento que
el círculo simple es el elemento central del signo del sol tanto en la ico-
nografía rupestre del centro-norte y occidente de México, así como en la
iconografía cerámica azteca (cf. MOUNTJOY, 1987: 41; VEGA, 1984). El
círculo simple es también constitutivo de otro importante glifo solar que es
el tonalli o tonallo que está constituido gráficamente por cuatro elementos
circulares y que se encuentra asociado al concepto de tona, el destino y el
calendario sagrado (cf. Códice Mendocino Lámina 7; cf. Johansson 2003).
Desde otra perspectiva el círculo simple denota el paso del tiempo, el curso
de los días, tal como se puede apreciar en la Lámina 1 del Códice Fejérváry-
Mayer, donde puntos de colores van recorriendo los diversos sectores del
espacio-tiempo y forman la cuenta calendárica de los días sagrados (Códice
Fejérváry-Mayer: Lámina 1). Una representación rupestre del circulo simple
elaborado en color rojo, muy similar al que aparece en Huapalcalco, ha sido
también interpretada por el contexto en que se localiza, como una repre-
sentación del sol en el impresionante panel pictórico localizado en el sitio
denominado Cueva de las Serpientes ubicado en el centro de Veracruz (cf.
LADRÓN DE GUEVARA, 2003). En ese sentido y dados los antecedentes
gráficos comentados proponemos que el circulo simple rojo presente en el
conjunto cinco de Huapalcalco representa al astro solar o bien al concepto
más general de calor.

222
Tres Topónimos Sacros
en Huapalcalco, Hidalgo

Figura 3. Propuesta de identificación semántica de los elementos gráficos presentes en el subcon-


junto 2 del conjunto cinco de Huapalcalco. Dibujo Torres y Vélez 2017.

El diseño rectangular con un cruciforme en su interior proponemos


que se trata de la representación de una construcción, casa o cavidad, po-
siblemente incluso una cueva, cuyo interior oscuro se representa con una
“X”. Es análogo a las llamadas bandas cruzadas o cruz de San Andrés de
la iconografía olmeca y maya del cual se han propuesto muchas lecturas
(cf. LUTHER, 2016). Sin embargo, un estudio reciente del uso de la “X” en
la tradición iconográfica mesoamericana, la propone como un símbolo de
la oscuridad y de la noche, estando relacionado a los campos semánticos
de la oscuridad, muerte y sacrificio (cf. MAGNI, 2014). Este diseño en X
representa también en los códices del postclásico el centro-axis del mundo
donde residen la pareja primordial, el dios del fuego, el sol muerto o bien
las deidades la muerte, tal como puede verse representado en el Códice
Madrid, en el Códice Fejérváry-Mayer o bien en el Mural de las Cuatro Eras
de Toniná, por lo que deducimos posee connotaciones semánticas también
relacionadas con el mundo de los ancestros, con los orígenes y los ciclos del
tiempo, y con la idea de la muerte y el inframundo en general.

223
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 4. El elemento en forma de X representado de manera secuencial como parte del cuerpo
esquematizado de la Serpiente de Lluvia en el sitio de El Boyé, Huichapan, Hidalgo. Foto Alfonso
Torres, 2016.

En las representaciones de bandas celestes en la iconografía maya y


de Izapa es común utilizar el signo de las bandas cruzadas o “X” como un
elemento esencial del mismo y si bien se ha señalado que puede estar re-
presentando a elementos astronómicos específicos, incluso al cielo mismo,
pensamos que el uso de este elemento gráfico que estaría más bien relacio-
nado al carácter oscuro del cielo nocturno que esta banda celeste representa
(cfr. THOMPSON, 1962: 168). Ese sentido de oscuridad es reforzado por el
uso de la “X” por ejemplo como parte integral del diseño del cuerpo de la
Bökya, la serpiente negra de lluvia presente en la iconografía rupestre del
Valle del Mezquital. La “X” aparece aquí no solamente como una represen-
tación del cuerpo cuadriculado del reptil, sino también funciona como un
determinativo semántico utilizado en el cuerpo de la serpiente para hablar
de su color oscuro y por lo tanto su relación con la fertilidad acuática y el
inframundo. El simple uso del motivo en X de manera secuencial es una
manera esquematizada en la gráfica rupestre de la tradición blanca del Valle
del Mezquital de referir al sagrado reptil oscuro (cfr. Figura 4).

224
Tres Topónimos Sacros
en Huapalcalco, Hidalgo

No solamente en la tradición pintada del Valle del Mezquital aparece la


“X” como determinativo de la oscuridad y el inframundo. En el sitio arqueo-
lógico de Pahñú, ubicado en el occidente del estado de Hidalgo, se reporta
un geoglifo en forma de “X” en el lado poniente y en la parte baja del sitio
(SANDOVAL, 2009). En este caso el rumbo, posición y el símbolo utilizado
se corresponden mutuamente: el oeste es la puerta de entrada del sol a
la región del inframundo, el mundo de abajo. Pahñú, un sitio del periodo
epiclásico posiblemente contemporáneo a Huapalcalco usa también la “X”
para referir al rumbo oeste y al inframundo. Dados estos antecedentes es
nuestra opinión que el elemento gráfico del cuadrángulo con la “X” en su
interior presente en el conjunto cinco de Huapalcalco, representa la casa
de la oscuridad, el concepto de ngubešũi, que es el nombre que los otomíes
serranos dan a la noche (GALINIER, 1990: 524), es decir el mundo oscuro,
frío y de abajo, donde el sol se oculta.
En oposición a esta representación geométrica y rectilínea del infra-
mundo nocturno se localiza al otro extremo de la escena la representación
curvilínea de lo que pensamos se trata de un pequeño promontorio, mon-
taña o cerro, con un elemento gráfico fitomorfo en forma de una pequeña
flor en su parte superior. Si nuestra identificación iconográfica es correcta
el segundo elemento califica al primero, es decir, se trataría del cerro o
montaña de la flor. El concepto de la montaña, cerro o mundo de la flor se
encuentra ampliamente distribuido en Mesoamérica y es un locativo mítico
que Jane Hill (1992) identificó entre diversos pueblos de habla yutoazteca,
en el área maya y el suroeste de estados unidos. La montaña o el mundo de
la flor es el lugar de residencia de los dioses, del calor, de la luz, del fuego y
se identifica con el curso diurno del sol. Es también el medio de ascenso al
paraíso o reino del sol (TAUBE, 2004).
La flor es un símbolo con diversos significados en Mesoamérica, pero
su simbolismo solar ha sido identificado por diversos autores. Entre los
mayas se ha identificado a la flor como símbolo solar (LAUGHLIN. 1962) y
el camino del sol desde el oriente hasta el medio día es un camino lleno de
flores (HOLLAND, 1961). Entre los diseños de la cerámica azteca la flor es
también identificada como un símbolo solar (VEGA, 1984). El último día
del calendario ritual nahua se denomina Xochitl y es usado como nombre
calendárico de deidades solares y venusinas (cf. CASO, 1967). La relación
de la flor con la luz, el calor, la fuerza (nzaki) y el sol la podemos apreciar
también en el pensamiento de los grupos otomíes de la sierra de Hidalgo
(ESPAÑA, 2018).

225
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Llama la atención que ambos topónimos en su forma básica de signos,


el signo de la oscuridad y el signo de la flor, sean usados como parte cons-
titutiva de los signos direccionales para el oeste y el este, respectivamente,
en la iconografía pintada de Tumba de Río Azul (cf. BRICKER, 1988: fig.
1), es decir, para los lugares en que muere y renace del sol todos los días.1
Esta misma oposición general es la que se encuentra representada en el
subconjunto dos del conjunto cinco de Huapalcalco: en el extremo izquierdo
del diseño se localiza la casa de la oscuridad, el inframundo, el lugar del
descenso, por donde muere el sol; en el extremo derecho tenemos la mon-
taña de la flor, el lugar del ascenso solar, por donde renace el sol y asciende
a su paraíso celestial. En medio de la escena se localiza el circulo solar, el
cual se encuentra en tránsito entre ambos locativos, entre la oscuridad y el
amanecer. El elemento gráfico que vincula ambos topónimos y sobre el que
se localiza el disco solar se representó como un elemento horizontal con
diseños triangulares en su parte superior. Es como si este elemento repre-
sentara el camino que une ambos espacios sacros: posiblemente se trate de
un camino difícil, representado por una hilera continua de filos aserrados y
puntiagudos, o bien de escarpes o serranías que representan el difícil trán-
sito del sol por el inframundo antes de su ascenso a la Montaña de la Flor,
al amanecer o plenitud solar. Es nuestra opinión que los signos del lugar
oscuro y el cerro de la flor, identificados en el Conjunto 5 de Huapalcalco,
representan aspectos simbólicos opuestos: la oscuridad y la luz solar, y en
medio de ellos, como en tránsito de un ámbito al otro, el signo del disco
solar: una representación del tránsito del sol por el mundo oscuro antes de
llegar a su amanecer.

Las tres montañas sagradas y el fogón original en Huapalcalco


Esta oposición general entre el topónimo de la oscuridad y la montaña de la
flor vuelve a repetirse en la sección inferior del conjunto uno de Huapalcalco,
el cual se presenta en la pared oeste del cerro de la Mesa. En ese grupo se
representan en forma delineada y en color rojo dos motivos rupestres ad-
yacentes que en nuestra opinión son variaciones gráficas y conceptuales al
par toponímico que opone la oscuridad con la montaña de la flor presentes
en el cerro del Huiztli (cf. Figura 5).

1 Debe señalarse que en la Tumba de Río Azul el signo para denotar oscuridad es el
signo Akbal, no el propiamente el signo de X o Cruz de San Andrés que identificamos
aquí como sinónimo de oscuridad. Sin embargo, como señalamos líneas arriba,
Thompson (1962:168) relaciona el signo de la cruz (T552 y T553) con el inframundo y
con las representaciones del cielo, muy probablemente de carácter nocturno.

226
Tres Topónimos Sacros
en Huapalcalco, Hidalgo

El motivo ubicado a mano derecha de este binomio gráfico parece estar


dividido en dos cartuchos cuadrangulares: el cuadrángulo superior presenta
el signo de la “X” que hemos comentado más arriba, y el inferior presenta un
signo que proponemos identificar con la representación de una vasija tipo
cajete. Posiblemente se trate de la representación de un recipiente con agua
sobre la que se posiciona el signo de la oscuridad, indicando el carácter acuo-
so del lugar de la oscuridad (cf. Figura 6). A su mano izquierda se localiza
la representación de tres promontorios de forma subtriangular, los cuales
pensamos se trata de la representación local en Huapalcalco del toponímico
Teotihuacáno mítico de las tres montañas. Hasso Von Winning (1987, tomo
II: 12) denomina a este agrupamiento sígnico de las tres montañas como “la
montaña fértil”. Esta montaña fértil aparece asociada al concepto del mundo
de la flor: de acuerdo con Taube (2006: 159) y Helmke y Nielsen (2014: 83-
85), del signo de las tres montañas que aparece en Teotihuacán frecuente-
mente emanan flores o bien se le presenta asociado con el signo cuatripartita
de la flor Teotihuacána, es decir, las tres montañas se identifican o se asocian
con la montaña de la flor o de las flores (cf. Figura 7). Lo anterior implica
una relativa identidad de las duplas “lugar de oscuridad-cerro de la flor” y
“lugar oscuro y húmedo-tres montañas” en Huapalcalco.

Figura 5. Elementos gráficos del conjunto 1b en Huapalcalco, donde se puede apreciar varias
figuras antropomorfas alrededor del topónimo doble Tres Montañas-Lugar Oscuro. Fotos Vélez y
Torres, 2014.

227
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

En ocasiones, el signo Teotihuacáno de las tres montañas aparece sin


los calificativos florales, tal como se le representa en la sección inferior del
conjunto uno de Huapalcalco. Este concepto de las tres montañas aparece
en Teotihuacán representado no solamente en su iconografía sino también
en su arquitectura ceremonial y se ha propuesto que tiene conexiones con
el concepto más antiguo y sureño de Mesoamérica conocido como Yax Ox
Tun Nal entre los mayas, el tema mítico de las primeras tres piedras de la
creación, ubicadas en el ámbito celestial (HEADRICK, 2001). Este concepto
de las tres piedras del fogón original se encuentra presente en Mesoamérica
desde tiempos formativos y se ha propuesto su adaptación al paisaje monta-
ñoso del centro de México por los Teotihuacános, por lo que no es extraño
que aparezca en la gráfica rupestre de Huapalcalco (cf. Figura 8). Aún hoy
en día el concepto de las tres piedras del fogón es central para la vida ritual
y la cosmovisión del otomí serrano (GALINIER, op. cit. pp. 144-145).

Figura 6. Detalle del propuesto topónimo doble Tres Montañas-Lugar Oscuro: a la izquierda la
imagen procesada en Dstretch y a la derecha propuesta de dibujo de los elementos gráficos. Foto
y Dibujo Vélez y Torres, 2014 y 2017.

En el caso de Huapalcalco el binomio “tres montañas-lugar de la os-


curidad” que aparece en la sección inferior del conjunto uno, claramente es
un difrasismo paralelo al del “lugar de la oscuridad-montaña de la flor” que
aparece en el conjunto cinco. Sin embargo, los términos están invertidos. No
obstante, esta inversión es tan solo aparente: los grafismos de lo que hemos
referido como lugar de la oscuridad miran hacia la parte sud-poniente del
sitio mientras que los motivos de la montaña de la flor-tres montañas miran

228
Tres Topónimos Sacros
en Huapalcalco, Hidalgo

hacia el rumbo noreste, lo cual no creemos sea una casualidad. Es decir, la


oscuridad estaría relacionado con el rumbo sur y poniente, mientras que
las tres piedras del fogón y el cerro de la flor estarían más relacionados con
el rumbo este y al norte.2

Figura 7. Imágenes de la Montaña Florida: a) en el Mural 1 Pórtico 17, Conjunto del Sol, Teotihua-
cán (cf. Helmke y Nielsen 2014: fig. 6b); b) y c) montañas floridas en cerámicas Teotihuacánas (cf.
Headrick 2001: fig. 7.4 y Taube 2006: fig. 4); d) las tres montañas asociadas al símbolo de la flor
Teotihuacána (cf. Helmke y Nielsen op.cit.: fig. 6f; e) Montaña Florida en el estilo Puuc, Plataforma
del Osario, Chichen Itzá (cf. Taube 2004: fig. 14); f) Montaña de la Flor, Conjunto 5 de Huapalcalco,
Hidalgo (cf. Torres y Vélez, 2018).

Cabe señalar que el topónimo “el lugar oscuro”, presente en


Huapalcalco, recuerda al topónimo de Tlillan, “la negrura”, que es el nom-
bre del Templo de la diosa Cihuacoatl, un templo oscuro a donde se traslada
el fuego nuevo que se prende en la cima del Huizachtepetl en la Cuenca
de México durante el Postclásico Tardío, según se representa en el Códice
Borbónico (Cf. JANSEN, 2002). De acuerdo con Graulich (1999: 174-175) el
encendido del fuego nuevo sobre el Huizachtepetl recrea el encendido del

2 Una asociación de los rituales asociados al topónimo de las tres piedras con el rumbo
oriente es propuesta por Aveni et al (2003: 173) y comentada por Stanton y Freidel
(2005: 234).

229
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

primer fuego en el ámbito de la oscuridad primigenia realizado por Mixcoatl,


identificado este dios con la primera de las tres piedras del fogón original
(Anales de Cuauhtitlan: 25; Historia de los Mexicanos por sus Pinturas: 36-
37; Bierhorst 1992: 23). Es decir, durante el postclásico tardío, tanto en el
ámbito ritual como en el mítico, tenemos que los topónimos “lugar oscuro”
y “las tres piedras del fogón” se hallan asociados al mundo oscuro pre solar
y al encendido de la primera luz y fuego del mundo.

Figura 8. Imágenes de la Tres Piedras del Fogón Original, de la mayoría emanan signos de fuego:
a) y b) en la iconografía de Teotihuacán (cf. Headrick, 2001: fig. 7.4); c-e) en los glifos de estelas en
Toniná y Copan (cf. Taube, 1998: fig. 3.d, 3c y 3f; f) las tres piedra/montañas de fuego en un vaso
de Escuintla, Guatemala (cf. Henderson, 2015: fig. 14); g)) y el signo gráfico de las Tres Montañas/
Tres piedras, Conjunto 1 de Huapalcalco, Hidalgo.

En el caso del área maya estos dos locativos míticos se les menciona
para el periodo clásico tardío como Yax Oxtun Nal “el lugar de las tres pri-
mera piedras” y Ek´U Tan “negro es su centro” ambos relacionados con los
tiempos primeros de la creación (cfr. Freidel et al. 1993: 65-69 y fig. 2:5 y
2:6; SCHELE, 1991: 3 y fig. 4). Ambos topónimos míticos hacen referencia
al tiempo de la oscuridad, al momento en que el cielo se encontraba «acos-
tado sobre la tierra», en donde se sucedieron eventos tan importantes como
el nacimiento del primer padre, la erección del primer árbol y la eventual
separación del cielo y la tierra, eventos necesarios para que el sol pudiera
resplandecer sobre la superficie del mundo de esta era. Ambos locativos

230
Tres Topónimos Sacros
en Huapalcalco, Hidalgo

míticos se hallan presentes desde tiempos del periodo Formativo: tanto el


signo de las tres piedras/montaña como el signo de las bandas cruzadas/os-
curidad/cueva se hallan representados en la iconografía olmeca de la Tableta
de Dallas (cfr. Freidel y Reilly: 656-658 y figs. 10 y 14). Otra imagen que
relaciona la oscuridad de la noche original −denotada en este caso por un
ojo estelar− y el signo de las tres piedras se halla representada en el Hacha
de Humboldt (cf. HEADRICK, op. cit. p. 171 y fig. 7.2).

Figura 9. Arriba, los elementos gráficos que refieren al lugar oscuro en la Tableta de Dallas (a1), así
como en los conjuntos cinco (a2) y uno (a3) de Huapalcalco; abajo, los signos de montaña primor-
dial y tres piedras en la Tableta de Dallas (b1), el signo Montaña de la Flor (b2) y tres Montañas o
Piedras del Fogón (b3) en Huapalcalco.

Debido a la gran antigüedad de este topónimo doble en territorio


mesoamericano, que relaciona el lugar o la casa oscura con las tres pie-
dras/montaña de la flor, no es extraña entonces su presencia en el sitio de
Huapalcalco (cf. Figura 9). Estos grafismos presentes en las paredes rocosas
del sitio son un difrasismo visual y conceptual de suma importancia en
la cosmovisión de los pueblos agrícolas mesoamericanos. Estos elementos
gráficos refieren no solamente a espacios míticos relacionados con el curso
del sol, el ámbito inframundano y el celeste, sino que están relacionados con
el mundo de los primeros tiempos de la creación y por lo tanto al mundo de
los dioses y los ancestros. Dado el carácter mítico de la dupla de locativos

231
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

“Montaña de la Flor/Tres Piedras del Fogón-Lugar Oscuro”, tal vez debamos


interpretar a los personajes antropomorfos que acompañan o anteceden a las
imágenes de ambos locativos en los conjuntos uno y cinco de Huapalcalco
como de carácter mítico.
En el caso del conjunto cinco hemos analizado en otra parte (TORRES
y VÉLEZ, 2018) la parte superior del mismo y la hemos relacionado con el
tema mítico de la visita de los gemelos divinos al ámbito del inframundo,
en específico al señor gobernante de este. El mismo tema de la visita de dos
personajes al señor del inframundo podría estarse repitiendo en la sección
inferior del conjunto 1: en la sección izquierda del conjunto se representa a
dos personajes con los brazos levantados que parecen dirigirse a una figura
antropomorfa de gran tamaño y representado a una mayor altura que los
otros dos. Atrás de la figura antropomorfa de mayor tamaño se localiza el
binomio “tres montañas-lugar de la oscuridad” (cfr. Figura 5). Pensamos
que se trata de otra escena paralela de la visita de los jóvenes guerreros al
señor del Inframundo, representado este espacio sacro como el binomio del
“lugar de las tres piedras-lugar oscuro”.

Figura 10. Imágenes de la visita de una pareja disímil al lugar de los ancestros ubicado en unos
de los conjuntos rupestres del abrigo La Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hidalgo. Foto Alfonso
Torres R. noviembre de 2007.

232
Tres Topónimos Sacros
en Huapalcalco, Hidalgo

Estos topónimos sacros del “lugar de las tres piedras”, “el cerro de la
flor” y “el lugar oscuro”, localizados en los conjuntos rupestres del sitio de
Huapalcalco se hallan también representados en otros sitios rupestres del
sur de Hidalgo, adscritos principalmente a la tradición de pintura blanca,
tradición que en principio suponemos mucho más tardía que los motivos
en pintura roja anaranjada de Huapalcalco. Es decir, estamos hablando de
un posible fenómeno de continuidad de motivos, así como de temas repre-
sentados entre ambos estilos gráficos.
Así, por ejemplo, en el sitio de abrigo La Pintada, en el municipio de
Agua Blanca de Iturbide, estudiado por Domingo España (2015), aparece
nuevamente el tema de la visita de un par de personajes armados al lugar
de los ancestros, en este caso identificados como huemas. Tal como señala
España (op. cit., p. 228 y ss.) en el panel quinto del segundo abrigo rocoso
de La Pintada, en el extremo sudponiente del mismo, se representa a un
par de personajes, uno de ellos fuertemente armado con escudo y lanzas y
el segundo solo con la representación de un bastón (cfr. Figura 10). Ambos
personajes presentan variación en sus tamaños, formas y atributos, lo que
resulta en un dicotomía gráfica y semántica paralela al que hemos visto en
los otros pasajes rupestres con el tema (cfr. TORRES Y VÉLEZ, 2018). Esta
dicotomía es interpretada por España como la representación de un sacerdote
y un guerrero. Tras estos personajes se representan la imagen de lo que ha
interpretado España como un sol poniente y una luna menguante rojiza. De
acuerdo con España son la representación del lugar del ocaso, del lugar del
descenso del sol. El hecho de que ambos personajes disímiles tengan a su
espalda el ocaso solo significa que están entrando al mundo otro, al Nidu,
el mundo de los muertos, el lugar más allá de la puesta del sol. Estos perso-
najes disímiles se dirigen caminando hacia el extremo más hundido de la
pared de roca pintada, donde se representa a manera de solo rostros, a un
par de personajes. Por el tamaño y forma disímbola de sus rostros podemos
suponer que se trata de la pareja original y ancestral de los otomíes, aquellos
que solo eran cabezas según la Histoire du Mechique y que son los ancestros
del pueblo otomí (cf. TENA, 2011: 125). Pequeños rostros, solo cabezas, que
emergen de la piedra ennegrecida, el color que representa el nombre del
lugar, ngubešũi, la casa oscura, el color del nidu, o lugar de los muertos. A
ambos costados de los ancestros se representan dos signos, uno de la luna
menguante redondeada y otro el de una luna rectilínea, posiblemente otra
oposición formal y semántica relacionada al dualismo genérico de la pareja
ancestral.

233
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 11. Imágenes de una flor de cinco petalos y una representación de las tres piedras, al
interior del abrigo La Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hidalgo. Foto Alfonso Torres R. noviembre
de 2007.

Ubicadas de manera casi oculta, entre las imágenes del par de visitan-
tes y la pareja ancestral, parcialmente escondidas en la parte superior del
abrigo, al interior de unos nichos tallados en la roca, se hallan dos signos
rupestres pintados en blanco (cf. Figura 11). El primero se trata una pequeña
flor de cinco pétalos dentro de un nicho de forma circular algo profundo.
Llama la atención que, a un lado, y al interior de un nicho rectangular poco
profundo, se pintó también en blanco un diseño continuo de tres formas,
una triangular, otra redondeada y la de en medio, con un lado recto y otro
redondeado. Pensamos que estas consisten en la representación sígnica de
las tres piedras del fogón, así como del signo de la flor, fungiendo como
calificadores del lugar donde habitan los ancestros. Es decir, tenemos en
el abrigo de La Pintada, tal como se reporta en Huapalcalco, la asociación

234
Tres Topónimos Sacros
en Huapalcalco, Hidalgo

temática de “Visita al señor del Inframundo” −en este caso los señores del
inframundo− y los topónimos tres piedras-lugar florido.
Llama la atención la ausencia aparente del signo de la oscuridad en el
Abrigo de la Pintada hasta que nos percatamos que, en la parte superior de la
escena del Nidu, sobre las imágenes de la pareja de ancestros, se presentan
dos pequeños rectángulos elaborados en blanco en tiempos posteriores a
la ejecución de la escena principal. Deducimos que son posteriores pues su
técnica y material de realización, así como el grosor del trazo es completa-
mente diferente. Parecerían por su ejecución incluso graffitis modernos. Sin
embargo, ambos rectángulos, sobre todo el de mayor tamaño y visibilidad,
pareciera ser colocado en ese lugar no para atentar sobre la integridad de la
imagen prehispánica, sino muy probablemente para añadir un significado.
Debido a lo tardío del trazo y al no pertenecer al estilo de pintura blanca,
estos motivos no fueron registrados por España. Consideramos que estos
rectángulos, incluyendo el excavado en la roca que porta el signo de las tres
piedras, posiblemente denote el signo de la oscuridad telúrica, solo que le
falta el elemento de la “X” en su interior.
Al respecto cabe señalar que entre los otomíes contemporáneos la for-
ma rectangular está asociada a la forma del mundo terrestre y del universo
en general (cfr. GALINIER op. cit. pp. 480 y 533). Esta misma forma rectan-
gular es asociada a la idea del sol muerto o del sol en el inframundo o bien a
la divinidad del fuego (cf. op. cit. p. 144), pero sobre todo llama la atención
que al interior de una fosa excavada en la tierra de forma rectangular se
encuentran precisamente las tres piedras del fogón original presentes en el
centro del oratorio del señor del fuego (hmusipi) en la sierra hidalguense
(ibíd., p. 233), una imagen etnográfica perfectamente paralela a la que te-
nemos tanto grabada como pintada en el abrigo de La Pintada. De acuerdo
con lo expuesto anteriormente puede deducirse que el rectángulo por sí solo
representa el ámbito de la oscuridad y lo nocturno; califica el lugar donde
residen los ancestros muertos, donde se encuentra la pareja primordial, y
donde se localizan las tres piedras del fogón.

Conclusiones
El tema de los locativos míticos tres piedras del fogón/montaña de la flor y
lugar de la oscuridad presentes los paneles rupestres del sitio arqueológico
de Huapalcalco, tema del presente trabajo, no se presenta aislado, sino que
forma parte de una narrativa más amplia en la que se incluye el tema de la
visita al reino del inframundo por un par de personajes disímbolos que ante-
cede al tema del amanecer solar, personajes que hemos propuesto identificar

235
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

como la versión local del tema indoamericano de los gemelos divinos (cf.
TORRES Y VÉLEZ, 2018). Estos símbolos y temas se manifiestan también
en otros sitios de gráfica rupestre realizados en pintura blanca como es el
caso del sitio Abrigo La Pintada, en la Sierra Otomí-Tepehua. Estos signos
gráficos no solo tienen una gran antigüedad en el ámbito mesoamericano,
sino que también se relacionan con conceptos presentes hoy en día en el
pensamiento y ritual otomíes de la sierra y el altiplano, lo que nos habla de
un proceso de larga duración, que nos permite proponer significados a las
antiguas formas gráficas del pasado. La presencia de los elementos gráfi-
cos que hemos denominado “lugar oscuro”, “lugar florido/cerro de la flor”
y “las tres piedras del fogón” que encontramos en las pinturas rupestres
de Huapalcalco, así como en el abrigo de La Pintada, manifiesta en pocos
símbolos, la idea mesoamericana de que de la oscuridad primordial nace
la luz del fuego primero, preludio del amanecer del mundo en sus orígenes.

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COATEPANCO “EL LUGAR DE LA


MURALLA DE SERPIENTES”.
UN CONJUNTO HABITACIONAL
EN TEOTIHUACÁN

Claudia María López Pérez


Zona Arqueológica de Teotihuacán
Víctor Joel Santos Ramírez
Centro INAH Sinaloa

Resumen – Al norte de la zona arqueológica de Teotihuacán, en el espacio urbano de la población


de San Martín de Las Pirámides, fue descubierto en el año 1997 un conjunto arquitectónico
en una zona donde la presencia de estructuras teotihuacanas se consideraba como escaso o
prácticamente nulo. El descubrimiento y eventual excavación de este nuevo sitio fue realizado
por el departamento de salvamento de la zona arqueológica de Teotihuacán; los resultados de
esta investigación son publicados hasta el día de hoy, a la luz de nueva información actualizada.

Introducción

M
éxico se caracteriza por tener una gran riqueza cultural. La vasta
presencia y diversidad de sus vestigios arqueológicos nos hace
pensar en los enormes valores de nuestra historia prehispánica,
la cual sólo es una parte de todo el patrimonio que cuenta nuestro país.
La realidad es que dicho patrimonio está sufriendo daños con el paso
del tiempo, que en la mayoría de los casos es irreparable. Día con día se
pierden vestigios de toda índole, desde estructuras completas hasta aquellos
que a simple vista no resultan ser tan espectaculares pero representan un
gran valor simbólico; como en aquellos sitios arqueológicos que cuentan
con una extensión, traza, estilo y arquitectura definida que nos muestra la
magnificencia del lugar así como su presencia y permanencia a lo largo del
tiempo que los hacen únicos, que a pesar de contar con una declaratoria para
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

su protección sufrieron y siguen sufriendo daños lamentables e irreparables,


tal es el Cantona, Cholula, Monte Albán y Teotihuacán, entre otros.
El saqueo, el crecimiento de la mancha urbana aunado a los asenta-
mientos irregulares que dan como consecuencia la inminente demanda de
las necesidades básicas de infraestructura para las poblaciones, hacen que
esta problemática sea una necesidad que se debe atender en pro de la con-
servación de nuestra historia.
Es debido a esto que para poder conocer y proteger la extensa, dispersa
e importante presencia de vestigios arqueológicos e históricos en el país, se
requiere de la participación de múltiples instancias gubernamentales y de
la sociedad en general, pero principalmente de la definición y aplicación de
estrategias para su investigación, protección y difusión ante el peligro de su
afectación o destrucción por obras públicas o privadas.
Hasta el momento la estrategia básica se encuentra en la preven-
ción de afectaciones al patrimonio mediante la realización de trabajos de
Salvamento Arqueológico.
Lamentablemente, la mayoría de la arqueología actualmente se en-
cuentra sujeta a las presiones por el uso constante de los espacios, con ellos
se aumentan las restricciones de tiempos y espacios para desarrollar la ac-
tividad arqueológica, sobre todo en aquellas áreas donde lamentablemente
sólo la parte protegida es menor proporcionalmente a todo lo que realmente
implica el sitio arqueológico, que en la mayoría de los casos eso ocurre.
Dentro de un salvamento arqueológico, las actividades de investigación
desgraciadamente están limitadas por la oportunidad de ampliar en tiempo
y espacio sus trabajos, así como también su necesaria y primordial relación
con el desarrollo de obras públicas o privadas, la diversidad de estrategias
arqueológicas en función de las características de las obras y la posibilidad
de investigar en cualquier área geográfica y cultural del país, en las que
se presentan vestigios arqueológicos de muy diversa temporalidad y tipos.
Pero no es suficiente con rescatar esa historia, es indispensable rea-
lizar la labor de gabinete, en laboratorio, en excavaciones, en bibliotecas y
archivos debe de plasmarse en libros, artículos y difusión.

La Protección de Teotihuacán
Teotihuacán es considerada uno de los sitios más importantes del país.
Posee una riqueza que en términos arqueológicos está lejos de ponerse al
descubierto.

242
Coatepanco “el lugar de la muralla de serpientes”.
Un conjunto habitacional en Teotihuacán

El proceso de urbanización al que está sujeta el área, está produciendo


un deterioro irreversible que da como consecuencia la pérdida de una parte
importante de nuestro patrimonio cultural y la imposibilidad de alcanzar
un mejor entendimiento de nuestro pasado.
Inicialmente en 1907 y posteriormente, en 1964, la parte central de
esta zona se encontraba incorporada al patrimonio nacional, resultando
necesario extender a las áreas adyacentes las medidas de conservación, res-
tauración, recuperación y ordenación, por lo que el 30 de agosto de 1988 se
publicó en el Diario Oficial de la Federación el Decreto por el que se declara
Zona de Monumentos Arqueológicos el área conocida como Teotihuacán.
Éste protege una superficie total de 3 381 hectáreas, 71 áreas y 8 centiáreas,
la cual se ubica en los municipios de Teotihuacán de Arista y San Martín
de las Pirámides, siendo delimitada en 1986, por el plano que lleva a cabo
Registro Público de Monumentos.
El polígono de protección de la Zona Arqueológica de Teotihuacán está
sujeto a la normatividad que establece la Ley Federal sobre Monumentos y
Zonas Arqueológicas, Artísticos e Históricos y al Decreto que declara Zona
de Monumentos Arqueológicos a Teotihuacán y está compuesto por tres
áreas de protección A, B y C.
Este polígono se trazó siguiendo el plano elaborado por René Millon en
el Teotihuacán Mapping Project (1973) y los criterios para su elaboración se
basaron en la cantidad y calidad de evidencias prehispánicas encontradas en
los recorridos de superficie y levantamientos topográficos que llevó a cabo
dicho proyecto y los trabajos que hicieron en ese momento.
Sin embargo, a más de veinte años de aquella declaratoria, resulta ne-
cesario analizar su contenido con el objetivo de generar nuevas propuestas
y estrategias que cumplan cabalmente el principal cometido, que es proteger
y conservar esta importante zona.
Actualmente, la Zona Arqueológica de Teotihuacán está integrada por
nueve poblaciones contemporáneas asentadas sobre los vestigios arqueo-
lógicos de la antigua ciudad en una extensión de más de 20 km², dichas
poblaciones son San Martín de las Pirámides, San Francisco Mazapa, Santa
María Coatlán, San Sebastián Xolalpan, San Lorenzo Tlamimilolpa, San
Juan Evangelista, San Juan Teotihuacán, Puxtla y el Barrio de Maquixco.
Todas ellas tienen su origen en el periodo Virreinal y son parte de dos mu-
nicipios: el Teotihuacán de Arista y el de San Martín de las Pirámides. Al
paso del tiempo su crecimiento ha ido en aumento, generando nuevas nece-
sidades de servicios y provocando más construcciones sobre el patrimonio
(Figura 1).

243
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 1. Ubicación de los pueblos actuales que están asentados sobre la Antigua Ciudad de
Teotihuacán.

Los Salvamentos Arqueológicos en Teotihuacán


Debido a la creciente urbanización de los diferentes pueblos que están asen-
tados sobre el sitio, se exige una mayor demanda de infraestructura, lo que
obliga a llevar a cabo excavaciones más extensas y en la mayoría de los
casos, “rescates”.
En 1984, se creó la Unidad de Salvamento Arqueológico del Centro
Regional Estado de México cuya finalidad era mediar el crecimiento urbano
y la protección del patrimonio arqueológico, formalizando las investiga-
ciones de rescate y salvamento derivadas de actividades de construcción e
introducción de infraestructura, en ese mismo año también fue creado el
Departamento de Registro del INAH.
En 1996, inició el Proyecto de Protección Técnica y Legal de la ZMAT
con el objetivo de atender de manera inmediata las solicitudes de construc-
ción para parte de la población y las autoridades municipales, siendo a partir
de 1997 que comienzan a incrementarse las solicitudes de ingreso para la
realización de un salvamento.

244
Coatepanco “el lugar de la muralla de serpientes”.
Un conjunto habitacional en Teotihuacán

A partir del 2001 y hasta la fecha, el Departamento de Protección


Técnica y Legal de la Zona de Monumentos Arqueológicos de Teotihuacán,
está realizando trabajos permanentes dentro de las Áreas B y C del Polígono
de Protección con el único objetivo general de conservar y proteger los mo-
numentos arqueológicos y/o históricos que existen, ya que dichas áreas son
las que están sufriendo una grave alteración y destrucción por el fuerte y
sostenido crecimiento poblacional que está teniendo lugar en el Valle de
Teotihuacán en general y en particular, el de los pueblos que se asientan
sobre la Antigua Ciudad.
A lo largo de más de tres décadas de labor de salvamento-rescate ar-
queológico en los pueblos y comunidades que se encuentran asentadas sobre
la Antigua Urbe, se ha podido registrar un número considerable de eviden-
cias de elementos arquitectónicas de diferentes tamaños, formas y función,
además de una gran cantidad de materiales arqueológicos de diferente ori-
gen, forma, diseños y estilos que nos muestran las
Hacia el año de 2015 se habían realizado un aproximado de 1 712 sal-
vamentos (de los cuales cuentan con informe) sobre la Antigua Ciudad
de Teotihuacán, incrementándose sucesivamente por cada año a la fecha
(Figura 2).

Figura 2. Ejemplo de un salvamento llevado a cabo en San Martín de las Pirámides.

245
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Con estos trabajos se ha podido registrar un número considerable de


evidencias de elementos arquitectónicos de diferentes tamaños como pla-
taformas, escalinatas, muros, cuartos, patios, altares, etcétera. Los indicios
mencionados fueron hechos para llevar a cabo diferentes funciones tanto
administrativas, habitacionales y rituales que presentan, en la mayoría de
los casos, diversos acabados, colores y diseños con características observa-
bles que van desde un simple aplanado o muros que no cuentan ya con nada,
hasta muros, pisos y altares con aplanados de buena calidad que conservan
el enlucido. En su mayoría son de color blanco, en algunas ocasiones de color
rojo y en pocos casos se han detectado recintos que presentan en sus muros
una gran policromía y diseños donde se demuestra el estilo de la cultura
teotihuacana. Respeto a este recinto, hasta la fecha es el sitio que más repre-
sentación pictórica contiene. Sus colores y diseños le hacen único y es aún
más interesante el hecho de poder encontrarle inmerso en la urbanización.
Además de la gran cantidad de materiales arqueológicos que se regis-
tran, como la cerámica procedente del Golfo de México, Oaxaca, Puebla,
Morelos, Occidente entre otros; también se ha encontrado materia prima
de diferente origen como obsidiana, mica, pizarra, diferentes tipos de ser-
pentinas, tecali y jadeíta procedente de Guatemala; lo cual nos demuestra la
teotihuacana fue una sociedad compleja y que interactuaban con diferentes
grupos étnicos originarios de regiones muy lejanas.

El Sitio de Coatepanco, una Unidad


Habitacional con Policromía
La Antigua Ciudad de Teotihuacán tuvo una extensión de aproximadamen-
te 20 km², con más de 2 000 conjuntos departamentales y una población
calculada de 200 000 habitantes (MILLÓN, 1973). Uno de sus principales
rasgos consiste en la planeación urbana caracterizada por la construcción
de grandes avenidas, calles y callejones, la edificación de unidades habita-
cionales con una medida estándar de 60 metros por lado y una orientación
astronómica de 15°30´ al este del norte magnético, la construcción de ca-
nales de riego, la canalización del Río San Juan para que pasara justo en
medio de la ciudad y la disposición de enormes edificios ceremoniales en
grupos de tres, cuatro o cinco.
El conjunto Coatepanco se localizó en una zona céntrica del poblado de
San Martín de las Pirámides precisamente, en un terreno que es propiedad
del Sindicato de Maestros del Estado de México, Delegación 32 (lo que fue
una gran ventaja para llevar a cabo la exploración del sitio). Se encuentra
ubicado en la calle Torrente Piedras Negras, que fue hasta hace poco uno

246
Coatepanco “el lugar de la muralla de serpientes”.
Un conjunto habitacional en Teotihuacán

de los afluentes provenientes de las faldas de Cerro Gordo que surtían al río
San Juan. Esta barranca, fue azolvada y hace esquina con la calle Ignacio
Zaragoza (Figura 3).

Figura 3. Mapa actual de donde se ubica el área donde se excavó Coatepanco, San Martín de las
Pirámides, área totalmente urbanizada.

Ubicado en la parte noroeste de la Antigua Ciudad, Coatepanco es uno


de los primeros conjuntos arquitectónicos que se han explorado al norte
de Teotihuacán, debido a que esta parte es de las más urbanizadas y po-
cos son los predios en los cuales se puede explorar y registrar evidencias
arqueológicas.
Para la realización del mapa arqueológico de Teotihuacán, René Millon
y su equipo de colaboradores, detectaron en esta área la presencia de algu-
nos pisos y muros que afloraban en la superficie; los cuales fueron clasifica-
dos como: unexcavated apartment compound (MILLON, 1973).
Cuatro de estos componentes quedaron señalados en el sector N6E2,
siendo el número 1, localizado al sur de este sector, el correspondiente con
el sitio de Coatepanco (Figura 4).

247
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 4. Ubicación del predio en el Mapa Arqueológico de Teotihuacán elaborado por Rene Millon, 1973.

Inicialmente, en 1985 se realizaron algunas excavaciones con la fina-


lidad de liberar el terreno donde se construyó el edificio que actualmente
se encuentra. La excavación estuvo a cargo de la arqueóloga Ana María
Jarquín. En estos trabajos se registraron elementos arquitectónicos y se ex-
humaron algunos entierros. Finalmente, se delimitaron áreas de restricción
para evitar la destrucción de los vestigios que se habían detectado.
Posteriormente, las siguientes excavaciones fueron realizadas en 1997,
a través del rescate arqueológico que trajo consigo el descubrimiento del
sitio de Coatepanco. El conjunto arquitectónico fue excavado parcialmente
en razón de que solamente se tocó una pequeña parte del conjunto; sin em-
bargo, a pesar de las limitaciones de una investigación con la metodología y
las técnicas de un salvamento, los datos arrojaron valiosos aportes sobre las
particularidades que tuvieron los conjuntos residenciales que se gestaron en
los máximos de expansión urbana que tuvo Teotihuacán, un descubrimiento
que abrió las puertas a las nuevas interpretaciones que intenten explicar el
contenido cultural y arquitectónico de estos asentamientos.

248
Coatepanco “el lugar de la muralla de serpientes”.
Un conjunto habitacional en Teotihuacán

El conjunto arquitectónico Coatepanco

En la excavación del área sur del conjunto se identificaron tres etapas cons-
tructivas; cada una de ellas representada por rellenos, preparaciones de
pisos y cimentaciones de muros.

Primera Etapa
Corresponde a la fase más antigua de ocupación. Pocos fueron los elementos
que se pudieron obtener de ella, tan sólo el nivel de piso de una construc-
ción. Podemos situar esta etapa tentativamente al comienzo del periodo
Tlamimilolpa tardío (250-350 d. C.), momento en el que comenzó la expan-
sión urbana de la ciudad.

Segunda Etapa
Esta etapa fue la que mejor se conservó debido a que los constructores de
la etapa siguiente, al nivelar el terreno para realizar nuevas construcciones,
arrasaron muros y pisos, pero no por completo, ya que éstos les fueron útiles
para la recimentación y evitar el acarreo de material de relleno.

Figura 5. Fosa sobre piso conteniendo un entierro con su ofrenda.

249
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

El fechamiento de esta etapa se obtuvo de los restos cerámicos pro-


veniente de los rellenos de cimentación y del análisis realizado a los restos
arquitectónicos, el mismo procedimiento fue utilizado también para fechar
la siguiente etapa constructiva en el periodo Xolalpan temprano (450-550
d. C.). Estas fechas corresponden a los momentos de ocupación que tuvo
el conjunto. Después de que fue abandonado, los espacios interiores de los
cuartos volvieron a ser utilizados, pero esta vez, para excavar fosas circula-
res en los pisos y realizar enterramientos, así como también depositar sobre
el piso, colocados en platos mortuorios, los cuerpos de nonatos. La mayoría
de los entierros al parecer son de las épocas Xolalpan tardío (450-550 d. C.)
(Figuras 5, 6 y 7).

Figura 6. Fosa 5, entierro de adulto con una cuenta de obsidiana y una de piedra verde.

250
Coatepanco “el lugar de la muralla de serpientes”.
Un conjunto habitacional en Teotihuacán

Figura 7. Fosa 6, Entierros de Perinatos sobre vasijas y otros materiales.

Esta segunda etapa constructiva estuvo definida por los siguientes ele-
mentos constructivos (Figuras 8 y 9) una plataforma al este de la excavación
(a), de forma cuadrangular, (suponiendo que ésta es similar a otras que se
han encontrado), cuyas medidas aproximadas son de doce metros en cada
uno de sus lados. El acabado de la plataforma es en tablero-talud, elementos
que sólo están presentes en el frente y no en su parte posterior (Figura 10).

251
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 8. Planta de la plataforma.

Figura 9. Reconstrucción de la Plataforma.

252
Coatepanco “el lugar de la muralla de serpientes”.
Un conjunto habitacional en Teotihuacán

Figura 10. Corte Estratigráfico de la Estructura y Plataforma.

El lado sur de esta estructura forma, junto con un muro corrido para-
lelo a ella, un pequeño pasillo, un corredor que conecta la explanada de la
plataforma con algún espacio exterior (b). Este mismo muro fue utilizado
en la demarcación de una habitación que se extiende hacia el sur del con-
junto, la cual se encuentra apartada de la plataforma y tal parece que no
tuvo ninguna relación directa con ella (c).
Esta habitación guarda correspondencia con otras construcciones que
se encuentran en torno a un patio central (d); un patio enlucido y pintado
de rojo que, del centro hacia el lado este, sube un poco en desnivel de la
superficie del piso para formar una banqueta que llega a la entrada de la
habitación que hemos mencionado. Este patio se comunica con otros dos
accesos; el primero conduce a una habitación cerca de la esquina suroeste y
el segundo, localizado al noroeste, da acceso a otro patio que tiene el mismo
acabado que el anterior, aunque su tamaño es menor. Este patio (e) es la
antesala a un pequeño cuarto cerrado situado al lado sur (f).
Hacia el poniente del patio y el cuarto pequeño se forman otras agrupa-
ciones de espacios constructivos que no se pudieron definir completamente.
En uno de los muros de esta sección del conjunto (g), se encontraron restos
de una pintura mural (en el talud del muro).Este muro formaba parte de una
habitación que en un segundo momento constructivo fue seccionado para
formar dos cuartos con una entrada intermedia que los comunicaba. Este
fragmento de pintura mural presenta siluetas de valvas pintadas en color
rojo sobre un fondo blanco (Figura 11).

253
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

La técnica constructiva que se empleó en la fabricación de muros es la


que se encuentra en los sistemas constructivos de la mayor parte de edificios
en Teotihuacán: la acomodación de piedra sin tallar y bloques de tepetate
unidos con argamasa de lodo arcilloso, posteriormente fueron aplanados
con una capa delgada de arcilla, enseguida una capa fina de cal y arena,
para finalmente colorear de rojo el acabado de estuco. Sólo un muro fue
construido completamente de piedra, el que forma el pasillo con el lado sur
de la plataforma (b). Los pisos, tanto de los patios como los de las habitacio-
nes, son de mortero y tienen un acabado enlucido, fueron realizados con la
misma técnica que se empleó por lo regular en todos los pisos teotihuacanos.

Tercera Etapa
Las construcciones de la tercera etapa, ubicadas para Xolalpan (350-450
d. C.), fueron asentadas sobre la segunda etapa después de colocar un grueso
relleno de piedra y tierra sobre los pisos y muros arrasados de la etapa an-
terior para crear una base sólida de suelo en la cual desplantar las nuevas.
Esta etapa se encontró más deteriorada que la anterior por ser la última y
encontrarse expuesta durante mucho tiempo en la superficie. Sin embargo,
ello no impidió que una capa de suelo se acumulara y permitiera la conser-
vación de pisos, la cimentación y el arranque de algunos muros.

Figura 11. Reconstrucción de la Pintura Mural que se encontró en uno de los muros.

Los sistemas constructivos empleados en esta etapa siguen siendo los


mismos utilizados en épocas anteriores. A pesar de ello, se aprecian cambios
en la forma de aplicar las técnicas, que consecuentemente modificaron la
forma y distribución de los espacios. Las construcciones se encuentran más
o menos alineadas siguiendo el patrón constructivo de la etapa anterior,

254
Coatepanco “el lugar de la muralla de serpientes”.
Un conjunto habitacional en Teotihuacán

pero desfasadas por algunos centímetros de éstas; ello tuvo que ver con
un reajuste en la dirección de los edificios, cuya causa desconocemos. Los
muros son más anchos y burdos en su realización, los pisos menos gruesos
y los aplanados de estuco menos consistentes. Los espacios interiores de las
construcciones son más amplios, ello explica el grosor de los muros.
Estas son algunas de las diferencias entre las construcciones de la se-
gunda etapa con la tercera, las técnicas constructivas operaron de distinta
manera, como si los procedimientos conocidos en una época hayan tenido
que aprenderse de nuevo para ser aplicados en otra, o como si éstos se
hayan degradado como resultado de un declive cultural. El hecho es que
los cambios de una etapa a otra son sintomáticos en las construcciones y
prácticamente en todos los materiales arqueológicos.
Parte de la explicación del conjunto de Coatepanco se encuentra en
la correspondencia que guardan las construcciones con el resto de las evi-
dencias. Los elementos constructivos, tales como: muros y pisos, sirvieron
para definir las partes que componen al conjunto; estos elementos, propor-
cionaron información en dos sentidos complementarios: el conocimiento
técnico y tecnológico del sistema constructivo que se utilizó y el papel que
desempeñaron los espacios en la organización del conjunto. Los elementos
constructivos fueron la base para la creación de espacios, los cuales vienen
a ser la causa de la realización arquitectónica.
Los espacios constructivos poseen una doble cualidad al momento de
realizar un estudio arqueológico: la de definir la lógica, como las dimen-
siones de una construcción y la de contener en su interior a las eviden-
cias materiales y sus contextos. Los materiales arqueológicos hallados en
la excavación del conjunto no constituyen evidencias que con certeza nos
demuestren que su uso estuvo relacionado a las actividades de los cuartos,
debido a que provienen de los rellenos de cimentación, sin embargo, son in-
dicadores muy valiosos para establecer, junto con los restos arquitectónicos,
la temporalidad del asentamiento.

Conclusiones
Los restos arquitectónicos, así como los materiales arqueológicos encontra-
dos en este sitio, nos enseñan una parte más de la constitución particular
de las construcciones con características cívico-religiosas que tuvieron su
máximo apogeo en las dos etapas urbanas del periodo Clásico. Coatepanco
presenta rasgos similares a otros conjuntos arquitectónicos que se han exca-
vado en la periferia de Teotihuacán, sin embargo, el sistema constructivo y
los acabados no tienen la misma calidad que conjuntos, como lo de Atetelco,

255
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Tetitla, Yayahuala, la Ventilla, entre otros. Pero tampoco se asemeja a cons-


trucciones cuya calidad constructiva es menor.
No se utilizaron materiales como la piedra en la mampostería de los
muros, (salvo en un sólo caso), ni los cuartos tuvieron el tamaño de los
grandes conjuntos, pero tampoco las construcciones fueron pobres, como
las que se encuentran en gran parte de la periferia, donde los materiales que
predominaron fueron el adobe y la madera. En este sentido, Coatepanco se
encuentra en una categoría intermedia entre ambos sistemas constructivos.
Los datos obtenidos de la excavación, pese a las limitaciones de una inves-
tigación con la metodología y las técnicas de un salvamento arqueológico,
arrojaron valiosos aportes sobre uno de los conjuntos residenciales que se
gestaron en los máximos de expansión urbana que tuvo Teotihuacán.
Se registraron en dos conjuntos arquitectónicos superpuestos, uno de
ellos es de uso doméstico y el inferior y más conservado fue de carácter reli-
giosos administrativo, que presento pintura mural con diseños; se definieron
cuartos, pórticos, patio una plaza y drenajes.
En ambos niveles se registraron diez entierros, de los cuales, se loca-
lizaron en total 16 individuos, además de una gran cantidad de material
cerámico, lítico, mica, pizarra, piedras verdes y serpentinas. También, se
logró identificar una ocupación postclásica, con materiales Aztecas.

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257
259

XIPE TÓTEC, PRESENCIA


DE NUESTRO SEÑOR
EL DESOLLADO EN
TEHUACÁN-NDACHJIAN

Luis Alberto Guerrero Jordan


Proyecto Tehuacán-Ndachjian, Puebla, DEA-INAH

Resumen – Desde las primeras intervenciones efectuadas en Tehuacán-Ndachjían se han hecho


presentes evidencias del culto a Xipe Tótec haciéndose notar de diferentes modos, ya sea en
cerámica, pintura mural, escultura y arquitectura. Este artículo pretende hacer un acercamiento
a la presencia de la deidad en diferentes aspectos, que van desde los materiales encontrados
hasta la función mítica de Xipe Tótec y su relación en cuanto al espacio que ocupa dentro de la
Plaza A del Conjunto Central de este sitio arqueológico.

Evidencias previas de la presencia de


Xipe Tótec en Tehuacán-Ndachjian

D
esde las primeras excavaciones en el sitio, la presencia de Xipe
Tótec ha sido constante. A 140 m al noreste del centro de la Plaza
A fue intervenido por Edward Sisson (1994: 33-44) el espacio in-
terno de un aposento cuya pared oeste se encontraba cubierta por un mural
pintado en fondo rojo con ocho representaciones de escudos distribuidos de
modo lineal en dirección Norte-Sur. El escudo ubicado en el extremo norte
muestra en su parte central una representación de Xipe Tótec, semejante
a las imágenes del dios mostradas en el códice Borgia, en particular, a las
contenidas en las láminas 25, 49 y 61 (SELER, 1963: 25, 46 y 61); ésta última
presenta al dios en su advocación cómo Iztapaltótec y funcionó cómo refe-
rencia para la restitución de la imagen, que debido a su deterioro presentaba
faltantes (Figura 1).
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

A partir de 1993 como parte del proyecto Sur del estado de Puebla,
Área Central Popoloca, Tehuacán se han intervenido diversas áreas al in-
terior del sitio, en donde la presencia de Xipe Tótec ha sido registrada en
constantes ocasiones, principalmente en cerámica, ya sea en figurillas, frag-
mentos de xantiles o braceros (Figura 2). Pero fue a partir del 2015 cuando
los remanentes de su presencia fueron más evidentes con la intervención de
las estructuras ubicadas al oeste de la Plaza A del Conjunto Central.

Figura 1. a) Representación de Xipe Tótec en Mural de Tehuacán – Ndachjian. b) Xipe Tótec en


su advocación como Iztapaltótec en la lámina 61 del códice Borgia. c) Restitución de la imagen.

260
Xipe Tótec, presencia de nuestro señor el desollado en Tehuacán-Ndachjian

Figura 2. a) Figurilla de cuerpo completo. b) Fragmento de brasero con atributos de Xipe Tótec, se
muestra un yopitzontli, símbolo representativo del dios. c) Cabeza de Xantil. d) Fragmento tubular
de cerámica con apariencia bubosa. e) Cabeza de figurilla.

Origen mítico de Xipe Tótec


Su origen mítico se remonta a aquel momento inconmensurable, en un lugar
celeste llamado Temoanchan u Omeyocan. Siendo el hijo primogénito de
Tonacatecuhtli y Tonacacihuatl, la pareja suprema a quienes también res-
pectivamente se les conoció como Ometecutli y Omecihuatl qué, a su vez,
conformaban una sola entidad, Omeyotl que se refiere a dualidad (ROBELO,
1905: 305).
Identificado como el primero de cuatro hermanos 1 (MATEOS
HIGUERA, 1999, Vol. 1: 23), todos ellos bajo el nombre de Tezcatlipoca −
espejo que humea−, diferenciados por su color de nacimiento, nombrando a
este como Tlatlauhqui Texcatlipoca, por el rojo de su cuerpo; posteriormente
a los demás se les llamaría: Yayauhqui −Negro− Tezcatlipoca, Íztac −blan-
co−Tezcatlipoca y Omitecuthtli −señor hueso− que debió tener color azul
de modo total o parcial2 (Ibíd. Vol. 2: 11) (Figura 3).

1 Mateos Higuera menciona que la concepción de estas entidades sucedió de modo casi
simultáneo, refiriéndose a una fecha única ocurrida en el año Doce Conejo, Matlactli
Omome Tochtli, 1951 a. C. mencionada en la Historia de los mexicanos por sus pinturas.
2 A esta última entidad se le conoce comúnmente como Huitzilopochtli, aunque esto
puede ser cuestionable en otras partes de Mesoamérica, tomando en cuenta que no hay
evidencias contundentes de su culto al sur del estado de Puebla, que es la región de
interés en este estudio.

261
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 3. a) Tonacacihuatl y Tonacatecuhtli representados como Cuauhcíhuatl, mujer águila y Tla-


caocélotl, guerrero jaguar. b) Tlatlauhqui Tezcatlipoca c) Desdoblamientos de Tlatlauhqui Tezcatli-
poca: Iztapaltótec, Xipe Tótec y Mixcóatl.3

Se les atribuye, junto a sus tres hermanos, la creación del Sol y la Tierra,
así como de las criaturas que en ella habrían de vivir, incluyendo a la pri-
mera pareja, Cipactónal y Oxomoco quienes darían origen a los primeros
seres humanos (Ibídem, Vol. 3: 13) con el objetivo de que estos les sirviesen
y adorasen a sus creadores.
Como lo menciona Mateos Higuera, la Figura de Tlatlauhqui parece
desvanecerse después de su etapa creadora, para dar paso a su desdobla-
miento como Xipe Tótec, Nuestro señor el desollado; pues es esta su advo-
cación a la que se le rindió culto en mayor medida (Ibídem, Vol. 2: 21)
La presencia de Xipe Tótec toma relevancia en el mito de la creación
del Quinto Sol, este se desarrolla tras el colapso de cuatro eras anteriores: 1.

3 Por motivos prácticos en este diagrama no han sido añadidos los otros tres Tezcatlipocas.

262
Xipe Tótec, presencia de nuestro señor el desollado en Tehuacán-Ndachjian

Atonatiuh, Sol de Agua. 2. Tlalchitonatiuh, Sol de Tierra. 3. Ehecatonatiuh,


Sol de Viento. 4. Tletonatiuh, Sol de Fuego4 (MORENO DE LOS ARCOS,
1967: 106-198).
Para el inició de una nueva era y la creación de su Sol, los dioses acor-
daron reunirse en Teotihuacán, donde uno de ellos sería arrojado al fue-
go del teutexcalli y con su sacrificio dar origen a un nuevo astro, siendo
Tecuciztécatl el elegido para dicha labor. Tras acobardarse, otro dios de
nombre Nanahuatzin fue quien se arrojó, acto seguido, Tecuciztécatl haría
lo mismo. Enseguida los demás dioses se hincaron, dirigiendo sus miradas
hacia los cuatro rumbos cósmicos según sus intuiciones; posteriormente
Nanahuatzin emergió por el oriente convertido en Sol, siendo Xipe Tótec,
Ehécatl, los mimixcóah y otras cuatro diosas femeninas quienes habían
acertado en dicha dirección5 (GONZÁLEZ GONZÁLEZ, 2015: 203, 204).
Este dios se caracteriza gráficamente por tratarse de una entidad mas-
culina de color rojo, en alusión a su advocación de Tlatlauhqui Texcatlipoca,
por tanto en torso como en cabeza y brazos −en ocasiones también en los
pies− la piel amarillenta de un desollado sujetada con nudos en las partes
traseras, en ella se pueden observar rasgos como: manos colgantes, saco
escrotal y diversos cortes paralelos en los extremos que posiblemente hagan
alusión al método de colocación de la piel; además, en algunos casos, es
observable un corte a la altura del pecho con costura que quizás represente
la práctica de extracción del corazón.
Xipe Tótec fue considerado un dios símbolo de la regeneración y asociado
a la fertilidad. Su festividad conocida como Tlacaxipehualiztli se llevaba a
cabo durante la segunda veintena del calendario festivo dividido en 18 meses,6
caracterizada por el sacrificio de cautivos a quienes se les extraía el corazón
para posteriormente ser desollados (GONZÁLEZ TORRES, 1985: 124).
Hasta este momento hemos mencionado dos acontecimientos míticos
importantes: por un lado, el vinculado al Origen del dios y por otro a la

4 Moreno de los Arcos lo menciona retomando las versiones del mito mencionadas en
Historia Chichimeca e Historia de la Nación Chichimeca de Ixtlilxóchitl.
5 González González Hace referencia al relato de Sahagún (2000, II: 696), el autor
no menciona a Xipe Tótec como tal, pues en esta parte del texto del franciscano es
mencionado en su advocación de Tlatlauhqui Tezcatlipoca, así como Totec y Anáhuatl
Itécuh. Por otro lado, se refiere a las otras cuatro diosas femeninas como “mujeres”
cuyos nombres son: Tiacapan, Teicu, Tlacoehua y Xocóyotl.
6 Veintenas.

263
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

creación del Quinto Sol. Ambos hacen referencia a sucesos que pudieron
ser determinantes en la distribución de las edificaciones y elementos escul-
tóricos al oeste de la Plaza A del Conjunto Central de Tehuacán-Ndachjian,
propuesta que será posteriormente mencionada en la parte final del siguien-
te apartado.

La plaza a del conjunto central, un lugar de culto a Xipe Tótec


La Plaza A forma parte de un grupo de diez plazas interconectadas que
conforman un área denominada como Conjunto Central,7 siendo la más so-
bresaliente debido a sus dimensiones y ubicación central (GARCÍA ZEPEDA,
2007: 132). Se sitúa sobre una plataforma rectangular de 150 m en dirección
Este-Oeste por 101 m de Sur a Norte. El piso de su extremo norte descansa
sobre roca madre, mientras que del lado sur se desplanta sobre un muro
de contención que se eleva a 2 m de la superficie del terreno natural, siendo
este lugar nivelado para la edificación de la plaza.
Al centro se encuentra su Templo Mayor, en torno al cual se distribuyen
el resto de las estructuras. Cabe aclarar que este trabajo se enfatiza en las
localizadas al oeste, principalmente en aquellas orientadas al este (Figura 4).

Los espacios ceremoniales según Motolinía


Para comprender los últimos momentos de ocupación del Tehuacán ar-
queológico es necesario hacer referencia a lo registrado por Fray Toribio
de Benavente, también conocido como Motolinía pues, como se sabe, es-
tuvo alojado en el convento de Santa María de la Concepción, edificado en
Calcahualco y localizado en la parte suroeste del sitio; siendo en este lugar
donde en 1541 concluyó su obra “Historia de los Indios de la Nueva España”.
En ella hizo referencia a Tehuacán,8 poniendo énfasis en actividades litúr-
gicas llevadas a cabo principalmente por ministros9 y demás personas que
dedicaban sus vidas al servicio religioso (MOTOLINIA, 1914: 47-52).
Es necesario tomar en cuenta que, en el caso de Tehuacán, a pesar del
registro que Motolinía hizo de celebraciones en las que se involucraban tem-
plos y espacios específicos, no realiza descripción detallada de los mismos,
pues su interés se basó primordialmente en el registro de los actos en sí. No

7 Identificadas de modo alfabético de la A a la J.


8 De igual modo que a Cozcatlán y Teutitlán.
9 Motolinía menciona el término “ministros” para aquellos que los españoles asociaban a
los llamados Tlamacazque, el que ejecuta el caracol y la flauta.

264
Xipe Tótec, presencia de nuestro señor el desollado en Tehuacán-Ndachjian

obstante, podemos considerar que posiblemente el franciscano se refiriera a


la Plaza A del Conjunto Central, siendo seguramente el área donde se reali-
zaron las principales actividades de índole religioso del sitio. Su descripción
de estos espacios tiende a ser general, tomando en cuenta que este tipo de
lugares con templos conocidos como teocalme o teucalis fueron constantes
en varios de los sitios que visitó, menciona lo siguiente:

Hallamos en toda esta tierra que en lo mejor del pueblo hacían un gran
patio cuadrado: en los grandes pueblos tenía de esquina a esquina un
tiro de ballesta, y en los menores pueblos eran menores los patios. Este
patio cercábanle de pared (…) En los mesmos patios de los pueblos
principales había otros (templos), unos mayores que otros, pero no
allegaban al principal con mucho. Unos tenían el rostro y gradas hacia
otros; otros las tenían a oriente; otros, a mediodía (Ibíd., 61).

Lo anterior presenta cierta concordancia con características generales de


la Plaza A del Conjunto Central de Tehuacán, pues se trata de un “patio
cuadrado” de gran amplitud delimitado por muros, en este caso al sur y
norte. En cuanto a los templos de menor volumen que el principal, se puede
sugerir concordancia con las estructuras del Sector Noroeste, sobre todo en
el aspecto de frentes situados al oriente, que en el caso de Tehuacán sería
con el objetivo de dirigirse en dirección a la salida del Sol.

Figura 4. Plaza A del Conjunto Central de Tehuacán-Ndachjian.

265
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Los edificios en el sector Oeste de la Plaza A


El sector Oeste de la Plaza A se caracteriza por contener nueve edificios
registrados hasta el momento, dispuestos en su mayoría de modo lineal en
dirección Sur-Norte con variantes de las que se hará mención en el desa-
rrollo de este apartado (Figura 5).
La primera intervención arqueológica en el Conjunto Central se realizó
durante la temporada de trabajo 2005, consistiendo en el levantamiento
topográfico de la plaza, así como de los conjuntos localizados en torno a
ella (GARCÍA ZEPEDA, 2007). Un año después se inició la excavación del
gran basamento situado al centro, para posteriormente explorar los espacios
circundantes a este, labor que aún está en curso.
A mediados del 2015, se llevó a cabo la exploración de un montículo
bajo ubicado 20 m al oeste del extremo Norte del Templo Mayor que, al ser
intervenido, quedó expuesta una plataforma baja de planta rectangular con
esquinas remetidas y pequeñas escuadras sobresalientes de cada una. Al
este cuenta con una escalinata de acceso flanqueada por alfardas. Del lado
oeste se identificaron otras dos alfardas colocadas en los extremos laterales
del muro de la edificación y un altar rectangular adosado al centro. A esta
estructura se le nombró 3 Noroeste.
De modo simultáneo se exploró un montículo similar situado 11 m al
norte de la estructura antes mencionada, resultando ser una plataforma
de cualidades casi idénticas a la anterior y siguiendo el mismo patrón de
orientación con acceso por el este y un altar rectangular adosado al oeste,
a este edificio se le identificó como 4 Noroeste. Entre ambas estructuras se
localiza una plaza con un elemento circular al centro.
A mediados del 2016, se efectuó la intervención de un montículo lo-
calizado al sur de modo continuo a la estructura 3 Noroeste, al terminar
su exploración se registró una edificación compuesta de modo similar a
las dos estructuras antes intervenidas, pero con la peculiaridad de poseer
entrecalles en sus lados sur y oeste. Se le nombró estructura 5 Noroeste.
Como se ha mencionado, estas edificaciones comparten características
geométricas, aunque poseen mínimas diferencias en cuanto a dimensiones y
atributos, pues sus longitudes varían de 8.38 m a 8.44 m en dirección Este-
Oeste, mientras que de Sur a Norte miden entre 7.57 m y 7.64 m. A pesar de
ello son sus similitudes y orientaciones lo que sobresale de este conjunto de
edificios, pues se encuentran distribuidos de modo lineal sobre un mismo
eje de Sur a Norte, además de tener accesos situados al oriente y altares en
sus lados ponientes. Es posible que estas estructuras hayan contado con
techumbres y muros bajos en sus extremos oeste con el fin de tener acceso

266
Xipe Tótec, presencia de nuestro señor el desollado en Tehuacán-Ndachjian

visual a lo acontecido en las estructuras ubicadas en dicha dirección, aspecto


que será abordado en el apartado referente a la Estructura A.
Hacia el sur, a 25 m de estas estructuras se encuentra una más nom-
brada Estructura 2 Suroeste de dimensiones similares teniendo la misma
orientación, diferenciándose de las anteriores por poseer una forma de plan-
ta rectangular sin esquinas remetidas, además de tener un altar al Oeste que
a diferencia de los otros no se encuentra adosado al edificio; no obstante,
sigue el mismo eje Sur-Norte sobre el que se encuentran distribuidas las
estructuras antes mencionadas, rasgo que se hace notar en mayor medida
siguiendo la secuencia espacial de sus altares, los cuales fueron explorados
y cuyos depósitos indicaron la presencia del culto a Xipe Tótec que se llevó
a cabo en el sitio.
Existen otras cuatro estructuras que comparten el espacio al oeste de
la Plaza A que, debido a sus diferencias a las antes mencionadas se hacen
notar en sus orientaciones y características arquitectónicas. Aunque de mo-
mento no serán contempladas dentro del discurso interpretativo para este
trabajo, deben ser mencionadas como elementos que también forman parte
del área de interés.
Plataforma Central: como su nombre lo indica es una plataforma ubica-
da al centro de la plaza, se caracteriza por tener esquinas remetidas más pro-
nunciadas, dando una apariencia geométrica de planta cruciforme. De cada
esquina sobresalen pequeñas escuadras, su parte frontal se localiza al Este
tratándose de una escalinata de tres peldaños. Este elemento se encuentra
frente al acceso del Templo Mayor, insinuando una función ritual conjunta.
A escasos centímetros de su muro Este se encuentra un altar circular.
Como se puede notar, esta estructura tiene la misma orientación que
las descritas con anterioridad y seguramente sirvió como vínculo entre lo
acontecido en los edificios de la parte baja y actos ocurridos en la parte alta
del Templo Mayor.
Estructura 1 Noroeste: se encuentra al norte del Templo Mayor, es de
planta rectangular con acceso colocado al oeste, quedando de frente a la
estructura 4 Noroeste.
Estructura 1 Suroeste: edificación rectangular ubicada de modo casi
colindante al extremo sureste de la estructura 2. Su acceso a la parte alta
del edificio es mediante una escalinata en dirección sur.
Estructura 2 Noroeste: este peculiar edificio de planta rectangular po-
see un atrio delimitado por muros bajos de adobe que resguardan su acceso
en dirección norte, su composición es similar al de los Templos Rojos en-

267
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

contrados en el recinto sagrado de Tenochtitlan (OLMEDO VERA, 2002).


Al centro de su atrio se encuentra un receptáculo cuadrado cuya posible
intención se asocie con el culto al agua (DOMÍNGUEZ NÚÑEZ, comunica-
ción personal, 2015).

Figura 5. Sector Oeste de la Plaza A.

Estructura A
Después del Templo Mayor, es el basamento de mayores dimensiones de la
plaza. La primera fase de su intervención se llevó a cabo durante la tem-
porada 2018, registrando una edificación de 6.30 m de altura10 y 19.50 m de
longitud Sur-Norte. Fue construida sobre una plataforma que abarca gran
parte del extremo Oeste de la plaza11.

10 Su parte alta aún no ha sido intervenida, esta altura es a consideración del nivel máximo
registrado del montículo.
11 Se tiene registro de mínimo dos montículos ubicados al sur y norte de la Estructura A,
también edificados encima de dicha plataforma.

268
Xipe Tótec, presencia de nuestro señor el desollado en Tehuacán-Ndachjian

Al liberar su lado este quedaron expuestos los vestigios de una escali-


nata de acceso a la parte alta de la estructura, la cual se encontró flanqueada
por dos alfardas y a su vez por una más en su parte central, dividiéndola, con
el fin de otorgar dos accesos independientes a un conjunto dual de estructu-
ras ubicadas en la cúspide del edifico, aspecto que pretende ser corroborado
en próximas intervenciones.
Ambas secciones de la escalinata se encuentran una al norte y otra al
sur, poseen dados de adobe recubiertos en estuco con pintura roja, ubicados
al centro de la parte baja. Frente a cada uno se encontraron representaciones
en piedra de cabezas desolladas, evidenciando personajes con globos ocu-
lares expuestos sin presencia de parpados, del mismo modo sucede con sus
dientes, mostrando la ausencia de labios en bocas representadas de modo
semiabierto. Ambos elementos escultóricos se encontraban colocados con
la “vista” al frente de los altares de las estructuras 3 Noroeste y 5 Noroeste
respectivamente, observando hacia la esquina Noroeste de cada altar, es
decir, proyectando su “mirada” en dirección noreste.
Estas esculturas se muestran de un modo similar a las identificadas
por Seler en la lámina 34 del Códice Borgia, a las que define como “Diosas
de la muerte negra y roja” y se encuentran custodiando el acceso a “La casa
de la serpiente roja”, que resguarda en su interior una estructura circular
con una “diosa lunar” recostada sobre ella (SELER, 1963: 34), esta diosa
guarda ciertas semejanzas con imágenes de Xipe Tótec presentes en otras
páginas del códice, sobre todo en su rostro con parpados vacíos (Figura 6).
La lámina 33 del mismo códice muestra una escena similar, pero en
este caso se refiere a “La casa de la serpiente negra”, en donde Xipe Tótec
ocupa un lugar recostado encima de otra estructura circular (Ibíd., 33).

269
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 6. Esculturas de cráneos desollados y “la casa de la serpiente roja” con las Diosas de la
muerte negra y roja custodiando el acceso.

Las concordancias entre algunos elementos representados en el Códice


Borgia y los vestigios recuperados de la Estructura A cobran mayor rele-
vancia con el hallazgo de dos estructuras circulares, semejantes a las an-
tes mencionadas y serán mencionadas en el apartado El Temalacatl y el
Quauhtzatzaztli de la Estructura A.
Por debajo de las esculturas que representan a personajes con el rostro
desollado fueron encontradas oquedades cavadas a aproximadamente 1 m
de profundidad,12 las cuales se sugiere podrían tratarse de dos Netlatiloyan.
El Netatliloyan es una oquedad en el piso mencionada por Sahagún,
en donde eran arrojadas las pieles de los sacrificados durante el
Tlacaxipehualiztli (GONZÁLEZ GONZÁLEZ, 2004: 136) (Figura 7).

12 Debido a lo estrecho de la oquedad no nos fue permitido excavar más allá de los 80 cm,
la profundidad que se menciona es una aproximación tomada como referencia de las
intervenciones realizadas en los altares de las estructuras 3NO y 5NO, donde se pudo
llegar al nivel de la roca madre.

270
Xipe Tótec, presencia de nuestro señor el desollado en Tehuacán-Ndachjian

Figura 7. Netlatiloyan, según el Códice Florentino y Oquedad encontrada bajo escultura en la


sección Norte de la Estructura A, modelo fotogramétrico.

A escasa distancia de la escultura que cubría la oquedad al sur, se


encontró una escultura antropomorfa, no tenía cabeza ni extremidades
completas, en su pecho se mostraba la representación de una costura y en
el estómago una hendidura donde seguramente le fue colocada una piedra
verde;13 en su espalda se encontraron amarres aparentando tener sobrepues-
ta una piel, rasgo que identificó a esta Figura como Xipe Tótec.
La característica que diferencia a esta escultura de otras es el portar un
faldellín de hojas de zapote, tal como se muestra en imágenes de esta deidad
en fuentes como los códices Borbónico o Tudela (Figura 8). Sahagún pone
cierto énfasis en la relación que guarda Xipe Tótec con esta planta, diciendo
que el origen de su culto se encuentra en un lugar de nombre Tzapotlan,
pueblo de Xalisco (SAHAGÚN, 1992: 45). Por otro lado, hace mención de la
agencia que este dios tiene sobre las enfermedades de la piel y ojos, en las
que las hojas del zapote blanco funcionan como remedio curativo.14 Cabe
añadir que hasta el momento no se ha registrado la presencia y/o rema-
nentes de este árbol al interior del área delimitada del sitio. No obstante,
se hace presente en diversos patios de las casas del actual poblado de San
Diego Chalma.15 Por otro lado, cercano a Tehuacán se encuentra el poblado

13 Rasgo común en las esculturas de carácter religioso en Mesoamérica.


14 GONZÁLEZ GÓNZÁLEZ (2004), pp. 41.
15 Poblado actual más cercano a Tehuacán-Ndachjian.

271
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

de Zapotitlán de Salinas, lugar con el que tiene relación directa desde época
prehispánica y seguramente guarde más información con relación al culto
a Xipe Tótec en la región.

Figura 8. Escultura de Xipe Tótec con faldellín de hojas de zapote.

Por otro lado, y regresando al hallazgo de las esculturas de cabezas


desolladas, un rasgo peculiar registrado durante la exploración de la cabe-
za encontrada al norte fue la identificación de elementos óseos asociados a
ella. Tal es el caso de un fémur colocado horizontalmente a la altura de su
ojo izquierdo siguiendo la dirección en la que se dirige su mirada, o sea, al
Noreste. Caso semejante −en cuanto a la dirección del hueso− a lo mostrado
en la Lámina 1 del códice Fejérváry-Mayer, donde se muestra un aparente
muslo humano cercenado orientado en dicha dirección. También fueron
encontrados dos huesos largos ubicados al nivel de piso y una falange de
pie colocada por encima de la parte frontal de la escultura.

El Temalacatl y el Quauhtzatzaztli de la estructura A


Al explorar el norte de la escalinata de acceso de la Estructura A se observó
a la altura del séptimo escalón una oquedad hecha por un nido de hormi-
gas, que además habían extraído gran parte del relleno que conformaba su
núcleo, dejándolo hueco y en precario estado de conservación. Esto dejó

272
Xipe Tótec, presencia de nuestro señor el desollado en Tehuacán-Ndachjian

expuesta parte del muro de una subestructura circular revocada en estuco


con pintura de color bermejo.
Dicho muro fue gradualmente liberado 1.82 m en dirección Oeste,16 de-
jando parcialmente expuesta una estructura circular de 3.02 m de diámetro
y 57 cm de altura en una primera etapa, parcialmente cubierta en un mo-
mento posterior por un piso −segunda etapa−, reduciendo su altura a 26 cm.
La parte central de esta subestructura se encontraba devastada, de-
jando expuesta una roca rectangular de 50 cm de longitud y 12 cm de an-
cho, en cada una de sus esquinas se encontraron oquedades cilíndricas de
entre 10 cm y 12 cm de circunferencia, aparentemente implementadas para
contener postes. Esto nos hizo considerar que dicho elemento pudiera co-
rresponder a un Quauhtzatzaztli, estructura en la cual se llevaba a cabo el
sacrificio por flechamiento también conocido como Tlacacalilixtli.
A poco más de 4 m al norte, sobre el mismo nivel fue encontrada otra
subestructura circular de 3.32 m de diámetro y 80 cm de altura, fue encon-
trada en mejor estado de conservación que la anterior y se caracterizó por
tener una oquedad de 82 cm de diámetro, que a su vez contenía dos orifi-
cios de menor tamaño internamente conectados, entre los cuales podía ser
sujetada una cuerda. A esta estructura se le identificó como un Temalacatl,
elemento en el que se realizaba el tlahuahuanaliztli, también conocido como
rayamiento o sacrificio gladiatorio.
Estas subestructuras circulares presentan cierta similitud a la mostra-
da en la ya antes mencionada lámina 33 del Códice Borgia, complementando
un espacio relativamente concordante a dicha imagen en conjunto con las
esculturas encontradas al frente (Figura 6). Ambas edificaciones tienen la
peculiaridad de estar construidas con adobe y piedra. Este tipo de elementos
son mencionados e ilustrados en la Historia Tolteca-Chichimeca hacien-
do referencia a los sacrificios de Quauhtzitzimitli, Tlazotli, Tzompantli y
Yauhtlicuiliuhqui; tras los cuales se marca una victoria militar.
Es necesario mencionar que el carácter dual de este edificio se ve
proyectado 7 m al este, donde se encuentran las estructuras 3 Noroeste
y 5 Noreste, cada una de ellas fijando un eje de correspondencia hacia el
Quauhtzatzaztli y el Temalacatl respectivamente. Para interpretar esta re-
lación se puede consultar la imagen mostrada por Duran (1967, Vol. 1: 13),
en donde se muestra a Axayácatl presenciando el Tlahuananaliztli, sentado

16 Al interior del cajón constructivo que da soporte a la última etapa constructiva de la


Estructura A, acción que no comprometió la integridad general del edificio.

273
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

en un estrado en dirección al Temalacatl. Con base a ello se propone que


esta escena muestra una idea del vínculo entre estos edificios, siendo las es-
tructuras 3 Noroeste y 5 Noroeste usadas en algún momento como estrados
para mandatarios, con la finalidad de que estos pudiesen observar desde
una perspectiva privilegiada los sacrificios y ceremonias llevados a cabo en
la que hemos nombrado Estructura A (Figura 9).

Figura 9. En la imagen superior se observa la estructura A, la parte inferior muestra el vínculo de


los edificios en referencia a la escena mostrada por Duran. Imagen tomada de VIÉ-WOHRER,
1999, Tomo 2: A 56.

Representaciones míticas en la Plaza A

Las esculturas del Templo Mayor y su relación con Xipe Tótec


Una característica esencial que hace alusión al origen mítico de Xipe Tótec
puede ser visualizada en dos esculturas ofrendadas debajo de las alfardas
de la escalinata de acceso al Templo Mayor de Tehuacán, las cuales en algún
momento previo a su depósito pudieron haber custodiado desde la parte
baja el acceso al aposento situado en la cima del basamento, una colocada
al norte y otra al sur.
La escultura situada al norte posee rasgos femeninos y se encuentra
ataviada por la piel de un águila con las alas cubriéndole la espalda y la
cabeza del ave colocada en forma de yelmo. Además, muestra un collar con

274
Xipe Tótec, presencia de nuestro señor el desollado en Tehuacán-Ndachjian

dos corazones laterales y un cráneo en la parte central; tiene una falda con
diversos elementos representados, entre ellos, serpientes cuyos crótalos se
hacen notar en torno a la prenda. La parte alta de su cabeza está rodeada
por un tocado de cráneos y los lóbulos de sus orejas abren paso cada uno a
una serpiente.
La escultura encontrada al sur es de rasgos masculinos, porta la piel
de un jaguar cuya cabeza se coloca en la nuca del personaje. Al igual que
la anterior, posee un collar con dos corazones y un cráneo al centro. De su
tocado sobresale una serpiente que dirige su mirada al frente.
Cabe mencionar que ambas esculturas, así como sus ubicaciones mar-
can cuatro pares de opuestos complementarios recurrentes en la cosmovi-
sión mesoamericana, que son: Norte-Sur, Mujer-Hombre, Águila-Jaguar y
Madre-Padre (LÓPEZ AUSTIN, 2015: 28); este último de suma importancia
para la comprensión del origen de Xipe Tótec.
Como se mencionó en el apartado Origen mítico de Xipe Tótec,
Tlatlauhqui Texcatlipoca es el hijo primogénito de Tonacatecuhtli y
Tonacacihuatl. Ambos dioses son representados en la lámina 60 del Códice
Borgia en sus respectivas advocaciones como Cuauhcíhuatl, mujer águila
y Tlacaocélotl, guerrero jaguar (SELER, 1963: 60), lo que hace fijar una
concordancia entre las características principales de las esculturas y lo re-
presentado en el códice. Con esto se puede establecer una relación mítica
del parentesco entre estos dos personajes y Xipe Tótec.
Por otro lado, en la parte baja de la escalinata del Templo Mayor fue
encontrada una escultura femenina de grandes dimensiones,17 vestida con
una falda cubierta de representaciones de estrellas, siendo identificada como
Citlalicue, diosa que representa el cielo nocturno y la vía láctea (CASTILLO
TEJERO, 2015: comunicación personal). Es considerada como uno de
los desdoblamientos de Tonacacihuatl y por lo tanto madre de los dioses
(MATEOS HIGUERA, 1999, Vol. 1: 151), lo que sugiere que este personaje y
la mujer águila sean advocaciones de la misma entidad (Figura 10).

17 Seguramente proveniente del interior del aposento que estuvo ubicado en la parte alta
del gran basamento (CASTILLO TEJERO, 2015: comunicación personal).

275
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 10. a. Tonacacihuatl y Tonacatecuhtli como Cuauhcíhuatl, mujer águila y Tlacaocélotl, guerre-
ro jaguar. b. Citlalicue, Códice Borbónico d. Esculturas del Templo Mayor de Tehuacán-Ndachjian.

Orientación de las estructuras y su


vínculo con el mito del quinto sol
En el apartado Origen mítico de Xipe Tótec se hizo referencia al mito de la
creación del quinto Sol y al papel que desempeño el dios en aquel suceso,
en el que él junto a Ehécatl, los mimixcóah y otras cuatro diosas femeninas
predijeron la salida del nuevo Sol al oriente, dirección en la que se encuen-
tran orientadas las estructuras de la Plaza A relacionadas con Xipe-Tótec,
aspecto también observable en las estructuras dedicadas a Ehécatl en el
Conjunto 1 ubicado al sur.
A Xipe Tótec también se le considera el regente de la dirección Este,
pues como se representa en la división cósmica de los horizontes en
Mesoamérica existe una división en cuadrantes Norte, Sur, Este y Oeste;
cada uno de ellos representado por un color (LÓPEZ AUSTIN, 2018: 21),
en este caso el Este es representado por el rojo, color del Tlatlauhqui
Texcatlipoca.
A simple vista parece erróneo relacionar esta distribución cosmogónica
con el lugar espacial que ocupa la presencia de nuestro dios de interés en la
Plaza A, pues como se ha dicho, estos edificios se encuentran distribuidos
en dirección contraria, o sea, al oeste del conjunto. No obstante, la agencia
que Xipe Tótec tiene sobre la región este no se demuestra del todo en el lugar
terrenal en donde estén colocados sus edificios, sino en la orientación de
estos, pues estos tienen que ser dirigidos en dicha dirección para así tener un
panorama de esta y con ello poder tener el control de esta región cardinal,
en donde según el mito se dio origen a la salida del Quinto Sol.

276
Xipe Tótec, presencia de nuestro señor el desollado en Tehuacán-Ndachjian

Ofrendas: Xipe Tótec y el eje cósmico.


Como se ha mencionado, un rasgo común en estas estructuras es que cuen-
tan con altares ubicados al oeste, hechos de lodo con rocas careadas en sus
contornos y revocados con estuco. Sobre ellos pudieron haberse colocado
ofrendas con relación a rituales en los que se involucrara el uso estas edi-
ficaciones. No obstante, este apartado se refiere a los depósitos registrados
al interior de estos elementos.
Es necesario resaltar que estos depósitos fueron colocados al interior
de oquedades cavadas hasta roca madre por debajo del nivel de piso, el
cual aparece roto en todos los casos aquí mencionados. Los altares fueron
colocados en un momento inmediato a la colocación de las ofrendas, siendo
los últimos agregados constructivos a sus estructuras correspondientes.
El registro se llevó a cabo identificando cada nivel de depósito de modo
descendente, numerándolos de acuerdo con su orden de aparición y no en
el orden en que fueron depositados; aspecto que se pretende aclarar en las
imágenes presentadas en las Figuras 11, 12 y 13.

Altar de la Estructura 3 Noroeste


El primer altar de esta área en ser intervenido cuenta con una altura de
16 cm y mide 1.10 m por 1.19 m. Al retirar el relleno de lodo quedó al descu-
bierto parte del piso sobre el que fue colocado. Se encontraba roto dejando
una oquedad rellena por tierra de textura fina que al ser gradualmente re-
movida dejó al descubierto una ofrenda depositada en dos niveles que serán
mencionado a continuación (Figura 11):

Primer Nivel
Se encontró el torso de una escultura de piedra con cualidades correspon-
dientes a Xipe Tótec, pues representaba a un personaje con una aparente piel
ajena, sujetada con amarres en su parte trasera, no poseía extremidades ni
cabeza, en lugar de ella le fue colocado un cajete de cerámica gris con fondo
sellado, teniendo plasmado un motivo solar,18 este artefacto se encontraba
removido algunos centímetros al sur por efecto de raíces; en su interior se
encontró un fragmento de hueso largo, además de la representación -tam-

18 Además, esta pieza se encuentra colocada al extremo oriente del depósito, lo que
seguramente haga alusión al mito de la creación del quinto Sol, el cual emerge en dicha
dirección.

277
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

bién en piedra- de un individuo pequeño a manera de portaestandarte, al


que le faltaban los pies, el brazo izquierdo y la cabeza.
En la parte central del extremo este del depósito fue encontrada una
pequeña punta de proyectil elaborada en obsidiana gris que, posiblemente,
al momento de su depósito se encontraba al interior del cajete antes mencio-
nado. Mientras, al poniente de la pared Sur se encontró una piedra careada
sobrepuesta, la cual se desprendió al ser liberada de los sedimentos que
cubrían su contorno, mostrando en su lado contrario la figura del perfil de
una cabeza humana finamente elaborada. Este elemento seguramente for-
maba parte de una escultura de mayores dimensiones siendo desprendido
de un modo cuidadoso.

Segundo Nivel:
En el extremo este se encontró una extremidad inferior perteneciente a la
escultura de Xipe Tótec registrada en el nivel superior. En la parte central
se encontraron restos óseos de dos manos, una de ellas colocada con las
falanges distales en dirección al oriente,19 mientras que la otra fue hallada
en gran parte removida por raíces, sin embargo, fue posible determinar
que su orientación era con las falanges en dirección sur;20 ambas manos
aparentemente colocadas con las muñecas juntas.
Un rasgo importante identificado por parte del área de Antropología
Fisca del proyecto fue que ambas manos son derechas y por lo tanto corres-
pondientes a dos individuos.21

Altar de la Estructura 4 Noroeste


Su exploración se llevó a cabo posteriormente a la intervención del altar de
la estructura 3 Noroeste. La altura registrada fue de 21 cm, con lados que
miden 1.18 m de sur a norte y 1.54 m de este a oeste. Del mismo modo que el
depósito anterior, al ser retirado el relleno de lodo se encontró el piso roto
formando una oquedad rellena con tierra fina, en donde fue encontrada
una ofrenda dividida en tres niveles de depósito que serán mencionados a
continuación (Figura 12):

19 Considerando el vínculo con la salida del Sol y su connotación mitológica ya


mencionada.
20 Región relacionada a aspectos bélicos.
21 SÁNCHEZ, Á. TRUJILLO LÓPEZ y SANDOVAL U. (2018) Comunicación personal.

278
Xipe Tótec, presencia de nuestro señor el desollado en Tehuacán-Ndachjian

Primer Nivel:
Fue encontrada una esfera de piedra pulida colocada en la parte central. En
la esquina noroeste se encontró una roca trabajada de modo rectangular,
que aparentaba ser una laja, pero al ser removida resultó ser el pedestal
de una escultura, cuyos pies aún seguían presentes. Posteriormente, este
elemento fue colocado con la extremidad inferior obtenida en la exploración
del depósito anterior, dando la sorpresa de corresponder a dicho elemento,
lo que nos indicó que ambos depósitos fueron seguramente colocados de
manera simultánea.

Segundo nivel:
Al retirar los objetos del nivel anterior quedó expuesta una capa de lajas
burdamente colocadas. Su función posiblemente haya sido con el objetivo de
cubrir lo previamente depositado y así diferenciarlo del nivel antes superior.

Tercer nivel:
Se encontró al suroeste un cajete miniatura de cerámica gris, al noreste el
brazo de un xantil y al norte fragmentos de una máscara aún con pigmen-
to, colocados en una roca sobre la cual seguramente fue rota. Poseía una
nariguera en forma de Yacameztli,22 atributo que inmediatamente cautivó
nuestra atención, pues presenta relación con entidades lunares relacionadas
al pulque, aunque por otro lado esta característica también es perceptible
en algunas representaciones de Itztapaltótec, advocación de Xipe Tótec re-
presentado con yelmo en forma de cuchillo de piedra.

Altar de la Estructura 5 Noroeste


La intervención de su altar se llevó a cabo tiempo después y trajo consigo
varios elementos que indicarían de manera contundente el seguimiento de la
presencia del culto a Xipe-Tótec en este grupo de estructuras, mide 1.50 m de
este a oeste y 1.43 m de sur a norte. En esta ocasión se identificó una ofrenda
depositada en una secuencia de cuatro niveles (Figura 13).
Antes de la identificación del primer nivel se registró un elemento rec-
tangular de manufactura burda compuesto por fragmentos de estuco blanco
y piedras unidas con lodo, el cual tenía unas dimensiones de 0.42 m de sur

22 Nariguera en forma de Luna.

279
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

a norte y 0.67 m de este a oeste y se encontraba adosado al este del altar,23


al ser retirado se pudo tener acceso a la ofrenda que fue colocada de la si-
guiente manera:

Primer Nivel:
Se encontró una esfera de sedimento compacto recubierto con estuco, co-
locada por debajo del elemento rectangular antes mencionado y situada en
la parte central del depósito. Al noroeste se encontraba una escultura de
piedra colocada “de cabeza” con la figura de un individuo en posición sedente
portando un maxtlatl.24 Su cabeza fue desprendida y en su parte inferior se
encontraba un orificio circular en el que seguramente se le introducía una
espiga con el fin de mantenerlo fijo en algún lugar.
Al suroeste se identificó una cabeza de piedra depositada “boca abajo”,
mostrando un amarre en su parte trasera que sujeta a manera de mascara
lo que aparenta ser la piel del rostro de un individuo previamente desollado.
Al retirar la pieza quedó expuesta la imagen de un personaje cuyos labios
inusualmente abiertos indican el ser ajenos a él, quedando al descubierto
lo que hasta el momento era la única representación en piedra de la cabeza
de Xipe Tótec encontrada en Tehuacán.

Segundo Nivel:
Justo por debajo de la esfera registrada en el nivel superior fueron encon-
trados los pies desprendidos de una escultura de piedra, estos esculpidos
sobre un pedestal rectangular, al retirar un poco de la tierra que cubría su
parte baja quedó al descubierto la parte superior de lo que parecía ser un
cráneo humano, indicando el inició del siguiente nivel.

Tercer Nivel:
Al extraer los pies antes mencionados quedó en evidencia que estos habían
sido colocados sobre un cráneo humano, que al ser liberado pudo apreciarse
que había sido depositado sobre una especie de pedestal elaborado con ro-

23 Al momento de su intervención este elemento no fue considerado como un nivel del


depósito, pues de inició se pensó que era parte del relleno con el que este espacio fue
cubierto, pero debido a su peculiaridad es congruente considerarlo como parte del
conjunto de elementos que conforman la ofrenda de este altar.
24 Taparrabo.

280
Xipe Tótec, presencia de nuestro señor el desollado en Tehuacán-Ndachjian

cas y lodo. En torno a este y ocupando una posición central se encontraron


cuatro fragmentos de esculturas de piedra con atributos propios de Xipe
Tótec, destacando la parte oeste del depósito, donde se encontró el elemento
hasta el momento mejor conservado de esta entidad: un torso con la cabeza
aún unida, ambos con costuras representadas en la parte trasera. La cabeza
aún conservaba su ojo izquierdo, elaborado en hueso bruñido. Al retirar
los elementos de este nivel se pudieron unir varios de ellos quedando una
escultura a la que únicamente le hizo falta su brazo derecho. Cabe desta-
car que el sedimento retirado fue harneado con la intención de recuperar
elementos no detectados a primera vista, gracias a ello se recuperó el ojo
derecho de la escultura.
Además de los restos reintegrados a esta última representación de Xipe
Tótec también fueron identificadas otras dos extremidades, tratándose de un
brazo y una pierna, correspondientes a otra escultura de mayor formato.25
Por otro lado, al este del depósito fueron encontrados fragmentos de una
máscara finamente pintada en blanco con diseños de color negro.

Cuarto Nivel:
El cráneo humano ubicado al centro del depósito no fue extraído a la par que
los elementos escultóricos, pues al ser retirados se comenzaron a descubrir
diversos restos óseos, definiendo el último nivel encontrado.
Estos elementos no correspondían a un individuo anatómicamente ar-
ticulado, sino a varios segmentos corporales dispuestos de manera similar a
los fragmentos de esculturas, posiblemente buscando una semejanza entre
sí. De igual modo estos fueron dispuestos en torno al cráneo, marcando un
eje que marca el centro del depósito.
Entre los artefactos registrados en este nivel se encontró una cuenta
de piedra verde asociada a una mandíbula ubicada al sureste y un jarrón
miniatura de cerámica gris colocado a un costado de la esquina suroeste del
pedestal sobre el que se encontraba el cráneo, así como diversos fragmentos
de carbón. Cabe mencionar que el análisis de los restos óseos está siendo
efectuado por el área de Antropología Física del proyecto.
Como se mencionó anteriormente, existe un altar al sur vinculado a la
Estructura 2 Suroeste que sigue la secuencia lineal de los registrados en las

25 De acuerdo con sus proporciones posiblemente formaban parte de una misma


representación de Xipe Tótec, en conjunto con la cabeza encontrada al inicio de la
exploración.

281
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

otras tres estructuras al norte, el cual también contaba con una ofrenda de
la que fueron identificadas dos cabezas de piedra y una de cerámica −que
en su interior contenía el fragmento de la extremidad de una escultura de
basalto−, además de cuatro cráneos humanos cada uno con una perforación
lateral de gran magnitud. De igual modo se registraron dos esferas burda-
mente manufacturadas y elementos óseos dispersos.
Debido a lo conflictivo de su registro no fue posible la identificación de
niveles, así como el orden de los artefactos que pudieron haber marcado el
eje axial del depósito. No obstante, es posible encontrar vínculos simbólicos
con respecto a lo registrado en los otros altares, como lo son:
• La presencia de elementos óseos.
• Esferas de piedra, como las encontradas en los depósitos de las es-
tructuras 4 Noroeste y 5 Noroeste.

Una de las esculturas mencionadas fue encontrada “de cabeza” al centro


del extremo oeste del depósito, a poca profundidad de la superficie. Este
elemento presenta un tocado compuesto por dos abultamientos laterales, de
modo similar a las representaciones de la Xochiquetzal en la lámina 58 del
códice Borgia (SELER, 1963: 58). Por otro lado, ambos abultamientos tienen
una pequeña oquedad en su parte alta, en donde posiblemente eran inser-
tadas ramas, flores o plumas tal como se muestra en la representación de la
diosa plasmada en la página 19 del códice Borbónico, este tocado es identifi-
cado por Mateos Higuera como “ome quetzalli” (MATEOS HIGUERA, 1999,
Vol. 1: 268) refiriéndose al número dos y a una pluma verde, larga o preciosa.
El vínculo que guarda la presencia de Xochiquetzal, con lo encontra-
do en los otros depósitos, se basa en la relación que esta entidad guarda
con Xipe Tótec, comprendida en su identificación como una advocación de
Tonacacíhuatl (Ibíd., 269), que como se mencionó es la madre de Tlahuaqui
Tezcatlipoca, forma primigenia en que fue concebido Xipe Tótec. Es posible
ver la interacción de ambos dioses de modo calendárico en la escena mos-
trada en la esquina inferior izquierda de la lámina 58 del códice Borgia,
en donde Seler describe lo siguiente: “El Este, la segunda hora nocturna,
el segundo de los días en que la Luna sale en el cielo vespertino” (SELER,
1963: 58).

Propuesta de interpretación
En el ámbito arqueológico es común referirse como ofrenda al conjunto de
objetos asociados a prácticas rituales, depositados en espacios específicos

282
Xipe Tótec, presencia de nuestro señor el desollado en Tehuacán-Ndachjian

con relación a lugares con importancia sagrada.26 Para el estudio se ha to-


mado en cuenta el concepto de ofrenda propuesto por Johanna Broda (2013:
641), que menciona lo siguiente:

Acto de disponer y colocar en un orden preestablecido ciertos objetos


los cuales, además de su significado material, tienen una connotación
simbólica que refleja conceptos claves de la cosmovisión, proyectados
en el espacio. La ofrenda va dirigida a los seres sobrenaturales, persi-
gue un propósito, es decir pretende obtener un beneficio simbólico o
material de estos seres o divinidades.

A su vez, Broda plantea la sustitución de este concepto por el de “Depósito


ritual” propuesto por Danièle Dehouve, basado en la identificación de ofren-
das −tlapanecas− colocadas al interior de una caja acomodada en una ex-
cavación en la tierra a manera de capas. Este último aspecto fue de suma
importancia durante el proceso de intervención de los altares de las estruc-
turas 3, 4 y 5 Noroeste, pues al definirse niveles de depósito se corroboró
este tipo de disposición de los objetos.
En la práctica arqueológica se puede mencionar que el depósito ritual
es observable debido a que obedece a una secuencia estratigráfica continua,
identificada por la clara diferenciación de los niveles de depósitos colocados
de modo ascendente. En el caso de los mencionados en este estudio el orden
secuencial podría obedecer a un orden cosmogónico determinado por un
axis que corresponde a un eje cósmico dividido en tres niveles que son: el
nivel bajo que se refiere a la región de la muerte, el nivel intermedio o plano
terrenal y el nivel alto que representa el cielo (LÓPEZ AUSTIN, 2018: 24).
Lo anterior indica la comprensión de estos depósitos bajo la noción
de una miniaturización del cosmos, tal como lo propone Danièle Dehouve
(2013: 607), para su reproducción en el plano material/terrenal; en este caso
miniaturizando el eje cósmico, el cual es indicado mediante la colocación de
elementos peculiares en los centros de los depósitos, que tienden a seguir
una secuencia que relaciona los distintos niveles.
La interacción de los niveles cósmicos en estas ofrendas se puede de-
finir identificando los objetos ubicados al centro de cada depósito y la se-
cuencia sucesiva de estos a través de un eje axial que a su vez involucra a los
demás elementos colocados en cada nivel (Figuras 6, 7 y 8).

26 Tomando en cuenta que no son de índole funerario, aspecto que no es considerado en


este estudio.

283
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 11. Ofrenda al interior del altar de la estructura 3 Noroeste: niveles de depósitos y trazo de
su Eje Cósmico.

Figura 12. Ofrenda al interior del altar de la estructura 4 Noroeste: niveles de depósitos y trazo de
su Eje Cósmico.

284
Xipe Tótec, presencia de nuestro señor el desollado en Tehuacán-Ndachjian

Figura 13. Ofrenda al interior del altar de la estructura 5 Noroeste: niveles de depósitos y trazo de
su Eje Cósmico.

Región de la muerte
A esta se le relacionan los depósitos colocados en la parte baja de las ofren-
das. Una característica importante es que este nivel se compone en gran
medida por elementos óseos, como es el caso de los asociados a las estruc-
turas 3 Noroeste y 5 Noroeste.
En el caso de la ofrenda de la estructura 5 Noroeste se identificaron
varios fragmentos de esculturas provenientes de tres representaciones en
piedra de Xipe Tótec que al ser rotas “se les dio muerte”. Esto puede enten-
derse como el sacrificio y renovación de la deidad −en una representación
nueva que ocupará su lugar− como parte de un proceso regenerativo al
que también es asociado con relación al ciclo agrícola, lo que sugiere un
carácter explicito entre su función simbólica y la acción directa de haberlo
sacrificado. Manteniendo la misma connotación se puede mencionar
lo mismo de la máscara encontrada rota sobre una roca en el altar de la
estructura 4 Noroeste.
Los axis de esta región son marcados sobre todo por elementos óseos,
por ejemplo: en el depósito de la estructura 3 Noroeste, se identificó, en la
parte donde se juntan los huesos de dos manos; mientras que en el de la
estructura 5 Noroeste estaba determinado por un cráneo colocado sobre

285
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

una base de rocas y lodo. La excepción a lo anterior fue en el depósito de


la Estructura 5, donde el centro se situaba en el lugar donde se encontró la
máscara fragmentada.
Un rasgo peculiar es que los rostros de los personajes se encuentran
mirando al cielo, posiblemente haciendo referencia al vínculo entre esta
región y los planos superiores.

Plano Terrenal
Los elementos asociados a este plano no son tan cuantiosos como en el
anterior, posiblemente por tratarse de la representación de un espacio in-
termedio, inmediato al ser humano, en gran parte conocido y controlable;
esto puede ser sugerido por el depósito correspondiente a la estructura 4
Noroeste, en donde únicamente se encuentra un empedrado a manera de
separador entre los niveles superior e inferior.
En el depósito de la estructura 5 Noroeste se le representa con los pies
desprendidos de la escultura depositada en el nivel inferior y además son el
único elemento presente, quizá representando el aspecto terrenal que tienen
los pies como soporte del cuerpo en este plano y su interacción directa con
el mismo. Dicho objeto cubre por arriba el cráneo que marca el axis de nivel
inferior; por lo tanto, también lo hace dando seguimiento al eje cósmico.
La ofrenda de la estructura 3 Noroeste contiene sólo dos niveles de de-
pósito. Una gran peculiaridad se hizo notar en su nivel superior, compuesto
por dos esculturas: una de ellas era un portaestandarte con la forma de un
individuo con maxtlatl, éste se encontraba colocado bocabajo, en dirección
al nivel inferior; mientras que la otra era una representación de Xipe Tótec
con la espalda puesta sobre la parte baja del depósito, postura que indicaba
el dirigirse a un plano contrario al otro individuo, o sea, al cielo. El axis de
este depósito se encuentra en el vientre de la escultura de Xipe Tótec.
La diferencia de este último con los otros depósitos asociados al Plano
Terrenal es que no funge como separación entre los niveles inferior y su-
perior, sino que el hecho de que sus personajes se encuentren dirigiéndose
cada uno a una región sugiere una labor de vínculo entre niveles cósmicos.

Región de celeste
Está representada en los niveles superiores en las ofrendas de las estruc-
turas 4 Noroeste y 5 Noroeste, tomando en cuenta que lo referente a esta
región en la estructura 5 Noroeste ya fue explicado en el punto correspon-
diente al Plano Terrenal.

286
Xipe Tótec, presencia de nuestro señor el desollado en Tehuacán-Ndachjian

En ambos casos se presentan esferas que marcan la parte superior de


los axis de estos depósitos. Dichos elementos posiblemente se relacionen con
prácticas afines al culto a la lluvia. Broda (2013: 658-659) los menciona como
“bolas de piedra” y su implementación, junto con otras prácticas, marcan
una continuidad que data de la época prehispánica.
Además de las esferas se identificaron elementos escultóricos. En el de-
pósito de la estructura 4 Noroeste se encontraban los pies de la escultura de
Xipe Tótec mencionada en la estructura 3 Noroeste, estos fueron colocados
en dirección a los niveles inferiores. En cuanto al depósito de la estructura
5 Noroeste fueron dos las esculturas encontradas, tratándose de una cabeza
de Xipe Tótec y una escultura en postura sedente, ambas orientadas hacia
los niveles inferiores.
La forma en que fueron colocados estos personajes sugiere la inte-
racción entre depósitos, en donde cada personaje no sólo se vincula con
los elementos propios de su región cósmica, sino que también lo hace con
los otros planos existenciales, donde la muerte, lo terrenal y el cielo son
secciones separadas que dan sentido a un mismo discurso cosmogónico.
Dicho discurso se ve miniaturizado para su representación en estas ofren-
das, que al ser depositadas en un momento posterior a la edificación de
las estructuras a las que se les asocia, fueron un acto significativo para la
conmemoración de un acontecimiento en el que la presencia de Xipe Tótec
cumplía un papel esencial.
Es necesario tomar en cuenta que estas ofrendas no son actos aislados
entre sí, pues poseen atributos comunes, como orientaciones idénticas con
respecto a las estructuras con las que se encuentran asociadas y elementos
complementarios entre depósitos. Tal fue el caso de la escultura de Xipe
Tótec encontrada en la ofrenda de la estructura 3 Noroeste y sus pies en-
contrados en la de la estructura 4 Noroeste, lo que sugiere la elaboración de
ambas ofrendas de modo simultáneo, acto en el que posiblemente también
estuvo implicada la creación de las demás ofrendas que siguen un eje Norte-
Sur identificado por los altares de cuatro edificios similares.27
Las colocaciones de estas cuatro representaciones del eje cosmogónico
posiblemente hagan referencia a las columnas que soportan el peso de la
bóveda celeste y el vínculo directo con ella (LÓPEZ AUSTIN 2018: 26), en
Tehuacán-Ndachjian siendo representada como Citlalicue.

27 También haciendo referencia a la ofrenda de la Estructura 2 Suroeste, pues a pesar de


no haberse podido identificar un eje axial forma parte de este conjunto de ofrendas con
relaciones entre sí. Aspecto ya mencionado en este trabajo.

287
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Llegada del dios a Tehuacán-Ndachjian


Durante milenios el valle de Tehuacán y sus áreas colindantes al sur con
Oaxaca fueron habitadas por popolocas, mixtecos, chochos, ixcatecos y ma-
zatecos; todos ellos pertenecientes al grupo lingüístico macro-otomangue,
también conocido como “rama olmeca” (GÁMEZ ESPINOSA, 2008: 70).
Para el periodo Clásico, los popolocas son ampliamente identificados, sobre
todo por ser productores de la cerámica “anaranjado delgado”, característica
del periodo y por su directa relación con Teotihuacán (CASTILLO TEJERO,
2018: comunicación personal).
El siglo XI, la región se caracterizó por invasiones de grupos na-
huas provenientes del norte, entre los cuales se encontraban: Tlatelolcas,
Mexicas, Tolteca-Chichimeca y Nonoalca-Chichimeca (GÁMEZ ESPINOSA,
2008: 72); estos últimos ocupando lo que hoy conocemos como Tehuacán-
Ndachjian,28 lugar que ya contaba con una población primordialmente com-
puesta por popolocas.
Para entender este aspecto es necesario tomar en cuenta que los grupos
Chichimeca que parten hacia esta región tienen como origen la ciudad de
Tula, tras su colapso. Es sabido que en sus últimos momentos esta ciudad
sufrió una grave hambruna,29 lo que trajo consigo la institucionalización de
la guerra y el desollamiento de personas o tlacaxipehualiztli30 (GÓNZALEZ
GONZÁLEZ, 2015: 230).
A grandes rasgos se sabe que posterior a la caída de Tula son dos grupos
los que se dirigen hacia lo que es hoy el estado de Puebla, siendo los Tolteca-
Chichimeca quienes vagaron en dirección norte ocupando Cholula tras ex-

28 Tomando en cuenta que en la Región se suscitaron diversos conflictos y disputas entre


los grupos asentados y los recién llegados del norte, pero en este estudio únicamente
hemos considerado el caso de Tehuacán-Ndachjian.
29 GONZÁLEZ, GONZÁLEZ, (2015), pp. 228-230. Menciona que según la Leyenda
de los Soles esta hambruna es ocasionada por el rechazo a una ofrenda hecha
por los tlaloque al gobernante Huémac, quien les había vencido en el juego de
pelota, apostado jade y plumas de quetzal. Al ser vencidos los tlaloque en su lugar
ofrecieron maíz verde y brácteas del maíz, objetos rechazados por Huémac, acción
que provocó la molestia de los tlaloque.
30 Otro aspecto de índole mitológico considerado por GONZÁLEZ, GONZÁLEZ, (2015),
pp. 190-191: es lo mencionado en el Códice Vaticano 3738, donde se tiene a Xipe Tótec
asociado a la guerra y penitente de sus actos, este a su vez es mencionado como discípulo
de Quetzalcóatl. Esto no es abordado en este trabajo debido a que su mención requiere
un espacio más amplio y detallado, aspecto que será desarrollado en un próximo trabajo.

288
Xipe Tótec, presencia de nuestro señor el desollado en Tehuacán-Ndachjian

pulsar a los Olmecas que ahí habitaban (JIMÉNEZ MORENO, 1942: 125-
126). En cuanto al segundo grupo conocido como los Nonoalca-Chichimeca
“fueron hacia el sur de Puebla y fundaron cuatro cabeceras principales:
Coxcatlan, Teotitlan, Tehuacán y Zongolica” (CRAVIOTO, 2002: 80. Citado
en GARCÍA ZEPEDA, 2007: 60).
Anteriormente, según lo narrado en la Historia Tolteca Chichimeca, en el
año 1 tecpatl (1012 d. C.) llegan a Tollan −Tula− los grupos Tolteca-Chichimeca
y Nonoalca-Chichimeca, provenientes de un lugar llamado Colhuacatepec.
Un año después (2 calli, 1013 d. C) Uémac los hace confrontar, tomando a
los Nonoalca como vasallos a quienes, además de otras labores, les asigna
la búsqueda de una mujer cuyas caderas midan cuatro cuartas de ancho;
estos le presentan cuatro mujeres que al no cumplir con dicha cualidad son
rechazadas por el gobernante (KIRCHHOFF, 1972: 133-134).
Esto molesta a los Nonoalca y acto seguido las sacrifican atándolas en
el itzteuepalli, artefacto al que Kirchhoff identifica como “losa de obsidiana”
que se relaciona al sacrificio gladiatorio ofrecido a Xipe Tótec (Ibíd.).
Después Uémac es perseguido por ellos, al huir se esconde en una cueva
donde es capturado, siendo atado a un marco de madera y sacrificado por
flechamiento (Ibíd., 135), haciendo referencia al Tlacacalilixtli, sacrificio tam-
bién ofrecido a Xipe Tótec. Dos años después los Nonoalca abandonan Tollan
(Ibíd., 137), dirigiéndose al sur. Tanto el sacrificio gladiatorio, como el flecha-
miento son prácticas vinculadas a acciones de carácter bélico llevadas a cabo
tanto por los Nonoalca-Chichimeca, como por los Tolteca-Chichimeca. Estos
últimos permanecieron 15 años más en Tollan (Ibíd., 142) posteriormente di-
rigiéndose a Cholollan -Cholula- donde ya se habían asentado cuando entra-
ron en conflicto con los Xochimilca y los Ayapanca, siendo ayudados por los
Chichimecas Cuautinchantlacas con quienes lograron la victoria, capturando
y sacrificando a los tlatoque −señores, gobernantes− enemigos cuyos nombres
eran: Quauhtzitzimitli, Tlazotli, Tzompantli y Yauhtlicuiliuhqui; el primero
sacrificado por flechamiento, mientras que a los otros tres por sacrificio gladia-
torio también conocido como rayamiento, siendo colocados en el quauhtema-
lacatl (Ibíd., 184-185) y con ello concretando su victoria edificando en Cholula
esta estructura también conocida como temalacatl (Figura 14).
Es posible que un acontecimiento similar haya ocurrido en Tehuacán
con la llegada de los Nonoalca-Chichimecas, pues en su plaza central fue
intervenido arqueológicamente un edificio dual con dos estructuras, tra-
tándose de un Temalacatl para el rayamiento y una plataforma circular con
postes en la parte central en donde pudo haberse llevado a cabo el flecha-
miento, como se menciona en el apartado correspondiente a la Estructura A.

289
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 14. Quauhtzitzimitli y Tlazotli, siendo sacrificados por flechamiento y rayamiento.

290
Xipe Tótec, presencia de nuestro señor el desollado en Tehuacán-Ndachjian

Este modo de concretar conquistas militares promovió el temor entre


futuros adversarios y puede que dicha práctica vinculada con el culto a Xipe
Tótec sea aún más antigua a los últimos momentos de Tula. Cabe mencio-
nar que, como lo dice La Historia Tolteca-Chichimeca, estos grupos llegan
a Tollan provenientes de un lugar común de nombre Colhuacatepec −sitio
identificado por Kirchhoff como un cerro actualmente llamado Culiacán
en el actual estado de Guanajuato (Ibíd., 132)−, teniendo relativa cercanía
geográfica al poniente con Jalisco, lugar del que Sahagún dice lo siguiente:
“Este dios (Xipe Tótec) era honrado de aquellos que vivían a la orilla de la
mar, y su origen tuvo en Tzanpotlan, pueblo de Xalisco” (SAHAGÚN, 1992:
45). Lo anterior sugiere la posibilidad de cierta interacción, filiación y/o des-
plazamientos de grupos ubicados entre Colhuacatepec y Xalisco en tiempos
previos a la llegada de los Nonoalca-Chichimeca y Tolteca-Chichimeca a
Tula. Estos grupos pudieron haber tenido vínculos con otros asentamientos
del occidente hasta la región Yope en Guerrero, donde es sabido que Yopi es
la deidad tutelar, el nombre otorgado a Xipe Tótec en esta región.31
Con lo dicho en la Historia Tolteca Chichimeca no sólo es posible enten-
der la movilidad y conducta militar de los grupos implicados tras su salida
de Tollan, sino que también puede entenderse que su modo de hacerlo traía
consigo una carga cosmogónica, en este caso vinculada al culto a Xipe Tótec;
aspecto que sería sumamente reflejado con la llegada de los Nonoalca a
Tehuacán. De igual modo es posible proyectar un seguimiento con respecto
al origen y distribución del culto a este dios en Mesoamérica.

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31 Siguiendo una línea paralela y seguramente más antigua a lo relacionado con la aparición
de Xipe Tótec en Tehuacán.

291
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Consejo de Arqueología (2015) Informe de la Temporada 2015-1 del Pro-


yecto Sur del estado de Puebla Área Central Popoloca. INAH, México.
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yecto Sur del estado de Puebla Área Central Popoloca. Consejo de Arqueo-
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293
295

LOS CUCHILLOS ROSTRO


EN TEHUACÁN-NDACHJIAN

Noemí Castillo Tejero


Dirección de Estudios Arqueológicos, INAH

Resumen – Uno de los elementos plenamente identificados a lo largo de los años de


exploraciones realizadas en la zona arqueológica de Tehuacán, ha sido la representación
de cuchillos rostro de Tláloc, cuya frecuencia y significado se analizan aquí, a la luz de los
descubrimientos arqueológicos.

Introducción

E
l territorio del actual estado de Puebla en época prehispánica estuvo
habitado por diferentes etnias, entre las que destacan los hablantes
de náhuatl, otomí, mixteco y en especial, el popoloca; estos últi-
mos habitaron en la región Sur del estado la parte Norte de lo que hoy es el
estado de Oaxaca.
La región geográfica donde habitaron los pueblos de habla popoloca co-
rresponde a lo que ahora conocemos como la Mixteca Baja al sur de Puebla
y al norte de Oaxaca. Colinda con las regiones geográficas llamadas Mixteca
Alta y Mixteca de la Costa donde habitan grupos de habla mixteca.
Los mexicas, daban al término popoloca la connotación de bárbaros.
León (1905: 104) menciona que cuando los conquistaron en el siglo XV, se
referían a ellos despectivamente y los llamaban tartamudos. Esto sin duda
se debió a que no entendían la lengua popoloca, que es una lengua tonal.
Históricamente, las fuentes se refieren a estos habitantes del sur del
actual estado de Puebla y norte del estado de Oaxaca como chocho-popolo-
cas. Actualmente, a los hablantes de esta lengua en el área norte de Oaxaca
les dicen que hablan chocho, aunque el termino chocho-popoloca se usaba
indistintamente para los habitantes del norte de Oaxaca como para sus
vecinos del sur de Puebla. Al respecto Escalante (1996, 191-192) quien de
acuerdo con Manrique confirma que el chocho y el popoloca son muchos
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

de sus hablantes por diversas razones ya no la emplean. Sin embargo, aún


en la actualidad, los que hablan el popoloca dicen que la lengua de ellos es
el ngigua; así lo refiere Grosser (2000) en su libro sobre el chocho de Santa
María Nativitas, Municipio de Coixtlahuaca, Oaxaca: Dxurji mi nixa ngigua,
El que habla nuestra lengua.
Los popolocas tuvieron su apogeo en el periodo Postclásico de 1000 a
1450 d. C., aunque las fuentes nos refieren que estos popolocas están presen-
te según las fuentes históricas en el sur del actual estado de Puebla, desde
el siglo IV d. C., o sea, en el Periodo Clásico, datos que confirman las inves-
tigaciones de Cook De Leonard (1953: 436) y Paddock, (1966: 200). Y uno
de esos asentamientos teotihuacanos es el sitio de Huejonapan (CASTILLO,
2000).
El área popoloca alcanzó su máxima expansión antes de apogeo mexica
llegando por el norte hasta la actual población de Tepeaca en Puebla y por el
sur hasta Coixtlahuaca en Oaxaca (CASTILLO, 1994: 118) (Figura 1).

Figura 1. Área popoloca.

296
Los cuchillos rostro
en Tehuacán-Ndachjian

Desde el punto de vista político, los popolocas estaban organizados por


señoríos, los que a su vez se agrupan formando provincias. Se identificaron
cuatro grandes provincias popolocas (JÄCKLEIN, 1978) cuyos señoríos ca-
beceros fueron Tecamachalco, Tepexi, Tehuacán en el estado de Puebla y
Coixtlahuaca en el actual estado de Oaxaca.
Estas provincias popolocas están vigentes durante su época de apogeo
desde el siglo XI y hasta que fueron conquistados por los mexicas quienes
a partir del reinado de Ahuizotl emprenden sus conquistas hacia el sur de
Puebla y norte de Oaxaca y van sometiendo a las poblaciones popolocas a
partir de Tepeaca.
El territorio habitado por los popolocas y chochos es descrito por Seler
(1960: 68) como una región cercada y aislada por montañas, llena de anti-
guas construcciones donde abundan las fortalezas.
La época de apogeo de los asentamientos popolocas del sur de Puebla
es el Postclásico, etapa caracterizada por Piña Chan (1976) por la presencia
de estados militaristas, la mayoría de estos asentamientos popolocas se
desplantan en lugares estratégicos para su protección, donde es notoria la
intención de sus moradores de tener una defensa natural, corresponden a
las fortalezas como mencionan tanto Seler (1990) y Jiménez Moreno (1942),
en Tepexi el Viejo Tehuacán-Ndachjian y Atenayuca.

Tehuacán-Ndachjian
La zona arqueológica de Tehuacán se localiza en el estado de Puebla según
la carta de INEGI-E-B-14.75, en las coordenadas geográficas 18° 26´ 47”
latitud Norte y 97°20´50 longitud Oeste en el municipio de Tehuacán, cerca
del poblado de San Diego Chalma.
Durante su época de apogeo, la provincia estuvo conformada por ocho
señoríos mayores que dependían de él y a la vez de cada señorío mayor,
dependían otros señoríos menores.
Se desplanta sobre una meseta baja, al pie de la elevación conocida
como Cerro Colorado. El asentamiento crece de Norte a Sur y tiene en su
planta la forma de una Y invertida cuya aspa derecha baja hasta los terrenos
del valle, ahora conocidos como Calcahualco.
Tomando como base el levantamiento topográfico del sitio, se aprecia
que las edificaciones de esta urbe forman plazas, las cuales a la vez forman
grupos de ellas, los que se han denominado conjuntos, es decir, es un asen-
tamiento con plazas concatenadas (Figura 2).

297
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 2. Zona arqueológica de Tehuacán-Ndachjian.

Entre los tipos de construcciones que hasta el momento han aparecido


en Tehuacán, destacan los basamentos piramidales de planta rectangular
con escalinatas adosadas y alfardas que marcan las escaleras. Estas alfardas
se fabrican rellenando los escalones; sobre estos basamentos se desplantan

298
Los cuchillos rostro
en Tehuacán-Ndachjian

templos cuyas paredes fueron de adobe. Generalmente, los templos eran


porticados, éstos cuentan con dos columnas en el centro y dos pilares en
los extremos. Además, hay basamentos de planta compuesta, rectangular
y semicircular asociados a las deidades del viento.
Existen salas hipóstilas construidas sobre plataformas cuyos accesos
dan a las plazas, pero también en las unidades habitacionales complejas
llamadas palacios hay este tipo de plazas que dan a patios interiores.
Existen altares centrales en medio de las plazas, así como altares bajos
de planta circular y rectangular adosados al arranque de las escaleras a las
pirámides. Las columnas generalmente se fabricaron a partir de piedras
cilíndricas en el centro y fueron terminadas con piedras pequeñas alrededor
de las piedras centrales, los pilares se elaboraron con adobe, a veces con un
cimiento de piedra (Figuras 3 y 4).

Figura 3. Conjunto I.

299
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 4. Conjunto I.

Las construcciones residenciales del tipo palacio o las más sencillas,


siempre fueron hechas con muros de adobe y cimientos de piedra, todos los
muros fueron aplanados con cal y pintados de diferentes colores y diseños
(Figura 5).

300
Los cuchillos rostro
en Tehuacán-Ndachjian

Figura 5. Pintura Mural en Subestructura.

García Ramos (1983) expone acerca de la existencia de un urbanismo


empírico en todas las urbes prehispánicas y un ejemplo de ello fue Tehuacán-
Ndachjian que fue planeada tanto desde la localización de su asentamiento,
así como su crecimiento.
Los trabajos de investigación en campo atestiguan que el sitio arqueo-
lógico de Tehuacán-Ndachjian tuvo dos etapas constructivas y estaban ha-
ciendo una tercera cuando llegó la conquista mexica, en 1456 d. C.
Las fuentes históricas como Motolinía, cuando se refieren a Tehuacán,
mencionan que era una gran urbe, una ciudad adoratorio donde habitaban
básicamente las élites: sacerdotes y gobernantes; el pueblo campesino se
asentaba en el valle junto a sus áreas de cultivo como hasta ahora.
Hay que destacar que en el sitio de Tehuacán-Ndachjian todas las cons-
trucciones, de piedra o adobe, tuvieron aplanados de cal, tanto en interiores
como en exteriores, los cuales fueron pintados con colores planos o con
diferentes motivos, por desgracia el recubrimiento de cal de los muros, en
ambos lados, en la mayoría de los casos se ha perdido por desprendimiento,
causado por el abandono del sitio, quedando pequeñas muestras de ello.
Un caso excepcional que demuestra la pintura mural de sitio, es el muro
distal de una Sala de Consejo que corresponde a una subestructura aún sin
trabajar −mal intervenida por gente ajena al INAH en los años ochenta−. En
este espacio se penetró por la parte superior del montículo, convirtiéndose
en un saqueo. Se hicieron pozos y se destruyó la última etapa constructiva,
apareciendo la subestructura, que a causa de un sismo registrado en la época

301
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

prehispánica se había colapsado, por lo que los moradores en ese momento


la tapiaron y sobre ella construyeron una nueva edificación. Estos restos del
muro pintado de la subestructura, −los cuales hay que mencionar, fueron
intervenidos por personal del INAH para su conservación−, es una muestra
de cómo se decoraban los muros en la época prehispánica.
Siendo Tehuacán-Ndachjian una urbe adoratorio, como menciona
Motolinía, existieron muchos templos y adoratorios dedicados a las dife-
rentes deidades del panteón mesoamericano, en la cual hay presencia de
multitud de vestigios que lo testifican.
Entre las deidades mesoamericanas más importantes destacan las del
agua −Tláloc en náhuatl−. No sabemos cómo se le llamó en popoloca, la
importancia que tuvo la deidad del agua está patente en multitud de áreas
en el sitio, destacando principalmente en una forma simbólica, que se ha
llamado “cuchillos rostro”.
En Tehuacán-Ndachjian, estos cuchillos rostro son representaciones
esquemáticas del rostro en perfil que presenta tributos característicos de
la deidad del agua (Tláloc). Su forma oval semeja la de los cuchillos del sa-
crificio; éstos, además de estar presentes en los estucos que decoran de la
gran pirámide, asoman en las esculturas en piedra de otras deidades que
han aparecido en el sitio.
La gran importancia que tuvo el agua, en las sociedades mesoame-
ricanas es bien conocida, en el caso específico de Tehuacán-Ndachjian, es
notorio el culto a las deidades de agua.
Sin agua no hay vida, no hay comida, no hay urbe. El nombre popoloca
Ndachjian, cuyo significado es “agua dentro del cerro”, nos está refiriendo
a la forma donde se encuentra el agua en esta zona de clima semi seco. No
hay grandes corrientes de agua, es un área semidesértica, pero gracias a
las llamadas galerías cubiertas que aún existen a lo largo del valle y que a
la fecha se siguen explotando, es el área de donde provienen las famosas
aguas minerales de Tehuacán.
En la zona baja de valle existe agua para la agricultura, pero la escasez
del líquido en la meseta, donde se desplanta la ciudad adoratorio, fue tomada
en cuenta para cuando se planeó la urbe, y así todos los espacios libres de
las plazas estuvieron recubiertos con aplanados de cal. Estas plazas tienen
la inclinación necesaria para que el líquido fluya a los grandes drenajes que
llevan el agua a las áreas de almacenamiento o aljibes. Uno de estos drenajes
a cielo abierto apareció en la plaza al norte de la pirámide mayor, dedicada
a la diosa de la Falda de Estrellas donde apareció la gran escultura de la
deidad (Figura 6).

302
Los cuchillos rostro
en Tehuacán-Ndachjian

Figura 6. Drenaje a cielo abierto.

Los trabajos de investigación en la Plaza A del Conjunto Central, donde


se desplanta la pirámide principal del sitio arqueológico, la cual sabemos
está dedicada a la Diosa de la Falda de Estrellas, nos ha revelado la impor-
tancia del agua en la urbe adoratorio de Tehuacán-Ndachjian, (Figura 7).

Figura 7. Conjunto Central, Templo Mayor.

303
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

El primer cuerpo de la pirámide mayor cuyo templo estuvo dedicado


a la Diosa de Falda de Estrellas, está decorado con “cuchillos rostro” que
son representaciones del Dios Tláloc de perfil, enmarcados en un óvalo que
recuerda la forma de los cuchillos del sacrificio. Estas figuras miden casi 1 m
de alto, son de estuco y en algunos casos quedan restos de los colores que
les decoraban: rojo y azul.
Estas representaciones se ubican en la cara norte, este y sur del primer
cuerpo de la pirámide. Están completas en las caras norte y sur, pero, debi-
do al sismo mencionado en líneas anteriores, la esquina sureste se colapsó,
perdiéndose parte del recubrimiento y con ello, se la destrucción de tres de
estas representaciones de Tláloc, aunque en el escombro se encontraron
restos de éstas (Figuras 8, 9 y 10).

Figura 8. Templo Mayor, lado sur.

304
Los cuchillos rostro
en Tehuacán-Ndachjian

Figura 9. Templo Mayor, lado norte.

Figura 10. Cuchillo Rostro.

305
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

La importancia de Tláloc como deidad del agua en Tehuacán-Ndachjian


está presente en las representaciones de otras deidades de la gran urbe
Tehuacán-Ndachjian (Figura 11).

Figura 11. Diosa de la Falda de Estrellas.

306
Los cuchillos rostro
en Tehuacán-Ndachjian

Los símbolos de Tláloc decoran los antebrazos de la Diosa de Tehuacán,


la de la Falda de Estrellas (Figura 12).

Figura 12. Tláloc en el antebrazo de la Diosa de la Falda de Estrellas.

307
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Aparecieron otras dos grandes esculturas que estaban al pie de la es-


calera de esta gran pirámide, una corresponde a un guerrero águila que
presenta plumas entrelazadas en el yelmo y otra es un águila completa.
Así, también aparecen varias veces los cuchillos rostro de Tláloc, como el
guerrero jaguar (Figuras 13 y 14).

Figura 13. Guerrera Águila.

308
Los cuchillos rostro
en Tehuacán-Ndachjian

Figura 14. Cuchillos rostro entrelazados con las plumas del águila.

309
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Sobre la plataforma norte de la gran pirámide apareció otra escultura


que corresponde a una cabeza colosal de serpiente jaguar, coronada con una
máscara humana y, en forma simétrica, a los lados de la cabeza, aparecen
los cuchillos rostros de Tláloc (Figura 15).

Figura 15. Serpiente jaguar con cuchillos rostro de Tláloc.

Debemos mencionar que durante los trabajos de exploración han apa-


recido restos de lápidas de piedra decorados también con cuchillo rostros
de Tláloc.
En indudable que las deidades del agua son básicas en el panteón me-
soamericano y Tehuacán-Ndachjian no es la excepción. Además de las repre-
sentaciones mencionadas de los cuchillos Tláloc, como un culto principal, se
puede observar, que, en la decoración de la pirámide mayor, aparecen estos
cuchillos rostros relacionados con otras deidades.
Los cuchillos rostro de Tláloc están presentes en los restos de mural de
la subestructura mal explorada, que corresponde a una sala de consejo; en
este mural en la parte central, aparece el toponímico de Tehuacán-Ndachjian
y a cada uno de sus lados, cuatro representaciones que corresponderían a los
señoríos que formaban la provincia Tehuacán-Ndachjian (Figuras 16 y 17).

310
Los cuchillos rostro
en Tehuacán-Ndachjian

Figura 16. Mural de subestructura, donde las puntas de las lanzas son cuchillos rostro de la deidad
del agua.

Figura 17.

Parte de los toponímicos del lado izquierdo se perdieron con el sismo y


a pesar de que este mural fue trabajado por especialistas de restauración del
INAH a fines de los años ochenta, por el hecho de haber sido producto de un
saqueo y estar protegido, se ha ido deteriorando, debido a que la estructura
a la que pertenece no ha sido explorada.
Aquí presentamos lo que existe del mural, pero aún se conservan parte
de las rodelas de los toponímicos y destacan que atrás de ellas se entrelazan
porta banderas y lanzas que terminan en un cuchillo rostro de Tláloc.
Aunque la presencia de cuchillos rostro de Tláloc ha sido reportada en
otras áreas mesoamericanas como en el Templo mayor de México, es en esta
zona popoloca de Tehuacán-Ndachjian, donde destacan por su frecuencia y
representación de la deidad del agua, Tláloc en náhuatl.

311
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

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313
315

EL DON DEL HILO.


LOS MALACATES
PREHISPÁNICOS DE TULA

Susana Gómez Serafín


Centro INAH Morelos

Resumen – Los malacates que son referidos en este artículo son utensilios que presentan bellos
relieves con Figuras geométricas o florares, caras humanas o animales, calaveras, Figuras de
perfil y otros no tienen Figura alguna. Estas piezas son de diferentes tamaños y sirvieron junto
con el huso, que es su complemento indispensable, para hilar fibras como el algodón (blanco
o coyuchi), el agave (henequén, maguey o pita sisal) y el chichicaxtle (atzitzicaztli). El objetivo
de este trabajo es dar a conocer la gran variedad de malacates que se han utilizado a través del
tiempo en el importante asentamiento prehispánico Tula, Hidalgo, y con ello, la relevancia que
tuvo el hilado y en general, el trabajo textil en la sociedad tolteca.

Actividades femeninas de la sociedad prehispánica

E
ntre todo el utillaje tecnológico, los malacates no sólo constituyen
la expresión directa de la producción del hilado, sino que a la par de
ello, son manifestaciones particulares del microcosmos, vehículos
de símbolos y mensajes que permiten al grupo social que los produce y que
trabaja con ellos, tener una más íntima y estrecha relación. Son formas de
interacción que devienen en una identificación de los valores aceptados por
medio de códigos o representaciones antropomorfas, zoomorfas, fitomorfas
o geométricas que se relacionan con el mundo de creencias de una comuni-
dad por lo que Horcasitas, Ford y Ford (1961) sostienen que los malacates:

Son restos de un pueblo que deseaba unir su vida diaria a su intensa


vida ceremonial, de una sociedad que quiso reflejar su concepto del
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

universo hasta en los objetos más sencillos. En los malacates hallamos


parte de la clave de su filosofía o razón de ser.1

Si bien el malacate es el huso, devanador o varilla de madera (denominado


en náhuatl tzaualoni) que se inserta en el contrapeso, éste no suele subsistir
en los depósitos arqueológicos por el tipo de materia prima con la que se
confecciona; así que al que comúnmente le llamamos malacate2 es al con-
trapeso, por ser la evidencia directa de la actividad de hilatura. El malacate
es propiamente el contrapeso y dependiendo del peso o grueso del hilo se
podían emplear dos a la vez, ya fuera que se colocaran ambos en el extre-
mo inferior o uno en la zona distal y otro en la proximal de la varilla. Los
objetos que se han conservado fueron mayoritariamente manufacturados
de barro, aunque también se tienen malacates de piedra como el ejemplar
encontrado en Chichén Itzá y varios en Xochicalco.3 Como complemento del
huso y el malacate, en ocasiones se contaba con el tzaualcaxitl4 que era una
vasija de pequeñas dimensiones, generalmente entre 7 a 8 cm de diámetro,
aunque también se podía emplear un tepalcate cóncavo, una jícara o una
piedra cóncava que servían para colocar el extremo inferior del huso sobre
ellos y hacerlo girar.
Otro componente que suele asociarse con el trabajo de las hilanderas
es el tenate o canasto de palma o ixtle, en donde se guardaban todos los
implementos para hilar, junto con el tizatl5 o greda blanca (tierra de diato-
meas) que ayuda a que el huso no se resbale y gire mejor, colocándolo en la
base del tzaualcaxitl y en los dedos de la hilandera con el propósito de hacer
girar la hebra del hilo. Si bien la actividad de hilar en Mesoamérica está
principalmente asociada a las mujeres, no se debe descartar que también
los hombres tuvieran habilidades y deseos para efectuarla e incluso, quizá
la hicieran por tener alguna minusvalía que no les permitiera dedicarse a
los trabajos que se han reportado socialmente como masculinos; lo ante-

1 HORCASITAS, FORD y FORD, 1961, p. 139.


2 Proviene de la raíz malacatl= huso: hacer girar una cosa.
3 HERNÁNDEZ y PENICHE, 2008, p. 199. La Arqueóloga Silvia Garza me ha
mostrado unos malacates hechos con piedra procedentes de la zona arqueológica de
Xochicalco (comunicación personal, 2019).
4 Palabra compuesta por tzaua= hilñar; caxitl= cajete o vasija.
5 SAHAGÚN (2000) refiere que el tizatl era el material que las mujeres empleaban para
hilar. Es una calcita, que mezclada con otros pigmentos, sirve para encalar las paredes
o las piedras.

316
El don del hilo. Los malacates prehispánicos de Tula

rior descansa también en el hecho de que algunos esqueletos prehispánicos


masculinos se enterraron junto a un malacate, quizás el malacate con el que
desempeñaban sus labores de hilatura.
Es indispensable señalar que la sección proximal del malacate es la
que se coloca en la parte superior y generalmente es la más ancha en tanto
la distal o inferior será la afilada o más delgada. El malacate (contrapeso)
se pudo colocar en la parte superior, en la inferior o al centro de la varilla y
esta última pieza pudo haber tenido una muesca en su parte superior para
ensartar el hilo y pasarlo por abajo del malacate con el fin de sostenerlo, o
simplemente encajar el malacate en la varilla y comenzar a girarlo (Figura 1).

Figura 1. Tipos de contrapesos o malacates con varilla.

En el campo arqueológico, salvo algunas excepciones, los malacates


no pasaban de ser referidos como objetos misceláneos, posiblemente por su
escasa frecuencia o porque no se les daba el lugar que debían ocupar den-
tro del conjunto de utillaje productivo.6 En la historia del estudio de estos

6 Como ejemplo de la poca importancia que se le ha dado al malacate como objeto


diagnóstico, baste mencionar que en la publicación de los cinco volúmenes
denominados La producción alfarera en el México antiguo que analizan tanto
por temporalidad como por regiones geográficas la evolución de la cerámica
mesoamericana, son escasas las referencias a estos artefactos.

317
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

instrumentos, al parecer fue Weitlaner7 quien hizo la primera investigación


conocida sobre malacates y posteriormente Franco8que efectúa una tipolo-
gía pionera con malacates procedentes de Tula, Hidalgo, fechándolos para
el periodo Mazapan9 de acuerdo a sus características, tanto de estilo como
de forma. Posteriormente se desarrolla otro trabajo de clasificación que
podríamos considerar con mayor depuración, hecho por Mary H. Parsons
con malacates obtenidos sobre la superficie del valle de Teotihuacán.10
En la actualidad existe más interés por estos artefactos y ello se hace
evidente por el número de estudios que se pueden consultar. Así, en un
trabajo de Ocotelulco, Tlaxcala, que presenta Llano Sotelo (web, s.f.) sobre
112 malacates, menciona que los que pesan entre 10.5 y 20 gramos fueron
destinados para hilar, principalmente, la fibra de maguey, aunque también
pudieron hacerlo con la de algodón, en tanto que los que están entre 5 y 15 g
fueron utilizados exclusivamente para hilar el algodón. Parsons (1972: 79)
ya había referido que los malacates ligeros que servían para hilar algodón
pesaban menos de 10 g, en tanto que los que se utilizaban con fibras duras
tenían un diámetro total más grande y eran más pesados ya que estaban
entre los 10 y 140 g. Un punto de vista interesante es el de Biese (1960: 66;
citado en PARSONS, 1972) quien sostiene a partir de los malacates recu-
perados en Panamá Viejo, que no es importante el tamaño del malacate ya
que pueden hilarse fibras de distinto material y diferente dureza con un
mismo malacate, planteamiento que también es referido por Cossich (2008)
al mencionar que cuando entrevistó a dos tejedoras dedicadas desde hace
setenta años a esa actividad, coincidieron en decir que el grosor de la fibra
hilada es controlado por quien lo hila ya que “pueden hacer el hilo flojo o
apretado según los gustos, por lo que se puede hilar tanto algodón como
maguey con un mismo malacate” (Ibíd., 1065).
Dentro de la sociedad laboral del centro de México en la época prehis-
pánica, la mujer desempeñaba variadas funciones que, al momento de nacer,
eran determinadas por el tonalpouhque, quien por medio del tonalámatl

7 Referido en NOGUERA, 1975, pp. 188-193.


8 FRANCO, 1956.
9 Corresponde a la actual fase Tollan que va de 1000 a 1200 dne, y corresponde a la
etapa de máxima expansión política, comercial y de crecimiento demográfico, En
época de Vaillant, que fue asumido también por Acosta, se le llamó período Mazapan o
Tula-Mazapa.
10 PARSONS, 1972, pp. 45-79.

318
El don del hilo. Los malacates prehispánicos de Tula

(códices adivinatorios) indicaba bajo que signo calendárico había nacido.


Además de desempeñar funciones productivas, como las de ser tlacualchiu-
hqui (cocineras públicas), cihuanahualli (hechicera) y temixiuitiani (par-
teras), las mujeres también fungían con otros cargos públicos y políticos
que han sido referidos en los códices prehispánicos y posteriormente por
los cronistas españoles que hacen mención de las cihuatlatoani y huey ci-
huatlatoani (mujeres gobernantes en diferente grado), las cihuatamacazque
(sacerdotisas),11 y las cihuatlacuilo (escribas de las pictografías históricas),
entre otras. En la época de la peregrinación desde Aztlán, también desem-
peñaron las funciones de teomamaque (cargadoras de dioses) al transportar
el tlaquimilolli12 hasta la tierra prometida como se puede observar en la Tira
de la Peregrinación.

Fibras para hilado


Entre los materiales reportados en contextos arqueológicos mesoamerica-
nos, se pueden mencionar las plantas de fibras duras como la palma (Brahea
dulcis), conocida como zóyatl, al ixtle de maguey o metl (Agave salmiana,
Agave mapisaga), al henequén (Agave fourcroydes); otras fibras que se
extraían del tallo o del líber son la ortiga de agua, mala mujer o atzitzicaztli
o chichicaxtle (Urticaria caracasana)13 y el cáñamo indio o yerba de perro,
también conocida como apocyna (Apocynum cannabinum L.). Además, en
algunas cuevas secas en Chihuahua, Tamaulipas y Coahuila, se reporta que
los textiles se hicieron usando la yuca (Yuca treculeana y Yuca carnerosa-

11 ALBERTI MANZANARES, 1994, p. 174. La autora menciona que fue al parecer


a partir del reinado de Itzcóatl, durante los años de 1427 a 1440, que se instituye
el sacerdocio femenino. Entre sus funciones estaba enseñarles a las mujeres que
ingresaban los cantos, la preparación de ofrendas y el tejido de las prendas sagradas
especiales, entre otras actividades.
12 Bulto sagrado o relicario que al parecer contenía la personificación de la deidad tutelar,
ya fuera algún hueso, o piedras.
13 Ya desde 1552 con el primer tratado de las plantas americanas del medico indígena
Martín de la Cruz y su transcripción al latín hecha por Juan Badiano conocida como
Códice de la Cruz-Badiano, se identifica esta planta como atzitzicaztli o Urtica
chichicaztli, y en su época el protomédico Francisco Hernández (2015) identificó esta
planta como atzitzicaztli y comentaba que “la corteza de los tallos se maja, se hila
como lino, y se hacen de ella vestidos no diferentes ni inferiors a los fabricados de
éste”. Kirsten Johnson menciona que esta especie de chichicastle fue identificada por
el botánico Francisco Miranda.

319
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

na),14 mientras que las fibras blandas eran obtenidas del algodón blanco o
ichcatl (Gossypium hirsutum L.)15 y del algodón café o coyoichcatl, también
conocido como coyuchi (Gossypium microcarpum). En el estado de Morelos,
en dos cuevas de la región de Ticumán, se encontraron varios textiles en
depósitos arqueológicos del Formativo Medio y Tardío y las fibras analizadas
arrojaron la identificación de otros materiales, entre los que se halló la fibra
de tallo de una hierba (Panicum aff. bulbosum); la fibra de la corteza de un
árbol (Guazuma ulmifolia), conocido como cuaulote en náhuatl; la fibra
de la hoja de una planta epífita de la familia de las Bromelias (Tillandsia
sp.), la fibra de la semilla de algodón (Gossypium sp.) y finalmente con la
mayor frecuencia las fibras del agave o maguey (Agave sp.).16 Últimamente
se ha descubierto en materiales arqueológicos analizados por Xhelhuatzin,
Alvarado y Sánchez17 la presencia de otras fibras hechas con las especies
de Palo Mulato (Bursera simaruba), (Cordia sp. y Ehretia tinifolia), de
Jatropha urens y Sapium spp, de Eliocarpus donell-smithii de Acacia cor-
nigero, Brosimun alicastrum, Ficus spp, Morus spp y Throphis racemosa
así como Trema micrantha y Ulmus mexicana y por último Myriocarpa spp
y Urera spp. No obstante, los restos más tempranos de evidencias arqueo-
lógicas de textiles que posiblemente no fueron hilados con huso y malacate
y no se emplearon en la vestimenta, son fragmentos de mecate y de red que
proceden de la cueva de Guilá Naquitz, en el valle de Tlacolula, Oaxaca, en
donde estos incipientes trabajos de hilatura corresponden a la etapa pre-
histórica que va de 7000 a 5000 antes de nuestra era, por lo que De Ávila
sugiere la posibilidad de que:

la diversidad textil refleje el hecho que los grupos otomangues fueron


la primera filiación que comenzó a procesar fibras vegetales de manera
intensiva en Mesoamérica […] En el escenario que vislumbro con base
en los datos arqueológicos y lingüísticos, la alta diversidad de técnicas
textiles documentadas entre los grupos otomangues contemporáneos
puede haber sido facilitada históricamente por un tiempo más largo
de familiaridad y experimentación de sus antepasados con el tejido
que otras progenies mesoamericanas. La hipótesis podría explicar al

14 Weitlaner, 1976, p. 441.


15 Mastache, 2005, p. 22.
16 Vargas, 2011, p. 79.
17 XHELHUATZIN, ALVARADO y SÁNCHEZ, conferencia inédita, 2019
(proporcionada por SÁNCHEZ F., febrero, 2019).

320
El don del hilo. Los malacates prehispánicos de Tula

mismo tiempo la fuerte orientación afectiva y simbólica hacia el textil


de los pueblos otomianos, como la atestiguaron algunos comentaristas
coloniales.18

El algodón de árbol conocido en náhuatl como quauhixcatl, era al parecer el


que se empleaba para confeccionar el ichcahuipilli,19 pero no descartamos
que también el algodón del fruto del pochote o pochotl (Ceiba aesculifolia,
Ceiba petandra), también fuera posiblemente empleado para rellenar los
ichcahuipilli y el ehuatl;20 es factible que igualmente sirviera para rellenar
otras almohadillas ya que es un material que no se puede torcer para hilar,
pero es una fibra ligera, flotante y resistente al agua.

Simbolismo de los diseños en los malacates


Peniche (2008) analiza un total de 191 malacates de la península de Yucatán
a partir de las categorías métricas, morfológicas e iconográficas. El primer
atributo incluye el diámetro de la pieza, su altura, diámetro de la perforación
central, peso y su forma. Sus decoraciones se hicieron por medio de inci-
siones en la parte central del cuerpo y en algunos más por medio de sellos
estandarizados que tienen representaciones simbólicas. Interesante es la
mención sobre el que no hayan sido utilizados dichos malacates, lo que le
hace proponer que sólo tuvieron un uso ceremonial.21 En este mismo trabajo
cita la decoración simbólica presente en los malacates y refiere que hay:
• Malacates empleados para hacer un textil relacionado con el sacrifi-
cio al sol: Corazón seccionado a la mitad con torrente de sangre de
donde brotan chalchihuites (sangre sacrificada) y volutas de humo,
piedras preciosas y plumas de águila.
• Malacates con representación del ojo de Venus y plumas de águila:
asociados con los rituales de sacrificio.
• Malacates con la representación del planeta Venus con greca es-
calonada y plumas de águilas, también ligados a la nobleza y a los
rituales de sacrificio.

18 DE ÁVILA (consultado en la web).


19 Coraza o cotón de algodón acolchonado y endurecido con salmuera que utilizaban los
guerreros.
20 Cuero sin curtir que se ponían los guerreros sobre el anterior chaleco y que también era
hecho con algodón acolchonado.
21 LLANO SOTELO, pp. 42-43.

321
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Los anteriores presentan motivos simbólicos por lo que pueden ser


considerados como objetos sagrados, como ha indicado Llano para los ma-
lacates de Ocotelulco, reflexionando en que estos utensilios representan una
hierofanía ya que manifiesta “una situación del hombre con relación a lo
sagrado” 22. Por su lado Llano identifica los siguientes motivos iconográficos
presentes en los malacates y menciona la asociación que tienen con algu-
na deidad; así, la flor significa lo bello y alegre; el sapo representa al dios
Tlaltecuhtli “señor de la tierra”. La rana era la diosa del agua; la lechuza o
búho se asocia con los dioses de las horas del día en donde la lechuza aulla-
dora simboliza a Teoyoamiqui (guerrero muerto) y la lechuza con cuernos
a Tezcatlipoca o Yoalehecatl, el viento de la noche.23
El algodón sin hilar que se simboliza por un conjunto de líneas on-
dulantes representa a Tlazolteotl.24 Los rayos de sol se Figuran en forma
triangular o con círculos concéntricos y, de acuerdo con Castillo, “su es-
plendor es representado por ondas que circundan todo el malacate”25 por
lo que es el patrón de los guerreros y el dios solar, Tonatiuh, que a su vez se
relaciona con Huitzilopochtli y Tezcatlipoca.26 Las plumas de águila que son
el referente de preciosidad y riqueza, son diseñadas en forma rectangular
u ovalada y con medio círculo, o líneas paralelas o ganchos que simulan el
raquis de la pluma. El águila simboliza al sol y al guerrero celeste, por lo
que se asocia con el sacrificio. Venus como estrella matutina o vespertina se
asocia a Quetzalcóatl y a Xólotl esto es, a la fertilidad pluvial, a la guerra y
al sacrificio. El xonecuilli, que es diseñado en forma de S en posición hori-
zontal, se asocia a Cihuateteo, Itzpapalotl y Xochipilli, así como con Tláloc
ya que su cuchillo curvo representa los rayos que suele portar esta deidad
en una de sus manos.27
Los ojos estelares son el símbolo de la estrella nocturna por lo que re-
presentan a “la noche, la oscuridad y el trance ritual”28. El quincunce está
diseñado con cuatro u ocho secciones en el cuerpo del malacate y simboliza

22 Ibíd., p. 45.
23 Ibíd., p. 47.
24 Ibídem.
25 CASTILLO TREJO, 2000, p. 77, tomado de LLANO, web: 48.
26 LLANO, op. cit., Llano, p. 48.
27 Ibíd., pp. 46-50.
28 Ibíd., p. 50.

322
El don del hilo. Los malacates prehispánicos de Tula

la concepción en que las culturas prehispánicas dividían el espacio geográ-


fico de su universo. El remolino xicalcoliuhqui (jícara torcida) representa
la piel de reptil o de serpiente que alude a la superficie de la tierra con sus
lagos, manantiales y ríos. Está asociado a los linajes nobles. Este diseño
simboliza a Cipactli o monstruo de la tierra por lo que se relaciona con el
inframundo y con el señor de la tierra (Tlaltecuhtli), con Itzpapalotl y con
Tláloc. Las diosas de la tierra son Chicomecóatl (diosa de los mantenimien-
tos), Chalchiutlicue (diosa de las aguas) y Coyolxauhqui (la de cascabeles
en el rostro), entre otros.29
Los chalchihuites se simbolizan con uno o más círculos concéntricos. Si
es uno sólo representa la sangre o el agua y si son cuatro juntos simbolizan
día o tonalli. El corazón se reconoce por la prominencia ondulada en la parte
superior y era concebido como centro vital y órgano de la conciencia; pero
el corazón chorreante era sacrificio. La voluta de humo se Figura con líneas
ondulantes. Propone que los malacates con huellas de uso con significado
simbólico reflejan a las principales deidades mientras que los malacates
que no tienen huellas de haberse utilizado se refieren a ritos de sacrificio y
ofrenda de corazones, sangre y humo. En otra línea interpretativa Brumfield
(2001) puntualiza que:

Los atributos decorativos de malacates pueden indicar el apego de las


mujeres a sus identidades como productores de textil. En muchas re-
giones del mundo, los artefactos decorados sirven como fuentes de
identidad de género y reivindicaciones de género al poder.30

A pesar de la amplitud del estudio anterior, no se menciona ningún malacate


con la representación de la Figura humana o animal por lo que retomamos el
estudio de Von Winning (1993), quien, a partir del análisis de 28 malacates
“en su mayoría de Culhuacán; los demás, de sitios en el Valle de México”,31
comenta que los malacates de cerámica fueron hechos con moldes y perfo-
rados al centro antes de la cochura, aunque se conocen escasos moldes para
su manufactura, lo que le hace suponer que éstos fueron destruidos después
de haber sido utilizados. Las descripciones que refiere corresponden a las
siguientes representaciones:

29 Ibíd., p. 52.
30 BRUMFIELD, 2001, p. 71.
31 VON WINNING, 1993 p. 1.

323
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

− Malacates con rostros humanos vistos de frente.


− Malacates con caras estilizadas con dientes puntiagudos.
− Malacates con dos, tres o cuatro cabezas diferentes en perfil.
− Malacates con dos cabezas humanas similares y con diseños
naturalistas.
− Malacates con Figuras humanas de cuerpo entero.

Sobre los anteriores diseños, Von Winning (1998) enfatiza que “en lo par-
ticular llaman la atención los diferentes rasgos faciales que sugieren que
puede tratarse de personajes históricos, cuyas posiciones jerárquicas quedan
expresadas por los tipos de tocados”.

Malacates de Tula, Hidalgo


La tipología para analizar los malacates de Tula se hizo a partir de un total
de 573 piezas, de los cuales el 94% son productos de exploraciones arqueo-
lógicas y el resto recolectado en la superficie del asentamiento (Tabla 1,
Figura 2). Para su estudio se consideraron los atributos físicos y decorativos.
Entre los diagnósticos físicos se tomó el peso del objeto, la forma general
del malacate, el color del acabado, el diámetro total y el diámetro del centro.

UNIDAD DE EXPLORACIÓN TOTAL PORCENTAJE


Pozo 32 153 26.7
Pozo 30 39 7
Taller de Obsidiana 48 8
Pozo 40 22 4
Nopalera 82 37 6
A-C 17 3
Cala 2 4 1
Pila 24 3 1
Pila 23 5 1
Pozo 27 6 1
Pozo 38 3 1
Pila 8 1 0
Plazas 81 11 2

324
El don del hilo. Los malacates prehispánicos de Tula

Área B 15 3
Pozo 26 9 2
Pozo 33 2 0
Pozo 22 1 0
Pozo 7 1 0
Pozo 8 1 0
Pozo 39 2 0
Pozo 29 8 1
Superficie general del Museo 34 6
Montículo 1 (M. 80) 79 15
Montículo 2 (M. 80) 10 2
Pozo 1 (M. 80) 3 1
Pozo 13 (M. 80) 2 0
Pozo 14 (M. 80) 14 2
Pozo 15 (M. 80) 14 2
Pozo 16 (M. 80) 29 5
Total de malacates 573 100%

Tabla 1. Cuantificación de malacates presentes en las unidades de excavación y su porcentaje


relativo.

Figura 2. Gráfico que muestra el porcentaje de malacates por unidad de excavación.

325
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Si bien existe un acuerdo entre los estudiosos respecto a que los ma-
lacates se clasifican en tamaños, en donde los pequeños son para hilar el
algodón y los grandes para hilar las fibras duras,32 también afirman que el
peso de los malacates pequeños está entre los 10 g o menos y tienen un ori-
ficio central de 2 a 4 mm, mientras que los malacates grandes pesan arriba
de 10 g con un diámetro del orificio de 6 a 12 mm.33

Características ornamentales
Los atributos decorativos fueron clasificados como antropomorfos, fitomor-
fos, geométricos, zoomorfos. Las técnicas decorativas aplicadas en algunas
piezas consistieron en un trabajo de filigrana, especialmente en los objetos
mexicas, en otros, en un fino relieve, o en un sellado o achurado, y en algu-
nos casos se pintaron en seco con algún óxido metálico (pintura fugitiva)
y en otras se les aplicó un diseño con asfalto combinado con algún otro
diseño esgrafiado.
La mayoría de las técnicas decorativas se emplearon después del co-
cimiento del objeto, aunque en algunos se imprimió un diseño precoc-
ción. Sobre algunos se realizó un fino pulido logrando con ello un lustre
de diversas intensidades. Debido a que no hay estudios recientes sobre los
malacates de Tula, se consideró el trabajo documentado por J. L. Franco
(1956) relacionado con estos artefactos y como apoyo se han contemplado
las investigaciones de Ekholm (1944), Parsons (1972) y Parker (1952). Así,
se puede mencionar que se cuenta con tipos diversos de malacates, que, de
acuerdo con las anteriores tipologías, se han clasificado en Tipo I, Tipo III,
Tipo A-1 y A-3, Tipo A-2, Tipo B-1, Tipo B-2, Tipo B-3, Tipo 2 de Parker,
Tipo 3 de Parker, Tuxcacuesco, Tejo y desconocido. Los totales de cada tipo
se muestran a continuación (Figura 3).

32 Como ya se refirió también hay voces disidentes sobre este asunto.


33 BRUMFIELD, 2001, p. 66.

326
El don del hilo. Los malacates prehispánicos de Tula

Figura 3. Gráfico que indica el total por tipo de malacate reportados en Tula.

Siguiendo la tipología que propuso Parsons (1972: 48), para el valle


de Teotihuacán se dividieron los malacates en varios grupos a partir de la
técnica decorativa destinada a la zona de diseño;34 por tanto, por la simili-
tud que los malacates de Tula tienen con el grupo I de Parsons en cuanto a
los atributos técnicos y decorativos, he agregado otras letras ya que se han
encontrado más variantes de este tipo.

Tipo I. Generalidades
Se cuenta con un total de 75 objetos de este tipo, considerando todos los
grupos que contiene. Si bien son muy semejantes debido a que sus formas
son cónicas, troncocónicas y semiesféricas, estos malacates no fueron he-
chos con moldes estandarizados, ya que tienen distintos diámetros y pesos.
A las formas ya mencionadas hay que agregar que algunos de ellos tienen
su sección proximal abombada o convexa, mientras que otros sólo la tienen
plana. Pero ningún malacate de este tipo tiene la decoración en su sección
proximal. En el caso de los malacates de Tula de tipo I, no encontramos
todos los grupos mencionados por Parsons (1972) ya que en la muestra no
hubo I-B, I-C ni I-H. El color superficial de estas piezas es café y café oscuro
casi negro.

34 Si bien Parsons (1972: 48) menciona que el Tipo I tiene cinco grupos que en teoría
deberían ser del A al E, ella menciona y describe ocho grupos que van del A al H.

327
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Tipo I, grupo A
Aun cuando no es el más abundante en la colección de malacates, ya que
sólo se tienen 25 piezas, unas con cuerpo cónico y otras semiesféricas, es
muy vistoso, ya que su tono superficial es café oscuro pulido y su decoración
es muy precisa y fina. El peso de estos malacates varía de 16 a 39 g, siendo
más abundantes los que tienen 24 g. Los diámetros totales de las piezas
oscilan entre 4.1 y 3 cm, mientras que el diámetro central está entre los 7
a los 4 mm. Los diseños que tienen son muy semejantes entre sí, aunque
poseen unas pequeñas variantes que como algunos de ellos presentan el
diseño de greca escalonada o xicalcoliuhqui está con un fino punteado y en
otros, con una delicada retícula en donde visualmente parece que las grecas
fueron delineadas en blanco y engarzadas con otras grecas con retícula o
punteado oscuro (Figura 4).

Figura 4. Malacates del tipo I, grupo A.

Tipo I, grupo D
Solamente se obtuvieron cinco ejemplares con cuerpo cónico que tienen
un diámetro total que va de 4 a 3.2 cm, en tanto que su diámetro central u
orificio está entre los 5 a 9 mm. Estas piezas pesan entre 21 a 30 g. El dise-

328
El don del hilo. Los malacates prehispánicos de Tula

ño de estas piezas consiste en el corte transversal de un caracol delineado


sobre un fondo finamente picado al que le siguen paneles lisos delineados
con franjas que separan nuevamente el diseño de caracol. El esquema no
incluye todo el frente de la pieza, ya que se limita exclusivamente a su sec-
ción central (Figura 5).
El diseño que estas piezas presentan es el llamado ‘caracol cortado’,
que es la representación del ápice de la trompeta-caracol (Strombus gigas)
o joyel del viento que simboliza a Quetzalcóatl, por lo que se relaciona con
el agua y por tanto, con la fertilidad.

Figura 5. Malacates del tipo I, grupo D.

Tipo I, grupo E
Está representado por quince malacates de cuerpo cónico y semiesférico
que tienen un diámetro total entre 3.7 y 2.4 cm mientras que su diámetro
central oscila entre 7 a 5 mm, con un peso que va de 41 a 14 g. El diseño
está compuesto de anillos concéntricos tanto arriba como abajo del motivo
principal que consiste en flores o xonecuillis en posición horizontal (excepto
uno que tiene un panel de este colocado en posición vertical). Carecen de
panel vertical divisorio y estampado ya que el diseño está efectuado sobre
una zona pulida. Los xonecuillis y las flores fueron estampadas (aplicadas
con sello) mientras que los anillos concéntricos se hicieron de forma incisa
precocción (Figura 6).

329
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 6. Malacates del Tipo I, grupo E.

Tipo I, grupo F
Solamente tenemos un ejemplar. No se tiene la certeza, pero posiblemente
corresponda a un molde. Esta pieza tiene un diámetro total de 3.2 cm y un
diámetro central de 4 mm y su peso es de 14 g. Carece de decoración, por
lo que es probable que sobre él se haya colocado la pasta para darle forma
al malacate y posteriormente se rellenara hasta concluir el lado proximal
(Figura 7).

Figura 7. Molde de Malacate del Tipo I, grupo F.

330
El don del hilo. Los malacates prehispánicos de Tula

Tipo I, grupo G
Se tienen dos ejemplares de cuerpo semiesférico, aunque desgastados y ro-
tos: uno de ellos, como puede observarse en la Figura que le acompaña, es
de gran tamaño, ya que tiene 4.3 cm de diámetro total, aunque su orificio
central tiene 5 mm, pero tiene un peso relativamente alto ya que es de 53 g.
La decoración de estas piezas es a partir de dos paneles delimitados por una
línea esgrafiada con poscocción a cada lado que presentan punteados algo
toscos y en los otros dos paneles lisos tiene una variedad de doble antena.
Este diseño se complementa con una franja de doble línea lisa y otra pun-
teada, tanto en su extremo distal como el proximal (Figura 8).

Figura 8. Malacates del Tipo I, grupo G.

Tipo I, grupo H
Se tienen nueve piezas con cuerpo semiesférico y cónico que tienen un diá-
metro total entre 3.7 a 4.8 cm, en tanto que el diámetro central fluctúa entre
5 a 11 mm con un peso que va de 27 a 47 g. La parte proximal del malacate
tiene una terminación convexa. El diseño es de dos xicalcoliuhquis semejan-
tes a los que presentan los chimalli de algunos guerreros mexicas (Figura 9).

331
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 9. Malacate del Tipo I, grupo H.

Tipo I, grupo I
Sólo son tres ejemplares con cuerpo cónico y la superficie proximal lige-
ramente convexa. El diámetro total de estas piezas está entre 3.4 a 3.6 cm
con un orificio central de 7 mm y un peso que va de 20 a 26 g. Pudiera estar
en la categoría I-A de Parsons (1972) ya que este grupo presenta diseños
geométricos rodeados de áreas estampadas; sin embargo, el diseño especí-
fico no se registra en esa clasificación por lo que decidí ingresar una nueva,
en este caso la I-I. El diseño tiene dos anillos concéntricos, un par en la
zona distal y otro par en la proximal, que permiten delimitar el panel del
diseño que consiste en dos motivos: un esquema es a partir de un fino pa-
nel punteado en donde se trazaron cuatro círculos concéntricos, que con el
círculo u orificio central del malacate forma el quincunce. El otro diseño es
semejante, pero tiene dos paneles lisos que separan la franja del punteado
por pequeñas líneas verticales y tiene sobre la zona punteada cuatro círcu-
los más el orificio del malacate por lo que también se representa el quin-
cunce, que representa la división cosmogónica del universo prehispánico,
por ello no es sorprendente que uno de los malacates aun tuviera pintura
azul tanto en los círculos concéntricos como en el estampado de puntos.
Las disposiciones geométricas de sus puntos permiten definirlos como un
diseño de quincunce, del símbolo cosmogónico, en donde el orificio central

332
El don del hilo. Los malacates prehispánicos de Tula

del malacate juega el papel del quinto elemento de los rumbos del universo
mesoamericano (Figura 10).

Figura 10. Malacates del Tipo I, grupo I.

Tipo I, grupo J
Sólo se tiene un ejemplar de cuerpo cónico que tiene un diámetro total de
3.5 cm con un diámetro central de 7 mm y un peso calculado en 24 g. El
grupo I-J es semejante al I-I; la única diferencia radica en que, en vez de
tener anillos concéntricos, presenta una flor trabajada con una fina incisión
sobre una zona pulida. Su forma también presenta su extremo proximal de
forma convexa (Figura 11).

Figura 11. Malacate del Tipo I, grupo J.

Tipo I, grupo L
Está caracterizado por tres ejemplares que tienen cuerpo cónico y semies-
férico un diámetro total entre 3.6 a 2.4 cm con un diámetro central de 6 a
4 mm y un peso de 20 a 7 g. Sólo una pieza tiene una línea concéntrica en

333
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

su sección proximal y dos en la distal, en tanto que los otros dos ejemplares
tienen un círculo en la zona distal y sólo uno es rematado con dos líneas
concéntricas en la sección proximal. Tiene una superficie pulida de color
negro. En la zona del diseño presenta solamente pequeñas flores de siete
petalitos, que fueron hechos con sello (Figura 12).

Figura 12. Malacates del Tipo I, grupo L.

Tipo I, grupo M
El único ejemplar presente en la muestra que es de forma semiesférica tiene
un diámetro total de 3.5 cm con un orificio de 3 mm y un peso de 25 g. Tiene
un diseño muy rudimentario de doble línea precocción incisa que forma
grecas. En la zona distal remata con un círculo concéntrico que tiene líneas
radiculares que convergen en el orificio del malacate (Figura 13).

Figura 13. Malacate del Tipo I, grupo M.

Tipo I, grupo N
Sólo se tiene un ejemplar de forma semiesférico cuyo diámetro total tiene
2.2 cm y un orificio de 5 mm, con un peso de 20 g. El diseño de este grupo

334
El don del hilo. Los malacates prehispánicos de Tula

consiste en un panel de triángulos rectángulos y escalenos encontrados,


unos lisos y otros punteados. Ese panel está enmarcado por una línea con-
céntrica incisa hacia el extremo proximal y dos líneas concéntricas a mitad
de cuerpo, hacia el extremo distal (Figura 14).

Figura 14. Malacate del tipo I, grupo N.

Tipo I, grupo O
Este único malacate, también con cuerpo semiesférico, tiene un diámetro
total de 2.9 cm y un orificio de 5 mm, con un peso de 20 g aproximadamente,
calculado a partir del cuarto de pieza con la que se cuenta. Tiene un diseño
de panel enmarcado por dos líneas incisas hacia el costado distal y sólo una
hacia el proximal; al centro del panel se trazaron motivos fitomorfos ya que
son mazorcas de maíz saliendo del totomoxtle (Figura 15).

Figura 15. Malacate del Tipo I, grupo O.

335
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Tipo I, grupo P
Este único malacate es de forma cónica y con su superficie proximal ligeramen-
te convexa. Tiene 3.6 cm de diámetro total y un orificio de 6 mm, con un peso
de 20 gr. Su decoración consiste en un sencillo panel de dos líneas concéntricas
arriba y abajo del diseño central que consiste en un punteado (Figura 16).

Figura 16. Malacate del Tipo I, grupo P.

Tipo I, grupo Q
También de este grupo sólo se tiene un fragmento del ejemplar de forma
cónica con su superficie proximal convexa. Cuenta con un diámetro total de
3.5 cm y un orificio al parecer de 8 mm y un peso de 27 g. Su diseño consiste
en un panel central en el que se trazó un diseño consistente en un elemento
semejante a unas vírgulas que fueron pulidos y el resto del panel se punteó
o picó (Figura 17).

Figura 17. Malacate del tipo I, grupo Q.

336
El don del hilo. Los malacates prehispánicos de Tula

Tipo I, grupo R
Otro grupo del cual sólo se tiene un ejemplar. Es de cuerpo cónico con su
superficie proximal convexa. Consta de un diámetro de 3.5 cm con un orifi-
cio de 7 mm y un peso de 28 g. Su diseño consiste en una cenefa en la parte
proximal a partir de líneas poco profundas en diagonal, que fue separada,
hacia el extremo distal, por dos líneas concéntricas para concluir con un
achurado, que al parecer se hizo aplicando una impresión de algún objeto.
Y entre ese picado, se trazaron elementos ovoides lisos (Figura 18).

Figura 18. Malacate del Tipo I, grupo R.

Tipo I, grupo S
También es un solo malacate de este grupo. Su diámetro total es de 3.9 cm
y tiene un orificio central de 5 mm, mientras que el peso es de 35 g. Posee
forma cónica. Su diseño, que está en un panel separado por dos líneas con-
céntricas en el extremo distal y una en el proximal, tiene elementos zoo-
morfos con un achurado de plantilla, semejantes a patos, a todo lo ancho
del panel (Figura 19).

337
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 19. Malacate del tipo I, grupo S.

Tipo I, grupo T
Son dos ejemplares de cuerpo cónico y superficie proximal convexa que
tiene un diámetro total de 3.2 con un orificio de 4 mm y un peso de 16 g. Por
diseño se aprecia una cenefa enmarcada por líneas concéntricas y entre el
espacio que forman las líneas, se pusieron tres pescados separados por dos
xonecuillis, todos ellos achurados con una plantilla (Figura 20).

Figura 20. Malacate del tipo I, grupo T.

338
El don del hilo. Los malacates prehispánicos de Tula

Tipo I, grupo U
Los dos ejemplares con que contamos poseen un diferente cuerpo ya que
uno es cónico y el otro es esférico, pero ambos con la superficie proximal
convexa. El diámetro total va de 6.1 a 5.8 cm y tienen un orificio entre 12 y
9 mm, con un peso entre 50 a 39 g. Ambos están fragmentados, pero el dise-
ño es geométrico, hecho poscocción. Está enmarcado por dos líneas concén-
tricas tanto en el extremo distal como en el proximal; en uno se desarrolla
a partir de un panel de un xonecuilli separado por unas franjas verticales
con orlas, para repetirse en toda la circunferencia del objeto; el otro diseño
es semejante, pero en lugar de xonecuilli tiene un conjunto de cinco pétalos
sobre las dos líneas concéntricas del extremo distal (Figura 21).

Figura 21. Malacate del Tipo I, grupo U.

Tipo III. Generalidades


Estos malacates son los que más abundantes en la colección, alcanzando un
total de 204 ejemplares. También está presentes en la colección de Tampico
y Pánuco a los que Ekholm35 clasifica como tipo 8 y el tipo 9 de la Figura
46Z (que de acuerdo con nuestra clasificación sería III-G), con presencia de
asfalto en la mayoría de ellos, lo que hace suponer, tanto por ese elemento
como por el tamaño destinados al hilado de algodón, que su origen puede
ser huasteco.
Sus variedades son: A, B, C, E, F, G, H, M, N, O, P, R, S, T, siendo los
más comunes los del tipo III-A. Son de tamaño pequeño y ligeros ya que
pesan, dependiendo de la variedad, entre 2 a 6 g, y ocasionalmente hasta
6 u 8 g. Los tamaños oscilan entre 1.5 a 2.9 cm de diámetro total, mientras
que el diámetro del orificio central fluctúa entre los 2 a los 5 mm, siendo los
más comunes los que tienen 3 mm. Estas piezas presentan una gran varie-

35 EKHOLM, 1944, p. 465.

339
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

dad de decoraciones y formas, entre las que están las florales, de estrella,
con elementos zoomorfos entre otros. Pero, en su mayoría, estos diseños se
aplicaron antes de su cocción con pequeños sellos. Tienen un rango amplio
de color superficial, ya que pueden ser crema, café, café rojizo, anaranjado
rojizo y hasta gris y su acabado de superficie es entre liso y algo arenoso.
Sus formas son cónicas, hemisféricas, cilíndricas, de botellón, de sombrero,
etcétera.

Tipo III-A
Como ya se mencionó en las características generales del tipo, esta varie-
dad presenta varias formas (Figura 22) y en total se cuenta con 155 piezas.
Corresponde al tipo 8 de Ekholm (1944). Se caracterizan por carecer de
decoración, excepto por algunas piezas que tienen asfalto, e incluso en una
de ellas se le dibujo un animal, que recuerda a un conejo con asfalto sobre
la zona proximal. Son muy pequeños y ligeros ya que el más grande oscila
entre 2.2 a 1.6 cm con un orificio central que va de 4 a 2 mm y con un peso
de 4 a 2 g, aunque uno de ello, que es atípico, pesa 8 g y otro mide 3.3 cm.

Figura 22. Malacates del Tipo III-A.

340
El don del hilo. Los malacates prehispánicos de Tula

Como se puede ver en la Figura 21, las formas son variadas, siendo las
más comunes las de forma semiesférica, de botellón, de sombrero y tronco
cónica.

Tipo III-B
No es muy común ya que sólo se obtuvieron catorce objetos. Estos pesan
entre 9 a 2 g y su diámetro está entre 2.1 a 1.7 cm con un orificio que va de
6 a 3 mm. Los diseños con los que contamos, unos mejor trabajados que
otros, son semejantes a gajos para dar la forma de flor en todo el cuerpo
de la pieza, excepto por el reborde proximal liso que sobresale del diseño
mencionado. Otras piezas, además de la flor, tienen manchas de asfalto sobre
la zona proximal (Figura 23).

Figura 23. Malacates del Tipo III-B.

Tipo III-C
De este tipo sólo se cuenta con una pieza que mide 2.5 cm de diámetro con
un orificio de 4 mm y un peso de 5 g. La decoración consiste en cuatro pe-
queñas flores separadas equidistantemente por un elemento cuatripartita.
Además, tiene restos de asfalto sobre el extremo que presenta el diseño
(Figura 24).

341
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 24. Malacate del tipo III-C.

Tipo III-E
Este único ejemplar tiene cuerpo cónico de 2.1 cm de diámetro total con
un orificio de 2 mm y un peso de 2 g (Figura 24). El diseño que consiste en
motivos geométricos está delimitado por un reborde proximal y otro distal
que sobresale del cuerpo. El diseño se efectúa a partir de la delimitación de
círculos concéntricos, que son unos rebordes que se forma en los extremos
distal y proximal (Figura 25).

Figura 25. Malacate del Tipo III-E.

Tipo III-F
De este tipo tenemos dos ejemplares que tienen 2 y 2.8 cm de diámetro
total, con un orificio de 3 y 4 mm y con un peso de 3 y 5 g. El diseño de este
objeto está muy erosionado ya que sólo se puede observar un doble círculo
concéntrico en el extremo distal y restos de unas líneas sobre el cuerpo del
malacate. Su extremo proximal tiene forma convexa (Figura 26).

342
El don del hilo. Los malacates prehispánicos de Tula

Figura 26. Malacate del Tipo III-F.

Tipo III-G
Sólo cinco ejemplares de este tipo fueron encontrados en las excavaciones.
El cuerpo de estas piezas es cilíndrico de 1.2 a 1.8 cm de diámetro por 2 cm
de alto con un orificio central de 2 mm. Su peso va de 1 a 5 g. La decoración
se hizo con base en diseños florales o con xonecuillis, pero en todos los casos
se imprimió con pequeños sellos sobre la pasta aún sin cocción. Tanto la
zona distal como la proximal carecen de decoración. (Figura 27). Sería el
que Ekholm (1944) clasifica como tipo 9 en la Figura 46Z.

Figura 27. Malacates del Tipo III-G.

Tipo III-H
Este único malacate tiene silueta compuesta, semejante a un trompo. Su
diámetro total mide 2.1 cm y el distal tiene 5 mm, en tanto que el orificio
es de 2 mm y su peso de 4 g (Figura 28). La decoración de este objeto es a
partir de elementos que representan rayos solares-pedernales36 separados
por paneles de dos rallas que rematan en un punto.

36 Este símbolo puede ser observado en el tercer círculo de la Piedra del Sol o en las
representaciones del disco solar en el Códice Nuttall.

343
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 28. Malacate del Tipo III-H.

Tipo III-M
Contamos con nueve ejemplares de este tipo. Su sencillo diseño es, en unos,
a partir de círculos concéntricos sobre su cara proximal y en otros, con
líneas bastantes erosionadas también sobre la cara proximal (Figura 29).
Mide 1.8 a 2.5 cm de diámetro total y 3 a 5 mm de orificio central, en tanto
que su peso oscila de 4 a 7 g. Las formas de estas piezas son semi esféricas
y otros troncocónicas.

Figura 29. Malacates del Tipo III-M.

Tipo III-N
Este único malacate que tiene 2 cm de diámetro total y 4 mm de orificio cen-
tral, pesa 4 g. Tiene un cuerpo de silueta compuesta de forma globular cuyo
extremo distal parece ser un soporte ya que consisten en una protuberancia
que sobresale del cuerpo. El diseño fue efectuado sobre todo la superficie,
excepto en la protuberancia distal, y consiste en líneas que forman gajos
(Figura 30).

344
El don del hilo. Los malacates prehispánicos de Tula

Figura 30. Malacate del Tipo III-N.

Tipo III-O
Tenemos dos ejemplares de este tipo que también cuentan con un diseño
sencillo hecho a partir de pequeños puntos colocados en el cuerpo que son
delimitados por dos líneas concéntricas en el exterior de las piezas (Figura
31). Su peso es de 5 y 8 g, mientras que su diámetro total va de 2.2 a 2.6 cm
con un orificio central de 5 mm. El cuerpo de los malacates es semiesférico.

Figura 31. Malacate del Tipo III-O.

Tipo III-P
Estos malacates, de los que sumaron nueve ejemplares, tienen de 2 a 2.9 cm
con un diámetro central de 4 a 5 mm y un peso de 5 g. Su forma es de silueta
compuesta, ya que es semejante a un sombrerito invertido. La decoración,
muy sencilla y poco uniforme, fue hecha antes de la cocción de las piezas y
consiste en pequeñas canaletas u ondulados en donde se le entresacó pasta
para dejar el diseño en alto relieve (Figura 32). Algunos de estos malacates
se caracterizan por un cuerpo cubierto con asfalto, mientras otros muestran
canaletas en rojo y en azul.

345
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 32. Malacate del Tipo III-P.

Tipo III-R
Este único ejemplar tiene un diámetro total de 2.2 cm con 4 mm de diá-
metro central y un peso de 12 g. La decoración que tiene es de un sencillo
cuatrilóbulo con doble línea, hecho precocción que desciende a mitad de
la pieza (Figura 33). Su forma es semiemisférica con forma de corona y la
parte distal del objeto fue acinturada.

Figura 33. Malacate Tipo III-R.

Tipo III-S
Son dos objetos de este tipo que tienen un diámetro total de 2 a 2.2 cm y un
orificio central de 4 y 5 mm con un peso de 4 y 5 g. El diseño que presenta
sobre el cuerpo consiste en un grupo de tres flores aplicadas con un sello
antes de la cocción de la pieza (Figura 34). Su forma es cónica.

346
El don del hilo. Los malacates prehispánicos de Tula

Figura 34. Malacate del Tipo III-S.

Tipo III-T
Sólo se tiene un único malacate con esta curiosa forma cónica cuyo diseño
de perfil parece el hocico de un tlacuache y sobre su zona proximal tiene
un diseño ovalado alrededor del orificio central con cuatro pequeñas líneas
(Figura 35). Su diámetro total es de 1.8 cm, con un orificio de 2 mm, un largo
de 2.3 cm y un peso de 3 g.

Figura 35. Malacate Tipo III-T.

Tipo A-1 y A-3 de Franco. Generalidades


Estos malacates, de los que se cuenta con 54, han sido clasificados por
Ekholm (1944) como 1, aunque del tipo A-3 Franco comenta que “quedan
aquí agrupados provisionalmente todos los malacates hechos con molde
que no han cabido dentro de los subtipos anteriores”, no obstante, por las
características de diseño y forma, aquí se considera que esos objetos también
corresponden al tipo A-1 o 1 de Ekholm (1944). Estos malacates tienen dise-
ños variados de formas híbridas, la mayoría con moldes de representaciones
humanas y animales, aunque también hay de xicalcoliuhquis que quedan en
alto relieve. Al parecer se hicieron algunos de forma masiva ya que se han
encontrado varios objetos iguales. Entre los animales podemos observar
changos de frente o de perfil, sapos, patos; también se tienen guerreros,
diseños cuatripartitos en donde dos segmentos tienen Figuras animales y
las otras dos de cabezas humanas. Asimismo, hay con diseños bipartitas

347
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

que presentan cabezas de individuos ataviados con penachos, con cascos al


estilo tolteca, dos jugadores de pelota y dos cabezas humanas aladas.
Varios de los objetos también presentan decoración de xicalcoliuhquis.
También se cuenta con malacates con decoración cuatripartitas que tienen
dos paneles con la representación de un copalxiquipilli del que penden al
parecer unos cascabeles y en los otros dos paneles, al parecer se diseñó
una macana a cada lado de un chimalli, mientras que en la parte superior
de dicha macana posiblemente un cuchillo de pedernal o el símbolo de año
estilizado. Muchos tienen asfalto sobre su cara plana o proximal. Sus formas
son variadas ya que algunas piezas son semejantes a las del Tipo III-A de
Parsons u 8 de Ekholm (1944) y otras tienen forma semiesférica y ligeramen-
te convexa en el lado proximal, con un ligero reborde en el extremo distal
del orificio central con otro reborde que también rodea el límite externo
del proximal. Solamente dos ejemplares presentan una forma fuera de lo
común ya que tiene curvo tanto el extremo proximal como distal y al centro
le rodea una franja que sobresale de ambas secciones. Sus tamaños son muy
variables ya que hay algunos, los menos, que miden 5 cm de diámetro total
con un orificio de 1 cm, aunque la gran mayoría tiene 2.7 cm y un orificio
central de 5 mm, en tanto que la media del peso va de 22 g para los malacates
grandes y 5 g para los pequeños (Figuras 36 y 37).

Figura 36. Malacates Tipo 1 de Ekholm (1944).

348
El don del hilo. Los malacates prehispánicos de Tula

Figura 37. Malacates Tipo 1 de Ekholm (1944).

Tipo A-2 de Franco. Generalidades


Estas piezas, que en total suman 43, son algunas de las que Franco (1956)
nombró A-237 y Parsons denominó Huastecas.38 Son malacates de tamaño
pequeño ya que van de 2.6 a 3.2 cm con un orificio central de 2 a 3 mm y un
peso de 4 a 5 g. También hay malacates de mayor tamaño, pero son escasos:
estos miden 5.8 cm de diámetro total con un orificio central de 7 a 8 mm y
un peso de 16 a 22 g. Consta de varias formas, aunque la mayoría, vista de
perfil, son de silueta compuesta con borde evertido semejantes a pequeñas
vasijas con tres o cuatro soportes que se colocaron en la parte distal del
objeto. También hay formas de cono truncado y de forma semiesférica, y la
gran mayoría de estas piezas tiene convexo su sección proximal.

37 FRANCO, 1956, p. 204. El autor comenta que son anteriores al complejo Tula-
Mazapa, y aunque no tiene datos para precisar su origen, éstos aparecen en la Huasteca
y persisten en el horizonte Azteca, aunque en este periodo no son muy frecuentes.
38 PARSONS, 1972, p. 135, plate 14 a y b.

349
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Como elemento decorativo a algunas piezas se les aplicó asfalto en


forma de manchas o en toda la superficie proximal. Las otras decoraciones
del cuerpo consisten en diseños de xicalcoliuhqui combinados con paneles
de líneas y pequeños cuadros reticulados. También pueden presentar unas
pequeñas ondulaciones incisas bajo el borde, que se hicieron al sacar la pasta
cuando estaba fresca; otro diseño consiste en una estrella de seis picos que
queda en alto relieve y bajo la cual se efectúa un rallado o achurado con
líneas en diagonal que quedan en bajo relieve. Algunos diseños se hicieron
a mano y otros al parecer son producto de un moldeado. Generalmente su
acabado es en color café claro (Figura 38).

Figura 38. Tipo A 2 de Franco.

Tipo B-1 de Franco. Generalidades


Estos malacates, de los que se cuenta con 18 ejemplares, son semejantes
a algunos de los que Franco (1956) clasifica como B-2 y Ekholm (1944)
como 3, aunque la única diferencia que hemos encontrado es el tamaño de
la pieza, ya que este tipo es de mayor tamaño a alcanzando un total de 5 a

350
El don del hilo. Los malacates prehispánicos de Tula

4 cm de diámetro total con un orificio que va de 1 cm a 6 mm. Son objetos
bastante planos, pues oscilan entre 1 cm y 8 mm de altura y tienen un peso
muy diferente en un rango entre 14 y 26 g, debido quizás a la arcilla con la
que se manufacturaron y la aplicación o no de asfalto sobre una o las dos
caras. Su forma tiene una banda con una o dos delgadas acanaladuras in-
cisas en el extremo proximal y hacia el distal desciende con un ligero cono
truncado que es en donde se efectuó la decoración radial con el barro aun
fresco que consiste en una estrella de cinco, seis y siete picos. Esa estrella
se hizo posiblemente, quitando con la uña o con un palito las pequeñas me-
dias lunas que dan forma a los picos de la estrella. Además de ese diseño,
algunos malacates tienen entre las medias lunas, una serie de 4 a 6 líneas
paralelas, y en su cara proximal o plana, también se le aplicó otra decoración
con asfalto formando el diseño de dos o tres caracoles cortados, símbolo de
Ehécatl, Dios del Viento (Figura 39). Respecto a estos malacates, Franco
(1956) comenta que “este subtipo es muy propio de Tula y parece ser un
desarrollo local en función de las (sic) caracteres importados”.39

Figura 39. Malacates del Tipo B-1.

Tipo B-2 de Franco. Generalidades


Las formas de estos 40 malacates son variadas: unos tienen el cuerpo de
silueta compuesta, con su extremo distal tronco cónico y la parte superior
hacia el lado proximal ligeramente quebrada hacia dentro. Otros son como
ruedas de silueta compuesta. Son piezas pequeñas, ya que su diámetro ge-
neral está entre 1.7 a 3 cm, el orificio central oscila entre 3 a 7 mm y tienen
un peso que va de 2.2 a 11 g. El tipo denominado por Parsons (1972) como
IX y otros clasificados como 5 por Ekholm (1944) también pertenecen a
este grupo.
La característica de estos malacates radica en que su decoración con-
siste en un elemento radial semejante a una estrella de seis, siete o nueve

39 FRANCO, 1956, p. 206.

351
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

picos (semejante al tipo B-1). Ese diseño se hace recortando el barro con
algún objeto filoso cuando la pasta tiene un estado de cuero para que la
estrella quede en alto relieve. Unos tienen sus caras distal y proximal con
una estrella en alto relieve y pequeñas líneas paralelas en la zona que que-
da en bajo relieve y sobre el cuerpo central, le rodea una franja lisa y tanto
arriba como debajo de ella. Abarcando parte de las zonas distal y proximal
se diseñaron pequeños triángulos encontrados a los que se les agregó un
pequeño punto. La gran mayoría de estas piezas están cubiertas con asfalto,
o sólo en su cara proximal, en donde se diseñaron dos caracoles cortados,
símbolo de Ehécatl (Figura 40). Con respecto a estas piezas Franco (1956)
dice que “son los de aspecto más francamente Huastecos y casi idénticos
(salvo el barro) a los del tipo 5 de Ekholm (1944)”.40

Figura 40. Malacates del tipo B-2 de Franco.

Tipo B-3 de Franco. Generalidades


En esta clasificación se comprenden algunos de los tipos 5 de Ekholm (1944)
y también de los 6. Los 21 malacates de esta categoría con que se cuenta son
piezas de tamaño pequeño y de forma semiesférica. También tienen una
banda en el extremo proximal en la que se hicieron una o dos líneas incisas
en tanto que en la zona semiesférica se efectuó el diseño de quincunce (se-
mejante al B-1 y B-2) y aplicando, en la mayoría de los ejemplares, varias
líneas incisas paralelas (Figura 41).

40 FRANCO, 1956, p. 206.

352
El don del hilo. Los malacates prehispánicos de Tula

Figura 41. Malacates del Tipo B-3 de Franco.

Tipo 2 de Parker. Generalidades


Estas 23 piezas fueron clasificadas por Ekholm (1944) como tipos 4 y 5; y
Parsons (1972) la clasifica como 2 de Parker (1952), asumiendo que proce-
den de la cuenca de Toluca. Son muy variables ya que hay objetos grandes
que miden entre 5.5 cm con un orificio central de 8 mm y con un peso de
70 g,41 en tanto que las piezas pequeñas van de 2.2 a 2.9 cm de diámetro
total y 5 a 4 mm de orificio central y con un peso que oscila entre 10 a 2 g.
Sus formas son troncocónicas y de consistencia tosca. La decoración que
presentan estas piezas se hizo con molde y otras con esgrafiado precocción.
Dicha decoración consiste en elementos geométricos e incluso, naturistas.
Del primer grupo se tienen diseños de xicalcoliuhqui trazados sobre el cuer-
po entre un doble círculo de líneas concéntricas tanto en el borde proximal
como antes de llegar al distal; pero hay otros diseños en los cuales se trazó
el xicalcoliuhqui con líneas esgrafiadas y burdas. Los malacates que fueron
sellados presentan esa decoración en su cara distal y es con base en varias
(entre cuatro y cinco) Figuras geométricas semejantes a pétalos que se re-
matan por el círculo concéntrico que enmarca el orificio central, como el
borde de la decoración del cuerpo, que pudo haberse confeccionado a partir
de trazos esgrafiados. Otro diseño consiste en un único sellado en forma de
plumas a lo ancho del cuerpo del malacate, que se remata con doble línea
concéntrica en su extremo proximal. Sobre su cara distal se hizo una sola
línea que delimita el diseño de las plumas, para continuar con dos pares de
líneas concéntricas. Algunas piezas también presentan restos de asfalto, en
donde se puede ver que delinearon xonecuillis y otros trazos indefinidos. La
pasta es burda y arenosa (Figura 42).

41 Este peso es fuera de lo común ya que los malacates grandes de este tipo pesan entre
43 y 24 g.

353
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 42. Tipo 2 de Parker.

Tipo 3 de Parker. Generalidades


Del tipo 3 de Parker (1952), clasificados así por Parsons (1972)42 y exponien-
do que también provienen de la cuenca de Toluca. Solamente contamos con
tres ejemplares que tienen una forma semiesférica con un ligero reborde
en el extremo distal del orificio central y otro reborde también ligero que
rodea el filo del límite externo del lado proximal. Presentan un diámetro
total de 5.3 cm con un orificio central de 11 mm y su peso es de 48 g. Su di-
seño consiste en líneas paralelas que forman cuatro triángulos, y entre cada
triángulo hay otras líneas paralelas. Es un diseño que cubre todo el cuerpo
de la pieza, salvo por el extremo proximal que carece del rayado, pero tiene
manchas de asfalto, que en uno de ellos posee forma de estrella (Figura 43).

Figura 43. Malacate del tipo 3 de Parker.

42 PARSONS, 1972, p. 136, plate 15 d-g.

354
El don del hilo. Los malacates prehispánicos de Tula

Tipo Tuxcacuesco. Generalidades


De estas piezas se cuentan cinco y han sido encontradas en Chalchihuites,
Zacatecas. Son de forma bicónica sólida y de diferentes tamaños, ya que los
pequeños tienen un diámetro de 2.4 a 2.8 cm, con un orificio central de 4 a
6 mm y con un peso de 7 a 13 g. Las piezas grandes tienen 4.5 cm con un diá-
metro de orificio de 7 mm y pesan 60 g. Carecen de decoración (Figura 44).

Figura 44. Malacates del tipo Tuxcacuesco.

Tipo Tejo. Generalidades


Se encontraron 85 piezas de este tipo. Estos objetos fueron hechos con frag-
mentos de vasijas de desecho; carecen de decoración, su forma es redonda.
Al parecer sólo se utilizan los fragmentos de descarte del cuerpo de las va-
sijas ya que tienen una ligera concavidad, aunque también hay de la parte
final de los soportes de vasijas. Si bien son comunes, no son piezas que se
hayan preferido en lugar de los malacates elaborados. Los hay de diferentes
tamaños y pesos ya que este último factor depende del tipo de cerámica de
donde fue obtenido. Los más pequeños tienen 3.4 cm de diámetro total, con
6 mm de orificio central y un peso de 4 g; los mayores llegan a medir 5 cm de
diámetro total y 6 mm de orificio central y un peso de 23 g. Supondríamos
que a mayor tamaño del malacate tendría que ser el tamaño más grande del
orificio central, pero lo que se observa es que no hay una correspondencia
entre el diámetro total y el orificio, ya que entre las dimensiones extremas
se encuentran orificios centrales semejantes. Así pues, los orificios centrales
oscilan entre los 3 a 10 mm, no encontrando ninguna preferencia, pero si
en el tamaño de la pieza ya que son más abundantes los que miden arriba
de 4 cm. El peso de estas piezas vas de 4 a 23 g, siendo los más comunes los
que tienen entre 17 a 20 g (Figura 45).

355
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 45. Malacates hechos con tejos.

Tipo desconocido
Por fortuna sólo se encontraron dos ejemplares desconocidos. La forma de
estas piezas es más bien plana ya que tienen 7 y 8 mm de altura, por lo que
son semejantes a pequeñas ruedas. Su diámetro total es de 3.8 y 4.1 cm y su
orificio es de 1 cm. La decoración, que parece haberse hecho con un sello,
es muy simple: en uno de ellos, del que sólo se tiene la mitad, es a partir de
pequeños paneles sobre una cara; el diseño del otro malacate consiste en dos
pequeños cuerpos, cada uno de menor reducido que el anterior, por lo que el
que está en el extremo distal parece un pequeño botón. Carecen de pintura.

Conclusiones sobre los malacates


Los malacates analizados arrojan información funcional sobre el tipo de
materiales empleados ya que como refieren McCafferty y McCafferty (2000)
sobre el trabajo efectuado con los malacates de las exploraciones arqueológi-
cas de San Andrés, Cholula, Puebla43 y con los entierros de ese mismo sitio,
las variables de análisis son multifactoriales y dependen, según los autores,
del peso de la pieza, diámetro total, diámetro del agujero central y altura
del malacate por lo que estos investigadores concluyen que:

Una espiral mayor en forma de amplio disco producirá un giro más


lento durante un periodo más largo. Una espiral más alta en forma
de grano producirá una rotación más rápida que no durará tanto.
[…] El tamaño del agujero que está relacionado tanto al diámetro del
huso como a la colocación en el eje, se refiere a la tirantez de giro, así
como al enganche de la longitud de la fibra.44

43 Las exploraciones se efectuaron en UA-1 Structure 1 y UA-79 f-10.


44 MCCAFFERTY y MCCAFFERTY, 2000, p. 43.

356
El don del hilo. Los malacates prehispánicos de Tula

Los mismos autores comentan que los malacates que tienen un rango de 19
a 80 mm de diámetro están en dos grupos: el primero va de 23 y 37 mm y
corresponde al 80%, siendo el más prominente entre los totales de Cholula
en la estructura de UA-1. De modo disperso, el segundo osciló entre 43 y
67 mm. Refieren que otra diferencia que se observa es que el Tipo III de
Parsons (1972),45 son malacates más pequeños ya que tienen un diámetro
algo menor (20-30 mm) que el rango máximo de los de Cholula, y la catego-
ría de los de 33-37 mm de tamaño está casi ausente en el valle de México.46
Hay una gran variedad entre los malacates de Chalco que han sido
clasificados en tres tipos, según la combinación que presentan consideran-
do el diámetro general, el diámetro del agujero central y el peso, por lo
que Brewington (2008)47 concluye, con base en el peso de los malacates
y la deducción del hilo que pudo ser empleado, que en el periodo Azteca
Temprano se hilaban tres tipos de fibras de algodón, que era la fibra más
trabajada, seguida del maguey delgado y el maguey grueso; mientras que,
durante el Azteca Tardío –a partir de 1350− el peso de los malacates cambia
sutilmente de trimodal a bimodal, ya que aumenta el porcentaje relativo
de los malacates ligeros y no los hay de peso medio en tanto que aumentan
los malacates pesados de 36 g o más. Este autor plantea que con ello se está
reflejando la imposición del pago de tributo de este material y también una
mejoría económica de los habitantes, quizás debido a su pertenencia a la
clase alta. En términos generales este investigador refiere que el diámetro
del agujero central sirve para correlacionarlo con la hebra hilada,48 aunque
Sharisse y McCafferty (2000) comentan que la diferencia en el tamaño del
agujero central se debe a que el malacate se coloca a mitad del huso y no en
el extremo, por lo que sugieren que “los volantes muy ligeros con grandes
agujeros en su centro se usaban para hilar plumas”.49
Lo que he podido verificar a partir del estudio de los malacates de
Tula, es que estos presentan características que los relacionan con diferentes
grupos multiétnicos asentados en Tula, como los provenientes de la cultura
Tenek (tipos III, A-1, A-2 y A-3; B-1, B-2 y B-3), de los otomíes (tipos 2 y 3

45 Todos los malacates estudiados por Parsons en 1972, provienen de recorridos de


superficie de sitios rurales aztecas ubicados en el valle de Teotihuacán.
46 MCCAFFERTY y MCCAFFERTY, 2000, p. 44.
47 BREWINGTON, ROBBIE L., 2008, p. 290.
48 Ibíd., 2008, p. 292.
49 Tomado de BREWINGTON, R., 2008, p. 282.

357
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

de Parker), de Zacatecas (tipo Tuxcacuesco) y de los mexicas del Posclásico


tardío (tipo I). Del tipo III podemos afirmar que, independientemente de
la variedad a la que pertenezcan, van de 1.6 a 2.9 cm con un orificio central
que oscila de 2 a 6 mm y pesan entre 12 a 2 g, siendo los más comunes los
que cuentan con 2 cm de diámetro total. Lo anterior significa que el tipo III
de Tula es aún más pequeños que los que reportan McCafferty Y McCafferty
(2000) para Cholula. En lo que respecta al tipo I, estas piezas tienen un
rango de tamaños más amplio que los del valle de México ya que tienen
un diámetro total que va de 2.4 a 4.350 con un orificio central de 7 a 3 mm.
Del tipo I de Parsons (1972) y del A-1 y A-3 de Franco (1956), se puede
decir que son las piezas que exponen una mayor y más elaborada iconografía
con una profusa cosmovisión que representa al mundo que les rodeaba, lo
que sugiere que se reelaboraban a partir de sus creencias. La presencia de
xicalcoliuhquis, xonecuillis, flores estilizadas, quincunce, plumas, animales,
guerreros emplumados, jugadores de pelota entre otros, nos indica que tam-
bién la cotidianidad de las labores de hilatura en asociación con las unidades
domésticas, seguían en íntima relación con los acontecimientos religiosos,
acaso mánticos, en donde se ritualizaban todos los aspectos de la vida.
La perspectiva ritual etnográfica de los malacates poco se ha trabajado
y entre los escasos investigadores que refieren que existe cierta connota-
ción mágica está el trabajo de Albores y Broda (2003) sobre los graniceros
en donde se puntualizan de acuerdo al estudio de Morayta (2003), que en
Cuentepec, Morelos, las cuentas de collar y los malacates prehispánicos
eran lanzados en los rayos de los ahuaques o “aires del agua”,51 o que los
actuales chamanes de la región oriental del estado de Hidalgo conserven
en su poder los malacates rayados de la etapa prehispánica huasteca.52 Otro
trabajo de corte etnoarqueológico es el que presenta Brown (2000) para el
área maya en donde refiere que los actuales chamanes recolectan malacates
prehispánicos –entre otras cosas− como instrumentos de poder profético.53
De igual forma, Báez (2012) llama nuestra atención sobre Xochiquetzal ya
que junto con Tlazoltéotl era las diosas de las labranderas y tejedoras, y
en honor a la primera de ellas se efectuaba la fiesta llamada Xochilhuitl en

50 Si bien se tiene un malacate que tiene 6.1 de diámetro total, este tamaño es atípico y
único.
51 MORAYTA, 2002, p. 229.
52 GALINIER, 2004, p. 257.
53 BROWN, 2000, p. 33.

358
El don del hilo. Los malacates prehispánicos de Tula

donde arrancaban la piel de una mujer sacrificada para colocársela a un


joven que sostenía los palos del telar, simulando que tejía como la diosa.54
Finalmente debo comentar que al igual que Biese (1966) y Cossich
(2008) y a partir de las entrevistas que efectué a las hilanderas y tejedores
de Oaxaca y de San Juan de la Laguna, Guatemala −quienes sostienen que ni
el tamaño del malacate ni su peso son importantes para hilar los diferentes
materiales ya que depende de la habilidad del hilandero−−, coincido en que
todos los malacates, independientemente de su peso y forma, pudieron ser
utilizados para lograr las finas prendas que se manufacturaban en la etapa
prehispánica. Sin embargo, cabe aclarar que los malacates de poco grosor
presentan un centro de gravedad bajo, por lo que al momento de trabajarlo
son más estables, mientras que los malacates de mayor altura tienen el peso
por obvias razones, en la parte superior. Es de importancia saber cómo son
los bordes del malacate ya que si este es equilibrado permite que el peso de
la madeja se concentre en el exterior y si está con bordes hacia el centro, el
peso de la madeja tenderá a concentrarse hacia el eje de la varilla. Los pri-
meros en general girarán más tiempo, pero a menor velocidad mientras que,
los de borde hacia el centro también girarán más rápido, aunque será más
lenta su duración. Por cuestiones del todo razonables, el grosor de la varilla
tendrá que estar íntimamente relacionado con el tamaño del orificio central
ya que no puede ser muy grande si el malacate es pequeño y viceversa. Ahora
sabemos que existen más variables que el tamaño, peso y dimensiones del
agujero interior, lo que abre más posibilidades de análisis.
Con respecto a los malacates del tipo I se ha podido observar arqueoló-
gicamente su presencia en la gran mayoría, si no es que en todos los asenta-
mientos del Posclásico tardío de Mesoamérica y varios de ellos no presentan
huellas de uso, lo que posiblemente indique que eran parte del material
almacenado para poder remplazarlo en caso de rotura del que estaba en ac-
tivo; lo anterior posiblemente nos esté refiriendo un comercio o intercambio
de malacates hechos por los artesanos mexicas para ser distribuidos en las
diversas poblaciones sujetas por el imperio. Queda por resolver en futuras
investigaciones este planteamiento.

54 BAEZ CUBERO, 2012, p. 248.

359
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

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362
363

CONSERVACIÓN DEL
PATRIMONIO EDIFICADO
DE TIZATLÁN Y TEPETICPAC,
EN EL ESTADO DE TLAXCALA

Ramón Santacruz Cano


Aurelio López Corral
Centro INAH Tlaxcala

Resumen – El patrimonio arqueológico edificado de Tizatlán y Tepeticpac es valioso testimonio


para entender el inicio y consolidación de las estructuras sociopolíticas que formaron la llamada
“confederación de Tlaxcallan” en el Posclásico tardío (1250-1519 d. C.). Esta entidad política
fue fundamental para lograr la sujeción del territorio mesoamericano por Hernán Cortes y
su ejército a partir de 1519. Este trabajo expone los avances de investigación arqueológica
obtenidos en la última década por los proyectos arqueológicos de Tepeticpac y Tizatlán
respectivamente, con especial énfasis exponer los criterios de restauración rigurosamente
implementados en los problemas de conservación de monumentos prehispánicos. Se abordan,
además, los aspectos metodológicos ineludibles para la preservación actual y futura de tan
importantes manifestaciones culturales.

Introducción

C
inco siglos han pasado desde que la arquitectura de los prominentes
asentamientos prehispánicos de Tizatlán y Tepeticpac se mostra-
ra en todo su esplendor. Muros, rellenos, pinturas policromadas,
aplanados de tan magnificas edificaciones revelan patologías en sus elemen-
tos constructivos por su exposición a una diversidad de factores, especial-
mente medioambientales y antrópicos. Ante esta problemática, el Instituto
Nacional de Antropología e Historia a través del Centro INAH-Tlaxcala, im-
plementó en el año 2011 el Proyecto Arqueológico Tepeticpac (SANTACRUZ
CANO y LÓPEZ CORRAL, 2011b), y en el año 2012 el Proyecto Arqueológico
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Tizatlán (SANTACRUZ CANO y LÓPEZ CORRAL, 2014a), programas de


investigación que, además de la exploración e interpretación sistemática
de contextos arqueológicos, tienen como objetivo la preservación material
de los sitios a partir del diseño de una metodología fundamentada en la
etiología del deterioro. A partir de este punto, se procede al diagnóstico,
pronóstico, tratamiento, seguimiento y evaluación sistemática de las pato-
logías que afectan a los bienes arqueológicos (SANTACRUZ CANO y LÓPEZ
CORRAL, 2014a), lo que permite: a) entender la dinámica (causas-proce-
sos-efectos) intrínseca y extrínseca en cada elemento arqueológico y b) apli-
car las operaciones de conservación-restauración, adecuados y específicos,
en el inmediato, corto, mediano y largo plazo, que aseguren la estabilidad
y conservación de los espacios arqueológicos.
El diseño de acciones de intervención en Tepeticpac y Tizatlán presentó
en su planeación y ejecución inicial condiciones particulares. Por una parte,
tenemos situaciones específicas de estado de conservación de los materiales
y sistemas constructivos de los edificios propuestos para intervenir; por la
otra, en el caso de Tepeticpac, está su localización sobre una zona serrana
que genera considerables dificultades de acceso. No obstante, en ambos ca-
sos los conjuntos edificados, sepultados y en superficie constituyen los prin-
cipales valores culturales tratados en las distintas temporadas de campo, lo
cual implica operaciones de restauración y tratamientos de conservación,
programados y permanentes. Aunado a ello, debemos vaticinar que las la-
bores de seguimiento y evaluación de las intervenciones realizadas podrían
quedar inconclusas por distintos motivos.

Los asentamientos prehispánicos de Tepeticpac y Tizatlán

Antecedentes históricos
Los asentamientos prehispánicos de Tepeticpac y Tizatlán se localizan en
un conjunto de pequeñas sierras ubicadas al norte de la capital del estado de
Tlaxcala. Tuvieron su mayor esplendor en el Siglo XV. Junto con Ocoteulco
y Quiahuxtlan desempeñaron un papel protagónico en la conformación y
desarrollo de la confederación de Tlaxcallan, entidad que tuvo un sistema
de organización estratificado con características sociales, políticas, econó-
micas y territoriales definidas a cada altepemeh.1 Estas características son
fundamentales para entender la dinámica y violenta transición del perio-
do prehispánico al periodo colonial provocado por la Conquista Española;

1 Nota del editor: forma plural de altépetl, ciudad en náhuatl.

364
Conservación del patrimonio edificado
de Tizatlán y Tepeticpac, en el Estado de Tlaxcala

evento que significó el extermino de las prácticas culturales indígenas por


la imposición de un nuevo orden europeo. Este choque cultural generó un
reacomodo a nivel social, político y económico en la región, derivando en
el establecimiento de la Muy Noble y Leal República de Tlaxcala, fungiendo
como capital urbana donde hoy se erige el Convento de San Francisco.
La evidencia arqueológica indica que la ocupación en Tepeticpac y
Tizatlán corresponde al periodo Posclásico tardío, que es la fase Cultural
Tlaxcala 1100-1519 d. C. (GARCÍA COOK, 1996; GARCÍA COOK y MERINO
CARRIÓN, 1986). Este último periodo de ocupación se caracterizó por im-
portantes migraciones, episodios de conflicto, inestabilidad política y el sur-
gimiento de facciones y alianzas entre diferentes altepemeh (DYCKERHOFF,
1978). Estas condiciones impactaron en la configuración de la región gene-
rando una aguda diversificación política y étnica, así como un ambiente de
inestabilidad y desconfianza entre comunidades vecinas. Fue durante este
difícil entorno sociopolítico cuando, de acuerdo con el cronista mestizo Diego
Muñoz Camargo (MUÑOZ CAMARGO, 1998 [1580]), se fundó el altepetl de
Tepeticpac alrededor del siglo trece d. C. por un grupo de conquistadores
teochichimecas procedentes de la región oriental de Texcoco en la Cuenca
de México. Su llegada a la franja central de Tlaxcala provocó un inminente
choque con varios grupos previamente establecidos, entre ellos los olmecas,
xicallancas y zacateuhcas, resultando en el derrocamiento de los líderes lo-
cales y la imposición de una nueva hegemonía militar y política. Consumada
la conquista, los teochichimeca reclamaron su derecho sobre los territorios
y las poblaciones tributarias, hecho que repercutió en las relaciones interre-
gionales con otros altepemeh que, igualmente, habían conquistado algunas
de las provincias circundantes como Cuauhtinchan, Huexotzingo y Cholula.
A partir del siglo XIV, la expansión del dominio teochichimeca dio
lugar al surgimiento de un nuevo asentamiento en Ocotelulco. Pugnas y
conspiraciones entre los señores de Ocotelulco que pretendían acceder al
poder, provocaron la fundación de un tercer señorío en Teotlalpan. Luego
del asesinato del señor principal, su sucesor trasladaría la sede del señorío
a Tizatlán, en la ladera baja del cerro Oztotl “Cueva”. A este lugar, asiento
del poder militar de la república tlaxcalteca en el siglo XV, arribaría Hernán
Cortés y su tropa el 23 de septiembre de 1519, para ulteriormente fraguar la
conquista de Tenochtitlan.

Tepeticpac
En la parte superior de un conjunto de pequeñas sierras pertenecientes al
Eje Neo-volcánico y a una altura aproximada de 2 200 metros, se localiza

365
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Tepeticpac o Texcalticpac, vocablos que respectivamente significan “lugar


en o sobre el cerro” o “lugar entre o sobre barrancas”.
El asentamiento de Tepeticpac se caracteriza por tener vestigios de
estructuras arquitectónicas tipo plazas, además de terrazas, basamentos,
y edificios residenciales, construidos con rocas calcáreas careadas y “ros-
treadas” unidas a base de una mezcla de barro, arena y material calcáreo.
Estas estructuras fueron dispuestas para formar conjuntos arquitectónicos
definidos que, en algunos casos, presentan cuerpos superpuestos, como es el
caso del “Conjunto la Palma” y “El Fuerte” en el Sector A del sitio. Además,
se observan espacios habitacionales conformados por muros limítrofes, mu-
ros de contención-defensa, muros divisorios, escalinatas, pisos y muros con
aplanados en los que aún es posible observar restos de pintura.
Por todo el sitio es común observar desniveles y terraplenes artificia-
les para crear plazas, espacios planos y nivelados. Especialmente en las
laderas suroeste y sur del cerro Tenextepetl del sector E y en el sureste del
cerro Cuautzi (Sector A), se observan terrazas habitacionales o agrícolas de
forma rectangular que pueden llegar a medir hasta 40-60 m de largo por
20-50 m de ancho, que descienden hasta entrelazarse con las otras secciones
de Quiahuiztlan (poniente), Ocotelulco (sur) y Tizatlán (oriente) (Figura 1).

Tizatlán
El sitio se encuentra emplazado sobre la ladera baja del cerro Oztotl, que
desciende al este, con dirección al cauce natural del río Zahuapan. La pen-
diente natural del cerro fue modificada por los antiguos pobladores me-
diante rellenos artificiales de tierra y tepetate, para lograr nivelaciones que
después revistieron con muros de xalnene, bloques de tepetate y en menor
grado, piedras calcáreas. De esta manera, paulatinamente se fueron acon-
dicionando áreas extensas de terreno dando como resultado un complejo
sistema de terrazas, distribuidas diferencialmente en las laderas este, sur y
norte del cerro (Figura 1).
A partir de las modificaciones realizadas a la topografía natural, duran-
te el Posclásico (1100-1521 d. C.), los constructores de Tizatlán edificaron o
ampliaron grandes basamentos que sirvieron de cimiento para desplantar
otras construcciones.
No obstante que en la actualidad el asentamiento prehispánico se
encuentra modificado y sellado por la traza urbana de la comunidad ac-
tual (v. gr. Calles, casas-habitación), aún existen indicadores arqueológi-
cos para definir el patrón de asentamiento pretérito del sitio. En términos
generales, se compone de un área nuclear que comprende a los edificios

366
Conservación del patrimonio edificado
de Tizatlán y Tepeticpac, en el Estado de Tlaxcala

prehispánicos ubicados dentro de la zona arqueológica: Basamento de los


Altares, Edificio Oeste, Plataforma Suroeste, Plataforma Sureste y la Gran
Plataforma Prehispánica. A estos monumentos se integran, además, una
serie de plataformas adyacentes. Por la calidad de sus materiales y sistemas
constructivos, se trata de un complejo arquitectónico que comprende espa-
cios ceremoniales y residenciales del asentamiento; así mismo, se caracte-
riza por la presencia de estructuras piramidales, plataformas, edificios de
carácter residencial y otros de tipo palaciego, situados en la parte superior
de la Gran Plataforma. Sobre esta Plataforma se edificó una Capilla abierta
a mediados del siglo XVI, a la cual le fue adosado el templo de San Esteban
en el siglo XIX.

Figura 1. Plano de la Urbe de Tlaxcallan. Proyecto Mapeo de Tlaxcala y Proyecto Arqueológico


Tepeticpac. En: LÓPEZ CORRAL, A., F. FARGER y SANTACRUZ CANO, R. (2006).

367
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

En el perímetro inmediato hay evidencia de un número significativo


de terrazas escalonadas construidas a distintos niveles en la parte baja del
cerro y distribuidas en el extremo oeste, suroeste, este y norte de la ladera
del Oztotl. Mientras que las terrazas más pequeñas y áreas de actividad
agrícola están alejadas del área nuclear y fueron construidas en las proxi-
midades del río Zahuapan y la comunidad de Teotlalpan, al este y suroeste,
respectivamente, y en los lomeríos intermedios entre el cerro Cuauhtzi y el
cerro Oztotl, al oeste (Figura 1).

Etiología y vulnerabilidad del patrimonio edificado


Los daños en monumentos arqueológicos generalmente ocurren por la expo-
sición de los elementos arquitectónicos a la intemperie. Si a ello añadimos la
falta de un programa de conservación preventiva que, de manera oportuna,
trate y de seguimiento a la aparición de daños y deterioros que de forma
recurrente afectan los monumentos, estamos condenando a estas valiosas
evidencias del pasado a su irremediable desaparición.
Los factores que influyen en el estado de conservación y eventual vul-
nerabilidad del patrimonio arqueológico edificado de Tepeticpac y Tizatlán
son de orden multifactorial y multicausal, lo que hace riesgoso hacer gene-
ralizaciones. Una forma de entender, explicar e identificar problemáticas
de conservación es mediante la indagación etiológica, que consiste en una
perspectiva científica que analiza y explora las variables que pueden generar
los fenómenos analizados. Para el caso que nos ocupa, este enfoque consi-
dera causas,2 condiciones,3 factores,4 y dinámica5 que hacen vulnerable al

2 Las causas producen el daño. En el caso del patrimonio edificado, la causa de deterioros
que progresan a daños implica una condición antecedente y necesaria para la producción
de un determinado fenómeno. Por ejemplo, en Tepeticpac la construcción del de los
edificios en la agreste topografía del terreno, constituye una causa de deterioros (fatigas)
en los sistemas y materiales constructivos.
3 Las condiciones provocan resultados suplementarios (adicionales) a las causas, por lo que
no deben confundirse con los factores. Por ejemplo, el uso de materiales constructivos a
base de componentes pétreos y tierra seca y húmeda para la construcción de los edificios.
4 Los factores representan todo elemento que contribuye o concurre a un determinado
resultado.
5 El deterioro como fenómeno es notablemente dinámico, y se puede entender como el
conjunto de etapas (sucesos) que se suceden cronológicamente, desde su origen hasta
su manifestación, puede ser a nivel micro o macro y se puede manifestar dentro del
monumento o al exterior de este.

368
Conservación del patrimonio edificado
de Tizatlán y Tepeticpac, en el Estado de Tlaxcala

patrimonio en estudio, los cuales resultan de mayor interés por su condición


de desencadenante o precipitante (SANTACRUZ CANO y LÓPEZ CORRAL,
2011a; SANTACRUZ CANO y LÓPEZ CORRAL, 2014b). Para su compren-
sión, los factores de deterioro son todas aquellas características, circunstan-
cias, condiciones o situaciones que favorecen, facilitan y hacen vulnerable
a un bien mueble o inmueble. Un primer criterio de evaluación considera a
los bienes patrimoniales como elementos o estructuras que reaccionan, de
manera diferencial a factores biológicos, antrópicos, o medioambientales.
Por su dinámica etiológica, dichos factores se clasifican en endógenos,
exógenos o mixtos. Los factores endógenos (endo=dentro de) están relaciona-
dos con la naturaleza, composición y estructura de los materiales utilizados
en la fábrica de los monumentos, y se pueden clasificar en: 1) materiales o
elementos que constituyen una unidad estructural o edifico (v. gr. disgre-
gación de sedimentos en núcleos y rellenos constructivos, asentamientos
diferenciales de unidades arquitectónicas), y 2) los que constituyen a un ele-
mento o componente arquitectónico (v. gr. cambios a nivel fisicoquímico en
elementos pétreos por variaciones térmicas). Los factores exógenos (exo =
fuera de) son externos y engloban un grupo más amplio, clasificándose por su
incidencia en los monumentos arqueológicos ya sea en: 1) origen biológico (v.
gr. flora parásita y fauna nociva), 2) origen antrópico (v. gr. saqueo, abandono
y falta de mantenimiento, intervenciones inadecuadas), o 3) origen telúrico
o medioambiental o físico (sol, viento y humedad), meteorización geológica
(deslaves de tierra y piedra), mecánicos (v. gr. empuje de carga laterales,
verticales y axiales), gravedad y ubicación geográfica (Figuras 2 y 3).

Figura 2. La ubicación geográfica del sitio arqueológico, en combinación con el desarrollo de agen-
tes biológicos, son factores que contribuyen al deterioro del patrimonio edificado de Tepeticpac.
Cerro Cuauhtzi. Foto: Proyecto Arqueológico Tepeticpac.

369
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Clasificación general de los distintos factores de deterioro


Biológico Físico Químico Social
Exposición de elementos
Alteración
Fauna Arqueológicos
Cambios de temperatura
Flora Alteración por actividades de
Contracción
Insectos molecular en rocas investigación o saqueo
Erosión eólica e hídrica
Microorganismos Contaminantes Falta de mantenimiento
Exceso de carga en muros y
(hongos, musgos, atmosféricos Falta de vigilancia
paramentos Expansión
líquenes) Sales solubles Obras de infraestructura
Gravedad
Saqueo
Lluvia
Vandalismo

Figura 3. Los edificios prehispánicos de Tizatlán se ubican dentro del área urbana de San Esteban
Tizatlán, circunstancia que los hace más vulnerables ante factores antrópicos de deterioro. Acceso
y muro perimetral Este, Gran Plataforma Prehispánica. Foto: Proyecto Arqueológico Tizatlán.

A escala individual –específicamente a nivel de elemento constructivo


y de estructura−, el estudio etiológico indica que los factores endógenos,
exógenos o mixtos de deterioro generan lesiones, en un inicio, observables a
nivel micro.6 En la medida en que se incorporan más factores, por lo regular

6 Los daños micro se presentan en los materiales constitutivos de los elementos


arquitectónicos a nivel individual (v. gr. erosión eólica e hídrica en componentes pétreos,
deslajamiento o fisuras por cambios térmicos en material pétreo, fracturas o abrasión por
acciones mecánicas laterales y verticales entre materiales pétreos; degradación o erosión
eólica e hídrica de morteros de cal-arena para pisos y aplanados; degradación o erosión
por acción eólica e hídrica de mezclas de tierra para unión o amarre de mamposteo).

370
Conservación del patrimonio edificado
de Tizatlán y Tepeticpac, en el Estado de Tlaxcala

mixtos, el deterioro progresa a un daño mayor de tipo macro,7 constitu-


yendo una patología.8 La evidencia indica que la dinámica de los factores
de deterioro, de manera individual y combinada, incide en los organismos
edificados, generando daños diferenciales sumamente complejos.
El examen de los daños indica que un factor desencadenante en la
vulnerabilidad de las estructuras deviene de la combinación de agentes exó-
genos de deterioro del medio natural asociados a las actividades humanas
(antrópicos) significándose como fallas en los sistemas constructivos. No
obstante, la dinámica de las fallas estructurales presentes en los organismos
murarios, las secciones murarias de Tepeticpac y Tizatlán, muestran un
diseño que les permite la distribución y transmisión mecánica de cargas ver-
ticales y empujes horizontales al suelo. Esto se hizo mediante la preparación
del terreno irregular por medio de muros que compensan y diseminan los
efectos de las cargas mecánicas y de la gravedad a los rellenos constructivos,
así como al afloramiento calcáreo en el caso de Tepeticpac, o al afloramiento
del tepetate en el caso de Tizatlán. Esto es claro en el espesor y altura actual
−de 0.80 m por 1.40 m en Tepeticpac y de 1.00 a 4.00 m en Tizatlán−, de los
muros perimetrales; sistema constructivo de contención-defensa desplan-
tados a diferentes niveles respecto de su base de desplante.
Otro problema antrópico (predisponente) de alteración en los muros
originales son los arreglos y adiciones realizadas en diferentes momentos
de su historia, incluidos los modernos. Estas soluciones arquitectónicas se
presentan en algunas fracciones murarias perimetrales donde se observan
segmentos diferenciados de componentes pétreos burdamente trabajados
y de menores dimensiones que los empleados en los muros adyacentes ori-
ginales. Estas modificaciones afectan el equilibrio estructural de las uni-
dades arquitectónicas originales comprometiendo su estabilidad. De igual
forma, en Tepeticpac se presenta el problema de la reutilización de espa-
cios, siendo nivelados para aprovecharse como terrenos de labor, mientras
que, en Tizatlán, la construcción de la parroquia del mismo nombre en la
parte superior de la gran plataforma y el uso del espacio como cementerio
desde el siglo XVI hasta 1980, han precipitado el hundimiento diferencial

7 Los daños macro son perceptivos y corresponden a fallas que comprometen una sección
o conjunto de materiales o sistemas constructivos (v. gr. deslaves, colapsos, pérdidas de
materiales, hundimientos).
8 El estudio de las patologías señala que: a) son dinámicas, b) se presentan en tiempo
y espacio, d) son multifactoriales, e) no son espontaneas, f) son progresivas, g) son
destructivas o generan daños mayores, y h) si se detectan con prontitud, son reversibles.

371
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

del nivel con respecto al piso actual, ocasionando destrucción de depósitos


arqueológicos; además de favorecer la acumulación de humedad en rellenos
constructivos de manufactura prehispánica.
En suma, la etiología, la dinámica como la combinación de deterioros
observados en las diferentes fases de los proyectos arqueológicos en los
recorridos de superficie y recogida en las Cédulas de Registro de Estado
de Conservación de Monumentos Arqueológicos Inmuebles (CRECMAI),
definió áreas con problemas de conservación diferenciados como: a) leves,
que se representan por daños a nivel micro, y b) graves y severos, que se
caracterizan por presentar daños a nivel macro. Estos últimos requirieron
atención inmediata.

Fundamentos de intervención
La literatura refiere que los procesos de deterioro caracterizados a partir
de factores biológicos, antrópicos y telúricos han servido de base para el
desarrollo de hipótesis explicativas que fundamentan intervenciones gene-
rales de conservación (ROBLES y MOREIRA, 1990a; ROBLES y MOREIRA,
1990b). Sin embargo, se han tomado los modelos generales como referen-
tes, y se ha optado por explicar a los monumentos arqueológicos como: a)
construcciones pluriestratificadas, y b) elementos de estudio únicos en sus
componentes, en sus formas y dimensiones, en su uso-función, por su ubi-
cación espacial, en sus materiales y sistemas constructivos y por supuesto,
en las patologías.
En rigor, el tratamiento de patologías, propuestos en los proyectos de
Tizatlán y de Tepeticpac, parten del principio de que la conservación ar-
queológica debe sustentarse en indagar la etiología, la dinámica y variabi-
lidad de los factores de deterioro que menoscaban la integridad (material
e inmaterial) de los bienes culturales, para su identificación, tratamiento y
estudio individual, integral y preventivo.
Sobre esta base, las estrategias de conservación ejecutadas por los
proyectos arqueológicos concilian criterios teóricos de restauración con
la ejecución técnica de intervención en monumentos arqueológicos, como
una manera eficaz y respetuosa para preservar la integridad del patrimo-
nio arqueológico edificado a partir de la investigación, caracterización y
tratamiento de daños y deterioros. De ahí que, elaborar un diagnóstico,
formular un pronóstico, ejecutar un tratamiento al monumento concreto y
desarrollar un programa preventivo de conservación, son actividades que
someten su contenido a principios de restauración nacional e internacio-
nal, como: principio de legitimidad, principio de legibilidad, principio de

372
Conservación del patrimonio edificado
de Tizatlán y Tepeticpac, en el Estado de Tlaxcala

precautoriedad, principio de estabilidad, principio de integridad, princi-


pio de proporcionalidad. A estos criterios, se deben tener en cuenta otros
como: respeto a la historicidad, respeto a la autenticidad, no reconstrucción,
trabajo en equipo, realización de dictámenes de intervención arqueológica
y tratamiento de conservación, consolidación, restructuración, marcar la
diferencia de las áreas intervenidas con respecto a las originales, uso de
materiales compatibles y reversibles, entre otros.
Enunciados los fundamentos teóricos y prácticos de restauración que
rigen nuestra actuación, y tras nueve años de trabajo en Tepeticpac y siete
años en Tizatlán, la intervención de monumentos arqueológicos basa su
método en tres aspectos fundamentales y necesarios: a) Diagnóstico, b)
Pronóstico y c) Tratamiento.

A. Diagnóstico
El diagnóstico es la enumeración sistemática de los antecedentes que se
deben tomar en cuenta para la determinación del estado de conservación de
bienes patrimoniales. No ofrece una solución al problema. Su importancia
radica en poder interpretarlos y de esta manera conocer su desarrollo. Es
decir, aproximarnos a la etiología del fenómeno destructivo.
Se advierte que no todos los procesos de deterioro tienen una importan-
cia equivalente. Unos poseen una relevancia fundamental, como verdaderos
factores de deterioro. Otros tienen un valor menor estrictamente cooperante
en el proceso general y se objetivan en la manifestación material observable:
deterioro, daño o destrucción.
El PAT ha realizado diagnósticos por medio de cédulas (CRECMAI)
donde se registra el estado de conservación de los edificios que conforman
el “Conjunto la Palma”. Estos trabajos de registro fundamentaron las inter-
venciones de conservación y restauración específicas donde se evidenciaron
problemas atribuidos a factores de diversa índole (Figura 4). Entre los fac-
tores antrópico se encuentran los daños producidos en los edificios (1 y 2),
los más evidentes corresponden a exploraciones y trabajos de restauración
ejecutados en la década de 1990, y saqueos realizados en 2003 (LÓPEZ
GARCÍA, 2003) y 2004 (SANTACRUZ CANO y CASTILLO BRAVO, 2004).
Ulteriormente, en 2009, se exploró y liberó la estructura 1A y el Edifico
14 (14, 14A, B, C), donde se dejó expuestas dos etapas constructivas, pisos
y aplanados con restos de pintura (Figura 5). Los daños fueron clasifica-
dos como graves (macro) debido al daño estructural que presentaban los
sistemas de desplante y contención de los rellenos que dan volumen a las
unidades arquitectónicas.

373
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 4. Plaza 1 del Conjunto Arquitectónico la Palma. Foto: Proyecto Arqueológico Tepeticpac.

Figura 5. Daños ocasionados por factores antrópicos y biológicos en el Edifico 1 del Conjunto
Arquitectónico la Palma. Foto: Proyecto Arqueológico Tepeticpac.

Respecto de los daños producidos por factores telúricos como bioló-


gicos, estos se ubicaron en los muros perimetrales de contención-defensa
que circundan al Conjunto la Palma. Dichos daños se consideraron graves
(macro), en específico las secciones murarias localizadas hacia los límites
con la barraca sur. Los daños consisten en la pérdida y separación elementos
constructivos, colapsos e inestabilidad estructural de una importante área
de la unidad estructural.

374
Conservación del patrimonio edificado
de Tizatlán y Tepeticpac, en el Estado de Tlaxcala

En Tizatlán, el diagnóstico por medio de cédulas (CRECMAI) en los


edificios del patrimonio edificado de manufactura prehispánica mostró que
los daños corresponden a factores antrópicos y ambientales. En particular
los deterioros presentes en la Gran Plataforma, el Basamento de Altares
Policromados y en los edificios circundantes, incrementaron por los mate-
riales de fábrica empleados para su construcción. En específico, el uso de
xalnene, tepetates y adobes usados como elementos predominantes en la
construcción de estructuras de contención, carga, cimentación y volumen,
constituye un factor precipitante en la aparición de daños graves (macro).
Además de los daños que de manera diferencial hemos atribuido a la
incidencia de humedad, temperatura y viento en los materiales de fábrica
expuestos, cabe señalar que, desde su descubrimiento en 1927, Tizatlán fue
objeto de innumerables intervenciones de restauración, (se puede consul-
tar en los informes respectivos de FUENTES, C. 1996; NOGUERA, 1996;
BENALÍ SALAS, 1996; MOEDANO, H., 1996; y GALLEGOS en: AREIZAGA
y LEMUS, 1994). En la evidencia material presente en los edificios prehis-
pánicos es posible inferir que los volúmenes constructivos de los monu-
mentos fueron consolidados respetando la proporcionalidad e integridad
material del vestigio original, empleando morteros de cal, arena, barro y
tepetate (Figura 6). De forma extendida se incorporó cemento en diversas
proporciones, material no compatible con los materiales originales por lo
que favoreció entre otras cosas la aparición de grietas en rellenos construc-
tivos, fracturas y fisuras en material constructivo adyacente y pérdida por
adherencia de fragmentos de aplanados originales.

Figura 6. Fachada Oeste de la Estructura Sur que cubre el Basamento de Altares Policromados.
Foto: Proyecto Arqueológico Tizatlán.

375
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Un factor más deterioro fue el crecimiento y desarrollo de árboles junto


a la corona del muro perimetral de la Gran Plataforma Prehispánica. Las
raíces de los árboles destruyeron contextos coloniales y empujaron el muro
deformándolo y causando daños en los materiales constructivos. La apari-
ción de grietas mayores a dos metros de longitud con una apertura de 10 a
15 cm evidenció daños estructurales severos en la unidad muraría (Figura 7).

Figura 7. Daños ocasionados por el crecimiento de vegetación parasitaria menor y mayor en el muro
perimetral sur de la Gran Plataforma Prehispánica de Tizatlán. Foto: Proyecto Arqueológico Tizatlán.

Con este panorama y debido a que el diagnóstico, el pronóstico y el


tratamiento son de orden casuístico, en las unidades arquitectónicas de
Tizatlán y Tepeticpac se identificaron problemas que van de graves a severos
y se manifiestan por: a) desfase y perdida de componentes constructivos; b)
intrusión de vegetación mayor y menor en paramentos y núcleos o rellenos
constructivos; c) presencia de madrigueras; d) deformación, desplome y co-
lapso de secciones de muro a causa del debilitamiento y perdida de material
consolidante por presión vertical de componentes constructivos pétreos y
empuje lateral proveniente de los rellenos que dan volumen a los edificios;
e) erosión eólica e hídrica en material pétreo; f) tres derrumbes parciales
que expusieron los rellenos; y g) acumulación de humedad.

376
Conservación del patrimonio edificado
de Tizatlán y Tepeticpac, en el Estado de Tlaxcala

B. Pronóstico
Por pronóstico9 debemos entenderlo como el conocimiento anticipado y
científicamente fundado de los sucesos destructivos en los bienes patri-
moniales ocasionados por el desarrollo e incidencia de factores endógenos
y exógenos, observados, medidos y registrados durante la etapa de diag-
nóstico. El análisis de datos cualitativos y cuantitativos, resultado de las
etapas de diagnóstico y pronóstico, permite valorar objetivamente el grado
de deterioro sobre un bien cultural específico y de esta manera jerarquizar
y programar su tratamiento.
La información recabada durante la etapa previa permitió formular un
pronóstico objetivo sobre la vulnerabilidad del patrimonio edificado, causas
y efectos de este, así como definir las acciones concretas de intervención
directa que respondieran de forma inmediata a la gravedad específica de
los daños registrados. Por ello, conforme a la especificidad de los daños, se
propusieron las acciones de intervención necesarias para cada caso, priori-
zando en las primeras temporadas de intervención resolver: a) problemas
estructurales; b) proteger elementos constructivos que por sus caracterís-
ticas (materiales, manufactura y grado de exposición al medioambiente)
fueran susceptibles de desaparecer; y c) resolver problemas de conserva-
ción ocasionados por intervenciones inadecuadas. A partir de este primer
acercamiento a los procesos de deterioro se justificó las intervenciones de
conservación para las temporadas subsecuentes.

C. Tratamiento
El tratamiento es el conjunto de elementos, principios, normas, disposi-
ciones y técnicas que se requieren para reestructurar un bien patrimonial,
devolverle su estabilidad, uso social, valor cultural y conservación futura.
Su eficacia reside en la intervención individualizada realizada de manera
integral y permanente.
Una vez que se definió cuáles eran los edificios prioritarios por interve-
nir, inició la fase de actualización de la información recabada en las cédulas
de estado de conservación de bienes inmuebles y proceder a documentar,
medir, fotografiar y dibujar los edificios y elementos sujetos a tratamiento.
La estrategia empleada en los edificios tratados y por tratar contempla
tres etapas continuadas. La etapa 1, que es a la que nos referiremos en este

9 El pronóstico no es un ejercicio de adivinación o presentimiento o suposición, es el


resultado del conocimiento objetivo e individualizado de la dinámica de deterioro en un
determinado monumento.

377
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

documento, implicó resolver la problemática de conservación a nivel macro


y micro, y contempló: 1) trabajos de estabilización de muros perimetrales,
que requirió: a) retiro de escombro, desmantelamiento, integración y anas-
tilosis de partes de muro colapsado; b) operación de re-metimiento de las
secciones de muro reintegradas (de 0.07 m a 0.10 m respecto del paño del
muro original); y c) consolidación de grietas, sellado de fisuras, relleno y
nivelación para re-direccionar el agua de temporal. Y 2) se realizaron: a)
trabajos de consolidación en los edificios y muro perimetrales, que implicó
b) liberación y consolidación de rellenos culturales expuestos; c) exploración,
liberación y restauración de unidades murarias; y d) liberación y consolida-
ción y protección de pisos expuestos.

Proceso de intervención
Por la severidad de los daños y deterioros presentes en los edificios señala-
dos se determinó implementar los siguientes trabajos de registro, conser-
vación, restauración y protección de estos.

Limpieza general
Proceso que implicó el retiro superficial de sedimentos en la totalidad de
las superficies a intervenir, sin incidir en los componentes arquitectónicos
prehispánicos, mediante el uso de brochas de pelo suave, pinceles, bombi-
llas, cepillos de raíz, cucharillas, herramientas de dentista y suficiente agua.

Figura 8. Limpieza del núcleo de la columna este en el recinto de Altares Policromados. Foto:
Proyecto Arqueológico Tizatlán.

378
Conservación del patrimonio edificado
de Tizatlán y Tepeticpac, en el Estado de Tlaxcala

Registro
Se realizó: a) registro fotográfico; b) levantamiento arquitectónico de los
elementos constructivos además de la elaboración de plantas, cortes, perfiles
y alzados; y c) un mapeo de deterioros presentes. Para esto se requirió plan-
tear el trazo de retículas auxiliares dividida en unidades o cuadros de regis-
tro de 2 m por lado, alineada a los paramentos de los edificios, referenciados
con un Banco de Nivel BN, referenciado en m s. n. m.. y en coordenadas
geográficas. Este registro se hizo antes de intervenir los elementos cons-
tructivos, durante los procesos y al finalizar los trabajos de conservación.
Complementariamente con el registro gráfico, se implementó el llenado
de cédulas de unidad muraría y cedula de estructura, donde registramos
las características formales y culturales de la unidad arquitectónica. Las
primeras corresponden a medidas, sistemas y materiales constructivos,
ubicación, forma, etcétera, mientras que las segundas, contemplan tempo-
ralidad, filiación cultural, etcétera.
Limpieza profunda: eliminación de vegetación parasitaria menor-ma-
yor y colonias de microorganismos.
La supresión de yerba se inició cortando los troncos hasta su aflora-
miento del elemento arquitectónico, después se aplicó directamente a la
raíz o a la superficie del musgo un desecante natural a base de sal en grano
mezclado con alcohol de caña, en proporción 50%-50%, rociándolo en las
áreas afectadas (superficies de pisos, rellenos arqueológicos y paramentos).
En áreas más delicadas se aplicó el proceso de aspersión, utilizando agua
oxigenada. Una vez que el musgo o la raíz secaban, su eliminación fue a base
de brochuelo y escalpelo.

Eliminación de intervenciones inadecuadas


Se suprimió fragmentos de resanes elaborados a base de morteros y ce-
mento, esta operación resulto difícil debido al peligro de fractura, desfase
o desprendimiento de pisos, elementos pétreos y aplanados, originales.

Fijado y consolidación de superficies


pulverulentas o disgregadas
Esta operación se efectuó en superficies de pisos y aplanados que perdieron
cohesión por exposición permanente a fuentes de humedad generando di-
solución y/o alteración por presencia de microorganismos. La consolidación
tuvo como objetivo devolver la adherencia del aplanado a la estructura de
soporte.

379
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Operación de reintegración estructural


de pisos, aplanados y rellenos
Tuvo como objetivo devolver la estabilidad mecánica al sistema constructivo
empleado en los pisos originales, así como recuperar la continuidad y legi-
bilidad de los aplanados y relieves mediante la reposición de componentes
arquitectónicos de soporte, contención y de argamasas.

Se implementaron los siguientes procedimientos:


Las fisuras, muchas de ellas milimétricas y las grietas que no sobrepasaron
1 cm fueron ranuradas. Posteriormente fueron limpiadas con brochas de pelo
suave con el objetivo de retirar el material suelto. Finalmente, las aberturas
se humedecieron con agua con el objetivo de que el mortero de cal-arena,
en proporción 1:1½, tenga una adherencia mayor y evitar desprendimientos
subsecuentes.
Los resanes tuvieron la finalidad de rellenar faltantes de los pisos origi-
nales. Se realizaron con un mortero en proporción 1:1½, de textura similar a
los componentes originales. Este procedimiento se distingue por estar apli-
cado a un nivel ligeramente inferior (de 2-3 mm), respecto del nivel original.
El ribeteo proporcionó estabilidad a los pisos y aplanados median-
te la aplicación de mortero de cal-arena, en proporción 1:2 en los bordes,
cuando estos presentaron faltantes. Los rellenos expuestos se consolidaron
mediante un velado uniforme de 0.01 m de grosor, a base de un mortero de
cal-arena, mezclado con tepetate o barro, en proporción 1:1½:2. El uso de
los materiales señalados obedeció a las características del relleno arquitec-
tónico intervenido.
La estructura de soporte de los pisos requirió un tratamiento de resane
y ribeteo con un mortero a base de arena-cal, revuelto con tepetate cernido,
en proporción 1:2:1.
Una vez concluido el proceso de consolidación se aplicó baba de nopal
de tres a cuatro veces al día, dependiendo del área de aplicación, por su
capacidad como retardador del fraguado. Este procedimiento se hizo para
evitar la desecación acelerada de los morteros recién integrados y para con-
trolar la aparición de agrietamientos.

Re-enterramiento e Impermeabilización de los elementos expuestos


Esta medida se aplicó a todos los pisos o elementos frágiles intervenidos.
De igual manera, se implementó con el objetivo de mitigar el problema de
acumulación y filtración de precipitación pluvial, así como detener las fuen-
tes de alteración producidas por el sol, el viento y las originadas por factores

380
Conservación del patrimonio edificado
de Tizatlán y Tepeticpac, en el Estado de Tlaxcala

biológicos y antrópicos. Este proceso generó un ambiente estable de humedad


y temperatura que garantizó la preservación de los elementos arqueológicos.
La operación requirió verificar los niveles de los pisos intervenidos
para así proyectar las pendientes de los rellenos necesarios para dirigir la
humedad hacia el exterior del conjunto. Después de definir la pendiente se
procedió a colocar una primera capa uniforme y apisonada de arena fina, de
0.10 a 0.20 m de espesor; después, se colocaron lienzos de geotextil de .50 cm
de espesor por 1.20 m de ancho, acoplados mediante empalmes de 0.15 m
y situados al contrario de la dirección del desnivel requerido. Finalmente,
se tendió una capa de tepetate apisonado. El grosor de la capa de tepetate
dependió de la pendiente exigida para conducir la humedad y las corrientes
de agua de temporal hacia el exterior, variando de los 0.10 m a los 0.20 m.

Intervención de Liberación
Se suprimieron los volúmenes de tierra y escombro superficiales hasta al-
canzar el nivel de base de desplante de cimentación de muros perimetrales,
sin llegar al afloramiento de roca calcárea. El objetivo fue identificar y eva-
luar el estado de conservación de las estructuras de soporte (cimentación).
Una vez liberado y de requerirse, se restructuró la base de cimentación con
el objetivo de darle estabilidad.

Intervención de Anastilosis
Con esta técnica se intervinieron los componentes constructivos de los pa-
ramentos conservados in situ, que presentaran desplazamiento y que inmi-
nentemente fueran a derrumbarse. El proceso requirió retirar, reintegrar
y consolidar parte del relleno del núcleo posterior al área intervenida. En
las hileras de piedras calcáreas dispuestas como base de cimentación, se
eliminaron los residuos de barro degradado y con presencia de material or-
gánico. Después, se incorporaron pequeñas lajas calcáreas de 0.05 a 0.10 m,
para recalzar y lograr el nivel requerido de cada uno de los bloques pétreos
que conforman la alineación original de desplante y soporte. Finalmente,
con el objetivo de proporcionarle solidez y “amarre” a las estructuras mu-
rarías con el relleno posterior, se reintegró y consolidó con barro el núcleo
previamente retirado.

Intervención de Reintegración
Operación de cerramiento de la parte faltante de muro que consistió en colo-
car, tomando como base el sistema constructivo original, hiladas de piedras
calcáreas halladas en los derrumbes inmediatos a los muros (Figuras 9 y 10).

381
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Las piezas se registraron in situ para ubicar su deposición contextual actual,


posteriormente se levantaron e incorporaron al muro. Para diferenciar las
piezas pétreas que conforman la pared original con las piezas restituidas, se
colocaron esquirlas de piedras calcáreas, de 0.04 a 0.08 m, entre las juntas
(rajueleo). Para completar la parte faltante del muro perimetral sur hasta la
corona actual, fue necesario integrar materiales pétreos rodados por grave-
dad y depositados hacia la parte media alta de la ladera de la barranca. Este
material pétreo se recolectó siguiendo transeptos de 8.00 a 10.00 m orienta-
dos de norte a sur, alineados a los cuadros de referencia. Asimismo, y para
contrarrestar el empuje lateral y la acción propia de la gravedad, se aplicó
durante la reintegración de las secciones murarías el criterio de remetimien-
to, de 0 a 0.10 m del paño original, disperso en la verticalidad del paramento.

Figura 9. Trabajos de reintegración del acceso este y del muro norte de la Plaza 4. Foto: Proyecto
Arqueológico Tepeticpac.

382
Conservación del patrimonio edificado
de Tizatlán y Tepeticpac, en el Estado de Tlaxcala

Figura 10. Trabajos de reintegración del muro perimetral norte de la Terraza 14, donde hay una
torre de vigilancia. Foto: Proyecto Arqueológico Tepeticpac.

Limpieza y consolidación
Para erradicar las alteraciones biológicas se realizó la limpieza del área in-
tervenida con cepillo de raíz y suficiente agua. Posteriormente, con el uso de
herramienta manual (bisturí, cúter, instrumental de dentista y cucharilla),
se retiraron hierbas y matorrales, apartando agaves y nopales, mientras que
los árboles fueron derramados y retirados de raíz. Para la eliminación de
microorganismos (hongos), el tratamiento requirió una solución de alcohol
de caña y agua, en proporción 50%-50%, aplicándola localmente mediante
un aspersor de rocío en la parte afectada.
Para consolidar los componentes de los paramentos se utilizó una mez-
cla reversible de cal, arena y barro, en proporción 1: ½: ½, con agua. Para
el repellado y el ribeteo se utilizó un mortero de cal, arena y tepetate, en
proporción 1:2:1, mezclado con agua de nopal. Concluido el procedimiento
se aplicó baba de nopal tres veces por día.

383
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 11. Trabajos consolidación de elementos constructivos en la fachada oeste de la plataforma


Sur. Foto: Proyecto Arqueológico Tizatlán.

Figura 12. Trabajos consolidación de elementos constructivos en la fachada sur de la Gran Plata-
forma Prehispánica. Foto: Proyecto Arqueológico Tizatlán.

384
Conservación del patrimonio edificado
de Tizatlán y Tepeticpac, en el Estado de Tlaxcala

Muestra de morteros para tratamientos de restauración


En las intervenciones realizadas se han aplicado y muestreado fórmulas
probadas en cada sitio desde la primera temporada de campo de cada pro-
yecto. El muestro de mezclas in situ es permanente y tiene por objetivo de: a)
evaluar y dar seguimiento a la dinámica de comportamiento de las diferen-
tes mezclas (fórmulas) en las condiciones medioambientales de alteración y
deterioro, mismas que enfrentan los materiales originales; b) elegir la mezcla
de mortero que más se adecue a la naturaleza del material de construcción
a intervenir; y c) elaborar un muestrario de mezclas para ser aplicado en el
continente arquitectónico que conforma el sitio arqueológico.
La preparación de las fórmulas se llevó a cabo conforme al tratamiento
de los espacios arquitectónicos previamente diagnosticados. En términos ge-
nerales se utilizó la cal en pasta, mientras que el tepetate, el barro, el xalnene y
la arena fina, fueron cernidos por medio de dos procesos de cribado: a) uno de
depuración por medio de una malla de 3 mm; y b) uno de obtención por medio
de una malla de 1 mm. Posteriormente, se preparó la mezcla con agua de nopal
y se colocó en el área previamente seleccionada, mediante muestras de 0.05 m
de ancho por 0.05 m de largo y 0.01 m de grosor, siendo identificadas de acuerdo
con la fórmula correspondiente. Finalmente se aplicó baba de nopal tres veces
al día hasta el día anterior a la conclusión de las actividades de campo.
Al momento, se realizan evaluaciones periódicas sobre la eficacia (elas-
ticidad y resistencia) de los morteros, identificando y evaluando el compor-
tamiento y reacción del material a los factores ambientales de deterioro, al
tiempo y al comportamiento respecto de los movimientos mecánicos de la
unidad arquitectónica de la que forman parte. El registro de lleva a cabo de
manera gráfica (imagen), escrita (cédula) y al tacto.

Bancos de Material
La provisión tepetate, barro, arena, xalnene, tierra y cal, que por sus carac-
terísticas fueran los apropiados y se adecuaran a las normas de restauración
observadas por el PAT para los trabajos de conservación de los elementos arqui-
tectónicos, requirieron realizar recorridos en las inmediaciones del sitio para
ubicar los bancos que contuvieran los materiales convenientes. Para ello, se co-
rroboró que: a) los bancos de material elegidos no se encontraran en o dentro de
sitio arqueológico; b) fueran materiales libres de material orgánico y cultural;
c) fueran materiales provenientes de bancos de materiales establecidos; y d) los
bancos de materiales observaran un uso racional de los mismos. En Tepeticpac
se prevé un programa de recuperación de los recursos biológicos perturbados
por la explotación del banco de arena localizado en el cerro Tenextepetl.

385
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 13. Edifico 1. Foto: Proyecto Arqueológico Tepeticpac.

Figura 14. Estructura Sur y Basamento de Altares Policromados. Foto: Proyecto Arqueológico
Tizatlán.

Comentarios finales
La arquitectura de Tepeticpac y Tizatlán son muestra invaluable del avance
alcanzado en el conocimiento de los sistemas constructivos adaptados de
manera eficiente y funcional a su contexto natural. A pesar de la topografía
en que están emplazados y de los cinco siglos de abandono, resulta desta-
cable su estado de conservación.

386
Conservación del patrimonio edificado
de Tizatlán y Tepeticpac, en el Estado de Tlaxcala

Los deterioros ocasionados por el medio natural han impactado de


forma diferencial a los edificios y contextos arqueológicos. Los daños más
severos en su arquitectura se han derivado de la acción humana, que en el
siglo pasado registró su punto más álgido. Dada la vulnerabilidad material
del patrimonio, a partir del 2011 y 2012, respectivamente, se diseñó un
programa integral de diagnóstico, pronóstico, tratamiento y seguimiento,
fundado en el estudio de la etiología y factores de deterioro que vulneran el
acervo arqueológico de Tepeticpac y Tizatlán.
La aproximación al conocimiento de los deterioros como un evento que
tiene un origen (etiológico), que es dinámico y multifactorial, fue la base que
rigió y rige las intervenciones específicas en cada edificio. Aunado a ello, se
intervino sin modificar o alterar las características estructurales y compo-
nentes originales de cada estructura; se respetó y elaboró un registro de los
procesos de excavación, como los criterios de restauración implementados
en décadas pasadas, bajo el criterio de que forman parte de la historia del
monumento. Empero, cada una de estas intervenciones evalúa la técnica y
materiales empleados a partir de su comportamiento en el tiempo, el entor-
no y con el mismo monumento arqueológico. De dicho análisis, se derivará
la acción de investigación, conservación o restauración correspondiente.
Esto implica que cada elemento arquitectónico se intervino atendiendo a
sus características específicas, representando un continente de información
sobre problemas de conservación particulares. Además, se privilegió la con-
servación evitando tratamientos de restauración extensivos y complejos. Los
métodos y técnicas de conservación no significaron un riesgo a la integridad
estructural y física de los bienes arqueológicos, así como las sustancias,
productos y materiales utilizados, mostraron menor resistencia mecánica
que los materiales originales, actuando como “material de sacrificio”. Así
mismo, se diferenciaron del original y no se utilizaron para hacer adiciones
o reproducciones. Finalmente, los materiales a emplear son semejantes a los
originales en composición, comportamiento y propiedades fisicoquímicas.
La conservación del patrimonio edificado de Tizatlán y Tepeticpac es ta-
rea fundamental para preservar las características materiales e inmateriales
de tan invaluables evidencias arqueológicas con base en principios científicos
y técnicos. Con ello, el INAH a través del Centro INAH Tlaxcala, asume su
papel de institución garante del patrimonio arqueológico bajo su tutela.

387
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

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Conservación del patrimonio edificado
de Tizatlán y Tepeticpac, en el Estado de Tlaxcala

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389
391

ESTUDIO DE LOS RESTOS


PALEOETNOBOTÁNICOS
DE LA CIUDAD DE TULA

Nadia Verónica Vélez Saldaña


Zona arqueológica de Huapalcalco
Centro INAH Hidalgo

Resumen – En la época prehispánica fue muy común el cultivo de diferentes tipos de cereales
y vegetales; con base a los estudios paleoetnobotánicos hemos definido que al menos el maíz,
frijol y amaranto, fueron algunos de los principales cereales cultivados en la ciudad de Tula.
Con los análisis paleoetnobotánicos se pudieron identificar varios macro restos, los cuales nos
han permitido definir dos aspectos, en primer lugar, los posibles usos que se les pudo dar a las
plantas en época prehispánica, así como inferir los tipos de vegetación que pudieron existir en
el Valle de Tula, durante la fase Tollan (950- al 1150. d. C).

Introducción

L
a ciudad de Tula tuvo su máximo esplendor del 950 al 1150 d. C.
actualmente Tula ha sido motivo de investigación por muchas dé-
cadas desde el arqueólogo Acosta en los años setenta del siglo XX,
hasta hace algunos años. Unos de los investigadores que más han trabajado
el sitio fue Dra. Mastache, en conjunto con Dr. Cobean quienes, a través
de varias temporadas de campo, fueron acumulando diversos materiales
arqueológicos, entre éstos se colectaron cientos de muestras de tierra de los
diferentes edificios de la plaza.
Durante las temporadas del 2008 al 2012 del Proyecto Tula se comenzó
el estudio paleoetnobotánico de varias muestras de tierra con el objetivo de
obtener macro restos e identificarlos. Estos análisis han permitido conocer
los restos botánicos que se encontraban asociadas a elementos arqueológicos
provenientes de distintos edificios, en especial los ubicados en Tula Grande,
siendo la mayoría muestras de contextos de la fase Tollan (950 y 1150 d. C.)
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

y en muy poca frecuencia contextos del Postclásico Tardío. Sin embargo, en


este trabajo sólo se mencionarán los resultados de los contextos de la fase
Tollan. Estos restos botánicos en su mayoría corresponden a semillas y en
menor cantidad a fragmentos de plantas o fibras, estos estudios permiten
conocer las plantas que posiblemente fueron utilizadas por la sociedad que
llego a vivir en la ciudad Tolteca y también nos permitirán realizar una in-
ferencia sobre el medio ambiente durante la fase Tollan en el Valle de Tula
(VÉLEZ, GAMBOA y COBEAN, 2009, GAMBOA y COBEAN, 2011, 2013).

Resultados
El estudio de las muestras de tierra consistió en aplicar la técnica de flota-
ción para recuperar los macro restos e identificarlos. El proceso de flotación
y la identificación se realizó en un laboratorio que sé que estableció en las
instalaciones de la Zona Arqueológica de Tula, sin embargo, quiero recal-
car la participación del Biólogo Javier Hernández Olmos de la Escuela
Nacional de Antropología e Historia, quien nos apoyó con la identificación
de los macro restos.
En general, se trabajaron 747 muestras de tierra, las cuales provenían
principalmente de los edificios de Tula Grande como El Palacio Quemado,
con 25.34% de macro restos; el Edificio 4 con 46.51%; la Estructura K con
23.19% y la Pirámide C con 4.96% y logrando identificar 35 familias 62
géneros y varias especies, también se identificaron algunas esferas y otros
restos que no fueron identificadas denominadas (NI).
Las muestras estudiadas provienen de distintas elementos y hallazgos
asociados a los elementos arquitectónicos de los Edificios K, 4, del Palacio
Quemado y Pirámide C. En forma general enumeraremos de donde provie-
nen las muestras, ya que el objetivo del estudio es inferir el posible uso de
los restos botánicos en época prehispánica y no realizar un análisis de los
restos botánicos por contexto arqueológico.
Las muestras provienen de diferentes capas estratigráficas de varios
niveles y del relleno de las estructuras, muestras de fragmentos de apiso-
nados, concentraciones de ceniza en las capas estratigráficas, muestras de
tierra sobre piso y apisonado, tierra quemada, tierra del interior de tecuil,
interior de ollas y braseros, interior de columna, interior de drenaje, interior
de desagüe, tierra de cimiento, tierra asociada a vigas y asociada a cráneo,
hay una muestra del Elemento 1, del Entierro 1, del altar sur de la estruc-
tura K, muestras de tierra de la Ofrenda 1 (Disco de turquesa) y 2 (Coraza
de concha) del Palacio Quemado (BAEZ 2005, 2008; COBEAN y GAMBOA
2008; GETINO 1994, 2000; COBEAN, 1994).

392
Estudio de los restos paleoetnobotánicos de la ciudad de Tula

Grafica 1. Grafica en la que se observa el porcentaje de macro restos identificados por edificio.

FAMILIA GENERO Y ESPECIE TOTAL


Aizoaceae Trianthema sp. 0.20%
Amaranthus hybridus 2.44%
Amaranthus palmeri 0.20%
Amaranthaceae Amaranthus retroflexus 0.20%
Amaranthus sp. 4.89%
Amaranthus spinosus 0.20%
Anthemis sp. 0.20%
Aster subulatus 0.20%
Asteraceae 1.83%
Asteraceae Galinsoga sp. 0.61%
Sanvitalia procumbens 0.20%
Simsia Amplexicaulis 0.20%
Zaluzania sp. 0.20%

393
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Cactaceae 1.22%
Echinocereus sp. 1.43%
Mamillaria sp. 0.20%
Cactaceae Myrtillocactus geometrizans 6.72%
Myrtillocactus sp. 0.61%
Opuntia oligacantha 0.20%
Opuntia sp. 1.43%
Cerastium nutans 0.20%
Caryophyllaceae
Cerastium sp. 0.20%
Cheno-Am 0.20%
Chenopodiaceae 0.20%
Chenopodium ambrosioides 0.81%
Chenopodiaceae Chenopodium murale 0.41%
Chenopodium sp. 3.46%
Suaeda sp. 0.20%
Lepidium sp. 0.81%
Cruciferae
Lepidium virginacum 0.20%
Cyperus esculentus 0.41%
Cyperus sp. 0.41%
Cyperaceae
Eleocharis sp. 0.20%
Scirpus sp. 0.61%
Esfera 6.11%
Acalypha indica 0.20%
Acalypha indica var. mexicana 0.81%
Acalypha sp. 0.41%
Euphorbia corollada 0.20%
Euphorbia dentata 0.61%
Euphorbia hirta 0.41%
Euphorbiaceae
Euphorbia maculata 0.41%
Euphorbia nutans 0.41%
Euphorbia prostrata 0.20%
Euphorbia sp. 7.13%
Euphorbia stictospora 0.20%
Euphorbiaceae 0.20%

394
Estudio de los restos paleoetnobotánicos de la ciudad de Tula

Crotalaria pumila 0.20%


Dalea leporina 0.41%
Fabaceae 0.20%
Fabaceae
Phaseolus sp. 1.02%
Phaseolus vulgaris 0.61%
Trifolium sp. 0.20%
Agropyron sp. 0.20%
Agrotis sp. 0.20%
Andropagon sp. 0.20%
Andropogon scoparius 0.20%
Andropogon sp. 1.43%
Aristida purpurea 0.20%
Bouteloua gracilis 0.20%
Bouteloua sp. 0.20%
Chloris gayana 0.41%
Chloris sp. 0.41%
Chloris virgata 0.41%
Gramineae Cynodon dactylon 1.63%
Cynodon sp. 0.41%
Digitaria sp. 0.61%
Eragrostis mexicana 1.02%
Erodium cicutarium 0.20%
Gramineae 5.70%
Hordeum sp. 0.20%
Panicum sp. 0.20%
Paspalum sp. 1.02%
Setaria grisebachii 0.20%
Setaria sp. 6.31%
Zea mays 3.46%
Labiatae 0.20%
Labiatae
Salvia sp. 0.61%
Linaceae Linum sp. 0.20%

395
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Hibiscus sp. 0.20%


Malva parviflora 0.41%
Malva sp. 0.20%
Malvaceae
Malvaceae 0.41%
Urocarpidium limense 0.20%
Urocarpidium sp. 0.41%
Oenothera pubencens 0.20%
Onagraceae
Oenothera sp. 0.20%
Oxalis corniculata 3.26%
Oxalidaceae Oxalis sp. 0.20%
Oxalis stricta 0.81%
Argemone ochroleuca 0.20%
Papavaraceae
Papavaraceae 0.20%
Polygonum sp. 0.20%
Polygonaceae
Rumex sp. 0.81%
Portulaca mexicana 0.81%
Portulaca oleracea 1.43%
Portulacaceae
Portulaca pilosa 0.41%
Portulaca sp. 3.67%
Resedaceae Reseda luteola 0.20%
Scrophulariaceae Verbascum sp. 0.61%
Datura sp. 0.20%
Nicotiana glauca 0.41%
Nicotiana sp. 0.41%
Physalis philadelphica 1.43%
Solanaceae Physalis sp. 2.44%
Solanaceae 0.41%
Solanum nigrescens 0.20%
Solanum rostratum 0.61%
Solanum sp. 0.61%
Urticaceae Urtica chamaedryoides 0.20%
Zygophyllaceae Kallstroemia grandiflora 0.20%
Total 100.00%

Tabla 1. Cuadro de porcentajes de los macro restos identificados.

396
Estudio de los restos paleoetnobotánicos de la ciudad de Tula

Estudio paleoetnobotánico
Las plantas que se han identificado se encuentran asociados a varios edifi-
cios de la ciudad tolteca, lo que permite abrir una ventana al pasado y definir
cuáles eran las plantas que posiblemente fueron utilizadas por la sociedad
antigua. Para inferir cómo fueron utilizadas estas plantas, nos basamos
especialmente en fuentes históricas como el Códice Florentino, el cual esta
descrito en la obra “Historia General de las cosas de la Nueva España” −esta
es una de las referencias más antiguas del uso de plantas en México−, así
como estudios etnobotánicos actuales, en los que nos hemos apoyado para
realizar la propuesta.
De acuerdo con las fuentes históricas y los datos etnográficos, tanto
las sociedades prehispánicas como las actuales, han utilizado los recursos
bióticos para sustentar las necesidades básicas para la supervivencia, de tal
forma que nos hemos apropiado de dichos recursos y los hemos convertido
en parte de nuestras actividades cotidianas como son alimentarnos por me-
dio del cultivo y la recolecta, pescar con redes o jaulas, curar enfermedades
con plantas, fabricar instrumentos o herramientas, construir viviendas y
otras construcciones, realizar actividades rituales, entre otras.
Las plantas que fueron explotadas durante la época prehispánica son
todas aquellas ya citadas por Sahagún, sin embargo, hay que tener en cuenta
que en su obra sólo están las plantas que se llegaron a utilizar en la región
centro, de ahí que los estudios paleoetnobotánicos han permitido comple-
mentar dicha información. Los trabajos etnobotánicos nos permitirán ver
qué plantas se siguen utilizando y cuales han quedado en desuso por la
intrusión de otras plantas al país que han sido traídas de diferentes lugares.
En la siguiente Tabla se podrán observar los posibles usos que se les
daban a las plantas en la época prehispánica (P) y el uso que les dan actual-
mente (A). Desafortunadamente, no sabremos si en la época prehispánica se
utilizaron de la misma forma o de manera similar a la actual. Sin embargo,
es un cuadro en donde se puede apreciar las plantas que se utilizaban en
época prehispánica y cuales se siguen utilizando actualmente.

397
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Ceremonial o ritual

Materia prima para


Nombres comunes

diversos artículos
Género y especie

Combustible
Comestible

Medicinal

Ornato
Forraje

Otros
AMARANTHACEAE

Amaranthus “bledo”, “quintonil, P-A P P


hybridus, “quintolil”, “quelite”
Amaranthus Nombre Ñähñu:
palmeri, Xithá
Amaranthus
spinosus
Amaranthus “Hoauhtli” P
leucocarpus
Amaranthus sp. “uauhquilitl”, “chi- P P
chipilli”, “chichi-
quiltic”
AMARYLLIDACEAE
Agave sp. “maguey” P-A P P P-A P
Nombre Ñähñu:
uadá; flor de ma-
guey= ndombó
ASTERACEAE
Helianthus sp., “maíz de Texas” o A P-A A P A A
Helianthus “girasol”, “chimalá-
annuus catl”, “tonalchichi-
caquilitl”. Nombre
Ñähñu: yendri
Parthenium “confitillo” A
bipinnatifidum
Sanvitalia “ojo de gallo” A
procumbens
Simsia “acahual” A
Amplexicaulis
Zaluzania sp. “cenicilla”, hediondi- A
lla”
CACTACEAE

398
Estudio de los restos paleoetnobotánicos de la ciudad de Tula

Echinocereus sp “pitaya” P-A


Nombre Ñähñu:
Koua, zixju; flor de
kuua= donikoua
Ferocactus “biznaga de bo- P-A A
latispinus rracho”, “cuerno”,
“teocomitl”
Nombre Ñäh-
ñu: biznaga con
fruto comestible=
thu’mnxi
Mamillaria sp. “Biznaga de chilitos” A A
Nombre Ñähñu:
chilitos= zi ñ’i
Myrtillocactus “garambullo”. P-A A A
geometrizans, Nombre Ñähñu:
Myrtillocactus Bast’ä; flor de
sp. garambullo=
doní’bast’ä
Opuntia “Xoconostle”. P-A A
oligacantha Nombre Ñähñu:
ixcähä
Opuntia sp., “nopal”, “tlatocno- P P-A P P
Opuntia chnopalli”, “cozno-
amyclaea chnopalli”, “tuna”,
“nopalli”
Nombre Ñähñu:
tuna= xät’ä; tuna
blanca = dokjä; tuna
roja grande= thengä
dokjä
CHENOPODIACEAE
Chenopodium “epazote”, “ipazote”, P-A P-A
ambrosioides “epazotl”, “epazote
morado”
Chenopodium “Epazote de zorri- A
graveolens llo” “shoño”
Nombre Ñähñu:
xäñ’äí
Chenopodium “hirdiondilla” o P
murale “quelite cenizo”
Chenopodium “quelite de perro” A
nuttalliae
CYPERACEAE

399
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Cyperus “coquitos” P
esculentus
Cyperus sp. “peonia”, “tulillo”, P P-A P
“aitztolin”, “caltoli”,
“caltolli”, “nacaceto-
li”, “petlatolli”, “tolia-
man”, Tolpatlactli”,
“xomali”, “itztolin”,
“tolmimilli”
Scirpus sp. “tule” P-A
Nombre Ñähñu:
kua.
EUPHORBIACEAE
Acalypha sp. “cáncer”, “hierba del P-A A
pastor”, “hierba del
cáncer”, “azcatzonte-
comatl”
Euphorbia sp. “flor de noche P-A A P-A
buena”, “hierba
de la golondrina”,
“pegahueso”, “go-
londrina”, “meme-
yal”, “cuetlaxxó-
chitl”, “memeya”,
“memealxihuitl”,
Tletlemaitl”
FABACEAE
Arachis hypogea “cacahuate” P-A
Acalypha sp. “chipilli” P
Euphorbia sp. “uña de gato” P-A A
Nombre Ñähñu:
xaxhni
Phaseolus sp. “ayocotli”, ayecotli”, P P
“aiecotli”, “cimatl”
Phaseolus “frijol” y “ejote”, P-A P P
vulgaris “cuajil o cuajetl”,
“etle”, “frisol”, ejote o
vaina de frijo verde
“éxoltl”,”etenquiltl”
Nombre Ñähñu:
yä ju

400
Estudio de los restos paleoetnobotánicos de la ciudad de Tula

Prosopis “mezquite” P-A P-A P A P-A


laevigata Nombre Ñähñu:
t’ähi; flor de mez-
quite= do’nthí
FAGACEAE
Quercus sp. “encino”, “auatetz- P-A P-A
molli”, “tetzmoli”,
“quauhtepuztli”
GRAMINEAE
Andropogon sp. “cacanoualli”, “zaca- P
noualli”
Cynodon sp “acacahitztli”, “za- A A A
cate inglés”, “pasto
estrella”, “grama”,
“pata de gallo”,
“zacate bermuda”,
“gramilla”, o “zacate
agrarista”
Eragrostis “zacate elegante” A
mexicana
Panicum sp. “zacateteztli”. P-A
Zea mays “maíz”, “elote”, “qua- P-A P-A P-A P-A P-A A
ppachcintli”, “cintli”,
“centli”, “xochicint-
li”, “tzatzapalli”
Nombre Ñähñu:
cabello de elote=
xingri.
LABIATAE
Salvia sp. “chía”, “gober- P P-A P P A
nadora”, “chian”,
“chiantzotzotl”,
“chichientic”
LILIACEAE
Yucca sp. “iczotl” P P P
ONAGRACEAE
Oenothera “tenalxihuil”, A
pubencens “cólica”, “reina de la
noche”
Oenothera sp. “hierba de Santiago”, P-A
“azpan”
OXALIDACEAE

401
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Oxalis “agritos”, “xoco- P-A P-A


corniculata yole”, “jocotoles”,
“quauhxoxocoyoli”,
“miccaxoxocoyoli”,
“xoxocoyoltic”, “xo-
coyol”, “rabanitos”
Oxalis sp. “texoxocoyoli”, P P
“xoxocoyolcuecue-
poc”, “xoxocoyol-
huiuila”, “xoxoco-
yoli”
Oxalis stricta “xoxocoyolhuiuila” P
PAPAVARACEAE
Argemone “chicalote”, “amapo- P-A
ochroleuca la amarilla”, “cardo”,
“chicalotl”
POLYGONACEAE
Polygonum sp. achilli”, “achiotetl”, P-A
“achiotl”, “chilillo”
Rumex sp. “lengua de vaca” A
PORTULACACEAE
Portulaca “verdolaga”, “itzmi- P-A A
oleracea; quitl”, “iztaquilitl”,
Portulaca “verdolaga”
mexicana;
Portulaca sp.
SOLANACEAE
Datura sp “toloache”,” toloa”, P-A
“xoxouhcapatli”
Nicotiana sp. “Ecuxo”. P
Physalis “tomate”, “milto- P-A P
philadelphica mates”, “miltómatl”,
“tómatl”
Physalis sp. “tepetómatl”, “to- P P P
mate”, “xaltómatl”,
“coyototomatl”,
“coztomatl”
Solanum “hierba mora”, A
nigrescens “chichiquelite”
Solanum “mala mujer”, A
rostratum “duraznillo”, “hierba
del sapo”

402
Estudio de los restos paleoetnobotánicos de la ciudad de Tula

STERCULIACEAE
Theobroma “cacao”, “cacaoa- P P
cacao quauitl”
URTICACEAE
Urtica “ortiquilla” P-A
chamaedryoides

Tabla 2. Cuadro en que se muestran los posibles usos que se les dieron a las plantas en época pre-
hispánica y los usos que se les dan actualmente en comunidades Ñähñu, del Valle del Mezquital.

Plantas de uso medicinal


El uso de plantas para la medicina ha sido importante desde la época pre-
hispánica hasta nuestros días; gracias a las fuentes históricas hemos podido
inferir las plantas que tenían este fin y de qué manera se llegaban a aplicar.
Los estudios etnobotánicos actuales nos muestran el cómo algunas plantas
han quedado en desuso en la medicina tradicional actual y cómo se están
utilizando otras que no se conocían como medicinales. También se ha ob-
servado el proceso de adopción de otras plantas que han sido importadas
de diferentes países, desde el siglo XVI hasta nuestros días.
Durante la época prehispánica era tan amplio el campo de la medici-
na que había especialistas tales como: el experto en niños, que seguían el
embarazo de la mamá, hasta que naciera el producto y del bebe después de
nacido; existían otros que pintaban figuras en el cuerpo antes de provocar
una sangría o disentería; había aquellos que extraían las enfermedades por
medio de algún objeto; estaba el que hacía conjuros para curar, las parteras
y el que utilizaba plantas, animales y minerales para curar (LÓPEZ, 1975).
En la tabla siguiente se puede apreciar el listado de las plantas que se
han identificado como prehispánicas, por proceder de contextos arqueoló-
gicos. Se muestran sus nombres comunes, en nahua, ñähñu y sus nombres
actuales, así como las partes que se utilizan y/o se aplican. Por otro lado, se
mencionarán las plantas de uso medicinal en la época prehispánica, cuáles
se han seguido utilizando en la medicina tradicional, cuáles han quedado
en desuso y cuáles se comenzaron a usar como medicinales después del
siglo XVI.

403
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Familia, género y Nombres Aplicación medicinal


especie
AMARANTHACEAE
Amaranthus sp. “uauhquilitl”, Es para la fiebre y se toma la raíz (SAHAGÚN 2002)
“chichipilli”,
“chichiquiltic”
AMARYLLIDACEAE
Agave sp. Maguey Se utilizaba para descalabradura; se ponía la penca
Nombre Ñähñu: cocida o cruda, así como el zumo de esta o la penca
uadá; flor de ma- asada y el zumo caliente. Se usaba para el dolor de ojos
guey= ndombó y las cataratas; para éstas se ponen unas gotas de pulque
trasnochado o serenado. Para las postillas de la nariz
se toma la miel. Para las heridas de labios o resequedad
se unta zumo y miel derretida. Para la sequillas de la
garganta o cuando la carne se pudre, se pone la penca
desmenuzada, puesta al sol y pulverizada. Para las niguas
de la espalda se pone la penca cortada en pedazos. Para
la tos se toma pulque cocido. Para las quebraduras de
huesos se pone la raíz en polvo. Para las mordeduras de
animales se pone la cutícula de las hojas (SAHAGÚN,
2002).
ASTERACEAE
Heliantus sp., “maíz de Texas” En América del Sur usan las semillas revueltas con vino
Helianthus o “girasol”, blanco para el catarro y el resfriado. En la medicina
annuus “chimalácatl”, homeopática sirve para la fiebre. También es para las
“tonalchichica- heridas y las semillas se utilizan para hacer una infusión
quilitl” y aplicar de manera cutánea local. Se utiliza el zumo
Nombre Ñähñu: de la hierba para el dolor de ojos y también sirve para
yendri. la fiebre, para la digestión y purifica los intestinos
(SAHAGÚN, 2002; MARTÍNEZ, 1969; MARTÍNEZ,
1959, PÉREZ y OTROS, 2003).
Parthenium “confitillo” Es para el dolor de estómago, se utilizan las ramas como
bipinnatifidum infusión y se puede ingerir de manera oral (PÉREZ y
OTROS, 2003).
Sanvitalia “ojo de gallo” Es para la diarrea, se utilizan las ramas para infusión y se
procumbens ingiere de forma oral (PÉREZ y OTROS, 2003)
Simsia “acahual” Es para los cólicos y la bilis, se utilizan las ramas con
Amplexicaulis los que se hace una infusión y se ingiere de forma oral
(PÉREZ y OTROS, 2003).
Zaluzania sp. “cenicilla”, he- Se usa para curar el dolor de estómago, se toman las
diondilla”. ramas como infusión y se ingiere de forma oral (PÉREZ
y OTROS, 2003)
CACTACEAE

404
Estudio de los restos paleoetnobotánicos de la ciudad de Tula

Myrtillocactus “garambullo”. Es para las nubes en los ojos, se utiliza el fruto, el cual se
geometrizans, Nombre Ñähñu: exprime el jugo y se aplica de manera local directamente
Myrtillocactus sp. Bast’ä; flor de en el ojo (PÉREZ y OTROS, 2003).
garambullo=
doní’bast’ä.
Opuntia “Xoconostle”. Esta planta cura la tos y la diabetes, se utiliza el tallo y
oligacantha Nombre Ñähñu: el fruto, este se macera en miel o se licua en agua y se
ixcähä. ingiere en forma oral (PÉREZ y OTROS, 2003)
Opuntia sp., “nopal”, “tlatoc- La penca descortezada y molida, la beben las mujeres
Opuntia nochnopalli”, que no pueden parir o para que se les volteara el niño
amyclaea “coznochno- y se enderece, sin embargo, pueden durar dos o tres
palli”, “tuna”, o días. Es para la ulcera, la diabetes y para prevenir
“nopalli”. el reumatismo. La raíz sirve para las fracturas.
Nombre Ñähñu: (MARTÍNEZ, 1969; SAHAGÚN, 2002; GONZÁLEZ,
tuna= xät’ä; 2010b).
tuna blanca = Actualmente se utiliza para el control de la diabetes
dokjä; tuna roja (GÓMEZ, 2015).
grande= thengä
dokjä.
CHENOPODIACEAE
Chenopodium “epazote”, “ipa- Se usan las hojas y las inflorescencias, contra la cólera
ambrosioides zote”, “epazotl”, o mal de San Vito, como emenagogo y antihelmíntico;
“epazote mora- usado en infusión excita poderosamente el sudor, la
do”. orina y el menstruo cuando está detenido por atonía
del útero. Sirve contra la disentería e inflamaciones. La
planta corrobora el pecho a los asmáticos. El cocer la
planta ayuda a la digestión, la raíz detiene las canaras de
sangre y lavándose la boca atenúa el dolor de dientes,
cuando el mal no procede, resuelve las ventosidades.
El cocimiento de las raíces quita las inflamaciones,
de regiones cálidas o templadas. Ésta cura el dolor
de estómago y los parásitos intestinales, se utilizan
las ramas, con las que se hace infusión y se ingiere de
forma oral. Con esta planta hacen buches y es sana
(SAHAGÚN, 2002; MARTÍNEZ, 1969; SÁNCHEZ,
1980; BAYTELMAN, 1993; PÉREZ y OTROS, 2003).
Chenopodium “Epazote de zo- Es para las lombrices y parásitos, bronquitis, pulmonía y
graveolens rrillo”, “shoño” cólicos, se toma en té. Esta cura la tos, el dolor de pecho,
Nombre Ñähñu: es para los nervios, se utilizan las ramas para hacer una
xäñ’äí. infusión o jarabe (PÉREZ y OTROS 2003; GONZÁLEZ,
2010, 2010b).
Chenopodium “hirdiondilla” o Cura la calentura, se utilizan las ramas se hace infusión y
murale “quelite cenizo” se ingiere en forma oral (PÉREZ y OTROS, 2003)
CRUCIFERAE

405
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Lepidium “lentejilla”, “ajon- Ésta sirve para la inflamación, el dolor de estómago y el


virginacum, jolinillo”. escorbuto. Toda la planta es diurética y mundificante;
Lepidium sp. sirve como emenagoga y para afecciones gástricas; y para
enfermedades renales. Cura la diarrea, empacho, catarro
y constipado. Es para los niños enlechados, se utilizan
las ramas para hacer una infusión y se ingiere en forma
oral (MARTÍNEZ, 1969; BAYTELMAN, 1993; PÉREZ y
OTROS, 2003)
CYPERACEAE
Cyperus sp. “peonia”, “tulillo”, La planta cocida es diurético, diaforético y emenagogo;
“aitztolin”, los tarahumaras la usan para resistir la fatiga
“caltoli”, “caltolli”, (MARTÍNEZ, 1969). Se toma la corteza de la raíz molida
“nacacetoli”, para el que no puede orinar (ESTRADA, 1989: pp. 62-
“petlatolli”, 80).
“toliaman”, Tol-
patlactli”, “xo-
mali”, “itztolin”,
“tolmimilli”.
EUPHORBIACEAE
Acalypha sp. “cáncer”, “hierba Se emplea contra el cáncer, úlceras internas, llagas,
del pastor”, “hier- enfermedades cutáneas, para la picadura de animales
ba del cáncer”, ponzoñosos; se usa el zumo de la planta como gotas
“azcatzonteco- para los ojos nublados (RZEDOWSKI, 1985: Vol. II;
matl”. SAHAGÚN, 2002).
Euphorbia sp. “flor de noche Se cura la diarrea y evita las evacuaciones liquidas de la
buena”, “hierba enteritis aguda; el jugo y vulgo quitan las manchas de
de la golondrina”, la córnea y de la piel. Cocida sirve para lavar granos y
“pegahueso”, erupciones, para piquetes de alacrán y mordeduras de
“golondrina”, serpiente; deshace las manchas y películas de córnea
“memeyal”, de la viruela; contra afecciones de la piel, la tiña,
“cuetlaxxóchitl”, úlceras y manchas de la córnea, con el látex ayudan a
“memeya”, cicatrizar a la córnea. La planta aumenta la secreción de
“memealxihuitl”, la leche; también sirve en fomentos contra la erisipela
Tletlemaitl”. y en cataplasma como resolutivo (MARTÍNEZ, 1969;
SAHAGÚN, 2002).
FABACEAE
Crotalaria “chipilli” Se utiliza para las descalabradas infectadas, se muelen las
pumila hojas y se aplica a la herida; se usa para las llagas de los
oídos, también es para la tos (SAHAGÚN, 2002).
Mimosa sp. “uña de gato”. Cura los hongos, se utilizan las ramas para hacer
Nombre Ñähñu: infusión y se ingiere en forma oral (PÉREZ y OTROS,
xaxhni. 2003).

406
Estudio de los restos paleoetnobotánicos de la ciudad de Tula

Phaseolus sp. “ayocotli”, Aye- Es para el romadizo de los niños recién nacidos, se
cotli”, “aiecotli”, utiliza el zumo de la raíz (SAHAGÚN, 2002).
“cimatl”.
Prosopis “Mezquite”. Del mezquite y el huizache apestoso se utiliza la resina
laevigata Nombre Ñähñu: o la corteza del árbol para hacer una infusión y se unta
t’ähi; flor de mez- en el vientre a los niños que se orinan o tienen control
quite= do’nthí. (Comunicación personal de Pascual Correa, habitante de
Tula, Hidalgo, 2011)
FAGACEAE
Quercus sp. “Encino”, Con la madera sirve para curar el dolor de cintura
“auatetzmolli”, y macizar la dentadura, se utiliza el tallo para hacer
“tetzmoli”, “quau- infusión y se aplica de manera cutánea localmente.
htepuztli”. Se utilizaba para las enfermedades de la cabeza como
horquilla, caspa, también para la toba o sarro de los
dientes, se utiliza la corteza molida (PÉREZ y OTROS
2003; SAHAGÚN, 2002).
GRAMINEAE
Cynodon sp. “acacahitztli”, Se considera antidiarreico, diurético, para curar verrugas
“zacate inglés”, (MEJÍA y DÁVILA, 1992: 99).
“pasto estrella”,
“grama”, “pata
de gallo”, “zacate
bermuda”, “gra-
milla”, o “zacate
agrarista”.
Zea mays “maíz”, “elote”, Ésta cura la oleína, estearina y palmitina; y los cabellitos
“quappachcintli”, de elote sirven como diurético. Se usa para dar baños
“cintli”, “centli”, con el agua de las hojas cocidas. Para el rostro abohetado
“xochicintli”, e inflamado se toma el atole de los granos. Para las
“tzatzapalli”. ampollas de la lengua y para la fiebre se come la pasta
Nombre Ñähñu: del maíz, para las cámaras de materia blanca se comen
cabello de elote= los granos hechos en tortillas tostadas, las mazorcas
xingri. quemadas y hechas polvo para las hinchazones de
huesos desconcertados. También cura los riñones, se
utiliza la flor para hacer infusión, esta se ingiere en
forma oral. (MARTÍNEZ, 1959: 383; SAHAGÚN, 2002;
VELA, 2011; PÉREZ y OTROS, 2003).
LABIATAE

407
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Salvia sp. “chía”, “gober- Sirve para el estreñimiento, la raíz cocida es para la bilis.
nadora”, “chian”, También sirve para la correncia (diarrea) y se prepara
“chiantzotzotl”, cruda molida, se come tanto la pasta como el zumo; en el
“chichientic”. caso de las mujeres que no pueden parir, se usa la semilla
molida en agua y tomada; sirve para los que escupen
sangre y tienen tos, para esto se utiliza la raíz cruda, la
cual se muele y así se toma. La chiantzotzotl sirve para la
correncia (diarrea) se utiliza la semilla cosida y tomada
en atole. El chichientic sirve para los que se purgaron
y usa la planta (SAHAGÚN, 2002; MARTÍNEZ, 1969,
1959).
ONAGRACEAE
Oenothera “tenalxihuil”, Para curar la calentura se utilizan las ramas en infusión
pubencens “cólica o reina de que se aplica cutáneamente de manera local (PÉREZ y
la noche” OTROS, 2003).
Oenothera sp. “hierba de San- La planta cocida sirve para la inflamación y dolores).
tiago” o “azpan”. También sirve para las asperezas del rostro, la hierba
cocida se aspira en balos, y el zumo de la planta se unta
(MARTÍNEZ 1969: 434; SAHAGÚN, 2002).
OXALIDACEAE
Oxalis “agritos”, “xoco- La raíz es para el dolor de estómago; la raíz en polvo se
corniculata yole”, “jocotoles”, pone como gotas para los ojos; la raíz molida en agua
“quauhxoxocoyo- se suministra vía anal, para los excesos sexuales, para el
li”, “miccaxoxo- miembro sexual dañado y el estreñimiento (SAHAGÚN,
coyoli”, “xoxoco- 2002; PÉREZ y OTROS, 2003).
yoltic”, “xocoyol
o rabanitos”.
Oxalis sp. “texoxocoyoli”, El texoxocoyoli es medicinal. Se utiliza la planta molida
“xoxocoyolcue- para bajar las inflamaciones; también sirve para las
cuepoc”, “xoxo- mujeres y hombres que han tenido acceso sin estar sanas,
coyolhuiuila”, para esto se toma la raíz molida y se aplica; también
“xoxocoyoli”. sirve para desinflar el estómago si tiene una postema en
su interior; el xoxocoyolcuecuepoc cura los pies gordos y
redondos; la hierba se come cocida (ESTRADA, 1989)
PAPAVARACEAE

408
Estudio de los restos paleoetnobotánicos de la ciudad de Tula

Argemone “chicalote”, Se cusa el tallo que contiene una sustancia similar a la


ochroleuca “amapola ama- morfina; se emplea el látex para quitar manchas de la
rilla”, “cardo” o córnea; el té de flores es como narcótico; y la infusión
“chicalotl”. hecha con las semillas es para cólicos intestinales. El
látex es para destruir verrugas. Las semillas las ingieren
para las mordeduras de serpiente, por su efecto purgante
eliminan el veneno. Los frutos frescos sin semillas son
un excelente hipnótico, un calmante para la tos de los
niños, sirve para conciliar el sueño; también controla las
convulsiones y afecciones espasmódicas. Se usa sobre
la piel en vez de colodión. Esta se muele y bebe para
evacuar todos los humores, los flemáticos, y afligen los
dolores de las coyunturas. En jugo mezclado con leche
de mujer mitiga las inflamaciones de los ojos, quitando
las nubes de los ojos; el jugo de la planta y los tallos
tiernos del mezquite deshace las nubes de los ojos y
consume la carne superflua, también quita la jaqueca.
El látex en las caries disgrega la parte enferma; las flores
como emplastos curan la sarna. Cura los granos en el
cuerpo, la sarna y las heridas, se utiliza la raíz, las hojas y
la flor, se recolecta el látex para hacer infusión y se puede
ingerir de forma oral y/o se puede aplicar de forma
cutánea localmente (PÉREZ y OTROS, 2003; Sánchez
1980; SAHAGÚN, 2002 y MARTÍNEZ, 1969, 1959).
Polygonum sp. “achilli”, “achio- La flor molida untada es para la sarna. Cura el cólico y la
tetl”, “achiotl”, calentura, se utilizan las ramas para hacer infusión, esta
“chilillo”. se puede ingerir en forma oral (PÉREZ y OTROS, 2003;
SAHAGÚN 2002).
PORTULACACEAE
Portulaca “verdolaga”, Cura la calentura y el estreñimiento, se utilizan las ramas
oleracea; “itzmiquitl”, y se hace infusión o se pueden machacar, se ingiere en
Portulaca “iztaquilitl”, forma oral y también se puede aplicar de forma cutánea
mexicana; “verdolaga”. localmente (PÉREZ y OTROS, 2003).
Portulaca sp.
Datura sp. “toloache”,” Cura las heridas, el dolor articular y muscular, se utilizan
toloa”, “xoxouh- las ramas para infusión, también se asan las hojas, estos
capatli”. se aplican de manera cutánea localmente. Cura las
descalabraduras y las heridas infectadas con las hojas
aplicadas como emplastos; también sirven para las
niguas de la espalda, para esto la planta y las semillas se
secan; también se puede aplicar en cataplasma las hojas
molidas y es para las inflaciones de las heridas; se puede
tomar para las calenturas con frío intermitente y sirve
para gota (PÉREZ y OTROS, 2003; SAHAGÚN, 2002).
Nicotiana glauca “fraile o taba- Cura la calentura y el dolor, se utilizan las hojas (PÉREZ
quillo”. y OTROS, 2003).

409
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Nicotiana sp. “Ecuxo” Se utilizaba para el dolor de cabeza oliendo la planta


(SAHAGÚN 2002)
Physalis “tomate”, “milto- Los frutos como las hojas curan los fuegos de San Antón.
philadelphica mates”, “miltó- Curan aplicados a las fisuras lagrimales mezclado con
matl”, “tómatl” pan, también alivia el dolor de oído y los dolores de
cabeza; también los dolores de estómago y untados con
sal resuelven las paperas; el jugo es para la inflamación
de garganta y las úlceras reptantes; para el caso de las
mujeres el tomate aplicado en una venda detiene le flujo
excesivo (HERNÁNDEZ libro V, cap. I, retomado de
VELA, 2010).
Physalis sp. “tepetómatl”, Se usan las raíces molidas en agua tibia y tomadas son
“tomate”, para extraer los malos humores, para los que no pueden
“xaltómatl”, orinar y para la (diarrea), la raíz es para purgar, el zumo
“coyototomatl”, del fruto para las nubes de los ojos, el jugo se frota
“coztomatl”. para el romadizo de niños recién nacidos, lavándose
y tomando el zumo del fruto amarillo sirve para las
postemas de las narices y tomando el zumo es para el
dolor de estómago.
Solanum “hierba mora” o Se usan las ramas y se calienta al rescoldo, se pone
nigrescens “chichiquelite” en fomentos; cura las heridas y disipa infecciones de
la piel. Es calmante y vulneraria en fomentos; sirve
para inyecciones vaginales. Sirve para calmar dolores
externos, se aplica en fomentos. También se aplica para
las rozaduras, heridas, úlceras digestivas, salpullido,
sarna, sarampión, granos en el cuerpo, se utilizan las
ramas para infusión y se puede ingerir en forma oral
y/o aplicar de forma cutánea localmente (PÉREZ y
OTROS, 2003; BAYTELMAN, 1993; SÁNCHEZ, 1980;
MARTÍNEZ, 1969).
Solanum “mala mujer”, La planta cocida sirve para calmar la tos. Se aplica para
rostratum “duraznillo” o lavados vaginales, heridas, cáncer de matriz y tos, se
“hierba del sapo” utilizan las ramas para infusión y se puede ingerir en
forma oral y/o aplicar de forma cutánea localmente
(PÉREZ y OTROS, 2003; MARTÍNEZ, 1969).
STERCULIACEAE
Theobroma cacao “cacao”, “cacaoa- Se usa para el que escupe sangre, para las cámaras
quauitl”. de materia blanca con sangre (disentería), se toma la
semilla cocida; también se usa para estangurria, para la
vejiga, para la digestión e intestinos (SAHAGÚN, 2002).
URTICACEAE
Urtica “ortiquilla”. Es medicinal para los reumas, se utilizan las ramas y se
chamaedryoides mezclan con extracto de alcohol y se aplica de forma
cutánea local (PÉREZ y OTROS, 2003).
Tabla 3. Cuadro en que se muestran las planta que se utilizaron como medicinal y el cómo se

410
Estudio de los restos paleoetnobotánicos de la ciudad de Tula

empleaban en época prehispánica y actualmente en comunidades Ñähñu, del Valle del Mezquital.

Consumo alimenticio
En cuanto a las plantas comestibles y la referencia de cómo se preparaban
en la época prehispánica, las cita Sahagún, sin embargo, los trabajos etno-
botánicos, en especial el realizado en el Valle del Mezquital, Hidalgo, hecha
por Pérez y Otros (2003) y en la Sierra Otomí Tepehua en Hidalgo (GÓMEZ,
2015), nos permitirá ver qué plantas que se siguen utilizando y cuales ya
han dejado de ser consumibles.

FAMILIA NOMBRE COMUN USO DE LA PLANTA


GENERO Y
ESPECIE
AMARANTHACEAE
Amaranthus hybridus Nombre común: En cuanto a comida se preparaban tamales de penachos
Amaranthus palmeri, “bledo”, “quintonil, de maíz que se llama miyahuatamal, que se revolvían
Amaranthus spinosus “quintolil” o “quelite”. con semillas de bledo y con meollos de cerezas
Nombre Ñähñu: Xithá. molidos; también se hacían tamales de bledos llamados
huauhquiltamalli; preparaban un potaxes que llamaban
huahquilmolli, que hacian bledos cocidos con chilli
amarillo, tomates y pepitas de calabaza o con chiltocpitl,
o preparaban el huauhtzontli tonalchillo que hacían
con semillas de bledo verdes con chile verde; eran
plantas que se podían almacenar, se colectaban y se
almacenaban para la época de secas. Se utilizaba como
forraje para alimentar a las aves silvestres o domésticas
(SAHAGÚN, 2002).
Actualmente se sigue consumiendo y en el valle del
mezquital las hojas se preparan al vapor, guisados o en
quesadillas, éstos por lo regular se recolectan (PÉREZ y
OTROS, 2003).
Amaranthus Nombre común: Es comestible la semilla prepara en diferentes formas
leucocarpus “Hoauhtli” (SAHAGÚN, 2002).
Amaranthus sp. Nombre común: “uau- Se consume como los bledos, ajudrea, quelites, éstos se
hquilitl”, “chichipilli”, comen hervidos (SAHAGÚN, 2002).
“chichiquiltic”.
AMARYLLIDACEAE
Género y especie: Agave Nombre común: Esta planta se considera comestible de donde se sacaba
sp. Maguey. miel y pulque (SAHAGÚN, 2002).
Nombre Ñähñu: uadá; Actualmente se come la flor capeada, al vapor, en
flor de maguey= quesadillas o guisadas y por lo regular se obtiene por
ndombó. recolección (PÉREZ y OTROS, 2003).

411
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

ASTERACEAE
Heliantus sp., Nombre común: “maíz Se comen las semillas (SAHAGÚN, 2002).
Helianthus annuus de Texas” o “girasol”, Actualmente de las semillas se comen y se extrae aceite
“chimalácatl”, “tonal- y comestibles (MARTÍNEZ, 1969: 212). La semilla se
chichicaquilitl”. puede comer cruda o tostada (PÉREZ y OTROS, 2003).
Nombre Ñähñu:
yendri.
CACTACEAE
Echinocereus sp. Nombre común: Actualmente el fruto se come (GONZÁLEZ, 2010a)
“Pitaya”
Nombre Ñähñu: Koua,
zixju; flor de kuua=
donikoua.
Ferocactus latispinus Nombre común: Es comestible (SAHAGÚN, 2002). Actualmente se
“biznaga de borracho”, consumen los frutos crudos (PÉREZ y OTROS, 2003).
“cuerno”, “teocomitl”.
Nombre Ñähñu:
biznaga con fruto co-
mestible= thu’mnxi.
Mamillaria sp. Nombre común: “Biz- Actualmente se consumen los frutos crudos (PÉREZ y
naga de chilitos” OTROS, 2003).
Nombre Ñähñu: chili-
tos= zi ñ’i
Myrtillocactus Nombre común: Actualmente se consume el fruto fresco o seco y la
geometrizans, “garambullo”. flor (MARTÍNEZ, 1959: 94 y SÁNCHEZ, 1980: 270,
Myrtillocactus sp. Nombre Ñähñu: Bast’ä; RZEDOWSKI, 1985 Vol. II: 120). Las flores suelen
flor de garambullo= comerse capeadas, al vapor, guisadas y en quesadillas,
doní’bast’ä. el fruto se come crudo o se licuan para preparar agua
fresca o en mermelada (PÉREZ y OTROS, 2003).
Opuntia oligacantha Nombre común: “Xo- Actualmente el fruto se consume crudo o como
conostle”. condimento en algunos guisados (PÉREZ y OTROS,
Nombre Ñähñu: 2003).
ixcähä.
Opuntia sp., Opuntia Nombre común: “no- El fruto es comestible, las pencas se comen cocidas o
amyclaea pal”, “tlatocnochnopa- crudas molidas en agua (SAHAGÚN, 2002).
lli”, “coznochnopalli”,
“tuna”, o “nopalli”.
Nombre Ñähñu: tuna=
xät’ä; tuna blanca =
dokjä; tuna roja gran-
de= thengä dokjä.
CHENOPODIACEAE

412
Estudio de los restos paleoetnobotánicos de la ciudad de Tula

Chenopodium Nombre común: “El epazotl o hierba olorosa” es acre, olorosa y calorífica
ambrosioides “epazote”, “ipazote”, en tercer grado es comestible crudo y agrada a las
“epazotl”, “epazote comidas. (SAHAGÚN, 2002).
morado”. Actualmente se usa como condimento y antihelmíntico
(RZEDOWSKI, 1979 Vol. I: 140; BAYTELMAN, 1993:
108). Se consumen las ramas como condimento, en
quesadillas, en tortas capeadas rellenas con queso
(PÉREZ y OTROS, 2003).
CYPERACEAE
Cyperus esculentus “coquitos”. Actualmente se come el tallo crudo.
Cyperus sp. Nombre común: Es comestible las flores cocidas y la raíz molida en
“peonia”, “tulillo”, tortillas. (SAHAGÚN, 2002).
“aitztolin”, “caltoli”,
“caltolli”, “nacacetoli”,
“petlatolli”, “toliaman”,
Tolpatlactli”, “xomali”,
“itztolin”, “tolmimilli”.
FABACEAE
Arachis hypogea Nombre común: Actualmente La semilla es comestible y se consume
“cacahuate”. cruda, tostada o con sal (PÉREZ y OTROS, 2003).
Phaseolus sp. Nombre común: Se come la raíz en guisos (SAHAGÚN, 2002).
“ayocotli”, Ayecotli”,
“aiecotli”, “cimatl”.
Phaseolus vulgaris Nombre común: “fri- Para consumo se cortan las vainas tiernas o exotl y se
jol” y “ejote”, “cuajil o preparaban; también se consumían las semillas maduras
cuajetl”, “etle”, “frisol”, en vaina, se molían cocidas o crudas, las semillas de
ejote o vaina de frijo frijol se llegaban a almacenar para las sequías; también
verde “éxoltl”,”eten- era un alimento que se llegaba a ofrendar; el etenquilitl
quiltl”. se comía la hierba cocida (SAHAGÚN, 2002).
Nombre Ñähñu: yä ju. Actualmente es comestible (MARTÍNEZ, 1959: 260;
ESTRADA, 1989: 49 y RZEDOWSKI y RZEDOWSKI,
1990 Vol. III: 410). Se consume la flor capeada, al
vapor, guisada y el fruto hervido, guisado o en ensalada
(PÉREZ y OTROS, 2003).
Prosopis laevigata Nombre común: Es comestible la flor capeada, al vapor o guisadas, los
“Mezquite”. frutos se hierven, se guisan o en ensalada (SAHAGÚN,
Nombre Ñähñu: t’ähi; 2002).
flor de mezquite=
do’nthí
GRAMINEAE

413
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Zea mays Nombre común: Se utilizaban varias partes de la planta, para preparar
“maíz”, “elote”, “qua- diferentes tipos de comidas. Se utilizaba para hacer
ppachcintli”, “cintli”, tamales, molli, empanadas o bebidas como puchas
“centli”, “xochicintli”, o mazamorras. El maíz se consumía y se prepara de
“tzatzapalli”. diferentes maneras como en tortillas; otra forma de
Nombre Ñähñu: cabe- preparar era como panecillos alargados “tlaxcalmimilli”;
llo de elote= xingri. también hacían tamales de muchas formas. Otra forma
era hacer el maíz en especies de empanadas como la
“totolnacaquimilli”. El maíz se consumía tierno “xilot”,
ya se crudo o cocido. También había una bebida que se
hacía con harina que llamaban puchas o mazamorras.
Las mazorcas o el puro grano del maíz se llegan a
almacenar para la época de sequías (SAHAGÚN, 2002;
VELA, 2011).
Actualmente se come, la mazorca madura, los granos
se comen en tortilla, atole, tamales, pozole, pinole, maíz
tostado adulterar el café, pozol, tesgüino y la mazorca
tierna se consume hervida, tostada, en esquites; los
tallos de la caña de azúcar; se aprovecha el hongo que
les sale a las mazorcas - cuitlacoche- para venderlo
como alimento (MARTÍNEZ, 1959; MEJÍA y DÁVILA,
1993). Se consumen los tallos, la flor y el fruto, los tallos
se pelan y se mastican, las flores masculinas se tuestan y
se preparan gorditas (PÉREZ y OTROS, 2003).
LABIATAE
Salvia sp. Nombre común: Se come la semilla tostada y se mezcla con miel, o las
“chía”, “gobernadora”, semillas se prepara atole (SAHAGÚN, 2002).
“chian”, “chiantzotzotl”,
“chichientic”.
LILIACEAE
Yucca sp. Nombre común: Se consume las flores cocidas (SAHAGÚN, 2002).
“iczotl”.
OXALIDACEAE
Oxalis corniculata Nombre común: Se come crudos el tallo y las hojas (SAHAGÚN, 2002;
“agritos”, “xoco- PÉREZ y OTROS, 2003).
yole”, “jocotoles”,
“quauhxoxocoyoli”,
“miccaxoxocoyoli”,
“xoxocoyoltic”, “xoco-
yol o rabanitos”.
Oxalis sp.; Oxalis stricta Nombre común: La hierba se come cocida (SAHAGÚN, 2002).
“texoxocoyoli”,
“xoxocoyolcuecuepoc”,
“xoxocoyolhuiuila”,
“xoxocoyoli”.

414
Estudio de los restos paleoetnobotánicos de la ciudad de Tula

POLYGONACEAE
Rumex sp. Nombre común: “len- Actualmente se consumen las ramas en mole de olla
gua de vaca”. (PÉREZ y OTROS, 2003).
PORTULACACEAE
Portulaca oleracea; Nombre común: “ver- La planta es comestible en forma cocida o cruda
Portulaca mexicana; dolaga”, “itzmiquitl”, (SAHAGÚN, 2002).
Portulaca sp. “iztaquilitl”, “verdo- Actualmente se siguen consumiendo las ramas, y se
laga”. pueden comer crudas, hervidas guisadas o en ensaladas
(SÁNCHEZ, 1980, RZEDOWSKI, 1979 Vol. I: 168,
PÉREZ y OTROS, 2003)
SOLANACEAE
Physalis philadelphica Nombre común: Los frutos son comestibles (Sahagún 2002). Es
“tomate”, “miltomates”, comestible, este se muele y se mezcla con chill y se hace
“miltómatl”, “tómatlq” una salsa y les dan sabor a los alimentos y estimula
el apetito (HERNÁNDEZ lib V, cap I, retomado de
VELA 2010). Actualmente se sigue consumiendo
(RZEDOWSKI, 1985 Vol. II: 327).
Physalis sp. Nombre común: Es comestible el fruto y la raíz cocida o asada (Sahagún
“tepetómatl”, “tomate”, 2002).
“xaltómatl”, “coyototo-
matl”, “coztomatl”.
Solanum nigrescens Nombre común: “hier- Las hojas, los frutos son comestibles (MARTÍNEZ,
ba mora” o “chichi- 1969; SÁNCHEZ, 1980: 350). Se come el fruto crudo
quelite”. (Pérez y otros PÉREZ y OTROS, 2003).
STERCULIACEAE
Theobroma cacao Nombre común: “ca- También se comen las semillas molidas y se combinaba
cao”, “cacaoaquauitl”. con otros platillos (SAHAGÚN, 2002).

Tabla 4. Cuadro en que se muestran las planta que se utilizaron como alimento y el cómo se
preparaban en época prehispánica y como se preparan actualmente en comunidades Ñähñu, del
Valle del Mezquital.

Tipos de vegetación
Se identificaron plantas que reflejan los diferentes tipos de vegetación y
ambientes que pudieron existir en el Valle de Tula durante la fase Tollan.
Algunas permiten inferir las actividades agrícolas de la época prehispánica
y otras el medio ambiente que pudo existir. En el caso de las plantas que nos
permiten determinar la existencia de actividades agrícolas, son las plantas
que crecen en ríos, arroyos y/o canales, asociadas a áreas húmedas (áreas
anegadas anexas a los ríos o arroyos). En este caso Mastache (1976) reporta
la presencia de canales, que funcionaron para regar los campos de cultivo
que se encontraban aledaños al lecho del rio, proponiendo que pudo exis-

415
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

tir un cultivo intensivo (VÉLEZ, GAMBOA y COBEAN, 2009, GAMBOA y


COBEAN, 2011, 2013).
En época prehispánica es muy común el cultivo de diferentes tipos de
cereales y vegetales, con los que sobrevivieron las sociedades prehispánicas.
Con base en los estudios paleoetnobotánicos hemos definido que, al menos
el maíz, frijol y amaranto, eran unos de los principales cereales cultiva-
dos en la ciudad Tolteca (VÉLEZ, GAMBOA y COBEAN, 2009, GAMBOA
y COBEAN, 2011, 2013, BENZ 1999, GONZÁLEZ, 1999, KAPLAN, 1999,
MASTACHE, 1976). Los macro restos que se identificaron como plantas de
malezas, están relacionadas con la existencia de campos de cultivo aban-
donados, lo que propone estas plantas es que existieron campos de cultivo
y campos de cultivo en descanso, es probable que dejaran descansaran la
tierra de las parcelas, para que, se regeneraran.
Con las plantas también se pueden inferir los tipos de vegetación que
predominaban en el Valle de Tula durante la fase Tollan. Con base en los
macro restos identificados el tipo de vegetación denominado matorral xe-
rófilo, es probable que predominara en el Valle de Tula, ya que González y
Montufar (1980), también mencionan que este tipo de vegetación prevalecía
en el Valle desde épocas más antiguas. Otras semillas identificadas están
relacionadas con el tipo de vegetación de bosques de pino y encino, los cuales
posiblemente existieron en las áreas altas y en los pies de monte bajo que
rodean el Valle de Tula (GONZÁLEZ y MONTÚFAR, 1980) y finalmente,
tenemos semillas que infieren que también había áreas de pastizales.

Consideraciones
Con los análisis paleoetnobotánicos se pudieron identificar varios macro
restos, los cuales nos han permitido definir dos aspectos: en primer lugar,
los posibles usos que se les pudo dar a las plantas en época prehispánica y
segundo, inferir los tipos de vegetación que pudieron existir en el Valle de
Tula en la fase Tollan (950- al 1150. d. C). Sin embargo, cabe señalar que
todavía quedan varias líneas por trabajar, ya que estos datos son sólo el
ápice de lo todavía se pueden investigar.

416
Estudio de los restos paleoetnobotánicos de la ciudad de Tula

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419
421

ÁMBAR Y HULE EN EL
INTERIOR DEL TLALOCAN,
TEOTIHUACÁN: SECRECIONES
VEGETALES SAGRADAS

María Susana Xelhuantzi López


José Luis Alvarado
Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico

Resumen – Durante 2012 y 2013, en el Laboratorio de Arqueobotánica de la Subdirección de


Laboratorios y Apoyo Académico, se llevó a cabo el análisis de dos objetos recuperados en
sendas ofrendas excavadas por el arqueólogo Sergio Gómez y la Dra. Julie Gazzola, en el
túnel bajo el Templo de la Serpiente Emplumada, en Teotihuacán. El resultado del estudio
indicó que ambas piezas fueron elaboradas con el producto de una secreción vegetal: ámbar
y hule. El análisis de las fuentes bibliográficas permite concluir que ambos materiales fueron
conocidos, usados y apreciados por los pueblos mesoamericanos desde épocas tempranas,
siendo vinculados directamente con el agua y sus deidades. En Teotihuacán, debieron formar
parte de rituales de oblación a Tláloc y los tlaloque.

Introducción

D
esde el inicio de su existencia en la faz de la Tierra, los indivi-
duos del género Homo se han servido de los organismos del reino
Plantae no sólo como fuente de nutrientes, sino también como
materia prima para vestirse, calzarse, procurarse refugio, elaborar herra-
mientas y utensilios. Asimismo, el hombre descubrió de manera empírica las
propiedades bioquímicas de muchos vegetales y aprendió a aprovecharlas
en beneficio de su salud y bienestar. En el plano de lo místico y lo religioso,
las plantas y sus productos también jugaron un papel relevante en las so-
ciedades antiguas.
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

En el México prehispánico, la dependencia y vinculación de los grupos


sociales con los organismos fotosintéticos fue particularmente estrecha,
tal como lo evidencia la reiterada presencia de sus restos en innumerables
contextos arqueológicos.

Secreciones vegetales
A lo largo del tiempo geológico, como parte del proceso de evolución adap-
tativa, varias familias botánicas desarrollaron la presencia de tejidos secre-
tores de diferentes tipos de metabolitos que actuaran como cicatrizantes o
restauradores de heridas que evitaran la pérdida de líquidos o la entrada
de organismos patógenos, mediante la formación de barreras físicas aná-
logas al tejido costroso que generan las plaquetas de la sangre humana.
Adicionalmente, esos fluidos pueden contener sustancias que resultan no-
civas o tóxicas para otros seres vivos, desalentando u obstaculizando la
herbivoría.
Ambos mecanismos de defensa otorgan a las especies vegetales que los
poseen, ventajas adaptativas para su supervivencia y permanencia en los
ecosistemas en que habitan.
Aunque la composición química de esas secreciones es muy compleja
y variada, todas ellas poseen como elementos constitutivos inmutables al
carbono, al hidrógeno y al oxígeno, unidos en forma de largas cadenas co-
nocidas como polímeros.
La presencia de otros elementos químicos y el arreglo molecular que
tienen, dan como resultado una gran variedad y tipos de secreciones con ca-
racterísticas y propiedades particulares, muchas de las cuales, desde épocas
pretéritas, el ser humano descubrió y aprendió a utilizar con diferentes fines.
Tal es el caso de las resinas y derivados como el ámbar y de las lacto-
resinas como el hule, fitopolímeros que pueden ser encontrados de manera
ocasional en contextos arqueológicos particulares.

Ámbar
Se trata de un material gemológico vítreo, resultado de la fosilización de las
resinas de algunas especies de plantas pertenecientes entre otras, a las fa-
milias botánicas pinácea y fabácea. El polímero está formado por terpenos,
azúcares, alcoholes y ácidos orgánicos.
Para México y Mesoamérica, la única región en la que se han encon-
trado yacimientos de esta gema de origen orgánico está enclavada en las
montañas del norte del estado de Chiapas.

422
Ámbar y hule en el interior del Tlalocan, Teotihuacán: secreciones vegetales sagradas

Mientras que el afamado ámbar del Báltico se formó principalmente a


partir de la resina de coníferas, el de Chiapas es el resultado de la fosiliza-
ción de hace −en promedio− 25 millones de años, de la secreción resinosa
de una Fabaceae o leguminosa del género Hymenaea (POINAR, 1992: 39;
CEBALLOS-FERRIZ y CALVILLO-CANADELL, 2010: 10).
De acuerdo con las investigaciones de Poinar y Brown (2002, pp. 125-
132) y de Calvillo-Canadell y colaboradores (2010: 126-134), las especies que
dieron origen al ámbar chiapaneco fueron Hymenaea mexicana Poinar &
Brown e Hymenaea allendis Calvillo-Canadell, Cevallos-Feriz & Rico-Arce,
ambas extintas.
La especie que actualmente existe en México, Hymenaea courbaril
L., es considerada como una homóloga cercana a las desaparecidas for-
madoras de ámbar (LOWE, 2005: 43; CEBALLOS-FERRIZ y CALVILLO-
CANADELL, 2010: 12).
Pese a los procesos de deforestación tan severos que afectan al país, H.
courbaril mantiene una extensa distribución en una amplia variedad de há-
bitats, tanto en la vertiente del Golfo, desde Veracruz hasta Campeche, como
en la del Pacífico, desde Nayarit hasta Chiapas (Ibídem). En algunas zonas
de la geografía chiapaneca puede llegar a ser un elemento florístico muy
importante del bosque tropical subcaducifolio (REZEDOWSKI, 1978: 186).

Hule
Denominado también caucho, el hule o ulli es un hidrocarburo olefínico (con
dobles enlaces carbono-carbono) formado por largas cadenas de compuestos
lipídicos insaponificables llamados isoprenos.
Estas micropartículas poliméricas se encuentran dispersas coloidal-
mente en un medio acuoso que en conjunto recibe el nombre de látex, el
cual es secretado por las células lactíferas de varios miles de especies vege-
tales de entre casi medio centenar de familias botánicas como: Moraceae,
Asteraceae, Euphorbiaceae, Convolvulaceae, Sapotaceae, Asclepiadacea,
Apocynaceae y Papaveraceae.
Además de isoprenos y agua, la secreción lechosa puede contener can-
tidades variables de carbohidratos, azúcares, proteínas, alcaloides, ácidos
grasos, ceras, resinas, taninos y sales minerales.
Tanto la proporción de hule en el látex como sus cualidades adhesivas
y mecánicas son variables en las diferentes especies y poblaciones vegetales
y aun en cada individuo, dependiendo entre otros factores de la edad de la
planta y de las condiciones ambientales en las que se desarrolla.

423
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Para México, las especies de cuyo látex se puede obtener hule en canti-
dad y calidad suficientes para explotación productiva son fundamentalmente
dos: Castilla elastica Sessé ex Cerv., conocida comúnmente como árbol del
hule o ulquahuitl y Parthenium argentatum A. Gray, llamada vernácula-
mente guayule, hierba del hule o afinador.
Como una paradoja de la naturaleza, los hábitats y requerimientos eco-
lógicos de ambas especies huleras son totalmente opuestos.
Mientras que Castilla elastica es un árbol perteneciente a la familia
botánica Moraceae que prospera en las regiones tropicales húmedas y su-
bhúmedas de las vertientes del Golfo y del Pacífico como parte de los ele-
mentos florísticos de los bosques tropicales perennifolio, subperennifolio y
subcaducifolio (VÁZQUEZ et al, 1999: 187-188; REZEDOWSKI, 1978: 187),
Partenium argentatum es un arbusto de la familia Asteracea o compues-
ta, común en los matorrales xerófilos y pastizales semidesérticos de las
zonas áridas del norte de México y suroeste de Texas, dentro de la ecozo-
na conocida como Desierto Chihuahuense (VÁZQUEZ et al, 1999: 40-44;
VELÁZQUEZ, et al, 1978: 41-43; REZEDOWSKI, 1978: 242 y 254).
Del lado del Golfo, las poblaciones C. elastica se distribuyen desde el
norte de los estados de Puebla y Veracruz y sur de Tamaulipas y San Luis
Potosí, hasta la Península de Yucatán. En la vertiente pacífica mexicana, la
especie se encuentra desde Sinaloa hasta Chiapas, pero se extiende por todo
centroamérica, hasta Nicaragua (VÁZQUEZ et al, 1999: 187-188).
Por su parte, el área de distribución de P. argentatum comprende
el norte de la Mesa Central Mexicana, incluyendo parte de los estados de
Coahuila, Chihuahua, Durango, Nuevo León, Zacatecas, Querétaro y San
Luis Potosí (VÁZQUEZ et al, 1999: 40-44).
Igual de contrastante que las diferencias en condiciones climáticas en
que se desarrollan ambas especies, lo es la forma de explotación de estas
para la extracción del látex.
En el caso C. elastica, la secreción lechosa se obtiene drenándola a
través de cortes hechos al tallo del árbol, siendo recibida y colectada en
algún tipo de cuenco.
Recién emanado del árbol, el látex es un líquido blanco y viscoso. Al
paso del tiempo, la evaporación del agua y los fenómenos de oxidación quí-
mica y biológica que sufre la secreción al contacto con los contenidos del
aire, producen un descenso del potencial de hidrógeno, originalmente cir-
cumneutro, que trae aparejada la neutralización de las cargas eléctricas de
las partículas coloidales, anulándose las fuerzas repulsivas entre ellas.

424
Ámbar y hule en el interior del Tlalocan, Teotihuacán: secreciones vegetales sagradas

Este fenómeno desestabilizador del coloide, conocido como coagula-


ción, permite la agregación de las partículas, primero en microgrumos que,
a su vez, actúan como focos de aglutinación para la formación de flóculos de
mayor tamaño. Finalmente, de manera irreversible sobreviene floculación
o aglutinación total de las partículas coloidales en una masa sólida, elás-
tica, moldeable, que al secarse adquiere tonalidades que van del amarillo
parduzco al café: el hule.
Dependiendo del tiempo de exposición a los oxidantes del aire, la flo-
culación natural del látex para formar el hule, toma de pocos a varios días,
aunque también puede inducirse y acelerase añadiendo a la dispersión coloi-
dal ciertos agentes químicos que, adicionalmente, logran incluso mejorar sus
propiedades de resistencia, dureza y elasticidad, dentro del proceso conocido
como vulcanización o curado, el cual consiste en la intercalación o entre-
cruzamiento de moléculas “estabilizadoras” entre las cadenas del polímero.
Harto conocido en la industria química es el papel consolidante del
azufre sobre el isopreno.
Colateralmente, el azufre puede también reaccionar con otros compo-
nentes del látex y formar cierto tipo de sulfuros que, oxidados conferirán
al hule tonalidades oscuras.
Pero no solo a través del agregado de ciertas sustancias químicas es fac-
tible provocar la coagulación-floculación de la secreción lechosa de Castilla.
Cambios físicos como incrementos de temperatura y presión son factores
desencadenantes del fenómeno y también indispensables para llevar a cabo
una vulcanización adecuada.
De manera artesanal, el hule de Castilla puede obtenerse de alguna de
las maneras siguientes:
− Dejando que el coloide flocule espontáneamente por exposición al
aire.
− Induciendo la floculación, agregando el látex a agua en ebullición,
separando y amasando los flóculos formados.
− Untando capas delgadas del látex fresco sobre superficies lisas (in-
cluso la piel humana y hojas de plantas). Cuando seca, se forma una
película con propiedades adherentes, que puede desprenderse e irse
aglutinando, amasando y moldeando.
− Floculando el látex por calor y curándolo con la salvia de ciertas
plantas.
Por otro lado, resultado de la adaptación a las condiciones de aridez,
los arbustos de P. argentatum no poseen canales lactíferos funcionales que

425
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

faciliten el drenado del látex desde las células secretoras al exterior de la


planta, como sucede con C. elastica. Por lo tanto, el hule solo puede obte-
nerse procesando el látex de los individuos vegetales completos.
Como las hojas del guayule contienen altas proporciones de resinas que
combinadas con el isopreno demeritarían las propiedades mecánicas del
hule, el método rústico tradicional para su obtención consiste en eliminar
la masa foliar de los arbustos, fragmentar los tallos y las raíces y ponerlos a
hervir en agua para inducir la floculación de la secreción lechosa.
De la misma manera que para Castilla, la vulcanización mejora las
propiedades mecánicas del hule de Parthenium, procedimiento que artesa-
nalmente también podría hacerse con la salvia sulfurosa de algunas plantas.

Hallazgos en Teotihuacán

Globo de ámbar
En mayo de 2012, la Dra. Julie Gazzola llevó al Laboratorio de
Arqueobotánica de la Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico,
un elemento globular, ligeramente piriforme y hueco, recuperado en una
ofrenda de la unidad de excavación 5, capa V, del Túnel Tlalocan (Figura 1).

Figura 1. Elemento globular piriforme con cinco perforaciones circulares, recuperado en el Túnel
Tlalocan, Teotihuacán (Proyecto Tlalocan, dirigido por el arqueólogo Sergio Gómez). Fotografía de
José Luis Alvarado.

426
Ámbar y hule en el interior del Tlalocan, Teotihuacán: secreciones vegetales sagradas

Figura 2. Tapa de concha, circular perforada, de poco más de un centímetro de diámetro, que
obturaba el orificio más grande del objeto piriforme. Fotografía de José Luis Alvarado.

La arqueóloga refirió que antes de ser retirado del sitio del hallazgo, el
objeto estaba recubierto con una capa de estuco con cinabrio, pero que al
ser modificadas las condiciones micro ambientales en las que se encontraba,
la cubierta calcárea se desprendió totalmente.
La pieza tiene un diámetro ecuatorial de 47.98 mm y posee cinco perfo-
raciones, una de las cuales, ubicada en la parte más plana, en lo que podría
corresponder a la base, mide 10.62 mm y está provista de una tapa pequeña
perforada, elaborada en concha (Figura 2).
Muy homogéneas en forma y tamaño, las otras cuatro perforaciones
tienen un diámetro de 5.18 mm, lo que prácticamente representa la mitad
de la medida del orificio basal. Su distribución en el cuerpo del glóbulo es
por pares, uno en la porción ecuatorial y el otro hacia el extremo apical.
Bajo el microscopio estereoscópico, fue posible observar restos del es-
tuco referido por la arqueóloga, únicamente en el borde interior de las per-
foraciones, pero nada de él en el resto del objeto (Figura 3). La reacción de
efervescencia con ácido clorhídrico al 10% confirmó su constitución calcárea.

427
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 3. Restos de estuco en el borde interior de una de las perforaciones. Sobre la superficie
exterior, se observa también la presencia de pequeñas placas de sección poligonal irregular con
aspecto vítreo. Fotografía de José Luis Alvarado.

Figura 4. Iluminación de la esférula, con una fuente de luz colocada sobre una de las perforacio-
nes. Pareciera que el objeto, tuviera fuego en su interior. Fotografía de José Luis Alvarado.

Asimismo, con las lentes de aumento se puso en evidencia que la su-


perficie del glóbulo estaba formada por el acomodo sucesivo y contiguo
de pequeñas placas de sección poligonal irregular, de color amarillo y de
aspecto vítreo translúcido; estas últimas características fueron resaltadas
por el paso del haz de luz de la fuente de iluminación de la lupa a través del
hueco de la esférula (Figura 4).
Es importante señalar que algunos de los cristales mostraban franca
fractura concoidea acusando una composición granular fina, homogénea y
amorfa, particularidades que ocasionan que la ruptura no siga los planos
naturales de separación, sino que se formen superficies curvas y ondulantes.

428
Ámbar y hule en el interior del Tlalocan, Teotihuacán: secreciones vegetales sagradas

Para llevar a cabo las pruebas de propiedades organolépticas que de


rigor se practican a los materiales de naturaleza indefinida, se dispuso de
algunos de los pequeños fragmentos cristalinos que se desprendieron de
la pieza arqueológica y que quedaron como residuos en la bolsa de plástico
en el que la Dra. Gazzola la transportó al Laboratorio de Arqueobotánica
(Figura 5).
La quema de una de esas fracciones vítreas con una lámpara de alco-
hol produjo una intensificación de la flama y la sublimación del cristal; el
vapor resultante desprendió un claro y agradable olor a resina, revelando
un origen vegetal.
Con el propósito de hallar granos de polen que permitieran determi-
nar la identidad específica de la planta de la que procedía la resina, de los
residuos cristalinos se elaboraron laminillas para su observación con mi-
croscopio biológico de luz transmitida.
Tras varios ensayos fue posible encontrar polen, el cual correspondió
a la fabácea tropical del género Hymenaea (Figura 6), que es exactamente
el mismo cuya resina formó los yacimientos de ámbar en las montañas del
norte de Chiapas.

Figura 5. Fragmentos cristalinos residuales dentro de la bolsa de plástico en la que se transportó el


objeto arqueológico. En algunos de ellos se aprecia la fractura concoidea resultado la composición
granular fina, homogénea y amorfa de los mismos. Fotografía de José Luis Alvarado.

429
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 6. Grano de polen de Hymenaea hallado en el ámbar del glóbulo arqueológico. Se trata
de una mónada isopolar, tricolporada, con poros circulares. Fotografía de José Luis Alvarado.

Sumando este categórico hallazgo al resto de la información generada


durante el análisis, se tuvo como resultado que la pieza arqueológica era
entonces un glóbulo de ámbar chiapaneco.

Propuesta de una posible técnica de elaboración


La manufactura de una pieza tan particular, indiscutiblemente debió ser
obra de un artesano con amplia experiencia, ingenio, meticulosidad y pa-
ciencia. No es difícil suponer que, en cada detalle, el objeto entero fue con-
cebido fuera de toda casualidad e improvisación, para ser ofrendado con
fines rituales muy específicos.
A manera de un simple ensayo experimental, con la intención de ofrecer
una propuesta viable de elaboración, un fragmento de ámbar chiapaneco
comprado en una tienda gemológica fue molido en un mortero hasta obtener
fragmentos de partículas de tamaño semejante a los que tenían las pequeñas
placas del objeto arqueológico.
Utilizando como elementos de soporte esferas hechas con cera de
Campeche a las que se les incrustaron cinco elementos cilíndricos de ma-
dera, con diámetro similar al de las perforaciones de la pieza arqueológica
y como aditivo cohesionante, mucilago de nopal, la superficie de la cera se
recubrió en su totalidad con el ámbar molido, juntamente con el hidrocoloi-
de de Opuntia ficus-indica (L.) Miller (Figura 7). Una vez secas, las esferas
fueron revestidas a su vez, con una capa de unos 2 mm de espesor, de una
argamasa elaborada con cal.
Pasado un año, los palillos de madera que delimitaban los cinco orifi-
cios fueron retirados y a través de ellos, empleando una espátula delgada,

430
Ámbar y hule en el interior del Tlalocan, Teotihuacán: secreciones vegetales sagradas

se extrajo gran parte de la cera de Campeche. La cubierta calcárea, que


en algunas áreas se encontraba ligeramente fracturada o agrietada, pero
aun así permanecía en su lugar firmemente endurecida, fue levantada, de
manera similar a la forma en que se le quita el cascarón a un huevo cocido.
Aunque las piezas obtenidas distan mucho de tener la perfección y
belleza de la arqueológica, el ensayo puede considerarse como exitoso y la
técnica de elaboración como factible, ya que al final se logró una superficie
de aspecto muy similar a la del glóbulo teotihuacano, que incluso produce
un efecto óptico prácticamente idéntico a éste, al hacerle pasar un haz de
luz (Figura 8).

Figura 7. Una esfera de cera de Campeche es lardeada con mucílago de nopal y recubierta con
cristales de ámbar molido. Posteriormente, se reviste con una argamasa de cal. Fotografía de José
Luis Alvarado.

Figura 8. Resultado de la manufactura experimental de un glóbulo de ámbar. La superficie del


objeto es muy similar a la de la pieza arqueológica teotihuacana. Fotografía de José Luis Alvarado.

431
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Masa sólida de hule


Trece meses después de haber caracterizado el sinigual glóbulo de ámbar,
en junio de 2013, la Dra. Gazzola llevó al Laboratorio de Arqueobotánica un
nuevo desafío: identificar una muestra consistente en unos cuantos frag-
mentos minúsculos, no mayores a 2 mm, de un material de aspecto costroso
y color blanquecino (Figura 9). La arqueóloga refirió que las fracciones pro-
cedían de un elemento de forma redondeada, de aproximadamente 30 cm
de diámetro, 6 kg de peso y de aspecto de colonia de corales (Figura 10).

Figura 9. Fragmentos de material arqueológico no mayores a 2 mm (cuadricula de un milímetro),


de aspecto costroso y color blanquecino, entregados para su identificación. Fotografía de José
Luis Alvarado.

Figura 10. Elemento arqueológico de aproximadamente 30 cm de diámetro y 6 kg de peso, de don-
de procedieron los fragmentos para el análisis arqueobotánico. Fotografía de José Luis Alvarado.

Al igual que para el caso de la esférula de ámbar, la urgencia de la


determinación radicaba en la necesidad de tomar una decisión inmediata
sobre la consolidación del objeto.

432
Ámbar y hule en el interior del Tlalocan, Teotihuacán: secreciones vegetales sagradas

Dada la apariencia “coraloide”, el primer ensayo consistió en determinar


si la naturaleza del material era efectivamente calcárea o no. Para ello, a uno
de los fragmentos se le agregó una gota de ácido clorhídrico al 10%, sin que
hubiera reacción de efervescencia, con lo que quedó descartado que el carbo-
nato de calcio formara parte de su composición y que por lo tanto la gran masa
definitivamente no correspondía a una colonia de esqueletos de antozoarios.
La siguiente prueba fue la de la quema de otra de las pequeñas frac-
ciones bajo la flama de una lámpara de alcohol. En este orden, el material
se reblandeció, cambió de color de blanquecino a negro, adquirió una con-
sistencia pegajosa y finalmente desprendió un humo negro con un claro y
penetrante olor a hule (Figura 11). La naturaleza orgánica del material quedó
evidenciada también por su incandescencia y combustión total (la oxidación
parcial por fuego deja residuos de carbón) (Figura 12).

Figura 11. Residuo negro y pegajoso que resultó de la quema de uno de los pequeños fragmentos
que se desprendió de la gran masa blanquecina. Fotografía de José Luis Alvarado.

Figura 12. Avivamiento de la flama cuando el fragmento se quema con la llama de una lámpara de
alcohol, denotando su naturaleza orgánica. Fotografía de José Luis Alvarado.

433
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Esta sencilla pero contundente prueba, permitió establecer que esta


segunda pieza arqueológica no era otra cosa que una masa o bola de hule o
ulli y que, por lo tanto, al igual que el glóbulo de ámbar, también era pro-
ducto de una secreción vegetal.
Aunque para precisar de cuál de las dos principales especies huleras
mexicanas, Castilla elastica o Parthenium argentatum, fue obtenido el látex
con el que se elaboró la masa arqueológica teotihuacana es obligado llevar a
cabo análisis específicos, por la evidente relación de los materiales hallados
en el túnel con el sureste mesoamericano, la cual quedó de manifiesto con
la presencia del ámbar chiapaneco, se asume que es más factible que el hule
también provenga de esta zona y por ende, pertenezca a la morácea tropical.

Significado
Tan atractivo como caracterizar biológicamente los materiales arqueológicos
orgánicos recuperados en las excavaciones, lo es también la presentación
de propuestas sobre su posible significado o interpretación simbólica en el
contexto arqueológico. Tradicionalmente esta lectura es desarrollada por
arqueólogos, antropólogos sociales o etnohistoriadores, pero raras veces
por especialistas de otras disciplinas coadyuvantes, como sería el caso de
las derivadas de las Ciencias Naturales. Aunque el simple intento de hacerlo
puede acarrear críticas y discrepancias por parte de algunos antropólogos
ortodoxos, lo cierto es que el verdadero quehacer científico lo permite, jus-
tifica y valida, máxime si las propuestas derivan del conocimiento adquirido
durante más de treinta y cinco años de experiencia en la materia.
También puede ser motivo de disentimiento académico, el valerse de
fuentes etnohistóricas para apuntalar el posible uso ritual de ciertos ma-
teriales botánicos en épocas tan pretéritas para las cuales no hay ningún
tipo de evidencia escrita.
Sobre este último aspecto se puede aducir, por un lado, que muchos de
los rituales de adoración hacia las diferentes divinidades prehispánicas se
originaron con el inicio de las primeras civilizaciones y fueron heredados
a las subsecuentes, es decir, no son prácticas exclusivas de las culturas que
existieron poco antes de la conquista española. Por otro lado, tampoco es
ajeno a los propios arqueólogos el tomar como referencia los escritos de los
cronistas españoles para apuntalar hipótesis planteadas para sitios arqueo-
lógicos que datan incluso del Preclásico o Formativo (SERRA PUCHE, M.C.
y J.C. LAZCANO ARCE, 2016: 153-186).

434
Ámbar y hule en el interior del Tlalocan, Teotihuacán: secreciones vegetales sagradas

Admítanse entonces a los autores del presente documento, ambas li-


cencias académicas.
Varias de las obras de los cronistas españoles tienen referencias con-
cretas sobre la utilización del ámbar y del hule en el México antiguo, mis-
mas que ofrecen información invaluable sobre la concepción simbólica que
ambos elementos tuvieron particularmente en la sociedad mexica. Pero
la evidencia de su uso prehispánico está plasmada también en el regis-
tro arqueológico a través de la existencia de objetos elaborados con ambos
materiales desde el preclásico, evidenciando el aprecio que las sociedades
mesoamericanas tuvieron por ellos.

Apozonalli
En el caso del ámbar, la pieza con mayor antigüedad cronológica registrada
hasta la fecha fue encontrada en 1943 por Philip Drucker en el Complejo
“A”, montículo A-3 de La Venta, Tabasco, (DRUCKER, 1952: 72; GILLESPIE,
2010: 26).
Druker la catalogó como un pendiente sin perforación, piriforme, de
45 mm de largo por 15 mm de diámetro mayor, fechándola dentro de la fase
IV del sitio olmeca, es decir entre ca. 900-500 a. C., correspondiendo en-
tonces al Preclásico Medio (DRUCKER, 1952: 72; GILLESPIE, 2010: 1 y 26).
Informes de excavaciones arqueológicas en sitios mayas, con tempora-
lidades desde el Clásico Temprano hasta el Postclásico Tardío, esto es entre
200 d. C. a 1521 d. C., refieren la recuperación de objetos diversos elaborados
con ámbar: orejeras, narigueras, pendientes, cuentas y anillos.
Como era de esperase, en varios sitios de la geografía chiapaneca ha
habido hallazgos de piezas arqueológicas elaboradas con esta gema. Tal es
el caso del sitio Lagartero, para el cual, en el año 2010, en el Laboratorio de
Arqueobotánica de la Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico, se
identificó como ámbar la materia prima con la que fue elaborada una posible
orejera (XELHUANTZI-LÓPEZ, 2010).
Oaxaca también tiene evidencias de objetos prehispánicos manufac-
turados con la resina fósil, siendo ocho orejeras y un collar de 29 cuentas
con pinjante en forma de cabeza de pato, recuperados por Alfonso Caso en
la célebre Tumba 7 de Monte Albán, los más destacados (CASO, 1969: 154
y 158).
Pero los hallazgos de piezas arqueológicas de ámbar indican que la
gema no sólo viajó de las tierras altas de Chiapas a sus zonas circunvecinas
o al sureste mesoamericano, sino que de igual forma fue llevada hasta la
Cuenca de México en el Altiplano Central.

435
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Así, además del caso de Teotihuacán aquí presentado, en Tlatelolco se


recuperó un pendiente de ámbar con forma de cabeza de pato dentro del
ajuar funerario de un infante (GUILLIEM, 1999: 116 y 462).
Toda vez que el objeto prehispánico de ámbar más antiguo que se cono-
ce es de origen olmeca, se puede asumir entonces que, al igual que muchas
otras concepciones mitológicas mesoamericanas, el simbolismo religioso y
metafórico de la secreción vegetal fósil, fue en un inicio una construcción
de la cultura madre, que fue retomada y consolidada después por los mayas,
los zapotecas, los Teotihuacanos y finalmente por los mexicas. Gracias a las
fuentes etnohistóricas en torno a estos últimos es que se puede dilucidar el
entretejido simbólico de la resina fosilizada.
Fray Bernardino de Sahagún, en el capítulo octavo del libro undécimo
de su Historia general de las cosas de Nueva España, sobre el ámbar refiere
en español lo siguiente:

16.- El ámbar de esta tierra se llama apozonalli, dícese de esta manera


porque el ámbar de esta tierra, o estas piedras así llamadas, son
semejantes a las campanillas o ampollas del agua, cuando las da el
sol en saliendo, que parece que son amarillas claras como oro. Estas
piedras hállanse en mineros, en las montañas. Hay tres maneras
de estas piedras; la una manera de ellas se llama ámbar amarillo;
estas parece que tienen dentro de sí una centella de fuego (y) son muy
hermosas; la segunda manera se llama quetzalapozonalli (y) dícese
así porque son amarillas con una mezcla de verde claro; la tercera se
llama iztacapozonalli, dícese así porque son amarillas blanquecinas,
no son transparentes, ni son muy preciosas (SAHAGÚN, 1999: 694).

Sahagún mismo, muestra en la columna izquierda de la foja 207 (359) de


su obra bilingüe original, conocida también como Códice Florentino, la re-
presentación pictórica del apozonalli proporcionada por sus “principales”
o ancianos informantes (Figura 13).

436
Ámbar y hule en el interior del Tlalocan, Teotihuacán: secreciones vegetales sagradas

Figura 13. Representación pictórica del apozonalli (CÓDICE FLORENTINO, 1577: 207).

Figura 14. Representación pictórica del minado o extracción del apozonalli (CÓDICE FLOREN-
TINO, 1577: 207).

Al centro de la ilustración y asentada sobre la tierra, una piedra re-


donda emana de la parte superior una corriente de agua, simulada por seis
proyecciones ondulantes hacia la derecha, cada una de las cuales lleva en su
extremo, de manera alterna, un caracol gasterópodo y una pequeña piedra
chalchihuites circular perforada (CÓDICE FLORENTINO, 1577: 207). Tanto
los gasterópodos como las chalchihuites son símbolos del agua.
Como en toda la obra enciclopédica de Sahagún, el texto original en
náhuatl, resultado de la interpretación y transcripción fonética que los alum-
nos tlacuilos del Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco hicieran de la escritura
simbólica de los principales, ofrece una descripción mucho más amplia y
detallada del sujeto o tema tratado.
Por la trascendencia que para la propuesta interpretativa del globo de
ámbar del túnel tiene la concepción metafórica mexica sobre el apozonalli,
misma que, como ya se sugirió líneas atrás, debió ser una herencia olme-
co-teotihuacana, se considera obligado reproducir íntegramente la traduc-
ción que del Códice Florentino hicieran del idioma náhuatl al inglés los

437
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

antropólogos norteamericanos Arthur Anderson y Charles Diebble hacia


mediados del siglo XX y que LOWE (2005: 61 y 64) presenta en español en su
libro sobre el ámbar de Chiapas, aunque en el presente artículo, respetando
la estructura original de la obra de fraile franciscano, la transcripción se
hace a renglón seguido:

Apoçonalli: su nombre viene de atl [agua] y poçonalli [burbuja], por-


que en la antigüedad ellos lo estimaban en razón de que aquellos
de experiencia decían que eran las burbujas del mar. Al amanecer,
cuando sale el sol, parece como espuma que penetra los rayos del sol.
Por eso le dieron el nombre de espuma de agua; por eso lo estima-
ban. Este apoçonalli es una piedra. Es minado, excavado, extraído.
Es muy claro, transparente. Se compara bien con el cristal de roca.
Los nombres de este apoçonalli son tres, que son tomados, que vienen
de su apariencia. El nombre de un tipo es coztic apoçonalli [ámbar
amarillo]; éste es semejante a una piedra. Es como si fueran brasas.
Cuando se examina con cuidado es como si pequeñas centellas volaran
continuamente de él, es como si una llama de fuego estuviera dentro
de él. Su flama parece como una tea, una candela, muy maravillosa.
Y es tan maravillosa que cuando se coloca juntamente con una tea,
con una candela, absorbe el fuego. También resplandece y arde. El
nombre del segundo tipo es quetzal apoçonalli [ámbar de quetzal],
porque su apariencia es verde, así como el penacho de plumas de
quetzal. Algo parecido a un penacho de quetzal vuela continuamente
de él. El nombre del tercer tipo es iztac apoçonalli [ámbar blanco]: es
nombrado iztac apoçonalli porque su color no es muy amarillo; sólo
un poco descolorido, sólo blanquecino, sólo amarillento su color. Todos
estos ámbares atraen cosas (LOWE, 2005: 61 y 64).

Tanto el proceso de extracción de la resina fósil como los iconos de las va-
riedades quetzal apoçonalli e iztac apoçonalli vienen ilustrados también
en la foja 207 (359) del Códice Florentino (Figura 14).
De la imagen del minado, hay que destacar que el pictograma del ámbar
está representando concretamente al de color amarillo, coztic apozonalli, ya
que la piedra al pie de la montaña del fondo tiene en su interior una flama,
así como la proyección superficial de seis lengüetillas de fuego que aluden
a su facultad de arder y resplandecer (ver Figura 4).
Esta información recogida por el religioso franciscano deja ver que,
para las sociedades prehispánicas, el apozonalli debió tener significados
metafóricos múltiples.

438
Ámbar y hule en el interior del Tlalocan, Teotihuacán: secreciones vegetales sagradas

Por un lado, encarnaba al agua y a los conceptos asociados a ella como


la fertilidad, lo femenino, lo húmedo, lo frío, la tierra, la luna y el ciclo
agrícola.
Representando en cierta medida al mismísimo Tláloc como “corazón”
del gran cerro (LÓPEZ- AUSTIN, 2011: 169), la secreción vegetal fósil in-
dudablemente debió ser altamente apreciada y valorada. No es casualidad
que los “principales” mexicas hayan dibujado al coztic apozonalli al pie de
una montaña (Figura 14).
Por otro lado, el ámbar personificaba también al fuego, al inframun-
do, a la muerte, a la morada de Tláloc, el Tlalocan. El fuego asociado al
mítico lugar está explícitamente representado en la iconografía náhuatl del
apozonalli.
Nada podría ser más ilustrativo de lo referido en la obra de Sahagún:
“es como si pequeñas centellas volaran continuamente de él, es como si una
llama de fuego estuviera dentro de él”, que las fotografías que se lograron
captar durante el análisis arqueobotánico cuando se hizo pasar el haz de luz
de la fuente de iluminación de la lupa a través del globo de ámbar (Figura 15).

Figura 15. Cuando al glóbulo de ámbar arqueológico se le hace pasar un haz de luz por alguno
de sus orificios, se ilumina de tal forma que pareciera tener fuego en su interior, generando una
imagen similar a la del pictograma del Códice Florentino que ilustra el minado de la gema y que
coincide con la descripción que de la misma, hiciera Fray Bernardino de Sahagún: “Cuando se
examina con cuidado es como si pequeñas centellas volaran continuamente de él, es como si
una llama de fuego estuviera dentro de él. Su flama parece como una tea, una candela, muy
maravillosa. Y es tan maravillosa que cuando se coloca juntamente con una tea, con una candela,
absorbe el fuego. También resplandece y arde” (LOWE, 2005: 61 y 64). Fotomontaje del Códice
Florentino, 1577, p. 207.

439
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Retomando los planteamientos de los arqueólogos Sergio Gómez Chávez y


Julie Gazzola, en cuanto a que:
− la Ciudadela funcionó como un lugar de oblación y culto a las deida-
des primigenias del agua y de la tierra que habitaban el inframundo
(GÓMEZ CHÁVEZ y GAZZOLA, 2009: 11)
− el túnel construido por los Teotihuacanos bajo el Templo de la
Serpiente Emplumada tuvo un papel fundamental en el desarrollo
de actividades rituales y públicas (GÓMEZ CHÁVEZ y GAZZOLA,
2009: 13)
− los teotihuacanos buscaron recrear el ambiente acuático asociado al
inframundo (GÓMEZ CHÁVEZ y GAZZOLA, 2009: 26),
es posible asumir entonces que el globo de ámbar hallado en el túnel fue
escrupulosamente pensado y elaborado para ser ofrendado durante rituales
de culto a Tláloc o a sus múltiples advocaciones celestes, terrenales o del
inframundo.
Además de que el apozonalli con el que la pieza arqueológica fue elabo-
rada es de por sí una burbuja de agua, la forma redondeada y la naturaleza
cristalina, translucida y hueca de esta, a su vez están recreando la campa-
nilla, la ampolla de agua que Sahagún refiere en su descripción sobre la
piedra amarilla.
Así pues, se puede proponer que el globo arqueológico elaborado con
la secreción vegetal fósil de Hymenaea, es una metonimia del agua, de la
fertilidad, de la agricultura, de la vida y de la muerte.
Alfredo López-Austin facilita aclarar esta idea cuando refiere que:

los antiguos nahuas creían que los poderes de la tierra y el agua se


manifestaban sobre la tierra en el alimento, en la energía vital, en
el crecimiento, en la reproducción, en el contagio y en la muerte. Su
sustancia hacía que las plantas germinaran, crecieran, fructificaran
y murieran (LÓPEZ AUSTIN, 2011: 171).

Además de todo lo anteriormente propuesto, no es descabellado pensar


que el globo de ámbar puede ser al mismo tiempo una representación en
miniatura del propio Tlalocan, (muchas de las ofrendas del túnel tienen
piezas miniatura); su oquedad equivaldría a la cavernosidad de las galerías
del interior de la tierra que conducen a él y el recubrimiento de estuco que
tenía cuando fue hallado, un análogo de la corteza terrestre que lo envuelve.

440
Ámbar y hule en el interior del Tlalocan, Teotihuacán: secreciones vegetales sagradas

Esta última hipótesis tiene sustento en la compleja concepción cos-


mogónica que López-Austin genera a partir de las fuentes etnohistóricas,
entre ellas la obra de Sahagún, en cuanto que este lugar de muerte: “Es una
montaña hueca llena de frutos porque en ella hay eterna estación productiva.
A su interior van los hombres muertos bajo la protección o por el ataque del
dios de la lluvia; cualquiera que haya perecido por mal de naturaleza acuosa”
(LÓPEZ AUSTIN, 2011: 9).
De lo anterior resulta particularmente interesante destacar dos carac-
terísticas intrínsecas del Tlalocan: 1) que es una montaña hueca, cual hueco
es el globo de ámbar y 2) que a su interior van los individuos muertos por
intercesión de Tláloc, lo que imprimiría a la pieza arqueológica un valor
simbólico muy especial, al fungir como el relicario del espíritu de los seres
escogidos por una deidad dadora de vida: “El llamarse Tláloc Tlamacazqui
quiere decir que es dios que habita en el paraíso terrenal, y que da a los
hombres los mantenimientos necesarios para la vida corporal” (SAHAGÚN,
1999: 32).
Si bien las siguientes líneas reproducen textualmente lo que Sahagún
dice sobre los muertos que van al cielo, en ellas se encuentra una buena
explicación de la función que los teotihuacanos pudieron haber querido
dar al tapón perforado de concha que ocluía la abertura basal del objeto de
apozonalli:

3.- Todos estos dizques están en un llano y que a la hora que sale el
sol, alzaban voces y daban grito golpeando las rodelas, y el que tiene
rodela horadada de saetas por los agujeros de la rodela mira al sol,
y el que no tiene rodela horadada de saetas no puede mirar al sol
(SAHAGÚN, 1999: 208).

Así pues, el tapón de molusco bien pudiera ser esa rodela con mirilla a tra-
vés de la cual su poseedor puede observar desde el interior de su morada
fúnebre.
Otra característica privativa del Tlalocan es la de ser un vergel. Sahagún
cuenta:

La otra parte donde decían que se iban las ánimas de los difuntos es
el paraíso terrenal, que se nombra Tlalocan, en el cual hay muchos
regocijos y refrigerios, sin pena ninguna; nunca jamás faltan las ma-
zorcas de maíz verdes y calabazas y ramitas de bledos y ají verde y
jitomates y frijoles verdes en vaina y flores (SAHAGÚN, 1999: 207).

441
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

[…] Y así decían que en el paraíso terrenal que se llama Tlalocan había
siempre jamás verdura y verano (Ídem, p. 208).

Estas peculiaridades del mitológico espacio mortuorio explican la presencia


de restos de plantas comestibles en algunas ofrendas del túnel (ALVARADO
et al, 2013).
El vínculo conceptual de la resina fósil con el Tlalocan queda también
de manifiesto por la clara relación que los mexicas establecieron entre el
ámbar y el mar: “aquellos de experiencia decían que eran las burbujas del
mar” (LOWE, 2005: 61 y 64).
Al respecto hay que acotar que, entre otros autores, Johana Broda
(BRODA, 1982: 50), sostiene que los mexicas pensaban que existía una co-
nexión subterránea entre el Tlalocan y el mar.
Pero a la sinigual pieza arqueológica teotihuacana se le puede adjudicar
un significado mucho más profundo y esencial: el de la creación o fundación
del cosmos.
Así lo sugiere el quincunce que esbozan las cinco perforaciones que
el globo posee y que parecieran no ser otra cosa que la representación de
los árboles cósmicos de los que López Austin habla en sus obras (LÓPEZ
AUSTIN, 1997: 85-98; LÓPEZ AUSTIN, 2011: 19, 20, 175, 189). Este autor
menciona que una de las advocaciones de Tláloc era el tlaloque Nappatecutli
(Figura 16), divinidad capaz de desdoblarse en los cuatro dioses-poste que
sostenían el cielo, productora de agua y hacedora de petates (dios de las jun-
cias). Al centro de ellos, la perforación del globo de ámbar de un centímetro
representaría al ombligo universal, la unión bélica del agua y del fuego, al
Tláloc Xiuhtecutli protegiendo la entrada a su morada con un pulido tapón
elaborado con el exoesqueleto de un molusco, seguramente de origen ma-
rino, enfatizando un vínculo hidromarino.

442
Ámbar y hule en el interior del Tlalocan, Teotihuacán: secreciones vegetales sagradas

Figura 16. Nappatecutli, dios de las juncias, divinidad capaz de desdoblarse en los cuatro dio-
ses-poste que sostenían el cielo, productora de agua y hacedora de petates. El tlaloque exhíbe en
su atuendo, marcas en forma de equis que aluden al ulli. Códice Florentino, 1577, p.12.

Figura 17. Tláloc sosteniendo en su mano izquierda un escudo con una flor cuadripétala, el quin-
cunce que alude al lugar de surgimiento de los pueblos, al centro del mundo y al corazón de la
tierra. Códice Florentino, 1577, p. 10.

Además de aludir a los cuatro elementos esenciales (agua, tierra, fuego


y viento), el quincunce de la pieza arqueológica de ámbar está simbolizando
también los cuatro rumbos del Universo (que coinciden con los puntos car-
dinales) y las edades evolutivas de la tierra, cada una regida por un sol, el

443
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

quinto de los cuales nació precisamente en Teotihuacán. Al centro del globo


de apozonalli, la perforación más grande representaría también al Quinto
Sol, al movimiento, a la eternidad.
No hay que perder de vista que, en algunas de sus representaciones pic-
tóricas, Tláloc lleva en su escudo una flor cuadripétala (Figura 17), es decir,
el quincunce que alude al lugar de surgimiento de los pueblos, al centro del
mundo y al corazón de la tierra.

Ulltelolotli
No menos fascinante que el complejo entramado simbólico mesoamericano
del apozonalli, lo es el del ulli.
Como se mencionó párrafos atrás y al igual que para el caso del ám-
bar, los objetos arqueológicos de hule más antiguos que se han recuperado
pertenecen al preclásico olmeca, con fechas radiocarbónicas de ca 1600
a. C. (ORTIZ, et al, 1997: 46). Se tratan de una docena de pelotas macizas
de entre 8 y 20 cm de diámetro, halladas en el Cerro Sagrado Manatí, en el
estado de Veracruz (ORTIZ, et al, 1997: 88 y 89).
Asimismo, en tierras mayas, concretamente en el Cenote de los
Sacrificios de Chichén Itzá se han encontrado restos de hule cronológica-
mente ubicados entre el 1300 y 1539 d. C. (COGGINS y SHANE III, 1989:
131, 135 y 144).
De manera análoga a lo que ocurrió con el ámbar, el ulli se transportó
cientos de kilómetros desde los sitios de obtención de la materia prima,
ya fuera de las zonas costeras tropicales (Castilla elastica) o del Desierto
Chihuahuense (Parthenium argentatum), hasta la Cuenca de México.
Prueba de ello es la presencia de la masa de este material, recuperada en el
túnel teotihuacano o la de varias pelotas y otros objetos con hule en algunos
sitios excavados en terrenos donde estuvo asentada la capital mexica de
Tenochtitlan, incluyendo el recinto ceremonial del Templo Mayor (FILLOY,
et al, 2000: 6; FILLOY, 2001: 28).
Hay que mencionar que ninguna de estas piezas arqueológicas de hule
ha sido sometida a los análisis específicos que determinen con exactitud la
especie botánica proveedora del látex que las formó, pero en algunos casos,
los investigadores involucrados con ellas asumen que pudiera tratarse de
Castilla elastica (FILLOY, et al, 2000: 7; FILLOY, 2001: 28).
Si bien es cierto que tampoco en el caso del hule teotihuacano se tiene
la certeza de que el látex provenga de esa planta tropical, como ya se men-
cionó en párrafos anteriores, la presencia de ámbar chiapaneco en una de
las ofrendas, hace evidente la clara relación comercial que los teotihuaca-

444
Ámbar y hule en el interior del Tlalocan, Teotihuacán: secreciones vegetales sagradas

nos tuvieron con el sureste mesoamericano y, toda vez que el proceso de


obtención del ulli a partir de la secreción lechosa de C. elastica, es en prin-
cipio relativamente más redituable y sencillo que el de guayule (Parthenium
argentatum) −amén de que hay analistas que opina que las propiedades
mecánicas del hule de la morácea son superiores a las del obtenido del lá-
tex de la asterácea (TARKANIAN y HOSLER, 2011: 472)−, los autores del
presente trabajo estiman que entonces es más factible que la masa arqueo-
lógica hallada en el túnel provenga de una Castilla de filiación chiapaneca
o nativa de los bosques tropicales del sureste mexicano, y no del desértico
y arbustivo guayule.
La obra sahaguntina aporta elementos en favor del planteamiento de
que la mayor parte del hule que llegó al Altiplano Central, preferente y prio-
ritariamente fue de Castilla elastica.
Cuando el religioso franciscano aborda en el capítulo XXIX de libro X
de su Historia General de las Cosas de Nueva España, a los diferentes gru-
pos que poblaron esas tierras, al referirse a los olmecas señala: “Estos tales
así llamados están hacia el nacimiento del sol” (SAHAGÚN, 1999: 608), es
decir, hacia las zonas tropicales del oriente mesoamericano.
Continúa diciendo “Y son muy ricos porque sus tierras son muy ricas,
fértiles y abundosas, donde se da todo género de bastimento en abundancia;
ahí se da mucho cacao, y la rosa o especie aromática llamada teonacaztli, y el
otro género de cacao que llaman quapatlachtli; dase también allá el ulli, que
es una goma negra de un árbol que se llama ulli” (SAHAGÚN, 1999: 609).
En el apartado de los árboles silvestres medianos, Sahagún apunta en
el capítulo VI del libro XI que:

27.- Hay otros árboles que se llaman ulquáuitl; son grandes, altos y
hacen gran copa. De estos árboles mana aquella resina negra que se
llama ulli; esta medicina que se llama ulli es muy medicinal, casi para
todas las enfermedades es provechosa; es medicina para los ojos, para
postemas y pudrimientos, y también se bebe con cacao; es provechosa
para el estómago, para los intestinos, para los pudrimientos interio-
res, para la cámara cuando se cierra, etcétera. Esta resina hácese
muy correosa; hacen de ella las pelotas para jugar, y salta más que
pelotas de viento (SAHAGÚN, 1999: 662).

Esta descripción que el fraile hace sobre el tamaño y la copa del árbol del
que mana la secreción que él llama resina, coincide con las características
de C. elastica y no con las de P. argentatum, que es un arbusto.

445
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Sahagún refiere también que en el hule era vendido en el tianquez. Así


cuenta en el capítulo XXIV del libro X sobre el que vende ulli goma:

el que trata en la goma negra que se llama ulli, que se derrite como
torrenzo puesto en asador, y no se torna a cuajar, tiene árboles de que
la saca; hace unas masas redondas, otras anchas y otras delgadas y
largas. Es goma muy saludable. De ésta se hacen las pelotas con que
juegan, que fácilmente saltan como pelotas de viento, haciendo sonido
como las mismas (SAHAGÚN, 1999: 573).

Otra referencia histórica importante y confiable que ofrece evidencias de


que, al inicio de la Colonia, el hule que llegaba al centro de México debió
obtenerse del látex de C. elastica, es la obra que sobre Tlaxcala realizara el
cronista mestizo Diego Muñoz Camargo, quien textualmente relata:

hay otro árbol que se llama ulquahuitl, muy preciado, que se cría en
tierras calientes, es árbol no muy alto que tiene las hojas anchas y
cenicientas. Este árbol destila de sí una leche muy blanca, espesa y
pegajosa, en mucha cantidad y para sacar la leche se ha de picar el
árbol con un hacha, o machete, y picado, luego, a la hora, destila la
tal leche y los naturales la cogen en unas calabacillas redondas de la
forma que quieren y de la cantidad y allí la dejan cuajar, y cuajada,
la echan a cocer en agua caliente, y queda una pelota tamaña como
una pelota de viento. Y los indios que no tienen calabazas para coger
esta leche se untan todo el cuerpo con ella y, después de seca, levan-
tan aquellos pellejos que ha fraguado la leche, y quedan a manera de
nervios y como quedan correosos, se hace una pelota y se cuece en
agua caliente. Con esta pelota jugaban antiguamente a la pelota los
naturales con los cuadriles, como atrás lo dejamos referido. De este
hule se saca aceite muy provechoso para los medicamentos de los
naturales, muy blando y muy suave, en especial para ablandar los
pechos apretados de catarros y pechugueras. Este hule se derrite con
fuego para sacar el aceite de él, tiene la propiedad de que salta tanto
que no halla con qué compararlo, tómase bebido con el cacao y es asi-
mismo para ablandar algún medicamento duro y áspero; aprovecha
asimismo para cámaras de sangre o de otras de cualquier humor que
sean. Es tan fuerte y tan duro este hule que, hecho un peto de él, no
hay punta de flecha que lo pase por aguda que sea; es de madera muy
blanda y dócil y en sí no tiene dureza ni aspereza ninguna, porque
es semejante a nervios correosos, y así impele de sí cualquier golpe

446
Ámbar y hule en el interior del Tlalocan, Teotihuacán: secreciones vegetales sagradas

que se le da y resalta hacia fuera y entiendo que si hiciesen suelas de


zapatos de ello, que por otro nombre los llaman nuestros españoles
batey, por llamarlo así los indios de la isla Española, al que estas
suelas se pusiesen le harían ir saltando contra su voluntad sin poder
estar sin caerse y por donde quiera que fuese iría saltando. Dicen
que los caciques antiguos hacían suelas de este hule para hacer burla
de algunos truhanes, chocarreros, enanos o corcovados y lo tenían
por pasatiempo. Algunos españoles de nuestros tiempos lo han usado
para capas aguaderas, porque untando una capa aguadera de caña-
mazo de este hule no le pasa el agua, pero que le dé el sol no es bueno
porque lo derrite y lo hace pegajoso; no se pueden echar al fuego las
capas aguaderas sin que se derrita este hule, por esta causa se hace
pegajoso, lo que no haría si fuese untado con la leche recién sacada
del árbol; finalmente que este árbol es de mucho aprovechamiento
(MUÑOZ CAMARGO, 2006: 74-76)

Tanto los vestigios arqueológicos como las fuentes etnohistóricas muestran


que el ulli se empleó de muy diferentes formas.
Además de sus propiedades adhesivas y medicinales, ampliamente
aprovechadas por los antiguos pueblos mesoamericanos, con el material se
elaboraron enmangaduras, figurillas (mayoritariamente antropomorfas),
suelas para los cactli, cotaras o sandalias de la calza de los tlatoanis, ullmaitl
para percutir el teponaztli y por supuesto las pelotas requeridas para la
práctica del afamado juego ritual llamado en náhuatl ullamaliztli o tlaxtli.
Asimismo, como lo atestiguan las fuentes pictográficas, el producto
vegetal fue profusamente utilizado con fines rituales.
Resulta obligado mencionar que el ingeniero Michael Tarkanian y la
antropóloga Dorothy Hosler, ambos investigadores del Instituto Tecnológico
de Massachusetts, afirman que desde el Preclásico, los antiguos pobladores
de Mesoamérica vulcanizaban el látex de C. elastica con la salvia de algunas
convolvuláceas herbáceas, entre ellas la de Ipomoea alba L (TARKANIAN
y HOSLER, 2011: 469), conocida comúnmente como amole, quiebraplatos,
dama de noche, gloria de la mañana o dondiego de día, enredadera lignes-
cente perenne, oriunda de las zonas tropicales de México.
La dupla norteamericana considera que los compuestos del amole tie-
nen una doble función. Por un lado, proporcionan moléculas de azufre que
entrecruzan las cadenas del polímero, lo que da al hule mayor tenacidad y
elasticidad y por otro, purifican la secreción lechosa expulsando de ellas

447
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

las proteínas que impiden el entrecruzamiento (TARKANIAN y HOSLER,


2011: 474).
Estos autores aseguran que los mesoamericanos supieron del amplio
rango de propiedades mecánicas que se pueden obtener al combinar la se-
creción lechosa de C. elastica con el jugo de Ipomoea alba en diferentes pro-
porciones y que aplicaron este conocimiento para manipular las propiedades
del hule, en cuanto a elasticidad, fuerza y resistencia, de acuerdo con el uso
particular que le iban a dar (TARKANIAN y HOSLER, 2011: 469, 474).
De esta forma, Tarkanian y Hosler señalan que cuando el látex crudo
de C. elastica se seca, se vuelve rígido y quebradizo, careciendo de las pro-
piedades elásticas y tensionales que se requieren por ejemplo para el rebote
de las pelotas (TARKANIAN y HOSLER, 2011: 473), pero mezclándolo con
la salvia de la convolvulácea, el producto resultante adquiere una amplia
gama de cualidades plásticas.
Haciendo una serie de ensayos experimentales a nivel laboratorio (es
decir con pequeñas cantidades de material) con mezclas de salvia de I. alba
y látex de C. elastica en diferentes proporciones, los estadounidenses con-
cluyen que, para la manufactura de las pelotas destinadas al juego, para el
cual el hule debe tener elasticidad y rebote máximos, la condición óptima se
logra con una proporción volumétrica porcentual del 50-50 (TARKANIAN
y HOSLER, 2011: 475-476).
Por otro lado, para la elaboración de suelas para sandalias, las cuali-
dades mecánicas del material que hay que favorecer son la resistencia al
desgaste y a la fatiga y ésta se magnifica cuando la relación volumétrica es
25 por ciento de salvia de I. alba y 75 por ciento de secreción de C. elástica
(TARKANIAN y HOSLER, 2011: 478).
Finalmente determinan que, para la fabricación de las bandas para
enmangado, donde se requiere de gran fuerza de tensión, rigidez y capacidad
de amortiguamiento, el material más apropiado es el látex seco sin procesar
(TARKANIAN y HOSLER, 2011: 477).
Es necesario remarcar que, en México, algunos de los investigadores
que más conocen sobre el tema del hule, no han tenido resultados simila-
res con las mezclas mencionadas por los estadounidenses (Emilie Carreón
Blaine y María del Pilar Ponce Jiménez, comunicación personal), lo que
obliga a plantear nuevos trabajos experimentales con esta secreción vegetal.
Con ulli se elaboraron imágenes de dioses, muchos de ellos vinculados
con el agua.

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Ámbar y hule en el interior del Tlalocan, Teotihuacán: secreciones vegetales sagradas

En el libro II de la Historia general de las cosas de Nueva España, al


referirse Sahagún en el capítulo XXV a las fiestas y sacrificios que los mexi-
cas hacían en el sexto mes de su calendario anual de 18 meses, señala que:

1.- Al sexto mes llamaban etzalqualiztli. En este mes hacían fiesta a


honra de los dioses del agua, o de la pluvia, que llamaban Tlaloque
(SAHAGÚN, 1999: 112).
50.- Otros ministros iban delante de este sátrapa; llevaban en brazos
unas imágenes de dioses, hechas de aquella goma que salta y es negra y
la llaman ulli; llamaban estas imágenes ulteteo que quiere decir dioses
de ulli (SAHAGÚN, 1999: 116).
Además de estas Figuras, el ulli sólido en forma de bolas se ofrendaba que-
mándolo en braseros, tal como fue ilustrado reiteradamente en las fuentes
pictográficas pre y posthispánicas. El antropólogo alemán Eduard Seler se
refiere a ellas como oltelolotli, y señala que simbolizan a la lluvia (SELER,
1963: 42,45, 211).
En los cinco códices del grupo Borgia, aparecen numerosas represen-
taciones de estas pelotas, que, en congruencia con la raíz náhuatl utilizada
en este artículo para el hule, en este escrito se designarán como ulltelolotli.
En la mayoría de las pictografías, las esferas de hule están colocadas
sobre braseros o en piras, pero también se muestran siendo ofrendadas por
dioses o personajes importantes. Ejemplo de esto último son las láminas 14
del Códice Borgia y la 33 del Tonalámatl de los pochtecas o Fejérváry Mayer.
En la primera de ellas aparecen ilustradas las deidades del agua, Tláloc y
Chalchiuhtlicue, ofrendando y quemando ulltelolotli (Figura 18), mientras
que en la del Tonalámatl hacen lo mismo Tezcatlipoca-Itztlacoliuhqui, dios
del Norte y Tonatiuh, deidad solar y Señor del Este (Figura 19).

Figura 18. Deidades del agua ofrendando y quemando en braseros bolas de hule. A la derecha,
Tláloc, a la izquierda Chalchiuhtlicue (CÓDICE BORGIA, foja 14).

449
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 19. A la derecha, Tezcatlipoca-Itztlacoliuhqui, quema una bola de hule a la izquierda, Tonat-
luh, hace lo mismo (CÓDICE FEJÉRVÁRY MAYER, foja 33).

Los tlacuilos dibujaron las ulltelolotli preferentemente como círculos


de color negro, a veces delimitados por un anillo claro y en otras con una
semicircunferencia roja en su parte apical, central o lateral (posiblemente
en alusión a que estaban ardiendo). En no pocos casos las bolas llevan tam-
bién en la parte superior una especie de corbatín blanco, en ocasiones con
franjas o puntos rojos, sobre el cual yace un cuerpo trapezoidal (en blanco,
amarillo o amarillo con rojo) que lleva inserto una pluma verde (Figura 20).

Figura 20. Bola de hule ardiendo en un brasero (CÓDICE FEJÉRVÁRY MAYER, foja 9).

450
Ámbar y hule en el interior del Tlalocan, Teotihuacán: secreciones vegetales sagradas

De entre la quinteta de amoxtli borgianos, es el Tonalámatl de los


Pochtecas el que quizás ilustra mejor la versatilidad de las representacio-
nes rituales de las ulltelolotli, ya que estas aparecen en 23 de las 45 fojas
que tiene el códice.
Derretido, forzosamente por fuego directo, siendo el fluido resultante
de color negro intenso, el ulli se aplicó en los rostros de personas y deidades,
sobre papel o cerámica o se mezcló con otros productos.
Sahagún ofrece muchas referencias sobre estos tres diferentes aspectos
de uso ritual que vale la pena citar ampliamente.
En el libro XI, capítulo IX, el religioso detalla la manera en que el hule
se derrite:

5.- La goma que se llama copal blanco, y otra goma que se llama
chapopotli, que es como pez de Castilla, y otra goma que se llama ulli,
que es negra y nervosa y muy liviana; estas tres gomas, derretidas
juntamente, hechas como brea, aplicadas a las piernas y al cuerpo
hacen gran bien a todos los miembros interiores y exteriores. Es de
saber, el copal y el chapopotli, bien se pueden derretir en una olla
puesta sobre las brasas, habiéndolo desmenuzado todo junto prime-
ro, tanto de uno como de otro; pero el ulli hace (de) derretir por sí,
poniéndolo en un asador y encendiéndolo a la llama de fuego, y en
comenzando a arder comienza a gotear un licor negro, como tinta, y
ha de gotear en una escudilla, y así queda hecho licor líquido; y pue-
den así derretir la cantidad que quisieren, aunque no sea tanta como
lo demás, aunque cuanto más fuere de esto, tanto será mejor la brea
(SAHAGÚN, 1999: 697).

En el libro II, capítulo XX que habla de las fiestas y sacrificios que los mexi-
cas hacían en el primer mes de su año cívico, el franciscano menciona una de
las tantas maneras en la que usaban el ulli derretido como parte de rituales
de oblación:

1.- En las calendas del primer mes del año, que se llamaba quauitleoa y
que los mexicanos le llamaban atlcahualo, el cual comenzaba segundo
día de febrero, hacían gran fiesta a honra de los dioses del agua o de
la lluvia llamados Tlaloque.

2.- Para esta fiesta buscaban muchos niños de teta, comprándolos a


sus madres;

451
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

3.- A estos niños llevaban a matar a los montes altos, donde ellos te-
nían hecho voto de ofrecer; a unos de ellos sacaban los corazones en
aquellos montes, y a otros en ciertos lugares de la laguna de México.
6.- En esta misma fiesta, en todas las casas y palacios levantaban unos
palos como varales, en las puntas de los cuales ponían unos papeles
llenos de gotas de ulli, a los cuales papeles llamaban amateteuitl; esto
hacían a honra de los dioses del agua;
14.- Estos tristes niños antes que los llevasen a matar aderezábanlos
con piedras preciosas, con plumas ricas y con mantas y maxtles muy
curiosas y labradas, y con cotaras muy labradas y muy curiosas, y
poníanlos unas alas de papel como ángeles y teñíanlos las caras con
a aceite de ulli, y en medio de las mejillas les ponían unas rodajitas
de blanco (SAHAGÚN, 1999: 98 y 99).
En el libro I, capítulo XIII, en relación con el dios Ixcozauhqui, advocación
del dios del fuego Xiuhtecutli, Sahagún escribe:
15.- La imagen de este dios se pintaba (como) un hombre desnudo,
el cual tenía la barba teñida con la resina que es llamada ulli, que
es negra y un barbote de piedra colorada en el agujero de la barba;
tenía en la cabeza una corona de papel pintada de diversos colores
y de diversas labores; en lo alto de la corona tenía unos penachos de
plumas verdes, a manera de llamas de fuego (SAHAGÚN, 1999: 40).
En el capítulo XXI del mismo libro I, refiriéndose a las Figuras de los
Tlaloque que hacían con masa de tzoalli (semillas de amaranto con miel de
maguey), el franciscano cuenta:

11.- Después de hechas estas imágenes ofrecíanles papel de lo que ellos


hacían, y era que a un pliego de papel le echaban muchas gotas de la
goma que se llama ulli, derretido; hecho esto colgaban al cuello de la
imagen el papel, de manera que le cubría desde los pechos abajo, y
con el remate de abajo arpaban el papel.

12.- también ponían estos mismos papeles goteados con ulli, y colgados
de unos cordeles delante de las mismas imágenes (SAHAGÚN, 1999:
49 y 50).
Al hablar sobre los sacrificios que los mexicas hacían en la veintena del
sexto mes (etzalqualiztli), como ya se mencionó, dedicado a los Tlaloque,
el fraile dice:

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Ámbar y hule en el interior del Tlalocan, Teotihuacán: secreciones vegetales sagradas

69.- llegados a la medianoche, que ellos llamaban yoallixeliui, comen-


zaban luego a matar a los cautivos. Aquellos que primero mataban
decían que eran el fundamento de los que eran imagen de los Tlaloque,
que iban aderezados con los ornamentos de los mismos Tlaloque, que
decían eran sus imágenes, y así ellos morían a la postre, íbanse a
sentar sobre los que primero habían muerto.
71.- También llevan los corazones de todos los que habían muerto,
metidos en una olla pintada de azul y teñida con ulli en cuatro partes;
también los papeles iban todos manchados de ulli (SAHAGÚN, 1999:
118).
Sobre la mezcla de esta secreción vegetal con otros productos, el religioso
anota en el libro X, capítulo XXVIII lo siguiente:
50.- Los que escupen sangre se curarán bebiendo el cacao hecho con
aquellas especies aromáticas que se llaman tlilxóchitl mecaxóchitl
y ueinacaztli, y con cierto género de chile llamado chiltecpin, muy
tostado y mezclado con ulli (SAHAGÚN, 1999: 591).
Cabe destacar que, en algunos de los amoxtli, varios de los dioses llevan
en su indumentaria marcas vinculadas con el ulli, siendo las más comunes
el asterisco y sus variantes cruz y equis (CARREÓN, 2006: 130 y 131). Un
claro ejemplo de lo anterior son las imágenes del tlaloque Nappatecutli del
Códice Florentino [CÓDICE FLORENTINO, 1577: 12 y 20 (32)] (Figura 16).
Amalgamando la información anteriormente vertida y extrapolándo-
la al caso particular de la masa sólida de hule hallada en el túnel bajo el
Templo de la Serpiente Emplumada, es posible formular las propuestas y
planteamientos siguientes:
− su color blanquecino en conjunto con su aspecto rígido y costroso,
indican que estuvo sumergida en agua por largos periodos de tiempo
(Emilie Carreón Blaine y María del Pilar Ponce Jiménez, comuni-
cación personal).
− la pieza arqueológica corresponde a una ulltelolotli
− fue colocada en el túnel con claros fines rituales vinculados con el agua.

Con los mismos argumentos expuestos para el caso del ámbar, se puede
asumir que el simbolismo religioso y metafórico dado al ulli en las fuentes
etnohistóricas, es una construcción olmeco-Teotihuacána, heredada a las
civilizaciones posteriores.

453
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Conclusiones
Dentro de los elementos vegetales recuperados en las ofrendas del túnel
bajo el Templo de la Serpiente Emplumada, hay dos que destacan por su
origen botánico y por su significado ritual: un globúlo de ámbar y una masa
sólida de hule.
En ambos casos el material proviene de una secreción vegetal.
El ámbar se formó por la fosilización de la resina de dos especies ex-
tintas del género Hymenaea, en tanto que el hule es el floculado solidificado
del látex de Castilla elastica o de Parthenium argentatum.
Las evidencias arqueológicas demuestran que tanto el ámbar como el
hule fueron conocidos usados y apreciados por los pueblos mesoamericanos
desde épocas tempranas, siendo vinculados directamente con el agua y sus
deidades.
Para Teotihuacán, ambos elementos producto de secreciones vegetales,
debieron formar parte de rituales de oblación a Tláloc y los tlaloque, razón
por la cual en este artículo se califica a esos exudados vegetales como se-
creciones vegetales sagradas.

Bibliografía

ALVARADO, J. L, M. TOVALÍN GONZÁLEZ-ITURBE y Ma. S. XELHUANT-


ZI-LÓPEZ. (2014) Flora arqueológica teotihuacana: relación y significado
de los taxa vegetales encontrados en el túnel bajo el templo de la serpiente
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457

PERSONAS DIVIDUALES
EN EL ARTE RUPESTRE
DE LAGUNA MENSABAK,
SELVA LACANDONA

Josuhé Lozada Toledo


Dirección de Estudios Arqueológicos

Resumen – Uno de los más grandes desafíos que presenta el estudio del pasado a través de
la investigación arqueológica ha sido la identificación de las formas de ser y de conocer el
mundo mediante bases ontológicas más cercanas a los grupos que estudiamos. El objetivo de
este trabajo es buscar los conceptos locales de persona a través de la evidencia arqueológica
asociada al arte rupestre de Laguna Mensabak, localizada en la región de la Selva Lacandona
y al noreste del estado de Chiapas. Para concretar esta tarea, primeramente, se revisará la
categoría de individuo y su construcción conceptual por la sociedad occidental, de tal manera
que se pueda hacer una distinción con la persona dividual que ha sido identificada en el registro
arqueológico de los antiguos mayas y en la información etnográfica recabada por los etnólogos,
mediante su trabajo de campo.

Introducción

L
a persona dividual no es exclusiva de Mesoamérica, sino que la en-
contramos distribuida en diversas sociedades tradicionales, tanto
en el territorio americano como en Melanesia e India. Este marco
de referencia servirá para entender a la persona permeable y a la persona
partible, donde el flujo de sustancias y la circulación de objetos son parte
constitutiva de las relaciones entre personas humanas y no humanas.
Finalmente, a partir del análisis del arte rupestre presente en los ris-
cos alrededor de Laguna Mensabak, se dará cuenta de aquellos elementos
iconográficos que dibujan el estado o condición de ser persona entre los
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

mayas posclásicos, habitantes de la Selva Lacandona, quienes plasmaron


en las rocas su mundo-de-la-vida y su identidad.

Referentes teórico-metodológicos
En términos teóricos se parte de la arqueología del personhood para el
estudio de la cultura material asociada a los riscos de Laguna Mensabak.
La arqueología del personhood o de la personeidad refiere a cómo la
gente en el pasado fue generando sus mundos-de-la-vida a través de tecno-
logías sociales, donde la persona fue concebida como un ser social integrado
a un cosmos más amplio.
Estudiar la personeidad implica asumir un término específico de la
condición de ser persona como una conceptualización de tipo emic o dada
por un grupo social determinado.
La persona es un complejo amalgama de sustancias e influencias, don-
de cada ser es una síntesis de la combinación de otros seres o sustancias,
quienes han contribuido social y físicamente para su existencia (SANTOS-
GRANERO 2009: 7). Estas sustancias, influencias y relaciones toman lugar
en el cuerpo, visto como un receptáculo de fluidos anímicos fríos y calientes,
que para el correcto funcionamiento del ser humano debía mantenerse en
equilibrio (MARTÍNEZ GONZÁLEZ 2015: 43).
Las discusiones sobre el ser a menudo son discutidas fuera del contexto
específico de las culturas, de sus propias concepciones y de sus formas de
prácticas, el personhood requiere de un enfoque de análisis centrado en
las formas en las cuales las personas son entendidas y construidas dentro
de una cultura particular (KOVASNA 2009: 28), es en este punto, donde el
concepto de mundo-de-la-vida resulta particularmente operativo para el
estudio de los mayas posclásicos de Laguna Mensabak.
El mundo-de-la-vida refiere a los valores dados por sentado, es el ám-
bito de la realidad que considera la actitud del sentido común, es el contexto
básico de lo indiscutido o lo tomado como evidente en la actitud natural
(SCHUTZ y LUCKMAN, 2003).
Antes de dar paso a la identificación de los aspectos constitutivos de
la persona maya, se delineará de manera general la concepción moderna
de individuo para visualizar la distancia existente entre el ser individual y
el ser dividual.

458
Personas dividuales en el arte rupestre de Laguna Mensabak, Selva Lacandona

El individuo moderno en Occidente y el


contraste con la persona dividual
Siguiendo el planteamiento de Vigliani (2015), en la Edad Media el término
“individuo” refirió a la persona como indivisible del mundo de Dios, es decir,
se concebía permeada de propiedades sagradas; la persona fue entendida
como una fusión de partes contenidas en el cuerpo. El cuerpo consistía en
órganos y humores y la persona consistía en mente, cuerpo y alma.
Con la adopción del cristianismo en Europa, el ser humano se concibió
bajo una existencia dual, es decir, un hombre con una exterioridad asocia-
da al cuerpo y una interioridad vinculada al alma. Posteriormente con el
renacimiento y la reforma protestante se da un mayor énfasis en la unidad,
ya que el individuo fue concebido como una entidad separada del mundo y
los humanos pasaron a constituir el fundamento sobre el cual se basaba el
orden del cosmos (objetivo y racional). El mundo se convirtió en objeto y la
humanidad apareció como sujeto (VIGLIANI, 2015).
En el siglo XVI y XVII se crea un espacio interior para el pensamiento
y la reflexión, donde la mente se concibió como separada del mundo externo
de las cosas (FOWLER, 2004).
También, hacia el siglo XVII, con las ideas filosóficas desarrolladas
por René Descartes, comienzan las distinciones categóricas entre mente y
cuerpo, que se reflejan en la distinción entre cultura y naturaleza.
El surgimiento del individuo moderno estuvo conectado con el huma-
nismo filosófico, donde el individuo fue concebido como un ser distinto y
separado de otros individuos (VIGLIANI, 2015: 25).
La persona progresivamente se fue separando del mundo natural,
convirtiéndose cada vez más en un ser indivisible y autónomo, por lo que
las capacidades de agencia fueron atribuidas exclusivamente al ámbito de
los humanos, excluyendo a todos los componentes del mundo natural a un
mundo pasivo y dependiente de la agencia humana.
Los límites de la persona occidental o del individuo moderno están
delimitados por la piel de nuestro cuerpo, este individuo se concibe como
entero y auto-determinado.
Por otro lado, la persona dividual refiere a la identificación de la per-
sona como compuesta de una serie de partes que se extienden más allá del
cuerpo y pueden prevalecer aún después de la muerte.
La persona dividual es capaz de procesar las sustancias del mundo
dentro de su persona. Cada componente de la persona es la manifestación

459
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

de una relación, ya que cada sustancia codificada se adquiere a través de la


interacción social (FOWLER, 2004).
No sólo las sustancias son parte de una persona, sino también los ob-
jetos. En este proceso, hay un donante y un beneficiario donde se generan
conexiones mediante el intercambio de sus partes.
A través de los estudios etnográficos, se distinguen dos tipos de per-
sonas dividuales:
• Persona permeable
• Persona partible
A partir de los trabajos de Busby, C. (1997), al sur de India fue posible
identificar el tipo de persona dividual definido como la persona permeable.
En India, el género y la sustancia del regalo es esencial. Las sustancias se
encuentran al interior de la persona y son calientes o frías. En estas socie-
dades, el personhood también cambia durante toda la vida, pasando por
diversos grados de permeabilidad.
La permeabilidad es un estado de ser en el cual la persona dividual
puede ser permeada o penetrada por cualidades que influyen en la compo-
sición interna de la persona. Las partes de la persona no son identificadas
como objetos sino como flujos de sustancias (FOWLER, 2004).
La persona permeable se conecta a otras personas (humanas o no
humanas) mediante una sustancia; en la persona, estas sustancias no es-
tán identificablemente separadas, sino que están fusionadas y llegan a ser
indistinguibles (BUSBY, 1997).
Por otro lado, en los trabajos de Strathern (1988) es posible reconocer
a la persona partible, cuando la autora examina la construcción social y
cultural del género en las islas Melanesias.
La partibilidad es un estado de ser en el cual la persona dividual es
reconfigurada. Así, una parte puede ser extraída y dada a otra persona. Las
partes de uno mismo pueden llegar a pertenecer a otros. La partibilidad
significa que una persona disminuye ligeramente de escala, mientras que
la parte que regala es abarcada por otra. La parte dada será devuelta gene-
ralmente en una forma diferente (FOWLER, 2004).
Una característica importante de la persona partible es que la parte
extraída puede ser representada como la totalidad de su ser, puede repre-
sentar su esencia, prestigio y personalidad.
De esta manera, tanto la persona permeable como la persona partible
demuestran que el personhood es relacional, toda vez que se crea cultural-

460
Personas dividuales en el arte rupestre de Laguna Mensabak, Selva Lacandona

mente en un momento específico y depende del sistema cultural que dio


origen a dicha noción de persona.
Finalmente, para entender mejor el contraste entre estas dos concep-
ciones de la persona individual y dividual, Bird-David (1999) comenta que
“cuando yo individualizo a un ser humano -lo separo- pero cuando yo divi-
dualizo a un ser humano –lo integro– “(BIRD-DAVID, 1999).

La noción de persona entre los mayas


Una obra fundamental y pionera en el estudio de la noción de persona en
Mesoamérica refiere a “Cuerpo humano e ideología. Las concepciones de
los antiguos nahuas” de Alfredo López Austin (1984), literatura obligada
para dar cuenta de las entidades y componentes anímicos entre los grupos
nahuas del centro de México.
En su obra, López Austin (1984) demuestra cierta unidad en los siste-
mas de pensamiento mesoamericano, denominado como el “núcleo duro”,
a partir de los datos históricos, etnográficos, lingüísticos e iconográficos.
Para el área maya se cuenta con una vasta literatura etnográfica que va
desde los trabajos con grupos tzeltales y su noción del cuerpo por parte de
Pedro Pitarch (1996) y Helios Figuerola Pojul (2000). Para tzotziles destacan
los trabajos clásicos de Calixta Guiteras Holmes (1965) y Evon Vogt (1966).
Desde el ángulo de la terapéutica indígena, entre los tzotziles y tzelta-
les destacan los trabajos de Jaime Page Pliego (2001, 2002 y 2014), quien
analiza la importancia del cuerpo en la noción de la persona indígena de
los Altos de Chiapas.
Alfonso Villa Rojas (1987), María Dolores Cervera (2007) y Gabriel Luis
Bourdin (2007) trabajan la construcción de la persona con mayas yucatecos
y Pedro Carrasco (1960) hace lo correspondiente para chontales.
En Guatemala, Barbara Tedlock (1982) también analiza la corporalidad
y principalmente el fenómeno del sueño entre los mayas quichés.
Los trabajos de Roberto Martínez González (2007 y 2015), también
aportan datos sustanciales para el entendimiento de las entidades anímicas
en el pensamiento maya.
Dada la falta de información sistemática sobre las entidades anímicas
mayas lacandonas como lo representa el pixan, que son el referente etno-
gráfico más cercano, dada la ubicación de Laguna Mensabak en la Selva
Lacandona, he retomado como referente las concepciones anímicas de los
mayas yucatecos, que comparten muchos de los significados con los mayas
lacandones, debido a su cercanía étnica y lingüística.

461
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Entre los mayas yucatecos existen dos entidades anímicas: ool y pixan
y un componente anímico denominado como ik’.
El ool refiere a la entidad anímica asociada al corazón Se dice que
es la médula de la persona humana e incluso también es utilizado para
referir al componente medular, tallo o cogollo tierno de los vegetales
(BOURDIN, 2007).
Los mayas yucatecos atribuyen al corazón la sede o centro principal de
la vida anímica, como lo es la voluntad, el deseo, los sentimientos, los esta-
dos emotivos y las pasiones, que se asemeja mucho a la categoría del tonalli
desarrollado por los nahuas del centro de México (LÓPEZ AUSTIN, 1984).
El ool se define como la voluntad o capacidad de participación inten-
cional, refiere al mundo del sentido común, las emociones, la energía y el
espíritu (CERVERA, 2007).
Por otro lado, los mayas yucatecos distinguen otra entidad anímica que
denominan como pixan. Esta refiere a un término que designa literalmente
“envoltura” o “cobertura” de la persona. Se piensa que el pixan es el ánima
de los difuntos que se separa del cuerpo con la muerte (BOURDIN, 2007:
16). El pixan de los mayas yucatecos en la actualidad se describe como un
“gas caliente” que, al morir una persona, abandona el cuerpo disolviéndose
en el aire (BOURDIN, 2007: 19).
En el Diccionario Cordemex (1980), también se define al pixan como
cosa que está cubierta, alude a lo dichoso, afortunado y bien aventurado.
El pixan refiere al alma de los muertos, se le recuerda y se le alimenta
durante su retorno anual en el mes de noviembre, durante la fiesta de hanal
pixan o “comida de las almas” (RUZ, 2003 y VILLA ROJAS, 1987). Cabe
mencionar que, entre los mayas lacandones, el pixan también hace referen-
cia a una entidad anímica que se desprende del cuerpo con la muerte para
viajar sobre la laguna acompañado de un perro y que finalmente se adentra a
la roca en un área con presencia de pinturas rupestres (LOZADA, 2013: 101).
Además de las dos entidades anímicas referidas con anterioridad: ool
y pixan, entre los mayas yucatecos se reporta el componente anímico de-
nominado ik’, mismo que refiere al aliento, animación y vida. Se dice que
se tiene ik’ cuando se toma y se adquiere conciencia y responsabilidad. En
ocasiones se manifiesta en las personas muertas como un remolino de es-
píritus (CERVERA, 2007).
El ik’ entre los mayas yucatecos refiere al aire o viento, anhelito, re-
suello y soplo que uno hecha por la boca (DICCIONARIO CORDEMEX,
1980: 21). Por lo que el aliento no sólo estaba ligado a la respiración sino a la

462
Personas dividuales en el arte rupestre de Laguna Mensabak, Selva Lacandona

vitalidad, virtud y poder. El aliento refiere a algo más profundo que el acto
mecánico de respirar (MARTÍNEZ GONZÁLEZ, 2015: 54).
No obstante, aunque la literatura etnográfica es amplia, no sucede lo
mismo para el ámbito de los mayas prehispánicos y su noción de persona.
Entre los pocos trabajos al respecto, destacan los de Houston, Stuart y
Taube (2006), quienes retoman la metodología de López Austin (1984) para
explicar la noción maya de la corporalidad y por el lado de la epigrafía, Erik
Velásquez García (2009) establece ciertas correspondencias con las entida-
des anímicas del periodo Clásico maya (MARTÍNEZ GONZÁLEZ, 2015).
En la epigrafía maya también se ha identificado el glifo way asociado
a entidades compañeras, aunque con mayor seguridad refiere al sueño o
acto del soñar (HOUSTON y STUART, 2001; GRUBE y WERNER, 1994).
Guillespie (2001) habla sobre el tema de la construcción del personhood
entre los mayas del periodo Clásico, visto como un proceso constante que
va más allá de la vida de las personas.
Sin embargo, el componente anímico que ha sido identificado con ma-
yor frecuencia entre los mayas prehispánicos ha sido el ik’, que se ha tradu-
cido como viento, aunque articula todo un conjunto de ideas sobre la vida.
El ik’ está presente en las cosas que son importantes como construc-
ciones, lugares, objetos, animales y requieren que sea implantado a través
de un acto de creación (GARCÍA, 2007: 248).
El ik’ ha sido identificado como una especie de alma viviente o aliento
sagrado en las inscripciones mayas del periodo Clásico, aunque sus raíces
se advierten hacia el horizonte olmeca o Preclásico y pudieron asociarse con
el dios del viento. Lo mismo puede decirse sobre la práctica de depositar
una cuenta de jadeíta en los entierros mayas de élite del periodo Clásico,
que puede reflejar al ik’ como una especie de aliento divino (LANDA, 1994).

La persona permeable y la persona partible


en el arte rupestre de Laguna Mensabak
Laguna Mensabak se localiza al interior de la Selva Lacandona al noreste del
estado de Chiapas (Figura 1). Cuenta con cinco riscos al borde del agua con
presencia de arte rupestre, los cuáles han sido nombrados por los lacando-
nes como: Mensabak, Tsibaná, Kuh Nabaat, Jo’ton K’ak y Tanyok (Figura 2)
y cuya temporalidad va desde el periodo Preclásico Tardío hasta los tiempos
históricos (LOZADA, 2017).
Para fines del presente estudio analizaremos el Panel 1 y el Panel 5
del risco Mensabak (Figura 3), situados cronológicamente hacia el periodo

463
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Posclásico Tardío que coincide con una de las ocupaciones más significativas
del sitio (PALKA, 2011), mismos que contienen elementos tanto de la perso-
na permeable como de la persona partible que analizaremos a continuación.

Figura 1. Mapa de ubicación de Laguna Metzabok o Mensabak. Elaboración propia.

Figura 2. Mapa de ubicación de los cinco riscos de Laguna Mensabak. Elaboración propia.

Figura 3. Localización del Panel 1 y Panel 5 Sector Oeste y Este en el risco Mensabak. Foto: Josue
Gómez.

464
Personas dividuales en el arte rupestre de Laguna Mensabak, Selva Lacandona

Figura 4. Dibujo final de la escena rupestre del Panel 1 del risco Mensabak. Elaboración propia.

En la escena rupestre del Panel 1 del risco Mensabak (Figura 4) −misma


que por sus características iconográficas se puede denominar como “estilo
códice”− se visualiza un posible ritual de construcción del niño como per-
sona, es decir, el niño ejemplificado en la pequeña Figura antropomorfa,
probablemente fue presentado por dos oficiantes ante la deidad de la lluvia
(Mensabak), para otorgarle un destino.
La oquedad localizada en la parte inferior del pequeño personaje fue
aprovechada por el pintor maya para resaltar la cueva, lugar oscuro y frío
asociado a los primeros años de vida de la persona maya.
Los dos personajes adultos localizados a la derecha del niño se tratan
probablemente de oficiantes sentados en posición ritual, quienes además
presentan tocados y el primer personaje de izquierda a derecha porta ade-
más una máscara. Las máscaras hablan de la vinculación con el mundo
espiritual, es decir, funcionan como la intermediación entre el mundo de los
dioses y el de los hombres. La barba sujeta a la parte inferior de las másca-
ras, indica que se trataba de una encarnación de personajes mayores, quizá
ancestros (GARCÍA, 2007).
Al momento del nacimiento, el niño o niña es un ser frío que paulati-
namente aumenta de calor al llegar a su madurez, deja atrás la frialdad de
la infancia y a través de este ritual es como se pudo obtener el ik’ o aliento
vital que le daba su condición de ser persona maya.
El aliento vital era insuflado por los dioses celestes al momento de la
creación de la persona (MARTÍNEZ GONZÁLEZ, 2007: 118). Dicho aliento
o ik’ entre los mayas posclásicos de Laguna Mensabak era una parte me-
tonímica del dios Mensabak que era fijada en los niños para obtener una
identidad. De hecho, en la escena rupestre del Panel 1, el aliento emana de la

465
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

boca del dios Mensabak y mediante una forma gaseosa recorre la parte supe-
rior de la escena, pasa por la mano del pequeño personaje, para finalmente
entrar y fusionarse por todo el cuerpo del niño; los dos personajes adultos
que se localizan a la derecha del niño también contienen esta envoltura
anímica que fue resaltada por el artífice maya. Cabe mencionar que primero
fueron pintados los personajes en color rojo y posteriormente se les dotó de
pintura naranja para resaltar el aliento vital o ik’, así como los ojos del dios
Mensabak y una de las Figuras zoomorfas de la parte superior del panel.
En este proceso de reciprocidad ritual, bajo una especie de deuda, la
persona maya tenía la responsabilidad de alimentar a las deidades, entre
ellas, Mensabak a quien seguramente le ofrecieron comida y bebida, a través
del humo del copal y de la sangre, al tiempo que realizaron otras solicitudes
ligadas a la atracción de las lluvias o al alejamiento de las tormentas.
Tanto las entidades como los componentes anímicos entre los mayas
fueron importantes para definir a la persona y determinar su destino a tra-
vés de la adquisición de responsabilidad. La responsabilidad jugó un papel
fundamental en la construcción de la persona maya y en la transición de un
estado infantil a un momento de madurez social.
En el centro de México existió un ritual similar al que vemos en la
escena del risco Mensabak, ya que los informantes de Sahagún (LÓPEZ
AUSTIN, 1984), mencionan que a los niños se les ponía en contacto con el
agua para pedir su ihiyotl a las deidades celestes. El ihiyotl de los nahuas es-
taba ligado al ecahuil (aliento de Ehécatl) (MARTÍNEZ GONZÁLEZ, 2007)
y era el equivalente al ik’ o aliento vital de los mayas.
Existen ejemplos etnográficos sobre rituales de construcción del niño
como persona como en el caso del hetsmek’ reportado entre los mayas yuca-
tecos de Chankom, entre otras comunidades milperas (REDFIELD y VILLA
ROJAS, 1964) y en Tusik, Quintana Roo (VILLA ROJAS, 1987), donde a
través de la agencia humana ejercida por los padrinos del niño, quienes
funcionan como sus vehículos o mediadores, contribuyeron en la adquisición
del estatus de persona maya implantado en los niños y niñas (CERVERA,
2007: 20).
Al hacer un acercamiento a la imagen del niño (Figura 5), es posible
observar que la Figura gaseosa no se dirige a su cabeza, sino a un área
asociada al diafragma. Por ello, es probable que se trate de un aliento o ik’,
más que de una ánima-corazón u ool en términos de los mayas yucatecos.
Además, el pequeño personaje parece sostener el elemento gaseoso con una
de sus manos lo que insinúa que está controlando o recibiendo el aliento.

466
Personas dividuales en el arte rupestre de Laguna Mensabak, Selva Lacandona

Si la interpretación de la escena es correcta, en las dos Figuras zoo-


morfas del extremo superior derecho, se puede afirmar que hay una relación
de consustancialidad entre el alter ego y el niño, es decir, el componente
anímico pudo estar asociado también a un animal, que como en diversos
casos etnográficos tanto del altiplano central mexicano (ROMERO, 2008)
como del área maya (PITARCH, 1996), los animales también contribuyen
a determinar el carácter y el destino de la persona. Este animal externo
comparte con el niño, probablemente su mismo signo calendárico, perso-
nalidad, habilidades, virtudes, temperamento y destino (VILLA ROJAS,
1995). Dicho animal se asociaba con una fuerza calórica o k’ihn (vocablo en
cholano Clásico) o k’inam (vocablo en maya yucateco). Ello inclina a pensar
que se trate de un way o animal compañero o coesencia, ligado al onen de
los lacandones.
Finalmente, en el Panel 5 tanto en su sector Oeste y Este (Figura 6),
se observan elementos de la persona partible en los motivos de las manos
pintadas al positivo.
El dejar la impronta de la mano sobre el risco puede ser interpretado
como la implantación de una parte de sí mismo, representado en el b’aah o
“imagen”, que simboliza una parte del ser, que fue dividido.
En maya Clásico, b’aah es imagen y ‘ub’aah es “su imagen” o “sí mismo”,
de la persona (HOUSTON y STUART, 1998). También b’aah puede hacer
referencia a figura, imagen pintada, reflejo y retrato; mientras ‘ub’aah alude
en ciertos contextos a “es su cuerpo” o “es su ser” (VELÁSQUEZ GARCÍA,
2009: 530). Si bien el b’aahis estaba primordialmente asociado a la cabeza,
se extendió al cuerpo entero, a su imagen o reflejo y, por lo tanto, también
a la mano.
El b’aah de una persona pudo simbolizar también su personalidad y
todo aquello que lo distingue como ser maya. Pintar una mano sobre una
superficie rupestre reflejó una parte de la persona que la pintó, enfatizando
en la identidad personal del autor, pero también pudo representar al grupo
o linaje al que pertenece, perdiéndose la identidad personal y resaltando la
identidad colectiva.
Dicha mano pintada, tenía que ser revisitada tanto por el artífice que
vio una parte de sí mismo fijada en la roca, como por otras personas miem-
bros de su grupo. Con la muerte del autor de la pintura, la mano pudo ser
conmemorada por varias generaciones, extendiendo su personeidad aún
después de la muerte.

467
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

A través de sus manos, los antiguos habitantes de Laguna Mensabak


plasmaron su mundo-de-la-vida y lo transmitieron al resto de la sociedad;
una interpretación del mundo que expresó tanto intereses como identidades.

Comentarios finales
Para el entendimiento de los mundos-de-la-vida de las sociedades pasadas,
es necesaria una revisión crítica de las categorías modernas con los cuáles
nos movemos los científicos sociales, donde la analogía etnográfica es pieza
clave para lograr un acercamiento a las formas pasadas del personhood.
En un sentido analítico, los arqueólogos podemos considerar que las
prácticas y principios asociados a la permeabilidad y la partibilidad pueden
ser análogos a las practicadas por la gente en el pasado (FOWLER, 2004:
21), abriendo una gama de posibilidades sobre las distintas concepciones
de ser persona en la antigüedad, donde la cultura material fue central en la
creación del personhood y en la expresión de la agencia.
Para acercarnos a la comprensión del mundo-de-la-vida de los mayas
posclásicos que pintaron los riscos con arte rupestre de Laguna Mensabak,
es necesario entenderlos desde sus propias bases ontológicas y no desde
categorías que provengan de las sociedades modernas y occidentales como
lo representa el término individuo.
El acercamiento a la personeidad o a la noción o estado de ser perso-
na entre los mayas posclásicos es una tarea compleja, ya que no se cuen-
tan con datos suficientes que describan las entidades anímicas con las que
contaban estos grupos. Aún en el presente, no hay un solo modelo anímico
que haya sido compartido entre nahuas y mayas por ejemplo (MARTÍNEZ
GONZÁLEZ, 2006), pues en las concepciones anímicas mesoamericanas
existen variaciones regionales, locales e incluso personales, cuestión que
ha sido registrada en las etnografías tanto de grupos del centro de México
como de los Altos de Chiapas (MARTÍNEZ GONZÁLEZ, 2015: 68).
A través de las evidencias presentadas en este trabajo, se concluye que
la personeidad entre los mayas posclásicos de Laguna Mensabak refiere a
personas dividuales tanto de tipo permeable como partible; es decir, las
relaciones personales y con las deidades fueron de carácter sustancial, ya
que hubo una relación a través de la obtención y ofrecimiento de sustancias
ejemplificadas en la escena pintada en el Panel 1 del risco Mensabak. Pero
también se puede argumentar que las relaciones entre personas humanas
y no humanas estuvieron mediadas por imágenes personificadas como lo
representaron las manos pintadas en el Panel 5 del risco Mensabak.

468
Personas dividuales en el arte rupestre de Laguna Mensabak, Selva Lacandona

Finalmente, partiendo de una epistemología relacional, los riscos con


pinturas vistos también como personas, pudieron participar activamente
en la vida social, moldeando las creencias y obligando a realizar allí las
prácticas rituales, aún en tiempos posteriores.

Figura 5. Acercamiento al pequeño personaje de la escena rupestre del Panel 1 del risco Men-
sabak. Izquierda: Foto original. Derecha: Modificación en DStretch. Foto y procesamiento digital:
Josuhé Lozada, 2015.

Figura 6. Dibujo final del Panel 5 Sector Oeste y Este del risco Mensabak. Las manos aparecen
en rojo. Elaboración propia.

469
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

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473

CHICOASEN II, CHIAPAS.


UN PROYECTO RELEVANTE

María Rebeca Yoma Medina


Dirección de Salvamento Arqueológico-INAH

Resumen – El objetivo de este escrito es dar a conocer de forma general los trabajos que se
llevaron a cabo dentro del Proyecto Arqueológico Chicoasén II, en el estado de Chiapas.

Introducción

L
a arqueología de Salvamento es una parte de la Arqueología en-
caminada a salvaguardar el patrimonio cultural que se encuen-
tra en peligro de afectación, debido sobre todo a diversas obras
constructivas, principalmente de infraestructura, lo cual ha aumentado de
forma considerable en los últimos cincuenta años. Hablando de obras de
infraestructura, las presas hidroeléctricas en particular son las que mayor
deterioro local causan, tanto ambiental como arqueológico, debido a las
grandes áreas que ocupan para la construcción de esta, más la inundación
inevitable que provocan, en su mayoría, con el embalse.
Para buscar reducir esto, se hace necesaria la intervención en el terreno,
basados en un proyecto de investigación que incluye desde investigación
bibliográfica, prospección, excavación, colaboración de otras especialidades
(dependiendo del caso) como puede ser restauración, antropología física,
etnología, etnohistoria, paleontología y el análisis de toda la información
disponible, hasta el salvamento de estructuras arquitectónicas que puedan
ser removidas para su salvaguarda y colocación en otro espacio físico, como
fue el caso del emplazamiento de Abu Simbel con los templos de Ramsés II
y Nefertari en Egipto, debido a la construcción de la Presa de Asuán, en los
años sesenta del siglo XX.
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

En México, la institución responsable de esta labor es el Instituto


Nacional de Antropología e Historia y en este caso, la Dirección de
Salvamento Arqueológico-INAH, quien, con base en la Ley Federal de
Monumentos y Zonas Arqueológicas, Artísticos e Históricos vigente y con
un proyecto de investigación, se da a la importante tarea de intervenir de
forma inmediata, con el fin de salvaguardar, investigar y recuperar el patri-
monio cultural que se encuentre en vías de afectación parcial o total, directa
o indirecta dentro de un área.

Figura 1. Localización del Proyecto Chicoasén II. (Tomado de CFE, 2013).

El objetivo de este escrito es dar a conocer de forma general los trabajos


que se llevaron a cabo dentro del Proyecto Arqueológico Chicoasén II, en el
estado de Chiapas (Figura 1). En el caso que nos ocupa, enmarcado por el
imponente río Grijalva, entre las PH Chicoasén (Manuel Moreno Torres) y
la PH Netzahualcóyotl (Malpaso) y enclavado en la selva chiapaneca, den-
tro de la zona geográfica que se denomina cuenca media del río Grijalva,
que abarca desde la salida del cañón del Sumidero hasta la unión con el río
La Venta, se localiza el lugar donde se construiría la Presa Hidroeléctrica
Chicoasén II por parte de la Comisión Federal de Electricidad, siendo el
núcleo poblacional actual más cercano Chicoasén, cabecera del municipio
del mismo nombre (Figura 2).

474
Chicoasen II, Chiapas.
Un proyecto relevante

Figura 2. Imagen de Google Earth, mostrando la ubicación de la primera presa Chicoasén y el


poblado. La parte del río que se observa del poblado hacia la derecha y parte baja de la imagen,
es el área donde se realizaron los trabajos arqueológicos. (Tomado de Google Earth Digital 2013).

Para la arqueología, este proyecto es una gran oportunidad ya que


no se tenía reportado hasta el momento ningún asentamiento en la zona
y se pensaba que había poca presencia humana. De esta manera, el traba-
jar en este lugar, nos ha permitido llevar a cabo uno de nuestros objetivos
que es, un estudio de área, donde las condiciones actuales que se manejan
coadyuvan a que podamos obtener más información para comprender de
manera más precisa, que grupos humanos habitaron, cuándo, cómo y por
qué se asentaron en esta gran área; su desarrollo cultural en los diversos
periodos de ocupación detectados, así como sus relaciones con otros grupos
mesoamericanos. Por supuesto que este objetivo va unido al de preservar y
salvaguardar los vestigios arqueológicos existentes en este espacio.
Otro objetivo de este proyecto, además de los ya mencionados, es, quizá,
tener la oportunidad de poder conjuntar los resultados de las investigaciones
arqueológicas que se hicieron durante los trabajos para la construcción de
las presas hidroeléctricas anteriormente mencionadas, con los resultados e
inferencias que arroje este proyecto, al finalizar toda la investigación, y de
esta forma poder contribuir de manera significativa a completar la historia
de esta región en época prehispánica (YOMA, 2013).
Desde el mes de marzo del 2014 se comenzaron los trabajos en campo
y en un principio, un grupo de 12 arqueólogos coordinados por la que sus-
cribe y algunos trabajadores locales, comenzamos una aventura inolvidable.
Adentrándonos en esa selva, empapándonos de olores y sonidos, atractivos

475
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

y a la vez misteriosos, con el sonido del río Grijalva, entre esa vegetación
que resguardaba algo que no se conocía, fuimos observando, caminando y
familiarizándonos con el lugar, agudizando los sentidos, entre la humedad y
el calor hasta ir descubriendo, poco a poco, paso a paso, lo que a simple vista
pasaba desapercibido: un mundo en ruinas que alguna vez estuvo vivo, y del
que ahora nosotros teníamos la gran responsabilidad de llevar de nuevo a la
luz para contar su historia de la forma más clara y fidedigna. Poco a poco,
a lo largo del tiempo que duró el proyecto, descubrimos una gran cantidad
de vestigios arquitectónicos, fragmentos de cerámica y otros materiales que
nos indicaban que esta área tuvo una mayor concentración poblacional de la
que se pensaba, conformada por distintos grupos humanos que la habitaron
en diversos momentos en la época prehispánica. Siendo así, los elementos
localizados a través del desarrollo del proyecto asombrosamente rebasaban
por mucho las ideas de los primeros recorridos, lo cual se ve reflejado en la
cantidad y calidad de estos.
Aún se encuentra la investigación en proceso y sería aventurado poder
dar información de manera concluyente, sin embargo, dentro de la gran can-
tidad de datos recuperados, es importante mencionar la relevante cantidad
de elementos arquitectónicos localizados hasta ahora en ambos márgenes
del río Grijalva, en una zona agreste y limitada al Este por una barrera
natural como lo es el Cañón del Sumidero. En dicho espacio se localizaron
30 sitios con edificaciones que van desde muros de contención, terrazas y
plataformas de nivelación construidas siguiendo la topografía del terreno
y buscando adecuar y modificar el mismo para la construcción de lo que al
parecer son casas habitación, grandes conjuntos arquitectónicos alrededor
de una plaza central y otros conformados por grandes edificios, hasta lo que
pudieran ser centros ceremoniales como similares a lo visto en el sitio La
Capilla, en el margen izquierdo, donde se localiza la estructura que deno-
minamos Templo o Palacio Rojo en el mismo margen, la cual mide 40 m de
largo, tiene restos de seis bases de columna, se encuentra construido en su
totalidad con material de piedra bola y cubierto de estuco color rojo. Y de
igual forma, en el margen derecho, lo que al parecer es un juego de pelota
que no se ha podido trabajar hasta el momento (Figuras 3 y 4).

476
Chicoasen II, Chiapas.
Un proyecto relevante

Figura 3. Plano del sitio Tandan. (Proyecto Chicoasen II).

Figura 4. Templo o Palacio Rojo, en sitio La Capilla. (Proyecto Chicoasén II).

También se tienen localizados 13 hornos de producción de cal que,


junto con gran cantidad de orejeras de piedra caliza recolectadas tanto en
superficie como en excavación, en la mayoría de los sitios trabajados, nos
habla de que estas eran actividades cotidianas probablemente tanto para
consumo interno como para comerciar (Figura 5).

477
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 5. Excavación de horno de producción de cal. (Tomada por Arqueólogo Manuel Moreno.
Proyecto Chicoasén).

Hasta el momento se tienen detectadas varias zonas de enterramientos


ubicadas principalmente dentro de las plazas, donde se recuperaron más
de 150 individuos. Aunque las ofrendas no son numerosas es importante
destacar que varios personajes presentan deformación cefálica tabular obli-
cua y tabular erecta biglobular, así como huellas de posibles incrustaciones
de algún material lítico en los dientes frontales. Cabe mencionar también,
que algunas zonas de enterramiento se encuentran asociadas directamente
a hornos (Figuras 6 y 7).

Figura 6. Entierros asociados a hornos. (Proyecto Chicoasén II).

478
Chicoasen II, Chiapas.
Un proyecto relevante

Figura 7. Entierro en el sitio La Capilla. (Proyecto Chicoasén II).

Es claro que los habitantes ubicaron y elaboraron sus construcciones,


buscando cierto patrón espacial con la intención de reproducir, de mejor
forma, sus actividades tanto de la vida cotidiana como de naturaleza quizás
mágico-religiosa.
Se pudo localizar y registrar un abrigo rocoso en margen derecha en la
parte alta del sitio Ixtumbú, la cual presenta en su pared Norte, una serie de
petrograbados antropomorfos, mismos que se dibujaron. Algunos de ellos
se encuentran en mal estado de conservación debido a los escurrimientos
constantes de agua que van degradando la piedra caliza en la que están
plasmados (Figura 8).
Por otra parte, la cerámica recuperada, aunque aún no tenemos aná-
lisis precisos, por observación en campo, comparación visual, bibliografía
consultada y comunicación personal con investigadores que han llevado a
cabo trabajos en zonas cercanas, al parecer pertenece a distintos grupos
humanos, que quizás se asentaron en este lugar en diversos momentos de la
época prehispánica, desde el Preclásico inferior con presencia de cerámica
al parecer San Lorenzo (comunicación personal, Arqueólogo John Clark),
también cerámica reconocida como zoque (LINARES, E., 2014), y cerámica
del Postclásico en Chiapas (NAVARRETE, C., 1968), también algunas de las
figurillas que al parecer se relacionan con culturas del golfo e incluso de la
mixteca, así como posibles relaciones con grupos de la zona de lo que hoy es

479
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Guatemala, principalmente por presencia de objetos de obsidiana al parecer


proveniente esta materia prima del Chayal, así como algunos tiestos, aun-
que escasos de cerámica plumbate. Todo esto, se confirmará o modificará
con base en los resultados que se obtengan de los análisis formales de los
diversos materiales recuperados, lo cual ahora se encuentra en proceso.

Figura 8. Petrograbado antropomorfo en abrigo rocoso. (Proyecto Chicoasen II).

Se tomaron muestras de tierra, de estuco, carbón, madera, hueso, entre


otros, mismas que se encuentran en proceso de estudio y análisis en los di-
versos laboratorios especializados de la UNAM, que esperamos nos aporten
datos interesantes para poder interpretar de forma más precisa, contando
con más elementos proporcionados con sus resultados.
Difícil poder llegar a conclusiones precisas en el estado que se encuen-
tra la presente investigación ya que como se ha mencionado, este es tan solo
un primer acercamiento así como una pequeña muestra de la gran rique-
za arqueológica que hemos descubierto en esta región dentro del Proyecto
Arqueológico Chicoasén II.
Una mención importante es que el proyecto arqueológico se encuentra
suspendido desde julio del 2015 a la fecha debido a problemas financieros
y legales de CFE, al igual que el proyecto hidroeléctrico.

480
Chicoasen II, Chiapas.
Un proyecto relevante

Siendo circunstancias ajenas que afectan el desarrollo del proyecto,


esperamos al terminar en su totalidad la investigación y análisis de lo ya
recuperado, aportar elementos para enriquecer y comprender de mejor ma-
nera la forma de vida, de la variedad de grupos habitantes de esta región,
en sus diversos aspectos y momentos en época prehispánica.
Por último, quisiera mencionar que estamos seguros que este proyec-
to, contribuye también a que la gente que actualmente habita la región y
que muchos de ellos trabajaron afanosa y dignamente con nosotros, tenga
un mayor sentimiento de identidad, tal como nos lo han manifestado los
trabajadores locales que nos ayudan en las exploraciones, ellos se sienten
orgullosos de poder trabajar y descubrir las casas y lugares donde vivieron
sus antepasados, que no tenían idea que se encontraban ahí, saber su his-
toria y resguardarla.

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482
483

ZONA ARQUEOLÓGICA DE
LAGARTERO, MUNICIPIO
LA TRINITARIA, CHIAPAS

Sonia E. Rivero Torres


DEA-INAH

Resumen – En el presente estudio se describen las características de los elementos


arquitectónicos principales, así como los hallazgos realizados a lo largo de las diversas
temporadas de campo realizadas en la zona arqueológica Lagartero, localizada en el estado
de Chiapas, uno de los centros ceremoniales y cívicos más importantes de la cultura maya.

Importancia Cultural

L
agartero fue un gran centro ceremonial cívico religioso de la cultura
Maya, cuya área ceremonial se encuentra en una isla conocida como
“El Limonal”, ubicada al sur de los Lagos de Colón, Municipio La
Trinitaria en el estado de Chiapas (Figura 1).

Figura 1. Fotografía aérea de Lagartero.


arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Con base en el material arqueológico recuperado, esta zona arqueo-


lógica estuvo ocupada desde el Clásico Temprano (300 d. C.) al Posclásico
Tardío (1400 d. C.), aunque su auge ocurrió durante el Clásico Tardío (700-
900 d. C.). Esto se demuestra de la misma forma en la arquitectura y en su
material tangible, como la cerámica, la cual desarrolló en esta época un tipo
polícromo estilo códice, reflejado en platos y vasos con dibujos de personajes
sedentes bien ataviados; en los bordes de las vasijas hay una serie de pseu-
doglifos, porque el mismo glifo se repite y quizá corresponde al nombre del
señor o a un acontecimiento importante.
Durante esta época, compartieron los mismos elementos culturales
de esta región, como es el Juego de Pelota y toda la parafernalia asociada.
Posteriormente, para el Postclásico recibieron influencia del sur, es decir, de
las tierras altas de Guatemala, con otro tipo de cerámica (pseudo plomiza y
el chinautla polícromo) y hubo un mayor comercio de material de obsidiana
gris y de implementos en roca basáltica, como metates, manos y morteros,
ya que no había este tipo de roca en la serie de islas rodeadas de cenotes o
dolinas donde se localiza Lagartero.
El centro de México influyó en el estilo arquitectónico de talud y table-
ro que existe en esta última etapa de construcción. Lagartero sirvió como
un área de paso de las tierras altas de Guatemala a la cuenca superior del
río Grijalva en Chiapas. Lo que caracterizó al sitio fue el trabajo de estelas.
Hasta ahora solamente se ha localizado una completa: es de tipo realista,
esculpida en bajo relieve y en ella se le da importancia al personaje principal.

Descripción del sitio


Lagartero fue un punto importante y central de la región, sobre todo du-
rante el Clásico Tardío (700-900 d. C.). Las construcciones principales son
más de 15 pirámides, entre las cuales las más grandes alcanzan una altura
de 12 m. También hay plazas cerradas y abiertas y varias plataformas de
diferentes tamaños y alturas; algunas de ellas están interconectadas y otras
aisladas. En varias de las edificaciones aún perduran restos de basamentos
donde vivía la gente. Las estructuras cívico-religiosas por lo general limitan
las plazas y las domésticas forman pequeños patios que, en su mayoría se
concentran en la parte sur y este del sitio. Sin embargo, el área habitacional
se extendió en los alrededores de los lagos (Figura 2).

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Zona Arqueológica de Lagartero, municipio La Trinitaria, Chiapas

Figura 2. Plaza Principal de Lagartero Chiapas.

Estructuras Habitacionales a la entrada al sitio


Se localiza al oeste de la Pirámide No. 1 y en total se encontraron ocho ba-
samentos de estructuras probablemente de uso doméstico por el tamaño,
altura y material cerámico asociado. La Estructura A está al extremo este
del conjunto y es la más grande de todas. Cuenta con una forma rectangular
con una base de 8.60 m de largo x 6 m, una altura máxima de 70 cm. Tiene
cuatro escalones de acceso del lado este.
La Estructura B está directamente al oeste de la A y tiene una plan-
ta también de forma rectangular, pero como detalle, por su lado oeste en
la esquina norte y sur consta de un adorno en el muro de escuadra o L a
la inversa. Cuenta con una altura promedio de 58 cm. Tiene una longitud
máxima de 6.60 m por 4.18 m de ancho, con dos escalones en su parte me-
dia que parece que daba a un patio interno limitado por el lado oeste por
la Estructura H.
La Estructura C se localiza al lado izquierdo (o sur) de la B y tiene tam-
bién una planta de forma rectangular con una longitud de 6 m por 3.90 m
de ancho y una altura máxima de 50 cm de alto. Por el lado suroeste están
cuatro escalones en la parte media de este basamento.
La Estructura D se encuentra al norte de la Estructura B, es de planta
rectangular con una longitud de 5.40 m por 3.60 m de ancho y 32 cm de alto
y no se hallaron huellas de escalones.

485
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

La Estructura E se localiza al sur del basamento A. Es de planta rec-


tangular, la cual se halló incompleta, conservando entero solamente su lado
sur y este mide 5.40 m de largo, el lado oeste está incompleto con 3.40 m de
largo y el lado norte no estaba, pero se presupone que era del mismo tamaño
que el sur y el lado más destruido fue el este teniendo una esquina remetida
dando una longitud de 2 m y una altura de 20 cm, no presentaba escalones.
La Estructura F se ubica muy cerca del basamento E por el lado sur
habiendo solamente 16 cm de separación y estaban unidas por medio de una
hilada de piedras trabajadas por su esquina noroeste. A diferencia de la otra
estructura, esta si se encontró completa y la planta es diferente a todas, ya
que es cuadrangular. Además, es el más pequeño de los basamentos, mide
2 por 2 m, con una altura máxima de 18 cm. Este anexo del basamento E
pudo haber tenido una función doméstica.
La Estructura G se halló más destruida que la E y se encontró al oeste
del basamento C. Lo poco que se conservó fue el lado norte, con 7.60 m de
largo con un ancho 2.60 m del remanente encontrado, con una altura de
40 cm.
La Estructura H es el último basamento habitacional de este conjunto y
se localiza al oeste de la B. También se encontró incompleto, conservándose
el lado este, que es donde hay dos escalones rumbo al este y forma el patio
con el basamento B. El punto donde se ubican los escalones, mide 5.90 m
de largo, de estos, para dentro de la estructura (70 cm) hay una hilada de
piedras y después se pierde el cuerpo. Por el lado norte no se halló ningún
dato al igual que por el lado oeste. Por el lado sur hay una hilada de piedras
de 3.38 m de largo; en esta dirección, al oeste se pierden las piedras (56 cm
de largo) y vuelve a aparecer en la misma dirección una hilada con 1.90 m
de largo. Teniendo una altura de 16 a 18 cm. Tal y como se encontraron, se
consolidaron (Figura 3).

486
Zona Arqueológica de Lagartero, municipio La Trinitaria, Chiapas

Figura 3. Conjunto habitacional.

Pirámide No. 1
Se localiza al sur de la plaza principal; es de planta casi rectangular (24.60 m
por 25.20 m) y tiene una altura de 6 m. Está formada por siete cuerpos. El
primero, segundo, tercero y sexto son en talud y tablero; el cuarto, quinto y
séptimo son rectos, siendo este último el de menor altura. En la parte media
del primer cuerpo, por su lado sur tiene una pequeña escalera formada
por tres escalones que llegan antes del tablero. La escalera principal que
da al norte tiene 40 peraltes, 39 huellas y no se identificaron alfardas. En
la pirámide se encontraron dos etapas constructivas. En la última se le
hicieron los escalones por el lado sur, además se agregaron dos banquetas
y dos rampas laterales a la escalera por encima del segundo y tercer cuerpo.
Uno de los aspectos sobresalientes es la decoración que tiene en el quinto
cuerpo, tanto por el lado norte como el lado sur. En el lado norte son cuatro
paneles, dos salidos y dos remetidos, intercalados uno con el otro a manera
de claro oscuro, en el muro sur de este cuerpo hay un doble diseño de la
“T” invertida, que entre la cultura maya es el símbolo de Ik y que significa
el dios del Viento. La última etapa constructiva es la que se dejó expuesta
(Figura 4).

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arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 4. Pirámide No. 1.

Altar 1a
Se encuentra cerca de la Pirámide No. 1 en su lado sureste. Es de planta
rectangular, está formado por tres cuerpos pequeños rectos, con una es-
calera por el lado este formada por tres huellas y cuatro peraltes limitados
parcialmente por una alfarda, en cada lado, que llegan hasta el segundo
escalón, cuya superficie es plana. La planta mide 6.50 m de largo por 4 m
de ancho. La escalera tiene una longitud de 2.60 m y las alfardas 90 cm de
ancho por 60 cm de alto. El altar tiene una altura de 1.70 m. La altura del
primer cuerpo mide 94 cm a 1 m y tiene el mismo espesor que la base con un
descanso de 45 a 50 cm. El segundo cuerpo cuenta con una altura de 30 cm
y una anchura de 3.10 m por 7.10 m de largo y un descanso de 35 a 40 cm. El
tercer cuerpo tiene también una altura de 30 cm con una longitud, de 2.25 m
por 6.12 m de anchura (Figura 5).

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Zona Arqueológica de Lagartero, municipio La Trinitaria, Chiapas

Figura 5. Altar 1a.

Juego de Pelota
Se ubica al sur de la Pirámide No. 1 y es de tipo cerrado por medio de dos
cabezales en forma de doble T. Abarca un área de 2,024 m². Está formado
por dos estructuras rectangulares paralelas (la norte y la sur). La Estructura
Sur tiene una longitud de 27.03 m, 13 m de anchura y 2.70 m de altura; su
escalera de acceso se ubica por el lado sur y está formada por cinco escalo-
nes. Al excavar la cala de aproximación en la parte media y lado norte en la
rampa de esta estructura, se localizó un cuerpo interno más pequeño que
correspondió a una subestructura, la cual ocupó la mitad de esta estructura
por el lado este, que en tiempos pretéritos fue tapada para convertirse en
una sola tal y como se encontró. En su última etapa constructiva constó
de dos cuerpos y dos basamentos superiores, se pudo definir que el último
cuerpo tiene una anchura de 1.60 m por 11 m de largo. Esta estructura está
compuesta primero por un cuerpo recto de 70 cm de alto; luego hay un
descanso de 20 cm y de ahí parte el segundo cuerpo o basamento que está
ligeramente inclinado con una altura de 1.30 m y sobre el cual yace una
plataforma de 11.80 m de largo, que se prolonga hasta la mitad oeste de la

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arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

estructura con una altura de 70 cm, dando la altura total de 2.70 m para
esta estructura. También, en la parte superior por el lado este, se encontró
la base de una pilastra y de otro pequeño basamento en ese mismo lado con
5.70 m de largo por 1.50 de ancho, de la cual solamente se conservaban dos
hiladas de piedra. Hay una pequeña banqueta del lado sureste de la escalera
junto al muro sur de esta estructura (2.60 m por 80 cm).
La Estructura Norte está separada de la anterior por 4 m, que es lo
que comprende la cancha de este juego de pelota; ésta tiene una longitud
de 27.60 m, una anchura del lado oeste de 13.65 m y 13.69 m del lado este.
Esta Estructura, al igual que la Sur, consta de dos basamentos, pero no tan
bien conservados como los del lado sur. El muro del primer cuerpo estaba
ligeramente inclinado con una altura de 70 cm, un descanso de 1 m por el
lado norte y 60 cm por la parte este y oeste, de aquí parte el segundo cuerpo
con una altura de 1.30 m y una longitud de 25.80 m por 2 m de ancho con un
descanso de 2.20 m en el lado norte y ahí está la última plataforma donde
llegan los escalones. La escalera se localiza en la parte media del lado norte
de esta estructura con una longitud de 7.36 m y 2 m de ancho (igual que la de
la Estructura Sur) y está formada también por cinco escalones. Solamente
se conservaron dos escalones y la mitad del tercer escalón, por lo cual se
tuvieron que restaurar. En el descanso del segundo cuerpo hay una especie
de banqueta que limita a lo largo esta plataforma, la cual mide 80 cm de
ancho, 3.80 m de largo y 50 cm de altura, está hecha con cinco hiladas de
piedras trabajadas y tiene un escalón de acceso por el lado norte.
En la parte media de los extremos de ambos cabezales (este y oeste)
hay una pequeña estructura en forma rectangular. En la del lado oeste el
basamento mide de 9 m de largo por 2 m de ancho y 30 cm de alto. En el
proceso de exploración de los dos cabezales resultó que ambos dan vuelta
encerrando la cancha de este juego. El cabezal este tiene otro basamento
rectangular de 9 m de largo por 3.50 m de ancho y 1 m de altura, con una
pequeña escalera de acceso a la cancha por el lado oeste de cuatro escalones
limitados en cada lado por una alfarda. En total el juego de pelota junto con
sus dos cabezales mide 52 m de largo por 32 m de ancho (Figura 6).

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Figura 6. Juego de Pelota.

Con base a la prueba de C14, las dos fechas de ocupación fueron, la


primera de l818 a. C. a 987 d. C. (Clásico Tardío) y la más tardía, para 1396
d. C. (Postclásico Temprano). Dentro de la cancha se hallaron tres entierros,
dos directos en posición decúbito dorsal extendidos y el otro secundario.
Además, se localizó una pelota de basalto de 35 cm de diámetro y una ofren-
da de vasijas (20), un vaso polícromo estilo códice y seis entierros más.

Altares al Sur del Juego de Pelota


Al sur del Juego de Pelota se encontraron y consolidaron cinco pequeños
altares de diferentes tamaños, cuyo número se fue dando como se explora-
ron. Los dos primeros en el lado este son el No. 2 y No. 1, el de en medio es
el No. 3, rumbo al oeste el No. 4 y el último el No. 5 al oeste.
El altar No. 1 mide 6.20 m de largo por el lado norte y 6 m por el lado
sur y 4 m de ancho por lado oeste y 4.50 m por el lado este. La planta es de
forma rectangular con un pequeño peldaño en la esquina suroeste, que
no sobresale del Muro Sur y otro localizado en la esquina sureste que sí
sobresale 20 cm del muro sureste. Tiene una altura máxima de 60 cm y no
se hallaron escalones (Figura 7).

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arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 7. Altar 1 del Juego de Pelota.

El Altar No. 2 es de planta rectangular. Mide 6.60 m de largo por 4.10 m


de ancho en la parte norte y por su lado sur 4.80 m En su lado noreste el
muro se remete dos veces (en forma de L), después hay un escalón en la
parte media y finalmente tiene una banqueta en ese mismo lado que le da
vuelta en la esquina sureste. Tiene una altura de 50 cm (Figura 8).
El Altar No. 3 presenta una planta, también rectangular, de un solo
cuerpo con paredes inclinadas y tres escalones por la parte media del lado
este (tres huellas y cuatro peraltes). Tiene una longitud de 8.20 m por 5.19 m
de ancho. La escalera mide 2.20 m de largo por 58 cm de ancho y una altura
máxima de 70 cm (Figura 9).
El Altar No. 4 se halló incompleto, pero también su planta fue rectan-
gular con cuerpos rectos y mide 3.60 m de largo por 2.20 m de ancho largo
y 28 cm de altura (Figura 10).
El Altar No. 5 es de planta rectangular y está formado por dos cuerpos,
el primero es de paredes rectas y el segundo inclinadas. Presenta una hilada
de cuatro piedras a manera de escalón en la base del primer cuerpo al lado
sur y casi a la mitad de éste. Mide 10.12 m de largo por 7.25 m de ancho, con
un descanso de 50 cm por el lado sur y 20 cm en los otros lados, el segundo
cuerpo tiene una longitud de 8.20 m por 5.60 m y una altura máxima de
1.25 m (Figura 10).

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Figura 8. Altar 2 del Juego de Pelota.

Figura 9. Altar 3 del Juego de Pelota.

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arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 10. Altares 4 y 5 del Juego de Pelota.

Altar 4a
Es de planta rectangular, tiene un cuerpo de paredes inclinadas y una es-
calera en su parte media del lado sur que consta de cuatro huellas y cinco
peraltes, los cuales están limitados por una alfarda en cada lado, con un
ancho de 1.80 m y 2 m de largo. La longitud del altar es 14.16 m por 7.30 m de
ancho y una altura de 1.60 m por el lado sur y 80 cm por la parte norte. Tuvo
dos etapas constructivas. En la última aumentó su tamaño 4.30 m más de
ancho rumbo al sur, consolidando únicamente la primera etapa constructiva
por haberse hallado completa (Figura 11).

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Zona Arqueológica de Lagartero, municipio La Trinitaria, Chiapas

Figura 11. Altar 4a.

Estructura Este
Se localiza muy cerca del cabezal este del Juego de Pelota. Es de planta
rectangular, formada por un solo cuerpo de paredes inclinadas. Tiene una
longitud de 11.05 m por 5.30 m de ancho. Por el lado este se localizó la esca-
lera hecha por dos huellas y tres peraltes (dos escalones), la cual mide 10 m
de largo por 20 cm de alto. La altura total de esta estructura es 1.25 m. Se
encontró casi completa y los sillares del muro oeste estaban muy bien traba-
jados, no así los escalones que se hallaron algo destruidos. Este basamento
tuvo dos épocas constructivas, consolidando la última etapa, que es cuando
se agranda 1.20 m por el lado norte (Figura 12).

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arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 12. Estructura Este del Juego de Pelota.

Estructura Sureste
Se localiza al sureste del cabezal Este del Juego de Pelota y está antes de
los altares al sur de este juego. Es de una planta casi rectangular con una
entrada en forma de L a la inversa por su lado norte. Tiene una longitud por
su lado sur de 3 m, por el lado oeste de 3.40 m y por el lado norte 2.30 m,
remetiéndose 36 cm con un pequeño muro hacia el norte de 1.20 m, que está
del lado este y lo que resta del muro por este mismo lado, de 2.20 m con una
altura promedio de 34 cm (Figura 13).

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Figura 13. Estructura. Sureste del Juego de Pelota.

Estructura Sureste
Se localiza al sur de la Estructura Sureste (SE) del cabezal Este del Juego
de Pelota. En su primera etapa constructiva tuvo una planta rectangular
más pequeña que la última, donde en su muro sur se le aumentó de tama-
ño, dejando conservadas las dos etapas constructivas: la primera del lado
sureste y la segunda del lado suroeste. La escalera se encontró por el lado
este de la estructura y está formada por tres escalones, los cuales estuvieron
limitados por una alfarda en cada lado. Medía 1.50 m de ancho y la escalera
tenía 4.16 m que, junto con las dos alfardas, da un total de 7.16 m de largo.
En la primer etapa constructiva el basamento medía por el lado norte 4.50 m
y 4.72 m por el lado sur; el muro oeste y este median 9.50 y 9.48 m por el
lado este. Para la segunda etapa constructiva se le aumentó el tamaño por
el lado sur, agregando 1.15 m por el lado oeste y, por el lado este, el muro
siguió desde la alfarda de la escalera de manera paralela 1 m para rematar en
ángulo recto rumbo al sur otros 1.15 m, donde se unió con el último muro sur
(1.96 m), dando un total de 4.72 m de ancho, o sea que el muro tenía forma
de escuadra de 90° con el muro más pequeño hacia la alfarda y el más largo
al muro sur. El muro oeste tenía una altura de 60 a 79 cm y en el muro sur
50 cm. Cerca del muro oeste se halló un entierro con ofrenda, además se
encontró una olla y un cajete, así como artefactos de obsidiana (Figura 14).

497
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Figura 14. Estructura SE´ del Juego de Pelota.

Altar 2a
Se le puso ese nombre por su localización, que es exactamente junto a la
Pirámide No. 2 por su lado noreste. Esta estructura tuvo dos etapas cons-
tructivas. La más antigua fue de planta rectangular, formada por tres cuer-
pos: el primero en talud, el segundo era como de tablero, pero no recto, sino
el muro estaba inclinado hacia fuera; y el último muro superior era recto. La
base de este altar medía 11 m de largo por 7.80 de ancho y tenía tres escalo-
nes por su lado oeste cuya longitud era de 2.50 m, con una altura de 1.05 m.
La altura total de la estructura era de 1.30 m. En la segunda etapa construc-
tiva, el altar se fue agrandando, modificando su forma arquitectónica y su
tamaño. La planta sigue siendo rectangular. El altar está compuesto por
tres cuerpos, en el primero los muros son rectos, teniendo una longitud de
15.30 m por 8.60 m de ancho y un descanso de 1.40 m con una altura de 1 m.
Encima hay una moldura de 18 cm, también recta, que sobresale un poco
del primer cuerpo; el segundo cuerpo también es recto, con una longitud
de 11.50 m por el lado este y 12.50 m por el lado oeste por 6.80 m de ancho
en su lado norte y sur, con una altura de 1 m. Por la parte este mide 12.50 m
de largo y tiene una altura de 90 cm. El último cuerpo es el más pequeño de

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Zona Arqueológica de Lagartero, municipio La Trinitaria, Chiapas

todos con 4.70 m por el lado norte de ancho y de largo 10.50 m por el lado
oeste, 5 m en el lado sur de ancho y de longitud 9.60 m por el lado este, con
una altura de 20 a 30 cm. En el lado oeste del primer cuerpo se localizó una
escalera de tres escalones, la cual mide 4.35 m de largo por 90 cm de alto y
está limitada por una alfarda en cada lado, con 65 cm de ancho y de altura
igual a la escalera. Por este mismo lado, en el segundo cuerpo se halló otra
escalera sobre un descanso del cuerpo anterior. Esta cuenta con 1.50 m de
ancho y tres escalones que dan acceso al tercer cuerpo; estos escalones
presentaron, como adornos, piedras paradas, tanto en los extremos de ésta,
como en su parte media. El del lado norte son cinco grandes piedras traba-
jadas paradas, que en su conjunto midió 2.15 m de largo de 50 a 60 cm de
alto. Las de en medio de la escalera eran cuatro grandes piedras trabajadas
con otras más pequeñas colocadas de forma horizontal sobre éstas. Esta
parte tiene 2.10 m de largo por 90 cm de altura. Por último, las que están en
el extremo sur eran cuatro piedras paradas trabajadas, menos grandes que
las otras, por lo que le agregaron dos hiladas de piedras horizontales para
alcanzar la altura de las otras. Este sector mide 1.40 m de largo por 60 cm
de alto (Figura 15).

Figura 15. Altar 2a.

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arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Altar 2b
Se localiza enfrente de la Pirámide No. 2, su planta es rectangular y mide 3 m
de largo por 1.12 m de ancho con una altura de 20 cm. Tenía dos escalones
por el lado este, el cual se halló en mal estado de conservación (Figura 16).

Figura 16. Pirámide No. 2 y Altar 2b.

Pirámide No. 2
Se localiza al este de la plaza principal. Es de planta casi cuadrada con una
superficie de 29 m (lado sur y norte) por 28 m (lado oeste y este). Está for-
mado por seis cuerpos, los primeros cinco son en talud y tablero; el sexto
muro es recto. Cada cuerpo tiene 1.60 m y en la parte superior se localizaron
los cimientos de un templo de paredes rectas (50 cm de altura), donde se
identificaron dos cuartos con una subdivisión interna en cada lado, inter-
comunicados por un vano central, siendo más amplio el del lado este que
el del oeste, que tuvo hasta dos pisos, conservándose en mejor estado el
último. La entrada fue por el lado oeste hacia las escaleras de acceso. Es
de planta rectangular y mide 10 m de largo por 6 m de ancho; el vano mide
2.25 m, el cuarto del lado oeste por la parte interna mide 1.53 m de ancho
por 9 m de largo y el cuarto del lado este tiene 2.25 m de ancho con la mis-
ma longitud que el anterior. Por el lado este el muro externo se encontró
roto, mismo que restituyó. El 1er cuerpo de la pirámide se halló sobre una
pequeña banqueta −después cubierta con piso− y de ahí partió el desplante
de este cuerpo, cuyos restos completos se encontraron por el lado sur, pero
no por los otros tres lados. El quinto cuerpo presentó una decoración de
tres nichos o paneles verticales de 60 cm de ancho y una altura de 95 cm

500
Zona Arqueológica de Lagartero, municipio La Trinitaria, Chiapas

cada uno (por debajo del talud con una separación entre ellos de 1.40 m).
Los paneles verticales también se dejaron ver por las excavaciones del lado
suroeste, que pudieron haber tenido su correspondencia en el lado norte y
en menor cantidad (dos) en el lado oeste, antes de la escalera, como ador-
nos. Tanto en el cuarto como en el quinto cuerpo se pudo ver que hubo una
subestructura, por lo que tuvo, a simple vista, dos etapas constructivas. En
el perfil sur corte norte- sur el primer cuerpo tiene un descanso de 1.30 m,
en el segundo cuerpo el descanso es de 1.60 m, igual que el del tercero; el
cuarto cuerpo es de 1.20 m; en el quinto cuerpo el descanso es de 1.79 m
y en el sexto cuerpo, de 1.73 m. El muro del templo mide 71 cm de alto por
64 de ancho. En el perfil, este corte este-oeste, el primer cuerpo tiene un
descanso de 1.63 m, el segundo cuerpo de 1.22 m; el tercer cuerpo de 1.39
m; el cuarto cuerpo de 1.40 m; el quinto cuerpo de 2.18 m y el sexto cuerpo
de 2.10 m; por último, el muro del templo que mide 43 cm de alto por 71 cm
de ancho. Para el lado noroeste y suroeste se tomó como base para el des-
canso de los primeros dos cuerpos el mismo localizada in situ en el perfil
norte-sur de 1.30 m para los lados noroeste y suroeste de la pirámide antes
de la escalera. Del lado noroeste el primer cuerpo tiene una altura de 1.60 m
y un descanso 1.30 m; el segundo cuerpo cuenta con una altura de 1.63 m
y un descanso de 1.30 m; el tercer cuerpo tiene la altura del muro, que es
de 1.80 m, con un descanso de 1.50 m; el cuarto cuerpo posee una altura
de 1.70 m y un descanso de 1.10 m. Del lado suroeste, los cuatro cuerpos
tienen las mismas alturas y descansos que el lado noroeste. En el quinto
cuerpo tiene una altura, en ambos lados, de 50 cm; y en el sexto cuerpo, se
hallaron, en cada lado, a la mitad del cuerpo, una especie de “banqueta”, con
dimensiones de 1.50 a 1.60 m. Por el lado suroeste, el quinto cuerpo tenía
una altura de 90 cm y el sexto cuerpo también tenía la misma altura. La
banqueta que estaba sobre la base de este cuerpo media de alto 45 cm con
2.65 m de largo. Por el lado noroeste el quinto cuerpo tenía una altura de 60
cm; el sexto cuerpo observó una altura de 75 cm con una banqueta de 40 cm
de alto y 2.15 m de largo. Es la pirámide más alta de la plaza principal, con
una altura máxima de 11.60 m (Figura 16).
En esta pirámide se hallaron varios entierros en diferentes posiciones
−tanto en los cimientos del lado noroeste, como en los del muro sur−, aso-
ciados a ofrendas de cerámica, siendo los más interesantes los localizados
en las cistas (1 y 2) en el lado oeste donde en la primera se encontraron
hasta 17 cráneos con diferentes huesos humanos sin posición anatómica y
en la segunda sólo siete cráneos. Y como hallazgo importante, destaca la
localización de un cascabel de cobre, además de un pedazo de textil que se
conservó por estar asociado con el cobre. Estas tumbas fueron las de la úl-

501
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

tima etapa constructiva, ya que sacaron las piedras que formaban parte del
basamento del primer cuerpo y metieron a las personas muertas; después
volvieron a tapiar el muro para que no se viera nada y es como quedó en
su última etapa. Por la presencia de este material sería para el Postclásico
Tardío (1300 a 1500 d. C.), ya que este tipo de material no se haya en el área
que rodea Lagartero.

Pirámide No. 3
Se localiza al norte de la plaza principal en frente de la Pirámide No. 1. Es
de planta casi cuadrada, de 20 m por el lado norte y sur; y por el lado oeste y
este de 19 m. Está formada por seis cuerpos inclinados y el séptimo es recto.
La escalera está por su lado sur y llega hasta el sexto cuerpo, está limitada en
cada lado por una alfarda de casi 1 m de ancho; tiene 32 huellas y 33 peraltes.
Los descansos entre cada cuerpo miden de 60 a 80 cm, con excepción del
sexto, que mide 1 a 1.20 m por el lado norte y sur respectivamente. El primer
cuerpo tiene una longitud de 19 m con 1 m de altura, el segundo cuerpo mide
17.10 m de largo con una altura de 1 m; el tercer cuerpo tiene una longitud
de 14.50 m y una altura de 1 m, el cuarto cuerpo mide 12.50 m de largo con
1 m de alto; el quinto cuerpo mide 11 m de longitud con una altura de 1 m;
el sexto cuerpo tiene 8.40 m de largo con 1 m de altura; y el séptimo cuerpo
mide 5.50 m de largo con una altura máxima de 85 cm. En suma, la altura
total de la Pirámide es de 7.35 m. El séptimo cuerpo mide 7.15 m por 5 m.
La última etapa constructiva de esta pirámide no presenta ningún rasgo
arquitectónico especial (Figura 17).

Figura 17. Pirámide No. 3.

502
Zona Arqueológica de Lagartero, municipio La Trinitaria, Chiapas

Entre los hallazgos importantes en sus cimientos están varias ollas


completas y cajetes monocromos; un cajete negro y rojo/crema; un vaso
polícromo color negro y rojo/naranja pulido de 14.10 cm de alto por 13.30 cm
de diámetro; un cajete trípode con soportes mamiformes huecos polícromo
color negro, rojo/crema, con decoración en el interior del cuerpo; otro vaso
estilo Códice Polícromo color negro, rojo, naranja/crema pintado en el ex-
terior del cuerpo representando a un personaje importante ricamente ata-
viado con taparrabo y tocado; en la parte superior hay una cenefa de seudo
glifos (17 cm de alto por 14 cm de diámetro); un cajete trípode huecos con
decoración geométrica en rojo oscuro sobre crema, una vasija en forma de
patojo con dos asas sin engobe; dos fragmentos de piedra labrada, la primera
representando la cabeza de un jaguar en perfil con cuatro numerales en la
parte superior y la segunda representando varios círculos sobre puestos.

Pirámide No. 4
Esta pirámide se localiza al oeste de la Pirámide No. 2, cerrando la plaza
principal por este sector. Es de planta rectangular, la cual tiene en su base
una longitud de 24 m por el lado este, 21.80 m en el muro sur, 24 m en su
muro oeste y 21.40 m en su muro norte. Está formada por once cuerpos y
tiene una escalera por su lado este, que consta de 35 escalones limitados
por una alfarda de 95 cm de ancho en cada lado, las cuales llegan hasta el
décimo cuerpo, reduciendo su anchura a 80 cm. La huella promedio es de
20  cm, al igual que el peralte. La escalera en su base mide 5 m de largo y en
la cima 4 m, con una altura en la cima de 7.80 m.
El primer cuerpo tuvo una altura de 1.20 m con el muro recto y el se-
gundo cuerpo 30 cm, tanto por el lado norte y oeste. El segundo cuerpo
tiene una altura de 70 cm y un descanso. El cuarto cuerpo con una altura de
50 cm y descanso de 72 cm. En el quinto cuerpo la esquina noroeste cuenta
con 40 cm de alto y un descanso de 64 cm, igual que el lado suroeste; y una
altura en la parte media de 58 cm. El sexto cuerpo tiene, en la esquina no-
roeste y suroeste, 50 cm de alto y un descanso de 54 cm y en la parte media
una altura de 58 cm. En el séptimo cuerpo la altura en la esquina noroeste
es igual a la suroeste de 60 cm con un descanso de 52 cm, la del lado sureste
de 86 cm y una altura en la parte media de 46 cm. El octavo cuerpo, tanto la
altura de lado noroeste y suroeste es de 56 cm con un descanso de 82 cm en
ambos lados y la altura de la parte media del cuerpo es de 60 cm. El noveno
cuerpo tiene 56 cm de altura en la esquina suroeste y noroeste, el descanso
del primero es de 74 cm y de este último 64 cm y 54 cm de altura en la parte
media. En el décimo cuerpo la altura del lado noroeste es de 62 cm, del su-
roeste 54 cm y un descanso en ambos de 60 cm, con una altura en la parte

503
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

media de 68 cm. El onceavo cuerpo en la esquina noroeste tiene una altura


de 82 cm, la del lado suroeste 78 cm con un descanso en la parte media de
66 cm y una altura en esta parte de 70 cm.
Por el lado norte el primer y segundo cuerpos son iguales que los cuer-
pos anteriores. El quinto cuerpo por la esquina noreste tiene 46 cm de al-
tura, un descanso de 80 cm y 66 cm en la parte media. El sexto cuerpo en
su esquina noreste tiene una altura 44 cm, un descanso 54 cm y una altura
62 cm. En el séptimo cuerpo la esquina noreste presenta una altura de 44 cm
con un descanso de 70 cm y en la parte media una altura de 50 cm. El octavo
cuerpo lado noreste tiene una altura de 40 cm, descanso 71 cm y 50 cm en
la parte media. El noveno cuerpo lado noreste con 76 cm de altura, 82 cm
de descanso y altura en la parte media 52 cm. El décimo cuerpo la esquina
noreste la altura es de 64 cm con un descanso de 86 cm y en la parte media
de 60 cm. En el onceavo cuerpo la altura de la esquina noreste es de 80 cm,
un descanso de 72 cm y altura en la parte media de 80 cm (Figura 18).

Figura 18. Pirámide No. 4.

Se hizo un pozo de sondeo en la parte superior de la pirámide, aprove-


chando que había ya un hoyo de saqueo, el cual se exploró hasta 5.40 m de
profundidad. En este proceso se demostró que la pirámide tuvo tres épocas
constructivas. En la última o más reciente etapa constructiva −al bajar los
primeros niveles (60 a 80 cm)− se halló una caja en forma rectangular hecha

504
Zona Arqueológica de Lagartero, municipio La Trinitaria, Chiapas

con piedras trabajadas paradas para contener posiblemente un entierro, la


cual medía 1.88 m de largo por 58 cm de ancho y 38 cm de alto, misma que
fue saqueada con anterioridad.
En la base había una gran piedra atravesada, que al sacarla resulto ser
una estela (la primera encontrada completa en el sitio) en posición secunda-
ria, ya que originalmente debió estar parada en la base de la pirámide. Mide
2.10 m de largo por 55 cm de ancho y 10 cm de espesor. La estela representa
un personaje maya principal colocado de pie sobre un banco hecho de carri-
zos y otros labrados en forma de huesos, ataviado con un taparrabo anudado
por la parte posterior. Porta sandalias y una pequeña bolsa sostenida por su
mano izquierda. El brazo derecho está hacia arriba con la mano en posición
de puño y en la parte superior de la cabeza porta un tocado en forma de
casco del cual salen plumas de ave con una pequeña olla decorada con picos
(parecido a un tipo de sahumerio en la región). Tiene orejeras grandes y un
collar de cuentas. En la parte inferior hay un individuo de menor tamaño de
perfil mostrado boca arriba sobre un banco más chico y con el pecho abierto
(señal de sacrificio), cuya cabeza yace sobre sobre uno de los pies del señor
principal, con una mano hacia arriba y otra hacia abajo. Tiene una orejera
chica y una banda en el cuello. Toda la estela está limitada por un lado con
una cenefa de la apófisis o cabeza de los huesos largos.
La cista 2 se halló entre 80 cm a 2.30 m de profundidad. En ella se en-
contraron tres grandes tecomates rotos de 55 cm de altura por 85 cm de diá-
metro, constatando que dos fueron ollas por haberse encontrado fragmentos
del cuello. El primer tecomate se localizó en la esquina noroeste de la cista,
conteniendo en su interior huesos de un individuo colocado en posición se-
dente con los brazos cruzados; enfrente de sus pies había una vasija trípode
tipo naranja pseudo plomizo, en cuyo interior había agujas y punzones de
hueso y al costado de estos, hallaron huesos. En la parte exterior se encontró
un florero tipo gris pseudo plomizo, cuatro vasos de cerámica polícroma con
pseudo glifos; además, un vaso de color negro pulido con tapadera zoomorfa
en forma de pato, que al levantarlo se rompió por el peso de objetos que
contenía dentro (87 piezas de jadeíta, tres de concha trabajada procedentes
del Pacífico y del género Spondylus color rojo acolar calcífero, que fueron
colocadas como ofrenda de este personaje). El Tecomate 2 se hallaba en la
parte media del pozo y el tercero en la esquina sureste; ambos contuvieron:
fragmentos de cerámica; una punta de sílex y un entierro en cada uno de
ellos sin cráneo y en mal estado de conservación; y varios dientes humanos.
Entre el Tecomate 1 y 2 se halló un plato polícromo estilo códice con pseudo
glifos, por lo tanto, esta penúltima constructiva perteneció al Clásico Tardío,

505
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

pero como se encontró también pseudo plomiza, la cerámica polícroma pudo


haberse colocado de reúso. La cista 3 se excavó de 2.60 m a 5.40 m de pro-
fundidad (nivel 14 al 27). Aquí se localizó un piso de estuco. Al continuar
explorando, se hallaron tres piedras en forma rectangular que medían 1.70 m
de largo por 60 cm de ancho, con 20 cm de espesor. Al quitar dichas piedras,
se encontró una cámara, que medía 1.40 m por 1.50 m con 0.98 m de alto,
hecha con piedras trabajadas ex profesamente para contener, por el lado
norte, una gran olla cubierta por otra con la base rota. La olla de mayor ta-
maño medía 60 cm de alto por 62 cm de diámetro; la olla en su interior, era
un poco más chica, tenía engobe negro y contenía huesos humanos largos y
dientes en mal estado de conservación; esta se encontraba rodeada por una
variedad de vasijas (41 piezas, 21 negras pulidas, tres estucadas y pintadas y
una ollita vertedera negra), entre las que sobresalen −por su buen acabado
y decoración− una olla de base anular estucada y tres vasos zoomorfos con
tapadera color negro pulido que representan cada uno, en el exterior del
cuerpo, a un mono sosteniendo la fruta del cacao. Este material perteneció
al Clásico Temprano al medio (300 al 600 d. C.). Esta cista se hizo a los 5 m
de altura de la Pirámide No. 4 desde la base, lo que correspondió al sépti-
mo cuerpo y a la primer etapa constructiva. La cista 2 terminó a los 7 m de
altura desde la base en el décimo cuerpo y que correspondió a la segunda
etapa constructiva y la cista No. 1 concluyó a los 7.80 m en el onceavo cuerpo.

Bibliografía

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de Lagartero, Chiapas. Informe no publicado en el archivo del Consejo de
Arqueología del INAH, México.
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Proyecto Arqueológico de Lagartero, Chiapas. Informe no publicado en
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Proyecto Arqueológico de Lagartero, Chiapas. Informe no publicado en
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Proyecto Arqueológico de Lagartero, Chiapas. Informe no publicado en
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Consejo de Arqueología (1999) Informe 7ª Temporada de Campo del Pro-
yecto Arqueológico de Lagartero, Chiapas. Informe no publicado en el
archivo del Consejo de Arqueología del INAH, México.
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yecto Arqueológico de Lagartero, Chiapas. Informe no publicado en el
archivo del Consejo de Arqueología del INAH, México.
Consejo de Arqueología, (2006) Informe 9ª Temporada de Campo del
Proyecto Arqueológico de Lagartero, Chiapas. Informe no publicado en
el archivo del Consejo de Arqueología del INAH, México.
Consejo de Arqueología, (2007) Informe 10ª Temporada de Campo del
Proyecto Arqueológico de Lagartero, Chiapas. Informe no publicado en
el archivo del Consejo de Arqueología del INAH, México.
Consejo de Arqueología (2008) Informe 11ª Temporada de Campo del
Proyecto Arqueológico de Lagartero, Chiapas. Informe no publicado en
el archivo del Consejo de Arqueología del INAH, México.
Consejo de Arqueología, (2009) Informe 12ª Temporada de Campo del
Proyecto Arqueológico de Lagartero, Chiapas. Informe no publicado en
el archivo del Consejo de Arqueología del INAH, México, 2009.
Consejo de Arqueología, (2010) Informe 13ª Temporada de Campo del
Proyecto Arqueológico de Lagartero, Chiapas. Informe no publicado en
el archivo del Consejo de Arqueología del INAH, México.
Consejo de Arqueología (2011) Informe 14ª Temporada de Campo del
Proyecto Arqueológico de Lagartero, Chiapas (1ª parte). Informe no pu-
blicado en el archivo del Consejo de Arqueología del INAH, México.
Consejo de Arqueología (2012) Informe 14ª Temporada de Campo del
Proyecto Arqueológico de Lagartero, Chiapas (2ª parte). Informe no pu-
blicado en el archivo del Consejo de Arqueología del INAH, México.
Consejo de Arqueología (2013) Informe 15ª Temporada de Campo del
Proyecto Arqueológico de Lagartero, Chiapas. Informe no publicado en
el archivo del Consejo de Arqueología del INAH.
Consejo de Arqueología (2014) Informe 16ª Temporada de Campo del
Proyecto Arqueológico de Lagartero, Chiapas. Informe no publicado en
el archivo del Consejo de Arqueología del INAH, México.

507
509

ARQUEOLOGÍA DE LAS
MISIONES DE BAJA
CALIFORNIA SUR

Alfredo Feria Cuevas


Centro INAH Baja California Sur

Resumen – El siguiente trabajo es una propuesta de investigación regional que contempla el


periodo misional en el estado de Baja California Sur, primeramente ocupado por los jesuitas,
posteriormente por los franciscanos y finalmente por los dominicos. Con respecto a las
evidencias arqueológicas, Baja California Sur cuenta con un muy importante acervo cultural
misional, el cual, bajo una perspectiva metodológica de investigación arqueológica, permitirá
entender los diferentes procesos sociales que sucedieron en esta región de la península durante
dicho periodo, así como las diferentes estrategias de poblamiento que implementaron las
órdenes misionales; el uso de los espacios en contextos domésticos y de culto; la interacción
con los grupos inmediatos de indígenas y la relación con el medio ambiente incluyendo un
elemento muy importante: la red de caminos que utilizaron para sobrevivir por medio de un ágil
método de comunicación como lo fue el Camino Real, caminos vecinales y senderos, entre otros.

Introducción

E
l siguiente proyecto es una propuesta de investigación regional que
contempla el periodo misional en el estado de Baja California Sur,
ocupado por los jesuitas, franciscanos y dominicos, en ese orden
de sucesión histórica. Con respecto a las evidencias arqueológicas, Baja
California Sur cuenta con un muy importante acervo cultural que ayudará
a entender los diferentes procesos sociales que sucedieron en esta región
del Mar de Cortés y la costa del Pacífico.
Es importante no perder de vista que Baja California Sur presenta un
aumento en el desarrollo turístico debido a las múltiples opciones que brin-
dan sus recorridos a través de la sierra, el desierto y su gran cantidad de
playas. De igual manera, las diversas actividades acuáticas que se llevan a
cabo en el estado es un gran impulsor del turismo y que atraen vía terres-
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

tre, aérea y por la llegada de cruceros, una gran cantidad de visitantes que
admiran cada vez más nuestro patrimonio natural y cultural, por lo que
hay que pensar en integrar propuestas de investigación y conservación que
nos sirvan para promover el registro y protección del enorme patrimonio
prehispánico e histórico con que cuenta el estado.
Es por esto que podemos decir lo importante que se resulta el desarro-
llo de este proyecto en pro de proteger, investigar y difundir éste patrimonio
arqueológico, ya que forma parte fundamental de la historia regional del
estado y que, en el caso de las misiones y su historia, son factores fundamen-
tales para entender un difícil proceso de desarrollo cultural que se ha dado
hasta la actualidad, esto gracias a que en el estado contamos con valiosa
información patrimonial arqueológica expuesta y por descubrir.

Información General
La superficie total del estado es de 79 909 km2 y se encuentra dividido por
cinco municipios. Una de las características más sobresalientes es que no
existe mucha agua debido a que no hay mantos acuíferos por la poca canti-
dad de lluvia que se presenta durante todo el año. Por ese motivo, el estado
se encuentra dentro de los tres primeros más secos del país. Baja California
Sur tiene una historia muy peculiar que le hace sumamente atractivo: es
una tierra que cuenta con impresionantes formaciones montañosas, am-
plias zonas de desierto con abundante vegetación xerófila y una amplia zona
de playas y dunas. Presenta temperaturas muy elevadas durante el día y
descenso de estas durante la noche, así como algunas lluvias torrenciales
durante una temporada del año. También cuenta con una riqueza cultural
incalculable, la cual interactúa muy de cerca con el medio natural debido
a la característica geografía donde se encuentra. Este escenario geográfico
se ha venido modificando constantemente a lo largo del tiempo debido a la
acción intensa de los procesos naturales.

Antecedentes
Las investigaciones antropológicas que abordan el estudio de los diferentes
grupos étnicos que habitaron la península de Baja California y en especial
el sur de esta, son muy escasas. Los grupos de cazadores, recolectores y
pescadores que la habitaron han sido registrados históricamente en tres
grandes grupos lingüísticos: El norte de la península y parte del centro
estuvo habitada por los Cochimíes; el centro por los Guaycurás y al sur por

510
Arqueología de las misiones de Baja California Sur

los Pericúes.1 Con la creación del Centro INAH Baja California Sur, se han
incrementado las investigaciones principalmente de tipo arqueológico.
Las primeras referencias antropológicas y arqueológicas son llevadas
a cabo por el Doctor holandés Herman ten Kate y por su acompañante el
naturalista Belding, en 1883.2 Posteriormente, las efectuadas por el ameri-
cano Edward Palmer en 1897, las realizadas por el Ingeniero francés León
Diguet en 1905, así como el estudio osteométrico estadístico realizado por
Paul Rivet en 1909.3 A mediados del siglo XX, corresponde al norteameri-
cano William C. Massey, proseguir los estudios en la Región de los Cabos
y Desierto Central. Sus trabajos fueron realizados en sitios abiertos y en
cuevas mortuorias. Especialistas de Antropología Física del INAH, Roberto
Ovando y Zaid Lagunas llevaron a cabo el salvamento en la zona del El
Conchalito en La Paz, registrando, en su primera fase, cuatro entierros hu-
manos en 1981.4 Lo interesante del hallazgo es que se evidenció la antigüe-
dad de la ocupación humana en la región y que tenían un complejo siste-
ma de enterramiento de dobles exequias, utilizando una especie de lápida
redonda elaborada con una mezcla de restos de conchas, gravilla y ceniza
como aglutinante. Posteriormente, en diferentes temporadas, se continua-
ron los trabajos, realizados por el Antropólogo Físico Alfonso Rosales y la
Arqueóloga Harumi Fujita.5
En el caso de la arqueología histórica o misional, no se ha desarrollado
ningún tipo de investigación arqueológica a pesar de que Baja California Sur
cuenta con más de 18 misiones edificadas por los jesuitas, franciscanos y
dominicos. Es muy importante mencionar que en esta región de la península
es por donde inicia la colonización de la corona española, siguiendo con el
esquema de conquista que empezó en 1521, tierra adentro. Es en el año de
1679 que arriban al estado los primeros misioneros jesuitas para así iniciar
una muy difícil labor de colonización de los grupos indígenas en un terreno
poco conocido y muy agresivo para los religiosos. El acervo patrimonial

1 DEL RÍO, I. y ALTABLE M. E. (2010) Historia breve Baja California Sur. El Colegio de
México, Fideicomiso Historia de las Américas, Fondo de Cultura Económica, México.
2 LAY, MOORE y BENDÍMEZ. (2010) La Prehistoria de Baja California. Avances en la
arqueología de la península olvidada. Centro INAH Baja California, México.
3 Ídem.
4 JIMÉNEZ, R., et al., “Los entierros humanos de “El Conchalito”.
5 ROSALES, A., et al., La antigua California Prehispánica: la vida costera en el
Conchalito.

511
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

misional es abundante, sin embargo, no se cuenta con ningún antecedente


de investigación arqueológica que nos arroje información sobre la dinámica
social, religiosa, económica y política de los misioneros, esto para comple-
mentar toda la gama de abundante información que han producido varios
investigadores de los documentos que se tiene en el estado.

Área de estudio

Ubicación
El estado de Baja California Sur se encuentra ubicado dentro de las coorde-
nadas geográficas extremas de la siguiente manera: al norte 28° 00´, al sur
22° 52´de latitud norte; al este 109° 25; al oeste 115° 05´de longitud oeste
(Figura 1).6
Limita al norte con el estado de Baja California y con el Golfo de
California, al este con el Golfo de California, al sur y oeste con el Océano
Pacífico (INEGI, 2012).

Figura 1. Página del Gobierno del estado de BCS.

6 Instituto Nacional de Estadística Geográfica e Informática (INEGI). “Síntesis geográfica


de Baja California Sur”, 2012.

512
Arqueología de las misiones de Baja California Sur

Extensión
La Península de Baja California es una larga franja de tierra que se extiende
desde la frontera con Estados Unidos, hasta el Cabo de San Lucas a través
de poco más de 1 300 kilómetros y con una anchura que varía entre los 100
y 200 kilómetros.
Se extiende por una superficie de 75 675 km² y representa 3.77%
(Figura 2) de la superficie del país. El estado se divide en cinco municipios
y su capital es La Paz7 (Figura 3).

Figura 2. Página del Gobierno del estado de BCS.

Municipios: Comondú, Mulegé, Loreto, La Paz y Los Cabos

Figura 3. Página del Gobierno del estado de BCS.

7 INEGI, 2012. Carta Topográfica 1: 000 000.

513
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Características ambientales
Al norte se ubican las lagunas costeras de San Ignacio y Ojo de Liebre, las
cuales son sitios de reproducción de la ballena gris y se encuentran prote-
gidas por el gobierno federal. En la misma zona se ubica el desierto de El
Vizcaíno, una reserva mundial de la biósfera. Posee también algunas islas
en el océano Pacífico (Natividad, Magdalena y Santa Margarita) y otras en el
Mar de Cortés: San Marcos, Coronados, Carmen, Monserrat, Santa Catalina,
Santa Cruz, San Diego, San José, San Francisco, Partida, Espíritu Santo y
Cerralvo. Sus principales elevaciones son la Sierra La Laguna, el Volcán Las
Tres Vírgenes y el Cerro Salsipuedes.8

Flora
La flora sudcaliforniana se caracteriza por una biodiversidad de especies y
comunidades vegetales, muchas de ellas únicas en el mundo. La vegetación
que se desarrolla en la mayor parte del estado corresponde al tipo genérico
denominado matorral xerófilo.
Los matorrales xerófilos ocupan 86% de la superficie de la entidad,
le siguen en importancia las selvas secas en la región de Los Cabos y los
manglares de las costas. En la parte sur se localizan los bosques, princi-
palmente de encinos, en la sierra de La Laguna (reserva de la biosfera); en
la parte litoral existe vegetación de dunas costeras y mezquitales que se
presentan en los cauces de arroyos intermitentes. En el matorral xerófilo
destacan por su diversidad de especies las familias: Asteraceae, Fabaceae
(leguminosas), Poaceae, Cactaceae, Chenopodiaceae y Euphorbiaceae; los
géneros más comunes, que se pueden observar en este tipo de vegetación
son: Larrea, Agave, Lycium, Cylindropuntia, Fouquieria y Jatropha. En las
regiones desérticas, se compone de asociaciones de plantas conocidas como
matorral xerófilo, plantas principalmente arbustivas adaptadas a las condi-
ciones áridas, como: cardonales, izotales, bosquetes de torotes y copales, de
palo verde, mezquitales, matorrales de gobernadora y choyales.
En las regiones serranas, como la sierra de San Francisco, al Noroeste
del estado, matorrales de palo Adán, pitaya agria y de cardón, datilillo,
cochal, diversas especies de siemprevivas, algunas biznagas y mezcalillos,
sotol, cardón y cirios. Por los cañones de esta sierra corre un arroyo con
diversas pozas de agua, lo que permite el desarrollo de palmares, sauzales y
numerosas especies de plantas acuáticas y subacuáticas como juncos, tules
y berros. En el oasis de San Ignacio también se encuentra un gran número

8 INEGI, 2012.

514
Arqueología de las misiones de Baja California Sur

de palmas nativas, datileras y otras especies; hay palo fierro, palo blanco,
copales y torotes. Hacia el Sur del estado se pueden encontrar ciruelos, palo
escopeta, chino y zorrillo, bosques de encino, pino piñonero endémico, ma-
droño y el nopal de la laguna. En las zonas de arroyos se pueden encontrar
palmeras, carrizos y tules.9

Fauna
La fauna también se distingue por su biodiversidad, de acuerdo con las
condiciones físicas y bióticas particulares del estado y sus regiones, tipo de
vegetación, altitud y orografía. Se encuentran mamíferos terrestres como
liebres, conejos, musaraña gris, murciélagos, coyotes, mapache, cacomixtle,
zorrillo manchado, zorras, puma, gato montés, ardilla de bolsillo de valle,
ratón de bolsillo Bailey, rata canguro, ratón de cactus y ratón piel de vena-
do, entre otros. En las llanuras desérticas se encuentran varias especies de
aves, roedores, carnívoros y herbívoros, como la chacuaca, codorniz, huilota,
liebre, conejo, coyote, zorra, berrendo peninsular y venado. En las regiones
desérticas con vegetación densa arbustiva y de matorral, generalmente se
encuentran especies como paloma torcaza, mapache, babizuri o cacomixtle,
gato montés, coyote, zorra y especies de aves como el águila, aura o zopilote,
lechuza y gavilán.
En cuanto a la fauna marina, esta se distribuye en ambas costas y
representa un elemento esencial, no solo por su alto valor comercial si no
porque es el sostén de las economías locales y la estatal, pues aporta el 50%
de la producción pesquera nacional. Entre las más importantes están la lan-
gosta, abulón, caracoles, camarón, ostión de piedra, atún, almejas, calamar
gigante, pelágicos menores, tiburón, algas, especies de pesca deportiva entre
otros. Los peces que más se explotan, son la sardina, el atún, barrilete, jurel,
macarela, pez sierra, cornuda o azul.10

Geomorfología
La superficie estatal forma parte de la provincia Península de Baja California
en donde se presenta una muy importante sierra llamada la Giganta, que se
extiende desde el límite del estado al norte, hasta la Bahía de la Paz.
En algunas partes existen mesetas como la llamada sierra de Agua
Verde con 1 580 metros sobre el nivel del mar (m s. n. m.) y sierra El Potrero

9 PRONACOSE. Programa de medidas preventivas y de mitigación de la sequía. 1era


versión. Consejo de cuenca de Baja California Sur. PDF.
10 Ibíd.

515
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

con 1  740 m s. n. m., conformadas por rocas ígneas extrusivas o volcánicas


(se forman cuando el magma o roca derretida sale de las profundidades ha-
cia la superficie de la tierra) y son interrumpidas por una llanura en donde
se asienta La Paz, capital del estado.
Hacia el suroriente continúan las elevaciones como la sierra de La
Laguna con 2 080 m s. n. m., conformada por rocas ígneas intrusivas (se
forman por debajo de la superficie de la tierra).
Al oriente, predominan zonas bajas representadas por lomeríos y lla-
nuras interrumpidos por sierras de 800 m s. n. m. Al occidente de Ciudad
Constitución, se ha formado una zona de dunas (montañas de arena).
En la parte occidental, hay una serie de barras o cordones litorales (ba-
rrera de arenas y gravas junto a la costa) que se han formado desde Puerto
San Andresito hasta Bahía de Santa Marina.

Sus principales elevaciones11 son:


NOMBRE ALTITUD
(metros sobre el nivel del mar)
Sierra de La Laguna 2,080
Volcán de Las Tres Vírgenes 1,940
Cerro Salsipuedes 1,900
Sierra El Potrero 1,740
Sierra de La Giganta 1,680
Volcán El Azufre 1,660
Cerro de La Bandera 1,620
Sierra de Agua Verde 1,580
Sierra de La Pintada 1,260
Sierra El Placer 920

Hidrografía
El estado de Baja California Sur es una de las entidades más áridas del
país, por lo que la necesidad por el recurso de agua es mayor, sobre todo si
se considera que la existencia de corrientes superficiales permanentes es
casi nula debido a la escasez de lluvias y bajos escurrimientos generados
principalmente en la época de ciclones.

11 INEGI, 2012 Carta Topográfica 1:50 000.

516
Arqueología de las misiones de Baja California Sur

Debido a la falta de ríos permanentes en Baja California Sur (BCS), el


agua se obtiene principalmente de fuentes subterráneas. La suma del agua
subterránea concesionada en BCS coincide con la suma del agua que se
recarga anualmente lo que indica que ya no existe disponibilidad de agua
subterránea (en 18 de los 39 acuíferos, se presenta un déficit, dada una
mayor extracción y descarga natural comprometida, que la recarga de este
sólo ocurre en época de huracanes y lluvias invernales de poca intensidad
en el norte del estado).

Clima
En el estado de Baja California Sur, predomina el clima Muy seco (92%). Se
encuentra también clima Seco y semiseco (7%) y Templado subhúmedo (1 %)
en la región de la sierra de La Laguna. La temperatura media anual es 18 a
22°C. La temperatura promedio más alta, de 35°C, se presenta en los meses
de julio y agosto, la más baja es de 9°C y se registra en enero. En la ciudad
de Loreto se han registrado temperaturas máximas extremas de 40°C en los
meses de mayo a septiembre. Las lluvias son muy escasas y se presentan du-
rante el verano. La precipitación total anual promedio en el estado es menor
a 200 mm. Debido a la escasa precipitación, la poca actividad agrícola que se
practica es de riego, en Valle de Santo Domingo, donde se cultiva: algodón,
trigo, alfalfa verde, frijol, jitomate, cártamo, chile verde y papa.

92%*
7%*
1%*

Figura 4. Página del Gobierno del estado de BCS.

517
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

En Baja California Sur, los climas que prevalecen son los muy secos
semicálidos y cálidos (Figura 4), cuyas características principales son lo
extremoso de sus temperaturas diurnas y la gran sequedad ambiental.12
Existen tres factores que determinan el clima en el estado: Latitud,
relieve y las corrientes marinas.
El factor de la latitud es el más importante, ya que gran parte de la
entidad −desde su límite norte hasta las proximidades de Todos Santos− se
localiza dentro de la zona subtropical de alta presión, en la cual, los vientos
son descendentes, frescos y secos, por lo que no se realizan los procesos de
condensación y precipitación. Mientras que la región meridional es atravesa-
da por el Trópico de Cáncer, línea que marca el inicio de la zona intertropical
donde los vientos alisios, cuya dirección es del noreste al suroeste, contienen
algo de humedad debido a su paso por el Golfo de California.
El factor del relieve influye también en las características de los climas.
Así, en la zona occidental, donde los terrenos son llanos o ligeramente ondu-
lados, la precipitación total anual suma de menos de 100 a 200 milímetros;
en tanto que en el oriente, la presencia de una serie de cadenas montañosas
alineadas paralelamente al litoral del golfo, obliga al viento a ascender y con
ello ocasiona la condensación del escaso vapor de agua que contiene, de tal
modo que es ahí donde la precipitación total anual alcanza valores hasta
de 400 milímetros, con excepción de la sierra de San Lázaro −situada en
la región meridional− en la cual la precipitación excede los 600 milímetros
anuales.
Como tercer factor, las corrientes marinas imprimen condiciones par-
ticulares al clima. En el caso de las costas occidentales del estado, las tem-
peraturas son más bajas con relación a las del interior, debido a la corriente
oceánica fría de California. Además, en el verano, esta corriente torna es-
tables a los vientos secos que llegan a la costa, es decir, que impide sus mo-
vimientos verticales, que no dejan se realicen los procesos de condensación
y precipitación en esa temporada.13

12 INEGI, 2012. Carta de Climas, 1:1 000 000.


13 PRONACOCE, op. cit.

518
Arqueología de las misiones de Baja California Sur

Figura 5. Imagen tomada de Investigaciones Geográficas.

Suelos
En el estado de Baja California Sur se encuentran nueve tipos distintos
de suelos con variantes en su composición (Figura 5). El suelo con mayor
predominancia es el regosol, con una presencia de 41.81% del total de la
superficie del territorio, seguido por el litosol con 31.34% de predominan-
cia. Asimismo, en menor medida se encuentran representados los suelos
tipo yermosol (8.92%), fluviosol (4.71%), vertisol (4.16%), xerosol (3.94%),
solonchak (2.79%), feozem (1.51%) y solonetz (0.27%).
Los regosoles son suelos con poco desarrollo y por ello no presentan
capas muy diferenciadas entre sí. En general son claros o pobres en materia
orgánica.
Los litosoles, por su parte, consisten en suelos no evolucionados forma-
dos sobre roca madre, presentes principalmente en las sierras.

519
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Los yermosoles son suelos localizados en las zonas más áridas, como
los Llanos de la Magdalena y Sierra de la Giganta. En ocasiones presentan
capas de cal, yeso y sales en la superficie o en alguna parte del subsuelo.
Los suelos tipo fluviosol se caracterizan por estar formados de materia-
les acarreados por agua. Son suelos muy poco desarrollados, medianamente
profundos y presentan generalmente estructura débil o suelta. Presentan
capas alternadas de arena con piedras o gravas redondeadas como efecto
de la corriente y crecidas del agua en los ríos.
Los vertisoles se caracterizan por su estructura masiva y su alto con-
tenido de arcilla, la cual es expandible en húmedo formando superficies de
deslizamiento llamadas facetas, y que por ser colapsables en seco pueden
formar grietas en la superficie o a determinada profundidad. Tienen baja
susceptibilidad a la erosión y alto riesgo de salinización.
Los xerosoles son suelos que tienen, por lo general, una capa superficial
de color claro por el bajo contenido de materia orgánica. Debajo de esta
capa puede haber un subsuelo rico en arcillas, o bien, muy semejante a la
capa superficial. Muchas veces presentan a cierta profundidad manchas,
aglomeraciones de cal, cristales de yeso o caliche con algún grado de dureza.
El suelo de tipo solonchak se presenta en zonas donde se acumula el
salitre, tales como las lagunas San Ignacio u Ojo de Liebre.
El suelo feozem háplico, se caracteriza por tener una capa superficial
oscura, suave, rica en materia orgánica y en nutrientes.
Por último, se encuentra el suelo de tipo solonetz que contiene altas
concentraciones de sal, se caracterizan por tener un subsuelo arcilloso con
terrones duros en formas de columnas o prismas debido al alto contenido
de sales de sodio.14

Misiones
Antes de la llegada de los misioneros jesuitas y el establecimiento de las
primeras misiones en la península de Baja California, se habían realizado
ya varias expediciones, guiadas todas por la idea de que el territorio era rico
en oro, plata, perlas y ámbar.
Desde el año de 1535, existió un gran interés por ocupar estas tierras
y explotar la supuesta riqueza que en la península se daban, pero varias
circunstancias obstaculizaron el éxito de los proyectos de colonización. La
marcada aridez de la mayor parte del territorio y las dificultades que se

14 PRONACOCE, op. cit.

520
Arqueología de las misiones de Baja California Sur

tuvieron para introducir y desarrollar los cultivos agrícolas fueron, desde


luego, factores que pusieron a los colonizadores en una situación bastante
difícil, más todavía porque no tuvieron oportunidad de apropiarse de los
productos de los grupos nativos, pues la economía de estos se basaba en la
caza, pesca y recolección y no eran capaces de ofrecer a los colonizadores
ningún apoyo para su arraigo y sobrevivencia.15
El fracaso en establecer una colonia permanente en California dio lugar
a la concesión de un cambio misional en la península a la Compañía de Jesús
en 1679, con la condición de que todos los gastos del viaje y del manteni-
miento de la colonia corrieran por cuenta de los religiosos.16
En un documento expedido por el Virrey José Sarmiento y Valladares
el 6 de febrero de 1697, se autorizaba a los padres Eusebio Francisco Kino
y Juan María de Salvatierra para que pasaran a la península, se establecie-
ran y procuraran evangelizar a la población nativa. En dicho documento
se señala además que los jesuitas podían ser acompañados por un grupo
de hombres de armas, cuyos jefes serían seleccionados y removidos por los
padres, según juzgaran conveniente.17
De este modo, los misioneros, a quienes correspondía naturalmente
hacerse cargo de los asuntos de carácter religioso, tendrían también auto-
rización para intervenir abiertamente en todo lo relativo al gobierno civil
de la península.
La primera misión establecida en suelo californiano fue la misión de
Nuestra Señora de Loreto, fundada por el padre Salvatierra a fines de 1697.
Durante los setenta años del periodo jesuita se fundaron en total 18 misio-
nes, las cuales fueron extendiéndose paulatinamente hacia el extremo sur
y hacia el norte, siendo la última la misión de Santa María de los Ángeles
Kabujakaamang, fundada en 1767. Diecisiete de dichas misiones se ubi-
can en territorio Sudcaliforniano. Posteriormente y a la expulsión de los
Jesuitas, después de varias negociaciones con los dominicos, fueron los
Franciscanos quienes relevaron la misión de continuar con la evangeliza-
ción de Baja California. Sin embargo, solamente estuvieron cinco años, en
donde habitaron las misiones ya establecidas y deshabitadas por los jesuitas,

15 DEL RÍO, 1983.


16 SALVATIERRA, J. M. La Fundación de la California Jesuítica, Siete cartas de Juan
María de Salvatierra, S.J. (1697-1699), Universidad Autónoma de Baja California Sur,
Primera Edición, 1997, México.
17 DEL RÍO, I. 1983.

521
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

esto debido a que acordaron dividirse la península con los dominicos. Los
franciscanos colonizarían la Alta California mientras que los dominicos se
quedarían con la Baja California, desde la frontera de Fernando Villa Cata
tomando el rumbo de conversión hacia el norte llegando a los confines de
la Misión de San Diego.18
El procedimiento que se seguía para fundar una misión consistía en
localizar primero un sitio que contara con agua y algunas tierras propicias
para el cultivo y en las que hubiera, además, una considerable población
nativa en los alrededores. Una vez localizado un lugar con estas caracterís-
ticas, se construían cabañas para la habitación de los misioneros y de los
soldados que los acompañaban. Tan pronto como era posible, se edificaba
la iglesia que en un principio era solo una casita de paja y adobe.19
La conquista de los aborígenes californianos se llevó a cabo mediante
las tradicionales tácticas de trabajo misionero. En cada encuentro, los re-
ligiosos procuraban acercarse a los indios en actitud pacífica y ganar poco
a poco su confianza con toda clase de regalillos, especialmente alimentos.
Los jesuitas tuvieron que afrontar graves problemas en tierras califor-
nianas, sobre todo en lo que se refiere a la producción de alimentos. Pese a
los esfuerzos hechos por incrementar la producción agrícola en las misiones,
las condiciones físicas del medio, particularmente la falta de depósitos de
agua superficiales, impidieron que la agricultura prosperara lo necesario
para asegurar el abastecimiento de los asentamientos misionales. La escasa
producción hizo que la economía regional fuera, durante el periodo jesuita,
una economía dependiente, sostenida a base de grano y otras mercancías
que se traían desde fuera, las cuales eran compradas con los recursos que
se obtenían mediante donaciones de particulares, quienes constituyeron el
llamado Fondo Piadoso, y con los subsidios que la corona empezó a otorgar
desde 1701 para el sostenimiento de la tropa.20
La disminución de la población indígena también significó un grave
problema para los padres jesuitas. Las causas del descenso de población se
debieron principalmente al drástico cambio de vida experimentado por los
indígenas y a las epidemias de enfermedades llevadas por los soldados y

18 DEL RÍO, I. y ALTABLE M. E. Historia breve Baja California Sur. 2010, El Colegio de
México, Fideicomiso Historia de las Américas, Fondo de Cultura Económica, México.
19 DÍAZ MARCO 1986.
20 DEL RÍO, I. 1983.

522
Arqueología de las misiones de Baja California Sur

marineros, las cuales causaron verdaderos estragos, ya que los organismos


de los indígenas no tenían defensas naturales para contrarrestarlas.
Un decreto de expulsión dictado en 1767 en contra de los jesuitas puso
fin a su labor en California. De la península salieron los jesuitas los primeros
días de febrero de 1778 del obligado exilio a que los condenó el decreto gene-
ral de expulsión dictado el año anterior por el monarca español Carlos III.
Concluyó así, con la salida de los ignacianos, una empresa que en muchos
sentidos representa una singular experiencia de organización y funciona-
miento de un núcleo colonial, particularmente por el hecho de que los jesui-
tas tuvieron la posibilidad de implantar y sostener en la provincia entera un
régimen de tipo misional de tendencia marcadamente exclusivista.21
Al concluir el periodo de los jesuitas correspondió a los franciscanos
y dominicos proseguir la conquista de las Californias hacia el Norte de la
última misión fundada por sus antecesores: la misión de Santa María de los
Ángeles, ubicada en el actual estado de Baja California. Los franciscanos
y dominicos arribaron al puerto de Loreto entre los años de 1768 y 1773,
compartiendo la misión evangelizadora, mediante la firma de un concor-
dato ocurrida el 14 de octubre de 1772, que establecía, entre otras cosas, el
compromiso de los franciscanos para desarrollar su misión evangelizadora
únicamente en la Alta California y los dominicos en la Antigua California. A
ellos correspondió mantener y proseguir la conquista de los grupos étnicos
que los jesuitas llamaron cochimíes del Norte y con quienes tuvieron un
efímero contacto en las expediciones de reconocimiento efectuadas por los
misioneros Juan de Ugarte en 1721, Fernando Consaga en 1753 y Wenceslao
Linck en 1766.22
A continuación, se mencionan las misiones fueron fundadas por los
jesuitas en Baja California Sur (Figura 6) y que posteriormente, algunas de
ellas fueron ocupadas por los franciscanos y dominicos. Todas ellas forman
el objeto principal de la investigación arqueológica planteada en el proyecto.

Misión de Nuestra Señora de Loreto


Fundada por el Padre Salvatierra en 1697, es el asentamiento humano más
antiguo de las Californias. Loreto fue la primera misión permanente y pri-
mera capital de las Californias.

21 Ídem.
22 Ídem.

523
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Misión de San Francisco Javier


El Padre Francisco María Píccolo fundó en 1699 la Misión de San Francisco
Javier. Tiempo después fue abandonada debido al ataque de los indios. En
1701, el padre Juan de Ugarte restableció la misión iniciando la construcción
de obras de canalización y almacenamiento de agua para el cultivo. En 1744
el Padre Miguel del Barco inició la construcción del actual edificio misional,
el cual fue terminado y bendecido en 1758.

Misión de San Juan Bautista Ligüí, o Malibat


En 1705, el Padre Pedro Ugarte fundó la Misión de San Juan Bautista Ligüí,
o Malibat, al Sur de la Misión de Loreto. Ugarte construyó casa y templo
misional y permaneció al frente de ella hasta 1709, año en que le sucedió
el Padre Clemente Guillén. Aún quedan algunas ruinas que dan fe de la
existencia de la misión de Ligüí.

Misión de Santa Rosalía de Mulegé


En 1705, el misionero jesuita, Jesús Juan Manuel de Basaldúa, fundó la
Misión de Santa Rosalía de Mulegé. Aún queda en pie como testimonio de
la entrega y la tenacidad de estos verdaderos titanes de la fe.

Misión de San José de Comondú


La Misión de San José de Comondú fue fundada en 1708. El Padre Julián
Mayorga construyó la casa y la iglesia hasta el año de 1736, cuando le sor-
prendió la muerte. En 1750, el padre Franz Inama construyó el templo gran-
de compuesto por una gran estructura de tres naves. En 1827 la misión fue
abandonada y a principios del siglo pasado fue demolida gran parte de la
iglesia para la construcción de una escuela.

Misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz


En 1720 el Padre Nicolás Bravo fundó la Misión de La Paz, quien como her-
mano lego había sido el brazo derecho del Padre Salvatierra en la misión
de Loreto por más de 14 años. Después de haber sido ordenado sacerdote
en Guadalajara, regresó a fundar la Misión de La Paz. Duró ocho años al
frente de la misión con un arduo trabajo apostólico y murió en la Misión de
San Javier en 1744.

Misión de Guadalupe
El Padre Everardo Helen fundó la Misión de Guadalupe en 1720, en la Sierra
al Oeste de Mulegé. De esta misión sólo conservamos algunas ruinas que,

524
Arqueología de las misiones de Baja California Sur

de alguna forma, nos hablan del gran éxito que tuvo Helen como misionero,
según cuentan las crónicas de su época.

Misión de Los Dolores del Sur


La Misión de Los Dolores del Sur se fundó en 1721, por el Padre Clemente
Guillén. Esta misión sirvió de asilo a los misioneros del Sur cuando acon-
teció la rebelión de los Pericúes en 1734.

Misión de Santiago
En 1721, el padre Ignacio María Nápoli fundó la Misión de Santiago, no en el
lugar en el que actualmente se erige el templo, sino en la costa del Golfo, en
el Puerto de Las Palmas. En 1723, Nápoli traslada la misión tierra adentro,
dedicándola al Apóstol Santiago. El Padre Lorenzo Carranco se hizo cargo
de la misión, donde murió mártir durante la rebelión de los Pericúes.

Misión de la Purísima
El padre Nicolás Tamaral fundó la Misión de la Purísima en 1722. Una vez
que se familiarizó con la lengua de los nativos permaneció al frente de ella
hasta que lo relevó en su cargo el padre Jacobo Druet.

Misión de San Ignacio Kadaakaman


La misión de San Ignacio Kadaakaman fue fundada en 1728 por el padre
Juan Bautista Luyando. Le sucedieron al frente de la misión los padres
Fernando Consag y Sebastián Sistiaga. En 1786, la construcción del templo
fue concluida por el misionero dominico Juan Crisóstomo Gómez.

Misión de San José del Cabo


El 8 de abril de 1730, se fundó la Misión de San José del Cabo por el padre
Nicolás Tamaral y el padre visitador José Echeverría. Originalmente, la
misión se estableció en un lugar cerca del estero de San José. Por conside-
rarlo un lugar insalubre se cambió primero a lo que hoy es San José Viejo
y después a donde hoy es Santa Rosa. En 1734, fue sacrificado el padre
Tamaral por un grupo de pericués, quienes antes habían dado muerte al
padre Lorenzo Carranco en la Misión de Santiago.

Misión Nuestra Señora del Pilar de Todos Santos


Fue originalmente pueblo de visita, fundado por el padre Jaime Bravo en
1723, dependiente de la misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz. En
1733, había sido fundada como misión de Santa Rosa de Todos los Santos

525
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

por el padre Segismundo Taraval. En 1749, al quedar abandonada la misión


de Nuestra Señora del Pilar de La Paz a causa de un desastre natural, la
población se trasladó a Todos Santos y es a partir de entonces que lleva el
nombre de Nuestra Señora del Pilar de Todos Santos.

Misión de San Luis Gonzaga


El padre Clemente Guillén localizó este sitio estableciendo ahí una visita
de la misión de Nuestra Señora de los Dolores. En 1740 el padre Lambert
Hostell fundó la misión de San Luis Gonzaga; aunque fue el padre Johan
Jacob Baegert, quien construyó el templo de la misión.23

Figura 6. Mapa tomado de Del Río 2010.

23 AGUILAR MARCO, J. L. (1991) Misiones en la península de Baja California, INAH,


et al. Colección Científica, México.

526
Arqueología de las misiones de Baja California Sur

Objetivo
El objetivo principal de este proyecto, es estudiar de manera integral los
diferentes procesos sociales, religiosos y económicos que permitieron con-
solidar un importante periodo misional en la región de la sierra, la costa
y el desierto de Baja California Sur, así como las diferentes estrategias de
poblamiento que implementaron las tres órdenes misionales conformadas
por jesuitas, franciscanos y dominicos a través de la arquitectura, el uso de
los espacios en contextos domésticos y de culto, la interacción con los grupos
inmediatos de indígenas y la relación con el medio ambiente incluyendo la
red de caminos que utilizaron para sobrevivir por medio de un ágil método
de comunicación como lo fue el Camino Real, caminos vecinales, caminos de
integración, entre otros, partiendo siempre de la investigación arqueológica
apoyada de otras disciplinas.

Marco Teórico
Tomando como marco teórico la Ecología Cultural propuesto por Julian
Steward en su libro Theory of Culture Change: The Methodology of
Multilinear Evolution, en donde establece que la ecología cultural tiene
por objeto el estudio de los procesos a través de los cuales una sociedad
se adapta socioculturalmente a su ambiente, intentaremos explicar cómo
una sociedad y sus diversas instituciones lograron adaptarse a ambientes
naturales específicos como lo son el desierto, la sierra y las costas de Baja
California Sur, en donde seguramente veremos el proceso de adaptación de
los misioneros que realizaron a través del trabajo aplicado a la naturaleza
en sus diversas dimensiones.

Hipótesis
Con base en toda la información documental que existe sobre el tema mi-
sional, no solo en el estado de Baja California Sur sino en tierra adentro y
el sur de los Estados Unidos, tomando en cuenta la topografía y las condi-
ciones ambientales de BCS −donde la falta de suelos y de agua no permite
concentrar de manera permanente a poblaciones numerosas y por ende a
la construcción masiva de edificios que pudieran concentrar los diferentes
tipos de poderes en un mismo espacio−, se propone la posibilidad de que
se implementó un sistema misional en donde los misioneros tenían el com-
promiso de fungir como autoridad eclesiástica, autoridad económica y au-
toridad política y de seguridad. Es entonces que, conociendo los materiales
utilizados para la construcción de las misiones, casa misional, habitaciones
de los indígenas y de los custodios, así como los espacios utilizados para el
funcionamiento de la misión, se puede registrar cualquier tipo de actividad

527
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

y definir el uso de cada uno de ellos e incluso identificar los usos y modi-
ficaciones que debieron hacer en las edificaciones las diferentes órdenes
religiosas, todo esto a través de la excavación y del registro de los diferen-
tes materiales arqueológicos y arquitectónicos. De igual manera, podremos
definir el impacto cultural que pudieron adoptar los grupos de cazadores,
recolectores y pescadores en su habitual modo de vida, por lo que formula-
mos las siguientes hipótesis:

Que los conjuntos misionales deben de contar con diferentes espacios utili-
zados para actividades de culto, administrativos, habitacionales, defensivos,
de producción y evangelización entre otros.

− Que debió de existir un muy buen sistema de comunicación para


garantizar la seguridad entre misiones, así como para su traslado
en terrenos tan difíciles como lo son las dunas de arena en costas,
zonas desérticas y la sierra, esto por medio de una importante red
de diferentes tipos de caminos jerarquizados como el camino real,
caminos vecinales, caminos de enlaces y senderos de traslados y caza
utilizados por los grupos de cazadores, recolectores y pescadores,
entre otros.
− Que deberá existir un cementerio misional donde seguramente esta-
rán algunos padres fundadores, como lo mencionan las fuentes, así
como algunos otros individuos que eran parte del grupo misional e
indígenas conversos.
− Que los grupos de cazadores, recolectores y pescadores cercanos
a los complejos misionales debieron haber adoptado e incorporado
algunos aspectos traídos por los misioneros en su modo cotidiano
de vida, es decir, el poder haber utilizado materiales misionales en
la elaboración de herramientas como la cerámica y la utilización
de algunas técnicas en su vestimenta y tradiciones de ocupación y
hasta mortuorias.

Es importante mencionar que las hipótesis planteadas se encuentran en el


terreno de la especulación e inferencias realizadas con base al trabajo docu-
mental, sin embargo, se considera que se cuenta con un espacio sumamente
importante para poder investigar y generar diferentes tesis que de utilidad

528
Arqueología de las misiones de Baja California Sur

para poder iniciar una etapa de investigación arqueológica en cada una de


las misiones que se encuentran en Baja California Sur.
Con esto se abre la posibilidad de entrar a un momento histórico hasta
hoy desconocido en ésta región, ya que no existe ningún tipo de trabajo
arqueológico enfocado a estos aspectos históricos en BCS, haciendo de este
proyecto una muy importante aportación a la investigación sobre el repobla-
miento de la Península de Baja California, por haberse dado en este estado
el inicio de la colonización de toda la península y que dio paso a otro sector
fundamental conocido como “Los otros californios” que son los Rancheros.

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529
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

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530
531

LOS ACERVOS MUSEÍSTICOS


EN EL PROCESO DE
INVESTIGACIÓN. EL CASO
DEL MUSEO REGIONAL
DE GUADALAJARA

Daniel Ruiz Cancino


Museo Regional de Guadalajara

Resumen – Los acervos museísticos a cargo del INAH, en particular, el del Museo Regional
de Guadalajara, enfrentan hoy en día diversas dificultades que impiden llevar a cabo su
investigación; por un lado, la falta de recursos, personal, apoyo, voluntad y por el otro, la
prioridad institucional de llevar a cabo su registro, haciendo menos su importancia para la
investigación.

Antecedentes

E
l Instituto Nacional de Antropología e Historia creado por decreto
en 1939, fue fundado para desempeñar entre otras labores “vigi-
lancia, conservación y restauración de monumentos arqueológicos,
históricos y artísticos de la república, así como de los objetos que en ellos
se encuentren” (OLIVÉ y URTEAGA, 1988: 19) con ello los objetos o bienes
muebles que se obtienen de estos lugares se incorporan como propiedad de
la nación, así el encargado de estos bienes hasta antes del INAH y aun por
un largo periodo después, fue el Departamento de Monumentos Artísticos,
Arqueológico e Históricos apoyándose en la promulgación de la ley de mo-
numentos de 1933. Pero sin embargo dentro de la institución no existía un
sistema de control, es hasta 1962 que el entonces Departamento de Museos
Regionales procuro conjuntar un reglamento para el buen funcionamiento
de los museos donde se incluía la catalogación de las colecciones; no es sino
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

hasta el periodo entre los años de 1970 a 1976 que se puede identificar como
inicio de la clasificación de las colecciones museísticas, cuando se forma la
Dirección General de Museos y genera normas para la catalogación y manejo
de los acervos (Ibídem 1988, pp. 214-215).
En la actualidad el INAH, realiza esta labor a través de la Coordinación
de Museos y Exposiciones, con la Subdirección de Inventarios del Patrimonio
Cultural; para ello se cuenta con el Manual de Procedimientos para Manejo
de Colecciones y Control de Inventarios de Bienes Culturales Muebles, ma-
nual que fue actualizado en el año de 2006, éste busca sistematizar las acti-
vidades sustantivas del inventario y potenciando esta herramienta para su
utilización en el cumplimiento de los objetivos del Instituto en materia de
protección, conservación, investigación y difusión del Patrimonio Cultural
mueble que se encuentra bajo su custodia en sus diversos museos (Manual
de Procedimiento, 2006: 7).
La catalogación resulta parte importante del conocimiento del acervo
de los museos, comprendiendo a las colecciones no únicamente como ob-
jetos expositivos, sino como bienes investigativos que aportan información
primordial de la cultura del país. Por ello como lo menciona el manual “cons-
tituye una herramienta fundamental para todas las áreas que participan
en la documentación y control de colecciones bajo resguardo del Instituto,
como una guía para el desarrollo de sus funciones en estricto apego a la
normatividad nacional e internacional y a los estándares derivados de ella”
(Ibídem 2006, p.7). Bajo esta perspectiva, los proyectos de investigación en
los acervos se contemplan como parte de la catalogación de los bienes mue-
bles y se norman siguiendo la Ley General de Bienes Nacionales, Artículo
6, fracciones XVI-XVIII, en conjunto con la Ley orgánica del INAH en las
fracciones I, IX y X; donde se estipula que el INAH tiene la obligación de
implementar en los lugares donde haga falta (y en su caso actualizar) el
inventario de bienes culturales muebles propiedad de la nación.

El Acervo del Museo Regional de Guadalajara


Para ejemplificar los problemas dentro de los museos se toma la perspectiva
histórica de la manera en que se formó el acervo (arqueológico y paleonto-
lógico) del Museo Regional de Guadalajara, inaugurado en 1918.
La colección exhibida al inicio en el museo se formó con los objetos
de las iglesias y conventos que fueron rescatados del abandono propiciado
por la promulgación de las Leyes de Reforma. De esta manera, el primer
conjunto de bienes muebles estaba constituido por pinturas y esculturas
de arte sacro, así como algunos muebles de las mismas iglesias; otras do-

532
Los acervos museísticos en el proceso de investigación. El caso del Museo Regional de Guadalajara

naciones se dieron en esta época como lienzos procedentes de la academia


de San Carlos y la sesión de obras relacionadas con los hombres ilustres el
gobierno del estado.
En toda su primera etapa (29 años) el museo estuvo bajo la dirección
del entonces inspector de verificación de obras y monumentos artísticos del
gobierno de Jalisco, el Sr. Ixca Farías, distinguido artista jalisciense, quien
además formó grupos de intelectuales quienes realizaban tertulias en sus
pasillos y brindaban clases de pintura siendo conocidos por la sociedad
tapatía como “El Centro Bohemio”.
Con respecto al acervo arqueológico se tienen pocas noticias. Se sabe
que la colección se comenzó a formar por donaciones de particulares. Dentro
del Archivo Histórico del Museo Regional de Guadalajara (AHMRG)1 se
cuenta con documentos donde se exponen las diversas maneras en que se
obtuvo la colección; peticiones realizadas a instituciones públicas, así como
a particulares, escuelas, presidencias municipales y hasta gente que se acer-
caba para la venta de colecciones (AHMRG, Integración de colección, Núm
29, A/1918-02). Desde 1917 un año antes de la inauguración del Museo, Ixca
Farías comienza a recolectar acervo, el cual es llevado al Hospicio Cabañas,
así en el AHMRG se mencionan cuestiones relacionadas a la creación del
acervo paleontológico, señalando, que se obtuvo de la Escuela de Ingenieros
entre otras instituciones, las regiones que se mencionan en los documentos,
pero sin tener lugares precisos son Teocaltiche, Atoyac, pero la mayoría
menciona las zonas de Chapala y Zacoalco, zonas fosilíferas del estado.
En particular, con respecto al acervo arqueológico, el entonces Museo
Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía de México contribuye con
la entrega de “piezas modeladas en yeso” de las obras prehispánicas más
importantes que se exhiben en dicho museo, entre ellas se encontraba la
réplica del monolito de la cabeza de la Coyolxahuqui (Figura 1). De piezas
arqueológicas propias del estado, la referencia más antigua es la donación
hecha al museo en 1919, la cual se trata de dos piezas arqueológicas dona-
das por el señor Ulloa (AHMRG, Donaciones, A/1919-12), al igual que una
donación de un “ídolo”, encontrados en el camino a “Los Colomos”. De esta
manera se conforma el primer acervo que, en 1920, sirvió para abrir los
espacios dedicados a mostrar la historia natural y la arqueología.

1 El Archivo Histórico del Museo Regional de Guadalajara. Fondo Ixca Farías, contiene
varios documentos recuperados y clasificados por la investigadora Graciela Abascal
Johnson gracias a ella es posible consultar este importante archivo.

533
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Después de esta primera etapa la colección del museo fue creciendo


de la misma manera, a partir de donaciones de la sociedad, las cuales au-
mentaron considerablemente. Comienza la manifestación de un fenómeno
que a la larga sería (desafortunadamente) la manera en que se obtuvieran
gran cantidad de piezas. Estos fueron los hallazgos fortuitos y sin ningún
conocimiento de los contextos, como parte de trabajos en construcciones
en diferentes lugares de Jalisco. Podría mencionarse que esto correspon-
dería a una segunda forma de adquisición del acervo que, en 1939, con la
creación del INAH se buscaba regular y se afianza en el estado en la década
de los cincuenta a la llegada de José Corona Núñez (aunque desde 1946 se
encuentra en el Occidente realizando diversas tareas) quien fue director del
Museo y Jefe de Zonas Arqueológicas del Occidente.
Él tuvo un particular interés por presentar la cerámica arqueológica
de los estados de Jalisco e incluir los de Nayarit y Colima, viéndolos como
culturas que compartían rasgos. Muestra de su labor fue recobrar ardua-
mente piezas arqueológicas y formar un registro de los lugares donde eran
localizadas; dentro de las colecciones en el MRG existen varias de éstas
(Figura 2), como ejemplo se pueden ver expuestas en la sala de arqueología
dos piezas recuperadas en una tumba de tiro de Acatlán (CORONA NÚÑEZ,
s/a: 57-62).
Una tercera manera con la que se ve acrecentado el acervo son los de-
comisos a coleccionistas, gente común y saqueadores. Las referencias que
se tienen son de oficios de 1924 y 1966 que reportan la extracción y compra
de piezas arqueológicas por parte de extranjeros (AHMRG, documentos,
A/1924-23; A/1966-94-95-96)2; a pesar de la falta de un marco jurídico
adecuado para la protección de los bienes arqueológicos en esas fechas, se
buscaba proteger las bienes muebles prehispánicos de una manera en que
la sociedad participara activamente, denunciando principalmente a extran-
jeros (OLIVÉ y URTEAGA 1988: 25). Pero con la creación de la ley Federal
sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos en 1972,
esto cambia. Se busca controlar el saqueo y el tráfico de piezas, consiguien-
do tener un marco legal definido para evitar y vigilar el coleccionismo, con
ello la venta de bienes muebles prehispánicos ahora decretados como pa-
trimonio cultural de la nación, causa sanciones y se tipifica como delito del
orden federal.

2 Archivo Histórico del Museo Regional de Guadalajara, ramo arqueología, asunto


decomiso, donaciones, Integración de colecciones.

534
Los acervos museísticos en el proceso de investigación. El caso del Museo Regional de Guadalajara

Figura 1. Replica de Cabeza de Coyolxahqui en el MRG. Foto del archivo del MRG.

Figura 2. Pieza recuperada por José Corona Núñez. Foto del Autor.

535
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Durante los años setenta se crean los primeros centros regionales bus-
cando la descentralización de las actividades del instituto, así como estable-
cer una estructura para la investigación, conservación y difusión del patri-
monio cultural de México, de esta manera se configura el Centro Regional
de Occidente, el cual abarca los estados de Colima, Jalisco y Nayarit. En
lo concerniente a lo arqueológico busca la formación de un Atlas, realizar
trabajos de exploración y rescate; en este marco se nombra a Lorenzo Ochoa
como director, que junto con Marcia Castro Leal y Javier Galván forman la
primera sección de arqueología, siendo su trabajo inicial una prospección
en el Ixtepete.
No es sino hasta 1974 que se realizan excavaciones arqueológicas sis-
temáticas, en las entonces periferias de Guadalajara, por la construcción
del fraccionamiento Tabachines, investigación publicada años después por
Javier Galván (1981). Gracias a las investigaciones realizadas se tuvieron
datos verídicos de la distribución de las ofrendas dentro de las tumbas de
tiro, con lo que el guion curatorial del MRG (que en ese momento pasa-
ba por una remodelación bajo la responsabilidad de Otto Shöndube) se ve
beneficiado, pues incluye la primera reproducción museografiada de una
sepultura de este tipo. Con esto el acervo del museo se beneficia por tener
datos y piezas en contexto controlado, en específico de las correspondientes
a la Tumba 8 (Figura 3).

Figura 3. Recreación de la tumba de tiro 8 en el MRG. Foto del autor.

536
Los acervos museísticos en el proceso de investigación. El caso del Museo Regional de Guadalajara

Actualmente, dentro de la base de datos de inventarios del acervo del


MRG, se tiene un total de 28 095 registros, de los cuales, en el rubro de
acervo arqueológico (esta clasificación incluye lo paleontológico) se cuenta
con 16 118 fichas equivalentes a 27 722 objetos que corresponde al 57.45 %
de la colección total del museo; éstas fichas presentan diversos errores de
captura, definición del objeto, fotografía, cuantificación, medidas, cronolo-
gías, etcétera. Es importante mencionar que estos errores no son nuevos y
tienen mucha relación con la manera en que se realizó esta base de datos.
Entre 1993 y 1994 se creó un gran proyecto para la elaboración de la base
de datos institucional llamado “Grafos y puntos” el cual por lo menos en
el MRG no fue muy afortunado. El primer problema fue que se contrató
una empresa privada sin conocimiento alguno del patrimonio cultural; el
segundo, que el personal empleado para llenar las fichas (en su mayoría
custodios y algunos externos) no tenían la preparación para la importancia
del trabajo (era necesario contar con personas que conocieran los diferentes
tipos de acervos, historiadores, arqueólogos, biólogos, etcétera.) y por últi-
mo, el pago a destajo (el pago era por ficha llenada), bajo estas características
los investigadores decidieron alejarse, pues era imposible supervisar a un
gran número de personas que lo único que les importaba era llenar la mayor
cantidad de fichas al día (como ejemplo se puede mencionar un óleo sobre
marfil clasificado como perteneciente a la cultura Mexica y de temporalidad
Posclásica), dando como resultado algunos de los errores que observamos
(comunicación personal SCHÖNDUBE, ABASCAL y SÁNCHEZ, 2015).

Problemas en relación con la investigación de los acervos


Se pueden distinguir una serie de inconvenientes para la investigación de los
acervos dentro de los museos (de varios acervos que se han visitado en casi
todos se tienen dificultades similares), estos no tienen un orden por grado
de importancia, no pueden verse de manera aislada, ya que el problema es
integral y cada uno de éstos significan un eslabón en una cadena de desven-
tajas para el buen desarrollo del estudio de las colecciones.
El desconocimiento por parte de los diferentes actores del INAH sobre
el estado en el que se encuentran los acervos de los museos, infiere que pre-
suponen la existencia de un control adecuado de las colecciones, números
de inventario correctos, fichas técnicas verificadas y una disposición espa-
cial dentro de las bodegas de bienes culturales que permiten ubicar casi al
instante las piezas. La realidad es completamente inversa.
Se cree que los bienes patrimoniales que se encuentran en los acervos
únicamente sirven para ser lucidos como piezas de arte o como objetos

537
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

“bonitos” para hacer “exposicioncitas”. Las exposiciones son una parte im-
portante en la interrelación de las investigaciones con el público en general.
Es uno de los vínculos más importantes entre las investigaciones y el dar
a conocer los resultados de estas de una manera que resulte atractiva a la
gente. No es algo que se tenga que mirar como irrelevante.
El sentido acumulativo de algunos actores encargados de resguardar
los bienes en las bodegas de bienes culturales y de los investigadores en al-
gunas ocasiones raya en el viejo coleccionismo. Y con respecto a los bienes
culturales, se ha llegado al extremo de entregar los materiales (¡cuando
se entregan!) con restricción pues son “sus materiales”, impidiendo sean
usados para uno de los fines fundamentales del INAH, la difusión. De al-
gunos encargados de las bodegas de bienes culturales se puede mencionar
un excesivo control que, en ocasiones, provoca restricciones para poder
tener acceso a las colecciones, llegando incluso a no permitir el estudio de
los materiales y a crear, “bajo su visión”, piezas con elementos registrados
como conjuntos.
Las colecciones que pertenecen al INAH deben tener un inventario
y un registro, eso es una cuestión innegable, el problema a últimas fechas
ha surgido por el creciente interés (a partir de observaciones realizadas al
INAH por parte de la ASF) de la Dirección de Registro Público Monumentos
y Zonas Arqueológicas e Históricos del INAH, creando a través de la
Subdirección de Registro de Monumentos Arqueológicos Muebles del mis-
mo, el Sistema Único de Registro (SUR) −la ficha que ahí se presenta con-
tiene una considerable cantidad de apartados, al cual le transfiere una carga
más en ámbitos de investigación que de herramienta de control, acarreando
problemas que dan como resultado el difícil llenado de la mencionada ficha.
Por otra parte, las colecciones del INAH deben contener un número
de inventario, el cual, como se sabe, la Subdirección de Inventarios es el
único organismo capacitado para otorgar este número a las colecciones y
sin esta notación, las piezas no pueden ser empleadas en investigaciones o
exposiciones.
Ambas subdirecciones, la de inventarios y la de Registro de
Monumentos Arqueológicos Muebles tienen su Manual de Procedimientos
para sus respectivas labores.
Dentro de la introducción del Manual de Procedimientos de la
Subdirección de Inventarios se menciona:

El Inventario de Bienes Culturales Muebles tiene como objetivo pri-


mordial integrar la información cuantitativa y cualitativa sobre el pa-

538
Los acervos museísticos en el proceso de investigación. El caso del Museo Regional de Guadalajara

trimonio cultural mueble de la nación bajo custodia del INAH, fase


indispensable para el desarrollo de acciones que contribuyan a la pro-
tección, conservación, restauración, investigación, promoción y difu-
sión de este patrimonio.

Mientras que dentro del Manual de Normas y Procedimientos de la


Dirección de Registro dice:

El presente documento administrativo “Manual de Normas y


Procedimientos de la Dirección de Registro Público de Monumentos
y Zonas Arqueológicos e Históricos” tiene un carácter normativo y a
la vez de difusión, implementación y apoyo a los usuarios del mismo.

Al revisar la guía de usuario del SUR menciona que: “El Registro Público
[…] Es un mecanismo de control para el patrimonio cultural en custodia de
las instituciones o de particulares.”
Es indudable que ambos instrumentos son necesarios, es crucial man-
tenerlos actualizados, pero ¿a quién corresponde esto? ¿la estructura del
INAH contempla un departamento de registro por centro de trabajo? En
el apartado IV del mencionado manual, en lo referente a la Inscripción de
Muebles Arqueológicos bajo custodia del INAH, detalla que los registrará
“el responsable de los bienes muebles en la unidad administrativa” pero
¿quién es el responsable? ¿el encargado de la bodega de bienes culturales,
el director del museo, el investigador? Como investigadores tenemos la res-
ponsabilidad de proporcionar los datos fidedignos de las piezas que estén
en estudio o sean parte de una donación, pero de eso a ser responsables de
darnos de alta en el sistema y realizar el trabajo de captura, es diferente.
Antes existía la figura del “registrador” en los centros de trabajo, la cual se
ha perdido, con lo que se ha creado un vacío laboral en la estructura.
Por otra parte, dentro de la misma guía de usuario, se menciona que
el Registro Público “no es un instrumento de investigación ni de descrip-
ción”, lo cual resulta contradictorio cuando al analizar la ficha, en ella se
pueden notar una gran cantidad de apartados que no facilitan el llenado,
crean confusiones, además de contener una serie de inconsistencias en
cuanto a términos. En conclusión, es necesaria una investigación previa
para que se puedan llenar sus secciones; por ejemplo en la cuestión de la
procedencia podemos observar para la región del Occidente mesoamericano
una división de 22 subregiones existiendo una tan general como puede ser
“Cuencas lacustres y valles centrales de Jalisco, Colima, Nayarit, Michoacán

539
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

y Guanajuato” esto es una muestra de la imprecisión exhaustiva que llegan


a contener algunos apartados.

Comentarios Finales
Es importante retomar la investigación de manera sustancial de los acer-
vos de los museos, la cual se ha dejado de lado por las dificultades que esto
implica (en su mayoría son acervos formados por elementos descontextua-
lizados y sin registro de procedencia), no hay duda de que el estudio de las
culturas partiendo de los materiales que han dejado, es un indicador de
sus diversos vínculos sociales; así estos elementos son reflejo de un hecho
cultural, con una permanencia en el tiempo, de un grupo social que habitó
un lugar en específico y que fue influenciado por las formas de interacción
realizadas en su ámbito cotidiano en una región, valiéndose para ello de los
medios con los que contó a su alcance. De esta manera las colecciones de
los museos del INAH son una muestra de las costumbres sociales, repre-
sentaciones de la ideología y documentos invaluables en el entendimiento e
interpretación de nuestras sociedades pretéritas.
Por otra parte, solventar las dificultades que existen para realizar esto
resulta complejo; la falta de recursos, falta de personal, falta de apoyo y falta
de voluntad, son cuestiones que a diario se viven en el INAH en todos sus
rubros y matices. Pero, innegablemente, se tienen que buscar mecanismos en
los que cuestiones tan elementales como la Cedula Técnica de Inventarios y
la del Sistema Único de Registro conjunten soluciones, el fin es el mismo en
todas las líneas: la protección de los bienes muebles propiedad de la nación
y bajo custodia del INAH y los que aquí laboramos tenemos el compromiso
desde los múltiples frentes de cumplir al interior del instituto con las normas
que exigimos hacia la sociedad mexicana en general.

Agradecimientos
Agradezco la colaboración de los compañeros investigadores del Museo
Regional de Guadalajara por su invaluable apoyo y aportes al tema.

540
Los acervos museísticos en el proceso de investigación. El caso del Museo Regional de Guadalajara

Bibliografía

ARCHIVO HISTÓRICO DEL MUSEO REGIONAL DE GUADALAJARA (AHMRG).


Ramo arqueología, asunto decomiso, donaciones, Integración de
colecciones.
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Memoria de la escuela Antropológica 1, Universidad de Veracruz, Facultad
de Humanidades, México.
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gional de Guadalajara, Publicación de Difusión Cultural Centro INAH
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monio Cultural, (2006) INAH, México.
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OLIVÉ NEGRETE, Julio Cesar y URTEAGA CASTRO-POZO, Augusto. (coord.)
(1988), INAH, una historia, Colección de Divulgación, INAH, México.
DEL RÍO CAÑEDO, Lorenza (2010) Las vitrinas de la nación. Los museos del Ins-
tituto Nacional de Antropología e Historia (contexto, desarrollo y gestión)
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SCHÖNDUBE, Otto. y GALVÁN, Javier (1981) “Estado de Jalisco”, en Guía de ex-
cursión 1 (el noroeste de México), Unión Internacional de Ciencias Prehis-
tóricas y Protohistóricas. Miembro del consejo internacional de filosofía
y de las ciencias humanas de la UNESCO, Paris. X congreso, Román Piña
Chan (coord.), México, pp. 50-67.

541
543

LAS SECCIONES DE
CATÁLOGO Y MUESTRARIOS
DE LA DSA-INAH

Alejandro Meraz Moreno


María Trinidad Durán Anda
Lignaloé Neri Colin
Dirección de Salvamento Arqueológico

Resumen – Los materiales procedentes de los estudios arqueológicos representan una fuente
inagotable de información, tanto de manera directa para los investigadores que laboran en los
proyectos de los cuales proceden, como para fines de consulta, comparación y contrastación
para aquellos interesados en el conocimiento de dichos materiales, además de poder integrar
exposiciones temporales o permanentes tanto en nuestro territorio, como fuera de él. La DSA-
INAH resguarda las colecciones provenientes de sus proyectos en dos Secciones, la de Catálogo
y la de Muestrarios y la labor que ambas secciones llevan a cabo resulta fundamental, pues
salvaguardan los bienes muebles arqueológicos, permitiendo a su vez generar y complementar
investigaciones relacionadas con el estudio y la comprensión de las sociedades pasadas.

Introducción

D
esde su inicio, la Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH
(DSA) lleva a cabo distintos tipos de investigaciones arqueológicas
en el territorio nacional, entre las cuales pueden mencionarse
inspecciones, salvamentos, rescates, vigilancias y peritajes, protegiendo el
Patrimonio Arqueológico de la Nación, pero también buscando analizar los
procesos históricos, económicos y sociales de las culturas pasadas; inte-
grando la información resultante con el objetivo de comprender los modos
de vida y los mecanismos estructurales y organizativos de las sociedades
que nos precedieron.
Los antecedentes de la DSA se sitúan primeramente como oficina en
Monumentos Prehispánicos; para 1977 se fundó como Departamento; en
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

1989 obtuvo el estatus de Subdirección y desde 1995 alcanzó la categoría de


Dirección (CARBALLAL, et al., 2000: 26).
Para poder estudiar a las sociedades, la arqueología analiza las diferen-
tes evidencias que las culturas crearon como expresión, adaptación y ade-
cuación para desarrollar la vida social y durante las diversas investigaciones
arqueológicas se recupera una gran cantidad de materiales, cuyo estudio
y clasificación permiten a los investigadores proponer hipótesis, teorías y
conclusiones de carácter cronológico, espacial, funcional y cultural.
Los materiales procedentes de las investigaciones de la DSA, clasifi-
cados y descritos, son incorporados a las colecciones que la dependencia
resguarda en su Ceramoteca en dos diferentes Secciones, la de Catálogo
y la de Muestrarios. El Proyecto Ceramoteca depende directamente de la
DSA y de esta forma, se asegura la conservación de los bienes arqueológicos
muebles, los cuales, a la vez, sirven como mecanismos de investigación y
difusión al ilustrar textos de carácter científico y de divulgación, además de
incorporarse a exposiciones permanentes o temporales en diversos museos
y espacios que así lo solicitan.
Una Ceramoteca “es un lugar dedicado al análisis y resguardo de co-
lecciones de cerámica. Es un área de apoyo a la investigación arqueológica
donde se pueden consultar muestrarios que tienen procedencia y son cla-
sificados por sus materiales, formas y estilos, así como también es donde
se realizan labores mismas de clasificación y análisis” (MÜLLER citada
en BOUCHER Y PALOMO, s/f: 1), remarcando que “no es sólo un depósi-
to ordenado de materiales, sino un centro generador de investigaciones”
(NAVARRETE, 2001: 126). De esta forma, las piezas de catálogo y los mues-
trarios proporcionan conocimiento de los materiales presentes en un área
bajo estudio, sirviendo de consulta y comparación con los procedentes de
nuevas exploraciones (cfr. QUIROZ, s/f).

La Sección de Catálogo
La Sección de Catálogo de la DSA tiene sus orígenes hacia el año de 1983,
cuando se denominaba Sección de Catalogación; estuvo a cargo del arqueó-
logo Manfred Sasso Guardia en el entonces Departamento de Salvamento
Arqueológico, alojado en las instalaciones de Puente de Tecamachalco 17,
en Naucalpan, Estado de México. Posteriormente, se integró la arqueóloga
Hilda Castañeda Saldaña quien, en 1987, ante la renuncia de Sasso, se hizo
cargo de estas funciones hasta que en 1989 se nombró como encargado al
investigador Eduardo Contreras González.

544
Las secciones de catálogo y muestrarios de la DSA-INAH

En la década de los noventa se constituyó la Sección de Catálogo


(CATSA) y de 1994 a 1997 fueron contratadas las investigadoras Belém
Beltrán Alarcón, Jazmín Chema Argüeyes y Mónica Moguel Bernal, con
el objetivo de reestructurar y depurar los materiales arqueológicos exis-
tentes en la bodega, así como rescatar todas aquellas piezas que, por sus
características, se considerasen relevantes; es decir, las que se trataban de
piezas completas o semicompletas, canalizándolas a CATSA, para lo cual
desarrollaron unas cédulas descriptivas para vasijas y objetos, que en la
actualidad siguen siendo utilizadas, además del instructivo para su llenado
(BELTRÁN, et al., 1996).
A finales de 1999, las arqueólogas María Trinidad Durán Anda y Alicia
Zapata Castorena se hicieron cargo de la Sección de CATSA y junto con un
equipo de investigadores contratados (Adriana Maldonado Servín, Beatriz
Amaro Robles y Cuauhtémoc Domínguez Pérez), se elaboraron las cédulas
de las piezas que habían sido separadas previamente. Debido a la cantidad
de proyectos que ya llevaba a cabo la DSA y por consiguiente, de piezas ar-
queológicas recuperadas, el espacio en las instalaciones de Tecamachalco
resultó insuficiente, por lo que entre ese mismo año y el 2000, la DSA se
reestructuró y el material almacenado, así como CATSA, fueron trasladados
a las instalaciones de Alhóndiga 10, en el Centro Histórico de la Ciudad de
México, donde se contaba con un lugar más amplio. En este espacio se contó
con un equipo de investigadores contratados (Cristina Cuevas Carpintero,
Haydeé López, Mónica Lugo, Paola Payán y Alberto Díez Barroso), quienes
contabilizaron y dieron número a las cajas existentes.
A principios del presente siglo, la arqueóloga Durán quedó a cargo en
solitario de la Sección de CATSA y, en diversos momentos, se ha contado
con investigadores de contrato (María de la Paz Flores Rescalvo, Eleonora
Rivera Carretero, Thelma Margarita Saldaña, Lignaloé Neri Colin, Clemente
Salazar Avendaño, Cuauhtémoc Domínguez Pérez, Adelina Montiel De
Anda, Alejandra Jasso Peña, Érika Patjane Alonso) y cubriendo un inte-
rinato (Cristina Cuevas Carpintero), para llevar a cabo la ardua labor de
catalogar las piezas provenientes de proyectos que se acumularon a lo largo
del tiempo, realizando también la investigación necesaria para dotarlas de
su información contextual, además de integrar las colecciones que los pro-
yectos vigentes van recuperando.
Debido a las inundaciones que durante cada temporada de lluvias se
sufren en las instalaciones de Alhóndiga 10, en el año 2010 comenzó a mi-
grarse la Sección de CATSA a las instalaciones de Frontera 53, en Tizapán,
San Ángel, donde actualmente se aloja la mayoría de las colecciones de esta

545
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Sección distribuidas en anaqueles, compactadores y gavetas (Fotos 1-3). En


la actualidad, la arqueóloga Durán cuenta solamente con el apoyo de una
investigadora de contrato (María de la Paz Flores Rescalvo) y del arqueólogo
Ernesto A. Rodríguez Sánchez para realizar su tarea.

Foto 1. Piezas CATSA en anaqueles de Frontera 53. Foto: María Trinidad Durán.

Foto 2. Compactadores ubicados en Frontera 53. Foto: María Trinidad Durán.

546
Las secciones de catálogo y muestrarios de la DSA-INAH

Foto 3. Piezas CATSA y gavetas para objetos pequeños. Foto: María Trinidad Durán.

La colección de piezas arqueológicas resguardadas por CATSA com-


prende vasijas y objetos elaborados con diversas materias primas como ce-
rámica, lítica, hueso, madera, vidrio, concha, metal y plástico, que provienen
de varias regiones culturales de México, mayormente de lo que actualmente
es la Ciudad de México, y ubicados cronológicamente por época Prehispánica
(períodos Preclásico, Clásico y Posclásico), Novohispana, Independiente y/o
Moderna.
En la Sección de CATSA se alojan las piezas arqueológicas completas
o que cuentan con más del 75% de su totalidad, además de aquellas que,
aunque no alcanzan el porcentaje, resultan de gran relevancia por sus ca-
racterísticas propias o por el contexto del que provienen. A cada una de
las piezas consideradas se le asigna un número CATSA para ingresar a la
colección, la pieza es rotulada con dicho número de identificación y se llena
la cédula descriptiva correspondiente, donde se incorpora su fotografía (ac-
tividades responsabilidad de los investigadores a cargo de cada proyecto).
Posteriormente, las piezas son dadas de alta en el sistema del INAH, labores
que realiza el personal asignado a CATSA.

547
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Las piezas se consolidan o restauran. Según sea necesario, se embalan


y almacenan adecuadamente con el objetivo de resguardarlas y de que sean
de utilidad como posteriores materias de investigación y de difusión.
Actualmente, el número de piezas catalogadas asciende aproximada-
mente a 40 551, entre lotes y objetos unitarios. Pero la colección de CATSA
se encuentra en constante crecimiento debido, desde luego, a que las inves-
tigaciones arqueológicas de la DSA y la protección y resguardo de los bienes
arqueológicos muebles no deben detenerse.
Para tener una noción del crecimiento de CATSA, en los últimos cinco
años, hasta lo que va de 2019, se han integrado un total de 20 724 piezas
(Tabla 1), con un promedio anual aproximado de 4 144 piezas, aunque la
cantidad estará en función del número de proyectos que desarrolla la DSA,
así como la cantidad de piezas obtenidas por cada uno de ellos.

Tabla 1 Piezas ingresadas al CATSA, 2015-2019.

Ante esta situación, resulta notorio que, a corto o mediano plazo, el


lugar destinado para resguardar las piezas CATSA resultará insuficiente,
siendo necesario que la dependencia cuente con un espacio más amplio para
esta importante labor.
Por otro lado, como parte de las funciones sociales que cumple el INAH
difundiendo el conocimiento de los materiales procedentes de las investiga-
ciones arqueológicas de la DSA, con frecuencia un buen número de piezas
CATSA son solicitadas para ser exhibidas en exposiciones temporales, tanto
dentro como fuera del territorio nacional, o exposiciones permanentes, con
la información intrínseca que proporcionan los objetos, pero también la de
los contextos de los cuales provienen. Como ejemplo de estas actividades, se
puede mencionar que desde 1996 a la fecha se han montado 33 exposiciones
temporales con 2 241 piezas CATSA (Foto 4), siendo siete de estas exposicio-
nes fuera de nuestras fronteras (Tabla 2). Por otro lado, 4 475 piezas CATSA

548
Las secciones de catálogo y muestrarios de la DSA-INAH

han pasado a integrarse en comodato a 25 diferentes museos del país (Fotos


5-7 y Tabla 3), por lo que actualmente son 36 076 piezas catalogadas, las que
se encuentran resguardadas en la DSA.

Foto 4. Salineras del Posclásico Tardío expuestas en el Museo del Metro. Foto: Lignaloé Neri.

Foto 5. Piezas del Posclásico Tardío expuestas en el Museo de Azcapotzalco. Foto: Lignaloé Neri.

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arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Foto 6. Piezas del período Clásico expuestas en el Museo de Azcapotzalco. Foto: Lignaloé Neri.

Foto 7. Piezas del Posclásico Tardío expuestas en el Museo de las Culturas del Mundo. Foto:
Lignaloé Neri.

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Las secciones de catálogo y muestrarios de la DSA-INAH

Tabla 2. Exposiciones temporales montadas con piezas del CATSA.

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arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Tabla 3. Museos con exposiciones permanentes con piezas del CATSA.

552
Las secciones de catálogo y muestrarios de la DSA-INAH

La Sección de Muestrarios
La Sección de Muestrarios estuvo ligada a la de CATSA desde la década de
los noventas del siglo pasado hasta 2010, cuando las Secciones se separa-
ron de sede. En 2014, el arqueólogo Alejandro Meraz Moreno fue designa-
do como encargado de la Sección de Muestrarios en las instalaciones de
Alhóndiga 10, apoyado en un inicio por la arqueóloga Durán y por inves-
tigadoras de contrato (María de la Paz Flores Rescalvo, Eleonora Rivera
Carretero, Lignaloé Neri Colin), de las cuales hasta la fecha sólo continúa
contratada la investigadora Neri y se cuenta con el apoyo de la arqueóloga
Durán.
Las muestras resguardadas en esta Sección se encuentran almacenadas
en cajas y distribuidas en anaqueles (Fotos 8-10), provienen de proyectos
realizados a lo largo de 40 años de historia de la DSA, pero en muchos casos
se encuentran sin identificar y no son funcionales para los investigadores
que acuden con fines de consulta, por lo que en 2015 inició el proceso de
actualización para el ingreso de nuevas colecciones y de las colecciones ya
existentes. Esta última labor se ha venido llevando a cabo de manera pau-
latina debido al tiempo que conlleva la búsqueda y acopio de información
documental referente a cada uno de los proyectos considerados.

Foto 8. Cajas con muestrarios almacenados en la Sala 2 de Alhóndiga 10. Foto: Alejandro Meraz.

553
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Foto 9. Cajas con muestrarios almacenados en la Sala 4 de Alhóndiga 10. Foto Alejandro Meraz.

Foto 10. Cajas con muestrarios almacenados en la Sala 4 de Alhóndiga 10. Se aprecia que el
nivel inferior de los anaqueles se encuentra vacío debido a las constantes inundaciones. Foto:
Alejandro Meraz.

554
Las secciones de catálogo y muestrarios de la DSA-INAH

Para tener control sobre las muestras resguardadas se contabilizó la


totalidad de cajas con el número consecutivo que se les había asignado y
se aplicó un sistema de nomenclatura para conocer su ubicación espacial,
conformando a la vez una base de datos general que permite ubicar los ma-
teriales por materia prima, tipo, temporalidad y proyecto, para facilitar la
consulta de los investigadores interesados. Asimismo, se dispusieron linea-
mientos para la incorporación de nuevas muestras con el fin de mantener
el acervo organizado y funcional, entre las cuales, en consonancia con los
tiempos actuales −además de los muestrarios físicos−, a los investigadores
se les solicita una versión digital de los mismos y, en algunos casos par-
ticulares, dependiendo de las características cualitativas y cuantitativas
de los materiales recuperados durante las investigaciones, así como de los
contextos, se reciben únicamente en este último formato (MERAZ, 2014).
La Sección resguarda agrupamientos de fragmentos de piezas que con-
forman muestras representativas de los materiales del lugar particular de
donde provienen. Aunque se da cabida a diferentes materias primas, la ma-
yor parte de los muestrarios corresponde a materiales de barro cocido. Estas
muestras permiten apreciar las características cualitativas que constituyen
los tipos cerámicos reconocidos, tales como pasta, técnicas de manufactura,
color, acabado de superficie, técnica decorativa, motivos decorativos, for-
mas, así como las referencias bibliográficas que se utilizan para su análisis
e identificación (MERAZ, 2014: 3).
La función de los muestrarios es facilitar “la consulta y (la) compara-
ción de evidencia arqueológica […] para que (los) investigadores […] tengan
la oportunidad de comparar los materiales procedentes de sus exploraciones
con los depositados en diferentes colecciones” (QUIROZ, s/f). Asimismo,
como parte del trabajo de gabinete previo a la realización de una exploración
arqueológica, los muestrarios permiten a los investigadores conocimiento a
priori de los materiales presentes en un área bajo estudio. Igualmente, las
comparaciones de los materiales les proporcionan la posibilidad de arribar
a diversas interpretaciones de carácter cultural, cronológico y funcional de
los contextos y las regiones.
Ante esto, en cuanto a la designación de entidades tipológicas y con la
finalidad de “evitar confusiones y duplicidad”, resulta conveniente “el uso
de designaciones previas existentes para tipos, aun cuando se deriven de
clasificaciones realizadas con sistemas diferentes al que se emplee en de-
terminada investigación” (FOURNIER, 1996: 5).
Por lo que respecta a las colecciones resguardadas, además de la mane-
ra tradicional de almacenar los muestrarios, a principios del presente siglo,

555
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

los investigadores Octavio Corona y María Pérez, así como Pedro Sosa, y sus
equipos de colaboradores, elaboraron muestrarios físicos montados en hojas
de unicel, correspondientes a los proyectos Luis Moya 101 y Libertad 35,
respectivamente, que resultaron sumamente didácticos y provechosos para
aquellos que llegaron a consultarlos, pero que al paso del tiempo se fueron
deteriorando y perdiéndose tanto los fragmentos, como la información, por
lo que en años recientes Neri y Meraz renovaron las hojas y actualizaron la
información tipológica con las referencias más actuales (Fotos 11-14).

Foto 11. Actualización de la información tipológica y referencial del muestrario de Libertad 35. Foto:
Alejandro Meraz.

Foto 12. Actualización de la información tipológica y referencial del muestrario de Luis Moya 101.
Foto: Alejandro Meraz.

556
Las secciones de catálogo y muestrarios de la DSA-INAH

Foto 13. Muestrario de Luis Moya 101 renovado en hoja de etafoam. Foto: Alejandro Meraz.

Foto 14. Muestrario de Luis Moya 101 renovado en hoja de etafoam. Foto: Alejandro Meraz.

Estos muestrarios expuestos actualizados contienen materiales ce-


rámicos de la época virreinal y del siglo XIX y resultan de gran utilidad
para los investigadores interesados en conocer e identificar las tipologías
de estas épocas, por lo que es necesario hacerlo extensivo a otros rangos
cronológicos.
A la fecha, la Sección resguarda un total de 2 267 cajas que corres-
ponden a 566 proyectos reconocidos, de los cuales el 80% pertenece a ex-

557
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

ploraciones desarrolladas en la Ciudad de México (Tabla 4). Siguiendo los


lineamientos propuestos en 2014, que permiten una mejor funcionalidad de
las muestras, en los últimos cinco años, desde 2015 al 31 de mayo de 2019, se
integraron 165 nuevas colecciones físicas de proyectos con un total de 323
cajas, además de once muestrarios que son únicamente digitales, dando un
total de 176 proyectos de nueva incorporación (Tabla 5). El promedio anual
de colecciones que ingresaron en los últimos cinco años es de 35 proyectos,
aunque esto, tal como se mencionó en cuanto a las colecciones de CATSA,
está en función del resultado de las investigaciones que desarrolla la DSA.

Tabla 4. Número de proyectos registrados en muestrarios, por estado.

558
Las secciones de catálogo y muestrarios de la DSA-INAH

Tabla 5. Relación de muestrarios y cajas por estado 2015-2019.

De las 176 nuevas muestras incorporadas en los últimos cinco años, el


92% −es decir 162−, corresponde a proyectos llevados a cabo en la Ciudad de
México; de este total resaltan la alcaldía Cuauhtémoc, con el 56%, seguida
por Azcapotzalco con el 9% y Coyoacán con el 6%, apreciándose la ausen-
cia de colecciones pertenecientes a las alcaldías Cuajimalpa, Magdalena
Contreras y Milpa Alta (Tabla 6 y Gráfica 1).
La consulta de los muestrarios está abierta a todos los investigadores na-
cionales interesados, así como extranjeros, los cuales necesitan previamente
la autorización de la DSA. En estos últimos cinco años, las colecciones fueron
consultadas en 455 ocasiones, con un promedio de 91 consultas por año.
Por otro lado, como apoyo a los investigadores que acuden a las ins-
talaciones de Alhóndiga a realizar sus análisis de materiales, la Sección ha
conformado un acervo bibliográfico de consulta que funciona como comple-
mento a sus labores; dicho acervo se ha ido nutriendo por donaciones o foto-
copias de textos especializados en análisis de materiales y en estos años ha
sido consultado en 511 ocasiones, con un promedio de 102 consultas al año.
Igualmente, al tratarse Alhóndiga 10 de un área de laboratorio, a los
investigadores que lo solicitan se les asesora con las referencias de la bi-
bliografía especializada, la identificación de tipos reconocidos y se les re-

559
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

comienda la revisión de muestrarios resguardados en la Sección para que


se familiaricen con las tipologías existentes. En cinco años, se brindaron
148 asesorías referentes a temáticas generales o tipológicas de cerámica de
diferentes cronologías, de vidrio arqueológico y de industria lítica.
Finalmente, cabe mencionar que con la documentación digital de algunos
de los muestrarios se comenzó a desarrollar una base digital de consulta en
el programa File Maker, la cual se encuentra en un proceso inicial y tiene por
finalidad ejemplificar la mayor cantidad de entidades tipológicas reconocidas
para la Ciudad de México a lo largo del tiempo, para posteriormente hacerla
extensiva a otras regiones o estados de la República. Esta base servirá de
consulta inicialmente en las instalaciones de Alhóndiga, pues en los tiempos
actuales, es indispensable que la Ceramoteca almacene y maneje la informa-
ción de manera computarizada (cfr. NAVARRETE, 2001: 126), es decir, con
bases de datos completas, fichas, cédulas e imágenes digitales, lo cual permite,
a su vez, reducir las muestras, el espacio que ocupan y facilitar la consulta a
larga distancia, pero jamás dejará de ser necesario contar con muestrarios “que
permitan llevar a cabo la comparación física directa del material” (GÁMEZ,
1996: 1).
En junio de 2019 la DSA designó como encargada de la Sección a la
Maestra Lorena Gámez Eternod, quien ha continuado con la labor de esta
importante Sección con la colaboración de la investigadora Neri.

Consideraciones
Como se puede apreciar a través de estas líneas, el trabajo y la investigación
de las Secciones de Catálogo y Muestrarios de la Ceramoteca de la DSA es
una tarea ardua en la que han colaborado una gran cantidad de investiga-
dores a lo largo de 40 años de historia de la DSA. A veces con la fortuna
de contar con un equipo numeroso y otras con un equipo mínimo, pero las
actividades se han continuado desarrollando, pues esta labor es dinámi-
ca, continua, y jamás se detiene. Mientras se lleven a cabo investigaciones
arqueológicas de la DSA, seguirán recuperándose bienes arqueológicos
muebles que nos permitirán ampliar el conocimiento y la comprensión del
devenir histórico y social de las épocas prehispánica, virreinal y moderna,
siendo necesario estudiarlos, tratarlos, resguardarlos, exponerlos y consul-
tarlos, contrastando la información que se obtiene de cada uno de ellos y de
sus contextos, con las de otras investigaciones.
Sirva el presente escrito como agradecimiento a quienes han colabo-
rado en estas Secciones y cuyo trabajo ha sido silencioso, así como a las
autoridades de la DSA que han apoyado a lo largo del tiempo.

560
Las secciones de catálogo y muestrarios de la DSA-INAH

Tabla 6. Relación de muestrarios y cajas recibidas en el periodo 2015-2019, en las alcaldías de la


Ciudad de México.

Grafica 1. Distribución porcentual de muestrarios recibidos por alcaldía de la Ciudad de México.

561
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Bibliografía

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MERAZ MORENO, A. (2014) La Sección de Muestrarios de la Ceramotéca de la
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http://www.antropologia.inah.gob.mx/catalogo_06/general/dea31.htm.

562
563

ACERCA DEL HALLAZGO DE


RESTOS ÓSEOS EN CUEVAS

Javier Omar Ruiz Gordillo


Centro INAH Veracruz

Resumen – Texto presentado durante el homenaje a Johanna Faulhaber. Aborda un tema


relativamente desconocido en ese momento en el estado de Veracruz: la presencia de restos
óseos y la existencia de pinturas rupestres al interior de cuevas y abrigos rocosos. A partir del
intento de agrupamiento de los tipos de oquedades y la formación de éstas, lo aquí escrito alude
a los contextos posibles de hallar en éstas y su protección.

Acerca del hallazgo de restos óseos en cuevas

A
l estudio de las cuevas, en relación con la arqueología, lo llamamos
espeleoarqueología, y no únicamente para crear más confusión en
la ya complicada disciplina del estudio del hombre, sino para defi-
nir y ubicar más estrictamente el estudio de las actividades del hombre en
los espacios en cuevas, cuya investigación requiere, además de los usuales
en arqueología, conocimientos básicos para entender la especial geología
que en ellas se encuentra.
La importancia de las cuevas radica precisamente en que, por ser los
primeros espacios de los cuales se apropia el hombre, constituyen, por lo
mismo, un depósito ideal de sus restos culturales, acción no circunscrita a
la prehistoria sino, incluso, a grupos contemporáneos.
De ahí que es verdaderamente excepcional encontrar alguna cueva que
no haya sido mínimamente alterada por el hombre, ya que, como observa-
remos más adelante, no es únicamente la apropiación física del espacio la
que realiza el ser humano sino se apropia además de la entrada ideológica
del inframundo, se constituye en poseedor de la topografía y el relieve y lo
transforma en magia, en religión y en arte.
Como espacio conservador de las manifestaciones culturales, son las
cuevas magníficos depósitos, con mayor o menor posibilidad de encontrar
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

aun sin remoción los restos culturales, sobre todo cuando estas cuevas se
encuentran alejadas de sitios urbanos y son profundas.
Ha sido necesario intentar un agrupamiento de los principales tipos
de cavidades, a partir de su conformación geológica y teniendo así un ligero
acercamiento a su posible función.
Lazcano (1983) enlista una serie de formaciones cuya topografía y
formación geológica son características de un tipo; las más comunes en
Mesoamérica, por ejemplo, son formaciones en estratos calizos y se agrupan
en: simas, resumideros, grutas o cavernas, abrigos o covachas.
Por otro lado, Schmid (1982) resume en solamente dos tipos a todas las
cavidades, en relación con sus sedimentos: cuevas interiores o endógenas
y cuevas exteriores o exógenas; es necesario indicar que en Mesoamérica
existen ambos tipos e incluso algunas ocupan los primeros lugares en cuanto
a importancia comparada por sus dimensiones.
De nuestra tipología tenemos que las simas son profundas fallas es-
tructurales en las cuales intervienen una serie de factores tanto estructura-
les como morfológicos, e incluso climáticos. Este tipo de cavidades suelen
presentarse en muchas ocasiones en forma a largada y con profundidad
variable; alcanzan profundidades impresionantes como la del sótano del
barro, en el estado de Querétaro, con 410 metros de tiro. Es obvio que por
su profundidad y dificultad de descenso su uso en épocas pretéritas estuvo
supeditado, en caso de haber sido así, a ser depósito de algunos objetos o
personas, lo que aún no ha sido confirmado o descartado.
El descenso en épocas actuales es naturalmente difícil; sin embargo,
debió serlo mucho más en épocas anteriores; pero tampoco es licito descar-
tar este tipo de informaciones como carentes de manifestaciones culturales,
ya que se han encontrado en algunas otras cavidades que plantean una
asociación depositada a propósito en el fondo como sucede en la región de
Orizaba, Veracruz.
Las simas son, sin embargo, las cuevas menos empleadas en cualquier
época de la historia. Los resumideros son frecuentemente inaccesibles, ya
que son formaciones de pequeño diámetro por los cuales, como su nombre
lo indica, se sume algo, usualmente una corriente de agua; por ello no fueron
aprovechados por el hombre.
Las grutas o cavernas, que caen dentro de la clasificación de cuevas in-
teriores o endógenas, están compuestas por varias cámaras que penetran en
ocasiones a grandes profundidades de las montañas y forman sistemas subte-
rráneos que llegan a alcanzar decenas de cientos de metros. Un buen ejemplo

564
Acerca del hallazgo de restos óseos en cuevas

de este tipo lo constituye el sistema de Cuetzalan, en la sierra norte de Puebla,


con poco más de setenta kilómetros longitudinales explorados hasta 1998.
Estas cámaras están comunicadas por pasillos y comúnmente dentro
de ellas se encuentran ríos, cascadas hasta de 100 metros de caída libre, lo
cual no es raro puesto que han sido formadas por la erosión paulatina de an-
tiguas corrientes que aprovecharon factores tectónicos como la ampliación
de fisuras y grietas. Sin ser éstas las únicas causas de formación de cuevas
o cavernas son, sin embargo, las más frecuentes.
Los abrigos o covachas son las que más nos interesan por su calidad de
exógenos, que por ser cuevas poco profundas no penetran en las montañas y
se forman en el exterior en forma de nichos. Se las encuentra cercanas a ríos
actuales a lechos de antiguos ríos o lagos y fueron formadas por la erosión
de éstos, como puede identificarse por la altura promedio que guardan del
antiguo nivel del agua.
La erosión eólica es un factor constante de producción de abrigos y por
ello también estos suelen hallarse a determinada altura de paredes acantiladas
en las que la corrosión debilitó y posteriormente arrasó el sedimento geológico.
Una de las características generales de estas cuevas lo constituye el
relieve topográfico con suave pendiente hacia afuera; en determinadas cue-
vas, en la línea de goteo se formará un depósito de escombro, hasta hacer
una barrera natural de delimita nuestro espacio interior, definiéndolo del
exterior.
Cuando la pendiente es suave, la caída paulatina de escombro y la depo-
sición de sedimentos es constante, llegará a formarse un piso relativamente
uniforme en los abrigos, casi siempre los estratos depositados y su investi-
gación redundan en una contemporaneidad de apropiación por el hombre.
La ubicación topográfica de las cuevas habrá de influir notablemente
en nuestra investigación sobre las actividades de hombre, puesto que po-
demos encontrar grandes diferencias entre una cueva localizada al pie de
pequeñas laderas o lomas y la cantidad sumamente grande de depósito que
pueda proporcionar una cadena montañosa.
El clima, otro elemento importante para el hombre, es factor esencial
para la ocupación de cuevas y, para nosotros, por la conservación de ele-
mentos, incluidos restos óseos.
Así, si su boca está al norte, la temperatura tendrá poca variación; si
da al sur, la luz tendrá mayor permanencia en la boca; al este el clima será
más benigno y al oeste los rayos del sol pueden llegar a tocar las paredes
posteriores, con el consiguiente desequilibrio climático interior.

565
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

Un estudio concienzudo de los depósitos internos y externos inmedia-


tos de las cuevas arroja un caudal impresionante de datos, además de la
información que pueda estar plasmada en sus paredes.
Los depósitos de sedimentos que existen en una cueva, sea un abrigo
rocoso o covacha, o en la primera sala o galería de una caverna, fueron pro-
ducto de acumulación durante muchos años de gradual deposición, conjun-
tamente en algún momento con la ocupación y la modificación de estos por
el hombre; pero tales depósitos son, comparativamente, bastante delgados
en proporción con el cúmulo de información que sostienen.
Sin embargo, la sola intrusión de uno o varios animales o del hombre
a una cueva modifica cuantitativa y cualitativamente la información, ya que
su propio peso altera el depósito cultural. A esto debemos agregar no sola-
mente el uso actual de las cuevas o abrigos, sino la destrucción intencional
de cientos de cavernas, tanto en manos de neófitos como de profesionistas
que no dudan en trozar parte de la naturaleza para transportarla, por ejem-
plo: la destrucción de estalactitas y estalagmitas, incluidas raras formas de
sedimentación por goteo que crecen venciendo la ley de la gravedad.
Volviendo al aspecto de la remoción de los depósitos, además de la
mezcla que se produce al caminar, se introducen también materiales extra-
ños como vegetales, arena, tierra e incluso las mismas aves, que al morir
incorporan sus propios restos a nuestros depósitos.
Tenemos, pues, medianamente definido, el espacio que nos interesa
investigar: la arqueología estudia al hombre y la espeleología se ocupa de
las cavernas, de su estudio.
El interés de combinar ambas disciplinas radica en la amplia posibili-
dad de ocuparse del hombre desde dos aspectos: uno, por él mismo y otro,
por el medio específico que eligió para habitación, sea permanente (en forma
metafórica hablando de su muerte), sea ocasional, como habitación, refugio
contra el clima o bien apropiándose del espacio para convertirlo en corral.
De todos los casos tenemos ejemplos: la cueva de la Garrafa en el estado de
Chiapas, como sitio de enterramiento donde, al no ser un arqueólogo quien
recuperara los restos óseos y tomará únicamente los textiles sin protección
alguna, convirtió un hallazgo en un saqueo; los abrigos y cuevas próximas
a Yagul, Oaxaca; las cuevas del estado de Guanajuato, como corrales y las
cuevas cercanas a Santa Fe, en el Distrito Federal, ocupadas actualmente
como habitaciones por familias enteras.
El estudio de las pinturas rupestres de Cuauhtochco fue el primero en
ser abordado (RUIZ, 1981) en el estado de Veracruz y queda manifiesto el uso
de los pequeños relieves topográficos en las paredes para mayor realismo

566
Acerca del hallazgo de restos óseos en cuevas

de las pinturas. En la Sierra Norte de Puebla, (RUIZ, 1982) en el municipio


de Cuetzalan fueron objeto de rescate máscaras teotihuacanas, objetos de
cerámica y lítica de una cueva en la que hay ausencia de murciélagos y es
susceptible de inundación repentina.,
El otro aspecto que debemos comprender gira en torno a lo que fueron
las cuevas para el hombre prehistórico y prehispánico; lo cual está mucho
menos explorado y cuyos límites caen en el estudio de la religión y la magia.
Por lo que refiere al primer aspecto, es de sobra conocido por los ar-
queólogos y más por los antropólogos físicos la magnitud de hallazgos, loca-
lizados in situ o removidos, de restos óseos en cuevas, que fueron deposita-
dos en pequeños huecos excavados en los depósitos y, en algunas ocasiones,
como llegan a mencionar Strebel y Krickerberg, cubiertos por una delgada
capa de cal, lo cual puede significar que este material haya tenido uso prác-
tico para conservar el cuerpo o bien asociar el color blanco como medio de
defensa contra malas influencias, o quizá simplemente como simbolismo.
Entre los mexicas el color blanco es el color de los muertos y de los huesos;
así, se llega a encontrar representada la muerte en algunos casos.
En reportes arqueológicos se llega a mencionar que los restos esqueléti-
cos fueron hallados encuclillados o acostados, sin precisar el tipo de depósito
de los muertos dentro de las cuevas. Aquí, el depósito de cuerpos muertos
parece obedecer más a una práctica religiosa que asocia a la cueva con la
entrada al inframundo o a la noche eterna, puesto que muchos de los restos
se encuentran fuera de la luz directa del sol.
En algunas ocasiones los restos óseos, con todo y la importancia que
poseen y el rigor científico con el que deben tratarse, no se identifican ple-
namente como parte de un contexto cultural; así veremos que muchas veces
se da mayor énfasis al estudio de las ofrendas que al resto óseo. De esta
manera, el objetivo principal de muchas excavaciones en sitios con depósitos
de restos óseos ha sido, lamentablemente, enfocado a los objetos de valor
estético, así como adquirir muestras de cerámica y lítica, entre otras, para
fines de tipología y cronología.
Así pues, debemos de tener mayor atención hacia los posibles aspectos
sociales y demográficos de los entierros; con ello me refiero no únicamente
al estudio de los restos óseos humanos en cuevas, sino también de animales,
cuya inclusión en el contexto pudo ser deliberada, como ofrenda. No debe
bastar la criba al estudiar las cavernas y sus depósitos, en cambio deben
emplearse técnicas específicas de investigación −como ya se ha hecho− y
conceder atención a las semillas, al tipo de depósito estratigráfico, al empleo
de materiales que suelen confundirse con la misma cueva, como la cal.

567
arqueología
INAH 80 años construidos por sus trabajadores

De la misma manera, es frecuente que durante la primera inspección se


omitan algunos elementos presentes, sean pictóricos o escultóricos, debido
a su manifiesta mimetización; la pintura puede formar parte ya de la misma
pared a causa del fenómeno de Van Der Hes y los relieves pueden confun-
dirse con la erosión de la cueva. Solo el estudio de los restos óseos junto con
el contexto puede indicar que, lejos de ser únicamente un cuerpo extendido,
flexionado o en cuclillas, la osamenta que se encuentra pertenece y formó
parte de un ritual complejo, religioso, que quizá no lleguemos a comprender.
Para concluir, debemos mencionar que, aun en la actualidad, las cuevas
forman parte de la apropiación del ser humano; solo recordamos una cueva
en el estado de Guanajuato en cuyo interior encontramos, en magnifica su-
cesión estratigráfica, manifestaciones pictóricas de la época prehispánica
con pigmentos naturales, y hasta la utilización de sus paredes con restos de
pigmentos artificiales, producto de la manifestación religiosa de los pueblos
que viven y utilizan estas cuevas.

Bibliografía

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de Cultura Económica, 1982.

568
INAH 80 años construidos por sus trabajadores. Arqueología.

Producido y editado por el Sindicato Nacional de Profesores de


Investigación Científica y Docencia del INAH.
Terminó de imprimirse abril de 2021, Ciudad de México.
Consta de un tiraje de 500 ejemplares.

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