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La muchacha loba

Inspirada en una leyenda popular española

Personajes
Teresiña
Zebedeo
Lyonor

1.
En el ático.

Lyonor: Ella está allí en el desván.


Zebedeo: Está segura?
Lyonor: Claro. Usted se atreve?
Zebedeo: Sí...
Lyonor: Mire que otros que lo han intentado, han...
Zebedeo: Yo no tengo miedo.
Lyonor: Perecieron muy feo.
Zebedeo: No soy miedoso. Soy soldado.
Lyonor: No nació soldado.
Zebedeo: Cuando tengo que luchar contra el enemigo, lucho. No me lo pienso dos
veces.
Lyonor: Juan... él... ¿oyó hablar de Juan de Lugo?
Zebedeo: No.
Lyonor: ¿No?
Zebedeo: No.
Lyonor: Siete murieron.
Zebedeo: No son muchos.

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Lyonor: Se los comió a todos. Ella tiene unos dientes afiladísimos. Son como cuchillos.
Pero viera qué preciosa es cuando no está convertida; ojos como ágatas sobre la luna.
Verde sobre blanco todo en esta niña es.
Zebedeo: Yo llevo un palo para pegarle en el hocico cuando se me acerque.
Lyonor: Había quien traía un trabuco y no pudo hacer nada.

Zebedeo se encoge de hombros.

Lyonor: Me gusta que usted sea valiente. A lo mejor tiene suerte. ¿Está comido?
Zebedeo: Traía una vianda para el camino... Pero el camino fue largo.
Lyonor: Aquí hay jamón para una bacanal de tres días con sus noches. Le traigo.
Chorizo y cecina, envían los señores del Castillo. Creen que ella come de esos
alimentos... A veces hasta mandan una gallina viva..., pero yo estoy vieja y se escapan.
Les crecen las alas y se vuelan, se van. Y eso que dicen que las gallinas no vuelan!
También mandan licor de fruta para la chica, pero si estando sobria se comió siete;
ebria: ¿cuántos querrá no comerse? En este lado del mundo pasan cosas de no creer. Pan
de cebada siempre tenemos. Unas aceitunas, un pimiento morrón, una cebolla...
¿quiere?
Zebedeo: Quiero.
Lyonor: Un traguito de vino?
Zebedeo: ...
Lyonor: Se tira a dormir la siesta aquí y después entra. Lo importante es que entre
fuerte. Cuando ya en la sangre le corra el chorizo y la cebolla y el vino... Claro, que si
ella lo mata, ella se vendrá más fuerte con tantos alimentos que lleva usted adentro del
cuerpo...
Zebedeo: No me dé nada mejor.
Lyonor: Agua?
Zebedeo: Agua.
Lyonor: Aquí hay un manantial, bastante cerca... Es mucha mejor agua que la que yo
puedo servirle, la del pozo. Porque aquella es bien pura y en esta orinan las víboras...
Claro que yo estoy vieja para recorrer aquel tramo de camino... y tendrá que
conformarse con el agua del aljibe que todos bebemos... al fin y al cabo seguimos vivos,
achacosos, pero vivos...
Zebedeo: Iré al manantial.

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Lyonor: ¿Así, ahora?
Zebedeo: No voy a esperar a que oscurezca.
Lyonor: Pero con el sol de pie como un león rampante, le hará mal al seso...
Zebedeo: Mi sombrero es bueno. Tóquelo. Es fieltro. Lo compré en la feria, hace menos
de un año...
Lyonor: Vaya, entonces. Yo no se lo voy a impedir.
Zebedeo: ¿Dónde hay cántaros?
Lyonor: Fuera. Junto al naranjo.
Zebedeo: Le robaré una naranja.
Lyonor: Robar es pecado. Tómela del árbol, que yo se la regalo. Nunca supe decir que
no a un muchacho...
Zebedeo: Volveré en un momento.
Lyonor: Llévese estas castañas de aquí: ya están casi secas...
Zebedeo: Es un lugar extraño este para secar castañas...
Lyonor: Se ha hecho aquí desde siempre.
Zebedeo: Siempre es una palabra muy larga.
Lyonor: No, es bien corta según como lo piense usted. Pero los higos no los secamos
acá, sino afuera. En otro sitio... Los señores son ricos, muy ricos. Pero el señor es
altanero y presumido. Está la gente que lo quiere porque es dadivoso, y está la gente que
lo teme. La mayoría del poblado lo teme. Ahora no, pero en otro tiempo ha tenido en el
cortijo perreras hasta con quinientos perros y galgos. De cada camada que le nacía,
elegía dos y ahogaba el resto. Ls perros iban por todos lados, mataban las gallinas,
estaban asalvajados... Después el señor se cansó del asunto de los perros. Se puso a
litigar por una herencia del vecino. Los funcionarios del juez lo reciben con respeto, le
acercan la butaca, como corresponde a su rango, a sus años y a su mucha gordura y él
todas las veces se sienta al lado de la ventana abierta, porque sufre de opresión en el
pecho...
Zebedeo: ¿Ningun otro tiene castaños aquí?
Lyonor: Ninguno.
Zebedeo: Pero en esta tierra, bellotas y castañas...
Lyonor: Ninguno, muchacho. El señor no permite.
Zebedeo: Si tardo, encienda un candil.
Lyonor: Le espanta la noche?
Zebedeo: no.

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Lyonor: Ella aúlla tremendamente. Se le mete el miedo a uno en los huesos, como si
fuera aire frío. Hace que castañeteen los dientes.
Zebedeo: Vendré antes de la noche.
Lyonor: Dios lo quiera.
Zebedeo: El manantial no está lejos.
Lyonor: Desde aquí no puede verlo. Sube la sierra en aquel sentido y luego... Allí están
las rocas, trepa un poco...
Zebedeo: ¿A cuánto está?
Lyonor: Una hora tal vez.
Zebedeo: Lo hacía más cercano.
Lyonor: Andando a paso rápido. No se detenga con las piedras; son unas piedras que
bullen. Si uno se detiene mucho con ellas, ellas comienzan a enseñarle al viajero cuál es
su destino y el viajero siempre se asusta... Usted piense solo en el manantial.
Zebedeo: Está bien. Me iré ya mismo.
Lyonor: Vaya por la sombra.
Zebedeo: No hay mucha sombra por aquí.
Lyonor: Búsquela. Es delgadita, pero hay. Para que no se le esfume el agua.
Zebedeo: ...
Lyonor: El calor la desaparece con facilidad.
Zebedeo: ¿Hay algo de lo que deba cuidarme?
Lyonor: ¿Por aquí?
Zebedeo: ¿Ladrones, fieras?
Lyonor: Asaltantes de caminos, tal vez. Usted cuídese de todo. Eso le hace a Dios buena
impresión en un cristiano.
Zebedeo: Adiós.

Zebedeo comienza a irse.

Lyonor: ¡Muchacho!
Zebedeo (se vuelve): ¿Qué?
Lyonor: Vuelva.
Zebedeo: ¿Qué?
Lyonor: No se arrepienta.

4
2.
Lyonor está bordando.
Entra Zebedeo cargado con los cántaros, muy cansado, resollando.

Lyonor: Pensé que ya no vendría.


Zebedeo: Era mucho más lejos de donde usted me indicó.
Lyonor: No, habrá equivocado el camino.
Zebedeo: También.
Lyonor: No se lo dije, porque esta cabeza mía está llena de olvidos. Pero no debía usted
tomar el camino de la derecha, porque por allí viene la peste.
Zebedeo: También perdí el camino.
Lyonor: Espero que no se haya agarrado usted la peste.
Zebedeo: ...
Lyonor (le muestra el bordado): Mire así es como se pone ella...
Zebedeo:...
Lyonor: Tiene ahí dentro la piel de lobo. Cuando se la echa encima, se viene así... Puede
matarla a ella o no matarla, pero debe quitarle la piel de lobo, destruirla.
Zebedeo:...
Lyonor (buscando entre baúles): Pero este es su retrato de cuando vivía con sus padres.
Era bien bonita... Mire, mire.
Zebedeo (toma el retrato): Sí.
Lyonor: Mire qué hermosos sus ojos. Sus labios, mire que lindos.
Zebedeo: Sí...
Lyonor: No le gusta?
Zebedeo: Pero si ahora es un monstruo...
Lyonor: Pero antes no lo era. Fue todo culpa del padre, el señor... que le echó una
maldición que se fuera al monte y se la coman los lobos. Ella había cometido un pecado
grande. La chica pues se fue al monte. Pero con la maldición del padre los lobos no se la
comieron. Y se hizo ella lobo: la piel y todo de lobo. No la mire tanto, que va a gastar el
retrato con sus ojos zalameros...
Zebedeo: ¿Qué pecado hizo?
Lyonor: ¿Teresiña?
Zebedeo: ¿Quién?

5
Lyonor: La chica.
Zebedeo: ¿Su nombre es Teresa?
Lyonor: Sí. Pero desde que nació la llaman Teresiña. ¿Le gusta el nombre?
Zebedeo: Sï.
Lyonor: ¿Le gusta ella?
Zebedeo: ...
Lyonor: Tenga cuidado. Porque si le va gustando le tendrá piedad y recuerde que se
comió a siete. ¿Ve allí el ventanuco? Por ahí tira después el cuero cabelludo del pobre
muchacho... Todo lo demás se lo come. A veces, durante semanas oímos desde aquí
cómo roe los huesos...
Zebedeo: Yo no le tengo miedo. Ni aunque me gustase...
Lyonor: Se nota que viene usted del servicio.
Zebedeo: ...
Lyonor: ¿Mató muchos moros?
Zebedeo: Algunos.
Lyonor: ¿Quién era su capitán?
Zebedeo: Lope.
Lyonor: Aquí vino una vez un capitán. Le expliqué el caso. Pero no se atrevió. Ella es
una cruz y un ataúd para el hombre.
Zebedeo: ¿Usted entró al desván alguna vez?
Lyonor (niega con la cabeza): Una vez. Me dio mucho miedo.
Zebedeo: ¿Come hembras también?
Lyonor: No. Cuando habla, dice cosas... que a un buen cristiano le duelen. No tiene
usted que ponerse a conversar con ella. Porque enseguida quiere hacerle conversación al
que se allega. ¿Me oye?
Zebedeo: Sí.
Lyonor: Porque si no me oye, ella será para usted su caja negra.
Zebedeo: La oigo.
Lyonor: Es muy mentirosa. Así que al principio hablará solo mentiras. Esto no es
problema si usted no la escucha. Pero después, para confundirlo, mezclará la verdad con
las mentiras. Así lo atacará.
Zebedeo: ¿Conversando? ¿Soy yo una hilandera para andarme en conversaciones con
una muchacha?
Lyonor: Más de uno dijo que mantendría la boca cerrada y ya ve...

6
Zebedeo: Soy soldado.
Lyonor: Lo sé. Pero qué tal si ella le menta, digamos, ciertos hechos malos de algún
pariente suyo...
Zebedeo: ¿Qué dice? Llevo un palo le dije antes. Es una rama de roble cortada en luna
menguante, que dura más tiempo sin pudrirse. Aserrada por un hombre santo...
Lyonor: Digamos de su madre. ¿Qué tal si la chica le dice que su padre no es su
padre...? No sé si con este lenguaje. Antes, cuando vivía con los señores tenía el pico
muy fino, pero aquí se vino una mal hablada...
Zebedeo: Voy a entrar.
Lyonor: ¿Así de sencillo?
Zebedeo: Sí.
Lyonor: Espere. Pruebe unas castañas.
Zebedeo: Me darán sed.
Lyonor: Tiene el agua fresca. Le darán fuerzas. Pruebe estas (saca unas castañas de su
delantal.) No son unas castañas cualquiera; son de cerca de un árbol sagrado, el Malato.
Zebedeo: ¿Qué árbol es ese?
Lyonor: Uno viejo.
Zebedeo (toma las castañas, las mastica): ¿Qué frutos dá? ¿Estos?
Lyonor: Dá la gloria.
Zebedeo (escupe las cascarrillas): Muy bien. Me voy.
Lyonor: ¿A quién aviso si usted no sale del desván?
Zebedeo: Saldré.
Lyonor: ¿Y si no sale?
Zebedeo: A mi madre. María Viñas, la del tintorero...
Lyonor: Lo haré.
Zebedeo: Muy bien. Me voy. Adiós.
Lyonor: Adiós.

Zebedeo se marcha. A los pocos momentos vuelve sobre sus pasos. Se arrodilla frente a
Lyonor.

Zebedeo: Déme su bendición.


Lyonor: ¿Yo?
Zebedeo: ¿No fue usted su aya?

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Lyonor: Sí, pero...
Zebedeo: Déme su bendición.
Lyonor: Yo te bendigo, Juan Zebedeo, para que logres tus propósitos...
Zebedeo: Muy bien. Ahora bendiga al garrote.
Lyonor: ¿Qué dice?
Zebedeo: El Capitán Lope bendecía las espadas; usted bendiga el garrote.
Lyonor: Yo no puedo...
Zebedeo: Hágalo.
Lyonor: No. Es una herejía...
Zebedeo: Le estoy pidiendo una bendición, no un beso.
Lyonor (a desgano): Palo, yo te bendigo.
Zebedeo: Así, mucho no ayudará.
Lyonor: Lo siento.
Zebedeo: Adiós.

Se marcha; se vuelve.

Zebedeo: Señora...
Lyonor: ¿Qué pasa?
Zebedeo: Dijo usted que el padre la maldijo porque ella cometió un pecado grande.
Lyonor: Sí.
Zebedeo: ¿Qué pecado era?
Lyonor: No...
Zebedeo: ¿Qué pecado puede dar tanto horror para que el padre eche al hijo de la casa?
Lyonor: La verdad es que yo no sé...
Zebedeo: Dígamelo o no entro.
Lyonor: Fue, creo yo,... un pecado de amor.
Zebedeo: ¿Un pecado de amor? ¿Un pecado de amor cómo?
Lyonor: Como son los pecados de amor...
Zebedeo: ¿Y cómo son? ¿Qué le picó a ésta? Algunas quieren meterse a monja.
Lyonor: No, no, no fue así.
Zebedeo: ¿Cómo, entonces?
Lyonor: Está bien. Se lo diré para quitarle esa curiosidad. No puede usted estarse en
ascuas delante de ella...

8
Zebedeo: Está bien. Dígamelo.
Lyonor: Pero en voz baja.
Zebedeo: Aquí, para que la oiga bien.
Lyonor: Claro. Estaba ella en el lecho con su amado, cuando la encontró...

Lyonor se acerca a su oreja y susurra palabras inaudibles.


El rostro de Zebedeo revela estupor y hartura.

3.
En el desván.
Penumbras.
Entra Zebedeo sigiloso.
De pronto se vuelve un bulto que no se distinguía: es Teresiña. Es una muchacha muy
hermosa, dulce.

Teresiña (asustada): ¡Ah!


Zebedeo: No te acerques.
Teresiña: Señor, hizo saltar mi corazón el pecho... Ah, qué susto, madre mía. Oígalo
cómo late...

Teresiña hace el gesto de querer tomar la mano de él para llevarla a su pecho.

Zebedeo:¡No te acerques, monstruo!


Teresiña: ¿Por qué me trata así?
Zebedeo: Dí tus oraciones porque vas a morir.
Teresiña (llorosa): ¿Y por qué?
Zebedeo: Silencio.
Teresiña: Le creyó todo lo que le dijo la Vieja.
Zebedeo: ¡Dije silencio!
Teresiña: ¡Qué desgraciada soy!
Zebedeo: Échese ahí en el piso.

9
Ella lo hace; se tiende de espaldas, para que él le pegue en la nuca. Zebedeo levanta el
palo y se dispone a pegarle. Se vuelve y lo mira un largo momento.

Teresiña (con extrema dulzura): ¿Cree que yo puedo comerme a alguien? No me ha


visto bien. Mire mis manos (levanta una y después la otra; son manos pequeñitas). Lo
único que hice toda la vida fue bordar encaje de Camariñas... Con hilo guipur... Mire,
busque allí en el arcón... Allí están los bordados... Hago rosas, estrellas, helechos sobre
un fondo trenzado con virgulitas... Después la Vieja me los quita y los vende en la feria
de Cambados o los envía lejos hasta Finisterre... Debe tener una fortuna ya... Yo bordo
día y noche, día y noche... Mire: estoy quedando ciega... ¿Ve aquí en el centro de este
ojo? Es una mancha blanca, la ceguera que crece... Ahí está la vela a la luz de la cual
bordo y bordo... No me cree? Máteme entonces. Ya que no puede un hombre bueno
liberarme, por lo menos que me libere la Muerte...
Zebedeo: Usted es una mentirosa. Me lo advirtió la Vieja.
Teresiña: ¡Criatura del demonio!
Zebedeo: Me dijo que no le conteste, así que no le hablaré. Pero se comió siete
hombres...
Teresiña: La vieja lo encantó a usted, lo tiene encantado, dormido. Despiértese,
despiértese... Va a matar a un ser inocente... Toque mis manos, toque las yemas de mis
dedos, llenas de callos, destrozadas por los pinchos de las agujas... Toque, toque, por el
amor de Dios.

Zebedeo la toca. Casi es una caricia.

Teresiña: ¿Están ásperos y duros o no?


Zebedeo: Porque es allí adonde le terminan las zarpas.
Teresiña: ¿Qué zarpas, qué zarpas? Es el punto de gasilla: medio punto y punto de
espíritu que me arruina los dedos... No me mate, señor tan bueno, no ensucie sus manos
con sangre inocente... Déjeme vivir hasta el domingo y el domingo vaya a la Feria en la
ría de Cambados... Pida ver los encajes de la Vieja... y verá que son los míos... Creáme
señor, sea buenecito conmigo.
Zebedeo: Levántese. Sientese allí sobre el arcón, adonde yo la vea. Póngase a bordar.
Sin detenerse durante un cuarto de hora, quiero ver la puntilla hecha...
Teresiña: Gracias, señor. Gracias.

10
Teresiña se vuelve, le besa las manos. Le lame el dorso de las manos.

Zebedeo: Déjeme.

Teresiña se sienta sobre el arcón, borda.

Teresiña: Voy a mostrarle. ¿Ve este? Es para la pechera de un vestido de novia... ¿Ve
aquí las estrellas? No, no ve nada. Acerquése.
Zebedeo: No.
Teresiña: No voy a comérmelo.
Zebedeo: Usted es una muchacha maldita. Yo no voy a dar un paso hacia usted.
Teresiña: Entonces lo daré yo.
Zebedeo: No se acerque a mí, porque la mato.
Teresiña: ¿Puede ver el encaje desde allí?
Zebedeo: Sí.
Teresiña: Es de novia. Con este encaje pensaba casarme. Ponérmelo así sobre el corpiño
(le muestra) y recibir la bendición del cura. Pero no pudo ser... ¿Cómo me queda?
Zebedeo: ...
Teresiña: No hay aquí ni un espejito en que pueda contemplarme. Dígame, buen señor,
cómo me queda.
Zebedeo: ...
Teresiña: O déjeme mirarme en sus ojos.
Zebedeo: ¡No! Le queda bien.
Teresiña: A lo mejor tendría que ser más ceñido. Así.

Teresiña se ciñe el encaje sobre el pecho.

Teresiña: ¿Le gusta más así?


Zebedeo: Quiero verla bordar, borde.
Teresiña: Lo haré, lo haré. Pero, ¿para qué? Si casar no me voy a casar nunca. Esta
Vieja del Diablo me tendrá encerrada siempre acá, y yo acá, pena tras pena...
Zebedeo: ¡Borde!
Teresiña (bordando): Además yo ya tuve un prometido, y me lo quitaron.

11
Zebedeo: Un pecado hizo.
Teresiña: Esta Vieja y Leopoldina lo pusieron lejos mío. Pero él me quería.
Zebedeo: un pecado grande.
Teresiña: En el amor no hay pecado.
Zebedeo: Ese es un dicho de las brujas.
Teresiña: Porque usted no ha querido nunca, no sabe lo que es perder al amado. El me
llamaba: ‘Ven, palomita mía, ven’, y yo iba. Y yo lo llamaba: ‘Ven, halconcito mío’, y
él venía. Mire, tanto bordar aprendí a bordar la violeta. Nadie en toda Cambados la sabe
hacer... se precisa mucha maña... Venga, mire. Ah, para qué le digo. Usted no vendrá.
Me tiene más odio que a la peste negra.
Zebedeo: Yo no la odio.
Teresiña: Viene a matarme.
Zebedeo: Vengo a librar este pueblo de un mal.
Teresiña: Ay, pobre de mí.
Zebedeo:...
Teresiña: Abandonada de Dios y de todos. Sufro este castigo porque odian a mi padre.
Él ha sido violento, pero justo. Trató a los campesinos con dureza y eso le reprochan.
Quieren vivir de jolgorio en jolgorio.
Zebedeo: Su padre la maldijo a usted.
Teresiña (enfurecida): ¡Mentira!
Zebedeo: Su padre la echó de su casa.
Teresiña: ¡Esta Vieja y Leopoldina se pusieron de acuerdo para sacarme de allí, del lado
de mi padre! Porque estaban enamoradas de él y lo querían para ellas solas...
Zebedeo: Su padre...
Teresiña (tapándose los oídos): ¡Cállese, cállese!

Largo silencio.

Zebedeo: Borde.
Teresiña (obediente): Sí.
Zebedeo: ¿Quién es Leopoldina?
Teresiña (abstraída, como catatónica): ¿Qué?
Zebedeo: ¿Quién es Leopoldina?
Teresiña: Mi madre.

12
Zebedeo: La mujer de su padre?
Teresiña: No, mi madre.

Largo silencio.
Zebedeo piensa lo que le parece un acertijo de parentescos.

Teresiña: Creo que con el tiempo me saldrá un león. Vengo practicando. Pero no pasa
de gato. ¿Quiere verlo?
Zebedeo: Sí.

Teresiña deja de bordar, busca en el arconcito sobre el que está sentada.

Zebedeo: ¿No habrá una luz, una ventana que se pueda abrir?
Teresiña: No. Venga, mire el a medias león.

Zebedeo se acerca, ella se cuelga de su cuello y le da un beso de pasión.


Apagón.

4.
Momentos después.
Zebedeo está sentado junto a ella sobre el arconcito, ella borda, lo besa muy cariñosa, le
muestra el bordado.

Teresiña: La gente aquí hace muchos cuentos de hadas. Y los cuentos de hadas son
como los sueños, que varían según el humor del durmiente. Cene usted una fabada y
tendrá pesadillas. Para uno es un sitio donde no hay ley y donde la gente ama u odia a
simple vista y todos tienen sus virtudes y vicios claramente escritos en el rostro. Para
otro es una campiña llena de castillos donde viven dulces damas vestidas de seda,
hilando y cantando mientras hilan, y nobles caballeros que libran combates entre sí en
los claros del bosque... No hay dos mentes que vean igual el país de las hadas. Por eso
se habla mucho, se hace chisme, se quiere que la gente común viva como esos seres de
sueño...
Zebedeo: No se aburre de bordar?

13
Teresiña: ¿Qué quiere que haga todo el día acá encerrada?
Zebedeo:...
Teresiña: También hago la digestión. Recuerde que me comí siete hombres antes de que
usted llegara.

Zebedeo ríe.

Teresiña: ¿Qué? ¿Ahora no lo cree? ¿Ve el fuego ahí? Enciéndalo.


Zebedeo: Tiene frío?
Teresiña: No, es para cocer el caldo. ¿Cómo quiere que me lo coma a usted todo
musculoso como es? Me arruinará el estómago y la dentadura...
Zebedeo: ¿Por qué la echó su padre?
Teresiña: Él no me echó, ya le dije. Fue ella. Mi madre es mala.
Zebedeo: ¿Fue por la propiedad de la tierra?
Teresiña (sin darle importancia): Es una mujer perversa.
Zebedeo: Pero cuando ella muera esa tierra será suya.
Teresiña: Quién sabe.
Zebedeo: Si usted no tiene otros hermanos... es la única heredera.
Teresiña: Psí.
Zebedeo: Su madre morirá algún día.
Teresiña: por mí que se muera mañana mismo.
Zebedeo: No diga algo tan poco cristiano, Teresiña.
Teresiña: ¡Me llamó por mi nombre, qué alegría!
Zebedeo: Fue sin querer.
Teresiña: ¿Usted tiene madre?
Zebedeo: Sí.
Teresiña: La quiere?
Zebedeo: Pues sí.
Teresiña: Ella lo quiere a usted?
Zebedeo: Creo que sí.
Teresiña: pero no está seguro. Ya ve. Es que el cariño entre padres e hijos no es cosa de
la Naturaleza. Es inventado por el hombre.
Zebedeo: Los Mandamientos dicen que debe un hijo honrar a...
Teresiña: Ah, ese es un libro maléfico.

14
Zebedeo: ¡No diga esas cosas! ¡Habla como una bruja!
Teresiña: Usted es bruto y no observa la Naturaleza bien. No sabe en qué consiste la
ciencia médica.
Zebedeo: Déjese de tonterías.
Teresiña: Ase en el fuego unas castañas.
Zebedeo: No harán humareda?
Teresiña: No.

Zebedeo va hacia el fuego, etc.

Teresiña: Me está entrando hambre. ¿No tiene miedo de mí?


Zebedeo: No.
Teresiña: ¿Sabe la historia de Juan Sin Miedo que trepó el árbol y llegó a la casa del
Ogro?
Zebedeo (cuidando las castañas): No sé qué es un Ogro.
Teresiña: Es un gigante que se come a las personas.
Zebedeo: ¿No dice usted que esos seres no existen?
Teresiña: Ya lo sé. ¡Es un cuento!
Zebedeo: Entonces, si no existen, no me cuente. No quiero perder el tiempo. A mí me
importan solamente las cosas que existen.
Teresiña: ¿Qué cosas?
Zebedeo: Usted.
Teresiña: ¿Cómo me sacará de acá?
Zebedeo: ¿Quién dijo que la sacaré?
Teresiña: Piensa dejarme? No me rescatará de una vez por todas de esa Vieja inmunda?
Zebedeo: Me dijeron que usted era una loba. Yo venía para actuar contra usted. Ahora
resulta que usted es una moza castigada, una señorita presa, una niña lunática. Eso es
muy diferente. Es su padre el que tiene que hacerse cargo de su libertad, no yo.
Teresiña: ¡A mi padre lo tienen embrujado!
Zebedeo: Usted mezcla el mundo de los embrujos con el mundo de la ciencia a cada
rato y me desorienta.
Teresiña: ¡Está presionero de un hechizo que le hizo la Vieja y Leopoldina!
Zebedeo: Mire: comamos las castañas y hablaremos luego. Mañana será otro día.
Teresiña: Se irá?

15
Zebedeo: Es noche cerrada. La luna está alta.
Teresiña: Cómo lo sabe?
Zebedeo: La siento.
Teresiña: ¿Usted? Solo las mujeres sienten el movimiento de la luna en el cuerpo.
Zebedeo (se toca la sien): La siento aquí.
Teresiña: Qué extraño. ¡No se vaya!
Zebedeo: ¿Y qué quiere que haga?
Teresiña: Lléveme con usted.
Zebedeo: No, no.
Teresiña: Voy a ser buena.
Zebedeo: No.
Teresiña: Verá lo buena que soy. Y algún día tendré tierras.
Zebedeo: No, he dicho.
Teresiña: Quédese a dormir acá. Mañana hablaremos.
Zebedeo: ¿Quedarme con usted, una señorita?
Teresiña: Soy una loba.
Zebedeo: Ah, pero si yo no le creo.
Teresiña (se despeina con rabia): Ya verá, ya verá. No saldrá por esa puerta.
Zebedeo: No veo cómo habrá de impedirlo con esas manos pequeñitas que tiene...

Teresiña hace el gesto de abrir el arcón, pero Zebedeo es más rápido. Lo abre y saca de
ahí una piel de lobo. Rápidamente la echa al fuego, se aparta a unos pasos y abraza a
Teresiña que lucha por zafarse de él para rescatar la piel. Aúlla, se desespera.

Teresiña: ¡La piel, la piel!


Zebedeo: ¡Al fuego!
Teresiña: ¡No! ¡Dejéme! ¡Suélteme!

La piel se consume completamente en el fuego.


Teresiña llora, está quebrada.

Zebedeo (triunfal): Ahora sí me casaré con usted.


Teresiña: No quiero.

16
Zebedeo: Y quién mira lo que usted quiere o no? Se casará conmigo. Con ese encajito
tan precioso sobre el corpiño...
Teresiña: Mire; si un pelo me quedara de la piel, lo más grande que iba a quedar de
usted era una oreja...

Zebedeo va hacia la puerta. Golpea.

Zebedeo: ¡Señora, abra! ¡Abra! ¡Ya está curada la muchacha! ¡Y es mía!

Teresiña se lanza contra él, pero él la aparta riéndose.

Zebedeo: Ya no sirve ser brava, Teresiña. ¡Abra, señora Lyonor! ¿Dónde se habrá
metido esa Vieja? Estará dormida...?
Teresiña: Habrá huído a robar el oro de los arcones de mi padre. La Vieja Bruja tiene
ojos por todas partes. Hasta en la espalda los tiene. Estará celosa de usted. ¡Seguro que
se enamoró de usted también! ¡De siete hombres se enamoró, la insaciable! ¡Hasta de
mi padre! ¡Mi padre para quien yo era la luz de sus ojos y ella me apartó! El me
llamaba: ‘Ven, palomita mía, ven’, y yo iba. Y yo lo llamaba: ‘Ven, halconcito mío’, y
él venía. Entonces yo me acostaba con él porque allá abajo la noche es fría y el calor si
no es del cuerpo humano no escuece...

Entra Lyonor, trastornada.


Apagón.

5.
Lyonor: No puede llevársela: está maldita.
Zebedeo: La curé.
Lyonor: Ese mal no se cura.
Teresiña: ¡Vieja bruja!
Lyonor: Cállate. ¿Le dijo lo que hizo?
Zebedeo: Me lo dijo usted.
Lyonor: Se lo escondiste, ¡serpiente!
Zebedeo: Quemé la piel. Huela el aire.

17
Lyonor: Crédulo. ¿Cómo sabe usted que no se vendrá loba cuando esté en su casa?
Zebedeo: No lo hará, no...
Lyonor: Ha cobrado el vicio. Está cebada. Este mal no se cura.
Zebedeo: La vigilaré.
Lyonor: ¿Cómo sabe que mañana no le parirá una hija y la devore como se comió a los
otros siete?
Teresiña: ¡Yo no me comí a nadie!
Lyonor: ¡Mentirosa!
Zebedeo: Veré de... La mantendré enjaulada.
Lyonor: ¡No podrá! El lobo hace el cuerpo flaco y pasa por cualquier hendija. Al lobo,
si no se le hiere de muerte es peor. De noche les crece el corazón y son muy valientes.
Debió haberla matado.
Zebedeo: ...Quemé la piel...
Lyonor: Eso no basta. El padre es lobo y ella es loba. Su hijo lo será. No respetan la ley
de Dios. Son una raza inmunda. Los perreros llevan los perros a la iglesia de Dios y los
perros huyen de la iglesia. Así son ellos. ¿Qué hará usted, el pobrecito, cuando entre un
día a su casa y la encuentre a esta ayuntada como las bestias con su propio hijo, tal
como la encontró la pobre señora, en el lecho, con el padre?
Teresiña (se tapa las orejas): ¡Cállate, cállate!
Zebedeo: Enviaré a mis hijos a estudiar con los curas.
Lyonor: Volverán cuando sientan el llamado. No podrá evitarlo.
Zebedeo: Los enviaré lejos, a Portugal...
Lyonor: ¡Vendrán igual, aunque los envíe al otro lado del Oceáno! Arruinarán su
nombre comiendo carne humana, holgándose entre ellos... Pestes, lacras, escorias, eso
son. Mátela ahora mismo.
Teresiña: ¡¡No!!
Zebedeo: No puedo. Aunque quisiera, no puedo. Hágalo usted.
Lyonor: no. Usted quemó la piel. Sólo usted puede.
Zebedeo: No...
Teresiña: no tienen derecho a discutir mi muerte así, como si yo fuera un cachorro de un
perro paria, un mal nacido... (A Lyonor) ¡A ti te espera la horca! Y a usted, a usted...
(hace el gesto de abalanzarse, pero se queda).

Teresiña y Zebedeo se miran apasionadamente.

18
Zebedeo: Me la llevo.
Teresiña (a Lyonor): Ahí tienes. (Cae de rodillas delante de Zebedeo y le lame las
manos). Seré tu perro, tu esclava. Comeré de tu mano, me darás de patadas, pero no me
iré de tu lado...
Lyonor: Usted me da pena, Juan Zebedeo.
Zebedeo: Soy un hombre bueno.
Lyonor: Necio. No tendrá toda la vida para deshacerse de ella. Mucho menos para
matarla. Cuando cruce la frontera, perderá el derecho...
Teresiña (se acerca a Lyonor y le da un cachetazo, feliz): Vieja zorra.

Lyonor hace una reverencia y sale.

Teresiña: Llevaré mis bordados.

Va hacia el arcón, saca los encajes.

Teresiña: ¿Cómo es tu tierra? ¿Hay mucho sol allá?


Zebedeo (mutismo):...
Teresiña: Me gustaría pasar a ver a mi padre, antes de irnos... Es importante que él nos
bendiga.
Zebedeo: ¿Qué es lo que hacías con tu padre?
Teresiña: ¿Cuándo?
Zebedeo: ¿Quién te maldijo? Fue él?
Teresiña: No.
Zebedeo: ¿Comiste a siete hombres?
Teresiña: Pero guardé sus corazones. Los hice secar y me hice un collar con ellos, para
recuerdo. Me dio tanta lástima cuando... Pero no podía evitarlo. Eran hombres buenos,
no venían aquí con engaños. Sabían a lo que se arriesgaban. ¡Yo tenía tanta hambre!
¡Las tripas me hacían ruido! ¿Te muestro el collar?
Zebedeo: ¡No! No me hace falta verlo.
Teresiña: Me quieres menos?
Zebedeo:...
Teresiña: Seré buena...

19
Zebedeo: ¿Y cuándo tengas hambre, qué harás?
Teresiña (se encoge de hombros): ...
Zebedeo: Te comerás a un extraño...?
Teresiña: habrá extranjeros de vez en cuando en tu tierra, viajeros...
Zebedeo: No, eso no lo harás.
Teresiña: Me dejarás morir de hambre?
Zebedeo: Sí.
Teresiña: Me volveré contra ti.
Zebedeo: Ya veremos.
Teresiña: Viviremos en guerra constante. Mi hambre y tu desesperación por calmar mi
hambre...
Zebedeo: Sí.
Teresiña: Viviremos en la ira.
Zebedeo: La ira es una fuerza.
Teresiña: ¿Cómo podremos, así...?
Zebedeo: ...y la guerra constante será nuestra paz.
Teresiña: Marido, yo no sé si pueda... la pureza es un reino que a mí...
Zebedeo: Ya me has dicho marido.
Teresiña: Yo...
Zebedeo: Ya me dijiste marido, Teresiña. Ya hemos empezado.

Apagón final

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