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Terapia Psicoanalítica Virtual

¿Cómo se vive la terapia psicoanalítica con


adultos por medio de la virtualidad?
Ante la situación pandémica actual, todos nos hemos visto en la imperiosa
necesidad de permanecer en aislamiento y de evitar el contacto cercano
de cualquier otro en caso de tener que salir. Esto con la finalidad de evitar
lo más posible que el índice de contagios fuera en ascenso, no obstante,
ése no ha sido el caso, por el contrario. Querétaro se encuentra
constantemente transitando entre el semáforo rojo y naranja de un modo
que se torna desesperanzador, además de enloquecedor.

De modo que muchos trabajos no tuvieron más elección que


implementar lo que hoy todos conocemos como home office. El
psicoanálisis y todo tipo de terapia psicológica, no fueron la excepción.
Desde al trabajo con niños hasta el trabajo con grupos, la atención
psicológica alrededor del mundo se encuentra en medio de una coyuntura
que significará grandes cambios tanto en el presente, como en el futuro a
largo plazo. Desde videollamadas por medio de diversas aplicaciones que
nos muestran una imagen difusa, fragmentada y desfasada en el tiempo;
llamadas donde la voz es el único intercambio que hay entre analizante y
analista; hasta mensajes de texto donde meras letras y emojis pretenden
transmitir un mensaje cargado de sentido y emociones que muchas veces
se busca disimular; e incluso aquellos quienes toman la decisión en
común acuerdo de reunirse de manera presencial mientras atiendan a las
medidas sanitarias pertinentes. Situaciones en las que también el pago ha
sufrido adaptaciones necesarias.

¿Qué es lo que ocurre entonces en la relación y la interacción


entre analizante y analista? ¿Qué pasa en tanto a la manera en que se
perciben el uno al otro y lo que les hace sentir esta modificación del
enfrentamiento? ¿Esta modificación afecta de forma significativa al
proceso terapéutico y su validez?

¿Cómo se ve modificada la cuestión del pago en la terapia


virtual? Desde el lado simbólico y monetario, perspectivas de ambos.
Acaso ¿se le resta valor al trabajo analítico virtual? Eve pago diferido y
electrónico. (estructura libidinal del dinero) ¿Cuáles son las
complicaciones de las diferentes modalidades? ¿qué espacios han sido
habilitados y cómo se implica la voz en ellos? Ale: Asociación libre ¿Qué
aspecto de la terapia psicoanalítica se ve afectado? Sharon (se pierde o
no algo, afecta a la transferencia o no) ¿Qué aspectos favorables existen
con la modalidad virtual? Ilse (la analista y analizado)

Escrito
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Llamada

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Videollamada

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Presencial

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¿Qué aspecto de la terapia psicoanalítica se ve


afectado?
¿Se pierde o no algo de ella?
La terapia psicoanalítica no está pensada para realizarse a través de la
virtualidad, debido a que en el tiempo en que surgió la virtualidad no era
ni siquiera una idea, mucho menos una posibilidad a tener en cuenta por
aquellos que formaron parte de su creación y difusión alrededor del
mundo. Su teoría se basa en el hecho del enfrentamiento cara a cara
entre un analizante y un psicoanalista, de dos sujetos. Entonces ¿qué
pasa cuando este enfrentamiento se ve trastocado por la imperiosa
necesidad de mantener la distancia y su consecuente utilización de la
virtualidad como sustituto de las sesiones presenciales? ¿Será correcto
determinarlo como un sesgo, como una barrera? Y aún más importante,
¿algo se pierde o por el contrario, algo se gana?

La idea del cuerpo como una construcción del propio sujeto,


como el lugar y el medio por el que todos conocemos, experimentamos y
vivenciamos al mundo, a los otros. Un cuerpo atravesado por el lenguaje
y que por tanto es susceptible a las palabras, es decir que éstas pueden
tanto ser un arma para herir, para enloquecer, como ser un bálsamo y
tener el poder de ensalmo como explica Freud en su texto Tratamiento
psíquico, tratamiento del alma (1890),a la vez que algo como la voz, en
su tono, en su cadencia y fluidez o intermitencia, generan un sentir en el
cuerpo, no sólo produciendo efectos en el mundo psíquico, que no
obstante, a su vez, toma al cuerpo como el lugar para hablar ya sea a
través de ademanes, lo que conocemos como el lenguaje corporal, las
expresiones faciales, la mirada. Dejan marcas no visibles en el cuerpo, en
palabras de Carlos Hurtado (2016).

¿Dónde están el cuerpo y la voz en una terapia virtual? A través


de una imagen segmentada y desfasada en el tiempo cuando hablamos
de la videollamada, una imagen que no detalla fielmente los contornos,
sombras y luces del rostro o la mirada, que impiden la vista hacia el
accionar de las manos, de las piernas y los pies, del cuerpo nervioso,
ansioso, cansado o excitado; distorsionada por una bocina de mala
calidad y entrecortada por las dificultades en la señal de internet, que nos
lleva a perder detalle de la emoción en esa voz triste, alegre, del tono
enojado, confundido o frustrado.

Al hablar de una llamada el cuerpo no tiene lugar, la mirada y la


imagen del otro se omiten, permaneciendo en su lugar la voz y lo que
ésta logra expresar, quizá con mayor libertad al no encontrarse el sujeto
bajo la mirada atenta del analista o quizá con menor atención al tener
alrededor diferentes elementos que resultan distractores, la incomodidad
del ser escuchado por terceros o de sentir que no logran darse a entender
si no pueden ser vistos en sus ademanes y gestos. El cuerpo habla mucho
mejor que la lengua y es fiable cuando lo que uno dice es contradictorio
con lo que siente.

En cuanto al mensajear durante una hora o menos como forma


de terapia ¿es seguro tomar lo que el analizante envía a modo de
respuestas, como una verdadera ocurrencia? ¿Se mantiene fiel a la regla
fundamental o ésta se ve socavada ante la disponibilidad del “borrar y
reescribir” que los mensajes de texto posibilitan?

Por otra parte, al hablar de terapias presenciales, siempre y


cuando se atiendan las medidas sanitarias necesarias, existe la
interposición del cubrebocas en la voz. La sensación de que no se escucha
bien al otro (analizante/analista), el miedo a que el otro pueda estar
enfermo, de que en el camino uno mismo se contagie del virus, de que la
escasez de empleo impida la prosecución del trabajo analítico debido al
pago.

El espacio, usualmente el consultorio del psicoanalista, pasa a


ser el espacio propio del paciente y por lo tanto, un lugar no controlado
por el analista y que puede perturbarse por la presencia e interrupción de
terceros, así como generar que el analizante se cohíbe ante la posibilidad
de ser escuchado.

El cobro y el pago. ¿Es coherente y algo óptimo para el trabajo


analítico disminuir el costo de la sesión por el hecho de pasar a la
virtualidad? ¿Tendría esto alguna repercusión en la percepción del
analizante respecto a la calidad de la atención por parte del analista?

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