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CCiOMBIANO
EN- L SIGLO XIX
TERCERA EDICION
JAIME JARAMILLO URIBE
EL PENSAMIENTO
COLOMBIANO
EN EL SIGLO XIX
Tercera edición
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Yolanda Mora,
mi esposa.
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PREFACIO DE LA PRIMERA EDICIÓN
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INDICE GENERAL
P arte P rimera
Capítulo I
LA DECADENCIA ESPAÑOLA
PÁG.
1. El alma española y el mundo m oderno............................ 3
2. El caballero cristiano y el b u rg u és..................................... 7
3. Integralismo y ruralism o........................................... ... 14
Capítulo II
Capítulo III
P ág.
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
P arte Segunda
ESTADO, SOCIEDAD, IN D IV ID U O
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
EL BENTHAMISMO POLÍTICO
PÁG.
Capítulo XI
ROMANTICISMO Y UTOPISMO
Capítulo XII
Capítulo XIII
PÁG.
54. Visión del problema social m oderno............ ....................... 193
55. El problema de la propiedad................................ ............... 195
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
Capítulo XVII
Capítulo XVIII
LIBERALISMO Y CATOLICISMO. ^
RAFAEL MARÍA CARRASQUILLA
Capítulo XIX
EL PENSAMIENTO POLÍTICO DE
MIGUEL ANTONIO CARO
P arte T ercera
„ Capítulo XX
DE LA ESCOLÁSTICA A LA ILUSTRACIÓN
Y AL POSITIVISMO
PÁG.
Capítulo XXI
DE BENTHAM A TRACY
C a p ít u l o XXII
Capítulo XXIII
Capítulo XXIV
V
Capítulo I
LA DECADENCIA ESPAÑOLA
de ahí que la historia de los siglos xvi a xviii versa sobre los anta
gonismos y relaciones de nobles y burgueses.
Desde este punto de vista, la historia social europea presenta
tres situaciones. Inglaterra y el círculo de países sajones influidos
por su estilo social, logran una fusión o al menos un equilibrio mó
vil. La nobleza inglesa asimila con asombrosa rapidez las nuevas
formas de vida, se hace comerciante, industrial y banquera; toma
la iniciativa en la expansión económica imperial y mantiene su
rango político gracias a su participación en las empresas de engran
decimiento económico y político de la nación. Por eso Inglaterra
se libró del elemento de descomposición social que significa la exis
tencia de una clase social nobiliaria cuyo prestigio no se sustenta
en actos de eficacia social2*.
En cambio, la evolución continental fue muy diferente. La
fusión casi nunca se logró, o se logró a medias. La nobleza se re
sistió a aceptar la escala de valores burgueses y a reconocer a esta
clase pujante su papel en la dirección del Estado, y las condiciones
jurídicas y políticas necesarias para su expansión. Los casos nacio
nales fueron distintos, pero en general subsistieron en el alma noble
continental sentimientos de protesta que fluctuaron entre la nostal
tivo que tarea (tarefa en portugués), sean árabes. Los alarifes planeaban las casas
y los albañiles las construían; y por eso son arabismos alcázar, alcoba, azulejo, azo
tea, baldosa, zaguán, aldaba, alféizar, falleba; la gran técnica en el manejo del
agua aparece en acequia, aljibe (que adopta el francés con la forma de ogive),
alberca, y en multitud de otras palabras. Porque los sastres -eran moros se llamaron
aquellos alfayates (portugués, alfaiate); los barberos eran alfajemes; las mercan
cías eran trasportadas por arrieros y recueros; se vendían en los zocos y azogue-
jos, en almacenes, albóndigas y almonedas; pagaban derechos en las aduanas, se
pesaban y medían por arrobas, arreldes, quintales, adarmes, fanegas, almudes, cele
mines, cahíces, azumbres, que inspeccionaban el zabazoque y el almotacén; el
almojarife percibía los impuestos, que se pagaban en maravedís, o en meticales.
Ciudades y castillos estaban regidos por alcaides, alcaldes, zalmedinas y alguaciles.
Se hacían las cuencas con cifras y guarismos o con álgebra; los alquimistas destila
ban el alcohol en sus alambiques y alquitaras, o preparaban álcalis, elíxires o jara
bes, que se ponían en redomas. Las ciudades constaban de barrios y arrabales, y la
gente comía azúcar, arroz, naranjas, limones, toronjas, berenjenas, zanahorias,
albaricoques, sandías, altramuces, alcachofas, alcauciles, albérchigos, alfónsigos,
albóndigas, escabeche, alfajores y muchas otras cosas. Las plantas mencionadas
antes se cultivaban en tierras de regadío, y como en España llueve poco (excep
to en la región del Norte), el riego necesita mucho trabajo y arte para canalizar
y distribuir el agua, en lo cual sobresalieron los moros, pues necesitaban el agua
para lavarse el cuerpo y para fertilizar la tierra.
”He citado antes alberca, aljibe, acequia, pero el vocabulario relativo al riego
del campo es muy amplio; he aquí una muestra: noria, arcaduz, azuda, almatrice,
alcantarilla, atarjes, atanor, alcorque, etc”. (A mérico Castro, España en su his
toria, Buenos Aires, 1950, p. 62 y 63).
L a decadencia española
13
2 Pensamiento colombiano
E valuación de la herencia española, etc .
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C a p ít u l o II
C R ÍT IC A Y A L E JA M IE N T O D E LA T R A D IC IÓ N
6. E n t r e l a t r a d i c i ó n y e l p r o g r e s o .— A l iniciarse la se
gunda m itad del siglo x ix , la evaluación crítica de la herencia espa
ñola se to rn a más radical, aunque no siem pre más rigurosa desde el
p u n to de vista de la realidad histórica. La segunda generación re
publicana, responsable ya en form a com pleta de la dirección del
país, pud o educarse en u n m edio m ucho más abierto a las influen
cias espirituales que venían de F rancia e Inglaterra, e inclusive
muchas de sus más sobresalientes figuras tuvieron oportunidad de
viajar a E uropa y a los E stados U nidos, con lo cual el análisis com
parativo en tre las culturas latinas y sajonas adquirió la intensidad
propia de lo que se ha vivido.
La generación procer y la prim era prom oción republicana con
servaron todavía un cierto apego a las form as de vida coloniales e
hispánicas, no obstante la posición hostil que ya hem os observado.
La legislación colonial en m aterias civiles se conservó, a pesar de
la abolición de ciertas instituciones que afectaban el derecho de
propiedad, como los mayorazgos, elim inación aceptada en todas
las Constituciones regionales de la prim era época federalista de la
N ueva G ranada, y en la dictada en la V illa del R osario de Cúcuta.
Tam poco la estructura económ ica y fiscal del nuevo E stado tuvo
muchas variaciones, pues se m antuvo casi intacta la organización
trib u taria y una cierta tendencia del E stado a intervenir en la di
rección del comercio internacional, y las relaciones de la Iglesia y
el E stado se m ovieron sobre la base del patro n ato estatal, siguiendo
p o r eso deja de ser uno de los efectos más saludables del sistema
que propongo. Prescindam os de la econom ía que con ello obten
d rá la nación en sus apuros actuales, y no la m irem os sino en sus
relaciones con el trabajo y con la estabilidad del gobierno, y por
este aspecto son indisputables sus ventajas. D escendientes de un
pueblo en que la em pleom anía ha sido y es una enferm edad en
démica, buscamos en los em pleos, no una ocupación productiva,
sino un m edio holgado de subsistir. D e aquí la pereza, la indolen
cia en el servicio público. Los em pleos son una especie de sinecura
a que todos nos creemos con derecho, y en cuyo desem peño el
cobro del sueldo es la más im portante función,,12.
Pero si era necesario desarraigar ciertos hábitos y tradiciones,
p o r cautela política y por fidelidad al propio ancestro espiritual
de la nación, no todo debía cam biarse, porque, como lo diría el
mismo doctor Cuervo en 1847, al rendir inform e oficial sobre
u n cambio de textos universitarios, “ para u n pueblo naciente es
igualmente\ peligroso innovarlo todo, que mantenerlo todo en una
situación estacionaria”11.
P o r esta circunstancia era indispensable m antener la unidad
espiritual de América sobre la base del cultivo del idiom a y de una
tradición literaria com ún. Y no solo p or razones de fidelidad al
elem ento más significativo de la cultura, sino p or razones políticas
y prácticas, defendía Cuervo la im portancia de la prim acía del
idiom a español y su literatura. R efiriéndose a este tem a escribió
alguna vez en “ Là M iscelánea>>: “ N o sabemos si podríam os con
justicia llam ar nuestra la literatu ra española, porque regularm ente
se entiende p o r literatura nacional las producciones de los hijos del
país escritas en su lengua propia, y nosotros no somos ya españoles.
M as p o r o tra parte, nos inclinam os a creer que la literatura de una
nación se halla más bien en el idiom a y en el genio peculiar suyo
que la caracteriza y la distingue de las dem ás, que no en las divi
siones ni m utaciones políticas, ni en que sea esta o aquella la pa
tria de los que han contribuido a form arla con sus obras.
"N osotros creemos que es de sumo interés para los nuevos
Estados americanos, si es que quieren algún día hacerse ilustres y
14 E n ' Rufino J.( v^ á ng elt Cuervo, Vida de Rufino Cuervo, ed. cit., vol. i,
p. 38 y 3 9 .K ^ ^
15 Sobre e1 ambiente espiritual de la mitad del siglo xix , véase la obra
citada de ángel y R ufino J. Cuervo, p. 16 y ss., e infra, nuestros capítulos sobre
ideas políticas y filosóficas, parte segunda de esta obra.
C rítica y alejam iento de la tradición 33
licidad para el m ayor núm ero, era la antítesis d el espíritu del de
recho español inclinado a lo concreto, casuista, desordenado si se
quiere, p o r no ser una construcción deducida de u n principio ra
cional básico, pero más adecuado para resolver los casos particula
res, más personalista y más fundado en las realidades históricas
y sociales.
« Ibidem, p. 148.
E valuación de la herencia española , etc .
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Ca p ít u l o III
L IB E R A L ISM O , P O S IT IV IS M O , IN D U S T R IA L IS M O
6 Subrayo esta parte del texto para hacer notar algo que es permanente en
el análisis de Samper : la idea de que solo el individuo, actuando bajo el resorte
de su interés y propia iniciativa, es capaz de alto desarrollo moral e intelectual,
y desde luego, de crear una economía eficaz. Cualquier forma que sustraiga del
comercio la propiedad y entrabe la circulación de los bienes — sin que haya dife
rencias entre una forma tradicional de comunidad como lo era la propiedad indi
E valuación de la herencia española, etc .
44
3 Pensamiento colombiano
E valuación de la herencia española , etc .
46
11 Ensayo, p. 34.
12 Ibidem, p. 35.
13 Samper llama “Colombia” a Hispanoamérica, y “colombianas” , a las
repúblicas hispanoamericans.
E valuación ob la herencia española , etc .
48
o bran sobre los pueblos, las sociedades, los intereses, no sobre los
territo rio s desiertos. Son los individuos los que, explotando libre
m ente esos territorios, creando intereses y asociándose, preparan
el terreno a to d a acción colectiva o gubernam ental” 14.
“E l gobierno español — agrega Samper— no com prendió esa
verdad, extraña al genio y las tradiciones de la raza que represen
taba. Q uiso colonizar directam ente, hacerse em presario de la obra,
m inero, agricultor, com erciante, fabricante, propietario exclusivo,
m isionero, explorador y cien cosas m ás a u n tiem po; y como para
eso le fue preciso dividir sus fuerzas, dislocarse y darles una direc
ción violenta a los intereses de las colonias, las sociedades que de
estas nacieron fueron verdaderos m onstruos” 15.
P artiendo de estas prem isas y sirviéndose de un m étodo d e
ductivo, Samper tra ta a lo largo de todo su ensayo de explicar los
rasgos característicos de las sociedades hispanoam ericanas. P ara
abundar en razones y establecer con m ayor claridad todavía su p u n
to de partida, dice: “ T o d a colonización hecha por u n pueblo o gru
p o social, a v irtu d de esfuerzos individuales, esencialm ente agríco
las y com erciales, ha sido y será fecunda; porque en ta l caso el
egoísmo b astardo no es el esp íritu de la colonización, sino la crea
ción de intereses arm ónicos y libres. La prueba de esta verdad,
en los tiem pos antiguos, está en la consistencia de las colonias de
los fenicios, los griegos, los cartagineses y los árabes; y en los
tiem pos m odernos, los prodigiosos progresos de los E stados U nidos
y el Canadá, en la In d ia y la O ceania. A l contrario, toda coloniza
ción em prendida directam ente p o r u n gobierno es, por su n atu ra
leza, egoísta, tiránica, infecunda, o, p o r lo m enos, em pírica. La
prueba está en la Colom bia latinizada, en A rgelia y otros países” 16.
A hora vendrá la enum eración de los efectos necesarios de esta
colonización estatal, m arcada p o r el egoísmo. U n E stado burocra-
tizado necesita altos ingresos, y p o r consiguiente las colonias h is
panoam ericanas quedarán abrum adas p or las cargas tributarias, p o r
los m onopolios económ icos, que representan fuentes de ingreso para
17 Véase infra, nuestro capítulo sobre las ideas políticas de José M aría
Samper .
50 E valuación de la herencia española, etc .
siglo XIX a que dio lugar la obra de Gobineaú ( “raza aria”, “raza
latina” ) disminuye notablemente el valor científico del Ensayo, a
pesar de las numerosas y sagaces observaciones que contiene sobre
la historia social y sobre la evolución política y social de los países
hispanoamericanos.
Respecto a la prim era de estas prem isas, ya hem os observado
que, quebrando la lógica de sus razonam ientos, Samper atribuye
algunos de los aspectos negativos de la obra colonizadora de España
al espíritu del tiem po y de la civilización europea, y no a un rasgo
exclusivo del carácter peninsular. P ero guiado p o r su deseo de ser
consecuente con u n principio de naturaleza política y filosófica
— la concepción liberal, individualista de la sociedad— y p o r el
propósito de exagerar las malas condiciones en que quedaron las
naciones hispanoam ericanas en el m om ento de la independencia,
para así justificar sus vicisitudes políticas y sociales ante los ojos
de los críticos europeos, José María Samper , como m uchos de
sus contem poráneos de C olom bia y de A m érica18, hizo especial
hincapié en los aspectos negativos de la obra de E spaña en A m é
rica, y no tuvo suficiente com prensión histórica de sus facetas
positivas19.
A l par que p or u n a desviación negativa ante la historia de
E spaña en A m érica, las tesis del Ensayo estaban viciadas p or una
idealización de los hechos respecto a la colonización norteam erica
na. La historiografía m oderna ha dem ostrado que no todos los co
lonos que poblaron el territo rio de los E stados U nidos fueron “ los
hom bres libres que crearon una nación de pequeños propietarios,
dem ócratas y tolerantes” , según lo creyeron los historiadores libe
rales de H ispanoam érica en el siglo xix. H u b o en el N orte grandes
propietarios, y, desde luego, la tolerancia religiosa y política no
22 Ensayo, p. 18.
L iberalismo , positivismo , industrialism o 53
24 Sobre este aspecto hizo José M aría Samper consideraciones muy ati
nadas (Ensayo, p. 110 y ss.).
25 Ensayo, p. 26 y 27.
C a p ít u l o IV
L A E X IG E N C IA D E U N N U E V O T I P O D E E D U C A C IÓ N
rece con los perfiles propios del pu ritan o del siglo x v ii: “ Lector
asiduo del Evangelio y d e la Imitación de Cristo, tolerante en m a
terias religiosas y políticas, austero en las costum bres, m etódico, le
causaban espanto las riquezas im provisadas” . Las siguientes-cláu
sulas de su testam ento, escrito en 1860, m uestran con nitidez los
diversos aspectos de su form ación personal y la idea que tenía del
tipo hum ano que consideraba ideal. E n las recom endaciones d iri
gidas a sus hijos, decía: '
“ Q ue no olviden la prim era doctrina que les ha enseñado — se
refiere a su esposa— , así para cum plir el deber de am or a Dios
como para ser buenos hijos, padres, herm anos, esposos, prójim os
y ciudadanos. Yo les encom iendo vivam ente que huyan de la indife
rencia, que se esfuercen en conservar las creencias que les trasm itió
su m adre, y que no abandonen el credo cristiano. Les ruego que
sean tolerantes en religión, como en política, que sean sumisos a
la ley, como la salvaguardia de la libertad, y que en las desgraciadas
guerras civiles, p o r las cuales ten d rá que atravesar todavía nuestra
p atria, separen siem pre sus sim patías de su deber, para no seguir
sino este. Confío en que la causa de la libertad ten d rá en mis hijos
u n apoyo de tradición”23.
3 Ibidem, p. 10.
L a exigencia de u n nuevo tipo de educación 59
11 Estas son las ideas expuestas por M iguel Samper a través de numerosos
ensayos y artículos de periódico. Los expuso con especial énfasis en sus ensayos
titulados Libertad y orden, vol. ii de las “Obras completas”, p. 291 y ss., en que
acentúa el aspecto histórico y sociológico del legado español y de la situación de
América, y en La miseria en Bogotá, ensayo en el cual trata de la vida económica,
sobre todo de la crisis del artesanado a fines del siglo xrx, y que ocupa casi todo
el primer tomo de las Obras. En ambos la solución final de los problemas se
encuentra en una organización política y económica de corte liberal anglosajón.
L a exigencia de u n nuevo tipo de educación 65
tada por la idea de form ar una síntesis en tre el hum anista y el téc
nico, entre el letrado y el hom bre de negocios. É l mismo en su
educación personal dio un ejem plo de este tipo de form ación, al
agregarle a su actividad literaria una profesión como la de contador
público, que era de las más m enospreciadas por la m entalidad no
biliaria, pero que ya desde Locke y L ord Chesterfield se acon
sejaba a los caballeros británicos. D ar al hom bre de negocios, al
gentleman, el brillo de las hum anidades clásicas, era el ideal del
inglés de los siglos x v m y xix.
Tan firm e era en Caro esta idea de la necesidad de m odelar
al hom bre colom biano bajo la guía de una nueva tabla de valores,
que llegaran hasta el fondo espiritual del tipo y no sim plem ente
hasta una superficial capa de hábitos externos, que al concebir la
m isión educadora del E stado sostiene que este debe tender a eli
m inar costum bres de ta n ta ascendencia en el espíritu español como
las riñas de gallos y las corridas de to ro s16. Y en páginas que están
teñidas de acento puritano, elogia la gravedad anglosajona en con
traposición a la frivolidad francesa de la Ilustración, no sin dejar,
desde luego, de elogiar a “ los españoles del siglo xv, que eran san
guinarios si se quiere, fanáticos y duros; pero que tam poco eran
frívolos,,n .
H A C IA U N A V A L O R A C IÓ N P O S IT IV A
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Capítulo V I
EL R E G R E S O A LA T R A D IC IÓ N E SPA Ñ O L A
4 Pensamiento colombiano
78 E valuación de la herencia española , etc .
E S T A D O , S O C IE D A D , IN D IV ID U O
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C a p ít u l o VII
A N T E C E D EN TES H IS T O R IC O S D E LA ID E A
M O D E R N A D E L EST A D O
E L P E N S A M IE N T O P O L IT IC O E N LA ÉPO C A
IN M E D IA T A M E N T E A N T E R IO R A LA
IN D E P E N D E N C IA
marítimas que encarecían los trasportes y el costo de las mercancías, era contrario
a la teoría del justo precio enseñada por Santo T omás y los canonistas medievales.
Y para reforzar sus argumentos en favor de la independencia americana, justificada
por el rompimiento del contrato de sujeción entre la monarquía y los americanos,
V isca RDO recuerda los preceptos legales de la antigua legislación castellana y cita
la famosa fórmula de los fueros aragoneses, pronunciada por el justicia mayor en
el acto de la coroñación del rey: “Nos que valemos cada uno quanto vos y que
juntos valemos más que vos, os hacemos nuestro rey y señor, con tal que guardéis
nuestros fueros y libertades y si no nó” .
La influencia de las doctrinas de Su árez , Soto y Santo T omas , en la inde
pendencia de América, fue puesta presente por monseñor R afael M aría C arras
quilla al destacar la contribución del clero neogranadino al movimiento de ideas
de aquel entonces: “Entre tales sacerdotes — dice C arrasquilla — figuran hom
bres de heroicas virtudes, muertos en olor de santidad, como el doctor Margallo;
los que a raíz de la guerra fueron elevados a la dignidad episcopal, como Caycedo,
Estévez, Sotomayor; teólogos y canonistas insignes, que no habían estudiado en
modernos expositores, sino chupado la médula del León en las obras de S anto
T omás , de Suárez , de Soto y de L ugo , de V itoria y de B ela r m in o " (Estudios
y discursos, Biblioteca Popular de Autores Colombianos, Bogotá, 1952, p. 56 y 57).
P ensam iento político anterior a la I ndependencia 105
es indebido, no tiene fuerza para obligar, como acto que cae sobre
indebida m ateria”2.
T an claro era el sentido antiabsolutista de esa tradición, que
d u ran te el despotism o ilustrado de los Borbones fueron prohibidas
las obras de Suárez y la enseñanza del derecho natural. Y precisa
m ente fue esa ru p tu ra con la tradición española de libertades locales,
m antenidas por encima de prescripciones legales y del aparato b u
rocrático de poder, más aparente que efectivo, del E stado español
de los Aus trias, lo que hizo im popular el gobierno de los Borbones
y aceleró la desintegración del Im perio español en América3.
rebaja del precio de la sal, acceso de los criollos a los altos puestos
adm inistrativos, libertad de cultivo y libre com ercio del tabaco.
Como era el caso de la legislación española de Indias, no existe en
las capitulaciones de Z ipaquirá la separación — típica del racio
nalism o jurídico m oderno, surgido de la ram a del derecho natural
que culm inó en el pensam iento político liberal francés— entre de
recho público y derecho privado. Los com uneros piden m odifica
ción y eliminación de tributos, reglam entación de subastas, y ad
judicación de cargos, modificación de sanciones penales, cuestiones
que pertenecen todas al derecho público; pero tam bién consideran
como algo que pueden solicitar los ciudadanos y que debe ordenar
el E stado, el intervenir en la propiedad privada en la form a de
m andar: “ Q ue a los dueños de tierras por las cuales m edian y sigan
los caminos reales para el tráfico y com ercio de este reino, se les
obligue a dar francas las rancherías y pastos para las mulas, me
diante a experim entarse que cada particular tiene cercadas sus
tierras, dejando los caminos reales sin libre territo rio para las ran
cherías; para evitar este perjuicio se m ande, p o r p u n to general que
p untualm ente se franqueen los territorios, y que de no ejecutarlo
el dueño de tierras, pueda el viandante dem oler las cercas” . ¿No
era esta una rem iniscencia de antiguas costum bres com unitarias
castellanas como la de los bosques y pastos com unes y una expresa
declaración de que el bien privado estaba lim itado por el bien
público?
P o r últim o, hay un concepto que pasa a través de todo el tex
to de las capitulaciones como tem a constante: el concepto tom ista
y m edieval de justicia distributiva, que los juristas españoles y
especialm ente Suárez debieron popularizar entre los criollos cul
tos de las colonias americanas. N o se trata de la igualdad ante el
im puesto que N ariño habrá de propugnar en su Ensayo sobre un
nuevo plan de administración en el Nuevo Reino de Granada4 y
que la m ayor p arte de las C onstituciones y escritores de la época
republicana aceptarán tam bién, sino de una concepción del im pues
to como basado en la desigualdad de posibilidades, de derechos y
de obligaciones de los súbditos del E stado. E n el pensam iento m e
dieval, orientado más por la noción de justicia que p o r la de igual
dad, la p arte del bien público otorgado por el E stado al ciudadano,
lo mism o que la contribución que este debía dar para los gastos
de la com unidad, están graduados según la m agnitud de su riqueza
y de acuerdo con las necesidades inherentes al status social. La jus
ticia se conseguía, no igualando, sino diferenciando. E n cam bio,
N ariño afirm ará, para defender su idea de u n im puesto por cabeza,
igual para todos los ciudadanos, que “ es un error creer que una
mism a cantidad rep artid a sobre todos los contribuyentes igual
m ente, es una desigualdad perjudicial a los pobres, y en favor de
los ricos que tienen más com odidad de contribuir, puesto que el
pobre se da en arrendam iento al rico p or aquella cantidad que ne
cesita para vivir y si esa cantidad se aum enta en cierto núm ero de
pesos este aum ento vendrá a sum arse al precio que pide p o r su
trabajo, con lo cual a la p o stre el gravam en sale del peculio del
rico ”5. Y la C onstitución del E stado Soberano de A ntioquia dirá
que “ ningún hom bre, ninguna clase, corporación o asociación de
hom bres, puede, ni debe ser más gravada p or la ley, que el resto
de los ciudadanos,,6. E n esta form a, en am bos casos se estaba de
fendiendo una igualdad de los ciudadanos inexistente en la realidad,
la igualdad abstracta y m etafísica que proclam aban tan to idealistas
(igualdad de la razón) como m aterialistas (igualdad de átom os, de
estructura sensible, e tc .); igualdad que servía de sustentáculo al
racionalism o jurídico de la época de la Ilustración y de la R evolu
ción francesa.
A sí como el derecho de representación es la idea cardinal del
Memorial de agravios redactado por Camilo T orres en 1809, la
de justicia d istrib u tiv a constituye la m édula de las capitulaciones
de 1781. Sus redactores lo expresaron con toda claridad al pedir
im puestos diferenciales y iñuy bajos para indios y pulperos, y la
supresión de gravám enes sobre aquellos frutos y mercancías “ que,
como los algodones, solo los pobres lo siem bran y cogen” , según
reza la capitulación novena. Sobre el trib u to a los indígenas, dice
la núm ero siete “ que hallándose en el estado más deplorable la
m iseria de todos los indios, que si to m o la escribo porque la veo
y conozco, la palpase V. A ., creeré que, m irándolos con la debida
caridad, con conocim iento que pocos anacoretas tendrán más es
trechez en su vestuario y com ida, porque sus lim itadas luces y
5 Pensamiento colombiano
E stado, sociedad, individuo
110
17 Ibidem, p. 102.
P ensam iento político anterior a la I ndependencia
117
H A C IA LA C O N C E P C IÓ N L IB E R A L D E L ESTA D O
pensam iento político colom biano de las tres prim eras décadas de
la. segunda m itad del siglo x ix , lo m ism o que las reacciones ideoló
gicas a que dieron lugar, tienen u n doble fondo histórico, in ter
nacional de un lado, nacional del otro.
P or muy aislada que estuviese A m érica de la vida europea y
por poco que contase aún en la historia universal, desde el co
mienzo del siglo, sobre todo después de verificada la Independecia,
las potencias europeas, especialm ente In glaterra y Francia, se in tere
saron cada vez más p or intensificar sus relaciones con estos países y
em pezaron a m irarlos, no solo com o campos de inversión, mercados
y fuentes de m aterias prim as, sino tam bién como zonas de influencia
cultural y política, de im portancia en las relaciones de poder de las
grandes potencias. N o solo había interés en los gobiernos y en los
hom bres de em presa, sino tam bién en sectores intelectuales y cien
tíficos que veían en la joven A m érica, además de una naturaleza
inexplorada y m aravillosa, un cam po de aplicación para teorías,
sueños y utopías de carácter político y social que podrían ensayarse
en tierras nuevas, donde no existía el peso de tradiciones aristo
cráticas y donde la naturaleza hum ana aún no estaba corrom pida
hacían todos los liberales americanos— , al tiempo que, nacidos en América, arrai
gados sentimental y materialmente a ella y hostiles al español peninsular que los
miraba desdeñosamente, ellos y la sociedad que entraban a dirigir, llevarían en
sí mismos esta contradicción interior, esta tensión constante que, entre otros
resultados, tendría el de la inestabilidad de su temperamento.
17 J osé F élix de R estrepo, Proyecto de ley sobre manumisión de la pos
teridad de tos esclavos, etc., en Vida y escritos del doctor José Félix de Restrepo,
publicados por G uillermo H ernández de A lba, Bogotá, p. 69 y 70.
18 Desde el punto de vista de la historia constitucional y legal de la Nueva
Granada, el momento preciso lo señalan las reformas realizadas bajo el gobierno
E stado, sociedad, individuo
134
de pasar todavía trein ta años de intentos continuados por llevarla
a la práctica, p ara que se iniciara el proceso de revisión y la b ú s
queda de una solución sintética que, violentando la lógica de un
pensar sistem ático pero atendiendo los llam ados de los datos his
tóricos, conservara los elem entos que parecían conquistas defini
tivas del liberalism o, p o r obedecer a realidades sociales de la época,
al lado de form as de pensam iento político com patibles con la rea
lidad social del país, con la tradición de gobierno que, no sin
calar hondam ente en la conciencia popular, había practicado E spa
ña en sus colonias de A m érica y que parecían más adecuadas para
m antener la cohesión social de la nación. La expresión teórica de
esa síntesis se alcanzaría precisam ente en la obra de Miguel A n
tonio Caro, cuyas ideas sobre organización del E stado son el
fru to de una reflexión continuada sobre los problem as surgidos de
esa corta y tu rb u len ta experiencia, sobre el pasado histórico de la
nación, y en form a m ás am plia, sobre la problem ática entera de la
crisis social y política del m undo occidental. A ntes de llegar a
esa síntesis, que tom ó expresión objetiva en la C onstitución de
1886, Colom bia ensayaría la corrección de las fórm ulas del libera
lism o rom ántico y radical de ascendencia francesa, con un neolibe-
ralism o de origen inglés, tarea que constituyó el esfuerzo de pensa
m iento y acción de Rafael N úñez, de Miguel Samper y de Ma
nuel A ncízar, o con las del liberalism o constitucionalista, tal
com o las sostenían Benjam ín Constant , Royer-Collard y otros
escritores franceses de m ediados del siglo. P ero com o de Francia
soplaba el viento más fu erte de la influencia política, no faltarían en
aquel período una frondosa producción de pensam iento rom ántico,
n i tentativas de soluciones de contenidos socialistas, fourieristas,
blanquistas, sansim onianos y positivistas.
del general José H ilario L ópez (1853). El sentido general de estas reformas
se orientó hacia una disminución de la acción del Estado, restándole funciones,
fragmentando las formas del poder público (tendencia al federalismo) y estable
ciendo una comercialización completa de la economía, eliminando los monopolios
fiscales. El sufragio universal se consagró en forma absoluta. La Iglesia se separó
del Estado; se proclamó la completa libertad d e ’ejefcicio profesional. El movimien
to en esta dirección culmina en la llamada Constitución de Rionegro (1863) y
en la legislación sobre bienes de manos muertas del general Mosquera. La Cons
titución del 63 llevó la lógica del principio de la libertad individual hasta auto
rizar el libre comercio de armas y el derecho a resistir al gobierno en forma
armada (véase, a P qmbo y G uerra, Constituciones de Colombia, Biblioteca Popu
lar de Cultura Colombiana, Bogotá, 1951, vol. iv).
Capítulo X
E L B E N T H A M IS M O P O L IT IC O
que se nutrió la revolución francesa de 1848. Los hombres que piensan en primer
término, y de modo primordial, en la eficiencia, y la conciben en términos estre
chos —dice L indsay —, rara vez son demócratas. B e n t h a m no lo fue en principio.
Puso sus esperanzas en el déspota ilustrado y durante algún tiempo esperó encon
trar apoyo para sus opiniones en Catalina de Rusia. Comenzó por ser tory y llegó
a ser demócrata, pero difícilmente puede decirse que fuera liberal (véase a A. D.
L indsay , El Estado democrático moderno, México, 1945, p. 200).
“No creía [B e n t h a m ] en la utilidad de las declaraciones de derechos natu
rales, ni de ningún rastro de la teoría contractualista. Tomó de H obbes la doctrina
de la soberanía en todo su esplendor” (L indsay , ob. cit., p. 203). Sobre las ideas
políticas de B e n th a m y sus relaciones con la democracia y el liberalismo, Sorley,
historiador de la filosofía inglesa, dice: “La declaración de los Derechos del hom
bre y del' ciudadano, decretada por la Asamblea Constituyente francesa de 1791,
no engañó nunca a B e n t h a m . Sus Anarchical fallacies, escritas por esta época, son
una exposición magistral de las precipitaciones y confusiones de dicho documento”
(S orley, Historia de la filosofía inglesa, Buenos Aires, 1951, p. 253). Todos los
derechos — agrega Sorley— , según su opinión, son creaciones de la ley; los dere
chos naturales, son simples absurdos; los derechos naturales imprescriptibles,
absurdos retóricos, absurdos altisonantes (B e n th a m , Fallacies, cit. por
Sorley, ibidem, p. 253). Sobre la teoría del contrato social se expresó así B e n
t h a m : “Habiendo, pues, alcanzado la instrucción que necesitaba, me dispuse a
sacarle provecho. Me despedí del contrato original y lo dejé para que se divirtie
ran con su palabrería aquellos que podían creerlo necesario” (palabras citadas
por Sorley, ob. cit., p. 243). Y sobre la libertad: “Subsistencia, abundancia, segu
ridad, igualdad, son los cuatro soportes sociales de la felicidad. Pero el objetivo
principal del derecho es el mantenimiento de la seguridad. Los derechos de cual
quier clase, especialmente el derecho de propiedad, solo pueden ser mantenidos
restringiendo la libertad” (S orley, ibidem, p. 249). L indsay cree que las desi
lusiones personales — el fracaso de sus planes legislativos gestionados ante diver
sos monarcas absolutos— y el atomismo político en que se basaba su concepción
de la sociedad, condujeron a B en th a m a la aceptación de la democracia (L indsay ,
ob. cit., p. 203 y 204). Respecto a la oposición de B en t h a m a la teoría liberal clá
sica de la separación de poderes, véase a G. Sabine , Historia de la teoría política,
México, 1945, p. 614 y ss.
4 Castillo y R ada, F rancisco Soto, L ino de P ombo , J osé I gnacio de
M árquez, R u fino Cuervo, y en general los hombres más influyentes de la época
de Santander , fueron todos abogados, hombres de negocios y funcionarios públi
cos de formación burguesa. El caso en que se dio la mentalidad burguesa en su
forma más pura, fue quizás el de don RyFiNO Cuervo. Según la imagen que de él
nos han dado sus hijos áng el y R u fino J osé Cuervo en su libro Vida de Rufino
E l ben th am ism o político
139
m oderno, en la m edida en que todas las actuaciones de este se su
ped itan a estos tres principios: econom ía, sim plicidad y eficacia.
E n otros térm inos, no era sino u n aspecto de la tendencia de la vida
m oderna a llevar al E stado las form as y sistem as de operación
propios de la econom ía capitalista, que de p arte del E stado exigen
una burocracia técnica y u n sistem a racional de legislación, es de
cir, u n sistem a unitario y sencillo de norm as jurídicas de fácil co
nexión en tre unas y otras; en o tras palabras, un m undo de form as
jurídicas que perm itan la aplicación del m étodo deductivo y fo r
m en u n todo arm ónico y racional.
Eso era lo que preocupaba a B e n t h a m : encontrar un princi
pio único y sencillo que perm itiera fu n d ar un sistem a de norm as
jurídicas claras, que pudiese rem plazar la intrincada y casuísti
ca — p o r lo tan to irracional-— legislación del derecho consuetu
dinario inglés. E l que hu b iera establecido com o tal principio
el placer y el dolor, dos elem entos sicológicos y em píricos, por
consiguiente incapaces de servir de norm as universales, y además,
inaceptábles para quienes no tuviesen una sensibilidad burguesa
— p o r ejem plo, para un cristiano español— , fue lo que hizo que
muchos espíritus tradicionalistas encontrasen sus ideas pobres des
de el p u n to de vista sentim ental y débiles a la luz de la lógica.
E sto era lo que precisam ente no tenía la teoría del derecho n atural
que perseguía los mism os fines — es decir, la construcción de una
ciencia jurídica de carácter m atem ático— y que, no obstante sus
vicisitudes y p untos vulnerables, ha conocido úna suerte tan dife
rente en la historia del pensam iento jurídico y en la tradición espi
ritu al de E spaña y de Am érica. P recisam ente eso m ism o buscaban
los organizadores de la república en Colom bia: u n sistem a racional
de legislación que hiciese eficaz el E stado y rem plazase p or un
sistem a uniform e y sencillo de códigos y norm as, lo que J u a n
G a r c í a d e l R ío llam aba entonces la “ barbarie de la legislación
española” . E n su Quinta meditación, que se ocupaba casi exclusi
vam ente en este problem a, expresaba G a r c í a d e l r ío el anhelo
de racionalización del E stado a través de la legislación, en estos
térm inos:
Cuervo y noticias de su época, poseía las virtudes típicas del hombre burgués,
sobre todo del burgués inglés: honradez, sentido del cumplimiento, vida ordenada
tanto en la generalidad de hábitos como en las finanzas privadas, amor a la ley,
religiosidad discreta y tolerante, cumplido padre de familia, transaccional en polí
tica, mundano y dotado de grandes condiciones para la política y la diplomacia.
E stado, sociedad, individuo
140
6 Pensamiento colombiano
142 E stado, sociedad, individuo
todas las ciencias que describen el orden físico i m oral; que en las
leyes divinas naturales se hallan las causas de la felicidad i de la
desgracia, de lo bueno i de lo m alo, de lo justo i de lo injusto, de
los derechos i de las obligaciones, etc., etc., en una palabra, que en
estas leyes se hallan las causas de todos los fenóm enos. T al es el
fondo de las doctrinas que constituyen la escuela sensualista, a
la que tam bién se da el nom bre de experim ental” 13.
Luego agrega: “ La doctrina de esta escuela es la base i fun
dam ento, o lo que es lo m ism o, es la m etafísica del partido liberal
d el m undo, por consiguiente debe serlo del de Colom bia. Sobre la
doctrina de esta escuela reposan igualm ente todos los preceptos que
constituyen la m oral de Jesucristo; É l los fundó sobre las leyes
de su P ad re, que son las leyes naturales, leyes cuya divinidad nadie
puede d is p u ta r. . . ” 14. Finalm ente, de estas prem isas deduce que
“ de la doctrina de esta escuela se desprende la siguiente teoría
política y social: a) N ingún hom bre nace con facultad, derecho o
autoridad para gobernar a sus sem ejantes, b ) Las naciones son las
q u e tien en facultad de gobernarse a sí m is m a s .. . , etc. c) E l p o
d e r de la soberanía de las naciones es lim itado, i el todo soberano
es limitado: su lím ite se halla en los principios de la justicia u n i
versal, o lo que es lo m ism o, en los derechos individuales de los
hom bres i en los de la nación m ism a, en su condición de persona
i en la de m iem bro de la fam ilia de las naciones” 15.
T odo lo que podem os vislum brar a través de este oscuro texto
de R o j a s , es la afirm ación de que en el universo, y p or consiguiente
en el hom bre, todo es naturaleza y que en el seno de esta rigen le
yes de origen divino, que todo lo abarcan, la m ateria y el espíritu,
lo bueno y lo malo. Si R o j a s hubiera tenido una sólida cultura
filosófica habría llegado en el desenvolvim iento de estas ideas a
form ular un doctrina de carácter panteísta, muy cercana a Spinoza.
P ero en lugar de una m editación ordenada y sistem ática, lo que en
contram os en toda su obra, a través de todos sus ensayos, es una
inform e acum ulación de afirm aciones y conocim ientos y un cuerpo
de conclusiones dogm áticas cuya conexión con las prem isas no pa
rece preocuparle. D e la afirm ación de que el alma siente, juzga,
desea y recuerda, pasa a la de que estos fenóm enos constituyen sus
18 Ibidem, p. 236.
estas materias. No quiere que se toque el origen ni las bases de ningún gobierno. . .
Tal es la razón por la cual el emperador de la Rusia ha sido uno de los apologis
tas de B e n t h a m y tal es una de las razones por que no debe hallar apologistas
en estas tierras de libertad e igualdad” (El benthamismo a la luz de la razón,
Bogotá, Imprenta de Ayarza, 1836, p. 18).
20 Sobre H obbes, véase a T o e n n ie s , Thomas Hobbes, “Revista de Occi
dente”, Madrid, 1932. Respecto a M aquiavelo y la teoría del poder, especialmen
te sobre sus relaciones con la teoría de la razón de Estado, puede consultarse a
M e in e c k e , El bistoricismo y su génesis, México 1943. Sobre G rocio y la idea de
una jurisprudencia racional en conexión con el liberalismo moderno y la escuela
clásica del derecho natural, véase a C assirer , La filosofía de la Ilustración, México,
1943, cap. vi.
E l b en th a m ism o político 151
24 Ibidem, p. 189.
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C a p ít u l o X I
R O M A N T IC IS M O Y U T O P IS M O
44. A m b i e n t e e s p i r i t u a l d e l a é p o c a .— La generación de
la Independencia había estado bajo la influencia política de dos m o
vim ientos de ideas: la teoría constitucionalista norteam ericana, de
una parte, y el bentham ism o, de otra. Sin em bargo, ambos repre
sentaban un tipo de concepción del E stado com patible con cier
tos principios de realismo político y adaptables a la m entalidad
parcialm ente conservadora y legalista de una clase burguesa urba
na, de m anera que todo lo que en ellas había de elem ento explo
sivo o de tendencia hacia una m ovilidad social perm anente, se co
rregía de acuerdo con la experiencia, aunque fuese a costa de los
principios. E l sufragio universal se lim itaba en consideración al
patrim onio; la elección de legisladores era indirecta y lo mismo
ocurría con el jefe del gobierno, y la actividad del parlam ento so
berano se consideraba lim itada por una tabla de derechos indivi
duales a la que expresa o tácitam ente se atribuía valor universal.
P o r otra p arte, la legislación española se m antuvo en muchos as
pectos económicos y fiscales, y las relaciones entre la Iglesia y el
E stado se rigieron por la tradicional institución del patronato.
Eso por el aspecto político y teórico. D esde el punto de vista
sicológico, aquellas generaciones eran circunspectas y parsim onio
sas, tolerantes y amigas de la transacción y el térm ino medio. Pero
ya al doblar el siglo, R u f i n o C u e r v o pudo escribir con nostalgia:
“ ¡Los partidos medios se van! ¡Todo se va!, exclamaba un elocuen
te español hace veinticinco años. Palabras lastim eras con que se
significaba haberse acabado en los pueblos de raza latina el ver
dadero espíritu de libertad, a cuyo influjo logra verdadero respeto
la conciencia con títulos m ejores que la propiedad, y convertidas
la m oral y la religión en cuestiones de partido, haberse trocado las
contiendas políticas en lucha interm inable, satánica, trabada, si cabe
E stado, sociedad, individuo
158
6 A y R. J. C uervo , ob. cit., vol. u , p. 55. Sobre la crónica crisis fiscal del
Estado en la segunda mitad del siglo X IX, véase J osé M aría R ivas G root, Páginas
de historia de Colombia, Imprenta Moderna, Bogotá, 1909.
R omanticism o y utopismo
161
E N T R E LA U T O P IA Y E L E S T A D O T E C N O C R Ä T IC O .
E L P E N S A M IE N T O P O L IT IC O Y SO C IA L
D E JO S É E U S E B IO C A R O
7 Pensamiento colombiano
E stado, sociedad, individuo
174
20 Los subrayados son nuestros. C aro roza aquí una solución al problema
del objeto y esencia de la sociología, muy semejante a la dada por la sociología
formalista de G eorg Sim m el . Si, como dice Caro, los mismos individuos pueden
formar sociedades distintas, y viceversa, individuos distintos pueden formar socie
dades iguales, la expresión sociedad solo puede tomarse en sentido formal. La cien
cia de la sociedad sería, pues, el estudio de las formas en que puede darse la reíar
ción con otros, o la vida en común, con prescindencia de los fines perseguidos, o en
otros términos, con independencia de su contenido cultural o espiritual.
E stado, sociedad, individuó
180
todas las otras razas hum anas. E n la raza blanca, finalm ente, pre
valecerán los tipos más perfectos”22.
E n el campo político, Caro describe esta evolución diciendo
que la hum anidad en su decurso recorre seis etapas, que van de
la form ación a la federación universal de pueblos iguales, del go
bierno arm ado y servido p o r ejércitos, a la supresión de los ejércitos
y de las guerras y a la solidaridad universal. La utopía vuelve a
p resentarse a su im aginación, porque ya esta concepción no era
ni siquiera sansim oniana ni com tiana. Saint -Simon creía en la
necesidad de un gobierno de técnicos, y Comte , en uno de sa
cerdotes positivistas, pero al fin y al cabo ambos aceptaban la
necesidad de un poder coordinador, es decir, del Estado. Caro
se encontraba aquí m uy cerca del ideal anarquista de Stirne ,
ideal que ve en el E stado y en toda form a de poder superindi-
vidual la mayor amenaza para la integridad del individuo y su
libertad, que es el bien más preciado: ' ‘La paz social — dice— ,
que es el objetivo de toda sociedad, se consigue poniendo al indivi
duo en m ejores condiciones para resistir que para atacar. Y al go
bierno, en mejores condiciones para defender la sociedad que para
atacarla. E l poder público es esencialm ente agresivo, no es u n poder
de resistencia, sino un poder de agresión. Es u n arma ofensiva que
lo mism o puede volverse contra el crim inal que contra el inocente.
Para que sea eficaz debe estar organizado y arm ado de m odo que
venza toda resistencia que pudiera encontrar en los criminales
que persigue. ¿Puede haber un m ayor peligro? Pero no es solo
esto. E l poder no está solo instituido para defender la sociedad
de los crim inales, persiguiéndolos y castigándolos, sino para de
fenderla de las agresiones m ucho más form idables de otras socie
dades. D e aquí resulta que la guerra es el m ayor peligro para la li
22 Estas ideas de Caro guardan una evidente semejanza con otras, corrientes
en América en la segunda mitad del siglo xix, en los medios influidos por el posi
tivismo, especialmente con las del estadista argentino A lberdi. Según este, la
civilización es obra de la raza anglosajona, y la única manera que tiene América
para salir de la barbarie es europeizarse, que en el lenguaje de A lberdi significa
sajonizarse. “Solo los anglosajones pueden enseñarnos a disfrutar de la libertad
que los americanos no sabemos practicar”, dice en la introducción a sus Bases y
puntos de partida para la organización de la República Argentina. “La mano ingle
sa será la que produzca nuestra redención”, escribía Caro desde los Estados Uni
dos (Epistolario, p. 217). Véase supra, nuestros capítulos referentes a la valora
ción de la herencia espiritual española. Toda esta literatura sobre el mito de la
raza blanca anglosajona, se inspiraba en las obras de G obineau y C hamberlain .
Un excelente resumen y crítica de esta hipótesis, puede verse en Cassirer, El mito
del Estado, México, 1947, cap. xvi, p. 264 y ss.
182 E stado, sociedad, individuo
Ιΐ
Γ,ϊ
til
1
>
C a p ít u l o XIII
M A N U EL M A R ÍA M A D IE D O , U N U T O P IS T A
do allí dando alaridos por cuarenta siglos, hasta que un ente mis
terioso, del cual habían vaticinado los sabios de la China, los p ro
fetas de la Judea, las pitonisas de G recia y los poetas del Lacio
cosas grandes y m aravillosas, apareció en m edio de aquel océano de
sombras, y extendiendo su brazo poderoso, levantó al hom bre hasta
las alturas de los cielos y desapareció; dejando al m undo una vía
de luz que va derecho a las bellas regiones que habitaron nuestros
prim itivos progenitores. Tal es el cristianism o, esa gran vía de
luz, que nos volverá infaliblem ente al punto de partida del dere
cho, de la justicia y del orden originarios; por la abolición del
crim en y la aparición dél gobierno del hom bre sobre el hom bre,
a m edida que esa gran ley de Dios, bajo la cual vivieron nuestros
prim eros padres, vaya reinando en las conciencias y regenerando
a la hum anidad”2.
Creencia en una edad idílica de la hum anidad, sin gobierno,
sin propiedad, sin dom inación de unos hom bres sobre otros; caída
de la hum anidad por el pecado y aparición de las instituciones de
la propiedad privada del suelo, dom inación y gobierno; recupera
ción del estado de ventura prim itivo gracias al poder regenerador
del cristianism o, he aquí los elem entos de la concepción rom ánti
ca y utópica tan generalizada en los m edios de artesanos e in te
ψ lectuales de Francia en el siglo x v m , cuyos ecos surgían en los
mismos sectores neogranadinos del siglo xix,
10 Si M adiedo, como en general los escritores del siglo pasado que se ocu
paron en Colombia en el problema de la gran propiedad y en el problema agrario,
no hubieran subestimado el estudio de la legislación colonial española y de la
política indiana, habrían encontrado en documentos como las últimas relaciones
de mando de los virreyes, mayor abundancia de críticas e ideas de alcance más
real y positivo para una solución del problema del latifundio, Pero preferían par
tir de la literatura política francesa y aplicar a la realidad americana categorías
como la de feudalismo y señor feudal, que no existieron en América ni durante
la Colonia ni durante la República, pese a la analogía formal entre el cacique
americano y el señor feudal, y entre la gran propiedad de la época colonial y los
feudos de la Edad Media. En Caballero y G óngora, por ejemplo, está perfecta
mente configurada la idea de la explotación económica de la tierra como título
de propiedad, y sus recomendaciones en favor de una política agraria contraria
al latifundio improductivo eran claras. Por otra parte, instituciones coloniales como
el resguardo y el ejido tenían en realidad mucho más espíritu solidario y comuni-
196 E stado, sociedad, individuo
tario que la mal llamada por M adiedo “comunidad superficiaria”, que a la postre
no era más que la propiedad indivisa del Código Civil francés, tal como se pre
senta en las herencias no repartidas.
u Ob. dt., ρ. 125.
12 El punto de vista de M adiedo frente al socialismo, el comunismo y toda
pretensión de establecer un régimen de propiedad colectiva, no solo en la tierra
sino en la industria, era típico del sansimonismo y está latente en la teoría sobre
la renta de la tierra, de R icardo. En efecto, la teoría del valor-trabajo justifica
plenamente la propiedad privada en la industria, pero deja en condición precaria
la apropiación individual de la tierra. La posición de M adiedo era, pues, en el
fondo burguesa y nada socialista. Representaba una herencia de la época en que
la burguesía europea hubo de afirmar su posición frente a las clases nobles, aris
tocráticas y terratenientes, probándoles que eran clases estériles para la sociedad
y que el trabajo era el único título no solo de propiedad, sino de preeminencia
social y política. A propósito, dice M adiedo: “Hay una inmensa distancia entre
el derecho que tiene un comerciante en sus mercancías, y el que tiene un propie
tario rural en lo que él llama su tierra; y sin embargo, la manera como usa este
de su equívoco derecho, deja inmensamente atrás en despotismo y arbitrariedad
al uso regular y moderado con que aquel ejerce su inequívoca propiedad. Esta
observación es muy digna de tenerse en cuenta, porque es un escándalo que lo
que no se acuerda a un derecho indisputable se permita y tolere al ejercicio del
derecho adulterino de los propietarios del suelo”.
Sobre el comunismo y el socialismo afirma: “El comunismo es contrario a la
inviolabilidad natural del hombre, como un alzamiento con el fruto del trabajo,
que es la expresión de su acción personal” (ob. cit., p. 65 y 66). Y añade con
gran violencia verbal: “ ¿Qué es el comunismo sino el robo disfrazado de principio
social?” (ibidem, p. 66). Al socialismo en sus diversos matices le reprocha sobre
todo su irreligiosidad y su apartamiento del cristianismo en su intento de dar solu
ción al problema del pauperismo de las clases obreras: “Los socialistas, por su
parte, se han cegado lastimosamente, yendo a buscar fuera del principio cristiano
lo que solo ese principio de fraternidad sancionado por la autoridad divina, podría
alcanzar en el combate. Por eso el socialismo ha sido y será impotente; y no solo
impotente, sino perjudicial para la causa de los pueblos, como un campeón que
ha esgrimido sus armas contra el Cristo salvador de las naciones. Si el socialismo,
M anuel M aría M adiedo, u n utopista
197
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Capítulo X IV
E L A P O G E O D E L L IB E R A L IS M O C L Á SIC O Y LA OBRA
D E LO S H E R M A N O S SA M PER
en una isla, no fue doctrinario casi nunca y planteó sus tesis con
respecto a puntos de vista m uy concretos. N o los Derechos del
hombre, sino la participación en la fijación de los tributos, o las
franquicias personales, o las leyes sobre granos y com ercio libre.
E n la persona de algunos de sus representantes desconfía del es
píritu de la Revolución francesa. A unque es individualista, nunca,
si se excluye a Spencer y algunos grupos m inoritarios, fue anties-
tatalista p or sistem a y evolucionó m uy fácilm ente hacia una inter-
vençion-ëeliim tada del E stado (con J. Stuart Mill , H ill G reen
y M ontague}) en relación con la protección al trabajador y en sus
te s ïs ^ e la îîo ertad del contrato de trabajo como ilusoria y p erju
dicial. N i siquiera con Bentham tiene u n contenido sentim ental
revolucionario, pues nada m enos em otivo que el cálculo de los b ie
nes y los males o que el principio del interés. N o fue nunca irreli
gioso. Cobden consideraba un a gran suerte poseer, con una acti
tu d estrictam ente lógica, esa sim patía religiosa que le perm itía
cooperar con hom bres de todas las creencias. Bright era un p u ri
tano y G ladstone casi un teólogo. N unca fue republicano y solo
m uy lentam ente y sin que fuera p o r principio, aceptó el sufragio
universal. Tam poco ligó nunca su ideario, ni siquiera en el caso
de Bentham — que p o r lo dem ás fue tory en un comienzo y no
era dem ócrata— , a u n sistem a m etafísico m aterialista ni a u n ra
cionalism o nivelador. La idea de la igualdad le es extraña por este
m otivo. T am bién le fue ajena en general, la idea del pacto social”2.
La evolución del liberalism o francés resultó en cam bio de
u n a h istoria y de un espíritu nacional diferentes. Como expresión
de una clase social que luchaba contra la m onarquía en favor de
u n derecho de representación y de privilegios burgueses, tuvo u n
carácter más teórico, racionalista y al mism o tiem po u n tono sen
tim ental más explosivo y revolucionario, porque Francia tenía una
estru ctu ra social que hizo más inestable su situación política. La
m onarquía francesa otorgó privilegios y defendió a las clases u r
banas burguesas, pero estas relaciones fueron siem pre precarias
y muchas veces resultaron de com prom isos m onetarios inestables
p o r su m ism a naturaleza. Al propio tiem po su nobleza no se adap
tó a las form as de actividad de la m oderna econom ía capitalista,
y trasform ada en nobleza cortesana llevó una existencia parasitaria
y no se vio llevada a reclam ar libertades políticas: fue, como decía
8 Pensamiento colombiano
206 E stado, sociedad, individuo
u Ensayo, p. 226.
10 Ibidem, p. 232.
208 E stado, sociedad, individuo
16 C ie n c ia , prefacio, p. i y ss.
212 E stado, sociedad, individuo
sostener que el derecho está determ inado por las costum bres so
ciales, por el am biente de la época, p o r la geografía o por cual
quiera o tra circunstancia em pírica. N o se puede ser, como lo quiso
ser S a m p e r en su Ciencia , racionalista y positivista sim ultánea
m ente. Los juristas de la escuela iusnaturalista eran lógicos al acep
tar la existencia de u n derecho a priori, no som etido a ninguna
contingencia histórica, y la posibilidad de constituir una jurispru
dencia m ore geometrico. P ero el liberalism o, que se basaba en los
mismos supuestos m etafísicos y que de otro lado quería fom entar
el esp íritu de tolerancia y un cierto eclecticismo en el cam po m e
tódico, y en el propio cam po de las verdades, no podía hacerlo
sin en trar en contradicción consigo mismo.
Sa m p e r deberá abandonar m uy pro n to su aspiración a una
ciencia sintética y a una transacción en el cam po m etódico y de las
ideas, y afirm ar la existencia de una naturaleza social del hom bre
como origen de la sociedad; de una ley universal de arm onía que
la rige y de unos derechos de origen extraem pírico que poseen la
estructura form al y m aterial del derecho natural clásico. E stas son
en realidad las tres ideas centrales repetidas a lo largo de toda
su Ciencia de la legislación, ideas que form aban el patrim onio co
m ún de ese am plio m ovim iento que denom inam os liberalism o y
d en tro del cual, con sus m atices respectivos y con sus diferencias
en tesis secundarias, pueden incluirse los teóricos del derecho na
tu ral; los racionalistas optim istas com o L e i b n i z , con su idea del
“ m ejor de los m undos” ; los econom istas fisiócratas convencidos
de la existencia de u n “ orden n a tu ra l” de la econom ía y los arm o
nistas extrem os com o B astí a t .
22 Ciencia¡, p. 130.
23 Ciencia, p. 130 y 131. Las incongruencias son frecuentes en el pensa
miento de Samper . A propósito de su convicción, tan firme, de que existe un
derecho natural, hay que observar que al hacer la crítica de lo que él llama “el
criterio moral”, valiéndose de una distinción entre leyes de la naturaleza y ley
natural, rechaza de plano la idea del derecho natural: “En plural, la expresión
se refiere a fuerzas o potencias que residen en toda la naturaleza, cuya acción se
patentiza de muy diversos modos, y que solo se conocen por medio de la obser
vación y análisis de los hechos, mientras que la expresión en singular, se refiere
a la teoría puramente sintética de los antiguos filósofos y jurisconsultos romanos,
que definían la ley natural diciendo: es la razón esculpida en el corazón humano.
Definición errónea — agrega enfáticamente Samper — bajo todos los conceptos,
como puede comprobarlo la más ligera análisis de los hechos” (Ciencia, p. 13).
La distinción anterior existe científicamente, pero la segunda parte de este párrafo
está en abierta contradicción con la idea, expresa y tácitamente sostenida en su
obra, de que existe un “derecho divino, eterno, metafísico, casi indiscutible”,
D el liberalismo clásico y la obra de los hermanos S amper 217
derecho que llama expresamente derecho natural. Que Samper crea que el derecho
natural sostenido por él es diferente al de la tradición clásica, no modifica su
posición contradictoria (véase C ie n c ia , p. 129 y ss.).
24 D e r e c h o p ú b lic o in te r n o d e C o lo m b ia . H is to r ia c r ític a d e l d e r e c h o c o n s
titu c io n a l c o lo m b ia n o d e s d e 1810 b a s ta 1886, T ed., Biblioteca Popular de Cul
tura Colombiana, Bogotá, 1951, 2 vols. Lo citaremos como D e r e c h o p ú b lic o .
218 E stado, sociedad, individuo
30 Ob. cit., p. 228. En las discusiones que tuvieron lugar con motivo de
la expedición de la Constitución colombiana de 1886, Samper sostuvo, frente a la
impugnación de M iguel A ntonio Caro, fa tesis del sufragio calificado contra la
del sufragio universal. Es extraño aparentemente que Caro, que representaba un
tipo de pensamiento tradicionalista que tenía de la sociedad un concepto opuesto
al de la concepción liberal clásica, sostuviese el punto de vista dél sufragio popu
lar frente a Samper , que lo rechazaba. Pero en el fondo no existía contradicción
ni en uno ni en otro, ni había en sus respectivas actitudes nada paradojal. La
defensa que hacía Samper de las calidades que debían exigirse al elector, se basaba
precisamente en una idea propia del racionalismo, la idea de que la cultura cien
tífica, cuya encarnación mas elemental era el saber leer y escribir, daba al indivi
duo mejor juicio y capacidad para juzgar los problemas del Estado. En cambio
Caro, al sostener que inclusive un hombre iletrado podía tener buena capacidad
de juicio sobre los problemas políticos y al rechazar el conocimiento de la lectura
como algo que podía dar lugar a jerarquías, defendía una concepción de la sabi
duría humana basada en la experiencia, en la índole de la persona, en su mora
lidad —que tampoco podía tener origen intelectualista— , era consecuente con su
concepción personalista e historicista del hombre y de su desarrollo. Véase infra,
nuestras consideraciones sobre la idea del Estado en M iguel A ntonio C aro. La
idea personalista de la democracia, de origen cristiano y ascendencia española, se
enfrentaba a la concepción individualista del liberalismo moderno. La persona se
entiende como el ser moral de cada hombre y sus expresiones espirituales únicas,
y el individuo, como la simple unidad numérica que hace parte de un todo.
222 E stado, sociedad, individuo
V A C IL A C IO N E S Y T E N S IO N E S D E L L IB E R A L IS M O :
M IG U E L SA M PER
i
f
t
i-w
C a p ít u l o XVI
C R IS IS Y C R IT IC O S D E LA ID E A LIB E R A L D E L ESTA D O .
LA O B R A D E S E R G IO A R B O LED A
estamentos o clases (sobre todo las penales), y en fin, con un mínimo de derechos
individuales, como el de inviolabilidad del domicilio y la correspondencia, el juicio
por jurado, la tolerancia religiosa,, la libertad de investigación científica y el dere
cho a ejercer la oposición dentro de normas legales (derecho de las minorías);
la posibilidad de expresar opiniones políticas adversas al gobierno por medio de la
prensa; el derecho a elegir como consumidor, ya en el campo económico como en
el campo de las apetencias culturales, y la posibilidad de practicar cualquier indus
tria y comercio compatibles con la conservación de la sociedad.
C risis y críticos de la idea liberal del E stado, etc .
9 Pensamiento colombiano
238 E stado, sociedad, individuo
cuya idea es la prim era que surge en nuestro espíritu desde que lo
alum bran las prim eras luces de la razón? Medítese lo que es el
hombre y lo que ha debido ser en su origen, y se tocará por todas
partes con la teología. E n efecto, la conciencia de su espiritualidad
y de n o deberse a sí m ism o la existencia, despierta instintivam ente
en él u n sentim iento p rofundo de veneración, am or y g ratitu d por
u n ser superior cuyo p oder, grandeza y bondad se revela en las
obras de la creación y en las próbidas leyes que la rigen. C uanto
suscita en el alm a la idea de lo bello, de lo inm enso, de lo infinito
y de lo etern o ; todo lo que la im presiona p o r sublim e, sea en el
orden m aterial, sea en el intelectual, sea en el m oral; lo sublim e
m ente grande, lo sublim em ente expresivo, lo sublim em ente heroi
co o tierno; to do lo q u e halla adm irable p o r su arm onía o incom
prensible ora p o r su grandeza, ora p o r su pequeñez, le arrebatan
fuera de sí m ism o y le obligan a prosternarse extasiado ante ese
factor suprem o, soberano. . . E l sentim iento religioso es, pues, el
prim ero que se desarrolla en el hom bre; el más fu erte de cuantos
abriga su corazón; el más general en la hum anidad y el que im pe
ra y dom ina sobre todos los dem ás sentim ientos. Com o lo ha dicho
u n célebre pensador cristiano, el hom bre es un anim al religioso,
y el único que lo es; la religiosidad es la prim era de sus leyes. De
aquí que la historia de todas las naciones empiece siempre por su
vida religiosa, y que esta haya aparecido dondequiera, antes que
la vida política y confundida con la doméstica y civil. De aquí que
la religión sea la base de su progreso, la regla de las. instituciones
y el amparo de su civilización”1.
P ero si en algún caso es evidente este principio de que la
religión es la clave y nos b rin d a el m ejor m étodo de interpretación
de lo q u e sea una cu ltu ra y una nación, es en el caso de España
y de sus vástagos am ericanos: “ E s ta n to lo que el catolicism o ha
influido en el genio, carácter e historia de n u estra raza — dice
A rboleda— , que nu estro asunto pide que nos detengam os bre
ves instantes a considerarlo, para dar explicación d e sucesos que
nos afectan. D esde R ecaredo volvió la E spaña al seno de la Igle
sia, los concilios desem peñaron largo tiem po su poder legislativo
y el clero dirigió las fam ilias y Jos individuos, sin exceptuar el
rey m ismo. L a m oral y doctrinas católicas fueron, no solo el fun
dam ento de su legislación y la regla de sus costum bres, sino tam-
bia en el siglo pasado, ha sido reactualizada en nuestros días por el doctor A lfon
so L ópez M ich elsen en su ensayo L a e s tir p e c a lv in is ta d e n u e s tr a s in s titu c io n e s
(ed. de la Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 1947), pero, a nuestro jui
cio, hay poca posibilidad de establecer tal conexión, sea que se consideren los
textos y las ideas jurídicas, o que se tenga en cuenta el impulso espiritual que
animaba a los hombres que en Colombia y en América se empeñaron en defender
y poner en vigencia el constitucionalismo liberal. Este impulso espiritual era igua
litario y optimista, y el sentimiento protestante de la vida —y ello por razones
teológicas que no es del caso explicar aquí— es jerárquico y pesimista.
La afirmación sobre la existencia de un contenido protestante en las institu
ciones colombianas del siglo pasado, se basa en la conexión entre la idea del pacto
social, como origen del gobierno, y la idea calvinista de una iglesia cuyos jerarcas
son elegidos por sus propios miembros quienes poseen además el derecho a la
interpretación individual de las escrituras. Pero tanto la relación teórica entre
la teología calvinista y la idea liberal del Estado, como el problema histórico de la
contribución práctica del calvinismo a la democracia moderna, son extraordinariamen
te más complejos de lo que la vinculación entre dos conceptos puede demostrar.
Para establecer una relación entre la teoría de la voluntad popular como base
del Estado representativo y la teología calvinista, se presenta en primer lugar el
obstáculo de las ideas de e le c c ió n y p r e d e s tin a c ió n que tienen en ella mucha más
importancia que cualquier otro principio. A propósito de las relaciones entre el
calvinismo y la teoría de la resistencia a los gobiernos tiránicos —que, como se
sabe, está íntimamente vinculada a la idea del contrato— , dice el historiador G eorge
Sa bin e : “En su forma inicial, el calvinismo no solo incluía en su doctrina una
condena de la resistencia, sino que carecía de toda inclinación al liberalismo, el
constitucionalismo o los principios representativos. Donde tuvo campo libre se
convirtió —y ello es característico— en una teocracia, una especie de oligarquía
mantenida por una alianza del clero y la nobleza de segundo orden, de la que
estaba excluida la masa del pueblo y que, en general, fue antiliberal, opresora y
reaccionaria. Tal fue la naturaleza del gobierno del propio Calvino en Ginebra
y del gobierno puritano en Massachussets... No era democrático ni siquiera como
iglesia... La forma calvinista de gobierno eclesiástico incluye la representación
de la congregación por los E ld e r s seglares. Esta última práctica era un medio efi
caz de aplicar la censura; pero no tenía la intención de introducir la democracia
en la iglesia ni de contrarrestar la influencia del clero, ni lo hizo así en las pri
meras formas del calvinismo” ( H is to r ia d e la te o r ía p o lític a , México, 1945, p.
351 y ss.).
E rnst T ro eltsch , el historiador que ha profundizado más en el estudio
de las relaciones entre el protestantismo y las corrientes del pensamiento político
moderno, dice: “ . . . E l calvinista está lleno de una profunda conciencia de su
propio valer como persona, con un alto sentido de una misión divina en el mundo,
magnánimamente privilegiado entre miles, y en posesión de una inconmensurable
responsabilidad. E s ta id e a d e la r e s p o n s a b ilid a d , sin e m b a r g o , q u e n a c e d e la id e a
d e la p r e d e s tin a c ió n , n o d e b e c o n fu n d ir s e c o n la m o d e r n a id e a in d iv id u c d is ta y
d e m o c r á tic a . L a p r e d e s tin a c ió n s ig n ific a q u e la m in o r ía , q u e c o n s is te en la s m e jo
re s y m á s ¿ a n ta s a lm a s, e s lla m a d a a g o b e r n a r s o b r e la m a y o r ía d e la h u m a n id a d ,
q u e es p e c a d o r a ” (E rnst T roeltsch , T h e S o c ia l T e a c h in g o f t h e C h r istia n
248 E stado, sociedad, individuo
d u ran te siglos el podçr om ním odo de los reyes y por eso en los
diccionarios franceses se encuentra una definición de la libertad
que no se encuentra en los de otras lenguas: “ C onstitución política
de u n gobierno en que el pueblo participa en el poder legislativo,\
Y finalm ente, en A m érica española, agrega A rboleda, daríam os
de la palabra libertad, escogida de entre las varias definiciones
que da el diccionario, aquella que la define como “ la falta de su
jeción y subordinación a to d a au to rid ad ” 15. Y en un intento de
explicar esta diferencia de actitudes ante un problem a como el de
la libertad, A rboleda ensaya una respuesta en térm inos de sia>
logia de los pueblos, respuesta que si bien estaba influida por las
ideas corrientes en el siglo x ix sobre las relaciones entre historia,
raza y cultura, presenta en su versión u n m atiz que denota el gran
observador y conocedor de la historia que había en él: “ pero, se
nos dirá, ¿nuestro pueblo es m enos m oral que el inglés o el fran
cés? N o; pero la historia ha hecho vulgar aquí esa acepción de la
voz [lib e rta d ], sin que el pueblo sea p or eso inm oral. E l inglés
no se distingue ni por su ardor de im aginación ni p or la viveza de
su inteligencia; su d ote característica es su buen sentido práctico.
Como lo dem uestra su historia, él va siem pre de la práctica a las
doctrinas y nunca se pierde en las teorías; m ientras que los pue
blos m eridionales descienden de las teorías a sentar doctrinas, y
de estas pretenden pasar luego a la práctica. Así para el inglés,
sus costum bres son ley, y la regla de sus costum bres es la m oral
del Evangelio; al paso que los am ericanos sacrificamos a las teo
rías no solo nuestras costum bres, sino hasta nuestros principios
m orales y religiosos. ¿Y por qué? P orque en Am érica dom ina el
corazón a la cabeza y la im aginación al entendim iento” 16.
Para A rboleda la libertad es una facultad del hombre por
la cual éste se somete a la ley superando las exigencias! de las pa
15 Ibidem, p. 144.
16 Ob. cit., p. 200. Ayudado de las conocidas metáforas sobre los pueblos
en que predomina el corazón o la inteligencia, A rboleda registraba un fenómeno
que han observado todos los que han penetrado en la historia de España y del
ser hispánico: la dificultad que encuentra el español para someterse a un orden
abstracto y su tendencia a personalizar todos los fenómenos de relación humana.
Este rasgo de su carácter, que poseen también los pueblos latinoamericanos, es lo
que hace extraña a su historia una concepción del Estado basada en la creencia
en el derecho como una entidad abstracta, en la ley como una realidad supraindi-
vidual. Se arguye que alguna vez los españoles creyeron en la idea del Imperio
(siglos XVI y XVII). Pero el Imperio era entendido entonces como un instrumento
para propagar la fe y cumplir la misión religiosa de la nación, lo que a su turno
era una manera de ganar merecimiento personal en este y en el otro mundo.
252 E stado, sociedad, individuo
R A FA EL N Ü N E Z Y E L N E O L IB E R A L IS M O
1 Como figura humana, R afael N úñez ha sido una de las más discutidas
de la historia de Colombia. En su calidad de actor principal de uno de los perío
dos más agitados de la vida política nacional — el comprendido entre los años
de 1870 a 1900, aproximadamente— , su nombre despertó grandes pasiones en su
tiempo y en los años inmediatamente posteriores a su muerte. Hoy, con la pers
pectiva que da el tiempo, su pensamiento político ha sido revaluado, aunque
sobre la calidad de su persona sigan existiendo opiniones muy divergentes. Excusa
do está decir que en este ensayo tratamos de sus ideas políticas, de su concepción
del Estado, con prescindencia de su actuación política concreta y de la consecuen
cia o inconsecuencia que hubo entre ambas. Sobre la vida y la obra de R afael
N úñez , véase a I ndalecio L iévano A guirre, Rafael Núñez, ed. Siglo XX,
Bogotá, 1946.
2 Nuestras citas se refieren a la segunda edición, hecha por la Biblioteca
Popular de Cultura Colombiana, Bogotá, 1943. Citaremos la obra como Reforma.
262 E stado, sociedad, individuo
casi todos los problem as típicos del pensam iento europeo, desde
los políticos y económicos hasta los metafísicos y religiosos. La
crisis m oral y religiosa de la conciencia occidental producida p or
la triple acción de la ciencia, la técnica y la m undanización absolu
ta de la vida, ocupó lugar p referente en sus m editaciones y escritos.
F ue quizás el prim er colom biano de su generación que supo va
lorar en toda su m agnitud y con plena objetividad los fenóm enos
de la sociedad capitalista m oderna, sobre todo la lucha de clases
y la depauperización de la clase obrera, y en aceptar frente a las
soluciones revolucionarias y frente a las form as del pensam iento
utópico, una política realista que procurase establecer una síntesis
en tre lo que había de justo e inevitable en los m ovim ientos socia
listas y la tradición cristiana dé los pueblos occidentales. Fue
igualm ente uno de los hom bres de su tiem po que con más finura
y precisión captó las debilidades internas del liberalism o, y uno
de los prim eros en proponer una fórm ula positiva, que sin rom per
con lo que consideraba valioso en la tradición liberal, podase su
concepción del E stado de elem entos utópicos. E n un m edio relativa
m ente inm aduro, que im portaba fórm ulas políticas y literarias,
educativas y económ icas, sin som eterlas a una verdadera elabora
ción crítica para adaptarlas al am biente nacional, Núñez introdujo
la costum bre de ver los problem as d entro de la perspectiva de la
historia y lo hizo sin violencias ni artificios y sobre todo sin p er
der el contacto con la propia realidad nacional3.
Si hubiera que ubicar la actitud política de Núñez en alguna
de las corrientes típicas del pensam iento m oderno, tendríam os
q ue decir de él que fue un representante del neoliberalism o, es de
cir, de aquella corriente de ideas de la segunda m itad del siglo
X IX que pretendió incorporar a la vida política algunos de los re
sultados concretos obtenidos p or el liberalism o en sus luchas con
tra las form as ilim itadas del poder, pero que rechazaba sus bases
m etafísicas, especialm ente el arm onism o y todo postulado que
7 En la literatura política colombiana del siglo xix fue usual utilizar el tér
mino economista como sinónimo de liberal partidario de la escuela clásica de la
economía, y de la política económica basada en el principio del laissez-faire.
R afael N úñ ez y el neoliberalismo
267
desenfrenada del com ercio m oderno. Finalm ente com enta con vi
sible sentim iento de aprobación, que la encíclica no preconiza la
intervención inm oderada del E stado en el problem a social, “ pero
sí la que sea necesaria para resguardar el interés com ún contra los
abusos de los poderosos” 10.
10 Pensamiento colombiano
270 E stado, sociedad, individuo
trina como la de ciertas tendencias políticas modernas que afirman que el Estado
es todo y é. individuo nada. En estas doctrinas (totalitarismo) se trata de una
sustancíafización de lo colectivo y de una interpretaciónfalsa del hecho de ser el
hombre un ser por naturaleza social y de la circunstancia de darse perfección en
la comunicación con otros y no en el aislamiento. N úñez aceptaba la sociabilidad
innatadel hombre, yporende rechazabalaidea del contrato social (véase suensa
yo sobre R ousseau , en Reforma, t. vi, p . 39y ss., y especialmente la p. 43). Pero
esto no quiere decir que negara el valor de la individualidad ni la participación
delos individuos ensupropiaperfecciónyenlaperfeccióndel grupo. Ensuensayo
sobrelaSociología de S pen cer (Reforma, vol. i, p. 354y ss.) acoge contodo entu
siasmo la idea spenceriana de que la culminación de la evolución histórica debe
ser la completa liberación y perfección del individuo. Es muy significativo a este
propósito, y demuestra que N úñezno era un '‘antiindividualista” doctrinario, el
hecho de que destaque el contraste existente entre S pen c er yA ugusto C
omte
cuando estos filósofos se refieren a la relación individuo-sociedad. N úñez descu
bre el elemento “colectivizante” que hay enel pensamiento comtiano, en contraste
con el valor atribuido por Spen c er a la personalidad individual: “Él sistema de
Com te tiende seguramente ala absorción de las fuerzas individuales, pero el de
Spen cer conduce a todo lo contrario” (ob. cit., p. 362).
272 E stado, sociedad, individuo
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Capítulo XVIII
L IB E R A L IS M O Y C A T O L IC IS M O .
R A FA EL M A R ÍA C A R R A SQ U ILLA
cualquier afirm ación sobre el origen hum ano del derecho es ina
ceptable para u n católico, sea que se hable de razón o sim plem ente
de voluntad popular, de costum bres o de pueblo, de m onarca o
de E stado. Sobre todas las instancias legislativas está la ley divina,
única form a de lim itar el poder m undano, puesto que ella vale para
todos, gobernados y gobernantes. Carrasquilla, siguiendo la tra
dición m edieval, afirm a que el E stado de derecho queda más
sólidam ente establecido aceptando el origen divino de la ley. E ra
d en tro de una concepción religiosa católica, lo que afirm aba la
escuela clásica del derecho n atu ral d entro de una concepción ra
cionalista arreligiosa.
E ste origen divino del derecho y de la p otestad de m ando
tenía para Carrasquilla o tra consecuencia y producía otro m o
tivo de antagonism o con la concepción liberal del E stado, a p ropó
sito de las relaciones en tre la p otestad civil y la Iglesia. La Iglesia
es superior al E stado no solo p or su origen directam ente divino,
y p o r su continuidad en el cielo, es decir, p or razones dogm áticas,
sino tam bién p or su duración en el tiem po, p or su experiencia, por
su continuidad, en u n a palabra, p or razones históricas. Superiori
dad, sin em bargo, p ara Carrasquilla no significa dom inio. Tan
contrario al pensam iento católico es la idea de u n E stado laico, co
mo la de u n dom inio de la Iglesia sobre el E stado, o viceversa.
N i separación — Iglesia libre en el E stado Ubre, según la frase
acuñada p o r Cavour y aceptada p o r los llam ados católicos libera
les franceses— ni teocracia. Independencia y colaboración es no
solo lo que está en la naturaleza de las cosas, sino lo que indica
la conveniencia política y la experiencia4.
4 Ob. c i t p . 41 y ss.
282 E stado, sociedad, individuo
6 Ob. ci^., p. 41 y ss. Carrasquilla, sin embargo, afirma: “Ahora, hay algo
en que el Estado está sometido a la Iglesia. La República debe obedecer la ley
de Dios, lo mismo que los individuos; porque Dios es su autor, su amo, su dueño
y dominador absoluto. La Iglesia interpreta, y promulga auténtica, infaliblemente,
la ley de Dios y en eso el Estado le está sometido. En los asuntos puramente tem
porales, el poder civil, máximo en su esfera, no depende de la autoridad ecle-
siástica,\
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C a p ít u l o X IX
E L P E N S A M IE N T O P O L ÍT IC O D E
M IG U E L A N T O N IO CA R O
81. H a c i a u n a c o n c e p c i ó n s i n t é t i c a d e l E s t a d o .— La
crítica a la idea liberal del E stado encuentra su culm inación en la
original y vigorosa síntesis que representa el pensam iento político
de M i g u e l A n t o n i o C a r o . E n su teoría del Estado se unen en
form a sorprendente ideas que podrían considerarse patrim onio
im perecedero de la civilización política occidental, como la idea
del E stado de derecho y la del consentim iento como base del go
bierno, y una concepción orgánica-universalista de la sociedad cuyos
orígenes se rem ontan al pensam iento m edieval. C a r o concibió la
sociedad como un todo, anterior, superior y esencialm ente dife
ren te de la sum a mecánica de sus com ponentes individuales. Asig
n ó al E stado una función m oral y vio en él u n instrum ento no solo
para llenar funciones adm inistrativas y policivas, sino para lograr
la perfección del hom bre; pero al m ism o tiem po dejó bien deli
m itada la esfera de la vida privada y los derechos de la persona
hum ana. Insistió en la necesidad de darle al E stado un contenido
y una base religiosa, sin hacer de él u n cuerpo confesional y sin
alienar la libertad de la Iglesia ni establecer restricciones esencia
les a la libertad de conciencia. Su proyecto de C onstitución para
Colom bia, que con algunas modificaciones se convirtió más tarde
en la C onstitución de 1886, es una construcción jurídico-política
que logra el equilibrio en tre posiciones idealm ente antitéticas
— hasta donde pueden lograrse en una construcción teórica— , en
tre u n E stado basado en el consentim iento de la m ayoría num érica
y uno que se funda en la voluntad de los cuerpos orgánicos de la
sociedad (corporaciones); entre la m ovilidad y la conservación;
en tre la tradición y el progreso. E n una palabra, que logra arm o
286 E stado, sociedad, individuo
8 2 . C r ít ic a a l u t il it a r is m o ju r íd ic o y p o l í t i c o .— M i
guel A n t o n io C a r o encuentra el mismo conjunto de estím ulos
que hem os descrito al estudiar la obra de S e r g io A r b o l e d a y R a
f a e l N ú ñ e z . E n la enseñanza universitaria y en la concepción del
E stado dom inaban todavía en Colom bia las ideas del utilitarism o
y del liberalism o, ya en la m odalidad que hem os denom inado clá
sica, ya en sus m anifestaciones rom ánticas y utópicas. E n el plano
de la vida histórica la inestabilidad social y política era la regla,
y si pasamos del hom bre nacional al internacional, encontram os
que en E uropa la preocupación dom inante era la llam ada “ cues
tión social” , surgida como resultado de la m adurez de la sociedad
capitalista e industrial. Precisam ente como respuesta a ella em pie
zan a tom ar cuerpo desde entonces dos grandes doctrinas: la so
cialista revolucionaria y la social-cristiana, m ientras la concepción
liberal clásica del E stado declina y pierde eficacia como in stru
m ento de gobierno y como fe política apropiada para las grandes
masas obreras.
E n su Estudio sobre el utilitarismo, C a r o , siguiendo un m é
todo que no abandonará en sus posteriores obras, analiza el pensa
m iento de B e n t h a m tan to en su estructura lógica interna, es decir,
en su capacidad para construir una ciencia política o jurídica, o
10 Ibidem, p. 42.
E l pen sam ien to político de M iguel A. C abo
289
13 Ibidem, p. 227.
i* Ob. cit., p. 228.
i* Ibidem, p. 227.
E l pen sam ien to político de M iguel A. C aro
291
tam poco la había para p reten d er que la m ayoría acertaba siem pre
en m aterias políticas, que era la creencia subyacente en la teoría
del sufragio universal. E l bentham ism o podía estar bien intencio
nado, pero no existía ninguna conexión en tre sus anhelos y el
desarrollo lógico de su sistem a de ideas.
84. I n f l u e n c ia del t r a d ic io n a l is m o f r a n c é s .— De
M a i s t r e y D e B o n a l d representan las figuras más salientes de la
reacción que se presentó en Francia después de la R evolución con
tra el liberalism o y la dem ocracia m oderna. N obles y católicos am-
28 M iguel A ntonio C aro, José Eusebio Caro, en Obras, ed. G ómez R es-
trepo, vol. π , p. 103 y 104.
24 Utilitarismo, p. 176.
E l pen sam ien to político de M iguel A. C aro
297
25 Ob.,cit., p. 176.
Utilitarismo, p. 177 y 178.
298 E stado, sociedad, individuo
27 “Suponía que hay gobiernos en los cuales el poder del gobernante deriva
del pueblo, caso en el que es legítimo que el pueblo imponga al gobernante el
cumplimiento de las condiciones con arreglo a las cuales se ha concedido la auto
ridad. Si el gobernante tiene un superior político, la reparación de los agravios
se consigue mediante la apelación a ese superior” (De regimine principum, i, 6, en
G eorge H. Sabine , Historia de la teoría política,, México, 1945, p. 247 y 248).
28 Sobre la teoría del Estado en Suárez , véase el libro ya citado de Rom
m en , La teoría del Estado y de la comunidad internacional en Erancisco Suárez,
Madrid, 1951.
E l pen sam ien to político de M iguel A. C aro 301
todo parece indicar que estaba en contacto con una corriente del
pensam iento que llegó a ser dom inante en el seno de la Iglesia y
en la cual no faltaban influencias del filósofo jesuíta español. Las
principales bases de esa concepción del gobierno eran la indepen
dencia de las potestades, la lim itación al poder p or m edio de la
ley y la aceptación más o m enos am plia del consentim iento como
fundam ento del mismo. E ra una doctrina que tendía a sintetizar
la tradición con los nuevos fenóm enos sociales y políticos de la so
ciedad m oderna; los intereses del poder civil con los de la Iglesia,
la dem ocracia con los conceptos de diferencia y jerarquía. N i E s
tado laico, ni teocracia; ni dem ocracia absoluta, ni desconocim iento
de la opinión pública como fuerza influyente en la dirección del
E stado. *
Siguiendo esa línea de transacción política, Caro se alejó de
las ideas extrem as de la escuela tradicionalista y en alguna form a
se acercó à la concepción liberal y dem ocrática del Estado, como
una concesión a la realidad y al espíritu del tiem po.
E n efecto, si Caro nunca llegó a aceptar expresam ente el
principio liberal de que la soberanía viene del pueblo, en form a
tácita acogió el principio del consentim iento, m anifestado por m e
dio del sufragio universal, como base inm ediata del gobierno. Lo
acogió con sinceridad, pero no sin dejar claram ente establecida la
necesidad de corregir sus fallas intrínsecas por m edio de u n sistem a
de com pensaciones. U no de estos sistem as de com pensación era
el establecim iento de u n senado de origen corporativo, al lado
de una cám ara de origen popular. Q ueriendo im itar la C onstitu
ción política de Inglaterra y la de los E stados U nidos, las C onstitu
ciones colom bianas del siglo pasado, casi sin excepción, estable
cieron un sistem a legislativo bicam eral que com prendía una cámara
popular elegida por todos los ciudadanos con derecho al voto y un
senado que representaba los intereses de los estados federales.
D icho sistem a bicam eral, Caro lo encontraba lógico en la
G ran B retaña, donde la cám ara de los lores representaba los in te
reses y privilegios de una vieja nobleza, y la de los com unes, los
intereses de los otros grupos sociales, o del pueblo; pero lo halla
ba carente de sentido en sociedades como las am ericanas, de es
tru ctu ra social simple, y en las cuales, según su expresión, “ la de
mocracia exagerada había pulverizado casi la sociedad”29. Para
11 Pensamiento colombiano
302 E stado, sociedad, individuo
ajena a todo fraude, siem pre quedan sin representación elem entos
sociales m uy dignos de te n erla”32. “ Los defectos del llamado sufra
gio universal no radican en su supuesta universalidad, que no exis
te , sino en aquel grado de am plitud que hace que el sufragio sea
popular. E l sufragio popular, más o m enos am plio, más o menos
lim itado, siem pre que no deje de ser popular, siem pre que alcance
a ser popular, tiene el defecto esencial, incorregible, de no ser
la expresión de un organism o, sino de la m ultitud, del núm ero.
A nte sem ejante consideración arrédrase el legislador, y se ve for
zado a reconocer que el sufragio adolece de defectos intrísecos
y que no hay m edio en tre estos arbitrios: o dejarle funcionar libre
m ente para la elección de la cám ara popular, neutralizándolo con
el voto corporativo para la elección de la alta cám ara; o lim itarle
fuertem ente en todos los casos, bien p or m edio de severas restric
ciones en la elección directa, o bien por m edio del sistem a de la
elección indirecta, todo lo cual equivale a desvirtuarlo”33.
E ste últim o cam ino le parecía el m enos lógico y, de acuerdo
con las fórm ulas que solían presentarse entonces, el que menos
fundam ento real exhibía. E n efecto: ni la riqueza ni la propiedad
le parecían suficientes p ara hacer “ sabio” al hom bre, ni el saber
leer y escribir “ establecían la línea divisoria en tre el hom bre civi
lizado y el salvaje” , según lo apuntaba irónicam ente34.
blea N acional C onstituyente sobre estos tem as, dijo las siguientes
palabras, que m erecen ser trascritas:
“ A llí donde el sistem a adoptado es el de la elección directa,
el legislador — no el constituyente— suele establecer otras res
tricciones, fundadas no ya en el criterio negativo d e la exclusión,
sino en el criterio positivo del m ayor m erecim iento. E l constitu
yente excluye de una vez al indigno; el legislador llam a a las urnas
a los más dignos de ejercer la función electoral. ¿Y cuáles son los
más dignos? Los que entienden m ejor lo que van a hacer, los
que juzgan con más acierto los intereses públicos, y los que pue
den votar con más independencia y libertad. ¿Y cómo distingui
mos estos ante la ley? Se supone que la instrucción y la riqueza
son signos exteriores que revelan el b uen juicio e independencia,
pero al determ inar el grado de ilustración o el m onto del capital,
el legislador se encuentra indeciso. Si se señalan calificaciones muy
elevadas, se excluye a las masas, se anula el principio dem ocrá
tico, y si se fijan las condiciones de instrucción y censo tan exiguas
como son las de saber leer y escribir y tener doscientos pesos de
renta, es evidente que la lim itación es de todo p u n to arbitraria e
injusta. In s is to . . ., po rq u e este p u n to es capital, en que la ins
trucción o la riqueza, que pertenecen al o rden literario y científico
la prim era, y al económ ico la segunda, no son principios morales
ni títulos intrínsecos de ciudadanía, y que solo tienen valor en cuan
to se subordinan al superior criterio que exige en el ciudadano
recto juicio e independencia para votar. C onferir exclusivam ente a
los propietarios el derecho de votar porque pagan contribución al
E stado, es dejar de ver en el E stado una entidad m oral para con
vertirla en com pañía de accionistas, y atribuir exclusivam ente esas*
raleza: la de los que estiman que es un derecho y la de los que lo consideran una
función, “opinión a que yo confieso inclinarme”, agrega con mucha discreción
(véase Estudios, p. 238). Caro habla de “derecho” ÿ “función”, pero todo indica
que se refiere a los conceptos de “derecho natural” y “derecho positivo”, es decir,
a derechos que existen con independencia de la voluntad del Estado y derechos
que son una emanación o una gracia de su voluntad. Esta opinión se confirma al
observar el desarrollo que daba a su argumentación en la mencionada oportunidad.
Contraponiendo las dos opiniones, dice: “Así, B lu ntsc hli , que considera el sufra
gio como una institución de derecho público, que arranca del Estado y no de la
naturaleza, es sin embargo partidario de la extensión del sufragio a todas las clases
sociales como función propia del ciudadano* y en atención a las tendencias demo
cráticas del siglo” (ibidem, p. 238). Pero sí el sufragio era creado por el Estado,
es decir, por el legislador, ¿quién elegía los legisladores y les daba su poder de
crear ese derecho o esa función? En las monarquías hereditarias, y según la teoría
del origen divino de los reyes, o bajo el reinado universal de la Iglesia, bajo la
teocracia, el problema era claro y no ofrecía dificultad. Los legisladores recibían
su autoridad de la tradición o de Dios y ellos otorgaban al pueblo, o a parte del
pueblo, el derecho (derecho positivo) a participar en alguna forma en el gobierno.
Pero en una democracia — y Caro era en este sentido demócrata, según su opinión
expresa; véase Estudios, p. 190 y 191— , que no admite clases privilegiadas, el
derecho al sufragio (restringido o universal) tiene que existir previamente a la
constitución de todo cuerpo legislativo. En otros términos, tiene que ser un dere
cho natural γ no de origen legislativo. Fue este el único punto en que el pensa
miento político de Caro, siempre tan lógico, se vio abocado a una seria contra
dicción.
39 Utilitarismo, p. 192 y 193.
308 E stado, sociedad, individuo
47 Utilitarismo, p. 150.
48 Sobre sus ideas económicas con relación al Estado, véase Escritos sobre
cuestiones económicas, ed. Banco de la República, Bogotá, 1943, especialmente las
p. 10, 18, 19 y 53, para la exposición de la teoría del dinero. Para lo referente
al crédito gratuito, pueden consultarse las p. 35, 36 y 4L La teoría de la moneda
—papel o moneda— crédito, o teoría jurídica de la moneda, como a veces la deno
mina Caro, en oposición a la teoría metalista del dinero, tenía gran aceptación
entre economistas ingleses y franceses de fines del siglo x ix y culminó más tarde
en la elaboración definitiva que le dio el economista alemán K n app en su libro
Staatliche Theorie des Geldes (Teoría estatal del dinero). Caro la tomó sobre
todo de fuentes inglesas —especialmente de Jevons y D el M ar— , pero siguiendo
su costumbre, la adaptó a las^ circunstancias colombianas y le buscó apoyo en el
pensamiento católico. La teoría estatal del dinero era perfectamente armónica con
314 E stado, sociedad, individuo
su concepción general del Estado. Acerca de la doctrina tomista del crédito gra
tuitoy del interés del dinero, véase aB Bohm aw erk , Capital e interés , México,
Fondo de Cultura Económica, p. 45 y ss. También puede consultarse a J. P. M a
yer , Trayectoria del pensamiento político , México, 1941-f p. 101 y ss.
E l pen sam ien to político de M iguel A. C aro
315
la actividad individual gobernando las pasiones,,49. A este p ropó
sito conviene recordar que cuando el gobierno nacional de Colom
bia pretendió en 1870 establecer textos oficiales de enseñanza en
la U niversidad, C aro defendió con toda energía el principio de
la libertad de enseñanza y el de autonom ía universitaria, opo
niéndose así a ese in ten to de pensam iento dirigido. E n una colec
ción de artículos que lleva p o r títu lo El Estado y la educación,
escribía estas palabras, que m erecen trascribirse en toda su ex
tensión, porque son adm irable síntesis de su pensam iento sobre
las relaciones entre el E stado, la sociedad y la persona:
4‘Reconocemos que la intervención del E stado en la ense
ñanza, lo mism o que en la industria, adm ite diversos grados, según
la m enor o m ayor cultura social. Más activa es una intervención
cuando el interés particular no basta a realizar m ejoras necesarias;
pero en este caso no ha de proponerse solo realizar la proyectada
m ejora, sino d espertar tam bién y estim ular el interés privado, ini
ciar el m ovim iento a cuya continuación deben cooperar todos. El
E stado no es industrial; si faltando, em pero, la iniciativa particu
lar, se hace ocasionalm ente em presario de ferrocarriles, no por
eso monopoliza este género de trabajos, ni m enos aún su direc
ción científica, la cual corresponde a ingenieros com petentes. Del
propio m odo, el E stado no es doctor; si m uerta, decadente o ex
traviada la enseñanza particular, la establece el E stado oficialm en
te, no por eso se hace m aestro universal, sirio p ro tecto r y auxilia
dor de los que tienen m isión de enseñar; la parte científica se
confiará a los sabios, la dogm ática y m oral, a la Iglesia. Y si la
intervención oficial en tales casos es un bien como im pulso gene
rador, sería u n m al que el gobierno, indefinida, perpetuam ente,
ejerciese una tutela infecunda.
”A hora, pues, el E stado, confundiendo la obligación de edu
car, de form ar el carácter nacional, de fom entar la ilustración, con
el derecho de doctrinar (q u e pertenece a la Iglesia) y con la p ro
fesión de enseñar las ciencias (q u e corresponde a las universida
des, a los cuerpos científicos y los organism os docen tes), refun
diendo en uno tales conceptos, que son enteram ente diversos unos
de otros, aunque arm ónicos, declárase a un tiem po director de
entendim ientos y de conciencias, e invadiendo así a la vez con
49 Utilitarismo, p. 192.
E stado, sociedad, individúo
316
E L P E N S A M IE N T O F IL O S Ó F IC O
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C a p ít u l o XX
D E LA E SC O L Á ST IC A A LA IL U ST R A C IÓ N
Y A L P O S IT IV IS M O
1 Recientemente han aparecido dos libros sobre el siglo xvm español, que
arrojan nuevas luces sobre este período de la historia de España. Son ellos El pen
samiento político del despotismo ilustrado, de Luis Sánchez A gesta (Consejo
Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 1953) y UEspagne éclairé de la
seconde moitié du X V I I I siècle, del hispanista francés Jean Sarrailh (París, 1954).
Ambas obras conceden excepcional importancia a figuras como F eijóo , Caba
rrus, J ovellanos, C apmany , F loridablanca y C ampomanes . En ambos autores
hay el propósito de deslindar lo que en esa generación representaba elemento de
procedencia francesa ilustrada y lo que habfa de tradicional y español en su pen
samiento. Sarrailh revalúa el “españolismo” de Jovellanos y otros contemporá
neos suyos, su amor a España, su sincero catolicismo, y analiza el conflicto intelec
tual que en ellos se produjo al querer ser fieles a la tradición nacional y al propio
tiempo renovar la cultura española en todos sus aspectos desde la educación hasta
la organización del Estado. Cuando se intente un estudio más a fondo de las ideas
económicas, políticas y filosóficas de las últimas décadas del siglo xvm en la Nue
va Granada, se verá seguramente la gran influencia que esta “España ilustrada”
tuvo en la formación de M utis , Caldas, N ariño y las figuras más representativas
de esa época entre nosotros. Sobre todo la influencia de F eijóo debió ser decisiva
para los comienzos del nuevo espíritu. En su Autobiografía (Bogotá, 1957, p. 8),
el historiador J osé M anuel R estrepo dice que F eijóo “ . . . l e dio algunos prin
cipios de crítica y lo alejó de muchas rancias preocupaciones de aquel tiem p o.. . ”.
Es citado varias veces por Caldas en su polémica con los dominicos: . .El ilus-
320 E l pen sam ien to filosófico
trísimo F eijóo , que llamó críticos de mollera cerrada a quienes pretenden ser opi
nión de herejes el sistema copernicano. .. ” (Memorial enviado al virrey Guirior,
Archivo de historia nacional, Fondo Colegios, doc. 6, ff. 274r a 278v.). También es
mencionado su nombre por Caldas a propósito de unas glosas suyas a un artículo
aparecido en el “Correo Curioso'’ sobre el alma de los animales {Cartas, Bogotá,
1971, p. 48 y 49). M a nuel del Sooorro y Rodríguez lo llama “el juiciosísimo”,
en un artículo denominado “Lección y elección de libros” , publicado en el “Alter
nativo del redactor americano”, núm. xv, marzo 27, 1808.
D e la escolástica a la ilustración y al positivismo 321
social de la ciencia” , que había sido com pletam ente ajeno a la cul
tu ra colonial, cultura de contenido religioso esencialm ente, jurídica
y filológica, orientada más p o r conceptos extram undanos, como el
de la salvación y preparación para la vida u ltraterrena, que por
propósitos m undanos y pragm áticos.
Caballero y G óngora concibe la E xpedición Botánica como
p arte de u n vasto plan de explotación racional de las riquezas na
turales del reino y com o u n a m anera de cam biar la orientación cul
tu ral de sus establecim ientos de enseñanza, pues, como él mism o
lo decía, un pueblo con tantos pantanos que secar, tantas tierras
que cultivar y tantas riquezas que explotar, no podía darse el lujo
de dedicarse exclusivam ente a las sutilezas de la dialéctica y a las
sublim idades de la teología. A l com entar su propuesta de cam bio
en los planes de estudio de los colegios y universidades, hecha
después del abandono del proyectado plan de Moreno y E scan-
dón , el arzobispo-virrey es explícito en la m anifestación de este
nuevo espíritu pragm ático, hostil a la tradición escolástica e inte-
lectualista de la cu ltu ra colonial:
“ T odo el objeto del plan se dirige a sustituir las útiles cien
cias exactas en lugar de las m eram ente especulativas, en que hasta
ahora lastim osam ente se ha perdido el tiem po; porque u n reino
lleno de preciosísim as producciones que utilizar, de m ontes que
allanar, de caminos que abrir, de pantanos que desecar, de aguas
que dirigir, de m etales que depurar, ciertam ente necesita más de
sujetos que sepan conocer y observar la naturaleza y m anejar el
cáículo, el com pás y la regla, que de quienes entiendan y discutan
el ente de razón, la prim era m ateria y la form a sustancial. Bajo
este pie propuse a la C orte la erección de U niversidad Pública en
Santafé: y tal vez la gravedad de la m ateria ha detenido la resolución,
pues según noticias extrajudiciales se trabaja en un plan m etódico
de estudios para la instrucción de la juventud am ericana; pero no
siendo unos mismos los recursos de las providencias para la do
tación de cátedras, siem pre habrá desigualdad en el núm ero de
E l pen sam ien to filosófico
324
12 Pensamiento colombiano
E l pen sam ien to filosófico
334
24 Del influjo del clima, etc. Semanario, ed. cit., vol. n, p. 67 y 68.
25 Ibidem, p. 139 y 140.
26 El fervor, patético a veces, de Caldas, por la ciencia, lo mismo que su
acendrada religiosidad, aparecen claros en su correspondencia. En su carta a San
tiago Arroyo, al solicitarle que busque apoyo financiero para su proyecto de acom
pañar a H umboldt en su viaje por el sur del Continente, hay frases como esta:
“ .. .Este amor a la sabiduría, esta sed insaciable de saber ha llegado en mí a tal
punto, que ya se equipara al furor y la desesperación.. Y en la última carta
que escribió a su esposa, antes de marchar al patíbulo, le dice: “Teme a Dios:
guarda sus santos mandamientos... Cuida de oír misa todos los días; cuida de
336 E l pen sam ien to filosófico
9 5 . J o sé F é l i x de R estrepo , u n d is c íp u l o de W o lff.
E n el cam po de la filosofía en sentido estricto, la figura más sobre
saliente que produjo la reacción antiescolástica fue J o s é F é l i x d e
R e s t r e p o . C atedrático de filosofía en el Colegio de San B artolom é,
prim ero, ejerció luego la m ism a cátedra y las de m atem áticas, físi
ca y lógica en el Sem inario de Popayán, donde realizó su más fe
cunda labor, para regresar luego a Bogotá, en 1821, a fin de de
dicarse de nuevo a la enseñanza27.
N o dejó J o s é F é l i x d e R e s t r e p o una obra com pleta y de
m agnitud suficiente para determ inar con precisión su pensam iento
filosófico. Pero por los fragm entos que conocemos de sus escritos
y por el testim onio de quienes fueron sus discípulos, podem os con
siderarlo corno form ado en la escuela del filósofo alemán C h r i s
t i a n W o l f f , cuyas obras, especialm ente las de m atem áticas, eran
conocidas en la N ueva G ranada desde la segunda m itad del siglo
XVIII28. J u a n F r a n c i s c o O r t i z , que fue su alum no en Santafé,
dice en sus Reminiscencias que el curso de filosofía que entonces
(1 8 2 2 ) se enseñaba en San B artolom é duraba tres años y com
rezar, en especial la doctrina cristiana todas las noches; cuida de confesarte con
frecuencia y de que lo haga la fam ilia... Teme a Dios, hija de mi corazón; teme
a Dios y guarda su santa ley. . (Cartas de Caldas, Biblioteca Nacional de His
toria, Bogotá, 1917, vol. xv, cartas núm. 45, p. 117 y 118, y núm. 150, p. 306
a 308).
27 Sobre la vida de J osé F él ix de R estrepo , véase a M ariano O spin a R o
dríguez ,Don José Félix de Restrepo y su época, Biblioteca Aldeana de Colombia,
Bogotá, 1936.
28 E l Plan de M oreno y E scandón recomienda a W olff para el estudio
de las matemáticas. Al dar respuesta al arzobispo-virrey C aballero y G óngora ,
quien solicitaba la creación de una cátedra de matemáticas en la Universidad
Tomista, el regente de estudios, fray Manuel Ruiz, cita varias veces el nombre
de W o l f f , a quien llama “el celebérrimo matemático Christiano Wolffio”, el “ala
bado Wolffio”. La respuesta del regente de estudios a C aballero y G óngora le
sirve de ocasión para hacer un gran elogio de las matemáticas y fijar otros puntos
de vista filosóficos. Se encuentra en el doc. núm. 23, Fondo Colegios, t. i. del
Archivo Nacional de Historia, See. Colonia.
D e la escolástica a la ilustración y al positivismo 337
de la filosofía moderna, Buenos Aires, 1951, vol. i, p. 382 y ss.). A esta influencia
wolffiana se debía sin duda la estimación de R estrepo por la lógica y la geome
tría y la importancia que les concedía en la formación filosófica.
D e la escolástica a la ilustración y al positivismo 339
D E B E N T H A M A TR A C Y
8 Ibidem, p. 69.
9 Etica, en Obras completas, vol. n, p. 55.
D e B en th a m a T racy
345
1» Ibidem, p. 52.
11 El título completo es Refutación a las sirenas del doctor Ortiz, Bogotá,
Imprenta de Echeverría Hermanos, 1870.
346 E l pen sam ien to filosófico
JO S É E U S E B IO C A R O Y
LA R E A C C IÓ N A N T IB E N T H A M IS T A
99. J osé E u s e b io C a r o y su r e f u t a c ió n d e l e m p ir is m o
é t i c o .— J osé E u s e b io C a ro es el prim er crítico de consideración
que la doctrina ética u tilitaria tuvo en C olom bia1. Com o estudian
te se había form ado en las obras de B e n t h a m , y en su juventud
tuvo contacto con los pensadores franceses de la Ilustración y con
escritores que, como C h a t e a u b r i a n d , S a i n t -S i m o n y L a m e n
n a i s , tratab an de conciliar el catolicism o con las ideas de progre
so y libertad intelectual, típicas del siglo xix. P ero su afán de sa
b er y una ostensible inclinación hacia las ciencias m atem áticas lo
llevaron a buscar nuevas fuentes, hasta d ar con la filosofía de
L e i b n i z , que constituye el fundam ento de sus m ejores escritos
sobre ética y m etafísica. F ren te al subjetivism o y el relativism o
éticos a que forzosam ente conducía el principio del placer, eleva
do p o r el utilitarism o al papel de único criterio de valoración, m an
100. I n f l u e n c i a d e L e i b n i z .— Si de K a n t provenía la
doctrina de las intenciones y la crítica a to d a ética de resultados,
los argum entos gnoseológicos y m etafísicos tenían su origen en
L e i b n i z y en la interpretación que este había hecho de la d o ctri
n a cartesiana de las ideas innatas. D esde luego, C a r o no se lim ita
a rep etir al pie de la le tra los argum entos que para sus fines en
cuentra en el a u to r de la Monadología, sino que, com o lo hace con
idea k an tian a de la b u en a o m ala intención, se esfuerza p o r ela
borarlos a su m anera y p o r enriquecerlos con finos argum entos
sicológicos, com pletam ente desusados y extraños en aquella época
de avasallador predom inio de la sicología m ecanicista que había
surgido de la m etafísica cartesiana.
E s verdad que ya en L o c k e , con su doctrina de la separación
de las im presiones internas y externas y con su interpretación de la
conciencia cartesiana en form a m enos intelectualista, había co
m enzado a m odificarse la idea d e que el m undo de la conciencia
en lo que no fuera pensam iento claro y distinto, es decir, m undo
de las ideas, era extensión, o sea naturaleza física. La escuela es
cocesa, que ta n ta influencia tuvo en C olom bia d u ran te el siglo
XIX, sacó precisam ente las consecuencias lógicas de este p u n to de
vista de L o c k e , y al efecto, fue la prim era en proclam ar la insu
ficiencia de los m étodos de la física en la com prensión de los fe
nóm enos síquicos y en pedir u n a sicología cuya form a de indaga
ción fu era el m étodo introspectivo7. P ero nada de esto invalida la
originalidad de los pu n to s de vista expuestos p or C a r o , ya que
la doctrina escocesa solo fue conocida en la N ueva G ranada a par
tir de 1850, cuando em pezó a circular en tre nosotros la obra del
jesuíta catalán J a i m e B a l m e s , en cuyo pensam iento existían abun
dantes elem entos de esta escuela y del cartesianism o.
E n su réplica a la m etafísica cartesiana, L e i b n i z llegó a esta
blecer el carácter sim ple, indivisible y síquico de los elem entos
últim os de la realidad, las m ónadas. E l alm a anim al y el espíritu
del hom bre eran, d en tro de la ordenación jerárquica de su m undo,
las m ónadas privilegiadas, que adem ás de percibir sabían que per-
8 L e ib n iz , M o n a d o lo g îa , núm s. 14 a 36.
11 Ib id em , p. 245.
12 O b. cit., p. 246.
13 Ibidem , p. 246.
J osé E . C aro y la reacción antibentham ista 361
Ib id em , p. 246.
15 Ibidem , p. 252.
Ibidem , p. 252.
17 Ibidem , p. 253.
362 E l pensam ien to filosófico
19 O b. cit., p. 254.
J osé E. C aro y la reacción antibentham ista 363
21 Ibidem, p. 257.
22 C aro, ob. cit., p. 255.
23 Ibidem, p. 256.
J osé E . C aro y la reacción antibentham ista 365
1 0 2 . Co n c e p c ió n o p t im is t a d e la n a t u r a l e z a h u m a n a .
Con esta idea de perfectibilidad, el pensam iento ético de J o sé
E u s e b i o C a r o entronca de nuevo con la filosofía del progreso,
sistem atizada en F rancia p o r C o n d o r c e t en el plano de la filoso
fía de la historia y llevada p o r K a n t a la esfera ética en la form a
de una com pleta perfección del alma después de la m uerte, cuando
esta, que no ha podido realizar en este m undo sus más altos fines,
se haya librado del m undo contingente de los sentidos y de los lazos
del m undo em pírico, idea que se rem onta tam bién a la tradición
escolástica, bajo la form a de lo que N i c o l a i H a r t m a n n ha lla
m ado un individualism o eudem onista del más allá25.
w Ibidem, p. 259.
25 N icolai H artmann, E th ik , Walter de Gruyter, Berlin, 1949, p. 84 y ss.
13 Pensamiento colombiano
366 E l pensam iento filosófico
ca, que tenía tan hondam ente arraigado, agregaba: “ D e todo lo cual
[la llam ada escuela teológica] deduce que el hom bre es esencial
m ente malo, su libertad esencialm ente mala; que ésa libertad es
siem pre desorden, y debe, no dirigirse o reprim irse cuando con
venga, sino estorbarse y com prim irse en todo caso” 29.
Pero como esta concepción dem asiado optim ista de la n atu
raleza hum ana chocaba con la idea católica de caída y redención,
C a r o trató de arm onizarlas, sin lograrlo plenam ente, esbozando
una respuesta que no deja de poseer afinidades con la doctrina
pelagiana de la E dad M edia: “ E l hom bre es bueno, pero flaco. Es
bueno, pero puede extraviarse, y entonces necesita una regla que
lo enderece y castigo que lo escarm iente y corrija. Las facultades
del hom bre revelan toda la bondad de D ios, pero no hay de esas
facultades una sola de que el hom bre no pueda abusar y de que no
abuse en efecto m uchas veces. E l hom bre no está colocado en la
tierra solo para gozar, sino tam bién para merecer. Y aún la bondad
divina es ta n grande, que casi siem pre procura en la tierra al hom
b re el contento, la alegría, la dicha, aun antes que las haya m ere
cido. El pecado original no significa que el hombre sea pecador an
tes de haber pecado, sino que nadie merece el cielo mientras no
haya sido virtuoso. Esa ley no es una injusticia de D ios, sino la
estricta aplicación de su justicia; no es la condenación de los ino
centes al infierno, sino la sim ple no adm isión en el cielo de los
que nada han m erecido en la tierra. La redención de Cristo no
significa la salvación de los infiernos para el que no haya pecado
todavía, sino la apertura de los cielos aun para el que no los haya
merecido con sus virtudes, con tal que no haya pecado, o que ha
biendo pecado se haya arrepentido sinceram ente. La libertad en
el hom bre es un derecho; el hom bre es libre ante los hom bres,
puesto que es libre ante D ios m ism o; pero por lo mismo es res
ponsable ante D ios y ante los hom bres del uso que haga de su
libertad. T oda doctrina que tienda a hacer al hom bre irresponsable
o esclavo, toda doctrina que tienda a representar al hom bre como
u n dios, o a D ios como un tirano, debe rechazarse con igual exe
cración”30.
LA O B R A Y LA F O R M A C IÓ N F IL O S Ó F IC A
D E M IG U E L A N T O N IO C A R O
103. T r ip l e f u e n t e d e su f o r m a c ió n f il o só f ic a .— -Aun
que hay contenido filosófico en toda su obra, trátese de filología
o de teoría del E stado, de econom ía o lingüística, de crítica litera
ria o de historia, los escritos rigurosam ente filosóficos de ^Mig u e l
A n t o n io C a r o , son pocos y casi todos trabajos de juventud. M .
A. C aro no dejó condensado su pensam iento en este cam po en u n
tratad o , ni desarrolló en ensayos separados los m últiples gérmenes
que se encuentran en toda su obra. A parte, pues, de las alusiones,
sugerencias y elem entos filosóficos que hay en todo lo que salió
de su plum a, los escritos en que definió su posición ante la filo
sofía fueron su Estudio sobre el utilitarismo, publicado en 1868,
cuando solo contaba 25 años, y su estudio crítico de la Ideología
de D e s t u t t de T ra c y , contenido en su Informe sobre la adop
ción del texto “Ideología” de Tracy por la Universidad Nacional,
publicado en 1870 y escrito en ese m ism o año, o en todo caso en
el año an terior1.
E n eso s d o s en sa y o s se en cu en tra ya d efin id a la o rien ta ció n
filo só fic a d e C a r o , la m ism a q u e con servará sin v ariacion es d e sig
n ifica ció n a través d e tod a su v id a y la q u e dará a su p en sa m ien to
sus p rin cip ales lín ea s form ales y e l co n te n id o d e su s m ás im p o rta n
te s id eas.
Ya desde estos escritos de juventud es posible observar que
en la educación filosófica de M ig u e l A n t o n io C aro entran tres
9 U tilita r is m o , p. 41.
L a obra y la formación filosófica de M iguel A. C aro 377
105. P o l é m i c a c o n t r a e l r e l a t i v i s m o d e l a s i d e a s .— Lo
que es válido para las ideas m atem áticas, lo es tam bién para las
ideas m orales y para las estéticas. E l bien, la justicia y la belleza
tienen tantos títulos de universalidad y son tan claras com o las
ideas de infinito y extensión o como los axiomas m atem áticos.
C ontra lo que piensan los utilitaristas y todos los relativistas, hay
tam bién axiomas m orales. P ero su aprehensión parece necesitar
la intervención de la experiencia y un proceso de desarrollo, lo que
ya, más que a D e s c a r t e s , puede vincularse a la doctrina de L e i b
n i z de las petites, perceptions. A nte el posible argum ento de que
los niños no pueden captar la idea innata del bien, sostiene C a r o
que en la niñez esa idea está como en germ en, y que plenam ente de
sarrollada solo ^ e n c u e n t r a en el adulto: “ Lo mism o que u n árbol
no m anifiesta sus condiciones y fruto en la semilla n i en un estado
de desm edro e im perfección, así el hom bre no descubre sus con
diciones innatas cuando niño ni en estado selvático. H ay que
estudiarlo naturalm ente desarrollado. Con todo aún im perfecto
y corrom pido, una observación atenta descubre en él ya los gérme-
versales puestas p o r D ios en la m ente del hom bre. Lleva las ne
cesidades lógicas del razonam iento hasta sus consecuencias últim as,
hasta que encuentran su satisfacción en Dios. Sin caer en el sub
jetivism o, en el relativism o, la idea universal del bien no podía
sacarse del yo como pretendía el idealism o trascendental. “ E l idea
lista — dice C a r o , refiriéndose visiblem ente a K a n t y a F i c h t e ,
aunque sin nom brarlos— se refugia en el yo, y el utilitarista, en
el placer, m odificación del yo; y de ahí no salen. Esas mismas ideas,
yo, placer, independientes de la idea fundam ental de Dios, de Dios
p o r quien el yo existe, p or quien el placer se produce, sin el cual
el yo y el placer nada significan; esas mismas ideas así aisladas,
anulados los objetos que representan se desustancian y anulan ellas
mismas. Son círculos de ignorancia y contradicción” 18.
lw Utilitarismo, p. 64.
L a obra y la formación filosófica de M iguel A. Caro
107. El p r o b l e m a d el l e n g u a j e y d e la c o n s t it u c ió n
U no de los aspectos de
lógica d e las c ie n c ia s d e l e s p ír it u .—
la obra de C aro en que más se reflejó su posición filosófica y su
racionalism o, fue el concerniente al problem a de la constitución
de las ciencias del espíritu, abordado por él en el curso de sus in
vestigaciones en to rn o a la cuestión de la esencia y origen del len
guaje y de los m étodos propios de una crítica literaria considerada
como ciencia.
E n este caso, como en el del problem a del conocim iento y de
la ética, su posición se fue afirm ando a través de una crítica del
positivism o. P ara este, el ideal era tratar toda realidad con los
conceptos y m étodos propios de las ciencias de la naturaleza, y en
prim er lugar, con el m étodo de la inducción. La ciencia estaba
lim itada al ám bito de la experiencia, lo m ism o que la razón, y por
eso aquellos objetos que no cayesen bajo el dom inio de la percep
ción sensible no eran susceptibles de llegar a constituir u n dom inio
científico. N o solo quedaban excluidos de la ciencia, sino tam bién
de todo conocim iento racional. La posibilidad de una intuición
intelectual quedaba elim inada.
C a r o com ien za p o r rechazar esta lim ita ció n d e la razón acep
tada p o r e l p o sitiv ism o , q u e “ red u ce la lib erta d d e l p en sa m ien to
a cortos p a seo s ter restr es” , segú n lo d ecía en su en sa y o so b re
Religión y poesían.
M ás allá de la esfera de los objetos sensibles existe el m un
d o de la idealidad — o de lo sobrenatural, com o él prefería decir— ,
tan real como el de los objetos físicos, puesto que ideal no se opo
ne a real, sino a m aterial. E xiste inclusive la zona del m isterio,
pero h asta ella tiene posibilidad de pen etrar la razón, y es ju sta
m ente eso lo que hacen el poeta, el artista, el m ístico: acceder a
las realidades m etafísicas p or m edio de la intuición intelectual,
23 Ibidem , p. 307.
24 Ibidem , p. 308.
386 E l pen sam ien to filosófico
se regía en su raíz por la legalidad interna del lenguaje, parecía cerrar la brecha y
encontrar un a concepción u nitaria sobre una base m etafísica. La lingüística m oder
na tratará de encontrarla en una dirección que no está muy lejana de la m etafísica
de B ergsion. Véase a W . von W artburg , Problemas y métodos de la lingüística,
M adrid, 1951, especialm ente las p. 8 y ss.; F erdinand de Saussure , Cours de
linguistique général, Payot, Paris, p. 23 y ss.; 36 y ss.; A mado A lonso , prólogo
a la Filosofía del lenguaje de K. V ossler , Buenos Aires, 1947, p. 7 y ss., y prólogo
a la traducción española del Curso de lingüística general de D e Saussure , Buenos
Aires, 1945, p. 29 y ss.; I orgu I ordan , ob. cit., p. 80 y ss., 86 y ss., 289 y ss.
27 Del uso en sus relaciones con el lenguaje, Biblioteca A ldeana de Colom
bia, Bogotá, 1935, p. 77 y 78.
28 O b. cit., p. 47.
29 A este pluralism o lingüístico, por así decirlo, parecía apuntar C aro cuan
do tomaba las lenguas latinas como constituyendo un todo, una form a som etida
a una ley común de desarrollo: “ La perm anencia del acento originario en todas las
388 E l pen sam ien to filosófico
36 E sta relación entre la ley y el hecho preocupó a C aro en todos los cam
pos, especialm ente al tratarse de ciencias sociales como la econom ía. E n general
no creía dogm áticam ente en la ciencia y la consideraba como afectada, irrem edia
blem ente, de u n elem ento irracional que la hacía altam ente exacta, pero no exacta
en absoluto: “ La ciencia, por o tra parte, no confiere infalibilidad ni don de profe
cía, pero enriquece el entendim iento, precave del error (pecado intelectual), da un
criterio de probabilidad, y hace hom bres, en sum a, más dignos de estim ación y de
fe que los charlatanes y dogm atizantes” ( E s tu d io s e c o n ó m ic o s , ed. Banco de la
392 E l pen sam ien to filosófico
43 Ibidem , p. 318.
394 E l pen sam ien to filosófico
« O b. cit., p. 135.
« O b. cit., p. 136.
14 Pensamiento colombiano
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*
II
C a p ít u l o XXIV
D E L P O S IT IV IS M O A LA N E O E SC O L Á ST IC A
1 1 0 . L a i n f l u e n c i a d e C o m t e y S p e n c e r .— E n una form a
muy general puede decirse que desde fines del siglo x v iii y com ien
zos del XIX, todo el pensam iento político, filosófico, pedagógico
y social colom biano estaba más o m enos im pregnado de espíritu
positivo, si p or tal entendem os, no una posición filosófica en sen
tido estricto, sino la reacción contra una cultura intelectual dem a
siado especulativa y verbalista y la orientación del espíritu mo
derno hacia la experiencia y el contacto directo con la naturaleza.
La influencia de la filosofía positiva propiam ente dicha se
insinúa ya en la Ciencia social proyectada por J o s é E u s e b i o C a
r o , donde el nom bre de A u g u s t o C o m t e aparece citado por p ri
m era vez en la literatu ra filosófica de la N ueva G ranada. Esa obra,
de la cual C a r o solo alcanzó a desarrollar algunos capítulos, esta
ba concebida sobre la base de los propósitos y los principios com-
tianos. C a r o se proponía el m ism o am bicioso program a del maes
tro francés: construir una ciencia social que fuese la culminación
y la síntesis de todo el saber. La historia es in terp retad a en té r
minos evolucionistas, como el tránsito de la hum anidad desde la
edad teológica hasta la era de la industria y de la ciencia, y el
análisis de los problem as se verifica com enzando por los más sim
ples, es decir, los m atem áticos, para llegar a los más complejos,
que son los biológicos y sociales1.
Después de C a r o , cuyos trabajos quedaran en proyecto, ideas
de origen com tiano aparecen dispersas en la obra de algunos es
critores como M a n u e l M a r í a M a d i e d o , quien tradujo el resu-
expansion del capitalism o m oderno. E ra, pues, n atu ral que reu
niendo sus obras todos estos rasgos fueran acogidas con entusias
m o p o r aquellos espíritus que veían en la industria m oderna una
solución óptim a p ara los problem as políticos, económicos y socia
les de Colom bia.
Pocas páginas de tan pu ro espíritu spenceriano se escribie
ro n en n uestro país en el siglo pasado, como el discurso que pro
nunció Salvador Camacho Roldán en la clausura de estudios
de la U niversidad N acional el 10 de diciem bre de 1882, en el mism o
recinto en que N úñez había propuesto dos años antes el estudio de
la Sociología de Spencer y de la Lógica de Stuart Mill , como
u n a m anera de superar las viejas polém icas en to rno a Bentham
y de actíüjpzar la inteligencia nacional. C on exaltada elocuencia des
cribe Camacho Roldán la m archa del m undo m oderno hacia la
paz y la concordia, hacia la conquista to ta l de la naturaleza p or la
ciencia, hacia la organización de una sociedad en que el ingeniero
será el nuevo héroe:
“ A la organización artificial de grem ios y m aestrías h a suce
dido la organización n atu ral de la sociedad anónim a. E sta h a de
sarrollado, en m enos d e cuarenta años de funcionam iento, fuerzas
que no conocieron el im perio de A lejandro ni la tiranía centrali-
zadora de la Rom a im perial. A l calor de esa asociación encendió
E ulton las calderas de los vapores del M ississipi, y Stephenson lan
zó su locom otora invencible que ya h a recorrido rieles en una
extensión diez veces m ayor que la circunferencia de la tierra. M or
se ha extendido la red de su alam bre mágico p or m ás de tres
cientas mil leguas. La com pañía de seguros ha elim inado los ries
gos del m ar y del fuego, y la de seguros sobre la vida ha arrancado
al secreto del destino una de sus más tem erosas páginas. Los ban
cos de circulación han resuelto el problem a del m ovim iento per
petu o de los valores, y repartido en tre todos los hom bres la fuerza
m otriz de los capitales, provista de los cien brazos de B riareo y
de la fuerza de los Titanes. La sociedad cooperativa reduce a la
práctica la fraternidad del cristianism o. Las conquistas de la inte
ligencia, ayudadas p o r la palanca del capital, arrancan las m onta
ñas de sus cim ientos eternos y realizan el prodigio prom etido an
tes a solo la fe.
”La evolución industrial ha prestado su concurso a la evo
lución política para com pletar la obra de unión y com pactación
de las diversas nacionalidades. E l ferrocarril liga entre sí las diver-
402 El pensam iento filosófico
sas p artes de u n m ism o territo rio , facilita singularm ente las ope
raciones de cam bio, perm ite la concentración rápida de las fuerzas,
pone en contacto a los hom bres separados p or las distancias, los
obliga a conocerse y am arse, establece el com ercio de los sen ti
m ientos y de las ideas y acaba p o r fu ndir las rivalidades y antipa
tías de la ignorancia en una obra de am istad y concordia”4.
D esde luego, las ideas de Spencer que más am plia acogida
hallaron fueron aquellas que tenían alguna relación con la política
y con las ciencias sociales, p or ejem plo, la idea de evolución y el
in ten to de hacer de la sociología una ciencia, si no exacta, p o r lo
m enos experim ental, cuyas conclusiones sirvieran para fu n d ar la
política sobre bases científicas. E l que más insistió sobre este as
pecto d el pensam iento positivista fue Rafael N úñez, quien veía
en el estudio histórico de los fenóm enos sociales — que p ara los
positivistas significaba estudiarlos en sus etapas evolutivas— no
solo u n m étodo adecuado para el estudio de la sociedad, sino u n
in stru m en to educativo para lograr la tolerancia y la civilización
política: “ La sociología — observaba— · explica la existencia de ins
tituciones que, a distancia, nos perm iten com prender, p o r ejem plo,
la necesidad de la esclavitud en los tiem pos en que A ristóteles
consideraba el trabajo industrial como una ignom inia. La sociolo
gía es p o r eso elocuente m uestra de la tolerancia, que es nu estra
gran necesidad política, porque ella, para todo resum irlo, justifica
y adm ite toda las opiniones, com prende y aplaude todas las te n
dencias, aun las más contradictorias, y rebaja el orgullo de los
estadistas que m ás grandes descuellan, a las simples y justas p ro
porciones de hábiles, pacientes y concienzudos in térp retes, p o r
n o decir instrum entos, de fenóm enos que ellos nunca podrían no
digo inventar, p ero n i m odificar sustancialm ente siquiera”s.
12 N úñez fue fijando su posición ante este problema — que era la manera
de fijar su posición filosófica— a través de sus comentarios a la numerosa literatura
que se producía en Europa, principalmente en/Inglaterra y Francia, sobre este
tema. Citaremos algunos de los más notables: E l r e n a c im ie n to , en R e fo r m a , ed.
cit., vol. vu, p. 104 a 110; E l p o s itiv is m o , ibidem, p. 188 a 194; E l te s tim o n io d e
lo in v is ib le , vol. iv, p. 113 a 121; L a re a c c ió n d e l s ig lo , ibidem, vol. v, p. 139 a
146; E s c e p tic is m o , ibidem, vol. iv, p. 123 a 130; N u e v o s h o r iz o n te s , ibidem, vol.
i i , p. 293 y ss.
D el positivismo a la neoescolástíga
407
daría excluido. P ero negar la lib ertad sería negar la base de la vida
m oral y colocarse co n tra las exigencias del sentido com ún, que
tam bién p ara Suárez, com o p ara Balmes, es u n criterio de verdad.
cosas, pero que debe som eterse ai poder de abstracción del e n ten
dim iento hum ano p ara llegar a ser universal pleno.
E l ensayo de R a m í r e z A r i s t i z á b a l está lleno de observa
ciones q u e denotan en él un agudo sentido filosófico. E n su crítica
al principio del cogito, m uestra que el razonam iento cartesiano
presupone la existencia de los principios lógicos de contradicción
y causalidad, pues al decir pienso, afirm o que algo es — pues no
pued o pensar y no pensar a u n mism o tiem po— , y al pasar del
pensar a la existencia, afirm o que m i pensam iento no puede ser
u n efecto sin causa2425.
P ara p ro b ar la existencia de la sustancia, del yo y de la causa
lidad recurre a los argum entos tradicioriales de carácter teológico
y filosófico. La causalidad se p rueba p o r la evidencia racional que
m e indica que no hay efecto sin causa; la sustancia debe existir
p o rq u e en otra form a el m undo sería una creación continua, ya
q u e de no haber sustancia solo quedarían los accidentes y estos
surgen y desaparecen continuam ente; y finalm ente, para la prueba
del yo, siguiendo a B a l m e s recurre a argum entos sicológicos. H ay
u n a intuición de u n yo nuclear, que perm anece, que no es u n a sim
p le sucesión de fenóm enos. Si no fuera así no podría decir yo pien
so, sino había pensamiento, hay pensamiento, etc. P ara decir yo
es necesario que haya u n a realidad perm anente, real, esto es, que
el yo sustancia exista.
Como fru to s de este m ovim iento deben recordarse tam bién
los trabajos de F r a n c i s c o M . R e n g i f o y J u l i á n R e s t r e p o H e r
n á n d e z , catedráticos am bos del Colegio del Rosario. E l prim ero
és au to r de un ensayo titulado Santo Tomás ante la ciencia moder
naκ , en el cual m uestra u n conocim iento m uy com pleto de ciencia
de su tiem po, especialm ente de la física, la biológica y las m atem á
ticas. R e n g i f o se aplica a dem ostrar que los resultados de la
ciencia m oderna son perfectam ente arm onizables con las principales
tesis de la filosofía tom ista, ta n to en el aspecto m etodológico como
en el ontológico. Todos los m étodos propios de la investigación
están previstos en la filosofía de S a n t o T o m á s , según R e n g i f o
— observación, experim entación, inducción— , y todas las teorías
contem poráheas sobre la m ateria y la form a, ya que las m odernas
■%I
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ÍNDICE DE AUTORES CITADOS
Carlos III : 17, 61, 83, 84, 85, 141, Cuervo, Rufino José: 23, 30, 31, 32,
142, 320, 328. 33, 34, 35, 36, 65, 127, 135, 136,
Carlos V: 32, 60, 78, 106. 138, 141, 157, 158, 160, 164, 205,
Carlyle, A. J.: 100, 117, 118. 354, 391.
Caro, José Eusebio: 22, 33, 34, 35, Curcio A ltam ar, Antonio: 26, 62, 80.
62, 63, 64, 65, 66, 67, 160, 161, 165, 86 .
166, 174, 175, 292, 295, 355, 356, Cuvier: 319, 333.
357, 370, 379, 399, 400. Cham berlain: 181.
Caro, Miguel A ntonio: 65, 77, 78. C hateaubriand: 137, 159, 355.
79, 80, 81, 82, 83, 84, 85, 86, 87, Chesterfield, Lord: 67.
88, 89, 90, 91, 97, 114, 125, 134, Child, Theodore: 68.
149, 152, 154, 166, 167, 168, 169,
170, 171, 172, 173, 174, 175, 176,
— D —
177, 178, 179, 180, 181, 182, 183,
184, 185, 192, 212, 221, 235, 236,
237, 259, 261, 265, 273, 285, 286, D ’A lem bert. 333.
D auviat: 329.
287, 288, 289, 290, 292, 293, 294, Darwin, Charles: 326.
295, 296, 297, 298, 299, 300, 301, Davie, M aurice È.: 51.
302, 303, 304, 305, 306, 307, 308, D erathe, Robert: 100.
309, 310, 311, 312, 313, 314, 315, D escartes: 98, 209, 321, 329, 330,
351, 352, 366, 367, 368, 369, 370, 333, 337, 338, 356, 372, 373, 376,
371, 372, 374, 375, 376, 377, 378, 377, 378, 394.
379, 380, 381, 382, 383, 384, 385, Duhamel, Ju a n B au tista: 329.
386, 387, 388, 389, 390, 391, 392, Dumas, Alejandro: 33, 127, 159.
393, 394, 395, 396, 397. Dum ont: 346.
Caro,V íctor E.: 392. Durand, José: 24, 120.
C arrasco: 113.
C arrasquilla, R afael M aría: 104, 235,
237, 279, 280, 281, 282, 283, 327, — E —
372.
Casas. Las: 79. Eastm an, Tomás: 400.
Cassirer, E rn st: 41, 42, 99, 181, 209, Epicuro: 364.
308, 333. Erasm o : 326.
Castillo y Rada, José M. del: 30, 138. Ercilla, Alonso de: 24, 79.
Castro, Américo: 11, 12, 14, 15, 16, Escoto: 325, 329.
61, 75, 340. Espen, B ernardo Van: 329.
Cavour: 281. Espinosa, Ignacio V.: 338, 40Q.
C ervantes: 390. Espronceda: 33, 159.
Cisneros: 78. Estévez: 104.
Com m ager: 51.
Comte, Augusto: 188, 233, 271, 366,
— F —
368, 396, 399, 400.
Comte, Carlos: 127, 165, 166, 167, Feijóo : 3, 12, 13, 319, 320, 333.
168, 181. Felipe II: 24, 32, 78.
Condillac: 99, 145, 210, 240, 333. Fernando V II: 83, 104, 141.
Condorcet: 158, 166, 350, 365, 366. F ichte: 297, 380, 381.
Constant, ^Benjamín: 100, 127, 134, ^ lo r e A Joachim Von: 170.
263. Fleury, Claudio: 329.
Copérnico: 320, 326, 330. Floridabianca: 319, 324.
Cortés, Donoso: 233, 240. Fonseca, J.: 394.
Cousin, V íctor: 127, 210, 345. F ourier, Charles: 158, 164, 180.
Covarrubias : 3. F ranco Quijano, J. F .: 101, 325, 326.
Cromwell, Oliverio : 6. F ran k lin : 177.
Cuervo, Ángel: 31, 32, 65, 127, 135, F uen te de la Peña: 326.
136, 141, 158, 160, 164. F u ete r: 63.
ÍNDICE DE AUTORES CITADOS
417
—Z—
—V—
Zapata, Felipe : 22.
Valdeavellano : 59. Zea, Francisco Antonio: 327.
Vargas, Ju a n B autista de: 109. Zea, Leopoldo: 400.
Vargas, Pedro F erm ín de: 22, 26. Zorrilla: 33, 159.
NOTAS
NOTAS
E ste libro se terminó de imprimir en los
Talleres Gráficos T emis , carrera 39 B,
núm. 17-98, d e B ogotá, e l día 19 de f e
brero DE 1982, aniversario del naci
miento DEL JURISTA ALEMÁN RUDOLF
STAMMLER (η. 19, π, 1856 y m. 25, ιν,
1938).
LABORE ET CONSTANTIA