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Trabajo práctico:

Secuencias dominantes y secuencias


incrustadas
1.
A lo lejos, el caballo del campo de la gaviota recorría los fríos mares del norte.
Y aún más cerca, se escuchaba el golpe de la luna de los piratas, los escudos,
dentro de la nave agitada para todos lados por las olas que iban y venían.

De pronto, dirigiéndose a su invitado, el rey Olaf dice: - ¿es ese el puerto que
me dijiste? -. Aethelfrith, un monje tomado como rehén por los nórdicos,
taciturno la mayoría del viaje, repuso: -Sí, y allí cerca se encuentra la abadía
donde crecí-.

Ellos aseguraban que Thor los guió durante todo el viaje, y cuando no podían
ver la luz del Sol, el vegvísir los ayudó. Este objeto era una especie de brújula
que los hombres del norte utilizaban para viajar en los mares, junto a otros
objetos, como la piedra de sol que les era muy útil cuando el astro se ocultaba
tras las nubes, entonces este mineral captaba sus rayos y servía de orientación
en días oscuros.

Dentro de un salón en la abadía, en absoluto silencio, se encontraban los


monjes, copiando, traduciendo, escribiendo la obra del griego y del poeta latino.
Un haz de luz naranja entraba por los vitrales, purificando todo el ambiente.
Sobre la comedia, de Aristóteles estaban tratando estos hombres de Dios,
noche y día. Siempre la misma rutina. Dividida cada tres horas que se sucedían
tras el tintinear aún profano de la campana que se encontraba en el
monasterio, los

Una gota de sangre de un cenobita, que se autoflagelaba frente a la cruz, caía


al suelo de la capilla al tiempo que los guerreros daneses batiendo sus escudos
como el retumbar de tambores, invadían y saqueaban el monasterio en busca
de oro. El rey Olaf, junto a los escaldos quemaron todo. No quedó ni un hombre
de Dios vivo. Se perdió para siempre la obra del filósofo griego. En esos
momentos, el rey agradeció a su esclavo por la información y este,
arrepintiéndose, le dijo: -Señor, permítame enterrar a los muertos y brindarles
un funeral cristiano-. El danés, que era un rey compasivo a la vez que curioso,
repuso: -Luego de eso, quisiera saber qué es ese objeto que cuelga del muro y
produce una melodía agradable-.

Olaf se refería a la campana de reloj que se encontraba en el medio de la


abadía. Se acababa de construir y aun no se encontraba bendecida. Le llamó
particularmente la atención el brillo de la aleación de oro y bronce. Estas
campanas se utilizaban en los monasterios de la Edad Media para contabilizar
las horas del Opus Dei y los toques que se escuchaban, también servían para
comunicarse con el mundo externo al monasterio. La campana no había
sonado, quizá por pereza o por olvido, antes de la invasión vikinga. Por este
motivo los monjes no se percataron del peligro que se avecinaba. Algunos
autores, siglos más adelante, atribuyeron esta tragedia del monasterio a que
estos religiosos no pudieron bendecirla, es una superstición que circuló durante
el medioevo.

-Es una campana-, dijo Aethelfrith mientras la observaba pavoroso -la


utilizamos para reconocer los momentos del día en que tenemos que rezar la
salmodia o realizar alguna otra actividad que nos obliga el abad-. La regla de
San Benito se encontraba en el apogeo en esta época.

-Quisiera llevarla hasta Noruega, allí servirá como trofeo de esta gran batalla
que acabamos de ganar- replicó el rey enérgicamente sin saber que este viaje
de vuelta sería el último, tras ser enjuiciado y condenado al bloðorn (águila de
sangre).

Olaf era un buen rey, justo con los guerreros de su estirpe. Repartía en partes
iguales el oro que conseguía de sus “expediciones”. Lo llamaban “beahgifa”, el
“dador de anillos”. Se decía de este rey que era tan ágil que podía saltar de
remo en remo mientras sus guerreros remaban en las largas embarcaciones en
forma de dragón.

De esta manera, los escandinavos luego de tomar el botín de guerra, subieron


a sus drakkar, y volvieron a sus tierras del norte.

Ruinas, destrucción y desolación dejaron los vikingos en el pantanoso noreste


de la actual Inglaterra. El único sobreviviente del ataque, el anacoreta que fue
secuestrado en un viaje anterior por este grupo de bárbaros, fue testigo de
cómo estos hombres se alejaban de las costas de Northumbria, llevándose la
campana maldita hacia sus precarias ciudades atravesando los mares
recientemente descongelados. Sabemos esto gracias a su testimonio que fue
encontrado en un viejo códice tras varios siglos y que recopilaron en la Crónica
Anglosajona diversos monjes de diferentes monasterios.

Así, a través de los siglos creció un temor entre las gentes de los monasterios y
las ciudades aledañas. Nacieron muchas historias que involucraban demonios
paganos, brujas y supersticiones que cada vez iban a ser más recurrentes en
esta etapa de la Edad Media. Estos dos mundos, uno pagano y otro cristiano,
que parecían tan diferentes, van a ser el origen de la poesía épica y cristiana
tan difundida en este periodo.

Secuencias:

- En color negro se encuentra la secuencia dominante, que es la narrativa.


- En color rojo se encuentra una secuencia incrustada, que es la dialogal.
- En color púrpura, se encuentra otra secuencia incrustada, la que
corresponde a la descripción.

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