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Viñas David - Arlt Robar y Salir Corriendo
Viñas David - Arlt Robar y Salir Corriendo
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sabe: revés y derecho; Jano brifonte y paradoja que se resuelve mediante una
elegía o a través de una grotesca crispación. Lo esencial de la literatura argentina
del siglo XIX se agotaba en coincidencia cronológica con la narrativa más
contemporánea que se iba abriendo en agresivo y fecundo desvío. Porque ¿qué
David Viñas nació en la ciudad de Buenos Aires en 1929. Es narrador, crítico, autor teatral y docente
universitario.
"Arlt: robar y salir corriendo " apareció en el número 43 del semanario El periodista de Buenos Aires y es una
condensación del modelo crítico que Viñas inició en la revista Contorno y alcanzó su culminación en las distintas
obras que agrupó bajo el nombre de Literatura argentina y realidad política. Publicado en julio de 1985, el
artículo evoca, distintos trabajos sobre El juguete rabioso de Enrique Pezzoni y Oscar Masotta, por ejemplo, y
también de Ricardo Piglia, quien, significativamente, se había, convertido en uno de los más originales herederos de la
tradición fundada por la revista Contorno , pero los subsume en un aparato retórico irrepetible y un sistema de
lectura donde textos y autores pierden excepcionalidad para alumbrarse unos a otros. En este sentido, la función del
discurso crítico, antes que describir, comentar, valorar o consagrar obras, es la de percibir y señalar líneas, arcos,
ejes, tramas, gestos, ademanes, itinerarios que presenten la producción literaria como un panorama cuyas tensiones
revelan su dependencia respecto de la realidad, sociohistórica. Lo que se entiende por la literatura argentina es,
frecuentemente, efecto de acciones institucionales vinculadas a la circulación, consagración y conservación de las
obras; en cuanto a esto, las lecturas de Viñas que el presente artículo muestra de un modo apretadísimo
componen uno de los pocos discursos críticos que persuaden de que esa literatura realmente existe y bajo formas
mucho más significativas que las de los santuarios y los panteones. A.
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ocurría en ese momento adjetivado por el "radicalismo clásico"? El estilo señorial
con sus rezagos, resistencias, sistemas y rencores se estaba replegando frente al
drama que describía a la clase media porteña. Y ambos síntomas mayores se
sobreimprimían en el mismo año.
Es que si el emblema "bárbaro" superpuesto en el Facundo de 1845 había
girado ciento ochenta grados hasta recalar en la sabiduría mansa, dicharachera y
lateral de ese gaucho conclusión de dinastía, lo blasonado por la "civilizada"
Amalia hacia 1850 se invertirá hasta degradarse en las melancólicas putas de
César Tiempo, Castelnuovo y Stanchina. O en la Renga arltiana. Subrayando esos
dos andariveles, a su vez, el itinerario zigzagueante de la novela argentina.
Ahora bien, si en el universo de Arlt la figura de Lugones es aludida mediante la
efracción de una biblioteca y el robo de Las montañas del oro, en el otro extremo
del espectro literario el ademán borgeano (consecuente al de Güiraldes) sólo
penetra ceremonialmente en el templo de los libros para ofrendarle un ejemplar
recién publicado al "patriarca" de El payador y recibir, en contraseña, la
santificación intelectual. Dos exasperaciones, pues: violación y rito. La profanación
del típico recinto cultural en Arlt se tensa así frente a la sacralización de lo libresco
en Borges. Y el clásico drama sarmientino se estruja en otra vuelta de tuerca.
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distanciarse del "mariquita" del hotel (que por su parte alude a otra paideia
urbana, con un iniciador corrupto y otra biblioteca de prestigio) se abren las
puertas y se le da la espalda a "la sutil tentación pecaminosa".
Lunfardo, delación y homosexual, entonces, que en el escenario arltiano a cada
paso vacilan entre la conciencia desgarrada y el anonadamiento.
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Y lo que no tengo aún resuelto. Si en el uso del lenguaje con toques académicos
Arlt, paradójicamente, se empeña en recibir algún "espaldarazo" lugoniano como
resultado de lograr, por fin, seducirlo al autor de La guerra gaucha. Digo, si es así
habría que atribuirlo a que prolonga el juego enunciado con el robo: robar y
escribir se superponen. Deben ser gestos asombrosos y destinados al poder; ser
análogos al invento de un cañoncito que estalla con estruendo, a entrar con
desenvoltura al café, reírse a carcajadas en la última fila de la platea teatral o
hablarle a los militares de los inventos de Marconi. Todos esos ademanes vienen a
significar lo mismo. Como convertirse en Napoleón, Edison, D'Annunzio o
Rocambole.
Ejercicio de la seducción, por consiguiente, en cuyo envés se lee el deseo de
conjurar las humillaciones impuestas por los jefes, suegras o porteros: en la oficina
con ventanal al río, llevando una "ridicula canasta" por Lavalle y Talcahuano o al
recibir una propina. Y en el caso particular del Juguete rabioso por el policía que
aparece al final del circuito del robo de los libros de Lugones y que se llama
Manuel Carlés: cuyo referente más concreto es nada menos que el presidente de la
Liga Patriótica Argentina, ideólogo de la Semana Trágica del 19 y de la represión
de los obreros patagónicos entre 1920 y el 21.
Hay menos heterodoxia de lo que se supone en Arlt. Incluso con frecuencia
aparece "pegado" a la ideología oficial. Al menos, por algunos de sus flecos. De ahí
que resulte previsible cuando la ciudad de los años veinte, emblematizada en una
"puta babilónica", también sea conjurada por Arlt con su peculiar desplazamiento
hacia las apelaciones lugonianas a favor del campo. Es el preciso momento en que
El juguete rabioso se cierra con una invocación a "la pureza y el cielo despejado "
de la Patagonia.
Ultimo Sur donde el Arlt de 1926 coincide, por su metáfora con la de Victoria
Ocampo de 1930. Y mucho más allá de esa fecha, hasta con el Ernesto Sabato de
los héroes y las tumbas de 1962. En un único conjuro salvador de la ciudad
purificada que ya no podía rescatarse por el norte más o menos
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(referente policial-perseguidor de los ladroncitos de la biblioteca que roban y se
largan a correr) justamente celebraba, en ese año, el "heroísmo castrense"
exhibido durante las represiones del ejército, apenas cinco años antes, en el
territorio nacional de Santa Cruz.
Correlativo resulta, por lo tanto, que sea precisamente aquí donde los efectos de
la seducción lugoniana reaparezcan. Y las montañas del oro, sin tanto brillo pero
conservando su "altitud viril", se hayan desplazado en dirección a las grandes
montañas de la Patagonia. Desde ya: simbólicamente.
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