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Encíclica En el campo del Señor (In Dominico agro) CLEMENTE PAPA XIII
100 PROLOGO
A) Su necesidad
B) Su autoridad
B) Diversidad en el método
C) Fuentes principales
1000 I. DEFINICIÓN DE LA FE
A) Su origen histórico
B) Su división
1010 CAPITULO I "Creo en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra"
II. "CREO"
D) Un solo Dios
IV. "PADRE"
D) Misterio inescrutable
V. "TODOPODEROSO"
B) Su importancia y frutos
E) La divina Providencia
B) La fe en el Redentor
A) El nombre de "Jesús"
C) Único Hijo
V. "NUESTRO SEÑOR"
A) El nacimiento de Cristo
B) Paralelismo entre Cristo y Adán, entre María y Eva
1040 CAPITULO IV
II. "PADECIÓ"
1) Para que la noticia histórica de un suceso tan gran dioso y fundamental pudiera fácilmente ser
constatada por todos, ya que se señala el tiempo exacto en que sucedió.
V. "MUERTO"
VI. "SEPULTADO"
A) ¿Quién padece?
B) ¿Por qué padece? Y para que más claramente resalte la grandeza y eficacia del amor de Cristo
para con nosotros (78), consideremos en segundo lugar por qué padece.
C) ¿Cómo padece? Consideremos en tercer lugar cuánta fue la amargura de Cristo en su pasión.
E) "Ejemplo os he dado"
1050 CAPITULO V "Descendió a los infiernos y al tercer día resucitó de entre los muertos"
B) Descendió realmente
III. "RESUCITÓ"
A) Su necesidad
B) Su utilidad
C) Su ejemplaridad
1060 CAPITULO VI "Subió a los cíelos y está sentado a la diestra de Dios Padre todopoderoso"
1070 CAPITULO VII "Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos"
I. SIGNIFICADO Y VALOR DEL ARTÍCULO
1090 CAPITULO IX
B) Significado concreto
A) Unidad de la Iglesia
B) Santidad de la Iglesia
C) Catolicidad de la Iglesia
D) Apostolicidad de la Iglesia
B) Objeto de nuestra fe
C) Los miembros
B) Por el bautismo
A) Sentido de la proposición
C) Algunas semejanzas
D) Pruebas de razón
A) Resucitaremos todos
A) Impasibilidad
B) Claridad
C) Agilidad
D) Sutileza
A) Felicidad perpetua
C) Felicidad inefable
B) Bienaventuranza accidental
I. Fundamento dogmático
INTRODUCCION
V. CAUSAS DE SU INSTITUCIÓN
X. SU AUTOR
XI. EL MINISTRO
NOTAS
APLICACIONES. -
APLICACIONES. -
Esta ley obliga no sólo a los adultos, sino también a los niños más pequeños.
Por último, el bautismo imprime en el alma la señal indeleble del carácter (97).
B) En la pila bautismal
C) Después del bautismo
XI. CONCLUSIÓN
NOTAS
V. PARTES ESENCIALES
A) Materia
B) Forma
VI. MINISTRO
VIII. EFECTOS
X. CONCLUSIÓN
NOTAS
B) Un solo sacramento
V, PARTES ESENCIALES
A) Materia
B) Forma
Escritura.
NOTAS
A) Definición
C) Grados de la penitencia
IV. LA PENITENCIA COMO SACRAMENTO
A) Materia
B) Forma
VI. EFECTOS
VII ACTOS QUE EL PENITENTE DEBE PONER PARA LA INTEGRIDAD DEL SACRAMENTO
IX. CONCLUSIÓN
NOTAS.
VIII. EL MINISTRO
NOTAS:
A) Tonsura
B) Ostiariado
C) Lectorado
D) Exorcistado
E) Acolitado
F) Subdiaconado
G) Diaconado
H) Sacerdocio
1) SACERDOCIO INTERNO. -
2) SACERDOCIO EXTERNO. -
NOTAS:
III. DEFINICIÓN
B) Indisoluble
B) Obligaciones de la esposa
B) Impedimentos matrimoniales
NOTAS:
INTRODUCCION
IV. EXORDIO
V. PECADO DE IDOLATRÍA
II. EN QUÉ SE DIFERENCIA Y EN QUÉ CONVIENE ESTE CON LOS DEMÁS PRECEPTOS DE LA LEY
V. ASPECTO NEGATIVO
CUALIDADES DE LA CARIDAD.-
Y el santo Job: Había hecho pacto con mis ojos de no mirar a virgen (@Jb 31,1@).
V. EXHORTACIONES DIVINAS
V. ASPECTO POSITIVO
4000 INTRODUCCION
I. SIGNIFICADO Y VALOR DE ESTA CUARTA PARTE DEL CATECISMO
A) Su necesidad
B) Sus frutos
II. "PADRE"
III. "NUESTRO"
A) Omnipresencia divina
C) Reflexiones
E) Santidad de la Iglesia
II. Su NECESIDAD
VI. CONCLUSIÓN
A) Voluntad de "signo"
D) Ayuda divina
IV. "Así EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO*'
B) Reconocida gratitud
A) Humildad
B) Alegría
C) Santo abandono
II. SU NECESIDAD
IV. "NUESTRO"
VI. "DÁNOSLE"
VII. "HOY"
IV. '"NUESTRAS"
V. "PERDÓNANOSLAS"
B) Su necesidad
II. SU NECESIDAD
A) La tentación
B) La caída
D) Confianza en Dios
B) Respuesta de Dios
C) El gran mal: el demonio
I. SELLO FINAL
III. "AMÉN"
EN el campo del Señor, cuyo cultivo está á nuestro cargo por disposición de la Divina Providencia,
ninguna cosa requiere cuidado tan exquisito y trabajo tan continuado como la defensa de la buena
semilla en él sembrada, esto es, de la Doctrina católica, enseñada por Jesucristo y por los
Apóstoles, y á Nos confiada; no sea que, si se abandona por culpable negligencia ó por cobarde
desidia, mientras duermen (Mt 13,25) los obreros, siembre zizaña en medio del trigo el enemigo
del humano linaje; de donde resulte que, en la época de la recolección, en vez de grano para
guardarlo en las paneras, se halle maleza, que sólo sirve para arrojarla al fuego. Y á defender la fe
(Jud 3), enseñada primeramente á los Santos, nos exhorta con energía San Pablo, quien escribe á
Timoteo (Cf 2Tm 3,1) que guarde el rico depósito, porque (2Tm 1,14) sobrevendrán tiempos
peligrosos, en que se levantarán en la Iglesia de Dios (2Tm 1,13) hombres perversos é impostores,
por medio de los cuales el astuto tentador se esforzará en corromper las almas incautas con
errores contrarios á la verdad del Evangelio.
Y si, como sucede con frecuencia, se vertiesen en la Iglesia de Dios ciertas doctrinas depravadas,
que, aunque opuestas entre sí abiertamente, están, sin embargo, acordes para denigrar de
cualquiera modo la pureza de la,fe católica, es muy difícil en tal caso dirigir los tiros de nuestra
argumentación contra uno y otro enemigo con prudencia tal, que se vea claramente, no que
volvemos la espalda á ninguno de ellos, sino que rechazamos y reprobamos por iguala entrambos
enemigos de Jesucristo. Y, á veces, se presenta de tal suerte el error, que fácilmente se encubre la
falsedad diabólica con mentiras disfrazadas bajo cierta apariencia de verdad, corrompiéndose el
sentido de los testimonios con alguna pequeña adición ó variación, y á las palabras que obraban la
salud, por alteraciones á veces ingeniosas, se las hace producir la muerte.
Por esta razón debe apartarse á los fieles, singularmente á los que son de entendimiento rudo y
sencillo, de tales caminos peligrosos y resbaladizos, por los cuales apenas podrán estar en pie ó
andar sin caer; ni deben ser guiadas las ovejas á los pastos por sendas desconocidas, ni
proponérseles tampoco ciertas opiniones particulares, aunque sean de doctores católicos; sino
que se les ha de enseñar la nota certísima de la verdad católica, esto es, la catolicidad, la
antigüedad y la unidad de la doctrina. No pudiendo, además, el pueblo (Cf Ex 19,12) subir al monte
adonde desciende la gloria del Señor, pues el que traspase los límites para verle perecerá, deberán
los doctores señalar al pueblo los límites dentro de sus facultades, para que sus conversaciones no
anden errando fuera de lo que es necesario ó sumamente útil á la salvación, y los fieles sean
obedientes al dicho del Apóstol (Rom 12,3): Que no intentéis saber más de lo que se debe saber,
sino que habéis de saber con moderación.
Estando bien persuadidos de esto los Romanos Pontífices, nuestros predecesores, pusieron todo
su cuidado, no sólo en cortar con la espada del anatema las raíces venenosas de renacientes
errores, sino también en impedir el curso á ciertas opiniones que subrepticiamente venían
introduciéndose, las cuales, ó por su exageración impedirían en el pueblo cristiano frutos
riquísimos de la fe, ó por su proximidad á error podrían perjudicar á las almas de los fieles. Por
tanto, después de haber condenado el Concilio de Treñto las herejías que en aquel siglo habían
intentado obscurecer la luz de la Iglesia, y de haber puesto mucho más evidente la verdad católica,
habiéndose como desvanecido las tinieblas del error; considerando los mismos Predecesores
nuestros que aquella sagrada Asamblea de toda la Iglesia había procedido con tan prudente
criterio y con tal moderación, que se abstuvo de reprobar las opiniones apoyadas en autoridades
de doctores eclesiásticos, determinaron se escribiese otra obra, según la mente del mismo Santo
Concilio, que comprendiese toda la doctrina, según la cual habrían de instruirse los fieles, y que
estuviese completamente exenta de todo error, cuyo libro publicaron con el nombre de Catecismo
Romano, siendo por esto muy dignos de alabanza por dos razones. Porque, por una parte,
encerraron en él la doctrina común en la Iglesia y libre de todo peligro de error; y por otra, porque
la expusieron con palabras muy claras, para que fuese enseñada públicamente al pueblo,
siguiendo de este modo el precepto de Cristo, nuestro Señor, que mandó á sus Apóstoles (Cf. Mt
10,27) dijeran á la luz del día lo que Él les había dicho de noche, y que lo que se les había dicho al
oído, lo predicasen desde los terrados; y conformándose con su Esposa, la Iglesia, de quien son
estas palabras (Ct 1,6): Dime dónde pasas la siesta al medio día; porque, en donde no fuere medio
día y no hubiese una luz tan clara que manifiestamente se conozca la verdad, con facilidad se
admite por ella la mentira por su semejanza con aquélla, puesto que en la obscuridad difícilmente
se distingue de la verdad. Sabían perfectamente que antes hubo y que después habría quienes
atraerían á las ovejas, prometiéndoles pastos más abundantes de sabiduría y de ciencia, adonde
muchas acudirían, porque (Pr 9,17) las aguas hurtadas (ó deleites prohibidos) son más dulces, y el
pan tomado d escondidas es más sabroso. Con el fin, pues, de que la Iglesia no estuviese incierta,
andando engañada tras de los rebaños de sus compañeros, los cuales también andaban errantes,
por no estar apoyados en principio alguno cierto de verdad, (2Tm 3,7) estando siempre
aprendiendo, sin arribar jamás al conocimiento de la verdad; por esta razón dispusieron que se
enseñase al pueblo cristiano solamente las cosas necesarias y sumamente útiles para salvarse, las
cuales se hallan expuestas clara y sencillamente en el Catecismo Romano.
Pero este libro, compuesto con no pequeño trabajo y celo, aprobado por general asentimiento y
recibido con los mayores encomios, ha sido en los tiempos presentes poco menos que arrebatado
de las manos de los párrocos por el amor á la novedad, enamorándose de diversos Catecismos,
que de ningún modo pueden compararse con el Romano; de donde se originaron dos males: el
uno, haber casi desaparecido la uniformidad en el modo de enseñar, produciéndose cierto
escándalo en las almas sencillas, que se figuraban no estar ya en (Jn 11,1) la tierra de un solo
lenguaje y de unos mismos pensamientos; y el otro, haber nacido contiendas de los diversos y
varios métodos de enseñar la verdad católica; y de la emulación, al andar diciendo uno que (1Tm
3,15) seguía á Apolo, otro á Cefas y otro á Pablo, nacían divisiones en el juicio y grandes discordias;
y no creemos pueda haber nada más pernicioso que estas acres disensiones para disminuir la
gloria de Dios, ni más perjudicial para destruir los frutos que los fieles deben sacar de la Doctrina
cristiana. Por consiguiente , para poner término á estos dos males de la Iglesia, consideramos
necesario volver á la misma enseñanza, de donde' hacía tiempo habían apartado al pueblo
cristiano, unos con muy poco sano juicio, y otros llevados de soberbia, juzgándose los más sabios
de la Iglesia; y resolvimos recomendar de nuevo este mismo Catecismo Romano á los pastores de
las almas, para que, del mismo modo con que antiguamente fue confirmada la fe católica, y
fortalecidas las almas de los fieles con la doctrina de la Iglesia, que (3) es columna de la verdad,
por ese mismo modo las aparten ahora también, todo lo posible, de las opiniones nuevas, que no
tienen á su favor ni el común asentimiento ni la antigüedad. Y para que este libro se pudiera
adquirir más fácilmente y resultase mejor corregido de los errores que se habían introducido por
defecto de los'editores, hemos procurado se publique de nuevo en Roma, con el mayor cuidado,
según el ejemplar que publicó nuestro predecesor San Pío V, por decreto del Concilio Tridentino;
el cual, traducido en lengua vulgar, y publicado por orden del mismo San Pío V, en breve saldrá
otra vez á luz, impreso igualmente por nuestro mandato.
Y es cargo Nuestro, venerables Hermanos, procurar que sea recibida por los fieles esta obra, que
en tiempos tan trabajosos para la república cristiana os ofrece nuestro cuidado y diligencia, como
remedio muy oportuno para librarse de los engaños de las malas opiniones, y para propagar y
afirmar la verdadera y sana doctrina. En virtud de lo cual, este libro, que los Romanos Pontífices
quisieron proponer á los Párrocos como norma de la fe católica y de la enseñanza cristiana, para
que se manifestase unánime el consentimiento hasta en el modo de enseñar la doctrina, os le
recomendamos ahora muy especialmente, venerables Hermanos, y os exhortamos en el Señor con
no menor encarecimiento que mandéis á todos los que tienen la cura de almas se rijan por él para
instruir á los pueblos en la verdad católica, con lo cual se conseguirá restablecer así la unidad de la
enseñanza, como la caridad y concordia de los espíritus. Pues es vuestro deber mirar por la pureza
en todas las cosas que están verdaderamente á cargo del Obispo; el cual, por esto mismo, debe
procurar con mayor cuidado en que nadie, procediendo con soberbia por causa de sus honores,
promueva cismas, rompiendo los lazos de la unidad.
Ningún fruto provechoso, sin embargo, ó muy pequeño, será el que den estos libros, si los que han
de exponerlos y explicarlos á los fieles son poco idóneos para la enseñanza. Y así importa
muchísimo que elijáis para este ca,rgo de enseñar al pueblo la Doctrina cristiana personas, no
solamente dotadas de conocimientos en las ciencias eclesiásticas, sino mucho más que se
distingan por su humildad, por su práctica en la santificación de las almas y por su caridad. Porque
el mérito de la enseñanza cristiana no está en la afluencia de palabras , no en la habilidad para
discutir, ni en el deseo de alabanza y gloria, sino en la humildad verdadera y afectuosa. Pues hay
quienes se distinguen por sus grandes conocimientos, pero que desdeñan el trato con los demás,
y, cuanto más saben, tanto más les disgusta la virtud de la concordia, á los cuales advierte la
misma Sabiduría por medio del Evangelista (Mc 9,49): Tened en vosotros sal de sabiduría y
prudencia] y guardad la paz entre vosotros; porque de modo tal se debe tener la sal de la
sabiduría, que se conserve con ella el amor al prójimo y desaparezcan nuestros defectos. Y si de la
aplicación á la ciencia y del celo por el bien del prójimo se entregan luego á las discordias, tienen
sal sin paz, lo cual no es efecto de virtud, sino señal de reprobación; y cuanto más saben, tanto
más delinquen; á los cuales condena la sentencia del apóstol Santiago por estas palabras (Jc 3,14):
Mas si tenéis un celo amargo, y reina en vuestros corazones el espíritu de discordia, no hay para
qué gloriaros y levantar mentiras contra la verdad • porque no es ésta la sabiduría que desciende
de arriba, sino más bien una sabiduría terrena, animal y diabólica; porque donde hay tal celo y
espíritu de discordia, allí reina el desorden y todo género de malas obras; por el contrario, la
sabiduría que desciende de arriba, además de ser honesta, es también pacífica, modesta, dócil,
inclinada á todo lo bueno, muy misericordiosa y abundante en excelentes frutos de buenas obras,
que no se mete á juzgar, ni es hipócrita.
Y en tanto que á Dios rogamos con espíritu humilde y contrito derrame en abundancia sobre los
esfuerzos de nuestro celo é ingenio su bondad y misericordia, para que la discordia no perturbe al
pueblo cristiano, y para que, en unión de paz y caridad de espíritu, tengamos todos una misma
aspiración, alabando y glorificando todos solamente á Dios y á Jesucristo, Señor nuestro, (Rm
16,16) os saludamos, venerables Hermanos, con el ósculo santo; y á todos vosotros, é igualmente
á los fieles todos de vuestras Iglesias, os damos muy tiernamente la bendición apostólica.
Dado en nuestro Palacio Pontificio de Castel Gandolfo, día 14 de Junio de 1761, año tercero de
nuestro Pontificado.