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centro nacional de estudios históricos

colección
v
Seminarios
colección v
Seminarios
¡He aquí el año terrible!
1814: Mitos, hitos y redefiniciones

Caracas
República Bolivariana de Venezuela, 2017
Nicolas Maduro Moros
Presidente de la República Bolivariana de Venezuela

Erika Farías
colección v
Ministra del Poder Popular del Despacho Seminarios
de la Presidencia y Seguimiento de la Gestión de Gobierno centro nacional de estudios históricos

Pedro Calzadilla
Presidente de la Fundación Centro Nacional
de Estudios Históricos

Elsa Gualdrón
Directora Ejecutiva de la Fundación Centro Nacional
de Estudios Históricos
¡He aquí el año terrible!
1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Jorge Flores González
Neller Ochoa
Andrés Eloy Burgos
Carlos Alfredo Marín
Alexander Zambrano
Andrés Pérez Sepulveda
colección v
Seminarios
Centro Nacional de Estudios Históricos
2017

¡He aquí el año terrible! Imagen de portada


1814: Mitos, hitos y redefiniciones Arturo Michelena
Varios autores Vuelvan caras, 1890
Primera edición, 2017 Óleo sobre tela
300 x 460 cm
Coordinación del proyecto Escuela de Formación de Oficiales
Neller Ochoa de la Guardia Nacional de Venezuela (Efofac)

Producción editorial Fundación Centro Nacional de Estudios Históricos


Andrés Eloy Burgos Final Avenida Panteón, Foro Libertador.
Asistencia editorial edificio Archivo General de la Nación, PB.
Alexander Zambrano Caracas, República Bolivariana de Venezuela
www.presidencia.gob.ve
Diseño de la colección www.cnh.gob.ve
César Russian
Diagramación y Corrección Hecho el Depósito de Ley
César Russian Depósito Legal: DC2016001344
ISBN: 978-980-419-017-9
Diseño de portada
Impreso en la República Bolivariana de Venezuela
Gabriel Serrano
César Russian
Índice

Presentación / pág. 9

Muerte, exequias y corazones / pág. 15


en tiempos de la guerra de Independencia venezolana
Jorge Flores González

Dar el botín: / pág. 81


Los ritmos del reparto en la provincia de Caracas (1814)
Neller Ochoa
¡He aquí el año terrible!
1814: Mitos, hitos y redefiniciones

Información secreta, espías y espionaje / pág. 133


durante el “año terrible” de 1814
Andrés Eloy Burgos

Miedos, cuerpos y pasiones. / pág. 181


El testimonio del comisionado Pedro de Urquinaona en Venezuela (1810-1814)
Carlos Alfredo Marín

Contra el “bello sexo”: / pág. 257


Aproximación sobre el maltrato y la violencia hacia las mujeres
según testimonios históricos-historiográficos durante 1814
Alexander Zambrano

La figura del caudillo en la Venezuela de la guerra de Independencia. / pág. 303


Análisis psicohistórico de la personalidad de José Tomás Boves (1782-1814)
Andrés Pérez Sepúlveda

Sobre los autores / pág. 365


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Presentación

¡He aquí el año terrible! El año de la sangre y de las pruebas,


en cuyo pórtico aparece escrito por la espada de Boves,
el Lasciate ogni speranza1 para los republicanos de Venezuela.
Eduardo Blanco

Quizá lo más difícil para un historiador resida en aceptar que un día no dura precisamente 24
horas y un año 365 días. Preocupados por el vicio de los orígenes, hemos buscado la génesis de
los procesos en lo más profundo de la niebla histórica sin atender las exigencias de la contem-
poraneidad. La historia se escribe, o mejor, se reescribe en tiempo presente. Por lo tanto: “cada
época se fabrica mentalmente su representación del pasado histórico”2. Los límites de la “ciencia
histórica” no son tan precisos como se cree.
Las periodizaciones obedecen a un conocimiento del pasado, pero también a una selección
y a un ineludible compromiso teórico-político. Si seguimos a Walter Benjamin, revisar la historia
a contrapelo sería construir imágenes dialécticas que dieran al traste con el progreso. Insertarse

1 Frase latina usada por Dante Alighieri en La Divina Comedia y que significa “Perded toda esperanza”.
2 Peter Burke, ¿Qué es la historia cultural? Barcelona: Paidós, 2006, p. 122.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
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en un ir y venir constante, donde los anacronismos no constituyan una amenaza, sino oportunas
líneas de fuga que generen nuevas posibilidades creativas. Si para Mariano Picón Salas el siglo XX
venezolano comenzó en 1936, podríamos decir que 1814 no comenzó en 1814.
Hacia 1831, en el contexto de las rebeliones que luego serían bautizadas como de “Las Re-
formas”, la población de Río Chico estaba reducida al pillaje y a la devastación. Se suponía que
con la Constitución de 1830 se iniciaba triunfalmente el periplo republicano; sin embargo, ciertos
despojos inconformes sugieren lo contrario. La misma carta, aparecida en el diario caraqueño El
Fanal, del 11 de mayo de 1831, expresa que los sublevados “…no son sino una horda de bandidos
que se han propuesto reproducir en este desafortunado suelo las escenas dolorosas de los años 13
y 14, y la guerra de Boves y Morillo. ¡Qué desgracia!…”. El mismo temor sería enunciado en la
década de 1840, cuando la efervescencia del Partido Liberal se convirtiera en revueltas populares,
aun a pesar de muchos de sus promotores iniciales.
Luego del 27 de febrero de 1989, cuando aún las llamas cubrían grandes zonas de Caracas y
los cuerpos eran enterrados en fosas comunes, el año de 1814 y el nombre de José Tomás Boves
tomaron mucha fuerza. Para unos, momento de igualación definitiva para “los de abajo”; para
otros, la amenaza de unas “hordas salvajes” que amenazaban con derrumbar “el orden democráti-
co”. El 3 de junio de 1992 se estrenaba la famosa telenovela Por estas calles, y en dicho capítulo se
muestra inicialmente cómo la maestra Eurídice Briceño les decía a sus estudiantes, que hacían un
esfuerzo enorme por aprender en un paupérrimo rancho-escuela, “lo terrible” de 1814, mientras
uno de sus muchachos, el rebelde “Ricardito” le apuntaba con un revólver calibre 38. Era como si
los efectos, la carga de ese tiempo histórico, pudieran lastimarla con tan solo rememorarlo.
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Presentación

Así, no extraña que un período lleno de múltiples protagonistas y heterogeneidades discur-


sivas con altas dosis de rebelión haya sido colocado en el anaquel de lo prohibido. Era algo que
no podía ser tocado, después de todo, las diferencias entre lo “bueno” y lo “malo” están más que
establecidas. Si 1814 no comienza en 1814, tampoco termina al culminar ese año, tal vez un
poco antes, pues el 5 de diciembre, con la muerte de José Tomás Boves en Urica se rompe la so-
ciabilidad, el liderazgo y la “economía moral” de unos hombres bien acoplados en un equilibrio
inestable que algunos han bautizado como “legiones infernales”.
Si bien Jorge Flores no nos dice si al Taita le correspondió un lugar en el infierno tal como se
asegura, a través de su artículo “Muerte, exequias y corazones en tiempos de la guerra de Eman-
cipación venezolana” nos habla sobre la utilización simbólica de la muerte durante un período
de constantes transformaciones. De esta forma, la celebración del valiente Atanasio Girardot por
Bolívar, y el ocultamiento del terrible José Tomás Boves por Pablo Morillo, así como las honras
fúnebres realizadas a los patriotas de Quito, reflejan prácticas empleadas para consolar, pero tam-
bién para convencer. Así, corazones, túmulos, funerales e invitaciones, fungen como movibles
estrategias dignas de estudio, y no como fríos objetos petrificados por la muerte.
Con “Dar el botín: 1814 y los ritmos del reparto en la provincia de Caracas”, Neller Ochoa
analiza promesas, mitos y nudos historiográficos sobre un personaje y una política bastante difun-
dida en el proceso independentista. De esta forma, vemos cómo cambia el accionar de José Tomás
Boves una vez llegado al poder en julio de 1814, pues las arengas incendiarias son sustituidas por
organismos administradores de los bienes secuestrados, y el pillaje, aparentemente libre y desa-
forado, es manejado desde un enigmático “no sé qué”, especie de maleable rigidez que reafirmó
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
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el liderazgo de Boves. Las circunstancias, el ánimo de sus hombres y los roces con sus superiores
definieron las decisiones del asturiano, más que la “barbarie” propia de este hombre.
El sigilo y la traición no suelen ser asociados a la guerra de Independencia venezolana, sin
embargo Andrés Burgos, a través de su artículo “Información secreta, espías y espionaje durante el
‘año terrible’ de 1814”, muestra la importancia que tuvo la información privilegiada durante estos
años. Asimismo se adentra en la cotidianidad de algunos espías, donde las fronteras infranquea-
bles de realistas y patriotas ceden a las circunstancias. En el texto de Burgos los sitios y batallas no
son producto de la casualidad ni mucho menos de la providencia, son fruto del trabajo de incon-
tables espías que suministraban los datos suficientes para respaldar dichas acciones.
Carlos Alfredo Marín demuestra justamente con “Miedos, cuerpos y pasiones. El testimonio
del comisionado Pedro de Urquinoana en Venezuela (1810-1814)”, que 1814 no necesariamente
comienza en 1814. El temor, los rumores, los atropellos y las ventajas o desventajas de crear una
“sociedad miedotizada”, se analizan en el discurso de este funcionario realista que supo leer un
tiempo confuso y heterogéneo. Domingo Monteverde y sus retaliaciones, fusilamientos masivos,
“Guerra a Muerte”, todos acontecimientos atribuidos únicamente al “año terrible”, comienzan
con fuerza en 1812 y también pueden explicarse gracias al conflictivo ambiente tardocolonial.
Su posición no le hace hablar con imposturas sino desde la evidencia, una que desgarra y asusta.
En el botín se cuentan casas, haciendas, oro, plata labrada y otros muchos efectos que eran
símbolos de riqueza y estatus, pero nunca se habla de las mujeres. Vivir “sobre el terreno”, some-
tido a fieros combates, hambre y necesidades elevadas, eran los justificativos por excelencia para
entrar en una población violando y matando a la primera mujer que apareciese. Así, Alexander
Zambrano, a través de “Contra el ‘bello sexo’. Aproximación sobre el maltrato y violencia hacia las
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Presentación

mujeres según testimonios históricos-historiográficos durante 1814”, analiza testimonios, recur-


sos discursivos y el terrible miedo que inspiraba una soldadesca ávida de ropa y armamento, pero
también de mujeres, las cuales serían obtenidas a cualquier costo.
Finalmente, Andrés Pérez Sepúlveda no se conforma con lo aparente y se adentra en las
caudalosas aguas de la psicohistoria para mostrar un amplio e interesante perfil de José Tomás
Boves en su artículo “La figura del caudillo en la Venezuela de la guerra de Independencia. Aná-
lisis psicohistórico de la personalidad de José Tomás Boves (1782-1814)”. Sepúlveda parte de un
síntoma historiográfico, que al final son dos: el miedo y la mojigatería, dañinas al libre ejercicio
de la crítica, por ello agrega en alguna parte de su discurso: “…mientras la historiografía oficial se
empeñaba en hacer de Boves una suerte de demonio, o de representación del mal, durante la in-
dependencia, más contribuían a crear un vacío que luego convirtieron en prejuicio, en distorsión
de los hechos”.
Se trata de visiones varias, contrapuestas y atrevidas sobre un tema que no debería ser tal, sino
un lugar definido de antemano, al que se debería voltear solo para santiguarse.v

centro nacional de estudios históricos


e , e x e q u i a s ,
muert nes
yc o r a z o
d e
jorge flores gonzález

e n t i e m p o s
g u e r r a d e i n-
la i a
d e p e n d e n c
venez o l a n a
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Muerte, exequias y corazones


en tiempos de la guerra de Independencia venezolana

Entre nosotros y el Cielo, el Infierno o la nada,


no hay más que la vida, la cosa más frágil del mundo.
Blaise Pascal, Pensamientos.

Corrían años de guerra. Por tanto, eran tiempos de escasez, hambre,


violencia, pobreza, inseguridad, corrupción, injusticia, desesperanza, persecución y muer-
te. Sin duda, una época difícil, confusa y contradictoria, impregnada además por senti-
mientos de lucha, rebelión y libertad. Basta poner la mirada sobre algunos testimonios
que nos refieren a aquellos días para percatarse de ello1, sobre todo en los concernientes

1 Por ejemplo, algunas compilaciones documentales que recogen parte de estas impresiones son “Boletines del Ejército
Libertador de Venezuela, 1813”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, no 18, 31 de diciembre de
1921, t. V, pp. 601-634; “Boletines del Ejército Libertador en 1813”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia,
Caracas, no 19, 7 de abril de 1922, pp. 709-711; “Boletines del Ejército Libertador en 1814”, Boletín de la Academia
Nacional de la Historia, Caracas, n.° 19, 7 de abril de 1922, pp. 710-752; “Boletines del Ejército Libertador de Orien-
te”. en Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, n.° 19, 7 de abril de 1922, pp. 753-767; “Boletín del
Ejército 2º de Oriente”. en Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, n.° 19, 7 de abril de 1922, p. 768;
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
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al interior de la provincia, escenario donde se desarrolló con fuerza la mayor parte de los
conflictos bélicos.
A principios de 1813, el día 20 de febrero, escribía el cura de Paracotos al arzobispo de Ca-
racas y Venezuela, Narciso Coll y Prat, informándole que en dicho pueblo el grado de miseria y
carestía en que se hallaban los habitantes era tal, que no contaban siquiera con obras públicas
indispensables como un hospital, una cárcel o una escuela para niños. Incluso, cuando había
ocasión de enterrar algún muerto, a este debían sepultarlo tal como se encontrase al momento
de fallecer, pues en muchos casos ni una mortaja blanca se conseguía para cubrir la desnudez del
cuerpo. Ni hablar de la desdicha y sufrimiento que padecían a causa de las enfermedades.
Ante dicha situación, se preguntaba el párroco qué razón podría dar él de los ingresos que
debía percibir su iglesia y cada cuánto tiempo lo haría, si en esta población no llegaban a treinta
los hombres pertenecientes a familias que pudiesen decirse acomodadas. Por más que lo intenta-

g “Documentos de carácter político, militar y administrativo relativos al período de la Guerra a Muerte”, en Boletín de
la Academia Nacional de la Historia, Caracas, n.° 68, octubre-diciembre de 1934, t. XVII, pp. 368- 471; Boletín de la
Academia Nacional de la Historia, Caracas, n.° 69, enero-marzo de 1935, t. XVIII, pp. 30-177; Boletín de la Academia
Nacional de la Historia, Caracas, n.° 70, abril-junio de 1935, t. XVIII, pp. 281-428; Boletín de la Academia Nacional de
la Historia, Caracas, n.° 71, julio-septiembre de 1935, t. XVIII, pp. 515-602; Epistolario de la Primera República, Ca-
racas, Academia Nacional de la Historia, 1960, 2 t; Testimonios de la época emancipadora, Caracas, Academia Nacional
de la Historia, 1961; José Félix Blanco y Ramón Azpúrua, Documentos para la historia de la vida pública del Libertador,
Caracas, Ediciones de la Presidencia de la República, 1977-1978, t. III-V. Daniel Florencio O’Leary, Memorias del
General O’Leary, Caracas, Ministerio de la Defensa, 1981, t. I-XXVI.
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Muerte, exequias y corazones
Jorge Flores González

se, no podría él ofrecer una imagen detallada que diera noción de la penuria en que vivían aque-
llas personas. Eran tantas las que acudían en busca de su ayuda cada día, que ni con una sábana
para abrigarse por las noches contaba; evidentemente mucho menos podía permitirse un gesto
hacia su persona u hogar, tan solo por aliviar las desgracias de esos seres.
El propósito que tenía el cura Francisco José Fernández de Lugo con este comunicado era justi-
ficar ante el arzobispo su menesterosa condición y la de su feligresía, pues no podía satisfacer los tres
pesos que, como nueva manda forzosa establecida por real decreto, se debían pedir por cada persona
que fenecía, lo hicieran o no bajo disposición testamental, y cuya única excepción la constituían los
pobres de solemnidad. Condición esta bajo la cual el sacerdote hacía los oficios de sepultura a todos
los que allí morían. Así, pues, siendo del conocimiento público estas circunstancias, si llegaba a ser
necesario, el teniente de justicia mayor estaba a la orden de rendir información más pormenorizada2.
En situación similar se vio el presbítero bachiller don José Damián Acosta, de la villa de San
Fernando de Ospino, quien durante el mes de marzo de 1813 dio un paso adelante y solicitó al
teniente justicia mayor del pueblo, don Antonio de la Trinidad Zamora, que hiciera llamar a los
mayordomos y sacristanes que han sido de la iglesia parroquial, para que bajo juramento señala-
ran si era cierto, entre otras cosas, que los habitantes de aquel lugar se hallaban en un estado de
pobreza e infelicidad tan grave que apenas subsistían gracias a la caza y la pesca, así como por la
siembra de pequeños conucos con yuca y maíz. Siendo además estos últimos alimentos de tan

2 “Oficios para el arzobispo Narciso Coll y Prat, con referencia a manda forzosa. Varios pueblos. 1813”, Archivo Histórico
de la Arquidiócesis de Caracas (en lo sucesivo se citará AHAC), Episcopales, Carpeta no 40, fs. 1-2.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
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escaso valor que la fanega de maíz muy difícilmente llegaba a sobrepasar los cuatro reales y aún
así nadie la compraba. No existían comercios ni haciendas.
Indicarán también si era verdad que los vecinos de Ospino no poseían medios con qué proveer-
se de tres mudas de ropa de lienzo al año. Tampoco cómo costear los gastos de entierro, por lo que
a la mayoría se le hacía de limosna y sin amortajamiento. No había manera de comprar una hopa,
ni quien la donara para tantas personas que fallecían a causa de las fiebres. La falta de un hospital,
como de médicos y medicamentos, agudizaba el problema. Todo producto de la mísera condición
en que han dejado a estos llanos los numerosos bandidos, el saqueo, las guerras y los terremotos.
El 12 de marzo acudieron al tribunal don Antonio Zerrano, don Antonio Quintero, don Pedro
Pablo González y don Manuel Vicente Iglesias, quienes en presencia de los testigos juraron por Dios
decir la verdad en aquello que se les preguntase y fuese de su conocimiento. Así, respecto a lo ante-
riormente expuesto, manifestaron ser ciertos todos los señalamientos del párroco José Damián, salvo
por el saqueo, que según Quintero y González, no lo habían llegado a experimentar en esa población3.
Un par de semanas más tarde, el día 27 de ese mes, en carta anexa a la certificación de po-
breza, exponía Acosta ante el arzobispo que debido a las lamentables circunstancias en las que
se encontraba ese vecindario, no estaba él en capacidad de cumplir con la manda piadosa de los
tres pesos que debían pedirse por cada fallecido. Por ello, implorando a Jesucristo, solicitaba se
le inhabilitara oficialmente para ejercer dicha función, que presumía le iba a ocasionar mayores
problemas, quizás por el ruinoso estado en que se hallaban esos pueblos a raíz de la guerra, que

3 Ibídem, fs. 3-8.


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Muerte, exequias y corazones
Jorge Flores González

no había dejado más que dolor, quejas, hambre, escasez, enfermedades, desesperanza y viudez,
entre otros tantos males4.
Ahora bien, no se crea que por tratarse en ambos casos de una justificación de pobreza di-
chos testimonios se exceden en su visión y descripción de los acontecimientos, pues si en algo
coincidían todos era en los daños colaterales y las terribles consecuencias que se produjeron por
los numerosos enfrentamientos bélicos. Desde el cuartel general de Valencia, el 25 de agosto de
1813, el mayor general Rafael Urdaneta informaba que Puerto Cabello, bajo dominio español,
padecía los excesos de Monteverde, quien no contento con el perjuicio que ya había causado a
todas las provincias seguía insistiendo en llevar a última instancia atrocidades que bien podía
evitar. Según comunicaba, había que pagar a un real el vaso de agua; se hacía difícil conseguir
comida y la carne llevaba poco más de una semana desaparecida. En aquel lugar las tropas han
venido desertando en grupos hasta de 30 y 40, mientras que algunos funcionarios de impor-
tancia se han arrojado a la fuga5.
El 20 de septiembre, también en referencia al estado en que se hallaban las provincias de
Venezuela bajo el mando de Domingo de Monteverde, el brigadier Simón Bolívar, general en Jefe
del Ejército Libertador de Venezuela, señalaba que:

4 Ibídem, fs. 9-10.


5 “Boletines del Exercito Libertador de Venezuela en 1813 (Número 1)”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia,
no 18, p. 602.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
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Tal era el infeliz estado de Caracas, cuando reventó en los valles de la costa al este, la revolución
de los negros, libres y esclavos, provocada, auxiliada y sostenida por los emisarios de Montever-
de. Esta gente inhumana y atroz, cebándose en la sangre y bienes de los patriotas, de que se les
dio una lista en Curiepe y Caucagua, marchando contra el vecindario de Caracas, cometieron en
aquellos valles, y especialmente en el pueblo de Guatire, los más horrendos asesinatos, robos,
violencias y devastación. Los rendidos, los pacíficos labradores, los hombres más honrados, los
inocentes, morían a pistoletazos y sablazos, o eran azotados bárbaramente, aun después de ha-
berse publicado el armisticio. Por todas partes corría la sangre, y los cadáveres eran el ornato de
las calles y plazas de Guatire, Calabozo, San Juan de los Morros y otros pueblos habitados por
gente labradora y pacífica, que lejos de haber tomado las armas, huía a los montes, al acercarse
las tropas, de donde los conducían a todos para quitarles la vida, sin más formalidad, audiencia o
juicio, que hacerles hincar de rodillas…6.

Esparcido el caos y horror de la guerra por casi todo el territorio venezolano, obviamente
aquellos lugares que eran afectos a una causa u otra se veían con la constante amenaza de ser to-
mados o arrasados por el enemigo en cualquier momento. Temeroso de que esto llegase a ocurrir
en Barinas, su gobernador Manuel Antonio Pulido escribió a Bolívar en fecha 1 de octubre, solici-
tándole ayuda ante el inminente peligro que representaba el canario José Yáñez, quien se encon-
traba en San Fernando planeando invadirlos con un ejército bastante superior al que ellos tenían.
Razonaba Pulido: ¿Qué llegaría a ser de esta provincia si cayese en tan atroces manos, en las de

6 “Exposición sucinta de los hechos del comandante español Monteverde, durante el año de su dominación en las provin-
cias de Venezuela”, en José Félix Blanco y Ramón Azpúrua, Documentos para la historia de la vida pública del Libertador,
t. IV, doc. no 873, p. 729.
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Muerte, exequias y corazones
Jorge Flores González

una milicia conformada por americanos y españoles de la peor clase, esbirros crueles y resentidos,
maleantes y vagos movidos por sed la venganza y el afán de destruir en nombre de Fernando VII?
¿No supondría esto una irremediable pérdida para la causa republicana que tiene en estas tierras
la caballería, el ganado y los víveres necesarios para sostener a las tropas? ¿Qué sería de la vida de
todas esas personas inocentes, leales a la patria y fieles defensoras de la libertad?
Indicaba el gobernador, entre otros asuntos, que si bien no podían mandarse soldados, bas-
taba con algunos hombres de armas experimentados en el combate que pudieran comandar las
acciones. Igualmente, que se enviaran lo más pronto posible armamentos y municiones de todo
tipo, pues en aquel lugar se contaba con individuos suficientes capaces de emplearlas en el res-
guardo de esos llanos. Asimismo, comentaba que hace poco ha sido informado por el corregidor
de Pedraza respecto a querer ser atacada dicha ciudad y luego Barinas por cerca de 200 hombres
armados. Y aunque ha dispuesto que 30 lanceros, que son las fuerzas con que cuenta, acudan a
socorrer aquella plaza, recién le ha llegado la lamentable noticia de que los 200 sediciosos han
irrumpido en Pedraza dando muerte al corregidor Pablo Romero e hiriendo al cura Venancio Be-
zerra. Ante tan penoso acontecimiento, Pulido le reiteró a Francisco Olmedilla y sus 30 lanceros
la orden de continuar la expedición e ir tras los facciosos, quedándose él con la incertidumbre y
la angustia de que estos fuesen derrotados por el enemigo y estando desamparada la ciudad de
Barinas, pudiera esta quizás correr mayor peligro del que sufrió Pedraza7.

7 “El gobernador de Barinas informa al general Bolívar de la mala situación y del estado de aquella provincia y le pide
auxilios prontos de jefes, oficiales y armas para la defensa”, en Blanco y Azpúrua, ob. cit., t. IV, doc. no 877, pp. 742-745.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

Sobre esta misma situación escribió desde Valencia al arzobispo Coll y Prat, el doctor
Ramón Ignacio Méndez, comisionado del señor vicario capitular del Obispado de Mérida.
Méndez, que había sido encargado de traerle a Bolívar el oficio firmado por el gobernador de
Barinas y ponerlo al tanto de otras cuestiones, solicitaba en su carta, fechada el 12 de octubre,
la colaboración del prelado a fin de aplacar las partidas de delincuentes que no se lo llegan a
pensar dos veces a la hora de asesinar a las mejores personas de la población, no respetando
ni a los sacerdotes. Tal como ocurrió en Pedraza, donde sacrificaron al párroco, un hombre
de muchas virtudes8. Así, pues, muy consciente de los terribles tiempos que se vivían, el ar-
zobispo de Caracas expresó a finales de año, el día 20 de diciembre, buena parte de su pesar
en una pastoral:

…mi espíritu se consume y mi alma no puede soportar por más tiempo el peso de tantos males.
El hurto, la rapiña, el saqueo, los homicidios y asesinatos, los incendios y devastaciones; la virgen
estuprada, el llanto de la viuda y del huérfano; el padre armado contra el hijo, la [nuera] en riña con
la suegra, y cada uno buscando a su hermano para matarlo; los feligreses emigrados, los párrocos
fugitivos, los cadáveres tendidos en los caminos públicos, esos montones de huesos que cubren los
campos de batalla, y tanta sangre derramada en el suelo americano: todo esto está en mi corazón…9.

8 “Al Arzobispo de Ramón Ignacio Méndez. Valencia, 12 de octubre de 1813. Le expone las funestas consecuencias de la
guerra”, Archivo de la Academia Nacional de la Historia (en lo sucesivo se citará AANH), Donación Villanueva (segunda
parte), doc. no 527.
9 “Carta pastoral del Ilmo. Arzobispo de Caracas y Venezuela Narciso Coll y Prat de fecha 20 de diciembre de 1813”,
AHAC, Episcopales, carpeta no 42, fs. 1-1vto. Cursivas nuestras.
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Muerte, exequias y corazones
Jorge Flores González

Tan deplorable escenario no podía sino a empeorar. Declarada la guerra a Muerte10 desde
mediados de 1813, los combates se intensificaron a fin de ir reconquistando progresivamente las
provincias. La crueldad no tardó en apoderarse de ambos bandos que veían en la población de
piel blanca a su principal enemigo, ya fuesen estos americanos, españoles o canarios. Numerosas
partidas realistas iban surgiendo a uno y otro lado del territorio, encontrando los desmanes de
Monteverde continuidad en las figuras de José Tomás Boves y Francisco Tomás Morales.
Según relataba al rey en julio de 1815, el doctor José Ambrosio Llamozas, vicario y cape-
llán primero del ejército de Boves, desde los comienzos de su campaña, este tuvo siempre el

10 Para profundizar sobre el tema de la guerra a Muerte se recomienda ver Antonio Leocadio Guzmán, Historia patria: La
guerra a muerte. Caracas, Imprenta de La Opinión Nacional, 1876, 23 pp.; José Gil Fortoul, Historia constitucional de Ve-
nezuela, t. I, pp. 213-235; Vicente Lecuna, “La Guerra a Muerte”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, no
68, octubre-diciembre de 1934, t. XVII, pp. 360- 367; Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, no 69, enero-
marzo de 1935, t. XVIII, pp. 19-29; Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, no 70, abril-junio de 1935, t.
XVIII, pp. 242-280; Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, no 71, julio-septiembre de 1935, t. XVIII, pp.
481-514; Rufino Blanco Fombona, Bolívar y la Guerra a Muerte. Época de Boves: 1813-1814. Caracas, Ministerio de Edu-
cación, 1969 [primera edición en 1942]; Cristóbal Lorenzo Mendoza, Guerra a Muerte. Caracas, Academia Venezolana
de la Lengua, 1951; Lino Iribarren Celis, Glosas para una nueva interpretación de la historia militar de Venezuela durante la
Guerra a Muerte, 1814. Caracas, Imprenta Nacional, 1964; Numa Quevedo, “La Guerra a Muerte: camino de la libertad y
fuente de derecho”, Trabajo de incorporación que presenta el doctor Numa Quevedo a la Academia de Ciencias Políticas
y Sociales como individuo de número. Contestación del académico doctor Héctor Parra Márquez. Caracas, Empresa El
Cojo, 1968, pp. 151; Simón Sáez Mérida, Aragua de Maturín y la Guerra a Muerte: con testimonios documentales. Caracas,
Ediciones Centauro, 1994; Ángel Rafael Lombardi Boscán, “1813: La ‘Guerra a Muerte’. El horror se abate sobre Venezue-
la”, Revista de Artes y Humanidades UNICA, Maracaibo, Universidad Católica Cecilio Acosta, año 4, no 8, julio-diciembre
2003, pp. 57-75; Banderas del Rey (La visión realista de la Independencia). Maracaibo, Universidad Católica Cecilio Acosta/
Universidad del Zulia, 2006, pp. 132-181.
24
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

propósito de aniquilar a todos los blancos, propiciando que la guerra fuese de clases al fomen-
tar aún más el odio entre los de color, a quienes constantemente elogiaba y premiaba con los
bienes que arrebataba de aquellos. Es así que a su paso por los diferentes pueblos, Boves fue
dando muerte a los blancos que encontró en El Guayabal, San Mateo, Calabozo, Santa Rosa,
Villa de Aragua, La Victoria, Caracas, Cumaná, Carúpano, San Joaquín y Santa Ana de Barcelo-
na, entre otros tantos sitios a lo largo de los Llanos y el centro-oriente del país11. No distinguía
entre mujeres y niños, hombres buenos o malos; a su parecer, todos debían morir únicamente
por ser americanos12, pues:

… La insaciable sed de sangre de Boves no estaba solo contraída a la de los blancos aunque contra
estos era más ardiente: en los campos de batalla y en los pueblos pacíficos se cometieron por su
orden horrores de que hay pocos ejemplares. A consecuencia de haber sitiado a Valencia capituló
solemnemente con Boves quien a nombre de V. M. perdonó vidas y ofreció respetar las propie-
dades y conservarlas en cuya virtud se entregaron sus habitantes pero inmediatamente que entró
Boves en la ciudad hizo degollar por la noche y sin confesión entre ochocientos a mil hombres en
el cerro del Pato saqueándola después…13.

No es de extrañar entonces que su segundo, Francisco Tomás Morales, ejerciera este tipo
de ferocidad y más al quedarse con el mando de las tropas realistas tras la muerte de José Tomás
Boves. Un ejemplo de ello es que en algún momento entre finales de 1814 y 1815, Morales hizo

11 “Memorial presentado al Rey en Madrid por el doctor don José Ambrosio Llamozas, vicario y capellán primero del Ejér-
cito de Boves”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, no 17, octubre de 1921, t. V, pp. 521-523.
12 “Sistemática matanza de americanos por Boves”, en Blanco y Azpúrua, ob. cit., t. V, doc. no 1000, p. 201.
13 “Memorial presentado al Rey en Madrid…”, ob. cit., p. 522.
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Muerte, exequias y corazones
Jorge Flores González

decapitar en el oriente a siete individuos supuestamente del bando patriota que tenía en calidad
de reos, enviando posteriormente sus cabezas a Caracas, donde Antonio González, párroco de la
iglesia Metropolitana, siguiendo la orden de don Rafael de Escalona, provisor vicario general del
Arzobispado, que a su vez cumplía con un encargo que le había hecho don Juan Nepomuceno
Quero a nombre del gobierno, les dio sepultura eclesiástica con la mayor discreción posible en el
cementerio de la Catedral, a eso de la media noche14.
También desde el lado republicano se llegaron a cometer excesos. Empezaba el mes de febrero
de 1814 cuando el coronel Leandro Palacio, comandante de La Guaira, preocupado por la canti-
dad de prisioneros que tenía en su poder y que estos llegasen a sublevarse al saber de los avances
de Rosete hacia Ocumare y Boves en el centro, consultó al general Bolívar acerca del procedimien-
to a seguir, quien le respondió desde Valencia en fecha 8 de ese mes, que estando él consciente
de la precaria situación en que este lugar se hallaba, desguarnecido y además con tantos presos,
ordenaba que todos los españoles, sin excepción, recluidos en aquel hospital y en la prisión fuesen
ajusticiados15. Esta misma comunicación también la hizo llegar Bolívar al coronel Juan Bautista

14 “Entierro de siete cabezas de patriotas decapitados por Morales”, AANH, Archivo del general Manuel Landaeta Rosales.
Papeles del general Landaeta Rosales, t. 72, vol. II, f. 92. Este documento es la trascripción a mano de una partida de
entierro cuyo original fechado el 13 de noviembre de 1815, al parecer está en el folio 248, Libro de Entierros de Catedral
de 1809 a 1817. Guillermo José Schael hace referencia a la misma señalando por fecha diciembre de 1814. Igualmente,
que dichas cabezas pertenecían a realistas que desconocieron a Morales tras de la batalla de Urica, y fueron luego traídas
a Caracas y presentadas al gobernador militar. Guillermo José Schael, Caracas de siglo a siglo, p. 155. Habría entonces que
verificar el original en el archivo de la Catedral, para saber con certeza cuándo ocurrió este hecho. Lamentablemente no
se podrá saber a qué bando pertenecían los decapitados, pues la partida no hace mención de ello. Aunque si en efecto
corresponde al año de 1814, se podrá inferir que son de realistas como ha indicado Schael.
15 Gil Fortoul, ob. cit., p. 225.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

Arismendi, gobernador interino de Caracas, quien ese mismo día 8 mandó a publicar un bando,
que entre otras disposiciones, establecía en su numeral 3o: “Que todo ciudadano o mujer, clérigo o
religioso que se le justificare haber proferido palabras en contra de nuestro sistema, directa o indirec-
tamente, será irremisiblemente pasado por las armas en el término de tres horas”16.
El cumplimiento de la orden del Libertador se dio en los días sucesivos, significando una
verdadera tragedia para la gran mayoría de las familias españolas y canarias. Palacio notificaba
desde La Guaira que entre los días 13 y 15 de febrero se ejecutaron 497 prisioneros isleños y pe-
ninsulares que se encontraban en los calabozos de ese puerto, quedando solamente presos 108
criollos y 20 pacientes en el hospital. Enfermos españoles y canarios que fueron decapitados
al siguiente día, es decir el 16, para un total de 517. El coronel Arismendi también dio parte a
Bolívar indicando que, tanto en La Guaira como en Caracas, los ajusticiados llegaron a la suma
de poco más de 800, incluyendo algunos que estaban escondidos y fueron capturados17. Sin
embargo, José Domingo Díaz señala que fue entre el 10 y el 16 de febrero que se dio muerte a
los españoles, canarios y también americanos, encarcelados en las bóvedas. Que fueron 1.000
los condenados que perecieron públicamente en el castillo de San Carlos de La Guaira y en el
camino a Macuto, así como en la plaza Mayor de Caracas y otro sitio dispuesto como matadero
general. Mientras que fueron 33 los enfermos pasados por las armas, lo cual se hizo frente a la
puerta del hospital18.

16 “Documentos de carácter político, militar y administrativo relativos al período de la Guerra a Muerte”, Boletín de la Aca-
demia Nacional de la Historia, no 69, p. 118.
17 Gil Fortoul, ob. cit., pp. 225-226.
18 José Domingo Díaz, Recuerdos sobre la Rebelión de Caracas, pp. 267-269.
27
Muerte, exequias y corazones
Jorge Flores González

Ahora bien, durante el siglo XVIII y los primeros años del XIX, los venezolanos estaban
acostumbrados de cierta manera a convivir en su día a día con la presencia de la muerte, bien
fuese a través del repique diario de ánimas, el incesante toque de campanas la noche anterior
al día de los Santos Difuntos o la misa semanal en favor de las ánimas benditas19. Igualmente,
lo estaban por las procesiones que se realizaban con el fin de llevar los santos sacramentos
del viático y la extremaunción a los moribundos, o por el acompañamiento que se le hacía al
cuerpo de algún difunto camino a la iglesia o el cementerio. También porque se asistía a los
velorios y exequias de parientes y conocidos, así como a los funerales regios y de autoridades
monárquicas. Menos frecuencia debió tenerse con las ejecuciones públicas en la plaza, e incluso
con el abandono de cadáveres de párvulos a las puertas de las iglesias. Con el inicio de la lucha
por la Independencia, esa cotidianidad se vio trastocada y los venezolanos experimentaron otra
cara de la muerte, quizás uno de sus lados más aterradores, inherente solo al horror, el desastre
y la ferocidad que conlleva una guerra civil y de exterminio como la que se padeció en aquel
momento. Entre buena parte de 1813 y el año de 1814 se perdieron aproximadamente 60.000
vidas20. Desde ese momento no cabe duda de que la violencia se introdujo en el seno de lo que
posteriormente sería la sociedad venezolana.

19 Katty Solórzano, Se hizo seña. Medición y percepción del tiempo en el siglo XVIII caraqueño, p. 204.
20 Juan Vicente González, Biografía del general José Félix Ribas, p. 80. Blanco Fombona agrega al respecto que: “La
cuarta parte de la población de Venezuela había desaparecido para abril de 1815 en que arriba el ejército expedi-
cionario de Morillo. Los blancos, sobre todo. ‘Los blancos han desaparecido en Venezuela’, observará el general
expedicionario y lo comunicará oficialmente al gobierno de Madrid…” (Bolívar y la Guerra a Muerte. Época de Boves:
1813-1814, p. 199).
28
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

Funerales realistas y patrióticos: Boves y Girardot

*
Entre las investigaciones dedicadas a la historia de la muerte, las referidas a la
reconstrucción de ceremonias fúnebres son particularmente abundantes dentro de la historio-
grafía española e hispanoamericana21. En su mayoría, estudios que se han propuesto describir,

21 Ver, por ejemplo, para España: Antonio Bonet Correa, “Túmulos del emperador Carlos V”, Archivo Español de Arte, Madrid,
no 129, 1960, pp. 55-66; Fiesta, poder y arquitectura. Madrid, Akal, 1990; Santiago Sebastián, Arte y humanismo. Madrid,
Cátedra, 1978; Adita Allo Manero, “Iconografía funeraria de las honras de Felipe IV en España e Hispanoamérica”, Cua-
dernos de Investigación: Historia, t. 7, nos 1 y 2, 1981, pp. 73-96; “Honras fúnebres de Felipe IV en Salamanca”, Cuadernos
de Investigación: Historia, t. 8 nos 1 y 2, 1982, pp. 33-52; José Luis Barrio Moya, “Las honras fúnebres de la Reina Margarita
de Austria en la Catedral de Cuenca”, Cuenca, Diputación Provincial de Cuenca, nos 21 y 22, 1983, pp. 53-63; Javier
Varela, La muerte del Rey. El ceremonial funerario de la monarquía española 1500-1885. Madrid, Tuner, 1990; Victoria Soto
Caba, Catafalcos reales del Barroco español. Un estudio de arquitectura efímera. Madrid, Universidad Nacional de Educación
a Distancia, 1992; José Manuel Baena Gallé, Exequias reales en la Catedral de Sevilla durante el siglo XVII. Sevilla, Diputa-
ción Provincial de Sevilla, 1992; Juan-José Polo Rubio, “Exequias a la muerte de Juana I, la Loca (1555)”, Xiloca, no 14,
noviembre de 1994, pp. 53-56; “Exequias reales en la diócesis de Teruel durante los siglos XVI y XVII”, Teruel, nos 88-89,
2000-2002, pp. 127-138; Marion Reder Gadow, “Málaga y la fiesta de la muerte: Exequias por la reina María Luisa de
Orleans (S. XVII)”, Baetica. Estudios de Arte, Geografía e Historia, Universidad de Málaga, no 22, 2000, pp. 411-425; María
Adelaida Allo Manero y Juan Francisco Esteban Lorente, “El estudio de las exequias reales de la monarquía hispana: siglos
XVI, XVII y XVIII”, Artigrama, no 19, 2004, pp. 39-94; Óscar Raúl Melgosa Oter, “Protagonistas en las exequias de los
Austrias: Los predicadores del sermón fúnebre”, Obradoiro de Historia Moderna, no 16, 2007, 253-282; Denise León Pérez,
“Los sermones simbólicos y los jeroglíficos literarios de las exequias fúnebres: la defensa de la legitimidad de Felipe V”, en
Á. Baraibar y M. Insúa (eds.), El universo simbólico del poder en el Siglo de Oro. Nueva York/Pamplona, Instituto de Estudios
Auriseculares (IDEA)/Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2012, pp. 142-157; Diego Quijada Álamo,
Honras fúnebres reales en la ciudad de Palencia (S. XVIII). Valladolid, Trabajo final del Máster Universitario Europa y el
Mundo Atlántico. Poder, cultura y sociedad, Instituto Universitario de Historia Simancas/Universidad de Valladolid, 2012;
Alberto Serrano Monferrer, “Imagen e iconografía en las exequias del príncipe Baltasar Carlos en Zaragoza”, IMAGO Revista
29
Muerte, exequias y corazones
Jorge Flores González

narrar y analizar los actos ceremoniales mortuorios de algunos miembros de la realeza, héroes
y padres fundadores de la República, así como en menor grado de la élite, caballeros, nobles y

g de Emblemática y Cultura Visual, no 5, 2013, pp. 101-109. En referencia a Hispanoamérica: Carole Leal Curiel, El discurso de
la fidelidad. Construcción social del espacio como símbolo del poder regio (Venezuela, Siglo XVIII). Caracas, Academia Nacional
de la Historia, 1990; José Miguel Morales Folguera, Cultura simbólica y arte efímero en la Nueva España. Sevilla, Junta de
Andalucía, 1991; Santiago Sebastián, Iconografía e iconología del arte novohispano. México, Grupo Azabache, 1992; Víctor
Mínguez Cornelles, Los reyes distantes: Imágenes del poder en el México virreinal. Castellón, Universitat Jaume I, 1995; José
María Salvador, Efímeras efemérides. Fiestas cívicas y arte efímero en la Venezuela de los siglos XVII-XIX. Caracas, Universidad
Católica Andrés Bello, 2001; Isabel Cruz de Amenábar, “Tiempos fabulosos y mito de origen: Festividades de Estado en
Chile entre la colonia y la república”, en Scarlett O`Phelan Godoy, Fanni Muñoz Cabrejo y otros (coords.), Familia y vida
cotidiana en América Latina, siglos XVIII-XX. Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú/Instituto Riva-Agüero, 2003;
Jorge Chauca García, “Exequias celebradas en el reino de Chile por Carlos III”, Madrid, Espacio, Tiempo y Forma, t. 17,
2004, pp. 255-272; María del Carmen Vázquez Mantecón, “Las reliquias y sus héroes”, Estudios de historia moderna y con-
temporánea de México, vol. 30, julio-diciembre 2005, pp. 47-110; Carmen McEvoy (ed.), Funerales republicanos en América
del Sur: tradición, ritual y nación, 1832-1896. Santiago de Chile, Centro de Estudios Bicentenario/Instituto de Historia, 2006;
Inmaculada Rodríguez Moya, “El llanto del Águila Mexicana: los jeroglíficos de las reales exequias por la reina Bárbara de
Braganza en la Catedral de México, 1759”, Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, Universidad Autónoma de México,
vol. XXVIII, no 88, primavera 2006, pp. 115-148; Daisy Rípodas Ardanaz, “Construcción de una imagen de la dinastía
en las exequias y proclamaciones reales indianas”, en Soberanes Fernández, José Luis y Rosa María Martínez de Codes
(coords.), Homenaje a Alberto de la Hera. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2008, pp. 711-744; Carlota
Alicia Casalino Sen, Los héroes patrios y la construcción del Estado-nación en el Perú (siglos XIX y XX), Lima, Tesis para optar el
grado académico de Doctor, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Facultad de Ciencias Sociales, 2008; Luis Javier
Cuesta Hernández, “México insigne honras celebro a su rey: algunas precisiones sobre el ceremonial fúnebre de la dinastía
de los Austrias en la Nueva España”, Via Spiritus, no 15, 2008, pp. 111-136; Pablo Rodríguez Jiménez, “Cuerpos, honras
fúnebres y corazones en la formación de la República colombiana”, Anuario Colombiano de Historia Docial y de la Cultura,
vol. 38, no 2, julio-diciembre 2011, pp. 155-179; Inmaculada Rodríguez Moya y Víctor Mínguez Cornelles, “Cultura sim-
bólica y fiestas borbónicas en Nueva Granada. De las exequias de Luis I (1724) a la proclamación de Fernando VII (1808)”,
Revista CS, no 9, 2012, pp. 115-143; Guillermo Brenes Tencio, “Tomar luto por seis meses…: Reales Exequias en la ciudad de
Cartago. Época colonial”, Umbral. Revista del Colegio de Licenciados y Profesores en Letras, Filosofía, Ciencias y Artes, no XXXII,
I semestre, 2013, pp. 2-14.
30
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

eclesiásticos22. En este sentido, en referencia a las llamadas exequias reales, casi la totalidad de
los autores coincide en que se trataba de funerales simbólicos que se llevaban a cabo de forma
obligatoria en todo el reino y sus dominios, a través de los cuales se demostraba adhesión y
fidelidad a la dinastía reinante y al heredero del trono, a la par que se renovaba el vínculo con
estos mediante la Jura del nuevo rey. La estrecha relación entre estos dos actos ceremoniales está
asociada a la idea de que el rey muere o deja de existir como hombre, pero no como entidad
política23; por tanto, no solo se buscaba con ellos la estabilidad y la continuidad del sistema
monárquico, sino la legitimación de su poder.

22 Sirvan de ejemplo los estudios de Javier Ordóñez Vergara, “La ciudad como escenario para la muerte en el siglo
XIX: Las honras fúnebres de M. A. Heredia en Málaga”, Baetica. Estudios de Artes, Geografía e Historia, Universidad
de Málaga, no 15, 1993, pp. 21-29; Rocío Sánchez Ameijeiras, “Un espectáculo urbano en la Castilla medieval: las
honras fúnebres del caballero”, SEMATA, Ciencias Sociais e Humanidades, no 6, 1994, pp. 141-157; Mercedes Ruiz
Tirado, “Las ‘honras fúnebres’ como seña de identidad en la élite colonial merideña”, Presente y Pasado. Revista de
Historia, Mérida (Venezuela), año IV, no 8, julio-diciembre de 1999, pp. 55-74; Verónica Zárate Toscano, Los nobles
ante la muerte en México: Actitudes, ceremonias y memoria (1750-1850). México, El Colegio de México, 2000; Anas-
tasio Alemán Illán, “Comportamientos funerarios y estatus social de una élite de poder local. Murcia, siglo XVIII”
Stud. His., H.ª mod, no 22, 2000, pp. 171-221; Marta Cendón Fernández, “La muerte mitrada. El sepulcro episcopal
en la Galicia de los Trastámara”, SEMATA, Ciencias Sociais e Humanidades, vol. 17, 2005, pp. 155-178; Francesca
Español, “El ‘Córrer les armes’, un aparte caballeresco en las exequias medievales hispanas”, Anuario de Estudios
Medievales, enero-junio de 2007, pp. 867-905; Julia Preciado Zamora, “El inicio de la conciliación entre la Iglesia
y el Estado: El funeral del arzobispo de Guadalajara Francisco Orozco y Jiménez”, Relaciones 124, vol. XXXI, otoño
2010, pp. 55-90.
23 Los fundamentos de esta idea sin duda se hallan en la noción del Hombre-Dios desarrollada por James George Frazer
respecto a las sociedades antiguas y primitivas (La rama dorada. Magia y religión, pp. 31-33, 87-88, 123-124, 313-332).
Siguiendo a Frazer, véase también Arnold van Gennep, Los ritos de paso. Madrid, Alianza Editorial, 2008, pp. 157-160;
Marc Bloch, Los reyes taumaturgos. Estudio sobre el carácter sobrenatural atribuido al poder real, particularmente en Francia
e Inglaterra. México, Fondo de Cultura Económica, 2006.
31
Muerte, exequias y corazones
Jorge Flores González

Por su parte, los funerales de Estado eran las honras fúnebres que desde el poder se tri-
butaban a aquellos hombres considerados padres de la patria, héroes civiles o militares, jefes
revolucionarios o de gobierno. Muchos de estos llegaron a constituir verdaderas apoteosis en
las que se glorificaba públicamente al difunto, momento que era aprovechado para asentar
las bases simbólicas e ideológicas que posteriormente alimentarían los distintos imaginarios
políticos y sociales. Razón por la que el estudio interdisciplinario de estos actos ceremoniales
ha servido para comprender aspectos relacionados con la legitimación de ciertos gobiernos, la
configuración de las relaciones de poder, la construcción del héroe y su culto24, la formación
del Estado-nación e, incluso, la construcción de la identidad nacional, así como los usos y
abusos de la memoria histórica.
Entonces, tenemos que si las exequias reales contribuyeron, en términos generales, a la
legitimación, ratificación, consolidación y perpetuación del sistema monárquico, los funerales
de Estado, en cambio, sirvieron en no pocas ocasiones para conciliar sectores opuestos de la
sociedad o dentro de un mismo partido político; también para apaciguar a la opinión pública

24 En Venezuela este aspecto ha sido estudiado fundamentalmente en torno a la figura del Libertador. Ver, por ejemplo,
Germán Carrera Damas, El culto a Bolívar. Esbozo para un estudio de la historia de las ideas en Venezuela, Caracas, 2003 [pri-
mera edición en 1970]; “Del heroísmo como posibilidad al héroe nacional-padre de la patria”, en Manuel Chust, Víctor
Mínguez (eds.), La construcción del héroe en España y México (1789-1847). Valencia, Universitat de València, 2003, pp. 31-
48; Luis Castro Leiva, De la patria boba a la teología bolivariana. Caracas, Monte Ávila Editores, 1987; Elías Pino Iturrieta,
El divino Bolívar. Ensayo sobre una religión republicana. Madrid, Catarata, 2004; Carolina Guerrero, “Los funerales de Simón
Bolívar: Fundación de un mito en la construcción del patriotismo republicano, 1830, 1842 y 1876”, en Carmen McEvoy
(ed.), Funerales republicanos en América del Sur: tradición, ritual y nación, 1832-1896. Santiago de Chile, Centro de Estudios
Bicentenario/Instituto de Historia, 2006, pp. 3-30.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

o unir a los ciudadanos entre sí. En otros muchos casos se emplearon para conectar al régimen
político gobernante con el pasado glorioso del país o con algunos de sus héroes. Esto, entre
otras intenciones, según ha podido demostrar la diversidad de investigaciones históricas que
se ha dado a la tarea de indagar dichos actos ceremoniales desde enfoques y metodologías
provenientes de otras ramas como la antropología, el arte, la sociología, la filosofía política, la
lingüística y la semiótica, entre otras.
Así pues, nos resulta interesante estudiar estos actos ceremoniales en el contexto de la guerra
de Independencia. Observar cómo se llevaron a cabo estas honras fúnebres y vislumbrar las posi-
bles intenciones detrás de la conmemoración de las mismas, que parecieran estar a medio camino
entre las que tuvieron exequias reales y los funerales de Estado. Dicho esto, y considerando que
hasta ahora nos hemos referido a las honras fúnebres como actos ceremoniales, es preciso que en-
tendamos estos como actos de intercambio simbólico cuya construcción puede llegar a ser tanto
lingüística como no lingüística25, y se hallan asociados a estados sociales donde las instituciones
político-legales poseen una gran relevancia; por tanto, se trata de actos confirmatorios26.

**
Comenzaba el mes de septiembre de 1812 cuando le fue requerido al arzobispo
Narciso Coll y Prat que dispusiera que en todas las iglesias de la diócesis, así como en las de Cara-
cas, se oficiaran funerales en favor del descanso eterno de las almas “…de los valientes militares del
Ejército de Su Majestad Católica que fenecieron brillantemente su carrera en las varias funciones de

25 Tzvetan Todorov, Simbolismo e interpretación, pp. 11-19.


26 Víctor Turner, La selva de los símbolos, p. 105.
33
Muerte, exequias y corazones
Jorge Flores González

guerra tenidas con las tropas del Gobierno abolido…”27. Un acto de consideración y agradecimiento
que debía realizarse con la mayor solemnidad. A la petición respondió el prelado cuatro días des-
pués, el 9 de dicho mes, manifestándole al general don Domingo de Monteverde que desde luego
daría la orden, lo que efectivamente hizo, a todos los templos de la arquidiócesis y a la Santa Iglesia
Metropolitana, que debía ser la primera en realizar dichas honras. 17 templos de la capital, 19 vica-
riatos foráneos y 17 párrocos de las iglesias de los pueblos del vicariato de Caracas fueron los notifi-
cados acerca de la celebración del funeral28. Nomás quedaba acordar la fecha, cuestión que tanto el
arzobispo como el cabildo catedralicio dispusieron para el miércoles 16 de septiembre en la capilla
provisional de la iglesia metropolitana en Ñaraulí. A este evento fueron invitados por Monteverde, el
Ilustre Ayuntamiento y el señor intendente general junto con todo su personal, entre otros29.

27 “Id. para el Arzobispo. Suplica que en las iglesias de los pueblos de su Diócesis se celebren funerales en sufragio de las
almas de los militares fenecidos. Caracas, 5 de septiembre de 1812”, Archivo General de la Nación (AGN), Gob. y Cap.
Gral., 1812, t. CCXXI, no 198, f. 263. En lo sucesivo se citará AGN.
28 “Id. de Narciso, Arzobispo de Caracas, para el mismo. Que expedirá órdenes a fin de que se celebren funerales por todos
los fallecidos en la guerra por la pacificación de estas provincias. Caracas, 9 de septiembre de 1812”, AGN, Gob. y Cap.
Gral., 1812, t. CCXXI, no 258, f. 329. “Sobre funerales a los guerreros para pacificar esta Provincia. Caracas, 9 de sep-
tiembre de 1812”, AHAC, Exhumaciones, Carpeta no 5, s/folio.
29 “Oficio sin firma dirigido al Ilustrísimo Arzobispo. Le dicen que puede fijar el día para celebrar el funeral que le indicó en
oficio del 5. Caracas, 10 de septiembre de 1812”, AGN, Gob. y Cap. Gral., 1812, t. CCXXII, no 16, f. 18. “Del Arzobispo
de Caracas para el mismo. Le dice haber resuelto que el funeral por los muertos en combate, se efectúe en la capilla pro-
visional de la Santa Iglesia Metropolitana. Caracas, 12 de septiembre de 1812”, AGN, Gob. y Cap. Gral., 1812, t. CCXXII,
no 50, f. 67. “De Juan Esteban de Echezuría para el mismo. Participa que el Ilustre Ayuntamiento asistirá a los funerales
de los militares muertos en la última campaña. Caracas, 15 de septiembre de 1812”, AGN, Gob. y Cap. Gral., 1812, t.
CCXXII, no 119, f. 147. “Del Capitán General para el Intendente. Que en la capilla del Ñaraulí se celebrarán las exequias
de los militares muertos en la campaña última a fin de que asista a dicho acto. Caracas, 14 de septiembre de 1812”, AGN,
Gob. y Cap. Gral., 1812, t. CCXXII, no 91, f. 115.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

La orden dada por Coll y Prat se cumplió a cabalidad y con la mayor prontitud. Las exequias
por aquellos “que sacrificaron sus vidas en la pacificación de estas Provincias”30 se efectuaron
con la solemnidad del caso en los pueblos y localidades de San Diego, San Antonio, Los Teques,
Charallave, Maracay, Valle de la Pascua, Puerto Cabello, Petare, Macarao y Anauco, así como en el
convento de las Concepcionistas en Valle Abajo, el convento provisional de Religiosas Carmelitas
Descalzas, el convento de San Francisco, las iglesias de San Mauricio y la Divina Pastora, entre
otras, que con toda la decencia posible corrieron con los gastos de música, cera e incienso31.
El 9 de noviembre se fijaron otros funerales en el templo del convento de San Francisco en
Caracas, que eran los que anualmente se hacían por los difuntos militares32. No obstante, según el
deán y cabildo de Catedral, dicha función había sido llevada a cabo unos días antes en su iglesia
y por tanto se había cumplido con ese compromiso33. Por otra parte, a finales de ese año de 1812,

30 “Diversos oficios en cumplimiento de la orden sobre funerales por los soldados fallecidos (realistas) en combate”, AHAC,
Episcopales, Carpeta no 38, f. 69.
31 Ibídem, fs. 62-82.
32 “Borrador para el Arzobispo. En relación a funerales para militares en el día 9 de noviembre. Caracas, 5 de noviembre
de 1812”, AGN, Gob. y Cap. Gral., 1812, t. CCXXVI, no 19, f. 28. “Participación de igual cosa a la Iglesia Metropolitana.
Caracas, 5 de noviembre de 1812”, AGN, Gob. y Cap. Gral., 1812, t. CCXXVI, no 20, f. 29. “Oficio sin firma al Capitán
General que puede celebrarse en la iglesia de San Francisco el aniversario de militares. Caracas, 6 de noviembre de 1812”,
AGN, Gob. y Cap. Gral., 1812, t. CCXXVI, no 35, f. 45.
33 Estos funerales no eran otros que aquellos que se venían realizando anualmente desde 1683 con motivo de la resolución
dictada por S. M. el Rey, por la que cada año se ejecutaría en día de ánimas o uno de la octava, un oficio público fúnebre
con la solemnidad de misa cantada, sermón, música y misas rezadas en conmemoración de los militares difuntos. “Al
35
Muerte, exequias y corazones
Jorge Flores González

en el mes de diciembre, los miembros del Batallón de Voluntarios distinguidos de Fernando VII,
preocupados por el recuerdo de la trágica muerte de numerosos leales compatriotas:

…quisieran por tanto, pr medio de sufragios enjugar las lágrimas qe. insesantemte derraman al
contemplar la triste suerte de estos virtuosos españoles, sacrificados en un cadalso pr su asendrado
amor al Soberano: celebrando un solemne Funeral con sus correspondientes salvas, después de las
quales marchará todo el Batallón con unas divisas equivalentes á lo patetico de la Esena, hasta la
plaza de la Trinidad la qual circulará, y al pasar por el sitio del patíbulo formará en Batalla, y ha-
ciendo una descarga tremolarán las Vanderas en demostracion de que sus hermanos le consagran
á su grata memoria esta ofrenda, y honran sus cenizas flameando en el lugar de su exterminio los
Pabellones Españoles que por sostenerlos han muerto34.

Asimismo, en sufragio de todos aquellos que fallecieron en el campo de batalla en demostra-


ción de su fidelidad al rey. En razón de esto las exequias fueron señaladas para hacerse el día 3 de
enero de 1813 en la capilla del Colegio35. Exactamente dos años después se decretarían nuevos

g Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela. Avisa la resolución que Su Majestad ha tomado de que se
celebren oficios fúnebres en todos los dominios por los soldados difuntos el día de las Ánimas, dejando al arbitrio de los
Ministros la elección de la Iglesia. Madrid, 15 de julio de 1683”, AGN. Reales Cédulas, 2a sección, 1659-1690, t. II, no 79,
f. 118. “Del Arzobispo de Caracas al Capitán General. En relación al aniversario anual que se hace a los militares muertos.
Caracas, 7 de noviembre de 1812”, AGN, Gob. y Cap. Gral., 1812, t. CCXXVI, no 65, f. 80.
34 “Funerales en Caracas en 1813 a los realistas muertos a favor de la causa de España”, AANH. Archivo del General Manuel
Landaeta Rosales. Documentos de los Archivos, t. 52, f. 41.
35 Ídem.
36
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

funerales por otro caído en combate, el jefe realista José Tomás Boves36, muerto de un lanzazo en
la batalla de Urica el 5 de diciembre de 1814. Su segundo, Francisco Tomás Morales, asumió in-
mediatamente el mando de las tropas, al tiempo que su vicario y capellán, el padre José Ambrosio
Llamozas, amortajó y luego dio sepultura a su cadáver a los pies del altar mayor de la iglesia del
pueblo de Urica. Se le trató como a un héroe y sus hombres le rindieron honores37.
A mediados de mes, José de las Llamozas escribía el 16 de enero en representación del Cabil-
do al gobernador político, solicitando información acerca de quién habría de presidir ese organis-
mo en sustitución del comandante general Boves, por su fenecimiento. Manifestaba que no habían
recibido ningún tipo de comunicación oficial, habiéndose enterado del deceso por el bando que

36 Sobre José Tomás Boves se han escrito unos cuantos trabajos de interés; véanse por ejemplo: Arístides Rojas, “Boves”,
El Cojo Ilustrado, Caracas, 15 de agosto de 1892, pp. 252-253; Laureano Vallenilla Lanz, “José Tomás Boves”, El Nuevo
Diario, Caracas, 5 de diciembre de 1916, s/p; Luis Bermúdez de Castro, Bobes o El León de los Llanos. Madrid, Espasa-
Calpe, S. A., 1934; Juan Úslar Pietri, Boves. Historia de la Guerra de Independencia de Venezuela. Caracas, Cromotip C.A.,
1950; Acisclo Valdivieso Montaño, José Tomás Boves. Caudillo hispano. Caracas, Eduven, 2000 [primera edición en 1953];
Germán Carrera Damas, Boves: Aspectos socioeconómicos de la Guerra de Independencia. Caracas, Ediciones de la Biblioteca
de la Universidad Central de Venezuela, 1972; José Antonio de Armas Chitty, Boves a través de sus biógrafos. Caracas,
Editorial América Libre, 1976; Francisco Herrera Luque, Boves, el urogallo. Caracas, Ediciones Alfaguara, S.A., 2001;
Edgardo Mondolfi Gudat, José Tomás Boves. Caracas, El Nacional/Banco del Caribe, Biblioteca Biográfica Venezolana, no
6, 2005; Yorgy Andrés Pérez, La figura del caudillo en la Venezuela de la Guerra de Independencia. Estudio psicohistórico de
la personalidad de José Tomás Boves (1782-1814). Caracas, trabajo especial de grado para optar al título de Licenciado en
Historia, Universidad Central de Venezuela, Escuela de Historia, 2007; Arnulfo Poyer Márquez, Boves ¿Justicia maldita?
Mérida, IMMECA, 2007.
37 Según Arístides Rojas, los restos de Boves fueron exhumados varios años después y sepultados nuevamente en un lugar
del que no se tiene conocimiento alguno. Rojas, ob. cit., p. 252.
37
Muerte, exequias y corazones
Jorge Flores González

hizo pública la lamentable noticia. El oficio fue respondido al siguiente día indicándose el des-
conocimiento sobre quién sería la persona que reemplazaría al difunto como primera autoridad
de ese Ilustre Ayuntamiento38. Por esas fechas también se organizaban en Caracas, como en otras
poblaciones venezolanas, las honras fúnebres que se le dedicarían a José Tomás Boves. El gober-
nador militar Juan Nepomuceno Quero las había dispuesto el día 3 de enero, cuando anunció la
muerte de este, quedando todos los empleados públicos, civiles y militares, así como vecinos de
Caracas, invitados a presenciar el acto39.
Con motivo de las que se le oficiarían en la ciudad capital se mandaron a hacer papeletas de
invitación, que probablemente estén entre las primeras impresas en Venezuela. La fecha se fijó
para el mes de febrero, advirtiendo la tarjeta el resto de los detalles:

38 “Oficio de José de las Llamozas al Gobernador Político. Le transcribe acuerdo de ese Ayuntamiento, relativo a la muerte
de Boves y su sustituto en el cargo de Primera Autoridad. Caracas, 16 de enero de 1815”, AGN, Gob. y Cap. Gral., 1815,
t. CCL, no 86, f. 108. “Borrador para el Alcalde de Primera Elección. Contesta el suyo del 16, relativo a la muerte de Boves
y su posible sucesor, de lo cual no tiene ningún conocimiento. Caracas, 17 de enero de 1815”, AGN, Gob. y Cap. Gral.,
1815, t. CCL, n.° 94, f. 116.
39 Ver imagen no 1. “Habitantes de Caracas”, El Nuevo Diario, Caracas, 5 de diciembre de 1916, s/p. Se trata de un
fotograbado del bando que el gobernador militar de Caracas, Juan Nepomuceno Quero mandó a publicar en fecha
3 de enero de 1815, por el cual se hacía pública la noticia relativa a la muerte de José Tomás Boves en la batalla
de Urica el 5 de diciembre de 1814. El impreso original, hoy en día extraviado, formaba parte del siguiente expe-
diente: “Proclama de Juan Nepomuceno Quero, dirigida a los habitantes de la ciudad de Caracas. 3 de enero de
1815”, Archivo General de la Nación, Impresos varios, 1815-1819, no 1, fs. 1-4vto. El folio ausente es el primero,
correspondiente al mencionado impreso.
38
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

v
“Habitantes de Caracas”.
publicado en El Nuevo Diario,
Caracas, 5 de diciembre de 1916, s/p.
39
Muerte, exequias y corazones
Jorge Flores González

En la Ciudad de Carácas á 3 de Enero de 1815 el Sr. D. Juan Nepomuceno Quero,


Sargento Mayor del Batallón de Milicias Europeas de esta Capital, y
Gobernador Militar interino de ella, ha decretado publicar la
siguiente Proclama.

HABITANTES DE CARACAS
LA Divina Providencia que os ha restable- Providencia los habia reunido para hacer
cido tan solidamente en la paz, no ha que- mas completa la justísima venganza. Seis
rido que goceis este bien sin mezclarlo con dias después de su muerte Maturin desa-
la amargura de los mas justos sentimientos. pareció: desaparecieron para siempre los
Os ha restituido la paz, y os ha quitado el muchos perversos que pensaron volver á
principal medio con que os la dió. Sus dominaros: y desapareció tambien el fuego
eternos decretos debieron cumplirse, y él de la guerra que por un año habia devasta-
que os libertó de vuestra esclavitud goza do vuestra patria.

g
quizá en el Cielo un premio infinitamente La fama que vuela tan rapidamente
mayor que el que pudo proporcionarsele en como la luz, habia trahido al Gobierno tan
la tierra. infausto acontecimiento: pero el Gobierno
En las malhadadas llanuras de Urica que jamás ha querido hablaros sino aquellas
el 5 del mes proximo pasado, quando à la verdades de cuya autenticidad no pueda
cabeza de sus victoriosos soldados acometió dudarse, se habia abstenido de comunicar-
nuestro Comandante General el Sr. D. oslo, hasta tanto que lo recibiese con estos
JOSEP TOMAS BOVES à las lineas enemigas, caracteres.
un golpe de lanza nos privó de su vida, y Habitantes de Caracas: Pues vosotros
atraxo sobre sus homicidas el total extermi- respirais y vivis en paz por los esfuerzos y
nio que os ha llenado de admiración. Los fatigas de quien ha perecido por haceros
campos de Urica cubiertos de cadàveres felices: justo es que manifesteis à todo el
enemigos de un modo tan espantoso qual mundo que fuisteis digno de sus sacrificios.
no se habrá visto jamas en la campaña de Sea eterna su memoria en todos los pueblos
Venezuela, vieron vengada como correspon- que le deben su libertad: vean todos lo
dia la muerte de quien fue siempre vence- que os contemplan que consagrais à ella
dor. vuestros mas delicados sentimientos: que
El Sr. D. Francisco Tomas Morales, dirijais al Dios y Señor de todas las cosas
segúndo Gefe de aquel exército, el Vence- vuestros votos para que exerza su miseri-
dor de Aragua y de Urica, tomado el man- cordia por los defectos, que como hombre
do en Gefe, como le correspondia, y dados haya tenido, aquel General: y que no
velozmente los instantes necesarios al desao- omitais medio alguno, ni en vuestra con-
go de sus sentimientos, y los honores de- ducta particular, ni en vuestras acciones
bidos à los restos de aquel Gefe, voló à publicas, de dar nuevas pruebas de vuestro
completar la expiacion à los pantanos de reconocimiento à los beneficios, y de
Maturin, en donde se habian encerrado las vuestra obediencia al Rey y al Gobierno.
reliquias del exército destruido, y de todos Caracas 3 de Enero de 1815.
los puntos de todas las provincias. Allí la Juan Nepomuceno Quero

Por tanto decreto que se celebren exéquias funerales, esperando que todos los Emple-
dos Publicos, Civiles y Militares, concurriran à solemnizarlas, y que los demas vecinos par-
ticulares corresponderan por su parte à satisfacer tan justa y piadosa obligación.
Pedro Ramón Vázquez, Secretario
IMPRENTA DE GALLAGHER Y LAMB.
40
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

Tienen el honor de suplicar a Ud., concurra mañana 14 del corriente a las diez, al funeral que se
celebrará mediante Dios, en la Iglesia de los R. R. P. P. Franciscanos de esta Ciudad, en sufragio, y
por el alma del difunto D. José Tomás Boves, Comandante General que fué del exercito de Oriente.
Esperan quedar sumamente reconocidos de tan honorífica asistencia en la Catedral.
D. Feliciano Palacios40

A pesar de que se apuntaba como lugar el convento de San Francisco, las exequias fueron
movidas a la iglesia Catedral, manteniéndose el día 14 de febrero. Dicho acto estuvo presi-
dido por el arzobispo Coll y Prat, quien la celebró de pontifical, contando con la asistencia
de Francisco Tomás Morales, para ese entonces autodenominado comandante general del
ejército realista, los gobernadores Antonio Fernández de León y Juan Bautista Quero, entre
otras autoridades políticas, militares y religiosas41. Concurrieron también todas las comuni-
dades seculares y eclesiásticas, como numerosos caraqueños. Según Ramón de la Plaza, en
estas honras fúnebres se escuchó por vez primera en Venezuela el Requiem de W. A. Mozart.
El músico José Ángel Lamas, por encargo de las autoridades, habría hecho los arreglos y lo
instrumentaría para la orquesta a falta de una misa de difuntos en la capilla de la Catedral su-

40 Evidentemente, el invitado era don Feliciano Palacios. Por otra parte, cabe destacar que Landaeta Rosales señala que si bien
la idea original era que los funerales se realizaran en la iglesia del convento de San Francisco, luego decidieron hacerlos en la
iglesia metropolitana, pues la frase final que indica como lugar a la Catedral es manuscrita y añadida posteriormente. “Fune-
rales de Boves”, AANH, Archivo del General Manuel Landaeta Rosales, Estudios históricos, t. 54 (tomo IV), f. 68.
41 Extractos del Archivo Capitular, Año 1815, 14 de febrero. Transcritos y recopilados por: Nicolás Eugenio Navarro, El Ca-
bildo Metropolitano de Caracas y la Guerra de Emancipación, p. 113; José María Salvador, ob. cit., p. 257.
41
Muerte, exequias y corazones
Jorge Flores González

ficientemente solemne y acorde con la novedad del evento. Al parecer, la ejecución cumplió
con las expectativas que se tenían respecto a una ceremonia de este tipo42. Sin embargo, sa-
bemos que Lamas no pudo preparar ninguna música para los funerales de Boves, puesto que
había fallecido de causas naturales el 10 de diciembre de 181443, tan solo cinco días después
que aquel y dos meses antes de que se realizaran las mencionadas exequias. Así que de mo-
mento no hay certeza acerca de si la pieza inconclusa de Mozart realmente fue interpretada
para aquella ocasión, ni por quién.
Otra de las funciones de las que se tiene alguna noticia fue la celebrada en Maiquetía ese
mismo 14 de febrero y que contó con oración fúnebre del padre Juan Antonio Rojas Queipo.
Cuenta don Arístides Rojas que esta fue la tercera publicada en Venezuela después de la que
se hizo en 1810 para honrar a las víctimas sacrificadas en Quito y de aquella que entonara el
padre Francisco José de Rivas por el fallecimiento de Atanasio Girardot en 181344. Respecto a

42 Ramón de la Plaza, Ensayos sobre el arte en Venezuela, p. 97.


43 “Partidas de matrimonio, velación y entierro de José Ángel Lamas”, AANH, Archivo del General Manuel Landaeta Rosales,
Escritos y documentos del general Landaeta Rosales, t. 70, (tomo VI), f. 96.
44 Arístides Rojas “La imprenta en la Colonia y la Revolución”, en Pedro Grases, Orígenes de la imprenta en Venezuela
y primicias editoriales de Caracas, p. 93. Aunque hoy día el paradero de dicho elogio fúnebre es desconocido, Rojas
señala que para 1892 existía una copia que, junto al grabado del túmulo, era de los pocos documentos relativos a Bo-
ves que se conservaban por aquellos años (Rojas, “Boves”, ob. cit., p. 252). Por otra parte, es poco lo que se sabe del
contenido de la mencionada oración fúnebre. En un texto titulado “La defensa de San Mateo en 1814 - Heroicidad
de Ricaurte”, compuesto de extractos tomados de la Vida del Libertador Simón Bolívar, de Felipe Larrazábal, se expone
lo siguiente: “Boves se llenaba de orgullo al considerar que iba a pelear contra Bolívar en persona por primera vez,
42
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

los funerales que en igual fecha se efectuaron en el pueblo de Calabozo, solo se conserva un
rustico grabado del túmulo45, que a instancias de Rojas fue publicado en 1892 en la revista El
Cojo Ilustrado. El original del mismo lo resguarda el Museo de la Fundación John Boulton de
Caracas y es el único diseño de túmulo que se preserva en el país, según Carlos Duarte, quien
a continuación nos lo describe con pormenores:

Sobre una base ancha se hallaba otra base más reducida sobre la cual descansaba un templete con
cuatro columnas toscanas con sus bases correspondientes. Sobre estas descansaba un techo con
un arquitrabe decorado con tres calaveras con tibias cruzadas en cada lado. Encima del techo se
colocaron, en cada esquina, unas candilejas, seguramente hechas de barro, y en medio un blandón
bastante alto, acaso de plata, con una vela larga. Sobre una base, decorada a cada lado con tres

g contando derrotarle de seguro…”. A dicha oración le sigue una nota a pie de página que dice: “Es completamente
falso el cuento del Padre D. Juan Antonio Rojas Queipo, adulador vil de Monteverde. – Dicho clérigo, predicando
en las exequias de Boves, dijo, que ‘el jefe realista se había dirigido al Libertador diciéndole: Bolívar, si quieres dar
prueba de valiente y evitar la efusión de sangre humana, ven a lidiar mano a mano conmigo; y el ejército cuyo jefe fuere
vencido, será entregado al vencedor. Tembló Bolívar, y no aceptó el partido, contestando con una descarga de fusiles
y cañones… etc.’ – Esto es ridículo; y con tales cuentos de vieja, profanaba aquel indigno sacerdote la cátedra de la
verdad, convirtiéndola en CÁTEDRA DE PESTILENCIA. Nadie puede imaginar hasta qué punto llevó el fanatismo
su odio contra el Libertador y los patriotas; y bien que no sea la primera vez, se hizo servir a la Escritura Santa de
instrumento para la servidumbre y la abyección más vil” (Blanco y Azpúrua, ob. cit., t. V, doc. no 921, p. 71. Las
cursivas son del original).
45 Ver imagen no 2. “Funerales de Boves en Calabozo - 1814”, El Cojo Ilustrado, Caracas, 15 de agosto de 1892, p. 251. Se
trata de un dibujo a pluma del catafalco levantado en la iglesia del pueblo de Calabozo con motivo de las exequias cele-
bradas al comandante general José Tomás Boves en febrero de 1815.
43
Muerte, exequias y corazones
Jorge Flores González

v
“Funerales de Boves en Calabozo – 1814”,
publicado en El Cojo Ilustrado, Caracas,
15 de agosto de 1892, p. 251. El original está
en el Museo de la Fundación John Boulton.
44
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

calaveras y tibias cruzadas, colocada en medio del templete, se hallaba una pequeña urna guarne-
cida por dos sables cruzados en medio y dos vainas en los extremos, que debieron repetirse a cada
lado. Encima de la urna había un cojín sobre el que estaba el bicornio adornado con una cucarda
y una pluma. En la base del templete había un óvalo con la siguiente inscripción:
Manibus / fortisimorum in prelio, / pro Hispaniarum Potentissimi Regis, tuen - / do. Imperio ense
coesorum, pedestris / legionis CONCORDIAE nomine nuncupeto / supérstites aplorantes com-
milites / ex equatilin / hoc meritum monumentum / in oppido falcis putatorie; vulgo dic- / to de
Calabozo / TRIBUUNT.
Sobre la base ancha, la cual debió estar pintada de negro, y en las cuatro esquinas, se colocaron
cuatro esbeltas pirámides también pintadas de negro, con siete velas inclinadas cada una. El frente
de esta base tenía un rectángulo negro con una cruz pequeña. El resto debió estar pintado de gris
con filetes y detalles en negro. Alrededor de la base del túmulo se colocaron unos trofeos. En cada
esquina un tambor acostado con tres fusiles cruzados con un clarín con sus borlas. En el centro
otro tambor acostado con dos sables cruzados al frente y dos gorros emplumados, de sargentos,
con un óvalo al frente con la palabra UNIÓN46.

Tenemos entonces que la información que ha llegado hasta nuestros días sobre los funerales
de Boves es realmente escasa. Las fuentes existentes y que han sobrevivido al paso del tiempo
son contadas. Buena parte de ello se debe a que desde el momento en que José Tomás Boves
murió se le intentó condenar al olvido. Para muchos su acción histórica representaba la barbarie
más inhumana, los años más cruentos y terribles de la guerra, la encarnación de una pesadilla

46 Carlos F. Duarte, La vida cotidiana en Venezuela durante el período hispánico, pp. 290-291.
45
Muerte, exequias y corazones
Jorge Flores González

infernal tanto para realistas como para patriotas. Recién había llegado Pablo Morillo a la ciudad
capital cuando prohibió a la Gaceta de Caracas que describiese sus exequias y asimismo la ora-
ción fúnebre que se pronunció en dicho acto. No tardaría mucho en despreciar a sus seguidores
y hombres de confianza47.

***
El día 27 de octubre de 1810 se hacía oficial en Caracas la lamentable noticia
relativa al asesinato de cientos de distinguidos ciudadanos que en manos de los soldados del pre-
sidente Conde Ruiz de Castilla, fueron sacrificados en las calles y cárceles de la ciudad de Quito
el 2 de agosto de ese mismo año. Los caraqueños, sentidos por aquel trágico acontecimiento, no
tardaron en tomar luto, incluso desde antes que fuese decretado por las autoridades el que debía
guardarse en respeto de esos heroicos compatriotas. Así pues, se promovió una suscripción general
a fin de sufragar y cumplir con las solemnes honras fúnebres que se tributarían en recuerdo de las
víctimas quiteñas, para lo cual fue dispuesto el templo de Nuestra Señora de Altagracia por ser el
más espacioso y esbelto. El Gobierno Supremo o Junta Conservadora de los Derechos de Fernando
VII mandó a imprimir tarjetas invitando a concurrir a dichas exequias el sábado 3 de noviembre48.
47 Juan Vicente González, ob. cit., p. 139; Bermúdez de Castro, ob. cit., pp. 178-179, 182-183.
48 Pedro Grases, Historia de la imprenta en Venezuela, láms. 46 y 47; Francisco Isnardi, “Descripción de los funerales que el
Gobierno y el pueblo de Caracas celebraron el 3 de noviembre de 1810, a la memoria de las inocentes víctimas sacri-
ficadas en Quito, con la colección de poesías inscripciones, alegorías y demás que adornaban el templo y monumento
fúnebre”, en José de Austria, Bosquejo de la historia militar de Venezuela, t. I, p. 121. Este documento también se halla en
Blanco y Azpúrua, ob. cit., t. II, doc. no 516, pp. 666-673.
46
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

Hoy día se conserva un grabado anónimo de las mismas, cuya reproducción se inserta en
estas páginas49.
Poco después fue publicado un folleto que, aunque también anónimo, correspondía su autoría
al periodista Francisco Isnardi, quien se encargó no solo de describir los funerales sino además de
diseñar del monumento fúnebre que se construyó con motivo de esa ocasión, de acuerdo con lo
que permitía el estado de las artes en Venezuela. El túmulo, del cual se hizo un rústico grabado
por parte del pintor José Juan Franco y que lamentablemente no llegó a nuestros días, fue descrito
por Isnardi de la siguiente manera: En el crucero del templo, se erigía el catafalco debajo de un
baldaquín de cortinas negras claveteadas de lágrimas de plata que colgaban de los cuatro arcos. Allí,
sobre un zócalo de 8 varas de frente por 3 de alto, se encontraba una urna cineraria de jaspe violeta
de 3 varas de altura, con acolchado de jaspe ceniza. Sobre la urna o sarcófago se levantaba una pi-
rámide de 8 varas de alto, también de jaspe, que finalizaba en un vaso etrusco en el que ardía una
antorcha sepulcral aromática, semejante a las cuatro que elevadas sobre el acolchado de los ángulos
del zócalo principal adornaban el monumento. De la parte frontal de la urna salía un cartelón, en
cuyo centro estaba enmarcada, entre laureles de oro, la dedicatoria que a continuación sigue:

Para aplacar al Altísimo


irritado
por los crímenes cometidos en Quito
contra la inocencia americana,
ofrecen este holocausto
el Gobierno y el pueblo de Caracas.

49 Ver imagen no 3, Invitación a las exequias en memoria de las víctimas de Quito.


47
Muerte, exequias y corazones
Jorge Flores González

v
Invitación a las exequias
en memoria de las víctimas de Quito.
Impreso de Juan Baillío y Cía.,
publicado en Carlos Duarte,
La vida cotidiana en Venezuela…,
t. 2, p. 284.
48
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

Delante del cartelón sobresalía una lápida en la que se apoyaban dos figuras que eran la re-
presentación del Genio de la Humanidad Doliente; en el medio de ella se erigían los escudos de
armas de Quito y Caracas, entrelazados con cinta roja, amarilla y negra, que servían de divisa a
Venezuela. Escrito en letras de oro se leía:

Exurge Domine
Et judica causam tuam50.

Y a los lados de la urna se hallaban estas inscripciones. En el derecho:

Vivent mortui tui;


Interfecti mei resurgent51.

En el izquierdo:

Incliti, Israel, super montes tuos


Interfecti sunt52.

50 “Levántate, Señor, y juzga tu causa”. La traducción de las frases al castellano es de Isnardi, “Descripción de los funera-
les…”, en Austria, ob. cit., p. 139.
51 “Vivirán tus muertos, y resucitarán los que me fueron asesinados”, ibídem, p. 140.
52 “Israel, tus excelsos varones fueron muertos sobre tus montes”, ídem.
49
Muerte, exequias y corazones
Jorge Flores González

Encima de la repisa que hacía de base a la pirámide, se encontraba la América llorosa, perso-
nificada por una matrona con velo, que sentada sobre un peñasco y con una tortuga a sus pies,
arco y flechas, apoyaba la cabeza sobre su brazo derecho, con la nota que sigue a sus pies:

Fili mei, miserere mei: non timeas carnificem;


Sed dignus patribus tuis,
Suscipe mortem53.

En el zócalo principal del catafalco se expusieron las siguientes alegorías: En el tablero frontal
del medio estaba la Confederación de Venezuela bajo los auspicios de don Fernando VII, figurada
por un luminar que simbolizaba a Caracas, en cuyo derredor se hallaban las provincias de Ve-
nezuela como otros muchos astros, estando en último término la constelación de Tauro, por ser
la respectiva al mes de abril, fecha en que se estableció en Caracas un nuevo gobierno político.
En los dos pequeños tableros adyacentes podían apreciarse alegorías del tiempo: La primera la
componía una meridiana sobre tres libros: uno abierto que simbolizaba el presente, uno cerrado
el pasado, y otro en blanco el futuro. En la segunda, una guadaña atada a un reloj de arena con
alas, aludía a la velocidad de la vida. En los tableros a la izquierda del zócalo, una ninfa situada en
el centro derramaba flores sobre un sepulcro, aras y vasos sacrificatorios con sus adornos se ubi-
caban a sus lados. Mientras que en los tableros de la derecha había una alegoría a la inmortalidad,
en medio de pebeteros y una urna lacrimatoria54.

53 “Apiádate de mí, hijo mío; no temas los verdugos, y recibe la muerte digno de tus padres”, ídem.
54 Ibídem, pp. 121-124.
50
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

Ahora bien, estos actos ceremoniales dedicados a las víctimas quiteñas revisten gran impor-
tancia al tratarse de las primeras honras fúnebres patrióticas celebradas en Venezuela, más cer-
canas a lo que vendrían a ser los funerales de Estado que a lo que fueron las exequias reales. En
primer lugar, porque para ese momento el Gobierno Supremo, si bien aún seguía manifestando
lealtad hacia el rey Fernando VII, se había empezado a asumir como un nuevo gobierno político,
independiente de las autoridades napoleónicas y peninsulares. Por otra parte, en esta ocasión no
se trataba de exequias reales u honras fúnebres relacionadas con alguna autoridad monárquica o
eclesiástica de alta jerarquía; por el contrario, era un acto hecho en consideración de un numeroso
grupo de ciudadanos sin ningún tipo de cargo o función pública. Finalmente, dichos funerales
constituían una ceremonia, cuya celebración se hacía en honor de unas personas que, pese a no
haber nacido en Venezuela sino bajo otro dominio español, eran considerados heroicos compatrio-
tas, unidos por una misma causa: la emancipación55.
Sin embargo, los funerales patrióticos más importantes durante este período serían los
que se le tributarían al joven coronel Atanasio Girardot56, héroe neogranadino que cayó en

55 Salvador, ob. cit., p. 267.


56 Sobre Atanasio Girardot se han escrito unos cuantos trabajos de interés; véanse, por ejemplo, Vicente Bernal B, Atanasio
Girardot. El coronel abanderado. Caracas, Imprenta Nacional/Gobernación del Estado Aragua, 1965; Roberto M. Tisnés,
Un antioqueño héroe del Bárbula. Medellín, s/d, 1969; Francisco Espinosa R., Bolívar en la forja de cuatro hombres épicos:
Girardot, Ricaurte, Díaz y La Salabarrieta. Managua, s/d, 1982; Alberto Ancízar Mendoza y Jorge Ancízar Sordo, Dos
próceres: Lino de Clemente, Atanasio Girardot. Bogotá, Embajada de Venezuela, 1987; Pedro Modesto Bolívar, Coronel Ata-
nasio Girardot: Mártir de la libertad. Maracay, Centro de Historia del Estado Aragua, 1991; Ezequiel Vivas Terán, Atanasio
Girardot. Prócer de dos patrias. Naguanagua, Publicaciones de la Alcaldía de Naguanagua, 2007.
Respecto al corazón de Girardot o sus funerales, ver Manuel Landaeta Rosales, “El corazón de Girardot”, AANH.
Archivo del General Manuel Landaeta Rosales, t. 22, fs. 21; Arístides Rojas, “El corazón de Girardot (1813-1814)”, en
51
Muerte, exequias y corazones
Jorge Flores González

la batalla de Bárbula57 arropado por la bandera republicana, el 30 de septiembre de 1813.


Según nos cuenta Rafael Urdaneta, el bando realista tenía días azotando a la ciudad de Va-
lencia desde las montañas de Bárbula, por lo que se tomó la decisión de atacar en la mañana
de aquel día. Diversos escuadrones del ejército fueron subiendo a los cerros desde varios
puntos; al llegar a la cima junto a sus tropas, el coronel Girardot recibió un balazo de fusil
mientras ondeaba el pabellón patriota. Pese a esta lamentable pérdida, la milicia republicana
venció al enemigo, tomando numerosos prisioneros. Conocido y bien estimado por todos en
el ejército, inmediatamente se convirtió a Girardot en héroe, destinado a vivir eternamente
en la memoria de los americanos58.

g Obras escogidas, pp. 670-689; Manuel J. Calle, “Los funerales de Girardot”, en Leyendas del tiempo heroico: Episodios
de la Guerra de Independencia. Madrid, Ed. América, s/d, pp. 37-48; José D. Monsalve, “El corazón de Atanasio Girar-
dot”, Boletín de Historia y Antigüedades, Bogotá, vol. XVIII, no 206, febrero de 1930, pp. 101-119; Carlos F. Duarte,
La vida cotidiana en Venezuela durante el período hispánico, pp. 286-289; Salvador, Efímeras efemérides, pp. 193-195,
269-271; Rodríguez Jiménez, “Cuerpos, honras fúnebres y corazones en la formación de la República colombiana”,
ob. cit., pp. 172-174.
57 Para una reconstrucción de dicho enfrentamiento bélico puede consultarse la obra del coronel Adolfo Ramírez Torres,
Batalla de Bárbula. Caracas, s/d, 1961, p. 22.
58 “Boletín del Exército Libertador de Venezuela. Número 16”, Gaceta de Caracas, Caracas, 7 de octubre de 1813, t. IV, p.
25; “Boletines del Exercito Libertador de Venezuela en 1813 (Número 16)”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia,
no 18, pp. 613-614. No obstante, Juan Vicente González narra lo ocurrido así: “El día 30, animado Monteverde con los
auxilios que acababa de recibir, llega hasta el sitio de Bárbula: 300 venezolanos destrozaron en un momento a 800 espa-
ñoles, forzando al resto a huir precipitadamente hasta las trincheras, donde Monteverde se había quedado en expectativa.
Al fijar la bandera en el baluarte conquistado, una bala muerta quitó la vida al valeroso Girardot” (Ob. cit., p. 110. La
cursiva es del original).
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
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Fue una fecha victoriosa y llena de alegría, pero también de luto y tristeza. El triunfo tuvo
un alto costo: la vida del joven antioqueño. Bolívar, dolido por la noticia, decretó ese mismo día
desde el cuartel general de Valencia una ley que honraba el recuerdo del difunto. Por ella se es-
tablecía, entre otras cosas, que desde ese momento en adelante habría de celebrarse en dicho día
30 un aniversario fúnebre. Además, el corazón de Girardot sería conducido triunfalmente a la
ciudad de Caracas, donde se le recibiría y depositaría en un mausoleo construido para tal fin en
la iglesia Catedral, mientras que los restos serían trasladados al lugar de su procedencia, la ciudad
neogranadina de Antioquia59.
A unas tres leguas de Bárbula, en Valencia, fue llevado con pompa el cadáver de Girardot; allí
se le extrajo el corazón60, que una vez embalsamado fue depositado en una vasija de cristal hermé-

59 “Ley de la República de Venezuela para honrar la memoria del coronel Atanasio Girardot”, Gaceta de Caracas, Caracas,
7 de octubre de 1813, t. IV, pp. 25-26. En realidad, Girardot nació en San Jerónimo, población adyacente a la ciudad
de Medellín. Solo que en aquel entonces la ciudad de Santa Fe de Antioquia era la capital de la provincia que terminó
por dar nombre a todo el departamento del que hoy Medellín es ciudad capital. De hecho Girardot fue bautizado en la
Catedral de Medellín en 1791.
60 La costumbre de separar ciertas partes del cadáver de un personaje de distinción es bastante antigua, pues según indica el
historiador francés Philippe Ariès, en Europa durante la Edad Media: “Existía una relación inconfesada entre la conserva-
ción del cuerpo y la del ser: los cuerpos de los santos eran preservados milagrosamente. Esta práctica permitía multiplicar
los depósitos funerarios y las tumbas visibles que los señalaban. Las entrañas de Guillermo el Conquistador estaban en
Châlus, su cuerpo en la abadía de las Dames de Caen, su corazón en la catedral de Rouen. Mucho más tarde, el rey Carlos
V tuvo tres tumbas, una de corazón, otra de entrañas, otra de cuerpo. Su condestable Du Guesclin tuvo cuatro: una de
carne, una de corazón, una de entrañas, otra de huesos: la tumba de huesos tuvo los honores de Saint-Denis” (El hombre
ante la muerte, p. 219).
Respecto a Venezuela son conocidos los casos de los arzobispos de Caracas, Francisco de Ibarra y Ramón Ignacio
Méndez. El primero, fallecido en 1806, tuvo cuatro tumbas: una de lengua y entrañas en la Ilustre Universidad y
53
Muerte, exequias y corazones
Jorge Flores González

ticamente cerrada, la cual sería introducida posteriormente en una urna de madera de algo más de
una tercia61 de altura, adornada con tela negra y guarnecida con galones de oro fino62. Se hicieron
solemnes funerales en la iglesia Matriz (hoy Basílica Catedral Metropolitana de Nuestra Señora del
Socorro), donde fray Joseph Tomás de Llorente, cura coadjutor, dio ese 30 de septiembre sepultura
eclesiástica con oficio cantado por mayor, vigilia, misa y honras, al cuerpo del coronel63. No quedó
registro del lugar exacto donde fueron enterrados sus restos; tampoco se sabe qué pudo suceder
con su ubicación después de 1814, al ser retomada la ciudad por los realistas, sobre todo a raíz de
algunas modificaciones y mejoras que al parecer se hicieron en dicho templo por orden del general
Morillo, lo que explicaría la inexistencia de algún tipo de inscripción o lápida, que bien pudo ser
removida intencionalmente o por negligencia64. No obstante, habría que considerar también la

g Seminario Tridentino de Caracas, una de ojos y corazón en el convento de la Inmaculada Concepción, mientras
que el resto del cadáver fue a dar a la iglesia parroquial del pueblo de Guacara y a la Catedral de Caracas. En 1880,
buena parte de esos restos fueron reunidos y depositados en Panteón Nacional. Con referencia al otro arzobispo,
este murió exiliado en Colombia en 1839, y tuvo dos tumbas: una de cuerpo en la Catedral de Bogotá y otra de
corazón en la Catedral de Barinas. En 1942, las cenizas de su cuerpo fueron trasladadas al Panteón Nacional en la
ciudad de Caracas. Véase Monseñor Nicolás E. Navarro, Anales eclesiásticos venezolanos, pp. 122-123, 217; Manuel
Donís Ríos, Ramón Ignacio Méndez, pp. 137-138.
61 Aunque esta antigua medida española de longitud variaba según la región, lo común era que rondara los 27 cm aproxi-
madamente, siendo equivalente a 1 pie castellano (27,8 cm). Por tanto, la urna debió tener unos 30 centímetros de altura
más o menos.
62 Gaceta de Caracas, Caracas, 11 de noviembre de 1813, t. IV, p. 53. Se trata de una certificación de los funerales celebrados
en Caracas al corazón de Girardot, descritos por el arzobispo Narciso Coll y Prat en fecha 23 de octubre de 1813.
63 “Partida de entierro del coronel Atanasio Girardot”, en Francisco González Guinán, Tradiciones de mi pueblo, pp. 152-153.
64 Bernal, ob. cit., p. 175; Vivas Terán, ob. cit., p. 86.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
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probabilidad de que los patriotas pudieron mantener la ubicación del cadáver en secreto para salva-
guardarlo de una posible venganza o profanación por parte del enemigo. Por otro lado, la prolonga-
ción y el recrudecimiento de la guerra terminaron de hacer imposible que se ejecutara a cabalidad
el decreto de Bolívar, permaneciendo las cenizas de Girardot en algún lugar de la iglesia Matriz.
El destino del corazón sería diferente. Con ánimos de dar cumplimiento a la ley, Bolívar, en
su calidad de general en Jefe, dirigió personalmente la procesión que acompañaría al simbólico
órgano65 desde Valencia a la capital. El 10 de octubre salió de aquella ciudad el cortejo triunfal pre-
cedido de los batidores; la urna que resguardaba el gran Corazón del inmortal Girardot era traslada-
da por el presbítero José Antonio Rendón, vicario y capellán primero del ejército, bajo la guardia
de los carabineros nacionales. Le seguían Bolívar y su Estado Mayor escoltados por la guardia de
honor, cerrando la marcha tres compañías del Escuadrón de Dragones.
A medida que recorrían los pueblos y localidades de Los Guayos, Guacara, San Joaquín,
Maracay, Turmero, San Mateo, La Victoria, El Consejo, San Pedro y Antímano, se veía cómo sus
habitantes, ataviados con los atributos de la libertad, se unían al coro de eclesiásticos que, con
capa y cruz, entonaba himnos de agradecimiento, para juntos ir a encontrarse con el cortejo triun-

65 Según uno de los grandes estudiosos del simbolismo, Juan-Eduardo Cirlot: “El corazón era la única víscera que los egip-
cios dejaban en el interior de la momia, como centro necesario al cuerpo para la eternidad (todo centro es símbolo de la
eternidad, dado que el tiempo es el movimiento externo de la rueda de las cosas y, en medio, se halla el «motor inmóvil»
según Aristóteles). En la doctrina tradicional, el corazón es el verdadero asiento de la inteligencia, siendo el cerebro solo
un instrumento de realización; por ello, al cerebro corresponde la luna y al corazón el sol, en el sistema analógico antiguo
que demuestra la profundidad de los conceptos y su persistencia…” (Diccionario de símbolos, p. 145).
Véase también a Pablo Rodríguez Jiménez, ob. cit., pp. 169-171. En dicho artículo el autor explica brevemente en unos
cuantos párrafos el valor simbólico que ha tenido este órgano para distintas sociedades a lo largo del tiempo.
55
Muerte, exequias y corazones
Jorge Flores González

fal. Luego conducían la urna a los respectivos carruajes triunfales que –decorados con símbolos
que combinaban tanto representaciones de dolor como de gloria– cada población disponía para
el traslado a su iglesia parroquial, donde era colocada por los oficiales en un túmulo preparado a
fin de celebrar la absolución y los sufragios dispuestos en el ritual romano, los que se harían con
la mayor solemnidad posible. En no pocos lugares, hermosas jovencitas que vestían los colores
republicanos se adelantaban a la marcha a fin de coronar a Bolívar, recitar poemas en su honor y
el de Girardot, así como cantar estrofas marciales a la gloria y a la libertad. A lo largo del recorri-
do, en varios caminos podían verse arcos triunfales, calles enteras hechas de árboles con divisas
amarillas en los que podía apreciarse el pabellón republicano en algunos de ellos. Hasta las cho-
zas que se encontraban apartadas se hallaban tapizadas con sencillez. Cada pueblo iba dando así
demostración de su afecto al gobierno patriota, brindándole en todo momento hospitalidad de
modo voluntario y amable66.
A petición del gobernador político del Estado y del arzobispo Coll y Prat, Bolívar dejó el
corazón de Girardot a buen resguardo en el aledaño pueblo de Antímano para, el 13 de octubre
de 1813, entrar victorioso en Caracas por segunda vez. Las principales autoridades políticas y
militares, así como eclesiásticas, lo recibieron junto a unas cuantas miles de personas a las afueras
de la ciudad. Muchas de ellas le vociferaban: “¡Viva el general Bolívar! ¡Viva el Libertador!” a la
par que lo vitoreaban. Transcurrido ese día y su noche con mucho entusiasmo, entre ofrendas,
festejos y música, a la mañana siguiente, Bolívar en compañía de los altos funcionarios políticos

66 “Conducción Triunfal del gran corazón del inmortal Girardot desde ciudad de Valencia hasta la capital de Caracas”, Ga-
ceta de Caracas (Extraordinaria), Caracas, 14 de octubre de 1813, t. IV, p. 1; “El arzobispo Coll y Prat dispone honras al
corazón”, en Bernal, ob. cit., pp. 189-190.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
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de la capital, la Municipalidad, el clero y las comunidades religiosas, como otras personalidades,


se dirigieron a Antímano a buscar la víscera para llevarla a la iglesia Metropolitana.
Los batidores, seguidos de la corporación eclesiástica, empezaban el desfile; les seguía una
carroza triunfal fastuosamente adornada, que conducida por hermosos caballos transportaba la
urna con el corazón. Seis niños vestidos como ángeles sostenían el carruaje, protegido a su vez
por los tenientes coroneles Carlos Soublette y Pedro Manrique. Dentro de él, dos niños vestidos de
igual forma se apoyaban sobre la urna y la sujetaban entre sus manos. Los carabineros nacionales
hacían guardia a la reliquia, seguidos por el arzobispo y su venerable deán y cabildo, y tras ellos,
el Libertador, las principales autoridades y sus ayudantes de campo, escoltados por la guardia de
honor. Cuatro piezas de artillería venían detrás, cerrando el cortejo las divisiones militares, el Es-
cuadrón de Dragones, los agricultores, las guardias nacionales y los cuerpos cívicos de caballería
e infantería, mientras que el resto de los cuerpos militares custodiaban el tránsito.
Un repique general de campanas a las nueve de la mañana de ese día 14 de octubre dio la
bienvenida a la procesión. Allí, en la entrada de Caracas, en la casucha del Hospicio de los RR. PP.
Capuchinos, el primer capellán del ejército y vicario hizo entrega al arzobispo Coll y Prat de la
valiosa vasija traída desde Valencia. La verificación fue hecha por el provisor y vicario general, así
como por el secretario, Juan Joseph Guzmán. También los acompañaban el clero secular y regular,
las cofradías religiosas, el general Simón Bolívar, el gobernador político Cristóbal de Mendoza y el
gobernador militar José Félix Ribas, junto a las tropas y vecinos de la ciudad. El acto transcurrió
entre cantos de motetes y, una vez finalizado, la urna fue devuelta al carruaje que la había trasla-
dado desde Antímano para continuar su trayecto.
57
Muerte, exequias y corazones
Jorge Flores González

La ciudad capital se había preparado para la ocasión: sus plazas y calles estaban adornadas
con motivos triunfales, sembradas de árboles, flores y arcos. En las ventanas y balcones de las
casas se podían apreciar los colores republicanos en las más creativas y variadas formas y combi-
naciones. A la par que el cortejo iba haciendo su recorrido hacia la iglesia Catedral, se entonaban
salmos de agradecimiento al Altísimo. Una vez en el interior del templo, la urna se colocó sobre
un elevado aparador de plata en la capilla de San Nicolás de Bari, el cual día y noche permaneció
encendido con numerosas luces y protegido por la guardia hasta el 18 de octubre, fecha en que
habrían de celebrarse las pomposas exequias67.
Durante cinco días estuvo el corazón en capilla ardiente recibiendo la visita de los ciuda-
danos. El día 17, el gobernador Cristóbal de Mendoza envió invitaciones recordando que a la
mañana siguiente habría nuevamente de honrarse “la memoria del valiente guerrero Atanasio
Girardot”68. Así que desde esa noche se empezaron a dar dobles generales de campana en todos
los templos y se oficiaron cuarenta misas rezadas mientras se cantaba el réquiem. Ya de mañana, la
urna fue conducida hasta un túmulo levantado frente al altar mayor, construido bajo la dirección
del carpintero Francisco Cardozo69. La cargaron el brigadier Francisco Jacob, el coronel Ducayla,

67 “Conducción triunfal…”, en ob. cit., t. IV, pp. 1-2; Gaceta de Caracas, Caracas, 11 de noviembre de 1813, t. IV, pp. 53-54.
68 “Al prior y cónsules de Cristóbal de Mendoza. Caracas, 17 de octubre de 1813. Les invita a asistir a las exequias de Ata-
nasio Girardot”, AANH, Donación Villanueva (segunda parte), doc. no 713.
69 Debió tratarse de túmulo bastante sencillo, no solamente por el costo que fueron 10 pesos, sino también porque su utili-
zación iba a ser muy breve, es decir, solo durante la lectura del sermón fúnebre. “Cuenta del costo hecho en el paramento
o forma de mausoleo que se hizo en la Santa Iglesia Metropolitana para poner el corazón del Teniente Coronel Atanasio
Girardot, el que se hizo de orden del señor Deán y Cabildo”, AGN, Iglesias, 1813-1816, t. LXV, f. 83. Carlos F. Duarte y
Graziano Gasparini, Historia de la Catedral de Caracas, p. 121.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
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el teniente coronel y mayor de la plaza Pedro Manrique, y el teniente coronel Narciso Blanco, con
asistencia del arzobispo, y todas las autoridades y comunidades religiosas, políticas y militares de
la ciudad que han sido mencionadas. Coll y Prat celebró de pontifical los funerales, acompañado
del cabildo catedralicio, el clero secular y regular, así como las comunidades religiosas, mientras
que la oración fúnebre70 estuvo cargo del presbítero doctor Francisco José de Ribas.
Concluyendo el acto ceremonial fue retirada la urna del catafalco y llevada por la misma
comitiva hasta un apartado enrejado que se ubicaba detrás de la capilla del altar mayor. Allí, el
secretario, con ayuda del sacristán mayor, sacó de la urna el vaso contenedor del corazón y luego
de hacer el reconocimiento, lo introdujo nuevamente, para cerrar la urna y atarla con dos cintas
negras lacradas “abajo y arriba con el mismo sello de nuestras armas que llevan estas nuestras
letras”71 [Se refiere a las del arzobispo Coll y Prat] depositándola en un arca ya prevista, cuyas
llaves concedió el sacristán mayor para su guarda, mientras se culminaba el mausoleo mandado
a construir en la capilla de la Santísima Trinidad72 de esa misma iglesia y de la que era patrono el
Libertador Simón Bolívar.

70 Ver imagen no 4. Francisco Josef de Ribas, Elogio fúnebre que en obsequio del héroe granadino, el inmortal Girardot, rinde re-
conocida Venezuela. Caracas, Imprenta de Juan Baillío, 1813. El ejemplar forma parte de la valiosa colección Libros Raros
de la Biblioteca Nacional de Venezuela.
71 Gaceta de Caracas, Caracas, 11 de noviembre de 1813, t. IV, p. 54.
72 En una carta de Bolívar dada en el cuartel general de Valencia en fecha 5 de noviembre de 1813 y dirigida al señor direc-
tor general de Rentas, este señala que el corazón de Girardot ha sido colocado por el arzobispo y el deán y Cabildo en un
magnífico mausoleo. No obstante, no creemos que se tratara del mandado a construir en la capilla de la Santísima Trinidad,
pues el arzobispo consideraba unos días antes, el 23 de octubre, que este se había dilatado algún tiempo considerable. “Do-
cumentos de carácter político, militar y administrativo relativos al período de la Guerra a Muerte”, Boletín de la Academia
Nacional de la Historia, no 68, p. 451; Gaceta de Caracas, Caracas, 11 de noviembre de 1813, t. IV, p. 53.
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Muerte, exequias y corazones
Jorge Flores González

v
Francisco Josef de Ribas, Elogio fúnebre
que en obsequio del héroe granadino,
el inmortal Girardot, rinde reconocida Venezuela.
Caracas, Imprenta de Juan Baillío, 1813.
El ejemplar forma parte de la valiosa colección
de Libros Raros y Manuscritos de la Biblioteca
Nacional de Venezuela.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

Entonces, para dar cumplimiento a la ley y a lo acordado con el general en Jefe73, el arzobispo
de Caracas emitió circulares a todas las parroquias de la diócesis a fin de que se realizaran exequias
en ellas, pues ya en los templos de los conventos capitalinos se estaban practicando. Igualmente,
recordaba que en adelante habría de conmemorarse cada año el aniversario perpetuo del 30 de
septiembre74. Así pues, pese a que no se tienen noticias de esos funerales celebrados en otros luga-
res, salvo por los que se hicieron durante el trayecto de Valencia a Caracas, es de suponer que en
algunas poblaciones estos sí se llegaron a efectuar75, sobre todo si eran afectas al partido patriota.
También al parecer se acató el mes de luto estipulado, el cual llevó no solo el ejército republicano
sino buena parte de Venezuela76.
Las honras fúnebres tributadas al corazón de Girardot quedaron plasmadas en un gra-
bado alegórico que el Gobierno nacional encargó a un artista extranjero, supuestamente el
francés M. H. Garnezey, por ser el único que estaba en la ciudad para ese momento77. Y a

73 Bernal, ob. cit., pp. 189-190; Extractos del Archivo Capitular, Año 1813, 8 de octubre; Navarro, El Cabildo Metropoli-
tano…, p. 85.
74 Gaceta de Caracas, Caracas, 11 de noviembre de 1813, t. IV, p. 54.
75 José Félix Blanco, Bosquejo histórico de la Revolución de Venezuela, p. 157. Sin embargo, indica el arzobispo Coll y Prat
que en su circular él no precisó a los curas al cumplimiento de la orden “… pues me constaba la gran pobreza en
que se encontraban ellos, y sus Iglesias; de donde resultó que en la propia capital no se hizo sino en las tres de los
Regulares, y fuera de ellas en ninguna otra parte, a excepción del pueblo de Maracay, situado en los del tránsito, por
haber hecho allí mansión Bolívar con la tropa que conducía los restos…” (Narciso Coll y Prat, Memoriales sobre la
Independencia de Venezuela, p. 344).
76 Austria, ob. cit., t. II, p. 115.
77 Duarte, ob. cit., t. II, p. 289; Salvador, ob. cit., p. 271.
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Muerte, exequias y corazones
Jorge Flores González

pesar de que hoy día se desconoce su existencia o paradero, una descripción de la época
señala que:

… En ella se nos presenta al héroe muerto en los brazos de Venezuela que derrama un torrente de
lágrimas sobre su yerto cadáver. La América a un lado también llorosa, sustenta en una mano el
pabellón de la libertad, mientras con la otra se enjuga el llanto, reclinada sobre el sarcófago, y urna
que contiene el corazón del esforzado guerrero. La Fama elevada sobre Venezuela, está indicando
va a llevar su nombre a todos los confines de la tierra. Está grabada esta lámina en dorado sobre el
vidrio, y el artista trabaja nuevamente para satisfacer a muchos venezolanos que quieren disfrutar
el placer de conservar igual monumento…78.

No tenemos idea de si en efecto hubo un nuevo trabajo del artista, pues tampoco llegó hasta
nuestros días. No obstante, si hay algo de todo esto que resulta importante destacar es el impacto
que en aquellos años tuvieron estos funerales. Para el realista José Domingo Díaz, quien escribía
desde Curazao a finales de 1813, resultaba un escándalo terrible el solo hecho de que se haya:
“…visto colocar el inmundo corazón del sedicioso Giraldó sobre el mismo altar en que se ofrece
diariamente la preciosísima sangre de Jesucristo y violarse en su ridícula apoteosis los ritos más
venerables de la Iglesia…79.
Al año siguiente, en 1814, habiendo tomado el poder el bando realista, las nuevas autorida-
des no tardaron en mostrar su interés por deshacerse del simbólico órgano. Primero el comandan-

78 Gaceta de Caracas, Caracas, 11 de noviembre de 1813, t. IV, p. 53.


79 Díaz, ob. cit., p. 238.
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Centro Nacional de Estudios Históricos

te de vanguardia Ramón González, instigado por Rosete, y luego el comandante general Boves,
quien el mismo día de su entrada en Caracas, el 16 de julio, solicitó confidencialmente al arzo-
bispo Coll y Prat la entrega del corazón de Girardot. Unas semanas después, el recién nombrado
gobernador militar Juan Nepomuceno Quero escribió el día 2 de agosto al prelado ordenándole
que a la mañana siguiente le hiciera entrega de la víscera en la puerta mayor de la iglesia Catedral,
donde arbitrariamente había sido inhumada. Allí, el verdugo, escoltado por una comitiva, lo re-
cibiría con el objeto de darle el fin al que se le había destinado. Asimismo, esperaba Quero que
Coll y Prat se manifestara en dicho acto para satisfacción de los asistentes y dejara públicamente
claro “…lo escandaloso de aquel hecho [se refiere a la colocación del corazón ante el altar mayor]
incompatible con la inmunidad del Santuario…”80, y al que él solo accedió bajo la coacción del
monstruo Bolívar81.
Según el arzobispo de Caracas, esta idea la tuvo Quero luego de un sueño o visión nocturna
que le hizo temer al corazón de Girardot. Así que con ánimos de disuadirlo y calmarlo, le res-
pondió que tal como le había informado al rey Fernando VI en carta fechada el 25 de julio, esa
mañana en que Bolívar salió fugado de la ciudad, él mandó a sacar la urna que contenía el corazón
de la vieja cajuela en que esta había quedado tras los funerales, y que se hallaba detrás del altar
mayor entre los escombros de la iglesia, para hacerla sepultar “…en una de las esquinas de la

80 “Quero exige al arzobispo la entrega del corazón”, en Bernal, ob. cit., p. 190.
81 En su exposición al rey de 1818, el arzobispo Coll y Prat justificaría su acción durante esos días en que se celebraron
las exequias al corazón del fingido héroe Girardot, dejando claro que actuó como lo hizo por causa “…del terrorismo de
aquella época, de los peligros en que consideraba constituida mi Iglesia, y del cuchillo que veía pendiente de un hilo
sobre los vecinos pacíficos y buenos vasallos…” p. 343. Ver Narciso Coll y Prat, ob. cit., pp. 342-347.
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Muerte, exequias y corazones
Jorge Flores González

cárcel eclesiástica situada en el cerco e inmediación al cementerio de Catedral…”82. Entonces, no


habiendo recibido respuesta de su majestad, no podía él hacer mucho y menos en ese momento,
pues se requeriría hacer todo un trámite engorroso con el fin de exhumar unos restos que ya re-
posaban en lugar santo.
Por ello confiaba Coll y Prat en que el gobernador militar no permitiera

…el menor ultraje al referido lugar sagrado para realizar el proyecto que me insinúa contra los
miserables restos de un difunto cuya alma sentenciada ya en presencia de nuestro Dios y Señor
no sabemos la suerte buena o mala que en aquel inescrutable juicio divino se le haya definiti-
vamente deparado”83.

En respuesta manifestó Quero que dicha aclaratoria le dejaba al tanto de lo sucedido con
la víscera y que desde luego estaba de acuerdo en “…todo con la madura y discreta” resolución
tomada por el arzobispo. Sin embargo, un mes después, en septiembre, el gobernador político
ordenó al Ayuntamiento que le pusiera al tanto de las corporaciones que transcribieron la ley re-
lativa a Girardot para mandarla a borrar. Esto hizo avivar en esa institución el deseo de realizar la
exhumación, aunque esta finalmente no llegaría a concretarse84.

82 “Coll y Prat se niega a entregar el corazón”, en Bernal, ob. cit., p. 192. Pocos años después, en su exposición al rey de
1818, el arzobispo indicaría que el corazón fue enterrado “…a espaldas de la cárcel eclesiástica en un solar cercado que
sirve de continuación al cementerio…” (Coll y Prat, ob. cit., p. 373).
83 “Coll y Prat se niega a entregar el corazón”, en Bernal, ob. cit., p. 191.
84 Coll y Prat, ob. cit., pp. 373-374; Bernal, ob. cit., pp. 190-192.
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Centro Nacional de Estudios Históricos

Pasarían muchísimos años para que se supiera nuevamente del corazón de Girardot. Sería a
finales del siglo XIX cuando se suscitarían algunas dudas respecto de la identidad de la víscera a
la que se le rindió homenaje en 1892, tenida como del arzobispo Narciso Coll y Prat, y que pos-
teriores investigaciones concluyeron pertenecía a Atanasio Girardot. Todo empezó porque don
Arístides Rojas, con motivo de las fiestas que el Gobierno nacional ofreció el 5 de julio de 1891 a
la memoria de los héroes colombianos Antonio Ricaurte y Girardot, reprodujo los ensayos El cora-
zón de Girardot (1813-1814) y Un corazón que clama por sepultura (1822-1891), donde manifestaba
que el órgano traído a Caracas en 1843 y que había pasado cuarenta y siete años guardado en un
armario de la sala en la que son celebradas las sesiones del cabildo eclesiástico, sí era del prelado,
pues a falta de documentos que legitimaran su identidad, bastaba la respetabilidad del secretario
don Tomás Quintero, que a su vez cumplía la última voluntad del arzobispo. Su insistencia y di-
ligencias condujeron a que finalmente, un año después, el corazón fuese enterrado privadamente
en el presbiterio de la iglesia Catedral, realizándose diversos actos dirigidos por el arzobispo Crís-
pulo Uzcátegui, con la asistencia del entonces presidente de la República, doctor Guillermo Tell
Villegas, entre otras autoridades políticas, y de don Arístides Rojas85.
Pocos años después, en 1896, la apoteosis de Miranda reviviría el tema acerca de la iden-
tidad del mencionado órgano. El doctor Miguel V. Unda y el general Manuel Landaeta Rosales
expusieron a través de la prensa sus hipótesis, reflexiones y razonamientos históricos en torno
al tema, para finalmente convenir que lo enterrado en la iglesia Metropolitana en 1892, no era

85 Rojas, “El corazón de Girardot (1813-1814)”, en Obras escogidas, pp. 670-689; “Un corazón que clama por sepultura
(1822-1891)”, en Obras escogidas, pp. 689-698; Nicolás E. Navarro, “Una importante disquisición histórica”, Boletín de
la Academia Nacional de la Historia, Caracas, no 46, abril-junio de 1929, t. XII, pp. 155-166; La Catedral de Caracas y sus
funciones de culto, pp. 118-124.
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Muerte, exequias y corazones
Jorge Flores González

el corazón de Coll y Prat sino el de Girardot. Argumentaban que la razón para que el arzobispo
llevara consigo a España, en 1816, el corazón de Girardot, era la de defenderse de las acusaciones
que le habían hecho por afecto a la causa patriota y por sepultarlo en el interior de la Catedral,
donde Bolívar le había ordenado. Al mismo tiempo consideraban que de este modo el prelado se
aseguraba mantenerlo libre de la profanación que tanto se intentó contra él y en caso de que los
patriotas nuevamente ocuparan Caracas, tener cómo responderles por dicha víscera86.
Dichas apreciaciones coincidirían con las que más tarde, durante la primera mitad del siglo
XX, habría de tener monseñor Nicolás E. Navarro, quien también llevó adelante una profunda y ex-
haustiva investigación, enriquecida además por documentación diferente a la aportada por Landae-
ta Rosales. Navarro sacó a relucir un punto importante para la aclaratoria de la identidad del órga-
no, pues el acta capitular de fecha 5 de agosto de 1892 recoge información del acto de inhumación
del corazón, que se pensaba de Coll y Prat, y donde se detalla que la urna que lo contenía era “…
de madera, algo deteriorada, guarnecida de terciopelo morado con franjas de galón ya deslustrado,
teniendo estampado en su parte superior el escudo del Ilmo. Sr. Coll y Prat…”87. Descripción que
concuerda plenamente con la que ya hemos referido donde se introdujo el corazón de Girardot en
1813. Por ello, concluye monseñor, con toda razón, que dicha víscera no pertenecía al arzobispo
sino al héroe de Bárbula, pues no podía este hallándose difunto certificar con su sello la urna conte-
nedora de su propio corazón88. Así pues, aunque el fallo haya sido a favor de Girardot y no se tenga
86 Manuel Landaeta Rosales, “El corazón de Girardot”, AANH, Archivo del General Manuel Landaeta Rosales, t. 22, f. 21.
87 “Acta capitular del 5 de agosto de 1892”, en Navarro, “Una importante disquisición…”, ob. cit., p. 166.
88 Navarro, “De Girardot, no de Coll y Prat”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, no 47, pp. 289-292; “El corazón
de Coll y Prat: Fallo definitivo”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, no 65, pp. 49-54; “Una importante disqui-
sición…”, ob. cit., pp. 159-162.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

constancia de que el arzobispo Coll y Prat en efecto hubiese legado su corazón a Venezuela, resulta
curioso e interesante que la misma víscera a la que el prelado le celebró honras en 1813, sirviera
para que simbólicamente se las rindieran a él en 1892.
Ahora bien, no creemos que el culto a los muertos comenzara con la apoteosis del Libertador
en 1842, como ha señalado don Arístides Rojas89, pues hemos visto que existía toda una cultura
en torno a la muerte desde mucho antes, cuyos actos ceremoniales, portadores de una gran carga
simbólica, traspasaban el espacio mágico-religioso con el firme propósito de legitimar el sistema
de poder y la autoridad imperante. Por tanto, las exequias tributadas a reyes, nobles, eclesiásticos,
héroes y padres de la patria no se hacían únicamente con el fin de concederles sufragios e indul-
gencias, pues detrás de ellas siempre ha operado todo un complejo aparato ideológico de domi-
nación y sometimiento. Esto no quiere decir que las clases populares no construyan a sus héroes,
pero sí que desde el Estado se refuerza esa construcción. Por ello es que “…el control monopólico
de las palabras, los ritos, los conocimientos y las técnicas tienen una importancia fundamental
para la obtención y mantenimiento del poder”90.
En este caso, al ser la Iglesia católica la monopolizadora de los ritos, dichos actos ceremoniales
estuvieron todos presididos por las autoridades eclesiásticas, quedando las autoridades políticas
y militares supeditadas ante estas. Los espacios simbólicos de mayor relevancia los constituían la
Catedral y las iglesias parroquiales, seguidos de las plazas y calles, donde se oficiaban los rituales
y se leían los discursos. Ahora, no por ello estas ceremonias carecían –como dijimos– de una in-

89 Arístides Rojas, “De cómo el vegetal venció a las familias de Caracas”, en Obras escogidas, p. 412.
90 Gustavo Martín, Ensayos de antropología política, p. 111.
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Muerte, exequias y corazones
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tencionalidad o de importancia política. Pues si con los funerales de Boves se buscó aquietar a sus
seguidores y mantenerlos unidos lo más que fuese posible, con los de Girardot se trató de motivar
la lucha independentista, dotándola de un ejemplo: un héroe inmortal. Por otra parte, Boves era el
guerrero a quien se le debía la paz y el restablecimiento del orden. Girardot encarnaba el sacrificio
en nombre de la patria y el deseo de libertad. Ambos fueron honrados mientras sus respectivos
partidos se hallaba en el poder, lo que a su vez contribuía con la legitimación de cada gobierno.
Poco después, José Tomás Boves sería convenientemente arrojado al olvido por las nuevas au-
toridades realistas. Así que poco se sabe de sus exequias y contadas son las fuentes acerca de ellas
que han sobrevivido hasta hoy. Girardot no corrió con esa mala fortuna, pero sus restos tardaron
en hallar su destino, al menos el corazón.
En uno y otro caso se buscó con estos funerales conciliar a un país dividido, resaltando los
valores e ideas que cada bando promovía. Los de Boves no llegaron en su momento a tener el
impacto que tuvieron los de Girardot, quizás también porque en este caso Bolívar sí estaba claro
de lo que hacía y lo que quería: El héroe de Bárbula estaba destinado a constituirse en un símbolo
de unión entre venezolanos y neogranadinos, entre colombianos. Por ello se insistió tanto en la
perpetuación de su recuerdo, y a ningún otro prócer se le rindieron homenajes durante estos años
como se hizo con el joven Girardot.v
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Fuentes

Primarias
Documentación de archivo
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Sección Iglesias, años 1813-1816.
Sección Impresos Varios, años 1815-1819.
Sección Reales Cédulas, 2.ª sección, años 1659-1690.

Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Caracas (AHAC)


Sección Episcopales, carpetas 38, 40, 42.
Sección Exhumaciones, carpeta 5.
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Muerte, exequias y corazones
Jorge Flores González

Archivo de la Academia Nacional de la Historia (AANH)


Colección Archivo del General Manuel Landaeta Rosales
Documentos de los archivos, t. 52.
El corazón de Girardot, t. 22.
Escritos y documentos del general Landaeta Rosales, t. 70.
Estudios históricos, t. 54.
Papeles del general Landaeta Rosales, t. 72.

Colección Donación Villanueva


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de abril de 1922, pp. 753-767.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
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da r e l b o t í n :
los ri t m o s neller ochoa

del re p a r-
l a p ro v i n c i a
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Dar el botín:
Los ritmos del reparto en la provincia de Caracas (1814)

El primer jefe de la democracia venezolana cubre el año de 14 y a Morillo y a su expedición


y a cuanto le rodeaba, como cubre la lava de los volcanes las ciudades y los campos.
Juan Vicente González

Carabobo selló la independencia. Durante años, no pocos manuales y libros


de historia han repetido esta premisa, y si nos acogemos a ella podríamos hablar sin problemas de
“paz” en 1825. Sin embargo rondaba un miedo: los restos de unas acciones que habían sacudido
a la sociedad permanecían latentes. Ese mismo año la imprenta de Jesús María Soriano publica en
Caracas un folleto titulado Las víctimas de Guere, época del terror, donde se habla desde la amargura
que significa recordar las propiedades destruidas y las vidas desperdiciadas, así como la mons-
truosidad de los victimarios. El llamativo impreso también expresa:

Era el mes de Noviembre del año de 1814. Caracas estaba asolada, y la tristeza y el espanto se
veían retratados en el semblante de las pocas familias que no emigraron al Oriente, huyendo del
puñal asesino de los feroces soldados y verdugos de Boves1.

1 “Las víctimas de la época del terror, en Caracas, por el año de 1814”, en José Félix Blanco y Ramón Azpúrua, Documentos
para la vida pública del Libertador, t. V, doc. 1004, p. 206.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

Igualmente condena las ejecuciones en el sitio de Cotizita y las vejaciones de Juan Nepomu-
ceno Quero, gobernador político designado por José Tomás Boves luego de su entrada a Caracas
el 16 de julio de 1814.
Dicha relación, más que establecer la cronología del desastre, busca recordar y advertir sobre
los peligros de una inminente “guerra de colores”. Las tensiones que hace once años habían incen-
diado las llanuras se mantenían intactas. Los haberes militares no valían ni el papel donde estaban
impresos y la soldadesca pedía desesperada los incentivos de la patria2. Sobre la República de Co-
lombia llueven empréstitos al igual que los rumores de una inminente guerra civil. Por ello, Simón
Bolívar escribe desde Lima a Francisco de Paula Santander el 7 de abril de 1825:

La igualdad legal no es bastante por el espíritu que tiene el pueblo, que quiere que haya igualdad
absoluta, tanto en lo público como en lo doméstico; y después querrá la pardocracia, que es la
inclinación natural y única, para exterminio después de la clase privilegiada3.

El mismo problema que los conjurados de 1808 llamaron la “bestia parda”, los constituyentes
de 1811 la “cuestión parda”, y que en 1814 adquirió el matiz de “legión infernal”, se presenta

2 Neller Ochoa, “Los incentivos de la patria: La política de haberes militares en el Departamento de Venezuela (1819-
1830)”, Revista Tierra Firme (Segunda época), año 28, vol. XXVIII, n°109, 2015, pp. 27-43.
3 “Carta de Simón Bolívar para el General de División Francisco de Paula Santander, fechada en Lima el 7 de abril de 1825.
Le informa acerca de la buena situación del Perú; de la presencia de Sucre en Potosí; de las actividades del General Pedro
de Olañeta; de la puesta de tropas a la orden de Colombia; de su reciente decisión para el establecimiento de un Consejo
de Gobierno en Perú, y de los proyectos de algunos países sudamericanos para la formación de confederaciones y acerca
de su próximo viaje hacia el Alto Perú”. Doc. 10215. 29. Período 2 de enero al 30 de junio de 1825. Correspondencia
Oficial, disponible en http://www.archivodellibertador.gob.ve/escritos/inicio.php
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Dar el botín
Neller Ochoa

como un fantasma, imagen que relampaguea “en el instante mismo en que se ofrece al conoci-
miento pero que, en su fragilidad misma, compromete la memoria y el deseo de los pueblos…”4.
Pasados ocho años de la muerte de Boves en Urica, la influencia de José Antonio Páez sobre
los llaneros y la posterior obtención de la independencia, todavía en 1822 se escuchaba: “…estos
hombres aunque hagan un viaje al cielo, jamás, se convertirán en hijos de la Patria, ni olvidarán los
principios que adquirieron en la escuela de Boves y Morales en la desgraciada época de 1814…”5.
Comentario que no sorprende si observamos el análisis realizado en septiembre de 1814 por el
Libertador. El famoso Manifiesto de Carúpano trata de sintetizar el quiebre de la Segunda Repú-
blica; pero más importante aún, sienta oficialmente su desprecio por el nefasto año. Para Bolívar
había sido un año maldito donde los propios venezolanos y no los españoles lo habían vencido.
Este período que inicia con una asamblea popular para afianzar la tambaleante autoridad de
Simón Bolívar y finaliza con la muerte de Boves el 5 de diciembre, encerró y encierra infinitas
complejidades, las cuales descolocan muchas de las jerarquías establecidas. Sitios, capitulaciones,
sediciones, rumores, matanzas, propuestas, hombres, mujeres, niños, saqueos; líneas de fuga que
rebasan los clásicos esquemas maniqueos que archivan todo en la conveniente gaveta del horror.
Si el Manual de Carreño (1853) sienta las bases de la urbanidad, Venezuela heroica (1881) de
Eduardo Blanco establece los parámetros del “buen historiar” durante el último tercio del siglo
XIX, buena parte del XX y cuidado si hasta del XXI. Un balance sobre el citado tema expresa:

4 Georges Didi-Huberman, “Volver sensible/hacer sensible”, en Alain Badiou, Pierre Bourdieu, Georges Didi-Huberman,
Jacques Ranciere y otros, ¿Qué es un pueblo?, pp. 75-76.
5 Archivo del General Páez, t. II, pp. 113-114.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
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“¡He aquí el año terrible! El año de la sangre y de las pruebas, en cuyo pórtico aparece escrito por
la espada de Boves, el Lasciate ogni speranza para los republicanos de Venezuela”6. Estas palabras
cercenaron por mucho tiempo la posibilidad de realizar nuevas preguntas sobre el período. Los
alcances sociales del año terrible debían quedar sepultados en una historia que presentara cada
episodio como una línea ascendente para obtener la “libertad”.
En Juan Vicente González y su Biografía del general José Félix Ribas (1865), el año adquiere os-
curos ribetes, pues frena abruptamente la narración para exclamar: “Nos detenemos aquí, sobre-
cogidos de dolor y espanto. Hemos llegado al año de 1814!!!”7. Parece como si la pausa sirviera de
advertencia a los lectores para enfrentar tanta violencia y, a la vez, escindir al período de cualquier
contexto posible. Para la historiografía romántica el año terrible no necesitaba explicaciones sino
condenas; dejando a un lado los consejos de Rafael María Baralt, quien en 1841 agregaba: “Tal fue
para Venezuela el año de 1814, fecundo en combates, en virtudes, en crímenes y en profundas
lecciones”8. Aunque igualmente presenta argumentos fundacionales de la gesta emancipadora,
tiene el gesto crítico de sugerir un abordaje lleno de matices y contradicciones, propios de estos
meses claves para entender el desarrollo de la guerra9.

6 Eduardo Blanco, Venezuela heroica, p. 39.


7 Juan Vicente González, Biografía del general José Félix Ribas, p. 114.
8 Rafael María Baralt, Resumen de la historia de Venezuela, p. 245.
9 Una prueba de lo antes señalado puede observarse en esta interesante definición del pueblo durante la independencia:
“El pueblo, ese ente que cada partido define a su manera, que todos creen tener a su disposición, que todos llaman en
el momento de peligro, que todos olvidan después de la victoria y con quien todos en fin procuran justiciar su conducta
y disculpar sus errores, fluctuaba aquí por lo general entre sus hábitos perezosos y serviles, y el deseo de novedades, la
curiosidad, y la afición a destruir; sentimiento innatos en las turbas” (ibídem, p. 61).
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Dar el botín
Neller Ochoa

A comienzos del siglo XX, Laureano Vallenilla Lanz, en Cesarismo democrático (1914), estudia
el año 14 recurriendo a la psicología de la masa popular, observando “Los detalles, los hechos
menudos, les petits faits, que tanto desdeñaban los historiadores retardados, [y que] constituyen la
trama de multitud de sucesos, que hasta hoy no han podido explicársenos”10. Por lo tanto, habla
sin reservas de una guerra civil, desde las motivaciones que impulsaron a tantos hombres y mu-
jeres a seguir al Taita.
Salvo algunas excepciones, en la historiografía venezolana y en el imaginario colectivo todavía
se mantiene la visión de un año nefasto que si de algo sirvió fue para probar el temple de un gran
hombre: “el año más terrible de toda su historia y para el Libertador la gran prueba de su vida”11.
¿Qué tiene 1814 que lo hace tan temible y especial a la vez? Con Domingo de Monteverde y sus
canarios, Eusebio Antoñanzas y la rebelión de negros en Barlovento, 1812 había sepultado con
mucha violencia las pretensiones insurgentes; entonces: ¿Qué había de nuevo? Quizá lo verdade-
ramente particular de estos doce meses fue la activa presencia de José Tomás Boves, quien “tenía
cuanto era necesario para el terrible papel que estaba destinado”12. Es como si todo estuviese he-
cho para el asturiano y viceversa, dejando a un lado los detalles del estallido social.
Ya bien entrado el siglo XX, en la historiografía venezolana aún se dejaban sentir juicios ta-
jantes sobre Boves. Suerte de conjuro para ahuyentar a quienes tuvieran la osadía de observar en
el caudillo algo más que maldad. Por lo tanto se advierte dogmáticamente:

10 Laureano Vallenilla Lanz, Cesarismo democrático, p. 96.


11 Rufino Blanco Fombona, Bolívar y la Guerra a Muerte, p. 182.
12 Juan Vicente González, ob. cit., p. 134.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
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España y Boves, para el historiador actual de Venezuela, se hallan distantes. España es síntesis
de hidalguía, su historia es diáfana, y Boves fue el reverso: faltó a la palabra empeñada al burlar
capitulaciones y asesinó a niños, mujeres y ancianos hasta en las iglesias, hechos éstos jamás im-
putados a ningún jefe republicano13.

Con este mensaje se reafirma el principio reduccionista de dos bandos adversos y bien delimita-
dos desde el inicio, cuando el reto es adentrarse en la compleja dialéctica que les dio origen, donde
divisiones como patriotas y realistas no eran tan claras. El sesgo al momento de estudiar a Boves llega
al extremo de anteponer estrictamente la fórmula antes descrita, aun cuando la misma contradiga
los objetivos de la investigación en curso; aspecto evidenciado en el artículo “Sobre un aspecto de
las ‘tácticas’ de Boves” de Demetrio Ramos (1968). A primera vista un tema interesante que contri-
buiría con el desentrañamiento del complejo sistema de Boves, pero que pierde toda su fuerza con
el siguiente enunciado: “Nada creemos reivindicable en el triste personaje que tanto ha contribuido
a manchar el nombre español, tanto como luctuosamente ensangrentó la tierra venezolana”14.
Por su parte, Germán Carrera Damas busca combatir esta clase de ideas en su trabajo “So-
bre el significado socioeconómico de la acción de Boves”, texto introductorio del primer tomo
de Materiales para el estudio de la cuestión agraria en Venezuela (1800-1830)15. Allí detalla los

13 J. A. de Armas Chitty, Boves a través de sus biógrafos, p. 11.


14 Demetrio Ramos, “Sobre un aspecto de las ‘tácticas’ de Boves”, Boletín de la Academia Nacional de Historia, t. LI, n° 201,
enero-marzo de 1868, p. 70.
15 Caracas, Universidad Central de Venezuela-CDCH, 1960, 4 vols. Posteriormente, dicha investigación sería publicada
bajo el título Boves, aspectos socioeconómicos de la guerra de Independencia. Caracas, Ministerio de Educación, Dirección
Técnica-Departamento de Publicaciones, 1968.
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Dar el botín
Neller Ochoa

condicionantes que catalizaron la actuación del asturiano, así como el manejo de los saqueos
y secuestros de bienes practicados por este jefe, continuación de un método que se había ini-
ciado con Monteverde.
Lo “extraordinario” de Boves también se nutre de la idealización de un pasado colonial rígido
y ordenado16. Visto así, pareciera que el Taita rompe con trescientos años de calma, pero ¿se puede
leer la sociedad independentista sin considerar los conflictos tardocoloniales?, ¿cómo afrontar los
variados saqueos de la guerra sin analizar el fenómeno del bandidaje, potenciado durante el siglo
XVIII? Según algunos autores contemporáneos, el andamiaje social que vivió José Tomás Boves
tenía las siguientes características:

Las castas conformaban entonces los distintos niveles del edificio colonial, y en función de lo cual
los pardos, los mulatos, los zambos, los indios y los negros, integraban las distintas capas de una
estratificación casi geológica que se había cimentado a lo largo de tres siglos17.

Con estas capas aparentemente impermeables y estructuradas, cualquiera que estuviera dis-
puesto a desafiarlas era considerado como una excepción y no como un producto de ellas.

16 Recomendamos el trabajo de Neller Ramón Ochoa Hernández y Jorge Flores González (comps.), Se acata pero no se cum-
ple. Historia y sociedad en la provincia de Caracas (Siglo XVIII). Caracas, Centro Nacional de Historia/Archivo General de la
Nación, 2014.
17 Edgardo Mondolfi Gudat, José Tomás Boves (1782-1814), pp. 73-74.
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Un monstruo ronda los Llanos


Debido a su compleja y fragmentaria composición, los Llanos de la Provincia
de Caracas representaron un constante problema para las autoridades coloniales. Depósito de
seres extraños y despreciables, reacios a los ordenamientos y condiciones de trabajo de una elite
caraqueña que a partir de la segunda mitad del siglo XVIII ejerció una constante presión sobre
estos territorios. En pocas palabras, las poblaciones llaneras “…constituían un sector pluri-étnico
conformado principalmente por Zambos y Mulatos, aunque también por Negros Libres, Cima-
rrones, y Mestizos. Muchos eran peones en haciendas de Blancos, otros ganaderos nómadas que
por cuenta propia operaban fuera de control…”18. Es precisamente este amasijo de calidades e
intereses lo que asustaba al poder, pues desde la Edad Media lo monstruoso es “esencialmente, la
mezcla”19. La creencia en una raza de hombres rebeldes, fruto de la unión entre “los de abajo”, ali-
mentó las tesis manejadas desde la capital. Una representación del Justicia Mayor de La Victoria,
fechada en 1788, explica: “La primera [clase] y originaria es la de Indios naturales de la Provincia,
de cuya mezcla y casamientos con negros y mulatos, han resultado otras segundas o terceras gene-
raciones de gentes más indómitas e indócil”20. Este discurso no adjudica la rebeldía a las adversas
condiciones sociales; parte de una confirmada superioridad racial, es decir, “…la que posee el

18 Alejandro E. Gómez, “La Revolución de Caracas desde abajo”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos [en línea], Debates, 2008,
Puesto en línea el 17 de mayo de 2008, disponible en http: //nuevomundo.revues.org/index32982.html p. 24.
19 Michel Foucault, Los anormales: Curso en el Collège de France 1974-1975 p. 64.
20 “La población de Venezuela. Representación al GCG del justicia mayor de La Victoria, 16-11-1788”, en Miguel Izard, Ni
cuatreros, ni montoneros, llaneros, p. 203.
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Neller Ochoa

poder y es titular de la norma, contra los que se desvían de ella, contra los que constituyen otros
tantos peligros para el patrimonio biológico”21.
Gracias a este sentimiento, la república incrementó las leyes con talante autoritario. Las Or-
denanzas de Llanos (1811) ponen en duda el supuesto carácter libertario del nuevo orden, esta-
bleciendo la propiedad privada y un excesivo control social. Dichos reglamentos, por más escla-
recedores y originales que parezcan, son “…la culminación de un proceso ideológico que arranca
de 1772, cuando se dictaron las primeras Ordenanzas de los Llanos”22; por ello, no extraña la
semejanza entre ambos documentos. Las rondas de Llanos, auspiciadas por propietarios de reco-
nocido linaje, tenían la potestad de levantar cercamientos y adquirir el ganado que juzgaran nece-
sario. También se mostraron muy celosos con los peones libres, llegando al extremo de exigirles
pasaporte para transitar. Así queda registrado en el Título II, sobre Arreglo de la gente de servicio, y
transeúntes, específicamente su artículo 3:

Se prohíbe expresamente el que persona alguna transite por los Llanos, sin que acredite por guía
o pasaporte que le darán en papel de estampilla graciosamente los jueces, el paraje de su salida y
el de su destino; y en el caso de encontrarse alguno sin este documento se le asegurará en la cárcel
hasta hacer la competente averiguación de quién es y resultando ser delincuente, se le aplicará la
pena que corresponda a su crimen; y, de lo contrario, la de diez pesos al que pueda exhibirlos, y

21 Michel Foucault, “Clase del 21 de enero de 1976”, en Defender la sociedad, p. 65.


22 Manuel Lucena Salmoral, “El sistema de cuadrillas de ronda para la seguridad de los llanos a fines del período colo-
nial. Los antecedentes de las Ordenanzas de llanos de 1811”, en Memoria del Tercer Congreso Venezolano de Historia,
t. II, p. 192.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
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al que no, la de cincuenta azotes como contraventor de estas ordenanzas, con duplicación de las
penas en caso de reincidencia, excepto las personas conocidas23.

Detrás del “orden” escondían un viejo anhelo: consolidar el poder de los principales ganade-
ros. Los jueces y demás funcionarios designados por ellos siempre encontraron algunos percances
para ejercer sus máximas sin limitaciones, ya que debían respetar las jurisdicciones de los tenien-
tes justicias y otros escollos de la legislación española; pero ahora con el triunfo de la república
mantuana todo parecía favorecerles ampliamente. Esta excesiva vigilancia sobre la mano de obra
libre y la intensificación de la propiedad privada se tradujo en rebeliones sangrientas, muchas
canalizadas por los caudillos realistas.
Pero parece que el único resultado de este conflictivo ambiente fuese el surgimiento de unos
monstruos, cuyas únicas conversaciones posibles se orientaban a expresar:

Boves.- … Yo no trabajo para nadie: yo lo que trato es de destruir, de aniquilar, de incendiar…


Rosete.- Ese placer en mí, es superior a todo. Yo les desuello vivo, les saco los lomos, les quito las
palmas de los pies, y los hago correr sobre arena; yo en fin no hallo tormentos que complazcan
mi corazón, todos me parecen suaves. En Ocumare he satisfecho un poco mi sed de la sangre de
estos infames criollos…24.

23 “Ordenanzas de Llanos, de la Provincia de Caracas, hechas de orden y por comisión de su sección legislativa del Congre-
so, por los diputados firmados a su final”, 1811, doc. n° 28, en Materiales para el estudio de la cuestión agraria 1800-1830,
vol. I, p. 82.
24 “Diálogo Boves y Rosete”, Gaceta de Caracas, n° 54, jueves 31 de marzo de 1814.
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Neller Ochoa

Este encuentro imaginario, recurso empleado por los redactores de la Gaceta de Caracas en
una de sus etapas republicanas, utiliza la anarquía y la monstruosidad para definir a José Tomás
Boves y Francisco Rosete. Las orejas de Antonio Zuazola y las cabezas cortadas de Antonio Nico-
lás Briceño también se inscriben en estos discursos que buscan convencer por el terror. Algo que
Rafael Delgado dibuja en el Guárico de 1814: “Por allá (…) no se ve a nadie: cuando más estarán
escondidos, pues los primeros que he visto hasta niñitos y mujeres, ha sido por aquí. Mentarles a
Boves, es mentarles al diablo…”25.
Indagar sobre la estructura y motivación de los saqueadores era poner en peligro las máximas
polarizadoras que invitaban a la ciega militancia. Debían ser desvinculados del entramado social
para relacionarlos con principios morales y religiosos. En pocas palabras, con “…enunciados
con efectos de verdad y poder que le son específicos: una especie de supra legalidad de ciertos
enunciados en la producción de la verdad judicial”26. Era más fácil argüir la barbarie como única
fuerza reclutadora y no interrogarse sobre las masivas deserciones de una población que hasta
el momento desconocía los beneficios concretos de la patria. Estos años, abordados únicamente
desde la determinación y la heroicidad, también claman ser revisados desde el rumor, el chisme y
los corrillos de las esquinas; más cuando de una localidad a otra, diez soldados podían transfor-
marse en mil, una escaramuza en una gloriosa batalla, y unos cuantos muertos adquirir el matiz
de pueblo arrasado.

25 Extracto de carta escrita por Rafael Delgado e incluida en la Gaceta de Caracas, no 69, 14 de marzo de 1814.
26 Michel Foucault, Los anormales: Curso en el Collège de France 1974-1975, p. 24.
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Estos rumores podían llegar a ser muy disparejos; en ellos se respiraba expectativa y des-
conocimiento, encajando perfectamente con la siguiente definición: “‘Miedo’ es el nombre que
damos a nuestra incertidumbre: a nuestra ignorancia con respecto a la amenaza y a lo que hay que
hacer…”27. Incertidumbre que se cimentó en las calidades, ideas y proyectos que peligrosamente
interactuaban en esta geografía. Así, las pulperías son un buen ejemplo de este panorama. Espa-
cios reducidos donde convivía una amplia gama de personajes, que con sus prácticas y discursos
relativizaban ciertas reglas. Sociabilidad de mucho peligro para unas autoridades que buscaban
ahogar cualquier germen insurgente.
Sentimiento que expresó María Josefa Rada ante las autoridades patriotas en 1814, quienes
le intimaban constantemente para que explicara sobre la apresurada salida que hizo su hermano
del pueblo de Maiquetía. Rada expone que lo hizo porque:

…al Señor Comandante Boves nos los describían con unos colores muy negros, haciéndonos la
pintura más horrorosa, en términos que no había crimen que no hubiese cometido, y que venía
degollando sin distinción de sexo, estado ni edad, pues que de su furia no se escapaban ni los
niños aún todavía sin razón…28.

Ante esta diversidad no estaría de más preguntar ¿quién era José Tomás Boves?

27 Zigmunt Bauman, Miedo líquido, p. 10.


28 AANH, Sección Civiles-Independencia, t. 266, exp. 1.261, f. 8.
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El monstruo amó
En su apasionado relato sobre la vida de José Félix Ribas, Juan Vicente Gonzá-
lez narra el desarrollo de la guerra a Muerte y el papel que en ella jugaron hombres como Boves.
Entre justificaciones gloriosas y el estupor ante tanta crueldad, debe detenerse para exclamar: “el
monstruo amó”. Efectivamente, el monstruo amó, pensó, luchó, clamó, ideologizó; adecuándose
a unos tiempos donde las fronteras cambiaban velozmente, momentos en que la política se hizo
más densa, dado que “los aficionados se apresuraron a subir al estrado y a exigir reconocimien-
to como actores políticos por derecho propio”29. Personaje enigmático cuyos procedimientos se
amoldaban a las exigencias del corso e ricorso de un conflicto que se nos presenta amplio y difuso,
esquivo a las causas únicas, lleno de momentos donde los pueblos “cambiaban a menudo de se-
ñor por las vicisitudes de la guerra”30. Capacidades que deben observarse desde la maleabilidad
de los combatientes y la satisfacción de intereses y necesidades, muchas veces antagónicos a los
proyectos “realistas” o “patriotas”. Las “castas”, ese cómodo cajón donde entran por igual zambos,
mulatos y pardos, forman el grueso del ejército del asturiano, un gran reto para este jefe que ne-
cesitaba inventarse efectivas e inmediatas estrategias de negociación. No en vano Simón Bolívar
expresó el 17 de febrero de 1815: “La muerte de Boves es un gran mal para los españoles, porque
difícilmente se encontrarán reunidas en otro las cualidades de aquel Jefe”31.

29 Corey Robin, El miedo. Historia de una idea política, p. 144.


30 Rafael María Baralt, ob. cit., p. 191.
31 “Oficio del Libertador Simón Bolívar dirigido al Secretario de la Guerra, fechado en el Cuartel General de Mompox el 17
de febrero de 1815, con nuevos requerimientos para proveer de armas y municiones al ejército, en vista de la situación
de Venezuela, después de la muerte de Boves”, Doc. 1224. 6, Período 20 de septiembre de 1814 al 8 de mayo de 1815,
Correspondencia Oficial, disponible en http://www.archivodellibertador.gob.ve/
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De la misma forma, José Antonio Páez divisó una gran complejidad en este hombre, recono-
ciendo, aparte de la crueldad, heroicidad, generosidad, clemencia e inteligencia, juicio que tal vez
ponía a tambalear el profético conjuro que Antonio Muñoz Tébar lanzó el 24 de febrero de 1814:
“La execración que seguirá a (…) Boves será eterna”32. Todos los atributos mostrados por Boves
durante la batalla lo hacían incomprensible y por lo tanto más peligroso; sabía hasta donde pre-
sionar para ganar la fidelidad de sus hombres y minimizar el número de deserciones. Las tropas
comandadas por José Tomás escapaban a los moldes; por ello se ha buscado alejarlas de ese “…
conjunto hecho de singularidades demasiado finas, demasiado complejas”33, el mismo que hizo
declarar a varios testigos en 1814: “no tiene opinión ni sistema definido”.

“…Enriquecerse en el primer ataque34…”:


El saqueo como aliviadero de las tensiones socioeconómicas
La fuerza del botín no estaba en discusión, pero sí la forma como se ofrecía y
administraba. Para todos, incluyendo a sus “aliados”, la clave de Boves estuvo en la repetición de
consignas incendiarias: “siempre les repetía [a sus tropas] que los bienes de estos [los blancos]
eran de los Pardos”35. Rotos los frágiles diques que mantuvieron en “orden” la sociedad colonial
venezolana, el camino estaba abierto para algunas extracciones que cambiaran todo a su paso. El
32 “Manifiesto que hizo al mundo el Secretario de Estado del gobierno republicano de Venezuela, ciudadano Antonio Mu-
ñoz Tébar, por órden del Libertador en 24 de febrero de 1814”, Doc. 916, en Blanco y Azpúrua, ob. cit., t. V, p. 64.
33 Georges Didi-Huberman, Pueblos expuestos, pueblos figurantes, p. 62.
34 J. M. de Cajigal, Memorias del Mariscal de Campo Don Juan Manuel de Cajigal sobre la revolución de Venezuela, p. 134.
35 Germán Carrera Damas, Boves…, p. 34.
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saqueo, viejo hábito guerrero, aparentemente tuvo sus límites bastante claros: “entrar en alguna
plaza, o lugar, robando, y quitando quanto hallan, haciéndose dueños de los bienes ajenos”36. No
obstante, sus implicaciones socioeconómicas y políticas rebasan los parámetros legales y milita-
res que supuestamente lo restringían. Una de las definiciones más completas del saqueo durante
la guerra de Independencia venezolana pertenece a Germán Carrera Damas: “…el saqueo es al
mismo tiempo la forma más directa y brutal de apropiación, el más claro atentado al derecho de
propiedad y la más expedita fuente de recursos de que pueda disponer un guerrero”37. A pesar de
ello, esta explicación no pretende abarcar todo el período independentista, sino servir de contexto
al tratamiento histórico-historiográfico de José Tomás Boves.
A decir de muchos testigos, los saqueadores carecieron de organización y algunos escritores
contemporáneos hablan de “sectores humanos culturalmente primitivos y carentes de la más
mínima instrucción”38. La variopinta estructuración de los ejércitos, el escaso adiestramiento y la
pobre dotación de los mismos, defraudan a quienes desean una guerra regular al estilo europeo.
El pillaje se convierte en explicación por sí misma de casi todas las desviaciones, operación vin-
culada más con los supuestos impulsos primitivos que con las condiciones de la refriega; por lo
tanto, saqueador y bandido parecieran significar lo mismo. O así lo sugieren los innumerables
discursos que llaman bandolero a cualquier ladrón durante estos años. “La maldad de Boves, y
de esa caterva de ladrones que le acompaña”39, “El Comandante en Jefe de Occidente, ciudadano

36 Diccionario de Autoridades, t. VI, 1739, disponible en http://web.frl.es/DA.html


37 Germán Carrera Damas, Boves… p. 32.
38 Ángel Rafael Lombardi, Banderas del rey, p. 163.
39 Gaceta de Caracas, lunes 14 de marzo de 1814, n° XLIX.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
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Ramón García Sena, ha derrotado (…) a los bandidos que osaron pisar el territorio sagrado de
la libertad…”40, “Los bandidos han logrado lo que ejércitos disciplinados no habían obtenido”41.
Estos fragmentos denotan cómo la categoría fue empleada, entre otras cosas, para descalificar el
accionar del contrario más que para precisar su composición. Efectivamente, los bandidos se de-
dicaron al saqueo durante estos años, pero… ¿todos los saqueadores eran bandidos?
Las repetidas quejas sobre hombres apostados en los caminos para robar y asesinar no son
dominio exclusivo de este tiempo. Ya observamos cómo las tardías reformas que imponen un
mayor control social y administrativo buscaron acabar con estas bandas, a las que se les acusa
de asesinato, abigeato, vagancia y hasta del rapto de doncellas. Por ello, a finales del siglo XVIII
y comienzos del XIX, abundan cuadrillas para el exterminio de ladrones y malhechores. Muchas
fueron las medidas tomadas; sin embargo, el bandolerismo siguió encontrando los espacios y
las condiciones para potenciarse. Actuaron con mayor intensidad en el medio rural, lo cual no
descartaba entradas puntuales a los centros urbanos para conseguir alimentos, armas y dinero;
además de fortalecer las redes de espionaje e información. El pésimo estado de los caminos42 y la

40 “Parte de la campaña fechado en el Cuartel General de Valencia, el 20 de septiembre de 1813”, Doc. 384. 4, Período 7
de agosto al 31 de diciembre de 1813, Correspondencia Oficial, disponible en http://www.archivodellibertador.gob.ve/
escritos/inicio.php
41 “Proclama de Bolívar a los venezolanos, fechada en San Mateo el 24 de marzo de 1814”, Doc. 728. 5, Período 1 de
enero al 7 de septiembre de 1814, Correspondencia Oficial, disponible en http://www.archivodellibertador.gob.ve/
escritos/inicio.php
42 Un claro ejemplo lo encontramos en la siguiente descripción que hace Miguel Antonio Casadevante al intendente de
Ejército sobre el camino de Turmero hacia 1781: “…que el camino por donde transitan los de la tierra adentro, por fuera
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Dar el botín
Neller Ochoa

incomunicación de algunas regiones luego del invierno también contribuyó al elevado éxito en el
robo de diligencias, viajeros e incautos. Alejandro de Humboldt expresa que a comienzos del siglo
XIX, el pueblo de San Gerónimo de Guayabal era un lugar hostil para cualquiera, por ser refugio
de “muchos vagamundos de los Llanos”.
El bandidaje, aunque evidenciado con mayor fuerza durante la guerra, venía desde lejos.
La masiva adhesión de antiguos bandidos a cualquiera de las dos filas, más que un sentimiento
elevado sobre la defensa de la patria –española o republicana–, mostró una gran capacidad para
negociar y obtener beneficios sobre dinámicas concretas. Los que siguieron actuando de manera
“independiente” vieron en el conflicto una gran oportunidad para operar con mayor libertad.
En 1814, gracias a todas estas dificultades, Simón Bolívar escribe que el ejército no estaba en la
capacidad de “cambiar en un día hábitos inmemoriales”43. Ocho años más tarde, la República de
Colombia todavía habla de resolver este flagelo, ya que el Congreso estipulaba: “Serán perseguidos
y juzgados (…) los conspiradores contra la República, los bandoleros y salteadores que salen a

g del pueblo de Turmero apenas tiene diferencia de dos cuadras con el del mismo dicho pueblo, siendo mejor este, y que
meramente es aprehensión de los pasajeros, de que resulta una decadencia grande al pueblo. La misma decadencia que
al de Turmero, acontece al de San Mateo a causa de un callejón que tienen la salida para acá que en tiempo de invierno
se pone intransitable, de modo que es preciso dar una vuelta extraordinaria, o andar por un desecho muy trabajoso, y de
mucho riesgo, y es uno de los pasos que mayor cuidado causan a los caminantes…” (AGN, IERH, t. XII, 1781, f. 334).
43 “Comunicación de Bolívar al General Santiago Mariño, fechada el 3 de enero de 1814, respecto a la necesaria cooperación
militar para salvar la República”, Doc. 573. 5, Período 1 de enero al 7 de septiembre de 1814, Correspondencia Oficial,
disponible en http://www.archivodellibertador.gob.ve/escritos/inicio.php
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los caminos públicos, o a las poblaciones…”44. En este intento fracasan rondas de llanos, juntas
de ganaderos, campos volantes, milicias y todos los que se interpusieron en el camino de estos
grupos. Una vez ofrecido este panorama, cabría otra interrogante: ¿Cómo dirigirlos efectivamente?
Azuzar los resentimientos étnicos y sociales fue una poderosa herramienta que solo algunos
hombres blandieron agresivamente sin sucumbir ante su fuerza, y precisamente Boves pudo mane-
jarlas. Según el capellán José Ambrosio Llamozas: “…desde el principio de la campaña manifestó el
sistema que se había propuesto y del cual jamás se separó: fundábase en la destrucción de todos los
blancos conservando, contemplando y halagando a las demás castas…”45. Llamozas cree su deber
reseñar cuanto antes el estado de insubordinación “general y escandalosa” de unos hombres que
cometían los peores desacatos en nombre del rey. Pero dentro de este desorden reinó un orden. Las
constantes victorias y el ascendiente obtenido por el asturiano no se deben a la casualidad; les había
tomado el pulso a unos hombres reacios a cualquier jerarquía, y el trato cercano y permisivo no en
todos los casos significó desobediencia.
Es un lugar común decir que la guerra de Independencia generó una creciente movilidad.
Seguramente hombres como José Antonio Páez y José Tadeo Monagas son el paradigma de esta
afirmación. Gracias a la contienda, el primero pasa de lavarle las patas al zambo Manuelote en el
hato de La Calzada a ser el hombre más poderoso de la primera mitad del siglo XIX. De la misma
forma, hacia 1818 algunos testimonios ingleses describen a Monagas como un hombre tosco de

44 “Ley sobre el modo de proceder contra los conspiradores y perturbadores de la tranquilidad pública”, Gazeta de Colom-
bia, n° 19, domingo, 24 de febrero de 1822.
45 “Memorial presentado al Rey en Madrid por el Pbro. Doctor don José Ambrosio Llamozas, Vicario General del Ejército
de Barlovento, en las provincias de Venezuela”, 31 de julio de 1815, Doc. n° 92, en Materiales para el estudio de la cuestión
agraria 1800-1830, vol. I, p. 164.
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Dar el botín
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rudimentaria vestimenta, aspecto que seguramente cambió a partir de 1847, cuando es designado
presidente de la República. Estos ejemplos no son la regla. La sociedad republicana, aunque se
había liberado de algunas rémoras coloniales continuaba siendo excluyente.
Una hacienda o un cargo importante tuvieron mayor peso que cualquier baratija ganada en
un asalto, pero no todos los combatientes obtienen un botín de tanto peso. Pedro Camejo, cono-
cido popularmente como “Negro Primero”, mano derecha de José Antonio Páez, evidencia el afán
generalizado de ascender por cualquier medio. En un encuentro sostenido con Bolívar, le explica
por qué decide servir inicialmente bajo la causa realista:

Yo había notado –continuó el negro– que todo el mundo iba a la guerra sin camisa y sin una
peseta y volvía vestido con un uniforme muy bonito y con dinero en el bolsillo. Entonces yo quise
ir también a buscar fortuna y más que nada a conseguir tres aperos de plata: uno para el negro
Mindola, otro para Juan Rafael y otro para mí (…) Cuando creí que se había acabado la pelea, me
apeé de mi caballo y fui a quitarle una casaca muy bonita a un blanco que estaba tendido y muerto
en el suelo. En ese momento vino el comandante gritando: “¡A caballo!”. ¿Cómo es eso –dije yo–
pues no se acabó esta guerra?…46

A simple vista este relato no deja de ser otra curiosidad, y considerar que en él exista algún
vestigio de movilidad social parece una locura: ¿Qué promoción puede significar la toma de una
prenda por parte de un negro, que al fin y al cabo seguiría siendo el mismo negro? Si conside-
ramos este concepto únicamente desde el punto de vista vertical, hablaremos de una verdadera
recompensa cuando observemos a este personaje en el lugar de un pardo o, mejor aún, en el de

46 José Antonio Páez, Autobiografía, t. I, p. 163.


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un mantuano; pero esta categoría encierra mayores connotaciones. Un estrato social se define
por sus diferencias con otro, pero también existen particularidades al interior del mismo. En este
caso, Camejo se estaba distinguiendo de muchos negros libres que no poseían la “insignificante
prenda”, y eso le confirió un estatus diferente, le otorgó poder, el cual ejerció con solo lucirla. Con
ello, “Negro Primero” hace una adquisición material pero también simbólica de gran peso, pose-
sionándose de un elemento de distinción que siempre anheló, y que tal vez no hubiese obtenido
tan pronto de no haber sido por ese brusco cambio. Para comprender ampliamente esta leve pero
contundente muestra debemos: “…recurrir a los conceptos de violencia simbólica y negociación
(…) Los menos privilegiados no rechazan los valores dominantes sino que los negocian o los mo-
difican a la luz de sus propias condiciones…”47.
En la mente de muchos saqueadores, bandoleros y vecinos pobres, revoloteaban imprecisos
conceptos “modernos”; lo cual no les impidió aprovechar una gran cantidad de atajos para acortar
abruptamente la brecha social. Lo que antes se podía lograr a medias con la ganancia de un jornal
o la confección de manufacturas, ahora estaba a las puertas de un buen pillaje, y aunque esto no
fuese del todo cierto, muchos así lo creyeron, razón suficiente para movilizarlos. Los saqueos lle-
van consigo posibilidades desconocidas y temidas por instigadores y autoridades. Su germen re-
volucionario es inmenso, en tanto forma parte de los excesos que lo caracterizan. Así, no extrañan
los intentos de controlarlos inmediatamente, pues “…el deseo pacato de privar a la revolución de
sus excesos es simplemente un deseo de tener una revolución sin revolución”48.

47 Pilar Gonzalbo Aizpuru, Introducción a la vida cotidiana, p. 42.


48 Slavoj Zizek, Bienvenidos al desierto de lo real, p. 26.
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Dar el botín
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Controlar un exceso
Mientras más grandes sean las promesas, mayor responsabilidad recae en
quien las enuncia. Imaginamos el gran impacto de estas consignas entre los integrantes de las
“hordas salvajes” de Boves, pero también la peligrosidad ante su posible incumplimiento. La di-
námica saqueadora rebasó numerosos límites, y el reto de la jefatura durante la guerra fue buscar
el método adecuado para controlar todas estas fuerzas. En pocas palabras, el saqueo se niega a ser
domesticado. Algo que también ocurre en el ámbito teórico; la heterogeneidad que encierra este
fenómeno rompe muchos esquemas.
A la entrada de unos combatientes buscando su merecida recompensa le siguen asesinatos,
destrucciones y crueldades, hábito que llega a su cenit y hasta se decreta durante la “Guerra a
Muerte”. Los reclamos versan sobre la osadía de los soldados una vez dada la orden de robar, así
como en la innecesaria devastación de edificios, casas, iglesias y haciendas luego de obtenido el
botín. Este acto presenta dos inconvenientes: la desobediencia de unos sectores potencialmente
peligrosos y la devastación del sustento material de la nueva administración.
Por encima de la constante diatriba sobre quién derramó mayor cantidad de sangre, debemos
mencionar que esta dinámica contiene el germen de una insurgencia. A decir de Georges Bataille:
“…los miserables no tienen otro medio de entrar en el círculo del poder que la destrucción revo-
lucionaria de las clases que lo ocupan, es decir, a través de un gasto social sangriento y absoluta-
mente ilimitado”49. La racionalización de este gasto debía crear una ilusión entre los saqueadores
para que fuese productivo; es decir, limitarlo solamente a causar terror y derrotar al adversario.

49 Georges Bataille, “La noción de gasto”, en La parte maldita precedida de la noción de gasto, p. 31.
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Pero cuando las cosas se salían de control era común toparse con las siguientes expresiones: “…te
digo que el país está perdido, y que entre poco tiempo puede estar en manos de los negros si Dios
no lo remedia, puede que yo me engañe pero yo así lo creo…”50. ¿Qué significa para un mantua-
no que los negros tomen el país? En consecuencia, se hacía imperativo economizar la rabia y las
frustraciones propias del saqueo.
Las categorías de Germán Carrera Damas muestran los constantes y desesperados intentos
realizados por manejar las peligrosas implicaciones del pillaje. Nos habla entonces de saqueo
de entrada o “presaqueo” y saqueo de salida51. El autor también define una modalidad llamada
“saqueo a término”, en la que la soldadesca tuvo un tiempo estipulado para el pillaje, pero una
vez terminado, quedaba prohibido cualquier tipo de extracción. El conocimiento de la tropa y
el manejo de los ritmos de la guerra fueron herramientas utilizadas para evitar sublevaciones. La
obtención del botín inviste a su dueño de una leve distinción social, que en medio del festín dio-
nisíaco amaina momentáneamente las diferencias. De esta forma, con las limitaciones impuestas
sobre el mismo se buscaba que fuese una corta y efímera experiencia, despojándolo así de su
potencial revolucionario.
El tiempo estaba medido y los indicios asoman la existencia de algunos productos vedados, o
al menos para las más bajas gradaciones del ejército. La adquisición o no de estos bienes en deter-
50 “Documentos de carácter político, militar y administrativo relativos al período de la Guerra a Muerte”, Boletín de la Aca-
demia Nacional de la Historia, t. XVIII, abril-junio de 1935, n° 70, p. 417.
51 “Por saqueo de ‘partida’ entendemos el último acto de aprovisionamiento de las tropas que abandonaban una ciudad (…)
La segunda forma de saqueo corresponde a la practicada en el interior de la plaza asediada, o en vísperas de ser ocupada,
por los partidarios del vencedor, o del perdedor, como actos de represalia política, sin participación de las tropas…”
(Germán Carrera Damas, Boves…, pp. 150-151).
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Dar el botín
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minado momento podía cambiar la correlación de fuerzas entre los saqueadores y las autoridades,
disolver las diferencias y hacer que el gran archivo de resentimientos se volcara contra la lógica
“patriota” o “realista”. En medio de esta compleja situación entendemos por qué los mandos re-
publicanos desestiman inmediatamente el plan que Antonio Nicolás Briceño confecciona en enero
de 1813. Allí, entre otras cosas, propone repartir el botín de los españoles en cuatro partes, y
una de ellas debe destinarse “para los soldados de la expedición indistintamente”52. El botín nece-
sita ser efervescente; es decir, rápido e impactante, pero con la suficiente fuerza para generar una
reacción que motive, nunca algo definitivo.
Ese desorden del que tanto se quejaron líderes y seguidores de ambos partidos, en algún
momento les había llevado hasta la victoria; fenómeno que ahora necesitaba ser domesticado para
convertirlo en oportunos espasmos que liberasen tensiones y no en foco constante de rebelión. El
saqueador ronda constantemente un purgatorio historiográfico del que solo emerge afiliándose al
“lado correcto de la historia”. Entre las “hordas salvajes” de Boves y los “valientes llaneros” de Páez
hay una gran diferencia. Las repetidas voces de alto no evitan la violencia y el despojo. En 1814,
Juan Manuel de Cagigal enfatiza sobre la defensa que haría de los vecinos miserables en contra de
los revolucionarios y de sus mismas tropas si así fuese necesario.
A pesar del desprecio inspirado por José Tomás Boves, algunos de sus mayores detractores
monárquicos sabían que era un mal necesario. El mismo Cagigal expresa que todo le era llevadero,
menos la conducta de este personaje, pero corregirlo “…era arriesgarlo todo, pues en el momento
de que Boves se separara de la División, en aquel momento desaparecerían unos hombres que no

52 “Fragmento del plan de operaciones propuesto por Antonio Nicolás Briceño con miras a una expedición sobre Venezue-
la”, 16 de enero de 1813, Doc. n° 32, en Materiales para el estudio de la cuestión agraria 1800-1830, vol. I, pp. 104-105.
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querían otro Jefe ni era fácil sujetar al orden que yo exigía y mantenía…”53. Esta cautela que en
ocasiones pasó por cobardía, les permite a los altos dirigentes realistas conservar en sus filas a un
guerrero muy incómodo, pero de primera línea.
¿Hubo o no disciplina entre los hombres de Boves? Esta parece ser una pregunta bastante di-
fícil, más cuando Francisco Tomás Morales solo puede expresar que esta sutil conexión entre José
Tomás y sus tropas se debe a “…un no sé qué que suele sobresalir en las acciones de un hombre
y hacerle dueño de sus semejantes…”54. Según Morales, ese no sé qué le hizo comandar efectiva-
mente unos 19.000 hombres bajo complejos parámetros que rompían la ortodoxia militar, pero
que rindieron cuantiosos resultados, por eso agrega: “¿Y podrá algún otro hacerlo en el día?”55; a
sabiendas de que en Venezuela muy poco importaban los títulos y honores del viejo continente
sin la comprensión del espíritu de la tropa.
Si quien ofrece tiene un gran peso sobre sus hombros, quien recibe también entra en com-
plejas relaciones que pueden comprometerle. Quizá el clímax de la guerra solo permite observar
las ventajas inmediatas del saqueador; quien no tenía y ahora aparentemente lo tiene todo. Igual-
mente, lo inorgánico de los ejércitos y las grandes posibilidades de fugarse ante cualquier acción
puede hacernos especular en cuanto a la gran cuota de libertad de estos hombres. ¿Qué los ataba?
La respuesta más obvia parece ser el botín, pero cómo se compone y qué fuerzas encierra parecen
ser cuestionamientos de interés.

53 Memorias del Mariscal de Campo Don Juan Manuel de Cajigal sobre la revolución de Venezuela, pp.102-103.
54 “El brigadier D. Francisco Tomás Morales a Morillo. Villa de Cura, 31 de julio de 1816”, Doc. 503, en Antonio Rodríguez
Villa, El teniente general don Pablo Morillo. Primer conde de Cartagena, marqués de la Puerta (1778-1837), t. III, p. 91.
55 Ibídem, p. 92.
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Se tomaba todo. Lo que una vez pudo ignorarse; ahora, en medio de estas duras condiciones
se revalorizaba. Aun bajo las mayores adversidades, algunos inmuebles y estructuras destruidas
fueron aprovechados. Esto a propósito de los robos ocurridos luego del terremoto del 26 de marzo
de 1812. Según Ramón Manuel Tirado, cura de Araure, para la fecha: “‘no pudimos escapar del
saqueo que sucedió a pocos días después’, en el cual no sólo se arrasó con las ‘monedas y prendas
de plata’, sino que también se rompieron hasta las puertas y ventanas…”56. El armamento fue un
bien preciado, de aquí la importancia de resguardar un parque o de adquirirlo a cualquier costo.
La escasez de hierro origina la extracción de rejas y ventanas para la confección de lanzas, tal como
reseña, en febrero de 1814, Rafael Delgado desde La Victoria: “los quitaron para hacer lanzas, y lo
mismo han hecho con todos, en los demás pueblos”57. La misma escena se repite constantemente,
destacando la utilización que José Tomás Boves realiza de estos instrumentos a finales de 1813, en
el pueblo de Guayabal, luego de su derrota en Mosquiteros el 14 de octubre de ese año.
En cierto sentido, el saqueo es parte de algo más amplio, de un sistema que busca “racionar,
proveer y mantener las tropas en situación de escasez”58. La guerra, además de grandes batallas,
héroes y villanos, encierra confusos y asfixiantes ritmos materiales que alteran la cotidianidad de
quienes la sufren. Pero el despojo también activó o reforzó hilos imperceptibles que generaron
grandes transformaciones o, en su defecto, explosivos destellos. Dar el botín durante la guerra
devino control, no total, pero sí generó la fuerza suficiente para llevar por algún tiempo a un con-

56 Rogelio Altez, Documentos para la historia de un desastre, pp. 20-21.


57 Vicente Lecuna, “La Guerra a Muerte”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, t. XVIII, enero-marzo de 1935, n°
69, p. 150.
58 Germán Carrera Damas, ob. cit., p. 153.
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tingente tan variado de individuos. Prácticas, usos y costumbres diarias que pasan inadvertidas,
pero que encierran grandes alcances, ya que:

El don es, por lo tanto, al mismo tiempo lo que hay que hacer, lo que hay que recibir y aquello
que, sin embargo, es peligroso aceptar. Esto se debe a que la cosa que se da crea una relación
bilateral e irrevocable59.

Esta relación quizá ayude a entender un poco más ese extraño “no sé qué” de Boves descrito
por Francisco Tomás Morales, o por qué “los primitivos” llaneros siguen “al primer caudillo que
les ofrezca el botín del pueblo”60. A pesar de las opiniones republicanas que le adosan únicamente
a la violencia de José Tomás la efectividad de su reclutamiento61, debemos señalar la existencia de
numerosos condicionantes étnicos, socioeconómicos y culturales de importancia.
Por otra parte, los detractores de Boves denuncian que permitía alegremente el robo y el
saqueo, colocando en boca del mismo asturiano: “Bien entendido que mi política es dejar robar
y hacer cuanto quiera a mi tropa, pues si no se los permitiera, me dejarían…”62. Algo de cierto

59 Marcel Mauss, “Ensayo sobre los dones. Razón y forma del cambio en las sociedades primitivas”, en Sociología y antropo-
logía, p. 240.
60 “Reflexiones sobre el estado actual de los Llanos”, Gaceta de Caracas, lunes 6 de diciembre de 1813, n° XXI.
61 “Como los pueblos están cansados de la guerra, y desengañados de las falsedades y promesas de este bandido, el
medio de reclutar gente el, y sus nombrados comandantes, es llegar á un pueblo, incendiarlo, sacar todas las mujeres
y conducirlas al Quartel General…” (“Táctica militar de Boves en los Llanos”, Gaceta de Caracas, lunes 20 de junio
de 1814, n° 76).
62 “Diálogo. Boves y Rosete”, Gaceta de Caracas, n° 54, jueves 31 de marzo de 1814.
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hubo en estas frases, pues este jefe les estaba haciendo muchas ofertas que no había cumplido; sin
embargo, esta relación no se quebró a la primera adversidad, y aunque también Boves denuncia
la deserción como los otros jefes, dichos lazos adquirieron gran maleabilidad dado que “El dar es
signo de superioridad, de ser más, de estar más alto, de magister…”63. Práctica que seguramente
no habría querido Juan Manuel de Cagigal, cuya autoridad fue constantemente desafiada aun
cuando detentara el cargo de Capitán General. Con sumo pesar admite “…que su ejército lo ama-
ba extraordinariamente; que no quería a otro jefe que a él, pues estaba acostumbrado a ciertas
libertades, sin las cuales jamás podía conservarlo en su fuerza…”64.
Si la soldadesca estaba fuera de control y los ofrecimientos no se otorgaron al instante, ¿por
qué no asesinaron a Boves o dejaron de obedecerle bruscamente? Tal vez porque el asturiano
había establecido una economía moral del saqueo que le permitía desenvolverse con bastante
amplitud en medio de las dificultades, ya que “…estos agravios operaban dentro de un consenso
popular en cuanto a qué prácticas eran legítimas y cuáles ilegítimas…”65. Algo tan imperceptible
como dejarles saquear más objetos luego de una marcha llena de penurias, dosificar el botín si el
recorrido no era tan exigente, evitar robar la casa de un viejo amigo del Taita, aupar la ejecución

63 Marcel Mauss, ob. cit., p. 255.


64 Juan Manuel de Cagigal, ob. cit., p. 127.
65 Edward Palmer Thompson, Tradición, revuelta y consciencia de clase. Estudios sobre la crisis de la sociedad preindustrial, pp.
65-66. Este mismo autor agrega en las mismas páginas: “Aunque esta ‘economía moral’ no puede ser descrita como ‘po-
lítica’ en ningún sentido progresista, tampoco puede, no obstante, definirse como apolítica, puesto que supone nociones
del bien público categórica y apasionadamente sostenidas, que, ciertamente encontraban algún apoyo en la tradición
paternalista de las autoridades; nociones de las que el pueblo, a su vez, se hacía eco tan estrepitosamente que las autori-
dades eran, en cierta medida, sus prisioneros”.
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de un acérrimo enemigo de uno de los soldados o respetar a la mujer en la que el jefe pusiera su
atención. Claro está que dichos códigos no constituyeron un sistema perfecto, y que las ejecucio-
nes “necesarias” y los desafíos públicos para sembrar terror y reafirmar la autoridad existieron,
pero fueron escenas que tendían a diluirse ante los grandes convocantes: el prejuicio racial, el odio
político y la repartición de las riquezas.
Dar el botín también dependió de los ritmos y tiempos que imponía la guerra. El Boves con-
fundido y hasta con miedo que libera Eusebio Antoñanzas en Calabozo para 1812, no se parece al
que entra triunfalmente a Caracas en 1814. Asimismo, las condiciones de sus repartos tampoco
fueron las mismas a lo largo de su periplo. Quizá quepa esta nota crítica a propósito de un docu-
mento que todavía interroga la realidad independentista. Se trata del famoso “Bando del Guaya-
bal”, donde supuestamente se establece por parte del asturiano un reparto sistemático y ordenado.
Sin embargo, debemos ojear el contexto que dio nacimiento a tan controvertido documento. El 14
de octubre de 1813 se libró la batalla de Mosquiteros en la sabana del mismo nombre, extensión
cercana al pueblo de El Calvario. Allí los 2.500 hombres de Boves son derrotados por los 2.400
comandados por Vicente Campo Elías. El resultado: un escape apresurado de José Tomás y Fran-
cisco Tomás Morales con tan solo diecisiete hombres hacia el lejano pueblo de San Gerónimo del
Guayabal, lugar peligroso y de muy mala fama, pues allí vivía toda clase de vagos y ladrones, amén
de que había sido fundado por un pulpero.
Bien conocidos son los esfuerzos de Boves por reclutar a cualquier hombre con fuerza para
luchar y el afán de recopilar todos los pertrechos posibles. Una muestra son los testimonios que
hablan de hombres arrancando las rejas de las casas de Guayabal para forjar lanzas y otros arma-
mentos. El panorama refleja a un contingente de realistas que aprovechando el aislamiento propio
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del invierno durante estos meses buscaron las tácticas necesarias para superar sus adversidades y
reconstruir lo poco que quedaba del temible ejército de Barlovento. Vistas las dificultades, ¿Esta-
ban dadas las condiciones para una organización sistemática de lo que se daba? El controvertido
documento emitido el 1° de noviembre de 1813 reza:

Don Josef Tomas Boves Comandante en Gefe del Exercito de Barlovento etc.= Por la presente doy
comisión al Capitán Josef Rufino Torralva, para que pueda reunir quanta gente sea útil para el
servicio, y puesto á la cabeza de ellos, pueda perseguir a todo traidor y castigarlo con el ultimo
suplicio; en la inteligencia, que solo un Creo se le dará para que encomiende su alma al Criador,
previniendo que los intereses que se recojan de estos traydores serán repartidos entre los solda-
dos que defienden la justa y santa causa y el mérito a que cada individuo se haga acreedor, será
recomendado al Señor Comandante General de la Provincia; y pido y encargo a los Comandantes
de las tropas del Rey, le auxilien en todo lo que sea necesario.= Quartel General del Guayabal,
Noviembre 1 de 1813.- José Tomás Boves.- Es copia-Blanco66.

Desde la misma designación historiográfica de bando o circular que se le ha dado a este papel
comienzan los inconvenientes. Ambas acepciones hacen referencia a una orden de aplicación ge-
neral y no a una instrucción coyuntural. Si bien el miedo reclutó a numerosas personas, también
las hizo escapar, y Boves estaba consciente de ello. En muchos pueblos nombrarlo “era mentarles
el diablo”, lo que lo benefició o perjudicó de acuerdo con las circunstancias. No había pasado ni
un mes de la estrepitosa derrota en Mosquiteros y las huidas masivas de hombres no eran una op-
ción para el Taita, por ello comisiona directamente a su capitán, José Rufino Torralva, para reunir

66 “Jurisdicción de Calabozo”, Gazeta de Caracas, lunes 29 de noviembre de 1813.


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con urgencia a la “gente útil para el servicio” y castigar a los traidores con la muerte, más cuando
en mayo de 1814, desde su Cuartel General de Calabozo, Boves insta al Teniente Justicia de Ca-
matagua para evitar cualquier deserción: “…los pasará por las armas, y si no padecen (parecen)
me mandará presas sus familias para hacer un ejemplar: no ande U. flojo con estos infames”67.
Cuando leemos con detenimiento las palabras allí contenidas y evaluamos el particular con-
texto de las mismas, entendemos que el reparto no era la prioridad. Igualmente, la sistematiza-
ción de lo pillado tambalea ante la palabra “intereses”, que hacía referencia a cualquier cosa que
se recogiera durante la jornada y no a un inventario detallado que especificara bienes, gradaciones
y tiempos. En pocas palabras se trataba de una medida inmediatista, la cual más que satisfacer
definitivamente la necesidad de los combatientes, les brindaba un leve aliento para continuar al
igual que les recordaba los precios de la traición. Así, no es extraño que en condiciones adversas
las promesas sean más atrevidas y difusas como en este caso, aspecto que Germán Carrera Damas
desentraña a través de una revisión histórico-historiográfica sobre el tema: “Tal parece, en con-
secuencia, que ha habido suma del testimonio del presbítero Llamozas y de la orden del 1° de
noviembre de 1813 para confeccionar el ‘Bando del Guayabal’”68. Mayor asombro causa al referido
autor el hecho que de esta polémica orden que luego se transforma en bando, saliera la idea de
unas papeletas de propiedad, certificaciones otorgadas por Boves para satisfacer de una vez por
todas las crecidas exigencias materiales de sus hombres. Testimonio de mucho peso en el estudio

67 “Dos oficios pequeños pero notables por lo que revelan.- Son elogiados por historiadores realistas”, Doc. 932, en José
Félix Blanco y Ramón Azpúrua, Documentos para la vida pública del Libertador, t. V, p. 92.
68 Germán Carrera Damas, Boves…, p. 177. Allí se puede observar detenidamente el proceso histórico, historiográfico e
ideológico que le dio sustento a esta idea.
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de este personaje y su época, esto si consideramos las aseveraciones que le adosan a priori cuali-
dades como repartidor de tierras e implacable justiciero69.

Los ritmos del botín


Las papeletas de propiedad aparecen como la concreción de un sistema iguali-
tario, ejecutado por un hombre que conocía y reivindicaba al pueblo. Sin embargo, es necesario
detenerse en lo siguiente:

Además, que sepamos, no se conoce una sola de esas papeletas. En suma, fundamento a todas
luces demasiado singular y endeble para soportar tan vasta construcción. Ante lo cual es legítimo
plantearse dos interrogantes: ¿Por qué no se habla más de papeletas, ni siquiera cuando, victorio-
so, Boves pudo adelantar su supuesta política reformadora con toda libertad y amplitud? ¿No se
tratará tan sólo, en este caso, de las órdenes o vales que solía entregar Boves como comprobante
de pago, y de los cuales hay muestras?70

Para Germán Carrera Damas la investigación archivística no había refrendado hasta ese mo-
mento lo que tan airosamente se pronunciaba desde cierta historiografía. Por otra parte, el autor
se extraña de que el mismo Boves, luego de haber tomado Caracas en julio de 1814 y con mayor

69 “La distribución de ‘papeletas de propiedad’ ha despertado el interés de quienes se preocupan por las cuestiones socioe-
conómicas de la emancipación, hasta el punto de que se ha llegado a ver en ella la máxima prueba de un propósito real de
reparto de la propiedad, en una proyección histórico-ideológica que da cabida plena al vicio del modernismo” (Germán
Carrera Damas, Ibídem, p. 180).
70 Ibídem, p. 181.
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Centro Nacional de Estudios Históricos

potestad sobre los recursos de la región, no se decantara hacia un otorgamiento a gran escala
de todos los bienes prometidos durante la campaña. ¿Qué se lo impidió? Ya es bien conocida la
irreverencia del Taita para con sus superiores, así que este cambio de actitud surgió más de las
condiciones de la guerra que de una coacción.
¿Qué esperaba un caraqueño ante la proximidad de Boves? Luego de la derrota del 15 de
junio de 1814 en la segunda batalla de La Puerta, prácticamente nada se interponía entre este jefe
y Caracas. A Boves lo precedían acciones concretas, pero los rumores y mitos sobre su persona
llegaron a ser más exasperantes y temidos que su presencia real. Ya el 16 de junio se habla con
desesperación sobre las posibles secuelas de una invasión realista, por ello el director general de
Rentas republicano escribe:

Hemos perdido la acción de La Puerta, y siendo indispensable por esta razón, hacer en esta ciudad
cuanto acopio se pueda de víveres, le prevengo que en el momento y sin la menor dilación envíe
U. a esta ciudad cuanta harina, pescado y demás víveres exista así en esos almacenes del Estado,
como en los de los particulares…71.

Todo el alto mando militar patriota, que ya preveía la situación desde enero de ese año, piensa
que la mejor manera de hacerle frente a la inevitable arremetida de las “hordas salvajes” era la crea-
ción de una ciudadela fortificada en Caracas para resistir cualquier embate, quizá al estilo de San
Mateo. Esfuerzo seguido de unos sugerentes bandos, redactados para terminar de “convencer”
a los más incrédulos. El 17 de junio, Juan Bautista Arismendi expone desde el Cuartel General
de Caracas: “Todos los ciudadanos se presentarán antes de tres horas cumplidas después de esta
71 “Documentos de carácter político, militar y administrativo relativos al período de la Guerra a Muerte”, Boletín de la Aca-
demia Nacional de la Historia, abril-julio de 1935, n° 70, p. 363.
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publicación, con sus armas y todas las bestias y monturas que posean, en la Plaza Mayor, donde
se les dará destino”72. No había elección: o ley marcial o el inmediato fusilamiento por “traición a
la patria”.
No obstante, la experiencia sufrida en Valencia y el progresivo debilitamiento de los patriotas
cambiaría el panorama. Luego de unos veinte días de resistencia, Juan de Escalona decide que ya
era suficiente. No quedaban armas, agua, comida ni mucho menos ganas; las deserciones se acre-
centaban con los días. La plaza fue sitiada el 19 de junio, y no fue sino hasta el 10 de julio cuando
Boves logra entrar a la ciudad para violar flagrantemente las numerosas promesas sobre el cuidado
a las vidas y bienes en general. Pese a todas las amenazas y tentativas de resistencia, la llegada del
Taita a Caracas estuvo alejada de la hostilidad valenciana. Allí no hubo piquirico, ya que no se le
recibió con balas, sino con loas:

…la entrada a Caracas, del Comandante General del Ejército español, señor Coronel Don José
Tomás Boves, se verifició a las diez de la mañana. El Capítulo Metropolitano y el Clero de la ciudad
fueron a encontrarlo a la “Quebrada de Lazarinos”, y de allí lo acompañaron a la S.I.M. donde se
cantó un solemne Te Deum en acción de gracias al Altísimo por el triunfo de las armas españolas.
Este Te Deum se tenía preparado para el día 8 de julio de 1814 que fue cuando entró la vanguardia
del ejército, al mando del señor Comandante Don Ramón González; pero se omitió entonces por
insinuación del dicho Comandante González, para dejarlo para la entrada del resto del ejército, en
que venía el Coronel Boves, y que se verificó ciertamente el día 16 del mismo mes73.

72 Ibídem, p. 366.
73 “Documentos de carácter político, militar y administrativo relativos al período de la Guerra a Muerte”, Boletín de la Aca-
demia Nacional de la Historia, n° 71, abril-julio de 1935, p. 516.
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Tanto Narciso Coll y Prat como los más pudientes realistas de la capital sabían de la importan-
cia de congraciarse tempranamente con el asturiano y sus lugartenientes. El 7 de julio parte una
comisión encabezada por el conde de la Granja y Fernando Ignacio de Ascanio con la finalidad de
recibir la primera avanzada realista; pero las palabras no surten ningún efecto en el zambo Andrés
Machado y sus hombres, quienes asesinan de un lanzazo al primero. Quizá un preludio de lo que
se avecinaba74. No obstante, la mediación de Ramón “Chepito” González, quien había vivido en
Caracas, y las primeras medidas tomadas por José Tomás Boves sorprendieron a muchos. Esto no
significó el cese de las torturas. Juan Nepomuceno Quero y el mismo González sacaban todas las
noches a una gran cantidad de hombres para asesinarlos en el sitio de Cotizita.
Boves llega poniendo orden. Ya el 20 de julio y ante la circulación de grupos que evitaban
el normal aprovisionamiento de víveres para la ciudad, expide una orden para que bajo ningún

74 Según Narciso Coll y Prat: “La diputación fue tan bien recibida como era de esperar; pero antes que la fuerza pedida
llegase, y sin embargo de la orden que el comandante remitió a los zambos Machado y Hurtado, que con la otra mitad de
la Vanguardia envió por el camino llamado de piedra azul, para entrar por el valle de la Pascua inmediato a la ciudad, y
en que les prevenía que haciendo allí alto, absteniéndose de todo saqueo, y de dar muerte a nadie, esperasen dicha orden,
después de haber saqueado dicho pueblo, y haciendo aumentar la fuga de la población, se dirigieron a Caracas, y después
de haber muerto, a corta distancia de ella, al benemérito vuestro Conde de la Granja Don Fernando Ignacio Ascanio,
y al acreditado buen español Don Juan Josef Marcano a quienes escogimos los que componían el gobierno provisorio
por su notoria lealtad para salir a recibirlos y felicitarlos, entraron proclamando degüello general contra los Blancos…”
(Memoriales sobre la Independencia, p. 299). Algo importante de resaltar en el testimonio del arzobispo es la orden general
de esperar nuevas instrucciones antes de realizar cualquier incursión violenta o pillaje, orden que quizá generó mucho
descontento entre unos soldados que se frotaban las manos ante las riquezas que Caracas podía ofrecerles. Esto nos hace
pensar que mucho antes de su llegada, Boves ya tenía otros planes con la capital.
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concepto se impidiera la entrada y salida a los proveedores de alimentos. Igualmente, el día 22,
ante el conocimiento de las rentas, ordena restablecer el medio sueldo a los empleados militares
y civiles, “tal como se pagaba el 4 de agosto del año próximo pasado en que entró el gobierno
revolucionario”75. ¿Cómo se pasa de prometer todos los bienes de los blancos a la prohibición del
saqueo total y la regulación de salarios? Al observar las acciones y decretos del Taita en Caracas,
vemos la firme determinación de organizar el gobierno. Así, el 29 de julio decreta que se releven
del servicio militar a los labradores de tabaco que se hallasen sirviendo “…pues estoy bien pene-
trado de la necesidad de conservar y aumentar el ramo del tabaco como único en estas Provincias
que puede sostener las cargas del Estado…”76.
Pero quizá uno de los lineamientos más orgánicos de Boves fue el expedido el 30 de julio. A
sabiendas de que necesitaba un cuerpo para impartir justicia y encargarse del embargo de bienes,
pero a la vez con la intención de alejar a Cagigal y a la Real Audiencia, decide nombrar un Tribunal
Superior de Justicia presidido por el ya conocido marqués de Casa León y conformado por Tomás
Hernández Sanabria, Juan Rojas y Francisco Rodríguez Tosta. De la misma forma establece que el
Jefe Político debía ser el presidente de la referida instancia, y que:

…los embargos y confiscaciones debían por razón de traición e insurrección ser del privativo co-
nocimiento del Jefe político en primera instancia y en segunda del expresado Tribunal de Justicia
a quien también podrá consultar el primero en todos los casos y cosas que por las Leyes del Reino

75 “Documentos de carácter político, militar y administrativo relativos al período de la Guerra a Muerte”, en Boletín de la
Academia Nacional de la Historia, n° 71, abril-julio de 1935, p. 523.
76 Ibídem, p. 528.
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pueda y deba hacerlo: que la Intendencia no tenga otro conocimiento en punto de confiscaciones
sino el de recaudar y vender después de hecha la declaratoria de confiscados y no antes…77.

Boves se ocupa de garantizar la estabilidad política, económica y social de Caracas mientras


dura su estadía, al punto de que muchos vecinos lo extrañaron luego de su partida hacia el oriente
para terminar de eliminar los focos insurgentes. Juan Nepomuceno Quero, comandante militar de
la ciudad y ahora encargado de todo, desoye una premisa básica: El poder no se tiene, se ejerce;
por ello se desgasta en una espiral de crueldad que en nada ayuda a los intereses realistas.
Hasta ese momento, con sus fuerzas en pleno ascenso y unos rivales bastante debilitados, en
Boves no se muestra la voluntad de dar en propiedad casas, haciendas y tierras a sus soldados, tal
como supuestamente rezaban el “Bando de Guayabal” y las “papeletas de propiedad”.

Lo prometido es deuda
El 4 de septiembre de 1814, el marqués de Casa León dirige una comunica-
ción al juez de Secuestros de Villa de Cura donde revela que por órdenes de José Tomás Boves,
comandante general de Barlovento, se debían aplicar unos métodos para confiscar los bienes, todo
en aras de la equidad y la justicia. Las haciendas y bienes de los principales insurgentes debían
ser embargados sin más. Esta reglamentación también contempla que los emigrados ultramarinos
por concepto de miedo tenían sesenta días para regresar y los de estas provincias cuarenta días,
tiempo durante el cual sus acreencias quedaban depositadas. Y, finalmente, se ofrece total pro-

77 Ibídem, pp. 530-531.


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tección a los bienes de quienes no se movieron de sus casas, esperando la llegada de los ejércitos
realistas78. Aparte de saber si dichas medidas fueron cumplidas o no, las mismas evidencian una
sistematización en el secuestro de las propiedades, algo que ya había empezado con Montever-
de, pero que supuestamente Boves no iba a continuar. Vistas las instituciones y las políticas para
dirigir la nueva administración, debemos preguntar si la misma celeridad existió al momento de
repartir el botín.
La famosa emigración a oriente de julio de 1814 despojó a Caracas y pueblos aledaños
de una gran cantidad de habitantes, pero no de todos. Consumados realistas, tercos patriotas
empeñados en resistir, personas asustadas y otros más pobres que solo pudieron esconderse
en los montes conformaban un numeroso grupo con intereses encontrados. Gran parte de la
historiografía venezolana ha seguido fielmente los pasos de Bolívar; no obstante, es menester
hablar de los que se quedaron.
¿Qué hacer con las propiedades abandonadas? fue una de las preguntas más frecuentes entre
quienes se encargaron de administrarlas. Detrás de ellas existía un gran número de pretensiones,
las cuales se manifestaron en saqueos, invasiones, malversaciones y destrucción generalizada de
los inmuebles. Bien sea a raíz de los ofrecimientos realizados durante la campaña, la molestia por
no haber dado carta libre al saqueo o el simple oportunismo, dichas consideraciones generaron
un sector bastante heterogéneo que ejerció presión sobre estos bienes. Ya en agosto de 1814, en
Caracas se realizaban inventarios detallados de casas, ranchos y solares vacíos. De esta forma, en
una de las numerosas listas se expone:

78 AGN, Archivo de Aragua, t. LXXIII, fs. 326-327.


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Casa de Don José Félix Ribas calle así a los Trasposos. Día 4 de agosto el licenciado Manuel Mejo-
rada da razón que posee en la calle así a los Trasposos la casa del emigrado José Félix Ribas, por
disposición del Señor Comandante General Don Tomás Boves; y de haber encontrado en ella las
puertas desarrajadas, varios palos, puertas y ventanas rotas…79.

El deterioro hizo que antiguas propiedades de envergadura se convirtieran en escombros,


algo que sumado al escaso control y vigilancia de la ciudad, facilitaba las invasiones y la extracción
de lo poco que aún quedaba en pie.
Los emigrados que no estuviesen involucrados en la rebelión tenían legalmente un tiempo
para volver y reclamar sus bienes; sin embargo, además de las grandes distancias y sumas de di-
nero que debían invertir para regresar, también debieron encontrarse con inquilinos indeseables.
Muchas de estas invasiones estuvieron permisadas, tal como reza a continuación: “…en la esqui-
na que nombran del Candilito, está una casa del Emigrado Don Tomás Lozada que se entregó
á Juana Vicuña por orden según quien hace memoria del Señor Comandante General Don José
Tomás Boves…80”. ¿Cómo era esta autorización?, ¿verbal o escrita?, ¿se trataba de un artilugio
para quedarse con la casa?, ¿por fin Boves estaba cumpliendo con su palabra, tal como refirió José
Ambrosio Llamozas, otorgando papeletas de propiedad?
Esta duda quizá nos la conteste otro otorgamiento que hiciera el asturiano, esta vez de una
casa perteneciente al connotado insurgente Diego Mérida. El inmueble ubicado en la esquina de

79 Archivo de la Academia Nacional de la Historia (AANH), Sección Civiles-Independencia, t. 334, exp. 1574, f. 1.
80 AANH, Sección Civiles-Independencia, t. 334, exp. 1582, f. 2.
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La Gorda estaba irreconocible. Las puertas se hallaban rotas al igual que las cerraduras. Nadie la
habitaba; de los esclavos y criados solo quedaban prendas viejas. Lo más “útil” de todo el inven-
tario fue una piedra de moler maíz y dos botijuelas de vidrio astilladas que se encontraron en la
cocina, pero lo que para un mantuano era un chiquero inmundo, para Antonia Carvallo repre-
sentaba una oportunidad. Carvallo, al ver el abandono de la propiedad expresó su interés por la
misma, tal vez creyendo que la benevolencia del Taita también la tocaría. La entrega de la casa
aparece reflejada en un papel de 14 cm de ancho por 10,5 cm de largo:

Doña Antonia Carvallo podrá habitar la casa que pertenecía


al insurgente Diego Mérida. Caracas 22 de julio de 1814
Boves
Entréguese la casa que saco
para con formal inventario por el Ilustrísimo Don Pedro Ximenez
El Comandante General Casa León81.

Pedro José Ximenez, quien fungía como escribano interino y comisionado de Justicia, gracias
a la expresada orden pasa el mismo 22 de julio para hacer efectiva entrega a doña Antonia, a quien
se le obligó a “tenerlo todo en depósito”82.
Las solicitudes continuaron. El 20 de julio de 1814, María Candelaria Cabrera considera que
su gran sufrimiento merecía una recompensa. Esta vecina de Caracas y natural de la isla de Fuer-

81 Ibídem, f. 7.
82 Ibídem, f. 8.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
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teventura en Canarias, había perdido todos sus bienes y a su marido, don Francisco Soto, canario
también, pasado por las armas en la plaza Mayor de Caracas el pasado 14 de febrero, aun cuando
pagó los mil pesos que le pidieron para salvaguardar su vida. Por todo esto solicita el auxilio de
las autoridades, las cuales el 24 de ese mes responden:

…en virtud de la orden expedida por el señor Comandante de las tropas de Su Majestad Católica,
Coronel don José Tomás Boves, y lo que en consecuencia decretó el señor Gobernador Político
Marqués de Casa León, para que se entregue una de las casas de don Isidoro Méndez, u otra de
emigrados a doña María Candelaria Cabrera…83.

Esta vez no encontramos “papeletas”, así como tampoco la modalidad de entrega de la refe-
rida casa.
Josefa Casañas es más directa y habla de que se le otorgue “…una de las muchas casitas que
por virtud de la emigración de varios adictos al anterior abolido gobierno han quedado desocupa-
das…”84. Esta viuda, también canaria, reclama la cruel indigencia a la que la guerra la había some-
tido. Su estado lastimero y las fuertes convicciones monárquicas que la acompañaban parecieron
ser motivo suficiente para generar una orden de José Tomás Boves el 21 de julio de 1814, en la
que se le entrega en depósito una casa de bahareque ubicada a inmediaciones del hospicio de los
Padres Capuchinos, propiedad del insurgente emigrado Nicolás Anzola.

83 Ibídem, fs. 9vto-10.


84 Ibídem, f. 11.
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Tal fue el caso de las hermanas Rojas, quienes ante la confusión reinante en Caracas para julio
de 1814 y haciendo uso de sus adversas condiciones, solicitan la ocupación de un inmueble. La
respuesta no tarda, y a través de un papel de unos 11 cm de largo por 8,5 cm de ancho se estipula:

Se entregará a Doña Manuela y hermana


Roxas la casa de Los Salias, situada
en el Barrio de San Pablo, y para su
ejecución pase al Señor Jefe Político
Caracas, 20 de Julio de 1814.
Boves
Entréguese a las solicitantes la casa que se expone
recogiéndose las llaves de quien las tenga
poniéndose cuanto consiga bajo inventario
y se comisiona a Don Francisco León de Urbina.
Caracas ut supra
Casa León empréndase
Comisión con Don Pablo Castro
Casa León85.

Este documento no expone la modalidad de entrega; a pesar de ello, más adelante pudimos
constatar que la misma estaba siendo depositada. Observamos sí la existencia de papeletas para

85 Ibídem, fs. 26-26 vto.


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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
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conceder algunos bienes, pero todas hacen referencia a modalidades temporales muy frecuentes
durante la guerra como el alquiler o el depósito.

Gracias a mi Taita
Si las autorizaciones, papeles y permisos que se dieron sobre casas, animales,
haciendas y demás enseres eran tan precisas como las que hemos revisado, habría que preguntarse
¿por qué tanta confusión? Aquello que era considerado “normal” ahora estaba en duda, y en la
cabeza de muchos rondaban ideas mesiánicas de trastocar completamente el orden social, ele-
mento aprovechado efectivamente por algunos jefes en su afán de reclutar. Lo interesante de esta
inestable situación es que nada duraba mucho; hasta la oferta más enérgica podía ser relativizada
al calor de nuevas acciones.
¿Cuál era la suerte de un emigrado? Creemos que esta pregunta rondaba en la mente de
quienes por alguna u otra vía pensaron en beneficiarse de su ausencia. Caminos infestados de
bandidos, partidas enemigas y enfermedades para quienes escaparan a pie, y puertos abarrotados,
embarques imposibles y precios exorbitantes para los que tuvieran la “dicha” de irse por mar. De
esta forma, ¿cuál era la posibilidad de que regresaran a reclamar sus bienes? Antes de reclamar
cualquier propiedad, los solicitantes realizaban un verdadero trabajo de inteligencia del que se
beneficiaron las autoridades. Revisar casas, hatos, haciendas, ranchos, solares y demás acreencias
para saber su estado y a quién pertenecía, se hizo normal durante estos años. Aun cuando asis-
tieran ante la ley buscando “cualquier cosa”, la suerte del propietario, la escasez de reclamos y la
relación con el poder podían transformar fácilmente la “posesión” en “propiedad”.
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O al menos esto se evidencia con una casa de doña Ana Teresa del Toro ubicada en la calle
traviesa, oriente a poniente de San Pablo, inmueble que su marido Vicente Ibarra había dado en
arrendamiento a don José Pacanins y Nicolás –quien era representante de la Compañía de Puig
Villa y Carbonell– desde el 1 de abril de 1813 por la suma de trescientos pesos anuales. Luego de
este trato, sus nuevos inquilinos invirtieron una suma considerable de dinero, dado el estado de
deterioro en que estaba la casa, todo por “la ruina en que la dejó el terremoto del año de doce”86.
Aun así la inversión parecía buena, todo hasta los primeros días del mes de agosto, cuando se vie-
ron en la necesidad de abandonar el país ante la abrupta incursión de Simón Bolívar. No confia-
ban en el resguardo general de vidas y propiedades promulgado por las autoridades insurgentes.
El 16 de julio de 1814 llegaba Boves a Caracas, y con él las esperanzas de recuperar la pro-
piedad ubicada entre las esquinas de La Palma y San Pablo. Como era de esperarse, el inmueble
se hallaba embargado, algo que no sorprendía a los reclamantes, que amén de ser realistas tenían
documentos de sobra para justificar su petición. El verdadero inconveniente estuvo en su ocu-
pación por parte de doña Francisca Urain. De ella poco se sabe, solo que su yerno Pedro Gómez
había servido fielmente como oficial de la división de vanguardia del ejército de Boves. La misma
posibilidad de los representantes de la compañía la avizoró Gómez, quien estaba buscando por
cualquier vía reclamar las adquisiciones de su lanza. Realistas eran los querellantes y realista el
soldado, algo de mucha importancia al momento de evaluar que en una emigración se ponía en
juego algo más que la simple filiación partidista.

86 AANH, Sección Civiles-Independencia, t. 405, exp. 1986, f. 3 vto.


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Este pleito encierra connotaciones de gran peso. Por un lado el respeto a la propiedad y los
intentos del Taita por conseguir un orden en la administración de los recursos y, por el otro, el
manejo del capital simbólico adquirido en batalla, el cual no podía ser desestimado tan pronto
en aras de la legalidad. Según los denunciantes, la referida Urain se estaba basando en un “simple
papel del Comandante Boves”87. Según otros testimonios, al oficial Gómez se le indicó que debía
desocupar la casa inmediatamente, pero el mismo se negó “fundado en una papeleta de aquel
Comandante en que le concede para su habitación una casa de insurgentes”88. ¿Era esta papeleta
diferente a las que hemos venido revisando? Lamentablemente el expediente no contiene seme-
jante documento, pero algunos indicios nos hacen pensar que el recurso fue utilizado para que
a doña Francisca “se le diese en habitación provisional una casa de los emigrados”89. Todavía en
agosto de 1817, los denunciantes reclamaban la devolución de la casa que se había promulgado
en diciembre de 1815.
Inicialmente pudiéramos intuir que tanto Gómez como su suegra desconocían la diferencia
entre propiedad y posesión; sin embargo, la dilación y los subterfugios empleados en el litigio ha-
cen pensar que conocían los términos desde el comienzo. Quizá esta conveniente interpretación
fue un recurso empleado asiduamente por inquilinos temporales que buscaban de acuerdo con las
circunstancias y haciéndose eco de un líder de discurso incendiario, alargar su estadía y, ¿por qué
no?, ante la muerte o ausencia definitiva de los propietarios, quedarse con todo.

87 Ibídem, f. 4 vto.
88 AANH, Sección Civiles-Independencia, t. 405, exp. 1987, f. 7.
89 AANH, Sección Civiles-Independencia, t. 405, exp. 1986, f. 4.
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Los documentos que venimos discutiendo y que inicialmente hemos bautizado como pape-
letas de posesión son diferentes a los vales de pago y entrega de víveres otorgados por José Tomás
Boves. Estos vendrían a quedar en el medio entre el otorgamiento de una res o la cancelación de
un salario y la cesión en propiedad de una casa. Se trata precisamente de un mecanismo bastante
peculiar dentro del sistema de Boves que se acopla muy bien a su accionar, dado que dichas pa-
peletas se mueven entre lo inmediato y lo permanente, lo cual le permitió satisfacer sus promesas
que fueron así de difusas. La posesión prolongaba la esperanza de quedarse con algo, pero a la vez
lanzaba un claro mensaje: Una vez en el poder, el botín podía cambiar de signo. v
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Fuentes consultadas

Primarias
Documentales
Archivo General de la Nación (AGN)
Sección Archivo de Aragua.
Sección Archivo de Barquisimeto.
Sección Causas de Infidencia.
Sección Civiles.
Sección Diversos.
Sección Gobernación y Capitanía General.
Sección Intendencia de Ejército y Real Hacienda Real Hacienda.
Sección Reales Cédulas.
Sección Reales Órdenes.
127
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Sección Reales Provisiones.


Sección Traslados.
Sección Tierras.

Archivo de la Academia Nacional de la Historia (AANH)


Civiles.
Civiles-Esclavos.
Civiles-Independencia.
Colección Martín Tovar Ponte.
Colección Villanueva.

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Páez, José Antonio. Autobiografía del general José Antonio Páez. Nueva York, Imprenta de Hallet y Breen, 58 y 60
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Boletín de la Academia Nacional de la Historia.
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s e c r e t a , e s - andrés eloy burgos

y e s p i o n a j e
pías l “ a ñ o
du r a n t e e
te r r i b l e ”
de 1814
133
Información secreta, espías y espionaje
durante el “año terrible” de 1814

El espía
En la pública luz de las batallas
otros dan su vida por la patria
y los recuerda el mármol.
Yo he errado oscuro por ciudades que odio.
Le di otras cosas.
Abjuré de mi honor,
traicioné a quienes me creyeron su amigo,
compré conciencias,
abominé del nombre de la patria,
me resigné a la infamia.
Jorge Luis Borges

El espionaje es una vieja práctica social que se ha empleado tanto en los tiem-
pos de guerra como en los de paz para procurar obtener ventaja, mediante el insumo de la infor-
mación secreta, de adversarios o enemigos potenciales. Hay quienes, como el historiador español
Diego Navarro Bonilla, lo valoran como una constante que ha acompañado a las sociedades desde
su formación, considerando que, pese a los siglos transcurridos, la idea fundamental de obtener
134
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

información de otras personas por medios clandestinos es un concepto que se ha mantenido inva-
riable. Otros pensadores, quizá más temerarios, lo consideran como el segundo oficio más antiguo
de la humanidad; afirmación que aunque no compartimos del todo, consideramos ilustrativa del
hecho de su utilización desde tiempos remotos.
El espionaje es un fenómeno social que ha tenido un impacto importante en determinadas
dinámicas históricas. Los espías, movidos por intereses materiales, ideológicos o de otra índole,
han permitido a individuos, naciones, partidos políticos, empresas y otras organizaciones alcanzar
determinados objetivos para su beneficio. Fueron muchos los mecanismos empleados en esta labor:
la observación a escondidas, el uso del disfraz, la captación discreta de datos, intervención de corres-
pondencia, entre otros. Obviar su estudio implica desconocer la existencia de una parte significativa
del proceso de toma de decisiones que a distintas escalas generaron efectos en la vida humana.
Hacemos este preámbulo para llamar la atención sobre el hecho de que el espionaje es un
tema inédito en la historiografía venezolana, por lo cual se desconocen sus alcances en las distin-
tas etapas de nuestra historia.
El presente trabajo forma parte de una investigación más amplia acerca del espionaje en la
guerra de independencia venezolana (1810-1821). Aspiramos con este contribuir a la apertura de
una perspectiva de análisis que se materialice en una línea de investigación enfocada en los espías
y las llamadas inteligencias secretas de la historia de Venezuela. Por lo pronto nos centraremos en el
estudio de casos puntuales en los que identificamos la actuación de espías en 1814, como muestra
de la numerosa participación de estos personajes en distintos lugares de nuestra geografía nacio-
nal y del impacto de sus acciones concretas en la dinámica de la guerra.
135
Información secreta, espías y espionaje
Andrés Eloy Burgos

Espionaje realista en el occidente


Se ha denominado a 1814 como “el año terrible”, y con toda justificación,
pues en este tuvieron lugar las manifestaciones más dramáticas de la guerra de Independencia.
A mediados de ese año la situación se presentaba difícil para los patriotas a pesar de que habían
conquistado el poder político en Caracas con la Campaña Admirable. El territorio venezolano se
encontraba casi en su totalidad controlado por las fuerzas realistas. Apenas la ciudad de Caracas
podía sostener su defensa, pero esto era cada vez más complicado debido a la rapidez con que
actuaban las fuerzas realistas desde los Llanos centrales y la región centroccidental. El general
Rafael Urdaneta, en sus Memorias..., describe una situación desesperada para todos los patriotas:

Luego que observaron los enemigos la desmembración de la fuerza de Occidente, fuéronse acer-
cando y estrechando por todos puntos; y todo el país, que había estado contenido por la rapidez
y energía con que se obraba sobre las facciones, se declaró en hostilidades contra los patriotas,
en términos que nada había seguro, fuera del tiro de fusil, ni era posible conseguir un espía, ni
adquirir de modo alguno noticias del enemigo. Y lo que era peor, escaseaban las subsistencias! No
podía durar mucho tiempo esta situación, porque era demasiado violenta1.

Entre Barquisimeto y San Carlos, región donde Urdaneta combatía, el espionaje era tal que no
hubo paso suyo que no supieran los jefes militares realistas. En este caso José Ceballos, el defen-
sor coriano, contaba con una red de espías que le avisaban prontamente todos los movimientos
del enemigo. Son los habitantes de aquellos pueblos y ciudades, bien los humildes campesinos

1 Memorias del general Rafael Urdaneta. Adicionadas con notas ilustrativas y algunos otros apuntamientos relativos a su vida pú-
blica. Caracas, Imprenta y Litografía del Gobierno Nacional, 1888, p. 77.
136
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

sin distinción de edad o género o los llamados “vecinos principales”, los que se prestan a espiar a
los patriotas. La relación que ofrece el jefe republicano en sus citadas Memorias permite apreciar
concretamente los estragos causados por los espías enemigos en el campo de batalla; pero esa es
una situación que se venía presentando en pueblos y regiones recién controladas militar y polí-
ticamente por los patriotas. Manuel Antonio Pulido, patriota que por 1813 era gobernador de la
provincia de Barinas, había denunciado la vigilancia permanente de la que era objeto por parte
de los pobladores; decía entonces: “…tienen estos bárbaros dentro de nosotros eficaces agentes y
espías, pues no son otra cosa sus mujeres, sus hijos, sus domésticos y aun sus amigos”2. La causa
patriota es impopular en este tiempo, hecho confirmado por la hostilidad de la gente, quienes
les niegan la comida, el alojamiento y otros auxilios; y quienes además vigilan sus acciones para
remitir reportes a los líderes realistas como el padre Torrellas. Doquiera surgen espías motu propio
por lealtad al rey cautivo y desprecio a los republicanos, pero más por el miedo que les causaba
una posible represalia por parte de Boves:

La tranquilidad republicana es solo ficticia. Alrededor de Caracas hay un silencio terrible. De


soledad inacostumbrada, de miedo. No llegan casi noticias, pues la mayor parte de los pueblos
están en contra de los patriotas y nadie quiere servir de espía contra Boves. Las escasas tropas de
la República tienen que ir en grupos, pues están expuestas a ser atacadas por francotiradores3.

Adonde iban los republicanos eran seguidos por ojos y oídos que servían por dinero, con-
vicción o ambas a la causa del rey. Urdaneta, en su testimonio, da cuenta de los efectos sufridos a
partir de la acción de los espías; dice que:

2 Laureano Vallenilla Lanz, Cesarismo democrático y otros textos. Caracas, Fundación Biblioteca Ayacucho, 1991, p. 71.
3 Juan Úslar Pietri, Historia de la rebelión popular de 1814, p. 129.
137
Información secreta, espías y espionaje
Andrés Eloy Burgos

En una recorrida que hizo sobre Quíbor, se supo que el ejército de Ceballos se movía de Carora
con dirección a aquel pueblo, y con el objeto de recoger algunos víveres. Antes que él llegase
destacó Urdaneta el 7 de febrero una columna de 500 infantes y 25 dragones, todo al mando del
Comandante Domingo Meza, quedando el Cuartel General reducido a 130 infantes y otros 25 dra-
gones. La columna llegó a Quíbor oportunamente; pero Ceballos, que tenía la facilidad de obtener
noticias de los más pequeños movimientos de los patriotas, porque su espionaje estaba dentro de
los mismos pueblos que estos ocupaban, cambió sobre la marcha de dirección y vino a amanecer
el 9 sobre Barquisimeto, sin que se tuviese de él la menor noticia hasta que abrió los fuegos sobre
las avanzadas. Si [en] aquel estado de guerra no hubiera sido siempre necesario estar sobre las
armas, hubieran sido los patriotas completamente sorprendidos. A la voz de alarma se comenzó
a combatir y se combatió por más de una hora, sacando ventajas de los escombros de la orilla de
la ciudad, sacándolas del terreno y supliendo con el valor la desigualdad de las fuerzas, hasta que
envueltos por todas partes y muerto el Capitán Nicolás Briceño que mandaba los Dragones, fue
preciso abandonar el campo y retirarse hacia Cabudare por el camino real, con tal orden, empero,
que habiéndolos perseguido hasta allí el enemigo con su caballería, la rechazaron siempre y llega-
ron en paz a Cabudare. Ceballos llegó a Barquisimeto con más de 1.000 hombres4.

Las acciones aquí descritas dan cuenta de cómo la información secreta puede influir en el de-
sarrollo y resultado de las acciones en la guerra. Se observa que en aquel mes de febrero de 1814,
los realistas desplegaron espías en Barquisimeto y poblaciones aledañas, para observar y anticipar
los pasos de su enemigo. Urdaneta, desprovisto de espías, hizo un reconocimiento sobre Quíbor
donde fue informado de que Ceballos iría allí para abastecerse de víveres; entonces preparó una
celada con su cuerpo de Dragones. Pero resultó que el sistema de espionaje realista fue más efi-
ciente y avisó antes a Ceballos, quien tomó la decisión de caer con prontitud sobre Barquisimeto.

4 Ibídem, pp. 77-78.


138
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

Podemos observar que se dio una guerra invisible de informaciones secretas, en que los es-
pías desplegaron una enérgica actividad para llevar reportes del estado de las fuerzas enemigas a
los jefes de inteligencia. La información más precisa y oportuna les permitió a los realistas definir
una estrategia acertada para imponerse sobre el enemigo. Los patriotas fueron sorprendidos y
derrotados completamente, teniendo que replegarse hacia Cabudare, abandonando sin remedio
una plaza tan importante como la de Barquisimeto y perdiendo en esa acción a Nicolás Briceño,
uno de sus distinguidos oficiales.
En abril de este mismo año tuvo lugar otro acontecimiento, relacionado con el uso de espías,
que comprometió a las fuerzas patriotas que actuaban en el centrooccidente. Ocurrió que Bolívar,
quien había abandonado la línea que sitiaba Puerto Cabello, se dirigió a Valencia y luego de dar
algunas instrucciones se marchó a los valles de Aragua. Informado de que el realista José Ceballos
se encontraba en San Carlos, ordenó al jefe de las fuerzas de oriente, Santiago Mariño, que fuera
a combatirlo en compañía de Rafael Urdaneta, jefe de las fuerzas occidentales. Mariño se puso
en marcha seguido de Urdaneta y sus hombres, quienes se desplazaron en la retaguardia con una
diferencia de dos leguas; entonces (según apunta el historiador Manuel Restrepo) la inteligencia
secreta y la imprevisión afectaron las acciones del jefe oriental. Así describe lo ocurrido:

Reunidas en Valencia las fuerzas del oriente y occidente de Venezuela, cuyos jefes se trataban
cordialmente, se propuso el general en jefe Bolívar atacar a Ceballos, que estaba en San Carlos.
Marchó, pues, hacia esta villa una división de dos mil infantes y ochocientos jinetes dirigidos por
Mariño. Luego que llegaron al Tinaco, se trató de aguardar las piezas de artillería de batalla, que se
conducían lentamente cargadas por hombres, de esperar el parque y procurarse los víveres nece-
sarios. En esto un hombre que parecía patriota se presentó al general, asegurándole que Ceballos,
abandonando la villa, se retiraba por el camino que conducía a San Fernando de Apure. Creyole
139
Información secreta, espías y espionaje
Andrés Eloy Burgos

aquel jefe, y olvidando la artillería, municiones y vituallas que necesitaban las tropas, ordenó al
mayor general Urdaneta que hiciera marchar las tropas a las doce de la noche, con el objeto de
destruir al enemigo en su retirada. Mariño tomó la vanguardia con ochocientos caballos, y Urda-
neta le seguía con cerca de dos mil infantes (abril 16). El ejército amaneció a dos leguas de distan-
cia de donde estaban las primeras avanzadas de los realistas que se replegaron hacia San Carlos.
Era ya conocido el engaño de la espía, y varios oficiales trataron de que se detuvieran allí hasta que
se les incorporaran la artillería y el parque, especialmente las piedras de chispa de que tenían falta;
pero el general Mariño mandó continuar la marcha, y a las diez de la mañana llegaron los patriotas
al sitio del Arado, inmediato a la villa, donde descubrieron dos mil quinientos realistas que los
esperaban formados en batalla: la caballería cubría las alas y los infantes se hallaban en el centro.
Fue así que Mariño, por su imprevisión, se vio comprometido a combatir… [subrayado nuestro]5.

Un espía engañó a Mariño y por medio de información falsa lo condujo a una derrota segura.
Este ha de haber sido un formidable espía al servicio de los realistas que logró infiltrarse y hacerse
pasar por un hombre confiable; un hombre que logró convencer a aquel comandante de toda la
información falsa. Claro que también la terquedad del jefe patriota, de continuar a pesar de las
súplicas de sus oficiales, fue determinante en el resultado desfavorable de la batalla, pero hay que
apuntar que la acción del espía había dado sus frutos. Restrepo lo llama de forma inmejorable “un
hombre que parecía patriota”. Es que los espías son convincentes, son el engaño, actúan de una
forma tan natural que logran hacer ver como ciertas lo que son falsedades. Son actores del teatro
de la guerra cuya especialidad consiste en ello. Aquella batalla de San Carlos del 16 de abril de
1814 fue un duro revés para los patriotas.

5 Historia de la revolución de Colombia en la América Meridional, t. II, p. 230.


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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

Espionaje en Caracas, La Guaira y Curazao


En Caracas el Gobierno de la Segunda República utiliza el sistema de espio-
naje creado en tiempos de la Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII. Las Juntas
de Policía se encargan de recabar información por todos los pueblos de la provincia para man-
tener el control y prevenir las conspiraciones que pudieran tener lugar. Realmente las autorida-
des patriotas se sentían inseguras y, por qué no decir, temerosas de una reacción armada tanto
externa como interna. Y es natural que así se sintieran pues la relampagueante toma del poder
tras la Campaña Admirable no había permitido la consolidación política y militar republicana.
La estabilidad de aquel gobierno se encontraba amenazada pues aún quedaban muchos realistas
en Venezuela, así como amigos de ellos que podían colaborar con sus planes de restauración.
El miedo estaba bien fundado y por eso el despliegue de espías por toda la provincia y las islas
cercanas en el Caribe a las que habían emigrado los principales funcionarios y adeptos realistas
entre julio y agosto de 1813.
La Gazeta de Caracas exhibe los resultados de la actividad de espionaje por todo el territorio
de la República y las aledañas colonias extranjeras. Esta reacción del Gobierno republicano se
debe a comunicaciones que habían venido apareciendo en la propia Gazeta meses antes. En forma
de “cartas al redactor” y “cartas entre amigos”, rubricadas por anónimos y seudónimos, se había
venido alertando (y denunciando) el funcionamiento de un sistema de espionaje realista en la
ciudad de Caracas y el puerto de La Guaira, teniendo como principales espías a las mujeres de los
emigrados en Curazao. Dicen los artículos que eran ellas las espías, que ellas eran las causantes de
tantos daños a la República. Las noticias allí aparecidas revelaban lo que puede bien entenderse
como informes de espionaje acerca de las actividades conspirativas. Son muestras del activo des-
141
Información secreta, espías y espionaje
Andrés Eloy Burgos

pliegue de espías que tuvo lugar en los primeros meses de 1814. En la edición del jueves 14 de
abril alguien firma como “Anónimo” la siguiente misiva:

Señor Redactor: Constituido a vivir en este puerto de la Guaira, porque así lo exigen mis ocupa-
ciones, estoy al alcance de muchas cosas que no pueden llegar a la noticia de V., y que merecen al-
guna consideración; o por lo menos, que se hagan públicas para que lleguen a la de todos los que
aman el sistema republicano, contra el que constantemente están dirigiendo nuestros enemigos
sus multiplicados aunque inútiles tiros. Acabo de recibir cartas de Curazao, en las que se me ase-
gura que cuantas noticias se reciben en aquella isla de la costa firme con respecto a las operaciones
de nuestros enemigos, y a las interioridades de nuestro Gobierno, sus disposiciones &c., son di-
rigidas por las mujeres de los emigrados que residen entre nosotros; estas, se me dice, participan
cuanto sucede, y son nuestras verdaderas espías. Calcule V. el mal que puede hacer semejante
conducta, bien que por mi parte puedo asegurar a V. conozco algunas mujeres de emigrados cuyos
sentimientos son los más republicanos; que la aversión que tienen a los enemigos de Venezuela, se
extiende aún hasta a sus mismos esposos, que desde la isla de Curazao están haciendo esfuerzos
extraordinarios, y disipando sus fortunas en donativos para formar expediciones contra nosotros,
que solo sirven, a pesar de sus combinaciones, para aumentar el oprobio de los enemigos de la
República, y agotar bolsas…6.

El señalamiento contra las mujeres es directo y la ponderación de los efectos inmediatos de las
acciones que estas emprendían son graves. Mujeres que desde La Guaira escriben con frecuencia
para reportar los detalles de lo que ocurre. No es difícil imaginar las decenas de sobres perfuma-
dos, finamente escritos y debidamente lacrados, que día tras día transportaban los postas desde la

6 Gazeta de Caracas, no 58, p. 1.


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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

provincia de Caracas con destino a Curazao. Cartas que, entre expresiones de añoranza y besos en
la distancia, conducían la relación de todo lo visto y oído sobre el enemigo7.
Poco después una presunta carta enviada directamente desde Curazao, por alguien a quien,
a la luz de lo que expresa, no puede sino considerarse como un espía patriota, reafirma lo dicho
en la comunicación anterior:

Carta dirigida desde Curazao, por un amigo a otro de esta ciudad. Apreciado amigo: aprovecho
de esta ocasión para dirigir a V., en este buque las gazetas de esta isla hasta último de abril, según
el encargo que V. me hace, y continuaré remitiéndolas en lo sucesivo, si es que como V. me dice
se ven con tanto interés en toda la costa firme. V. me pide noticias de esta Plaza, y del estado de
los emigrados españoles; me pregunta V. si aún tienen esperanzas de regresar a esa capital, y en
fin quiere V. saber todo lo concerniente a estos enemigos de Venezuela. V. tiene razón en querer
informarse de lo que pasa aquí, pues aseguro a V. que no tiene la costa firme enemigos más encar-
nizados que estos emigrados. Yo que veo las cosas con la imparcialidad de un extranjero, los oigo,
y cada vez me admiro más del implacable odio que profesan a V.V. los españoles que residen aquí.
Es de advertir que nada, nada ignoran de cuanto pasa en esa capital. Hay un Coronel o Brigadier
viejo, que según la voz común es el más pusilánime oficial que tiene España; y que dicen salió

7 ¿Y cuánta información podía ir en una carta personal de este tipo? Más de lo que se imagina. Una pequeña muestra de
toda la información confidencial que sobre la guerra transitaba en estas comunicaciones personales puede notarse en
las compartidas entre Martín Tovar Ponte y su esposa entre los meses de junio y julio de 1814. En estas, el funcionario
patriota puso en conocimiento de su compañera de vida muchos detalles reservados acerca del desarrollo de la guerra y
las decisiones tomadas por los altos conductores de la misma. Una imprudencia de su parte. Aunque por lo extenso no
se citarán acá, es recomendable su consulta para apreciar concretamente lo que dos amantes compartían, en información
secreta del gobierno y la guerra, entre amores y otros asuntos. Cf. “Martín Tovar Ponte”, Boletín de la Academia Nacional
de la Historia (en adelante BANH), abril-junio de 1935, no 70, p. 203.
143
Información secreta, espías y espionaje
Andrés Eloy Burgos

huyendo de Caracas cuando el Ejército del general Bolívar estaba a 40 leguas de la capital, que
andaba enseñando a todos los españoles dos cartas anónimas que le remitieron de La Guaira, y en
que le decían cuanto pasaba, de suerte que seguramente tienen VV. aun en esa, o espías de estos
emigrados, o enemigos de la causa que todo lo participan aquí, mas voy a referir a V. lo que ha
pasado en estos dos o tres meses anteriores…8.

Desde la capital republicana se solicitaba la mayor cantidad posible de información tanto de


los emigrados como de la opinión que circulaba por medio de la prensa; de allí que el remitente
diera parte de todo lo que estos hacían y se comprometiera a enviar en lo sucesivo los ejemplares
de la Gazeta de Curazao. Quien escribe se identifica como un extranjero que funge de espectador
de los acontecimientos para pasar inadvertido ante la gente y, libre de toda sospecha, acometer las
acciones de búsqueda, registro y remisión de informaciones sobre los conspiradores.
Ambos remitentes revelan la articulación del sistema de espionaje patriota al que sirven;
el cual funciona directamente en la mencionada isla caribeña, con espías que están atentos a
todos los movimientos del enemigo, incluso de sus negocios y relaciones familiares, para re-
portarlos a La Guaira y de este puerto a la ciudad de Caracas, donde se encuentra la sede del
poder político republicano.
La Gazeta de Caracas se jacta de presentar un informe que muestra detalles de las acciones
conspirativas de los realistas entre Coro y Curazao, señalando nombres, lugares y denunciando los
supuestos planes que tienen estos en los extremos oriental y occidental de Venezuela; fustigando
además, en una parte del texto, la expresa maniobra de Boves de atraer a sus filas a los esclavos, la

8 Gazeta de Caracas, no 66, jueves 12 de mayo de 1814, p. 1.


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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

cual consideran una trampa para, una vez logrados sus objetivos políticos, deshacerse de ellos. El
texto aporta claves de cómo siguió espiando el Gobierno republicano durante la guerra a Muerte:

El 3 de abril salieron de Curazao para Coro cinco embarcaciones cargadas de mercancías de los
españoles emigrados, a consecuencia del decreto del Gobierno inglés, que no ha querido permitir
por más tiempo el depósito de ellas en aquella isla. Se habrán embarcado para el mismo destino
como 100 españoles, con el objeto de establecerse en Coro se reputa en más de medio millón de
pesos, lo que han extraído.
(…)
En junta celebrada en Curazao entre los españoles después de las últimas noticias
de la derrota de Boves y Ceballos, se determinó enviar a la costa firme ocho o diez
comisionados con el objeto de revolucionar el país desde Güiria, hasta el occidente;
para este efecto se ofrecieron cuantiosos donativos. Las máximas con que han pen-
sado establecer este proyecto, es engañar la esclavitud; ofreciéndoles la libertad. Uno
de los vocales de esta junta hizo esta objeción. Que haremos después con los esclavos si
conseguimos el fin. Enviarlos poco a poco (respondió otro) a Guayana como ha hecho Boves,
y venderlos en las colonias.
(…)
Cajigal ha hecho varias proclamas desde Coro y se han mandado esparcir en Venezue-
la. Preconiza en ellas, según dice, las proezas del prudentísimo Ceballos, y ofrece acabar
con los insurgentes y los rebeldes caraqueños. (Se suplica venga en persona a despedir
sus fulminantes rayos y no tomó las de Villa Diego como hizo cuando se hallaba mandan-
do un ejército de 1500 hombres en San Mateo Barcelona).
(…)
145
Información secreta, espías y espionaje
Andrés Eloy Burgos

Fierro y Cajigal tienen una correspondencia seguida desde Coro y Curazao. Los pro-
yectos son en caso que no se consiga nada por las armas, envenenar la ciudad, y princi-
palmente a los primeros jefes, y a todos los pardos a quienes el Gobierno Republicano
haya distinguido.
(…)
Hay muchas espías de los españoles emigrados en Caracas. La correspondencia no
cesa. Las mujeres escriben; un ejemplar hará cesar estos males9.

Este artículo es un mensaje claro que el Gobierno republicano dirige al enemigo realista y a
sus colaboradores, si se tradujera, despojándolo de la retórica, podríamos apreciar más claramente
la verdadera intención que persigue. Con un ensayo de traducción derivada del análisis discur-
sivo, el mensaje real sonaría más o menos así: Señores y señoras realistas, tenemos conocimiento de
todos sus movimientos, sabemos con quién se reúnen dentro y fuera de la República, sabemos que intentan
desplegar una ofensiva por los dos extremos del territorio nacional. También sabemos que Cajigal no ejer-
ce ningún liderazgo entre sus filas y que la única alternativa de victoria que tienen es alentar a las esclavi-
tudes para seguir a Boves. Sabemos además que aquí en Caracas, el asiento de nuestro gobierno, muchos
se prestan para el espionaje, las mujeres especialmente, que se han convertido en espías, y a quienes se les
advierte que serán castigadas severamente si no dejan de enviar correspondencia con información secreta
al enemigo reunido en Curazao.
La verdadera intención de esta propaganda, titulada “Miscelánea”, es la intimidación pública
y la amenaza a la población que, desafecta a la causa patriota, espía y mantiene comunicación con

9 Gaceta de Caracas, no 68, jueves 19 de mayo de 1814.


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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

los emigrados españoles en Curazao. En el juego de la intimidación de la propaganda patriota


sorprende el nivel de detalle que ofrece acerca de las acciones realistas. Como toda la buena pro-
paganda esta ha de ser una excelente mezcla de verdades y falsedades, para hacer pasar las inven-
ciones por realidades. Sin embargo, no se puede dudar acerca de los datos proporcionados acerca
de las reuniones, la embarcación y los personajes implicados, pues se sabe que con el estableci-
miento de la Segunda República muchos españoles y realistas recalaron en Curazao. Tampoco se
duda de la prohibición del Gobierno inglés de prestar su colonia como acopio de mercancías para
el financiamiento de la reacción antirrepublicana, pues para este mismo año prohibió también la
publicación de periódicos y otros papeles desde esa isla, obligando a propagandistas como José
Domingo Díaz a triangular desde Curazao, remitiendo sus escritos primero a Puerto Rico para su
impresión y posteriormente a su distribución en Venezuela.

Mujeres espías
El espionaje que las mujeres realizaron implicó acciones concretas en el propio
teatro de la guerra. Entre los meses de febrero y marzo tanto Valencia como San Mateo se vieron
sitiadas por los realistas. Como es de comprender, no había forma de que las fuerzas patriotas se
comunicaran entre sí de manera regular, por lo que debieron usar mecanismos alternativos, con
personajes neutrales o “invisibles” para poder compartir información. En medio del primer sitio de
Valencia, en el año de 1814, Juan de Escalona, gobernador político patriota en la ciudad, informó:

El domingo en que se retiró el enemigo se supo por una india que dijo ser enviada por el Liber-
tador, que este se hallaba en la Laguna en el sitio de La Negra; se le ofició por el Gobernador refi-
147
Información secreta, espías y espionaje
Andrés Eloy Burgos

riéndole todo lo acaecido en el sitio, y a las dos de la mañana entró en la plaza con 700 hombres
sobrantes de las acciones que había sostenido…10.

La acción del 25 de marzo, en que Antonio Ricaurte se inmoló para evitar que se tomara el
parque de armas y la pólvora, había librado a los patriotas de una derrota segura; gracias a ello Bo-
lívar pudo salir de San Mateo y dirigirse a Valencia, previa confirmación por su espía de que esta se
encontraba libre. Las cualidades reunidas en esta espía la hacen muy efectiva, en primer lugar por-
que es mujer, segundo porque es indígena, y tercero, pero no menos importante, por el carácter de
“práctica”, es decir, de conocedora del terreno, de los caminos de aquellas geografías. Transmitir
una información valiéndose de las condiciones naturales de este personaje seguramente pareció
a los ojos de Bolívar como algo inmejorable, pues pocos habrían de desconfiar de un ser como
este que, por lo general, era visto como “inferior” en la sociedad colonial: mujer y además india.

Teresa Heredia, espía patriota


Fascinante es el término que generalmente se utiliza para calificar la vida de los
espías. Pero, aunque en la realidad aquel refleje solo una parte de lo que les toca experimentar en
su devenir, no ha dejado de emplearse entre quienes indagan sus acciones. Es que fascina obser-
var a personajes que pueden estar frente al enemigo actuando contra ellos con tanta naturalidad;
que pueden estar jugándose la vida de forma tan espontánea que logre engañar a sus potenciales
verdugos. El caso de Teresa Heredia, mujer de diecinueve años, natural de la Villa de Ospino,

10 BANH, vol. 25, 1952, p. 141.


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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

procesada en Caracas como infidente en 1815, tiene ese cariz. Bautizada como la Insurgente11 en un
cuento intitulado del año 1924, Heredia dio al historiador Enrique Bernardo Núñez los suficientes
elementos históricos para escribir un relato cargado de vértigo, drama y emoción, que se muestra
de difícil superación en cuanto a estilo escritural y reconstrucción imaginativa de los hechos. Con
menor habilidad y pretensión literaria, pero procurando una explicación satisfactoria acerca de la
participación del personaje en la guerra de Independencia, expondremos a continuación los que se
consideran indicios vehementes de su actuación como espía al servicio del bando patriota.
Ha sido bastante reseñado el episodio en que a Teresa Heredia, por órdenes de Luis Dato,
gobernador de Valencia en 1814, se le desnudó, cortó el cabello, embadurnó de miel, cubrió de
plumas, montó en un burro y se le paseó al son de tambores desafinados por las calles de esa
ciudad. Un castigo infligido, presuntamente, por estar comprometida con los insurgentes. En esta
pintoresca anécdota, en la de habérsele visto vestida de hombre entre las tropas realistas, en la
multiplicidad amorosa que sostuvo y en las cartas compartidas con varios hombres, se han basado
muchos escritores para biografiarla, ofreciendo al final una limitada imagen de su actuación en la
guerra de Independencia. En todo caso, pensamos que la indagación de otros indicios, presentes
en los dos juicios que se le siguieron por infidente al rey, permite visualizar la participación de esta
mujer en acciones conspirativas y de búsqueda de información en forma clandestina.
Los sucesos con que se le castigó en Valencia se enmarcan en la toma de la ciudad por parte
de las fuerzas realistas entre los meses de junio y julio de 1814. Esta joven maestra de primeras
letras y costurera fue una de las sobrevivientes al sitio y a la matanza sufridos por el pueblo va-

11 Ese texto es una de las primeras aproximaciones biográficas al personaje. Cf. Enrique Bernardo Núñez, La Insurgente
y otros relatos.
149
Información secreta, espías y espionaje
Andrés Eloy Burgos

lenciano. Tenía entonces diecisiete años y era hermosa, de larga cabellera. Una tentación para
todos los soldados que con Boves entraron en aquella plaza. Allí tenía un novio de nombre Pedro
Martínez, pero Dato, máximo jefe designado por Boves antes de su partida hacia Caracas, la
deseaba para él. Según cuenta la propia Teresa, José Dato la castigó con la humillación referida
por negarse a tener amores con él. Luego de estos hechos Heredia se trasladó a La Guaira, donde
se vio comprometida, junto con una mujer de nombre Josefa Cairós, en una conspiración para
deponer a las autoridades.
Del primer juicio que se le siguió junto a Cairós y otros implicados, Teresa Heredia salió libre
de culpa, aunque permaneció diez meses en la cárcel. Su compañera Josefa Cairós fue castigada
con azotes por “indiscretas y sediciosas expresiones”, proferidas contra el gobierno realista; no se
puede saber qué elementos privaron para esta resolución cuando la sumaria levantada demostraba
que esta mujer y otros (como el presbítero José Jacobo Laguna y Juan José Barrios) evidentemente
se encontraban conspirando12. Testimonios reunidos en la causa refieren que Teresa Heredia guardó
en su casa armas, lanzas y cuchillos que le había dado a resguardo su novio José Hidalgo, otro de los
comprometidos en el movimiento. Aunque no fueron halladas las armas en el registro que se hizo de
su vivienda, sí se ubicaron el escondite y algunos cuchillos. Lo que probaba de sobra su implicación.
En el marco de la conspiración que se planeaba en La Guaira a finales de 1814 se estableció
una red de información secreta en la cual los complotados articularon acciones entre distintos
puntos geográficos del litoral central, Caracas y hasta en los Llanos. Los planes fueron descubier-
tos por la imprudencia de la propia Josefa Cairós, quien fue víctima de infiltración por parte de
un espía realista que se hizo pasar por patriota. El espía, de nombre José Aragón, se dispuso a

12 Archivo General de la Nación (en adelante AGN), Sección CI (en adelante CI), t. XXVII, fs. 188-261 vto.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

indagar los pensamientos de Cairós y lo logró con creces, pues esta le reveló todos los detalles de
los actos que se fraguaban. El testimonio de Aragón ante el Tribunal de Policía es un inmejorable
informe de inteligencia, en el que se detallan los nombres, oficios, relaciones y movimientos de
los implicados, y precisa las acciones día a día, los puntos geográficos y los planes a desarrollar;
información lograda en una acción sostenida en el tiempo de forma clandestina y remitida opor-
tunamente ante las autoridades militares del puerto. Un caso digno de estudiarse por separado,
pero que no se hará aquí.
Aragón reveló que un personaje apodado el Abanderado viajaba constantemente entre Caracas
y La Guaira conduciendo información relativa a la conspiración, teniendo en la capital a la fami-
lia de pardos Landaeta como participantes activos; también menciona al apodado Zapatero del
puerto, al pardo Vicente Colón, a Juan Andrés Salazar, al presbítero José Jacobo Laguna, a Josefa
Cairós y a Teresa Heredia. De todos los hechos destaca, por los elementos relativos al manejo de
inteligencias secretas, el siguiente:

…que había ido para Caracas un pardo de apelativo Abanderado a tratar asuntos interesantes a la
libertad y que el dicho pardo había ido a comunicarse con los Landaetas también de calidad par-
dos: que el dicho Abanderado era muy sagaz y afectísimo al servicio de la patria y que había sido
capitán de una compañía de esta plaza en tiempo de los insurgentes, concluida esta conversación
que le hizo repetir por varias veces y siempre la encontró confianza en cuanto le había dicho, le
trató de un pardo llamado Vicente Colón que había traído una carta a don Juan Andrés Salazar
pudiendo ser esto falso por ser tan conocida en Salazar la adhesión al soberano: que esta carta era
mandada por un hermano de la misma mujer que está en San Carlos: que Vicente Colón le había
dicho que aquella carta que había traído a Salazar contenía asuntos de consideración, por lo que
el mismo Colón entregó en manos propias de Salazar la carta: que habiéndolo verificado, se fue
151
Información secreta, espías y espionaje
Andrés Eloy Burgos

a Macuto y cuando vino fue a Carayaca, que en este intervalo (que fue como de cinco días) luego
que llegó de Carayaca fue el mismo Salazar a casa de la mujer a buscar a Colón para entregarle
una carta, la cual le recomendó mucho según le ha informado la mujer y que de Vicente Colón la
cosió entre el forro de la copa del sombrero cuya maniobra vio ella: que al momento que acabó de
coser la carta se despidió dándole esperanzas a dicha mujer de volver pronto13.

Las informaciones secretas estaban coordinadas y las correspondencias viajaban cosidas en


los sombreros. Había un movimiento conspirativo en el que hasta el mes de noviembre de 1815
estaban comprometidas de treinta y cinco a cuarenta personas que se reunían en las ruinas de
los castillos del Ávila. Teresa Heredia formaba parte de todo esto guardando armas y mante-
niendo comunicación con algunos patriotas presos. Respecto a esta última afirmación no solo
se pueden referir como pruebas las cartas que se encontraron entre sus pertenencias (cartas de
amor con el reo Niño Ladrón de Guevara y con otro de nombre José Hidalgo) sino su propia
declaración, en que reconoció haber mantenido un intercambio epistolar con varios reos ayu-
dada por algunos de los custodios:

Preguntando: si cuando se correspondía por escrito con él [Ladrón de Guevara, el novio preso] se
hallaba privada de comunicación, y si lo estaba Guevara, pero que de cualquier modo quién les
conducía de parte a parte los papeles; dijo la declaranta que escribía públicamente, que no sabe si
Ladrón de Guevara14 hacía lo mismo; y que los papeles de la dicha correspondencia los portaban

13 “Declaración del testigo José Aragón en la causa seguida a Josefa Cairós y otros por infidentes al Rey”, AGN, CI, t. XXX,
fs. 195 vto. y 196.
14 “José María Niño Ladrón de Guevara fue asesinado por unos salteadores en la provincia de Caracas en 1819”, en Fran-
cisco Javier Yanes, Historia de de la Provincia de Cumaná…, p. 322.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

los mismos soldados españoles que hacían guardia pero que ignora de qué regimiento eran; cómo
se llaman y que solo los conocería si los viese15.

Teresa Heredia fue una activa participante de esta red de conspiradores en la cual la informa-
ción secreta tenía un papel central. No puede desestimarse el propósito vario (de placer, material,
político, etc.) que podían tener las múltiples relaciones personales establecidas por Heredia, pero
tampoco puede descartarse que estas también tuvieran como interés la búsqueda de información.
Josefa Cairós, por su parte, confesó a José Aragón la información siguiente que le diera Herei-
da cuando aún esta no había caído en prisión:

Que el jueves veinte y tres fue a verla y le dijo que una mujer llamada Teresa Heredia color blanco
e hija de Valencia le dijo que había recibido un recado por un presidiario de su cortejo Hidalgo
que le decía escondiese bien los trastes y que había estado muy ocupada en el afán de esconderlos:
que la mujer dicha había preguntado a la Heredia qué trastos eran y le contestó que unos tres
fusiles, unas pistolas y dos o tres sables, pero que nunca le quiso decir dónde los tenía escondidos
temiendo no la descubriera…16.

A Heredia se le conocía en Valencia, Caracas y La Guaira como patriota; así lo declaran varios
de los testigos de los juicios, pero llama la atención el hecho de que a pesar de lo pública que
era su filiación política se le viera entre las tropas realistas junto al jefe José Yáñez; el testigo Juan
Padrón sostuvo al respecto que ella “…había andado en el llano vestida de hombre en el Ejército

15 “Declaración de Teresa Heredia en el juicio que se le siguiera por infidente al Rey”, AGN, CI, t. XXX, fs. 260-260 vto.
16 AGN, CI, t. XXVII, fs. 197-197 vto.
153
Información secreta, espías y espionaje
Andrés Eloy Burgos

Real y que Dato le había quitado en Valencia un Baúl con más de nueve mil y ciento y pico de
camisones…”17. La pregunta es: ¿Cómo había logrado esta mujer mantenerse con vida entre el
ejército realista durante 1814 si era una conocida patriota? ¿El intolerante Yáñez, que mataba in-
discriminadamente a hombres, mujeres y niños, le habría perdonado la vida, la habría montado
en su caballo si hubiera sabido que esta sostenía el partido revolucionario? Una de las respuestas
que puede tenerse es que Teresa andaba de incógnita, que si se uniformó no fue precisamente
para tomar el fusil o la espada en el frente de batalla sino para moverse clandestinamente, obtener
información en los campamentos y luego remitirla a los patriotas. Teresa, que aparte de joven era
muy atractiva, seguramente se valió de sus dotes naturales para seducir a soldados y oficiales,
para llevar adelante sus acciones secretas; es sugerente lo que declaró Manuel Malpica, vecino de
Valencia a propósito de ser interrogado en el juicio a la infidente:

Dijo, que no la conoce de vista pero que generalmente supo que el expresado [Luis] Dato puso
presa en la Cárcel Real de Valencia a la citada Heredia, le hizo cortar el pelo, enmelarla emplumada
pasearla por las calles públicas por afrenta y según se dijo por adicta al partido de los insurgentes,
después de haber ocupado aquella ciudad las armas del rey al mando del Comandante Boves y
por ser de una vida relajada en el trato de los hombres; pero que no supo circunstanciadamente
los hechos que motivaron este castigo… [subrayado nuestro]18.

No sería la primera vez en la historia que una mujer seducía hombres para obtener de ellos
lo que le conviniera. Ella, al igual que muchas otras, usó el poder de la seducción para cumplir

17 AGN, CI, t. XXX, f. 255.


18 AGN, CI, t. XXX, f. 262 vto.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

misiones de espionaje. El experimentado Paul Thiébault, escritor francés del conocido Manual del
Servicio de los Estados Mayores Generales apunta en este influyente texto organizativo de nuestras
fuerzas armadas en la independencia, al referirse al tema de los espías, que: “Las mujeres han
dado muchas veces las noticias más interesantes, porque tienen medios que no están al alcance de
ningún otro”19. Es un argumento que cuesta refutar, pero que es preciso matizar porque no pocas
fueron las mujeres que perdieron la vida por hacer de espías. Aun así no son triviales estas inte-
rrogantes: ¿Cómo es que las mujeres lograron imponerse sobre los caracteres de los hombres más
violentos? ¿Cómo fue que sortearon las desconfianzas y las sospechas? Al respecto, la periodista e
investigadora Maruja Torres dice que:

…el único [valor] que a la mujer se le ha reconocido siempre abiertamente estaba colocado
entre sus piernas. No sé cuántos miles de años le costó a la criatura humana de sexo femenino
sacar la conclusión lógica de esas reflexiones, conclusión que habría de marcar para siempre su
paso por la historia, incluida la del espionaje: que todo aquello que no podemos conseguir por
la fuerza, que es privilegio del hombre, podemos obtenerlo por la intriga, que se ha convertido
en nuestro privilegio20.

El de Teresa Heredia no será un caso de uso de la intriga, pero sí de uso de la prudencia, la


astucia y del poder de la seducción, cualidades distintas a la fuerza con las que también se obtiene
la victoria sin necesidad de combatir.

19 p. 91.
20 “Suave que me estás matando. La mujer en el espionaje”, p. 16.
155
Información secreta, espías y espionaje
Andrés Eloy Burgos

Aparecen pues fuertes indicios dispersos en noticias y la causa judicial de que Teresa Heredia
hacía algo más que guardar armas y conspirar. Al parecer esta mujer había mostrado la habilidad
de confundirse entre las tropas realistas para ejecutar otras acciones con las cuales favorecer a
los patriotas. Es muy probable que fueran labores de espionaje, sobre todo, aumentan nuestras
sospechas al respecto al verificar lo afirmado por el antes referido Manuel Malpica en su declara-
ción: “…hacía memoria de conocer a la Heredia, después que entró el Ejército Real, pues entraba
diariamente en casa de Dato…”21. Esta es una referencia muy interesante que permite conectar los
puntos dispersos en las fuentes, ya que posibilita la formulación de algunas hipótesis cuyas res-
puestas pueden explicar la conducta de Heredia en ese momento clave de su accionar político en
la guerra, pues, ¿Qué condiciones le permitían entrar y salir sin mayores inconvenientes de la casa
de Dato en 1814? y ¿Con qué objeto frecuentaba al jefe realista en sus aposentos? En relación con
lo primero cabe decir que seguramente ella gozaba de licencia, de una confianza otorgada por la
autoridad que le daba acceso a un espacio de poder vedado al enemigo y al resto del común. Una
de las condiciones para acercarse físicamente al poder es que este lo consienta; de lo contrario,
hacerlo se convierte sino en imposible en algo sumamente difícil. De lo que deducimos entonces
que Teresa Heredia gozaba de la confianza de un Luis Dato, seducido quizá, esperanzado tal vez
en ganarse más temprano que tarde el favor de la hermosa joven. No nos parece descabellado pen-
sar que Teresa pudo haber aprovechado las circunstancias, alimentando lentamente la esperanza
de Dato, para espiarlo, lo que puede responder a la segunda interrogante; no obstante, es probable
que el frágil equilibrio alcanzado en un primer momento por ella en el juego amoroso y el coque-

21 AGN, CI, t. XXX, f. 262 vto.


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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

teo se rompió, bien por la impaciencia del jefe realista o por la imprudencia de la mujer, quien
pudo haber creído (erróneamente) que era prolongable ad infinitum el ardid seductor. A partir de
esto puede quedar explicado el desenlace infeliz de los acontecimientos en que la insurgente se
ganó el mote de “la emplumada Heredia”.
La sentencia final tomada en el segundo juicio aporta otros elementos que permiten inferir el
carácter de espía de Teresa Heredia, sobre todo en aquellos aspectos que a la vista de sus enemigos
la hacían peligrosa a la causa del rey:

Justificadas las conversaciones subversivas con que Teresa Heredia se ha producido a presencia
de Don Pedro González, el Subteniente Don José Camino, Don Juan Padrón y Don José María
Jaime, cuyas expresiones según han declarado demuestran hasta la evidencia la adhesión que
tuvo y conserva todavía a la inicua causa de infidencia. Resulta también de lo obrado su reinci-
dencia en este mismo delito, pues ella misma confiesa que fue castigada con vergüenza pública
por el comandante de Valencia D. N. Dato y los dos últimos testigos expresan haberlo motivado
el que era insurgenta; y confiesa también haber estado presa recientemente en el puerto de La
Guaira; por sospechosa en la misma causa: últimamente se manifiesta según la deposición del
quinto testigo, y el contenido de los papeles que se hallaron en sus baúles agregados al sumario
el que su conducta moral es bastante corrompida, cuyos excesos merecen castigarse con todo
el rigor de las leyes, por las consecuencias tan funestas que podría originar el disimulo con res-
pecto a esta clase de mujercillas a quienes sería fácil sembrar en la sociedad a su antojo, y con-
forme a las máximas subversivas que adapta noticias de perjudicial trascendencia en las actuales
circunstancias. Sin embargo, atendiendo a la beneficencia que caracteriza a el más piadoso de
los Soberanos, y a la indulgencia con que se ha procedido con otras charlatanas de este propio
jaez, en conformidad de las piadosas y reales intenciones, se le podrá expatriar remitiéndola a
algún puerto de la Península para donde haya ocasión, o para una de las Colonias extranjeras,
157
Información secreta, espías y espionaje
Andrés Eloy Burgos

si en ello se considera que manifieste el gobierno más caridad y beneficencia. Antonio Guzmán.
Caracas, 16 de mayo de 1816 [subrayado nuestro]22.

Al final del juicio se decidió el destierro para Teresa Heredia, indicando que ha tenido expre-
siones subversivas y perjudiciales en las circunstancias que se vivían. Aunque no se llega a deter-
minar que ha sido una espía patriota sí se le reconoce como alguien que puede causar muchos
daños. Se condena su conducta moral debido a la evidencia de haber tenido amores con varios
hombres al mismo tiempo y se le califica de “charlatana”, pero ¿era suficiente ser una charlatana
para obtener un castigo tan severo como el destierro? En este tiempo a los espías se les castigaba
con las penas más grandes: la muerte o el destierro. A ella le tocó la segunda.
El de Teresa Heredia parece ser el caso de una mujer espía que estuvo realizando labores de
búsqueda de información secreta y de conspiración en distintos puntos de la provincia de Caracas
entre los años de 1814 y 1815. En principio se infiltró entre las tropas realistas vestida de soldado
y estuvo muy cerca del principal jefe de estas, José Yáñez; luego pasó a Valencia, lugar en el que
sobrevivió al sitio impuesto por Boves entre los meses de junio y julio de 1814. Allí frecuentó la
casa del gobernador militar de la plaza don Luis Dato, quien pretendió su amor pero ella lo recha-
zó, ganándose con esa acción un castigo de vergüenza pública. De allí pasó a Caracas y luego a La
Guaira, ciudades en que se sumó a una conspiración para deponer al gobierno realista del puerto;
su participación en esta consistió en el resguardo de armas y el intercambio de información secre-
ta con distintos presos patriotas, a quienes tenía como enamorados. Al delatarse el movimiento
conspirativo fue encarcelada, pero no cesó en sus pretensiones revolucionarias. Sometida a un

22 AGN, CI, t. XXX, fs. 275 vto. y 276.


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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

primer juicio en 1815, se le acusó de insurgente, reconocida por vecinos de distintas poblaciones
como patriota. Al no hallarse los suficientes elementos de convicción, que la implicaran en el
atentado contra el gobierno, fue puesta en libertad, pero a poco de eso incurrió en imprudencias
ante varios soldados realistas que la expusieron como una convencida adicta a la independencia,
lo que motivó una nueva averiguación y un segundo juicio en 1816, que terminó con su destierro
definitivo de Venezuela.
La sentencia con la cual se la condena parece dar respuesta en el apartado que refiere a su
reincidencia en el delito de infidencia. Prestando atención a los indicios, notamos que su condena
no está en el hecho de proferir insultos al rey de España o en el de esparcir comentarios sediciosos,
sino en el de colaborar repetidas veces con la causa patriota. Una de esas colaboraciones fue con
el espionaje practicado a lo interno de las filas enemigas. Pondérese lo hecho por esta joven a la
luz de lo que afirma Paul Thiébault en la clasificación que ofrece en su Manual… acerca de los
llamados “espías por celo”, que son aquellos que se comprometen en el espionaje a partir de sus
convicciones personales con la causa a la que sirven:

…es preciso comprender a los hombres que, a pesar de los peligros a que se exponen, pasan al
ejército enemigo bajo algún pretexto o con algún disfraz, y se aventuran a todo para servir mejor a
su patria: las deudas que contrae el Estado por hechos de esta naturaleza no se pagan con dinero23.

23 Ob. cit., p. 91.


159
Información secreta, espías y espionaje
Andrés Eloy Burgos

Patriotas y realistas entre la intriga y el espionaje


Gran parte de la inteligencia secreta se nutre, paradójicamente, de documen-
tos públicos. Es el caso de la prensa y de los pasquines, de los cuales se extraen elementos que
comprometen la actuación de una persona respecto de determinadas situaciones. En el marco
de la guerra invisible del año 1814 entre patriotas y republicanos tuvo lugar en el hinterland de
Curazao-Coro-La Guaira-Caracas el espionaje de personas a través de su actividad propagandísti-
ca. José Domingo Díaz, importante vocero de la causa realista, fue objeto de este tipo de espionaje
por parte de los patriotas residentes en Curazao, a quienes les preocupaba la influencia que este
escritor excepcional ejercía con sus publicaciones. En enero de 1814 un anónimo denunció en la
Gazeta de Caracas lo siguiente:

Señor redactor: han llegado a mis manos los papeles que en 15 de octubre, 30 de septiembre y 24
de diciembre último, ha impreso en Curazao un hijo ingrato de Venezuela, que en su imponente
furor quiere vengarse de su patria que le desprecia, halagando a sus amos, y lamiendo las manos
sanguinarias de los déspotas, que también le aborrecen porque le conocen. Voy a echar una ojeada
sobre estas producciones serviles; mas no espere un análisis de ellas, sería perder inútilmente el
tiempo el refutar los pretendidos axiomas de un esclavo. La libertad inspira otros sentimientos
más nobles y sublimes que no puede conocer el autor de ellos…24.

La denuncia va cargada de información que explica cómo los espías patriotas le seguían los
pasos al doctor Díaz. Primero, se encargaban de acopiar los diferentes documentos (bien fueran

24 Jueves 13 de enero de 1814, p. 3.


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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

diarios, pasquines u otros escritos) y luego se dedicaban a analizarlos para enviar un reporte resu-
mido a Caracas. Pese a que el remitente dice que no hará un análisis de tales escritos, lo más pro-
bable es que sí lo realizara, y que el desprecio que manifiesta sobre los papeles no fuera otra cosa
que un recurso literario para disimular ante los lectores de la Gazeta de Caracas sus verdaderas
intenciones y acciones respecto del enemigo. Y es que para principios del siglo XIX el espionaje
aún llevaba consigo la mancha de la ignominia, y pocos son los que confiesan (no sin rubor) el
estar empleándolo contra el enemigo. En las repetidas comunicaciones publicadas en la Gazeta
de Caracas se señala al enemigo realista como un practicante del espionaje, equivalente a decir
que el enemigo “hace una guerra sucia”, pero no así califican a quienes envían los reportes desde
Curazao; aquellos son a lo sumo habitantes y extranjeros que “enterados por casualidad” de los
planes de los emigrados, en contra de la noble causa republicana, deciden enviar comunicaciones
a sus amigos en La Guaira y Caracas para su conocimiento. Ocultan de esta manera lo que son
auténticas labores de espionaje que muy seguramente eran financiadas por el propio Gobierno
republicano; de otra forma ¿cómo se explicaría tanta diligencia en el rastreo, análisis y remisión
de información comprometedora a la redacción de la Gazeta de Caracas? José Ratto Ciarlo, en su
estudio sobre la Historia caraqueña del periodismo venezolano (1808-1830) afirma que:

Curazao es buen centro de informaciones y de intrigas. Los espías transmiten datos importantes.
Habían informado en 1814 de la violencia con que Piar rechazó a Bolívar en Porlamar, de los
incidentes con el corsario Bianchi en agosto, del desconocimiento, por parte de Ribas y Piar, de
Bolívar y Mariño, que se embarcaron en Carúpano y llegaron a Cartagena el 19 de septiembre25.

25 p. 127.
161
Información secreta, espías y espionaje
Andrés Eloy Burgos

Los clamores de atacar el espionaje realista en Caracas motivaron al Gobierno republicano a


tomar una medida odiosa e impopular, que consistió en la intercepción de toda la corresponden-
cia que llegaba al puerto de La Guaira para su remisión a la Secretaría de Estado26. Se pensaba que
con la apertura y revisión de todas las cartas se impediría la transmisión de información secreta.
El Gobierno ejecutaba con esto una medida típica de contraespionaje.
Un aspecto vinculado a la importancia que tenía el manejo de determinada información en
este contexto puede darla una comunicación reservada que envió Antonio Muñoz Tébar, secreta-
rio del Libertador, al director general de Rentas por orden del propio Libertador Simón Bolívar:

En días pasados de orden del Libertador oficié a V. S. para que valiéndose de una persona de con-
fianza, hiciese pagar reservadamente al Redactor de la Gaceta de Curazao mil pesos por año, con tal
que inserte en ella aquellos de nuestros papeles públicos que le parezcan más interesantes a nuestra
causa. Y no habiendo tenido hasta el día aviso del recibo de este oficio, reitero de nuevo la orden del
Libertador por si no hubiese llegado a noticia de V. S. Dios, etc. San Mateo, febrero 26 de 181427.

Pagar para favorecer la opinión hacia determinado bando indica que la información estuvo
jugando un papel muy importante. Si era de esta manera respecto de lo que puede considerarse
“la opinión pública”, qué decir entonces de la información secreta acerca del enemigo. Curazao
fue un centro de operaciones para los conspiradores realistas y para los espías republicanos. Las
informaciones consultadas colocan en evidencia no solo la total libertad con que los realistas cons-

26 José Domingo Díaz, Recuerdos sobre la rebelión de Caracas, p. 197.


27 “Comunicación del Gobierno al Director General de Rentas, fechada en San Mateo, el 26 de febrero de 1814”, AGN,
Sección Archivo del Libertador, doc. 711.
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Centro Nacional de Estudios Históricos

piraban en aquella isla sino el alcance y constancia del espionaje patriota. Lo ocurrido entre La
Guaira, Curazao y Coro en 1814 es una muestra de la acción deliberada y organizada de captación
de información secreta desde los primeros momentos de la guerra de Independencia venezolana,
con espías que eran movidos por pasiones personales, celos e intereses. Una guerra invisible era
llevada adelante en su mayoría por civiles que se encontraban comprometidos en uno u otro ban-
do donde tenían intereses que proteger o favorecer.
La Gazeta de Caracas fue un excepcional instrumento para la propaganda política y la desca-
lificación del adversario. En la guerra, los bandos patriota y realista, respectivamente, utilizaron
este periódico para servir a sus intereses políticos y militares. No tenemos por qué abundar sobre
este aspecto sino para tener presente que las informaciones, noticias, cartas y otras relaciones que
en ella aparecieron, durante toda su existencia, tuvieron ese carácter. La especie de “guerra perio-
dística” que se libró a partir de la prensa tuvo sus efectos, positivos y negativos en cada caso, mas
eso es lo que menos importa en este momento de nuestro análisis; lo que interesa es señalar que
para cumplir el propósito político o militar planteado, por el bando que en el momento controlara
la edición del periódico, se usaría cualquier recurso de ficción o de verdad.
Lo que importaba era derrotar al enemigo; ya se sabe lo que vale hacer en el amor y la guerra,
según el conocido refrán popular. Como todo vale, mezclar mentiras y verdades en los contenidos
y noticias no era ningún problema; así se deben apreciar con cuidado las cartas personales pu-
blicadas en este periódico pues podían ser producto de invenciones con fines propagandísticos;
pero, a pesar de ello, entre lo que pudieran ser invenciones se dejaban entrever detalles que dan
cuenta de lo que probablemente era el comportamiento más común de los sujetos en determina-
das circunstancias. En las informaciones con propósitos propagandísticos se encuentran elemen-
tos reales que permiten reconstruir históricamente una situación, y es lo que interesa tener pre-
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Información secreta, espías y espionaje
Andrés Eloy Burgos

sente en el uso de las fuentes a las que se echará mano a continuación, para explicar la actuación
de un espía que estuvo en los Llanos centrales durante 1814 y que “envió sus cartas” al redactor
de la Gazeta de Caracas para “dar cuenta a sus compatriotas orientales acerca de todo lo que vio
y vivió”, y como testimonio de, según sus propias palabras, “lo que es capaz un pueblo cuando
quiere ser libre y defender sus sagrados derechos”. En marzo de 1814 aparecieron publicadas dos
cartas en la Gazeta de Caracas, rubricadas por un señor de nombre Rafael Delgado, natural de Cu-
maná, en las cuales relataba todo lo que había visto mientras estuvo en los Llanos de la provincia
de Caracas. Según lo que dice el periódico, este solicitó que se publicaran sus cartas y el editor
accedió a dicha petición. Dice Delgado:

He conocido al inmortal Bolívar; la fama nada ha abultado de cuanto se dice en esta Provincia de
este héroe americano. La energía, la actividad, el valor, y la fortuna caracterizan al General Ribas,
que acaba de hacer importantísimos servicios a Venezuela. Mas ¿qué te diré, mi querido amigo, de
este interesante, de este heroico pueblo? Jamás ha mostrado una actitud más enérgica que en los
momentos de conflicto; jamás se ha mostrado más grande, que cuando sus enemigos le conside-
raban destruido y subyugado. Es menester que te haga una relación de cuanto ha acaecido en esta
capital después del 5 de febrero, que fue el día en que se supieron los sucesos de Boves sobre la
división de Campo Elías, situada en La Puerta, sitio poco distante de Villa de Cura, en donde fue
derrotada nuestra división. Yo seré exacto en la descripción de estos hechos, además seré impar-
cial: ellos son conocidos de cuantos han residido en Caracas durante este periodo; los extranjeros
me desmentirán si yo no les presentase tales cuales se han ido sucediendo. Así es que cuanto te
refiera, puedes asegurar a esa ciudad que es la pura y exacta verdad…28.

28 Gazeta de Caracas, lunes 14 de marzo de 1814, pp. 3 y 4.


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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

Destila propaganda esta primera, mientras que la segunda carta que se inserta amplía aún más
la relación de los sucesos:

Amado amigo: V. me habrá juzgado muerto. Con mayor razón lo habría V. pensado, si hubiera
sido testigo ocular, como yo, de lo que está sucediendo en esos Llanos. Que poco se sabe aún por
aquí hasta dónde llega la maldad de Boves, y de esa caterva de ladrones que le acompaña, y cómo
ha acabado sin remedio con los ganados, y con las riquezas de todos los Llanos29.

Resultaría pesado al discurso escrito copiar la larga exposición que este hace; basta con indi-
car que es amplia y detallada, y en ella refiere nombres de lugares, personas que acompañan a Bo-
ves, y explica minuciosamente las acciones realizadas por el ejército realista en esas poblaciones.
Esto demuestra lo que es una paciente labor de observación y registro de los acontecimientos que,
con evidentes propósitos político-militares, se hizo para la redacción de la crónica. Aun así esto
no es lo más sugestivo de dichos textos, sino la revelación que hace de los mecanismos utilizados
para obtener la información:

Tres días hace que andando disfrazado por los caminos, algunas ocasiones por veredas hallándo-
me cada vez con más peligros, he podido salir a este pueblo. Después de tantos recelos, después
de tantas fatigas, he podido lograr estos tres días en que he vivido con confianza por la seguridad
que se halla aquí, y que se ve al fin que hay un Gobierno, hay protección, y reina el orden.
La última mía que supongo habrá recibido V. fue escrita del Calvario. Me acuerdo que fue po-
cos días después que Campo Elías marchó con tropas desde Calabozo para Barquisimeto. Sucedió
luego que derrotaron a Pedro Aldao y hallándome enfermo resolví no irme, considerándome que

29 Ídem.
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Información secreta, espías y espionaje
Andrés Eloy Burgos

como nunca había sonado ni como patriota, ni como godo, no se meterían conmigo. Que para
robarme, mas me robarían yéndome o quedándome. Es cierto que por experiencia conocía a Bo-
ves, y que no se paraba por nada; pero estaba tan imposible, que como desesperado me entregué
a la suerte.
Todo lo que estaba temiendo, y más aún de lo que puede imaginarse, se realizó al pie de la
letra. Boves entró en Calabozo, entró en el Calvario, en todas partes mandaba a matar a cuantos
hallaba. Desde que vi esto, me oculté como pude y fue mi fortuna; porque entraron a buscarme
algunos de los ladrones, que él llamaba sus soldados, para cortarme el pescuezo por patriota.
Todo me lo robaron: lo que no pudieron llevar, como mesas, sillas, camas, escaparates, lo hicie-
ron pedazos. He visto después mi casa, que está solamente llena de destrozos, y aun las puertas,
ventanas desarrajadas, pues los quitaron para hacer lanzas, y lo mismo han hecho con todos, en
los demás pueblos30.

Los motivos personales que confiesa tener para enviar la relación a su amigo los expone así:

Bien sabes, apreciado y querido amigo mío, que un asunto de intereses me condujo a esta capital
desde fines de diciembre del año próximo. Sabes también cuánta parte tomo en los asuntos de
nuestra actual revolución, y conoces igualmente mi carácter observador, y mis deseos de aprender
en la escuela práctica de los acontecimientos. No extrañarás pues que los ratos que me lo permiten
mis ocupaciones los haya dedicado a examinar cuanto pasa en esta ciudad [subrayado nuestro]31.

Al margen de las falsedades y exageraciones que hayan podido colarse en el texto, se puede
apreciar el modus operandi de un espía de los patriotas, el cual, aprovechando en primer lugar

30 Ídem.
31 Ídem.
166
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

que se le veía como un ser neutral, usó esa condición para observar todos los movimientos del
enemigo; de allí sus palabras: “nunca había sonado ni como patriota, ni como godo”. Gozó de
esa aparente neutralidad durante un tiempo, pero fue descubierto por los realistas y por eso lo
persiguieron y le destruyeron sus propiedades; ello lo obligó a disfrazarse para salir de incógnito.
Indica que viajó a La Victoria y se ocupó de observar todo, de aprender el espionaje practicándolo.
Puede presumirse que este espía de nombre Rafael Delgado era una especie de comerciante que
pasaba de una ciudad a otra y que luego de cumplir con sus negocios se dedicaba a espiar. Se
percibe emoción en su relato. Parece que le apasionaba el hecho de involucrarse en el espionaje a
favor de los patriotas; no es casual la expresión “sabes cuánta parte tomo en los asuntos de nuestra
actual revolución”. Delgado, por lo que dice, estaba involucrado sentimental e ideológicamente
con la causa patriota.
Vale la pena anotar un aspecto más de las cartas de este espía publicadas en la Gazeta de Cara-
cas, y es que aunque a partir del análisis se hace evidente que este hombre estaba haciendo espio-
naje, en ninguna parte del texto lo menciona. Por lo visto, en ese momento de la guerra se seguía
cuidando la imagen que se proyectaba de sí con respecto a la opinión pública; el editor no iba a
permitir que sus lectores advirtieran que se estaba haciendo una “guerra sucia” contra el enemigo,
porque era importante proteger a toda costa el honor de las filas patriotas, porque el espionaje,
visto como ese oficio vil y deplorable, únicamente era practicado por el enemigo a través de sus
mujeres, quienes enviaban cartas para Curazao. En este sentido, los que informaban a la Gazeta
de los movimientos del enemigo no eran sino “seres desinteresados” que deseaban lo mejor para
su patria. Aunque pasaran desapercibidos, recabaran información y se disfrazaran, ellos no eran
espías sino “hombres de puras y sinceras alegrías por las victorias patriotas”.
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Información secreta, espías y espionaje
Andrés Eloy Burgos

Espionaje eclesiástico/Los curas espías


La participación de curas espías es posible rastrearla desde 1810. En una
investigación más amplia me topé con lo que fue el espionaje practicado a lo interno del Con-
greso Constituyente por disposición nada más y nada menos que del arzobispo Narciso Coll y
Prat. Digo esto para enmarcar lo que fue una sostenida práctica de espionaje por parte de los
miembros de la Iglesia católica en tiempos de la independencia y que, para 1814, había logra-
do regularizarse, aportando valiosos insumos informativos a los realistas para adelantarse a las
acciones de los republicanos.
El espionaje eclesiástico se estableció en Venezuela a partir de la llegada de Narciso Coll y
Prat. El arzobispo aprovechó la estructura organizativa de la Iglesia católica para extender una
red de información secreta por todo el territorio a los fines de favorecer “a la causa de Dios y
del Rey” con sus reportes. Presentes en los pueblos más apartados de las provincias, los curas se
constituyeron en los espías más activos y eficientes de nuestra historia. Estos, conocedores de
toda la feligresía, depositarios de la confianza de la gente a través del acto confesional y protegidos
además por el manto de neutralidad política y militar, tenían la facilidad de obtener información
fidedigna, observarlo, averiguarlo todo y remitirlo bien por cartas u emisarios directamente al
señor arzobispo, quien lo convertía en un informe de inteligencia que terminaba en manos de las
principales autoridades políticas y militares realistas.
Los aspectos derivados del comportamiento de Coll y Prat han conducido a varios autores
a considerar “camaleónica” su figura, a ver en las cambiantes y hasta contradictorias actuaciones
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

de este personaje a un ser inasible32. Pero más allá de eso baste ver a un hombre que está con sus
circunstancias33, primeramente sobreviviendo y defendiendo su causa como podía. Pero de lo que
no se puede dudar es que este hombre tuvo una causa, que fue la de la religión y el rey; por ella
cruzó el Atlántico, por ella persistió y colaboró frecuente y apasionadamente. Para comprobarlo
habría que apreciar las formas expresivas que utilizó con cada autoridad llegada al poder. A Mi-
randa y Bolívar los detesta, mientras que a Monteverde lo trata con la mayor reverencia. Qué decir
de Boves al que, a pesar de su personalidad violenta, trató con el mayor respeto y admiración y
colaboró activamente para la destrucción de la Segunda República. A Boves le sirve con particular
entusiasmo y no le ahorra elogios después de su muerte; el espionaje bien manejado por Coll y
Prat le rindió no pocos frutos al asturiano:

Yo he dado, Señor, elogios privados y públicos al comandante Boves; yo le debo el distinguido


favor de que me haya remitido de Cumaná los cajones de alhajas sagradas que habían tocado a
Bolívar después de la partición, que este sacrílego hizo entre el insurgente Piar, pardo natural
de Cumaná, y el holandés Bianchi, que comandaba su escuadrilla, y llevó las que le tocaron
a los Estados Unidos, así como Piar, las que a él, a San Bartolomé; yo publicaré siempre que
Boves libertó mi Iglesia de los peligros a que iba expuesta; de que bien impuesto de mi opinión,

32 Dice Jaime Suriá: “Si fuera injusto decir que traspasó los límites de lo lícito, acaso no lo fuera sospechar que estuvo
bordeándolos, lo que se trasluce de varios de sus propios documentos y no faltan los que sean manifestación evidente
del estado de lucha psíquica, la que pudo ser motivo más tarde de calificativos, acaso exagerados, como producto de la
exacerbación en que viviera su alma durante largos años, creyéndose obligado una y otra y cien veces a la oficiosidad,
rayana en el servilismo…” (Iglesia y Estado, p. 4).
33 El mismo Coll y Prat decía al rey en su “Exposición de 1818” lo siguiente: “¿Qué fuera hoy, Señor, de vuestras provincias
de Venezuela, si no me hubiese yo ligado a estas circunstancias, tanto bajo el mando de los insurgentes, como bajo de los
que administraron aquellos países bajo el Real nombre de V. M.?” (ob. cit. p. 207).
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Información secreta, espías y espionaje
Andrés Eloy Burgos

trabajos, y sacrificios hechos por la causa de V. M., dispensó a mi persona las consideraciones
que creyó deberla, oyó mi voz y logré suavizar su saña primera; le impuse del estado general de
las cosas, y mis avisos le sirvieron de norte; en una palabra, siempre diré que después de Dios,
a Boves debo mi vida…34.

El arzobispo muestra en este testimonio la claridad en la misión que desempeña para la causa
realista y su jefe militar. Con sus informes, recabados por los curas espías, “le sirve de norte” a
Boves, indicándole datos y aconsejándole acciones en la guerra. Puede resultar exagerado el decir
esto si no se confronta con las fuentes, pero palabras del propio arzobispo sustentan ampliamente
tal afirmación. Hasta el momento la historiografía de la independencia no ha señalado las ver-
daderas razones por las cuales Boves decidió tomar rumbo a San Mateo en febrero de 1814. Ha
quedado como maniobra militar “lógica” dentro del pensamiento de los jefes militares realistas el
controlar esta plaza y la de Valencia para rendir a Caracas35. Sin embargo, aquí parece develarse

34 Narciso Coll y Prat, ob. cit., p. 372.


35 Baralt y Díaz afirman que “Boves entre tanto, no habiendo sido inquietado en la Villa de Cura, pudo reparar las pérdidas
sufridas en el ataque a La Victoria y ponerse nuevamente en campaña. Los descalabros padecidos, lejos de hacer mella
en su indomable valor, lo irritaban; y esta vez se proponía caer sobre sus enemigos y del todo aniquilarlos: tan grande y
lisonjera era su esperanza de conseguirlo, que rebosaba de contento al pensar que iba a medir sus fuerzas por la primera
vez con Bolívar en persona, y que con él acabaría la independencia. Tales eran los pensamientos al marchar sobre San
Mateo” (p. 194). José de Austria, por su parte, indica que “Desalojado Boves de las alturas de La Victoria, descendió a los
llanos, en donde de un día a otro, se le reunían sus hordas dispersas, porque él había descubierto el medio de conservar
la más firme adhesión de los llaneros a su persona; así fue que el día 25 de febrero volvió sobre los valles de Aragua, y
después de un ligero encuentro con un destacamento de patriotas, ocupó el pueblo de Cagua, a las inmediaciones del de
San Mateo, a donde se había situado el Libertador con una columna de tropas” (p. 275). Juan Úslar Pietri sostiene que
“En San Mateo, las pocas noticias que se tenían era que había gran movimiento en Villa de Cura y que de un momento
170
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

una razón fundamental para el establecimiento del llamado Sitio de San Mateo de entre febrero y
marzo, dice el arzobispo:

Mis conminaciones se vieron pronto verificadas, y clamando aquella sangre inocente como la de
Abel, sucedió que en el mismo mes de febrero, guiado ya Boves por las noticias exactas que le
habían dado los eclesiásticos enviados, dispuso los ataques con cordura, y sin abandonar la villa
de Calabozo, envió parte de sus tropas sobre La Victoria, y él dispuso venir con otras sobre el
pueblo de San Mateo, Cuartel General de Bolívar, a tiempo que las tropas del Brigadier Ceballos,
se acercaban a poner sitio a la ciudad de Valencia…36.

El espionaje eclesiástico funcionó eficientemente en los Llanos centrales transmitiendo in-


formación fidedigna de los movimientos que realizaban las tropas del Libertador y de los otros
jefes patriotas. Como se vio en el fragmento inmediatamente citado, Coll y Prat reconoció que la
información dada por sus espías influyó en que Boves tomara la decisión de sitiar San Mateo, La
Victoria y Valencia. El arzobispo, que se encontraba en Valencia en “labores pastorales”, empleó
específicamente a cuatro de sus sacerdotes para engañar a los jefes patriotas y llevar la información
secreta a Boves. He aquí la relación descarnada de cómo lo hizo:

En la villa de San Luis de Cura dispuso Bolívar la misión del Doctor Don Josef Vicente Vergara,
entonces cura de la ciudad del Tocuyo, y del presbítero Don Manuel Fernández que lo era en el

g a otro iba a recomenzar la batalla, pero esta vez al mando de Boves, que estaba repuesto de su herida. El día 25 ‘Atila’
levantó su campamento, dirigiéndose a los valles de Aragua contra San Mateo. El 27 por la tarde llegó el patriota Villapol
a este último sitio, diciendo que Boves le seguía los pasos. Bolívar dio inmediatamente órdenes de prepararse para la
defensa (…) Aquella lucha debía durar un mes” (pp. 140-141).
36 Narciso Coll y Prat, ob. cit., pp. 353-354.
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Información secreta, espías y espionaje
Andrés Eloy Burgos

partido de los Llanos, separados uno y otro de su ministerio de orden del mismo Bolívar por adic-
tos a la causa de V. M., del Maestro Don Tomás Montenegro que bajo mi sombra dejaba la capital
por temor del propio Bolívar, y del virtuoso y ejemplar capuchino Fray Francisco de Caracas, a los
efectos que refiere mi citada carta, y con la oculta idea que les sugerí, de pasarse al ejército de Bo-
ves, e informarle del estado general de las cosas, del número y posición de las fuerzas del caudillo,
y de los planes que trazaba, para que partiendo de estos los de Boves, no expusiesen las batallas,
moderase su sangrienta lealtad, no abandonase los puntos que tomaba, combinase sus operaciones
militares en términos que la provincia antes de ser asolada volviese al dominio de V. M. Llenaron
aquellos eclesiásticos con exactitud mis intenciones; porque no solo persuadieron a los coman-
dantes de Bolívar el cumplimiento del indulto que había ofrecido, que cesase el derramamiento de
sangre y suspendiesen entretanto las armas, sino que se unieron a Boves en la villa de Calabozo, le
informaron de todo y con su permiso y recomendaciones pasaron a la Guayana habiéndome escrito
antes, aunque con poca previsión, desde aquella villa, por mano del mismo Boves que uniendo a la
carta su proclama de veinte y nueve de diciembre en que puso una posdata para mí, la introdujo en
Valencia después de haber caído en manos de Bolívar y me fue remitida por disposición de este37.

Quedan aquí identificados cuatro curas que hicieron labores de espionaje bajo el mando del
arzobispo a principios de 1814. La conducta de estos personajes fue observada con desconfianza
por los patriotas desde el establecimiento de la Primera República, pero, a pesar de las sospe-
chas que levantaron, no fueron sancionados o perseguidos como enemigos irreconciliables de la
causa independentista. Aunque eran probados realistas se les brindó cierta indulgencia que les
permitió retomar los curatos que regentaban, como muestra de una confianza que se esperaba
fuera retribuida. Por lo que se conoce, los curas Vergara y Montenegro no honraron tales gracias
del Gobierno republicano; más bien asumieron la impostura, la dualidad que les permitió causar

37 Ídem.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

perjuicios sirviendo como espías. Se sabe por las comunicaciones cruzadas entre el Ministerio de
Gracia y Justicia y el Arzobispado que la opinión de don Narciso Coll y Prat fue determinante en
la absolución y reivindicación de los curas38. Luego de la misión en los Llanos que dio a Boves
la información secreta sobre el enemigo, los curas espías Vergara, Fernández, Montenegro y fray
Francisco fueron recompensados:

La lealtad y demás cualidades de los cuatro Eclesiásticos que saqué conmigo de Caracas para ocu-
parlos según las necesidades que se presentasen, y que empleé en dicha misión, dan por sí sola a
conocer todo el fondo de mi empresa. Al primero después de restablecido el gobierno de V. M. le
presenté para el importante curato del puerto de La Guaira que hoy sirve; el segundo falleció en
la Guayana ejerciendo laudablemente su ministerio, y lleno de la estimación de aquel gobierno;
al tercero dio Boves la comisión de ir a las colonias extranjeras en servicio del Ejército y solicitud
de pertrechos mediante una negociación de mulas, y de los trabajos apostólicos, constante fide-
lidad y amor a V. M. y a la Nación del cuarto, dan testimonio honorífico el R. Obispo de aquella
diócesis, el Gobernador e Intendente de aquel tiempo, y el Capitán General que fue de Caracas
Don Salvador Moxó…39.

Vergara, cura y maestro de primeras letras que se encontraba en entredicho en 1813, fue
separado por los patriotas y restituido a su curato de El Tocuyo en octubre de ese año por parte
del propio Libertador Simón Bolívar; reapareció en 1814 como espía realista llevando informa-
ción a Boves y por lo cual Coll y Prat lo recompensó otorgándole el curato de La Guaira. En
dicho puerto permaneció varios años, para 1817 aparece reseñado un par de veces en la Gaceta
de Caracas, primero como uno de los colaboradores, con un caballo, del ejército realista, y luego

38 Para mayor información al respecto ver la correspondencia acopiada en Jaime Suriá, Iglesia y Estado 1810-1821.
39 Coll y Prat, ob. cit., pp. 353-354.
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Información secreta, espías y espionaje
Andrés Eloy Burgos

como asistente a los exámenes de una escuela de Primeras Letras. Fernández, como ha indicado
el propio arzobispo, falleció al poco tiempo. Montenegro, por su parte, no solo fue espía de Coll
y Prat a lo interno del Congreso en 1811, sino también en el campo de batalla en el año 1814. La
reiterada búsqueda y transmisión de información permiten señalar a este personaje como espía
en favor de la causa realista. Él se encargó de buscar y pasar información secreta al menos en dos
ocasiones puntuales que se han logrado precisar acá. Para 1820 figura como capellán del Primer
Regimiento de la Unión del Ejército al mando de Pablo Morillo, lo que confirma su fidelidad a la
causa realista. Desprovistos de más información sobre su actividad, emociona pensar en qué otras
tantas misiones de espionaje pudo haber participado en el resto de su vida. De fray Francisco de
Caracas no se tiene mayor información.
El sistema de espionaje eclesiástico fundado por el arzobispo don Narciso Coll y Prat tuvo
cierta consistencia y uniformidad en el tiempo. Desde 1810 se constituyó con los curas y vica-
rios, que en orden remitían los informes al arzobispo y de este, que recibía, procesaba y remitía
la información, pasaban al máximo representante militar o civil realista. Funcionó de esa manera
con Monteverde entre 1812 y 1813, luego con Boves en 1814 y, finalmente, con Salvador Moxó y
Pablo Morillo entre 1815 y 1816.

El espionaje que liquidó a la Segunda República


La batalla de Urica del 5 de diciembre de 1814 que sella definitivamente el
triunfo de las armas realistas no debe su celebridad solo a esto, sino también a la muerte en ella
de José Tomás Boves, el principal líder de la rebelión popular. La victoria realista fue tan completa
que dispersó por completo a las fuerzas patrióticas en el territorio oriental, forzó al exilio a sus
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

más reputados jefes como José Francisco Bermúdez y condenó a muerte a otros como José Félix
Ribas. De acuerdo con lo que narra José Manuel Restrepo, el espionaje realista tributó al éxito de
las armas realistas en esa batalla decisiva:

Libres de aquel obstáculo, Boves y Morales se reunieron al día siguiente (noviembre 10) en Urica.
Los patriotas reorganizaron su ejército en el corto espacio de doce días y estuvieron prontos a recibir
a los realistas, si, como esperaban, se dirigían a batirlos en Maturín. Deseosos los jefes españoles de
que los republicanos salieran a combatirlos en sus posiciones, y de que abandonaran a Maturín,
plaza muy difícil de tomar en aquellas circunstancias, porque había sido fortificada más que nunca,
fingieron cartas en que se decía, que el general Urdaneta se hallaba con su ejército en la provincia
de Barcelona. Habiendo introducido por medio de sus espías estas noticias en Maturín, excitaron
un deseo general de marchar a batir al enemigo en sus estancias de Urica. Ribas, que había juntado
ya más de dos mil hombres de infantería y caballería, quiso aprovecharse de aquel entusiasmo poco
meditado, porque también carecía de los medos necesarios para mantener sus tropas. Empeñose de
nuevo otra disputa con Bermúdez, quien opinaba que no se tomara la ofensiva, sino que se aguar-
dase a los realistas en Maturín, aprovechando las ventajas naturales del terreno, y las que se habían
añadido por el arte. Sin embargo cedió al fin a la superioridad de Ribas, después de haber causado
esta disputa la separación de algunos oficiales. Ya se había introducido una funesta desunión e in-
obediencia precursoras de grandes males para la República. Estando así divididos los jefes y varios
comandantes subalternos, marcharon los republicanos en busca de los realistas, que aún se hallaban
apostados en Urica con más de siete mil hombres de infantería y caballería… [subrayado nuestro]40.

La efectividad en el manejo del espionaje permitió a los realistas conducir a sus enemigos al
terreno deseado para propinarles la derrota. Se observa que fueron dos las acciones de inteligencia

40 Ob. cit., pp. 284 y 285.


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Información secreta, espías y espionaje
Andrés Eloy Burgos

secreta que se combinaron para logar el cometido: por una parte la falsificación de cartas con noticias
falsas y por otra la propagación de noticias, también falsas, a lo interno de Maturín, que alimentaron
rumores halagüeños respecto de las desesperadas armas patriotas. Con esto se confirma la efectivi-
dad que en el campo de batalla tuvo el adecuado uso de la información secreta y el espionaje.

Comentarios finales
La guerra de Independencia ha sido estudiada desde distintos enfoques, entre
los cuales se han colocado en el centro de la interpretación de los acontecimientos aspectos de
interés considerados por el investigador. Hoy afortunadamente existen trabajos publicados que la
abordan desde el plano de la alimentación, de la perspectiva de género, de lo estrictamente militar
o desde las Ideas; con los cuales se ha ampliado y enriquecido la visión acerca de lo ocurrido. En
nuestro caso estuvimos motivados por tratar de comprender cómo fue la guerra en lo relacionado
con el uso de los espías y el espionaje; lo que nos dio la oportunidad de revelar facetas desco-
nocidas tanto de personalidades como de los bandos en pugna, en lo que denominamos guerra
invisible, que caracterizamos de esa manera debido a dos razones fundamentales: 1) era una parte
de la guerra en la que se procuraba pasar desapercibido, ser invisible para no ser descubierto por
el enemigo; y 2) una guerra que ha sido invisible para la historiografía venezolana. v
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

Fuentes

Primarias
Documentación de archivo
Archivo General de la Nación Francisco de Miranda (AGN)
Sección Causas de Infidencia.
Sección Traslados-Ejército Expedicionario de Costa Firme.
Archivo del Libertador.
Archivo de Miranda.

Fuentes impresas
Recopilaciones documentales
Las Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX (Textos para su estudio). La Independencia [1810-1830]. Caracas,
Ediciones de la Presidencia de la República, 1967, t. 3.
177
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Andrés Eloy Burgos

Archivo Santander. Bogotá, Águila Negra Editorial, 1913.


Memorias del general O’Leary. Caracas, Imprenta El Monitor, 1879-1888.

Libros de viajes y memorias


Coll yPrat, Narciso. Memoriales sobre la independencia de Venezuela. Caracas, Academia Nacional de la
Historia, 2010.
Díaz, José Domingo. Recuerdos sobre la rebelión de Caracas. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 2011.
Urquinaona y Pardo, José de. Memorias de Urquinaona (Comisionado de la Regencia española para la pacificación
del Nuevo Reino de Granada). Madrid, Editorial América, 1917.
Urdaneta, Rafael. Memorias del general Rafael Urdaneta. Adicionadas con notas ilustrativas y algunos otros
apuntamientos relativos a su vida pública. Caracas, Imprenta y Litografía del Gobierno
Nacional, 1888.

Fuentes hemerográficas
La Gaceta de Caracas.

Secundarias
Libros
Austria, José de. Bosquejo de la historia militar de Venezuela en la guerra de su independencia. Caracas, Imprenta
Librería de Carreño Hermanos, 1855, t. I.
Baralt, Rafael María y Ramón Díaz. Resumen de la historia de Venezuela. París, Imprenta de H. Fournier y
Compañía, 1941, t II.
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Bernardo Núñez, Enrique. La Insurgente y otros relatos. Caracas, Monte Ávila Editores Latinoamericana, 1993.
Martínez Pujalate, Manuel Adolfo. Los espías y el factor humano. España, Huerga & Fierro, 2004.
Navarro Bonilla, Diego. ¡Espías! Tres mil años de información y secreto. Madrid, Plaza & Valdés, 2009.
Pastor Petit, Domingo. Anatomía del espionaje. Barcelona, Plaza & Janés, 1997.
Ratto Ciarlo, José. Historia caraqueña del periodismo venezolano (1808-1830). Caracas, Editorial Arte, 1967.
Restrepo, José Manuel. Historia de la revolución de Colombia en la América meridional. Besanzon (Francia),
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Artículos
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1942, pp. 137-158.
Torres, Maruja. “Suave que me estás matando. La mujer en el espionaje”, en Cuadernos del Norte. Revista
Cultural de la Caja de Ahorros de Asturias, no 25, España, 1985, pp. 16-20.
179
Información secreta, espías y espionaje
Andrés Eloy Burgos

Digitales
“Espiar ¿el segundo oficio más antiguo del mundo?”, disponible en http://www.elimparcial.es.
www.archivodellibertador.gob.ve
www.franciscodemiranda.org

Obras de referencia
VV AA. Diccionario de historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, 1997, 2a edic.
mie osd o s ,
c u e r p
carlos alfredo marín

y pasi o n e s . i-
m o n idel
o c o m
el testi edro de
sio n a d o p e n e-
a o n a e n v
urquin 0-1814
zue l a 1 8 1
181
Miedos, cuerpos y pasiones.
El testimonio del comisionado Pedro de Urquinaona en Venezuela (1810-1814)

- Dentro de la historiografía venezolana dedicada a la independencia se ha es-


tudiado muy poco el testimonio del neogranadino Pedro de Urquinaona y Pardo (1778-1835).
Sabemos que nació en Santa Fe de Bogotá, bajo el amparo de su padre don Ignacio de Urquinaona
y Juana Padrón. Los jesuitas bogotanos del colegio de San Bartolomé le impartieron tres cursos
de derecho civil y canónico hasta 1795. Luego se trasladaría a la Universidad de Popayán para
completar sus estudios de derecho civil hasta 1798. El intelecto del futuro político, comerciante
y escritor realista se completó en Quito, donde la universidad de aquella ciudad le confirió los
títulos de bachiller, licenciado y doctor en ambos derechos1. No cabe duda de que era un joven
dotado para litigar en todos los frentes de la vida material y espiritual. Veremos en este ensayo de
qué manera tales habilidades jurídicas serían puestas a prueba.

1 Manuel Pérez Vila [firmado M.P.V.], “Urquinaona y Pardo, Pedro de”, Diccionario de historia de Venezuela, t. 4, pp. 168-169.
182
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

De joven recibió las primeras influencias de la ilustración española de finales del siglo xviii
–enmarcado en el reformismo borbónico– de lo cual dejó constancia en sus exposiciones ante la
Corte2. Su prosa vislumbra a un creyente del ejercicio del derecho y del incipiente liberalismo
constitucional, aunque estuvo lejos de anular a la monarquía como modelo de Estado. Digamos
también que el bogotano era un hombre de negocios. Hacendado y agricultor de cacao, para más
señas. Era propietario de una flota de goletas capaces de remontarse a La Guaira o Trinidad, a
Jamaica o Curazao, y si era necesario cruzar el abismal Atlántico, a Cádiz. Un hombre de mar que
estaba en contacto con el ajetreo monetario de los principales terratenientes criollos y, por qué no,
con las noticias subversivas provenientes de Europa y el Caribe.
Caracas aparece en su hoja de vida en 1808. En la ciudad de los techos rojos lo encontramos
asociado con un comerciante de nombre Francisco Javier Aranzamendi. Desde allí negocia y tras-
lada el cacao a Puerto Rico3. Colocar a buen precio sus fanegas, entablar relaciones con las ricas
familias mantuanas del valle, asegurarse de que sus barcos fuesen correctamente revisados por las
autoridades portuarias: esa era la cotidianidad de este hombre que veremos el 4 de agosto de 1813
montarse en el último barco con rumbo a Curazao para escapar de las tropas republicanas. Para
entonces, todo sería desastre, terror y miedo en la sociedad venezolana.
Fue en la casa de Pedro de Urquinaona y Pardo en donde se reunieron los criollos terratenien-
tes y esclavistas para discutir sobre las noticias de la invasión del ejército napoleónico a la penín-

2 Carmen L. Michelena, Las luces revolucionarias. De la rebelión de Madrid (1795) a la rebelión de La Guaira (1797), pp. 13-28;
Francois-Xavier Guerra, Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas, pp. 11-18.
3 Nos basamos quizás en la investigación pionera sobre el comisionado bogotano: Rosario González Sabariegos, “Un ame-
ricano al servicio de España. Don Pedro de Urquinaona y Pardo”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, t. XXXII,
no 148, octubre-diciembre 1954, pp. 339-351.
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Miedos, cuerpos y pasiones
Carlos Alfredo Marín

sula Ibérica. El detonante: la llegada, el 14 de julio de 1808, al puerto de La Guaira del buque de
guerra francés Le Serpent, cuyo capitán era portador de documentos que anunciaban el cambio
de dinastía en España y pedían que las autoridades de la Capitanía reconociesen por rey a José
Bonaparte4. La reacción fue la defensa del rey Fernando VII en contra de los franceses invasores y
la propuesta por parte de algunos criollos de una Junta de Gobierno similar a las de la Metrópoli.
Sin embargo, el gobernador y capitán general Juan de Casas arrestó a todos los implicados en este
“motín” en contra de la monarquía5. Años después, rememorando aquellos sucesos de 1808 en
Caracas, declararía en este sentido: “El carácter de los españoles se distinguió siempre por el odio
a toda dominación extranjera, concluyendo con calificar de falsos y sediciosos los papeles intro-
ducidos por los emisarios para someter aquellos países al yugo de Napoleón”6.
En 1809, Urquinaona se embarca a Cádiz junto al regente de la Audiencia, Joaquín Mosquera
y Figueroa, su paisano neogranadino y consejero personal del gobernador Casas. En la costa anda-
luza tiene contacto directo con la reacción popular contra los franceses. Fue una vivencia podero-
sa que lo llevó a escribir, ya en Caracas en 1811, el texto titulado Manifiesto de un español americano
a sus compatriotas los americanos del sur. En este critica la política de la Junta Central de Sevilla
hacia las colonias y el papel de la Regencia. Según él, las provincias americanas podían brindarse
un cuerpo republicano y liberal propio bajo la figura monárquica7. El pensamiento político y sus

4 Gustavo Adolfo Vaamonde. Diario de una rebelión. (Venezuela, Hispanoamérica y España). 19 de abril de 1810 / 5 de julio de
1811, pp. 59-60.
5 Rafael María Baralt y Ramón Díaz, Resumen de la historia de Venezuela. Desde el año 1797 hasta el de 1830, t. 1, p. 41.
6 Rosario González Sabariegos, ob. cit., p. 340.
7 Manuel Pérez Vila [Firmado M.P.V.], “Urquinaona y Pardo, Pedro de”, Diccionario… p. 169.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

formas, las tentativas ideológicas y religiosas, las implicaciones económicas y culturales, todos los
conceptos, representaciones y símbolos se van rearmando velozmente conforme a las noticias que
atraviesan todo el mundo atlántico.
Con todo, Urquinaona entra en la ola de los profundos cambios. El 24 de agosto de 1812 fue
nombrado en Cádiz, oficial 5o de la Secretaría de Estado de Ultramar y el 25 de diciembre secre-
tario del Rey con ejercicio de decretos. El 31 de diciembre de ese mismo año recibió el título de
comisionado de la Regencia del Reino para la pacificación del Nuevo Reino de Granada. A partir
de allí se erige como un defensor de la causa española. Entre 1809 y 1835 cruza el Atlántico tres
veces. Lo que revela a un hombre enérgico en lo que será su característica esencial: denunciar y
defenderse por sí mismo del torbellino social desatado en Venezuela a partir de 1810.
Cuando hablamos de torbellino nos referimos a la coyuntura histórica concreta: La reac-
ción realista en territorio venezolano acaudillada por Domingo de Monteverde entre abril de
1812 y agosto de 1813. Quiso la historia que Pedro de Urquinaona, jurista y ahora comisionado
para llevar la paz a la actual Colombia, hiciese una parada en Caracas en marzo de 1813. Lo
que encontró fue la persecución y el terror dirigido hacia los partidarios del movimiento repu-
blicano. Y como buen abogado, creyente en el justo juicio y en la legitimidad de las autoridades
constituidas, no podía seguir su paso dejando “aquel fuego a su espalda”, como escribiría8. Lo
demás, es otra historia.

8 Nos basamos en otro escrito del comisionado titulado Resumen de las causas principales que prepararon y dieron impulso a
la emancipación de la América española por Don Pedro de Urquinaona y Pardo, p. 50.
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Miedos, cuerpos y pasiones
Carlos Alfredo Marín

El eterno litigante

…observar con cautela los objetos que le rodeaban,


a desconfiar hasta de sus amigos aparentes: a sufrir
una serie continua de sobresaltos, inmensos peligros,
dificultades e innumerables estorbos.
Metropolitan Magazine, no 32.

Sus Memorias9 –el título completo es “Relación documentada del origen y pro-
gresos del trastorno de las Provincias de Venezuela, hasta la exoneración del Capitán General Don
Domingo de Monteverde, hecha en el mes de diciembre de 1813 por la guarnición de la Plaza
de Puerto Cabello, escribiola Don Pedro de Urquinaona y Pardo, etc., etc., etc.” (1820)– son el
testimonio cercano, por no decir visceral, de este bogotano durante los cinco meses que le tocará
vivir en Caracas.
Si quisiéramos sintetizar su vida podemos utilizar una palabra: sospecha. Luego de 1813
hasta bien entrada su vejez y morir en 1835, dedicó su esfuerzo a defenderse de los republi-
canos y de los monárquicos españoles y americanos. Desde 1815 a 1820 fue confinado en la
prisión de Zamora, provincia vecina de Madrid. Dice: “En vano expuse y acredité mi situación
deplorable. En vano insté por saber los motivos de esta resolución inesperada. Tuve que salir

9 A lo largo de este trabajo utilizaremos la primera edición de esta obra: Pedro de Urquinaona y Pardo, Memorias de Urqui-
naona: Comisionado de la regencia española para la pacificación del Nuevo Reino de la Nueva Granada.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

escoltado por alguaciles a sufrir la pena de destierro, con la de ignorar el delito sobre que
recaía”10. Tres años más tarde saldría en libertad condicional y se instalaría en Sevilla para
exigir una indemnización11.
¿Qué opinión tenían de él sus contemporáneos? En su otro libro titulado España bajo el poder
arbitrario de la congregación apostólica, publicado en Madrid en 1835, ilustra este otro punto de
vista: el fragor de su defensa pública, los ejes del terror a que se enfrentó y la serie de infortunios
que le tocó vivir:

El mérito de la obra se aumenta mucho más al considerar que su autor la escribió rodeado de pe-
nosas restricciones. Sabemos por conducto seguro, que trabajaba sujeto a todas las desventajas que van
en pos del sigilo y del temor de ser sorprendido. A cada instante veía oponerse a su marcha obstáculos
casi insuperables. Sabía que en la composición de su obra, digna de un verdadero patriota, pues
que está destinada a promover la causa de la justicia y de las mejoras, se veía expuesto a las con-

10 Rosario González Sabariegos, ob. cit., p. 348.


11 Sabariegos transcribe el veredicto final que absuelve de todos los cargos al oficial de origen neogranadino en marzo
de 1834, a escasos meses de que falleciera en Madrid: “Se absuelve a Don Pedro de Urquinaona y Pardo de los cargos
formados por el Ministerio Fiscal en su acusación de 25 de febrero de 1818; y se le declara con derecho al reintegro de
los sueldos que haya dejado de percibir y le correspondan con sujeción a las reglas que rigen en la materia; sin que la
formación de esta causa pueda ofender su opinión y concepto público, ni menos hacerle desmerecer de las gracias que
S. M. tenga a bien dispensarle; y se le reserva su derecho para que use de él donde y contra viere convenirle: Póngase
esta sentencia en la forma de estilo, en conocimiento de S. M. para su aprobación y verificada hágasele saber a las partes
y devuélvase a la Secretaría los expedientes que se han unido a la causa. Los señores del margen así lo acordaron y man-
daron, en Madrid a diez y ocho de marzo de mil ochocientos treinta y cuatro” (Ibídem, p. 351).
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Miedos, cuerpos y pasiones
Carlos Alfredo Marín

tingencias que solo debe temer el criminal, porque desgraciadamente en el gobierno absoluto en que
vivía, la voz de la verdad siempre había de ser sospechosa y temible… [cursivas nuestras]12.

Ser el blanco de múltiples persecuciones quizás le suma otros elementos hasta ahora des-
conocidos a este personaje. Por eso es que sus Memorias son un arma defensiva y un testimonio
histórico donde lo moral (el comportamiento) y lo político (el poder) establecen una descripción
epidérmica de la sociedad que comienza a transitar el proceso de independencia venezolana. Pro-
tagonista y testigo, eje dinámico moviéndose tras los cambios violentos que observa, lo pasional
en Urquinaona recobra un protagonismo inevitable. De la afectividad o la emoción colectiva salta
la cotidianidad de la guerra, la naturaleza de la opinión pública, los miedos y sufrimientos de los
sujetos. ¿Quién podrá salvarse del contagio afectivo, roto el sujetamiento del modelo colonial a
partir de 1810? Veamos los que nos dice en las primeras páginas: “La serie de las transformaciones
políticas enseña demostrativamente que la acción de las varias partes de un Estado depende de las
pasiones del género humano, importando muy poco la mayor o menor extensión del círculo en que
giran” [cursivas nuestras]13.
En su litigio personal contra Monteverde encontramos todas las inflexiones epocales: relata
las conmociones políticas, analiza las acciones violentas, condena las persecuciones, lamenta el
desate de la guerra social y valora a los partidos en pugna. Su mirada descifra el lenguaje convul-
so de los cuerpos. Al moverse en aquel espacio de confrontación voraz, percibe los flagelos para

12 Pedro de Urquinaona y Pardo, España bajo el poder arbitrario de la congregación apostólica, p. 1.


13 Pedro de Urquinaona y Pardo, Memorias…, p. 12.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

volverse parte de ellos. Por algo afirmará que la emoción (individual o colectiva) era el verdadero
enemigo de la paz en estas tierras:

Estos hechos y la multitud de otros semejantes consignados en la historia del mundo testifican
que los resortes del corazón humano han sido siempre los mismos y comprueban que la infracción
de pactos y promesas es el manantial perenne de los males que debilitan y destruyen el cuerpo social
[cursivas nuestras]14.

Está lejos de nuestro objetivo sustraer datos veraces del testimonio del comisionado Ur-
quinaona. Sin embargo, nadie como él estuvo tan cerca de los acontecimientos; por lo menos
más que nosotros, ubicados a doscientos años de distancia. Sus Memorias son menos un litigio
personal contra sus detractores que un calculado postulado de defensa del rey frente al sistema
republicano. Su pluma es un esfuerzo de amplio espectro y muy poco se salva de sus juicios.
De hecho, es su naturaleza oblicua –correspondencias, proclamas, bandos, informes, misivas–
lo que potencia sustancialmente su contenido siempre al borde del peligro y la injuria. Allí
aparecen Fernando de Miyares, José Ceballos, Juan Manuel de Cajigal, Emeterio Ureña, José
Costa Gali, Eusebio Antoñanzas, Antonio Ignacio Cortabarría, José Sata, Manuel Aldao, Fran-
cisco Cervériz, Simón Bolívar, Francisco de Miranda, Fernando del Toro, Andrés Torrellas,
Narciso Coll y Prat, entre muchos otros.

14 Pedro de Urquinaona y Pardo, Memorias…, p. 14.


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Miedos, cuerpos y pasiones
Carlos Alfredo Marín

El terreno de las pasiones

Pero el estado afectivo en que se encuentra entonces el grupo refleja


las circunstancias que atraviesa. No solo los allegados más directamente
afectados aportan a la asamblea su dolor personal, sino que la sociedad
ejerce sobre sus miembros una presión moral para que pongan
sus sentimientos en armonía con la situación.
Emile Durkheim, Las formas elementales de la vida religiosa.

A muchos de nosotros nos da vergüenza hablar de las pasiones humanas. Cuan-


do nos referimos a las pasiones pensamos inmediatamente en lo irracional. Otros se sitúan en el
melodrama televisivo o en las rosas cursis de los enamorados. A miras del paradigma científico,
la emoción, el afecto, el sentimiento y la pasión han sido desde tiempos inmemoriales relegados
por sus potencialidades para movilizar las sociedades humanas. Desde Aquiles y su furia contada
por Homero; y pasando por los escritos de Platón, Polibio, Descartes, Séneca, Espinosa, Pascal,
Maquiavelo, Hobbes, entre otros filósofos que nos anteceden hasta hoy, las pasiones han sido ob-
jeto de estudio de la política y de los factores ligados a ella. El relato histórico no es la excepción.
Las emociones, sentimientos o pasiones –vamos a utilizarlas en este ensayo como objetos
de estudio similares– son alteraciones de ánimo que se desatan ante estímulos de expectativa,
ya sean agradables o penosos. Arlette Farge, historiadora francesa especialista en los estudios de
la corporalidad y las emociones en el siglo xviii, apunta que la pasión es un fenómeno social15.

15 Arlette Farge, Efusión y tormento. El relato de los cuerpos. Historia del pueblo en el siglo xviii, pp. 17-18.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

Más allá de los vetos y los prejuicios, las emociones privan nuestra realidad así como el aire o
la luz: sin ellas, nada; con ellas, todo. “A veces decisorias –especialmente en las revueltas– las
emociones no se oponen, como suele decirse, a la razón, sino que la arrastran hacia determinadas
elecciones, modos de resistencia, sumisión o confrontación”, apunta16. Debemos reconocer que
ellas son generadoras de acontecimientos. Se inmiscuyen en nuestras decisiones diarias; aunque
a veces nos llevan a tomar vías inesperadas. A la razón le resulta difícil frenar su potencial innato.
Cuando se habla del poder, estas propulsan las voluntades hacia derroteros calculados, otras veces
insospechados. Allí el papel de las élites políticas y religiosas constituye la punta del iceberg de
un fenómeno antiquísimo. Ya lo dijo Montesquieu en Del espíritu de las leyes: el principio de todo
gobierno son las pasiones humanas que lo ponen en movimiento17.
Nos hemos encontrado con una reivindicación general de las pasiones que busca sacarlas
de los divanes clínicos o de los claustros de la intimidad. El fin: entenderlas, tal como lo hace el
antropólogo David Le Breton, como emanaciones sociales que logran imponerse en su contenido
y en su forma “a los miembros de una colectividad inserta en una situación moral determinada”18.
Lo fisiológico no basta para entender el dolor y la angustia de un individuo. La intimidad, quizás
por vergüenza, cercena la demostración de los sentimientos. Habría que situarlas, tal como hemos
hallado en estas pesquisas, como respuestas a un espacio cultural que las emplaza y las dirige. La
emoción dispara una cadena de eventos externos; al respecto, Breton dice que

16 Ibídem, p. 18.
17 Citado por José Antonio Marina, La pasión por el poder. Teoría y práctica de la dominación, p. 77.
18 Breton rescata los esfuerzos de los notables e influyentes antropólogos y sociólogos Emile Durkheim y Marcel Mauss. De
este último estudia a profundidad su trabajo de 1921, titulado “La expresión obligatoria de los sentimientos”. Cf. David
Le Breton, La sociología del cuerpo, pp. 53-54.
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Miedos, cuerpos y pasiones
Carlos Alfredo Marín

Son relaciones, y por tanto son el producto de una construcción social y cultural, y se expresan en un
conjunto de signos que el hombre siempre tiene la posibilidad de desplegar, incluso si no las siente.
La emoción es a la vez interpretación, expresión y significación, regulación de un intercambio19.

Ante tal riqueza, percibimos las emociones como verdaderos soportes de la vida social. Sobre-
valorada por los estudios del pasado, no comprendemos cómo algo tan natural como la emoción
ha sido relegada en los análisis de nuestra historiografía venezolana, aunque con excepciones que
más adelante veremos. Por ahora centrémonos en la obra de Remo Bodei, filósofo italiano, que se
ha dado a la tarea de estudiar las pasiones, estableciendo un análisis profundo desde la tradición
griega y romana, hasta detenerse en los filósofos de la Ilustración europea. Para Bodei, las pasio-
nes son “…formas de comunicación tonalmente acentuada, lenguajes mímicos o actos expresivos
que elaboran y trasmiten, al mismo tiempo, mensajes vectorialmente orientados, modulados,
articulados y graduables en la dirección y en la intensidad”20 en los individuos de una sociedad
determinada. Veamos la cita en su totalidad: “Las pasiones preparan, conservan, memorizan, re-
elaboran y presentan los significados reactivos más directamente atribuidos a personas, cosas y
acontecimientos por los sujetos que los experimentan dentro de contextos determinados, cuyas
formas y metamorfosis evidencian”.

19 “La emoción no es una sustancia, un estado fijo e inmutable que se encuentra de la misma manera y bajo la mismas
circunstancias en la unidad de la especie humana, sino un matiz afectivo que se extiende por todo el comportamiento,
y que no cesa de cambiar en todo instante, cada vez que la relación con el mundo se transforma, que los interlocutores
cambian o que el individuo modifica su análisis de la situación” (David Le Breton, “Por una antropología de las emocio-
nes”, Revista Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad, pp. 67-77).
20 Remo Bodei, Geometría de las pasiones. Miedo, esperanza, felicidad: Filosofía y uso político, p. 3.
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Centro Nacional de Estudios Históricos

Acercarse al pasado a través de los afectos significa leer a contrapelo la naturaleza de la razón,
la voluntad, las normas y la cultura misma en la faena de controlarlas. Además, hay que aceptar
que son los responsables de darle subjetividad a lo real: están donde broten los cambios epocales,
donde hayan sacudones de la experiencia capaces de abatir la monotonía. Suponen, en fin, un
movimiento a pesar del sufrimiento que de estos se desprende: la violencia, la intolerancia, la
rebeldía, la irracionalidad.
Muchos nos preguntarán: ¿Por qué estudiar el testimonio del comisionado Pedro de Urqui-
naona en la Venezuela de 1813 a través del entramado pasional o emotivo? En efecto, por muchas
razones. En primer término, porque ellas –nos referiremos a la ira y el odio caracterizadas por
Bodei como “pasiones violentas o calientes”21– son capaces de ilustrar el diálogo que establece la
multitud con lo político. Estudiando las emociones desatadas en un contexto particular, podemos
vislumbrar cómo el colectivo interpreta su realidad, esto es, los significados, valores, ritualidades y
gestos. Si sabemos estudiarlas, descubrimos la forma como contagian y vitalizan la vida cotidiana

21 Bodei se base en los estudios de David Hume. Según el filósofo escocés, las pasiones se distinguen por los intereses.
Citamos a Bodei: “Vienen así divididas –quizás implícitamente– en ‘calmadas’, como las llamaba Hume (o ‘frías’, esto
es, tranquilas, permeables a la racionalidad y compatibles con una estructura de orden: los intereses, precisamente),
y ‘agitadas’ o ‘calientes’ (esto es, normalmente litigiosas, hirvientes, rebeldes a la razón y a la voluntad, o bien deli-
cadas, pero vagas, humorales, inconsistentes)”. Bodei apunta que las pasiones calientes han sido rechazadas por la
economía política, la ética y la cultura, tildándolas como fuerzas “irracionales”. Ahora bien, este tipo de emociones
tienen, sin duda, rasgos turbulentos, reducidas al puro movimiento del ánimo. El estudioso italiano apunta que este
tipo de pasiones son importantes a la hora de estudiar los movimientos populares, porque impregnan de esperanza
y exaltación, miedo y resignación a las multitudes. En todo caso, son pasiones notables a la hora de comprender los
cambios históricos. Ibídem, pp. 9-10 y 25.
193
Miedos, cuerpos y pasiones
Carlos Alfredo Marín

de mujeres y hombres22. Que en palabras sencillas sería atrapar lo siguiente: ¿Cómo se palpan y
se desean los objetos? ¿En qué sentido se piensa o se habla? ¿Cómo se mueven los cuerpos ante
la guerra social? ¿Cómo se sufre ante la angustia y el miedo colectivo? Más adelante volveremos a
estos terrenos pasionales; por ahora, pasemos al comisionado Urquinaona y su época.

Monteverde, el rebelde

Las tropas sin jefe y vacilantes;


el pueblo dudoso de su suerte…
Simón Bolívar, 20 de septiembre de 1818.

Años después de ser testigo del desastre de la Primera República, Simón Bolívar
le dirige una carta a Francisco de Paula Santander el 1 de junio de 1820: “Yo digo que para qué
han de ir a Turquía, cuando los españoles nos han transportado el Asia a América; nos han en-
señado el Alcorán con sus prácticas, y nos han inspirado por espíritu nacional el terror”23. El
22 La emoción, como apunta Le Breton, “…es una resonancia propia de un acontecimiento pasado, presente o futuro,
real e imaginario, en la relación del individuo con el mundo; es un momento provisorio nacido de una causa precisa
en la que el sentimiento cristaliza con una intensidad particular: alegría, ira, deseo, sorpresa, miedo, allí donde el
sentimiento, como el odio o el amor, por ejemplo, está más arraigado en el tiempo, más integrado a la organización
corriente de la vida, más accesible, también, a la posibilidad de un discurso” (David Le Breton, Las pasiones ordinarias.
Antropología de las pasiones, p. 105).
23 “Simón Bolívar a Francisco de Paula Santander. Carta de Bolívar para el general Santander, fechada en El Rosario el 1o de
junio de 1820, por la cual le da respuesta a dos cartas y le trata particulares de diversa índole, doc. 4390”, en Escritos del
Libertador, t. XVII, p. 447.
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Centro Nacional de Estudios Históricos

Libertador expresa así la violencia del enemigo español comparándolo con los pueblos islamitas.
El Asia de Atila y los hunos fue traspasado a América por Monteverde, Morillo, De la Torre y
compañía. Lógica arriesgada o no, Bolívar entabla una forma de ver el fenómeno de la guerra de
Independencia en Hispanoamérica.
El terror es un malestar o reacción pasional que engendra determinaciones en los sujetos y
convierte en roca el sentimiento patriótico24. Constituye la máquina de guerra, la esencia ofensiva
y defensiva, peligrosa y desordenada. Impulso desbordado, jadeante, que tiene casi un pie en lo
sobrenatural: el heroísmo. Una vez que atiza la atención colectiva, sus ejecutantes dirigen en todas
direcciones sus artilugios salvajes y destructivos. El colectivo enloquece hasta perder la razón;
pierde sus distinciones sociales, morales, culturales; cae en el silencio adolorido de los desterra-
dos, donde el cuerpo se detiene o desaparece en el solo hecho de la supervivencia25. El mundo,
en fin, pierde el sentido mientras que el terror se apodera de todas las formas visibles e invisibles
de la realidad. Por eso Bolívar trae a colación a los antiguos combatientes del Asia. ¿Pero escapará
el Libertador a esta instrumentalización entre 1813 y 1814? El comisionado Pedro de Urquinaona
puede complementarnos la imagen que tuvo Bolívar del terror. Podríamos decir que la del bogo-
tano tiende a ser más cotidiana, horizontal, epidérmica. Ser partidario del rey ni siquiera salvó a
Urquinaona de ser víctima de ambos terrores en disputa: el monárquico y el republicano, ambos

24 Dice Mona Ozouf, estudiosa del discurso revolucionario francés de finales del siglo XVIII: “Es el terror el que permite
la conscripción en masa, la requisición, la ley del máximum general, la nacionalización de las producciones de guerra”
(“Guerra y terror en el discurso revolucionario 1792-1794”, pp. 4-10).
25 Nos basamos en el análisis que hace Robin del terror entendido por Montesquieu. Véase Corey Robin, El miedo. Historia
de una idea política, pp. 123-125.
195
Miedos, cuerpos y pasiones
Carlos Alfredo Marín

evidentemente excluyentes y aniquilantes. El abogado y regente sufrió doblemente el tormento de


la persecución política. Esta perspectiva nos ofrece muchas ventajas a la hora de comprender la
naturaleza de la sociedad miedotizada que a lo largo del ensayo asomaremos.
La meta del comisionado era verificar que el sistema realista entablado en Venezuela luego de
la capitulación de julio de 1812 se cumpliese a cabalidad. Es decir, olvidar las conmociones parti-
distas y establecer la inmunidad de los implicados en el movimiento del 19 de abril de 1810. Sin
embargo, “…entre olvidar los sucesos de la revolución y dejarse arrastrar por afecciones e intere-
ses privados; entre no molestar por sus opiniones y anterior conducta a los extraviados, o rodearse
de ellos, halagarlos y premiarlos, hay muy grande diferencia”26. Gran detalle, como veremos.
El capitán de Fragata de la Real Armada Española, Domingo de Monteverde, quien había
levantado los pueblos de occidente contra el gobierno patriota desde principios de 1812, se erigió
como nuevo mandamás el 17 de julio en San Mateo27. Vencida la inoperante Primera República,
este oriundo de Tenerife desconoce todo aquello que no se incline a sus servicios. La historiografía
del período lo señala como el hombre que conquista en términos de las encomiendas del xvi. Su
ascenso dentro del movimiento realista supone necesariamente hablar de las tropelías del hombre
fuerte –militar, para más señas–, que crea sus propios métodos para legitimar sus designios. Fun-
da, ocupa, dispone y guerrea en nombre de la justa causa contra los rebeldes revolucionarios28.

26 Pedro de Urquinaona y Pardo, Resumen…, p. 20.


27 Elías Pino Iturrieta, Nada sin un hombre. Los orígenes del personalismo en Venezuela, pp. 45-55.
28 Tomás Straka, La voz de los vencidos. Ideas del partido realista de Caracas, 1810-1821, pp. 297-300.
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¿Qué pasó con la Constitución aprobada en Cádiz el 19 de marzo de 1812? En agosto del
mismo año se recibió en Caracas el primer ejemplar impreso de este cuerpo de ley29. El Cabildo de
la ciudad, legitimado por Monteverde, recibió el texto con agrado y dispuso toda su atención para
que el capitán general de facto la proclamara entre todos los habitantes. Demasiados refinamientos
jurídicos como para engancharse en esos estoperoles. Al contrario, era necesario jurar al soberano
militarmente. Lo demás eran protocolos “innecesarios” a las actuales circunstancias. Cuatro meses
después, con el rumor de la reacción republicana en el oriente y occidente, Monteverde accedería
a celebrar los actos públicos para la jura de la Pepa el 3 de diciembre de 1812.
Sin embargo, el mayor espaldarazo llegaría el 29 de noviembre de aquel año. La misma Regen-
cia del Reino nombraría a Monteverde como capitán general de Venezuela, presidente de la Real
Audiencia y jefe político interino del país. Este investimento fue relegado solo al papel. De hecho,
la política de amnistía y olvido a lo pasado sería interpretada como “ingenua”. Lo que debía aplicar-
se era la persecución de los implicados en la revolución de abril y dictárseles sentencias sumarias
cuanto antes. “La indulgencia era un delito y que la tolerancia y el disimulo hacía insolentes y au-
daces a los hombres criminales”, escribió el 17 de enero de 1813. Veamos el argumento completo:

Las provincias pacificadas de Venezuela, no pueden alternar con las que han sido fieles al Rey.
Estas encuentran su consistencia en su fidelidad y aquellas en su infidencia y su castigo; resulta de
aquí, que así como Coro, Maracaibo y Guayana merecen estar bajo la protección de la Monarquía;
Caracas y demás que componían su capitanía general, no deben por ahora participar de su beneficio
hasta dar pruebas de haber detestado su maldad y bajo este concepto deben ser tratadas por la ley de la

29 Inés Quintero y Ángel Almarza, “Autoridad militar vs. legalidad constitucional. El debate en torno a la constitución de
Cádiz (Venezuela 1812-1814)”, pp. 181-206.
197
Miedos, cuerpos y pasiones
Carlos Alfredo Marín

conquista; es decir por la dureza y obrar según las circunstancias; pues de otro modo, todo lo adquirido se
perderá: este es mi juicio convencido de lo que es la provincia de Venezuela [cursivas nuestras]30.

Monteverde desautorizó a la Constitución gaditana, colocó a sus más estrechos colaboradores


en las jefaturas provinciales –lo que Urquinaona llamaría el paisanaje canario31– y se negó a en-
tablar la anhelada reconciliación. El fiscal José Costa Gali, enviado por la Regencia para averiguar
las denuncias de todos estos agravios, no tuvo nada que hacer con los arrestos de Monteverde:
“A estos excesos siguieron otros mayores; el ejemplo del arrojo y de la insubordinación del co-
misionado introdujo el desorden y la osadía en todos los demás, y lo que al principio tenía visos
de ejecución militar pasó a ser desempeño de las pasiones y las venganzas”, escribió en enero de
181332. Vale aquí detenerse en su interrogante:

Y ¿es posible, que un país civilizado, en un país católico, en un país en que las leyes respetan la
justicia, en la generosa y benéfica España, en el único recinto de la libertad civil y política, donde
se acaba de desterrar hasta la posibilidad de un Gobierno arbitrario, se cometan tales abominacio-
nes, tales atentados contra la dignidad del hombre?33.

30 “Domingo de Monteverde escribe al Ministerio de Guerra. Caracas, 17 de enero de 1813”, en Pedro de Urquinanona
y Pardo, Memorias…, pp. 295-296.
31 Pedro de Urquinaona y Pardo, Resumen…, p. 21.
32 “Fiscal José Costa Gali escribe a la Audiencia. Valencia, 25 de enero de 1813”, en Pedro de Urquinaona y Pardo, Memo-
rias…, pp. 238-239.
33 Ídem.
198
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

La “terrórica” de 1813

Sentado el principio de que el terror podrá hacer


hipócritas, mas no buenos ciudadanos…
Eusebio Antoñanzas a la Regencia 26 de mayo de 1813.

La proclama de Guerra a Muerte, dictada por Simón Bolívar el 8 de junio de 1813,


respondió al desate pasional entre patriotas y realistas por el dominio del territorio venezolano:

La justicia exige la vindicta y la necesidad nos obliga a tomarla (…) Todo español que no conspire
contra la tiranía a favor de la justa causa, por los medios más activos y eficaces, será tenido como
enemigo, castigado como traidor a la patria, y en consecuencia será irremisiblemente pasado por
las armas34.

Este tipo de providencias políticas, si lo vemos desde el punto de vista filosófico, bien pudiera
entrar en los fenómenos de la causalidad –causa y efecto– logrando que el movimiento pasional se
desplegara paroxísticamente en todos los niveles de la existencia: venganza y resentimiento, odio e
ira. Entre 1813 y 1814 estas prácticas encarnizadas se convirtieron en fuerzas mortíferas, capaces
de ejercer una “devastación universal” y borrar del mapa los indicios de la vida social y la cultura.
Por eso el Libertador no duda en tildar todo aquel vendaval apocalíptico el 13 de abril de 1814:
“Todo ha sido anonadado”35.

34 Simón Bolívar, Doctrina del Libertador, p. 25.


35 Simón Bolívar, Obras completas, t. III, p. 606.
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Miedos, cuerpos y pasiones
Carlos Alfredo Marín

El comisionado Urquinaona ilustraría el trastorno general de Venezuela a través del terror so-
cial. Lo hace, sobre todo, partiendo de los desafueros del capitán general Domingo de Monteverde
y sus seguidores. Su enfoque puede ser señalado como visceral y subjetivo36, pero no podemos
dudar de que su voz testimonial es interesante de sopesar: uno, como víctima del régimen canario
en 1813; y otra, quizás la más atrayente, como sujeto que se enfrenta y padece el miedo en la Ve-
nezuela de entonces. ¿Sufre más o menos el terror un individuo afecto al rey que otro que confía
en la República? La voz de Urquinaona transita por la orfandad peligrosa y angustiante; y en esa
ruta es que debemos capturarlo. Poco valen las banderas partidistas frente a la violencia generali-
zada. Comencemos con lo que él entendió como la terrórica monteverdiana:

Estos testimonios patentes de los efectos de tan contrarias conductas convencen que la terrórica
adoptada por Monteverde ha ahuyentado de Venezuela la reconciliación y tranquilidad, “forzando a
sus habitantes” a preferir la muerte a un perpetuo castigo, y a estas providencias se deben las inva-
siones que sufrimos, el número de descontentos, aumento de enemigos y la pérdida de Venezuela37.

36 El poeta y escritor venezolano Gabriel Muñoz (1864-1908) apuntó en su obra Monteverde: Cuatro años de historia patria
1812-1816 quizás la más visible crítica en nuestra historiografía al testimonio del comisionado Pedro de Urquinaona
y Pardo. Según Muñoz, este pecó de ser un mero censurador de las tropelías de Monteverde. De hecho, dice, existen
al menos dos informes de oficiales canarios que su pesquisa “no encontró”: el del oficial José Ceballos; y el de Manuel
Bonalde, ambos escritos citados por Urquinaona en su Memorias para probar que la reacción realista en el occidente del
país, a principios de 1812, fue deleznable. Se atreve a asomar que aquellos episodios fueron exagerados a su convenien-
cia; aún así, no deja de utilizar la casi totalidad de las apreciaciones de las Memorias. Temo que el poeta deseó limpiar la
figura anárquica que aún hoy tenemos del jefe canario, aunque la verdad no sé si estos anhelos sean posibles utilizando
los mínimos artefactos de la crítica histórica. Véase Gabriel E. Muñoz, Monteverde…, t. 1, pp. 69-80.
37 Pedro Urquinaona y Pardo, Memorias…, pp. 265-266.
200
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

Esta política representaba un desafortunado rescate de la ley de conquista del siglo xvi. Era
volver al sadismo y la opresión ilimitada de los actos antiquísimos, donde se dominaba a san-
gre y fuego a nombre del rey y de la Iglesia. El castigo se hizo presente renovando los métodos,
cambiando sus discursos; aunque siempre los fines seguían siendo los mismos que tuvieron los
Alfinger, Federman, Aguirre, Losada, entre muchos otros contra los indígenas: aniquilar, dominar
y extirpar al enemigo impío, ignorante e incrédulo.
La violencia se argumenta, aunque sea con sangre. Monteverde lo deja claro en un informe del
17 de enero de 1813. Las situaciones de Coro, Maracaibo y Guayana, puntos en el mapa afectos al
rey, no merecían el cuidado férreo de sus oficiales. En cambio, “Caracas y demás que componían
su Capitanía General no debe por ahora participar del beneficio” de la Constitución de Cádiz38.
¿En dónde podía ubicarse el comisionado frente a esta política? Probablemente debió sentirse
asediado; aunque resulte mejor utilizar el término desesperado. No poder lograr que el jefe canario
respetara las disposiciones reales y que parase el aparataje terrorista lo puso en una situación com-
plicada. De nada valieron sus habilidades para el litigio ni mucho menos su propia voluntad para
detener la violencia social. En un franco diálogo con el rey en marzo de 1813, Urquinaona expresa
que mientras “…V. M. se afana y desvela en restablecer la paz, en conciliar los ánimos” aparece de
nuevo un conquistador medieval para “paralizar los progresos de la prosperidad a sumergir a los
pueblos en el abatimiento, en el desorden y en la confusión”39.

38 “Domingo de Monteverde escribe al Ministerio de Guerra. Caracas, 17 de enero de 1813”, en Pedro de Urquinaona y
Pardo, Memorias…, pp. 298-299.
39 Pedro Urquinaona y Pardo, Memorias… En las siguientes líneas de nuestro ensayo citamos al autor en sus páginas de esta
edición: 334, 354, 215.
201
Miedos, cuerpos y pasiones
Carlos Alfredo Marín

El terrorismo es entendido por el comisionado como un sistema confuso en sus formalidades,


amorfo en sus herramientas. Su fin: la venganza. El terror, dice, es un “sistema insensato opuesto
a la seguridad pública”40 que destruye y aniquila la fuerza moral del Estado realista. Es despótico
y arbitrario, porque confía más en la sospecha que en el debido proceso (en términos penales).
Procura entablar un campamento donde el encierro y la inseguridad, el miedo y la parálisis fuesen
las armas psicológicas más notables. Porque a vistas del castigo del enemigo, se alecciona al colec-
tivo. Más adelante ilustraré este fenómeno al detalle.
Allí donde esté el acto despótico –los encarcelamientos, las requisas, las torturas, los asesi-
natos– están los llamados “satélites del terrorismo”. Son los lugartenientes de Monteverde, por
ejemplo; pero también los de Bolívar, Briceño y Mariño. Estos multiplican y hacen mover las
poleas del rumor, otra forma contagiante del terror. Las delaciones y otras mortificaciones con-
vierten la opinión política en la propia muerte. La Real Audiencia escribe el 9 de febrero de 1813
ante la Corte que se “hallaban reos sin causa; otros cuya procedencia se ignoraba; otros que no
se sabía quién los mandó prender y no podía dar razón del motivo de su prisión”. Todos descon-
fiaban. Todos temían. Todos eran posibles blancos de las cuchillas.
Otra vez volveremos al ya citado José Costa Gali para averiguar la serie despótica en Venezue-
la. Este deja al aire una interrogante que bien puede ser la de Urquinaona, contemporáneo suyo.
Escribe el 31 de diciembre de 1812:

40 Pedro Urquinaona y Pardo, Memorias…, p. 354.


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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
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Y ¿qué confianza puede inspirar un Gobierno que en el momento mismo de ofrecer seguridad y
protección, de promulgar las leyes fundamentales de la Monarquía, las quebranta, dejando entre-
ver el bien para hacer más que doloroso el sufrimiento de los males?41.

Reparemos en el término “confianza”. Para que ella exista es necesario que los cuerpos estén
seguros y esperanzados frente a sus semejantes, más aún ante las poleas del Estado. Sin embar-
go, la guerra social no puede discernir entre lo razonable y lo irracional. El conflicto acelera las
emociones como la ira y hace que la balanza se incline a favor del caos, la ansiedad y el miedo,
volviendo añicos las voluntades.
Urquinaona se detiene a observar las consecuencias del terror en la estabilidad del hombre
de a pie. “El pueblo se dividió en facciones de opresores y oprimidos”, dice42. Se infló “la llama de
los partidos”, los “excesos” taparon los egos “capciosos de la seguridad pública”; la cosa pública
se dividía ente los “fieles” o los “insurgentes”. La minuta emocional corrió la voz de la división.
El resentimiento prendió en lo más profundo de las alcobas, tabernas, plazas públicas, salones y
pulperías. Urquinaona, estudioso de la tradición latina, cita la lección: era “…muy fácil prever que
semejante conducta, comprobada con hechos y testigos caracterizados, no podía engendrar sino
lo que anunció Cicerón: sediciones y discordias”.
Luego veremos con más detalles cómo se desenvolvieron las emigraciones civiles durante
1810 y 1814 para escapar de la muerte. Sí apuntaremos algo de una vez: Cuando se huye de

41 “José Costa Gali escribe a la Real Audiencia. 31 de diciembre de 1812”, en Pedro Urquinaona y Pardo. Me-
morias…, p. 251.
42 Pedro Urquinaona y Pardo, Memorias…, p. 205.
203
Miedos, cuerpos y pasiones
Carlos Alfredo Marín

múltiples amenazas –ya sean reales e imaginarias– los cuerpos se conducen bajo la pulsión de
la autoconservación. Este concepto, según los estudios de Spinoza, Hobbes, Montesquieu, Toc-
queville y Freud –quizás los más influyentes en estos predios–, se despierta cuando los sujetos
palpan o sienten la cercanía a la muerte (Tánatos), constituyendo el regreso de la humanidad al
estado salvaje43. En estos estados donde la masa pierde los referentes racionales y les ocupa solo la
supervivencia orgánica, el deseo de protegerse representa una carrera convulsa de los individuos
por conquistar otro segundo más de vida.
El instinto de supervivencia supone, entonces, el terror primigenio, la ansiedad agobiante,
la duda que anula toda convivencia, la ausencia de tradición que guíe y conduzca los deseos sin
enervarlos. La agresión, la crueldad, la destrucción, el abandono, la rapiña, tal vez las consecuen-
cias de estas coyunturas donde el miedo y el odio someten la organicidad de la comunidad. Estos
tipos de estragos debieron aparecer en muchos de nuestros antepasados venezolanos frente a los
cuchillos de las tropas de Domingo de Monteverde y José Tomás Boves o frente a las bayonetas
de Simón Bolívar y José Félix Ribas. El ejemplo más palpable lo da Martín Tovar Ponte el 27 de
junio de 1814, uno de los tantos padres que se despidió de su familia mientras que las sombras
de la huida y el miedo sumieron todo en el exterminio: “morir es mejor”, escribiría a su esposa44.

43 Remo Bodei, ob. cit., p. 344; Corey Robin, ob. cit. En las siguientes líneas de nuestro ensayo citamos al autor en sus pági-
nas de esta edición: 126, 164-165.
44 Martín Tovar Ponte escribe el 27 de junio de 1814 a su esposa: “Abraza a todos nuestros hijos, y hazles de mi parte las
expresiones más afectuosas, lo mismo que a Catalina y Concepción, que me alegraré tomen el camino de embarcarse,
junto contigo si es posible; porque aquí, si los enemigos entraren, experimentarán solo vejaciones, y entonces morir es
mejor”, citado por Rufino Blanco Fombona, “Bolívar y la Guerra a Muerte”, en Historia general de Venezuela. La Guerra a
Muerte, t. 1., p. 313.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

Urquinaona se consigue en su camino lo que Bodei ilustra en tiempos del terror jacobino
francés, salvando las distancias del caso:

En los regímenes despóticos los hombres pierden las razones del vivir. Secretamente prefieren o el
imperio de los sentidos (que les haga olvidar los males que los afligen y que ellos mismos infligen
a otros) o la muerte, a la que siempre están prontos o resignados45.

La terrórica de Urquinaona –además del coro testimonial que cita– percibe a los sujetos com-
pletamente separados entre sí. Los sujetos viven juntos por la fuerza repulsiva de las pasiones
que los aíslan. Pero también alejados de la confianza y la solidaridad recíprocas, degradando a los
ciudadanos a súbditos y generando así la más completa, fatalista y vil pasividad política, apenas
interrumpida por alguna esporádica, rabiosa y fugaz llamarada de rebelión.
En fin, como asomamos líneas arriba, el terror es la otra cara de la confianza y la seguridad.
En El espíritu de las leyes, Montesquieu apuntaba que tanto en las monarquías como en las repú-
blicas, la libertad política de los ciudadanos, hombres y mujeres, descansa sobre “la tranquilidad
de espíritu que proviene de la consideración que cada uno tiene de la propia seguridad”46. Solo
hay un requisito que priva el equilibrio de la polis según el pensador francés; y el comisionado Ur-
quinaona sabía de qué se trataba: que “el gobierno sea tal que el ciudadano no deba temer a otro”.

45 Remo Bodei, ob. cit. En las siguientes líneas de nuestro ensayo citamos al autor en sus páginas: 282, 284, 286.
46 Montesquieu, Del espíritu de las leyes, Libro XI, capítulo VI, p. 104.
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Miedos, cuerpos y pasiones
Carlos Alfredo Marín

La voz en medio del peligro

Cuando vengan las pasiones en vez de las leyes, los combates


en vez de la justicia, y en vez de la libertad la dictadura…
Juan Vicente González, Biografía de José Félix Ribas.

Resulta interesante repasar las anotaciones de H. Poudenx y F. Meyer en su


breves estancias en Venezuela a partir de 1811. Soldados, aventureros y cronistas británicos, Pou-
denx y Meyer ofrecen como extranjeros una radiografía densa de la cotidianidad de la Capitanía
General de Venezuela. Indagan los motivos de la revolución política de la élite criolla a partir de
1810, sopesan las características culturales y religiosas donde se mueven los sujetos, estudian los
lazos económicos de las élites terratenientes y la mano de obra esclava, se sumergen en el tempe-
ramento del “populacho”47, entre otros intereses afines.
El análisis no deja por fuera algo fundamental como las emociones y los cuerpos. La natura-
leza moral del hombre colonial es representada por un sinfín de caracteres que, a partir de 1810,
se exasperan: la desconfianza, la jerigonza, el disimulo, la laboriosidad, el virtuosismo, la amabili-
dad, la resignación, la desobediencia. Los viajeros asoman esta imagen esencial: “Sus pasiones son
impetuosas, pero resulta tan difícil conmoverlos como apaciguarlos”, apuntan los viajeros.

47 “Poudenx y Meyer. Memoria para contribuir a la historia de la revolución de la Capitanía General de Caracas desde la
abdicación de Carlos IV hasta el mes de agosto de 1814. Paris, 1815”, en Tres testigos europeos de la Primera República
(1804-1814). En las siguientes líneas de nuestro ensayo citamos al autor en sus páginas: 110, 124.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

Detengámonos en la violencia desatada en la Primera República. Los cronistas británicos exami-


nan los vicios y virtudes de la República criolla; a la luz de la reacción realista, la máquina empieza a
hundirse en los discursos de opereta, en la escasez de papel moneda y alimentos. El rigor revolucio-
nario aparece en el escenario para escarmentar a quien no estaba dispuesto a comulgar con él. ¿Cómo
aleccionar al pueblo sin herir sus ánimos “impetuosos”? La respuesta tiene matices imborrables.

Tan extremadas medidas solo sirven para exasperar el espíritu público, y no para moderar su
exaltación. Así, en lugar de la tranquilidad que se desea implantar, solo se fomenta el odio y el
apetito de venganza, se transforma a los pueblos apacibles y mansos en tigres sedientos de sangre
y carnicería; y el Estado más floreciente se convierte en teatro de desolación y crímenes.

Al igual que estos aventureros, la experiencia de Pedro de Urquinaona y Pardo en Venezuela


valora lo afectivo y lo corporal como un solo objeto testimonial. Al hablar de las sevicias de Domin-
go de Monteverde o del dolor de madres e hijos que emigraron de Caracas a mediados de 1814, el
comisionado escribe sobre ello sin separar nunca lo pasional, porque no puede escapar del contex-
to tormentoso que le toca vivir. Urquinaona deja escapar la frustración del jurista y lo que consigue
es el oprobio a quemarropa. Esa visceralidad epocal que lo inunda nos da una riqueza para valorar
sus Memorias. ¿Cómo podría ver y leer a Venezuela sin entrar también dentro de esa tensión que une
la razón a las emociones? O mejor: ¿Cómo podría el bogotano escribir movido solo por el pensa-
miento racional cuando trabaja con las emociones y con los padecimientos privados y de la socie-
dad donde se mueve? Su obra, en fin, capta el dolor en sus intensas conmociones y sus terrores48.

48 Arlette Farge apunta algo que creemos crucial en términos de enfoque: “Pierre Bourdieu sabía bien, aunque se tratara de
nuestra época, la problemática que es la demarcación entre razón y pasiones: Y ello es porque el cuerpo está (en grados
207
Miedos, cuerpos y pasiones
Carlos Alfredo Marín

Poudenx y Meyer convergen en una idea clara: La “tranquilidad pública” fue víctima de la
exaltación patriota, esto es, la inflación del discurso y la acción política, la desestabilización de
los valores compartidos –ideológicos, religiosos, culturales– por todas y todos los habitantes.
El lago pronto se transforma en un torrente sin control. Urquinaona, sumergido en la misma
coyuntura que los británicos –la huida, el escape–, expresa con pesimismo a la Corte que Ve-
nezuela era irrecuperable:

La esperanza de una reforma útil que acordase el desagravio fue lo único que pudo sostener la
tranquilidad vacilante hasta el momento en que las autoridades legítimas, abandonando el pueblo
a los estragos de la confusión, huyeron puerilmente a ocupar los buques fondeados en La Guaira,
dejando estampadas las huellas del aturdimiento y del pavor [cursivas nuestras]49.

En efecto, el 4 de agosto de 1813 vemos a Urquinaona embarcarse in extremis en una goleta


en La Guaira. Allí su relato recobra la intensidad del protagonismo. No esconde allí sus emo-
ciones, mucho menos el azoramiento de los cuerpos llorando y despidiéndose de tierra firme
quizás para nunca más volver. Lo que más contaba era salvar la vida misma del miedo descar-
nado: la muerte.

g desiguales) expuesto, puesto en juego, en peligro en el mundo, enfrentado al riesgo de la emoción, la vulneración, el
dolor, la muerte, a veces y, por lo tanto, obligado a tomar en serio el mundo (y no hay cosa más seria que la emoción,
que llega hasta lo más hondo de los dispositivos orgánicos). Por ello está en condiciones de adquirir disposiciones que
también son apertura al mundo, es decir, a las estructuras mismas del mundo social del que son la forma incorporada”
(ob. cit., pp. 49-50).
49 Pedro de Urquinaona y Pardo, Memorias…, p. 366.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

Tanto fue el que se apoderó de sus espíritus, que no alcanzaron mis esfuerzos a contener el tumultuoso
embarque de los que aquella noche llegaron al puerto. Yo lo verifiqué a las cinco de la tarde del día
siguiente, viéndome abandonado y observando que ya habían dado la vela todos los transportes,
quedando solo con el ancla a pique el pequeño y muy maltratado bergantín San Pedro, donde
hallé trescientas personas, con quienes me trasladé a esta isla por esperar las determinaciones de
V. A. [cursivas nuestras].

El drama es patente, como vemos. La tranquilidad pública –que no era otra cosa que la
sumisión de los habitantes ante la Corona– era tratada por el comisionado como una “reliquia”:
objeto del pasado que ni en la Península ni en las colonias americanas podía hallarse. Porque
el miedo social cruzaría el Atlántico para soliviantar la quietud de la religión católica, el orden
estamental, la tradición del honor y de las calidades, la exclusión social y cultural entre el crio-
llaje provincial y el pueblo de a pie50. El miedo pone el dedo en la llaga para abonar el caos. Y
en esa herida está inmerso el bogotano que logra salvarse en medio del “inexplicable desorden”
yendo a Curazao51. Da la sensación de que todo territorio que se pisase estuviera alarmado por
los desórdenes de la revolución. Esa impresión es, en definitiva, una “conmoción popular” que
afecta a los “españoles de ambos hemisferios adictos a la causa del Estado”. Se transforma en
una lucha contra el miedo en términos extracontinentales. Por ello, las Memorias de Urquinaona
son un testimonio en medio del peligro.

50 Alejandro E. Gómez, “La Revolución haitiana y la Tierra Firme hispana”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos, 2006.
51 Pedro de Urquinaona y Pardo, Memorias…, p. 366.
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Miedos, cuerpos y pasiones
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Historiando el dolor

¡Qué tormento la pesadilla de tener que vivir, esperando la muerte!


Rufino Blanco Fombona, Bolívar y la Guerra a Muerte.

En Resumen de la historia de Venezuela, Rafael María Baralt valora el papel que


tuvieron las pasiones en la guerra de Independencia: “Las pasiones exaltándose cada vez más en
unos y otros combatientes, producían hechos feroces, enteramente ajenos de los pueblos a que
pertenecían; mas tal es siempre la guerra entre hermanos: odiosa cuanto cruel”52. Aparte de que
son movilizadoras del miedo y la violencia, las emociones son fuerzas catalizadoras. Sin ellas el
proceso político e ideológico de la República no hubiese cuajado en el campo de batalla, mucho
menos en los hogares y demás espacios sociales.
Según el historiador venezolano, el hombre que desea crear nuevos valores –la libertad, la
solidaridad, el desapego, la virtud– en medio de “tiempos tempestuosos” debe estar preparado
para desatar y al mismo tiempo navegar en el alud pasional. Lo que se traduce en soportar las
disputas ideológicas entre patriotas y monárquicos, transitar en medio de la guerra sin morir en
el intento. “Era preciso agitar las pasiones, crearlas, por mejor decir, para circunstancias entera-
mente desconocidas”, dice. El desate de los afectos, pese a las consecuencias malignas que todos
le podemos achicar, nos lleva a los terrenos de la gloria, propios de los “tiempos heroicos” donde
la patria se levanta.

52 Rafael María Baralt y Ramón Díaz, ob. cit. En las siguientes líneas de nuestro ensayo citamos al autor en sus páginas:
268, 94, 144.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

Debemos evitar irnos por los terrenos del panteón de héroes para enfrascarnos en el desate
afectivo. De ello escribió mucho Rufino Blanco Fombona, uno de nuestros narradores criollos
más emblemáticos. En su ensayo Bolívar y la Guerra a Muerte, Fombona pone en un lugar pri-
vilegiado el estudio de las emociones. Es sensato decir que lo hace desde la mirada positivista,
más dispuesto a condenar las pulsiones de la masa bárbara que situarlas críticamente en sus
contextos socioculturales. Con todo, es un enfoque original, iluminativo y sagaz. Este nos ubica
en el clivaje trascendental que ilustraremos en este ensayo: “el clima pasional” de los años 1812,
1813, 181453. Fombona apunta: “La sociedad, con estos cambios bruscos, estas tragedias, y con
la introducción violenta de ideales, ideas, sentimientos e intereses nuevos en una nación de
tradición pacífica, rutinaria de administración soñolienta, donde no pasaba nada nunca, quedó
conmovida y desquiciada”.
Las prácticas sociales que se dan en estas amplias coyunturas son “contagiadas” irreversi-
blemente. Fombona habla de que la intensidad de la pasión –el odio, la ira– crece en proporción
directa al número de personas que la experimenten. “Se puede afirmar, en conclusión, sin temores
de incurrir en error, que la Proclama de Guerra a Muerte fue la actitud del alma de todos y el grito
o la voz de muchas pasiones”, escribe. El asesinato se contagia en masa; la huida y la parálisis,
el sufrimiento y el terror; pero en algunos se despierta la esperanza y el valor, el virtuosismo y
la heroicidad. Cuando se desbordan, hasta el asesinato se “imita”. Se cae en su juego vengativo,
autodestructor. Los sujetos se convierten en “salvajes prehistóricos”, víctimas de una “epidemia

53 Rufino Blanco Fombona, “Bolívar y la Guerra a Muerte”, ob. cit. En las siguientes líneas de nuestro ensayo citamos al
autor en sus páginas: 277, 294, 269-270.
211
Miedos, cuerpos y pasiones
Carlos Alfredo Marín

criminal”54. Todo paneo documental de aquellos años demuestra que el hambre, la pobreza, el
sufrimiento, la angustia y la muerte fueron el pan de cada día. La tesis de Fombona se detiene en
el umbral que nos interesa: “la uniformidad en el dolor” en Venezuela.
¿Pero acaso podemos historiar el dolor? El dolor no es solamente el padecimiento individual,
ya sea la migraña, el tormento de muela o el pinchazo en el dedo; también lleva implícito el sus-
trato cultural y relacional, capaz de modificar las respuestas de quien lo soporta y cómo las inter-
preta en una coyuntura específica. El sufrimiento de nuestros ancestros tiene que medirse en las
dimensiones colectivas porque el clima pasional despierta las alarmas en dos sentidos: uno, para
que los cuerpos se movilicen y, dos, para que busquen vías de cómo interpretarlos y superarlos.
David Le Breton, en su Antropología del dolor, refiere lo que para nosotros es la médula del asunto.
Dice que el dolor

…encerrado en la oscuridad de la carne, se reserva a la deliberación íntima del individuo. Lo ab-


sorbe en su halo o lo devora como una fiera agazapada en su interior, pero dejándolo impotente

54 Fombona escribe: “De las formas de delito colectivo que Escipión Sighele señala, es decir, el delito por tendencia congéni-
ta de la colectividad y el delito por pasión de la misma colectividad, esta última fue quizás la que en Venezuela predominó
en aquella época, pues el pueblo venezolano, en el resto de su historia, no puede caracterizarse como tan sanguinario.
Ello prueba que aquel vendaval de sangre de los años 1812, 1813 y 1814 fue obra predominante del factor social y no del
factor antropológico”. En otro aparte argumenta: “Pensemos o creamos, pues, hasta por sonrojo nacional, que el contagio
y la venganza fueron los que despertaron aquella epidemia criminal en los años 1812, 1813 y 1814, y posteriormente
(…) La guerra a muerte, en el periodo o época de la Conquista (siglo xvi), muy anteriormente, se había practicado. La
tradición era y es de violencia y de sangre. Sí, estábamos, y lo estamos aún, muy cerca de la selva: de las selvas de América
y de África” (Rufino Blanco Fombona, “Bolívar y la Guerra a Muerte”, en Ídem. En las siguientes líneas de nuestro ensayo
citamos al autor en sus páginas: 369, 315.
212
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

para hablar de esa intimidad atormentadora. Incomunicable, no es el continente cuya tangible


geografía pudieran dibujar los exploradores más audaces. Ante su amenaza, el rompimiento de la
unidad de la existencia provoca la fragmentación del lenguaje. Suscita el grito, la queja, el gemido, los
lloros o el silencio, es decir, fallos en la palabra y el pensamiento; quiebra la voz y la vuelve desconocida.
Lleva al rostro una tonalidad amarga, crispada. Mímicas específicas, y socialmente identificables, crispa-
ciones, ejemplifican el ir y venir del dolor intenso y la cerrazón del mundo. El cuerpo se postra en una
inmovilidad o una actitud antálgica que hace que sea difícil mantener la atención en los otros sin
un enorme esfuerzo de voluntad [cursivas nuestras]55.

La pluma de Le Breton ilustra los pormenores de los suplicios internos. La escala es casi
microscópica; los órganos latentes, los fluidos sanguíneos, los huesos, los terminales nerviosos
y la conciencia son agredidos hasta desorientarse la voluntad humana. Estos umbrales del dolor
–matizados por el pavor56, por ejemplo– contaminan la realidad de los núcleos familiares (esfera

55 David Le Breton, Antropología… En las siguientes líneas de nuestro ensayo citamos al autor en sus páginas: 43, 37-38.
56 Utilizamos aquí lo que Arlette Farge entiende por “pavor”. Creemos que es un concepto deslumbrante: “Según el diccio-
nario, el pavor se define de la siguiente forma: ‘Gran espanto, a veces mezclado con horror, que hiela y atrapa’. El pavor es
mudo; sin lenguaje, asombra y pasma al cuerpo, lo golpea de lleno. En el surgimiento de determinados acontecimientos,
ese afecto cumple un papel importante; es una pasión glacial que paraliza, pero que posee una fuerte importancia. En el
pavor, hay espanto y el cuerpo se ve asaltado por intensas pulsaciones que desorbitan los ojos y estrangulan la garganta,
mientras que la expresión verbal abandonan a la persona por el espacio de un instante. El cuerpo, prisionero, ya no tiene
conciencia ni del pasado ni del futuro; bajo el yugo del espanto, marca un tiempo de pausa en el que se abisma el estupor.
Una vez que ha pasado el pavor y que el individuo ha recuperado la calma, es probable que surjan sentimientos secunda-
rios como el odio o la indignación y que estos desaten situaciones inéditas, tanto en el plano social como político” (Farge,
ob. cit., pp. 146-147).
213
Miedos, cuerpos y pasiones
Carlos Alfredo Marín

social inmediata). Quien tenga un herido, un agonizante o, en otra perspectiva, aquel que vea a
una madre que ha perdido a su esposo e hijos en la guerra, siente el dolor del otro y lo hace suyo.
Hay una identificación con el martirio, podemos decir, un sibilino y angustiante sentimiento de
solidaridad, pero al mismo tiempo de separación de los nexos gregarios: el abandono, el suicidio,
la rendición. Esto nos lleva a pensar que el padecimiento se esparce en el grito, en el llanto, en
el hedor de la herida abierta y en los cuerpos insepultos. Los cinco sentidos reciben y emiten es-
tos tormentos en el ámbito relacional. El dolor, en términos grupales, constituye una esfera que
inunda cada una de las prácticas comunicativas y simbólicas. Siguiendo esta lógica, veremos en
el testimonio del comisionado Urquinaona y en sus contemporáneos cómo el dolor es capaz de
aislar a los cuerpos que sufren y la forma en que los demás autorizan el abandono de sus congé-
neres. ¿Cómo superar ver al cadáver de un ser querido? ¿Cómo se supera la hambruna? ¿Cómo se
convive con los gritos y sollozos de los dolientes?
La uniformidad del dolor, según Fombona, establece un conjunto inexorable de elementos
perturbadores. Todos ellos ven al hombre y a la mujer como culpables o sospechosos. Muy
pocos están protegidos o blindados. El dolor se vuelve una estela caótica que no solamente es
sufrida por los realistas o los republicanos. Quien posea un arma o el rumor se convierte en el
verdugo. Civiles, religiosos, militares, hombres y mujeres son sometidos al sufrimiento dilata-
do durante días, semanas o meses. La angustia de la espera, la incertidumbre, la humillación,
la locura. Esta postal es referida por una carta escrita por Antonio Muñoz Tébar al Libertador
Simón Bolívar el 31 de diciembre de 1813:
214
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

Jamás se han visto tan grandes efectos del pavor que puede consternar los hombres pusilánimes,
como en estos días singulares en que La Guaira y Caracas ofrecían el espectáculo de los españoles
errantes por las calles, espantados, medio desnudos, abandonando sus armas, y precipitándose al
mar, sin ver el enemigo que los hacía huir 57.

El país del sobresalto


Si son reales para mi emoción, son reales.
Ya que no hay otro modo de medir las cosas
que por nuestra emoción ante ellas.
Jorge Luis Borges

Para que exista una sociedad miedotizada debe haber un desate emocional tan-
to en la órbita individual como colectiva. En estas coyunturas de angustia, los cuerpos se rigen
por el contagio de gestos y actitudes, de sonidos e interpretaciones. Hasta aquí hemos visto a los
representantes del poder monárquico identificar las causas del caos en Venezuela siguiendo estas
líneas: el terror político implementado por Domingo de Monteverde, la espiral de violencia entre
republicanos y realistas en medio de la Guerra a Muerte, y todo lo que condujo al desplome de la
tranquilidad pública en el territorio. A la luz de esta urdimbre toma sentido la frase de Fombona:
“Todo turba y perjudica a la nación en general y a cada individuo en particular”.

57 “Antonio Muñoz Tébar a Simón Bolívar. Informe del Secretario de Relaciones Exteriores, Antonio Muñoz Tébar, fechado
en Caracas el 31 de diciembre de 1813, relativo a la actuación de ese despacho hasta fines de 1813. Documento 558”, en
Escritos del Libertador, t. IV, p. 372.
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Miedos, cuerpos y pasiones
Carlos Alfredo Marín

Comenzamos primero con el llanto: segregación lacrimosa que experimentamos los seres
humanos causada, en términos generales, por un estímulo que alborota las emociones. Cuando
lloramos, el rostro se contrae y el pulso se agita. Otros emiten alaridos sostenidos, transmitiendo
la afectación a quien lo perciba. No podemos afirmar que el comisionado Pedro de Urquinaona
llorase en 1813; a fin de cuentas, se trata de un ser vivo como yo. Pero si leemos a contrapelo su
testimonio y los que cita, es sensato afirmar que el llanto fuera quizás el primer soporte pasional
de la sociedad miedotizada.
Ya hemos visto los avatares del despotismo de Monteverde entre 1812 y 1813. Debemos aso-
mar tal vez la orden más escandalosa de su régimen: capturar y remitir a los castillos de La Guaira
y Puerto Cabello a todo partidario republicano del oriente del país el 4 de diciembre de 1812. Para
aquella faena envió a Francisco Cervériz a la ciudad de Cumaná. Allá llegó el 15 de diciembre y
de improviso violó la autoridad del propio gobernador Emeterio Ureña, puesto en aquel cargo por
Monteverde58. Desde que asumió el cargo en octubre de 1812, Ureña quiso respetar las capitula-
ciones constitucionales y la reconciliación pública. A los ojos del jefe canario, aquella misericordia
resultaba una debilidad. Cervériz a pocos días de la Navidad ejerció numerosos allanamientos
nocturnos. Señoras como María Vallenilla se quejaron de que los arrestos se hacían a diestra y
siniestra, irrespetando las alcobas y el reposo familiar59. El propio Ureña apunta que “oficiales,
nobles, curas, blancos, pardos y morenos sin distinción alguna” fueron llevados a los calabozos
bajo el peso de los grillos, como si todos fuesen criminales60. De nada valió el reclamo de este ante

58 Rafael María Baralt y Ramón Díaz, ob. cit., pp. 108-112.


59 Pedro Urquinaona y Pardo, Memorias…, p. 234.
60 “Emeterio Ureña escribe a la Real Audiencia. 15 de febrero de 1813”, en Pedro de Urquinaona y Pardo, Memorias…, p. 235.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

la Audiencia; pronto sería destituido, pero su pulso es recogido en las Memorias de Urquinaona.
Las carreras y los gritos se sumaron a las violaciones y demás sevicias. El bogotano aprieta el pulso
para afirmar que las familias “lloraban sin cesar el desamparo y desolación”61.
El gobernador Antoñanzas, acusado también de actos desproporcionados en la reconquista
canaria, agregó en su informe del 26 de mayo de 1813 que la gente estallaba en “un continuo
llanto”, causado por la “sumisión a la miseria”62. Al respecto se pregunta:

¿No basta mirarlos denegados a toda reunión pública, llorar en secreto sus miserias en los rinco-
nes de sus casas, prestarse a cuanto se exige de ellos, sino que será igualmente preciso que sufran
cada momento, cada instante, nuevos insultos, nuevas vejaciones?

La misma tipología dolorosa se cumplió en la ciudad de Valencia durante la primera semana


de julio de 1814. El general Tomás Heres refiere que las fuerzas de Boves entraron a todas las casas
para robar, violar y matar. Dice: “Los gritos, las lágrimas, la confusión, el horror que estas escenas
producían, son imposibles de expresar”63.
Los cuerpos temen llorar. Algunos reprimen tales impulsos; otros se desahogan. A los oídos
del enemigo, el gemido del niño –por ejemplo– detectaba la presencia de otros cuerpos escondi-
dos en el monte o en las casas roídas. Muchos no pueden soportar los alaridos de las despedidas.
Ni pensar en los quejidos de los enfermos que se pudren en vida en los caminos. Para los que
61 Pedro Urquinaona y Pardo, Memorias…, p. 255.
62 “Eusebio Antoñanzas escribe a la Regencia. 26 de mayo de 1813”, en Pedro de Urquinaona y Pardo, Memorias… En las
siguientes líneas de nuestro ensayo citamos al autor en sus páginas: 268, 272.
63 Narración del general Tomás de Heres citado por O’Leary, Memorias del general O’Leary, t. 27, p. 212.
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Miedos, cuerpos y pasiones
Carlos Alfredo Marín

observaron y escribieron sobre aquellas escenas, se les tranca la mano; dudan si la palabra y la
posteridad puedan siquiera acercarse al dolor del cual fueron testigos. De tal modo que el llanto
es un rastro del dolor y el miedo. Las cuatro paredes se transforman en el paño de lágrimas; otras
veces el monte y el camino fangoso, donde ya la huida es necesaria. Allí el llanto corre con liber-
tad, por paradójico que suene.
La imagen es única: unos callan; otros huyen. En ese estado de ansiedad colectiva, los cuerpos
se metamorfosean al contacto con el terror. Es el caso del teniente coronel Tomás Montilla, joven
de la aristocracia caraqueña y uno de los más talentosos oficiales que tuvo el bando republicano.
Este vio perder a su madre, a su esposa y a sus amigos en las costas orientales cuando huía de José
Tomás Boves en julio de 1814. El 7 de junio de 1815, un año después de la fatídica emigración,
le confiesa al general Rafael Urdaneta que se sentía solo en el mundo, desorientado: “¿Habrá U.
creído que me he muerto, o estoy en crisálida, o excomulgado?”, escribe64. “Yo estoy, créamelo
U., amolado; pobre como Cristo, calenturiento, azorado, con un pie en la cárcel y otro en el des-
tierro”. Antes de cerrar el pliego a mano y firmarlo, Montilla se despide así del general marabino:
“Adiós, escriba y mande a este su afectísimo duende, pues no sé qué soy”. Como vemos, la rela-
ción entre el sujeto y el mundo se rompe. Se cree ser un monstruo o un solitario cavernícola, sin
raíces, sin rostro ni esperanzas. El sufrimiento lo hace ver la realidad como ajena. Hasta su propia
fisonomía le parece extraña. El paroxismo esencial: el olfato se atora, las papilas gustativas se dis-
locan, los ojos se desorbitan, la audición se altera, los músculos se encabritan, el sueño se pierde,
los nervios explotan.

64 “Tomás Montilla a Rafael Urdaneta. Cartagena de Indias, 7 de junio de 1815”, Archivo del general Rafael Urdaneta. Docu-
mentos para la historia del máximo héroe del Zulia, t. 1, pp. 70-71.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

¿Podemos imaginarnos hoy sentir asco ante la vida? Decir que pudieron existir otros Montilla
en el escenario de la guerra puede resultar verosímil; sin embargo, queda mucho por pesquisar, en
términos del dolor social, en las fuentes históricas de la época. En esos casos donde el dolor logra
desfigurar el yo, David Le Breton arguye:

Todo dolor, incluso el más modesto, induce a la metamorfosis, proyecta a una dimensión inédita de la exis-
tencia, abre en el hombre una metafísica que trastoca su ordinaria relación con el prójimo y con el mundo.
Es un rostro ajeno y devorador que no da tregua, que nos persigue con su tortura incesante. El
individuo se siente como una casa hechizada por la enfermedad o el dolor. En principio, no puede
reconocer que una y otro conforman su cuerpo, que habitan en él, porque las quiere del Otro, exteriores,
como si la llegada del padecimiento en sí fuera el signo de la abdicación ante lo extraño. Imagen ejemplar
de la irrupción del eso, el dolor despersonaliza [cursivas nuestras]65.

Quien ve cuerpos miedotizados como estos queda contaminado con el umbral del sufrimien-
to y, como apunta el antropólogo francés Le Breton, la despersonalización se multiplica a pasos
agigantados. En esa lógica entró Urquinaona en el amanecer del 4 de agosto de 1813. A la ciudad
habían llegado rumores de la derrota de Monteverde en Valencia tres días antes en manos de las
tropas neogranadinas a cargo de Bolívar. En el ambiente estaba la esencia, nuevamente, de la inmi-
nente venganza. Ante aquel panorama, hombres y mujeres afectos al régimen canario agarraban lo
poco que tenían para descender a los muelles de La Guaira. El comisionado apunta que “…no era
posible trasladarse de un modo regular y seguro” al puerto66. El sobresalto de los cuerpos pisando

65 David Le Breton, Antropología…, p. 26.


66 Pedro de Urquinaona y Pardo, Memorias… En las siguientes líneas de nuestro ensayo citamos al autor en sus páginas:
359, 357.
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Miedos, cuerpos y pasiones
Carlos Alfredo Marín

las brasas del terror; allí los gestos de la autoconservación, allá el trote azaroso de los cuerpos. “En
la celeridad creían cifrada su salvación y en tales apuros todo era desorden, angustias y terror”,
cuenta. A dos horas después del rumor generalizado, “…el camino de La Guaira estaba cubierto
de mujeres, niños y ancianos de todas clases que en sus rostros fatigados presentaban la imagen
del pavor”. Veamos el resto del relato:

Yo fui uno de los comprendidos en esta desastrosa emigración. Sin más equipaje que la ropa que me
cubría y los papeles de mi comisión pasé en la tarde del día siguiente a bordo del único bergantín
que quedaba, levándose, como lo hizo, con trescientas personas apiñadas en la bodega y sobre
cubierta, expuestas todas a perecer de hambre, sed, o del naufragio que amenazaba el deplorable
estado del buque, que no permitía dejar cuatro minutos las bombas de la mano (…) Desde nuestro
arribo a esta isla [se refiere a Curazao] no ha cesado el de embarcaciones inglesas y españolas cargadas de
familias que van a perecer en la indigencia. Por ellas sabemos que Cumaná se ha perdido; que todo se halla
en fermentación y que nadie vive seguro en aquellos países de lamentos y de horror [cursivas nuestras].

La indigencia, seres roídos por el hambre y el rompimiento familiar, postales que Urquinaona
no puede pasar por alto. “Las calles quedaron desiertas; y aquella noche [4 de agosto de 1813, se
refiere] centenares de personas volvieron a habitar los montes y los escombros, cuya fragosidad
y ruinas les eran menos temibles que las pasadas proscripciones”. La misma penuria envuelve a
todos por igual, incluso a los que por años ostentaban riquezas y opulencias. Los sujetos se con-
funden en la desventura de ver a otros en aquel cataclismo. Atónitos, aturdidos, angustiados: el
terror invade la gran mayoría de las prácticas sociales, espacios donde debía dormirse con un ojo
abierto y un cuchillo en la mano para defender la vida.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

Los desventurados isleños, que lo sabían bien a su costa, vagaban en La Guaira libres, con los pa-
saportes corrientes, sin medios de subsistir y prefiriendo el pedir de limosna de puerta en puerta
a los tormentos que les preparaba la osadía y obstinación del sanguinario Martínez. La presencia de
esta clase numerosa de mendigos era el testimonio más irrefragable del terror introducido en las provin-
cias, donde cada jefe independiente y absoluto se creía autorizado para fallar a su antojo contra los bienes
y libertad de los vecinos [cursivas nuestras].

El terror y la miseria se juntan en una dupla dolorosa. El comisionado realista, Ignacio Cor-
tabarría, escribió que la “miseria” era propia para “todas la clases”67. Hasta el propio Ceballos la
palpó en sus tropas al “verlos desnudos y pereciendo de hambre los únicos 400 hombres que te-
nía” para la defensa del territorio del rey68. Probablemente Urquinaona pudo ver cómo las familias
iban de pueblo en pueblo huyéndole a la muerte, donde algunos hasta robaban y mataban para
comer. Acaso observó a los cuerpos arrastrándose por el hambre, combatiendo contra la voluntad
de no abandonar a sus pequeños hijos y tener la fuerza para encontrar el escondite salvador. El
dolor en territorios inhóspitos, selváticos, infranqueables, donde las fieras se iban comiendo a los
más débiles. Estos breves indicios tácitos: nuestra historiografía venezolana aún tiene mucho que
contar sobre aquellas penurias humanas en tiempos de guerra.
¿En dónde queda la locura en la sociedad del sobresalto? El general Daniel Florencio O’Leary
recoge en sus Memorias la siguiente anécdota de la Emigración a Oriente:

67 “Ignacio Cortabarría a la Regencia. Informes del 12 de noviembre de 1810, 17 de octubre de 1811 y 9 de noviembre de
1811”, en Pedro de Urquinaona y Pardo, Memorias…, p. 59.
68 “José Cevallos escribe a la Regencia. 15 de septiembre de 1812”, en Pedro de Urquinaona y Pardo, Memorias…, p. 66.
221
Miedos, cuerpos y pasiones
Carlos Alfredo Marín

Personas acostumbradas a los goces de una vida cómoda, apenas podían tolerar tantas fatigas;
muchos perecían diariamente. El mismo Bolívar me refirió que durante esta retirada fue el testigo
de las escenas más desgarradoras. Vio a las madres arrancar de sus pechos, ya agotados, a la tierna
criatura y arrojarla con horribles imprecaciones al precipicio, que ya no tenían fuerzas para vencer
[cursivas nuestras]69.

Los que lograron llegar a Cumaná luego de semanas enteras de peregrinaje, serían sitiados “a
sangre y fuego” por José Tomás Boves y Francisco Tomás Morales a partir del 15 de octubre de
181470. Los cuerpos no hallaron escapatoria ni siquiera en los templos. Las mujeres fueron viola-
das en masa y pasadas a cuchillo. Acaso las más aguerridas, sabiendo la suerte que les esperaba,
preferían darse “voluntariamente la muerte”, como cuenta O’Leary en el mismo testimonio. Otras
que trataban de huir del apetito sexual y asesino “…se arrojaron al mar con la loca esperanza de
alcanzar los buques que a toda vela se alejaban del puerto. Yo conozco a una joven que milagro-
samente fue salvada de entre las olas en esta ocasión”. No sería extraño que tales escenas pudieran
haberse repetido en otras localidades de la costa venezolana.
El luto se imponía en todos lados y era de impresionarse, como lo expresa Eusebio Anto-
ñanzas, que “quedase vecino alguno a vista del terrorismo”71. Fernando Miyares, por su parte,
se lamenta al observar cómo “los pueblos quedaban en el abatimiento”72. La privación del juicio
en los cuerpos y en los espíritus. El desatino en la interpretación de los estímulos de la realidad

69 O’Leary, ob. cit. En las siguientes líneas de nuestro ensayo citamos al autor en sus páginas: 206, 213.
70 Juan Úslar Pietri, La historia de la rebelión popular de 1814, pp. 208-212.
71 “Eusebio Antoñanzas a la Regencia. 16 al 26 de mayo de 1813”, en Pedro de Urquinaona y Pardo, Memorias…, p. 206.
72 “Fernando Miyares a la Regencia. 15 de septiembre de 1812”, en Pedro de Urquinaona y Pardo, Memorias…, p. 86.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

extenuante. La despersonalización parcial de los sujetos. La locura también dice presente en esta
panorámica del miedo y el dolor. Imagen agorera confirmada por el propio Libertador, incluso
antes de entrar a Caracas en medio de vítores en agosto de 1813. Quizás el signo medular de esta
geografía del dolor: “El terror se había esparcido generalmente: nadie pensaba sino en salvarse”73.

Escuchar “bajo la sombra del temor”


Los rumores son elementos de la opinión pública que agobian los sentidos
de los seres humanos. En tiempos de guerra, la exposición a este género de informaciones –la
oralidad, principalmente– vierte un contingente de significados a la cotidianidad. Según el histo-
riador francés Jean Delumeau, el rumor responde a un fondo previo de inquietudes acumuladas;
además, en la mayoría de los casos “…es el resultado de una preparación mental creada por la
convergencia de varias amenazas o de diversas desgracias que suman sus efectos”74. Esta deja
de ser una entelequia individual transformándose en una ola colectiva, porque todos los vasos
comunicantes multiplican las reacciones conductuales. La palabra lleva consigo un horizonte de
expectativa; quien habla y escucha lanza un gancho al aire para que otros comuniquen. En esa
hilera los hombres y mujeres se emocionan, todos se comprometen, pocos se salvan. El rumor
constituye, hasta cierto punto, el botón que desata las pasiones más perversas hasta llegar al paro-
xismo y las proyecciones alucinatorias.

73 “Relación de los sucesos políticos-militares ocurridos entre la batalla de La Puerta y la llegada de los generales Bolívar
y Mariño a Cartagena, dictada por el Libertador a su secretario Pedro Briceño Méndez y publicada en ‘El Mensajero’ de
Cartagerna. 30 de septiembre de 1814. Doc. 926.”, en Escritos del Libertador, t. VII, p. 6.
74 Jean Delumeau, El miedo en Occidente (siglos XVI-XVIII). Una ciudad sitiada, p. 273.
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Miedos, cuerpos y pasiones
Carlos Alfredo Marín

Pero apartando el hecho del rumor y su propagación en la imaginación colectiva, vislumbra-


mos algo decisivo en otra etapa del mismo fenómeno: el efecto de la circulación de los impresos y
la forma en que se les apropian los sujetos. Escribir sobre esto en nuestra historiografía venezolana
es un atrevido gesto por lo dificultoso de las fuentes. Debemos intentar, al menos, hacer un boceto
siguiendo esta lógica en la que se vinculan tres elementos: el papel de la oralidad, los circuitos de
transmisión de mensajes (leer/escuchar) y el miedo social. Siguiendo quizás los rastros del comi-
sionado Urquinaona podemos vislumbrar algunos indicios esenciales en estos predios.
Primero aparece el bando público. A través de él, la muchedumbre se congrega a escuchar lo
que el anunciante lee con escrúpulos, engolando la garganta, asumiendo una postura severa para
hacer circular el mensaje. Esta vía de transmisión tiene raíces muy profundas. La Venezuela que
se abre paso en 1810 es una sociedad movida aún por la oralidad, lo que seguramente también
ocurría en gran parte del continente75. La institución eclesiástica se fundamenta en esta formalidad
desde los comienzos de la conquista y evangelización de nuestros territorios. El sermón alecciona-
dor, la confesión, las rogativas, el rezo, todos estos formatos orales impregnaron la cotidianidad de
hombres y mujeres. Lo que equivale a decir que la Iglesia, en tanto poder monárquico y cultural,
instauró un influyente modo comunicativo, penetrante y controlador.
Por algo H. Poudenx y F. Meyer, expedicionarios británicos que estuvieron en Caracas entre
1811 y 1814, no pudieron soslayar el hecho de que el verdadero poder residía en la Iglesia, incluso
75 Guerra estudia el caso de la oralidad, las imprentas y la difusión de las ideas ilustradas en la Nueva España a partir de
la segunda mitad del siglo xviii. Salvando las distancias del caso con la Provincia de Venezuela, nos parece sano tomar
en cuenta sus aportes a la hora de entender los procesos de independencias en el mundo atlántico como un fenómeno
cultural. Nos basamos en el capítulo: “Difusión de la modernidad. Alfabetización, imprenta y revolución en la Nueva
España”, ob. cit., pp. 275-289.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

por encima del poder civil y militar76. La Iglesia católica tenía la capacidad para conservar la tradi-
ción y sus representaciones; y a la luz de la revolución en ambos lados del Atlántico, tenía bien acei-
tado su sistema comunicante, donde la voz y el gesto serían sus principales arterias de transmisión
de códigos y símbolos. ¡Ese poder de la “enseñanza verbalista”!, como le gustaba decir a finales del
siglo xviii al caraqueño Miguel José Sanz77. Eso nos da una idea del papel de la oralidad como vía
para informar, persuadir, convencer y sujetar.
Bajo esta lógica parcial, los sujetos que escuchan el anuncio en la plaza pública responden al
llamado de quien lee para todos, sepan o no escribir. Otras veces, se pegaban los carteles o pro-
clamas en las principales esquinas, pudiendo ser leídos y apropiados por quien supiera hacerlo y
lo vocalizara a quienes no fuesen tan privilegiados78. Por ejemplo, Urquinaona anota que el 18 de

76 Veamos: “Nos limitaremos a observar que estas últimas [se refiere a las autoridades eclesiásticas] ejercen una influencia
preponderante sobre el espíritu de los pueblos que habitan esta parte de las posesiones españolas del Nuevo Mundo; y
que, aunque el poder residía en la autoridad militar y civil, el verdadero jefe de la provincia era más bien el arzobispo
que el Capitán General. Las instituciones religiosas se han sostenido mayor tiempo que las civiles, porque aquellas se
apoyaban en la unidad de intención; y como ellas fueron en América las promotoras de la dominación española, también
han sido el último baluarte de su agonizante poderío” (H. Poudenx y F. Meyer, Memoria para contribuir a la historia de la
revolución de la Capitanía General de Caracas desde la abdicación de Carlos IV hasta el mes de agosto de 1814. París, 1815, en
Tres testigos europeos…, p. 112.
77 Mariano Picón Salas, “Miranda”, en Biografías, p. 16.
78 Las lecturas oralizadas son constantes en los circuitos comunicativos en el proceso de la guerra de Independencia. En la
Gaceta de Caracas abundan, por ejemplo, este tipo de indicios que en futuros trabajos deben ampliarse. “El mismo día fue
publicado por mí [Cristóbal Mendoza, gobernador político de Caracas] el Escribano, el bando anterior, en altas e inteligi-
bles voces, a son de caja y usanza militar, en varias, distintas, y acostumbradas partes de esta ciudad, a que concurrieron
porción de oyentes que demostraron contento y entusiasmo, con vivas a la Patria y sus dignos Jefes; doy fe. Francisco
Valles, Escribano público” (Gaceta de Caracas, no XLIV, jueves 24 de febrero de 1814, p. 3).
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Miedos, cuerpos y pasiones
Carlos Alfredo Marín

abril de 1810 “se fijó por bando en los lugares públicos” la noticia de la llegada de los comisiona-
dos franceses, “como si hubiera sido la noticia más satisfactoria”79; el general O’Leary, refiriéndose
a este mismo episodio, dice que “aparecieron letreros en las paredes” donde se criticó la presen-
cia francesa en Caracas80. José Ceballos relata a la Regencia que Domingo de Monteverde había
“comunicado al público” de El Tocuyo “en una cuartilla de papel, y hasta con letra muy mala”,
el avance de la campaña de reconquista a mediados de 181281. Igual uso realizó el gobernador
Emeterio Ureña en Cumaná, donde “aclamando al pueblo” trató de cortar la angustia pública
“fijando en los lugares públicos” una proclama tranquilizadora82. Don Andrés Lebel de Goda hizo
lo propio, pegó carteles para convocar al pueblo a celebrar las elecciones del Ayuntamiento de
Cumaná el 20 de abril de 181383. Urquinaona incluso se refiere en ocasiones a que se realizaban
“impresiones” de las proclamas para informar al público, otras veces para amenazar. Monteverde,
el 25 de julio de 1812, manda desde San Mateo algo enfático: “Se imprimirá un número suficiente
de ejemplares de esta acta [la capitulación] y se distribuirán al público”84.
Cuando aparece el pasquín y la hoja suelta ya el asunto comienza a disparar las alarmas. Estos
son instrumentos inflamables capaces de alterar la tranquilidad pública. Al menos así lo veían los

79 Pedro de Urquinaona y Pardo, Memorias…, p. 28.


80 Daniel Florencio O’Leary, ob. cit., p. LIX.
81 “José Ceballos a las Cortes de Cádiz. 26 de mayo de 1813”, en Pedro de Urquinaona y Pardo, Memorias…, pp. 125-127.
82 “Emeterio Ureña a la Regencia”, en Pedro de Urquinaona y Pardo, Memorias…, p. 222.
83 “Eusebio Antoñanzas a Andrés Level de Goda. 20 de abril de 1813”, en Pedro de Urquinaona y Pardo, Memo-
rias…, p. 260.
84 “Domingo de Monteverde. San Mateo, 25 de julio de 1812”, en Pedro de Urquinaona y Pardo, Memorias…, p. 164.
226
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

contemporáneos de Urquinaona. Cuenta que don Francisco Navas, involucrado en los sucesos
que conllevaron a la firma del Acta de la Independencia de julio de 1811, “reclamó su firma te-
miendo las amenazas que aparecían en los pasquines”85. El cura Andrés Torrellas, famoso en la
reconquista canaria de 1812, escribe que envió a los habitantes de Bobare y Duaca “cartas” y otras
especies para “alarmar” y “excitar” para “que se reúnan con nosotros”86.
Leyendo el coro testimonial del comisionado intuimos que el acceso a los textos, la circu-
lación y la apropiación de sus significados, revelan prácticas cotidianas interesantes capaces de
mostrarnos sus efectos en los cuerpos miedotizados. En esos espacios donde se lee y escucha se
construyen, en términos del historiador Roger Chartier, los denominados espacios de sentido,
donde poco importa la relación de los signos y la tipografía, y más la rica y variada capacidad de
interpretación que tienen sus receptores para hacerlos parte de su vida87. Dice el estudioso:

…lo escrito está instalado en el corazón mismo de la cultura de los analfabetos, presente en los
rituales, los espacios públicos, los lugares de trabajo. Gracias a la palabra que lo descifra, gracias a la
imagen que lo repite, se vuelve accesible incluso para aquellos incapaces de leer o que solo pueden obtener
por sí mismos una comprensión rudimentaria [cursivas nuestras].

Los indicios documentales apuntan a que existía la mediación de un lector. ¿Cómo imaginar a
una sociedad cualquiera sin el verbo en constante flujo y reflujo? El Santo Oficio de la Inquisición

85 Pedro de Urquinaona y Pardo, Memorias…, p. 25.


86 “Andrés Torrellas. Moruturo, 21 de marzo de 1812”, en Pedro de Urquinaona y Pardo, Memorias…, p. 80.
87 Roger Chartier, El mundo como representación. Estudios sobre historia cultural. En las siguientes líneas de nuestro ensayo
citamos al autor en sus páginas: 111, 117, 135-136.
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Miedos, cuerpos y pasiones
Carlos Alfredo Marín

así lo creía a todo lo largo del siglo xviii y principios del xix en América: la subversión se contagia-
ba, entre otras numerosas vías, por medio de la palabra y sus conjugaciones. La misma lógica se
aplicaba a lo que hoy es Venezuela. Quien habla es porque tiene algo que transmitir. Cuando se
posee un folleto o libro que la Iglesia “ha prohibido”, el deseo y la adrenalina se disparan. Peor es
el remedio que la enfermedad.
Según la historiadora Elena Plaza, era abundante la cantidad de libros, folletos y gacetas en
nuestro territorio que atacaban la médula colonial. La verdad ya se sabía: este tipo de materiales
herejes entraban en los puertos provenientes del Caribe por medio del contrabando88. En el caso
de la Provincia de Caracas, el emisario inquisitorial era nombrado desde Cartagena de Indias, sede
de la cual dependía en estos parajes89. Esta lejanía no colaboraba aún más a esta faena punitiva.
Con todo, la censura de los aparatos trataba de erradicar los libros propugnadores de la “filosofía
ilustrada”, castigar a quien los poseyera y vigilar a los extranjeros que los introducían y vocalizaran
entre los “incautos”. Leves paños calientes para apaciguar lo temido.
Utilizamos el término “tratar” por ser quizás el más exacto. Según las investigaciones de
Caracciolo Parra León sobre la filosofía universitaria entre 1788 y 1821 en Venezuela, el tribunal
eclesiástico fue flojo e inoperante, y el flujo de libros protestantes, imparable y audaz. En 1794,
por ejemplo, desembarcaron 86 cajones de libros en La Guaira, 80 de los cuales se quedaron
en Caracas90. El historiador se atreve a decir que fueron los mismos sacerdotes los que poseían

88 Elena Plaza, “Vicisitudes de un escaparate: La nueva raza de filósofos y la maldición del lenguaje del siglo”, Boletín Ame-
ricanista, no 361.986, pp. 171-189.
89 Carlos Felice Cardot [firmado C.F.C.], “Inquisición”, Diccionario de historia de Venezuela, t. 2, pp. 798-799.
90 Caracciolo Parra León, Filosofía universitaria 1788-1821. En las siguientes líneas de nuestro ensayo citamos al autor en sus
páginas: 165-170, 189.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
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los libros franceses, españoles e ingleses; y las luces, acaso sin imaginarlo, fueron mellando el
ambiente colonial. Se pregunta Parra León: ¿Quién podría combatir estos papeles sediciosos en
Venezuela si en la propia península Ibérica los traducían, imprimían, leían y difundían91?
Aunque en la primera década del siglo xix, 75 por ciento de la población de la Provincia de
Caracas era iletrada, el historiador Manuel Pérez Vila apunta que tal panorama no era una limi-
tante. La chispa de la lectura, asimilada y diseminada por el comentario, desafiaba las diferencias
estamentales y raciales. El voceador comunicaba, según el historiador, “a viva voz” las noticias y
demás contenidos, además de “los rumores y las bolas que nunca dejaron de circular”92. Ponga-
mos un caso para ilustrarlo una vez más. Cuando se hizo efectiva la expulsión de los jesuitas del
territorio de Venezuela en marzo de 1767, el gobernador de la Provincia de Caracas, don José
Solano, manda a difundir la real orden como es de costumbre. Veamos los que nos dice Enrique
Bernardo Núñez al respecto:

El gobernador Solano los manda publicar en la forma de costumbre en esta capital, sus puertos de
La Guaira y de Cabello y demás cabezas de partido de estas provincias. El escribano Buenaventura
Terrero procede a la publicación por voz de Blas José, mulato esclavo, en los parajes y sitios acostumbrados,

91 La respuesta a esta pregunta es común en los estudiosos de estos temas del libro y el contrabando en Hispanoamérica. El
historiador J. H. Perry señala que el cinturón sanitario en España contra la difusión y contrabando de libros protestantes
y profanos simplemente no funcionó. La Iglesia y sus funcionarios no tuvieron los medios propicios para hacer una em-
presa enorme de censura de este tipo. Tal tesis es citada al detalle por Ildefonso Leal en “Estudio preliminar”, en Libros y
bibliotecas en Venezuela colonial, t. 1, pp. XXVI-XXVIII.
92 Manuel Pérez Vila, “La Gaceta de Caracas. Testimonio de una época. Octubre 1808-1811”, Boletín de la Academia Nacional
de la Historia, t. LXXI, no 281, Caracas, enero-marzo de 1988. En las siguientes líneas de nuestro ensayo citamos al autor
en sus páginas: 177, 186.
229
Miedos, cuerpos y pasiones
Carlos Alfredo Marín

el primero ante la puerta foral de la casa del Gobernador. La real orden y el auto del Gobernador se leen
en el cabildo del 6 de julio en medio del silencioso estupor de los capitulares [cursivas nuestras]93.

Otro estudioso del pasado colonial venezolano, Ildefonso Leal, agrega que el libro –quién
sabe si más que las gacetillas y las hojas sueltas– era un bien muy preciado. Con él se pasaban los
largos tiempos de ocio. “Cuando no había recurso para adquirirlos, algún amanuense o escribien-
te que por algunos pocos pesos copiara algunos fragmentos o todo el texto”. Vierto aquí toda la
cita prometedora:

Los que no sabían leer, en especial las mujeres y los negros esclavos, se enteraban del contenido de
los libros en las habituales reuniones familiares o en las tertulias, o en las tiendas de los barberos
que servían de escuelas para muchos párvulos a cambio de un modesto pago. Los libros no fueron
patrimonio exclusivo de ningún grupo social ni de ningún pueblo, villa o ciudad; se desparrama-
ron por toda la geografía del país, por toda la población, aunque fueron los sectores pudientes y
cultos los que atesoraron las más exquisitas bibliotecas…94.

La circulación de los libros despertaba la curiosidad. Objetos nacidos para despertar la imagi-
nación y brindar conocimiento; pero también para temerse desde los sitiales del poder social. Los
más atrevidos los prestaban. Pasaban de mano en mano, incluso cuando el dueño blanco moría y
los heredaba bajo el consentimiento del notario público al mulato para que enriqueciera su virtud.
Los que no los devolvían eran tachados en una raya también. Todo este microcosmos cultural

93 Enrique Bernardo Núñez, La ciudad de los techos rojos. Calles y esquinas de Caracas, p. 65.
94 Ildefonso Leal, “Estudio preliminar”, ob. cit., p. XIX.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

es demostrable a través de los actos testamentarios que reposan en los archivos: autores, títulos,
ejemplares, propietarios, entre otros detalles cruciales. De allí que el trabajo de Leal sea tan admi-
rable por la dedicación que ha puesto en sacar a la luz este circuito desde los fondos documentales
tanto de España como de Venezuela.
Repetimos: Leer y escuchar deja una huella en la existencia; ejerce una emoción, deja un
recuerdo. ¿Qué sucede en la Venezuela de entonces sabiendo que latía en su seno la cultura de la
recitación y la memorización? Podríamos decir que los sujetos darían rienda suelta a la reinterpre-
tación de los mensajes y significados. Cuando se descodificaba el bando o el pasquín se multipli-
caban sus condicionantes y expectativas.
Sin embargo, esta osadía nuestra bien pudiera ser apoyada en los acercamientos metódicos
de Leal. En su ya clásico El primer periódico de Venezuela y el panorama de la cultura en el siglo xviii
apunta que la circulación del impreso y la apropiación de sus contenidos debe pasar de ser un
mero “atrevimiento” interpretativo. Este enfoque puede asomarnos, según el académico venezo-
lano, a otra lectura válida del proceso de modernización que llevó a Venezuela a la revolución a
partir de 181095. Hallamos este apoyo con respiro, pero creo que no es suficiente. Del maestro
Leal debemos, eso sí, quedarnos con la relación ya intuida: el poder que tuvo el púlpito y cómo
su práctica verbalista fue llevada a espacios desacralizados para convertirse en tertulias, debates y
discusiones. La palabra y el foro: todo cuerpo se convertía en un posible parlante e interpretador,
es decir, en agentes perturbadores del orden público96.

95 Ildefonso Leal, El primer periódico de Venezuela y el panorama de la cultura en el siglo XVIII, pp. 176-188.
96 Parra León llega a las mismas conclusiones metodológicas de Leal en el ya citado trabajo. Filosofía universitaria 1788-
1821… Véanse las páginas 155, 156, 177, 184, 201.
231
Miedos, cuerpos y pasiones
Carlos Alfredo Marín

Domingo de Monteverde tenía esto bien claro. Los impresos anónimos, las gacetillas y pas-
quines difundidos, expuestos y leídos eran instrumentos de guerra. El 11 de diciembre de 1812
escribe que los revolucionarios de Caracas y La Victoria habían engendrado la rebelión a través
de estos medios, “…difundiendo en la masa general del pueblo especies subversivas, que por
una parte reaniman los ánimos de que vienen en su auxilio diversas expediciones y por otra di-
vulgando noticias que hacen odioso el Gobierno de las Españas”97. Las palabras parlantes, en fin,
son capaces de sembrar la violencia y el motín. Va más allá la forma como Monteverde lleva esta
metáfora a la práctica en Maturín el 12 de junio de 1813, cuando dice que “para hacerse respetar”
presentó al pueblo sus “proposiciones de conciliación” para que “fuesen oídas a la sombra del
temor”98. El círculo donde lo oral y el terror se dan la mano en el ejercicio del poder.

Rumores pavorosos, cuerpos tensos


Entre 1810 y 1811, el viajero británico Robert Semple visitó ciudades como La
Victoria, Puerto Cabello, Valencia y Caracas. Al pasearse por esta última, probablemente pudo ver
la grandeza del cerro Ávila y encresparse con el escándalo de la plaza Mayor. Escribió en su libreta
de viaje que “de cuarenta mil habitantes, una tercera parte de los cuales es de blancos”. Detalle que
pudo constatarlo en aquellas postales matutinas, donde lo indio, lo negro y lo pardo se mezclaban

97 “Domingo de Monteverde. Caracas, 11 de diciembre de 1812”, en Pedro de Urquinaona y Pardo, Memorias…, pp. 285-287.
98 “Domingo de Monteverde al Ministerio de Guerra. 12 de junio de 1813”, en Pedro de Urquinaona y Pardo,
Memorias…, p. 343.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

en una realidad colonial particular. “Son generalmente ingeniosos, pero indolentes e indiferentes
en alto grado”, apunta99.
Al viajero le gustaba detenerse en los rumbones y parrandas, pero también en lo que se
hablaba en las calles, esquinas y pulperías. El acto de opinar es objeto para comprender lo que
late socialmente. Estando en Valencia anota: “Las personas se reunían en grupos en las esquinas
de algunas pocas calles para murmurar y hacer conjeturas sobre cambios temibles”. En Caracas
escuchó canciones patrióticas a toda garganta y las risotadas de las damas mantuanas, mientras
que los negros esclavos oían atentos lo que en el bajo mar empezaba a moverse. Al asomarse a las
reuniones de la Sociedad Patriótica que proliferaron en Caracas en esos años bajo el amparo de
los letrados criollos, Semple se inquieta más: “Su poder es realmente grande y los efectos que él
pueda tener en el futuro son todavía inciertos, aunque no dejarán de ser, seguramente, un medio
poderoso en manos de ambiciosos expertos”.
¿Qué tiene la opinión que la hace tan peligrosa? En efecto, la verbalización es la emisión de
un sonido: un rasgo de nuestra corporalidad. Cuando comentamos o gritamos, el cuerpo emite
la condición emotiva que lo rapta. De allí que el sermón o el chisme, el bando o la canción su-
ponen la movilización íntima de las pasiones. Baste decir, por ahora, que no podemos hablar o
callar –aunque parezca paradójico– sin sentir. En momentos de confrontación social, las palabras
son vehículos para transmitir las pasiones: del amor al odio, del deseo al desamparo. Obviar este
contexto a la hora de estudiar la guerra de Independencia venezolana resulta un despilfarro. Hay
que proyectar, asumiendo el riesgo, la naturaleza que mueve esa comunidad parlante. La histo-

99 “Robert Semple. Bosquejo del estado actual de Caracas, incluyendo un viaje por La Victoria y Valencia hasta Puerto
Cabello, Londres, 1812”, en Tres testigos… En las siguientes líneas de nuestro ensayo citamos al autor en sus pági-
nas: 28, 32, 63.
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Miedos, cuerpos y pasiones
Carlos Alfredo Marín

riadora Arlette Farge escribe algo que debe ampliarnos lo que hemos entendido hasta hoy como
opinión pública:

El hecho de hablar y escuchar sin cultura, o casi, fabrica un mundo de visiones específicas: de ese
modo, la sociedad oral posee una dimensión política particular que pasa por su inscripción en el
cuerpo. Entonces, emergen pensamientos sobre sí y sobre el mundo que no son los de los pode-
rosos y que escapan a las grillas de la lectura tradicionales. Se produce un hiato: los dominantes
proyectan sobre el pueblo significados que son incapaces de demorarse en la singularidad oral del
pensamiento popular100.

Urquinaona, como ya hemos visto, revaloriza esta unión entre palabras, cuerpos y pasiones en
su estadía en Venezuela. Lo hace entendiendo, quizás con más exactitud que nosotros, que cada
hombre y mujer son cajas de resonancias –emisores y receptores– que multiplican las reacciones
conductuales ante el miedo epocal. Hasta ese punto, como estudiosos del pasado, debemos captu-
rar esta revelación para comprender el círculo de palabras e impresos que movilizan las pasiones
colectivas. De hecho, esta relación circular fue vista por las propias autoridades inquisitoriales en
España en la segunda mitad del siglo xviii. El presbítero Jacinto Montargón, miembro del Santo
Oficio, decía en su Diccionario apostólico que los materiales ilustrados violaban los cimientos del
cristianismo. Quien los tuviese en su poder, quien los difundiera, se convertía en un homicida;
por tanto, debía ser castigado. Para decirlo en sus propias palabras: aquellos afectos al iluminismo
eran “esclavos de las pasiones”. Continúa el teólogo español: “Un libro perverso, esparcido por el
público, produce, a despecho del arrepentimiento de su autor, un incendio, al que nada basta para

100 Arlette Farge, ob. cit. En las siguientes líneas de nuestro ensayo citamos al autor en sus páginas: 75, 66.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
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apagarle y que abrazará los corazones hasta en el otro mundo”101. El impreso toma dimensiones
sobrenaturales cuando se vocaliza y se interpreta a espaldas del cuidado ministerial, seduce al
ignorante, se aprovecha de su debilidad y lo hace suyo. Y si necesitamos una frase esencial para
remachar este apartado: “La falsa conciencia tiene la pasión por ley”. ¿Está consciente de esta crisis
el comisionado? No cabe duda de que sí. Le aterra el exceso de panfletos y tertulias que despiertan
la incertidumbre y abonan la cizaña102. Sabe que los bandos y las declamaciones son alguna forma
de lazos espaciales, donde el chisme y el rumor van prometiendo acontecimientos, factibles o no,
pero que solo la angustia de saber su existencia, dan libertad para que la sociedad se anarquice.
Arlette Farge lo dice mejor:

La palabra supone el gesto, un todo, determinados movimientos del rostro, que implican, todos,
el mundo de las emociones. La palabra es artesana de sensaciones. El cuerpo se ve invadido por
completo por lo que sale de su boca. Lo oral es también una gestual, una manera de extirpar de
sí una apariencia de sentido intercambiando en común proveniente de la interioridad del ser. El
cuerpo se convierte en la huella del enunciado y transmite, por medio de los gestos, la intención de las pa-
labras pronunciadas: los ojos, las manos y los hombros acompañan el tono y la intención de las palabras.
La oralidad es una experiencia existencial, es la frase dicha, la sintaxis efectuada, la parte de sí mismo,
el eco de un paisaje sonoro proveniente de un universo tan sensible como pensado [cursivas nuestras].

101 Nos basamos en los párrafos citados por Elena Plaza, Vicisitudes de un escaparate… En las siguientes líneas de nuestro
ensayo citamos a la autora en sus páginas: 168, 171.
102 Pérez Vila apunta que en 1810, la Gaceta de Caracas hizo frente a papeles clandestinos que procuraban desacreditar y
burlarse de la Junta Suprema de Caracas. A los lectores se les decía, en fin: “Prestad vuestros oídos… abrid los ojos…
(para) remediar los males que os amenazan” (Manuel Pérez Vila, “La Gaceta de Caracas. Testimonio de una época. Octu-
bre 1808-1811”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, t. LXXI, no 281, Caracas, enero-marzo de 1988, p. 181).
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Miedos, cuerpos y pasiones
Carlos Alfredo Marín

En las Memorias de Urquinaona aparece el informe escrito por el fiscal español José Costa
Gali. Este había llegado a Cumaná, a comienzos de 1813, para verificar la serie de represalias y
atentados encabezados por Francisco Javier Cervériz. En medio de sus faenas, el fiscal se encontró
con dos acusados de hacer circular rumores en Cariaco y Casanay sobre un posible brote patriota.
Sus nombres: Juan Blanco y Pedro Díaz. Según “la declaración que le habían dado los indios”, el
señor Blanco “seducía gente para tratar de una conspiración” en la casa de su amigo Díaz103. Una
vez prendida la rumba de Navidad, “baile de Nochebuena” –se lee en el documento– Blanco “iba a
pegar fuego al pueblo y poner la bandera de la independencia”; mientras que otros se encargarían
de “descubrir picas y enterarse de todos los caminos”. El verbo conspirativo de Blanco buscaba
seducir “indios y españoles”, de confabular una resistencia armada con “pólvora que ninguno vio”
y de vociferar “que no estaba contento con el actual gobierno”. Gali estudia el caso, medita e in-
terroga una y otra vez. Los testigos arguyen que solo “escuchó”, eco imaginativo que todo lo ve y
lo palpa. El abogado madrileño no halla otra cosa que apuntar que tales “especies descabelladas”
tienen más de ficción que de realidad, objetos que quieren trastornar el territorio.
¿Son sombras “descabelladas” que las causas judiciales no pueden comprobar? Gali tendría
otros casos parecidos en los que los rumores y los cuerpos aparecen y desaparecen en la angustia
colectiva. En Carúpano, por ejemplo, se les abrió juicio a cuatro sujetos por “hacer correr la voz
que estaban prontos para cualquier levantamiento contra el actual Gobierno, siempre y cuando
los llamasen”. Y como dice la historiadora Farge, la habilidad de los cuerpos que no manejan los

103 “José Costa Gali. Valencia, 25 de enero de 1813”, en Pedro de Urquinaona y Pardo, Memorias… En las siguientes líneas
de nuestro ensayo citamos al autor en sus páginas: 242-243, 244.
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códigos de lo escrito entabla métodos propios de la oralidad para hacer valer su presencia en lo
político. Veamos:

… Una conversación que admite mil interpretaciones reducida a que D. José Nicolás Salazar dijo
a Oliver: “¿Estamos listos?”. Y le contestó Salazar: “Listos como una campana”. Replicó Salazar:
“Cuidado cómo van sin tiempo”. Y respondió Oliver: “No hay cuidado”. Y nótese también que
tampoco pudieron estos otros dos expedientes influir en la comisión, porque fueron iniciados
durante ella, sin noticia del comisionado [cursivas nuestras].

Tal es el caso de los códigos y claves verbalizados para atacar al Gobierno, para burlar
todo castigo y desaparecerse entre la maleza de las suposiciones interminables. El gobernador
Emeterio Ureña le advierte a Monteverde el 27 de noviembre de 1812 que tuviera cuidado
de no dejarse llevar por “el chisme de las almas bajas y serviles que se ocupan” de acusar, sin
el menor tino, a cualquier vecino104. Dos meses más tarde, el 17 de enero de 1813, el capitán
general vislumbra lo que intuimos. Nos referimos a que la opinión y el rumor no brindaban
la seguridad para vivir en paz. Que vociferar era despertar la acusación, el miramiento, la
desconfianza. Y entrar en esta lógica significaba otro tipo de sufrimiento colectivo. La gente
pensaba, escribe Monteverde, que “…el día menos pensado serían víctimas de otra nueva
[revolución] que se dejaba descubrir por las expresiones que vertían, creyendo que la política

104 “Emeterio Ureña escribe a Domingo de Monteverde. 27 de noviembre de 1812”, en Pedro de Urquinaona, Memorias…,
p. 231.
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Miedos, cuerpos y pasiones
Carlos Alfredo Marín

era temor”105. El verbo lleva implícito el miedo. El padecimiento, invisible y penetrante, era
atomizado a través de los cuatro sentidos.
Según el gobernador Ureña, tanto hombres como mujeres sufren una epidemia de “… des-
confianza que abulta y trastorna los objetos, a la manera que el miedo los transforma en espectros
o gigantes en la soledad del campo o en la oscuridad de una sala”106. La sospecha genera la tensión
emotiva; más si viene instaurada desde el poder político, de sus instituciones y representantes.
Cuando el terror se mete en las alcobas, el miedo fabrica lo que no existe; y si de veras existen
pequeños indicios, son convertidos en pepitas de veracidad pura, válidas para condenar a muerte
a todos por igual.
La sospecha, elemento ineludible de la terrórica de Monteverde, desorbita los ojos, pone a
prueba la paciencia. “Su plan era mantenerle en desconfianza y temor de todos”, dice Urquinao-
na. Lo que generaba en los habitantes un estado de indefensión. Cuando se situaba las ciudades,
cuando se registraban las casas, los cuerpos recibían con “la “hipocresía del pavor” a sus brutales
captores. Las conspiraciones eran fabricadas “artificiosamente” para multiplicar los arrestos; otras
veces para sembrar más el terror107. Las riendas del Estado conducen a que los gobernados “vivie-
sen en continuo sobresalto”; métodos deformes y anárquicos, que produjeron “la chispa eléctrica

105 “Domingo de Monteverde escribe al Ministerio de Guerra. Caracas, 17 de enero de 1813”, en Pedro de Urquinaona
y Pardo, Memorias…, pp. 295-296.
106 “Emeterio Ureña escribe a la Regencia. 15 de enero de 1813”, en Pedro de Urquinaona y Pardo, Memorias…, p. 241.
107 Pedro de Urquinaona y Pardo, Memorias… En las siguientes líneas de nuestro ensayo citamos al autor en sus páginas:
216, 218, 231.
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de la sublevación que tiene asolado el continente”. Fenómeno del cual no estaba exento el ene-
migo republicano, aclaramos. O’Leary, cuando cuenta la crisis que embargó al Libertador al tratar
de frenar el avance de Boves sobre el centro del país a mediados de 1814, vislumbra el poder del
rumor en el desate pasional y terrorífico de los cuerpos: “Circulaban los rumores más exagerados
respecto de las fuerzas enemigas y de ese modo se aumentó la confusión y el desaliento”108.
El sobresalto, el derrumbe –el sismo del 26 de marzo de 1812, por ejemplo–, el shock eléctri-
co, la chispa, metáforas que ilustran las dimensiones del miedo colectivo, milenario y ontológico.
Alusiones arquetipales del desastre que son despertadas por las emociones calientes del contexto.
Cuando salen a flote contagian, transmiten. Ante ello Urquinaona se ve atado de manos:

Me he visto precisado a sellar mis labios –confiesa a las autoridades– abandonando un proyecto
que lisonjeaba mis esperanzas, y teniendo el dolor de presentar a la Regencia del reino el triste
cuadro de la desolación de esta capital y la absoluta imposibilidad de emprender por ahora la
pacificación de las provincias limítrofes…

De los impresos y el miedo


La prosa de Mariano Picón Salas le dedica unas cuantas páginas a la circulación
de las ideas republicanas en la Provincia de Venezuela a comienzos del siglo xix. Ilustra los movi-
mientos de los cuerpos y la opinión pública. Hay que ubicarnos en Caracas; en la calle opuesta a
la esquina de Catedral existía la llamada Posada del Ángel. Esta era frecuentada por huéspedes de

108 O’Leary, ob. cit., p. 205.


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distinta naturaleza: marinos, tripulantes, hacendados, contrabandistas, letrados, pulperos. Según


Picón Salas, el sitio era un centro neurálgico donde iban a parar, previo ascenso desde La Guai-
ra, visitantes extranjeros. Estos traían consigo “la harina del Norte” –de las Antillas, Filadelfia o
Boston– además de “periódicos y noticias extranjeras”109. La “bullente Caracas”, donde en la plaza
Mayor “hay grupos que discuten o se congregan para leer los artículos de la Gaceta”110.
Tal curiosidad por el acontecer político provincial y de otras latitudes fue vista, en 1800,
por el naturalista alemán Alejandro de Humboldt como un frenesí polemicista único en Hispa-
noamérica111. Diecisiete años antes, tres oficiales franceses vieron tal vez el mismo fenómeno, pero
con más intensidad en un sujeto: Juan Perdomo Bethencourt y Cortés, teniente justicia mayor y
gobernador de La Victoria, Maracay y El Mamón. Oriundo de Tenerife y médico de profesión,
Bethencourt también fue administrador de la Real Hacienda de aquellos valles aragüeños. Este
sujeto tiene mucho que decirnos a esta altura del relato para medir la progresiva crisis del sistema
colonial en términos de la opinión pública. Bethencourt hablaba y lo hacía, valga la expresión, sin
pelos en la lengua.
A principios de 1783 recibiría en su casa a Louis Berthier, Louis de Segur y Guillaume
Mathieu, quienes por esa fecha habían desembarcado en una misión secreta contra las flotas in-
glesas en Puerto Cabello. Los diarios de estos tres personajes coinciden en afirmar, apunta el his-
toriador Carlos Duarte, encargado de publicar estos textos que por mucho tiempo estuvieron en
los archivos estadounidenses, que Bethencourt era “ingenioso, alegre, bastante instruido y leído”.

109 Mariano Picón Salas, “Vísperas venezolanas”, Suma de Venezuela, p. 58.


110 Mariano Picón Salas, “Miranda”, Biografías…, p. 141.
111 Alejandro de Humboldt, Del Orinoco al Amazonas, pp. 122-123.
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De seguidas apunta: “Que le gustaba charlar mucho y que su carácter era criticón. Concuerdan
en decir que se preciaba de conocer bien a su país y que estaba en contra de la superstición, de
la ineptitud de los gobernantes y de la Inquisición”112. Los franceses se impresionan, aquel sujeto
era abiertamente crítico del régimen que representaba; incluso, no temía decir que algún día un
movimiento revolucionario como el de Estados Unidos de Norteamérica –que estallaría en 1775–
llegase a aquellos predios. Para eso había que estar al día en cuanto al pensamiento ilustrado: leer,
razonar, discutir, difundir los materiales científicos y filosóficos provenientes de Europa. Veamos
lo que anotaría años después el teniente general Guillaume Mathieu, conde de Dumas, sobre este
oficial español:

Se anticipó a las preguntas que le íbamos a hacer y satisfizo nuestra curiosidad en todos los as-
pectos. Este hombre conocía bien a su país. Hablaba libremente del espíritu de independencia que
comenzaba a diseminarse entre los habitantes. Entendía bastante bien el francés y se había nutrido
con la lectura de nuestros mejores autores. Nos llevó con aire misterioso a un gabinete y nos mostró,
detrás de una cortina, las obras de J. J. Rousseau y las del abate Raynal. Escuchaba ávidamente lo que
le relatábamos sobre la revolución que acababa de afirmar la independencia de los americanos
septentrionales [cursivas nuestras].

La voz de Bethencourt pudiera ser solo un dato aislado. Sin embargo, el asunto es que existen
estudios que visibilizan un océano de libros y folletos circulando en Venezuela desde finales del
siglo xvii y principios del xviii. Ildefonso Leal y Caracciolo Parra León, por solo nombrar a dos
estudiosos venezolanos citados anteriormente, ofrecen los catálogos con sus títulos y autores en

112 Carlos Duarte, Misión secreta en Puerto Cabello y viaje a Caracas en 1783. En las siguientes líneas de nuestro ensayo citamos
al autor en sus páginas: 370, 337-340.
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Miedos, cuerpos y pasiones
Carlos Alfredo Marín

sus peregrinajes familiares, ya sean editados en castellano o francés, inglés y hasta en latín. Si bien
falta mucho por sacar de los depósitos documentales al respecto, esta arista argumentativa puede
sostenernos en nuestro ensayo.
¿Qué hay en la Gaceta de Caracas –fundada en 1808– que despierta la opinión apasionada?
Picón Salas se atreve a asomar que la letra impresa sirvió para atizar la conciencia de los problemas
del sistema colonial y de otras partes del orbe. Fue un vehículo que despertó el acercamiento a la
cosa pública; la ventana a cosmos hasta ese momento desconocidos. La difusión de estos canales
expeditos para ventilar y exponer realidades inéditas condujo a la ruptura violenta de los valores
tradicionales como “el del prestigio y fidelidad monárquica”113. La circulación de los impresos,
leídos y discutidos sus contenidos, apropiados sus códigos de forma disímiles por la amplia gama
de sujetos que poblaban el territorio, proyectaban panoramas dignos para la aventura y el cambio.
H. Poudenx y F. Meyer sueltan este indicio interesante para contextualizar esta premisa:

Las imprentas, sobre todo, estuvieron muy activas; y la razón de ello se debe a la severidad con que el go-
bierno precedente había prohibido la difusión de las ideas por medio de la prensa. Salieron a la luz pública
muchos folletos escritos con elegancia y pureza, pero en los cuales abundan más las palabras que las ideas
sólidas. Parecía que los criollos deseaban resarcirse de las privaciones sufridas, publicando panfle-
tos satíricos contra sus rivales en ambiciones, y denigrando en diversos artículos periodísticos de
la conducta del gobierno español [cursivas nuestras]114.

113 Mariano Picón Salas, “Vísperas venezolanas”, en Suma de Venezuela…, p. 61.


114 “H. Poudenx y F. Meyer. Memoria para contribuir a la historia de la revolución de la Capitanía General de Caracas desde
la abdicación de Carlos IV hasta el mes de agosto de 1814. Paris, 1815”, en Tres testigos…, p. 128.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

Esta imagen de las imprentas como foco de combate político es confirmada por el comi-
sionado Urquinaona. Lo que salía de los talleres hería susceptibilidades; reacción estudiada e
identificada, hay que decirlo, como “El miedo a la ilustración” por Elena Plaza entre 1790 y
1810115. Aunque, si leemos a contrapelo los apuntes de Andrés Bello, aquella respuesta virulenta
de las autoridades monárquicas se remonta a mucho más en la Provincia de Caracas116. No nos
desviaremos a esta altura. Debemos remachar, una vez más, que el mensaje y su interpretación
corría ilimitadamente en el coro huidizo pero siempre temible del “yo escuché”, del “a mí me
contaron”. El bogotano dice sin tapujos: “Las mismas gacetas de Caracas testifican la seducción de
los pueblos y los medios infames de comprometerlos”117. Detrás de los impresos hay un equipo
de “periodistas” que “atizan la llama de la discordia” a través de “desvíos, invectivas y sarcasmos”.
La palabra, como dije, es vía inflamable para el ataque. El verbo no tiene límites para contener la
potencia de sus contenidos: puede falsear, escamotear, ver fantasmas donde no los hay. En esta
lógica entra la Sociedad Patriótica, órgano de debate político donde se congregaba la clase criolla
afecta a la independencia, que estaba

115 Elena Plaza, “El miedo a la Ilustración en la Provincia de Caracas 1790-1810”, Politeia, no 14, pp. 311-348.
116 Andrés Bello dejó escrito en El Araucano (1830) este testimonio: “Pocos ignoran que bajo el régimen español tan celoso y
suspicaz… circulaban clandestinamente en América, como en España, las obras de todos los corifeos de la incredulidad
y las producciones más exaltadas de los publicistas liberales y republicanos, perseguidas aun más despiadadamente que
aquellas. Voltaire, Rousseau, Helvecio, Montesquieu, no aguardaron el grito de la independencia para salvar la triple valla
de nuestros resguardos y aduanas. Sus escritos eran entonces más buscados y leídos que ahora, a pesar de las relaciones,
las visitas domiciliares y todos los terrores de la policía inquisitorial” (citado por Ildefonso Leal, ob. cit., pp. 108-109).
117 Pedro de Urquinaona y Pardo, Memorias… En las siguientes líneas de nuestro ensayo citamos al autor en sus páginas: 42,
45, 47, 54-55, 63.
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Miedos, cuerpos y pasiones
Carlos Alfredo Marín

…compuesta de los más inmorales y libertinos, tomó a su cargo la redacción de un periódico, en


cuyo prospecto ofrecía: disipar la ignorancia de los pueblos; elevar las ideas de los ciudadanos a la
alta dignidad de un hombre libre; constituir el Estado; manifestar que en Venezuela no debía ha-
ber otro rey que el que crió el Universo, ni otro gobierno que el que ella se constituya; y hacer pal-
pable la falsedad de los derechos que la preocupación podía atribuir aun a Fernando de Borbón.

Estos impresos fueron utilizados, según nuestro protagonista, para fascinar y convencer a
los individuos “incautos”, valiéndose de la debilidad, el miedo y la sorpresa. Detalles interesantes
que sitúan el fenómeno de la apropiación de los contenidos culturales en torno a las pasiones hu-
manas. Refiriéndose al movimiento del 19 de abril de 1810, Urquinaona asoma que los mismos
debieron “…causar el descrédito de la Junta erigida por la sorpresa, propagada por el fraude y
pendiente del espionaje, del terrorismo y de la confusión”. Es decir, que la circulación y la in-
terpretación de estos materiales representaron el bumerán mortal de todo movimiento político
e ideológico, sea realista o republicano, que no pudiera contener ni supervisar su producción y
consumo entre los ciudadanos. Indicio que debe ser contrastado con más profundidad en otras
fuentes para establecerla como una opción interpretativa potable, aunque no es descabellado dar-
le cierta verosimilitud.
A esta altura aparece en los pliegos de las Memorias la figura de Antonio Ignacio Cortabarría,
oficial de la Regencia. El 11 de julio de 1811, este fiscal escribió en la isla de Puerto Rico un deta-
llado informe dirigido a todos los habitantes de la Provincia de Venezuela. Debemos asomar aquí
sus directrices porque sopesa el protagonismo de los impresos y sus efectos en el desate del terror
social. Cuando el oficial realista se refiere a la Gaceta de Caracas y el Semanario de Caracas, los
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

ubica utilizando el término “monumentos eternos del oprobio”118, epicentros de las ofensas más
frenéticas y absurdas. Los vasallos del territorio, dice, fueron engañados por sus ideas subversivas
insertas en gacetas, semanarios, mercurios, proclamas, oficios y cartas. Quien ponía a circular
estos objetos echaba mano del irrespeto y el terrorismo, creando un “indecentísimo tráfico de
ficciones y falsedades”. Una tropa de falsos comunicadores, en fin, que como niños jugaban con
el fuego de las ideas. Ahora nos preguntamos: ¿Puede el editorial subyugante inocular el miedo
social? ¿Es capaz, en realidad, de subvertir el orden colonial? Veamos la cita a plenitud:

Sus proclamas, apologías, exhortaciones, invectivas, todo procedió bajo este supuesto, ved si lo ha
acreditado su conducta sucesiva y si son conformes a él las ideas que procuran inspiraros actual-
mente con tanto empeño. Se empezó a oír tímidamente entre vosotros la voz de independencia, cuyo
solo eco debió inflamar vuestra lealtad y excitar vuestra indignación; y se os habla ya sin rebozo de una
declarada rebeldía contra la patria. Para cegaros sobre el horror de este abominable conato, se forman
asociaciones dirigidas por personas cuya admisión sola en vuestro seno pudo haceros conocer los misterios
de la iniquidad que se ocultaban bajo el velo de la precaución, y se os anuncian periódicos que deben ge-
neralizar doctrinas sediciosas [cursivas nuestras].

Cortabarría le confiere a esta maquinaria impresa una poderosa presencia. Aun si quisiéramos
dudar de su testimonio, resulta convincente su voz. Más allá de su apasionado llamado, el fiscal
nos revela que con la tinta y el papel no debe jugarse, mucho menos fundamentarse doctrinas
ajenas a la tradición monárquica. Eso fue lo que hizo, según él, la Sociedad Patriótica liderizada
por el generalísimo Francisco de Miranda: exaltar los ánimos del pueblo, inculcar la rebelión,
diseminar el libertinaje, sembrar el miedo. ¿Quién es capaz de detener al revolucionario para que
118 “Antonio Ignacio Cortabarría. Proclama a los revolucionarios. Puerto Rico, 20 de julio de 1811”, en Pedro de Urquinaona
y Pardo, Memorias… En las siguientes líneas de nuestro ensayo citamos al autor en sus páginas: 186-190.
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Miedos, cuerpos y pasiones
Carlos Alfredo Marín

no manipule a los sujetos? Difícil frenar esas reacciones posteriores a la lectura y a la escucha que
buscan “prevenir y amortiguar a unos, a burlarse de la credulidad de otros, afectando miramientos
y consideraciones”. Porque del escándalo y del engaño se puebla el ambiente social, y los cuerpos
se alarman y se movilizan frenéticamente como el mar alebrestado. Se cumple, en lo esencial,
lo que el historiador estadounidense Robert Darnton asoma en el contexto de la Francia prerre-
volucionaria de finales del siglo xviii y la circulación de los libros y folletos prohibidos: que los
significados y sus circuitos comunicativos construyen acontecimientos potenciales no solo desde
los clubes patrióticos y los salones letrados, sino también desde las tabernas, callejuelas y plazas
públicas119. Los impresos y la oralidad pueden inclinar la balanza de la opinión hacia la violencia
colectiva. Queda pendiente demostrar a los historiadores venezolanos estas perspectivas en la
guerra de Independencia; valga aquí esta temeraria afirmación.
Urquinaona habla del escándalo; Cortabarría de burla y manipulación. La verdad es que
a través de la tinta y el papel todo podía transmitirse, todo podía contaminarse. Si leemos con
detenimiento los contenidos de la Gaceta de Caracas entre 1810 y 1814, pudiéramos hacernos
una idea de la influencia del redactor en la persuasión comunicativa. Debo citar aquí el balance
iluminativo que ofrece Manuel Pérez Vila:

En los casos mencionados (igual que en muchos casos, antes y después, desde 1808 a 1820) queda
patente que la Gaceta no era primordialmente un órgano informativo, sino de opinión (…) Por otra
parte, es también cierto que a través de las opiniones se vislumbraban los hechos y que a veces es
posible reconstruir lo sucedido –por lo menos parcialmente– valiéndose de los comentarios que al
respecto se hagan. Pero el caso es que con frecuencia los redactores de la Gaceta dan por sentado

119 Robert Darnton, Los best sellers prohibidos en Francia antes de la Revolución, p. 283.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

que el público ya está informado por otras vías y proceden a comentar los hechos para orientar o
manipular al lector en el sentido que le interesa a quien controla el periódico120.

Volviendo al trabajo del historiador Darnton, los periódicos y libelos que salen al ruedo en esta
coyuntura de la caída del Antiguo Régimen son un arma poderosa para “hacer creer, hacer decir,
hacer hacer”. En las páginas de la Gaceta del año 1814, por ejemplo, tenemos el caso interesante de
las crónicas, diálogos, cartas e informes anónimos. Al leerlas nos dan la impresión de que estas le
daban voz a la opinión pública, ese andamiaje huidizo y complejo, donde el tiempo y el espacio se
difuminan en la potencia del verbo. El redactor atrapa lo que el posible receptor-lector ya está pal-
pando en la realidad de la guerra. En el caso de la Francia de finales del siglo xviii, Darnton refiere:

Con frecuencia, para darles más sabor, las novedades las narraba un “espía”: un turco o un inglés, o
un francés en Londres, o un agente encubierto que había extraviado su portafolio (l’espion dévalisé).
Como en los libelles, los informantes podían maquillarse como memorias o como cartas, intercep-
tadas por un anónimo “editor” que las publicaba con la garantía absoluta de su autenticidad. Los
títulos en buena medida se encargaron de atraer al lector y de orientarlo hacía su contenido…121.

120 Manuel Pérez Vila, “La Gaceta de Caracas. Testimonio de una época. Octubre 1808-1811”, Boletín de la Academia Nacional
de la Historia, t. LXXI, no 281, Caracas, enero-marzo de 1988, p. 185.
121 La realidad del libro y folleto prohibido descrito por el historiador Robert Darnton no está muy lejos a la que se desarrolla
en la Provincia de Venezuela. Citando el caso de los impresos, veamos la cita completa para ilustrar más: “Las conversa-
ciones de tema político llegaban a los escritores que garrapateaban sus textos en sus buhardillas, entraban en los cálculos
de los editores que hacían proyectos para sus ediciones y estimulaban a los libreros que hacían sus pedidos. Los libros
mismos, en especial los de ciertos géneros como las chroniques scandaleses, llevaban la marca de los ‘mauvais propos’. Y
ellos asimismo ayudaban a difundir la palabra. Impidieron que se la llevara el viento y la hicieron llegar, ya impresa, a los
rincones más apartados del reino. Por lo tanto, en vez de causa y efecto, es preciso imaginar reforzamiento, retroalimen-
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Miedos, cuerpos y pasiones
Carlos Alfredo Marín

¿Esta creatividad narrativa o retórica está presente en las páginas de la Gaceta? Vayamos a los
indicios y comprobaremos hasta qué punto son creíbles. En un primer grupo tenemos las crónicas
de sangre, porque están repletas de cadáveres y gritos, de pueblos desolados y hambruna. En el
número del 28 de febrero de 1814 se inserta la crónica titulada “Reflexiones de un aventurero que
se halló en la toma de Ocumare”. Este sujeto narra sus peripecias en aquella zona de los valles
del Tuy donde Boves y Rosete masacraron a trescientas personas entre el 11 y el 13 de febrero.
“Mi vista busca en aquel yermo pueblo un viviente con quien desahogar mi corazón oprimido al
contemplar tantos horrores”, dice. Entabla un diálogo con un anciano sobreviviente, comparte
sus pérdidas familiares, cae en sus brazos por unos segundos y, luego de que le ha contado todo
su drama, el viejo muere. El final de la crónica anónima se cierra con el fin aleccionador: “Juro
vengar la sangre Americana: juro odio sempiterno al nombre Español”122. El 25 de abril de 1814 se
publica en la primera página otro texto semejante, titulado “Contemplación de un solitario sobre
Venezuela”. Pero en vez de centrarse en la pestilencia de los cadáveres y en las mujeres degolladas,
reflexiona sobre la justicia divina que, tarde o temprano, debía caer sobre los españoles. La idea
clave de este se repetirá en otros: demostrar que el enemigo español es un monstruo, un ser sal-
vaje, caníbal, diabólico. “¡Oh monstruos! ¿Por qué nos priváis de todos los dones que el Cielo nos
ha hecho? ¿Quién nos autoriza para quitarnos el suelo en que recibimos la vida?”123.

g tación y amplificación mutuos” (Robert Darnton, ob.cit. En las siguientes líneas de nuestro ensayo citamos al autor en sus
páginas: 135, 285-286.
122 “Gaceta de Caracas”, no XLV, lunes 28 de febrero de 1814, en Academia Nacional de la Historia, vol. IV, 1813-1814, París,
pp. 178-179.
123 Gaceta de Caracas, no 61, lunes 25 de abril de 1814, en Academia Nacional de la Historia, 1813-1814, vol. IV, 1813-
1814, París, pp. 241-242.
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No puede sorprendernos, siguiendo esta lógica narrativa, que aparezca un párroco para ex-
presar la perfidia de los realistas dentro de las sacristías y altares del país. El 21 de marzo de 1814
encontramos en la segunda columna de la Gaceta un “Artículo Comunicado” firmado por “Un
eclesiástico”. El monólogo cuenta con una meditación desesperada sobre si aquellos episodios
han sido o no mandados por el “Todo-Poderoso” como castigo colectivo. Su sobrino, monaguillo
adolescente, cayó en las garras de Boves; y quitándole el cáliz y las demás joyas sagradas, fue ase-
sinado delante de él. La religión ya no es lugar para el reposo. Los templos, al contrario, se han
convertido en los primeros laboratorios para el asesinato. Así lo cuenta el eclesiástico sin nombre:

Yo quisiera S. R. [quiere decir ‘Señor Redactor’], tener elocuencia capaz de hacer sentir estos ma-
les; todo, todo penetra mi corazón; los pueblos solitarios, las familias errantes, los cadáveres sin
recibir sepultura sagrada, las mujeres, los niños, los ancianos, en partidas huyendo hacia la Capital
para libertarse de estos asesinos…124.

El diálogo imaginativo –y nos referimos a su esencia ficcional– tiene cabida en estos textos in-
tencionados. No parece descabellado pensar que el eco de la opinión pública venezolana fue capaz
de inventar y difundir ricas formas de contenidos y representaciones. Manuel Pérez Vila señala, de
hecho, que la proliferación de textos firmados con seudónimos se repite mucho en las hojas de los
principales diarios del proceso de independencia125. Nadie se salva de la fabulación, mucho menos

124 Gaceta de Caracas, no LI, lunes 21 de marzo de 1814, en Academia Nacional de la Historia, 1813-1814, vol. IV, París, pp.
201-202.
125 Manuel Pérez Vila, “La Gaceta de Caracas. Testimonio de una época. Octubre 1808-1811”, en Boletín de la Academia
Nacional de la Historia, t. LXXI, no 281, Caracas, enero-marzo de 1988. En las siguientes líneas de nuestro ensayo citamos
al autor en sus páginas: 181, 185.
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Miedos, cuerpos y pasiones
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en tiempos donde el rumor y el miedo ensanchan los campos de la imaginación. Allí los enemigos
se transforman en cíclopes y dragones, en asesinos bebedores de sangre que descreen hasta de la
propia muerte. En el número publicado el 31 de marzo de 1814 encontramos la charla entre José
Tomás Boves y Francisco Rosete. Lo que se sustrae de la conversación es la mentada grandeza del
soldado republicano, que a pesar de estar en desventaja numérica y en medio de la hambruna, saca
fuerzas heroicas para acechar a estos dos grandes jefes del bando español. Rosete confiesa: “Yo les
tengo un miedo horrible”126. Boves responde: “Calle V., si no quiere que le haga saltar los sesos en
este mismo momento”. Que si la falta de armas, que escasean los alimentos, que el enemigo ha cre-
cido en Guayana, que Caracas se defiende con las uñas; todos los detalles de la campaña se discuten
con destemplanza. Según la conseja popular, los monstruos comentan sus atrocidades para ver cuál
de ellos es el más aterrorizante. Boves apunta: “Sea cual fuere. Yo no puedo vivir ya sino en medio
de la sangre, de las cenizas, de las ruinas, de la devastación”. Su lugarteniente Rosete estalla en mie-
do, a pesar de sus pavorosas ejecuciones. El miedo también atormenta a los seres diabólicos; inclu-
so en el propio infierno, como es ilustrado en otro diálogo entre Zuazola y Antoñanzas publicado
el 26 de mayo de 1814127. Así los desea ver el partido republicano, así los imagina, así les conviene
que los vean los hombres y las mujeres que puedan leer y escuchar estos contenidos histriónicos.
Aunque también aparecen en el mismo año algunas otras crónicas y artículos que buscan no solo
la difamación –contra José Domingo Díaz128–; otras veces se orientan a encender la moral, la virtud
y el compromiso guerrero a favor de las filas patriotas.v

126 Gaceta de Caracas, no 54, 31 de marzo de 1814, pp. 215-216.


127 Gaceta de Caracas, no 70, jueves 26 de mayo de 1814, pp. 277-278.
128 Gaceta de Caracas, no XXXII, 13 de enero de 1814, pp. 127-128; Gaceta de Caracas, no XXXIII, lunes 17 de enero de
1814, pp. 130-132.
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alexander zambrano

apro t o y l a v i o l e n -
r a
el malt las mujeres
c i a h a c i a i o s
seg ú n t e s t i m o n
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históric ante 1814
fic o s d u r
257
Contra el “bello sexo”:
Aproximación sobre el maltrato y la violencia hacia las mujeres
según testimonios históricos-historiográficos durante 1814

Introducción

Las recientes celebraciones bicentenarias de la independencia han sido marco


adecuado para fomentar procesos de reinterpretación de la historia y de la memoria colectiva del
pueblo venezolano, en función del reconocimiento de la participación de todos los sectores socia-
les, en particular de aquellos que fueron excluidos del relato histórico nacional.
En este orden de ideas, en las páginas que siguen proponemos crear discursos críticos que
den cuenta de actores y sectores subalternos como “las mujeres”, a partir de la interpretación de
fuentes documentales sobre un aspecto que, si bien está presente en muchos testimonios del año
1814, aún no ha sido sistematizado y analizado según las herramientas del análisis histórico1.

1 Un importante proyecto editorial realizado en los últimos años sobre la historia de las mujeres es la obra titulada Historia de
las mujeres en España y América Latina (Madrid, Cátedra, 2006, IV volúmenes). No obstante, llama la atención que en el vol.
III, relativo al siglo XIX, no hay ningún capítulo dedicado a las mujeres en las luchas independentistas latinoamericanas;
258
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

Nuestro aporte busca motivar desde espacios de investigación una historiografía com-
prometida con el análisis crítico y entregada a la búsqueda de nuevos objetos de estudio y
estrategias interpretativas.
No obstante, vale destacar que la mayor parte de la bibliografía referida a los sucesos y per-
sonajes de la guerra de Independencia de Venezuela pondera la participación del hombre, des-

g solo se alude a ellas en la introducción de la parte de América, donde se mencionan a las “heroínas independentistas” y el
papel de las “madres patrióticas” que les fue reservado en la narrativa fundadora de las historias patrias; en cambio, sí se
destaca su presencia en la guerra de España. En los últimos años se han publicado una serie de artículos críticos sobre las
heroínas de la independencia, entre los cuales pueden destacarse: Alicia Tecanhuey, “La imagen de las heroínas mexicanas”,
en Manuel Chust y Víctor Mínguez (eds.), La construcción del héroe en España y América 1789-1847, España, Colegio de
Michoacán/Universitat de Valencia/UAM-I/Universidad Veracruzana, 2003, pp. 71-90; Rosío Córdova Plaza y Juan Ortiz
Escamilla, “Josefa Ortiz de Domínguez. La Ana Bolena mexicana”, Tiempos de América, Universitat Jaume I, no 17, 2010,
pp. 131-140; en esta misma revista se halla el artículo de Lucia Provencio Garrigo, “Perspectivas analíticas y temáticas
de los estudios sobre las mujeres en las independencias latinoamericanas”, pp. 59-83; Inés Quintero, “Las mujeres de la
independencia: ¿Heroínas o transgresoras? El caso de Manuela Sáenz”, en Bárbara Pothast y Eugenia Scarzanella (eds.),
Mujeres y naciones en América Latina. Problemas de inclusión y exclusión. Madrid, Iberoamericana Vervuert, 2001, pp. 57-76;
María Mogollón y Ximena Narváez, Manuela Sáenz, presencia y polémica en la historia. Quito, Corporación Editora Nacional,
1997; Betty Osorio y María Mercedes Jaramillo (comps.), Las desobedientes. Mujeres de nuestra América. Bogotá, Editorial
Panamericana, 1997. Finalmente, uno de los mayores aportes para proyectar esfuerzos coordinados con “…el objetivo
de contribuir a reconstruir la activa presencia de las mujeres en el proceso de nuestra independencia, y de trascender el
imaginario colectivo que las presenta solo bordando banderas, donando sus joyas y curando a los heridos”, fue el evento
coordinado por Sara Beatriz Guardia, quien es directora del Centro de Estudios la Mujer en la Historia de América Latina
(Cemhal, Lima, Perú), para la realización del IV Simposio Internacional Las Mujeres en la Independencia de América
Latina, que tuvo lugar en Lima el 19, 20 y 21 de agosto de 2009, el cual presentó como objetivo fundamental resaltar la
presencia de las mujeres en el proceso emancipatorio y, por consiguiente, en la construcción de las naciones. Las principa-
les conclusiones de este congreso pueden ser revisadas en la publicación Varios autores, Las mujeres en la Independencia de
América Latina. Perú, Editorial Universidad San Martín de Porres, 2010.
259
Contra el “bello sexo”
Alexander Zambrano

tacando preferentemente a los héroes, y dejando afuera la participación femenina, siendo estos
contenidos históricos convertidos, en algunos casos, en argumentos irrefutables y presagios inde-
fectibles del presente2.

Mujeres e historiografía en tiempos de independencia


A mediados del siglo XIX algunos intelectuales comenzaron a estudiar de
manera puntual la contribución de ciertas mujeres en el proceso de independencia venezola-
no; la mayoría de ellos lo hicieron desde una perspectiva mitificadora, definiéndolas, según
sus acciones en el contexto de la guerra de Independencia, como heroínas, mártires o cola-
boradoras con la causa de la emancipación, pero siempre ajustadas al modelo ideal de mu-
jer que necesitaban las nacientes repúblicas3. Todo ello, de la mano de estrategias formales

2 Para ampliar el tema relacionado con el héroe y su mitificación véase Veronique Hebrard, “El hombre en armas: De la
heroización al mito, Venezuela Siglo XIX”, en Germán Carrera Damas, Carole Leal, George Lomne, Frederic Martínez
(eds.), Mitos políticos en las sociedades andinas. Caracas, Equinoccio/Université de Marne-la-Vallée/Instituto Francés de
Estudios Andinos, 2006, pp. 281-299. Sobre los catecismos y la forma de enseñar la historia patria en Venezuela véase
Nikita Harwich Vallenilla, “La génesis de un imaginario colectivo: La enseñanza de la historia de Venezuela en el siglo
XIX”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, no 282, Caracas, abril-junio 1988, pp. 349-387. Sobre las celebra-
ciones oficiales en el siglo XIX, también en Venezuela, ver el trabajo de Pedro Calzadilla, “El olor de la pólvora. Fiestas
patrias, memoria y nación en la Venezuela guzmancista, 1870-1877”, Caravelle, no 73, 1999, pp. 111-130.
3 La figura del héroe o la heroína no nace, se hace. Son construidas por un poder local o estatal, mediante un proceso de
idealización de sus cualidades y gestas, aprobados y desaprobados por el imaginario colectivo, “…de los que el Estado
se apropia para nacionalizarlos, ponerlos como ejemplos nacionales, integradores, unívocos de todos los ciudadanos”
(Manuel Chust y Víctor Mínguez [eds.], “Presentación” en La construcción del héroe…, pp. 4-5).
260
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

de reproducción, adquirió muy pronto los perfiles de un mecanismo socializador en la pro-


pia historiografía4.
La producción historiográfica sobre las “ilustres patriotas” se prolongó hasta bien avan-
zado el siglo XX, lo cual puede constatarse en las biografías más documentadas, en las cuales
se recogen las premisas vertebrales relativas a la presencia femenina en la guerra de Indepen-
dencia, asociadas en un primer eje temático con las llamadas heroínas, mujeres que tuvieron
participación destacada en la guerra, que abrazaron la causa americana y que se sacrificaron
por ella, siendo sublimadas con el martirio y la muerte –estableciendo en algunos casos una
clara y notoria analogía con las mártires de la cristiandad– ante las terribles circunstancias que

4 Buena parte de los estudios sobre las mujeres han sido conducidos por el espejismo generado por el discurso de las
esferas, aquel que dictamina la natural compartimentación de la vida humana en dos espacios, el privado y el público,
complementarios pero no igualmente relevantes y, de hecho, subordinado uno al otro; la explicación histórica, con su si-
lencio, ha reforzado la relegación femenina al ámbito de lo domestico, pegándose a este dictamen sin cuestionar las razo-
nes culturales e históricas que radican la construcción interesada. La teoría feminista convirtió, en su momento, en clave
central de su desarrollo especulativo, la deconstrucción de este principio subyugador para el sexo femenino. La historia
de las mujeres, incorporando modelos de contestación a dicho principio, atestiguó el carácter normativo y regulador del
comportamiento femenino que lo inspiraba, al mismo tiempo que revelaba las paradojas abiertas y los incumplimientos
de que era objeto por parte de las mujeres que analizaba. Por otra parte, el género como categoría de análisis histórico que
definiría Joan Scott, aparte de señalar los espacios como un proceso cultural que escinde al individuo entre lo privado y lo
público, y de analizar los recursos discursivos utilizados para relegar a las mujeres al ámbito del hogar y de lo doméstico,
ha demostrado de qué manera las mujeres han contestado el modelo con su palabra y acción y, todavía más, cómo estas
han utilizado el imaginario sexual, por ejemplo, para derivar identidades menos cortapisadas por el peso de la norma e,
incluso, transgresoras del principio que lo sustenta.
261
Contra el “bello sexo”
Alexander Zambrano

las rodeaban, sin apartarse de cualidades asignadas según las premisas sociales del siglo XIX5
y propias de su condición femenina6.
La historiografía referida a la guerra de Independencia, para el caso femenino, matiza el compro-
miso o accionar de las mujeres en dos grandes posiciones; la primera –quizás la más llamativa– es la
que las representa como las llamadas amazonas: mujeres combatientes de forma directa en la guerra,
que tomaron las armas, formaron parte de batallones femeninos, tuvieron iniciativa y participación
en la organización de acciones bélicas, manifestaron su actuación directa en las propias batallas y,
tangencialmente, participaron en ellas tomando posición política cuando las propiedades o patrimo-
nios familiares eran atacados y, en consecuencia, sucedían las reacciones del sector femenino.
La segunda ha estado caracterizada por las representaciones femeninas en la guerra, las
cuales se han formado, no solo para el caso venezolano, mediante características antagónicas a
lo que es inherente a la guerra, la destrucción, el caos y la muerte, de manera que las mujeres se

5 En la sociedad venezolana del siglo XVIII y de principios del siglo XIX, el comportamiento de los individuos era un
obstáculo que podía ser insalvable para quienes no cumplieran lo pautado según su género, pues de la mujer se esperaba
recogimiento, castidad, virginidad, recato, pudor, vergüenza, sujeción, obediencia, dote, buena apariencia, buena reputa-
ción, quietud, vida pacífica; que ejerciera ocupaciones propias de su sexo; que se mostrara desvalida, inocente y devota.
Cf. Luis Felipe Pellicer e Inés Quintero, “Matrimonio, familia y genero en la sociedad venezolana”, en Pablo Rodríguez
(coord.), La familia en Iberoamérica. Bogotá, Edición del Convenio Andrés Bello, Unidad Editorial, 2004, p. 229.
6 Para Everly Cherpak la información encontrada en archivos y hemerotecas sobre las mujeres se ha ido ocultando, de-
formando y tergiversando, olvidándose de que muchas de ellas transgredieron y subvirtieron el orden social establecido
ante los propios mecanismos que aportó la guerra. Cf. Everly Cherpak, “El movimiento de la independencia de la Gran
Colombia”, en Asunción Lavrín, Las mujeres latinoamericanas: Perspectivas históricas. México D.F., Fondo de Cultura Eco-
nómica, 1985, p. 256.
262
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

entendían como no violentas, proclives por naturaleza a la seguridad, la compasión y el amor.


Eran, en esencia, el sexo pacífico que garantizaba el retorno a la normalidad después de la lu-
cha. Mientras los hombres se constituían en guerreros que defendían causas justas, las mujeres
esperaban pacientemente el regreso al hogar de sus esposos, hijos o hermanos.
En esta tradición, la mujer soldado y la heroína eran excepciones que no respondían a la
participación femenina en conflictos militares. Incluso, nuestras heroínas fueron concebidas
desde relatos de ensalzamiento de acciones con un contenido ejemplarizante para el orden
natural de la guerra, mediante un modelo de patriotismo sublimado, pero también como mani-
festación de un rol subalterno patente desde el anonimato que las rodea.
De ahí que cuando estas facetas impropias de la mujer doméstica no aparecen tan rodeadas
de las circunstancias que pudieran validarlas como ejemplos recomendables de virtud, enton-
ces, al tiempo que se mantiene dicho anonimato, se dota a la acción de la mujer de una ambi-
valencia que, cuando menos, resulta incómoda. Los recursos discursivos empleados no dejan
lugar a dudas: van desde la exclusión del propio género por la vía de la masculinización hasta
la desautorización que enfatiza aquellos aspectos heroicos, cuando menos inconscientes y en
extremo apasionados.
El discurso histórico, incluso durante buena parte del siglo XX, ha sido bien uniforme y en
muchos casos es indiscutible la catalogación de heroínas para muchas mujeres. No obstante, nue-
vas investigaciones han demostrado la gran diversidad y significado de la participación femenina,
263
Contra el “bello sexo”
Alexander Zambrano

lo cual se contrapone con la mirada mítica de la épica heroica y más bien reviste una complejidad
para el análisis histórico7.
Desde el bando republicano o monárquico, los autores se han referido a las mujeres
como aquellas que aparecen por ser donadoras de patrimonios para mantener una economía
en crisis durante la guerra; las que proporcionaban víveres, municiones e indumentarias; las
que cumplían una labor sanitaria atendiendo a los enfermos, heridos a quienes hospedaron
cual hospitales de campaña en las diferentes batallas; las clandestinas; las que ofrecían los
espacios privados de sus hogares para realizar tertulias y reuniones; las que se encargaron
como mensajeras y espías y utilizaban los propios aspectos relacionados con el sector feme-
nino como verdadera arma para la ejecución de una empresa arriesgada según su campo de
actuación en la guerra.
De allí que la guerra de Independencia sea el trasfondo donde florecen numerosos aspectos
y problemas que pueden formar parte de novedosas líneas de investigación que contribuyan con
un conocimiento más crítico de la historia.

7 Existe otro modelo comúnmente asumido en cuanto a la participación de la mujer en la guerra de Independencia, y tiene
que ver con su aparición en la retaguardia, es decir, son las mujeres que se encuentran al borde de la frontera de la guerra,
las cuales no están militarizadas, pero tienen participación según su posición política.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

La violencia colectiva en la guerra de Independencia venezolana


La violencia colectiva durante la guerra de Independencia es un tema poco
trabajado en nuestra historiografía8. En el contexto de América Latina se han realizado esfuerzos

8 Un tema como la violencia colectiva es un aspecto poco tratado historiográficamente para el caso venezolano, en el
complejo proceso de entender la guerra de Independencia y sus dimensiones sociales. Las aproximaciones teóricas son
bastante parciales y se conciben desde el contexto de la Guerra a Muerte por visiones polarizadas insurgentes y realistas.
Nuestro propósito inicial es hacer una aproximación al tema de la violencia colectiva a través de una caracterización del
fenómeno, pues en su análisis se expresan significados comprensibles. Una aproximación a la violencia realista durante
la guerra de Independencia fue el realizado por Ana Vergara, “Monstruos sedientos de sangre”: Sobre la crueldad espa-
ñola en la historiografía de la guerra de Independencia”, en Inés Quintero (coord.), El relato invariable: Independencia,
mito y nación. Caracas, Editorial Alfa, 2011. La autora afirma que: “Los fieles a la causa de España –quienes no tenían
mayor urgencia en justificar sus acciones, pues el insurgente era quien trataba se subvertir el orden y en estos casos la
contención era la actitud esperada de los fieles súbditos– insistieron en que desde la instauración de la junta de gobierno
que se proclamó defensora de los derechos de Fernando VII se orientó a la barbarie. En los años iniciales las acusaciones
de bando y bando iban y venían; no obstante, a medida que el sentido común y la templanza eran puestas a un lado,
hubo procederes que no pudieron ser ocultados ni justificados por miembros de la misma causa. Si bien bajo estricta
apreciación histórica la sola formulación de estas preguntas es cuestionable, la historiografía venezolana elaboró estas
interrogantes y sí logró responderlas con el único propósito de legitimar su proyecto nacional: los españoles iniciaron
las acciones inhumanas y los patriotas impulsados por el deseo de venganza actuaron del mismo modo. Son muchos los
factores que podríamos enumerar como factores que influenciaron para que la crueldad en la guerra de independencia de
Venezuela se volviera una práctica recurrente, donde la sola eliminación del contrario no era suficiente: técnicas para ate-
rrorizar al contrario, la excitación generada por los caudillos, resentimientos de clase, la pobreza, la conformación de los
ejércitos por individuos civiles sin ningún tipo de formación castrense, etc. Nótese del mismo modo que muchos de estos
crímenes fueron impulsados por motivaciones personales y en estos casos los calificativos de “insurgente” o “fidelistas”
serían solo los justificativos empleados por el victimario para gozar de la impunidad que cobija la guerra. Ambos bandos
aplicaron las técnicas sanguinarias pero solo uno, en su condición de victorioso, mostró a la posteridad las atrocidades
cometidas por el contrario”.
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Contra el “bello sexo”
Alexander Zambrano

académicos, principalmente en México, desde allí han dirigido su mirada necesariamente a la


violencia surgida desde el lado realista y se han enfocado en aspectos meramente puntuales sobre
la violencia en la guerra: la formación y práctica del bandidaje, la actuación de algunos jefes mili-
tares, las relaciones con motines y tumultos9.
Nuestro propósito inicial es hacer una aproximación al tema de la violencia colectiva a través
de una caracterización del fenómeno, pues en su análisis se expresan significados comprensi-
bles10, según la revisión de los principales testimonios existentes durante 1814, para obtener

9 Entre algunas obras podemos destacar: Eric Van Young, La otra rebelión. La lucha por la independencia de México, 1810-
1821. México, Fondo de Cultura Económica, 2006, capítulos 14-17; Moisés Guzmán Pérez, “Los métodos de represión
realista en la Revolución de Independencia de México, 1810-1821”, en J. A. Serrano y M. Terán (coords.), Los procesos
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rebelión y revolución. La lucha rural en México del siglo XVI al siglo XX. México, Editorial Era, 2004, pp. 187-222; Carlos
Herrero Bervera, Revuelta, rebelión y revolución en 1810. Historia social y estudios de caso. México, Centro de Estudios
Históricos Internacionales, 2001.
10 Señala la historiadora Marianela Tovar que el tema de la violencia contra las mujeres, en nuestra historiografía, es centro
de permanente reflexión y estudio dentro del discurso feminista. En nuestro país, las investigaciones, tesis y artículos
266
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

evidencias acerca de cómo eran percibidos los diferentes tipos y manifestaciones de violencia
hacia las mujeres durante este período de la guerra.
No obstante, todavía privan ciertas consideraciones y visiones polarizadas que se han im-
pregnado en el relato histórico que condenan la propia violencia realista y, a contraparte, otras
que justifican o niegan los hechos insurgentes11. Nuestra labor es situarnos más allá, es tratar de
comprender cómo se ejecutaba y se caracterizaba esa violencia.

g especializados han acompañado el surgimiento de instituciones, el diseño de leyes, campañas y la creación de redes
de apoyo a las mujeres. Sin embargo, es necesario señalar que, con algunas importantes excepciones, la producción
histórica venezolana ha sido indiferente en las formas como se manifestaba la violencia masculina. Cf. Marianela Tovar,
“La violencia masculina durante el septenio guzmancista. 1870-1877”, Revista Venezolana de Estudios de la Mujer, vol 14,
no 32, Caracas, enero-junio 2009, pp. 191-210.
11 Es necesario para futuras investigaciones en esta línea de investigación, dedicar mayor atención a estas justificaciones en
el ámbito historiográfico, sobre la violencia en la guerra de Independencia venezolana. Uno de tantos ejemplos queda
referenciado en afirmaciones hechas por Rafael María Baralt en la conclusión del tomo I de su Resumen de historia de
Venezuela, y que le sirvió de introducción al segundo tomo dedicado al proceso emancipador; hablará a la posteridad
de cómo esos crímenes quedarán justificados por el fin último que estos perseguían, y de cómo estos crímenes son
indirectamente compartidos por los individuos del futuro: “Justos son muchos los cargos, es verdad; pero la ingratitud
que quiere hacer de ellos crímenes irremisibles a los creadores de la república, es mil veces más odiosa que la conducta
de estos en los tiempos aciagos para su gloria. Vosotros que buscáis sin odio la verdad, y que, compadeciendo el error,
ensalzáis la virtud y admiráis la grandeza; vosotros que así como presenciasteis sus errores, visteis también sus magnos
hechos; vosotros que hoy gozáis por ellos de una patria libre, gloriosa y llena de esperanzas, no olvidéis para juzgarlos
que ellos la recibieron esclava, oscura y sin vida de mano de sus dominadores” (Rafael María Baralt, Resumen de la historia
de Venezuela [Desde el descubrimiento de su territorio por los castellanos en el siglo XV, hasta el año de 1797]. París, Imprenta
de H. Fournier y Compañía, 1841, p. 464).
267
Contra el “bello sexo”
Alexander Zambrano

En el caso venezolano son reducidas las investigaciones que tratan sobre el maltrato12 o los
excesos de violencia hacia la población femenina durante la guerra de Independencia13; nuestra
propuesta se fundamenta en una premisa historiográfica que se relaciona con una visión soterrada
de la aparición de “la mujer” en la guerra como testigo, a menudo diferenciada de los hombres,
solo por el simple hecho de no llevar armas y ser víctima de los actos que implica cualquier con-
frontación bélica.

José Tomas Boves, el “terror de los insurgentes” y del “bello sexo”


Durante el bienio 1813-1814 se multiplicaron las operaciones militares,
muy pocos fueron los días en que no se derramó sangre, sea por efecto del furor realista o por
las represalias patriotas. Se trata de un período en que unos no desistían de querer perpetuar
a la fuerza su dominación colonial y otros insistían en la gran empresa que significaba recupe-
rar la independencia y la libertad.

12 Para ampliar sobre el tema puede consultarse Alexander Zambrano, El infierno de un sacramento: Los malos tratos a las
mujeres en matrimonio en Venezuela 1700-1821. Caracas, Centro Nacional de Historia, 2009.
13 La investigadora Mirla Alcibíades realizó un importante estudio sobre la participación femenina durante el período de
lucha por la independencia política venezolana. En la publicación, mediante un vasto trabajo en fuentes documentales,
explica los diversos escenarios donde validaron la presencia activa las mujeres, como lectoras, escritoras, soldados, tro-
peras, espías, informantes, enfermeras, costureras, cómplices, emigradas, peregrinas, refugiadas, desterradas, prisioneras,
azotadas, ajusticiadas y secuestradas. Cf. Mirla Alcibíades, Mujeres e independencia. Venezuela: 1810-1821. Caracas, Centro
Nacional de Historia, 2013.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

De allí que no es extraño el surgimiento de numerosos testimonios y memorias de autores


coetáneos que, vistos bajo esta perspectiva adquieren un gran valor. Sin embargo, debe advertirse
que han de analizarse con todas las precauciones inherentes a documentos concebidos y redacta-
dos con una fuerte carga de subjetividad, en ocasiones sometidos a la fragilidad de los recuerdos de
los hechos que relatan. En este sentido, al margen de las motivaciones de los autores, haremos un
acercamiento a la violencia en la guerra de Independencia, ponderando las distintas visiones, con-
trastándolas con otro grupo de fuentes documentales que nos ayuden a extraer relevantes análisis.
Para finales del año 1813, Francisco Javier Yánez, en su relación documentada, señala que las
víctimas del maltrato y la guerra comienzan a constituir una dualidad ineludible del relato histó-
rico, pues durante los hechos sangrientos ocurridos en Aragua, a cargo del comandante realista
Antonio Zuazola:

Tampoco escaparon las mujeres del bárbaro, porque las hacía azotar o apalear, y a una que le rogó
por su marido, le cortó la cabeza, y porque el feto animado que tenía en el vientre se movía le
mandó abreviar la muerte a bayonetazos14.

Otra fuente coetánea de finales de 1813 es la escrita por Feliciano Montenegro y Colón, quien
en su Historia de Venezuela hace mención a las crueles villanías a las que eran sometidos grupos de
mujeres a raíz de los sucesos ocurridos en el puerto de La Guaira en 1813. Montenegro y Colón
indica en su crónica que a la llegada del oficial realista al puerto:

14 Francisco Javier Yanes, Relación documentada de los principales sucesos ocurridos en Venezuela desde que se declaró Estado
independiente hasta el año 1821. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1943, t. I, p. 98.
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Alexander Zambrano

…no se oían sino clamores de las infelices mujeres por su maridos, madres por sus hijos, herma-
nas por sus hermanos, parientes por sus parientes. La Casa del Tirano resonaba con el alarido y
llanto de tantos infelices: él se complacía de este homenaje, agradado del humo que despedían sus
víctimas; y sus satélites, en especial sus paisanos15.

Ya para el año 1814, según el regente de la Real Audiencia, José Heredia, inicia la verdadera
práctica de la Guerra a Muerte donde “…se mataba a un hombre con tanta frescura como a un
carnero, y sin más delito que el haber nacido al otro lado del trópico de Cáncer…”16.
Es decir, estamos ante testimonios que relatan una crudeza ineludible, imágenes sangrientas
que entre las batallas y el fragor político llevan consigo la presencia femenina. Pero a manos de un
actor que no cambia: un oficial realista como ejecutor de la violencia.
José Tomas Boves nunca disimuló los excesos que cometía contra las diversas poblaciones a
las cuales conquistaba en su marcha definitiva hacia Caracas17. Si bien Boves se destacó por sus
actos, el inminente fin del segundo gobierno republicano llevó a sus partidarios a una aplicación
más severa del Decreto de Guerra a Muerte.

15 Feliciano Montenegro y Colón, Historia de Venezuela. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1960, t. I, p. 233.
16 José Francisco Heredia, Memorias del regente Heredia, p. 163.
17 Señala Juan Úslar que la figura de Boves fue para los patriotas, y en general para los blancos, lo que Atila para los euro-
peos del Medievo. Era el azote de Dios. A los hombres que encontraba que pertenecieran a la raza odiada los asesinaba
sin fórmula de juicio y sin ningún pretexto. A las mujeres y a los niños, cuando no corrían la misma suerte, los enviaba
a la isla de Arichuna para que se murieran de hambre. Cf. Juan Úslar, Historia de la rebelión popular de 1814. Caracas,
Editorial Edime, p. 101.
270
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

Podemos afirmar que durante 1814, distintos testimonios historiográficos hicieron mem-
orables sus hazañas, victorias, crueldades y, finalmente, la conducta oscura en la política18.
Por ejemplo, el propio regente de la Real Audiencia, José Francisco Heredia, afirmaba que “…
fue el terror de los insurgentes, entre los cuales se hacia el coco a los niños con el nombre de
Boves”19. Una vez que hemos avanzado en algunas disertaciones es importante señalar que la
violencia ejercida por las tropas de José Tomas Boves hacia las mujeres que hemos encontra-
do en fuentes documentales podrían dividirse en: 1) asesinatos, 2) violaciones, 3) maltratos,
injurias y amenazas.
La presencia de Boves despertó el monstruo de la guerra con mayor amplitud; este le-
vantaba sus garras y envolvía a diversas poblaciones en destrucción y muerte. Las mujeres
no escaparon a esta dinámica, pues se vieron amenazadas por la desnudez, las violaciones
y la muerte dondequiera que pisaran las tropas del Taita. Por ejemplo, luego de tomada la
ciudad de Valencia por el ejército de Boves y a pesar de las infructuosas reuniones por parte
del capitán general don Juan Manuel Cajigal con el fin de evitar que Boves huyera del mando,
se pudo observar cómo las tropas ejecutaban hombres a lanzazos del modo más inhumano,
mientras, en cuanto a las mujeres:

18 Un escrito ineludible para entender la dinámica de la violencia es el diálogo imaginario, escrito por un patriota, sobre las
formas de ejecutar la violencia por parte de José Tomas Boves, Francisco Rosete, Antonio Zuazola y Eusebio Antoñanzas,
en la Gaceta de Caracas, no 34, jueves 31 de marzo de 1814 y en la Gaceta de Caracas, no 70, jueves 26 de mayo de 1814,
en Gaceta de Caracas. Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1983, t. V.
19 José Francisco Heredia, Memorias del regente Heredia. Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia,
1986, p. 163.
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Contra el “bello sexo”
Alexander Zambrano

…las alhajas y trajes, fueron repartidos a aquel ejército, dejándolas poco más o menos en cueros:
no faltó quien aprobara este hecho, y a la verdad que dudo de la fidelidad de los hombres que, en
lugar de atraer y suavizar el resentimiento, se complacen en estimular el odio20.

Exageradas o no, estas escenas se propagaron con rapidez generando pánico en los poblados
aún no ocupados por las fuerzas realistas. Las palabras del propio Cajigal respiraban el temor que
la guerra y en especial la actitud de Boves producían. Asimismo, la numerosa tropa que seguía al
líder realista hacía que fuera casi imposible detener sus actuaciones. Por eso no extraña que du-
rante esos días en Valencia, Cajigal afirmara que su propia casa:

…se llenó de mujeres afligidas, que, con el poder irresistible de la justicia, reclamaban la mía,
manifestándome, una su orfandad, otras su viudez, y otras, el quebrantamiento de la capitulación
en el idioma del dolor, demostrando con un llanto que formaba el espectáculo más interesante y
lastimoso. ¿Y qué arbitrio, qué partido podía yo tomar en un momento en que Boves, a la cabeza
de siete mil hombres, desconocía la autoridad y marchaba sobre Caracas?21.

Francisco Javier Yánez habla sobre los maltratos a las mujeres en Valencia y deja entrever en
su relato que la estrategia de los realistas al mando de Boves era mantener una política deliberada
de actos barbáricos que perjudicara a los insurgentes y, a la vez, liberara tensiones y rencores re-
primidos, ya que:

20 Juan Manuel Cajigal, Memorias del mariscal de Campo don Juan Manuel Cajigal sobre la Revolución de Venezuela. Caracas,
Archivo General de la Nación, 1960, p. 129.
21 Ibídem, p. 130.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
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…la barbarie, insolencia y ferocidad de Boves en Valencia llegaron a tal punto, que después de
haber mandado asesinar a todas las personas notables que pudo haber, dio en su casa un gran
baile, al que hizo concurrir a las señoras adoloridas por la muerte de sus maridos, hijos y padres
y parientes, obligándolas a que bailaran y cantaran22.

Hay evidencia historiográfica de que en esas acciones de violencia, comandadas por Boves,
hacia el sector femenino existían móviles de venganza causados por resentimientos, como una
forma primitiva para justificar la violencia que se amalgamaba con actos de pillaje y saqueo desti-
nados a obtener recursos para continuar la guerra.
Es importante destacar que son numerosos los casos de torturas y crueldad, pero para
nuestra investigación es necesario determinar que muchos de esos actos derivaban de las
propias órdenes de Boves. Por ejemplo, el máximo representante de la ortodoxia religiosa, el
arzobispo Narciso Coll y Prat, supo que el asturiano, en 1814, “…dispuso un pontón en el
río Apure e inmediaciones del Pueblo de San Miguel de Caicara donde eran remitidas varias
mujeres que fueron puestas en las lanchas del pontón a sufrir de las plagas de los mosquitos
y los tábanos”23.
En otro caso, el capellán y vicario primero del ejército de Boves, José Ambrosio Llamo-
zas, presenciaba cómo por órdenes estrictas y escritas del propio Boves al apenas entrar a San

22 Francisco Javier Yánez, Relación documentada de los principales sucesos ocurridos en Venezuela desde que se declaró Estado
independiente hasta el año 1821, t. 1, p. 186.
23 Narciso Coll y Prat, Memoriales sobre la Independencia de Venezuela. Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la
Historia, 1960, p. 306.
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Contra el “bello sexo”
Alexander Zambrano

Joaquín y Santa Ana de Barcelona en 1814, se ordenaba a la tropa matar hombres, mujeres y
niños, a pesar de los intentos infructuosos del capellán por detener el frenesí sangriento, al
menos hacia mujeres y niños. Las respuestas de los oficiales hacia el capellán se fundamenta-
ban en que no podían incumplir las órdenes de Boves, pues peligraban sus vidas. Así que aquel
16 de octubre de 1814, relata Llamozas:

Todos los habitantes hombres, mujeres y niños de los pueblos de San Joaquín y Santa
Ana de la Provincia de Barcelona fueron degollados en número de más de mil por el Te-
niente de Caballería don N. Molinet, francés, en virtud de orden de Boves y con otra por
separado de este el Sargento 1º don Domingo Camero para que si Molinet no cumplía
su orden, le matase Camero: estos dos individuos tenían las ordenes originales que leí y
habiéndoles reconvenido amigablemente y suplicado que no la ejecutasen al menos con
las mujeres y niños me contestaron que no podían porque peligraban sus vidas, por cuya
conservación cumplieron exactamente las órdenes de Boves y fueron incendiados los pue-
blos con sus iglesias24.

Es decir, no había medios de contención para la violencia hacia las mujeres, ni desde la auto-
ridad religiosa ni desde una autoridad civil como el regente Heredia, quien tampoco logró tomar

24 José Antonio Llamozas, “Memorial presentado al Rey en Madrid por el doctor José Ambrosio Llamozas, vicario y capellán
primero del ejército de Boves”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, año X, no 17, Caracas, pp. 522-523.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

medidas efectivas para controlar la conducta de Boves, pues en una visita que hace a Valencia25
presenció cuando

…Boves reunió todas las mujeres en un sarao, y entre tanto hizo recoger los hombres, que había
tomado precauciones para que no se escaparan, y sacándolos fuera de la población los alanceaba
como a toros, sin auxilio espiritual (…) Las damas del baile se bebían las lágrimas, y temblaban
al oír las pisadas de caballería temiendo lo que sucedió, mientras que Boves con un látigo en la
mano las hacia danzar el piquirico y otros sonecitos de la tierra a que era muy aficionado, sin que
la molicie que ellos inspiran, fuese capaz de ablandar aquel corazón de hierro26.

25 El mayor irlandés George Dawson Flinter pertenecía al ejército británico y disponía de un regimiento de infantería en
Curazao; mientras visitaba, durante 1814 y 1815, ciudades del país, describe en su crónica sobre la revolución de Cara-
cas, con otros detalles, este suceso sangriento, cuando él mismo estaba presente en el salón de baile esa violenta noche
(traducción del inglés): “A medianoche, cuando los invitados ahogaban su desgracia pasada en los excitantes placeres
de la danza, inconscientes del peligro que les rodeaba, Boves abandonó el salón y en pocos minutos volvió, abriendo las
puertas trajeado con su uniforme de guerra, seguido por un cuerpo de lanceros: la música se interrumpió, un grito de
horror fue lanzado por los que bailaban: Boves hizo con su mano una señal, y en pocos minutos casi todos ellos estuvie-
ron extendidos en el suelo, con las cabezas cortadas del cuerpo. Esta rápida transición hace helar la sangre en el cuerpo:
y no es cuento, sino hecho muy verdadero, sin el cual creeríamos que tal monstruo nunca existió. Yo estuve en el mismo
cuarto en que esta horrible tragedia tuvo lugar algún tiempo después y su historia me fue relatada no solamente por
algunos oficiales de Boves, quienes fueron testigos presenciales, sino también por una madre, quien perdió a su marido
y siete niños masacrados en esta ocasión” (George Dawson Flinter, A History of the Revolution of Caracas. London, 1819,
printed for T. and Allman, p. 170).
26 José Francisco Heredia, ob. cit., p. 178.
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Contra el “bello sexo”
Alexander Zambrano

Soldadesca desenfrenada. La violencia como acción para impartir justicia


No resulta extraño que aparecieran cartas e informes que reportaran y relataran
con crudeza el temor de los vecinos al ser atacados por grupos de soldados del ejército realista, en
especial cuando eran las mujeres quienes experimentaban esa desazón mediante maltratos, inju-
rias y asesinatos que solo contribuían a seguir generando un clima de total incertidumbre. Forma
primitiva de impartir justicia.
Una carta de Rafael Delgado, vecino de La Victoria y publicada el 11 de marzo de 1814, en la
Gaceta de Caracas, demuestra cómo las tropas comandadas por José Tomas Boves, mientras inten-
taban avanzar hacia Caracas, cometían numerosos excesos contra la población femenina:

Los soldados que destinan a un pueblo, después que han saqueado cuanto hay, sin que los man-
den, se reparten ellos mismos a saquear a otros pueblos. Donde está el mismo Boves, es peor, y el
tal Boves no parece a ocasiones sino su juguete (…) Los soldados se metían a las casas de donde
sacaban arrastrando a viejos, a niños, a mujeres y presentándolos ante Boves, le pedían su cabeza.
No hablo de lo que hacen con las señoras, con las niñas más delicadas, pues no sería decente, pero
después de forzarlas brutalmente las azotan, y en el instante siguiente les quitan la vida. Yo mismo
vi una partida de ocho, que llevaban dos mujeres, que no conocí insultándolas y golpeándolas.
Esto fue cerca del río Guárico, y al pasar por él las ahogaron27.

El Boletín del Ejército Libertador de Venezuela, número 48, también hizo notables referencias a
numerosos asesinatos. Las mujeres con alguna afinidad al bando republicano se convirtieron en

27 “Carta de Rafael Delgado a la Gaceta de Caracas, La Victoria, marzo 11, 1814”, en Gaceta de Caracas. Caracas, Biblioteca
de la Academia Nacional de la Historia, 1983, t. V, pp. 195-196.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

objeto de venganza. De esta forma Boves cometió en San Mateo numerosas crueldades hacia las
mujeres, las cuales horrorizaron al mayor general y secretario de Guerra Antonio Muñoz Tébar,
quien señala:

… En San Mateo y en el transito han tenido ocasión los individuos del ejército indignarse contra
las atrocidades ejecutadas por las tropas de Boves (…) se han degollado las mujeres que habi-
taban, y arrancada la lengua de algunas (…) lo mismo que en la Custodia: el subsistir aun en
la Iglesia de San Francisco el cadáver de una mujer asesinada después de haber sido violada, y
finalmente haberse llevado los soldados de Ceballos a las jóvenes del colegio de las educandas y
las maestras religiosas, después de haber también pillado todo lo que existía en el mismo colegio28.

Según evidenció la investigadora Mirla Alcibíades, no se conocen hasta el momento testi-


monios de patriotas que hayan profanado un templo; como conducta contrastante, abundan los
testimonios contrarios: las tropas fidelistas asesinaron, torturaron y cometieron violencia sexual
en los altares29.
Sin embargo, señala la misma autora, debe tenerse en cuenta que cuando la Gaceta de Caracas
estuvo dirigida por José Domingo Díaz, no faltaron cuestionamientos sobre la conductas de algunos
líderes patriotas hacia las mujeres en ejércitos comandados por José Francisco Bermúdez en 1810;
incluso las fuentes documentales en el ejército patriota dan cuenta de problemas entre jefes militares
por conductas en la tropa, como es el caso de Juan Bautista Arismendi y Santiago Mariño30.

28 “Boletín del Ejército Libertador de Venezuela, no 48, Valencia, 4 de abril de 1814”, en Ibídem, pp. 225-226.
29 Mirla Alcibíades, ob. cit., p. 194.
30 Ibídem, p. 213.
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Contra el “bello sexo”
Alexander Zambrano

Las actuaciones del ejército realista revelan que su forma de impartir justicia fue tratando a
los prisioneros como rebeldes y a todos los americanos como bestias feroces que debían exter-
minarse31. De allí que las tropas comandadas por Boves sacrificaron y violaron niñas, asesinaron
a madres y esposas. Un autor desconocido, pero con residencia en Cumaná, señala con absoluta
crudeza la violencia ejercida de forma implacable hacia las mujeres:

…hasta el último extremo toda la ciudad y en algunas iglesias donde las mismas mujeres habían
descubierto la majestad divina, creyendo evitar así los peligros, eran arrojadas por los soldados las
hostias y formas sagradas, y sin ningún remordimiento se guardaban los morrales los copones y
custodias, no escapándose las demás alhajas y ornamentos. Muchas imágenes fueron despojadas
de sus vestidos que se vendían después para otros usos, los corporales se vendían para pañales
de los recién nacidos y en las mismas iglesias eran quitadas sus prendas a las mujeres. Muchas
de estas fueron violentadas y algunas sufrieron la muerte porque resistieron con constancia. Cada
noche se ejecutaba a cuantos se habían refugiado en los bosques. Hombres buenos que jamás
habían tenido parte en la revolución fueron sacrificados al furor de estos monstruos, y multitud
de mujeres especialmente señoras fueron desterradas con vilipendio a las provincias extrañas, más
de ocho mil almas perecieron cuantos estragos de la espantosa emigración, llegando a suceder

31 En la Gaceta de Caracas se evidencian, en un pequeño artículo anónimo que puede ser ilustrativo, las tácticas militares
que usaba Boves en los Llanos en el año 1814. Allí se describe que las mujeres casadas eran una especie de motivación
que garantizaba el alistamiento de hombres, pues sus esposos “…que se ocultaban en los montes a la aproximación de
cualquier partida de Boves, luego que saben que sus mujeres e hijos han sido conducidos al Cuartel General se le presen-
tan y son otros tantos soldados. No tienen paga alguna, mas todo soldado está autorizado para coger cuanto encuentre en
los pueblos y en el tránsito a sus marchas: el robo y el saqueo es permitido por ellos mismos (…) Permiten a los soldados
la violación de mujeres en todos los pueblos que entran. Nadie puede quejarse de este acto de barbarie; en las mujeres
son comunes” (Gaceta de Caracas, no 76, lunes 20 de junio de 1814).
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

que más madres arrojasen y abandonasen en los montes a sus hijos para huir de los peligros y de
la muerte, y se cuenta de una que después de muerto su hijo se alimentó de su cuerpo para no
morir de hambre32.

Algunos autores consideran que los maltratos ejercidos contra las mujeres en algunos epi-
sodios de la guerra pueden ser considerados un factor de movilización nada desdeñable dentro
de la dinámica de la guerra. Saqueos, alzamientos, sitios, apoyo a los prisioneros conformaban la
cara más visible de la guerra33. Todos ellos eran protagonizados por los soldados, pero sus con-
secuencias también eran sufridas por las mujeres, pues se generaban otras condicionantes en el
desarrollo de la vida cotidiana de estas, pues si lograban sobrevivir enfrentarían una vida sin sus
esposos o desterradas a otras provincias34.

32 “La Guerra de Independencia en la Provincia de Cumana por un autor desconocido”, Boletín de la Academia de la Historia
de Venezuela, no 65, p. 36.
33 Jéan-Réné Aymes, “La ‘Guerra Gran’ (1793-1795) como prefiguración de la ‘Guerra del Francés` (1808-1814)”, en
Jéan-Réné Aymes (ed.), España y la revolución francesa. Barcelona, Editorial Crítica, Serie General, Temas Hispánicos,
1989, pp. 332-333.
34 De esos momentos de intenso terror, en especial los previos y durante la llegada de Boves a Caracas, quedan las cartas
que dirige Martín Tovar Ponte (integrante de la Junta de Gobierno de 1810, del Congreso de 1811 y también firmante
del Acta de Independencia) a su esposa. Tovar, a modo de consejo, le indica detalladamente a su esposa Rosa, las cosas
que debe realizar para evitar perder la vida ante las acciones del ejército realista, en este sentido, el 24 de junio de 1814,
le escribe: “Vuelvo a decirte que si manejas las cosas con viveza, ciertamente creo que lograrás embarcarte, pero con todo
si sobreviene algún acontecimiento que yo no alcance y que te lo impida dejándote expuesta a los malvados, en este caso
te aconsejo que antes que entren y te vean los enemigos te metas en lo más intricando de un monte con todo lo necesario
para que puedas vivir tres o cuatro días oculta. Es indispensable evitar los primeros días el encuentro con semejantes
hombres, que yo creo que no respetarán alma nacida” (El Cojo Ilustrado, no 98, 15 de enero de 1896).
279
Contra el “bello sexo”
Alexander Zambrano

Sin duda, el año de 1814 se convirtió en un largo penar para muchas mujeres, pues en cada
acción militar se ejecutaba un martirio constante; ellas eran levantadas como trofeos de infernales
triunfos sobre sangre inocente. Por ejemplo, en la relación ofrecida por José Tadeo Monagas du-
rante los días de la campaña de Maturín en 1814, sobre las crueldades de Zuazola, se indica que
“…había llenado los cepos del pueblo de Aragua, de mujeres, hombres y niños y que a todos los
desorejó vivos mandando este presente a Cumaná como triunfo”35.
En otros testimonios se refleja que la mutilación de cuerpos fue un acto de violencia que se
aplicó con relativa recurrencia a las mujeres; esta significaba una tortuosa agonía que se aplicaba
principalmente a quienes eran identificados como patriotas, en El Observador Caraqueño se recoge
un relato sobre los esposos Josefa Ramírez y Francisco Castro:

En el año 1814 el feroz Rosete hizo conducir a la señora Josefa María Ramírez y su legitimo con-
sorte Francisco Castro, del pueblo de Altagracia de Orituco, de donde eran vecinos, al de San Ra-
fael, en cuya plaza hizo ejecutar a golpes de machete que llaman rozar, a los dos esposos, después
que presenciaron el sacrificio de otros patriotas, habiéndose notado en la Ramírez tal serenidad y
firmeza de ánimo que exhortaba a su consorte para que recibiese tranquilo la muerte que iban a
darle los enemigos de la patria36.

35 José Tadeo Monagas, “Relación del general José Tadeo Monagas de sus servicios en la Guerra de Independencia”, Boletín
de la Academia Nacional de la Historia, t. XXVIII, no 109, Caracas, enero-marzo de 1946, pp. 62-78.
36 El Observador Caraqueño, no 3, 1814. Puede consultarse en Mirla Alcibíades, Mujeres e independencia. Venezuela: 1810-
1821, p. 200.
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Dolor, devastación y muerte: Las consecuencias de la violencia


hacia las mujeres ejercida por tropas realistas en 1814

El 15 de octubre de 1814 arribó a la ciudad de Maturín el ejército de Boves, du-


rante el asedio militar se presenciaron escenas cruentas y llenas de dramatismo pocas veces vistas
en cualquier geografía. Maturín fue sometida al saqueo, los templos fueron profanados con toda
especie de abominaciones y nuevamente en las iglesias donde las mujeres protegían el Santísimo
Sacramento, creyendo así evitar la muerte, estas fueron violadas y asesinadas.
Según expresa Francisco Yánez, lo acontecido revelaba el ejercicio de una excesiva violencia
del ejército realista; por ejemplo, a

…María del Carmen Mercíe, refugiada en la capilla del Carmen, de donde vino a extraerla un
oficial llamado Pedro Rondón, alias Maruto, que tenia resentimientos de ella, y aunque se asió a la
persona del cura, fue arrancada con violencia y sacándola por la puerta de la sacristía, destrozada
a presencia de Boves, que vio este horrible espectáculo, con aquella sonrisa que le era genial y
característica de su alma pérfida y cruel37.

La crueldad no terminó allí, en los días siguientes, luego de que Boves marchó a unirse
con Francisco Morales, perecieron otras 1.000 personas. Las órdenes dadas por Boves a las au-
toridades consistían en pasar por las armas a todos los que capturaran, sin necesidad de otros
exámenes ni aviso38.
37 Francisco Javier Yánez, ob. cit., p. 212. También se reseña en Feliciano Montenegro y Colón, Historia de Venezuela. Ma-
drid, Editorial Guadarrama/Academia Nacional de la Historia, 1960, t. I, p. 290.
38 Francisco Javier Yánez, ob. cit., p. 213.
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Contra el “bello sexo”
Alexander Zambrano

Mientras tanto, a pocos kilómetros, las tropas al mando de Boves en la ciudad de Maturín no
parecían conocer clemencia alguna, durante uno de los episodios violentos que registran algunas
fuentes documentales fueron ajusticiados más de cuarenta músicos y se produjeron numerosas
víctimas femeninas:

…por la noche, se puso un gran baile, con más de cuarenta músicos emigrados de Caracas y
mandó Boves que asistieran las esposas, hijas y parientes de los que habían sido muertos, condu-
ciéndolas por la fuerza, como lo hizo en Valencia, y después de haberse ocupado en todo género
de desordenes, terminó la función a las tres de la mañana, quitando la vida a lanzazos a la mayor
parte de los músicos. Los muertos este infausto día, se calculó no bajarían de mil personas, de
ambos sexos, sin distinción de edades ni profesiones39.

Como hemos analizado en párrafos anteriores la violencia física no conocía límites, ni la con-
dición social, ni el color de piel ni la edad motivaban alguna pequeña consideración que pudiera
evitar tales desmanes. Por la propia dinámica de los acontecimientos, justamente en esos momen-
tos muchas mujeres se veían atrapadas por la guerra y se convertían en protagonistas de la misma,
a veces en víctimas de las batallas, sitios y saqueos, pero también en sujetos activos o resistentes
pasivas en cualquiera de los bandos enfrentados. Las mujeres fueron parte del botín y cuidado si
no la presea fundamental.
Además existió otra forma de violencia: la violación, un ultraje físico que mezclaba la propia
violencia con el placer; por tanto, no son de extrañar los anteriormente referenciados testimonios
de abusos sexuales hacia mujeres por grupos de hombres al mando del ejército realista. Así, el

39 Ibídem, p. 212.
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dolor, el temor y la consecuente devastación que produce toda guerra terminaban por dibujar un
escenario que marcaba la humillación del cuerpo. Los testimonios son variados; evidenciamos
algunos para arrojar claridad sobre el tema.
Por ejemplo, en la Gaceta de Caracas aparece el testimonio anónimo de un aventurero, que
se hallaba en la toma de Ocumare, en el cual están referidas numerosas escenas, ocurridas el 28
de febrero de 1814, que recogen con dramatismo una violencia física sexual que iba más allá de
mancillar el honor o reputación de una mujer, pues la llevaban hasta la misma muerte.

El corazón palpita; la humanidad gime, la mano tiembla, al trazar el sanguinoso, el horrible cuadro
de un pueblo infeliz entregado a la llama, al saqueo, a la torpe brutalidad de unos monstruos que
violaban al débil sexo, para sellar después el crimen con la sangre de las víctimas de su lúbrico apetito.
El padre oía los gritos penetrantes de la hija desflorada a su vista, y extendía sus brazos paternales
para recoger sus últimos suspiros, y recibir el golpe funesto que conducía a entrambos al sepulcro. El
esposo veía a la esposa entre los brazos de la sesión que le arrancaba a un tiempo el honor y la vida40.

Finalmente, en otro extracto de una carta anónima escrita en Turmero se refieren las actuacio-
nes de las tropas de Boves durante 1814, se dice que se trataba de actos que se producían hasta
quizás con un nivel regular, pues la victoria de una batalla precedía a la violencia, ya que las tropas

…se llevaban las mujeres, las violaban, y las hacían seguirlos a planazos. Nada escapaba a su bru-
talidad. Un curro desfloró una jovencita de 8 años, que quedo muerta a orillas del camino de Gue-
re, donde se encontró aun con todas las señales de la torpe barbarie con que había sido tratada41.

40 Gaceta de Caracas. Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1983, t. V, p. 179.


41 Ibídem, t. IV, p. 231.
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Alexander Zambrano

El castigo a una antigua insurgente: Teresa Heredia


Las mujeres ejercieron una variedad importante de roles durante la guerra de
Independencia, pues muchas de ellas, más allá de las conocidas “heroínas”, participaron directa-
mente en el conflicto. En algunos casos fueron maltratadas y castigadas por sus desleales acciones
a nombre del bando político en pugna y cometieron actos trasgresores del modelo de feminidad.
Sin embargo, la historiografía no ha reconocido ni prestado suficiente atención a sus voces y
acciones. En la actualidad resulta oportuno hacer una revisión del concepto de heroína y sus im-
plicaciones; es por ello que consideramos importante presentar el caso de una mujer infidente:
Teresa Heredia42.
42 Necesariamente, dentro de la discursiva épica de las heroínas venezolanas debemos mencionar que durante ese año
1814, se destacan dos nombres: el caso de Luisa Arrambide, detenida durante la llegada de José Tomas Boves a Caracas,
acusada de prestar servicios de inteligencia con fuerzas patriotas, siendo condenada a ser azotada públicamente en la
plaza de San Juan (hoy de Capuchinos). El propio Simón Bolívar da cuenta de los castigos y maltratos infligidos a Luisa:
“Entre las más bellas de su sexo Luisa Arrambide, hija de un español, pero nacida en América, fue públicamente expuesta
y azotada hasta rendir su último tributo” (Vicente Lecuna, Cartas del Libertador. Caracas, Italgráfica, 1964, t. I, p. 177).
En el caso de Consuelo Fernández, fue ejecutada por un oficial al mando de José Tomas Boves en la ciudad de Villa de
Cura el 10 de febrero de 1814, luego de ser interceptada una carta que daba información sobre la situación de guerra a
su hermano quien pertenecía al ejército del general José Félix Ribas. El maltrato para Luisa de Arrambide y la ejecución
para Consuelo Fernández son adornados con frecuencia de forma romántica dentro de un marco legendario, en el cual
son habituales los relatos estrictamente anecdóticos sobre sus sucesos. La mayoría de los textos escritos sobre estos
dos casos tienen una orientación más bien narrativa, como novelas históricas o historias noveladas, donde la épica y la
epopeya son puntos fundamentales del desarrollo temático; no son comunes las referencias a documentos o materiales
provenientes de los archivos, a diferencia del caso de Teresa Heredia, por ejemplo. Se trata de narraciones en las cuales
la victoria sonríe después de la catástrofe, y la corona del triunfo brilla sobre el despojo de las víctimas de los oficiales
realistas. Además, Luisa Arrambide (“Viva la patria y mueran los tiranos”) y Consuelo Fernández (“Viva la patria, viva
la libertad”) son incorporadas a los libros de historia por haber pronunciado una frase grandilocuente, lo cual termina
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El 3 de abril de 1814, los habitantes de la ciudad de Valencia presenciaron la llegada de las


tropas al mando de José Tomas Boves. Con él y sus hombres la localidad viviría las más aciagas
y cruentas escenas producto de la guerra de Independencia. Días después de llevarse a cabo san-
grientos festines, las represalias contra la indefensa población no habían cesado, un vergonzoso
evento se produjo en “las calles públicas”: una joven moza de 17 años, desnuda, montada en
burro, sin cabello, bañada completamente de miel y llena de plumas.
La castigada “Emplumada” cumplía la pena impuesta por el comandante Luis Dato y respon-
día al nombre de Teresa Heredia, joven nacida en la villa de Ospino, de oficio costurera, quien en
sus tiempos libres solía enseñar a los niños a leer y, según afirman algunos testimonios, tenía una
especial belleza.
El delito cometido por la joven no fue otro que ser afecta al bando republicano, pues de
acuerdo con los testigos presentes en la causa de infidencia que se le seguía, había sido escuchada
emitiendo palabras subversivas contra el legítimo gobierno del rey e, incluso, algunos la habían
visto vestida de hombre dentro del ejército enemigo.
Este tipo de castigo físico aplicado a Teresa tenía el objeto de denigrar públicamente a la
condenada mediante un acto de exposición que generalmente se destinaba a las mujeres de-
lincuentes; dicha acción no buscaba enmendar la conducta de la infractora, se ejecutaba con
el único con el fin de esparcir por toda la ciudad o población la vergüenza y deshonra de esta;

g sintetizando la relevancia de su acción o justificando su mención. Esas palabras legitiman sus actos, de una manera aná-
loga al fusil o las lanzas masculinas en medio del combate. Sobre estos aspectos en dichas heroínas puede consultarse
Alexander Zambrano, “Ausentes pero siempre presentes. La mujer y su participación en la guerra de Independencia”, en
Inés Quintero (coord.), El relato invariable: Independencia, mito y nación. Caracas, Editorial Alfa, 2011.
285
Contra el “bello sexo”
Alexander Zambrano

igualmente, una posible reincidencia se consideraba causa suficiente para sancionar una pena
de azotes o la horca43.
El castigo probablemente se iniciaba según un ceremonial llevado a cabo por un verdugo ubicado
sobre una especie de tablado, una vez allí procedía a desnudar a la sancionada de la cintura hacia ar-
riba, luego procedía a embardunarle la piel con miel y colocarla encima de un burro. Posteriormente
se le arrojaban plumones de gallina que se les pegaban al cuerpo en forma de velcro. En cada parada
del recorrido por la ciudad un pregonero leía la sentencia y a cada cierto espacio de recorrido, de una
cesta se lanzaban más plumas44. Se considerará para el período que por costumbre algunos tribunales
conmutaron penas de azotes a los hombres y la de sacar emplumadas a las mujeres.
Esta sentencia es muy ilustrativa de la idea de la ejemplaridad del castigo como una especie
de obsesión de algunas autoridades que, mediante la vindicta pública, buscaban generar temor
y mantener el precario orden en la ciudad. Por ejemplo, eso justificaba una práctica muy común
para el caso del bando realista, pues:

…que la práctica de cortar cabezas y exhibirlas, tan característica de los realistas, formaba parte
también de una de las leyes penales decretadas por la Suprema Junta Gubernativa. En efecto, todo

43 Indica Carlos Noguero que este tipo de castigo sobre emplumamiento tiene una correspondencia iconográfica y
testimonial desde el siglo XVI. Cf. Carlos Noguero, Crónicas negras de la Sevilla barroca. Sevilla, Editorial Jirones de
Azul, 2012, p. 93.
44 Para ampliar sobre el tema pueden consultarse: Pedro Ortego Gil, “Algunas consideraciones sobre la pena de azotes
durante los siglos XVI-XVIII”, Hispania, Revista Española de Historia, vol. 62, no 212, Madrid, Consejo Superior de Inves-
tigaciones Científicas, 2002; Vicente, Vizcaíno Pérez, Código y práctica criminal arreglada a las leyes de España, que escribió
para dirección de los alcaldes y jueces ordinarios y escribanos reales. Madrid, 1797, t. II.
286
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

aquel que se insubordinara “con su acción o palabras” contra el gobierno insurgente sería llevado
a la horca y su cabeza debía ser puesta en el lugar donde hubiese cometido el delito45.

Después de la traumática experiencia en Valencia, cumplido el penoso castigo, Teresa obtuvo


su libertad46 y decide mudarse con unas tías a la ciudad de La Guaira, pero nuevamente se inserta
en planes conspirativos, esta vez en unión de su novio, el artillero José Hidalgo, quien noches pre-
vias había guardado fusiles en su casa, situación que llevó a Teresa a ser procesada por el Consejo
de Guerra de La Guaira; sin embargo, no se encontraron pruebas suficientes para seguirle una
causa y, a través de una providencia de fecha 23 de marzo de 1816, se le otorgó libertad plena47.

45 Marco Antonio Landavazo, “Guerra y violencia durante la Revolución de independencia de México”, Tzintzun, Revista de
Estudios Históricos, no 48, México, Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Michoacana de San Nicolás
de Hidalgo, julio-diciembre 2008, p. 25.
46 Archivo General de la Nación, Sección Causas de Infidencia, “Sumaria información evacuada contra Teresa Heredia, natural
de Ospino y vecina de La Guaira”, t. XXX, año 1816, exp. 11, fs. 245-282.
47 No sería la última actividad en la cual se vio involucrada Heredia en el año 1816. El 8 de mayo de 1816, don Antonio
Guzmán, teniente coronel de los Reales Ejércitos, realizó la apertura de una causa sumaria por infidencia contra Teresa
Heredia, siendo destinada a prisión en la Real Cárcel y acusada de mantener vínculos con el ejército patriota. El sargento
mayor del Batallón de Veteranos, don Antonio Guzmán, quien actuaba también como asesor de la causa, en previa sen-
tencia argumentó que Teresa Heredia “…merece castigarse con todo el rigor de las leyes por las consecuencias tan funes-
tas que podrá originar el disimulo con respecto a esta clase de mujercillas, a quienes sería fácil sembrar en la sociedad a su
antojo”. Una vez comprobada, según la causa sumaria, la adhesión de Teresa a actividades insurgentes, el mismo Guzmán
se dirigió a la posada de Salvador de Moxó, brigadier de los Reales Ejércitos y capitán general, y en vista de la dificultad
de realizar un careo con los testigos y Teresa, se tomó la resolución final de “…echar de la provincia para la América del
Norte a esa mujer incorregible para que allí sea independiente y la enseñen a vivir en sociedad” (Archivo General de la
Nación, Sección Causas de Infidencia, “Sumaria información evacuada contra Teresa Heredia, natural de Ospino y vecina
de La Guaira”, t. XXX, año 1816, exp. 11, fs. 245-282).
287
Contra el “bello sexo”
Alexander Zambrano

“La sangre americana derramada”. Breves consideraciones


sobre la opinión de los líderes del ejército patriota
hacia la violencia contra las mujeres en 1814
La independencia fue una coyuntura muy compleja sobre la cual puede resul-
tar temerario, en algunos temas, establecer generalidades. Por eso, no hace falta extendernos en
multitud de documentos que reflejen cómo el ejército patriota y sus principales líderes observan
con indignación lo que sucedía en las principales poblaciones donde la guerra afectaba o tocaba
la vida cotidiana, las espantosas escenas que quizás no se vivían desde la llegada del cruel español
y que generaban una rabia efervescente al presenciar y leer entre comunicaciones enviadas, los
terribles crímenes y catástrofes que a nuestros ojos parecen inauditos, pero que en su tiempo se
convirtieron en aires cotidianos que innegablemente provocaban, según las comunicaciones emi-
tidas por líderes del ejército patriota, un absoluto deseo de venganza y odio al español.
Trataremos de aclarar esta afirmación con algunos testimonios de los principales jefes milita-
res patriotas –quienes fueron severos y críticos ante la presencia de la violencia contra las muje-
res– que deben ser entendidos dentro de un contexto general dominado por una frenética sed de
sangre entre los bandos enfrentados.
A mediados de febrero de 1814, una vez alcanzados los triunfos de Ocumare por las las tropas
comandadas por José Félix Ribas, este consigna, en una comunicación enviada a Juan Bautista
Arismendi, un alerta acerca de la ferocidad de los “opresores españoles”; de este modo, dentro de
la propia situación bélica, Ribas manifestaba su preocupación por los tenebrosos actos cometidos
contra las mujeres:
288
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

Más de trescientas víctimas inocentes han sacrificado a su ambición, entre ellas una tercera parte
del bello sexo y niños: montones de cadáveres, y de hombres despedazados en espectáculo único
con que han dejado adornadas las miserables calles y plaza de este pueblo: con troncos y miem-
bros humanos mutilados, han empedrado sus calles, haciendo presenciar al marido la muerte de
la esposa, a la madre la muerte de su hijo, descargando sobre ellos, sin permitirle siquiera el recibir
los auxilios espirituales por más que los miserables clamaban por este solo bien48.

La comunicación de Ribas es, por demás, elocuente; hace énfasis en el elevado número de
víctimas femeninas, lo que incluso lo lleva a jurar con vehemencia no perdonar esos castigos
y afirmar:

La sangre americana es preciso vengarla. Las víctimas de Ocumare claman a todos los que tienen
el honor de mandar a los países libres de América, Yo reitero mi juramento, y ofrezco que no per-
donaré medios de castigar y exterminar esta raza malvada49.

Casi inmediatamente después, Juan Bautista Arismendi, coronel de los Ejércitos Nacionales y
quien desempeñaba el cargo de gobernador y capitán general de la isla de Margarita, en un Bando
de Gobierno promulgado el 10 de febrero de 1814, expresaba también su preocupación sobre la
anarquía de la guerra y lo que sucedía con grupos de mujeres a la llegada de las tropas comanda-
das por Boves. Se proponía Arismendi:

48 Gaceta de Caracas. Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1983, t. IV, p. 176.
49 Ídem.
289
Contra el “bello sexo”
Alexander Zambrano

…arrancar vuestras mujeres, vuestras hermanas, vuestras tiernas hijas, de las manos asesinas de
unos monstruos sedientos de sangre, son para salvar a vuestros bienes de la rapacidad de unos
bandidos, cuyas leyes son el robo, cuyos deleites son el homicidio50.

Así, la correspondencia cruzada entre altos oficiales del ejército patriota ante estas situaciones
de violencia, se expresaba en términos de horror e indignación, generando que sus propios líderes
dieran respuestas más acordes con el furor que estaba demandando la guerra; por eso el propio
Arismendi le respondía un oficio a José Félix Ribas sobre lo ocurrido en Ocumare en febrero de
1814, asegurando que:

…yo horrorizado de tantas maldades, no perdonaré jamás a ningún español enemigo, su sangre
será vertida por mis órdenes, porque sé que será grata a la sombra de las víctimas americanas
inmoladas a su furor atroz, mientras que tenga el honor de mandar a esta u otra Provincia, seguro
de que el General Libertador se halla animado de los mismos deseos51.

Si bien es posible que fuerzas patriotas cometieran y –según varios testimonios– alentaran
actos de violencia, son menos los producidos hacia las mujeres. Varios documentos expresan la
preocupación del principal líder del ejército patriota durante el año 1814. Las afirmaciones del
Libertador se concatenaban con la idea de hacer notar los diversos actos de odio que se habían
desatado con la guerra, pues las acciones bélicas sin compasión generaron un estado deplorable

50 Ibídem, p. 163.
51 Ibídem, p. 176.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

que hacia reinar una espantosa soledad, en una dualidad casi permanente: para el hombre, vivir
una muerte pausada y agónica; para la esposa y la virgen, ser víctimas de la violación y el estupro.
Estas aseveraciones pueden verse reflejadas más cabalmente en el Manifiesto a las naciones del
mundo sobre la Guerra a Muerte, documento que explica y justifica los motivos de los americanos
para responder a la violencia y combatir a los españoles con la misma crueldad. Además, se puede
entender como un llamado a la formación, entre la población, de un sentimiento que separe a los
americanos de sus opresores españoles:

La historia nos había hablado de las proscripciones que la ambición de los tiranos, el temor o el
odio habían dictado; el vil regocijo de otros, contemplando multitud de cadáveres de los que ha-
bían hecho morir sus órdenes; pero eran sus enemigos; creían estos los medios seguros de afirmar
sus usurpaciones. Romper el vientre que lleva el germen de un nuevo ser; dar martirios inauditos a
infantes, a vírgenes, estaba solo reservado a nuestros tiranos. La España únicamente ha desplegado
este resorte, y nosotros los funestos ejemplos, que le han hecho conocer52.

En diferentes comunicaciones de los líderes del ejército patriota y del propio Libertador se
hace notorio que cualquier circunstancia justificaba acciones violentas; en contra de la opresión,
la tiranía, la anarquía, la irreligión y con las promesas de la libertad, el buen gobierno, la mode-
ración, los buenos principios, la religión o la racionalidad, se legitimaba cualquier tipo de abuso
cometido sobre los diversos sectores. En referencia puntual a lo femenino, se observaba cómo en
varias ciudades sucedía, en relación con las mujeres, que:

52 Simón Bolívar, Manifiesto a las naciones del mundo sobre la Guerra a Muerte, en Obras completas. Caracas, Líder Editores,
1975, t. 3, pp. 597-604.
291
Contra el “bello sexo”
Alexander Zambrano

…no se veían más que algunos brutos pastando; no se oía sino el llanto de las esposas, los insultos
brutales del soldado, los lamentos desmayados de la mujer, del niño, del anciano, que expiran de
la hambre. La virtud, los talentos, la población, las riquezas, el mismo bello sexo, es condenado
o padece. Los delitos, la delación, los asesinatos, la brutal venganza y la miseria se aumentan. El
mismo jefe que premia a un embustero delator, desprecia o castiga al hombre firme, que se atreve
a sostener el lenguaje de la verdad. Los que acaloran sus pasiones, los que adulan su vanidad, los
que quieren bañarse en la sangre inocente, forman su consejo y son sus oráculos53.

Pocos días después, en su avance por los valles de Aragua volvía el propio Libertador a rea-
lizar una referencia, en un parte de campaña, sobre cómo eran afectadas las mujeres y como la
guerra sacrificaba a:

… Casi todos estos débiles seres, a quienes ningún Gobierno podía rehusar la más poderosa pro-
tección, han sido ya libertados, aunque lamentaremos siempre la suerte de las mujeres y hombres
octogenarios, de las vírgenes y los niños, cuyos cadáveres se encuentran esparcidos y mezclados
con los de los caballos en todo el camino desde Magdaleno hasta Guaica. Aunque alguna parte ha
muerto por el cansancio o el hambre, hay hasta doce que lo han sido de lanzazos. Muchas mujeres
de las que se han escapado se hallan heridas de los planazos, con que las obligaban y apresuraban
a seguirlos54.

53 Documento 710. Manifiesto a las naciones del mundo sobre la Guerra a Muerte, fechado en San Mateo el 24 de febrero de
1814, disponible en www.archivodelibertador.gob.ve
54 Documento 738. Parte de la Campaña fechado en Guaica, el 2 de abril de 1814, disponible en www.archivodelibertador.
gob.ve
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

Estos documentos no solo apuntan hacia una mera caracterización de la violencia; también
denotan –por ejemplo, en el parte emitido luego de la victoria en San Mateo en 1814, por el mis-
mo Simón Bolívar– que ante los cruentos asesinatos de hombres, mujeres y niños era casi impo-
sible impedir que los soldados quisieran emprender actos de venganza contra sus enemigos, pues
el propio Bolívar, una vez lograda la victoria, observa:

En la referida casa del Ingenio se encontraron degollados por los enemigos en las pocas horas que
la poseyeron, los hombres, mujeres y niños, hasta los recién nacidos, que se habían refugiado en
ella. No hay un soldado del ejército que no lo haya visto, y ha encendido en todos el deseo de
vengar estas inocentes víctimas55.

Estos testimonios revelan la explícita voluntad de la trascendencia histórica que dejaron las
acciones violentas contra la población: curas arrojados de las torres de las capillas, niñas y muje-
res violadas, robos, saqueos y dilapidación de los recursos económicos. Sin duda, el año de 1814
reforzó los frutos de la destrucción que convirtieron a Venezuela en un paisaje irreconocible, en
un cementerio vivo, un mar de sangre; por eso no es extraño, casi como corolario de ese año,
que en el Manifiesto de Carúpano emitido el 7 de septiembre de 1814, el Libertador Simón Bolívar
describiera con una frase lapidaria la situación política de ese año:

El Ejército Libertador exterminó las bandas enemigas, pero no ha podido exterminar unos
pueblos por cuya dicha ha lidiado en centenares de combates. No es justo destruir los hombres

55 Documento 730. Parte de la Campaña fechado en San Mateo, el 25 de marzo de 1814, disponible en www.archivodeli-
bertador.gob.ve
293
Contra el “bello sexo”
Alexander Zambrano

que no quieren ser libres, ni es libertad la que se goza bajo el imperio de las armas contra la
opinión de seres fanáticos cuya depravación de espíritu les hace amar las cadenas como los
vínculos sociales56.

Consideraciones finales
Al ofrecer una reflexión final es importante considerar algunas premisas ló-
gicas sobre la violencia en este período, pues de ninguna forma se pretende juzgar o condenar
dichos actos, pues no resulta pertinente para nuestra investigación considerar algún tipo de
valoración positiva o negativa. Nuestro propósito es traerlos a nuestro presente mediante una
crítica histórica que permita avanzar en el conocimiento de una temática que aún necesita
mayores desarrollos historiográficos.
Más allá de la multitud de testimonios sobre aquel sangriento año, establecer conclusiones ge-
nerales sobre la violencia en la guerra de Independencia durante el año 1814 requerirá de mayores
análisis. Por ejemplo, estudiar la dimensión discursiva de la violencia para revelar sus mecanismos
y ponderar las actuaciones y actitudes manifiestas de agresión que llevaron a líderes insurgentes
y realistas no solo a enfrentar una lucha por el orden político, sino también a utilizar la violencia,
como vimos en nuestro caso, contra el sector femenino.

56 Documento 924. Manifiesto del Libertador Simón Bolívar fechado en Carúpano, 7 de septiembre de 1814, disponible en
www.archivodelibertador.gob.ve
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

Durante 1814 se les privó de la existencia a muchos hombres que jamás se habían mezclado
en asuntos políticos; se profanaron y saquearon ciudades, poblaciones y templos con el mayor
escándalo e impiedad, y se violentaron mujeres, a muchas de ellas, al oponer resistencia, se les dio
muerte; a otras, quizás incluso en un número mayor, se les desterró. La muerte y la violencia se
convirtieron en un sinónimo constante para numerosas mujeres: cortarles la lengua, desorejarlas,
amputarles las manos a machetazos, violarlas, desnudarlas, desterrarlas, hacerlas presenciar la
muerte de sus esposos y exponerlas al escarnio público, fueron algunas de las penalidades im-
puestas a la población femenina, bien sea por manifestar y defender sus ideas y principios políti-
cos o por estar envueltas en un conflicto de guerra que tuvo una escala sin precedentes.
En este sentido, el asesinato o ejecución de mujeres tenía fines propios, objetos, medios, par-
ticipantes. Buena parte de estas vejaciones o maltratos fueron el resultado de órdenes expresas de
los líderes realistas, en especial de José Tomás Boves.
La guerra y su consecuente violencia afectaron directamente a las mujeres de muchas for-
mas. Esta violencia llegó incluso a convertirse en una forma de impartir justicia, en ese sentido
no representó una actitud exclusiva del sector realista, pues en muchas ocasiones ambos bandos
tomaron la justicia en sus manos; aunque la violencia o los maltratos del sector republicano hacia
las mujeres fueron menores en comparación con los del bando contrario.
Es importante acotar que la excesiva violencia ejercida entre los años 1813-1814 contra mu-
jeres, niños y ancianos, debe entenderse en medio de una lucha que enfrentó a dos bandos que
persistían en sus diferencias irreconciliables, bien fuera un súbdito español-americano defendien-
295
Contra el “bello sexo”
Alexander Zambrano

do la causa del rey o un patriota insurgente luchando por conservar su naciente república. En
nuestro trabajo hemos querido ocuparnos de las tipologías y actuaciones de oficiales realistas en
relación con el maltrato a la población femenina en un escenario de vasta conmoción social como
el del año 1814.
Finalmente, debemos entender que el proceso de independencia venezolano conlleva nume-
rosos entramados sociales, simbólicos y concretos, que han sido, son y serán objeto de debate,
pues todos los temas del conocimiento –en nuestro caso las mujeres– son discutibles y suscep-
tibles de ser revisados desde la historiografía (testimonial, oficial, académica, narrativa). Como
historiadores debemos contribuir con nuestros aportes a la forma en que la historia es enseñada,
aprehendida, reproducida, cuestionada o analizada.v
296
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

Fuentes57

Primarias
Documentales de archivo
Archivo General de la Nación (AGN)
Sección Causas de Infidencia.
Sección Gobernación y Capitanía General.
Sección Reales Órdenes y Traslados.

Documentales impresas
Recopilación de leyes de los Reynos de Las Indias. Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1973, 4 tomos.

57 Las fuentes específicas fueron colocadas en los respectivos pies de páginas para no aumentar el número de
páginas solicitadas.
297
Contra el “bello sexo”
Alexander Zambrano

Documentales impresas coetáneas


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u r a d e l c a u -
la fig v e n e -
andrés pérez sepúlveda

dil l o e n l a
a d e l a g u e r r a
zuel n d e n c i a .
e p e
de inisdis, psicohistóri-
anál e r s o n a l i d a d
co de l a p e s
s é t o m á s b o v
de jo -1 8 1 4 )
(1782
303
La figura del caudillo en la Venezuela de la guerra de Independencia.
Análisis psicohistórico de la personalidad de José Tomás Boves (1782-1814)*

A los expósitos de la historia, porque nadie quiere ser olvidado.

La psicología de aquel “hombre pavoroso” [José Tomás Boves] no ha sido estudiada aún con criterio
libre de prejuicios, ya por el empeño que han tenido nuestros historiadores en adulterar el verdadero
carácter de guerra civil que tuvo la revolución, para echar sobre España las responsabilidades de aquellos
grandes crímenes de 1814, como porque la tradición y la leyenda enseñoreándose de la imaginación
nacional, han venido dando a la figura del heroico soldado relieves absolutamente caprichosos;
y arrancándolo de la escena en que se desarrollan sus hazañas y del grupo inmenso de venezolanos
que compartió con él sus triunfos y sus crímenes, arrojan sobre su solo nombre y sobre los de algunos
otros de sus subordinados españoles y canarios “toda la execración del patriotismo herido”.
Laureano Vallenilla Lanz, Cesarismo democrático.

Introducción: Aproximación a un modelo psicohistórico

Cuando decidí estudiar la vida de José Tomás Boves (1782-1814) y su actua-


ción durante el período conocido como la Guerra a Muerte nunca pensé encontrar un personaje

)
que despertara tantos sentimientos encontrados. En efecto, la vida del asturiano se encuentra

* Este texto forma parte de una tesis de pregrado que fue defendida en el año 2007 para obtener el título de la Licenciatura
en Historia en la Universidad Central de Venezuela, contó con la tutoría de la profesora Katy Solórzano y el psicólogo
José Escalona, a ambos agradezco la ayuda y asesoría durante la realización del proyecto.
304
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

signada por una ambivalencia permanente, pero, sobre todo, es caracterizada por la presencia del
dolor y el sufrimiento. Siempre consideré que la vida de Boves aún tenía mucho que decir a la
historia de Venezuela, que esa información repetida de libro en libro no llenaba las expectativas,
ni explicaba el verdadero significado de este caudillo. Por el contrario, mientras la historiografía
oficial se empeñaba en hacer de Boves una suerte de demonio o de representación del mal durante
la independencia, más contribuían a crear un vacío que luego convirtieron en prejuicio, en dis-
torsión de los hechos.
Hacer un estudio psicológico de un personaje tan prolijo como Boves requirió de tiempo,
reflexión sobre el pasado nacional y, sobre todo, un análisis de la importancia que el caudillismo
ha tenido en la conformación social del pueblo venezolano desde que se declaró Estado inde-
pendiente. Son muchas las áreas donde se ha hecho mención de Boves; la información es consi-
derable, aunque la mayoría es repetitiva; no obstante, el asturiano tiene espacio en la literatura
nacional, en el folklore, la historia, el teatro, entre otras.
Considerar el estudio de la historia con la ayuda de la disciplina psicológica es el objetivo de
la presente investigación. La ciencia histórica siempre está en continua revisión y el uso de herra-
mientas teóricas que permitan la comprensión de lo pretérito se encuentra en los actuales momen-
tos en armonía con otras disciplinas científicas. La interdisciplinariedad de los historiadores es un
hecho; toda indagación sobre el pasado parte de una duda y angustia contemporánea; por eso la
reflexión histórica es una interrogante abierta en el tiempo.
Nada está totalmente dicho en la historia, todo parece inclinarse hacia una balanza donde
los matices hallados permiten considerar el devenir bajo un prisma de riqueza insospechada. La
intuición juega un papel importante en el desarrollo de la investigación, la capacidad que tenga
305
La figura del caudillo en la Venezuela de la Guerra de Independencia
Andrés Pérez Sepúlveda

el sujeto de identificarse con el tema en cuestión contribuirá a hallar nuevas causas e incluso a
crear una tendencia unitaria de los procesos históricos. La historia vendría siendo en este caso un
conocerse-a-sí-mismo permanente.
Como la historia no está fuera del hombre sino dentro de él, cabe entonces la posibilidad de
indagar sobre los protagonistas de los hechos más resaltantes del pasado con el objeto de com-
prender las causas que produjeron sus reacciones bajo circunstancias específicas, interactuando
con el medio y las instituciones que lo rodean. El análisis de las determinaciones de naturaleza
psíquica cae en el plano de las probabilidades, de lo cual se tomará una o varias de ellas para la
explicación del fenómeno estudiado. Intentar explicar la totalidad de la historia es un imposible,
debido a que, precisamente, el análisis del pasado consiste en sintetizar, abstraer y explicar de
forma generalizada. Al respecto, dice Rudolph Binion:

Toda determinación psíquica se sobrecarga de un pesado bagaje inconsciente de carácter accesorio


antes de traducirse en actos; la tarea del análisis causal consiste en descargarla del mismo, en su
revelación al desnudo. Como regla, el móvil reprimido que se desglosa inicialmente suele ocultar
otro también reprimido. El resultado provisional, parcial, induce a error si nos atenemos a él; todo
lo que podamos decir sobre un tema de investigación mientras trabajamos en él, será contradicho
fatalmente cuando se descubra el sentido oculto de la historia1.

La aproximación a los modelos planteados por la psicohistoria, con la incorporación de he-


rramientas analíticas interdisciplinarias, es la propuesta teórico-metodológica que usaré en el es-
tudio de un caso concreto de caudillismo en la guerra de Independencia venezolana. A razón, la

1 Introducción a la psicohistoria, p. 26.


306
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

conducción de tropas integrada por elementos heterogéneos de la sociedad colonial por parte del
asturiano José Tomás Boves.
La figura del caudillo tiene un significado preponderante en Iberoamérica, pese a que se con-
sidera un aspecto negativo de la organización social pre y posindependencia, muestra signos claros
de una peculiar forma de ejercer y sostener el poder en períodos de crisis institucionales. El aná-
lisis del caudillismo requiere de la utilización de categorías acordes con el efecto producido en la
historia, abarca detalles que exceden la simple explicación política; es un fenómeno espontáneo de
organización social; a la vez, es el resultado de latencias colectivas expresadas bajo circunstancias
coyunturales. En fin, el caudillo surge como una suerte de evento sui generis de las transformacio-
nes sociales de largo plazo. El prestigio y capacidad de convocatoria sobre la masa es la prueba más
fehaciente de su importancia en el devenir histórico de los pueblos del hemisferio americano:

El caudillismo sería el sistema o forma de organización política en la cual las bases efectivas del
poder están determinadas por la acción de los caudillos. Se trataría, entonces, de un sistema polí-
tico en el cual los caudillos son la figura protagónica esencial, constituyéndose en los factores que
hegemonizan la toma de decisiones y a través de quienes se ejecutan los mecanismos reales del
ejercicio del poder de manera ajena a la institucionalidad del Estado y a las normas establecidas de
manera formal. Se trata de una modalidad de poder pre-estatal, donde las relaciones clientelares,
el compadrazgo y la ausencia de un ejército regular favorecen el predominio de los caudillos como
figuras estelares del sistema político2.

2 Inés Quintero, “Caudillismo”, en Diccionario de historia de Venezuela, t. I, pp. 755-759; p. 756. Véase K. H. Silvert, “Cau-
dillismo”, en David L. Sills (coord.), Enciclopedia internacional de las ciencias sociales, v. II, pp. 223-225. Resulta interesante
que la historiografía venezolana, de la cual forma parte la propia Quintero, considere el estudio del caudillismo a partir
del establecimiento de la República en 1830, con la figura de José Antonio Páez, líder partidario de la independencia
307
La figura del caudillo en la Venezuela de la Guerra de Independencia
Andrés Pérez Sepúlveda

Lo heroico está relacionado con el caudillismo, tal y como se apuntó más arriba; en ese senti-
do no importan las consecuencias que un jefe de hordas haya producido en el orden de la historia,
lo relevante es el predominio que este mantuvo sobre un grupo. Lo que simboliza el caudillo para
la masa está muy lejos de ser aprehendido en su totalidad por las ciencias sociales.
La dinámica psicológica del líder de masas es parte del análisis abordado por la psicohistoria,
como sucedió con el jefe realista Boves. El proceso psicológico individual que viene arrastrando
un sujeto con cualidades carismáticas se enlaza con las circunstancias históricas de un evento
como la guerra de Independencia venezolana. El resentimiento es la característica más superficial
de unos móviles inconscientes en la mente del caudillo; de hecho, la relación parental está rela-
cionada con lo que guarda el sujeto, en sentido estrecho, con las masas que dirige el caudillo. La
furia materna manejada en el ámbito de lo inconsciente por el líder español explica mucho de la
conducta demostrada durante el episodio terrible de la Guerra a Muerte.
El ritual de violencia y sacrificio producido en un escenario bélico, donde ambos contendien-
tes deciden batirse sin cuartel, debe llegar a una culminación. La sangre sigue exigiendo más san-
gre y la fanatización proporciona los usos de una crueldad indecible; los límites de la moral han
sido todos rebasados. Es en ese instante, en ese preciso momento, cuando el mecanismo del chivo
expiatorio se hace efectivo, la muerte del héroe o caudillo es la paga por la violencia recíproca, la
culpa es demasiada como para recaer en todos y cada uno de los implicados; por lo tanto, uno

g durante la guerra. Sin embargo, el caudillismo surge en Venezuela desde la misma guerra de emancipación y bajo las
banderas realistas; personajes como Monteverde, Boves, Antoñanzas, Yáñez, Rosete, Morales, entre otros, fueron los re-
presentantes del restablecimiento del orden monárquico, postergando las ilusiones de las familias criollas de la Capitanía
en el anhelo por configurar un orden republicano a su imagen y semejanza.
308
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

solo será el responsable. La muerte del asturiano en el campo de batalla es una muestra simbólica
de este aspecto, el cual se explicará más adelante.
Considerar el estudio no solo de uno de los bandos implicados en la guerra sino de ambos
grupos –del bando vencido en este caso–, redunda en un análisis más exhaustivo de un período
muy caro a la historia venezolana. El interés por profundizar en la guerra bajo una óptica pluridis-
ciplinaria responde al hecho de que en esta se desarrolla todo un conjunto de acciones e intereses
colectivos donde todos son protagonistas del hecho. Un conflicto bélico requiere de la participa-
ción de contrincantes y, además, la utilización de estrategias que conlleven al exterminio siste-
mático del enemigo. En estas circunstancias afloran o se desatan niveles de violencia nunca antes
experimentados por esa sociedad; lo característico es un estado caótico, donde la incertidumbre
y el paroxismo son las consecuencias inmediatas. En pocas palabras, la guerra es un escenario
humano, independientemente de los resultados que impliquen su utilización; es un mundo que
pertenece a la dimensión cotidiana de la otredad.

Los Llanos en el período de la guerra de Independencia


Estudiar la participación de José Tomás Boves durante la guerra de Indepen-
dencia venezolana implica el análisis de un caudillo que sintetiza el conflicto de castas existente en
la sociedad colonial. En Venezuela, la figura del caudillo ha estado acompañada de grandes cam-
bios en los que la guerra, el conflicto, la venganza y el ensañamiento resultan signos característi-
cos de su acción a través del tiempo. Conocer el fenómeno del caudillismo como una iniciativa
política espontánea que surgió dentro de un vacío institucional promovido por una situación de
309
La figura del caudillo en la Venezuela de la Guerra de Independencia
Andrés Pérez Sepúlveda

guerra conlleva, en este caso, a una serie de cuestionamientos acerca del pasado independentista
y de la proyección de lo que el país tiene por sociedad.
La aparición de la figura del caudillo responde a una situación coyuntural y, a la vez, a un
fenómeno particular de Hispanoamérica durante el siglo XIX. En Venezuela, Boves representa uno
de los primeros eslabones de una sucesiva cuenta de caudillos que surgieron a la sombra de pro-
fundos cambios y demandas sociales y, unido a esto, la emancipación como proceso sociohistórico
permite entrever comportamientos asociados a la acción en masa.
Una aproximación a la vida de Boves, de por sí compleja y llena de muchos vacíos historio-
gráficos, necesariamente conlleva a una explicación breve sobre la sociedad colonial venezolana.
En efecto, la relación que sostuvo el comandante español con los diferentes estratos de la sociedad
de la Capitanía General de Venezuela es importante como parte de la dinámica personal sujeta a
evaluación en un sentido psicohistórico. Boves comenzó como agente de una casa comercial en las
costas venezolanas; de allí fue adquiriendo iniciativa empresarial hasta convertirse en un próspero
comerciante, cuyo radio de acción estaba circunscrito a los Llanos. Por la honestidad demostrada
en el trato comercial con los habitantes de la región llanera, muy pronto el asturiano adquiriría
fama y prestigio que sirvieron como antecedente del episodio que terminó por consagrarlo como
caudillo absoluto de la contrarrevolución durante la guerra de Independencia.
El tema del Llano y sus habitantes durante la colonia venezolana siempre fue de interés parti-
cular. La región llanera poco a poco se fue convirtiendo en un área de influencia para los asuntos
económicos de los hacendados de la provincia, sobre todo por su gran extensión territorial, rique-
za en ganado vacuno y caballar, entre otros. La población que habitaba las estepas venezolanas
era heterogénea, la conformaban muchas familias de blancos criollos que mantenían el control
310
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

de la venta de ganado con las regiones del norte de la provincia, además de diferentes grupos
pertenecientes a los estratos inferiores, tales como los pardos, negros libres y tránsfugas –estos
últimos eran conocidos como cimarrones–, indios, etc. Posteriormente, todos estos grupos fueron
conocidos, de manera indistinta, con el nombre de llaneros.
Durante mucho tiempo el papel que le ha dado la historiografía nacional a los llaneros ha sido
para relatar una serie de crímenes relacionados con la propiedad privada, entre ellos el bandole-
rismo y el abigeato, sin tomar en cuenta que durante la guerra de Independencia el aporte de los
habitantes de los Llanos fue crucial para la logística militar y el posterior desarrollo de la contien-
da. El trato marginal que se le ha dado a los llaneros es producto de una imagen estereotipada que
viene de un discurso de la clase dominante, de preferencia blanca, que desde la colonia intentó
descalificarlos con el objeto no solo de poder controlar la región para su lucro particular, sino
también garantizar la mano de obra necesaria para sostener las actividades económicas requeridas
en el área. Los hombres blancos:

Fueron incapaces de comprender que la cultura de los llaneros (los aborígenes y los que allí se
refugiaron) consistía precisamente, adaptándose de modo perfecto a un medio concreto, pobre y
hostil, en no practicar una impensable agricultura sino abastecerse por otros medios, lo que les lle-
vaba a la trashumancia, que significaba una muy escasa complejidad social y política, una mínima
o nula parafernalia religiosa, unas formas de organización familiar bien diferentes de las europeas,
el recurso a frágiles viviendas portátiles y una compleja memoria colectiva de transmisión oral3.

La persecución de la que fue objeto el habitante de las estepas produjo un sinnúmero de en-
frentamientos con las autoridades y con la clase hacendada. Acostumbrados a vivir en medio de

3 Miguel Izard, “Ni cuatreros ni montoneros, llaneros”, en Boletín Americanista, año XXIII, no 31, 1981, p. 85.
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La figura del caudillo en la Venezuela de la Guerra de Independencia
Andrés Pérez Sepúlveda

un clima y geografía estéril, los llaneros lograron sobrevivir pese a tanta hostilidad y consolidar
un estilo de vida indómito en perfecta armonía con el medio físico. Por su aridez y extensión,
los Llanos pasaron a ser un excelente lugar de refugio para aquellos que huían de la agresión del
norte, de las grandes ciudades y su sistema de explotación voraz4. Estos grupos de frontera social
pronto se conformaron en una verdadera amenaza para los terratenientes; de esta manera se lle-
vaba a cabo una lucha clásica entre los hábitos de la ciudad –interpretados por muchos críticos
etnocéntricos como el modelo por excelencia de civilización– y el estilo opuesto de los habitantes
del campo –lo bucólico era considerado como atrasado; en el caso de los llaneros, sus hábitos eran
vistos como actitudes de bárbaros, no exactamente como la imagen de una vida campestre.

4 En Argentina surgió un fenómeno similar, debido a que esta nación posee un extenso territorio conocido como las Pam-
pas, cerca de la provincia de Buenos Aires. Los intentos de la clase criolla por controlar a los habitantes de esta región
y, de esta manera, consolidar el poder con base en la riqueza ganadera, lograron diseminar hasta el olvido el estilo de
vida de los gauchos, quienes habían optado por aislarse de la rapacidad de la ciudad. Al respecto, comenta Domingo
Faustino Sarmiento: “La vida del campo (…) ha desenvuelto en el gaucho las facultades físicas, sin ninguna de las de la
inteligencia. Su carácter moral se resiente de su hábito de triunfar de los obstáculos y del poder de la naturaleza: es fuerte,
altivo, enérgico…” (Facundo, civilización y barbarie, p. 75). Con el ideal del progreso, el proceso civilizatorio en esta na-
ción rioplatense terminó por utilizar al gaucho tanto para servir de peón estanciero, hasta para ser reclutado en diversas
campañas militares para el avance y conquista de la frontera. La incomprensión de la población porteña con respecto al
hombre pampeano llevó a estos últimos a una vida atrincherada, demostrando un apego al terruño con una actitud casi
infantil, donde el movimiento era su enemigo; por lo tanto, el progreso esgrimido como bandera por el blanco bonaeren-
se representaba el adversario al que había que destruir, debido a que estos venían con la intención de girar su pequeño
mundo, ese breve espacio de la llanura que conocían tan bien. Esta situación irregular de opresión y dominio en contra
de un grupo minoritario, emblema del argentino y añoranza en medio de la modernidad, llevó a Ezequiel Martínez Es-
trada a exclamar: “Vivimos una vida de estilo europeo sin la molesta presencia del homo pampaeus…” (La cabeza de Goliat.
Microscopia de Buenos Aires, p. 146).
312
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

Dentro de la crisis campo vs. ciudad destacaba la continuidad de los hábitos europeos, señal
clara de la preeminencia del conquistador español5. Poco a poco los blancos criollos exigían or-
denanzas para la captura de los habitantes del Llano con el objeto de garantizar una mano de
obra servil; desde 1810, año en que se establece la Junta Suprema de Venezuela el 19 de abril, los
criollos profundizaron la persecución a través de un documento titulado “Conducta para detener
esclavos prófugos”. Entre las medidas implementadas se encuentra:

Siendo los esclavos prófugos los delincuentes más a propósito para cualquier empresa criminal,
y sabiendo el Gobierno que no son pocos los que se hallan fuera del servicio de sus amos, los
tenientes justicias mayores establecerán dentro de los términos de su jurisdicción una conducta
que los persiga y aprehenda, asignándole por prest seis pesos por cada esclavo que coja dentro de
poblado, doce en camino y veinticinco en cumbe, o arrochelado en el monte, que satisfará cada
amo de esclavo aprehendido, y le hará pagar el juez sin demora6.

Manteniendo un estilo de vida en correspondencia inmediata con la geografía, los llaneros eran
requeridos sobre todo para el trabajo de arrear ganado, tarea no menos difícil y arriesgada debido
5 La posición antagónica e irreconciliable de lo pastoral y lo urbano latinoamericano es visto por el historiador José Luis
Romero como el rasgo más característico del proceso de conformación nacional: “…la ciudad es el mejor indicador de
los fenómenos de mestizaje y aculturación que se desarrollan en Latinoamérica en relación con la creación de nuevas
formas de vida y de mentalidad…” (Situaciones e ideologías en Latinoamérica, p. 201). Y más adelante comenta: “Campo
y ciudad son dos realidades diversas que parecen contraponerse y que, de hecho, muchas veces se han contrapuesto.
Son distintos paisajes que alojan sociedades distintas y que han servido de fondo a procesos históricos distintos…” (p.
210). Esta dinámica sociohistórica, en el fondo, responde a una lucha entre dos ideologías, dos formas de vida distintas
entre sí y al trágico resultado de desigualdad que ha signado a muchos pueblos latinoamericanos. También es necesario
destacar la diferencia entre “lo llanero” y “lo campestre”; el primero no es totalmente campo, no es campiña, es ferocidad
y salvajismo, todo lo contrario a lo civilizatorio; el segundo bordea lo urbano, se subordina a la ciudad.
6 Miguel Izard, “Sin el menor arraigo ni responsabilidad”, separata del Boletín Americanista, s/d, no 37, s/f, pp. 142; p. 139.
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La figura del caudillo en la Venezuela de la Guerra de Independencia
Andrés Pérez Sepúlveda

a que muchos de los animales que debían aprehender se encontraban en estado salvaje. De esta
manera, la destreza demostrada como jinetes pronto les granjeó la fama de ser extraordinarios en
estas actividades específicas. Para poder resistir los embates del medio, consumían una dieta alta en
proteínas obtenida a través de la carne de res; su anatomía es descrita como la de hombres fuertes
y rudos, acostumbrados a pasar cualquier tipo de penurias. Las costumbres y hábitos de vida de
los llaneros son dignas de elogio; el valor que se requiere para sobrevivir en medio de un clima y
terreno tan hostil requiere de astucia, destreza, agilidad y aguante. José Antonio Páez, llanero em-
blemático, argumentaba en relación con lo precario de la vida en los Llanos:

Cuando comenzaba a oscurecer y antes que le sorprendiera la noche, dirigíanse los llaneros al
hato para encerrar el ganado, y concluida esta operación mataban una res, tomando cada uno un
pedazo de carne, que asaba en una estaca, y que comía sin que hubiese sal para sazonar el bocado,
ni pan que ayudara a su digestión. El más deleitoso regalo consistía en empinar la tapara, especie
de calabaza donde se conservaba el agua fresca; y entonces solía decir el llanero en el despecho
casi resignado de la impotencia:
“El pobre con agua justa
Y el rico con lo que gusta”7.

7 Autobiografía del general José Antonio Páez, t. I, p. 7. Más adelante, el general Páez recuerda sus años de peón de hacienda a
la luz de su nueva situación como emigrado (Nueva York): “¡Con qué facilidad se escribe todo esto en una sala amueblada
y al lado de un fuego agradable! ¡Pero cuán distinto era ejecutarlo! La lucha del hombre con las fieras –que no son otra
cosa los caballos y los toros salvajes–, lucha incesante en que la vida escapa como de milagro, lucha que pone á prueba
las fuerzas corporales, y que necesita una resistencia moral ilimitada, mucho estoicismo o el hábito adquirido desde la
niñez; esa lucha, digo, debía ser y era durísima prueba para quien, como yo, no había nacido destinado a sostenerla, y la
consideraba además como castigo del destierro que me había impuesto por falta de reflexión y buen criterio” (Ídem).
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

El papel que jugaría el llanero en el desarrollo de los acontecimientos de la guerra de Inde-


pendencia sería fundamental. Su conducta bajo la dirección de José Tomás Boves durante los
primeros años de la contienda ha sido interpretada como parte de un fanatismo ciego y de una
ambición desmedida, sin entrar en el fondo de los móviles que produjeron semejante reacción.
El odio demostrado por los llaneros en contra de los criollos era el resultado de una deliberada
agresión de estos últimos contra su estilo de vida; agresión que tarde o temprano terminaría por
destruir los intentos de establecer una república aristocrática, que en nada reflejaba las aspiracio-
nes de libertad e igualdad de las castas inferiores.
Son innumerables las críticas cargadas de prejuicios que posee parte de la historiografía vene-
zolana cuando intenta explicar el fenómeno de los llaneros durante la colonia y, sobre todo, bajo
la dirección de Boves en la guerra de Independencia; un testimonio digno de ejemplo resulta el
aportado por Lucas Guillermo Castillo Lara, quien argumenta, cito in extenso:

En Boves encontraron ese líder y conductor que los guiaba y halagaba en sus más bajas pasiones
y les daba lo que ellos buscaban instintivamente, librarse de toda traba legal y moral. A ellos no
les importaba el Rey ni defender su causa, solo necesitaban saber que aquella aventura de lanza
y sangre iba contra la Ley que los reprimía, y que a la vez los liberaba de las ataduras morales de
una sociedad. Y en aquel instante de los años 11 o 14, la Ley y la autoridad eran patriotas y los
revolucionarios que insurgían contra ese orden legal eran Boves y los realistas. De ese substrátum
salieron parte de las hordas asesinas de Boves8.

8 Villa de Todos los Santos de Calabozo (El derecho a existir bajo el sol), p. 410.
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La figura del caudillo en la Venezuela de la Guerra de Independencia
Andrés Pérez Sepúlveda

Para este autor, Boves surge como una coincidencia en el intento de los llaneros por rebe-
larse contra el despotismo ejercido por los criollos; obvia cualquier explicación que tenga que
ver con el carisma del caudillo asturiano, relegando la actitud de estos grupos a un supuesto
instinto a favor del crimen y la rapiña.
Se ha hecho famoso el testimonio del Negro Primero, quien había luchado en las filas
realistas bajo las órdenes de Yáñez, cuando es interrogado por Simón Bolívar en relación con
su antigua adhesión:

—Pero, ¿qué le movió a usted a servir en las filas de nuestros enemigos?


Miró el negro a los circunstantes como si quisiera enrostrarles la indiscreción que
habían cometido, y dijo después:
—Señor: la codicia.
—¿Cómo así? –preguntó Bolívar.
—Yo había notado –continuó el negro– que todo el mundo iba a la guerra sin camisa
y sin una peseta y volvía después vestido con un uniforme muy bonito y con dinero en el
bolsillo. Entonces yo quise ir también a buscar fortuna y más que nada a conseguir tres
aperos de plata: uno para el negro Mindola, otro para Juan Rafael y otro para mí9.

Fue mucho más que la codicia lo que motivó a los llaneros y demás grupos de la sociedad colo-
nial a enfilarse en las tropas realistas. El caudillismo característico de la contienda de emancipación
se fraguó en la llanura; sus líderes pertenecían a ese ambiente salvaje e indómito que proclamaba la

9 Citado en Laureano Vallenilla Lanz, Cesarismo democrático y otros textos, pp. 26-27.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
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libertad del hombre por encima de las ambiciones de los criollos. Resulta incomprensible cómo un
puñado de hombres acostumbrados a vivir en medio de la austeridad y llevando consigo los recur-
sos necesarios para subsistir, de la noche a la mañana, el afán por el botín se convierta en el único
motivo por el cual guerreaban bajo las órdenes de un feroz caudillo10. También destaca el intento
por descalificar a los llaneros mientras luchaban a favor de la causa realista, cuando eran tildados
de asesinos, bandoleros, saqueadores, violadores, entre otros epítetos, mientras que, de manera
convencional, son exaltados cuando combaten en las filas patriotas bajo las órdenes de Páez, Za-
raza, Monagas y Cedeño, además de librar contiendas que ayudaron a liberar a la América del Sur
del dominio español. La versión oficial de la historiografía, resulta incomprensible para cualquiera:

Según esta versión, los llaneros que no intervinieron en la primera etapa de las gestas emancipado-
ras, aniquilaron la Segunda República, solo por odio a los blancos pero misteriosamente dirigidos
por un blanco y taumatúrgicamente convertidos en realistas; no se nos dice por qué; como tampo-
co, por qué razones, más tarde, colaboraron con los patriotas desempeñando un rol primordial en
el tercer intento bolivariano, y después de Carabobo tuvieron una decidida actuación en la Nueva
Granada y en el Perú11.

Quien haya estado en los Llanos venezolanos, especialmente en lo que hoy día constituye
parte del estado Guárico, podría dar crédito a la región como un lugar estratégicamente apto para

10 Los aperos del llanero eran, básicamente: una soga para enlazar el ganado, una espada de doble filo (quizás un machete),
un puñal, una lanza, una ruana o cobija; usaba un pantaloncillo corto, pocas veces una camisa y siempre iba descalzo,
una hamaca o chinchorro que usaba como cama, masticaba tabaco mejor conocido como chimó y era imprescindible el
uso de un caballo. Véase Miguel Izard, “Ni cuatreros…”, pp. 101-109.
11 Ibídem, p. 119.
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La figura del caudillo en la Venezuela de la Guerra de Independencia
Andrés Pérez Sepúlveda

hacer la guerra: lo lejano de las distancias, la aridez del terreno y correspondiente vegetación esca-
sa, la falta de agua y demás recursos para la subsistencia humana, contribuían a hacer de estos pa-
rajes el lugar predilecto para todo aquel que deseara huir de la justicia o simplemente esconderse.
Sin entrar en determinismos de ningún tipo, considero que la relación que estableció el habitante
de la llanura con el medio físico contribuyó a forjar el carácter, establecer nuevas costumbres y
hábitos en total simbiosis con la geografía.
La cultura del llanero es el resultado de la astucia de unos hombres que supieron relacionarse
con la geografía circundante, y las actitudes demostradas durante y después de la guerra de In-
dependencia parecen responder a la voracidad criolla, en sus intentos sistemáticos por erradicar
las formas de vida del habitante de las estepas. En vez de fijar la atención en los supuestos usos
criminales de las hordas llaneras, sería interesante interrogar a una historiografía que aún pretende
arrebatar, de manera interesada, la importancia de esta región para la consolidación y fortaleci-
miento de la República, no solo en materia militar12, sino desde el punto de vista económico, las
razones –que aún parecen desconocidas– por las que se ha hecho esta omisión.
El paisaje de la llanura es amplio y la perspectiva parece perderse en el horizonte, el sol es
abrasador y tanto la vegetación como la fauna son escasas. Los morichales, especie de palmera,
aparecen y desaparecen para dar paso a otros troncos y así crear la ilusión de un estero ilimitado,
infinito, allá donde el horizonte es inalcanzable. Tan amplio como las estepas ha de haber sido el
12 “Es necesario destacar que la región llanera cuenta con elementos geoeconómicos que son fundamentales para el desa-
rrollo y cumplimiento de objetivos bélicos. En ningún momento podemos pensar en una guerra sin abastecimiento de
bienes de consumo, medios de movilización y transporte, vías de comunicación para el desplazamiento y una topografía
adecuada…” (Moisés Morón y Eliseo Acuña, “Aportes de la región llanera para la conformación del Estado venezolano”,
Tierra Firme, año 2, vol. II, enero-marzo de 1984, pp. 67-83; p. 68).
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carácter recio y libertario de los llaneros, quienes tuvieron que aprender la nobleza de la natura-
leza, en medio de tanta persecución13.
En los Llanos se encuentra el pueblo de Calabozo que, para finales del siglo XVIII, contaba
con una población de aproximadamente cinco mil habitantes14, además de los pobladores que se
encontraban dispersos en aldeas y misiones aledañas. La riqueza de este poblado consistía en el
comercio del ganado vacuno y caballar con las distantes ciudades y puertos de la costa. Por ser un
espacio intermedio en la provincia, se conoce como la puerta de los Llanos; el río Guárico era uno
de sus afluentes principales, de donde los pobladores extraían el preciado líquido.

13 En un hermoso pasaje, Humboldt realiza una descripción de los habitantes de la llanura, específicamente los que se
encontraban en calidad de peones de hato: “… Hombres desnudos hasta la cintura y armados con una lanza recorren
a caballo las sabanas para ojear los animales, recoger los que se alejan demasiado de los pastos del hato, marcar con un
hierro encendido todo lo que no tiene aún la marca del propietario. Estos hombres pardos, designados con el nombre
de peones llaneros, son unos libres o manumisos, otros esclavos. No hay raza más de continuo expuesta a los ardores
voraces del sol de los trópicos. Se nutren con carne desecada al aire y escasamente salada. Aun sus caballos comen a veces
de ella. Siempre sobre la silla, creen que no pueden hacer el menor camino a pie…” (Viaje a las regiones…, t. III, p. 225).
14 Ibídem, pp. 236-237. Según Francisco Depons: “En 1786 había en Calabozo y en los cinco pueblos de su jurisdicción,
quinientos cuarenta y nueve casas, mil seiscientos ochenta blancos, mil ciento noventa y seis indios libres, no tributarios,
tres mil trescientos un pardos, novecientos cuarenta y tres esclavos, ciento diez y seis haciendas y hatos, mil ochocientas
setenta y dos mulas, veintiséis mil quinientos cincuenta y dos caballos y setenta y siete mil cuatrocientos cincuenta y
siete novillos y vacas. Hoy, en 1804, la ciudad tiene una población de cuatro mil ochocientas personas. Está situado a 8°
40’ de latitud norte, a cincuenta y dos leguas al sur de Caracas, y casi a la misma distancia al norte del Orinoco” (Viaje a
la parte oriental de Tierra Firme en la América Meridional, t. II, p. 271). Depons estuvo en Venezuela en calidad de agente
francés desde el año 1801 hasta 1804; en su obra se dedica a relatar, con profusión sincera y amena, la economía y po-
blación de la provincia. Destaca en este francés el hecho de haber sido uno de los primeros extranjeros en describir con
lenguaje racional las características naturales y humanas del país; hasta el mismo barón de Humboldt lo utiliza, en varias
oportunidades, como referencia en la relación sobre su viaje a América.
319
La figura del caudillo en la Venezuela de la Guerra de Independencia
Andrés Pérez Sepúlveda

Calabozo se convertiría, por su emplazamiento, en un centro estratégico de operaciones mi-


litares potencial para proveer de víveres y demás recursos a los ejércitos, entre otras ventajas. Fue
usado por el general Bolívar, y el jefe del Ejército Expedicionario español, el general Pablo Morillo,
como cuartel general en varias ocasiones; pero la estrategia había sido creada por el comandante
José Tomás Boves, el primero en aprovechar la importancia militar de la región y parte de los Lla-
nos occidentales. Durante su liderazgo, dicho pueblo se convirtió en lugar clave para replegar las
tropas y emprender posteriores avances, con más individuos reclutados, más armas, provenientes
de la provincia de Guayana y, sobre todo, la posibilidad de abastecer al ejército para sobrevivir el
conflicto, aspectos con los que no contaba en su totalidad el bando republicano, cuyos líderes, en
los primeros años de la contienda, enfatizaron el control en las poblaciones del norte, sin tomar
en cuenta las ventajas que la posesión de la zona de los Llanos les podría granjear.
Existe una opinión infundada acerca del significado del nombre del pueblo de Calabozo. Se
ha argumentado, en varias oportunidades, que dicho nombre hace alusión a una cárcel o lugar
de prófugos de la justicia colonial; no se ha encontrado una prueba que argumente semejante
suposición. Calabozo era un pueblo habitado por familias de criollos importantes para el desarro-
llo económico de la provincia, y dudo que estos vecinos compartieran el pueblo con individuos
perseguidos por la justicia15.

15 El nombre de Calabozo quizás sea un topónimo que quedó como vestigio del avance castellano en los Llanos, ya que para
poder fundar una villa, se debía colocar una horca y una picota para ejercer justicia, aparte de la correspondiente Iglesia
y plaza Mayor. También pudiera hacer alusión al clima; es de conocimiento general que Calabozo es una de las ciudades
más calurosas del país, después de Maracaibo. Lo anterior resulta simple especulación de quien suscribe.
320
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

Otro aspecto no menos importante, en este caso sobre los habitantes de los Llanos, es la
creencia de una supuesta guerra racial impulsada por los caudillos realistas, paradójicamente
blancos, especulando acerca de una rebelión de negros en el sector. El otorgarle una preeminencia
a la cuestión racial como principal motivo de sublevación de estos grupos en contra del estable-
cimiento de una república, es una puerilidad y una manera muy convencional de desvirtuar lo
espontáneo de la cohesión armada de las castas inferiores, en respuesta al dominio ejercido por los
criollos. En su análisis, el historiador francés Clément Thibaud, comenta, a través de un párrafo
muy sugestivo; cito in extenso:

Los llanos están tan lejos de ser un territorio “negro”. Los llanos del interior muestran, al contrario,
un fino tejido racial y étnico. De esta manera, la “revuelta negra” de 1813 a 1814 no existe como
tal. El movimiento llanero es una formalización militar de una cantidad infinita de agrupamientos
humanos muy diferentes entre sí –ciudades, villas, lugares, aldeas– con intereses diferentes y sin
unidad racial. Los esclavos sublevados de Rosete [el radio de acción de este oficial español era la
zona de los valles del Tuy, sector muy cercano a Caracas y, por ende, con más población esclava,
tanto para el trabajo de hacienda como de uso doméstico] en nada se parecen a los jinetes libres de
Boves. Se debe entonces comprender este abanico de levantamientos según la dinámica guerrera
del lugar, la clase de actividades de los oficiales realistas encargados de fomentar o de captar las
emociones populares y la cohesión comunitaria de las sociedades llaneras. Es gracias a estos jefes
que se agrupan los jinetes locales, y estos se definen por un modo de vida, una forma de combatir
y una furia particular en las cargas, heredadas de la vida seminómada de pastores pero realzadas
por el conflicto. La guerra creó a la caballería llanera así como provocó su “barbarie” en el comba-
te. No se debe abusar de la homogeneidad de su identidad, constatada a posteriori, para explicar
321
La figura del caudillo en la Venezuela de la Guerra de Independencia
Andrés Pérez Sepúlveda

la génesis del levantamiento; sería caer en una ilusión finalista. En realidad, la cohesión de las
tropas de Boves no implica el levantamiento unánime y espontáneo de las castas a fines de 181316.

La reflexión que trae consigo el análisis de la actuación de los llaneros durante la contienda
permite entender, hasta cierto punto, las consecuencias de una lucha sangrienta y sin cuartel que
logró diezmar a la población y, de esta manera, conformar un nuevo orden social en la neonata
república. Bajo la dirección de los caudillos realistas, aparte de la violencia y la furia demostrada
por ambas partes, la provincia fraguó los cambios sociales necesarios para aliviar la tensión cau-
sada por el hervidero de castas.

José Tomás Boves (1782-1814), dinámica de un caudillo


Cuando se intenta indagar en los motivos más profundos de un sujeto como
Boves –sus antecedentes familiares, relación con el medio social en donde convivió, contexto
histórico específico y, sobre todo, las acciones que emprendió– es necesario trazar un discurso
cónsono con la documentación y fuentes disponibles, con el fin de lograr una aproximación a la
biografía del personaje.

16 Repúblicas en Armas (Los ejércitos bolivarianos en la guerra de Independencia en Colombia, Venezuela), p. 176. Com-
parto la observación que el autor realiza sobre el uso del término llanero; de hecho, los habitantes de la llanura
empezaron a actuar como un grupo culturalmente definido y homogéneo al calor de la contienda bélica de eman-
cipación, no antes. Pero por razones prácticas intrínsecas al discurso histórico, se seguirá usando dicho término,
con el objeto de no crear confusión.
322
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

La vida de José Tomás Boves se presenta en una dualidad constante: la ausencia, el odio y re-
sentimiento, la búsqueda por alcanzar la aceptación en medio de una dinámica social excluyente o,
simplemente, estratificada, entre otros, contribuyen a perfilar el rompimiento con el equilibrio psí-
quico, a traspasar el umbral que se encuentra en ese reducido espacio entre la conciencia y la locura.
Como un terrible destino griego se podría percibir la vida de Boves, de aquel comerciante de
Calabozo que un día se convirtió en verdugo de la independencia de Venezuela y en un indiscutible
líder carismático de las poblaciones del Llano. Destino ineludible, puesto que Boves parece haber sido
un hombre común, con aspiraciones de ascender dentro de sus propias facultades y posibilidades.
José Tomás Boves era natural de Oviedo, nació el 18 de septiembre de 1782, hijo legítimo de
Manuel de Bobes17 y de Manuela de La Iglesia. Dicha unión matrimonial produjo tres hijos: María,
Josefa y el pequeño José Tomás. El padre de José Tomás murió cuando este apenas alcanzaba los
cuatro años de edad (1787); sus restos fueron enterrados en la iglesia de San Francisco, en Ovie-
do, como correspondía por su calidad de hidalgo.
Manuela de La Iglesia era huérfana de madre y padre y criada en una inclusa, hogar de cuidados
para niños abandonados perteneciente a la religión católica; de allí el apellido de La Iglesia muy co-
mún a las personas educadas en esa condición. La madre de Boves, viuda, tuvo que criar a sus hijos

17 El apellido Bobes es procedente de la región de Asturias; al llegar a Venezuela fue modificado por Boves; ambas formas
pueden ser usadas, pero para efectos del discurso histórico se ha escogido el segundo, como usualmente se ha utilizado
en la historiografía venezolana. Laureano Vallenilla Lanz comenta: “… Su apellido Bobes, y no Boves, que es una mala
redacción, es muy corriente en aquellas regiones y se aplica al natural de Bobia, término orográfico muy común en As-
turias. Bobes se llama también una parroquia en el Consejo de Siero, de modo que siendo un apellido de procedencia
geográfica se le lleva siempre precedido de otro patronímico como Rodríguez-Bobes, Fernández-Bobes, Álvarez-Bobes,
García-Bobes, etc., nombres estos que llevan muchas familias en Asturias” (ob. cit., p. 67).
323
La figura del caudillo en la Venezuela de la Guerra de Independencia
Andrés Pérez Sepúlveda

en medio de una sociedad totalmente estratificada, haciendo labores domésticas para las casonas de
la gente principal de Oviedo. El ofrecimiento de una costurera para emplear a la hermana mayor de
José Tomás en Gijón sería la oportunidad de la familia para mejorar sus condiciones precarias de vida.
Gijón es una pequeña ciudad portuaria localizada en Asturias, con salida hacia el golfo de Vizcaya. Por
su emplazamiento, representaba para la región un centro importante de comercio e industria, y no es
desdeñable que la familia del joven astur desempeñara funciones comerciales de baja escala en dicho
puerto, aparte de las actividades empleadas en el área de la manufactura.
Siendo José Tomás el único hijo varón de la familia le correspondía la manutención de la
misma; por lo tanto, desde muy temprana edad (once años), y gracias a los esfuerzos en conjun-
to de su madre y hermanas, ingresaría al Instituto Real Asturiano, con el objeto de aprender las
artes marítimas. Allí el pequeño Boves se destacaría como estudiante aplicado y responsable, con
conocimientos en el área de la aritmética, álgebra, geometría, trigonometría y náutica. En declara-
ciones, don Diego del Cayón, a razón profesor de náutica del joven astur, señala: “…que conoció
a Bobes con ocasión de prepararlo para piloto, de cuyos estudios salió con las mejores notas, a
satisfacción de todos sus profesores por su aplicación y talento, habiendo asistido a la cátedra con
toda puntualidad y buena conducta”18.
Entre los quince y dieciséis años, José Tomás presenta examen de admisión en la Real Armada
para aspirar al cargo de piloto de segunda clase, con graduación de oficial. Al respecto, menciona
Luis Bermúdez de Castro: “… Los graduados, en la Marina Real, no eran propiamente oficiales,

18 Citado en Luis Bermúdez de Castro, Bobes o el León de los Llanos, pp. 106-107. La información corresponde a una soli-
citud realizada por la madre de Boves, después de este haber muerto en la guerra de Independencia. Hago resaltar los
estudios realizados por Boves, a fin de negar la supuesta ignorancia manifestada por el mismo en calidad de comandante
de los Ejércitos Reales en América.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

sino clase intermedia entre marinería y oficialidad; Boves se vio, pues, incluido en una categoría
social que hacía honor a la abnegación de su querida madre”19.
De la Real Armada, Boves pasaría a formar parte de la casa comercial Pla y Portal, en calidad
de piloto primero de un bergantín mercante. La casa astur mantenía intercambio económico con
las provincias ultramarinas de América, y el desempeño mostrado como piloto le granjeó la con-
fianza de sus patrones hasta el punto de otorgarle el cargo de representante corresponsal de dicha
casa, cargo que ejerció en La Guaira por un plazo estimado de dos años.
En un documento suscrito (la declaración se encuentra en un expediente de la contaduría del
Montepío Militar del disuelto Concejo Supremo), en calidad de declarante, don Eugenio García
Sala y Valdés comenta, el 26 de enero de 1816:

Don Manuel, difunto hace muchos años, había sido empleado del Concejo, y al morir fue su viuda
a residir a Gijón, donde le ofrecieron varias personas en consideración a su viudez y pobreza y a
tener tres hijos. Sin embargo de la penosa situación, costeó los estudios a su único varón, José To-
más, el cual sufrió los exámenes correspondientes con lucimiento y aplauso de sus profesores. En
seguida marchó al Departamento del Ferrol y obtuvo título de pilotín, embarcando en los bajeles
de Su Majestad y licenciándose con grado de capitán mercante. El citado José Tomás fue durante
su juventud modelo de hijos, sin vicio alguno, obediente, sumiso, de carácter apacible, tanto en
los estudios como en el servicio del Rey; era querido de sus superiores y marineros; enviaba a su
madre la mayor parte de su soldada, quedándose él con lo preciso para vivir. Todo esto lo sabe
por la Manuela de La Iglesia, que iba a la casa del declarante a coser y a otras faenas domésticas20.

19 Ibídem, p. 108.
20 Ibídem, pp. 112-113.
325
La figura del caudillo en la Venezuela de la Guerra de Independencia
Andrés Pérez Sepúlveda

Durante estos años la vida de Boves transcurre como la de cualquier aventurero español
que decide probar suerte en América. Ahora bien, es necesario conocer la infancia de Boves
para comprender el desarrollo de su personalidad. A los cuatro años de edad muere su padre
dejando al niño con un sentimiento de ausencia paterna insustituible; la madre se sacrifica por
sus tres hijos, especialmente por el varón, debido a que las esperanzas están puestas en el vásta-
go como una suerte de redentor de sus penurias. Es probable que haya sido traspasada al niño
la depresión de la madre, la carga de abandono y, por ende, de odio y resentimiento por haber
quedado viuda en una situación difícil; no olvidemos que Manuela de La Iglesia era huérfana
y había sido criada en la Inclusa de Oviedo; de esta manera, la molestia causada por su estado
desde niña podría haber generado una situación de malestar general con la vida, posiblemente
aminorada por el ambiente religioso y, posteriormente, el alivio de haber contraído nupcias
con un hidalgo de gotera (noble de tercera). La mujer en la sociedad española del siglo XVIII se
encontraba en una situación de minusvalía general; era considerada como un ser débil y estaba
sujeta a las decisiones de los hombres de la familia.
Una vez casada con Manuel de Bobes, las expectativas tuvieron que haber sido para Manuela
de La Iglesia muy elevadas, después de haber sufrido por la ausencia de sus padres. Pronto la
muerte le arrebataría también a su esposo, quedando en una situación de abandono de doble
emoción: la pérdida del amor y la necesidad de mantener a una familia sin el apoyo de una figura
masculina. El pequeño José Tomás, de esta manera, pasaría a conformar la figura del hijo-amante
redentor; en pocas palabras, en el objeto del deseo de la madre por resolver sus necesidades insa-
tisfechas de superación y logro personal. Manuela sería la madre-víctima ansiosa de justicia.
Por otra parte, tenemos a Manuel de Bobes, el padre, quien pertenecía a esa larga lista de hi-
dalgos en precaria posición económica, “de los de mucha adarga y nada en el puchero”, como reza
326
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

un dicho español; es decir, un noble de tercera, quien se vio en la necesidad de ejercer un cargo
poco relevante en el Concejo de Oviedo, y de contraer nupcias con una inclusera. La pertenencia
a una doble situación social del pequeño Boves es un aspecto que refleja la dualidad demostrada
a lo largo de su vida, como afirma el psiquiatra Herrera Luque:

La experiencia demuestra que una diferencia social tan marcada como la que envuelve a los padres
de Boves, suele engendrar conflictos, pues enfrenta al hombre a una yuxtaposición de realidades
antagónicas, que le impide una clara conciencia de su ubicación social, y por ende, de un senti-
miento tan importante como el de la solidaridad humana. Quien al nacer se encuentra a mitad de
camino entre los privilegiados y los desposeídos, tiene dos posibilidades: o profesa de arribista o
se destaca retaliativo21.

La posición pasivo-femenina observada en José Tomás durante los primeros años de su vida
induce a pensar en la estimulación de un narcisismo maligno por parte de la madre, quien coloca
todas sus aspiraciones de rescate en el único hijo varón, haciendo creer al niño que es el objeto de
su afecto y deseo. El ingreso al Instituto Real Asturiano quizás implique, también, las intenciones
del hijo por recuperar la posición social del padre fallecido. Por eso lo sobresaliente de Boves
durante sus años como estudiante y pilotín en la casa comercial Pla y Portal; es un hijo sumiso,

21 “Boves” en Bolívar de carne y hueso y otros ensayos, pp. 50-51. Las bases criteriológicas usadas por este psiquiatra venezo-
lano resultan de alta estima para la presente investigación. Se tomaron en cuenta algunos aspectos del análisis de Herrera
Luque, ampliando algunos puntos y descartando otros por estar en contradicción con la documentación y testimonios de
la época; sin embargo, el trabajo constituye una disertación de gran valía; por lo tanto, es innegable la influencia de esta
obra, aparte de la novela Boves el urogallo, a lo largo del discurso. Resulta una oportunidad para rescatar el pensamiento
de quien en su momento se preocupó por indagar desde otra perspectiva el pasado nacional, hallando respuestas prolijas
no establecidas en la historiografía oficial.
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La figura del caudillo en la Venezuela de la Guerra de Independencia
Andrés Pérez Sepúlveda

obediente, a la sombra de su madre, quien se siente orgullosa de poder contar con el estipendio
que el vástago le prodiga.
Con esta carga dentro de sí, Boves decide establecerse por su cuenta como comerciante en
el pueblo de Calabozo. Es necesario resaltar las especulaciones que se han tejido alrededor de la
vida del personaje en este punto. La razón por la cual el asturiano se ubica en una ciudad del
Llano ha sido objeto de polémica, debido a que muchos autores afirman que la misma se debió a
un supuesto juicio seguido a Boves por incurrir en actividades ilícitas de contrabando durante su
gestión como representante corresponsal entre Puerto Cabello y La Guaira; al respecto, el regente
José Francisco Heredia menciona: “… Este hombre a quien hicieron memorable sus hazañas,
su crueldad y su conducta obscura en materias políticas, era asturiano que vino de Pilotín a La
Guaira, y habiendo continuado la navegación estuvo preso y procesado en Puerto Cabello por su
manejo en un buque corsario…”22.
Feliciano Montenegro y Colón repite la misma versión en la obra titulada Historia de Venezuela:

D. José Tomás Rodríguez, pilotín de profesión y natural de Gijón, fue condenado por pirata en los
años de 1808 y 1809 a ocho años de presidio en el de Puerto Cabello, y en consideración a varios
españoles que se interesaron a su favor, se le conmutó en confinación a Calabozo, en donde le
cogió la revolución de 1810 empleado en una tienda de mercería, con cuyo motivo y aspirando a
ocultar su conducta anterior, se había agregado el sobrenombre de Boves, aludiendo a los españo-
les Joves de La Guaira y Caracas, que habrían sido sus protectores…23.

22 Memorias del regente Heredia, p. 162.


23 Ob. cit., p. 253. La cita corresponde a una nota al pie.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

Estas afirmaciones, repetidas por la historiografía patria, difieren de la información


contenida en la partida de nacimiento de José Tomás; incluso el apellido Rodríguez aún no
ha sido aclarado, y representa un intento más por descalificar al asturiano. Sí es cierto que
el caudillo mantuvo una amistad perdurable con Lorenzo García Jove, de la cual queda un
testimonio epistolar. Desde La Guaira, el 1 de diciembre de 1814, este escribe a la madre
de Boves:

Señora doña Manuela de la Iglesia. / Muy señora mía: Los hombres nacen sin saber su suerte; su
hijo nació para la guerra; por ella hace felices a los buenos y castiga a los malvados con exceso.
Yo, por mi parte, y viendo tan de cerca sus operaciones, me complazco, y así debe hacerlo Vuestra
Merced, como madre. Doy a Vuestra Merced la enhorabuena, y a sus hijas también. / Últimamen-
te, me escribe su hijo desde su cuartel general, encargándome remita a Vuestra Merced seis fanegas
de cacao, las que tengo embarcadas en el bergantín Palafox, que sigue a la Coruña y consigno a los
señores Pla y Portal, con orden de que las pongan a su disposición, según aviso de este día. / El
solo punto que falta al heroico Bobes para toda su conquista es Maturín; hoy oficia noticias muy
placenteras. En fin, tome Vuestra Merced buen chocolate, que cacao no ha de faltarle24.

No se ha podido encontrar ningún documento que testifique que Boves haya sido procesado
por piratería, ni en los archivos nacionales ni en los españoles, aun conociendo de antemano el
celo burocrático de las autoridades monárquicas en su intento por controlar estas actividades ilíci-
tas, totalmente perjudiciales al erario real; por lo tanto, el confinamiento en la ciudad de Calabozo
producto de la intervención de la familia Jove y la del eminente abogado Juan Germán Roscio,

24 Citado en Luis Bermúdez de Castro, ob. cit., pp. 137-138. Véase Juan Vicente González, José Félix Ribas, pp. 73-78, en la
cual el autor utiliza las mismas acusaciones sobre las presuntas actividades filibusteras de Boves.
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La figura del caudillo en la Venezuela de la Guerra de Independencia
Andrés Pérez Sepúlveda

son parte de la leyenda construida sobre el personaje; aunque tampoco podemos descartar en su
totalidad la posibilidad de que tal evento haya ocurrido, en este caso mantengo la duda.
Calabozo, como se mencionó más arriba, era un pueblo ganadero próspero; fue en ese lugar
donde Boves estableció su tienda como comerciante de mercerías, además del tráfico de caballos
y mulos, en estrecha relación con los indios y demás pobladores que habitaban la región del Lla-
no25. Es famosa su honestidad en el trato comercial con estos estratos; la ganancia la limitaba a lo
necesario, sin entrar en transacciones especulativas con los mismos, esta actitud pronto le granjeó
la confianza de las castas inferiores que lo apodaron, por cariño y respeto, el Taita, que en voz
autóctona significa ‘padre’.
Es probable que por la lejanía con las poblaciones del norte, la conformación de la sociedad
de Calabozo y demás pueblos del Llano fuese distinta; en este sentido, la presencia de una mano
de obra libre, en calidad de peonazgo, representaba la fuerza de trabajo en la región; además, por

25 Debido a las grandes distancias que existían entre un centro comercial y los demás pueblos del interior, el traslado de
la mercancía se hacía difícil. Muchas personas confiaban sus pedidos a los bongueros –también a los pulperos–, con el
objeto de disfrutar de ciertos artículos que no conseguían en sus respectivas poblaciones. Al respecto, Pedro José Muñoz
comenta: “Iba el bonguero recorriendo zigzagueante itinerario, visitando los lugares en donde su conocida clientela es-
taba esperándolo para confiarle sus encargos…” (Boves: El Rebelde, p. 4). Sobre la relevancia social de los pulperos, Juan
Úslar Pietri destaca, en un párrafo muy prolijo, lo siguiente: “Es realmente curioso observar cómo en nuestras pequeñas
poblaciones del interior el pulpero juega un papel social de la misma importancia que el cura y el jefe civil. Representa
un puesto intermediario entre la ley y la religión, que le da un prestigio mucho más íntimo, más ciudadano. Es compadre
de todos, se mezcla en las fiestas y borracheras de los vecinos, y lo que es más importante, casi todo el pueblo le debe
siempre algo. De aquí que en los motines de caserío haya salido con frecuencia el pulpero delante de todos, cambiando
el mostrador por la diligencia política” (Historia de la rebelión popular de 1814, p. 117).
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

lo inhóspito del terreno la esclavitud no era una institución rentable26. El elemento indígena, aún
hoy, pervive en la llanura venezolana por encima de la cultura castellana; la actitud del habitante
de los Llanos era la de un ser indómito; resulta inverosímil, entonces, que unas breves ordenanzas
surgidas por el capricho y desconocimiento de los hacendados norteños cambiaran la relación
estructural del amplio estero. De hecho, en el Llano también la gente asciende por destreza y as-
tucia, y los mismos incentivos van a ser usados en el seno de los ejércitos enfrentados, primero en
el realista y luego, por lección, en las filas patriotas.
Probablemente, entre las razones que impulsaron a José Tomás a establecer un negocio propio
en la región de los Llanos figure la necesidad de este por desarrollar su propio ego e independizar-
se del yugo materno, debido a que el joven no tuvo la oportunidad en España para desarrollar sus
facultades individuales, ya que llevaba consigo la presión familiar de responder a todos los esfuer-
zos hechos por su madre y hermanas, para que pudiera tener acceso a mejores oportunidades. La
vitalidad demostrada como comerciante de Calabozo pronto harían de Boves un sujeto próspero.
De hecho, el joven asturiano decide concertar matrimonio durante ese tiempo con una mantuana
llamada Magdalena Zarrasqueta, familia de hacendados residenciada en la ciudad de San Sebas-
tián de los Reyes. El padre de la joven, Domingo Zarrasqueta, desestima la solicitud del mismo en
vista de su condición de pulpero; esta experiencia va a ser sumada a las tantas decepciones de José
Tomás en sus intentos por ser reconocido por la clase criolla de la colonia.
En una visita realizada, durante la investigación, a la ciudad de Calabozo (actualmente una
de las ciudades más importantes del estado Guárico), se pudo confirmar la riqueza y posición

26 Así vemos a José Antonio Páez sirviendo en un hato bajo las órdenes de un negro, quien ejercía la autoridad de caporal,
como afirma en sus memorias, Autobiografía del general José Antonio Páez, t. I, p. 7.
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La figura del caudillo en la Venezuela de la Guerra de Independencia
Andrés Pérez Sepúlveda

económica alcanzada por Boves. La casa que era propiedad del asturiano, donde se encontraba la
pulpería y le servía a la vez de hogar, se encuentra dentro del radio de propiedades aledañas a la
plaza Bolívar, en la época colonial conocida como Plaza Mayor. Es importante destacar que uno de
los mayores propósitos de los españoles al conquistar el continente americano fue la ordenación
del territorio en función de intereses económicos y políticos estratégicos; para ello era necesario el
establecimiento de un orden a través de la fundación de ciudades o villas con un trazado urbano
homogéneo; dicho plano arquitectónico se conoce con el nombre de cuadrícula. El trazado cua-
dricular, como forma de regular las fundaciones de ciudades durante la conquista de América por
parte del Imperio español, surgió bajo el reinado de Felipe II. Dichas normativas corresponden a
las Ordenanzas de descubrimiento, nueva población y pacificación de las Indias, erigidas a partir
del 13 de julio de 1573. Por lo tanto, la cuadrícula era el espacio donde se encontraban asentados
todos los poderes del rey, incluyendo la Iglesia, y donde, a su vez, estaban residenciados en solares
las principales familias descendientes de conquistadores, o de las más importantes, como afirma
Eugenio García Zarza, sobre la función e importancia del trazado urbano cuadricular:

La originalidad de la ciudad y la importancia de la Plaza Mayor en ella se acrecientan desde el


momento en que aquí o en sus proximidades se establecen las instalaciones para las principa-
les actividades urbanas y del territorio circundante: Cabildo o Ayuntamiento, casa de gobierno,
catedral, parte del comercio urbano y viviendas de los notables pues el prestigio social solía estar en
estrecha relación con la mayor o menor proximidad a la Plaza Mayor. Esto se conseguía por haber
participado en la fundación de la ciudad y, más tarde, por participar en el gobierno de la misma o
haber conseguido un “status” económico y social relevante27.

27 La ciudad en cuadrícula o hispanoamericana (Origen, evolución y situación social), p. 103. Las cursivas son mías.
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En este sentido, se puede inferir que Boves había alcanzado una posición importante den-
tro de la ciudad de Calabozo, algo ajeno a un sujeto que se encontraba en calidad de confinado
por presuntas actividades de contrabando. Su propiedad se hallaba dentro de las calles de la
cuadrícula, la proporción de su casa abarca una cuadra completa28. Las razones por las cuales
los historiadores han omitido este dato tan relevante resultan inciertas; resalta aún más el total
desconocimiento tanto del cronista de la ciudad como de los demás funcionarios promotores de
la cultura de Calabozo, al momento de indagar sobre la vida de tan importante personaje de la
historia nacional.
En ese intento por desprenderse de la posición pasivo-femenina, Boves se relaciona con las
castas inferiores, desarrolla un interés por adquirir los hábitos de los habitantes de la llanura; la
actitud epistemofílica29, que esconde impulsos sádicos, resuelve un poco la necesidad de reconci-
liarse con el aspecto paterno, anulado en los primeros años de formación infantil y adolescente; a
pesar del aliciente de convertirse en una suerte de padre salvador idealizado, ese rescate parental es
propio, también, de la dinámica de la madre. Boves sigue manteniendo una relación ambivalente
en sus acciones, conformada por el eje Padre-Madre. Adquiere la destreza de jinete, conocimiento
de los caminos y naturaleza de los Llanos; los pobladores lo estiman y respetan como un Taita, es

28 La propiedad pertenece actualmente a la familia Prieto. Agradezco profundamente la oportunidad que ofreció la señora
Natalia de Prieto por haber mostrado los espacios internos de la casa, que fue adquirida hace más de cuarenta años.
29 “Epistemofílico: de epistemofilia, amor por el conocimiento. La epistemofilia es considerada como un componente espe-
cial de la sexualidad infantil, bajo la forma de curiosidad inquisitiva. La epistemofilia puede manifestarse sádicamente a
través de la fantasía de penetrar violentamente en el cuerpo de la madre para descubrir sus secretos. Con tales fantasías
se enlaza la tendencia de los niños a romper juguetes, para ver ‘cómo están hechos’, o ‘qué cosa tienen adentro’” (Franco
Fornari, Psicoanálisis de la guerra, p. 16. Nota al pie).
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La figura del caudillo en la Venezuela de la Guerra de Independencia
Andrés Pérez Sepúlveda

una figura paternal para los indios, mestizos, zambos, entre otros, convirtiéndose, de esta forma,
en uno más de ellos. La relación que establece con estos grupos excluidos es una respuesta ante
el rechazo sufrido por la clase patricia de la colonia. Así Boves se funde en uno solo con el grupo,
ahogándose en su propio despecho y resentimiento, un aspecto que va a conformar parte de la
relación establecida con los llaneros durante la guerra de Independencia.
Los sucesos del 19 de abril de 1810 y la posterior declaración de independencia el 5 de ju-
lio del año siguiente, animarían a José Tomás a tomar partido por las ideas republicanas, como
de hecho hicieron muchos españoles peninsulares; pero pronto los prejuicios de la clase criolla
calaboceña terminarían por excluirlo, nuevamente, hasta el punto de acusarlo injustamente por
sedición y traición30. Se comenta que Boves se ofreció de forma voluntaria a favor de los patrio-
tas; incluso habría expuesto la idea de colaborar con caballos y demás artículos con el objeto de
aprovisionar las tropas, ayuda despreciada por los criollos. Otros autores afirman que Boves, des-
de un principio, rivalizó con los patriotas oponiéndose a estos a través de la difusión de noticias
sobre la llegada del oficial Domingo de Monteverde, quien había desembarcado el 10 de marzo
de 1812 y el avance que este había desplegado desde Coro, hasta llegar a tomar las localidades
de Carora y Barquisimeto. Lo cierto es que José Tomás se encontraba en la ciudad de San Carlos,
de regreso hacia Calabozo como parte del itinerario comercial que realizaba en la región central;
había escuchado rumores sobre el éxito alcanzado por las tropas al mando de Monteverde y temía
que el mismo destino le pudiera suceder a la ciudad; esta situación en vez de ser aprovechada por
los republicanos para apertrechar el poblado y custodiar a los habitantes, fue la causa para que el
asturiano fuese capturado. Absuelto, se retiró a Calabozo con la amargura de la ignominia.

30 Juan Vicente González, ob. cit., pp. 74-75.


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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

Al llegar a su destino fue nuevamente denunciado y acusado, esta vez por el doctor José
Ignacio Briceño, quien se encontraba en Calabozo encargado por el Congreso para investigar las
causas de infidencia. Briceño decide juzgarlo y condenarlo a muerte, dejando la orden de ejecu-
ción a cargo del teniente justicia mayor Juan Vicente Delgado, quien tuvo que dirigirse a Barinas
y decidió conmutarle la pena a Boves y cambiarla por reclutamiento forzoso, orden que no llegó a
ser efectiva debido al avance de Eusebio Antoñanzas, teniente de los ejércitos reales31.
En una acusación sobre la actuación despótica demostrada por los patriotas durante el esta-
blecimiento de la Primera República (1811-1812), el arzobispo Narciso Coll y Prat relata:

Más inclinados a la conmoción popular por el cebo de la rapiña, que al manejo del fusil por la
defensa de su titulada Patria no dejaban todos los días de cometer muchos excesos bajo la capa de
ejecutores de dicha ley marcial atribuyendo a unos y otros delitos de alta traición para aniquilar-
los, como a los que estaban en las cárceles y, alarmando a los Pardos y Morenos de estos contornos
para que no pudiendo ya subsistir su pretendida igualdad, e independencia, bañasen sus manos
con la sangre de todo europeo y blanco que era el único recurso que les quedaba32.

31 Julián Llamozas, “Acontecimientos políticos de Calabozo. Primeras armas de Boves. Combates de Santa Catalina, Mos-
quiteros y San Marcos”, en J. A. de Armas Chitty (comp.), Boves a través de sus biógrafos, pp. 63-79; p. 64.
32 Memoriales sobre la independencia de Venezuela, p. 61. Coll y Prat fue el segundo arzobispo de Caracas desde 1810 hasta
1816. Realizó un informe detallado sobre su actuación durante el período más sangriento de la guerra. Por encima de los
partidos en pugna, este prelado intervino en varias oportunidades para disminuir los ánimos exacerbados, obteniendo
la simpatía del pueblo; su actitud le produjo la enemistad de muchos, incluso de Morillo, quien lo acusó ante las autori-
dades monárquicas por presuntas actividades subversivas; no calló ante las injusticias cometidas por uno y otro bando.
Las noticias de la victoria republicana en la batalla de Carabobo, el 24 de junio de 1821, impidieron que el eminente ar-
zobispo retornara desde España; murió al poco tiempo. Es relevante el papel de la Iglesia durante la contienda de eman-
cipación; muchos sacerdotes defendieron el orden monárquico y prestaron apoyo técnico para aprovisionar las tropas; el
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La figura del caudillo en la Venezuela de la Guerra de Independencia
Andrés Pérez Sepúlveda

La crueldad, producto de un estado de paranoia general, de las autoridades patriotas no co-


noció límites. Incluso en la famosa rebelión de canarios en Caracas, en el año 1810, demostraron
no tener piedad alguna contra todo aquel que se opusiera al intento de conformar un Estado re-
publicano. Esta actitud fue aplicada contra Boves, destruyendo el precario equilibrio psíquico del
asturiano y arrojándolo a tomar posición a favor del restablecimiento de la monarquía. A partir
de ese momento se puede constatar el profundo dolor de un individuo que intentó pertenecer a
un medio social que siempre lo rechazó, hasta llegar al extremo de humillarlo públicamente, con
acusaciones falsas e intentar matarlo. El negocio de José Tomás en Calabozo fue saqueado, y el
encargado, que a su vez era su protegido, fue vilmente asesinado. Todo este escarnio fue promovi-
do por los patriotas más empecinados del pueblo: “Ya verán Uds., las lágrimas que les va a costar
tamaña injusticia. La causa republicana me rechaza, la realista me aplaudirá”33. Fueron las palabras
de Boves durante su encarcelamiento en Calabozo.
El sufrimiento experimentado por Boves contribuyó a crear un estado de locura y reacción
vengativa, producto del despecho y la ira, que haría de este uno de los caudillos más temidos de la

g terremoto del 26 de marzo de 1812 terminó por consagrar el apoyo de los prelados y demás religiosos al restablecimiento
del antiguo régimen; al respecto, menciona Mireya de Francesco Mur: “Al iniciarse el conflicto emancipador, la Iglesia y
sus ministros, al igual que la población en general, se vieron envueltos dentro de un vendaval de ideas y sucesos que los
afectaba tanto personal como institucionalmente; lo cual, aunado a la relevancia indiscutible de la Iglesia y sus represen-
tantes sobre la totalidad de la población, les condujo a figurar como protagonistas decisivos del proceso” (“Actuación del
bajo clero durante la guerra de emancipación venezolana (1811-1821). Análisis de los instrumentos de acción política
utilizados a favor de la causa realista”, en Germán Yépez Colmenares (comp.), Temas de historia contemporánea de Vene-
zuela, pp. 31-56; p. 33).
33 En Acisclo Valdivieso Montaño, José Tomás Boves (Caudillo hispano, el más recio batallador realista durante la guerra a muerte:
Años 1812 a 1814), p. 44.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
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contrarrevolución. El asturiano se entrega por completo al dolor; renuncia a continuar intentando


pertenecer a la clase criolla, clase que reflejaba las aspiraciones surgidas por alcanzar la imagen
del padre; esta se convierte en el objeto de su venganza y resentimiento. Las acciones posteriores
demuestran que la furia materna contenida en el inconsciente de Boves terminaría por constelizar
totalmente sus sentidos. Boves pasa a ser una suerte de Ares vengador, se convierte en la expresión
de la cólera y la ira, exigiendo sangre a cambio de la afrenta sufrida34. Pero, como diría Carl Gustav
Jung, y de acuerdo con todo lo que se ha venido exponiendo sobre la psicología del asturiano,

…el cambio de carácter que se produce en la irrupción de las fuerzas colectivas es asombroso. Un
ser manso y razonable puede convertirse en un loco furioso o en un animal salvaje. Siempre nos
inclinamos a atribuir la culpa a las circunstancias, pero no podría estallar en nosotros nada que no
estuviera ya presente…35.

Boves cruzó el umbral de la conciencia hasta terminar en la locura; sus acciones responden,
según la psicología analítica, a una influencia del arquetipo del anima, el cual, por lo menos en el
hombre, “…está ligado al predominio de la madre y esto hace que a veces quede un lado senti-
mental que dura toda la vida, perjudicando grandemente el destino del hombre o por lo contrario

34 Ares es la versión griega del dios de la guerra, su actitud iracunda se encuentra relacionada con su madre Hera,
esposa de Zeus. De acuerdo con la mitología, Hera, bajo circunstancias de conflicto con Zeus, producto del dolor
e indignación, decidió engendrar un hijo por su cuenta sin entrar en contacto alguno con su esposo; de allí nació
Ares, dios fuerte e iracundo. Véase Francesc L. Cardona, Mitología griega, pp. 95-98; también, Karl Kerényi, Los
dioses de los griegos, pp. 151-160.
35 Consideraciones sobre la historia actual, pp. 140-141.
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La figura del caudillo en la Venezuela de la Guerra de Independencia
Andrés Pérez Sepúlveda

dándole alas a su coraje para osadas acciones…”36. Así vemos a Boves sucumbir ante la terrible
imagen materna contenida en su psique y actuar en función de esa misma furia, en forma de ven-
ganza desmedida e incontenible.
Una vez liberado Boves del presidio en Calabozo por Antoñanzas, este le ofrece integrarse a
las tropas realistas. El bautizo de sangre no se hizo esperar, y aquel hombre herido en su honor de-
cide arremeter con contundencia contra la clase criolla. Su primera acción se basó en cumplir una
orden directa para capturar al comandante Miguel Ustáriz y a los doctores Narvarte y Alsur; en el
trayecto decidió ultimar a Diego García, hacendado de la región. Destaca la acción de José Tomás
en la conspiración en su contra, en el poblado de Espino, a principios del año 1813: descubierto
el plan para aniquilarlo, este ordena la captura de los implicados y los envía a Puerto Cabello, sin
contar con el asesinato brutal de muchos de estos. Boves desconfiaba de las tropas de Calabozo;
por eso decide conformar un cuerpo de jinetes, la mayor parte reclutados en Santa Rita, y enton-
ces comienza la persecución y exterminio sistemático de la población calaboceña, hasta que la
noticia de la derrota de Monteverde en oriente lo obliga a prestar apoyo a dicho comandante. Para
esta fecha Boves desempeñaba el cargo de capitán del Ejército.

36 Carl Gustav Jung, Arquetipos e inconsciente colectivo, p. 35. Es común en el psicoanálisis junguiano relacionar el arquetipo
del anima con el complejo materno, debido a que el primero no se encuentra nunca de forma “pura” en el hombre. Con
respecto al complejo materno, el autor aclara: “El arquetipo de la madre constituye la base del llamado complejo ma-
terno. Representa un problema aún sin solución el saber si ese complejo puede tener lugar sin una participación causal
demostrable de la madre. De acuerdo con mi experiencia creo que en el proceso que causa la perturbación la madre
desempeña un papel activo siempre, y en especial en las neurosis infantiles o en aquellas cuya etiología alcanza induda-
blemente hasta la temprana infancia…” (Ibídem, p. 78).
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

Las primeras armas de Boves no contienen en sí muchas de las características que va a de-
mostrar durante la aplicación del Decreto de Guerra a Muerte37. En realidad, José Tomás representó
la respuesta más contundente ante el intento del bando patriota de establecer, por segunda vez,
la República. En una polémica circular, quizás promulgada en respuesta al decreto de Bolívar,
expedida en Guayabal en fecha 1 de noviembre de 1813, Boves, usurpando el grado militar de
comandante en Jefe de los Ejércitos de Barlovento, ordena:

Por la presente doi comisión al capitán José Rufino Torralba, para que pueda reunir cuanta
gente sea útil para el servicio, y puesto a la cabeza de ellos pueda perseguir a todo traidor y
castigarlo con el último suplicio, en la inteligencia que solo un creo [credo querría acaso decir]
se le dará para que encomiende su alma al criador, previniendo que los intereses que se recojan
de estos traídos, serán repartidos entre los soldados que defienden la justa y santa causa, y el
mérito a que cada individuo se haga acreedor será recomendado al señor comandante general
de la provincia: y pido y encargo a los comandantes de la tropa del rei le auxilien en todo lo
que sea necesario38.

37 Decreto promulgado por Simón Bolívar durante la Campaña Admirable, en la ciudad de Trujillo el 15 de julio de 1813.
El mismo ha sido objeto de innumerables críticas y análisis, donde unos apoyan la actitud del Libertador; otros, sin em-
bargo, la consideran impopular y una de las grandes causas de la pérdida de la Segunda República. En realidad, el bando
o decreto de Guerra a Muerte responde a una medida política implementada por Bolívar, con el objeto de definir posición
en la opinión pública, debido al escaso poder de convocatoria en esta etapa de la guerra, sobre todo a favor de la causa
republicana. Véase Simón Bolívar, “Decreto de Guerra a Muerte”, en Pensamiento político de la emancipación venezolana,
pp. 207-208. Sobre el aspecto legal del decreto, véase Rafael Ramón Castellanos, Antonio José de Sucre, pp. 54-76.
38 Citado por J. A. de Armas Chitty, ob. cit., p. 147.
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La figura del caudillo en la Venezuela de la Guerra de Independencia
Andrés Pérez Sepúlveda

El poder de convocatoria que obtuvo Boves sobre las castas inferiores en la región de los Lla-
nos es un reflejo del desafecto que estos sentían por la élite criolla que buscaba la emancipación,
aparte del cariz de conflicto civil manifestado durante los primeros años de la guerra39.
En medio del conflicto bélico se desatan los impulsos sádicos contenidos en el inconsciente
o, simplemente, reprimidos por una actitud de resentimiento. La elaboración paranoica del duelo
funciona en esta etapa en forma de lucha maniquea, un escenario de confrontación entre el bien
y el mal, o entre amigos y enemigos; el contexto histórico y determinadas condiciones sociales
son aspectos que cooperan para que la transferencia de las ansiedades y angustias persecutorias
internas se trasladen al mundo de la otredad40. Es allí cuando la dinámica de un conflicto social
engrana con la dinámica individual de un caudillo o líder carismático.
José Tomás Boves, luego de la derrota de Monteverde, decide hacer la guerra por su cuenta
y para ello solicita al capitán general, Juan Manuel de Cajigal, permiso para maniobrar desde la
región de los Llanos. La actitud de insubordinación de Boves y la agresividad de sus tropas demos-
trada no solo en el campo de batalla sino en el saqueo y destrucción de poblaciones, es comentada
por el mismo Cajigal:

Todo me era llevadero, menos el carácter de Don José Tomás Boves y la indisciplina de su División,
sin evitar un medio de evitar (sic) lo uno ni lo otro, si trataba de atraerlo por el convencimiento,
lleno de aparente respeto, me manifestaba el que aquellas tropas que mandaba desertarían todas

39 Véase Laureano Vallenilla Lanz, “Fue una guerra civil”, en Cesarismo democrático y otros textos, pp. 19-37.
40 Véase Franco Fornari, Psicoanálisis de la guerra, p. 20.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

si les corregía sus atentados; si lo reprendía con seriedad, su contestación se reducía a que le diera
su pasaporte, porque estaba enfermo y no podía continuar sirviendo. De uno en otro modo, era
arriesgarlo todo, pues en el momento de que Boves se separara de la División, en aquel momento
desaparecerían unos hombres que no querían otro Jefe ni era fácil sujetar al orden que yo exigía y
mantenía entre el corto número de tropas que llevaba inmediatas41.

En este punto conviene mencionar el testimonio del padre José Ambrosio Llamozas, cape-
llán del ejército de Boves, quien fue testigo de todas las acciones emprendidas por este. Sobre
las tácticas emprendidas por el asturiano, señala: “El Comandante General desde el principio
de la campaña manifestó el sistema que se había propuesto y del cual jamás se separó: fun-
dábase en la destrucción de todos los blancos conservando, contemplando y halagando a las
demás castas…”42.
De esta manera Boves se convierte en un caudillo indiscutible y temido, en una suerte de
padre primario para los grupos que comandaba; él vibraba a un solo pulso con los llaneros, quie-
nes vieron en su coraje y odio demostrado contra la clase criolla la vindicta realizada por todos
los oprobios y enconos reprimidos. La relación parental dual de Boves se repite durante su papel
desempeñado como líder militar. Los llaneros representan la unidad por medio del mecanismo
paranoide de identificación proyectiva de sus propias partes malignas (fantasías de aniquilación

41 Memorias del mariscal de Campo don Juan Manuel de Cajigal sobre la Revolución de Venezuela, pp. 102-103. Aun conociendo
de antemano la crueldad con la que actuaba Boves, muchos de los altos oficiales del ejército español, entre ellos el capitán
general, sucumbieron ante la autoridad espontánea del asturiano. Este aspecto de insubordinación sería resaltado por la
mayoría de las autoridades del orden monárquico, luego de la muerte de Boves.
42 “Memorial del Presbítero José Ambrosio Llamozas, llevado a Madrid para ser presentado a Fernando VII. Llamozas fue
vicario y capellán del ejército de Boves”, en J. A. de Armas Chitty (comp.), ob. cit., pp. 43-62; p. 52.
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La figura del caudillo en la Venezuela de la Guerra de Independencia
Andrés Pérez Sepúlveda

del padre y resentimiento materno). El asturiano al matar enemigos destruye la carga y culpa per-
sonal. Boves es el gran tótem de las bandas que dirige.
Una vez que Boves decide emprender acciones sin transigir con las demás autoridades monár-
quicas, comienza el espectáculo atroz de la guerra sin cuartel, la atención de los oficiales patriotas se
desvía hacia la región de los Llanos. El capitán español, otrora desconocido, se convierte en el objeto
más temido por su aproximación a las regiones del norte. Entre las batallas más famosas se encuentra
la de Mosquiteros, el 14 de octubre de 1813, comandada por el español Campo Elías, destacado
por su crueldad. Este último ordena la ejecución de los lanceros de Boves, mientras el asturiano se
repliega hacia el poblado de Guayabal. La batalla de San Marcos, el 8 de diciembre, donde Boves
vence; batalla de La Puerta, el 3 de febrero de 1814, también gana y rompe los planes de Bolívar en
su afán por mantener las posiciones del norte, ordena a su lugarteniente Morales que avance hasta La
Victoria y comisiona a Rosete hacia los valles del Tuy para, de esta manera, cercar a Caracas43. Desde

43 La violencia y el ensañamiento no provenía solo del bando realista; la actuación de Bolívar se vio oscurecida por la orden
que expidió a Juan Bautista Arismendi de aniquilar a todos los españoles confinados en las cárceles de Caracas y La Guai-
ra. El número de fusilados pasaba de las 800 personas y tardaron desde el 10 hasta el 16 de febrero de 1814 en ejecutar
lo previsto por el Libertador; debido a que no había pólvora decidieron utilizar lanzas y machetes; al respecto narra Juan
Vicente González: “Sobre aquel anfiteatro corrían locas de placer, vestidas de blanco, engalanadas con cintas azules y
amarillas, ninfas del suplicio, que sobre la sangre y los sucios despojos bailaban el inmundo Palito [baile de aquella épo-
ca]” (ob. cit., p. 86). También José Domingo Díaz comenta: “… Treinta y tres infelices que estaban en el hospital fueron
de dos en dos sacados sobre unas tablas y despedazados a sablazos enfrente de la puerta de aquella casa que los pueblos
más bárbaros destinaron a la beneficencia, sin que les sirviese de salvaguardia, ni la santidad del lugar, ni el gravísimo
estado de sus enfermedades…” (Recuerdos sobre la Rebelión de Caracas, p. 269). Resulta sugestivo el baile de las mujeres
patriotas que narra González en medio de aquel escenario de muerte; recuerda mucho a los rituales báquicos.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

el 28 de febrero hasta el 25 de marzo se lleva a cabo el famoso sitio de San Mateo44, donde Bolívar y
Boves se enfrentan con sus tropas en una lucha sangrienta que termina con la victoria del primero,
obligando al asturiano a dar batalla en Bocachica el 31 de marzo contra el general Santiago Mariño,
quien venía desde oriente para prestar apoyo a los patriotas. Luego de la derrota en Bocachica, Boves
es perseguido por Bolívar sin lograr dar con él, pero obteniendo pertrechos abandonados por los
realistas en la retirada, hasta llegar más allá del poblado de Güigüe.
Varias veces herido en combate, sus tropas dispersas y muchos de sus miembros muertos en
batalla, Boves responde ante la adversidad como una especie de cabeza de hidra. El poder ejer-
cido en los Llanos le permite rearmarse y consolidar un ejército de más de 7.000 lanceros, todos
dispuestos a dar su vida para demostrar su valor frente al caudillo o simplemente ser felicitados y
ascendidos. Las estrategias utilizadas por Boves para enfrentar a los ejércitos enemigos tienen una
relación inmediata con los hábitos de los llaneros, donde la habilidad y el coraje demostrado es
el requisito para ser tomado en cuenta, temido y respetado. Los que desconocen estos valores se
resienten ante algo que consideran bárbaro, una actitud sanguinaria y carente de todo principio de

44 En un fragmento de la Proclama de Boves durante la batalla de San Mateo, el 15 de marzo de 1814, este comenta: “Hom-
bres desventurados y engañados alucinados que obstinados militáis bajo las banderas de Bolívar, a vosotros me dirijo
porque os quiero salvar de la infausta suerte que os amenaza; no creáis que soberbio y engreído con las victorias y triun-
fos que he conseguido sobre los enemigos de la Paz tomo ocasión para instructaros en vuestra apurada y crítica situación;
mis intenciones son sinceras, y mis deseos no son otros que evitar las efusiones de vuestra sangre: que aprecio poner
término a vuestras desgracias y libraros de la esclavitud y de la muerte. La discordia, la rivalidad y el encono que Bolívar,
Rivas, y sus sanguinarios compañeros han procurado sembrar entre los criollos y europeos para hacerlos implacables
enemigos no estimulan mi venganza y os miro como hermanos y semejantes dignos de compasión y lástima” (en J. A. de
Armas Chitty, ob. cit., pp. 121-125; p. 121).
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La figura del caudillo en la Venezuela de la Guerra de Independencia
Andrés Pérez Sepúlveda

humanidad, pero los hechos demuestran que fue a través del amplio conocimiento de la psique de
los habitantes del estero que Boves logró vencer a los republicanos. Consideremos a la ciudad de
Calabozo y los poblados aledaños como un lugar estratégico para reabastecer al ejército, perder al
enemigo en caso de retirada, proveer de ganado caballar para el cuerpo de caballería y de ganado
vacuno para la dieta diaria, además de implementar el ascenso a cargos militares de gente de co-
lor, quienes luchaban en cuerpos que llevaban el nombre del pueblo al que pertenecían –pueblos
del Llano realmente, tales como Guayabal, Guardatinajas, Espino, Rastro, Tiznados, etc.–; esto se
hacía con la intención de hacer prevalecer el sentimiento regional, la unidad y de estar luchando
por algo que consideraban justo. Entonces, ¿cómo no ver una actitud heroica en Boves si así era
sentido por sus seguidores?
El carisma ejercido por Boves es testificado por muchos protagonistas de la independencia.
El mismo Francisco Tomás Morales ofrece un testimonio sobre el asturiano que resulta sugestivo:

Tuvo la fortuna D. José Tomás Boves de penetrar los sentimientos de estos y adquirir un
predominio sobre ellos, por aquella simpatía, o, como suele decirse, por un no sé qué, que
suele sobresalir en las acciones de un hombre y hacerlo dueño de sus semejantes.
El difunto Boves dominaba con imperio a los llaneros, gente belicosa y tal, que es pre-
ciso saberla manejar para aprovecharse de su número y de su destreza; con ellos venció
en la Puerta, en Bocachica [este combate fue perdido], en Valencia, en los Llanos, en la
capital misma y últimamente en Urica, donde perdió la vida. Comía con ellos, dormía
entre ellos y ellos eran toda su diversión y entretenimiento, sabiendo que solo así podía
tenerlos a su devoción y contar con sus brazos para los combates, reluciendo más estas
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verdades con el contraste de los ejércitos o divisiones mandadas por los jefes de la pro-
vincia con nombramiento o patente de la soberanía45.

Ese no sé qué, del cual habla Morales, está relacionado con el poder mágico que transmiten los
líderes carismáticos, entre ellos los profetas, caudillos, etc. Es la influencia de sujetos con maná,
que resultan tan importantes en los procesos de grandes transformaciones sociales.
Es común en los sujetos resentidos, cuando tienen poder, ejercer violencia contra aquello que
esté relacionado, de una u otra forma, con el objeto de su odio. La crítica resentida solo afecta,
en primera instancia, al individuo que la aplica como modus vivendi, pero es perjudicial cuando
se convierte en un sistema de valores y en bandera de grupos sociales que se valen de su afán de
venganza para terminar destruyendo a todo lo que le recuerde el mundo que aborrecen. La men-
talidad del resentido convierte todo lo sublime en aspectos negativos; el delirio se apodera de sus
pensamientos hasta el punto de desvirtuar la realidad y hacer del mal un norte o camino a seguir,
como afirma Max Scheler:

Cuando el camino por donde los hombres llegan a sus convicciones, no es del comercio inmediato
con el mundo y las cosas mismas, sino que la propia opinión se forma solo en y mediante la crítica
de las opiniones ajenas, de modo que la busca de los llamados “criterios” para probar la justeza de
estas opiniones, se convierte en el asunto más importante del que piensa, entonces el resentimien-
to, cuyas valoraciones y juicios, en apariencia positivos, son siempre negaciones y desvaloraciones
ocultas, constituye, por decirlo así, el fluido que envuelve el proceso mental46.

45 Citado en Laureano Vallenilla Lanz, ob. cit., p. 70. Las cursivas son mías.
46 Sobre el resentimiento, p. 51. Las cursivas son del autor.
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La figura del caudillo en la Venezuela de la Guerra de Independencia
Andrés Pérez Sepúlveda

La sombra, en circunstancias de guerra, permite aflorar conductas mantenidas en el incons-


ciente y desencadenar una violencia sistemática contra todo aquello que represente al enemigo;
es en esta etapa donde la crueldad, la violencia y la amoralidad se mantienen a flote, quedando el
hombre a merced de sus propios delirios y frustraciones. Recordemos que la guerra cumple una
función compensatoria para el individuo, sobre todo por la pérdida de la conciencia individual,
debido a que sus acciones están respaldadas por la acción conjunta de la masa. Lo sombrío de la
humanidad se refleja, como un cuadro pavoroso, en tiempos de guerra.
El sadismo también es una conducta propia de un estado de guerra; en efecto, la actitud de-
mostrada por Boves en el sitio a la ciudad de Valencia es una muestra contundente de esta afirma-
ción. Ordenar la ejecución de soldados que desertaron de las filas patriotas, no sin antes haberlos
expuesto al escarnio público en un juego que simulaba una corrida de toros y asesinarlos a lanza-
zos, es un ejemplo de crueldad sádica; así como también el cinismo aplicado a los habitantes de la
ciudad luego de haber firmado una capitulación que señalaba, de forma explícita, el respeto a la
vida y propiedad de los vencidos, para luego convocarlos a un baile donde se decidió la ejecución
de todos los hombres presentes, mientras las mujeres bailaban ahogadas en lágrimas, atemoriza-
das por la muerte de sus esposos al son del “Piquirico”; cabe mencionar la orden de fusilamiento
contra el eminente doctor Francisco Espejo.
Los acontecimientos de Valencia a principios de mayo de 1814, marcaron en la opinión pública
un halo de terror; así comenta Juan de Escalona, testigo del suceso y gobernador militar de la ciudad:

La tropa enemiga a la hora de la entrega estaban 3.000 dentro de la plaza, toda la caballería mon-
tada en la sabana del Morro, Corrales y en todas las entradas y salidas de la ciudad; la restante
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infantería en varias bocas calles, plaza de Candelaria y San Francisco; en las calles había inmenso
gentío de todas clases, que cometían robos, saqueos, muertes, heridas y toda especie de desorden:
era un infierno la ciudad: Boves todo lo toleraba y nada remediaba. El titulado capitán general don
Juan Manuel Cajigal era poco menos de cero en esta escena por más que él le presentaba a Boves
su dignidad y medidas humanas de pacificación, pues siempre fue despreciado y últimamente
desconocida su autoridad por aquel nuevo Pizarro47.

El 15 de junio en La Puerta, por segunda vez, en un esfuerzo conjunto, los generales Bolívar
y Mariño apuestan a detener el avance del asturiano. La derrota del ejército republicano fue con-
tundente, la ferocidad con la que actuaron los llaneros en la batalla logró dispersar a los escasos
contingentes del ejército patriota, todos los oficiales se vieron en la necesidad de huir, por temor a
ser asesinados, como en efecto le ocurrió a Diego Jalón, a quien Boves le prodigó atenciones e in-
cluso invitó a cenar, en otro acto irónico, para luego ordenar su fusilamiento. El 16 de junio toma
La Victoria y comisiona a Ramón González con 800 hombres para que se dirija a Caracas; a Ma-
chado lo envía por los valles del Tuy. El 17 ocupa La Cabrera con signos sangrientos y avanza hacia

47 Citado en Germán Carrera Damas, Boves (Aspectos socioeconómicos de su acción histórica), p. 39. El general Tomás de Heres
también narra: “… Todas las familias patriotas de Valencia, temiendo la licencia y la brutalidad de los soldados de Bo-
ves, se habían reunido (teniendo consigo las propiedades que podían mover) en la casa del suizo [de apellido Malpica,
conocido por su desafecto a la causa republicana], creyéndose seguros por hallarse en ella los generales Cagigal, Calzada
y Boves. Todas las noches a deshora, entraban en las habitaciones en que estaban las familias, en busca de hombres que
matar y algo que robar…” (Ibídem, p. 40). Con respecto al tema de los saqueos y robos, acciones emprendidas por ambas
partes implicadas en la contienda, véase Blas Bruni Celli, Los secuestros en la guerra de Independencia; también, América
G. Cordero Velásquez, “Secuestro y confiscación de bienes durante el primer quinquenio (1810-1815) del período inde-
pendentista”, Anuario (Instituto de Estudios Hispanoamericanos), 2a etapa, no 3, pp. 33-41.
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La figura del caudillo en la Venezuela de la Guerra de Independencia
Andrés Pérez Sepúlveda

Valencia y Puerto Cabello; a Morales lo designó para que capturara por los llanos de Anzoátegui a
Bolívar, quien dirigía la evacuación de la ciudad capital con más de 20 mil personas en la famosa
Emigración a Oriente, donde perecen miles producto del hambre, las enfermedades, la hostilidad
de los caminos y el acoso de la avanzada de los soldados de Boves48. El terror de Boves se había
impuesto sobre toda la región central, dominaba con puño férreo y su deseo de exterminar a los
patriotas se había convertido en su mayor obsesión. En cada poblado por donde pasaba aplicaba

48 “Los heridos y enfermos salieron de los hospitales arrastrándose, resueltos a morir en los caminos, antes que esperar a un
enemigo feroz y brutal. Los alaridos de estos, los gemidos y clamores de las mujeres y los niños, causaban tal confusión
y aturdimiento que nadie se entendía ni atinaba con la ruta que debía seguir, olvidándose de llevar aún lo más preciso
para cubrir sus cuerpos y conservar la vida, siendo muchas las desgracias que se experimentaron en tan aciagos mo-
mentos y mucho mayores las que ocurrieron en La Guaira, al tiempo de embarcarse los que emigraban. Sobre veinte mil
personas salieron de la capital y sus inmediaciones, desprevenidos para tan ardua empresa, y así es que al fin perecieron
las tres cuartas partes, a impulsos del hambre, de la desnudez, de la sed, del cansancio y de la fiebre intermitente, pues
en los barrizales de la montaña de Capaya, en los ardientes arenales de Unare y Tacarigua y en los climas malsanos de
Barcelona, hallaron su sepulcro, tanto el hombre robusto, como las personas delicadas del bello sexo” (Francisco Javier
Yanes, Relación documentada de los principales sucesos ocurridos en Venezuela desde que se declaró Estado independiente hasta
el año de 1821, p. 180). La causa republicana estaba perdida en todo el territorio de la capitanía, en una carta de Rafael
Urdaneta a Camilo Torres, de fecha 27 de julio de 1814 en Trujillo, mientras este general se retiraba por occidente,
describe la situación de la provincia: “… Lo republicano es mirado con horror; no hay un hombre que no sea enemigo
nuestro; voluntariamente se reúnen en los campos a hacernos la guerra; nuestras tropas transitan por los países más
abundantes y no encuentran que comer; los pueblos quedan desiertos al acercarse nuestras tropas y sus habitantes se van
a los montes, nos alejan los ganados y toda clase de víveres; el soldado infeliz que se aparta de sus camaradas, tal vez a
buscar el alimento, es sacrificado. El país no presenta sino la imagen de la desolación. Las poblaciones incendiadas, los
campos incultos, cadáveres por dondequiera, y el resto de los hombres reunidos por todas partes para destruir al patriota
y ayudar al asesino…” (Archivo del general Rafael Urdaneta, t. I, pp. 54-62; p. 61).
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

la política de terror y exterminio; incluso hace aniquilar al padre de la joven Zarrasqueta, a pesar
de esta haberle implorado con lágrimas que no lo hiciera49.
La fantasía de omnipotencia maníaca (comportamiento sádico-destructivo) hizo de Boves un
sujeto dantesco durante el corto tiempo que duró su liderazgo. A eso le añadimos un ego desbor-
dado, o inflado, como diría Jung, creando un nexo simbiótico-narcisista. Boves ya no actuaba bajo
sus propios parámetros; se había convertido en un individuo preso de las circunstancias, en una
especie de ente del inconsciente colectivo. Así vemos cómo el 16 de julio entra triunfante a Caracas,
donde es recibido por el arzobispo Coll y Prat al compás de un tedeum. Durante su estadía en la
capital asume un comportamiento de restaurador del orden monárquico; de esta manera se pro-
duce un contraste con las acciones otrora realizadas50. Es probable que la actitud de oficial respe-

49 El sadismo de Boves iba acompañado de actitudes frívolas, ironía y cinismo; Arístides Rojas, citando a Florencio O’Leary,
comenta: “… Un día le presentaron a un anciano enfermo y descarnado, único habitante del pueblo de donde habían
huido todos los demás, al saber su aproximación. Después de algunas preguntas, a las que el anciano respondió con
dulzura y veracidad en lo que sabía, le mandó decapitar. Al instante salió de entre las filas un bello joven que rayaba en
los catorce, postrándose de rodillas ante el caballo que cabalgaba el jefe español: ‘Os ruego’, exclamó, ‘por la santísima
Virgen, perdonéis a ese pobre hombre, que es mi padre: salvadle y seré vuestro esclavo’. ‘Bien’, dijo el monstruo, sonrién-
dose al oír las súplicas del joven: ‘para salvar su vida, ¿dejarás que te corten la nariz y las orejas sin un quejido?’ – ‘Sí, sí’,
respondió generosamente el mancebo, ‘os doy mi vida; pero salvad la de mi padre’. El desdichado sufrió con serenidad
la horrible prueba: visto lo cual, el inhumano Boves mandó que le matasen juntamente con el padre; por ser este un
insurgente, y aquel demasiado valiente para permitir para que le sobreviviera más tarde y se convirtiera más tarde en otro
tal” (“Los niños admirables (Silueta de la Guerra a Muerte)”, en Leyendas históricas de Venezuela, t. I, p. 116).
50 Boves en Caracas, y aún después de salir de la ciudad, se dedicó a promulgar órdenes para restablecer el antiguo régi-
men; en marcada usurpación de sus atribuciones nombra gobernador militar de Caracas a Juan Nepomuceno Quero
y gobernador político al marqués de Casa León; se preocupa por el estado de la Hacienda Pública, crea un Tribunal de
Apelaciones, entre otras comisiones que tienen que ver con la administración del ejército y con aspectos civiles.
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Andrés Pérez Sepúlveda

table asumida en Caracas haya disminuido el prestigio que ejercía sobre los llaneros, debido a que
el asturiano no aplicó las mismas estrategias de terror que en la ciudad de Valencia y mantuvo un
comportamiento más ecuánime, de acuerdo con su investidura. De hecho, uno de sus oficiales,
el pardo Machado, tenía intenciones de entrar a destruir la ciudad e incluso había hecho ultimar
en el acto a dos de tres comisionados en misión diplomática, pero la llegada de Ramón González,
debido a las reiteradas solicitudes del arzobispo, impidió que el primero entrase antes que él, evi-
tando de esta manera una terrible tragedia para los habitantes caraqueños.
Boves se retira de Caracas el 26 de julio por la vía de la Cortada del Guayabo en dirección a
Calabozo. La razón por la cual decidió retirarse a los Llanos quizás tenga que ver con los inten-
tos de rebelión de varios de sus oficiales. José Tomás, como el temido padre primario, empezó
a despertar ojeriza dentro del seno de su ejército y es sabido que aquello que se ama o admira
puede, muy pronto, odiarse. En todo caso, Boves era un líder blanco que comandaba unas tropas
de mestizos, indios, zambos y negros; su guerra de colores mantuvo desviada la atención de sus
seguidores fuera de él (hombre blanco peninsular) mientras había enemigos que perseguir y eli-
minar (mantuanos, blancos criollos). Esta situación no le duró mucho y la idealización que hacían
los llaneros del caudillo se vio afectada por el despliegue inminente de una paranoia interna; por
ser Boves el líder, la atención se centra en él activándose el mecanismo del chivo expiatorio; ya no
es el objeto de admiración al que todos quieren imitar, sino que pasa a ser parte de una repulsa y
animadversión producto de rencillas internas por alcanzar liderazgo o ambiciones personales. El
Tótem debe ser sacrificado por el bienestar de todo el grupo.
El 9 de agosto, el grueso de su tropa vence en Aragua de Barcelona al Libertador, dirigida por
Morales. Luego este pone sitio a la ciudad de Maturín y se enfrenta en batalla contra José Francisco
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

Bermúdez, el 12 de septiembre, donde es vencido y espera en Urica a Boves; luego el asturiano le


recriminaría a este oficial el haber intentado tomar la ciudad sin su consentimiento. José Tomás
sale de Calabozo en dirección a Barcelona, ciudad que toma el 15 de octubre para pasar inmedia-
tamente a la conquista de Cumaná; el 16 de ese mismo mes derrota en El Salado a Manuel Piar. El
9 de noviembre vence a Bermúdez en Los Magueyes.
Boves continuó con sus acciones crueles en las ciudades de Barcelona y Maturín, haciendo
exterminar a la población y dejando a sus tropas cometer toda clase de excesos. Llegando Boves a
Barcelona ordena ejecutar a don José María Escalera y a don José Sánchez por no haber entregado
unos barriles de harina que les exigió el ayudante de la plaza don Juan Figuera. El asturiano recibe
los halagos de la población de Barcelona. En un intento por calmar los ánimos, deciden ofrecer
un baile en su honor; nuevamente se repite la hecatombe de Valencia, mientras cientos de perso-
nas son arrojadas, no sin antes haberlas herido, al río Neverí, donde los espectadores se divierten
viendo perecer a las víctimas.
En Cumaná, Boves nombra gobernador a don Gaspar Miguel Salaverría, quien se dedicó a
aniquilar a todos los patriotas y civiles de la región. Entre las medidas aplicadas:

… Dispuso este como un rasgo de humanidad que muchas señoras emigradas de Caracas y otras
provincias, que se hallaban en Cumaná, saliesen de aquí en calidad de presidiarias o desterradas a
varios puntos de Venezuela y así se verificó, tomando el camino considerable número de mujeres
y niños, sin ninguna provisión y auxilio, de lo que resultó el haber muerto las tres cuartas partes
de cansancio y miseria…51.

51 Francisco Javier Yanes, ob. cit., p. 213.


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La figura del caudillo en la Venezuela de la Guerra de Independencia
Andrés Pérez Sepúlveda

Hasta aquí, la guerra de Independencia asume rasgos de una gran fiesta sangrienta, donde
la muerte es el espectáculo diario. La violencia ejerce una influencia mimética en el hombre y los
conflictos bélicos poseen muchas características rituales. De hecho, en Cumaná, Boves ordena una
fiesta con cuarenta músicos, todos emigrados patriotas, a los que luego, en la madrugada, manda
a fusilar pero de uno en uno, mientras el baile seguía simulando una macabra danza de muerte.
La situación de paroxismo era tal que ni siquiera se respetó a la población que se escondía en las
iglesias; los templos fueron profanados y las personas exterminadas dentro de los presidios de las
mismas, aun sobre el mismo altar.
El 5 de diciembre de 1814, Boves se enfrenta al resto de las tropas republicanas comandadas
por José Félix Ribas y Francisco Bermúdez en Urica, donde perece atravesado por una lanza en
el campo de batalla52. Boves se inmola como un héroe; probablemente ya había percibido todo
el daño que causó, hasta el extremo de eliminar a sus semejantes blancos y asumir el control de
una guerra que no era suya. Como un terrible destino decidió sucumbir ante la muerte, quizás

52 La leyenda que se teje en torno a la muerte de Boves contiene varias versiones; entre ellas se encuentra la de Pedro Zaraza,
aunque este nunca afirmó haber dado muerte con su propia mano al asturiano; otra versión dice que fue un soldado
patriota anónimo; pero la más creíble es la aportada por muchos protagonistas de la época quienes hablan de que proba-
blemente fue Morales, su lugarteniente, quien asesinó a traición a Boves, en medio de la confusión de la batalla, debido
a la rivalidad que el primero mantenía contra el fiero caudillo. Véase Ramón Hernández de Armas, “Defensa e impugna-
ción contra el papel titulado que del carácter y disposiciones militares del Mariscal de Campo Don Miguel de la Torre, ha
dado a la prensa el Coronel Don Sebastián de la Calzada. Instruida por Ramón Hernández de Armas Auditor de Guerra
de Marina del Apostadero de Puerto Cabello y Honorario del Departamento”, en J. A. de Armas Chitty (comp.), ob. cit.,
pp. 112-118; p. 116; José Francisco Heredia, ob. cit., pp. 194-195; Francisco Javier Yanes, ob. cit., p. 215; Juan Manuel
de Cajigal, ob. cit., p. 135, entre otros.
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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

por despecho y sentimiento de culpa53. El gran Tótem fue sacrificado para que la violencia no se
extendiera entre los miembros de su tropa. En realidad, por más que Tomás Morales intentara
sustituir al recio caudillo aplicando medidas de intimidación y fusilamientos de oficiales dentro
de la tropa, pronto estos se dispersarían por la llanura hasta encontrar a un sujeto que lograra
agruparlos en función de un ideal común: la patria; ciertamente, José Antonio Páez se convertiría
en el líder genuino de los llaneros, heredero legítimo de José Tomás Boves.
Manuela de La Iglesia recibiría todos los honores dignos de la madre de un oficial del ejército,
conforme a lo mandado por el Rey, obtuvo una pensión de 8.250 reales vellón al año, más los
atrasos de la soldada que nunca recibió Boves; finalmente, la abnegada madre alcanzó la posición
social que tanto anhelaba. En un Real Despacho se observa:

Por cuanto atendiendo a los méritos y servicios del difunto Don Josef Thomas Bobes, comandante
general que fue del Exercito de Barlovento, en la provincia de Venezuela, tuve a bien concederle
en 6 de octubre de 1814, el empleo efectivo de coronel de Exercito; y no habiéndosele expedido a
su tiempo oportuno el Real Despacho, a consecuencia de instancia de doña Manuela de la Iglesia,

53 No dejo de pensar que la muerte de Boves contiene elementos semejantes a un ritual de sacrificio, por su calidad de
extranjero y héroe solar, que hacía de su liderazgo sobre los llaneros un asunto de admiración ciega; también porque el
asturiano, aun sin ser llanero, adoptó las actitudes de estos. Él es el chivo expiatorio de los primeros años de la guerra de
Independencia; así como en su momento, pero bajo circunstancias distintas, le tocó a Manuel Piar cuando fue fusilado
por orden de un tribunal militar republicano, por cargos de conspiración y sedición. Con respecto al sacrificio del líder,
René Girard comenta: “Para que la víctima pueda polarizar las tendencias agresivas, para que pueda realizarse la transfe-
rencia, es necesario que no haya solución de continuidad, es preciso que haya pasaje ‘metonímico’ de los miembros de
la comunidad a las víctimas rituales; en otros términos, es necesario que la víctima no sea ni demasiado ni poco ajena a
esta misma comunidad…” (La violencia y lo sagrado, p. 341).
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La figura del caudillo en la Venezuela de la Guerra de Independencia
Andrés Pérez Sepúlveda

en solicitud de pensión en el Monte pío militar, he mandado librar a su favor el presente con la
antigüedad y abono de sueldo desde la indicada fecha.
Por tanto, mando al capitán general o comandante general a quien tocare dé la orden conve-
niente para se le considere como tal coronel efectivo que ha sido. Guardando y haciendo guardar
a la expresada doña Manuela de la Iglesia las honras, gracias, preeminencias y exenciones que por
dicho empleo le tocan, bien y cumplidamente, que así es mi voluntad54.

Los restos de Boves fueron enterrados en la iglesia de Urica; las exequias fueron presididas por
el capellán de su ejército doctor José Ambrosio Llamozas, y en la ciudad de Caracas se le rindieron
honras fúnebres conforme a su grado militar. José Tomás retoma el camino que lo dirige hacia
el vientre materno, hacia el lugar donde reposan los súbditos de Némesis, diosa de la venganza.

Reflexiones finales
José Tomás Boves ha sido durante mucho tiempo concebido como la imagen
de la crueldad desmedida del empecinado realismo durante la guerra de Independencia. Sin em-
bargo, son varios los autores que se han dado a la tarea de rescatar la figura de este caudillo tan
polémico. Boves ha sido un encuentro de voces, un intento por comprender el verdadero signifi-
cado que corre parejo con su actuación.
Por ser un reflejo de aspectos sombríos del ser venezolano, el intento por descalificar a Boves
es uno de los primeros obstáculos a resolver para todo aquel que desee ahondar en la vida del

54 Citado en Luis Bermúdez de Castro, ob. cit., pp. 141-143.


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¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
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personaje. La misma suerte le tocó al grupo de llaneros que lo siguieron, satanizados por una his-
toria ambivalente que los execró mientras lucharon al lado del asturiano, para luego ser exaltados
cuando combatieron por la causa patriota, siempre a la sombra de algún caudillo nacional.
Estudiar la vida de Boves, desde la infancia hasta la muerte, representa la secuencia de una
imagen en movimiento que lentamente va mostrando los detalles y, al final, permite comprender
la obra en su totalidad. La imagen resulta la historia de una locura, de un viaje descendente hacia
el inconsciente, producto del dolor, el odio y la venganza. El equilibrio psíquico en la vida de un
hombre puede cruzar el umbral de la conciencia y convertirse en un instrumento ciego y feroz de
destrucción, violencia y sadismo en extremo. Boves, al final, fue un hombre común que sucumbió
ante los espectros que se hallaban en su psique.
Víctima de una furia materna, el asturiano halló en medio de un escenario de guerra las con-
diciones necesarias para desatar la vindicta; toda su carga personal irrumpe entre los llaneros en
forma de carisma. Los llaneros hallaron en Boves la representación de sus anhelos por ascender a
la posición social que el sistema de castas les negaba; aun siendo blanco se convirtió en un Tótem,
en la figura terrible del padre primario. Como todo líder genuino, en algún momento la paranoia
se apoderó del grupo y fue en ese instante cuando volcaron todos sus delirios sobre el caudillo; al
calor de la batalla, como el chivo expiatorio, Boves, el Taita, halló la muerte a manos de un desco-
nocido, mostrando características similares a las de un sacrificio.
El héroe de las hordas del Llano fue enterrado en la iglesia de Urica, seguido de unas honras
fúnebres en la ciudad de Caracas. Boves pasaría a la posteridad como el símbolo de un mito, de
una leyenda. La vida del personaje, hasta la actualidad, se muestra con grandes vacíos históricos
que no han permitido la aproximación a la biografía real.
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La figura del caudillo en la Venezuela de la Guerra de Independencia
Andrés Pérez Sepúlveda

El desconocimiento de la figura real de Boves es un hecho que se pudo comprobar en la ciu-


dad de Calabozo y el pueblo de Urica. Las autoridades encargadas de promover el conocimiento
histórico, a razón los cronistas, no supieron rendir detalles sobre la vida e importancia del lide-
razgo del asturiano.
El movimiento carismático en el que estuvo envuelto Boves coincide con su propia dinámica
psicológica. La trayectoria de su liderazgo se desarrolla en medio de una situación de desequili-
brio social que impulsó un estado de guerra; los grupos del Llano que siguieron a Boves contribu-
yeron a que el ego del mismo se desbordara en medio de la crisis institucional. La animadversión y
el ensañamiento de ambas partes implicadas en la contienda, durante la Guerra a Muerte, crearon
las bases de un nuevo sistema social; la violencia practicada demostró que hacía falta algo más
que las ideas republicanas para granjearse el favor del pueblo venezolano y sumarlo a la iniciati-
va de independencia. Quizás el aporte de Boves fue, precisamente, considerar la incorporación
de los grupos sociales otrora excluidos producto de un sistema estamental y usar la modalidad
del ejército como forma de nivelación social. La causa patriota tomaría en cuenta la dura lección
que recibió durante aquellos años aciagos de 1812 a 1814; aun las estrategias implementadas en
el campo de batalla sucumbieron ante las fuerzas de choque de la caballería del asturiano. Los
hábitos de vida del llanero, sin duda alguna, fueron incorporados a la lucha, cambiando, de esta
manera, las tácticas bélicas y, con ello, una concepción del mundo.
El fenómeno del caudillismo, visto desde una perspectiva psicohistórica, enriquece la visión
de un tema tan importante para la historia del país. La investigación desarrollada en términos pro-
bables deja las puertas abiertas a nuevas interpretaciones que puedan surgir a futuro. El caudillo
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Centro Nacional de Estudios Históricos

forma parte de un proceso complejo que implica la transformación de la sociedad, es el punto de


referencia en medio de un torbellino de violencia y muerte.
Boves pasó a ser más que un personaje histórico, para convertirse en leyenda, demonio, cau-
dillo democrático, en una sombra desatada que emergió de los instintos profundos y salvajes del
pueblo venezolano; un espectro que no quisiéramos volver a ver. Por eso, en el lugar donde murió
en la batalla de Urica, se erige una placa que reza:

AQUI CAYÓ MUERTO


EL TERRIBLE CAUDILLO ESPAÑOL
JOSE TOMÁS BOVES
EL 5 DE DICIEMBRE DE 1814
GLORIA PARA LAS HEROICAS
LANZAS LLANERAS

Y en la tumba de la misma localidad reposan sus restos resguardados por una pesada lápida,
más gruesa de lo normal, para que no se salga el espíritu.v
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La figura del caudillo en la Venezuela de la Guerra de Independencia
Andrés Pérez Sepúlveda

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365
Sobre los autores

v
Jorge Flores González
Licenciado en Historia por la Universidad Central de Venezuela (UCV). Máster en Escri-
tura para Televisión y Cine por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). Tesista de
Artes y Audiovisuales en la Universidad Nacional Experimental de las Artes (Unearte).
Coautor de la obra Se acata pero no se cumple. Historia y sociedad en la Provincia de Cara-
cas (siglo XVIII) (CNH-AGN, 2013). Investigador en temas de historia social y cultural.

Neller Ramón Ochoa Hernández


Licenciado en Historia por la Universidad Central de Venezuela (UCV). Magíster en Lite-
ratura Latinoamericana por la Universidad Simón Bolívar (USB). Coautor de Memorias de
la insurgencia (CNH, 2011), Se acata pero no se cumple. Historia y sociedad en la Provincia de
Caracas (siglo XVIII) (CNH-AGN, 2013). Autor de Despojos inconformes. Saqueo y secuestro
de bienes en la Provincia de Caracas 1810-1821 (CNH, 2015). Miembro del Centro de In-
vestigaciones Críticas y Socioculturales (USB). Coordinador de Investigaciones del Centro
Nacional de Estudios Históricos (CNEH).
366
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
Centro Nacional de Estudios Históricos

v Andrés Eloy Burgos Gutiérrez


Profesor de Historia y Geografía de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador
de Caracas (UPEL). Magíster en Historia de Venezuela por la Universidad Católica Andrés
Bello (UCAB, 2017). Desde 2009 es investigador del Centro Nacional de Estudios Histó-
ricos (CNEH). Profesor de la Cátedra de Historia de las Ideas Pedagógicas en Venezuela
de la Escuela de Educación de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Actualmente
es coordinador de Publicaciones del Centro Nacional de Estudios Históricos. Ha sido
redactor del proyecto Memorias de la insurgencia (Diccionario biográfico-histórico de la
revolución en Venezuela) y ha publicado artículos históricos en la revista de divulgación
Memorias de Venezuela.

Carlos Alfredo Marín


Licenciado en Historia por la Universidad Central de Venezuela (UCV). Máster en Mun-
do Hispánico: Procesos de Independencias en Hispanoamérica (Universidad Jaume I).
Profesor-investigador del Instituto de Estudios Hispanoamericanos. Autor de Dos islas, un
abismo. AD-MIR 1948-1960 (Celarg, 2013). Editor, community manager y activo columnista
en la prensa nacional. Investigador en temas de historia sociopolítica y cultural.

Alexander Aníbal Zambrano Blanco


Licenciado en Historia por la Universidad Central de Venezuela (UCV). Diplomado en
Conservación Preventiva del Patrimonio Documental por el Instituto de Estudios Avan-
zados (IDEA). Diplomado en Gerencia de Social Media (UCV). Magíster en Historia de
Venezuela por la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). Investigador A1 acreditado
del Programa de Estímulo a la Investigación e Innovación (PEII), del Observatorio Nacio-
367
Sobre los autores

v nal de Ciencia, Tecnología e Innovación (Oncti). Autor de El infierno de un sacramento. Los


malos tratos a las mujeres en matrimonio en Venezuela 1700-1821 (CNH, 2008), y coautor de
varios libros colectivos en temas de historia social y política de los siglos XVIII y XIX, entre
los que destacan Mas allá de la guerra, Venezuela en tiempos de Independencia (Fundación Bi-
gott, 2008), El relato invariable: Independencia, mito y nación (Editorial Alfa, 2011), Guía del
Archivo General de la Nación (AGN, 2011), Se acata pero no se cumple. Historia y sociedad en
la Provincia de Caracas (siglo XVIII) (CNH-AGN, 2014). Actualmente se desempeña como
investigador del Centro Nacional de Estudios Históricos (CNEH).

Andrés Pérez Sepúlveda


Licenciado en Historia por la Universidad Central de Venezuela (UCV). Magíster en Litera-
tura Latinoamericana por la Universidad Simón Bolívar (USB). Doctorando en Historia La-
tinoamericana por la Universidad Andina Simón Bolívar (UASB). Autor de varios artículos
arbitrados y de divulgación. Investigador en temas de historia social y cultural.
v
v
¡He aquí el año terrible! 1814: Mitos, hitos y redefiniciones
de Jorge Flores, Neller Ochoa, Andrés Eloy Burgos, Carlos
Alfredo Marín, Alexander Zambrano y Andrés Pérez Sepúlveda
se terminó de imprimir en el mes de octubre de 2017.
Esta edición consta de 1.000 ejemplares
caracas, república bolivariana de venezuela
colección v
Seminarios
centro nacional de estudios históricos

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