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1.

Rebeldía
¿Cómo puede ser posible equiparar educación y rebeldía? La relación entre ambas surge de la
necesidad de rebelarse contra la acción manipuladora o contra sus efectos. Pero es esto
posible?
En primer lugar, ¿qué significa «rebeldía»? Para algunos «es la actitud de oposición violenta
y tenaza lo prescrito o sólo establecidos». Al menos, es una actitud de desacuerdo respecto a
lo establecido. Es decir, respecto a conductas, estructuras, ideas, valores, acontecimientos,
etc., que se tienen por injustos o malos. Un desacuerdo que sea suficientemente importante
como para manifestar oposición: verbal, comportamental, activa, incluso violenta en algunos
casos, frente a una situación determinada.
En segundo lugar, ¿es siempre la rebeldía agresiva, violenta? Debe advertirse que la
agresividad es un impulso, cuya característica es la disposición a acometer peligros o
dificultades, de suerte que más que de una verdadera agresión o una tendencia a eludir los
obstáculos consiste en un natural y esforzado modo de enfrentarse con ellos».
Este impulso puede ser aprovechado con muy distintas miras, mediante el uso de diversos
medios y procedimientos. Sin Él, la rebeldía sería imperceptible. Pero esta agresividad no
siempre será negativa: eso dependerá del tono humano con que se viva. Positivamente puede
denominarse acometividad, energía interior. Por otra parte, la rebeldía no tiene por qué adoptar,
necesariamente, manifestaciones violentas. Será, en el mejor de los casos, violencia interior,
violencia consigo mismo.
En tercer lugar, ¿debe relacionarse siempre la rebeldía con las crisis personales? En
algunos casos, sí. Por ejemplo, en la del niño de dos a tres años la edad del no-. O en la
adolescencia. El adolescente quiere probar, de diversos modos, hasta donde alcanza su
independencia. Y como todavía no matiza, busca la independencia absoluta.
Por otra parte, la rebeldía tiende a algún tipo de liberación en función de lo que el ser humano
busque. Es decir, en función de valores o sustitutivos de valores. Estos son los que diversifican
la rebeldía. Referida a la adolescencia, los valores se reducen a una independencia utópica,
absoluta, distinta.
Hay una rebeldía adolescente, de siempre, propia de la edad, y otra rebeldía juvenil, un poco
distinta, propia de este tiempo nuestro. Esta última es, en muchos casos, ruidosa, reactiva,
confusa y destructiva. En otros casos, es una búsqueda de valores que parte del repudio del
bienestar-panacea, para adentrarse en la exploración de lo que hay más allá de las porciones
de materia que pueden medir las computadoras, y que apunta al bienestar. Esta misma
rebeldía juvenil corre el peligro de ser instrumentalizada, es decir, manipulada.
Desde el mundo de los negocios, no sólo se comercializa la rebeldía juvenil, sino que se
contribuye a fomentarla. La juventud interesa como estudio de mercado. Se inventa una cultura
juvenil y se vende.

2. Rebeldía de la inseguridad
Evidentemente, no todo es rebeldía juvenil, si bien es la más estudiada por los expertos. La
rebeldía juvenil está «muy en sintonía con un aspecto de la crisis de la adolescencia-juventud:
la inseguridad, el querer tener todo tiempo, la búsqueda de la afirmación inmediata, la
satisfacción, pronto, de lo primero que se apetece». Hay, además, otras muchas rebeldías, a
cualquier edad.
Estas últimas son debidas, en parte, a la tecnificación del mundo moderno, y se caracterizan,
fundamentalmente, por su cerrazón frente a la trascendencia. Es un hombre medio de una
masa humana en rebeldía que siente «miedo a su propia condición humana, a que ésta,
abandonada a sí misma, pueda reducir a una espantosa tiranía, la tiranía que esclaviza y que
matas».
Hay algo común en los diferentes casos de rebeldía considerados hasta ahora. Podríamos
agrupar los en el epígrafe: la rebeldía de la inseguridad.
Es una inseguridad estrechamente relacionada, en las circunstancias de cada persona, con la
frustración existencial, es decir, con «la sensación de la vaciedad o carencia de sentido de la
propia existencia»".
La rebeldía hasta ahora estudiada no sólo se caracteriza por la inseguridad, sino también por el
conformismo y por la incongruencia.
Son rebeldes que aceptan la hipocresía típicamente adulta de rebelarse contra lo general,
conformándose en cambio con lo vicioso particular. Condenan el egoísmo "institucionalizado",
la injusticia "establecida", pero aceptan su propio egoísmo y su propia injusticia. Denuncian el
amor 'podrido' que hay en la sociedad, a la vez que "pudren" su propio amor, todavía
naciendo". Una verdadera rebeldía debería luchar contra ambas cosas.
Es una rebeldía aparente, conformista, estéril, impaciente, aparatosa. Son rebeldes que dejan
de serlo en cuanto consiguen aquello que consideran malo en los demás. El aburguesamiento
de los mayores y la rebeldía de los jóvenes coinciden en amar las mismas cosas en la línea del
materialismo, del placer, del egoísmo, etc.- Únicamente sucede que los rebeldes «se
impacientan porque quieren poseerlas cuanto antes y piensan que los mayores impiden y
retrasan esa posesión: predominio del bienestar económico, libre disposición del propio cuerpo,
utilización de los otros en beneficio propio
Es, en definitiva, una rebeldía de antivalores, con una fuerte dosis de ineficacia, como puede
observarse especialmente a nivel de jóvenes. Como, por otro lado, una parte de la sociedad
adulta se ha hecho adolescente va retrocedido a un estadio de inmadurez-, comunica esta
inmadurez a los jóvenes, haciéndoles perfectos herederos".
La llamada rebeldía de la juventud es una forma joven de conformismo. En todo caso, impiden
verlo así acontecimientos llamativos, no dispersas de hechos concretos, prisa, cambios en el
modo de vida, utilización de los nuevos descubrimientos técnicos, proliferación de una
palabrería que no se traduce en hechos....
Este tipo de rebeldía no parece que pueda relacionarse ni, mucho menos, identificarse con la
educación. Luego, si sólo esto es «rebeldía», no es posible contestar afirmativamente a la
pregunta que nos formulamos anteriormente: ¿cómo hacer viable, en las familias y en los
centros educativos, la educación entendida como rebeldía?

3. Rebeldía en función de valores


Pero no todo es rebeldía de la inseguridad. También hay rebeldía en función de valores.
Una rebeldía a largo plazo requiere la referencia a unos valores verdaderos, la claridad de una
información valiosa, la fortaleza de una conducta coherente.
Es posible una rebeldía desde o en función de los valores para quienes los descubren, los
aceptan, los prefieren, se comprometen con ellos y perseveran en su desarrollo intencional. Y,
a la vez, viven en ambientes en que la mayoría desconoce esos valores o los reduce, o los
invierte, o pretende destruirlos.
Esta rebeldía no sólo es posible, sino también real, puesto que muchas personas son
rebeldes-o intentan serlo- en este sentido profundo y positivo. ¿En función de qué valores,
fundamentalmente?
Yo destacaría, ante todo, en el acontecer diario de cada existencia, el calor de la
responsabilidad.
Pero la responsabilidad no es posible sin libertad personal. Por tanto, también debe ser
destacado prioritariamente el valor de la libertad. No una libertad desmesurada ni reducida,
sino realmente humana. Una libertad condicionada desde dentro y fuera de uno mismo. Una
libertad que puede crecer como desarrollo de capacidades humanas y como superación de
limitaciones y condicionamientos. Una libertad para amar con un amor verdadero, bueno,
hermoso, ordenado. Una libertad responsable.
Se trata, en definitiva, de una libertad conectada con la verdad, que es una posibilidad siempre
abierta y una tarea histórica. Para ello se necesita: a) el uso de la inteligencia -que «es el
cumplimiento de la sed o deseo natural de dar con la verdad de las cosas, de encontrar
respuestas a las preguntas fundamentales sobre la existencia humana; b) el descubrimiento del
amor verdadero -porque la libertad es inseparable de la perso na, pero la persona no alcanza la
madurez hasta que no descubre al OTRO, lo ama y se entrega a él»". Por consiguiente, es
también prioritario el valor del amor.
La verdadera rebeldía supone el descubrimiento o el redescubrimiento de los valores de la
libertad, de la inteligencia, del amor, de la responsabilidad, de la verdad-por citar algunos
estrechamente relacionados con la responsabilidad, sin la cual no es posible una relación
humana propiamente dicha ni, por consiguiente, la vida social-. Esa rebeldía supone, también,
ir contra corriente, porque lo corriente, hoy, en muchos ambientes, es un com portamiento
desviado de estos valores "
Solamente desearía destacar lo siguiente: sin verdaderos valores de referencia sólo es posible
la inseguridad de no saber a dónde se va ni cuál es el sentido de la rebeldía. Los valores no
pueden ser sustituidos por un rechazo o por unas determinadas actitudes o postulados.
Hay, pues, dos grandes tipos de rebeldía: el de la inseguridad y el de los valores.
Dentro del primero, las rebeldías verdaderamente graves-en su vacío existencial son las de
los adultos esclerotizados (con fijaciones adolescentes) o regresivos (comportamientos
saturados de infantilismo), desligados de lo trascendente, esclavos de las filosofías de la
inmanencia.
Las rebeldías juveniles son intentos de protesta indiscriminada contra una sociedad pobre en
metas.
Dentro del segundo tipo se encuadran las rebeldías de quienes aprenden a distinguir cuándo
pueden ceder y cuándo no pueden -no deben-; cuando deben ir contra corriente en el
cumplimiento de su deber, en la asunción de sus responsabili dades, y cuándo no hace falta;
cuándo su silencio es complicidad o cobardía", y cuándo es elegancia de espíritu.
La acción educativa requiere profesionales muy maduros en su rebeldía: personas que hayan
alcanzado etapas avanzadas de rebeldía -en su función del bien y de sus múltiples
especificaciones: los valores.

4. Rebeldia, ¿por qué?


Quizá se sorprendan algunas personas con esta nueva cualidad del educador. ¿Por qué la
rebeldía? ¿por qué rebelarse contra algo en lugar de educar en lo positivo, ignorando las
situaciones de masificación, de confusionismo, de subcultura...?
En primer lugar, porque la acción educativa no puede limitarse a promover procesos de
mejora personal desde una plataforma ideal, aislada del acontecer diario: no estaría
«preparando para la vida», desde la vida misma. El educador actúa en ambientes cambiantes,
dinámicos. La educación es crecer en valores en un mundo cambiante. Los verdaderos valores
son los mismos -hoy y ayer y mañana; los ambientes son distintos.
Establecer esta relación un poco nueva en cada jornada- requiere conocer valores y
ambientes; y captar lo constructivo y lo destructivo de cada ambiente desde el punto de vista
de la mejora personal; descubrir en cada situación qué es valioso y qué no lo es. De este
modo, se evitará la aceptación o el rechazo indiscriminados de un ambiente, respecto a la
educación.
En segundo lugar, la acción educativa tiene como finalidad incrementar lo que es funcional en
cada ambiente a la mejora personal y contrarrestar lo que es disfuncional a esa misma mejora.
Con visión optimista, el educador necesita captar las posibilidades y las limitaciones de cada
ambiente y actuar en consecuencia. Es acelerador de procesos educativos en cuanto
desarrollo de capacidades y superación de limitaciones personales y ambientales.
La rebeldía es la reacción inicial de quien toma conciencia de influencias ambientales que
pretenden reducirlo, deteriorar su personalidad, impedir el desarrollo de su libertad
responsable, apoyándose en sus propias complicidades. Es un modo de superar la propia
pasividad frente a un engaño hecho de bien decir y de bienestar.
Rebelarse es lo menos que puede hacer quien descubre el engaño del reduccionismo en sus
múltiples modalidades y en sus diversas combinaciones.
Padres-o profesores verdaderamente rebeldes son aquellos que se oponen, ante todo, a sus
complicidades bienestantes y permisivas; a los efectos de la manipulación confusionismo,
masificación, irresponsabilidad, etc.-; las ideas reductoras. La rebeldía de los educadores
empieza siendo, en ellos mismos, rebeldía de educandos. Serán rebeldes que influyen con la
fuerza de su ejemplo. Pero, ¿cómo rebelarse?, ¿en qué consiste dicha rebeldía?
No se trata de una rebeldía violenta, ni siquiera agresiva, pero sí enérgica, si entendemos
que la verdadera energía es interior. Es decir, que no se manifiesta en gritos, ni en
gestos bruscos, sino en la tenacidad, en la propia exigencia, en seguir amablemente
hasta el final el propio camino, en servir libremente.
En síntesis, la rebeldía de los educadores frente a la acción manipulada y a los efectos de la
manipulación se caracteriza por lo contrario de las rebeldías al uso. No es aparente, ni
conformista, ni estéril, ni impaciente, ni aparatosa, porque ninguna de las notas corresponde a
una verdadera acción educativa. Es una rebeldía a largo plazo que no se deja apresar en las
redes de una filosofía subjetiva e inmanente. Es un desacuerdo activo y respetuoso.

5. Rebeldia educativa.
¿Cómo hacer viable, en las familias y en los centros educativos, esta idea de rebeldía? Es
decir, en una vida rutinaria -profesional, familiar, social y espiritualmente. Es difícil para quienes
cifran sus metas en bienes de tipo material, o en éxitos profesionales. Es fácil para quienes se
preocupan, sobre todo, por los grandes temas humanos: la dignidad humana, por ejemplo.
La educación como rebeldía es un gran tema humano. Precisamente hoy, cuando la educación,
por no ser bien de consumo ni bien material, se minusvalora o se reduce a educación
periférica. Por eso, fomentar una educación de calidad es un acto de rebeldía.
En los tiempos que corren y en determinados ambientes, la virtud es subversiva. La educación
de la sobriedad, por ejemplo, es un acto de rebeldía frente al consumismo actual. Y lo mismo
se podría decir de la educación de la lealtad, de la generosidad y de otras virtudes humanas.
He aquí una gran baza para padres rebeldes: aprender y enseñar a luchar contra lo que
degrada, pervierte y esclaviza a la persona humana, pensando, informándose, decidiendo y
sirviendo.
Muchos padres se quejan, por ejemplo, del espíritu crítico de sus hijos. ¿Por qué no lo
canalizan hacia el exterior? Antes necesitan aprender a dirigir la participación de los hijos. Se
trata de construir la casa juntos. Y, por consiguiente, evitar la destrucción de lo construido. Por
tanto, no aceptar indiscriminadamente nada.
La educación como rebeldía es viable, en el ámbito familiar, si hay tiempo y lugar para la
conversación. Pero la conversación requiere saber conversar y entrenarse en pensar o no
pasará de conversación banal. Y, por supuesto, saber informarse, distinguiendo la información
de calidad de la información anodina y de la información manipulada. Las siguientes fases son:
decidir y realizar lo decidido.
Los padres rebeldes se caracterizan porque saben ofrecer alternativas y no admiten
mediocridades. Pero actualmente, en muchas familias, ¿no se está fomentando la mediocridad
en cada hijo a base de facilidades y de sustituciones? Y en cuanto a alternativas, ¿no falta
imaginación para sustituir los deficientes programas televisivos, por ejemplo?
La rebeldía educativa requiere un gran respeto a las personas. Forma parte de este respeto el
no llevarles la corrientes como si fueran locos; el no ocultarles la verdad nunca, aunque sin
imponérsela; el poner a su alcance fuentes de información de calidad, por si desean utilizarlas;
el ayudarles a distinguir entre información y decisión, para que sepan aprovechar libremente la
información recibida, etc.
La educación como rebeldía es algo así como un punto de partida en la educación. Algunos me
preguntan por qué no utilizó fortaleza en lugar de rebeldía. Sencillamente, porque son distintas.
La fortaleza viene después y tiene un largo camino, en su doble vertiente de acometer y de
resistir.
La rebeldía educativa sirve para establecer zonas prioritarias en la acción educativa, al menos
en lo referente a la educación de la libertad.
Debo admitir, no obstante, la objeción de que muchos problemas, con rebeldía o sin ella, no
tienen solución a nivel humano. Los efectos de la manipulación son tan graves producen tales
deterioros en el comportamiento humano que esta rebeldía resulta casi tan estéril como las
rebeldías juveniles antes citadas. Su eficacia quedará reducida a un bello gesto de obligada
protesta. Se puede alegar, incluso, que sólo un falso optimismo puede mantener la rebeldía, el
mismo optimismo que «es, muchas veces, la coartada que necesita la manipulación para
seguir presionados. Quizá deba advertirse que la rebeldía educativa llegará lejos si sabe utilizar
bien todos los recursos humanos. Y, además, ¿por qué ha de limitarse a los recursos
humanos?

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