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Rebeldía
¿Cómo puede ser posible equiparar educación y rebeldía? La relación entre ambas surge de la
necesidad de rebelarse contra la acción manipuladora o contra sus efectos. Pero es esto
posible?
En primer lugar, ¿qué significa «rebeldía»? Para algunos «es la actitud de oposición violenta
y tenaza lo prescrito o sólo establecidos». Al menos, es una actitud de desacuerdo respecto a
lo establecido. Es decir, respecto a conductas, estructuras, ideas, valores, acontecimientos,
etc., que se tienen por injustos o malos. Un desacuerdo que sea suficientemente importante
como para manifestar oposición: verbal, comportamental, activa, incluso violenta en algunos
casos, frente a una situación determinada.
En segundo lugar, ¿es siempre la rebeldía agresiva, violenta? Debe advertirse que la
agresividad es un impulso, cuya característica es la disposición a acometer peligros o
dificultades, de suerte que más que de una verdadera agresión o una tendencia a eludir los
obstáculos consiste en un natural y esforzado modo de enfrentarse con ellos».
Este impulso puede ser aprovechado con muy distintas miras, mediante el uso de diversos
medios y procedimientos. Sin Él, la rebeldía sería imperceptible. Pero esta agresividad no
siempre será negativa: eso dependerá del tono humano con que se viva. Positivamente puede
denominarse acometividad, energía interior. Por otra parte, la rebeldía no tiene por qué adoptar,
necesariamente, manifestaciones violentas. Será, en el mejor de los casos, violencia interior,
violencia consigo mismo.
En tercer lugar, ¿debe relacionarse siempre la rebeldía con las crisis personales? En
algunos casos, sí. Por ejemplo, en la del niño de dos a tres años la edad del no-. O en la
adolescencia. El adolescente quiere probar, de diversos modos, hasta donde alcanza su
independencia. Y como todavía no matiza, busca la independencia absoluta.
Por otra parte, la rebeldía tiende a algún tipo de liberación en función de lo que el ser humano
busque. Es decir, en función de valores o sustitutivos de valores. Estos son los que diversifican
la rebeldía. Referida a la adolescencia, los valores se reducen a una independencia utópica,
absoluta, distinta.
Hay una rebeldía adolescente, de siempre, propia de la edad, y otra rebeldía juvenil, un poco
distinta, propia de este tiempo nuestro. Esta última es, en muchos casos, ruidosa, reactiva,
confusa y destructiva. En otros casos, es una búsqueda de valores que parte del repudio del
bienestar-panacea, para adentrarse en la exploración de lo que hay más allá de las porciones
de materia que pueden medir las computadoras, y que apunta al bienestar. Esta misma
rebeldía juvenil corre el peligro de ser instrumentalizada, es decir, manipulada.
Desde el mundo de los negocios, no sólo se comercializa la rebeldía juvenil, sino que se
contribuye a fomentarla. La juventud interesa como estudio de mercado. Se inventa una cultura
juvenil y se vende.
2. Rebeldía de la inseguridad
Evidentemente, no todo es rebeldía juvenil, si bien es la más estudiada por los expertos. La
rebeldía juvenil está «muy en sintonía con un aspecto de la crisis de la adolescencia-juventud:
la inseguridad, el querer tener todo tiempo, la búsqueda de la afirmación inmediata, la
satisfacción, pronto, de lo primero que se apetece». Hay, además, otras muchas rebeldías, a
cualquier edad.
Estas últimas son debidas, en parte, a la tecnificación del mundo moderno, y se caracterizan,
fundamentalmente, por su cerrazón frente a la trascendencia. Es un hombre medio de una
masa humana en rebeldía que siente «miedo a su propia condición humana, a que ésta,
abandonada a sí misma, pueda reducir a una espantosa tiranía, la tiranía que esclaviza y que
matas».
Hay algo común en los diferentes casos de rebeldía considerados hasta ahora. Podríamos
agrupar los en el epígrafe: la rebeldía de la inseguridad.
Es una inseguridad estrechamente relacionada, en las circunstancias de cada persona, con la
frustración existencial, es decir, con «la sensación de la vaciedad o carencia de sentido de la
propia existencia»".
La rebeldía hasta ahora estudiada no sólo se caracteriza por la inseguridad, sino también por el
conformismo y por la incongruencia.
Son rebeldes que aceptan la hipocresía típicamente adulta de rebelarse contra lo general,
conformándose en cambio con lo vicioso particular. Condenan el egoísmo "institucionalizado",
la injusticia "establecida", pero aceptan su propio egoísmo y su propia injusticia. Denuncian el
amor 'podrido' que hay en la sociedad, a la vez que "pudren" su propio amor, todavía
naciendo". Una verdadera rebeldía debería luchar contra ambas cosas.
Es una rebeldía aparente, conformista, estéril, impaciente, aparatosa. Son rebeldes que dejan
de serlo en cuanto consiguen aquello que consideran malo en los demás. El aburguesamiento
de los mayores y la rebeldía de los jóvenes coinciden en amar las mismas cosas en la línea del
materialismo, del placer, del egoísmo, etc.- Únicamente sucede que los rebeldes «se
impacientan porque quieren poseerlas cuanto antes y piensan que los mayores impiden y
retrasan esa posesión: predominio del bienestar económico, libre disposición del propio cuerpo,
utilización de los otros en beneficio propio
Es, en definitiva, una rebeldía de antivalores, con una fuerte dosis de ineficacia, como puede
observarse especialmente a nivel de jóvenes. Como, por otro lado, una parte de la sociedad
adulta se ha hecho adolescente va retrocedido a un estadio de inmadurez-, comunica esta
inmadurez a los jóvenes, haciéndoles perfectos herederos".
La llamada rebeldía de la juventud es una forma joven de conformismo. En todo caso, impiden
verlo así acontecimientos llamativos, no dispersas de hechos concretos, prisa, cambios en el
modo de vida, utilización de los nuevos descubrimientos técnicos, proliferación de una
palabrería que no se traduce en hechos....
Este tipo de rebeldía no parece que pueda relacionarse ni, mucho menos, identificarse con la
educación. Luego, si sólo esto es «rebeldía», no es posible contestar afirmativamente a la
pregunta que nos formulamos anteriormente: ¿cómo hacer viable, en las familias y en los
centros educativos, la educación entendida como rebeldía?
5. Rebeldia educativa.
¿Cómo hacer viable, en las familias y en los centros educativos, esta idea de rebeldía? Es
decir, en una vida rutinaria -profesional, familiar, social y espiritualmente. Es difícil para quienes
cifran sus metas en bienes de tipo material, o en éxitos profesionales. Es fácil para quienes se
preocupan, sobre todo, por los grandes temas humanos: la dignidad humana, por ejemplo.
La educación como rebeldía es un gran tema humano. Precisamente hoy, cuando la educación,
por no ser bien de consumo ni bien material, se minusvalora o se reduce a educación
periférica. Por eso, fomentar una educación de calidad es un acto de rebeldía.
En los tiempos que corren y en determinados ambientes, la virtud es subversiva. La educación
de la sobriedad, por ejemplo, es un acto de rebeldía frente al consumismo actual. Y lo mismo
se podría decir de la educación de la lealtad, de la generosidad y de otras virtudes humanas.
He aquí una gran baza para padres rebeldes: aprender y enseñar a luchar contra lo que
degrada, pervierte y esclaviza a la persona humana, pensando, informándose, decidiendo y
sirviendo.
Muchos padres se quejan, por ejemplo, del espíritu crítico de sus hijos. ¿Por qué no lo
canalizan hacia el exterior? Antes necesitan aprender a dirigir la participación de los hijos. Se
trata de construir la casa juntos. Y, por consiguiente, evitar la destrucción de lo construido. Por
tanto, no aceptar indiscriminadamente nada.
La educación como rebeldía es viable, en el ámbito familiar, si hay tiempo y lugar para la
conversación. Pero la conversación requiere saber conversar y entrenarse en pensar o no
pasará de conversación banal. Y, por supuesto, saber informarse, distinguiendo la información
de calidad de la información anodina y de la información manipulada. Las siguientes fases son:
decidir y realizar lo decidido.
Los padres rebeldes se caracterizan porque saben ofrecer alternativas y no admiten
mediocridades. Pero actualmente, en muchas familias, ¿no se está fomentando la mediocridad
en cada hijo a base de facilidades y de sustituciones? Y en cuanto a alternativas, ¿no falta
imaginación para sustituir los deficientes programas televisivos, por ejemplo?
La rebeldía educativa requiere un gran respeto a las personas. Forma parte de este respeto el
no llevarles la corrientes como si fueran locos; el no ocultarles la verdad nunca, aunque sin
imponérsela; el poner a su alcance fuentes de información de calidad, por si desean utilizarlas;
el ayudarles a distinguir entre información y decisión, para que sepan aprovechar libremente la
información recibida, etc.
La educación como rebeldía es algo así como un punto de partida en la educación. Algunos me
preguntan por qué no utilizó fortaleza en lugar de rebeldía. Sencillamente, porque son distintas.
La fortaleza viene después y tiene un largo camino, en su doble vertiente de acometer y de
resistir.
La rebeldía educativa sirve para establecer zonas prioritarias en la acción educativa, al menos
en lo referente a la educación de la libertad.
Debo admitir, no obstante, la objeción de que muchos problemas, con rebeldía o sin ella, no
tienen solución a nivel humano. Los efectos de la manipulación son tan graves producen tales
deterioros en el comportamiento humano que esta rebeldía resulta casi tan estéril como las
rebeldías juveniles antes citadas. Su eficacia quedará reducida a un bello gesto de obligada
protesta. Se puede alegar, incluso, que sólo un falso optimismo puede mantener la rebeldía, el
mismo optimismo que «es, muchas veces, la coartada que necesita la manipulación para
seguir presionados. Quizá deba advertirse que la rebeldía educativa llegará lejos si sabe utilizar
bien todos los recursos humanos. Y, además, ¿por qué ha de limitarse a los recursos
humanos?